Medianoche, el fin de la jornada.

por Invitado Lun Jun 14, 2010 8:20 am

Privado.

Doce sonoras y acordes campanadas rompieron el silencio de la noche.

El reloj central del recibidor anunciaba lo que para pronto sería el final de jornada para muchas de las chicas que allí trabajaban. Y como no, allí estaba ella. Antes de que sonara la décima campanda ya se encontraba traspasando la puerta que la llevaba de nuevo a la libertad, o al menos a algo que se hacía asemejar a ello.

Caminó distraidamente metiéndose por el segundo callejón de la calle del burdel. El callejón de siempre, en el que todos los días se refugiaba para comenzar su otra vida. Para volver a la realidad que era salvada por ese tan poco honesto trabajo. Pero era su única escapatoria, la única para seguir adelante, y la única para buscar -o al menos intentarlo- la felicidad. Pero centremonos en los hechos, allí se encontraba ella, con la rutina a la que se día tras día la chica se iba aconstumbrando. En ese mismo callejón, es allí donde se despojaba de sus picarescas vestimentas guardándolas en un viejo saco que tuvo su papel para guardar patas, y se vestía con otras ropas más sencillas, esa misma noche una larga falda marrón oscuro, un blusón blanco -bastante bonito para su calidad- que caía sobre los desnudos hombros de aquella muchacha, frunciéndose al final de estos proporcionando un sencillo y bonito escote recto a la prenda. Se colocó una enorme capa de una vieja tela tapando su cuerpo por completo y protegiéndolo del frío de aquella noche primaveral, guardo el saco con la ropa aceptablemente doblada para lavarla mañana por la mañana, y comenzó a caminar entre la mugre de aquel callejón buscando salir a la calle principal mientras se quitaba ágilmente un semirecogido que Agathe le había realizado en el local bien entrado el mediodía.

Ya afuera de los entresijos de casos comenzó a notar pequeños golpecitos. Gotas de lluvia comenzaron a caer sobre aquel paisaje golpeando las ondas del cabello de la joven chica, alargando estas levemente. Pero Brigitte como de constumbre no se preocupo por su apariencia, ni mucho menos. Simplemente, siguió caminando sin la necesidad de taparse su cabeza con la parte más alta de la capa, aquello le gustaba.

Inspiró y espiró, notando el ambiente de una ciudad que comienza a dormir en algunos lugares, y que en otros lugares solo estaba a punto de comenzar. En el fondo le gustaba. No tenía miedo.

Off: Yo avisé de que a mí lo de abrir...Enano post Rolling Eyes

Por cierto, perdón la larga espera. Muchas cosas que hacer.

por Invitado Mar Jun 15, 2010 10:04 am

Gebediah, el jardinero, me había informado que a la noche la lluvia caería sobre París. Gebediah era un gran jardinero y no sólo las plantas le hablaban. También sabía predecir el tiempo que haría en unas horas por el movimiento de los pétalos de una flor, la disposición de las nubes o el tono de éstas. Además también decía que si unas nubes se reflejaban en un charco de agua y ésta agua temblaba con pequeñas ondas era señal de que iba a llover.
Es por eso que me llevé un oscuro paraguas que me sirvió de bastón en mis caminatas nocturnas. El frío aire del exterior hacía que se me erizara el vello de la nuca pero el frío jamás calaba mis huesos. Nunca había sentido frío desde que era un inmortal y por ese motivo vestía prendas de mangas cortas tales como camisas y pantalones de tela fina que refrescaban mis piernas. Pero Lucius en invierno me obligaba a llevar camisas de largas mangas, pantalones de tela gruesa y chaquetones para dar el pego delante de los humanos. Pero ese día de verano decidí llevar una camisa negra, de mangas hasta medio brazo, de una tela suave y semi-transparente si una luz golpeaba la prenda. No tenía cuello y ambos costados se unían en una línea descendente repleta de botones de plata. Mis pantalones oscuros atados con un cinturón de cuero acababan de estilizar mi figura con ropajes de la época y, como dijo Gebediah, el cielo se ennubló y empezó a diluviar. Abrí mi paragüas y me resguardé de la lluvia mientras paseaba, pasando junto a un alargado y oscuro callejón, aprovechando para mirar en él y ver un cuerpo acercarse a la salida. Un cuerpo que, al acariciar la luz anaranjada de las velas de las farolas cobró forma y la reconocí. Me encontraba a menos de tres metros de ella. No sabía si la lluvia cegaba sus ojos y no podía verme pero, aún así, yo dibujé una sonrisa al reconocer la mujer que estaba frente mío.
-¿Brigitte?

Murmuré acercándome a ella, con precaución, dado que nuestra amistad había decaido los últimos meses. Aún así me seguía importando y, al verla sin paragüas, me entró la nostalgia y deseaba resguardarla junto a mí. Aunque seguramente mi atrevimiento me descubría entre ese manto lluvioso y el odio volvería a aflorar en el corazón de Brigitte haciendo que naciera una nueva discusión.

Medianoche, el fin de la jornada.

Medianoche, el fin de la jornada.

Re: Medianoche, el fin de la jornada.