El desayuno del día (Djibril Jawara)

por **Lionel** Lun Nov 14, 2011 4:27 am

Recuerdo del primer mensaje :

El astro rey está asomando iluminando con sus primeros rayos las sombras del bosque y el pelaje de un pequeño guepardo moteado lastimado y muy delgado, que camina sin rumbo fijo entre los árboles pensativo. Hace solo unas horas estaba resibiendo una paliza de su "querido" padre en la costa cuando tuvieron que tratar de escapar de la policía que los encontró... por desgracia su padre no pudo ir muy lejos y lo apresaron, mientras él pudo escaparse, en su forma de gatito, de las garras de aquellos hombres con uniforme, para después tener que escapar de los pescadores que creian que quería robarles sus pescados... ha decir verdad, esa hubiera sido una gran idea.

Tras esconderse en el limite del bosque, regresó a su forma humana y caminó el resto de la noche por el borde de aquel frondoso bosque. Cuando un nuevo día empezó, se transformó en un pequeño guepardo, su forma favorita, nunca se sintió cómodo en su forma humana, prefería mil veces estar como animal... así era mucho más facil escapar de los golpes. No pudo dormir en toda la noche, asustado al no saber que hacer ahora, no está su padre, no puede ir a casa... ¿para qué regresar a ese lugar?...

Un olor peculiar llega hasta él, un olor que conocía: Carne. Sin perder tiempo, corre hasta encontrar el origen de aquel olor, el cadaver de un ciervo. Lo mira desde un arbusto y su pancita hace ruido. Lleva dos días sin comer, y su unica comida de esa semana ha sido un pedazo de pan rancio y un canario. Se relame el hocico ante esta fuente de alimento... pero por el olor y teniendo en cuenta que el cadaver está intacto, es una presa reciente eso significa que el dueño de esta presa debe estar cerca, pero la tentación es demaciada. Lentamente sale del arbusto y se acerca agazapado al cadaver del ciervo, lo olfate y abre su boca para comenzar a comer cuando un ruido de alguien o algo acercandose lo detiene y levanta la cabeza para ver de qué se trata... al parecer el dueño de esta presa ha regresado...

por **Lionel** Lun Ago 20, 2012 6:38 pm

Estaba demasiado aturdido, todo le daba vueltas, ya ni sabía donde estaba, todo era demasiado confuso para el pequeño guepardo. De lo único que se percató fue de unos masajes en su cuerpo que le obligaron a toser aún más y a escupir toda el agua que había tragado al caer por esa cascada. Después siente como unas manos intentan ponerlo sobre sus cuatro patas, pero estas tiemblan y ceden al peso de su pequeño cuerpo, dejándolo tumbado en la tierra exhausto.

Solo pasaron unos minutos cuando comenzó a recuperar su conciencia despacio. Parpadea varias veces y sacude un poco su cabeza sintiéndose mojado, con frío y cansado. Tose un poco más y al escuchar un ruido gira su cabeza esperando ver a la pantera… pero en vez de eso lo que vio lo sorprendió. Sus orejitas se levantaron y sus ojos se abrieron por la sorpresa.

Junto a la orilla del agua había un humano, no un humano común como él había visto, no. Era diferente, su piel era tan oscura como el pelaje de la pantera y su forma de moverse era como la de un animal.

No importaba mucho, podía ser de color rosa pero el pequeño ya estaba asustado al estar con un humano. Baja sus orejitas.

-No te acerques.-

Dijo en un pequeño gruñido mientras intentaba ponerse de pie con sus piernas tambaleantes y su cuerpito temblando tanto del frío como del miedo. Retrocede unos pequeños pasos con su cuerpito agazapado y sus orejitas bajas que mostraban el miedo que en esos momentos estaba sintiendo el pequeño felino.

por **Jason Schwaitzen** Vie Ago 24, 2012 2:33 pm

No le culpaba de su reacción de ninguna forma, ya que él también hubiera reaccionado tan o más asustado estando en el lugar de él. ¿Que su incipiente amigo fuera un humano, y de un color distinto al que estaba acostumbrado? Habría sentido pánico y hubiera tratado de escapar a pesar del mareo, tenía demasiados traumas con los blancos como para aceptar estar tan cerca de uno.

Sin embargo, la situación era otra; la opuesta a la empatía que había desarrollado con el pobre cachorro. Tenía que convencerle de que no era alguien malo, o de que al menos no le haría daño. Por eso partió negando con la cabeza y quedándose quieto en posición cuadrúpeda: con los nudillos apoyados en la tierra y las rodillas flectadas hacia afuera. Se asemejaba a un gorila. – Soy la pantera, no te haré daño. – Le explicó con un perfecto gruñido – Pero si no quieres acercarte a mí, lo entiendo. Yo también tendría miedo. – Los labios se curvaron en una sonrisa algo resignada que dejó armado lo que diría después – Si quieres que me vaya, lo haré. – No quería causarle un problema ni mucho menos un trauma. Era demasiado joven para que comenzase a sufrir cosas de ese tipo; y lo que menos quería, era que su historia se repitiera en el cachorro de orejas agachadas.

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