Buscando un hogar {Alexyandra}

Recuerdo del primer mensaje :

Desde que había llegado a la ciudad no había parado de inquietarme una cosa. Era muy simple, pero a la vez, si ésta fallaba, todo mi plan e incluso mi vida correría peligro. Debía elegir un hogar. Pero no podía ser un hogar común, debía estar alejado de todo el centro urbano, en las afueras a ser posible. No quería que mis acciones se descontrolaran y causase un alboroto en la ciudad, sembrando el miedo a los parisinos, ni mucho menos que éstos descubrieran mi secreto. Por ello me había alejado del centro y me había ido hacia los campos, en busca de algún sendero olvidado donde establecerme.
Tenía la esperanza de que en aquellos campos apenas cultivasen grandes hectáreas ni tampoco viviesen muchos humanos por la zona. Sería peligroso en las noches de luna llena. Cuando llegué no había nadie que pudiese ver por aquella zona. Fue una gran satisfacción aunque la zona estaba muy despejada para lo que mi propósito deseaba. Caminé observando distintos caminos que serpenteaban entre aquellos interminables campos, sin saber si realmente pertenecerían a alguien o serían simple propiedad del monarca de Francia.

Hubo un camino de tierra que llamó mi atención especialmente. Se adentraba por unas zarzas hacia un terreno llano y basto con muchas malas hierbas, bien crecidas en sus tierras. Me adentré en aquel terreno cauteloso, nunca me gustaba descuidarme, ni en las situaciones más cómodas. De pronto un olor familiar a la que había en la ciudad me advirtió que alguien más andaba por aquella zona inhóspita. Era humano. Con la gran capacidad de sentidos que tenía y la agilidad que me caracterizaba, me desplacé silencioso, olisqueando el aire en busca de aquel ser. No sería yo quien fuese descubierto en primer lugar.
El olor me condujo hasta una joven que estaba sentada en una cornisa de piedra. Me escondí entre la maleza mirándola atentamente, sopensando si sería una amenaza o no para mi o mis intereses. Descuidado, pisé una rama seca y se escuchó un pequeño chasquido.

Parecía algo más relajada, pues se había puesto nerviosa tras ofrecrme aquel plato de comida. Parecía que lo achacaba a que estaba acostumbrado a platos más elaborados que aquella sopa, sin embargo, no era por eso. Desde que me había convertido en licántropo, el gusto en mi paladar se había vuelto muy exclusivo. La comida que ante degustaba con gran placer ahora me resultaba repugnante e incomible. Mi manjar preferido era la carne cruda. Incluso si era sangrante mejor, recién cortada de la presa, directa a mis mandíbulas fuertes, despedazándola. Me ofreció vino pero debía estar fresco al día siguiente. Una simple copa ya era suficiente para subirme hasta el cerebro y enumbrar mis pensamientos. Negué con la cabeza, algo que ya parecía esperarse la joven muchacha.

Casi segundos más tarde me miraba de forma inquisitaba. No tuve que esperar mucho tiempo para saber en que estaba pensando. No leía sus pensamientos pero su voz me relató que deseaba pintarme en aquella escena. Era una gran dibujante de rostros, lo había podido comprobar. Recordó el dibujo que había hecho años atrás sobre él, con todas las facciones de su rostro bien marcadas y trazadas al unísono, espectacular. Crei ser un buen pago por su hospitalidad, asique dando un largo suspiré clavé mi mirada en sus ojos. -Rompió su dibujo por mi osadía, y aún así me ofreció este cobijo. Creo que le debo, al menos, un nuevo dibujo

Esperé pacientemente su respuesta mientras me giraba hacia ella. No le dediqué una farsa sonrisa, sabía que era nefasto para hacerlo, asique hacer un intento inútil no cambiaría las cosas. Estaba completamente seguro que no se esperaría mi afirmación ante su propuesta pero quería dejar claro que era en pago a su hospitalidad. No aceptaba limosnas ni menos pena de nadie por su compasión hacia él. Era un tipo fuerte y lo seguiría siendo hasta el día de mi muerte o hasta el día en que alguien me arrebatase la vida.

Me quedé mirámdole boquiabierta, había aceptado que le dibujara "je n'y crois pas" pensé, pero me alegré, me alegré de verdad era como un regalo, no como un pago, así que ni corta ni perezosa me levanté para acercarme a él y tomarle la cabeza con mis manos, acto seguido le di un beso en la frente, como si fuera un chiquillo, y le miré a los ojos fijamente mientras sonreía "gracias" le susurré aún alegre y fui a coger un amplio trozo de papel y carboncilla, tuve que buscar el papel durante unos pocos minutos, pues era dificil encontrar alguno que no estuviera usado.

Una vez lo tuve entre mis manos, me senté sobre el sofá y giré mi cabeza de un lado a otro, recordando qué me faltaba "¿dónde lo puse?" mustiaba buscando con la vista la tabla para poder apoyarme y entonces fue cuando, al pasar mi vista por la cama, me acordé.
Deje el papel y la carboncilla sobre el sofá dejándome caer por el suelo y extendiendo la mano bajo la cama, saqué una caja vieja bien cerrada, una maleta, una funda que contenía una vieja espada, pero cuya empuñadura aún relucía y, finalmente la tabla.

Volví a guardar las cosas dejando fuera la tabla, me incorporé tomándola en mis manos y al sentarme la colocqué apoyando su base sobre mi regazo. No le miré ni un momento, mientras colocaba el papel en su punto exacto y cogía la postura mientras con la mano tomaba la carboncilla.
Le miré fijamente y le sonreí "Espero, John que al menos me ofrezcáis vuestra mejor sonrisa" dije sonriéndole y guiñándole un ojo mientras con mi mano diestra comenzaba a realizar el esbozo del retrato.

Alexyandra parecía realmente contenta. Incluso me agradeció el gesto y rápidamente fu en busca de sus cosas para captar aquel pequeño instante. Suspiré mientras la observaba moverse inquieta de un sitio a otro de la estancia recogiendo todo los útiles necesarios para la tarea. Aún no sabía con certeza si aquella idea era del todo buena para él pero era lo mínimo que podía entregarle. Además, vi sus dibujos guardados en carpetas en aquella casa, pensaba que los guardaría a buen recaudo y no todo el mundo tendría acceso a ver aquellas bellas obras de arte, por suerte para mi y mi retrato.

Observé como sacó una espada de debajo de su cama. Parecía una chica delicada pero poseía un arma bastante noble en caso de emergencia. Era normal al tratarse de una muchacha común y de humilde linaje viviendo solitaria en el campo, pensé. Volvió a guardarlo todo tras coger una tabla y por fin se decidió a ir a sentarse para empezar el dibujo. Su sonrisa no se borraba de la cara. No entendía aquella pequeña fascinación por representar lo que sus ojos le transmitían pero había podido comprobar la belleza con lo que lo hacía y aquello no podía o no quería que se perdiese.

-No se me da bien mostrar mi sonrisa, pero os aseguro que mi buen perfil no fallará le aseguré haciendo referencia a su pregunta. Me costaba sonreír si no era de manera natural, y muy pocas veces llegaban a ser esas veces. Sin embargo permanecí quieto en aquel lugar con mi mirada en ella, observando como comenzaba con su dibujo sobre el papel con el carboncillo, trazando líneas a una velocidad vertiginosa, completamente seguro de que estaba haciendo. Permanecí en silencio.

Sonreí al escucharle, me mordí el labio inferior, como siempre y, comencé a recoger mis piernas subiéndolas al sofá y tapandolas con el faldón recogiéndolo por debajo de ellas.
Me incorporé un poco para poder estar en equilibrio y no desequilibrar la tabla, colocandola entre mis mulsos con cuidado.
Empecé a dibujarle.

Primero la cara, a contra luz, las facciones son fáciles de dibujar, luego las orejas, dejarlas marcadas para ubicar los ojos, la nariz y la boca, luego el inicio del cabello. Todo fácil en un boceto, lo dificil, sería su expresión facial, hierático, frío como una una roca. Dentro de él debía de haber algo, hacer un retrato es fácil, cualquiera puede hacerlo, pero captar el alma y traspasarla a papel era lo complicado. Él no quería mostrarse y, yo lo entiendía, unas veces somos uno y otras, completamente diferentes. No quería forzarle a que sonriera, si él no lo deseaba la sonrisa sería falsa, ya me lo había dicho y, eso no era real, era otro hombre con otra sonrisa.

Podría provocarle una sonria, pero sería mi voluntad y no la suya, podría darle conversación, pero no estaba muy convencida de que hablara, así que mientras las líneas de definición tomaban forma, empecé a fantasear sobre su periplo por Londres y Paris "¿Qué le habría llevado hasta aqui? ¿Por qué no querían que le reconocieran?¿Por qué habia aceptado?¿Tendría un hogar al que acudir?" pensaba mientras la luna me daba la oportunidad de ver un brillo especial en sus ojos, así que, sin mirarle a los ojos, tan sólo el boceto, le pregunté "¿Y qué os ha traido a Paris, John, la lucha o el olvido?" le miré un instante para anotar el reflejo de su mirada en el papel y seguí hablando siempre con tono amable y suave "Verás, sé que Londres es una ciudad fría y que, aveces dan ganas de salir de ahi huyendo. Yo también tuve mis razones para salir de allí, supongo que es una ciudad complicada " dije con un tono algo sarcástico, "Pero...Sin ánimo de se saber más de lo que me queráis contar, espero que al menos me ayudéis a entender a la persona que tengo enfrente, veréis, cuando retrato a alguien, normalmente no posa como modelo, suelo hacerlo después de verle, por alguna razón que me llamara la atención, por ejemplo un niño durmiendo o un luchador desgastando la llama que lleva dentro" como sabía que no respondería, seguí hablando, como si fuera un monólogo retomando los ajustes del cabello. "En tu caso me llamó la atención tus facciones y tu movimiento, la verdad, parecías estar lleno de vida y creo que por eso te dibujé" dije mientras me sonréia a mi misma y seguí hablando intentando que su naríz me cuadrara en el boceto y fue cuando dejé de observar al hombre que tenía delante de mí y empecé a recordar el John que conocí en Londres y, fue así que mi mano comenzó a trabajar ella sola como si supiera qué imagen debía trazar sin que mi cerebro se lo ordenara.

"Es sencillo copiar un rostro, pero captar la verdedarea esencia es más complicado, por ejemplo, cuando dibujas a un chiquillo durmiendo, sabes que está soñando con algo bello, amén de que no se mueve tanto como si estuviera despierto" y me reí un poco yo sola, recordando que ya lo había dicho antes, mientras seguía dibujando al John que conocí y continué hablándome a mí misma "Pero es que eres tan complicado ahora mismo, sin expresión alguna, salvo vuestros cambios de tono en la voz, no sé si pediros que recordéis vuestros momentos más felices, para poder ver algo de humanidad en vuestro rostro" no alcé la miarada pues mis manos seguían las líneas que se le antojaban y reflexioné sobre mis palabras "no quiere hablar, no hablará" pensé y sin quererlo le miré, corrigiéndome rápidamente "Si no queréis hablar no lo hagáis, pero al menos dadme una motivación... Por ejemplo, esta casa, para mí, vivo de alquiler en esta vieja habitación de servidumbre, pero mis arrendatarios han decidido dejar la casa, así que espero algún día poder comprarla antes de que otro la compre, mientras tanto la cuido como si fuera mía, forma parte del trato, bueno eso y, hacerle a su esposa unos vestidos para que pueda venderlos" Dije sonriéndole abiertamente aunque de nuevo sin mirarle "Por eso, si queréis dormiréis aqui, yo dormiré abajo, me levanto temprano así que de esta forma no os molestaré, estaréis mejor resguardado" Concluí mientras le mostraba un esbozo del boceto que había hecho, sabiendo que había dibujado al hombre que no estaba delante de mi.


"Ya que no se me permite conoceros como persona, espero que, al menos os haya conocido bien como luchador" dije mostrandole el dibujo y mirándole después de tanto tiempo sin querer hacerlo y con una sonrisa en mis labios

Se acomodó para comenzar a retrartame y pareció como si sus manos se movieran solas. Miraba de reojo y, a la vez, era capaz de trazar líneas en el papel a una gran velocidad. Poco a poco estaba seguro que su papel había dejado de estar blanco para ser un gran lienzo en espera de darle forma alguna. Consideré el hecho de que fuese una pintora reconocida pero rápidamente huí a esa idea. Si alguien conociese el talento de aquella jovenzuela sin duda lo usaría para exponerla bajo un seudónimo o aprovecharse en su nombre de esa fama que le precede. Sin duda, era una amante de la pintura que vive en la más pura ignorancia del mundo. Vestía humildemente y aún más lo eran sus pertenencias, apenas los lujos de aquella casa eran los que ella misma fabricaba con sus manos. Mantenía la casa en buen estado, no obstante, a pesar de algo de desorden para mi gusto. Parecía que vivía ella sola en aquel lugar y que nunca nadie más había vivido allí.

De pronto la joven comenzó a preguntarme cosas. ¿Qué me ha traído a París?¿Lucha o olvido?, pensé. Ambas. La lucha por mi pasado, sed de venganza que llevaba tiempo buscando y que llevaría a cabo o perecería en mi empeño, y el olvido de ser lo que una vez fui, el ser mortal frágil y destructible al que habían hecho trizas años atrás, resurgiría como una bestia sangrienta llena de odio e ira. Mis labios se movieron sin emitir palabra mientras la joven seguía hablando sola. Guardé silencio entonces, dejándola hacer las cosas a su voluntad. Necesitaba que hablase para concentrarse, según decía ella, pero al contrario de lo que pensaba yo. Lo que realmente necesitaba era alejarse de lo que estaba haciendo, como si su mente necesitase una distracción para no saturarse mientras veía las continuas líneas que trazaba en su mente y las reflejaba sobre el papel. Sin duda era una chica interesante.

Me habló sobre ella, sobre recuerdos de un dibujo sobre un niño durmiendo y lo que le había gustado reflejar aquella escena. Sonreía al hacerlo. Luego habló de su casa, que en realidad, no le pertenecía a ella, sino a otra dama a la que le pegaba el tributo mediante trajes que ella misma cosía, a cambio de alojarse allí y poder vivir tranquilamente. Quería hacer suya la casa pero aún no había llegado el momento. El dinero era el problema y eso lo conocía muy bien. Tenía suerte de que la dama le hubiese dejado establecerse allí todo ese tiempo, pero corría el riesgo de quedarse en la calle si alguien pagaba por quedarse con la casa. No creo que aceptarían a una huésped habitarla con ellas, al menos que decidiesen hacerla su cliada, bajo sus servicios.

Borré rápidamente todos aquellos pensamientos cuando me giró el papel dejándome ver un hermoso trazado con mi rostro fielmente expuesto en él. Admiré la obra e hice una reverencia en señal de agradecimiento o gratitud. -Es un retrato fantástico, la admiro señorita Alexyandra mi voz sonaba firme -En cuanto al lugar donde pasar la noche, créame que no hay nadie que madrugue más que yo, y como le prometí, al alba abandonaré esta casa. Duerma usted en su lecho que yo puedo hacerlo en cualquier otro rincón, no debe molestarse por ello. Esperaba que aquella vez no me discutiese mis razones como tenía por costumbre hacerlo.

Le sonreí, sabía que si había alguien igual de terco que yo, era Michel, pero él también lo era y también era hora de dejar pasar un poco la escoba en mi terquedad.
"Cómo guste, pero entienda que no puedo permitir que duerma en el suelo como si fuera un perro" le expuse de forma amable.
"Por favor, duerma usted en mi cama, yo dormiré abajo, en la casa. Puede quedarse el tiempo que guste si lo desea, no hace falta que parta al alba" pero interrumpi mi frase con un pensamiento "seguramente alguien le esté esperando, no fuerces la sitiación" "quise decir, que como Dama no puedo permitir que un hombre duerma en la misma habitación que yo" retomé un poco sonrojada "Por favor, duerma usted aquí, yo dormiré fuera, no se preocupe" entone un poco sonirente y me dispuse a entregarle el dibujo, levantandome del sofá intentando no tropezarme con el faldón.

Me acerqué a él y me puse justo a su frente, tomé una de sus manos con mis mano izquierda, fría pero segura, y con la mano diestra le entregué el dibujo posando el papel en su mano "Tome, se lo regalo" le dije sonriente y clavando mi ojos azules sobre los suyos sonriéndole de forma un poco pesada y forzada pero amable y cordial.

Luego di unos pasos hacia atrás y alcé mis manos hacia mi recogido, que gracias a mi melena peliroja se estaba deshaciendo y decidí deshacerlo del todo, dejando que las ondas de mi pelo cayeran sobre mis hombros sin coacción alguna, me puse la pinza en la boca para morderla y con mis manos comencé ha hacer una trenza larga hasta mi cintura, aún con la pinza en la boca intenté hablarle. "Es vuestro, si bien decís que sabiendo quien sois corro peligro lo mejor es no tener razón para tenerlo, ¿no cree?" dije mientras terminaba de hacerme la trenza y la finalizaba con la pinza, luego, me giré para recoger el plato que coloqué en la mesita de la cocina.

"Habéis hecho mucho más por mi hoy que yo dejandos en pecnortar en mi casa, John" Dije mientras me dirigía hacia la palangana para lavarme las manos llenas de carboncilla.

Insistió en que me quedara en aquella habitación, ocupando su cama. Agregó como excusa que no podía dormir en la misma habitación que yo, algo obvio y más siendo casi desconocidos el uno para el otro, aunque lo que yo proponía era que ella durmiese en su cama y yo en cualquier otra estancia. De cualquier modo, había defendido ya suficiente mi justa y la suya no había manera de doblegarla, por lo que tiré la toalla amolido. -Esta bien señoria, acepto quedarme en su habitación y dormir en su lecho, pero si que abandonaré la casa al laba, tengo cosas de las que ocuparme, y son privadas respondí inmediatamente sabiendo que intentaría sacarme la información con muchas de sus preguntas. Aún me quedaba pendiente una tarea por llevar a cabo.

Vi como se levantaba y me ofrecía su dibujo para que lo guardase. Lo observé detenidamente de cerca, fijándome en cada trazado de carboncillo y cómo le había dado forma a mi rostro. Sencillamente admiraba un gran dibujo, era para mi. -Gracias contesté sin saber que más añadir en aquel momento. Plegué el dibujo y lo guardé en mis ropas a buen recaudo, aquel dibujo se había convertido en mi mayor tesoro. Luego la muchacha se alejó y recogió el plato de la mesa llevándolo a la pila para lavarlo. Volví a sentarme en la ventana observando la negrura de la noche. -Deberías comer muchacha, ya es tarde, muy tarde.

Ni le miré, sabía que intentar ser amable o mantener una conversación era algo inutil, mejor asi. Asi que tomé una mantita que tenía en la cama y uno de los cogines, me giré hacia él mirándole mientras él miraba por la ventana... Suspiré y volvi a tomar aire y negué con la cabeza.

Sabía que él no iba a hablar con una desconocida, sabía que seguramente quería refugiarse para pasar la noche y luego proseguir sus asuntos, fuere como fuere, estaba delante de mi, mirando por la ventana como el viento acariciaba la melena de los árboles... Tomé del armario una manta más... Hacía frío aunque él parecía no notarlo. Tomé un libro de la estantería y me acerqué a la única puerta que había y abriendola sin mirarle le dije : "John, aquí teneís mi casa, mi comida y mi cama, sin más, no os intentaré sacar una conversación que sé no queréis mantener bajo ningún concepto." Inspiré un poco de aire y retomé "Partid al alba, o cuando queráis, pero hacedlo por la ventana os lo pido, las estancias de abajo son de mis arrendatarios, no puedo permitir que un desconocido se pasee por ellas mientras duermo" dije ya con el tono cansado y saliendo por la puerta que cerré, al salir, casi sin hacer ruido.

Al otro lado de la puerta hacía más frío pues era una especie de descansillo pequeño que daba hacia la escalera que bajaba al resto de la casa, forticada por dos firmes paredes de fría piedra.
Sabía que no debía usar el cuarto del ama y que no podía, por respeto usar otra estancia de una casa que no era mia, así que en silencio comencé a colocar la manta en el suelo, puse el cojín en un extremo para no darme con la cabeza en la pared cuando estuviera tumbada. Me acomodé como puede, no era la primera vez que dormia en el suelo, al menos podía disfrutar de unas mantas y un cogín... Y no estaba al aire libre. Puse luego la otra manta sobre mi cuerpo, arreglandome un poco la toquita por debajo de la manta y posé mi cabeza sobre el cojín, evitando hacer cualquier tipo de ruido pues él debía creer que dormiría abajo, custodiando la casa de mis arrendatarios.

Saqué el libro que había cogido y lo apreté junto a mi con fuerza, como si fuera un peluche. Suspiré otra vez, cansada y, dejándome llevar por lo que sabía estaba escrito en el libro comenzó mi cabecita a llenarse de ideas y dejandome retrasar el sueño

Parecía que no le había gustado que rechazase su hospitalidad pero no debía de involucrarme con alguien a quien acababa de conocer. Observé como recogió sus cosas, una manta y un cojín, y se retiraba por la puerta diciéndome que podía abandonar su hospitalidad en el momento que quisiese pero sin bajar a la parte de abajo de la casa, pues no era de su pertenencia. Asentí cuando abandonaba la habitación y cerraba, tras de sí, dejándome allí solo. Suspiré y volví a observar a mi alrededor. El fuego aún ardía en la chimenea. Me acerqué, quedando a varios metros de él, observando como se consumía lentamente por las llamas y se convertía en cenizas y polvo. En eso me convertiré yo también, si no he de tener cuidado con mis palabras y mis conocidos, me decía a mi mismo mientras me daba media vuelta hacia el lecho. Apoyé mi mano sobre él, estaba blando y no se le notaban en exceso los muelles. Daba la sensación de que en aquel lugar se podía dormir tranquilamente. Me tumbé bocarriba, con los ojos abiertos, y afiné mis sentidos para oír los pasos de la señorita en la zonza baja de la casa.

Por alguna extraña razón, los pasos se habían apaciguado tras poco salir de la habitación. No creía que pudiese recorrer aquella casa en tan poco tiempo, asique supuse que ya se había detenido. Quizás se encontrase en una habitación cercana a la mía donde ya se había echado a dormir. Era tarde y comprendía el sueño humano. No obstante, yo apenas dormía por las noches, raramente. Mi ser licántropo amaba la noche, además de ser la hora perfecta para cazar, con lo cual, no tenía ningún tipo de sueño. Esperé pacientemente hasta que la luna se había movido unos quince grados más al este y me incorporé. La señorita ya debería estar durmiendo, pues habían pasado una o dos horas, quizás. Me acerqué a la puerta y pegué mi oído a la puerta esperando poder oír su respiración en la noche. Con mis sentidos tan afinados y el silencio de la noche debería ser capaz, además, no debía de estar muy lejos de allí y sentía curiosidad.

Aunque podía retrasar el sueño enfrascada en los versos que acurrucaba en su pecho, no tardó mucho en dormirse pues era muy tarde para ella y debía levantarse con el alba para poder ordenadar un poco el caos que habia generado buscando el maldito dibujo y esta realmente agotada de una jornada de limpieza en el Palacio, corregir los ejercicios de los pilluelos, coser ese maldito vestido... Solo quería acostarse y dormir y asi fue que se quedó dormida.

Su respiración era tranquila y estable, soñaba abiertamente con los parajes de su infancia, en la escuela... Dejó caer su libro y éste se abrió justo donde se podía leer un bello poema de Baudelaire en donde habia dibujado siendo pequeña un Dragon y un caballero.

Tenia frío, a veces así que se tapaba somnolienta con la mantita y tiritaba un poco, muy poco, lo justo para darse cuenta de que se habia despertado y volverse a dormir como si fuera un sueño.
En una de esas veces que se habia despertado, se levantó silenciosa para quitarse la trenza y dejar su melena libre de ataduras "Luego será peor desenredarla, pero al menos así estaré más calentita" pensé mientras me intentaba quitar la trenza con una mano, sosteniendo en la otra la mantita para no congelarme de frío. Volví a recostarme y volví a soñar...

Soñaba con esos campos en los que jugaba de niña y agitaba la respiración como si corriera de veras en sueños.Había un hermosos y frondoso bosque al fondo... Nos tenían prohibido adentrarnos en él y esa era la prueba para hacerse la mayor, entrar sin que nos vieran y traer una ramita.... Núnca lo hice, me daban miedo los ruidos y prefería mis estudios, hacerse la mayor era un juego de niñas hasta que me hice mayor..El sueño comenzó a volverse turbio, parecía que las tornas estaban cambiadas, me reconocía a mi, pero no era mi cuerpo, con todo era yo.

Me giré un par de veces, revoltosa en la cama improvisada y di con la cabeza en la pared... el golpe me despertó pero no fue un ruido atronador, ni siquiera me hubiera despertado de no ser por que mi cabeza fue la que chocó contra la pared.

Me llevé las manos a la cabeza y empecé a frotarla como si fuera el único remedio.... "Aish" decía susurrante mientras me frotaba la frente. De nuevo me dispuse a retomar el sueño y me tapé hasta arriba alejando mi cuerpo de la maldita pared, encogí las piernas para tener más espacio entre mi cabeza y la pared y me tapé como si estuviera en el mismísimo Londres... Saqué mi mano y mi brazo y busqué con ella mi libro. Al cogerlo lo introduje dentro de lo que parecía ser mi madriguera y me dejé llevar de nuevo por los brazos de Oniro.

Soñaba, sin darme cuenta de que soñaba

La respiración se escuchaba tras la puerta. Entonces una preocupación me invadió: "¿acaso estaba durmiendo en el suelo?" Me sentí culpable de aquella noche pues haberle quitado el lecho a una dama que le daba cobijo no entraba dentro de mis planes de aquel día. Oí un golpe, acompañado de un leve susurro de dolor pero parecía que no se había hecho en exceso daño y su respiración se fue haciendo, nuevamente constante. No podía dejarla dormir allí. Iba en contra de mi mismo si así lo hacía. Había dormido en el suelo muchas veces y sabía el cansancio y el mal pesar del cuerpo al levantarse para afrontar una nueva jornada. La muchacha tenía que ocuparse de su trabajo al día siguiente y de aquella manera haría una peor encomienda por no descansar de buena manera, con lo que su señora la regañaría, no estaba dispuesto a aceptar aquello.

De forma silenciosa abrí la puerta y la vi junto a las escaleras, recostada cerca en la pared con una mantilla, improvisando una pequeña cama. Sostenía algo en sus manos. Me acerqué a ella y la cogí en brazos con delicadeza, llevándola al interior de la habitación. Anduve despacio para que no se despertase con el movimiento de mi cuerpo y la deposité sobre la cama, tapándola con las sábanas para que no cogiese el frío de la noche. Luego me giré y cerré la puerta tras de mi de la habitación, y eché algo más de leña para que ardiera el fuego y no se extendiera. Así sentiría más el calor en el ambiente y dormiría mejor. Observé como chispaba la leña húmeda con el fuego al momento de arder.

Entonces fui hasta la ventana y me senté de la misma manera que había estado ella antes, cuando la vi por primera vez. Observé a la luna, casí siendo una línea que apenas podía verse en el cielo. Saqué el dibujo de mi bolsillo que me había trazado horas antes y lo alcé para observarlo al tras luz de la noche. No sé cuanto tiempo me quedé en aquella posición pero las horas pasaron y la luna empezó a esconderse dejando su lugar a un madrugador sol.

Noté como alguien o algo me cogía .mmmm.... se estaba tan bien entre sus brazos, era como su en medio de un inmenso mar helado brotaran llamas de fuego que te sujetasen para calentarte.... No sé quien o qué, pero me abracé a esa sensación sonriendo y recorfontándome...

Spoiler:

En el sueño, ya no era la hierba fria bajo mis piés, era como si estuviera en una nube y me recosté sobre ella relajando cada musculo de mi cuerpo y dejandome llevar por las senciones agradables.. No había frío, no había dureza... Todo estaba como debía estar... Seguí soñando sin temor a caerme y me estiré en la cama todo lo que pude sin dejar de soñar con el bosque, con mis compañeras de colegio, con él... Y me estremecí al recordarle y temblé entre las sábanas... Dios mio, era tan hermoso....
Pocas chicas se hubieran fijado en él, no era fuerte, no era guapo, pero él era mi mundo y yo callaba cuando él simplemente miraba al vacío...
Callaba y le observaba, siempre en su porte noble, siempre escudriñando más allá...Le recordé tal cual era antes de todo, tan cual le conocí, tal cual fue... Ya no será núnca jamás quien fue, núnca será quien desearía ser...
El tiempo es una salvación pero también, una condena.

Giré mi cuerpo de un extremo a otro de la cama hasta que ese pensamiento se desvaneció y volví a ver otra vez el recuerdo de mis compañeras, jugando, intentando alcanzar el bosque, intentando alcanzar una prohibición... Mis libros y mis historias se apoderaron del sueño y apreté junto a mi el libro, relajando mis facciones y mi sueño que, se tornó cada vez más pausado, cada vez más lento y más intenso... Mi respiración era débil pues dormía plácidamente, mi cuerpo no temblaba pues estaba al amparo de mis ropas de cama y el fuego que, sin saberlo, sin ser consciente de ello, calmaron el recuerdo de aquél hombre con chaqueta azúl oscuro, pelo largo y ondulado, con porte Inglés me cautivó cuando aún creía que el mundo era mío.

"Ains" suspiré y soñé con su casa, sus jardines llenos de figuras, el bosque cerca de su casa, era precioso... Era una ilustre estampa que núnca volvería a ver y eso... Cambió de rumbo el sueño y mi alegría... Desperté, ese pequeño despertar que algunas veces tenemos y que luego, al despertar de verdad, es como si no hubiera existido y, vi a John en la ventana... Dormí otra vez sin saber cómo pues sin duda alguna, en mi cama, en mi casa estaba a salvo de él... El sueño, es sueño y es el único remanso de paz que se puede encontrar...

Soñé, en paz soñé hasta que la luz del alba entraba por la ventana y aunque debí levantarme para preparar el ritual del café, decidí taparme con las mantas y negarle al mundo cinco minutos de mi existencia.

Volví a guardar el dibujo entre mis atuendos mientras veía a Alexyandra arroparse esbozando una sonrisa sobre la cama. Parecía tener un sueño agradable. Cuan tiempo sería que yo no poseía tal tranquilidad con mis suesños. Parecía una eternidad desde que mis sueños se hubiesen vuelto tumultuoso y solo viese escenas de sangre y dolor en ellas. Aquellos sueños venían incluso antes de convertirme en lo que ahora era, mucho antes. Podía decirse, que había reusado a mis sueños desde el momento que abandoné mi tierra natal que nunca más volví a pisar. Cuántos años habían pasado ya desde que abandonase mis tierras por la gloria y la fama que deseaba, convirtiéndome en un gladiador de la arena para la alta burguesía y su entretenimiento gore. Aún así no me arrepentía de la vida que había elegido seguir, y de no haber sucedido el extraño suceso de mi familia, aún seguría por tierras Europeas combatiendo contra otros humanos quienes desean poner la faz de la Tierra bajo sus pies, pobres incrédulos.

La noche iba pasando y los sueños armoniosos que estaba teniendo la señorita se torcieron en pequeños suspiros y violentas sacudidas y agetreos sobre las sábanas. Parecía estar recordando algo que realmente le inspiraba temor. Me quedé observándola pues sabía bien esa sensación de querer despertar, de desear que todo aquello no fuese verdad, solo una imagen que refleja nuestra mente para fortalecerla y hacerla más fuerte ante nuestros temores más profundos. Sin embargo, nuestras pesadillas siempre tenían la base en lo real, en esos momentos en los cuales nos sentimos más desolados y solitarios que nunca. Apretó su libro contra ella mientras lo aferraba. Debía de tener un gran valo aquel libro para ella.

Jadeó y abrió los ojos bruscamente encontrándose con los míos. Fue una mirada fugaz, volviendo a cerrarlos y a sumirse en un nuevo sueño más apacible y tranquilo. La noche pasó mientras en mis pensamientos se guardaba la imagen de aquella muchacha durmiendo tranquilamente. Una joven que me había visto en una de mis muchas peleas por Londres y aún me recordaba. Un hilo de protección parecía desprenderse de mi ser hacia ella, frágil e inocente. Desvié mi mirada una vez más hacia la luna a punto de desaparecer por el horizonte mientras asomaban los primeros rayos de sol a la lejanía. Estaba amaneciendo.