AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
2 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Por fin estaba lista. La falta de práctica por tanto tiempo no había sido impedimento para conseguir que aquel mango y hoja relucieran ante los ojos cansados de la pelinegra, quien había sacrificado su (ya nulo) horario de sueño para trabajar sin interrupciones que no fueran casos fortuitos. Bostezó y terminó de limpiar ese metro metálico a lo largo, dejándolo de tal forma que el reflejo de sus llamas azules podía verse en ellos. Sonrió. – Seguro papá estaría orgulloso…-susurró empuñando el objeto, maniobrándolo de forma similar a como lo hizo con el que le dio Dagmar en la Liberación. Simplemente escuchaba música, perfección disfrazada de música. Negó con la cabeza y miró por la ventana que le anunciaba que ya estaba pasada la medianoche, recordándose una y mil cosas en pocos segundos; algunas buenas y otras malas. – Nah, sí lo está.
Se dio una ducha fría para despertar y quitarse los restos de ceniza y carbón, cambiándose a ropa igual de limpia y “decente”, hecha por Jeanne hace unos cuantos meses “para que no sigas vistiendo harapos”, según palabras de la misma anciana que ahora dormía con un par de sus queridos niños acurrucados tal y como la Loba Milanesa pudo constatar antes de marcharse por la ventana de su habitación, manteniendo envuelto su preciado trabajo para que nadie notase nada. ¿Y quién iba a notarlo si era plena madrugada y su lugar de destino eran los callejones que conocía como la palma de su mano?
Miró el reloj de una de las tiendas cercanas y confirmó que estaba dentro del tiempo requerido para ser puntual, como le había enseñado, para variar, esa querida anciana que era capaz de sacrificarlo todo por sus niños y sus protegidos con tal de que estuvieran bien y pudieran surgir, y ser alguien. Gianella sentía ese deber como suyo, y por eso estaba la Casa de la Esperanza ya con un par de días de vida, para extender ese deber no sólo a los desvalidos que encontraban en sus recorridos diarios, sino que también a todo quien lo quisiera. Después de todo, de eso se trataba la Igualdad.
Se apoyó en una de las frías paredes y miró al cielo unos momentos, sintiendo ese aroma acercarse y llegar hasta sí al tiempo en que las campanadas daban las una de la mañana. – La puntualidad es una muy buena primera impresión de una persona. O criatura, en tu caso. – Sonrió ladina sacándose la capucha de la cabeza, dejándola caer en su espalda cubierta por el abrigo. Se rascó la pierna izquierda bajo el pantalón con el zapato y observó a quien estaba cada vez a menos distancia. – Emerick Boussingaut.
Se dio una ducha fría para despertar y quitarse los restos de ceniza y carbón, cambiándose a ropa igual de limpia y “decente”, hecha por Jeanne hace unos cuantos meses “para que no sigas vistiendo harapos”, según palabras de la misma anciana que ahora dormía con un par de sus queridos niños acurrucados tal y como la Loba Milanesa pudo constatar antes de marcharse por la ventana de su habitación, manteniendo envuelto su preciado trabajo para que nadie notase nada. ¿Y quién iba a notarlo si era plena madrugada y su lugar de destino eran los callejones que conocía como la palma de su mano?
Miró el reloj de una de las tiendas cercanas y confirmó que estaba dentro del tiempo requerido para ser puntual, como le había enseñado, para variar, esa querida anciana que era capaz de sacrificarlo todo por sus niños y sus protegidos con tal de que estuvieran bien y pudieran surgir, y ser alguien. Gianella sentía ese deber como suyo, y por eso estaba la Casa de la Esperanza ya con un par de días de vida, para extender ese deber no sólo a los desvalidos que encontraban en sus recorridos diarios, sino que también a todo quien lo quisiera. Después de todo, de eso se trataba la Igualdad.
Se apoyó en una de las frías paredes y miró al cielo unos momentos, sintiendo ese aroma acercarse y llegar hasta sí al tiempo en que las campanadas daban las una de la mañana. – La puntualidad es una muy buena primera impresión de una persona. O criatura, en tu caso. – Sonrió ladina sacándose la capucha de la cabeza, dejándola caer en su espalda cubierta por el abrigo. Se rascó la pierna izquierda bajo el pantalón con el zapato y observó a quien estaba cada vez a menos distancia. – Emerick Boussingaut.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"Cuando carecemos de esperanza, vivimos llenos de deseos."
Dante Alghieri
Dante Alghieri
Los días pasaban rápido, cuales ráfagas de viento que apenas si podía disfrutar. Desde que había puesto en marcha todos sus planes para dar comienzo a la Alianza, su tiempo se había convertido en apenas un suspiro. Iba y venía, sin descanso alguno, consiguiendo gente para una supuesta fundación que, pese a todo lo que pudiera parecer, tenía algo de verdadera. Los caballos de su carruaje casi no tenían descanso y, por eso mismo, jamás pedía que lo esperasen puesto que nunca sabía cuánto se iba a demorar.
La noche parecía tranquila, pero Emerick aún distribuía a los criados a contrata para que terminasen lo antes posible de habilitar el sector destinado al área médica de la N-Corporation lo que permitiría a La Alianza, una protección y beneficio en mucho de los sentidos puesto que nadie en su sano juicio querría entrar al área de pacientes terminales y enfermedades contagiosas. Justamente allí se establecería la base de la Alianza; además, sumarían un área médica de última generación lista para atender a cualquier herido en batalla; por otra parte, se asegurarían de tener una afluencia constante de público, por lo que a nadie le llamaría la atención el número de personas deambulando por el lugar; nadie siquiera imaginaría que muchos de los visitantes estarían allí por otras razones que no fueran la caridad médica de asistir a enfermos en estado terminal. Era, simplemente, la cubierta perfecta.
El reloj marcó la media noche y, tras hacer tronar su cuello, despachó a los criados para que fuesen a comer y descansar. Sólo cuando el último desapareció, se retiró a sus aposentos a enlistarse para salir. Esta vez iría completamente solo, ya conocía a la persona con quien se juntaría como también su desconfianza innata hacia las personas o criaturas desconocidas. Se dio un baño rápido, por esta vez olvidándose de aquellas hierbas y esencias que usaba cuando la reunión constaba de vampiros. Se vistió con buena ropa y antes de salir a tomar el carruaje negro, se cubrió con un abrigo, dispuesto a abandonar el calor hogareño de esa mansión encubierta, ubicada en el centro de Paris.
Suspiró dejándose llevar por el trote de los caballos, cuyos casquetes resonaban suavizados por el rocío de la noche sobre el piso de tierra firme y compactada, sacando al aire ese agradable aroma a tierra húmeda. Inspiró profundamente y se puso los guantes antes de golpear la ventanilla que daba al cochero, quería que se detuviera en la siguiente esquina pues, por la misma desconfianza de Gianella, prefería hacer el resto del camino a pie y llegar a ella sin exponerla a ser vista por algún desconocido.
Caminó por los callejones con su bastón de caballero, deseaba mostrárselo a la chica para encomendarle un nuevo y especial trabajo sobre él. Avanzó a paso tranquilo, aunque evitó las fogatas con mendigos y aquellas esquinas en donde se agrupaban las cortesanas a quien solía ignorar a pesar de sus insistencias. Para fortuna de la mujer que lo esperaba, la noche había comenzado a perder el frío remanente del invierno, ya que de no ser así, la hubiese tratado de loca por no haberse querido acercar a un lugar más abrigado. Y hablando de locas... ahí estaba Gianella Massone, apoyada en una de las paredes del callejón y rascándose un pierna vestida de pantalón, situación que en verdad le agradaba pues jamás se había visto en la incomodidad de tratarle como una dama. Con lo que a él le costaban esas cosas.
— El mismo que desviste y descalza — respondió con una sonrisa de medio lado y se acercó a ella, desguatando su mano derecha para ofrecérsela a modo de saludo y darle un buen apretón como si de otro chico se tratara.
— Entonces... — quiso comenzar, pero su mirada se desvió inmediatamente el bulto que Gianella cargaba y supuso que aquel sería su pedido, más no lo reclamaría hasta que se lo entregase por voluntad propia. — ¿Hoy sí me diréis que vais a uniros a La Alianza? — sonrió nuevamente, sabía de antemano que aquella era una lucha perdida y entendía las razones ajenas, pero el molestar era una cadena más en sus hebras de ADN.
La noche parecía tranquila, pero Emerick aún distribuía a los criados a contrata para que terminasen lo antes posible de habilitar el sector destinado al área médica de la N-Corporation lo que permitiría a La Alianza, una protección y beneficio en mucho de los sentidos puesto que nadie en su sano juicio querría entrar al área de pacientes terminales y enfermedades contagiosas. Justamente allí se establecería la base de la Alianza; además, sumarían un área médica de última generación lista para atender a cualquier herido en batalla; por otra parte, se asegurarían de tener una afluencia constante de público, por lo que a nadie le llamaría la atención el número de personas deambulando por el lugar; nadie siquiera imaginaría que muchos de los visitantes estarían allí por otras razones que no fueran la caridad médica de asistir a enfermos en estado terminal. Era, simplemente, la cubierta perfecta.
El reloj marcó la media noche y, tras hacer tronar su cuello, despachó a los criados para que fuesen a comer y descansar. Sólo cuando el último desapareció, se retiró a sus aposentos a enlistarse para salir. Esta vez iría completamente solo, ya conocía a la persona con quien se juntaría como también su desconfianza innata hacia las personas o criaturas desconocidas. Se dio un baño rápido, por esta vez olvidándose de aquellas hierbas y esencias que usaba cuando la reunión constaba de vampiros. Se vistió con buena ropa y antes de salir a tomar el carruaje negro, se cubrió con un abrigo, dispuesto a abandonar el calor hogareño de esa mansión encubierta, ubicada en el centro de Paris.
Suspiró dejándose llevar por el trote de los caballos, cuyos casquetes resonaban suavizados por el rocío de la noche sobre el piso de tierra firme y compactada, sacando al aire ese agradable aroma a tierra húmeda. Inspiró profundamente y se puso los guantes antes de golpear la ventanilla que daba al cochero, quería que se detuviera en la siguiente esquina pues, por la misma desconfianza de Gianella, prefería hacer el resto del camino a pie y llegar a ella sin exponerla a ser vista por algún desconocido.
Caminó por los callejones con su bastón de caballero, deseaba mostrárselo a la chica para encomendarle un nuevo y especial trabajo sobre él. Avanzó a paso tranquilo, aunque evitó las fogatas con mendigos y aquellas esquinas en donde se agrupaban las cortesanas a quien solía ignorar a pesar de sus insistencias. Para fortuna de la mujer que lo esperaba, la noche había comenzado a perder el frío remanente del invierno, ya que de no ser así, la hubiese tratado de loca por no haberse querido acercar a un lugar más abrigado. Y hablando de locas... ahí estaba Gianella Massone, apoyada en una de las paredes del callejón y rascándose un pierna vestida de pantalón, situación que en verdad le agradaba pues jamás se había visto en la incomodidad de tratarle como una dama. Con lo que a él le costaban esas cosas.
— El mismo que desviste y descalza — respondió con una sonrisa de medio lado y se acercó a ella, desguatando su mano derecha para ofrecérsela a modo de saludo y darle un buen apretón como si de otro chico se tratara.
— Entonces... — quiso comenzar, pero su mirada se desvió inmediatamente el bulto que Gianella cargaba y supuso que aquel sería su pedido, más no lo reclamaría hasta que se lo entregase por voluntad propia. — ¿Hoy sí me diréis que vais a uniros a La Alianza? — sonrió nuevamente, sabía de antemano que aquella era una lucha perdida y entendía las razones ajenas, pero el molestar era una cadena más en sus hebras de ADN.
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:09 am, editado 4 veces
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Le había conocido hace un par de semanas nada más, en uno de esos encuentros fortuitos que hasta se podían calificar de predestinados. Un par de palabras y al final terminaron entablando una conversación teñida de ideales revolucionarios, intercambiando interesante información el uno del otro. Pocas veces le había “agradado” tanto un hombre como para no mandarlo a la mierda después de cinco minutos; la mayoría eran irritantes a su parecer, y le daban ganas de romperles la mandíbula y castrarlos para exhibirlos como trofeos y amenazas, pero a cierta personita no le gustaría si se enteraba. Por eso se conformaba con amenazarlos o darles una paliza no mortal que al menos les permitiera despertar pronto. Emerick era una excepción.
Al dar aquel apretón de manos recordó lo extraño que se sentía percibir el tacto masculino sin sentir rencor hacia el interlocutor, ya que la última vez que había hecho algo similar había sido con Darcy para sellar su inclusión a la Hermandad, pero aquel contacto de sus manos se había sentido similar a meter la mano a un mar de cucarachas. Asqueroso. Por lo menos este estaba limpio y no olía a traición todavía, según su pensamiento siempre tan desconfiado. Le vio clavar sus ojos en el bulto envuelto y le miró con una ceja alzada, sabiendo que su comentario era únicamente para joder y verle molesta. ¡Cómo odiaba a la gente que molestaba por molestar! – Ya te dije que no me interesa unirme a tu Alianza. No seas terco. – Seguro le encantaba la idea de tener a una ex-miembro de la Hermandad, experta en combate y armamento en el equipo, pero ahora se sentía como una “retirada” de esas lides tan globales, así como una veterana de guerra; pero, extrañamente contrario a su naturaleza, no quería tener más problemas grandes al menos por un tiempo – Acepté ayudarte con armamento porque en el fondo es una buena causa, pero espero que tengas dentro de tus principios el ser reactivo y no agresivo. – Tal y como ella. De todas formas no tenía que importarle, no tanto. – Espero que no uses esto para causar daño a gente inocente, porque ahí sí que se acaba el trato y tu vida. – Le espetó al tiempo que se acercaba y entregaba el “paquete” en manos del licántropo, apoyándose nuevamente en la pared esperando que quitara el “envoltorio” y admirase su trabajo, ese que se había tardado veinticinco años en volver a producir.
Al dar aquel apretón de manos recordó lo extraño que se sentía percibir el tacto masculino sin sentir rencor hacia el interlocutor, ya que la última vez que había hecho algo similar había sido con Darcy para sellar su inclusión a la Hermandad, pero aquel contacto de sus manos se había sentido similar a meter la mano a un mar de cucarachas. Asqueroso. Por lo menos este estaba limpio y no olía a traición todavía, según su pensamiento siempre tan desconfiado. Le vio clavar sus ojos en el bulto envuelto y le miró con una ceja alzada, sabiendo que su comentario era únicamente para joder y verle molesta. ¡Cómo odiaba a la gente que molestaba por molestar! – Ya te dije que no me interesa unirme a tu Alianza. No seas terco. – Seguro le encantaba la idea de tener a una ex-miembro de la Hermandad, experta en combate y armamento en el equipo, pero ahora se sentía como una “retirada” de esas lides tan globales, así como una veterana de guerra; pero, extrañamente contrario a su naturaleza, no quería tener más problemas grandes al menos por un tiempo – Acepté ayudarte con armamento porque en el fondo es una buena causa, pero espero que tengas dentro de tus principios el ser reactivo y no agresivo. – Tal y como ella. De todas formas no tenía que importarle, no tanto. – Espero que no uses esto para causar daño a gente inocente, porque ahí sí que se acaba el trato y tu vida. – Le espetó al tiempo que se acercaba y entregaba el “paquete” en manos del licántropo, apoyándose nuevamente en la pared esperando que quitara el “envoltorio” y admirase su trabajo, ese que se había tardado veinticinco años en volver a producir.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"La bondad es el principio del tacto, y el respeto por los otros es la primera condición para saber vivir."
Henri Frédéric Amiel
Henri Frédéric Amiel
Gianella Massone, su acompañante de esa noche, era una de aquellas personas que la vida le había enseñado a desconfiar de la gente, era algo que podía vérsele en los ojos y como se evidenciaban en ellos las sospechas ante cualquier movimiento extraño y ajeno de su control. Era una mujer atractiva, pero de apariencia tosca, como quien desea decir a través de toda ella “Mantente alejado”; era de ese tipo de mujeres que no se sienten cómodas con el contacto afectivo, pero que en el fondo suelen ser bastante dulces una vez que alguien se gana su confianza. Tampoco estaba seguro de su orientación sexual, aunque poco le interesaba, pero le daba la impresión de ser aquellas personas frías por fuera y muy cálidas por dentro. Definitivamente una mujer bastante peculiar, a quien había decidido no tan sólo respetar sino que también ver como a un igual.
— Lo sé, y yo os dije que lo entendía y entregaría toda la seguridad y confianza del mundo para que no os vincularan con mi propia causa — se excusó alzando las manos en señal de inocencia — Simplemente que no pierdo las esperanzas — volvió a sonreír, de aquella forma suya en la que procuraba pedir disculpas con la propia mirada.
— Es una buena causa — remarcó luego de que ella lo dijera — Por supuesto, que no seremos agresivos, es sólo para casos puntuales y situaciones de defensivas, las que espero nunca sean realmente necesarias. A nadie le conviene echarse a la Iglesia encima, lo primero es debilitar sus principios y demostrar a la gente la realidad que la Inquisición tanto se apresura en esconder.
Matar jamás había sido algo que le agradara, siempre había procurado mantenerse alejado de la gente en sus noches de Luna Llena y sólo salía en casos específicos en los que dejaba que su halcón peregrino se convirtiera en su propio cerebro, pues el suyo era cubierto y encerrado tras el velo de una bestia irracional y asesina. Si pudiese elegir, optaría por asesinos, inquisidores y esos enfermos cuya muerte es sinónimo de paz; era una lástima que fuesen precisamente los licántropos las únicas criaturas sobrenaturales que fuesen vetadas del libre albedrío en los momentos cuya naturaleza se veía incrementada.
Recibió el paquete y tomó su peso, no era un arma precisamente ligera para las manos humanas, pero sí para las suyas y las de sus aliados. Sin embargo, en vez de sacarla de su empaquetadura, la puso sobre la palma de ambas manos y fue a ella a quien se la ofrendó.
— Si me hacéis el honor — le sonrió de manera sincera — No hay mejor arte en una espada que aquel que es capaz de enseñar su propio creador, y no tenéis idea de lo mucho que os respeto por eso — mencionó acercándosela aún más y haciendo una breve y sutil reverencia.
— Lo sé, y yo os dije que lo entendía y entregaría toda la seguridad y confianza del mundo para que no os vincularan con mi propia causa — se excusó alzando las manos en señal de inocencia — Simplemente que no pierdo las esperanzas — volvió a sonreír, de aquella forma suya en la que procuraba pedir disculpas con la propia mirada.
— Es una buena causa — remarcó luego de que ella lo dijera — Por supuesto, que no seremos agresivos, es sólo para casos puntuales y situaciones de defensivas, las que espero nunca sean realmente necesarias. A nadie le conviene echarse a la Iglesia encima, lo primero es debilitar sus principios y demostrar a la gente la realidad que la Inquisición tanto se apresura en esconder.
Matar jamás había sido algo que le agradara, siempre había procurado mantenerse alejado de la gente en sus noches de Luna Llena y sólo salía en casos específicos en los que dejaba que su halcón peregrino se convirtiera en su propio cerebro, pues el suyo era cubierto y encerrado tras el velo de una bestia irracional y asesina. Si pudiese elegir, optaría por asesinos, inquisidores y esos enfermos cuya muerte es sinónimo de paz; era una lástima que fuesen precisamente los licántropos las únicas criaturas sobrenaturales que fuesen vetadas del libre albedrío en los momentos cuya naturaleza se veía incrementada.
Recibió el paquete y tomó su peso, no era un arma precisamente ligera para las manos humanas, pero sí para las suyas y las de sus aliados. Sin embargo, en vez de sacarla de su empaquetadura, la puso sobre la palma de ambas manos y fue a ella a quien se la ofrendó.
— Si me hacéis el honor — le sonrió de manera sincera — No hay mejor arte en una espada que aquel que es capaz de enseñar su propio creador, y no tenéis idea de lo mucho que os respeto por eso — mencionó acercándosela aún más y haciendo una breve y sutil reverencia.
Última edición por Emerick Boussingaut el Miér Ene 23, 2013 8:00 am, editado 6 veces
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
- Más te vale – le replicó someramente a su palabrería-compromiso de no tomar la iniciativa con la violencia mientras le observaba alegar inocencia y demostrar esperanza por querer tenerla entre sus filas. Se dejaba “querer” en ese sentido, pero su decisión ya había sido tomada por el bien de todo lo precisamente bueno que vendría para las clases menos acomodadas de Paris con la Casa de Acogida que por fin estaba en pie. No estaba ya en la Hermandad, pero seguiría luchando por los desvalidos como hacía desde hace ya varios años; y lo hubiera hecho igualmente de no haber pertenecido a aquel grupo otrora tan glorioso y ahora desarmado por sus propios conflictos. Pero ya no valía la pena preocuparse por lo ya sucedido: esa era una de las cosas que mejor había aprendido en su vida, aunque no pocas veces aquella enseñanza se fue al carajo cedida por los sentimientos que tanto ocultaba bajo veinticinco llaves, tiburones, cocodrilos y guillotinas.
Esperó que sacara la espada como todos lo hacían, pero su reacción y gesto le tomaron por sorpresa –Sí, al fin algo le tomaba por sorpresa después de tanto tiempo-. Emerick era más decente de lo que creía, y por eso sonrió ladina al ver el ofrecimiento que parecía sacado de una película de la época medieval cuando las espadas eran parte de la vida cotidiana europea. Seguro si su padre hubiera nacido unos siglos antes se habría hecho millonario, ya que la calidad de las armas forjadas no era menor; aunque Gianella no habría sido la misma mujer que es ahora.
- Vaya, no esperaba que alguien supiera semejante regla…-confesó mientras quitaba suavemente la tela que envolvía aquel objeto encargado, revelándose la funda de cuero que escondía lo verdaderamente deseado por el licántropo. – Sé que me pediste un prototipo, pero me tomé la libertad de hacer una funda, por si decides quedártela – Le comentó y le animó con la mirada a que la tomase – Anda, desenvaina y pruébala.
Espada
Esperó que sacara la espada como todos lo hacían, pero su reacción y gesto le tomaron por sorpresa –Sí, al fin algo le tomaba por sorpresa después de tanto tiempo-. Emerick era más decente de lo que creía, y por eso sonrió ladina al ver el ofrecimiento que parecía sacado de una película de la época medieval cuando las espadas eran parte de la vida cotidiana europea. Seguro si su padre hubiera nacido unos siglos antes se habría hecho millonario, ya que la calidad de las armas forjadas no era menor; aunque Gianella no habría sido la misma mujer que es ahora.
- Vaya, no esperaba que alguien supiera semejante regla…-confesó mientras quitaba suavemente la tela que envolvía aquel objeto encargado, revelándose la funda de cuero que escondía lo verdaderamente deseado por el licántropo. – Sé que me pediste un prototipo, pero me tomé la libertad de hacer una funda, por si decides quedártela – Le comentó y le animó con la mirada a que la tomase – Anda, desenvaina y pruébala.
Espada
- Spoiler:
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"El arte más importante del maestro es provocar la alegría en la acción creadora y el conocimiento."
Albert Einstein
Albert Einstein
La sorpresa se vio inmediatamente reflejada en los ojos de la armera, tal pareciera que no estaba muy acostumbrada a los reconocimientos por parte de sus clientes. Por desgracia, no todos son capaces de reconocer a las personas que les rodean como a sí mismos, sobre todo en un mundo tan individualista como en el que vivían en la época victoria, en donde además la mujer no era más que un objeto en casa, algo que servía para la procreación de la especie y cuya voz no tenía fuerza, ni opinión valedera.
Respondió a su sonrisa, regalándole una de las suyas. No hacía falta las palabras, ella sabía ya que en verdad se merecía aquel honor y lo había dicho él con anterioridad, aún a sabiendas que incluso para la Iglesia, sólo las santas y vírgenes eran dignas de respeto. Gianella había sido capaz de seguir con manteniendo viva la esencia en su padre en cada uno de los trabajos que realizaba, cuya calidad jamás había bajado de el original y que hacía que incluso los prototipos como aquellos, fuesen armas de suma dedicación y entereza.
— No es una regla, es un honor — respondió aún con la sonrisa, y la impaciencia de por fin ver tan preciado trabajo, que se revelaba ante sus ojos, enfundado en una cubierta de cuero — ¡Vaya! — volvió a sonreír, esta vez de manera más abierta y también gratamente sorprendida.
— Tomaré aquella como una invitación directa a quedármela — le respondió feliz, pero aún así le miró dudoso al recibir la invitación directa para ser precisamente él quien la desenvainara.
Se mordió los labios con un poco de infantil nerviosismo, y tras apretarse sus propios nudillos, alzó su mano de derecha con un poco de inquietud y le tomó por fin, mientras sus ojos se desviaban a los de ella para reír nuevamente y sacarla por fin. La hoja era verdaderamente perfecta, lista y cortante como el látigo del diablo; reluciente como un espejo y ligera como una pluma. La empuñadura, también cubierta de cuero, era agradable al tacto, no resbalaba y calzaba justo en la palma de su mano. Sin duda, el trabajo perfecto.
La miró en toda su amplitud, y vio a través de la hoja el reflejo de la Luna, antes de alejarse un par de pasos precavidos, para no herir a Gianella, y surcar con ella el espacio, haciendo sonar la hoja al cortar el mismo aire en un par de movimientos del noble arte de la esgrima. Volvió a sonreír a su creadora y sacó un pañuelo de su propio bolsillo, para dejárselo caer encima y observar encantado el como se cortaba en dos trozos completamente libres de hilachas.
— Es perfecta... Habéis hecho un trabajo increíble — le dijo de la manera más directa y simple posible.
Observó por ultima vez la espada, y volvió a guardársela en la funda que ahora calificaba como suya, y la que también guardó en su propio abrigo, el mismo que se abotonó y palpó por sobre la tela como quien se asegura de ya haber recaudado su tesoro.
— Soy un cliente completamente satisfecho — volvió a sonreír y a asentir con la cabeza — Pero a parte de pediros ahora varias más, quisiera haceros un pedido un poco más especial, algo no tan sólo para Inquisidores sino también para nosotros mismos. Sé muy bien lo peligroso que es jugar con fuego y que podría alguna vez toparme con un alma traicionera — le explicó antes de entregarle su bastón de caballero — ¿Podríais hacer de esto una especie arma oculta, algo que pueda sacar en caso de emergencia y que posea una de estaca de álamo anillada en plata?
Respondió a su sonrisa, regalándole una de las suyas. No hacía falta las palabras, ella sabía ya que en verdad se merecía aquel honor y lo había dicho él con anterioridad, aún a sabiendas que incluso para la Iglesia, sólo las santas y vírgenes eran dignas de respeto. Gianella había sido capaz de seguir con manteniendo viva la esencia en su padre en cada uno de los trabajos que realizaba, cuya calidad jamás había bajado de el original y que hacía que incluso los prototipos como aquellos, fuesen armas de suma dedicación y entereza.
— No es una regla, es un honor — respondió aún con la sonrisa, y la impaciencia de por fin ver tan preciado trabajo, que se revelaba ante sus ojos, enfundado en una cubierta de cuero — ¡Vaya! — volvió a sonreír, esta vez de manera más abierta y también gratamente sorprendida.
— Tomaré aquella como una invitación directa a quedármela — le respondió feliz, pero aún así le miró dudoso al recibir la invitación directa para ser precisamente él quien la desenvainara.
Se mordió los labios con un poco de infantil nerviosismo, y tras apretarse sus propios nudillos, alzó su mano de derecha con un poco de inquietud y le tomó por fin, mientras sus ojos se desviaban a los de ella para reír nuevamente y sacarla por fin. La hoja era verdaderamente perfecta, lista y cortante como el látigo del diablo; reluciente como un espejo y ligera como una pluma. La empuñadura, también cubierta de cuero, era agradable al tacto, no resbalaba y calzaba justo en la palma de su mano. Sin duda, el trabajo perfecto.
La miró en toda su amplitud, y vio a través de la hoja el reflejo de la Luna, antes de alejarse un par de pasos precavidos, para no herir a Gianella, y surcar con ella el espacio, haciendo sonar la hoja al cortar el mismo aire en un par de movimientos del noble arte de la esgrima. Volvió a sonreír a su creadora y sacó un pañuelo de su propio bolsillo, para dejárselo caer encima y observar encantado el como se cortaba en dos trozos completamente libres de hilachas.
— Es perfecta... Habéis hecho un trabajo increíble — le dijo de la manera más directa y simple posible.
Observó por ultima vez la espada, y volvió a guardársela en la funda que ahora calificaba como suya, y la que también guardó en su propio abrigo, el mismo que se abotonó y palpó por sobre la tela como quien se asegura de ya haber recaudado su tesoro.
— Soy un cliente completamente satisfecho — volvió a sonreír y a asentir con la cabeza — Pero a parte de pediros ahora varias más, quisiera haceros un pedido un poco más especial, algo no tan sólo para Inquisidores sino también para nosotros mismos. Sé muy bien lo peligroso que es jugar con fuego y que podría alguna vez toparme con un alma traicionera — le explicó antes de entregarle su bastón de caballero — ¿Podríais hacer de esto una especie arma oculta, algo que pueda sacar en caso de emergencia y que posea una de estaca de álamo anillada en plata?
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:10 am, editado 3 veces
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Aquella felicidad casi infantil de Emerick le recordó a sus protegidos, esos a los que les brillaban los ojos cuando Gianella y su grupo traían regalos ya fueran robados o sacados de la basura y arreglados para que quedaran relativamente decentes, pero esos niños agradecían incluso el mero esfuerzo por hacerles feliz, lo que hacía un lazo muy profundo con ellos.
Sonrió al borde de la sinceridad con aquel nerviosismo por tomar el arma, y le vio disfrutar cada instante precisamente como un niño que obtiene un juguete nuevo en Navidad. Y la consiguiente sonrisa de agradecimiento causó una extraña satisfacción en ella, una que no se parecía a la que experimentaba con sus protegidos, sino que una relativa a personas que no tenían nada que ver con la Hermandad o con su grupo: personas “comunes”.
Evitó el sonrojo innecesario con el halago mirando a un costado, para luego mirarle de reojo con una sonrisa amplia llena de confianza. – Me alegra no haber fallado. Esto significa mucho para mí – Le confesó quizás algo demasiado privado para alguien no tan conocido, pero la afinidad entre ellos parecía crecer a cada segundo mientras estaban juntos. Increíble pero cierto: Gianella haciendo amistad con un hombre.
¿Más de esas? Pan comido, pensó la Loba herrera manteniendo aquella sonrisa ahora confianzuda y levemente arrogante, ya que realmente no era difícil. Lo único que necesitaría sería más tiempo para dedicarse plenamente a la cantidad de armas que tendría que fabricar. Sin embargo, aquel pedido especial tomó su atención, y sus manos también tomaron el bastón de caballero que portaba el joven, revisándolo con vista y tacto, girándolo para revisar su anatomía con el detalle que le brindaban sus sentidos aumentados - Sí, creo poder hacerlo sin mayores complicaciones, aunque tendrás que tener mucho cuidado con la plata. –Comentó con los ojos fijos en el objeto a trabajar- ¿Cuántas espadas quieres? – Preguntó para poder hacer los cálculos de tiempo y material necesarios, y así cumplir con su parte del trato.
Sonrió al borde de la sinceridad con aquel nerviosismo por tomar el arma, y le vio disfrutar cada instante precisamente como un niño que obtiene un juguete nuevo en Navidad. Y la consiguiente sonrisa de agradecimiento causó una extraña satisfacción en ella, una que no se parecía a la que experimentaba con sus protegidos, sino que una relativa a personas que no tenían nada que ver con la Hermandad o con su grupo: personas “comunes”.
Evitó el sonrojo innecesario con el halago mirando a un costado, para luego mirarle de reojo con una sonrisa amplia llena de confianza. – Me alegra no haber fallado. Esto significa mucho para mí – Le confesó quizás algo demasiado privado para alguien no tan conocido, pero la afinidad entre ellos parecía crecer a cada segundo mientras estaban juntos. Increíble pero cierto: Gianella haciendo amistad con un hombre.
¿Más de esas? Pan comido, pensó la Loba herrera manteniendo aquella sonrisa ahora confianzuda y levemente arrogante, ya que realmente no era difícil. Lo único que necesitaría sería más tiempo para dedicarse plenamente a la cantidad de armas que tendría que fabricar. Sin embargo, aquel pedido especial tomó su atención, y sus manos también tomaron el bastón de caballero que portaba el joven, revisándolo con vista y tacto, girándolo para revisar su anatomía con el detalle que le brindaban sus sentidos aumentados - Sí, creo poder hacerlo sin mayores complicaciones, aunque tendrás que tener mucho cuidado con la plata. –Comentó con los ojos fijos en el objeto a trabajar- ¿Cuántas espadas quieres? – Preguntó para poder hacer los cálculos de tiempo y material necesarios, y así cumplir con su parte del trato.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"La principal enfermedad del hombre es la curiosidad inquieta de lo que no puede conocer."
Blaise Pascal
Blaise Pascal
Preciso fue el momento en que la miró y pudo notar su sonrojo, no podía negar que se trataba de un momento curioso ¿Quien alguna vez podría decir que había visto sonrojar a Gianella Massone? No lo sabía con verdadera exactitud, pero sin lugar a dudas, no sería mucha gente. La loba, a pesar de lo poco que se conocían, siempre había mostrado un carácter fuerte y audaz, con digna valentía y gran sabiduría. Si bien, era poco lo que hablaba, muchas de aquellas cosas podían verse en sus ojos y en su forma de ver la vida, así que probablemente, el verle de aquel modo, podía considerarse como un verdadero regalo a los ojos.
Le sonrió de regreso y le permitió observar detenidamente su bastón para que lo analizara, seguramente mucho más a fondo de lo que lo haría cualquier otra persona sin sus capacidades ni destreza. Prácticamente podía ver pasar el veredicto por delante de sus ojos, junto al repentino brillo de lo que significaba un nuevo desafío.
— No muchas — respondió a su pregunta de la cantidad de espadas que deseaba agregar a su pedido especial — Por fortuna, la mayoría podemos decir que prescindimos de ellas, pero resulta que también tengo algunos humanos en las filas y... otros que no se sienten tan fuertes — le sonrió. Sabía que aquello era sólo cosa de confianza y que tarde o temprano tendrían también que prescindir de las armas ya que no había peor desgracia que tu vida dependa de algo que no seas tú mismo.
— Creo que con una docena estaría bien; una docena de espadas, tres ballestas de largo alcance para extender cuerdas de anclaje y disparar si acaso llegase a ser necesario, y... mi petición especial — señaló el bastón que ella aún tenía en sus manos — Imagino que nada de eso será problema para una armera como vos — volvió a sonreír y se apoyó en la pared contigua para mirarle de soslayo.
Las armas, por desgracia, eran un mal necesario aún cuando él intentase no usarlas a destajo. De cierto modo, sentía que con sus habilidades no tenían necesidad alguna del uso de armas y que, si llegaban a usarlas, sería de cierto modo abusar de la desventaja y quitar a la batalla el toque de “pelea limpia”, a pesar de encontrarse seguro de que no todos pensaban como él y tampoco era algo que les pudiera exigir cuando, en momentos de crisis, cada uno luchaba por su vida.
Si algo se parecían aquellos dos licántropos, en que ambos eran sumamente idealistas y defensores de lo que creían justo, aunque sus métodos pudiesen muchas veces salirse de lo legar, ninguno tenía problemas en hacerse todo un delincuente por lograr sus cometidos que, a sus ojos, siempre serían por una buena causa... a sus ojos. Sin embargo, muchas cosas había en Gianella que aún le significaban un competo misterio y, como él era todo un curioso, pronto se aventuraría a intentar de averiguar.
— ¿Sería muy imprudente de mi parte si os preguntara un poco acerca de vuestra vida personal? — inquirió volviendo a mirarle de manera repentina — Quisiera saber porqué habéis creado una casa de acogida cuando podríais haber hecho tantas otras cosas y, de cierto modo, algo me dice que se trata de lo que comúnmente llamamos “Una vuelta de mano” ¿Venís de una de ellas?
Le sonrió de regreso y le permitió observar detenidamente su bastón para que lo analizara, seguramente mucho más a fondo de lo que lo haría cualquier otra persona sin sus capacidades ni destreza. Prácticamente podía ver pasar el veredicto por delante de sus ojos, junto al repentino brillo de lo que significaba un nuevo desafío.
— No muchas — respondió a su pregunta de la cantidad de espadas que deseaba agregar a su pedido especial — Por fortuna, la mayoría podemos decir que prescindimos de ellas, pero resulta que también tengo algunos humanos en las filas y... otros que no se sienten tan fuertes — le sonrió. Sabía que aquello era sólo cosa de confianza y que tarde o temprano tendrían también que prescindir de las armas ya que no había peor desgracia que tu vida dependa de algo que no seas tú mismo.
— Creo que con una docena estaría bien; una docena de espadas, tres ballestas de largo alcance para extender cuerdas de anclaje y disparar si acaso llegase a ser necesario, y... mi petición especial — señaló el bastón que ella aún tenía en sus manos — Imagino que nada de eso será problema para una armera como vos — volvió a sonreír y se apoyó en la pared contigua para mirarle de soslayo.
Las armas, por desgracia, eran un mal necesario aún cuando él intentase no usarlas a destajo. De cierto modo, sentía que con sus habilidades no tenían necesidad alguna del uso de armas y que, si llegaban a usarlas, sería de cierto modo abusar de la desventaja y quitar a la batalla el toque de “pelea limpia”, a pesar de encontrarse seguro de que no todos pensaban como él y tampoco era algo que les pudiera exigir cuando, en momentos de crisis, cada uno luchaba por su vida.
Si algo se parecían aquellos dos licántropos, en que ambos eran sumamente idealistas y defensores de lo que creían justo, aunque sus métodos pudiesen muchas veces salirse de lo legar, ninguno tenía problemas en hacerse todo un delincuente por lograr sus cometidos que, a sus ojos, siempre serían por una buena causa... a sus ojos. Sin embargo, muchas cosas había en Gianella que aún le significaban un competo misterio y, como él era todo un curioso, pronto se aventuraría a intentar de averiguar.
— ¿Sería muy imprudente de mi parte si os preguntara un poco acerca de vuestra vida personal? — inquirió volviendo a mirarle de manera repentina — Quisiera saber porqué habéis creado una casa de acogida cuando podríais haber hecho tantas otras cosas y, de cierto modo, algo me dice que se trata de lo que comúnmente llamamos “Una vuelta de mano” ¿Venís de una de ellas?
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:11 am, editado 4 veces
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Del sonrojo pasó a la leve incredulidad, la cual se dio a entender con una ceja alzada ante aquel aparente halago que le hacía el lobo. ¿Acaso seguía con sus intenciones de intentar ligarla a la Alianza en un grado más profundo que ser la armera del grupo? Suspiró, y cerró brevemente los ojos para observarle con una sonrisa astuta, de saber qué era lo que estaba pensando. Pensó en ser directa y decírselo, pero al final el deseo de ser evasiva y misteriosa prevaleció – No, no es ningún problema. Sólo tendrás que darme un poco de tiempo, porque trabajo sola. Sin embargo, no será suficiente tardanza para que ustedes estén en peligro, pero aún así traten de no meterse en problemas muy graves para no verse superados, ¿Ok? – Esa fue casi una orden, pero disfrazada de recomendación – No quiero tener que salvarles el pellejo de urgencia. – Agregó con esa arrogancia clásica, riendo un poco para luego resoplar el aire frío de la madrugada que seguía avanzando libre de ataduras y conversaciones ajenas.
Luego, un silencio que no duró demasiado. Emerick pensaba en decirle algo, se le notaba en el rostro. Por ello Gianella también le miró con intriga, y le hubiera gustado poder leer las mentes al estilo vampírico, aunque después concluyó que no tenía mucha gracia terminar anticipándose a lo que fuera a decir o hacer otra persona. Todo dejaba de ser divertido de esa forma. Por eso la incertidumbre fue su sensación principal hasta que por fin la esperada interrogante se escuchó de los labios masculinos, pero no la pregunta que esperaba. ¿Qué hacer? ¿Responderle? ¿Huir? ¿Hablar con la verdad? ¿Inventar una historia rápida para que se quedara con la falsa satisfacción de una respuesta dada? No, eso no era digno ni decente, ni tampoco se lo merecía. Pero… ¿Contarle su historia a un “desconocido”? Eso era lo que no le terminaba de convencer. Se relamió los labios unos momentos y luego le miró con una seriedad mayor a otras ocasiones, buscando la pureza en sus ojos, esa pureza que indicaba que no tenía malas intenciones – No, no vengo de una de ellas, ni tampoco es una vuelta de mano. Es...por otro motivo. – Respondió, buscando en el momento la fortaleza para atreverse a dar ese paso de confianza, ese que volvía un desconocido un conocido. Pero aquella fortaleza implicó suavizar aquella mirada de mujer dura, de mujer luchadora por los desvalidos, de defensora de los que no tienen defensor. – No soy…una persona muy dada para este tipo de conversaciones, por si no te has dado cuenta. – Dijo con voz igualmente suave sin sonar sarcástica como quería, que tenía dirección al suelo igual que su mirada. ¿Por qué había cambiado tanto su parecer, si él no le había preguntado otra cosa? De hecho, ya le había respondido. Entonces…¿Por qué?...
Luego, un silencio que no duró demasiado. Emerick pensaba en decirle algo, se le notaba en el rostro. Por ello Gianella también le miró con intriga, y le hubiera gustado poder leer las mentes al estilo vampírico, aunque después concluyó que no tenía mucha gracia terminar anticipándose a lo que fuera a decir o hacer otra persona. Todo dejaba de ser divertido de esa forma. Por eso la incertidumbre fue su sensación principal hasta que por fin la esperada interrogante se escuchó de los labios masculinos, pero no la pregunta que esperaba. ¿Qué hacer? ¿Responderle? ¿Huir? ¿Hablar con la verdad? ¿Inventar una historia rápida para que se quedara con la falsa satisfacción de una respuesta dada? No, eso no era digno ni decente, ni tampoco se lo merecía. Pero… ¿Contarle su historia a un “desconocido”? Eso era lo que no le terminaba de convencer. Se relamió los labios unos momentos y luego le miró con una seriedad mayor a otras ocasiones, buscando la pureza en sus ojos, esa pureza que indicaba que no tenía malas intenciones – No, no vengo de una de ellas, ni tampoco es una vuelta de mano. Es...por otro motivo. – Respondió, buscando en el momento la fortaleza para atreverse a dar ese paso de confianza, ese que volvía un desconocido un conocido. Pero aquella fortaleza implicó suavizar aquella mirada de mujer dura, de mujer luchadora por los desvalidos, de defensora de los que no tienen defensor. – No soy…una persona muy dada para este tipo de conversaciones, por si no te has dado cuenta. – Dijo con voz igualmente suave sin sonar sarcástica como quería, que tenía dirección al suelo igual que su mirada. ¿Por qué había cambiado tanto su parecer, si él no le había preguntado otra cosa? De hecho, ya le había respondido. Entonces…¿Por qué?...
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"La fuerza es confianza por naturaleza. No existe un signo más patente de debilidad que desconfiar instintivamente de todo y de todos."
Arturo Graf
Arturo Graf
El tiempo avanzaba tranquilo, como si por un momento le concediese una pausa de la prisa que llevaba en esos días. Le hacía falta una tarde de relajo y la obtendría alguno de esos días o acabaría dándole algo, como siempre ocurría en situaciones de estrés, los que acababa sumergido en periodos de perdida de sueño y mala digestión. Probablemente buscaría a sus amigos perdidos, regresaría un par de días a Escocia y pescaría en el Loch Ness, con la mística compañía de Nessie, tocaría la gaita y quien sabe si hasta se pondría la falda.
— No, no es ningún problema. Sólo tendrás que darme un poco de tiempo, porque trabajo sola. Sin embargo, no será suficiente tardanza para que ustedes estén en peligro, pero aún así traten de no meterse en problemas muy graves para no verse superados, ¿Ok? No quiero tener que salvarles el pellejo de urgencia — dijo su compañera mientras se olvidaba en algún momento de la humildad, cosa que para ambos era, evidentemente, un asunto de bromas, por lo que rió junto con ella y tomó un poco de aquel mismo aire fresco que la loba respiraba.
— Tendréis el tiempo que deseéis, ya es sabido que jamás se debe apresurar al artista — le sonrió mirándole de soslayo — Sí, mami, prometo que no os meteremos en problemas, o al menos lo intentaremos — agregó con una mirada angelical que restaba verdadera credibilidad a sus palabras, mas sabía que de aquellas con cosas, con Gianella no se bromeaba, así que accedió a responder con mayor seriedad, al mismo tiempo que le miraba a ella a los ojos — Os doy mi palabra.
La palabra... era sorprendente cuanto valor podía tomar la palabra en épocas como aquella, en la que si bien ya no tenía el mayor valuarte de la época de las cruzadas, era aún una parte demasiado valedera para los caballeros de honor, como Emerick procuraba ser a pesar de renegar un par de veces de ello ya que, uno de sus mayores defectos atentaba de forma demasiado directa a la moral, pues el Duque gustaba de tomar cachivaches sin importancia, pero cachivaches que no solía ser suyos. Maldita manía la suya.
Había hecho una pregunta y esperaba a que la mujer la respondiera. Por uno de los lados, tenía la sensación de que preguntar de su intimidad no había sido la más brillante de sus ideas, pero quería saber, quería saber de ella, de sus orígenes, sus motivaciones y sobre todo de lo que fuese que rondase por su cabeza. No era que le gustase andarse preocupando por desconocidos, pero Gianella ya había pasado a ser algo más que ello desde ese momento en el que aceptó en entregar su ayuda pacifica para apoyar a la causa a pesar de todas las reticencias que la mujer tenía ante las situaciones eclesiásticas, políticas y por sobre todo, cualquier cosa que significase el peligro de la paz, su paz.
Finalmente la armera habló, pero su respuesta, si se podía llamar de ese modo, fue más bien una reacción asustadiza, reticente y que destilaba inseguridad. Le miró torciendo la cabeza y le ofreció una sonrisa de comprensión, más aquello no significaba que no siguiera insistiendo, pues mas allá de hacerle sentir incómoda, era que realmente le interesaba como parte de aquella mujer a la que, si bien veía como una mujer fuerte, le hacía sentir aquella sensación de querer proteger.
— Me he dado cuenta — volvió a sonreír y abandonó su apoyo, para acercarse a ella y mirarle de frente, aunque sin llegar a violar el espacio personal, que estaba seguro de que ella mucho apreciaba — Dime... No voy a haceros daño, y lo sabéis, podéis sentirlo al igual que yo y no es porque seamos de la misma raza o compartamos la misma maldición, es algo mucho más fuerte que ello y que nos permite asegurar que vos no me vais a defraudar y yo tampoco... Sé que lo sabéis.
— No, no es ningún problema. Sólo tendrás que darme un poco de tiempo, porque trabajo sola. Sin embargo, no será suficiente tardanza para que ustedes estén en peligro, pero aún así traten de no meterse en problemas muy graves para no verse superados, ¿Ok? No quiero tener que salvarles el pellejo de urgencia — dijo su compañera mientras se olvidaba en algún momento de la humildad, cosa que para ambos era, evidentemente, un asunto de bromas, por lo que rió junto con ella y tomó un poco de aquel mismo aire fresco que la loba respiraba.
— Tendréis el tiempo que deseéis, ya es sabido que jamás se debe apresurar al artista — le sonrió mirándole de soslayo — Sí, mami, prometo que no os meteremos en problemas, o al menos lo intentaremos — agregó con una mirada angelical que restaba verdadera credibilidad a sus palabras, mas sabía que de aquellas con cosas, con Gianella no se bromeaba, así que accedió a responder con mayor seriedad, al mismo tiempo que le miraba a ella a los ojos — Os doy mi palabra.
La palabra... era sorprendente cuanto valor podía tomar la palabra en épocas como aquella, en la que si bien ya no tenía el mayor valuarte de la época de las cruzadas, era aún una parte demasiado valedera para los caballeros de honor, como Emerick procuraba ser a pesar de renegar un par de veces de ello ya que, uno de sus mayores defectos atentaba de forma demasiado directa a la moral, pues el Duque gustaba de tomar cachivaches sin importancia, pero cachivaches que no solía ser suyos. Maldita manía la suya.
Había hecho una pregunta y esperaba a que la mujer la respondiera. Por uno de los lados, tenía la sensación de que preguntar de su intimidad no había sido la más brillante de sus ideas, pero quería saber, quería saber de ella, de sus orígenes, sus motivaciones y sobre todo de lo que fuese que rondase por su cabeza. No era que le gustase andarse preocupando por desconocidos, pero Gianella ya había pasado a ser algo más que ello desde ese momento en el que aceptó en entregar su ayuda pacifica para apoyar a la causa a pesar de todas las reticencias que la mujer tenía ante las situaciones eclesiásticas, políticas y por sobre todo, cualquier cosa que significase el peligro de la paz, su paz.
Finalmente la armera habló, pero su respuesta, si se podía llamar de ese modo, fue más bien una reacción asustadiza, reticente y que destilaba inseguridad. Le miró torciendo la cabeza y le ofreció una sonrisa de comprensión, más aquello no significaba que no siguiera insistiendo, pues mas allá de hacerle sentir incómoda, era que realmente le interesaba como parte de aquella mujer a la que, si bien veía como una mujer fuerte, le hacía sentir aquella sensación de querer proteger.
— Me he dado cuenta — volvió a sonreír y abandonó su apoyo, para acercarse a ella y mirarle de frente, aunque sin llegar a violar el espacio personal, que estaba seguro de que ella mucho apreciaba — Dime... No voy a haceros daño, y lo sabéis, podéis sentirlo al igual que yo y no es porque seamos de la misma raza o compartamos la misma maldición, es algo mucho más fuerte que ello y que nos permite asegurar que vos no me vais a defraudar y yo tampoco... Sé que lo sabéis.
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:11 am, editado 3 veces
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Sí, lo sabía. Había un “algo” en aquel lobo que desafiaba la habitual desconfianza de Gianella hacia el resto de las personas; y él tenía razón: aquel “algo” no tenía nada que ver con que fueran de la misma raza o que fueran ambos unos maldecidos por la Luna. ¿Era su deseo de justicia e igualdad tal vez? Esa era su corazonada, la que creía más correcta. La verdad se reflejaba en los ojos de Emerick, y por ello la italiana sonrió, cerrando su mirada azulada unos instantes en conformidad con aquel aparente descubrimiento. Había encontrado a alguien más aparte de Emily, Léa y Jeanne, y se trataba de un hombre. Las casualidades de la vida…
Botó aire y le miró de la misma forma, estableciendo una especie de conexión con el licántropo, creyendo en él, confiando en su palabra con la complicidad de dos aliados, no…de dos camaradas – De acuerdo, lo haré – Contestó como si esas palabras hubieran intentado salir de su boca por años, y recién ahora lo hacían liberándose de una gran presión como quien abre una botella de champagne. Miró al cielo aún nocturno y una brisa movió cabellos, ropas y capucha, sirviendo para animar a Gianella como si ella misma hubiera pedido aquel viento pasar en ese momento antes de comenzar su relato – Nací en Milán, cerca de Los Alpes hace treinta y nueve años. Estuve allí hasta los catorce, ya que me atacó una bestia en las montañas y me convirtió en lo que soy – Explicaba lentamente, paseándose su mente por los recuerdos que volvían a ella como destellos, y uno de ellos particularmente le estremeció de tal forma que ni se dio cuenta que tenía la mano izquierda en el hombro derecho – Y en mi primera noche de luna llena maté a mis padres. – El vacío de la angustia se hizo presente levemente, y no lo hizo en su semblante nostálgico y sereno – Me gané el odio de todo el pueblo, obviamente, y al día siguiente escapé como pude, vagando por Europa hasta llegar aquí a Paris hace unos…-hizo la típica mueca del cálculo matemático- veintiún años. – Le sonrió al lycan que escuchaba con atento y respetuoso silencio. La mano volvió a los bolsillos y continuó – Intenté trabajar varias veces, pero mi carácter y mi licantropía me jugaron muy malas pasadas. – La sonrisa se volvió evidentemente nostálgica, recordando algunas situaciones dignas para chistes en una reunión de amigos. Había partido como una novata, pero a punta de salvadas y huidas casi milagrosas fue ganando experiencia y haciéndose un nombre y una reputación, tanto que los policías siguen buscando a dónde se fue en su última escapada – Estuve viviendo un tiempo en los callejones de la ciudad a punta de robos, hasta que…-se detuvo unos momentos- la conocí a ella. – Sus ojos parecieron iluminársele como a quien se le apareció un santo, y la analogía no era tan descabellada considerando su historia – A Jeanne Prideaux – Dijo con esa misma ilusión antes de que Emerick se atreviera a preguntar de quién se trataba aquella persona que la pelinegra mencionaba con tanta devoción – Ella me contagió su pasión por ayudar a los que nunca tienen ayuda, ella despertó mi pasión por la igualdad y la justicia, valores que estaban ocultos dentro de mí – Asintió confirmándose a sí misma aquella afirmación – Pero también…-El semblante volvió a la seriedad acostumbrada – Me enseñó que incluso alguien como yo podía tener un propósito para vivir, que el acabar con uno mismo no debe ser nunca una alternativa – Las noches interminables en que pensaba y no actuaba autoeliminándose para reunirse con sus padres volvieron a su mente a modo de recuerdo, emocionándola un poco – Me enseñó que nunca es tarde para luchar por lo que uno cree justo…y que las realidades se pueden cambiar a punta de esfuerzo y convicción. – Recordó a la Hermandad y su épico triunfo y negó con la cabeza luego para tranquilizarse ya que su corazón latía fuertemente por los sentimientos que le llenaron con rapidez – Le debo demasiado, y creo que ni siquiera el haber sacado adelante la Casa de Acogida será suficiente para agradecérselo…
Parecía estarle hablando a un espejo, porque Emerick había conservado su atención por toda esa explicación que quizás se había prolongado más de la cuenta, pero el lobo no parecía tener intenciones de marcharse pronto, o al menos no las demostraba – Aparte…hice esto y no otra cosa porque no se me da la diplomacia. Soy muy irascible y terca – Sonrió más amplia y sinceramente que las otras veces, llevándose las manos a la nuca y aligerar el aire tenso que se había instalado durante su monólogo, aunque ya sentía ligera otra cosa: su conciencia – Espero que eso haya satisfecho tu curiosidad, señorito.
Botó aire y le miró de la misma forma, estableciendo una especie de conexión con el licántropo, creyendo en él, confiando en su palabra con la complicidad de dos aliados, no…de dos camaradas – De acuerdo, lo haré – Contestó como si esas palabras hubieran intentado salir de su boca por años, y recién ahora lo hacían liberándose de una gran presión como quien abre una botella de champagne. Miró al cielo aún nocturno y una brisa movió cabellos, ropas y capucha, sirviendo para animar a Gianella como si ella misma hubiera pedido aquel viento pasar en ese momento antes de comenzar su relato – Nací en Milán, cerca de Los Alpes hace treinta y nueve años. Estuve allí hasta los catorce, ya que me atacó una bestia en las montañas y me convirtió en lo que soy – Explicaba lentamente, paseándose su mente por los recuerdos que volvían a ella como destellos, y uno de ellos particularmente le estremeció de tal forma que ni se dio cuenta que tenía la mano izquierda en el hombro derecho – Y en mi primera noche de luna llena maté a mis padres. – El vacío de la angustia se hizo presente levemente, y no lo hizo en su semblante nostálgico y sereno – Me gané el odio de todo el pueblo, obviamente, y al día siguiente escapé como pude, vagando por Europa hasta llegar aquí a Paris hace unos…-hizo la típica mueca del cálculo matemático- veintiún años. – Le sonrió al lycan que escuchaba con atento y respetuoso silencio. La mano volvió a los bolsillos y continuó – Intenté trabajar varias veces, pero mi carácter y mi licantropía me jugaron muy malas pasadas. – La sonrisa se volvió evidentemente nostálgica, recordando algunas situaciones dignas para chistes en una reunión de amigos. Había partido como una novata, pero a punta de salvadas y huidas casi milagrosas fue ganando experiencia y haciéndose un nombre y una reputación, tanto que los policías siguen buscando a dónde se fue en su última escapada – Estuve viviendo un tiempo en los callejones de la ciudad a punta de robos, hasta que…-se detuvo unos momentos- la conocí a ella. – Sus ojos parecieron iluminársele como a quien se le apareció un santo, y la analogía no era tan descabellada considerando su historia – A Jeanne Prideaux – Dijo con esa misma ilusión antes de que Emerick se atreviera a preguntar de quién se trataba aquella persona que la pelinegra mencionaba con tanta devoción – Ella me contagió su pasión por ayudar a los que nunca tienen ayuda, ella despertó mi pasión por la igualdad y la justicia, valores que estaban ocultos dentro de mí – Asintió confirmándose a sí misma aquella afirmación – Pero también…-El semblante volvió a la seriedad acostumbrada – Me enseñó que incluso alguien como yo podía tener un propósito para vivir, que el acabar con uno mismo no debe ser nunca una alternativa – Las noches interminables en que pensaba y no actuaba autoeliminándose para reunirse con sus padres volvieron a su mente a modo de recuerdo, emocionándola un poco – Me enseñó que nunca es tarde para luchar por lo que uno cree justo…y que las realidades se pueden cambiar a punta de esfuerzo y convicción. – Recordó a la Hermandad y su épico triunfo y negó con la cabeza luego para tranquilizarse ya que su corazón latía fuertemente por los sentimientos que le llenaron con rapidez – Le debo demasiado, y creo que ni siquiera el haber sacado adelante la Casa de Acogida será suficiente para agradecérselo…
Parecía estarle hablando a un espejo, porque Emerick había conservado su atención por toda esa explicación que quizás se había prolongado más de la cuenta, pero el lobo no parecía tener intenciones de marcharse pronto, o al menos no las demostraba – Aparte…hice esto y no otra cosa porque no se me da la diplomacia. Soy muy irascible y terca – Sonrió más amplia y sinceramente que las otras veces, llevándose las manos a la nuca y aligerar el aire tenso que se había instalado durante su monólogo, aunque ya sentía ligera otra cosa: su conciencia – Espero que eso haya satisfecho tu curiosidad, señorito.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"Podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, pero deberíamos estarlo mucho más de lo que no hemos hecho."
Emil Michel Cioran
Emil Michel Cioran
Pudo ver en sus ojos como comenzaba a desmoronarse lentamente la barrera de a desconfianza y tras ella comenzaba a relucir el armazón de la seguridad. La mujer, poco a poco, comenzaba a confiar y no sólo en el sino también que en ella misma. La traición no sólo causaba la pérdida de fé en aquel que traicionaba sino que en todos quienes estaban alrededor, por eso se sabía de la confianza, un arma verdaderamente peligrosa y con muchos filos, muy difícil de confiar.
Se quedó en silencio, expectante a que ella lo soltara de una vez, pues incluso había suspirado de aquella manera resignada, pero la que a su vez no se veía para nada forzada. Finalmente, aquel esperado anuncio de que le contaría, hizo al Duque volver a sonreír mientras se disponía a escuchar un poco más de las verdades ocultas de Gianella Massone, aquella mujer misteriosa de pocas palabras pero muchas actitudes. Una mujer a la que nadie podría tratar de tímida pero sí de una loba sumamente desconfiada.
Escuchó muy atento a todo su relato, y no pudo evitar el sentirse identificado con alguna de sus palabras, principalmente con aquella parte en a que confesó haber sido la autora de la muerte de sus padres; qué difícil se le antojaba aquella idea y no podía sentirse del todo seguro de que la situación de la mujer fuese semejante a la suya, después de todo a los padres se les tiene de toda la vida, desde que la persona nace, crece y se hace auto suficiente para también convertirse en padre y así procurar renovar el ciclo vital. Pero, como todo ser humano con todos sus cabales, dudaba de que verdaderamente alguno estuviese preparado para dar muerte a uno de sus seres mas queridos, y eso es lo que realmente comprendía de Gianella y sabía que en esa situación sí podría decir que realmente le comprendía.
Así las emociones de la mujer, pasaban radicalmente desde la melancolía a la ilusión misma, pues a pesar de todo, no lograba escabullirse el brillo de sus ojos cuando hablaba de aquella mujer que parecía haberle regresado no sólo la vida, sino también haberle dado una nueva razón para vivir, una razón fuerte e irrevocable, que si ella sabía conservar bien sus valores personales, le conservaría por siempre.
— Aparte… hice esto y no otra cosa porque no se me da la diplomacia. Soy muy irascible y terca — reconoció la loba, a lo que él, evidentemente, se vio muy tentado de responder de forma inmediata.
— ¡Es que no me cabe duda! — exclamó ya echándose a reír por aquellas ultimas cinco palabras suyas, que sin duda, le sacaron mucho peso al asunto.
— Espero que eso haya satisfecho tu curiosidad, señorito — finalizó ella el tema y Emerick negó con la cabeza poniendo cara de no haber quedado conforme, pero enseguida volvió a sonreír.
— Muy conforme, tanto que debo admitir que acabo de sentirme un poco en deuda con vos. El hecho de que me hayáis confesado semejantes verdades y yo sólo haya puesto en vuestras manos el secreto de la corporación a la que vos misma ayudáis, pues... — alzó los hombros y meneó la cabeza como quien en verdad no se siente tan conforme con aquello que ha hecho. — En términos generales, si lo que no queréis es incurrir en mi vida, podría deciros que realmente estoy muy orgulloso de vos, que como siempre habéis demostrado ser una mujer fuerte, pues a pesar de todo, y aunque sé que vos no los tenéis aunque a veces pareciera que quisierais — sonrió ligeramente burlón — Hay que tener cojones para poder salir adelante luego de haber matado a un ser tan querido... Realmente me alegro mucho por vos, ya que aún a fuerza de golpes, os habéis encontrado vuestro rumbo... un rumbo muy bueno.
Se quedó en silencio, expectante a que ella lo soltara de una vez, pues incluso había suspirado de aquella manera resignada, pero la que a su vez no se veía para nada forzada. Finalmente, aquel esperado anuncio de que le contaría, hizo al Duque volver a sonreír mientras se disponía a escuchar un poco más de las verdades ocultas de Gianella Massone, aquella mujer misteriosa de pocas palabras pero muchas actitudes. Una mujer a la que nadie podría tratar de tímida pero sí de una loba sumamente desconfiada.
Escuchó muy atento a todo su relato, y no pudo evitar el sentirse identificado con alguna de sus palabras, principalmente con aquella parte en a que confesó haber sido la autora de la muerte de sus padres; qué difícil se le antojaba aquella idea y no podía sentirse del todo seguro de que la situación de la mujer fuese semejante a la suya, después de todo a los padres se les tiene de toda la vida, desde que la persona nace, crece y se hace auto suficiente para también convertirse en padre y así procurar renovar el ciclo vital. Pero, como todo ser humano con todos sus cabales, dudaba de que verdaderamente alguno estuviese preparado para dar muerte a uno de sus seres mas queridos, y eso es lo que realmente comprendía de Gianella y sabía que en esa situación sí podría decir que realmente le comprendía.
Así las emociones de la mujer, pasaban radicalmente desde la melancolía a la ilusión misma, pues a pesar de todo, no lograba escabullirse el brillo de sus ojos cuando hablaba de aquella mujer que parecía haberle regresado no sólo la vida, sino también haberle dado una nueva razón para vivir, una razón fuerte e irrevocable, que si ella sabía conservar bien sus valores personales, le conservaría por siempre.
— Aparte… hice esto y no otra cosa porque no se me da la diplomacia. Soy muy irascible y terca — reconoció la loba, a lo que él, evidentemente, se vio muy tentado de responder de forma inmediata.
— ¡Es que no me cabe duda! — exclamó ya echándose a reír por aquellas ultimas cinco palabras suyas, que sin duda, le sacaron mucho peso al asunto.
— Espero que eso haya satisfecho tu curiosidad, señorito — finalizó ella el tema y Emerick negó con la cabeza poniendo cara de no haber quedado conforme, pero enseguida volvió a sonreír.
— Muy conforme, tanto que debo admitir que acabo de sentirme un poco en deuda con vos. El hecho de que me hayáis confesado semejantes verdades y yo sólo haya puesto en vuestras manos el secreto de la corporación a la que vos misma ayudáis, pues... — alzó los hombros y meneó la cabeza como quien en verdad no se siente tan conforme con aquello que ha hecho. — En términos generales, si lo que no queréis es incurrir en mi vida, podría deciros que realmente estoy muy orgulloso de vos, que como siempre habéis demostrado ser una mujer fuerte, pues a pesar de todo, y aunque sé que vos no los tenéis aunque a veces pareciera que quisierais — sonrió ligeramente burlón — Hay que tener cojones para poder salir adelante luego de haber matado a un ser tan querido... Realmente me alegro mucho por vos, ya que aún a fuerza de golpes, os habéis encontrado vuestro rumbo... un rumbo muy bueno.
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:12 am, editado 1 vez
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Gianella contemplaba a Emerick con la conformidad de ver en él a una persona capaz y competente de llevar a cabo y conseguir lo que se propusiese. Ya lo había visto en sus ojos: aquella mirada, aquel lazo invisible entre dos almas hermanas que rugen a la Luna orando por igualdad y justicia era la prueba perfecta de aquello. El licántropo hablaba en serio, y con sinceridad. ¿Existía alguna otra cosa de la que se pudiera hacer leña del árbol caído y poner en tela de juicio sus anhelos compartidos en gran parte? No encontraba ninguna, al menos ella.
Observaba su risa, que era cómplice de un pequeño intento por picarle, pero que al mismo tiempo era el salvoconducto para aligerar el ambiente y renovarlo con aires futuros, despejando los fantasmas del pasado que la Loba Milanesa había traído a colación minutos atrás. Observó su negación infantil, pero supuestamente comprensible y escuchó con silencioso respeto aquellas loas que se multiplicaron. No era un intento de cortejo ni nada parecido, pero no pudo evitar el hecho de que esa autoestima tan irregular se cargase hacia el lado positivo de la balanza de sus emociones, dejándole cruzada de brazos cuando esa sonrisita burlona se hizo presente en el rostro masculino. Ese chico era todo un personaje…
Cerró los ojos en plan “para impresionar” y asintió realzando sus últimas palabras, volviendo a descubrir las orbes azuladas para por fin esbozar una respuesta y una idea que se había venido a su mente a lo largo de todo el trajín del negocio – Creo que no podría haber escogido mejor forma de vida para lo que soy y para lo que me he convertido. Mi vida tiene un sentido por fin, y ese es ayudar a quien esté en apuros. –Se encogió de hombros- Algunos no entienden el verdadero valor de ayudar a los demás, ¿sabes? Y me alegra que tú si lo sepas. –Porque sí que lo sabía, en efecto lo sabía.- Yo soy quien debe declararse orgullosa. Me encantaría que hubiera más gente como tú, con tanta iniciativa para una causa tan mal vista en una sociedad egoísta y ególatra…-hizo un “pfff” con la boca para demostrar su falta de emoción ante los susodichos que tenían un cuello tan lleno de joyas que no podían mirar hacia abajo – Y por eso, sólo por eso…te propondré algo más. –Alzó un dedo índice, como el profesor que va a dar una opinión- Seguro que más de alguno de tu grupo no sabe manejar armas… ¿Qué tal si doy unas cuantas clases para que no pierdas miembros tan rápido? – Sonrió dentro de esa madurez y seriedad que le daban sus casi cuarenta años reales, pero enseñando sus colmillos sutilmente como la jovencita rebelde que aparentaba su piel.
Observaba su risa, que era cómplice de un pequeño intento por picarle, pero que al mismo tiempo era el salvoconducto para aligerar el ambiente y renovarlo con aires futuros, despejando los fantasmas del pasado que la Loba Milanesa había traído a colación minutos atrás. Observó su negación infantil, pero supuestamente comprensible y escuchó con silencioso respeto aquellas loas que se multiplicaron. No era un intento de cortejo ni nada parecido, pero no pudo evitar el hecho de que esa autoestima tan irregular se cargase hacia el lado positivo de la balanza de sus emociones, dejándole cruzada de brazos cuando esa sonrisita burlona se hizo presente en el rostro masculino. Ese chico era todo un personaje…
Cerró los ojos en plan “para impresionar” y asintió realzando sus últimas palabras, volviendo a descubrir las orbes azuladas para por fin esbozar una respuesta y una idea que se había venido a su mente a lo largo de todo el trajín del negocio – Creo que no podría haber escogido mejor forma de vida para lo que soy y para lo que me he convertido. Mi vida tiene un sentido por fin, y ese es ayudar a quien esté en apuros. –Se encogió de hombros- Algunos no entienden el verdadero valor de ayudar a los demás, ¿sabes? Y me alegra que tú si lo sepas. –Porque sí que lo sabía, en efecto lo sabía.- Yo soy quien debe declararse orgullosa. Me encantaría que hubiera más gente como tú, con tanta iniciativa para una causa tan mal vista en una sociedad egoísta y ególatra…-hizo un “pfff” con la boca para demostrar su falta de emoción ante los susodichos que tenían un cuello tan lleno de joyas que no podían mirar hacia abajo – Y por eso, sólo por eso…te propondré algo más. –Alzó un dedo índice, como el profesor que va a dar una opinión- Seguro que más de alguno de tu grupo no sabe manejar armas… ¿Qué tal si doy unas cuantas clases para que no pierdas miembros tan rápido? – Sonrió dentro de esa madurez y seriedad que le daban sus casi cuarenta años reales, pero enseñando sus colmillos sutilmente como la jovencita rebelde que aparentaba su piel.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"Yo no me encuentro a mí mismo donde me busco. Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero."
Barón De Montesquieu
Barón De Montesquieu
Y todo lo que parecía ser una noche relajada y llena de risas, de pronto se le vino abajo por una falsa alarma que casi le robó los colores del rostro al verle cerrar los ojos y dejar sus párpados abajo sin ninguna explicación previa y luego de haber vuelto a tocar ese tema tan sensible para ella ¿Acaso iba a llorar? ¿Gianella Massone iba a llorar? ¿Ahí? ¿En su presencia?
Aspiró todo el aire que tenía por delante, e un intento desesperado por hacerla sentir mejor, avanzó un paso hacia ella e iba a tomarle de los hombros cuando la mujer volvió a abrir sus ojos para mirarle nuevamente con tanta naturalidad, que le provocó las ganas de agarrarle por la cabeza y enterrársela en todo el barro por haberle asustado tanto. Suspiró y regresó un paso atrás, nuevamente aliviado y apoyándose en donde antes estaba para mirarle con una sonrisa de alivio que probablemente ella ni siquiera entendería.
— Aaaawwww — le dijo entre risas al escucharle decir que su vida era ayudar a los demás, y no es que no valora su elección sino que realmente le había dejado picado con el susto anterior y del cual quizás ella ni siquiera se había enterado — No os enfadéis, es sólo que de verdad es muy bonito lo que vos hacéis y vamos... Que tampoco podéis negar que es jodidamente curioso el conoceros a vos, una mujer que siempre se ha jactado de su rudeza, un lado tan noble y blando como el que ahora me mostráis. Es bonito, es admirable y es Aaaawwww... — volvió a reír e inmediatamente alzó sus manos como quien clamase inocencia — Y os juro por mi santa madre que vuestro secreto de sensibilidad está a salvo con mi persona y jamás se me saldrá de la boca — le juró con una sonrisa antes de darle un pequeño empujoncito de brazo con brazo.
— A mi también me encantaría que hubiese mas gente como vos — le dijo de forma sincera antes de asentir al resto de sus palabras y finalmente mirarle con curiosidad al escucharle decir que tenía una nueva propuesta la cual por su actitud parecía ser bastante interesante y conveniente, pero nada le preparó jamás para lo que de su boca salió ¿Qué les daría clases? ¿Clases de manejo de armas? Volvió a abandonar su apoyo se paró frente a ella para mirarle fijamente y poder vislumbrar así, a través de su mirada, si acaso le hablaba en serio o le estaba jugando alguna especie de broma a cambio de las suyas.
— ¿Lo estáis diciendo en serio? — le preguntó de forma bastante suspicaz y aun bastante incrédula, pero algo en su interior, tal vez la intuición o simplemente algún pequeño atisbo de locura, le dijo que la mujer en verdad no bromearía con esas cosas y que su ofrecimiento era de lo más sincero y desinteresado del mundo, como la gran mayoría de sus buenas acciones, esas mismas que muchas personas desconocían y pasaban de largo sin darse cuenta la gran persona a quien tenían en frente. Sonrió aún antes de que ella se lo confirmara o lo negara como una broma que no creería, y así, de manera tan instintiva como impulsiva... le abrazó.
— Gracias — le dijo en medio de ese abrazo que por seguro había pillado a la loba de sorpresa y que le costaría a él un par de golpes cuando ella saliera del shock de haber recibido una muestra de afecto de semejante calaña, y es que ninguno de ellos sabía aún, cuando ariscos podían llegar a ser ambos con aquellos que no conocían y también con los que aún no se habían ganado su confianza. Pues Emerick por su parte, ni siquiera se consideraba capaz aún de besarle la mano a una mujer y siempre buscaba mantener las distancias, pero había situaciones como aquella, en la que la impulsividad le ganaba a la tradición. Quizás por ello fue que él solo se dio cuenta y le soltó tan rápido como le abrazó, para enseguida desviar la mirada y carraspear con un poco de incomodidad — Ejem... Sí, eso... Gracias... Sería muy bueno para la Alianza...
Aspiró todo el aire que tenía por delante, e un intento desesperado por hacerla sentir mejor, avanzó un paso hacia ella e iba a tomarle de los hombros cuando la mujer volvió a abrir sus ojos para mirarle nuevamente con tanta naturalidad, que le provocó las ganas de agarrarle por la cabeza y enterrársela en todo el barro por haberle asustado tanto. Suspiró y regresó un paso atrás, nuevamente aliviado y apoyándose en donde antes estaba para mirarle con una sonrisa de alivio que probablemente ella ni siquiera entendería.
— Aaaawwww — le dijo entre risas al escucharle decir que su vida era ayudar a los demás, y no es que no valora su elección sino que realmente le había dejado picado con el susto anterior y del cual quizás ella ni siquiera se había enterado — No os enfadéis, es sólo que de verdad es muy bonito lo que vos hacéis y vamos... Que tampoco podéis negar que es jodidamente curioso el conoceros a vos, una mujer que siempre se ha jactado de su rudeza, un lado tan noble y blando como el que ahora me mostráis. Es bonito, es admirable y es Aaaawwww... — volvió a reír e inmediatamente alzó sus manos como quien clamase inocencia — Y os juro por mi santa madre que vuestro secreto de sensibilidad está a salvo con mi persona y jamás se me saldrá de la boca — le juró con una sonrisa antes de darle un pequeño empujoncito de brazo con brazo.
— A mi también me encantaría que hubiese mas gente como vos — le dijo de forma sincera antes de asentir al resto de sus palabras y finalmente mirarle con curiosidad al escucharle decir que tenía una nueva propuesta la cual por su actitud parecía ser bastante interesante y conveniente, pero nada le preparó jamás para lo que de su boca salió ¿Qué les daría clases? ¿Clases de manejo de armas? Volvió a abandonar su apoyo se paró frente a ella para mirarle fijamente y poder vislumbrar así, a través de su mirada, si acaso le hablaba en serio o le estaba jugando alguna especie de broma a cambio de las suyas.
— ¿Lo estáis diciendo en serio? — le preguntó de forma bastante suspicaz y aun bastante incrédula, pero algo en su interior, tal vez la intuición o simplemente algún pequeño atisbo de locura, le dijo que la mujer en verdad no bromearía con esas cosas y que su ofrecimiento era de lo más sincero y desinteresado del mundo, como la gran mayoría de sus buenas acciones, esas mismas que muchas personas desconocían y pasaban de largo sin darse cuenta la gran persona a quien tenían en frente. Sonrió aún antes de que ella se lo confirmara o lo negara como una broma que no creería, y así, de manera tan instintiva como impulsiva... le abrazó.
— Gracias — le dijo en medio de ese abrazo que por seguro había pillado a la loba de sorpresa y que le costaría a él un par de golpes cuando ella saliera del shock de haber recibido una muestra de afecto de semejante calaña, y es que ninguno de ellos sabía aún, cuando ariscos podían llegar a ser ambos con aquellos que no conocían y también con los que aún no se habían ganado su confianza. Pues Emerick por su parte, ni siquiera se consideraba capaz aún de besarle la mano a una mujer y siempre buscaba mantener las distancias, pero había situaciones como aquella, en la que la impulsividad le ganaba a la tradición. Quizás por ello fue que él solo se dio cuenta y le soltó tan rápido como le abrazó, para enseguida desviar la mirada y carraspear con un poco de incomodidad — Ejem... Sí, eso... Gracias... Sería muy bueno para la Alianza...
User: XD
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:13 am, editado 1 vez
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Y de la misma forma en que un cánido arruga el hocico por algo que le desagrada (principalmente olores) Gianella hizo una mueca ante esa expresión que daba a entender una ternura sobre lo dicho que podía interpretarse en algunos casos de sarcástica. Había sido un gesto casi involuntario, parte de su costumbre y su personalidad orgullosa; pero la explicación del lobo había sido suficiente como para que los músculos dejaran de arrugarse hasta que el muy bromista repitió el sonido. Practicó un gruñido involuntario nuevamente que coincidió a la perfección con el gesto de inocencia del señorito, guardando los colmillos que salieron levemente para traducirse en una sonrisa a medias con el empujón. – Tonto…y más te vale -reclamó por lo bajo, acariciándose el brazo como si le hubiera dolido, aunque únicamente lo hacía para “tener algo que hacer”.
No hizo mucho ante el halago, después de todo después de la propuesta se había vuelto todo una especie de juego de adulaciones y confianzas, más aún ahora que después de la propuesta Emerick parecía no creerle, por lo que le miraba a los ojos declarando aquel gesto como una auténtica prueba para confiar en otra persona. Ante su pregunta no pudo hacer más que alzar una ceja con incredulidad – *Te he construido una espada, te haré una docena adicional, más dos armamentos y reformaré tu bastón… ¿Por qué diablos crees que estaría bromeando?* – Se preguntó mentalmente, clavando sus orbes azuladas en las del varón para quitarle de golpe las dudas como si le hubiera dado un puñetazo en la nariz. Lo bueno fue que aquella aparente desconfianza se terminó más rápido de lo que hubiera querido, pero lo malo de ello es que se terminó con una maniobra que a Gianella la dejó paralizada como si le hubieran puesto hielo en la nuca.
Se estremeció en un temblorcito y apenas le prestó atención al agradecimiento, porque estaba controlándose con todas sus fuerzas para no dejarle sin descendencia por el rodillazo en sus partes “nobles” que daba como acto reflejo a los hombres que se pasaban de listos con ella. Gracias tendría que dar él después por el hecho de que Gianella no fuera tan descontrolada como en antaño, porque antes sí que habría sufrido, quizás con su espada introducida en lugares demasiado poco decorosos como para mencionar en este relato. Le soltó y tan rápido como lo hizo ambos miraron a lados contrarios: Emerick pidiendo perdón carraspeando y Gianella con una mano en el pecho para controlar el corazón desbocado por la sorpresa que para una ama de casa hubiera sido equivalente a ver un ratón o una cucaracha en la cocina. – D-De nada…
Si había una forma de dejar desarmada a Gianella, era así.
No hizo mucho ante el halago, después de todo después de la propuesta se había vuelto todo una especie de juego de adulaciones y confianzas, más aún ahora que después de la propuesta Emerick parecía no creerle, por lo que le miraba a los ojos declarando aquel gesto como una auténtica prueba para confiar en otra persona. Ante su pregunta no pudo hacer más que alzar una ceja con incredulidad – *Te he construido una espada, te haré una docena adicional, más dos armamentos y reformaré tu bastón… ¿Por qué diablos crees que estaría bromeando?* – Se preguntó mentalmente, clavando sus orbes azuladas en las del varón para quitarle de golpe las dudas como si le hubiera dado un puñetazo en la nariz. Lo bueno fue que aquella aparente desconfianza se terminó más rápido de lo que hubiera querido, pero lo malo de ello es que se terminó con una maniobra que a Gianella la dejó paralizada como si le hubieran puesto hielo en la nuca.
Se estremeció en un temblorcito y apenas le prestó atención al agradecimiento, porque estaba controlándose con todas sus fuerzas para no dejarle sin descendencia por el rodillazo en sus partes “nobles” que daba como acto reflejo a los hombres que se pasaban de listos con ella. Gracias tendría que dar él después por el hecho de que Gianella no fuera tan descontrolada como en antaño, porque antes sí que habría sufrido, quizás con su espada introducida en lugares demasiado poco decorosos como para mencionar en este relato. Le soltó y tan rápido como lo hizo ambos miraron a lados contrarios: Emerick pidiendo perdón carraspeando y Gianella con una mano en el pecho para controlar el corazón desbocado por la sorpresa que para una ama de casa hubiera sido equivalente a ver un ratón o una cucaracha en la cocina. – D-De nada…
Si había una forma de dejar desarmada a Gianella, era así.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"La sinceridad no obliga a decirlo todo, sino a lo que se diga sea lo que se piense."
Angel Ganivet
Angel Ganivet
Todo había sido repentinamente rápido y extraño para ambos, era segunda vez que se veían y de pronto ya comenzaban a actuar como amigos de antaño. Y es que a veces la confianza surge sin que la inviten, mientras que otras no aparece ni aunque le rueguen.
Por su parte, Emerick era una persona bastante desconfiada, en su vida había tenido que ver, desde dentro y desde fuera, todas las mentiras que se tejían alrededor de las clases sociales; por eso y porque además aún no confiaba en sí mismo cuando había gente mas frágil que él a su alrededor. Todo aquello le hacía ser portador de una máscara de seriedad y comportamiento intachable que pocas veces se le caía al piso, y una de aquellas veces era ésta, con Gianella. He ahí al Duque en su estado natural, despreocupado de la vida, bromista y risueño.
— D-De nada… — dijo ella, con esa voz titubeante que probablemente nunca antes le había escuchado.
Gianella era una mujer fuerte, segura de si misma y lo más cercano a un hombre que se pudiera ser, sólo que a pesar de todo, había veces en la que se vislumbraba un poco de su lado femenino y delicado. Veces como aquella.
— Eeeemmm... — masculló Emerick, rascándose la cabeza, antes de volver a mirarle con aquella expresión de “¿Y ahora qué?”, pues buscaba encontrar alguna excusa para salir del impasse y arreglar el daño sicológico que pudiese haberle provocado con su repentina muestra de afecto — ¿Os gustaría ir a por una cerveza? — le preguntó como a uno de sus amigos, pero de inmediato se dio cuenta que tal vez sólo fuesen conjeturas suyas y quizás hasta estaba cayendo en un fragante y craso error.
Después de todo, todo en ella lo indicaba, su manera de vestir, sus cabellos, su forma de ser, todo. Pero aún podían quedar dudas, además, que le gustase asemejarse un poco a los hombres, no significaba que le gustasen las representantes de su mismo sexo ¿o si?
— Gianella, yo... — comenzó sin saber como continuar, mientras comenzaba a mover las manos de manera nerviosa — Bueno, mi cerebro tiene cierta percepción vuestra, y espero no estarla jodiendo y que os enojéis conmigo. No es más que mera curiosidad pero yo quiero saber si vos... si vos sois... si a vos... — carraspeó intentando aclararse la garganta que de pronto comenzaba a fallarle, y entonces suspiró para acercarse un poco más a ello y susurrar del modo más bajo audible posible — Si a vos os gustan las mujeres...
Se atrevió finalmente, lamentándose por ello desde el mismo momento en el que salió de su boca la última de sus frases y la más acusadora de todas. Después de todo, ambos personajes se encontraban viviendo en una época en donde la homosexualidad era un gran tabú, absolutamente rechazado por la Iglesia y la sociedad.
Por su parte, Emerick era una persona bastante desconfiada, en su vida había tenido que ver, desde dentro y desde fuera, todas las mentiras que se tejían alrededor de las clases sociales; por eso y porque además aún no confiaba en sí mismo cuando había gente mas frágil que él a su alrededor. Todo aquello le hacía ser portador de una máscara de seriedad y comportamiento intachable que pocas veces se le caía al piso, y una de aquellas veces era ésta, con Gianella. He ahí al Duque en su estado natural, despreocupado de la vida, bromista y risueño.
— D-De nada… — dijo ella, con esa voz titubeante que probablemente nunca antes le había escuchado.
Gianella era una mujer fuerte, segura de si misma y lo más cercano a un hombre que se pudiera ser, sólo que a pesar de todo, había veces en la que se vislumbraba un poco de su lado femenino y delicado. Veces como aquella.
— Eeeemmm... — masculló Emerick, rascándose la cabeza, antes de volver a mirarle con aquella expresión de “¿Y ahora qué?”, pues buscaba encontrar alguna excusa para salir del impasse y arreglar el daño sicológico que pudiese haberle provocado con su repentina muestra de afecto — ¿Os gustaría ir a por una cerveza? — le preguntó como a uno de sus amigos, pero de inmediato se dio cuenta que tal vez sólo fuesen conjeturas suyas y quizás hasta estaba cayendo en un fragante y craso error.
Después de todo, todo en ella lo indicaba, su manera de vestir, sus cabellos, su forma de ser, todo. Pero aún podían quedar dudas, además, que le gustase asemejarse un poco a los hombres, no significaba que le gustasen las representantes de su mismo sexo ¿o si?
— Gianella, yo... — comenzó sin saber como continuar, mientras comenzaba a mover las manos de manera nerviosa — Bueno, mi cerebro tiene cierta percepción vuestra, y espero no estarla jodiendo y que os enojéis conmigo. No es más que mera curiosidad pero yo quiero saber si vos... si vos sois... si a vos... — carraspeó intentando aclararse la garganta que de pronto comenzaba a fallarle, y entonces suspiró para acercarse un poco más a ello y susurrar del modo más bajo audible posible — Si a vos os gustan las mujeres...
Se atrevió finalmente, lamentándose por ello desde el mismo momento en el que salió de su boca la última de sus frases y la más acusadora de todas. Después de todo, ambos personajes se encontraban viviendo en una época en donde la homosexualidad era un gran tabú, absolutamente rechazado por la Iglesia y la sociedad.
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:13 am, editado 1 vez
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
El aire entre ellos se volvió tenso debido a la incomodidad evidente que ambos presentaban frente a la situación que se había formado, la cual no era negativa; sino más bien algo un tanto cómico que Gianella al menos tomaría como una anécdota a recordar cuando estuviera conversando con las estrellas en el techo de la Casa de Acogida o en el bosque acompañado de su gran amigo el silencio, ese que amansaba su corazón fiero de forma consciente e inconsciente cuando estaba molesta por algo, o cuando la Luna había tomado posesión de ella.
Se atrevió tras largos minutos a mirarle de reojo, actuando como una persona que encuentra algo completamente nuevo y quiere picarlo con una rama, o en el caso de sus sucesores cánidos, olfatearlo o tocarlo con una de sus patas…sólo que ella no haría ninguna de las tres cosas. ¡Ni aunque le pagaran! Su mirada coincidió con la de él, que también mostraba indecisión y confusión entremezclados, aunque salió de gran manera con esa repentina invitación a beber. ¿Y por qué le había dicho eso? ¿Era un invento, o realmente le iba a invitar a por un par de botellas de cerveza alemana cuyas gotas ya imaginaba corriendo por su paladar hasta refrescar su sistema digestivo? Considerando todo lo que había sucedido, supuso que era algo serio y cierto, teniendo en cuenta la mejor situación económica que ostentaba su acompañante. No pudo evitar entusiasmarse por dentro por la idea, pero por fuera seguía estoica y firme a excepción de esa traviesa ceja negra que se mantenía arriba por la nueva y extraña actitud del Duque. Hombres…¿Quién les entendía? Ella no, y se suponía que las mujeres eran las complicadas…
Balbuceos y gestos se multiplicaron en la figura masculina, los que produjeron irremediablemente una mueca divertida en la Loba Milanesa. Entre tanta prenda cara y responsabilidades nobles en ambos sentidos se escondía una actitud suelta y jovial, casi infantil. Incluso se lo imaginó como un cachorro vestido con ropa que le queda grande, aguantándose la carcajada que seguro le hubiera molestado por los nervios que demostraba el antes tan serio y estoico noble. – Anda, pregunta ya…- Le animó, y a los segundos después la pregunta surgió de los labios ajenos. Una perfectamente posible de ser preguntada, y cuya respuesta le tomó sin preocupación alguna, acomodándose en la pared que le había cobijado mientras se rascaba la nuca habiendo ladeado un poco el cuello, como realzando aún más que ese tipo de interrogantes y cuestionamientos ocultos le importaban una mierda. De todas formas, gran parte de la sociedad le odiaba por ser una ladrona y revolucionaria; que fuera lesbiana no significaba mucho tampoco.
- Sí, estás en lo cierto – le respondió cuando las manos regresaron a los bolsillos del pantalón cosido a aguja, amagando un bostezo de desinterés – Soy homosexual, los hombres no me interesan en lo más mínimo…y no me mires como un bicho raro por eso, sigo siendo persona y sigo siendo capaz de amar y vivir como cualquiera. – Aclaró de inmediato, hablándole con un tono fuerte y fiero inconsciente que rozaba la amenaza, pero carraspeó de inmediato para restarle un poco de importancia al asunto, ya que sólo había sido una pregunta, y en eso debía quedarse. – Y con respecto a la cerveza… – cambió el tema a la velocidad en que podía maniobrar una espada en su derecha -…acepto encantada. –Se colocó la capucha para ocultar su rostro tan detestado y se cruzó de brazos – Si no me gusta, te la lanzaré por la cabeza. – Le reclamó separándose de la pared, empezando a caminar hasta adelantarlo un par de metros- ¡No te quedes ahí! ¡A ver si encontramos unos vampiros por el camino para hacerlos picadillo!
¿Quién era esa mujer de ojos azules?
Se atrevió tras largos minutos a mirarle de reojo, actuando como una persona que encuentra algo completamente nuevo y quiere picarlo con una rama, o en el caso de sus sucesores cánidos, olfatearlo o tocarlo con una de sus patas…sólo que ella no haría ninguna de las tres cosas. ¡Ni aunque le pagaran! Su mirada coincidió con la de él, que también mostraba indecisión y confusión entremezclados, aunque salió de gran manera con esa repentina invitación a beber. ¿Y por qué le había dicho eso? ¿Era un invento, o realmente le iba a invitar a por un par de botellas de cerveza alemana cuyas gotas ya imaginaba corriendo por su paladar hasta refrescar su sistema digestivo? Considerando todo lo que había sucedido, supuso que era algo serio y cierto, teniendo en cuenta la mejor situación económica que ostentaba su acompañante. No pudo evitar entusiasmarse por dentro por la idea, pero por fuera seguía estoica y firme a excepción de esa traviesa ceja negra que se mantenía arriba por la nueva y extraña actitud del Duque. Hombres…¿Quién les entendía? Ella no, y se suponía que las mujeres eran las complicadas…
Balbuceos y gestos se multiplicaron en la figura masculina, los que produjeron irremediablemente una mueca divertida en la Loba Milanesa. Entre tanta prenda cara y responsabilidades nobles en ambos sentidos se escondía una actitud suelta y jovial, casi infantil. Incluso se lo imaginó como un cachorro vestido con ropa que le queda grande, aguantándose la carcajada que seguro le hubiera molestado por los nervios que demostraba el antes tan serio y estoico noble. – Anda, pregunta ya…- Le animó, y a los segundos después la pregunta surgió de los labios ajenos. Una perfectamente posible de ser preguntada, y cuya respuesta le tomó sin preocupación alguna, acomodándose en la pared que le había cobijado mientras se rascaba la nuca habiendo ladeado un poco el cuello, como realzando aún más que ese tipo de interrogantes y cuestionamientos ocultos le importaban una mierda. De todas formas, gran parte de la sociedad le odiaba por ser una ladrona y revolucionaria; que fuera lesbiana no significaba mucho tampoco.
- Sí, estás en lo cierto – le respondió cuando las manos regresaron a los bolsillos del pantalón cosido a aguja, amagando un bostezo de desinterés – Soy homosexual, los hombres no me interesan en lo más mínimo…y no me mires como un bicho raro por eso, sigo siendo persona y sigo siendo capaz de amar y vivir como cualquiera. – Aclaró de inmediato, hablándole con un tono fuerte y fiero inconsciente que rozaba la amenaza, pero carraspeó de inmediato para restarle un poco de importancia al asunto, ya que sólo había sido una pregunta, y en eso debía quedarse. – Y con respecto a la cerveza… – cambió el tema a la velocidad en que podía maniobrar una espada en su derecha -…acepto encantada. –Se colocó la capucha para ocultar su rostro tan detestado y se cruzó de brazos – Si no me gusta, te la lanzaré por la cabeza. – Le reclamó separándose de la pared, empezando a caminar hasta adelantarlo un par de metros- ¡No te quedes ahí! ¡A ver si encontramos unos vampiros por el camino para hacerlos picadillo!
¿Quién era esa mujer de ojos azules?
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"No nos maltraten, y no se les maltratará. Respeten, y se les respetará.
Al acero responde el acero, y la amistad a la amistad."
José Marti
Al acero responde el acero, y la amistad a la amistad."
José Marti
Le observaba al pendiente de sus reacciones, parecía que después de todo no le había incomodado la pregunta, lo cual era mucho más que bueno, pues significaba que la confianza entre ambos era algo que ya estaba tomando fuerza y cuerpo. Por supuesto que le interesaba el llegar a tener alguien en quien confiar cosas más triviales que planificaciones y estrategias, cosas suyas y de su vida personal que, para su propio modo de pensar, eran mucho más complicadas que cualquiera de los asuntos de la Alianza.
— Sí, estás en lo cierto — dijo ella, por fin.
Lo había aceptado y prácticamente de forma inmediata, por lo que no supo porque estaba más sorprendido, si por la rapidez y determinación con la que depositaba su confianza en el él o por la respuesta mismas que implicaban sus palabras. Y en ese mismo momento se dio cuenta, de que si no hubiera sido mordido por aquél licántropo, probablemente se hubiera escandalizado ya que como niñito de bien, había crecido no tan sólo rodeado de lujos, sino también de prejuicios y personalidades altaneras. Ser un licántropo, en otras palabras, le había abierto los ojos y le había mostrado una realidad completamente diferente a la que él había conocido encerrado en su propio castillo de cristal; le había hecho ver la otra cara de la moneda y le había puesto del otro lado de la ruleta, allá abajo desde donde todo se ve demasiado lejano y difícil de alcanzar, pues incluso algo sin ningún costo, como la paz, se hacía inalcanzable al saberse un asesino.
— No os estoy mirando como un bicho raro — le dijo de inmediato ella uso esos mismo términos — ¿Cómo podría miraos diferente cuando en verdad sois lo mismo que yo? Tampoco es que a mi me interesen los hombres — rió divertido.
Aquello bastó para hacerle relajar y, al igual que ella, meter sus manos a los bolsillos para apoyarse en la pared a sus espaldas mientras internamente y, por primera vez en su vida, daba gracias de ser lo que era; un licántropo con todas sus letras y es que ¿cómo podía discriminar a alguien sólo porque la Iglesia y su cultura decían que no era correcto? ¿No era acaso su nueva raza también una aberración para todo lo correcto y bien estipulado? ¿Acaso podría alguna vez, una mujer llegar a casa de sus padres para decirles “Hey, me casaré con un hombre lobo”? Ni siquiera él estaría de acuerdo con una unión de esas si acaso de tratara de su hija, bueno... no de buenas a primeras, al menos.
— Y con respecto a la cerveza… acepto encantada — dijo ella de pronto, cortando todo el hilo de sus pensamientos.
— ¿Qué cerveza? — preguntó con un poco de incoherencia — ¡Oh, la cerveza!... ¡Esas que se beben en los bares! Sí, ya recuerdo — volvió a reír con un poco de vergüenza al darse cuenta de lo fácil que era hacerle perder el sentido de las cosas.
Se desprendió entonces de la pared para seguirle, cuando ella hizo mención de los vampiros a los cuales podían aniquilar, y Emerick le miró con un tanto de impresión mientras apresuraba el paso para alcanzarle y poder quedar al mismo ritmo de sus pasos para así mirarle a los ojos sin dejar de caminar. De pronto se sentía mucho más a gusto y relajado con aquella mujer, como si después de todo, su nueva confesión le hubiese brindado el titulo de “Amigo” y colega.
— ¿Aniquilar vampiros? ¿Vos aniquiláis vampiros? — le preguntó entre divertido y asombrado — Recordad que ahora tengo algunos entre mis aliados — le dijo, creyendo necesario el refrescarle un poco la memoria en cuanto a aquel tema — No todos, pues en su mayoría siguen siendo unos jilipollas sin respeto por la vida, pero tengo algunos, sí. Quizás debiéramos crear alguna especie de pregunta secreta, pues no creo que sería lo correcto ponerles una estaca en el corazón y entonces decirles “Oye, necesito saber si mataros o no, así que responded una cosa ¿Vos sois partidario de la Alianza?” — volvió a sugerir con una sonrisa divertida.
Esos eran cabos sueltos que debía aún de atar y, probablemente sería una muy buena idea el hacerlo antes de quedar tirado borrado en algún bar hablando estupideces en una lengua incoherente.
— Sí, estás en lo cierto — dijo ella, por fin.
Lo había aceptado y prácticamente de forma inmediata, por lo que no supo porque estaba más sorprendido, si por la rapidez y determinación con la que depositaba su confianza en el él o por la respuesta mismas que implicaban sus palabras. Y en ese mismo momento se dio cuenta, de que si no hubiera sido mordido por aquél licántropo, probablemente se hubiera escandalizado ya que como niñito de bien, había crecido no tan sólo rodeado de lujos, sino también de prejuicios y personalidades altaneras. Ser un licántropo, en otras palabras, le había abierto los ojos y le había mostrado una realidad completamente diferente a la que él había conocido encerrado en su propio castillo de cristal; le había hecho ver la otra cara de la moneda y le había puesto del otro lado de la ruleta, allá abajo desde donde todo se ve demasiado lejano y difícil de alcanzar, pues incluso algo sin ningún costo, como la paz, se hacía inalcanzable al saberse un asesino.
— No os estoy mirando como un bicho raro — le dijo de inmediato ella uso esos mismo términos — ¿Cómo podría miraos diferente cuando en verdad sois lo mismo que yo? Tampoco es que a mi me interesen los hombres — rió divertido.
Aquello bastó para hacerle relajar y, al igual que ella, meter sus manos a los bolsillos para apoyarse en la pared a sus espaldas mientras internamente y, por primera vez en su vida, daba gracias de ser lo que era; un licántropo con todas sus letras y es que ¿cómo podía discriminar a alguien sólo porque la Iglesia y su cultura decían que no era correcto? ¿No era acaso su nueva raza también una aberración para todo lo correcto y bien estipulado? ¿Acaso podría alguna vez, una mujer llegar a casa de sus padres para decirles “Hey, me casaré con un hombre lobo”? Ni siquiera él estaría de acuerdo con una unión de esas si acaso de tratara de su hija, bueno... no de buenas a primeras, al menos.
— Y con respecto a la cerveza… acepto encantada — dijo ella de pronto, cortando todo el hilo de sus pensamientos.
— ¿Qué cerveza? — preguntó con un poco de incoherencia — ¡Oh, la cerveza!... ¡Esas que se beben en los bares! Sí, ya recuerdo — volvió a reír con un poco de vergüenza al darse cuenta de lo fácil que era hacerle perder el sentido de las cosas.
Se desprendió entonces de la pared para seguirle, cuando ella hizo mención de los vampiros a los cuales podían aniquilar, y Emerick le miró con un tanto de impresión mientras apresuraba el paso para alcanzarle y poder quedar al mismo ritmo de sus pasos para así mirarle a los ojos sin dejar de caminar. De pronto se sentía mucho más a gusto y relajado con aquella mujer, como si después de todo, su nueva confesión le hubiese brindado el titulo de “Amigo” y colega.
— ¿Aniquilar vampiros? ¿Vos aniquiláis vampiros? — le preguntó entre divertido y asombrado — Recordad que ahora tengo algunos entre mis aliados — le dijo, creyendo necesario el refrescarle un poco la memoria en cuanto a aquel tema — No todos, pues en su mayoría siguen siendo unos jilipollas sin respeto por la vida, pero tengo algunos, sí. Quizás debiéramos crear alguna especie de pregunta secreta, pues no creo que sería lo correcto ponerles una estaca en el corazón y entonces decirles “Oye, necesito saber si mataros o no, así que responded una cosa ¿Vos sois partidario de la Alianza?” — volvió a sugerir con una sonrisa divertida.
Esos eran cabos sueltos que debía aún de atar y, probablemente sería una muy buena idea el hacerlo antes de quedar tirado borrado en algún bar hablando estupideces en una lengua incoherente.
Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Ene 14, 2013 7:14 am, editado 1 vez
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
Y más le valía que no le viese como bicho raro, porque si se daba el caso contrario y atendría su bastoncito bien metido en aquel lugar que no debía ser mencionado por decencia pero que fácilmente se adivinaba. Pero fuera de ese pensamiento impulsivo y defensivo – por muy bizarro que se leyese-, la respuesta le había sorprendido un poco. No tenía inclinaciones bisexuales según él mismo declaraba, ¿Y respetaba su condición? No es que pocos lo hicieran – tan pocos que no les llegase a conocer, lo que era una vil mentira-, pero sin duda era una muestra de respeto inmensa. Aunque, si se lo pensaba un poco más, viniendo de él no tendría que haberle sorprendido. También buscaba igualdad, y las minorías sexuales también debían ser parte de esa consecución.
El beber le tenía entusiasmada - o más bien salir con alguien a beber le tenía así, ya que Léa hace mucho que no se aparecía-, tanto que casi quiso matarle cuando despertó de su estado reflexivo o ido – También se puede beber en la calle o en una casa, pero esta vez prefiero una taberna. Conozco una no muy lejos de aquí, así que trata de no perderte – Le miró de manera cómplice con los ojos entrecerrados dejando desnuda la broma y luego se llevó las manos a la nuca, con la posterior sorpresa –exagerada a su juicio- de que rompiese colmillos de vampiro como dientes de leche de bebé durante las noches.
- Ya sé que tienes algunos en la Alianza, y francamente eso no me importa. Sólo trata de no presentármelos porque no los soporto aunque pongan caras de santas palomas…lo que es imposible por cierto – Dobló una esquina para ver a lo lejos las luces y oír el alboroto típico de un recinto así a esas horas de la noche – Lo de la pregunta no es una mala idea – retomó la conversación, deteniéndose luego a algo más de diez metros de la edificación – pero quiero advertirte una cosa. – Se volteó y le miró con esa ferocidad y celos protectores que sacaba a la luz sólo por sus seres queridos, esos que le había costado tanto conseguir y ganarse – Si uno de ellos le hace algún daño a mis protegidos…voy a hacerlo pedazos hasta que no quede huella de ellos…y si no es suficiente me voy a desquitar contigo, ¿capisce? – Y la palabra típica italiana surgió con una ceja alzada, pero todo desapareció con una sonrisa inocente de que “aquí no ha pasado nada” y retomó su camino, sabiendo eso sí, que Emerick había comprendido perfectamente el mensaje.
La campanilla tintineó con el ingreso de ambos, y mientras la mayoría de los presentes miraba con asombro a los llegados – ya fuera por el respeto que le tenían a Gianella o por la figura que le acompañaba – ella hablaba a gritos con el camarero, el cual parecía conocer muy bien.
- ¡Dos de la mejor cerveza que tengas, hoy no robo! – Le dijo haciendo surgir una carcajada espontánea de los hablantes – Buena cacería, ¿Eh? – El hombre de cabello y barbas castañas le alzó las cejas a Emerick, ganándose una mirada de odio más que de picardía – No tengo tan mal gusto, descuida– Miró una mesa de reojo y le hizo un gesto al Duque inequívoco de que esa sería su nueva ubicación – Mejor calla y sirve, o te quedas sin lengua y descendencia.
El aludido obedeció como si se lo hubiera ordenado el Rey de Francia. Y la Reina sonrió.
El beber le tenía entusiasmada - o más bien salir con alguien a beber le tenía así, ya que Léa hace mucho que no se aparecía-, tanto que casi quiso matarle cuando despertó de su estado reflexivo o ido – También se puede beber en la calle o en una casa, pero esta vez prefiero una taberna. Conozco una no muy lejos de aquí, así que trata de no perderte – Le miró de manera cómplice con los ojos entrecerrados dejando desnuda la broma y luego se llevó las manos a la nuca, con la posterior sorpresa –exagerada a su juicio- de que rompiese colmillos de vampiro como dientes de leche de bebé durante las noches.
- Ya sé que tienes algunos en la Alianza, y francamente eso no me importa. Sólo trata de no presentármelos porque no los soporto aunque pongan caras de santas palomas…lo que es imposible por cierto – Dobló una esquina para ver a lo lejos las luces y oír el alboroto típico de un recinto así a esas horas de la noche – Lo de la pregunta no es una mala idea – retomó la conversación, deteniéndose luego a algo más de diez metros de la edificación – pero quiero advertirte una cosa. – Se volteó y le miró con esa ferocidad y celos protectores que sacaba a la luz sólo por sus seres queridos, esos que le había costado tanto conseguir y ganarse – Si uno de ellos le hace algún daño a mis protegidos…voy a hacerlo pedazos hasta que no quede huella de ellos…y si no es suficiente me voy a desquitar contigo, ¿capisce? – Y la palabra típica italiana surgió con una ceja alzada, pero todo desapareció con una sonrisa inocente de que “aquí no ha pasado nada” y retomó su camino, sabiendo eso sí, que Emerick había comprendido perfectamente el mensaje.
La campanilla tintineó con el ingreso de ambos, y mientras la mayoría de los presentes miraba con asombro a los llegados – ya fuera por el respeto que le tenían a Gianella o por la figura que le acompañaba – ella hablaba a gritos con el camarero, el cual parecía conocer muy bien.
- ¡Dos de la mejor cerveza que tengas, hoy no robo! – Le dijo haciendo surgir una carcajada espontánea de los hablantes – Buena cacería, ¿Eh? – El hombre de cabello y barbas castañas le alzó las cejas a Emerick, ganándose una mirada de odio más que de picardía – No tengo tan mal gusto, descuida– Miró una mesa de reojo y le hizo un gesto al Duque inequívoco de que esa sería su nueva ubicación – Mejor calla y sirve, o te quedas sin lengua y descendencia.
El aludido obedeció como si se lo hubiera ordenado el Rey de Francia. Y la Reina sonrió.
Gianella Massone- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 634
Fecha de inscripción : 24/01/2011
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Al Filo Del Amanecer [Privado Emerick]
"Generalmente ganamos la confianza de aquéllos en quienes ponemos la nuestra."
Tito Livio
Tito Livio
Caminó a su lado, a una distancia prudente para una persona a la que le rehuía un poco el contacto físico, una persona como la que iba a su costado, la misma Gianella Massone a quien poco antes había abrazado, acción que de seguro serviría para contar hasta sus propios nietos, si acaso llegaba a tenerlos. Pero bastó que ella le dijera que tuviera cuidado de no perderse para que él se aprovechara de las circunstancias de puro odioso que era, se acercara para agarrarla del brazo y mirase a todos lados como un verdadero paranoico. Sí, debía reconocer que con ella, inexplicablemente, se le caían todas su caretas y acababa siendo el mismo pendejo inmaduro que era sólo con su muy reducido círculo de confianza. Rió por ello y le dio nuevamente su espacio.
— Pues... a mi tampoco me agradan las sanguijuelas, sólo intento ser tolerante y sólo con aquellas excepciones que parecen tener un poco más de respeto por la vida ajena — alzó los hombros — No son muchos, como comprenderás, pero aún así hay cierta reticencia, ya sabes... jamás tendría una novia vampiresa o algo parecido.
Aquello era verdad, y aunque intentasen luchar contra ello, la rivalidad siempre estaría latente como una bomba de tiempo esperando a estallar en cualquier momento. Con Hero mismo, quien de un tiempo hasta ahora se había convertido en su vampiro más cercano, evitaba hablar mucho rato o acercarse demasiado, aunque ello era también porque se sentía acosado; bendita la hora en la que se le ocurrió ponerse de novio con otro vampiro amanerado y es que la verdad, de sólo verlo, era muy difícil imaginarlo con una mujer, pero toda cavilación se detuvo de golpe cuando ella se detuvo para encararle en pos de sus propios protegidos.
— Si alguno de ellos lastima a los vuestros, creedme que seré yo mismo quien tome las represalias — le respondió muy seguro — Aunque... ¿No soy también uno de vuestros protegidos? — le preguntó con una sonrisita burlona, el tiempo que le daba un pequeño codazo y le invitaba a entrar a la bulliciosa taberna.
Tal y como muchos de los locales antiguos, su ingreso fue anunciado por la campanilla de la puerta, a la que en verdad no encontró sentido puesto a que con la bulla interna, difícilmente alguien la tomara en cuenta, sin embargo ya muchos les miraban, por lo que supuso que se había equivocado. Dirigió a su acompañante una mirada de suspicacia, mientras que en su cabeza se preguntaba si habían entrado al lugar apropiado. Por fin Gianella habló de una forma un tanto estrepitosa, haciendo resonar las carcajadas del resto y la suya misma. Vale, estaban en un lugar seguro y al parecer conocido para la loba; nada había que temer.
— Buena cacería, ¿Eh? — dijo el cantinero y Gianella respondió diciendo que no tenía tan mal gusto, por lo que Emerick rodó los ojos y se acercó a la chica, tomándole de su brazo.
— Ay ¿para qué os hacéis la dura conmigo, mi amor? — le incordió en un tonito bastante amanerado mientras le movía las pestañas de manera coqueta. Si ella quería molestar, en él había encontrado su contrincante — No os metais con un escocés — le advirtió con una sonrisa torcida y le soltó de su brazo para deslizarle la silla.
— Vamos, anda, concédeme este honor de trataros como una verdadera dama — le pidió casi a ruegos aunque con una sonrisa que denotaba en verdad estar disfrutando de ello.
Se sentó frente a la mujer y se dedicó por un momento a indagar en el lugar, mucha alegría se esparcía ante los ojos, haciéndole recordar que hacía bastante tiempo que no iba a una taberna a apostar con un buen mazo de cartas. Solía ser la manía que aún quedaba de aquella época oscura de su vida, en la cual no sólo atentaba contra sí mismo sino también contra la rabia del resto, pues una manera cobarde de quitarse la vida cuando sus manos no se atrevían al suicidio por la condena que aquello podría implicar en una siguiente vida, si es que en verdad existía.
— ¿Tenéis una Scottish ale? — le preguntó al cantinero cuando se acercó a preguntar sus pedidos, haciéndole sonreír satisfecho ante la respuesta afirmativa — Creo entonces que me haré cliente frecuente — le informó a Gianella a quien se quedó mirando por un momento con aire pensativo, para luego acercarse un poco más a ella, mirándole a los ojos en una postura un poco más intima.
— ¿Cómo lo tenéis montado para resguardar apropiadamente la Casa de la esperanza? ¿No creéis que podéis haber quedado con una par de enemigos luego de las revoluciones pasadas? La vuestra fue una revolución política, mucho más hablada que la mía misma.
— Pues... a mi tampoco me agradan las sanguijuelas, sólo intento ser tolerante y sólo con aquellas excepciones que parecen tener un poco más de respeto por la vida ajena — alzó los hombros — No son muchos, como comprenderás, pero aún así hay cierta reticencia, ya sabes... jamás tendría una novia vampiresa o algo parecido.
Aquello era verdad, y aunque intentasen luchar contra ello, la rivalidad siempre estaría latente como una bomba de tiempo esperando a estallar en cualquier momento. Con Hero mismo, quien de un tiempo hasta ahora se había convertido en su vampiro más cercano, evitaba hablar mucho rato o acercarse demasiado, aunque ello era también porque se sentía acosado; bendita la hora en la que se le ocurrió ponerse de novio con otro vampiro amanerado y es que la verdad, de sólo verlo, era muy difícil imaginarlo con una mujer, pero toda cavilación se detuvo de golpe cuando ella se detuvo para encararle en pos de sus propios protegidos.
— Si alguno de ellos lastima a los vuestros, creedme que seré yo mismo quien tome las represalias — le respondió muy seguro — Aunque... ¿No soy también uno de vuestros protegidos? — le preguntó con una sonrisita burlona, el tiempo que le daba un pequeño codazo y le invitaba a entrar a la bulliciosa taberna.
Tal y como muchos de los locales antiguos, su ingreso fue anunciado por la campanilla de la puerta, a la que en verdad no encontró sentido puesto a que con la bulla interna, difícilmente alguien la tomara en cuenta, sin embargo ya muchos les miraban, por lo que supuso que se había equivocado. Dirigió a su acompañante una mirada de suspicacia, mientras que en su cabeza se preguntaba si habían entrado al lugar apropiado. Por fin Gianella habló de una forma un tanto estrepitosa, haciendo resonar las carcajadas del resto y la suya misma. Vale, estaban en un lugar seguro y al parecer conocido para la loba; nada había que temer.
— Buena cacería, ¿Eh? — dijo el cantinero y Gianella respondió diciendo que no tenía tan mal gusto, por lo que Emerick rodó los ojos y se acercó a la chica, tomándole de su brazo.
— Ay ¿para qué os hacéis la dura conmigo, mi amor? — le incordió en un tonito bastante amanerado mientras le movía las pestañas de manera coqueta. Si ella quería molestar, en él había encontrado su contrincante — No os metais con un escocés — le advirtió con una sonrisa torcida y le soltó de su brazo para deslizarle la silla.
— Vamos, anda, concédeme este honor de trataros como una verdadera dama — le pidió casi a ruegos aunque con una sonrisa que denotaba en verdad estar disfrutando de ello.
Se sentó frente a la mujer y se dedicó por un momento a indagar en el lugar, mucha alegría se esparcía ante los ojos, haciéndole recordar que hacía bastante tiempo que no iba a una taberna a apostar con un buen mazo de cartas. Solía ser la manía que aún quedaba de aquella época oscura de su vida, en la cual no sólo atentaba contra sí mismo sino también contra la rabia del resto, pues una manera cobarde de quitarse la vida cuando sus manos no se atrevían al suicidio por la condena que aquello podría implicar en una siguiente vida, si es que en verdad existía.
— ¿Tenéis una Scottish ale? — le preguntó al cantinero cuando se acercó a preguntar sus pedidos, haciéndole sonreír satisfecho ante la respuesta afirmativa — Creo entonces que me haré cliente frecuente — le informó a Gianella a quien se quedó mirando por un momento con aire pensativo, para luego acercarse un poco más a ella, mirándole a los ojos en una postura un poco más intima.
— ¿Cómo lo tenéis montado para resguardar apropiadamente la Casa de la esperanza? ¿No creéis que podéis haber quedado con una par de enemigos luego de las revoluciones pasadas? La vuestra fue una revolución política, mucho más hablada que la mía misma.
Emerick Boussingaut- Licántropo/Realeza
- Mensajes : 430
Fecha de inscripción : 23/09/2012
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Al filo de la Oscuridad {Privado}
» El filo de la espada[privado]
» Orgullo al amanecer [privado] [+18]
» Is this love, or guilt? — Emerick — Privado
» If I could dream, I'd believe I'm dreaming — Emerick — Privado.
» El filo de la espada[privado]
» Orgullo al amanecer [privado] [+18]
» Is this love, or guilt? — Emerick — Privado
» If I could dream, I'd believe I'm dreaming — Emerick — Privado.
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour