AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El Pacto de Osiris.
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El Pacto de Osiris.
..."Contaba una vieja leyenda de Egipto, que Osiris, el dios de la resurrección y la fertilidad también tenía una labor diferente.
Una labor algo siniestra y no bien vista por todos sus siervos. Pero alguien debía hacerlo, y ese era él. Aunque muy pocos conocían su labor como dios muerto y de los muertos.
Su historia albergaba largos pasajes en los que quedaba marcada su buena obra, pero muy poco se sabía de su faceta entre las almas.
Osiris pasaba largas temporadas solo, unido al vacio que su labor conllevaba.
Su tiempo infinito era muy tedioso para él, por eso esperaba con especial anhelo las noches de luna llena, ya que en aquellas noches él podía escapar de su labor y dedicar su tiempo a sí mismo y a sus seres queridos.
Aunque lo que más deseaba en el mundo era dedicar su tiempo a solo una persona en particular; Isis.
Isis era su compañera, su amiga, su amante… Ella le esperaba con anhelo en cada luna ya que ambos estaban predestinados el uno al otro desde antes de nacer.
Sin embargo su amor despertó celos en el propio hermano del dios muerto.
Set, cegado por su orgullo y por la envidia al no tener el amor de nadie, ideo un plan y utilizo sus trucos más sucios solo para poder separarles.
Pero Osiris, que sabía que su hermano tramaba algo, pensó en un último recurso.
Juntando su poder y reuniendo las fuerzas que dominaba creó un objeto, un objeto secreto y extraño, un objeto prohibido y también siniestro, un objeto que solo Isis podría contemplar y entender, lo entrego a su amada teniendo la esperanza de que aquello les ayudase y les sirviese si alguna vez el destino les separaba"…
Aquella historia me la habian contado hacia ya largos años.
Pero todo esto no eran más que leyendas de los egipcios sin fundamento para nadie…Y por eso supe al escuchar aquel relato, que aquella historia debía de guardar mucho más detrás, pero en aquel momento no le tome relevancia y lo deje pasar.
El tiempo continuo su curso, y mis viajes continuaron llevandome a otros rincones, dejando atrás los cuentos sobre objetos malditos hasta hacia exactamente dos semanas.
Cuando de forma totalmente accidental, (como casi todas las cosas que me ocurrían) llegaron a mis manos unos antiquísimos pergaminos obtenidos obviamente de forma poco “diplomática” pero eso no es relevante.
Eran unos textos medievales que hablaban de aquel relato egipcio, y del paradero de una cajita de cuarzo negra, una cajita que guardaba en su interior el objeto que Osiris creó.
Me sorprendí, pues en teoría aquella historia era falsa, pero por lo que ahora veía, eso era lo que ellos nos querían hacer creer.
Junto con Eyra comenzamos a analizar los textos y al comenzar a entenderlos no pudimos evitar pensar lo mismo…era demasiado tentador para dejarlo pasar. Habíamos decidido encontrar aquella caja y a averiguar que se hallaba en su interior. Ambos iríamos a buscar aquel tesoro.
Según los pergaminos, aquel objeto había pasado de mano en mano a través de los siglos, hasta que finalmente había llegado a las manos de ciertos miembros de la realeza…miembros que habían vivido en París.
Eyra descubrió donde aquella familia real había vivido. Y eso nos llevaba a donde nos encontrábamos hoy, en las afueras de la ciudad, en las viejas ruinas de aquel palacio.
Claro que la suerte no podía acompañarnos tanto como nosotros deseábamos…
El enorme y aparentemente deshabitado palacio medieval, mostraba enormes pasadizos de piedra que conectaban las diferentes zonas de las ruinas. Había sido diseñado para que solo quienes viviesen allí supiesen donde estaban las estancias, para que de esta forma si alguna vez era invadido por extraños estos se perdiesen…
Y ahí estábamos ambos, descubriendo de primera mano lo bien que habían diseñado el palacio, ya que estábamos completamente perdidos.
Esto no nos hubiese afectado en lo mas mínimo, después de todo perderse no hace entrar en pánico a nadie. Pero el sequito de cazadores que se hallaba en el palacio aquella noche, (ya que aquel lugar era donde ellos entrenaban) si que era motivo de entrar en pánico! sobretodo porque eran mas de veinte.
Eyra y yo corríamos por los pasillos, intentando descubrir en que estancia podría estar aquella dichosa cajita. No teniamos tiempo que perder, el plan era encontrar aquello y esfumarnos antes de que diesen con nosotros, pues ya se habian percatado de nuestra presencia.
Ella llevaba los pergaminos que mostraban los símbolos y yo llevaba el mapa del ruinoso palacio.
De pronto ella miro los viejos textos frunciendo el seño y comenzó a frenar poco a poco mientras se concentraba en leer los pergaminos.
-Cielo no tenemos tiempo para esto! Comente mientras le tomaba de la mano para intentar llevarle conmigo mientra miraba el mapa.
-Creo que estamos cerca del la capilla y el cementerio de la familia…comente mirando a todos lados, según el mapa, era allí a donde nos dirigíamos.
Eyra me hizo parar y me señalo un trozo de pergamino sonriendo. yo lo mire inmediatamente. Ella acaba de descubrir donde se encontraba la dichosa cajita…
-La cripta!, claro! Aquella caja creada por el dios de los muertos no podía haber sido guardada en un lugar mejor…
De pronto, un ruido se escucho detras nuestro, al parecer los cazadores se habian separado en grupos y uno de estos nos habian encontrado...Y estaban deseosos de hacernos compañia...
Una labor algo siniestra y no bien vista por todos sus siervos. Pero alguien debía hacerlo, y ese era él. Aunque muy pocos conocían su labor como dios muerto y de los muertos.
Su historia albergaba largos pasajes en los que quedaba marcada su buena obra, pero muy poco se sabía de su faceta entre las almas.
Osiris pasaba largas temporadas solo, unido al vacio que su labor conllevaba.
Su tiempo infinito era muy tedioso para él, por eso esperaba con especial anhelo las noches de luna llena, ya que en aquellas noches él podía escapar de su labor y dedicar su tiempo a sí mismo y a sus seres queridos.
Aunque lo que más deseaba en el mundo era dedicar su tiempo a solo una persona en particular; Isis.
Isis era su compañera, su amiga, su amante… Ella le esperaba con anhelo en cada luna ya que ambos estaban predestinados el uno al otro desde antes de nacer.
Sin embargo su amor despertó celos en el propio hermano del dios muerto.
Set, cegado por su orgullo y por la envidia al no tener el amor de nadie, ideo un plan y utilizo sus trucos más sucios solo para poder separarles.
Pero Osiris, que sabía que su hermano tramaba algo, pensó en un último recurso.
Juntando su poder y reuniendo las fuerzas que dominaba creó un objeto, un objeto secreto y extraño, un objeto prohibido y también siniestro, un objeto que solo Isis podría contemplar y entender, lo entrego a su amada teniendo la esperanza de que aquello les ayudase y les sirviese si alguna vez el destino les separaba"…
Aquella historia me la habian contado hacia ya largos años.
Pero todo esto no eran más que leyendas de los egipcios sin fundamento para nadie…Y por eso supe al escuchar aquel relato, que aquella historia debía de guardar mucho más detrás, pero en aquel momento no le tome relevancia y lo deje pasar.
El tiempo continuo su curso, y mis viajes continuaron llevandome a otros rincones, dejando atrás los cuentos sobre objetos malditos hasta hacia exactamente dos semanas.
Cuando de forma totalmente accidental, (como casi todas las cosas que me ocurrían) llegaron a mis manos unos antiquísimos pergaminos obtenidos obviamente de forma poco “diplomática” pero eso no es relevante.
Eran unos textos medievales que hablaban de aquel relato egipcio, y del paradero de una cajita de cuarzo negra, una cajita que guardaba en su interior el objeto que Osiris creó.
Me sorprendí, pues en teoría aquella historia era falsa, pero por lo que ahora veía, eso era lo que ellos nos querían hacer creer.
Junto con Eyra comenzamos a analizar los textos y al comenzar a entenderlos no pudimos evitar pensar lo mismo…era demasiado tentador para dejarlo pasar. Habíamos decidido encontrar aquella caja y a averiguar que se hallaba en su interior. Ambos iríamos a buscar aquel tesoro.
Según los pergaminos, aquel objeto había pasado de mano en mano a través de los siglos, hasta que finalmente había llegado a las manos de ciertos miembros de la realeza…miembros que habían vivido en París.
Eyra descubrió donde aquella familia real había vivido. Y eso nos llevaba a donde nos encontrábamos hoy, en las afueras de la ciudad, en las viejas ruinas de aquel palacio.
Claro que la suerte no podía acompañarnos tanto como nosotros deseábamos…
El enorme y aparentemente deshabitado palacio medieval, mostraba enormes pasadizos de piedra que conectaban las diferentes zonas de las ruinas. Había sido diseñado para que solo quienes viviesen allí supiesen donde estaban las estancias, para que de esta forma si alguna vez era invadido por extraños estos se perdiesen…
Y ahí estábamos ambos, descubriendo de primera mano lo bien que habían diseñado el palacio, ya que estábamos completamente perdidos.
Esto no nos hubiese afectado en lo mas mínimo, después de todo perderse no hace entrar en pánico a nadie. Pero el sequito de cazadores que se hallaba en el palacio aquella noche, (ya que aquel lugar era donde ellos entrenaban) si que era motivo de entrar en pánico! sobretodo porque eran mas de veinte.
Eyra y yo corríamos por los pasillos, intentando descubrir en que estancia podría estar aquella dichosa cajita. No teniamos tiempo que perder, el plan era encontrar aquello y esfumarnos antes de que diesen con nosotros, pues ya se habian percatado de nuestra presencia.
Ella llevaba los pergaminos que mostraban los símbolos y yo llevaba el mapa del ruinoso palacio.
De pronto ella miro los viejos textos frunciendo el seño y comenzó a frenar poco a poco mientras se concentraba en leer los pergaminos.
-Cielo no tenemos tiempo para esto! Comente mientras le tomaba de la mano para intentar llevarle conmigo mientra miraba el mapa.
-Creo que estamos cerca del la capilla y el cementerio de la familia…comente mirando a todos lados, según el mapa, era allí a donde nos dirigíamos.
Eyra me hizo parar y me señalo un trozo de pergamino sonriendo. yo lo mire inmediatamente. Ella acaba de descubrir donde se encontraba la dichosa cajita…
-La cripta!, claro! Aquella caja creada por el dios de los muertos no podía haber sido guardada en un lugar mejor…
De pronto, un ruido se escucho detras nuestro, al parecer los cazadores se habian separado en grupos y uno de estos nos habian encontrado...Y estaban deseosos de hacernos compañia...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: El Pacto de Osiris.
El palacio en ruinas se había convertido en un laberinto sin salida, dónde al girar cada esquina podíamos tropezarnos con la personificación de la Muerte. Jerarld, guiándome nervioso por aquellos largos pasadizos oscuros y a punto de que sus muros se desvanecieran, sostenía el mapa de lo que había sido un enorme y maravilloso palacio real en época medieval.
Giramos otra esquina y seguimos corriendo, algo jadeantes por la pressión del momento y los riesgos que nos acechaban que, sin duda, nos empujaban a correr. Salté un enorme agujero que se hallaba en el suelo y caí elegantemente junto a mi amado, clavando mis ojos en aquellos papeles que llevaba entre manos, deteniendo entonces a Jerarld para indicarle algo en aquél mapa. Él, al principio se mostró reticente a pararse y mirar, pero cuando vio que aquello era importante, me prestó atención, diciendo al unísono:
- ¡La cripta!
Nos sonreímos, complacidos y a punto estuve de besarle por la emoción del momento pues, por fin, habíamos localizado aquella dichosa caja de contenido misterioso y origen egípcio. Pero entonces, el olor de un humano tras nosotros disparó las alarmas de mis sentidos. Pasé el mapa a Jerarld y sin mirarle, mascullé:
- Vete, nos veremos allí en un minuto.
Separé mis piernas y gruñí amenazadoramente al cazador que empuñaba aquella pistola. El muchacho rió, pensando que nos tenía en el bote sin saber que mi edad y el sentirme sedienta de sangre aquella noche, eran dos factores cpn los que no había contado aquél insulso e ingenuo humano.
Él apretó el gatillo y divisé el transcurso de la bala de madera como si fuese a cámara lenta, pues mis sentidos y habilidades estaban más desarrollados que los de los humanos y sus chismes baratos. Logré esquivar la bala y me moví a ras de suelo hasta caer por el agujero que momentos antes había saltado, agarrándome a una de sus orillas con las manos y aprovechando el momento de confusión del muchacho, me di impulso con las piernas y usé las mismas para empujar al humano con una patada en su abdomen, haciéndole caer al suelo y perder el arma. Salté de nuevo y quedé acuclillada junto a él, mientras sus ojos me miraban llenos de temor y suplicándome clemencia. Clemencia que no le concedí, puesto que mis colmillos atravesaron el muro de su piel y succioné su sangre hasta dejarle al borde de la muerte. Me relamí, sintiendo la fuerza en mi interior. Me alcé del suelo y para no dejar rastros, tomé el cuerpo casi inerte del chaval y lo lancé por una de aquellas ventanas enormes del pasillo, que daban a un patio interior. Sacudí mis manos del polvo del suelo que había acariciado para llevar a cabo aquella minúscula batalla y, espolvoreando mi vestido ceñido, di media vuelta y caminé hacia dónde recordaba que se encontraba la cripta, agradeciendo la gran memoria que poseía como vampiresa.
Después de cruzar varios pasillos y librarme de unos siete cazadores, llegué a unas escondidas escaleras de caracol, justo detrás de la hoguera privada del dormitorio de una de las hijas reales. Bajé por ellas, llenándome de polvo y frunciendo la nariz al contacto con aquél paraje abandonado, húmedo, lleno de telarañas y bichos varios. Sin embargo, aquello no restaba hermosura a la sala, dónde, delante de un altar de piedra, se hallaba Jerarld, dándome la espalda.
Sonreí y, sin decir nada, tomé unas placas de madera y unas cuantas piedras caídas, usando ese material para cubrir la entrada a la cripta para que los cazadores no pudiesen interrumpir nuestra búsqueda. En uno de los muros laterales se encontraba una pequeña apertura por la que podríamos salir en caso de emergencia así que, visto lo visto, aquello era un plan perfecto. Caminé hacia Jerarld y me recosté en una de aquellas columnas, cruzando los brazos a la altura de mi pecho y esbozando una sonrisa divertida.
- ¿Y bien? ¿Encontraste la caja?- le pregunté, aún hablando con su firme espalda, sin ver lo que hacía o miraba en aquél altar.
Giramos otra esquina y seguimos corriendo, algo jadeantes por la pressión del momento y los riesgos que nos acechaban que, sin duda, nos empujaban a correr. Salté un enorme agujero que se hallaba en el suelo y caí elegantemente junto a mi amado, clavando mis ojos en aquellos papeles que llevaba entre manos, deteniendo entonces a Jerarld para indicarle algo en aquél mapa. Él, al principio se mostró reticente a pararse y mirar, pero cuando vio que aquello era importante, me prestó atención, diciendo al unísono:
- ¡La cripta!
Nos sonreímos, complacidos y a punto estuve de besarle por la emoción del momento pues, por fin, habíamos localizado aquella dichosa caja de contenido misterioso y origen egípcio. Pero entonces, el olor de un humano tras nosotros disparó las alarmas de mis sentidos. Pasé el mapa a Jerarld y sin mirarle, mascullé:
- Vete, nos veremos allí en un minuto.
Separé mis piernas y gruñí amenazadoramente al cazador que empuñaba aquella pistola. El muchacho rió, pensando que nos tenía en el bote sin saber que mi edad y el sentirme sedienta de sangre aquella noche, eran dos factores cpn los que no había contado aquél insulso e ingenuo humano.
Él apretó el gatillo y divisé el transcurso de la bala de madera como si fuese a cámara lenta, pues mis sentidos y habilidades estaban más desarrollados que los de los humanos y sus chismes baratos. Logré esquivar la bala y me moví a ras de suelo hasta caer por el agujero que momentos antes había saltado, agarrándome a una de sus orillas con las manos y aprovechando el momento de confusión del muchacho, me di impulso con las piernas y usé las mismas para empujar al humano con una patada en su abdomen, haciéndole caer al suelo y perder el arma. Salté de nuevo y quedé acuclillada junto a él, mientras sus ojos me miraban llenos de temor y suplicándome clemencia. Clemencia que no le concedí, puesto que mis colmillos atravesaron el muro de su piel y succioné su sangre hasta dejarle al borde de la muerte. Me relamí, sintiendo la fuerza en mi interior. Me alcé del suelo y para no dejar rastros, tomé el cuerpo casi inerte del chaval y lo lancé por una de aquellas ventanas enormes del pasillo, que daban a un patio interior. Sacudí mis manos del polvo del suelo que había acariciado para llevar a cabo aquella minúscula batalla y, espolvoreando mi vestido ceñido, di media vuelta y caminé hacia dónde recordaba que se encontraba la cripta, agradeciendo la gran memoria que poseía como vampiresa.
Después de cruzar varios pasillos y librarme de unos siete cazadores, llegué a unas escondidas escaleras de caracol, justo detrás de la hoguera privada del dormitorio de una de las hijas reales. Bajé por ellas, llenándome de polvo y frunciendo la nariz al contacto con aquél paraje abandonado, húmedo, lleno de telarañas y bichos varios. Sin embargo, aquello no restaba hermosura a la sala, dónde, delante de un altar de piedra, se hallaba Jerarld, dándome la espalda.
- Cripta:
Sonreí y, sin decir nada, tomé unas placas de madera y unas cuantas piedras caídas, usando ese material para cubrir la entrada a la cripta para que los cazadores no pudiesen interrumpir nuestra búsqueda. En uno de los muros laterales se encontraba una pequeña apertura por la que podríamos salir en caso de emergencia así que, visto lo visto, aquello era un plan perfecto. Caminé hacia Jerarld y me recosté en una de aquellas columnas, cruzando los brazos a la altura de mi pecho y esbozando una sonrisa divertida.
- ¿Y bien? ¿Encontraste la caja?- le pregunté, aún hablando con su firme espalda, sin ver lo que hacía o miraba en aquél altar.
Arlette- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 502
Fecha de inscripción : 14/08/2011
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: El Pacto de Osiris.
Entre en la cripta, contemplando todo con calma. Sabía que si en aquel lugar estaba oculta la caja, era más que posible que hubiese alguna trampa.
Pero más que una trampa, lo que había allí era un cazador.
Me miro sosteniendo una pistola, me apunto con ella sin perder el tiempo y yo avance con calma mientras este se apresuraba en retroceder y en disparar.
Agarre la bala entre mis manos y la contemplé arqueando una ceja…En serio pensaban que podrían hacernos algo con balas de madera?...Posiblemente les habíamos pillado en un momento de entrenamiento y no habrían ni alcanzado a armarse bien.
-Sabes? No tengo tiempo para esto, apártate!
El hombre armándose de valor siguió allí mirando feroz, yo no dudaba de su valentía, pero es que estaba deseando encontrar aquella caja.
El hombre se abalanzó sobre mí mientras yo me daba prisa en sostener sus brazos y lanzarle de espaldas contra el altar, Aquel hombre choco contra la dura piedra golpeándose la cabeza y cayendo sentado inconsciente. Me acerque hacia él y me puse de cuclillas para tomarle y beber de él. Mientras lo hacía escuche un extraño ruido, muy sutil, era como un pequeño engranaje. Un extraño “clic”.
Deje de beber y aparte el cuerpo de aquel tipejo dejándolo a un lado.
La espalda de éste había topado con una baldosa del altar, una baldosa que se había desprendido. Me puse de rodillas con rapidez para analizar aquel trozo de piedra.
Lo palpe con suavidad con mis dedos mientras deslizaba y quitaba la falsa pieza del decorado dejándola a un lado.
Introduje la mano y palpe algo suave, saque aquel objeto y lo contemple sonriendo como un niño pequeño ante su juguete nuevo. Aparte el cuerpo inconsciente de aquel hombre lanzándole detrás del altar, allí ya no me molestaría su presencia.
La verdad es que yo tenía una ligera idea de lo que podría haber dentro, pero aun así no estaba seguro.
Aunque esperaba con ansias que mis expectativas se cumpliesen porque si era así, podría darle esto a la persona a la que más quería en el mundo.
Había una idea rondando en mi mente hacia ya bastante tiempo y al encontrar aquellos pergaminos había sentido como si hubiese sido una señal, como si aquello me confirmase que lo que yo pensaba era una corazonada que debía hacer realidad. Que ahora era el momento, que era hora de aceptar mi destino.
Tomando la pequeña caja negra entre mis manos analice los grabados.
Por lo que había podido aprender junto a mi amada, aquellos símbolos indicaban que eran algo así como una pequeña adivinanza.
Cada signo era una palabra y venía a decir algo así como.
-Solo-uno-dividir-sobre-dos-poder-abrir.
Deslice mis dedos suavemente por las hendiduras y una de ellas se movió. Fue entonces cuando lo comprendí. Aquellas piezas tenían que ser movidas como un puzle y de esta forma la caja se abriría.
Fue entonces cuando Eyra apareció detrás de mí, sentí su aroma a mi espalda pero estaba demasiado concentrado como para girarme. Comencé a divagar en voz alta.
-Solo uno dividido en dos…Osiris e Isis eran dos…pero eran almas gemelas, o sea que eran uno solo….solo uno dividido en dos. Solo un alma.
Amor? La respuesta podría ser eso? Me gire hacia Eyra. Y ella se acerco hacia mí.
-Alguno de estos símbolos está relacionado con el amor o con algo semejante? Extendí el brillante cubo a mi amada y ella lo giro y lo inspecciono, señalándome que había una pieza que hacía referencia a algo similar. Lo miro algo incrédula, puesto que la pieza parecía estar rota o al menos fraccionada.
Fue entonces cuando ambos caímos, nos miramos entendiéndolo.
Sostuvimos entre los dos el extraño cubo y pusimos nuestros dedos sobre esos fragmentos aparentemente rotos. Estos se movieron, como si fuesen por un carril invisible. Deslizamos las piezas con nuestros dedos hasta que estas se unieron en un extremo, encajando la una con la otra. El ruido del clic nos hizo abrir los ojos expectantes de lo que pudiese existir dentro. Que podría haberle dado Osiris a su razón de ser, para que ella siempre supiese que él la quería? Que podría haberle dado para demostrarle que su alma le pertenecía? Que objeto tan cotidiano podría pasar desapercibido para el resto, pero aun así tener significado para ella?
La cajita se abrió dejando ver en el fondo sobre una preciosa tela negra un hermoso anillo con una enorme piedra roja en el centro, un perfecto rubí, aquella joya brillaba con una intensidad propia, como si realmente hubiese alguna cosa dentro de la gema. Algo vivo.
Fue entonces cuando unos golpes sordos sonaron en la puerta, diversos golpes retumbaron en la estancia y empezaron a entrar cazadores, algunos de ellos sí que iban armados de verdad.
Cerré la caja en el acto y ambos nos abalanzamos veloces sobre estos humanos impidiendo que pudiesen atacar con sus armas de fuego antes.
Tres cazadores se abalanzaron sobre mí mientras yo me apresuraba en quitarles y romperles las armas, y en golpear partes sensibles del tórax o del cuello para impedir sus movimientos.
-Eyra! Ya sabes lo que hay dentro! Le lance la cajita en el aire mientras ella ágilmente la tomaba en el aire y evadía el enorme machete de uno de los cazadores.
Ella me miro sin entender lo que yo decía, pues ambos habíamos visto aquel anillo.
Arrebate las pistolas a dos de los cazadores y me apresure en dispararles con sus propias armas mientras Eyra se subía al altar para tener más ventaja desde la altura.
-ya sabes! Grite entre el ruido de la muchedumbre sin poder mirarle al tener a esos hombres encima. Ese anillo…tu…
Aquellos cazadores parecían no cansarse nunca. Y a pesar de que rompíamos cuellos y huesos y los cuerpos se amontonaban a nuestros costados ante constantes gritos de agonía y rabia parecía que cada vez venían mas, pues por la puerta entraba y entraba gente.
Realmente era una ventaja que hubiesen estado practicando y no preparados, ya que si teníamos que luchar cuerpo a cuerpo les llevaríamos una ventaja más que segura.
En buen día habíamos decidido venir a un palacio lleno de cazadores entrenando.
Eyra seguía allí moviéndose ágil, sin entender ni una palabra de lo que le decía, hasta que uno de aquellos hombres tomo una de sus piernas y le hizo desestabilizarse mientras yo me apresuraba en tomarla en brazos para impedir su caída sobre los cuerpos.
La sostuve entre mis brazos a poca distancia del suelo, teniendo mi rostro a pocos centímetros del suyo.
Le contemple un momento extasiado con esos ojos que siempre me hipnotizaban.
-Decía. Que si quieres casarte conmigo. En ese instante le puse en pie, porque los cazadores seguían allí. Y aquello no había acabado.
Mire la pequeña apertura que habia en una de las paredes. Mientras intentaba deshacerme de otros dos. Teníamos que salir de allí ya, no había tiempo que perder.
-Vamos! Por allí!! Indique a gritos entre el ruido de aquellos sucios hombres. Mientras señalaba aquella apertura…
Pero más que una trampa, lo que había allí era un cazador.
Me miro sosteniendo una pistola, me apunto con ella sin perder el tiempo y yo avance con calma mientras este se apresuraba en retroceder y en disparar.
Agarre la bala entre mis manos y la contemplé arqueando una ceja…En serio pensaban que podrían hacernos algo con balas de madera?...Posiblemente les habíamos pillado en un momento de entrenamiento y no habrían ni alcanzado a armarse bien.
-Sabes? No tengo tiempo para esto, apártate!
El hombre armándose de valor siguió allí mirando feroz, yo no dudaba de su valentía, pero es que estaba deseando encontrar aquella caja.
El hombre se abalanzó sobre mí mientras yo me daba prisa en sostener sus brazos y lanzarle de espaldas contra el altar, Aquel hombre choco contra la dura piedra golpeándose la cabeza y cayendo sentado inconsciente. Me acerque hacia él y me puse de cuclillas para tomarle y beber de él. Mientras lo hacía escuche un extraño ruido, muy sutil, era como un pequeño engranaje. Un extraño “clic”.
Deje de beber y aparte el cuerpo de aquel tipejo dejándolo a un lado.
La espalda de éste había topado con una baldosa del altar, una baldosa que se había desprendido. Me puse de rodillas con rapidez para analizar aquel trozo de piedra.
Lo palpe con suavidad con mis dedos mientras deslizaba y quitaba la falsa pieza del decorado dejándola a un lado.
Introduje la mano y palpe algo suave, saque aquel objeto y lo contemple sonriendo como un niño pequeño ante su juguete nuevo. Aparte el cuerpo inconsciente de aquel hombre lanzándole detrás del altar, allí ya no me molestaría su presencia.
La verdad es que yo tenía una ligera idea de lo que podría haber dentro, pero aun así no estaba seguro.
Aunque esperaba con ansias que mis expectativas se cumpliesen porque si era así, podría darle esto a la persona a la que más quería en el mundo.
Había una idea rondando en mi mente hacia ya bastante tiempo y al encontrar aquellos pergaminos había sentido como si hubiese sido una señal, como si aquello me confirmase que lo que yo pensaba era una corazonada que debía hacer realidad. Que ahora era el momento, que era hora de aceptar mi destino.
Tomando la pequeña caja negra entre mis manos analice los grabados.
Por lo que había podido aprender junto a mi amada, aquellos símbolos indicaban que eran algo así como una pequeña adivinanza.
Cada signo era una palabra y venía a decir algo así como.
-Solo-uno-dividir-sobre-dos-poder-abrir.
Deslice mis dedos suavemente por las hendiduras y una de ellas se movió. Fue entonces cuando lo comprendí. Aquellas piezas tenían que ser movidas como un puzle y de esta forma la caja se abriría.
Fue entonces cuando Eyra apareció detrás de mí, sentí su aroma a mi espalda pero estaba demasiado concentrado como para girarme. Comencé a divagar en voz alta.
-Solo uno dividido en dos…Osiris e Isis eran dos…pero eran almas gemelas, o sea que eran uno solo….solo uno dividido en dos. Solo un alma.
Amor? La respuesta podría ser eso? Me gire hacia Eyra. Y ella se acerco hacia mí.
-Alguno de estos símbolos está relacionado con el amor o con algo semejante? Extendí el brillante cubo a mi amada y ella lo giro y lo inspecciono, señalándome que había una pieza que hacía referencia a algo similar. Lo miro algo incrédula, puesto que la pieza parecía estar rota o al menos fraccionada.
Fue entonces cuando ambos caímos, nos miramos entendiéndolo.
Sostuvimos entre los dos el extraño cubo y pusimos nuestros dedos sobre esos fragmentos aparentemente rotos. Estos se movieron, como si fuesen por un carril invisible. Deslizamos las piezas con nuestros dedos hasta que estas se unieron en un extremo, encajando la una con la otra. El ruido del clic nos hizo abrir los ojos expectantes de lo que pudiese existir dentro. Que podría haberle dado Osiris a su razón de ser, para que ella siempre supiese que él la quería? Que podría haberle dado para demostrarle que su alma le pertenecía? Que objeto tan cotidiano podría pasar desapercibido para el resto, pero aun así tener significado para ella?
La cajita se abrió dejando ver en el fondo sobre una preciosa tela negra un hermoso anillo con una enorme piedra roja en el centro, un perfecto rubí, aquella joya brillaba con una intensidad propia, como si realmente hubiese alguna cosa dentro de la gema. Algo vivo.
Fue entonces cuando unos golpes sordos sonaron en la puerta, diversos golpes retumbaron en la estancia y empezaron a entrar cazadores, algunos de ellos sí que iban armados de verdad.
Cerré la caja en el acto y ambos nos abalanzamos veloces sobre estos humanos impidiendo que pudiesen atacar con sus armas de fuego antes.
Tres cazadores se abalanzaron sobre mí mientras yo me apresuraba en quitarles y romperles las armas, y en golpear partes sensibles del tórax o del cuello para impedir sus movimientos.
-Eyra! Ya sabes lo que hay dentro! Le lance la cajita en el aire mientras ella ágilmente la tomaba en el aire y evadía el enorme machete de uno de los cazadores.
Ella me miro sin entender lo que yo decía, pues ambos habíamos visto aquel anillo.
Arrebate las pistolas a dos de los cazadores y me apresure en dispararles con sus propias armas mientras Eyra se subía al altar para tener más ventaja desde la altura.
-ya sabes! Grite entre el ruido de la muchedumbre sin poder mirarle al tener a esos hombres encima. Ese anillo…tu…
Aquellos cazadores parecían no cansarse nunca. Y a pesar de que rompíamos cuellos y huesos y los cuerpos se amontonaban a nuestros costados ante constantes gritos de agonía y rabia parecía que cada vez venían mas, pues por la puerta entraba y entraba gente.
Realmente era una ventaja que hubiesen estado practicando y no preparados, ya que si teníamos que luchar cuerpo a cuerpo les llevaríamos una ventaja más que segura.
En buen día habíamos decidido venir a un palacio lleno de cazadores entrenando.
Eyra seguía allí moviéndose ágil, sin entender ni una palabra de lo que le decía, hasta que uno de aquellos hombres tomo una de sus piernas y le hizo desestabilizarse mientras yo me apresuraba en tomarla en brazos para impedir su caída sobre los cuerpos.
La sostuve entre mis brazos a poca distancia del suelo, teniendo mi rostro a pocos centímetros del suyo.
Le contemple un momento extasiado con esos ojos que siempre me hipnotizaban.
-Decía. Que si quieres casarte conmigo. En ese instante le puse en pie, porque los cazadores seguían allí. Y aquello no había acabado.
Mire la pequeña apertura que habia en una de las paredes. Mientras intentaba deshacerme de otros dos. Teníamos que salir de allí ya, no había tiempo que perder.
-Vamos! Por allí!! Indique a gritos entre el ruido de aquellos sucios hombres. Mientras señalaba aquella apertura…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Todo se volvió turbio y confuso en cuanto Jerarld y yo logramos abrir aquella caja, viendo en su interior el más bello de los anillos, con un rubí incrustado que, pese a los siglos que pesaban sobre él, se mantenía radiante e intacto al polvo, como si algo mágico lo recubriese y lo protegiese. Jer y yo nos miramos unos momentos, realmente alucinados por aquello encontrado. Pero no tuvimos tiempo de nada, pues la entrada cedió y los cazadores entraron en manada, lanzándose sobre nuestro y usando su arsenal de armas para atacarnos.
Jerarld me lanzó la caja entre gritos que no comprendí el contenido de cuyas palabras, pues él se vio engullido por varios cuerpos de humanos. Yo me había recompuesto por la sangre de aquél cazador, así que mis reflejos estaban despiertos y sedientos de juegos. Peleé ferozmente, destripando y decapitando sin piedad. Creo que si antes solventaba el orgullo de no haber matado a nadie hasta entonces, aquella sola noche rompí aquél récord. Aunque, obviamente, era cuestión de supervivencia, como lo fue el caso de Noruega. Ahh... Noruega... cuántos recuerdos nos tragimos de aquellas tierras. De reojo, observaba los rápidos y concisos movimientos defensivos de mi amado, sonriendo dulcemente al recordar aquellos momentos en el granero, o cuando nos desatamos al salir del lago, bajo aquella tempestad... Un puñal rozó mi mejilla y me sacó de aquellas cavilaciones, recordándome que ahora no era momento para el romanticismo. Usé mis uñas para ceñar al cazador y de una patada lo estampé contra una columna, cayendo al suelo y retorciéndose de dolor al comprobar cómo sus ojos habían sido brutalmente dañados.
Aproveché el momento en el que ningún humano ejercía su atención hacia mí para subirme al altar de piedra en cuya parte inferior, permanecía casi intacto, un relieve esculpido con figuras antropomorfas, probablemente santos cristianos. Desde allí, batallé fervientemente contra varios cazadores, pero mi mente seguía rondando aquellos recuerdos con Jerarld, rememorando cómo la yema de sus dedos se paseaba por la piel de mi cuerpo, besando cada poro de mi piel... hasta que un humano se agarró a mi pierna y me hizo tambalear hasta caer torpemente... a los brazos de Jerarld. Nos sonreímos dulcemente y yo despegué mis labios para agradecerle su ayuda cuando él se me adelantó, proponiéndome matrimonio del modo más casual que nunca había escuchado. Mis ojos se ensancharon, mi respiración tropezó en mis pulmones hasta hacerme jadear, mi piel se erizó, mi boca se secó y mi mente se nubló.
Mi amado me dejó junto a él, de pie. Pero yo no era yo. Mi alma, o aquello que decían que los hijos de la Sombra no poseíamos, vagaba muy lejos de aquél palacio en ruinas. Y mi corazón congelado, casi volvía a latir de nuevo bajo mi coraza en forma de piel humana. Mis carnosos y sedientos labios esbozaron una sonrisa llena de ilusión y alegría. Pero mis ojos, se empañaron por unas molestas lágrimas que nublaron el campo de mi visión, sin ver cómo un cazador tomaba impulso y me asestaba un puñal a la altura de mi hígado, haciéndome escupir sangre. El humano hizo un movimiento para sacar el arma y volvérmela a clavar, ésta vez hacia mi pecho, quizás, pues antes de que pudiese hacerlo, aproveché que había caido al suelo para hacerle una zancadilla, contemplando agonizante cómo su cabeza golpeaba contra el relieve del altar y quedaba muerto al instante.
No muy lejos de mí, escuché los gritos desesperados de Jerarld, indicándome la salida. Intenté ponerme en pie sin demasiado éxito, por lo que me apoyé en una columna para erguirme. Caminé arrastrando los pies, escupiendo sangre de vez en cuando, mareandome por la falta de aquél elixir en mi cuerpo. Llegué a la entrada de aquella apertura, sosteniendo aún aquella cajita entre los dedos de mi mano derecha mientras con la otra intentaba frenar el derramamiento de mi sangre. Como pude, me incliné hacia el agujero y usé todas mis fuerzas para salir de allí, cayendo estrepitosamente a ras del jardín que rodeaba la mansión.
Gateé y me arrastré hasta la copa del árbol más próximo, apoyando mi espalda en su corteza, inspirando la brisa nocturna que traía las montañas azabaches que nos rodeaban en silencio. Entre las frondosas flores de aquél cerezo, la media luna nos espiaba, sonriéndonos desde su trono celestial. Le devolví aquél gesto mientras agarraba aquella caja entre mis manos, ladeando mi cabeza hacia la dirección por la que Jerarld debía salir de aquella cripta, esperándole, deseando no morir antes de volver a verle y entregarle aquella joya. Antes de poder decirle el sí, quiero.
Jerarld me lanzó la caja entre gritos que no comprendí el contenido de cuyas palabras, pues él se vio engullido por varios cuerpos de humanos. Yo me había recompuesto por la sangre de aquél cazador, así que mis reflejos estaban despiertos y sedientos de juegos. Peleé ferozmente, destripando y decapitando sin piedad. Creo que si antes solventaba el orgullo de no haber matado a nadie hasta entonces, aquella sola noche rompí aquél récord. Aunque, obviamente, era cuestión de supervivencia, como lo fue el caso de Noruega. Ahh... Noruega... cuántos recuerdos nos tragimos de aquellas tierras. De reojo, observaba los rápidos y concisos movimientos defensivos de mi amado, sonriendo dulcemente al recordar aquellos momentos en el granero, o cuando nos desatamos al salir del lago, bajo aquella tempestad... Un puñal rozó mi mejilla y me sacó de aquellas cavilaciones, recordándome que ahora no era momento para el romanticismo. Usé mis uñas para ceñar al cazador y de una patada lo estampé contra una columna, cayendo al suelo y retorciéndose de dolor al comprobar cómo sus ojos habían sido brutalmente dañados.
Aproveché el momento en el que ningún humano ejercía su atención hacia mí para subirme al altar de piedra en cuya parte inferior, permanecía casi intacto, un relieve esculpido con figuras antropomorfas, probablemente santos cristianos. Desde allí, batallé fervientemente contra varios cazadores, pero mi mente seguía rondando aquellos recuerdos con Jerarld, rememorando cómo la yema de sus dedos se paseaba por la piel de mi cuerpo, besando cada poro de mi piel... hasta que un humano se agarró a mi pierna y me hizo tambalear hasta caer torpemente... a los brazos de Jerarld. Nos sonreímos dulcemente y yo despegué mis labios para agradecerle su ayuda cuando él se me adelantó, proponiéndome matrimonio del modo más casual que nunca había escuchado. Mis ojos se ensancharon, mi respiración tropezó en mis pulmones hasta hacerme jadear, mi piel se erizó, mi boca se secó y mi mente se nubló.
Mi amado me dejó junto a él, de pie. Pero yo no era yo. Mi alma, o aquello que decían que los hijos de la Sombra no poseíamos, vagaba muy lejos de aquél palacio en ruinas. Y mi corazón congelado, casi volvía a latir de nuevo bajo mi coraza en forma de piel humana. Mis carnosos y sedientos labios esbozaron una sonrisa llena de ilusión y alegría. Pero mis ojos, se empañaron por unas molestas lágrimas que nublaron el campo de mi visión, sin ver cómo un cazador tomaba impulso y me asestaba un puñal a la altura de mi hígado, haciéndome escupir sangre. El humano hizo un movimiento para sacar el arma y volvérmela a clavar, ésta vez hacia mi pecho, quizás, pues antes de que pudiese hacerlo, aproveché que había caido al suelo para hacerle una zancadilla, contemplando agonizante cómo su cabeza golpeaba contra el relieve del altar y quedaba muerto al instante.
No muy lejos de mí, escuché los gritos desesperados de Jerarld, indicándome la salida. Intenté ponerme en pie sin demasiado éxito, por lo que me apoyé en una columna para erguirme. Caminé arrastrando los pies, escupiendo sangre de vez en cuando, mareandome por la falta de aquél elixir en mi cuerpo. Llegué a la entrada de aquella apertura, sosteniendo aún aquella cajita entre los dedos de mi mano derecha mientras con la otra intentaba frenar el derramamiento de mi sangre. Como pude, me incliné hacia el agujero y usé todas mis fuerzas para salir de allí, cayendo estrepitosamente a ras del jardín que rodeaba la mansión.
Gateé y me arrastré hasta la copa del árbol más próximo, apoyando mi espalda en su corteza, inspirando la brisa nocturna que traía las montañas azabaches que nos rodeaban en silencio. Entre las frondosas flores de aquél cerezo, la media luna nos espiaba, sonriéndonos desde su trono celestial. Le devolví aquél gesto mientras agarraba aquella caja entre mis manos, ladeando mi cabeza hacia la dirección por la que Jerarld debía salir de aquella cripta, esperándole, deseando no morir antes de volver a verle y entregarle aquella joya. Antes de poder decirle el sí, quiero.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Pacto de Osiris.
De pronto vi algo a medias, mientras me intentaba librar de aquel par que tiraba de mí, vi el brillo de aquella daga, el aroma, su aroma inundo la sala, y entonces comprendí que le había ocurrido algo. De una patada en el estomago me libre de uno de los cazadores. Aquello era caótico, la sala estaba llena de cuerpos, sino estaban muertos estaban malheridos y aun así quedaban unos cuantos allí, aun intentando llevarme al suelo.
Pero no pensaba seguir allí, mucho menos sintiendo aun golpeando en mi nariz el aroma de su sangre. Les empuje como pude mientras corría hacia aquella obertura en la pared. Me agarre de la muralla y deslice mis piernas primero por delante de aquel agujero para caer al otro lado de pie. Mire a todos lados angustiado al sentir su esencia en todo el lugar.
Contemple a Eyra allí sentada cerca de un cerezo mientras se sostenía aquella herida.
Los pétalos rosas caían con suavidad sobre sus cabellos y se manchaban en el suelo con su sangre. Pasando del rosa al rojo más profundo. Corrí hacia ella, y me arrodille a su lado apretando los dientes con rabia por no haber podido hacer nada para evitar aquello. Tome su rostro entre mis manos, mientras le sonreía intentando animarla, intentando decirle con mi gesto que todo iria bien.
-Eyra…Eyra cielo….déjame ver esa herida. Levante su mano y contemple como la sangre brotaba a borbotones haciendo que los labios de ella palideciesen cada vez mas mientras aun sostenía entre sus manos aquella caja grabada en símbolos egipcios.
Estire la manga de mi camisa y de un mordisco desgarre la piel mientras acercaba mi muñeca a sus labios, sintiendo como ella bebía de mi con calma.
Cuando acabo me saque la chaqueta que llevaba conmigo y la pose sobre sus hombros, acomodándole para tomarle en brazos, ella recostó su cabeza contra mi pecho mientras yo me internaba en el bosque en busca de la ciudad, estábamos en las afueras, pero no tardaría en llevarle a la civilización. Tenía que llevarle a casa, allí teníamos algunas reservas almacenadas, esperaba llegar a tiempo…Esto volvía a ser una carrera contrarreloj, siempre lo era.
Dos días después Eyra aun seguía en cama, plácidamente dormida, había alcanzado a llegar a tiempo con ella y Jean me había ayudado a curarle. Así que ahora solo había que esperar que ella despertase.
La misteriosa cajita casi nos había costado un buen susto, pero ambos éramos igual de kamikazes y estaba más que seguro de que si le preguntaba a mi amada, diría que de tener que ir a aquel palacio en ruinas, lo volvería a hacer.
Aquel anillo aun seguía allí sobre la mesita de noche. Aun cerrada, ni siquiera había querido volver a abrirla. Aun no había recibido respuesta por su parte a aquella precipitada pregunta, pero tampoco parecía ya importante.
Nada era importante cuando el miedo de perder a tus seres queridos te inundaba el alma.
Aquellos dos días fuero unos de los más largos de mi existencia. Me había leído todos los libros de la biblioteca ya, así que no había nada nuevo para distraerme, y por otra parte estaba May, intentaba distraerla para que no se preocupase por su madre. Aunque la pequeña estaba inquieta, sabía que ocurría algo que yo no le contaba. Y los “accidentes” estaban a la orden del día.
Aquello me recordaba que teníamos que renovar gran parte del salón, pues casi la mayor parte de los objetos estaba chamuscada o simplemente hechas cenizas.
Entre en la habitación y me senté en un sofá a los pies de la cama. Contemplando el plácido sueño de mi bella durmiente. Parecía que mientras más dormía ella, menos dormía yo. Nunca llevamos muy bien lo del equilibrio.
Mire el reloj de bolsillo, eran las 5 de la tarde. Solté un suspiro y apoye mi cabeza sobre el respaldo, escuchando como May con sus cortos pacitos se acercaba a la habitación y me miraba asomando con timidez su cabecita.
Le mire sonriendo y le guiñe un ojo. La pequeña entro en la habitación junto con un osito entre sus manitas y se acerco a mí, mientras poco a poco se encaramaba por mis piernas para sentarse sobre mis rodillas. Me miro haciendo pucheros.
Acaricie su mejilla.
-Tranquila cielo, ella despertara pronto…Es solo que mami está muy cansada. Anda ven aquí.
Le acomode sobre mi pecho mientras ella estiraba sus bracitos hacia mi cuello y jugaba con mis cabellos como cuando era una recién nacida.
Tarareé en voz baja una melodía tranquila intentando hacerle dormir, aunque el que se estaba durmiendo era yo.
Sentí la respiración pausada de mi pequeña mientras cerraba poco a poco los ojos, el relato de Osiris seguía allí en mi cabeza, como si ahora fuese su espectro el que no me dejase descansar…
Pero no pensaba seguir allí, mucho menos sintiendo aun golpeando en mi nariz el aroma de su sangre. Les empuje como pude mientras corría hacia aquella obertura en la pared. Me agarre de la muralla y deslice mis piernas primero por delante de aquel agujero para caer al otro lado de pie. Mire a todos lados angustiado al sentir su esencia en todo el lugar.
Contemple a Eyra allí sentada cerca de un cerezo mientras se sostenía aquella herida.
Los pétalos rosas caían con suavidad sobre sus cabellos y se manchaban en el suelo con su sangre. Pasando del rosa al rojo más profundo. Corrí hacia ella, y me arrodille a su lado apretando los dientes con rabia por no haber podido hacer nada para evitar aquello. Tome su rostro entre mis manos, mientras le sonreía intentando animarla, intentando decirle con mi gesto que todo iria bien.
-Eyra…Eyra cielo….déjame ver esa herida. Levante su mano y contemple como la sangre brotaba a borbotones haciendo que los labios de ella palideciesen cada vez mas mientras aun sostenía entre sus manos aquella caja grabada en símbolos egipcios.
Estire la manga de mi camisa y de un mordisco desgarre la piel mientras acercaba mi muñeca a sus labios, sintiendo como ella bebía de mi con calma.
Cuando acabo me saque la chaqueta que llevaba conmigo y la pose sobre sus hombros, acomodándole para tomarle en brazos, ella recostó su cabeza contra mi pecho mientras yo me internaba en el bosque en busca de la ciudad, estábamos en las afueras, pero no tardaría en llevarle a la civilización. Tenía que llevarle a casa, allí teníamos algunas reservas almacenadas, esperaba llegar a tiempo…Esto volvía a ser una carrera contrarreloj, siempre lo era.
Dos días después Eyra aun seguía en cama, plácidamente dormida, había alcanzado a llegar a tiempo con ella y Jean me había ayudado a curarle. Así que ahora solo había que esperar que ella despertase.
La misteriosa cajita casi nos había costado un buen susto, pero ambos éramos igual de kamikazes y estaba más que seguro de que si le preguntaba a mi amada, diría que de tener que ir a aquel palacio en ruinas, lo volvería a hacer.
Aquel anillo aun seguía allí sobre la mesita de noche. Aun cerrada, ni siquiera había querido volver a abrirla. Aun no había recibido respuesta por su parte a aquella precipitada pregunta, pero tampoco parecía ya importante.
Nada era importante cuando el miedo de perder a tus seres queridos te inundaba el alma.
Aquellos dos días fuero unos de los más largos de mi existencia. Me había leído todos los libros de la biblioteca ya, así que no había nada nuevo para distraerme, y por otra parte estaba May, intentaba distraerla para que no se preocupase por su madre. Aunque la pequeña estaba inquieta, sabía que ocurría algo que yo no le contaba. Y los “accidentes” estaban a la orden del día.
Aquello me recordaba que teníamos que renovar gran parte del salón, pues casi la mayor parte de los objetos estaba chamuscada o simplemente hechas cenizas.
Entre en la habitación y me senté en un sofá a los pies de la cama. Contemplando el plácido sueño de mi bella durmiente. Parecía que mientras más dormía ella, menos dormía yo. Nunca llevamos muy bien lo del equilibrio.
Mire el reloj de bolsillo, eran las 5 de la tarde. Solté un suspiro y apoye mi cabeza sobre el respaldo, escuchando como May con sus cortos pacitos se acercaba a la habitación y me miraba asomando con timidez su cabecita.
Le mire sonriendo y le guiñe un ojo. La pequeña entro en la habitación junto con un osito entre sus manitas y se acerco a mí, mientras poco a poco se encaramaba por mis piernas para sentarse sobre mis rodillas. Me miro haciendo pucheros.
Acaricie su mejilla.
-Tranquila cielo, ella despertara pronto…Es solo que mami está muy cansada. Anda ven aquí.
Le acomode sobre mi pecho mientras ella estiraba sus bracitos hacia mi cuello y jugaba con mis cabellos como cuando era una recién nacida.
Tarareé en voz baja una melodía tranquila intentando hacerle dormir, aunque el que se estaba durmiendo era yo.
Sentí la respiración pausada de mi pequeña mientras cerraba poco a poco los ojos, el relato de Osiris seguía allí en mi cabeza, como si ahora fuese su espectro el que no me dejase descansar…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Una bellísima mujer se acercaba hacia mí, devorando las tinieblas que nos rodeaban. La identifiqué al momento, pues sus atributos eran inconfundibles. Dotada de cuernos y un disco solar entre ellos, con un sistro y menat, Anj (ankh) y el cetro papiriforme entre sus manos, una corona en forma de trono real, y, por supuesto, su característico tyet, un símbolo de protección y fertilidad. Así, Ast, o comúnmente conocida como Isis, extendió una de sus manos cerradas en un puño y me habló con una voz dulce y severa a la vez, con cierto eco en mi cabeza.
- En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos del mundo. Descubre tus engimas y escribe tu propio destino a partir de ellos.
Despegué mis labios, sintiendo una sequedad irritante en mi boca.
- ¿Secretos? ¿Enigmas? ¿Destino? No entiendo nada... ¿qué intentas decirme?- le pedí con voz irregular, quizás algo más elevada de lo normal.
Pero nunca me respondió. Su figura empezó a desvanecerse a medida que intentaba atraparla, alzando mi mano hacia ella sin nada que acariciar, sólo la nada, el aire. El aire... mis fosas nasales aspiraron aquél oxígeno y mis pulmones se llenaron de una mezcla de aromas, unas más suculentas que otras. Sentí mis colmillos emerger de entre mis labios sedientos y mis ojos se abrieron de par en par, ofuscados por la sed. De un brinco, me acuclillé en aquél lecho en el que yacía y estreché mis ojos para buscar el origen de aquél olor que hacía, literalmente, mi boca agua. Localicé entonces a una pequeña humana cuyos ojos claros centelleantes, mostraban una imagen frágil, inocente y... sabrosa. Me relamí los labios y nublada por la ansiedad del momento, me avalancé sobre la pequeña, sin detenerme a pensar en quién era ella, en quién era yo, en dónde estaba... Sólo pude vislumbrarla como un exquisito bocado.
- En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos del mundo. Descubre tus engimas y escribe tu propio destino a partir de ellos.
Despegué mis labios, sintiendo una sequedad irritante en mi boca.
- ¿Secretos? ¿Enigmas? ¿Destino? No entiendo nada... ¿qué intentas decirme?- le pedí con voz irregular, quizás algo más elevada de lo normal.
Pero nunca me respondió. Su figura empezó a desvanecerse a medida que intentaba atraparla, alzando mi mano hacia ella sin nada que acariciar, sólo la nada, el aire. El aire... mis fosas nasales aspiraron aquél oxígeno y mis pulmones se llenaron de una mezcla de aromas, unas más suculentas que otras. Sentí mis colmillos emerger de entre mis labios sedientos y mis ojos se abrieron de par en par, ofuscados por la sed. De un brinco, me acuclillé en aquél lecho en el que yacía y estreché mis ojos para buscar el origen de aquél olor que hacía, literalmente, mi boca agua. Localicé entonces a una pequeña humana cuyos ojos claros centelleantes, mostraban una imagen frágil, inocente y... sabrosa. Me relamí los labios y nublada por la ansiedad del momento, me avalancé sobre la pequeña, sin detenerme a pensar en quién era ella, en quién era yo, en dónde estaba... Sólo pude vislumbrarla como un exquisito bocado.
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Re: El Pacto de Osiris.
Mis sueños inquietos mostraban demasiadas cosas a la vez. Había luz, había sombras, y había un ser vestido de negro. Su gran capucha negra impedía ver sus rasgos y el largo manto que le cubría impedía ver su cuerpo, solo pude ver sus manos. Manos vendadas en una tela parecida al lino, una tela ligeramente amarillosa.
Me acerque hacia él para contemplar un poco mejor quien era esa enorme figura tan tenebrosa.
Él se giro hacia mí con la pequeña cajita negra abierta entre sus manos.
El me miro y contemple los vendajes en su propio rostro, las cuencas de sus ojos aparentemente vacías mostraban el color rojo en ellos, brillantes y mortíferos. El dios de los muertos estaba allí delante mío.
Con un movimiento de su mano hizo que el entorno cambiase sin decir nada en ningún momento, las sombras se difuminaron y el paisaje cambio para mostrarme entonces imágenes borrosas, parecían recuerdos, recuerdos muy dolorosos.
En ellos se apreciaba a Set, su conspiración con los demás para acabar con su hermano, y como le engaño para encerrarle en una caja y lanzar su cuerpo al rio…las imágenes se movieron a toda velocidad cambiando, mostrando a Isis desesperada, hasta que logro encontrar el cuerpo de su amado pero Set aun no contento con su venganza corto el cuerpo de Osiris en diversos fragmentos…La escena cambio nuevamente mostrando como Isis le recuperaba con ayuda y le envolvía en aquellas telas para poder recomponerle y usar su poder para revivirle…
Desde entonces El dios muerto lo fue completamente, su cuerpo vendado demostraba que su corazón no latía, pero eso no significaba que él no siguiese amando. La caja negra y el anillo en su interior lo demostraban… El dios muerto me miro y asintió mientras su imagen se desvanecía y yo notaba en mis manos algo extraño, las contemple para ver en ellas la caja cerrada. La apreté con firmeza sabiendo que la delgada línea de la vida y la muerte siempre se mesclarían más allá de nuestro entendimiento. Osiris me acababa de enseñar que aunque un corazón este muerto, eso no significa que no sienta, solo significa que ahora tiene la elección de escoger seguir amando o por el contrario dejar de amar por siempre jamás…
Abrí los ojos con rapidez, algo tenso ante aquel sueño extraño, me senté de un brinco y mire mi mano derecha, la cajita negra estaba allí y me quede un momento confuso, yo la había dejado en la mesita de noche como diantres había venido a parar a mis manos?...
La deje sobre la mesa auxiliar del sofá y contemplé a May, ella estaba sobre nuestra cama, sentada a los pies mientras jugaba con su osito en silencio.
Eyra también despertó agitadamente y se levanto sentándose de un brinco mientras miraba a May fijamente, enseño sus dientes y sus colmillos aparecieron mortíferos en su rostro, mientras su mirada mostraba unos ojos negros, sus pupilas estaban muy dilatadas.
Vi la tensión de su cuerpo y de sus músculos, a punto de abalanzarse sobre la pequeña.
Me levante de un salto y le lance sobre May agarrándole con brusquedad entre mis brazos mientras retrocedía con ella en el momento preciso en el que Eyra estaba a punto de abalanzarse sobre ella.
Eyra me miro con el ceño fruncido, enfadada, el hambre enturbiaba su visión sin dejarle pensar con claridad, sin dejar que ella viese que había estado a punto de atacar a su propia hija.
May comenzó a llorar al ver ese movimiento tan brusco por mi parte con ella. Le apreté contra mi pecho, intentando calmarle, tomando su cabecita y obligándole a que no pudiese mirar nada más que mi pecho, no deseaba que viese a su madre de esa forma, aquello podría suponer un trauma. Nuestra pequeña sabía lo que nosotros éramos y la forma que teníamos de subsistir, pero eso no significaba que nos hubiese visto nunca de esa manera, como los monstruos que podíamos llegar a ser.
-Jean!!! Grite mientras me acercaba a la puerta sin quitar de encima los ojos a Eyra.
Ella se levantó de la cama, y me observó deseando acercarse a nosotros y quitarme a May de los brazos.
Jean apareció veloz en la puerta y se llevo una mano a los labios, al ver a su señora de esa forma. Me acerque a él sin darle en ningún momento la espalda a Eyra y le entregué a May, la pequeña lloraba sin entender nada.
-Yo me ocupare…Necesitaremos las reservas. Jean asintió y se llevo a May entre sus brazos mientras yo cerraba la puerta de forma brusca dando un portazo.
-Eyra cielo…Soy yo. Por favor espera un poco…Se que tienes sed pero Jean volverá en breve…podrás saciar tu sed y volverás a ser tu…Ella se acerco con paso decidido hacia mí, con la intención de quitarme de en medio. El aroma de May aun inundaba la habitación y era muy dulce…
Me puse delante de la puerta y ella se abalanzo sobre mí, mientras yo forcejeaba con ella llevándonos a nuestro paso el decorado, los libros y los diversos objetos de la gran habitación al suelo, rompiéndolos y creando alboroto.
Logre tomarle por la espalda y encerrarle en mi abrazo mientras ella forcejeaba conmigo intentando librarse.
Retrocedí a tientas con ella y caí de espaldas a nuestra cama con ella encima de mí, ella agarro uno de mis brazos y me mordió con violencia mientras yo gruñía aun apretándole fuertemente sintiendo como ella comenzaba a beber de mi.
Me quede quieto dejándole que bebiese de mi muñeca con ansias.
Jean no tardaría en volver, pero el ángel no parecía tener ganas de querer parar. El silencio nos rodeo mientras ambos seguíamos allí y ella bebía con velocidad de mi, haciéndome sentir cada vez más cansado.
-Vale cielo. Ya está bien…suéltame…vamos…ya basta!... intente forcejear con ella sin tener mucho exito. Jean estaba tardando demasiado…
Me acerque hacia él para contemplar un poco mejor quien era esa enorme figura tan tenebrosa.
Él se giro hacia mí con la pequeña cajita negra abierta entre sus manos.
El me miro y contemple los vendajes en su propio rostro, las cuencas de sus ojos aparentemente vacías mostraban el color rojo en ellos, brillantes y mortíferos. El dios de los muertos estaba allí delante mío.
Con un movimiento de su mano hizo que el entorno cambiase sin decir nada en ningún momento, las sombras se difuminaron y el paisaje cambio para mostrarme entonces imágenes borrosas, parecían recuerdos, recuerdos muy dolorosos.
En ellos se apreciaba a Set, su conspiración con los demás para acabar con su hermano, y como le engaño para encerrarle en una caja y lanzar su cuerpo al rio…las imágenes se movieron a toda velocidad cambiando, mostrando a Isis desesperada, hasta que logro encontrar el cuerpo de su amado pero Set aun no contento con su venganza corto el cuerpo de Osiris en diversos fragmentos…La escena cambio nuevamente mostrando como Isis le recuperaba con ayuda y le envolvía en aquellas telas para poder recomponerle y usar su poder para revivirle…
Desde entonces El dios muerto lo fue completamente, su cuerpo vendado demostraba que su corazón no latía, pero eso no significaba que él no siguiese amando. La caja negra y el anillo en su interior lo demostraban… El dios muerto me miro y asintió mientras su imagen se desvanecía y yo notaba en mis manos algo extraño, las contemple para ver en ellas la caja cerrada. La apreté con firmeza sabiendo que la delgada línea de la vida y la muerte siempre se mesclarían más allá de nuestro entendimiento. Osiris me acababa de enseñar que aunque un corazón este muerto, eso no significa que no sienta, solo significa que ahora tiene la elección de escoger seguir amando o por el contrario dejar de amar por siempre jamás…
Abrí los ojos con rapidez, algo tenso ante aquel sueño extraño, me senté de un brinco y mire mi mano derecha, la cajita negra estaba allí y me quede un momento confuso, yo la había dejado en la mesita de noche como diantres había venido a parar a mis manos?...
La deje sobre la mesa auxiliar del sofá y contemplé a May, ella estaba sobre nuestra cama, sentada a los pies mientras jugaba con su osito en silencio.
Eyra también despertó agitadamente y se levanto sentándose de un brinco mientras miraba a May fijamente, enseño sus dientes y sus colmillos aparecieron mortíferos en su rostro, mientras su mirada mostraba unos ojos negros, sus pupilas estaban muy dilatadas.
Vi la tensión de su cuerpo y de sus músculos, a punto de abalanzarse sobre la pequeña.
Me levante de un salto y le lance sobre May agarrándole con brusquedad entre mis brazos mientras retrocedía con ella en el momento preciso en el que Eyra estaba a punto de abalanzarse sobre ella.
Eyra me miro con el ceño fruncido, enfadada, el hambre enturbiaba su visión sin dejarle pensar con claridad, sin dejar que ella viese que había estado a punto de atacar a su propia hija.
May comenzó a llorar al ver ese movimiento tan brusco por mi parte con ella. Le apreté contra mi pecho, intentando calmarle, tomando su cabecita y obligándole a que no pudiese mirar nada más que mi pecho, no deseaba que viese a su madre de esa forma, aquello podría suponer un trauma. Nuestra pequeña sabía lo que nosotros éramos y la forma que teníamos de subsistir, pero eso no significaba que nos hubiese visto nunca de esa manera, como los monstruos que podíamos llegar a ser.
-Jean!!! Grite mientras me acercaba a la puerta sin quitar de encima los ojos a Eyra.
Ella se levantó de la cama, y me observó deseando acercarse a nosotros y quitarme a May de los brazos.
Jean apareció veloz en la puerta y se llevo una mano a los labios, al ver a su señora de esa forma. Me acerque a él sin darle en ningún momento la espalda a Eyra y le entregué a May, la pequeña lloraba sin entender nada.
-Yo me ocupare…Necesitaremos las reservas. Jean asintió y se llevo a May entre sus brazos mientras yo cerraba la puerta de forma brusca dando un portazo.
-Eyra cielo…Soy yo. Por favor espera un poco…Se que tienes sed pero Jean volverá en breve…podrás saciar tu sed y volverás a ser tu…Ella se acerco con paso decidido hacia mí, con la intención de quitarme de en medio. El aroma de May aun inundaba la habitación y era muy dulce…
Me puse delante de la puerta y ella se abalanzo sobre mí, mientras yo forcejeaba con ella llevándonos a nuestro paso el decorado, los libros y los diversos objetos de la gran habitación al suelo, rompiéndolos y creando alboroto.
Logre tomarle por la espalda y encerrarle en mi abrazo mientras ella forcejeaba conmigo intentando librarse.
Retrocedí a tientas con ella y caí de espaldas a nuestra cama con ella encima de mí, ella agarro uno de mis brazos y me mordió con violencia mientras yo gruñía aun apretándole fuertemente sintiendo como ella comenzaba a beber de mi.
Me quede quieto dejándole que bebiese de mi muñeca con ansias.
Jean no tardaría en volver, pero el ángel no parecía tener ganas de querer parar. El silencio nos rodeo mientras ambos seguíamos allí y ella bebía con velocidad de mi, haciéndome sentir cada vez más cansado.
-Vale cielo. Ya está bien…suéltame…vamos…ya basta!... intente forcejear con ella sin tener mucho exito. Jean estaba tardando demasiado…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
El caos y la confusión se desencadenó con una facilidad abrumadora.
La niña dejó de estar a mi alcance cuando alguien la apartó bruscamente. Los llantos inundaron la estancia pero lejos de detenerme, se acentuaron mis instintos depredadores, gruñendo como una fiera hambrienta. El culpable de mi sed descontrolada se dirigió a la puerta, llamó a alguien y de nuevo, como si quisieran enloquecerme, la esencia de un humano adulto impregnó mis pulmones, haciéndome perder la escasa cordura que quedaba intacta en mi ser.
La puerta se cerró de pronto y supe que la pequeña humana ya no se encontraba en aquél habitáculo. Gruñí con rabia y tomé al vampiro entre mis manos, aunque él fue más rápido y fuerte, dominándome al momento pese a mis insistentes forcejeos, acabando sobre el colchón y quedando yo sobre su figura. Pestañeé un par de veces hasta que reconocí a Jerarld... pero nada de lo que mi parte humana pudiese percibir entonces, podría calmar la necesidad de sangre. Así que mis colmillos rasgaron su muñeca con fuerza y sin sutilezas, succionando su elexiri con desesperación, sintiéndome más fuerte a cada sorbo, serenándome, volviendo a ser yo.
Jerarld forcejeó para librarse de mi boca, y yo, a regañadientes, le solté, aunque no me alejé de su cuerpo.
- ¿Qué hice...?- susurré con un murmuro, recordando lo ocurrido y dejando que los brazos del arrepentimiento oprimieran con violencia mi pecho hasta que algunas lágrimas resbalaron por mis mejillas.
Escondí entonces mi rostro sobre el pectoral de Jerarld, intentando calmarme, pues mis intintos aun deseaban deborar a mi pareja, succionar hasta la última gota de su sangre y luego... ir a por May. Aquél pensamiento me hizo estremecer. Jamás me perdonaría la simple idea de querer matarla. Jamás.
La niña dejó de estar a mi alcance cuando alguien la apartó bruscamente. Los llantos inundaron la estancia pero lejos de detenerme, se acentuaron mis instintos depredadores, gruñendo como una fiera hambrienta. El culpable de mi sed descontrolada se dirigió a la puerta, llamó a alguien y de nuevo, como si quisieran enloquecerme, la esencia de un humano adulto impregnó mis pulmones, haciéndome perder la escasa cordura que quedaba intacta en mi ser.
La puerta se cerró de pronto y supe que la pequeña humana ya no se encontraba en aquél habitáculo. Gruñí con rabia y tomé al vampiro entre mis manos, aunque él fue más rápido y fuerte, dominándome al momento pese a mis insistentes forcejeos, acabando sobre el colchón y quedando yo sobre su figura. Pestañeé un par de veces hasta que reconocí a Jerarld... pero nada de lo que mi parte humana pudiese percibir entonces, podría calmar la necesidad de sangre. Así que mis colmillos rasgaron su muñeca con fuerza y sin sutilezas, succionando su elexiri con desesperación, sintiéndome más fuerte a cada sorbo, serenándome, volviendo a ser yo.
Jerarld forcejeó para librarse de mi boca, y yo, a regañadientes, le solté, aunque no me alejé de su cuerpo.
- ¿Qué hice...?- susurré con un murmuro, recordando lo ocurrido y dejando que los brazos del arrepentimiento oprimieran con violencia mi pecho hasta que algunas lágrimas resbalaron por mis mejillas.
Escondí entonces mi rostro sobre el pectoral de Jerarld, intentando calmarme, pues mis intintos aun deseaban deborar a mi pareja, succionar hasta la última gota de su sangre y luego... ir a por May. Aquél pensamiento me hizo estremecer. Jamás me perdonaría la simple idea de querer matarla. Jamás.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Pacto de Osiris.
Aun con Eyra agarrada a mi muñeca note como ella se calmaba. Seguía de espaldas encima mío, sosteniendo mi brazo, pero se giro y me contemplo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
-Tranquila…Llevabas dos días sin beber nada…y habías perdido mucha sangre dije soltando un suspiro…es normal…No te sientas culpable. Tu nunca nos harías daño, eso ambos lo sabemos.
Acaricie sus cabellos y deje mi mano allí sobre su cabeza.
Jean abrió la puerta trayendo consigo una decorada botella negra, una especie de “último recurso” por si las cosas se ponían feas en algún momento.
-Oh…perdonadme, dijo al vernos así en la cama.
-Tranquilo Jean…Ya está todo bien…Eyra se seco las lagrimas y se sentó en la cama a mi lado.
Jean contemplo la habitación, los objetos tirados por todas partes, algunos rotos y nosotros con las ropas desordenadas y con ese gesto algo abatido formábamos una divertida estampa.
-May esta bien?
Jean se adentro pisando con cuidado el suelo para no pisar los objetos tirados y se acerco con una bandeja que dejo sobre una de las mesas. Comenzó a servir dos enormes copas y nos las dio mientras asentía con la cabeza.
Ambos las tomamos y las bebimos de un solo trago. Nos quedamos un momento apretando los labios, comenzamos a toser estrepitosamente mirando a Jean sin entender nada.
Aquello era sangre, si, pero sabia repugnantemente, cuánto tiempo habría estado almacenado allí? Él nos miro entendiendo nuestras expresiones de duda y nuestras caras de asco.
-Tendréis que disculparme los señores, pero yo no sé cuando vuestras bebidas dejan de encontrarse en buenas condiciones…
El buen hombre bastante hacia con entender nuestro estilo de vida como para exigirle además que la sangre fuese fresca.
Dejamos las copas y nos pusimos de pie. Tome la cajita negra y la guarde en mi bolsillo, ambos salimos de la estancia para que pudiese ser recogida y ordenada.
Nos dirigimos por el pasillo y paramos en la habitación de May, abrí la puerta con cuidado y ambos le observamos durmiendo plácidamente en su camina, arropada por muchas mantas y muñecos. Aquella habitación siempre tenía jazmines en alguna parte, y olía francamente bien. Cerré con cuidado y ambos salimos de casa a los jardines para tomar un poco el aire, al fin era de noche y la frescura del otoño se sentía en el aire.
Caminamos por el amplio y aun florecido jardín, la hermosa fuente mostraba diversas esculturas de mármol, los chorros de agua caían con elegancia creando su particular sonido de fondo.
Eyra se sentó en el borde de la fuente, aun deprimida por lo ocurrido. Yo camine hasta llegar frente a ella, acaricie su mejilla mientras ella subía su rostro para mirarme.
Me puse de cuclillas delante suyo sin decir nada, le contemplé en silencio, simplemente disfrutando del su compañía. Pasaron unos cuantos minutos.
-No te mortifiques vida mía…No vale la pena…Se que tu no le habrías hecho nada a May o a mi…La sed nos puede cegar, pero de forma consiente jamás haríamos daño a nadie a posta, yo lo sé perfectamente, te conozco.
Sentí la cajita en mi bolsillo, así que la saque de él y la sostuve entre mis manos, Mire a Eyra.
Ambos volvimos a poner los dedos sobre las piezas que correspondían y las deslizamos hasta unirlas. La cajita se abrió mostrándonos nuevamente el imponente anillo con la enorme gema de rubí.
Su diseño no parecía del todo egipcio, muy probablemente habrían modificado su diseño en la edad medieval, cuando aquella caja pasaba de mano en mano, quien sabe. Fuese como fuese aquella joya seguía brillando y resplandeciendo con luz propia.
Tome el anillo con suma delicadeza, y lo contemple un momento, recordando aquella pregunta que le había hecho a mi amada hacia dos días, ahora que lo pensaba había sido una forma demasiado precipitada, en el lugar y el momento menos indicado…Mi estilo de vida era siempre tan caótico que de verdad me preguntaba cómo era posible que hubiese vivido tanto tiempo…
Una fuerte brisa se movió entonces en el jardín, puse una mano sobre la rodilla de Eyra para mantener el equilibrio de mi posición, decidí poner una rodilla en tierra y así mantuve el equilibrio, aunque fue un gesto que hice sin darme cuenta.
Mire a Eyra y mire mi posición y el anillo. En aquel momento era como si ambos fuésemos marionetas siendo movidas por seres extraños.
Como si quizás fuese el mismo Osiris el que me estaba dando un empujón. Aquella idea me hizo sonreír, me mordí los labios, cuando me ponía nervioso reía sin poder parar, porque me sentía tan nervioso ahora? Solo estábamos ella, yo y el anillo maldito. Negué con la cabeza y contemple el rubí mientras hablaba.
-Eyra cielo…Hace unos días te hice una pregunta de la forma más descortés que pudiese haber…
Supongo que es absurdo…Ambos compartimos nuestras vidas juntos y hemos formado una familia…Tenemos todo lo que siempre quisimos tener y eso me llevo a pensar…que quizás podríamos sellar esta unión, tal como hicieron Isis y Osiris hace ya tantos siglos…
Levante el rostro para poder mirarla. Dejando el anillo sobre la palma de mi mano.
-Tú no solo significas todo lo que yo siempre busque, sino que además me alientas a seguir viviendo, llenas el vacio de mi alma. Si no aceptases lo entendería perfectamente, pero aun así me gustaría saber…
Si tú, Eyra Erikdottir, desearías casarte conmigo.
La muerte era lo que separaba a quienes contraían aquel pacto, pero en este caso la muerte ya se había llevado nuestras vidas, por lo tanto si ella aceptaba “mi pacto” aquello implicaría sellarlo por toda la eternidad, porque la muerte era nuestra aliada y si esta unión se llevase a cabo alguna vez, seria ella misma quien oficiaría tal ceremonia...
-Tranquila…Llevabas dos días sin beber nada…y habías perdido mucha sangre dije soltando un suspiro…es normal…No te sientas culpable. Tu nunca nos harías daño, eso ambos lo sabemos.
Acaricie sus cabellos y deje mi mano allí sobre su cabeza.
Jean abrió la puerta trayendo consigo una decorada botella negra, una especie de “último recurso” por si las cosas se ponían feas en algún momento.
-Oh…perdonadme, dijo al vernos así en la cama.
-Tranquilo Jean…Ya está todo bien…Eyra se seco las lagrimas y se sentó en la cama a mi lado.
Jean contemplo la habitación, los objetos tirados por todas partes, algunos rotos y nosotros con las ropas desordenadas y con ese gesto algo abatido formábamos una divertida estampa.
-May esta bien?
Jean se adentro pisando con cuidado el suelo para no pisar los objetos tirados y se acerco con una bandeja que dejo sobre una de las mesas. Comenzó a servir dos enormes copas y nos las dio mientras asentía con la cabeza.
Ambos las tomamos y las bebimos de un solo trago. Nos quedamos un momento apretando los labios, comenzamos a toser estrepitosamente mirando a Jean sin entender nada.
Aquello era sangre, si, pero sabia repugnantemente, cuánto tiempo habría estado almacenado allí? Él nos miro entendiendo nuestras expresiones de duda y nuestras caras de asco.
-Tendréis que disculparme los señores, pero yo no sé cuando vuestras bebidas dejan de encontrarse en buenas condiciones…
El buen hombre bastante hacia con entender nuestro estilo de vida como para exigirle además que la sangre fuese fresca.
Dejamos las copas y nos pusimos de pie. Tome la cajita negra y la guarde en mi bolsillo, ambos salimos de la estancia para que pudiese ser recogida y ordenada.
Nos dirigimos por el pasillo y paramos en la habitación de May, abrí la puerta con cuidado y ambos le observamos durmiendo plácidamente en su camina, arropada por muchas mantas y muñecos. Aquella habitación siempre tenía jazmines en alguna parte, y olía francamente bien. Cerré con cuidado y ambos salimos de casa a los jardines para tomar un poco el aire, al fin era de noche y la frescura del otoño se sentía en el aire.
Caminamos por el amplio y aun florecido jardín, la hermosa fuente mostraba diversas esculturas de mármol, los chorros de agua caían con elegancia creando su particular sonido de fondo.
Eyra se sentó en el borde de la fuente, aun deprimida por lo ocurrido. Yo camine hasta llegar frente a ella, acaricie su mejilla mientras ella subía su rostro para mirarme.
Me puse de cuclillas delante suyo sin decir nada, le contemplé en silencio, simplemente disfrutando del su compañía. Pasaron unos cuantos minutos.
-No te mortifiques vida mía…No vale la pena…Se que tu no le habrías hecho nada a May o a mi…La sed nos puede cegar, pero de forma consiente jamás haríamos daño a nadie a posta, yo lo sé perfectamente, te conozco.
Sentí la cajita en mi bolsillo, así que la saque de él y la sostuve entre mis manos, Mire a Eyra.
Ambos volvimos a poner los dedos sobre las piezas que correspondían y las deslizamos hasta unirlas. La cajita se abrió mostrándonos nuevamente el imponente anillo con la enorme gema de rubí.
Su diseño no parecía del todo egipcio, muy probablemente habrían modificado su diseño en la edad medieval, cuando aquella caja pasaba de mano en mano, quien sabe. Fuese como fuese aquella joya seguía brillando y resplandeciendo con luz propia.
Tome el anillo con suma delicadeza, y lo contemple un momento, recordando aquella pregunta que le había hecho a mi amada hacia dos días, ahora que lo pensaba había sido una forma demasiado precipitada, en el lugar y el momento menos indicado…Mi estilo de vida era siempre tan caótico que de verdad me preguntaba cómo era posible que hubiese vivido tanto tiempo…
Una fuerte brisa se movió entonces en el jardín, puse una mano sobre la rodilla de Eyra para mantener el equilibrio de mi posición, decidí poner una rodilla en tierra y así mantuve el equilibrio, aunque fue un gesto que hice sin darme cuenta.
Mire a Eyra y mire mi posición y el anillo. En aquel momento era como si ambos fuésemos marionetas siendo movidas por seres extraños.
Como si quizás fuese el mismo Osiris el que me estaba dando un empujón. Aquella idea me hizo sonreír, me mordí los labios, cuando me ponía nervioso reía sin poder parar, porque me sentía tan nervioso ahora? Solo estábamos ella, yo y el anillo maldito. Negué con la cabeza y contemple el rubí mientras hablaba.
-Eyra cielo…Hace unos días te hice una pregunta de la forma más descortés que pudiese haber…
Supongo que es absurdo…Ambos compartimos nuestras vidas juntos y hemos formado una familia…Tenemos todo lo que siempre quisimos tener y eso me llevo a pensar…que quizás podríamos sellar esta unión, tal como hicieron Isis y Osiris hace ya tantos siglos…
Levante el rostro para poder mirarla. Dejando el anillo sobre la palma de mi mano.
-Tú no solo significas todo lo que yo siempre busque, sino que además me alientas a seguir viviendo, llenas el vacio de mi alma. Si no aceptases lo entendería perfectamente, pero aun así me gustaría saber…
Si tú, Eyra Erikdottir, desearías casarte conmigo.
La muerte era lo que separaba a quienes contraían aquel pacto, pero en este caso la muerte ya se había llevado nuestras vidas, por lo tanto si ella aceptaba “mi pacto” aquello implicaría sellarlo por toda la eternidad, porque la muerte era nuestra aliada y si esta unión se llevase a cabo alguna vez, seria ella misma quien oficiaría tal ceremonia...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Inspiré la brisa de aquella noche dejando un extraño sabor en mi boca, el gusto de los recuerdos.
Más allá de aquél horizonte por el que los drakkar desaparecían tras el fino manto de la nebla, el sol se sumergía en el océano de aguas gélidas y revoltosas. Junto a mí, un anillo iluminaba mi rostro gracias a la luz de la luna. Y la sonrisa inocente de aquél joven humano, aceleraba mi pulso y el corretear de mi sangre por mi venas. Su voz, tomando la forma de las palabras, me propuso unirnos en el santo matrimonio hasta que la muerte nos separase. Y yo, dije sí, quiero...
Dicen que no hay un adiós sin un destino, pero ¿qué destino deseaba él alcanzar cuando me tenía a mí a su lado? Y empapada en llanto, juré
que le esperaría cuando Balthazar desapareció. Miles de lunas pasaron, muchas tardes se anidaron en mi piel y en mis labios. Los cangrejos mordían mi ropaje, mi tristeza y mi ilusión. Y el tiempo se escurrió entre mis dedos. Y mis ojos se le llenaron de amaneceres. Y naufragué en el más profundo de los olvidos... Hasta que la noche se cernió sobre mí y mis recuerdos humanos pasaron a una caja oscura y arrinconada en la parte más polvorienta de mi alma.
Alcé la vista de aquél anillo brilante para mirar a Jerarld. Parecía nervioso, ansioso por escuchar mi voz. Alcé mi mano derecha y acaricié su mejilla con la yema de mis dedos, sonriendo tenuemente. Y entonces, recordé las palabras de mi sueño...
En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos del mundo. Descubre tus engimas y escribe tu propio destino a partir de ellos.
Ahora lo comprendía.
La historia de amor a la que quizás se refería Ast, era la de Jerarld y yo. Una historia llena de altibajos, de romanticosmo, de sufrimiento, de silencio, de ansias, de sacrificios, de mentiras, de verdades, de momentos, de recuerdos, de ansiedad, de respeto, de distancias, de reencuentros, de obstáculos, de luchas, pero sobretodo... de amor.
La eternidad... no significaba nada sino podía pasarla a su lado. Si no podía despertar cada noche junto a él, si sus besos no inundaban mi cuerpo y mi alma, si su voz no hacía erizar mi piel y tiritar mis labios, si sus caricias no surcaban cada retal de mi vida, si su sonrisa no iluminaba mi vida... No, nada tenía sentido sin Jerarld. La eternidad sólo se convertiría en un árido páramo en el que ninguna flor podría crecer.
Era cierto... las historias de amor encierran muchos secretos. Muchos de ellos, casi lograron separarnos en un pasado reciente. Mis recuerdos junto a Balthazar me habían impulsado a abandonarle en aquél granero de Noruega. Mi intento frustrado por olivarme de él me había llevado a intentar algo junto a Wolfgang y eso casi cuesta la vida de Jerarld. Y aún así, pese a todos los obstáculos, secretos y demás caprichos del destino, ahora estabamos allí, juntos, en aquél jardín, junto a aquella fuente de la que emanaba la esencia de la vida, el agua pura y cristalina tan básica para la supervivencia humana como lo era para mí el simple aroma de Jerarld .
Mis enigmas... ah, mis enigmas. El único misterio que ahora me quitaba el sueño era el mañana. El temer que en cualquier momento, Jerarld me abandonaría. Y aquella idea me carcomía por dentro, devorándome poco a poco. Pero quien no arriesga, no gana. ¿Y si quizás el único misterio eran mis sentimientos? Quizás no es que temiera su marcha, sino el pensar que todo aquello era una locura, un error. Más... dicen que en el amor siempre hay una pizca de locura. Ah... todo en mi mente empezaba a ser confuso, aunque, paradógicamente, todo empezaba a cobrar forma y sentido.
Isis me había pedido que averiguara mis enigmas y escribiera mi propio destino. Pues bien, mi destino era Jerarld. Lo había sabido siempre, desde aquél reencuentro frente a la Catedral. Desde que sus labios se fundieron por primera vez con los míos, bajo la sonrisa de aquella luna resplandeciente, hacía ya cinco años de eso. Sí... él era mi camino y mi meta. Y ahora, aquél magnífico anillo, representaba justamento eso, la cima de aquella historia de amor, el desenlace a esos enigmas. Y Jerarld era la personificación de aquél destino.
Me incliné, tomando su rostro entre mis manos hasta que mi frente se posó sobre la suya, sonriendo de oreja a oreja, intentando contener aquellas lágrimas traicioneras que deseaban conquinstas las tierras gélidas de mis pómulos.
- Jerarld Délvheen... sí, quiero casarme contigo.- murmuré, con visible emoción en mi voz, pues la última palabra sonó unas octavas más elevadas que mi tono normal.
Y así, besé sus labios con deseo, ansiedad, desesperación, ternura, locura... todo cuanto él significaba para mí se lo demostré en aquél intenso y largo beso que, por cierto, nos hizo tambalear y caer en la fuente, empapándonos completamente. Aunque... ¿a quién le importaba eso? Ambos estábamos saboreando la felicidad máxima.
Más allá de aquél horizonte por el que los drakkar desaparecían tras el fino manto de la nebla, el sol se sumergía en el océano de aguas gélidas y revoltosas. Junto a mí, un anillo iluminaba mi rostro gracias a la luz de la luna. Y la sonrisa inocente de aquél joven humano, aceleraba mi pulso y el corretear de mi sangre por mi venas. Su voz, tomando la forma de las palabras, me propuso unirnos en el santo matrimonio hasta que la muerte nos separase. Y yo, dije sí, quiero...
Dicen que no hay un adiós sin un destino, pero ¿qué destino deseaba él alcanzar cuando me tenía a mí a su lado? Y empapada en llanto, juré
que le esperaría cuando Balthazar desapareció. Miles de lunas pasaron, muchas tardes se anidaron en mi piel y en mis labios. Los cangrejos mordían mi ropaje, mi tristeza y mi ilusión. Y el tiempo se escurrió entre mis dedos. Y mis ojos se le llenaron de amaneceres. Y naufragué en el más profundo de los olvidos... Hasta que la noche se cernió sobre mí y mis recuerdos humanos pasaron a una caja oscura y arrinconada en la parte más polvorienta de mi alma.
Alcé la vista de aquél anillo brilante para mirar a Jerarld. Parecía nervioso, ansioso por escuchar mi voz. Alcé mi mano derecha y acaricié su mejilla con la yema de mis dedos, sonriendo tenuemente. Y entonces, recordé las palabras de mi sueño...
En toda historia de amor siempre hay algo que nos acerca a la eternidad y a la esencia de la vida, porque las historias de amor encierran en sí todos los secretos del mundo. Descubre tus engimas y escribe tu propio destino a partir de ellos.
Ahora lo comprendía.
La historia de amor a la que quizás se refería Ast, era la de Jerarld y yo. Una historia llena de altibajos, de romanticosmo, de sufrimiento, de silencio, de ansias, de sacrificios, de mentiras, de verdades, de momentos, de recuerdos, de ansiedad, de respeto, de distancias, de reencuentros, de obstáculos, de luchas, pero sobretodo... de amor.
La eternidad... no significaba nada sino podía pasarla a su lado. Si no podía despertar cada noche junto a él, si sus besos no inundaban mi cuerpo y mi alma, si su voz no hacía erizar mi piel y tiritar mis labios, si sus caricias no surcaban cada retal de mi vida, si su sonrisa no iluminaba mi vida... No, nada tenía sentido sin Jerarld. La eternidad sólo se convertiría en un árido páramo en el que ninguna flor podría crecer.
Era cierto... las historias de amor encierran muchos secretos. Muchos de ellos, casi lograron separarnos en un pasado reciente. Mis recuerdos junto a Balthazar me habían impulsado a abandonarle en aquél granero de Noruega. Mi intento frustrado por olivarme de él me había llevado a intentar algo junto a Wolfgang y eso casi cuesta la vida de Jerarld. Y aún así, pese a todos los obstáculos, secretos y demás caprichos del destino, ahora estabamos allí, juntos, en aquél jardín, junto a aquella fuente de la que emanaba la esencia de la vida, el agua pura y cristalina tan básica para la supervivencia humana como lo era para mí el simple aroma de Jerarld .
Mis enigmas... ah, mis enigmas. El único misterio que ahora me quitaba el sueño era el mañana. El temer que en cualquier momento, Jerarld me abandonaría. Y aquella idea me carcomía por dentro, devorándome poco a poco. Pero quien no arriesga, no gana. ¿Y si quizás el único misterio eran mis sentimientos? Quizás no es que temiera su marcha, sino el pensar que todo aquello era una locura, un error. Más... dicen que en el amor siempre hay una pizca de locura. Ah... todo en mi mente empezaba a ser confuso, aunque, paradógicamente, todo empezaba a cobrar forma y sentido.
Isis me había pedido que averiguara mis enigmas y escribiera mi propio destino. Pues bien, mi destino era Jerarld. Lo había sabido siempre, desde aquél reencuentro frente a la Catedral. Desde que sus labios se fundieron por primera vez con los míos, bajo la sonrisa de aquella luna resplandeciente, hacía ya cinco años de eso. Sí... él era mi camino y mi meta. Y ahora, aquél magnífico anillo, representaba justamento eso, la cima de aquella historia de amor, el desenlace a esos enigmas. Y Jerarld era la personificación de aquél destino.
Me incliné, tomando su rostro entre mis manos hasta que mi frente se posó sobre la suya, sonriendo de oreja a oreja, intentando contener aquellas lágrimas traicioneras que deseaban conquinstas las tierras gélidas de mis pómulos.
- Jerarld Délvheen... sí, quiero casarme contigo.- murmuré, con visible emoción en mi voz, pues la última palabra sonó unas octavas más elevadas que mi tono normal.
Y así, besé sus labios con deseo, ansiedad, desesperación, ternura, locura... todo cuanto él significaba para mí se lo demostré en aquél intenso y largo beso que, por cierto, nos hizo tambalear y caer en la fuente, empapándonos completamente. Aunque... ¿a quién le importaba eso? Ambos estábamos saboreando la felicidad máxima.
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Re: El Pacto de Osiris.
Espere en silencio sus palabras, cada vez más nervioso.
Fuese cual fuese su respuesta yo la iba a aceptar, pero aun así no podía evitar sentir…temor.
El más profundo de los temores.
Ella era quien me hacía sentir vivo, mi razón de ser. Su compañía me daba todo lo que necesitaba para existir, y su ausencia volvía a dejarme como el ser vacio que era en realidad.
Ella era capaz de hacerme completamente feliz…o por el contrario, podía destruirme por completo si así lo deseaba.
Pero ella jamás hizo nada en mi contra, es más, ella se sacrifico en muchas ocasiones por mí. Luchando contra las adversidades…Enfrentándose a diversas personas y a innumerables peligros por mi. Ella me daba mucho más de lo que yo merecía.
Observe sus ojos llenos de lagrimas y su sonrisa me devolvió la esperanza.
Sus manos tomaron mi rostro y escuche sus palabras sintiéndome como si estuviese en una nube, le abrace rápidamente besando sus labios, riendo sin poder contener la alegría que sentía, siempre demasiado efusivo, pero es que no había nada ya que impidiese que me sintiese total y completamente feliz.
Mi abrazo nos desestabilizo y la fuente nos recibió con los brazos abiertos. El agua salto en todas direcciones mientras ambos reíamos, aun abrazados entre las frías aguas.
Nuestras ropas se empaparon enseguida y nuestros cabellos se pegaron a nuestros rostros mientras ambos nos abrazábamos demasiado alegres como para tener en cuenta nada más.
Recordé nuestro pasado, nuestros viajes, tanta desesperación, tanto dolor…
El destino se había ensañado todo lo que había podido con nosotros, recalcándonos que no podíamos ser felices. Obligándonos a entender que no nos pertenecíamos…Y ahora al fin, después de todos estos años luchando contra las adversidades, al fin podíamos sentirnos libres para entregarnos el uno al otro por toda la eternidad.
Que ella aceptase mi petición, era algo que iba mucho mas allá de realizar una simple celebración, significaba hacer un pacto, significaba que por más que el mundo se pusiese en nuestra contra, ambos íbamos a seguir allí juntos, por siempre. Porque la muerte de nuestros corazones no había podido impedir que estos siguiesen latiendo, la muerte que nos rodeaba y que ambos representábamos no había podido contra el amor que ambos sentíamos.
Quizás las distancias, quizás las personas, quizás el tiempo o un sinfín de circunstancias se interpusiesen en nuestro camino, pero ambos siempre nos íbamos a seguir amando, pasase lo que pasase de aquí en adelante.
Nunca en toda mi existencia, pensé que yo podría saborear tal felicidad, puesto que desde que era pequeño, me había hecho a la idea de que yo nunca obtendría nada de esto, simplemente no lo merecía. Pero Eyra me habia enseñado que no todo son errores, y que siempre existe el amor para aquellos que creen en él.
Y yo ahora mismo me sentía repleto de amor, y nada podía estropear nuestro momento.
Saboree sus labios fríos y carnosos, sintiendo su aroma y su tacto rozandome. Me separe de ella viendo que mi visión también estaba nublada, pero ya que mas daba? Ella enredo sus brazos sobre mi cuello y apoyo su cabeza sobre mi pecho mientras yo rodeaba su espalda con mis brazos, cerrando los ojos sin poder parar de sonreír.
De pronto un ruido de fondo nos hizo mirar que ocurría. Jean corría detrás de May por el jardín y ella se movía veloz sonriendo y saltando con rapidez para llegar a la fuente
-Noooo Maaaay!!!
-Noooo Maaaay!!!
Gritamos ambos a la vez sin obtener resultado. La pequeña dio un ágil salto hacia la fuente cayendo junto nosotros, salpicándonos y riendo sin parar.
Las carcajadas inundaron el jardín, parecía que la pequeña ya había pasado su susto conmigo y después de su “siesta” volvía a estar fresca como una rosa.
Se movió ágil entre las aguas hacia nosotros lanzándose hacia nuestros brazos. Ambos la recibimos y la pequeña rio a gusto entre nosotros.
Nos levantamos de la fuente y May estiro sus manitas hacia Eyra deseando abrazarla, pues habían pasado dos días en los que ella había estado dormida, y francamente, la pequeña había echado de menos a su compañera de juegos.
Salimos de allí y entramos en la mansión, Al fin y al cabo era de noche y si no secábamos a May enfermaría.
Jean nos recibió en la entrada con toallas, ambos nos apresuramos en secar a nuestra niña sin tener en cuenta que éramos nosotros los que estábamos empapándolo todo.
Nos apresuramos en quitarle su ropa mojada y May humedecida y desnuda que estaba, hecho a correr por el salón riendo y saltando sobre los sofás cuan revoltosa que era.
Jean negó con la cabeza mirándonos con expresión cansada.
-Iremos a secarnos y bajamos para acompañar a May en la cena. Indique al ya cansado mayordomo.
Eyra y yo nos acercamos a él y le dimos un abrazo sin que el pobre hombre entendiese el por qué. Le empapamos a el sin darnos cuenta, susurramos en su oído.
-Nos vamos a casar.
-Nos vamos a casar.
El mayordomo sonrió alegre y nosotros comenzamos a subir las escaleras para quitarnos la ropa mojada.
Subimos de la mano, muy juntos el uno con el otro, totalmente idiotizados, demasiado felices como para ser conscientes de la realidad.
Entramos en la habitación y cerramos la puerta quedando en la constante oscuridad de la enorme estancia.
Nos miramos en silencio un instante. Y le rodee una vez más en mis brazos. Devorando sus besos sin desear que sus labios se separasen de los míos, deseando que nuestra piel se fundiese en una sola….Pero me separe de ella después de unos minutos aun sin desearlo.
Ella también me miro haciendo pucheros, pero May estaría abajo esperándonos.
-Vamos con la pequeña…Pero primero. Le gire para que me diese la espalda.
Vamos a quitarnos esta ropa mojada, No querrá usted… próxima esposa mía…tomar un resfriado, verdad? Dije en tono pícaro mientras le desataba el corsé.
-No está bien visto que las damas de clase alta hagan estas cosas, sabe usted? Que dirá la gente! Que dirán nuestros hijos!...Nuestros nueve hijos!….Dije en tono bromista mientras desataba las cuerdas.
En todo caso nos faltaban ocho, ya que ya teníamos a May. Aquellas ideas absurdas me hicieron reír, pero mi sonrisa comenzó a irse poco a poco al ir recordando.
A pesar de nuestros próximos planes, aun había algo que no habíamos comentado, simplemente porque no nos importaba, pero si queríamos llevar a cabo nuestro pacto había algo que debíamos aclarar.
-Cielo…Oficialmente aun estas casada verdad?...
El silencio se hizo ante nosotros, mientras yo seguía desatando las cuerdas, sabiendo que había una pequeña pega en nuestro cuento de hadas.
Fuese cual fuese su respuesta yo la iba a aceptar, pero aun así no podía evitar sentir…temor.
El más profundo de los temores.
Ella era quien me hacía sentir vivo, mi razón de ser. Su compañía me daba todo lo que necesitaba para existir, y su ausencia volvía a dejarme como el ser vacio que era en realidad.
Ella era capaz de hacerme completamente feliz…o por el contrario, podía destruirme por completo si así lo deseaba.
Pero ella jamás hizo nada en mi contra, es más, ella se sacrifico en muchas ocasiones por mí. Luchando contra las adversidades…Enfrentándose a diversas personas y a innumerables peligros por mi. Ella me daba mucho más de lo que yo merecía.
Observe sus ojos llenos de lagrimas y su sonrisa me devolvió la esperanza.
Sus manos tomaron mi rostro y escuche sus palabras sintiéndome como si estuviese en una nube, le abrace rápidamente besando sus labios, riendo sin poder contener la alegría que sentía, siempre demasiado efusivo, pero es que no había nada ya que impidiese que me sintiese total y completamente feliz.
Mi abrazo nos desestabilizo y la fuente nos recibió con los brazos abiertos. El agua salto en todas direcciones mientras ambos reíamos, aun abrazados entre las frías aguas.
Nuestras ropas se empaparon enseguida y nuestros cabellos se pegaron a nuestros rostros mientras ambos nos abrazábamos demasiado alegres como para tener en cuenta nada más.
Recordé nuestro pasado, nuestros viajes, tanta desesperación, tanto dolor…
El destino se había ensañado todo lo que había podido con nosotros, recalcándonos que no podíamos ser felices. Obligándonos a entender que no nos pertenecíamos…Y ahora al fin, después de todos estos años luchando contra las adversidades, al fin podíamos sentirnos libres para entregarnos el uno al otro por toda la eternidad.
Que ella aceptase mi petición, era algo que iba mucho mas allá de realizar una simple celebración, significaba hacer un pacto, significaba que por más que el mundo se pusiese en nuestra contra, ambos íbamos a seguir allí juntos, por siempre. Porque la muerte de nuestros corazones no había podido impedir que estos siguiesen latiendo, la muerte que nos rodeaba y que ambos representábamos no había podido contra el amor que ambos sentíamos.
Quizás las distancias, quizás las personas, quizás el tiempo o un sinfín de circunstancias se interpusiesen en nuestro camino, pero ambos siempre nos íbamos a seguir amando, pasase lo que pasase de aquí en adelante.
Nunca en toda mi existencia, pensé que yo podría saborear tal felicidad, puesto que desde que era pequeño, me había hecho a la idea de que yo nunca obtendría nada de esto, simplemente no lo merecía. Pero Eyra me habia enseñado que no todo son errores, y que siempre existe el amor para aquellos que creen en él.
Y yo ahora mismo me sentía repleto de amor, y nada podía estropear nuestro momento.
Saboree sus labios fríos y carnosos, sintiendo su aroma y su tacto rozandome. Me separe de ella viendo que mi visión también estaba nublada, pero ya que mas daba? Ella enredo sus brazos sobre mi cuello y apoyo su cabeza sobre mi pecho mientras yo rodeaba su espalda con mis brazos, cerrando los ojos sin poder parar de sonreír.
De pronto un ruido de fondo nos hizo mirar que ocurría. Jean corría detrás de May por el jardín y ella se movía veloz sonriendo y saltando con rapidez para llegar a la fuente
-Noooo Maaaay!!!
-Noooo Maaaay!!!
Gritamos ambos a la vez sin obtener resultado. La pequeña dio un ágil salto hacia la fuente cayendo junto nosotros, salpicándonos y riendo sin parar.
Las carcajadas inundaron el jardín, parecía que la pequeña ya había pasado su susto conmigo y después de su “siesta” volvía a estar fresca como una rosa.
Se movió ágil entre las aguas hacia nosotros lanzándose hacia nuestros brazos. Ambos la recibimos y la pequeña rio a gusto entre nosotros.
Nos levantamos de la fuente y May estiro sus manitas hacia Eyra deseando abrazarla, pues habían pasado dos días en los que ella había estado dormida, y francamente, la pequeña había echado de menos a su compañera de juegos.
Salimos de allí y entramos en la mansión, Al fin y al cabo era de noche y si no secábamos a May enfermaría.
Jean nos recibió en la entrada con toallas, ambos nos apresuramos en secar a nuestra niña sin tener en cuenta que éramos nosotros los que estábamos empapándolo todo.
Nos apresuramos en quitarle su ropa mojada y May humedecida y desnuda que estaba, hecho a correr por el salón riendo y saltando sobre los sofás cuan revoltosa que era.
Jean negó con la cabeza mirándonos con expresión cansada.
-Iremos a secarnos y bajamos para acompañar a May en la cena. Indique al ya cansado mayordomo.
Eyra y yo nos acercamos a él y le dimos un abrazo sin que el pobre hombre entendiese el por qué. Le empapamos a el sin darnos cuenta, susurramos en su oído.
-Nos vamos a casar.
-Nos vamos a casar.
El mayordomo sonrió alegre y nosotros comenzamos a subir las escaleras para quitarnos la ropa mojada.
Subimos de la mano, muy juntos el uno con el otro, totalmente idiotizados, demasiado felices como para ser conscientes de la realidad.
Entramos en la habitación y cerramos la puerta quedando en la constante oscuridad de la enorme estancia.
Nos miramos en silencio un instante. Y le rodee una vez más en mis brazos. Devorando sus besos sin desear que sus labios se separasen de los míos, deseando que nuestra piel se fundiese en una sola….Pero me separe de ella después de unos minutos aun sin desearlo.
Ella también me miro haciendo pucheros, pero May estaría abajo esperándonos.
-Vamos con la pequeña…Pero primero. Le gire para que me diese la espalda.
Vamos a quitarnos esta ropa mojada, No querrá usted… próxima esposa mía…tomar un resfriado, verdad? Dije en tono pícaro mientras le desataba el corsé.
-No está bien visto que las damas de clase alta hagan estas cosas, sabe usted? Que dirá la gente! Que dirán nuestros hijos!...Nuestros nueve hijos!….Dije en tono bromista mientras desataba las cuerdas.
En todo caso nos faltaban ocho, ya que ya teníamos a May. Aquellas ideas absurdas me hicieron reír, pero mi sonrisa comenzó a irse poco a poco al ir recordando.
A pesar de nuestros próximos planes, aun había algo que no habíamos comentado, simplemente porque no nos importaba, pero si queríamos llevar a cabo nuestro pacto había algo que debíamos aclarar.
-Cielo…Oficialmente aun estas casada verdad?...
El silencio se hizo ante nosotros, mientras yo seguía desatando las cuerdas, sabiendo que había una pequeña pega en nuestro cuento de hadas.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Jerarld cerró la puerta tras él y se acercó a mí para fundirnos en otro incansable y sincero beso, sólo que sumado a nuestra humedad física, y a la alcoba vacía y oscura... digamos que ese simple beso desató aquella parte sexual en ambos, aunque mi futuro marido pareció ajeno a ese hecho y decidí seguirle la corriente, pues como bien decía, May era nuestra prioridad.
Sonreí cuando mi amado me dio la vuelta, desabrochándome sutilmente mi corsé aludiendo a una precaviedad para que no enfermara de un resfriado, algo que ambos sabíamos, era imposible. Dejé pues, que Jerarld aflojara las cuerdas de mi ropa interior y cuando percibí cómo se deslizaba por mi piel ahora desnuda, me di la vuelta, enroscando mis brazos alrededor de su cuello, mirándole con aquellos ojos centelleantes, sedientos de su amor.
De un brinco acompañado por una suave carcajada llena de picardía, enlacé mis piernas alrededor de las caderas de mi hombre, buscando su boca con mis labios, cerrando mis ojos mientras éstos se besaban con decisión y cierta lujuria.
- Ahora no, cariño...- musité sobre sus labios, aludiendo a las palabras de Jerarld que me preguntaban a cerca de mi matrimonio con Balthazar.
Balthazar... ¿Cómo pude olvidarme de nuestra boda? Sí, definitivamente mis recuerdos humanos empezaban a nublarse en mi mente y, para mi suerte, estaban siendo suplantados por la memoria que compartía junto a Jerarld. Pero no podía hacer oídos sordos, debía enfrentarme a él. O no...
Mi ya prometido tenía un séquito de mafiosos esperando sus órdenes y a mi se me ocurrió un nuevo y sencillo trabajo: eliminar la documentación conservada de mi matrimonio con Balthazar, o bien modificarla para darle a él por muerto y yo quedarme como legítima heredera de sus tierras y bienes. Era un plan perfecto, pero algo me preocupaba. Si Balthazar sabía que deseaba casarme con Jerarld, sabía que movería cielo, mar y tierra para impedir el enlace. Mordí mi labio inferior, captando la atención de Jerarld por la preocupación en mi rostro. Intenté disimular con otro largo y juguetón beso, deseando despistarle. Aunque le conocía, y sabría que no lo había conseguido tan fácilmente. Entonces, adelantándome a sus actos, decidí usar mis armas de seducción, restregando su entrepierna con la mía, haciendo deslizar las yemas de mis dedos por su pectoral, mordiendo su cuello hasta sentir que el calor irradiaba de su cuerpo.
Misión cumplida.
Sonreí cuando mi amado me dio la vuelta, desabrochándome sutilmente mi corsé aludiendo a una precaviedad para que no enfermara de un resfriado, algo que ambos sabíamos, era imposible. Dejé pues, que Jerarld aflojara las cuerdas de mi ropa interior y cuando percibí cómo se deslizaba por mi piel ahora desnuda, me di la vuelta, enroscando mis brazos alrededor de su cuello, mirándole con aquellos ojos centelleantes, sedientos de su amor.
De un brinco acompañado por una suave carcajada llena de picardía, enlacé mis piernas alrededor de las caderas de mi hombre, buscando su boca con mis labios, cerrando mis ojos mientras éstos se besaban con decisión y cierta lujuria.
- Ahora no, cariño...- musité sobre sus labios, aludiendo a las palabras de Jerarld que me preguntaban a cerca de mi matrimonio con Balthazar.
Balthazar... ¿Cómo pude olvidarme de nuestra boda? Sí, definitivamente mis recuerdos humanos empezaban a nublarse en mi mente y, para mi suerte, estaban siendo suplantados por la memoria que compartía junto a Jerarld. Pero no podía hacer oídos sordos, debía enfrentarme a él. O no...
Mi ya prometido tenía un séquito de mafiosos esperando sus órdenes y a mi se me ocurrió un nuevo y sencillo trabajo: eliminar la documentación conservada de mi matrimonio con Balthazar, o bien modificarla para darle a él por muerto y yo quedarme como legítima heredera de sus tierras y bienes. Era un plan perfecto, pero algo me preocupaba. Si Balthazar sabía que deseaba casarme con Jerarld, sabía que movería cielo, mar y tierra para impedir el enlace. Mordí mi labio inferior, captando la atención de Jerarld por la preocupación en mi rostro. Intenté disimular con otro largo y juguetón beso, deseando despistarle. Aunque le conocía, y sabría que no lo había conseguido tan fácilmente. Entonces, adelantándome a sus actos, decidí usar mis armas de seducción, restregando su entrepierna con la mía, haciendo deslizar las yemas de mis dedos por su pectoral, mordiendo su cuello hasta sentir que el calor irradiaba de su cuerpo.
Misión cumplida.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Pacto de Osiris.
Vi por un momento la duda en su mirada, note que aunque ella no deseaba pensar en ello al igual que yo, sabía que aquello era una pequeña pega en nuestros planes.
Una pega que quizás pudiésemos solucionar. Después de todo, se suponía que se trataba de simples documentos, y los documentos siempre se pueden alterar…
Quise decírselo, pero sus labios se fundieron con los míos otra vez callándome.
Sus labios se deslizaron a mi cuello y entonces quise volver nuevamente a comentárselo, pero ella me conocía bien, sabía que tenía que hacer para que yo perdiese el poco sano juicio que tenía cuando estaba a su lado.
Su roce sobre mi me hizo no desear querer decir nada mas, definitivamente, ninguno de los dos quería romper el momento pensando en terceros.
Sus labios encontraron mi cuello, y sus dientes fríos rozaron mi piel haciéndome olvidar que existía nada más que ella.
Sus piernas se enredaron en mi cintura con facilidad y yo le sostuve entre mis brazos mientras me perdía entre sus besos, dejando que su aroma me embriagase.
Camine con ella apretándole contra mí y le senté sobre uno de los muebles de la habitación, arrojando todos los objetos que allí se encontraban sobre el suelo, aquella habitación había sido ordenada hacia pocas horas y nosotros estábamos dispuestos a desordenarla en pocos minutos desatando nuestra pasión sin control alguno.
Sus piernas siguieron enredadas en mi cintura y yo roce su mejilla con la mía deslizándola hasta encontrarme con aquellos labios a pocos centímetros mío.
Aquellos labios que ella se mordía delante de mí en un gesto que simplemente para mí era más que provocativo.
Sus manos rodearon mis fuertes hombros arrastrando la aun humedecida camisa con ellas. Dejando que su piel fuese lo único que tocaba la mía.
sus dedos se deslizaron por mi abdomen para seguir bajando, desabrochando el cinturón y los botones de mi pantalón mientras mis manos subían muy suavemente por sus muslos, acariciando su piel para seguir subiendo por su cintura, deslizándose muy suavemente, aprovechando la tensión de cada instante sobre nosotros, podía sentir sus escalofríos al notar mi tacto frio subiendo con suavidad en ella.
Tome su rostro entre mis manos, quedándome a pocos centímetros suyo, aspirando su esencia, sintiendo como sus ojos me embrujaban una vez más.
Le mire y a mi mente vinieron aquellos recuerdos del primer momento en que la vi, sus pasos, su sonrisa, sus lagrimas…La primera vez que sus manos tocaron las mías, la primera vez que ella me abrazo, la sensación que recorrió mi cuerpo en aquel momento era la misma que ahora sentía, la misma que tenia cada vez que su piel rozaba su mi piel.
Ella me quitaba el aliento, siempre….pero me lo devolvía con sus besos.
Mi dulce ángel, que lo significaba todo para mi, había aceptado unirse a mí por toda la eternidad…Aunque nuestras almas ya eran una desde hacía mucho tiempo y nuestros cuerpos ardían en deseos de fundirse para ser uno también.
Rocé su nariz con la mía y me acerque muy poco a poco a esos labios, siempre saboreando la tensión de cada instante entre nosotros, sus labios carmesíes se fundieron con lentitud sobre los míos, haciéndome sentir el tacto de su lengua fría y dulce.
Mis manos bajaron por su espalda apretándole cada vez mas contra mí, mis besos bajaron por su mentón y luego por su garganta.
Note como mis colmillos afloraban al instante, mordí su piel con suavidad, saboreando su néctar.
Sus manos aferraron mi cabeza contra su cuello, nuestros cuerpos aun húmedos empezaban a fundirse entre sí mientras sentía como sus uñas rasguñaban mi espalda en una mescla de placer y dolor a la vez…
Una pega que quizás pudiésemos solucionar. Después de todo, se suponía que se trataba de simples documentos, y los documentos siempre se pueden alterar…
Quise decírselo, pero sus labios se fundieron con los míos otra vez callándome.
Sus labios se deslizaron a mi cuello y entonces quise volver nuevamente a comentárselo, pero ella me conocía bien, sabía que tenía que hacer para que yo perdiese el poco sano juicio que tenía cuando estaba a su lado.
Su roce sobre mi me hizo no desear querer decir nada mas, definitivamente, ninguno de los dos quería romper el momento pensando en terceros.
Sus labios encontraron mi cuello, y sus dientes fríos rozaron mi piel haciéndome olvidar que existía nada más que ella.
Sus piernas se enredaron en mi cintura con facilidad y yo le sostuve entre mis brazos mientras me perdía entre sus besos, dejando que su aroma me embriagase.
Camine con ella apretándole contra mí y le senté sobre uno de los muebles de la habitación, arrojando todos los objetos que allí se encontraban sobre el suelo, aquella habitación había sido ordenada hacia pocas horas y nosotros estábamos dispuestos a desordenarla en pocos minutos desatando nuestra pasión sin control alguno.
Sus piernas siguieron enredadas en mi cintura y yo roce su mejilla con la mía deslizándola hasta encontrarme con aquellos labios a pocos centímetros mío.
Aquellos labios que ella se mordía delante de mí en un gesto que simplemente para mí era más que provocativo.
Sus manos rodearon mis fuertes hombros arrastrando la aun humedecida camisa con ellas. Dejando que su piel fuese lo único que tocaba la mía.
sus dedos se deslizaron por mi abdomen para seguir bajando, desabrochando el cinturón y los botones de mi pantalón mientras mis manos subían muy suavemente por sus muslos, acariciando su piel para seguir subiendo por su cintura, deslizándose muy suavemente, aprovechando la tensión de cada instante sobre nosotros, podía sentir sus escalofríos al notar mi tacto frio subiendo con suavidad en ella.
Tome su rostro entre mis manos, quedándome a pocos centímetros suyo, aspirando su esencia, sintiendo como sus ojos me embrujaban una vez más.
Le mire y a mi mente vinieron aquellos recuerdos del primer momento en que la vi, sus pasos, su sonrisa, sus lagrimas…La primera vez que sus manos tocaron las mías, la primera vez que ella me abrazo, la sensación que recorrió mi cuerpo en aquel momento era la misma que ahora sentía, la misma que tenia cada vez que su piel rozaba su mi piel.
Ella me quitaba el aliento, siempre….pero me lo devolvía con sus besos.
Mi dulce ángel, que lo significaba todo para mi, había aceptado unirse a mí por toda la eternidad…Aunque nuestras almas ya eran una desde hacía mucho tiempo y nuestros cuerpos ardían en deseos de fundirse para ser uno también.
Rocé su nariz con la mía y me acerque muy poco a poco a esos labios, siempre saboreando la tensión de cada instante entre nosotros, sus labios carmesíes se fundieron con lentitud sobre los míos, haciéndome sentir el tacto de su lengua fría y dulce.
Mis manos bajaron por su espalda apretándole cada vez mas contra mí, mis besos bajaron por su mentón y luego por su garganta.
Note como mis colmillos afloraban al instante, mordí su piel con suavidad, saboreando su néctar.
Sus manos aferraron mi cabeza contra su cuello, nuestros cuerpos aun húmedos empezaban a fundirse entre sí mientras sentía como sus uñas rasguñaban mi espalda en una mescla de placer y dolor a la vez…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Parecía ser que lo que inicialmente había surgido como un simple método de distracción, empezaba a tomar una forma distinta, aunque no por ello me desagradaba la idea. Torcí una sonrisa traviesa cuando Jerarld me tomó de las nalgas y me estampó ferozmente contra mi tocador, alborotando todo cuanto había en aquél mueble para caer con gran estruendo a los pies de mi prometido, inundando aquél habitáculo de diversos aromas de perfumes distintos, cubriéndose la moqueta con miles de perlas blancas esparcidas por ella de forma desordenada, rompiéndose un espejo en mil pedazos, quebrándose los maquillajes y polvoreando el aire con ellos. Pero… ¿qué importaba? Mis pulmones a penas percibieron el cosquilleo de aquellos polvos al ser inspirados por las fosas nasales y los cristales bajo los pies de Jerarld tampoco parecían ser un problema, pues la dureza de nuestra piel era fácilmente inmune a esos objetos cortantes de fabricación humana.
Jerarld me besaba de forma posesiva, como si temiera que mis labios pudieran esfumarse de su abasto en cuanto su boca me diera un segundo para respirar. Su cuerpo se aferró al mío con necesidad y casi con una violencia que poco a poco se iba desencadenando, fundiéndose con la lujuria y la locura del momento, siendo la mordedura en mi cuello el punto de inflexión de aquella morbosa situación, pues al sentir la sangre de mi cuerpo emanar por aquella herida y succionada por los labios de Jerarld, me hacía perder la razón, ya fuera por el hecho de excitarme el modo en el que bebía de mí, como por el simple momento en sí, uno de aquellos fogosos que toda pareja inhumana saboreaba siempre que podía, pues desde luego los mortales jamás comprenderían ni sabrían nunca qué se siente al hacer el amor con un inmortal, siendo tú uno de ellos.
Reclamé entonces la boca de mi amado, dirigiéndola a mis labios para fundirnos de nuevo, aprovechando aquella danza frenética de nuestras lenguas para, sutilmente, morder la punta de la suya, riendo morbosamente antes de empezar a succionar su herida, deleitándome con su sabor, sintiendo cómo mi cuerpo respondía a cada estímulo que Jerarld me brindaba. Oh, sí… aquella era la más dulce de las locuras… ¡y la más salvaje!
- Quiero hacer cosas malas con vos, mi señor Délvheen- le advertí con un guiño travieso y una voz teñida de perversiones lujuriosas, echando atrás mi cabeza para dejar que un hilito de sangre proveniente de Jerarld, se derramara por la comisura de mis labios, cayendo suavemente por mi cuello para colarse finalmente por la rendija de mi escote, dejando tras cada gota de sangre un vívido rastro de color carmesí.
Sentada aún sobre el tocador, me pareció que mis palabras o quizás aquél gesto provocador por mi parte, habían desatado aquella caja en la que Jerarld guardaba su contención. Por ello, tras un gesto que no supe identificar, me tomó de nuevo de la cintura y me giró ciento ochenta grados, caminando velozmente hacia aquél lecho en el que había dormido durante días, sorteando –o aplastando con su paso- aquellas perlas de mis múltiples collares que aún yacían sobre la moqueta de la alcoba. Ambos caímos enlazados sobre las sábanas rubíes, entre besos, caricias y latigazos de pasión. El estar bajo su cuerpo, me permitía más movilidad por parte de mis dedos quienes, aprovechando el hecho de que la ropa de Jerarld había empezado a ser desabrochada, me deshice tanto de su camisa aún humedecida por el agua de la fuente, como de sus pantalones, los cuales saqué con unos hábiles movimientos de mi cadera, piernas y pies, algo que sin duda, había asombrado a mi prometido.
Ahora, lo único que impedía que nos uniésemos en cuerpo y alma, era mi ropaje pegado todavía a mi piel. ¿Saltaría Jerarld aquél muro? En sus manos estaba la respuesta… literalmente.
Jerarld me besaba de forma posesiva, como si temiera que mis labios pudieran esfumarse de su abasto en cuanto su boca me diera un segundo para respirar. Su cuerpo se aferró al mío con necesidad y casi con una violencia que poco a poco se iba desencadenando, fundiéndose con la lujuria y la locura del momento, siendo la mordedura en mi cuello el punto de inflexión de aquella morbosa situación, pues al sentir la sangre de mi cuerpo emanar por aquella herida y succionada por los labios de Jerarld, me hacía perder la razón, ya fuera por el hecho de excitarme el modo en el que bebía de mí, como por el simple momento en sí, uno de aquellos fogosos que toda pareja inhumana saboreaba siempre que podía, pues desde luego los mortales jamás comprenderían ni sabrían nunca qué se siente al hacer el amor con un inmortal, siendo tú uno de ellos.
Reclamé entonces la boca de mi amado, dirigiéndola a mis labios para fundirnos de nuevo, aprovechando aquella danza frenética de nuestras lenguas para, sutilmente, morder la punta de la suya, riendo morbosamente antes de empezar a succionar su herida, deleitándome con su sabor, sintiendo cómo mi cuerpo respondía a cada estímulo que Jerarld me brindaba. Oh, sí… aquella era la más dulce de las locuras… ¡y la más salvaje!
- Quiero hacer cosas malas con vos, mi señor Délvheen- le advertí con un guiño travieso y una voz teñida de perversiones lujuriosas, echando atrás mi cabeza para dejar que un hilito de sangre proveniente de Jerarld, se derramara por la comisura de mis labios, cayendo suavemente por mi cuello para colarse finalmente por la rendija de mi escote, dejando tras cada gota de sangre un vívido rastro de color carmesí.
Sentada aún sobre el tocador, me pareció que mis palabras o quizás aquél gesto provocador por mi parte, habían desatado aquella caja en la que Jerarld guardaba su contención. Por ello, tras un gesto que no supe identificar, me tomó de nuevo de la cintura y me giró ciento ochenta grados, caminando velozmente hacia aquél lecho en el que había dormido durante días, sorteando –o aplastando con su paso- aquellas perlas de mis múltiples collares que aún yacían sobre la moqueta de la alcoba. Ambos caímos enlazados sobre las sábanas rubíes, entre besos, caricias y latigazos de pasión. El estar bajo su cuerpo, me permitía más movilidad por parte de mis dedos quienes, aprovechando el hecho de que la ropa de Jerarld había empezado a ser desabrochada, me deshice tanto de su camisa aún humedecida por el agua de la fuente, como de sus pantalones, los cuales saqué con unos hábiles movimientos de mi cadera, piernas y pies, algo que sin duda, había asombrado a mi prometido.
Ahora, lo único que impedía que nos uniésemos en cuerpo y alma, era mi ropaje pegado todavía a mi piel. ¿Saltaría Jerarld aquél muro? En sus manos estaba la respuesta… literalmente.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Pacto de Osiris.
Liberación, pasión, lujuria, desenfreno…
Aquellas palabras tan prohibidas para mí en mi vida en solitario eran ahora las protagonistas de mis noches.
Como si Eyra, supiese que ella era la única que me hacia olvidar todas mis contenciones y todos los limites que yo no quería pasar.
Mi amada, que había encontrado en el vacio de mi alma un compañero de juegos, había encontrado también la pequeña llave que desataba mi desenfreno, sabiendo perfectamente que hacer y qué decirme...
Lo que en principio comenzó como una simple muestra de cariño comenzaba a ser la pasión misma desatada sin que ninguno pudiese evitarlo. A pesar de que ambos sabíamos que nuestra presencia era requerida en otro lugar… Sin embargo no podíamos reprimirnos.
Su comentario me hizo sonreír con picardía.
-…cosas malas eh?... y quien soy yo para negar vuestros deseos mi querida dama? Comente mientras le tomaba entre mis brazos para llevarle conmigo, dejándole caer en aquella cómoda cama, desarmando las sabanas y deslizándonos sobre ellas.
-…Si esto es hacer cosas malas… entonces yo quiero ser el señor del mal. Comente riendo y sintiendo sus carcajadas mientras aun le tenía entre mis brazos.
Comenzamos a acomodarnos, ella con sus manos y con sus piernas, de deshizo con rapidez de mi ropa, y yo no pude evitar sorprenderme ante su habilidad. Definitivamente yo quería aprender a desvestirla de ese modo también! Aquella absurdez me hizo sonreír, mis métodos eran menos sutiles.
Parte de su vestido aun se pegaba a su piel por la humedad de aquel chapuzón improvisado, sus piernas aun seguían cubiertas por la fina y delicada tela.
Deslice mis manos sobre la pieza de ropa y la desgarre con facilidad, rompiéndola en girones, dejando sus largas piernas al descubierto, mientras mis besos y mis caricias subían muy poco a poco por sus rodillas y por el interior de sus muslos llegando a su sexo y sintiendo la humedad de éste ante los estremecimientos de ella, que arqueaba su espalda ante mi tacto y la humedad de mi fría lengua.
Continúe subiendo, lamiendo su vientre y apreciando el contorno de su cuerpo en la oscuridad de la noche.
Su piel lisa, perfecta y fría como el mármol parecía una escultura ante mí, como si ambos fuésemos parte de una pieza mayor, como si ambos fuésemos la obra inacabada y aun en movimiento de algún autor demasiado demente para existir en realidad…
Mis manos subieron por su abdomen y por sus pechos deslizándose con calma para encontrar sus muñecas y sujetarlas manteniéndolas arriba de su cabeza.
Sus piernas se aferraron con firmeza a mi cintura, mientras yo me acomodaba a sus curvas, entrando en ella, sintiendo como nuestra piel comenzaba a fundirse entre la frialdad y la humedad de nuestra carne.
Nuestros movimientos comenzaron a hacerse más fuertes y desesperados y las embestidas comenzaron con calma para ir tomando un ritmo casi frenético…
Nuestros gestos siempre desesperados se mostraban demasiado ansiosos, demasiado desesperados, nos habíamos conocido y habíamos sabido que no podíamos pertenecernos el uno al otro, y era como si aquel sentimiento se hubiese calado tan hondo en nuestro interior, que nunca pudiésemos evitar sentir aquella sensación.
Como si siempre fuese algo prohibido, como si en cualquier momento alguna fuerza invisible nos pudiese separar.
Quizás por este motivo nuestros impulsos eran tan salvajes.
Fuese como fuese, aquello reanimaba aun mas aquella llama si cabía. Como si el mismo temor de nuestro ser nos alentase a seguir luchando por algo que ya teníamos y que no deseábamos que acabase…
Aquellas palabras tan prohibidas para mí en mi vida en solitario eran ahora las protagonistas de mis noches.
Como si Eyra, supiese que ella era la única que me hacia olvidar todas mis contenciones y todos los limites que yo no quería pasar.
Mi amada, que había encontrado en el vacio de mi alma un compañero de juegos, había encontrado también la pequeña llave que desataba mi desenfreno, sabiendo perfectamente que hacer y qué decirme...
Lo que en principio comenzó como una simple muestra de cariño comenzaba a ser la pasión misma desatada sin que ninguno pudiese evitarlo. A pesar de que ambos sabíamos que nuestra presencia era requerida en otro lugar… Sin embargo no podíamos reprimirnos.
Su comentario me hizo sonreír con picardía.
-…cosas malas eh?... y quien soy yo para negar vuestros deseos mi querida dama? Comente mientras le tomaba entre mis brazos para llevarle conmigo, dejándole caer en aquella cómoda cama, desarmando las sabanas y deslizándonos sobre ellas.
-…Si esto es hacer cosas malas… entonces yo quiero ser el señor del mal. Comente riendo y sintiendo sus carcajadas mientras aun le tenía entre mis brazos.
Comenzamos a acomodarnos, ella con sus manos y con sus piernas, de deshizo con rapidez de mi ropa, y yo no pude evitar sorprenderme ante su habilidad. Definitivamente yo quería aprender a desvestirla de ese modo también! Aquella absurdez me hizo sonreír, mis métodos eran menos sutiles.
Parte de su vestido aun se pegaba a su piel por la humedad de aquel chapuzón improvisado, sus piernas aun seguían cubiertas por la fina y delicada tela.
Deslice mis manos sobre la pieza de ropa y la desgarre con facilidad, rompiéndola en girones, dejando sus largas piernas al descubierto, mientras mis besos y mis caricias subían muy poco a poco por sus rodillas y por el interior de sus muslos llegando a su sexo y sintiendo la humedad de éste ante los estremecimientos de ella, que arqueaba su espalda ante mi tacto y la humedad de mi fría lengua.
Continúe subiendo, lamiendo su vientre y apreciando el contorno de su cuerpo en la oscuridad de la noche.
Su piel lisa, perfecta y fría como el mármol parecía una escultura ante mí, como si ambos fuésemos parte de una pieza mayor, como si ambos fuésemos la obra inacabada y aun en movimiento de algún autor demasiado demente para existir en realidad…
Mis manos subieron por su abdomen y por sus pechos deslizándose con calma para encontrar sus muñecas y sujetarlas manteniéndolas arriba de su cabeza.
Sus piernas se aferraron con firmeza a mi cintura, mientras yo me acomodaba a sus curvas, entrando en ella, sintiendo como nuestra piel comenzaba a fundirse entre la frialdad y la humedad de nuestra carne.
Nuestros movimientos comenzaron a hacerse más fuertes y desesperados y las embestidas comenzaron con calma para ir tomando un ritmo casi frenético…
Nuestros gestos siempre desesperados se mostraban demasiado ansiosos, demasiado desesperados, nos habíamos conocido y habíamos sabido que no podíamos pertenecernos el uno al otro, y era como si aquel sentimiento se hubiese calado tan hondo en nuestro interior, que nunca pudiésemos evitar sentir aquella sensación.
Como si siempre fuese algo prohibido, como si en cualquier momento alguna fuerza invisible nos pudiese separar.
Quizás por este motivo nuestros impulsos eran tan salvajes.
Fuese como fuese, aquello reanimaba aun mas aquella llama si cabía. Como si el mismo temor de nuestro ser nos alentase a seguir luchando por algo que ya teníamos y que no deseábamos que acabase…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Jerarld buscaba algo en mi piel que no halló hasta que me hubo penetrado profundamente, haciéndome gemir y jadear cuando más salvajemente me hacía el amor, retorciéndome internamente de puro placer. Sus manos encarcelaron las mías y sentí la necesidad de llevar el control, algo que adoraba en aquellas situaciones. Estreché el cerco de mis piernas alrededor de su cadera y de un hábil movimiento, cambié la postura, quedándome sobre él y siendo yo quien guiaba el ritmo frenético de aquella danza carnal donde la única melodía que sonaba era la lujuria en nuestras bocas. Me deshice de su agarre y me incliné hacia él, dejando que mis pechos acariciasen su sedienta boca mientras mis manos oprimían el cabezal de la cama hasta hacerlo añicos, momento en el que tomé un trozo de aquella madera y sigilosamente, la escondí entre los dedos de mi mano derecha, moviendo mi cintura para obtener placer sexual a medida que las embestidas iban en aumento. Aproveché la misma posición para enredar disimuladamente las cortinas que rodeaban el lecho en las muñecas de mi futuro marido, de tal manera que no pudiese liberarse si no era rompiendo el techo que cubría nuestras cabeza y en tal situación, nuestra cama matrimonial se vendría abajo. Reí sobre los labios de mi amado, aún demasiado excitado como para percatarse de mis atroces planes para él. Bajé los besos desde su boca pasando por sus mandíbulas, su cuello, su pecho, su vientre… hasta que mi boca devoró su miembro viril, moviendo mi cabeza y mi lengua de tal forma que Jerarld gimiera suavemente, moviéndose al ritmo de aquella morbosa situación.
Mientras mantenía toda su atención en mi boca y en su verga, cerré mis ojos y me concentré en la mente de mi prometido, modificando levemente sus pensamientos que en aquél momento cruzaban su mente con tal de adaptar el ambiente que nos rodeaba, creando así, una ilusión. La ventana había desaparecido, dando lugar a una cadena gruesa que colgaba del techo y que mantenía a la merced de la gravedad el cuerpo inerte y mutilado de un hombre joven y apuesto. Su sangre goteaba por sus piernas desnudas y su miembro permanecía erecto pese a estar muerto. El tocador que estaba junto a nosotros se convirtió en una mesa en la que se habían dispuesto distintos métodos de tortura sexual, como la pera –instrumento en forma de pera que era introducido en la vagina femenina o en el ano masculino y que una vez dentro, al apretar cierto engranaje, la pieza cedía, desmembrando así la zona íntima-, látigos, cuchillos, tenazas y clavos ardientes. Sobre nuestras cabezas, colgaba una jaula de hierro oxidado y por cuyas ranuras se deslizaba un continuo goteo de sangre que caía sobre mis hombros desnudos. Me relamí los labios, divertida ante aquello que veía reflejado en los ojos de mi amante para entonces, arañar la piel de su pecho con las astillas de aquella madera del cabezal, lamiendo sus heridas mientras volvía a sentarme sobre su pene y los jadeos resonaron en el habitáculo de oscuros y húmedos muros. Mis colmillos, mientras alternaban el morderle la garganta y el lamer las magulladuras de mis manos dibujaban en el contorno de su ser, en un baño sádico de sangre y sexo desenfrenado, dónde la cordura no tenía espacio y dónde el fin, se vislumbraba demasiado lejos.
Mientras mantenía toda su atención en mi boca y en su verga, cerré mis ojos y me concentré en la mente de mi prometido, modificando levemente sus pensamientos que en aquél momento cruzaban su mente con tal de adaptar el ambiente que nos rodeaba, creando así, una ilusión. La ventana había desaparecido, dando lugar a una cadena gruesa que colgaba del techo y que mantenía a la merced de la gravedad el cuerpo inerte y mutilado de un hombre joven y apuesto. Su sangre goteaba por sus piernas desnudas y su miembro permanecía erecto pese a estar muerto. El tocador que estaba junto a nosotros se convirtió en una mesa en la que se habían dispuesto distintos métodos de tortura sexual, como la pera –instrumento en forma de pera que era introducido en la vagina femenina o en el ano masculino y que una vez dentro, al apretar cierto engranaje, la pieza cedía, desmembrando así la zona íntima-, látigos, cuchillos, tenazas y clavos ardientes. Sobre nuestras cabezas, colgaba una jaula de hierro oxidado y por cuyas ranuras se deslizaba un continuo goteo de sangre que caía sobre mis hombros desnudos. Me relamí los labios, divertida ante aquello que veía reflejado en los ojos de mi amante para entonces, arañar la piel de su pecho con las astillas de aquella madera del cabezal, lamiendo sus heridas mientras volvía a sentarme sobre su pene y los jadeos resonaron en el habitáculo de oscuros y húmedos muros. Mis colmillos, mientras alternaban el morderle la garganta y el lamer las magulladuras de mis manos dibujaban en el contorno de su ser, en un baño sádico de sangre y sexo desenfrenado, dónde la cordura no tenía espacio y dónde el fin, se vislumbraba demasiado lejos.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: El Pacto de Osiris.
Pasión, deseo, locura desenfrenada….Ni siquiera esas palabras servían para describir lo que estábamos haciendo.
Su lengua rozaba mi vientre y seguía bajando sin remordimiento alguno, lamiendo mi piel desnuda, deslizándose con calma y con suavidad haciéndome apretar los dientes al sentir el tacto de su fría y húmeda lengua sobre mí.
Mi espalda se arqueo y mis músculos se tensaron por el placer, haciendo que mi respiración se agitase.
Fue entonces cuando desee volver a tomar el control. Situarme sobre ella, o quizás detrás de ella.
Deseaba tomarle y enjaularle con mi abrazo. Desee robarle, quedarme su cuerpo, su alma, todo su ser para mí, solo para mí. Deseaba entregarme a mi egoísmo y no dejarle marchar jamás.
Moví mis manos un instante, deseando tocar sus curvas, deseando apretarle contra mí y note que no podía, entre el éxtasis de aquella situación note que mis muñecas estaban atadas.
-Pero qué?...
Mire a Eyra, pero ella estaba demasiado ocupada devorando mi carne. Intente centrarme, pero el curso que seguían sus labios y su lengua subiendo y bajando por mi miembro no me dejaba precisamente concentrarme en nada más. Comenzaba a perder la cordura sintiendo como mi respiración se agitaba cada vez mas.
De pronto mi visión se nublo ligeramente, y nuestra habitación pasó de ser una lujosa y acomodada estancia para convertirse en una mazmorra…Una mazmorra fría y llena de utensilios de tortura, la sangre caía de aquella jaula que estaba sobre nosotros, empapando nuestra piel.
Aquella escena macabra era una ilusión muy realista, y no pude evitar ver en algunos detalles de aquellos objetos, detalles de las mazmorras que ambos visitamos en Noruega….
Oh…aquel viaje había sido realmente inolvidable en todos sus sentidos. Nunca lo había pasado tan horriblemente mal y tan condenadamente bien en un mismo viaje.
-Aaah!
De pronto aquellas astillas desgarraron la piel de mi pecho sin que me lo esperase. Dejando que la sangre manase y recorriese mis músculos…
Salvajedad. Nuestros gestos de cariño habían pasado a ser gestos con un toque violento y sádico, pero a pesar de todo eso, aquello se estaba convirtiendo en una extraña y “agradable” danza carnal.
Un remolino de sensaciones placenteras que se mesclaban con el dolor, creando una espiral de excitación que iba en aumento.
Ella volvió a sentarse sobre mí, lamiendo las heridas de mi pecho y subiendo para alojar sus labios en mi cuello, aun bebiendo de mi, moviendo sus caderas en un compas frenético encima mío.
Note como su espalda se arqueaba y la mía también, Extendí la cabeza hacia atrás, apretando los dientes, sintiendo la tensión máxima de todos mis músculos y también de los suyos sobre mi cuerpo.
Mientras ambos en aquellos movimientos constantes y continuos llegábamos al momento culmine de nuestra fusión entre gemidos cada vez más rápidos y desesperados.
No debiste atarme…Susurre mentalmente en el último instante de cordura que me dio tiempo a tener en el momento previo al clímax…
Entre jadeos y movimientos bruscos, mis manos formaron puños, y mis brazos desearon liberarse moviéndose con brusquedad, sin medir la fuerza de mis actos, sentí como el crujido del madera cedía poco a poco sobre nuestras cabezas, a pesar de que arriba nuestro solo se veía aquella jaula, aquella ilusión que Eyra había creado.
Mis brazos se liberaron de su prisión con violencia, y la madera cedió ante nuestros movimientos, aun descontrolados. A pesar de que según la ilusión todo estaba en orden, y mis ojos no veían que nada fuese mal yo envolví a Eyra con mis brazos pegándole a mi torso. Tome su cabeza y la pegue a mi pecho, sujetándole con fuerza. Me gire con ella agarrada fuertemente mientras ambos caíamos con rapidez por el costado de la cama, y esta se desmoronaba pesadamente.
Los trozos de madera cayeron sobre nuestro lecho, donde hacia solo pocos segundos que habíamos estado.
Solté poco a poco a Eyra, para contemplarle con seriedad un instante. Ambos respirábamos agitados, empapados en sudor, y aun fusionados el uno con el otro.
Aparte los cabellos rebeldes de su rostro, y quite algunas astillas que descansaban sobre su mejilla. Me acerque a aquellos labios entre abiertos y los bese con dulzura y con más sosiego, sin poder evitar darle un suave mordisquito a su labio inferior.
Me separe minimamente de aquellos labios para contemplarle y me mordí los labios sin poder reprimir una sonrisa, una sonrisa que se contagio a su rostro. Ambos comenzamos a sonreír y posteriormente a reír a carcajadas ante el inmenso alboroto que acabábamos de crear.
Había sido yo el que había roto aquello, pero no había sido yo quien me había atado de esa forma….Tampoco importaba mucho, estas cosas nos solían pasar.
Contemple sus ojos dulces sonriéndole, embobado con su mirada y con su sonrisa…
-Si alguien pregunta….siempre podemos decir que la cama venia defectuosa…comente con cierto sarcasmo. Aquello no lo creería nadie, mucho menos nuestros sirvientes que seguramente estarían en el piso inferior preguntándose qué diantres había pasado, pero aquella era nuestra casa y tampoco teníamos que poner excusas.
Los buenos momentos y los malos momentos, ahí estaban en cada mínimo detalle que compartíamos, detalles que vivíamos juntos. Que habíamos decidido al fin compartir por siempre. Aunque aun nos quedaba algo más, y eso era encontrar los documentos que nos faltaban para poder llevar a cabo nuestra unión...
Su lengua rozaba mi vientre y seguía bajando sin remordimiento alguno, lamiendo mi piel desnuda, deslizándose con calma y con suavidad haciéndome apretar los dientes al sentir el tacto de su fría y húmeda lengua sobre mí.
Mi espalda se arqueo y mis músculos se tensaron por el placer, haciendo que mi respiración se agitase.
Fue entonces cuando desee volver a tomar el control. Situarme sobre ella, o quizás detrás de ella.
Deseaba tomarle y enjaularle con mi abrazo. Desee robarle, quedarme su cuerpo, su alma, todo su ser para mí, solo para mí. Deseaba entregarme a mi egoísmo y no dejarle marchar jamás.
Moví mis manos un instante, deseando tocar sus curvas, deseando apretarle contra mí y note que no podía, entre el éxtasis de aquella situación note que mis muñecas estaban atadas.
-Pero qué?...
Mire a Eyra, pero ella estaba demasiado ocupada devorando mi carne. Intente centrarme, pero el curso que seguían sus labios y su lengua subiendo y bajando por mi miembro no me dejaba precisamente concentrarme en nada más. Comenzaba a perder la cordura sintiendo como mi respiración se agitaba cada vez mas.
De pronto mi visión se nublo ligeramente, y nuestra habitación pasó de ser una lujosa y acomodada estancia para convertirse en una mazmorra…Una mazmorra fría y llena de utensilios de tortura, la sangre caía de aquella jaula que estaba sobre nosotros, empapando nuestra piel.
Aquella escena macabra era una ilusión muy realista, y no pude evitar ver en algunos detalles de aquellos objetos, detalles de las mazmorras que ambos visitamos en Noruega….
Oh…aquel viaje había sido realmente inolvidable en todos sus sentidos. Nunca lo había pasado tan horriblemente mal y tan condenadamente bien en un mismo viaje.
-Aaah!
De pronto aquellas astillas desgarraron la piel de mi pecho sin que me lo esperase. Dejando que la sangre manase y recorriese mis músculos…
Salvajedad. Nuestros gestos de cariño habían pasado a ser gestos con un toque violento y sádico, pero a pesar de todo eso, aquello se estaba convirtiendo en una extraña y “agradable” danza carnal.
Un remolino de sensaciones placenteras que se mesclaban con el dolor, creando una espiral de excitación que iba en aumento.
Ella volvió a sentarse sobre mí, lamiendo las heridas de mi pecho y subiendo para alojar sus labios en mi cuello, aun bebiendo de mi, moviendo sus caderas en un compas frenético encima mío.
Note como su espalda se arqueaba y la mía también, Extendí la cabeza hacia atrás, apretando los dientes, sintiendo la tensión máxima de todos mis músculos y también de los suyos sobre mi cuerpo.
Mientras ambos en aquellos movimientos constantes y continuos llegábamos al momento culmine de nuestra fusión entre gemidos cada vez más rápidos y desesperados.
No debiste atarme…Susurre mentalmente en el último instante de cordura que me dio tiempo a tener en el momento previo al clímax…
Entre jadeos y movimientos bruscos, mis manos formaron puños, y mis brazos desearon liberarse moviéndose con brusquedad, sin medir la fuerza de mis actos, sentí como el crujido del madera cedía poco a poco sobre nuestras cabezas, a pesar de que arriba nuestro solo se veía aquella jaula, aquella ilusión que Eyra había creado.
Mis brazos se liberaron de su prisión con violencia, y la madera cedió ante nuestros movimientos, aun descontrolados. A pesar de que según la ilusión todo estaba en orden, y mis ojos no veían que nada fuese mal yo envolví a Eyra con mis brazos pegándole a mi torso. Tome su cabeza y la pegue a mi pecho, sujetándole con fuerza. Me gire con ella agarrada fuertemente mientras ambos caíamos con rapidez por el costado de la cama, y esta se desmoronaba pesadamente.
Los trozos de madera cayeron sobre nuestro lecho, donde hacia solo pocos segundos que habíamos estado.
Solté poco a poco a Eyra, para contemplarle con seriedad un instante. Ambos respirábamos agitados, empapados en sudor, y aun fusionados el uno con el otro.
Aparte los cabellos rebeldes de su rostro, y quite algunas astillas que descansaban sobre su mejilla. Me acerque a aquellos labios entre abiertos y los bese con dulzura y con más sosiego, sin poder evitar darle un suave mordisquito a su labio inferior.
Me separe minimamente de aquellos labios para contemplarle y me mordí los labios sin poder reprimir una sonrisa, una sonrisa que se contagio a su rostro. Ambos comenzamos a sonreír y posteriormente a reír a carcajadas ante el inmenso alboroto que acabábamos de crear.
Había sido yo el que había roto aquello, pero no había sido yo quien me había atado de esa forma….Tampoco importaba mucho, estas cosas nos solían pasar.
Contemple sus ojos dulces sonriéndole, embobado con su mirada y con su sonrisa…
-Si alguien pregunta….siempre podemos decir que la cama venia defectuosa…comente con cierto sarcasmo. Aquello no lo creería nadie, mucho menos nuestros sirvientes que seguramente estarían en el piso inferior preguntándose qué diantres había pasado, pero aquella era nuestra casa y tampoco teníamos que poner excusas.
Los buenos momentos y los malos momentos, ahí estaban en cada mínimo detalle que compartíamos, detalles que vivíamos juntos. Que habíamos decidido al fin compartir por siempre. Aunque aun nos quedaba algo más, y eso era encontrar los documentos que nos faltaban para poder llevar a cabo nuestra unión...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: El Pacto de Osiris.
Sentí el flujo que Jerarld expulsaba en mi interior y me estremecí entre sus brazos, gimiendo sonoramente a la vez que arqueaba mi espalda hacia atrás, moviendo aún mis caderas para ultimar aquél placer. Mi piel sudurosa reclamaba el bálsamo del abrazo que mi prometido buscó tras deshacerse de las ataduras de sus manos, estrechándome fuertemente contra su pecho para, cuando ambos escuchamos el sonido de las maderas quebrarse, él me hizo rodar hasta caer al suelo, con su cuerpo sobre el mío. Nos miramos unos largos y eternos segundos y de la nada, empezamos a reír, contemplando cómo la ilusión se iba difuminando ante nuestros ojos y ahora reaparecía nuestro dormitorio, con aquél lecho destruido. Despegué mis labios tras aquél beso, consciente de lo que preocupaba a mi amado. Pero entonces, alguien interrumpió aquella salvaje estampa, usando sus nudillos para aporrear la puerta y para finalmente, usar su voz preocupada.
- Disculpen, señores… ¿va todo bien? La pequeña May se preguntaba porqué caía polvo del techo y se movían las figuritas del salón.- murmuraba Jean, con cierto deje palpable de que realmente, imaginaba lo que sucedía, pues al final, se escuchó una risita cómplice.
Besé a mi prometido y me deshice de sus brazos para tomar un albornoz blanco que colgado estaba en un armario cercano. Lo pasé envolviendo mi cuerpo con él y abrí levemente la puerta, lo suficiente para colarme por su rendija y cerrarla tras de mí, dejando a Jerarld en el interior y los ojos descompuestos de Jean, aunque ya debería estar acostumbrado a verme en escasa ropa. Pasé mi brazo por el suyo y le guié hacia el final del pasillo, deteniéndonos frente a una ventana sellada. Le giré para obligarle a mirarme y fruncí el ceño para mostrar la urgencia que mis palabras tomarían en cuanto saliesen por mis labios.
- Jean, necesito que hagas llamar a Nicolay, Friederich y a Gulliad.- le ordené con severidad.- Hazles pasar a mi despacho en cuanto lleguen. ¿Puedes encargarte personalmente de que May se alimente?
Lo último era más bien una súplica, aunque obviamente no dio esa imagen. El buen hombre asintió una vez con la cabeza y tras una inclinación como reverencia, me dejó a solas en el pasillo. Suspiré y caminé elegantemente hacia mi alcoba, dónde Jerarld ya se estaba vistiendo. Le sonreí y pasé frente a él sin decir nada, buscando algo de ropa que ponerme, decidiéndome finalmente por un vestido en turquesa, escotado, ceñido y corto que, desde luego, era un escándalo para aquella sociedad puritana e intolerante. Al terminar, abracé a Jerarld por el cuello y volví a fundir mis labios con los suyos, ronroneando suavemente sobre su boca antes de borrar mi sonrisa y alzar la vista hacia sus ojos curiosos.
- Tenemos trabajo, cielo.- murmuré, justo antes de que otros toques contra la puerta del habitáculo advirtieron del cumplimiento de aquella misión.- Nos esperan.
Le tomé de la mano y salimos de la alcoba, sin hallar a quién había llamado nuestra atención segundos antes, aunque el rastro de Jean estaba en el aire. Bajé elegantemente las escaleras de la mano de Jerarld y le guié por un pasillo hasta el segundo habitáculo, siendo éste mi despacho. Abrí la puerta y esbocé una amplia sonrisa, recorriendo cada rostro de aquellos mafiosos. Me dirigí hacia mi predilecto, Gulliad, quién permanecía ensimismado ante la belleza de una escultura nórdica que adornaba la sala junto a mi escritorio.
- Me alegra verle, señor Vasilyev.- saludé, acercándome por su espalda y pasando la palma de mi mano por su hombro, reclamando su atención.- Veo que sigue prendado de Nyx, ¿cierto?- reí, refiriéndome a la representación de aquella divinidad vikinga.
Le hice un gesto para que se sentara en uno de aquellos sillones mientras yo rodeaba el escritorio y me sentaba en el borde de la mesa, disponiendo una pierna sobre la otra, gesto provocativo que llevó a Gulliad a buscar algo más allá de mis muslos. Torcí una sonrisa complacida y me crucé de brazos a la altura del pecho, remarcando la voluptuosidad de mis senos.
- Mi prometido y yo os hicimos llamar por una misión que debéis cumplir.- expliqué, alzado la vista hacia Jerarld para que fuese él quien prosiguiese, aunque sus labios permanecieron sellados por un motivos que no imaginé.- Necesitamos que os dirijáis a Escocia y destruyáis los documentos que atan a Eyra Erikdottir con Balthazar Ducreaux.- concluí con una sonrisa mezquina.
- Disculpen, señores… ¿va todo bien? La pequeña May se preguntaba porqué caía polvo del techo y se movían las figuritas del salón.- murmuraba Jean, con cierto deje palpable de que realmente, imaginaba lo que sucedía, pues al final, se escuchó una risita cómplice.
Besé a mi prometido y me deshice de sus brazos para tomar un albornoz blanco que colgado estaba en un armario cercano. Lo pasé envolviendo mi cuerpo con él y abrí levemente la puerta, lo suficiente para colarme por su rendija y cerrarla tras de mí, dejando a Jerarld en el interior y los ojos descompuestos de Jean, aunque ya debería estar acostumbrado a verme en escasa ropa. Pasé mi brazo por el suyo y le guié hacia el final del pasillo, deteniéndonos frente a una ventana sellada. Le giré para obligarle a mirarme y fruncí el ceño para mostrar la urgencia que mis palabras tomarían en cuanto saliesen por mis labios.
- Jean, necesito que hagas llamar a Nicolay, Friederich y a Gulliad.- le ordené con severidad.- Hazles pasar a mi despacho en cuanto lleguen. ¿Puedes encargarte personalmente de que May se alimente?
Lo último era más bien una súplica, aunque obviamente no dio esa imagen. El buen hombre asintió una vez con la cabeza y tras una inclinación como reverencia, me dejó a solas en el pasillo. Suspiré y caminé elegantemente hacia mi alcoba, dónde Jerarld ya se estaba vistiendo. Le sonreí y pasé frente a él sin decir nada, buscando algo de ropa que ponerme, decidiéndome finalmente por un vestido en turquesa, escotado, ceñido y corto que, desde luego, era un escándalo para aquella sociedad puritana e intolerante. Al terminar, abracé a Jerarld por el cuello y volví a fundir mis labios con los suyos, ronroneando suavemente sobre su boca antes de borrar mi sonrisa y alzar la vista hacia sus ojos curiosos.
- Tenemos trabajo, cielo.- murmuré, justo antes de que otros toques contra la puerta del habitáculo advirtieron del cumplimiento de aquella misión.- Nos esperan.
Le tomé de la mano y salimos de la alcoba, sin hallar a quién había llamado nuestra atención segundos antes, aunque el rastro de Jean estaba en el aire. Bajé elegantemente las escaleras de la mano de Jerarld y le guié por un pasillo hasta el segundo habitáculo, siendo éste mi despacho. Abrí la puerta y esbocé una amplia sonrisa, recorriendo cada rostro de aquellos mafiosos. Me dirigí hacia mi predilecto, Gulliad, quién permanecía ensimismado ante la belleza de una escultura nórdica que adornaba la sala junto a mi escritorio.
- Me alegra verle, señor Vasilyev.- saludé, acercándome por su espalda y pasando la palma de mi mano por su hombro, reclamando su atención.- Veo que sigue prendado de Nyx, ¿cierto?- reí, refiriéndome a la representación de aquella divinidad vikinga.
Le hice un gesto para que se sentara en uno de aquellos sillones mientras yo rodeaba el escritorio y me sentaba en el borde de la mesa, disponiendo una pierna sobre la otra, gesto provocativo que llevó a Gulliad a buscar algo más allá de mis muslos. Torcí una sonrisa complacida y me crucé de brazos a la altura del pecho, remarcando la voluptuosidad de mis senos.
- Mi prometido y yo os hicimos llamar por una misión que debéis cumplir.- expliqué, alzado la vista hacia Jerarld para que fuese él quien prosiguiese, aunque sus labios permanecieron sellados por un motivos que no imaginé.- Necesitamos que os dirijáis a Escocia y destruyáis los documentos que atan a Eyra Erikdottir con Balthazar Ducreaux.- concluí con una sonrisa mezquina.
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Re: El Pacto de Osiris.
Menudo desastre había quedado en la habitación…Cerramos la puerta como si todo aquel caos fuese a quedarse atrás.
Eyra ya conocía a mis contactos y les había mandado a llamar antes que yo.
Me gustaba que ella supiese quienes eran y recurriese a ellos si les necesitaba, me debían muchos favores y tenían que estar a nuestra disposición.
Igualmente, a pesar de que eran hombres de confianza sabia la clase de gente que eran, así que siempre me iba con ojo. Aunque ellos también sabían perfectamente que con nosotros no era buena idea jugar.
Bajamos las escaleras con rapidez, y nos dirigimos al despacho de Eyra. Aquellos tres contemplaron a Eyra de forma lasciva ante la sonrisa triunfadora de mi amada, pero dieron un pequeño respingo cuando encontraron mis ojos fríos.
A mí me encantaba que los demás apreciaran la belleza de mi flamante prometida. Pero aun así, aquellos tres sabían que no les era recomendable pasarse ni mucho menos hacerme enfadar.
Nicolay, Friederich y Gulliad…No pude evitar negar la cabeza al contemplar a aquellos tres.
Nicolay era capaz de meter y sacar cualquier objeto del país que fuese. Tenía habilidad con las documentaciones fraudulentas, y también sabia distinguir muy bien una réplica de un original. Era un hombre útil.
Friederich se encargaba de las colecciones y de los objetos valiosos en general, pero su especialidad era el arte. Podía tener cualquier obra de arte famosa en menos de una semana si se lo proponía…
y Guiliad, éste era el peor… El traficaba con gente, tenía sus propios subordinados esperando ordenes, cualquier orden. Como si se le ocurría tomarse la justicia por su mano y organizar una matanza en algún lugar público o como si se trataba de que le llevasen la ropa al sastre, fuese lo que fuese aquellos hombres lo harían por él. Si se necesitaba algo con prisas, se recurría a él.
Cada uno dominaba algun ambito y entre los tres se repartian la ciudad a sus anchas, a mi no me importaba mucho lo que hiciesen, aunque si en algun momento tenian que rendir cuentas a alguien, era a mi.
Eyra se sentó sobre el escritorio y yo camine con calma, tomando uno de los abre cartas en forma de espada que había sobre el mismo.
Deje que Eyra continuase hablando sin interrumpirla aunque sabía que ella esperaba que yo interviniese. Comencé a pensar en la situación, en que sería lo mejor.
Me dirigí hacia la ventana y me quede un momento allí, contemplando la oscura noche. Quedaban pocas horas para el amanecer.
Deslice mis dedos por el filo de aquel lujoso abre cartas. Me gire hacia Eyra cuando ella acabo de hablar. Le sonreí.
-Si me disculpas querida. Hare una pequeña corrección. Contemple a aquellos hombres borrando todo atisbo de amabilidad de mi cara. Camine y me situé al lado de Eyra, apoyándome en el escritorio mientas contemplaba el filo de aquel objeto deslizando mis dedos por el frio metal.
Los tres mafiosos me miraban atentos, esperando mis palabras.
-Así es, iréis a Escocia, pero no eliminareis los documentos.
Quiero que traigáis todos y cada uno de aquellos, cada registro, cada pergamino, cada firma, cada nota que contenga algún dato o fecha sobre ella. Después de ir a Escocia, iréis a Noruega, y después a los Países bajos. Aquellos hombres me miraron asombrados.
-Traeréis ante nosotros todos lo referente a Eyra Erikdottir y también quiero que traigáis ante mí todos los documentos que lleven el nombre de Jerarld Johannes Délvheen…
Note cierto atisbo de asombro muy bien disimulado en los hermosos ojos de mi amada.
Deseaba todos los documentos, porque sabía que tarde o temprano los iba a necesitar, Tenía cierta curiosidad por los documentos referidos a mí, ya que mis padres viajaban mucho y nunca me explicaron nada, ni de los viajes ni de sus negocios. yo sabía que aquellos papeles se habían quedado en aquellos dos países. El resto había sido destruido por mi tío, aquello lo había presenciado.
Y por la parte de Eyra, sabía que así como nosotros queríamos aquellos papeles, cualquier otro también podría estar deseando reclamarlos, sospechaba de Balthazar, pues sabía que si no íbamos nosotros a por aquellos documentos tarde o temprano iría él. Si el poseía aquellos pergaminos, legalmente impediría que Eyra se hiciese con el control de su libertad.
Así que esto era una especie de cuenta atrás, pero yo tenía fé en mis hombres.
-Tenéis carta blanca para actuar y también en cuanto a los gastos. Arreglaremos cuentas cuando traigáis lo que os pido. Llevad refuerzos y no viajéis de noche. No os quedéis más de un dia en el mismo lugar, y no os desprendáis de las armas ni para dormir. Los extranjeros siempre llamaran la atención, asi que no pasareis desapercibidos.
Contemple a aquellos hombres, sus rasgos duros y sus musculaturas fuertes intimidaban a los mortales, y sus miradas delataban aquel brillo de quien oculta algo. Pero aun así, solían ser hábiles y discretos, confiaba en que no tardarían más que unos días. Guiliad se acomodo el cinturón tomando disimuladamente su arma.
-Porque hemos de viajar de dia? Sería menos llamativo que fuésemos de noche.
Deje el abrecartas a un lado y use mi aceleración para situarme delante de él en menos de un segundo, tomando la pistola que él deseaba agarrar. Cogiéndola con rapidez para situarla sobre su frente.
-Bang...Susurre ciertamente divertido, disumulando todo gesto en mi rostro.
-Porque aquellos que posiblemente os seguirán se mueven de noche, y les sería fácil llegar hasta vosotros. Comente aun apuntándole con calma a la frente ante su mirada asombrada y sus ojos desorbitados. Hice girar aquella arma entre mis dedos y tomándola por el cañón se la ofrecí para que el la tomase por la culata. Aquel hombre volvió a respirar y tomo su arma guardándola con rapidez.
junte las palmas de mis manos, y sonreí ante aquellos hombres, que se pusieron nerviosos al ver ese gesto en mi.
-Muy bien señores. Estaremos en contacto. Espero recibir buenas noticias muy pronto. Aquellos hombres asintieron con rapidez, y haciendo unas bastas reverencias salieron del despacho con rapidez, para desaparecer por nuestra puerta principal.
Camine hacia mi amada y rodee su cintura mientras ella enredaba sus brazos en mi cuello. Aun sentada en el escritorio.
-Espero que no tarden….Se acaban de ir y ya estoy impaciente. Eyra sonrió y yo junte mi frente con la suya, deleitándome con aquella sonrisa que simplemente…me derretía.
Cinco días después…
Eyra ya conocía a mis contactos y les había mandado a llamar antes que yo.
Me gustaba que ella supiese quienes eran y recurriese a ellos si les necesitaba, me debían muchos favores y tenían que estar a nuestra disposición.
Igualmente, a pesar de que eran hombres de confianza sabia la clase de gente que eran, así que siempre me iba con ojo. Aunque ellos también sabían perfectamente que con nosotros no era buena idea jugar.
Bajamos las escaleras con rapidez, y nos dirigimos al despacho de Eyra. Aquellos tres contemplaron a Eyra de forma lasciva ante la sonrisa triunfadora de mi amada, pero dieron un pequeño respingo cuando encontraron mis ojos fríos.
A mí me encantaba que los demás apreciaran la belleza de mi flamante prometida. Pero aun así, aquellos tres sabían que no les era recomendable pasarse ni mucho menos hacerme enfadar.
Nicolay, Friederich y Gulliad…No pude evitar negar la cabeza al contemplar a aquellos tres.
Nicolay era capaz de meter y sacar cualquier objeto del país que fuese. Tenía habilidad con las documentaciones fraudulentas, y también sabia distinguir muy bien una réplica de un original. Era un hombre útil.
Friederich se encargaba de las colecciones y de los objetos valiosos en general, pero su especialidad era el arte. Podía tener cualquier obra de arte famosa en menos de una semana si se lo proponía…
y Guiliad, éste era el peor… El traficaba con gente, tenía sus propios subordinados esperando ordenes, cualquier orden. Como si se le ocurría tomarse la justicia por su mano y organizar una matanza en algún lugar público o como si se trataba de que le llevasen la ropa al sastre, fuese lo que fuese aquellos hombres lo harían por él. Si se necesitaba algo con prisas, se recurría a él.
Cada uno dominaba algun ambito y entre los tres se repartian la ciudad a sus anchas, a mi no me importaba mucho lo que hiciesen, aunque si en algun momento tenian que rendir cuentas a alguien, era a mi.
Eyra se sentó sobre el escritorio y yo camine con calma, tomando uno de los abre cartas en forma de espada que había sobre el mismo.
Deje que Eyra continuase hablando sin interrumpirla aunque sabía que ella esperaba que yo interviniese. Comencé a pensar en la situación, en que sería lo mejor.
Me dirigí hacia la ventana y me quede un momento allí, contemplando la oscura noche. Quedaban pocas horas para el amanecer.
Deslice mis dedos por el filo de aquel lujoso abre cartas. Me gire hacia Eyra cuando ella acabo de hablar. Le sonreí.
-Si me disculpas querida. Hare una pequeña corrección. Contemple a aquellos hombres borrando todo atisbo de amabilidad de mi cara. Camine y me situé al lado de Eyra, apoyándome en el escritorio mientas contemplaba el filo de aquel objeto deslizando mis dedos por el frio metal.
Los tres mafiosos me miraban atentos, esperando mis palabras.
-Así es, iréis a Escocia, pero no eliminareis los documentos.
Quiero que traigáis todos y cada uno de aquellos, cada registro, cada pergamino, cada firma, cada nota que contenga algún dato o fecha sobre ella. Después de ir a Escocia, iréis a Noruega, y después a los Países bajos. Aquellos hombres me miraron asombrados.
-Traeréis ante nosotros todos lo referente a Eyra Erikdottir y también quiero que traigáis ante mí todos los documentos que lleven el nombre de Jerarld Johannes Délvheen…
Note cierto atisbo de asombro muy bien disimulado en los hermosos ojos de mi amada.
Deseaba todos los documentos, porque sabía que tarde o temprano los iba a necesitar, Tenía cierta curiosidad por los documentos referidos a mí, ya que mis padres viajaban mucho y nunca me explicaron nada, ni de los viajes ni de sus negocios. yo sabía que aquellos papeles se habían quedado en aquellos dos países. El resto había sido destruido por mi tío, aquello lo había presenciado.
Y por la parte de Eyra, sabía que así como nosotros queríamos aquellos papeles, cualquier otro también podría estar deseando reclamarlos, sospechaba de Balthazar, pues sabía que si no íbamos nosotros a por aquellos documentos tarde o temprano iría él. Si el poseía aquellos pergaminos, legalmente impediría que Eyra se hiciese con el control de su libertad.
Así que esto era una especie de cuenta atrás, pero yo tenía fé en mis hombres.
-Tenéis carta blanca para actuar y también en cuanto a los gastos. Arreglaremos cuentas cuando traigáis lo que os pido. Llevad refuerzos y no viajéis de noche. No os quedéis más de un dia en el mismo lugar, y no os desprendáis de las armas ni para dormir. Los extranjeros siempre llamaran la atención, asi que no pasareis desapercibidos.
Contemple a aquellos hombres, sus rasgos duros y sus musculaturas fuertes intimidaban a los mortales, y sus miradas delataban aquel brillo de quien oculta algo. Pero aun así, solían ser hábiles y discretos, confiaba en que no tardarían más que unos días. Guiliad se acomodo el cinturón tomando disimuladamente su arma.
-Porque hemos de viajar de dia? Sería menos llamativo que fuésemos de noche.
Deje el abrecartas a un lado y use mi aceleración para situarme delante de él en menos de un segundo, tomando la pistola que él deseaba agarrar. Cogiéndola con rapidez para situarla sobre su frente.
-Bang...Susurre ciertamente divertido, disumulando todo gesto en mi rostro.
-Porque aquellos que posiblemente os seguirán se mueven de noche, y les sería fácil llegar hasta vosotros. Comente aun apuntándole con calma a la frente ante su mirada asombrada y sus ojos desorbitados. Hice girar aquella arma entre mis dedos y tomándola por el cañón se la ofrecí para que el la tomase por la culata. Aquel hombre volvió a respirar y tomo su arma guardándola con rapidez.
junte las palmas de mis manos, y sonreí ante aquellos hombres, que se pusieron nerviosos al ver ese gesto en mi.
-Muy bien señores. Estaremos en contacto. Espero recibir buenas noticias muy pronto. Aquellos hombres asintieron con rapidez, y haciendo unas bastas reverencias salieron del despacho con rapidez, para desaparecer por nuestra puerta principal.
Camine hacia mi amada y rodee su cintura mientras ella enredaba sus brazos en mi cuello. Aun sentada en el escritorio.
-Espero que no tarden….Se acaban de ir y ya estoy impaciente. Eyra sonrió y yo junte mi frente con la suya, deleitándome con aquella sonrisa que simplemente…me derretía.
Cinco días después…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: El Pacto de Osiris.
Mis finos y delicados dedos se movían con sutileza por aquellas teclas de marfil, cerrando los ojos para seguir el compás que producían mis manos en aquél piano de cola, dejándome llevar por lo que la Musa me susurraba al oído.
Al terminar la melodía, lade mi rostro hacia mi pequeña princesa, quién miraba mis manos como si en ellas guardara la sabiduría de la música. Sonreí dulcemente y la acomodé en mi regazo, dejando que las yemas de los dedos de May tocaran ferozmente aquellas teclas, creando un gran estruendo en el salón pese a mis carcajadas joviales.
- Señora.- nos interrumpió la voz de Jean, quién se acercaba con rostro severo hacia la niña y hacia mí, ambas sentadas en el banco frente al instrumento musical.
El mayordomo me hizo un gesto con la cabeza y lo comprendí. Esbocé una cálida sonrisa y centré mi atención en mi pequeña hija, quién ahora me miraba confundida.
- Cielo, ahora jugarás con el tito Jean hasta que mamá vuelva, ¿de acuerdo? Se buena y no le quemes el pelo.- indiqué a May, besando su mejilla para a continuación, elevarla entre mis brazos y depositarla sobre el regazo de Jean.- Gracias.- murmuré cuando pasé por el lado de Jean, dándole una palmadita en su hombro antes de reír bajo mi nariz al ver su reluciente calva debida a los juegos traviesos de mi hija.
Alcé la falda de mi vestido y caminé elegantemente hacia mi despacho, entrando en él con la cabeza bien alta y cerrando la puerta tras de mí, pues Jerarld ya estaba allí, sentado en mi butaca tras el escritorio. Le sonreí complacida y mis ojos se posaron entonces en nuestros visitantes, aquellos mafiosos a lo que enviamos a buscar por nuestros documentos. Guiñé el ojo disimuladamente a Gulliad cuando pasé por su lado y éste respondió con un juguetón pellizco en una de mis nalgas, algo que me hizo soltar una suave carcajada que intenté disimular con una tos repentina, aunque todos sabíamos que los vampiros no sufren de irritación de garganta. Me senté de nuevo en el escritorio y esperé sus noticias en silencio.
- ¿Y bien?- reclamé con el ceño fruncido.- ¿Qué nos traéis?
Al terminar la melodía, lade mi rostro hacia mi pequeña princesa, quién miraba mis manos como si en ellas guardara la sabiduría de la música. Sonreí dulcemente y la acomodé en mi regazo, dejando que las yemas de los dedos de May tocaran ferozmente aquellas teclas, creando un gran estruendo en el salón pese a mis carcajadas joviales.
- Señora.- nos interrumpió la voz de Jean, quién se acercaba con rostro severo hacia la niña y hacia mí, ambas sentadas en el banco frente al instrumento musical.
El mayordomo me hizo un gesto con la cabeza y lo comprendí. Esbocé una cálida sonrisa y centré mi atención en mi pequeña hija, quién ahora me miraba confundida.
- Cielo, ahora jugarás con el tito Jean hasta que mamá vuelva, ¿de acuerdo? Se buena y no le quemes el pelo.- indiqué a May, besando su mejilla para a continuación, elevarla entre mis brazos y depositarla sobre el regazo de Jean.- Gracias.- murmuré cuando pasé por el lado de Jean, dándole una palmadita en su hombro antes de reír bajo mi nariz al ver su reluciente calva debida a los juegos traviesos de mi hija.
Alcé la falda de mi vestido y caminé elegantemente hacia mi despacho, entrando en él con la cabeza bien alta y cerrando la puerta tras de mí, pues Jerarld ya estaba allí, sentado en mi butaca tras el escritorio. Le sonreí complacida y mis ojos se posaron entonces en nuestros visitantes, aquellos mafiosos a lo que enviamos a buscar por nuestros documentos. Guiñé el ojo disimuladamente a Gulliad cuando pasé por su lado y éste respondió con un juguetón pellizco en una de mis nalgas, algo que me hizo soltar una suave carcajada que intenté disimular con una tos repentina, aunque todos sabíamos que los vampiros no sufren de irritación de garganta. Me senté de nuevo en el escritorio y esperé sus noticias en silencio.
- ¿Y bien?- reclamé con el ceño fruncido.- ¿Qué nos traéis?
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/08/2011
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