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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Daél de Vries Vie Jul 20, 2012 7:53 pm

Recuerdo del primer mensaje :



Melodía:

Una dulce melodía invadía el ambiente, traspasando los diversos muros de aquel inmenso castillo. Mientras aquellos dedos habilidosos tocaban entusiasmados, recorriendo las teclas blancas y negras de un lado a otro con destreza y una suavidad extrema, como si les acariciase pausadamente, creando aquella pieza que sin lugar a dudas dotaba de vida a aquel hogar…

Suspire complacida, contemplándole apoyada en uno de los pilares que ornamentaban aquel salón, observándole con una mirada calida, realmente orgullosa de mi pequeño. Y es que aun podía recordarle tirando de mi vestido para que bajase la mirada hacia él, encontrando aquellos enormes y brillantes ojos grises que me buscaban, extendiendo sus bracitos hacia mi, mientras yo le tomaba para sentarle sobre mis rodillas, sujetando sus pequeñas manitos para que él tocase las teclas que yo le indicaba mientras él reía alegre sobre mi regazo, jugando y estirando de sus deditos, que apenas alcanzaban a tocar las teclas mas lejanas...Mientras James nos observaba desde el sillón, dejando su libro a un lado para reír enternecido con nuestros juegos...

Como añoraba aquellos momentos en familia, momentos sencillos en los que no importaba nada más que el tenernos los unos a los otros.
Había sido corta nuestra prosperidad, y aun mas cortos los momentos juntos -a mi parecer-, por eso fantaseaba en muchas ocasiones con el pasado, pensando en como habría sido compartir con los tres. Ver a James charlando con Jerarld y con Jäeger, y observar a estos dos últimos crecer y jugar juntos…Habría sido una bella estampa, habrían sido bellos recuerdos. Pero de nada servia pensar en todo eso ahora, aquel tiempo había pasado hacia mucho. Ahora nos quedaba el presente.

...

Un presente que observaba aun con una sonrisa, al fin y al cabo volvía a tenerles, y en esta ocasión podía velar por ellos. Aunque ahora me encontrase aun demasiado absorta en la melodía que el tocaba, como para bajar totalmente de la nube…
Hasta que de pronto algo me hizo volver a la realidad. Pues una brisa fría se hizo presente cerca de mi posición, sin que yo me inmutara por ello. Pues conocía demasiado bien aquella sensación y aquel lazo que nos unía y que sentía cuando él estaba cerca.
Sin embargo me quede en silencio unos cuantos minutos, visualizándole a mi lado antes de hablar.

Goedenacht Erik…

Dije finalmente girando mi rostro para contemplarle, apreciando su mirar que ahora se centraba en la figura de Jerarld,-que en aquel salón continuaba componiendo, totalmente ajeno a nuestras presencias cercanas-
Le observe en silencio, contemplando su rostro de aspecto feroz, con aquellos marcados rasgos, además de sus cabellos que caían por su rostro dándole en muchas ocasiones un aspecto amenazador, que -a pesar de hacerle parecer un tanto duro-, me agradaba.

Pero entonces me percate de su mirar ligeramente entrecerrado, percatándome de que algo se traía entre manos, algo pensaba, algo tramaba, pero no pregunte. Me limite a volver a contemplar a mi pequeño, esperando que fuese Erik quien me dijese a que debía el honor de su presencia. Pues conocía a mi hermano, si deseaba algo, lo diría cuando lo considerase oportuno, ni antes, ni después.



Última edición por Daél de Vries el Vie Ago 03, 2012 3:08 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Zhepyr D. Asrhan Vie Oct 19, 2012 5:35 pm

Las cosas no estaban sucediendo como debía. Eyra acababa de caer inconsciente junto a la llave, ambos inertes sobre la nieve, a la vez que yo alzaba el brazo para sostener en el aire el colgante que el fantasma me lanzaba en un intento desesperado.
Comencé a retroceder con la reliquia en la mano, a la vez que fruncía el ceño, apreciando como Eyra empezaba a desgarrar el cuerpo de aquel fantasma corpóreo en el acto…Aunque claramente no se trataba de ella, sino de aquel espectro salido del portal. Pero entonces sus actos dejaron de robarme la atención, y es que la figura de aquel hombre que también se hallaba entre nosotros se giro hacia mi, y sus cabellos azabaches se agitaron en su rostro, haciendo que me perdiese en sus ojos verdes así como el se perdía en los míos, viendo ambos a nuestro reflejo asi como nuestra alma en los ojos del otro.

Dhémien….

En cuanto vi aquellos ojos verdes clavarse en los míos, sentí que algo me golpeaba por dentro. Y es que la más profunda furia nació de mi pecho, pues a mi retina vinieron todos sus recuerdos, todas sus jugarretas, todos sus trucos, sus desesperaciones, toda su locura, asi como sus anhelos y sus fantasías más perversas…Pero no fue eso lo que me enfureció, sino el hecho de ver como aquel me utilizaba incluso a mi mismo para llevar a cabo su contacto con Hella, con Alawa y con el otro lado, sin que yo fuera conciente de que me usaba como intermediario…¿¡Como había osado tan siquiera utilizar mi cuerpo!?

Sujete el colgante y comencé a recitar rápidamente en el idioma de los muertos, invocando a toda sombra y a toda luz cercana, obligándolas a ambas a entrar en el colgante junto al fuego fatuo, sabiendo que de ese modo la concentración de energía y de entes craquearía el frágil equilibrio de aquella gema.
Entonces el colgante comenzó a temblar en mi mano, rompiéndose el mineral en millones de fragmentos, gimiendo como si fuera un ser vivo, y es que acababa de ultrajar lo mas puro de la naturaleza. Por lo que el colgante comenzó a vibrar aun mas fuerte, levitando sobre mi mano antes de que un crujido dejase escapar a las energías que convoque dentro suyo, liberando al fuego fatuo, que como una luz azul llameante, emano de el, flotando sobre la palma de mi mano, antes de rodearme y desaparecer al elevarse por los cielos, a la vez que el collar se incineraba a si mismo, convirtiéndose en cenizas que el viento se llevo en tan solo un segundo.

Deje que mis manos cayeran a mis costados. Definitivamente nada estaba saliendo como debía.

A unos cuantos metros de mi, Dhémien se palpo el mentón, ladeando la cabeza con suavidad a la vez que sus cabellos, negros y lisos como una fibra vaporosa, cruzaban su semblante de rasgos finos, que me recordaron a una muñeca de porcelana, blanca y de ojos brillantes.
Empecé a sentir arcadas.

Oh mi adorado Zephyr, mi querido y adorado brujo…No sabes lo mucho que deseaba verte…Te lo debo todo a ti…

En cuando se dirigió a mi con su voz melosa, mi cuerpo se tenso, y mi mueca se torno en una de profundo desprecio y asco, Dhémien comenzó a acercarse quedándose delante mio, sonriendo con algo que intentaba simular a la dulzura.

Mí preciado Zephyr…Índico acercando sus dedos a mi mejilla. Únete a mi, se mi aliado…
Juntos nadie podrá detenernos…juntos…el poder será nuestro…
Sabes que estamos unidos, que nos necesitamos el uno al otro…
No tiene porque haber sangre entre nosotros…


El silencio prosiguió a sus palabras, por lo que torció una sonrisa ante mi.

He visto tu alma…he visto tus deseos…
Lo he visto…
He visto….
Entonces entreabrió los labios y supe que no quería escuchar lo que quería decirme. Por lo que mis ojos entrecerrados dejaron de ser grises para tornarse totalmente negros, a la vez que mi energía negativa emanaba de mí como un aura llameante y oscura.

No me toques energúmeno.
¿Como osas hablarme siquiera…?
Alce mi mano hacia el a la vez que él la desviaba automáticamente, ambos retrocediendo y mirándonos, como fieras que recorren en círculos el terreno en busca del otro, como si nuestros movimientos estuviesen perfectamente coordinados.

En aquel entonces supe, que por muy tentadoras que sus palabras pudieran sonar, era Dhémien, era yo mismo….Jamás podría fiarme de él, tenia que deshacerme de aquel inmortal como fuera. Y no iba a poder hacerlo solo. Desvíe la mirada tan solo un instante hacia los cuerpos que descansaban en la nieve. Gesto que mi reflejo inmortal vió. Momento que aproveche para acercarme a Dhémien, extendiendo mis brazos en forma de cruz, dejando que la palma de su mano golpease mi pecho, lanzándome hacia atrás y haciendo que mi espalda chocase contra una roca, dejándome inclinado hacia delante, notando como mi espalda aun crujía ante aquella embestida.
Lleve mis manos a mi pecho, sujetándome, a la vez que mis cabellos caían sobre mi rostro tapando mi semblante.
El inmortal comenzó a acercarse riendo a carcajadas, parando a pocos metros delante mío. Pero entonces, su risa paro y es que gigantescos cristales de hielo comenzaron a atravesar su cuerpo desde todas las direcciones posibles, dejándole empalado y enterrado en la nieve, ante sus gritos ahogados, y su mirada que contemplaba a un lado, entendiéndolo de pronto, visualizando como ahora no había nada donde debían estar los cuerpos de Jerarld y Eyra.

Eleve el rostro con una sonrisa torcida, sentándome en el suelo y mirando a Dhémien delante de mi, totalmente atravesado por cristales que empezaban a teñir la nieve de rojo. Y es que le había dejado golpearme como mera distracción, teniendo así el tiempo necesario para crear aquellos picos de nieve y concentrarme lo suficiente como para recitar mentalmente el conjuro que llevaría a la parejita fuera de allí. Pues acababa de mandar a los inmortales a Isla Engel, un lugar que con certeza Dhémien no conocería, y es que esperaba que repusieran fuerzas cuanto antes, por que les iba a necesitar a los dos para ocuparme del parasito que me acababa de salir.

Dhémien atravesado por aquellos enormes picos e incrustado en la nieve sin poder moverse, hizo un puchero infantil ante mi.

Oh vamos cariño! No me seas rencoroso! Solo quiero jugar!
Aunque...
Ahora…tu y yo estamos solos…
Indico con un movimiento de cejas.

…Vete al infierno.
Vergüenza ajena....Era poco decir.
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Mensaje por Arlette Vie Oct 19, 2012 7:07 pm

Un secreto más - Página 2 Castillo-Chambord-Francia

Asomada en el balcón de aquél dormitorio un suspiro escapó de mi boca, agachando la cabeza y dejando que la brisa del atardecer me trajera, cuál puñaladas venenosas, recuerdos de antaño. Unos recuerdos que ahora, empecé a percibir de otro modo.

Ahora, el recuerdo de la muerte de mi madre fue comprendido al fin como una triquiñuela, un engaño por su parte, involucrándome en una horrible trama en la que ella debía salir victoriosa. ¡Cuanto daño había causado por mi ingenuidad! Odié a mi propio padre acusándole de su suerte, llegando incluso a arrebatarle la vida. Manipulé a Jerarld durante años para protegerle así de las adversidades a las que la llave estaría expuesta, con la sola intención de vender su alma a cambio de la de Alawa. Sí, aquél había sido mi gran error. Más allá de haberme convertido en inmortal por una causa que ahora descubría como una hiriente mentira; más que los siglos de soledad y amargura; más que el dolor y las ilusiones quebradas... me destruyó saber que había posicionado la vida de Jerarld sobre un hilo compuesto de mentiras y más mentiras. Y ahora, sólo podía sentir mi alma desquebrajarse en diminutos retales de recuerdos...

Resoplé y seguí sus pasos a regañadientes, sin atreverme a preguntar a donde me llevaba por temor a que me dijese un simple “no lo sé”. Prefería mantener la curiosidad a raya y guiarme por su aroma que, por raro que parezca, era fuerte pero agradable a la vez. Pronto la oscuridad nos cegó y cuando su voz me llamó, me apresuré a acercarme a él para que supiera que permanecía tras él… pero sus dedos se amueblaron a mi pecho izquierdo y no pude contener un grito. ¿Pero qué diablos hacía con su vida? ¡Será descarado! El joven se disculpó por aquél torpe gesto y me tomó de la muñeca tras acariciar la piel de mi muslo que el camisón rasgado había dejado al descubierto. Despegué mis labios para protestar, pues no me parecía que ese camino fuese a llevarnos a ninguna parte a salvo. Y desde luego, tenía razón. El muy torpe cayó y yo con él, deslizándonos por una rampa de lodo y musgo que finalizaba en un pequeño estanque de agua verdosa y maloliente. Cuando me puse en pie y empecé a quitarme algas del pelo y del escote, fulminé con la mirada al llamado Jer, intentando controlar la ira que empezaba a subirme por la espalda. Aquella había sido la gota que colmaba el vaso de mi paciencia.

- ¡Aquí te quedas, Tarzán!- le espeté malhumorada, luchando contra la suciedad que se envolvía en mis piernas cada vez que intentaba avanzar un paso hacia la orilla, tropezando con algo y cayendo de nuevo sobre la nauseabunda superficie acuática.

Él soltó una carcajada, ¿cómo olvidar su contagioso sonido? Me vengué lanzándole lodo en la cara y tras anunciarme que nuestros persecutores se acercaban, dejé que mis labios esbozaran una tenue sonrisa de esperanza y sin esperarle siquiera, recorrí la distancia que nos separaba de la orilla, saliendo de aquél estanque con torpeza y, aprovechando el silencio de la noche, empecé a guiar mis pasos hacia, exactamente un pequeño riachuelo. Sin saber siquiera si él me seguía, me zambullí en el agua cristalina, remojando mi cabello para quitar cualquier rastro de algas y lodo, frotando mi piel tras aquél camisón que desde luego, ya no volvería a ejercer el uso como tal. Miré a un lado y a otro, sin encontrar rastro del chico. ¿Se habría quedado rezagado? ¿O quizás se hallaba más lejos de mí, en su búsqueda personal de aquél riachuelo? De cualquier forma, era demasiado oscuro como para que me viese, así que decidí cometer una pequeña locura aquella noche y me deshice del camisón, dejándolo al lado de la orilla y extendido, rezando para que cuando saliera del agua estuviese seco. Así, desnuda y libre, nadé sin pudores por aquella agua de espaldas, gozando del cielo estrellado que se extendía ante mí… hasta que choqué con algo duro. Me quejé y masajeé mi cabeza mientras volvía la vista hacia el origen de aquél estorbo, sin sorprenderme demasiado al hallar los ojos centelleantes de Jer. Resoplé y le di la espalda, cubriendo mis pechos con ambas manos y sintiendo un rubor coloreando mis pómulos.

- No me libraré de ti, ¿verdad?- refunfuñé, aunque ya sin aquél deje molesto en mi voz, incluso riendo disimuladamente.




Y fue entonces cuando él preguntó mi nombre por primera vez, cuando, al fin, nos presentamos como Jerarld y Eyra. Esa noche comenzó nuestra historia a la que ahora pondríamos punto y final.

A mi mente llegó otro recuerdo, de aquella misma noche, pero de cuando nuestros cuerpos fueron descubiertos por la desnudez del momento, una desnudez de nuestra piel y de nuestra alma. Recordé, palabra por palabra, incluso el centello en sus ojos, aquél susurro que se grabó a fuego en mi memoria hasta hoy...


-Quiero…Quiero pedirte algo…- dijo cerrando sus ojos con pesar.-Engáñame.

Mis ojos le miraron sin entenderle, aun un tanto ebria tras aquella noche de alcohol en la taberna islandesa dónde nos habíamos conocido. Pero el tomó aire y prosiguió, juntanto su frente con la mía.

- Engáñame… miénteme… dime que me quieres… dime que me necesitas… dime que acompañarías a cualquier parte… Dime que siempre estarás conmigo, que nunca más estaré solo… Dime que todo tiene un sentido…Que hay un motivo para tanta desolación... Aunque ahora no lo comprenda…



Él me había pedido que le engañara, que le mintiera diciéndole que le amaba, sin saber que precisamente yo, era lo que había venido buscando aquella noche de él. En aquél instante, se inició la más cruel de las farsas que duró más de siete siglos.

Pero hasta siete siglos después, no hurdí nuestro primer encuentro tras nuestras respectivas conversiones. Ahora que ya poseía aquellas reliquias, el poder necesario para llevar a cabo el ritual y la fecha se aproximaba, era el momento de reencontrarme con la llave y seducirla de nuevo. Mi plan era perfecto y todo salió como lo esperaba, escuchando al fin, en aquél granero noruego y bajo la tormenta, las palabras que ponían en funcionamiento la segunda fase.


- Estoy profunda e irrevocablemente enamorado de ti.


Y tras varios encuentros posteriores en los que tuve que arreglar mi situación con otros peones de mi tablón de juego, fui más allá con Jerarld, entregándole un falso amor con tal de retenerle junto a mí...


- Jerarld...- anuncié moviendo mi mano sobre su hombro para voltearle y ver su rostro, sus ojos clavados en los míos.- Sólo tú despiertas mi alma, enciendes mi corazón y traes paz a mi mente. Eso es lo que tu me has dado y lo que siempre hubiera querido darte. Te quiero. Sí, yo te amo, Jerarld. Desde aquella noche en el campanario te has convertido en la gravedad de mi mundo. Llevo siglos buscando a la mitad que desde que nací me fue arrebatada. Y ahora que te miro... sé que tu eres parte de mí. Siempre lo has sido y siempre lo serás. Porque tu eres mi vida y si me dejas, quiero vivirla a tu lado.- hice una breve pausa para recortar distancias, frunciendo el ceño para remarcar una veracidad de mis palabras inexistente.- No hay despedida sin un adios ni un adios sin un destino. Quédate conmigo.


Y entonces, una melancólica sonrisa cruzó mis labios frágiles y sin vida, alzando la vista al cielo púrpura, aferrando mis dedos en aquella barandilla.


Jerarld me lanzó la caja entre gritos que no comprendí el contenido de cuyas palabras, pues él se vio engullido por varios cuerpos de humanos. Yo me había recompuesto por la sangre de aquél cazador, así que mis reflejos estaban despiertos y sedientos de juegos. Peleé ferozmente, destripando y decapitando sin piedad. Creo que si antes solventaba el orgullo de no haber matado a nadie hasta entonces, aquella sola noche rompí aquél récord. Aunque, obviamente, era cuestión de supervivencia, como lo fue el caso de Noruega. De reojo, observaba los rápidos y concisos movimientos defensivos de mi amado, sonriendo dulcemente al recordar aquellos momentos en el granero, o cuando nos desatamos al salir del lago, bajo aquella tempestad... Un puñal rozó mi mejilla y me sacó de aquellas cavilaciones, recordándome que ahora no era momento para el romanticismo. Usé mis uñas para ceñar al cazador y de una patada lo estampé contra una columna, cayendo al suelo y retorciéndose de dolor al comprobar cómo sus ojos habían sido brutalmente dañados. Aproveché el momento en el que ningún humano ejercía su atención hacia mí para subirme al altar de piedra en cuya parte inferior, permanecía casi intacto, un relieve esculpido con figuras antropomorfas, probablemente santos cristianos. Desde allí, batallé fervientemente contra varios cazadores, pero mi mente seguía rondando aquellos recuerdos con Jerarld, rememorando cómo la yema de sus dedos se paseaba por la piel de mi cuerpo, besando cada poro de mi piel... hasta que un humano se agarró a mi pierna y me hizo tambalear hasta caer torpemente... a los brazos de Jerarld. Nos sonreímos dulcemente y yo despegué mis labios para agradecerle su ayuda cuando él se me adelantó, proponiéndome matrimonio del modo más casual que nunca había escuchado. Mis ojos se ensancharon, mi respiración tropezó en mis pulmones hasta hacerme jadear, mi piel se erizó, mi boca se secó y mi mente se nubló.


Suspiré mientras en mis retinas aparecieron las formas de aquél sacerdote, el interior de la Notre Dame y junto a mí, un pletórico Jerarld.


Entonces, el párroco pasó a la parte más interesante de la ceremonia, obviando tanto el paso de la homalía como la introducción a la celebración del sacramento matrimonial. El hombre juntó las yemas de sus dedos y se dirigió hacia mí con gesto serio. Mi futuro marido tomó mis manos, haciéndome girar para ver sus ojos centelleantes de emoción y contuve el aliento.

- Eyra Erikdottir, ¿quiere recibir a Jerarld Délvheen como esposo, y promete serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarle y respetarle el resto de su inmortalidad?


Y entonces, cuando al fin mi corazón latió por él, desarmándome el saber que había fracasado mi estrategia, que ahora había caído en las maliciosas redes del amor, que ahora, verdaderamente, me había enamorado de Jerarld, él aun, pese a todo, decidió darme una nueva oportinidad...

- ...Mi vida no tiene sentido si tú no estás en ella…- me susurró, tomándome el rostro entre sus manos, sintiendo la caricia de la brisa marina abanicar mis cabellos.- Ambos seremos el uno del otro y no habrá nadie mas que se interponga. Ambos cuidaremos el uno de otro…y no habrá más secretos, ni mas mentiras… Lo olvidaremos todo…y empezaremos una vez más, desde cero…y para toda la eternidad.


Una oportunidad que, de nuevo, había arrugado y lanzado al olvido, empeñada y cegada en llevar a cabo una misión por la que aun hoy me arrepiento.

Entonces, tras de mí, las sábanas del lecho se removieron sigilosamente y mi rostro se volteó hacia Jerarld, el cuál ahora despertaba poco a poco, envuelto en vendas y aun con restos de sangre mía que le había donado con tal de avanzar su recuperación, transcurriendo tres días desde aquél fatídico ritual.

Sequé las lágrimas que me delataban con el dorso de mi mano y tomando una bocanada de aire entré en el dormitorio cerrando la puerta cristalera que conducía al balcón, sentándome en aquél lecho para tomar así, la mano de mi todavía esposo.

- Jerarld...- suspiré apesadumbradamente, apartando un mechón de sus cabellos pegados ahora a su frente sudorosa, deteniendo aquella mano en su mejilla tras una caricia efímera.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Vie Oct 19, 2012 8:57 pm

Dicen que el concepto del tiempo es efímero y circunstancial, dicen que no importa a penas, pues este es variable y traicionero.Y lo cierto, es que ahora puedo decir que así es, pues allí en medio de la nada, sentí que mi vida pasaba, sin que nada lo pudiera evitar, y es que me sentía envejecer por momentos.
Una frágil sonrisa cruzo mi rostro ante ese pensamiento.
Envejecer, siempre quise hacerlo.

Suspire mientras seguía allí, arrodillado en medio de la nada, en un paraje blanco que no tenía fin, un paisaje que empezaba a cambiar sutilmente, sin que fuera conciente de ello. El cielo se había vuelto gris, y ahora ligeros copos de nieve caían sobre mis cabellos, sobre mis hombros y sobre mis rodillas sin que me importase.

Estoy cansado…
Estoy cansado de estar aquí…
Indique en apenas un susurro, elevando el rostro al cielo y dejando que aquellos copos cayeran en mi rostro, haciendo que los sintiera calidos sobre mi piel fría. Me sentía tan frío que empezaba a pensar que me descompondría con el tiempo, no me quedaba un ápice de calor o algo que me recordase haberlo sentido en algún momento.

Entonces de la nada, algo pareció emerger de la nieve a unos cincuenta metros de mi, por lo que baje mi mirada cansada hacia las enormes puertas de mármol blanco, talladas y llenas de ornamentos que se erigían ante mi. Y entonces lo comprendí, si quería irme, era ahora el momento, ahí estaba la salida. Por mi mente habían vagado los recuerdos de todos aquellos a quienes amaba, habían pasado todos los momentos que había vivido, tanto los buenos como los malos, haciendo cierta mueca al notar que parecían haber mas momentos malos que buenos en la extraña balanza. Sin embargo sentia que no habria cambiado nada, ni un solo ápice de nada…Así había sido mi vida siempre, llena de altibajos, llena de sobresaltos, y también de momentos de felicidad, en los que me sentí querido y amado…
Setecientos años, habían sido demasiados…

Me puse en pie. Y solté el aire que me quedaba, mirando al frente, decidido. Empezando a caminar con calma hacia aquellas puertas, sabia que tras ellas se hallaba el lugar en donde descansaban aquellos a quienes amaba, aquellos que alguna vez habían pasado por mi vida, y que habían dejado su huella en mi…Era hora de hacerles una visita.

“…Tienes que estar muy triste para que nieve en este lugar…”


Su voz suave y dulce resonó con un eco antes de que ella se agarrase a mi espalda, impidiendo mi avance.
Bajé la mirada, mordiéndome los labios, cerrando los ojos y apretándolos sin querer abrirlos.

“…Aun no cariño…
Aun no…”


Lleve mis manos a mis labios, ahora de pronto aterrado, agobiado, acongojado hasta un extremo que jamás imagine. ¿porque ahora empezaba a darme miedo continuar? ¿porque cuando ya estaba decidido? Daél me hizo girarme hacia ella, sujetando mi rostro con sus manos calidas, ante su mirada brillante.

“…Recuerdas lo que te dije…
¿Recuerdas lo que te dije cuando me fui?”

Le mire, sabiendo que aquellas palabras jamás se irían de mi memoria, habían sido grabadas en mi alma a fuego cuando ella me había dejado siendo solo un niño, por lo que asentí en calma.

“Se fuerte, Se valiente…
Nunca te rindas porque nunca estarás solo, yo…
Siempre…"


su voz se rompió en aquel momento mientras yo le miraba sobrecogido, quizás con el mismo semblante de aquel chiquillo inocente que le preguntaba porque se tenia que ir. De sus ojos emanaron amargas lagrimas antes de que yo acercase las yemas de mis dedos para limpiarlas, tal y como había hecho siendo pequeño, para que supiera que me comportaría como “si fuera mayor” Gesto que sin duda le hizo sonreír.

"Siempre estaré contigo…"

Repetimos ambos en un susurro juntando nuestras frentes. Y es que ella, me acababa de demostrar que no todo estaba perdido, que siempre habia algo por lo que seguir, siempre había algo o alguien que nos esperaba...Si me marchaba ahora pecaría de ingrato, y aquello me acompañaría allá donde fuese.

En aquel momento ambos nos fundimos en un abrazo, en el que mi madre me arropo como si no hubiese pasado el tiempo, como si al fin aquel niño se hubiese reencontrado con su madre, en el abrazo que tanto tiempo esperó.

“…Ve a casa cariño…Os quiero…
Con toda mi alma…con todo mi corazón…Nunca lo olvidéis…”


Sonreí antes de decirle que también le quería y que cuidaría de Jäeger…Sonreí antes de ver como ella caminaba hacia Erik, quien le esperaba impaciente, torciendo una sonrisa de complicidad con ella, antes de que ella le hiciera una caricia en el rostro, alegando a que era un impaciente y algo sobre que tenia mal gusto con las mujeres en referencia a Alawa…
Negué con la cabeza, riendo, antes de que una enorme ventisca comenzara a azotarme, haciendo que mi abrigo ondeara por delante de mi, motivo por el que me gire y recibi aquel aire en el rostro, cerrando los ojos antes de aspirar aquel aroma a frescura, aquel aroma a mar que impregno mis pulmones.
Y entonces….Abrí los ojos.
Una brisa suave llego hasta mi, haciéndome parpadear, habituándome poco a poco a la luz de la estancia, mire hacia el techo y entrecerré los ojos, recordaba esa habitación…pero no como había llegado hasta allí.
Entonces su mano acaricio mi mejilla haciéndome entender que no estaba solo, por lo que le mire sorprendiéndome de verla allí.

¿…Eyra…? En cuando vi sus ojos, volví a sentir como esos cristales se rompían dentro de mi pecho, por lo que cerré los ojos e intente tomar aliento, incorporándome poco a poco con su ayuda, mientras miraba mis brazos y mi torso, casi no veía piel en mi…
…soy una momia, pensé en voz alta, con la voz un tanto rasgada, robándole una sonrisa a ella, una sonrisa que se me contagio, pero que se apago con brevedad sumiéndonos en un silencio tenso.

Lo cierto, es que no sabia que decirle, no sabia porque estaba allí, ni que era lo que había pasado, simplemente recordaba su imagen delante del altar, antes de que yo aceptase su orden y acatase su deseo…
Baje la mirada, aun me sentía agotado, por lo que solté un suspiro, aun demasiado apagado de ánimos.

¿…Porque… no me lo pediste...?
...Me necesitabas para aquel ritual….
Negué con la cabeza, y me mordí los labios, mis palabras no sonaban muy coherentes, por lo que pensé que no me entenderia, que aun estaría un poco ido.
Apoye mi cabeza en el respaldo de la cama y desvíe la mirada hacia los ventanales, apreciando la luna desde mi lecho.

Nunca has confiado en mi, ¿verdad? Pregunte sin tono alguno de reproche en la voz, sin tono alguno en realidad. Mas que una pregunta era una afirmación que me hacia a mi mismo, pues muchas cosas parecían estar claras después de todo lo vivido, sin embargo espere…Espere en silencio sin saber que mas decir, sin saber que mas preguntar.

Era un escritor sin palabras, un poeta sin rimas, un cuerpo con un alma a medias…
La vida seguía, había sido mi elección y ahora aunque no sabía muy bien como, debía continuar.
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Mensaje por Arlette Sáb Oct 20, 2012 7:22 am

Y entonces, expulsé de mi mente todo pensamiento que en éste habitara, convirtiéndolo así en palabras, buscando pues, la palabra dicha que jamás volviera al silencio. Un silencio que me ahogaba entre sus brazos y atormentaba mi alma. Mi paz dependía ahora de la palabra, de la sinceridad y la verdad desnudas ahora ante él.

Abrí mi pecho a Jerarld y las palabras brotaron sin cesar ahora de mis labios, tristes y sin a penas voz suficiente que las impulsara lejos de mí. Emanaban como un suspiro de mi alma, un alivio que poco a poco, iba comiéndose parte de mí, de lo que había sido por Alawa, por una ilusión falsa y destructiva que por poco acababa con lo que más yo preciaba: Jerarld. Poco a poco, aquella niña joven, viva, alegre, soñadora, ingenua, melancólica, tierna y generosa... fue resurgiendo de sus cenizas. Unas cenizas que creía olvidadas en algún rincón de mi ser y que ahora volvían a tomar forma bajo mi piel. Nunca me había sentido tan humana como ahora, comprendiendo que sólo la Verdad podía desnudarme hasta tales recovecos.

- A tí te confiaría mi vida, Jerarld.- respondí sosegadamente.- Si pudiera morir ahora para enmendar mis errores y devolverte la vitalidad en éste mismo instante, lo haría sin vacilar, sin miedo. -susurré, escapándoseme una sonrisa tierna en el momento en que agachaba mi mirada cristalina a su mano, ahora enlazada en la mía, sintiéndome aun débil por la gran cantidad de sangre donada.- Ya viví cuanto deseaba sentir: envuelta en tu calor, erizándoseme la piel ante cada respiración tuya, estallando mi corazón como ahora hace al verte vivo y junto a mí.

Tomé una bocanada de aire y desvié mi mirada al ventanal, contemplando por un segundo la belleza del crepúsculo tiñiendo el cielo del color carmesí, degradándose hasta dar la bienvenida a la oscuridad de la noche. Una oscuridad que ahora me parecía aun más azabache, más fría y solitaria, más venenosa y asfixiante. En aquella noche, en la noche de mi interior, ninguna luna me iluminaba, ningún lucero me acompañaba en aquél páramo gélido y doloroso.

- Es cierto, no durante todo éste tiempo te he amado, pues yo no quería ver tu alma como lo hago ahora, no deseaba rendirme a ti y a los sentimientos que despertabas, no anhelaba extrañarte en tus ausencias ni buscarte en la multitud de la gente. Pero lo hice. Fracasé en mi intento de ser una estalactita y ahora....- suspiré y un escalofrío recorrió mi espalda, sintiéndome frágil frente a un tornado que prometía destruirme.- Me enseñaste a ser sincera sin temor a lo que pienso, evitando la mentira. Tú siempre has estado presente y cuando no estaba la gente que tanto me prometía.

Aferré mis dedos a su mano con fuerza, clavando en su mirar mis ojos centelleantes por unas lágrimas traicioneras que ni encerrarlas en mis ojos intenté, dejando que Jerarld viera la Verdad en mí, todo cuanto era.

- Enséñame a rozarte lento, quiero aprender a quererte de nuevo y susurrarte al oído que puedo. Porque en ti encuentro la verdadera paz, porque contigo mi corazón conoce la calma y se sosiega, sintiéndose a salvo acunada por tu alma, bañado en tus suspiros. Quiero estar aquí, en pecho, dónde detenido se encuentra tu palpitar.- le indiqué, moviento mi mano derecha hacia su pecho para dejarla reposar allí mientras hablaba, manteniendo la izquierda bien sujeta a la suya.- Quiero estar aquí hasta el fin del tiempo, hasta que la Tierra se detenga. Porque te amaré en la sombra como prometí una vez que haría: eternamente.-añadí en un hilo de voz.- Todo lo que he sabido, todo lo que he hecho, todo lo que he sentido estaba oculto por aquella ilusión erronea que me llevó al abismo más desgarrador jamás conocido, mas ya no quiero acallar lo que siento verdaderamente, quién soy realmente. Porque no soy más de lo que ves ahora en mí. Porque ahora comprendo que el amor lo conocí de tu mano, que extrañaré tus besos en los propios brazos del que duerma conmigo, que me sentiré llorar sin poder siquiera derramar mi llanto, que querré mirarme en tus ojos tristes que quise y que quiero tanto.

Deslicé mi mano por su pectoral y con cuidado, acomodé mi cuerpo junto al suyo, en aquél lecho frío y manchado de sangre, de nuestra sangre. Aun con los dedos de mi mano izquierda enredados en la suya, apoyé mi cabeza sobre su hombro derecho, sin rozarle demasiado por temor a lastimarle las heridas. Suspiré sobre su cuello un momento antes de proseguir con calma.

- Me he reencontrado conmigo misma porque eres tú aquél que siempre esperé encontrar. Todo cuanto soy ahora, te lo debo a ti. Y ahora que de nuevo me he quedado sola veo que te debo tanto y lo siento tanto, que no aguantaré sin ti, no hay forma de seguir así. Por mucho que aprieto tus manos me cuesta creer que aún no te hayas marchado.- sonreí con pesar, negando con la cabeza.- Mas esta vez soy capaz de entender que no me ames. - añadí casi inaudiblemente, sintiendo cómo mi corazón se hacía trizas en mi interior por unas garras imaginarias que lo oprimían hasta reducirlo a punzantes retales.- Pero si de amar se trata hay que amar sufriendo, jugar la esperanza, recoger las alas y esperar que el miedo de perder se vaya. Miedo de perder tu cama, de perder mi alma, de empezar de nuevo, de apagar las llamas, de esperar un sueño y que nunca llegue.

Entonces me erguí levemente y volteé mi cuerpo hacia él, tomándole del mentón para que me mirara, naufragando al fin en el mar nublado de su triste mirar.

- Perdóname, Jerarld. Perdóname y vuelve a mí. -le supliqué con la voz quebrada y mi alma en deshielo.- Oh, cariño mío... yo te amo.- admití al fin, entregándole lo único que me quedaba: la verdad de mi corazón.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Oct 20, 2012 9:25 am

Deje que sus manos sostuvieran mi rostro y mire sus ojos castaños, examinando cada brillo, cada tono, cada centello que destilaban sus ojos ahora calidos, llenos de algo que parecía dolor y arrepentimiento.
Y entonces recordé la noche en que le pedí que me quisiera, la noche en la que le pedí ser engañado...
Sonreí, había llegado lejos, demasiado lejos todo aquello. Había pecado de ingenuo, de inocente, como me solía pasar a pesar de mi longeva vida.

Y entonces seguí contemplándole, en silencio, repasando nuestra vida, toda una vida, nuestra familia, nuestros sueños, cada instante juntos, cada caricia, cada beso, cada lágrima de su mirar…cada te quiero…
…Cada uno de esos recuerdos...
... había sido mentira.

Desvíe la mirada un momento, sintiendo como mis mejillas deslizaban aquellas gotas de agua que no sabia que me quedaban, sin ser conciente realmente de aquellas lagrimas hasta que acerque con lentitud mis dedos a mi rostro, tocando y mirando las yemas de mis dedos empapados, como si no entendiera el porque se hallaban humedecidos.
Parecía que incluso las cosas más cotidianas, o normales, eran un tanto difíciles de comprender.
Deje que mi mano cayese sobre mi abdomen y contemple sus dedos entrelazados a los míos, tomando aire, como si incluso aquella acción me costara trabajo.

Te quiero Eyra…Siempre te quise…
Te lo di todo, absolutamente todo, mi alma al completo, mi corazón, mi vida entera…
Deje que todo careciera de importancia porque nada era importante si tú no estabas ahí…
Y aun así…
¿De que nos sirvió?...
Ya no me queda nada Eyra, no me queda nada…
Todo lo que era, todo lo que sentía, estaba en tus manos…todo lo que era te pertenecía y ahora lo has roto…
¿que será de mi ahora?...

No me queda nada…
Repetí, intentando desesperarme, intentando enfadarme y gritar y escandalizarme, entendiendo que por más que deseaba sentir algo, no podía sentir nada.
Mis sentidos estaban atrofiados, mi corazón roto, y mi alma desgarrada en retales inservibles que no sabia si podría recomponer de algún modo…
Me sentía como un extraño en mi propio cuerpo, como si las piezas de mi vida no encajaran.

Me pides que empecemos una vez mas….me pides que lo dejemos todo atrás, y yo te diria una y mil veces que si…
si…
si…aquí estoy…aquí estaré siempre…

Acerque suavemente mis dedos a su rostro, incitándola a acercarse a mi, juntando mi frente con la suya, dejando que mi vista descansara, cerrando los ojos.

Pero dime…¿Como seguiremos?...¿como confiaremos?... Pregunte intrigado y suplicante.
Algo no funciona dentro de mí… no siento nada.
...
¿Podrás amar alguien que ya no sabe si podrá hacerlo?..¿Podrás querer a la sombra de un fantasma?...¿podrás vivir con alguien sin corazón?


Sentía que me dolía cada centímetro de mi cuerpo, pero sin duda alguna lo que mas me dolía era el pecho, sentía como si millares de astillas se clavaran en el, enterrándose cada vez que respiraba, por lo que lleve mi mano a mi corazón, sin saber a ciencia cierta que clase de dolor era. Si era físico, o si realmente me dolía por lo que estaba sucediendo…
Quizás haber hecho aquel ritual me había atrofiado, o me había convertido en algo inservible…¿y si no podía volver a sentir nada nunca mas?...¿y si me había roto?....
Habría pensado en que no importaría…La muerte llegaría tarde o temprano para llevarme con ella definitivamente, pero entonces…
Recordé…
La muerte ya no vendría a por mi…lo que significaba que mi decisión involucraba la eternidad, una eternidad que me haría seguir viviendo de ese modo.
Suspire con pesar, pensando que con suerte, ya nada importaría con el tiempo.

Me acomode en el lecho, quedando en posición fetal, con Eyra semirecostada a mi lado, con su mano sujeta entre mis dedos, como si a pesar de todo, aun no pudiera soltarla, sin poder dejar que se quedara ni que se marchara...
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Mensaje por Arlette Sáb Oct 20, 2012 10:57 am

Una pequeña sonrisa se apoderó de mis labios marchitos ahora sin el sabor de su saliva que me devolvía a la vida con cada roce de su boca. Me aferré a su cuerpo y durante largos minutos, mantuve mis ojos cerrados y mi respiración pausada, abrazándole por la espalda, manteniendo nuestros dedos enlazados mientras el silencio nos consumía.

- ¿Puedo pedirte algo, Jerarld?- susurré de repente, rompiendo el silencio antes de morder mis labios, no por nerviosismo, sino por mantener mis lágrimas lejos de la superficie, pues todo cuanto era se encontraba ahora en destrucción y no deseaba que él conservara aquél último recuerdo de mí.- Abrázame. Abrázame fuerte contra tu pecho y no me sueltes.

Jerarld pareció vacilar, pero poco a poco ladeó su cuerpo y sus ojos se encontraron con los míos. Le dediqué una pequeña sonrisa y una de mis manos se posó sobre su mejilla, acariciándosela con cuidado, en un roce suave e inocente.

- Prométeme que me encontrarás.

Él frunció el ceño y despegó los labios para hablar, pero le detuve para recortar distancias y fundir, en un seco y agridulce beso de despedido, sus labios con los míos, retirándome con pesar.

Aprovechando los segundos en que la confusión se apoderaba de Jerarld, mis manos soltaron las suyas y hurgaron en mi escote, del que extraje una minúscula botella de cristal cerrada por un tapón de corcho. Un tenue rayo de luna iluminó el interior de ésta y el oscuro color carmesí centelleó con luz propia. En silencio, destapé aquella botella que colgaba de mi cuello mediante una cadena de plata y olisqueé un momento la sangre de Wolfgang, el licántropo del que me había servido antes de perderle de vista. Nunca pensé que me sirviera para algo pero allí estaba, dispuesta a todo por Jerarld.

Cerré los ojos un instante, llevando a mis labios el contenido rubí que pronto se vertió en mi boca y que tragué de una sola vez, dejando caer la botella que rodó por el suelo hasta situarse bajo la cama. Pronto, la temperatura de mi cuerpo empezó a subir notablemente y todo mi interior empezó a arder de una forma dolorosa.

- Búscame.- susurré jadeante antes de esconder mi rostro contra su pecho, aferrando mis manos a su cuello, apretando mis mandíbulas, cerrando mis ojos que ahora liberaron sin cesar aquellas lágrimas contenidas, sintiendo los espasmos en mi cuerpo, gritando cuando el dolor era insufrible y mi piel se estriaba hasta que el fuego emanó de mi interior, saltando algunas chispas que al contacto con el aire, desaparecieron.

Sólo cuando mi cuerpo ardió y mis palabras, aquellos te quiero que anhelaba decirle antes de desaparecer ante sus ojos quedaron ahogados en mi garganta en llamas, me aparté de él lo suficiente para que el fuego no se lo llevara conmigo. Le vi desaparecer tras una cortina ardiente que purificó mi alma y se llevó lo peor de mí. Morí aquella noche, siendo éste, el punto y final a una historia trágica de la que al fin, no pude escapar. El único modo de volver a la vida en busca de una oportunidad de ser feliz junto a Jerarld, aunque remota, era precisamente, morir. Y por él lo hice. Por nuestro amor, lo hice. Y jamás me arrepentiré de ello.

Porque el amor es la magia más poderosa del mundo.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Sáb Oct 20, 2012 3:03 pm

Ni siquiera pude entender que hacía, porque bebía, porque ahora su cuerpo se estremecía entre mis brazos…
¿Que estaba ocurriendo? Le sostuve por los hombros, notando como cuerpo comenzaba a arder, a la vez que yo le sujetaba, conmocionado por lo que mis ojos veían.

¡Eyra…! ¡Eyra!

Lleve mis brazos a su rostro, apreciando con horror como su mirada cálida, empezaba a cerrarse, a la vez que su cuerpo cada vez emanaba más calor, hasta que su piel pareció incendiarse mientras le sujetaba.
Por lo que me levante dificultosamente,-lo más rápido que mis fuerzas me permitieron- en aquel lecho para sostenerla, apretándole, palpando su cuerpo, con la idea de apagar aquellas llamas que comenzaban a devorar su cuerpo quemándome también ante ese contacto, y es que no pude entender porque había hecho algo similar, no podía entenderlo, lo único que entendía ahora es que debía hacer algo!...Mi corazón parecía volver ahora a golpearme, sacándome de una extraña ensoñación, de un trago mas que amargo en el que la realidad estaba distorsionada.

¡¡¡Eyra…por lo que más quieras, aguanta!!! ¡¡¡Por favor!!!

Y entonces, mientras le apretaba contra mi, volvieron las dudas, la ansiedad, la desesperación, la angustia, el enfado. Era posible que nuestra vida hubiese sido una mentira, pero lo que sentíamos había estado ahí en algun instante, aunque hubiese sido solamente en las últimas horas que habíamos compartido. Y entonces mientras apretaba su cuerpo contra mi pecho, ella se calcinaba en mis brazos ante mi grito desesperado, que le imploraba que resistiera…
Pero en ese entonces mi abrazo cedió y su cuerpo comenzó a desvanecerse suavemente entre mis brazos cerrados, dejando que abrazara de ese modo la ceniza que me envolvió por completo, dejándome que abrazara a la nada ante mi gesto desencajado, un gesto en el que había al fin rabia, ira, impotencia, disgusto, desilusión, y enfado por no poder hacer nada, y agonía por haber presenciado eso…y tristeza porque le amaba, y porque había amado esa mentira, y dolor porque esa mentira me habia hecho sentir vivo desde que le conociese aunque nunca fuese real…

NOOOOOOOOOOOOO!

Agarre las sabanas con violencia arrugándolas en mis manos, enterrando mi rostro en ellas a la vez que la ventana de nuestros aposentos se abría ante una corriente de aire, llevándose las cenizas con ella, como si de ese modo el aire la reclamase y la naturaleza le pidiese volver con ella ante mi llanto desconsolado.

¡Te buscare…Lo juro…!
Algún día te encontrare amor mío…
¡Lo prometo…Lo prometo….!

Prometí ante mi desconsuelo en aquel lecho, abriendo los ojos para encontrar ahí su anillo. Aquel anillo de bodas, el anillo de Isis…El anillo que ella nunca se quito. Lo sostuve y lo apreté en mi puño, acercándolo a mi pecho, dejando que mi cabeza bajara y mis cabellos ocultaran mi semblante, a la vez que arrodillado. casi como un ovillo, inclinaba mi pecho hacia adelante sobre nuestro lecho, con la espalda arqueada. Mientras, fuera de nuestro idílico castillo en Isla Engel, la luna se cernía sobre el firmamento, como fiel testigo de lo que fue, de todo lo que sucedió hacia siete siglos y ahora, contemplando en silencio la agonía que llenaba ahora mi vida, ahora que al fin podía volver a sentir.

Las olas continuaron chocando contra la orilla de mi isla, la arena siguió flotando silenciosa hacia el castillo, la luna se oculto suavemente detrás las nubes, y finalmente se marcho dando paso a un nuevo día.
El tic tac continuo, los días también y el tiempo pasó…Y su recuerdo quedo conmigo en el silencio de mi alma. Haciendo que de algún modo u otro siempre estuviese atento a mi alrededor, siempre buscando aquella mirada, como si pudiese encontrarla entre los detalles de las flores, o entre el aroma de los jazmines, incluso entre las estatuas en forma de angel que solíamos frecuentar. Siempre pensando que algo de ella habría quedado en esos recuerdos.
Y es que mi promesa seguía guardada en una caja fuerte en mi corazón. Algún día le encontraría, lo sabía con certeza como una verdad irrefutable. Incluso en aquellas noches en mi despacho, en las que sosteniendo la pluma sobre el papel, me quedaba en blanco, pensando por un momento, en que ella entraría risueña y divertida, insistiendo para que me escapara con ella aquella noche.
La vida seguía, siempre seguía. Pero el amor continuaba, modificado, trastocado, herido…pero seguía ahí, como la única fuerza existente, como el único vinculo inquebrantable.
Porque el amor es infinito y eterno.
Porque el amor...No tiene barreras ni de tiempo, ni de espacio.


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