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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Daél de Vries Vie Jul 20, 2012 7:53 pm



Melodía:

Una dulce melodía invadía el ambiente, traspasando los diversos muros de aquel inmenso castillo. Mientras aquellos dedos habilidosos tocaban entusiasmados, recorriendo las teclas blancas y negras de un lado a otro con destreza y una suavidad extrema, como si les acariciase pausadamente, creando aquella pieza que sin lugar a dudas dotaba de vida a aquel hogar…

Suspire complacida, contemplándole apoyada en uno de los pilares que ornamentaban aquel salón, observándole con una mirada calida, realmente orgullosa de mi pequeño. Y es que aun podía recordarle tirando de mi vestido para que bajase la mirada hacia él, encontrando aquellos enormes y brillantes ojos grises que me buscaban, extendiendo sus bracitos hacia mi, mientras yo le tomaba para sentarle sobre mis rodillas, sujetando sus pequeñas manitos para que él tocase las teclas que yo le indicaba mientras él reía alegre sobre mi regazo, jugando y estirando de sus deditos, que apenas alcanzaban a tocar las teclas mas lejanas...Mientras James nos observaba desde el sillón, dejando su libro a un lado para reír enternecido con nuestros juegos...

Como añoraba aquellos momentos en familia, momentos sencillos en los que no importaba nada más que el tenernos los unos a los otros.
Había sido corta nuestra prosperidad, y aun mas cortos los momentos juntos -a mi parecer-, por eso fantaseaba en muchas ocasiones con el pasado, pensando en como habría sido compartir con los tres. Ver a James charlando con Jerarld y con Jäeger, y observar a estos dos últimos crecer y jugar juntos…Habría sido una bella estampa, habrían sido bellos recuerdos. Pero de nada servia pensar en todo eso ahora, aquel tiempo había pasado hacia mucho. Ahora nos quedaba el presente.

...

Un presente que observaba aun con una sonrisa, al fin y al cabo volvía a tenerles, y en esta ocasión podía velar por ellos. Aunque ahora me encontrase aun demasiado absorta en la melodía que el tocaba, como para bajar totalmente de la nube…
Hasta que de pronto algo me hizo volver a la realidad. Pues una brisa fría se hizo presente cerca de mi posición, sin que yo me inmutara por ello. Pues conocía demasiado bien aquella sensación y aquel lazo que nos unía y que sentía cuando él estaba cerca.
Sin embargo me quede en silencio unos cuantos minutos, visualizándole a mi lado antes de hablar.

Goedenacht Erik…

Dije finalmente girando mi rostro para contemplarle, apreciando su mirar que ahora se centraba en la figura de Jerarld,-que en aquel salón continuaba componiendo, totalmente ajeno a nuestras presencias cercanas-
Le observe en silencio, contemplando su rostro de aspecto feroz, con aquellos marcados rasgos, además de sus cabellos que caían por su rostro dándole en muchas ocasiones un aspecto amenazador, que -a pesar de hacerle parecer un tanto duro-, me agradaba.

Pero entonces me percate de su mirar ligeramente entrecerrado, percatándome de que algo se traía entre manos, algo pensaba, algo tramaba, pero no pregunte. Me limite a volver a contemplar a mi pequeño, esperando que fuese Erik quien me dijese a que debía el honor de su presencia. Pues conocía a mi hermano, si deseaba algo, lo diría cuando lo considerase oportuno, ni antes, ni después.



Última edición por Daél de Vries el Vie Ago 03, 2012 3:08 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Joachim Cárthaigh Lun Jul 23, 2012 2:33 pm

- Buenas noches, hermana.- respondí con cierta sequedad bucal, entrelazando los dedos de mis manos tras mi espalda antes de dar un paso hacia mi sobrino, que tocaba ahora una pieza a piano que realmente, despertó mi somnolencia.- ¿No te frustra estar siempre junto a él... y que él nunca esté junto a ti?- comenté con voz baja y alargando las palabras como si la pereza venciera al habla.- Iré al grano.- concluí, girándome hacia Daél con el ceño fruncido.- Mi hija Eyra trama pedir un deseo en cuanto reúna todas las reliquias que ya posee ahora y la llave que le abrirá la puerta al milagro que en vilo ella espera. Ahora que ha encontrado a Johannes, y ante lo que parecía ser el fin de mis temores, nada más lejos de la realidad. Planea revivir a su madre, Daél... a Alawa.- tragué saliva ruidosamente antes de carraspear y seguir caminando por la sala, avanzando ahora hacia una de las ventanas cortinadas que abrí con tal de sentir la brisa nocturna acariciar mi rostro con fiereza, un gesto que desarmó al vampiro que se hallaba allí, pues sólo vió cómo la ventana se abría sola y una ráfaga de viente desordenaba sus cabellos pelirrojos.- Mi esposa lo sabe... por eso ha empezado a mover hilos tanto del otro lado como de éste, el de los mortales. Fuertes hechiceros de brujería negra la ayudan a regresar... No podemos permitirlo, hermana.- sentencié exhasperado, mirándola ahora con el fuego centelleando en mis ojos perturbados.- ¡La has visto! ¡Sabes que nos quiere mal! ¡A todos! Incluso a su propia hija...

Meneé la cabeza, peinando mis cabellos hacia atrás con visible desesperación.

- Para evitarlo... debemos romper las posibilidades que ofrece el ritual. Debemos... deshacernos de la llave.

Caminé ahora hacia Jerarld, quién de pronto, había detenido la música ante un escalofrío que recorrió su piel hasta erizarla.

- Y ya imaginas quién es la llave... ¿verdad, Daél?-susurré con frialdad y cierto humor amargo en mi voz.

Torcí una sonrisa amarga antes de sentarme sobre el piano, haciendo sonar varias teclas de éste que resonaron en la sala con estruendo. Fue una señal para darle a conocer la presencia de otro ser frente a él, un ser que ahora se inclinaba hacia su rostro con la intención de mostrarle el camino el más allá dónde le aguardaba su madre que ahora, a unos metros de nosotros, cambiaba la expresión de su rostro para tornarse en el del horror.

- Ayúdame.- le pedí, rozando mis labios con su oído en cuanto usé la teletransportación para moverme con rapidez tras su estético cuerpo, tomándola de la cintura en un abrazo un tanto forzado por mi parta, terminando por lamer el lóbulo de su oreja en busca de una reacción que la despertara del trance en el que se había sumido tras entrever mis intenciones de acabar con su primogénito si no colaboraba en la causa.


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Mensaje por Daél de Vries Mar Jul 24, 2012 11:58 am

La llave…
La llave era el único ser vivo que podía ser portador de la última reliquia, como si la tuviese dentro de si mismo.
Esa "persona" había sido representada en nuestra cultura de diversas formas, siempre como alguien distinto, normalmente mostrado como un ser encapuchado vestido de blanco. Señalado como la ultima pieza necesaria para armar un rompecabezas demasiado peligroso para que los mortales jugaran con ello…
Aquel portador solía cambiar de aspecto y solía aparecer y manifestarse con el nacimiento de un ser inocente, cuyo nacimiento coincidiera con la alineación de planetas. Sonaba como una fantástica leyenda de poder y magia, que a pesar de parecer irreal…Era tan real como los allí presentes.

Por eso en cuando él nació y yo vislumbre aquella pequeña marca en su nuca no lo quise creer. Me cegué pensando que seria una coincidencia, una leyenda absurda y nada mas…James mismo me intento animar, instándome a que no debía creer en aquellas historias de mi raza y de mi propia familia…
Y por eso lo deje estar. Por eso deje de lado la idea de que fuera precisamente mi hijo, ya que eso involucraría que su destino estuviese decretado sin que se pudiese hacer nada por impedirlo.

Me separe de aquel abrazo girándome con violencia hacia Erik, al cual mire con severidad y una mirada glacial.

No vas a destruir la llave Erik! Comente indignada por un momento ante su sola mención “inocente”…Sin embargo sabia a lo que nos enfrentábamos y a lo que se refería.
Fruncí el ceño y gire el rostro pensando. Y es que si, conocía a Alawa, sabia en lo que se había convertido y que su sola presencia no traería nada bueno. No solo pondríamos en peligro a la llave de no impedirlo, sino también a Eyra, y a los hijos de estos, todos caerían bajo su influencia…y eso seria solo el principio. Ella era un ente negativo ahora, había estado demasiados años almacenando aquel rencor, y se había estado haciendo más poderosa, absorbiendo a mas almas perdidas y volviéndose más fuerte con la ayuda de aquellos hechiceros. Si le dejábamos volver a la vida lo destruiría…
Todo.

Entonces Jerarld se puso en pie y tomo las partituras, ordenándolas y dejándolas sobre el piano de cola con cuidado. Luego se giro apoyándose en el lateral del mismo, extendiendo sus cabellos hacia atrás mientras miraba por la ventana que se había abierto sola delante de él. Su gesto se volvió contrariado, asi que camine hacia él situándome delante suyo, acariciando con el dorso de mis dedos su mejilla intentando darle algo de calma, notando como mi tacto producía lo contrario, pues él contuvo la respiración, seguramente sobresaltado al sentir como una brisa fría atravesaba su piel. Y entonces giró el rostro hacia el mío, asustándome ahora a mi, como si por un momento me hubiese visto, y me mirase a los ojos, pero entonces bajo la mirada y suspiro.

Momento en el que me teletransporte delante de Erik.

No permitiré que le hagas daño. Pero estoy de acuerdo en que tenemos que evitar que este aquí, su presencia es peligrosa ahora. Tenemos que llevarle lejos de Eyra y de las reliquias…
Aunque aun disponemos de algo de tiempo.


Aparte mis cabellos y tape mis labios, notando como la angustia crecía por momentos.
¿Eyra sabe que es él a quien busca?


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Mensaje por Joachim Cárthaigh Sáb Jul 28, 2012 5:39 pm

Desvié la mirada de ella y mordí mi labio inferior, pues comprendía la angustia que ahora asfixiaba su pecho y oprimía sus entrañas ante la sola idea de perder a su hijo. Lo entendía porque era aquella misma sensación la que, durante día y noche, desde mi muerte e incluso desde antes de ésta, recorría mis venas y mi pensamiento. Pero no podíamos ser débiles ahora, mucho menos yo, así que alcé la vista y clavé mi mirada en sus ojos tristes, sin piedad ni vacilación.

- Ni siquiera sabe que necesita una llave... pero no le es necesario, Daél.- respondí con sosiego.- Jerarld estará dónde Eyra esté, eso sería suficiente para llevar a cabo el ritual, aunque ni ella sepa que le necesita.

Suspiré pesadamente, tomando entonces las manos de mi hermana, llevándolas hacia mi pecho dónde alguna vez, se encontraba escondido mi corazón mortal. Por primera vez en mucho tiempo, le mostré mis temores para que se percatara del grave peligro que corrían nuestros descendientes, no sólo mi hija, sino tambien sus hijos y nuestros nietos. Todos perecerían si Alawa volvía.

- Deja que me lleve a Jerarld lejos de aquí.- insistí con firmeza.- En Groenlandia, a penas quedan algunas aldeas en pie, pero hay una zona abandonada en la que yo mismo hicé la bandera de nuestro pueblo colonizador, Daél. Ahora sólo son montones de ruinas, pero me consta que la iglesia cristiana que alzaron tras nuestra marcha sigue en pie, abandonada y lejos de las miradas curiosas. Permíteme llevarle allí, lejos de París, de Eyra y sus reliquias.

Tragué saliva y deslicé mis manos por sus brazos hacia sus hombros, oprimiéndolos con cierta fereza para reclamar la máxima atención hacia mis palabras, enfatizando la urgencia de éstas.

- Tres noches, hermana... en tres noche se cumplirá el plazo astronómico previsto. Los planetas se alienarán de nuevo y el ritual será llevado a cabo.- argumenté sin a penas despegar mis mandíbulas, demasiado iracundo con todo aquello que podía desencadenarse si ella no cedía ahora por el bien de todos.- Sólo te pido tres noches... Daél, y todo habrá pasado.

Mi rostro se acercó al suyo con mis labios tiritando de nerviosismo, con mi piel erizada y mis ojos abiertos de par en par como si buscara en su mirada la respuesta a mis súplicas. No volví a pedirle porfavor que me ayudase. Por lo contrario, la besé, esperando que de ese modo recordara el vínculo que más allá de la muerte, aun nos unía, suficiente para ahora convertirnos en aliados y no enfrentarnos por un destino cuyo desenlace ambos deseábamos por igual.


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Mensaje por Daél de Vries Dom Jul 29, 2012 1:16 pm

Sentí su aliento frío sobre mis labios, de forma inesperada. Como si de esa forma su beso compartiese el miedo y parte de su desesperación.
Un miedo que por un momento borro todo lo demás, haciéndonos entender, que entre la soledad y la eternidad, ambos como aliados era lo único que teníamos con certeza…y ahora, que al fin volvíamos a tener a nuestra familia cerca, el peligro de perderla era algo casi inminente.
No lo pensaba permitir.

Mis brazos subieron desde su pecho hacia su rostro, en una caricia suave. Hasta que pasados unos segundos nuestros labios se separaron, aun notando su mandibula tensa, y sus ojos fieros que esperaban una respuesta con ansiedad y preocupación.
Aparte aquellos mechones de su rostro mientras le miraba con angustia, soltando un suspiro.

Tres noches…Son suficientes.
Yo me lo llevare y tu te encargaras de que él no se marche, hay que impedir como sea que vuelva a París…
Mientras tanto yo vigilare a Eyra. Yo cuidare de ella hasta que vuelvas…
Indique en una ultima caricia a su mejilla. Antes de separarme de él y caminar hacia Jerarld, quien aun pensativo miraba por la ventana, hasta que yo me situé detrás de él.
Deslice mis manos por sus costados en un abrazo, en el que le rodee y apoye mi mejilla sobre su espalda, notando como daba un pequeño brinco, seguramente sintiendo mi contacto sobre él.
En tres días, se celebraría su aniversario. la fecha de su nacimiento...Una fecha que aun recordaba como si hubiese sido ayer. Pues verle entre mis brazos, junto a James había sido una de los momentos mas felices de mi existencia...Y por eso iba a hacer lo que me proponía, le utilizaría, le doblegaría, me lo llevaría de allí y lo haría... por amor.

Espero que puedas perdonarme por esto hijo…Entonces Jerarld giro el rostro al escuchar mi voz pero no vio nada, pues deje que mi cuerpo se desvaneciera como si fuese la brisa del viento, antes de que mi presencia le atravesara y se acomodara en su anatomía.

Un aire gélido le rodeó, moviendo sus cabellos con violencia antes de que Jerarld abriese los ojos, exhalando el aire restante de sus pulmones.
Entonces parpadee, y contemple la ventana delante de mi. Girándome con cuidado para observar mis manos, dando unos cuantos pasos aun algo inestable, hasta que visualice un espejo en la pared. Trague saliva y asentí ante mi reflejo, y ante aquellos ojos tan parecidos a los míos, que sin embargo ahora ya no tenían ningún brillo en su mirar, extendiendo mis cabellos –ahora- pelirrojos hacia atrás, antes de darme la vuelta y apreciar a Erik que apoyado en la entrada me contemplaba asintiendo también.

Entonces unos pasos se escucharon cerca, y supe que debía darme prisa.
Comencé a caminar hacia la entrada pero Eyra se topo conmigo, sosteniendo mis manos y comentándome algo con una sonrisa, mientras yo le miraba sereno e inexpresivo, sin siquiera bajar el rostro, simplemente mirándole hacia abajo mientras escucha algunas de sus palabras. Pero lo cierto es que no tenía tiempo para eso, ni para hablar con ella, ni para decir nada, así que me solté de sus manos y seguí caminando. Conduciéndome con paso rápido hacia la entrada, donde ignorando al mayordomo abrí la puerta y salí hacia el jardín, caminando con decisión por el sedero que conducía a la salida…Aquella noche le llevaría a Groenlandia, y le dejaría allí, pues era lo único que podía hacer en aquel momento.

El destino de la familia dependía de nosotros ahora, y ya no había vuelta atrás.




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Mensaje por Joachim Cárthaigh Mar Jul 31, 2012 5:07 pm

La teletransportación era el único método viable y rápido para llegar hasta Groenlandia, guiando entonces a mi hermana hasta unos acantilados rodeados ahora por un río de hielo que ejercía sobre la única edificación, un muro de protección. Tomé su mano -que era la de Jerarld- y atravesamos unos matorrales que arañaron nuestra piel, adentrándonos al fin, a una antigua iglesia, eregida cuando los cristianos quisieron colonizar e inculcarnos su religión a lo que ellos denominaban paganismo, dado que no aceptaban a nuestros dioses. Nosotros, los vikingos, tampoco admitíamos sus creencias, pero aunque batallamos contra ellos, muchos de nuestros pueblos se dieron por vencidos y adoptaron la nueva religión... Torcí una sonrisa irritada al recordar cuán débiles fueron algunos de nuestros pueblos, quitándome esas memorias de mi cabeza para centrarme en lo que tenía entre manos.

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- No la recordarás, pero esta iglesia fue destruida por mí poco después de abandonar ésta isla por orden de padre.- comenté a Daél, acariciando una de aquellas columnas y suspirando contra las enredaderas que habían desquebrajado la dura piedra que se había mantenido en pie durante casi ocho siglos.- Creíamos que destruyendo los templos dedicados a su dios omnipotente, destruiríamos en si, a su dios.- farfullé antes de girar mi rostro hacia ella con mi mirada encendida.- Aquí estaremos a salvo, Daél. Ve a casa y cuida de nuestra familia en mi ausencia. Y por todos los dioses... ¡protege el secreto de éste paradero!

Caminé hacia Jerarld y miré sus ojos sin vida que me miraban con fijeza sin inmutarse siquiera cuando, de repente, sus párpados cayeron y su cuerpo cedió a sus rodillas, siendo mis brazos los que le recogieron antes de tocar el suelo. En volandas, le llevé hacia la parte trasera del edificio, justo dónde se encontraba el altar y bajo el que se hallaba una trampilla que abrí usando una de mis manos. Las escaleras, sucias y oscuras, nos condujeron hacia unas mazmorras de no mejor aspecto, aunque las paredes eran macizas y las herramientas que había dispuesto unos días antes, parecían no haber sido descubiertas por ningún curioso, lo que me hacía pensar que realmente, estabamos a salvo allí.

Tras alumbrar la sala con un par de antorchas -una situada en un lateral y la otra en el lado opuesto-, dejé a Jerarld sentado contra una pared mientras yo corría la puerta de barrotes de acero cuya única llave la poseía yo, de tal modo que si no había llave, nadie podría salir de aquella mazmorra. Me aseguré de que quedara bien cerrada y me encaminé hacia mi sobrino, al que tomé del mentón para abrirle la boca y depositar la llave sobre su lengua, vertiendo sobre ésta el agua que había llenado previamente en una jarra. Aquél gesto pareció despertar al muchacho, que tras tragarse el instrumento, empezó a mover sus dedos y a pestañear, por lo que el tiempo corría en mi contra si es que deseaba retenerle allí conmigo, pues debía usar su estado de inconsciencia para atarle.

De ese modo, arranqué las ropas de Jerarld hasta desnudarle, volviendo a tomarle entre mis brazos para, con sumo cuidado, depositar su cuerpo sobre la cama construida expresamente para él, de madera y adornada, a un centímentro de distancia entre si, por aguijones del mismo material de punta tan aguda, larga y estilizada que prácticamente atravesaría el cuerpo de cualquier mortal que sobre ellas se asentara, como era el caso de Jerarld, cuyas primeras gotas de sangre empezaban ya a emerger de su espalda y a teñir el lecho de color carmesí. El dolor, como era previsto, supuso un aliciente para su despertar, algo que no me convenía todavía, por lo que me moví con rapidez a su alrededor para atar sus manos y pies, muy separados de su tronco central, mediante grilletes de madera recubiertos interiormente por más agujas que oprimieron sus muñecas y tobillos de forma dolorosa, pues si él se movía, las puntas se clavarían más y más en su carne, rozando sus huesos para inflgirle un dolor casi inhumano, característica que se repetía en la cama en la que había sido dispuesto, pues un movimiento en falso y se iría clavando todas aquellas agujas más y más profundamente.

Cuando su cuerpo reaccionó a los estímulos que recibía, sus ojos se abrieron de par en par, clavándose de pronto en los míos por no más de tres segundos, lo que tardé en tomar de una vieja estantería una máscara de hierro que le coloqué con brusquedad y cuyo único orificio se encontraba a la altura de su boca, para que así pudiese comunicarse conmigo sin verme ni oler su propia sangre, pues mucha de ella sería derramada en las próximas horas.

Sus manos se movieron de repente con ansiedad, gesto al que fue acompañado un desgarrador grito de dolor cuando comprobó en sus propias carnes, cómo todas las agujas sobre las que se hallaba tumbado se clavaban en su interior y los grilletes le oprimían más sus muñecas, haciendo resonar las cadenas de hierro cuyos grilletes se mantenían atados al pétreo suelo.

- Yo de ti... no me movería mucho.- le aconsejé con buena voluntad, sentándome sobre una silla de madera, vieja y que cojeaba de una pata. Recosté mi espalda contra su respaldo y crucé mis brazos a la altura de mi pecho, ladeando mi cabeza para contemplar mi magnífica obra maestra.- Te dolerá un poco.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Miér Ago 01, 2012 8:09 pm

Grité sin poderme reprimir, despertando como si se hubiese tratado de un mal sueño...Pero entonces ladee la cabeza hacia todos lados, intentando ubicarme y situarme.
un mal sueño...Pensaba que se trataba de eso, pero entonces me percate que no era asi, estaba despierto. ¿Que llevaba en la cabeza?
¡no entendía nada!

Hacia escasos segundos estaba en el salón, mirando por la ventana. Me sentía acompañado, la ventana se había abierto sola…Cosa que me extrañaba un tanto. Si mi madre andaba cerca ¿porque no mostrarse ante mi, porque actuar de ese modo? ¿Seria otra persona?
Pero por otra parte…Si, le había visto, ella me había abrazado, había escuchado su voz a mi espalda aunque no le había entendido y después….

¿Pero que demonios había pasado despues?, no veía nada, todo era oscuridad, por lo que note como mi cuerpo se tensaba por completo, mas aun cuando comencé a notar como algo puntiagudo comenzaba a clavarse en cada centímetro de mi espalda, de mi cadera y nalgas, ademas de mis piernas y brazos, salvo la cabeza que ahora tenia cubierta por algo frio, ¿una mascara de metal?

Pero entonces escuche aquella voz profunda que me distrajo…La voz de un hombre que parecía estar cerca…
Aquello me inquietó, sabia que contaba con enemigos… Pero no contaba con que alguno osara capturarme, ¡no tenia sentido! ¡Tenia guardias en todas partes! No solo la seguridad dentro de casa, sino también fuera del castillo, incluso cuando algún miembro de la casa salía, su hora de salida, llegada o incluso el destino -pero esto,solo en contadas ocasiones- era registrado, aunque ni ellos mismos lo supieran…
Entonces...¿Como diantres había llegado hasta allí? ¿Donde estaba?
¿¿¿Quien me había llevado y Porque!!????

Mi desesperación creció por momentos haciendo que gruñese al percibir como todos aquellos pinchos se enterraban en la carne, me atrevía a pensar que quizás se habrían enterrado unos dos centímetros adentro de toda la piel de mi espalda y entonces al intentar moverme….

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH.


Grite desgarradoramente al sentir como aquellas puntas se clavaban mas en mis músculos. Ya que ahora podía escuchar el ligero goteo que se creaba a mi alrededor a pesar de aquello que cubría mi rostro, entonces alguien chasqueo la lengua, como si negara con la cabeza… poniéndome alerta.

QUIEN ERES! QUE QUIERES DE MI!?.....
Espete agitado, con la respiración entrecortada, intentando doblegar el dolor que sentía, sobretodo al tener los músculos en tensión. Pero el silencio siguió a mis palabras. Por lo que intente sosegarme, a pesar de que comenzaba a híperventilar, así que deje de respirar y mantuve mi cuerpo rígido, lo que mas pude, mientras mis puños cerrados temblaban, comenzando a notar como la confusión se iba y se asentaba la rabia en mi cabeza.

Aghrr…
Maldito seas…Cobarde...

Farfulle entre dientes, ante mi indignación. Aunque en aquel momento el miedo lleno mi corazón por completo, si me tenían a mi…¿Tendrían a mi familia? La simple idea de que le ocurriera algo a Eyra o a los niños me desquició. Por lo que intente pensar lo mas lógica y sensatamente que pude ante el extremo dolor de sentir aquello clavándose mas profundamente ante cada suspiro que daba…

Tengo que salir de aquí, ¡como sea!...Pensé… Por lo que entonces, intente ver desde donde me ataban, pues sentía dolor en todo mi cuerpo, pero aumentaba más en las zonas de las muñecas y los tobillos. Si estaba atado tendría que soltarme, y si tenia que soltarme eso significaba que….
Volví a tomar aire, notando mi agitación, si soltaba -al menos una de mis muñecas-, podría intentar soltar la otra, por lo que tendría que moverme mas, tendría que desestabilizar aquella superficie en la que me hallaba, solo así podría intentar romperla y con suerte caer, aunque eso significase acabar atravesado por completo.

La idea me atormento -por supuesto-, aunque no fuese la primera vez que me torturasen a mi pesar… así que me decidí, sabiendo que el dolor era un precio bajo con tal de librarme de aquella cama, ya que si no hacia nada me iba a desangrar.
Asi que respire una ultima vez antes de dejar que el aire restante saliera de mis pulmones. Momento en que apreté aun más el puño de mi mano derecha. Lo intentaría primero con esa mano, por lo que conté mentalmente, sabiendo a lo que me enfrentaba... y entonces di un fortísimo tirón a mi muñeca, notando como los pinchos se enterraban hasta atravesar la piel y el músculo, chocando contra el hueso al clavarse, haciendo que mi espalda se arquease, propiciando con ese movimiento que los pinchos marcasen un sendero por mi espalda con su recorrido, como delgados caminos que ahora me abrían poco a poco.
Pero aquello…Aquello no fue nada en comparación con el dolor que sentí en mi muñeca, donde la carne recién abierta y desgarrada, se hacia gironés, derramando sobre el resto del brazo el liquido espeso y frío, que sabia que era mi propia sangre al haberme destrozado los tendones, las venas y parte del músculo…
Mi grito resonó en aquella estancia, ensordeciéndome por un momento mientras jadeaba y me mordía los labios, al no poder contener la agonía que sentía. Pero entonces lo comprendí al instante...”El plan” tenia un fallo, y es que si quería romper el grillete...Tenia que tirar mas fuerte, y si tiraba mas fuerte me rompería la muñeca.
Sin embargo, si lo hacia una vez mas -de un segundo tirón- lo lograría, ya que ya me había desgarrado el músculo…ahora el hueso no podía ser tan complicado de romper, o al menos eso quería pensar.

Negué con la cabeza, el malnacido que estuviese haciéndome eso, debía de estar disfrutando, pero no pensaba darle mucho tiempo para deleitarse, porque no me iba a quedar allí de brazos cruzados.

Tragué saliva. Y no lo pensé, no me lo permití, si lo hacia no podría hacerlo, el dolor me impediría actuar, así que con el rostro desencajado, y mis dientes mordiendo mi propio labio inferior, di un nuevo tirón esta vez mas fuerte a mi muñeca, escuchando el sobrecogedor crujido que resonó una y otra vez en mi cabeza mientras yo librarla mi muñeca del grillete, aun con algunos pinchos enterrados en los músculos y tendones destrozados, mientras, al fin con la mano libre -y totalmente inservible-, me apresuraba en mover el brazo hacia mi pecho, en busca de mi otra muñeca, dejando que reposara ahí un instante antes de llevar mi brazo hacia la mano que aun tenia atada, pero en aquel momento alguien agarro mi muñeca malherida impidiendo mi acción.
Por lo que gire el rostro, como si quisiera mirar a mi carcelero, a pesar de que no podía hacerlo por la mascara, aunque ahora que lo pensaba... tampoco podía olerle, cosa que no podía ser, ya que todos tenían un olor, -mas sutil o mas fuerte-, pero siempre existía un aroma que identificaba a cada espécimen, y este no lo tenia, lo cual me aseguraba su condición antinatural…

Por lo que espere en silencio, notando como sus dedos se enterraban en mi muñeca abierta mientras yo le enseñaba los dientes, intentando controlar la agonía, pues no pensaba ceder ante aquel ser.

Como hayas tocado a mi familia…Como la hayas tocado a ella…o a mis hijos…
Te juro por lo mas sagrado….que no descansare hasta que desgarre cada centímetro de tu cuerpo….

Amenacé entre dientes,-a pesar de no estar en condiciones- y es que mis prioridades estaban claras…Aunque si esto era algo mío…si solo tenia que ver conmigo, entonces esperaría.
Pues necesitarían algo mas que una cama para matarme…


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Mensaje por Joachim Cárthaigh Vie Ago 03, 2012 12:52 pm

Torcí una sonrisa mientras apretaba el grillete de madera contra su muñeca ya rota, haciéndole gritar de nuevo.

- El motivo por el que estás aquí es precisamente, para salvar a tu familia.- le respondí susurrando friamente sobre su oído.- Da las gracias que no te mate ahora para evitarnos problemas futuros.

Tomé el brazo que había logrado liberar, ejerciendo toda mi fuerza para que se clavara las agujas de madera de las que el lecho estaba formado, viendo cómo la piel de su brazo era desgarrada y las puntas de madera le atravesaban sus músculos y huesos, manteniéndole inmóvil mientras con una de mis manos, buscaba las correas de grueso cuero que ataron sus brazos, piernas y tronco, sólo por si las cadenas volvían a ceder. En tal caso, las correas no servirían demasiado, pero para ese momento, yo ya habría pasado al plan B, un tanto más sádico, sin duda.

- Si quieres volver a ver a tu familia, tendrás que obedecerme a la única exigencia que te pido: no te muevas.- insistí con un deje fastidiado, pues en realidad, me hubiera gustado pasar al plan C directamente y ver cómo se desgarraba las entrañas con sus propias manos... pero la promesa de Daél y mis principios debían anteponerse al recelo que yo sentía por mi sobrino, pues por él, mi hija había derramado más lágrimas de las necesarias y era algo que nunca le perdonaría.- Si te mueves, yo estrecharé las correas que te mantienen atado, por lo que las agujas de madera te irán atravesando cada órgano, músculo y hueso del que estás formado, hasta desangrarte y perder en conocimiento. De ser así, podrías morir, y lo sabes.

Le di la espalda un momento, tomando de la estantería una punzante daga, lujosamente ornamentada con piedras preciosas e inscripciones rúnicas en su filo el que, por cierto, lamí como un demente antes de acercarme a Jerarld con la mirada iracunda. Le había prometido a Daél encargarme de la situación, y eso era lo que pensaba hacer... sólo que a mi modo. Deslicé el vértice de la daga por el pectoral de mi sobrino, hundiendo el arma contra la piel de este, dibujando unas formas que pronto se convirtieron en letras y palabras.

Du er nøkkelen

- He ahí la respuesta a todas tus preguntas, espero que tatuada en tu piel no la olvides.- reí roncamente, lamiendo una gota de sangre que emergía de la última n y se deslizaba por uno de los costados de Jerarld.

Y cuando sus labios se despegaban para pronunciar algo, sin dudarlo, estreché las correas que se situaban en su abdomen, contemplando cuatro largas y afiladas agujas de madera traspasaban su carne y su voz resonaba fiera en aquella sala, deleitándome, sinceramente, con aquél juego macabro en el que sin duda, me cebaría.

Ningún ente haría llorar a mi hija mientras yo velara por ella.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Vie Ago 03, 2012 5:27 pm

Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí que lamía mi costado. Pero no pude quejarme, no pude hacerlo, porque el tirón que dio a las correas hizo que los pinchos se enterraran aun mas en mi carne, haciendo que notase como en algunas partes de mi cuerpo los pinchos rasgaban mi carne desde dentro, intentando hacerse un hueco a través de los músculos para salir por el otro lado sin lograrlo.

Mis colmillos ahora puntiagudos y amenazantes se mostraban amenazadores entre mi grito desgarrador. Como si ante la tortura y el derramamiento de sangre, comenzara a hacer aflorar el monstruo que siempre mantenía oculto, sintiendo el cambio incluso en mis dedos, como si en vez de uñas ahora tuviese garras, mi semblante seguramente también habría cambiado, mostrándome quizás con un rostro aun mas anguloso y ojeroso…Sabia que incluso mis ojos parecerían distintos, seguramente ahora serian casi blancos, pues era así como se transformaba, en algunas ocasiones, el cuerpo de los inmortales ante un daño extremo. Como si nuestra propia raza tuviese sus escudos para luchar contra el peligro…Pero aunque cada fibra de mi ser quisiera luchar, aun me veía impedido a hacerlo, al menos en parte.

Que…no…
QUE NO ME MUEVA!?
QUIEN ERES TU PARA DARME ORDENES!
Grité furioso y fuera de mi, con una voz totalmente distinta a la mía, pues ahora sonaba ronco y desgarrado, como si mis propias palabras sonaran como un rugido en la estancia.
AAAAGRH! Gruñí, apesumbrado, pero entonces mientras intentaba desencajar mi brazo derecho que ahora era atravesado de un extremo a otro por los pinchos, me quede pensando en sus palabras…
¡No tenia sentido! ¡Nada tenia sentido en mi cabeza! ¿Porque mantenerme ahí salvaría a mi familia?...Entonces las gotas de sangre de mi pecho resbalaron por mis costados, recordándome aquello que sentía grabado. Percatándome de las palabras y quedando aun mas aturdido…
La llave….
¿Yo era la llave? ...
¿Pero que demonios quería decir eso!!?, todo comenzaba a parecer una broma absurda, ¡como si estuviesen jugando conmigo!… Aunque lo cierto era que aquel hombre, -fuese quien fuese- tenía razón. Si me seguía desangrando podría morir, sobre todo al no alimentarme. Pero por otro lado, si seguía allí sobre aquella superficie que me atravesaba, aquello terminaría pasando tarde o temprano. Era una cuestión de elección. Obedecer y esperar a morir…o moverme e intentar ¡lo que fuese!

Definitivamente no pensaba obedecer.

Por lo que a pesar de mantenerme atado comencé a moverme cuando podía, arqueando mi espalda y levantando mis talones y mis brazos los pocos centímetros que podía hacerlo, mientras escuchaba como aquello crujía y el hombre que me acompañaba profesaba algo que no me tome la molestia en escuchar.

Soy la llave…
Esa respuesta no me satisface!
Espeté furioso, mientras notaba como aquel intentaba apretar mas las amarras mientras yo me removía fuera de mi, ya sin importarme que los pinchos me desgarraran, pues comenzaba a perder el control. Por lo que continúe removiéndome cuando pude, percatándome que mientras mas lo hacia mas crujía la cama, y mas se hundían los pinchos en mi carne, sobretodo en la espalda. Pero no podía hacer nada mas, así que incluso usando la cabeza cubierta por aquella mascara de hierro, me retorcí cuando pude, dando cabezazos a aquella superficie hasta que algo cedió y aquello cayó. Sin que yo supiera si la cama se había roto del todo o no, ya que note como algunos pinchos atravesaban mi pecho robándome el aliento, mientras mi boca se llenaba de sangre haciéndome toser compulsivamente. Intente respirar, tomar pequeñas bocanadas de aire, pero cada vez que lo hacia me paraba, como si el aire no pudiese entrar en mi, por lo que entendí que debía de haberme perforado los pulmones ante mis propios movimientos, así que simplemente deje de intentar que el aire volviese. Afortunadamente no necesitaba el oxigeno para vivir, sino me estaría ahogando con mi propia sangre.
Pero entonces, mientras me preocupaba del aire, me percate de que ya no sentía tanta presión en mis músculos, los pinchos aun se enterraban pero… ¡no en todas partes! Dejaba de sentir la presión en mi cadera y en parte de mis piernas, por lo que entendí que aquello se había roto, así que me removí ferozmente, intentando retroceder, aun arrastrando parte de la madera conmigo, sin poder ver nada. Notando como la ansiedad incrementaba de forma desbordante al percatarme de mi pequeña “libertad”. Por lo que en el suelo comencé a retorcerme aun notando los grilletes en mis tobillos y muñecas, mientras intentaba alejarme, queriendo incorporarme un poco con demasiada dificultad, moviendo mis propios talones para ir hacia atrás, incorporándome ligeramente, retrocediendo a ciegas, palpando con mis manos y pies la frialdad de la piedra y las rocas. Seria un sitio antiguo, quizás un interior, unas mazmorras o algo así. Pero entonces mientras me deslizaba a ciegas, girando mi cabeza hacia todos lados, e intentando tocar lo que había cerca de mi con mis manos temblorosas, algo impidió que pudiese retroceder mas. Seria un mueble, una pared o a saber que cosa, pero no pude alejarme, sino que por el contrario escuche los pasos de aquel que se acercaba. Notando como mi cuerpo volvía a ponerse totalmente tenso y alerta. Pues aquel a quien no podía ver ni oler, se hallaba ahora a escasos pasos míos, podía sentir su cercanía, por lo que gruñí, pensando a toda velocidad algo….¡Tenia que hacer algo! Pero mi cabeza estaba en blanco, y la agonía recorrió mi cuerpo ante la incertidumbre de mi propio destino.
Aquel … no podía ser mi final ... ¡AUN NO!


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Mensaje por Joachim Cárthaigh Dom Ago 05, 2012 5:42 am

Chasqueé la lengua contra mi paladar, meneando la cabeza, disgustado. No pude evitar golpearle con el puño justo bajo su pulmón derecho, haciéndole escupir sangre a borbotones.

- Te dije que te quedaras quieto, pedazo de carne sin sesos.- le espeté malhumorado.- Ésto no era lo que tenía previsto, no tenías que complicarlo tanto, Jerarld. El plan era sencillo: yo te maniataba, tu te quedabas quieto y nadie salía herido. Ahora, viendo tus fervientes ganas de morir, no tengo más remedio que desangrarte para evitar problemas. Una pena, sin duda, empezabas a divertirme.

Tomé del mismo estante varias gruesas y largas cadenas de hierro, deshaciéndome primero de los resquicios de la cama de madera que habían sobrevivido a los estragos de Jerarld, liberándole también de las correas y los grilletes que seguían clavados en su piel. Sólo entonces, enredé toda su anatomía con aquellas cadenas cuyos cabos los até a mis muñecas, evitando así que pudiera escapar demasiado lejos, aunque, pese a lograrlo, para escapar de ahí debía abrir la puerta de barrotes cuya llave él mismo se había tragado. A demás, empezaba a debilitarse y las posibilidades de escapar mermaban a pasos agigantados.

Arrastré el cuerpo de mi sobrino por el suelo, sin importarme que su cabeza pasara por encima de astillas, clavos, piedras, cadenas y demás elementos punzantes o dolorosos, bajando por unas escaleras que se encontraban en un rincón de la sala dónde nos hallábamos y que, gracias a la luz que emanaba de una de las antorchas que me llevé conmigo, pude guiarme por el húmedo y oscuro pasillo que nos llevaba hacia las celdas dónde antiguamente se habían encerrado los condenados por herejía. En la última de las celdas, se hallaba el lugar dónde Jerarld pasaría el resto de las veinte y cuatro horas previas al ritual que mi hija deseaba llevar a cabo y que debía detener como pudiera.

Abrí la pesada puerta de hierro blindado con una patada, pues ya se encontraba entreabierta a mi llegada. Allí, ante mí, pude ver maravillado, una de las más crudas trampas para mortales, una de las más dolorosas, agonizantes y letales trampas dónde se ponía en juego la paciencia y la ansiedad de cada uno, viviendo o muriendo tras ésta prueba.

Tomé el cuerpo de Jerarld e ignorando su palabrería, le fui introduciendo poco a poco a través de aquél complejo laberinto del que la sala estaba creada. Un laberinto de hilos punzantes de hierro inspirados en las espinas de las rosas y que, al encontrarse entrecruzados y con escasa separación entre si, se creaba una red alrededor del sujeto que, al mínimo movimiento de éste, las espinas se clavarían en su piel hasta teñirse el suelo de color carmesí. Era un método de tortura parecido al de la cama, sólo que más complejo, doloroso y difícil de romper, sin duda.

Así, Jerarld quedó suspendido en medio de dicha red espinada, con hilos alrededor de su cuello, sus manos, brazos, tórax, abdomen, vientre, cadera, muslos, piernas, pies, y todo lo que él tuviera de anatomía había quedado suspendido en aquellos afilados hilos que, aunque en aquél instante su figura permaneció estática por unos segundos, no impidió que su piel empezara a padecer los estragos de semejante situación, apareciendo los primeros cortes producidos por el solo peso de su cuerpo sobre los susodichos hilos. Las lágrimas de sangre iban cayendo a cuentagotas, a la misma velocidad que su fuerza y vitalidad quedaban mermadas.

Recostado contra el marco de la puerta, con los brazos cruzados a la altura de mi pecho y una sonrisa un tanto amarga en mis labios, contemplaba la escena a la espera de sus próximos movimientos, aferrándome a las cadenas que aun me ataban a él y que, si la cosa pintaba mal, no dudaría en ejercer la suficiente presión para que los hilos despedazaran cada miembro de su cuerpo, empezando por su cabeza.

- No quisiera matarte, pero si me das una sola excusa, no dudes que la aprovecharé.- concluí, realizando cierta tensión en una d las cadenas para que su brazo izquierdo fuera atravesado casi por completo por una de aquellas punzantes hojas de las que los hilos parecían estan formados. Por unos centímetros, Jerarld mantendría su brazo unido al resto de cuerpo.


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Mensaje por Daél de Vries Jue Ago 16, 2012 7:55 am

Comencé a pasear por los pasillos del castillo, caminando de de un lado a otro en círculos, saliendo a las terrazas y adentrándome en las estancias vacías una y otra vez, como si buscase algo…
Aunque en el fondo no buscaba nada, pues solo intentaba distraerme y no perder la cabeza. Me sentía preocupada y nerviosa, ya que cada vez faltaba menos para el ritual que debíamos impedir. Y no podía parar de pensar en mi pequeño y en Erik...
Sin embargo en el castillo, todo parecía tranquilo y nada iba fuera de lo normal.

Eyra se mantenía la mayor parte del tiempo en soledad junto con las reliquias, de las cuales apenas se despegaba. Como si temiese que les pasara algo si se ausentaba. -Aunque tampoco estaba muy errada en su pensamiento.-
y del resto de la familia aun no sabia nada. Aunque tenia noticias de que deseaban volver, aunque no sabia cuando...Asi que en aquella ocasión me sentí bastante sola.
Me senté en uno de los sillones del despacho de Jerarld, y enterré mi rostro entre mis manos.

Malditas reliquias…Nunca debieron existir…Debimos destruirlas en cuando tuvimos oportunidad…Murmure en voz baja, agobiada con la cuenta atrás, con la cuenta inminente… Pero entonces, mientras seguía torturándome por aquello que ya no tenía remedio, un ligero murmullo llego hasta mi, hasta que de pronto escuche que alguien había llegado a casa, y caminaba con paso firme hacia el despacho, abriendo la puerta de golpe. Haciendo que me encontrase con Jäeger, quien con una sonrisa radiante buscaba a su hermano, seguramente deseoso de poder verle, y quizás atormentarle por su inminente cumpleaños…Pero su rostro perdió la sonrisa al ver que no se había nadie en el despacho, por lo que salió de él mientras yo seguía allí sin mostrarme.
...
Deseaba haber corrido hacia él y haberle abrazado, pero el habría notado mi aflicción, por eso decidí que sería mejor no hacerme notar.
Me dirigí hacia el salón, donde aprecie desde un rincón como la familia se reunía. Notando como me robaban una sonrisa, pues Eyra, Jäeger, Johannes y su acompañante, -una joven llamada Anhiel- charlaban animadamente, mientras los niños por su lado reían y comentaban los últimos sucesos de su vida, así como también lo que querían prepararle a su padre…Todos parecían alegres, y divertidos por reunirse.
La verdad es que hacia tanto tiempo que no les veía a todos juntos, que por un momento me sentí bien, como si al menos verles juntos hubiese aliviado un poco mi preocupación. Pero entonces todo volvió a ser como segundos antes, ya que en aquel momento ellos se preguntaron donde estaba aquel a quien venían a festejar y yo...
Me sentí ruin y despreciable. Ya que ellos ni siquiera sospechaban a donde había ido, mientras yo aun temerosa de mostrarme les observaba sin desear aparecerme, pues no tendría el coraje para mirarles y tener que mentirles.
...
Lo que ocurrió después, es algo que nunca imagine que vería...Pues fue como si por un instante el mundo se hubiese vuelto loco. Y mi peor pesadilla se estuviese haciendo realidad...
Mi familia se encontraba reunida y animada, sin embargo hubo un momento donde todos se quedaron quietos y en silencio. Como si algo les hubiese frenado de golpe.
Se miraron los unos a los otros, como si estuviesen hablando mentalmente para posteriormente caer todos de rodillas, jadeantes y con los ojos desorbitados, como si un enorme peso les hubiese caído encima. Se volvieron a mirar,confusos, e incluso sonrieron, como si les estuvieran gastando una broma pesada. Pero entonces profesaron un alarido que les hizo arquear la espalda mientras sus ropajes comenzaban a teñirse de rojo.
Momento en que me aparecí en seguida y corrí hacia ellos, arrodillándome delante de Jäeger y Eyra, quienes ahora se miraban sin entender que les ocurría, mientras observaban con los ojos desencajados como sus muñecas comenzaban a desgarrarse, ante su mirada desencajada.

¿¿¿¡JÄEGER, EYRA!!! NIÑOS QUE OS PASA!???
Me observaron con angustia, queriendo decir algo, pero sus gritos desgarradores llenaron la sala, horrorizándome, sin que pudieran responder.
¿¿¿que estaba sucediendo????
Llevé mis manos a mi boca, tan espantada que por un momento me quede inmóvil ante lo que veía, pero intente mantenerme en mis casillas por lo que me levante con rapidez, indicándoles que buscaría ayuda. Así que me desvanecí hasta aparecer donde los criados, que en la cocina se encargaban de los quehaceres del castillo, -totalmente ajenos a lo que acababa de ocurrir en el salón- Momento en que me aparecí delante de ellos dándoles un susto de muerte. Indicándoles que tenían que subir, que todos necesitaban ayuda. Gritándoles que se moviesen, pero entonces un sonoro grito se escucho cerca, haciendo que tanto los criados como yo mirábamos hacia el pasillo de donde había provenido.

¿Oh dios mío que está ocurriendo?...Pregunto la cocinera.
Debe de ser Kalíophe…Lleva todo el día sin salir de su habitación, se ha encerrado por dentro. Indico el ama de llaves.
Por lo que sin dilación me dirigí hacia allí, donde atravesé las paredes para adentrarme en aquella estancia oscura y fría, mirando a todos lados, pues hasta aquel momento no me había adentrado en aquella parte del castillo. La estancia a oscuras -casi por completo- a penas dejaba entrever la figura de quien en un rincón se mecía de un lado a otro, susurrando con algo que sostenía entre sus manos. Por lo que me acerque hacia la figura con paso firme, percatándome de como sus ojos parecían brillar en la oscuridad cuando ella me miro hacia arriba.
Su cuerpo casi hecho un ovillo por completo, apenas dejaba entrever el frondoso charco de sangre que le rodeaba, pero entonces, aprecie un ligero atisbo de sonrisa en sus labios. Como si disfrutara...
Aquella joven estaba a oscuras, por lo que veía herida y ensangrentada en el suelo y aun así...¿ Sonreía? ¿Que estaba ocurriendo!?
Su aura siniestra me hizo sospechar de ella. Por lo que me acerque y le tome de los hombros instándola a que se pusiera en pie mientras ella temerosa intentaba zafarse de mis manos. Momento en que una vez más una oleada de dolor le invadió, haciendo que estirase su cabeza hacia atrás, con todo el cuerpo tembloroso y ahora ensangrentado, mientras su cuello y parte de su pecho comenzaba a llenarse de unos extraños agujeros, como si por un momento algo punzante hubiese atravesado repetidas veces su cuerpo por la espalda. Así que le sostuve contra mi antes de que ella cayera, sin entender qué demonios ocurría. Mientras su alarido me sobrecogía, por lo que le saque de aquella habitación, desatascando las cerraduras con mis poderes para sacarla de allí, conduciéndola conmigo hacia la cocina en la que ya no había nadie, por lo que subí al salón donde los criados con el gesto consternado y traumatizado intentaban atender a mi familia quien ahora gravemente herida intentaba sobreponerse ante los ojos llenos de pánico de ellos mismos, que se miraban sin entender porque tenían las mismas heridas, el mismo dolor, y sobretodo el porqué les estaba ocurriendo eso …Pues no tenía sentido… ¡NADA LO TENIA!

Entonces miré a la joven que aun sostenía entre mis brazos, percatándome de que sus heridas eran casi exactas a las que tenían los demás, pero no fue eso lo que me hizo mirarle con desprecio, sino el atisbo de sonrisa, y aquella mirada, que parecía disfrutar de lo que veía -Como si le complaciera lo que ocurría- lo que me hizo entrar en cólera. Entonces le gire hacia mi mostrándole mi rostro amenazador mientras me inclinaba un poco sobre ella, ya que era un poco más baja que yo.

¿Sabes algo?...TU SABES ALGO! Dime porque sonríes maldita sea…. QUIEN ERES!!!! ¿PORQUE TE OCURRE LO MISMO QUE A MI FAMILIA!!!? Le pregunte a gritos, zarandeándola, notando como mi ira comenzaba a subir al no obtener respuesta, por lo que la temperatura de la habitación bajo drásticamente y mi gesto dejo de ser el habitual para adoptar una expresión siniestra y sobrecogedora mientras sentía mi pecho llenarse de perturbación, de ansiedad e indignación al ver que ella parecía disfrutar con el sufrimiento de los míos. Pero intente serenarme...
¿quien era aquella joven?
…Y entonces de forma absurda sentí temor, temor por aquellos ojos y por lo que podrían ocultarme. Por lo que le solté, dejándola caer a mis pies, donde ella intento tomar aire, arrastrándose y alejándose poco a poco de mi, quien aun colérica le miraba esperando una respuesta…


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Mensaje por Michelle Délvheen Sáb Ago 18, 2012 6:26 am

Y entonces, Kalíophe gruñó fieramente a aquella denominada muñeca de trapo de cabellos tan amarillos como el sol cuando amanece, como los pollos amarillos que hacen cuac-cuac... ¿o son los que hacen piu-piu? Como el fuego de la chimenea, como las joyas de doña Erikdottir, como aquél feo marco barroco del recibidor, como las cortinas de la habitación número sesenta y nueve del ala sur-oeste, como la corbata del atractivo exiliado, cuyos ojos la miraban interrogante, como el resto de los presentes en aquella sala dónde sólo podían escucharse sus gemidos, allí se hallaban, esperando que de los labios de la hechicera escapara la respuesta a las cuestiones planteadas por la fantasma.

Kalíophe torció una sonrisa que enfatizó las profundas ojeras que se habían anclado bajo sus grandes ojos azules, ocultando su enigmática mirada mediante las sombras que sobre su sudoroso rostro formaban sus cabellos alborotados y despeinados como desvocadas lenguas de fuego.

- Uno para todos y todos para uno.- rió secamente, tosiendo unas gotas de sangre que cayeron sobre sus rodillas, manchando su piel de color carmesí, quedándose hipnotizada por su color durante unos largos segundos, antes de que su muñeca quedara desgarrada y aullara de puro dolor, arqueando su espalda y escapándosele unas lágrimas de los ojos, sin que eso impidiera que una sonora carcajada escapara de sus labios.- Mírales, Alawa... mira cómo sufren los condenados.- añadió, dirigiéndose hacia su horripilante y siniestra muñeca de trapo, sonriendo desquiciadamente cuando se percató de la mirada inquisitiva que Eyra le dedicaba en cuanto había escuchado el nombre de su madre, arrastrándose débilmente hacia la bruja con la clara intención de averiguar el motivo por el que llamaba a su muñeca de aquél modo, sólo que la vampiresa se detuvo por otro latigazo de dolor que sacudió su anatomía y a la vez, las del resto de familiares.- El dolor demuestra que sigues viva.- susurró la bruja al oído de su inseparable compañera inanimada, asintiendo divertida cómo si ésta le hubiera respondido de algún modo.- Todos moriremos.

Sólo entonces, la compañera del desaparecido Jerarld usó todas sus fuerzas debilitadas para atacar mentalmente a Kalíophe, haciéndola retorcer de puro dolor sin darse cuenta que aquello que Eyra le infrigía a la hechicera, era recibido por el resto del mismo modo, incluso ella misma padeció el daño que había enviado a la bruja, desarmándola y cohibiéndola al no comprender la situación.

- ¿Qué nos ocurre?- pidió un desesperado Jäeger tras haberse arrastrado hasta sus sobrinos menores, acunando a Elle entre sus brazos, pues las heridas que aparecían en su cuerpo la habían hecho desangrar y perder su conocimiento, mientras que Gábriel permanecía agonizante y cubierto de sangre y sudor, apoyado en el regazo de su hermanastro Johannes quién parecía sufrir en silencio aquella carnicería de sus anatomías.- ¡Habla!- exigió, ya sin un ápice de paciencia en su voz.

Kalíophe puso los ojos en blanco, sentándose finalmente con la espalda recostada contra un muro de la sala, arañándose entonces las mejillas sin reír ya cuando al resto les aparecieron sus mismas marcas en sus respectivos rostros.

- Uno para todos y todos para uno, uno para todos y todos para uno, uno para todos y todos para uno...- repitió una y otra vez, cantando ahora cada una de sus palabras mientras se iba autolesionando, arrancándose mechones de sus cabellos, mordiéndose las extremidades o arañándose como antes.

Sólo cuando la desquiciada hechicera acercó su mano al fuego de la hoguera, Jäeger apareció junto a ella con el semblante contraído por la ira, abofeteando a la pelirroja hasta que uno de sus dientes salieron despedidos contra el cristal de una ventana de la sala. Ella se relamió la sangre y parsimoniosamente, fue ladeando su cabeza hacia él, a quién empezó a susurrarle unas palabras que Jäeger no comprendió, tensándole, apartándose de ella cuando supo que le estaba lanzando un embrujo...


¿Que querias decirme papaito?:
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Mensaje por Daél de Vries Miér Sep 19, 2012 5:29 pm

En cuando aquella joven desquiciada comenzó a mirar a Jäeger y a pronunciar palabras extrañas supe que se trataba de una maldición. Por lo que sin perder tiempo me desmaterialice para entrar en su cuerpo, sintiendo de inmediato el tormento en su propia carne, por lo que maldije mi suerte, la suya y la de toda mi familia…

El dolor al que estaban siendo sometidos era inhumano.

Estiré el cuello hacia atrás ante lo que parecía ser un intenso latigazo por toda la espalda que se expandió hacia el resto de su cuerpo.
Intente habituarme lo más rápido que pude, centrándome, evadiendo la sensación de dolor que recorría a aquella joven para actuar. Estábamos contra reloj, así que levante poco a poco aquel cuerpo lastimado que ahora estaba poseyendo como mío, para hacerle caminar hacia un sofá, donde me senté.

Atadme…atadme,VAMOS! De pies y manos, que no me pueda mover. Grite a dos de los criados que se hallaban cerca, mientras estos se miraban sin entender lo que ocurría, pero obedeciendo al instante, haciendo que estos tomasen lo que tenían a mano, incluso tela de sus propias vestimentas -que rasgaron- para comenzar a amordazar el cuerpo de Kalíophe, atándola de pies y manos mientras yo notaba el cuerpo tembloroso por las violentas sacudidas que parecían azotarla. Hasta que finalmente la joven quedo amordazada, momento en que comencé a forcejear con las amarras, percatándome que apenas podía mover escasos centímetros sus muñecas y tobillos. Respire aliviada, pues eso seria suficiente para que no se dañara mas, aunque igualmente ella ya estaba bastante debilitada como para continuar, o al menos, eso quise creer. Pero entonces, antes de poder salir de aquel cuerpo sentí como mi pecho comenzaba a desgarrarse a la vez que yo bajaba el rostro, percibiendo como diversas letras comenzaban a ser rasgadas en la piel, así como en la respectiva piel del resto de mi familia. Contuve el aliento y me mordí los labios aguantando como podía, hasta que la ultima letra fue escrita, delatando el significado de aquella palabra…

La llave…¿Quien querría escribir eso en la piel de alguien!? Me pregunte totalmente aturdida, cerrando los ojos al instante al comprender poco a poco como todas las piezas empezaban a encajar en mi mente.
…Oh Erik…

Su nombre escapo de mis labios mientras mi familia agonizante me miraba sin entender.
Pues en aquel momento entendí con horror lo que estaba ocurriendo, ya que el único que sabia la existencia de la llave éramos Erik y yo, y eso significaba que el daño lo estaba provocando él y a su ves, era el que estaba recayendo en toda la familia…
Erik estaba torturándole…Erik estaba dañando a mi hijo!
Salí de aquella joven sin apenas dilación. Percibiendo como su rostro caía hacia abajo, ante la momentánea inconsciencia que provocaba la posesión.

Maldita sea Erik…¿Qué demonios estás haciendo!? Espeté mientras volvía a mi forma, cayendo de rodillas y llevando mis manos a la cabeza. Notando como cada centímetro de mi cuerpo se tensaba de solo imaginar lo que estaría ocurriendo allí donde él le llevo. Apreté los dientes mientras mi mirada iracunda se giraba para mirar a Eyra, como si de algún modo la culpara a ella. Aunque fuese su padre quien estaba provocando todo esto, no ella….Pero por un instante la ira me cegó al saber que mi propio hermano estaba causando aquel mal…Y allí frente a mi, ella, ¡su hija!….Si ella no se hubiese encaprichado con las reliquias y con revivir a su madre… ¡NADA DE ESTO HUBIESE SUCEDIDO!
Le contemple enfurecida ante su mirada perpleja, negando con la cabeza. Ella no tenia nada que ver en todo esto, las heridas que estaban saliendo en sus cuerpos eran porque todos estaban unidos…Era culpa de aquella bruja,por lo que decidí explicarles brevemente que ocurría.

Os han embrujado...Estáis unidos. Lo que ocurre a uno os ocurre a todos y al que están torturando…es a Jerarld…Indique ante sus miradas atónitas, percibiendo como Eyra me miraba ceñuda, comprendiendo que había algo mas, después de todo, me había escuchado hablar sobre un nombre que ella muy posiblemente no habría pronunciado hacia mas de siete siglos...
Erik, oh Erik…¿Que estabas haciendo?…Negué con la cabeza, había que frenar esta locura. Había que impedir que mi hermano continuase o terminaría matándoles a todos.

Entonces, Eyra entreabrió los labios para decir algo, pero no pudo hacerlo y es que en aquel momento todos volvieron a estremecerse, sus gemidos volvieron a llenar la estancia, comenzaron a toser compulsivamente, escupiendo borbotones de sangre, mientras Eyra, Jäeger y Johannes paraban de respirar, recomponiéndose poco a poco a la vez que la sangre les resbalaba por las comisuras de sus labios hasta el mentón y la garganta. Pero entonces el pánico comenzó a expandirse. Pues Elle entre los brazos de Jäeger y Gabriel entre los de Johannes, comenzaron a tener violentas sacudidas, aun escupiendo sangre a borbotones, seguían con espasmos y tosiendo de forma desgarradora, pues ellos no podían cesar de respirar como habían hecho los demás, por lo que empezaban a ahogarse con su propia sangre.
Jäeger sentó a Elle lo que más pudo,sujetando su cabeza, intentando que la sangre no se acumulara en ella, que aun sumida en la inconsciencia tosía débilmente mientras Jäeger le sostenia con la mirada ansiosa, llena de preocupación al ver como la sangre de su sobrina le empapaba cada vez mas, mientras que por otro lado Gabriel aun algo consiente, hacia esfuerzos sobrehumanos para respirar mientras los brazos de Johannes le acunaban, instándole a que no cerrara los ojos, pero entonces la tos comenzo a frenar poco a poco, el aire no entraba y sus labios ensangrentados quedaron entreabiertos a la vez que sus ojos comenzaban a cerrarse.

Biel! Biel!!…oh Noo NOO!!! Vamos pequeño! Mírame! mírame!!! No cierres lo ojos! Pidió Johannes desesperado mientras intentaba que su hermano no se durmiese, mirando a Jäeger mientras ambos, parecían tener una conversación silenciosa que les llevo a hacer los mismos gestos, acercando sus propias muñecas desgarradas a los respectivos labios de los jóvenes hermanos, haciendo que su sangre cayese en los labios de estos, alargando de aquella forma desesperada sus vidas y acelerando la curación.

Aquellos minutos fueron eternos, pero a pesar de la situación, los gemelos parecieron recomponerse un poco, volviendo a respirar de pronto agitadamente, ahogados, aun malheridos y graves, pero vivos.

Me puse en pie, mirando con agonía la escena, que parecía haber salido de una de mis peores pesadillas, girando un poco el rostro para contemplar los ojos de Eyra, unos ojos que estaban fijos e inamovibles en los míos…Por lo que espere, sabiendo que no podría mantener la promesa que había hecho aquel mismo día…


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Mensaje por Arlette Lun Sep 24, 2012 1:00 pm

Fruncí mis ojos, ajena a la situación sometida a máximo estrés por el resto de la familia y cuyo objetivo de preocupación se basaba en los gemelos, los que padecían una lenta y sádica agonía de la que todos intentaban hallar cura. Les ignoré, fijando mi atención en aquella fantasma que parecía saber más de lo que decía. Torcí una sonrisa demente y focalicé mi poder en uno de los gemelo, la niña pelirroja que poco a poco parecía recomponerse. A ella, sólo a ella, le dediqué el más cruel de los daños mentales, aquél que la hacía doblegar y aullar de puro dolor, un dolor que no era físico pero sí lo parecía en su mente. Tras ella, el resto de la familia cayó como moscas, excepto yo, quién me mantuve firme pese a sentir un atisbo del mismo dolor infringido. Johannes y Jäeger intentaban sobreponerse, pero en cuanto se alzaban hacia mí para detenerme, incrementaba el dolor y los humanos parecían desear la muerte que soportar un segundo más de aquella tortura.

- Dime dónde está mi marido, Daél.

Ella vaciló un momento, mordiéndose el labio inferior y desviando la mirada, cerrando luego los ojos para suspirar, clavando sus ojos en los míos antes de asentir con la cabeza una sola vez, acercándose a mí peligrosamente, sabiendo sus intenciones, fiándome de ella cuando su cercanía me alertaba de su intención de poseerme. Sólo entonces, abandoné el dolor que infringía a la familia y abrí mi alma para permitir su entrada a mi cuerpo, señal que ella tomó para infiltrarse en mi interior, siendo testigo de cómo el salón del catillo desaparecía de nuestro campo de visión y mis pies flotaban hasta posarse sobre una superficie gélida, helada, sintiendo en mi piel la fría ventisca y un paraje completamente abandonado al color marfil. Entonces, Daél abandonó mi anatomía y se quedó estática junto a mí, con la mirada perdida en el vacío. Despegué los labios para exigirle que me llevara ante Jerarld y aquél quién le causaba el mal: mi padre, aquél al que yo misma asesiné ahora parecía vengarse de mí mediante el amor de mi vida. Daél me interrumpió, avanzando por el sendero helado hacia que una edificación de piedra se alzó ante nosotras, majestuosa y bella pese a permanecer en ruinas. Yo asentí y detuve su avance, pidiéndole que esperara fuera y se mantuviera alerta por si la necesitaba. De éste modo, me adentré en la iglesia cristiana.

Lo cierto es que tuve que correr hasta ponerme a salvo del tenue sol que abrasó mi piel, aunque no me vengué de Daél porque supuse que era su forma de castigarme por haber herido a su familia, algo que comprendí aunque no le perdoné, pero no podía perder tiempo con ella. Jerarld me necesitaba.

El interior de la estructura de piedra me recibió con el olor de sangre que golpeó mi pecho y erizó mi piel, dejando escapar un gruñido mientras mis colmillos afloraban por entre mis labios, amenazando a un enemigo entonces invisible. Gracias al rastro de la sangre y el aroma de Jerarld en cada palmo que recorría, decubrí una trampilla situada tras el altar y que daba acceso a una escaleras estrechas y mugrientas, extendiéndose ante mí una reja de acero que mostraba una auténtica sala de tortura. Había sangre por doquier, cadenas rotas, una mesa de punzantes elementos de madera completamente destruida... ¿qué había ocurrido allí? Mis mandíbulas se tensaron y me acerqué a la reja, posicionando mis manos sobre dos barrotes yuxtapuestos para ejercer fuerza en distintos sentidos, hasta crear un agujero suficiente por el que me adentré. Tras descubrir una puerta que bajaba hacia un pasillo repleto de celdas, seguí el camino sin titubear, tensando mi mandíbulas cuando llegué a la última celda y en cuyo marco de la puerta abierta identifiqué la varonil y robusta figura de mi progenitor, quién, aunque segura de saber de mi presencia, no se había inmutado ante la misma.

- Parece que la muerte no fue suficiente para acabar contigo.- le espeté malhumorada, avanzando hacia él y propinándole un salvaje puñetazo en el abdomen que atravesé su cuerpo corpóreo, aunque bien sabía que no podría volver a morir de ese modo.- Libérale.

Erik no pestañeó ni habló en ningún momento, por lo que me limité a tomarle del cuello y alzarle del suelo, sin que éste forcejeara en ningún momento, ni siquiera cuando le clavé contra uno de los canastos que solían usarse para las antorchas, dejándole inmovilizado, no por mi buen golpe sino porque él no intentó deshacerse de aquél obstáculo que le separaba de mí. ¿Es que nunca intentaría alzarme la mano? Aquello me enfurecía aun más que si intentara lastimarme, por lo que cerré la puerta con un gran pestillo y me dirigí hacia la escalofriante escena que se clavó en mis retinas a fuego, pues Jerarld permanecía enredado en unos alambres que se clavaban en su piel hasta hacerle agonizar.

- Oh, Jerarld... ¿Qué te hizo...?- farfullé, sin saber cómo empezar a liberarle sin que ésto conllevara más dolor para él.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Oct 13, 2012 5:16 pm

Me sentía entumecido, cansado hasta el extremo, ciertamente cada vez mas insensible, pues los alambres enredados en cada parte de mi cuerpo, me mantenían suspendido entre mas hilos de metal, que cortaban cada musculo con el movimiento, o con el propio peso de mi cuerpo, por lo que ahora me mantenía quieto por ese motivo y porque mis fuerzas se escapaban como la arena entre los dedos, haciéndome entender que no podía hacer nada.
Aquella trampa mortal -sin duda alguna-, no me dejaba escapatoria, pues a pesar de usar la levitación cuanto pude, el paso de las horas así como el contante desgarro y desangrado, había mermado demasiado mis fuerzas...así que ahí, en aquella sala, padecía la peor agonía jamas vivida. Pues a pesar de que no era la primera vez que me torturaban, en esta ocasión por mi primera vez, pensé que era mi fin...

Me hallaba sumido en la oscuridad que aquella mascara me proporcionaba. Haciéndome a la idea de que quizás aquella era una forma de pagar por mis pecados, por los innumerables daños que había causado a todos aquellos que alguna vez se habían cruzado en mi camino.
Aquella idea me hizo gracia, pues siempre decían que cada uno obtenía lo que merecía…Quizás esto era un simple ajuste de cuentas por parte de un destino perverso.

Solo entonces, cuando asimile el hecho de lo que iba a ocurrirme, que me permití pensar en ellos...en todos aquellos a los que amaba. Podía ver a mi familia a cada uno...y me lamente por pensar en todo lo que ya no podría compartir con ellos…esperaba que todos tuvieran una vida plena y llena de felicidad, terminando mis pensamientos en ella, en Eyra…pensé en todos los buenos y los malos momentos que habíamos compartido juntos, sintiendo una gran nostalgia, ella seguiría su vida estaba seguro de ello, y eso, de algún modo u otro me animó, pues esperaba que encontrara lo que yo parecía no saber darle en muchos momentos.
Entonces recordé su aroma, y de pronto lo sentí levemente en mi nariz, pues no podía tomar aire debido a los daños sufridos en mis pulmones, y pensé que era una jugarreta de mi mente, demasiado turbada ya para dejarme pensar con claridad, pero entonces unas manos tocaron mi cuello y se deslizaron por el arrastrando mi sangre consigo, hasta que quitaron la mascara que cubría mi cabeza, llenando de ese modo todo de una ligera claridad que invadió mis ojos cerrados, que se entreabrieron muy poco a poco mientras fruncía el ceño, pues hasta la ligera luz parecía doler ahora, sin embargo no fue en eso en lo que me fije sino en aquella que se hallaba delante de mí con lagrimas en los ojos, sosteniendo ahora mi rostro y apartando el cabello que cruzaba mi semblante dejándome apreciarla, viendo como sus labios parecían decir algo que no entendí del todo. Sin embargo le mire y vi que se adentraba poco a poco en aquella jaula, haciéndome fruncir aun más el ceño, negué suavemente con la cabeza y entreabrí mis labios repetidas veces intentando hablar, pero mi boca se llenaba de sangre una y otra vez haciéndome toser y ahogándome al no poder tomar aire. mis sentidos empezaban a fallar. Así que me comunique mentalmente, sin tener otro remedio.

“Eyra...oh Eyra...
Eres tu..."
Indique cansado, sintiendo sus manos temblorosas en mi rostro
"No...no te adentres mas aquí...
Eyra...por favor...No...
Te dañaras..."
Suplique débilmente sin que mis palabras sirvieran de mucho. Pues en ese entonces ella comenzó a adentrarse poco a poco junto a mí, enredándose sin poder evitarlo entre los mismos cables que me sostenían a mi, rasgando su piel así como sus ropajes ya ensangrentados...¿porque estaba lastimada?...¿Que le había ocurrido?

Entonces, ella busco mis ojos indicándome que me ayudaría. Momento en que sentí que mi alma se partía en mil, eso significaba que ambos nos enredaríamos allí, y aun así debíamos hacerlo, ahora no era solo por mí, sino por ella, que se había adentrado conmigo. Por lo que reuní las fuerzas que me quedaban a la vez que ella me indicaba que intentaríamos desatar cada parte de mi una a una, momento en que cerré los ojos apretándolos, sabiendo lo que venía, para de ese modo, sin pensarlo, -sin permitirme hacerlo-, propiciar tirones a los mismos cables que me sostenían, gruñendo de dolor y agonía al notar cómo me desgarraba la carne y los músculos con cada movimiento que daba, mientras Eyra tiraba de los mismos alambres para hacerles ceder, cortándolos poco apoco y uno a uno; comenzando por mi brazo derecho y continuando con el izquierdo, mientras estos, aun enredados a mi tórax me sostenían mientras ella bajaba para cortar los cables de mis muslos piernas y tobillos. Notando como los alambres se clavaban en mis propios huesos. Hasta que finalmente con mis extremidades libres, le ayude como pude a quitar los hilos metálicos que rodeaban mi cuerpo a la vez que nos movíamos como podíamos, desenredándonos de los propios que se hallaban a su alrededor, hasta que pudimos dejar los cables atrás, momento en que sin ninguna sujeción mi cuerpo cayo, haciéndome arrastrar a Eyra conmigo, mientras ambos intentábamos recomponernos en el suelo fuera de la jaula.
...
Ni siquiera recuerdo el modo en que dejamos aquellas mazmorras atrás, ni como nos movimos hasta salir a lo que parecía ser el interior en ruinas de una edificación antigua. Solo recuerdo que nos apoyamos el uno en el otro, y que mis hombros lastimados fueron tapados con algo mientras yo contemplaba a Eyra que ahora -de pie- parecía mirar a todos lados en la edificación, como si buscara a alguien.
La brisa fría entro con suavidad, arrastrando la nieve consigo.

¿Donde estábamos?....
¿Como había llegado a aquel lugar?


Un secreto más Firmajer
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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Joachim Cárthaigh Sáb Oct 13, 2012 7:30 pm

Chasqueé la lengua contra mi paladar sin mirar siquiera a mi hija y a Jerarld quienes, malheridos, habían logrado escapar de aquella trampa para ratones. Dejando colgar mi pierna derecha permanecía sentado sobre una de la manillas del gran reloj de la iglesia, aparentemente distraido. Nada más lejos de la realidad.

- Sabes que no puedo dejarte marchar, pequeña. Espero que no me odies mucho por ello.

Ladeé mi rostro en busca de sus ojos inyectados en ira, escuchando el rechinar de sus dientes justo antes de que, usando mi poder, sellara cualquier apertura del edificio, quedando así, atrapados y a mi merced.

Ella recostó el cuerpo de Jerarld contra un pilar de piedra, susurrándole algo como:

- Todo irá bien, lo prometo.

Yo resoplé y me planté frente a ella en un pestañeo, cruzándome de brazos a la altura del pecho, mirándole con fijeza, muriéndome de ganas por preguntarle cómo sabía ella que aquello iba a salirle bien, más no lo hice y contuve las palabras en el interior de mi boca.

- Me robaste todo cuanto tenía en mi vida humana. No permitiré que hagas lo mismo ahora. Apártate o...

- ¿O qué? Ya me mataste una vez, no puedes volver a hacerlo. Aunque puedes intentarlo cuantas veces quieras, ¿sabes? Es más, te daré ventaja. ¿Quieres jugar a matarme? ¡Juguemos! Mi única arma será Jerarld.

Y sin darle tiempo a penas a reaccionar a mis palabras, Eyra fue testigo de cómo lograba inmiscuírme en el cuerpo de su amado, poniéndole de pie y mirándola ahora desde los ojo de Jerarld, a quién acababa de poseer. Sólo entonces, cuando mi hija fue consciente de lo que acababa de ocurrir, gruñó y corrió hacia la puerta, destruyéndola sin piedad, aunque yo no me moví ni un ápice, sabiendo que ella no se marcharía de allí si Jerarld, pues era a por lo que había venido. Contemplé cómo Eyra corría entre la nieve gritando el nombre de Daél, quién apareció justo tras ella con la mirada vacía. Eyra, sin dar mayores explicaciones, le habló corto y específico:

- Si quieres remediar el daño causado a tu hijo, ve a París, encuentra al brujo Zhepyr y dile: "El hielo se derrite, llévalo a dónde más frío haga." ¡Ahora!- espetó en una mezcla de odio, estrés y descontrol.

Fruncí el ceño, repitiendo sus palabras claves sin lograr adivinar el cometido enviado a mi hermana, pero Eyra regresó y por su posición defensiva supe que aquello era lo que deseaba en realidad, acabar conmigo. Lo únco que no comprendía era: ¿estaba dispuesta a terminar con la vida de Jerarld sólo por...? ¿Por qué? De nada servía la muerte de Jerarld para ella, tampoco para fastidiarme a mi. No necesitaba un cuerpo para seguir entre los vivos y el motivo por el que le había tomado era precisamente, evitar un enfrentamiento directo con mi hija, creyendo que no osaría atacarme poseyendo el cuerpo de su marido. Aquello me hizo vacilar.

- No le amas, ¿cierto?- adiviné, escapándoseme una sonrisa sin quererlo.- Claro... Ahora lo entiendo todo.- carraspeé, negando con la cabeza mientras caminaba hacia el pilar, recostando allí mi espalda para mirarla.- Siempre te subestimé, por mucho que intentaras demostrarme cuánto valías realmente. No lo vi, quizás no quise ver cuán especial eras en realidad. ¿Y a dónde nos llevó eso? Aquí, al ahora.- comenté sin perder el buen humor y sin que ella bajara la guardia ni se inmutara ante mi palabrería.- Gudrek te habló de Jerarld cuando eras una adorable y curiosa muchacha. Él te contó la leyenda de las reliquias y una idea surgió en tu mente: revivir a tu madre. Ese siempre fue tu deseo, ¿verdad? Me mataste porque sabías que vivo podía ser un estorbo para ti y marchaste en busca de tu primo que, casualmente, se alojaba en aquella taberna islandesa. Le conquistaste con la intención de convertiros en aliados sin que él supiera la verdad sobre ti y tus fines lucrativos. Sólo una cosa te salió mal: Dhémien. No contabas con ese vampiro ni con lo que te hizo. Pero para tu buena fortuna, tu embarazo y posterior pérdida del niño te llevaron a los brazos del vampiro que te convirtió en lo que hoy eres. Gracias a ello, lo recordaste todo. Todo, incluso a él. Durante siete siglos le buscaste hasta encontrarle y vigilarle, conociendo cada rincón de sus secretos, conociendo cada vida con la que se cruzaba: Roxanne, Elle, Gabriél, Johannes... oh, sí, también sabías que él estaba vivo, que siempre lo estuvo. Pero no te importaba eso, sino Jerarld. Él era la llave. Por eso, cuando supiste que faltaban pocos años para la fecha señalada, volviste a entrar en su vida, ya con las reliquias en tu poder y con la única pieza que faltaba fuera de tu abasto. Conseguiste seducirle de nuevo, casarte con él, formar una aparente familia feliz. Tan sólo... para retenerle a tu lado. Hasta hoy. ¿Me equivoco? En cuanto recuperes a tu madre, piensas dejar todo atrás. Incluso a él.

Eyra tragó saliva ruidosamente mientras mantenía aquella fiera mirada en mí, dándose por vencida antes de soltar una carcajada relajada.

- Me has pillado.- sonrió.- Ahora... devuélveme la llave.- concluyó con el semblante serio de nuevo, tensando sus mandíbulas a la espera de mi reacción.

- Eres increíble. ¿Sabías que nos has tenido engañados a todos? Es cierto que uno puede mentir en sus propios pensamientos, pero jamás conocí a nadie como tú, capaz de vivir siete siglos en una auténtica mentira incluso en la soledad de uno mismo.- añadí, caminando tranquilamente hacia ella, ignorando sus palabras.- No lo haré. Si le quieres, tendrás que llevarme con él.- le reté.

Mi hija sonrió triunfante, conociéndola, de bien seguro que se sentía más que divertida con aquella situación. Lo que sucedió entonces, no lo recuerdo. Todo aconteció muy rápido, sin ser consciente de lo que ocurría a mi alrededor hasta que todo se volvió negro y supe que había dejado inconsciente a Jerarld, algo que propició que el cuerpo del vampiro me repelara y fuera expulsado de él, quedando impotente y desarmado ante la figura victoriosa de Eyra. Completamente en shock por mi fracaso, mi ojos vieron su marcha, llevándose a cuestas el cuerpo moribundo de Jerarld, mordiéndome los labios por la impotencia que de pronto me corroía. Había fallado a mi familia... y el precio que pagarían sería demasiado alto.

Cuando salí al exterior, las pisadas en la nieve terminaban a unos cien metros de la iglesia, por lo que comprendí que alguna magia les había teletransportado: ¿un fantasma? ¿un brujo? Nunca lo supe. Pero sí sabía que aquél ritual sería llevado a cabo y sus consecuencias serían terribles. En un santiamén me planté en el salón del castillo Délvheen en busca de respuestas, en busca de Daél. Pero ya era tarde...


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Mensaje por Zhepyr D. Asrhan Lun Oct 15, 2012 12:18 pm

Me pasee por el enorme salón de mi mansión a oscuras, la luz de los ventanales era lo único que permitía que algo se viese en la estancia, mientras que yo paseaba de un lado a otro, ciertamente un tanto estresado, no quedaba mucho tiempo y empezaba a perturbarme el retraso de Eyra…Sobretodo cuando quedaba tan poco tiempo para la media noche de Islandia, -que era la hora a la que debía realizarse el ritual.-
Sin embargo, de la nada una brisa fría azoto mis cabellos, por lo que me gire, entrecerrando los ojos, para percibir como aquel ente tomaba forma delante de mi, acercándose con su caminar vaporoso y sus cabellos rubios ondeando, dirigiéndose con paso firme, mirándome de forma amenazadora.
Sonreí, ella traía la señal, era hora de comenzar.

Abrí dos portales, el primero me condujo hacia el punto exacto en donde se llevaría a cabo el ritual, un punto en medio de la nieve y las montañas, un punto en medio de diversas ruinas celtas, un punto energético que sin lugar a dudas me servia para lo que deseaba llevar a cabo. El segundo portal se abriría donde fuese que estuviese Eyra, trayéndola hacia donde me encontraba. Cosa que no tardo mucho en ocurrir, ya que le visualice en la distancia, a unos cien metros, mientras yo disponía lo que se llevaría a cabo.

Ruinas:

En medio de todo, donde me encontraba, había un gran altar de forma circular, un altar de piedra ornamentada que sostenía sobre ella cada una de las reliquias a una distancia aproximada de un metro entre ellas .
Entonces, caminando y arrastrando mi largo abrigo negro, comencé a pasear formando un circulo, dejando que cayesen pequeñas sales a mi paso a la vez que recitaba entre susurros el conjuro que abría tres círculos concentricos alrededor del altar, en el mas lejano estaríamos Eyra y yo, en el siguiente se encontraría la llave, y al centro de todo las reliquias a su espera. Los circulos no eran mas que escudos, que empezaron a activarse, encerrándome en una especie de esfera cristalina, donde ahora ya no nevaba, pues aquello era una protección invisible para mantenernos encerrados en el ritual, aquello no permetiria pasar a ningún ser vivo, ya que al acercarse simplemente le repelería.

Cuando los círculos comenzaron a brillar derritiendo la nieve del suelo, supe que Eyra estaba cerca. Por lo que observe su recorrido al horizonte, contemplando como se acercaba a paso tranquilo ,sujetando a alguien que parecía no poder tenerse en pie. Camine hacia ella con lentitud para mirar a aquel con el ceño fruncido.

¿Qué demonios le había pasado a aquel hombre? Su figura me recordó a las figuras de crucifixión, aunque me atrevía a decir que este se encontraba en peor estado aun.
Entonces mire a Eyra y ella escruto mi semblante. Habia algo que llevabamos entre manos y que aun estaba incompleto. Por lo que fui directo al grano.

Quiero a la niña. A la bruja. Ella será el precio por realizar este ritual, Eyra frunció a los labios, escrutando mis ojos inexpresivos y vacíos de sentimiento alguno, para asentir con firmeza una sola vez. Por lo que sin dilación me acerque y posé el brazo de Jerarld sobre mis hombros para acercarle con mayor rapidez al círculo interior, donde le indique a Eyra que le situase donde le necesitaba. –a unos pocos metros del altar central-

Ponle aquella túnica blanca sobre los hombros. Indique a Eyra. El debe vestir de blanco. Comente mientras me acercaba hacia una de las copas que mantenía ya preparadas con un oscuro y espeso brebaje negro, tomándola y acercándome al moribundo, sosteniendo su nuca para así hacerle beber, pero por mas que lo intente aquel hombre no podía beber, ni tampoco tomar aire. Sus heridas parecían mas graves de lo que pude intuir en el primer momento, por lo que tuve que improvisar, tomando otra de las copas para verter parte de la sangre que pensaba utilizar en el rito en sus labios amoratados y cortados, dejándolos caer gota a gota sobre él hasta que empecé a ver que mejoraba lo suficiente como para que volviese a respirar entrecortadamente. Momento en que vertí el brebaje negro sobre sus labios obligándole a tragar, apreciando al instante como su cuerpo convulsionaba ante el dolor de beber aquello entre los brazos de Eyra -que me miraba interrogante.-

Eso hará que su cuerpo este "purificado" tiene que estar en un ligero trance para proceder. Ella se mordió los labios y se quedo a su lado. Mientras su marido agonizante dejaba de respirar agitado, para sumirse en lo que ahora parecía un profundo sueño que no le despertaría hasta que el rito se realizara.
Entonces, indique a Eyra que viniese conmigo, situándonos en el círculo más alejado,un circulo que formó un pentagrama en el suelo cuando nos posicionamos, pues aquello era un escudo ante lo que sucedería delante de nuestros ojos.
Por lo que, con Eyra expectante atrás de mi, tome el necromicon, sosteniéndolo en una de mis manos para alzar la otra hacia adelante, recitando unas sencillas frases.

"…Dioses ancestrales, orgullosos de vuestro don……Poderes arcaicos…Seres infinitos…
…Mostraos ante quien os invoca, pues le debéis lealtad……Dioses de la noche, espiritus del bien y del mal…
…Liberad vuestra verdadera forma y manifestad vuestro poder…"

El silencio se hizo entonces y de pronto toda la luz, incluida la de la luna, pareció mermar para sumirnos en una profunda oscuridad.
Eyra agarro mi hombro, por lo que le explique lo que suceda.
Yo acabo de pedir a las reliquias que se manifiesten…Pero no sere yo quien las active ni quien proceda.
No tenia que ver el semblante de Eyra para saber que se sentiría consternada. Y es que ella pensaría que yo obraría con magia para realizar aquello, cuando en realidad seria Jerarld el que continuase con el rito, inciandolo y llevándolo a cabo.

En ese instante de oscuridad, las reliquias comenzaron a reaccionar, dejando que de las joyas emanara su verdadera esencia; Fuegos fatuos, espíritus errantes, puros como la esencia más primitiva e inalterada de la naturaleza, atrapados en el interior de aquellas antiguas joyas desde tiempos inmemorables. Mostrando su esencia azulada encima de los objetos, llameantes y silenciosos, ondeantes y fríos como el más puro de los fuegos existentes.
En ese entonces Jerarld se puso en pie. Malherido como se encontraba. Irguiéndose ahora con decisión y el rostro sereno, mirando en dirección al fuego azul, hipnotizado. Comenzando a caminar hacia el centro atravesando el círculo que le separaba de los objetos, a la vez que su mirada cambiaba, dejando de ser gris para que sus ojos comenzaran a resplandecer, blancos como si de ellos emanara una potente luz, la túnica blanca que portaba se transformo en un largo abrigo blanco con capucha, que dejaba entrever muñequeras plateadas, ornamentadas con diversos grabados, así como una una especie de armadura, que envolvía parte de su torso y que recorria sus hombros. Sus heridas, graves como se apreciaban, desaparecieron por completo, y lo único que se pudo ver de el fueron parte de sus ojos ahora luminosos, así como su labios cerrados.
Sus manos sostuvieron entonces un largo báculo, y su figura se acerco hacia el ultimo circulo, subiéndose al altar central y situándose en medio de las reliquias, con el báculo en su mano, mirando a nuestra dirección, mientras los objetos a su alrededor parecían ondear con una fuerza sin igual ante su cercanía. Momento en que Jerarld nos miro, comenzando a hablar con una voz profunda, que como un eco parecía llenarlo todo, dirigiéndose a nosotros en el idioma antiguo.

"..Soy el guardián de las reliquias…
…su protector…
…su llave…
…el que las guarda…
…el que las protege…
...Soy el sacrificio…
...la vida entregada a la muerte…
¿Quién me invoca?"

Entonces gire el rostro hacia Eyra, asintiendo, indicándole que se acercara. Mientras ella con paso firme caminaba hacia aquel ser que tenía el aspecto de su marido, pero que claramente se trataba de un ente diferente…
Era hora de que sus deseos se hicieran realidad.



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Mensaje por Arlette Miér Oct 17, 2012 4:21 am

Conocía perfectamente el precio de mis deseos y éste se convertiría en el más caro de todos los que alguna vez acepté pagar. Así que ahí estaba yo, avanzando hacia la fantasmagórica figura de Jerarld, y digo figura porque no vi en sus ojos atisbo alguno de aquél brillo centelleante que, como el reflejo de su alma pura y bondadosa, era capaz de iluminar mi alma e inundarla de una belleza sublime que no podía ni tan siquiera concibir. Él era aquella luz. ¿Cómo permitir que se extinguiera en un parpadeo? Tragué saliva ruidosamente, sin mirar atrás, sin mirar al brujo Zhepyr que de bien seguro, seguía cada uno de mis movimientos con enorme interés.

- Oh, Syn, Guardiana de las Puertas, exijo obtener de tus divinos poderes un único deseo: libera de las garras de la Muerte a mi madre, a la sangre de mi sangre...- alcé la voz, dejando que mis colmillos afloraran frente a la llave para así, rasgando la palma de mi mano con éstos, verter unas gotas de mi sangre sobre el altar de piedra, alejándome de éste retrocediendo a zancadas, expectante antes de continuar con aquella oración.- Abre el punto de intersección entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos. ¡Y retorna a la vida a todo aquél que lo cruce para arrebátarsela de igual modo a cualquiera que en él acceda!- vociferé, alzando ahora mis brazos y cerrando los ojos ante Jerarld, sintiendo cómo una extraña aura nos sacudía con ferocidad, instándonos a los presentes a retroceder frente a una explosiva ventisca, arrodillándome al fin para anclar mis uñas en la tierra que se escondía bajo la nieve, soportando aquella fuerza sobrehumana hasta que poco a poco fue remitiendo, escuchándose en la lejanía, el sonido de una flauta que erizó cada poro de mi piel, despegando entonces mis párpados, curiosa y asustada, contemplando boquiabierta cómo en el bello medio de aquél escenario compuesto por piedras megalíticas una ventana se abría, un portal magnífico cuyos colores difuminados y mezclados entre sí me recordaron a las auroras boreales que tantas veces había visto en mi vida mortal.

Dando tumbos logré mantenerme en pie a cierta distancia prudencial de aquella ventana de colores vivos y llameantes cuyo trasfondo era tan o más oscuro que la noche eterna a la que estaba esclavizada. Volví mi rostro hacia Jerarld, pues pasaban los segundos y Alawa no aparecía ante mí, pero mi rostro palideció más aun cuando percibí cómo Jerarld flaqueaba y caía de rodillas, apagándose el color de su figura. ¿Estaba... desapareciendo? Volteé mi cuerpo hacia Zhepyr con el horror escrito en mis ojos, gritándole en silencio que detuviera aquella locura. ¿Cómo aceptar aquél final? ¿Cómo desechar todos aquellos momentos y recuerdos que me habían hecho sentirme viva pese a la gran mentira que erigí sobre él? ¿Cómo no sentirme agonizante ante la sola idea de perder la magia de su mirar que desnudaba mi alma marchita? ¿Cómo vivir sin el roce de su piel sobre mis labios tiritantes? ¿Cómo olvidar el aroma de sus cabellos cobrizos? ¿El hoyuelo que enfatizaba cuán sinceras eran sus sonrisas? Era más de lo que podía soportar. ¿Por qué mi corazón se hacía trizas ahora? ¿Por qué, si mi único deseo había sido siempre recuperar a mi madre? ¿Por qué los sentimientos dormidos ahora despertaban feroces y sedientos de venganza, asfixiándome entre los brazos de la crueldad? ¿Por qué no podía controlarme? ¿Por qué no podía concibir ahora un mundo sin Jerarld? ¿Por qué ahora... el te quiero me sonaba dulce y verdadero como ningún otro que pude pronunciar? Y entonces lo comprendí. La verdad me desarmó y en ese momento, fui plenamente consciente de lo que estaba haciendo. Jerarld moría ante mis ojos y yo simplemente, no podía permitirlo.
Porque le amaba.

- ¡Noooooooooo!-grité de repente, corriendo hacia la intermitente figura corpórea de Jerarld, sujetando sus hombros, dejando que al fin, unas lágrimas sinceras y verdaderas afloraran en mis ojos y empañaran mi mirada que ahora se dirigía a un Zhepyr contrariado.- ¡Jerarld, no me dejes! ¡Detente, por favor!- imploré desgarradamente, precisamente en el instante en que tras de mí apareció Erik, sí, mi progenitor, allí, junto a mí, mirándome con una mezcla de horror y enfado, despegando sus labios para pronunciar alguna palabra cuando algo le interrumpió, girándose entonces hacia aquella ventana de la que, entre llamaradas, surgió el cuerpo desnudo y sonriente de un pletórico hombre de cabellos azabaches y ojos claros, una mirada espeluznante que yo ya había visto antes, hacía mucho tiempo...- Dhémien.- ahogué con los ojos desorbitados y la voz rota, volviendo mi atención a Jerarld que emitió un gemido antes de empezar a decaer entre mis brazos, zarandeándole con ímpetu, luchando contra una fuerza mayor para impedir aquél desenlace fatal, pues ni siquiera me importaba ya la aparición de mi madre, no si aquello comportaba perderle a él.- ¡Devuélvemelo! ¡Impide que me lo quiten! ¡Zhepyr, por Dios, ¡ayúdame! ¡Se muere!- insistí, ignorando las primeras palabras que emitió aquél hombre que parecía divertido de vernos en aquella situación, aunque entonces, una fuerza fantasmal se coló bajo la piel de Jerarld.- Daél...- balbuceé en cuanto la identifiqué, alargando mi mano hacia la cabeza de Jerarld para acunarla entre mis brazos, pero algo se rompió en mi alma cuando éste cayó flácido sobre mi regazo, inerte; frío e inerte.

Y ese fue mi fin.

Todo cuanto m rodeaba dejó de existir para mí. La vida ya no era un bien preciado y de hecho, quizás incluso hubiera deseado morir en aquél instante, acunando entre mis brazos el cuerpo sin vida de Jerarld, sin llanto, sin tristeza, sin dolor. Ya ningún sentimiento cabía en mi pecho. Todo había muerto con él, todo se había congelando en aquél segundo en el que su respiración se había detenido. Era el fin de mi mundo. De mi existencia.

- ¡Eyra, cuidado!- gritó una voz de ultratumba, ahora lejana y perdida en la nada, incapaz de hacerme reaccionar, sumida ahora en una espiral anestésica de la que poco me importaba salir, asumiendo aquella como mi nueva cárcel en la que permanecería el resto de mi vida que esperaba, alguien pudiera ponerle punto y final pronto.

Pero yo no merecía la muerte. La muerte es fácil, dulce y apacible. Un fin que toda buena persona merece, no yo. Ella lo sabía. Sabía que de querer extender el mal y destruir todo cuanto era y amaba, la muerte no era una opción. Sus almendrados ojos de iris tostado como el café que se cultivaba en sus tierras salvajes, se clavaron en los míos, ahora vacíos, sin imponer barreras para aquello que ella anhelaba obtener de mí: mi cuerpo. Alawa emergió de aquella puerta abierta y se dirigió hacia mí para sodomizar mi alma, poseyéndome, arrinconándome en un oscuro y tenebroso rincón de mi cuerpo, contemplando aquello que ella miraba, percibiendo en mi piel todo cuanto tocaba, escuchando en silencio cada uno de sus pensamientos. Y entonces supe que aquello no había hecho más que empezar y ahora, todo a su alrededor conocería el miedo en sus propias carnes.


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Mensaje por Jerarld Délvheen Miér Oct 17, 2012 10:21 am

"...Que vuestro deseo sea cumplido...
...Que vuestras deudas sean saldadas...
...Que el precio sea la vida…
...Entrego la mía, a la muerte..."



Todo lo que ocurrió después, fue rápido. Demasiado rápido.
Recuerdo que alce el báculo al cielo, recuerdo que comencé a rezar unas antiguas palabras, recuerdo que ordene a las fuerzas de lo invisible que obedecieran a mi mandato, percibiendo como todo seguía su curso, como golpeaba el báculo contra el suelo sellando aquella orden y entregándome ante ello, apreciando como el portal de los vivos y los muertos se abría ante nosotros…Y de pronto aquella potente luz, y de pronto sus manos, y por un momento sus ojos anclados en los míos, y su grito desgarrador que me llamo hasta que su voz se desvaneció y todo se torno oscuridad…
...
Abrí los ojos pesadamente. Parpadeando, me encontraba sentado bajo un árbol con la cabeza baja, como si de pronto me hubiese dormido bajo aquel enorme árbol en una improvisada siesta. Me intente levantar pero en seguida algo me detuvo, llevé mi mano a mi pecho, y entonces recordé, recordé como sujetaba aquel extraño báculo en mis manos, moviéndolo delante de mi antes de que hubiese percibido como cada reliquia parecía palidecer -en cuanto a poder- hasta que llego mi turno...había sido como si algo se hubiese roto dentro de mi, como si mi interior hubiese estado hecho de cristales, y estos se hubiesen craquelado hasta estallar en mil pedazos...y entonces lo entendí, todo había acabado ya, todo se había esfumado...ya no había mas dolor ni mas sonrisas.
Ya no existía.

Me puse en pie con cuidado, mirando que aun continuaba con aquel abrigo blanco, deslicé los dedos por los grabados de las muñequeras de plata y luego estire la capucha que cubría mis cabellos hacia atrás, entonces me gire y comencé a mirar el paisaje tomando un poco de aire. El árbol que tenia a mi lado era blanco en su totalidad, y sus hojas similares a las del cerezo, también lo eran, lo cierto es que todo era de esa tonalidad. El cielo, como si estuviese en un día nublado y el suelo cubierto de nieve.
Algunas de las hojas de aquel árbol comenzaron a caer sobre mí, depositándose sobre la armadura de mis hombros, tome una de ellas y sentí su textura en mis dedos, comenzando a recordar lo que había sucedido, comenzando a recordar como Eyra me llevaba consigo a rastras desde las ruinas, hacia aquel lugar donde todo se habia llevado a cabo, como si hubiese estado preparado…Y entonces entendí, entendí que ella me había necesitado como la pieza de un puzle inacabado. Como la pieza necesaria para llevar a cabo lo que deseaba…

Baje la mirada y sonreí con pesar, entendiendo que ella me había usado, me había utilizado como una pieza más en su jugada, su ausencia todo este tiempo había sido por aquel rito, ella…me había usado…seguramente desde el principio. Sonrei, suspire, y negué con la cabeza, porque a pesar de ello, sabía que si ella me lo hubiera pedido yo habría accedido de igual modo a sus deseos, y no le culpaba…Sino que desee en lo más profundo de mi alma, que ahora tuviese lo que deseaba, que esto compensara aquello que de algún modo u otro no sabía darle, desee, con fervor, que aquello que necesitaba ya se encontrase a su merced. No podía más que desear que obtuviese lo que quería, había entregado mi vida a cambio de ello y ahora...
Ahora ya no me quedaba nada.

Deje que la hoja se deslizara por mis dedos cayendo al suelo, y entonces comencé a caminar por la nieve, sin un punto concreto, pues no había nada mi alrededor, el cielo y el suelo se fundían en el horizonte sin mostrar un final, pero no importaba, tenía que continuar…Era la única directriz que parecía marcar mi mente.

Entonces, después de un tiempo indeterminado e infinito, una figura tomo forma poco a poco en el horizonte, sus ropajes ondeaban y sus cabellos rojizos también, me quede contemplándole un tanto absorto, hasta que un trozo de tela volo por el aire llegando a mis pies, haciendo que lo sostuviese, apreciando como se trataba de aquel retazo de tela de su vestido, aquel que se había enganchado en mis ropajes aquella noche, aquel retazo que junto a la carta que le escribí, había quemado hasta hacerlo cenizas, para que de ese modo, el viento le llevase mis palabras…

Eleve el rostro rápidamente, angustiado, y mire la figura, se hallaba con las manos cruzadas a su espalda, y entonces su aroma dulce llego hasta mi, desarmándome por completo, comencé a caminar rápidamente hacia ella, apreciando como la figura se giraba lentamente, dejándome apreciar su perfil antes de que me encontrase con su mirada cálida y su sonrisa, una sonrisa que me robo el aliento, llenando mis ojos de lagrimas sin que lo pudiese contener siquiera. Comencé a correr hacia ella, a la vez que Roxanne abría sus brazos recibiéndome, y dejándome apretarla contra mi mientras giraba con ella, elevándole del suelo y finalmente cayendo de rodillas con ella apretada contra mi pecho, a la vez que enterraba el rostro en su cuello, sollozando como hacía demasiado tiempo que no hacía, como un niño pequeño, frágil y dolido, como alguien que no podía ya retener más tiempo el tormento que se hallaba en su interior.

Lo siento…Lo siento tanto…
Perdóname….Perdóname por esa noche…
Pedí entrecortadamente, recordando el accidente. A la vez que ella llevaba sus manos a mi rostro, negando con la cabeza, con una sonrisa aun dulce. Indicándome con sus pensamientos que no debía sentir culpa…Que había sido obra del destino todo lo sucedido, ella no me odiaba, ni me guardaba rencor.
Le mire expectante, sintiéndome de pronto cansado, por lo que le volví a abrazar, dejando que su abrazo me sosegara…Sin preocuparme del tiempo, pues el tiempo no existía en aquel lugar, así que me deleite con su compañía, sintiendo su caricia en mis cabellos, hasta que mis ojos se secaron y pude volver a mirarle acariciando su mejilla y perdiéndome en esos ojos tiernos y dulces.

Ya se acabo…¿verdad…? …Me indicaras el camino…¿me llevaras contigo? Ella negó con la cabeza, y yo baje la mirada entendiéndolo.
Me quedare aquí…

"No…no lo harás…"

Su voz como un susurro, suave y pausado, resonó al fin en mis oídos haciéndome subir la mirada para contemplarle interrogante.

“No te desesperes…No sufras…aun no debes estar aquí, este no es tu lugar. No pierdas la esperanza…
Tienes que luchar…y continuar…debes perdonarles y perdonarte…”

Pero…¿ cómo?...¿Cómo seguiré? Ya no me queda nada…Pedí suplicante, sin saber cómo podría retomar algo que nunca había existido, sin saber si podría enfrentar a la mentira y a la traición, sintiendo que la agonía me cegaba impidiendo que pudiese ver nada más que lo sucedido. Cómo si ya no existiese el futuro para mí, ¿cómo podía haberlo?...habia muerto…
Roxanne acerco su mano hacia mi pecho y sujeto mi mentón con su otra mano instándome a mirarla.

"Confía…vuelve a confiar…No cierres tu corazón. No es el final sino el principio… La felicidad estará ahí, a tu espera…Pero debes creer en ella, debes confiar para poder encontrarla…
Sin embargo la elección siempre será tuya…Si no quieres volver nadie podrá negarse…Aunque su sacrificio habrá sido en vano."

Parpadeé angustiado, sin saber que quería decir, por lo que Roxanne situó sus manos en mi rostro y acerco su frente a la mía, entonces cerré los ojos, dejando que por mi mente comenzaran a fluir un sinfín de imágenes. Donde ella me mostraba lo que había sucedido cuando acabe el ritual. Eyra sostenía entre sus brazos mi cuerpo inerte, desesperada, a la vez que mi madre me abrazaba entrando en mi, sujetándome cuando el portal se abrió instándome a entrar, luchando contra lo imposible para llevarme consigo a donde ahora estaba…mientras que fuera un ente oscuro entraba en Eyra sin que ella se opusiera, a la vez que aquel cruzaba el umbral y comenzaba a caminar por la nieve en dirección al brujo Zephyr…
Sentí que una estaca se clavaba en mi corazón cuando vi aquellos ojos verdes. Y entonces Roxanne se separo de mi rostro, apreciando mis ojos desencajados y mis manos temblorosas formando puños.
Y entonces lo entendí, lo entendí sin duda alguna, no podía quedarme ahí, no después de todo lo ocurrido, no después de lo que había visto…o…si… ¿si que podía?

Roxanne se puso en pie y yo le imite, tragando saliva.

“…La decisión será solo tuya y no habrá vuelta atrás...”

Ella alzo sus rostro y yo le sostuve, sonriendo ante su mirada, supe que era la despedida, aprecié como cerraba los ojos, por lo que me acerque a su rostro, rozando sus labios en un efímero beso en el que su figura se desvaneció por completo, transformándose en hojas blancas como las de aquel árbol, hojas que me rodearon y que se desvanecieron con la brisa entre la nieve, dejándome una vez más solo. Solo en medio de la nada, mientras una sola pregunta cruzaba mi mente...

¿Debía continuar?



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Y entonces se la agarré y se la arranqué de cuajo. ¿Y sabes que le dije?:
¿Salud mental? ¿Se come?:
Y no. No tengo nada mas que decir:
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Mensaje por Joachim Cárthaigh Jue Oct 18, 2012 12:26 pm

Todo acontecía tan deprisa ante mis ojos que ni tiempo tuve de evitar que mi hija fuera poseída por su propia madre, ahora, un ser fantasmal impregnado de maldad en cuya mirada podía distinguirse la sed de venganza que ésta irradiaba. Tensé mis mandíbulas ante su sonrisa victoriosa y volví mi cuerpo a la corporeidad a la que últimamente había recurrido, pues aunque no pretendía dañar el cuerpo de Eyra, sabía qué debía hacer para deshacerme de Alawa… otra vez.

- Convenciste a Hella para que se aliara con Dhémien, ¿verdad? Sabías que si Eyra creía que tu muerte había sido cosa mía se vengaría, así la educaste aprovechando mi ausencia, por lo que sólo tenías que esperar a que el vampiro uniera su pieza, la llave, con la tuya, tu hija. Siempre estuviste detrás de todo esto. ¿Por qué?

En un añorado acento indígena, Alawa, bajo la apariencia de mi hija, dio un paso al frente y se cruzó de brazos a la altura del pecho, sin dejar de sonreír con un aire triunfal que me erizaba la piel a causa del odio que despertaba en mí. Un odio contrastado aun entonces, por el profundo e irrevocable amor que por ella sentía y que jamás pude remediar.

- Encadené la mitad de mi alma a éste mundo con la esperanza de que al morir, Eyra me hiciera regresar bajo una forma más poderosa, más pura e inmortal. En cuanto una mi alma, volveré para no fallecer jamás.

- Todo el mal que sembraste en Eyra durante todos éstos siglos, ¿fueron por tu avaricia? Ella te amaba, Alawa. Por ti sacrificó su vida entera para devolverte la tuya… ¿Y así es cómo le muestras un ápice del cariño que ella te profesó? Destruiste su vida una vez, querida, pero no permitiré que lo hagas de nuevo. Sea cual sea el precio que tenga que pagar… tú volverás conmigo al Infierno.-espeté, visiblemente amargado.

Separé entonces mis piernas y posicioné mi cuerpo a horcajadas, mirándole irritado, tensando todos mis músculos, frunciendo el ceño y preparándome para embestirla sin piedad.

- Si me matas, Eyra morirá conmigo.-rió maquiavélicamente, negando con la cabeza, con la guardia baja que aproveché para lanzarme sobre ella, rodando por la nieve hasta quedar sobre ella, sosteniendo sus manos como podía, haciendo uso de todas mis fuerzas dado que me encontraba batallando contra una vampiresa longeva, cuyas fuerzas y habilidades eran supremas en cuanto a las mías, sintiendo de repente, un fuerte dolor en mi cuerpo producido, sin duda, por sus dones mentales.- ¡¿Cómo osas tocarme, Gudrekson?!- farfullaba mientras ambos forcejeábamos, ignorando su palabrerío para centrarme en mi objetivo, pues sabía que allí se hallaba, apegada a su piel...

Entonces ella se situó sobre mí y me mostró sus relucientes colmillos entre la cortina de cabellos oscuros que rodeó mi cabeza durante aquél zarandeo, atibando fugazmente, un brillo platino que localicé a la altura de su escote, escondido tras su vestido. Allí estaba aquello que estaba buscando y ahora, abofeteando su rostro hasta girárselo en noventa grados, llevé mi mano hacia aquél collar y con fuerza se lo arranqué del cuello, propinando un fuerte rodillazo en su vientre para apartarla de mí, gateando lo más lejos que pude de ella, viéndome arrastrado por el pie mientras le lanzaba el collar al brujo, el cuál lo tomó entre sus manos con la nariz fruncida del que no entiende nada de lo ocurrido.

- ¡Destrúyelo! ¡AHORA!- vociferé a pleno pulmón antes de caer de nuevo bajo el cuerpo de Eyra, quién mordió cada parte de mi cuerpo, destripándome poco a poco, debilitándose mi poder de corporeidad bajo sus garras, hasta que ella, cuál fiera cegada que recupera la luminosidad por un segundo, entendió de qué se trataba aquél collar del que ni cuenta se había dado que llevaba.
´
Sólo entonces se apartó de mí y gruñendo corrió hacia Zhepyr, el cuál ya pronunciaba un sortilegio manteniendo el colgante sujeto por una mano y sus ojos muy lejos de aquél mundo, contemplando, agitado y desmembrado, cómo la fantástica pieza de joyería quedaba reducida a cenizas que la brisa se llevó en silencio, dejando sólo el lamento atronador de Alawa que cayó de rodillas sobre la nieve, llevándose las manos a la cabeza, estirándose del pelo y gritando cosas incomprensibles. Alawa había perdido la mitad de su alma, lo que la condenaba a vagar por el inframundo el resto de la eternidad, sin opción a reencarnarse jamás, debilitándose sus poderes como la corporeidad, la posesión o lo que más preciaba: sus poderes mágicos. Sin ello, estaba perdida. Todo había acabado allí.

Respiré aliviado, intentando mantenerme en pie al intentarlo por enésima vez, caminando arrastrando los pies hasta llegar a ella, posando mi mano sobre su hombro.

- Volvamos a nuestro hogar, Alawa. No hay nada más que hacer, aquí. Éste mundo ya no nos pertenece.

Y en lo que juraría era un asentimiento, el cuerpo de Eyra cayó a un lado, inerte, profundamente dormida. Y ante mí, el espíritu de mi esposa apareció de nuevo, mirándome suplicante, hundida en la más profunda de la desolación. Sin preguntarle siquiera, tomé su mano con la mía y juntos empezamos a caminar hacia aquél portal que poco a poco, empezaba a cerrarse. Alawa fue la primera en desaparecer tras él. Yo, no obstante, me detuve por un momento, mirando hacia atrás, sonriendo.

- Daél, sabes que odio esperar.


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