Fin de la función (Libre)

por **Carolina Van de Valley** Mar Jul 12, 2011 11:29 am

El teatro. Ese lugar lleno de fantasías, comedias, dramas y espectáculos tan estrambóticos como la vida misma, con sus falacias, trampas y mentiras. Y es que, si por algo me apasionaba el teatro, era por eso mismo.

No era la primera vez que pisaba un teatro parisino. De hecho, era una de las pocas aficiones en las que no me importaba estar rodeada de gente; mortales.

Estaba arreglándome en mi apartamento. Me maquillé, me peiné y, a continuación, elegí uno de los vestidos más elegantes que tenía. El que me había regalado Friedrich antes de morir. El mismo que me había puesto para la cena con el señor Linde...Gregori. Antes de salir, me puse mis guantes largos blancos y cogí mi bolso de mano, que conjuntaba perfectamente con mis zapatos de tacón alto.
Cualquier damisela que se precie no podía ir al teatro sin un acompañante. No estaría bien visto. Para pasar una velada agradable, y antes de cruzar la avenida y esperar a que comenzase la función, una señorita primero tenía que ir a cenar a un restaurante agradable, acompañada con un hombre de bien, respetable y decoroso. Pero yo no era una dama corriente, aunque sí que estaba empezando a sentir hambre.

Crucé la calle y atravesé la avenida principal hasta llegar a la puerta del enorme teatro Garnier. Los ricachones comenzaban a ocupar sus asientos. Mi hambre era cada vez más atroz. "Tenía que haberme alimentado antes de salir de casa" Por el momento, creía que podía controlarlo. Pero todos aquellos mortales sudorosos, embutidos en sus abrigos de pieles y en sus joyas de oro eran tan apetitosos como pudiera ser un plato de buey para un perro vagabundo.

Ocupé mi asiento. Palco 5, butaca 34. Para intentar calmar mi sed, me concentré en sacar mis anteojos. Pero el olor incesante, el sonido de un millón de venas bombeando y la luz mortecina de las lámparas de aceite no hacían si no aumentar mis ganas de saborear ese licor de vida escarlata.

por Invitado Mar Jul 12, 2011 12:36 pm

-El teatro, un lugar magnifico-me digo a mi mismo viéndolo desde afuera.

Antes no podía haberme dado el lujo de venir aquí, el dinero no era suficiente, no tenia éxito con mis servicios, como los tengo hoy. Un brujo que protege a otros en una tienda con dos caras, hasta el momento ha sido el plan perfecto. El escondite ideal para brujos, vampiros, licanos y cambiaformas, incluso eh alojado algunos gitanos. Creo que soy una persona demasiado buena a veces, debo recordar que los inmortales suelen vernos de su alimento.

Acomodo bien mi saco largo, llevo mi bastón nuevo en la mano derecha y mi sombrero en la izquierda, para luego colocármelo. Mi corbata negra, mi camisa blanca y mis pantalones, exquisitamente cuidados junto con mis zapatos. Cosa que no pasa desapercibida por la gente y escucho algunos susurros, pero más que eso, siento emociones, atracción, no solo de mujeres, y alguna que otra sensación de envidia.
Si supieran todo lo que tuve que hacer para llegar a donde estoy ahora.

-Muy bien. Palco 5, butaca 33-me digo mientras yo mismo me dirijo a mi asiento, negando la ayuda de los mozos.

Al llegar, una señorita esta a la butaca contigua a la mía. Abro los ojos de golpe, pues no siento sus emociones en lo absoluto, solo un gran vacío oscuro, no por que no tenga emociones, si no porque no es humana. Hoy ignorare esa sensación, vengo a relajarme al teatro, no a decirle a una, creo que es, vampira que se lo que es porque no siento sus emociones a través de mi empatía.
Me siento a su lado y saco mis propios binoculares pequeños de mi sombrero, nuevos también, pues hace poco que soy de clase alta.

-Buenas noches-le digo amablemente y le sonrío- Parece que hoy nos haremos compañía.

por **Carolina Van de Valley** Jue Jul 14, 2011 1:37 pm

El olor llegó a mis fosas nasales como una ráfaga de aire poderoso y embriagador. La energía que despedía ese aroma no era algo a lo que estaba acostumbrada. Es más; era la primera vez que percibía una esencia tan deliciosa y suculenta. Tan sólo con advertir el olor, notaba cómo mis músculos se ponían tensos y mis ojos empezaban a encandilarse. Esa esencia me excitaba, me seducía y me estimulaba...Esa esencia...Era el olor del poder.

Poco a poco, el olor se hizo cada vez más intenso. Me pregunté qué o quién podía despedir ese aroma, hasta que no tardó en aperecer, justo al lado mío. Era un hombre vestido elegantemente para pasar una velada agradable en el teatro. LLevaba un sombrero de copa y un bastón. Era atractivo, eso no voy a negarlo. Pero lo que más me atraía de él era, sin duda alguna, ese perfume hipnotizante, dulzón y acaramelado. No pude evitar pasarme la lengua por los colmillos al imaginarme el sabor de su sangre.

-Sí, eso parece.-asentí con la cabeza. Traté de parecer educada, pero no podía quitarle los ojos de encima. ¿Qué era ese hombre? Estaba claro que no era un mortal corriente, porque los mortales no tienen un olor tan apetitoso y estaba claro que tampoco podía tratarse de un licántropo. "Parece que hoy vas a tener suerte, Carolina. Tienes un ejemplar singular para tí solita" No había más butacas en el palco, salvo las dos nuestras. Y, es que, el palco número 5 era bastante selecto.
-El teatro está bastante lleno hoy. Seguro que la obra será todo un éxito.-me puse mis binoculares, para disimular también el ansia que se comenzaba a plasmar en mis ojos.

La obra estaba a punto de empezar, pero mi mente vagaba y recorría el blanquecino cuello del desconocido. Las venas azules palpitaban irrefrenablemente en una sinfonía de compases rítmicos que no hacía si no acrecentar mi deseo de clavarle mis colmillos, hasta el fondo, y dejar que la sangre resbalase por mi cuello.

por Invitado Sáb Jul 16, 2011 1:34 am

-Espero que sea una buena señal que haya tanta gente-le digo sonriéndole-aunque esa no es necesariamente una que nos obligue a pensar que será un buen espectáculo. Tal vez vinieron sólo por los aperitivos afuera del hobby

La vampiresa respira con agitación, me hace sospechar que no tuvo su cena antes de venir aquí y que su sangre hierve por probar de la mía. Espero que este consiente que no soy un humano normal y se como enfrentarme a las criaturas como ella, tanto en golpe como en la conquista, en la que soy sorprendentemente bueno.

-Esperemos se pueda disfrutar de espectáculo-le digo al voltearla a ver-y calme su hambre durante un segundo.

Después de ese comentario, ya se daría cuenta, si es que no paso antes, de que soy un brujo. No es la única cosa que tengo para defenderme, pues llevo las esferas de cristal con distintas pociones dentro, entre ellas una que brillara tan intensamente que iluminaria la sala entera como un día soleado. No mataría a la chica pero la aturdiría, hay que recordar que ellos y la luz del día, que es técnicamente de lo que esta hecho la poción, no se llevan bien.

-Seguramente ya sintió eso, así como yo sentí que usted no es humana en el momento que me senté. A juzgar por el tono de su piel y el hambre que tiene, es una vampiresa. Le ruego se tranquilice. Venimos aquí a disfrutar de la obra de teatro ¿No?

por **Carolina Van de Valley** Vie Jul 29, 2011 4:06 am

Lo miré con desconfianza nada disimulada. Tras cruzar tan sólo dos frases, el hombre ya sabía qué era yo. En realidad, aquello no me incomodaba. Más bien al revés. No tendría que fingir. Sin embargo...Yo seguía sin saber qué era él. Era la primera vez que me encontraba con alguien que desprendía tal olor.
-No tiene por qué sentirse amenzado, monsieur. Ambos podemos...disfrutar con un pequeño temtempié antes de la obra.-ladeé una sonrisa, dejando entre ver uno de los afilados caninos.

Muchos mortales gozaban cuando uno de los nuestros les clavaba los colmillos y succionábamos su sangre caliente. Les producía cierto placer. Algunos hasta alcanzaban el clímax. A algunos de mis congéneres les gustaba ese juego sexual. Hasta que después los dejaban secos.

Mi Maestro, sin ir más lejos, era de aquéllos. Durante muchos años, yo había cazado con él y me había divertido con ello. Pero las cosas habían cambiado ahora.

Yo sólo bebía sin sentir la emoción de la caza ni ningún tipo de deseo, fervor o agitación.
Hasta ahora, claro. Y el motivo era la sangre de ese hombre.

-No se preocupe, caballero. Hemos venido aquí a disfrutar del teatro, ¿no es así?-clavé mi mirada en sus ojos. No sólo era el anhelo de probar su sangre. Aquel tipo era un ser particular y quería saber más de él. Concretamente, quería saber qué o quién era realmente.-Permítame que me presente. Carolina Van de Valley.-le extendí mi mano enguantada en señal de saludo.

por Invitado Vie Jul 29, 2011 10:13 pm

La vampiresa, aunque se nota su hambre, parece tener buena educación, eso es bueno en la mayoría de los casos, pero no se si detenga al hambre de un vampiro.

-Bueno, querida compañera, confiare en usted por esta noche. Debo de aceptar que ya he estado en situaciones como esta con miembros de su especie y no a terminado bien-le digo sonriendo- Hay una vampiresa, que vive aquí en Paris, que me detesta por pasar una noche con ella y luego abandonarla. Así que se lo que se siente que una vampiresa te vea como comida, señorita.

La miro de nuevo y le sonrío, para centrar mi mirada en su guante en signo de saludo

-Rayner Andrews-le digo mientras me inclino un poco para besarle la mano-Es un placer, señorita.

La obra capta mi atención cuando termino el saludo. Es Tartufo, una comedia de burla política de hace un par de siglos, que incluso en nuestros tiempos es magnifica en el sentido de la critica, una sátira interesante a la vida y al mundo que creemos no entender.
Sigo pensando que es difícil saber si la señorita de al lado no me ataca, ella no es Ariadna, no se si quiera si tiene el mismo estilo de comer que ella.

-Soy un brujo, por cierto-le digo volteando-por si se lo preguntaba y para poder estar en igualdad de condiciones. No quisiera que se sintiera incomoda que yo sepa lo que es usted y no sea mutua ese conocimiento. Pero, seguramente, usted ya se dio cuenta de mi estado, creo que hablo innecesariamente.

Es la segunda vez que veo Tartufo en este teatro, la primera fue desde el escenario, sobre el, me escabullí con mi aprendiz hace un tiempo, a observar las pelucas. Ahora puedo disfrutar de la obra con mas tranquilidad, espero.

por **Carolina Van de Valley** Mar Ago 02, 2011 1:28 pm

Las venas de su cuello bombeaban al ritmo que él hablaba. Me imaginé a mí misma saboreando el líquido escarlata. Por alguna extraña razón. Hacía mucho, mucho tiempo que no sentía tanta necesidad de probar la sangre de un mortal. Pero él había expuesto lo que pensaba. No le apetecía ser mordido. Aquello, por supuesto, no era ningún problema. Sonreí interiormente.

-Vaya, y yo que le tenía por un caballero.-esbocé una sonrisa ante el comentario. Me asombró que fuese él quién la hubiese abandonado. Normalmente suele ser al revés. A los vampiros no nos gustan demasiado las relaciones formales y preferimos las esporádicas. Aunque en ese podría discrepar.-¿Seguro que no la abandonó por miedo?-le susurré encarcando una ceja. Luego me reí.

-Oh, encantada señor Andrews.-él me besó la mano ya sin guantes. Me pregunté si sintió mi piel helada y mortecina. Por eso, casi siempre llevaba guantes largos, era una forma elegante y distinguida de pasar inadvertida. Pero él ya había adivinado qué era yo por lo que no era necesario tanta cautela.

"Así que un brujo, ¿eh?" No lo pude evitar, pero aquello excitó mi hambre aún más. Nunca había probado la sangre de un brujo. Es más, nunca antes me había encontrado con uno. Utilizar mis poderes-como tenía pensado hacer-para hacer que Rayner me dejara probar su sangre ya no se me antojó tan buena idea. ¿Sería él capaz de bloquear mis poderes? Yo era aún una vampiresa inexperta. Mi Maestro murió antes de poder enseñarme cómo enfrentarme a los brujos. Sería una locura, pero estaba dispuesta a intentarlo, a ver qué pasaba. Mi sed era ya tan fuerte que mi garganta estaba secándose.

La obra dio comienzo. El Tartufo no era de mis obras favoritas, pero me gustaba esa ironía que Molière desprendía con cada palabra de los personajes. Había sido una obra muy controvertida en su época. Tuvo muchos problemas para representarla, pues la sección más conservadora de París no estaba dispuesta a dejar que se llevara a cartel, pero el Rey intervino y, finalmente, pudo estrenarse.

-Dígame, monsieur Andrews...¿Es acaso la primera vez que disfruta de El Tartufo?-dejé caer inocentemente con voz melosa. Estaba utilizando mis dones de vampiresa por primera en mucho tiempo-desde la muerte de Friedrich. No estaba acostumbrada a ello, no era mi modus operandi. Pero ese hombre era brujo, por lo que me permití el lujo de utilizar algún que otro truco.

por Invitado Mar Ago 09, 2011 12:05 pm

Estar al lado de una vampiresa hambrienta es un poco incomodo, no por el hecho que sea una vampiresa, si no que nunca me han agradado las mordidas, y he estado con dos de su raza, recién recuerdo a la segunda. Fueron noches, interesante y sin mordidas, así que espero controlar a la señorita de Valley antes de que tenga que usar una de las esferas en su cara, no quisiera hacer que perdiera la vista por un instante antes el resplandor de esas pociones.

-Para serle sincero, la he visto un par de veces-le contesto sobre Tartufo-de hecho, la anterior a esta, estaba sobre las decoraciones del escenario, viéndola desde los pasillos ocultos sobre el escenario. Mi aprendiz y yo nos colamos y quisimos ver una obra de pelucas. Vera, mi querida aprendiz sufrió mucho en su niñez y su estado mental es algo…desequilibrado, sin embargo, las cosas interesantes que hacemos, valen la pena ver. Aunque dudo que a una mujer de su clase le parezcan cómicas, ver a un par de brujos crear una obra dándole nombres a las pelucas en vez de a los personajes, no es algo común.

Espero que con algo de plática se tranquilice o tendré que recurrir al plan b. Cuando mi personas se siente amenazada las ilusiones se activan por si solas, espero que no le hagan daño, fingir una caída por una ilusión no sería agradable. Posiblemente se activaría haciéndola creer que bebe de mi sangre, no lo sé, nunca he podido controlarlas y no creo que hoy pase de nuevo.

-Dígame ¿Qué le parece la obra? Se ve que usted sabe de esto, debo de confesar que yo aun no estoy acostumbrado a formar parte de la clase alta, es algo muy reciente y aun guardo muchas de las costumbres ajenas a esta parte de la sociedad, no he querido separarme de ellas, posiblemente no pasara.
Sera una noche difícil, la tra
nquilidad nunca esta a la puerta de al lado en esta enorme ciudad, sólo espero que no entre un licano por esa puerta, ya seria el colmo. No quisiera ser parte de su cena.

por **Carolina Van de Valley** Miér Ago 10, 2011 5:03 am

El brujo no parecía nada receptivo a mi don. Aquello no me sorprendió en absoluto. Un brujo guarda miles de trucos, ¿quién sabe qué estaría haciendo en aquellos momentos para no verse afectado por mi don? A partir de ahora, debería andarme con más cuidado con el señor Andrews. Ya no tenía la opción de mi don pues parecía que no surtía ningún efecto en él. Sin embargo, yo poco sabía acerca de los poderes de los brujos. Quizá pudiese acabar conmigo. No sabía cuán fuerte podría llegar a ser Rayner.

-¿Pelucas?-exclamé, sorprendida y divertida.-Créame cuando le digo, monsieur, que mi sentido del humor es bastante retorcido.-ladeé una sonrisa.-Me habría gustado ver ese espectáculo de las pelucas. Incluso podría rentabilizarlo. Todo el mundo se interesaría por esa curiosa forma de representar una obra.

Me llevé los binoculares a mis ojos. Aunque en realidad era más bien un asunto de clase más que de vista. Los vampiros tenemos una vista muy aguda. Veía perfectamente el escenario sin necesidad de utilizar ese instrumento diseñado por mortales. Pero, además de para aparentar, me gustaba sentir el frío metal sobre el rostro, estaba más que acostumbrada a ellos. Antes de mi no vida, mis padres me llevaban junto con mis hermanos a los teatros de Viena y yo siempre llevaba binoculares.

-Controvertida.-repuse a la pregunta de monsieur Rayner.-Seguramente la mayoría de los que están allí abajo no capten el sentido total de la obra. Si no, se escandalizarían y no volverían a verla.
Eché una ojeada a las señoras regordetas trajeadas con vestidos que las hacía aparentar más gordas. Casi todas ellas llevaban algún motivo religiosos en sus enseres, sin saber que el motivo real de la obra era criticar a todos aquellos falsos devotos. Paradójico, ¿no? La mayoría de los que estaban allí pertenecían a esa categoría.

-Sí, bueno. Digamos que me gusta mucho la literatura.-hice una pausa y luego continué-Así que...Hace poco que ingresó en el prestigioso club de los chanceux de París.-sonreí con un deje de ironía.-Está lleno de falsedad. Quizá por eso me gusta tanto.-bromeé.
Yo no era de clase alta, si no más bien burguesa. No me podía quejar, pues el negocio de la música me iba bien e incluso podía permitirme acudir a un espectáculo de teatro de vez en cuando.

-Dígame, monsieur. ¿A qué se dedica? Supongo que tal y cómo está la situación no irá haciendo trucos de magia por doquier, ¿no?-arqueé una ceja, interesada. El negocio, fuese cual fuese, tendría que irme bien para pasar a clase alta. Y no creía que fuese como esos brujos feriantes que sorprendía al público con su magia, disimulando que era un truco.

por Invitado Jue Ago 18, 2011 2:25 pm

-La ironía de la obra no solo radica en el foro, también en los que la ven. Aunque si así lo ve ¿Qué no todos somos falsos? Desde el día en que decimos ser alguien que no somos. Usted, por ejemplo, tiene que fingir ser alguien mas todos los días, por mi parte, tengo que ocultar de lo que soy capaz, a veces frente a los de mi clase. Soy un brujo que va contra los ritos al diablo o la alabanza a la oscuridad, no es fácil que te acepten así.

Aunque sería interesante retar a los cazadores y la inquisición mientras hago espectáculos de magia por todo Paris, suelto una ligera carcajada al escuchar a mi acompañante. No porque me parezca imposible hacer tal actividad, si no porque sería todo un reto y estoy seguro que encontraría la manera de ganar mucho dinero.

-Aunque seria tentador servir un espectáculo de magia en plena luz del día, debo de decirle que soy un inversionista, si así quiere ponerlo-le digo mientras los diálogos se escuchan de fondo-Soy dueño de la mejor tienda de herbolaria de esta ciudad, donde no sólo vendo a simples humanos, si no a seres como nosotros. Los brujos ven interesante las hierbas para sus hechizos, los gitanos para sus menjunjes y algunas veces les doy refugio a los vampiros y hombres lobo.

Volteo un poco hacia la obra, tratando de volver mi atención hacia ella, pero lo cierto es que es difícil mantenerse en dos lugares a la vez, en especial cuando el ansia de sangre de mi vecina es perturbadora.

-Creo que se puede ayudar a cualquier ser, el camino que elija después de la guía externa, n oes de mi incumbencia-digo con seriedad.-Algunos se quedan una noche para descansar, pero otros hablan conmigo y termina siendo un cambio en alguien, al menos hasta que encuentren la siguiente presa de la cual alimentarse. Hable demasiado ¿Usted a que se dedica?

por **Carolina Van de Valley** Mar Ago 23, 2011 1:52 pm

Asentí a la contestación de Rayner. Quizá había sido tan cínica que no me había dado cuenta de que todos mentimos. Ya sea por religión, raza o profesión. O por todo a la vez. Eso no podía negarlo porque hasta yo misma lo había experimentado.
-Touché, señor Andrews. Puntos para usted.-concluí con una media sonrisa.

Era curioso, porque los dos apenas prestábamos atención a la obra. Cosa que no me importó lo más mínimo pues ambos la habíamos visto ya. Repetir en el teatro es un lujo al alcance de pocos. Y no prestar atención al espectáculo, uno que sólo podían permitirse una vampiresa y un brujo.
Pero si esa noche no hubiese decidido aventurarme en el teatro, no habría conocido a personalidad tan curiosa como monsieur Andrews.

No se me escapó la ironía del último comentario de Rayner. "pero otros hablan conmigo y termina siendo un cambio en alguien, al menos hasta que encuentren la siguiente presa de la cual alimentarse"
-¿Eso no irá por mí, verdad?-puse un tono de fingida aflicción.-No pretendo incomodarle. Pero tenga en cuenta de que no soy como la otra vampiresa que conoció. Yo...suelo ser...más elegante que el resto de mis congéneres.-terminé las últimas palabras en voz más baja y aterciopelada.-No me gusta hacer masacres. Aprecio la vida, ¿sabe?, aunque le parezca extraño.

Mi sed de sangre no iba disminuyendo y mi presión sanguínea se aplacaba en mis sienes.
-Quizá una pelea amistosa con un brujo sea de alguna forma...estimulante par ambos.
Nunca, en mi vida, me habría atrevido a hacer comentarios tan arriesgados como aquellos. Bueno, miento. En otros tiempos, tal vez sí. Durante la buena vida con mi Maestro. Cuando cazar era algo más que alimentarse a bocajarro de alguien y dejar luego su cuerpo moribundo en un callejón. Cuando cazar era también juego, excitación y diversión. "Los viejos tiempos"

Pero cuando mi Maestro murió, todo eso cambió para mí. Ya no más diversión, ya no más distracción, ya no más sexo. Sólo beber y desaparecer. Pero, el olor peculiar de la sangre de Andrews estaba haciendo renacer a mi vieja yo. Algo que había echado de menos, ciertamente.
-Bueno, nada tan laborioso como preparar mejunjes...Ni nada tan arriesgado como dar cobijo a los nuestros.-susurré en voz baja. Aunque no había nadie más en el palco.-Soy compositora. Escribo sonatas y melodías para que los burgueses toquen en sus fiestas privadas.-me acomodé en mi asiento.

por Invitado Miér Ago 24, 2011 3:41 pm

-Que interesante que sea otro tipo de vampiresa-le digo sonriendo-Yo soy otro tipo de brujo. No sigo la magia negra, no suelo juntarme con cuervos. Sólo sigo la luz. No lo dije por usted, pero tiene que admitir que su raza tiene muy mala fama, incluso entre los círculos cerrados de esta sociedad.
Mientras la escucho, su deseo de sangre es casi palpable, no me pone nervioso eso, pero podría llegar a molestarle que yo no este interesado en ser victima de un vampiro. Aunque no se a que sabrá la sangre humana, ni quisiera descubrirlo, no creo que haya un sabor diferente entre cada uno, de seguro sigue siendo el mismo, no es como una emoción, la sangre y le cuerpo son iguales, las esencias son las diferentes.

-Definitivamente quiere mi sangre ¿Verdad?-le digo aun sonriendo- Vamos señorita, debería de saber que Paris esta lleno de brujos, cambiaformas, vampiros y licántropos, no será el primero de mi clase que se encuentra esta semana, sólo necesita buscarlo. Si tanta hambre tiene-me detengo a observar la obra-Dos de los actores son vampiros, tal vez ellos la ayudaran ¿No lo cree?

Una pelea con una vampiresa no está entre mis deseos para pasar una noche. Ya he tenido varias así, conflictos con seres diferentes a mí, pero esas veces, al menos, me lo buscaba. Aquí sólo sería la víctima y eso no tiene nada de divertido. No hay emoción en dejar que un vampiro te muerda, no hay placer de una noche, no hay conflicto de identidades, no hay debate. ¿Cómo es posible que haya seres que piensan en esto como algo excitante?

-Los menjunjes y el cobijo de aquellos que lo necesitan, es lo que me a ayudado a mantenerme en esta ciudad-le digo- Una compositora, sumamente deleitante ¿la música corre por su sangre la propia guía del corazón la a llevado a crear magia para los instrumentos y se haga llevar hasta nosotros?

por **Carolina Van de Valley** Lun Ago 29, 2011 5:37 am

-Muy observador, monsieur.-dije y me llevé los binoculares a mi rostro para contemplar a los dos compañeros vampiros, estrellas de la obra. No los conocía en absoluto. Pero eso no era una novedad. No conocía a demasiada gente en París, ni vampiros ni no vampiros. No era precisamente alguien a quien le gusten las fiestas, ni los eventos sociales. Mi no vida era la música, pues era lo único que me quedaba.

Mala fama, así es. Para muchos parisinos que conocían nuestra existencia, nosotros los vampiros no éramos más que seres sin alma que disfrutan desgarrando, degollando y matando. He de reconocer que para algunos de los nuestro era así. Pero no para mí. No sería la primera vez que entro en un tema de conversación tan polémico como este. Las intensas y largas charlas con Fiedrich me han entrenado para rebatir cualquier aspecto concerniente a esta materia. Sabía que aún faltaban siglos y siglos para que se aceptase la convivencia entre humanos y vampiros, si es que alguna vez se hacía. Pero también sabía que cada vez éramos más los que opinábamos como yo.

-En eso tiene razón, Rayner. Pero la mayoría de la culpa la tienen esos pequeños sectores de nuestra raza que no escatiman en sangre ni si quiera se interesan por disimular. Por no hablar de la cantidad de historietas de miedo y terror que las viejas se inventan. La mayoría son sólo falacias.-volví a dirigir mi atención a la obra, aunque seguía escuchando con interés lo que monsieur Rayner estaba diciéndome.-La luz es gratificante, pero la magia negra es seductora. Me alegro que usted se haya decidido por lo primero. Últimamente andamos escasos de gente buena.-comento, esta vez con un tono casi apenado, nostálgico, volviendo poco a poco a mi antiguo yo.-Se lo digo en serio, créame.

Ah, la música. LLegamos al quid de la cuestión. No me gustaba hablar mucho de ello, porque inevitablemente me traía recuerdos tristes y afligidos.
-Yo...Digamos que es algo complicado.-susurré, perdiendo otra vez toda confianza en mí. Odiaba sentirme así, pues era lo que experimentaba el 90% del tiempo que permanecía despierta. Él me había hecho esto. Él que me había abandonado. Él que se estaba pudriendo en el Infierno. Él que que me había convertido en lo que soy ahora. ¿Debía estarle agradecida o debía culparlo? No. Nunca podría acusarlo de nada, porque yo lo amaba, aún cuando ya no estaba.-Al principio fueron mis padres los que se empeñaron en que practicara la música, como toda señorita de mi edad debía hacer.-esbocé una sonrisa triste. Viejos tiempos, viejos días.-Pero fue mi Maestro el que verdaderamente me inculcó el amor por la música.
Traté de permanecer lo más serena posible. Mi rostro se volvió pétreo y mis ojos sólo miraban la obra. "Olvida, Carolina. Olvida..." me esfocé en pensar.

por Invitado Dom Sep 04, 2011 5:05 pm

No puedo evitar ver su sonrisa triste. Si pudiera leer su corazón, seguramente leería un sentimiento de tristeza y de falta. Ella es una vampiresa, pero no quiere decir que haya dejado de ser humana. No por cargar una maldición deja de ser una persona. Tal vez ella ni siquiera pidió por ser como es.

-Al final, todos somos humanos, tengamos los poderes que tengamos o las habilidades, maldiciones o el odio, seguimos siendo humanos-le digo sonriendo-creo que eso es la ultima gracia de la existencia.

La miro poniendo mi dedo en mi mejilla y ofreciéndole una sonrisa.

-No importa el tiempo que lleguemos a estar vivos, somos humanos. La humanidad es algo que nadie nos puede quitar. ¿No lo piensa así? Creo que es una burla más de esta vida, un chiste para que riéramos un poco. Que seremos humanos por toda la eternidad.

Respiro mientras volteo a ver la obra. La verdad es que no me llama la atención ver esos vampiros de actores, ya los e visto antes y se que hay un teatro secreto de vampiros.

-Tengo una duda. Si usted es tan peculiar ¿Qué hace en el teatro normal? Se que hay uno peculiar escondido en algún lado, justo donde los vampiros tienen sus actividades

por **Carolina Van de Valley** Mar Sep 13, 2011 5:33 am

Medité las palabras de Rayner unos instantes. Era curioso, pues era verdad lo que decía. Aquello me conmovió en cierta manera. Sentí que en mi fuero interno ya lo había comprendido hacía años, pero que nunca había sido capaz de expresarlo de aquella manera hasta ese momento. Friedrich no lo entendía así y eso le condujo a su propia destrucción. ¿Había sido ingenuidad la suya? No, sólo ambición. "Friedrich, Friedrich..."

-Sólo puedo darle la razón a eso, monsieur. Los humanos parecen que todavía no lo han comprendido.-dije, refiriéndome claramente a los cazadores enviados por la Iglesia y otras instituciones a matar seres como nosotros. Temía a los diferentes y por eso nos vestían como seres inhumanos y asesinos, que iban en contra de las leyes divinas. Incluso yo me había creído su patraña.
"Nos llaman inmortales pero lo cierto es que morimos, igual que el resto. Algún día no seré más que ceniza y polvo en el viento"

El Theatre des Vampires era conocido por todos los de mi raza. Se trataba de una compañía de teatro compuesta por vampiros que fingían ser humanos. Algunos humanos despistados acudían a las funciones. Eran escabrosas, morbosas y truculentas. Mi Maestro me llevó allí una vez, pues unos amigos suyos formaban parte de él. Aquel carnaval del terror y sus juegos retorcidos despertaban en mí las más bajas pasiones. Inyectada de una adrenalina y un anhelo sólo de sangre y muerte. Y no quería... no me lo podía permitir. La época de las satisfacciones perniciosas había pasado junto con él.
-Simplemente, no me gusta. Ya no. No me gusta lo que hace en mí. Es como echar a los cristianos a los leones mientras la ferocidad del cruel pueblo satisface su sed de sangre con ello.-mi respuesta sonó más cortante y tajante de lo que pretendía.-Ah, olvídelo. Estoy un poco cansada.-traté torpemente de disculparme.

Volví mi concentración a la obra, que ya estaba en el clímax final. De pronto, sentí una gran impaciencia por salir del teatro, buscar a alguien de quien alimentarme y volver a mi oscuro apartamento de la calle Garnier.

por Invitado Mar Oct 04, 2011 12:54 pm

Hago una media sonrisa al escucharla. Tal parece que huye de sus propios instintos, lo cual es bueno, pero estos siempre nos atraparan.

-Es bueno que trate de cambiar, que luche contra la oscuridad que todos tenemos dentro. Es así como nos hacemos mejores personas.

No puedo evitar pensar en mi mismo, en perder a mi esposa ante la muerte porque casi descubrían lo que soy, que tuve que salvar a mi madre de todo el tormento que vivirá si estuviera a mi lado y la mande a España. Ahora la debo proteger aun y cuando este lejos de mi.

-Todos tenemos oscuridad en el alma y todos luchamos contra ella. La mía viene de la melancolía y el abandono, de cómo todo puede acabar en un instante y que al final sea la culpa de uno mismo. Pero nunca hay que dejar que la oscuridad nos gane-le sonrío ampliamente.

La obra llega a su escena final, la cual observo atento, sin dejar de poner atención a mi acompañante. La muchacha es atractiva, me recuerda a muchas mujeres con las que he estado y a la vez a ninguna. Tal vez es ahí donde mis instintos no me puede dejar, pues me la e vivido pasando de una mujer a otra sin entregarles el corazón, ni siquiera acercarme a dárselos. Al final, lo único que pasaría es que las lastimaría como a tantas otras.

La obra acaba entre aplausos de público y en especial de los obesos ricos de los palcos vecinos. Esos cerdos millonarios que sólo piensan en sí mismos. Como si el mundo necesite mas lobos que le muerdan las piernas.

-Parece que la obra acabo señorita y es correcto, como caballero que soy, acompañarle-le digo suavemente.

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