[Teng Jin-Ho Zhen]más allá del último horizonte[Privado]

No podía ver, pero sentía la necesidad de alcanzar la mano ajena, movía la mano con lentitud, rozo algo suave al tacto. Ladeo la cabeza hacia la derecha para después ver a la chica de antes con pocas ropas. No salía hacerlo, pero con muchísimo esfuerzo, tumbado sobre la mata de hierba, se fue quitando la camisa lentamente hasta tirarla sobre la cabeza de la chica-...Lo se...soy un chico bastante desobediente...parece ser mi naturaleza....-Intento fijar su mirada en la ajena, su cabeza la daba vueltas.

-...póntela, vas en cueros aunque me pese...-Seguramente, habría terminado con una risotada, pero el pecho, lo tenía resentido, su hombro paralizado y su mente, ahora estaba en un campo con la chica a su lado, la chica que le había ayudado y la que había salvado de aquel uniformado blanco-¿Cuál...es vuestro nombre?-Pregunto, quería saber bien el nombre de ella, no sabía entonces el porqué de su comportamiento.

Sus jadeos no eran exagerados, pero con el paso de los segundos, poco a poco comenzaba a ser rápidos, agitados, se toco la curva de su cuello para después apretar la mano en un puño, tensando la mandíbula y sintiendo que mil espadas le tensaban el cuerpo-Agh...-Enseguida, sin buscar encontró la mano de la chica, la cogió con suavidad, intentando tener algo a lo que someterse-Háblame....por favor...-Gimió con algo de dolor, miro a la chica con un cierto rubor en las mejillas, jadeaba ahora con la boca abierta, se seco como pudo el sudor, hasta que sin preverlo, enseguida estaba teniendo una visión.

Una serie de imágenes en las que aquella chica que estaba a su lado, estaba con ella en su barco, el vestía elegantes galas que su condición de pirata no podría proporcionarse en su vida y la que le acompañaba, tenía un bello adorno en el cabello, de puro blanco iba de pies a cabeza, había muchísima gente, soltó su mano y aquella extraña imagen se disipo en cuestión de segundos.

Miraba al frente y el bosque estaba ante él, la chica a su lado. Estaba perfectamente. Aquellos temblares que tenia, aquellos sudores, habían desaparecido. ¿Qué había pasado? Las cosas para el capitán y dueño de los siete mares de Asia, cada vez eran más extrañas. Escucho un sonido, enseguida se puso en defensa, frunció el ceño para después ponerse por delante de la chica, de aquella que temía que la hiriesen....por alguna extraña razón que su corazón o su conducta de bribón de los mares desconocía.

-Nos vamos..-Dijo enseguida al notar que la chica quería escapar o eso le pareció. Era su botín, de algún modo se sentía en conexión con ella, aquel sarcasmo, aquella actitud libre de decir en voz alta lo que quisiera. En parte le recordaba muchísimo a él cuando era un poco más pequeño, caprichoso y rebelde en parte de buscar sus propios recursos, pero no le era suficiente, antes de surcar los mares, había hecho ya de las suyas, inculpando a otros, pero en cuanto conoció a su contramaestre el cual salvo la vida, vio, comprendió que su vida estaba por la que siempre había seguido su padre.

Sujeto por dos de sus hombres, fue llevado a través del bosque con cuidado de no aumentar el dolor de aquellas heridas que llevaba sobre el cuerpo, iban lentamente por los caminos de hierba y tierra del bosque, el sol se levantaba poco a poco, ya se olvido del tiempo que habían pasado en la calle y fuera del mar, supuso que tenía que volver enseguida, pero a la petición de su rehén no sabía cómo reaccionar.

Echo una mirada hacia atrás, parando a los dos subordinados para que lo dejaran libre, iba por doquier con el pecho al aire, era cierto que musculoso era, pero debido a sus largas horas de entrenamiento con baldas de hierro y bolas de cañón y demás ejercicios físicos. Se fue acercando a Aitziber, el contramaestre se atrevió a interponerse entre ambos, Teng lo miro a los ojos con aire confuso “¿Qué haces?” Pregunto su mirada confusa que se reflejaba desnuda en su cara.

Bueno era el que paraba a tiempo una guerra, pero solamente Teng, amenazando a su contramaestre-...Cuida tus modales Fenrir...-Dijo con aquella voz grave que tanto le caracterizaba-¿Te parece divertido?-Pregunto a un subordinado de atrás que sin darse cuenta le había salido una risa corta, pero tonta, se dio la vuelta para mirar hacia atrás y mirarlo con mala cara. El silencio reinaba ahora aquel lugar entre tantas personas que esperaban alguna palabra de su jefe, de su capitán.

Este miro a Aitziber, se quito el cinturón de su pantalón pues no lo necesitaba y enseguida lo puso alrededor de la cintura de la chica, atándolo justo debajo del pecho haciendo una forma elegante con su camisa y los pliegues de su camisa que ahora la llevaba otra persona-Bie...n ¿Tenemos frio?-Dijo divertido al ver que los pezones de los senos de la mujer se apretaban contra la camisa, sonrió de lado, le cogió del mentón para acercarla y besar levemente su comisura derecha, deslizando sus toscas manos alrededor de su cuerpo, de aquella cintura que se le moldeaba perfectamente para después tirarla contra el contramaestre-...No perdamos más tiempo del que hemos ya derramado sin darnos cuenta...-Aquel mandato había sonado imperativo, no quería perder más tiempo, no se sentía cómodo estar en tierra tanto tiempo.

¿Cuánto tiempo había pasado?

No lo sabía, se había quedado observando el camino de vuelta, habían montado a la chica a bordo, la habían dado unos pantalones a medida, que suerte la de ella para así poder parecer uno de los suyos-...-Tenía que decir algo o ¿A veces el silencio siempre era la mejor opción? Mejor se mantuvo callado para no decir nada estúpido, las estupideces se las reservaría para sus compañeros de juergas nocturnas, aunque de cualquier modo, echaba de menos aquellas noches.

-Capitán...-Un grumete de los que iba a bordo se acercaba al capitán, que miraba a la chica detenidamente.
-¿Qué?-La voz...sonó tan seca que al propio muchacho le dio temor seguir hablando.
-Qui-Quizás ella quiera algo de su tienda antes de za-zar...-No pudo terminar, el contramaestre había tapado la boca de su subordinado, pero Teng se quedo pensando largamente.

-Mmm...-Teng parecía pensarlo, pero podría escapar, todo habría sido en vano. Se levanto con facilidad, acercándose a la chica que andaba a unos pasos en la carreta-...Solo...tres...cosas contigo...-Sustento con aquellas palabras lo que significaba una advertencia:

Un león, nunca deja desatendida a su presa. . .

¿Fiebre? Tonterías y gilipolleces de una curandera que iba medio en cueros, pero si lo que hacía en él era atraerlo a ella, lentamente hacia pegar ambas frentes, mirarla fijamente a esos ojos marrones que tenía tan apetitosos, quería haberlos besado pero ella le interrumpió, se encontró ahora que lo separaba, de algún modo se dejaba tocar, era un muñeco de trapo al que manejaba, lo separo, pero él se puso a cuatro patas para estar cerca de ella, le tocaba de nuevo, el cuello, ahora la cintura y él.

Seguía acercándose a ella sin más pudor, no se detendría hasta tenerla dentro del navío-No digas sandeces pequeña curandera, no puedo morir...pero tu si...-Se la quedo mirando inquisitorialmente, no le quitaba ojo, le sonreía para después acercarse y llegar a besar la curva de su cuello de donde quito una hoja de algún árbol con los dientes, tirarla fuera y acercarse a su oído.

-...No diría esto si se que la voy a matar después, pero usted parece ser, quien quiere su padre mantener a salvo....-lamio su oreja, aprovecha cualquier ocasión para así someterla debajo suya-...y lejos de las garras de aquel soldadito de poca monta...-Podría haberla escupido en la cara, la miraba con un repentino odio hacia ella, estaba haciendo un trabajo, el corte que le había producido al mayor y señor de los Lemoine, había sido superficial con una bolsa escondida de sangre falsa, bajo telas y vendas del mismo tono pálido de la piel del hombre.

Todo había estado planeado para que fuera real, para que todos se lo creyeran, solo que de algún modo todos habían picado el anzuelo, quizás la primogénita no estaría enterada, ahora si lo estaba, estaba al tanto o esperaba que lo creyera, su padre le estaba salvando la vida, el se habría batido en duelo si no hubiera sido por que los soldados se habían retirado, cobardes.

Su talante se alejaba, su ego ahora estaba hecho y ocultado bajo la máscara de la frustración, de seguro aquel vejestorio no le iba a pagar por lo que estaba haciendo con su hija, como bien sabían todos, investigaban que familia era la mejor, que familia podría estar beneficiando su travesía, da igual a donde fueran. Eran parecidos a unos detectives, mercenarios que trabajaban por sobrevivir a cambio de monedas de oro y muchas joyas preciosas para esas luego venderlas por mas oro o algún medio de transporte o quizás suministros para el viaje y algún que otro capricho amoroso.

Ansiaba ya volver a mar abierto, claro que ahora que todos creían convaleciente al cabeza de los Lemoine, pedirían un rescate, bien dinero ¿Podría hacerse aquello realidad? Bien, eran mercenarios, contrabandistas que mataban y saqueaban casas, negocios o los cuerpos de las vírgenes de algunas ciudades, pero siempre por un precio, nunca por libre. Suspiro estando ya alejado de Aitziber, no le había dicho su nombre, se sentó en una caja de madera, la miro que estaba en una esquina. No pudo más que apartar la mirada de ella, notaba un calentón leve sobre las mejillas, aquella apariencia de chico en Aitziber le hacía ponerse nervioso, trago saliva, la miro un segundo y volvió a apartar la mirada de ella, necesitaba hacer algo o simplemente se pondría más en evidencia, más nervioso.

-¡Capitán! –Dijo por la cortina el contramaestre que se asomaba-..Acabamos de llegar a donde empezamos esta travesía...-rio a carcajada limpia, Teng suspiro de alivio, con dificultad, sudaba pese a la ventisca suave de la mañana-Coge tres cosas....-No la miraba, pero aquellas palabras eran para ella-...Coge tres cosas de tu tienda...y tres hombres te vigilaran...Oh...-se atrevió a mirarla-....Uno de esos soy yo...-Dijo para sonreír de manera malévola y bajar de un salto a la acera, se cubrió con la capa, la capucha y espero a que sus dos hombres bajasen a la chica.

En ningún momento podría sentirse bien con aquellas palabras que estaba diciendo su rehén, se la notaba enfurecida, no hizo ningún movimiento de bajar la cabeza, tan solo frunció levemente el ceño, mirando aquel dolor que profanaba la mujer-Yo...-Querría haber dicho palabras que pudieran compartir su sentimiento de que no lo hacía por fastidiarla, aquel hombre podría matarla mientras podría estar durmiendo, o quizás la podría drogar ¿Por qué se inventaba razones para tener miedo y que pudiera perder a aquella mujer, no mas, se le acerco, cogió el libro que tenía entre manos, para después ponerlo sobre una superficie plana y rodearla con los brazos por la cintura, acercándola con suavidad hacia su cuerpo para así poder brindarla un beso que era para él, hasta diferente de muchos de los que había dado a mujeres temperamentales con mucho volumen pectoral o incluso de hacerse pasar el Don Juan de Asía a pesar de su alto cargo en el país oriental y sobre los siete mares del océano.

Siguió besándola con cierta delicadeza, intentando que ella lo siguiera, la abrazaba contra su cuerpo procurando que de cualquier modo ella estuviera segura de que irse de esta tienda hasta dentro de unas semanas podría ser lo mejor, tan solo que lo pensara-....-No dijo nada tras separarse unos centímetros de ella, se quedo mirándola a los ojos, una lagrima vio salir de los ojos de la mujer, la limpio, el silencio parecía querer reinar de lleno en aquel instante-...Tu tuviste libertad cuando pudiste haber escapado por la ventana antes de atenderme en esta tienda, tu familia te protege en lugar de venderte a un ser que planea contra tu familia..-comenzaba a acariciar su mejilla con el dorso de la mano-....y la traición que huelo es a la que puedas hacer al pensar que tu padre decidió esto a la ligera, tus conocidos....-solamente puso las manos sobre los hombros de la mujer, con suavidad la quería tener cerca de él-....los seguirás viendo aun prometiéndome de que podré volver a verte...si...-trago saliva, comenzaba a ablandarse frente a la mirada balsámica que la chica producía en él y que durante toda la travesía habría estado mortificándola-...vas con cuidado...-emitió una leve sonrisa-...No juego con las palabras galantes que podrías pensar...-acerco sus labios para besar la frente de la chica-.....pero me gustaría volver a ver a mi cervatilla peleona...-acabando con una sonrisa y un susurro a los oídos de la chica, posando sobre los labios ajenos un último beso en el que fue un punto y final.

Bien el contramaestre había puesto punto y final a este encuentro-Se acercan...-De cualquier modo supuso que los dos tenían que separarse tarde o temprano. Los grumetes y subordinados de la tripulación se pusieron en posición con las espadas en alto, esperando por si tenían que comenzar alguna clase de lucha en torno a unos minutos contra algún enemigo más fuerte, solamente Teng, metió el libro que antes había cogido Aitziber dentro de una habitación, que al parecer era donde había una liana de tela que había llevado al exterior-¡FENRIR! –Grito al contramaestre para mirarle a los ojos, decirle con señas o sin ellas lo que tenía que hacer con Aitziber- Llévala a un lugar seguro...-Cogió del brazo a Aitziber para meterla dentro de la habitación con el contramaestre que llegaba a hacer compañía para Aitziber, Teng entonces desenvaino su espada para ponerse en posición de ataque, miro hacia atrás, ambos, contramaestre y el capitán asintieron a la vez, sabiendo que tenían que volver a verse, en esta vida o en la otra-Llévatela....-Dijo sin prisa alguna, había hebras capilares, malgastadas por el falto de fuerza, una sombra de aquel desgarbado que cometió una fechoría, replicar al capitán, y que se convirtió en fiambre. Con lentitud se dispuso a caminar hacia delante, interponiéndose entre la gente para tener la primera posición del combate.

Los pasos se acercaban. Cada vez eran más. El ruido de la puerta tras sus espaldas se escucho con claridad cerrarse, ahora todo estaba bien. Él estaría bien para después ver un mañana que iluminaria su vista en el amplio mar abierto, surcando las olas y dando órdenes como siempre había hecho. No había nada más que le gustara hacer, que mas, que poco, nada era suficiente para satisfacerlo, ahora el miedo, no por la batalla, no por el desorden del fin del mundo, no, el miedo de comenzar a amar podría ser su punto débil, el punto flácido que en sus entrañas podría recordar en su vida. Ella, había habido más, pero solo ella, aquella curandera que gritaba como un perro ciego de ira y de replicas y que a él le gustara tanto, era de esperarse, buscaba en la vida algo que le quitara el aburrimiento, siempre yendo a la isla de tortuga a por chicas picantes, a por la búsqueda de tesoros inexplorados, a por búsquedas para ser recompensados con grandeza en piezas de oro y riquezas, pero aquello era rutinario, una excusa para no aquel destino de realeza que desde niño había adquirido bajo el brazo. Ella, solamente una chica de 26 años le había hecho cambiar su modo, no quería admitirlo, pero aquella fiereza que veía en ella, le era especial, le hechizaba con esos ojos marrones y esas continuas replicas que eran música para sus oídos. . . . . . . . .

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-Tengo que ponerla a salvo...madmoiselle...-El contramaestre, con toda la educación y torpeza del mundo se había inclinado ante Aitziber, después se la quedo mirando y antes de que pudiera la chica soltar prenda, la montó a su hombro, para bajar de un solo salto al tejado contiguo que había cerca-...Si tiene preguntas...-Soldados se acercaban a la tienda, aquel cuñado de la chica estaba montado al frente de tantos soldados, dirigiendo a los hombres, diciéndoles que esperasen, hasta que después de varios segundos, Fenrir con cuidado puso a la chica sobre su espalda-Agarrase...el viaje será movidito...-En una sonrisa, lo poco que duro tardo para ponerse en marcha, los soldados lo avistaron corriendo tras los tejados, Fenrir agarraba bien a la chica que llevaba a sus espaldas, caminando y caminando, corriendo incluso y perseguidos por varios soldados en parte de los demás que se quedaron para luchar contra Teng en la tienda, Fenrir seguía corriendo hasta que ya faltase poco para su destino.

¿Qué más podría hacer? ¿Acabaría esta guerra de herencias en manos equivocadas o el grito de las valkirias saldría a la luz llamando a más refuerzos?
Nadie lo sabria hasta que a nadie le quedase una pizca de aliento.

Podría saber que hacer tal vez no.

Ahora estaba entre la pared y la espada de uno de aquellos soldados que parecían no querer mancharse las ropas de sangre. El jefe de ellos, aquel Lloyd que los dirigía como muñecas de trapo, tenía a Teng con la espada en el pecho, le miraba, ambos se miraban con cierto asco, Teng lo miraba sin ninguna emoción alguna, morir por una mujer que encima la había salvado de algo mucho peor, de algo que no sabía cómo habría salido si no la hubiera mandado con Fenrir.

Bien había visto que era cabezota la mujer, pero ahora aquel hombre que le amenazaba con la espada en su pecho lo miraba atentamente-Dime pirata....-Dijo con malicia-....¿crees que te dejare ir sin más?-Dijo finalmente con una sonrisa-...de ti me hare rico...bueno, en realidad parte de esa fortuna, ¿sabes? Pagan bien por encontrar a piratas legendarios de los cuales tú has conseguido labrarte-¿Y si Teng ahora le sorprendía con juegos malabares? La gente se sorprendería, pero estaba en una posición algo imposible de la cual podria salir.

Estaba tardando, aquel Lloyd se alejo de donde le estaba amenazando, Tengo suspiro, alejándose de la pared, para ser sorprendido con la guardia baja y ser atacado por aquel oficial de alto rango, sintiendo que la espada se atravesaba contra su cuerpo, a la altura de su estomago, pero sin darse cuenta de sus manos, Teng sujeto la espada para que no fuera a mas, sonriéndole fijamente-... ¿Sabes que vas a matar a un sangre real? –No quería volver a usar su nombre o su título nobiliario de alto rango, pero por lo que vio en el rostro ajeno, le dio a entender que el oficial había cometido un gran error, alejó la espada del cuerpo de Teng para que este lo mirase.

Se miraron y Teng sonrió para después acercársele y propinarle un puñetazo en el estomago al oficial que le había insultado del mismo modo, le arrebato la espada, jadeando y seguramente la fiebre aumentaría, pero tendría que seguir de pie-¡ARRASAD CON TODO LO QUE VEAIS! ¡NO DEJEIS NINGUN SOBREVIVIENTE!-Y con valentía y gracia propino un sablazo en la espalda del oficial, haciéndole cortes y arañazos por cuerpo y la ropa que quedo hecho trizas. Se apoyo con la espada para poder sonreír victorioso, vio a sus hombres saqueando a los demás soldados-¡NO destrocéis la tienda ANIMALES DE CLOACA!-Esa orden por mas que les costara creerlo a los grumetes, la cumplieron a rajatabla, Teng miraba al suboficial y le señalo con el fino sable y elegante del oficial-....Escucha....La próxima vez, uno de los dos vivirá para ver como muere el otro...-Dijo mirándolo con firmeza y odio a la vez, se sujeto en un grumete que lo ayudaba a mantenerse en pie.

-¡Capitán!-El grumete saco de allí a Teng con cierta prisa, se fue hasta la carreta que habían dejado aparcada. Suspirando dejo a su capitán oculto dentro de los telones, poniéndole algo encima mientras el curandero que estaba en la carreta curaba a Teng o hacia el intento de ello. Todos sin excepción luchaban sin cesar-Aitziber....-Dijo entre murmuros Teng que andaba con intentos de levantarse pero que eran nulos debido a que el curandero lo volvía a tumbar.

-Mujeres....-el curandero dijo para dejarlo caer con gracia y con un tono divertido. Menos mal que dejo tal vicio.

Su vida estaba en un hilo que dependía de que tuviera que verla para poder saber que la vida te dedicaba cosas bellas de vez en cuando. Esas cosas de que cuando estas al borde de la muerte y quieres ver algo bello a modo de significado de que todo en la vida no era mal ni corrupción, pero nada vio, tan solo perdió la memoria unos instantes, escucho sonidos, gritos y ayudas en gritos de su curandero. Su nombre de pila y su titulo inmobiliario había sonado cerca de él, “no, nada de la realeza”

No quería recordar aquel pasado de su vida. Pensó en que podría hacer si volviera en sí. Quizás pasearse hasta conseguir el mayor tesoro de los tesoros, a aquel perro ladrador que tenia forma de mujer y que le había pillado hasta dejarlo sin armas con las que defenderse y tener que defenderla para que pudiera salir ilesa...en parte por su culpa, él ahora estaba en este estado.

No supo cuanto tiempo paso desde entonces.

Cuando abrió los ojos, se vio que estaba en su camarote con aquella cama con dosel a diferentes tonos borgoñas y suaves sabanas de negro satén junto con sabanas blancas de algodón. Tenía el cuerpo vendado y se sentía bastante liviano pese al peso que tenía hace varias horas...creyó pensar que había pasado. No sabía si habían capturado a la muchacha, pero simplemente cuando una imagen borrosa le vino a la mente, intuía que no había sido como planeaba.

Tumbado en la cama estaba y para cuando se da cuenta, la puerta de su izquierda se vio abierta para ver pasar a Fenrir, su fiel contramaestre el cual le dijo en varios esfuerzos de su voluntad, le dijo que había llevado a la chica a su casa, que estaba sana y salva, pero que no la había vuelto a ver desde hace cinco días.

-¿cinco días? ¿ES UNA BROMA!?-Grito enfurecido, ¿había estado dormido cinco días? ¿Cómo había pasado eso? Fenrir estaba callado para no alterar más a su capitán pese a que Fenrir el mismo tenía más de casi 90 años más que el joven Teng, pero era el manda más y tenía que hacer caso a su capitán.
-Señor...
-¿Qué?-su pregunta no habría podido pasar desapercibida, y menos el temor en la voz de Fenrir-...No tienes derecho a dirigirme esa peluda boca de tu cara...-Se le quedo mirando fijamente, le tomo del cuello pese a que Fenrir era más fuerte que él pero lo echo hacia atrás los pasos que su fuerza le fuera posible-De vuelta a París....no hemos terminado allí...-Insistió Teng en la cama, sentado sobre un montón de colchones de plumas y cómodos para el joven principito.