AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Fantasmas {Privado +18}
Recuerdo del primer mensaje :
Lucern:No tiene caso seguir huyendo, te espero a medianoche en el cementerio.
Si no logras encontrarme, mi sangre te guiará...
El caballo galopa sin ton ni son sobre el sendero del bosque. Hace media hora que el mensajero fue envidado a una misión suicida. La nota que custodia su abrigo, no es la más importante del reino, ni siquiera se encuentra dentro del estatuto mínimo de la sociedad, es tan sólo una simple hoja con una caligrafía medio entendible. La mano que la escribió no estaba segura de acceder a los pensamientos de su dueño, pero ella estaba lista. Después de aquel encuentro en el circo gitano, Merlina comprendió que para deshacerse de los problemas en la vida, no hay que preocuparse de ellos, si no actuar y eliminarlos encarándolos. Su decisión ha sido influenciada por la serie de acontecimientos que se suscitaron justo cuando lo conoció. No, no hablamos de la persona a quien va dirigida la nota, es la razón por la cual se ha escrito ese pedazo de papel. Darius, el vampiro errante que huye de su bestialidad cazando su reflejo en sus hermanos, los vampiros.
El fantasma de la luna pende del cielo como un portal hacia un viejo mundo. Los guijarros se extienden sobre los taludes creando una plaza adormecida con el canto efímero del viento. El silencio es sepulcral y sólo es irrumpido por el paso de un jinete y el relinche de su caballo. No existe nadie más allí que pueda testificar su paso ¿Y si muere en el camino? ¿Si se pierde en las enredosas laderas del bosque? ¿Y si…? El hombre no tiene razones para sentir el temor entumirse en sus piernas, ignora la naturaleza del individuo a quien se dirige, es completamente indiferente a la relación que existe o existió entre la mujer pelirroja y ese Conde. Atravesando los valles que separan el circo de la mansión, se adentra al territorio hostil para entregar la nota personalmente – Monsieur, ¿Podemos ayudarle? – Rápidamente un sirviente atiende las necesidades del caballero quien, con un simple gesto deja en claro que no. Se aclara la garganta con el afán de ser escuchado más allá de las gigantescas puertas de madera de esa sombría propiedad.
La muerte lo acecha y aún no siente en su lóbulo su gélido soplido de desesperanza – He venido con un importante mensaje para el Conde – Proclama bufón y tajante. Era obvio que la guardia principal no permitiría que un extraño cruzara esas puertas, era predecible que negaran una audiencia contra ese “Señor” que se levantaba por encima del resto de los que allí habitan. – Lo siento, pero antes debo cuestionar su nombre y la disponibilidad de mi amo. Sépase que no atenderá a cualquiera – El mensajero mantiene su postura, él no se irá de allí sin antes entregar la nota. Sus labios se curvean en una sonrisa altanera, ella dijo que con tan sólo pronunciar su nombre, el conde bajaría de sus aposentos para escuchar cualquier cosa que tuviese que decir de ella – Me temo, que mi nombre no es prescindible esta noche, pero el de ella sí. Traigo para el caballero un mensaje de Madeimoselle Draven, seguro estoy que él me entenderá – Tras esas palabras un ceño fruncido lo recibe, los sirvientes quieren impresionar al conde con su buen servicio y continúan denegando el paso del mensajero a la mansión – No dejaré esta nota en manos inútiles, mi deber es entregarla personalmente –
En la obscuridad del silencio, en la soledad del olvido, entre lápidas y muertos, una dama le recita un poema a la nada. Se disfraza de fantasma y se confunde entre las sombras del camposanto. Sus pasos vacilan antes de llegar a su destino, pareciera que su cuerpo la obliga a retroceder, pero está tan segura de lo que hará que no hay marcha atrás. Arrancarse las pesadillas de su pecho es el único anhelo que tiene para poder seguir adelante y entregarse por completo al hombre que ocupa su corazón, ese que regresó de la muerte para estar con ella y romper las leyes de la vida, la ley física y la voluntad de Dios. El amor nos golpea en repetidas ocasiones, cada nueva bofetada es diferente e inesperada, así llegó él a su maldita vida. Cierto es que Merlina ha tratado de alejarse de lo que ama por su miedo a perderlo todo, es preferible vivir sin nada que estar marcado por el resto de la eternidad con el llanto inocente, pero no es necesario escapar de alguien que ya está maldito al igual que ella o ¿si? El último intento de ser feliz, si vuelve a herir a quien ama… ella misma se destruirá en un nuevo amanecer.
El fantasma de la luna pende del cielo como un portal hacia un viejo mundo. Los guijarros se extienden sobre los taludes creando una plaza adormecida con el canto efímero del viento. El silencio es sepulcral y sólo es irrumpido por el paso de un jinete y el relinche de su caballo. No existe nadie más allí que pueda testificar su paso ¿Y si muere en el camino? ¿Si se pierde en las enredosas laderas del bosque? ¿Y si…? El hombre no tiene razones para sentir el temor entumirse en sus piernas, ignora la naturaleza del individuo a quien se dirige, es completamente indiferente a la relación que existe o existió entre la mujer pelirroja y ese Conde. Atravesando los valles que separan el circo de la mansión, se adentra al territorio hostil para entregar la nota personalmente – Monsieur, ¿Podemos ayudarle? – Rápidamente un sirviente atiende las necesidades del caballero quien, con un simple gesto deja en claro que no. Se aclara la garganta con el afán de ser escuchado más allá de las gigantescas puertas de madera de esa sombría propiedad.
La muerte lo acecha y aún no siente en su lóbulo su gélido soplido de desesperanza – He venido con un importante mensaje para el Conde – Proclama bufón y tajante. Era obvio que la guardia principal no permitiría que un extraño cruzara esas puertas, era predecible que negaran una audiencia contra ese “Señor” que se levantaba por encima del resto de los que allí habitan. – Lo siento, pero antes debo cuestionar su nombre y la disponibilidad de mi amo. Sépase que no atenderá a cualquiera – El mensajero mantiene su postura, él no se irá de allí sin antes entregar la nota. Sus labios se curvean en una sonrisa altanera, ella dijo que con tan sólo pronunciar su nombre, el conde bajaría de sus aposentos para escuchar cualquier cosa que tuviese que decir de ella – Me temo, que mi nombre no es prescindible esta noche, pero el de ella sí. Traigo para el caballero un mensaje de Madeimoselle Draven, seguro estoy que él me entenderá – Tras esas palabras un ceño fruncido lo recibe, los sirvientes quieren impresionar al conde con su buen servicio y continúan denegando el paso del mensajero a la mansión – No dejaré esta nota en manos inútiles, mi deber es entregarla personalmente –
En la obscuridad del silencio, en la soledad del olvido, entre lápidas y muertos, una dama le recita un poema a la nada. Se disfraza de fantasma y se confunde entre las sombras del camposanto. Sus pasos vacilan antes de llegar a su destino, pareciera que su cuerpo la obliga a retroceder, pero está tan segura de lo que hará que no hay marcha atrás. Arrancarse las pesadillas de su pecho es el único anhelo que tiene para poder seguir adelante y entregarse por completo al hombre que ocupa su corazón, ese que regresó de la muerte para estar con ella y romper las leyes de la vida, la ley física y la voluntad de Dios. El amor nos golpea en repetidas ocasiones, cada nueva bofetada es diferente e inesperada, así llegó él a su maldita vida. Cierto es que Merlina ha tratado de alejarse de lo que ama por su miedo a perderlo todo, es preferible vivir sin nada que estar marcado por el resto de la eternidad con el llanto inocente, pero no es necesario escapar de alguien que ya está maldito al igual que ella o ¿si? El último intento de ser feliz, si vuelve a herir a quien ama… ella misma se destruirá en un nuevo amanecer.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/07/2010
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Re: Fantasmas {Privado +18}
La gloria divina le saludaba pudo ver, en sus ojos el vacío de su cuerpo. Gilles aplaudió regocijante el sonido de su corazón rompiéndose, la locura hizo que sus orbes destellaran cual maniaco enfebrecido. La sola idea de conocer a Darius como un vampiro errante que divagaría en su eternidad como un jodido cabrón, era por mucho el mejor de los placeres que había conocido, pero aún faltaba mostrarle el pasado borrascoso, en donde el propio Gilles y su hermano cometieron un puto pacto ¿Darius odiaría a su padre? Eso era lo de menos, el maldito demonio que resultó el Marqués sólo deseaba poder observar con sus ojos como es que la locura afecta en diferentes sentidos a los mortales. Sus objetos de estudio en el Sanatorio Mental, había fallecido y es que ningún pendejo sobrevivió a la dosis que él les impartía de sufrimiento y veneno, necesitaba algo más fuerte y que mejor que un alma rota para mutar todo ese dolor en odio. En un instante de cordura, Gilles filosofó sobre el amor y llegó a la conclusión de que es una mierda… Amar es encabronadamente complicado, pero dejarte guiar por el sendero de la muerte, la venganza y el odio; la verdadera pureza del mundo se encuentra en el despreciable sentimiento del odio.
Y se carcajeó al ver a la ramera actuar como una loca, su cabello de fuego se empapó con la lascivia que hasta un asno podría olfatear en la lejanía ¿Lo disfruto y después se arrepintió? Que reverenda estupidez, si de todos modos iba a perder al hombre que ‘amaba’ para qué coño sentir remordimiento después… Los humanos son tan… El rugido de Gilles se prolongó en su pecho y tomó los cabellos de su muñeco lamiendo su lóbulo con obscenidad, se burló de él –Todas son iguales, sólo quieren una verga que las atraviese- y susurró introduciendo esa ponzoñosa lengua en su oreja hasta el recoveco. Dejó caer con insensata furia el cuerpo destrozado de Darius caminando con la vista clavada en la pelirroja mujer. Estando a centímetros escasos de ella e importándole una mísera mierda, tomó a la mujerzuela y acarició su cuerpo con perversión. Trazó una fina línea desde sus piernas hasta el valle en sus senos, retiró un mechón de cabello que se encontraba pegado a su piel a causa de ese baño de lujuria, sonrió sádicamente y mordió su pezón perfilándose en su barbilla un río escarlata. Desvió su vista hasta el conde, su cuerpo desnudo le resultaba de un pésimo gusto -¿Le importa? ¡Estoy tratando de comer!- Le dijo con los ojos saltones a punto de desorbitarse.
Se había puesto de pie, la comida no sabía a lo mismo cuando no era él el violador, le resultó un tanto repugnante el tener que tragarse las sobras de alguien más, pero tenía hambre y un sorbo no lo condenaría o ¿Sí? ¡Vale madres! Se limpió la sangre, no quería llegar a su casa junto al corazón de Kendra y apestar a prostituta barata, eso le dolería a ella. Levantó su mano y señalo al otro Darius –Y, tú ¿quién eres? ¿Mikhail o el otro…? ¿Cómo carajo se llamaba?- Brincoteó al lado de las lápidas para tratar de recordar el nombre del otro Argeneau, hizo una mueca con los labios y golpeó su cabeza con la palma de la mano derecha. Al final se sentó sobre el cuerpo de la gitana, acariciando su melena. Sus dedos chasquearon cuando el mundo pensó que no tendría más palabras que pronunciar –No importa… No, no… sí importa… Bueno tal vez no… No, sí que importa porque si eres Mikhail tengo que recordarte que este hombre es mío, te lo compré atrás tiempo, si eres el otro entonces tendría que explicarte la maldita historia y la verdad es que tengo un poco de pereza- Habló como demente, preguntándose a si mismo y respondiéndose para al final dirigirse al otro Darius. Se puso de pie con el ceño fruncido, pensando ¿En qué demonios pensaba? En todo y en nada al mismo tiempo. Suspiró con fuerza, extrañando el pasado, ese en donde le sobraba el dinero y podía despilfarrarlo con estupideces como la compra de esclavos pudiéndolos tomar a la fuerza.
-Bien, “Don Conde”- Se burla del título nobiliario, no porque lo repudie si no porque lo envidia –mi trabajo aquí, terminó ¿Mi pago?- Arqueó una ceja desviando su mirada hasta la gitana, podría llevársela y hacer experimentos con ella o quizá… ¿Cuánto pagarían el burdel por ella? ¿Cuánto le pagarían a él por tenerla como puta? ¿Cuántas veces podría follársela antes de asesinarla ¿Valdría la pena? –Se agota mi paciencia señor- Alardeó con golpes al suelo de su pie derecho, se cruzó de brazos y esperó a que él conde hablara. –Por cierto, usted dijo que le trajera a Darius golpeado, que lo amarrara muy bien y que lo torturara como nunca en la vida, eso… ya lo hice obligándolo a ver como su puta se revuelca con otro cabrón- Le importó muy poco el vocabulario vulgar que utilizaba para dirigirse a la realeza, tampoco le interesó el hecho de sonar a ofensa. Si tenían que partirse la madre, se la partirían sin ninguna objeción. –Ergo, me llevaré a mi hijo al salir de aquí- Ladeo la cabeza haciendo ‘ojitos’ al conde. Después, de mofó… eso apestaba a traición. Era obvio que el Conde se quería quedar con el cuerpo de Darius para matarlo a golpes o algo parecido, pero esto no lo especificó en el momento en el que contrató los servicios de Gilles. El maldito desgraciado e infeliz de Gilles, pasó por detrás de Lucern y palmeó su espalda –No deje cabos sueltos- Le aconsejó guiñándole el ojo corriendo hasta donde había dejado a SU Darius.
Y se carcajeó al ver a la ramera actuar como una loca, su cabello de fuego se empapó con la lascivia que hasta un asno podría olfatear en la lejanía ¿Lo disfruto y después se arrepintió? Que reverenda estupidez, si de todos modos iba a perder al hombre que ‘amaba’ para qué coño sentir remordimiento después… Los humanos son tan… El rugido de Gilles se prolongó en su pecho y tomó los cabellos de su muñeco lamiendo su lóbulo con obscenidad, se burló de él –Todas son iguales, sólo quieren una verga que las atraviese- y susurró introduciendo esa ponzoñosa lengua en su oreja hasta el recoveco. Dejó caer con insensata furia el cuerpo destrozado de Darius caminando con la vista clavada en la pelirroja mujer. Estando a centímetros escasos de ella e importándole una mísera mierda, tomó a la mujerzuela y acarició su cuerpo con perversión. Trazó una fina línea desde sus piernas hasta el valle en sus senos, retiró un mechón de cabello que se encontraba pegado a su piel a causa de ese baño de lujuria, sonrió sádicamente y mordió su pezón perfilándose en su barbilla un río escarlata. Desvió su vista hasta el conde, su cuerpo desnudo le resultaba de un pésimo gusto -¿Le importa? ¡Estoy tratando de comer!- Le dijo con los ojos saltones a punto de desorbitarse.
Se había puesto de pie, la comida no sabía a lo mismo cuando no era él el violador, le resultó un tanto repugnante el tener que tragarse las sobras de alguien más, pero tenía hambre y un sorbo no lo condenaría o ¿Sí? ¡Vale madres! Se limpió la sangre, no quería llegar a su casa junto al corazón de Kendra y apestar a prostituta barata, eso le dolería a ella. Levantó su mano y señalo al otro Darius –Y, tú ¿quién eres? ¿Mikhail o el otro…? ¿Cómo carajo se llamaba?- Brincoteó al lado de las lápidas para tratar de recordar el nombre del otro Argeneau, hizo una mueca con los labios y golpeó su cabeza con la palma de la mano derecha. Al final se sentó sobre el cuerpo de la gitana, acariciando su melena. Sus dedos chasquearon cuando el mundo pensó que no tendría más palabras que pronunciar –No importa… No, no… sí importa… Bueno tal vez no… No, sí que importa porque si eres Mikhail tengo que recordarte que este hombre es mío, te lo compré atrás tiempo, si eres el otro entonces tendría que explicarte la maldita historia y la verdad es que tengo un poco de pereza- Habló como demente, preguntándose a si mismo y respondiéndose para al final dirigirse al otro Darius. Se puso de pie con el ceño fruncido, pensando ¿En qué demonios pensaba? En todo y en nada al mismo tiempo. Suspiró con fuerza, extrañando el pasado, ese en donde le sobraba el dinero y podía despilfarrarlo con estupideces como la compra de esclavos pudiéndolos tomar a la fuerza.
-Bien, “Don Conde”- Se burla del título nobiliario, no porque lo repudie si no porque lo envidia –mi trabajo aquí, terminó ¿Mi pago?- Arqueó una ceja desviando su mirada hasta la gitana, podría llevársela y hacer experimentos con ella o quizá… ¿Cuánto pagarían el burdel por ella? ¿Cuánto le pagarían a él por tenerla como puta? ¿Cuántas veces podría follársela antes de asesinarla ¿Valdría la pena? –Se agota mi paciencia señor- Alardeó con golpes al suelo de su pie derecho, se cruzó de brazos y esperó a que él conde hablara. –Por cierto, usted dijo que le trajera a Darius golpeado, que lo amarrara muy bien y que lo torturara como nunca en la vida, eso… ya lo hice obligándolo a ver como su puta se revuelca con otro cabrón- Le importó muy poco el vocabulario vulgar que utilizaba para dirigirse a la realeza, tampoco le interesó el hecho de sonar a ofensa. Si tenían que partirse la madre, se la partirían sin ninguna objeción. –Ergo, me llevaré a mi hijo al salir de aquí- Ladeo la cabeza haciendo ‘ojitos’ al conde. Después, de mofó… eso apestaba a traición. Era obvio que el Conde se quería quedar con el cuerpo de Darius para matarlo a golpes o algo parecido, pero esto no lo especificó en el momento en el que contrató los servicios de Gilles. El maldito desgraciado e infeliz de Gilles, pasó por detrás de Lucern y palmeó su espalda –No deje cabos sueltos- Le aconsejó guiñándole el ojo corriendo hasta donde había dejado a SU Darius.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/11/2010
Re: Fantasmas {Privado +18}
Todo comenzó a tener un poco más de sentido, pero aún tenía demasiados huecos en la historia como para atar cabos de forma correcta. Ahora tenía un panorama mayor de la situación, aunque no podía evitar formularse cientos de preguntas que quería, le fuesen contestadas a la brevedad. Frunció el ceño tanto como pudo cuando el otro no pudo si quiera recordar su nombre, aunque ahora sabía que a Mikhail sí lo conocía. Siempre era así, siempre fueron Darius y su hermano Mikhail, él no era simplemente “el otro”, él no existía si quiera. Soltó aire por la nariz para no arremeter contra el vergajo que representaba ese otro vampiro desconocido, lo necesitaba para obtener información.
Se sintió aturdido por un segundo ante la verborrea del otro, pero dio en el clavo, sí había toda una historia que necesitaba saber, ahora bastaba con arrancarle la pereza a ese hijo de puta para que le contara con detalles. Después de algunos segundos, un minuto quizá, por fin tenía una cuestión primordial para ser formulada en formato de palabras. ¿Darius era suyo?, pero antes de poder si quiera pronunciar la primera palabra, su vista se dirigió al otro par que también estaban ahí, le dio igual lo que estaban haciendo, era muy evidente pero ambos apestaban el uno al otro y eso hacía menos atrayente a la mujerzuela esa de cabello rojo.
Escuchó aquello, parecía más una transacción mercantil, miró al hombre que a todas luces decía que sobre su cabeza pendía un título. Conde, había escuchado en tono de burla, pero no de mentira, pero la palabra que detonó todo dentro de su cabeza y pecho, en furia y frustración, fue “hijo”, ¡claro!, ese lunático debía ser el infame que le dio la inmortalidad a Mikhail y Darius, como siempre, él había sido relegado a un papel secundario, a música de acompañamiento. Esperó, como el mercader retorcido que era el verdugo de Darius, a que el denominado conde respondiera, una sonrisa de lado se dibujó en su rostro cuando supo que ella era… alguna estupidez sentimental de Darius, era un paso, pero nada comparado con lo que él quería hacerle padecer.
Dio un paso al frente negando con la cabeza y alzando las manos como pidiendo una tregua antes de que todo aquello continuara, sólo quería que lo dejaran hablar.
-No, no, no –dijo con un tono parecido a cuando alguien se aguanta una carcajada, incluso un remanente de sonrisa seguía sobre su rostro (debía ser una condenada broma)-, déjenme ver si entendí, tú –señaló a ese que parecía más loco que una cabra -¿pretendes llevarte a esta porquería? –señaló a su hermano -¿y pretendes que te deje hacerlo así como así?, no, no soy Mikhail –giró los ojos-, así que me vas a tener que explicar y más vale que sea rápido –sus palabras iban cargadas de sorna, pero lo decía muy en serio, no iba a soltar al objetivo de su motivación de ser y estar en esa jodida ciudad así como así-. No me importa el resto –hizo un ademán desdeñoso con la mano para referirse a la coima y el conde ahí presentes –sólo me importa la sangre de mi sangre –y señaló con la mirada a Darius, la burla y odio en su voz fueron evidentes.
Una cruenta batalla empezó a llevarse a cabo en su interior. Lealtad no era una palabra que usara en voz alta, pero que sabía, la usaba en sus noches eternas una sí y la otra también, su única lealtad era para con su hermano, y ahora que sabía que había hecho ese descabellado trato quería no otra cosa más que matarlo. Las piezas comenzaban a embonar y cada vez que dilucidaba un poco más esa escena enmarañada que era el rompecabezas, más furia se apoderaba de su sentido común. Si no obtenía respuestas, el cancerbero que era, siempre guardando la entrada del castillo mefistofélico de su hermano, iba a romper su cadena, hambriento de respuestas y colérico en desengaño.
Se sintió aturdido por un segundo ante la verborrea del otro, pero dio en el clavo, sí había toda una historia que necesitaba saber, ahora bastaba con arrancarle la pereza a ese hijo de puta para que le contara con detalles. Después de algunos segundos, un minuto quizá, por fin tenía una cuestión primordial para ser formulada en formato de palabras. ¿Darius era suyo?, pero antes de poder si quiera pronunciar la primera palabra, su vista se dirigió al otro par que también estaban ahí, le dio igual lo que estaban haciendo, era muy evidente pero ambos apestaban el uno al otro y eso hacía menos atrayente a la mujerzuela esa de cabello rojo.
Escuchó aquello, parecía más una transacción mercantil, miró al hombre que a todas luces decía que sobre su cabeza pendía un título. Conde, había escuchado en tono de burla, pero no de mentira, pero la palabra que detonó todo dentro de su cabeza y pecho, en furia y frustración, fue “hijo”, ¡claro!, ese lunático debía ser el infame que le dio la inmortalidad a Mikhail y Darius, como siempre, él había sido relegado a un papel secundario, a música de acompañamiento. Esperó, como el mercader retorcido que era el verdugo de Darius, a que el denominado conde respondiera, una sonrisa de lado se dibujó en su rostro cuando supo que ella era… alguna estupidez sentimental de Darius, era un paso, pero nada comparado con lo que él quería hacerle padecer.
Dio un paso al frente negando con la cabeza y alzando las manos como pidiendo una tregua antes de que todo aquello continuara, sólo quería que lo dejaran hablar.
-No, no, no –dijo con un tono parecido a cuando alguien se aguanta una carcajada, incluso un remanente de sonrisa seguía sobre su rostro (debía ser una condenada broma)-, déjenme ver si entendí, tú –señaló a ese que parecía más loco que una cabra -¿pretendes llevarte a esta porquería? –señaló a su hermano -¿y pretendes que te deje hacerlo así como así?, no, no soy Mikhail –giró los ojos-, así que me vas a tener que explicar y más vale que sea rápido –sus palabras iban cargadas de sorna, pero lo decía muy en serio, no iba a soltar al objetivo de su motivación de ser y estar en esa jodida ciudad así como así-. No me importa el resto –hizo un ademán desdeñoso con la mano para referirse a la coima y el conde ahí presentes –sólo me importa la sangre de mi sangre –y señaló con la mirada a Darius, la burla y odio en su voz fueron evidentes.
Una cruenta batalla empezó a llevarse a cabo en su interior. Lealtad no era una palabra que usara en voz alta, pero que sabía, la usaba en sus noches eternas una sí y la otra también, su única lealtad era para con su hermano, y ahora que sabía que había hecho ese descabellado trato quería no otra cosa más que matarlo. Las piezas comenzaban a embonar y cada vez que dilucidaba un poco más esa escena enmarañada que era el rompecabezas, más furia se apoderaba de su sentido común. Si no obtenía respuestas, el cancerbero que era, siempre guardando la entrada del castillo mefistofélico de su hermano, iba a romper su cadena, hambriento de respuestas y colérico en desengaño.
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Re: Fantasmas {Privado +18}
¿Qué le había atraído de Merlina Draven Bancroft la primera vez que se encontraron? ¿Su belleza? ¿Sus demonios? ¿Su inusual comportamiento? Fuese cual fuese la razón ya no importaba. La obsesión que había despertado en él al hacerlo partícipe de su maldición, había actuado como una maldita compulsión. Para ese entonces el conde vivía en aislamiento, esclavo de la monotonía y el aburrimiento. Había sido tan difícil encontrar una forma de mantener a la locura a raya que, tras mirar a la gitana luchando con las voces en su cabeza, sabía que estaba ante una oportunidad de pagar interés al tiempo que en su eternidad, apostaba contra los demonios que se retorcían en el infierno. Por supuesto, pudo haber acabado con la vida de Merlina en cualquier momento y jamás mirar atrás pero, ¿qué habría habido de interesante en ello? Ella había elegido estar con el enemigo. No importaba cómo hubiese terminado el encuentro entre el cazador de no-muertos y la dama de fuego, la traición a su “relación” había llegado cuando se había interpuesto. Nadie podía ir contra el viento sin ser golpeado en el intento. La venganza era solo una de las muchas temáticas en las que sus siglos habían transcurridos. La suya no solo había iniciado y terminado. Quizás no había sido el último en profanar su cuerpo pero sí sería el único que ella recordaría por el resto de sus días con ese irrefutable odio que comenzaba a engullirla al saberse observada por el par de vampiros. Ningún hombre vería a su mujer entregarse con tan desenfrenada pasión, gritando un nombre que no era el suyo en pleno éxtasis sin desear su muerte. El diablo sabía que él lo haría. La sonrisa arrogante en su boca jamás mutó o titubeó, ni siquiera cuando Merlina se levantó y lo golpeó; los moratones en su cuerpo, el olor a sexo, la mirada encendida sabiéndose perdida solo provocaban enardecerlo. ¡Maldición! La habría tomado ahí mientras le daba la espalda si no hubiese corrido a darle la bienvenida a su... ¿Cómo se supone que tendría que llamarlo? ¿Su enamorado? ¿Su prometido? Los retazos con que pretende cubrir su “dignidad” solo hace memorable el momento. La risa amenazaba con estallar en su garganta. ¿Por qué su primera reacción era esconderse cuando cualquier hijo de la noche percibiría el perfume en su entrepierna, por no mencionar las marcas de sus colmillos en su garganta y cada centímetro de piel desnuda?
El silencio es su única respuesta. El conde no tiene más palabras para intercambiar con la humana. Es momento de presenciar el rencuentro de los amantes. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se vieron? ¡Demonios! Deberían agradecer que se tomara tantas molestias para unirlos. Sus investigaciones profundas sobre el vampiro renegado habían constatado lo que había imaginado, Darius cuidaba lo que consideraba “suyo”. ¡Jodido infeliz! Mientras él se mantenía lejos para no herirla, ella corría a los brazos de la muerte. La ironía pintaba en ese escenario macabro. Un gruñido retumbó en su pecho en cuanto cruzó la rendija. Confusión. Sospecha. Odio. Asombro. Las emociones pasaron sobre sus facciones en un santiamén, pero la máscara dura e inflexible se plantó en cuanto su mirada recayó en la figura arrodillada y esposada. No importaba que no confiara en Gilles, tenía que reconocerle que había cumplido con el trato mejor de lo que había pensado. Como si eso no fuese suficiente, su regocijo solo fue en aumento cuando Merlina cayó ante él, rogando... No había duda de que la balanza siempre terminaba inclinándose de su lado. Una mirada despectiva y aburrida, fue la única señal de que la había escuchado. No había consideración en sus orbes. Estaba ante un ser sin valor. Los vampiros podían disponer de las sobras cuando lo quisiesen, - si es que querían - pero antes, ¿quién demonios era el espectador no invitado a la reunión? Escuchó la perorata ente el par de vampiros con algo menos que interés. Darius parecía no estar reaccionando como quería. ¿Es qué no le importaba el destino de la gitana? Enarcó una ceja ante las palmadas de Gilles en su espalda. El protocolo de la realeza siempre le había importado una mierda pero eso no significaba que permitiese esa muestra de confianza para con él. Si no fuese por su participación en ese teatro armado o que, tendría algo más importante en que centrarse, habría dejado a sus instintos soltarse. – Parece ser que olvidaste mencionar algunos detalles, Gilles. Censura e ira destilaba el tono de su voz conforme se ponía el pantalón. Se alejó del cuerpo desmayado para colocarse en cuclillas, a la altura del cazador, con esa sonrisa engreída. Su mano tomó con fuerza la mandíbula de Darius, doblándola en un ángulo incómodo. – Has tu elección, cazador. Estaba claro que usaba el término como burla. Un "cazador" que jugaba a cazar a los suyos, indefenso. ¡Que ridiculez! – ¿Te llevas a tu puta? Su sonrisa se amplió conforme miraba al vampiro tras Darius. – ¿Cómo respondes al ultimátum que te hace nuestro recién llegado? Poco le importaba cómo terminaba aquél encuentro. – Puedes llevarte y dejar lo que te apetezca... El cuello crujió, pero no fue suficiente para mandarlo a descanso, ...cuando soluciones tus problemas. Eso daba tiempo para que Merlina despertase, ¿cierto? No. No había hecho todo el viaje para perderse la diversión.
El silencio es su única respuesta. El conde no tiene más palabras para intercambiar con la humana. Es momento de presenciar el rencuentro de los amantes. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se vieron? ¡Demonios! Deberían agradecer que se tomara tantas molestias para unirlos. Sus investigaciones profundas sobre el vampiro renegado habían constatado lo que había imaginado, Darius cuidaba lo que consideraba “suyo”. ¡Jodido infeliz! Mientras él se mantenía lejos para no herirla, ella corría a los brazos de la muerte. La ironía pintaba en ese escenario macabro. Un gruñido retumbó en su pecho en cuanto cruzó la rendija. Confusión. Sospecha. Odio. Asombro. Las emociones pasaron sobre sus facciones en un santiamén, pero la máscara dura e inflexible se plantó en cuanto su mirada recayó en la figura arrodillada y esposada. No importaba que no confiara en Gilles, tenía que reconocerle que había cumplido con el trato mejor de lo que había pensado. Como si eso no fuese suficiente, su regocijo solo fue en aumento cuando Merlina cayó ante él, rogando... No había duda de que la balanza siempre terminaba inclinándose de su lado. Una mirada despectiva y aburrida, fue la única señal de que la había escuchado. No había consideración en sus orbes. Estaba ante un ser sin valor. Los vampiros podían disponer de las sobras cuando lo quisiesen, - si es que querían - pero antes, ¿quién demonios era el espectador no invitado a la reunión? Escuchó la perorata ente el par de vampiros con algo menos que interés. Darius parecía no estar reaccionando como quería. ¿Es qué no le importaba el destino de la gitana? Enarcó una ceja ante las palmadas de Gilles en su espalda. El protocolo de la realeza siempre le había importado una mierda pero eso no significaba que permitiese esa muestra de confianza para con él. Si no fuese por su participación en ese teatro armado o que, tendría algo más importante en que centrarse, habría dejado a sus instintos soltarse. – Parece ser que olvidaste mencionar algunos detalles, Gilles. Censura e ira destilaba el tono de su voz conforme se ponía el pantalón. Se alejó del cuerpo desmayado para colocarse en cuclillas, a la altura del cazador, con esa sonrisa engreída. Su mano tomó con fuerza la mandíbula de Darius, doblándola en un ángulo incómodo. – Has tu elección, cazador. Estaba claro que usaba el término como burla. Un "cazador" que jugaba a cazar a los suyos, indefenso. ¡Que ridiculez! – ¿Te llevas a tu puta? Su sonrisa se amplió conforme miraba al vampiro tras Darius. – ¿Cómo respondes al ultimátum que te hace nuestro recién llegado? Poco le importaba cómo terminaba aquél encuentro. – Puedes llevarte y dejar lo que te apetezca... El cuello crujió, pero no fue suficiente para mandarlo a descanso, ...cuando soluciones tus problemas. Eso daba tiempo para que Merlina despertase, ¿cierto? No. No había hecho todo el viaje para perderse la diversión.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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MAGIA GITANA.
“¿Hasta cuándo dejarás de ser tan estúpida, de ser la mártir, la idiota del mundo? ¿Por qué no puedes simplemente tomar las riendas de tu vida, dejando de ser la marioneta de alguien más? ¡Basta! ¡Ya fue suficiente Merlina! ¡Levántate de una bendita vez! ¿No han sido ya suficientes humillaciones por el resto de tu vida? ¿Acaso no tienes dignidad? Me decepcionas… “
Los pensamientos traicionan, siempre están en contra del corazón y aún, después de tanto tiempo no se ha logrado identificar cual es la razón de esto. Adormecida por el fatídico encuentro que ha tenido a lo largo de la noche, pero en su completa inconsciencia, escucha las palabras de los presentes aunque no logra entender ninguna. Sólo presta atención a las voces en su cabeza que murmullan, gritan y se extienden hasta lo más recóndito de ella. Atormentan sus sentidos mostrándole imágenes del pasado en donde era feliz, antes de enredarse en los brazos de aquel conde, muchísimo antes de haber perdido la poca dignidad que le quedaba. ¿Y qué esperaba al haberle entregado su alma al demonio? Rompió con las leyes establecidas, tiene que costar el precio. Nunca pensó que fuese tan difícil. El dolor que crece lentamente en su pecho, es como concebir miles de espinas clavándose en la piel, con ponzoñosa hiel que quema las entrañas. Quiere llorar, desea ahogar todas sus penas en un grito al unísono con los alaridos agonizantes de las almas que pasean en el río Aqueronte. Busca en la obscuridad de sus ojos alguna señal que la regrese hasta el estado más primitivo, hasta su esencia misma. Pero las tinieblas se han apoderado de todo el espacio conocido y no le queda absolutamente nada. Esos vampiros consumieron su inocencia, su vitalidad, el amor que tenía para ofrecerle a la vida. Ahora es simplemente el despojo de algo que nunca fue, un cuerpo, un recipiente, un fantasma, una inexistente gitana. Solicita ayuda con los brazos abiertos, pero sólo le responde la soledad abrazándola fríamente con una carcajada roñosa. ¿Y ahora?
“¡Maldición, mírate! ¿Qué es lo peor que te podría pasar? ¿Qué tienes que perder?”
En ese instante, abre los ojos con un único movimiento. Su respiración está agitada, su pecho danza en un vaivén. Su espalda esta completamente cubierta por el rocío de la noche, el sudor de su trabajo, la esencia de Lucern. Observa con lamentoso arrepentimiento el cuerpo amordazado de Darius. Le duele más a ella de lo que podrían imaginarse y en su interior se retuerce espasmódicamente. Los latidos de su corazón comienzan a desacelerarse. Se pierde en la neblina del desprecio ¿Por qué Merlina, por qué? Destrozaste a un hombre con tus engaños, habiéndole jurado tu amor por el resto de la eternidad. Abusaste de su confianza, te lo entregó todo, te concedió derechos sobre él que a nadie más le otorgó. Fuiste su reina ¿Así le pagas? ¡Eres despreciable! Desea estar muerta para terminar con todo eso de una bendita vez, pero es tan jodidamente masoquista que aguarda la respuesta de Darius. Está segura que jamás se lo perdonará y aún así necesita escucharlo decir de sus labios. Lágrimas silenciosas escurren de sus ojos, trata de desahogar su alma de penas, pero hay bastante dolor dentro de ella que no puede purgarlo con gotas de desesperación en sus mejillas. Siente como la indiferencia de Darius se clava en ella como estacas, conduciendo sus órganos internos hasta la salida y atravesando su cuerpo. Las laceraciones arden, los golpes queman. Pronto no será más que un cadáver en pie, otro muerto viviente, con una diferencia…
“Ven, déjame abrazarte… Junto a mí, no volverás a estar sola y todo ese odio protestante en contra del vampiro, levantará la tempestad para saciar tu ira. Acéptame como tuya, reclámame y no volverás a perder.”
Ignoran el cuerpo de la gitana, allí el único con la atención de todos es Darius. Hasta ella misma se ocupa de él. Lo ama, no cabe la menor duda y en ocasiones para amar plenamente, son necesarios los sacrificios. Merlina hizo uno que, pese a todo su maldito esfuerzo, salió mal. Sólo el murmullo del viento, las estrellas tiritantes y la plateada luna, conocen el amor incondicional que le tiene a ese vampiro. Algo tan profundamente intenso que no importa si la rechaza en sus últimas horas, no importa si es devorada por cada uno de los presentes al final de la cita… Ha condenado a la muerte a todas esas personas que le rodean, que le aman. Por primera vez en su vida, llegó la hora de pagar por sus crímenes. ¿El castigo? Lo acepta. Con ese desprecio germinando en los orbes azules de Darius mirándola de frente, no pierde más. Él es todo lo que quiere, desea y ama. ¿Qué pasa cuando vez que tu vida se resume a un nombre y para él no significas nada? Sí, eso precisamente… Se pone de pie. Su rostro no expresa ninguna emoción, ningún sentimiento. Está tan vacío y perdido como la mirada de Darius en ese momento. Ese mausoleo en donde se revolcó con Lucern Ralph, ha sepultado también su corazón, la parte humana de la gitana que aún creía en los cuentos de hadas. Afuera, sólo quedo ella. El demonio llamado Gaia y su venganza. –Sonríe y sé tan pretencioso mientras puedas contar las estrellas en lo alto del cielo- Los ojos ambarinos de Merlina se posaron en la insensibilidad de Lucern –Búrlate del despojo al que la resumiste y presume el trofeo que adquiriste, mientras aún puedas sentir el calor de su piel en tu cuerpo- Camina desnuda entre las lápidas del cementerio. –Hazlo, porque mi maldición te alcanzará y será mi nombre el que escriba tu desdicha-Toca el hombro de Lucern y sonríe con ferviente maldad –Puedo verlo, ella te destruirá. Sufrirás el mismo dolor que yo, pero tu condena será eterna- Esa jodida mueca se extiende aún más –Yo puedo morir en cualquier momento y ¿tú?-
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Fantasmas {Privado +18}
Anthony Darius Argeneau. Anthony Darius Argeneau. Anthony Darius Argeneau. El nombre se repetía una y otra vez en su mente, invocando centenares de imágenes de un tiempo olvidado hacía muchos años. Se vio sentado frente a un enorme escritorio, con la mirada perdida en la ventana abierta de donde provenían las risas. A esa altura debía haberlo comprendido, sus hermanos nunca le aceptarían. La cruda indiferencia que le mostraban cuando tenían la oportunidad de cruzarse en los pasillos de la enorme mansión donde crecían habría bastado para cualquier otro, pero no para Darius, quien no perdía las esperanzas de hacerse su amigo. Si tan solo se permitieran conocerlo, estaba seguro de que lo querrían. El ya lo hacía. De pronto, el hombre que se encontraba sumamente perdido en un mar de documentos alzó la vista, como si hubiese olvidado que tenía compañía. Y bien, le urgió, con un tono de molestia en su voz, ¿a qué has venido? Más vale que sea importante. El pequeño sintió como el aire abandonaba sus pulmones, buscando el valor para hablar con su padre. Marcus lo castigaría en cuanto supiera a qué, o mejor dicho a quiénes, se debía haberle interrumpido.
Tenía alrededor de dos horas antes de que su tutor advirtiera su ausencia. Severus lo había convencido de andar hasta el río. La alegría no cabía en su pecho ante la perspectiva de pasar un rato con sus hermanos. A pesar de que no había preguntado por Tiberius, Darius sabía que éste se les uniría; sus hermanos raramente se separaban, así que no encontró razón para creer lo contrario. Como si éste hubiese sido invocado por sus pensamientos, lo vio salir de las caballerizas con una leve sonrisa. En ese momento, el pequeño se preguntó cómo hacía su padre para diferenciarlos. Cualquiera de ellos podía fácilmente hacerse pasar por él y... Una brillante idea pasó por su cabeza. Perdido en sus pensamientos, Darius ni siquiera notó las miradas de complicidad que se dedicaban sus hermanos, tampoco recordó que no sabía nadar en medio de la excitación de formar parte de sus juegos. Después de todo, aquello no tendría porqué suponer un problema si se limitaba a estar en la orilla.
Los azotes no se detenían por sus gritos de dolor. Su padre estaba furioso, levantando la fusta una y otra vez, dejándola caer sobre su espalda desnuda. Sus hermanos le miraban con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Qué había pasado? Se suponía que regresarían a casa antes de que alguien notara que se había saltado la lección, pero eso había sido hacía muchas horas, supuso. El sol que le había acompañado camino al río ya no se encontraba iluminando el cielo, la Luna le había suplido, solo Dios sabía cuán rato llevaba en su vigilia. Entonces recordó. Tiberius, o quizás Severus, le había empujado al río. Recordaba el miedo que se había apoderado de él ante la falta de oxígeno, sus gritos apenas audibles mientras pedía auxilio. No recordaba quién le había arrastrado fuera del agua, pero estaba seguro que no se trataba de ninguno de sus hermanos. La inconsciencia lo había alcanzado y, cuando finalmente había despertado, la noche había caído. No era de extrañar que su padre estuviese furioso.
Las imágenes siguieron. El vacío se abrió camino a través de su pecho. El dolor se borró con rapidez de su rostro. Una noche había despertado siendo un monstruo. Le había llevado un par de años encontrar la fuerza para luchar contra lo que era, cien años habían pasado cuando aceptó que su fiel amante sería la muerte que llevaba a sus semejantes. Cuatro centurias después y aún se preguntaba quién había sido, quién era y quién sería cuando descubriese que su alma jamás podría ser purgada. Hasta esta noche, le susurró una voz en su mente. Serás libre, Darius. Es lo que siempre quisiste. ¿No lo quieres tú? Una débil sonrisa se asomó en los labios del cazador de vampiros. No era la indiferencia en sus rasgos lo que le hacía ver tan maldito, incluso cuando estaba arrodillado y con las cadenas colgando; era su gélida mirada la que habría hecho retroceder a cualquier ser. – Una invitación para unirme al espectáculo habría bastado. La frialdad que destilaba su voz era inconcebible, incluso Darius tuvo problemas para reconocerse en ella. La débil sonrisa se transformó en una sonrisa de cinismo y arrogancia. – Mi estimado hermano. No se necesitaba ser un genio en el uso del sarcasmo para saber que el vampiro estaba haciendo uso deliberado de ello. - Los tiempos no han cambiado. Sigues con problemas para hacerte notar. Y en un tono bastante aburrido, añadió. – He disfrutado de la función, caballeros, pero si no les importa, podríamos ponerle fin a esto.
Tenía alrededor de dos horas antes de que su tutor advirtiera su ausencia. Severus lo había convencido de andar hasta el río. La alegría no cabía en su pecho ante la perspectiva de pasar un rato con sus hermanos. A pesar de que no había preguntado por Tiberius, Darius sabía que éste se les uniría; sus hermanos raramente se separaban, así que no encontró razón para creer lo contrario. Como si éste hubiese sido invocado por sus pensamientos, lo vio salir de las caballerizas con una leve sonrisa. En ese momento, el pequeño se preguntó cómo hacía su padre para diferenciarlos. Cualquiera de ellos podía fácilmente hacerse pasar por él y... Una brillante idea pasó por su cabeza. Perdido en sus pensamientos, Darius ni siquiera notó las miradas de complicidad que se dedicaban sus hermanos, tampoco recordó que no sabía nadar en medio de la excitación de formar parte de sus juegos. Después de todo, aquello no tendría porqué suponer un problema si se limitaba a estar en la orilla.
Los azotes no se detenían por sus gritos de dolor. Su padre estaba furioso, levantando la fusta una y otra vez, dejándola caer sobre su espalda desnuda. Sus hermanos le miraban con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Qué había pasado? Se suponía que regresarían a casa antes de que alguien notara que se había saltado la lección, pero eso había sido hacía muchas horas, supuso. El sol que le había acompañado camino al río ya no se encontraba iluminando el cielo, la Luna le había suplido, solo Dios sabía cuán rato llevaba en su vigilia. Entonces recordó. Tiberius, o quizás Severus, le había empujado al río. Recordaba el miedo que se había apoderado de él ante la falta de oxígeno, sus gritos apenas audibles mientras pedía auxilio. No recordaba quién le había arrastrado fuera del agua, pero estaba seguro que no se trataba de ninguno de sus hermanos. La inconsciencia lo había alcanzado y, cuando finalmente había despertado, la noche había caído. No era de extrañar que su padre estuviese furioso.
Las imágenes siguieron. El vacío se abrió camino a través de su pecho. El dolor se borró con rapidez de su rostro. Una noche había despertado siendo un monstruo. Le había llevado un par de años encontrar la fuerza para luchar contra lo que era, cien años habían pasado cuando aceptó que su fiel amante sería la muerte que llevaba a sus semejantes. Cuatro centurias después y aún se preguntaba quién había sido, quién era y quién sería cuando descubriese que su alma jamás podría ser purgada. Hasta esta noche, le susurró una voz en su mente. Serás libre, Darius. Es lo que siempre quisiste. ¿No lo quieres tú? Una débil sonrisa se asomó en los labios del cazador de vampiros. No era la indiferencia en sus rasgos lo que le hacía ver tan maldito, incluso cuando estaba arrodillado y con las cadenas colgando; era su gélida mirada la que habría hecho retroceder a cualquier ser. – Una invitación para unirme al espectáculo habría bastado. La frialdad que destilaba su voz era inconcebible, incluso Darius tuvo problemas para reconocerse en ella. La débil sonrisa se transformó en una sonrisa de cinismo y arrogancia. – Mi estimado hermano. No se necesitaba ser un genio en el uso del sarcasmo para saber que el vampiro estaba haciendo uso deliberado de ello. - Los tiempos no han cambiado. Sigues con problemas para hacerte notar. Y en un tono bastante aburrido, añadió. – He disfrutado de la función, caballeros, pero si no les importa, podríamos ponerle fin a esto.
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Fantasmas {Privado +18}
¿Un minuto de cordura por centurias de demencia? Gilles no tenía tiempo para ponerse a pensar en ello, la ética y la moral simplemente se le venían resbalando desde que era un humano, ahora menos se ocuparía de explicar con lujo de detalles las siniestras intensiones que tuvo, tiene y tendrá con los demás. Agradece al infierno que nadie haya podido descifrar el código de sus pensamientos, aquellos que leen su mente terminan encontrando la locura de su propio ser, en su cabeza se recopilan los terrores de la humanidad por completo… Y, se encontraba allí, prestando atención a lo que había olvidado, su neófito. Cada palabra dicha y las que no se decían entre ellos, molestó en demasía a Gilles y esque su jodida paciencia no daba para mucho, él sólo fue a divertirse un poco. Metió las manos en su bolsillo mientras chasqueaba la lengua y sacudía su cabeza de un lado a otro. Sus orbes alternaron entre los presentes, pudo haber sido una noche inolvidable de no ser porque esta puta se estaba convirtiendo en un reverendo fastidio. La fulminó con la mirada al observar lo que le escupía al conde, no fue difícil adivinar en lo que terminaría todo aquello, si él fuese el maldito vampiro al que la estúpida está insultando ya la habría decapitado… mejor aún, llevado hasta los rincones más obscuros de sus calabozos para comenzar nuevos experimentos contra la naturaleza. Quiso dedicarle un montón de palabrejas a la pelirroja pero en lugar de eso sólo se mordió la lengua arrancando un pedazo de esta y arrojándolo contra una de las lápidas del camposanto. La carne chocó contra la fría piedra y la estampa de un color púrpura, escurre hasta topar con el suelo. Gimió el engendro quejándose de su mala suerte –No, no lo eres- Le respondió a Lucian. Era evidente que no se trataba de Mikhail, quien sabe porque extraña razón Gilles podía sentir la diferencia entre ellos, incluyendo a Darius…
El viento cambió de dirección y la temperatura bajó tres grados, la gitana moriría de hipotermia sin sus ropas que cubriesen esa apetecible piel impregnada con el olor a sexo. Era una escena bastante erótica si se lo preguntan a él. Los enemigos encarándose finalmente, un demente esquizofrénico que sólo extendería la vida de los presentes hasta tener un orgasmo satisfaciendo su morbo. –Él ha dejó de ser sangre de tu sangre en el instante en que fue sustituida por la mía, Darius tu hermano es mío. Me pertenece y no existe nada que puedas hacer para cambiarlo- Sentenció con el ceño fruncido. Sí, la pinta de loco nadie se la sacaba de encima, pero no se puede juzgar al libro por la portada, Gilles podía estar tan demente como los demás lo pudiesen imaginar, incluso mucho más de lo que se sospechaba, sin embargo, idiota no era… y sus momentos de lucidez de a poco aparecían en momentos como este en donde la presión y el fatalismo hacen de la experiencia una tortura interesante de vivir. Olía como la obscuridad de Lucian comenzaba a apoderarse de él, y esque en sus ojos se veía a leguas que una batalla no le importaba, pues jugaría el papel del peón que su hermano Mikhail le había encomendado. Desde que Gilles conoció al hermano, su historia se convirtió en un pasatiempo contra la eternidad, no era de sorprenderse que reconociera parte de su pasado o ¿sí? –Así que el maldito de Mikhail, continúa mandando a sus peones a hacer el trabajo sucio- Se mofa en una carcajada –El desgraciado no cambia- Camina un poco y se sienta sobre uno de los sepulcros. -Si quieres saber cuál es el trato, pregúntale a quien llamas hermano-
Observó desde su lugar como Lucern intentaba romperle la garganta a su hijo y suspiró ¿Cuánto dolor está dispuesto a hacerle padecer antes de apiadarse de él? Bajó la mirada hasta él y en sus ojos percibió ese vacío que reconoce frente al espejo de la que alguna vez fue su mansión. Ya estaba listo, se había convertido en un malnacido como él… sólo bastó que una puta lo engatusara como es debido y desquebrajara su corazón en miles de pedazos. Siempre la misma jodida historia de amor con un final de mierda. Analizando la situación desde un ángulo diferente, Gilles pudo llegar a una conclusión amarga. Por primera vez en su miserable vida pudo sentir en su interior algo muy parecido al dolor real, le resultaba bastante difícil el aceptar que las cosas terminaran así, pero vaya que tenía una justificación para ello, cosa que ninguno de ellos sospecharía, excepto Darius. “¿Fin? ¿En verdad deseas que esto termine, hijo mío? Pero si tan sólo es el comienzo de tu dicha, de la grandeza a la cual te he esclavizado. Puedes liberarte ahora y asesinarnos a todos incluyendo a la mujer que te resumió a maldad pura o bien podrías agradecerle ¿Qué más da? Pero si en verdad quieres que valga la pena tu nuevo despertar, entenderás que es mejor dejar que el tiempo transcurra” Pensó para él y para su vástago. No sería un sire de esos que te enseñan todo lo que saben por medio de la práctica junto a él, Gilles lo que pretendía era enloquecer a Darius tanto como él y su estrategia se basaba precisamente en tener que destruirlo, no importa que en el transcurso de la metamorfosis él mismo terminara siendo una víctima de su creación y, si esto llegara a ocurrir sería un verdadero orgullo para él. –Puedes llevártelo, maldito lameculos- Se dirigió a Lucian, su semblante era frío, ausente. –Pero adviértele a tu amo que al igual que en el pasado volveré a reclamar lo que es mío, si no es con él (Darius)- Sonríe de forma macabra –Será contigo-.
El viento cambió de dirección y la temperatura bajó tres grados, la gitana moriría de hipotermia sin sus ropas que cubriesen esa apetecible piel impregnada con el olor a sexo. Era una escena bastante erótica si se lo preguntan a él. Los enemigos encarándose finalmente, un demente esquizofrénico que sólo extendería la vida de los presentes hasta tener un orgasmo satisfaciendo su morbo. –Él ha dejó de ser sangre de tu sangre en el instante en que fue sustituida por la mía, Darius tu hermano es mío. Me pertenece y no existe nada que puedas hacer para cambiarlo- Sentenció con el ceño fruncido. Sí, la pinta de loco nadie se la sacaba de encima, pero no se puede juzgar al libro por la portada, Gilles podía estar tan demente como los demás lo pudiesen imaginar, incluso mucho más de lo que se sospechaba, sin embargo, idiota no era… y sus momentos de lucidez de a poco aparecían en momentos como este en donde la presión y el fatalismo hacen de la experiencia una tortura interesante de vivir. Olía como la obscuridad de Lucian comenzaba a apoderarse de él, y esque en sus ojos se veía a leguas que una batalla no le importaba, pues jugaría el papel del peón que su hermano Mikhail le había encomendado. Desde que Gilles conoció al hermano, su historia se convirtió en un pasatiempo contra la eternidad, no era de sorprenderse que reconociera parte de su pasado o ¿sí? –Así que el maldito de Mikhail, continúa mandando a sus peones a hacer el trabajo sucio- Se mofa en una carcajada –El desgraciado no cambia- Camina un poco y se sienta sobre uno de los sepulcros. -Si quieres saber cuál es el trato, pregúntale a quien llamas hermano-
Observó desde su lugar como Lucern intentaba romperle la garganta a su hijo y suspiró ¿Cuánto dolor está dispuesto a hacerle padecer antes de apiadarse de él? Bajó la mirada hasta él y en sus ojos percibió ese vacío que reconoce frente al espejo de la que alguna vez fue su mansión. Ya estaba listo, se había convertido en un malnacido como él… sólo bastó que una puta lo engatusara como es debido y desquebrajara su corazón en miles de pedazos. Siempre la misma jodida historia de amor con un final de mierda. Analizando la situación desde un ángulo diferente, Gilles pudo llegar a una conclusión amarga. Por primera vez en su miserable vida pudo sentir en su interior algo muy parecido al dolor real, le resultaba bastante difícil el aceptar que las cosas terminaran así, pero vaya que tenía una justificación para ello, cosa que ninguno de ellos sospecharía, excepto Darius. “¿Fin? ¿En verdad deseas que esto termine, hijo mío? Pero si tan sólo es el comienzo de tu dicha, de la grandeza a la cual te he esclavizado. Puedes liberarte ahora y asesinarnos a todos incluyendo a la mujer que te resumió a maldad pura o bien podrías agradecerle ¿Qué más da? Pero si en verdad quieres que valga la pena tu nuevo despertar, entenderás que es mejor dejar que el tiempo transcurra” Pensó para él y para su vástago. No sería un sire de esos que te enseñan todo lo que saben por medio de la práctica junto a él, Gilles lo que pretendía era enloquecer a Darius tanto como él y su estrategia se basaba precisamente en tener que destruirlo, no importa que en el transcurso de la metamorfosis él mismo terminara siendo una víctima de su creación y, si esto llegara a ocurrir sería un verdadero orgullo para él. –Puedes llevártelo, maldito lameculos- Se dirigió a Lucian, su semblante era frío, ausente. –Pero adviértele a tu amo que al igual que en el pasado volveré a reclamar lo que es mío, si no es con él (Darius)- Sonríe de forma macabra –Será contigo-.
OFF: Disculpen la demora, no he tenido tiempo ultimamente.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Re: Fantasmas {Privado +18}
Se sintió en el ojo de un jodido huracán, el la médula de la espina dorsal del diablo. Ahí, justo ahí, en medio de un sinsentido, de una pintura rota cuyo deber era completar, aunque fuese a base del poder de su propia intuición. Era paciente porque estaba entrenado para serlo, pero tanto había escuchado ya que era la sombra de Mikhail que sus límites estaban a punto de romperse como una presa rebosante tras la tormenta. Estaba cansado, estaba harto de ser la mano izquierda del pianista que sólo es acompañamiento mientras la derecha lleva todo el peso de la melodía.
Su vista se mantenía al frente, atento a lo que le interesaba, su querido hermano, y como consecuencia, aquel que lo mantenía encadenado en el suelo. «Ese es su sitio», pensó Lucian observando el deplorable semblante de Darius, pero a pesar de que la imagen lograba regocijarlo, aún mantenía firme su idea de llevárselo, de bridárselo a Mikhail como un obsequio, para así ambos completar lo que hacía muchos, muchos años habían comenzado. No obstante, todo lo que ocurría a su alrededor también llegaba a él a través de sus ojos, miraba de soslayo cuando debía hacerlo, aguzaba el oído cuando era necesario, algo en todo aquello le parecía ciertamente divertido, quizá cómo aquel denominado Conde humillaba aún más a su hermano, o como la pobre mortal se atrevía a proferir amenazas. Suspiró con cansancio al tiempo que observaba el claro cambio en el maltrecho Darius.
Dio un paso hacia atrás, ese que estaba ahí ya no era el que conoció, ya no era el favorito de los Argeneau. Algo debió removerse verdaderamente dentro de él, su mirada gélida y su semblante, a pesar de los embates, era el de alguien que te mataría sin preguntar tu nombre. Si acaso su estropeado aspecto provocaba algo, era maximizar el temor que infundía.
Frunció el entrecejo cuando se dirigió a él, tampoco iba a dejarse intimidar así nada más. Las palabras calaron hondo, ahí en ese lugar en donde una yaga aún estaba en carne viva, esa hecha a base de un cuchillo sin filo que no corta de entrada, pero de tanto estar cercenando por fin consigue hacer una herida. Expulsó aire por las fosas nasales mismas que se dilataron mientras inflaba el pecho y tensaba la mandíbula.
-Me da gusto que por fin estés pagando -¿pagando qué?, ¿acaso importaba? Sólo debía hablar, sólo debía descargar tanto odio contenido aunque fuese con palabras que salían como gotas dosificadas, y se encargaría de hacerlo de ese modo para prolongar el tormento lo más que pudiese. Giró el rostro en dirección al captor de Darius y escuchó.
Los tratos que Mikhail tuviese con Gilles no le importaban, era leal a su hermano, pero tampoco aceptaría algo como aquello. No iba a permitir que el motivo de su cacería se viese borrado como si fuese una mancha de tinta sin importancia. Debía importar, su única meta era figurar y sólo acabando con Darius lo conseguiría, aquel que le robó siempre atención.
-Peón no –dijo con firmeza, conteniendo la rabia que todo aquello le provocaba, podía perder los estribos, sí, pero eso no ayudaría en nada-. Más como una torre –pieza de ataque, eso era Lucian, el carro de guerra de su hermano, protegido por la carne de cañón que eran los peones sin importancia. Sacudió la cabeza y arqueó una ceja cuando siguió hablando y miró a su hermano y rio con sorna-, ¿así nada más? –bufó decepcionado –yo no tengo miedo, puedes venir a buscarnos cuando quieras, Mikhail y yo te estaremos esperando –porque a pesar de todo, de los insultos que no habían sido pocos que había recibido esa noche, estaba consciente que al final, su destino era la gigante sobra que Darius y Mikhail extendían sobre él.
Su vista se mantenía al frente, atento a lo que le interesaba, su querido hermano, y como consecuencia, aquel que lo mantenía encadenado en el suelo. «Ese es su sitio», pensó Lucian observando el deplorable semblante de Darius, pero a pesar de que la imagen lograba regocijarlo, aún mantenía firme su idea de llevárselo, de bridárselo a Mikhail como un obsequio, para así ambos completar lo que hacía muchos, muchos años habían comenzado. No obstante, todo lo que ocurría a su alrededor también llegaba a él a través de sus ojos, miraba de soslayo cuando debía hacerlo, aguzaba el oído cuando era necesario, algo en todo aquello le parecía ciertamente divertido, quizá cómo aquel denominado Conde humillaba aún más a su hermano, o como la pobre mortal se atrevía a proferir amenazas. Suspiró con cansancio al tiempo que observaba el claro cambio en el maltrecho Darius.
Dio un paso hacia atrás, ese que estaba ahí ya no era el que conoció, ya no era el favorito de los Argeneau. Algo debió removerse verdaderamente dentro de él, su mirada gélida y su semblante, a pesar de los embates, era el de alguien que te mataría sin preguntar tu nombre. Si acaso su estropeado aspecto provocaba algo, era maximizar el temor que infundía.
Frunció el entrecejo cuando se dirigió a él, tampoco iba a dejarse intimidar así nada más. Las palabras calaron hondo, ahí en ese lugar en donde una yaga aún estaba en carne viva, esa hecha a base de un cuchillo sin filo que no corta de entrada, pero de tanto estar cercenando por fin consigue hacer una herida. Expulsó aire por las fosas nasales mismas que se dilataron mientras inflaba el pecho y tensaba la mandíbula.
-Me da gusto que por fin estés pagando -¿pagando qué?, ¿acaso importaba? Sólo debía hablar, sólo debía descargar tanto odio contenido aunque fuese con palabras que salían como gotas dosificadas, y se encargaría de hacerlo de ese modo para prolongar el tormento lo más que pudiese. Giró el rostro en dirección al captor de Darius y escuchó.
Los tratos que Mikhail tuviese con Gilles no le importaban, era leal a su hermano, pero tampoco aceptaría algo como aquello. No iba a permitir que el motivo de su cacería se viese borrado como si fuese una mancha de tinta sin importancia. Debía importar, su única meta era figurar y sólo acabando con Darius lo conseguiría, aquel que le robó siempre atención.
-Peón no –dijo con firmeza, conteniendo la rabia que todo aquello le provocaba, podía perder los estribos, sí, pero eso no ayudaría en nada-. Más como una torre –pieza de ataque, eso era Lucian, el carro de guerra de su hermano, protegido por la carne de cañón que eran los peones sin importancia. Sacudió la cabeza y arqueó una ceja cuando siguió hablando y miró a su hermano y rio con sorna-, ¿así nada más? –bufó decepcionado –yo no tengo miedo, puedes venir a buscarnos cuando quieras, Mikhail y yo te estaremos esperando –porque a pesar de todo, de los insultos que no habían sido pocos que había recibido esa noche, estaba consciente que al final, su destino era la gigante sobra que Darius y Mikhail extendían sobre él.
Invitado- Invitado
Re: Fantasmas {Privado +18}
El conde, dueño del Theatre Des Vampires, era un experto en reconocer cuando era oportuno dar por terminada una función. En sus más de seiscientos años, había sido testigo de cómo los vampiros – siempre territoriales e impredecibles – habían llevado sus falsas interpretaciones a un segundo plano. ¿Quién podía culparlos? La eternidad se tornaba aburrida y opresiva cuando el tiempo les acorralaba en una esquina. Sí. Podían encontrar placer en una brutal matanza, en ese crucial momento en que la vida de sus víctimas se escapaba cuando la última gota escarlata les abandonaba; pero todos, tarde o temprano, eran orillados a aceptar que la inmortalidad era la única enemiga que jamás iban a derrotar. Así que, esa escena macabra en la que no estaba contemplada la aparición del gemelo – o uno de los trillizos – del cazador, arrastrando consigo una historia que poco podría importarle a excepción de la basura que Gilles había traído, daba por concluida su participación. Un gruñido fue su respuesta a las palabras de una gitana maldita que finalmente había sucumbido a la locura o desesperación de ver a su “amor” derrotado. Lorraine no pintaba en ese escenario, ni siquiera habría podido considerársele como espectadora – como había sido Darius – porque ella jamás entendería las razones que le habían llevado a destruirlos. Nadie, nunca, jugaba con él y salía indemne. Merlina había cometido un error aquélla noche en el bosque y, como un arrendatario, había pagado un precio por sus acciones. Una sonrisa cruel apareció en su boca. – ¿Qué se siente, cazador? Dio una pequeña palmada en la mejilla del vampiro. - ¿Qué se siente ser rechazado por todos aquéllos que amabas? Frunció el ceño en un claro gesto burlesco. - ¿O amas? Como sea, yo sé que no se siente, se burló, no se siente cálido como el cuerpo de tu mujerzuela.
Se irguió en todo su esplendor, decidiendo que, aún había tiempo para sorprender a Ágatha; pero para ello, antes tendría que hacer otra parada. – No sé ustedes, caballeros, pero asuntos más importantes requieren mi presencia. Dedicó una rápida pero evaluadora mirada al hermano de Darius. Se preguntó, por un instante, ¿qué papel había desempeñado para que el vampiro arrodillado ante ellos decidiese irse contra su propia especie? Fuese cual fuese la situación no le incumbía. ¡Maldita sea! La tensión que entre ellos se percibía, mejor aún, el odio que se reflejaba en esos orbes… No. No podía ser rabia. La rabia era frágil pero el odio… Seguramente el desconocido también lo sabía. – El amanecer está cerca. No era una advertencia, ninguno de ellos necesitaba que se les dijera, era más un recordatorio del estado que presentaba Darius. – Si nadie lo reclama… Dejó las palabras al aire. El sol se encargaría de reducir el cuerpo del vampiro a cenizas si no se arrastraba para ponerse a cubierto. – Pronto sabremos si valía la pena perdonarle la “vida”. Gilles, deberías llevarte a la gitana, no querrás que quede a solas con tu hijo, ya lo salvó una vez, sería patético que recurriese a lo mismo. La sonrisa que sustituyó la seriedad en su rostro, era tan fría como la mirada que le dedicó a la gitana. – O… Siempre puedes dejar que los amantes se despidan. Y, dicho esto, se adentró al Cementerio, perdiéndose entre las sombras. “Considérala una gratificación”, pensó, sonriendo para sus adentros, estaba claro que ya no le importaba lo que le sucediese a la hembra de los cabellos de fuego.
Se irguió en todo su esplendor, decidiendo que, aún había tiempo para sorprender a Ágatha; pero para ello, antes tendría que hacer otra parada. – No sé ustedes, caballeros, pero asuntos más importantes requieren mi presencia. Dedicó una rápida pero evaluadora mirada al hermano de Darius. Se preguntó, por un instante, ¿qué papel había desempeñado para que el vampiro arrodillado ante ellos decidiese irse contra su propia especie? Fuese cual fuese la situación no le incumbía. ¡Maldita sea! La tensión que entre ellos se percibía, mejor aún, el odio que se reflejaba en esos orbes… No. No podía ser rabia. La rabia era frágil pero el odio… Seguramente el desconocido también lo sabía. – El amanecer está cerca. No era una advertencia, ninguno de ellos necesitaba que se les dijera, era más un recordatorio del estado que presentaba Darius. – Si nadie lo reclama… Dejó las palabras al aire. El sol se encargaría de reducir el cuerpo del vampiro a cenizas si no se arrastraba para ponerse a cubierto. – Pronto sabremos si valía la pena perdonarle la “vida”. Gilles, deberías llevarte a la gitana, no querrás que quede a solas con tu hijo, ya lo salvó una vez, sería patético que recurriese a lo mismo. La sonrisa que sustituyó la seriedad en su rostro, era tan fría como la mirada que le dedicó a la gitana. – O… Siempre puedes dejar que los amantes se despidan. Y, dicho esto, se adentró al Cementerio, perdiéndose entre las sombras. “Considérala una gratificación”, pensó, sonriendo para sus adentros, estaba claro que ya no le importaba lo que le sucediese a la hembra de los cabellos de fuego.
Tarik Pattakie- Vampiro/Realeza
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Re: Fantasmas {Privado +18}
Así como el viento sopla y acaricia la piel de los presentes, sin ser llamado, sin ser nombrado, sin prestarle la mínima atención, ella está siendo ignorada por cada uno de los que ahí se encuentran discutiendo sobre el destino de alguien que no les pertenece. Subestimar a los humanos es lo que ha conseguido la derrota de esas bestias. No se puede describir el encuentro de emociones dentro del pecho de esa pobre e infeliz pelirroja que cayó desde lo alto de su gloria hasta el mismísimo infierno. Al tocar la marmórea piel de Lucern tuvo aquella visión, una mujer de cabellos negros como la noche, ojos penetrantes como las estacas, manos tan frías como el hielo, belleza deslumbrante como la misma Afrodita pero maldad devastadora como si se tratase del mismo demonio, ella acabaría con la sonrisa en los labios del rubio, sin embargo, este ha decidido ignorar la advertencia de la gitana. Ella sonríe a la par en que él va deshaciéndose de los resto de diversión que le quedan ¿Cuánto había pagado por esa noche? ¿En verdad creyó que ahí terminaría todo? No, no ha iniciado. Y lamentosa se hunde en un abismo sin poder ver el final de la obscuridad, no llora por el destino fatídico que le espera al salir del cementerio, no se siente arrepentida por lo que hizo porque realmente no lo sintió en lo más mínimo pero, ¿Por qué le duele tanto? Al ver los ojos de Darius perder su humanidad, esa fue la cúspide, lo comprendió todo.
Al igual que el conde, ya no tenía nada que hacer en ese lugar. Pagó con su cuerpo la obsesión estúpida de aquel hombre y ahora… Ya no era nadie. Sin embargo, se ha quedado ahí a la espera, escuchando toda esa sarta de idioteces que se declaran los caballeros. Ella conoce a Darius ¡Por su vida que lo conoce! Se vio a sí misma reflejada en él, cada noche en la que sus cuerpos se encontraron y aún cuando sólo sonreían bajo el cielo nocturno, Merlina conoce a Argeneau, SU Argeneau. Pueden declararse la guerra por él, jugar a ser sus titiriteros, pero al final quien se carcajearía sería él y nadie más. –su mujerzuela- se mofó de las palabras dichas por Lucern. ¿Ofenderla? Merlina, como él la conoció en los días que danzaba en aquel circo sólo para su deleite, esa mujer de cabellos como el fuego y alma cándida, sublime, con la inocencia de creer salvar la vida de un demonio; ella había muerto en el momento en que el amor se volvió en su contra. Pero hasta el peón caído tiene un As bajo la manga ¿No es así? No estaba destruida como lo supondrían, en su mente se fueron trazando los nombres clave de los hombres que le rodeaban. Quizá ellos pasaran inadvertidas las acciones de ella, pero la pobre, miserable, débil e idiota “mujerzuela” es de armas tomar. “Mikhail, Gilles… Lucern” y aún faltaba un nombre. Todo parecía una jodida estrategia en un tablero de ajedrez, podía ser ella la reina eliminada con una de las torres, tal vez un caballo o un arfil… Darius pasaba a ser el Rey defendiéndose de casilla en casilla del jaque.
De pie, arrojó una última mirada al cuerpo de Darius. Si el esperaba encontrar un letárgico dolor esclavizando sus entrañas, no lo vería en ese par de orbes. Volvió a cerrar sus ojos asintiendo con su cabeza. -¿Son tan miserables que no pueden encargarse de él solos?- Expide un jadeo más parecido a una mofa –Necesitar confabular una trampa para destruirlo, no sé quién es más patético si ustedes por débiles o yo por “zorra”- Camina entre ellos con la vista al frente. El frío del invierno no le cala en la desnudez de su cuerpo. Se ha vuelto tan estéril que no puede siquiera procrear el dolor en su piel. Y así como el cuervo escapa a lo lejos del cementerio, ella se dispone a perder la vida en los brazos de la infinita noche porque si quedaba con vida es seguro que levantará un ejército contra todo aquel que se disponga a lastimarlo “Entonces habría que suicidarse, chèrie” torció una mueca sádica en sus labios. No era una mala idea, razón por la cual seguir con vida no la poseía, él seguramente no deseaba estar cerca de ella, Darius nunca la perdonaría o ¿Sí? “No, no lo hará” Encontrada su respuesta, sólo hace falta ejecutar la tarea. Muerte.
Al igual que el conde, ya no tenía nada que hacer en ese lugar. Pagó con su cuerpo la obsesión estúpida de aquel hombre y ahora… Ya no era nadie. Sin embargo, se ha quedado ahí a la espera, escuchando toda esa sarta de idioteces que se declaran los caballeros. Ella conoce a Darius ¡Por su vida que lo conoce! Se vio a sí misma reflejada en él, cada noche en la que sus cuerpos se encontraron y aún cuando sólo sonreían bajo el cielo nocturno, Merlina conoce a Argeneau, SU Argeneau. Pueden declararse la guerra por él, jugar a ser sus titiriteros, pero al final quien se carcajearía sería él y nadie más. –su mujerzuela- se mofó de las palabras dichas por Lucern. ¿Ofenderla? Merlina, como él la conoció en los días que danzaba en aquel circo sólo para su deleite, esa mujer de cabellos como el fuego y alma cándida, sublime, con la inocencia de creer salvar la vida de un demonio; ella había muerto en el momento en que el amor se volvió en su contra. Pero hasta el peón caído tiene un As bajo la manga ¿No es así? No estaba destruida como lo supondrían, en su mente se fueron trazando los nombres clave de los hombres que le rodeaban. Quizá ellos pasaran inadvertidas las acciones de ella, pero la pobre, miserable, débil e idiota “mujerzuela” es de armas tomar. “Mikhail, Gilles… Lucern” y aún faltaba un nombre. Todo parecía una jodida estrategia en un tablero de ajedrez, podía ser ella la reina eliminada con una de las torres, tal vez un caballo o un arfil… Darius pasaba a ser el Rey defendiéndose de casilla en casilla del jaque.
De pie, arrojó una última mirada al cuerpo de Darius. Si el esperaba encontrar un letárgico dolor esclavizando sus entrañas, no lo vería en ese par de orbes. Volvió a cerrar sus ojos asintiendo con su cabeza. -¿Son tan miserables que no pueden encargarse de él solos?- Expide un jadeo más parecido a una mofa –Necesitar confabular una trampa para destruirlo, no sé quién es más patético si ustedes por débiles o yo por “zorra”- Camina entre ellos con la vista al frente. El frío del invierno no le cala en la desnudez de su cuerpo. Se ha vuelto tan estéril que no puede siquiera procrear el dolor en su piel. Y así como el cuervo escapa a lo lejos del cementerio, ella se dispone a perder la vida en los brazos de la infinita noche porque si quedaba con vida es seguro que levantará un ejército contra todo aquel que se disponga a lastimarlo “Entonces habría que suicidarse, chèrie” torció una mueca sádica en sus labios. No era una mala idea, razón por la cual seguir con vida no la poseía, él seguramente no deseaba estar cerca de ella, Darius nunca la perdonaría o ¿Sí? “No, no lo hará” Encontrada su respuesta, sólo hace falta ejecutar la tarea. Muerte.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Re: Fantasmas {Privado +18}
Las palabras de su captor provocaron a su demonio interior. Casi podía sentir como arañaba su cráneo para hacerse con el control de su mente. “Mátala. Mátalo. Mátalos.” Las garras afiladas se incrustaron con exigencia. Un gruñido ensordecedor surgió desde lo profundo de su garganta, como si cientos de filamentos le atravesaran las cuerdas vocales, provocándole un tormento tan sublime que el sonido era un grito de venganza. “Quiere quitárnosla, Darius. Quiere arrebatarnos lo que nos pertenece.” Débil como estaba, luchar contra él era lo último que deseaba. No. Aquello no es cierto, pensó, sin sorprenderse por la rápida negación. ¿Por qué iba acallar al único que había estado ahí cuando las puertas del infierno se abrieron? Él había estado desde que había despertado con la sed de sangre abrasándolo, le había “consolado” cuando sus manos habían acabado con las vidas de cientos de inocentes, le había hablado cuando nadie más se le había acercado por miedo a encontrar a un monstruo bajo esa fiera mirada. Y todos esos años inmortales en su compañía, él los había canjeado por una vida con Merlina. “Te perdonaré. Lo juro. Solo dámela. Quiero saborearla.” La impaciencia de su demonio le divirtió. Esas sonrisas que su boca había dejado de formar hasta que la vio a ella, ahora parecían formarse en sus labios con facilidad. ¿Era eso lo que se necesitaba? ¿Perderlo todo y que no importase absolutamente nada? “No lo escuches. Miente. Nos ha debilitado. Haz que ella se acerque.” Sabía lo que quería su demonio. El ya podía saborear la sangre maldita de la gitana. Ella le había permitido tomar el elixir de su cuello en más de una ocasión. Él se había controlado porque descubría, para su placer, que no podía hacerle daño. Jamás le habría hecho daño. “Pero aquéllas veces no olía a tu enemigo. Esta vez no podrás detenerte. No te dejaré detenerte.” Lo último fue un grito y esa vez, su mirada cayó en ella. Vio los arañazos donde antes había habido solo piel inmaculada, cabellos enredados donde antes había una cascada sedosa esperando a que enterrase sus manos, pero era su mirada de indiferencia, “De orgullo. De satisfacción. Está saciada.” La ira ensombreció su semblante. Luchó contra las cadenas y, antes de que supiese lo que estaba haciendo, mordió sus muñecas en un intento por escapar. Si dejaba solo los huesos quizás podría deslizar sus manos fuera y entonces obligaría a cualquiera de ellos a hacer algo, lo que sea. Maldita sea.
- Más como una torre. Se rio, infligiéndose más daño. Su demonio lo había alterado notablemente. – Mejor deja el honor a un lado. Los gruñidos se alzaban, rugía por ser escuchado. – Quizás yo no muestre la misma consideración por ti cuando te derrumbe, torre. La sangre comenzó a caer con más rapidez, debilitándose – aun más - al forcejear contra las cadenas. No le importaba si se veía patético, la rabia que lo consumía había creado un fuego inextinguible en sus orbes, en todo su cuerpo. Comenzaba a disfrutar con el dolor. Era uno mismo con él. Sus colmillos afilados brillaban amenazadores bajo los rayos de la Luna que pronto bajaría del trono. Su rostro estaba contraído en una máscara demoniaca, si alguien lo había visto sus primeros años de neófito, lo reconocería en ese momento; ansioso por atacar, por encontrar un objetivo bajo su boca. “Haz que se acerque.” Repitió aquélla voz embelesadora, mientras él se obligaba a escuchar las palabras que formaban los labios hinchados de la gitana. – No. Sonrió, con su propia sangre derramándose por sus comisuras, respondiendo a la primera pregunta de Merlina, aunque estaba seguro que no buscaba una respuesta. Nadie parecía notar su presencia. La falta de sangre no permitía que su cuerpo se sanara con la misma rapidez, así que cuando su hueso chocó contra el metal sintió una corriente de excitación. – Aún no han conocido la miseria, como tampoco la has conocido tú. No necesitaba explicarle el significado de aquéllas palabras. Si lo dejaban ahí, él escaparía. Ahora que había decidido vengarse de los presentes, nada ni nadie lo detendría. La pregunta era… ¿por quién empezaría?
- Más como una torre. Se rio, infligiéndose más daño. Su demonio lo había alterado notablemente. – Mejor deja el honor a un lado. Los gruñidos se alzaban, rugía por ser escuchado. – Quizás yo no muestre la misma consideración por ti cuando te derrumbe, torre. La sangre comenzó a caer con más rapidez, debilitándose – aun más - al forcejear contra las cadenas. No le importaba si se veía patético, la rabia que lo consumía había creado un fuego inextinguible en sus orbes, en todo su cuerpo. Comenzaba a disfrutar con el dolor. Era uno mismo con él. Sus colmillos afilados brillaban amenazadores bajo los rayos de la Luna que pronto bajaría del trono. Su rostro estaba contraído en una máscara demoniaca, si alguien lo había visto sus primeros años de neófito, lo reconocería en ese momento; ansioso por atacar, por encontrar un objetivo bajo su boca. “Haz que se acerque.” Repitió aquélla voz embelesadora, mientras él se obligaba a escuchar las palabras que formaban los labios hinchados de la gitana. – No. Sonrió, con su propia sangre derramándose por sus comisuras, respondiendo a la primera pregunta de Merlina, aunque estaba seguro que no buscaba una respuesta. Nadie parecía notar su presencia. La falta de sangre no permitía que su cuerpo se sanara con la misma rapidez, así que cuando su hueso chocó contra el metal sintió una corriente de excitación. – Aún no han conocido la miseria, como tampoco la has conocido tú. No necesitaba explicarle el significado de aquéllas palabras. Si lo dejaban ahí, él escaparía. Ahora que había decidido vengarse de los presentes, nada ni nadie lo detendría. La pregunta era… ¿por quién empezaría?
Darius Argeneau- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Fantasmas {Privado +18}
Las palmas de Gilles comenzaron a chocar contra si para generar una onda de sonido bastante estruendosa a comparación de los irrefrenables comentarios sórdidos entre los presentes. Habría que darles crédito por el atrevido esfuerzo que realizan, incluso aquel que bostezó alegando no temer del demente ¡Valiente hombrecillo! O quizá estúpido. Esos labios viperinos, se torcieron en una temible sonrisa que denotaba la falta de cordura, mientras esos aplausos continuaron resonando en la inmensidad del cementerio. –No- Abrió sus labios y dejó que sus palmas cesaran para hacer escuchar sus palabras –No le aplaudo al conde, ni a Darius, ni a la puta. ¡Es a mi mismo!- Exclamó la última frase como si alguien más ovacionara las acciones de su ídolo -¡Recordé tu nombre! ¡Lucian!- Vaciló un par de pasos aproximándose hasta el menor de los Argeneau. Estiró la mano para alcanzarlo y acariciar una de sus mejillas pero inmediatamente fue contraída. Estaba loco, pero no era ningún imprudente y creyó que tal vez eso molestaría al señor. –Oh, ten por seguro que iré, pero no estaré sólo-Un mohín y se alejó para enfocarse en el hombre por el cual su condición vampírica no había resultado ser una jodida monotonía. Darius.
Sentimientos encontrados y emociones bizarras. Había algo en su ‘hijo’ que lo conmovía, pero por otra parte estaba realmente enfadado con él. ¿Cómo demonio suponía ser tan débil? Esto es tan sólo el comienzo y Gilles estaba preparado para toda ocasión, de no ser así, una buena improvisación ataviaba los movimientos a ejecutar detrás del telón que resulta ser su enmarañada mente. Se quejó. Entender que los miembros de la familia odien a un integrante es justificable si el individuo en cuestión es alguien como Davignon, así que éste tenía la consciencia en perfectas condiciones al saber que Darius podría soltarse en cualquier momento y arrancarle la cabeza. No le preocupaba, estaría excelsamente orgulloso de ello. Pero estaba débil, acabado por lo que le había hecho y el resultado de la desesperante venganza del conde. Aunque el odio vistiera sus orbes con la más fina elegancia desequilibrada, jamás podría combatir con los dos ahí presentes. Necesitaba sangre, ¿Qué mejor que la sangre de su amor prohibido? Gilles cerró sus ojos y con un súbito e impredecible movimiento alcanzó a la gitana para cargarla con ambas manos y llevarla hasta el frente de Darius. Mordió su cuello y la sangre comenzó a chorrear curvando sobre sus senos, derrapándose hasta el diminuto océano de su ombligo. Los planes de Gilles no eran ofrecerle en bandeja de plata a la maldita perra, ¿Qué caso tenía servírselo? Eso no disponía de ningún reto para Darius y lo que él necesitaba era saber si había elegido bien entre los Argeneau.
La maldad se ciñó sobre el más anciano de los presentes, sonrió de nueva cuenta con ese aire maquiavelo y arrojó a la gitana a una de las criptas vacías. La sangre que robó de aquel cuerpo mortal, fue retenida dentro de sus fauces… tomó la barbilla de Darius y se acercó a él sin importarle el repudio o el rechazo que este pudiese generar, no tenía la fuerza suficiente como para esquivar sus ataques, así cuando restregó su cuerpo contra el ajeno, alcanzó los labios y lo besó. La sangre fluyó a través de su boca hasta llegar a Darius -¡Aliméntate!- No se trataba de una petición, tampoco un ruego para que todo saliera bien y tuviese ese final feliz de cuento de hadas, fue una orden. Con ambas manos doblegó la cabeza de Darius hasta que sus dientes quedaran más cerca del arco en el cuello de Gilles -¡Muérdeme!- Le gritó con una voz grave, una voz que erizaría la piel del más valiente, una voz que abarcaba varios ecos al igual que las blasfemias de “Legión” en el infierno. –No lo repetiré dos veces, Darius- Amenazó con la misma nota sombría y amarga de su garganta –Como tu creador, ¡Te lo ordeno!- Era una frase irrefutable, algo que él debía hacer por el simple hecho de estar bajo los designios de un amo que aún vive entre los muertos. –Pero no me mates… aún- Entrecerró sus ojos y lo apartó de él para poder mirarlo a los ojos. Una carcajada socarrona disfrazó el miedo que sintió al idealizar el fracaso de Darius con la tarea que le encargaría –Podrás, hijo mío, asesinar asesinar a tu padre sólo cuando hayas derribado, al peón, a la torre, al caballo, al alfil y, ....a la reina…- La mitad de su boca continuaba portando esa burla cuando desvió la atención hasta Lucian –Mikhail ni siquiera lo sospecha, pero él no es el rey en esta partida. He sido yo quien ha desplazado las piezas sobre el tablero a mi antojo, no basta con saber que ‘blancas mueven primero’, si no comprendes el juego, terminarán por hacerte jaque-
»Ahora ve y asesina a todo el que puedas, obedece a la voz en tu cabeza. Nunca has estado sólo, Darius. ¿Acaso no sentías esa aura de obscuridad pura observándote en cada etapa de tu vida? Desde el infierno en que se convirtió tu infancia, hasta el reinado efímero que alguna vez tuviste y ahora esto…. Sólo déjate caer al punto sin retorno en la locura del hombre. Ahí donde me vez, actuando sin sentido y aparentándose ser un esquizofrénico psicópata, no olvides que todo esto fue mi idea. ¿Acaso no fui yo quien te capturó para traerte hasta el conde?- Sostuvo con fuerza el rostro de Darius, podía sentir el ardor de su odio correr por las pútridas venas de su cuerpo, como es que su corazón era extirpado de su pecho con una lenta y dolorosa intervención quirúrgica; Gilles no sabía si eso le excitaba o lo enloquecía más. Sí, el monstruo estaba siendo alimentado por el veneno más letal de todos, el orgullo aplastado por un ente diabólico al que muchos le temen y, cuanto más tiempo pasaba, Darius presentaba ser una bomba bajo presión –Hablas de honor cuando tú lo perdiste por culpa de ella ¡Recupéralo! ¡QUE MI MISERIA SEA TU GLORIA!- Y con la carcajada de fondo se despidió de él, levitando por encima de los gigantescos árboles que servían de sombra a los mausoleos del camposanto.
Sentimientos encontrados y emociones bizarras. Había algo en su ‘hijo’ que lo conmovía, pero por otra parte estaba realmente enfadado con él. ¿Cómo demonio suponía ser tan débil? Esto es tan sólo el comienzo y Gilles estaba preparado para toda ocasión, de no ser así, una buena improvisación ataviaba los movimientos a ejecutar detrás del telón que resulta ser su enmarañada mente. Se quejó. Entender que los miembros de la familia odien a un integrante es justificable si el individuo en cuestión es alguien como Davignon, así que éste tenía la consciencia en perfectas condiciones al saber que Darius podría soltarse en cualquier momento y arrancarle la cabeza. No le preocupaba, estaría excelsamente orgulloso de ello. Pero estaba débil, acabado por lo que le había hecho y el resultado de la desesperante venganza del conde. Aunque el odio vistiera sus orbes con la más fina elegancia desequilibrada, jamás podría combatir con los dos ahí presentes. Necesitaba sangre, ¿Qué mejor que la sangre de su amor prohibido? Gilles cerró sus ojos y con un súbito e impredecible movimiento alcanzó a la gitana para cargarla con ambas manos y llevarla hasta el frente de Darius. Mordió su cuello y la sangre comenzó a chorrear curvando sobre sus senos, derrapándose hasta el diminuto océano de su ombligo. Los planes de Gilles no eran ofrecerle en bandeja de plata a la maldita perra, ¿Qué caso tenía servírselo? Eso no disponía de ningún reto para Darius y lo que él necesitaba era saber si había elegido bien entre los Argeneau.
La maldad se ciñó sobre el más anciano de los presentes, sonrió de nueva cuenta con ese aire maquiavelo y arrojó a la gitana a una de las criptas vacías. La sangre que robó de aquel cuerpo mortal, fue retenida dentro de sus fauces… tomó la barbilla de Darius y se acercó a él sin importarle el repudio o el rechazo que este pudiese generar, no tenía la fuerza suficiente como para esquivar sus ataques, así cuando restregó su cuerpo contra el ajeno, alcanzó los labios y lo besó. La sangre fluyó a través de su boca hasta llegar a Darius -¡Aliméntate!- No se trataba de una petición, tampoco un ruego para que todo saliera bien y tuviese ese final feliz de cuento de hadas, fue una orden. Con ambas manos doblegó la cabeza de Darius hasta que sus dientes quedaran más cerca del arco en el cuello de Gilles -¡Muérdeme!- Le gritó con una voz grave, una voz que erizaría la piel del más valiente, una voz que abarcaba varios ecos al igual que las blasfemias de “Legión” en el infierno. –No lo repetiré dos veces, Darius- Amenazó con la misma nota sombría y amarga de su garganta –Como tu creador, ¡Te lo ordeno!- Era una frase irrefutable, algo que él debía hacer por el simple hecho de estar bajo los designios de un amo que aún vive entre los muertos. –Pero no me mates… aún- Entrecerró sus ojos y lo apartó de él para poder mirarlo a los ojos. Una carcajada socarrona disfrazó el miedo que sintió al idealizar el fracaso de Darius con la tarea que le encargaría –Podrás, hijo mío, asesinar asesinar a tu padre sólo cuando hayas derribado, al peón, a la torre, al caballo, al alfil y, ....a la reina…- La mitad de su boca continuaba portando esa burla cuando desvió la atención hasta Lucian –Mikhail ni siquiera lo sospecha, pero él no es el rey en esta partida. He sido yo quien ha desplazado las piezas sobre el tablero a mi antojo, no basta con saber que ‘blancas mueven primero’, si no comprendes el juego, terminarán por hacerte jaque-
»Ahora ve y asesina a todo el que puedas, obedece a la voz en tu cabeza. Nunca has estado sólo, Darius. ¿Acaso no sentías esa aura de obscuridad pura observándote en cada etapa de tu vida? Desde el infierno en que se convirtió tu infancia, hasta el reinado efímero que alguna vez tuviste y ahora esto…. Sólo déjate caer al punto sin retorno en la locura del hombre. Ahí donde me vez, actuando sin sentido y aparentándose ser un esquizofrénico psicópata, no olvides que todo esto fue mi idea. ¿Acaso no fui yo quien te capturó para traerte hasta el conde?- Sostuvo con fuerza el rostro de Darius, podía sentir el ardor de su odio correr por las pútridas venas de su cuerpo, como es que su corazón era extirpado de su pecho con una lenta y dolorosa intervención quirúrgica; Gilles no sabía si eso le excitaba o lo enloquecía más. Sí, el monstruo estaba siendo alimentado por el veneno más letal de todos, el orgullo aplastado por un ente diabólico al que muchos le temen y, cuanto más tiempo pasaba, Darius presentaba ser una bomba bajo presión –Hablas de honor cuando tú lo perdiste por culpa de ella ¡Recupéralo! ¡QUE MI MISERIA SEA TU GLORIA!- Y con la carcajada de fondo se despidió de él, levitando por encima de los gigantescos árboles que servían de sombra a los mausoleos del camposanto.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/11/2010
Re: Fantasmas {Privado +18}
En ese instante Lucian sólo tenía algo claro, que todos estuvieran escupiendo en el rostro de Darius era un show que le hubiese dolido perderse, aunque de algo estuvo seguro, Mikhail debía tomar su papel de autor, de rey que da órdenes como Zeus deja caer los truenos a la tierra, y él ser el ejecutor, quien debía arrancar esa cabeza y se bañara con la sangre maldita de aquel causante de una desdicha que a la distancia lucía pequeña, sin embargo, iba a acompañada de una promesa muy grande y de peso, la de venganza; debía ser él el que sintiera esa carne estrangulada entre sus manos, la muerte dentro de la muerte y sobre todo, la muerte del objetivo de sus lances infinitos, quien –aunque le doliera admitir- de algún modo había marcado la pauta para los sucesos de su inmortalidad. Sonrió de lado al ver al Conde burlarse de su hermano incluso cuando éste había demostrado que lo sucedido lo había quebrado tan hondo que mutó a ese ser que era ahora, a alguien más digno de llevar el apelativo de vampiro. El Conde tenía agallas, se lo concedía, pero hasta un niño que pondría a jugar a las patadas con Darius tan malherido, física y emocionalmente.
Se llevó las manos a los bolsillos del pantalón, nadie ahí parecía capaz de aliarse para irse en contra de otro, no corría peligro, no tenía miedo y lo dejaba demostrado al adoptar aquella pose desenfadada, con la guardia baja. Sólo observaba y rio socarronamente ante las palabras de la mortal, era una idiota al querer estar a la altura de ellos… idiota y valiente, que para el caso eran sinónimos, suspiró ante el anuncio de la llegada del astro rey, era una pena, por él, podía seguir toda una vida, o mil vidas, viendo la caída y destrucción de Darius, aunque le parecía que algo estaba fuera de lugar, ¡claro! No eran Mikhail y él los que proferían el martirio, chasqueó la lengua aunque fue un gesto que sólo él entendió y su risa se acentuó.
-Darius, Darius –negó con la cabeza y dijo con burla -¿no te das cuenta? –sacó las manos de los bolsillos y estiró los brazos como para enseñarle aquella escena de muchos actores (algunos ya ausentes como el Conde) –el derrumbado eres tú –dijo con condescendencia –pero lo mejor –sonrió y lo señaló con el índice derecho, sacudiendo un poco la mano –es que esto aún no acaba –dirigió la vista al captor desquiciado –si quieres que me lo lleve así de fácil, lo haré, me gusta hacer creer a mis presas que pueden complicarme las cosas pero esta vez haré una excepción –regresó las manos a los bolsillos y se encogió de hombros, pero antes de poder agregar algo, un estruendo interrumpió aquello, un aplauso solitario y demente, arqueó una ceja mirando al autor de aquel sonido y giró los ojos cuando le fue “concedido” el honor de que su nombre fuese recordado.
Estuvo a punto de golpear la mano que se avecinaba hacia él pero al no concretarse el movimiento sólo se hizo ligeramente hacia atrás.
-¿Qué es lo que imaginas? ¿Qué Mikhail y yo no te estaremos esperando con un ejército? Danos más crédito, aunque subestimar al enemigo juega a favor de éste, haz lo que quieres, ven a nosotros cuando quieras, seguro mi hermano tendrá mucho que hablar contigo… -se giró hacia Darius –y contigo.
Observó lo que continuó, volteó el rostro ante lo desagradable de todo, un poco como ironía, otro poco porque de hecho le causaba repulsión. La mujer era carne de cañón, pobre, si Lucian tuviese un poco más de corazón y consciencia incluso hubiese considerarlo salvarla, pero ver torturas ajenas le seguía causando deleite incluso con tanto tiempo transcurrido, Tiberius lo había acostumbrado desde niños a observar como mancillaba vidas como si quisiera condicionar a un perro a morder al enemigo.
-¡Caballero, por favor! Tengo prisa, creo que el sol causa el mismo efecto en ustedes como en mi –se burló –así que ustedes deberían tenerla también, ¿quieren apresurarse con esta puesta en escena? Me llevaré a la escoria esta –señaló con la mirada a su hermano –pero necesito que den por terminado su teatrito –y aunque sonaba molesto y exasperado, Lucian en realidad estaba calmado excepto por la inminente presencia de Apolo. Estiró un brazo al frente, la palma miraba al cielo y flexionó los dedos –rápido, ¿quieren? –apresuró.
Se llevó las manos a los bolsillos del pantalón, nadie ahí parecía capaz de aliarse para irse en contra de otro, no corría peligro, no tenía miedo y lo dejaba demostrado al adoptar aquella pose desenfadada, con la guardia baja. Sólo observaba y rio socarronamente ante las palabras de la mortal, era una idiota al querer estar a la altura de ellos… idiota y valiente, que para el caso eran sinónimos, suspiró ante el anuncio de la llegada del astro rey, era una pena, por él, podía seguir toda una vida, o mil vidas, viendo la caída y destrucción de Darius, aunque le parecía que algo estaba fuera de lugar, ¡claro! No eran Mikhail y él los que proferían el martirio, chasqueó la lengua aunque fue un gesto que sólo él entendió y su risa se acentuó.
-Darius, Darius –negó con la cabeza y dijo con burla -¿no te das cuenta? –sacó las manos de los bolsillos y estiró los brazos como para enseñarle aquella escena de muchos actores (algunos ya ausentes como el Conde) –el derrumbado eres tú –dijo con condescendencia –pero lo mejor –sonrió y lo señaló con el índice derecho, sacudiendo un poco la mano –es que esto aún no acaba –dirigió la vista al captor desquiciado –si quieres que me lo lleve así de fácil, lo haré, me gusta hacer creer a mis presas que pueden complicarme las cosas pero esta vez haré una excepción –regresó las manos a los bolsillos y se encogió de hombros, pero antes de poder agregar algo, un estruendo interrumpió aquello, un aplauso solitario y demente, arqueó una ceja mirando al autor de aquel sonido y giró los ojos cuando le fue “concedido” el honor de que su nombre fuese recordado.
Estuvo a punto de golpear la mano que se avecinaba hacia él pero al no concretarse el movimiento sólo se hizo ligeramente hacia atrás.
-¿Qué es lo que imaginas? ¿Qué Mikhail y yo no te estaremos esperando con un ejército? Danos más crédito, aunque subestimar al enemigo juega a favor de éste, haz lo que quieres, ven a nosotros cuando quieras, seguro mi hermano tendrá mucho que hablar contigo… -se giró hacia Darius –y contigo.
Observó lo que continuó, volteó el rostro ante lo desagradable de todo, un poco como ironía, otro poco porque de hecho le causaba repulsión. La mujer era carne de cañón, pobre, si Lucian tuviese un poco más de corazón y consciencia incluso hubiese considerarlo salvarla, pero ver torturas ajenas le seguía causando deleite incluso con tanto tiempo transcurrido, Tiberius lo había acostumbrado desde niños a observar como mancillaba vidas como si quisiera condicionar a un perro a morder al enemigo.
-¡Caballero, por favor! Tengo prisa, creo que el sol causa el mismo efecto en ustedes como en mi –se burló –así que ustedes deberían tenerla también, ¿quieren apresurarse con esta puesta en escena? Me llevaré a la escoria esta –señaló con la mirada a su hermano –pero necesito que den por terminado su teatrito –y aunque sonaba molesto y exasperado, Lucian en realidad estaba calmado excepto por la inminente presencia de Apolo. Estiró un brazo al frente, la palma miraba al cielo y flexionó los dedos –rápido, ¿quieren? –apresuró.
Invitado- Invitado
Re: Fantasmas {Privado +18}
»Y al final de la batalla no causa dolor el haberla perdido, si no el reconocer la ironía que había estado escondiéndose de la realidad sólo para que los demonios tuviesen con que divertirse. Saber que todo el esfuerzo, las lágrimas, la sangre derramada, la agonía y el sacrificio… escupirán, explotarán en el rostro del mártir que los invocó a media noche, entre sombras, entre fantasmas perdidos.
Retorcer las palabras, incumplir las promesas, esperar a que todo regrese a ese sueño efímero, donde la felicidad adoquinaba las esquinas de la vida. Sin retorno, con arrepentimiento, sin piedad, con miedo… Las acciones que se llevan a cabo siempre traerán consecuencias, para bien o para mal así es la vida, la vida que termina en un simple suspiro, en el más inesperado de los momentos, la vida que cambia, la metamorfosis entre una mariposa y el escorpión.
Espinas y rosas, rosas y espinas ¿Por qué nunca se aprende la lección? La derrota es más fúnebre con cada espina clavada en el corazón. Millones de lágrimas que se desearía llorar y no hay otra cosa más que un par de manos cubriendo el rostro, limpiando los ojos acuosos de un alma destrozada. Tragarse el dolor que daña, que lastima, que rompe en fragmentos desesperados la razón y no importa que tan fuerte o que tan lejos se haya viajado, los pasos, las millas, los kilómetros recorridos; no conseguirán que se deje atrás esa pena que mata, que aniquila, que envenena lentamente el espíritu.
Atrapada en medio de la obscuridad, entre las cuatro paredes que represaron su maldición, justo donde el miedo devoraba la fe; se extinguieron todos sus gritos. La ilusión golpeó su rostro y creyó ver la luz, el paraíso para los tontos. Cálidos rayos de sol, perfume de orquídeas, una bella briza. El atardecer, un crepúsculo nuevo y la fantasía perdida, en medio de la tempestad consecutivamente, regresando a la obscuridad de los bosques, con la proeza de haber alcanzado la luz, consumiéndose como el fuego tan rápido, con sus vorágines y remolinos. Deseando vivir cuando la esperanza ya ha muerto.
Retorcer las palabras, incumplir las promesas, esperar a que todo regrese a ese sueño efímero, donde la felicidad adoquinaba las esquinas de la vida. Sin retorno, con arrepentimiento, sin piedad, con miedo… Las acciones que se llevan a cabo siempre traerán consecuencias, para bien o para mal así es la vida, la vida que termina en un simple suspiro, en el más inesperado de los momentos, la vida que cambia, la metamorfosis entre una mariposa y el escorpión.
Espinas y rosas, rosas y espinas ¿Por qué nunca se aprende la lección? La derrota es más fúnebre con cada espina clavada en el corazón. Millones de lágrimas que se desearía llorar y no hay otra cosa más que un par de manos cubriendo el rostro, limpiando los ojos acuosos de un alma destrozada. Tragarse el dolor que daña, que lastima, que rompe en fragmentos desesperados la razón y no importa que tan fuerte o que tan lejos se haya viajado, los pasos, las millas, los kilómetros recorridos; no conseguirán que se deje atrás esa pena que mata, que aniquila, que envenena lentamente el espíritu.
Atrapada en medio de la obscuridad, entre las cuatro paredes que represaron su maldición, justo donde el miedo devoraba la fe; se extinguieron todos sus gritos. La ilusión golpeó su rostro y creyó ver la luz, el paraíso para los tontos. Cálidos rayos de sol, perfume de orquídeas, una bella briza. El atardecer, un crepúsculo nuevo y la fantasía perdida, en medio de la tempestad consecutivamente, regresando a la obscuridad de los bosques, con la proeza de haber alcanzado la luz, consumiéndose como el fuego tan rápido, con sus vorágines y remolinos. Deseando vivir cuando la esperanza ya ha muerto.
Todo es temporal, alegría, tristeza, felicidad, amor;
Y al final el sueño no es diferente a la pesadilla…
Y al final el sueño no es diferente a la pesadilla…
- Spoiler:
- Merlina, su cuerpo yacía inerte al fondo de aquella cripta en donde sólo el amanecer le vio despertar.
Merlina Draven Bancroft- Gitano
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Fecha de inscripción : 15/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Fantasmas {Privado +18}
La inminente amenaza de los rayos solares que pronto bañarían ese camposanto, escenario del principio del fin para Darius –a Lucian le brillaban los ojos con sombría maldad al sólo reproducir esas palabras en su cabeza- lo obligó a apresurar sus movimientos. Todo a su alrededor tenía esa electricidad en el aire que deja una tempestad; eso era lo que había sucedido, una catástrofe, no para él, pero sí para su hermano y sí para el mundo, pues Darius era ahora una amenaza y aunque no lo diría en voz alta, era una amenaza de consideración, podía sentirlo, lo intuía y prefería aplastarlo antes de comprobarlo, para su desgracias no podía actuar solo, tendría que ir primero frente a Mikhail, esta vez, al cruzar por su mente ese pensamiento se sintió verdaderamente humillado. Tenía que pedirle permiso a su hermano para absolutamente todo y eso era vergonzoso. Alzó el rostro, dio un vistazo al lugar y olvidó todo para hacer una mueca de retorcida burla cuando su vista aterrizó a ese que era igual y distinto a él.
-Ya escuchaste hermanito, eres mío… -pausó –nuestro –rectificó. «Nuestro», de los otros dos Argeneau, a los que no rompieron como a Anthony lo acababan de hacer, sino que habían nacido quebrados por la desgracia de su segundo y tercer puesto en la carrera de su nacimiento-. ¿Quieres que te lleve cargando o prefieres caminar? –se burló mientras se acercaba. Quiso tomarlo del brazo pero al final se arrepintió, no estaba en las mejores condiciones, pero sabía que la furia que aun exudaba de cada poro sería suficiente combustible para iniciar un incendio.
Por supuesto que Tiberius agradecería la ofrenda que le llevaría. No era cualquier tributo, era el máximo que se le podía ofrecer. Por un segundo Lucian pensó en qué destino le deparaba al amado primogénito, y luego se respondió en automático que no importaba mientras pagara. ¿Pagar? ¿Cuál era verdaderamente su deuda? El menor de los hermanos a veces creía que ese saldo ya se había diluido con los años, que ya no valía la pena seguir con aquel arraigado odio, que era mejor olvidarse que Darius existía, continuar cada uno de los tres con su inmortal existencia; esos eran los verdaderos momentos en los que Lucian flaqueaba, cuando ponía en duda sus temores y su lealtad para con su hermano, porque no era la sangre lo que los unía, el vínculo que no les permitía separarse era ese, el de un rey y su más fiel servidor. Pero esos pensamientos se esfumaban y volvía a convencerse que sí, que el otro merecía pagar y que el suplicio que le hicieran padecer era nada en comparación a lo que en verdad merecía.
Cuando llegó a París, cuando se decidió a salir esa noche antes de finalmente llegar frente al rey al que servía –y su mujer-, no se imaginó que frente a sus ojos que lo han visto todo a lo largo de las centurias, se dibujaría aquel panorama que parecía sacado de la obra más irónica de la que la humanidad tuviese memoria. Un extraño, pero complaciente recibimiento a la eterna capital gala. Al menos, pensó, esta vez había sido él y no Mikhail el testigo del cruel castigo y del subsecuente destino de su hermano, y blanco de todos sus esfuerzos de destrucción. Giró el rostro a la línea del horizonte, el frío caía como una loza sobre el suelo húmedo y no quedaba más por hacerse, las preguntas vendrías luego (el interrogatorio al que sería sometido Darius, desde luego), a ninguno le convenía quedarse.
La reunión de los hermanos no estaba programada y parecía perpetuamente retrasada, y ahí estaba, a punto de concretarse. Lo que sucedería era un completo misterio para Darius, para él e incluso para Mikhail; era algo que buscaban, claro, pero que no creyeron llegaría algún día.
Y con el sol cayó el telón.
-Ya escuchaste hermanito, eres mío… -pausó –nuestro –rectificó. «Nuestro», de los otros dos Argeneau, a los que no rompieron como a Anthony lo acababan de hacer, sino que habían nacido quebrados por la desgracia de su segundo y tercer puesto en la carrera de su nacimiento-. ¿Quieres que te lleve cargando o prefieres caminar? –se burló mientras se acercaba. Quiso tomarlo del brazo pero al final se arrepintió, no estaba en las mejores condiciones, pero sabía que la furia que aun exudaba de cada poro sería suficiente combustible para iniciar un incendio.
Por supuesto que Tiberius agradecería la ofrenda que le llevaría. No era cualquier tributo, era el máximo que se le podía ofrecer. Por un segundo Lucian pensó en qué destino le deparaba al amado primogénito, y luego se respondió en automático que no importaba mientras pagara. ¿Pagar? ¿Cuál era verdaderamente su deuda? El menor de los hermanos a veces creía que ese saldo ya se había diluido con los años, que ya no valía la pena seguir con aquel arraigado odio, que era mejor olvidarse que Darius existía, continuar cada uno de los tres con su inmortal existencia; esos eran los verdaderos momentos en los que Lucian flaqueaba, cuando ponía en duda sus temores y su lealtad para con su hermano, porque no era la sangre lo que los unía, el vínculo que no les permitía separarse era ese, el de un rey y su más fiel servidor. Pero esos pensamientos se esfumaban y volvía a convencerse que sí, que el otro merecía pagar y que el suplicio que le hicieran padecer era nada en comparación a lo que en verdad merecía.
Cuando llegó a París, cuando se decidió a salir esa noche antes de finalmente llegar frente al rey al que servía –y su mujer-, no se imaginó que frente a sus ojos que lo han visto todo a lo largo de las centurias, se dibujaría aquel panorama que parecía sacado de la obra más irónica de la que la humanidad tuviese memoria. Un extraño, pero complaciente recibimiento a la eterna capital gala. Al menos, pensó, esta vez había sido él y no Mikhail el testigo del cruel castigo y del subsecuente destino de su hermano, y blanco de todos sus esfuerzos de destrucción. Giró el rostro a la línea del horizonte, el frío caía como una loza sobre el suelo húmedo y no quedaba más por hacerse, las preguntas vendrías luego (el interrogatorio al que sería sometido Darius, desde luego), a ninguno le convenía quedarse.
La reunión de los hermanos no estaba programada y parecía perpetuamente retrasada, y ahí estaba, a punto de concretarse. Lo que sucedería era un completo misterio para Darius, para él e incluso para Mikhail; era algo que buscaban, claro, pero que no creyeron llegaría algún día.
Y con el sol cayó el telón.
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