Foro de rol situado en el París del siglo XIX; encontrarás vampiros, licántropos, cambiaformas, hechiceros, humanos, etc. (Advertencia: Sitio +18 años).
PARÍS, FRANCIA AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?
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Tras más de doce intensas horas de trayecto, logré al fin atisbar la famosa Notre Dame de París, lo que me aseguraba que había llegado a mi destino. La voraz tempestad con su niebla impedía que los paisajes se mostraran nítidos y hermosos ante mi mirada curiosa y extrañada, pues nunca antes había estado en semejante ciudad.
- Por ser la famosa Ciudad de la Luz, la encuentro muy oscura. - comenté bromeando al conductor de aquél carruaje, quién rió mis palabras antes de detenerse bajo la copa de un árbol que adornaba los campos elíseos.- Gael, debemos ir al... burdel.- carraspeé cuando sus ojos se desorbitaron.- Mejor no preguntes... tampoco tendría respuestas que ofrecerte.- suspiré, sintiendo la ley de la inercia que incitó a mi espalda a recostarse contra el asiento en cuanto las ruedas y los corceles que él guiaba retomaron el paso, mostrándome por la ventana un tibio anochecer de tormenta, de calles amplias y solitarias, con luces tartamudeando y algunos búhos que osaban ulular pese al furioso temporal.
Desplegué la carta que me había llegado a mi nombre y en el que se me anunciaba la posesión del veinte y cinco por ciento de la fortuna que Roxanne Lautrec había almacenado gracias a su talento artístico y las propinas que supuestamente recibía de algunos de sus más fervientes admiradores. ¡Já! No me hizo falta investigar demasiado sobre su vida para percatarme de que todo aquello no era más que una burda tapadera, pues ella en realidad era una cortesana de lujo, una prostituta, una ramera.
Meneé la cabeza, un tanto malhumorada ante la idea de que mi hermana menor hubiera tenido semejante vida, probablemente a disgusto. De haber sabido de su existencia, le hubiera ofrecido trabajo en mi castillo, un nombre que respetar y un buen marido que cuidara de sus intereses. Lo que me recordó a mi progenitor... ¿cómo había logrado dar conmigo? Si mi madre lo había ocultado a la sociedad, ¿cómo pudo saber el gobierno francés que Roxanne Lautrec era la hermanastra de un distinguida dama de la corte italiana como yo?
El motivo de mi presencia en París iba más allá de cobrar mi parte de la herencia. Deseaba descubrir la verdad de mi madre, de cómo pudieron dar conmigo si nada me había atado a los Lautrec antes. Y por otro lado... ¿desaparecida? ¿Cómo desaparecía así sin más una estrella de la prostitución como lo era Roxanne? ¿Por qué la daban por muerta sólo diez años después de su desaparición? ¿Tendría la policía la respuesta a mi pregunta aunque no quisieran admitirla?
- Hemos llegado, signorina.- anunció Gael, volteando su rostro empapado hacia mí antes de quitarse el sombrero como pequeña reverencia.
- Gracias, mi buen amigo. ¿Serías tan amable de esperarme? Serán sólo unos minutos.- le pedí, depositando sobre su mejilla un efímero beso risueño, pues ambos nos conocíamos desde que yo era una niña y la confianza era mutua aunque el anciano siempre respetara las distancias.
Él asintió un tanto sonrojado y tras carraspear, se acercó a la puerta para ayudarme a bajar, pues la amplia falda del vestido me impedía ver los pies y mucho menos, la calle húmeda. Extendí el paraguas sobre mis cabellos cobrizos recogidos en un moño que dejaba caer unos rebeldes rizos a la altura de mis hombros, pinté sobre mis labios la más amable de mis sonrisas y alcé el mentón mientras mis pasos se apresuraban hacia la entrada del local, atestado de gentío, risas, gemidos y aromas.
- ¿Podemos ayudarla, madame? Tenemos una amplia gama de cortesanos que estarían dispuestos a llevarla a lo más alto del cielo por unas pocas monedas.- rió una mujer cuyo rostro parecía quebrarse ante la gran cantidad de maquillaje que ocultaba sus más de cincuenta años de edad.
- En realidad, deseo hablar con madame Bouvier, tenía una cita con ella ésta noche.-le susurré al oído, manteniendo la firmeza de mis facciones inalterables, esperando pacientemente cuando la mujer desapareció tras unas cortinas en busca de la susodicha, la cuál apareció con el semblante tenso e incluso un tanto malhumorado, llevándome, con escuetas palabras de bienvenida, hacia la que había sido la residencia de mi hermanastra hasta su desaparición, explicándome que nadie más osó entrar allí desde su marcha.
Me dejó a solas con las llaves de la residencia y frente a una casa con forma de manzana. Arqueé una ceja, un tanto confundida. ¿Por qué una manzana? Al entrar, lo comprobé. Aquello era un templo dedicado a la lujuria, al sexo, al desenfreno, a la mentira del que desea escuchar amor por boca de una extraña en cuya mente sólo aparecen las monedas que cobrará al finalizar la noche y el precio que cuesta cada uno de sus besos. Hice una mueca que se tornó en un grito cuando comprobé la casa revuelta, con los cajones volcados sobre las alfombras, los jarrones y cuadros rotos, la ropa tirada por doquier, el olor a quemado y la gélida percepción que erizó mi piel al saber que alguien se había dedicado a destruir cuanto de Roxanne pudiera quedar en pie. ¿Quién desearía semejante destino? ¿Por qué querría alguien borrar cada recovenco de su memoria?
Su dormitorio era el más destrozado de la residencia y las manchas de sangre sobre las sábanas, secas y a penas visibles en la oscuridad de la casa, me alarmaron. ¿Y si tenía razón? ¿Y si los vampiros estaban implicados en su desaparición? Al moverme a tientas, escuché el sonido de algo que crujía bajo mis pies, acuclillándome para tomar una de aquellas piezas y acercarla a la ventana, contemplando a la contraluz de la luna, que se trataba de un diminuto hueso. Por suerte, juraría que no era humano, quizás animal. Guardé en una pequeña bolsa de cuero marrón alguno de aquellos huesos, así como parte de la tela en la que se podía reflejar las muestras de sangre, aunque bien podía ser del mismo animal cuyos restos descansaban extrañamente junto al lecho.
Salí de la residencia y corrí entre la lluvia para reencontrarme con la encargada del burdel, preguntándole ahora, pese a sus contestaciones un tanto repelentes, el motivo por el que no se había investigado el caso de Roxanne. Pareció que mi pregunta la desarmó, pues se cuestionó el motivo por el que pensaba de aquél modo.
- Hay restos óseos en aquella casa, madame. De haberse investigado mínimamente, la policía hubiera dado con ellos y los hubiera investigado.- respondí un tanto jadeante por la anterior carrera.- Por otro lado, vos me aseguró que nadie había pisado la residencia de Roxanne desde su desaparición, por lo que el aspecto del interior de dicha vivienda sólo me da dos motivos que pensar: o bien fue saqueada después de su marcha, o bien está relacionado con la misma desaparición.
Tragué saliva un momento, contemplando los ojos atónitos de la mujer que no parecía poder responder a mis acusaciones. Lo cierto es que hacía frío y mis ropas seguían empapadas, por lo que no podía quedarme allí mucho más tiempo. No, si no deseaba preocupar a Gael.
- Dígame, ¿recuerda cuando fue la última vez que Roxanne fue vista? ¿Estaba con alguien? ¿Esperaba quizás a algún cliente?- insistí, acorralándola contra la pared por la misma ansiedad que me recorría fruto de la incertidumbre y la sospecha.
- Desapareció tras la función nocturna de su espectáculo.- respondió al fin, con cierto temblor en su labio inferior, quizás producido por el frío o quizás por el temor que sin querer, a veces despertaba.- Un cliente la esperaba en su casa, pero ella se quedó en el escenario junto a otro hombre...
- ¿Puede describirmelo?
- Pelirrojo... de cabellos por la altura del hombro, sus rasgos eran alargados y sus ojos pequeños, claros, diría, pero no estoy segura... ¡hace diez años!- vociferó, visiblemente alterada por aquél interrogatorio.
- ¿Y se quedó con él toda la noche?
- No lo sé, es probable... Roxanne pidió a un cortesano que se deshiciera del cliente que la esperaba, por lo que supongo que se llevaría a ese amigo a su casa. A la mañana siguiente, ella ya no estaba.- suspiró apenada.
- ¿Qué dictaminó la policia?
- Bueno... les conté la enfermedad que sufría Roxanne. Aquella misma mañana, la de la función, el médico había anunciado que su estado de salud era demasiado frágil para soportar una noche más de locura como la del show. El doctor aseguró que no le quedaban más de dos semanas de vida.-susurró un tanto compungida.- La policía creyó que Roxanne se había marchado para que no la viésemos fallecer, puesto que era la joya de nuestro burdel, la más deseada y admirada. Puede que quisiera que todos la recordásemos así, como lo fue en su último espectáculo.
- Por eso se la dio por muerta y no se investigó exhaustivamente su caso.- concluí con el ceño fruncido, justo cuando la figura alargada de mi chófer se dirigía a pasos agigantados hacia mí, posicionándose a mi lado y mirando un tanto confuso el rostro de Bouvier.- Lo dejaremos aquí por esta noche, madame. Pero nos volveremos a ver, no lo dude.-me despedí con una sonrisa, girándome para volver al carruaje cuando, de lejos, la voz de ella resonó en aquél patio cuadrado, llamando mi atención.
- ¡Jerarld! ¡Busque a un tal Jerarld!
Y cuando quise acercame a ella de nuevo, ésta cerró una puerta tras de sí y quedé desamparada bajo la lluvia y la duda, con el único apoyo de Gael.
Tiziano, mi fiel mayordomo, se encontraba ya en la habitación reservada para mí en uno de los más lujosos hoteles parisinos. Allí, pasé la noche aunque no durmiendo, precisamente, pues no cesaba de dar vueltas a todo lo acontecido aquella noche. La tormenta seguía descargando con ira contra el cristal de la única ventana de la sala, robándome el sueño. Las últimas palabras de Bouvier volvían a mí una y otra vez, hasta que, aunque bien entrada la madrugada, salté del lecho y aun vestida con el escueto camisón, dejé una nota a Tiziano y Gael, anunciando mi partida en busca del enigmático Jerarld. Les prometí noticias mías en cuanto le encontrara, pidiéndoles que no se preocuparan por mí si tardaba algunos días.
Tomando uno de los caballos que me había llevado hasta París, cabalgué entre la espesa tempestad hacia una oficina de la policia, la más cercana al hotel. Allí, los caballeros, muy amablemente, me ofrecieron toda la información que les requerí, mostrándome la dirección de aquél hombre en cuyos registros aparecía como Jerarld.
Sin más, volví a partir hacia la dirección señalada, aventurándome en soledad hacia los frondosos bosques de las afueras de París, contemplando maravillada un precioso y gigantesco castillo que se extendía majestuoso ante mí, dándome la bienvenida con la mejor de sus galas.
Até el corcel al tronco de uno de los árboles que flanqueaban la residencia y corrí hacia la puerta principal, usando el picaporte con forma de león que salvaguardaba la casa para mostrar mi presencia a sus dueños. Cuando los pasos se acercaron a la puerta, intenté lidiar con mis cabellos ahora sueltos, alborotados y húmedos que caían por mi espalda, así como con aquél escueto camisón blanco que tan ceñido a mis curvas poco dejaba a la imaginación. Cuando al fin la puerta se abrió y un hombre de cabello canoso me saludó extrañado, amplié mi sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Se encuentra el señor Jerarld Délvheen?
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Una divertida melodía invadía el ambiente aquella noche, pues con afán de divertir a los niños, me encontraba tocando el violín para ellos en el salón, y es que en aquella ocasión me hallaba junto a Elle y Gabriel, que aquella noche partían hacia Leiden para pasar unos días con Jäeger.
Melodía:
Así que ahí estábamos los tres, compartiendo antes de que tuviesen que marchar. Pues en el castillo no había nadie mas; Néph y Freya habían salido de viaje, May estaba en el internado, y Johan…Pues me parecía haberle escuchado hablar de Asia esta semana, además había salido junto con Anhiel…Era muy probable que tardasen mas de lo previsto. Así que muy posiblemente me encontraría solo unas tres semanas. -Tres semanas, en las que pensaba escribir como un condenado, aprovechando que dispondría de tiempo y cierta paz, pues no habían muchos compromisos que requiriesen mi presencia.-
Asi que mientras yo tocaba, apoyado en el piano de cola, les observaba como ellos intentaban improvisar un baile sin ponerse de acuerdo. Hasta que la melodía continúo y entonces Biél hizo la reverencia inicial delante de Elle, mientras ella se cruzaba de brazos y negaba con la cabeza, ante el gesto dubitativo de Biél. Por lo que ella se adelanto e hizo ella la reverencia, como si fuese un chico, momento en que Biél se hizo el sorprendido y tomo las solapas de su chaqueta, simulando que fuesen estas un largo vestidos, para hacer una torpe reverencia como si los papeles se hubiesen intercambiado, actuando de forma sobreactuada, haciendo que Elle asintiese complacida y le tomase por la cintura, para acercarle a ella bruscamente, pues era quien conducía el descarriado baile. -Gesto que me robó mas de una carcajada- pero entonces, al hacer girar a su hermano para terminar tan alocado compas, le extendió hacia atrás sobre su brazo, sosteniéndole cerca del suelo, pero sin contar con que su hermano pesaba mas que ella, por lo que ambos cayeron patosos sobre la alfombra, entre risas y bromas.
Deje el violín a un lado para acercarme a ellos y ayudarles a ponerse en pie. Pero entonces miré la hora y por mi mueca, ellos supieron que ya se debían marchar. Así que les atraje hacia mi a los dos para rodearles con mis brazos en un apretujado abrazo que me fue correspondido. Momento en que mi mayordomo entro en el salón. Esperando en silencio mientras yo apretujaba a los niños.
¿Qué ocurre Sámuel? Una dama desea hablar con usted. Parece importante señor. Dice ser Madame Lautrec. Alce la vista un tanto extrañado, aun abrazando a los niños. –Tendrían veinte años, pero para mi seguirían siendo niños- e hice una seña, afirmando a Sámuel. Indicándole que le hiciera pasar, aun apretujando a mis dos monstruos, pues les iba a perder de vista unos cuantos días así que necesitaba un abrazo largo. Pero entonces, después de apretujarles tanto, les solté, y acaricie los rostros de los dos con una sonrisa, besando la frente de Elle, y los cabellos de Biél.
Portaos bien, y no hagáis rabiar a vuestro tío… No más de lo que yo le haría rabiar. Indique guiñándoles un ojo ante sus risas, mientras ellos asentían y se giraban para irse. Les contemplé negando con la cabeza, se habían hecho mayores tan pronto…Que aun me costaba verles así, cuando parecía que hubiese sido ayer cuando ambos tiraban de mi chaqueta para llamar mi atención y hacer que les mirase hacia abajo...
observé cómo caminaban el uno al lado del otro, antes de que se distanciasen por la figura que comenzaba a entrar en el umbral, pasando cada uno al lado de ella, marchando con prisa pues el carruaje les esperaba. Pero en aquel momento centre mi atención en el violín. Dejándolo a un lado sobre el piano, intentaría averiguar de quien se trataba y si lograba zanjar aquello pronto volvería a mi despacho o quizás iría a nadar un rato. Comencé a pensarlo vagamente antes de que mi concentración se perdiese al percatarme de un aroma. Pues en aquel momento, aquella fragancia llamó mi atención por lo peculiar y agradable que era. Fue en aquel momento cuando supe que debía de pertenecer a quien había llegado, persona que ahora se encontraba en la entrada del salón, y a la que aun no había saludado. Por lo cual, curioso y un tanto intrigado, gire el rostro para ver quien acababa de llegar y entonces ...la vi...
…
Su traje blanco, empapado, se pegaba a su silueta, transparentándose. Pero sus largos cabellos cobrizos impedían que sus curvas se viesen en extremo, pues aquellos mechones ondulados caían humedecidos y en armonía a cada lado de aquel grácil cuello. Entonces sus pasos le hicieron adentrarse despacio en el salón, y con aquello profirió que la brisa avanzara tras ella, llegando hasta mí, trayéndome su aroma. Un aroma que jamás había sentido antes, pues era una esencia que se mezclaba ahora con el aroma de la lluvia e incluso la tierra. Dotándola de una esencia similar a la de la naturaleza, como si fuese una flor que acabase de florecer en mi castillo, irradiando frescura y un dulzor que me fascino hasta el punto de tener que observarla mejor, como si una parte de mí, -llena de incredulidad- me hiciese dudar incluso de su existencia.
Un rayo quebró entonces el cielo, iluminando con su luz todo el salón, llenándolo todo de un profundo silencio.
Fue entonces cuando alce mi vista hacia su rostro, donde una piel pálida y brillante por las gotas de agua parecía resplandecer de forma tenue, a la vez que aquellos labios carnosos, tocados por un intenso color rojo, sosegados y perfectos, hacían una ligera mueca, quizás una sonrisa, no lo pude saber, pues entonces subí mi mirar para percatarme de aquella mirada, su mirada…Una mirada que me robo algo más que el propio aliento, me habría robado los latidos de haberlos tenido, pues me sentí caer por aquel abismo azul. Sus ojos, profundos, y a la vez vivos parecían embrujados, porque me hicieron sentir estupefacto, como si por un momento hubiese visto el reflejo de algo que no podría comprender.
Parpadee, confuso, e incluso por un momento asustado. Como si hubiese visto algo prohibido, algo que no debía ver y que al hacerlo, me convertía en un ser distinto… Gire el rostro, y trague saliva, llevando mis manos a mi boca, como si por un instante hubiese dicho algo que no debía, aunque ninguna palabra había salido de mis labios. Era como si de pronto todo acabase de cambiar de una forma que no entendía, como si en tan solo un segundo hubiesen venido a mi mente todos los sonetos, todos los poemas, todas las historias que no había escrito, así como también las melodías, que se agolparon en mi cabeza perturbadoramente, como si de pronto la lluvia aun intensa fuera del castillo hubiese frenado, como si todas las tormentas se hubiesen acabado al fin, como si el sol radiante y embriagador me tocase, haciéndome sentir la calidez que había perdido, como si un extraño engranaje dentro de mi hubiese vuelto a funcionar, devolviéndome la vida que había despedido hacia siete siglos…y aun así no era suficiente, había algo mas, algo mas había sucedido, y se me mostraba como algo que nunca había tenido.
Mi mandíbula se puso tensa de repente, ahora comenzaba a asustarme de verdad. ¿Qué demonios pasaba conmigo!? Intente calmarme, sin saber que me ocurría, pues me sentía aturdido, perplejo, como si estuviese teniendo alucinaciones. Reconozco que aquella sensación extraña, me sobrecogió, porque no supe identificar de qué se trataba. Pero entonces, me obligue a volver a la realidad. Estaba actuando de forma extraña, tenía que dejar de lado lo que fuese que me hubiese pasado para volver al mundo real, a Europa, a la ciudad de Paris, y concretamente a mi castillo, al salón, al centro de la sala, donde me ubicaba apoyado en el piano de cola…Dejando el violín que momentos antes había usado para entretener a los niños.
Parpadee y suspire, mirando mis manos ahora inquietas, junto con mis dedos que comenzaban a repiquetear con suavidad sobre las cuerdas del violín. Sonreí de medio lado, seguramente había perdido la única tuerca decente que me quedaba, era una lástima.
Gire el rostro hacia la recién llegada y sonreí tímidamente. Caminando hacia su figura.
Buenas noches. Indique con suavidad antes de hacer una reverencia con la cabeza. Discúlpeme, no sabía que esta noche recibiría visita, indique sosegadamente. Por favor, le mostré con una mano, para que se adelantara en el salón, ofreciéndole que se sentara. Entonces mire a Sámuel, dándole algunas órdenes mentales haciendo que él asintiera y marchara. Entonces, volví mi atención total y entera a la dama que había llegado. Madame Lautrec…Aquel apellido me hizo dudar por un instante, por lo que contemplando cada uno de sus gestos y pasos, le seguí para observar como ella contemplaba los elementos del salón. Mientras Sámuel se adentraba en la estancia con brevedad, trayendo consigo una bandeja y sobre esta, toallas. El mayordimo se encamino hacia ella, mientras la dama me contemplaba, por lo que veía en su rostro, algo curiosa. Por lo que sonreí sin poder evitarlo, sin saber cuánto tiempo transcurrió de ese modo. Después de acordarme que debía volver a respirar, -porque era importante para pasar desapercibido- me dirigí a la dama.
¿A qué debo su visita madame?
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Esperé bajo la lluvia el regreso del mayordomo que había ido a anunciar mi llegada al dueño, abrigándome con mis propios brazos mientras luchaba para que mis dientes no castañearan. Al fin, el anciano me invitó a pasar y se lo agradecí entre balbuceos, pues no podía dejar de temblar. Mientras el hombre guiaba mis ágiles pasos por el largo pasillo alfombrado, mis ojos fueron deteniéndose en cada pieza que ornamentaba el lugar por el que caminaba, sus lienzos, espejos, jarrones, bustos, todo llamó mi atención, memorizando cada uno de sus rincones hasta que, sin previo aviso, el mayordomo se detuvo y yo tropecé con el agua que mi camisón iba perdiendo por el camino, agarrándome al traje del hombre que me sostuvo con el ceño fruncido y al que dediqué una temblorosa sonrisa para que disculpara mi torpeza, poniéndome en pie y apoyándome en el marco de la puerta antes de soltarme de su agarre y ver cómo esperaba mi entrada en la sala para seguir mis pasos luego.
La estancia era grande y su decoración, sutil pero elegante. En el muro frontal al de la puerta por la que había entrado se disponían tres grandes ventanales de cortinas oscuras que impedían el paso de la luz, incluso la de los intensos rayos que acechaban las afueras, excepto una de aquellas aperturas, cuya cortina ondeaba quizás por el paso del viento por una de sus rendijas y que, cuando un relámpago cayó cerca del jardín, iluminó la sala en penumbra, obligándome a centrar mi atención en el centro de la sala, dónde un exhuberante piano de cola lucía como una majestuosa obra de arte. Sobre éste, el dueño de la mansión depositaba un violín de forma cuidadosa, dándome la espalda y sin que yo pudiera ver nada más allá de su figura negra y cabellos claros un tanto despeinados. No obstante, en cuanto uno de mis pasos me acercó a él, su cuerpo se giró y pude contemplar cada rasgo de su anatomía: Jerarld era un joven de no más de treinta años, de complexión delgada y estatura media por su edad y género, siendo un tanto más alto que yo. Sus zapatos eran largos, negros y brillantes, bien cuidados, lo que me dio a entender que se trataba de un hombre cuidadoso con su apariencia. Vestía unos pantalones azabaches y una camisa blanca con un sofisticado chaleco negro con bordados claros. Su porte era elegante, más no lucía ni corbata, pajarita ni un sombrero de copa que indicara que fuera a salir a ninguna parte dónde reclamasen su exhuberante presencia. Sus cabellos, castaños o quizás pelirrojos, caían grácilmente por sus sienes, ocultando tenuemente su frente y dotando su rostro de un aire un tanto sombrío, quizás por la escasa luz de la sala o quizás porque sus cabellos no me dejaban ver su rostro en su máxima efervescencia, por lo que me alegró ver que él avanzaba hacia mí y otro rayo iluminaba la estancia, fijándome ahora en sus ojos grisaceos, centelleantes y bien abiertos hacia aquello que le rodeaba, fijados ahora en mí puesto que su mayordomo se había retirado y nos había dejado a solas un momento. Cuando más ensimismada me hallaba contemplando su semblante de facciones alargadas sin una pizca de dureza en ellas, sus labios finos y risueños se despegaron, haciendo hincapié en aquél mentón partido que ante tal gesto, me había arrancado una sonrisa divertida sin comprender realmente el motivo de mi acción, carraspeando para disimularla cuando me senté en uno de aquellos sillones de terciopelo y ante mí apareció el sirviente ofreciéndome unas toallas que tomé para secar mis cabellos mientras respondía a las peticiones de mi anfitrión el que, cabe decir, era poseedor de una voz realmente exquisita para mis oídos.
- Quisiera agradecerle la amabilidad de atenderme a éstas intensas horas de la noche, lamento interrumpir sus quehaceres.- me disculpé sinceramente, agachando mi mirada por un momento al percatarme de que mi francés era pésimo.- Mi nombre es Scarlett Lautrec, pero le pido que se dirija a mí por mi nombre, si no le importa.- bromeé, antes de tomar una bocanada de aire y proseguir, ésta vez con firmeza mientras ahora pasaba la toalla por mi cuello húmedo, ejercitando mi nuca para facilitar que la tela absorviese la lluvia que aun impregnaba mi piel.- Verá, estoy buscando a una persona en París y me han derivado a vos, quizás porque la conoce. Quizás vos podría indicarme dónde encontrarla a Rubí.-añadí con voz un tanto más sombría, estrechando mis ojos en busca de un gesto que le delatara en cuanto pronuncié el sobrenombre de Roxanne.
Dejé que una brillante e ingenua sonrisa apareciera en mis labios carmesíes, descendiendo la toalla por mi escote, satisfecha cuando sus ojos seguían los movimientos de mis manos aunque contuve una carcajada, pues no deseba interrumpir su desconexión de nuestra conversación.
Cuando, por un segundo su tierna mirada me conmovió, me recordé el motivo por el que me encontraba allí: Roxanne. Todo aquello que le mostraba a aquél hombre no era más que una farsa para conseguir las respuestas que anhelaba, y es que la dueña del burdel me había facilitado su nombre por alguna razón que desconocía y ahora tenía la oportunidad de descifrar la verdad que envolvía el caso de mi hermanastra, aquella que un buen día desapareció sin más, aquella a la que diez años después certificaron su defunción sin haber encontrado ni su cuerpo ni pruebas que hagan pensar en su muerte, más unos huesos animales junto a su lecho y su casa saqueada sin que eso fuese suficiente para aquella incompetente policía francesa para reabrir su caso. En cualquier caso, Jerarld Délvhen sabía cosas que muchos desconocían. Quizás fuera su último testigo, un amante, un extorsionador, un cómplice... o su asesino. Dado que en aquellos casos siempre pensaba mal, lo cierto es que estaba preparada para saber que él era el culpable, creo que a decir verdad, no se me pasó por la mente la idea de que fuera inocente o quisiera colaborar conmigo de buena gana. Le veía como un sospechoso al que debía dar caza y qué mejor lugar para eso que su propia residencia, dónde, quién sabía, quizás escondía las pruebas que la policía no obtuvo en su día o, de tener más suerte, podría haber escondido el cadáver de Roxanne en el jardín o en unas mazmorras, si las tenía.
De pronto, su semblante cambió y creí que era cosa de mi silencio. ¿Me habría hablado y no le había escuchado entre mis profundas cavilaciones? Le dediqué otra sonrisa y ahora deslicé la toalla por una de mis piernas, secándolas con gestos provocativos, pues era mi deseo conseguir que me invitara a pasar la noche allí. De querer algo más de mí que una simple charla rutinaria, ya me libraría de él para inspeccionar cada rincón de su casa. Pero para ello, debía seducirle de algún modo, o bien haciendo uso del don de la palabra o bien mediante la sensualidad que cuando quería, sabía desprender a partir de inocentes gestos.
- ¡Menuda tormenta!- exclamé de repente, haciéndome la sorprendida y mirando la ventana cuya cortina seguía ondeando, esta vez con más fiereza.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Escuche sus palabras con atención, percatándome de su acento suave, que indicaba matices italianos en algunas palabras, y continúe contemplándola sentado frente suyo, sin poder evitar quedar absorto, simplemente contemplando sus movimientos, sus gestos e incluso sus cabellos, que se movían como si tuviesen vida propia a pesar de estar humedecidos, por lo que me quede observándole, asi como su mirada, que a veces parecía perdida en sus pensamientos... Pensamientos que escuche en silencio y en calma. Sin lograr evitar bajar la mirada al escuchar el nombre de Roxanne…
Si la conocía…Aquello me hizo sonreír con cierta tristeza, pues no había un solo día en que ella no pasara por mi mente, aunque fuese tan solo un segundo. En ocasiones soñaba con ella, y siempre era la última noche que habíamos compartido, salvo que el escenario cambiaba. Entonces paseábamos y yo le contaba los últimos sucesos de mi vida, o le hablaba de los niños, de sus trastadas o de lo que hacían y ella sin decir nada me sonreía y escuchaba atenta mis palabras. Con esa constante ternura que emanaba de ella.
Pero entonces, deje los recuerdos atrás, sin darme cuenta de que me había sumido en mis pensamientos, precisamente centrando la mirada en su escote… Aparte mis cabellos hacia atrás y desvié la mirada hacia un lado, soltando un suspiro. Lo único que me faltaba ahora era ser un descortés o parecer un pervertido ante ella.
Si, menuda tormenta!…Nadie diría que estamos en primavera, indique como si el tiempo fuera algo realmente importante. Pero entonces fruncí el ceño, ya que caí en que si era importante al menos esa noche. Espero que los niños lleguen bien. Indique en voz baja sin darme cuenta. Hice una mueca, debí decirles que partieran cuando el tiempo estuviese más tranquilo. Pero bueno, confiaba en que llegarían a salvo. Además Jäeger siempre me mantenía al tanto de todo, por lo que confié que no habría de preocuparme.
Scusi Scarlett indique comenzando a hablarle en italiano. Pues seguramente hablar en su idioma seria mas cómodo para ella, ademas su acento delataba su procedencia, no había que hacer "trucos de magia" para percatarse de esos pequeños detalles. Supongo que estoy un poco distraído. Indique acariciando por un instante mi nuca con mis dedos, ejerciendo un poco de presión. Pero era cierto, estaba descentrado totalmente. Un tanto absorto en aquella dama -aun-, y aun pensativo por lo que su mente susurraba. Ella parecía amable, aunque como ella misma decía todo era una farsa. Aunque sin lograrlo evitar me sentía cómodo con su compañía, cuando lo cierto es que delante de mi se hallaba la hermana de quien había sido mi compañera, mi pareja, mi amante... La madre de mis hijos. Una mujer extremadamente hermosa que venia a mi casa en busca de una verdad que deseaba encontrar tanto por las buenas como por las malas. Aquello me hizo sonreír sin lograrlo evitar. ¿Tendría estacas de madera? ¿Se seguiría matando a la antigua usanza? Si..Seguramente si, decían por ahí que los clásicos nunca morían. Pero entonces me percate de que no traía equipaje, era una lástima. Ahora no podría saber si había traído estacas de madera de cerezo, de pino o roble, o quizás recubiertas de plata, o con grabados antiguos…Ais…Una verdadera lástima.
En ese entonces Sámuel entro en el salón con una bandeja de plata, portando té y algunos dulces. Depositando aquello en la mesa central que nos distanciaba. Por favor sírvase, asi entrará en calor o tomara un resfriado. Comente con toda la calma del mundo ante la dama. Tomando la segunda taza que habían traído para sostenerla entre mis manos, acercándola un momento a mí para olfatear el aroma del té rojo, dejando la taza a un lado mientras me ponía en pie y caminaba hacia el piano. Tomando las partituras que este tenía para ordenarlas y apartar algunas de violín que hallaban mescladas, mientras comenzaba a hablar con Scarlett.
Vera madame, me temo que no puedo ayudarla en cuanto a la localización de Roxanne. Ella…falleció hace diez años, indique, sin lograr evitar mirar hacia la ventana, donde la cortina ondeaba al hallarse abierta. Por lo que después de dejar las partituras me acerque hacia ésta para cerrarla e impedir que mi acompañante tomase una pulmonía aquella noche.
Nos ha dejado hace mucho... Pero supongo que usted ya lo intuía, ¿verdad? Ose preguntar sin esperar una respuesta. Entonces me gire y apoyándome en el mismo marco de la ventana me quede observándole, y ella a mi mientras el silencio nos invadía por un instante de forma tensa. Aunque lo cierto es que baje la mirada y me mordí los labios negando con la cabeza, pues esos ojos clavándose en mí, me perturbaban.
Entonces, de forma totalmente espontanea, saque el reloj de bolsillo y mire que eran sobre las cinco y media. En media hora aproximada amanecería. Vaya por dios! Si es tardísimo! Está claro que el tiempo vuela cuando uno tiene buena compañía, indique sincero. Aunque lo cierto es que no sabía cuánto tiempo había pasado allí con ella, solo sabía que se me había hecho corto. Espero que no le parezca una ofensa Scarlett, pero, ¿desea pasar la noche aquí? Es tarde, sigue lloviendo y debería ponerse algo seco o enfermara. Podría hacerle preparar una de las habitaciones de invitados. Comente de forma casual, ya que si ese era su deseo. ¿Por qué negárselo? Además, seguro que así todo sería más interesante. Después de todo tener una especie de “espía” en casa tenía su morbo. ¿Se haría estacas con una navaja y parte del cabezal de la cama?
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Alcé una ceja. ¿Los niños? Entonces recordé el carruaje que esperaba en la entrada mientras yo hablaba con el mayordomo desde la puerta, esperando que me dejara entrar en la vivienda, imaginando pues, que aquél carruaje llevaría a unos niños... un momento, ¿sus hijos, quizás? Había algo que no cuadraba, pues siempre había creído que aquél hombre se trataba de un vampiro.
- ¿Tiene hijos, señor Délvheen?- le pedí con un tono casual, hablándole ya en italiando cuando supe que se defendía perfectamente con mi lengua y osando tomar un dulce que el mayordomo me ofrecía, masticando con lentitud, demasiado concentrada en él para percatarme que restos de azúcar habían manchado las comisuras de mis labios.- Dice que ella murió.- destaqué con deje serio, poniendome en pie para acercarme a la ventana en la que él recostaba su cuerpo.- ¿Cómo lo sabe? ¿A caso han encontrado su cadáver o algún indicio que les haga pensar semejante desenlace?- inquirí, un tanto excitada por una conversación que ahora me parecía un tanto absurda, pues sus siguientes palabras dejaron en claro que él sabía a qué había venido casi tan bien como yo sabía que él tenía algo que ver con la desaparición de mi hermana.- No intuyo más de lo que sé, monsieur Délvheen. Y sólo sé que Roxanne desapareció hace más de diez años y no han encontrado ni rastro de ella. Pero supongo que usted ya lo intuía, ¿verdad?
Alcé las manos como señal de paz, dándole la espalda y meneando la cabeza, disculpándome con mis gestos, pues si bien era cierto que le tenía como al principal sospechoso, debía admitir que hasta ese momento, de aquél hombre no había recibido más que amabilidad. Una amabilidad que llego a su cúspide en cuanto me ofreció aquello que había ido a buscar: alojamiento.
Disimulé una mueca con mis labios, como si me disgustara la idea de incomodarle con mi presencia por más tiempo, aunque no me molesté en insistir y asentí sonriente a su propuesta, escuchando como el señor Délvheen indicaba al mayordomo la habitación en la que me hospedaría aquella noche. Me despedí del joven con una corta reverencia que alborotó más mis ya desordenados y húmedos cabellos, sonriendo un tanto tímida por haberme presentado ante él con un simple camisón.
- Buenas noches, señor Délvheen. Y de nuevo, gracias por su hospitalidad. Que descanse.
Salí de la sala todavía con la piel erizada y algunos temblores, llevando sobre mis hombros la toalla que el mayordomo me había ofrecido desde mi llegada, caminando tras éste que en silencio subía escaleras y varios pisos, a cuál más en penumbra y desértico que el anterior. Al fin, el hombre de facciones alargadas y cansadas se detuvo frente a una puerta de color blanca con relieves que recordaban a los antiguos marcos de estilo barroco, un detalle que llamó mi atención por su buen gusto. Él llevó su mano arrugada como una pasa hacia el pomo de la puerta, abriéndose ante mi la sala que me acogería lo que restaba de noche, asombrándome al momento por su belleza y calidez. Y mientras, aun alucinada, entraba en la estancia, el mayordomo se dedicó a encender las velas de la sala, unas cuantas en una mesa centralizada rodeada por tres cómodas butacas de terciopelo rojo y cojines grises, y sobre la misma mesa, un par de cuencos con fruta, exactamente manzanas y cerezas. Me adelanté hacia el cuenco de éstas últimas, tomando una cereza para llevarla a mi boca y mordisquearla mientras deambulaba por aquél suelo alfombrado de color pastel, contemplando las dos grandes ventanas de cortinas claras y unas vistas hacia el jardín de los Délvheen y desde dónde se podían ver las fuentes y parte de un laberinto. Entre los dos balcones había una mesa de madera adornada por otro candelabro que el mayordomo dotó de luz, un par de copas de cristal, un frasco de... ¿whisky? y un par de rosas en un pequeño jarrón de cristal, sobre el cuál se mostró un espejo cuadrado que reflejaba el exhuberante lecho matrimonial que se hallaba tras mi figura, volteándome para contemplar cuán grande, cómodo y tentativo se veía, tan adornado con aquellos cojines rojos y grises, de sábanas claras, con una cortina del mismo color de las sábanas que albergaba la finalidad de esconder de los ojos curiosos aquella cama pensada para ser compartida y que aquella noche, ni siquiera velaría por mi mero sueño. Deambulé hacia el lecho, sentándome en el diván situado a los pies de la cama, tomándome un par de minutos para contemplar la sala, dejar la toalla sobre el respaldo de la silla situada en la mesa contigua y observando cómo el mayordomo encendía el último candelabro de la sala, situado sobre la mesita de noche. Tras su labor, el hombre me deseó felices sueños y desapareció tras un portazo.
Y en cuanto lo hizo, sonreí y me tumbé sobre aquellas sábanas suaves y tacto divino, contemplando ensimismada los cristales que adornaban la lámpara de araña que colgaba del techo, pensando en las palabras que usaría para dirigirme a Gael, a quién escribí una escueta nota indicándole la dirección en la que me encontraba y el vestido con sus complementos que debía enviarme antes del alba, pues la noche siguiente debía acudir a una mascarada y mi presencia era requerida. Cuando ya doblaba el papel tras firmar la nota con el sello de mi familia, escuché los pasos del dueño que, efectivamente, se hospedaba en la habitación contigua a la mía. En cuanto su puerta se cerró, brinqué del lecho y me deshice del camisón húmedo que aun vestía, mordiéndome el labio inferior al percatarme que en aquél dormitorio no había ropa seca para mí, sólo la misma toalla de antes. Resoplé y me encogí de hombros, deslizando mi cuerpo por aquella toalla que usé de vestido. Descalza y sigilosamente, me acerqué a la puerta y la abrí despacio, contemplando la absoluta calma y oscuridad que reinaba por aquella planta. Tragué saliva y salí de la habitación de puntillas, cerrando la puerta que crujió levemente y lo que me hizo refunfuñar por lo bajo, corriendo escaleras abajo hasta la puerta de entrada, que por cierto, estaba cerrada. Por suerte, el olor a comida me guió hasta la cocina, ahora desértica y a oscuras pero cuya ventana daba al jardín y estaba entreabierta. Haciendo uso de un poco de fuerza -pues estaba atascada- logré sacar mi cuerpo fuera, rasguñándome un codo en aquél torpe intento de escapar. Fuera, ya sobre el césped del jardín, miré a lado y lado con el corazón en un puño, sonriendo cuando mi plan estaba saliendo sobre ruedas y, para mi suerte, ahora sólo lloviznaba muy tenuemente.
Recorrí el perímetro del castillo hasta que localicé los establos, cerrados, por supuesto, aunque no era necesario entrar. Cerca de la tanca, pude ver el buzón en el que el señor Délvheen debía dejar las cartas que quería que enviaran a sus destinatarios, por lo que deposité la mía con cuidado de no caer -pues había tenido que escalar por la misma valla- y regresé por dónde había venido, entrando en la cocina de forma todavía más torpe, golpeándome ahora mi tobillo izquiero, lo que me hizo soltar un pequeño alarido de dolor. Arrastrando un poco el pie, empecé a moverme por el castillo como si de una sombra me tratara, buscando algún indicio, prueba, algo que me indicara que aquél hombre había tenido alguna relación con Roxanne, de cualquier tipo. Busqué en la biblioteca, en su despacho, en las salas de música, en el de las reliquias y obras de arte -que por cierto, estuve a punto de recuperar una máscara veneciana de gran valor que supe que había sido robada hacía varios años de un museo italiano-, en unas habitaciones un tanto infantiles... oh, sí, allí, en esos dormitorios, fue donde encontré las pruebas que buscaba. En una hallé varios lienzos firmados por Roxanne, mientras que en los cajones de la otra sala, encontré muchas cartas, todas ellas, de un remitente llamado Roxanne, ¡voilà la casualidad! Me senté en aquél mismo lecho, transcurriendo varias horas leyendo aquellas cartas que nunca habían llegado a su destinatario. Sólo entonces, con las cartas bajo mi propiedad, caminé con paso firme hacia el dormitorio de Jerarld Délvheen, aunque me equivoqué en varias ocasiones y tuve que pasar por una piscina interior, una sala de juegos y una siniestra mazmorra hasta llegar frente a la puerta de su dormitorio, aunque cuando estaba decidida a entrar de forma brusca, titubeé.
Así que entré primero en el cuarto en el que me hospedaba, escondí las cartas bajo el colchón de la cama y busqué en los bolsillos de mi camisón los restos de los huesos animales que había encontrado en la casa de Roxanne, escondiéndolos tras el espejo que colgaba de aquella mesa de escritorio. Sólo entonces me dirigí a uno de los balcones de la sala, abrí la puerta cristalera y salí al exterior, dónde el alba y su gélida ventisca matinal me recibieron con los brazos abiertos y un estornudo por mi parte, pues seguía vestida con una simple toalla. Visualicé el siguiente balcón, localizado junto al mío a menos de dos metros. Me armé de valor y me subí a la barandilla, tragando saliva cuando me di cuenta que me encontraba en un tercer piso y su altura era considerable. Aun así, cerré los ojos, tomé carrerilla como pude y salté... hasta aterrizar en su balcón de forma sigilosa, aunque me llevé un buen golpe en la cabeza. Refunfuñé algún insulto dedicado a mi nefasta suerte de aquella noche y me erguí, buscando la forma de adentrarme en aquella habitación. Cuando lo conseguí, no veía nada. ¡Aquello era una cueva! Ninguna vela iluminaba nada y todo parecía tan tranquilo que creí que nadie se encontraría allí. Y entonces, se me ocurrió apartar unos milímetros la cortina para que dejara pasar un efímero rayo de luz suficiente para situarme, localizando el lecho en el que Jerarld descansaba. Torcí una sonrisa victoriosa y sin mediar más palabra, me abalancé sobre él, sentándome sobre su cintura y estrechando mis manos alrededor de su cuello, en un intento de dominación por mi parte que, sin duda, le despertó.
- ¡Roxanne Lautrec fue tu amante! ¡Tuviste dos críos con ella y luego la abandonaste! ¡Sé que ella te persiguió pidiendo tu regreso y cansado de llevar contigo el peso de esa carga, decidiste deshacerte de ella, cobarde!- vociferé un tanto alocadamente, buscando en la presión tanto de mi cuerpo como de mis palabras, una confesión del vampiro.- ¡Y luego volviste a su casa para destruir las pruebas que te relacionaban con su crimen! ¡Y manipulaste a la policía para que guardaran tu macabro secreto!- insistí, desquiciada por su silencio y su inmutabilidad ante mis fieros movimientos sobre él.- ¿Vas a decirme por qué había restos animales junto a su lecho? ¿Era una forma de distraer la investigación? ¿Estaba realmente enferma o lo inventaste para que no creyeran en un asesinato? ¡HABLA, POR DIOS!
Y ante aquél improvisado zarandeo, el nudo de la toalla cedió y ésta dejó de servirme como la única prenda que ocultaba mi desnuda anatomía.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
En cuanto Samuel volvió al salón, se encamino hacia mi, a la espera de ordenes. Deja abiertas las puertas de los interiores del castillo, que se pueda acceder a todas las salas, incluidos mi despacho, la biblioteca, las mazmorras y la sala de los tesoros. Seguramente nuestra visita se aburra. Oh y reforzad la vigilancia, quiero que se apunte si alguien entra o sale del castillo, y de ser así el destino y si lleva algún objeto consigo. El buen mayordomo asintió. Ha sido una noche larga. Me voy a la cama ya, indique posando una mano sobre el hombro de mi viejo amigo, dándole algunos golpecitos amistosos. Buenas noches Sám, descansa.
Me encamine con calma por las escaleras, con una sonrisa en mis labios, pues pensaba en mi visitante. Jamás habría imaginado que era la hermana de Rox, seguramente ni ella lo había sabido. Negué con la cabeza...viles destinos, siempre girando y cambiando. Llegue hasta mi habitación, que estaba totalmente en penumbras, donde me adentre. Comencé a desabrochar el chaleco y la camisa, descalzándome y caminando así hacia la cama, donde me senté un instante. ¿Que tramaría aquella dama?...Entendía que la curiosidad pudiese mover sus pasos de forma aventurera y arriesgada como veía que estaba haciendo. Pero, ¿habría algo mas? Supongo que una parte de mi la imaginaba riendo cual demente con la navaja y la madera en las manos, tallando mientras pensaba en la ubicación exacta de mi pecho donde debía clavar la estaca…Sonreí.
Entonces termine de desvestirme y me metí bajo las sabanas. Estire mis brazos en cruz sobre el lecho, pues desde hacia ya bastantes meses la cama era de mi entera propiedad, aunque a veces, me parecía demasiado grande. Cerré los ojos un instante, queriendo desconectar un poco, pero en cuanto lo hice el tono azulado de sus pupilas vino a mi memoria, haciéndome abrir los ojos en seguida… ¿Porque me habían cautivado tanto esos ojos?. Era un poco extraño. Pero lo cierto es que me había quedado con cada uno de sus gestos clavados en mi retina. Su forma de hablar, su concentración, e incluso como entrecerraba los ojos al mirarme, ella tenia algo que me intrigaba, no sabia porque. Quizás ella quería matarme, Pero lo cierto es que me divertía, me parecía interesante. Quería saber mas cosas sobre esa mujer, pero entonces negué con la cabeza y lleve mis manos hacia mis cabellos desordenándolos totalmente. Todo lo que pensaba empezaba a carecer de sentido. Podía tener una posible amenaza en mi casa, y ¡ni siquiera me preocupaba!
Relaaajaateeeee… Desconecta! Piensa en un lugar feliz…Piensa en…. … … Una dama con un camisón blanco empapado y unos cabellos cobrizos, que caen a cada lado de su escote. Parpadee. NOOO ESO NOO!!!!
El tic tac continuo, recordándome que el tiempo pasaba y que no se me ocurrían lugares o cosas felices. Por lo que tras un resoplido me incline hacia un lado de la cama, estire mi brazo y tome uno de los libros que tenía amontonados en la mesita de noche, pues a pesar de estar totalmente a oscuras, no necesitaba luz para leer. Así que acomode algunas almohadas antes de abrir la pagina que me correspondía, apoyando mi brazo atrás en mi nuca para estar mas cómodo mientras leía absorto, estaba seguro de que así me entraría sueño. Hasta que de pronto un ligero golpecito en mi balcón me hizo girar el rostro. Alce una ceja al percatarme de aquel susurro que llegaba hasta mi en forma de blasfemia. ¿En serio??...¿En serio estaba ella allí?
Iba a levantarme, más que nada para ponerme una bata y quizás darle un susto. Mira que entrar en habitaciones ajenas…Al menos podría haber esperado un poco mas. -No había alcanzado a leer del todo el capitulo del libro!-… pero entonces ella abrió la cortina e instintivamente lleve el libro que tenia en mi mano, para posarlo sobre mi cara. Mientras bajo este, intentaba ocultar de forma absurda mi gesto de desconcierto total. Aunque lo cierto es que me sorprendía gratamente que ella se adentrase, -aunque esto suene terriblemente mal.-Sin embargo ¡es que se disparaba mi curiosidad! ¿Que iba a hacer?¿...espiar? ¿hurgar en mis cajones?...Esperaba que no quitara las sabanas, porque si hacia eso, iba a ser un momento incomodo para los dos. Pues ahora mi bata parecía estar a siglos luz, ¿como era posible?
Pero entonces ante mi sorpresa ella aterrizo sobre mi cadera, haciendo que diese un pequeño brinco. El libro cayo a un lado y sus manos encontraron mi cuello, sus suaves y calidas manos… Intente espabilarme en el acto, ya que estaban amenazándome, no era momento de ensoñaciones.
Scarlett! ... ¿Y tu estaca de madera? Fue lo primero que salio de mis labios. Mmm ya decía yo que era muy poco tiempo para crear alguna. Comente ante su mirada de..”pero que demonios dice este hombre” Sin embargo su toalla cedió, y cayo sobre mi pecho desnudo, dejándome una deliciosa vista, que aun no puedo quitarme de la cabeza. Por lo que entre abri los labios queriendo decirle algo, pero notando que no podía.
Scarlett…tu…ropa… bonitos…ehm…gesticule con mis manos, mientras ella aun sostenía mi cuello, por lo que me mordí los labios. Sabía que de ser humano, ahora mismo el corazón me habría salido por la boca, y mi cara tendría el color de mi pelo, pero quizás con tonos más rojizos. Por lo que al ver su rostro de desconcierto y notando mi nerviosismo que crecía por momentos, tome la iniciativa y haciendo uso de mi fuerza, lleve mis manos sus caderas ahora desnudas para tomarlas y hacerle girar sobre el lecho. posándome yo encima de ella, mientras movia las sabanas sin mucha suerte para taparnos a ambos como podía, desistiendo al rato para posar mis manos a cada lado de su cabeza.
A ver…a ver…vamos por partes…indique como si quisiera sosegarla, aunque realmente quería sosegarme yo. Que ya había perdido el norte. Claro que tengo hijos! Seis para ser más específicos. Y si, dos de ellos son de Roxanne. Pero no le abandone ni nada de eso. De hecho tiene que haber visto a mis niños antes de entrar. Pelirrojos, encantadores, veinte años…Explique ante ella que parpadeaba quizás intentando entender mis desvaríos. Hice una mueca y me senté sobre su cadera, cruzándome de brazos mientras le miraba. Oh madame…Pensé que al menos esta noche me dejaría dormir tranquilo. Siempre podía rebuscar mi habitación cuando yo no estuviese en ella! Indique de pronto, como si comentásemos una partida de ajedrez que salio mal. Pero entonces cai en ello. ¿Porque le aconsejaba sobre como espiarme? -…a si...la tuerca perdida.-
Mire hacia abajo, sin intención de quitarme de encima. ¿Entonces no has traído ninguna estaca? Pregunte sin poder evitar reírme, aunque al ver su rostro me sosegué para no insultarla con mis formas. Pues lo cierto es que aunque ella se comportase así, a mi me importaban mis formas. ¿Decidme…Que habeis venido a buscar? ¿querría venganza?, ¿matanza? ¿O era simple curiosidad?....Esperaba que quisiera decirme algo, porque no pensaba dejarla marchar. Mas teniendo en cuenta que tampoco podía quitarme ya que no llevaba nada encima.
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Fruncí mi ceño y le mostré mis dientes como si fuera una fiera salvaje que entre sus garras mantenía sujeta a su presa. No obstante, la oscuridad no fue suficiente manto para cubrir mi desnudez y aquél vampiro pareció disfrutar con aquello que veía en mí, resoplando ante sus gestos antes de atizarle una sonora bofetada que ladeó su rostro por completo.
Pero entonces, Jerarld me tomó de las caderas como si mi cuerpo formara parte del suave y airoso conjunto de sábanas de seda que adornaban su lecho, colocándome ahora bajo su desnudo cuerpo y acercando su rostro a una distancia alarmante, más todavía en aquellas extrañas circunstancias en las que nos encontrábamos.
Le gruñí amenazante y me removí entre sus piernas, reclamando mi libertad inmediata y amenazándole con hacerle añicos, pues no necesitaba una estaca para acabar con un vampiro como él, de eso estaba segura. No obstante, su voz, un tanto nerviosa aunque no había perdido ni un deje de aquél tono bromista que siempre parecía acompañarle, derrumbó mis planes, escuchando atentamente aquello de lo que me hablaba. ¿Seis hijos? ¿Cómo era posible? Si sólo dos eran de Roxanne, ¿a cuantas más mujeres habría llevado al huerto? ¡Madre mía! ¡Era un asesino en serie! ¡Un psicópata obsesionado con los críos! Pero... él admitía ser un vampiro, y los inmortales eran estériles... ¿cómo era posible que tuviera tantos hijos? ¿Serían todos una pandilla de sanguijuelas? ¡Oh, por supuesto! ¡No eran hijos reales! ¡Délvheen intentaba crear un ejército de vampiros! ¿Qué feroces planes tendría?
Él se apartó de mi rostro, sentándose sobre mi cadera mientras ahora cuestionaba mi profesionalidad, encendiendo la mecha de mi mal humor, ahora desbocado al cerciorarme que me enfrentaba a un vampiro.
- La próxima vez llevaré algo mejor que una estaca... y no vivirás para contarlo, semental.- farfullé, un tanto humillada al sentirme aun aprisionada entre sus piernas, ancladas al lecho sin que pudiera defenderme.- ¡Buscaba tu muerte!- le grité, inclinando mi espalda hacia él y asi acercarme a su rostro, mostrándole mis ojos fieros, centelleando, sedientos de cumplir mi cometido como cazadora.- Admite que mataste a mi hermanastra y te concederé una muerte apacible.- añadí con voz más sosegada, incluso brindándole una sonrisa.- Pero ahora...- proseguí, moviendo mis manos por su piel, vagabundeando desde su bajo vientre hasta su abdomen, su pectoral, enredando al fin mis dedos en su nuca, rozando la punta de mi nariz contra su mentón, sonriendo más aun cuando sentí bajo la yema de mis dedos la tensión de sus músculos y la ausencia de su respiración, culminando entonces aquella frase que había dejado a medias segundos antes.- ... ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME! ¡SUÉLTAME!
Y así, le grité, le arañé el pecho, tiré de sus cabellos, pataleé, forecejeé con su torso, con sus piernas, le mordí, le pellizqué, y... nada, no hubo manera de liberarme de su cárcel, por lo que, y pasados más de veinte minutos de intensos intentos, desistí, dejándome caer sobre el colchón, cansada, agotada, exhausta, jadeante y empapada en sudor. Pese a lo divertido que la situación podría resultarle al vampiro, lo cierto es que mi paciencia se había desvanecido y tras aquél larguísimo día, mis párpados empezaron a pesarme de una forma en la que a penas podría controlarlos. ¡Maldita fuera mi suerte!
- Si me mata, sabrán que ha sido vos.- sentencié, desviando mi mirada de sus ojos claros para esconderlos en la oscuridad de la sala, esperando quizás, mi destino.- ¿Piensa violarme para luego beber de mi pecho y enterrarme en su jardín?- adiviné, mirándole de reojo antes de que una sonrisa divertida y sin sentido escapara de mis labios.
Aquello en si era absurdo, se mirara por donde se mirara.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Espere quieto, mirando hacia un lado, mientras ella estironeaba de mi, y me arañaba sin que aquello me importase mucho, incluso notando como mi cabeza se movía de un lado a otro por culpa de sus puños que agarraban mis cabellos, tirando de ellos salvajemente hacia la izquierda y hacia la derecha… Le habría dicho que si lo que quería era raparme, habría sido mas fácil con unas tijeras, pero no habría servido de nada, me habría vuelto a crecer hasta la altura que tenía desde hacía siete siglos… Por lo que Intente pensar en un lugar feliz por segunda vez aquella noche.
Y entonces visualice un hermoso prado verde, donde me encontraba sentado, había luz natural pero como era mi ensoñación el sol no me hacía daño. Y entonces en medio de la calma aparecía Scarlett con una sonrisa dulce, se sentaba delante mio y entonces su gesto cambiaba y comenzaba a estironearme y a bofetearme mientras me preguntaba donde le había escondido las estacas. …¿?...
Maldita sea imaginación! Esfuérzate un poco! Me lamente mentalmente, pero entonces cuando note sus dientes en mi carne volví a la realidad. Dios santo, menudo zarandeo me estaban dando! Aquella mujer era una fiera, podía dar fe de ello! Mientras que yo por mi lado, aguantaba sus golpetazos y estirones haciendo una mueca y alzando una ceja, convenciéndome de que ya se cansaría, tenía que hacerlo!... y espere…y espere… hasta que se canso, -al fin- para gozo de mi pelo, que podría asegurar que habría crecido un centímetro entre estirón y estirón. Momento en que volví a respirar soplando a un lado los mechones en total desorden que cruzaban mi rostro seguramente dándome el aspecto de un primitivo salvaje. ... -Un primitivo salvaje arañado, mordido, golpeado y desnudo junto con una desconocida…que bonita estampa- …
Pero entonces escuche sus palabras y estas me perturbaron. Pues ella realmente creía que yo había matado a su hermana, por lo que apreciándola ahora cansada y agitada, aun acalorada por sus intentos frustrados de zafarse de mí, me incline hacia ella, para que pudiese verme mejor entre la oscuridad mientras le hablaba, pues me interesaba que me viese, que de alguna forma viese que era sincero con ella.
Scarlett, yo no mate a tu hermana. Pero si que estuve allí aquella noche, la noche en que ella falleció, se lo que ocurrió y créeme, si fuese el culpable de su muerte, me entregaría enseguida a ti, para que me matases de la forma que considerases conveniente, pues seria lo justo. Comente con serenidad, contemplando aquellos ojos que me observaban con atención. Antes de negar con la cabeza. Pues ella pensaba en sus ciervos, en que sabrían donde estaría, y en si pensaba enterrarla en el jardín o en algún cementerio, o que haría con su cadáver. Por lo que decidido a darle un pequeño escarmiento -y sin poderlo evitar- me incline aun mas sobre ella para dejar mi rostro a escasos centímetros del suyo. Mientras observaba aquellos labios ahora tensos y luego sus ojos, que no pestañaban, por lo concentrados que me observaban.
Ella era realmente hermosa, ahora podía verlo aun mejor, aunque ni siquiera fuese eso lo primero que capto mi atención de su persona. Lo cierto es que aun no podía saber que era lo que ella tenia. Tendria que reflexionar sobre eso en otro momento. Sonreí.
Violarte…y luego beber de tu pecho...¿es un ofrecimiento? Comente mientras sonreía de medio lado acariciando sus labios rugosos y carnosos con mis dedos para bajar por su mentón hacia su cuello, notando como ella tragaba saliva. Momento en que espere unos cuantos segundos, segundos en los que me deleite con su cercanía, antes de volver a erguirme para sentarme una vez mas sobre su cadera, llevando instintivamente una de mis manos a mi boca para que mi risa no sonara tan estruendosamente en mi habitación.
Ella me miró, muy posiblemente enfurecida, -por lo que supe que podía caerme otro bofetón-
No sé con qué clase de inmortales se habrá topado Scarlett. Pero yo no soy un degenerado, ni juego con la gente. ¿o debo recordarle que ha sido usted quien se ha adentrado en mis aposentos? … Que sea un inmortal, no significa que fuese mi elección, ni que actúe como el resto. Indique ante su mirada interrogante. Pues podía apreciar la inmensa y casi infinita cantidad de preguntas que venían a su cabeza. Así que espere a que disparase la primera pregunta, insulto, golpe o lo que fuese que pasara por su mente, aun sentado sobre su cadera, pues no me pensaba mover de aquella posición.
Mi bata seguía estando demasiado lejos…
Jerarld Délvheen
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Entrecerré mis ojos, examinando cada atisbo de centello en su mirada, el fruncimiento de su ceño o algún tic que delatara que mentía, no hallando ninguno de esos síntomas en su rostro de carácter pétreo, suave y duro como el diamante, pues todavía me dolía la palma de la mano con la que le había abofeteado segundos antes.
Desconfiaba de él y todos los indicios apuntaban su nombre con letras fosforitas, por lo que no creía ninguna de sus palabras. Necesitaba pruebas que indicaran su desvinculación en aquél turbio asunto y de momento, sólo había obtenido su cuerpo desnudo sobre el mío y unas palabras que lograron conmoverme lo más mínimo.
- Entonces, dígame qué ocurrió.- exigí con frialdad y distancia, ladeando mi rostro para encararlo a él, desafiante, expuesta a los dones que pudiera tener sin que eso me asustara, ni siquiera el peligro que pudiera correr encontrándome bajo su cuerpo era ya preocupante o relevante para mí.- Sólo quiero saber la verdad.- insistí.
Cuando al fin había logrado sosegar mi mal humor y aquél fiero temperamento que me había empujado a golpear a Jerarld, él se acercó a mi rostro, acariciando mis labios con la punta de sus dedos, deslizándose luego por mi cuello antes de ocultar una sonora carcajada, visiblemente divertido ante aquella tensa situación en la que yo me había expuesto a él, probablemente, hecho que le parecería gracioso.
Así, torcí una sonrisa y aunque él seguía riendo y aprovechando la posición de mi cuerpo respecto al suyo, le propiné un fuerte rodillazo en su entrepierna que le hizo doblegar la espalda por un momento, haciendo reír a mí antes de ver cómo la seriedad brillaba en sus ojos grises. Y tal gesto, fue producido por sus palabras que habían malherido mi orgullo femenino, sin duda. ¿Cómo pensar que me ofrecería a semejante cosa?
- Sois un vampiro, está en vuestra sangre el ser como sois, así que no intente venderme bonitas palabras que ensalcen su nombre, señor Délvheen.- repliqué un tanto molesta.- Y le aseguro, que todos los inmortales con los que me he topado, ahora arden en el infierno.- añadí con una sonrisa casi demente en mis labios.- Lo que le ofrece pocas opciones de sobrevivir a esta noche...- le amenacé mientras mi dedo índice acariciaba su pecho a la altura del esternón.- ... a no ser, que me cuente qué sucedió con Roxanne y se aleje ahora mismo de mí.- añadí, entrecerrando los ojos una vez más, tragando saliva un tanto ruidosamente, pues de repente, aquella situación empezaba a ponerme nerviosa.
¿Sería por la sensación de sentirme atrapada entre las piernas de un vampiro? ¿O serían sus ojos, que parecían desnudarme la piel con su encendida mirada? Mis mejillas se ruborizaron sin motivo aparente y ladeé de nuevo mi rostro para no verle, esperando, mientras mordía mi labio inferior, las respuestas que había ido a buscar.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Me apoye con un brazo sobre el lecho, mientras mordía mis labios cerrando los ojos… Ya que, que fuese un inmortal no significa que no me doliesen los golpes bajos. Afortunadamente, poco a poco el dolor se acentuó…Esperaba de corazón que los varones de la familia estuviesen bien. Entonces, soltando un resoplido, estire mi cabeza hacia atrás y extendí mis cabellos, para intentar darles algo de orden, aunque mi pelo seguía desordenado, desparramándose sobre mi rostro en cuanto me despistaba. Baje la mirada y contemple el rostro desviado de ella. Que ya ni siquiera se dignaba a mirarme.
Yo no intento venderle nada madame. No necesito venderle nada, ¿no lo comprende?...Si quisiera deshacerme de usted lo habría hecho, si quisiera que olvidara que me conoce, también podría hacerlo…Pero a pesar de aquello estoy aquí, charlando con usted cuando incluso podría hacer que le arrestasen por su conducta. O es que cree que alguien va a creer esas “leyendas urbanas” sobre los vampiros? Le mire, sabiendo que seguiría dudando de mi, por lo que pensé que quizás si le daba alguna ventaja, se sentiría mas cómoda y quizas confiada, así que volví a acercar mis manos hacia ella, tomándole de cintura en esta ocasión para rodar con ella una vez más, dejándola ahora sobre mí. Haciendo que Scarlett con los cabellos revueltos y desordenados sobre mi pecho se sentara encima mío para mirarme confusa, por lo que estire el brazo hacia la mesita de noche y tome la lámpara, acercándosela para que la tomase entre sus manos, mientras ella me miraba parpadeando, confusa y ahora que lo percibía algo sonrosada…
Muy bien. Ahora usted está libre, tiene el poder y un arma, que no me mataría, pero que me molestaría bastante si quisiera usarla en mi contra. Indique sosegadamente, mientras cruzaba mis brazos a la altura de mi pecho, estirado de espaldas en mi cama, mientras soltaba un suspiro. Veamos, por dónde empezar… Gire el rostro a un lado, sin observarle. Pues lo cierto es que mi vista estaba centrada en la cortina, que apenas se mantenía abierta unos milímetros, que fueron suficientes para que pasara un débil rayo de luz, que ahora nos daba un ápice de claridad… Por lo que cerré los ojos, empezaba a tener sueño de verdad.Pero ella quería que le contara cosas, cuando lo cierto es que me seguía costando rememorar lo que había sucedido con Roxanne.
¿Alguna vez…ha pensado en que cosas pueden propiciar que desaparezca un cuerpo?...Usted es cazadora. Estoy seguro de que sabe con lujo de detalles como eliminar un cadáver o eliminar algunas pruebas. Ella elimino sus propias pruebas…Sin que ninguno de los presentes pudiesemos hacer nada por evitar lo inevitable… Aunque yo lo intente mucho tiempo. Recordé, sonriendo con pesar, al rememorar como mi sangre le sirvió de aliciente una temporada. Aunque no pudiese arrancarla de los brazos de la muerte mucho tiempo más. Entonces espere en silencio que Scarlett lograse pensar o deducir la posibilidad de que su hermana no fuese humana , pues solo así lograría entender que pasó, pero dependía de ella el creerme o no y descubrir de lo que le hablaba.
Yo le quise, e intente cuidar de ella cuanto pude. Pero no fue suficiente. ¿Tan difícil es eso de creer de boca de un inmortal? Pregunte ciertamente con la duda, pues después de todo…Yo podía rebelarle la verdad, pero aun asi, ella podia continuar sin creerme.
Entonces abri los ojos y volvi el rostro al frente, mire sus ojos y me perdí en ellos un instante mas, sin poder evitar sonreír tímidamente, pues ella aun sujetaba aquella lámpara y me miraba, quizás analizándome, mientras los segundos en silencio pasaban ante aquella absurda situacion.
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Fruncí el ceño ante aquél cambio en nuestra situación inicial, pues ahora me encontraba sentada sobre su cadera y sujetando una lámpara que a decir verdad, era horrible. En ese sentido, no me hubiera importado destruirla. Pero no lo hice. De hecho, ni siquiera me moví ni un milímetro, escuchando atenta aquello que él me decía, cavilando un momento de más cuando el silencio se posó sobre sus labios.
Él tenía razón. Desde que mi presencia había irrumpido en su propiedad, Jerarld podía haber acabado en distintas ocasiones y de formas muy diversas: rompiéndome el cuello en cuanto entré en su salón, atacándome fieramente hasta no dejar ni una gota de sangre en mi organismo, envenenándome con el dulce que el mayordomo me había ofrecido, ofreciéndome una celda en sus mazmorras en vez de una lujosa habitación o haciendo uso de su fuerza contra mi frágil cuerpo humano encontrándose éste bajo el suyo y su poder inmortal.
- Confío tanto en vos como vos en mí al ofrecerme ahora la libertad de matarle de desearlo yo de tal modo.- murmuré, un tanto confusa incluso por aquellas palabras que habían escapado sinceras de mis labios, ladeando el rostro un momento, resoplando y finalmente, devolviendo la lámpara a su mesa de noche.- Dice que ella se deshizo de las pruebas, ¿pretende sugerir que fue un suicidio y no quiso ser descubierto su cuerpo?- medité en voz alta, llevándome un par de dedos para disponerlos sobre mi mentón, entrecerrando mis ojos y perdiendo mi mirada en la nada, concluyendo pasados unos momentos, que aquella hipótesis no tenía ni pies ni cabeza.- No creo que ella montara semejante desvarío en su hogar antes de matarse y deshacerse sola de sus restos. De ser como dice, alguien tuvo que ayudarla y, por otro lado, no encuentro el sentido de tal fin. ¿Por qué no querría que su cuerpo fuera encontrado?- carraspeé, prosiguiendo con aquél monologo como si estuviera sola frente a las dudas.
Suspiré, ahora un tanto avergonzada por mi comportamiento, pues su rostro, ahora vestido con un semblante triste y descompuesto por un dolor que no me podía ni imaginar, me conmovió ligeramente. ¿Y si fuera cierto? ¿Y si él la amaba de veras? Recordé entonces, las cartas de Roxanne que había escrito en vida, destinadas todas ellas a Jerarld. De él, sólo tenía buenas palabras y muchos sentimientos de una belleza que casi envidiaba, pues ella los había vivido en su propia piel mientras yo, ni siquiera había rozado tales emociones. Sólo una vez, y fueron por mi hija. Meneé disimuladamente mi cabeza, pues su recuerdo era un tabú para mí y aquél no era un buen momento para ponerse melodramático.
- Si muriera en este mismo instante, yo no tendría miedo porque nunca he conocido la perfección del mundo que me ofreces. Me gustaba estar así, envuelta en la calidez de tu abrazo, amando cada aliento tuyo. ¿Oyes mi corazón? Podría estallar en éste momento por el llanto que le deshiela en silencio, suspirando tu nombre desde que tu marcha sólo frío me dejó. Jerarld, vuelve a mí y ámame hasta el fin de los tiempos, hasta que la Tierra deje de girar o hasta que los mares se sequen. Encuéntrame para que al fin mis labios dejen de buscarte entre la noche. Encuéntrame y ofréceme la eternidad de un amor sincero, puro como tu alma y transparente como tu risueña mirada. Encuéntrame para concederla la verdadera paz a mi corazón, calma mi alma agitada por tu ausencia que busca en desespero su media mitad, bañada ésta en tus suspiros. Todo lo que he conocido, todo lo que he hecho, todo lo que sentía siempre me condujo hasta ti. Quédate conmigo, ámame, Jerarld, hasta el fin del mundo.- recité con voz un tanto quebrada por una emoción de repente, me había desarmado.- Roxanne le quería más que a su propia vida, ¿verdad?-me aventuré, intentando controlar mis emociones que me embriagaban sin razón alguna.- Cuénteme qué ocurrió aquella fatídica noche y le prometo que desapareceré de su vida, señor Délvheen. Mi presencia no volverá a perturbar la calma de su hogar.- le prometí con seriedad, perdiéndome ahora por la niebla de sus ojos que me robaron el aliento por primera vez aquella noche.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Escuchar como recitaba aquellas palabras me desarmo. Me desarmo total y completamente, pues desde que leyese aquellas cartas hacia diez años no había tenido valor para volver hacerlo, a pesar de que cada palabra, frase y verso estuviesen grabadas en mi mente, como si hubiesen sido escritas a fuego en mi memoria. Por lo que le mire angustiado. Aquel había sido un golpe bajo…Un golpe bajísimo. Definitivamente un jaque mate en toda regla. Scarlett me había hundido sin quererlo. Haciendo que escuchase aquellas palabras salir de sus labios, como si por un momento fuese ella la dueña de aquello que me decía. Y aunque me perdí en su mirar, noté un nudo en la garganta con cada palabra que profería, hasta que la última frase salió de sus labios, y solo entonces comprendí que debía decirle toda la verdad. No valía la pena irse con rodeos, pero … Habían sucedido tantas cosas… Eran demasiadas como para contarlas una sola noche.
Me senté poco a poco, quitándome de debajo suyo para quedar ahora sentado delante de ella, como si por momento, hubiese sentido la necesidad de marchar, aunque no lo hice. Por lo que me acomode sin que nuestra desnudes me importase ya en lo mas mínimo, pues eran sus ojos los que ahora miraba fijamente, sin reproche, ni disgusto, pero si con un gran pesar. Pues me acababa de recordar todo aquello que mas me hería. Por lo que desvié la vista, apoyando mi espalda en el cabecero de la cama.
Sucedieron demasiadas cosas Scarlett. Y no puedo contarle su final sin contarle su principio, sino no entenderá lo que intento decirle…Indique con una tímida sonrisa, aun sin poder mirarla. Notando como los segundos en silencio pasaban aumentando la tensión. Hasta que al fin tuve valor para comenzar a hablar. Le conocí por primera vez hace unos veinte años. Indiqué, rememorando aquel momento como si hubiese sido ayer. Aquella noche fui al burdel de Paris por primera vez en busca de un telón de fondo…Contemple a Scarlett que me escuchaba atenta sin entender. Soy escritor. Aclare mientras ella parpadeaba, ¿le sorprendería quizás?..Quién sabe. Y aquella noche buscaba una historia… Ella era una artista, la más espectacular de cuantas allí se encontraban a su lado, pues parecía brillar con luz propia. Por lo que curioso le busque, interesado en esa identidad tan deslumbrante, pensando en que quizás seria la típica persona vacía, que adoraba el dinero y las noches sin tener nada más que contar. Pero en cuanto hable con ella, me percate de cuan errados habían sido mis pensamientos. Pues de pronto me encontré con algo que no esperaba, pues no solo era “La artista”, sino que era la persona más maravillosa, dulce y compasiva que había conocido hasta entonces. Sus sueños, sus ideales e incluso sus ilusiones eran tan inmensas, que me sorprendieron desde el primer momento. Aquella noche en que le conocí las horas fueron como granos de arena que se escurren en las manos, pues hablamos como si nos conociésemos de toda la vida; de arte, de sueños, de inspiración e incluso de magia… Hasta que nos dimos cuenta de que todo estaba vacío, el espectáculo había acabado, la gente se había ido y nos habíamos quedado solos sin darnos cuenta… Entonces, supe que había encontrado a mi protagonista, había encontrado a quien buscaba. Pero aquella primera noche en su compañía encontré algo más que una buena conversación y el principio de mis relatos. Aquella noche encontré a una musa…
Explique, divertido con aquel apodo que le había puesto, porque lo cierto es que su compañía siempre me inspiraba, por lo que ambos podíamos compartir horas de silencio, simplemente creando juntos. Ella entre sus lienzos y esbozos, y yo entre mis escritos y melodías… Entonces subi la mirada para contemplar a Scarlett, que me observaba curiosa y atenta. Podía contemplar la curiosidad por escuchar el resto. Pero no podía continuar, empezaba a sentirme cansado.
Madame…Me temo que ya es suficiente por hoy. Ha sido una noche demasiada larga. Indique desviando la mirada hacia la lámpara. Confiaba en que destruyese aquella lámpara. Es horrible, indique intentando romper el silencio y el ambiente nostálgico que se había creado de pronto. Le contare el resto, si quiere mañana. Pero ahora mismo…En fin. Puede prolongar su estancia aquí si lo desea. Indique antes de girarme y posar los pies sobre el suelo. Agarrando una de mis sabanas para enrollarla en mi cintura antes de caminar hacia la puerta, descalzo. Quédese aquí esta noche. Yo dormiré en su habitación. Aunque no tengo muchas cosas interesantes en esta estancia…todas están en las salas de abajo, en la de los tesoros, en la biblioteca y en mi despacho, aunque me atrevería a decir que todo eso ya lo ha visto. ¿Verdad? Reí en voz baja. Buona notte Scarlett. Me despedi antes de salir y cerrar suavemente.
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Me acomodé en aquél lecho sin importarme la desnudez, erizándoseme la piel a medida que la narración avanzaba, orgulleciéndome de una hermana que hasta hacía unos meses desconocía su existencia. ¡Me hubiera gustado tanto conocerla! Criada como hija única y a la que mis padres a penas atención me brindaron, siempre soñé en compartir mi tiempo, mis sueños y mi experiencia con alguien, una hermana pequeña a la que cuidar, una hija a la que proteger. Y ahora resultó ser que tuve ambas cosas, sólo que jamás conocí a mi hermana y mi hija murió prematuramente. De algún modo, parecía que mi destino era estar sola, sin familia ni amigos. En mi vida no había quizás, lugar para nadie más que para mí misma. Y aquella noche, no sería distinta al resto de ellas. Mi anfitrión dio por terminada la conversación por aquella noche y caminó hacia la puerta de su habitación, despidiéndose de mí, lanzándome a los gélidos brazos de la soledad cuya soga ya empezaba a ceñirse a mi cuello, asfixiándome un tanto cuando la puerta se cerró y mi voz no pudo más que susurrar un frágil y compungido:
- Buenas noches, señor Délvheen.
Suspiré cuando el silencio y el vacío se hiceron presentes en la sala, alzando la vista hacia la ventana cuya cortina impedía que la luz del alba pudiese penetrar en el dormitorio. Me alcé del lecho, deambulando a tientas sin tocar siquiera nada, resoplando cuando me percaté de que estaba fracasando en aquella misión, anteponiendo las emociones a los hechos reales.
Detuve mis pasos frente al balcón, apartando las cortinas para ver el paisaje que se desplegaba ante mí, arrancándome una sonrisa mientras mi mente reproducía la conversación palabra por palabra, sugiréndome nuevas preguntas, nuevas líneas de investigación, nuevos datos. Pero un bostezo pellizcó mi buen juicio y me obligó a regresar a la cama, no sin antes deshacerme de la horrible lámpara arrojándola por el balcón, riendo suavemente ante aquél gesto un tanto fuera de lugar.
Me acosté bajo sus sábanas, acomodando la almohada bajo mi cabeza, abrazándola antes de cerrar los ojos y aspirar, sin darme cuenta, su aroma. Un aroma que devolvió a mis retinas los recuerdos recientes de su mirada grisácea, centelleante, limpia y dulce como ninguna otra. Y sonreí con cierto deje tímido, rememorando el gesto de sonreír que enfatizaba las comisuras de sus labios, bloqueando mi respiración al percatarme de los efectos secundarios que su risa provocaba en mi persona. Y así, sintiendo aún bajo la yema de mis dedos el suave tacto de sus cabellos anaranjados, dejé que el sueño me llevara a un mundo de fantasía dónde él me sujetaba en volandas mientras susurraba en mis oídos una canción, bailando sobre una nube que parecía ser el mismo mar de sus ojos, siendo nuestros testigos una exhuberante Torre Eiffel parisina, la ciudad y el cielo con sus estrellas y luna, quién, a su vez, acompañaba el canto de una voz que acunó algo más que mi sueño.
- ¡Monsieur, ha llegado un paquete a nombre de Elis...!
Un brinco, una carrera, un portazo y un jadeo: así transcurrieron mis siguientes seis segundos tras que el repique de unos nudillos insistentes me despertaran de aquél extraño e idílico sueño. Suspiré, aun con el corazón acelerado por el rápido transcurso de los acontecimientos, y es que, si el reloj de la sala marcaba la hora exacta, eran la seis y media de la tarde. Miré la caja que mis manos sujetaban con firmeza, dando gracias a Dios por mis rápidos movimientos que habían saboteado un desenlace que aun no deseaba. Aun así, no pude reprimir una blasfemia cuando leí la nota de la caja, identificando su letra como la de Gael y a quién enviaba un presente ni más ni menos que a la Baronesa Elisabeth Von Saher, es decir, yo misma. ¡Le había indicado que lo enviara a nombre de Scarlett para no levantar sospechas en casa de Délvheen!
Llevé la caja sobre la cama para descubrir su contenido: un largo y lujoso vestido de color azabache que combinaba con una máscara del mismo color y unos zapatos de tacón. Sonreí, pues al menos el pedido lo había cumplido a la perfección. Y aunque debiera preocuparme el hecho de que el siervo acudiera a la habitación del dueño en su busca e informarle de la llegada de un paquete que no era para él -y por lo que podría descubrir mi verdadera identidad-, confiaba en que el soborno fuera suficiente para comprar su silencio.
Escondí la caja entre las brasas de la chimenea y, con las manos ennegrecidas, salí de su alcoba en busca de algo que comer y un buen baño, pues lo necesitaba con urgencia. Para mi suerte, en mi búsqueda no me tropecé con Jerarld, por lo que imaginé que habría salido ya o bien seguía durmiendo a pata suelta, lo que facilitaba mi plan de salir de allí antes de las ocho, hora en la que debía presentarme en el Palacio Royal de París y en el que se ofrecería un baile de mascaradas en motivo del compromiso de un conocido duque francés con una jovencísima dama húngara.
En la cocina me recibieron con asombro, no demasiado acostumbrados sus siervos a tener visitas humanas, o eso interpreté yo. Mientras una mujer me servía un buen tazón de café con leche y una magdalena, de reojo vi cómo se formaba un corrillo de siervos y parloteaban sobre los restos de sangre que habían encontrado sobre el alféizar de la ventana atascada de la cocina y los charcos de agua y barro que aun permanecían en el suelo. Yo escondí mis pies descalzos y sucios bajo la mesa, intentando ignorar sus charlas mientras me daba prisa por terminar cuanto antes, despidiéndome de ellos con alegría danzante en cuanto me indicaron el camino al baño, hallado en la segunda planta. Allí, pude darme un estupendo baño con espuma y sales aromáticas que relajaron mi tensa musculatura y aclaró mi confusa mente, quién no podía olvidar la conversación de la noche anterior.
Con el cabello húmedo, descalza y vistiendo sólo la toalla con la que pretendía secarme, regresé al dormitorio de Jerarld, vacía e intacta según la había abandonado hacía una hora. Cerré la puerta y sigilosamente, empecé a vestirme con el elegante traje, peinando mis largos cabellos carmesíes y perfumando mi cuello antes de esconder aquella caja bajo la cama, escondiendo en un pequeño bolso la máscara que ocultaría mi identidad aquella noche. Me acerqué a una mesa situada junto al balcón y cerca de la chimenea, arrancando un trozo de papel perteneciente a un libro que descansaba sobre la mesa de noche, escribiendo en su reverso unas escuetas palabras con tinta negra.
Unos quehaceres me reclamaron y me ausenté. Regresaré antes del alba para que pueda vos proseguir con su historia. Pido disculpas y agradezco su hospitalidad. Que tenga una bonita noche,
Scarlett
Deposité la nota sobre la almohada del lecho y di un último vistazo a la alcoba de Jerarld Délvheen antes de cerrar su puerta tras de mí, desapareciendo mi negra figura de aquella casa justo cuando las campanadas anunciaban las ocho de la noche.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
En cuanto salí de la habitación me encontré con Sámuel, que con su pijama y una vela, mantenía la mano alzada, a punto de tocar la puerta con sus nudillos. Mientras yo me quedaba con el semblante de un jugador de póker delante de él. Por lo que me miro de arriba abajo y alzo una ceja al verme delante suyo sujetando la sabana a mi cintura, aun con el pecho enrojecido por los arañazos y mordiscos, además del pelo revuelto sobre mi semblante.
No es lo que parece. Ella…salto y…por el balcón…y ahora… Entiendo señor. Esto nunca ha ocurrido. Quise aclararme, no quería que se quedara con una mala imagen, pero Sám me conocía desde hacia mas de cincuenta años, así que en el fondo esperaba que no pensara que era un pervertido o peor. Venia a informarle que una de las ventanas de la cocina se encuentra mal cerrada, además hay restos de barro y sangre. La dama ha dejado una carta en el buzón. ¿Desea que mande a llamar al servicio de limpieza? No, no es necesario en absoluto. Servicio de limpieza en nuestro lenguaje, significaba llamar a algunos de mis hombres para que se ocuparan de quien estuviese causando problemas en casa con suma brevedad. Tanto fuese una persona viva, como un cadáver, o los miembros de algun cuerpo. Pero no, en esta ocasión no hacia falta. Sin embargo sonreí complacido. Lo cierto es que mi mafioso mayordomo era mi héroe en secreto. Tranquilo Sám, no creo que trame nada mas peligroso de lo que suele ser lo habitual en los habitantes de esta casa…Así que dadle libertad para que se mueva. De acuerdo señor, avisare al servicio de seguridad. ¿Desea el señor que le prepare algo?¿....vendas…una copa…. una habitación oscura con muchos cerrojos para que nadie entre y en la que pueda descansar? Te quiero Sám. Lo sé señor.
…
El resto de la noche paso en calma. Sámuel se ocupo de que la habitación contigua a la mía se transformase en una cripta oscura para mi, puesto que las habitaciones solían ser luminosas salvo las que yo utilizaba en algunas ocasiones por el día. Por lo que me adentre y me acomode en la cama que en principio se había predispuesto para Scarlett. Sin tardar mucho en dormirme, pues lo cierto, es que la noche había sido larga y lo único que deseaba era olvidarme del mundo.
Mis sueños agitados y confusos parecían conducirme por lugares extraños, donde yo me mezclaba con la gente en busca de algo. Pero por mas que intentaba dar con ello no lograba encontrarlo. Hasta que de pronto me encontré a mi mismo al final de una calle. Por lo que corría hacia mi, parándome delante de mi reflejo mientras este sonreía malicioso y alzaba la mano lanzando una tuerca al aire para cogerla en el acto entre sus dedos índice y pulgar mientras me decía –¿buscabas esto? Hice una mueca de fastidio. Pues una versión de mi mismo -mas retorcida que yo- se burlaba de mi en sueños. Mientras yo indignado caminaba hacia mi clon dispuesto a recuperar mi tuerca. Pero al hacerlo mi clon se difumino y tomo otra forma. Exactamente la de Scarlett, que con su melena al viento sujetaba ahora la misma tuerca mientra decía algo así como…”es mía” …. Una y otra vez. Momento en que abri los ojos rápidamente, parpadeando.
Mi inconsciente se burlaba de mi, aludiendo a mis tuercas perdidas. Indicándome que la ultima que me quedaba era de la propiedad de mi visitante...¿Que seria lo siguiente? Que Scarlett fuese jefa de la mafia en mis sueños?....Suspire e intente dejar mis delirios a un lado. Acababa de despertar y era pronto para caer en el espiral de la locura.
¿Que hora seria?...Habría seguido durmiendo, pero tenia que ir a aquella mascarada. Aunque no me hiciera en especial ilusión. Después de todo iba a ir a un baile sin pareja, donde debía rodearme de nobles. Al menos ir a aquellas reuniones con Eyra era divertido. Pues siempre terminábamos arruinando algunas de las cosas preparadas. Aunque también podíamos usar sus farsa de que se encontraba enferma, para marcharnos antes de las reuniones. Mientras que ahora en la actualidad, podía seguir haciendo trastadas en los eventos, pero ya no me producían la misma diversión.
Solté un resoplido antes de escuchar las campanadas del reloj. Campanadas que indicaban que eran las ocho en punto. No le tome importancia…Hasta que cai que a las ocho en punto debía de estar saliendo del castillo hacia el Palacio Royal. Por lo que di un brinco y destape las mantas hacia atrás antes de dar un ágil salgo desde la cama hacia puerta. La cual abrí de sopetón para correr hacia la barandilla de la escalera.
SAAAM!!! ¿¿¿¿¿Han traído mi traje del sastre!!!????? El mayordomo se asomo desde abajo contemplándome mientras asentía. Por lo que sonreí antes de que alguien tocase mi hombro. Entonces me gire para contemplar como el ama de llaves se tapaba los ojos con una mano para alzar con la otra una bata hacia mí. Pues me había puesto a correr -cual demente que llega tarde- sin darme cuenta del insignificante detalle de que paseaba desnudo por el castillo…
...
Una hora y media después salí de mi vestidor, ya perfectamente vestido y con el pelo recogido, mientras bajaba a toda velocidad por las escaleras, conduciéndome hacia la entrada antes de que mi mayordomo impidiese mi salida. Por lo que le mire un poco desesperado. Encima que iba a llegar tarde, -y eso haría que llamase aun mas la atención-, me distraían! Pero entonces Sám se acerco a mi, y abrió la caja negra que traía entre sus manos, mostrándome la mascara negra, que sencilla pero elegante esperaba a su dueño. Y es que casi había marchado sin ella! La tome con cuidado y me la puse, sonriendo a los siervos que me despedían para correr hacia el carruaje que me llevaría a palacio. Mientras daba unas ultimas indicaciones.
¡Díganle a madame Scarlett que no tardare! ¡Atendedla en mi ausencia! Indique antes de de que el carruaje me llevase, Sin siquiera imaginar que mi visitante no se hallaba en el castillo precisamente.
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
El carruaje que Gael había enviado a la dirección que le facilité se detuvo frente a la fachada columnada del Palacio Royal, dónde multitud de carruajes y asistentes al baile se congregaban ante sus puertas, desfilando la multitud hacia sus adentros con paso parsimonioso. Agradecí la velocidad utilizada por el chofer para llevarme a tiempo a mi destino, saliendo del carruaje con la máscara azabache ocultando parte de mi rostro.
- Buona notte.- saludé a los guardias una vez tacharon mi nombre de la lista de invitados, cerciorándose de quién era realmente e indicándome luego el camino para acceder a las lujosas instalaciones privadas, dónde me recibieron el duque y su prometida, a quienes felicité su compromiso antes de desaparecer de su vista en busca de una copa de champagne que tomé sentada sobre el alféizar de una de las ventanas del salón de baile dónde poco a poco, los asistentes iban tomando posiciones e inundando el espacio que en un primer momento se había mostrado vacío.
Sorbiendo de mi copa de cristal, alejada del gentío e inmersa en mis pensamientos, pronto me distraje contemplando las estupendas máscaras que algunos usaban para ocultar su nombre. Una mujer de cabellos carmesíes lucía un antifaz dorado con flores rojas y violetas, ornamentada con relieves de formas irracionales. Otra mujer, de cabellos oscuros prácticamente de color berengena, se había decantado por una máscara completa de su rostro y de color azabache, cuya único decorado eran unos dibujos inscritos de color grisáceo. Otra mujer, un tanto más osada, cortó respiraciones con sus labios de color turquesa intenso y un antifaz que cubría sólo la parte de sus ojos, siendo ésta de color dorada y roja, cuyas formas recordaban a las alas de una mariposa. Más máscaras llamaron la atención, algunas más sencillas, otras más barrocas, de colores pálidos y de colores intensos u oscuros, algunas con plumas y ornamentos llamativos, otras pasaban más desapercibidas.
Cuando más ensimismada me encontraba, un hombre muy alto y corpulento se acercó a mí luciendo una máscara de facciones felinas que ocultaba todo su rostro excepto sus labios, finos y seguramente, de tacto húmedo y suave.
- ¿Me concede éste baile, madame?- pidió con voz un tanto ronca, aunque imaginé que hubiera querido utilizar un tono más seductor para tal propuesta, ignorando ese detalle para dejar la copa sobre el alféizar y tomar su mano con una sonrisa cordial, percatándome sólo entonces de la melodía que allí sonaba y que la orquestra dedicaba a los invitados.
Así, el hombre sin rostro pasó una mano por mi cintura y la otra tomó mi mano derecha, torciendo una sonrisa como señal para incorporarnos a la danza conjunta que se llevaba a cabo en medio de la sala, iluminada por una gran lámpara de araña. Y él guiaba mis pasos, empezando a girar, y a girar, y a girar formando interminables elipses sobre el suelo de parqué, cada vez a más velocidad y entusiasmo, aferrándome contra su cuerpo cuando la canción llegaba ya a su clímax y el vals terminaba tras más de cinco largos minutos. Sólo entonces, él se detuvo y me sujetó por la espalda, propiciando que ésta se inclinara hacia atrás. El hombre enmascarado sonrió triunfante antes de depositas un sutil beso cerca de la comisura de mis labios, un gesto un tanto atrevido para mi gusto.
Tras las presentaciones, me deshice del bailarín y, aun sofocada por el baile, tomé mi copa de champagne y salí fuera de las instalaciones, aunque la música seguía llegando a mis oídos, así como las risas y los murmuros del gentío. Cuando creí encontrarme sola bajo el manto de la noche estrellada, nítida y perfecta, me quité los zapatos de charol que habían malogrado mis pies, caminando descalza por los jardines del Palacio hasta encontrar un rincón solitario y un tanto alejado, sentándome en un banco rodeado por tulipanes rojos y blancos que a su vez, flanqueaban un pequeño obelisco con unas inscripciones que rezaban: Verdad, Belleza, Libertad y Amor.
Quedé tan sobrecogida ante aquellas palabras que de pronto, encendieron una corriente de ideas y pensamientos sobre lo que aquellos términos significaban para mí, que no me percaté de la presencia de un curioso que me observaba no muy lejos de dónde me hallaba. Su porte firme y elegante, vistiendo un fantástico traje formado por unos pantalones y chaqueta negra, llevando bajo ésta una camisa blanca y una corbata oscura y rallada, cuyo nudo me pareció original por su forma poco común. Su rostro permanecía oculto tras un antifaz negro, sencillo y con escasos adornos, lo que enfatizaba aquél aura enigmático y elegante de su persona anónima. No obstante, sus ojos claros me cautivaron por un momento de más, dedicándole una tímida sonrisa antes de tomar un sorbo más de la burbujeante bebida que me acompañaba aquella noche.
- Llega tarde... ¿o es que está huyendo?- comenté a modo de reproche aunque con un tono bromista que saltaba a la vista, contemplándole de nuevo y descubriendo entonces que sus cabellos eran más claros y largos de lo que parecían en un principio, pues la noche robaba la luz de su color real y su peinado hacia atrás engañaba al ojo humano.- Acompáñeme.- le pedí entonces, sin detenerme ante unos modales que seguramente debía seguir y que ahora me saltaba por el simple hecho de encontrarme con la chispa suficiente de alcohol que neutralizaba todo el juicio que en mis buenos momentos poseía y que ahora parecía haberme abandonado.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Sin embargo los guardias me saludaron con una reverencia y me indicaron la entrada después de identificarme como parte de la nobleza de los Países Bajos. Por lo que avance y me adentre en el majestuoso salón, atrayendo algunas miradas curiosas que ignoré, puesto que buscaba entre la multitud a los anfitriones, a los que finalmente localice al final del salón. Así que baje las escaleras con calma mientras miraba a los presentes, alegrándome de que la velada hubiese comenzado y los asistentes se dedicasen mas a charlar o bailar antes que a presentarse. Pues eso me ahorraba momentos incómodos, ya que la noticia de que ahora fuese soltero se había difundido y no me apetecía tener que buscar excusas tontas para huir de jovencitas nobles con ganas de casarse…Aunque lo cierto, es que la mascara también ayudaba. Así que aquella noche pensaba ser anónimo, salvo para los anfitriones.
Así que me mezcle entre los presentes hasta llegar a la pareja a la cual salude, felicite y ante la cual me disculpe por mi demora. Obteniendo sus frases amables, que indicaban que no importaba. Por lo que después de tener una pequeña charla con ellos, en la cual me pusieron al día con algunos detalles de sus planes, me distancie de ellos, para volver a mezclarme con la multitud que ahora bailaba, mientras aceptaba una copa de champagne de uno de los camareros. Entonces la multitud de mascaras y enmascarados me rodeó y yo les aprecié algo curioso, ya que algunas parecían en ocasiones burlescas y salvajes, entre lentejuelas, plumas y demás abalorios. Aunque todas tenían su toque gracioso,aportando también momentos divertidos a la velada, ya que de alguna forma nos permitía ser anónimos por una noche.
Bebí un sorbo de la copa y observe a mi alrededor a diversas damas enmascaradas que me contemplaban desde algunos rincones y que con sus abanicos se movían en el salón, intentando llamar la atención. Pero lo cierto es que en aquel momento no desee bailar con nadie, seguía pensando que no había sido muy buena idea el aceptar la invitación, pues acababa de llegar y ya comenzaba a aburrirme. Pero era un compromiso, y no haber asistido habría sido “indecoroso” además de irrespetuoso con los anfitriones…Así que simplemente deje la copa en una de las mesas y camine hacia los jardines. Pues un poco de aire fresco siempre era grato, además, así no me toparía con ninguna pretendienta con menos años que May. Me estaría un par de bailes mas, y luego volvería a casa, quizás a nadar en la piscina antes de perderme en la biblioteca.
La hierba fresca y verde me recibió en los jardines, mientras yo caminaba hacia las barandillas ornamentadas de mármol que se encontraban a modo decorativo en la salida del salón, donde me apoye y contemple el cielo. La noche se mostraba despejada, y permitía que se viesen algunas estrellas que me deleitaron ante la belleza de la noche. Entonces cerré los ojos y aspire el aroma de aquel paisaje nocturno, sintiendo una fragancia que me hizo recordad aquel azul…Por lo que abrí los ojos en seguida. ¿Porque cada vez que cerraba los ojos veía los suyos?...Vale, últimamente había tenido algunos días estresantes entre viajes de los niños, y compromisos míos…Pero eso no significaba que me encontrase mal, ¿porque ahora comenzaba a obsesionarme con aquella mirada?... Aunque más que una mirada, eran aquellos gestos, la forma en que hablaba, aquella sonrisa tímida ... sentí un escalofrío al recordar aquella sonrisa. Por lo que lleve mi mano a mi cuello, estirándolo ligeramente. Pues lo cierto, es que cada vez que quería pensar en algo o desconectar aparecía ella, incluso en mis sueños, en los cuales aun recordaba que se había quedado con mi tuerca.¿porque? ¿porque no salía de mis pensamientos? Negué con la cabeza y comencé a caminar por uno de los senderos, percatándome de las flores y de pronto de aquel aroma que trajo la brisa consigo.
Aquel aroma me hizo aspirarlo, tensándome un poco. Lleve mis manos hasta mis labios,pensativo, ¿estaba imaginando aromas?...¿en concreto el de mi visitante? No podía ser, seguramente eran imaginaciones mías. Pero entonces la brisa se levanto y trajo su aroma una vez mas, por lo que sin dudarlo avance hacia el, siguiendo el rastro hasta topar con una dama que bajo su antifaz negro parecía absorta en sus pensamientos, hasta que me vio. Dedicándome una sonrisa.
¿Era posible?...¿Ella?....¿¿Scarlett aquí?? O definitivamente tenia alucinaciones, o ella estaba alli... Entonces escuche su pregunta y eso me dio la certeza de que existía realmente, sorprendiéndome, pues no le habría imaginado jamas en un lugar como este. Aun tenia mucho que descubrir sobre mi visitante. Reí.
Bonne Nuit. Salude mientras me acercaba hacia ella. Percatándome de que su mente se preguntaba quien podría ser yo. Por lo que hablándole en francés me encamine hacia su persona, aceptando la invitación que me brindaba a acompañarla, sin identificarme por ahora.
Me temo que llego tarde…e intento huir también. Indique con el mismo tono bromista que ella había utilizado. Entonces le observe mas detenidamente, pues su imagen era aun mas espectacular de lo que mi mente recordaba, ya que aquel entallado traje negro le mostraba elegante y sutil. Haciendo que destacase aun mas el intenso tono de sus cabellos. Unos cabellos que despejaos de su rostro, permitían apreciar su rostro cubierto también por un antifaz negro, donde aquellos ojos profundos como la mas cristalina de las aguas me observaba con un gesto amable. Su presencia simplemente me fascinó.
¿Y vos madame?...Huís de alguien, o es quizás estáis perdida?... Dejadme adivinarlo…Comente ante su mirada curiosa, mientras ella tomaba otro sorbo de su copa.Pues lo cierto, es que intentaria charlar con ella, como si simplemente fuesemos dos desconocidos. No como si fuesemos una cazador y sospechoso de asesinato. -Al menos por ahora no...-
Sois…una princesa perdida, de un reino lejano y siniestro, en el cual vuestro pretendiente desea que volváis pronto para contraer matrimonio con él… ¿No?...Ella negó divertida mientras yo comenzaba a pasear a su alrededor, aun con una sonrisa.
Veamos, quizás sois una joven noble venida de tierras calidas, donde con ímpetu y valor habéis gobernado a vuestro pueblo, viniendo aquí en una misión secreta para encontrar y capturar al perverso tirano que acecha con arrebataros el trono…. La dama rió ante mis invenciones, mientras yo divertido continuaba paseando a su alrededor., hasta que de pronto me pare frente a ella y le observe con las manos cruzadas a mi espalda, bajando el mentón para encontrar asi sus ojos brillantes.
Quizás simplemente buscáis algo de paz en estos jardines, pues la soledad siempre esta ahí recordándonos su presencia…aunque todo este lleno de gente…Comente de pronto, sincero y en calma, notando como su sonrisa comenzaba a desvanecerse ligeramente. Y es que no era mi deseo insultarla, pero la verdad es que eso fue lo que de algún modo me transmitió allí en la oscuridad del hermoso paraje. Pues yo también salí para perderme, para buscar algo de paz…Aunque su presencia mas que darme paz, me hacia sentirme tranquilo, aunque no entendiese del todo el porque. Después de todo, estaba hablando con una cazadora…
Discúlpeme madame. No quería ofenderla. Indique sinceramente, al percatarme de cierto deje triste en su mirar. Aunque lo cierto es que me habría gustado saber que sentía, pues ahora me miraba como si quisiera saber algo, haciendo que tragase saliva al sentir su mirada penetrante sobre mi.
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Lo que en un principio había sido una conversación entretenida que había logrado lanzar al olvido todos aquellos nefastos pensamientos que se arremolinaban en mi cabeza, pronto auguró una tensión entre ambos, al menos por mi parte, pues sus palabras me habían desarmado y ahora luchaba contra la melancolía que me asaltaba por la espalda con un tema del que hacía tiempo que no hablaba con nadie.
- La soledad no era lo que buscaba precisamente. ¿Quién correría a sus brazos para morir en la soga que ésta oprime en el pecho de sus víctimas?- me pregunté entonces, con un visible deje amargo en mi voz y en las comisuras curvadas de mis labios carmesíes.- ¿Sabe? Yo visto el traje de la soledad: largo, ceñido y oscuro.- comenté, desviando mi mirada de la suya para atender a la luna, mi fiel compañera.- ¿Qué sabe vos de la soledad, monsieur...? No, mejor no me diga su nombre, dejemos que la identidad no sea relevante ésta noche. Permítame conocer sus secretos y vos conocerá los míos, sin nombres, sin números, sin títulos nobiliarios. Y cuando el alba arañe el cielo, ambos continuaremos nuestros respectivos caminos como un par de desconocidos que compartieron confidencias de lo que entonces serán simples fantasmas sin rostro.
Estiré mi mano, cortando un tulipán rojo con el que jugueteé mientras proseguía mi discurso, ahora lejos de la copa de champagne que había arrinconado bajo el banco en el que permanecía sentada, con la locura acechándome cuando las palabras me escocían en la boca por no darles la libertad de salir y tomar las formas que deseaban, siendo siempre dolorosas al ser pronunciadas y no cambiando eso en el transcurso de la noche.
- ¿Tiene muchos secretos?- le pregunté entonces, adelantándome sin darle tiempo a responder.- A veces me pregunto cómo es que recuerdo el hablar sin mentir, siendo mi vida una gran farsa.- murmuré con la mirada gacha.- Mi mayor secreto es la soledad que me carcome con el pasar de la vida ante mis ojos. ¿Cómo puede vos hablar de soledad? De bien seguro que vos posee todo cuanto yo tuve una vez y que ahora escasea: una familia, unos amigos y, en fin, gente que le aprecie, que le quiera.
Cerré los ojos, cabeceando un momento en cuanto la brisa nocturna me trajo los retales de una melodía que inundó mis ojos en recuerdos de una vida plena y feliz.
En Aranjuez con tu amor by Paul Mauriat on Grooveshark
- Éste fue el primer baile que compartí con mi marido.- admití en a penas un suspiro, estremeciéndome con la música y los momentos que ésta pintaba sobre el lienzo de mi mirada vacía.
Y así, dejé que la melodía terminara para que el juicio volveria a mí y me percatara de que aquél hombre seguía frente a mí, contemplándome como si esperara algo por mi parte. Y tras él, una estrella fugaz cruzó el firmamento y un deseo yo pedí. Y sonreí para mis adentros, sintiendo que al fin, las heridas del pasado empezaban a sanar y que ya no me ahogaba en el dolor de recordar a Joris o a mi hija, que poco a poco, sin olvidarles jamás, lo iba superando, saliendo al fin de aquella horrible espiral en el que me había encadenado yo misma tras el trágico desenlace.
- Lamento mi delirio, señor.- proferí con dulzura, alzándome para entregarle el tulipán rojo como muestra de la sincera disculpa que le había ofrecido, perdiéndome en el cielo de sus ojos grisáceos, viendo en mi reflejo cómo mis labios se despegaban, sobrecogidos por la belleza que me desarmaba con un simple pestañeo de sus ojos.- Existe una leyenda turca responsable del simbolismo del tulipán rojo. En ella, se cuenta que un príncipe llamado Farhad se enamoró de una doncella llamada Shirin. Cuando Farhad supo de la muerte de Shirin, se abrumó por la pena y se suicidó al precipitarse montado en su caballo sobre un desfiladero. Se dice que un tulipán rojo surgió de cada gota de su sangre, por lo que el tulipán rojo adoptó el significado de amor perfecto.-relaté con un centello especial en mis ojos.- Dígame, ¿creéis en el amor?- osé pedirle, sin importarme si aquello resultaba un indecencia por mi parte, pues al inicio de la velada ambos habíamos acordado confesar nuestros más oscuros y avergonzantes secretos a cambio de no saber jamás la identidad del portador de dichos enigmas.
Y entonces, un gesto jamás propio de mi persona, tomó su voluntad y rozó con una caricia la mandíbula inferior del joven, desarmándome al momento, retrocediendo algo torpe y escondiendo mi mirada curiosa de la suya, probablemente interrogante. Tragué saliva, nerviosa, y entonces alcé la vista para disculparme cuando simplemente, no pude hacerlo.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Le observe con tristeza, pues fui un espectador silencioso de sus recuerdos dolorosos. Apreciando las frases que venían a su mente y los recuerdos del pasado que aun se agolpaban en su memoria, recordándole todo el cariño y el amor de su familia que ya no tenia...
Por lo que recorte distancias con ella, alargando mi mano hacia la suya, aquella mano delicada de largos dedos, que con su simple tacto había estremecido cada fibra de mi ser con su simple caricia. Tome su mano entre las mías y la observe detenidamente antes de acercarla a mis labios para depositar un beso sobre el dorso de ésta. Bajándola y manteniéndola sujeta con la mía mientras ella me miraba atenta.
La soledad forma parte de nosotros. Es algo que siempre ha estado ahí pero, no debe robar nuestra atención ni nuestra felicidad, no cuando hay tanta vida y belleza ante nuestros ojos...
Entonces recordé su alusión a ser simplemente nosotros. sin un nombre, ni un titulo ni nada mas que molestase en nuestro dialogo. Lo cierto, es que en aquel momento lo prefería, prefería ser simplemente una persona ante su mirar cristalino, ya que de saber quien era, muy posiblemente jamás creería una sola de mis palabras.
Bajé la mirada, sonriendo al contemplar aquel tulipán entre mis dedos. Lo cierto es que me parecía que era la primera vez que me regalaban una flor. Pasee conmigo….Pedí. Por lo que aun sosteniendo sus dedos entre los míos, comencé a caminar, guiando un pequeño paseo por aquel jardín, mientras me fijaba en aquella flor que todavía sostenía. Tomando aliento antes de comenzar a hablar.
Secretos...tengo tantos. Dispongo de buena suerte y tengo el cariño de mis seres queridos como usted ha indicado, pero aun así no es suficiente...Pues, procuro cuidar de todos ellos y velar por sus intereses cuando en realidad nadie vela por los míos. Reí con pesar. Supongo que en fondo no soy mas que un egoísta. Un egoísta y orgulloso ser que se siente solo. Puede que por eso entienda cuando habláis de soledad Shirin. Indique con una sonrisa al bautizarla como la protagonista de la historia que me había contado, ya que aquella noche no teníamos nombre.
Entonces su sonrisa apareció nuevamente, recordándome el ligero aturdimiento que ella parecía provocar en mi.
Amor…¿Como no creer en el si esta en todos lados?, en cada gesto, en cada mirada, en cada acto de los que lo profesan… He amado, y he sido correspondido, pero a veces pienso que ha pasado tanto tiempo desde todo aquello, que en verdad nunca sucedió. ... Amor...Desearía no creer en el, pero me engañaría a mi mismo madame… Comente parandome para contemplar el lugar a donde habiamos llegado, donde un laberinto de arbustos parecia extenderse ante nosotros. Dejandonos escuchar el ligero gorgoteo del agua, seguramente de alguna fuente en el interior de este. Por lo que nos conduje a ambos dentro, sin preguntarle a mi acompañante. Pues en aquel momento deseaba perderme, y deseaba perderme con ella...Por lo que avanzados unos cuantos metros le solte y me pare frente a ella, preguntandole.
Y vos Shirin…¿vos creéis en el amor?... ¿Creéis en la idea…De que exista alguien hecho exactamente ideado para vos? Pregunte soltando su mano con suavidad, teniendo la osadía de acomodar uno de los mechones de su cabello que se había deslizado hacia su rostro. Pero entonces, en silencio camine a su lado y y me adentre en uno de los pasadizos del laberinto sin esperarla. Como si aquel fuese un extraño juego en donde ahora estábamos perdidos, y en donde encontrar la fuente era nuestra única salida y también la única forma de volver a encontrarnos.
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
Mensajes : 476 Fecha de inscripción : 14/08/2011 Edad : 794 Localización : Paseando por el techo de casa...
Mientras caminaba junto a él, tomados ambos de la mano como si la confianza hubiera nacido muchos años antes, sus palabras suscitaron una pizca de compasión por aquél hombre que hablaba de la soledad como un ferviente siervo de éste pese a poseer el cariño de una familia, algo que pensé, ya era suficiente. Pero en sus ojos claros, entre aquellos destellos de su mirada sincera, supe que su alma había sufrido en silencio.
- Nadie se libra del egoísmo, mi querido Farhad.- repliqué con melosidad, haciendo uso del nombre de aquella leyenda tal y como él había usado para mí el de la coprotagonista del mismo.- ¿Quién no da con la esperanza de recibir al menos su semejante precio?- inquirí, frunciendo mi ceño.- Ya no está solo... al menos, no por ésta noche. Un par de solitarios como nosotros podrían hacerse compañía hasta el alba.- propuse con una sonrisa, percatándome de un efímero escalofrío que había recorrido la espalda del muchacho en cuanto mi gesto tomó forma en mi rostro.
Pero entonces, él me habló del amor. Me conmovió su bohemia forma de describirlo y sin duda, me atrapó la melancolía con la que sus palabras se hallaban bañadas tras escapar de sus labios, aquellos a los que me rendí hipnotizada, encantada al imaginarme su textura, el sabor de sus oraciones al verse sorprendidas por mi aparición en la cueva secreta de su boca. Pero entonces...
- ¿No creer en el amor? ¿Por qué desearía eso?- inquirí, un tanto molesta por su pensamiento, sin comprenderlo, ni entenderlo ni mucho menos, compartirlo.- Si ahora habla la cobardía que habita en vos, le suplico que la esconda en el cofre de la Verdad y tras sellarlo mediante el cerrojo de los Sentimientos, lo arroje al mar del Olvido, para que vague lejos de vos y los Temores devoren los resquicios de semejante idea.- comenté, percatándome entonces que mi piel permanecía erizada y mis pulsaciones habían tomado un ritmo casi frenético cuando él se detuvo frente a mí, tragando saliva cuando su pregunta llegó a mis oídos, alzando mis ojos a los suyos, penetrándolos con intensidad, acercándome incluso unos centímetros a su rostro y apretando sus dedos entre los míos antes de responderle.- Sí, creo en el amor por encima de todas las cosas.- concluí con firmeza.- El Amor es lo único de lo que estoy segura en éste mundo, pues ni la Verdad es una verdad cierta, ni la Libertad tiene un sentido completo, ni la Belleza es púramente objetiva. Pero el Amor siempre está allí, de un modo u otro, recordándonos que aunque a veces vaya de la mano del Dolor y la Agonía, éste siempre sanará nuestras heridas. Sólo el Amor puede convertirse en el antídoto para todos nuestros males. Sólo el Amor puede llenarnos de felicidad y...
Y mi voz fue ahogada en un charco de rubor sin explicación, sólo propiciado por su tacto sobre mi mejilla en su intento de acomodar uno de mis rebeldes mechones tras mi oreja. Y entonces, el hombre se alejó de mí, perdiéndose en aquél laberinto sin mediar palabra alguna. Tragué saliva, observando el camino exacto que él había tomado como si esperara su regreso, comprendiendo que quizás, él ya no deseaba volver junto a mí. ¿La habría incomodado? ¿Molestado? ¿O era más bien un simple juego infantil?
En tal caso, acepté el reto de llegar hasta la fuenta situada en el bello medio del laberinto de arbustos. Pero por más tiempo que transcurría y yo corría, siempre me perdía, llegando a un callejón sin salida del que debía dar media vuelta. Pero entonces, sentí el efluvio de un tulipán no muy lejos de mí, por lo que decidí seguir su aroma y el mágico sonido del agua de una fuente, llegando al fin, en el punto dónde la figura del enmascarado me esperaba ya, de espaldas a mí y coronado por la luna llena que vertía su luz sobre su enigmática figura.
- Tramposo.- comenté con una sonrisa divertida, sin acercarme a él, pues mantuve las distancias recostando mi cuerpo contra el arco triunfal compuesto por enredaderas y jazmines que daban la bienvenida a quién había conseguido llegar hasta la meta.- El jurado te ha excluído del premio por haber empezado sin previo aviso.-reí, contemplando entonces, cómo su cuerpo se ladeaba hacia mí y rostro enmascarado calaba hondo en mí, robándome algo más que el aliento... mi corazón.
Etháin
Vampiro Clase Media
Mensajes : 211 Fecha de inscripción : 09/01/2011 Edad : 41 Localización : En todas partes y en ningún sitio
Cuando me interne entre los arbustos, comencé a caminar con calma, sin permitirme mirar atrás. Pues tenia que llegar al centro, tenía que encontrar la fuente…Y debía esperarle allí, como si aquello fuese una pequeña señal para mi. Una señal que indicaría que mi presencia no era molesta, ni mis gestos demasiado groseros con la dama.
Así que seguí el aroma del agua, caminando hasta encontrar la fuente sin problema alguno. Percatándome así de la hermosa fuente que delante de mi dejaba entrever la figura de un ser encapuchado que con la cabeza inclinada parecía observar algo similar a una rosa en la palma de su mano izquierda. Su postura le mostraba con una rodilla en tierra, como si se hubiese inclinado ante algo, mientras que con su mano derecha sostenía un bastón ornamentado con una estrella en el extremo de éste. Era una escultura enigmática y hermosa, que relucía debido al mármol blanco que la componía.
Entonces, aun esperando a mi acompañante, comencé a rodear la figura, percatándome de la base de esta, donde algunas palabras en latín se mezclaban con runas. Como si se hubiese renovado parte del grabado con el pasar del tiempo. Por lo que traduciendo mentalmente y caminando alrededor de la escultura, pude leer.
“…He aquí el camino, el principio, y el primer obsequio que se entrega. Descubre el secreto para descubrirte a ti mismo, y sigue mi estrella…”
¿Que querría decir eso?...Me quede pensativo, absorto en la figura de aquella estatua, observándola e intentando apreciar su rostro que permanecía oculto en las sombras de la misma capucha. Sin embargo su mirada miraba su mano, y la rosa que sujetaba. Mientras el bastón de su otra mano, -que no solo le servia de soporte- se inclinaba hacia delante, como si quisiera indicar una dirección. ... Pero entonces, cuando mi mente comenzaba a maquinar, su aroma arrebatador me quito el aliento, y me hizo sonreír. Pues ella había encontrado el centro del laberinto y también me había encontrado a mi. Como si aquello fuese la pequeña señal que esperaba.
Me gire con calma al sentir sus pasos. Contemplándola con una sonrisa, al ver sus ojos centellantes bajo aquel antifaz que cubría su expresión. La brisa meció sus cabellos e hizo ondear su vestido negro con suavidad, mientras ella avanzaba como una figura elegante y misteriosa iluminada por la claridad de la luna... Podría haberme quedado observándola toda la noche, sin cansarme. Por lo que aun sosteniendo el tulipán que ella me habia dado antes, me quede en silencio un instante, simplemente observándola, simplemente acompañándole, sin que fuese importante hablar, o hacer nada, pues ambos estábamos ahí, juntos. Habíamos encontrado el centro del laberinto, habíamos llegado a la meta y nos habíamos vuelto a encontrar…
Pero el tiempo no era mi aliado aquella noche, pues no disponía mas que de unas cuantas horas hasta el amanecer…
Tenéis razón madame, soy un tramposo, pero creo que he ganado igualmente la recompensa que deseaba…Ahora estáis aquí, ¿no es cierto? Temía haberos perdido por el camino, me habéis prometido que esta noche no estaré solo. Le recordé con una sonrisa mientras ella llegaba hasta mi y comenzaba a observar la escultura. Es muy enigmática…Y como todas las esculturas parece ocultar un secreto... Me ayudara mi querida Shirin a descubrirlo? Pregunte intrigado mientras ambos caminábamos, cada uno en una dirección, rodeando asi la fuente, quedando cada uno en un extremo de la misma, observando los perfiles de la figura. Momento en que volví a recordar la frase que se leía sobre la base.
“…He aquí el camino, el principio, y el primer obsequio que se entrega. Descubre el secreto para descubrirte a ti mismo, y sigue mi estrella…”
Rece en voz baja. Bajando la mirada y percatándome de que en el borde de la misma fuente una estrella de cinco puntas ornamentada entre el resto de relieves decorativos parecía sobresalir ligeramente del resto de decorados. Por lo que acuclillándome, sitúe mi mano sobre la figura de la estrella, presionándola ligeramente, y percatándome de que se hundía. Momento en que alce la vista hacia mi acompañante, que al otro lado de la fuente me miraba con curiosidad, bajando la mirada y percatándose de que había una estrella allí donde ella se hallaba también, por lo que le asentí con una sonrisa, divertido ante tal momento, pues era como si ambos fuésemos por un momento aventureros ante un pequeño enigma que parecía mostrarse. Por lo que espere, contemplando como ella situaba su mano sobre la figura…
Jerarld Délvheen
Vampiro/Realeza
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