Caminos cruzados (Priv.)

Los bosques estaban llenos de vida, ruidos y colores que para el oído fino eran comparables con el barullo de una pequeña ciudad, mientras que el hombro promedio encontraría un silencio casi absoluto… la ironía es que siempre se desea algo diferente a lo que se tiene. Darcy observaba estos ires y venir de los animales mientras aguardaba sobre su caballo la llegada de su invitado. El corcel negro bufó, como era temprano en la mañana, ese movimiento dejó ver un fantasma de vapor en el aire. Darcy no podía negar cierta inquietud por volver a ver a aquél, uno de los cuatro en quién había fijado sus pensamientos los últimos cuatro años. Admitía que lo de Dominique era un asunto personal. No debió haber citádola aquella noche. Sin embargo con Jean era diferente. Lo haría casi totalmente para poder “evaluar al enemigo”, quería cerciorarse a que príncipe se enfrentaría, si a éste o a un futuro rey. La otra pequeña parte restante en él sí deseaba una última charla antes de intercambiar golpes con la espada.

Suspiró. Se había mentido a sí mismo cuando cruzando la frontera por el camino de Brucelas a París se dijera que ya no quedaba nada de los viejos lazos familiares además del rencor, el odio y la venganza. Cada vez se daba más cuenta del perjurio en esta afirmación. Aunque de igual manera, esto no suponía ninguna diferencia. Nada cambiaría aunque descubriera que aún abrigaba algún sentimiento amable incluso por Abélard. No, la decisión estaba tomada y no había poder humano que lo hiciera desistir del plan.

-Aquí vienen ya-
susurró a Bucéfalo, su caballo cuando divisó la compañía del príncipe y a éste aproximarse al lugar designado, junto al río –Buenos días señores, buen día alteza-
Igual que su hermana, parecía que su primo recibiera bien la carta enviada para invitarle a un día de cacería, por los viejos tiempos, en donde ambos serían cazadores.

Ladeó ligeramente el rostro observando al princípe, a su... primo responder a su saludo de una forma amable y con aparente carencia de resentimientos. De todas las formas como imaginaba que pudo haber sido esa mañana, definitivamente esta no la había contemplado. Observó a la pequeña comitiva que había traído también y no dejaban ver hostilidad tampoco... Era extraño el ambiente que se sentía, sin la tensión aguda que Darcy había previsto. Volvió a fijar su mirada en el rostro de Jean.

-Cuanto tiempo a pasado. La última vez que vi a su alteza era un muchacho optimista y con grandes ambiciones y sueños. Ahora que vuelvo es un hombre recto y honesto- sonrió a medias -Todo un joven león... No estaba seguro si vendría alteza pero ya que se ha levantado temprano le prometo que valdrá la pena. Conozco un lugar donde pueden encontrarse pumas.- Acercó un poco más su caballo para poder observarlo de cerca. Jean le sostenía la mirada, una mirada transparente y sin sombras... pero las apariencias engañan y aunque antaño el príncipe hubiera demostrado una nobleza natural Darcy sabía que también poseía agudeza mental, inteligencia y cierta malicia elegante con sus enemigos y esperaba ver plasmada esta útima en su rostro al encontrarse. Seguramente no tardaría en revelarse o ¿es que acaso Dominique no lo había puesto al día con lo del Plan en contra de la Monarquía? ¿De su encuentro en el Laberinto del Minotauro? Y por sobre todo eso ¿había perdonado y olvidado las acciones de Marcus, su padre, en cotra de Abélard? ¿el intento de asesinato, el exilio y la destitución de Darcy como príncipe? No, eso era imposible, probablemente Jean también quería aprovechar para obtener información del movimiento de la Hermandad. Después de todo él era príncipe y Darcy un Conde, le gustara o no.

Desvió su mirada hacia el río unos momentos pensando en todo esto y luego volvió a verlo. -¿Listo para la cacería?-

Aquella risa fácil que soltó el príncipe era exactamente igual a aquellas que mostraba cuando se encontraban jugando juegos de habilidad, de fuerza, apostando o cazando hace no muchos años en Versalles. Cuando todo parecía perfecto. Entonces lo había creído un tanto ingenuo, aunque le apreciaba bastante, ahora podía distinguir con mayor facilidad aquella delgada línea que discurre entre la inocencia y la inconsciencia. Si bien era cierto que al joven príncipe aún le faltaba malicia para tratar ciertos asuntos, la inteligencia y la objetividad estaban de su lado.

-Aunque deben de haberse cimentado, cambiado... - rio por lo bajo mientras cabalgaba a su lado guiándolo hasta lo más profundo del bosque. Conocía el lugar como la palma de su mano y aún sin sus habilidades no se hubiese perdido aunque fuera de noche. -Un hombre sin sueños es un hombre sin futuro- le concedio. -Nuestras ambiciones y nuestras intenciones... Como el Efecto Mariposa- frunció el ceño un tatno, era muy raro hablar tan fácil con su primo. No habían sido muchas las veces que habían salido juntos, pero esas pocas se habían divertido y relajado de la vida de palacio mucho, más el Delfin al que casi no le daban libertad de hacer nada y parecía que esa complicidad aún hacía sombra el día de hoy. Era en cierta forma agradable tener un poco más de lo que Darcy había creído totalmente perdido para siempre, claro que esto cambiaría.

Miró al frente fingiéndose inconsciente de la mirada persistente de Jean sobre su persona. Técnicamente su cuerpo no había cambiado un ápice desde la última vez que se vieron. A causa de la mordida de aquél lycan hacía tres años y medio envejecer era mucho más lento para él que para el resto. Pero todo lo que había vivido y el hecho de que su carácter se fortaleciera y se volviera más sombrío y duro por las cosas que había vivido, lo hacían ver más grande, más maduro. En cambio a Jean los años le habían hecho resaltar sus rasgos ya siempre agradables y apuestos, le habían concedido una mirada más confiada y profunda que antes. Y sobre todo la seguridad y el carisma de un líder irradiaba de él.

-Son mucho más entretenidas que las presas regulares y traen una mayor satisfacción... - explico -... y ya que nos vamso a tomar la molestia, que valga la pena el viaje- También que por ser lycan cazar venados resultaba demasiado sencillo, agrego mentalmente mientras llegaban a donde habitaban algunos pumas... Detuvo su caballo mirando al rededor, escuchando... mió el suelo. -Huellas...creo que podemos rastrear a nuestra presa- esbozo media sonrisa.

Conversar con Jean tenía aun cierto encanto y facilidad que aparentemente aún conservaba, pero Darcy no podía fiarse de ello tan pronto, tenía que cerciorarse primero de cuanto era lo que Jean sabía, y el que no hubiera señales de trampas o traiciones en la actitud del Príncipe ni en ninguno de los Señores que lo acompañaban sólo hacía la situación más perturbante.

-Como bien sabe alteza, la cacería es uno de mis pasa tiempos predilectos y la promesa de una buena presa no puede sino entusiasmarme- contesto sinceramente observando complacido cuando vio en el rostro de su primo que también se contagiaba de la emoción del momento. Darcy puso pie en tierra para rastrear las huellas que medio se ocultaban entre la maleza, situándose al lado de Jean. Entornó la mirada ligeramente al escucharle decir esas palabras sobre la muerte. Eso solamente podía confirmarle lo que había temido, porque seguramente se refería a eso ¿no? Entonces ¿dónde estaban los soldados con espada desenvainada y las armas apuntándole a la cabeza para apresarle?

La aves que pasaron volando fáciles y alegres sobre sus cabezas le fueron desapercibidas... -Media hora a pie de distancia calculo... - frunció un poco el ceño fijándose en la tierra y luego volviendo a los ojos de su primo -¿En tan peligrosas venturas le pongo alteza o es nuestra la naturaleza la que nos lleva a ponernos en medio del bosque con una espada y un caballo para combatir entre los lobos y buscar mágicos tesoros?- le devolvió la sonrisa a medias, una que no llegó a sus ojos. Definitivamente los cuatro años había hecho madurar a Jean en más aspectos de los que Darcy supusiera y aquella conversación servía para desvelarlos a medias por que ignoraba el verdadero trasfondo de sus palabras aunque lo que le confería cierta calma era saber que cierta bondad y compasión debían teñir las acciones del príncipe, un rasgo que no adornaba a los otros miembros de la familia Fontaine, excepto quizá a la Reina de quién lo había heredado el Delfín. Darcy se cruzó de brazos ante la última pregunta disimulando así el escalofrío que le recorrió la columna. Dominique nunca fue tan directa para averiguarlo más bien había aparentado saber que no debía confiar en su primo en ningún momento como si conociera el secreto que guardara tras la máscara del Conde de Monte Cristo al presentarse de nuevo ante la corte en la Mascarade. Y ahora Jean planteaba la cuestión con la naturalidad del amigo que solicita información que por derecho puede saber antes que otros -El príncipe debe saber ya que me dedico al negocio de las joyas y en parte el mercado de París a invitado para hacerlo crecer y prosperar incluso a las Américas en un futuro... - suspiró -Además aún a pesar de todo nunca... lo he dejado de considerar mi hogar. Francia me atraía de vuelta y aquí estoy obedeciendo el llamado de la sangre- terminó sin apartar un solo momento los ojos del otro estudiando su gesto con cuidado -Y... ¿Por qué ha venido usted alteza? si me permite preguntarlo- No quería Darcy darle demasiada oportunidad a ahondar en el asunto, podía ser peligroso....

Estuvo analizando cada pequeña expresión manifiesta en el rostro de su primo con disimulada curiosidad. Deseaba que su primo fuera superado por el recelo y la sospecha para que aquello siguiera el curso natural que Darcy había previsto desde un principio. Que Jean se comportara de esa manera tan comprensiva y condescendiente no podía ser un buen indicio y mucho menos algo auténtico... Algo ocultaba. A primera vista era difícil decir saberlo. La sinceridad y la pureza que emanaba su mirar, su postura... le turbaba la actitud resuelta que demostraba. Estaba listo para lidiar con la hostilidad, no con esto, fuera lo que fuera. Ver a Dominique manipular las intenciones del príncipe era algo muy probable y cada vez se inclinaba más por esa resolución...

Entonces Darcy hizo un verdadero esfuerzo por no dejar que la sorpresa dominara su gesto conforme Jean efectuaba esa declaración sin ningún titubeo y con facilidad inverosímil. Se río por lo bajo, aunque fue algo más bien nervioso.

-Espero no sea envidia lo que escucho en tus palabras primo. Una madurez forzada por las circunstancias no son dignas de tales sentimientos, al menos no las circunstancias a las que me he visto sometido- al final terminó con cierta dureza que velaba en gran medida la nostalgia y la incomodidad por su propia respuesta. Desvió un momento la mirada que volvió a posarse en Jean, esta vez con más frialdad. -Esa es una respuesta complicada de obtener alteza- remarcó la palabra -Un exilio es un exilio, no importa si se obtiene después el indulto y sí, la sangre llama- suspiró con un matiz un tanto más suave en su mirar -es por eso que te envié la carta... - ladeó ligeramente la cabeza escuchando os pesados bufidos de los caballos de la guardia real aproximarse a dónde ellos estaban. Era extraño que se hubieran quedado atrás y dejado al príncipe a solas con Darcy. ¿Era esto parte del elaborado plan de Jean? ¿o de Dominique? O tal vez Abélard ya sabía todo y simplemente jugaba a través de su adorado hijo para arrestarle y mandarlo sin demora a una fría prisión y después... Se volvió a contemplar a su primo unos momentos antes de que Jean lo viera. La duda coloreo la expresión de Darcy que rápidamente volvió a ponerla bajo la superficie de un rostro inexpresivo justo a tiempo de que el príncipe no pudiera verla. -Tu sangre es mi sangre- repitió en un susurro pensativo. Frunció el ceño observando al joven que tenía delante, tan parecido y al mismo tiempo tan diferente del que había dejado hacía ya cuatro años. Esas idas y venidas del sol que a Darcy le parecieran eternas y dolorosas no solamente habían tenido efecto en si mismo al parecer y Jean no se percataba de los cambios que se habían realizado en su persona sólo en as grietas resquebrajadas que encontraba en el hombre lobo. Antes Darcy no pudo despedirse de sus amigos, de su hogar, de su país, de sus primos, de su tía...de su padre. Ahora el desierto por el que andaba le ofrecía la ilusión de un oasis tan confortante como reparar aunque sea una parte... dio un paso hacia Jean y sonrió a medias negando con la cabeza -Lo sé... y eso no hace ninguna diferencia, primo- puso la mano sobre el hombro del príncipe y volvió a montar a Bucéfalo. Por más prometedora que pueda ser, una ilusión es una ilusión.

Al montar Jean nuevamente, Darcy creyó que la conversación sobre los temas familiares y los motivos de los últimos movimientos hechos por ambos lados, había terminado y podrían continuar con la cacería con asuntos triviales y de menor importancia. Él ya había obtenido más de lo que había venido a buscar o más de lo que le hubiese gustado. Luego de pronto vio a su primo acercarse más de la cuenta pero no fue hasta que le tomó el rostro con una mano cuando frunció el ceño, perturbado por la acción. Repentinamente sintió la familiaridad del gesto no solamente con Dominique, sino con los Fontaine. Al parecer ese tipo de imposición era un rasgo distintivo de los que compartían esa sangre. Darcy tuvo que contenerse para no apartar la mano del príncipe, después de todo era una reunión "pacifica y de reconciliación". Sin embargo una sombra se albergo en sus ojos mientras sostenía la mirada profunda de los ojos azules, un tanto más claros que los de su hermana pero con igual presencia. La molestaba que parecía estar convirtiéndose en una mala costumbre por parte de su familia el perturbarle de aquél modo. Era cierto que incluso había imaginado las respuestas posibles para las conversaciones llenas de duda y sospecha que anticipara de ellos, también admitía que la visita a Versalles para ver a Dominique no era parte del plan inicial y que racionalmente nunca debió serlo, aunque no se arrepentía de su decisión más que del día en que escogiera llevarla a cabo. Además de eso era muy natural dadas las circunstancias, esperar un desenlace como el de esa noche. Pero de Jean, del joven príncipe, jamás pasó por su mente una reacción que se le acercara a ésta.

-Ya lo he dicho, la sangre llama... - repitió sin dejar cabida a una interpretación que pudiera acercarse demasiado a la verdad, aunque al mismo tiempo fuera una respuesta bastante directa y sin rodeos.

Darcy se sintió mejor al verse liberado de la demandante actitud del príncipe, siguió su mirada hacia la guardia que ya estaba próxima a llegar, apenas un momento antes de volverse nuevamente a él. Hizo una mueca antes de seguirle como ordenaba. Reconoció hacia dónde se dirigían a los pocos pasos, conocía muy bien estos bosques y sus instintos funcionaban con igual precisión que una brújula para ubicarse entre los grandes árboles y la maleza tupida. ¿A dónde pretendía Jean llegar con todo esto? No tenía sentido, a menos que... Eso tampoco, el plan que el príncipe o la princesa había elaborado, fuera cual fuera tenía otra característica familiar, los juegos, las trampas. El As cuando uno creía tener la partida a su favor.

Después de recorrer un buen trecho, adentrándose en el bosque, Darcy le miró bajar del corcel al fin, topándose con un acantilado de caída pronunciada. Al parecer esperaba que lo imitara. Así lo hizo. De un momento a otro Jean volvió a acercarse y sintió como lo atrajo hacia sí para no dejar mucho espacio entre ellos. Entornó la mirada curioso al darse cuenta que tampoco dejaba demasiada distancia entre el príncipe y el vacío. Interesante.

-No creo alteza, que mi vida o lo que he hecho tuviera, hasta ahora, un espacio en su mente, lo cual supongo se entiende de un príncipe. Es una persona ocupada y con muchas obligaciones.- contestó con cierta burla. Levantó el mentón de forma orgullosa y mantuvo el gesto aún después de que su primo le tomara de la camisa acortando más la distancia. La frialdad serena con la que obraba Jean eran algo nuevo para Darcy, su carácter había madurado de una forma peculiar. Pero era crédulo el que pensara que esas acciones no llevaban cierta desesperación por obtener respuestas. Sonrió de forma lobuna mientras apartaba las manos que lo apresaban casi al mismo tiempo que estas le liberaban, lo que hizo que no fuera tan brusco el movimiento. -De manera que crees que tengo motivos por los que debo perdonarte- dijo, aunque el tono fue más de pregunta -y que me serviría de consuelo arrojarte por este acantilado- continuó con la mista entonación. Se rió por lo bajo, negando con la cabeza. -¿Porque debería significar algo?- ladeó el rostro sin forzarlo con su cuerpo a retroceder pero tampoco liberándolo de la posición en que se encontraba: entre la espada y la pared. No negaría que disfrutaba tenerlo allí. La posibilidad de despojar a Abélard de su heredero, a Dominique del ser que más amaba en la tierra y a Geraldine de su primogénito orgullo era una idea bastante tentadora. Después cuando hubieran sufrido suficiente les terminaría de arrebatar los vestigios de esperanza que les quedaba y quizá si se sentía compasivo, al final, les concediera reunirse con Jean en el más allá... Todo eso con sólo estirar la mano.

Darcy se entretuvo un momento meditando en esto antes de volver a hablar -¿Significo algo para su alteza o su familia hasta que vine a pedir un indulto, "un perdón" por crímenes que nunca cometí?- suspiró intentando apaciguar sus emociones o al menos enfriarlas suficiente. -Y aún así, creo que queda claro por esa misma acción que si me importa, quizá es a mí a quién más le importa. Después de todo, por algo mi apellido se redujo a uno, al igual que el título que conservo- apartó un instante la mirada hacia el precipicio, recordando a su madre que era por quién había podido heredar y mantener ambos, las tierras de Montecristo en los Países Bajos y el aún brillante apellido Trudeau, aunque fueran estrella menguante.

Apartando rápidamente esos pensamientos, busco de nuevo los ojos de Jean, estudiándolos un minuto antes de apartarse unos pasos hacia Bucéfalo. -Verte morir no es lo que deseo- aseguró. Definitivamente era una salida demasiado rápida para el príncipe de este mundo, sin mayor sufrimiento ni sentimiento de desasosiego. No, la venganza se sirve mejor fría y al rojo vivo. -Yo lo que quiero es una buena cacería ¿vamos?- sonrió.

Darcy se percató de que Jean ahora lo sabía, no había podido mesurar sus palabras lo suficiente para mantener las cosas como hasta ahora. Permitió que lo dicho por el príncipe develara una grieta en la máscara que con tanto cuidado había urdido. Igualmente las probabilidades de que se enterara de su doble intención a través de Dominique eran significativas. Al menos lo tenía cerca para poder evaluar su reacción. La sonrisa que se dibujó en el rostro de Jean parecía reflejar la decepción de un descubrimiento que debió haberse efectuado desde mucho antes. Lo miró apearse manteniendo un gesto neutral mientras su primo terminaba de especular las razones de no encontrarse ahora en el fondo de la cañada. Al mismo tiempo omitió las preguntas e insinuaciones que antes le hiciera Darcy.

-Sí, es algo que disfruto mucho- afirmó ignorando el monólogo de Jean. A veces es mejor guardar silencio. Hizo girar a Bucéfalo, tirando de las riendas con un movimiento firme para seguir al príncipe de regreso a donde se hallaba la compañía. No podía dejar de sentir cierta incomodidad por la presencia de los soldados aunque cada vez estaba más seguro de que hoy no sería el día que perdiera la libertad que le restaba... Paseó la mirada por los árboles que los circundaban y levantó la vista a la bóveda verde que construían las ramas altas de éstos, entrelazándose entre sí -Me gustan los desafíos. Los osos, los gatos salvajes... - contestó distraídamente -Puedo asegurar que existen pocos bosques como el de París. Es uno de mis favoritos- agregó volviendo a fijarse en Jean -Es bueno verlo de nuevo.- esbozó media sonrisa. Hay heridas que sanan, hay heridas que se tardan años en regenerar su antigua salud y dejan marca y hay heridas que supuran, sin importar cuanto se haga, infectando todo lo demás hasta reclamarlo todo. El sentimiento a medias renovado de familiaridad con su primo,hablar con él suponía el alivio que puede dar un trapo húmedo que limpia el tercer tipo de herida.

Entonces las cosas fluyeron tranquilas igual que el río que corría en los margenes del bosque. Una calma que sin embargo dejaba vislumbrar las tenues siluetas de los peces que se movían bajo su superficie, inquietos, sumergidos en su propio mundo del mismo modo que Jean y Darcy en ese momento. La cacería continuó y el lobo pudo distraerse a medias atrapando primero a una cierva y después un alce de gran cornamenta. La ostentaba orgulloso cual corona sobre su cabeza, ahora adornaría un muro. Pero a falta de una presa que presentase un mayor desafío y un verdadero esfuerzo, su mente vagaba esquivando el pasado que insistía en asaltarlo a cada giro del caballo o al momento de efectuar un nuevo tiro sobre la presa. Y sus pensamientos se enralecían sobre su familia, en modo futuro y presente. Tener a Jean cazando a un lado no ayudaba a enfocarse en los planes, surgían otras interrogantes... Después de que Jean lograra matar un ciervo negro, que era una presa grande y muy bella, le empezó a cansar un poco el ejercicio con el que toda la compañía parecía estarse divirtiendo, menos los que la habían solicitado. El príncipe parecía distraído y desanimado, casi nostálgico... La actuación siempre se le había dado bien a la familia Fontaine. La noche estaba cayendo ya sobre las copas de los árboles y los grillos anunciaban su proximidad. Hacía un rato ya que Jean se había ido separando de los demás y Darcy le siguió a cierta distancia. Le observó calmando a su caballo como si fuera mucho más que un animal de utilidad. "Compañero", lo nombró. ¿Sabía que no estaba solo del todo? Probablemente no...

La imagen de su primo mucho más joven, montando el mismo caballo y él mismo desafiándole a una carrera hasta el palacio, se cruzó frente a sus ojos. Mismo bosque, mismas personas, diferentes esencias. Darcy desvió la mirada un momento y luego se fijo en el conejo que pasó corriendo a ocultarse entre la maleza.

-No debería alejarse, alteza. Los bosques son peligrosos de noche, aún para usted- comentó después de hacer avanzar a Bucéfalo para situarse a un costado de donde Jean se encontraba. -Los hombres empiezan a organizarse para volver... Los puedo acompañar hasta el margen de la arboleda. Versalles esta muy cerca de allí, como recordará-

Francia. Ése era el nombre del caballo del joven príncipe, el mismo que antes fuera motivo de risas, comentarios y miradas curiosas y finalmente aprobatorias cuando Jean aprendió a montar... y cuando alcanzó la silla por si mismo. Ahora apenas se había exaltado con la repentina aparición de Darcy para luego calmarse, con el porte y el temple propio de quién lleva sangre azul.

-Sería ingenuo no esperar uno- respondió esbozando media sonrisa. Asintió una vez volviendo la mirada al camino. Apenas hubo dado la orden a Bucéfalo con un tirón de las riendas para girarlo en la dirección correcta cuando se detuvo en seco, mirando a Jean de reojo. ¿Él sabía? ¿Lo había visto todo y aún así aceptaba pasear con el por los bosques? Esa noche Darcy tuvo demasiadas cosas en que pensar y la duda de se Lucian le había contado todo a Dominique lo tuvo obsesionado... bien pudo haber pasado inadvertido para los instintos del lobo.

Puso en marcha a Bucéfalo para ir al lado de Jean, a paso lento ¿que tanto había presenciado? esa era la pregunta más importante. La comitiva real se acercaba, estarían allí de un momento a otro. Ladeó la cabeza para dedicarle una última mirada, fugaz antes de volver su atención al camino -Por su puesto, todos nos vieron en la Mascarade... - en ese momento llego la comitiva. Tenía la impresión de que las verdaderas intenciones de su primo eran hacerle saber que él había visto todo, más que obtener respuesta alguna. -Siempre surgen preguntas cuando uno ha hecho un largo viaje... - continuó conocedor d que sólo Jean entendería... -Como usted supondrá por el fin de la velada de aquél día- concluyó esperando descubrir cuanto vio su primo. Una vez más su cuerpo estaba tenso, como cuando cazaba, sus instintos atentos a los miembros de la guardia y a los nobles que les acompañaban. Definitivamente podía ser una trama. No confiaba en que Dominique no le hubiese contado nada de aquél encuentro a su querido hermano... y obviamente tampoco desaprovecharía la oportunidad de atraparle otra vez.

Ése tipo de gestos de familiaridad siempre provocaban recelo en Darcy, le era imposible creer que el sentimiento de fraternidad, amistad o verdadero interés más allá de una fría cortesía, pudiera verse ininterrumpido por los acontesimientos empezados hacía cuatro años y medio. Muchas personas de la corte francesa así lo demostraban. Le ayudaba en gran medida que pese a que físicamente apenas si había cambiado, ya que el proceso de tranformación en lobo ocurrió poco después de su partida, se había vuelto más calculador y se esforzaba por controlar sus impulsos, antes siempre imperantes. Eso le había dado un matiz mas sombrió a su semblante y a sus ojos una extraña profundidad. Además de que pocos tenían en mente ahora su segundo apellido, pues siempre había sido opacado por el "Fontaine". Así que Darcy se mantenía lo más lejos posible de la corte francesa, procurando siempre la extranjera y omitiendo su primer apellido, que pese al exilio aún podía conservar por derecho de sangre.

Cada palabra y acción de Jean parecían tener una intención transparente, eso era muy desconsertante. Invitaba a Darcy a detenerse un momento, quizá pedir otra expedición de caza o alguna reunión privada en secreto con el joven príncipe. Pero el lobo no podía estar seguro de sus verdaderos motivos y no confiaba en esa falta de displicencia tan propia de la familia... Así como no se puede volver en el tiempo, tampoco se puede desear que regresen las viejas amistades y ambiciones cuando se a puesto tierra de por medio. Los muertos no pueden volver a la vida. El simple hecho de recordarles, dolía. Un dolor que no estaba dispuesto a hacer frente hasta que hiciera su parte correspondiente en el juego.

Descanzó su vista en su primo mientras este no le miraba. En los ojos de Jean eran fáciles de leer las emociones que pesaban en su corazón. Pero era la mente la que Darcy había venido a estudiar, y era de la que desconfiaba. Quería ver al príncipe, al estratega, y le desesperaba no encontrar más que las siluetas de cosas que él sabía muertas... esas visiones le causaban nostalgia, porque sabía que no eran reales, no podían serlo.

-Sí, se que siempre ha sido "tu adorada, tu amada"- le recordó mientras avanzaban por aquella espesura. Luego no pudo evitar reirse ante el comentario de Jean sobre las posibles repercusiones de "su actitud" con los hermanos, con Dominique. -Mi actitud...- repitió para si mismo con cierta diversión, observando el camino por el que avanzaban -La princesa siempre ha sabido como jugar, y si puede razgar y arañar en el proceso... mejor.- agregó en una voz tan baja que sólo Jean pudo oírle. -Creo que antes me cansé yo del baile, de dar tantas vueltas, antes que su alteza.- Pensó por un momento en la cercanía que habían tenido de niños, había sido en parte por que Dominique fue criada más por... por su tía que por Geraldine. Ahora más que antes Darcy podía conemplar cierto brillo de su madre en Dominique, eso le daba escalofríos. Aunque jamás lo admitiría en voz alta. -Tuvimos una educación similar la princesa y yo. Usted tiene más parecido a la Reina... y las virtudes del Rey, supongo...- En ese momento llegaron a los límites del "bosque salvaje" y comenzaban los territorios de Versalles. Se entretuvo por un momento contemplando el sendero que serpenteaba entre los árboles, a través de los jardines y que desembocaba a Palacio. Volvió la vista a Jean que mantenía una postura firme, orgullosa y al mismo tiempo con un dejo de tristeza, aunque se esforzara por ocultarlo. Frunció el ceño. -Se le ha levantado demás el polvo que descanza sobre los viejos monumentos familiares.- suspiró, girando a Bucéfalo, dando media vuelta sobre su sitio. Él no podía cruzar más allá -Espero que este cuidando bien ese diamante que le regalé en la Mascarade- comentó sonriendo apenas. -Ha oscurecido. Aquí nuestros caminos se separan.- empezó a despedirse, aguardando las últimas palabras de Jean. No soportaba más tiempo de todo aquello. La idea de que Dominique estuviera detrás del telón no le abandonaba y la nostalgia crecía rapidamente, devorando, carcomiendo...