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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Ene 03, 2013 6:41 pm

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió."
Joaquín Sabina


Hacía una semana que había despertado solo en su cama, solo como siempre, sólo que esta vez podía sentirse diferente. En cuanto abrió los ojos, la sonrisa se le vino a la boca, curvándole las comisuras. Sabía que no había sido un sueño, que había sido real y que había estado con ella, con ella que le había cambiado sus maneras de despertar. Respiró profundo e inmediatamente se le vino un aroma demasiado conocido y familiar a la nariz, por ello es que se giró sobre su propio eje y se dejó caer hacia el costado en donde había estado Doreen. Ahí estaba, su aroma y su esencia, pegado a sus sabanas como el mas tangible y verdadero de sus recuerdos.

Volvió a sonreír y aspiró con fuerza, por última vez, antes de meterse a la tina y darse un muy largo y relajante baño. Lo siguiente del día, fue corroborar con el cochero que le hubiese dejado en su casa para saber en donde vivía, pero he ahí la primera de sus dudas, pues ella había pedido el irse sola. ¿Sería entonces que no querría que él supiera de su vida? ¿Tendría algo más escondido y que a él no le quisiera decir? Sacudió la cabeza, intentando despejarse de sus ideas, intentaría mejor no pensar en tonterías.

Regresó a sus aposentos y se molestó al darse cuenta de que habían cambiado las sábanas, pero aún así no dijo nada, no quería reclamar por algo que quizás no se repetiría, pues tenía miedo, un miedo silencioso, de que su escapada había sido por ello. Así intentó no entrar en preocupaciones y se dijo que regresaría, esa misma tarde lo haría, pero ella no llegó; ni ese día, ni tampoco al siguiente, y en toda la semana, ella —a quien ahora le dolía llamar por su nombre— desapareció.

Intentó buscarle en silencio, que nadie se enterara que realmente lo hacía, salía a pasear por los lugares más cercanos en donde le había encontrado, después de todo ella andaba caminando, y de noche dudaba que se hubiera alejado demasiado. Buscó su rostro en la misa dominical, en las plazas, en las calles, pero ella no estaba por ningún lugar.

Ya prácticamente había perdido la esperanza y las ganas de volver a abrirse a una mujer. Se regañaba a sí mismo constantemente y pensaba en los errores de su pasado en donde ahora incluía su nombre. Ya había dejado de sonreír solo y no se mostraba de humor en las comidas. Lo que había partido siendo preocupación, se había convertido en pura decepción; decepción de ella y de sí mismo por dejarse ver la cara de manera tan fácil y arrojada.

Y así hubo llegado a esa noche de verano, en donde las lechuzas ululaban junto a la ventana de su dormitorio. Un grillo cantaba de vez en cuando sobre el balcón, mientras la brisa veraniega penetraba haca el interior a través de los ventanales abiertos. La luna ya no estaba tan brillante como hacía ya una semana, y tampoco lo estaba su mirada. Sin dormir, se encontraba sentado en uno de los sitiales ubicados frente a la ventana. Tenía las piernas cruzadas y la mirada perdida en el firmamento aunque en su mente no era consciente de las estrellas. Se sentía melancólico, triste y sin ganas de nada; sólo pensaba en sí mismo y en que hacer con su vida, pensó en seguir reclutando aliados para sus fines contra la Inquisición, pero enseguida determinó que mejor sería regresar por un tiempo a Escocia, a sus propias tierras lejanas de aquel país de Nunca jamás en donde sabía, volvería a ser feliz.

Su mente surcó entonces la distancia y de pronto su cabeza lo tuvo en medio de casa, en un hermoso y pequeño castillo a las orillas del Lago Ness, ahí mismo donde se rumoreaba haber visto al monstruo hace ya un par de años. Se pondría entonces el kilt escocés y saldría a tocar la gaita a los montes floridos. Se olvidaría de ella como se olvidaba de una mujer en Escocia, a cosa de gaitas y cervezas.

Sonrió de nuevo, de sólo pensar en sus amadas tierras que la sonrisa volvió a su rostro, pero como todas las cosas buenas, hasta ahora habían estado destinadas a ser sumamente breves, unos ruidos extraños le hicieron salir de sus patriótico ensueño y le hicieron girar la mirada hacia la puerta. Alguien más andaba en su casa, y no era ninguno de los sirvientes. Frunció entonces el ceño y no dudó en ponerse de pie y tomar uno de los candelabros apagados que había sobre la chimenea, para avanzar con cautela y protegido en medio de las penumbras. Sea lo que sea que estuviera del otro lado, de seguro estaría en desventaja contra un licántropo improvisadamente armado.




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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Ene 03, 2013 8:25 pm

"Si te olvido es porque me acuerdo de ti demasiado bien."
Ivan Malinowski


El licántropo frunció el ceño y agudizó su oído, notando que alguien se acercaba por las escaleras, fue el mismo quien abrió la puerta sin siquiera meter ningún ruido y esperó, esperó tras ella con el candelabro aún en la mano hasta que ese individuo desconocido atravesó el umbral de la puerta. Notó que no le había visto y que se trataba de la silueta de una mujer, demasiado fina para ser una de sus criadas, así que actuó con rapidez.

Le tomó del cuello y le empujó contra la pared, con el suficiente cuidado de no romperle la cabeza en caso de tratarse de una humana, pero con la suficiente habilidad de mantenerle inmovilizada en caso de ser una sobrenatural. Pareció reconocerle entre medio de la penumbra, pero su cabeza se negaba a reconocerle a ella, la misma que había desaparecido de su vida sin decir ni una sola palabra.

Emerick, ¡soy yo! Doreen — dijo ella, asustada y corroborando todas sus sospechas.

Le soltó sin soltarla, sólo cedió en su agarre, pero se sentía inseguro de quererle sacar las manos de encima. ¿De verdad era ella? Se preguntó mirándole dudoso hasta que ella misma quien le apartó para recoger aquello que se le había caído y que él no había notado sino hasta ahora. Por ello le observó recoger las cosas, pero no inmutó en ayudarle si quiera, le miraba con sospecha y con cierto recelo, como si esperase que de pronto mencionase aquellas palabras mágicas y pidiera disculpas por sus ausencia, pero nada de eso ocurrió.

La joven incluso se dio el gusto de hablar para bromear, pero sus palabras no le causaron ni la menor de las gracias y simplemente le miraba en silencio, con una pizca de recelo que se camuflaba perfectamente con el desconcierto que también sentía al tenerle ahí, tan de pronto y de improviso, luego de que ni siquiera había sido capaz de dar al menos una señal de vida.

Le vio acercarse, y él aún con ceño ligeramente fruncido, continuaba mirándole con esa misma mezcla extraña de incredulidad y recelo, que pronto se vieron reflejados cuando ella intentó darle un beso. Bastó con que ella pusiera sus labios sobre los suyos para que él volteara la cara y le dejara sin acceso a sus labios y, como si ello no hubiera sido suficiente, también le separó desde su cintura para eliminar así cualquier tipo de contacto. Le miró ya lejos y supo que a sus ojos debía faltarle la luz, pues incluso los suyos ansiaban verle con mayor claridad, así que se acercó al mueble más cercano y depositó ahí el candelabro para sacar un par de cerillos y encender las velas.

Buenas noches — le saludó, por fin dirigiéndole la palabra.

Su rostro denotaba la molestia, pero no decía si era por la sorpresa de su visita o por otros motivos que seguro la mujer desconocía. Y es que en verdad estaba molesto, pues había pasado una semana, una semana entera y sin tener noticias de ella, para que luego de todo, llegase a su hogar como ama y señora para reclamar de sus besos, que probablemente ya ni siquiera le pertenecían.

No sé como lo hacéis vosotros en Francia, pero al menos en mis tierras, el ser amado se respeta — le soltó de manera inmediata mientras le miraba a los ojos — Ni siquiera fuiste capaz de dejaros una huella, una pista siquiera a pesar de que yo mismo os pedí que fueseis llevada por mi cochero para al menos saber vuestro paradero, pero no, vos marchasteis sola, como una fugitiva, y sin siquiera dar señales de vida. UNA SEMANA — recalcó alzando su dedo, como si fuese necesario contar ese uno — Una semana entera que os estuve buscando entre las calles parisinas, una semana que esperé ver vuestro rostro a la vuelta de la esquina, una semana que esperé que al menos el cartero trajera noticias vuestras, una semana en donde jamás supe nada — le dijo con notorio disgusto y sin sacarle la mirada de encima — Una semana... cuando yo os esperaba ese mismo día... una semana sin saber siquiera vuestro apellido, y entones... vos llegáis aquí, en medio de la noche, sin siquiera ser anunciada, como ama y señora de mi propia casa y, sin explicación alguna, os creéis con el derecho de venir y plantarme un beso — negó con la cabeza.

Debéis saber que, a pesar de todo, yo os quiero mucho, que me habéis tenido destrozado por varios de estos días, que esperé a cada minuto por volver a ver vuestra sonrisa, pero os informo en este momento, que ni siquiera por todo el amor que aun os tengo, voy a permitiros que vengáis a jugar con mis sentimientos — le advirtió de manera directa y sin ningún tipo de miramientos — De verdad os quiero, Doreen, pero creo os hace falta pensar un poco en el resto ¿o acaso nunca intentasteis poneros en mi lugar? ¿Nunca os detuviste a pensar lo que yo estaría pasando sin saber nada de vos más que habíais huido sin siquiera dejarme una dirección?

Cerró lo ojos y negó con la cabeza antes de dar un paso hacia la puerta y cerrar de ella, como si de esa forma, a palabras mudas, aún le informase que no deseaba que se fuera. Pues Emerick, aún a pesar de estar en su más completo estado humano, por dentro seguía siendo un lobo, un lobo de esos que tal vez domesticas pero que si sales de casa por un tiempo, no se acerca a recibirte junto con los perros que a pesar de todo ladran contentos sin dejar de mover el rabo, pues el lobo sólo te mira a la distancia ya que eres tú quien ahora debe volver a ganarse su confianza.




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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Ene 04, 2013 10:47 am

"El amor es un acto de valentía, nunca de temor; el amor es compromiso con los hombres."
Paulo Freire


La luz de las velas recientemente encendidas, era tenue y delicada, pero tenían la suficiente fuerza para poder apreciar a la joven en todo su esplendor. Como siempre, podía notar aun a través de la tristeza de sus ojos que era una mujer realmente hermosa, cuyo brillo se apagaba en ese momento de manera real, triste y temerosa como el temblor de sus manos y esas lágrimas que a toda costa intentaba evitar.

Incapaz fue de esquivar el sentido de la culpa, pues las lágrimas de Doreen habían llegado a adquirir el poder de horadarle hasta el alma y provocarle un odio terrible, un odio destinado a sí mismo por ser la causal de semejante dolor. Quiso abrazarla, quiso consolarla y rogarle porque se olvidara de todas sus palabras, pero el orgullo y la sensatez le seguían recordando que él tenía razón, y aunque su corazón le digiera a gritos que él lo olvidaba todo, su cabeza sabía que no tenía razón.

Nunca he dicho eso — le respondió escuetamente cuando ella le preguntó si le odiaba y es que ¿cómo podría odiarle a ella que había devuelto la luz a su vida? No, por mucho que ella misma se hubiera encargado de apagar esa luz en los siguientes días, él aún le quería; le quería y se lo había dicho ¿Por qué no le escuchaba? ¿Acaso el dolor se lo impedía? Bajó la mirada, ni siquiera quería pensarlo.

Sus suplicas de perdón le sonaban sinceras, mas no estaba dispuesto a perdonar sólo por palabras, jamás había sido de su estilo; él no atendía a perdones, atendía a los hechos. Si ella en verdad estaba arrepentida, tendría que demostrarlo con sus actos, pues uno sólo se arrepiente de lo que no volvería a hacer y aquello que se sabe jamás se debió de haber hecho. Por ello sólo le miró y le permitió seguir explicándose, quería escuchar sus razones, quería entender su ausencia y saber el porqué de su huida, y es que nada de lo hecho le parecía lógico sin una buena explicación.

Se sorprendió al reconocer de sus labios la palabra fugitiva y por ello es que quiso guardar aún más silencio, pues la historia de su amada se tornaba cada vez más interesante y con más recovecos. Por un momento pensó que había cometido delitos, que tal vez era una asesina ¿pero quién era él para juzgarle de todos modos, si él mismo había asesinado a su familia? Enarcó una ceja al escucharle luego hablar de la revolución, le pareció incluso gracioso e irónico la similitud de sus vivencias y de cierto modo, no pudo evitar el sentirse culpable al haber él callado también de su experiencia.

Las siguientes palabras fluyeron con la misma mezcla de sentimientos que las anteriores, todo volviéndose mucho más claro a sus ojos y de paso haciéndole sentir incluso identificado. Claro, todo eso hasta que escuchó desde sus labios decirle que le amaba. Le miró sorprendido, pero no tanto como otro hubiese esperado, de cierta forma lo sabía, y lo sabía porque él sentía lo mismo, pero tampoco iba a decírselo, no ahora cuando sus palabras pudiesen sonar a compromiso. Por eso sólo le observó en silencio, procurando mantenerse inexpresivo y parcial hasta que ella terminase con sus relatos. Pudo ser consciente de sus miradas hacia la puerta y de las muchas ganas que ella tenía de huir, pero no lo entendió; si realmente le amaba como decía ¿cómo es que se daba por vencida? Probablemente la lucha fuese demasiado para ella, probablemente jamás hubiese peleado por sus deseos y quizás se debiese a la falta de confianza que podía notar ella... quizás.

Lo siento — inició de esa manera su respuesta — Pero no acostumbro perdonar a la gente por sus palabras, prefiero valerme de las acciones, prefiero ver los cambios y el esfuerzo por enmendar los daños a escuchar un par de palabras que pronto podrían ser llevadas por el viento, así que... escuchadme ahora y escuchadme bien — le dijo tomándole del rostro para hacer que le mirase a los ojos — Ya os he dicho que os quiero y en ningún momento os he dicho que os vayáis. Yo quiero que os quedéis conmigo, que os quedéis de manera definitiva y que penséis un poco en mi la siguiente vez que deseéis desaparecer de mi vida. Esta casa será vuestra casa, pero por ello la tenéis que respetar del mismo modo que en que yo ahora exijo vuestro respeto. No os he dicho que viváis encerrada y tampoco estoy diciendo que necesitéis de mi permiso, sólo quiero que entendáis que si vais a formar una vida conmigo entonces me tengáis un poco más en cuenta, que me digáis, que confiéis en mi, que os pongáis en mi lugar... porque yo también os entregué mi corazón esa noche y vos te lo habéis llevado sin decirme nada y me habéis dejado solo, con un montón de dudas. ¿No las hubieseis sentido también si vos hubieseis estado en mi lugar? ¿Qué habríais pensado si hubiese sido yo el que me hubiese ido, sin dejaros ni una huella, ni una esperanza y hubiesen pasado los días y la semana entera sin haber sabido nada de mi o si acaso iría a regresar? ¿Lo entendéis? Ya no sois sólo vos sola, somos dos, pues si de verdad me queréis en vuestra vida, es de ese modo el único en que yo lo aceptaré.

Quiso dejar las cosas claras y realmente esperaba que lo hubiese entendido, todo era conversable, aunque en eso de compartir su vida, sólo estaba dispuesto a que fuese de esa manera, con alguien que también se preocupara de ellos, de ambos. Así esperó su respuesta y de momento se aventuró a deslizar las manos por su rostro y limpiarle así de las huellas húmedas y dolorosas de esas lágrimas asustadizas.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 8:23 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Doreen Jussieu Vie Ene 04, 2013 3:03 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Ene 04, 2013 4:42 pm

"Hablar de locura de amor es un pleonasmo; el amor en sí ya es locura."
Heinrich Heine


Realmente le costaba mostrarse así de duro e intransigente, pero para él le resultaba preocupante el hecho de haber tenido ese problema a partir de el primer día de iniciada su relación y por esa razón es que creía realmente necesario el dejar las cosas claras. De verdad quería que todo funcionase de maravillas, que situaciones como aquella se hablasen desde el primer momento para no sufrir después sus repercusiones. Con ella se imaginaba la vida, se imaginaba un futuro que deseaba llegar a concretar y por ello es que había que limpiar las heridas, limpiarlas ahora para que no se hicieran más profundas y para juntos comenzar a caminar en una misma dirección y, al igual que ella, sólo deseaba que ese momento acabase pronto, que las cosas quedaran definitivamente claras para volver a esforzarse en hacerle sonreír. No deseaba verla triste, no le gustaba saberse el causante de sus penas, ni tampoco disfrutaba de la distancia que en ese momento les separaba; quería abrazarle, sentirla recargada en su pecho y no en una pared de barro, quería también decirle lo mucho que le quería y le necesitaba y, por sobre todo, quería volver a verle sonreír.

Continuó escuchándole, orando silenciosamente porque ese momento acabase pronto, todo dependía realmente de lo que ella le respondiera, de lo que ella demostrase querer entregar, pues una relación constaba de ambas cosas; dar y recibir. Por un momento temió a que ella no estuviera de acuerdo, pues Doreen esquivó también sus caricias y él le respetó. No volvió a acercarse, simplemente le dejó comunicarse libre, que hablase lo que ella quisiera hablar, que soltase de una vez por todas a donde quería llegar.

Sus palabras eran realmente increíbles y mágicas, pues a pesar de todo, de todo lo pasado, ella volvía a demostrarle que realmente era la mujer de vida, aquella que por tantos años había querido sin siquiera saberlo, sin imaginarse que alguien así pudiese existir. Ella era una mujer completa, una mujer de buenos sentimientos y con iniciativa propia, una mujer que a pesar de su dulzura y timidez no se callaba sus pensamientos, una mujer que era capaz de invocar las miradas de todos los hombres y no tan sólo por su belleza sino también por su encanto, una mujer inteligente y por sobre todo entregada.

Inesperadamente ella pareció tomar nuevas fuerzas y acercarse a él aún con los ojos llorosos, le hablaba por fin mirándole a la cara, observándole a los ojos e incluso tomando una de sus manos para llevársela hasta su pecho. Sintió ahí sus latidos, su corazón desbocado y compungidos, que a gritos hacía propio eco de su voz y de su amor devoto hacia él, que tampoco se lo merecía, pero que bien haría el esfuerzo por hacerla feliz a ella y hacerse él merecedor de sus sentimientos.

Doreen — le llamó simplemente por su nombre y sacó la mano de su pecho para poder abrazarla con fuerza, para poder fundirse en ese abrazo de reconciliación y nueva esperanza, para volver a hacerle sentir protegida, para trasmitirle el calidez de su propio de cuerpo y los deseos imperecederos de hacerle su compañera. Le abrazó fuerte, le abrazó con cariño, con amor y ternura, recargando sobre su cabeza la mejilla apretada que deseaba no volver a despegarse jamás.

Vos también me hacéis falta — le dijo con voz sincera y sólo un poco se separó de ella, para poder sujetarle de las mejillas y mirarle a los ojos — Sois todo lo que necesito para ser feliz — le sonrió, también con sus ojos llorosos, pues finalmente todo había pasado y eso por fin le dejaba respirar y desatar ese enorme torrente de emociones que de su corazón no había dejado escapar — Yo también os amo Doreen Sin Apellido — rió brevemente, a causa de esa declaración incompleta y a causa de la misma felicidad — Os amo, Doreen. Y habéis escuchado bien, no es porque vos me lo hayáis dicho, es porque realmente lo siento y siempre lo he sentido; os amaba antes de siquiera conoceros, os amaba desde mis propios sueños porque aunque suene como un loco, os volveré a repetir una y otra vez que vos sois la mujer que siempre soñé — le dijo a ella, directamente, en medio de risas y lágrimas que provenían directamente desde lo más desbordante de su ser, en donde los sentimientos se agolpaban sin poderlo evitar.

Y le abrazó nuevamente, sólo por quererla abrazar, para volver a sentirse cerca y recuperar de esa forma aquel tiempo perdido entre discusiones y ausencias. Sólo le abrazó en silencio hasta que le pudieron las ganas de más, pues entonces le besó. Le besó tomándola del rostro para juntar sus labios a los suyos, sin importarles las lágrimas, ni el sabor salado de la desolación y la alegría entremezcladas, le besó por necesidad propia, por volver a respirar de su boca y demostrarse a ambos que en verdad seguían siendo los mismos seres amados en su mas absoluta redención.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 8:24 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Doreen Jussieu Vie Ene 04, 2013 5:49 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Ene 04, 2013 9:51 pm

"Sin jugar con la fantasía nunca ha nacido ningún trabajo creativo. La deuda que tenemos a la obra de la imaginación es incalculable."
Carl Jung


La respuesta a sus abrazos y sus besos no se hizo esperar, y lo que era aún mejor, la sonrisa femenina también le acompañó; eso sólo podía significar algo bueno, que no había ningún tipo de rencor entre ellos. Sonrió junto a ella, tan cómplice como sus sentimientos y sólo le besó a ojos cerrados en una entrega completa mientras la lengua femenina se encargaba de avivar sus instintos y deseos. También obtuvo su nombre a través de ese beso y rió nuevamente, grabando en su memoria; ese nombre, ese momento.

Emerick Maximus Boussingaut Drummond — murmuró también entre medio de aquel beso, repentinamente interrumpido. Le miró entre sorprendido y aún divertido, comenzando a reír al verle negar de aquella manera, comprendiendo su felicidad.

Se mordió los labios al escuchar sus palabras de gratitud, pues realmente no se sentía merecedor de semejantes alabanzas. Si tan sólo supiera lo que realmente le había hecho, podría usarlo de algún modo para poder repetirlo de manera más frecuente. Le amaba, le amaba y ya lo había reconocido, ella le había creído y, por supuesto, que sin duda alguna todo ello se sentía muy bien.

¿Sorpresa? — preguntó con inevitable curiosidad, pero ella se apresuró en decir que sólo le entregaría una primera parte de la sorpresa planeada y, antes de que pudiera siquiera rechistar, ella le tomó de la mano y lo condujo a la biblioteca, aquella misma en donde hacía una semana habían comenzado a darte aquellas, sus primeras pruebas de amor.

Curiosamente, y sin conocer el motivo, la biblioteca les esperaba con la puerta cerrada, pero sin llave, y completamente iluminada, como si alguien les hubiera avisado que pasarían por ahí, sólo entonces se dio cuenta de que la llegada de Doreen estaba completamente preparada y que en verdad se había dado el trabajo completo de poder llegar hasta él y preparar todo aquello que por poco arruina con su anterior sermón. Pero no sólo luces había en esa biblioteca, también se encontraba una especie de gran lámina de madera oculta por un telón de color blanco.

Eso — dijo la mujer — Es parte de lo que soy, parte de mis pasiones, parte de lo que hago.

Emerick le miró curioso y luego se acercó, sospechaba de que podía ser una especie de pintura, por la forma de lo oculto, pero no se atrevía a pronosticar aún el motivo. Por tanto se acercó a aquella sorpresa e iba a tirar de la tela que lo escondía, cuando Doreen se ubicó a su lado y le tiró ella misma. Efectivamente se trataba de una pintura, pero una pintura completa con todas sus letras, no un trabajo a medias, ni algo poco profesional; se notaba en los detalles, en sus terminaciones, la mezcla usada para lo colores. Era realmente una obra de arte, que fuera de representar su primer encuentro, era ya realmente asombrosa.

Es hermosa — musitó con apenas un hilo de voz, mientras le observaba impresionado, cada detalle, cada pincelada, cada forma y figura pintada la junto a la otra en total armonía — Sois realmente una artista — susurró aún sin poder dejar de mirar la pintura, la que pronto le hizo recordar que aquello podía ser sólo el principio de una noche de sorpresas, pues ella misma se lo había mencionado — ¿Es para mi... para nosotros? — se corrigió de inmediato, mirándole con una sonrisa — Está hermoso, realmente hermoso, me encanta.

Se acercó a ella y volvió a cogerle de la cintura para acercarle a sus brazos y besarla suave y brevemente, como quien le da las gracias, aunque su brevedad guardaba también un segundo motivo, pues aún si no contara con su memoria sobrehumana, la palabra “Sorpresa” era una de aquellas que su mente, selectivamente madura, jamás olvidaría.

¿Y bien? Si esta es la primera parte de vuestra sorpresa ¿Dónde están las otras? — sonrió con ligera vergüenza al mismo tiempo que le sujetaba de las manos — Aún hay muchas cosas que yo debo deciros de mi vida, pero quiero que primero memoricéis esta: Que yo jamás. jamás de los jamases, he logrado antes, resistirme a ninguna sorpresa — rió entre divertido, travieso y también suplicante.

Espero a que ella por fin aceptara a mostrarle algo más, que le llevase allá donde él no tenía idea, por eso es que se apresuró en coger la canasta y le siguió hacia donde fuera que le llevara, estaba curioso, pero sabía que no debía gastar su saliva en preguntas que no tenían respuesta, y esa era la parte en dónde podía inferir que un “¿A dónde vamos?” no tendría la posibilidad de ser respondido con una respuesta tangible, ya que el “Espera y verás" siempre era y sería la mejor opción para cuando se trataba de dar buenas sorpresas”.

¿A dónde vamos? — preguntó sin aguantarse y traicionándose a sí mismo, no podía aguantarse, pues a veces la curiosidad no sólo mataba al gato, sino también a los lobos. — Esperad — le dijo deteniéndose de pronto. Miró al rededor, todo oscuro y de noche, pero aun lo suficientemente iluminado como para ver alguna opción de camino a la luz de la luna. Le soltó de la mano y se paró delante de ella, ofreciéndole la espalda que curiosamente agacho hasta quedar a una altura propicia — Subid, koala — le propuso con una sonrisa torcida y le ayudó a subir para enseguida sujetarle de las piernas — Os mostraré un pequeño truco... Tapadme los ojos, sujetaos de mi cabeza sin dejad que vea nada y entonces mirad hacia donde deseáis id... Os aseguro que os llevaréis una buena sorpresa —volvió a sonreír.

Y entonces, dicho y hecho, sólo bastó que la mujer mirase hacia delante y se centrase en alguno de los puntos cardinales para que él se echara a correr sin aviso y con la velocidad que realmente destaca de un verdadero sobrenatural — ¡Sujetaos! — le advirtió antes de dar un buen salto para esquivar un tronco caído y reír a carcajadas por lo que debería estar siendo la expresión de la cara femenina. Sin duda era ese su lado más escondido, el más despreocupado, salvaje, natural y divertido de toda su esencia; disfrutar de las habilidades de aquella maldición para algo más que el asesinato y la cacería.




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Mensaje por Doreen Jussieu Sáb Ene 05, 2013 3:41 am

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Mensaje por Emerick Boussingaut Sáb Ene 05, 2013 10:29 pm

"La verdad es omnipresente, pero lo puede reconocer solamente el que lo busca."
Nicolae Iorga


Debía reconocer que jamás había andado por esos lugares a pesar de encontrarse tan cerca de su hogar, pero tampoco es como si saliera a recorrer con frecuencia ya que hacerlo acompañado, y acompañado por Doreen, era lo que realmente ahora le hacía feliz. Lo disfrutaba con muchísima mejor intensidad, pues sorprenderle a ella era, por lejos, la mejor de las pagas. Por eso es que le pidió que le tapase los ojos, para sorprenderle y maravillase con su capacidad de “correr a ciegas” cuando en verdad es lograba gozar de la propia vista de los ojos femeninos tal y como fueran suyos.

Reía con las suplicas de la mujer, e incluso se dio el placer de darle uno que otro susto, al correr directamente hacia un enorme árbol y desviar sólo un par de segundos antes del impacto. Era malvado, sí, y agradecía enormemente de que Doreen no sufriera enfermedades cardiacas, pues aquello era parte de su verdadera esencia, esa relajada y bromista que muy pocos llegaban a presenciar porque Emerick era, a los ojos del resto, un verdadero noble aristócrata.

En algún momento se detuvo a presenciar una de esas madrigueras ¿Cómo? ella no lo podía saber realmente, ya que parecía que el licántropo pudiese ver incluso más allá de sus manos. Le gustaba ese tipo de cosas, disfrutaba de la naturaleza tanto como ella, sólo que él ya lo había olvidado. Volver a revivirlo ahora, era como un nuevo soplo de vida, una renovación que le hacía falta y que ahora se daba cuenta de que en verdad necesitaba.

Disminuyó la velocidad al escuchar el agua del río y se mantuvo sigiloso hasta que la mirada de Doreen le hizo ir hacia él. Siempre le habían gustado los cursos de agua, le recordaban a sus tierras natales, a su lago querido, a ese que algún día —y esperaba que fuera cercano— acudiría en compañía. Sonrío cuando la pintora, la artista, vio el reflejo de ambos en el agua del río, le gustaba como se veían, le gustaba ellos todos, ellos juntos y ellos enteros, ellos uno parte del otro. Y así subió hacia la montaña, agazapándose por el terreno inclinado hasta llegar a la parte media, en donde ella le dijo que se detuviera. Lo hizo y le dejó bajar hasta el suelo para mirarle de frente y deleitarse con la expresión de su rostro, producto de la sorpresa.

¿Qué como lo hice? Os lo enseñaré cuando me deis vuestra sorpresa — rió divertido, tanto por aquel chantaje suyo, como por la preocupación que mostraba ella.

Estoy bien — le dijo entre risas mientras ella le palpaba en caso de tener heridas, haciendo que rodara los ojos, antes de tomarle de ambas muñecas y arrastrarle hasta su cuerpo y quedar así en un abrazo pegado — Estoy bien — volvió a repetir para luego darle un beso apretado y breve, sólo lo suficiente para callarle la boca y entonces seguir.

Estaba verdaderamente intrigado e imaginaba que esa era la sorpresa, pues en verdad el lugar era hermoso y ya podía sentirse deseoso de escuchar una historia que, como si ella fuese capaz de leer sus pensamientos, había comenzado en ese mismo momento. Se había quedado concentrado en aquel sonido de caída de agua, pero cuando le escuchó, se giró hacia ella y le observó con atención hasta que ella misma le tendió la mano para juntos continuar su camino a través de un estrecho sendero hasta una especie de cortina de hojas que le hizo mirarle extrañado, tardando un poco el avance, pero sólo lo notó en cuanto ella le indicó que entrase. Se apresuró en obedecer a su petición y cuando estuvo del otro lado, se sorprendió de lo que vieran sus ojos fuese aún más hermoso de lo que habían dejado atrás. Flores de todo tipo, incluyendo orquídeas, por lo que concluyó de que ese lugar no podía cuidarse solo y entonces se preguntó cuantas veces a la semana la mujer acudía ahí.

Y sus ojos por fin encontraron la dichosa cascada la que también observó maravillado. La vista era increíble, realmente ni siquiera imaginaba que existiesen lugares como aquellos en esos territorios. Fue entonces cuando vio la entrada e iba a preguntar que había detrás cuando ella misma le apresuró de la mano para hacerlo. Le siguió sin dejar de observar el agua, imaginándose que de pronto aquella abertura se cerraría y los dejaría a ambos empapados en agua, pero por fortuna no fue así. Se sorprendió al ver que de pronto se encontraba en una especie de cueva y por tanto miró a Doreen con una mezcla de sorpresa e incredulidad, pero sólo parpadeó sin decir nada y simplemente observó, lo observó todo desde aquella misma posición hasta que la mujer cerró la cortina de agua y le tendió la canasta que él agarró con la torpeza de la sorpresa.

¡Esto es increíble! Este tipo de cosas no pasan, no es real... ¿o si? — le preguntó con una sonrisa y tras respirar profundo, fue cuando recién pareció darse cuenta de la canasta que tenía en la mano — Oh — mencionó con cierta sorpresa y comenzó a hurgar en ella, para que maravillas podría hacer con ello.

Sacó el típico mantel escocés y lo desplegó en el aire, dejándole caer con delicadeza sobre el suelo de la cueva, cerca del piano de cola en donde, de momento, había dejado la canasta. Enseguida sacó de ella el resto de las cosas que había en su interior y las distribuyó sobre el mantel de manera ordenada. Pero su mente divagaba en otros lados, en su propia revolución y en las cosas que ella había dicho y que él aún se callaba, por eso se sentó en el suelo, con aire pensativo y esperó a que ella también se acomodara para poder mirarle a los ojos.

Hay algo que tengo que deciros — comenzó haciendo una breve pausa para tomar aire — Vos no sois la única revolucionaria, pues aquello que conocéis como mi casa y la Corporación misma, no es más que una máscara para el verdadero funcionamiento de una Alianza de sobrenaturales que poco a poco ha ido juntando fuerzas. Aunque es una mascara que de todos modos funciona y ayuda como os conté en su momento, posee un ala de enfermos terminales y enfermedades contagiosas, un lugar a donde nadie entraría en su sano juicio y cuya custodia no levantaría las sospechas de nadie, así como tampoco lo haría una especie de hospital público por tener movimiento de gente durante día y noche. En teoría no se trata de una organización conflictiva, no queremos buscar la guerra, sólo deseamos encontrar una manera inteligente de poco a poco ir restando credibilidad a la Inquisición y finalmente atacarle por la parte social, abolirla por decirlo de algún modo — le sonrió — Habéis salido de una batalla para meteros en otra. Lo siento mucho, pero esa es, de manera indiscutible, mi propia realidad.




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Mensaje por Doreen Jussieu Dom Ene 06, 2013 4:24 am

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Mensaje por Emerick Boussingaut Dom Ene 06, 2013 6:56 pm

"La necesidad es maestra y tutora de la naturaleza. Es su tema y la fuente de sus invenciones, su freno y su regla perpetua."
Leonardo Da Vinci


Doreen no se sentó en ningún momento mientras él le hacía sus confesiones respecto a su propia revolución y eso le hizo ponerse un poco nervioso, ya que le daba la impresión de que muy pronto apuntaría hacia la salida y le diría que podía irse por donde mismo llegó. Sintió miedo, pero aún así prosiguió su relato hasta que lo hubo acabado, pues a pesar de todo, ella merecía saber toda la verdad.

Por fin ella se arrodilló frente a él y le dedicó una sonrisa, haciendo que volviese a sentirse tan ligero como una pluma, ya sin ningún peso encima. Sin saber que decir, también le regresó la misma sonrisa, aunque la propia parecía aún un tanto nerviosa. Sólo quería que ella hablara, que le dijera lo que pensaba, lo que sentía al respecto de esa nueva situación y que le disculpara por no habérselo dicho de los mismos inicios, pero es que ¿cómo saber si podía confiar en ella cuando apenas le conocía?

Le observó a los ojos mientras ella acariciaba sus mejillas, intentaba deslumbrar a través de ellos sus emociones y las respuestas a sus interrogantes, las mismas que ella respondió con una beso. Él respondió a ojos cerrados, sin moverse de su posición más que para acercar aún más sus rostros y unirse a ese baile de labios y lenguas cómplices, aquellas mismas que no necesitaban de ningún lenguaje para entenderse y dejar en claro sus respuestas, aceptación y necesidad mutua. Sin embargo, cuando su voz hizo eco de lo que le habían dicho sus besos, de todos modos lo agradeció.

No — negó con la cabeza ante sus palabras — La verdad es que me hubiese destrozado el que voz hubieseis salido corriendo, sin embargo lo habría entendido. No os obligaré a estar a mi lado y ya tenéis en vuestras manos mis más temidos secretos — le respondió mientras ella buscaba su abrazo más apretado y le empujaba hacia atrás con su propio cuerpo.

Ambos quedaron tumbados sobre la manta, Doreen por encima de su cuerpo y él mirándole a los ojos sin aliento. Esa nueva e inesperada posición sin duda le robó la respiración, le hizo sentirse como un niño, temeroso, nervioso y pequeño, pero gratamente complacido. Su corazón aceleró por si sólo el ritmo de sus latidos, delatándole ante ella cuando apoyó la cabeza en su pecho. Emerick cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, soltando lo que le quedaba de aire por la boca y tonta y descoordinadamente, comenzó a envolver su espalda con sus caricias, mientras su cabeza se hacía un remolino, sin entender por completo lo que ella le decía en aquellos momentos.

Yo... — se atrevió a decir en medio de un suspiro — Os dejaré elegir a vos en donde queréis participar, no seré yo quien os corte las alas cuando yo jamás quisiera que vos me dejaseis a un lado, quisiera compartiros mi vida y en ello lo incluyo todo, sólo espero que seáis capaz de razonar que os prefiero viva y a mi lado, que difunta y jalándome de los pies — rió brevemente.

Por un momento todo parecía perfecto, ella entre sus brazos y él disfrutándole y perdiéndose en sus propios pensamientos para con ella, pero de pronto el tema del manejo de las armas se vino de nuevo a su cabeza, aunque con una perspectiva diferente. Era necesario, sabía que aunque ella no lo aceptara, el mayor peligro lo tenía en frente, era él, él con su licantropía y la luna llena a cuestas, aquellas noches en las que no era capaz de controlarse a si mismo, ni reconocer a sus amigos. Entonces temió, temió nuevamente por su seguridad, por volver a repetir la misma historia de su vida, sólo que esta vez con una mujer a la que realmente amaba y eso sin dudas le destrozaría como ninguna otra arma lo haría, le destrozaría por dentro, desde el corazón mismo y le dejaría como un muerto sin vida. Por eso, repentinamente, le tomó por debajo de sus brazos para hacerle subir y mirarle a los ojos.

Quiero que os entrenéis con las armas, con aquellas de balas de plata, quiero que me deis vuestra palabra de que seriáis capaz de defenderos, que en caso de que os ataque durante la luna llena vos seríais capaz de velar por vuestra vida, porque quiero que entendáis esto, Doreen Caracciolo, yo os quiero más que a mi vida y... si a vos os hago daño... — dudó por un momento antes de negar con la cabeza y desviar la mirada que ya se notaba temerosa — No lo soportaría — cerró los ojos y le abrazó con fuerza, hundiendo parte de su rostro sobre los cabellos dorados que caían por su hombro — Prometedlo... por favor... — le pidió desde el verdadero fondo de su corazón.

Permaneció por un momento en aquella misma postura, como si de ese modo necesitase recuperar su valentía y sus fuerzas, y sólo entonces volvió a darle la cara para mirarle con tristeza a los ojos antes de besarle una vez más. Pero ese beso era diferente, era un beso con sabor a perdida, a miedo a preocupación y a necesidad; le besaba porque no quería perderla, porque ya había ganado demasiado con ella, porque con ella sería capaz de ir hasta el mismo Infierno, pero sin ella... no sabía, no sabía realmente que haría sin ella.




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Mensaje por Doreen Jussieu Lun Ene 07, 2013 4:13 am

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Mensaje por Emerick Boussingaut Lun Ene 07, 2013 11:10 am

"Aquel que más posee, más miedo tiene de perderlo."
Leonardo Da Vinci


Abrió la boca sin poder responder ante esa primera pregunta; la respuesta era simple y afirmativa, sólo un sí era todo lo que debía decir, pero hacerlo no era fácil. Boqueó un par de veces y finalmente se calló cuando ella se levantó de golpe. Le quedó mirando un tanto sorprendido y se incorporó hasta sentarse y mirarle de manera más directa, pues la reacción de la muchacha era todo lo contrario a lo que él pudiese haber esperado, realmente no deseaba haberle hecho enojar, sólo esperaba que pudiese recapacitar un poco sus palabras.

Frunció el ceño cuando ella le alzó la voz y le siguió mirando desde el mismo suelo mientras ella comenzaba a disculparse, volviéndole a tratar como el noble que era, y entonces suspiró, suspiró fuerte y desvió la mirada hacia el piano, anhelando por un momento las noches de luna llena para no tener la capacidad de pensar en nada, ni en nadie. No es que quisiera alejarse del mundo, era simplemente que a veces sentía que nadie le entendía ¿o acaso él tenía una manera muy diferente de ver la vida? Volvió a suspirar profundamente, como si en su fuero interno estuviese clamando por un poco más de paciencia; no para Doreen, por supuesto, sino para él mismo y su falta de dotes para la comunicación verbal, pues, definitivamente, las palabras no eran su fuerte.

Volvió a mirarle cuando ella retomó la palabra, aunque no le miraba directamente a los ojos, sino que a sus propios pies, a aquellos lindos zapatos que sin duda había escogido a juego con su vestido para darle una noche de sorpresas que por segunda vez en lo que iba de la velada, él volvía a arruinarla. Fue entonces cuando comenzó a dudar de la relación que hasta ahora sostenían, apenas y habían pasado tiempo juntos y ya habían entrado en dos momentos de crisis ¿Seguirían así el resto de los días? ¿De verdad no estaba haciendo mal al amarrar a Doreen junto él, un hombre que claramente no le hacía feliz? Se rascó la cabeza, comenzando a sentir ese pesar inmenso de su confusión, cuando ya ha dejado de saber que pensar.

La quería, la amaba aunque le costase decirlo, se había enamorado de ella en tan poco tiempo precisamente porque ella le había enseñado cosas realmente diferentes a todo lo conocido, haciéndole darse cuenta que también era lo que siempre había querido. Tuvo ganas de regresar el tiempo atrás y no haber dicho nada, de simplemente haberse quedado disfrutando de su abrazo sin llegar a sentir la frustración que ahora le embargaba, la misma que sentía tan inmensa que ni siquiera le daban ganas de ponerse de pie.

¿Qué hacéis? — le preguntó cuando ella comenzó a recoger las cosas — ¿Qué... por qué?

No lo entendía, realmente no lo entendía ¿Tanto lo había arruinado? Simplemente dejó escapar un suspiro y volvió a desviar la mirada hacia el piano que en esos momentos se le hacía inalcanzable. No quiso siquiera responder y simplemente negó con la cabeza, manteniéndose sentado sobre el mantel en en ese mismo lugar. No iba a moverse de ahí, si ella quería irse, él ya no se lo impediría, después de todo Doreen ya conocía el camino y esa noche no había lobos para perseguirle; no quería amarrarle a su lado, aunque el verdad le gustaría que se quedase en su compañía, pero tampoco le obligaría.

Yo ya maté a una mujer, no quiero matar otra — le miró de soslayo y con los ojos brillosos, mezcla de la rabia hacia sí mismo y de aquella indescriptible frustración.

Se quedó un momento más en silencio y bajó la mirada, mientras flectaba sus propias piernas como si de ese modo se sintiese más protegido. Todo en su rostro denotaba lo difícil que le estaba costando ese tema, tanto que quisiera no haberlo hablado jamás, y es que ¿cómo explicarle? ¿Cómo hacerle entender lo que realmente sentía? No, definitivamente las palabras no eran su fuerte, vaya líder, cada vez que se le ocurría abrir la boca siempre era para peor, por eso alargó aún más el silencio mientras se golpeaba ligeramente la frente con su rodilla, quizás una manera de despertar la mente y hacer calzar los engranajes correctamente.

Yo ya me encierro en un calabozo durante la Luna Llena, sólo salgo cuando hay una tarea que lo amerita, y últimamente no salgo si no es con la compañía de alguno de los vampiros — respiró profundamente — Cuando asesiné a mi esposa... sentí que el mundo se detuvo, que dejó de girar y que de pronto yo me había convertido en su maldición, en la maldición de un mundo lleno de gente frágil y propensa a resultar herida, dañada por mi — tragó saliva — Ella estaba embaraza... y aún así jamás sentí por ella ni la mitad de lo que siento por vos... No tenéis de idea de como me gustaría formar una familia otra vez, volver a sentirme parte de algo, algo mío... Y quisiera demasiado que la otra parte de mi familia fueseis vos... pero si algo os pasa... si vuelvo a cometer los mismos errores... si os hago daño... si estáis embarazada... el mundo ya no solamente se va a detener — suspiró largamente — Tengo miedo... — confesó finalmente, escondiendo el rostro entre ambas rodillas y dejando que un par de lágrimas escapasen por sus mejillas, ahí en su escondite pequeño, ahí donde nadie las veía.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 8:26 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Doreen Jussieu Mar Ene 08, 2013 7:48 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Ene 09, 2013 11:44 am

"Yo nunca he querido más, hasta que te conocí a ti."
Erika Leonard


La nada, el todo, eso era lo que sentía sumergido ahí, en su escondite personal, en ese espacio ahuecado en medio de sus rodillas donde no llegaba la luz ni la brisa. Oscuro como la boca del lobo y silencioso y tranquilo como la cueva del ermitaño, era su espacio personal, aquel intimo y también desolador del que no sabía si quería salir o quedarse bajo su amparo. Encogido como un niño pequeño, como ese mismo niño que había dejado atrás hacía ya muchos años, pues había tenido que madurar de manera rápida y agresiva a causa de los mismos golpes de la vida, pero ahí estaba, nuevamente, como si toda aquella madurez de hubiera consumido por sus miedos, como nunca antes se le había visto.

Cómo le hubiese gustado que por un momento hubiesen podido intercambiar sus cuerpos y que ella hubiese podido sentir en carne propia lo que él estaba sintiendo. La amargura de saberse un peligro, ya no tan sólo para la sociedad sino también para ella, la persona que más amaba, porque sí, le amaba aunque sonara loco, le amaba aunque sólo lo hubiese dicho una vez, le amaba por lo que ella era, por lo que él nunca había tenido, por ser su complemento, por ser —como en ese momento— su luz en los momentos de oscuridad; esos donde todo lo creía perdido.

Escuchó su petición de silencio, como un arrullo dulce y protector, como aquellos que sólo salen de las bocas de las madres cuando intentan regresar la calma a sus hijos, y casi como un acto reflejo, pudo sentir también el erizamiento de la piel. Quizás era su cercanía, tal vez eran sus palabras, el calor de su cuerpo, la tibieza de su voz o probablemente lo era todo, no lo sabía con certeza, sólo sabía lo que sentía, la reacción de su cuerpo; la piel erizándose a oír su voz, el corazón acelerándose al percibir su aroma y el oxigeno regresando a sus pulmones al sentir su tacto. Todo era reacciones, tal vez poco pensamiento, pero sí hubo algo que se le quedó grabado en el cerebro «Calabozo de plata» repitió su mente al mismo tiempo que sus ojos se abrían, aún escondidos.

No pasaron tres segundos cuando una mano ajena se sumergió en el mar de su vacío para rescatarle cual naufrago de aguas turbulentas para hablarle con su voz de sirena. Le miró a los ojos y encontró ahí la calma en donde antes había miedo, y se sintió mejor. Recibió ese beso de la nariz como si jamás nadie hubiese alzado la voz a nadie, ya ni siquiera lo recordaba, le entendía y por ello asintió levemente al escucharle decir que ella no era su difunta esposa, pero aún así quedaban los remanentes de ese miedo aterrador que seguía impidiéndole sonreír. Casi lo lograba, casi volvían a alzarse sus comisuras, pero cuando Doreen mencionó el marcharse en caso de que las cosas no salieran bien, éstas volvieron a perder la batalla mientras sus ojos le miraban con espanto.

No — le interrumpió sin poder evitarlo, mas volvió a quedarse callado y sólo se limitó a mover su cabeza y bajar su mirada hasta que ella se acercó aún un poco más con unas palabras que, esta vez, sí lograron hacerle sonreír.

No quiero que te vayas... — le dijo a pesar de la petición de aquel beso, pues para él era importante el decirlo en ese instante, sin permitir que el momento pasara sin decirlo jamás — ni ahora, ni nunca. Te amo, Doreen... mucho... tal vez demasiado, tal vez hasta peligroso... pero no puedo amarte menos — le sonrió mordiéndose los labios con un poco de nerviosismo remanente de haber realizado esa confesión tan entregada que le hizo también sonrosar, pero era la verdad.

Aún con sus propios labios atrapados, le miró al verdor esmeralda de sus ojos para luego bajar de manera temblorosa hasta sus labios en donde su mirada hechizada, perdida y capturada se difuminó tras un par de párpados cerrados hasta que sus labios alcanzaron su boca, fundiendo a ambos en un beso íntimo, un beso completo. Por primera vez fue él quien se permitió buscar su lengua y envolverla con la suya, insinuante, exigente; por primera vez le sujetó como si fuera si suya, como si fuerte; le atrajo a su cuerpo hasta unir sus latidos, hasta que pudo sentir las palpitaciones propias retumbar en el pecho ajeno y acelerarse con un mismo ritmo. Le besó sin importar mas nada, ni el pasado, ni el futuro; le besó con el alma y le acarició con el aliento, seduciéndole hasta las ganas de hacerla suya, hasta sentir cosquilleos, hasta sentir el estómago como una pequeñísima bola, juguete del deseo.

Sus manos, su cuerpo, su palpitar, su respiración, todo, todo se hizo parte de ese juego de amantes, de ese deseo prohibido de la sociedad, de ese amor libre y puro que nada, ni nadie, les podría quitar, porque ambos eran libres, porque ambos se amaban con todo el corazón, porque hacía mucho que ya habían dejado de ser individuos para convertirse unión, en unión pura, unión libre, unión irrevocable. Le acarició por espalda y aquella cintura estrecha, le acarició en los hombros y en la piel desnuda de sus brazos hasta que sus labios quisieron acompañar también sus caricias, y entonces besó su comisura, su mejilla, su mandíbula y su cuello, besándolo y mordiéndolo con suavidad, con vehemencia, con esa pasión redimida de dos almas puras que tras un beso pleno logran encender la chispa del deseo, esa chispa inmensa, embriagadora de delirio envolvente, de gimoteos absurdos, de caricias impertinentes. Por que sus manos ya no eran suyas, eran de ella, de su piel femenina a la que buscaban asirse tan desesperadamente como moluscos a la roca marina, como caricias de brasas ardientes y tempestuosas que ambicionaban abrazarle por debajo de la ropa, de ese disfraz hipócrita de persona de la alta sociedad, cuando ellos sólo eran ellos, sólo dos simples locos amantes.

Fue entonces cuando le tomó entre sus brazos certeros y fuertes, y le acomodó hacia un costado, para dejarse caer con ella de forma lenta, delicada, hasta esa tela cómplice de caricias febriles, de besos azorados. Y le besó una vez más la boca para luego bajar lentamente por el valle de su cuello y seguir el curso del deseo hasta la llanura de sus pechos ocultos por la suave textura de su ropa, la que besó y mordió sin importar que no fuera de ella, porque ella le transmitiría el tacto de sus caricias, de sus dientes. Y su mano bajó por su cadera y alzó aquella prenda globosa, ese faldón enorme de encajes, de molestias, pues quería tocar su piel con sus propias manos, aferrarse a sus piernas hasta recorrer sus muslos de forma posesiva e impetuosa; rebuscó así con paciencia, con cautela, mientras su boca no le daba tregua hasta que por fin su tacto encontró el botín que tanto deseaba, esa carne trémula, desnuda y erizada al roce de sus dedos que subían hasta la parte más cálida y delicada de sus piernas, de su cuerpo.


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Mensaje por Doreen Jussieu Miér Ene 09, 2013 11:38 pm

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Haz que exista lo que nunca existió {Doreen Caracciolo} Empty Re: Haz que exista lo que nunca existió {Doreen Caracciolo}

Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Ene 10, 2013 12:37 pm

"El amor verdadero empieza cuando no se espera nada a cambio."
Antoine De Saint Exupery


El cuerpo femenino respondía a sus caricias de la mejor forma que hubiese podido imaginar, ella lo disfrutaba y eso era todo lo que él deseaba, sentirla retorcerse de placer bajo el paso de sus manos, gemir deseosa tras la huella de sus labios y abrazarle gustosa bajo el peso de su cuerpo. No había planeado nada de aquello, las cosas se daban de manera tan natural que parecía ser lo inevitable, aquello que hicieran lo que hicieran tendría que pasar. Se sentía demasiado bien, tanto que incluso llegaba a parecerle que era imposible, que relaciones como aquellas eran demasiado irreales, inexistentes, pero ahí estaban; juntos y felices.

Besos, abrazos, caricias, todo aquello que fluía, de pronto tuvo que parar a favor de los prejuicios y las buenas costumbres que en épocas como el 1800 eran dictadas como verdaderas leyes. Era una época de caballeros, de damiselas en apuros, de mujeres que por vivir solas eran tachadas ya como audaces y experimentadas, y por ello no podía negar que era lo que había pensado de Doreen, pues incluso la primera vez que se besaron y ella introdujo su lengua a su boca, se sintió sorprendido por la osadía de su desplante. Pero a veces las apariencias engañan y esta era una de ellas, una prueba más de que el libro debía leerse entero antes de aventurarse a darle una crítica.

Le miró sobresaltado y altamente confundido cuando ella le empujó de los hombros exclamando su nombre, por un momento supuso que le había dado nervios, que sería sólo algo temporal, sobre todo por el tono usado en esa suplica poco convincente que le llevaba a pensar de que lo que quería era jugar, pero cuando se sentó y le hizo a él perder el equilibrio para caer hacia su costado, ya comenzó a tener sus sospechas ¿Se habría pasado de sus límites de lo permitido? No lo sabía y tampoco entendía lo que realmente ocurría, por eso rió tontamente junto a ella cuando volvieron a verse, ella sentada y él tirado a su lado boca arriba. Le vio sonrosarse y tras morderse los labios, también se sentó para quedar a su lado y de paso ocultar aquella pequeña reacción de su cuerpo, cuya anatomía aún le dejaba en evidencia.

Respiró profundo para ayudarse regularizar su respiración y le miró de soslayo, como si esperara a que ella lo mirase para hacerlo él también de manera directa. Doreen tenía las mejillas sonrosadas y se imaginaba él que también le había seguido por el mismo camino, pero poco a poco, los colores de ambos comenzaron a volver a la normalidad, tal y como su respiración. Los segundos pasaban y Emerick ya había dejado de mirarle, para poner más atención a su ropa y al agua que caía por fuera de caverna, pero a cada movimiento captado por el rabillo de su ojo, su mirada regresaba a la mujer. No sabía que pensar, pues ni siquiera sabía si en verdad había hecho mal, pero imaginaba que pedir disculpas sería la mejor manera de averiguarlo, por ello abrió la boca con la intención de interrumpir el silencio, pero justo en esos momentos, la voz cálida y dulce de la francesa le hubo ganado la partida.

Le miró con curiosidad, no sabía realmente que podría esperarse de sus palabras, pero cuando le escuchó, pudo entenderle, no sólo a ella sino también el cuánto se había equivocado al creerla una mujer mas osada. Sin embargo, aún así, le pareció divertido y por ello rió brevemente, aunque de manera silenciosa, pero volvió a ponerse serio cuando ella dejo ver que aun quedaba algo más por decir ¿Acaso le diría que también había tenido un esposo, o lo que era peor... que había tenido demasiados hombres en su vida? Frunció el ceño y estuvo a punto de decirle que no importaba, que el pasado era pasado puesto a que era algo que estaba dispuesto a olvidar porque, después de todo ¿Con qué cara podría juzgarle un asesino?

Esperaba cualquier cosa, de verdad cualquier cosa, menos eso que acaba de escuchar, y por eso le quedó mirando con la boca abierta ¿Le estaba diciendo que era virgen? Se preguntó sintiendo la duda y las ganas de pedirle que volviese a repetir todo lo dicho, pero en vez de ello, se mordió los labios tragándose sus palabras hasta que volvió a mirarle de nuevo, y le vio ahí, tan nerviosa y apenada, que no pudo hacer mejor cosa que sonreír y acercarse a ella para abrazarla y besarla sobre sus cabellos.

No os pongáis así — rió brevemente y volvió a besarle sobre la nuca para luego buscar su mirada — Ya quisiera yo jamás haber tenido un pasado para poder compartiros lo mismo — le tomó del mentón par obligarle a alzar el rostro y dejar de lado la vergüenza — Sois lo mejor que me ha pasado, Doreen Caracciolo, nada ni nadie podría decir lo contrario —le besó suave y brevemente sobre los labios y tras ello se distanció una vez más para buscar su mirada al tiempo que se llevaba una mano al pecho — Os prometo solemnemente que, cuando llegue el momento adecuado, os haré de toda vuestra espera y templanza, la mejor de todas vuestras recompensas — le sonrió con la mas completa de toda su sinceridad para entonces tomar su mano entre las suyas — Entonces, ahora que lo recordáis ¿Cuándo creéis que podamos ir a hablar con vuestros padres?... ¿Creéis aún que vuestro padre me cobre por vuestra mano? — rió divertido.

Aún recordaba que el padre de Doreen había querido venderle y, que a pesar de que ella ya se hubiese escapado de casa, si en verdad quería hacer las cosas bien, debían de tener ambos el permiso de sus padres y, aunque él se lo tomaba con humor, no estaba tan seguro de hasta que límite era para Doreen el hacer las cosas bien y, pensando en ello, es que se dio cuenta que tampoco le había pedido matrimonio de manera formal.

Le miró nuevamente, ahora con más seriedad. Pensó en esperar a regresar a casa, pues era ahí en donde tenía el anillo, mismo que había traído consigo los días anteriores, pero al ver que ella había desaparecido, lo había regresado a donde lo guardaba. Se mordió los labios y concluyó entonces que mejor esperaría, pero como siempre pasaba consigo mismo, era inmediatamente traicionado por sus propias ansias y mayoritariamente su infinita impulsividad.

Doreen Nadine Caracciolo Parfait — le nombró por su nombre completo, sosteniendo su mano, pero enseguida se dio cuenta de lo fuera de libreto de sus posiciones, así que le soltó para ponerse de pie y luego ofrecerle sus manos para que ella también lo hiciera y, sólo una vez que se hubo parado frente a él, se dio cuenta de que tampoco encajaría del todo sin una sortija puesto a que la que tenía para ella estaba bastante lejos. Miró alrededor, buscando algo que pudiese servirle pero lo único que encontró fue la canasta de frutas y otros alimentos, así que sin más remedio que ese, sacó de ella una rodaja de pan y de ella sacó la miga para comenzar a amasarla entre ambas manos hasta hacer una especie de tira gruesa y unirla a ambos extremos, retorciendo sus puntas para asegurar que la improvisada argolla no se desarmara. Una vez que le tuvo lista, se la enseñó a ella con una sonrisa de suficiencia y sin explicar lo que era, descendió hasta posar una de sus rodillas sobre el suelo y poder así tomar una de sus manos para colocar su dedo a la entrada de ese improvisado anillo — Doreen Nadine Caracciolo Parfait — repitió una vez más, luego de haber perdido toda continuidad — ¿Queréis ser mi esposa? — le preguntó entre risas por lo divertido de la escena — Os prometo que llegando a casa os compensaré con el anillo que verdaderamente os pertenece — volvió a reír.


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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Ene 10, 2013 4:43 pm

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Última edición por Doreen Caracciolo el Lun Dic 16, 2013 9:27 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Ene 10, 2013 10:00 pm

"El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños."
Eleanor Roosevelt


Her Most Beautiful Smile by Rurouni Kenshin on Grooveshark

El hecho de que ella no respondiese a su primera pregunta, esa de si se encontraban en la necesidad de conocer a sus padres para pedir su mano, le dejó un poco inquieto ya que si no fuera porque pudo ver la duda en los ojos, acompañada de esa mirada perdida cuando la gente se abandona por un instante en los recuerdos, hubiera pensado tal vez que ni siquiera le había escuchado, aún cuando bien sabía que sí. Supuso entonces, que quizás había tocado un tema delicado, pero eso no le impidió armarse de ganas y valor para continuar con su siguiente propuesta y ese improvisado anillo de migas de pan.

No estoy bromeando — tuvo que responder ante la incertidumbre de Doreen, mas se quedó esperando pacientemente su respuesta hasta que, dos segundos después, esa paciencia se transformó en inquietud. No supo si ella lo vio en sus ojos, pero pareció volver a reaccionar luego de mirar a sus ojos, pues entonces respondió con una afirmación clara y rotunda.

Se dejó alcanzar por sus labios y unirse a través de ellos en su primer beso de novios oficiales, de prometidos y comprometidos, aun cuando fuera simbolizado sólo con una migaja de pan. Así se colgó a sus labios, hechizado por aquel beso, el primero de muchos en una nueva vida de mutua compañía, una vida de dos, una vida de familia. Se puso de pie lentamente, sin la intención de separarse de su boca hasta poder sujetarle de la cintura y de paso acariciar la punta de sus cabellos, hasta que ella se dio un pequeño espacio para observar aquel anillo, sin lugar a dudas, la más extraña e improvisada sortija jamás regalada.

Sonrió al escucharle decir que era el anillo perfecto, pero esa misma sonrisa fue la que se iluminó desde su alma al saber a través de su propia palabra, que realmente le hacía feliz. Le abrazó de regreso, acunándole entre sus brazos, protegiéndole con su propio cuerpo de todo lo que le rodeara; sus enemigos, los prejuicios, las palabras hirientes, el frío, el hambre, el ruido, todo. De todo le protegería con tal de sentirle en sus brazos, feliz.

Rió divertido ante la idea de guardar el anillo y meneó la cabeza por sus ocurrencias — Debéis esperar a que seque, con unos días más será suficiente, luego se podría barnizar o sellar con mezcla de agua y pegamento — sugirió antes de besarle en la frente y escuchar el nuevo cuestionamiento referente a lo que podría ser de la cena.

Preferiría que probásemos de lo que habéis traído en la canastilla, pues no quisiera que nada de lo que habéis preparado sea reemplazado — le respondió soltando su abrazo para recoger la cesta, mas no ignoró el color de sus labios ni su frase de alivio en relación a su calidez.

Le tomó de la mano y le llevó hasta el piano que hasta ahora había permanecido mudo, como un espectador ajeno que está pendiente de la obra de la cual ellos eran los protagonistas. Se sentó frente al instrumento y se acomodó de manera tal de dejarle un buen espacio sobre sus piernas seguras y flectadas. Le indicó que se sentara en el lugar destinado, no de costado, sino de espaldas a él, permitiéndole cubrir toda ella con su propia pecho emanante de calor. Sus brazos le rodearon de manera casi inmediata, regalándole así un abrazo de confort, un abrazo para protegerla, para alejarla del frío mientras la canasta descansaba frente a ellos, sobre la superficie de madera de ese viejo y hermoso piano.

Vos os encargaréis de la cena mientras yo os pongo la música de fondo — le sonrío y enseguida abrió la boca para reclamarle el primer bocado de su merienda, mismo que esperó hasta recibirlo dentro de su boca y fingir de manera juguetona que le alcanzaba hasta los dedos. Entonces comenzó a tocar una exquisita melodía, una romántica, una dedicada a su sonrisa.

Os amo, Doreen, Doreen Boussingaut — completó mirándole de soslayo con una sonrisa torcida — ¿Os gusta como suena? — le preguntó medio dudoso, llevar el nombre del espeso era lo que se acostumbraba, pero según las leyes escocesas, era algo que podía llegar a un consenso que incluso incluía entre las opciones hacer una unión de dos apellidos, pero eso en Escocia, su país — ¿Os gustaría conocer mis propias tierras? ¿Aprender un nuevo idioma? — le preguntó con interés. Era la primera vez que comenzaban a hacer planes en conjunto — ¿Cómo sería vuestro matrimonio perfecto? — agregó besándole en la mejilla pero quedándose en ella para susurrarle sobre la piel — ¿Junto al mar, en el campo, en la ciudad? ¿En qué época? — le besó nuevamente y volvió a reclamar un bocado de aquello de lo que había en la canasta.


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Mensaje por Doreen Jussieu Vie Ene 11, 2013 3:40 am

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Última edición por Doreen Caracciolo el Lun Dic 16, 2013 9:27 pm, editado 1 vez
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