AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
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No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Recuerdo del primer mensaje :
No sabía cuantos días habían pasado. Dos o tres, quizá. Tal vez alguno más, tal vez alguno menos. No más de una semana, de eso estaba segura, ya que las marcas de colmillos sobre la piel de mi cuello aún estaban bastante frescas. Pasé la punta de mis dedos por encima, notando el relieve de los dos pequeños puntos sobre mi piel.
Miré a los ojos a mi propio reflejo en el espejo, encontrándome con mi mirada azul. Desencajada. Asustada. Después la desvié hasta llegar a la zona entre mi cuello y mi hombro, observando que, efectivamente, la marca era bien visible.
Me alejé del espejo y me senté sobre mi cama, observando ahora la pared de mi habitación. Desde lo ocurrido esa noche no había vuelto a salir del mi cuarto en el burdel. Por un lado, aún seguía con el susto metido en el cuerpo y creía que aquí estaría segura del ataque de otro vampiro, pero principalmente, la razón de mi encierro era la de ocultarme de Santana. Sabía que ella odiaba el burdel, que no pondría un pie aquí a menos que fuese estrictamente necesario, razón por la que había decidio quedarme en mi habitación metida hasta que mis heridas sanasen. Hasta que esos colmillos desapareciesen de mi piel.
No quería que ella se enterase de lo sucedido. Sabía que no se lo tomaría demasiado bien.
Al fin y al cabo yo seguía viva, ilesa, así que lo último que quería es que Santana buscase venganza y el vampiro que me había atacado le hiciese daño a ella también. No, eso jamás podría perdonármelo. No podía permitírmelo. Por eso, y aunque me doliese en el alma estar lejos de ella, había decidido esconderme.
Continué sentada sobre mi cama, con mi mano colocada sobre la mordedura y mirando en dirección a la puerta que comunicaba mi habitación con el pasillo del burdel. La echaba demasiado de menos, pero era lo mejor para las dos. O por lo menos eso era lo que me decía a mí misma una y otra vez para evitar las ganas de levantarme y salir corriendo a buscarla.
No sabía cuantos días habían pasado. Dos o tres, quizá. Tal vez alguno más, tal vez alguno menos. No más de una semana, de eso estaba segura, ya que las marcas de colmillos sobre la piel de mi cuello aún estaban bastante frescas. Pasé la punta de mis dedos por encima, notando el relieve de los dos pequeños puntos sobre mi piel.
Miré a los ojos a mi propio reflejo en el espejo, encontrándome con mi mirada azul. Desencajada. Asustada. Después la desvié hasta llegar a la zona entre mi cuello y mi hombro, observando que, efectivamente, la marca era bien visible.
Me alejé del espejo y me senté sobre mi cama, observando ahora la pared de mi habitación. Desde lo ocurrido esa noche no había vuelto a salir del mi cuarto en el burdel. Por un lado, aún seguía con el susto metido en el cuerpo y creía que aquí estaría segura del ataque de otro vampiro, pero principalmente, la razón de mi encierro era la de ocultarme de Santana. Sabía que ella odiaba el burdel, que no pondría un pie aquí a menos que fuese estrictamente necesario, razón por la que había decidio quedarme en mi habitación metida hasta que mis heridas sanasen. Hasta que esos colmillos desapareciesen de mi piel.
No quería que ella se enterase de lo sucedido. Sabía que no se lo tomaría demasiado bien.
Al fin y al cabo yo seguía viva, ilesa, así que lo último que quería es que Santana buscase venganza y el vampiro que me había atacado le hiciese daño a ella también. No, eso jamás podría perdonármelo. No podía permitírmelo. Por eso, y aunque me doliese en el alma estar lejos de ella, había decidido esconderme.
Continué sentada sobre mi cama, con mi mano colocada sobre la mordedura y mirando en dirección a la puerta que comunicaba mi habitación con el pasillo del burdel. La echaba demasiado de menos, pero era lo mejor para las dos. O por lo menos eso era lo que me decía a mí misma una y otra vez para evitar las ganas de levantarme y salir corriendo a buscarla.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/07/2012
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Entre beso y beso me tomaba la libertad de rozar su piel con mis labios, disfrutando de su tacto suave y sedoso. Era como tocar una tela aterciopelada, que acariciaba mis labios cada vez que la rozaba. No había duda alguna de que, a pesar de todo, estaba disfrutando del momento como si yo estuviese en el lugar de Santana, recibiendo sus besos sobre mi cuerpo.
Mis dedos siguieron acariciaron sus costados sin descanso, hasta que mis labios no pudieron avanzar más arriba. En ese momento volví a incorporarme y mis manos volvieron a masajear toda su espalda.
Sonreí triunfalmente cuando escuché como mi nombre salía de sus labios en un susurro apenas audible. Rápidamente mi gesto orgulloso se desvaneció, dejando una expresión tierna y dulce dibujada en mi rostro, de devoción absoluta por ella. Mis manos volvieron a quedarse quietas a ambos lados de su columna, de manera que me sirvieran de apoyo al inclinarme hacia adelante para poder acercar mi rostro al suyo.
Acaricié su mejilla con mi nariz de manera mimosa, que dándome después a unos pocos milímetros de ella, con el espacio justo entre nosotras para poder seguir observándola sin que la imagen se distorsionase por la cercanía.
—¿San?—susurré su nombre con tono interrogativo. Una vez más me dedicaba a juguetear con ella, obligándola a hablar cuando parecía estar en un estado semi-catatónico tumbada bajo mi cuerpo.
De nuevo volví a dar pequeños toquecitos en su mejilla con la punta de mi nariz, extendiendo en esta ocasión las caricias hasta su oreja, como si estuviese instándola a vocalizar algo más complicado que esas cuatro letras que formaban la abreviatura de mi nombre.
Mis dedos siguieron acariciaron sus costados sin descanso, hasta que mis labios no pudieron avanzar más arriba. En ese momento volví a incorporarme y mis manos volvieron a masajear toda su espalda.
Sonreí triunfalmente cuando escuché como mi nombre salía de sus labios en un susurro apenas audible. Rápidamente mi gesto orgulloso se desvaneció, dejando una expresión tierna y dulce dibujada en mi rostro, de devoción absoluta por ella. Mis manos volvieron a quedarse quietas a ambos lados de su columna, de manera que me sirvieran de apoyo al inclinarme hacia adelante para poder acercar mi rostro al suyo.
Acaricié su mejilla con mi nariz de manera mimosa, que dándome después a unos pocos milímetros de ella, con el espacio justo entre nosotras para poder seguir observándola sin que la imagen se distorsionase por la cercanía.
—¿San?—susurré su nombre con tono interrogativo. Una vez más me dedicaba a juguetear con ella, obligándola a hablar cuando parecía estar en un estado semi-catatónico tumbada bajo mi cuerpo.
De nuevo volví a dar pequeños toquecitos en su mejilla con la punta de mi nariz, extendiendo en esta ocasión las caricias hasta su oreja, como si estuviese instándola a vocalizar algo más complicado que esas cuatro letras que formaban la abreviatura de mi nombre.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Sus esperanzas de que no le hiciera hablar mucho se fueron por la borda al escuchar su diminutivo con tono interrogativo, y había que sumarle las caricias que le profería desde la mejilla hasta la oreja incitándola a que intentara decir algo más que monosílabos.
Su mente intentaba unir dos palabras pero no conseguía siquiera unir dos sílabas. Necesitaba despertarse un poco más pero definitivamente no iba a obtener su ayuda para conseguirlo. Lo único que alcanzaba a hacer era abrir la boca y balbucear cosas que eran imposibles de descifrar. Cerró la boca y tragó saliva intentando recuperar algo de consciencia pero de nuevo sin mucho éxito.
Deseaba darse la vuelta para poder verla cara a cara, pero su cuerpo no estaba de acuerdo. Se sentía demasiado bien eso de tener su cuerpo son el suyo mientras recibía las caricias mimosas con la punta de su nariz. Aunque no quería dormirse por nada del mundo así que necesitaba moverse aunque fuera un poco o conseguir decir algo con coherencia. Y como era más fácil su mente se decidió por la segunda opción.
-Claramente y por sí no te habías dado cuenta, te has ganado mi perdón-susurró de la forma más clara que pudo y esta vez si consiguió que fuera como esperaba- creo que me voy a enfadar más a menudo para recibir mimos así...- Las palabras dieron paso a una gran sonrisa, de la que Sinnove solo podía observar la mitad, por supuesto era su típica sonrisita esa que la caracterizaba desde que era pequeña.
Sin saber exactamente como consiguió abrir el ojo que estaba descubierto y ver ligeramente un destello dorado de lo que eran los cabellos rubios de ella, aunque volvió a cerrarlo enseguida ya que estaba mejor así. Sentía sus manos quietas en su espalda como apoyo para poder agacharse, ese tacto cálido sobre el suyo frío era una sensación muy agradable.
Su mente intentaba unir dos palabras pero no conseguía siquiera unir dos sílabas. Necesitaba despertarse un poco más pero definitivamente no iba a obtener su ayuda para conseguirlo. Lo único que alcanzaba a hacer era abrir la boca y balbucear cosas que eran imposibles de descifrar. Cerró la boca y tragó saliva intentando recuperar algo de consciencia pero de nuevo sin mucho éxito.
Deseaba darse la vuelta para poder verla cara a cara, pero su cuerpo no estaba de acuerdo. Se sentía demasiado bien eso de tener su cuerpo son el suyo mientras recibía las caricias mimosas con la punta de su nariz. Aunque no quería dormirse por nada del mundo así que necesitaba moverse aunque fuera un poco o conseguir decir algo con coherencia. Y como era más fácil su mente se decidió por la segunda opción.
-Claramente y por sí no te habías dado cuenta, te has ganado mi perdón-susurró de la forma más clara que pudo y esta vez si consiguió que fuera como esperaba- creo que me voy a enfadar más a menudo para recibir mimos así...- Las palabras dieron paso a una gran sonrisa, de la que Sinnove solo podía observar la mitad, por supuesto era su típica sonrisita esa que la caracterizaba desde que era pequeña.
Sin saber exactamente como consiguió abrir el ojo que estaba descubierto y ver ligeramente un destello dorado de lo que eran los cabellos rubios de ella, aunque volvió a cerrarlo enseguida ya que estaba mejor así. Sentía sus manos quietas en su espalda como apoyo para poder agacharse, ese tacto cálido sobre el suyo frío era una sensación muy agradable.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/06/2012
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
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- De nuevo me disculpo por la excesiva tardanza, pero es que estoy hasta arriba de cosas y mi tiempo libre brilla por su ausencia >.< Trataré de no tardar tanto en mi próxima respuesta ¡Perdón!
Una sonrisa amplia, brillante y ciertamente altiva se dibujó en mi rostro al ver como sus labios se abrían y cerraban sin llegar a emitir palabra alguna, completamente rendida bajo mis caricias.
De nuevo, me costaba ver más allá de lo que había frente a mis ojos. Recordar que la mujer que tenía debajo de mí no era realmente una humana, si no algo mucho más sombrío y oscuro. Era imposible relacionar a esa criatura con Santana, aunque en el fondo fuesen una sola unidad. En mi mundo, mi morena no tenía nada que ver con esos seres malignos que asesinaban impunemente a personas para poder alimentarse de ellas. Ella era mi ángel particular.
Seguí acariciando su espalda sin descanso, regalándole unos preciados segundos para recomponerse y poder articular una frase con sentido.
No, definitivamente ella era un caso a parte, alguien especial y único que no podía ser comparada con nadie más, ya fueran otros individuos de su raza o bien humanos normales y corrientes.
Sonreí aún más al pensar en lo afortunada que era por haberla conocido, no importaba lo que pudiera pasar a partir de ahora. No me importaba siempre que ella permaneciese a mi lado.
Su voz clara, aunque arrastrando ligeramente el adormilamiento, llegó por fin hasta mis oídos. Solté una pequeña risita y volví a incorporarme, volviendo a colocar las palmas de mis manos sobre la piel de su espalda, bajo la camisa. El frío se encontraba con el calor una vez más.
—¿Y no debería de enfadarme yo ahora?—cuestioné, aunque mi voz no implicó seriedad en ningún momento, mucho menos la expresión de mi rostro—Por fingir que estás enfadada conmigo para aprovecharte impunemente de mí—mis manos retomaron el masaje de manera delicada, memorizando de nuevo cada milímetro de su espalda con mis dedos. Después de unos segundos aparté mis manos rápidamente, apoyándolas sobre la cama, a ambos lados de su cuerpo—Así que estoy oficialmente enfadada—sentencié, alzando ligeramente la ceja izquierda.
Nadie creería jamás que realmente estaba molesta, pero ese no era mi objetivo. Simplemente quería jugar un poco más con ella, disfrutando de nuestra pequeña dinámica tan única y especial. Giré ligeramente la cabeza hacia un lado, esperando por su reacción, impaciente.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 13/07/2012
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
No tenía muy claro el efecto que tendrían las palabras que acababa de pronunciar con cierta dificultad, tampoco es que tuviera demasiada consciencia como para pensarlo, pero lo averiguaría en poco tiempo. Tras sus ligeros comentarios seguía sintiendo alguna caricia que otra en su espalda, aunque iban bajando de intensidad. Gracias a que hora más zonas de su cerebro estaban pendientes de todo, esta vez pudo comprender a la perfección las palabras que empezaba a pronunciar la rubia.
No pudo evitar que se le escapara una pequeña risita al oír su pregunta, tenía todo el derecho del mundo a enfadarse por, supuestamente, sentirse utilizada pero se notaba perfectamente en su todo como no había rastro de enfado alguno. Además, de que si se volvía y la miraba a la cara, vería una expresión que no tendría nada que ver con gesto alguno de enojo. Gruñó ligeramente cuando sintió que las caricias cesaban y sus manos se apoyaban a los lados de su propio cuerpo sobre la cama.
Suspiró ligeramente, su declaración de guerra ya era oficial, lo que significaba dejar de recibir de mimos. Por el momento. En un movimiento rápido se dio la vuelta sin quitarla a ella de encima llevando sus manos a la cintura de ella. En su rostro se dibujó una sonrisa tonta, estaba demasiado adorable intentando poner una mueca seria y con la cabeza hacia un lado. Inicialmente se le había olvidado la razón que le hizo abandonar ese letargo hasta que consiguió volver a la realidad de la situación.
Se incorporó y acercó su rostro a su mejilla que la tenía justo delante y dejó un pequeño beso- así que nos hemos enfadado ¿ah?-volvió a dejar otro beso un poco más abajo, justo en su mandíbula- debe haber alguna forma para que ahora yo me gane vuestro perdón...-susurró con la voz más inocente que pudo mientras acaricia sus muñecas con la punta de sus dedos. Descendió un poco más para dejar algún beso esporádico sobre su cuello, la verdad es que la posición y la altura de ambas ayudaba mucho a llegar más cómodamente.
Tenía claro que aquello solo era un juego que ella misma había comenzado, y al que le estaba fascinando jugar. Le encantaba el mundo que estaba viviendo ahora, le había abierto una ventana que le permitía verlo de una forma más agradable. Ahora le daban igual todas las injusticias que pudieran haber en el mundo, bueno, quizás no aquellas que involucraran a su querida rubia.
No pudo evitar que se le escapara una pequeña risita al oír su pregunta, tenía todo el derecho del mundo a enfadarse por, supuestamente, sentirse utilizada pero se notaba perfectamente en su todo como no había rastro de enfado alguno. Además, de que si se volvía y la miraba a la cara, vería una expresión que no tendría nada que ver con gesto alguno de enojo. Gruñó ligeramente cuando sintió que las caricias cesaban y sus manos se apoyaban a los lados de su propio cuerpo sobre la cama.
Suspiró ligeramente, su declaración de guerra ya era oficial, lo que significaba dejar de recibir de mimos. Por el momento. En un movimiento rápido se dio la vuelta sin quitarla a ella de encima llevando sus manos a la cintura de ella. En su rostro se dibujó una sonrisa tonta, estaba demasiado adorable intentando poner una mueca seria y con la cabeza hacia un lado. Inicialmente se le había olvidado la razón que le hizo abandonar ese letargo hasta que consiguió volver a la realidad de la situación.
Se incorporó y acercó su rostro a su mejilla que la tenía justo delante y dejó un pequeño beso- así que nos hemos enfadado ¿ah?-volvió a dejar otro beso un poco más abajo, justo en su mandíbula- debe haber alguna forma para que ahora yo me gane vuestro perdón...-susurró con la voz más inocente que pudo mientras acaricia sus muñecas con la punta de sus dedos. Descendió un poco más para dejar algún beso esporádico sobre su cuello, la verdad es que la posición y la altura de ambas ayudaba mucho a llegar más cómodamente.
Tenía claro que aquello solo era un juego que ella misma había comenzado, y al que le estaba fascinando jugar. Le encantaba el mundo que estaba viviendo ahora, le había abierto una ventana que le permitía verlo de una forma más agradable. Ahora le daban igual todas las injusticias que pudieran haber en el mundo, bueno, quizás no aquellas que involucraran a su querida rubia.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/06/2012
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Menuda actriz más lamentable estaba hecha, y es que cuando los labios de Santana rozaron la piel de mi mejilla estuve a punto deshacer mi expresión enfadada, completamente rendida ante sus encantos y sus palabras zalameras.
Cuando sus besos descendieron por mi cuello mi máscara de descompuso por completo. Cerré los ojos suavemente sin poder evitar que un pequeño suspiro escapase por mis labios. Por suerte para mí, pude recuperar el control antes de que Santana llegase a verme, agradeciendo que ella se hubiese decidido por mi cuello y no por otra parte de mi anatomía que le hubiese permitido ver mi rostro.
Haciendo un esfuerzo casi sobrehumano, ya que dificilmente podía existir algo mejor en este mundo que sus besos y caricias, me eché ligeramente hacia atrás permitiéndole, ahora sí, mi nueva expresión de enfado.
—Probablemente exista alguna forma, pero no creáis que la váis a averiguar tan fácilmente, señorita—repliqué con cierto tono de burla en mis palabras, clavando mi mirada sobre la suya mientras que cruzaba mis brazos por delante del pecho—¿O tal vez debería decir señorito?—una vez más, su vestimenta se convertía en el objeto de mi diversión.
De hecho, por un milisegundo, las comisuras de mis labios temblaron ligeramente, luchando contra mi voluntad por soltar una pequeña carcajada y haciendo que mi rostro tomase una expresión un tanto extraña. Finalmente, y tras toser un par de veces para disimular, logré volver a enfadarme.
Definitivamente, de haber elegido la profesión de actriz me habría muerto de hambre hacía mucho tiempo.
Cuando sus besos descendieron por mi cuello mi máscara de descompuso por completo. Cerré los ojos suavemente sin poder evitar que un pequeño suspiro escapase por mis labios. Por suerte para mí, pude recuperar el control antes de que Santana llegase a verme, agradeciendo que ella se hubiese decidido por mi cuello y no por otra parte de mi anatomía que le hubiese permitido ver mi rostro.
Haciendo un esfuerzo casi sobrehumano, ya que dificilmente podía existir algo mejor en este mundo que sus besos y caricias, me eché ligeramente hacia atrás permitiéndole, ahora sí, mi nueva expresión de enfado.
—Probablemente exista alguna forma, pero no creáis que la váis a averiguar tan fácilmente, señorita—repliqué con cierto tono de burla en mis palabras, clavando mi mirada sobre la suya mientras que cruzaba mis brazos por delante del pecho—¿O tal vez debería decir señorito?—una vez más, su vestimenta se convertía en el objeto de mi diversión.
De hecho, por un milisegundo, las comisuras de mis labios temblaron ligeramente, luchando contra mi voluntad por soltar una pequeña carcajada y haciendo que mi rostro tomase una expresión un tanto extraña. Finalmente, y tras toser un par de veces para disimular, logré volver a enfadarme.
Definitivamente, de haber elegido la profesión de actriz me habría muerto de hambre hacía mucho tiempo.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Por mucho que se esforzara se le notaba en la cara que su máscara era totalmente falsa, pero no había nada de malo en seguirle la corriente como ella había hecho antes con Santana. Siguió repartiendo algún beso tierno sobre la piel de su cuello. Podría jurar que casi se le escapa un suspiro, pero para la frustración de Santana, consiguió mantenerlo.
Se despegó de ella mirándola sonriente mientras escuchaba sus pocas palabras. Y ahí estaba de nuevo metiéndose con su vestimenta. Puso la cara de ofendida que mejor le salió y se puso una mano en el pecho sobreactuando su pose de ofensa- os volvéis a meter con mi vestimenta y no me queréis decir como recuperar vuestro perdón ¿ah?-entrecerró los ojos y se fue acercando de nuevo a ella abrazándola por la cintura a pesar de que tenía los brazos cruzados. Sonrió un momento antes de dirigirse a su oído- la vais a pagar...-susurró lentamente y mordiendo ligeramente el lóbulo de su oreja.
Aprovechó el tenerla abrazada para llevarla con ella cuando volvió a tocar la cama con la espalda, rodó por la cama quedando encima y la miró son una sonrisita en la cara- todavía estáis a tiempo de no sufrir la ira López-se acercó peligrosamente a sus labios pero sin siquiera rozarlos, solo permitiendo que sintiera su respiración. Subió sus manos por los costados, era una especie de cuenta atrás esperando que se arrepintiera por sus críticas.
Por mucho que se maravillara paseando sus manos y su mente le gritara que simplemente le arrancara el vestido y la hiciera suya otra vez, tenía su pequeño orgullo con el tema del disfraz y además no iba a romper el juego con tan poco tiempo. Era asombrosa la complicidad que parecía tenían con tan solo unos días de verse, pero claro las almas nunca olvidan.
Al ver que seguía resistiendo y lo seguiría haciendo aunque le diera un poco más de tiempo tenía que pasar al siguiente paso. Sonrió por un última de forma pícara y se mordió el labio comenzando a repiquetear ligeramente en sus costados, primero había que tantear el terreno y allí donde notaba que era más sensible atacaría sin piedad. Comenzó a usar su táctica haciendo cosquillas en los sitios idóneos.
Se despegó de ella mirándola sonriente mientras escuchaba sus pocas palabras. Y ahí estaba de nuevo metiéndose con su vestimenta. Puso la cara de ofendida que mejor le salió y se puso una mano en el pecho sobreactuando su pose de ofensa- os volvéis a meter con mi vestimenta y no me queréis decir como recuperar vuestro perdón ¿ah?-entrecerró los ojos y se fue acercando de nuevo a ella abrazándola por la cintura a pesar de que tenía los brazos cruzados. Sonrió un momento antes de dirigirse a su oído- la vais a pagar...-susurró lentamente y mordiendo ligeramente el lóbulo de su oreja.
Aprovechó el tenerla abrazada para llevarla con ella cuando volvió a tocar la cama con la espalda, rodó por la cama quedando encima y la miró son una sonrisita en la cara- todavía estáis a tiempo de no sufrir la ira López-se acercó peligrosamente a sus labios pero sin siquiera rozarlos, solo permitiendo que sintiera su respiración. Subió sus manos por los costados, era una especie de cuenta atrás esperando que se arrepintiera por sus críticas.
Por mucho que se maravillara paseando sus manos y su mente le gritara que simplemente le arrancara el vestido y la hiciera suya otra vez, tenía su pequeño orgullo con el tema del disfraz y además no iba a romper el juego con tan poco tiempo. Era asombrosa la complicidad que parecía tenían con tan solo unos días de verse, pero claro las almas nunca olvidan.
Al ver que seguía resistiendo y lo seguiría haciendo aunque le diera un poco más de tiempo tenía que pasar al siguiente paso. Sonrió por un última de forma pícara y se mordió el labio comenzando a repiquetear ligeramente en sus costados, primero había que tantear el terreno y allí donde notaba que era más sensible atacaría sin piedad. Comenzó a usar su táctica haciendo cosquillas en los sitios idóneos.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Al verla sobreactuar de esa manera un nuevo amago de carcajada escapó de mis labios, solo que en esta ocasión por más que quise toser para disimular, no hubo manera de hacerlo, por lo que tuve que conformarme con recomponer la expresión de mi rostro a los pocos segundos y volver a fruncir el ceño. Aunque de todas formas la sonrisa ya se había hecho dueña de mis labios, haciéndome practicamente imposible la tarea de esconderla.
Un pequeño grito de sorpresa acompañado de nuevas risas escapó de mi garganta cuando ella nos hizo rodar por la cama con tanta facilidad. Apesar de que mi lecho no era tan amplio como el de Santana, había sitio de sobra para las dos. De hecho, a mis oídos habían llegado los rumores de que en más de una ocasión camas similares a la mía habían sido utilizadas por más de cuatro o cinco personas a la vez para hacer Dios sabe qué perversiones.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en mi rostro al escuchar sus palabras. Realizando una provocación en toda regla, rocé la punta de mi nariz de nuevo con la suya, teniendo cuidado en todo momento de que nuestros labios no llegaran a tocarse.
—No asustarías ni a un niño con esas palabras—repliqué, utilizando mi mejor tono de mujer sin miedo. Sin embargo, cualquier atisbo de bravuconería por mi parte se vió rapidamente derrotado al sentir sus dedos por mis costados. Mis ojos se abrieron como platos, buscando los suyos en señal de advertencia. No te atrevas.
Pero ni mi mejor mirada intimidatoria sirvió para disuadir a Santana de seguir con sus exploraciones.
Traté de contenerme, pero en cuanto sus repiqueteos se centraron en un punto muy concreto entre mis costillas no pude evitar que mi cuerpo sufriese un pequeño espasmo, tratando de eliminar la agradable molestia. Le acababa de dar la clave para que pudiese torturarme sin descanso.
En cuanto sus dedos comenzaron a ser más insistentes las carcajadas empezaron a salir de mis labios sin control.
Un pequeño grito de sorpresa acompañado de nuevas risas escapó de mi garganta cuando ella nos hizo rodar por la cama con tanta facilidad. Apesar de que mi lecho no era tan amplio como el de Santana, había sitio de sobra para las dos. De hecho, a mis oídos habían llegado los rumores de que en más de una ocasión camas similares a la mía habían sido utilizadas por más de cuatro o cinco personas a la vez para hacer Dios sabe qué perversiones.
Una sonrisilla maliciosa se dibujó en mi rostro al escuchar sus palabras. Realizando una provocación en toda regla, rocé la punta de mi nariz de nuevo con la suya, teniendo cuidado en todo momento de que nuestros labios no llegaran a tocarse.
—No asustarías ni a un niño con esas palabras—repliqué, utilizando mi mejor tono de mujer sin miedo. Sin embargo, cualquier atisbo de bravuconería por mi parte se vió rapidamente derrotado al sentir sus dedos por mis costados. Mis ojos se abrieron como platos, buscando los suyos en señal de advertencia. No te atrevas.
Pero ni mi mejor mirada intimidatoria sirvió para disuadir a Santana de seguir con sus exploraciones.
Traté de contenerme, pero en cuanto sus repiqueteos se centraron en un punto muy concreto entre mis costillas no pude evitar que mi cuerpo sufriese un pequeño espasmo, tratando de eliminar la agradable molestia. Le acababa de dar la clave para que pudiese torturarme sin descanso.
En cuanto sus dedos comenzaron a ser más insistentes las carcajadas empezaron a salir de mis labios sin control.
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
La que estaba supuestamente enfadada en ese momento era la rubia y no ella, por lo que se podía permitir su mejor cara de disfrute. Esa mirada de advertencia solo hizo que tuviera más ganas de hacerle cosquillas. Además su tono de no tener miedo solo hacía que su sonrisa se ensanchara.
Una vez asegurado ya el punto clave gracias a que su cuerpo se lo confirmara al tener un pequeño espasmo. Se relamió los labios sintiendo como tocaba la victoria con las manos, no tenía oportunidad de perder. Su risa solo era un pequeño obsequio del premio, aunque su prioridad ya no era una sola, eso de oírla reír le había gustado demasiado como para parar de repiquetear en sus costados de forma suave pero consiguiendo su cometido.
Ahora solo quedaba esperar su rendición, pero en este momento ya no quería solo la palabra de rendición. No tenía muy claro como su plan el que se había torcido ligeramente había vuelto a su cauce original pero no le importaba, aunque su lista de prioridades iba cambiando lentamente. Su sonrisa altanera y desafiante había cambiado para formar una más dulce y tierna. Le gustaba verle la cara mientras se retorcía de la risa por las cosquillas que ella le causaba.
Por supuesto no pensaba parar en un rato, ya no era solo la satisfacción de ir ganando esa pequeña guerra que habían empezado si no también la satisfacción de verla reír de una forma que seguro casi nadie, incluso se atrevía a decir que nadie había visto. Dejó un momento sus manos quietas en sus costados para mirarla a los ojos- te dije que sufrirías la ira López...-susurró casi para ella y comenzó de nuevo a hacerle cosquillas.
Sin darse cuenta ella misma empezó a reírse también de ver como se carcajeaba e incluso podía haber jurado que se le había escapado alguna lagrimita. Puede que estos cuatro días atrás hubiera vivido en una incertidumbre pero valía la pena, tanto esos días como todos los años de espera. Este estado de felicidad, de complicidad con alguien, merecen la pena. Aunque nada sea fácil, las pequeñas cosas son las que hacen que las experiencias tengan un valor. Era bastante increíble con que velocidad viajaba el cerebro de Santana una vez se despertaba.
Una vez asegurado ya el punto clave gracias a que su cuerpo se lo confirmara al tener un pequeño espasmo. Se relamió los labios sintiendo como tocaba la victoria con las manos, no tenía oportunidad de perder. Su risa solo era un pequeño obsequio del premio, aunque su prioridad ya no era una sola, eso de oírla reír le había gustado demasiado como para parar de repiquetear en sus costados de forma suave pero consiguiendo su cometido.
Ahora solo quedaba esperar su rendición, pero en este momento ya no quería solo la palabra de rendición. No tenía muy claro como su plan el que se había torcido ligeramente había vuelto a su cauce original pero no le importaba, aunque su lista de prioridades iba cambiando lentamente. Su sonrisa altanera y desafiante había cambiado para formar una más dulce y tierna. Le gustaba verle la cara mientras se retorcía de la risa por las cosquillas que ella le causaba.
Por supuesto no pensaba parar en un rato, ya no era solo la satisfacción de ir ganando esa pequeña guerra que habían empezado si no también la satisfacción de verla reír de una forma que seguro casi nadie, incluso se atrevía a decir que nadie había visto. Dejó un momento sus manos quietas en sus costados para mirarla a los ojos- te dije que sufrirías la ira López...-susurró casi para ella y comenzó de nuevo a hacerle cosquillas.
Sin darse cuenta ella misma empezó a reírse también de ver como se carcajeaba e incluso podía haber jurado que se le había escapado alguna lagrimita. Puede que estos cuatro días atrás hubiera vivido en una incertidumbre pero valía la pena, tanto esos días como todos los años de espera. Este estado de felicidad, de complicidad con alguien, merecen la pena. Aunque nada sea fácil, las pequeñas cosas son las que hacen que las experiencias tengan un valor. Era bastante increíble con que velocidad viajaba el cerebro de Santana una vez se despertaba.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Mi cuerpo se retorcía sin que pudiera hacer nada por evitarlo, tomando formas más que sugerentes bajo ella, cual culebra en el barro.
Lo peor de todo era que, cuando por fin comenzaba a acostumbrarme a la sensación y las cosquillas comenzaban a disminuir, Santana movía sus dedos a otra zona y vuelta a empezar.
Después de la carcajada inicial traté de contenerme, riéndome para mí misma mientras que trataba de zafarme de mi torturadora. Sin embargo, esos cambios que hacía en la manera de atacarme consiguieron que finalmente no hiciese nada por retener mi risa.
En ocasiones me llegaba a faltar hasta el aire, pero aún así las carcajadas no dejaban de salir desde lo más profundo de mi pecho.
Definitivamente, una de las mejores torturas del mundo, aunque por supuesto, no lo admitiría en voz alta. Al menos no por ahora y no de manera gratuita.
No recordaba haber reído nunca de esa manera tan sincera. Tan pura. Simplemente reir por el hecho de ser feliz. Probablemente porque, echando la mirada atrás, nunca había sido feliz hasta el momento en el que ella se había cruzado en mi camino. No todo habían sido lágrimas tampoco, pero los momentos en los que reir sinceramente habían brillado por su ausencia.
Por otro lado, mi cuerpo era especialmente sensible a las cosquillas por la falta de hábito. Nadie pagaba por hacerle cosquillas a una cortesana y nunca había tenido el tipo de relación correcta con nadie como para compartir algo tan simple como esto.
—¡Para, para!—pedí, sintiendo como hasta los dedos de mis pies se crispaban ante el nuevo ataque de Santana, volviendo a activar todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo—¡Ten piedad!—añadí con algo más de dramatismo y en un tono de voz más bajo, ya que no quería arriesgarme a que alguien pudiera irrumpir en el cuarto al pensar que algo malo estaba sucediendo.
La imagen que se formaba en mi cabeza al imaginar a cualquiera de mis compañeras interrumpiéndo una situación como esta me ponía aún más histérica de lo que estaba.
Mis ojos se abrían y cerraban de manera alternativa, a veces buscando el rostro de Santana y otras veces simplemente mirando el techo o las paredes de la habitación, el tiempo justo como para que me diera tiempo a coger aire y reanudar mis carcajadas.
Desde hacía unos minutos, además, me encontraba literalmente llorando de la risa.
Lo peor de todo era que, cuando por fin comenzaba a acostumbrarme a la sensación y las cosquillas comenzaban a disminuir, Santana movía sus dedos a otra zona y vuelta a empezar.
Después de la carcajada inicial traté de contenerme, riéndome para mí misma mientras que trataba de zafarme de mi torturadora. Sin embargo, esos cambios que hacía en la manera de atacarme consiguieron que finalmente no hiciese nada por retener mi risa.
En ocasiones me llegaba a faltar hasta el aire, pero aún así las carcajadas no dejaban de salir desde lo más profundo de mi pecho.
Definitivamente, una de las mejores torturas del mundo, aunque por supuesto, no lo admitiría en voz alta. Al menos no por ahora y no de manera gratuita.
No recordaba haber reído nunca de esa manera tan sincera. Tan pura. Simplemente reir por el hecho de ser feliz. Probablemente porque, echando la mirada atrás, nunca había sido feliz hasta el momento en el que ella se había cruzado en mi camino. No todo habían sido lágrimas tampoco, pero los momentos en los que reir sinceramente habían brillado por su ausencia.
Por otro lado, mi cuerpo era especialmente sensible a las cosquillas por la falta de hábito. Nadie pagaba por hacerle cosquillas a una cortesana y nunca había tenido el tipo de relación correcta con nadie como para compartir algo tan simple como esto.
—¡Para, para!—pedí, sintiendo como hasta los dedos de mis pies se crispaban ante el nuevo ataque de Santana, volviendo a activar todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo—¡Ten piedad!—añadí con algo más de dramatismo y en un tono de voz más bajo, ya que no quería arriesgarme a que alguien pudiera irrumpir en el cuarto al pensar que algo malo estaba sucediendo.
La imagen que se formaba en mi cabeza al imaginar a cualquiera de mis compañeras interrumpiéndo una situación como esta me ponía aún más histérica de lo que estaba.
Mis ojos se abrían y cerraban de manera alternativa, a veces buscando el rostro de Santana y otras veces simplemente mirando el techo o las paredes de la habitación, el tiempo justo como para que me diera tiempo a coger aire y reanudar mis carcajadas.
Desde hacía unos minutos, además, me encontraba literalmente llorando de la risa.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Se lo estaba pasando realmente bien, esto de hacerle costillas había resultado mejor de lo que esperaba. Sin darse cuenta ella misma también había empezado a reírse ligeramente. Pensando un poco empezó a creer que ya era suficiente o acabaría por dejarla sin oxígeno de verdad, y cuando le pidió clemencia con ese toque de drama solo pudo dejar de repiquetear por sus costados. Suspiró de pura felicidad y pasando suavemente las manos por donde antes le había hecho cosquillas se dirigió hasta sus manos, entrelazó sus dedos e hizo que pusiera ambas manos por encima de su cabeza aprovechando la posición de control que tenía al estar sobre ella.
La sonrisa no abandonó su rostro ni un segundo, se acercó lentamente a sus labios y alzó la ceja- ¿debería continuar o ya sabéis de lo que soy capaz? -preguntó susurrando y dejando escapar una pequeña risita. Se acercó un poco más a sus labios hasta besarla levemente, ya hacia demasiado tiempo que no la había besado y lo empezaba a echar en falta. Ahora que ya había dejado de torturarla podía volver a mirar esos dos azules ojos, que al principio del encuentro reflejaban miedo y que ahora volvían a tener ese brillo especial que sólo ella podía tener.
Seguía mirándola y sonriendo mientras ella recuperaba el aliento. Comenzó a acariciar sus manos mientras esperaba una respuesta del su parte, también comenzaba a pensar en alguna otra tortura por sí no había sido suficiente. Volvió a dejar un beso sobre sus labios y otro en el mentón seguido por un pequeño mordisco, dejó a un lado los pensamientos de "revancha" y se anotó mentalmente que la tenía que hacer reír más seguido, era un pena que una risa tan bonita y envolvente se perdiera.
A pesar del bonito momento y de la promesa no emitida de que no haría nada al respecto, no se le olvidaba la razón de por qué había tenido que ir hasta el burdel y de por qué ella se había encerrado aquí. Ya no era un pensamiento de venganza lo que rondaba por su cabeza, bueno quizás uno mínimo si, ahora lo que deambulaba por su mente era que hubiera hecho si la perdía otra vez. Estaba segura de que esta ocasión no lo soportaría y con lo de moda que estaba en estos tiempos matar vampiros no le resultaría fácil encontrar la salida. También le hacía plantearse la petición que ella misma le había proferido la otra noche en su casa. Prácticamente tenía la misma reticencia a aceptar pero ahora se habían sumado algunos pros a su lista de pros y contras.
Desechó de nuevo las ideas en las que su mente estaba entrando para más tarde en la soledad de sus mañanas en la biblioteca con los libros a su alrededor para ayudarla a decidirse, aunque noches como esta le decían que se saltara cualquier convicción moral y que fuera egoísta. Gracias al nivel de felicidad no llegó a cambiarle la mueca de la cara ni un solo segundo, y si cambiaba no desprendía otra cosa que euforia y alegría.
La sonrisa no abandonó su rostro ni un segundo, se acercó lentamente a sus labios y alzó la ceja- ¿debería continuar o ya sabéis de lo que soy capaz? -preguntó susurrando y dejando escapar una pequeña risita. Se acercó un poco más a sus labios hasta besarla levemente, ya hacia demasiado tiempo que no la había besado y lo empezaba a echar en falta. Ahora que ya había dejado de torturarla podía volver a mirar esos dos azules ojos, que al principio del encuentro reflejaban miedo y que ahora volvían a tener ese brillo especial que sólo ella podía tener.
Seguía mirándola y sonriendo mientras ella recuperaba el aliento. Comenzó a acariciar sus manos mientras esperaba una respuesta del su parte, también comenzaba a pensar en alguna otra tortura por sí no había sido suficiente. Volvió a dejar un beso sobre sus labios y otro en el mentón seguido por un pequeño mordisco, dejó a un lado los pensamientos de "revancha" y se anotó mentalmente que la tenía que hacer reír más seguido, era un pena que una risa tan bonita y envolvente se perdiera.
A pesar del bonito momento y de la promesa no emitida de que no haría nada al respecto, no se le olvidaba la razón de por qué había tenido que ir hasta el burdel y de por qué ella se había encerrado aquí. Ya no era un pensamiento de venganza lo que rondaba por su cabeza, bueno quizás uno mínimo si, ahora lo que deambulaba por su mente era que hubiera hecho si la perdía otra vez. Estaba segura de que esta ocasión no lo soportaría y con lo de moda que estaba en estos tiempos matar vampiros no le resultaría fácil encontrar la salida. También le hacía plantearse la petición que ella misma le había proferido la otra noche en su casa. Prácticamente tenía la misma reticencia a aceptar pero ahora se habían sumado algunos pros a su lista de pros y contras.
Desechó de nuevo las ideas en las que su mente estaba entrando para más tarde en la soledad de sus mañanas en la biblioteca con los libros a su alrededor para ayudarla a decidirse, aunque noches como esta le decían que se saltara cualquier convicción moral y que fuera egoísta. Gracias al nivel de felicidad no llegó a cambiarle la mueca de la cara ni un solo segundo, y si cambiaba no desprendía otra cosa que euforia y alegría.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Poco a poco traté de normalizar de nuevo mi respiración, dejando que el aire pasara tanto por mi nariz como por mis labios para evitar quedarme sin aliento. Mis latidos volvían a encontrarse desbocados, aunque en esta ocasión por un motivo muy diferente a los anteriores. Ocasionalmente alguna carcajada seguía escapando de lo más profundo de mi pecho, aunque cada vez iba quedándome más en calma.
Al tener Santana mis manos entre las suyas, por encima de mi cabeza, no pude retirarme las lágrimas que habían escapado de mis ojos, así que simplemente dejé que se secaran sobre la piel de mi rostro, siendo la prueba más visible del ataque de cosquillas que acababa de sufrir.
El dulce beso que ella depositó sobre mis labios fue la manera de sellar nuestro particular tratado de paz, dejando finalmente la habitación de nuevo en calma.
—Creo que he aprendido la lección—susurré con cierto fastidio, ya que, aunque Santana había logrado hacerme reir como nunca nadie lo había hecho, también significaba que ella había ganado nuestra pequeña batalla.
Aún no había pensado cómo, pero desde luego sus actos tendrían sus consecuencias y yo me cobraría una dulce revancha. Aunque ya habría tiempo para la venganza más tarde.
Tener el peso de otro cuerpo sobre el mío era una sensación a la que estaba muy acostumbrada. Sin embargo, nada se comparaba a sentir su cuerpo. Eso y las atenciones que me brindaba aprovechando su posición de superioridad.
No pude evitar sonreir como una ilusa al mirarla fijamente a los ojos, deleitándome por enésima vez de poder admirar su rostro tan cerca del mío. ¿Cómo era posible que hubiese desarrollado tan rápido unos sentimientos tan profundos por ella? En cuestión de días se había convertido en la única dueña de mis pensamientos, de mi cuerpo y de mi alma. Y apesar de que lo normal sería sentir algo de miedo o abrumamiento, no podía evitar sentirme absolutamente dichosa.
—¿Esos besos significan que perdonas mi osadía o solo son una pausa cruel antes de seguir torturándome?—inquirí, mordiéndome suavemente el labio a continuación, tratando de reprimir una enorme sonrisa al sentir como sus dedos jugueteaban con los míos.
Al tener Santana mis manos entre las suyas, por encima de mi cabeza, no pude retirarme las lágrimas que habían escapado de mis ojos, así que simplemente dejé que se secaran sobre la piel de mi rostro, siendo la prueba más visible del ataque de cosquillas que acababa de sufrir.
El dulce beso que ella depositó sobre mis labios fue la manera de sellar nuestro particular tratado de paz, dejando finalmente la habitación de nuevo en calma.
—Creo que he aprendido la lección—susurré con cierto fastidio, ya que, aunque Santana había logrado hacerme reir como nunca nadie lo había hecho, también significaba que ella había ganado nuestra pequeña batalla.
Aún no había pensado cómo, pero desde luego sus actos tendrían sus consecuencias y yo me cobraría una dulce revancha. Aunque ya habría tiempo para la venganza más tarde.
Tener el peso de otro cuerpo sobre el mío era una sensación a la que estaba muy acostumbrada. Sin embargo, nada se comparaba a sentir su cuerpo. Eso y las atenciones que me brindaba aprovechando su posición de superioridad.
No pude evitar sonreir como una ilusa al mirarla fijamente a los ojos, deleitándome por enésima vez de poder admirar su rostro tan cerca del mío. ¿Cómo era posible que hubiese desarrollado tan rápido unos sentimientos tan profundos por ella? En cuestión de días se había convertido en la única dueña de mis pensamientos, de mi cuerpo y de mi alma. Y apesar de que lo normal sería sentir algo de miedo o abrumamiento, no podía evitar sentirme absolutamente dichosa.
—¿Esos besos significan que perdonas mi osadía o solo son una pausa cruel antes de seguir torturándome?—inquirí, mordiéndome suavemente el labio a continuación, tratando de reprimir una enorme sonrisa al sentir como sus dedos jugueteaban con los míos.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Rio entre dientes ante su pregunta inquisitoria, incluso por un momento analizó que podría hacer pero negó con la cabeza volviendo a dejar un casto beso sobre sus labios- quedáis perdonada-sonrió y liberó sus manos y su cuerpo tumbándose a su lado de costado. Se quedó mirándola hasta que cerró los ojos, por un momento sonrió para si misma y una idea cruzó su cabeza, por qué no cambiar el entorno para evadirse un poco más del mundo, ahora que por fin podía demostrar sus cualidades sin temor de que la tacharan de loca tenía que aprovechar. Lo único que fallaba es que no tenía claro que paisaje poner, hasta que otra lucecita se encendió en su cabeza.
Mantuvo sus ojos cerrados y recordó la primera conversación acerca de las estrellas y también los muchos paseos que se había dado ella sola por las playas cerca de su casa a altas horas de la noche, así podía combinar un poco ambas cosas creando un entorno en la playa tan conocida para ella con un cielo visiblemente estrellado sobre sus cabezas. Abrió los ojos intentando que la idea no se fuera de la cabeza y sonrió con orgullo admirando su propia capilla Sixtina. Dejó de repasar los detalles y volvió a concentrar, todo lo que pudo, su atención en la que estaba a su lado- ¿Qué te parece? –preguntó señalando al supuesto cielo abierto.
Tal y como le había dicho en su primera charla, fuera de París o fuera de cualquier lugar con alguna iluminación se podían observar las estrellas de una forma exquisita permitiendo que se apreciara la magnificencia que poseían. Todo lo que las rodeaba puede que tan solo fuera una sola, de momento, pero igualmente era su propia burbuja de la que solo ellas dos eran partícipes. Se colocó mirando hacia arriba y poniendo las manos detrás de su cabeza mientras rememoraba e intentaba encontrar las constelaciones que tantas veces su abuela le había enseñado, aunque no le era difícil, ese tipo de cosas se quedaron grabadas a fuego.
Era bueno eso de tener práctica con sus atributos ya que no debía estar tan centrada en lo que hacía y podía estar más atenta de Sinn. Para Santana ya había desaparecido cualquier sonido que no fuera el de las olas y no había otra presencia que no fuera la de la rubia. En momentos como este, ella misma, se llegaba a sorprender de lo potente y a la vez manipulable que podía llegar a ser la mente humana ya que se dejaba engañar por una simple ilusión, bien hecha pero ilusión al fin y al cabo.
-Las estrellas siempre están encima, solo hay que saber donde mirarlas…-susurró ladeando la cabeza y mirándola sonriente, conociéndola como lo estaba empezando a hacer, sabía que se acordaría de aquella frase. Por su mente viajaron también las miles de historias que había escuchado acerca de aquellas lucecitas que tenían encima y otras miles que había leído, algunas simplemente no tenían pies ni cabeza pero otra aunque no tuvieran sentido en un mundo “normal” siempre eran mejores.
Mantuvo sus ojos cerrados y recordó la primera conversación acerca de las estrellas y también los muchos paseos que se había dado ella sola por las playas cerca de su casa a altas horas de la noche, así podía combinar un poco ambas cosas creando un entorno en la playa tan conocida para ella con un cielo visiblemente estrellado sobre sus cabezas. Abrió los ojos intentando que la idea no se fuera de la cabeza y sonrió con orgullo admirando su propia capilla Sixtina. Dejó de repasar los detalles y volvió a concentrar, todo lo que pudo, su atención en la que estaba a su lado- ¿Qué te parece? –preguntó señalando al supuesto cielo abierto.
Tal y como le había dicho en su primera charla, fuera de París o fuera de cualquier lugar con alguna iluminación se podían observar las estrellas de una forma exquisita permitiendo que se apreciara la magnificencia que poseían. Todo lo que las rodeaba puede que tan solo fuera una sola, de momento, pero igualmente era su propia burbuja de la que solo ellas dos eran partícipes. Se colocó mirando hacia arriba y poniendo las manos detrás de su cabeza mientras rememoraba e intentaba encontrar las constelaciones que tantas veces su abuela le había enseñado, aunque no le era difícil, ese tipo de cosas se quedaron grabadas a fuego.
Era bueno eso de tener práctica con sus atributos ya que no debía estar tan centrada en lo que hacía y podía estar más atenta de Sinn. Para Santana ya había desaparecido cualquier sonido que no fuera el de las olas y no había otra presencia que no fuera la de la rubia. En momentos como este, ella misma, se llegaba a sorprender de lo potente y a la vez manipulable que podía llegar a ser la mente humana ya que se dejaba engañar por una simple ilusión, bien hecha pero ilusión al fin y al cabo.
-Las estrellas siempre están encima, solo hay que saber donde mirarlas…-susurró ladeando la cabeza y mirándola sonriente, conociéndola como lo estaba empezando a hacer, sabía que se acordaría de aquella frase. Por su mente viajaron también las miles de historias que había escuchado acerca de aquellas lucecitas que tenían encima y otras miles que había leído, algunas simplemente no tenían pies ni cabeza pero otra aunque no tuvieran sentido en un mundo “normal” siempre eran mejores.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Giré la cabeza en su dirección cuando ella se tumbó a mi lado, deleitándome con la visión de su rostro desde un ángulo bastante más confortable para ambas. Las cosquillas y lo que ellas suponían habían desaparecido por completo, dejándome en un estado de calma y relax altamente gratificante.
Santana cerró los ojos, captando mi atención por completo. Nunca la había visto dormir (tampoco es que hubiese tenido tantas oportunidades), así que el hecho de observarla con ese semblante hacía que cientos de mariposas revolotearan en mi interior. Parecía una estatua de marmol, sin una sola imperfección, con la increíble habilidad de despertar en mí el más ardiente de los calores aún cuando su exterior estaba permanentemente helado. Tan concentrada estaba en estudiar su anatomía que no me percaté de que poco a poco las paredes y el techo de mi habitación habían sido sustituidas por una imagen muy diferente.
Mis ojos se abrieron con sorpresa al igual que mis labios, formando circulos casi perfectos. De no ser porque seguía sintiendo el roce de mis sabanas debajo de mí, habría jurado que estaba tumbada en mitad del campo, muy lejos del bullicio parisino.
Puede que no fuese real, pero Santana acababa de crear el paisaje más bonito que había presenciado en toda mi vida. Cientos de estrellas tintineaban en la oscuridad del cielo nocturno, sin nada que pudiera hacerles sombra. Era simplemente increible. Sin despegar mi mirada del cielo, ya que no quería perderme el espectáculo, busqué una de las manos de Santana sobre la superficie de la cama. Al no encontrarla opté por colocar la palma de mi mano sobre su vientre, agarrándome a la tela de su camisa y dando un pequeño tirón fruto de la excitación.
Finalmente giré la cabeza en su dirección de nuevo, encontrándome una visión aún más arrebatadora que la del cielo estrellado. Los cientos de puntos brillantes dibujados en el techo de la habitación se reflejaban sobre su piel de porcelana, dándole un aspecto completamente celestial. Un ángel.
La fuerza con la que mis dedos agarraban la tela de su camisa se hizo un poco más insistente, relajándose otra vez a los pocos segundos. Mis emociones volvían a ser una auténtico descontrol, con la diferencia de que en esta ocasión todos los sentimientos eran positivos.
—No tengo palabras que puedan hacer justicia a lo que mis ojos ven en este momento—susurré, refiriéndome más a las estrellas reflejadas sobre su cuerpo que al propio cielo que ella había creado. Me mordí el labio suavemente para a continuación sonreir de manera amplia y sincera.
"Me encantaría saber cómo mirarlas."
Mi mente aún recordaba las palabras que no me había atrevido a decir aquella noche cuando ella me había hablado, justo antes de presentarnos por primera vez. Y aún apesar de que ese anhelo siempre se había mantenido como un pensamiento, Santana había sabido como complacerme sin necesidad de pedírselo, creando esa ilusión exclusivamente para el disfrute de nuestras miradas. Sonreí más aún.
Inclinando ligeramente la cabeza hacia adelante, mis labios rozaron ligeramente los suyos, para segundos más tarde fundirse en un beso delicado y suave.
—Me encanta—susurré de nuevo, dándole el visto bueno a la situación, por si acaso aún no había quedado claro.
Volví a girar mi cabeza en dirección al cielo. Mis dedos por fin empezaron a relajarse y fui capaz de soltar la tela de su camisa, comenzando a dibujar patrones sin sentido sobre su vientre.
Santana cerró los ojos, captando mi atención por completo. Nunca la había visto dormir (tampoco es que hubiese tenido tantas oportunidades), así que el hecho de observarla con ese semblante hacía que cientos de mariposas revolotearan en mi interior. Parecía una estatua de marmol, sin una sola imperfección, con la increíble habilidad de despertar en mí el más ardiente de los calores aún cuando su exterior estaba permanentemente helado. Tan concentrada estaba en estudiar su anatomía que no me percaté de que poco a poco las paredes y el techo de mi habitación habían sido sustituidas por una imagen muy diferente.
Mis ojos se abrieron con sorpresa al igual que mis labios, formando circulos casi perfectos. De no ser porque seguía sintiendo el roce de mis sabanas debajo de mí, habría jurado que estaba tumbada en mitad del campo, muy lejos del bullicio parisino.
Puede que no fuese real, pero Santana acababa de crear el paisaje más bonito que había presenciado en toda mi vida. Cientos de estrellas tintineaban en la oscuridad del cielo nocturno, sin nada que pudiera hacerles sombra. Era simplemente increible. Sin despegar mi mirada del cielo, ya que no quería perderme el espectáculo, busqué una de las manos de Santana sobre la superficie de la cama. Al no encontrarla opté por colocar la palma de mi mano sobre su vientre, agarrándome a la tela de su camisa y dando un pequeño tirón fruto de la excitación.
Finalmente giré la cabeza en su dirección de nuevo, encontrándome una visión aún más arrebatadora que la del cielo estrellado. Los cientos de puntos brillantes dibujados en el techo de la habitación se reflejaban sobre su piel de porcelana, dándole un aspecto completamente celestial. Un ángel.
La fuerza con la que mis dedos agarraban la tela de su camisa se hizo un poco más insistente, relajándose otra vez a los pocos segundos. Mis emociones volvían a ser una auténtico descontrol, con la diferencia de que en esta ocasión todos los sentimientos eran positivos.
—No tengo palabras que puedan hacer justicia a lo que mis ojos ven en este momento—susurré, refiriéndome más a las estrellas reflejadas sobre su cuerpo que al propio cielo que ella había creado. Me mordí el labio suavemente para a continuación sonreir de manera amplia y sincera.
"Me encantaría saber cómo mirarlas."
Mi mente aún recordaba las palabras que no me había atrevido a decir aquella noche cuando ella me había hablado, justo antes de presentarnos por primera vez. Y aún apesar de que ese anhelo siempre se había mantenido como un pensamiento, Santana había sabido como complacerme sin necesidad de pedírselo, creando esa ilusión exclusivamente para el disfrute de nuestras miradas. Sonreí más aún.
Inclinando ligeramente la cabeza hacia adelante, mis labios rozaron ligeramente los suyos, para segundos más tarde fundirse en un beso delicado y suave.
—Me encanta—susurré de nuevo, dándole el visto bueno a la situación, por si acaso aún no había quedado claro.
Volví a girar mi cabeza en dirección al cielo. Mis dedos por fin empezaron a relajarse y fui capaz de soltar la tela de su camisa, comenzando a dibujar patrones sin sentido sobre su vientre.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
A pesar de que había esperado una respuesta verbal no necesitaba que le hubiera dicho nada, su faz lo decía todo y se enorgullecía más de su obra. Notó el tirón sobre su camisa y ensanchó su sonrisa mordiéndose ligeramente el labio. Al parecer todavía no estaba lo suficiente sorprendida hasta que no conectaron las miradas, en ese momento a Santana se le había olvidado hasta como se llamaba, las “luciérnagas” se proyectaban en su piel blanca.
No pudo evitar suspirar ligeramente cuando sus besos simplemente se rozaron para dar paso a un beso lento y suave. Tras eso, el reconocimiento verbal, que no necesitaba, se hizo presente y se volvió a abstraer mirando hacia el cielo mientras soltaba la tela de su camisa. Santana seguía mirándola con una sonrisita en la cara, le parecía fascinante ver reflejadas tantas emociones en su rostro alumbrado por las estrellas.
Se acercó un poco a ella y besó su mejilla- algún día esto no tendrá que ser una ilusión…-susurró en su oído, promesa de que la sacaría de este lugar tan hipócrita. Aprovechó que al cambiar de posición volvía a tener las manos libres, y no de apoyo, y acarició esa piel nívea que tenía un ligero tono rosado en las mejillas. La cama a pesar de no ser nada del otro mundo era algo cómoda, pero tenía por seguro que estaría un poco más cómoda con algo de cercanía, pero debía pedir una especie de permiso y por qué no emplear las técnicas que su propia gata empleado alguna vez con ella. Rozó la punta de su nariz con la piel del cuello de ella.
Con un brazo la abrazó mientras seguía reclamando un poco de atención. Suspiró en su cuello al dejarse envolver por su aroma un tanto dulce. Su sonrisa no desaparecía de su rostro, después de todo el mal trago pasado durante cuatro días ahora estaba en un estado de felicidad y plenitud. Apretó ligeramente su brazo entorno a su cintura. Seguía agradeciendo haber estado tanto tiempo ejercitando este don en su tiempo libre, en definitiva la mayor parte del día.
Ahora le veía una nueva utilidad a esto de tener atributos especiales, nunca le había visto un lado del todo positivo principalmente porque eran pasivos pero también era cierto que estos la habían sacado alguna que otra vez de una situación complicada. Ahora tenía la oportunidad de no esconderse o reprimirse tanto y al parecer la otra parte estaba más que encantada de que utilizara sus atributos con ella.
En estos últimos días sus prioridades habían cambiado completamente, antes lo primero era intentar seguir en esta miserable vida para alcanzar su propósito de encontrarla pero ahora que la había encontrado lo primero era su felicidad y seguridad. Si bien era cierto eso de seguridad, ya había flaqueado un poco pero no volvería a pasar, respecto a la felicidad al parecer no lo estaba haciendo nada mal, y esto solo le hacía replantearse de nuevo la proposición aquella que le hizo hace un par de noches que seguía sin convencer a Santana pero que tampoco descartaba.
No pudo evitar suspirar ligeramente cuando sus besos simplemente se rozaron para dar paso a un beso lento y suave. Tras eso, el reconocimiento verbal, que no necesitaba, se hizo presente y se volvió a abstraer mirando hacia el cielo mientras soltaba la tela de su camisa. Santana seguía mirándola con una sonrisita en la cara, le parecía fascinante ver reflejadas tantas emociones en su rostro alumbrado por las estrellas.
Se acercó un poco a ella y besó su mejilla- algún día esto no tendrá que ser una ilusión…-susurró en su oído, promesa de que la sacaría de este lugar tan hipócrita. Aprovechó que al cambiar de posición volvía a tener las manos libres, y no de apoyo, y acarició esa piel nívea que tenía un ligero tono rosado en las mejillas. La cama a pesar de no ser nada del otro mundo era algo cómoda, pero tenía por seguro que estaría un poco más cómoda con algo de cercanía, pero debía pedir una especie de permiso y por qué no emplear las técnicas que su propia gata empleado alguna vez con ella. Rozó la punta de su nariz con la piel del cuello de ella.
Con un brazo la abrazó mientras seguía reclamando un poco de atención. Suspiró en su cuello al dejarse envolver por su aroma un tanto dulce. Su sonrisa no desaparecía de su rostro, después de todo el mal trago pasado durante cuatro días ahora estaba en un estado de felicidad y plenitud. Apretó ligeramente su brazo entorno a su cintura. Seguía agradeciendo haber estado tanto tiempo ejercitando este don en su tiempo libre, en definitiva la mayor parte del día.
Ahora le veía una nueva utilidad a esto de tener atributos especiales, nunca le había visto un lado del todo positivo principalmente porque eran pasivos pero también era cierto que estos la habían sacado alguna que otra vez de una situación complicada. Ahora tenía la oportunidad de no esconderse o reprimirse tanto y al parecer la otra parte estaba más que encantada de que utilizara sus atributos con ella.
En estos últimos días sus prioridades habían cambiado completamente, antes lo primero era intentar seguir en esta miserable vida para alcanzar su propósito de encontrarla pero ahora que la había encontrado lo primero era su felicidad y seguridad. Si bien era cierto eso de seguridad, ya había flaqueado un poco pero no volvería a pasar, respecto a la felicidad al parecer no lo estaba haciendo nada mal, y esto solo le hacía replantearse de nuevo la proposición aquella que le hizo hace un par de noches que seguía sin convencer a Santana pero que tampoco descartaba.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
En ese momento era imposible que pudiera anhelar algo con más ganas que la idea de poder recorrer el mundo con Santana. Ahora más que nunca fantaseaba imaginando este mismo cielo visto desde los lugares más increíbles del planeta, con la persona más especial que pudiese existir a mi lado. Dejar por fin París y todos los malos recuerdos que esta ciudad traía consigo para mí bien atrás en el tiempo, perdidos en el pasado.
Era un tanto triste que una ciudad tan cotizada y tan admirada se hubiese convertido en mi carcel durante tantos años, haciendo que finalmente llegase a desarrollar una auténtica antipatía por ella.
Seguía demasiado ensimismada con las estrellas como para prestarle atención a algo más. Sin embargo, mi cuerpo se movió de manera instintiva cuando sentí como Santana empezó a revolotear a mi lado, moldeándose para poder encajar perfectamente sobre la cama.
Cuando me abrazó, sin darse aún por vencida en sus reclamos de atención, aparté de nuevo mi mirada del techo y la centré en ella, sonriendo suavemente.
Pasé uno de mis brazos alrededor de sus hombros, acercándola más a mí e instándola a que apoyara la cabeza en la zona entre mi hombro y mi pecho, utilizándome como una improvisada almohada.
Deposité un beso sobre su cabeza, tomándome unos segundos para poder apreciar el dulce aroma de su cabello. A cada día que pasaba, estaba más y más convencida de que ese olor se había metido de tal manera en mi mente que sería capaz de reconocerlo en cualquier lugar.
—Aunque parezcas Santiago, sigues oliendo a Santana—comenté en un susurro, no haciendo nada por evitar que una risita juguetona escapara de mis labios. Después de unos instantes mis ojos se abrieron como platos, temiendo las consecuencias que podría tener mi pequeña broma. Me llevé la mano que tenía libre a los labios, cubriéndolos como si hubiera proferido una gran blasfemia—¡Ouh! Perdóname, pero no más cosquillas, te lo suplico—pedí de manera atropellada, poniendo mi mejor expresión de niña inocente que no había roto un plato en su vida.
La vampiresa que dominaba a su presa a base de cosquillas. Dudaba seriamente que una historia así pudiese asustar a nadie, siquiera al más cobarde de los niños. Sonreí de nuevo.
Era un tanto triste que una ciudad tan cotizada y tan admirada se hubiese convertido en mi carcel durante tantos años, haciendo que finalmente llegase a desarrollar una auténtica antipatía por ella.
Seguía demasiado ensimismada con las estrellas como para prestarle atención a algo más. Sin embargo, mi cuerpo se movió de manera instintiva cuando sentí como Santana empezó a revolotear a mi lado, moldeándose para poder encajar perfectamente sobre la cama.
Cuando me abrazó, sin darse aún por vencida en sus reclamos de atención, aparté de nuevo mi mirada del techo y la centré en ella, sonriendo suavemente.
Pasé uno de mis brazos alrededor de sus hombros, acercándola más a mí e instándola a que apoyara la cabeza en la zona entre mi hombro y mi pecho, utilizándome como una improvisada almohada.
Deposité un beso sobre su cabeza, tomándome unos segundos para poder apreciar el dulce aroma de su cabello. A cada día que pasaba, estaba más y más convencida de que ese olor se había metido de tal manera en mi mente que sería capaz de reconocerlo en cualquier lugar.
—Aunque parezcas Santiago, sigues oliendo a Santana—comenté en un susurro, no haciendo nada por evitar que una risita juguetona escapara de mis labios. Después de unos instantes mis ojos se abrieron como platos, temiendo las consecuencias que podría tener mi pequeña broma. Me llevé la mano que tenía libre a los labios, cubriéndolos como si hubiera proferido una gran blasfemia—¡Ouh! Perdóname, pero no más cosquillas, te lo suplico—pedí de manera atropellada, poniendo mi mejor expresión de niña inocente que no había roto un plato en su vida.
La vampiresa que dominaba a su presa a base de cosquillas. Dudaba seriamente que una historia así pudiese asustar a nadie, siquiera al más cobarde de los niños. Sonreí de nuevo.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Sus provocaciones para captar su atención habían sido muy satisfactorias. Se acomodó un poco más, situando su cabe en el espacio entre su hombro y su pecho dejando escapar un ligero ronroneo al recibir un beso de su parte. Ante su pequeño comentario solo pudo reír ligeramente y dejar un beso en su cuello- tranquila, no lo tendré en cuenta, lo tomaré como un halago… - volvió a reír ligeramente y volvió a acomodarse un poco mejor mientras cerraba los ojos.
Si seguía así de cómoda y tan relajada probablemente acabaría durmiéndose y eso no era buena idea, o quizás tampoco era mala idea solo que en caso de que ocurriera debería quedarse hasta que anocheciese de nuevo. Pensándolo bien le gustaba la idea de quedarse todo el día, evitaba que Sinn sufriera algún daño y también evitarla sufrirlo ella misma además de poder pasar tiempo a su lado. Por supuesto habría que saber la opinión de la dueña de la habitación, no iba a usurpar su espacio sin decir nada.
Al ganar cercanía y estar justo piel con piel podía oír perfectamente como su corazón latía dentro de su pecho y su sangre recorría su cuerpo mientras su respiración marcaba el ritmo del suyo propio- no sabes cuánto me relaja tu presencia… - susurró medio adormilada y comenzando a mover los dedos en su cintura como si fueran las teclas del piano. Su mente empezaba a apagarse lentamente aunque todavía seguía lo suficientemente consciente como para mantener consciencia alguna y continuar con el cambio de paisaje, aunque si pretendía no dormirse debía hablarle o activarse de alguna forma.
Movió ligeramente la cara hacia arriba sin siquiera hablar los ojos y dejó algún beso que otro allí donde llegaba intentando dejarlos en su cuello- ¿qué haces para matar el tiempo por aquí? – abrió los ojos ligeramente, tenía curiosidad por qué cosas haría en su tiempo libre, porque aunque trabajara bastante tenía que tener algún espacio de tiempo para ella, y sinceramente si alguien que tenía prácticamente de todo utensilio que se utilizara para entretenerse se llegaba a aburrir, alguien que tiene unos recursos limitados no se imaginaba como podía pasar el tiempo. Aunque también se dice que el que menos tiene más feliz suele ser, o algo así.
Volvió a cerrar los ojos mientras subía la mano que se encontraba en la cintura hasta llegar a su clavícula y acariciar la piel de allí con la yema de los dedos dirigiéndose hasta donde se encontraban las dos pequeñas marcas rojas dejándolos quietos allí pero continuando su roce suave. Al parecer a Sinn le gustaba bailar pero a Santana le encantaba cantar y por eso muchas veces sin darse cuenta comenzaba a tararear cualquier cosa como estaba haciendo ahora. Sin duda ambas eran complemento de la otra, una bailar y la otra cantar, una morena y la otra rubia, una alta y la otra baja, entre otras cosas que las diferenciaban pero a la vez las complementaban.
Si seguía así de cómoda y tan relajada probablemente acabaría durmiéndose y eso no era buena idea, o quizás tampoco era mala idea solo que en caso de que ocurriera debería quedarse hasta que anocheciese de nuevo. Pensándolo bien le gustaba la idea de quedarse todo el día, evitaba que Sinn sufriera algún daño y también evitarla sufrirlo ella misma además de poder pasar tiempo a su lado. Por supuesto habría que saber la opinión de la dueña de la habitación, no iba a usurpar su espacio sin decir nada.
Al ganar cercanía y estar justo piel con piel podía oír perfectamente como su corazón latía dentro de su pecho y su sangre recorría su cuerpo mientras su respiración marcaba el ritmo del suyo propio- no sabes cuánto me relaja tu presencia… - susurró medio adormilada y comenzando a mover los dedos en su cintura como si fueran las teclas del piano. Su mente empezaba a apagarse lentamente aunque todavía seguía lo suficientemente consciente como para mantener consciencia alguna y continuar con el cambio de paisaje, aunque si pretendía no dormirse debía hablarle o activarse de alguna forma.
Movió ligeramente la cara hacia arriba sin siquiera hablar los ojos y dejó algún beso que otro allí donde llegaba intentando dejarlos en su cuello- ¿qué haces para matar el tiempo por aquí? – abrió los ojos ligeramente, tenía curiosidad por qué cosas haría en su tiempo libre, porque aunque trabajara bastante tenía que tener algún espacio de tiempo para ella, y sinceramente si alguien que tenía prácticamente de todo utensilio que se utilizara para entretenerse se llegaba a aburrir, alguien que tiene unos recursos limitados no se imaginaba como podía pasar el tiempo. Aunque también se dice que el que menos tiene más feliz suele ser, o algo así.
Volvió a cerrar los ojos mientras subía la mano que se encontraba en la cintura hasta llegar a su clavícula y acariciar la piel de allí con la yema de los dedos dirigiéndose hasta donde se encontraban las dos pequeñas marcas rojas dejándolos quietos allí pero continuando su roce suave. Al parecer a Sinn le gustaba bailar pero a Santana le encantaba cantar y por eso muchas veces sin darse cuenta comenzaba a tararear cualquier cosa como estaba haciendo ahora. Sin duda ambas eran complemento de la otra, una bailar y la otra cantar, una morena y la otra rubia, una alta y la otra baja, entre otras cosas que las diferenciaban pero a la vez las complementaban.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Si ella afirmaba que mi presencia le relajaba, definitivamente sus caricias hacían lo mismo conmigo. Sus dedos se movían como plumas sobre mi piel, generando un agradable cosquilleo que me hacía suspirar de cuando en cuando, anhelando algo más de contacto.
Cerré los ojos, llenando mis pulmones de aire al máximo de su capacidad para después irlos vaciando lentamente, con la correspondiente subida y bajada de mi pecho.
Casi había entrado en un pequeño estado de trance entre sus caricias y el paisaje, pero al sentir sus labios besando mi cuello volví a centrarme.
No es que tuviese demasiado tiempo libre, ya que cuando no estaba ocupada con algún cliente me encargaba de echar una mano en el burdel, ya fuese en la cocina o fregando el suelo, con tal de mantenerme ocupada. Sin embargo, no siempre conseguía mi cometido y en ocasiones no me quedaba otra que ver pasar el tiempo de manera ociosa.
—A veces salgo a dar paseos por París... recorro las calles en las que viví antes de llegar aquí—comenté con cierta melancolía. No sentía añoranza alguna por aquella época de mi vida, pero al menos, por aquel entonces, aún conservaba mi inocencia—Otras veces paso el tiempo con el resto de las muchachas, contándonos alguna anecdota o simplemente charlando de cualquier cosa—aunque eran pocas las personas a las que podía considerar mis amigos, la camaradería que existía dentro del burdel era bastante admirable. Probablemente no pondría jamás la mano en el fuego por casi ninguna de esas mujeres y hombres, pero aún así nos hacíamos compañía los unos a los otros en momentos de soledad—Y en ocasiones, cuando estoy sola o no tengo ganas de hablar con nadie, bailo. Me imagino una melodía, cierro los ojos y me dejo llevar...
Una sonrisa tímida se dibujó en mi rostro.
Hasta ahora, jamás había dejado que nadie en el burdel me viese bailar, no queriendo relacionar mi pasatiempo favorito con la actividad que más odiaba en el mundo. Por no mencionar que, de ser descubierta, probablemente sería explotada como un reclamo más para los posibles clientes.
Siempre había soñado con poder bailar para un gran público, pero no mientras que ese mismo público me animaba a quitarme la ropa, si no para que todas esas personas admiraran la belleza de una danza desde el patio de butacas de un gran teatro. Para que rompieran a apludir tras una actuación brillante. Desgraciadamente, ese mundo de focos y lujo no estaba hecho para mí, así que me conformaba con realizar mis propios recitales frente al espejo.
—¿Qué hay de ti?—inquirí con curiosidad—Porque después de tantos años hasta la actividad más lúdica que se me pueda ocurrir te parecerá extremadamente aburrida—¿me seguiría gustando tanto bailar si no dejase de hacerlo durante los próximos doscientos años?
Cerré los ojos, llenando mis pulmones de aire al máximo de su capacidad para después irlos vaciando lentamente, con la correspondiente subida y bajada de mi pecho.
Casi había entrado en un pequeño estado de trance entre sus caricias y el paisaje, pero al sentir sus labios besando mi cuello volví a centrarme.
No es que tuviese demasiado tiempo libre, ya que cuando no estaba ocupada con algún cliente me encargaba de echar una mano en el burdel, ya fuese en la cocina o fregando el suelo, con tal de mantenerme ocupada. Sin embargo, no siempre conseguía mi cometido y en ocasiones no me quedaba otra que ver pasar el tiempo de manera ociosa.
—A veces salgo a dar paseos por París... recorro las calles en las que viví antes de llegar aquí—comenté con cierta melancolía. No sentía añoranza alguna por aquella época de mi vida, pero al menos, por aquel entonces, aún conservaba mi inocencia—Otras veces paso el tiempo con el resto de las muchachas, contándonos alguna anecdota o simplemente charlando de cualquier cosa—aunque eran pocas las personas a las que podía considerar mis amigos, la camaradería que existía dentro del burdel era bastante admirable. Probablemente no pondría jamás la mano en el fuego por casi ninguna de esas mujeres y hombres, pero aún así nos hacíamos compañía los unos a los otros en momentos de soledad—Y en ocasiones, cuando estoy sola o no tengo ganas de hablar con nadie, bailo. Me imagino una melodía, cierro los ojos y me dejo llevar...
Una sonrisa tímida se dibujó en mi rostro.
Hasta ahora, jamás había dejado que nadie en el burdel me viese bailar, no queriendo relacionar mi pasatiempo favorito con la actividad que más odiaba en el mundo. Por no mencionar que, de ser descubierta, probablemente sería explotada como un reclamo más para los posibles clientes.
Siempre había soñado con poder bailar para un gran público, pero no mientras que ese mismo público me animaba a quitarme la ropa, si no para que todas esas personas admiraran la belleza de una danza desde el patio de butacas de un gran teatro. Para que rompieran a apludir tras una actuación brillante. Desgraciadamente, ese mundo de focos y lujo no estaba hecho para mí, así que me conformaba con realizar mis propios recitales frente al espejo.
—¿Qué hay de ti?—inquirí con curiosidad—Porque después de tantos años hasta la actividad más lúdica que se me pueda ocurrir te parecerá extremadamente aburrida—¿me seguiría gustando tanto bailar si no dejase de hacerlo durante los próximos doscientos años?
Sinnove Lindstrom- Prostituta Clase Baja
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Mientras escuchaba su respuesta su mano seguía avanzando por allí donde quería, sonrió al escuchar su última forma de distracción y se acordó de su primera conversación. Se incorporó ligeramente y la miró por unos segundos- todavía no te he visto bailar…-se podía decir que eso había sido una indirecta bastante directa, pero tenía curiosidad por verla bailar. Se notaba que le gustaba, podía verlo a través de sus ojos, y después de años visitando teatros atestados de bailarines había aprendido que bastante pocos podían hacerte sentir a través de unos pasos de bailes, y tenía por seguro que Sinnove era una de esas personas.
Volvió a acomodarse en ella y llevo su mano hasta la de ella comenzando a jugar con sus dedos. Rio entre dientes al escuchar su pregunta y su propia conclusión- bueno, cuando te gusta puedes pasar años haciéndolo que no te cansas…-sonrió y dejó un leve beso en su mandíbula- paso el tiempo tocando el piano, leo, me ocupo del trabajo…y en cuanto puedo salgo a dar una vuelta simplemente por el hecho de no estar encerrada todo el día -se encogió ligeramente de hombros y se mordió el labio, estaba a punto de decirle otro de sus pasatiempos favoritos pero que nadie sabía- aunque también me encanta cantar… -susurró escondiendo el rostro en su cuello.
Hacía años que a nadie le decía esto, no era porque no se le diera bien era solo que siempre había sido algo personal y que a nadie le incumbía, hasta ahora. Tampoco entendía por qué le daba tanta importancia, no era nada de lo que tuviera que avergonzarse pero así era Santana, complicada hasta para algo tan simple como un pasatiempo. Dejando a un lado todo esa tontería no pudo evitar imaginar cómo sería poder lucir a Sinn en uno de los muchos bailes a los que asistía, aunque claro estaba que ella no era ninguno objeto trofeo, probablemente captarían todas las miradas simplemente por el don nato que imaginaba que tendría la rubia, y a Santana tampoco es que se le dieran mal los bailes.
Dejó de elucubrar antes de desconectar totalmente del mundo y volvió a tener atención en donde estaba, aunque el enfoque le duró bastante poco. Nunca entendería por qué tenía tendencia a que su mente no dejara de trabajar un solo segundo, ¿es qué ni cuando estaba relajada podía tener un poco de descanso mental? Suspiró pero sin borrar la sonrisa de su mente y esta vez si que intentó distraerse para evitar pensar en algo y volver a evadirse, que mejor forma para distraerse que distraerla a ella también. Lo que antes habían sido besos esporádicos por donde alcanzaba ahora se habían convertido en besos regulares aunque sin destino fijo. Por el contrario, su mano decidió dejarla tal y como estaba jugando con sus dedos.
-Un día, no muy lejano, tengo que llevarte a los grandes bailes que se organizan por aquí... aunque no tienen nada que envidiarle a los de mi país -susurró más como un pensamiento en voz alta que como afirmación para ella, pero igualmente no importaba haberlo sacado de su cabeza- no aceptaré un no por respuesta... -la miró con cara de que sabía que le pondría alguna escusa pero haría caso omiso a estas.
Volvió a acomodarse en ella y llevo su mano hasta la de ella comenzando a jugar con sus dedos. Rio entre dientes al escuchar su pregunta y su propia conclusión- bueno, cuando te gusta puedes pasar años haciéndolo que no te cansas…-sonrió y dejó un leve beso en su mandíbula- paso el tiempo tocando el piano, leo, me ocupo del trabajo…y en cuanto puedo salgo a dar una vuelta simplemente por el hecho de no estar encerrada todo el día -se encogió ligeramente de hombros y se mordió el labio, estaba a punto de decirle otro de sus pasatiempos favoritos pero que nadie sabía- aunque también me encanta cantar… -susurró escondiendo el rostro en su cuello.
Hacía años que a nadie le decía esto, no era porque no se le diera bien era solo que siempre había sido algo personal y que a nadie le incumbía, hasta ahora. Tampoco entendía por qué le daba tanta importancia, no era nada de lo que tuviera que avergonzarse pero así era Santana, complicada hasta para algo tan simple como un pasatiempo. Dejando a un lado todo esa tontería no pudo evitar imaginar cómo sería poder lucir a Sinn en uno de los muchos bailes a los que asistía, aunque claro estaba que ella no era ninguno objeto trofeo, probablemente captarían todas las miradas simplemente por el don nato que imaginaba que tendría la rubia, y a Santana tampoco es que se le dieran mal los bailes.
Dejó de elucubrar antes de desconectar totalmente del mundo y volvió a tener atención en donde estaba, aunque el enfoque le duró bastante poco. Nunca entendería por qué tenía tendencia a que su mente no dejara de trabajar un solo segundo, ¿es qué ni cuando estaba relajada podía tener un poco de descanso mental? Suspiró pero sin borrar la sonrisa de su mente y esta vez si que intentó distraerse para evitar pensar en algo y volver a evadirse, que mejor forma para distraerse que distraerla a ella también. Lo que antes habían sido besos esporádicos por donde alcanzaba ahora se habían convertido en besos regulares aunque sin destino fijo. Por el contrario, su mano decidió dejarla tal y como estaba jugando con sus dedos.
-Un día, no muy lejano, tengo que llevarte a los grandes bailes que se organizan por aquí... aunque no tienen nada que envidiarle a los de mi país -susurró más como un pensamiento en voz alta que como afirmación para ella, pero igualmente no importaba haberlo sacado de su cabeza- no aceptaré un no por respuesta... -la miró con cara de que sabía que le pondría alguna escusa pero haría caso omiso a estas.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Sonreí de manera cálida y ciertamente tímida al escuchar su pequeño reproche. Nunca antes me había considerado una persona tímida.
No, definitivamente esa palabra no me describía en absoluto. Sin embargo, no podía evitar sentirme intimidada a la vez que excitada ante la idea de bailar para Santana.
No tenía ningún problema en lucir mi cuerpo desnudo en frente de un completo extraño, pero tenía mis reservas a la hora de bailar frente a la que hoy por hoy era mi alma gemela. Dándole unas cuantas vueltas al asunto llegué a la conclusión de que en mi mundo, algo tan simple y normal como un baile era un gesto mucho más íntimo y personal que el tener o no ropa puesta encima. Un gesto que había estado reservando durante toda mi vida hasta encontrar a la persona indicada con la que compartir algo así.
En mi mente, al menos, tenía sentido.
Sonreí suavemente al escuchar sus palabras, disfrutando de la conversación al mismo tiempo que de sus besos y atenciones, siempre cariñosas y ciertamente dulces. Alcé levemente la mirada, tratando de imaginar como sería su voz aterciopelada si la empleaba para cantar. Aún sin haberla escuchado, estaba convencida de que sería el sonido más bonito que habría escuchado en toda mi vida.
—Es curioso que me hayas confesado que eras un vampiro antes de mostrarme tus habilidades musicales. Cualquiera diría que este era realmente tu gran secreto—comenté con cierta broma, aunque en el fondo estaba encantada por poder seguir descubriendo día a día los pequeños detalles que realmente la definían como persona. La raza era algo completamente secundario para mí a estas alturas—Y ahora que conozco la verdad me muero de ganas por escuchar tu voz...—añadí con tono ilusionado, ese que demostraba de manera abierta que tenía a Santana en un pedestal frente a mis ojos.
No me dio tiempo a replicar a sus siguientes palabras cuando ella parecía haberme leído la mente y se había adelantado a mis pensamientos, cortando de raiz mis excusas antes de que llegasen a salir por mis labios.
No era la primera vez que se ofrecía y me prometía llevarme a uno de los muchos eventos que solían celebrarse en la alta sociedad, eventos a los que yo les tenía completo pánico ante la idea de no ser capaz de dar la talla, poniendo a Santana en alguna situación comprometida. Sin embargo, cuando me lo pedía de esa manera, no me quedaba otra que aceptar y ceder a sus caprichos.
—Tendré que bailar para ti antes de que llegue ese momento, entonces. No quiero que todas esas bailarinas me hagan sombra y tener que competir con ellas por tu atención—repliqué, ya que obviamente mis habilidades nunca serían comparables a las de muchachas que llevaban toda su vida entrenándose en el arte de la danza.
No, definitivamente esa palabra no me describía en absoluto. Sin embargo, no podía evitar sentirme intimidada a la vez que excitada ante la idea de bailar para Santana.
No tenía ningún problema en lucir mi cuerpo desnudo en frente de un completo extraño, pero tenía mis reservas a la hora de bailar frente a la que hoy por hoy era mi alma gemela. Dándole unas cuantas vueltas al asunto llegué a la conclusión de que en mi mundo, algo tan simple y normal como un baile era un gesto mucho más íntimo y personal que el tener o no ropa puesta encima. Un gesto que había estado reservando durante toda mi vida hasta encontrar a la persona indicada con la que compartir algo así.
En mi mente, al menos, tenía sentido.
Sonreí suavemente al escuchar sus palabras, disfrutando de la conversación al mismo tiempo que de sus besos y atenciones, siempre cariñosas y ciertamente dulces. Alcé levemente la mirada, tratando de imaginar como sería su voz aterciopelada si la empleaba para cantar. Aún sin haberla escuchado, estaba convencida de que sería el sonido más bonito que habría escuchado en toda mi vida.
—Es curioso que me hayas confesado que eras un vampiro antes de mostrarme tus habilidades musicales. Cualquiera diría que este era realmente tu gran secreto—comenté con cierta broma, aunque en el fondo estaba encantada por poder seguir descubriendo día a día los pequeños detalles que realmente la definían como persona. La raza era algo completamente secundario para mí a estas alturas—Y ahora que conozco la verdad me muero de ganas por escuchar tu voz...—añadí con tono ilusionado, ese que demostraba de manera abierta que tenía a Santana en un pedestal frente a mis ojos.
No me dio tiempo a replicar a sus siguientes palabras cuando ella parecía haberme leído la mente y se había adelantado a mis pensamientos, cortando de raiz mis excusas antes de que llegasen a salir por mis labios.
No era la primera vez que se ofrecía y me prometía llevarme a uno de los muchos eventos que solían celebrarse en la alta sociedad, eventos a los que yo les tenía completo pánico ante la idea de no ser capaz de dar la talla, poniendo a Santana en alguna situación comprometida. Sin embargo, cuando me lo pedía de esa manera, no me quedaba otra que aceptar y ceder a sus caprichos.
—Tendré que bailar para ti antes de que llegue ese momento, entonces. No quiero que todas esas bailarinas me hagan sombra y tener que competir con ellas por tu atención—repliqué, ya que obviamente mis habilidades nunca serían comparables a las de muchachas que llevaban toda su vida entrenándose en el arte de la danza.
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Re: No es fácil esconderse cuando tú eres mi mundo [Santana]
Poco a poco y mientras la escuchaba hablar, fue posicionándose encima de ella aguantando su peso sobre sus brazos y le dirigió una mirada con los ojos entrecerrados ante su réplica, aunque no pudo evitar que se escapara de sus labios una ligera risa al mismo tiempo que negaba con la cabeza. Esa réplica no tenía mucha base pues jamás podría perder su atención ni aunque estuviera en una sala atestada de las personas más bellas del mundo, que por supuesto jamás le harían sombra a Sinnove.
–Créeme, no tendrás que competir con nadie por mi atención. Pero lo de bailar para mi antes de eso, tampoco me voy a oponer…–sonrió y besó levemente sus labios– respecto a mis habilidades musicales, digamos que solo tú sabes que me gusta cantar y hace mucho tiempo que no canto delante de nadie, aunque creo que contigo puedo hacer una excepción –como negarle algo tan simple como cantar delante de ella si la miraba con esa cara de ilusión, y aunque por una parte le encantaba ver como la tenía en un pedestal por otra sentía que no lo merecía.
Volvió a recostarse a su lado boca arriba mirando al techo todavía estrellado, intentando imaginar cómo sería contemplar uno de sus bailes, por supuesto nadie jamás podría eclipsar su atención hacia ella ni aunque ese alguien llevara años de formación. Por mucho que la gente se esforzara, no había nada como ver a alguien que sentía verdadera pasión por el baile, alguien que sin tener una formación profesional transmitía mucho más que cualquier bailarín de academia. Aunque por desgracia, la gente común solo quería ver de dónde procedían los demás y si se tenía clase social.
–Sigue contándome de ti, ¿qué sientes al bailar?–se posicionó de lado sobre su brazo mirándola con verdadera adulación y curiosidad, si bien podía hacerse una idea de lo que podía sentir que mejor que oírlo directamente de sus labios, también serviría para comprobar ligeramente lo que su mente imaginativa y racional imaginaba que sería para ella el baile, al igual que cantar lo era para Santana– ¿nunca has bailado delante de nadie? ¿Por qué el baile y no otra cosa? ¿Tienes algún tipo de baile predilecto o algo así? Lo siento, solo me ha entrado un poco de curiosidad… –lo cierto es que le venían bastantes preguntas a la cabeza, pero mejor ir de una en una.
Esperó un tanto impaciente a sus respuestas, mientras no le quitaba la vista de encima. Si alguien viera la situación desde afuera, podría verse perfectamente como en los ojos de Santana se podía entrever admiración, curiosidad, adulación, entre otras cosas, pero sobre todo enamoramiento. En su rostro seguía dibujada su sonrisa, que le daba un aura de enamorada y feliz de la vida, enfatizando lo que su mirada se quedaba corta para decir. Al parecer después de tantos años, volvió a elegir bien, Sinnove no solo era una chica, más bien mujer, bellísima sino que también era extraordinaria y un tesoro por descubrir, y Santana tenía claro que descubriría hasta la última piedra preciosa de ese tesoro.
–Créeme, no tendrás que competir con nadie por mi atención. Pero lo de bailar para mi antes de eso, tampoco me voy a oponer…–sonrió y besó levemente sus labios– respecto a mis habilidades musicales, digamos que solo tú sabes que me gusta cantar y hace mucho tiempo que no canto delante de nadie, aunque creo que contigo puedo hacer una excepción –como negarle algo tan simple como cantar delante de ella si la miraba con esa cara de ilusión, y aunque por una parte le encantaba ver como la tenía en un pedestal por otra sentía que no lo merecía.
Volvió a recostarse a su lado boca arriba mirando al techo todavía estrellado, intentando imaginar cómo sería contemplar uno de sus bailes, por supuesto nadie jamás podría eclipsar su atención hacia ella ni aunque ese alguien llevara años de formación. Por mucho que la gente se esforzara, no había nada como ver a alguien que sentía verdadera pasión por el baile, alguien que sin tener una formación profesional transmitía mucho más que cualquier bailarín de academia. Aunque por desgracia, la gente común solo quería ver de dónde procedían los demás y si se tenía clase social.
–Sigue contándome de ti, ¿qué sientes al bailar?–se posicionó de lado sobre su brazo mirándola con verdadera adulación y curiosidad, si bien podía hacerse una idea de lo que podía sentir que mejor que oírlo directamente de sus labios, también serviría para comprobar ligeramente lo que su mente imaginativa y racional imaginaba que sería para ella el baile, al igual que cantar lo era para Santana– ¿nunca has bailado delante de nadie? ¿Por qué el baile y no otra cosa? ¿Tienes algún tipo de baile predilecto o algo así? Lo siento, solo me ha entrado un poco de curiosidad… –lo cierto es que le venían bastantes preguntas a la cabeza, pero mejor ir de una en una.
Esperó un tanto impaciente a sus respuestas, mientras no le quitaba la vista de encima. Si alguien viera la situación desde afuera, podría verse perfectamente como en los ojos de Santana se podía entrever admiración, curiosidad, adulación, entre otras cosas, pero sobre todo enamoramiento. En su rostro seguía dibujada su sonrisa, que le daba un aura de enamorada y feliz de la vida, enfatizando lo que su mirada se quedaba corta para decir. Al parecer después de tantos años, volvió a elegir bien, Sinnove no solo era una chica, más bien mujer, bellísima sino que también era extraordinaria y un tesoro por descubrir, y Santana tenía claro que descubriría hasta la última piedra preciosa de ese tesoro.
Santana López- Vampiro Clase Alta
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