~Colores Vivos~ {Soren K}

Llevábamos bastantes meses, por no decir años, pensando en organizar varios compañeros de la Escuela de Paris una sala para exponer unos cuadros que fueron rechazados del famoso salón el París.
Nuestra humilde exposición fue una de tantas, pero he de decir que no la más importante de todas. La sociedad aún tenía que evolucionar mucho para cambiar su mentalidad tan tradicional, a veces producía en nosotros un hastío, pero es lógico si te llevan años mostrando algo como una doctrina ciega que tienes que seguir, al final te acabas acostumbrando.

Nosotros solo queríamos que se abriera la inmensidad de posibilidades que te da la pintura, y eso es lo que daría paso en un futuro a una nueva evolución de la mirada que se tiene sobre el objeto artístico en general, solo habría que esperar.
Somos héroes que han luchado por sus derechos, por su originalidad artística, por su idea. A contracorriente de todos los preceptos, valientes.

Es más nosotros no rechazamos lo académico (aunque claro siempre hay algún que otro extremista con sus argumentos) pero lo respetamos, dentro de lo posible, pero por qué ellos no respetan nuestras obras ¿acaso tienen miedo de la repercusión tan grande que esto pueda ocasionar?

Solo una oportunidad para que nuestras obras se dieran a conocer por ellas mismas, no por tener un nombre, el nombre no lo es todo.
Que salieran a la luz y refrescaran las conciencias. Pero en cambio, lo único que recibimos eran duras críticas y rechazos, que lo único que hacían era avivar nuestro espíritu.

Pues bien, ya lo habíamos organizado, habíamos invitado a los que pensábamos que les iba a gustar aquello, escritores, filósofos, artistas académicos inclusive, pero siempre con un halo de amistad. También a familiares, ellos siempre nos apoyaron, nunca se avergonzaron de nuestras ideas.
El edificio era pequeño, la exposición estaba dividida en dos plantas. Colocamos los cuadros a dos filas, para que pudiéramos colocar todas las obras, no queriamos que quedara ninguna en el tintero, las colocábamos por orden alfabético, era lo mejor, esto en el salón de París no pasaba. Podían estar colocadas en cinco filas del techo al suelo, si lo permitía la altura. Vamos, un descontrol.

Compramos algunas botellas de licor, para que la gente que quisiera pudiese tomar algo. No esperábamos sobresaltos. Serían las nueva de la noche.

Soren Kaarkarogf escribió:Soren pretendió hacerse el dormido para no despertar sospechas en Anuar...

WTF?? xDDDD

- ¿Como se siente joven Gerard? No se preocupe, estamos en el hospital, en mi consultorio, todo está bajo control, sólo se desmayó debido al shock que recibió con todo lo ocurrido – Me pasé los nudillos de mis manos por mis ojos para aclararme la vista, y ver quién estaba hablándome. A escasos segundos pude ver qué tenía delante, un hombre con pelo oscuro, ¿era medico? Eso parecía por el atuendo que llevaba.
Si no estaba desvariando, era el amenazador hombre que nos encontró en el callejón.

- ¿Yo? Creo que bien…- No estaba genial que se diga, me incorporé en aquella cama y me pasé la mano por la nuca que me dolía, era un dolor punzante.
– Gracias doctor.- le dije cuando me di cuenta de dónde estaba, aún aturdido, ¿me habría dado un ataque nervioso? No solía ocurrirme, pero era propenso a ello cuando las cosas no salían bien.

Me encontraba lo suficientemente bien como para sentarme en el borde de la cama, levanté mi cabeza y vi al profesor tendido en la cama contigua, así que era cierto, fruncí el ceño preocupado. Una bolsa de sangre le administraba todo lo que había perdido, y también vi en una bandeja la bala, “pobre profesor”, estaba vendado, mucho mejor que el intento que había hecho yo antes. Me pasé la mano por la cabeza, y toqué el suelo con los pies, perdí un poco el equilibrio, así que me agarré a la camilla del profesor.

- ¿Profesor?- ¿cuántas veces le habría llamado esta noche? – Soy yo, Gerard…- me mordí el labio inferior al ver como respiraba apaciblemente, no se había muerto, la alegría inundó mi pecho, tanto así que se me escapó alguna que otra lágrima.
Sonreí, aunque no sabía cómo iba a quedar aquella sonrisa en la cara de atormentado que debía llevar.
Me giré para mirar al doctor - ¿Está bien? ¿Fuera de peligro? – Desquiciado me hallaba, solté una risa y agarré con mis dos manos la mano del doctor en señal de agradecimiento. – Muchísimas gracias, nos has salvado de una buena.
Era verdad, me había quitado un gran peso de encima, las toneladas fueron cesando, aunque mi culpabilidad aún estaba ahí. Le volví a sonreír y me giré para sentarme a los pies del profesor.
– Quizá debería irme… - sopesé la idea. – si así lo requiere.- yo no regía las normas, si tenía que marcharme lo haría, quizá otro día visitaría al profesor para ver cómo andaba.
No sale de una y se mete en otra, no gana para disgustos, qué extraño me resultaba, pero oigame, hay quien tiene mala suerte, puede ser el caso.

Me miré la camisa gris, echada a perder, como me sobran camisas pensé sarcásticamente.
- Profesor…- volví a murmurar, qué insistente era, pero quería ver con mis propios ojos que estaba bien.

Escuché al doctor Aliranta con atención, era cierto lo que dijo, pero la sangre que yo ví o creo recordar haber visto salía a borbotones de la herida, era una aterradora visión, parecía una fuente carmesí.
Y sí parece que al profesor le protegía una especie de ángel de la guarda, porque aquello le sucede a cualquier otro y estaría entre seis maderos ¡ni autopsia ni nada!
Giré mi cabeza para mirar como el doctor se marchaba, yo asentí un par de veces con la cabeza.
Volví la cabeza cuando oí hablar al profesor, le sonreí inmediatamente.

De momento no quería que me fuera.
- Cuanto quieras.- Le respondí. Era un milagro que estuviese vivo, no me lo podía creer, lo loco que me había vuelto al creer que su vida había acabado, y ahora como Lázaro, había resucitado entre los muertos, por lo tanto ese doctor era Jesucristo ¡qué exagerado soy, por Dios! (xD).
Pensaba este tipo de cosas alucinando mientras le observaba con detenimiento, porque… ¿era verdad lo que veía, no? Sí ¿no? Mi subconsciente a veces me jugaba malas pasadas, esperé que no fuera esa una de ellas.

Noté que me había agarrado del antebrazo, con mi otra mano instintivamente dejé mi mano sobre la suya, estaba helado, pude notarlo aunque llevase guantes, lo achaqué a la pérdida de sangre. Entrecerré los ojos confuso, no me gustaba estar así, parecía que estaba en el lecho de alguien agonizando, aunque no fuera el caso, además me recordaba a las noches que pasaba en la habitación de mis padres cuando se olvidaban de quien era yo, y lo más importante se olvidaban de sus propias identidades.
Sentí un profundo dolor al recordar aquello, y tener al profesor en ese estado me destrozaba. Mis ojos pasaron de estar turbios por la melancolía a calmarse para responder a la preocupación innecesaria del profesor.

- Estoy bien, no te preocupes, mañana estaré como nuevo.- le dije dibujando una sonrisa de lo más creíble en mi fatigado rostro. – Ahora lo que tienes que haces es dormir ¿no es eso lo que se hace en estos casos? – Me quedé en silencio unos momentos que fue quebrantado por mi usual risa.- ¿Qué voy a saber yo? – Apreté la mano del profesor, mi sonrisa no se desvaneció.

– Me asusté tanto profesor, no hay nada que pueda subsanar lo que he pasado…- fruncí el ceño pensativo.- ¡pero ahora está aquí y eso es lo que importa! Aunque claro, no me vuelva a dar estos sustos, los actos temerarios se han acabado. – concluí dando a mis palabras una cómica autoridad. Ya me daba cuenta de que yo no estaba para este tipo de trotes, otro acontecimiento como aquel y me quedaba en el sitio.

Me quedé en la misma posición atendiendo a todo lo que el profesor decía.
Yo le sonreí asintiendo con la cabeza a lo último. Cuando vine a París nadie me había preguntado por ese tema, tampoco es que yo fuera el tipo de tío que cuenta su vida a cualquiera, porque pienso sinceramente que a muy poca gente le importa, es verdad, mucha gente te pregunta por cortesía, y digo yo ¡para eso no me preguntes nada! pero el profesor no era de esa clase de gente, algo me lo decía, pondría la mano en el fuego.

- Así es… ya estoy “acostumbrado”- alcé las manos para hacer las comillas en el aire, sonreí un segundo como siempre, y luego me puse serio, dandome cuenta de que no era cierto lo que había dicho.- No... miento, nunca me acostumbrare a esto, es horrible, no se lo deseo a nadie. Preferiría mil veces estar en el otro lugar. - Se llevaba de manera diferente, sufrías sí, pero no tanto.

Agarré de nuevo la mano del profesor, como si así me diera las fuerzas suficientes para seguir hablando, y seguí abriendo parte de mi corazón, mirando al suelo:
- Te das cuenta de que no puedes hacer nada por la otra persona, quizá estar presente mientras su vida, en fin, pierde su sentido. - Me quedé unos segundos en silencio.
-Esa impotencia…- proseguí cerrando los ojos. - A veces me hago ilusiones con que las enfermedades podrán curarse, pero no es así.- dije negando con la cabeza.
- Aunque creo que he sabido vivir con ello, quizá con el miedo a que a mi también me ocurra. – Miré al profesor de nuevo, afrontando aquello.- Mis padres nunca volverán a ser lo que eran, un irremediable día no podrán reconocerme.

Aparté mis ojos de los suyos, no tenía fuerzas para llorar, no valía de nada, ya no podía hacer nada.
– No sé si seré valiente, porque cuando te tuve entre mis brazos estaba aterrado, no sé qué fue lo que me instó a seguir. También sé que no habría huido, pero tampoco quiero una medalla por el merito. – comenté sonriendo, era una sonrisa amarga, pero al fin y al cabo me intentaba animar yo solo.

- ¡Ah! Por cierto ¿dónde está Toulouse? No lo he visto desde que… ¿me desmayase? – Solté una risa nerviosa.- Ha visto profesor, qué heroico soy. - ¡Qué ironia!

Escuché lo que tenía que contar el profesor acerca de su familia, yo no esperaba que el contase nada sobre su vida, no le había contado lo de mis padres para recibir nada a cambio. Incliné mi cabeza para mirarle, ¿vivía en un castillo? Qué pregunta, la importante la había pasado por alto ¿No le quedaba nadie? Eso sí que era triste, aunque quizá tenía amigos que le reconfortasen la ausencia de algun familiar, bueno no lo sabía, de nuevo no quise preguntar.
Me habló de su hermana Annika, y de lo mucho que la quería, mis ojos se perdieron unos momentos porque no sabía dónde mirar, me daba mucho respeto que me hablase de esas cosas. También pensé ¿qué habría pasado para que toda su familia estuviera muerta? ¿Alguna guerra, o enfermedad?
Cuando terminó de hablar se levanto de una especie de sueño, ¿habría recordado aquella boda? Lo parecía, sin lugar a dudas.
Giré mi cabeza para ver por dónde estaría el gato, volví la cabeza para mirar al profesor con una renovada sonrisa, apreté la mano del profesor para luego levantarme lentamente, no quería que se me fuera la cabeza otra vez.

- Voy a… traerlo, ¡probablemente Toulouse esté ansioso por verle!- comenté con una enorme sonrisa mientras movía mis manos de un lado a otro, al llegar al umbral de la puerta me giré para decirle una última cosa al profesor.
- Seguro que su hermana siempre supo lo que sentíais por ella. – Asentí con la cabeza y desaparecí en busca del gatito rebelde.
Anduve despacio por aquel pasillo, con algo de miedo hasta encontrar lo que venía buscando, entré silenciosamente sin mirar nada de lo que había a mí alrededor, estaba todo oscuro, gateé por el suelo.

- ¿Toulouse? – pregunté por lo bajo, ¿por qué siempre trataba a los animales como si fueran personas? Oí un ruido, me acerqué más hasta ver unos ojos verdes mirándome.
- Qué vago eres…tú aquí viviendo la vida.- deshice el nudo de la pata del escritorio y lo cogí en brazos, el gato estaba tan cansado que no protesto, - buen chico.- dije mientras acariciaba su cabeza.

Corrí por los pasillos para llegar de nuevo a la habitación donde estaba el profesor, me daba mala espina andar por aquellos pasillos oscuros, así que sí, huí despavorido de allí.

- ¡Profesor! ¡Mire que tenemos aquí!- exclamé riéndome, quizá por la adrenalina que sentí al correr por aquellos pasillos. Dejé al gato en el regazo del profesor, sabía que no iba a arañarle, a mi no me había hecho nada. – El gato aventurero. – me quedé de pie agarrado al borde la cama.
Un animal siempre saca una sonrisa, ¿no decían que los gatos se acostaban a los pies de las personas que estaban a punto de morir? ¡Qué ocurrencias tenía!


{{Bueno, no tendría por qué enterarse, aunque el ocultar tu verdadera identidad pueda costarte, Gerard no piensa en ese tipo de cosas xD, asi que no temas.
Si fluyen sí, mira que otros post me cuestan lo que no está escrito xD }}

Solté una risa al escuchar el comentario del profesor, me pasé la mano por la cabeza avergonzado, el doctor me habría echado a patadas de ver lo que había hecho, no lo habría juzgado ¡era tan despreocupado para unas cosas!

- Joder, es verdad…- Cogí al gato e intenté ver si había dejado algún pelo por el cuerpo del profesor, no habría dado tiempo, aunque quizá las partículas microscópicas danzaban por ahí, sinceramente lo desconocía. ¿De haber visto algún pelo habría sacudido el cuerpo del profesor como quien sacude las sabanas? Era probable.
Rodeé la camilla del profesor para llegar a la cama donde había estado tendido antes, me senté en el borde, con el cansado gato en sobre mis brazos. Me quedé observando al profesor en silencio, hasta que decidí hablar:
- Debo suponer que después de lo ocurrido, de las clases ni hablamos ¿no?- solté un bufido que se convirtió en una ligera risa por lo evidente que era aquello. Después de recibir un balazo, ¿cuánto se supone que tarda uno en recuperarse, tres semanas?

- Una pena… parece que el destino no quiere que me presente en una de sus clases, pone trabas una y otra vez. – comenté resignado, si antes el profesor se aburría de estar encerrado en su casa por las heridas que le había producido aquel perro, ahora se iba a morir del aburrimiento. ¿Estaría mal si le preguntaba dónde vivía? Ya lo creo, lo mejor era esperar a que volviera a impartir clase, aunque claro, pensándolo bien yo tendría que tener cierto derecho si quería verle puesto que yo había estado presente en lo ocurrido esta noche, y como preocupado que era... ¿podía?
Sonreí al llegar a esa conclusión tan abstracta que ni me la creía, nada, nada, de imprudente el primer premio.

- Si os aburrís mucho en un momento dado, puedo traerle unos libros, o un cuaderno con folios blancos, como mera distracción. – le propuse con una franca sonrisa. Si yo estuviera en su lugar no me gustaría haber quedado postrado en la cama sin poder pintar, sería lo peor que me podría pasar.
Agaché la cabeza y vi de nuevo al gato y me acordé de que no estaba bien que estuviera en la habitación, pero me daba tanto reparo volver por aquellos pasillos, me tragué todo temor y me levante – ¡Un momento!- corrí por la habitación hacia el despacho del doctor, repetí la acción a la inversa, atando de nuevo al gato en la pata, volví al lado del profesor fatigado por la carrera. – ¡Ala! Aquí no ha pasado nada…

Me quedé parado al lado del profesor, cuando llamó la atención a una tercera presencia, giré mi cabeza en la dirección donde el profesor miraba, allí estaba el doctor, me sobresalté un poco, no le había escuchado, me llevé las manos a los bolsillos traseros de mi pantalón y baje la cabeza un poco aturdido al escuchar la respuesta del doctor, técnicamente aún no eramos maestro y alumno, pero por una extraña razón me había acostumbrado a llamar a Soren con el apelativo de ‘profesor’.
Por el tono que uso deduje que tenían una relación más allá que de “medico” y “paciente”, me había dado cuenta, pero no entendí porqué usó aquel sarcasmo, bueno, de todas maneras me callé ¿qué iba a decir?

Así que había escuchado nuestra conversación, qué oído más fino debía tener, no me molesto que se hubiese enterado, al fin y al cabo no tengo nada que esconder, no estaba haciendo ni diciendo nada malo, pero parecía que el doctor trataba al profesor con cierta superioridad, aunque no supe discernirlo del todo, quizá no debía meterme, no, no debía.
Pude ver lo que había cogido el profesor en su mano, se me abrieron los ojos como platos mirando al doctor, pues éste me estaba mirando inquisitorialmente, fijo que sabía lo que había pasado segundos antes, cuando desvió su mirada de mí me cubrí la cara con una mano tapándome la cara de tonto que se me había quedado.
Era una situación un poco violenta, yo ahí en medio de esa especie de discusión camuflada con palabras con doble sentido, con cierto resentimiento, no sabía dónde meterme.

Era cierto que un caballero debe mantener sus promesas, pero en el estado que estaba el profesor no había que meter prisa a la recuperación, la clase podía esperar, es más, nunca había pedido una clase particular, me habría bastado con escucharle desde la última fila de su clase, quizá el doctor había entendido todo mal, apreté la mandíbula tanteando la situación.

- Así que haré los arreglos para que el profesor Kaararogf pase su recuperación en casa y no el hospital, así podrá ir a visitarle y recibir esa encantadora clase de arte.
Me dijo con una amplia sonrisa, que me pilló por sorpresa, yo sonreí nervioso asintiendo con la cabeza. En menuda me he metido, pensé para mis adentros.
Miré tímidamente al profesor cuando respondió dubitativo, no tendría porqué haber aceptado porque el doctor simplemente le hubiera puesto en evidencia, qué mal me sentí, otra cosa que era mi culpa.
Me quedé en silencio hasta que:

- De acuerdo, yo creo que…ya es momento de que me marche.- Era lo mejor, ahora no me sentía nada cómodo. – De nuevo muchas gracias doctor por todo.- agradecí juntando mis manos en señal de agradecimiento mientras inclinaba mi cabeza, me giré para mirar al profesor. – Espero que se mejore pronto, de verdad que ha sido una noche muy entretenida…- con sus subidas y bajadas, pero en general no estuvo mal porque le había conocido. – espero recibir noticias suyas, ya sabe donde estoy. – en la Residencia. Me iba a acercar a darle un apretón de manos pero la presencia del doctor me lo impidió, no por él, era un cúmulo de cosas.
Di unos pasos hacia la salida.

Antes de marcharme, el doctor se había ido, imaginé que a su despacho porque pude oír ciertos ruidos de movimiento de papeles.
Me quedé parado al oir al profesor hablar, me giré para mirarle, de nuevo fascinado por el hecho de que siguiera vivo. Lo primero que dijo no me agradó demasiado, más bien me entristeció, por algún motivo no me gustaba esa idea.
Lo que te puede cambiar tan solo una noche, realmente no deseaba irme, me habría gustado tumbarme en la otra cama y pensar o tal vez hablar de lo ocurrido aquella noche, quizá dormir un poco, pero no, no era lo propio, lo sabía perfectamente.

Entendí la cuestión del dinero, siempre es mejor estar en casa, además si tenías un médico particular ¿para qué pedir más?
Mis pies ya estaban moviéndose para dar el paso hasta el pasillo, cuando el profesor comenzó a contarme dónde vivía, me lo describió más bien, yo le miré asombrado no esperaba que lo hiciera, le sonreí cuando terminó de hablar. Oí un estruendo en lo que sería el despacho del doctor, enarqué una ceja asombrado, moviendo los ojos en dirección a la otra puerta que llevaba al pasillo.

-No se preocupe profesor, solo espero no haberle importunado, ni metido en problemas. – le dije rapidamente con sinceridad, le puse una cara como diciendo “¿qué ha pasado?” Me tapé la boca para no reírme, volví por mis pasos hasta la camilla del profesor y allí le dí el apretón de manos que quise darle momentos antes. Un símbolo de la energía que pasaba por mis manos hasta las suyas, quizá así se curaría más pronto, hay gente que piensa así.
– Nos vemos pronto, profesor. – incliné levemente la cabeza y me marché de allí dando zancadas por lo que pudiera pasar.

El hospital no era un lugar que me reconfortara, es más me inquietaba sobremanera, caminé por los pasillos mirando a un lado y al otro por si me salía algún enfermo sonámbulo, me habría dado el susto que terminaría por noquearme.
Salí de allí lo más rápido que pude, no había mucha gente por la calle, asi que no tardé en llegar a la residencia. Yo también necesitaba descansar.

{{ Me parece perfecto. No creo que a Gerard le guste encontrarse con el profesor cuando éste está recuperándose jajajaa, ¡usted verá! A Soren le espera una buena tinonitinonini }}