AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
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La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Recuerdo del primer mensaje :
Tras más de doce intensas horas de trayecto, logré al fin atisbar la famosa Notre Dame de París, lo que me aseguraba que había llegado a mi destino. La voraz tempestad con su niebla impedía que los paisajes se mostraran nítidos y hermosos ante mi mirada curiosa y extrañada, pues nunca antes había estado en semejante ciudad.
- Por ser la famosa Ciudad de la Luz, la encuentro muy oscura. - comenté bromeando al conductor de aquél carruaje, quién rió mis palabras antes de detenerse bajo la copa de un árbol que adornaba los campos elíseos.- Gael, debemos ir al... burdel.- carraspeé cuando sus ojos se desorbitaron.- Mejor no preguntes... tampoco tendría respuestas que ofrecerte.- suspiré, sintiendo la ley de la inercia que incitó a mi espalda a recostarse contra el asiento en cuanto las ruedas y los corceles que él guiaba retomaron el paso, mostrándome por la ventana un tibio anochecer de tormenta, de calles amplias y solitarias, con luces tartamudeando y algunos búhos que osaban ulular pese al furioso temporal.
Desplegué la carta que me había llegado a mi nombre y en el que se me anunciaba la posesión del veinte y cinco por ciento de la fortuna que Roxanne Lautrec había almacenado gracias a su talento artístico y las propinas que supuestamente recibía de algunos de sus más fervientes admiradores. ¡Já! No me hizo falta investigar demasiado sobre su vida para percatarme de que todo aquello no era más que una burda tapadera, pues ella en realidad era una cortesana de lujo, una prostituta, una ramera.
Meneé la cabeza, un tanto malhumorada ante la idea de que mi hermana menor hubiera tenido semejante vida, probablemente a disgusto. De haber sabido de su existencia, le hubiera ofrecido trabajo en mi castillo, un nombre que respetar y un buen marido que cuidara de sus intereses. Lo que me recordó a mi progenitor... ¿cómo había logrado dar conmigo? Si mi madre lo había ocultado a la sociedad, ¿cómo pudo saber el gobierno francés que Roxanne Lautrec era la hermanastra de un distinguida dama de la corte italiana como yo?
El motivo de mi presencia en París iba más allá de cobrar mi parte de la herencia. Deseaba descubrir la verdad de mi madre, de cómo pudieron dar conmigo si nada me había atado a los Lautrec antes. Y por otro lado... ¿desaparecida? ¿Cómo desaparecía así sin más una estrella de la prostitución como lo era Roxanne? ¿Por qué la daban por muerta sólo diez años después de su desaparición? ¿Tendría la policía la respuesta a mi pregunta aunque no quisieran admitirla?
- Hemos llegado, signorina.- anunció Gael, volteando su rostro empapado hacia mí antes de quitarse el sombrero como pequeña reverencia.
- Gracias, mi buen amigo. ¿Serías tan amable de esperarme? Serán sólo unos minutos.- le pedí, depositando sobre su mejilla un efímero beso risueño, pues ambos nos conocíamos desde que yo era una niña y la confianza era mutua aunque el anciano siempre respetara las distancias.
Él asintió un tanto sonrojado y tras carraspear, se acercó a la puerta para ayudarme a bajar, pues la amplia falda del vestido me impedía ver los pies y mucho menos, la calle húmeda. Extendí el paraguas sobre mis cabellos cobrizos recogidos en un moño que dejaba caer unos rebeldes rizos a la altura de mis hombros, pinté sobre mis labios la más amable de mis sonrisas y alcé el mentón mientras mis pasos se apresuraban hacia la entrada del local, atestado de gentío, risas, gemidos y aromas.
- ¿Podemos ayudarla, madame? Tenemos una amplia gama de cortesanos que estarían dispuestos a llevarla a lo más alto del cielo por unas pocas monedas.- rió una mujer cuyo rostro parecía quebrarse ante la gran cantidad de maquillaje que ocultaba sus más de cincuenta años de edad.
- En realidad, deseo hablar con madame Bouvier, tenía una cita con ella ésta noche.-le susurré al oído, manteniendo la firmeza de mis facciones inalterables, esperando pacientemente cuando la mujer desapareció tras unas cortinas en busca de la susodicha, la cuál apareció con el semblante tenso e incluso un tanto malhumorado, llevándome, con escuetas palabras de bienvenida, hacia la que había sido la residencia de mi hermanastra hasta su desaparición, explicándome que nadie más osó entrar allí desde su marcha.
Me dejó a solas con las llaves de la residencia y frente a una casa con forma de manzana. Arqueé una ceja, un tanto confundida. ¿Por qué una manzana? Al entrar, lo comprobé. Aquello era un templo dedicado a la lujuria, al sexo, al desenfreno, a la mentira del que desea escuchar amor por boca de una extraña en cuya mente sólo aparecen las monedas que cobrará al finalizar la noche y el precio que cuesta cada uno de sus besos. Hice una mueca que se tornó en un grito cuando comprobé la casa revuelta, con los cajones volcados sobre las alfombras, los jarrones y cuadros rotos, la ropa tirada por doquier, el olor a quemado y la gélida percepción que erizó mi piel al saber que alguien se había dedicado a destruir cuanto de Roxanne pudiera quedar en pie. ¿Quién desearía semejante destino? ¿Por qué querría alguien borrar cada recovenco de su memoria?
Su dormitorio era el más destrozado de la residencia y las manchas de sangre sobre las sábanas, secas y a penas visibles en la oscuridad de la casa, me alarmaron. ¿Y si tenía razón? ¿Y si los vampiros estaban implicados en su desaparición? Al moverme a tientas, escuché el sonido de algo que crujía bajo mis pies, acuclillándome para tomar una de aquellas piezas y acercarla a la ventana, contemplando a la contraluz de la luna, que se trataba de un diminuto hueso. Por suerte, juraría que no era humano, quizás animal. Guardé en una pequeña bolsa de cuero marrón alguno de aquellos huesos, así como parte de la tela en la que se podía reflejar las muestras de sangre, aunque bien podía ser del mismo animal cuyos restos descansaban extrañamente junto al lecho.
Salí de la residencia y corrí entre la lluvia para reencontrarme con la encargada del burdel, preguntándole ahora, pese a sus contestaciones un tanto repelentes, el motivo por el que no se había investigado el caso de Roxanne. Pareció que mi pregunta la desarmó, pues se cuestionó el motivo por el que pensaba de aquél modo.
- Hay restos óseos en aquella casa, madame. De haberse investigado mínimamente, la policía hubiera dado con ellos y los hubiera investigado.- respondí un tanto jadeante por la anterior carrera.- Por otro lado, vos me aseguró que nadie había pisado la residencia de Roxanne desde su desaparición, por lo que el aspecto del interior de dicha vivienda sólo me da dos motivos que pensar: o bien fue saqueada después de su marcha, o bien está relacionado con la misma desaparición.
Tragué saliva un momento, contemplando los ojos atónitos de la mujer que no parecía poder responder a mis acusaciones. Lo cierto es que hacía frío y mis ropas seguían empapadas, por lo que no podía quedarme allí mucho más tiempo. No, si no deseaba preocupar a Gael.
- Dígame, ¿recuerda cuando fue la última vez que Roxanne fue vista? ¿Estaba con alguien? ¿Esperaba quizás a algún cliente?- insistí, acorralándola contra la pared por la misma ansiedad que me recorría fruto de la incertidumbre y la sospecha.
- Desapareció tras la función nocturna de su espectáculo.- respondió al fin, con cierto temblor en su labio inferior, quizás producido por el frío o quizás por el temor que sin querer, a veces despertaba.- Un cliente la esperaba en su casa, pero ella se quedó en el escenario junto a otro hombre...
- ¿Puede describirmelo?
- Pelirrojo... de cabellos por la altura del hombro, sus rasgos eran alargados y sus ojos pequeños, claros, diría, pero no estoy segura... ¡hace diez años!- vociferó, visiblemente alterada por aquél interrogatorio.
- ¿Y se quedó con él toda la noche?
- No lo sé, es probable... Roxanne pidió a un cortesano que se deshiciera del cliente que la esperaba, por lo que supongo que se llevaría a ese amigo a su casa. A la mañana siguiente, ella ya no estaba.- suspiró apenada.
- ¿Qué dictaminó la policia?
- Bueno... les conté la enfermedad que sufría Roxanne. Aquella misma mañana, la de la función, el médico había anunciado que su estado de salud era demasiado frágil para soportar una noche más de locura como la del show. El doctor aseguró que no le quedaban más de dos semanas de vida.-susurró un tanto compungida.- La policía creyó que Roxanne se había marchado para que no la viésemos fallecer, puesto que era la joya de nuestro burdel, la más deseada y admirada. Puede que quisiera que todos la recordásemos así, como lo fue en su último espectáculo.
- Por eso se la dio por muerta y no se investigó exhaustivamente su caso.- concluí con el ceño fruncido, justo cuando la figura alargada de mi chófer se dirigía a pasos agigantados hacia mí, posicionándose a mi lado y mirando un tanto confuso el rostro de Bouvier.- Lo dejaremos aquí por esta noche, madame. Pero nos volveremos a ver, no lo dude.-me despedí con una sonrisa, girándome para volver al carruaje cuando, de lejos, la voz de ella resonó en aquél patio cuadrado, llamando mi atención.
- ¡Jerarld! ¡Busque a un tal Jerarld!
Y cuando quise acercame a ella de nuevo, ésta cerró una puerta tras de sí y quedé desamparada bajo la lluvia y la duda, con el único apoyo de Gael.
Tiziano, mi fiel mayordomo, se encontraba ya en la habitación reservada para mí en uno de los más lujosos hoteles parisinos. Allí, pasé la noche aunque no durmiendo, precisamente, pues no cesaba de dar vueltas a todo lo acontecido aquella noche. La tormenta seguía descargando con ira contra el cristal de la única ventana de la sala, robándome el sueño. Las últimas palabras de Bouvier volvían a mí una y otra vez, hasta que, aunque bien entrada la madrugada, salté del lecho y aun vestida con el escueto camisón, dejé una nota a Tiziano y Gael, anunciando mi partida en busca del enigmático Jerarld. Les prometí noticias mías en cuanto le encontrara, pidiéndoles que no se preocuparan por mí si tardaba algunos días.
Tomando uno de los caballos que me había llevado hasta París, cabalgué entre la espesa tempestad hacia una oficina de la policia, la más cercana al hotel. Allí, los caballeros, muy amablemente, me ofrecieron toda la información que les requerí, mostrándome la dirección de aquél hombre en cuyos registros aparecía como Jerarld.
Sin más, volví a partir hacia la dirección señalada, aventurándome en soledad hacia los frondosos bosques de las afueras de París, contemplando maravillada un precioso y gigantesco castillo que se extendía majestuoso ante mí, dándome la bienvenida con la mejor de sus galas.
Até el corcel al tronco de uno de los árboles que flanqueaban la residencia y corrí hacia la puerta principal, usando el picaporte con forma de león que salvaguardaba la casa para mostrar mi presencia a sus dueños. Cuando los pasos se acercaron a la puerta, intenté lidiar con mis cabellos ahora sueltos, alborotados y húmedos que caían por mi espalda, así como con aquél escueto camisón blanco que tan ceñido a mis curvas poco dejaba a la imaginación. Cuando al fin la puerta se abrió y un hombre de cabello canoso me saludó extrañado, amplié mi sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Se encuentra el señor Jerarld Délvheen?
Tras más de doce intensas horas de trayecto, logré al fin atisbar la famosa Notre Dame de París, lo que me aseguraba que había llegado a mi destino. La voraz tempestad con su niebla impedía que los paisajes se mostraran nítidos y hermosos ante mi mirada curiosa y extrañada, pues nunca antes había estado en semejante ciudad.
- Por ser la famosa Ciudad de la Luz, la encuentro muy oscura. - comenté bromeando al conductor de aquél carruaje, quién rió mis palabras antes de detenerse bajo la copa de un árbol que adornaba los campos elíseos.- Gael, debemos ir al... burdel.- carraspeé cuando sus ojos se desorbitaron.- Mejor no preguntes... tampoco tendría respuestas que ofrecerte.- suspiré, sintiendo la ley de la inercia que incitó a mi espalda a recostarse contra el asiento en cuanto las ruedas y los corceles que él guiaba retomaron el paso, mostrándome por la ventana un tibio anochecer de tormenta, de calles amplias y solitarias, con luces tartamudeando y algunos búhos que osaban ulular pese al furioso temporal.
Desplegué la carta que me había llegado a mi nombre y en el que se me anunciaba la posesión del veinte y cinco por ciento de la fortuna que Roxanne Lautrec había almacenado gracias a su talento artístico y las propinas que supuestamente recibía de algunos de sus más fervientes admiradores. ¡Já! No me hizo falta investigar demasiado sobre su vida para percatarme de que todo aquello no era más que una burda tapadera, pues ella en realidad era una cortesana de lujo, una prostituta, una ramera.
Meneé la cabeza, un tanto malhumorada ante la idea de que mi hermana menor hubiera tenido semejante vida, probablemente a disgusto. De haber sabido de su existencia, le hubiera ofrecido trabajo en mi castillo, un nombre que respetar y un buen marido que cuidara de sus intereses. Lo que me recordó a mi progenitor... ¿cómo había logrado dar conmigo? Si mi madre lo había ocultado a la sociedad, ¿cómo pudo saber el gobierno francés que Roxanne Lautrec era la hermanastra de un distinguida dama de la corte italiana como yo?
El motivo de mi presencia en París iba más allá de cobrar mi parte de la herencia. Deseaba descubrir la verdad de mi madre, de cómo pudieron dar conmigo si nada me había atado a los Lautrec antes. Y por otro lado... ¿desaparecida? ¿Cómo desaparecía así sin más una estrella de la prostitución como lo era Roxanne? ¿Por qué la daban por muerta sólo diez años después de su desaparición? ¿Tendría la policía la respuesta a mi pregunta aunque no quisieran admitirla?
- Hemos llegado, signorina.- anunció Gael, volteando su rostro empapado hacia mí antes de quitarse el sombrero como pequeña reverencia.
- Gracias, mi buen amigo. ¿Serías tan amable de esperarme? Serán sólo unos minutos.- le pedí, depositando sobre su mejilla un efímero beso risueño, pues ambos nos conocíamos desde que yo era una niña y la confianza era mutua aunque el anciano siempre respetara las distancias.
Él asintió un tanto sonrojado y tras carraspear, se acercó a la puerta para ayudarme a bajar, pues la amplia falda del vestido me impedía ver los pies y mucho menos, la calle húmeda. Extendí el paraguas sobre mis cabellos cobrizos recogidos en un moño que dejaba caer unos rebeldes rizos a la altura de mis hombros, pinté sobre mis labios la más amable de mis sonrisas y alcé el mentón mientras mis pasos se apresuraban hacia la entrada del local, atestado de gentío, risas, gemidos y aromas.
- ¿Podemos ayudarla, madame? Tenemos una amplia gama de cortesanos que estarían dispuestos a llevarla a lo más alto del cielo por unas pocas monedas.- rió una mujer cuyo rostro parecía quebrarse ante la gran cantidad de maquillaje que ocultaba sus más de cincuenta años de edad.
- En realidad, deseo hablar con madame Bouvier, tenía una cita con ella ésta noche.-le susurré al oído, manteniendo la firmeza de mis facciones inalterables, esperando pacientemente cuando la mujer desapareció tras unas cortinas en busca de la susodicha, la cuál apareció con el semblante tenso e incluso un tanto malhumorado, llevándome, con escuetas palabras de bienvenida, hacia la que había sido la residencia de mi hermanastra hasta su desaparición, explicándome que nadie más osó entrar allí desde su marcha.
Me dejó a solas con las llaves de la residencia y frente a una casa con forma de manzana. Arqueé una ceja, un tanto confundida. ¿Por qué una manzana? Al entrar, lo comprobé. Aquello era un templo dedicado a la lujuria, al sexo, al desenfreno, a la mentira del que desea escuchar amor por boca de una extraña en cuya mente sólo aparecen las monedas que cobrará al finalizar la noche y el precio que cuesta cada uno de sus besos. Hice una mueca que se tornó en un grito cuando comprobé la casa revuelta, con los cajones volcados sobre las alfombras, los jarrones y cuadros rotos, la ropa tirada por doquier, el olor a quemado y la gélida percepción que erizó mi piel al saber que alguien se había dedicado a destruir cuanto de Roxanne pudiera quedar en pie. ¿Quién desearía semejante destino? ¿Por qué querría alguien borrar cada recovenco de su memoria?
Su dormitorio era el más destrozado de la residencia y las manchas de sangre sobre las sábanas, secas y a penas visibles en la oscuridad de la casa, me alarmaron. ¿Y si tenía razón? ¿Y si los vampiros estaban implicados en su desaparición? Al moverme a tientas, escuché el sonido de algo que crujía bajo mis pies, acuclillándome para tomar una de aquellas piezas y acercarla a la ventana, contemplando a la contraluz de la luna, que se trataba de un diminuto hueso. Por suerte, juraría que no era humano, quizás animal. Guardé en una pequeña bolsa de cuero marrón alguno de aquellos huesos, así como parte de la tela en la que se podía reflejar las muestras de sangre, aunque bien podía ser del mismo animal cuyos restos descansaban extrañamente junto al lecho.
Salí de la residencia y corrí entre la lluvia para reencontrarme con la encargada del burdel, preguntándole ahora, pese a sus contestaciones un tanto repelentes, el motivo por el que no se había investigado el caso de Roxanne. Pareció que mi pregunta la desarmó, pues se cuestionó el motivo por el que pensaba de aquél modo.
- Hay restos óseos en aquella casa, madame. De haberse investigado mínimamente, la policía hubiera dado con ellos y los hubiera investigado.- respondí un tanto jadeante por la anterior carrera.- Por otro lado, vos me aseguró que nadie había pisado la residencia de Roxanne desde su desaparición, por lo que el aspecto del interior de dicha vivienda sólo me da dos motivos que pensar: o bien fue saqueada después de su marcha, o bien está relacionado con la misma desaparición.
Tragué saliva un momento, contemplando los ojos atónitos de la mujer que no parecía poder responder a mis acusaciones. Lo cierto es que hacía frío y mis ropas seguían empapadas, por lo que no podía quedarme allí mucho más tiempo. No, si no deseaba preocupar a Gael.
- Dígame, ¿recuerda cuando fue la última vez que Roxanne fue vista? ¿Estaba con alguien? ¿Esperaba quizás a algún cliente?- insistí, acorralándola contra la pared por la misma ansiedad que me recorría fruto de la incertidumbre y la sospecha.
- Desapareció tras la función nocturna de su espectáculo.- respondió al fin, con cierto temblor en su labio inferior, quizás producido por el frío o quizás por el temor que sin querer, a veces despertaba.- Un cliente la esperaba en su casa, pero ella se quedó en el escenario junto a otro hombre...
- ¿Puede describirmelo?
- Pelirrojo... de cabellos por la altura del hombro, sus rasgos eran alargados y sus ojos pequeños, claros, diría, pero no estoy segura... ¡hace diez años!- vociferó, visiblemente alterada por aquél interrogatorio.
- ¿Y se quedó con él toda la noche?
- No lo sé, es probable... Roxanne pidió a un cortesano que se deshiciera del cliente que la esperaba, por lo que supongo que se llevaría a ese amigo a su casa. A la mañana siguiente, ella ya no estaba.- suspiró apenada.
- ¿Qué dictaminó la policia?
- Bueno... les conté la enfermedad que sufría Roxanne. Aquella misma mañana, la de la función, el médico había anunciado que su estado de salud era demasiado frágil para soportar una noche más de locura como la del show. El doctor aseguró que no le quedaban más de dos semanas de vida.-susurró un tanto compungida.- La policía creyó que Roxanne se había marchado para que no la viésemos fallecer, puesto que era la joya de nuestro burdel, la más deseada y admirada. Puede que quisiera que todos la recordásemos así, como lo fue en su último espectáculo.
- Por eso se la dio por muerta y no se investigó exhaustivamente su caso.- concluí con el ceño fruncido, justo cuando la figura alargada de mi chófer se dirigía a pasos agigantados hacia mí, posicionándose a mi lado y mirando un tanto confuso el rostro de Bouvier.- Lo dejaremos aquí por esta noche, madame. Pero nos volveremos a ver, no lo dude.-me despedí con una sonrisa, girándome para volver al carruaje cuando, de lejos, la voz de ella resonó en aquél patio cuadrado, llamando mi atención.
- ¡Jerarld! ¡Busque a un tal Jerarld!
Y cuando quise acercame a ella de nuevo, ésta cerró una puerta tras de sí y quedé desamparada bajo la lluvia y la duda, con el único apoyo de Gael.
Tiziano, mi fiel mayordomo, se encontraba ya en la habitación reservada para mí en uno de los más lujosos hoteles parisinos. Allí, pasé la noche aunque no durmiendo, precisamente, pues no cesaba de dar vueltas a todo lo acontecido aquella noche. La tormenta seguía descargando con ira contra el cristal de la única ventana de la sala, robándome el sueño. Las últimas palabras de Bouvier volvían a mí una y otra vez, hasta que, aunque bien entrada la madrugada, salté del lecho y aun vestida con el escueto camisón, dejé una nota a Tiziano y Gael, anunciando mi partida en busca del enigmático Jerarld. Les prometí noticias mías en cuanto le encontrara, pidiéndoles que no se preocuparan por mí si tardaba algunos días.
Tomando uno de los caballos que me había llevado hasta París, cabalgué entre la espesa tempestad hacia una oficina de la policia, la más cercana al hotel. Allí, los caballeros, muy amablemente, me ofrecieron toda la información que les requerí, mostrándome la dirección de aquél hombre en cuyos registros aparecía como Jerarld.
Sin más, volví a partir hacia la dirección señalada, aventurándome en soledad hacia los frondosos bosques de las afueras de París, contemplando maravillada un precioso y gigantesco castillo que se extendía majestuoso ante mí, dándome la bienvenida con la mejor de sus galas.
Até el corcel al tronco de uno de los árboles que flanqueaban la residencia y corrí hacia la puerta principal, usando el picaporte con forma de león que salvaguardaba la casa para mostrar mi presencia a sus dueños. Cuando los pasos se acercaron a la puerta, intenté lidiar con mis cabellos ahora sueltos, alborotados y húmedos que caían por mi espalda, así como con aquél escueto camisón blanco que tan ceñido a mis curvas poco dejaba a la imaginación. Cuando al fin la puerta se abrió y un hombre de cabello canoso me saludó extrañado, amplié mi sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Se encuentra el señor Jerarld Délvheen?
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Su figura, flanqueada por aquella idílica estampa nocturna, cortó mi respiración y detuvo mi corazón bajo mi pecho, erizándome la piel, abriendo mis ojos como si aquello que veía no pudiera ser verdad, contemplando al hombre enmascarado como si de una figura divina se tratara, sintiendo cómo mis rodillas se flexionaban al querer adorarle y ofrecerle mi vida a cambio de uno de sus besos mortales, pues por un segundo bañada en su saliva o estrechada entre sus brazos, hubiera pagado el más alto precio de todos. Por él, hubiera hipotecado mi alma sin dudarlo.
Las palabras volaron hasta mis oídos, planeando hasta posarse sobre mi mente, ahora nublada y desconcentrada. Tardé más tiempo de lo necesario en reaccionar a tal estímulo que, más que despertarme del tránsito, me robó la razón y el buen funcionamiento de mis neuronas, como si su voz aterciopelada fuera el antagonista del oxígeno que mi cabeza necesitaba, haciéndome soltar un jadeo apenas audible.
- Se conforma con poco premio, si le basta mi compañía.- reí, avanzando por aquél arco formado por enredaderas hasta llegar frente a la escultura que él contemplaba.- Creo que es vos un curioso en busca de dar respuesta a todos los enigmas que se le presentan, ¿cierto?- comenté con una sonrisa que de algún modo, le retaba, haciendo referencia a sus últimas palabras a cerca de sus ansias por descubrir el misterio que aguardaba aquella escultura.- Me pregunto si a vos le agradaría que sus secretos quedaran al descubierto.
Cuando di por hecho que aquello era un simple bloque de mármol cuyas formas recordaban a una figura encapuchada, hincada de rodilla y sosteniendo en una mano un largo bastón y en la otra, una rosa, el enmascarado recitó unas palabras que despertaron mi dormido interés. Sólo entonces, fui testigo de cómo él presionaba una estrella esbozada por un relieve en la misma figura y ésta geométrica forma se hundía, hecho que llevó a pensar a mi acompañante que yo debía seguir aquél juego sin aparente resolución.
A la altura de la base de aquella fuente encontré otra pequeña estrella, la misma que el enmascarado había presionado hasta hundir en la piedra. Tragué saliva y un tanto dubitativa, llevé las puntas de mis dedos a aquella forma estrellada, acariciando sus vértices antes de empujar hacia sus adentros, escuchando el sonido de unos engranajes.
Retrocedí varios pasos, dando un brinco cuando mis atonitos ojos contemplaban cómo la figura pareció cobrar vida por unos momentos, pues el agua dejó de caer a borbotones y la rosa que sostenía se elevó unos centimetros, abriéndose sus pétalos más todavía, como si ahora la figura encapuchada quisiera oler aquella pétrea flor.
Miré, ceñuda y un tanto asombrada, a mi acompañante de aventuras nocturnas, comprendiendo por su gesto, que debía asomarme sobre la rosa, examinando sus pétalos más abiertos, extrayendo uno sin querer y mirando al enmascarado con gesto de disculpa, a lo que él respondió de forma que prosiguiera así, por lo que fui desflorando la flor, guardando sus pétalos en los que, en su reverso, todos tenían gravados unos extraños símbolos que no supe descifrar. Cuando aparté el último pétalo de la mano de aquella figura, descubrí la presencia de unas pequeñas y gruesas enredaderas de mármol que, entrelazadas, contenían dos pequeños objetos que brillaron cuando la luz de la luna les acarició con su sutileza.
- Farhad... mire, ésto.- susurré, no dudando en extraer los anillos de aquél agujero que había quedado en la mano de mármol y que sustituía la rosa que yo misma había desflorado.- Hay unas inscripciones.- anuncié, recitándolas en cuanto me acerqué las piezas y alumbré su reverso.- La beauté réside dans la vérité. -y añadí alzando una ceja mientras cambiaba de anillo para leer la oración de la otra pieza.- La liberté d'aimer. ¿Sabe lo que puede significar...?- le pedí, ahora un tanto intrigada y ansiosa.
Cuando los labios del enmascarado se despegaron para responder la cuestión que le había planteado, un extraño sonido de follaje procedente de uno de los árboles que rodeaban la plaza en la que nos hallábamos, tensó mis músculos y mi postura recordó a la de un felino a la defensiva.
- ¡Lo han encontrado!- gritó una voz varonil, antes de que varias figuras, escondidas en aquellos árboles y que sin saberlo habían sido testigos de nuestra hazaña, descendieran y nos rodearan con sus armas en alto y sus rostros cubiertos por una máscara dorada de facciones que invitaban a que fueran temidos.
- ¡Corra!- le grité al enmascarado, lanzándole los anillos al aire y haciéndole una seña con la cabeza para que escapara de aquél laberinto, dado que no era momento de decirle que como cazadora, sabría defenderme y acabar con ellos, los que, por cierto, no dudaron en abalanzarse sobre él, por lo que intenté llegar hasta aquellos que atacaban a Farhad, extrañándome cuando comprobé qué tan bien sabía defenderse de aquellos hombres.
Así que, contando con su apoyo, miré la figura de mármol que ahora parecía sonreír mezquinamente, por lo que, movida por la desesperación y el transcurso del tiempo que se agotaba para nosotros si queríamos desaparecer de aquél paraje antes de que aquellos guerreros nos hicieran pedazos, me abalancé sobre el bastón de la escultura y forecejeé hasta arrancárselo, justo en el momento en el que uno de ellos intentaba asestarme un golpe bajo mediante su lanza, empezando así, una lucha cuerpo a cuerpo, quitándomelos de encima uno por uno, hasta que sólo quedaron dos de los que el enmascarado solo se ocupó ante mi estupefacta mirada y mi desvocado palpitar.
- ¿Quién sois?- le pregunté severamente, demasiado alucinada ante sus fieros y elegantes movimientos que, en un pestañeo, habían logrado desarmar a sus oponentes antes de que éstos cayeran al suelo, inertes probablemente.
Las palabras volaron hasta mis oídos, planeando hasta posarse sobre mi mente, ahora nublada y desconcentrada. Tardé más tiempo de lo necesario en reaccionar a tal estímulo que, más que despertarme del tránsito, me robó la razón y el buen funcionamiento de mis neuronas, como si su voz aterciopelada fuera el antagonista del oxígeno que mi cabeza necesitaba, haciéndome soltar un jadeo apenas audible.
- Se conforma con poco premio, si le basta mi compañía.- reí, avanzando por aquél arco formado por enredaderas hasta llegar frente a la escultura que él contemplaba.- Creo que es vos un curioso en busca de dar respuesta a todos los enigmas que se le presentan, ¿cierto?- comenté con una sonrisa que de algún modo, le retaba, haciendo referencia a sus últimas palabras a cerca de sus ansias por descubrir el misterio que aguardaba aquella escultura.- Me pregunto si a vos le agradaría que sus secretos quedaran al descubierto.
Cuando di por hecho que aquello era un simple bloque de mármol cuyas formas recordaban a una figura encapuchada, hincada de rodilla y sosteniendo en una mano un largo bastón y en la otra, una rosa, el enmascarado recitó unas palabras que despertaron mi dormido interés. Sólo entonces, fui testigo de cómo él presionaba una estrella esbozada por un relieve en la misma figura y ésta geométrica forma se hundía, hecho que llevó a pensar a mi acompañante que yo debía seguir aquél juego sin aparente resolución.
A la altura de la base de aquella fuente encontré otra pequeña estrella, la misma que el enmascarado había presionado hasta hundir en la piedra. Tragué saliva y un tanto dubitativa, llevé las puntas de mis dedos a aquella forma estrellada, acariciando sus vértices antes de empujar hacia sus adentros, escuchando el sonido de unos engranajes.
Retrocedí varios pasos, dando un brinco cuando mis atonitos ojos contemplaban cómo la figura pareció cobrar vida por unos momentos, pues el agua dejó de caer a borbotones y la rosa que sostenía se elevó unos centimetros, abriéndose sus pétalos más todavía, como si ahora la figura encapuchada quisiera oler aquella pétrea flor.
Miré, ceñuda y un tanto asombrada, a mi acompañante de aventuras nocturnas, comprendiendo por su gesto, que debía asomarme sobre la rosa, examinando sus pétalos más abiertos, extrayendo uno sin querer y mirando al enmascarado con gesto de disculpa, a lo que él respondió de forma que prosiguiera así, por lo que fui desflorando la flor, guardando sus pétalos en los que, en su reverso, todos tenían gravados unos extraños símbolos que no supe descifrar. Cuando aparté el último pétalo de la mano de aquella figura, descubrí la presencia de unas pequeñas y gruesas enredaderas de mármol que, entrelazadas, contenían dos pequeños objetos que brillaron cuando la luz de la luna les acarició con su sutileza.
- Farhad... mire, ésto.- susurré, no dudando en extraer los anillos de aquél agujero que había quedado en la mano de mármol y que sustituía la rosa que yo misma había desflorado.- Hay unas inscripciones.- anuncié, recitándolas en cuanto me acerqué las piezas y alumbré su reverso.- La beauté réside dans la vérité. -y añadí alzando una ceja mientras cambiaba de anillo para leer la oración de la otra pieza.- La liberté d'aimer. ¿Sabe lo que puede significar...?- le pedí, ahora un tanto intrigada y ansiosa.
Cuando los labios del enmascarado se despegaron para responder la cuestión que le había planteado, un extraño sonido de follaje procedente de uno de los árboles que rodeaban la plaza en la que nos hallábamos, tensó mis músculos y mi postura recordó a la de un felino a la defensiva.
- ¡Lo han encontrado!- gritó una voz varonil, antes de que varias figuras, escondidas en aquellos árboles y que sin saberlo habían sido testigos de nuestra hazaña, descendieran y nos rodearan con sus armas en alto y sus rostros cubiertos por una máscara dorada de facciones que invitaban a que fueran temidos.
- ¡Corra!- le grité al enmascarado, lanzándole los anillos al aire y haciéndole una seña con la cabeza para que escapara de aquél laberinto, dado que no era momento de decirle que como cazadora, sabría defenderme y acabar con ellos, los que, por cierto, no dudaron en abalanzarse sobre él, por lo que intenté llegar hasta aquellos que atacaban a Farhad, extrañándome cuando comprobé qué tan bien sabía defenderse de aquellos hombres.
Así que, contando con su apoyo, miré la figura de mármol que ahora parecía sonreír mezquinamente, por lo que, movida por la desesperación y el transcurso del tiempo que se agotaba para nosotros si queríamos desaparecer de aquél paraje antes de que aquellos guerreros nos hicieran pedazos, me abalancé sobre el bastón de la escultura y forecejeé hasta arrancárselo, justo en el momento en el que uno de ellos intentaba asestarme un golpe bajo mediante su lanza, empezando así, una lucha cuerpo a cuerpo, quitándomelos de encima uno por uno, hasta que sólo quedaron dos de los que el enmascarado solo se ocupó ante mi estupefacta mirada y mi desvocado palpitar.
- ¿Quién sois?- le pregunté severamente, demasiado alucinada ante sus fieros y elegantes movimientos que, en un pestañeo, habían logrado desarmar a sus oponentes antes de que éstos cayeran al suelo, inertes probablemente.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Estire mi brazo hacia el cielo, recogiendo los anillos en el aire, antes de sujetar a uno de los hombres que se abalanzaba sobre mi por la solapa de la chaqueta, empujando de él hacia la fuente, donde su cabeza reboto contra el borde de mármol de la misma. Momento en que me gire hacia el segundo que aparecía a mi lado, agarrando su hombro y enterrando mis dedos con firmeza en él, contemplando como al presionar los nervios de su clavícula sus ojos se volvían blancos antes de que él cayera inconsciente a mis pies junto con los otros que habían sido previamente noqueados.
Bajé la mirada frunciendo el ceño hacia los anillos que sostenía. Pues aquello no podía más que significar que lo que tenía en mi mano, no solo era algo valioso, sino que era algo lo suficientemente importante como para que tuviera una guardia personal custodiándola.
Entonces la voz de Shirin llego hasta mi, por lo que gire el rostro hacia ella.
Quien soy…
Podría preguntaros lo mismo Shirin…Pero esta noche no tenemos identidad…Es mejor asi. Indique serio, haciendo alusión a que ninguno de los dos podía revelar su identidad, algo que de alguna forma me pareció ver que entendía. Pues me había fijado en sus movimientos, y en aquella agilidad que logro desarmar a hombres que le doblaban en fuerza y corpulencia. Lo cual dejaba bastante claro que ella sabia defenderse de una forma poco habitual en los humanos.
Pero entonces antes de poder decir nada mas, escuche un murmullo entre los arbustos, ella también lo escucho, seguramente habrían mas, podría haber saltado alguna alarma sobre nuestras acciones, así que sería mejor no alargar nuestra estancia allí.
Camine hacia mi acompañante y tome su mano con firmeza, recibiendo el mismo apretón de vuelta, y comenzamos a adentrarnos en el laberinto, mientras yo le guiaba conmigo, dirigiéndola hacia la salida del mismo. Pues podía averiguar la salida por el simple aroma de los tulipanes que se hallaban fuera del laberinto, así que salimos con brevedad de allí caminando ahora con paso rápido hacia el salón de baile, a la vez que tomaba el brazo de ella y lo ubicaba en el mío, como si ella hubiese sido mi acompañante de toda la noche, como si nos conociéramos de toda la vida. Así que de ese modo ambos nos adentrábamos en el gran salón, donde las parejas aun se reunían en uno de los bailes que ya había comenzado.
Nos mezclamos entre la gente, pero entonces visualice a algunos de los hombres que también habían entrado momentos después que nosotros, sus vestiduras eran negras en su totalidad, y dos de los que acababan de entrar vestían igual, luciendo incluso los mismos antifaces. Ellos miraban y buscaban sin disimular entre la multitud, por lo que aun mezclándonos con la gente Shirin me miro y yo le mire a ella, haciendo ambos el mismo gesto, como si hubiese sido una coordinación sin palabras. Pues yo situé las manos una en su cintura y con la otra tome su mano, mientras ella hacía lo propio de ubicar una de sus manos sobre mi hombro para sostener mi mano con la otra. Comenzando a dar vueltas y a danzar aquel baile que ya había comenzado, mientras los hombres que nos habían seguido pasaban a nuestro lado, buscando entre la multitud, y pasando de largo al no encontrar más que enmascarados por doquier... Parecia que nos habían perdido el rastro...
“La belleza reside en la verdad” y “La libertad de amar” …Suena como si hablaran de atributos. Como si les hubiesen cedido un nombre o una propiedad a los anillos...
Comente entre susurros al oído de la dama.
Lo cierto, es que algo deben de significar dichas frases en estos anillos. Pues había una guardia vigilando…Eso implica que no esperaban que nadie se los llevase...o que los habían puesto expresamente en aquel lugar para que alguien lo hiciera...
Sea como sea, no se quedaran indiferentes. Comente mas bien reflexionado en voz alta. Pero entonces cai en que con aquella idea de "averiguar" los secretos de la fuente había inducido a posibles problemas a mi acompañante, cuando lo unico que habia hecho era brindarme su compañía, sin pedir nada a cambio...
Espero que pueda perdonarme haberle arrastrado a esta pequeña…”aventura” madame.Indique un tanto afligido por haberla metido en aquel embrollo, pues ahora lo mejor sería no alargar en exceso nuestra estancia en el baile si no queríamos despertar sospechas.
Pero entonces, antes de que ella pudiese decir algo, el baile acabó y ambos hicimos la reverencia requerida antes de comenzara la siguiente melodía. Momento en que nos quedamos el uno delante del otro.
Ni siquiera se lo he podido pedir de la forma debida, indique mientras comenzaba la siguiente sinfonía clásica. Pero, ¿desea concederme este baile?
Ella sonrió, y entonces espere su respuesta expectante a cada segundo de su silencio, aun con los anillos en el puño de mi mano...
Bajé la mirada frunciendo el ceño hacia los anillos que sostenía. Pues aquello no podía más que significar que lo que tenía en mi mano, no solo era algo valioso, sino que era algo lo suficientemente importante como para que tuviera una guardia personal custodiándola.
Entonces la voz de Shirin llego hasta mi, por lo que gire el rostro hacia ella.
Quien soy…
Podría preguntaros lo mismo Shirin…Pero esta noche no tenemos identidad…Es mejor asi. Indique serio, haciendo alusión a que ninguno de los dos podía revelar su identidad, algo que de alguna forma me pareció ver que entendía. Pues me había fijado en sus movimientos, y en aquella agilidad que logro desarmar a hombres que le doblaban en fuerza y corpulencia. Lo cual dejaba bastante claro que ella sabia defenderse de una forma poco habitual en los humanos.
Pero entonces antes de poder decir nada mas, escuche un murmullo entre los arbustos, ella también lo escucho, seguramente habrían mas, podría haber saltado alguna alarma sobre nuestras acciones, así que sería mejor no alargar nuestra estancia allí.
Camine hacia mi acompañante y tome su mano con firmeza, recibiendo el mismo apretón de vuelta, y comenzamos a adentrarnos en el laberinto, mientras yo le guiaba conmigo, dirigiéndola hacia la salida del mismo. Pues podía averiguar la salida por el simple aroma de los tulipanes que se hallaban fuera del laberinto, así que salimos con brevedad de allí caminando ahora con paso rápido hacia el salón de baile, a la vez que tomaba el brazo de ella y lo ubicaba en el mío, como si ella hubiese sido mi acompañante de toda la noche, como si nos conociéramos de toda la vida. Así que de ese modo ambos nos adentrábamos en el gran salón, donde las parejas aun se reunían en uno de los bailes que ya había comenzado.
Nos mezclamos entre la gente, pero entonces visualice a algunos de los hombres que también habían entrado momentos después que nosotros, sus vestiduras eran negras en su totalidad, y dos de los que acababan de entrar vestían igual, luciendo incluso los mismos antifaces. Ellos miraban y buscaban sin disimular entre la multitud, por lo que aun mezclándonos con la gente Shirin me miro y yo le mire a ella, haciendo ambos el mismo gesto, como si hubiese sido una coordinación sin palabras. Pues yo situé las manos una en su cintura y con la otra tome su mano, mientras ella hacía lo propio de ubicar una de sus manos sobre mi hombro para sostener mi mano con la otra. Comenzando a dar vueltas y a danzar aquel baile que ya había comenzado, mientras los hombres que nos habían seguido pasaban a nuestro lado, buscando entre la multitud, y pasando de largo al no encontrar más que enmascarados por doquier... Parecia que nos habían perdido el rastro...
“La belleza reside en la verdad” y “La libertad de amar” …Suena como si hablaran de atributos. Como si les hubiesen cedido un nombre o una propiedad a los anillos...
Comente entre susurros al oído de la dama.
Lo cierto, es que algo deben de significar dichas frases en estos anillos. Pues había una guardia vigilando…Eso implica que no esperaban que nadie se los llevase...o que los habían puesto expresamente en aquel lugar para que alguien lo hiciera...
Sea como sea, no se quedaran indiferentes. Comente mas bien reflexionado en voz alta. Pero entonces cai en que con aquella idea de "averiguar" los secretos de la fuente había inducido a posibles problemas a mi acompañante, cuando lo unico que habia hecho era brindarme su compañía, sin pedir nada a cambio...
Espero que pueda perdonarme haberle arrastrado a esta pequeña…”aventura” madame.Indique un tanto afligido por haberla metido en aquel embrollo, pues ahora lo mejor sería no alargar en exceso nuestra estancia en el baile si no queríamos despertar sospechas.
Pero entonces, antes de que ella pudiese decir algo, el baile acabó y ambos hicimos la reverencia requerida antes de comenzara la siguiente melodía. Momento en que nos quedamos el uno delante del otro.
Ni siquiera se lo he podido pedir de la forma debida, indique mientras comenzaba la siguiente sinfonía clásica. Pero, ¿desea concederme este baile?
Ella sonrió, y entonces espere su respuesta expectante a cada segundo de su silencio, aun con los anillos en el puño de mi mano...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Sonreí tímidamente ante su propuesta, deslizando mis manos por su anatomía, resiguiendo sus ropajes con un roce que erizó mi piel, acomodando entonces mi cuerpo al molde de su abrazo, apoyando luego mi mentón sobre su hombro cuando mi mano derecha se ensobró en la de él, pasando la izquierda por su nuca, jugueteando con sus cabellos pelirrojos mientras sus pasos guiaban los míos hacia una nueva melodía.
- Sí, lo deseo.- susurré a su oído lenta y melosamente, sonriendo al contemplar su semblante un tanto tenso ante mi voz.- Le aseguro que mi día a día está plagado de aventuras como ésta o más peligrosas, por lo que no se preocupe por ello.- reí mientras girábamos sobre el mismo eje, desplazándonos por la sala y mezclándonos con el gentío.- Pero tiene razón. Si aquellos hombres de negro acechaban éste tesoro es porque les debe resultar importante. Aunque, ¿y no lo custodiaban? ¿Y si llegaron allí en busca de lo que nosotros nos llevamos?- mordí mi labio inferior justo antes de que alguien tocara mi espalda con la yema del dedo índice, ladeando mi cabeza con la tensión y el nerviosismo a flor de piel, pues temí que nos hubieran descubierto.
- ¿Me permite éste baile, madame?- pidió un hombre de avanzada edad y corpulencia, ataviado con un traje negro a rayas grises, un sombrero redondo y chato a conjunto con sus zapatos y antifaz azabaches.
Miré a mi acompañante, asintiendo una sola vez antes de acercarme a su mejilla como si deseara depositar en ella un efímero beso, excusa que usé para susurrarle unas palabras.
- Si nos separamos, pasaremos más desapercibidos para los que nos buscan.
Me separé de él y le guiñé el ojo, girándome hacia el hombre que me aguardaba con un porte serio y paciente. Su mano se posó al final de mi espalda y me guió hacia el final de la sala, cerca de un rincón dónde había la chimenea llameante y una ventana entreabierta. La música inundaba la estancia y él me tomó bruscamente por la cintura, aferrándome en un abrazo violento en el que su brazo asfixiaba mi cuello y me mantenía quieta contra su robusto cuerpo mientras sus pasos me hacían retroceder hacia la hoguera.
- Deme los anillos o le rompo el cuello aquí y ahora, madame.- amenazó con voz fría y punzante.
- No… no los tengo.-respondí un tanto mareada por la escasez de oxígeno en mis pulmones, sin siquiera molestarme en forcejear dado que sabía que no dudaría en hacerme crujir el cuello en cuanto atisbara un movimiento brusco por mi parte.- Se lo juro, no los tengo.
Él asintió sin inmutarse realmente, acercándose ahora –y llevándome presa con él- hacia un cuadro barroco que adornaba un lateral del rincón alejado. Se detuvo, miró a izquierda y derecha y llevó su mano hacia el marco, tirando de él para mostrarme, cohibida, un túnel oscuro e infinito. El hombre se antepuso entre el gentío y yo, indicándome a empujones que me deslizara hacia el agujero, obedeciéndole sin rechistar.
Tras gatear a tientas un pasadizo mugriento lleno de polvo, humedad y ratas –sí, ¡ratas!-, ante mí apareció una pequeña sala de no más de doce metros cuadrados, en la que identifiqué elementos como manuscritos antiquísimos –algunos se creían perdidos- sobre magia y seres sobrenaturales. También hallé una larga mesa de madera en bastante mal estado, rodeada a su vez por unas trece sillas acojinadas. La sala sólo estaba iluminada por dos candelabros dispuestos en esa mesa y la única ventilación procedía de una apertura situada en el techo, aunque una reja cortó mis pensamientos de huir por allí en cuanto el hombre se despistara. Más todavía, cuando de distintos accesos ocultos fueron apareciendo hombres de negro, aunque aquellos no eran como los que nos habíamos enfrentado. Aquellos eran de mayor edad y por su apariencia, aunque enmascarados, parecía denotar un gran poder tras ellos.
- Señorita, ésta Orden y yo, le agradeceríamos que colaborara y nos hiciera entrega de aquello que usurpó en el laberinto.- habló una voz de acento alemán tras de mí, procedente de un anciano larguirucho y delgadísimo, con una barba de tres días y el cabello color marfil.-No lo complique más. Odio cuando debo ordenar a mis camaradas que se deshagan de las familias de aquellos que osan interponerse en nuestra labor.
Se acercó a mí, haciéndome retroceder un par de pasos hasta que mi espalda chocó contra uno de los allí presentes, el mismo que me tomó de los hombros para sujetarme ante aquél que parecía el líder de la organización que me había raptado.
El hombre, al que uno se dirigió llamándole Grobhirn, se acuclilló ante mis pies para, con sus manos suaves y grandes, empezar a chequearme de abajo arriba, sin dejar un rincón sin inspeccionar. Y como el único anillo que me encontró fue el de bodas con mi marido, me lo arrebató pese a mis súplicas y pataletas, lo que por cierto, desencadenaron en un sonoro bofetón que mi mejilla izquierda recibió y cuyo golpe propició una rotura de mi labio superior, haciéndome sangrar levemente mientras mis ojos se inyectaban en odio hacia aquél que me había robado lo último que conservaba de Joris, lo único por lo que sabía que lo nuestro había existido.
- Sí, lo deseo.- susurré a su oído lenta y melosamente, sonriendo al contemplar su semblante un tanto tenso ante mi voz.- Le aseguro que mi día a día está plagado de aventuras como ésta o más peligrosas, por lo que no se preocupe por ello.- reí mientras girábamos sobre el mismo eje, desplazándonos por la sala y mezclándonos con el gentío.- Pero tiene razón. Si aquellos hombres de negro acechaban éste tesoro es porque les debe resultar importante. Aunque, ¿y no lo custodiaban? ¿Y si llegaron allí en busca de lo que nosotros nos llevamos?- mordí mi labio inferior justo antes de que alguien tocara mi espalda con la yema del dedo índice, ladeando mi cabeza con la tensión y el nerviosismo a flor de piel, pues temí que nos hubieran descubierto.
- ¿Me permite éste baile, madame?- pidió un hombre de avanzada edad y corpulencia, ataviado con un traje negro a rayas grises, un sombrero redondo y chato a conjunto con sus zapatos y antifaz azabaches.
Miré a mi acompañante, asintiendo una sola vez antes de acercarme a su mejilla como si deseara depositar en ella un efímero beso, excusa que usé para susurrarle unas palabras.
- Si nos separamos, pasaremos más desapercibidos para los que nos buscan.
Me separé de él y le guiñé el ojo, girándome hacia el hombre que me aguardaba con un porte serio y paciente. Su mano se posó al final de mi espalda y me guió hacia el final de la sala, cerca de un rincón dónde había la chimenea llameante y una ventana entreabierta. La música inundaba la estancia y él me tomó bruscamente por la cintura, aferrándome en un abrazo violento en el que su brazo asfixiaba mi cuello y me mantenía quieta contra su robusto cuerpo mientras sus pasos me hacían retroceder hacia la hoguera.
- Deme los anillos o le rompo el cuello aquí y ahora, madame.- amenazó con voz fría y punzante.
- No… no los tengo.-respondí un tanto mareada por la escasez de oxígeno en mis pulmones, sin siquiera molestarme en forcejear dado que sabía que no dudaría en hacerme crujir el cuello en cuanto atisbara un movimiento brusco por mi parte.- Se lo juro, no los tengo.
Él asintió sin inmutarse realmente, acercándose ahora –y llevándome presa con él- hacia un cuadro barroco que adornaba un lateral del rincón alejado. Se detuvo, miró a izquierda y derecha y llevó su mano hacia el marco, tirando de él para mostrarme, cohibida, un túnel oscuro e infinito. El hombre se antepuso entre el gentío y yo, indicándome a empujones que me deslizara hacia el agujero, obedeciéndole sin rechistar.
Tras gatear a tientas un pasadizo mugriento lleno de polvo, humedad y ratas –sí, ¡ratas!-, ante mí apareció una pequeña sala de no más de doce metros cuadrados, en la que identifiqué elementos como manuscritos antiquísimos –algunos se creían perdidos- sobre magia y seres sobrenaturales. También hallé una larga mesa de madera en bastante mal estado, rodeada a su vez por unas trece sillas acojinadas. La sala sólo estaba iluminada por dos candelabros dispuestos en esa mesa y la única ventilación procedía de una apertura situada en el techo, aunque una reja cortó mis pensamientos de huir por allí en cuanto el hombre se despistara. Más todavía, cuando de distintos accesos ocultos fueron apareciendo hombres de negro, aunque aquellos no eran como los que nos habíamos enfrentado. Aquellos eran de mayor edad y por su apariencia, aunque enmascarados, parecía denotar un gran poder tras ellos.
- Señorita, ésta Orden y yo, le agradeceríamos que colaborara y nos hiciera entrega de aquello que usurpó en el laberinto.- habló una voz de acento alemán tras de mí, procedente de un anciano larguirucho y delgadísimo, con una barba de tres días y el cabello color marfil.-No lo complique más. Odio cuando debo ordenar a mis camaradas que se deshagan de las familias de aquellos que osan interponerse en nuestra labor.
Se acercó a mí, haciéndome retroceder un par de pasos hasta que mi espalda chocó contra uno de los allí presentes, el mismo que me tomó de los hombros para sujetarme ante aquél que parecía el líder de la organización que me había raptado.
El hombre, al que uno se dirigió llamándole Grobhirn, se acuclilló ante mis pies para, con sus manos suaves y grandes, empezar a chequearme de abajo arriba, sin dejar un rincón sin inspeccionar. Y como el único anillo que me encontró fue el de bodas con mi marido, me lo arrebató pese a mis súplicas y pataletas, lo que por cierto, desencadenaron en un sonoro bofetón que mi mejilla izquierda recibió y cuyo golpe propició una rotura de mi labio superior, haciéndome sangrar levemente mientras mis ojos se inyectaban en odio hacia aquél que me había robado lo último que conservaba de Joris, lo único por lo que sabía que lo nuestro había existido.
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
No me hizo gracia tener que dejar que bailara con otro. Pero era una fiesta, y bastante suerte había tenido de que ella aceptara mi sola compañía, por lo que sonreí y me moví de sus caminos para alejarme de la pareja, acomodando los anillos en el bolsillo interior de mi chaqueta, girándome para dar de bruces con una joven que con una sonrisa de oreja a oreja alzo la vista hacia mi, pestañeando repetidas veces atrás de aquel antifaz de encaje. Alzando -sin que pudiera hacer nada- su brazo hacia mi nuca para tomar mi mano, mientras yo le miraba con el semblante de un jugador de póker.
Baile conmigo Monsieur ….por favor.
Asentí con una sonrisa, un tanto desconcertado. Pues lo cierto es que no había podido dar un paso y ya tenía a alguien colgado del cuello.
Para otros hombres habría sido un golpe de suerte, pero a mí en aquel momento me apetecía una copa y nada mas, la necesitaba. Sin embargo comencé a mecerme con aquella joven que no despegaba sus ojos de los míos, con la constante sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa que no se inmutaba.
Pero entonces ella bajo la mano de mi nuca y comenzó a deslizarla sobre mi pecho, acariciando la solapa y comenzando a deslizarla hacia el interior de mi chaqueta, momento en que lleve mi mano hacia su muñeca deteniendola-.
Dámelos…
¿Perdone?
Dame los anillos.
No sé de qué me habla
Le tenemos…Tenemos a la dama…Si no quiere que le hagamos nada, deme los anillos. El baile acabo y las parejas comenzaron a charlar, algunas moviéndose por la pista otros buscando sitio para bailar la siguiente melodía.
Seguramente nos estaban observando, por lo que metí las manos a mi bolsillo interior, palpe los anillos y luego dirigí mi mano hacia las de ella. Que con curiosidad bajo la mirada parpadeando al ver el tulipán entre sus dedos. Ella entre abrió los labios con gesto de pocos amigos. Pero entonces yo le mire y le sonreí.
Sonríe querida, esto es una fiesta. Ahora asiente y cógeme del brazo. Seguirás sonriendo hasta que me lleves con la dama que os habéis llevado. Indica a tus amigos que te he dado los anillos.
La hermosa mujer de unos cuarenta años, pálida y de cabellos negros hizo lo que le dije bajo mis órdenes mentales, y comenzó a pasear conmigo entre aquellas gentes, haciendo ligeras reverencias a algunos de los presentes, mostrándome sin darse cuenta de quienes eran sus compañeros, pues la mayoría estaban camuflados bajo ropajes y mascaras similares. Conduciéndome hacia un extraño cuadro barroco, alejado del gran salón y de los presentes.
Entonces contemple como abofeteaban a Scarlett, notando como comenzaba a hervirme la sangre, ¿como osaban siquiera ponerle un dedo encima!? Mire a la joven que me acompañaba…
…
Buenas noches compañeros. Dijo la joven adentrándose en la sala. Soltadle, él me dio los anillos…
Bien hecho Natasha. Debemos devolverlos inmediatamente antes de que nuestros actos llamen la atención de la guardia real. La joven asintió mientras se acercaba a Scarlett, haciendo una seña para que los hombres le dejaran. Momento en que todos olvidaron a Scarlett y simplemente se fijaron en su compañera que de forma pausada caminaba hacia la malograda mesa de madera. Donde se reunieron cerca de ella para apreciar sin entender como ella dejaba el tulipán sobre la superficie. Entonces se miraron entre ellos y luego miraron a Natasha, que comenzó a parpadear confusa contemplando a sus camaradas, hasta que entonces ella lo comprendió girándose violentamente, mientras los demás le imitaban para ver con los ojos desencajados como yo tomaba a Scarlet por la cintura para arrastrarla conmigo hacia un túnel distinto por el que habíamos entrado. Y es que ahora debíamos huir, y no podíamos hacerlo por la puerta grande, por lo que sujetando ahora su mano, ambos comenzamos a correr por la oscuridad de un pasadizo iluminado por la débil luz de las antorchas viejas y llenas de telarañas, mientras contemplábamos como una puerta blindada al final de aquel pasaje nos impedía continuar.
Agh...Esta cerrada!!
Comencé a forcejear con la puerta, escuchando como el trote de aquella gente se acercaba a nuestra posición. Por lo que aun a sabiendas de que despertaría sospechas, enterré el puño en la puerta rompiendo una parte de ella y estirando de la misma con rapidez, aprovechando que las mismas sombras mantenían ocultas partes de nuestras acciones para que ambos pudiésemos salir. Dándonos cuenta de que habíamos dado a uno de los jardines traseros.
Volví a encajar la puerta, sabiendo que así retrasaría a aquellos guardias aunque fuesen unos segundos de mas. Para comenzar nuevamente a correr junto con mi acompañante para distanciarnos de aquella extraña salida, hasta que llegamos donde se ubicaban los carruajes. Donde ambos comenzamos a caminar mas sosegadamente entre las gentes que comenzaban a marchar, acomodándonos como si simplemente fuésemos a esperar que nuestro carruaje llegase y nos llevase a casa.
Estáis bien madame?...Me gire hacia ella apreciando la roja marca en su labio, sin poder evitar el gesto de limpiarle con el mismo pulgar, notando como me tensaba por no haberlo podido evitar.
Entonces me quede en silencio delante de ella, y ella delante mío. Ambos sabíamos que era mejor marchar y distanciarnos cuanto antes, sin embargo una parte de mi no lo deseaba. Una parte de mi deseaba haber vuelto a aquel momento en que simplemente bailamos, y no importo nada más que nosotros dos…
Pero había que volver a la realidad. Ahora nos seguían.
Me acerque a ella y tome con mis manos sus brazos, como si aquel fuese un sutil abrazo, en el que deslice mi mejilla contra la suya, notando como los antifaces chocaban entre si, gesto que me hizo sonreír.
Sean lo que sean los anillos, ahora son nuestros Shirin…Nadie nos los arrebatara, así como esta noche. Que ha sido completa y enteramente nuestra.
Gracias por ser mi compañera, esta noche no me he sentido solo.
Me separe poco a poco de ella. Inclinándome para tomar y besar su mano.
La belleza reside en la verdad…Y vos sabéis que es cierto. Indique depositando a la vez uno de los anillos en la palma de su mano, aquel cuya frase le había citado instantes antes.
Ellos saben que lo tengo yo, así que os dejaran en paz, y con eso es suficiente. Comente en un susurro. Me temo que esta noche ha llegado a su fin, pero algo me dice que no sera la última vez nos vamos a ver…
Entonces eleve el rostro al cielo al percibir como una gota caía en mi mejilla, por lo que simplemente suspire y baje la mirada hacia la dama.
El cielo volvía a llorar, a mis ojos lo hacia por nuestra despedida y es que era hora de marchar...
Baile conmigo Monsieur ….por favor.
Asentí con una sonrisa, un tanto desconcertado. Pues lo cierto es que no había podido dar un paso y ya tenía a alguien colgado del cuello.
Para otros hombres habría sido un golpe de suerte, pero a mí en aquel momento me apetecía una copa y nada mas, la necesitaba. Sin embargo comencé a mecerme con aquella joven que no despegaba sus ojos de los míos, con la constante sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa que no se inmutaba.
Pero entonces ella bajo la mano de mi nuca y comenzó a deslizarla sobre mi pecho, acariciando la solapa y comenzando a deslizarla hacia el interior de mi chaqueta, momento en que lleve mi mano hacia su muñeca deteniendola-.
Dámelos…
¿Perdone?
Dame los anillos.
No sé de qué me habla
Le tenemos…Tenemos a la dama…Si no quiere que le hagamos nada, deme los anillos. El baile acabo y las parejas comenzaron a charlar, algunas moviéndose por la pista otros buscando sitio para bailar la siguiente melodía.
Seguramente nos estaban observando, por lo que metí las manos a mi bolsillo interior, palpe los anillos y luego dirigí mi mano hacia las de ella. Que con curiosidad bajo la mirada parpadeando al ver el tulipán entre sus dedos. Ella entre abrió los labios con gesto de pocos amigos. Pero entonces yo le mire y le sonreí.
Sonríe querida, esto es una fiesta. Ahora asiente y cógeme del brazo. Seguirás sonriendo hasta que me lleves con la dama que os habéis llevado. Indica a tus amigos que te he dado los anillos.
La hermosa mujer de unos cuarenta años, pálida y de cabellos negros hizo lo que le dije bajo mis órdenes mentales, y comenzó a pasear conmigo entre aquellas gentes, haciendo ligeras reverencias a algunos de los presentes, mostrándome sin darse cuenta de quienes eran sus compañeros, pues la mayoría estaban camuflados bajo ropajes y mascaras similares. Conduciéndome hacia un extraño cuadro barroco, alejado del gran salón y de los presentes.
...
Después de pasar por aquel estrecho túnel llegamos a la entrada de la sala donde indique a mi acompañante que esperase junto a mi.Entonces contemple como abofeteaban a Scarlett, notando como comenzaba a hervirme la sangre, ¿como osaban siquiera ponerle un dedo encima!? Mire a la joven que me acompañaba…
…
Buenas noches compañeros. Dijo la joven adentrándose en la sala. Soltadle, él me dio los anillos…
Bien hecho Natasha. Debemos devolverlos inmediatamente antes de que nuestros actos llamen la atención de la guardia real. La joven asintió mientras se acercaba a Scarlett, haciendo una seña para que los hombres le dejaran. Momento en que todos olvidaron a Scarlett y simplemente se fijaron en su compañera que de forma pausada caminaba hacia la malograda mesa de madera. Donde se reunieron cerca de ella para apreciar sin entender como ella dejaba el tulipán sobre la superficie. Entonces se miraron entre ellos y luego miraron a Natasha, que comenzó a parpadear confusa contemplando a sus camaradas, hasta que entonces ella lo comprendió girándose violentamente, mientras los demás le imitaban para ver con los ojos desencajados como yo tomaba a Scarlet por la cintura para arrastrarla conmigo hacia un túnel distinto por el que habíamos entrado. Y es que ahora debíamos huir, y no podíamos hacerlo por la puerta grande, por lo que sujetando ahora su mano, ambos comenzamos a correr por la oscuridad de un pasadizo iluminado por la débil luz de las antorchas viejas y llenas de telarañas, mientras contemplábamos como una puerta blindada al final de aquel pasaje nos impedía continuar.
Agh...Esta cerrada!!
Comencé a forcejear con la puerta, escuchando como el trote de aquella gente se acercaba a nuestra posición. Por lo que aun a sabiendas de que despertaría sospechas, enterré el puño en la puerta rompiendo una parte de ella y estirando de la misma con rapidez, aprovechando que las mismas sombras mantenían ocultas partes de nuestras acciones para que ambos pudiésemos salir. Dándonos cuenta de que habíamos dado a uno de los jardines traseros.
Volví a encajar la puerta, sabiendo que así retrasaría a aquellos guardias aunque fuesen unos segundos de mas. Para comenzar nuevamente a correr junto con mi acompañante para distanciarnos de aquella extraña salida, hasta que llegamos donde se ubicaban los carruajes. Donde ambos comenzamos a caminar mas sosegadamente entre las gentes que comenzaban a marchar, acomodándonos como si simplemente fuésemos a esperar que nuestro carruaje llegase y nos llevase a casa.
Estáis bien madame?...Me gire hacia ella apreciando la roja marca en su labio, sin poder evitar el gesto de limpiarle con el mismo pulgar, notando como me tensaba por no haberlo podido evitar.
Entonces me quede en silencio delante de ella, y ella delante mío. Ambos sabíamos que era mejor marchar y distanciarnos cuanto antes, sin embargo una parte de mi no lo deseaba. Una parte de mi deseaba haber vuelto a aquel momento en que simplemente bailamos, y no importo nada más que nosotros dos…
Pero había que volver a la realidad. Ahora nos seguían.
Me acerque a ella y tome con mis manos sus brazos, como si aquel fuese un sutil abrazo, en el que deslice mi mejilla contra la suya, notando como los antifaces chocaban entre si, gesto que me hizo sonreír.
Sean lo que sean los anillos, ahora son nuestros Shirin…Nadie nos los arrebatara, así como esta noche. Que ha sido completa y enteramente nuestra.
Gracias por ser mi compañera, esta noche no me he sentido solo.
Me separe poco a poco de ella. Inclinándome para tomar y besar su mano.
La belleza reside en la verdad…Y vos sabéis que es cierto. Indique depositando a la vez uno de los anillos en la palma de su mano, aquel cuya frase le había citado instantes antes.
Ellos saben que lo tengo yo, así que os dejaran en paz, y con eso es suficiente. Comente en un susurro. Me temo que esta noche ha llegado a su fin, pero algo me dice que no sera la última vez nos vamos a ver…
Entonces eleve el rostro al cielo al percibir como una gota caía en mi mejilla, por lo que simplemente suspire y baje la mirada hacia la dama.
El cielo volvía a llorar, a mis ojos lo hacia por nuestra despedida y es que era hora de marchar...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Apreté en un puño aquél anillo, sin perder detalle de cada destello que iluminaba su mirada, percatándome que contenía el aliento hasta que el descender de las primeras gotas de lluvia despertaron mis sentidos, anestesiados por la cercanía de aquél enmascarado cuya identidad real era aún un misterio para mí, tal y como habíamos acordado al despuntar la velada. No obstante, sentía un nudo en la garganta al saber que no volvería a saber de él jamás, pues tras aquella despedida, sin nombres, ni dato alguno sobre su persona, me sería imposible contactar con él. Y obviamente, él tampoco podría hacerlo conmigo pese a que sus anhelos superasen demás obstáculos. Era un precio que ya había pagado y por el que ni siquiera sabía si aquél joven se arrepentía del trato acordado. Pero, ¿quién era yo para romperlo mediante la belleza de la verdad?
- Fue un verdadero placer conocerle, monsieur Farhad. Ha sido una velada maravillosa que le prometo guardar en mi memoria hasta mis últimos días.
Él se despidió entonces y se alejó de mí sin que mi voz pudiese detenerle ya, demasiado orgullosa para intentarlo al menos, demasiado cobarde para mostrar la flaqueza que su marcha me produjo.
Así, bajo el manto de la tormenta que pronto descargó sobre mis hombros, fui silenciosa testigo de la calle vacía, pues los carruajes poco a poco se fueron marchando con los invitados y el húmedo y frío paraje quedó desértico, sin más presencia que la mía y la soledad ceñida a mi piel. ¿Por qué me sentía tan terriblemente vacía? No concebía aquella sensación en mí, creyéndome ya demasiado mayor para sentir ese cosquilleo en el vientre o el palpitar vertiginoso que un hombre podía provocar en una muchacha si éste lograba robarle el corazón con su sola sonrisa. Creí que tras el fallecimiento de Joris y la muerte de mi pequeña Galia, los sentimientos que una vez habían aflorado en mi ser para inundarlo de bondad y cariño, se habían evaporado con sus respectivas desapariciones. Yo, que prometí guardar luto de por vida, me encontraba ahora encaprichada de un hombre al que no conocía y que a su vez, parecía que nos conociéramos de siempre. Y sus ojos habían calado hondo en mí, sus labios me habían robado el aliento por las fantasías que tomaban forma en mi cabeza, y su tacto había erizado mi piel como la lluvia que ahora caía sobre mí, empapando mi cuerpo, haciéndome temblar y sonreír a la vez, como una demente, como una loca, como una tonta enamorada...
- Signorina, signorina Von Saher, ¿me escucha?
Moví un dedo, sintiendo los huesos del mismo crujir sonoramente, arrancándome una mueca de disgusto más que de dolor, pues aun me sentía cansada y el frío seguía haciéndome castañear los dientes. Sin embargo, desperecé mis ojos y busqué al dueño de aquella voz, sonriéndole, alegrándome de ver que estaba cerca de mí.
- Gael... Gael, tráigamelo.- susurré, delirando levemente por la fiebre.
- ¿A quién, signorina? Vamos, descanse, debe reposar para que le baje la fiebre y pueda reponerse pronto.- hablaba el hombre mientras depositaba sobre mi frente un paño húmedo, alumbrándose con una vela a punto de consumirse situada en la mesa auxiliar derecha al lecho dónde me encontraba agonizando.
- Tráigame a... al enmascarado...- le pedí, tomándole del cuello de su camisa blanca con cierta violencia, arrugándosela y viendo en su rostro cierto deje que me temía, por lo que solté su agarre y tras toser escandalosamente, recosté de nuevo mi espalda contra la almohada, sintiendo que me faltaba el aire por momentos.
- Signorina, mañana la llevaré a casa, no se preocupe.- suspiró apesadumbradamente el anciano, limpiándose el sudor de su frente con el puño de su camisa.- Ahora duérmase y si precisa algo, haga sonar la campanita que encontrará en la mesa de noche.
Y de ese modo, en silencio y visiblemente angustiado, mi siervo abandonó la estancia, sumiéndome en la más absoluta soledad, en un silencio que me devoraba lentamente hasta hacerme ahogar un grito, incorporándome aun aquejada para buscar algo a mi alrededor que me indicara que el enmascarado y lo sucedido no había sido un mero sueño, algo que... ¡El anillo! Allí estaba, junto a la vela sin cera ya que consumir, brillando casi con luz propia. Sonreí ampliamente y di un brinco del lecho, tomando aquella preciosa pieza entre mis dedos, deslizándola por el anular.
Fuera, un rayo iluminó la estancia justo antes de que la vela exhalara su último suspiro y la oscuridad se cerniera sobre mí, sintiéndome ahora frágil y pequeña a merced de las tinieblas. Pero fue el mismo destello de luz que me cegó, el que paradojamente, me devolvió el don de la visión y los recuerdos afloraron a mí como la misma tempestad bajo la que me había abrazado aquella misma noche. El cómo había llegado a la casa dónde Gaél y algunos siervos más se alojaban por orden mía y dónde en un principio debía hospedarme aquellos días en París, era todo un misterio. No obstante, no había tiempo que perder, pues antes del alba debía regresar a la mansión Délvheen o me interceptarían y debería inventarme mil y una excusas que solventaran mi desaparición nocturna pues, en cualquier caso, mi identidad como noble debía seguir siendo un secreto.
Caminé descalza hacia la ventana, tragando saliva al contemplar la fiera tempestad que se había desencadenado, aun mareada y un tanto aquejada de tos y fiebre. Pero debía seguir con lo planeado, aprovechar mi incursión en aquella mansión para averiguar la verdad sobre la desaparición de Roxanne. Tomé una bocanada de aire y sin mirar atrás, abrí la ventana por la que salí a hurtadillas, agarrándome del alféizar para evitar así resbalar por el tejado mojado, aunque no conté con que una tabla cediera ante mi peso y me hiciera desestabilizar, cayendo y deslizándome precipitadamente hacia el borde del tejado, sujetándome entonces a una tubería incrustada en el muro exterior que, poco a poco, empezaba a quebrarse, a ceder, por lo que, con rapidez y sin mirar abajo, me deslicé por la tubería hasta que mis pies tocaron los gélidos y pétreos adoquines cuyas piedras destrozaron mis pies hasta mi llegada a la mansión, haciéndome sonreír al percatarme de que mi llegada a sus puertas la noche anterior había sido idéntica a ahora, pues vestía un camisón blanco, permanecía bajo la lluvia y empapada, descalza de igual modo y un tanto confusa. Sin duda, a aquello se le llamba dejá vù en Francia.
Sin detenerme un momento más, recordé la ventana de la cocina que quedaba a medio cerrar, por lo que me filtré por ese lateral de la mansión, gateando hasta encontrar el cristal y tirar de él, deslizando primero mis piernas y luego el resto de mi cuerpo, sofocando los quejidos que me producía el roce de los cristales contra mi piel, rasgándola de nuevo, ésta vez a la altura de mi espalda. A tientas debido a la oscuridad que allí reinaba, caminé deprisa hacia el vestíbulo en busca de las escaleras que me condujeron al dormitorio dónde me hospedaba, cerrando la puerta con sigilo, suspirando aliviada al sentirme a salvo allí y habiendo superado todas las pruebas que el destino me había antepuesto aquella noche cuyo deseo era regresar con el señor Délvheen y fingir que había permanecido allí prácticamente toda la noche, algo falso, obviamente.
El camisón, empapado por la tormenta, decidí dejarlo sobre una butaca cercana a la centana cuyas cortinas permanecían cerradas, aunque el azote del viento y la tempestad seguía abofeteando sus cristales con ferocidad. Retrocedí unos pasos, decidiéndome a ir a la cama pues seguía enfermiza y los párpados me pesaban demasiado para mantenerme despierta por más tiempo, por lo que rodeé el lecho y me senté primero en el colchón, quedándome sin respiración al entrever, muy vagamente, un antifaz negro sobre la mesita de noche, junto a la cuál reposaba un anillo idéntico al mío, al mismo que el enmascarado me había regalado antes de desaparecer de mi vida.
- ¿Qué diablos significa ésto?- mascullé, parpadeando un par de veces cuando, de repente, escuché tras de mí el movimiento de las sábanas, el típico movimiento que produce aquél que duerme en un lecho y se incorpora, probablemente confuso al encontrar visita cuando no lo espera.
Tragué saliva ruidosamente y mantuve mi postura hierática, sin moverme ni un ápice, cortando mi respiración al momento, simplemente... esperando el desenlace.
- Fue un verdadero placer conocerle, monsieur Farhad. Ha sido una velada maravillosa que le prometo guardar en mi memoria hasta mis últimos días.
Él se despidió entonces y se alejó de mí sin que mi voz pudiese detenerle ya, demasiado orgullosa para intentarlo al menos, demasiado cobarde para mostrar la flaqueza que su marcha me produjo.
Así, bajo el manto de la tormenta que pronto descargó sobre mis hombros, fui silenciosa testigo de la calle vacía, pues los carruajes poco a poco se fueron marchando con los invitados y el húmedo y frío paraje quedó desértico, sin más presencia que la mía y la soledad ceñida a mi piel. ¿Por qué me sentía tan terriblemente vacía? No concebía aquella sensación en mí, creyéndome ya demasiado mayor para sentir ese cosquilleo en el vientre o el palpitar vertiginoso que un hombre podía provocar en una muchacha si éste lograba robarle el corazón con su sola sonrisa. Creí que tras el fallecimiento de Joris y la muerte de mi pequeña Galia, los sentimientos que una vez habían aflorado en mi ser para inundarlo de bondad y cariño, se habían evaporado con sus respectivas desapariciones. Yo, que prometí guardar luto de por vida, me encontraba ahora encaprichada de un hombre al que no conocía y que a su vez, parecía que nos conociéramos de siempre. Y sus ojos habían calado hondo en mí, sus labios me habían robado el aliento por las fantasías que tomaban forma en mi cabeza, y su tacto había erizado mi piel como la lluvia que ahora caía sobre mí, empapando mi cuerpo, haciéndome temblar y sonreír a la vez, como una demente, como una loca, como una tonta enamorada...
- Signorina, signorina Von Saher, ¿me escucha?
Moví un dedo, sintiendo los huesos del mismo crujir sonoramente, arrancándome una mueca de disgusto más que de dolor, pues aun me sentía cansada y el frío seguía haciéndome castañear los dientes. Sin embargo, desperecé mis ojos y busqué al dueño de aquella voz, sonriéndole, alegrándome de ver que estaba cerca de mí.
- Gael... Gael, tráigamelo.- susurré, delirando levemente por la fiebre.
- ¿A quién, signorina? Vamos, descanse, debe reposar para que le baje la fiebre y pueda reponerse pronto.- hablaba el hombre mientras depositaba sobre mi frente un paño húmedo, alumbrándose con una vela a punto de consumirse situada en la mesa auxiliar derecha al lecho dónde me encontraba agonizando.
- Tráigame a... al enmascarado...- le pedí, tomándole del cuello de su camisa blanca con cierta violencia, arrugándosela y viendo en su rostro cierto deje que me temía, por lo que solté su agarre y tras toser escandalosamente, recosté de nuevo mi espalda contra la almohada, sintiendo que me faltaba el aire por momentos.
- Signorina, mañana la llevaré a casa, no se preocupe.- suspiró apesadumbradamente el anciano, limpiándose el sudor de su frente con el puño de su camisa.- Ahora duérmase y si precisa algo, haga sonar la campanita que encontrará en la mesa de noche.
Y de ese modo, en silencio y visiblemente angustiado, mi siervo abandonó la estancia, sumiéndome en la más absoluta soledad, en un silencio que me devoraba lentamente hasta hacerme ahogar un grito, incorporándome aun aquejada para buscar algo a mi alrededor que me indicara que el enmascarado y lo sucedido no había sido un mero sueño, algo que... ¡El anillo! Allí estaba, junto a la vela sin cera ya que consumir, brillando casi con luz propia. Sonreí ampliamente y di un brinco del lecho, tomando aquella preciosa pieza entre mis dedos, deslizándola por el anular.
Fuera, un rayo iluminó la estancia justo antes de que la vela exhalara su último suspiro y la oscuridad se cerniera sobre mí, sintiéndome ahora frágil y pequeña a merced de las tinieblas. Pero fue el mismo destello de luz que me cegó, el que paradojamente, me devolvió el don de la visión y los recuerdos afloraron a mí como la misma tempestad bajo la que me había abrazado aquella misma noche. El cómo había llegado a la casa dónde Gaél y algunos siervos más se alojaban por orden mía y dónde en un principio debía hospedarme aquellos días en París, era todo un misterio. No obstante, no había tiempo que perder, pues antes del alba debía regresar a la mansión Délvheen o me interceptarían y debería inventarme mil y una excusas que solventaran mi desaparición nocturna pues, en cualquier caso, mi identidad como noble debía seguir siendo un secreto.
Caminé descalza hacia la ventana, tragando saliva al contemplar la fiera tempestad que se había desencadenado, aun mareada y un tanto aquejada de tos y fiebre. Pero debía seguir con lo planeado, aprovechar mi incursión en aquella mansión para averiguar la verdad sobre la desaparición de Roxanne. Tomé una bocanada de aire y sin mirar atrás, abrí la ventana por la que salí a hurtadillas, agarrándome del alféizar para evitar así resbalar por el tejado mojado, aunque no conté con que una tabla cediera ante mi peso y me hiciera desestabilizar, cayendo y deslizándome precipitadamente hacia el borde del tejado, sujetándome entonces a una tubería incrustada en el muro exterior que, poco a poco, empezaba a quebrarse, a ceder, por lo que, con rapidez y sin mirar abajo, me deslicé por la tubería hasta que mis pies tocaron los gélidos y pétreos adoquines cuyas piedras destrozaron mis pies hasta mi llegada a la mansión, haciéndome sonreír al percatarme de que mi llegada a sus puertas la noche anterior había sido idéntica a ahora, pues vestía un camisón blanco, permanecía bajo la lluvia y empapada, descalza de igual modo y un tanto confusa. Sin duda, a aquello se le llamba dejá vù en Francia.
Sin detenerme un momento más, recordé la ventana de la cocina que quedaba a medio cerrar, por lo que me filtré por ese lateral de la mansión, gateando hasta encontrar el cristal y tirar de él, deslizando primero mis piernas y luego el resto de mi cuerpo, sofocando los quejidos que me producía el roce de los cristales contra mi piel, rasgándola de nuevo, ésta vez a la altura de mi espalda. A tientas debido a la oscuridad que allí reinaba, caminé deprisa hacia el vestíbulo en busca de las escaleras que me condujeron al dormitorio dónde me hospedaba, cerrando la puerta con sigilo, suspirando aliviada al sentirme a salvo allí y habiendo superado todas las pruebas que el destino me había antepuesto aquella noche cuyo deseo era regresar con el señor Délvheen y fingir que había permanecido allí prácticamente toda la noche, algo falso, obviamente.
El camisón, empapado por la tormenta, decidí dejarlo sobre una butaca cercana a la centana cuyas cortinas permanecían cerradas, aunque el azote del viento y la tempestad seguía abofeteando sus cristales con ferocidad. Retrocedí unos pasos, decidiéndome a ir a la cama pues seguía enfermiza y los párpados me pesaban demasiado para mantenerme despierta por más tiempo, por lo que rodeé el lecho y me senté primero en el colchón, quedándome sin respiración al entrever, muy vagamente, un antifaz negro sobre la mesita de noche, junto a la cuál reposaba un anillo idéntico al mío, al mismo que el enmascarado me había regalado antes de desaparecer de mi vida.
- ¿Qué diablos significa ésto?- mascullé, parpadeando un par de veces cuando, de repente, escuché tras de mí el movimiento de las sábanas, el típico movimiento que produce aquél que duerme en un lecho y se incorpora, probablemente confuso al encontrar visita cuando no lo espera.
Tragué saliva ruidosamente y mantuve mi postura hierática, sin moverme ni un ápice, cortando mi respiración al momento, simplemente... esperando el desenlace.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Llegué al castillo como una sombra, como el espectro de lo que alguna vez fui. Me faltaba algo, necesitaba algo, y sabía perfectamente lo que era…No podía quitarme esa mirada del memoria.
No sabía que tenía aquella dama, pero estaba quitándome la razón a pasos agigantados. Y eso no me hacia ni pizca de gracia, porque no lo podía evitar.
Me conduje directamente hacia mi estudio, ordenando a algunos de mis siervos que trajeran algunos libros de mi biblioteca y de la sala de los tesoros. Pues aun tenia uno de los anillos en mi bolsillo y quería analizar aquellos grabados…Me sonaban de algo.
Así que ante una copa de “elixir de vida” que Sám me ofreció. Comencé a abrir y a investigar los diversos y antiquísimos tomos, buscando simbologías, leyendas, fábulas e incluso cuentos con referencia a laberintos, arte, y figuras como la escultura que había en palacio…Hasta que finalmente cuando mis parpados cansados empezaban a perderse entre los símbolos de uno de los libros que leía, que encontré los dibujos de aquellas enredaderas. Parpadee espabilándome un poco, y tome el anillo para posarlo sobre las amarillentas páginas del libro, percatándome de que eran iguales. Así que me puse a leer con ímpetu y rapidez de que se trataba, intrigado ante lo que veía. Descubriendo una pequeña leyenda, que hablaba sobre la naturaleza y sobre los dones de ciertas joyas, creadas por los reyes y señores de los tiempos para otorgar a sus portadores cualidades que variaban según la pieza que se trataba. -Nombraba por encima, al menos diez piezas distintas.-
Lo cierto es que aquella historia sonaba como los típicos cuentos de la antigüedad, en los que cualquier objeto corriente podía tener un atributo divino. Todo ello era debido a la ignorancia y a la superstición de algunas culturas ante lo que era desconocido, pero lo cierto es que habia algo en la leyenda que incitaba a creer que había mucho mas detrás de lo que contaba. Después de todo, aquella noche había aparecido una guardia para tales objetos. Si estaban tan interesados en ellos, eso debía de significar que algo poseían o tenían aquellos anillos. Ademas del aparente valor monetario que tendrían aquellas joyas.
Lleve una de mis manos a mi frente para apartar algunos mechones que se soltaban de mis cabellos recogidos, percatándome de que ni siquiera me había quitado el antifaz. Había llegado a casa y me había puesto a investigar sin tomarme un tiempo ni para quitarme los ropajes de etiqueta. Por lo que negué con la cabeza y me decidí a irme a dormir. Ya habría tiempo para saber que significaban o porque eran tan importantes aquellas joyas. Después de todo, seguro que ya no faltaba nada para el amanecer. Por lo que alerte a la guardia y doblé la vigilancia, a pesar de que había llegado por una de las entradas ocultas. Sin embargo teniendo en cuenta a aquella escolta, toda precaución era poca, así que deje orden de que dejaran adentrarse a madame Lautrec o a algún miembro de la familia –en caso de que llegara alguien- y a nadie más.
Así que sin dilación tome el anillo y me conduje a mi habitación. Quite mis ropajes aun húmedos y las botas, y me acosté medio vestido, aun con la camisa y el pantalón. Demasiado cansado ya como para preocuparme de desnudarme, por lo que quite mi antifaz y lo deje junto al anillo antes de soltar mis cabellos y dejar caer mi cabeza sobre la almohada, olvidándome del mundo.
Que es eso?...
Ella sonreía perversamente, haciéndome comprender que jugaba con la tuerca…con “mi” tuerca.
Scarlett…madame…¿que queréis de mi? Estoy comportándome con vos, ¿porque no me la devolvéis?...
Ella negaba con la cabeza. Y entonces se acercó hacia mí…Sin decir una palabra, simplemente gesticulando, por lo que tuve que leer sus labios.
Es mía! No te la devolveré!...
Despierta Jerarld…
Despierta ya…
Le mire frunciendo el seño, gesto que pareció disgustarla hasta un punto que no imaginé, pues se abalanzo sobre mí y sujeto mis hombros con firmeza, zarandeándome con una fuerza que no sabia de donde salía.
ES MIA!
Despierta!
Despierta!!!
DESPIERTA JERARLD!!!!! Abrí los ojos sobresaltado, removiéndome. Notando que había alguien mas en la cama por lo que me incorpore poco a poco, para observar su espalda desnuda y sus cabellos cobrizos cayendo por su espalda…
Lleve mis manos hacia mis ojos, tapándolos mientras negaba con la cabeza.
Oh dios mío…no solo sueño contigo. Ahora alucino contigo. ¿Que será lo siguiente?...Me pregunte a mi mismo en voz alta, bajando una de mis manos hacia mis labios, estirando mi mano hacia lo que era el hombro de aquella alucinación, convencido de que al hacerlo se esfumaría como el humo. Pero su piel calida me hizo dar un brinco.
¡Ella era real!
¡Pero que demonios!...¿Que..? Entonces observe lo que ella parecía mirar, notando como mi respiración frenaba y el poco color que quizás tenía en mi semblante desaparecía por completo.
Ella miraba el anillo y el antifaz…El antifaz de Farhad. Mi antifaz.
No se cuanto tiempo estuvimos sin decir nada. Pero después de lo que me pareció una eternidad, estire de las mantas hacia atrás y me senté, levantándome poco a poco para rodear el lecho y llegar frente a ella. Tome el antifaz de la mesita de noche -además del anillo-, y lo sostuve en mi mano. Mirándolo.
No podía deciros quien era, no habríais aceptado mi compañía…Pero debéis creedme cuando os digo, que he sido sincero con vos madame. En todo lo que he dicho o hecho.
Comente girando el rostro, sin siquiera fijarme en su desnudes, pues eran sus ojos lo que buscaba. Me acuclillé delante suyo y baje la mirada hacia el anillo en mi mano, dejando el antifaz en la cama al lado de ella. Centrando mi atención ahora en aquella joya, La cual encaje en mi dedo anular, sin saber a ciencia cierta porque.
Entonces ladee la cabeza, notando un ligero murmullo. -Similar a los pensamientos que podia escuchar en las mentes de otros.- Por lo que mire a la dama, contemplando sus ojos petrificados, percatándome de cosas que antes no había visto en ellos.
Debéis perdonarme…Debéis hacerlo. Cometo errores, constantemente, pero no soy el único…Tengo miedos, tengo temores y debilidades, como todo el mundo. Y lo confieso sin sentirme mal por ello…Yo también he perdido lo que mas amaba, yo también he visto mis peores temores hacerse realidad…Pero el miedo a seguir viviendo es aun peor que el hecho de enfrentarse a una nueva vida y a una nueva oportunidad…
Tragué saliva y desvíe la mirada poniéndome en pie, no sabia porque había dicho lo que había dicho. Pero de algún modo, podía entender, ver y sentir el temor de la dama, el temor a volver a comenzar algo, el temor a sentir y a querer. Como si aquello fuese una debilidad inminente que ella quería y debía impedir para no volver a sufrir de ese modo.
Podía entenderlo…Ella me había hablado de que había perdido a su marido, pero aun así. ¿Como había averiguado eso?...Aquello no era un pensamiento era una debilidad, y Scarlett no lo había traído a su mente. Acababa de mencionarle a mi acompañante una de sus debilidades, y es que lo había visto en su mirar. ¿Porque? ¿de donde había sacado esa información?...
Lo cierto es que todo eso no importaba ahora…
lo que importaba era aclarar porque le había ocultado mi identidad en la mascarada. y ya de paso ... Averiguar porque diantres estaba ella ahora en mi habitación, y desnuda. Aunque no sabia como hacer para aclararme. Pues sin saber porque,acababa de estropear aun mas la situación hablando de cosas que no tenia porque saber.
El silencio se hizo entre nosotros aun en la oscuridad de la sala. La tensión se podía palpar, y entonces un rayo quebró el cielo, dándonos a entender que el tiempo seguia su curso aunque nosotros nos hubiésemos detenido en él.
No sabía que tenía aquella dama, pero estaba quitándome la razón a pasos agigantados. Y eso no me hacia ni pizca de gracia, porque no lo podía evitar.
Me conduje directamente hacia mi estudio, ordenando a algunos de mis siervos que trajeran algunos libros de mi biblioteca y de la sala de los tesoros. Pues aun tenia uno de los anillos en mi bolsillo y quería analizar aquellos grabados…Me sonaban de algo.
Así que ante una copa de “elixir de vida” que Sám me ofreció. Comencé a abrir y a investigar los diversos y antiquísimos tomos, buscando simbologías, leyendas, fábulas e incluso cuentos con referencia a laberintos, arte, y figuras como la escultura que había en palacio…Hasta que finalmente cuando mis parpados cansados empezaban a perderse entre los símbolos de uno de los libros que leía, que encontré los dibujos de aquellas enredaderas. Parpadee espabilándome un poco, y tome el anillo para posarlo sobre las amarillentas páginas del libro, percatándome de que eran iguales. Así que me puse a leer con ímpetu y rapidez de que se trataba, intrigado ante lo que veía. Descubriendo una pequeña leyenda, que hablaba sobre la naturaleza y sobre los dones de ciertas joyas, creadas por los reyes y señores de los tiempos para otorgar a sus portadores cualidades que variaban según la pieza que se trataba. -Nombraba por encima, al menos diez piezas distintas.-
Lo cierto es que aquella historia sonaba como los típicos cuentos de la antigüedad, en los que cualquier objeto corriente podía tener un atributo divino. Todo ello era debido a la ignorancia y a la superstición de algunas culturas ante lo que era desconocido, pero lo cierto es que habia algo en la leyenda que incitaba a creer que había mucho mas detrás de lo que contaba. Después de todo, aquella noche había aparecido una guardia para tales objetos. Si estaban tan interesados en ellos, eso debía de significar que algo poseían o tenían aquellos anillos. Ademas del aparente valor monetario que tendrían aquellas joyas.
Lleve una de mis manos a mi frente para apartar algunos mechones que se soltaban de mis cabellos recogidos, percatándome de que ni siquiera me había quitado el antifaz. Había llegado a casa y me había puesto a investigar sin tomarme un tiempo ni para quitarme los ropajes de etiqueta. Por lo que negué con la cabeza y me decidí a irme a dormir. Ya habría tiempo para saber que significaban o porque eran tan importantes aquellas joyas. Después de todo, seguro que ya no faltaba nada para el amanecer. Por lo que alerte a la guardia y doblé la vigilancia, a pesar de que había llegado por una de las entradas ocultas. Sin embargo teniendo en cuenta a aquella escolta, toda precaución era poca, así que deje orden de que dejaran adentrarse a madame Lautrec o a algún miembro de la familia –en caso de que llegara alguien- y a nadie más.
Así que sin dilación tome el anillo y me conduje a mi habitación. Quite mis ropajes aun húmedos y las botas, y me acosté medio vestido, aun con la camisa y el pantalón. Demasiado cansado ya como para preocuparme de desnudarme, por lo que quite mi antifaz y lo deje junto al anillo antes de soltar mis cabellos y dejar caer mi cabeza sobre la almohada, olvidándome del mundo.
…
Abri los ojos, y mire a mi alrededor. Me encontraba sentado en medio de un prado verde. Delante de mi, Scarlett lanzaba un objeto al aire y lo tomaba del mismo. Jugando ágilmente con aquella pieza.Que es eso?...
Ella sonreía perversamente, haciéndome comprender que jugaba con la tuerca…con “mi” tuerca.
Scarlett…madame…¿que queréis de mi? Estoy comportándome con vos, ¿porque no me la devolvéis?...
Ella negaba con la cabeza. Y entonces se acercó hacia mí…Sin decir una palabra, simplemente gesticulando, por lo que tuve que leer sus labios.
Es mía! No te la devolveré!...
Despierta Jerarld…
Despierta ya…
Le mire frunciendo el seño, gesto que pareció disgustarla hasta un punto que no imaginé, pues se abalanzo sobre mí y sujeto mis hombros con firmeza, zarandeándome con una fuerza que no sabia de donde salía.
ES MIA!
Despierta!
Despierta!!!
DESPIERTA JERARLD!!!!! Abrí los ojos sobresaltado, removiéndome. Notando que había alguien mas en la cama por lo que me incorpore poco a poco, para observar su espalda desnuda y sus cabellos cobrizos cayendo por su espalda…
Lleve mis manos hacia mis ojos, tapándolos mientras negaba con la cabeza.
Oh dios mío…no solo sueño contigo. Ahora alucino contigo. ¿Que será lo siguiente?...Me pregunte a mi mismo en voz alta, bajando una de mis manos hacia mis labios, estirando mi mano hacia lo que era el hombro de aquella alucinación, convencido de que al hacerlo se esfumaría como el humo. Pero su piel calida me hizo dar un brinco.
¡Ella era real!
¡Pero que demonios!...¿Que..? Entonces observe lo que ella parecía mirar, notando como mi respiración frenaba y el poco color que quizás tenía en mi semblante desaparecía por completo.
Ella miraba el anillo y el antifaz…El antifaz de Farhad. Mi antifaz.
No se cuanto tiempo estuvimos sin decir nada. Pero después de lo que me pareció una eternidad, estire de las mantas hacia atrás y me senté, levantándome poco a poco para rodear el lecho y llegar frente a ella. Tome el antifaz de la mesita de noche -además del anillo-, y lo sostuve en mi mano. Mirándolo.
No podía deciros quien era, no habríais aceptado mi compañía…Pero debéis creedme cuando os digo, que he sido sincero con vos madame. En todo lo que he dicho o hecho.
Comente girando el rostro, sin siquiera fijarme en su desnudes, pues eran sus ojos lo que buscaba. Me acuclillé delante suyo y baje la mirada hacia el anillo en mi mano, dejando el antifaz en la cama al lado de ella. Centrando mi atención ahora en aquella joya, La cual encaje en mi dedo anular, sin saber a ciencia cierta porque.
Entonces ladee la cabeza, notando un ligero murmullo. -Similar a los pensamientos que podia escuchar en las mentes de otros.- Por lo que mire a la dama, contemplando sus ojos petrificados, percatándome de cosas que antes no había visto en ellos.
Debéis perdonarme…Debéis hacerlo. Cometo errores, constantemente, pero no soy el único…Tengo miedos, tengo temores y debilidades, como todo el mundo. Y lo confieso sin sentirme mal por ello…Yo también he perdido lo que mas amaba, yo también he visto mis peores temores hacerse realidad…Pero el miedo a seguir viviendo es aun peor que el hecho de enfrentarse a una nueva vida y a una nueva oportunidad…
Tragué saliva y desvíe la mirada poniéndome en pie, no sabia porque había dicho lo que había dicho. Pero de algún modo, podía entender, ver y sentir el temor de la dama, el temor a volver a comenzar algo, el temor a sentir y a querer. Como si aquello fuese una debilidad inminente que ella quería y debía impedir para no volver a sufrir de ese modo.
Podía entenderlo…Ella me había hablado de que había perdido a su marido, pero aun así. ¿Como había averiguado eso?...Aquello no era un pensamiento era una debilidad, y Scarlett no lo había traído a su mente. Acababa de mencionarle a mi acompañante una de sus debilidades, y es que lo había visto en su mirar. ¿Porque? ¿de donde había sacado esa información?...
Lo cierto es que todo eso no importaba ahora…
lo que importaba era aclarar porque le había ocultado mi identidad en la mascarada. y ya de paso ... Averiguar porque diantres estaba ella ahora en mi habitación, y desnuda. Aunque no sabia como hacer para aclararme. Pues sin saber porque,acababa de estropear aun mas la situación hablando de cosas que no tenia porque saber.
El silencio se hizo entre nosotros aun en la oscuridad de la sala. La tensión se podía palpar, y entonces un rayo quebró el cielo, dándonos a entender que el tiempo seguia su curso aunque nosotros nos hubiésemos detenido en él.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Tensé mis mandíbulas y cerré los ojos un momento, sintiendo la vena de mi frente hincharse por momentos, temblando incluso mis manos convertidas ahora en puños, sintiendo los latigazos de la furia azotar mi espalda, llevándome entonces, a bofetearle con fuerza, abriendo mis ojos de par en par, inyectados en una gran ofensa, vergüenza y odio.
- ¡¿Qué vais a saber vos de mis miedos y temores?!- vociferé, manteniendo la mirada fija en su semblante, ahora ladeado por el golpe recibido.- ¡¿Cómo osáis siquiera mirarme a la cara tras el embuste que fue ésta noche?!
Remolinos de recuerdos, palabras, destellos en sus ojos, pensamientos, formas, melodías, aromas, gestos... volvieron a mis retinas para luego esfumarse, consumidos por la mentira que había sido, un engaño que hacía arder mis entrañas más de lo que debiera, pues por alguna razón que desconocía, la idea de que el enmascarado fuera una cruel patraña suya, simplemente me hacía sufrir, demostrándome de nuevo la vida, que la confianza en los seres que habitan el mundo era ya una ilusión sin sentido alguno, sin valor, sin esperanza.
Jerarld había jugando conmigo aquella noche; había logrado calar hondo en mi ser, derribar los muros de mi persona, tentando las distancias que nos separaban para conocerle y dejarme conocer bajo el antifaz, abriéndome a él de un modo iluso, sin sospechar que aquél al que hubiera entregado parte de mí sin parpadear siquiera, fuera precisamente el hombre que ahora tenía enfrente, un vampiro cuyos colmillos habrían puesto fin a centenares de vidas humanas e inocentes, quizás la de mi misma hermanastra Roxanne.
Me avergonzó sentirme así, tan descubierta, tan frágil ante lo que él ya sabía de mí, tan desprotegida, humillada, manipulada como un títere. ¿Cómo pude dejar que me sedujeran sus palabras? ¿Cómo pude bajar la guardia de ese modo? ¿Cómo pude confiar en un enmascarado? En aquél momento, me odiaba profundamente. Me arrepentía de todo cuanto había dicho y hecho aquella noche, incluso el compartir ahora el mismo oxígeno de la sala. El orgullo, tocado y hundido, me pellizcaba y martilleaba constantemente, decidiéndome a abalanzarme sobre él de forma fiera y descontrolada, como si una niña con una fuerte pataleta me tratara, sentándome sobre su cadera para arañarle el pecho y gritarle sin cesar palabras que no pasaron por el filtro del buen juicio.
- ¡Tendría que haberle matado en cuanto le conocí! ¡¿Cómo pudo?! ¡Deshecho! ¡Mentiroso! ¡Monstruo! ¡Es vos lo peor del mundo! ¡Embustero!
Y sólo cuando me di cuenta que él no ofrecía resistencia, que permanecía estático, recibiendo en silencio aquellas puñaladas que eran mis palabras, mis gestos cesaron, deteniendo mis manos sobre su pecho, respirando dificultosamente, abriendo mis párpados aunque el llanto me hacía ver borrosamente, jadeando aun, relamiendo mis labios al sentir mi boca seca y amarga tras los farfullos que de ella emanaron. Pero sus ojos... volvieron a hipnotizarme, de aquél modo cálido y embriagador capaz de detener mis latidos.
- Le creo.- susurré, con el corazón en un puño y mis ojos desencajados, sin creer aquello que acababa de salir de mi boca, sintiendo aun asi, la certeza de que las palabras de Jerarld eran verdaderas, tanto como el que ahora me hallase sobre él.
No lo comprendía. Me sentía embelesada por él, pero más que eso, sus palabras me habían sonado tan sinceras, tan cálidas a mis oídos como una caricia de la brisa matinal. ¿Me estaría manipulando mediante sus poderes inmortales? Algo me decía que aquello era más sencillo de lo que parecía y que, simplemente, me encontraba ante un hecho cierto, descubriendo en sus palabras, la belleza de la verdad.
- ¡¿Qué vais a saber vos de mis miedos y temores?!- vociferé, manteniendo la mirada fija en su semblante, ahora ladeado por el golpe recibido.- ¡¿Cómo osáis siquiera mirarme a la cara tras el embuste que fue ésta noche?!
Remolinos de recuerdos, palabras, destellos en sus ojos, pensamientos, formas, melodías, aromas, gestos... volvieron a mis retinas para luego esfumarse, consumidos por la mentira que había sido, un engaño que hacía arder mis entrañas más de lo que debiera, pues por alguna razón que desconocía, la idea de que el enmascarado fuera una cruel patraña suya, simplemente me hacía sufrir, demostrándome de nuevo la vida, que la confianza en los seres que habitan el mundo era ya una ilusión sin sentido alguno, sin valor, sin esperanza.
Jerarld había jugando conmigo aquella noche; había logrado calar hondo en mi ser, derribar los muros de mi persona, tentando las distancias que nos separaban para conocerle y dejarme conocer bajo el antifaz, abriéndome a él de un modo iluso, sin sospechar que aquél al que hubiera entregado parte de mí sin parpadear siquiera, fuera precisamente el hombre que ahora tenía enfrente, un vampiro cuyos colmillos habrían puesto fin a centenares de vidas humanas e inocentes, quizás la de mi misma hermanastra Roxanne.
Me avergonzó sentirme así, tan descubierta, tan frágil ante lo que él ya sabía de mí, tan desprotegida, humillada, manipulada como un títere. ¿Cómo pude dejar que me sedujeran sus palabras? ¿Cómo pude bajar la guardia de ese modo? ¿Cómo pude confiar en un enmascarado? En aquél momento, me odiaba profundamente. Me arrepentía de todo cuanto había dicho y hecho aquella noche, incluso el compartir ahora el mismo oxígeno de la sala. El orgullo, tocado y hundido, me pellizcaba y martilleaba constantemente, decidiéndome a abalanzarme sobre él de forma fiera y descontrolada, como si una niña con una fuerte pataleta me tratara, sentándome sobre su cadera para arañarle el pecho y gritarle sin cesar palabras que no pasaron por el filtro del buen juicio.
- ¡Tendría que haberle matado en cuanto le conocí! ¡¿Cómo pudo?! ¡Deshecho! ¡Mentiroso! ¡Monstruo! ¡Es vos lo peor del mundo! ¡Embustero!
Y sólo cuando me di cuenta que él no ofrecía resistencia, que permanecía estático, recibiendo en silencio aquellas puñaladas que eran mis palabras, mis gestos cesaron, deteniendo mis manos sobre su pecho, respirando dificultosamente, abriendo mis párpados aunque el llanto me hacía ver borrosamente, jadeando aun, relamiendo mis labios al sentir mi boca seca y amarga tras los farfullos que de ella emanaron. Pero sus ojos... volvieron a hipnotizarme, de aquél modo cálido y embriagador capaz de detener mis latidos.
- Le creo.- susurré, con el corazón en un puño y mis ojos desencajados, sin creer aquello que acababa de salir de mi boca, sintiendo aun asi, la certeza de que las palabras de Jerarld eran verdaderas, tanto como el que ahora me hallase sobre él.
No lo comprendía. Me sentía embelesada por él, pero más que eso, sus palabras me habían sonado tan sinceras, tan cálidas a mis oídos como una caricia de la brisa matinal. ¿Me estaría manipulando mediante sus poderes inmortales? Algo me decía que aquello era más sencillo de lo que parecía y que, simplemente, me encontraba ante un hecho cierto, descubriendo en sus palabras, la belleza de la verdad.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Y ahí estaba yo…
Estirado en el suelo de mi habitación; abofeteado, arañado y zarandeado como hacia ya mucho tiempo que no me ocurría...
Una gitana me había dicho una vez que las mujeres acabarían conmigo y ahora después de tantos siglos desde aquella predicción, empezaba a pensar que seria cierto... Pero quite de mi cabeza aquellos absurdos y burlescos pensamientos para intentar actuar en consecuencia ante tal situación.
La había ofendido, podía verlo en sus lágrimas y me sentí tal y como sus palabras me describieron, pues era cierto… Pero no podía actuar de otro modo ante ella, no cuando ella tenia una idea preconcebida de mi tan tajante y cerrada. Asi que no me arrepentia, porque en el fondo ...no le habia mentido.
Me quede un instante en silencio, mirándola, simplemente dejándola que se desahogara y que me espetara todo lo que quisiera. A pesar de que sus calificativos hacia mi, empezaban a enterrarse de un modo doloroso, -por el simple hecho de que era ella quien me lo decía.- Pero no dije nada, porque sentía que lo merecía de algún modo.
Pero entonces su llanto me hizo incorporarme poco a poco, ella aun se hayaba sentada encima mío, por lo que quede aun mas cerca de su persona, observando sus labios apretados y las lágrimas que aun caían de su semblante ante su mirar dolido…Por lo que simplemente estire los brazos hacia ella atrayéndola hacia mi, abrazándole a la fuerza, a pesar de que ella se agarro a mi camisa enterrándome sus uñas, disgustada, aun enfurecida conmigo.
No os he engañado, lo juro…No ha sido un truco, no os he manipulado en ningún sentido, era yo quien hablaba esta noche. Es a mi a quien habéis conocido...
No ha sido una mentira... Indique aun apretándole contra mi, notando como su llanto parecía sosegarse por momentos, por lo que separándome un poco de ella, hice ademán de levantarme, sosteniéndola a ella por los brazos para ayudarle a incorporase, sentándole en mi cama y posando una de las mantas sobre su espalda desnuda mientras apartaba algunos de los mechones cobrizos que caian en desorden por su frente, percatándome de que su piel parecia hervir a pesar de que temblaba, no parecía encontrarse muy bien.
Me sente a su lado y apoye mis codos en mis rodillas, enterrando mi rostro en mis manos, cansado, agobiado y sin saber como actuar.
Lamento haberos dicho esas cosas. No logro entenderlo, pero es como si algo me dejara ver ciertos aspectos…Que no suelen salir a la luz. No quería ofenderos. Yo…
Solté un resoplido. Y baje la mirada al anillo que llevaba en al anular, comenzando a girarlo en mi dedo.
Simplemente lo sabia...Indiqué en un susurro al observar la joya. Pensando por un momento, si no seria por ello, que aquello tenia tanto valor...¿Una joya con cualidades?...con atributos?...Una joya que dejase ver algunas cosas a su portador? Sonaba tan absurdo que podia ser real.
Intente poner en orden mis ideas, aunque lo cierto es que esa idea empezaba a rondar en mi mente.
Os contare todo lo que se, responderé a todas vuestras preguntas…Como si queréis someterme a hipnosis…Comente bromeando. Hare lo que sea para que veáis que soy sincero y que no fui el asesino de Roxanne, no tengo intencion de ocultaros lo que ocurrio.
Si después de todo aquello seguís pensando que soy un vil mentiroso y culpable…Os dejare matarme, os dejare hacerlo porque mi palabra ya no tendrá valor alguno. Y no valdrá la pena enfrentarme a vos.
Ademas...
Quizas vos sepais dar un mejor uso a estos anillos...
Indique un tanto confuso, pues lo cierto es que intentaba recordar las cualidades de las piezas que relataba aquella historia que habia leido.
Por lo que me distraje un instante, percatandome de pronto del silencio abrumador que nos rodeaba, por lo que desvie la mirada hacia ella, que ahora, aparentemente, se mantenía pensativa y mas sosegada.
Negué con la cabeza, contemplando mi anillo, leyendo la frase que tenia inscrita...
¿ De que servia la libertad de amar si en el fondo todos éramos prisioneros de nuestros sentimientos y pensamientos?...
Seria una broma sin sentido del destino.
Entonces deje que los segundos pasaran a su lado. Después de todo seguíamos siendo dos enmascarados, dos enmascarados sin mascara, dos desconicidos que compartían una conversación, solo que en esta ocasión, ya no había música, ni una noche estrellada…
Estirado en el suelo de mi habitación; abofeteado, arañado y zarandeado como hacia ya mucho tiempo que no me ocurría...
Una gitana me había dicho una vez que las mujeres acabarían conmigo y ahora después de tantos siglos desde aquella predicción, empezaba a pensar que seria cierto... Pero quite de mi cabeza aquellos absurdos y burlescos pensamientos para intentar actuar en consecuencia ante tal situación.
La había ofendido, podía verlo en sus lágrimas y me sentí tal y como sus palabras me describieron, pues era cierto… Pero no podía actuar de otro modo ante ella, no cuando ella tenia una idea preconcebida de mi tan tajante y cerrada. Asi que no me arrepentia, porque en el fondo ...no le habia mentido.
Me quede un instante en silencio, mirándola, simplemente dejándola que se desahogara y que me espetara todo lo que quisiera. A pesar de que sus calificativos hacia mi, empezaban a enterrarse de un modo doloroso, -por el simple hecho de que era ella quien me lo decía.- Pero no dije nada, porque sentía que lo merecía de algún modo.
Pero entonces su llanto me hizo incorporarme poco a poco, ella aun se hayaba sentada encima mío, por lo que quede aun mas cerca de su persona, observando sus labios apretados y las lágrimas que aun caían de su semblante ante su mirar dolido…Por lo que simplemente estire los brazos hacia ella atrayéndola hacia mi, abrazándole a la fuerza, a pesar de que ella se agarro a mi camisa enterrándome sus uñas, disgustada, aun enfurecida conmigo.
No os he engañado, lo juro…No ha sido un truco, no os he manipulado en ningún sentido, era yo quien hablaba esta noche. Es a mi a quien habéis conocido...
No ha sido una mentira... Indique aun apretándole contra mi, notando como su llanto parecía sosegarse por momentos, por lo que separándome un poco de ella, hice ademán de levantarme, sosteniéndola a ella por los brazos para ayudarle a incorporase, sentándole en mi cama y posando una de las mantas sobre su espalda desnuda mientras apartaba algunos de los mechones cobrizos que caian en desorden por su frente, percatándome de que su piel parecia hervir a pesar de que temblaba, no parecía encontrarse muy bien.
Me sente a su lado y apoye mis codos en mis rodillas, enterrando mi rostro en mis manos, cansado, agobiado y sin saber como actuar.
Lamento haberos dicho esas cosas. No logro entenderlo, pero es como si algo me dejara ver ciertos aspectos…Que no suelen salir a la luz. No quería ofenderos. Yo…
Solté un resoplido. Y baje la mirada al anillo que llevaba en al anular, comenzando a girarlo en mi dedo.
Simplemente lo sabia...Indiqué en un susurro al observar la joya. Pensando por un momento, si no seria por ello, que aquello tenia tanto valor...¿Una joya con cualidades?...con atributos?...Una joya que dejase ver algunas cosas a su portador? Sonaba tan absurdo que podia ser real.
Intente poner en orden mis ideas, aunque lo cierto es que esa idea empezaba a rondar en mi mente.
Os contare todo lo que se, responderé a todas vuestras preguntas…Como si queréis someterme a hipnosis…Comente bromeando. Hare lo que sea para que veáis que soy sincero y que no fui el asesino de Roxanne, no tengo intencion de ocultaros lo que ocurrio.
Si después de todo aquello seguís pensando que soy un vil mentiroso y culpable…Os dejare matarme, os dejare hacerlo porque mi palabra ya no tendrá valor alguno. Y no valdrá la pena enfrentarme a vos.
Ademas...
Quizas vos sepais dar un mejor uso a estos anillos...
Indique un tanto confuso, pues lo cierto es que intentaba recordar las cualidades de las piezas que relataba aquella historia que habia leido.
Por lo que me distraje un instante, percatandome de pronto del silencio abrumador que nos rodeaba, por lo que desvie la mirada hacia ella, que ahora, aparentemente, se mantenía pensativa y mas sosegada.
Negué con la cabeza, contemplando mi anillo, leyendo la frase que tenia inscrita...
¿ De que servia la libertad de amar si en el fondo todos éramos prisioneros de nuestros sentimientos y pensamientos?...
Seria una broma sin sentido del destino.
Entonces deje que los segundos pasaran a su lado. Después de todo seguíamos siendo dos enmascarados, dos enmascarados sin mascara, dos desconicidos que compartían una conversación, solo que en esta ocasión, ya no había música, ni una noche estrellada…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Tendí mi mano temblorosa hacia él, estrechando los ojos antes de despegar mis labios para reclamar su anillo, tosiendo antes de poder hacerlo.
- Os lo devolveré en cuanto me demostréis que sois un buen abanderado de lo que significa éste anillo. Lo haré cuando sepa que defendéis la libertad de amar, lo que incluye ser declarado inoncente ante mi juicio.
Esperé paciente a que él depositara el anillo sobre la palma de mi mano, cerrándola en cuanto la conseguí para mirar con fijeza sus ojos claros, que siempre parecían desnudarme con la mirada de un modo... cálido, sutil y bello, aunque parezca rara mi descripción. Era como si desprendiera de él un abrazo mental que abarcaba mi anatomía y me estrechaba contra su pecho de forma protectora, apegándome a una piel invisible pero suave y aromática.
- ¿Lee mis pensamientos, señor Délvheen?- le pregunté con tono serio y acusatorio, palabras que parecieron desarmar al joven que me miró de forma confusa, aunque parecía que había dado en el clavo.- Sé que los seres como vos tenéis dones... el suyo parece ser la telepatía.- apunté mentalmente aunque no pude evitar comentarlo en voz alta, resoplando.- Lo cierto es que pensaba realizarle una sesión de hipnosis, señor. Si no tiene nada que esconderme, no le importará que husmee en sus recuerdos, ¿verdad?
Le dediqué una sonrisa cómplice tras la que siguió otra molesta cantinela de tos y cierto mareo, pues parecía que la fiebre me subía por momentos y el sudor empañaba ya mi mirada. Mis párpados, aunque lucharon fervientemente para mantenerse despiertos, fueron cayendo por su propio peso a medida que las conversaciones fueron avanzando durante el alba, siguiendo aquellas charlas de forma vaga y sin prestarle demasiada atención a lo que me decía o a lo que de mi boca pudiera escapar, durmiéndome finalmente sobre su pecho.
Desperté al día siguiente justo cuando podía verse el crepúsculo por una rendija de su ventana. Desperecé mis ojos y bostecé un par de veces antes de recordar qué hacía en aquél lecho matrimonial junto al vampiro que, dormido junto a mí, parecía una escultura procedente del más clásico de los artes griegos, perfectamente tallado e idealizado como era la regla que reinaba entonces, robándome la atención por unos momentos en los que me distraje contemplando su semblante plácido, sus cabellos anaranjados alborotados por la almohada blanca, sus largas pestañas adornando unos párpados aun sellados, su nariz un tanto respingona que le dotaba de un semblante más juvenil, sus finos labios pálidos cuya textura prometía ser suave como el tacto de una pluma...
Meneé mi cabeza, sujetándomela luego al percatarme que tan movimiento brusco había ejercido sobre la misma un fuerte dolor de migraña, quizás producido por la fiebre de la noche anterior. Lo cierto es que ya me encontraba mucho mejor, aunque las tripas reclamaban proteínas y en cierto modo, no quería que cuando el señor Délvheen despertara me hallara junto a él de aquél modo, por lo que decidí escapar de sus sábanas, cuidando mis movimientos para no despertarle, cerrando la puerta del dormitorio aun yendo de puntillas. Sólo entonces recuperé el aliento contenido y usé la manta que había depositado sobre mi espalda la noche anterior para cubrir mi desnudez. Pero al voltearme, descubrí el amargo rostro de un siervo que me miraba con fijeza, entrecerrando sus ojos ancianos. Tras el grito que escapó de mi boca y el golpe que mi cabeza recibió en cuanto retrocedí hacia la misma puerta que acababa de cerrar, el mayordomo me ofreció, en silencio, un croissant de jamón y queso que descansaba sobre una bandeja de plata, sobre la cuál también se hallaba un apetecible café. Tomé la taza y el croissant y tras una reverencia un tanto exagerada por mi parte, salí corriendo de allí sin un rumbo fijo, sólo en busca de un lugar tranquilo en el que poder sentarme y reflexionar sobre todo lo acontecido aquella noche...
- ¡Hop, hop, hop! ¡Arrrrrrrrrrrrrrriba, señor Délvheen, no me sea haragán!- vociferé mientras daba palmas para despertarle del sueño que tuviera, dirigiéndome hacia las cortinas de su dormitorio para retirarlas y contemplar así, cómo el sol ya se había escondido entre las colinas y el cielo, cubierto ahora por el fuego devorador que anunciaba el fin de un nuevo día.- ¡Vamos, despierte!- insistí, tirando se sus sábanas hasta que éste pareció volver a la realidad, aun somnoliento y seguramente aquejado por mis métodos.- Tenemos cosas por hacer, ¿recuerda? ¡Cúbrase las vergüenzas y vayamos al grano!
Empecé entonces a revolotear por la sala, cerrando la puerta con pesillo y atrancándola mediante la mesa de noche para evitar que nadie pudiera interrumpirnos durante la esperada sesión de hipnosis que pretendía realizar aquella noche. Usé unas cerillas para prender un par de candelabros, suficientes para alumbrar mínimamente la estancia. Recogí mis cabellos en un moño para que no me distrajeran de mi labor y tomé un taburete junto a la cama dónde permanecía Jerarld, sentándome en él tras alzar las faldas que siempre me incordiaban, tanto por su peso como por su tamaño.
- Desnúdese y acomódese sobre la almohada.- le pedí con una sonrisa cálida y amistosa, extrayendo de un bolsillo un péndulo de forma cónica y cuyo material era la piedra amatista.- Fíjese bien, señor Délvheen, mire el péndulo que le dispongo justo frente a sus ojos.- murmuré, hablando ahora con voz pausada, tranquila y dulce, empezando entonces a mover el péndulo que sostenía mediante una cadena de plata, balanceándolo muy lentamente hacia la izquierda y luego hacia la derecha en un vaivén corto y paulatino.- Relájese y fije la mirada en el péndulo. Sin apartar la mirada, deje de prestar atención a los pequeños sonidos de éste entorno, a la vez cobra conciencia del contacto de su piel. Preste atención a su respiración, pause cada vez que cambie el ritmo de su respiración sin dejar de mirar el punto fijo. Siente el contacto de la ropa con su piel, el peso de su cuerpo contra la superficie en la que se apoya, todas las emociones que le llegan a traves de los sentidos. Recuerde la pausa entre respiraciones. Poco a poco, mientras observa el punto fijo, se da cuenta que sus párpados son cada vez más y más pesados, más y más pesados... sus párpados se van cerrando, aplastados por un peso superior a sus fuerzas. Ya con los ojos cerrados, quiero que imagine una niebla densa justo delante de su cabeza. Es una niebla muy, muy densa que se va acercando a su frente. Pronto, esa niebla está envolviéndole y con cada inspiración, se va introduciendo por su cuerpo, lo va llenando y acumulando en sus pies, sus gemelos, en los muslos, le va llenando completamente. Es una sensación cálida y agradable. Sienta cómo la niebla, densa y luminosa, sigue llenando su cuerpo. Llega a la altura de su vientre, del pecho, los hombros, los brazos, el cuello, la frente. Bien, bien, señor Délvheen, se siente más relajado. Ahora, iremos más allá. Preste atención a sus pies y a sus piernas y quiero que repita en voz alta: "Mis pies y mis piernas están blandos. Mis pies y mis piernas están blandos y cálidos." Ahora, ascienda hacia los muslos y repita: "Blandos, mis muslos están blandos y calientes". Puede sentir cómo los músculos de sus piernas se hacen más y más pesados, como si estuviesen hechos de gelatina. Puede notar cómo la gravedad los va arrastrando. Ahora centre su atención en el vientre, en el pecho y diga: "Mi vientre y mi pecho están blandos. Los músculos de mi vientre y mi pecho son blandos y pesados. Mi vientre y mi pecho está blando y caliente." Preste atención ahora a sus manos, los músculos de sus antebrazos y brazos, vaya relajándolos repitiendo: "Mis manos y mis antebrazos están blandos y calientes. Los músculos de mis manos y mis brazos son más y más pesados. Mis brazos están blandos y calientes." Lleve la atención a los hombros, al cuello y a la nuca. Despréndase de todas las tensiones acumuladas en esas zonas, porque ahora están completamente blandos, sus músculos son de gelatina y le pesan. Todo en su cuerpo está blando y caliente. Piense ahora en los músculos de su cara, en el mentón, los labios, los pómulos, la nariz y vaya relajándolos, pues todos éstos músculos están blandos y calientes. Ahora, relaje los músculos de su cabeza, prestando atención a su frente y cejas, esos pequeños músculos que están entre sus cejas, completamente relajados ahora. Recuerde que una frente relajada es símbolo de paz interior. Repita conmigo: "Mi frente, mis cejas están blandas y calientes, completamente relajadas." Es posible que note que su cuerpo le pese... o puede que no note ningún cuerpo, como si flotara, como si no existiera la gravedad. Puede que experimente una sensación de calor o un ligero hormigueo en alguna o todas las partes de su cuerpo. Piense en cómo la saliva de su boca es muy fluida. En su boca abunda la saliva, fluida. Ahora, completamente relajado, quiero que preste atención a su respiración sin alterarla, simplemente, obsérvela desde fuera. Y mientras tome aire, piense "Estoy" y al expirar, piense "Tranquilo." "Estoy... tranquilo." Deje que la respiración se amolde a vos y repita, de forma muy alargada, "estoy.... tranquilo". Ahora, completamente relajado, es el momento de navegar por sus recuerdos, Jerarld... -sonreí, depositando el péndulo sobre un rincón de la cama, focalizando toda mi atención en él y su semblante que parecía vagar por la duermevela.- Dígame, ¿dónde se encuentra? ¿Es un lugar... que vos reconoce? ¿Se encuentra solo allí? ¿Busca algo o espera a alguien? ¿Podría decirme en qué época nos situamos, señor Délvheen?- le pedí, manteniendo la voz pausada y dulcificada que le había transportado al estado de tránsito que ahora experimentaba el vampiro, esperando no haber formulado demasiadas preguntas a la vez, esperando, ansiosa, sus respuestas.
- Os lo devolveré en cuanto me demostréis que sois un buen abanderado de lo que significa éste anillo. Lo haré cuando sepa que defendéis la libertad de amar, lo que incluye ser declarado inoncente ante mi juicio.
Esperé paciente a que él depositara el anillo sobre la palma de mi mano, cerrándola en cuanto la conseguí para mirar con fijeza sus ojos claros, que siempre parecían desnudarme con la mirada de un modo... cálido, sutil y bello, aunque parezca rara mi descripción. Era como si desprendiera de él un abrazo mental que abarcaba mi anatomía y me estrechaba contra su pecho de forma protectora, apegándome a una piel invisible pero suave y aromática.
- ¿Lee mis pensamientos, señor Délvheen?- le pregunté con tono serio y acusatorio, palabras que parecieron desarmar al joven que me miró de forma confusa, aunque parecía que había dado en el clavo.- Sé que los seres como vos tenéis dones... el suyo parece ser la telepatía.- apunté mentalmente aunque no pude evitar comentarlo en voz alta, resoplando.- Lo cierto es que pensaba realizarle una sesión de hipnosis, señor. Si no tiene nada que esconderme, no le importará que husmee en sus recuerdos, ¿verdad?
Le dediqué una sonrisa cómplice tras la que siguió otra molesta cantinela de tos y cierto mareo, pues parecía que la fiebre me subía por momentos y el sudor empañaba ya mi mirada. Mis párpados, aunque lucharon fervientemente para mantenerse despiertos, fueron cayendo por su propio peso a medida que las conversaciones fueron avanzando durante el alba, siguiendo aquellas charlas de forma vaga y sin prestarle demasiada atención a lo que me decía o a lo que de mi boca pudiera escapar, durmiéndome finalmente sobre su pecho.
Desperté al día siguiente justo cuando podía verse el crepúsculo por una rendija de su ventana. Desperecé mis ojos y bostecé un par de veces antes de recordar qué hacía en aquél lecho matrimonial junto al vampiro que, dormido junto a mí, parecía una escultura procedente del más clásico de los artes griegos, perfectamente tallado e idealizado como era la regla que reinaba entonces, robándome la atención por unos momentos en los que me distraje contemplando su semblante plácido, sus cabellos anaranjados alborotados por la almohada blanca, sus largas pestañas adornando unos párpados aun sellados, su nariz un tanto respingona que le dotaba de un semblante más juvenil, sus finos labios pálidos cuya textura prometía ser suave como el tacto de una pluma...
Meneé mi cabeza, sujetándomela luego al percatarme que tan movimiento brusco había ejercido sobre la misma un fuerte dolor de migraña, quizás producido por la fiebre de la noche anterior. Lo cierto es que ya me encontraba mucho mejor, aunque las tripas reclamaban proteínas y en cierto modo, no quería que cuando el señor Délvheen despertara me hallara junto a él de aquél modo, por lo que decidí escapar de sus sábanas, cuidando mis movimientos para no despertarle, cerrando la puerta del dormitorio aun yendo de puntillas. Sólo entonces recuperé el aliento contenido y usé la manta que había depositado sobre mi espalda la noche anterior para cubrir mi desnudez. Pero al voltearme, descubrí el amargo rostro de un siervo que me miraba con fijeza, entrecerrando sus ojos ancianos. Tras el grito que escapó de mi boca y el golpe que mi cabeza recibió en cuanto retrocedí hacia la misma puerta que acababa de cerrar, el mayordomo me ofreció, en silencio, un croissant de jamón y queso que descansaba sobre una bandeja de plata, sobre la cuál también se hallaba un apetecible café. Tomé la taza y el croissant y tras una reverencia un tanto exagerada por mi parte, salí corriendo de allí sin un rumbo fijo, sólo en busca de un lugar tranquilo en el que poder sentarme y reflexionar sobre todo lo acontecido aquella noche...
- ¡Hop, hop, hop! ¡Arrrrrrrrrrrrrrriba, señor Délvheen, no me sea haragán!- vociferé mientras daba palmas para despertarle del sueño que tuviera, dirigiéndome hacia las cortinas de su dormitorio para retirarlas y contemplar así, cómo el sol ya se había escondido entre las colinas y el cielo, cubierto ahora por el fuego devorador que anunciaba el fin de un nuevo día.- ¡Vamos, despierte!- insistí, tirando se sus sábanas hasta que éste pareció volver a la realidad, aun somnoliento y seguramente aquejado por mis métodos.- Tenemos cosas por hacer, ¿recuerda? ¡Cúbrase las vergüenzas y vayamos al grano!
Empecé entonces a revolotear por la sala, cerrando la puerta con pesillo y atrancándola mediante la mesa de noche para evitar que nadie pudiera interrumpirnos durante la esperada sesión de hipnosis que pretendía realizar aquella noche. Usé unas cerillas para prender un par de candelabros, suficientes para alumbrar mínimamente la estancia. Recogí mis cabellos en un moño para que no me distrajeran de mi labor y tomé un taburete junto a la cama dónde permanecía Jerarld, sentándome en él tras alzar las faldas que siempre me incordiaban, tanto por su peso como por su tamaño.
- Desnúdese y acomódese sobre la almohada.- le pedí con una sonrisa cálida y amistosa, extrayendo de un bolsillo un péndulo de forma cónica y cuyo material era la piedra amatista.- Fíjese bien, señor Délvheen, mire el péndulo que le dispongo justo frente a sus ojos.- murmuré, hablando ahora con voz pausada, tranquila y dulce, empezando entonces a mover el péndulo que sostenía mediante una cadena de plata, balanceándolo muy lentamente hacia la izquierda y luego hacia la derecha en un vaivén corto y paulatino.- Relájese y fije la mirada en el péndulo. Sin apartar la mirada, deje de prestar atención a los pequeños sonidos de éste entorno, a la vez cobra conciencia del contacto de su piel. Preste atención a su respiración, pause cada vez que cambie el ritmo de su respiración sin dejar de mirar el punto fijo. Siente el contacto de la ropa con su piel, el peso de su cuerpo contra la superficie en la que se apoya, todas las emociones que le llegan a traves de los sentidos. Recuerde la pausa entre respiraciones. Poco a poco, mientras observa el punto fijo, se da cuenta que sus párpados son cada vez más y más pesados, más y más pesados... sus párpados se van cerrando, aplastados por un peso superior a sus fuerzas. Ya con los ojos cerrados, quiero que imagine una niebla densa justo delante de su cabeza. Es una niebla muy, muy densa que se va acercando a su frente. Pronto, esa niebla está envolviéndole y con cada inspiración, se va introduciendo por su cuerpo, lo va llenando y acumulando en sus pies, sus gemelos, en los muslos, le va llenando completamente. Es una sensación cálida y agradable. Sienta cómo la niebla, densa y luminosa, sigue llenando su cuerpo. Llega a la altura de su vientre, del pecho, los hombros, los brazos, el cuello, la frente. Bien, bien, señor Délvheen, se siente más relajado. Ahora, iremos más allá. Preste atención a sus pies y a sus piernas y quiero que repita en voz alta: "Mis pies y mis piernas están blandos. Mis pies y mis piernas están blandos y cálidos." Ahora, ascienda hacia los muslos y repita: "Blandos, mis muslos están blandos y calientes". Puede sentir cómo los músculos de sus piernas se hacen más y más pesados, como si estuviesen hechos de gelatina. Puede notar cómo la gravedad los va arrastrando. Ahora centre su atención en el vientre, en el pecho y diga: "Mi vientre y mi pecho están blandos. Los músculos de mi vientre y mi pecho son blandos y pesados. Mi vientre y mi pecho está blando y caliente." Preste atención ahora a sus manos, los músculos de sus antebrazos y brazos, vaya relajándolos repitiendo: "Mis manos y mis antebrazos están blandos y calientes. Los músculos de mis manos y mis brazos son más y más pesados. Mis brazos están blandos y calientes." Lleve la atención a los hombros, al cuello y a la nuca. Despréndase de todas las tensiones acumuladas en esas zonas, porque ahora están completamente blandos, sus músculos son de gelatina y le pesan. Todo en su cuerpo está blando y caliente. Piense ahora en los músculos de su cara, en el mentón, los labios, los pómulos, la nariz y vaya relajándolos, pues todos éstos músculos están blandos y calientes. Ahora, relaje los músculos de su cabeza, prestando atención a su frente y cejas, esos pequeños músculos que están entre sus cejas, completamente relajados ahora. Recuerde que una frente relajada es símbolo de paz interior. Repita conmigo: "Mi frente, mis cejas están blandas y calientes, completamente relajadas." Es posible que note que su cuerpo le pese... o puede que no note ningún cuerpo, como si flotara, como si no existiera la gravedad. Puede que experimente una sensación de calor o un ligero hormigueo en alguna o todas las partes de su cuerpo. Piense en cómo la saliva de su boca es muy fluida. En su boca abunda la saliva, fluida. Ahora, completamente relajado, quiero que preste atención a su respiración sin alterarla, simplemente, obsérvela desde fuera. Y mientras tome aire, piense "Estoy" y al expirar, piense "Tranquilo." "Estoy... tranquilo." Deje que la respiración se amolde a vos y repita, de forma muy alargada, "estoy.... tranquilo". Ahora, completamente relajado, es el momento de navegar por sus recuerdos, Jerarld... -sonreí, depositando el péndulo sobre un rincón de la cama, focalizando toda mi atención en él y su semblante que parecía vagar por la duermevela.- Dígame, ¿dónde se encuentra? ¿Es un lugar... que vos reconoce? ¿Se encuentra solo allí? ¿Busca algo o espera a alguien? ¿Podría decirme en qué época nos situamos, señor Délvheen?- le pedí, manteniendo la voz pausada y dulcificada que le había transportado al estado de tránsito que ahora experimentaba el vampiro, esperando no haber formulado demasiadas preguntas a la vez, esperando, ansiosa, sus respuestas.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
La hipnosis era uno de los métodos favoritos de aquella época para rememorar cosas del pasado. Me había interesado en aquellas "ciencias" desde hacía bastante tiempo, percatándome al ser transformado, de que era bastante complicado que se les pudiesen aplicar estos métodos a los inmortales. Debido a las fuertes barreras mentales que se podían crear con entrenamiento y concentración, y que aumentaban su resistencia a través de los siglos, sobre todo en aquellos que como yo, tenían dones relacionados con la mente.
Sin embargo no era algo imposible, pues la mente era accesible si uno dejaba que se entrara en ella. Por eso, cuando madame Scarlett me propuso la hipnosis, lo pensé, y lo acepté, haciendo la excepción con ella. Bajando mis barreras y dejándome que me guiara con su voz para que ella ahondara en mis recuerdos, probando así mi inocencia ante sus métodos, aun sabiendo que me exponía de un modo que no me convendría del todo…
Dejé que mis recuerdos comenzaran a tomar forma, haciéndome ver poco a poco el lugar donde me encontraba, percatándome de como la oscuridad tomaba forma ante mi mirar.
Erguí la cabeza con cuidado, mirando a todos lados, la oscura estancia era iluminada por un frágil rayo de luz que entraba por una pequeña ventana. Me levante poco a poco y bajé la mirada hacia mis pequeñas manos.
Oh no…Comente sintiendo un enorme pesar al reconocer el lugar y el recuerdo en sí que había rememorado. Estoy…En mi habitación. Estoy en Oslo…En casa de mi tío Morgan… comencé a pasear por el lugar, fijándome en lo fría que estaba la estancia, mientras yo, con los pies descalzos caminaba hacia la puerta de mi habitación que estaba cerrada y llena de muebles apilados.
Todo está oscuro, y la puerta está llena de objetos. Creo que yo apilé los muebles allí para que nadie entrara… voy a sacarlos. Indique con calma, mientras me conducía hacia allí para arrastrar los muebles uno a uno hasta que salí de la habitación, mirando a todos lados.
Este lugar no me agrada, es enorme, los siervos dicen que molesto en todas partes, además no alcanzo a todas las manijas de la puertas!..Comente frustrado, frunciendo el ceño y haciendo un puchero. Estaba claramente, metido en la mente de aquel niño que fui, quizás de unos seis años, tal vez menos…
Entonces escuche la risa de Scarlett como un susurro lejano, y comprendí que debía de divertirse con lo que escuchaba, me lamente por un instante de dejar que ella viese aquellos recuerdos, sin embargo seguí mirando lo que ocurría en aquella escena que apenas recordaba.
Voy a ver si mi tia está en casa, ella es amable y me trata bien, quiero que me lea un cuento, me gustan los libros, ella me recuerda a mamá, hace mucho que no la veo, dijo que volveria. Pero empiezo a pensar que se olvido de mi…Comente con aquella mente sincera e inocente, que simplemente relataba lo que veía. En el recuerdo me acercaba por un pasillo para abrir la puerta del final, dejándola entreabierta para contemplar como mis tíos discutían.
Discuten. Discuten otra vez, mi tio habla siempre de dinero, y de los títulos de la familia…Títulos, ¿para qué quiere eso? ¿Se come? …Voy a entrar pero…
¿pero qué?...Retrocedí en la escena, asustado. Simplemente contemplando todo lo que sucedía, apreciando como mi tio zarandeaba a su esposa, insultándola, humillándola, mientras ella lloraba desconsolada, implorándole piedad, hasta que la voz de Scarlett me insto a seguir, formulándome nuevas preguntas, por lo que continúe contándole lo que veía.
Ellos…están forcejeando, mi…mi tío tiene sus manos en el cuello de ella, le está haciendo daño y ella no puede hacer nada…Ella le ha empujado y él le ha sujetado de un brazo…a tomado su abrecartas…Trague saliva.
NOO!!! SUELTALA! Grite antes de que mis ojos quedasen desencajados al ver como profería una serie de puñaladas en el frágil cuerpo de ella, apreciando con autentico horror como la sangre comenzaba a ser derramada en todas partes hasta que ella caía y entonces Morgan se giraba colérico para mirarme en la puerta. Lleve mis pequeñas manos a mis labios infantiles, apreciando con pavor como dejaba caer su cuerpo para comenzar a dar zancadas hacia mí. Entonces retrocedí sin apenas poder respirar, y eche a correr todo lo rápido que pude, cayéndome incluso repetidas veces ante lo aterrorizado que me sentía por ver aquello. Pero logre llegar a mi habitación y cerrar la puerta, volviendo a apilar los pesados muebles para que él no llegara hasta mi.
¡Ella…ella está muerta! ¡La ha matado! comencé a retroceder aterrorizado, mirando como él comenzaba a abrir la puerta.
¡No se lo diré a nadie, lo juro!.... ¡¡¡No te acerques….No te acerques!!! Implore en el recuerdo, demasiado atemorizado como para siquiera quitar la mirada de la puerta que se abría dejandole entrar mientras yo tapaba mi rostro con ambas manos sentado en el suelo...
De pronto todo quedo en negro, y supe que Scarlett me había sacado de aquel recuerdo. Podía sentir su mano cálida sobre la mía, y su voz sosegada que me hacia relajarme, calmando mi respiración.
Esa fue la primera vez que me pegó…De hecho, me rompió el brazo, aunque eso no fue nada, con el tiempo comenzó a tomarle gusto a desfogarse conmigo. Decía que se sentía enfadado conmigo porque su hermano me había dejado con el. Decía que no le gustaban los niños, que eran la epidemia del siglo… Sonreí a pesar de estar en la inconsciencia, negando ligeramente.
Sin embargo le había prometido a mi padre que no permitiría que me ocurriese nada.
En aquel momento me jure a mi mismo que si alguna vez tenia familia, les iba a querer, a cuidar, a mimar y a proteger lo mejor que pudiera. Sin levantarles la mano jamás…pues, ¿de que sirve tener familia, si no se les quiere…si no se les cuida o si no se les trata con cariño?...
No importa cuántos años tenga, jamás dejare de pensar de este modo, la familia de una persona, todos aquellos que uno decide escoger como tales, son lo realmente importante, lo demás, todo lo demás no tiene valor alguno. No hay tesoro mas valioso ni cosa más importante que el bienestar de aquellos a quienes amas...
Indique como si estuviese reflexionando en voz alta, percatándome al instante que no tenia porque decir eso, de hecho me avergonzó un tanto, a ella no le debía importar mi concepto de la familia, pero parecía que mi mente ahora le obedecía a ella y no a mí, cosa que debió ocurrir cuando deje que accediera a mis recuerdos, bajando mis barreras.
Al parecer, acababa de darle una entrada directa a los profundos recovecos de mi alma a una mujer que apenas conocía. Y lo había hecho por voluntad propia.
Tragué saliva al darme cuenta de que mi mente, mis recuerdos, y por ello mismo; mi vida, mis trapos sucios así como mis secretos…estaban a ahora a su merced...
Sin embargo no era algo imposible, pues la mente era accesible si uno dejaba que se entrara en ella. Por eso, cuando madame Scarlett me propuso la hipnosis, lo pensé, y lo acepté, haciendo la excepción con ella. Bajando mis barreras y dejándome que me guiara con su voz para que ella ahondara en mis recuerdos, probando así mi inocencia ante sus métodos, aun sabiendo que me exponía de un modo que no me convendría del todo…
Dejé que mis recuerdos comenzaran a tomar forma, haciéndome ver poco a poco el lugar donde me encontraba, percatándome de como la oscuridad tomaba forma ante mi mirar.
Erguí la cabeza con cuidado, mirando a todos lados, la oscura estancia era iluminada por un frágil rayo de luz que entraba por una pequeña ventana. Me levante poco a poco y bajé la mirada hacia mis pequeñas manos.
Oh no…Comente sintiendo un enorme pesar al reconocer el lugar y el recuerdo en sí que había rememorado. Estoy…En mi habitación. Estoy en Oslo…En casa de mi tío Morgan… comencé a pasear por el lugar, fijándome en lo fría que estaba la estancia, mientras yo, con los pies descalzos caminaba hacia la puerta de mi habitación que estaba cerrada y llena de muebles apilados.
Todo está oscuro, y la puerta está llena de objetos. Creo que yo apilé los muebles allí para que nadie entrara… voy a sacarlos. Indique con calma, mientras me conducía hacia allí para arrastrar los muebles uno a uno hasta que salí de la habitación, mirando a todos lados.
Este lugar no me agrada, es enorme, los siervos dicen que molesto en todas partes, además no alcanzo a todas las manijas de la puertas!..Comente frustrado, frunciendo el ceño y haciendo un puchero. Estaba claramente, metido en la mente de aquel niño que fui, quizás de unos seis años, tal vez menos…
Entonces escuche la risa de Scarlett como un susurro lejano, y comprendí que debía de divertirse con lo que escuchaba, me lamente por un instante de dejar que ella viese aquellos recuerdos, sin embargo seguí mirando lo que ocurría en aquella escena que apenas recordaba.
Voy a ver si mi tia está en casa, ella es amable y me trata bien, quiero que me lea un cuento, me gustan los libros, ella me recuerda a mamá, hace mucho que no la veo, dijo que volveria. Pero empiezo a pensar que se olvido de mi…Comente con aquella mente sincera e inocente, que simplemente relataba lo que veía. En el recuerdo me acercaba por un pasillo para abrir la puerta del final, dejándola entreabierta para contemplar como mis tíos discutían.
Discuten. Discuten otra vez, mi tio habla siempre de dinero, y de los títulos de la familia…Títulos, ¿para qué quiere eso? ¿Se come? …Voy a entrar pero…
¿pero qué?...Retrocedí en la escena, asustado. Simplemente contemplando todo lo que sucedía, apreciando como mi tio zarandeaba a su esposa, insultándola, humillándola, mientras ella lloraba desconsolada, implorándole piedad, hasta que la voz de Scarlett me insto a seguir, formulándome nuevas preguntas, por lo que continúe contándole lo que veía.
Ellos…están forcejeando, mi…mi tío tiene sus manos en el cuello de ella, le está haciendo daño y ella no puede hacer nada…Ella le ha empujado y él le ha sujetado de un brazo…a tomado su abrecartas…Trague saliva.
NOO!!! SUELTALA! Grite antes de que mis ojos quedasen desencajados al ver como profería una serie de puñaladas en el frágil cuerpo de ella, apreciando con autentico horror como la sangre comenzaba a ser derramada en todas partes hasta que ella caía y entonces Morgan se giraba colérico para mirarme en la puerta. Lleve mis pequeñas manos a mis labios infantiles, apreciando con pavor como dejaba caer su cuerpo para comenzar a dar zancadas hacia mí. Entonces retrocedí sin apenas poder respirar, y eche a correr todo lo rápido que pude, cayéndome incluso repetidas veces ante lo aterrorizado que me sentía por ver aquello. Pero logre llegar a mi habitación y cerrar la puerta, volviendo a apilar los pesados muebles para que él no llegara hasta mi.
¡Ella…ella está muerta! ¡La ha matado! comencé a retroceder aterrorizado, mirando como él comenzaba a abrir la puerta.
¡No se lo diré a nadie, lo juro!.... ¡¡¡No te acerques….No te acerques!!! Implore en el recuerdo, demasiado atemorizado como para siquiera quitar la mirada de la puerta que se abría dejandole entrar mientras yo tapaba mi rostro con ambas manos sentado en el suelo...
De pronto todo quedo en negro, y supe que Scarlett me había sacado de aquel recuerdo. Podía sentir su mano cálida sobre la mía, y su voz sosegada que me hacia relajarme, calmando mi respiración.
Esa fue la primera vez que me pegó…De hecho, me rompió el brazo, aunque eso no fue nada, con el tiempo comenzó a tomarle gusto a desfogarse conmigo. Decía que se sentía enfadado conmigo porque su hermano me había dejado con el. Decía que no le gustaban los niños, que eran la epidemia del siglo… Sonreí a pesar de estar en la inconsciencia, negando ligeramente.
Sin embargo le había prometido a mi padre que no permitiría que me ocurriese nada.
En aquel momento me jure a mi mismo que si alguna vez tenia familia, les iba a querer, a cuidar, a mimar y a proteger lo mejor que pudiera. Sin levantarles la mano jamás…pues, ¿de que sirve tener familia, si no se les quiere…si no se les cuida o si no se les trata con cariño?...
No importa cuántos años tenga, jamás dejare de pensar de este modo, la familia de una persona, todos aquellos que uno decide escoger como tales, son lo realmente importante, lo demás, todo lo demás no tiene valor alguno. No hay tesoro mas valioso ni cosa más importante que el bienestar de aquellos a quienes amas...
Indique como si estuviese reflexionando en voz alta, percatándome al instante que no tenia porque decir eso, de hecho me avergonzó un tanto, a ella no le debía importar mi concepto de la familia, pero parecía que mi mente ahora le obedecía a ella y no a mí, cosa que debió ocurrir cuando deje que accediera a mis recuerdos, bajando mis barreras.
Al parecer, acababa de darle una entrada directa a los profundos recovecos de mi alma a una mujer que apenas conocía. Y lo había hecho por voluntad propia.
Tragué saliva al darme cuenta de que mi mente, mis recuerdos, y por ello mismo; mi vida, mis trapos sucios así como mis secretos…estaban a ahora a su merced...
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Apoyé mi mentón sobre el dorso de mi mano que a su vez, mi codo se encontraba situado sobre mi rodilla izquierda, hallándose cruzada sobre la derecha para mantener así una posición cercana y cómoda respecto al individuo en cuya mente anhelaba ahondarme, descubriendo sus virtudes, defectos y secretos más ocultos.
Jerarld, estirado en aquél confortable lecho, empezó a hablarme de una habitación cuya puerta permanecía bloqueada, detalle que en sus recuerdos, logró deshacer para narrarme cómo caminaba hacia una estancia en la que presenciaba un brutal asesinato. No pude evitar mi semblante transformado ahora en una mueca de disgusto y horror ante aquello que describía, negando con la cabeza para intentar sosegar aquella emoción que de pronto me embargó, suscitándome tristeza por aquél niño en cuya infancia sólo había conocido el sabor de su propia sangre emanar de unas heridas producidas por un miembro de su propia familia, cuál cruel monstruo sin afecto alguno en su malogrado corazón.
Sé lo que pensarás: "Se está dejando llevar por una historia triste, no está usando el buen juicio para razonar las palabras de un vampiro que bien podría estar fingiendo el haberse dejado doblegar por una cazadora con tal de demostrar una inocencia que bien podría ser una farsa de igual modo." No obstante y para mi defensa, aludiré que durante aquella sesión de hipnosis, mi dedo anular vestía el anillo de la Verdad, aquél que, unas horas más tarde, descubriríamo que poseía el poder para detectar cuando alguien mentía o era sincero. Sin duda, una pieza muy práctica que no dudé en llevar el resto de mis días...
Como le decía, entonces no sabía del poder de aquella extraodinaria pieza de joyería, pero las palabras dichas por Jerarld, me embriagaron de una extraña sensación de paz, calidez y seguridad, sintiendo, en lo más hondo de mi ser, que era total e indiscutiblemente sincero conmigo. Sin dudas ni vacilación, le creí, tomando una de sus manos para transmitirle la firmeza que a él le faltaba al continuar su espeluznante relato.
- Dígame, señor Délvheen, ¿quiénes son aquellos a los que vos ama? -le pedí con voz suave y dulce como la miel, aludiendo así a sus últimas palabras dedicadas a la familia y la importancia de aquellos que la conformaban, buscando a través de mi petición, el averiguar qué sintió por mi hermanastra Roxanne y qué clase de padre era con sus hijos, inmiscuyéndome de éste modo, en sus relaciones personales para descubrir a qué clase de persona le estaba tomando la mano ahora.- Vos me habló del daño que su pariente le causó... ¿alguna vez dañó vos a alguien del mismo modo?- me interesé de repente, frunciendo levemente mi ceño al imaginarle en semejante situación, tensándoseme las mandíbulas como gesto innato de tensión y ansiedad por conocer dicha respuesta que probablemente, le condenaría a una muerte segura o quizás, a la liberación de mis acusaciones.
Todo dependía de sus palabras.
Jerarld, estirado en aquél confortable lecho, empezó a hablarme de una habitación cuya puerta permanecía bloqueada, detalle que en sus recuerdos, logró deshacer para narrarme cómo caminaba hacia una estancia en la que presenciaba un brutal asesinato. No pude evitar mi semblante transformado ahora en una mueca de disgusto y horror ante aquello que describía, negando con la cabeza para intentar sosegar aquella emoción que de pronto me embargó, suscitándome tristeza por aquél niño en cuya infancia sólo había conocido el sabor de su propia sangre emanar de unas heridas producidas por un miembro de su propia familia, cuál cruel monstruo sin afecto alguno en su malogrado corazón.
Sé lo que pensarás: "Se está dejando llevar por una historia triste, no está usando el buen juicio para razonar las palabras de un vampiro que bien podría estar fingiendo el haberse dejado doblegar por una cazadora con tal de demostrar una inocencia que bien podría ser una farsa de igual modo." No obstante y para mi defensa, aludiré que durante aquella sesión de hipnosis, mi dedo anular vestía el anillo de la Verdad, aquél que, unas horas más tarde, descubriríamo que poseía el poder para detectar cuando alguien mentía o era sincero. Sin duda, una pieza muy práctica que no dudé en llevar el resto de mis días...
Como le decía, entonces no sabía del poder de aquella extraodinaria pieza de joyería, pero las palabras dichas por Jerarld, me embriagaron de una extraña sensación de paz, calidez y seguridad, sintiendo, en lo más hondo de mi ser, que era total e indiscutiblemente sincero conmigo. Sin dudas ni vacilación, le creí, tomando una de sus manos para transmitirle la firmeza que a él le faltaba al continuar su espeluznante relato.
- Dígame, señor Délvheen, ¿quiénes son aquellos a los que vos ama? -le pedí con voz suave y dulce como la miel, aludiendo así a sus últimas palabras dedicadas a la familia y la importancia de aquellos que la conformaban, buscando a través de mi petición, el averiguar qué sintió por mi hermanastra Roxanne y qué clase de padre era con sus hijos, inmiscuyéndome de éste modo, en sus relaciones personales para descubrir a qué clase de persona le estaba tomando la mano ahora.- Vos me habló del daño que su pariente le causó... ¿alguna vez dañó vos a alguien del mismo modo?- me interesé de repente, frunciendo levemente mi ceño al imaginarle en semejante situación, tensándoseme las mandíbulas como gesto innato de tensión y ansiedad por conocer dicha respuesta que probablemente, le condenaría a una muerte segura o quizás, a la liberación de mis acusaciones.
Todo dependía de sus palabras.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Solté un gran suspiro, una vez más, cómodo y relajado. Escuchando su voz, que dulce y calmada como un susurro, volvía a preguntar, mientras yo le escuchaba como si fuese un eco lejano en mi mente.
-Aquellos a quienes amo…Sonreí cuando pensé en ellos, en todos ellos. Mis hijos…cada uno de ellos…Jäeger; mi hermano, Daél; mi madre…Eyra…aquella que fue en su momento mi esposa, a pesar de que lo nuestro nunca pudiese ser estable debido a nuestras grandes diferencias…Le aprecio como la compañera que alguna vez fue, asi como también a Roxanne…Quien me demostró que el amor, así como el arte, es algo vivo y a la vez invencible…Pues por ella rompí mi promesa ante los cielos…
Scarlett quiso ahondar en ella cuanto le mencione, por lo que mi mente comenzó a contarle como le había conocido, como nos habíamos enamorado y como habíamos compartido nuestro tiempo juntos. Descubriendo con el pasar de los meses su grave enfermedad.
Le conté como decidí alejarme de ella, sabiendo que mi presencia le dañaría, sabiendo que ella merecía algo mejor que yo, confiando en que me olvidaría para que rehiciera su vida con alguien vivo, alguien que pudiese darle todo lo que merecía, no como yo, que ni siquiera podía darle mi calor…
Poco a poco fui relatando, como me distancie de ella, sin perder el contacto del todo. Y es que comencé a proporcionarle mi sangre a Roxanne al apreciar que su salud recaía. Le conté como comencé a frecuentarla, sin dejar que ella me viese nunca, administrándole mi sangre inmortal para alargar sus días, y así evitar su prematura muerte… Rebelando el miedo que sentía porque ella desapareciera…Hasta que una buena noche me mostré ante su persona, y observe con horror como su vida se consumía entre mis brazos…
-Yo…
Yo le di el aliento inmortal a Roxanne…Indique haciendo una pausa. Notando como se formaba un nudo en mi estomago al recordar la sensación que sentí cuando pensé que ella ya no existiría mas…
Yo le di la vida eterna, aun cuando me prometí a mi mismo que jamás condenaría a nadie a lo que había sido condenado yo… y fue por egoísmo…Yo…Le di la vida eterna sin poder pensar en una existencia sin ella. Le di la vida, sin preguntarle si era eso lo que ella quería, si era acaso, lo que ella deseaba… Aunque lo cierto es que a pesar de que no me arrepiento de lo que hice, si que me arrepiento de aquella noche… De aquella fatídica noche.
El silencio se hizo ante nosotros. Y entonces supe que Scarlett debía de estar conmocionada ante tal noticia. Pues estaba descubriendo que su hermana no había desaparecido como creía todo el mundo, su hermana se había convertido en una vampira.
Pero entonces, sus preguntas continuaron, aun de forma sosegada, aun queriendo saber más…
-Dañar…Aquella cuestión quedo en mi cabeza un instante, mientras pensaba en ello…Por lo que deje que mi mente volviese a vagar, haciéndose un hueco en mi memoria en cierto día concreto, un día que visualice de forma tan clara y nítida como si hubiese sido ayer…
-Recuerdo una noche, en que alguien sufrió un horrible daño… Un daño que durante mucho tiempo no me supe perdonar. La voz de Scarlett me hizo continuar cuando quede en silencio, por lo que abrí los ojos viendo el nuevo escenario, sintiendo como el aire agitaba mis cabellos ante mi mirada angustiada. Así que comencé a relatarle lo que veía, a pesar de que aquel recuerdo era uno de los que más odiaba.
-Es de noche. Estoy corriendo por el bosque…Comencé a adentrarme en la escena, sintiendo ahora cada musculo de mi cuerpo tenso por lo que venía. La espesura me rodeaba, mientras que yo desesperado, me inmiscuía entre arbustos, despejándolos de mi camino, sintiendo el aroma de mis hijos en el aire, junto con el de Roxanne.
-Elle y Gabriel están perdidos en el bosque. Roxanne les busca, ella está al acecho…Ella es una neófita, no puede controlar lo que siente…Quiere beber de ellos y tengo que impedirlo.
Seguí corriendo hasta que visualice aquel acantilado. Los niños están heridos, su sangre comienza a aflorar. Roxanne se acerca a ellos, pero yo se lo acabo de impedir.
Roxanne…¿por qué no me escuchas?…No eres tu…Quien yo conocía jamás haría daño a su familia…Comencé a agitarme, percibiendo como el llanto y los gritos de los niños se agolpaba de pronto en mis oídos.
Estoy…Estoy forcejeando con ella, y ella ha resbalado por el acantilado, pero he tomado su mano. Estamos colgando, nos estamos cayendo…
¡¡¡No os acerquéis niños!!!... Les ordene atemorizado de que ellos pudieran caer también.…. No logro agarrarme a nada. ¡Nos vamos a caer! Mis rodillas resbalan entre las rocas, nos estamos acercando hacia el abismo. Roxanne me mira con una sonrisa…
Oh no…por favor no lo hagas, no me sueltes…Mírame…No lo hagas…Implore mientras veía sus ojos cristalinos, y aquella sonrisa dulce y cálida en el recuerdo…
Por favor…Escúchame…
¡Roxanne!…
¡¡¡ROXANNE!!!
…
Me quede en silencio al ver como sus dedos se soltaban de los míos ante mi grito desgarrador. Notando como Scarlett parecía palpar mi pecho para que continuase, sin que yo pudiese hacerlo realmente, y es que aquello aun dolía demasiado. Sin embargo después de un momento que no supe contar en el tiempo. Mi voz volvió a salir de mis labios, apagada y carente de energía.
Ella ha caído…Su cuerpo reposa ahora entre las afiladas ramas…y el sol sale al fin por el horizonte, irradiando su luz ante nuestros ojos que se miran fijamente. Nuestra piel se esta quemando, siento que mi piel es abrazada por la luz… y ni siquiera me importa… Ella ha cerrado los ojos y los niños lloran desconsolados… Están heridos...Los he tomado en brazos a los dos y me los he llevado conmigo…
Deje de hablar. Deje de pensar, deje que el recuerdo se esfumara y me quede en silencio. Con la mente sumida entre las sombras. Sabiendo que aun me sentía culpable aunque no hubiese sido mí culpa. Yo había intentado alargar la vida de Roxanne, aun cuando su final había sido escrito mucho antes de que yo apareciera en su vida. Intente salvarla a pesar de que incluso nuestro amor se apagara poco a poco…Intente cuidar de ella a pesar de que todo parecía oponerse entre nosotros.
Su destino era un brazo que no había podido torcer, a pesar de haberme esmerado. Su vida había acabado y yo debía continuar…Todos debíamos hacerlo, aunque todo se hubiese convertido en oscuro agujero sin salida.
Intente salvarla, lo intente de todas las formas que pude…Pero no pude hacerlo…
Todo cambio a partir de aquel día. Sin embargo la vida siguió, demostrándome que a veces perdemos lo que más queremos, y aun así debemos continuar…Por el bien de nuestros semejantes, y es que no pude morir en aquel momento a pesar de que lo desee en secreto…Mi corazón ya había muerto dos veces…Al ser convertido y ahora al verla caer…Y ahora, tenía que seguir luchando por nuestros niños, por su futuro, y porque la vida debía continuar, aunque fuese entre sombras…
Sin embargo Roxanne me enseñó que el amor es algo que siempre queda ahí de un modo u otro. El tiempo o el espacio no significan nada, no se lo pueden llevar, no cuando queda en cada gesto o palabra que ha dejado…Y es que le veo en ellos, veo a Rox en nuestros hijos cada día de mi vida…
Y es que quien nos quiso alguna vez, nunca puede abandonarnos del todo, pues su esencia, su recuerdo y aquel cariño siempre queda en nosotros, demostrándonos que el amor rompe todas las barreras, incluso aquellas imposibles de cruzar…¿Hay algo más importante acaso, Que eso?
Comencé a maldecir mi lengua... Comencé a maldecirla de veras. Quería revelar la verdad, quería decir lo que había ocurrido, pero mi alma estaba quedando al descubierto, y empezaba a desesperarme… Ahora estaba dando mi versión del amor…y ella escuchaba en silencio. Respire profundamente. Avergonzado por mis palabras y dolido ante aquellos recuerdos, sabiendo que aun no había acabado…Y es que ella me había preguntado que quienes eran aquellos a los que yo amaba...Y aun faltaba que hablase de alguien mas a quien no había mencionado, tragué saliva.
-Aquellos a quienes amo…Sonreí cuando pensé en ellos, en todos ellos. Mis hijos…cada uno de ellos…Jäeger; mi hermano, Daél; mi madre…Eyra…aquella que fue en su momento mi esposa, a pesar de que lo nuestro nunca pudiese ser estable debido a nuestras grandes diferencias…Le aprecio como la compañera que alguna vez fue, asi como también a Roxanne…Quien me demostró que el amor, así como el arte, es algo vivo y a la vez invencible…Pues por ella rompí mi promesa ante los cielos…
Scarlett quiso ahondar en ella cuanto le mencione, por lo que mi mente comenzó a contarle como le había conocido, como nos habíamos enamorado y como habíamos compartido nuestro tiempo juntos. Descubriendo con el pasar de los meses su grave enfermedad.
Le conté como decidí alejarme de ella, sabiendo que mi presencia le dañaría, sabiendo que ella merecía algo mejor que yo, confiando en que me olvidaría para que rehiciera su vida con alguien vivo, alguien que pudiese darle todo lo que merecía, no como yo, que ni siquiera podía darle mi calor…
Poco a poco fui relatando, como me distancie de ella, sin perder el contacto del todo. Y es que comencé a proporcionarle mi sangre a Roxanne al apreciar que su salud recaía. Le conté como comencé a frecuentarla, sin dejar que ella me viese nunca, administrándole mi sangre inmortal para alargar sus días, y así evitar su prematura muerte… Rebelando el miedo que sentía porque ella desapareciera…Hasta que una buena noche me mostré ante su persona, y observe con horror como su vida se consumía entre mis brazos…
-Yo…
Yo le di el aliento inmortal a Roxanne…Indique haciendo una pausa. Notando como se formaba un nudo en mi estomago al recordar la sensación que sentí cuando pensé que ella ya no existiría mas…
Yo le di la vida eterna, aun cuando me prometí a mi mismo que jamás condenaría a nadie a lo que había sido condenado yo… y fue por egoísmo…Yo…Le di la vida eterna sin poder pensar en una existencia sin ella. Le di la vida, sin preguntarle si era eso lo que ella quería, si era acaso, lo que ella deseaba… Aunque lo cierto es que a pesar de que no me arrepiento de lo que hice, si que me arrepiento de aquella noche… De aquella fatídica noche.
El silencio se hizo ante nosotros. Y entonces supe que Scarlett debía de estar conmocionada ante tal noticia. Pues estaba descubriendo que su hermana no había desaparecido como creía todo el mundo, su hermana se había convertido en una vampira.
Pero entonces, sus preguntas continuaron, aun de forma sosegada, aun queriendo saber más…
-Dañar…Aquella cuestión quedo en mi cabeza un instante, mientras pensaba en ello…Por lo que deje que mi mente volviese a vagar, haciéndose un hueco en mi memoria en cierto día concreto, un día que visualice de forma tan clara y nítida como si hubiese sido ayer…
-Recuerdo una noche, en que alguien sufrió un horrible daño… Un daño que durante mucho tiempo no me supe perdonar. La voz de Scarlett me hizo continuar cuando quede en silencio, por lo que abrí los ojos viendo el nuevo escenario, sintiendo como el aire agitaba mis cabellos ante mi mirada angustiada. Así que comencé a relatarle lo que veía, a pesar de que aquel recuerdo era uno de los que más odiaba.
-Es de noche. Estoy corriendo por el bosque…Comencé a adentrarme en la escena, sintiendo ahora cada musculo de mi cuerpo tenso por lo que venía. La espesura me rodeaba, mientras que yo desesperado, me inmiscuía entre arbustos, despejándolos de mi camino, sintiendo el aroma de mis hijos en el aire, junto con el de Roxanne.
-Elle y Gabriel están perdidos en el bosque. Roxanne les busca, ella está al acecho…Ella es una neófita, no puede controlar lo que siente…Quiere beber de ellos y tengo que impedirlo.
Seguí corriendo hasta que visualice aquel acantilado. Los niños están heridos, su sangre comienza a aflorar. Roxanne se acerca a ellos, pero yo se lo acabo de impedir.
Roxanne…¿por qué no me escuchas?…No eres tu…Quien yo conocía jamás haría daño a su familia…Comencé a agitarme, percibiendo como el llanto y los gritos de los niños se agolpaba de pronto en mis oídos.
Estoy…Estoy forcejeando con ella, y ella ha resbalado por el acantilado, pero he tomado su mano. Estamos colgando, nos estamos cayendo…
¡¡¡No os acerquéis niños!!!... Les ordene atemorizado de que ellos pudieran caer también.…. No logro agarrarme a nada. ¡Nos vamos a caer! Mis rodillas resbalan entre las rocas, nos estamos acercando hacia el abismo. Roxanne me mira con una sonrisa…
Oh no…por favor no lo hagas, no me sueltes…Mírame…No lo hagas…Implore mientras veía sus ojos cristalinos, y aquella sonrisa dulce y cálida en el recuerdo…
Por favor…Escúchame…
¡Roxanne!…
¡¡¡ROXANNE!!!
…
Me quede en silencio al ver como sus dedos se soltaban de los míos ante mi grito desgarrador. Notando como Scarlett parecía palpar mi pecho para que continuase, sin que yo pudiese hacerlo realmente, y es que aquello aun dolía demasiado. Sin embargo después de un momento que no supe contar en el tiempo. Mi voz volvió a salir de mis labios, apagada y carente de energía.
Ella ha caído…Su cuerpo reposa ahora entre las afiladas ramas…y el sol sale al fin por el horizonte, irradiando su luz ante nuestros ojos que se miran fijamente. Nuestra piel se esta quemando, siento que mi piel es abrazada por la luz… y ni siquiera me importa… Ella ha cerrado los ojos y los niños lloran desconsolados… Están heridos...Los he tomado en brazos a los dos y me los he llevado conmigo…
Deje de hablar. Deje de pensar, deje que el recuerdo se esfumara y me quede en silencio. Con la mente sumida entre las sombras. Sabiendo que aun me sentía culpable aunque no hubiese sido mí culpa. Yo había intentado alargar la vida de Roxanne, aun cuando su final había sido escrito mucho antes de que yo apareciera en su vida. Intente salvarla a pesar de que incluso nuestro amor se apagara poco a poco…Intente cuidar de ella a pesar de que todo parecía oponerse entre nosotros.
Su destino era un brazo que no había podido torcer, a pesar de haberme esmerado. Su vida había acabado y yo debía continuar…Todos debíamos hacerlo, aunque todo se hubiese convertido en oscuro agujero sin salida.
Intente salvarla, lo intente de todas las formas que pude…Pero no pude hacerlo…
Todo cambio a partir de aquel día. Sin embargo la vida siguió, demostrándome que a veces perdemos lo que más queremos, y aun así debemos continuar…Por el bien de nuestros semejantes, y es que no pude morir en aquel momento a pesar de que lo desee en secreto…Mi corazón ya había muerto dos veces…Al ser convertido y ahora al verla caer…Y ahora, tenía que seguir luchando por nuestros niños, por su futuro, y porque la vida debía continuar, aunque fuese entre sombras…
Sin embargo Roxanne me enseñó que el amor es algo que siempre queda ahí de un modo u otro. El tiempo o el espacio no significan nada, no se lo pueden llevar, no cuando queda en cada gesto o palabra que ha dejado…Y es que le veo en ellos, veo a Rox en nuestros hijos cada día de mi vida…
Y es que quien nos quiso alguna vez, nunca puede abandonarnos del todo, pues su esencia, su recuerdo y aquel cariño siempre queda en nosotros, demostrándonos que el amor rompe todas las barreras, incluso aquellas imposibles de cruzar…¿Hay algo más importante acaso, Que eso?
Comencé a maldecir mi lengua... Comencé a maldecirla de veras. Quería revelar la verdad, quería decir lo que había ocurrido, pero mi alma estaba quedando al descubierto, y empezaba a desesperarme… Ahora estaba dando mi versión del amor…y ella escuchaba en silencio. Respire profundamente. Avergonzado por mis palabras y dolido ante aquellos recuerdos, sabiendo que aun no había acabado…Y es que ella me había preguntado que quienes eran aquellos a los que yo amaba...Y aun faltaba que hablase de alguien mas a quien no había mencionado, tragué saliva.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Agaché la mirada y suspiré profundamente, alzándome y abandonando todo contacto físico que había mantenido con Jerarld, acercándome sigilosa y silenciosamente hacia el ventanal, cuyas cortinas aparté para contemplar la noche estrellada, tan pulcra y clara que cortó mi aliento ante su belleza. Durante largos minutos, reflexioné sobre todo cuanto el vampiro me había hablado, jugando con aquél anillo en mi dedo anular que de algún modo u otro, me confirmaba la certeza de cada una de sus palabras, aliviándome saber la verdad a cerca de Roxanne, aunque conmocionándome al saber hasta qué punto me necesitó y mi presencia jamás halló, inundándome la culpa y la impotencia, sintiendo rabia hacia mi madre y sus tantos secretos que se llevó a la tumba.
Y entonces, mis ojos se inundaron de amaneceres abrazando el torso desnudo de Joris, buscando con la yema de mis dedos aquella barba que me indicaba la cercanía de su boca, la misma que me recibía con el bálsamo de un amor puro y verdadero, capaz de erizarme la piel y desbocar mi corazón, haciendo que mi cuerpo flotara sobre una nube de ilusiones y felicidad que rebasaban los límites de la realidad, protegiéndome con su abrazo, proporcionándome su calor que encogía mi pecho y acompasaba mis respiraciones jadeantes hasta que las risas y prisas de nuestra pequeña Galia se acercaban a nosotros y, riendo aun avergonzados por aquella desnudez que descubríamos como si fuera la primera vez que nos veíamos, nos cubríamos con las sábanas blancas antes de que ella saltara sobre nosotros, abrazándonos y llenándonos de besos y risas que llenaban cada rincón vacío de mi alma, aspirando el aroma de su juventud y la vida que frente a ella se extendía como una flor recién abierta que busca el sol para resplandecer con él...
Cerré los ojos y dejé que una lágrima traicionera cayera sobre mi mejilla, limpiándola con el dorso de mi mano antes de voltearme hacia Jerarld, caminando de nuevo hacia él para sentarme dónde antes, retomando aquella sesión que sin quererlo, había reabierto las heridas del pasado.
- Es cierto, señor Délvheen. El recuerdo y la esencia de aquellos a los que amamos, siempre permanecerán en nuestra memoria, en nuestro día a día, hasta el día del Juicio Final en el que caeremos presos por nuestros actos, no pudiendo reconciliarnos con ellos dado que se encontrarán en un lugar bello, digno de ellos, dónde la paz prospera y las tinieblas se hallan lejos de ellos y a la vez, tan cerca de... mí.
Negué con la cabeza, retomando su mano con cuidado, sonriéndole aunque sabía que no vería tal gesto, acercándome a su oído para recitarle unos versos aludiendo a sus últimas palabras pronunciadas.
- Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquél que imaginaba; aquél que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero.
Me alcé de repente, tomando el anillo que pertenecía a mi anfitrión, percatándome de que mis últimos versos recitados tenían que ver con aquél anillo, refiriéndose así, a la Libertad de amar.
- Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quién me olvido de ésta existencia mezquina, por quién el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad porque muero.
Me detuve un momento, retomando el aliento sin saber el motivo por el que hablaba de aquél modo con Jerarld, abriéndole de algún extraño modo, lo recovecos de mi corazón malherido.
- Vos justificáis mi existencia: Si no le conozco, no he vivido; Si muero sin conocerle, no muero, porque no he vivido.
Tragué saliva ruidosamente, teniendo la sensación de haber descubierto algo importante. Ahora, la hipnosis ya no tenía más sentido de persistir, pues ya conocía la verdad que había venido buscando y en aquél momento, mi curiosidad se había detenido en aquellas pequeñas joyas platinas.
Y entonces, mis ojos se inundaron de amaneceres abrazando el torso desnudo de Joris, buscando con la yema de mis dedos aquella barba que me indicaba la cercanía de su boca, la misma que me recibía con el bálsamo de un amor puro y verdadero, capaz de erizarme la piel y desbocar mi corazón, haciendo que mi cuerpo flotara sobre una nube de ilusiones y felicidad que rebasaban los límites de la realidad, protegiéndome con su abrazo, proporcionándome su calor que encogía mi pecho y acompasaba mis respiraciones jadeantes hasta que las risas y prisas de nuestra pequeña Galia se acercaban a nosotros y, riendo aun avergonzados por aquella desnudez que descubríamos como si fuera la primera vez que nos veíamos, nos cubríamos con las sábanas blancas antes de que ella saltara sobre nosotros, abrazándonos y llenándonos de besos y risas que llenaban cada rincón vacío de mi alma, aspirando el aroma de su juventud y la vida que frente a ella se extendía como una flor recién abierta que busca el sol para resplandecer con él...
Cerré los ojos y dejé que una lágrima traicionera cayera sobre mi mejilla, limpiándola con el dorso de mi mano antes de voltearme hacia Jerarld, caminando de nuevo hacia él para sentarme dónde antes, retomando aquella sesión que sin quererlo, había reabierto las heridas del pasado.
- Es cierto, señor Délvheen. El recuerdo y la esencia de aquellos a los que amamos, siempre permanecerán en nuestra memoria, en nuestro día a día, hasta el día del Juicio Final en el que caeremos presos por nuestros actos, no pudiendo reconciliarnos con ellos dado que se encontrarán en un lugar bello, digno de ellos, dónde la paz prospera y las tinieblas se hallan lejos de ellos y a la vez, tan cerca de... mí.
Negué con la cabeza, retomando su mano con cuidado, sonriéndole aunque sabía que no vería tal gesto, acercándome a su oído para recitarle unos versos aludiendo a sus últimas palabras pronunciadas.
- Si el hombre pudiera decir lo que ama, si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz; si como muros que se derrumban para saludar la verdad erguida en medio, pudiera derrumbar su cuerpo dejando sólo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo, que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo, yo sería aquél que imaginaba; aquél que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero.
Me alcé de repente, tomando el anillo que pertenecía a mi anfitrión, percatándome de que mis últimos versos recitados tenían que ver con aquél anillo, refiriéndose así, a la Libertad de amar.
- Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; alguien por quién me olvido de ésta existencia mezquina, por quién el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor, la única libertad que me exalta, la única libertad porque muero.
Me detuve un momento, retomando el aliento sin saber el motivo por el que hablaba de aquél modo con Jerarld, abriéndole de algún extraño modo, lo recovecos de mi corazón malherido.
- Vos justificáis mi existencia: Si no le conozco, no he vivido; Si muero sin conocerle, no muero, porque no he vivido.
Tragué saliva ruidosamente, teniendo la sensación de haber descubierto algo importante. Ahora, la hipnosis ya no tenía más sentido de persistir, pues ya conocía la verdad que había venido buscando y en aquél momento, mi curiosidad se había detenido en aquellas pequeñas joyas platinas.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Escuche los versos que me relataba al oído, sintiendo como sus palabras sonaban reconfortantes de algún modo u otro. Seria por el tono de su voz, porque aun estaba bajo aquel estado de relajación inducida a la que ella me mantenía …Tal vez por el contenido de aquellas palabras, quizás tan solo porque podía notar su cercanía así como si aroma…Lo cierto es que respire en calma, suspirando profundamente, reflexionando en voz alta sus últimas frases.
La belleza reside en la verdad….y la verdad no es más que los hechos, sinceros, puros, como la naturaleza por ejemplo, que es pura, hermosa, perfecta y bella…Lo que significa que no puede existir verdad sin belleza, así como tampoco puede existir amor sin libertad…son conceptos unidos…la libertad y el amor, el amor y la libertad para escoger, para escuchar…para descubrir los recovecos del alma…para saber sus debilidades así como sus secretos….
Me quede un instante en silencio, estaba divagando sin que las cosas tuvieran en verdad sentido alguno. Aunque de alguna forma u otra entendía mis pensamientos abstractos.
¿Quería decir eso?, ¿que nuestros anillos tenían dones, como poder percibir la verdad, y poder averiguar las debilidades?...Lo cierto es que tenía sentido. Porque había visto cosas en Scarlett que no tenia porque ver, había visto sus debilidades, y ella había dicho que me creía cuando le hable aunque no tuviese motivos para hacerlo.
Libertad de amar… Libertad para creer, ¿Se es realmente libre…cuando en verdad ves a alguien, y sabes que tu alma le pertenece por entero sin poder hacer nada?...Pregunte de pronto, escuchando como Scarlett se sentaba a mi lado, preguntándome a que me refería.
En todos mis años de inmortal, mucha gente pasó por mi vida, muchos se fueron por el camino, muchos murieron ante mis ojos…o entre mis brazos…Y a pesar de que he sido amado, nunca he amado como ahora hago… Me habéis preguntado que quienes son aquellos que amo…y me he dejado a alguien. Pues alguien me ha robado el corazón…Desde el instante en que le vi. En cuando sentí su aroma y vi sus ojos por primera vez…
Ella me asustó, me atemorizó, me hizo sentir pequeño e insignificante ante su presencia. Y es que no supe entender, lo que ocurrió cuando me encontré con su persona…Simplemente sentí el calor de su cercanía, sentí el amor que jamás recibí, sentí su dulzura, asi como las palabras que jamás me dijo, y las caricias que jamás me dio…Me sentí amado, querido, protegido, cuidado…y todo ello con su simple mirada, Le mire a los ojos viendo mi propia alma reflejada en ellos. Como si acabase de encontrar la más hermosa de las melodías, la más inspirada de las obras, el más precioso de los regalos…Y eso solo ocurrió con su mirada…
¿Podéis creer que un hombre sea libre después de experimentar algo semejante?
Escuche una ligera risa en el ambiente y trague saliva, empezando a notar cierta angustia en mi interior.
"Oh dios mío… ¡¡¡cállate…cállate ya!!!.."Implore en mi cabeza, pidiendo que ella no quisiera saber a que me refería, pues lo cierto es que yo tampoco lo entendía del todo. Ahora mismo estaba hablando mi mente, mi subconsciente, uno total y completamente sincero. Un subconsciente “sin edulcorar”.
Ella comenzó a hablar conmigo, parecía interesada en lo que decía. Por lo que continúe charlando con ella, aun en aquel estado.
Tiene que perdonarme…Creo que no se ni lo que digo. Pues tampoco me había ocurrido antes… de hecho… Creo que ni siquiera lo he entendido hasta este momento…
Estoy enamorado… Estoy enamorado de alguien que no me conoce, de alguien que no sabe quién soy, estoy enamorado de alguien que no sabe que es la dueña de mi vida, de mis sueños, de lo que fui, lo que soy y de lo que seré…Pues jamás ninguna criatura en su magnificencia me robo el aliento de ese modo, ni tampoco la cordura del modo que ella ha hecho, con el simple hecho de mantenerse frente a mi… sin hacer nada más.
El amor me hace libre para amarla, aunque ella nunca me ame a mi, y nada importa porque ya me hace sentir pleno.
Me enamore de alguien de forma fugaz…precipitada…y aun asi de forma irremediable, loca y fascinante…
He….Perdido…La cabeza…por…
Note su mano sobre la mía, y entonces tomando aire dije tan solo un nombre…
Shirin…
Tragué saliva y en mi mente resonó un silencioso.
“NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO”
Eso fue lo que grite en mi mente. Escandalizado, y avergonzado hasta límites que no pude reconocer.
Qué demonios acababa de decir!. ¿¿¡Mi subconsciente decía que estaba enamorado!?? ¿¿¿ Yo??? ¿Porque yo? ¿que había hecho yo? me negaba en rotundo a aceptarlo…
Me sentía como un niño pequeño, asustadizo, infantil y escandaloso ante lo que había dicho. Y no podía hacer nada…Quería negarlo y no podía hacerlo, porque en el fondo comenzaba a entender que era cierto… La voz de Scarlett comenzó a indicarme que despertara. Por lo que agradeciendo a los cielos y a su bondad -por impedir que continuase dejando que dijese semejantes cosas-, abrí los ojos pesadamente y gire el rostro lentamente hacia ella, parpadeando y comenzando a sentir una vergüenza, una incertidumbre y un inmenso nudo en el estomago que se expandió hasta mi garganta, haciéndome sentir cada musculo de mi cuerpo tenso, mientras mis ojos angustiados le miraban contemplándola perpleja.
En aquel instante intente sentarme, levantándome y notando como millones de agujas se clavaban en mi cabeza, dándome un enorme dolor. Por lo que llevando ambas manos a ella, volví a estirarme tan lentamente como pude. Notando como si me taladrasen la cabeza una y otra vez, mientras tapaba mis ojos y mis sienes con mis manos, intentando que aquel dolor se fuese.
Seguramente era debido a bajar mis barreras y permitir que ella me dejara viajar a demasiados años atrás. Por lo que simplemente, me quede quieto, sabiendo que ella aun estaba ahí, en silencio, quizás ofendida, avergonzada, molesta y disgustada ante mi palabrería. Mientras yo aun me tapaba el rostro, en parte porque hasta la mínima luz comenzaba a molestarme en los ojos, y en parte porque ella estaba ahí…y me avergonzaba hasta tal extremo que no sabía si podría mirarla una vez más a la cara…por lo que lo único que dije fue…
Lo siento…
Aunque tampoco sabia precisamente…que era lo que sentía.
La belleza reside en la verdad….y la verdad no es más que los hechos, sinceros, puros, como la naturaleza por ejemplo, que es pura, hermosa, perfecta y bella…Lo que significa que no puede existir verdad sin belleza, así como tampoco puede existir amor sin libertad…son conceptos unidos…la libertad y el amor, el amor y la libertad para escoger, para escuchar…para descubrir los recovecos del alma…para saber sus debilidades así como sus secretos….
Me quede un instante en silencio, estaba divagando sin que las cosas tuvieran en verdad sentido alguno. Aunque de alguna forma u otra entendía mis pensamientos abstractos.
¿Quería decir eso?, ¿que nuestros anillos tenían dones, como poder percibir la verdad, y poder averiguar las debilidades?...Lo cierto es que tenía sentido. Porque había visto cosas en Scarlett que no tenia porque ver, había visto sus debilidades, y ella había dicho que me creía cuando le hable aunque no tuviese motivos para hacerlo.
Libertad de amar… Libertad para creer, ¿Se es realmente libre…cuando en verdad ves a alguien, y sabes que tu alma le pertenece por entero sin poder hacer nada?...Pregunte de pronto, escuchando como Scarlett se sentaba a mi lado, preguntándome a que me refería.
En todos mis años de inmortal, mucha gente pasó por mi vida, muchos se fueron por el camino, muchos murieron ante mis ojos…o entre mis brazos…Y a pesar de que he sido amado, nunca he amado como ahora hago… Me habéis preguntado que quienes son aquellos que amo…y me he dejado a alguien. Pues alguien me ha robado el corazón…Desde el instante en que le vi. En cuando sentí su aroma y vi sus ojos por primera vez…
Ella me asustó, me atemorizó, me hizo sentir pequeño e insignificante ante su presencia. Y es que no supe entender, lo que ocurrió cuando me encontré con su persona…Simplemente sentí el calor de su cercanía, sentí el amor que jamás recibí, sentí su dulzura, asi como las palabras que jamás me dijo, y las caricias que jamás me dio…Me sentí amado, querido, protegido, cuidado…y todo ello con su simple mirada, Le mire a los ojos viendo mi propia alma reflejada en ellos. Como si acabase de encontrar la más hermosa de las melodías, la más inspirada de las obras, el más precioso de los regalos…Y eso solo ocurrió con su mirada…
¿Podéis creer que un hombre sea libre después de experimentar algo semejante?
Escuche una ligera risa en el ambiente y trague saliva, empezando a notar cierta angustia en mi interior.
"Oh dios mío… ¡¡¡cállate…cállate ya!!!.."Implore en mi cabeza, pidiendo que ella no quisiera saber a que me refería, pues lo cierto es que yo tampoco lo entendía del todo. Ahora mismo estaba hablando mi mente, mi subconsciente, uno total y completamente sincero. Un subconsciente “sin edulcorar”.
Ella comenzó a hablar conmigo, parecía interesada en lo que decía. Por lo que continúe charlando con ella, aun en aquel estado.
Tiene que perdonarme…Creo que no se ni lo que digo. Pues tampoco me había ocurrido antes… de hecho… Creo que ni siquiera lo he entendido hasta este momento…
Estoy enamorado… Estoy enamorado de alguien que no me conoce, de alguien que no sabe quién soy, estoy enamorado de alguien que no sabe que es la dueña de mi vida, de mis sueños, de lo que fui, lo que soy y de lo que seré…Pues jamás ninguna criatura en su magnificencia me robo el aliento de ese modo, ni tampoco la cordura del modo que ella ha hecho, con el simple hecho de mantenerse frente a mi… sin hacer nada más.
El amor me hace libre para amarla, aunque ella nunca me ame a mi, y nada importa porque ya me hace sentir pleno.
Me enamore de alguien de forma fugaz…precipitada…y aun asi de forma irremediable, loca y fascinante…
He….Perdido…La cabeza…por…
Note su mano sobre la mía, y entonces tomando aire dije tan solo un nombre…
Shirin…
Tragué saliva y en mi mente resonó un silencioso.
“NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO”
Eso fue lo que grite en mi mente. Escandalizado, y avergonzado hasta límites que no pude reconocer.
Qué demonios acababa de decir!. ¿¿¡Mi subconsciente decía que estaba enamorado!?? ¿¿¿ Yo??? ¿Porque yo? ¿que había hecho yo? me negaba en rotundo a aceptarlo…
Me sentía como un niño pequeño, asustadizo, infantil y escandaloso ante lo que había dicho. Y no podía hacer nada…Quería negarlo y no podía hacerlo, porque en el fondo comenzaba a entender que era cierto… La voz de Scarlett comenzó a indicarme que despertara. Por lo que agradeciendo a los cielos y a su bondad -por impedir que continuase dejando que dijese semejantes cosas-, abrí los ojos pesadamente y gire el rostro lentamente hacia ella, parpadeando y comenzando a sentir una vergüenza, una incertidumbre y un inmenso nudo en el estomago que se expandió hasta mi garganta, haciéndome sentir cada musculo de mi cuerpo tenso, mientras mis ojos angustiados le miraban contemplándola perpleja.
En aquel instante intente sentarme, levantándome y notando como millones de agujas se clavaban en mi cabeza, dándome un enorme dolor. Por lo que llevando ambas manos a ella, volví a estirarme tan lentamente como pude. Notando como si me taladrasen la cabeza una y otra vez, mientras tapaba mis ojos y mis sienes con mis manos, intentando que aquel dolor se fuese.
Seguramente era debido a bajar mis barreras y permitir que ella me dejara viajar a demasiados años atrás. Por lo que simplemente, me quede quieto, sabiendo que ella aun estaba ahí, en silencio, quizás ofendida, avergonzada, molesta y disgustada ante mi palabrería. Mientras yo aun me tapaba el rostro, en parte porque hasta la mínima luz comenzaba a molestarme en los ojos, y en parte porque ella estaba ahí…y me avergonzaba hasta tal extremo que no sabía si podría mirarla una vez más a la cara…por lo que lo único que dije fue…
Lo siento…
Aunque tampoco sabia precisamente…que era lo que sentía.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Sonreí tímidamente antes de agarrar la falda de mi vestido para avanzar hacia la mesa de noche situada junto al lecho, vertiendo en un vaso de cristal un poco de agua fresca almacenada en una jarra de plata. Con la otra mano tomé una pastilla blanca de reducidas dimensiones y se lo acerqué a Jerarld, quién, hecho un ovillo, se ocultaba de mí.
- Tenga, le sentará bien.- le sugerí de forma dulce y pausada, sentándome junto a él en aquél lecho tras encender un par de velas suficientes que iluminaron la oscura estancia en la que nos hallábamos.- No se disculpe, señor Délvheen, no por sentir algo semejante. Aunque sea un imposible no significa que no sea cierto.-comenté, desviando la mirada a mis manos, con cuyos dedos jugueteé de forma distraída.- Shirin murió. Desapareció cuando el alba arañó el cielo, tal y como pactaron Farhad y ella, cuya condición se basaba en continuar sus respectivos caminos como un par de desconocidos que compartieron confidencias de lo que ahora serán simples fantasmas sin rostro.
Y entonces, a mi memoria afloraron de nuevo los recuerdos de un pasado al que me aferraba con uñas y dientes, sin importarme cuán daño pudieran causarme. Allí, sentada sobre un columpio infantil, mis brazos sostenían la cintura de Galia, quién a su vez pasaba las hojas de aquél grueso volumen de cuentos infantiles mientras mi voz, junto a su oído, leía las apasionantes historias que allí se narraban, contempladas solamente por la brisa que mecía nuestros cabellos y el sol poniente que teñía nuestra piel del color del otoño.
- Mamá, mamá, ¿para qué queremos los sentimientos sino los podemos desarrollar? ¿Para qué queremos los sueños, sino los podemos alcanzar?
Tomé entonces el dorso de su pequeña mano y deposité un efímero beso sobre el mismo, apoyando mi mejilla sobre su cabeza mientras mis ojos contemplaban el crepúsculo sobre el lago, escondiéndose ya los cisnes tras la vegetación que lo delimitaba.
- A veces, uno debe realizar sacrificios como éstos para hacer lo correcto, cariño. Isolda vestirá ese amor de por vida, pero prefiere ver marchar a su amante con tal de saber que estará vivo en alguna parte, que de vez en cuando pensará en ella. Isolda desea saber que hay algo más en esta vida y teme que si matan a Tristán, nunca podrá saberlo.- respondí con melosidad, tomando el libro entre mis mano para recitarle unas palabras.- Si nuestros corazones son uno, o nuestro amor semejante, ninguno desfallecerá, ninguno morirá.
Galia me agarró del puño de mi vestido con fuerza, ladeando su cabeza para mirarme, haciéndome estornudar cuando sus cabellos dorados acariciaron mi nariz. Algo que relajó su semblante serio, impidiendo así alargar aquella conversación demasiado triste para una niña tan alegre como ella, aunque su curiosidad y perspicacia la llevaran siempre a dos pasos por delante de cualquier otro niño de su edad. Cuando cerramos el libro y bajamos del columpio para regresar a casa tomadas de la mano, ella se limitó a añadir unas palabras más que ahora, sentada junto a Jerarld, resonaron vívidas en mi cabeza, haciéndome flaquear sin desearlo.
- Pero mami... ellos están destinados a ser felices juntos. El amor supera todos los obstáculos, incluso el de la muerte.
- El amor supera todos los obstáculos... incluo el de la muerte.- repetí en un suspiro apenas audible, alzándome con el semblante compungido, tomando el vaso que Jerarld me alargaba para depositarlo sobre la mesa de noche, dirigiéndome hacia la puerta de la sala, abriéndola y volteando mi rostro hacia mi anfitrión.- Descanse. Lo necesita.
- Tenga, le sentará bien.- le sugerí de forma dulce y pausada, sentándome junto a él en aquél lecho tras encender un par de velas suficientes que iluminaron la oscura estancia en la que nos hallábamos.- No se disculpe, señor Délvheen, no por sentir algo semejante. Aunque sea un imposible no significa que no sea cierto.-comenté, desviando la mirada a mis manos, con cuyos dedos jugueteé de forma distraída.- Shirin murió. Desapareció cuando el alba arañó el cielo, tal y como pactaron Farhad y ella, cuya condición se basaba en continuar sus respectivos caminos como un par de desconocidos que compartieron confidencias de lo que ahora serán simples fantasmas sin rostro.
Y entonces, a mi memoria afloraron de nuevo los recuerdos de un pasado al que me aferraba con uñas y dientes, sin importarme cuán daño pudieran causarme. Allí, sentada sobre un columpio infantil, mis brazos sostenían la cintura de Galia, quién a su vez pasaba las hojas de aquél grueso volumen de cuentos infantiles mientras mi voz, junto a su oído, leía las apasionantes historias que allí se narraban, contempladas solamente por la brisa que mecía nuestros cabellos y el sol poniente que teñía nuestra piel del color del otoño.
- Mamá, mamá, ¿para qué queremos los sentimientos sino los podemos desarrollar? ¿Para qué queremos los sueños, sino los podemos alcanzar?
Tomé entonces el dorso de su pequeña mano y deposité un efímero beso sobre el mismo, apoyando mi mejilla sobre su cabeza mientras mis ojos contemplaban el crepúsculo sobre el lago, escondiéndose ya los cisnes tras la vegetación que lo delimitaba.
- A veces, uno debe realizar sacrificios como éstos para hacer lo correcto, cariño. Isolda vestirá ese amor de por vida, pero prefiere ver marchar a su amante con tal de saber que estará vivo en alguna parte, que de vez en cuando pensará en ella. Isolda desea saber que hay algo más en esta vida y teme que si matan a Tristán, nunca podrá saberlo.- respondí con melosidad, tomando el libro entre mis mano para recitarle unas palabras.- Si nuestros corazones son uno, o nuestro amor semejante, ninguno desfallecerá, ninguno morirá.
Galia me agarró del puño de mi vestido con fuerza, ladeando su cabeza para mirarme, haciéndome estornudar cuando sus cabellos dorados acariciaron mi nariz. Algo que relajó su semblante serio, impidiendo así alargar aquella conversación demasiado triste para una niña tan alegre como ella, aunque su curiosidad y perspicacia la llevaran siempre a dos pasos por delante de cualquier otro niño de su edad. Cuando cerramos el libro y bajamos del columpio para regresar a casa tomadas de la mano, ella se limitó a añadir unas palabras más que ahora, sentada junto a Jerarld, resonaron vívidas en mi cabeza, haciéndome flaquear sin desearlo.
- Pero mami... ellos están destinados a ser felices juntos. El amor supera todos los obstáculos, incluso el de la muerte.
- El amor supera todos los obstáculos... incluo el de la muerte.- repetí en un suspiro apenas audible, alzándome con el semblante compungido, tomando el vaso que Jerarld me alargaba para depositarlo sobre la mesa de noche, dirigiéndome hacia la puerta de la sala, abriéndola y volteando mi rostro hacia mi anfitrión.- Descanse. Lo necesita.
Etháin- Vampiro Clase Media
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
No se vaya…Por favor no se vaya ahora.
Pedí aun acomodado en posición fetal, de espaldas a donde estaría ella. Con la cabeza apoyada en la almohada, con el semblante compungido ante el recuerdo de mis propias palabras. Sin embargo las suyas me habían sorprendido, y me habían dejado pensativo.
Me senté poco a poco, aun con la cabeza como si fuese a explotar. Simplemente quedando un instante sentado, con la mirada baja, en silencio. Intentando hacerme a la idea de lo que me ocurria…Pues hasta que lo había dicho, no lo había asimilado como la verdad que era. Y es que el propio miedo, como una cortina de humo, no me dejaba ver lo sentía.
Me había enamorado de un imposible, de un sueño… Y aun así, lo que sentía era tan fuerte, que casi podía sentir mi inservible corazón palpitando con fuerza contra mi pecho…
Si el amor supera todos los obstáculos…si supera incluso a la muerte, eso significa que aún queda algo de esperanza para mí…
A fin de cuentas, la esperanza era lo único a lo que me había aferrado con todas mis fuerzas al convertirme en lo que ahora era. ¿Que mas me quedaba…que eso?
Entonces acerque mi mano hacia la mesita de noche, donde mi máscara aun yacía sobre la superficie, la tome entre mis dedos, y la contemplé.
Lo que ha dicho es cierto… Shirin y Farhad se desvanecieron cuando llego el alba, pero lo que compartieron aquella noche no se fue. No del todo…
Me puse en pie con cuidado y le contemple en el marco de la puerta, dejando que el silencio nos envolviese un instante mientras le miraba, sin que ahora fuera incomoda esa ausencia de palabras.
Comencé a caminar hacia ella lentamente, hasta quedar a unos cuantos metros. Sintiendo de algún modo u otro que no había nada que temer. Me percate en su mirada luminosa, y en su gesto cansado y dolido. Los recuerdos de aquellos a quienes ella amaba aun estaban ahí en su retina, podía verlo sin leer su mente.
Puede que Shirin se haya ido…Pero la mujer que es, ella, su persona, aquella que no posee la máscara es quien ha quedado, y sus ojos son aun más hermosos sin nada que enturbie su rostro.
Baje la vista hacia la máscara que sostenía entre mis manos, sonriendo ante ella.
¿Cómo puede haber muerto aquella que enseñó a amar a Farhad? … Ella no es una ilusión, yo tampoco lo soy… Las máscaras se han roto y ahora solo somos dos, sin nada que nos oculte.
Eleve el rostro hacia el suyo, y tragué saliva.
¿Es tan difícil de creer, que el amor haya superado a la muerte? … Me acerque un poco más a ella hasta quedar frente suyo.
No te vayas Scarlett…No esta noche.
Necesito que te quedes…
Y nunca necesite nada... hasta que te conocí…
Pedí aun acomodado en posición fetal, de espaldas a donde estaría ella. Con la cabeza apoyada en la almohada, con el semblante compungido ante el recuerdo de mis propias palabras. Sin embargo las suyas me habían sorprendido, y me habían dejado pensativo.
Me senté poco a poco, aun con la cabeza como si fuese a explotar. Simplemente quedando un instante sentado, con la mirada baja, en silencio. Intentando hacerme a la idea de lo que me ocurria…Pues hasta que lo había dicho, no lo había asimilado como la verdad que era. Y es que el propio miedo, como una cortina de humo, no me dejaba ver lo sentía.
Me había enamorado de un imposible, de un sueño… Y aun así, lo que sentía era tan fuerte, que casi podía sentir mi inservible corazón palpitando con fuerza contra mi pecho…
Si el amor supera todos los obstáculos…si supera incluso a la muerte, eso significa que aún queda algo de esperanza para mí…
A fin de cuentas, la esperanza era lo único a lo que me había aferrado con todas mis fuerzas al convertirme en lo que ahora era. ¿Que mas me quedaba…que eso?
Entonces acerque mi mano hacia la mesita de noche, donde mi máscara aun yacía sobre la superficie, la tome entre mis dedos, y la contemplé.
Lo que ha dicho es cierto… Shirin y Farhad se desvanecieron cuando llego el alba, pero lo que compartieron aquella noche no se fue. No del todo…
Me puse en pie con cuidado y le contemple en el marco de la puerta, dejando que el silencio nos envolviese un instante mientras le miraba, sin que ahora fuera incomoda esa ausencia de palabras.
Comencé a caminar hacia ella lentamente, hasta quedar a unos cuantos metros. Sintiendo de algún modo u otro que no había nada que temer. Me percate en su mirada luminosa, y en su gesto cansado y dolido. Los recuerdos de aquellos a quienes ella amaba aun estaban ahí en su retina, podía verlo sin leer su mente.
Puede que Shirin se haya ido…Pero la mujer que es, ella, su persona, aquella que no posee la máscara es quien ha quedado, y sus ojos son aun más hermosos sin nada que enturbie su rostro.
Baje la vista hacia la máscara que sostenía entre mis manos, sonriendo ante ella.
¿Cómo puede haber muerto aquella que enseñó a amar a Farhad? … Ella no es una ilusión, yo tampoco lo soy… Las máscaras se han roto y ahora solo somos dos, sin nada que nos oculte.
Eleve el rostro hacia el suyo, y tragué saliva.
¿Es tan difícil de creer, que el amor haya superado a la muerte? … Me acerque un poco más a ella hasta quedar frente suyo.
No te vayas Scarlett…No esta noche.
Necesito que te quedes…
Y nunca necesite nada... hasta que te conocí…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
- Señor Délvheen.- le interrumpí con voz serena aunque firme y dura como una armadura de hierro cuya coraza envolvió cada una de mis palabras.- Vine aquí en busca de respuestas y ya las obtuve. No quisiera inportunarle con mi presencia por más tiempo.
Le dediqué una sonrisa fugaz y deshecha en sinceridad, esbozada por una melancolía que me había asaltado por la espalda en un momento de guardia baja, provocando que mis rodillas temblaran y mi voz tartamudeara por un segundo, sólo un segundo. Tomé una bocanada de aire cuando hice ademán de salir por la puerta, deteniéndome por un momento, regresando mi mirada a la de Jerarld, que parecía expectante ante mi reacción. Lo cierto es, que de él había obtenido todo lo que había querido sin apenas esfuerzos ni obstáculos. Le debía algo más que un adiós.
- Si nuestros corazones son uno, o nuestro amor semejante, ninguno desfallecerá, ninguno morirá.- recordé en voz alta, sintiendo cómo las lágrimas empañaban mi mirada y mi corazón palpitaba con violencia bajo mi pecho, rememorando en silencio cada palabra dicha la noche anterior y que jamás volvería al silencio ni al olvido.- La esperanza es una ilusión que le debilitará, señor Délvheen. ¿De qué sirve que le diga la tortura que vivo pensando en esos momentos, que con cada mirada suya me pongo enferma, que me carcome un sentimiento de culpa del que no puedo librarme? ¿le hace feliz eso?-vociferé, visiblemente alterada.
Me propiné entonces un golpe de cabeza contra el marco de la puerta en el que me encontraba, dejando que al fin el llanto se llevara de mi rostro toda máscara de anestesia que yo misma me había inyectado con la esperanza de no permitir a otros ver lo que en mi interior se desarrollaba: un deshielo profundo que arañaba mi alma hasta hacerme agonizar de puro dolor. Sólo cuando él hizo un gesto para acercarse más a mi, probablemente alarmado por mi brutalidad tan poco digna de una dama de mi clase social, despegué de nuevo mis labios hinchados y más rojos de lo habitual, mirándole con las pestañas vestidas con estalactitas y el temblor de mi voz como una hoja sobre la escarcha.
- Hay otras cosas por las que vivir sin necesitar el amor, señor Délvheen. Como el deber. Y mi deber me dicta que debo apartarle de mi vida.
Tensé mis mandíbulas y aun conmocionada conmigo misma, sintiéndome como una muñeca de porcelana sucia y vieja que no puede permitirse acompañar ya mano alguna que la cuide y la ame, aceptando su destino basado en la soledad, el silencio y el deber. Sí, como esa muñeca cuya función era hacer sonreír a todo aquél niño que la mirara, así me sentí yo, como si como ella, ambas hubiéramos perdido el sentido de nuestra existencia. Ella no podía escapar de aquél oscuro y espeluznante rincón polvoriento de la memoria infantil, pero yo... yo sí podía huír, cuál cobarde... pero huír.
Así que abandoné el dormitorio de Jerarld, dejándole atrás sumido en un silencio que incluso a mí me partía el alma. Le dejé, ignorando su petición de mantenerme junto a él aquella noche. Y marché, rumbo a la alcoba dónde aun quedaban algunas de mis pertenencias. Mientras las recogía, ya controlando mi estado anímico desbocado, hacía cálculos mentales de cuánto tiempo me llevaría mi estancia en París, pues hasta el alba no podría dirigirme al despecho del letrado Fournier para cobrar la herencia de mi hermanastra Roxanne. Quizás por la tarde, ya podría reunirme con Gaél e iniciar así, mi regreso a casa...
Le dediqué una sonrisa fugaz y deshecha en sinceridad, esbozada por una melancolía que me había asaltado por la espalda en un momento de guardia baja, provocando que mis rodillas temblaran y mi voz tartamudeara por un segundo, sólo un segundo. Tomé una bocanada de aire cuando hice ademán de salir por la puerta, deteniéndome por un momento, regresando mi mirada a la de Jerarld, que parecía expectante ante mi reacción. Lo cierto es, que de él había obtenido todo lo que había querido sin apenas esfuerzos ni obstáculos. Le debía algo más que un adiós.
- Si nuestros corazones son uno, o nuestro amor semejante, ninguno desfallecerá, ninguno morirá.- recordé en voz alta, sintiendo cómo las lágrimas empañaban mi mirada y mi corazón palpitaba con violencia bajo mi pecho, rememorando en silencio cada palabra dicha la noche anterior y que jamás volvería al silencio ni al olvido.- La esperanza es una ilusión que le debilitará, señor Délvheen. ¿De qué sirve que le diga la tortura que vivo pensando en esos momentos, que con cada mirada suya me pongo enferma, que me carcome un sentimiento de culpa del que no puedo librarme? ¿le hace feliz eso?-vociferé, visiblemente alterada.
Me propiné entonces un golpe de cabeza contra el marco de la puerta en el que me encontraba, dejando que al fin el llanto se llevara de mi rostro toda máscara de anestesia que yo misma me había inyectado con la esperanza de no permitir a otros ver lo que en mi interior se desarrollaba: un deshielo profundo que arañaba mi alma hasta hacerme agonizar de puro dolor. Sólo cuando él hizo un gesto para acercarse más a mi, probablemente alarmado por mi brutalidad tan poco digna de una dama de mi clase social, despegué de nuevo mis labios hinchados y más rojos de lo habitual, mirándole con las pestañas vestidas con estalactitas y el temblor de mi voz como una hoja sobre la escarcha.
- Hay otras cosas por las que vivir sin necesitar el amor, señor Délvheen. Como el deber. Y mi deber me dicta que debo apartarle de mi vida.
Tensé mis mandíbulas y aun conmocionada conmigo misma, sintiéndome como una muñeca de porcelana sucia y vieja que no puede permitirse acompañar ya mano alguna que la cuide y la ame, aceptando su destino basado en la soledad, el silencio y el deber. Sí, como esa muñeca cuya función era hacer sonreír a todo aquél niño que la mirara, así me sentí yo, como si como ella, ambas hubiéramos perdido el sentido de nuestra existencia. Ella no podía escapar de aquél oscuro y espeluznante rincón polvoriento de la memoria infantil, pero yo... yo sí podía huír, cuál cobarde... pero huír.
Así que abandoné el dormitorio de Jerarld, dejándole atrás sumido en un silencio que incluso a mí me partía el alma. Le dejé, ignorando su petición de mantenerme junto a él aquella noche. Y marché, rumbo a la alcoba dónde aun quedaban algunas de mis pertenencias. Mientras las recogía, ya controlando mi estado anímico desbocado, hacía cálculos mentales de cuánto tiempo me llevaría mi estancia en París, pues hasta el alba no podría dirigirme al despecho del letrado Fournier para cobrar la herencia de mi hermanastra Roxanne. Quizás por la tarde, ya podría reunirme con Gaél e iniciar así, mi regreso a casa...
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
El silencio que se hizo presente cuando ella se fue, llenando mi mundo de forma abrumadora, sobrecogedora, alarmante.
Fue demasiado…
Me gire en mis aposentos y comencé a caminar en círculos, estresado, angustiado y aun así sin saber qué hacer. Ella hablaba del deber, y yo simplemente del amor, sin ponerme en su lugar…
Ella tenía razón, ella era cazadora, su deber era acabar con aquellos que eran como yo. ¿Cómo luchar contra algo así?
Lleve mis manos hacia mi rostro y extendí mis cabellos hacia atrás…
No puedo hacer nada… Me dije a mi mismo, desesperado. Deje que mis brazos cayeran sin ánimo, mientras me quedaba ahí, perdido en aquel silencio punzante.
Entonces comencé a pensar en mi día a día… y en las cosas que debía hacer.
Tenía compromisos, tenia quehaceres, tenía que ocuparme de mis hijos y escribir y componer y viajar…
Y nada de eso parecía tener sentido. Era como si con su llegada nada pudiese tenerlo. ¿Cómo podría volver a mi vida sabiendo que la había encontrado, que había encontrado a quien inconscientemente buscaba y que le había dejado marchar?... Porque…¿le había dejado marchar?...
No, ella quería marcharse. Ella quería irse y yo simplemente quería que ella me diera una oportunidad.
Solo entonces, cuando imagine mi vida sin tener su compañía, empecé a sentir que vivía en un infierno. Solo cuando visualice cada mínimo fragmento de lo que sería mi eternidad, y el resto de mis días, que supe que no podía quedarme de brazos cruzados esperando el mañana. Pues no habría mañana para mi sin ella...
Camine rápidamente hacia la salida de mi habitación y fui hacia la suya, parándome en frente y respirando agitado. Me mordí los labios y subí los nudillos sin golpear aun. Cerré los ojos y fruncí el ceño. Sabía que estaba yendo demasiado lejos, y aun asi, todo me empujaba a ser así. Pues ahora dependía de ella, ella sería mi salvadora o mi verdugo, podía verlo claramente.
Solo me quedaba una oportunidad más.
Toque la puerta, toque repetidas veces y espere sin tener respuesta. Mi ansiedad comenzaba a crecer a pasos agigantados. El tiempo ahora parecía ir en mi contra, y eso era algo que no me podía permitir.
Scarlett…Por favor. Necesito que me dejes entrar. …Pasaron los segundos en los que espere, y no recibí respuesta. Baje la mirada hacia el pomo y me arme de valor para situar mi mano sobre el y abrir la puerta, encontrándomela de espaldas a mí, haciendo la maleta.
Camine hacia ella y ella se giro ágilmente, mirándome con la mirada interrogante y los cabellos a un lado de su cuello ante tal movimiento de su cabeza. Sus ojos aun llorosos, enrojecidos, y sus labios temblorosos se clavaron en mis retinas, haciéndome sentir horriblemente culpable por ser el causante de aquella aflicción.
Entonces camine hacia ella rápidamente, situándome frente a su persona y tome de sus brazos, como si quisiera darle a entender que estaba ahí, que estaba delante de ella, que no era un fantasma.
Scarlett…No sé cómo decírtelo, no sé cómo explicártelo…Pero no puedo dejar que te vayas, no puedo enfrentar este vacío. Dices que hay otras cosas por las que vivir…Y es cierto, pero todas ellas necesitan amor. Sin él no somos nada…El amor es lo único que nos queda, lo único por lo que luchar. No huyas de él, no dejes que pase…no dejes que se marchite.
Mire sus ojos humedecidos e intente tomar aire, para poder sosegarme un poco.
Si quieres apartarte de mí. Si no quieres verme mas, yo lo entenderé…Pero no huyas de lo que sientes. No huyas de lo que hay aquí…Indique bajando las manos de sus brazos para tomar la suyas y situarlas sobre mi pecho a la altura de mi corazón, mientras le miraba angustiado.
Se que tienes un deber…Y que no soy nadie para juzgarte, o para pedirte que renuncies a lo que eres…Pero tienes que entender, que esto es real…y que no desaparecerá.
Solo entonces, cuando vi el miedo en sus ojos, y el reflejo del mío propio en ellos, que supe que mi alma se fragmentaba ante la sola idea de no verla más. Por lo que solté sus manos y alce las mías propias hacia su rostro, sosteniéndolo con delicadeza para acercar mi frente a la suya, deleitándome por tan solo un instante de la calidez de su piel, mientras miraba sus ojos. Momento en el que me perdí en ellos, sin poder evitar que mis instintos me obligaran a actuar, haciendo que acercara mi rostro al suyo, para poder así acariciar sus labios con los míos, en un instante eterno, en los que aquellos labios cálidos y enrojecidos fueron abrazados por mi piel fría, en un beso calmado y lleno de agonía, en el que temí perderla hasta un punto que empezó a ser doloroso en mi pecho.
Me separe brevemente de ella, y busque sus ojos, encontrándome con ellos y con el silencio. Un silencio que volvió a sumirme en la miseria.
Le solté pausadamente y me separe un poco. Desvié la mirada hacia un lado, pues el silencio parecía responder a mis razonamientos, a mis ideas y a mis preguntas.
Una vez mas lo había intentado, sin embargo ninguna palabra había salido de sus labios…Había jugado mis cartas y ahora ya no me quedaba nada más que el vacio, que como el aire, empezaba a llenar mi interior.
Fue demasiado…
Me gire en mis aposentos y comencé a caminar en círculos, estresado, angustiado y aun así sin saber qué hacer. Ella hablaba del deber, y yo simplemente del amor, sin ponerme en su lugar…
Ella tenía razón, ella era cazadora, su deber era acabar con aquellos que eran como yo. ¿Cómo luchar contra algo así?
Lleve mis manos hacia mi rostro y extendí mis cabellos hacia atrás…
No puedo hacer nada… Me dije a mi mismo, desesperado. Deje que mis brazos cayeran sin ánimo, mientras me quedaba ahí, perdido en aquel silencio punzante.
Entonces comencé a pensar en mi día a día… y en las cosas que debía hacer.
Tenía compromisos, tenia quehaceres, tenía que ocuparme de mis hijos y escribir y componer y viajar…
Y nada de eso parecía tener sentido. Era como si con su llegada nada pudiese tenerlo. ¿Cómo podría volver a mi vida sabiendo que la había encontrado, que había encontrado a quien inconscientemente buscaba y que le había dejado marchar?... Porque…¿le había dejado marchar?...
No, ella quería marcharse. Ella quería irse y yo simplemente quería que ella me diera una oportunidad.
Solo entonces, cuando imagine mi vida sin tener su compañía, empecé a sentir que vivía en un infierno. Solo cuando visualice cada mínimo fragmento de lo que sería mi eternidad, y el resto de mis días, que supe que no podía quedarme de brazos cruzados esperando el mañana. Pues no habría mañana para mi sin ella...
Camine rápidamente hacia la salida de mi habitación y fui hacia la suya, parándome en frente y respirando agitado. Me mordí los labios y subí los nudillos sin golpear aun. Cerré los ojos y fruncí el ceño. Sabía que estaba yendo demasiado lejos, y aun asi, todo me empujaba a ser así. Pues ahora dependía de ella, ella sería mi salvadora o mi verdugo, podía verlo claramente.
Solo me quedaba una oportunidad más.
Toque la puerta, toque repetidas veces y espere sin tener respuesta. Mi ansiedad comenzaba a crecer a pasos agigantados. El tiempo ahora parecía ir en mi contra, y eso era algo que no me podía permitir.
Scarlett…Por favor. Necesito que me dejes entrar. …Pasaron los segundos en los que espere, y no recibí respuesta. Baje la mirada hacia el pomo y me arme de valor para situar mi mano sobre el y abrir la puerta, encontrándomela de espaldas a mí, haciendo la maleta.
Camine hacia ella y ella se giro ágilmente, mirándome con la mirada interrogante y los cabellos a un lado de su cuello ante tal movimiento de su cabeza. Sus ojos aun llorosos, enrojecidos, y sus labios temblorosos se clavaron en mis retinas, haciéndome sentir horriblemente culpable por ser el causante de aquella aflicción.
Entonces camine hacia ella rápidamente, situándome frente a su persona y tome de sus brazos, como si quisiera darle a entender que estaba ahí, que estaba delante de ella, que no era un fantasma.
Scarlett…No sé cómo decírtelo, no sé cómo explicártelo…Pero no puedo dejar que te vayas, no puedo enfrentar este vacío. Dices que hay otras cosas por las que vivir…Y es cierto, pero todas ellas necesitan amor. Sin él no somos nada…El amor es lo único que nos queda, lo único por lo que luchar. No huyas de él, no dejes que pase…no dejes que se marchite.
Mire sus ojos humedecidos e intente tomar aire, para poder sosegarme un poco.
Si quieres apartarte de mí. Si no quieres verme mas, yo lo entenderé…Pero no huyas de lo que sientes. No huyas de lo que hay aquí…Indique bajando las manos de sus brazos para tomar la suyas y situarlas sobre mi pecho a la altura de mi corazón, mientras le miraba angustiado.
Se que tienes un deber…Y que no soy nadie para juzgarte, o para pedirte que renuncies a lo que eres…Pero tienes que entender, que esto es real…y que no desaparecerá.
Solo entonces, cuando vi el miedo en sus ojos, y el reflejo del mío propio en ellos, que supe que mi alma se fragmentaba ante la sola idea de no verla más. Por lo que solté sus manos y alce las mías propias hacia su rostro, sosteniéndolo con delicadeza para acercar mi frente a la suya, deleitándome por tan solo un instante de la calidez de su piel, mientras miraba sus ojos. Momento en el que me perdí en ellos, sin poder evitar que mis instintos me obligaran a actuar, haciendo que acercara mi rostro al suyo, para poder así acariciar sus labios con los míos, en un instante eterno, en los que aquellos labios cálidos y enrojecidos fueron abrazados por mi piel fría, en un beso calmado y lleno de agonía, en el que temí perderla hasta un punto que empezó a ser doloroso en mi pecho.
Me separe brevemente de ella, y busque sus ojos, encontrándome con ellos y con el silencio. Un silencio que volvió a sumirme en la miseria.
Le solté pausadamente y me separe un poco. Desvié la mirada hacia un lado, pues el silencio parecía responder a mis razonamientos, a mis ideas y a mis preguntas.
Una vez mas lo había intentado, sin embargo ninguna palabra había salido de sus labios…Había jugado mis cartas y ahora ya no me quedaba nada más que el vacio, que como el aire, empezaba a llenar mi interior.
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Retrocedí un paso en cuanto sus manos liberaron mi rostro, llevándome a los labios dos de mis dedos bajo los que la humedad y el ardiente beso aun devoraba mi boca de forma cálida, dulce y agradable como si hubiera mordido la manzana de la felicidad más pura y verdadera. Un bocado divino que aquél inmortal me había ofrecido tras unas palabras que me empequeñecieron, doblándose mis rodillas hasta que mi espalda se deslizó por la pared y mis manos rodearon entonces mis rodillas ahora flexionadas, hundiendo mi rostro y cerrando los ojos.
- Una vez, mi tío Magnus me dijo: Algunas personas escuchan sus voces interiores con gran claridad y viven de acuerdo con lo que escuchan; esas personas se vuelven locas... o se convierten en leyenda. Míreme, señor Délvheen, míreme y dígame qué ve en mí.- le exigí de repente, alzando mi rostro hacia él para mirarle suplicante, llorosa y con los cabellos alborotados pegados a mi semblante roto.- ¡Exacto! ¡Nada! He cumplido todas las reglas; las humanas, las divinas... ¡Y míreme! ¡¿Qué me queda más que la soledad y el dolor?! Lo perdí todo por una esperanza, señor Délvheen... todo... ¿por qué vos arriesgaríais todo cuanto posee por alguien a quién no conoce? ¿Por alguien destinada a robarle el corazón y hacérselo añicos? Vos habláis del amor, de un amor que consuela como el resplandor del sol después de la lluvia. ¡Ya amé una vez y me fue arrebatado cruelmente! Vos habláis de un sentimiento que no desaparecerá, más sois inmortal y la vida eterna poseéis para olvidarme si así lo deseáis... Más yo...
Hundí de nuevo mi cabeza entre mis brazos, mordiendo mis labios con fuerza antes de volver a pronunciar la palabra.
- Yo soy fuerte, por eo estoy bien sola. Aunque la verdad, siempre he deseado tener valor. Un valor que espero cada mañana para no salir corriendo. Un valor que rehuye a mi corazón. Valor para confiar en alguien es... lo que más deseo.
Le busqué con la mirada encendida, desinhibiéndome ante él, sin importarme ya qué tan patética le parecían mis pucheros infantiles. Era indescriptible la sensación de alivio que sentía en mi alma ante cada palabra sincera que escapaba de mi boca, usando aun la saliva que Jerarld me había prestado con aquél beso robado que más que saciarme, había dejado sobre mis labios la necesidad de volver a perderme en su prohibida cueva.
- Estoy cansada, señor Délvheen.- suspiré, apaciguando mis palpitaciones y aquellas respiraciones aceleradas que llenaban de angustia la sala.- Estoy cansada de luchar contra algo invencible.Tiene razón...-sonreí con nostalgia mientras me erguía hasta ponerme en pie frente a él, ya más tranquila.- ¿Para qué queremos los sentimientos sino los podemos desarrollar? ¿Para qué queremos los sueños, sino los podemos alcanzar?
Di un paso al frente, osando, con cierto titubeo en mis manos temblorosas, tomar las suyas entre las mías, sintiendo la frialdad de su piel, su tacto suave y duro como el mármol. Tragué saliva y mis ojos deambularon por su anatomía, subiendo desde su cintura hasta su rostro, su ojos que me miraban ansiosos, sus labios un tanto fruncidos como si temieran unas palabras que jamás serían pronunciadas por él y aun así, veía ese miedo. Suspiré, no pude evitarlo, clavando luego mis ojos en los suyos, con fijeza y decisión.
- Me dice que no dejará que me vaya, más afirma entender que mi deseo sea alejarme de vos. Dígame, ¿qué quiere de mí?
Entonces, fui yo quién frunció los labios, alertando mis sentidos al menor indicio de vacilación por su parte, escrutando aquella mirada que parecía desnudarme el alma. Frente a él, me encontraba con un desconocido al que conocía perfectamente. Frente a un ladrón que más que robarme el corazón y la cordura, me había robado, por un instante, todo aquél sufrimiento agolpado en mi pecho y sellado por los cerrojos del silencio y el orgullo. Frente a él, el tiempo se detuvo tal y como dicen los poetas cuando escriben sobre el amor de tu vida. Y supe, entonces mejor que nunca, que en él encontraría la pieza sin la cual mi existencia sería un vacío en un universo cuyos astros giraban a mi alrededor sin sentido alguno. Él era el amor que uno siempre espera y su beso, las huellas que me habían guiado hacia el rumbo que mi corazón estaba dispuesto a tomar. ¿Lo estaría él?
- Una vez, mi tío Magnus me dijo: Algunas personas escuchan sus voces interiores con gran claridad y viven de acuerdo con lo que escuchan; esas personas se vuelven locas... o se convierten en leyenda. Míreme, señor Délvheen, míreme y dígame qué ve en mí.- le exigí de repente, alzando mi rostro hacia él para mirarle suplicante, llorosa y con los cabellos alborotados pegados a mi semblante roto.- ¡Exacto! ¡Nada! He cumplido todas las reglas; las humanas, las divinas... ¡Y míreme! ¡¿Qué me queda más que la soledad y el dolor?! Lo perdí todo por una esperanza, señor Délvheen... todo... ¿por qué vos arriesgaríais todo cuanto posee por alguien a quién no conoce? ¿Por alguien destinada a robarle el corazón y hacérselo añicos? Vos habláis del amor, de un amor que consuela como el resplandor del sol después de la lluvia. ¡Ya amé una vez y me fue arrebatado cruelmente! Vos habláis de un sentimiento que no desaparecerá, más sois inmortal y la vida eterna poseéis para olvidarme si así lo deseáis... Más yo...
Hundí de nuevo mi cabeza entre mis brazos, mordiendo mis labios con fuerza antes de volver a pronunciar la palabra.
- Yo soy fuerte, por eo estoy bien sola. Aunque la verdad, siempre he deseado tener valor. Un valor que espero cada mañana para no salir corriendo. Un valor que rehuye a mi corazón. Valor para confiar en alguien es... lo que más deseo.
Le busqué con la mirada encendida, desinhibiéndome ante él, sin importarme ya qué tan patética le parecían mis pucheros infantiles. Era indescriptible la sensación de alivio que sentía en mi alma ante cada palabra sincera que escapaba de mi boca, usando aun la saliva que Jerarld me había prestado con aquél beso robado que más que saciarme, había dejado sobre mis labios la necesidad de volver a perderme en su prohibida cueva.
- Estoy cansada, señor Délvheen.- suspiré, apaciguando mis palpitaciones y aquellas respiraciones aceleradas que llenaban de angustia la sala.- Estoy cansada de luchar contra algo invencible.Tiene razón...-sonreí con nostalgia mientras me erguía hasta ponerme en pie frente a él, ya más tranquila.- ¿Para qué queremos los sentimientos sino los podemos desarrollar? ¿Para qué queremos los sueños, sino los podemos alcanzar?
Di un paso al frente, osando, con cierto titubeo en mis manos temblorosas, tomar las suyas entre las mías, sintiendo la frialdad de su piel, su tacto suave y duro como el mármol. Tragué saliva y mis ojos deambularon por su anatomía, subiendo desde su cintura hasta su rostro, su ojos que me miraban ansiosos, sus labios un tanto fruncidos como si temieran unas palabras que jamás serían pronunciadas por él y aun así, veía ese miedo. Suspiré, no pude evitarlo, clavando luego mis ojos en los suyos, con fijeza y decisión.
- Me dice que no dejará que me vaya, más afirma entender que mi deseo sea alejarme de vos. Dígame, ¿qué quiere de mí?
Entonces, fui yo quién frunció los labios, alertando mis sentidos al menor indicio de vacilación por su parte, escrutando aquella mirada que parecía desnudarme el alma. Frente a él, me encontraba con un desconocido al que conocía perfectamente. Frente a un ladrón que más que robarme el corazón y la cordura, me había robado, por un instante, todo aquél sufrimiento agolpado en mi pecho y sellado por los cerrojos del silencio y el orgullo. Frente a él, el tiempo se detuvo tal y como dicen los poetas cuando escriben sobre el amor de tu vida. Y supe, entonces mejor que nunca, que en él encontraría la pieza sin la cual mi existencia sería un vacío en un universo cuyos astros giraban a mi alrededor sin sentido alguno. Él era el amor que uno siempre espera y su beso, las huellas que me habían guiado hacia el rumbo que mi corazón estaba dispuesto a tomar. ¿Lo estaría él?
Etháin- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/01/2011
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Re: La verdad tras el antifaz [Jerarld J. Délvheen]
Le contemple un instante, sintiendo que podría pasarme el resto de la vida así sin cansarme. Mirando su semblante, y perdiéndome en aquel profundo mar de su mirar.
Acerque una de mis manos a su rostro y la deje sobre su mejilla, aun humedecida por las lágrimas.
¿Qué quiero… que deseo…?
Pregunte con una sonrisa, sabiendo que aquellas mismas preguntas me habían atormentado muchos siglos, sin que nunca supiese del todo las respuestas. Respuestas que ahora parecían claras.
Vos me hacéis sentir pleno, como si tuvieseis en vuestra mano la llave de mi felicidad.
Que quiero…que deseo…
Quisiera reconfortaros, quisiera cuidaros, quisiera demostraros que aún hay mucho por lo que luchar. Quisiera demostraros que se nos presenta una nueva oportunidad de amar…Quiero poder estrecharos entre mis brazos, e instaros a olvidar el mundo, quisiera velar porque vuestra mirada jamás se empañara… quisiera quedarme con vuestro dolor. Porque vos os lleváis el mío…Os lo lleváis lejos con vuestra simple sonrisa…
Indiqué sincero, sabiendo que a su lado, las heridas parecían cicatrizar, como si la propia alma se regenerase al encontrarse al lado de su alma afín.
Sus ojos, cansados, me miraban expectantes mientras yo me perdía en ellos, y en el semblante pálido, iluminado por la luz de la luna.
Sonriéndole al tenerle ahí aun en frente de mi, agradeciendo por los simples instantes que me brindaba sin marchar.
Entonces recordé su comentario anterior y negué con la cabeza, ante su mirada interrogante.
No creo que alguien como vos quisiera destrozar mi corazón…No veo en vuestra mirada el deseo de destruir ni dañar nada sino mas bien todo lo contrario…
Sin embargo… si quisierais hacerlo…si quisierais romperlo, y destrozarlo a vuestro antojo, podríais hacerlo…Podríais porque os lo habéis quedado en el instante en que os vi.
Ya no me pertenece, ni tampoco me obedece. Es de vuestra propiedad ahora…
Entonces baje mi mano y rodee su cintura, acercándome y acercándola hacia mí, rodeándola para poder envolverla en aquel abrazo, acunándole con cuidado y con afecto, como si fuese el abrazo que había esperado mucho tiempo a poder dar.
Una parte parecia decir que nada tenia sentido, que no nos conociamos, que aquel amor podia ser una ilusion. Pero la otra decia que todo encajaba, yo la conocia profundamente, asi como ella conocia los recovecos de mi alma. No era ilusion, era demasiado fuerte para ser irreal, y aun asi mas hermoso que un sueño idealizado.
Le aprete contra mi, impregnandome en su calides y en su aroma.Y es que a pesar de querer sosegarla, quien se estaba calmando era yo. Como si su cercanía me ayudara, me hiciera fuerte, y me instara a respirar una vez más.
Apoyé mi mejilla sobre sus cabellos cobrizos.
Quedaos conmigo…
Quédate conmigo…Repetí, volviendo a tutearla. Permíteme velar por ti…Déjame entrar en tu vida, permíteme ser parte de ti, asi como tu formas parte de todo mi mundo…
El tic tac de la realidad seguía parado en aquellos momentos. El tiempo y el espacio habían dejado de existir.
Y es que nada importaba cuando se estaba a su lado, la vida era sencilla y a la vez plena y maravillosa, como nunca imagine. Por eso, en aquel instante, teniéndola abrazada, implore a todo lo que quisiera escucharme, que me permitiese continuar de ese modo.
Mi alma, resquebrajada y marchita estaba en sus manos, esperando suplicante que no la recharaza y que no la dejara caer en el olvido y en las sombras de su propio abismo…
Acerque una de mis manos a su rostro y la deje sobre su mejilla, aun humedecida por las lágrimas.
¿Qué quiero… que deseo…?
Pregunte con una sonrisa, sabiendo que aquellas mismas preguntas me habían atormentado muchos siglos, sin que nunca supiese del todo las respuestas. Respuestas que ahora parecían claras.
Vos me hacéis sentir pleno, como si tuvieseis en vuestra mano la llave de mi felicidad.
Que quiero…que deseo…
Quisiera reconfortaros, quisiera cuidaros, quisiera demostraros que aún hay mucho por lo que luchar. Quisiera demostraros que se nos presenta una nueva oportunidad de amar…Quiero poder estrecharos entre mis brazos, e instaros a olvidar el mundo, quisiera velar porque vuestra mirada jamás se empañara… quisiera quedarme con vuestro dolor. Porque vos os lleváis el mío…Os lo lleváis lejos con vuestra simple sonrisa…
Indiqué sincero, sabiendo que a su lado, las heridas parecían cicatrizar, como si la propia alma se regenerase al encontrarse al lado de su alma afín.
Sus ojos, cansados, me miraban expectantes mientras yo me perdía en ellos, y en el semblante pálido, iluminado por la luz de la luna.
Sonriéndole al tenerle ahí aun en frente de mi, agradeciendo por los simples instantes que me brindaba sin marchar.
Entonces recordé su comentario anterior y negué con la cabeza, ante su mirada interrogante.
No creo que alguien como vos quisiera destrozar mi corazón…No veo en vuestra mirada el deseo de destruir ni dañar nada sino mas bien todo lo contrario…
Sin embargo… si quisierais hacerlo…si quisierais romperlo, y destrozarlo a vuestro antojo, podríais hacerlo…Podríais porque os lo habéis quedado en el instante en que os vi.
Ya no me pertenece, ni tampoco me obedece. Es de vuestra propiedad ahora…
Entonces baje mi mano y rodee su cintura, acercándome y acercándola hacia mí, rodeándola para poder envolverla en aquel abrazo, acunándole con cuidado y con afecto, como si fuese el abrazo que había esperado mucho tiempo a poder dar.
Una parte parecia decir que nada tenia sentido, que no nos conociamos, que aquel amor podia ser una ilusion. Pero la otra decia que todo encajaba, yo la conocia profundamente, asi como ella conocia los recovecos de mi alma. No era ilusion, era demasiado fuerte para ser irreal, y aun asi mas hermoso que un sueño idealizado.
Le aprete contra mi, impregnandome en su calides y en su aroma.Y es que a pesar de querer sosegarla, quien se estaba calmando era yo. Como si su cercanía me ayudara, me hiciera fuerte, y me instara a respirar una vez más.
Apoyé mi mejilla sobre sus cabellos cobrizos.
Quedaos conmigo…
Quédate conmigo…Repetí, volviendo a tutearla. Permíteme velar por ti…Déjame entrar en tu vida, permíteme ser parte de ti, asi como tu formas parte de todo mi mundo…
El tic tac de la realidad seguía parado en aquellos momentos. El tiempo y el espacio habían dejado de existir.
Y es que nada importaba cuando se estaba a su lado, la vida era sencilla y a la vez plena y maravillosa, como nunca imagine. Por eso, en aquel instante, teniéndola abrazada, implore a todo lo que quisiera escucharme, que me permitiese continuar de ese modo.
Mi alma, resquebrajada y marchita estaba en sus manos, esperando suplicante que no la recharaza y que no la dejara caer en el olvido y en las sombras de su propio abismo…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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