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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Arlette Vie Oct 26, 2012 6:58 pm

Recuerdo del primer mensaje :

¡Había tanto color! Cada árbol, cada palmo de muro, cada rincón de aquél jardín yacía adornado con guirnaldas de colores mil y formas diversas, adoptando el claroscuro que las velas encendidas alrededor de nosotros, como hadas que bailaban al son de la brisa, ofrecían a aquél fantástico paraje al que mamá había transformado en una estampa digna de un sueño. Y yo, balanceándome en aquél columpió que papá me había construido el verano pasado, contemplaba el crepúsculo tras las colinas que se encontraban más allá del lago que, como un fiel reflejo, su agua se había teñido de colores anaranjados, rubíes y con un destello dorado que me fascinaba contemplar cada atardecer desde allí, moviendo mis piernas a la espera que el columpio se detuviera.

Precisamente en aquél momento, papá reclamó la atención de todos aquellos invitados -la mayoría, desconocidos- y yo volteé mi torso en busca de su rostro, sonriéndole sin querer, escuchando su anuncio tras el silencio que reinó en cuanto la orquesta que durante todo el día había animado la fiesta, se detenía -¡mis oídos los agradecieron!-.

- ¡Atención, señores, señoras y señoritas!- rió tras repicar con una cuchara el cristal de su copa, alzando la vista hacia mí para guiñarme el ojo, aludiendo así a la última palabra pronunciada.- ¡Quisiera presentaros a un viejo amigo mío que pretende reavivar ésta fiesta con su voz y su guitarra! Con todos ustedes... ¡Gerry!

Mis infantiles ojos se agrandaron en cuanto aquél hombre vestido de camisa y pantalón negro subió a la tarima, pues lo cierto era que... ¡se trataba de alguien muy apuesto!

- Madre... del amor... hermoso...-balbuceó tita Iris junto a mí, riendo cuando ella quedó boquiabierta durante bastante tiempo, cerrándola sólo cuando Naeem se le acercó cariñosamente por atrás rodeando su cintura, por lo que mi tita tuvo que disimular, pero no yo.

Aquél hombre de ojos claros, semblante pícaro y cabellos azabaches muy desordenados se acomodó la guitarra y con una radiante sonrisa, empezó aquella canción con la que logró hacer bailar a todos los ahí presentes, ¡incluso tito Di me invitó! Claro que él era tan y tan alto para mí... que acabó sentándome sobre su brazo y bailando en volandas...

The Galway Girl by Steve Earle on Grooveshark

Pero entonces, el timbre de casa sonó un par de veces y el alborto cesó, aunque algunas risas seguían escuchándose por aquellos recovecos y antes de que pudiera pestañear, aquél hombre llamado Gerry y con el que me apetecía bailar próximamente, desapareció sin siquiera despedirse. ¿Sería un hombre tan viajero como papá? Papá también cantaba muy bien y sabía tocar la guitarra... ¡Tenía que decirle que hicieran un dueto! Pero claro, era tarde y aquél enigmático señor se fue...

- ¡Por favor! Que las señoritas cumpleañeras se acerquen para soplar las velas de la tarta.- pidió papá entre carcajadas aun, contagiándome de su alegría y del buen ambiente que allí se respiraba.

Me despedí de tito Di con un beso en la frente y prometiéndole una revancha, corriendo hacia mamá que me agarró de la mano mientras caminábamos, ahora más elegantosamente, hacia el preciso lugar en el que se había eregido una colosal tarta de nata y fresas adornada con muchas velas, ¡demasiadas!

Por un momento, me sentí mayor y no pude reprimir una pequeña mueca que desapareció en cuanto vislumbré la figura seria e imponente del yayo Mac, soltando a mamá para correr a los brazos de mi abuelito, al que abracé con fuerza y reí cuando sus besos me hacían cosquillas en el cuello, manteniéndome en alto aun mientras me felicitaba por mi décimo aniversario, haciendo una señal hacia alguien que no lograba ver debido a la oscuridad que ya reinaba en aquél paraje, descubriendo, ante mi sorpresa, un flamante caballo negro con un lazo rojo sobre su cabeza. Aun desarmada, sólo pude estrechar la cabeza del yayo contra la mía y colmarle de besos y gracias hasta que él me sentó a lomos del animal, ofreciéndome las riendas con una sonrisa cómplice.

Devolviéndole el gesto las tomé y entonces, todo aconteció muy rápido: el corcel se asustó, irguió sosteniéndose sólo por las dos patas traseras y tras relinchar un momento, empezó a cabalgar en dirección al gran pastel, ignorando mis gritos y mis tirones para que parase, saltando por encima de la tarta sin poder evitar rozarla lo suficiente para que esta fuera destruida y sus trozos propulsados hacia los invitados que entre gritos y alboroto fueron manchados de nata y fresas, empezando así, un caos infinito. Mientras, el caballo saltó a la tarima, asustando a los músicos que aun allí se encontraban, siguiendo su camino hacia el muro de nuestra propiedad que también salvó de un largo brinco antes de cabalgar hacia el horizonte, conmigo agarrada a sus riendas y mis ojos cerrados por el fuerte azote del viento contra mi rostro y el pavor de caerme de sus lomos, esperando que pronto se detuviera y que mamá y papá no se enfadaran mucho conmigo por destruir aquella fiesta tan hermosa...
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Mensaje por Arlette Lun Ene 07, 2013 7:19 pm

Jerarld se apartó de mí, retrocediendo ante mi figura que como una hoja, temblaba a su vera, sintiendo en mi pecho una gélida ventisca que congeló mi alma y mi ser hasta hacerme jadear, adolorida por los pellizcos que mi piel recibía en silencio a cada paso que él daba hacia la puerta, la salida, la opción que él elegía: el olvido.

Y yo intenté respirar, aun contemplando cómo su figura me daba la espalda y avanzaba hacia la tempestad a la que él recurría para dejarse envolver entre sus brazos.

El silencio, sólo quebrado por la tormenta que azotaba el granero en el que aun me hallaba expectante por ver cómo su sombra desaparecía al fin entre la nada, preparándome así para el luto que vestiría de por vida, él, sólo aquél silencio, fue el único testigo de mi tormento, de la agonía que padecí bajo el manto de la oscuridad que me rodeaba, escuchando el retumbar de la maliciosa carcajada que la soledad me dedicaba, burlona, ante aquél desenlace.

E imaginé la sombra a la que Jerarld había hecho referencia anteriormente. Una sombra que ahora me devoraría y convertiría en cenizas a aquella muchacha ya sin armamento que la protegiera del más crudo abismo en que me encontraba sometida, con aquella presión que me hacía desestabilizar, a punto de caer en un torbellino de locura que me condenaría a una muerte segura. Imaginé el querer que ahora quedaría exiliado al rincón de mi pasado, junto con los retales de unos días de pasión robada en que los silencios nunca contaron la verdad de aquellas caricias que no quise sentir y que pese a mi tozudez, fue el destino, su piel, el roce, el tiempo y aquél bello anochecer frente a la Catedral de Notre Damme, lo que me llevó a arrodillarme ante aquél inquebrantable amor que sin quererlo, me había esclavizado a su merced. Imaginé mi vida sin el sol de aquella noche infinita mía, cada lágrima que por él derramaría hasta que el mundo dejara de girar, la perdición de mis noches sin Jerarld en las que ya no habían sueños mecidos entre sus brazos, sólo el hiriente susurro de mi corazón malherido que tatuará en mi piel aquellas promesas de amor sin fin de las que mi cobardía huyó y por lo que ahora pagaría el cruel tributo de unos agridulces besos sobre mis labios sin dueño, con la presencia de sus manos resbalando por mi cuerpo como la lluvia sin que nada de todo ésto sea verdad. Y sólo el silencio sería mi compañía.

La herida me vistió desnudando mi fragilidad, demostrándome en aquellos escasos minutos de soledad, que aquél amor no gozaba de antídoto y el olvido jamás sería misericordioso conmigo. Estaba condenada a vivir la eternidad suspirando por el amor de aquél hombre que aun permanecía bajo el gélido manto de la tormenta, quizás incluso olvidándose de mi presencia.

Al alzarme y caminar unos pasos hacia aquella misma puerta, titubeante y destrozada por dentro, pude escuchar su llanto ahogado, lo que detuvo mi avance y sentí cómo mi alma se descongelaba de repente, dejándome algo peor que aquella frialdad: un vacío. Un vacío que me perforó el pecho y flaqueó mis rodillas. Y entonces, sin osar recortar distancias por temor a herirle más por mi simple presencia, lo comprendí. Comprendí realmente que no debí nunca volver a buscarle. Comprendí que quedarme un minuto más a su lado podría destruirle aun más, tal y como mis manos siempre habían hecho con su pobre corazón. Comprendí que no lo merecía y entonces, respiré profundamente, dispuesta a hablarle, dispuesta a despedirme. Despegué mis labios para jurarle que desaparecería de su vida ahora, pero que él debía saber que yo restaría mis días pensando en él, en todos los buenos y malos recuerdos juntos, en todo cuanto me dio y yo no supe regalarle. Quise pronunciar la dura palabra adiós tras desearle lo mejor para su vida, que sus sueños se cumplieran, que la alegría y la felicidad llenaran pronto su corazón. Quise despedirme pero simplemente, no pude hacerlo. No cuando las palabras se me habían atragantado en la garganta. No cuando el dolor superaba con creces mi juicio. No cuando, ante mí, podía verle desmoronarse. No cuando yo le amaba. Porque le amaba. Le amaba con la fuerza de los mares, con el ímpetu del viento. Le amaba aun en la distancia, pese al tiempo. Le amaba con toda mi alma y mi carne. Le amaba como el hombre a su vida, a su memoria. Le amaba a puro grito y en silencio. Le amaba de una forma sobrehumana. Le amaba en la alegría y en el llanto que aun ahora le empapaba. Le amaba en e peligro y en la paz. Le amaba tanto... ¡tanto!

Y entonces, él se giró y me miró. Me miró y yo juro que me caí en un montoncito de pedazos de mí ante aquella mirada cristalina que me desarmó. Jerarld pronunció mi nombre y como si mi cuerpo respondiera a su llamado, di un paso al frente, a lo que él correspondió sin vacilar, sosteniendo aquella mirada que parecía electrificar mi piel. Y él caminó ahora más rápido hacia mí y finalmente corrió, sintiendo en mis labios cómo se extendía una sonrisa débil, cansada pero viva, muy viva. Hasta que su boca reclamó la mí y mis brazos se aferraron a su cuello con ansiedad, apegándome todo cuanto pude a su cuerpo, sintiendo el escalofriante abrazo que sosegó mi alma y la recompuso a medida que su saliva inundaba mis entrañas, deteniendo mi respiración para poner en marcha unos latidos acompasados que guiaban el ritmo de aquellos besos fieros que desgastaban ya nuestros labios sin que eso nos importara realmente, simplemente, disfrutando del sabor de aquél que me había robado el corazón y el juicio, aquél por el que moría en vida si no tenía conmigo. Él, el amor de mi existencia. Mi Jerarld...

Nos separamos a regañadientes y aun sonriendo, escuché aquello que me proponía con cierta gracia incluso, aunque me encontraba un tanto desorientada, aun creyendo que aquello no era más que un idílico sueño del que despertaría en cualquier momento, encontrándome en aquél pequeño y mugriento apartamento de Brasil, sola y a oscuras, con las telarañas comiéndome y la locura acechándome... Pero los segundos transcurrían y el mismo pálpito que sentí la primera vez que le vi en aquella taberna islandesa en la que caí rendida a sus pies, ahora me hizo comprender que aquello era tan real como nosotros mismos, lo que me hizo escapar una lágrima de alegría que perfectamente disimulé con mi cabellera cubriendo parte de mi rostro.

- ¿Es escritor, monsieur Jerarld? ¡Me encanta leer! ¿Sabía vos que mi novela favorita es la de aventuras? Ya sabe... ¡zas! ¡zas! espadazo por aquí... espadazo por allá.. -reí antes de alargar mi mano derecha hacia él con cierta timidez, incluso, rememorando la primera vez que le había conocido en realidad.- En realidad, me apasiona la novela romántica... es mi debilidad. - añadí con voz más tranquila y sosegada, sin importarme ya mostrar mi verdadera identidad ante él, incluso aquello de lo que no solía orgullecerme.- Mi nombre es Eyra.

Recuperando el sentido del lugar, el tiempo y la conversación, decidí seguirle el juego propuesto, por lo que, riendo como una joven muchacha avergonzada y un tanto molesta, aparté en seguida la mano y cubrí mis senos desnudos con mis brazos en cruz, girándome para darle la espalda.

- ¡Oh, pero será descarado! Mirar así a una mujer desnuda... ¡Vergüenza debería darle!- bromeé sin contener las carcajadas que resonaron en aquél granero, manteniendo aquella postura incluso cuando sus manos rozaron la piel de mi espalda hasta erizarla con su contacto, escapándoseme un pequeño suspiro.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Mar Ene 08, 2013 11:23 am

¿Mmm? Oh vaya.
Indique girándome al instante, mordiéndome los labios sin poderlo remediar, para terminar riendo junto a ella.
Por lo que me cruce de brazos aun de espaldas, disfrutando de la simple charla que manteníamos, ambos jugando los roles que de algún modo u otro nos correspondían pese a que lleváramos veinte años de casados.

Oh por favor discúlpeme usted...¡le juro que soy un hombre decente!...o al menos, que lo intento ser...
Respondí en mi defensa girando el rostro para apreciarla sobre mi hombro, contemplando que ella seguía de espaldas a mi, momento en que vi que giraba su rostro un tanto, encontrándose nuestras miradas por un instante antes de que ambos volviésemos a nuestra posición inicial de espaldas junto con aquellas sonrisas indescriptibles, esas que simplemente surgían al pensar que estabas al lado del ser al que amas…

Novelas románticas…
Reconozco que suelo poner un ápice de romanticismo en mis historias, siempre las cosas ocurren por un motivo…que tiene que ver con el amor; traiciones, masacres…
…carraspee. Pero no me excedo mucho, a mí también me gusta que den muchos espadazos… aunque…sabe una cosa? Desde que fuera humano que no publico nada bajo mi nombre…Cuando me convirtieron, me prometí a mi mismo que nadie leería un libro escrito por un muerto. Me reí, pues lo cierto es que aquello, aunque no tuviera importancia, nunca se lo había comentado a nadie y me gustaba la idea de que fuera precisamente ella, la que empezara a saber aquellas sandeces sobre mi.

La tormenta seguía descargando su furia fuera del granero, y los rayos iluminando el cielo nocturno.
Me gire poco a poco y contemple su espalda desnuda, y aquellos cabellos humedecidos, acercándome a ella para deslizar mis dedos por el contorno que marcaba su piel, resiguiendo su hombro y luego bajando por el camino que marcaba su columna.

Le prestaría mi abrigo, pero me he caído de un caballo…he aterrizado en el barro…y ahí se quedo…

Le prestaría mi chaleco, pero un padre furioso me confundió con una piñata y ahora está lleno de barro y sangre…

Le prestaría mi camisa, pero además de estar llena de barro y de sangre, tiene ligeras ramas de heno seco y agua de lluvia…
Comente intentando no reir.

Así que le prestare lo único que tengo, que no es mucho, pero es lo único que le puedo ofrecer.
No quisiera que piense que soy un desconsiderado
Indique acercándome poco a poco hacia ella para abrazarle por la espalda, rodeando su cintura y su pecho con mis brazos, encerrándole de ese modo en mi abrazo.

Encantado de conocerle Eyra…

Apoye la mejilla sobre su cabeza y la deje descansar allí, aspirando su aroma, deleitándome por un instante con su simple cercanía, con el aroma de sus cabellos, con la suavidad de aquella piel canela sintiéndome de pronto en paz. Como si no hiciera falta nada mas.
Estaba ella, estaba yo...y simplemente le abrazaba y escuchaba su respiración, dejando que el sonido de la lluvia al caer fuera lo unico que interrumpiese nuestra calma.
En aquel momento, me di cuenta de lo poco que hacia falta para ser realmente feliz y en lo cegados que estamos en muchas ocasiones, para verlo, aunque sea tan claro, tan sencillo...tan fácil de alcanzar...

Ahora es cuando usted se gira y me cruza la cara por ser un descarado que le abraza a pesar de estar desnuda. Ensuciándole encima… Bromee rompiendo el dulce y tierno momento que compartíamos.

Es que...Siempre espere que me cruzaras la cara en la catedral.
Susurre divertido, aun con los ojos cerrados, mientras ella se giraba lentamente en mi abrazo, quizás tomando al fin en consideración mi ultima propuesta.
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Mensaje por Arlette Lun Feb 04, 2013 6:49 pm

- El momento de la Catedral fue de los pocos hechos de los que no me arrepiento. Por ello, pensaba ahora en recuperar parte de aquél mágico recuerdo... ¿Adivina cómo sigue?

Sonreí dulcemente, buscándole con la mirada encendida y la sensación errónea de que un sonrojo coloreaba mis mejillas en aquél instante en el que me puse de puntillas frente a Jerarld, deslizando mis brazos a lado y lado de su cabeza hasta que las puntas de los dedos de mis manos se tocaron a la altura de su nuca, inclinando mi cabeza hacia adelante, recortando distancias con suma prudencia, deleitándome con aquella tensión creada por el anhelo, la impaciencia y las expectativas puestas en mi gesto, dedicándole una última sonrisa tímida antes de dejar caer mis párpados con lentitud, esperando recibir el tacto de su boca, siempre llena de sorpresas, de textura suave y sabor casi divino, como si los mismos dioses hubieran mezclado la más exquisita de las mieles con la chispa de lujuria que siempre me hacía perder la razón cuando me hallaba cerca de sus labios tentadores, pícaros y risueños que me robaban el aliento cada vez que suspiraba o palabra alguna escapaba para acariciar mis oídos y calar en mi alma, agitándola por verse sorprendida por la más sublime de las melodías divinas.

Y el beso más voraz y sincero, llegó al fin para degustar aquellos labios ardientes en deseo de ser poseídos y poseer su boca que, como un bálsamo, como la sabia que revitalizaba las ramas secas de mi cuerpo inerte, me devolvió a la vida, recuperé el aliento perdido y de pronto, una calidez embriagadora me hizo sentir vida de nuevo, como si cada fibra de mi piel volviera a latir llena de vitalidad, destilando felicidad por cada rincón de mi ser. Y entonces, sentí en mis adentros como ese crack de mi alma se regeneraba poco a poco y el gélido vacío volvió a cobrar sentido, inundándose del aroma que respiraba de Jerarld, inundándose de su saliva y de las palabras envueltas en el silencio que aquél beso empujó en mis adentros.

Después de una larga eternidad en la que me pareció sólo un pellizco de tiempo, poco a poco nuestros cuerpos fueron separándose de nuevo, perdiendo el sabor de sus labios en mi boca que aun me arañaba por volver a sentir su tacto, despegando mis ojos cuando mis talones tocaron suelo otra vez, escapándoseme una risa cuando mis rodillas me flaquearon y mi cabeza empezó a darme vueltas, un tanto mareada.

- El placer fue todo mío, Jerarld.- balbuceé al fin entre risas, guiñándole el ojo.- Más no me basta aquello que me ofreció... Lo que quiero... Lo que deseo... Es su tiempo.- sonreí inocentemente, cerrando la soga que mis brazos aun dibujaban sobre sus hombros para acercarme a su cuerpo despacio, guardando las distancias.- Anhelo su eternidad... Por lo que le suplicaría... -carraspeé disimuladamente.- Que compartiera esa eternidad conmigo, señor Délvheen... Un para siempre verdadero es lo que deseo.

Recosté mi cabeza sobre su pecho silencioso, disfrutando de aquellos momentos en su compañía, aliviándome saber que ahora tendríamos la oportunidad de aprovechar de veras el tiempo que nos fue concedido. Que al fin podríamos vivir a nuestro modo, luchando día a día por nuestro amor sincero. Ahora sí, le entregaría todo de mí. Sin más mentiras ni secretos. Con total transparencia de mi alma. Jerarld conocería la verdadera Eyra. Aquella que siempre le amó a regañadientes. Aquella que ahora se sentía desnuda en cuerpo y alma frente a él, sin temor alguno a salir lastimada de sus brazos posesivos, aferrados a ella.

- Pero antes...- musité cabizbaja y con los labios fruncidos.- Debería visitar a mi hijo. Le debo una explicación y millones de disculpas.- suspiré apesadumbrada, ejerciendo más fuerza en aquél abrazo conciliador, esperando que Jerarld me transmitiera todas sus fuerzas para el siguiente desafío.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Vie Feb 15, 2013 5:14 pm

Le sostuve con firmeza contra mí, mirándole, asintiendo lentamente.

Todo irá bien cariño. Iremos al castillo… Aclararemos las cosas con Johannes…El te quiere…No sabes cuánto te quiere, cuanto te añora…
Le has hecho falta.


Acaricie su mejilla y le sonreí. Bajando un instante la mirada al recordar lo hundido que yo quede tras sentir su perdida, pues me hallaba sumido en una tristeza que me hizo perder todo atisbo de esperanza o fe en la vida. Haciéndome sentir vacío y triste, sin saber siquiera como contarle a mi propio hijo lo sucedido. Y entonces recordé su mirada, recordé las palabras que use para contarle lo que pasó...Todo lo que pasó. Recordé el pánico que reflejó su rostro al verme en semejante deplorable estado…y como su corazón se hizo trizas ante mis palabras… y ante la noticia de que su madre…Aquella a quien idolatraba y amaba, ya no estaba.
Recordé aquel abrazo eterno y las horas que parecieron tan solo minutos ante aquel silencio y ante aquel llanto que intente consolar sin lograrlo, mientras le acunaba entre mis brazos como si fuera el niño pequeño que no logre conocer. El recuerdo me desgarro el alma… Pero me hizo entender que así como yo había hecho, el lograría entender lo sucedido y perdonar… Aunque tuviese que pasar un tiempo, aunque las circunstancias con él fueran distintas.

Asentí lentamente, reafirmándome mientras le miraba.

Él lo entenderá. Cuando llegue, cuando te vea...Lo entenderá.

Le abrace contra mí, sujetándole fuertemente, deslizando mis manos por su espalda en una suave caricia que puedo afirmar, que nos estremeció a ambos, por lo que me separe un poco de ella, contemplándole un tanto sorprendido, mirándole como si lo hiciera por primera vez, encontrándome con su mirada brillante que me enterneció como siempre hacia.

Torcí una sonrisa un tanto picara sin poderlo evitar. Haciéndole retroceder aun encerrada en mi abrazo, haciéndole tropezar para que cayese sobre el heno, cayendo yo sobre ella mientras Eyra me miraba y enredaba sus dedos por encima de mi oreja, estirándo mis cabellos hacia atrás con una sonrisa, ambos sin mediar palabra alguna…Cual había sido mi patosidad aquella noche en la catedral, que anonadado con su persona, había caído sobre ella convirtiéndome en el inmortal mas patoso de la creación..

Y entonces, ante su sonrisa cándida, ante su mirada encendida en aquella chispa, acerque mis labios a los suyos, saboreando la tensión antes de tocarlos, compartiendo ambos la respiración cuando sus manos bajaron por mi pecho, deslizándose poco a poco en dirección a mis costillas, tocándolas mientras yo daba un salto y extendía mi cabeza hacia atrás, ahogando un grito de dolor cuando sus manos entraron en aquella herida que ya había olvidado que poseía.

Me quite instantáneamente de encima suyo, haciendo que mi cuerpo cayese de espaldas a su lado, ante mis mandíbulas tensadas. Entreabrí los labios varias veces queriendo decirle que todo iba bien, pero no pude, por lo que fruncí los labios como si quisiera silbar, exhalando de ese modo, de forma pausada el aire que aun me quedaba en los pulmones.

“Estoy bien…
No…ha sido buena idea…
Deberíamos volver a casa…”

Susurre mentalmente de la forma más pausada y menos alarmante que pude mantener.
Definitivamente, seguía siendo el mismo inmortal patoso de siempre, quizás el único en mi especie.
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Mensaje por Arlette Vie Feb 15, 2013 6:11 pm

Reí en mis adentros cuando los pasos de Jerarld me obligaron a retroceder y a caer sobre el heno y él sobre mí, buscando con desespero mi boca mientras unas cálidas cosquillas subían por mi vientre, haciéndome estremecer bajo sus brazos. Pronto, mis músculos empezaron a tensarse y a destensarse a medida que los roces se incrementaban entre nosotros, a medida que su saliva iba inundando mi boca y adueñándose de mis entrañas después de descender por mi garganta con una suavidad merecedora de ser comparada con un bocado del mismísimo cielo. Una sensación divina, sin duda, y simplemente, embriagadora. ¡Había echado tanto de menos sus besos, su tacto sobre mi piel, sus caricias, su aroma, su esencia! ¡TANTO! Que simplemente aquello me parecía otro de los tantos sueños que solía tener desde mi partida, temerosa, por un momento, de despertar de nuevo sumida en las sombras de aquella tétrica habitación de Brasil...

Y aunque no me encontré rodeada de telarañas y muebles viejos, al abrir mis ojos sobresaltada por el brinco de Jerarld me encontré de nuevo con la soledad de mi cuerpo, ahora ardiente en deseos y frustrado por haber saboreado la miel en los labios antes de ser ésta apartada de mí de forma brusca y sin aviso, dejándome con una sensación glacial en el pecho y un sabor amargo en el paladar.

Fruncí los labios a modo de puchero infantil y pensaba preguntarle entre bromas si ya se arrepentía de aquél arrebato pasional que probablemente su razón había frenado a tiempo, pero al contemplarle junto a mí, un nudo en la garganta casa me asfixia, percatándome que Jerarld se encontraba realmente herido y ninguno de los dos lo habíamos recordado. Hice crujir mis dientes con verdadero odio hacia Erlend, maldiciéndole por aquella herida que había atravesado a mi marido y que ahora le tenía lisiado junto a mí. ¿A caso mis órdenes no habían sido claras? ¡Nadie tenía que dañarle! Estaba decidida a presentarme la noche siguiente a su casa y exigirle una explicación antes de pensar en una venganza lenta y dolorosa, quizás para su mujer, quizás para su hija...

Revolví aquellos pensamientos de mi cabeza y me centré en Jerarld a la vez que me recordaba la promesa de un inicio desde cero que involucraba un cambio por mi parte. Él respetaba las vidas humanas y yo debía respetar del mismo modo su decisión. Nada de matar a humanos, pues. Erlend podría dormir tranquilo por mucho que a mí se me removieran las tripas.

- No es conveniente que salgas en este estado, Jerarld.- comenté con voz alentadora y dulce, acercándome más a él antes de morder con cierta fiereza mi muñeca izquierda, abriéndome una herida de la que pronto emanó sangra que hice caer sobre los labios de él, acercando mi mano a su boca para que fuera él mismo quién me mordiera y bebiera de mí.- Tómala antes de que se desperdicie. Te recuperarás en un periquete.- le aseguré con una amplia sonrisa, disimulando una mueca en el momento en el que sus colmillos se incrustaban en mi piel y absorbían mi esencia con cierta ansiedad, manteniendo la postura hasta que al fin, sus labios ahora brillantes con el color de mi sangre coloreándolos se apartaron de la herida y ésta fue cicatrizando con rapidez, desapareciendo a los pocos minutos.

En silencio, pedí a Jerarld que apoyara su cabeza sobre mi pecho, dejando que sus brazos me abrazaran y su mano se depositara sobre mi vientre, sobre el que se entretuvo dibujando formas sin sentido con la yema de su dedo índice mientras mis manos jugaban con sus cabellos y sonreía ante aquél inolvidable y romántico momento, escrutando de vez en cuando de reojo cómo la herida de su costado iba desapareciendo al fin.

Suspiré apenada ante la idea de regresar ya a la vida real.
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Mensaje por Jerarld Délvheen Dom Feb 17, 2013 4:29 pm

No quería alimentarme de ella, porque no quería debilitarle. Pero de solo sentir su aroma la boca se me hizo agua y mis colmillos afloraron dispuestos a saciar la sed que me quemaba por dentro. Por lo que tome su muñeca entre mis manos y bebí ansioso sin poder controlarlo, hasta que sentí que algo me hacia despertar de repente, soltando su muñeca y sosegándome casi al instante.

Obedeci a su petición, moviéndome lentamente hasta colocarme de lado, sintiendo que me estremecía de vez en cuando al notar como mi piel se curaba y como mis órganos empezaban a regenerarse dentro de mí. Hasta que de pronto sentí que todo volvía a hacerse menos doloroso. Ya no sentía ese frio en mi interior ni las gotas de sangre derramándose por mis heridas, solo entonces, cuando deje de sentir ese frio abrumador volví a respirar, tomando aire a la vez que cerraba los ojos, intentando relajar mi cuerpo en tensión, sintiéndome de pronto tan cómodo entre sus brazos, que volví a dudar de si era real.

Takk engel… comente entre susurros. Distrayéndome al sentir como sus dedos jugueteaban entre mis cabellos y acariciaban mi cuello, haciéndome abrazarla ahora mucho más fuerte, sintiendo una necesidad irracional de tenerle así junto a mí.

Deberíamos salir de aquí…
Marchar…
Pero no quiero soltarte…No puedo hacerlo.

Ella me miro de forma enternecedora, por lo que sonrei, teniendo que romper el momento...Aun me preocupa haber enloquecido y estar realmente en el suelo abrazando un tronco o alguna cosa por el estilo. Susurre mientras ella me envolvía en su abrazo, riendo mientras se acomodaba de lado y bajaba la mirada, que ahora se encontraba con la mía.

No me hagas caso. es solo que te he echado de menos. Indique ante su mirada centelleante. Por lo que eleve el rostro un poco más y deslice una de mis manos por su cuello, acariciandola hasta que mis dedos subieron aun mas para sujetar su nuca, mientras me acercaba para besarle esta vez mas dulcemente, pausado, acariciando aquellos labios, mordiendo suavemente su labio inferior ante su sonrisa. Sorprendiéndome al verle ahora en un rápido movimiento encima de mi.

Tanto tiempo perdido, tantos momentos perdidos...
Teníamos la eternidad y todo el tiempo del mundo pero eso no implicaba que algo pudiera cambiar, que algo pudiera suceder y nos distanciara como habia pasado estos últimos diez años. Quizás por eso ahora nos mirábamos sabiendo que habíamos perdido tiempo y que teníamos que recuperarlo como fuera el resto de nuestras vidas, porque era nuestro deber con lo que la vida nos ofrecia, debiamos aprovechar esos momentos en su totalidad, juntos, al máximo.

Intente moverme un poco, pero ella me lo impidió un con un deje autoritario y una sonrisa picara que me hizo parpadear.
Pero señora! Que nos acabamos de conocer! Comente entre carcajadas que no logre evitar. Pero entonces, cuando disfrutábamos de un momento de juegos, de risa, un momento sencillo y tierno, algo crujió debajo de mi. Ambos nos miramos y entreabrimos los labios pero fue demasiado tarde, ambos caímos por nuestro propio peso desde el suelo del granero a debajo de este mismo, -pues no estaba realizado a ras de la tierra- asi que en aquel momento, rompiendo los esquemas de tranquilidad, un magnifico charco de lodo nos recibió con los brazos … más que abiertos.

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