AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Secuestrada en Noruega [Jerarld]
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Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Recuerdo del primer mensaje :
Era un viaje largo y por ello peligroso. Debía seguir las leyes de mi naturaleza y descansar de día para viajar de noche. Empecé el trayecto rumbo a Noruega tomando un barco desde París hasta Amsterdam, parando allí para pasar la noche dado que el viaje había sido de noche. Cuando el sol cayó de nuevo, tomé otra ruta en barco hasta Copenague. Dejé pasar el día y cuando de nuevo me sentí segura, retomé el viaje hasta llegar a Skien. Aquella mañana dormí profundamente, pues era consciente de que aquella misma noche terminaría con la búsqueda de tantos siglos. Cuando la luna se posó en el firmamento, fui directa hacia la ciudad dónde salvaguardaban mi última pertenencia robada, la corona de mi abuelo Gudrek.
Se trataba de un gran museo con fuertes medidas de seguridad. Sin embargo, las personas que protegían el lugar no tenían en cuenta qué clase enemiga era yo para ellos. Jamás imaginaron que tras una de sus piezas iría una vampiresa de setecientos años de edad. Así, vestida con un corto y ceñido traje negro y un pañuelo azabache que cubría mi rostro, entré por la ventana haciendo el mínimo sonido. Caí sobre el fino mármol blanco del suelo y me deslicé directamente hacia el piso segundo, donde se hallaban las colecciones vikingas. Allí, protegida entre dos guardias, brillaba mi preciada corona. Sonreí para mí misma y me acerqué a ellos de frente, usando mis encantos para seducirlos y controlar su mente para dejarles confundidos, momento que aproveché para sacar la corona con un rápido movimiento de manos y destruyendo la vitrina en la que se hallaba. Los cristales al caer al suelo hicieron un leve estruendo, pero suficiente para llamar la atención de más guardias. Entonces corrí hacia la misma ventana por la que había entrado y salté por ella, sin dejar de correr ni mirar atrás.
Las callejuelas de la ciudad, estrechas, oscuras, solitarias y malolientes, me recordaron qué tan limpio y bien cuidado estaba París. Me recosté en una pared de la calle y me detuve en inspeccionar la joya que tenía entre mis manos. Por fin había recuperado aquello que por legítimo derecho, me pertenecía. De pronto, un fuerte aroma a vampiro me sorprendió y aunque busqué el orígen no lo hallé. Aún así, me mantuve alerta y guardé la corona en una mochila que llevaba encima. Me alejé de la pared y volví a caminar, pero no había dado ni cuatro pasos que me vi rodeada por siete u ocho vampiros en posición atacante. Dejé que mis colmillos asomaran por mis labios y gruñí guturalmente. No habiendo captado mi amenaza o no queriendo escucharla, se avalanzaron todos hacia mí mientras yo me defendía como buenamente podía, pero mis largos años contra todo ese escuadrón fueron irrelevantes. Uno de ellos tomó mi mochila para inspeccionarla, sonriendo con malícia cuando encontró la relíquia. Mientras, el resto me sostenía de los brazos, cintura, piernas e incluso cuello para que no les mordiera. Estaba hecha una fiera pero por primera vez en mi larga existencia, tenía miedo.
Ellos no cruzaron ni una sola palabra conmigo, me metieron en un carruaje negro y me amordazaron. Pasamos largas horas cabalgando hasta que el carro se detuvo al fin, sacándome de él del modo más bestia y descortés que jamás había conocido. Al alzar la vista, contemplé un maravilloso palacio de estilo gótico, realmente grande y precioso. Con la boca abierta me arrastraron hacia la entrada, cruzando una enorme reja de hierro y perdiéndome en un frondoso jardín con fuentes y estatuas varias. En la escalera de mármol nos esperaba un hombre, vampiro también, quizás era mayor que yo. Le miré llena de odio y repulsión hasta que pasé por su lado, momento en el que aproveché para escupirle en su traje de caballero. Él sonrió e hizo un gesto a los que me llevaban presa, quienes me guiaron a la fuerza a un gran recibidor, desviándose por unas estrechas escaleras que llevaban a un sótano lleno de cadenas y armas usadas para torturar. ¿Qué pensaban hacerme? ¿Qué querían de mí? Mordía mi labio inferior cuando me obligaron a alzar las manos, atando mis manos a unas cadenas que colgaban del techo de piedra. La sala permanecía en la penumbra, sólo iluminada por unas antorchas. Era granda y espaciosa y frente a mí, me encerraba una reja de hierro como la de la entrada a la mansión. No grité, no pregunté. El miedo me acobardaba y mataba mi voz. Sólo mis ojos se humedecieron y ese gesto ya fue motivo de burla por todos los presentes. Los ocho vampiros que me habían asaltado y el cabecilla de todo aquello. ¿Terminaría allí mi larga e insulsa vida? De ése hombre dependía.
Era un viaje largo y por ello peligroso. Debía seguir las leyes de mi naturaleza y descansar de día para viajar de noche. Empecé el trayecto rumbo a Noruega tomando un barco desde París hasta Amsterdam, parando allí para pasar la noche dado que el viaje había sido de noche. Cuando el sol cayó de nuevo, tomé otra ruta en barco hasta Copenague. Dejé pasar el día y cuando de nuevo me sentí segura, retomé el viaje hasta llegar a Skien. Aquella mañana dormí profundamente, pues era consciente de que aquella misma noche terminaría con la búsqueda de tantos siglos. Cuando la luna se posó en el firmamento, fui directa hacia la ciudad dónde salvaguardaban mi última pertenencia robada, la corona de mi abuelo Gudrek.
Se trataba de un gran museo con fuertes medidas de seguridad. Sin embargo, las personas que protegían el lugar no tenían en cuenta qué clase enemiga era yo para ellos. Jamás imaginaron que tras una de sus piezas iría una vampiresa de setecientos años de edad. Así, vestida con un corto y ceñido traje negro y un pañuelo azabache que cubría mi rostro, entré por la ventana haciendo el mínimo sonido. Caí sobre el fino mármol blanco del suelo y me deslicé directamente hacia el piso segundo, donde se hallaban las colecciones vikingas. Allí, protegida entre dos guardias, brillaba mi preciada corona. Sonreí para mí misma y me acerqué a ellos de frente, usando mis encantos para seducirlos y controlar su mente para dejarles confundidos, momento que aproveché para sacar la corona con un rápido movimiento de manos y destruyendo la vitrina en la que se hallaba. Los cristales al caer al suelo hicieron un leve estruendo, pero suficiente para llamar la atención de más guardias. Entonces corrí hacia la misma ventana por la que había entrado y salté por ella, sin dejar de correr ni mirar atrás.
Las callejuelas de la ciudad, estrechas, oscuras, solitarias y malolientes, me recordaron qué tan limpio y bien cuidado estaba París. Me recosté en una pared de la calle y me detuve en inspeccionar la joya que tenía entre mis manos. Por fin había recuperado aquello que por legítimo derecho, me pertenecía. De pronto, un fuerte aroma a vampiro me sorprendió y aunque busqué el orígen no lo hallé. Aún así, me mantuve alerta y guardé la corona en una mochila que llevaba encima. Me alejé de la pared y volví a caminar, pero no había dado ni cuatro pasos que me vi rodeada por siete u ocho vampiros en posición atacante. Dejé que mis colmillos asomaran por mis labios y gruñí guturalmente. No habiendo captado mi amenaza o no queriendo escucharla, se avalanzaron todos hacia mí mientras yo me defendía como buenamente podía, pero mis largos años contra todo ese escuadrón fueron irrelevantes. Uno de ellos tomó mi mochila para inspeccionarla, sonriendo con malícia cuando encontró la relíquia. Mientras, el resto me sostenía de los brazos, cintura, piernas e incluso cuello para que no les mordiera. Estaba hecha una fiera pero por primera vez en mi larga existencia, tenía miedo.
Ellos no cruzaron ni una sola palabra conmigo, me metieron en un carruaje negro y me amordazaron. Pasamos largas horas cabalgando hasta que el carro se detuvo al fin, sacándome de él del modo más bestia y descortés que jamás había conocido. Al alzar la vista, contemplé un maravilloso palacio de estilo gótico, realmente grande y precioso. Con la boca abierta me arrastraron hacia la entrada, cruzando una enorme reja de hierro y perdiéndome en un frondoso jardín con fuentes y estatuas varias. En la escalera de mármol nos esperaba un hombre, vampiro también, quizás era mayor que yo. Le miré llena de odio y repulsión hasta que pasé por su lado, momento en el que aproveché para escupirle en su traje de caballero. Él sonrió e hizo un gesto a los que me llevaban presa, quienes me guiaron a la fuerza a un gran recibidor, desviándose por unas estrechas escaleras que llevaban a un sótano lleno de cadenas y armas usadas para torturar. ¿Qué pensaban hacerme? ¿Qué querían de mí? Mordía mi labio inferior cuando me obligaron a alzar las manos, atando mis manos a unas cadenas que colgaban del techo de piedra. La sala permanecía en la penumbra, sólo iluminada por unas antorchas. Era granda y espaciosa y frente a mí, me encerraba una reja de hierro como la de la entrada a la mansión. No grité, no pregunté. El miedo me acobardaba y mataba mi voz. Sólo mis ojos se humedecieron y ese gesto ya fue motivo de burla por todos los presentes. Los ocho vampiros que me habían asaltado y el cabecilla de todo aquello. ¿Terminaría allí mi larga e insulsa vida? De ése hombre dependía.
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Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
La desnudez rubirozó nuestras mejillas y Jerarld bromeó antes de agacharse y darme la espalda para no verme. Me pregunté si simplemente no le atraía como mujer, pues cualquier hombre daría su vida por verme como él podría hacerlo si quisiera. Él deshizo el nudo de aquél saco y miró en su interior, hallando una gran masa pastosa de color grisáceo, una mezcla del papel y la tinta. Mis labios esbozaron una mueca y me acerqué a él despacio, agachándome y apoyando mi mentón en su hombro, abrazando su espalda sin poder detener cierto contacto entre ambos cuerpos. Aún así, no me importó, quería demostrarle que lamentaba lo ocurrido con sus ilusiones.
Jerarld se volteó para mirarme y sus palabras me conmovieron, no sabiendo qué decir exactamente. Pero sus ojos... centellearon llenos de deseo y ni tan siquiera quise estar equivocada en mi intuición femenida. Y no lo estuve. El vampiro me tomó entre sus brazos, acunándome férreamente pero con dulzura al mismo tiempo, llenando mi piel de sus cálidos besos. Primero mis labios sedientos de él, luego mi cuello, mis hombros, mis pechos, mi ombligo...
- Ni yo que pudiese desearte tanto.- murmuré mordiendo mi labio inferior, casi febril por aquella situación tan súmamente comprometida y morbosa.
Jerarld Délvheen se había convertido en una parte de mi vida indispensable. Sin a penas darme cuenta, había ocupado mi corazón de un modo estremecedor, a sabiendas de que pasara lo que pasara entre nosotros, siempre estaríamos juntos. Siempre quedaría en nuestra memoria aquellas sensaciones y sentimientos que ambos nos profesábamos. Y sabía que probablemente, aquello sólo era el principio de lo que más adelante llegaría a ser. La sola idea de distanciarme de Jerarld me ponía ansiosa, me oprimía el pecho y casi me hacía jadear, como si me abrieran en canal y estrujaran mi corazón hasta exprimir hasta su última gota de sangre. Como si me ahogaran en un océano gélido y oscuro, sintiendo cómo la frialdad se clavaba como puñales por mi espalda. No, definitivamente nada me alejaría de aquél inmortal dueño de mi corazón y mi alma. Nada ni nadie podría destruí aquella semilla que empezaba a florecer en mi interior.
Entrelacé mis dedos en su cabell en un estúpido intento de acercarme más a él, de querer fundirme con su cuerpo y sus besos. Mi piel ardía en deseo y mis labios proferían algún que otro jadeo dado a lo duro que se me hacía contenerme ante él. Mis manos le empujaron levemente, lo suficiente como para tumbarlo en aquél césped de altas hierbas que como una cortina, protegían aquella intimidad que habíamos creado entre caricias. Estando sobre él, vigilé de no tocar demasiado sus heridas aunque no pude controlar mis instintos salvajes y quedé sentada sobre su cadera, mirándole con curiosidad por saber qué era lo que quería de mí, por intentar averiguar si deseaba lo mismo que yo o por lo contrario, me equivocaba de señal y Jerarld sólo quería un insignificante beso de mi boca. Aún así, le provoqué de la forma más sensual que sabí, mordiendo juguetonamente sus labios y su cuello, acariciando su pectoral desnudo y recorriendo mi lengua por el contorno de su oreja, riendo en ocasiones por los estremecimientos de Jerarld, probablemente dados por la excitación que ambos empezábamos a sentir. ¿O no?
Jerarld se volteó para mirarme y sus palabras me conmovieron, no sabiendo qué decir exactamente. Pero sus ojos... centellearon llenos de deseo y ni tan siquiera quise estar equivocada en mi intuición femenida. Y no lo estuve. El vampiro me tomó entre sus brazos, acunándome férreamente pero con dulzura al mismo tiempo, llenando mi piel de sus cálidos besos. Primero mis labios sedientos de él, luego mi cuello, mis hombros, mis pechos, mi ombligo...
- Ni yo que pudiese desearte tanto.- murmuré mordiendo mi labio inferior, casi febril por aquella situación tan súmamente comprometida y morbosa.
Jerarld Délvheen se había convertido en una parte de mi vida indispensable. Sin a penas darme cuenta, había ocupado mi corazón de un modo estremecedor, a sabiendas de que pasara lo que pasara entre nosotros, siempre estaríamos juntos. Siempre quedaría en nuestra memoria aquellas sensaciones y sentimientos que ambos nos profesábamos. Y sabía que probablemente, aquello sólo era el principio de lo que más adelante llegaría a ser. La sola idea de distanciarme de Jerarld me ponía ansiosa, me oprimía el pecho y casi me hacía jadear, como si me abrieran en canal y estrujaran mi corazón hasta exprimir hasta su última gota de sangre. Como si me ahogaran en un océano gélido y oscuro, sintiendo cómo la frialdad se clavaba como puñales por mi espalda. No, definitivamente nada me alejaría de aquél inmortal dueño de mi corazón y mi alma. Nada ni nadie podría destruí aquella semilla que empezaba a florecer en mi interior.
Entrelacé mis dedos en su cabell en un estúpido intento de acercarme más a él, de querer fundirme con su cuerpo y sus besos. Mi piel ardía en deseo y mis labios proferían algún que otro jadeo dado a lo duro que se me hacía contenerme ante él. Mis manos le empujaron levemente, lo suficiente como para tumbarlo en aquél césped de altas hierbas que como una cortina, protegían aquella intimidad que habíamos creado entre caricias. Estando sobre él, vigilé de no tocar demasiado sus heridas aunque no pude controlar mis instintos salvajes y quedé sentada sobre su cadera, mirándole con curiosidad por saber qué era lo que quería de mí, por intentar averiguar si deseaba lo mismo que yo o por lo contrario, me equivocaba de señal y Jerarld sólo quería un insignificante beso de mi boca. Aún así, le provoqué de la forma más sensual que sabí, mordiendo juguetonamente sus labios y su cuello, acariciando su pectoral desnudo y recorriendo mi lengua por el contorno de su oreja, riendo en ocasiones por los estremecimientos de Jerarld, probablemente dados por la excitación que ambos empezábamos a sentir. ¿O no?
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Mientras Eyra se situaba encima mío sentía que no podía controlarme más. Lo intentaba aun.
El porqué? Porque de alguna forma esperaba que algo nos detuviese, habían más personas en otras partes que nos esperaban, nos odiaban, o nos querían…Al menos yo deseaba pensar que me odiaban más que me querían.
Era como si sus fantasmas nos acechasen intentando aguarnos la fiesta. Y ya bastante aguados estábamos, pues acabábamos de salir de un rio y estábamos dios sabe en qué parte del bosque, perdidos, heridos, desnudos y hambrientos…sobretodo hambrientos.
Contemple a Eyra, su rostro me miraba sabiendo que yo no tenía escapatoria,seduciéndome, acariciándome, era como si ella supiese precisamente que hacer para que perdiese el poco juicio que me quedaba.
Pero en el ahora, en este preciso instante no había nada, absolutamente nada que nos detuviese. Y aquello me atormentaba aun más.
Sus labios mordieron los míos y sus caricias rozaron mis heridas suavemente mientras yo arqueaba la espalda estremeciéndome y gruñendo de dolor, era como si el placer y el dolor fuesen siempre de la mano entre nosotros. Como si inconscientemente incluso en aquel intimo momento las cosas fuesen complicadas para nosotros, pero no pensaba permitirlo.
Quizás había dolor, pero pensaba apaciguarlo con mi tacto. Las heridas de nuestro cuerpo, al igual que las de nuestras almas estaban abiertas pero nosotros estábamos dispuestos a sanar, nadie decía que fuese a ser fácil ni mucho menos rápido. Pero algo se movía dentro de nosotros, empujándonos, diciéndonos que todo estaba allí. La cura a todos los males simplemente estaba alli delante de nosotros.
Mire al ángel y comencé a sonreírle pícaramente.
-si quieres que pierda la poca cordura que me queda lo estas consiguiendo…dije antes de perderme en su cuello, susurrando mientras lamia el lóbulo de su oreja
…Te juro que lo intente…intente comportarme…desde el primer momento en que te vi...
Me reía…porque me reía? Oh si aquello de la demencia de los escritores. Supongo que el ángel ya lo había descubierto y de alguna forma no le importaba.
Ya no podia reprimirme...
Note como mis dientes afloraban sin poder controlarlo. El deseo, la pasión, el dolor y el hambre comenzaban a unirse en una mescla salvaje.
Le apreté con fuerza contra mí, también sintiendo como se mordía los labios para reprimir el grito del dolor que le causaba mi tacto en su dolorida espalda.
Me apresure en girarme para poder situarme encima suyo mientras sus piernas envolvían mi cintura. Nos comenzamos a fundir en uno solo mientras nuestras almas atormentadas pedían agonizantes que no se les separase.
Su cabello, su aroma, su piel me envolvía haciéndome olvidar todo lo demás mientras yo sostenía sus muñecas contra el suelo para poder posar mis labios en el espacio de su garganta. Deje que mis besos primero se deslizaban por su cuello mientras poco a poco mis dientes afloraban para hundirse sin más remedio en ella.
Toda ella era para mí la constante tentación llevada al límite. Como si una fuerza invisible me obligase a tomarle, por fin sorbiendo su aroma, su sabor, su esencia, todo aquello junto, llevándome mas allá de la locura procurando que ninguna gota de su precioso líquido carmesí se derramase…solté sus muñecas para dejar que mis manos se deslizasen por sus suaves curvas.
Bebí de su esencia solo un sorbo, no deseaba debilitarle, pero aun así, con un pequeño sorbo comencé a notar como volvía a sentirme nuevamente más fuerte, su sangre me daba fuerza al igual que su compañía, ella era la vida entre la muerte y mi luz en las tinieblas…
Nada en ese instante nos podia separar, porque simplemente no eramos dueños de nuestra voluntad ni de nuestros actos. nuestro dueño estaba ahi delante nuestro exigiendonos más y más...
El porqué? Porque de alguna forma esperaba que algo nos detuviese, habían más personas en otras partes que nos esperaban, nos odiaban, o nos querían…Al menos yo deseaba pensar que me odiaban más que me querían.
Era como si sus fantasmas nos acechasen intentando aguarnos la fiesta. Y ya bastante aguados estábamos, pues acabábamos de salir de un rio y estábamos dios sabe en qué parte del bosque, perdidos, heridos, desnudos y hambrientos…sobretodo hambrientos.
Contemple a Eyra, su rostro me miraba sabiendo que yo no tenía escapatoria,seduciéndome, acariciándome, era como si ella supiese precisamente que hacer para que perdiese el poco juicio que me quedaba.
Pero en el ahora, en este preciso instante no había nada, absolutamente nada que nos detuviese. Y aquello me atormentaba aun más.
Sus labios mordieron los míos y sus caricias rozaron mis heridas suavemente mientras yo arqueaba la espalda estremeciéndome y gruñendo de dolor, era como si el placer y el dolor fuesen siempre de la mano entre nosotros. Como si inconscientemente incluso en aquel intimo momento las cosas fuesen complicadas para nosotros, pero no pensaba permitirlo.
Quizás había dolor, pero pensaba apaciguarlo con mi tacto. Las heridas de nuestro cuerpo, al igual que las de nuestras almas estaban abiertas pero nosotros estábamos dispuestos a sanar, nadie decía que fuese a ser fácil ni mucho menos rápido. Pero algo se movía dentro de nosotros, empujándonos, diciéndonos que todo estaba allí. La cura a todos los males simplemente estaba alli delante de nosotros.
Mire al ángel y comencé a sonreírle pícaramente.
-si quieres que pierda la poca cordura que me queda lo estas consiguiendo…dije antes de perderme en su cuello, susurrando mientras lamia el lóbulo de su oreja
…Te juro que lo intente…intente comportarme…desde el primer momento en que te vi...
Me reía…porque me reía? Oh si aquello de la demencia de los escritores. Supongo que el ángel ya lo había descubierto y de alguna forma no le importaba.
Ya no podia reprimirme...
Note como mis dientes afloraban sin poder controlarlo. El deseo, la pasión, el dolor y el hambre comenzaban a unirse en una mescla salvaje.
Le apreté con fuerza contra mí, también sintiendo como se mordía los labios para reprimir el grito del dolor que le causaba mi tacto en su dolorida espalda.
Me apresure en girarme para poder situarme encima suyo mientras sus piernas envolvían mi cintura. Nos comenzamos a fundir en uno solo mientras nuestras almas atormentadas pedían agonizantes que no se les separase.
Su cabello, su aroma, su piel me envolvía haciéndome olvidar todo lo demás mientras yo sostenía sus muñecas contra el suelo para poder posar mis labios en el espacio de su garganta. Deje que mis besos primero se deslizaban por su cuello mientras poco a poco mis dientes afloraban para hundirse sin más remedio en ella.
Toda ella era para mí la constante tentación llevada al límite. Como si una fuerza invisible me obligase a tomarle, por fin sorbiendo su aroma, su sabor, su esencia, todo aquello junto, llevándome mas allá de la locura procurando que ninguna gota de su precioso líquido carmesí se derramase…solté sus muñecas para dejar que mis manos se deslizasen por sus suaves curvas.
Bebí de su esencia solo un sorbo, no deseaba debilitarle, pero aun así, con un pequeño sorbo comencé a notar como volvía a sentirme nuevamente más fuerte, su sangre me daba fuerza al igual que su compañía, ella era la vida entre la muerte y mi luz en las tinieblas…
Nada en ese instante nos podia separar, porque simplemente no eramos dueños de nuestra voluntad ni de nuestros actos. nuestro dueño estaba ahi delante nuestro exigiendonos más y más...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Ronroneé en su oído, provocándole con mil caricias e infinitos besos que se posaban en su piel desnuda y le hacían tiritar. Jerarld parecía encontrarse al borde de la locura, abandonando por primera vez en mucho tiempo aquello en lo que él creía. Tomándome así entre sus brazos y acunándome en su boca, abandonaba aquellas normas y reglas morales que le habían empujado a contenerse conmigo. Y yo me sentía radiante en felicidad, sin poder evitar mordisquear mi labio inferior presa de la excitación del momento cuando el vampiro se adueñó de mi cuerpo, posicionándome bajo él y deleitándome con sus labios sedientos y la yema de sus dedos recorriendo las curvas de mi figura femenina.
Sus palabras erizaron mi piel y no pude reprimir una sonrisa llena de diversión y picardía. Entonces sentí cómo Jerarld se fundía con mi cuerpo, primero poco a poco, tentando el terreno y haciendome jadear de puro placer, para luego ir tomando un ritmo frenético, casi febril y salvaje. Mientras, sus labios se entre abrieron a la altura de mi cuello y con un mordizco limpio y sutil, succionó un poco de mi sangre, sintiendo cómo ésta se desvanecía de mi cuerpo mientra sentía su verga embistiéndome con necesidad. Era una mezcla placentera y morbosa que no había probado nunca. De ese modo, sellábamos un pacto silencioso en el que yo le pertenecía a él en todos los sentidos. Ahora, mi sangre corría por sus venas y mi cuerpo le deseaba como único dueño de mi piel.
- Descontrólate... descontrólame.- le supliqué con voz entrecortada, echando mi cabeza hacia atrás por la intensidad de sus embestidas.
Yo gemía poniendo los ojos en blanco, clavando mis uñas en su espalda para acercarle más a mí, queriendo fundirme literalmente con su piel. Jadeé, dejando que mi aroma embriagase al inmortal y sintiendo la excitación al borde de la lujuria, mis colmillos afloraron silenciosos entre mis labios y besé su yugular antes de mordele suavemente, sin desperdiciar ni una gota de su esencia más pura. Lamí su herida con deseo y frenesí antes de observar cómo su herida se cerraba más rápidamente. Aquello me recordó los latigazos en mi espalda y sonreí satisfecha cuando comprobé que a penas sentía ya el dolor en esa zona. La sangre de Jerarld había sanado casi por completo mis heridas y ahora me proporcionaba un placer inhumano.
Relamí mis labios todavía con resquicios de su sangre y me incliné levemente hacia él, estrechando mis piernas alrededor de su cadera, sintiendo como si su cuerpo ardiente en deseos irrefrenables me absorviera casi por completo. Y de nuevo, me perdí en su boca, explorando cada rincón insospechado de ella, emanando de mi boca el aliento que se deslizó por su garganta para encontrar el camino más sencillo hasta su corazón, abriendo su reja y tras cerciorarse de que nadie más lo ocupaba, clavar una bandera con la imagen de mi rostro, asegurándome de que de aquella forma, Jerarld Délvheen jamás pudiera olvidarme. ¿Lo conseguí? Eso sería otra historia y a la que debería responder él.
Sus palabras erizaron mi piel y no pude reprimir una sonrisa llena de diversión y picardía. Entonces sentí cómo Jerarld se fundía con mi cuerpo, primero poco a poco, tentando el terreno y haciendome jadear de puro placer, para luego ir tomando un ritmo frenético, casi febril y salvaje. Mientras, sus labios se entre abrieron a la altura de mi cuello y con un mordizco limpio y sutil, succionó un poco de mi sangre, sintiendo cómo ésta se desvanecía de mi cuerpo mientra sentía su verga embistiéndome con necesidad. Era una mezcla placentera y morbosa que no había probado nunca. De ese modo, sellábamos un pacto silencioso en el que yo le pertenecía a él en todos los sentidos. Ahora, mi sangre corría por sus venas y mi cuerpo le deseaba como único dueño de mi piel.
- Descontrólate... descontrólame.- le supliqué con voz entrecortada, echando mi cabeza hacia atrás por la intensidad de sus embestidas.
Yo gemía poniendo los ojos en blanco, clavando mis uñas en su espalda para acercarle más a mí, queriendo fundirme literalmente con su piel. Jadeé, dejando que mi aroma embriagase al inmortal y sintiendo la excitación al borde de la lujuria, mis colmillos afloraron silenciosos entre mis labios y besé su yugular antes de mordele suavemente, sin desperdiciar ni una gota de su esencia más pura. Lamí su herida con deseo y frenesí antes de observar cómo su herida se cerraba más rápidamente. Aquello me recordó los latigazos en mi espalda y sonreí satisfecha cuando comprobé que a penas sentía ya el dolor en esa zona. La sangre de Jerarld había sanado casi por completo mis heridas y ahora me proporcionaba un placer inhumano.
Relamí mis labios todavía con resquicios de su sangre y me incliné levemente hacia él, estrechando mis piernas alrededor de su cadera, sintiendo como si su cuerpo ardiente en deseos irrefrenables me absorviera casi por completo. Y de nuevo, me perdí en su boca, explorando cada rincón insospechado de ella, emanando de mi boca el aliento que se deslizó por su garganta para encontrar el camino más sencillo hasta su corazón, abriendo su reja y tras cerciorarse de que nadie más lo ocupaba, clavar una bandera con la imagen de mi rostro, asegurándome de que de aquella forma, Jerarld Délvheen jamás pudiera olvidarme. ¿Lo conseguí? Eso sería otra historia y a la que debería responder él.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Algo me decía que ya nada sería lo mismo después de aquella noche, no podía serlo.
Compartir aquello con ella era demasiado, no significaba simplemente estar juntos, poseernos el uno al otro, haber escapado de la muerte…
Mientras sentía su tacto debajo de mi y sus caricias rozando cada centímetro de mi cuerpo, entendí que todo esto era algo que iba más allá de nuestro entendimiento. Era haber encontrado la mitad que me faltaba, haber encontrado a la dueña de mi alma.
Sostuve su cabeza con mis dedos enredados en sus ondulados cabellos, para que ella aun besando mi cuello absorbiese las pocas gotas de sangre que manaban de él mientras se cerraba la herida, mientras yo sentía sus labios y su lengua deslizarse haciendo que me estremeciera de placer…
Le apreté fuertemente tocando con mis fuertes manos su espalda, sintiendo como la piel comenzaba a ser nueva otra vez, al fin sanando, ya sin tanto dolor.
Ambos no podíamos estar más compenetrados en ese entonces, pero aun así deseábamos fundirnos, como si incluso la carne quisiese interponerse en que formásemos al fin un solo ser. Un ser completo.
Sonreí con su susurro. El control me acababa de abandonar por completo al oír su susurro. Mire un instante sus ojos y sujete su rostro a escasos centímetros de mis labios para poder hablarle, para que viese mis ojos, para que viese que aquello no podía ir más en serio para mí. Para que ella entendiese al fin que acababa de encender una llama que ya no se podría apagar.
-Ya no existe el límite, ahora solo somos tú y yo. Y yo no pienso dejarte. Nada me podrá separar de ti…dije devorando sus labios, mordiéndolos, absorbiéndolos, lamiéndolos. Volví a perderme entre su piel, y su aroma mientras susurraba en su oído.
Ya no hay vuelta atrás, Yo te pertenezco y tu a mi….
…mía….me deleite susurrándole aquello….ahora eres solo mía…
Le sujete contra el suelo como si por un momento ella fuese a irse o a desaparecer, mientras las embestidas eran cada vez más salvajes entre ambos, sin reglas, sin control alguno. Solo ella y yo ya totalmente desinhibidos.
Volvimos a girar y sujetándola contra mí la acomode sentándole para poder sentir sus curvas sobre mi piel.
Sus manos se deslizaron sobre mi pecho haciéndome notar al fin que mis heridas ya no me molestaban tanto, se regeneraban más rápidamente y había sido gracias a ella.
Su sangre era mi sangre ahora y la mía también fluía dentro suyo, como si de un extraño ritual se hubiese tratado, en el que sin premeditación alguna ambos hubiésemos sellado un pacto de sangre y esencia. En el cual nuestras almas ya nunca se separarían.
Por siempre uno, por siempre unidos, pasase lo que pasase aquello no se podría romper.
Su alma al descubierto frente a mí se mostraba en toda su magnificencia mientras nuestros cuerpos se estremecían y nuestras espaldas se arqueaban por la tensión y el placer acumulados en cada momento.
Pero de pronto cada movimiento suyo era como si provocase en mi algo extraño…mi mente comenzó a recordar ciertas cosas que ni siquiera esperaba, como si ella al adueñarse de mi alma, también lo hubiese hecho de mi mente y mis sentidos.
Miedos, problemas, alegrías y sobre todo errores…Toda mi vida estaba llena de errores. Porque pensaba precisamente en eso ahora?
Como si fuesen unos extraños lapsus recordé a mi familia. Lo primero, el hecho de pensar en que ellos nunca me abandonarían, segundo; el creer que mi tío algún día me querría, tercero; el confiar en aquel que me convirtió en un ser inmortal, y cuarto… el creer de verdad que nadie nunca podría abrir esa caja cerrada a presión que era mi corazón, una caja que yo realmente pensaba que no existía. Aquellos habían sido los primeros grandísimos errores de mi existencia, quizás los más dolorosos.
Nuevamente me había vuelto a equivocar, erraba constantemente a lo largo de mi vida y al fin había algo que era diferente.
Finalmente aparecía ella. Lo único coherente en todo esto, ella no era un error, era una oportunidad, mi única esperanza, el sentido del caos, una verdad irrefutable.
Era posible que hubiese encontrado al fin la solución? La respuesta a mi eterna pregunta?
Algo me decía que si…que así era.
Abrí los ojos jadeando, respirando entrecortadamente, mientras el placer, el dolor, y la angustia se mesclaban sin que pudiese entender que estaba pasando.
Contemplándole con mis manos en sus caderas, mientras ambos seguíamos en movimiento. Su respiración también era dificultosa. Había visto ella aquellos recuerdos? Era como si por un instante ambos estuviésemos compartiendo algo más que la piel y estuviésemos al fin descubriendo los secretos de nuestras almas…
Compartir aquello con ella era demasiado, no significaba simplemente estar juntos, poseernos el uno al otro, haber escapado de la muerte…
Mientras sentía su tacto debajo de mi y sus caricias rozando cada centímetro de mi cuerpo, entendí que todo esto era algo que iba más allá de nuestro entendimiento. Era haber encontrado la mitad que me faltaba, haber encontrado a la dueña de mi alma.
Sostuve su cabeza con mis dedos enredados en sus ondulados cabellos, para que ella aun besando mi cuello absorbiese las pocas gotas de sangre que manaban de él mientras se cerraba la herida, mientras yo sentía sus labios y su lengua deslizarse haciendo que me estremeciera de placer…
Le apreté fuertemente tocando con mis fuertes manos su espalda, sintiendo como la piel comenzaba a ser nueva otra vez, al fin sanando, ya sin tanto dolor.
Ambos no podíamos estar más compenetrados en ese entonces, pero aun así deseábamos fundirnos, como si incluso la carne quisiese interponerse en que formásemos al fin un solo ser. Un ser completo.
Sonreí con su susurro. El control me acababa de abandonar por completo al oír su susurro. Mire un instante sus ojos y sujete su rostro a escasos centímetros de mis labios para poder hablarle, para que viese mis ojos, para que viese que aquello no podía ir más en serio para mí. Para que ella entendiese al fin que acababa de encender una llama que ya no se podría apagar.
-Ya no existe el límite, ahora solo somos tú y yo. Y yo no pienso dejarte. Nada me podrá separar de ti…dije devorando sus labios, mordiéndolos, absorbiéndolos, lamiéndolos. Volví a perderme entre su piel, y su aroma mientras susurraba en su oído.
Ya no hay vuelta atrás, Yo te pertenezco y tu a mi….
…mía….me deleite susurrándole aquello….ahora eres solo mía…
Le sujete contra el suelo como si por un momento ella fuese a irse o a desaparecer, mientras las embestidas eran cada vez más salvajes entre ambos, sin reglas, sin control alguno. Solo ella y yo ya totalmente desinhibidos.
Volvimos a girar y sujetándola contra mí la acomode sentándole para poder sentir sus curvas sobre mi piel.
Sus manos se deslizaron sobre mi pecho haciéndome notar al fin que mis heridas ya no me molestaban tanto, se regeneraban más rápidamente y había sido gracias a ella.
Su sangre era mi sangre ahora y la mía también fluía dentro suyo, como si de un extraño ritual se hubiese tratado, en el que sin premeditación alguna ambos hubiésemos sellado un pacto de sangre y esencia. En el cual nuestras almas ya nunca se separarían.
Por siempre uno, por siempre unidos, pasase lo que pasase aquello no se podría romper.
Su alma al descubierto frente a mí se mostraba en toda su magnificencia mientras nuestros cuerpos se estremecían y nuestras espaldas se arqueaban por la tensión y el placer acumulados en cada momento.
Pero de pronto cada movimiento suyo era como si provocase en mi algo extraño…mi mente comenzó a recordar ciertas cosas que ni siquiera esperaba, como si ella al adueñarse de mi alma, también lo hubiese hecho de mi mente y mis sentidos.
Miedos, problemas, alegrías y sobre todo errores…Toda mi vida estaba llena de errores. Porque pensaba precisamente en eso ahora?
Como si fuesen unos extraños lapsus recordé a mi familia. Lo primero, el hecho de pensar en que ellos nunca me abandonarían, segundo; el creer que mi tío algún día me querría, tercero; el confiar en aquel que me convirtió en un ser inmortal, y cuarto… el creer de verdad que nadie nunca podría abrir esa caja cerrada a presión que era mi corazón, una caja que yo realmente pensaba que no existía. Aquellos habían sido los primeros grandísimos errores de mi existencia, quizás los más dolorosos.
Nuevamente me había vuelto a equivocar, erraba constantemente a lo largo de mi vida y al fin había algo que era diferente.
Finalmente aparecía ella. Lo único coherente en todo esto, ella no era un error, era una oportunidad, mi única esperanza, el sentido del caos, una verdad irrefutable.
Era posible que hubiese encontrado al fin la solución? La respuesta a mi eterna pregunta?
Algo me decía que si…que así era.
Abrí los ojos jadeando, respirando entrecortadamente, mientras el placer, el dolor, y la angustia se mesclaban sin que pudiese entender que estaba pasando.
Contemplándole con mis manos en sus caderas, mientras ambos seguíamos en movimiento. Su respiración también era dificultosa. Había visto ella aquellos recuerdos? Era como si por un instante ambos estuviésemos compartiendo algo más que la piel y estuviésemos al fin descubriendo los secretos de nuestras almas…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Mi piel se estremeció y un sonoro gemido escapó de mi boca cuando sus palabras encajaron en mi mente. ¡Cuánta razón tenía! Después de aquella noche lujuriosa, jamás podría volver a sentirme prisionera en los brazos de otro hombre que no fuesen de Jerarld. De algún modo, él había conseguido aquello que nunca nadie había logrado, tan sólo Balthazar lo rozó. Pero aquél inmortal que ahora me hacía el amor de una forma salvaje y llena de necesidad, sediento de mis besos y de mis caricias... aquél vampiro había robado mi corazón. Yo le pertenecía así como él me pertenecía a mí. Por siempre... hasta el fin de la eternidad.
- Y tú eres mío... sólo mío... mío ahora y siempre...- gritaba entrecortadamente, clavando mis uñas en su piel para exteriorizar aquello por lo que mi cuerpo se retorcía de placer y locura.
Jerarld me dio la vuelta, quedando mi cuerpo sentado sobre el suyo, con su verga todavía creciendo en mi interior y mis caderas moviéndose a un ritmo prohibido, sintiendo cómo mis músculo se fundían con cada embestida, como si mi alma buscara la salida de mi cuerpo para entrar en el de Jerarld, poseyéndolo de algún modo como él hacía conmigo carnalmente. Su sangre ahora estaba en mi interior y casi podía sentir el sabor de Jerarld en mi piel, como si su esencia sanara las heridas tanto físicas como las del corazón. Él era mi ángel y no al revés. Él, con sus brazos me mecía y me protegía. Con su mirada pentrante me hacía estremecer. Con su aliento acaricando mi rostro casi podía recordarme lo que era sentirse viva. Con sus caricias me hacía perder la razón, tentando siempre a la locura. Pero con sus besos.. ¡ay, sus besos! Era el antídoto que siempre había buscado para ahogar aquella soledad que me consumía por dentro. Sus besos me devolvían el centello a mis ojos y la ilusión a mi vida. Jerarld formaba parte de mi ser ahora y siempre. De algún extraño modo... él era yo y yo era él.
Aquello me hacía sentir curiosa por su persona, por quién era realmente el ser que más amaba en el mundo y al que sería capaz de confiar mi vida sin dudarlo un segundo. Quizás aquello me llevó a indagar un poco por su mente, averiguando así recuerdos dolorosos que le hacían estremecer, errores del pasado que seguían lastimándole. Salí rápidamente de su mente y mordí mi labio inferior antes de volver toda mi atención hacia su cuerpo, acunando su corazón para intentar calamr su agonía.
No sé cuánto tiempo pasamos así. Quizás segundos, probablemente minutos, supuestamente horas. Pero sólo un frío manto de lluvia fue capa de distraernos cuando éste se cernía en nuestros cuerpos desnudos. A lo lejos, se escuchaban gritos. Los vampiros de aquella mansión no se habían rendido, sino que nos buscaban para darnos caza. Deboré los labios de Jerarld antes de ponerme en pie, sintiendo que mis heridas prácticamente habían sanado. Debemos huír o nos encontrarán; le grité mentalmente, evitando que aquellos vampiros pudieran escucharnos pese a la lejanía.
Volvimos a correr sin rumbo fijo entre la espesa maleza del bosque y la acechante tormenta que agresivos relámpagos lanzaba contra el páramos en el que ambos nos encontrábamos. A lo lejos, divisé una cabaña y sin dudarlo, tomé la mano de Jer y corrimos desesperadamente hacia allí, vislumbrando pese a la intensa tormenta un granero perteneciente a una granja. Sin titubear, nos colamos por una pequeña apertura que se encontraba en la parte alta de la choza, cayendo suavemente sobre una montaña de paja de trigo. Nos miramos divertidos, viendo cómo algunas láminas de aquella paja se habían enredado en el cabello húmedo de Jerarld y se pegaban contra la piel de su cuerpo. Agaché la vista y vi que nos encontrábamos en una especie de recipiente que se hallaba prácticamente rozando el techo, con una escalera de madera que bajaba a una pequeña sala en la dormían plácidamente una docena de gallinas. Reí, aliviada por haber encontrado un lugar a salvo tanto de la tempestad que no amainaba y sus gotas de agua rebeldes se colaban por la misma ventana por la que nosotros habíamos entrado, como por aquellos vampiros que seguían con la idea de matarnos. Sin poder contenerme, abracé de nuevo a Jerarld, cayendo sobre él y el montón de paja, quedando prácticamente cubiertos por el trigo y las plumas de ave que volaban por aquél acogedor habitáculo.
- Y tú eres mío... sólo mío... mío ahora y siempre...- gritaba entrecortadamente, clavando mis uñas en su piel para exteriorizar aquello por lo que mi cuerpo se retorcía de placer y locura.
Jerarld me dio la vuelta, quedando mi cuerpo sentado sobre el suyo, con su verga todavía creciendo en mi interior y mis caderas moviéndose a un ritmo prohibido, sintiendo cómo mis músculo se fundían con cada embestida, como si mi alma buscara la salida de mi cuerpo para entrar en el de Jerarld, poseyéndolo de algún modo como él hacía conmigo carnalmente. Su sangre ahora estaba en mi interior y casi podía sentir el sabor de Jerarld en mi piel, como si su esencia sanara las heridas tanto físicas como las del corazón. Él era mi ángel y no al revés. Él, con sus brazos me mecía y me protegía. Con su mirada pentrante me hacía estremecer. Con su aliento acaricando mi rostro casi podía recordarme lo que era sentirse viva. Con sus caricias me hacía perder la razón, tentando siempre a la locura. Pero con sus besos.. ¡ay, sus besos! Era el antídoto que siempre había buscado para ahogar aquella soledad que me consumía por dentro. Sus besos me devolvían el centello a mis ojos y la ilusión a mi vida. Jerarld formaba parte de mi ser ahora y siempre. De algún extraño modo... él era yo y yo era él.
Aquello me hacía sentir curiosa por su persona, por quién era realmente el ser que más amaba en el mundo y al que sería capaz de confiar mi vida sin dudarlo un segundo. Quizás aquello me llevó a indagar un poco por su mente, averiguando así recuerdos dolorosos que le hacían estremecer, errores del pasado que seguían lastimándole. Salí rápidamente de su mente y mordí mi labio inferior antes de volver toda mi atención hacia su cuerpo, acunando su corazón para intentar calamr su agonía.
No sé cuánto tiempo pasamos así. Quizás segundos, probablemente minutos, supuestamente horas. Pero sólo un frío manto de lluvia fue capa de distraernos cuando éste se cernía en nuestros cuerpos desnudos. A lo lejos, se escuchaban gritos. Los vampiros de aquella mansión no se habían rendido, sino que nos buscaban para darnos caza. Deboré los labios de Jerarld antes de ponerme en pie, sintiendo que mis heridas prácticamente habían sanado. Debemos huír o nos encontrarán; le grité mentalmente, evitando que aquellos vampiros pudieran escucharnos pese a la lejanía.
Volvimos a correr sin rumbo fijo entre la espesa maleza del bosque y la acechante tormenta que agresivos relámpagos lanzaba contra el páramos en el que ambos nos encontrábamos. A lo lejos, divisé una cabaña y sin dudarlo, tomé la mano de Jer y corrimos desesperadamente hacia allí, vislumbrando pese a la intensa tormenta un granero perteneciente a una granja. Sin titubear, nos colamos por una pequeña apertura que se encontraba en la parte alta de la choza, cayendo suavemente sobre una montaña de paja de trigo. Nos miramos divertidos, viendo cómo algunas láminas de aquella paja se habían enredado en el cabello húmedo de Jerarld y se pegaban contra la piel de su cuerpo. Agaché la vista y vi que nos encontrábamos en una especie de recipiente que se hallaba prácticamente rozando el techo, con una escalera de madera que bajaba a una pequeña sala en la dormían plácidamente una docena de gallinas. Reí, aliviada por haber encontrado un lugar a salvo tanto de la tempestad que no amainaba y sus gotas de agua rebeldes se colaban por la misma ventana por la que nosotros habíamos entrado, como por aquellos vampiros que seguían con la idea de matarnos. Sin poder contenerme, abracé de nuevo a Jerarld, cayendo sobre él y el montón de paja, quedando prácticamente cubiertos por el trigo y las plumas de ave que volaban por aquél acogedor habitáculo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Ambos corrimos por aquella maleza, salvajes, mientras las gotas de agua recorrían nuestros cuerpos casi de forma purificadora.
Nos escondimos en aquel granero con rapidez, de alguna forma divertidos ante lo sucesión de hechos.
Mire hacia todos lados cuando caímos. Madera, paja de trigo, plumas…Menee la cabeza negando algo que era absurdo y divertido a la vez. Al menos el granero parecía seguro.
-Dios mío ángel….porque nunca te puedo llevar a un lugar decente?
Nuestro primer encuentro en una catedral nos había mantenido atrapados en las oscuras salas de los engranajes del gran reloj…luego nos habíamos visto encerrados en unas horribles mazmorras…Y ahora simplemente estábamos en un granero, sin una pizca de glamour, ni lujo. Ni siquiera unas sabanas limpias…
Ella era la persona más importante para mí y ni siquiera podía ofrecerle un entorno adecuado, como si desde el primer momento nos hubiésemos visto envueltos en el desastre total.
Contemple sus ojos, su sonrisa dulce me hizo reír a mi también.
Lo único bueno es que al menos nos estábamos riendo, entre las desgracias la locura y el dolor, nos divertíamos.
Menudo par, incluso el más infinito caos parecía soportable a su lado, definitivamente ahora entendía las novelas rosa que tanto odiaba como escritor.
Eyra se situó sobre mí acariciando mi mejilla con su suave y frio tacto. Bese sus labios con anhelo y deseo un instante, y luego le ayude para que se acomodase sobre mi, para que apoyase su cabeza sobre mi pecho, sintiendo como sus curvas se adaptaban a las mias.
-Deberíamos descansar. Intenta dormir un poco ángel mío…El camino a casa aun se nos presenta largo. Yo vigilare si se escucha algún ruido, a ver si se acercan, aunque estamos ya muy lejos…dije de forma tranquila y algo cansada.
-Les será muy complicado seguir el rastro, con la lluvia se perderá por completo…dije dando un suspiro, estaba realmente dispuesto a no dormirme.
Quite la paja de trigo que se enredaba en sus ondulados cabellos sonriendo. Acaricie su espalda con mis manos sintiendo al fin la piel lisa y suave, por fin sin dolor.
Le envolví con mis brazos mientras sentía su respiración pausada, incluso en esa situación me sentía flotar en una nube.
Pensé por un momento en aquellos escritos que había perdido, quizás habían historias, novelas, relatos inéditos, finales inesperados…
Imagine por un momento nuestra historia, que sería de nosotros dos a partir de ahora?
Para mí los finales de cuento no existían, los dramas sí que eran reales, y quizás con una pizca de terror para darle emoción, pero esto, nosotros…
Era posible que tuviésemos un final de ensueño también?
Despeje mi mente de aquellas ideas, Para qué seguir pensando en ello? Mi mente era un infinito caos ya que todos mis cimientos se estaban tambaleando ahora mismo.
Los errores se enmendaban, las cicatrices se curaban, la suerte existía y los malos también ganaban… Si, totalmente surrealista y fascinante.
Pero lo único que tenía sentido y que le daba algún sentido a mi inquietante futuro era ella.
La única que quizás podría darme paz.
-Crees que Da Vinci creía en los cuentos de hadas? Había dicho eso en voz alta? La respuesta a eso casi siempre era la misma…
Solté una risotada, pero intente que mi pecho no se moviese mucho para no incomodar al ángel , volvía a delirar.
-Lo siento cielo intenta descansar…es que creo que alguno de esos vampiros me ha dado alguna golpe en la cabeza y estoy imaginando nuestra vida como si fuésemos mortales…
Ya sabes…tú… yo… nuestra casa de campo…Nosotros dando un paseo y nuestros nueve hijos haciendo maldades por ahí…
Nos escondimos en aquel granero con rapidez, de alguna forma divertidos ante lo sucesión de hechos.
Mire hacia todos lados cuando caímos. Madera, paja de trigo, plumas…Menee la cabeza negando algo que era absurdo y divertido a la vez. Al menos el granero parecía seguro.
-Dios mío ángel….porque nunca te puedo llevar a un lugar decente?
Nuestro primer encuentro en una catedral nos había mantenido atrapados en las oscuras salas de los engranajes del gran reloj…luego nos habíamos visto encerrados en unas horribles mazmorras…Y ahora simplemente estábamos en un granero, sin una pizca de glamour, ni lujo. Ni siquiera unas sabanas limpias…
Ella era la persona más importante para mí y ni siquiera podía ofrecerle un entorno adecuado, como si desde el primer momento nos hubiésemos visto envueltos en el desastre total.
Contemple sus ojos, su sonrisa dulce me hizo reír a mi también.
Lo único bueno es que al menos nos estábamos riendo, entre las desgracias la locura y el dolor, nos divertíamos.
Menudo par, incluso el más infinito caos parecía soportable a su lado, definitivamente ahora entendía las novelas rosa que tanto odiaba como escritor.
Eyra se situó sobre mí acariciando mi mejilla con su suave y frio tacto. Bese sus labios con anhelo y deseo un instante, y luego le ayude para que se acomodase sobre mi, para que apoyase su cabeza sobre mi pecho, sintiendo como sus curvas se adaptaban a las mias.
-Deberíamos descansar. Intenta dormir un poco ángel mío…El camino a casa aun se nos presenta largo. Yo vigilare si se escucha algún ruido, a ver si se acercan, aunque estamos ya muy lejos…dije de forma tranquila y algo cansada.
-Les será muy complicado seguir el rastro, con la lluvia se perderá por completo…dije dando un suspiro, estaba realmente dispuesto a no dormirme.
Quite la paja de trigo que se enredaba en sus ondulados cabellos sonriendo. Acaricie su espalda con mis manos sintiendo al fin la piel lisa y suave, por fin sin dolor.
Le envolví con mis brazos mientras sentía su respiración pausada, incluso en esa situación me sentía flotar en una nube.
Pensé por un momento en aquellos escritos que había perdido, quizás habían historias, novelas, relatos inéditos, finales inesperados…
Imagine por un momento nuestra historia, que sería de nosotros dos a partir de ahora?
Para mí los finales de cuento no existían, los dramas sí que eran reales, y quizás con una pizca de terror para darle emoción, pero esto, nosotros…
Era posible que tuviésemos un final de ensueño también?
Despeje mi mente de aquellas ideas, Para qué seguir pensando en ello? Mi mente era un infinito caos ya que todos mis cimientos se estaban tambaleando ahora mismo.
Los errores se enmendaban, las cicatrices se curaban, la suerte existía y los malos también ganaban… Si, totalmente surrealista y fascinante.
Pero lo único que tenía sentido y que le daba algún sentido a mi inquietante futuro era ella.
La única que quizás podría darme paz.
-Crees que Da Vinci creía en los cuentos de hadas? Había dicho eso en voz alta? La respuesta a eso casi siempre era la misma…
Solté una risotada, pero intente que mi pecho no se moviese mucho para no incomodar al ángel , volvía a delirar.
-Lo siento cielo intenta descansar…es que creo que alguno de esos vampiros me ha dado alguna golpe en la cabeza y estoy imaginando nuestra vida como si fuésemos mortales…
Ya sabes…tú… yo… nuestra casa de campo…Nosotros dando un paseo y nuestros nueve hijos haciendo maldades por ahí…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Jerarld me acomodó sobre su pecho, descansando mi cabeza a la altura de su corazón mientras una de mis manos se posaba sobre sus abdominales. Los párpados me pesaban y mi cuerpo estaba exhausto. Y como una melódica nana, los latidos del vampiros fueron adueñándose de mi consciencia, guiándome hacia el profundo océano de los sueños dónde éstos se hacen siempre eternos, dónde la realidad es un mundo lejano y en el que Jerarld y yo nadábamos juntos, libres, felices. Me pareció escuchar su varonil voz susurrar algo en mi oído, pero ni siquiera mis sentidos se preocuparon de responderle, pues quizás, era ya producto de mi duermevela.
No recuerdo qué fue lo que soñé. Ni tan siquiera si realmente fe un sueño. Lo único que sé, es que desperté envuelta en paz y armonía conmigo misma. Como si durante aquellas horas en las que me había abandonado al dormir, alguien vertiera sobre mis labios el elixir de la razón, como si en ese espacio temporal, mi corazón y mi mente hubieran mantenido una charla dura y extensa. El caso es, que desperecé mis ojos somnolientos con una mano, cuidando de no despertar al ser más perfecto que jamás mis brazos abrazaron. Sonreí, viendo aquella tranquilidad reflejada en su rostro, respirando con alivio a sabiendas de que en aquél lugar, en aquél momento, ambos estabamos a salvo y nos teníamos justo al lado, como quizás nunca volviéramos a tenernos. Sin mover mi cuerpo recostado sobre él, alcé la mano que aún se encontraba sobre su abdómen, moviendo la yema de mi dedo índice para dibujar un corazón en su piel.
Sonreí con timidez pese a saber que él seguía durmiendo. Y entonces, mi voz tomó el control sobre los pensamientos que en ese momento cruzaban mi mente, como si estuviese sola en aquél lugar, como si necesitara desfogarme, como si necesita decirlo.
- Me has visto ser feliz entre tus brazos y yo te visto amar y huir, como un ladrón que se descuida. Me quema el sinvivir de no tenerte pero intento ser valiente y más fuerte cuando imagino que otros brazos te disfrazan de pasión. Y por mucho que luche, por mucho que intente matar todo ésto que siento, por mucho que me distancie de ti, por muchos otros besos que me brinden... yo sigo sintiéndome...
Mi voz se quebró por un segundo, incapaz de decir lo que tanto tiempo llevaba silenciando, lo que tantas veces había buscado en la madrugada.
- Enamorada.- concluí en un susurro.- Aunque otros brazos calmen mi deseo, aunque a otros regale mi cuerpo... en cada beso sin querer te buscaré. Éste será el secreto que llevo tan dentro, el que en el fondo me desnuda la verdad. La verdad de que me ahogo en soledad en mis naufragios, que me aferro a tu recuerdo y me ilusiono aunque te pierdo y que cada noche pienso en ti aunque eso me dañe.
Suspiré profundamente y volví a entreabrir mis labios con la confirmación de lo que tanto temía decir en voz alta... pero no pude. Algo me lo impidió y mi cuerpo quedó estático y hundido en el silencio. Y mi piel se estremeció.
No recuerdo qué fue lo que soñé. Ni tan siquiera si realmente fe un sueño. Lo único que sé, es que desperté envuelta en paz y armonía conmigo misma. Como si durante aquellas horas en las que me había abandonado al dormir, alguien vertiera sobre mis labios el elixir de la razón, como si en ese espacio temporal, mi corazón y mi mente hubieran mantenido una charla dura y extensa. El caso es, que desperecé mis ojos somnolientos con una mano, cuidando de no despertar al ser más perfecto que jamás mis brazos abrazaron. Sonreí, viendo aquella tranquilidad reflejada en su rostro, respirando con alivio a sabiendas de que en aquél lugar, en aquél momento, ambos estabamos a salvo y nos teníamos justo al lado, como quizás nunca volviéramos a tenernos. Sin mover mi cuerpo recostado sobre él, alcé la mano que aún se encontraba sobre su abdómen, moviendo la yema de mi dedo índice para dibujar un corazón en su piel.
Sonreí con timidez pese a saber que él seguía durmiendo. Y entonces, mi voz tomó el control sobre los pensamientos que en ese momento cruzaban mi mente, como si estuviese sola en aquél lugar, como si necesitara desfogarme, como si necesita decirlo.
- Me has visto ser feliz entre tus brazos y yo te visto amar y huir, como un ladrón que se descuida. Me quema el sinvivir de no tenerte pero intento ser valiente y más fuerte cuando imagino que otros brazos te disfrazan de pasión. Y por mucho que luche, por mucho que intente matar todo ésto que siento, por mucho que me distancie de ti, por muchos otros besos que me brinden... yo sigo sintiéndome...
Mi voz se quebró por un segundo, incapaz de decir lo que tanto tiempo llevaba silenciando, lo que tantas veces había buscado en la madrugada.
- Enamorada.- concluí en un susurro.- Aunque otros brazos calmen mi deseo, aunque a otros regale mi cuerpo... en cada beso sin querer te buscaré. Éste será el secreto que llevo tan dentro, el que en el fondo me desnuda la verdad. La verdad de que me ahogo en soledad en mis naufragios, que me aferro a tu recuerdo y me ilusiono aunque te pierdo y que cada noche pienso en ti aunque eso me dañe.
Suspiré profundamente y volví a entreabrir mis labios con la confirmación de lo que tanto temía decir en voz alta... pero no pude. Algo me lo impidió y mi cuerpo quedó estático y hundido en el silencio. Y mi piel se estremeció.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Podía sentir la respiración suave y pausada de mi ángel sobre mí…como si se tratase de un constante ritmo, agradable y melodioso…
Los minutos pasaron y mis ojos se cerraban mientras yo intentaba pensar en cualquier cosa antes que en dormir.
Seguramente aquellos vampiros sádicos estarían ya rindiéndose, las ropas estaban en el fondo del lago, y el poco rastro que podríamos haber dejado entre los bosques estaría mezclándose con la humedad y el aroma de la tierra en este instante.
Si, con suerte podríamos estar tranquilos unas cuantas horas hasta que se diesen por vencidos. Después de eso ya nos podríamos marchar, y eso de alguna forma me agobiaba pues significaba que nuestros caminos se separarían y aunque sabíamos que algo siempre nos iba a unir, el temor de no saber cuando seria hacia que ése miedo fuese mayor.
Mis parpados cada vez más pesados me pedían casi a gritos que cerrase los ojos, mi mente, mi cuerpo y mi alma estaban agotados. No solo por lo que habíamos pasado sino que también porque lo que habíamos descubierto.
En un último intento por no caer en ese sueño tentador pensé en lo que necesitábamos diciéndolo en apenas un susurro para no despertarle y para intentar mantenerme alerta y espabilado:
-Ropa…necesitamos ropa….y comida. Tendremos que internarnos en el bosque hasta que logremos dar con algún camino…esto nos acercara quizás a algo de civilización…y luego…luego…
Luego de eso caí rendido sin poder evitarlo. Dejando que la suave piel de mi amada descansase sobre mí dándome su calor, otorgándome aquella parte que faltaba y ella completaba con su presencia.
Por primera vez en muchísimo tiempo soñé.
Como si mi alma hubiese encontrado otra vez el recuerdo i la ilusión que siente un ser vivo.
Me hallaba en un hermoso bosque, y era de día. Pero yo no temía los rayos del sol, nada podía hacerme daño en ese instante.
mire hacia todos lados sintiendo como la alegría por hallarme frente a la luz me inundaba y emocionaba a la vez, mientras la brisa me despeinaba tapando mi rostro.
Comencé a buscar en la lejanía cualquier cosa, pero parecía todo desierto. Busque y busque hasta que al fin contemple una silueta que me miraba a lo lejos. Ella vestía de blanco y con la cabeza alzada y los ojos cerrados sonreía al sol.
Camine hacia ella para poder contemplar su dulce rostro, sus ojos profundos y su sonrisa perfecta.
Sabiendo que ella era mi sol. Ella me iluminaba mostrándome el camino.
Tome su mano y sonreí al ver a Eyra allí junto a mí.
Las tinieblas se dispersarían si ambos nos manteníamos juntos eso era lo único importante.
Desperté en ese instante sin poder abrir los ojos…porque tenía tanto miedo? Porque temía tanto decirle que le amaba?
Quizás porque nunca había amado a nadie, y si lo hacía de alguna forma le estaría dando a ella la llave de mi propia autodestrucción.
Fue entonces cuando escuche su dulce y lejano susurro…Era cierto, aunque fuésemos uno y ambos supiésemos que nos pertenecíamos el uno al otro, aun habían otros que reclamaban una parte nuestra, como si fuésemos parte de su propiedad, como si ellos pudiesen reclamarnos como objetos.
Abrí los ojos contemplando por un instante aquel techo de madera humedecido que nos protegía de la constante lluvia.
El cuerpo del ángel se quedo rígido de un momento a otro, se estremeció como si algo le hubiese asustado.
Le mire mientras ambos veíamos el miedo proyectado en el otro también.
Ambos sabíamos lo que estaba pasando y nos aterraba la idea. Pero no teníamos escapatoria era algo superior a nosotros y a nuestro entendimiento.
Me levante poco a poco aun con ella entre mis brazos, mientras ambos nos quedábamos aun muy cerca del otro, sentados, mirándonos en silencio.
Sus ojos me evitaban, quizás llevando su pensamiento muy lejos de mi. Tome su mentón para poder encontrar sus mirada y vi reflejada la agonía en ellos, porque nos hacíamos esto?
-Eyra…mi dulce Eyra…mi amada…dije sonriéndole con vergüenza y cierta timidez, como si no hubiesen pasado los años, como si aun fuese un crio.
-Veo en tus ojos el miedo de todos estos años de soledad…Veo el silencio, veo el vacio, veo las sombras que te atormentan porque me atormentan a mi también.
Acaricie su rostro y palpe sus labios con mis dedos. Mientras miraba aquellos ojos cálidos y asustados. Tan asustados como los míos.
-…Se con toda certeza que tu eres la única para mi…y también siento el miedo en cada fibra de mi ser…pero tú ya lo sabes, lo sabes porque estas dentro de mí y sabes que yo…por un momento mi voz se quebró. Nunca había dicho esto a nadie. Y sabía que al hacerlo definitivamente habría dado mi última esperanza, mi última llave. Si ella lo deseaba me destruiría con una sola de sus miradas. Tome su rostro entre mis manos y roce su nariz juntando mi frente con la suya, intentando serenarme, pero sentía que el aire ya no entraba en mis pulmones. Ella causaba ese efecto en mí, pero eso era un precio que yo pensaba aceptar encantado porque…
-estoy profunda e irrevocablemente enamorado de ti…dije contemplando sus ojos a pocos centímetros de mi rostro…de alguna forma intentando comprenderlo también, aceptarlo y no temerlo más.
La lluvia siguió fuerte e intensa fuera de aquellas paredes, mientras ambos como si fuésemos juguetes rotos, intentábamos unir y componer los fragmentos de nuestras almas rotas…sabiendo que el destino quizás nos tenía preparadas muchas jugarretas crueles…entendiendo que nuestro futuro era incierto, pero teniendo la única certeza de que hablábamos de amor, de un amor que no se podría remplazar jamás…
Los minutos pasaron y mis ojos se cerraban mientras yo intentaba pensar en cualquier cosa antes que en dormir.
Seguramente aquellos vampiros sádicos estarían ya rindiéndose, las ropas estaban en el fondo del lago, y el poco rastro que podríamos haber dejado entre los bosques estaría mezclándose con la humedad y el aroma de la tierra en este instante.
Si, con suerte podríamos estar tranquilos unas cuantas horas hasta que se diesen por vencidos. Después de eso ya nos podríamos marchar, y eso de alguna forma me agobiaba pues significaba que nuestros caminos se separarían y aunque sabíamos que algo siempre nos iba a unir, el temor de no saber cuando seria hacia que ése miedo fuese mayor.
Mis parpados cada vez más pesados me pedían casi a gritos que cerrase los ojos, mi mente, mi cuerpo y mi alma estaban agotados. No solo por lo que habíamos pasado sino que también porque lo que habíamos descubierto.
En un último intento por no caer en ese sueño tentador pensé en lo que necesitábamos diciéndolo en apenas un susurro para no despertarle y para intentar mantenerme alerta y espabilado:
-Ropa…necesitamos ropa….y comida. Tendremos que internarnos en el bosque hasta que logremos dar con algún camino…esto nos acercara quizás a algo de civilización…y luego…luego…
Luego de eso caí rendido sin poder evitarlo. Dejando que la suave piel de mi amada descansase sobre mí dándome su calor, otorgándome aquella parte que faltaba y ella completaba con su presencia.
Por primera vez en muchísimo tiempo soñé.
Como si mi alma hubiese encontrado otra vez el recuerdo i la ilusión que siente un ser vivo.
Me hallaba en un hermoso bosque, y era de día. Pero yo no temía los rayos del sol, nada podía hacerme daño en ese instante.
mire hacia todos lados sintiendo como la alegría por hallarme frente a la luz me inundaba y emocionaba a la vez, mientras la brisa me despeinaba tapando mi rostro.
Comencé a buscar en la lejanía cualquier cosa, pero parecía todo desierto. Busque y busque hasta que al fin contemple una silueta que me miraba a lo lejos. Ella vestía de blanco y con la cabeza alzada y los ojos cerrados sonreía al sol.
Camine hacia ella para poder contemplar su dulce rostro, sus ojos profundos y su sonrisa perfecta.
Sabiendo que ella era mi sol. Ella me iluminaba mostrándome el camino.
Tome su mano y sonreí al ver a Eyra allí junto a mí.
Las tinieblas se dispersarían si ambos nos manteníamos juntos eso era lo único importante.
Desperté en ese instante sin poder abrir los ojos…porque tenía tanto miedo? Porque temía tanto decirle que le amaba?
Quizás porque nunca había amado a nadie, y si lo hacía de alguna forma le estaría dando a ella la llave de mi propia autodestrucción.
Fue entonces cuando escuche su dulce y lejano susurro…Era cierto, aunque fuésemos uno y ambos supiésemos que nos pertenecíamos el uno al otro, aun habían otros que reclamaban una parte nuestra, como si fuésemos parte de su propiedad, como si ellos pudiesen reclamarnos como objetos.
Abrí los ojos contemplando por un instante aquel techo de madera humedecido que nos protegía de la constante lluvia.
El cuerpo del ángel se quedo rígido de un momento a otro, se estremeció como si algo le hubiese asustado.
Le mire mientras ambos veíamos el miedo proyectado en el otro también.
Ambos sabíamos lo que estaba pasando y nos aterraba la idea. Pero no teníamos escapatoria era algo superior a nosotros y a nuestro entendimiento.
Me levante poco a poco aun con ella entre mis brazos, mientras ambos nos quedábamos aun muy cerca del otro, sentados, mirándonos en silencio.
Sus ojos me evitaban, quizás llevando su pensamiento muy lejos de mi. Tome su mentón para poder encontrar sus mirada y vi reflejada la agonía en ellos, porque nos hacíamos esto?
-Eyra…mi dulce Eyra…mi amada…dije sonriéndole con vergüenza y cierta timidez, como si no hubiesen pasado los años, como si aun fuese un crio.
-Veo en tus ojos el miedo de todos estos años de soledad…Veo el silencio, veo el vacio, veo las sombras que te atormentan porque me atormentan a mi también.
Acaricie su rostro y palpe sus labios con mis dedos. Mientras miraba aquellos ojos cálidos y asustados. Tan asustados como los míos.
-…Se con toda certeza que tu eres la única para mi…y también siento el miedo en cada fibra de mi ser…pero tú ya lo sabes, lo sabes porque estas dentro de mí y sabes que yo…por un momento mi voz se quebró. Nunca había dicho esto a nadie. Y sabía que al hacerlo definitivamente habría dado mi última esperanza, mi última llave. Si ella lo deseaba me destruiría con una sola de sus miradas. Tome su rostro entre mis manos y roce su nariz juntando mi frente con la suya, intentando serenarme, pero sentía que el aire ya no entraba en mis pulmones. Ella causaba ese efecto en mí, pero eso era un precio que yo pensaba aceptar encantado porque…
-estoy profunda e irrevocablemente enamorado de ti…dije contemplando sus ojos a pocos centímetros de mi rostro…de alguna forma intentando comprenderlo también, aceptarlo y no temerlo más.
La lluvia siguió fuerte e intensa fuera de aquellas paredes, mientras ambos como si fuésemos juguetes rotos, intentábamos unir y componer los fragmentos de nuestras almas rotas…sabiendo que el destino quizás nos tenía preparadas muchas jugarretas crueles…entendiendo que nuestro futuro era incierto, pero teniendo la única certeza de que hablábamos de amor, de un amor que no se podría remplazar jamás…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
Jerarld me había escuchado, estaba despierto cuando un ataque de sinceridad puso voz a mis sentimientos. Y me estremecí. Me estremecí por el miedo de ser rechazada, apartada de su vida, quizás incluso motivo de burla. Pero él no fue así, al contrario. Recorrió las yemas de sus dedos por mi rostro hasta posarlos en mis labios preguntones, hablando de un modo sencillo pero directo, percatándome de que en a penas unas semanas, él me conocía mejor que nadie. Sonreí débilmente, ansiando el poder besarle de nuevo, el que me meciera entre sus brazos, el entregarme finalmente a él. Pero de pronto, todo mi mundo se hizo añicos...
Todo cuanto me rodeaba empezó a darme vueltas, mareándome y sintiéndome como una gelatina, como si fuese a desvanecerme en cualquier momento. Instintivamente, me separé del vampiro de un brinco, quedándome sentada en la esquina más alejada del granero, sujetando mis rodillas con las manos y hundiendo mi rostro entre mis piernas, intentando bloquear aquellos recuerdos... sin éxito alguno.
Era una noche fría como cualquier otra en Islandia. El cielo permanecía claro por la luminosa luna y su séquito inseparable de estrellas. Me encontraba tumbada sobre el gélido césped del monte, no muy lejos de la aldea en la que había dejado a mi padre y una familia hablando de sus asuntos de negocios. ¿Quién imaginaría que el negocio era yo? Faltaban escasas horas para que aquella familia que se había hospedado en nuestra casa regresara a Escocia, lugar del que provenían.
Cerré los ojos y cuando el sueño casi se hizo con mi consciencia, unos pasos me alertaron de una segunda presencia por lo que me incorporé y observé a mi alrdedor, hallando el causante de aquellos pasos. Era Balthazar, el joven muchacho hijo de aquél matrimonio. A mí me gustaba verle, me sentía protegida a su lado y ambos nos habíamos hecho muy amigos. Por eso le sonreí cuando él se acercaba con su gesto tímido y dubitatibo, como si primero se asegurase de tentar el terreno. Se sentó junto a mí y en un arranque de valentía, me tomó de la cintura y apoyó mi cabeza en su pecho mientras acariciaba mi largo cabello con su mano. Y yo me sentía feliz, teniéndole a mi lado. Pese a saber que se marcharía pronto. Entonces, él habló de un modo que nunca antes le había escuchado. Parecía serio y consciente de que aquello que me iba a decir cambiara el rumbo de mi vida.
- Eyra... nuestros padres están ahora acordando nuestro compromiso.- me dijo sin mirarme, buscando la ayuda en las estrellas para poder continuar aquél monólogo al que yo ni siquiera pude intervenir al encontrarme completamente desarmada ante aquella afirmación.- No obstante, creo que ambos seremos felices juntos, ya sabes que yo...- vaciló unos segundos, decidiéndose finalmente en tomar mi mentón y obligarme a que le mirase a los ojos, frunciendo los labios por el visible nerviosismo.- Estoy profunda e irrevocablemente enamorado de ti.
La cabeza me daba vueltas y mi corazón parecía reclamar la libertad mediante mi boca, palpitando con violencia en mi pecho para que su eco retumbara en mis oídos. De pronto, el muchacho me besó de la forma más dulce y suave que ningún otro hombre me había deleitado.
Balthazar se convirtió en la primera persona en la que confié. A él le entregué mi pasado, mi presente y mi futuro. Mis virtudes y mis defectos. Mi virginidad. Mi libertad. Mi entera confianza. Y tras seducirme con promesas de amor eterno y casarnos locamente enamorada de él, aquél hombre me traicionó. Me abandonó como si fuese una de sus posesiones a la que siempre le debía esperar. Se marchó sin una despedida, sin una razón, sin una disculpa. Desapareció de mi vida y nunca más supe de él. Y el resto de mi vida humana fue el tormento más doloroso que nadie pudo llegar a comprender. Sólo me quedó el rencor y la maldita soldad.
Y ahora, Jerarld había revivido todo aquello en mí. Y el miedo, el pánico a volver a sufrir algo así... me empujó a alzarme de pronto, aún desnuda y cubierta de trigo. Le miré una última vez con los labios fruncidos y las lágrimas emanando de mis tristes y desolados ojos.
- No puedo.- susurré en un hilo de voz que quebró sin más cuando una lágrima me atragantó.
Y salí. Salí corriendo de aquél granero, dejando atrás al verdadero amor de mi existencia, al único hombre que me conocía, que me amaba, que me respetaba, que tenía la llave de mi felicidad. Le dejé por cobardía y regresé a París tras conseguir algo de ropa y dinero que robé a unos transeúntes de un camino alejado que conducía a una pequeña aldea cercana. Regresé a París sola, con el alma deshecha y tiritando por temor a que los fantasmas regresaran a devorarme de nuevo, como aquella vez, como aquella mañana soleada en la que desperté perdida en unas sábanas frías y solitarias. Cuando supe que él ya no regresaría. Cuando sentí el desgarro de mi corazón en mi pecho. Cuando la pequeña humana Eyra murió.
Estoy profunda e irrevocablemente enamorado de ti.
Todo cuanto me rodeaba empezó a darme vueltas, mareándome y sintiéndome como una gelatina, como si fuese a desvanecerme en cualquier momento. Instintivamente, me separé del vampiro de un brinco, quedándome sentada en la esquina más alejada del granero, sujetando mis rodillas con las manos y hundiendo mi rostro entre mis piernas, intentando bloquear aquellos recuerdos... sin éxito alguno.
Era una noche fría como cualquier otra en Islandia. El cielo permanecía claro por la luminosa luna y su séquito inseparable de estrellas. Me encontraba tumbada sobre el gélido césped del monte, no muy lejos de la aldea en la que había dejado a mi padre y una familia hablando de sus asuntos de negocios. ¿Quién imaginaría que el negocio era yo? Faltaban escasas horas para que aquella familia que se había hospedado en nuestra casa regresara a Escocia, lugar del que provenían.
Cerré los ojos y cuando el sueño casi se hizo con mi consciencia, unos pasos me alertaron de una segunda presencia por lo que me incorporé y observé a mi alrdedor, hallando el causante de aquellos pasos. Era Balthazar, el joven muchacho hijo de aquél matrimonio. A mí me gustaba verle, me sentía protegida a su lado y ambos nos habíamos hecho muy amigos. Por eso le sonreí cuando él se acercaba con su gesto tímido y dubitatibo, como si primero se asegurase de tentar el terreno. Se sentó junto a mí y en un arranque de valentía, me tomó de la cintura y apoyó mi cabeza en su pecho mientras acariciaba mi largo cabello con su mano. Y yo me sentía feliz, teniéndole a mi lado. Pese a saber que se marcharía pronto. Entonces, él habló de un modo que nunca antes le había escuchado. Parecía serio y consciente de que aquello que me iba a decir cambiara el rumbo de mi vida.
- Eyra... nuestros padres están ahora acordando nuestro compromiso.- me dijo sin mirarme, buscando la ayuda en las estrellas para poder continuar aquél monólogo al que yo ni siquiera pude intervenir al encontrarme completamente desarmada ante aquella afirmación.- No obstante, creo que ambos seremos felices juntos, ya sabes que yo...- vaciló unos segundos, decidiéndose finalmente en tomar mi mentón y obligarme a que le mirase a los ojos, frunciendo los labios por el visible nerviosismo.- Estoy profunda e irrevocablemente enamorado de ti.
La cabeza me daba vueltas y mi corazón parecía reclamar la libertad mediante mi boca, palpitando con violencia en mi pecho para que su eco retumbara en mis oídos. De pronto, el muchacho me besó de la forma más dulce y suave que ningún otro hombre me había deleitado.
Balthazar se convirtió en la primera persona en la que confié. A él le entregué mi pasado, mi presente y mi futuro. Mis virtudes y mis defectos. Mi virginidad. Mi libertad. Mi entera confianza. Y tras seducirme con promesas de amor eterno y casarnos locamente enamorada de él, aquél hombre me traicionó. Me abandonó como si fuese una de sus posesiones a la que siempre le debía esperar. Se marchó sin una despedida, sin una razón, sin una disculpa. Desapareció de mi vida y nunca más supe de él. Y el resto de mi vida humana fue el tormento más doloroso que nadie pudo llegar a comprender. Sólo me quedó el rencor y la maldita soldad.
Y ahora, Jerarld había revivido todo aquello en mí. Y el miedo, el pánico a volver a sufrir algo así... me empujó a alzarme de pronto, aún desnuda y cubierta de trigo. Le miré una última vez con los labios fruncidos y las lágrimas emanando de mis tristes y desolados ojos.
- No puedo.- susurré en un hilo de voz que quebró sin más cuando una lágrima me atragantó.
Y salí. Salí corriendo de aquél granero, dejando atrás al verdadero amor de mi existencia, al único hombre que me conocía, que me amaba, que me respetaba, que tenía la llave de mi felicidad. Le dejé por cobardía y regresé a París tras conseguir algo de ropa y dinero que robé a unos transeúntes de un camino alejado que conducía a una pequeña aldea cercana. Regresé a París sola, con el alma deshecha y tiritando por temor a que los fantasmas regresaran a devorarme de nuevo, como aquella vez, como aquella mañana soleada en la que desperté perdida en unas sábanas frías y solitarias. Cuando supe que él ya no regresaría. Cuando sentí el desgarro de mi corazón en mi pecho. Cuando la pequeña humana Eyra murió.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Secuestrada en Noruega [Jerarld]
De pronto el asombro en el ángel se hizo latente, se alejo de mí con rapidez, casi como si acabase de ver algo que le produjo un terrible horror.
Le mire sin entender, por un momento temeroso de haber dicho o hecho algo que a ella le disgustase o enfadase.
Quise hablarle, de hecho roce su mente y vi que el más profundo pánico se alojaba en ella. ¿Qué estaba pasando?
-Pero que…? Mis palabras se vieron entrecortadas cuando escuche aquello.
-“…no puedo…”
Millones de preguntas se atravesaron en mi mente a la vez, perturbándome y agobiándome, impidiendo que pudiese pensar y ver con claridad.
Porque? Porque no? Era yo? es que yo no era suficiente quizás? Estaba claro que al menos yo pensaba que ella se merecía algo muchísimo mejor que mi persona, pero aun así no podía entenderlo…Seria la naturaleza de mi alma la que ella no podría soportar? Pero qué diantres acaba de hacer!? Quizás le había asustado, quizás se había dado cuenta al fin de que yo no le convenía…hasta que de pronto un nombre inundo su mente y posteriormente mi mente por entero.
-Balthazar.
Balthazar? Quien era él? Porque su mente se veía llena de recuerdos y cosas relacionadas con esa persona?...quizás era él quien ocupaba realmente su corazón, quizás era él y solo él a quien ella desearía con toda su alma.
Observe como se ponía en pie, sintiendo ahora yo, el mismo pánico en mi piel, en cada fibra de mi ser. Fuese lo que fuese lo que acaba de pasar podríamos hablarlo, podríamos aclararlo!
La sola idea de pensar que ella se podría alejar de mi me desgarro el alma por entero.
De un salto se alejo de mi y marcho veloz sin darme tiempo a reaccionar…quedando con los ojos desorbitados y seguramente el rostro compungido en una mueca de asombro y dolor.
Me quede sentado allí totalmente petrificado y paralizado en silencio, sin que se oyese nada más que la lluvia de fondo, como si fuese una melodía siniestra que me acompañaba.
Paso un tiempo indeterminado, quizás segundos, quizás minutos, quizás horas enteras en las que mi mente se negaba a funcionar con normalidad.
Parpadee y comencé a respirar una vez más. Intentando que de alguna forma mi cuerpo reaccionase.
Intente entender lo que sentía en ese preciso momento y no había una emoción definida. No había nada. No sentía nada, ni alegría, ni dolor, ni siquiera ira.
Ella no se había ido sola, ella acababa de llevarse mi alma, mi corazón y mi vida.
Me acababa de convertir en la sombra de lo que alguna vez fui. Ella se alejo llevándose todo lo que yo era, no había dejado absolutamente nada en mi interior.
Volvía a ser vacio. Ni siquiera tristeza, ni desolación, ni tormento, no podía sentir nada porque ya no había nada en mi.
Me había muerto otra vez, y algo me decía que esta vez nadie me iba a dar el aliento de la vida para que pudiese sobrevivir…
El tiempo siguió transcurriendo y alguien se acerco al granero. Era un chico joven, quizás de unos dieciocho años, venía a recoger los huevos de las aves que allí tenían. Le contemple silencioso un instante. Y como si fuese un completo autómata, al que ni siquiera le quedaban ya lagrimas que derramar, susurre en su mente y le hice dormirse allí mismo.
Su cuerpo cayo como si de un trapo se tratase, mientras yo bajaba de un salto para quitarle sus ropajes. Me los puse rapidamente y bebí un sorbo de él antes de dejarle allí solo, mientras mis pasos me conducían esta vez bajo la lluvia, ya sin preocupación alguna de que alguien me viese, o que alguien me siguiera. Simplemente camine empapándome mientras aspiraba la humedad del aire.
Camine y camine sin saber muy bien a donde me dirigía y después de unas horas encontré un pequeño pueblo.
Retome el regreso hacia Paris, contemplando como la tierra, mi tierra, mi país, aquel país que no hacía más que traerme desgracias cada vez que la pisaba, se alejaba poco a poco de mí.
Mientras en mi cabeza solo había una certeza.
Había arriesgado todo lo que tenia, había hecho la mayor apuesta de mi vida, y la había perdido estrepitosamente. Como decía mi “queridísimo” tío. Yo no era más que un error, y todo lo que hiciese en la vida iba a ser un tremendo fracaso, porque ni siquiera valía la pena toda mi existencia. Quizás aquel desgraciado tenía razón.
Pero no me arrepentía en lo mas mínimo, ni un ápice, de ningún momento, de ninguna caricia, de ninguna palabra.
Lo único que lamentaba era que ya no quedaba nada dentro de mí, ahora solo era un ser vacio, sin alma, un ser que tendría que vivir la eternidad sabiendo que nunca más reiría ni lloraría…porque simplemente ella se había llevado mi esencia consigo.
Y ahora ya no me quedaba nada más...
Le mire sin entender, por un momento temeroso de haber dicho o hecho algo que a ella le disgustase o enfadase.
Quise hablarle, de hecho roce su mente y vi que el más profundo pánico se alojaba en ella. ¿Qué estaba pasando?
-Pero que…? Mis palabras se vieron entrecortadas cuando escuche aquello.
-“…no puedo…”
Millones de preguntas se atravesaron en mi mente a la vez, perturbándome y agobiándome, impidiendo que pudiese pensar y ver con claridad.
Porque? Porque no? Era yo? es que yo no era suficiente quizás? Estaba claro que al menos yo pensaba que ella se merecía algo muchísimo mejor que mi persona, pero aun así no podía entenderlo…Seria la naturaleza de mi alma la que ella no podría soportar? Pero qué diantres acaba de hacer!? Quizás le había asustado, quizás se había dado cuenta al fin de que yo no le convenía…hasta que de pronto un nombre inundo su mente y posteriormente mi mente por entero.
-Balthazar.
Balthazar? Quien era él? Porque su mente se veía llena de recuerdos y cosas relacionadas con esa persona?...quizás era él quien ocupaba realmente su corazón, quizás era él y solo él a quien ella desearía con toda su alma.
Observe como se ponía en pie, sintiendo ahora yo, el mismo pánico en mi piel, en cada fibra de mi ser. Fuese lo que fuese lo que acaba de pasar podríamos hablarlo, podríamos aclararlo!
La sola idea de pensar que ella se podría alejar de mi me desgarro el alma por entero.
De un salto se alejo de mi y marcho veloz sin darme tiempo a reaccionar…quedando con los ojos desorbitados y seguramente el rostro compungido en una mueca de asombro y dolor.
Me quede sentado allí totalmente petrificado y paralizado en silencio, sin que se oyese nada más que la lluvia de fondo, como si fuese una melodía siniestra que me acompañaba.
Paso un tiempo indeterminado, quizás segundos, quizás minutos, quizás horas enteras en las que mi mente se negaba a funcionar con normalidad.
Parpadee y comencé a respirar una vez más. Intentando que de alguna forma mi cuerpo reaccionase.
Intente entender lo que sentía en ese preciso momento y no había una emoción definida. No había nada. No sentía nada, ni alegría, ni dolor, ni siquiera ira.
Ella no se había ido sola, ella acababa de llevarse mi alma, mi corazón y mi vida.
Me acababa de convertir en la sombra de lo que alguna vez fui. Ella se alejo llevándose todo lo que yo era, no había dejado absolutamente nada en mi interior.
Volvía a ser vacio. Ni siquiera tristeza, ni desolación, ni tormento, no podía sentir nada porque ya no había nada en mi.
Me había muerto otra vez, y algo me decía que esta vez nadie me iba a dar el aliento de la vida para que pudiese sobrevivir…
El tiempo siguió transcurriendo y alguien se acerco al granero. Era un chico joven, quizás de unos dieciocho años, venía a recoger los huevos de las aves que allí tenían. Le contemple silencioso un instante. Y como si fuese un completo autómata, al que ni siquiera le quedaban ya lagrimas que derramar, susurre en su mente y le hice dormirse allí mismo.
Su cuerpo cayo como si de un trapo se tratase, mientras yo bajaba de un salto para quitarle sus ropajes. Me los puse rapidamente y bebí un sorbo de él antes de dejarle allí solo, mientras mis pasos me conducían esta vez bajo la lluvia, ya sin preocupación alguna de que alguien me viese, o que alguien me siguiera. Simplemente camine empapándome mientras aspiraba la humedad del aire.
Camine y camine sin saber muy bien a donde me dirigía y después de unas horas encontré un pequeño pueblo.
Retome el regreso hacia Paris, contemplando como la tierra, mi tierra, mi país, aquel país que no hacía más que traerme desgracias cada vez que la pisaba, se alejaba poco a poco de mí.
Mientras en mi cabeza solo había una certeza.
Había arriesgado todo lo que tenia, había hecho la mayor apuesta de mi vida, y la había perdido estrepitosamente. Como decía mi “queridísimo” tío. Yo no era más que un error, y todo lo que hiciese en la vida iba a ser un tremendo fracaso, porque ni siquiera valía la pena toda mi existencia. Quizás aquel desgraciado tenía razón.
Pero no me arrepentía en lo mas mínimo, ni un ápice, de ningún momento, de ninguna caricia, de ninguna palabra.
Lo único que lamentaba era que ya no quedaba nada dentro de mí, ahora solo era un ser vacio, sin alma, un ser que tendría que vivir la eternidad sabiendo que nunca más reiría ni lloraría…porque simplemente ella se había llevado mi esencia consigo.
Y ahora ya no me quedaba nada más...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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