AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
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Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
La vida nocturna de París podía ser tremendamente monótona, llena de días baldíos y yermos en los que no hacía otra cosa que dar vueltas sin más, leer, escuchar el piano que tocaba Edgar o, como medida de pura supervivencia, salir a alimentarme, pero en ocasiones también había sorpresas que me hacían pensar que valía la pena seguir hacia delante una noche más. En esa ocasión, mis pasos me habían llevado hasta uno de los múltiples cafés de París donde había una tertulia. Allí, entre esas paredes, se reunían buena pare de los cerebros más interesantes de la ciudad y por una vez su presencia no me molestaba, al contrario, me atraía. Todo el mundo podría llegar a pensar que no tenía más interés intelectual que el de un insecto, que estaba tan pagada de mi misma y de mi superioridad que no sabía ver más allá de mi propio ombligo y entonces todo el mundo se confundiría por completo.
Cosa que no me extrañaba en absoluto.
Allí, en aquel café, me deslicé en cuanto llegué. El humo del tabaco, el olor del alcohol y del sudor, todo ello me golpeó como si fuera un puñetazo físico y la oscuridad de mi capucha impidió que se viera cómo arrugaba la nariz en un gesto de desagrado. Si no fuera por la conversación que llegó hasta mis finos oídos seguramente me hubiera girado para salir en ese momento, pero en cambio me moví con suavidad hacia uno de los rincones del café. Estaban todos ellos inmersos en sus conversaciones, en grupos diseminados por el mismo, hablando de sus nuevos experimentos y teorías. Era fascinante, simplemente fascinante.
Para alguien como yo, que me había criado en la época de la superstición, los adelantos científicos siempre eran una maravilla. Había visto cómo la sociedad adelantaba pasos con rapidez desde el Renacimiento, desde el momento en el que se fueron desenmarañando de la pesadez de la carga producida por el cristianismo. Las ideas medievales cargadas de oscurantismo —al menos las relacionadas con la religión, porque si no ha vivido en ella se da cuenta de que de oscuro había poco— fueron cambiadas por una época donde la razón volvía a estar presente, en una burda copia de lo que había sucedido en épocas de la Antigüedad de más esplendor y que le guste o no a las personas ha marcado por completo la época en la que vivían. Estaban en deuda por esas personas, hombres y también mujeres, de hacía cientos de años y sin embargo muchas veces no sabían ver más allá de sus propios ombligos.
Extraño que yo dijera aquello.
Una hora pasó desde el momento en el que me adentré en aquel lugar y me mantuve en un segundo plano mientras escuchaba sin necesidad de acercarme las conversaciones que había a mi alrededor. Pronto deseché la mayor parte de las conversaciones porque en realidad no llevaban a nada. Muchas estaban centradas en temas que ya conocía o que me parecían absurdos. Con cierta impaciencia mis uñas golpetearon la madera de la pared contar la que me encontraba apoyada, en ese pequeño rincón en sombras que solía utilizar y que rara vez era visitado. Parecía poco más que un recoveco sin mayor importancia.
Me moví apenas un instante provocando con ese gesto que la capucha se moviera lo justo para que un mechón rubio apareciera por el borde apenas unos instantes antes de volver a cubrirlo con firmeza. Mi atención se enfocó entonces en una conversación donde hablaban sobre unos experimentos que estaba realizando un tal Thomas Young en Inglaterra sobre la luz. No es que fuera una experta en el tema pero dentro de la lista de temas era uno de los que estaban muy por encima que otros.
Cosa que no me extrañaba en absoluto.
Allí, en aquel café, me deslicé en cuanto llegué. El humo del tabaco, el olor del alcohol y del sudor, todo ello me golpeó como si fuera un puñetazo físico y la oscuridad de mi capucha impidió que se viera cómo arrugaba la nariz en un gesto de desagrado. Si no fuera por la conversación que llegó hasta mis finos oídos seguramente me hubiera girado para salir en ese momento, pero en cambio me moví con suavidad hacia uno de los rincones del café. Estaban todos ellos inmersos en sus conversaciones, en grupos diseminados por el mismo, hablando de sus nuevos experimentos y teorías. Era fascinante, simplemente fascinante.
Para alguien como yo, que me había criado en la época de la superstición, los adelantos científicos siempre eran una maravilla. Había visto cómo la sociedad adelantaba pasos con rapidez desde el Renacimiento, desde el momento en el que se fueron desenmarañando de la pesadez de la carga producida por el cristianismo. Las ideas medievales cargadas de oscurantismo —al menos las relacionadas con la religión, porque si no ha vivido en ella se da cuenta de que de oscuro había poco— fueron cambiadas por una época donde la razón volvía a estar presente, en una burda copia de lo que había sucedido en épocas de la Antigüedad de más esplendor y que le guste o no a las personas ha marcado por completo la época en la que vivían. Estaban en deuda por esas personas, hombres y también mujeres, de hacía cientos de años y sin embargo muchas veces no sabían ver más allá de sus propios ombligos.
Extraño que yo dijera aquello.
Una hora pasó desde el momento en el que me adentré en aquel lugar y me mantuve en un segundo plano mientras escuchaba sin necesidad de acercarme las conversaciones que había a mi alrededor. Pronto deseché la mayor parte de las conversaciones porque en realidad no llevaban a nada. Muchas estaban centradas en temas que ya conocía o que me parecían absurdos. Con cierta impaciencia mis uñas golpetearon la madera de la pared contar la que me encontraba apoyada, en ese pequeño rincón en sombras que solía utilizar y que rara vez era visitado. Parecía poco más que un recoveco sin mayor importancia.
Me moví apenas un instante provocando con ese gesto que la capucha se moviera lo justo para que un mechón rubio apareciera por el borde apenas unos instantes antes de volver a cubrirlo con firmeza. Mi atención se enfocó entonces en una conversación donde hablaban sobre unos experimentos que estaba realizando un tal Thomas Young en Inglaterra sobre la luz. No es que fuera una experta en el tema pero dentro de la lista de temas era uno de los que estaban muy por encima que otros.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/08/2011
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
A veces me pregunto qué me lleva a asistir a estas tertulianas que nada me van a dejar, si acaso una molesta jaqueca, más por hartazgo que otra cosa. La espalda empezará a molestarme en cualquier momento, por fortuna me previne, hombre prevenido vale por dos, antes de venir a este sitio, el lugar donde el tiempo parece detenerse por la lentitud con la que transcurre, me tomé una tisana de opio para aminorar el dolor que siempre me acompaña, eso servirá, por un rato al menos. Al entrar varios colegas me saludaron, la mayoría mirándome con sorpresa que no hubiesen podido disimular aunque lo hubieran querido, es raro verme por aquí, es raro que acepte sus tontas invitaciones, es raro que abandone mi casa que hace las veces de laboratorio, incluso creo que me siguen enviando las misivas solicitando mi presencia en estas reuniones porque saben que no apareceré, es raro que conviva con ellos. En resumen pues, soy raro.
Después del protocolo, gastado, estudiado y mecánico de saludar, “ponerse al día” como ellos dicen e intercambiar ideas aunque las opiniones de ellos me parecen francamente estúpidas, me alejo poco a poco, un paso a la vez, tan lento que no notarán mi ausencia, aunque supongo que lo harán cuando no haya una voz que sobresalga diciendo «Saunière, eres un idiota», no es que el doctor Saunière me parezca más idiota que el resto, todos participan en una competencia bastante reñida, es sólo un ejemplo.
Llego a una mesa, sentarme me hará bien, retardará el inminente dolor de espalda que me espera, tomar un whisky cuando acabo de ingerir aquella infusión plagada de calmantes no es la más inteligente de las ideas pero…
-Un whisky –le digo al joven mesero que debe estar aturdido por el humo, el alcohol, las conversaciones pero sobre todo al ver a un tipo aburrido tras otro creyéndose el próximo Sir Isaac Newton. El chico hace su trabajo con prontitud y sólo inclino la cabeza en lugar de darle las gracias. Da igual si se las doy o no, lo que él en realidad espera es que esta panda de inútiles que se hacen llamar científicos dejen una propina generosa, no les cuesta nada considerando que sus investigaciones absurdas son financiadas por la corona. Sin embargo, sé que la propina será miserable, como esos que la dejen sobre la mesa, alegando que esto a lo que todos los presentes nos dedicamos, no es una profesión glamurosa. No entiendo que lo lleve a decir tal mentira, es decir, no lo es pero ellos se han encargado de banalizarla a un grado que luce inadmisible.
Sentado desde donde estoy tengo visión perfecta de quiénes entran y quienes salen del local, aunque hago un recorrido visual rápido y veo que toda la elite científica que actualmente reside en París ha llegado ya, así que por esa porta, la lógica dicta, no debería entrar nadie más. Pero la lógica es caprichosa, y me traiciona, es una zorra, y lo digo con doble sentido. Por la puerta ingresa una figura encapuchada, trata de pasar desapercibida, observo bien, de arriba abajo y todos sus ademanes. Esa mujer por más que se esfuerce, no puede negar que eso es, una mujer. Sigo su recorrido y la veo instalarse en un punto de este lugar, no sin antes haber mirado a más de uno con curiosidad, aunque eso lo intuyo, la capucha no me deja ver sus ojos. Cuando pude ver el vaso asido a mi mano pude percatarme que estaba vacío y que había pasado largo rato desde que la misteriosa dama había entrado al lugar.
Pude sentirlo, una sonrisa ladeada en mi rostro, pocas personas pueden mantenerme interesado por tantos minutos, ¿una hora tal vez?, no lo sé, aunque en este sitio, la tierra del tedio, ese no es un gran mérito. Pido un segundo whisky y en cuando este llega noto el último detalle que la delata, un mechón de largo y platinado cabello se desliza y se apresura para esconderlo. Observo qué grupo de hombres llama su atención, giro los ojos al notar que es uno donde el idiota de Boissieu es el centro de atención. Ese hombre es terco como una maldita mula.
Con el vaso recién llenado de whisky otra vez, me pongo de pie, el dolor comienza a hacerse presente pero aún es llevadero y camino, no es necesario acercarme a ellos, sé de qué demonios hablan, de lo único que Boissieu sabe hablar, de la luz y de demeritar al inglés Young. Camino directo a ella y me planto justo a su lado, mirando a los mismo sujetos, doy un sorbo a la bebida y suspiro, mi aliento ya es alcohólico para estas alturas.
-Escúchame bien –digo sin mirarla –escucha lo que digo, la luz es una onda y Young lo va a demostrar y callará a ese idiota –le digo señalando con la mano que sostiene el vaso y sin disimulo alguno a los supuestos buscadores de la verdad que alegan y en realidad no dicen nada, que sólo quieren arrastrar con ellos a su mediocridad a los pocos que en verdad están haciendo algo.
Después del protocolo, gastado, estudiado y mecánico de saludar, “ponerse al día” como ellos dicen e intercambiar ideas aunque las opiniones de ellos me parecen francamente estúpidas, me alejo poco a poco, un paso a la vez, tan lento que no notarán mi ausencia, aunque supongo que lo harán cuando no haya una voz que sobresalga diciendo «Saunière, eres un idiota», no es que el doctor Saunière me parezca más idiota que el resto, todos participan en una competencia bastante reñida, es sólo un ejemplo.
Llego a una mesa, sentarme me hará bien, retardará el inminente dolor de espalda que me espera, tomar un whisky cuando acabo de ingerir aquella infusión plagada de calmantes no es la más inteligente de las ideas pero…
-Un whisky –le digo al joven mesero que debe estar aturdido por el humo, el alcohol, las conversaciones pero sobre todo al ver a un tipo aburrido tras otro creyéndose el próximo Sir Isaac Newton. El chico hace su trabajo con prontitud y sólo inclino la cabeza en lugar de darle las gracias. Da igual si se las doy o no, lo que él en realidad espera es que esta panda de inútiles que se hacen llamar científicos dejen una propina generosa, no les cuesta nada considerando que sus investigaciones absurdas son financiadas por la corona. Sin embargo, sé que la propina será miserable, como esos que la dejen sobre la mesa, alegando que esto a lo que todos los presentes nos dedicamos, no es una profesión glamurosa. No entiendo que lo lleve a decir tal mentira, es decir, no lo es pero ellos se han encargado de banalizarla a un grado que luce inadmisible.
Sentado desde donde estoy tengo visión perfecta de quiénes entran y quienes salen del local, aunque hago un recorrido visual rápido y veo que toda la elite científica que actualmente reside en París ha llegado ya, así que por esa porta, la lógica dicta, no debería entrar nadie más. Pero la lógica es caprichosa, y me traiciona, es una zorra, y lo digo con doble sentido. Por la puerta ingresa una figura encapuchada, trata de pasar desapercibida, observo bien, de arriba abajo y todos sus ademanes. Esa mujer por más que se esfuerce, no puede negar que eso es, una mujer. Sigo su recorrido y la veo instalarse en un punto de este lugar, no sin antes haber mirado a más de uno con curiosidad, aunque eso lo intuyo, la capucha no me deja ver sus ojos. Cuando pude ver el vaso asido a mi mano pude percatarme que estaba vacío y que había pasado largo rato desde que la misteriosa dama había entrado al lugar.
Pude sentirlo, una sonrisa ladeada en mi rostro, pocas personas pueden mantenerme interesado por tantos minutos, ¿una hora tal vez?, no lo sé, aunque en este sitio, la tierra del tedio, ese no es un gran mérito. Pido un segundo whisky y en cuando este llega noto el último detalle que la delata, un mechón de largo y platinado cabello se desliza y se apresura para esconderlo. Observo qué grupo de hombres llama su atención, giro los ojos al notar que es uno donde el idiota de Boissieu es el centro de atención. Ese hombre es terco como una maldita mula.
Con el vaso recién llenado de whisky otra vez, me pongo de pie, el dolor comienza a hacerse presente pero aún es llevadero y camino, no es necesario acercarme a ellos, sé de qué demonios hablan, de lo único que Boissieu sabe hablar, de la luz y de demeritar al inglés Young. Camino directo a ella y me planto justo a su lado, mirando a los mismo sujetos, doy un sorbo a la bebida y suspiro, mi aliento ya es alcohólico para estas alturas.
-Escúchame bien –digo sin mirarla –escucha lo que digo, la luz es una onda y Young lo va a demostrar y callará a ese idiota –le digo señalando con la mano que sostiene el vaso y sin disimulo alguno a los supuestos buscadores de la verdad que alegan y en realidad no dicen nada, que sólo quieren arrastrar con ellos a su mediocridad a los pocos que en verdad están haciendo algo.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
La Ciencia era algo que o fascinaba o aburría tremendamente. Muchos de los míos se habían quedado tan anclados en el pasado que no llegaban a entender ni la mitad de las cosas que sucedían y algo me decía que en las décadas próximas íbamos a encontrarnos en una revolución científica que dejaría a la humanidad tambaleándose. Para un ojo experto como era el mío, no pasaba desapercibido los adelantos que se habían tenido en apenas unos siglos y sobre todo en las últimas décadas. Era como si de pronto eclosionaran todas las ideas que habían estado flotando por la humanidad, como si todas las piezas de un enorme puzle comenzaran a encajar. Era, simplemente, la acumulación de conocimiento y del trabajo ajeno que por fin comenzaba a dar sus frutos.
En todas partes había habido trabas; el miedo a lo desconocido muchas veces era la cadena con la que más fuerte había que luchar, pero las mentes más curiosas no se dejaban amedrentar por ello. No, al contrario, se estimulaban, porque en el conocimiento estaba el poder. El poder para superar las nubes, la oscuridad, para poder ver más allá de la simple banalidad que recorría a todos los seres, de lo mundano que a la larga únicamente atrofiaba y constreñía atando a la persona que no sabía lanzarse más allá a una clara vida de monotonía y hastío. Allí, en aquel lugar, de una manera u otra, se encontraban personalidades —no por lo famosas, sino por su propia personalidad— que destacaban y que iban más allá. Más unos que otros, por supuesto, porque también había mediocres y personas que se apuntaban a la “moda” y a la “fama” de hacerse llamar Científicos.
La Ciencia estaba desbancando a la religión. Era un hecho que cualquiera que no lo viera es que estaba completamente locos ¿y a quién podía extrañarle? Solo a los inútiles y desgraciadamente muchos de ellos eran de mi propia raza. Y no era para menos. Existir durante toda la eternidad puede hacer que uno olvide lo que es el progreso. Conocía a demasiados que se encontraban tan anclados en el pasado que apenas eran capaces de poder mirar más allá, de ser conscientes de que su realidad les superaba por mucho, que había cosas que no entendían y que los rayos y truenos que en el pasado eran producto de los dioses no eran otra cosa que una serie de fenómenos atmosféricos que llevaban a ello. Todo, o casi todo, podía ser explicado si uno estaba lo suficientemente atento.
Antes de que hablara, lo había notado. El olor a alcohol, a whisky, flotaba a su alrededor de manera mucho más fuerte de lo que él mismo podía sentir. No cambié la atención visiblemente de la conversación que se estaba produciendo entre Boissieu y varios científicos más que hablaban sobre Young, aunque en realidad una pequeña sonrisa apareció en mis labios ante su comentario. Sabía quién era, ¿cómo no saberlo? Era una de esas mentes privilegiadas que iban por delante de las personas de su época, pero también estaba recubierta de un envoltorio material que podía ser de lo más… ¿egocéntrico? Y hablaba la dama que se llevaba un premio en este aspecto.
— Boisseu no parece creer lo mismo.— comenté, más por hacer de “abogado del Diablo” que por considerar acertada su afirmación. — Parece muy convencido de que será un fracaso puesto que está investigando sobre otra teoría.— desvié entonces brevemente la mirada para fijarla en el hombre que tenía a mi lado arqueando una ceja, sin haberme molestado en disimular que era una mujer. ¿Para qué hacerlo? — Lleva toda la noche con ello, mareando a los comensales sin en realidad dar una prueba específica de qué se supone que está investigando por lo que llego a la conclusión que no está en realidad haciendo nada y que está esperando a que alguien le dé un mínimo de información para comenzar con su investigación tomando como punto de partida el de otra persona.—y no sería la primera vez que pasar eso.
Volví entonces la atención a la conversación que lentamente se estaba convirtiendo en lo más banal del universo. Thomas Young. Ese nombre se quedó grabado en mi cabeza. Quizá en el futuro pudiera acercarme hasta Londres para ver sus avances. ¿Por qué no? Tenía todo el tiempo del mundo y siempre era bueno poder ir de un lugar para otro, sobre todo cuando la monotonía amenazaba con atarnos demasiado a un mismo lugar.
En todas partes había habido trabas; el miedo a lo desconocido muchas veces era la cadena con la que más fuerte había que luchar, pero las mentes más curiosas no se dejaban amedrentar por ello. No, al contrario, se estimulaban, porque en el conocimiento estaba el poder. El poder para superar las nubes, la oscuridad, para poder ver más allá de la simple banalidad que recorría a todos los seres, de lo mundano que a la larga únicamente atrofiaba y constreñía atando a la persona que no sabía lanzarse más allá a una clara vida de monotonía y hastío. Allí, en aquel lugar, de una manera u otra, se encontraban personalidades —no por lo famosas, sino por su propia personalidad— que destacaban y que iban más allá. Más unos que otros, por supuesto, porque también había mediocres y personas que se apuntaban a la “moda” y a la “fama” de hacerse llamar Científicos.
La Ciencia estaba desbancando a la religión. Era un hecho que cualquiera que no lo viera es que estaba completamente locos ¿y a quién podía extrañarle? Solo a los inútiles y desgraciadamente muchos de ellos eran de mi propia raza. Y no era para menos. Existir durante toda la eternidad puede hacer que uno olvide lo que es el progreso. Conocía a demasiados que se encontraban tan anclados en el pasado que apenas eran capaces de poder mirar más allá, de ser conscientes de que su realidad les superaba por mucho, que había cosas que no entendían y que los rayos y truenos que en el pasado eran producto de los dioses no eran otra cosa que una serie de fenómenos atmosféricos que llevaban a ello. Todo, o casi todo, podía ser explicado si uno estaba lo suficientemente atento.
Antes de que hablara, lo había notado. El olor a alcohol, a whisky, flotaba a su alrededor de manera mucho más fuerte de lo que él mismo podía sentir. No cambié la atención visiblemente de la conversación que se estaba produciendo entre Boissieu y varios científicos más que hablaban sobre Young, aunque en realidad una pequeña sonrisa apareció en mis labios ante su comentario. Sabía quién era, ¿cómo no saberlo? Era una de esas mentes privilegiadas que iban por delante de las personas de su época, pero también estaba recubierta de un envoltorio material que podía ser de lo más… ¿egocéntrico? Y hablaba la dama que se llevaba un premio en este aspecto.
— Boisseu no parece creer lo mismo.— comenté, más por hacer de “abogado del Diablo” que por considerar acertada su afirmación. — Parece muy convencido de que será un fracaso puesto que está investigando sobre otra teoría.— desvié entonces brevemente la mirada para fijarla en el hombre que tenía a mi lado arqueando una ceja, sin haberme molestado en disimular que era una mujer. ¿Para qué hacerlo? — Lleva toda la noche con ello, mareando a los comensales sin en realidad dar una prueba específica de qué se supone que está investigando por lo que llego a la conclusión que no está en realidad haciendo nada y que está esperando a que alguien le dé un mínimo de información para comenzar con su investigación tomando como punto de partida el de otra persona.—y no sería la primera vez que pasar eso.
Volví entonces la atención a la conversación que lentamente se estaba convirtiendo en lo más banal del universo. Thomas Young. Ese nombre se quedó grabado en mi cabeza. Quizá en el futuro pudiera acercarme hasta Londres para ver sus avances. ¿Por qué no? Tenía todo el tiempo del mundo y siempre era bueno poder ir de un lugar para otro, sobre todo cuando la monotonía amenazaba con atarnos demasiado a un mismo lugar.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Los sorbos de whisky poco a poco cedieron ante mi atención, el vaso en mi mano ya no era el centro del universo, era la mujer a mi lado y los idiotas frente a nosotros. No podía escuchar con detalles la conversación, por un lado porque había mucho ruido, y por el otro porque el dolor comenzaba a trepar por la espalda hasta el oído, ensañándose especialmente con la nuca, en ese sitio donde la cabeza se une al cuello. Entorné los ojos preguntándome cómo ella podía saber de qué hablaban, es decir yo lo sé porque Boissieu es monotemático cuando una idea se le mete en la cabeza y sólo piensa en cómo robarle su investigación a otro, y el muy ladino se atrevió a aparecerse en mi casa para preguntarme mi opinión. Está de más decir que le hubiese dado una patada en ese gordo trasero suyo si el dolor en mi espalda me lo hubiese permitido. Aunque debo admirarle la desvergüenza de su acto.
Giré en cuanto ella lo hizo en un acto de sincronía no ensayado, pude ver su rostro, blanco marmóreo como el que recuerdo en otros que, como ella, sólo pueden salir de noche. El viejo bastardo, o sea mi padre, financiaba a cazadores en Praga y por ello conocí desde muy joven que seres que deambulan entre la vida y la muerte andan entre nosotros, no se necesitaba ser un genio para adivinar que ella era uno de esos muertos vivos, aunque claro, todos los aquí reunidos, ni juntos podría adivinarlo, mucho menos saber el peligro que ella representaba para nosotros, y eso que se hacen llamar hombres de ciencia, qué maldito descaro. Ahora entendía su capacidad para poder escuchar la conversación ajena. Sin embargo no entiendo si la sed por superioridad falsa y endeble, construida como manualidad infantil, es suficiente motivo para entregar la vida en pos de la no vida. Yo qué sé, no soy el fanático más acérrimo de la vida y eso es obvio.
-Boisseu es un idiota –era un hecho, al menos en mi entonación al decirlo no cabía lugar a dudas-, y esos –señalé a los que los rodeaban subiendo la voz, provocando adrede –unos lame culos que no tienen mente propia –tomé el whisky restante de un solo trago y dejé el vaso en la barra cercana con un golpazo seco en la madera burda-, observa esto –le dije haciendo un ademán con mi ahora mano libre, señalando con el índice uno de mis ojos-. ¡Hey Boisseu! –grité y llamé la atención de todo es grupo de peleles-, ¿ahora le vas a robar sus ideas a Young? –pregunté con gesto autosuficiente y me encogí de hombros como si no se me pudiera culpar de ningún delito –sólo hablo por la experiencia, no sería la primera vez –dije con tono claramente sarcástico, acentuado a propósito, recibí miradas fulminantes que, según ellos, me reprendían, pero en realidad esa había sido mi meta.
Nos dieron la espalda y continuaron su conversación, yo me volví hacia ella una vez más y sonreí de lado bastante satisfecho de mi misión cumplida. Era obvio que no iba a recibir mayor reto auí y fastidiar era lo único que me quedaba, aunque debo admitir que la mujer a mi lado ha dado un toque inesperado a la noche. Inesperado es bueno, es desconocido, es una pregunta más a la que debo darle respuesta.
-Vaya falta de sentido del humor –ironicé sin darle mayor importancia-, aunque viniendo de esta gente que se toma tan en serio todo… -la frase quedó en el aire, podía terminar de cualquier modo y todos los remates le venían bien-. Ahora que es obvio que no me dirigirán la palabra –hablé con sorna señalando con los ojos a esos que antes me miraron como si sus ojos fuesen armas y desearan matarme -¿me dirás que hace alguien como tú en Villa Aburrimiento? –alcé lo brazos para aclarar que esa tertulia era la villa que acababa de bautizar-,¿alguien como tú no tendría algo mejor qué hacer?, ir a una gala, cazar a un pobre incauto… ¿por ejemplo? –quedaba claro que sabía lo que ella era, sólo esperaba su reacción, aunque la experiencia me ha enseñado que los vampiros no son precisamente los más amigables de los seres nocturnos.
Giré en cuanto ella lo hizo en un acto de sincronía no ensayado, pude ver su rostro, blanco marmóreo como el que recuerdo en otros que, como ella, sólo pueden salir de noche. El viejo bastardo, o sea mi padre, financiaba a cazadores en Praga y por ello conocí desde muy joven que seres que deambulan entre la vida y la muerte andan entre nosotros, no se necesitaba ser un genio para adivinar que ella era uno de esos muertos vivos, aunque claro, todos los aquí reunidos, ni juntos podría adivinarlo, mucho menos saber el peligro que ella representaba para nosotros, y eso que se hacen llamar hombres de ciencia, qué maldito descaro. Ahora entendía su capacidad para poder escuchar la conversación ajena. Sin embargo no entiendo si la sed por superioridad falsa y endeble, construida como manualidad infantil, es suficiente motivo para entregar la vida en pos de la no vida. Yo qué sé, no soy el fanático más acérrimo de la vida y eso es obvio.
-Boisseu es un idiota –era un hecho, al menos en mi entonación al decirlo no cabía lugar a dudas-, y esos –señalé a los que los rodeaban subiendo la voz, provocando adrede –unos lame culos que no tienen mente propia –tomé el whisky restante de un solo trago y dejé el vaso en la barra cercana con un golpazo seco en la madera burda-, observa esto –le dije haciendo un ademán con mi ahora mano libre, señalando con el índice uno de mis ojos-. ¡Hey Boisseu! –grité y llamé la atención de todo es grupo de peleles-, ¿ahora le vas a robar sus ideas a Young? –pregunté con gesto autosuficiente y me encogí de hombros como si no se me pudiera culpar de ningún delito –sólo hablo por la experiencia, no sería la primera vez –dije con tono claramente sarcástico, acentuado a propósito, recibí miradas fulminantes que, según ellos, me reprendían, pero en realidad esa había sido mi meta.
Nos dieron la espalda y continuaron su conversación, yo me volví hacia ella una vez más y sonreí de lado bastante satisfecho de mi misión cumplida. Era obvio que no iba a recibir mayor reto auí y fastidiar era lo único que me quedaba, aunque debo admitir que la mujer a mi lado ha dado un toque inesperado a la noche. Inesperado es bueno, es desconocido, es una pregunta más a la que debo darle respuesta.
-Vaya falta de sentido del humor –ironicé sin darle mayor importancia-, aunque viniendo de esta gente que se toma tan en serio todo… -la frase quedó en el aire, podía terminar de cualquier modo y todos los remates le venían bien-. Ahora que es obvio que no me dirigirán la palabra –hablé con sorna señalando con los ojos a esos que antes me miraron como si sus ojos fuesen armas y desearan matarme -¿me dirás que hace alguien como tú en Villa Aburrimiento? –alcé lo brazos para aclarar que esa tertulia era la villa que acababa de bautizar-,¿alguien como tú no tendría algo mejor qué hacer?, ir a una gala, cazar a un pobre incauto… ¿por ejemplo? –quedaba claro que sabía lo que ella era, sólo esperaba su reacción, aunque la experiencia me ha enseñado que los vampiros no son precisamente los más amigables de los seres nocturnos.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Estaba claro algo: el hombre que estaba sentado a mi lado era completamente diferente al resto de los habituales a esas tertulias y, desde luego, un foco de diversión mucho más interesante. Asistía a aquellas tertulias en búsqueda de romper la monotonía de unas noches que eran demasiado parecidas unas a otras, tan iguales que si no hubiera sido por mi naturaleza estaba segura de que no sabría diferenciar si un hecho determinado había pasado ayer o hace diez años. A veces los rostros se difuminaban de tal manera que no eran más que manchas, que polvo que sacudirse después del tiempo. ¿Y después me preguntaban por qué no me acercaba a los humanos? Además de ser seres que por regla general no me aportaban nada, terminaban siendo apenas un vago recuerdo de un tiempo en el que habían permanecido en mi vida y no volverían. De vez en cuando, sin embargo, me llegaban a sorprender determinadas personas de forma individual porque tenían una energía muy diferente a la de sus congéneres, una firma que les hacía sobresalir por encima de ellos.
Algunos no se daban cuenta de ello, Edgar había sido y seguía siendo un ejemplo claro, pero otros como el caballero que tenía a mi lado sabían de antemano quiénes eran y que había algo que les hacía sobresalir por los demás. Al menos por los que eran iguales en su especie. Nuestros ojos se cruzaron al movernos ambos a la vez y pude ver quizá demasiado en sus ojos claros. La inteligencia era algo que estaba ahí, una inteligencia que podría provocarle demasiados dolores de cabeza y demasiados problemas, en mi caso hacía que sintiera curiosidad, un hecho bastante inaudito puesto que la mayor parte de los humanos pasaban sin pena ni gloria a mi alrededor. Suponía, que en cierta manera, era por su forma de comportarse, tan diferente a la del resto. Esa prepotencia se manifestó con total claridad en la forma de dirigirse a los contertulianos. No le importaba lo que pensaran sobre él, lo que rompía con las normas que atenazaban a la mayor parte de la población. No solo ahora era un hecho el que se procuraba mantener a los demás en relativa “concordancia” con nosotros, el hacer que nos vieran de tal forma que nos aceptaran, sino que lo había sido siempre. Pocas personas se liberaban de esas ataduras y eran considerados o locos o visionarios.
Aún tenía que analizar un poco más al hombre como para poder saber si era una cosa o la otra aunque me decantaba por la última de las opciones, sin duda. Visto que la conversación del grupo de Boussieu no iba a llevar a ninguna parte y que el resto de las conversaciones parecía que seguían ando vueltas de forma ininterrumpida a lo mismo, volví mi atención a mi interlocutor moviéndome lo justo como para apoyar la espalda contra la fría pared que estaba detrás de mí aunque en realidad ese hecho pasó bastante desapercibido. Mis manos enguantadas se encontraban reposando sobre mi regazo y durante un pequeño segundo me permití una ligera sonrisa ante su comentario. Definitivamente, no era como el resto de los allí presente. Parecía que el caprichoso destino finalmente había hecho una jugada un poco más interesante que las demás haciendo que coincidiéramos en ese lugar al mismo tiempo o, más bien, que las piezas habían sido movidas hasta ese instante.
Si es que hubiera creído en el destino, por supuesto.
— Podría estar buscando la cena de esta noche.— contesté con naturalidad, ocultar mi naturaleza de alguien que estaba bastante claro que la conocía no era precisamente de mi interés. ¿Por qué hacerlo? Era cierto que tras las cazas del pasado era mejor ir con pie de plomo; nunca se sabía cuándo iba a aparecer una de esas moscas molestas para intentar acabar con tu existencia. Y sí, digo bien, intentar; otra cosa muy diferente es que llegaran a conseguirlo. — Aunque la mayor parte de las noches no haya nada interesante, si se está atento puede descubrir patrones que terminarán por dar lugar a algo mucho mayor que estas banales conversaciones. Por ejemplo, esta noche, me ha dado un nombre que será interesante investigar.— giro las manos por un momento sin apartar la mirada de los ojos del hombre que está sentado a mi lado. — La Ciencia no es algo que solo interese a un grupo de hombres grises, sin otra cosa que hacer en la vida, que se pasean intentando convertirse en nuevos Isaac Newton o Copérnico, sino que de vez en cuando aparecen Isaac Newton o Copérnico.
Algunos no se daban cuenta de ello, Edgar había sido y seguía siendo un ejemplo claro, pero otros como el caballero que tenía a mi lado sabían de antemano quiénes eran y que había algo que les hacía sobresalir por los demás. Al menos por los que eran iguales en su especie. Nuestros ojos se cruzaron al movernos ambos a la vez y pude ver quizá demasiado en sus ojos claros. La inteligencia era algo que estaba ahí, una inteligencia que podría provocarle demasiados dolores de cabeza y demasiados problemas, en mi caso hacía que sintiera curiosidad, un hecho bastante inaudito puesto que la mayor parte de los humanos pasaban sin pena ni gloria a mi alrededor. Suponía, que en cierta manera, era por su forma de comportarse, tan diferente a la del resto. Esa prepotencia se manifestó con total claridad en la forma de dirigirse a los contertulianos. No le importaba lo que pensaran sobre él, lo que rompía con las normas que atenazaban a la mayor parte de la población. No solo ahora era un hecho el que se procuraba mantener a los demás en relativa “concordancia” con nosotros, el hacer que nos vieran de tal forma que nos aceptaran, sino que lo había sido siempre. Pocas personas se liberaban de esas ataduras y eran considerados o locos o visionarios.
Aún tenía que analizar un poco más al hombre como para poder saber si era una cosa o la otra aunque me decantaba por la última de las opciones, sin duda. Visto que la conversación del grupo de Boussieu no iba a llevar a ninguna parte y que el resto de las conversaciones parecía que seguían ando vueltas de forma ininterrumpida a lo mismo, volví mi atención a mi interlocutor moviéndome lo justo como para apoyar la espalda contra la fría pared que estaba detrás de mí aunque en realidad ese hecho pasó bastante desapercibido. Mis manos enguantadas se encontraban reposando sobre mi regazo y durante un pequeño segundo me permití una ligera sonrisa ante su comentario. Definitivamente, no era como el resto de los allí presente. Parecía que el caprichoso destino finalmente había hecho una jugada un poco más interesante que las demás haciendo que coincidiéramos en ese lugar al mismo tiempo o, más bien, que las piezas habían sido movidas hasta ese instante.
Si es que hubiera creído en el destino, por supuesto.
— Podría estar buscando la cena de esta noche.— contesté con naturalidad, ocultar mi naturaleza de alguien que estaba bastante claro que la conocía no era precisamente de mi interés. ¿Por qué hacerlo? Era cierto que tras las cazas del pasado era mejor ir con pie de plomo; nunca se sabía cuándo iba a aparecer una de esas moscas molestas para intentar acabar con tu existencia. Y sí, digo bien, intentar; otra cosa muy diferente es que llegaran a conseguirlo. — Aunque la mayor parte de las noches no haya nada interesante, si se está atento puede descubrir patrones que terminarán por dar lugar a algo mucho mayor que estas banales conversaciones. Por ejemplo, esta noche, me ha dado un nombre que será interesante investigar.— giro las manos por un momento sin apartar la mirada de los ojos del hombre que está sentado a mi lado. — La Ciencia no es algo que solo interese a un grupo de hombres grises, sin otra cosa que hacer en la vida, que se pasean intentando convertirse en nuevos Isaac Newton o Copérnico, sino que de vez en cuando aparecen Isaac Newton o Copérnico.
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Estuve a punto de moverme, de acercarme a un mesero y pedir un tercer whisky, pero algo me ató al sitio donde estaba, el dolor apabullante en mi espalda, pero sobre todo la inesperada compañía. Era una mujer interesante, y esa es la virtud que más me cuesta trabajo encontrar en las personas, o vampiros, da lo mismo. No sólo era su curiosidad por este mundo que es el único que me interesa, el de la Ciencia, sino porque sus palabras delataban un intelecto que, sabía yo bien basado en la experiencia, era difícil de ver en esta época… y en cualquiera en realidad. Y vaya, para qué voy a mentir, el hecho que fuera vampiro también agregaba algo de emocionante a este asunto. Cuando se es como yo se corre el riesgo de no sentirse excitado por nada, hay días que los que francamente creo que nada nunca más me va a volver a emocionar, pero existen pequeños puntos en este mapa de mi vida que aún destellan y brillan, son escasos y raros, pero existen. Encuentros que la mayoría adjudicaría al destino, pero me parece una salida cobarde colgarle tantos milagros a algo tan volátil como el destino. Las cosas suceden, y en cada suceso hay una explicación, no pasan sólo por pasar, incluidos estos encuentros, estos alfileres que uno coloca en un mapa para ubicar sitios, alfileres que fueron encontrados en un pajar. Difíciles pero por lo mismo, preciados.
Aunque claro, no era algo que iba a decir en voz alta, una reflexión de esta índole debía mantenerse íntima. Si las personas (o vampiros, lo he dicho, me da igual) aprendieran a recibir un comentario o un cumplido y continuar con sus vidas sería una utopía ideal, sin embargo la gente, aferrada a lo poco que tienen, o de plano a la nada, se afianza con uñas y dientes de los comentarios de los demás para poder sentir que hay algo en sus vidas, que alguien los ha notado. Es evidente que mi interlocutora no tenía esa denigrante característica, o eso quería creer en aras de mantenerme interesado.
La escuché con atención, aunque no respondí de inmediato. Que no siguiera ocultando su naturaleza me pareció osado, pero adecuado, no valía la pena jugar un juego que terminaría por aburrirnos a ambos debido a su falta de misterio. Asentí para que supiera que escuchaba a pesar de mi mutismo, luego, poco a poco una risa vino rápido y se extinguió como llama a falta de oxígeno.
-Es verdad –dije y volví a asentir, rara vez pronunciaba esas palabras, rara vez le daba la razón a alguien, pero qué iba a hacer si de hecho la tenía –pero créeme, aquí no los encontrarás, el próximo Copérnico está en algún punto del mundo haciendo en realidad algo, no pavoneándose con sus supuestos colegas derrochando los fondos que la corona, de por sí corrupta, les da para sus investigaciones que es obvio que no llevan a ningún lado –callé para tomar aire, el dolor era cada vez más intenso, pegué la espalda a la pared para que el frío de ésta calmara aunque fuera por unos segundos el malestar-. A veces creo que esta bola de inútiles se dedicó a la Ciencia porque no eran buenos para nada en realidad –subí la voz, quería que me escucharan, pero callé en cuando empecé a sentir que era el dolor en mi espalda el que estaba hablando. Miré de nuevo el lugar, había algunos de los congregados que comenzaban a retirarse, despidiéndose con esa sonrisa falsa que han practicado más que la misma Ciencia a la que dicen dedicarse, de no haber sido por mi acompañante, yo hubiese sido el primero en salir de este sitio y caminado a una taberna más sucia y más atractiva para un tipo como yo.
Giré el rostro para verla, la capucha seguía en su sitio y me impedía reconocer bien sus facciones.
-¿Un nombre? –finalmente cuestioné lo que verdaderamente me había intrigado de todo eso que había dicho-, si despierta tu interés el personaje detrás de ese nombre, te aseguro que no está aquí –dirigí mis ojos nuevamente a la concurrencia –te aseguro que en diez años ninguno de los nombres que ostenta alguno de los aquí presentes será recordado –desde luego quedaba excluido yo. Yo era un espectador, un forastero en un sitio al cual no pertenece. Si mi nombre será recordado o no, no lo sé, le busco respuesta a todo, pero la adivinación no es una habilidad que tenga, o crean en ella siquiera, lo que sí sé es que al menos, estoy haciendo algo para no quedar hundido en la mediocridad, como estos hombres y como muchos otros.
Aunque claro, no era algo que iba a decir en voz alta, una reflexión de esta índole debía mantenerse íntima. Si las personas (o vampiros, lo he dicho, me da igual) aprendieran a recibir un comentario o un cumplido y continuar con sus vidas sería una utopía ideal, sin embargo la gente, aferrada a lo poco que tienen, o de plano a la nada, se afianza con uñas y dientes de los comentarios de los demás para poder sentir que hay algo en sus vidas, que alguien los ha notado. Es evidente que mi interlocutora no tenía esa denigrante característica, o eso quería creer en aras de mantenerme interesado.
La escuché con atención, aunque no respondí de inmediato. Que no siguiera ocultando su naturaleza me pareció osado, pero adecuado, no valía la pena jugar un juego que terminaría por aburrirnos a ambos debido a su falta de misterio. Asentí para que supiera que escuchaba a pesar de mi mutismo, luego, poco a poco una risa vino rápido y se extinguió como llama a falta de oxígeno.
-Es verdad –dije y volví a asentir, rara vez pronunciaba esas palabras, rara vez le daba la razón a alguien, pero qué iba a hacer si de hecho la tenía –pero créeme, aquí no los encontrarás, el próximo Copérnico está en algún punto del mundo haciendo en realidad algo, no pavoneándose con sus supuestos colegas derrochando los fondos que la corona, de por sí corrupta, les da para sus investigaciones que es obvio que no llevan a ningún lado –callé para tomar aire, el dolor era cada vez más intenso, pegué la espalda a la pared para que el frío de ésta calmara aunque fuera por unos segundos el malestar-. A veces creo que esta bola de inútiles se dedicó a la Ciencia porque no eran buenos para nada en realidad –subí la voz, quería que me escucharan, pero callé en cuando empecé a sentir que era el dolor en mi espalda el que estaba hablando. Miré de nuevo el lugar, había algunos de los congregados que comenzaban a retirarse, despidiéndose con esa sonrisa falsa que han practicado más que la misma Ciencia a la que dicen dedicarse, de no haber sido por mi acompañante, yo hubiese sido el primero en salir de este sitio y caminado a una taberna más sucia y más atractiva para un tipo como yo.
Giré el rostro para verla, la capucha seguía en su sitio y me impedía reconocer bien sus facciones.
-¿Un nombre? –finalmente cuestioné lo que verdaderamente me había intrigado de todo eso que había dicho-, si despierta tu interés el personaje detrás de ese nombre, te aseguro que no está aquí –dirigí mis ojos nuevamente a la concurrencia –te aseguro que en diez años ninguno de los nombres que ostenta alguno de los aquí presentes será recordado –desde luego quedaba excluido yo. Yo era un espectador, un forastero en un sitio al cual no pertenece. Si mi nombre será recordado o no, no lo sé, le busco respuesta a todo, pero la adivinación no es una habilidad que tenga, o crean en ella siquiera, lo que sí sé es que al menos, estoy haciendo algo para no quedar hundido en la mediocridad, como estos hombres y como muchos otros.
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
El cinismo de destilaban sus palabras hizo que una media sonrisa apareciera en mis labios. Nos habíamos ido a acercarnos dos seres que en realidad no tenían en muy alta consideración de las personas que estaban en aquel lugar. Dos seres que se consideraban muy superiores a ellos y, al menos en mi caso, esa era una verdadera realidad. Él sobresalía, no le iba a negar aquello, pero no dejaba de ser un simple humano, aunque un humano interesante. La tertulia estaba claramente acabándose, deslizándose moribunda hacía su final mientras las conversaciones se desviaban por completo de los temas principales. En cierta manera me gustaban más, por ese motivo, la de los escritores y otros artistas. Además, era un buen lugar para conocer un poco más a un determinado sector, para saber las opiniones, para ver cómo las ideas políticas iban de un lado para otro. Había aprendido a lo largo de la historia que era precisamente delante de una copa donde se fraguaban las más grandes ideas, para bien o para mal.
Era en lugares como aquel donde no solo salían mentes brillantes como había indicado, sino también ideas revolucionarias. Era delante de un vaso con licor donde las mentes parecían funcionar más, mejor, quizá porque era el momento del día donde por fín podían relajarse, donde las ideas fluían con comodidad, donde había un momento en el que las barreras bajaban y mostraban con más claridad lo que se escondía en el fondo de la mente, allí donde el subconsciente no era controlado por la parte más racional de la mente. Era cuando se decía lo que realmente se sentía, cuando los hilos revolucionarios tomaban contacto con los de las personas que estaban a su alrededor, comenzando a crear un tapiz que si uno seguía podía llegar a ver con sorpresa en más de un lugar. Era interesante, desde mi punto de vista, cómo las ideas recorrían Europa con relativa facilidad y rapidez. Uno podía pensar que los distintos lugares no tenían relación, pero si buceaba un poco más —o directamente lo vivía como era mi caso— descubría que todos los lugares estaban intercomunicados.
En ese momento, sin embargo, la atención la tenía que centrar en el hombre que estaba a mi lado. Deposité ligeramente, en un gesto pensativo, la mano enguantada sobre el borde de la mesa que estaba delante de nosotros mientras mi mirada vagaba por el lugar. Hombres que ya se marchaban, hombres que se quedaban, conversaciones a media voz, alguna que otra risa más fuerte que las demás. Las ideas revolucionarias, desgraciadamente, como bien había dicho mi interlocutor aquella noche, no se encontraban allí. No habría allí ni un Isaac Newton ni un Copérnico escondido, por lo que finalmente desvié la mirada una vez más para clavarla en el hombre que estaba a mi lado. Había un rastro en sus ojos, en su gesto, que me indicaba incomodidad, pero me temía que en esos momentos no le conocía tanto como para saber el por qué. Era uno de esos rompecabezas que tanto me gustaban descubrir y que finalmente, por regla general aunque con algunas excepciones, no valían la pena. Aunque algo me decía que por una vez él no era como el resto de la humanidad.
— Tiene razón, no está aquí, pero de vez en cuando nos sorprenden y también es una buena fuente de información sobre nuevas investigaciones aunque es cierto que no llegan tan pronto como me gustaría.— había un deje de desaliento en mis palabras, o de desilusión, un gesto quizá caprichoso que aparecía de vez en cuando. — Los verdaderos genios no suelen estar en el centro, sino en una esquina, aunque es verdad que algunos sienten la necesidad de demostrar lo superiores que son de una manera u otra. La humildad debería ser un práctica habitual entre ellos, pero ambos sabemos que es una excepción extraña en este mundo que… vivimos.— un matiz irónico, divertido, se filtró en mis palabras sobre todo en la última pronunciada. Me detuve entonces en esos pensamientos durante un segundo antes de llegar a contestarle. — Young, ese es el nombre que me llevo de esta velada, de alguna manera u otra le haré caso y confiaré en que lo que dice se hará realidad. Pero antes me gustaría saber algo más de su investigación y ver si es capaz de echar luz sobre esa cuestión, nunca mejor dicho.
Una media sonrisa divertida curvó mis labios aunque seguramente la capucha no le dejaría ver como correspondía el gesto. Había todavía demasiada gente para desembarazarme de mi pequeño disfraz. Lo hacía no porque temiera las reacciones, sino porque era mucho más fácil pasar desapercibida de aquella manera. Sabía, demasiado bien, el efecto que tendría entre aquellos hombres si me dejaba ver y no era mi intención, al menos por esa noche, hacer que todas las miradas se posaran en mí. No era yo lo importante, sino la Ciencia y la Ciencia podía ser una amante muy celosa cuando se lo proponía.
Era en lugares como aquel donde no solo salían mentes brillantes como había indicado, sino también ideas revolucionarias. Era delante de un vaso con licor donde las mentes parecían funcionar más, mejor, quizá porque era el momento del día donde por fín podían relajarse, donde las ideas fluían con comodidad, donde había un momento en el que las barreras bajaban y mostraban con más claridad lo que se escondía en el fondo de la mente, allí donde el subconsciente no era controlado por la parte más racional de la mente. Era cuando se decía lo que realmente se sentía, cuando los hilos revolucionarios tomaban contacto con los de las personas que estaban a su alrededor, comenzando a crear un tapiz que si uno seguía podía llegar a ver con sorpresa en más de un lugar. Era interesante, desde mi punto de vista, cómo las ideas recorrían Europa con relativa facilidad y rapidez. Uno podía pensar que los distintos lugares no tenían relación, pero si buceaba un poco más —o directamente lo vivía como era mi caso— descubría que todos los lugares estaban intercomunicados.
En ese momento, sin embargo, la atención la tenía que centrar en el hombre que estaba a mi lado. Deposité ligeramente, en un gesto pensativo, la mano enguantada sobre el borde de la mesa que estaba delante de nosotros mientras mi mirada vagaba por el lugar. Hombres que ya se marchaban, hombres que se quedaban, conversaciones a media voz, alguna que otra risa más fuerte que las demás. Las ideas revolucionarias, desgraciadamente, como bien había dicho mi interlocutor aquella noche, no se encontraban allí. No habría allí ni un Isaac Newton ni un Copérnico escondido, por lo que finalmente desvié la mirada una vez más para clavarla en el hombre que estaba a mi lado. Había un rastro en sus ojos, en su gesto, que me indicaba incomodidad, pero me temía que en esos momentos no le conocía tanto como para saber el por qué. Era uno de esos rompecabezas que tanto me gustaban descubrir y que finalmente, por regla general aunque con algunas excepciones, no valían la pena. Aunque algo me decía que por una vez él no era como el resto de la humanidad.
— Tiene razón, no está aquí, pero de vez en cuando nos sorprenden y también es una buena fuente de información sobre nuevas investigaciones aunque es cierto que no llegan tan pronto como me gustaría.— había un deje de desaliento en mis palabras, o de desilusión, un gesto quizá caprichoso que aparecía de vez en cuando. — Los verdaderos genios no suelen estar en el centro, sino en una esquina, aunque es verdad que algunos sienten la necesidad de demostrar lo superiores que son de una manera u otra. La humildad debería ser un práctica habitual entre ellos, pero ambos sabemos que es una excepción extraña en este mundo que… vivimos.— un matiz irónico, divertido, se filtró en mis palabras sobre todo en la última pronunciada. Me detuve entonces en esos pensamientos durante un segundo antes de llegar a contestarle. — Young, ese es el nombre que me llevo de esta velada, de alguna manera u otra le haré caso y confiaré en que lo que dice se hará realidad. Pero antes me gustaría saber algo más de su investigación y ver si es capaz de echar luz sobre esa cuestión, nunca mejor dicho.
Una media sonrisa divertida curvó mis labios aunque seguramente la capucha no le dejaría ver como correspondía el gesto. Había todavía demasiada gente para desembarazarme de mi pequeño disfraz. Lo hacía no porque temiera las reacciones, sino porque era mucho más fácil pasar desapercibida de aquella manera. Sabía, demasiado bien, el efecto que tendría entre aquellos hombres si me dejaba ver y no era mi intención, al menos por esa noche, hacer que todas las miradas se posaran en mí. No era yo lo importante, sino la Ciencia y la Ciencia podía ser una amante muy celosa cuando se lo proponía.
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Pocas veces decido abandonar mi casa y salir a “convivir” con otras personas, y de esas pocas veces, una mínima fracción de ellas las paso sin beber alcohol, la bebida me ayuda a hacer llevadero el contacto con el mundo al que soy reticente, ayuda a que me conecte a los sitios con los que no tengo nada que ver, que son todos, o al menos a no estar completamente ajeno. Así que es extraño que haya pasado tantos minutos ya sin un trago de whisky cruzando mi garganta, cruzándose en mi interior con el opio que tomé esta tarde, incluso a ratos el dolor en mi espalda comienza a ceder, pero sólo es una treta, porque siempre regresa; todo gracias a encontrar una conversación interesante, ojalá, en serio pido que ojalá esta mujer no me decepcione, como la mayoría de la gente ha demostrado decepcionarme al pasar de los años.
Estudié sus movimientos, sutiles y muy pocos, misteriosos, tanto que era difícil adivinar su expresión, que me era negada a ver por la capucha, pero contrario a lo que pudiera suponerse, eso aumentaba mi interés. Mi rostro se mantuvo estoico por un rato, escuchándola hablar, quizá tan sólo el ceño ligeramente fruncido por el dolor que ascendía como rémora. Normalmente respondía al instante, ya fuese con la verdad o un insulto, que muchas veces resultaba ser la verdad también, no llamo idiota a quién no lo es, no es mi culpa que todos lo sean, menos unos cuantos. Sonreí imperceptible ante una línea de todo lo que había dicho, «Los verdaderos genios no suelen estar en el centro, sino en una esquina», me quedaría con esa frase, me gusta la verdad, siempre estoy en busca de ella, lo que muchos dicen me ha convertido en un tipo demasiado cínico, no es que eso me moleste, y eso que acababa de decir era eso, la verdad pura, desnuda e irrefutable.
-Es muy valiente de tu parte emplear la palabra “vivir” al referirse a ti misma –la miré de soslayo con una ceja levantada, tomando el camino tangente por un rato, desviando el curso un momento sobre el tema que nos tenía verdaderamente ahí a ambos. Solté un suspiro pesadamente y coloqué ambas manos sobre las rodillas dejando la espalda recta, el movimiento volvió a calmar la molestia permanente en mi espalda-, Young es un genio –dije mirando al frente y luego giré en su dirección, me acerqué un ápice a ella como si fuera a decirle un secreto –y esa no es una etiqueta que use a la ligera –confesé, podré ser todo lo arrogante que la gente quiera adjudicarme, pero sé distinguir una mente brillante cuando de verdad sobresale –pero claro, el inglés no se anda paseando por tertulias vacías como esta –regresé mi vista a los parroquianos que cada minuto eran menos.
-Yo tengo algunas notas de mismo Young en mi casa, y cartas, no se puede decir que es mi amigo porque… -me pareció inútil decir el por qué, era evidente que yo no era un hombre de muchas amistades, sacudí la cabeza –he seguido su investigación de cerca y está a nada de conseguirlo, él lo sabe, y yo también, pero claro, no voy a decirles a estos hombres –señalé con la palma extendida a los pocos “colegas” que seguían en el lugar –lo que sé, son uno caníbales celosos que no pueden entender que alguien joven puede superarlos, la genialidad no tiene edad –yo lo sabía bien, desde pequeño parecí entender de qué trataba el mundo, y por eso mismo me aburrió apabullantemente rápido, autonombrarme genio era un acto soberbia incalculable, pero creo que tengo bastante experiencia en ese ramo. Como sea, comenzaba a desesperarme la monotonía (en general), y esta mujer, quizá y si se portaba bien, podía romperla, ¿compartir lo que sabía sobre Young?, probablemente si me agarraba de buenas, antes de que el dolor en mi espalda detonara. Cuando caí del caballo, aquel dolor era un 10 perfecto y cerrado, el nivel más alto en la escala, ahora mismo es un tibio 6, tolerable aún, aunque pasando de 5 es algo que un hombre común no podría soportar, aún estoy en un margen de poder separar una cosa de la otra.
No me gustaba creer que el dolor moldeaba mi estado de ánimo, pero lo hacía, me enojaba como pocas cosas tener que recostarme en medio de un experimento, y eso me ponía de malas por el resto de la semana o mes, todo dependía. Aunque no lo pareciera, también tenía mis momentos afables, como este en el que por voluntad propia me acerqué a alguien, claro, porque era la única en sala que no lucía aburrida.
-Me gusta pensar que tu interés en la Ciencia es genuino –dije de ningún lado, de pronto y así nada más, quería pensar eso, ahora sólo faltaba la confirmación a mi sospecha. La gente es hipócrita, nace con esa habilidad de mentir y clavarse dagas traperas en la espalda, reír de un chiste si eso significa los favores de un noble o aristócrata aunque el chiste sea soberanamente malo. No quería pensar que ella tendría algún motivo ulterior para estar aquí, no lucía como si lo tuviera, aunque a final de cuentas todos los tenemos, yo mismo suelo navegar con una bandera que no me pertenece para no delatar algunas cosas y algunas de mis metas, por más que lo intente no puedo negar mi naturaleza humana, supongo. Sé leer a las personas porque son fáciles, pero un vampiro… vamos, es más complicado por razones más que obvias, y sólo quedaba preguntar directamente.
Estudié sus movimientos, sutiles y muy pocos, misteriosos, tanto que era difícil adivinar su expresión, que me era negada a ver por la capucha, pero contrario a lo que pudiera suponerse, eso aumentaba mi interés. Mi rostro se mantuvo estoico por un rato, escuchándola hablar, quizá tan sólo el ceño ligeramente fruncido por el dolor que ascendía como rémora. Normalmente respondía al instante, ya fuese con la verdad o un insulto, que muchas veces resultaba ser la verdad también, no llamo idiota a quién no lo es, no es mi culpa que todos lo sean, menos unos cuantos. Sonreí imperceptible ante una línea de todo lo que había dicho, «Los verdaderos genios no suelen estar en el centro, sino en una esquina», me quedaría con esa frase, me gusta la verdad, siempre estoy en busca de ella, lo que muchos dicen me ha convertido en un tipo demasiado cínico, no es que eso me moleste, y eso que acababa de decir era eso, la verdad pura, desnuda e irrefutable.
-Es muy valiente de tu parte emplear la palabra “vivir” al referirse a ti misma –la miré de soslayo con una ceja levantada, tomando el camino tangente por un rato, desviando el curso un momento sobre el tema que nos tenía verdaderamente ahí a ambos. Solté un suspiro pesadamente y coloqué ambas manos sobre las rodillas dejando la espalda recta, el movimiento volvió a calmar la molestia permanente en mi espalda-, Young es un genio –dije mirando al frente y luego giré en su dirección, me acerqué un ápice a ella como si fuera a decirle un secreto –y esa no es una etiqueta que use a la ligera –confesé, podré ser todo lo arrogante que la gente quiera adjudicarme, pero sé distinguir una mente brillante cuando de verdad sobresale –pero claro, el inglés no se anda paseando por tertulias vacías como esta –regresé mi vista a los parroquianos que cada minuto eran menos.
-Yo tengo algunas notas de mismo Young en mi casa, y cartas, no se puede decir que es mi amigo porque… -me pareció inútil decir el por qué, era evidente que yo no era un hombre de muchas amistades, sacudí la cabeza –he seguido su investigación de cerca y está a nada de conseguirlo, él lo sabe, y yo también, pero claro, no voy a decirles a estos hombres –señalé con la palma extendida a los pocos “colegas” que seguían en el lugar –lo que sé, son uno caníbales celosos que no pueden entender que alguien joven puede superarlos, la genialidad no tiene edad –yo lo sabía bien, desde pequeño parecí entender de qué trataba el mundo, y por eso mismo me aburrió apabullantemente rápido, autonombrarme genio era un acto soberbia incalculable, pero creo que tengo bastante experiencia en ese ramo. Como sea, comenzaba a desesperarme la monotonía (en general), y esta mujer, quizá y si se portaba bien, podía romperla, ¿compartir lo que sabía sobre Young?, probablemente si me agarraba de buenas, antes de que el dolor en mi espalda detonara. Cuando caí del caballo, aquel dolor era un 10 perfecto y cerrado, el nivel más alto en la escala, ahora mismo es un tibio 6, tolerable aún, aunque pasando de 5 es algo que un hombre común no podría soportar, aún estoy en un margen de poder separar una cosa de la otra.
No me gustaba creer que el dolor moldeaba mi estado de ánimo, pero lo hacía, me enojaba como pocas cosas tener que recostarme en medio de un experimento, y eso me ponía de malas por el resto de la semana o mes, todo dependía. Aunque no lo pareciera, también tenía mis momentos afables, como este en el que por voluntad propia me acerqué a alguien, claro, porque era la única en sala que no lucía aburrida.
-Me gusta pensar que tu interés en la Ciencia es genuino –dije de ningún lado, de pronto y así nada más, quería pensar eso, ahora sólo faltaba la confirmación a mi sospecha. La gente es hipócrita, nace con esa habilidad de mentir y clavarse dagas traperas en la espalda, reír de un chiste si eso significa los favores de un noble o aristócrata aunque el chiste sea soberanamente malo. No quería pensar que ella tendría algún motivo ulterior para estar aquí, no lucía como si lo tuviera, aunque a final de cuentas todos los tenemos, yo mismo suelo navegar con una bandera que no me pertenece para no delatar algunas cosas y algunas de mis metas, por más que lo intente no puedo negar mi naturaleza humana, supongo. Sé leer a las personas porque son fáciles, pero un vampiro… vamos, es más complicado por razones más que obvias, y sólo quedaba preguntar directamente.
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Si aquella misma noche, al inicio, me hubieran dicho que iba a ser diferente seguramente hubiera negado con la cabeza. La monotonía era un rasgo distintivo, algo que nos mantenía ahí a todos, paseando entre las noches de la eternidad. En cambio, había habido una sorpresa agradable que diferenciaba esa noche de la anterior y seguramente lo haría de la que vendría. Era un pequeño hito que estaba más que dispuesta a disfrutar, aunque fuera a mi manera. El tiempo era relativo cuando se hablaba de uno de los nuestros. El tiempo no deja de ser una sucesión de días y noches que en realidad no significan mucho. Los celtas comenzaban a contar los días a la atardecer, por ejemplo, en vez de cómo se hacía en ese momento. La mayor parte de la gente cuenta los días cuando se despierta. Los días, en mi caso las noches, solo es eso… el paso del tiempo. Dejé de preocuparme por este, si es que en realidad lo había hecho alguna vez, en el mismo momento en el que me di cuenta de que en realidad para mí no significaba nada. El tiempo no era efímero, como la vida de los humanos, sino que se mantenía como eternos círculos que se iban encadenando.
Todo volvía, una y otra vez, de una u otra manera. Quizá no con los mismos espectadores ni en los mismos escenarios, pero de alguna manera parecía que esa era la realidad aplastante de la que todavía la mayor parte de la gente no se había dado cuenta. Gente, personas, humanos, tanto me daba, incluso otros seres sobrenaturales y parte de mis congéneres. La idea de línea recta con un final era algo tan propio del cristianismo que me daba escalofríos solo de pensarlo —si es que yo pudiera sentirlos, por supuesto—, pero cualquiera que hubiera vivido lo que yo, suponía que no creería demasiado en un Dios en el cielo ni mucho menos. Y en parte la humanidad estaba progresando, dando saltos significativos, desde que habían dejado de mirar hacia arriba y se habían puesto a mirar lo que tenían entre las manos. La Ciencia avanzaba al tiempo que la racionalidad se instalaba y dejaban de pensar en mitos. Algo que nos venía bastante bien a los “mitos vivientes”. Si no se creía en nosotros, no había problemas de cacerías como las de las de otros siglos, aunque reconocía que en ocasiones era un poco, bastante, frustrante.
Suponía que eso venía de mi vena más egocéntrica y caprichosa, dos defectos que sabía que tenía y que no me importaba reconocer. No todo el mundo podía decir lo mismo ¿no era cierto?
—Desde una perspectiva puramente científica está claro que emplear una palabra como “viva” para referirme cuando no tengo posibilidad, ni deseos si me lo permite, de realizar las funciones básicas que lo definen, supongo que resultará perturbador, pero la verdad es que me siento mucho más viva que muchos de los seres que se declaran a sí mismos vivos.— contesté mientras le miraba con una media sonrisa pícara en los labios aunque seguramente por la oscuridad no llegaría a apreciar. —Hay muchas formas de vida y finalmente se verá, estamos acostumbrados a ver la vida desde nuestra perspectiva, pero nunca sabemos lo que podemos encontrar. Quizá sean fantasmas, entes y ecos que por el momento se escapan de nuestro conocimiento, incluido el mío, pero el mundo avanza a una velocidad mucho mayor a la que ha avanzado en siglos.— me moví ligeramente apartando la mano de la mesa para volverla a mi regazo.
Podía pasarme horas quieta, si así lo deseaba, pero comenzaba a ser inquietante el hecho de estar rodeada de tanto humo. En silencio escuché sus palabras, asintiendo por un segundo. Estaba claro que Young lo era, sobre todo cuando la única mente que se acercaba a la mía minimamente parecía que había encontrado un punto de interés. Definitivamente Londres era una de mis próximas paradas. No sabía cómo, ni cuando, pero finalmente terminaría yendo. El interés que sentía por el hombre sentado a mi lado aumentó de forma proporcional en cuanto comentó que se carteaba con el inglés. No podía ser de otra manera, estaba claro. Aun así sabía que era un tema por el que había que caminar con pies de plomo puesto que también sabía, tras años de codearme con científicos y otras personas, que una presión indebida podía hacer que se cerrara como si tuviera un caparazón a su alrededor.
—Tiene suerte entonces; una de las mejores cosas de este mundo es encontrar a alguien capaz de seguir los hilos mentales de uno, además está claro que tiene la oportunidad de mantener correspondencia con una persona que pasará finalmente a la Historia si las cartas le son bien dadas.— contesté mientras le miraba de reojo, en cierta manera tanteándole, intentando saber hasta qué punto era una de esas personas que buscaban lo último que había dicho. No me parecía de ellos, pero nunca se sabía. Miré entonces una vez más a los hombres que todavía seguían en aquel lugar negando para mí. —Sería como darle flores a los cerdos ¿no es cierto?
Quizá no fuera el comentario más acertado proviniendo de una “dama” o supuesta dama, pero me daba lo mismo. Siempre me había importado poco las opiniones ajenas. Tenía la oportunidad, desde que me había convertido en un ser de la noche, de ser exactamente como quería —o como, en cierta manera, me habían forjado—. No se me pasó por alto el tuteo, pero tampoco es que fuera a dramatiza sobre el uso adecuado del lenguaje. No éramos precisamente la “pareja” más normal en ese momento: un genio científico y una vampira. No, no éramos precisamente la compañía habitual.
—Puedo asegurarte que si no me gustara esto no estaría aquí, como bien has dicho me encontraría en algún baile buscando al incauto a la incauta que me serviría de cena esta noche, sin embargo me he pasado las horas rodeada de estos hombres, muchas veces escuchando una y otra vez lo mismo, buscando una pista que me lleve a seguir investigando por otro lado. No, no soy científica porque no me considero preparada para ello, pero sí puedo asegurarte que la Ciencia es algo que me interesa mucho más que un baile de etiqueta en el Palais Royal.
Y ese comentario llevaba mucha más sinceridad en él de lo que había sido desde hacía mucho, demasiado, tiempo.
Todo volvía, una y otra vez, de una u otra manera. Quizá no con los mismos espectadores ni en los mismos escenarios, pero de alguna manera parecía que esa era la realidad aplastante de la que todavía la mayor parte de la gente no se había dado cuenta. Gente, personas, humanos, tanto me daba, incluso otros seres sobrenaturales y parte de mis congéneres. La idea de línea recta con un final era algo tan propio del cristianismo que me daba escalofríos solo de pensarlo —si es que yo pudiera sentirlos, por supuesto—, pero cualquiera que hubiera vivido lo que yo, suponía que no creería demasiado en un Dios en el cielo ni mucho menos. Y en parte la humanidad estaba progresando, dando saltos significativos, desde que habían dejado de mirar hacia arriba y se habían puesto a mirar lo que tenían entre las manos. La Ciencia avanzaba al tiempo que la racionalidad se instalaba y dejaban de pensar en mitos. Algo que nos venía bastante bien a los “mitos vivientes”. Si no se creía en nosotros, no había problemas de cacerías como las de las de otros siglos, aunque reconocía que en ocasiones era un poco, bastante, frustrante.
Suponía que eso venía de mi vena más egocéntrica y caprichosa, dos defectos que sabía que tenía y que no me importaba reconocer. No todo el mundo podía decir lo mismo ¿no era cierto?
—Desde una perspectiva puramente científica está claro que emplear una palabra como “viva” para referirme cuando no tengo posibilidad, ni deseos si me lo permite, de realizar las funciones básicas que lo definen, supongo que resultará perturbador, pero la verdad es que me siento mucho más viva que muchos de los seres que se declaran a sí mismos vivos.— contesté mientras le miraba con una media sonrisa pícara en los labios aunque seguramente por la oscuridad no llegaría a apreciar. —Hay muchas formas de vida y finalmente se verá, estamos acostumbrados a ver la vida desde nuestra perspectiva, pero nunca sabemos lo que podemos encontrar. Quizá sean fantasmas, entes y ecos que por el momento se escapan de nuestro conocimiento, incluido el mío, pero el mundo avanza a una velocidad mucho mayor a la que ha avanzado en siglos.— me moví ligeramente apartando la mano de la mesa para volverla a mi regazo.
Podía pasarme horas quieta, si así lo deseaba, pero comenzaba a ser inquietante el hecho de estar rodeada de tanto humo. En silencio escuché sus palabras, asintiendo por un segundo. Estaba claro que Young lo era, sobre todo cuando la única mente que se acercaba a la mía minimamente parecía que había encontrado un punto de interés. Definitivamente Londres era una de mis próximas paradas. No sabía cómo, ni cuando, pero finalmente terminaría yendo. El interés que sentía por el hombre sentado a mi lado aumentó de forma proporcional en cuanto comentó que se carteaba con el inglés. No podía ser de otra manera, estaba claro. Aun así sabía que era un tema por el que había que caminar con pies de plomo puesto que también sabía, tras años de codearme con científicos y otras personas, que una presión indebida podía hacer que se cerrara como si tuviera un caparazón a su alrededor.
—Tiene suerte entonces; una de las mejores cosas de este mundo es encontrar a alguien capaz de seguir los hilos mentales de uno, además está claro que tiene la oportunidad de mantener correspondencia con una persona que pasará finalmente a la Historia si las cartas le son bien dadas.— contesté mientras le miraba de reojo, en cierta manera tanteándole, intentando saber hasta qué punto era una de esas personas que buscaban lo último que había dicho. No me parecía de ellos, pero nunca se sabía. Miré entonces una vez más a los hombres que todavía seguían en aquel lugar negando para mí. —Sería como darle flores a los cerdos ¿no es cierto?
Quizá no fuera el comentario más acertado proviniendo de una “dama” o supuesta dama, pero me daba lo mismo. Siempre me había importado poco las opiniones ajenas. Tenía la oportunidad, desde que me había convertido en un ser de la noche, de ser exactamente como quería —o como, en cierta manera, me habían forjado—. No se me pasó por alto el tuteo, pero tampoco es que fuera a dramatiza sobre el uso adecuado del lenguaje. No éramos precisamente la “pareja” más normal en ese momento: un genio científico y una vampira. No, no éramos precisamente la compañía habitual.
—Puedo asegurarte que si no me gustara esto no estaría aquí, como bien has dicho me encontraría en algún baile buscando al incauto a la incauta que me serviría de cena esta noche, sin embargo me he pasado las horas rodeada de estos hombres, muchas veces escuchando una y otra vez lo mismo, buscando una pista que me lleve a seguir investigando por otro lado. No, no soy científica porque no me considero preparada para ello, pero sí puedo asegurarte que la Ciencia es algo que me interesa mucho más que un baile de etiqueta en el Palais Royal.
Y ese comentario llevaba mucha más sinceridad en él de lo que había sido desde hacía mucho, demasiado, tiempo.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Mentiría si dijera que no salí de casa con la ligera esperanza (esperanza, vaya que se escucha extraño viniendo de mi) de toparme a alguien que marcara la diferencia, ya lo dijo Heráclito de Éfeso, si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue, y para qué hacerme el tonto, no es lo mío, cada día que pasa busco, ruego porque algo suceda, un hecho o una persona, aunque siempre tengo mis dudas de que sea lo segundo. Las personas son aburridas, predecibles, se creen únicos, que el molde se rompió cuando los hicieron, pero vaya farsa que han decidido creerse en su afán de sentirse especiales. Mi acompañante confirma lo que siempre he creído, no fue una persona la que le dio ese toque inesperado a la noche, no una como tal al menos, pues los seres sobrenaturales, por ser eso simplemente, son ligeramente menos soporíferos. Un poco nada más, tampoco es que muchos de ellos hayan ignorado lo que fueron alguna vez, por más que lo intenten y lo digan, es más, creo que muchos son peores, los vampiros tienden a creerse Dios, menos mal que soy ateo. Vaya hipócrita si no lo fuera.
La cosa era que esta mujer me agradaba, o me desagradaba menos que el resto, que ya es bastante considerando como soy. No es algo que le diría, ni a ella ni a nadie, ya tengo bastante con aceptarlo yo mismo, es una simple reflexión que viene al caso. La miro sin mover el rostro y observo su semblante, difícil ante el impedimento de poder ver su rostro, pero parece tan sosegada por todo que incluso logro ver algo de mí en ella. Como si nos divirtiera el espectáculo humano más que otra cosa, de ella es comprensible, pero yo, ¿yo?, yo debería de estar del otro lado, en la tarima haciendo gala de mis capacidades histriónicas en esta maquinaria llamada sociedad, pero soy el engranaje roto, el que está a un lado, el que ya no puede trabajar con el resto por más que quiera. Y no es que quiera.
Sonreí de lado ante su respuesta, no me importaba si me veía o no, era gracioso hasta cierto punto, ella hablaba de la vida con más certeza que muchos de los humanos comunes y corrientes. No entiendo la existencia sin pasiones, que me apasionen muy pocas cosas es diferente, poco a poco he descartado muchas cosas porque todo tiende a aburrirme fácilmente, la Ciencia tuvo el carisma necesario para mantenerme fiel, el hecho de que siempre se puedan descubrir más y más cosas y que todo sea acertijos y preguntas por responderse es suficiente para que todos mis esfuerzos se dirijan a ella, el problema, o la incomodidad (no es un problema que me quite el sueño, vamos) es que la mayoría de la gente anda por la vida sin nada, o aferrándose a cosas vacías como la apariencia y la riqueza, que tampoco voy a fingir que no disfruto del dinero que el bastardo, o sea mi padre, me dejó, sin él no podría encerrarme semanas enteras a realizar mis experimentos. Como sea…
-Por fortuna la humanidad –me daba algo de asco hablar de “la humanidad”, para qué voy a mentir –ha abandonado, tan sólo un poco, la idea de que un ser supremo mueve las piezas como en un vulgar tablero y han comenzado a… ya sabes, hacer algo por ellos mismos –sí, estaba hablando como si yo no perteneciera al género taxonómico al que en realidad pertenezco –quizá es porque el tiempo difiere entre ambos, pero a mí me comienza a desesperar la lentitud con la que este proceso se está llevando a cabo –me encogí de hombros –un poco, tampoco dejo que me quite el sueño –añadí con algo de sorna.
-Young es, a parte de brillante, bastante sagaz, sabe a quién contarle sus secretos –y a quién pedirle opiniones, pero no lo diría, no, no diría que a mí me preguntaba a menudo sobre la dirección de su investigación pues era un tipo con más experiencia que él –jamás cometería el error de arrojarle flores a estos cerdos –mi voz era ecuánime, el dolor se había detenido en aquel 6 punzante pero tolerable, no estaba hablando con enojo, ya no al menos, que les dijera cerdos era más que común. Eso era algo que debía quedar claro, que insultara no significaba que estuviera alterado, si un insulto salía de mi boca era porque era la verdad. Yo sólo hablo con la verdad… cuando me conviene.
La volví a escuchar sin abrir la boca, con las pocas palabras que habíamos cruzado hasta entonces me bastaba para saber que valía la pena poner atención, que no diría una idiotez como las que estoy acostumbrado a escuchar, es más, creo que hasta me comienza a parecer irreal por la rareza del fenómeno. El punto que más me gustó de todo eso que decía fue que no se autonombrara algo que no era, raro en un vampiro que a cada momento se autoproclaman la perfección indigna de los mortales. Era como una estudiante, una muy aguda y destacada, pero que sabía que aún había largo tramo por recorrer.
-Al menos descubriste que por ahora en París no hay una gran figura –no me contaba a mí, desde luego –la investigación no fue del todo en vano –me giré para verla –aunque eso sí, el Palais Royal y este sitio son más parecidos de lo que a estos hombres les gustaría admitir, igual se trata de un baile de máscaras, aunque no haya música… ni máscaras –me le quedé observando, desde que estábamos hablando nuestras miradas se había cruzado sólo un par de veces.
En su afán de creerse los grandes intelectuales, estos pequeños, insignificantes, nimios personajes caían en exactamente lo mismo que esos a los que, con unas agallas impresionantes, criticaban por sólo dedicarse a su hedonismo vacío. No dudo que entre pintores y escritores suceda exactamente lo mismo, con toda regla, también debe haber alguno por ahí perdido haciendo la diferencia, que sólo el tiempo se encargará de darle su merecido.
La cosa era que esta mujer me agradaba, o me desagradaba menos que el resto, que ya es bastante considerando como soy. No es algo que le diría, ni a ella ni a nadie, ya tengo bastante con aceptarlo yo mismo, es una simple reflexión que viene al caso. La miro sin mover el rostro y observo su semblante, difícil ante el impedimento de poder ver su rostro, pero parece tan sosegada por todo que incluso logro ver algo de mí en ella. Como si nos divirtiera el espectáculo humano más que otra cosa, de ella es comprensible, pero yo, ¿yo?, yo debería de estar del otro lado, en la tarima haciendo gala de mis capacidades histriónicas en esta maquinaria llamada sociedad, pero soy el engranaje roto, el que está a un lado, el que ya no puede trabajar con el resto por más que quiera. Y no es que quiera.
Sonreí de lado ante su respuesta, no me importaba si me veía o no, era gracioso hasta cierto punto, ella hablaba de la vida con más certeza que muchos de los humanos comunes y corrientes. No entiendo la existencia sin pasiones, que me apasionen muy pocas cosas es diferente, poco a poco he descartado muchas cosas porque todo tiende a aburrirme fácilmente, la Ciencia tuvo el carisma necesario para mantenerme fiel, el hecho de que siempre se puedan descubrir más y más cosas y que todo sea acertijos y preguntas por responderse es suficiente para que todos mis esfuerzos se dirijan a ella, el problema, o la incomodidad (no es un problema que me quite el sueño, vamos) es que la mayoría de la gente anda por la vida sin nada, o aferrándose a cosas vacías como la apariencia y la riqueza, que tampoco voy a fingir que no disfruto del dinero que el bastardo, o sea mi padre, me dejó, sin él no podría encerrarme semanas enteras a realizar mis experimentos. Como sea…
-Por fortuna la humanidad –me daba algo de asco hablar de “la humanidad”, para qué voy a mentir –ha abandonado, tan sólo un poco, la idea de que un ser supremo mueve las piezas como en un vulgar tablero y han comenzado a… ya sabes, hacer algo por ellos mismos –sí, estaba hablando como si yo no perteneciera al género taxonómico al que en realidad pertenezco –quizá es porque el tiempo difiere entre ambos, pero a mí me comienza a desesperar la lentitud con la que este proceso se está llevando a cabo –me encogí de hombros –un poco, tampoco dejo que me quite el sueño –añadí con algo de sorna.
-Young es, a parte de brillante, bastante sagaz, sabe a quién contarle sus secretos –y a quién pedirle opiniones, pero no lo diría, no, no diría que a mí me preguntaba a menudo sobre la dirección de su investigación pues era un tipo con más experiencia que él –jamás cometería el error de arrojarle flores a estos cerdos –mi voz era ecuánime, el dolor se había detenido en aquel 6 punzante pero tolerable, no estaba hablando con enojo, ya no al menos, que les dijera cerdos era más que común. Eso era algo que debía quedar claro, que insultara no significaba que estuviera alterado, si un insulto salía de mi boca era porque era la verdad. Yo sólo hablo con la verdad… cuando me conviene.
La volví a escuchar sin abrir la boca, con las pocas palabras que habíamos cruzado hasta entonces me bastaba para saber que valía la pena poner atención, que no diría una idiotez como las que estoy acostumbrado a escuchar, es más, creo que hasta me comienza a parecer irreal por la rareza del fenómeno. El punto que más me gustó de todo eso que decía fue que no se autonombrara algo que no era, raro en un vampiro que a cada momento se autoproclaman la perfección indigna de los mortales. Era como una estudiante, una muy aguda y destacada, pero que sabía que aún había largo tramo por recorrer.
-Al menos descubriste que por ahora en París no hay una gran figura –no me contaba a mí, desde luego –la investigación no fue del todo en vano –me giré para verla –aunque eso sí, el Palais Royal y este sitio son más parecidos de lo que a estos hombres les gustaría admitir, igual se trata de un baile de máscaras, aunque no haya música… ni máscaras –me le quedé observando, desde que estábamos hablando nuestras miradas se había cruzado sólo un par de veces.
En su afán de creerse los grandes intelectuales, estos pequeños, insignificantes, nimios personajes caían en exactamente lo mismo que esos a los que, con unas agallas impresionantes, criticaban por sólo dedicarse a su hedonismo vacío. No dudo que entre pintores y escritores suceda exactamente lo mismo, con toda regla, también debe haber alguno por ahí perdido haciendo la diferencia, que sólo el tiempo se encargará de darle su merecido.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Era curioso cómo podía sentirme “conectada” con un humano. No solía pasar de forma habitual, es más, no solía pasar prácticamente nunca. Resultaba un tanto frustrante que ocurriera porque me recordaba, con una claridad meridiana, que en algún momento del pasado yo era parte de la “humanidad”. Era golpearse de frente con alguien que me recordaba que no era tan diferente en cierta manera y eso no era algo que mejorara mi estado de humor. También era cierto que esas personas con las que sentía una especie de afinidad eran, desde luego, una parte que se separaba rápidamente de la masa de borregos en la que se habían convertido la mayor parte de los humanos. No eran humanos comunes y corrientes, no tenían nada que ver con aquellos que directamente mantenían su curiosidad a un nivel tan bajo que jamás avanzarían. Aun así, sabía también reconocer las diferencias abismales que había entre nosotros.
Algunas personas me llamarían paternalista —aunque sería más exacto llamarme “maternalista” por razones obvias, aunque jamás se me pasaría por la cabeza ni en el pasado, ni en el presente, ni posiblemente en el futuro, tener un hijo—, pero sabía que había ciertas limitaciones que no podían superar y que venían claramente dadas por la naturaleza vampírica. El tiempo era algo de lo que no teníamos que preocuparnos, algo con lo que poder jugar. El hombre que estaba sentado a mi lado tenía claramente esa limitación. Estaba segura, sin embargo, que si tuviera tanto tiempo como yo en la tierra hubiera podido hacer grandes cosas, tendría otra visión completamente diferente y seguramente aún más clara de la humanidad. Aun así, era algo que seguramente no sucedería. En esos momentos estaba demasiado ocupada intentando educar y contener a Edgar y no sabía hasta qué punto lo que se me presentaba ante mí era una realidad o un gran juego de sombras.
Al menos, por el momento y en esa noche, mantenía toda mi atención cosa que no sucedía a menudo. Era una persona que tendía a aburrirme, a ver todos y cada uno de los defectos, a sentir que se estaba haciendo muy poco por avanzar. Era caprichosa y voluble, dos rasgos que muchas personas considerarían defectos, pero que en mi caso me habían proporcionado sendas armas para no caer en el hastío habitual entre los míos. Dos rasgos que hacían que tuviera suficientes intereses como para ir variándolos a voluntad según me interesara en cada momento. Era cierto, sin embargo, que había temas que se mantenían siglo tras siglo: el Arte, la Música, la Literatura y la Ciencia. Esas cuatro ramas hacían que me moviera de manera mucho más entusiasta, aunque había habido momentos en el pasado que el oscurantismo había quitado gran parte de mi interés por ellas.
— En el aspecto del tiempo tengo una clara ventaja y una visión bastante diferente.— contesté con tranquilidad y seguramente, aunque no lo intentara de forma consciente, un deje de prepotencia. Fruncí apenas los labios en un gesto de concentración mientras mantenía la mirada clavada en la suya. La gente a nuestro alrededor iba marchándose lentamente, casi como si fuera un goteo continuo que iba mermando el número de personas del interior de aquel café hasta que finalmente, seguramente, únicamente terminaríamos algún pequeño grupo, él y yo. En otras circunstancias ya me hubiera marchado hace tiempo, y sin embargo me veía incapaz de hacerlo en ese momento. — Es entonces mucho más sabio e inteligente de lo que había pensado. Siempre hay que intentar saber a quién se le susurra las ideas que se tienen porque no todo el mundo sabe mantener un secreto o ser capaz de no entrometerse en el curso natural.— desvié entonces la mirada de él, observando a los cada vez menos hombres que permanecían en aquel lugar. — Muchos procurarían su beneficio propio por encima del de los demás, aunque es algo que ambos sabemos de sobra.
Y no iba a negar que yo hacía eso precisamente aunque no cuando se trataba de Ciencia. En mi caso era algo puramente intelectual, una conexión con lo que había a mi alrededor que me permitía ir aunando las investigaciones y los adelantos. Era casi una especie de investigación propia, observando cómo se iban desarrollando los adelantos a lo largo de los siglos, viendo cómo el ser humano avanzaba. Mi curiosidad era la del observador, no la de la persona que necesitaba y deseaba estar dentro de lo que sucedía. En ese aspecto, prefería estar en un segundo plano. Escuché con atención sus palabras y asentí brevemente porque en realidad tenía mucha más razón de lo que a simple vista podían considerarse según sus palabras.
— No al menos visibles, pero todos mantenemos las nuestras, dejando ver lo que nosotros queremos.— ni siquiera me digné a mirar el resto de sala mientras observaba sus ojos claros con atención durante unos segundos. — En todo grupo de personas hay algunos roles que se repiten, sean en un baile o sean en una reunión como es el caso. A fin de cuentas, siempre habrá alguien que quiera ser el centro de atención y muchas veces esa persona es precisamente la que menos atención debería tener.—alcé por un momento un hombro quitándole importancia al asunto, en un gesto de ligera desgana. — Me quedo con un nombre y una conversación, es más de lo que hubiera pensado al inicio de la velada.
Algunas personas me llamarían paternalista —aunque sería más exacto llamarme “maternalista” por razones obvias, aunque jamás se me pasaría por la cabeza ni en el pasado, ni en el presente, ni posiblemente en el futuro, tener un hijo—, pero sabía que había ciertas limitaciones que no podían superar y que venían claramente dadas por la naturaleza vampírica. El tiempo era algo de lo que no teníamos que preocuparnos, algo con lo que poder jugar. El hombre que estaba sentado a mi lado tenía claramente esa limitación. Estaba segura, sin embargo, que si tuviera tanto tiempo como yo en la tierra hubiera podido hacer grandes cosas, tendría otra visión completamente diferente y seguramente aún más clara de la humanidad. Aun así, era algo que seguramente no sucedería. En esos momentos estaba demasiado ocupada intentando educar y contener a Edgar y no sabía hasta qué punto lo que se me presentaba ante mí era una realidad o un gran juego de sombras.
Al menos, por el momento y en esa noche, mantenía toda mi atención cosa que no sucedía a menudo. Era una persona que tendía a aburrirme, a ver todos y cada uno de los defectos, a sentir que se estaba haciendo muy poco por avanzar. Era caprichosa y voluble, dos rasgos que muchas personas considerarían defectos, pero que en mi caso me habían proporcionado sendas armas para no caer en el hastío habitual entre los míos. Dos rasgos que hacían que tuviera suficientes intereses como para ir variándolos a voluntad según me interesara en cada momento. Era cierto, sin embargo, que había temas que se mantenían siglo tras siglo: el Arte, la Música, la Literatura y la Ciencia. Esas cuatro ramas hacían que me moviera de manera mucho más entusiasta, aunque había habido momentos en el pasado que el oscurantismo había quitado gran parte de mi interés por ellas.
— En el aspecto del tiempo tengo una clara ventaja y una visión bastante diferente.— contesté con tranquilidad y seguramente, aunque no lo intentara de forma consciente, un deje de prepotencia. Fruncí apenas los labios en un gesto de concentración mientras mantenía la mirada clavada en la suya. La gente a nuestro alrededor iba marchándose lentamente, casi como si fuera un goteo continuo que iba mermando el número de personas del interior de aquel café hasta que finalmente, seguramente, únicamente terminaríamos algún pequeño grupo, él y yo. En otras circunstancias ya me hubiera marchado hace tiempo, y sin embargo me veía incapaz de hacerlo en ese momento. — Es entonces mucho más sabio e inteligente de lo que había pensado. Siempre hay que intentar saber a quién se le susurra las ideas que se tienen porque no todo el mundo sabe mantener un secreto o ser capaz de no entrometerse en el curso natural.— desvié entonces la mirada de él, observando a los cada vez menos hombres que permanecían en aquel lugar. — Muchos procurarían su beneficio propio por encima del de los demás, aunque es algo que ambos sabemos de sobra.
Y no iba a negar que yo hacía eso precisamente aunque no cuando se trataba de Ciencia. En mi caso era algo puramente intelectual, una conexión con lo que había a mi alrededor que me permitía ir aunando las investigaciones y los adelantos. Era casi una especie de investigación propia, observando cómo se iban desarrollando los adelantos a lo largo de los siglos, viendo cómo el ser humano avanzaba. Mi curiosidad era la del observador, no la de la persona que necesitaba y deseaba estar dentro de lo que sucedía. En ese aspecto, prefería estar en un segundo plano. Escuché con atención sus palabras y asentí brevemente porque en realidad tenía mucha más razón de lo que a simple vista podían considerarse según sus palabras.
— No al menos visibles, pero todos mantenemos las nuestras, dejando ver lo que nosotros queremos.— ni siquiera me digné a mirar el resto de sala mientras observaba sus ojos claros con atención durante unos segundos. — En todo grupo de personas hay algunos roles que se repiten, sean en un baile o sean en una reunión como es el caso. A fin de cuentas, siempre habrá alguien que quiera ser el centro de atención y muchas veces esa persona es precisamente la que menos atención debería tener.—alcé por un momento un hombro quitándole importancia al asunto, en un gesto de ligera desgana. — Me quedo con un nombre y una conversación, es más de lo que hubiera pensado al inicio de la velada.
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Alguna vez, durante mi ya lejana juventud, cuando me enteré de la existencia de estos seres puse en la balanza la posibilidad de unirme a ese lado, todo parece bastante idílico, tendría todo el tiempo del mundo, literalmente, para avocarme a mi profesión, trascendería generación tras generación mientras el pasar de los años no cometería estragos en mí. Era joven y tenía sed de conocimientos, y aunque hago algunas cosas por diversión, no soy impulsivo en cuanto a cosas verdaderamente importantes se refiere, nunca lo he sido. La balanza fue clara al sopesar, si me aburre todo tan fácil con un tiempo marcado, no quiero imaginarme el hastío que podría sentir al saber que mis días son interminables. A pesar de mi juventud y mi impertinencia, nunca busqué la opción, tengo sed de conocimiento, eso es verdad, pero no de poder ni gloria, menos fama, no necesito nada de eso para saber quién soy y a dónde me dirijo, y me parecieron las razones principales de los jóvenes para entregar su mortal existencia, no me iba a traicionar de ese modo, y tampoco iba a permitir que el embotamiento emocional me atrapara, y ya es complicado evitarlo siendo mortal.
Reí entonces, una risa que se escapó de entre mis labios cerrados, moviendo los hombros, como si no quisiera liberarla pero haciéndola, a propósito, más burlona. Una cosa era que esta mujer pareciera ligeramente más interesante que el resto, y otra muy diferente que compartiera absolutamente todas sus ideas, si así fuera ya me hubiera ido a quitar la vida sin opción a inmortalidad. Soy un hombre de ideas (y de actos, pero estos vienen por añadidura) y si éstas comenzaran a ser tan pedestres que otros empezaran a tenerlas idénticas, no sé qué haría. Soy aquel que no pertenece, el necio que como salmón nada contra corriente, la pieza que no embona, y me gusta serlo, y eso me destaca, o me diferencia al menos, yo lo sé, no necesito que me lo anden diciendo, no necesito escucharlo de terceros para sentirme bien conmigo mismo, y como tal, mis ideas van por caminos que muchos no explorar, que tienen miedo de pisar si quiera. Sin ideas soy un hombre perdido, esa es la verdad.
-Diferente es bueno –asentí mirando al frente y a la nada, si lo sabía yo –pero tampoco creas que la cantidad es sinónimo de calidad, puedes vivir un siglo o dos sin hacer absolutamente nada, o puedes ser fugaz en esta tierra –la única, la idea de un Paraíso y de un Averno me parecía llanamente patética –y dejar una huella eterna en el tiempo, mucho más valiosa que su afamada inmortalidad –la miré con una ceja arqueada, ufanándome de una característica que me parecía irrelevante. Nombres que cumplieran lo con que acababa de decir tenía muchos, desde Alejandro Magno hasta un caso relativamente reciente como el de Thomas Chatterton, murieron jóvenes, mortales, pero serán recordados por los siglos venideros. Vaya cursilería que me acaba de salir.
Luego sólo asentí, el joven Young sin duda tenía escrita la palabra trascendencia en toda su cara. Aún tengo mis dudas sobre el verdadero significado de la trascendencia en general, la gente busca con bastante ahínco que su nombre sea recordado y a veces no por las razones correctas, mi problema no es con el concepto per se, sino con la torcedura de éste, que para variar la humanidad se ha encargado de darle una vuelta cada década sino es que antes. No añadí más porque no había nada más que añadir. Definitivamente yo no era alguien que buscara el beneficio personal… de ese modo, suelen tacharme de cínico y manipulador, pero jamás le robaría sus ideas a otro, porque sé lo que significan, al menos lo que significan para mí.
Eché el cuerpo al frente para recargarme en la mesa que teníamos a la mano, todo sin perder contacto visual, debo admitir que me sorprendía lo mucho que podía aguantarme la mirada, no cualquiera podía, eso se lo concedía. Al flexionar mi cuerpo la espalda pareció desentumirse y doler brevemente más, solté un quejido apenas audible, pero que denotaba mi malestar. Lo que menos quería en ese momento es que el vampiro se jactara de sus maravillosas habilidades, que era verdad pero vaya, el dolor que sufría constantemente no era algo con lo que bromeara, y eso que pocas cosas me tomaba en serio.
-Ah, personas que son el centro de atención sin merecerlo como Bossieu hay en todos lados –alcé la voz aunque no demasiado, ahora que éramos menos en el lugar el susodicho podía escucharme sin mayor problema, desde luego volteó ante la mención de su nombre y me miró con recelo, pinté una sonrisa en mi rostro y lo saludé con la mano –hey, Bossieu, sigues aquí, no te había visto –dije con burla, con un gesto falso, divirtiéndome de mis pequeñas e infantiles fechorías. Regresé mi mirada a mi interlocutora-, la sociedad así trabaja, no es el mejor sistema, pero es el único que hay –me encogí de hombros, en aquella posición lucía despreocupado, casi rejuvenecido, recargado en la mesa con los brazos cruzados y la mirada algo somnolienta, no estaba aburrido, no hasta el momento, era mi forma de mirar al mundo. Con una indiferencia permanente.
-Al menos has conseguido información –le dije de forma sincera aunque mi expresión se mantenía igual-, y yo… bueno, darme cuenta que aún hay extraños fenómenos que pueden sorprenderme, eso y que de hecho no he perdido la capacidad de asombro –cosas importantes, considerando mi profesión. Era por ello que me había dedicado a la Ciencia en parte (el otro motivo era porque parecía que la leía como quien lee un texto sencillo, de una forma brutalmente fácil), porque siempre habría algo que descubrir, que analizar, que preguntarse. Siempre iba a haber cuestiones y yo disfruto buscando las respuestas.
Reí entonces, una risa que se escapó de entre mis labios cerrados, moviendo los hombros, como si no quisiera liberarla pero haciéndola, a propósito, más burlona. Una cosa era que esta mujer pareciera ligeramente más interesante que el resto, y otra muy diferente que compartiera absolutamente todas sus ideas, si así fuera ya me hubiera ido a quitar la vida sin opción a inmortalidad. Soy un hombre de ideas (y de actos, pero estos vienen por añadidura) y si éstas comenzaran a ser tan pedestres que otros empezaran a tenerlas idénticas, no sé qué haría. Soy aquel que no pertenece, el necio que como salmón nada contra corriente, la pieza que no embona, y me gusta serlo, y eso me destaca, o me diferencia al menos, yo lo sé, no necesito que me lo anden diciendo, no necesito escucharlo de terceros para sentirme bien conmigo mismo, y como tal, mis ideas van por caminos que muchos no explorar, que tienen miedo de pisar si quiera. Sin ideas soy un hombre perdido, esa es la verdad.
-Diferente es bueno –asentí mirando al frente y a la nada, si lo sabía yo –pero tampoco creas que la cantidad es sinónimo de calidad, puedes vivir un siglo o dos sin hacer absolutamente nada, o puedes ser fugaz en esta tierra –la única, la idea de un Paraíso y de un Averno me parecía llanamente patética –y dejar una huella eterna en el tiempo, mucho más valiosa que su afamada inmortalidad –la miré con una ceja arqueada, ufanándome de una característica que me parecía irrelevante. Nombres que cumplieran lo con que acababa de decir tenía muchos, desde Alejandro Magno hasta un caso relativamente reciente como el de Thomas Chatterton, murieron jóvenes, mortales, pero serán recordados por los siglos venideros. Vaya cursilería que me acaba de salir.
Luego sólo asentí, el joven Young sin duda tenía escrita la palabra trascendencia en toda su cara. Aún tengo mis dudas sobre el verdadero significado de la trascendencia en general, la gente busca con bastante ahínco que su nombre sea recordado y a veces no por las razones correctas, mi problema no es con el concepto per se, sino con la torcedura de éste, que para variar la humanidad se ha encargado de darle una vuelta cada década sino es que antes. No añadí más porque no había nada más que añadir. Definitivamente yo no era alguien que buscara el beneficio personal… de ese modo, suelen tacharme de cínico y manipulador, pero jamás le robaría sus ideas a otro, porque sé lo que significan, al menos lo que significan para mí.
Eché el cuerpo al frente para recargarme en la mesa que teníamos a la mano, todo sin perder contacto visual, debo admitir que me sorprendía lo mucho que podía aguantarme la mirada, no cualquiera podía, eso se lo concedía. Al flexionar mi cuerpo la espalda pareció desentumirse y doler brevemente más, solté un quejido apenas audible, pero que denotaba mi malestar. Lo que menos quería en ese momento es que el vampiro se jactara de sus maravillosas habilidades, que era verdad pero vaya, el dolor que sufría constantemente no era algo con lo que bromeara, y eso que pocas cosas me tomaba en serio.
-Ah, personas que son el centro de atención sin merecerlo como Bossieu hay en todos lados –alcé la voz aunque no demasiado, ahora que éramos menos en el lugar el susodicho podía escucharme sin mayor problema, desde luego volteó ante la mención de su nombre y me miró con recelo, pinté una sonrisa en mi rostro y lo saludé con la mano –hey, Bossieu, sigues aquí, no te había visto –dije con burla, con un gesto falso, divirtiéndome de mis pequeñas e infantiles fechorías. Regresé mi mirada a mi interlocutora-, la sociedad así trabaja, no es el mejor sistema, pero es el único que hay –me encogí de hombros, en aquella posición lucía despreocupado, casi rejuvenecido, recargado en la mesa con los brazos cruzados y la mirada algo somnolienta, no estaba aburrido, no hasta el momento, era mi forma de mirar al mundo. Con una indiferencia permanente.
-Al menos has conseguido información –le dije de forma sincera aunque mi expresión se mantenía igual-, y yo… bueno, darme cuenta que aún hay extraños fenómenos que pueden sorprenderme, eso y que de hecho no he perdido la capacidad de asombro –cosas importantes, considerando mi profesión. Era por ello que me había dedicado a la Ciencia en parte (el otro motivo era porque parecía que la leía como quien lee un texto sencillo, de una forma brutalmente fácil), porque siempre habría algo que descubrir, que analizar, que preguntarse. Siempre iba a haber cuestiones y yo disfruto buscando las respuestas.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Lo era, sin duda, lo diferente era en definitiva lo que terminaba por mover hacia delante la sociedad. Lo diferente era lo que provocaba la conmoción, lo que hacía que la sociedad se replanteara lo que tenían como una norma. El problema era ver hasta qué punto lo diferente hacía que llegara el avance o que se diera un paso atrás. El cristianismo, por ejemplo, había sido diferente, pero había hecho que la sociedad Occidental involucionara y aun siglos después seguían sin llegar al mismo nivel, en muchas cosas, a como estaban a inicios del siglo III, por ejemplo. Culturalmente hablando ahora era cuando se comenzaban a recuperar. En ocasiones me preguntaba el por qué de todo aquello, el por qué del triunfo de una religión que encarcelaba lo que era el hombre, que demonizaba el cuerpo, que lo alejaba de lo que eran por naturaleza. La respuesta podría llevar ríos de tinta o de sangre, por lo que era mejor dejarla a un lado por el momento.
Mi atención era mucho mejor centrarla en el hombre que se encontraba sentado a mi lado y que en ese momento se movía hacia delante. No se me pasó por algo el pequeño gesto de dolor, pero no dije nada. ¿Quién era yo para adentrarme en su vida personal? Nadie, no más que unas palabras dichas a media voz —al menos gran parte de la conversación— en una tertulia que ya estaba moribunda salvo por el grupo de personas que parecían estar alabándose hasta lo insaciable un poco más allá. Esas lisonjerías solo provocaban un aumento de ego inmerecido. No necesitábamos, aquellos que éramos superiores por naturaleza, que nos estuvieran detrás para recordárnoslo. Era cierto, que tal y como era, me gustaba escucharlas de vez en cuando, pero en ese momento, por lo que podía oír, no eran más que palabras vacías y sin ningún sentido.
Desde luego, eran mucho más interesantes las apreciaciones del hombre que tenía a mi lado por mucho que difiriéramos en su afirmación sobre el tiempo. Le miré, sin decir nada por unos instantes, porque tenía razón. Cantidad y calidad no significaban lo mismo. Muchos de mis congéneres se paseaban sin un propósito, sin más, solo deslizándose por la eternidad como sombras. Pocos eran los que sobresalían y debo reconocer algo, algo que me martirizaba cada noche: muchas veces yo estaba entre ellos. Era de los que consideraban que deberíamos destaparnos, en cierta manera, para que vieran lo que había más allá de las sombras. No me gustaba estar entre ellas, no me gustaba permanecer atada a ser algo efímero en el recuerdo. Paseábamos por la Historia sin dejar, en realidad, un nombre porque nos encargábamos de dejar nuestra marca de otra manera: susurrando palabras en los oídos adecuados, si es que teníamos suerte.
— No puedo negar eso, también es cierto que hay que estar en el momento adecuado en el lugar indicado.—comenté mientras le miraba con gesto pensativo por un momento manteniendo en todo momento la espalda recta, aunque me decidí a moverme de forma sutil para girarme un poco hacia él. — Y muchas veces los verdaderos artífices son los que quedan en el anonimato porque llegan otros por detrás con más ambición que son los que finalmente ven su nombre catapultado a los libros y a las referencias.
Ya habíamos hablado de eso, por lo que encogí apenas un hombro para hacerle entender que no era nada nuevo. Reí de forma disimulada ante su referenciar a Bousnier, sin poder evitarlo. Porque quería, porque me apetecía. Era una risa que no solía aparecer a menudo. Por regla general todo el mundo me consideraba fría y distante, algo que en cierta manera había motivado por mi misma. Lo había hecho porque no me gustaba demasiado la gente, al menos un porcentaje muy elevado. Además en la época en la que nos movíamos, por mi supuesta clase social, era precisamente lo que tocaba. Y a veces era bueno regirse a lo que tocaba.
Me moví entonces de nuevo, de forma ligera, comenzando a impacientarme en cierta manera. Aunque podía pasarme horas sentada en un mismo lugar, completamente inmóvil, sentía en cierta manera que era el momento de salir de allí. Poca gente, también indicaba demasiadas miradas que podían dirigirse hacia la sombra oscura que hablaba con el caballero que tenía al lado.
— Ambos nos llevamos algo bueno de esta noche entonces, aunque en cierta manera diferente a la tónica de la tertulia en sí.— me quedé por un instante dubitativa y entonces le miré más directamente, buscando sus ojos en ese gesto. — ¿Le gustaría acompañarme a dar un paseo? Aquí no podemos hacer mucho más y la verdad es que si sigo escuchando lo que se habla en ese grupo seguramente… no terminaría bien esta velada.
Eran palabras duras y que podían indicar, con claridad, a lo que me refería sobre todo porque él sabía de qué ser me trataba. Entonces esperé sus respuestas para incorporarme y salir de allí, en el momento que dijera algo o quizá permanecer unos minutos más en ese lugar.
Mi atención era mucho mejor centrarla en el hombre que se encontraba sentado a mi lado y que en ese momento se movía hacia delante. No se me pasó por algo el pequeño gesto de dolor, pero no dije nada. ¿Quién era yo para adentrarme en su vida personal? Nadie, no más que unas palabras dichas a media voz —al menos gran parte de la conversación— en una tertulia que ya estaba moribunda salvo por el grupo de personas que parecían estar alabándose hasta lo insaciable un poco más allá. Esas lisonjerías solo provocaban un aumento de ego inmerecido. No necesitábamos, aquellos que éramos superiores por naturaleza, que nos estuvieran detrás para recordárnoslo. Era cierto, que tal y como era, me gustaba escucharlas de vez en cuando, pero en ese momento, por lo que podía oír, no eran más que palabras vacías y sin ningún sentido.
Desde luego, eran mucho más interesantes las apreciaciones del hombre que tenía a mi lado por mucho que difiriéramos en su afirmación sobre el tiempo. Le miré, sin decir nada por unos instantes, porque tenía razón. Cantidad y calidad no significaban lo mismo. Muchos de mis congéneres se paseaban sin un propósito, sin más, solo deslizándose por la eternidad como sombras. Pocos eran los que sobresalían y debo reconocer algo, algo que me martirizaba cada noche: muchas veces yo estaba entre ellos. Era de los que consideraban que deberíamos destaparnos, en cierta manera, para que vieran lo que había más allá de las sombras. No me gustaba estar entre ellas, no me gustaba permanecer atada a ser algo efímero en el recuerdo. Paseábamos por la Historia sin dejar, en realidad, un nombre porque nos encargábamos de dejar nuestra marca de otra manera: susurrando palabras en los oídos adecuados, si es que teníamos suerte.
— No puedo negar eso, también es cierto que hay que estar en el momento adecuado en el lugar indicado.—comenté mientras le miraba con gesto pensativo por un momento manteniendo en todo momento la espalda recta, aunque me decidí a moverme de forma sutil para girarme un poco hacia él. — Y muchas veces los verdaderos artífices son los que quedan en el anonimato porque llegan otros por detrás con más ambición que son los que finalmente ven su nombre catapultado a los libros y a las referencias.
Ya habíamos hablado de eso, por lo que encogí apenas un hombro para hacerle entender que no era nada nuevo. Reí de forma disimulada ante su referenciar a Bousnier, sin poder evitarlo. Porque quería, porque me apetecía. Era una risa que no solía aparecer a menudo. Por regla general todo el mundo me consideraba fría y distante, algo que en cierta manera había motivado por mi misma. Lo había hecho porque no me gustaba demasiado la gente, al menos un porcentaje muy elevado. Además en la época en la que nos movíamos, por mi supuesta clase social, era precisamente lo que tocaba. Y a veces era bueno regirse a lo que tocaba.
Me moví entonces de nuevo, de forma ligera, comenzando a impacientarme en cierta manera. Aunque podía pasarme horas sentada en un mismo lugar, completamente inmóvil, sentía en cierta manera que era el momento de salir de allí. Poca gente, también indicaba demasiadas miradas que podían dirigirse hacia la sombra oscura que hablaba con el caballero que tenía al lado.
— Ambos nos llevamos algo bueno de esta noche entonces, aunque en cierta manera diferente a la tónica de la tertulia en sí.— me quedé por un instante dubitativa y entonces le miré más directamente, buscando sus ojos en ese gesto. — ¿Le gustaría acompañarme a dar un paseo? Aquí no podemos hacer mucho más y la verdad es que si sigo escuchando lo que se habla en ese grupo seguramente… no terminaría bien esta velada.
Eran palabras duras y que podían indicar, con claridad, a lo que me refería sobre todo porque él sabía de qué ser me trataba. Entonces esperé sus respuestas para incorporarme y salir de allí, en el momento que dijera algo o quizá permanecer unos minutos más en ese lugar.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/08/2011
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
En algo estábamos de acuerdo, tácitamente y de forma implícita, en algo nuestros caminos se cruzaban, no los de la vida, sino los del pensamiento que son más valiosos para mí. Lo diferente nos marcaba, estigmatizaba si se quería, aunque ella era diferente por razones más que obvias, pero no dejaba de despertar mi curiosidad, vaya remedo de científico que sería si no me preguntara sobre absolutamente todo lo que me rodea, y yo, bueno, porque había nacido con una mente que corría mientras la del resto simplemente caminaba, la de algunos incluso parecía estar perezosamente sentada. Desde que aprendí a leer y escribir, supe que ser diferente iba a marcar mi camino, nunca fui el más sociable, por motivos que no ahondaré en este instante, pero cuando crecí comprendí los motivos. Ser un genio te aísla inevitablemente, o al menos si abrazas el camino que te ha tocado. Ser un genio es lo que tengo y me es más que suficiente, la gente me tacha de hostil y grosero, y lo soy, no me importa, mientras tenga eso que me hace diferente de mi lado realmente nada importa. Yo entiendo, más que estos pobres diablos, que eso que se sale de la norma es lo que finalmente empujará hacia adelante, o empujará hacia cualquier lado, pero moverá el piso en el que estamos parados. La gente lucha con tesón por encajar, por parecer normal, pero lo normal está sobrestimado. Lo normal es aburrido, predecible, cansa rápido. Tal vez por eso decidí salir de mi reclutamiento esta noche, porque esa es mi normalidad y mi rutina, y la recompensa, no puedo quejarme, es una conversación interesante.
Es muy difícil para mí encontrar a alguien que me de argumentos creíbles y reales. Me acerqué por curiosidad, pero me mantengo a su lado por verdadero interés. Me gusta que no compartamos todos los puntos de vista, pero que sí haya intercambio de los mismos, no es algo a lo que esté dispuesto muy a menudo, principalmente porque sé de antemano que muy pocas personas me van a aportar realmente algo. Ella, como yo, somos diferentes, entre nosotros y sobre todo comparados con la media de la sociedad y tal vez por eso ambos nos hemos portado civilizadamente, algo me dice que ella no es tan diferente a mí en cuanto a su trato con otros humanos se refiere. Lo que me causa gracia en todo este asunto es que ella tiene motivos más que justificados, y yo simplemente una misántropo cuyo repudio por la sociedad va en aumento con los años.
Bufé asintiendo ante lo que me decía, cuánta razón tenía.
-No sé si realmente sea por lo que creo, pero la gente busca estrellas –la miré para explicar luego-, el paquete completo, un gran hombre que haga un aporte importante pero además, que sea carismático, por eso muchas veces los que no lo somos –no lo era, no con mi forma de ser –pasamos desapercibidos y muy pocos están dispuestos a escuchar, quien sabe, quizá un pobre iluso antes de Ole Rømer se dio cuenta que la velocidad de la luz era finita, pero nadie le hizo caso diciéndole que estaba loco –me encogí de hombros, yo había aprendido bien que eso sucedía más a menudo de lo que debería considerando que somos científicos y no actores en donde tal vez el físico y otras cosas importan más, pero lo dicho, la sociedad tiene una escala de valores bastante liada, además de tener una para los discursos y otra para las acciones.
Tenía que estar de acuerdo con lo que me dijo, sin embargo callé porque en realidad no tenía nada más que aportar. Me extendió aquella invitación, me puse de pie aguantando el dolor de mi espalda, mismo que se acentúo cuando adopté aquella posición erguida; como ella, no creía que la velada en ese lugar diera para mucho ya, me desdoblé en toda mi altura, que no era poca y la miré aguardando para que me imitara, decir sí o no estaba de más, con aquel acto estaba más que implícito cuál era mi decisión.
Sólo esperaba que el dolor me diera tregua, si estando sentado el malestar me había atacado un par de veces, caminando iba a ser un poco más insoportable, me arrepentí de no haber tomado más alcohol, o en todo caso, si de arrepentimientos se trataba, de haber tomado una dosis mayor de opio, lo único que actualmente mitiga el dolor, aunque en días recientes ni eso ha logrado controlarme. En cierto modo agradezco por mi padecimiento, es la única atadura que me queda al mundo real, sé que lo desprecio a cada oportunidad, pero es el mundo real en el que tengo que realizar mi labor científica, no puedo, aunque quiera, despegarme de él. Pero mi espalda dolorida es el anclaje, lo necesito, así de fácil.
La miré e hice un ademán con la mano para que comenzáramos nuestra caminata, un gesto quizá demasiado educado tratándose de mí.
Es muy difícil para mí encontrar a alguien que me de argumentos creíbles y reales. Me acerqué por curiosidad, pero me mantengo a su lado por verdadero interés. Me gusta que no compartamos todos los puntos de vista, pero que sí haya intercambio de los mismos, no es algo a lo que esté dispuesto muy a menudo, principalmente porque sé de antemano que muy pocas personas me van a aportar realmente algo. Ella, como yo, somos diferentes, entre nosotros y sobre todo comparados con la media de la sociedad y tal vez por eso ambos nos hemos portado civilizadamente, algo me dice que ella no es tan diferente a mí en cuanto a su trato con otros humanos se refiere. Lo que me causa gracia en todo este asunto es que ella tiene motivos más que justificados, y yo simplemente una misántropo cuyo repudio por la sociedad va en aumento con los años.
Bufé asintiendo ante lo que me decía, cuánta razón tenía.
-No sé si realmente sea por lo que creo, pero la gente busca estrellas –la miré para explicar luego-, el paquete completo, un gran hombre que haga un aporte importante pero además, que sea carismático, por eso muchas veces los que no lo somos –no lo era, no con mi forma de ser –pasamos desapercibidos y muy pocos están dispuestos a escuchar, quien sabe, quizá un pobre iluso antes de Ole Rømer se dio cuenta que la velocidad de la luz era finita, pero nadie le hizo caso diciéndole que estaba loco –me encogí de hombros, yo había aprendido bien que eso sucedía más a menudo de lo que debería considerando que somos científicos y no actores en donde tal vez el físico y otras cosas importan más, pero lo dicho, la sociedad tiene una escala de valores bastante liada, además de tener una para los discursos y otra para las acciones.
Tenía que estar de acuerdo con lo que me dijo, sin embargo callé porque en realidad no tenía nada más que aportar. Me extendió aquella invitación, me puse de pie aguantando el dolor de mi espalda, mismo que se acentúo cuando adopté aquella posición erguida; como ella, no creía que la velada en ese lugar diera para mucho ya, me desdoblé en toda mi altura, que no era poca y la miré aguardando para que me imitara, decir sí o no estaba de más, con aquel acto estaba más que implícito cuál era mi decisión.
Sólo esperaba que el dolor me diera tregua, si estando sentado el malestar me había atacado un par de veces, caminando iba a ser un poco más insoportable, me arrepentí de no haber tomado más alcohol, o en todo caso, si de arrepentimientos se trataba, de haber tomado una dosis mayor de opio, lo único que actualmente mitiga el dolor, aunque en días recientes ni eso ha logrado controlarme. En cierto modo agradezco por mi padecimiento, es la única atadura que me queda al mundo real, sé que lo desprecio a cada oportunidad, pero es el mundo real en el que tengo que realizar mi labor científica, no puedo, aunque quiera, despegarme de él. Pero mi espalda dolorida es el anclaje, lo necesito, así de fácil.
La miré e hice un ademán con la mano para que comenzáramos nuestra caminata, un gesto quizá demasiado educado tratándose de mí.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Escuché en silencio sus palabras, asintiendo por un momento mientras lo hacía para darle a entender que estaba escuchando y que, al mismo tiempo, estaba de acuerdo. Buscaban la estrella, la persona que lo tuviera todo, el ser perfecto sin darse cuenta de que era imposible, al menos que terminaras convirtiéndote en un ser como lo era yo. En las diferencias, en los defectos, estaba en cierta manera el encanto de los humanos. Allí radicaba, en realidad, su verdadero poder. Las aristas iban conformando un todo que terminaba teniendo miles de caras diferentes. Al final, muchas veces, los nuestros pecaban de ser todos iguales, de no diferenciarse, de convertirse en peones de la sangre que nos marcaba a fuego. No tenía nada en contra de la sangre, al contrario: me encanta olerla, sentirla, saborearla, provocarla. En cierta manera es el placer más suculento de todos, aquel que terminaba por dejarme saciada y cerca de la felicidad. Y según los momentos y el continente: también cercana al éxtasis.
Aun así, no era la sangre lo que me interesaba en ese momento, sino la conversación que manteníamos. No contesté en el acto, sino que cuando él se incorporó tardé apenas unos segundos en corresponder con un gesto similar. Estaba deseando salir de entre aquellas paredes para quitarme la capucha de una buena vez. Si no lo había hecho hasta el momento era simplemente porque necesitaba el anonimato para el futuro, nada más. Ni siquiera me molesté en despedirme de nadie porque la única persona que había llamado mi atención caminaba a mi lado saliendo de aquel ambiente que cada vez estaba más viciado, más enraizado en conversaciones banales y olor a tabaco y alcohol.
Lo bueno era que el lugar no era demasiado amplio por lo que pronto nos encontramos en el exterior y si hubiera sido humana seguramente hubiera suspirado de agradecimiento cuando noté el viento en la cara, seguramente frío, que me trajo los aromas del París nocturno. No era tan tarde como para que las calles estuvieran vacías, pero sí lo suficiente como para hacer lo que estaba deseando hacer durante toda la noche. En un movimiento fluido alcé las manos para retirar la capucha hacia atrás y moví la cabeza para dejar que mi cabello rubio se extendiera con libertad por mi espalda en un movimiento que podría ser tachado de casual por lo común en mi, pero que sabía que estaba hecho con toda la elegancia del mundo.
Durante unos minutos me mantuve en silencio mientras nos alejábamos del café de la tertulia, aunque no se me había olvidado la conversación que se había quedado en cierta manera a medias por ese impulso mío de salir de allí. Tuve que esforzarme, en cierta manera, en acomodarme a su paso porque a veces sin darme cuenta me movía con más rapidez que los humanos. Era algo propio de los nuestros, al menos de los que llevaban demasiado tiempo sobre la tierra. Nuestros pasos sonaban en las adoquinadas aceras, marcando nuestra marcha y rellenando el silencio que, al menos en mi caso, no era molesto.
De todas formas, no duró mucho más y pronto fue mi voz la que se elevó apenas para romper el silencio que se había impuesto.
— El problema que no ven es que esas estrellas son fugaces, si es que aparecen en alguna ocasión.—contesté finalmente sin llegar a alzar el rostro para mirarlo puesto que era bastante más alto que yo. — Resulta bastante absurdo seguir a una estrella que en realidad solo tiene un fogonazo de luz que deja en sombras el resto cuando lo interesante por regla general no es lo que se ve en un primer vistazo, sino lo que se encuentra oculto a simple vista.— sonreí brevemente, con un pequeño deje de picardía mientras negaba con suavidad. — Muchos genios quedan ocultos por diferentes cuestiones, pero por regla general la lengua es una barrera que muchas veces parece insalvable.
La lengua, sí, y la cultura también. Estábamos demasiado acostumbrados a pensar en Occidente, pero Oriente tenía mucho que enseñarnos, muchísimo a decir verdad. En mis viajes había terminado por Asia y había descubierto que sus culturas estaban en muchos aspectos mucho más desarrolladas que la nuestra. El problema, por supuesto, era la incapacidad de conocerlo por ser idiomas distintos al nuestro, en países que por regla general eran considerado poco menos que inferiores. Necesitando, de esa manera, años de estudio que no todo el mundo estaba dispuesto a gastar. Los países orientales tenían una capacidad para las matemáticas y las ciencias que nos daban miles de vueltas. Me había quedado fascinada en la India, en China, viendo cómo rápidamente hacían operaciones matemáticas con una soltura muy superior a la de la Vieja Europa.
Me quedé en silencio apenas unos segundos más porque en realidad no era necesario estar de forma continua sorteándolo. Al menos esa era la impresión que me daba.
— Cuántas personas son consideradas locas cuando en realidad no dejan de ser visionarios. Siempre ha sido así, me temo, y muy pocas personas realmente llegan a tener el reconocimiento que se merecen, muchas veces después de décadas o siglos. Los mayores genios no han tenido el reconocimiento en vida y han terminado muriendo en la más absoluta de las miserias.—negué suavemente arrugando la nariz en un pequeño mohín. — Así es nuestra sociedad: elevan a las estrellas fugaces y no son capaces de ver los tímidos tintineos de las que permanecen, demasiado cegados por las primeras para ver en las sombras.
Aun así, no era la sangre lo que me interesaba en ese momento, sino la conversación que manteníamos. No contesté en el acto, sino que cuando él se incorporó tardé apenas unos segundos en corresponder con un gesto similar. Estaba deseando salir de entre aquellas paredes para quitarme la capucha de una buena vez. Si no lo había hecho hasta el momento era simplemente porque necesitaba el anonimato para el futuro, nada más. Ni siquiera me molesté en despedirme de nadie porque la única persona que había llamado mi atención caminaba a mi lado saliendo de aquel ambiente que cada vez estaba más viciado, más enraizado en conversaciones banales y olor a tabaco y alcohol.
Lo bueno era que el lugar no era demasiado amplio por lo que pronto nos encontramos en el exterior y si hubiera sido humana seguramente hubiera suspirado de agradecimiento cuando noté el viento en la cara, seguramente frío, que me trajo los aromas del París nocturno. No era tan tarde como para que las calles estuvieran vacías, pero sí lo suficiente como para hacer lo que estaba deseando hacer durante toda la noche. En un movimiento fluido alcé las manos para retirar la capucha hacia atrás y moví la cabeza para dejar que mi cabello rubio se extendiera con libertad por mi espalda en un movimiento que podría ser tachado de casual por lo común en mi, pero que sabía que estaba hecho con toda la elegancia del mundo.
Durante unos minutos me mantuve en silencio mientras nos alejábamos del café de la tertulia, aunque no se me había olvidado la conversación que se había quedado en cierta manera a medias por ese impulso mío de salir de allí. Tuve que esforzarme, en cierta manera, en acomodarme a su paso porque a veces sin darme cuenta me movía con más rapidez que los humanos. Era algo propio de los nuestros, al menos de los que llevaban demasiado tiempo sobre la tierra. Nuestros pasos sonaban en las adoquinadas aceras, marcando nuestra marcha y rellenando el silencio que, al menos en mi caso, no era molesto.
De todas formas, no duró mucho más y pronto fue mi voz la que se elevó apenas para romper el silencio que se había impuesto.
— El problema que no ven es que esas estrellas son fugaces, si es que aparecen en alguna ocasión.—contesté finalmente sin llegar a alzar el rostro para mirarlo puesto que era bastante más alto que yo. — Resulta bastante absurdo seguir a una estrella que en realidad solo tiene un fogonazo de luz que deja en sombras el resto cuando lo interesante por regla general no es lo que se ve en un primer vistazo, sino lo que se encuentra oculto a simple vista.— sonreí brevemente, con un pequeño deje de picardía mientras negaba con suavidad. — Muchos genios quedan ocultos por diferentes cuestiones, pero por regla general la lengua es una barrera que muchas veces parece insalvable.
La lengua, sí, y la cultura también. Estábamos demasiado acostumbrados a pensar en Occidente, pero Oriente tenía mucho que enseñarnos, muchísimo a decir verdad. En mis viajes había terminado por Asia y había descubierto que sus culturas estaban en muchos aspectos mucho más desarrolladas que la nuestra. El problema, por supuesto, era la incapacidad de conocerlo por ser idiomas distintos al nuestro, en países que por regla general eran considerado poco menos que inferiores. Necesitando, de esa manera, años de estudio que no todo el mundo estaba dispuesto a gastar. Los países orientales tenían una capacidad para las matemáticas y las ciencias que nos daban miles de vueltas. Me había quedado fascinada en la India, en China, viendo cómo rápidamente hacían operaciones matemáticas con una soltura muy superior a la de la Vieja Europa.
Me quedé en silencio apenas unos segundos más porque en realidad no era necesario estar de forma continua sorteándolo. Al menos esa era la impresión que me daba.
— Cuántas personas son consideradas locas cuando en realidad no dejan de ser visionarios. Siempre ha sido así, me temo, y muy pocas personas realmente llegan a tener el reconocimiento que se merecen, muchas veces después de décadas o siglos. Los mayores genios no han tenido el reconocimiento en vida y han terminado muriendo en la más absoluta de las miserias.—negué suavemente arrugando la nariz en un pequeño mohín. — Así es nuestra sociedad: elevan a las estrellas fugaces y no son capaces de ver los tímidos tintineos de las que permanecen, demasiado cegados por las primeras para ver en las sombras.
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
No fue hasta que estuve afuera que noté cuánto lo deseaba en realidad, salir de ese lugar, desde luego al abandonarlo no hice intento alguno de despedirme de nadie, ¿con qué objeto?, si en realidad había asistido sólo a burlarme de las ideas, argumentos y creencias de los que se supondrían son el cardumen para el pez que soy. La compañía que ahora caminaba a la par mía había ido un afortunado accidente. El frío del exterior relajó el dolor que me había estado incomodando por largos minutos, aunque conocía bien el comportamiento del mismo (como un ente con mente propia) y sabía que era pasajero, que el propio clima, ahora más fresco, traería como consecuencia un malestar generalizado en cuanto decidiera irme a la cama, menos mal que siempre podía contar con el alcohol, o el opio, o una combinación de ambos.
Pude observarla cuando finalmente retiró la capucha y pude ver su rostro, su piel blanca como la misma cara de la luna y su cabello rubio que antes ya la había delatado, también sus movimientos dignos de la realeza. A veces creo que son estos seres los que verdaderamente mueven los hilos de Europa, es decir, yo lo haría si tuviera todo el poder que ellos pueden acumular. Nunca me ha interesado el poder como tal, pero si lo tuviera, lo sabría usar, tal vez mucho mejor que muchos que lo poseen, cuántas veces no he escuchado quejas sobre la debilidad de ciertos monarcas. Me encogí de hombros ante mis propias reflexiones que parecían algo absurdas dado el contexto.
Lo silencios que se formaban entre ambos parecían convertirse en la constante, en un leitmotiv que nos ayudaba a avanzar a ambos. Callábamos porque algo me decía que ambos estábamos al tanto de muchas cosas que el resto, ya sean vampiros o humanos, no, guardábamos silencio porque nuestras mentes parecían trabajar más rápido que lo que nuestras bocas podían articular en palabras. Quería creer que era eso, porque era algo que a menudo me pasaba, y por ello mismo, era tachado de hombre de pocas palabras, peor si se consideraba que cuando abría la boca la mayoría de las veces era para amedrentar y burlarme, porque, por qué habría de gastar saliva predicando mis ideas a oídos no preparados para ellas.
Giré la vista cuando ella habló de nuevo, retomando lo dicho en el interior del local, el lugar donde seguramente ninguno de los dos era echado de menos, y no los culpo, toda la noche me dediqué a burlarle y ella a pasar desapercibida.
-Palabras más ciertas no había escuchado –mi tono era sarcástico, pero eso era porque me resultaba casi imposible no hablar de ese modo, sin embargo, lo que había dicho, lo había dicho en serio, me parecía una analogía más que adecuada, o mejor dicho, una continuación a la que yo había dicho. Una metonimia a mi metáfora-. Es una lástima, pero sucede –regresé la vista la frente –una cara bonita llama más la atención que una mente brillante, pero nadie dijo que un genio debía ser bien parecido –ahí estaba yo como ejemplo –el consuelo que les queda a muchos es que el tiempo se encargará de recompensarlos –sí, la clásica idea que con el pasar de los años su obra será tomada en cuenta –aunque a mí eso no me sirve, me parece un consuelo para tontos –y de todas las cosas que se me pueden adjudicar, “tonto” no es una de ellas.
Otra vez el silencio imperó entre ambos. Me quedé pensando si a mí se me daría el reconocimiento a tiempo, o sólo hasta mi muerte. Siempre que pienso en mi muerte creo que mi tiempo se ha acabado y estoy en este sitio horas extra, con todo lo que he vivido y pasado, me sorprender seguir de pie, y lúcido, pero qué le voy a hacer.
Cuando volvió a hablar, sus palabras parecían poder comunicarse conmigo en otro canal, aparte de escucharla porque era su interlocutor, algo en todo lo que estaba diciendo parecía hablarle a un sitio más profundo de mi persona. Cuántas veces la gente no me ha llamado loco creyéndolo un insulto cuando en realidad me halagan, y de nuevo la pregunta que ya me había formulado no hacía más de un minuto, sería yo reconocido a tiempo, quién sabe, no me quitaba el sueño aunque no voy a negar que me gustaría saber. La gente me tacha de loco porque me atrevo a hacer cosas que ellos desean hacer, pero que no hacen por temor a lo que otros pueden opinar, le digo idiotas a los idiotas en voz alta mientras todos prefieren hacerlo en susurros inaudibles, me comporto como niño con descaro y todos me miran con recelo aunque la verdad es que quisieran unirse a mis juegos infantiles.
-Pero los mayores genios en realidad no buscan reconocimiento –ahí estaba su respuesta, pero sobre todo, la mía también, la respuesta a mi propia pregunta sobre si sería o no reconocido en vida, no, esa era la verdad, y no me importaba-, los genios son genios con o sin los halagos de terceras personas –debería incluirme en ese grupo, en el de los genios, quiero decir, no hablar de ellos como si fuesen ajenos a mi persona, era la única fracción de la humanidad en la que podía encajar por características similares, más que por otra cosa, pero por ello mismo hablaba con la razón de mi lado, yo mismo lo he experimentado, la mente llama más que otra cosa, se desborda y uno no puede evitarlo-. Pero esas estrellas que tintinean con discreción, como bien lo has dicho, ahí se quedan, y ahí se quedarán –al menos.
Seguimos caminando, no sabía si lo hacíamos sin rumbo fijo o ella disponía una ruta sin estar yo al tanto. Era bueno conversar con ella, pero me molestaba saber que podía disponer de mi de un modo del que ni yo mismo me daba cuenta. Era una habilidad que tenían los suyos, una que podía decir que incluso envidiaba.
Pude observarla cuando finalmente retiró la capucha y pude ver su rostro, su piel blanca como la misma cara de la luna y su cabello rubio que antes ya la había delatado, también sus movimientos dignos de la realeza. A veces creo que son estos seres los que verdaderamente mueven los hilos de Europa, es decir, yo lo haría si tuviera todo el poder que ellos pueden acumular. Nunca me ha interesado el poder como tal, pero si lo tuviera, lo sabría usar, tal vez mucho mejor que muchos que lo poseen, cuántas veces no he escuchado quejas sobre la debilidad de ciertos monarcas. Me encogí de hombros ante mis propias reflexiones que parecían algo absurdas dado el contexto.
Lo silencios que se formaban entre ambos parecían convertirse en la constante, en un leitmotiv que nos ayudaba a avanzar a ambos. Callábamos porque algo me decía que ambos estábamos al tanto de muchas cosas que el resto, ya sean vampiros o humanos, no, guardábamos silencio porque nuestras mentes parecían trabajar más rápido que lo que nuestras bocas podían articular en palabras. Quería creer que era eso, porque era algo que a menudo me pasaba, y por ello mismo, era tachado de hombre de pocas palabras, peor si se consideraba que cuando abría la boca la mayoría de las veces era para amedrentar y burlarme, porque, por qué habría de gastar saliva predicando mis ideas a oídos no preparados para ellas.
Giré la vista cuando ella habló de nuevo, retomando lo dicho en el interior del local, el lugar donde seguramente ninguno de los dos era echado de menos, y no los culpo, toda la noche me dediqué a burlarle y ella a pasar desapercibida.
-Palabras más ciertas no había escuchado –mi tono era sarcástico, pero eso era porque me resultaba casi imposible no hablar de ese modo, sin embargo, lo que había dicho, lo había dicho en serio, me parecía una analogía más que adecuada, o mejor dicho, una continuación a la que yo había dicho. Una metonimia a mi metáfora-. Es una lástima, pero sucede –regresé la vista la frente –una cara bonita llama más la atención que una mente brillante, pero nadie dijo que un genio debía ser bien parecido –ahí estaba yo como ejemplo –el consuelo que les queda a muchos es que el tiempo se encargará de recompensarlos –sí, la clásica idea que con el pasar de los años su obra será tomada en cuenta –aunque a mí eso no me sirve, me parece un consuelo para tontos –y de todas las cosas que se me pueden adjudicar, “tonto” no es una de ellas.
Otra vez el silencio imperó entre ambos. Me quedé pensando si a mí se me daría el reconocimiento a tiempo, o sólo hasta mi muerte. Siempre que pienso en mi muerte creo que mi tiempo se ha acabado y estoy en este sitio horas extra, con todo lo que he vivido y pasado, me sorprender seguir de pie, y lúcido, pero qué le voy a hacer.
Cuando volvió a hablar, sus palabras parecían poder comunicarse conmigo en otro canal, aparte de escucharla porque era su interlocutor, algo en todo lo que estaba diciendo parecía hablarle a un sitio más profundo de mi persona. Cuántas veces la gente no me ha llamado loco creyéndolo un insulto cuando en realidad me halagan, y de nuevo la pregunta que ya me había formulado no hacía más de un minuto, sería yo reconocido a tiempo, quién sabe, no me quitaba el sueño aunque no voy a negar que me gustaría saber. La gente me tacha de loco porque me atrevo a hacer cosas que ellos desean hacer, pero que no hacen por temor a lo que otros pueden opinar, le digo idiotas a los idiotas en voz alta mientras todos prefieren hacerlo en susurros inaudibles, me comporto como niño con descaro y todos me miran con recelo aunque la verdad es que quisieran unirse a mis juegos infantiles.
-Pero los mayores genios en realidad no buscan reconocimiento –ahí estaba su respuesta, pero sobre todo, la mía también, la respuesta a mi propia pregunta sobre si sería o no reconocido en vida, no, esa era la verdad, y no me importaba-, los genios son genios con o sin los halagos de terceras personas –debería incluirme en ese grupo, en el de los genios, quiero decir, no hablar de ellos como si fuesen ajenos a mi persona, era la única fracción de la humanidad en la que podía encajar por características similares, más que por otra cosa, pero por ello mismo hablaba con la razón de mi lado, yo mismo lo he experimentado, la mente llama más que otra cosa, se desborda y uno no puede evitarlo-. Pero esas estrellas que tintinean con discreción, como bien lo has dicho, ahí se quedan, y ahí se quedarán –al menos.
Seguimos caminando, no sabía si lo hacíamos sin rumbo fijo o ella disponía una ruta sin estar yo al tanto. Era bueno conversar con ella, pero me molestaba saber que podía disponer de mi de un modo del que ni yo mismo me daba cuenta. Era una habilidad que tenían los suyos, una que podía decir que incluso envidiaba.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
No dejábamos de hablar del envoltorio. ¿Cuántas veces me había servido mi propia cara para abrirme puertas? Innumerables. Había aprendido con el tiempo que una determinada postura era lo que, a la larga, facilitaba el camino. En la sociedad de las apariencias y del disimulo en el que estábamos aquello era normal, era la norma, y hacía tiempo que me había adaptado a ello. Eso no significaba que lo aceptara del todo por mucho que me hubiera acomodado a ello. No lo aceptaba porque había visto cómo personas realmente brillantes quedaban ensombrecidos por un rostro bello que a la larga terminaba por marchitarse salvo que tuviera la gran suerte de convertirse en uno de los míos. Y aun así, si solo era una cara bonita, terminaría muerto si no sabía hacer otra cosa. O no, quizá no, porque muchas veces esas caras bonitas eran capaces de manipular hasta tal nivel para ser protegidos que daban hasta pena los que habían terminado por caer en sus redes.
Poca gente miraba más allá, miraba realmente a la persona, dejando de lado lo que se suponía que debía ser. El hombre que caminaba a mi lado esa noche parecía que tenía sea facultad, que era capaz de disipar las nieblas para ver la realidad de una forma que pocos conseguían hacer. Eso era lo que me intrigaba de él porque era una características muy poco propia de los humanos. Con el poco tiempo que permanecían sobre la faz de la tierra, se quedaban solo en la superficie y no buceaban. Eso era bueno para los nuestros, por supuesto, porque parecía que todos teníamos como rasgo común el ser terriblemente bellos. Suponía que era una de las ventajas que nos daba la naturaleza o lo que fuera que nos había creado. Esa belleza proporcionaba una ventaja significativa puesto que se quedaban embelesados hasta tal punto que no sabían lo que se les venía encima hasta que finalmente sucedía.
¿Cuántas veces me había alimentado sin que en realidad se dieran cuenta de lo que estaba haciendo demasiado embobados pensando en la belleza que tenían entre sus brazos? Era fácil hacerlos caer, tan fácil que solía terminar por aburrirme. No tenía intención de insultar al hombre que tenía a mi lado, porque estaba claro que él sí que se daría cuenta, y por otro lado no era la sangre lo que buscaba, no cuando había otra cosa que brillaba con luz propia. Era tan difícil de conseguir y de ver, que prefería la conversación al preciado néctar que se deslizaba por sus venas. Extraño, ¿no es cierto? Considerando como todo el mundo me veía estaba segura de que si alguien se diera cuenta de lo que pasaba comenzaría a pensar que no era la Nypheria que acostumbraban a ver.
Entrelacé pensativa un dedo en uno de los mechones rubios manteniendo mi atención en sus palabras en todo momento. Decían que la mente, como el cuerpo, necesitaba alimentarse y ese era mi alimento aquella noche. Mientras que me intrigara como estaba haciendo, mientras que alimentara mi curiosidad, estaba a salvo a mi lado. Y estaría a salvo también de los demás porque no iba a permitir que me arrebataran una de las pocas personas que me llevaba a ir más allá de las simples y patéticas charlas de salón que muchas veces no llevaban a ningún lado. Había sido una suerte encontrarlo aquella noche en aquella tertulia. Una suerte que debía mantenerse y esperaba que fuera así.
Miré a mi alrededor, mis pasos caminaban sin un verdadero rumbo aunque manteniendo mi atención en un segundo nivel sobre lo que sucedía a nuestro alrededor. No me gustaría que algún otro inmortal pensara que era el mejor de los momentos para enfrentarse a mí. A lo largo de los siglos había visto a pequeños vampiros recién creados que consideraban que enfrentarse a un antiguo y derrotarlo les proporcionaba algún tipo de reconocimiento entre los nuestros cuando en realidad no dejaba de ser absurdo. No había nadie, humano o sobrenatural, en las inmediaciones. Aunque la luz de las farolas de gas permanecían funcionando, la verdad es que nos estábamos alejando un tanto del centro de París para dirigirnos sin pensar hacia las zonas más apartadas. Suponía que en cierta manera era mi instinto de depredador el que había tomado ese camino sin siquiera darme cuenta. Una media sonrisa irónica apareció en mis labios al constatar ese hecho.
Quien era vampiro, lo sería siempre, aunque no intentara más que una simple conversación con un humano.
— El tiempo es el más cruel de los jueces.— comenté recordando lo que había dicho unos minutos antes y de es amanera aunando de nuevo la conversación en el mismo lugar. — El reconocimiento puede llegar de muchas maneras, algunos se conformarían con ver que lo que han estado estudiando ha salido por fin a la luz, que el adelanto, la investigación, el trabajo de toda una vida por fin es visible, aunque quizá no con su nombre.—comenté, con un ligero toque de ironía en la voz. — Personalmente no creo que haya nadie que haciendo un trabajo no quiera que al menos su nombre sea pronunciado al menos una vez aunque no sea un reconocimiento pleno. Sería triste hacer algo y que otro se llevara todos los méritos.—comenté con gesto pensativo mirando hacia delante mientras hablábamos. — Es cierto, los genios son genios, lo mismo que el arte es arte por mucho que no tengan el reconocimiento o no lo sepan mirar como tal.— había escuchado decir que el arte no era tal si no lo decía alguien, pero en realidad no lo creía. El arte lo era aunque no hubiera nadie para verlo. — Si te soy sincera… suelen interesarme más las estrellas que tintinean ocultas que las estrellas fugaces que ciegan a aquel que las ve.
Poca gente miraba más allá, miraba realmente a la persona, dejando de lado lo que se suponía que debía ser. El hombre que caminaba a mi lado esa noche parecía que tenía sea facultad, que era capaz de disipar las nieblas para ver la realidad de una forma que pocos conseguían hacer. Eso era lo que me intrigaba de él porque era una características muy poco propia de los humanos. Con el poco tiempo que permanecían sobre la faz de la tierra, se quedaban solo en la superficie y no buceaban. Eso era bueno para los nuestros, por supuesto, porque parecía que todos teníamos como rasgo común el ser terriblemente bellos. Suponía que era una de las ventajas que nos daba la naturaleza o lo que fuera que nos había creado. Esa belleza proporcionaba una ventaja significativa puesto que se quedaban embelesados hasta tal punto que no sabían lo que se les venía encima hasta que finalmente sucedía.
¿Cuántas veces me había alimentado sin que en realidad se dieran cuenta de lo que estaba haciendo demasiado embobados pensando en la belleza que tenían entre sus brazos? Era fácil hacerlos caer, tan fácil que solía terminar por aburrirme. No tenía intención de insultar al hombre que tenía a mi lado, porque estaba claro que él sí que se daría cuenta, y por otro lado no era la sangre lo que buscaba, no cuando había otra cosa que brillaba con luz propia. Era tan difícil de conseguir y de ver, que prefería la conversación al preciado néctar que se deslizaba por sus venas. Extraño, ¿no es cierto? Considerando como todo el mundo me veía estaba segura de que si alguien se diera cuenta de lo que pasaba comenzaría a pensar que no era la Nypheria que acostumbraban a ver.
Entrelacé pensativa un dedo en uno de los mechones rubios manteniendo mi atención en sus palabras en todo momento. Decían que la mente, como el cuerpo, necesitaba alimentarse y ese era mi alimento aquella noche. Mientras que me intrigara como estaba haciendo, mientras que alimentara mi curiosidad, estaba a salvo a mi lado. Y estaría a salvo también de los demás porque no iba a permitir que me arrebataran una de las pocas personas que me llevaba a ir más allá de las simples y patéticas charlas de salón que muchas veces no llevaban a ningún lado. Había sido una suerte encontrarlo aquella noche en aquella tertulia. Una suerte que debía mantenerse y esperaba que fuera así.
Miré a mi alrededor, mis pasos caminaban sin un verdadero rumbo aunque manteniendo mi atención en un segundo nivel sobre lo que sucedía a nuestro alrededor. No me gustaría que algún otro inmortal pensara que era el mejor de los momentos para enfrentarse a mí. A lo largo de los siglos había visto a pequeños vampiros recién creados que consideraban que enfrentarse a un antiguo y derrotarlo les proporcionaba algún tipo de reconocimiento entre los nuestros cuando en realidad no dejaba de ser absurdo. No había nadie, humano o sobrenatural, en las inmediaciones. Aunque la luz de las farolas de gas permanecían funcionando, la verdad es que nos estábamos alejando un tanto del centro de París para dirigirnos sin pensar hacia las zonas más apartadas. Suponía que en cierta manera era mi instinto de depredador el que había tomado ese camino sin siquiera darme cuenta. Una media sonrisa irónica apareció en mis labios al constatar ese hecho.
Quien era vampiro, lo sería siempre, aunque no intentara más que una simple conversación con un humano.
— El tiempo es el más cruel de los jueces.— comenté recordando lo que había dicho unos minutos antes y de es amanera aunando de nuevo la conversación en el mismo lugar. — El reconocimiento puede llegar de muchas maneras, algunos se conformarían con ver que lo que han estado estudiando ha salido por fin a la luz, que el adelanto, la investigación, el trabajo de toda una vida por fin es visible, aunque quizá no con su nombre.—comenté, con un ligero toque de ironía en la voz. — Personalmente no creo que haya nadie que haciendo un trabajo no quiera que al menos su nombre sea pronunciado al menos una vez aunque no sea un reconocimiento pleno. Sería triste hacer algo y que otro se llevara todos los méritos.—comenté con gesto pensativo mirando hacia delante mientras hablábamos. — Es cierto, los genios son genios, lo mismo que el arte es arte por mucho que no tengan el reconocimiento o no lo sepan mirar como tal.— había escuchado decir que el arte no era tal si no lo decía alguien, pero en realidad no lo creía. El arte lo era aunque no hubiera nadie para verlo. — Si te soy sincera… suelen interesarme más las estrellas que tintinean ocultas que las estrellas fugaces que ciegan a aquel que las ve.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/08/2011
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Esta conversación me estaba llevando a sitios que no esperé, y no me refería a nuestro andar azaroso por las calles parisinas a penas iluminadas por la luz mustia de las farolas, sino a los caminos de la mente que estaba recorriendo, estábamos, me atrevería a decir. A pesar de todo, de mi soledad y mi profesión, reflexivo no es un adjetivo que me venga bien, no lo soy, rara vez me detengo a pesar sobre el camino que he tomado y los que tomaré a futuro, principalmente porque es una absoluta pérdida de tiempo, le dejo las reflexiones a los poetas, filósofos e ilusos, si yo no actúo nada pasa, y si nada pasa no es emocionante.
Desde que tengo uso de razón, ha sido ésta la que ha tomado el timón del barco de mi vida, los acertijos como hilos conductor de todo lo que alguna vez ha llamado mi atención, poco a poco descubrí que el misterio más grande por descubrirse era el de la vida, por mucho que yo la despreciara, y sólo bastaba con llevar la vista al cielo para saber que eso que quería, desentrañar los secretos del cómo y por qué estamos aquí, para saber que eso requería más de una vida, y que probablemente no sería yo quien finalmente le diera respuesta. Pero tan sólo el querer sumergirme en todo eso era lo suficiente llamativo como para avocar todos mis esfuerzos. Dar respuestas a las incógnitas es lo que me gusta, ayudar a la humanidad en el proceso es un lamentable daño colateral.
Como sea, todo esto viene a colación de la conversación, el envoltorio como clara muestra de lo que no sucede dentro, y no hablo de cursis sentimentalismos, sino de ideas incandescentes, como las llamas de las farolas que nos acompañan en este recorrido, y con esa misma función, la de iluminar en la obscuridad. Incluso en la época más represiva de la humanidad, el Medievo, hubo aquellos que siguieron adelante, quizá con más tesón debido a las mismas limitantes. Yo qué sé, lo he leído y lo intuyo, quizá mi acompañante pueda dar una mejor opinión sobre eso, pero lo que trato de decir que es ante la adversidad cuando las mejores ideas y los más grandes avances logran surgir, y todo eso es combustible para que este armatoste en el que todos estamos subidos siga avanzando. Las ideas no necesariamente tienen que ser bonitas, las ideas son ideas y la verdad también, es sólo eso y muchas veces no sólo no es bonita, sino absolutamente terrible, y no por ello deja de ser la verdad. Es por eso que me niego a creer o a aceptar en todo caso, que aquellas prometeicas figuras portadoras de la verdad tenga, por regla general, que ser bien parecidos, o carismáticos.
Sopeso el dolor en mi espalda y al parecer me dejará seguir caminando por unos minutos más, y volteo a mi alrededor, al parecer nos hemos alejado de la parte más céntrica de la ciudad, aunque no corro peligro considerando mi compañía, eso si no es ella precisamente la que tenga intenciones de atacarme.
-Eso dicen, y creo que resulta más fácil para ti decirlo –la miro sin girar el rostro, con una ceja arqueada y dirigiendo la vista hacia abajo debido a la diferencia de estaturas-, considerando que tú si puedes ver lo que cien años han de retribuirle a un pobre fracasado actual, personalmente veo inútil todo el ejercicio intrínsecamente humano de querer trascender –hice un mohín como de niño caprichoso –sucede, demasiado, que otros se lleven el mérito de los demás –guardé silencio y seguimos caminando.
Luego hice un movimiento extraño, estiré mi larga mano (con algunas quemaduras de un par de reacciones que no planeé que se presentaran en mi laboratorio) en dirección a ella pausando más el paso que llevábamos.
-Estrella que tintinea oculta –dije como si me estuviera presentando, pues eso era yo, el que no deslumbra momentáneamente, sino el que se mantiene ahí. Luego con esa misma mano dispuesta para un saludo, solté un manotazo al aire restándole importancia-, lo que quiero decir es que en el futuro alguien leerá mis notas y de ahí basará un gran descubrimiento, como supondrás, no soy alguien que trabaje a base de corazonadas, pero algo me dice que así va a ser, por eso no me preocupa que la corona, la mía del Sacro Imperio, o esta, la francesa, me den una cuantiosa subvención, o que mis reportes no salgan publicados en los boletines científicos –aunque lo he hecho, he publicado más de un escrito y ninguno ha sido desacreditado porque no hay por dónde –estoy bastante conforme con lo que hago, aunque no soy alguien que se conforme tan fácilmente y por eso sigo mi labor, con la fortuna de mi familia podría vivir perfectamente bien sin mover un dedo, pero soy un triste títere de mis ideas, me controlan y tengo que apaciguarlas dándoles algo con qué entretenerse, y eso sólo lo consigo al estar delante de un gran acertijo –era la primera vez en años que hablaba tanto sobre mí, sobre mis creencias, sobre mi trabajo, pero también era la primera vez en años que encontraba un oído no sólo dispuesto, sino que puede rebatirme con algo interesante, algo que me aporte.
Desde que tengo uso de razón, ha sido ésta la que ha tomado el timón del barco de mi vida, los acertijos como hilos conductor de todo lo que alguna vez ha llamado mi atención, poco a poco descubrí que el misterio más grande por descubrirse era el de la vida, por mucho que yo la despreciara, y sólo bastaba con llevar la vista al cielo para saber que eso que quería, desentrañar los secretos del cómo y por qué estamos aquí, para saber que eso requería más de una vida, y que probablemente no sería yo quien finalmente le diera respuesta. Pero tan sólo el querer sumergirme en todo eso era lo suficiente llamativo como para avocar todos mis esfuerzos. Dar respuestas a las incógnitas es lo que me gusta, ayudar a la humanidad en el proceso es un lamentable daño colateral.
Como sea, todo esto viene a colación de la conversación, el envoltorio como clara muestra de lo que no sucede dentro, y no hablo de cursis sentimentalismos, sino de ideas incandescentes, como las llamas de las farolas que nos acompañan en este recorrido, y con esa misma función, la de iluminar en la obscuridad. Incluso en la época más represiva de la humanidad, el Medievo, hubo aquellos que siguieron adelante, quizá con más tesón debido a las mismas limitantes. Yo qué sé, lo he leído y lo intuyo, quizá mi acompañante pueda dar una mejor opinión sobre eso, pero lo que trato de decir que es ante la adversidad cuando las mejores ideas y los más grandes avances logran surgir, y todo eso es combustible para que este armatoste en el que todos estamos subidos siga avanzando. Las ideas no necesariamente tienen que ser bonitas, las ideas son ideas y la verdad también, es sólo eso y muchas veces no sólo no es bonita, sino absolutamente terrible, y no por ello deja de ser la verdad. Es por eso que me niego a creer o a aceptar en todo caso, que aquellas prometeicas figuras portadoras de la verdad tenga, por regla general, que ser bien parecidos, o carismáticos.
Sopeso el dolor en mi espalda y al parecer me dejará seguir caminando por unos minutos más, y volteo a mi alrededor, al parecer nos hemos alejado de la parte más céntrica de la ciudad, aunque no corro peligro considerando mi compañía, eso si no es ella precisamente la que tenga intenciones de atacarme.
-Eso dicen, y creo que resulta más fácil para ti decirlo –la miro sin girar el rostro, con una ceja arqueada y dirigiendo la vista hacia abajo debido a la diferencia de estaturas-, considerando que tú si puedes ver lo que cien años han de retribuirle a un pobre fracasado actual, personalmente veo inútil todo el ejercicio intrínsecamente humano de querer trascender –hice un mohín como de niño caprichoso –sucede, demasiado, que otros se lleven el mérito de los demás –guardé silencio y seguimos caminando.
Luego hice un movimiento extraño, estiré mi larga mano (con algunas quemaduras de un par de reacciones que no planeé que se presentaran en mi laboratorio) en dirección a ella pausando más el paso que llevábamos.
-Estrella que tintinea oculta –dije como si me estuviera presentando, pues eso era yo, el que no deslumbra momentáneamente, sino el que se mantiene ahí. Luego con esa misma mano dispuesta para un saludo, solté un manotazo al aire restándole importancia-, lo que quiero decir es que en el futuro alguien leerá mis notas y de ahí basará un gran descubrimiento, como supondrás, no soy alguien que trabaje a base de corazonadas, pero algo me dice que así va a ser, por eso no me preocupa que la corona, la mía del Sacro Imperio, o esta, la francesa, me den una cuantiosa subvención, o que mis reportes no salgan publicados en los boletines científicos –aunque lo he hecho, he publicado más de un escrito y ninguno ha sido desacreditado porque no hay por dónde –estoy bastante conforme con lo que hago, aunque no soy alguien que se conforme tan fácilmente y por eso sigo mi labor, con la fortuna de mi familia podría vivir perfectamente bien sin mover un dedo, pero soy un triste títere de mis ideas, me controlan y tengo que apaciguarlas dándoles algo con qué entretenerse, y eso sólo lo consigo al estar delante de un gran acertijo –era la primera vez en años que hablaba tanto sobre mí, sobre mis creencias, sobre mi trabajo, pero también era la primera vez en años que encontraba un oído no sólo dispuesto, sino que puede rebatirme con algo interesante, algo que me aporte.
Invitado- Invitado
Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
Siempre me había gustado la noche, incluso antes de ser lo que soy. Era uno de esos momentos en los que todo parecía mucho más tranquilo y si uno tenía un toque de alma romántica —cosa en mi caso carecía— podía pensar que se era la única persona sobre la faz de la tierra. Es una de las pocas cosas que tengo claras de antes de mi conversión. Hay algunas lagunas en mi mente, no por el tiempo que ha transcurrido, sino por lo que significó “nacer a la noche” por decirlo de alguna manera. Hay lagunas provocadas por el hambre, por la sangre, por el dolor, por las torturas. A veces creo que tuve suerte y no me convertí en un ser demente y roto, porque sé que si eso hubiera sucedido él me hubiera matado sin contemplaciones.
Pensando en lo que pasó, mirando hacia el pasado, me preguntaba hasta qué punto no había sido un experimento, alguna forma macabra de ver hasta qué punto podía llegar primero un ser humano y después un vampiro recién convertido. Paseo por la cuerda floja de agradecerle haberme arrancando de la mediocridad y alzado a una posición mucho superior, y de odiarlo por todo lo que me había hecho y arrebatado. Por regla general esos pensamientos los mantengo ocultos en lo más profundo de la cabeza, pero en aquel momento parecía que se había desatado en cierta manera la caja de Pandora. Era por la noche, lo sabía, pero aun así me molestó de forma instantánea. Pensar determinadas cosas podía significar debilidad y yo podía ser muchas cosa, que de hecho lo era, pero débil no estaba en mi diccionario particular.
Aparté un mechón de mi rostro mientras caminábamos, cada vez más aislados de todo y de todos. Apenas había personas a nuestro alrededor, pero no tenía miedo. ¿Por qué hacerlo cuando me encontraba en lo más alto de la pirámide alimenticia o no alimenticia? El hombre que caminaba a mi lado estaba más seguro junto a mí que recorriendo la calle más iluminada de todo París él solo. Algunas personas le dirían que no confiara en mí, que mantuviera alejado, pero la verdad es que no estaba entre mis planes ni alimentarle ni convertirle, simplemente disfrutar de una conversación que estaba yendo por caminos que no hubiera creído posibles. Estábamos pensando, razonando, apartándonos un tanto de la monotonía provocada por las noches eternas y por los sabores insípidos de la población parisina. Respiré hondo, aunque no lo necesitara, notando el olor de París y de la Noche, del humano que caminaba a mi lado, de las esencias particulares de cada uno de los seres que rondaban a nuestro alrededor.
A simple vista estábamos solos, pero sabía que no era así, que había más de un ser sobrenatural por la zona. Aun así, les ignoré en parte mientras me encentraba en los gestos y en las palabras del caballero que tenía a mi lado y que resultaba mucho más interesante. No bajé, de todas formas, las defensas y me mantuve en alerta en cierta forma porque lo último que quería es encontrarme delante de una emboscada o de algún tipo de tontería por el estilo. Los niños se entretenían muchas veces jugando y podían ser terriblemente molestos. Y por niños me refiero a gran parte de la comunidad sobrenatural de París y algún que otro humano que pensaba que podía acabar con un ser como yo simplemente por el hecho de llevar una pistola. Como aquella cazadora que me había amenazado en un callejón hacía ya varias semanas.
Pobre, que inocente había sido.
Una ligera sonrisa curvó mis labios al escucharle hablar porque en cierta manera nos parecíamos. En unos mínimos, por supuesto, pero ahí estaba. Por mi parte no hacía una investigación como podía hacerlo un verdadero científico, pero en vez de pasar las noches junto a unos humanos que muchas veces resultaban aburridos, bien podría estar en alguna fiesta… más aburrida todavía. Era la necesidad de conocimientos la que nos movía hacia delante, la que hacía que buscáramos llegar hasta un punto de no retorno, hasta una idea, hasta algo que nos rompiera con la idea de que todo era inútil, demasiado igual, demasiado parecido.
Sí, el hombre que caminaba a mi lado era mucho más interesante de lo que había pensado en un primer momento y no habría manera humana de que me hicieran cambiar de opinión. Ya había sido asombroso que no le diera un paro cardiaco cuando se dio cuenta de lo que era, es más, había sido única su reacción. Por regla general hacían demasiado drama y terminaban llamándome monstruo a la cara, como si ellos fueran mucho mejores.
— Definitivamente no eres una persona normal.— y en mi idioma particular no era un insulto ni mucho menos, resultaba todo un elogio. —Muy pocas personas realmente lo reconocerían y lo aceptarían, me refiero a que por regla general se lucha por intentar estar en la palestra, allí donde todos los ojos se giren para ver a la persona, en cambio está claro que a ti te importa bien poco lo que el resto opine sobre ti mismo o tus investigaciones.—era mucho más libre de lo que serían la mayor parte de la población de París o de cualquier otro lugar. —¿Has pensado alguna vez en pasarte a nuestro bando? No te lo estoy ofreciendo, únicamente es curiosidad. Te diría que me resulta extraño que uno de los míos no se haya acercado a ti ya pero… bueno, no se diferencian demasiado a los humanos y pueden ser tan insulsos como ellos, incluso más, además de cerrados de mente cuando se trata de la ciencia.
Pensando en lo que pasó, mirando hacia el pasado, me preguntaba hasta qué punto no había sido un experimento, alguna forma macabra de ver hasta qué punto podía llegar primero un ser humano y después un vampiro recién convertido. Paseo por la cuerda floja de agradecerle haberme arrancando de la mediocridad y alzado a una posición mucho superior, y de odiarlo por todo lo que me había hecho y arrebatado. Por regla general esos pensamientos los mantengo ocultos en lo más profundo de la cabeza, pero en aquel momento parecía que se había desatado en cierta manera la caja de Pandora. Era por la noche, lo sabía, pero aun así me molestó de forma instantánea. Pensar determinadas cosas podía significar debilidad y yo podía ser muchas cosa, que de hecho lo era, pero débil no estaba en mi diccionario particular.
Aparté un mechón de mi rostro mientras caminábamos, cada vez más aislados de todo y de todos. Apenas había personas a nuestro alrededor, pero no tenía miedo. ¿Por qué hacerlo cuando me encontraba en lo más alto de la pirámide alimenticia o no alimenticia? El hombre que caminaba a mi lado estaba más seguro junto a mí que recorriendo la calle más iluminada de todo París él solo. Algunas personas le dirían que no confiara en mí, que mantuviera alejado, pero la verdad es que no estaba entre mis planes ni alimentarle ni convertirle, simplemente disfrutar de una conversación que estaba yendo por caminos que no hubiera creído posibles. Estábamos pensando, razonando, apartándonos un tanto de la monotonía provocada por las noches eternas y por los sabores insípidos de la población parisina. Respiré hondo, aunque no lo necesitara, notando el olor de París y de la Noche, del humano que caminaba a mi lado, de las esencias particulares de cada uno de los seres que rondaban a nuestro alrededor.
A simple vista estábamos solos, pero sabía que no era así, que había más de un ser sobrenatural por la zona. Aun así, les ignoré en parte mientras me encentraba en los gestos y en las palabras del caballero que tenía a mi lado y que resultaba mucho más interesante. No bajé, de todas formas, las defensas y me mantuve en alerta en cierta forma porque lo último que quería es encontrarme delante de una emboscada o de algún tipo de tontería por el estilo. Los niños se entretenían muchas veces jugando y podían ser terriblemente molestos. Y por niños me refiero a gran parte de la comunidad sobrenatural de París y algún que otro humano que pensaba que podía acabar con un ser como yo simplemente por el hecho de llevar una pistola. Como aquella cazadora que me había amenazado en un callejón hacía ya varias semanas.
Pobre, que inocente había sido.
Una ligera sonrisa curvó mis labios al escucharle hablar porque en cierta manera nos parecíamos. En unos mínimos, por supuesto, pero ahí estaba. Por mi parte no hacía una investigación como podía hacerlo un verdadero científico, pero en vez de pasar las noches junto a unos humanos que muchas veces resultaban aburridos, bien podría estar en alguna fiesta… más aburrida todavía. Era la necesidad de conocimientos la que nos movía hacia delante, la que hacía que buscáramos llegar hasta un punto de no retorno, hasta una idea, hasta algo que nos rompiera con la idea de que todo era inútil, demasiado igual, demasiado parecido.
Sí, el hombre que caminaba a mi lado era mucho más interesante de lo que había pensado en un primer momento y no habría manera humana de que me hicieran cambiar de opinión. Ya había sido asombroso que no le diera un paro cardiaco cuando se dio cuenta de lo que era, es más, había sido única su reacción. Por regla general hacían demasiado drama y terminaban llamándome monstruo a la cara, como si ellos fueran mucho mejores.
— Definitivamente no eres una persona normal.— y en mi idioma particular no era un insulto ni mucho menos, resultaba todo un elogio. —Muy pocas personas realmente lo reconocerían y lo aceptarían, me refiero a que por regla general se lucha por intentar estar en la palestra, allí donde todos los ojos se giren para ver a la persona, en cambio está claro que a ti te importa bien poco lo que el resto opine sobre ti mismo o tus investigaciones.—era mucho más libre de lo que serían la mayor parte de la población de París o de cualquier otro lugar. —¿Has pensado alguna vez en pasarte a nuestro bando? No te lo estoy ofreciendo, únicamente es curiosidad. Te diría que me resulta extraño que uno de los míos no se haya acercado a ti ya pero… bueno, no se diferencian demasiado a los humanos y pueden ser tan insulsos como ellos, incluso más, además de cerrados de mente cuando se trata de la ciencia.
Nypheria- Vampiro Clase Alta
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Re: Café, Tertulias y Juego de Sombras {Gregor Dvořák}
La sociedad, la gente, los personajes de esta y cualquier ciudad, como lo queramos llamar, como queramos nombrar a esa masa amorfa que es el pópulo es sin duda un divertimento que no puedo dejar pasar. Socializar no es mi fuerte, ni busco que lo sea, es imposible para mi entablar una conversación y no hacerle ver a la otra persona lo idiotas que son muchas de sus creencias, hay excepciones, claro, como a toda regla, claro ejemplo es esta noche, pero en general eso es lo que sucede. Descubrí que esa masa amorfa, de la que todos estamos hechos, me aburre con facilidad y por eso, poco a poco, aunque no sutilmente, me fui alejando, el hastío me daba nauseas, sus palabras me causaban jaqueca, y suficiente malestar ya tengo desde que caí de ese caballo. Todos se creen especiales, y eso cansa demasiado rápido, más cuando sabes que es mentira, nadie es un maldito copo de nieve, lo dicho, estamos hechos de la misma masa, sólo que las circunstancias nos han moldeado de forma diferente. Es todo.
Por no por ello no voy a divertirme, la sociedad en la dosis adecuada puede ser hilarante, por eso de vez en cuando, cuando me da la gana, cuando el laboratorio comienza a tornarse aburrido, salgo a tomar aire y a ver los pocos cambios que ha habido. La gente habla de que esta década difiere a la anterior por equis razón, y en apariencia así es, pero la gente no cambia, siguen con sus mismos hábitos molestos, sus mismas ilusiones risibles, es exactamente lo mismo.
Es evidente que no me siento parte de esto, cualquier cosa que sea, y no es queja, no me molesta, sólo digo que es claro que no soy un buen “jugador en equipo”. No voy a decir que su pregunta me haya tomado por sorpresa, suena más lógico que, conociendo sobre estos seres, quisiera la inmortalidad, quisiera pertenecer a un mundo integrado por, lo que en apariencia son, parias, algo con lo que me puedo identificar mejor. Pero en realidad los vampiros son exactamente lo mismo que nosotros los mortales, como la cara de una misma moneda, mientras de este lado, el brillante, el lustroso de un franco echado al aire, tememos a las mismas cosas, nuestras fobias y tristezas son similares, del otro lado de la moneda, el sucio, el obscuro, el rayado por el tiempo, utilizan todo eso como sus fortalezas, sin embargo, no carecen de otros puntos flacos. Son lo mismo, sólo que visto por otro ángulo.
Reí por toda respuesta, una risa socarrona y ronca, breve y casi como si no hubiese querido soltarla, y guardé silencio mientras seguimos avanzando, estaba atento, aunque no se me puede comparar con lo atenta que ella podía estar, además el dolor tenía gran parte de mi atención, el resto era casi en su totalidad para ella y lo que decía, quedaba muy poco para mi entorno, sin embargo pude darme cuenta de sus movimientos, y de las calles por las que caminábamos.
-No, no lo soy –una persona normal, quería decir, finalmente abrí la boca, mi respuesta estaba en mi cabeza casi desde que escuché sus palabras, lo dije con algo que sonaba a orgullo, quizá lo fuera, me gustaba no ser como el resto en muchos aspectos, aunque sabía que como humano mortal, tenía los mismos defectos que mis congéneres, al menos me salgo de la media y eso ya es decir bastante en esta sociedad de apariencias-. Lo he pensado, no lo voy a negar, pero… -pausé, miré al frente con el mentón levantado –si me aburre tanto la vida, una vida que sé tiene un punto final, y no creo en la vida después de la muerte, así que para mí se acaba cuando se acaba y ya, no quiero imaginarme el hartazgo que sentiría viviendo por siempre, es una idea atrayente, claro que lo es –volví la cabeza para poder verla –tener todo el tiempo del mundo, literalmente, para descubrir los secretos que tanto me intrigan, pero todos somos piezas reemplazables, si yo no soy, vendrá otro, o eso quiero creer, así que yo sólo continúo con mi investigación, ansioso por encontrar una respuesta, pero no encontrarla no me quita el sueño, la emoción de buscarla me basta –vaya, yo hablando de "emoción", aunque claro, la Física es lo único que lo consigue; otra pausa, sólo que esta vez fue más larga, suspiré y luego reí ante su comentario, justo lo que yo pensaba, los vampiros por ser vampiros no diferían tanto de nosotros, quizá más complejos, con más cosas experimentadas (y eso no quiere decir más experiencia), pero al final con los mismos errores, con los mismos temores, sólo traducidos a su nocturna existencia.
-Es difícil considerando lo poco que salgo de casa –me encogí de hombros-, los tuyos, no digo que todos, suelen desenvolverse en bailes y fiestas; bailes y fiestas a las que soy a menudo invitado, por mi apellido y lo que pesa, no porque me quieran a mí precisamente, y como supondrás, no son sitios que yo frecuente así que simplemente no hago acto de presencia, ¿qué probabilidades hay de que me topara con alguno de ustedes antes? –luego arqueé una ceja, una idea divertida se cruzó por mi mente, un juego que podíamos jugar –dices que no es ofrecimiento, pero entonces, ¿luzco como candidato? –pregunté sonriendo de lado, intrigado por su respuesta. Aunque no creía que en realidad hubiese candidatos para eso, muchos, por lo que dicen, son convertidos sin siquiera pedirlo.
Por no por ello no voy a divertirme, la sociedad en la dosis adecuada puede ser hilarante, por eso de vez en cuando, cuando me da la gana, cuando el laboratorio comienza a tornarse aburrido, salgo a tomar aire y a ver los pocos cambios que ha habido. La gente habla de que esta década difiere a la anterior por equis razón, y en apariencia así es, pero la gente no cambia, siguen con sus mismos hábitos molestos, sus mismas ilusiones risibles, es exactamente lo mismo.
Es evidente que no me siento parte de esto, cualquier cosa que sea, y no es queja, no me molesta, sólo digo que es claro que no soy un buen “jugador en equipo”. No voy a decir que su pregunta me haya tomado por sorpresa, suena más lógico que, conociendo sobre estos seres, quisiera la inmortalidad, quisiera pertenecer a un mundo integrado por, lo que en apariencia son, parias, algo con lo que me puedo identificar mejor. Pero en realidad los vampiros son exactamente lo mismo que nosotros los mortales, como la cara de una misma moneda, mientras de este lado, el brillante, el lustroso de un franco echado al aire, tememos a las mismas cosas, nuestras fobias y tristezas son similares, del otro lado de la moneda, el sucio, el obscuro, el rayado por el tiempo, utilizan todo eso como sus fortalezas, sin embargo, no carecen de otros puntos flacos. Son lo mismo, sólo que visto por otro ángulo.
Reí por toda respuesta, una risa socarrona y ronca, breve y casi como si no hubiese querido soltarla, y guardé silencio mientras seguimos avanzando, estaba atento, aunque no se me puede comparar con lo atenta que ella podía estar, además el dolor tenía gran parte de mi atención, el resto era casi en su totalidad para ella y lo que decía, quedaba muy poco para mi entorno, sin embargo pude darme cuenta de sus movimientos, y de las calles por las que caminábamos.
-No, no lo soy –una persona normal, quería decir, finalmente abrí la boca, mi respuesta estaba en mi cabeza casi desde que escuché sus palabras, lo dije con algo que sonaba a orgullo, quizá lo fuera, me gustaba no ser como el resto en muchos aspectos, aunque sabía que como humano mortal, tenía los mismos defectos que mis congéneres, al menos me salgo de la media y eso ya es decir bastante en esta sociedad de apariencias-. Lo he pensado, no lo voy a negar, pero… -pausé, miré al frente con el mentón levantado –si me aburre tanto la vida, una vida que sé tiene un punto final, y no creo en la vida después de la muerte, así que para mí se acaba cuando se acaba y ya, no quiero imaginarme el hartazgo que sentiría viviendo por siempre, es una idea atrayente, claro que lo es –volví la cabeza para poder verla –tener todo el tiempo del mundo, literalmente, para descubrir los secretos que tanto me intrigan, pero todos somos piezas reemplazables, si yo no soy, vendrá otro, o eso quiero creer, así que yo sólo continúo con mi investigación, ansioso por encontrar una respuesta, pero no encontrarla no me quita el sueño, la emoción de buscarla me basta –vaya, yo hablando de "emoción", aunque claro, la Física es lo único que lo consigue; otra pausa, sólo que esta vez fue más larga, suspiré y luego reí ante su comentario, justo lo que yo pensaba, los vampiros por ser vampiros no diferían tanto de nosotros, quizá más complejos, con más cosas experimentadas (y eso no quiere decir más experiencia), pero al final con los mismos errores, con los mismos temores, sólo traducidos a su nocturna existencia.
-Es difícil considerando lo poco que salgo de casa –me encogí de hombros-, los tuyos, no digo que todos, suelen desenvolverse en bailes y fiestas; bailes y fiestas a las que soy a menudo invitado, por mi apellido y lo que pesa, no porque me quieran a mí precisamente, y como supondrás, no son sitios que yo frecuente así que simplemente no hago acto de presencia, ¿qué probabilidades hay de que me topara con alguno de ustedes antes? –luego arqueé una ceja, una idea divertida se cruzó por mi mente, un juego que podíamos jugar –dices que no es ofrecimiento, pero entonces, ¿luzco como candidato? –pregunté sonriendo de lado, intrigado por su respuesta. Aunque no creía que en realidad hubiese candidatos para eso, muchos, por lo que dicen, son convertidos sin siquiera pedirlo.
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