Die Kreatur muss sterben [Privado]

El sol se había escondido para dar paso a la luna en el cielo despejado, era una perfecta noche parisina. Aún pensando la oferta de Dimitra sobre hospedarnos en su mansión salí a caminar buscando algo con qué entretenerme. Un corazón nuevo no vendría mal a mi colección, ya que el último que había conseguido fue cuando apenas llegamos a Francia.
Algún mendigo podría encontrar a esas horas, las calles estaban desiertas pero a la vez habitadas por tantas criaturas que merecían morir. Y esa noche tenía ganas de darle el gusto a alguien.
Estaba estrenando un nuevo vestido francés, completamente negro con detalles en violeta, y usaba zapatos con taco que sonaban bastante fuerte apenas tocaban el piso.
Iba tranquila, a paso lento girando la cabeza de un lado a otro esperando que algo...algo se moviera. Milagrosamente luego de varios lugares solitarios encontré un callejón con un ser humano...bah, ni siquiera eso, un intento de ser humano tirado en el suelo con suficiente alcohol encima como para desinfectar una flota entera de Napoleón. Sonreí divertida acercándome a él, ni se percató de mi presencia, no por ninguna habilidad especial, sino que estaba totalmente borracho dormido. Me puse de cuclillas a su lado y puse mi mano en su pecho arrugándole la ropa y lo levanté de un movimiento golpeándolo contra la pared del callejón, que ciertamente no tenía otra salida. -Podría decir que me daría asco tocar tu cuello, prefiero llenarme de pelos de algún animal y beber otra sangre. -Dije mirándolo fijamente, aunque el hombre apenas se inmutaba. Dijo cosas sin sentido, o yo no entendía aún el idioma. Apoyé mi mano sobre su pecho ubicando el corazón. -Suena bonito.-

Me hospedaba esa noche en un hotel de la Rue Royale, tenía 5 pisos y una terraza inmensa. Allí pasaba las noches respirando el frio de la noche, alimentandome de la luz que alimentaba a mis enemigos, sintiendo el mismo placer enfermizo de ver su brillo en el cielo.

Pero otro palido brillo el que me llamo la atencion esa noche. Podía verla, incluso desde allí, desde tan lejos, su largo y dorado cabello, sus ojos pintados de negro, su piel de marfil y sus elegantes movimientos.

Maldije en silencio y corri escaleras abajo hasta mi habitación, solo un minuto, no mas, perderla ahora haría que nada de esto tuviera sentido. Abrí la puerta de mi cuarto y tome una de las valijas que estaba en el suelo.

-Tu, ven aqui....

Corrí otra vez hacía arriba valija en mano, susurrando palabras que ni yo mismo entendía y otra vez me posicioné en la terraza. escudriñe calle por calle hasta encontrarla, la luna, otra vez gracias a la bendita luna su piel se reflejaba con un tenue brillo plateado.

-Alli estas -susurré mientras armaba mi ballesta. Cargué y tome mi tiempo para apuntar.

Respiré hondo y esperé, la brisa adecuada, y el nombre correcto.

-Te entrego a mis enemigos, que son también los tuyos, Gerard, atraviesa el cielo -Así le susuré a mi saeta antes de dispararla con toda la fuerza y decisión que podía. Pero algo cruzo mi mente, una sonrisa, su sonrisa, la sonrisa de una prostituta que ofrecia su cuerpo por un par de monedas calles abajo, una mujer que había entrado en mi vida y la estaba perturbando.

Disparé y vi el brillo plateado de la saeta cruzo el cielo parisiense a toda velocidad, rompiendo a toda velocidad el vestido negro de Marlene, allá a 400 metros de distancia. Mi saeta había fallado

Cuando estuve apunto de introducir mi mano en su pecho sentí como algo rozaba mi vestido rompiéndolo, cosa que me disgustó bastante, ya que había perdido la posibilidad de arrancarle el corazón del pecho al borracho y EL VESTIDO ERA NUEVO. El hombre cayó al suelo despatarrado, de la bronca le propiné una patada en el cráneo sin importarme qué efecto había producido ello, pero debía de alguna forma sacarme la bronca.

Me incliné para buscar el objeto con el que me había dañado, sin más giré buscando al culpable. No fue muy difícil localizarlo, mis ojos se enfocaron en el hombre, burlona levanté mis hombros con el objeto en mi mano derecha. -Qué pena-Dije en voz baja con tono burlón. Sonreí con malicia y le lancé de vuelta lo que me había tirado sin tener el objetivo real de acertarle, para provocarlo más, que pareciera que me burlaba de él.

Claramente todo lo que demostraba no era lo que sentía dentro de mí. Pero ni él, ni nadie podía saberlo.

A esa distancia todavía podía ver su sonrisa burlona e incluso oír su voz, como si estuviera hablando en mi oido

-qué pena -dijo y gruñi de furia

-Una pena será lo que le haga a tu cráneo cuando lo entierre bajo mis saetas -escupi con desprecio y volvi a disparar.

Esta vez no le di un nombre a mi saeta, y no me sorprendio que otra vez fallara, por eso disparé una vez mas. No estaba de humor, para rituales o cabalas, esta noche era diferente, París estaba haciendome perder la cordura, demasiadas cosas estaban pasando y no estaba preparado todavía para esta lucha.

-Zore, destruyela -le dije a mi saeta antes de dispararla y cuando lo hice, volvi a recordar el rostro triste de aquella prostituta española que había conocido la noche pasada. ¿Porqué había dicho su nombre? Ella seguía aún viva, enterrada en su miserable vida, como todos los nosotros, pero viva... su nombre había salido de mi boca sin pedir permiso y eso me hacía enojar mucho mas.

Al escucharlo reí divertida viendo cada falla que estaba cometiendo. No era lo que imaginaba, seguro que no. Ya no me moví a recoger nada. Con velocidad inhumana me acerqué al hotel donde estaba hospedado. Quería perderme de su vista, si quería seguir intentándolo tenía que bajar de allí ya que las construcciones que tenía bajo la terraza podían cubrirme.

Realmente estaba confundida, ¿qué hacía allí? ¿Por qué tenía que ser él? Hubiese aceptado eso de cualquier cazador, pero...él, otra vez apareciendo había revolucionado todo dentro mío. Parecía que demostrar que lo odiaba había funcionado bastante bien como para que sospechara otra cosa.
Mi cabeza era un caos en ese momento, en esos minutos que tenía para estar tranquila sin tener que recibir nada.

Lo odiaba profundamente, lo odiaba por ser como era, lo odiaba por hacerme sentir de esa forma cada vez que lo veía, y cuando no...
¿Y si sabía todo? Era imposible, ese ser humano era de piedra y no entendería jamás lo que es un sentimiento. ¿Por qué tenía que tenerlo yo? Sólo había alguien con quien yo podía tener sentimientos, y ese alguien era mi hermana. Nadie más. No..nadie más no...él.

¡Qué divina soy! Él era un cazador, su único objetivo era matarme, hacerme desaparecer, borrarme del mundo. Ningún sentimiento, lo hacía por deporte.

Había muchas veces que no sabía que hacer, pero no eran situaciones tan desesperantes como esas. No podía dejar que me matara, y no podía hacerle ningún tipo de daño para evitar lo primero.

Era definitivamente una estúpida quinceañera. Eso no iba a cambiar jamás, un poco porque yo no quería cambiarlo, o no sabía cómo cambiarlo. Pero...¿qué podía hacer si cada vez que lo veía, sentía como si mi corazón estuviera latiendo fuertemente? Me sentía ¿viva? No. Ni siquiera. Mi cuerpo temblaba en ese momento. Tenía ganas de salir corriendo llorando y hablar con mi hermana, como si fuéramos hermanas normales de la edad en la que morimos realmente. Ay! ¡Qué estupidez!

Lo odiaba, me odiaba, rompería cada uno de sus huesos si esa fuera la solución del problema pero algo por dentro no me dejaría hacerlo.

Su aroma me condenaba, no iba a poder estar mucho tiempo lejos de él por más que quisiera. Lo que sentía era desesperación. Y más aún sabiendo que nada podía hacer. Había pasado varios días pensando en él, en su cuerpo, su pelo, su rostro, su voz...Y él ni siquiera lo sospechaba. No iba a dejar que lo hiciera tampoco.

Aún esperaba a que intentara asesinarme allí, pero no tenía posibilidad de hacerlo si no bajaba. Incluso se me había pasado por la cabeza la posibilidad morbosa de dejarme matar por él, sólo por ser él y darle una alegría fugaz, pero si razonaba un poco más sabía que no estaba bien, mi cabeza no funcionaba bien.

corrí hacía un extremo de la terraza y salté hacía una terraza vecina, ballesta en mano a penas pude caer sin hacerme daño y otra vez estaba a rango de tiro.

Desde allí podía ver el cristalino brillo de sus ojos turquesa burlándose de mis errores.

Disparé una vez mas, y otra y luego otra y no logre mas que seguir rompiendo su vestido. Tal vez eso sería efectivo si mi objetivo fuese verla desnuda, pero no, no, ella, era solo una bestia, un animal salvaje, y debía por todo lo que queria y lo poque que me quedaba, debía asesinarla.

La mire a los ojos y le sostuve la mirada, le sonreí y por las terrazas parisienses comencé a correr a toda velocidad

Al verlo saltar varias esperanzas se me caían al suelo. No lo tuve en cuenta y las cosas que había imaginado se desplomaban. Era así como tenía que ser.
Como seguía disparando solo intentaba evitar que me golpeara, alguna que otra podía acertar cerca de mi cuerpo pero sólo dejando unos pequeños rasguños, más estaba sufriendo mi vestido y era algo molesto.
-En serio? -Me quejé mirándolo mientras levantaba parte de la falda agujereada. Algo andaba mal con él, desde que estaba del lado de los muertos había sido uno de los mejores cazadores con los que me había cruzado.
Sus ojos me estaban matando, sentía mil emociones por dentro, y al sonreírme, aunque no fuera la sonrisa que realmente provocara tantas cosas en mí...lo pude sentir así, pude haber muerto y estallado. Le devolví la sonrisa casi infantil y lo vi correr. Tal vez era una mala jugada de su parte.
-Si si...claro...te espero despierta-Dije divertida más para mi misma que para él. Un cazador no llevaba solamente un arma en un viaje por más que fuera de placer. Miré hacia donde iba y comencé a saltar y trepar entre balcón y balcón hasta llegar a la habitación que olía a él. Sonreí al escabullirme por la ventana y lo más rápido que pude agarré un arco y una flecha. Cerré la ventana de manera tal que no pudiera meterse, aunque claro..siendo humano dudaba que lo hiciera rápido y sin notarlo, cerré las cortinas por si se hacía tarde y salía el sol. Me senté en su cama, preparé el arma y sólo esperé a que volviera. No me animaba a levantarme e investigar más por si aparecía de golpe y me encontrara husmeando embobada sus cosas.

Volví el rostro hacía atras y pude ver como Marlene se metía a toda prisa por la ventana de mi habitacion -¡mierda! grité y corrí volviendo tras mis pasos.

Ya no podía simplemente saltar y subirme al hotel de donde me había escapado, tendría que bajar, entrar por la puerta del hotel y volver a subir, aunque primero, debía disimular la ballesta entre las ropas. ¡Claro! sonreí amargamente, porque era así de simple pasar desapercibido con semejante trasto. No, en todo caso la mejor opción que tenía era trepar por los balcones como hizo ella y de allí entrar a mi habitación.

Puse en marcha mi plan, primero, envolver la ballesta y su carcaj con saetas en mi camisa, luego los arroje con todas mis fuerzas al balcón de otra casa. El estruendoso ruido que hizo al caer no me dio logar a imaginar otra cosa que mi ballesta rota. Tras la ballesta envuelta salté yo. Entré por la ventana de una habitación que parecía vacía. Sin perder el ritmo desenvolví mi arma solo para darme cuenta que la camisa estaba completamente hecha jirones. Apresuradamente colgué el carcaj a mi hombro y levanté la ballesta, cualquier persona que apareciera moriría al instante si se cruzaba delante mio. Por suerte ningun humano salio esa noche de sus habitaciones, como si nadie hubiese escuchado nada, como si afuera no estuviera pasando nada.

Golpée la puerta de mi habitación

-Se que estas ahí, marlene y he venido a matarte

Sonreí al escuchar ruidos, levanté una ceja intentando descifrar de qué se trataba. No pude aguantar más y reí a carcajadas al escucharlo, aunque por dentro estaba tan nerviosa de verlo, volver a verlo de cerca. No podía esperar, tal vez hubiese sido ideal que entrara, me abrazara y me besara a modo de reencuentro pero no iba a ser así ni por joda. Incluso hasta me era difícil imaginarlo. Acomodé mis brazos sosteniendo el arco y la flecha, apuntando a la altura de su cabeza.
-¡Qué buena percepción querido! Pasa pasa, te espero con café y galletas.- Dije burlona esperando que no me temblara el pulso cuando entrara. Para tranquilizarme inhalé profundamente y exhalaba con calma.
-No es la primera vez que escucho eso...

Me paré a un lado de la puerta y la abrí de un tirón, esperé detrás de la pared, un segundo o dos, claro, no dispararía a menos que me viera frente a ella, pero si me veía estaba perdido.

Agarré con todas mis fuerzas la ballesta y la lancé dentro de la habitación para generar una distracción, el estruendo de la madera chocando contra la cristaleria me dio el pase libre para entrar, una fracción de segundo en la que tomé la daga de plata de mi bota y entre al cuarto a toda velocidad.

Moriría allí o la mataría

Antes de arrojar mi daga susurré mi nombre

Al abrirse la puerta intento verlo pero su arma entra y me quedo mirándola unos segundos extrañada. Realmente no esperaba esa entrada de igual manera me levanté para ver si estaba bien, pero ya estaba dentro de la habitación arrojando una daga que me tomó por sorpresa.
Solté el arco, y un dolor punzante invadió mi cuerpo. La daga había llegado al objetivo que tanto buscaba. Mis ojos se abrieron mirándolo. ¿Qué iba a pasar luego? Si durante esa noche me había sentido una tonta, ese era el punto máximo. ¿Así tan fácil se iría todo? Mis piernas temblaban, ya no pudiendo aguantar más caí de rodillas al suelo.
-¿Feliz?-Tal vez mi estupidez anterior, en la que había pensando que así él estaría feliz, era...no sé...lo que de alguna forma esperaba. Tenía miedo de morir ahí, de esa manera, hubiese esperado tantos años más...hubiese intentado lo que quería desde un comienzo.
Levanté mis manos para intentar apartar la daga de mi corazón pero solo al tacto me ardía.

Abrí los ojos de par en par, la daga había volado a su corazón con tanta precisión que si en serio hubiera apuntado nunca hubiera dado con el objetivo.

Tenia solo unos segundos antes de que Marlene se curase por completo, tenía que pensar algo rápido.

Miré en la habitación y en un rincón encontré mi ballesta, quebrada en pedazos, tomé el mango roto en mi mano derecha, me acerqué a Marlene y con la mano izquierda clave una vez mas la daga en su pecho.

-Hoy por ti, no se si disfrutaré mas matandote a ti, o contandole de tu muerte a tu hermanita- susurré con desprecio

No podía moverme, sentía que iba a morirme más rápido si intentaba hacer algo estúpido. No podía quedarme con todo lo que sentía dentro mío, pero de nada serviría decirle para que se siga burlando.
-No te hubiese lastimado nunca.-Confesé sintiéndome algo idiota al decírselo. No iba a conocer las razones. No así. Me estaba desesperando porque sentía que algo frío recorría mi cuerpo, más aún cuando la intenta clavar más.
-Sácala.-Ordené mirándolo, realmente no lo quería manejar así pero no tenía otra opción.
Intentaría que no haya ocasión para volver a decirle lo que tiene que hacer. Esperaba que funcionara en aquella.

Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza, de repente, no había motivos para odiarla, de repente no había motivos para querer matarla. Cerré los ojos con dolor y quité mi daga de su pecho, oh por Dios, que crueldad tener que lastimarla de esa manera, pero una vez que la daga dejara su pecho comenzaría a curarse otra vez, no sería necesario que sufra mas. Volvería a ver su sonrisita y sus brillantes ojos iluminándome la noche, volvería a escuchar su seductora voz susurrándome directamente al oido. Lancé mi daga sin apuntar a ningun lado.

-Discúlpeme, mi señora, siento haberla herido de esta forma, no sabía lo que hacía.

Retrocedí un paso y me arrodillé ante ella

-Mi señora -le susurré- moriría por usted si eso la compensa por mis ofensas

Cuando quita la daga llevo mis manos a mi pecho esperando a que cerrara la herida, no iba a ser tan fácil por el material del que estaba hecho la daga. Incluso podía sentir aún algo extraño en mi sangre, me iba a doler por un tiempo todo por dentro.
Al escucharlo sonreí algo triste, no me gustaba verlo así, no siendo por mi culpa que dijera esas cosas.
Me levanté como pude y me quedé mirándolo unos segundos, era tan lindo...y en su mirada no detectaba signo alguno de desprecio como las otras veces, ¿estaría tan mal abusar un poquito de eso? Al arrodillarse y volver a hablar negué con la cabeza y extendí mi mano para que la sujetara y se levantase.
-Abrázame-Pedí mirándolo, su cuerpo estaba volviéndome loca, pero más aún la idea de que me pudiera abrazar y quedarme unos instantes apoyada sobre su pecho.
Aunque luego me arrepentiría por pedir ese tipo de cosas, no era el modo de conseguirlo y lo sabía, pero si lo consideraba la única forma.
Sólo esperaba que luego de que se le pase no recordara nada, eso siempre dependía de la otra persona y no lo obligaría a olvidar nada. Tal vez aumentara su odio hacia mí, pero también intentaría hacerme ver por un lado "humano" para que no me tildara de bestia.

Me levanté apresurado, con las manos temblorosas sus ordenes eran tan absurdas que me sorprendía, pero sin saber porque las seguía cumpliendo. Mi cuerpo actuaba sin pedirme permiso, mi mente desvariaba entre una devoción enfermiza hacía Marlene y una ira frenetica. Pero obedecía, porque mi cuerpo no hacía otra cosa.

Me pidió que la abrazase y respondí a su pedido.

rodée sus hombros con mis brazos y acerqué su rostro a mi pecho. Con mi mano derecha acaricie su suave pelo y sonreí.

La felicidad que sentía era genuina y aunque en el fondo entendía que se producía bajo el hechizo de la vampireza sonreí con dulzura antes de besarle la frente

La satisfacción que sentí cuando me abrazó era indescriptible. Me sentía tan cuidada con él cerca, siendo irónico ya que había intentado matarme en varias oportunidades. Mi corazón si estuviera latiendo estaría casi saliéndose de lugar. Cerré mis ojos rodeando mis brazos en su cintura con delicadeza y apoyando mi cabeza sobre su pecho desnudo. Esa situación jamás hubiese pasado de manera diferente e iba a aprovecharla. Casi me desmayaba cuando besó mi frente.
Él era tan...tan así que me volvía loca. Desde la primera vez que lo ví me había desesperado, tantas veces pensé en él, y ahí lo tenía, obligado a que me abrazara. Le hubiese pedido muchas cosas más si no fuera que abusar de aquello fuera tan decepcionante...tal vez una última cosa.
-Durmamos juntos hoy abrazados. -Dije suspirando esperando que aún funcionara.
Aunque se me cruzaba por la cabeza pedirle un mísero beso, no lo veía nada bien. Me hubiese gustado que con él fuese todo especial, y si en algún momento pasaba no quería que fuese bajo mis órdenes.

¿Cuantos años tenia? ¿tan inocente era? Podía pedirme que me suicidase como compensación a las ofensas y los daños que le causé y lo haría sin dudarlo, y en cambio, ella era tan generosa, solo quería que la abrazase para dormir juntos. Que insolencia de mi parte aceptar tal pedido, pero que mas podía hacer yo sino rendirme amablemente a su sonrisa?

-No tengo ataudes en mi habitacion, y no se si mi cama será lo suficientemente comoda para usted mi señora y no quiero que ningun rayo de sol le haga daño

Su tacto tan gentil me llenaba de ternura, allí sería un buen lugar para morir y no tendría ningún reproche la vida que tuve.

Pensando en todo esto la aprete entre mis brazos creyendo inutilmente que ella podría quedarse conmigo y yo con ella por una noche o por siempre

Al escucharlo levanté mi cabeza para mirarlo sin soltarme, aunque en verdad podría pasar toda la noche así sin queja alguna, sonreí hasta que terminó de hablar y volvió a apretarme a su cuerpo.
Su piel me tentaba, quería besarlo, morderlo y rasguñarlo al mismo tiempo. Sin que lo notara solo rocé mis labios sobre su pecho y levanté mis brazos para ponerlos sobre sus hombros tironeando un poco de él para que se acercara y, poniéndome de puntas de pie cerré mis ojos y besé su mejilla con suavidad.
-Será lo suficientemente cómoda si estás conmigo. Y...-me separé completamente de él observando la ventana. Me aseguré que estuviera todo bien cubierto para cuando saliera el sol y no freírme. -Listo...-Me acerqué nuevamente, extendí mis brazos para que tomara mis manos. ¿Cuánto le duraría? Tal vez mientras dormía podía matarme y no me daría cuenta de nada...Pero no me importaba ya. Estaba ahí pudiendo cumplir algo que quería hace tiempo.

Mi corazón comenzó a latir con fuerzas cuando acercó sus labios a mi mejilla, por un momento creía que finalmente iba a matarme y acepté con alegría su invitación al infierno pero al sentir su beso por poco me arrodillo a llorar como un niño. Nunca había notado su hermosura, toda su perfección, era enfermizamente hermosa. Tan terrible y tan frágil tan mortífera y así mismo tan mortal.

Cuando lo pidió, tome sus manos y la acerqué lentamente a mi.

Me arrodillé ante ella bese su mano, luego, sin poder contenerme más me levanté y rocé sus labios. Un despertar de valentía que solo admitia la victoria o la muerte