Distraer la mente e intentar purificar el alma [Privado]

Sonreí ampliamente cuando el joven comenzó hablar note el temblor de su labio así que supuse que el agua estaba más fría de lo que yo había alcanzado a percibir. Deje caer mi cabellera a un lado de mis hombros dejando al descubierto mi lado derecho suspire cuando el hablo que siempre se bañaba con agua fría no pude dejar de sentir un escalofríos recorrer mi cuerpo y abrí mis ojos bien grandes ante la confesión que el acababa de hacer. - Es por eso que estas tan delgado, el agua fría te deja así – bromee terminando con un risa bastante notoria al ver cuando el estiraba su brazo, hice lo mismo notando como la temperatura corporal de aquel jovencito estaba mucho más baja de lo que parecía, me asuste a decir verdad al cabo que escuchaba su nombre. – Monsieur Dufort, cuando pruebe un baño de tina con agua caliente vera como su cuerpo se comienza a relajar y no estará así todo tenso por el frio – le guiñe un ojo aun con la amplia sonrisa.

Vi los moretones en sus brazos que parecían tener más fibra que cualquier tipo de grasa, en realidad eso me dejo casi en completo silencio, una especia de angustia comenzó a invadirme. Me enderece algo nerviosa, estaba acostumbraba a ver aquel tipo de marcas en mi cuerpo no en la de los demás levante la manga de mi vestido para ver mi brazo que marcado por golpes de hace días permanecía lastimado por algunos hematomas, suspire – Su entrenamiento parece bastante duro si le deja aquel tipo de marcas – apunte a su brazo y enseguida oculte el mío. Me acerque con cuidado nuevamente al borde del bote haciendo que este se balanceara de manera leve hacia mi lado. Intentando tranquilizar el impacto de lo que había visto pase saliva por mi garganta - Si, es bueno salir de las rutinas, algunas matan – eso lo sabía yo, antes de tener mi propio burdel el trabajo era imparcial y como pasaba más tiempo en la mansión Alexeie descargaba su ira contra mí a la hora que fuera, apreté la mandíbula y volví a observar al joven.

¿Por qué no, nos acompaña a mi Doncella y a mí por un paseo por el lago? – le pregunte y alce la mirada para ver qué opinaba Lisa, a lo cual esta solo sonrió en aprobación supuse no sería capaz de llevarle la contra a su ama ¿ o sí?, al caso no me preocupaba eso – Así ambos rompemos con la rutina y pasamos un día diferente– eso era lo que necesitaba desde que había llegado a Paris, un día diferente, sin preocupaciones, sin ataduras, sin golpes tan solo disfrutar de lo que la naturaleza nos regalaba – Usted tiene frio y aquí – apunte arriba del bote – Está bastante agradable y los rayos del sol le darán nuevamente color a sus mejillas y a sus labios que están de un morado casi parecido a los de un muerto – era cierto, sus labios y el tono pálido de su piel decían que prácticamente se estaba congelando ahí en el agua y si suponía bien el no desearía enfermarse y yo tampoco deseaba eso, aun quedaban bastantes horas del día que ansiaba disfrutarlas de una manera diferente.

Nuevamente baje mi mano hacia el agua para tocar con un dedo la frialdad que ellas tenían, moví mi brazo de un lado a otro casi como si estuviera jugando ahí, una risa de niña pequeña salió de mis labios mi cuerpo no estaba acostumbrado a ese tipo de frio y hasta parecía un poco placentero sentirlo. Levante mi cabeza hasta toparme con los ojos de Anatole - ¿Y qué dices nos acompañas o tienes que seguir tu entrenamiento? – a la última frase le agregue un medio puchero que casi nadie pudiera notar pero en realidad sería una lástima que no nos hiciera compañía, Lisa no hablaba mucho yo necesitaba distraerme y aquel joven quería romper con la rutina, era casi perfecto el cuadro, pero ya no dependía solo de mi si no aquel tenia la última palabra.

Que dama tan amable pensó Anatole mientras la escuchaba hablar, se escuchaba segura de si misma y entonces notó que la mujer que le acompañaba era una especie de criada. Esto lo puso nervioso, pues tener una criada significaba que la mujer tenía bastante dinero y a Anatole siempre le había intimidado el estar frente a personas de las clases más acomodadas, siempre tenía la sensación de que cometería un error de protocolo y que haría alguna tontería inapropiada.

- Nunca... he probado un baño en una tina - Murmuró avergonzado, de hecho ni conocía siquiera una,no las había visto nunca pues nunca había entrado en la casa de un rico - No... las conozco - repitió más avergonzado aún y esta vez las mejillas se le adornaron de carmesí.

Luego ella habló de sus marcas, asintió, el entrenamiento era duro y no tenía permitido quejarse - Entre más duros son los golpes que te da la vida, más fuerte te vuelves como persona - Le explicó y le mostró otros moretones que tenía en el otro brazo - Es lo que el abuelo siempre me ha enseñado, hay que ser fuerte para sobrevivir -

Entonces la dama hizo una invitación inusual ¿Sería aquel su día de suerte? Se cuestionó y no pudo evitar que la emoción se notara en su rostro - ¿De verdad os puedo acompañar?- Preguntó incrédulo y ante el comentario de ella, supuso que debía verse muy miserable como para que ella quisiera invitarlo, seguramente causaba lástima. Trago saliva y agregó - Os acompaño... pero... tengo un problema - Agregó y deseó ir metiendo la cabeza cada vez más y más en el agua hasta desaparecer - Estoy desnudo - Murmuró en un susurro, colocando sus manos frente a la boca como para que nadie más escuchara. - ¿Puede darse la vuelta mientras me visto? - Increpó mordiéndose los labios.

La explicación de la tina le hizo imaginar un pozo gigante de agua tibia perdido en las montañas, sonaba como algo maravilloso y mágico ¡Pero al alcance de uno en una casa! definitivamente algún día quería comprobar que se sentía. ¿Ella también habría sido humilde como él? Se preguntó curioso, al verla vestida en tal finura y con una criada, le parecía difícil de creer que pudiera haber comenzado desde la clase más baja. ¿Se habría casado con un hombre rico pensó? y ese pensamiento le hizo revolver el estómago. En el momento no supo porqué.

- Gracias, estaré listo en un minuto - Comentó y comenzó a nadar hacía la orilla con sendas brazadas, una vez allí se impulsó para salir aferrándose a algunas rocas, sintió el frío del aire señirse a su piel de inmediato, ahora si que sentía el frío inclemente del clima, irónicamente era un día soleado, pero las aguas estaban bastante congeladas aún. Las ropas continuaban junto a la enorme piedra a unos metros de la orilla, caminó descalzo por el pasto y tomó las mantas que había llevado para secarse, se la paseó afanosamente por la espalda, trasero y piernas, pues no quería hacer esperar a la dama.

Se colocó la camisa café oscuro, estaba limpia, pero se veía vieja y percudida por el tiempo, traía unos simples pantalones de pana negros y sus inseparables botas de cuero negras, heredadas del abuelo en su mejores días. Una vez creyó que estaba listo se giró y encaminó hacía el borde de la laguna.

- ¡Estoy listo Madame Von Bennewitz! - Exclamó, esperando a que pudiera acercarse con el pequeño barco. Conforme ella se acercaba, Anatole sentía una extraña sensación en la barriga, otra vez ese revoltijo pensó. Seguro me ha hecho daño algo que comí, pensó, sin darse cuenta de lo que realmente se trataba.

Ahí estaba, le había contado lo del jardín a una completa desconocida. Se revolvió nervioso esperando la impresión de ella, pero contrario a lo que esperaba, ella no pareció impactada por su secreto, sólo le decía que era bastante diferente a otros hombres, Anatole reflexionó al respecto ¿Era eso malo o bueno?, porque si era diferente, podía ser menos interesante que otros hombres e inclusive menos varonil. ¿Un hombre que se preocupaba por cuidar un jardín? ¡Eso era de niñas! o de jardineros claro. Anatole no lo hacía por trabajo, lo hacía simplemente porque... le nacía.

¿Tenía 23 años? Anatole sonrió contento, tenían la misma edad, quizás habían posibilidades entre los dos... Momento ¿Que estaba pensando? ¿Qué posibilidades? Ni siquiera él entendía porque había pensado eso. Ella siguió hablando sobre su lugar de trabajo y lentamente fue revelando la verdad, con cada palabra Anatole sentía más y más curiosidad, hasta que la última palabra lo hizo contener el aliento ¿Trabajaba en un burdel? Eso significaba que... ¿Era una cortesana? ¿Vendía su cuerpo?.

- Entonces tu... - De repente la tuteó sin pensarlo, sin usar el madame cortes que era lo más apropiado, no sabía porque pero se sentía más en confianza y pues claro, una mujer no confiesa eso de buenas a primeras a cualquiera - Te pagan por... - Las mejillas se le pusieron rojas como dos manzanas maduras, la imagen de Amy desnuda cruzó por su mente como una ráfaga de viento caliente, sintió una mezcla de excitación y miedo. - Oh... - Murmuró, dejando de remar para llevarse una mano al cabello y rascarse la cabeza.

- ¿Y... disfrutas de tu trabajo? - Inquirió curioso, nunca había ido a un burdel o conocido cortesanas, no directamente, las había visto en la calle de los milagros, algunas esperando en las esquinas a que algún hombre con un par de monedas quisiera pasar el rato - La verdad es que... nunca he ido a un burdel en mi vida - Confesó y eso era quizás otra cosa que lo hacía diferente en el mal sentido - Creo que ahora si que soy raro... pensarás, un hombre que nunca ha ido a un burdel y que tiene un jardín secreto - Comentó avergonzado, seguro ella pensaba que era homosexual.

El tema se tornaba cada vez más incómodo, hablar de sexo nunca había sido fácil, sobre todo en esa sociedad que mayoritariamente lo consideraba tabú, Anatole no tenía hermanas y con su madre, obviamente nunca había hablado de esas cosas, por lo que no era muy versado en como eran las necesidades sexuales de una mujer y para ser franco, aunque le generaba curiosidad el asunto del burdel, siempre creyó que era un lugar para perdedores.

- ¿Qué clase de hombre patético, no sería capaz de hablarle a una mujer y hacerla feliz, para tener que pagar por la compañía de una? - Preguntó al fin, porque simplemente no comprendía - Quiero decir... Si uno no puede satisfacer a su propia esposa o ni siquiera puede conseguirse una novia, no podría llamarse verdadero hombre... pagar por obtener de otra persona, lo que no se es capas de obtener por si mismo es realmente denigrante - Sentenció. Le parecía muy triste que una mujer tuviera que vender su cuerpo, pero que hubieran hombres dispuestos a pagar por el cuerpo de esa mujer sólo le causaba repulsión - Esos no pueden llamarse hombres, son sólo bestias -

Cuando ella dijo que escapaba, se sorprendió bastante. ¿Cómo era la realidad en la que ella vivía para que tuviera que escapar de esa forma? Su vida debía ser entonces, infeliz e insatisfactoria. No podía juzgarla, no conocía su historia y Anatole sabía por experiencia que prejuzgar a alguien era lo peor que se podía hacer, los humanos eran complejas criaturas que no podían entenderse de manera superficial.

- Lo siento... - Murmuró acongojado, su mirada se desvió hacía abajo, no supo muy bien porqué se disculpaba, pero sintió la necesidad de hacerlo, la historia parecía mucho más triste y oscura de lo que esperaba y no sabía que decir - Por eso insisto... esos no son hombres... son sólo bestias - Agregó apretando los dientes - Un hombre verdadero no se fijaría sólo en el cuerpo... además... estás perfecta así... no como esas delgaduchas que parecen más esqueletos que mujeres... - Concluyó con indignación.

Un encuentro casual e inesperado se había convertido en un momento de desahogo y confesión desaforada, de repente el simple y tranquilo paseo que planeaba romper con la rutina de sus vidas se había vuelto tenso y Anatole no pudo comprender en el momento esa extraña sensación que lo envolvía conforme ella iba contando paso a paso su terrible historia. Lo primero que sintió fue mucha rabia y luego esta se convirtió en nausea, casi odio y repudio hacía ese hombre que ostentaba el título de esposo. Algo por dentro se marchitó y se sintió triste, no sólo por la realidad de ella, sino porqué aunque no lo comprendiera muy bien, se estaba dando cuenta de que, le interesaba ella, le atraía.

¿Te gusta Anatole? Vamos acéptalo.
Dijo una voz en su cabeza, las mejillas estaban rojas otra vez, pero permaneció en silencio escuchando todo lo que ella tenía para decir, una mujer tan bella y agradable, desgraciada por un destino inevitable. Entonces recordó a su propia madre, agraciada a su forma y sin embargo con una suerte tan nefasta y una vida tan miserable. Parecía como si el destino se empecinara en castigar a las mujeres de buen corazón.

Si Dios existiera, tenía que ser un maldito machista. Concluyó. Su vida difícil no era nada en comparación con la de esta chica, de hecho Anatole era realmente feliz en comparación a ella, pobre pero feliz, hambriento pero tranquilo y libre. Nada era más valioso que la libertad.

Cuando ella le tomó la mano, sintió como si el corazón le fuera a estallar, de repente hizo ¡PUM! muy fuerte y le dio la impresión que hasta ella lo había escuchado latir. Sintió entonces por primera vez un fuerte deseo de rodearla con sus brazos y... protegerla.

- Si... lo eres - Afirmó cuando ella le soltó - Yo... te encuentro... muy...a..atractiva - Murmuró avergonzado y con la mirada en los remos, sintiendo que las orejas le picaban - Tu esposo es una bestia de las que hablo - Concluyó y se quedó unos segundos en silencio - No creo que seas patética... patético es alguien que no tiene fuerza de voluntad ni criterio...alguien débil - Agregó y volvió el rostro para mirarla - Me parece que eres la mujer más fuerte que he conocido hasta ahora, has soportado todo esto porque... ¿Amas a tus padres verdad? Una persona débil se habría suicidado y habría terminado con todo, pero tu estás aquí, tomando un paseo... eso hace la diferencia, eso es lo que yo creo...-


((Lo mejor de este tema es lo rápido que avanza! muahahah me gusta cuando el rol es dinámico! ))

Tome mis manos para apretarlas en realidad estaba descolocada, como si contar aquello me permitiera un poco de libertad y a la vez hacerme el recuerdo de lo miserable que era mi vida, porque por mas sonrisas que mostrara mi corazón estaba seco por dentro, mi dulzura se amargaba y no podía, no podía con mi vida y el ahí escuchando mi historia como si lo conociera desde hacía mucho tiempo, Gaspar sabia parte de la historia pero no toda en general. ¿Mis amigas? No las tenía, me refugiaba en mi trabajo, en no pensar en lo que me hiciera feliz, por que cuando estaba feliz siempre había un punto negro que se expandía para que todo se opacara.

Volví a tomar aire, el hablaba de que yo estaba viva que soportaba – No… no siempre fue así, hubo un tiempo que intente suicidarme… Anatole, no sabes lo que es vivir y que te desprecien por todo, que te miren con asco que te traten peor que a un esclavo, tengo que aparentar día y noche que mi vida es perfecta y feliz con mi esposo. Me oculto en la joyería para no estar en casa… no tengo amigas nadie quiere a las personas como yo… - pase saliva inquieta donde me encontraba – Voy al burdel con mi rostro moreteado, con mi cuerpo lastimado me ven con lastima y duele, duele que te miren de esa forma. Hay otros que simplemente ignoran y yo ahí haciéndome la mujer fuerte, que en realidad no soy tan frágil como cualquier cristal – mis palabras salían atropelladas por mis labios, tenia esas ganas de llorar pero no lo haría porque simplemente ya había llorado tanto que ya no valía la pena hacerlo.

Y el ahí seguía diciendo cosas lindas seguía hablando de lo bella que era yo –Atractiva, no lo digas por solo hacerme sentir bien... por favor. – nunca nadie me había dado ese adjetivo hacia mí, normalmente decían que estaba gorda, que si no me cuidaba perdería a mi esposo, que mis ojos tenían una mirada triste pero eran bellos, que tantas otras cosas pero ¿Atractiva?, este niño estaba loco, definitivamente – Amo a mis padres y solo por mantenerlos con vida estoy con ese hombre – solté un suspiro - Simplemente a veces quisiera que sus golpes acabaran con mi vida de una vez – seguía siendo patética, y aunque el dijera lo contrario nadie quitaría de mi cabeza aquello.

Cerré mis ojos y los volví abrir me levante de donde estaba el bote se tambaleo de un lado a otro – Nadie quiere a una mujer gorda y mucho menos nadie quiere a una cortesana – intente contener mi equilibrio y caí sentada de nuevo – soy patética – susurre y deje mi vista clavada en el suelo del bote.

(Me has pescado con vacaciones asi que aprovecho de que salga todo rápido ^^ por cierto me gusta como escribes ))

Conforme la conversación seguía, el ambiente parecía oscurecerse aunque siguieran a plena luz del día. Las palabras de ella eran testimonio de una vida de mártir, sufrimiento tras sufrimiento, abusos y golpes, Anatole sentía que esa rabia inicial creía inconmesurablemente en su interior con cada palabra de ella, creía y creía como una bola de nieve gigante que cae a toda velocidad desde un pico helado. La bestia con la que vivía le golpeaba, no había algo más desagradable que un hombre que golpeara a una mujer.

El joven cazador siempre había odiado los abusos de poder de cualquier tipo, de aristócratas para con plebeyos, de amos con esclavos, de blancos hacía negros y por supuesto de hombres a mujeres. No entendía como era que en un mundo que se decía católico hasta la médula, había discriminación entre hombres y mujeres, cuando en ningún momento de la Biblia, Jesús había hablado de la inferioridad de alguno con respecto al otro.

Su odio hacía el mundo de repente pareció explotar dentro de él, un odio reprimido, porque Anatole nunca había sido un ser resentido ni antisocial a pesar de las condiciones donde vivía.

- Tu historia es algo parecida a la de mi madre - Comentó al fin apretando las mandíbulas - Mi abuelo siempre quiso un hijo varón, pero tuvo a mi madre y ella siempre fue una mujer enfermiza y débil, no era capaz de valerse por si misma porque no fue criada para pensar por si misma sino para conseguir esposo y depender de él - Le explicó, nunca había hablado de su madre de esa forma con nadie ¿Guardaba rencor con su madre? - Pero entonces un ebrio... un marinero ebrio, la... violó...- Musitó estas últimas palabras con rabia - Abuzó de ella porque era una mujer frágil y la golpeó y la forzó a tener sexo con él -

Quizás era por eso que él encontraba inapropiado ir al burdel, tener sexo con una mujer por dinero, de alguna manera le hacía recordar a ese hombre que violó a su madre.

- Y así nací yo - Concluyó para luego agregar - No... conozco a mi padre, ni deseo hacerlo, el dejó a mi mama luego de aprovecharse de ella y nunca volvió a aparecer, por eso el abuelo me ha criado como si fuera mi padre - Suspiró y negó con la cabeza vehementemente - Cuando te digo que eres atractiva, estoy siendo sincero... decir mentiras es faltar al código de honor de un caballero - Y es que el abuelo había sido estricto en sus enseñanzas y en como Anatole debía comportarse.

- Mi abuelo siempre dice que, no se puede juzgar a las personas sin conocerlas, es como cuando piensa que las abejas son malas porque pica... pero en realidad son animalitos trabajadores y laboriosos... yo no podría juzgarte por ser cortesana, así como tu no deberías juzgarme por que esté destinado a convertirme en cazador... además... me...gustan... las mujeres como tu... quiero decir... no me gustan las mujeres delgadas... y mucho menos las que, viven preocupadas de su cuerpo -

Ahí esta lo había dicho indirectamente.

(( Gracias, siempre me ha gustado el rol dinámico, si bien se puede ser melodramático y hacer post larguisimos y poéticos, me desespera cuando los post son de más de 20 líneas pero... no 'pasa' nada, se queda sólo en descripciones metáforas etc y no hay acciones :/ por eso trato de que, siempre esté en movimiento, para que sea fácil seguir el hilo de la historia ))