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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emerick Boussingaut Jue Ene 03, 2013 6:41 pm

Recuerdo del primer mensaje :

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió."
Joaquín Sabina


Hacía una semana que había despertado solo en su cama, solo como siempre, sólo que esta vez podía sentirse diferente. En cuanto abrió los ojos, la sonrisa se le vino a la boca, curvándole las comisuras. Sabía que no había sido un sueño, que había sido real y que había estado con ella, con ella que le había cambiado sus maneras de despertar. Respiró profundo e inmediatamente se le vino un aroma demasiado conocido y familiar a la nariz, por ello es que se giró sobre su propio eje y se dejó caer hacia el costado en donde había estado Doreen. Ahí estaba, su aroma y su esencia, pegado a sus sabanas como el mas tangible y verdadero de sus recuerdos.

Volvió a sonreír y aspiró con fuerza, por última vez, antes de meterse a la tina y darse un muy largo y relajante baño. Lo siguiente del día, fue corroborar con el cochero que le hubiese dejado en su casa para saber en donde vivía, pero he ahí la primera de sus dudas, pues ella había pedido el irse sola. ¿Sería entonces que no querría que él supiera de su vida? ¿Tendría algo más escondido y que a él no le quisiera decir? Sacudió la cabeza, intentando despejarse de sus ideas, intentaría mejor no pensar en tonterías.

Regresó a sus aposentos y se molestó al darse cuenta de que habían cambiado las sábanas, pero aún así no dijo nada, no quería reclamar por algo que quizás no se repetiría, pues tenía miedo, un miedo silencioso, de que su escapada había sido por ello. Así intentó no entrar en preocupaciones y se dijo que regresaría, esa misma tarde lo haría, pero ella no llegó; ni ese día, ni tampoco al siguiente, y en toda la semana, ella —a quien ahora le dolía llamar por su nombre— desapareció.

Intentó buscarle en silencio, que nadie se enterara que realmente lo hacía, salía a pasear por los lugares más cercanos en donde le había encontrado, después de todo ella andaba caminando, y de noche dudaba que se hubiera alejado demasiado. Buscó su rostro en la misa dominical, en las plazas, en las calles, pero ella no estaba por ningún lugar.

Ya prácticamente había perdido la esperanza y las ganas de volver a abrirse a una mujer. Se regañaba a sí mismo constantemente y pensaba en los errores de su pasado en donde ahora incluía su nombre. Ya había dejado de sonreír solo y no se mostraba de humor en las comidas. Lo que había partido siendo preocupación, se había convertido en pura decepción; decepción de ella y de sí mismo por dejarse ver la cara de manera tan fácil y arrojada.

Y así hubo llegado a esa noche de verano, en donde las lechuzas ululaban junto a la ventana de su dormitorio. Un grillo cantaba de vez en cuando sobre el balcón, mientras la brisa veraniega penetraba haca el interior a través de los ventanales abiertos. La luna ya no estaba tan brillante como hacía ya una semana, y tampoco lo estaba su mirada. Sin dormir, se encontraba sentado en uno de los sitiales ubicados frente a la ventana. Tenía las piernas cruzadas y la mirada perdida en el firmamento aunque en su mente no era consciente de las estrellas. Se sentía melancólico, triste y sin ganas de nada; sólo pensaba en sí mismo y en que hacer con su vida, pensó en seguir reclutando aliados para sus fines contra la Inquisición, pero enseguida determinó que mejor sería regresar por un tiempo a Escocia, a sus propias tierras lejanas de aquel país de Nunca jamás en donde sabía, volvería a ser feliz.

Su mente surcó entonces la distancia y de pronto su cabeza lo tuvo en medio de casa, en un hermoso y pequeño castillo a las orillas del Lago Ness, ahí mismo donde se rumoreaba haber visto al monstruo hace ya un par de años. Se pondría entonces el kilt escocés y saldría a tocar la gaita a los montes floridos. Se olvidaría de ella como se olvidaba de una mujer en Escocia, a cosa de gaitas y cervezas.

Sonrió de nuevo, de sólo pensar en sus amadas tierras que la sonrisa volvió a su rostro, pero como todas las cosas buenas, hasta ahora habían estado destinadas a ser sumamente breves, unos ruidos extraños le hicieron salir de sus patriótico ensueño y le hicieron girar la mirada hacia la puerta. Alguien más andaba en su casa, y no era ninguno de los sirvientes. Frunció entonces el ceño y no dudó en ponerse de pie y tomar uno de los candelabros apagados que había sobre la chimenea, para avanzar con cautela y protegido en medio de las penumbras. Sea lo que sea que estuviera del otro lado, de seguro estaría en desventaja contra un licántropo improvisadamente armado.




Última edición por Emerick Boussingaut el Mar Ene 08, 2013 8:21 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Ene 11, 2013 8:05 pm

"Seamos ese pedazo de cielo, ese trozo en que pasa la aventura misteriosa, la aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño."
Vicente Huidobro


Cuando Doreen se sentó sobre su regazo, pudo darse cuenta de inmediato que ella ya no sería sólo su mujer, sino que además era su protegida, la verdadera niña de sus ojos, aquella por quien velaría día y noche, pues incluso había dejado de importarle ya la preservación de su apellido si acaso ella no se sentía contenta con él. Su felicidad le importaba demasiado y su vida ya le importaba más que la suya, al punto de sentirse ya satisfecho al saber que ella sería feliz sin importar que no fuese a su lado, aunque por supuesto, a su lado sería lo ideal porque ya el tenerse mutuamente hacía que todo fuese simplemente perfecto.

Me la comeré toda si es necesario — respondió con una sonrisa a pesar de su gran seguridad.

Sonreír era inevitable, tan inevitable como respirar, tan inevitable como mirarle a los ojos y sentir felicidad, y es que parecía que su historia era una verdadera fábula de luna y de sol, de aquellas que hacen que exista lo que nunca existió; amor verdadero, incondicional y un mundo entero de sueños compartidos que, poco a poco, ellos mismos se encargarían de hacer realidad, comenzando por la formalidad de aquel nombre que ella parecía adorar.

Suena más que bien, suena a que seremos parte de lo mismo, pero más que gustarme como suene, me gusta por el hecho de que seáis vos quien lo lleve — respondió a su beso.

¿Qué porqué os pregunto esas cosas? — preguntó de pronto entre risas — Pues porque somos una pareja que vamos a formar una familia, no soy yo solo, somos ambos y mi deber de futuro esposo es haceros feliz, y por tanto no seréis una mujer interesada, seréis mi esposa feliz. Dejadme ser egoísta y creer que este será vuestro último matrimonio, y si tu también lo creéis, entonces permitidme haceros el matrimonio de vuestros sueños y que de ese modo no lo olvidéis jamás.

Lo quería, realmente deseaba hacerle sentir como una verdadera princesa de cuentos de hadas, pues era capaz de invitar hasta a los reyes de todos los reinos si era necesario, quería darle todo cuanto estuviese a su alcance y no se refería sólo al ámbito de lo material, pues en realidad lo que Doreen le hacía sentir, era mucho más de lo que él imaginaba alguna vez vivir y ello le dejaba en la necesidad de querer entregarle lo mejor, incluso de mejorarse a sí mismo como persona, ya que así al menos podría sentir que, de algún modo, aspiraba a equiparar la balanza. Dicha sensación se vio aún más incrementada cuando ella mencionó no haber tenido la oportunidad de conocer más lugares que aquellas tierras que le dieron origen y esas en donde ambos vivían ahora, eso también le hizo darse cuenta que tampoco sabía de donde venía su futura esposa, ya que no tenía más antecedente de que se había escapado de casa hace ya algunos años.

«Conocer y aprender» se repitió asimismo en el interior de su mente — ¡Entonces viajaremos por todo el mundo! — exclamó — Esa será nuestra luna de miel — le sonrió esa, y la siguiente vez, cuando ella pidió conocer a sus personas favoritas — A mi favorita os la puedo presentar llegando a casa — asintió seguro y luego de ello, depositó un nuevo y casto beso sobre sus labios, simplemente para susurrar sobre ellos, mirándole de cerca — I love you, Doreen.

“I love you” esa sería la primera de muchas frases que le enseñaría, todo para facilitar el lograr sus propios sueños, ya que era mucho más fácil el viajar por el mundo hablando otros idiomas, aunque fuera uno, precisamente el inglés que ya para esos años ya se estaba internacionalizando.

El matrimonio perfecto... mmmnn... — masculló pensativo — aquel en donde os vea a vos cumplir todo aquello que habéis soñado, en donde seáis incluso superior a la más alta de las princesas — volvió a sonreír pero entonces, al hablar de sus tierras, recordó que había estado a punto de ir, por lo que una nueva idea se le vino a la cabeza, ya que de ese modo incluso mataría a dos pájaros de un mismo tiro — ¿Las queréis conocer? Estuve apunto de largarme a ellas en los siguientes días, si vos no hubieseis aparecido hoy, me hubiese ido. Necesitaba confortar vuestra pérdida de alguna manera y es Escocia el lugar más reconfortante para mi en este planeta. Además que para llegar a ella no sólo tenéis que salir del país sino que además atravesar el mar — entrecerró los ojos como si en verdad quisiera enfatizar aquella última parte — Os mostraré los lagos de monstruos legendarios, los megalitos y otros lugares sagrados, los acantilados infinitos, los castillos más antiguos — le contaba con verdadera emoción — Pero primero que todo... — se detuvo de pronto al pensar que tal vez un viaje así sería mejor hacerlo parte de la luna de miel — ¿Cuándo queréis casaros? ¿Antes o después de viajar por otras tierras?

Ya habían comenzado a planear, no sólo una vida, también los sueños y las fantasías, pero ahora es donde llegaría lo mejor, la verdadera aventura de sus vidas; el formar una familia.


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Mensaje por Doreen Jussieu Lun Ene 14, 2013 11:26 am

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Última edición por Doreen Caracciolo el Lun Dic 16, 2013 9:27 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Ene 15, 2013 7:32 pm

"El verdadero amor no se conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece."
Jacinto Benavente


Le gustaba que Doreen se recargara sobre su regazo, disfrutaba de sus caricias, de su tacto, se declaraba un completo fanático de sus besos y sus abrazos, le adoraba a ella, le adoraba entera, le provocaba ganas de estar a su lado y simplemente olvidarse de todo, de su pasado, de sus obligaciones, de los prejuicios, de lo que opinara el resto de la gente. Sólo le importaba ella, su compañía y su atención, y eso le hacía preguntarse si en verdad deseaba ella lo mismo, y esa inquietud despertó también otras, las que un par de segundos podían llegar a hacerse decenas, pero a esas alturas ya poco le importaban las dudas y sólo podía estar seguro de un par de afirmaciones; ella no era una mujer de recursos, ni tampoco experimentada, no podía brindarle placeres carnales, no sabía de mundo, ni de la vida, tampoco sería capaz de entender de sus asuntos de realeza, era muy pequeña y sumamente frágil, se desmayaba ante las heridas, se moría de frío aun cuando fuese verano, era bastante testaruda, tenía una familia realmente indeseable y además le había abandonado por completo durante una semana, pero, la más importante de todas esas afirmaciones, es que estaba total y absolutamente enamorado de Doreen Nadine Caracciolo Parfait y eso... nada ni nadie lo podría revocar.

Rió al escucharle decir que tendría que ahorrar una gran cantidad de dinero para poder viajar, como si aún ella no lo aceptara como una de sus obligaciones de marido el complacerla y brindar el sustento económico al hogar. De todos modos ya tenía una idea de lo que hacia Doreen para sobrevivir y aquello a su modo de ver era algo más parecido a un pasatiempos que aún trabajó esclavizador como el de algunas de las mujeres de clase más baja; lavanderas, criadas e incluso cortesanas. Cosa que nuevamente debía agradecer, pues gracias a su trabajo, a sus pinturas, es que había logrado mantener sus manos suaves y tersas y, además, había logrado mantener lo más puro y sacro de su feminidad. Una vez más pensaba que se habían encontrado en el lugar y el minuto correcto, como él mismo se lo había dicho ese día en el que se conocieron, que toda su vida anterior de la que antes se había lamentado, se había convertido ahora en una verdadera confabulación para su felicidad.

Estoy emocionado ¿Cómo no estarlo si os tengo a mi lado? — alcanzó a responder antes de que ella hiciera presa de sus labios y le liberara sólo para frenarle en sus alocadas ideas — ¿Por qué.... Por qué debo calmarme si no quiero hacerlo? — le preguntó sonriendo, pues aún distaba mucho de perder el buen humor del momento — Quiero daros todo, Doreen, todo lo que pueda daros y aquello por lo que necesite esforzarme, así haré que os sintáis en deuda y seáis vos quien luche por complacerme en sus momentos — rió brevemente — Tengo gustos extraños y a veces las ideas me salen de la nada, si vos sois capaz de seguirme en mis locuras, yo... — dudó por un momento ¿En verdad podría ser aún más feliz de lo que ya lo era ahora? No supo que responderse y por eso simplemente acabó por sonreír y concluir esa frase con un nuevo beso.

Y aquel estado de felicidad continuó hasta que ella mencionó que en verdad le daba lo mismo de si casarse mañana o dentro de unos años. Le dejó mirándole con aire incrédulo, pero ella se alejó en busca de mas queso ¿Realmente hablaría en serio? Se preguntó en su cabeza pero no supo responder con certeza, una vez más sus preguntas volvían a quedar sin respuesta, pero esta a diferencia de las otras, sí le importaba y por ello boqueó un par de veces como si dudase o no en hablarle respecto a ello, por un lado sentía que sí debía pero por el otro temía a que una vez más, por culpa suya, se jodiera la noche. Resopló, y como una campanada salvadora, ella volteó para mirarle de frente y confesarle que tenía demasiado frío.

¿Frío? — preguntó creyendo no haber escuchado del todo bien. Ella era realmente sorprendente y «Tener frío en las noches de verano... ppprrftt» pensó con humor por lo que volvió a reír, sin enterarse aún de que ello sería algo que aún debía trabajar, pues tantos años de lobo solitario le habían hecho olvidarse de algunas de las necesidades y sensaciones de los humanos, razón por la que la pregunte que le hizo después le cayera como una bofetada de verdad irrefutable. Su abrazo en verdad estaba helado, frío, como toda su piel, incluyendo sus labios ligeramente azulinos.

Doreen — le llamó preocupado, con una sonrisa aún decidiéndose por completo a salir por la provocación de su nuevo abrazo y la retención de su nueva preocupación. Acarició sus manos enrolladas a su propio tronco mientras le escuchaba con la cabeza ligeramente cargada hacia atrás, en donde ella estaba, y ahí sí que sonrió. Besó ambas manos y sin soltárselas, se zafó de su abrazo con delicadeza para poder mirarle de frente — No me perderás — dijo nuevamente, olvidándose de todo lenguaje ceremonioso y aún cuando quiso besarla, tuvo que dar prioridad a sus necesidades él mismo se agachó a recoger el mantel del suelo, sacudirlo y doblarlo diagonalmente en dos, para convertirlo en una especie de chal el cual le puso sobre la espalda y se lo cruzó por delante del pecho, abrigándole de la manera más reparadora posible antes volver a darle la espalda y agacharse levemente.

Sube koalita, correr me resulta más rápido con vos ahí detrás — le explicó mirándole de soslayo, siendo él quien cogiera esta vez la canasta de la comida, para que se sujetara firme a su cuerpo y se pegara a él lo más posible de modo de recibir su calor.

Esperó a que ella estuviera firme y se acercó a la cortina de agua para volver a abrir ese delgado paso y así evitar que ella se mojara, aún a pesar de que había sido divertido, había dejado de serlo cuando ello tenía la posibilidad de interferir en su bienestar.

¿Lista? — esperó a su respuesta afirmativa y sólo entonces se echó a correr aún con más velocidad de lo que antes lo había hecho, tanto por la prisa de darle abrigo lo más rápido posible como por el hecho de que ahora estaba viendo por sus propios ojos y no por los de ella, como antes había hecho para sorprenderla y, como era sabido, los ojos propios estaban muchísimo mejores adaptados a la oscuridad. Corrió, corrió y corrió a través del bosque, saltando y esquivando barreras sin siquiera detenerse ante los ruidos nocturnos, mientras sus manos sujetaban con firmeza de la chica y la canasta pendía de uno de los brazos.

Pronto divisaron el claro de la mansión y, como si en verdad fuese un demonio poseído, no se detuvo ni siquiera a disminuir la velocidad, simplemente atravesó todo el patio corriendo y el centinela apenas alcanzó a abrirles la puerta cuando Emerick la atravesó y continuó por los pasillos hasta subir las escaleras directamente a su cuarto en donde por fin se detuvo, soltó a la que en ese momento ya era su novia, dejó caer la canasta al suelo y volteó para tomar a Doreen en sus brazos y tirarle a la cama, con gran rapidez pero evitando la brusquedad y, aún a una velocidad sobrenatural, tomó de todas las mantas y le enrolló con ellas dejándole con un verdadero gusanito antes de echarse a reír a carcajadas.

Listo, ya estáis abrigada — informó entre risas mientras se sentaba a su lado en la cama, disfrutando de su expresión de sorpresa y el como intentaba librarse al menos un poco de los brazos. Entonces volvió a ponerse de pie, aún riendo ya mas calmadamente, para dirigirse a la pequeña caja en donde había guardado el real anillo de compromiso, la cual tomó y se acercó a ella con una sonrisita juguetona — Aquí tengo algo para vuestra mano, pero sólo podré ponerlo en vuestro dedo si vos lográis liberaos — rió medio burlón y volvió a sentarse a su lado para abrir dicha cajita y enseñarle por fin el verdadero anillo que a ella le correspondía — Quizás no sea lo que vos esperáis, alguna joya más moderna o con más brillo, pero de eso podéis comprar cuanto queráis, pues este anillo es tan valioso como antiguo... Era de mi mamá, y de la madre de mi papá antes de ella, y así sucesivamente desde el año 1320 — se mordió los labios con un poco de nerviosismo por aquella pieza tan preciada y sumamente llena de historia y entonces fue él mismo quien le ayudó para liberar sus brazos y tomar su mano mirándole a los ojos — No me desilusionéis — le dijo como una verdadera suplica — Es muy importante para mi... y si me dejas y te vas él, te buscaré hasta el mismo infierno para recuperarlo una vez más... y contigo junto a él — añadió mirándole a los ojos, obsequiándole también una sonrisa y, fue en ese momento, cuando por fin puso el anillo en su dedo anular. Ahora, estaban oficialmente comprometidos.



anillo:
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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Ene 17, 2013 2:26 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Ene 18, 2013 11:27 am

"El amor es un deseo irresistible de ser deseado irresistiblemente."
Robert Frost


Amor ¿Qué es el amor? Algo que sin duda muchos se preguntan, y explicarlo resulta realmente difícil, mas aún cuando sólo se sabe en el momento en que realmente se siente y entonces la gente se da cuenta de lo que antes muchas veces creyó amor, no era nada comparado a lo que realmente es. No es un simple enamoramiento, ni mucho menos un encaprichamiento, no es querer tener, ni tampoco es satisfacción, simplemente es aquello que siempre se siente y nunca se sabe hasta los momentos más insospechados, esos en donde ya ni siquiera se le espera, donde uno se da cuenta que nada de lo que sintió antes podría volver ser llamado amor en su presencia.

Uuuuuuuuh... — se burló de aquella afamada forma como quien mal fingiera un poco de miedo — Vuestras amenazas no me hacen siquiera cosquillas, Doreencita.

Rió divertido, y en un abrir y cerrar de ojos ya eran realmente prometidos. Ver aquel brillo en los ojos de su novia, la sonrisa de su boca y esa expresión de dicha, le hizo sentir que el pecho se le hinchaba de felicidad, como si fuera un verdadero globo interior que se inflaba e inflaba con cada exhalación, pues sin duda alguna, esa escena, ese cuadro de su rostro, sería una imagen digna de recordar. Sonrió al verle besar el nuevo anillo y él lo besó también cuando ella lo allegó a su boca, aún a pesar de que en otras circunstancias lo hubiera considerado una cursilería, pero no era ese el caso, pues con Doreen sería capaz hasta de vestirse de blanco y salir a la pradera a recolectar flores en medio de un dorado atardecer.

Repentinamente ella se arrojó a sus brazos haciéndole caer de espaldas a la cama por lo que una vez más se echó a reír, pero a su vez se sorprendió muchísimo al ver que ella era ahora quien se sentaba a horcajadas sobre sus piernas y le miraba de esa manera cómplice. No era que le molestara, todo lo contrario, le encantaba y por su parte que se repitiera más seguido, pero sabía que de cierto modo se contradecía a como había reaccionado allá en la cueva, pero ¿quién era él para juzgarla cuando él mismo era consciente de sus propios cambios minuto a minuto?

Escuchó sus promesas y no pudo evitar el sonreír una vez más, se sentía el hombre más afortunado del mundo de la faz de la Tierra y quiso decirle tantas cosas, tantos sentimientos que se ahogaban entre su propia alegría y que dejaban ya muy atrás aquellos tiempos en los que no deseaba más que el corazón se le cansara y dejase de latir en medio de sus sueños.

Y yo... — alcanzó a decir con la intención de también hacer sus promesas cuando ella le recordó de ese castigo pendiente, haciendo que le mirase mudo y boquiabierto, sin querer pensar en nada, sin hacerse ninguna idea de imposible, pero aquello era inevitable. Acababa de descubrir que la deseaba, que en verdad la deseaba a ella entera y a nadie más, pero... ¡Joder! ¡Tenía que respetarla!

Se mordió los labios, aguantándose cualquier palabrería o petición absurda y le observó cuando ella hizo lo mismo aunque de manera mucho más sugerente y provocativa, ya que hasta la parte baja de su vientre se sintió provocada al sentir que se encogía vertiginosamente hasta el tamaño de frijol. Pero entonces ella rió y aquello le descolocó, sin embargo, no alcanzó a hacer mucho, pues de un momento a otro era presa de un ataque de cosquillas y vaya sí que era cosquilloso.

El grito y salto que dio casi les dejo a ambos estampados en el techo, pero las carcajadas que inmediatamente le precedieron, de seguro le harían reír también a ella, más era inevitable el retorcerse a risotadas bajo su peso hasta conseguir sujetarle de las muñecas e incorporarse sobre su propia espalda, hasta sentarse sobre el colchón y mirarle de frente mientras le aprisionaba con ambas muñecas sujetas por detrás de su espalda y ella muy apegada a su cuerpo como una verdadera prisionera.

Te amo — le dijo de manera irracional y absolutamente visceral, le había salido desde dentro, desde todo su ser, desde las entrañas, de su sangre, simplemente había salido y él acababa de dejarle escapar — Y no tienes idea de la de cosas que me gustaría hacerte en este momento — acercó su rostro y alzó levemente su barbilla para morder y tirar delicadamente de su labio inferior — Eres un verdadero ángel de la tentación — deslizó sus mirada desde sus labios hasta sus ojos — Aún no me conoces ni sabes lo que puedo hacer — le besó y en su beso giró sobre su propio eje, dejándose a ambos caer hacia un costado de la cama, ahora ella debajo y él entre sus piernas mientras aún besaba sus labios sobre los cuales gruñó inexplicablemente antes de separarse de su boca — Vamos a dormir... ¡Ahora! — exclamó golpeando el colchón y riéndose de sí mismo antes de apartarse por completo de la cama, alejarse hacia la ventana y respirar profundamente — Puedes quedarte aquí y yo voy al lado, o vas tú al lado y yo me quedo acá o... — volvió a reír y meneó la cabeza mientras salía al balcón en donde se escuchó un chillido de halcón.

Gealach estaba fuera de la ventana y parecía recriminarle por tener a una desconocida ahí dentro. Claro, esa era la impresión que a él le daba, pues las aves no hablaban, sin embargo ambos habían aprendido a entender ya demasiado bien a través de todas las desavenencias, pues el halcón tenía su historia, una muy larga y muy hermosa que quizás algún día compartiría. Aún quedaba tanto por decir...




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Mensaje por Doreen Jussieu Vie Ene 18, 2013 4:45 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Vie Ene 18, 2013 7:56 pm

"Amo tu boca, floración de otoño, que mece en mi jardín de primavera su veleidosa tentación de llama."
Laura Victoria


Acariciaba las plumas del halcón que ya parecía haberle aceptado de nuevo, aunque volvió a encresparse cuando escuchó la voz femenina más cerca. Gealach, era una mascota muy peculiar, un ave que tenía su carácter y que a pesar de todas las cosas siempre se había mantenido a su lado, como él al de ella, pues la relación de ambos iba mucho más allá de amo y mascota; habían pasado tantas cosas juntos, tantas penas y glorias que hasta dormían en la misma habitación y la percha del ave se encontraba junto a su cama, pero en ese momento estaba demasiado celosa como para estar adentro.

Asintió con la cabeza al escuchar la pregunta de Doreen y sonrió levemente al ver como el halcón dirigía una mirada de advertencia a la mujer, pues parecía tan celosa que si no fuera porque le conociera de polluelo hasta llegaría a creer que era una cambiaformas. Y así, irritada, el ave chilló, dio un picotazo a la mano de Emerick y se echó a volar hacia el exterior haciendo que el licántropo, a pesar del dolor y la sacudida de mano, se echara a reír.

Mañana os enseñaré a ganarosla — le indicó a Doreen mientras seguía a su ave con la mirada — Ella ha sido mi único amor y compañía hasta ahora — confesó regresándole la mirada para atender a su nuevo pedido.

Sonrió, era inevitable no pensar en que le gustaba la idea de que ella usase de su propia ropa para dormir, no sólo para retener su exquisito aroma entre sus prendas, sino porque además le parecía sexy y aún más provocador de lo que ya lo era ella en su estado natural. Fue imposible que la imagen no acudiera a su cabeza y que deseara aún más de ella todavía. Sin embargo se sorprendió de que no hubiese traído su ropa a pesar de que ella misma hubiese dicho en un principio que había ido para quedarse. Tal vez había sido una afirmación retórica o quizás era cierto, como fuera, él ya estaba seguro de que ella no se alejaría de su lado.

Me parece perfecto — le sonrío en respuesta a su sugerencia de que ella misma le enseñase su mundo, las cosas que hacía y el como vivía, pero aún así rió de lo que ella preguntó después y volvió a menear la cabeza — ¿No entendéis, verdad? — le preguntó y se acercó a ella, acorralándole con ambas manos contra la puerta en la que ella se apoyaba — Tú ya eres mi vida... todo lo que tú necesites yo te lo daré — le habló de aquella forma intima con la que lo había hecho en más de alguna ocasión durante esa noche y depositó un suave y breve beso sobre sus labios antes de alejarse y tomar de una de sus manos para guiarle al cuarto aledaño que no era otra cosa que un cuarto de closet.

Observó entre sus vestimentas algo que fuese lo suficiente cómodo y abrigado para dormir, pues ya había aprendido que debía de cuidar a su friolenta novia. Había muchos colgadores de madera con camisas de colores claros, pues en esa época la variedad no estaba precisamente en los colores sino en las terminaciones, en la forma de los cuellos, en la procedencia de la tela y en la dureza de la pechera que muchas de las veces era incluso falsa; pero él ahora buscaba algo más de uso común y no de etiqueta, así que pasó a la siguiente sección de donde encontró mucho mejores candidatas. Le hubiese gustado tener camisas cortas o ser un poco más bajo de estatura para que todas lo fueran y no hubiera opción alguna, pero lamentablemente todas le sobrepasarían bastante de las caderas y algunas hasta podía que le llegaran a la rodilla y, como que no quería la cosa, se apresuró en elegir una de termino medio y le sacó de ahí antes de que ella pudiese reclamarle por una de las más largas.

Le condujo también a la habitación en donde dormiría, una que efectivamente había sido preparada para ella desde hacía una semana, en la que él había pensado que ella aparecería. Se lamentó internamente de que los jarrones de las flores estuviesen ya marchitándose, pero no podía culpar a nadie del descuido, cuando hasta él mismo había perdido ya las esperanzas de que ella regresaría. Al menos el resto estaba todo en perfectas condiciones, tal y como él mismo lo había requerido.

Bueno, este es vuestro cuarto — le explicó dejando el candelabro junto a uno de los muebles para usarlo enseguida y encender más velas mientras la luz por si sola se encargaba de mostrar la habitación — Ahí tenéis el baño — le indicó — y el closet a un lado, pero dudo que tenga ropa, sin embargo ya mañana nos encargaremos de ello, podemos ir a buscar la vuestra y de paso pasar por alguna de las tiendas, quien sabe si hasta por una sastrería de novias — le sonrío con complicidad y dejó las velas en su lugar.

Esperaba a que ella se llevase uno de los candelabros al baño para poder cambiarse, pero en lugar de ello nuevamente le sorprendió con una petición que no se esperaba y por la que hasta titubeó un par de veces antes de acercarse por su espalda y mirarle al costado de su rostro antes de comenzar por desatar los cordones que se entrelazaban por su espalda. No podía negar que le hacía sentir un poco de nervios y que sentía que el aire dejaba de llegarle a los pulmones mientras sus dedos temblorosos se entretejían con los hilos, soltando la prenda a través de caricias intimas y un juego de roces que sólo iba entre su piel y la femenina. Se mordió los labios al igual que ella, ambos evidenciando su nerviosismo, pero así lo hizo y así acabó, sorprendiéndose también de que en verdad la prenda no aflojase demasiado como ocurría con el común de las mujeres en donde el corsé era en realidad una herramienta para entallar la figura y reducir la barriga que, en una primera impresión, Doreen parecía no tener.

Le observó marchar al baño y se quedó con ganas de seguirla, de husmear por el cerrojo como un niño travieso y verla a ella por completo, disfrutar de su belleza como ningún otro hombre lo haría, pero no, sabía que no era lo correcto y que ella se lo agradecería así que suspiró con fuerza para llenar sus pulmones de aire y se sentó sobre el borde de la cama a esperar. Prácticamente era ese su primer minuto de soledad desde el regreso de la mujer que había adueñado de su corazón aquella vez hacía una semana, que lo había partido y pisoteado con su ausencia y que ahora volvía a ensamblarlo para entregárselo aún mucho más grande de lo que a él pudiese caberle en el pecho. Prácticamente no podía creérselo, le parecía todo demasiado perfecto como para que esas estuviesen sucediéndole a su persona, a él que había asesinado a tanta gente y que en ese momento encabezaba una nueva guerra, él que había abandonado a los que alguna vez le necesitaron y que muchas veces estuvo a punto de irse al infierno, él quien a pesar de todo seguía siendo una bestia y ella su princesa.

Volvió a respirar ligeramente ahogado y cerró los ojos para dejarse caer de espaldas sobre aquella cama y mantener los párpados cerrados mientras intentaba regularizar su respiración, parecía ser demasiado, demasiado para quien no se lo merecía, pero él no tenía ni la fuerza ni las ganas de decirle esas cosas, ni tampoco lo quería, quería ser en verdad egoísta, pensar por un momento en él y en su propia felicidad, en lo mucho que le quería a su lado y formar una vida juntos, que finalmente fuese ella quien determinase cuanto merecía y cuanto no.

La puerta del baño se abrió y la cabeza de la joven asomó, haciendo que se incorporara de golpe para mirarla sin comprender. ¿Le había dicho que volteara? ¿Qué volteara para qué, si su camisa la había visto ya tantas veces? Razonó sin pensar, pero ella salió del cuarto de baño antes de que él pudiese atinar a la razón de verdad y entonces le observó boquiabierto mientras ella se metía en la cama hasta taparse la cabeza.

De nada — le respondió de manera automática y sin detenerse a pensar en lo correcto e incorrecto, se puso de pie para jalar de las mantas y destaparle de golpe, observándole tan sólo por un par de segundos, con una sonrisa embobada antes de llevarse el puño a la boca para morderlo y dejarse caer de regreso a los pies de la cama enterrando su cabeza en la superficie de ésta, riendo en silencio por lo absurda de su propia persona.

Tápate, por favor... Eres demasiado hermosa para ser de verdad — le dijo volviendo a mirarla y parándose él mismo para taparla con más prisa, arropándola como a un pequeño y aún riéndose de si mismo mientras de mordía los labios y negaba repetidamente, como si ella fuese quien tuviese toda la culpa, pero entonces, cuando ya la tenía por completo arropada, le volvió a destapar y la miró otra vez riendo y sujetando él mismo las mantas para que ella no se las quitara — Me encantas — volvió a confesarle y le arrojó todas las mantas encima, desordenadas y como cayeran antes de salir del cuarto aún riendo y negando con la cabeza.

¡Oups, las velas! — exclamó regresando tras sus pasos — ¿Te las apago? — preguntó aún divertido.


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Mensaje por Doreen Jussieu Mar Ene 22, 2013 6:07 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Ene 22, 2013 9:13 pm

"El hombre es mucho más complicado que su pensamiento."
Paul Valéry


¿Quién lo dice? — le respondió entre risas, luego de su divertido regaño, pero cuando ya salía y ella le llamó nuevamente sólo para darle las gracias, fue entonces cuando verdaderamente se le cortó la personalidad y sólo pudo responder con una sonrisa y decir — Buenas noches.

Cerró la puerta con cuidado y suspiró aún sujetando de la manilla cuando ya lo había hecho. Había sido una noche hermosa, aún a pesar de los altibajos del reencuentro, pero aquello no había sido más que una etapa de aclaración por la debían de pasar. Él le amaba y respetaba tanto en sus decisiones como en su presencia de pareja, y espera que de ahora en adelante también fuese lo mismo para su caso, pero eso no era lo que importaba ahora, sino lo que en verdad sentía.

Se mordió los labios y volvió a llenar sus pulmones de aire para por fin soltarse de aquella puerta y reprimir sus instintos caninos de echarse fuera de ésta como todo un perro guardián, por esa noche se comportaría como una persona civilizada, un verdadero hombre de la realeza, como habían intentado educar sus padres, ya mañana se conseguiría un tapete más blando y lo pondría fuera de su puerta... ok, aquello no era muy de la realeza, pero en verdad no dejaba de considerarlo, por muy absurdo que le sonara. Era esa sensación idiota de sentirse enamorado, de no querer por nada del mundo alejarse de la persona amada, de aquella que daba dos pasos y ya se sentía al borde del infarto. Bueno... quizás exageraba, pero era la única manera que tenía de explicar esa sensación de vacío y pequeño dolorcito extraño ahí, justo en medio del pecho.

Llegó hasta su habitación y vio que la percha de Gealach aún estaba vacía, por lo que resopló sabiendo que la llegada de Doreen a la casa le costaría aún unas cuantas picotadas. De todos modos dejó la ventana abierta, era verano, hacía calor y su fisiología solía generarle aún mayor temperatura de la que le gustaría, por suerte el cuerpo se adaptaba rápido y la sensación no distaba mucho de la que sentía como humano, pero necesitaba una excusa para no cerrarle la ventana en la cara a la odiosa de su ave.

Fue así que se sacó la ropa y quiso darse un baño relajante antes de dormir, pues no tenía sueño en lo absoluto, muchos pensamientos que analizar y procesar había en su mente como para permitirle la distensión. Siempre había considerado ridículo y totalmente ilógico que dos personas se enamoraran al primer encuentro y mucho más absurdo el comprometerse en matrimonio al segundo, pero, sin entender el porqué y el cómo, se sentía tan seguro junto a Doreen que de ahora en adelante aceptaría todas aquellas cursilerías vagas del amor a primera vista porque en verdad ahora había comprobado —como un verdadero escupo lanzado al cielo y caído en medio de su rostro— que realmente era posible.

¿Sería eso lo que en el mundo de lo lobos —lobos de verdad— se conocía como la imprimación y elección de la pareja para toda la vida? Era algo que en verdad valía la pena cuestionar, pues a pesar de haberse creído enamorado en su momento, siempre tuvo la certeza de no haberlo estado, y ahora, era precisamente lo contrario; sabía que lo estaba y lo estaba hasta las garras, pero su sentido común intentaba —sin resultados— ponerlo en la duda.

Salió de la tina y se secó con una enorme toalla antes de ponerse el pantalón de algodón gris oscuro con el cual dormía, e iba a meterse a la cama cuando escuchó un par de sollozos meterse por su ventana. Frunció el entrecejo e incentivo a sus sentidos para estar mas alerta, entonces los volvió a escuchar. Se acercó al balcón y miró hacia todas partes, jamás se imaginó que tales sollozos vinieran del cuarto de Doreen a quien, al igual que él, creía completamente feliz, pero se equivocó, los sollozos sí venían de ahí.

Salió de inmediato de su habitación y atravesó el pasillo hacia el cuarto de Doreen, golpeó la puerta despacito y puso nueva atención a lo que escuchaba. Se sorprendió al no recibir respuesta y se imaginó que podría estar durmiendo, por lo que se abrió con suma cautela y prácticamente miró hacia dentro con un sólo ojo. Efectivamente estaba dormida, estaba llorando dormida.

Entró aún en silencio y con el mismo cuidado cerró la puerta para luego acercarse a la cama y darse la vuelta a ese lado más desocupado en donde se subió y acercó a ella, arrimándose a su espalda, sin abrazarle, pues en verdad no tenía la intención de despertarla o al menos que le encontrase a él demasiado cerca y pudiese pensar que deseaba propasarse. Simplemente se apoyó sobre su codo y con el mismo brazo le acarició los cabellos, intentando despertarle con cautela.

Doreen — le llamó sin estar muy seguro de despertarla, pero recordaba a su madre que siempre que soñaba algo que le afligía, les encarecía a todos que le despertaran. Ya tendría oportunidad de preguntarle a su novia que era lo que prefería ella — Soy Emerick — le dijo cuando le sintió moverse, por si sentía un poco confundida. Sólo una vez que ya la supo despierta, se acercó aún más para abrazarle por la espalda y limpiarle las mejillas — Estabas soñando una pesadilla — se acercó por detrás de su nuca para depositar un beso entre sus cabellos — ¿Quieres que me quede contigo? Prometo no tocar nada que aún no tenga permitido — rió despacito y, sólo tras recibir su afirmación, se acomodó en la misma cama, y el mismo abrazo, para quedarse con ella por lo que restaba de la noche.

¿Quieres contarme lo que soñabas o prefieres dormir? — preguntó sin dejar de hacerle cariño, no porque lo supiera una táctica para calmarle, eran simplemente sus instintos — Te amo — susurró por última vez antes de dar un nuevo beso a sus cabellos y esperar si acaso quería contarle algo o si en verdad le vencía el sueño.


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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Ene 24, 2013 6:14 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Dom Ene 27, 2013 9:57 am

"Cualquier cosa que el hombre gane debe pagarla cara, aunque no sea más que con el miedo de perderla."
Christian Friedrich Hebbel


Sintió la yema de sus dedos fríos acariciar su piel cálida como un exquisito contraste de sensaciones, un cosquilleo intimo y una caricia que juguetona que remató en el sonido celestial de su risa traviesa. Ahí estaba Doreen, riendo otra vez a pesar de la mezcla de sollozos que antes le habían afligido como si fueran propios, pero que ahora inevitablemente le hacía sonreír por el sonido de su risa; una risa que era más que un sonido hermoso de su boca, era un sonido de bienestar que indicaba que ya estaba bien. Suspiró con alivio y volvió a acercarse un poco más apretando su abrazo con una sonrisa feliz, pues fue en ese momento exacto cuando él entendió la nueva importancia de su bienestar.

Sólo le soltó levemente, para darle el espacio suficiente de acomodarse, cuando le sintió removerse entre sus brazos, mas no esperaba que volteara para mirarle, sin embargo se quedó ahí, dispuesto y con los brazos abiertos a su entorno; para continuar protegiéndole y recibiéndole en esa, su propia vida. La caricia en su mejilla le hizo cerrar lo ojos, sintiendo la suavidad de su mano pequeña, de su niña frágil. Disfrutó de su tacto, del frescor de su temperatura y ese cosquilleo suavemente electrizante que quedaba sobre su piel al paso de sus manos, como si todo lo tocado quedase marcado en un “por siempre suyo”.

Volvió a mirarla sólo cuando la mano femenina buscó las mantas para taparle, por lo cual le ayudó antes de volver a sonreírle mirándole a los ojos, ya que para él el gesto significaba el verdadero sello de ese permiso para quedarse. Sintió sus piernas enredándose con las suyas y entonces buscó acariciar sus pies con los suyos mientras ella bajaba la mano hasta su abdomen y posaba la cabeza en su pecho. Él acarició su espalda, su hombro y el brazo que se posaba sobre él, sellando ese pacto mudo de intimidad amorosa en el que ambos se habían sumergido.

No me molestas — le estrechó del mismo modo — Estaba despierto, quise darme un baño después de tanto correr a lo papá koala — rió brevemente y con su dedo le hizo una cosquilla breve y suave a la altura de las costillas y asintió a la pregunta de sus marcas, pero en ese mismo momento cayó en la cuenta de que ella no le veía. — Sí, me lo contaste — lo repitió en voz alta y rió ante su nueva proposición de quedarse así todas las noches — Siempre — le sonrió y besó en la frente al tener ahora su rostro a la vista.

Le miró confundido ¿Si quería ayudarle a superar sus miedos? Claro ¿Si en verdad podía hacerlo? No, eso no lo sabía, pero sí sabía que buscaría la manera y no descansaría hasta encontrar alguna forma de hacerle sentir mejor y de librarle de sus ataduras. Se sentía responsable de su bienestar, de sus cuidados y ello contemplaba también la lucha contra sus miedos, pero ¿Cómo poder ayudarla cuando la lucha es contra algo que él también es? Suspiró con fuerza e iba a cerrar los ojos cuando ella se impulsó en uno de sus codos para quedar a la altura y verle desde el costado, y entonces, ella se lo pidió; le pidió exactamente aquello que él había comenzado a temer desde que comenzaron a hablar del tema: acompañarle en Luna llena.

Su cuerpo se tensó de manera inmediata, del mismo modo sus ojos se abrieron sin parpadear y el aire dejó de entrar a sus pulmones como una especie de muerte subida, demasiado breve como para haber sido real. Era, simplemente, como si el tiempo se hubiese congelado en aquel instante crucial en el que debía decidir entre ayudarla arriesgando su vida o no hacerlo dejándola vivir eternamente con el temor y sus pesadillas. Ella le besó y volvió a insistir en su petición, rogándole ahí, cercana e irresistible como la niña de sus ojos a quien difícilmente se le puede decir No.

Pero... — se quedó mudo por un par de segundos, volviendo a caer en esa anterior encrucijada. — Doreen... — levantó una mano para acariciar su mejilla, con al mirada dubitativa — Yo... Me estás pidiendo que arriesgue tu vida — le sujetó de las mejillas con ambas manos, buscando que ella no dejase de mirarle a los ojos, quería que entendiera a través de ellos, toda la importancia de su bienestar y cuanto significaba realmente ella para él — Si algo te pasa, si algo sale mal... yo me muero... no lo soportaría... y me encantas... me encantas entera, Doreen... y hay cosas que no sé si le gustan más al humano o al lobo; la suavidad de tu cuerpo, el aroma de tu piel, el sabor de tus besos... — sonrió y volvió a besarla de forma breve y casta, en apenas una caricia de ambos labios — eres deliciosa — rió — Si ahora fuera un lobo, te devoraría entera — le abrazó con más fuerza y le acercó más a él para morderle el cuello y otras partes cercanas de forma traviesa, pero entonces se detuvo, sabedor de que aquella no era la respuesta que ella esperaba. Le miró.

Dame tiempo — le pidió — tal vez no sea esta Luna llena, ni la siguiente, tal vez puedan pasar más, pero haré lo que sea posible y lo que no por quitarte ese miedo, sólo permíteme hacerlo de manera segura, déjame buscar ayuda, déjame pensar en un par de ideas, déjame probar un par de veces... tú eres demasiado importante para mi como para arriesgarme contigo... entiéndeme, por favor. Lo haré, pero dame mas tiempo — le pidió, intentando llegar de ese modo a un punto medio, en donde ambos pudiesen resultar favorecidos.

Ahora déjame ver esas marcas de las que tanto hablas, porque hasta ahora, tu cuerpo para mi no podría ser más perfecto... y tampoco dejará de serlo por un par de cicatrices... eres hermosa, me tienes loco... y me volveré loco por esas cicatrices también, sólo déjame conocerlas y ya verás — rió brevemente, con la esperanza de que en verdad pudiese entender, pues por su parte, él se encargaría de llegar a cumplir sus promesas.


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Mensaje por Doreen Jussieu Lun Ene 28, 2013 7:50 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Lun Ene 28, 2013 9:47 pm

"Terror es el sentimiento que paraliza el ánimo en presencia de todo lo que hay de grave y constante en los sufrimientos humanos y lo une con la causa secreta."
James Joyce


¿Cómo que no era deliciosa? ¿Qué tenía esa mujer en su cabeza? ¿Realmente podía creer que pudiese existir en el Mundo una persona más deliciosa que ella? Eso era imposible, todo en ella lo confirmaba, pues ¿qué es un gusto si no es lo relativo a la opinión de quien lo emite? En este caso, Emerick es quien realmente tiene que juzgarlo y, para él, no existía la posibilidad de que, libre de hechizos y otros encandilamientos, hubieran besos más sabrosos, caricias más exquisitas y abrazos más deliciosos que los de su amada Doreen. Definitivamente, no había ninguna posibilidad, o al menos no por el momento, pues nunca sabía que gracias y exquisiteces de su madre pudiesen heredar sus hijos, y se sólo pensar en ello, simplemente tuvo que sonreír.

Pero la sonrisa le duró poco. Se esfumó de sus labios tan pronto la negativa de Doreen asomó por los labios femeninos ¿Cómo que no podían tomarse ningún tiempo? ¿Cómo que no podían evitar aquellos riesgos? ¿Realmente quería arriesgarse de aquella manera? No tuvo palabras para explicar el desconcierto que sentía en esos momentos, no sabía si negárselo rotundamente por pensar de esa forma tan torpe y egoísta, pero ¿acaso no era egoísta él también si le prohibía el querer alcanzar sus propios sueños? Se sintió en medio de un oscuro callejón sin salida, realmente acorralado entre la espada y la pared, una fría pared y una afilada espada que, entre ambas, le dejaban sin mayor alternativa.

Doreen — dijo apenas con un hilo de voz.

Quería decirle tantas cosas, darle todos sus puntos de vista y explicaciones del porque estaba siendo tan arriesgada, pero eran cosas que de seguro ella ya sabía, pero ¿por qué? Eso era algo que aún no entendía y eso mismo le hizo dudar de decir las cosas, de hablar y negarse rotundamente, de herirle el corazón y negarle sus deseos a pesar de que un momento atrás pensara que su deber era satisfacerle en todo lo que necesitase y lo que no. Por eso abrió y cerró la boca tantas veces que su boqueo recordaba a un pez recién sacado del agua, ese mismo pez asustado y desesperado en el que se convertiría cuando llegase esa tan temida Luna llena.

Sabía que tenía que pensar muy bien lo que diría porque probablemente no tendría más oportunidades, pues en cuanto una respuesta saliera de su boca, él mismo se condenaría a cumplir lo que ahí dijeran sus palabras. Por eso fue que prácticamente enmudeció y ella se aprovechó de ello, ya que quiso tomar su silencio como un "Sí" y entonces tomar la primera oportunidad obtenida para poder recambiar el tema, aún cuando ello significase hacer de buenas a primeras algo en lo que en otra oportunidad probablemente se negaría. Enseñarle sus cicatrices.

Le observó ponerse de rodillas sobre la cama, haciéndole sentir la diferencia de pesos sobre el colchón, la que irónicamente hizo que su cuerpo se sintiera ligeramente atraído hacia el de ella, nada más que por mera gravedad. Como sí aquello fuese necesario para que él se sintiera atraído por su figura, por su rostro y por ella entera.

La apertura de los botones fue rápida y precisa, digna de la habilidad de una verdadera maestra, aunque aquella valentía inicial, poco a poco se desvaneció en cuanto la chica tuvo que comenzar a subir la tela. Lo hizo de manera lenta, y aparentemente segura, pero en verdad no era así, lo sabía por su advertencia, y lo confirmó también al momento en que ella lo escondió con tanta prisa. Emerick por su parte había abierto la boca de el asombro, no se esperaba un arañazo tan grande, ello sin duda debía de haberle dejado al borde de la muerte y eso le resultaba choqueante. Se daba cuenta de cuanto daño podría llegar a hacerle, más aún cuando era consciente de que eso era lo menos grave que le podría suceder, y eso le espantó. Sintió un miedo atroz, de esos que nacen desde dentro mismo y se expanden hacia el resto del cuerpo a través de un escalofrío que es capaz de erizar toda la piel en tan sólo una milésima de segundo, pues al instante siguiente, sólo deseas echarte a llorar.

Y como sí las lágrimas de ella fuesen un reflejo real de las ganas de él, estas brotaron de los ojos femeninos sin que el Duque se diera cuenta, pues ni siquiera las torpes manos temblorosas de Doreen habían alcanzado a cerrar a un botón, cuando Emerick se levantó de manera sorpresiva, como si realmente fuese el lobo que se le tirase encima para abrazarse de su cintura y tumbarla hacia el otro lado del colchón como una verdadera presa, como si inconscientemente reviviese su captura. Un nuevo segundo después, y el licántropo ya no sólo estaba amarrado a su cintura sino que sus besos, sus infinitos y numerosos besos, recorrían sus cicatrices completas a cada milímetro, cada palmo, cada surco, todo llenado de besos, besos breves, castos y puros, pero besos, besos sinceros.

Te amo... cicatriz, te amo... Te amo, herida; te amo, imperfección; te amo, rasguño; te amo, marca; te amo, cintura... Y amo cada cosa tuya porque es parte de ti... Porque realmente quiero que también seas parte de mi — habló aún sobre su vientre, con la voz entrecortada, ya que aún luchaba contra aquellas lágrimas que querían arrancar de sus ojos — Amo tu historia... incluso la que está escrita sobre tu propio cuerpo, porque es lo que te hizo, porque es tuya... — sollozó y volvió a besarle por última vez antes de posar la mejilla y dejar descansar la cabeza sobre esa cicatriz — La amo, realmente la amo, pero también me aterra al hacerme recordar que esto es lo mínimo que yo te podría hacer — suspiró profunda y entrecortadamente — Por favor, Doreen, te lo ruego... dame tiempo... Prometo tardarme lo menos que pueda y gastar el menor tiempo posible antes de hacer cumplir tus deseos, pero por favor... Por favor... — le rogó con los párpados apretados y un par de lágrimas traicioneras mojándole a ella ese costado marcado. Le rogó como nunca había rogado a nadie, pues los Duques no rogaban, y los hombres... los hombres tampoco lloraban.


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Mensaje por Doreen Jussieu Jue Ene 31, 2013 5:13 pm

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Mensaje por Emerick Boussingaut Dom Feb 03, 2013 1:41 pm

"No perdamos nada del pasado. Sólo con el pasado se forma el porvenir."
Anatole France


Los segundos prácticamente se le hacían eternos, realmente esperaba una respuesta favorable de su parte, pues no sabía que se sentiría peor, si negarle algo que podía dar o que algo le pasara por no tomar las precauciones del caso. De ambas, la segunda era la peor, pero no por ello la primera le hacía sentir mejor. Sólo deseaba que ella entendiera, que por un momento se pusiera en su lugar. Por ello, quizás, que las caricias sobre su cabello fueron como una especie de consuelo temido, ya que le hizo imaginar que era una preparación a su respuesta negativa que, de sólo pensarlo, hizo que se le erizaran los vellos de la nuca. Le miró temeroso, se negaba a escuchar una negativa proveniente de su boca, pero sabía que aun así la tendría que aceptar.

Y entonces, llegó la respuesta.

El primer “Está bien” le hizo sentir que moría y nacía de nuevo, el segundo le trajo el consuelo de encontrar por fin la esperanza de una salida, y el resto de las palabras ya no pudo significar más que alegría. Sonrió junto con ella, no podía hacer nada más, se sentía aliviado, tranquilo y feliz. Feliz porque podría actuar de manera segura, porque habían llegado a un consenso y porque ella parecía de acuerdo y no sólo resignada con aquella espera. Por eso esperó su beso con ansias y cerró los ojos para responderle de manera entregada, pero ella, en lugar de besarle, jugó con sus labios haciéndole reír de manera breve, antes de dejarse llevar por ella hasta ambos quedar a la misma altura y besarle como era debido.

Volvió a sonreír al escuchar sus confesiones de amor, pero aún así no dejó de besarla, ni de sentir el roce de sus labios sobre los suyos, con la calidez del aliento que les acompañaba y ese cosquilleo irrefrenable de la panza que le invitaba a ir en la búsqueda de más y nuevas sensaciones, muy en contra de lo que le frenaba la mente, para poder cumplir con las expectativas de Doreen: Llegar virgen hasta el matrimonio.

Te besaré toda la vida — respondió a su petición y le besó nuevamente, haciéndose de su boca, como ella se hacía de la suya. Disfrutaba del sabor de su lengua, de el contacto con su cuerpo, de las diferencias de temperatura y el como era capaz de encenderle aún más a pesar de su piel más fría. Era benditamente irresistible, y no sabía si lo hacía con intención o con la ingenuidad de una muchacha que busca jugar con fuego sin realmente quemarse con las llamas, pero ¿no entendía ella, que la naturaleza de le licántropo le hacía aún más instintivo? Por eso suspiró sobre sus labios y cerró los ojos para contar hasta mil mas uno y enfriar así sus pensamientos, cuando ella prosiguió diciendo que quería distracción sin llegar a más.

Doreen — le llamó como en una especie de quejido, pero no dijo nada más y sólo se limitó a mirarle, así tan cerca, aún con sus labios sobre los suyos, quemándole con su aliento abrasador — Todo lo que quiero es hacerte feliz — le acarició el costado de su mejilla y acomodó sus rubios cabellos para dejarlos por detrás de la oreja, pero le dejó libre cuando ella quiso reacomodarse la camisa.

¿Una historia? — le pregunto volviendo a acomodarse en la posición correcta, dejándole el espacio para que ella una vez más se acomodara sobre su pecho, desde donde podía aún mirarle a los ojos.

El peso sobre su pecho le resultaba grato, era como una especie de pluma; igual de ligera, igual de suave y dócil. Era como si realmente ella se acoplara a sus formas para que su tacto y su peso le resultara tan agradable como enviciante, pues el tenerla consigo, se sentía demasiado bien. Tan bien que daba miedo; miedo a despertar y que aquello no fuera cierto, o que ella misma descubriera cuan malos podrían llegar a ser los hombres lobos, miedo a lastimarle o no ser lo que ella esperaba porque... sí esperaba algo ¿verdad?

Yo... — quiso comenzar con su historia, olvidándose de los miedos, sin embargo no era tan fácil como en pensar en borrarlos y ya ¿Por qué no se podía disfrutar de lo que se tenía sin pensar en perderlo? Probablemente porque ya se había acostumbrado a hacerlo. — Nací en un castillo, rodeado de lujos y sirvientes. Siempre me gustó meterme en donde no debía y andar pegado a los sirvientes. Me gustaba la vida del campo, sembrar, cultivar y cosechar nuestros propios alimentos. El primer caballo que aprendí a montar fue aquel que llevaba el arado. Me gustaba comer con ellos, pero entonces les ponía en problema porque o me dejaban mirando sin darme comida, o tenían que excusarme después cuando no quería ya comer con mis padres por estar satisfechos. — Suspiró — Mi esposa fue destinada a mi desde antes de nacer, fue mi amiga de toda la vida, era prácticamente parte del paisaje, como una hermana. Salíamos a jugar a la pradera, nos bañábamos en el lago y nos dimos nuestro primer beso después de mil años de decir “Guacala”... no nos gustó — rió con una breve carcajada — No volvimos a besarnos hasta el día de nuestra boda — alzó los hombros — Era un niño algo travieso, colectaba crustáceos de río en las parte bajas de la vega en invierno y los hacía pelear, cuando no, se lo ponía a algún viejo en la nariz mientras dormía la siesta... Nunca tuve un hermano y tenía que buscar en que entretenerme — volvió a reír — Me gustaba el sonido de la gaita, aprendí a tocarla desde muy niño, pero no quise usar el Kilt, la falda escocesa, hasta cuando ya estuve más grande... me daba vergüenza, pensaba que Nessie saldría del lago a reírse de mi — prosiguió aún mirándole, aunque con cierto aire de nostalgia — Tenía profesores particulares, de todas las materias del colegio, piano y esgrima. La guitarra aprendí a tocarla con los sirvientes y no soy un prócer con ella, pero creo que puedo defenderme. Mi mamá adoraba las flores, decía que no había nada más hermoso que ellas y la sonrisa de un niño... eso porque aún no te conocía a ti — le sonrió y besó los propios dedos de su mano, para que ellos llevaran ese beso hasta sus labios. — Me hubiese gustado que se conocieran, aunque de seguro le creerías una vieja mañosa — rió — Mi papá siempre fue muy bueno con las bromas, pero no era quien mandaba en casa — le miró suspicaz — En una de esas me sales igual de gruñona que mi mamá — se echó a reír otra vez y le hizo un poco de cosquillas.

Ya había olvidado como se sentía tener confianza en alguien. Desde que se había convertido en un hombre lobo, que prácticamente no hablaba con nadie, sólo lo justo y lo necesario y, con muy pocas personas, se mostraba realmente como él era. Así de bromista, así de cercano. Aún pensaba en ello cuando un aleteo precedió a la imagen que se posó sobre la baranda del balcón del cuarto de Doreen y Gealach chilló una sola vez, como si reclamara atención.

Esa es otra historia — señaló a su ave con un movimiento de cabeza — Gealach llegó a mi vida cuando ésta estaba destruida, cuando no sólo hube perdido a todos quienes más quería, sino que también a mi mismo. Me había convertido en un verdadero monstruo, despiadado y asesino, capaz de matar a su propio hijo y devorarlo sin siquiera razonar por ello — suspiró pesadamente — Me marché de casa en busca de nuevas respuestas y, porqué no decirlo, que me encontrase la muerte en alguna de las esquinas. Era demasiado cobarde para quitarme la vida a mi mismo, no por el dolor, sino por miedo a ir al infierno y jamás volver a sentir la posibilidad de reencontrarme con mi familia, así que buscaba la muerte. En bares, con hombres borrachos, estafadores, asaltantes... pero siempre fue yo más peligroso que ellos, siempre instintivamente caía en las garras de la defensa y escapaba con vida, y fue cuando estaba a punto de dar con un Inquisidor, Gealach literalmente apareció como caída del cielo — le contó mirando al ave que al sentirse nombrada, volvió a estirar las alas y emprender el vuelo, no para marcharse, sino para entrar en la habitación y pararse sobre la cama, acercándose a Emerick para que le acariciara las plumas, como si por fin se hubiese resignado a compartirlo o perderlo, por lo que el Duque rió y le acarició también, a ellas, a sus dos mujeres. — Era sólo un polluelo caído del nido, yo iba a entregarme al Inquisidor cuando le vi caer. En un primer momento decidí dejarle ahí, pero vi a un zorro rondando un poco más allá, así que la conciencia me pudo y le recogí para regresarle a su nido, pero la muy testaruda volvió a dejarse caer, una y otra vez hasta que el Inquisidor se me perdió de vista. Fue ahí cuando lo comprendí; su vida dependía de la mía, así como sin quererlo, ella también hubo salvado la mía... Me convertí en su madre nodriza desde entonces, la necesitaba del mismo modo que ella a mi, necesitaba sentirme necesario para alguien, sentir que de mi dependía otra vida para no seguir buscando a la muerte, ni al alcohol... Gealch aprendió a volar y a cazar su propia comida que muchas veces compartimos cuando migrábamos a los montes a esperar la llegada de la Luna Llena, fue gracias a ella que también quise regresar a mi antigua vida y asumir con mi condición de Duque para volver a tener los recursos necesarios protegernos mejor para la Luna y hacer aquello que otros no podían. Gealach es toda mi familia... y su nombre significa precisamente Luna, en el lenguaje gaélico nativo de mis tierras, el de los celtas... ¿Quieres intentar acariciarle? Algo me dice que sabe que debe conseguir tu permiso para no dormir sola esta noche — rió divertido.


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Mensaje por Doreen Jussieu Sáb Feb 09, 2013 1:26 am

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Última edición por Doreen Caracciolo el Lun Dic 16, 2013 9:30 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Emerick Boussingaut Lun Feb 11, 2013 7:25 pm

"El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños."
Eleanor Roosevelt


Se quedó tranquilo, casi inmóvil, como si se hubiese congelado en el tiempo mientras esperaba que ellas, sus dos nenas, sus dos luceros, hicieran contacto por primera vez. Verlas juntas era como observar un milagro, aunque Doreen por si sola ya lo era, pero verle junto a su compañera de la vida antigua, aceptándose ambas, haciéndole saber que ya no tendría que dividirse, ni alejarse de una para acercarse a la otra era, sin lugar a dudas, una de las mejores noticias que podría recibir. Se sentía totalmente pleno y lleno por dentro, como si su corazón se afirmara por fin, sin fisuras, sin debilidades, sin tener que dividirse en ninguna parte, pues amaba a Doreen, pero Gealach ya era parte de su vida, su única parte viva antes de la pintora.

Sonrió con alivio, e incluso rió brevemente, cuando su prometida volvió a mirarle mientras su mano aun se posaba sobre las plumas del halcón, esa sería una de sus imágenes favoritas, una de aquellas que pasarían por su cabeza a lo largo de los años y se acompañarían también de otras en donde la rubia estuviese presente, con él, con sus hijos, con sus nietos. Fue entonces cuando le invadió cierto grado de incertidumbre respecto al tiempo, a como ella envejecería aún más rápido que él y al como afectaría su vida juntos ese camino suyo de revoluciones y batallas, pero fue ella misma se encargó de regresarle a la Tierra cuando se abrazó de nuevo a él y bostezó un par de veces, pegándole a él el mismo bostezo. Ahí había afinidad, o al menos eso sería lo que diría un erudito del tema de los contagios de las espiraciones.

Le conocerás — le respondió regresándole también el abrazo y riendo por aquel último comentario de sus celos. — Te amo — le dijo sin poderlo evitar, abrazándole aún con mas fuerzas y acercándole hasta besarle en la nuca.

Le acarició los brazos, acunándole entre los suyos, dejándole descansar sobre su pecho que subía y bajaba acompasadamente ante cada respiración, meciéndola entre su propio aire. Disfrutaba de su contacto, del roce de su piel y, de cierto modo, odiaba no tener aún la libertad para sentirle entera. No es que pensara realmente en el plano sexual, lo hacía cuando ella le provocaba, pues era hombre y un hombre aún más instintivo y en cierto grado salvaje, pero no ahora. Ahora simplemente le gustaría poder su cuerpo acariciando por completo el suyo, piel con piel, sin ningún toque de morbo, sólo sintiéndole a ella, a su esencia y su cuerpo, sin las limitaciones de una camisa, de unos pantalones, de algo que no era ella.

Gealach se acercó un poco más hasta sus manos y gorgoteó junto a ellos como reclamando un poco de atención, por lo que Emerick tomó la mano de Doreen y entrelazó sus dedos a los suyos, para juntos acariciar al ave, esta vez adentrándose al interior de su tupido plumaje, llegando a tocar la calidez de su piel, muy parecida a la del mismo Duque que ahora le abrazaba. El halcón cerró los ojos, se dejaba llevar por aquel momento íntimo de relajo, mientras el lobo enseñaba a la doncella, esos extraños recovecos de las formas de un ave, eso que no se veía desde fuera y que le hacía sentir la fragilidad y complexión de su anatomía. Incluso en aquellas partes que al ave ponía nerviosa y les picaba las manos, esta vez de forma suave y para nada dañina, simplemente como una advertencia, una comunicación de aquello que no le agrada y que a ellos les hacía reír tanto de gusto como por un poco de nervios.

Sí, ya te aceptó — confirmó alejando sus manos entrelazadas, para del mismo modo abrazarle a ella y volverle a besar por sobre sus cabellos. — Mañana te enseñaré un par de trucos. Antes o después de que vayamos a buscar tus cosas, aunque... debo admitir que me gusta demasiado como se ve mi camisa en una mujer como tú — le tomó del rostro, acariciando su mejilla hasta hacer que le mirase a él a la cara — No te dejaré volver a usar camisón, acabo de prohibirlo oficialmente — rió divertido — Eres sumamente sexy, y hermosa. Me gustas entera y aún cuando me digas que no te gusta tu cuerpo, yo sí me considero un fiel admirador del tuyo, y aún mantengo aquello de que comería con ansias — le mordió el labio inferior de manera juguetona y no le dejó escapar hasta pasado un par de segundos.

Quiero conocerte también, pero quiero conocerte en la practica; conocer los lugares que te han visto crecer y convertirte en lo que eres. Yo te enseñaré los míos aunque estén más lejos, lo haré en cuanto nos sea posible. Quiero saber de ti, conocer tu arte, poder distinguir una obra tuya en una galería completa. Quiero memorizar tus aromas, el de la noche, el de la mañana, el de medio día — rió brevemente — Me quedaré a dormir contigo, pero lo mantendremos en secretos, cuidaré de tu reputación como tú cuidas de tu cuerpo, cada mañana y cada noche me escaparé por el balcón hasta que por fin nos una el matrimonio. Lo haré porque me gusta y porque sé que para ti es importante — le sonrió — Haremos nuestros planes y los convertiremos en realidad, quizás una nueva casa, quizás una más privada, más tranquila y segura, y nos casaremos antes de que acabe el verano para que no pases frío al vestirte de princesa — le besó en la nariz y luego le acarició con la propia.

Así juntos y llenos de sueños, caminando en la misma dirección, tomados de la mano y con toda una vida por delante para hacer de ellos una familia feliz, porque ella... realmente hacía que existiera aquello que nunca existió.


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