A toda marcha [Privado]

Angelo Pilato bostezaba mientras dejaba su maletín en el asiento trasero de su Mercedes. El encendió el carro y salio del estacionamiento. Quizás el debería ir a su casa y beber suficiente vino para desmayarse en el sofá.

Tres semanas antes, el había empujado a Carl Blakely, el fanático religioso que se autoproclamaba defensor de la heterosexualidad, en los escalones de la corte. Eso era lo que le molestaba, o el hecho de que también fue la ultima vez que vio a cierto Neandertal detective.

El empezó a oír ruidos, sentía que alguien lo seguía y recibía jodidas llamadas de teléfono en la mitad de la noche. ¿Quien? Nada tenia que ver con el detective. El trato de alejar sus pensamientos de Talboth Remy.

El detective de dos metros no era su tipo. Claro que Talboth era sexy como una jodida, con el negro y largo cabello hasta los hombros y el cuerpo de un dios cubierto de tatuajes, pero sus malditos pies tendrían que ser de al menos del trece. El pensar en esas grandes y negras botas de motociclista lo hacia estremecer. No, definitivamente no era su tipo.

Angelo atravesó la autopista en la hora difícil del trafico y llego a una tranquila calle. El saludo a los niños del vecindario mientras sacaba su maletín y se dirigía al buzón.

El noto que las flores alrededor del buzón necesitaban agua y refunfuño, El amaba sus flores, el pensar en ir a traer el agua para regarlas, lo dejo incluso mas cansado. Abrió la tapa del buzón, Angelo se sorprendió de ver que estaba lleno.

Confundido el saco el montón de correo. Se quedo sin respiración cuando vio lo que tenia en sus manos. Panfletos. Ahí tendría que haber por lo menos cincuenta de ellos, todos proclamando la maldición de la homosexualidad.

Angelo se sorprendió al ver las viles cosas producto del ministerio de Blakely. Joder.

Mientras entraba en su casa, recordó algo. Si uno de los lacayos de Blakely había dejado esos panfletos en su buzón, entonces ellos sabían quien era y donde vivía. El iba a tirar la vil literatura en el bote de basura pero se detuvo dejándolas en el mostrador.
El tomo el teléfono y llamo al 9-1-1. A pesar de lo que Trey le había aconsejado unos días antes, Angelo se rehusó en llamar a Talboth.

Después de explicar la situación a la persona que contestó, Angelo colgó y se quito su corbata. El entro a su recamara y cuidadosamente colgó su traje y corbata en el closet antes de dejar su camisa de vestir en la bolsa para la tintorería.

La señorita del teléfono le dijo que enviarían una unidad, pero sabía que como no era una emergencia. Eso podría tardar. El tendría tiempo para ducharse y ponerse sus normales jeans de diseñador y una camiseta.

Sus amigos disfrutaban burlándose de su guardarropa, pero a Angelo no le importaba el había crecido vistiendo ropa usada comprada por centavos en tiendas de segunda mano en su duro vecindario de Oakland. Ahora el tenía un buen trabajo, Angelo se podía permitir ser indulgente con las cosas que el nunca había tenido como hijo de un solo padre.

Abriendo su closet una vez más, Angelo vio su estante de zapatos, era bien sabido que el tenia afición por los tenis, no solamente en hombres calientes, también los compraba para él. El selecciono un par de casi nuevos Nike y se los puso anudándolos fuerte.

El entro en la cocina y selecciono una botella de Cabernet Sauvignon del estante de vinos. Después de descorchar la costosa botella, el sirvió un poco en una copa de cristal, la decanto y la dejo respirar mientras preparaba una ensalada.
A la mitad del corte de un tomate, el timbre de la puerta sonó. Angelo dejo el cuchillo y se seco las manos en una toalla antes de dirigirse a la sala y al pequeño vestíbulo.

El abrió la puerta esperando ver a un oficial uniformado y se encontró en su lugar al Detective Remy. Parecía que cada vez que se daba la vuelta últimamente, Talboth estaba en las escaleras de su casa. El tipo parecía ser su constante protector y eso estaba empezando a llevar a Angelo al borde. “¿Que estas haciendo aquí, Juan*?”