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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Emerick Boussingaut Miér Ene 16, 2013 7:11 pm



Misión: Asesinar a tres de los Inquisidores más temido de la época.
Indicaciones: Los integrantes de esta partida fueron contactados por PM; el orden de posteo se mantendrá respetando según como se ordene la primera ronda.


●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●●


"Yo estoy resuelto a luchar contra todo y contra todos sin más baluarte que la confianza y el apoyo de mi pueblo."
Emiliano Zapata


El ocaso era sin duda un panorama digno de ver, sobre todo cuando el sol lograba que el cielo por completo se tiñera de rojo, muchas leyendas indias decían que aquello era augurio de muerte y eso es precisamente lo que se esperaba de aquella noche; muerte, deliciosa y palatable muerte. A boca de fieras hambrientas, salvajes y despiadadas, aquellas en las que se convertirían una vez que saliera la Luna.

Las calles poco a poco estaban comenzando a vaciarse, había los suficientes rumores y leyendas como para no querer permanecer fuera de casa una vez entrada la noche, en esos lugares tan llenos de tabernas y habladurías como lo eran los suburbios parisinos. El aroma pestilente de las calles aledañas informaban que no estaban realmente parados en la crema de la ciudad, los pozos sépticos se limpiaban ahí con menor frecuencia, pues el alcantarillado aún no llegaba hasta esas locaciones. Las casas eran más modestas que las ubicadas en la parte más central y las tabernas cerraban temprano por ser día de semana. La noche estaba tranquila y bien iluminada por los faroles que ya estaban condenados a pronto apagarse.


Gealach descansaba sobre su hombro, dormitando ligeramente como si preparara a la larga jornada que les precedía, por suerte aún había un poco de tiempo pues la Luna estaba pronosticada para aparecer un par de horas después del anochecer, pero Emerick quería estar cerca, vigilante como lobo en alerta. Quería asegurarse de que todo saliera bien, tal y como se había planeado, pues aquella además sería la primera misión en la que Selene tendría su oportunidad para demostrar en donde estaba su verdadera lealtad; si con aquella Inquisición a la que había jurado servir en el nombre Dios, o con sus verdaderos hermanos, aquellos que compartían sus experiencias y discriminaciones.

No le había revelado a la Condenada sus verdaderos planes, sólo le había informado de lo que ella debía saber, pues tampoco quería arriesgarse a una posible traición, debía de pisar con pies de plomo, sobre todo desde que los primeros miembros confirmados de la Alianza tuvieron el gran poder de conocer su verdadera identidad, por eso trabajaba ahora sólo con aquellos de su verdadera confianza y repetía sus explicaciones hasta llegar a sonar cansino. No quería volver a recibir gente no deseada entre sus proyectos, así como ya le había ocurrido en el baile de máscaras en donde jamás supo como, llegaron algunos no miembros. Por suerte todos hermanos de condición y al menos leales.

Observaba las siluetas de los Inquisidores con los ojos entrecerrados y cuando su reloj le dijo que ya era la hora, se marchó hasta una casa aledaña, una abandonada, pero acondicionada para la ocasión, la transformación de un pequeño grupo de licántropos que debían de ser dirigidos como rebaño hacia los inquisidores a quienes atacarían por instinto mientras eran flanqueados por otro grupo de vampiros; uno es a uno decía su ecuación personal, y así mismo les encontró reunidos en aquel lugar.

Buenas noches — les saludó a todos con una sutil reverencia mientras pasaba su mirada de cara en cara — Creo que aún tenemos un par de minutos — señaló al mirar por la ventana entes de regresar su mirada al grupo — Imagino que no queréis rasgar vuestra ropa — se dirigió especialmente a los licántropos — Podéis optar por romperla si os da pudor desnudaros ante el resto — agregó comenzando a desabotonarse la fina camisa, pero entonces se giró hacia Esther — He de admitir que tras conoceros no me atrevería a pronosticar si os atreveréis o no — rió por lo bajo, con ligera ironía y se sacó la camisa.




Última edición por Emerick Boussingaut el Lun Feb 11, 2013 12:19 pm, editado 4 veces


"El hombre es un lobo para el hombre."
Thomas Hobbes

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Mensaje por Invitado Sáb Ene 19, 2013 8:56 am

Intenta no volverte un hombre de éxito, sino volverte un hombre de valor.
Albert Einstein

"Ah... Ya es de noche y el grito del silencio reina. Miedo y temor es lo que siento. Pero ayúdame, ayúdame coraje a hacer las cosas como se deben. Es que jamás lograré vencer el dolor?"


Las pequeñas y nítidas luces de los faroles reinaban en el lugar. Empezaba a caminar lentamente por el centro parisino. Oh si! Hoy sería un día de esos que recuerdas para toda la vida. Hoy sería la primer misión con aquella corporación donde había decidido anotarme. Ahora era parte de algo. Era la pata de un bicho. Y sin una pata, el bicho renguea. No lo permitiría que por mis fallas se tenga que perder esta batalla. Haría con esfuerzo mas de lo que siempre se había esperado de mí. "Nada".
Sería una lucha trivial, el hecho de perder esta vez, nos daría demasiados puntos en contra. Me había preparado, me habían dicho que los lobos estarían en una casucha, esperando su transformación y que nosotros deberíamos controlarlos, ir llevándolos hacía donde debían, que el instinto les haga matar a los malditos condenados. A los malditos inquisidores que se pasaban la vida a mereced de la iglesia, buscando asesinarnos uno por uno. Querían limpiar el mundo de sub normales. Sin miedo a nada, ellos se pensaban que eramos como demonios disfrazados de ángeles. Sin saber, que simplemente eramos otra clase de seres "vivos".

"Mis armas y mi valor, mi pasión y mis ganas de vivir, me llevarán a la atención prolongada en un punto fijo. Si perdemos, no será por mi. Daré lo mejor"


Eran aquellos mis pensamientos. Llevaba varios equipos por si alguien salía herido. Aunque principalmente era mi sangre la que me ayudaba a curarlos. Un poco de ella en la herida y en unos cinco minutos, estaría completamente cicatrizada la cosa, era un don que no todos los vampiros poseían, y por mi parte, pensaba que lo había generado por el hecho de haberme lastimado tanto en mis primeros años vampíricos; las quemaduras al sol no eran algo fácil de curar. Mis armas eran las comunes. Pues aún no me habían enseñado a usar las mas peligrosas. Pero no era realmente algo que necesitara. Pues si todo salía bien, apenas tendría que aparecer en escena. Lo principal eran que los lobos cumplan con el objetivo.
Y así era como iba llegando al lugar. Primero recorrí mi mirada por fuera, luego salté con esmero hacia una alta rama. Allí suspirando, mire por dentro de la casucha y al ver que los lobos aún no estaban transformados, empecé a dar saltos hasta adentrarme suave y lentamente a el umbral de aquel lugar. Miré hacia arriba, la luna aún no aparecía por completo. Era una de esas noches raras, donde la luna daba señal a mitad de la noche. Justo como lo esperaba de aquel líder licántropo.

Nada se le pasaba de largo. Esperaba, realmente; que nos llevara a la gloria. Mi confianza era demasiada, tanto, que los demás me habían dicho que tenía que empezar a desconfiar un poco mas. Pero; como?! Como desconfiar en la persona que nos debe llevar a la gloria, a la libertad. Como ya lo había hablado con una hermosa cambia forma gatuna. Sabíamos que los cambios eran difíciles, que si lográbamos alguno sería mínimo. Pues la iglesia nunca iba a desaparecer y los inquisidores al igual que nosotros, o quizá aún peor, iban incrementándose; una lucha interminable, por aplacar nuestros derechos como seres "Vivientes". Pues si, yo estaba muerto, pero caminaba, tocaba las cosas, y principalmente sentía. Millones de sentimientos son los que tenía. Y por esa razón digo que merecía vivir. Sin duda lo merecía.

-Ahh.. "toc, toc" Bonjour, mon seigneur. Espero no haber llegado demasiado tarde. Ya sabéis que tenía que llegar luego de que el sol baje. Ya estáis todos preparados? Sera una larga noche, corta para vuestras mentes, estimo yo.


Susurre mientras pasaba a apoyarme en un banquillo, sonriendo de lado a lado; como siempre, solía pasarme de vivo. Algún día terminaría con el cuello roto; pero por ahora, no pensaba que me harían nada. Así que solo me senté a la espera de alguna aclaración mas. Es que era increíble, y seguramente muy frustrante, el hecho de que al convertirse, perdieran la conciencia, y que luego de terminar con aquella horrible transformación; ellos quedaran sin la memoria de lo que habían hecho, era tal la frustración que si a mí me agarraría que darían ganas de llorar.
Observé a todos de plano y fui pasando la mirada cabeza por cabeza, sin perderme de nada, quería tenerlos bien fijos, me aprovecharía de la situación, para ver a quienes les caía bien, de quienes podía sacar mayor provecho. Por lo pronto seguía siendo como un niño caprichoso, que quería que se le cumplan todas las cosas que pedía. Pero aún no podía demostrarlo; mejor ir fijándose quienes aceptarían esa realidad y a quienes tendría que evitar. Lo seguro, era que el lycan líder es de quien mas me aprovechaba. Después de todo, era parte de los contribuyentes.


"El nicho está listo, vengan, vengan que hoy, será un día de caza. Mortales no os acerquéis o sufrirán lo mismo que las ratas a las que buscamos"
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Mensaje por Loviise L. Karvel Dom Ene 20, 2013 11:00 am

”Esta noche se hará justicia.”

La luna era a Loviise lo que el sol a los mortales, el despertar de un nuevo día, su fuente de luz. Aquellos que se autoproclamaban “seres normales”, que no tenían mayor preocupación que comer y dormir, vivir al día y cumplir sus banales sueños, descansaban ahora plácidamente, ajenos a la vida nocturna que transcurría por las mismas calles que ellos, horas después, transitaban. Muchos conocían las leyendas que circulaban por la ciudad, pero pocos eran los curiosos que, en un intento suicida, salían a corroborarlas. Otros, la gran mayoría, las ignoraban por completo. La vida es más sencilla cuando crees que no existe nada más allá de lo que puedes ver. ¡Ay, la vida! Qué amargos recuerdos traía consigo. Qué era la vida sino un camino inevitable hacia la muerte. La eterna búsqueda de una felicidad inalcanzable, la lucha constante por aquello que amas y que, lentamente, a cada paso, se deshace del mismo modo que la vida escapa de tu cuerpo con cada suspiro. Aquella fugacidad se antojaba hermosa, aunque lejana, como si se tratara de un sueño abstracto que había dejado atrás hace décadas. Entonces, bajo la luz del sol, se juraba amor eterno y promesas que durarían “por siempre”, precisamente porque, en su fuero interno, sabían que eso era imposible. Si aquellos simples mortales fueran conscientes de lo que conllevaba la eternidad, pensarían sus palabras varias veces antes de pronunciarlas.

Cada rayo de luna caía como una losa sobre la consciencia de Loviise. Cada despertar revivía su condena, como si una espina se clavara lentamente en sus entrañas, el rastro que deja tras de sí el recuerdo de una pesadilla. A veces era capaz de permanecer horas inmóvil, maldiciendo su condición, otras descargaba su ira contra los frágiles mortales, pero, al fin y al cabo, siempre luchaba por sobrevivir. ¿Acaso eso la hacía menos humana, menos animal? ¿Acaso la vida se basaba en el repetitivo latir de un corazón? ¿Y qué ocurría con sus instintos? ¿Quién tenía derecho a sentenciar que eran menos reales que los de cualquier otra persona? No era pretexto, ni ese ni ningún otro, suficiente para asesinar cruelmente a gente inocente por ser, simplemente, distinta a ellos, por muy sagrado que así lo creyeran. No había excusa para el sufrimiento que no fuera el sadismo, un sadismo enmascarado, el placer por el placer. Llevaba más de un siglo tratando de escapar del punto de mira de la Inquisición. Qué estupidez. Estaba huyendo de unos simples mortales cegados por un credo absurdo y antinatural. Débiles y temerosos, se aferraban a las palabras huecas que otros les habían inculcado. Ya estaba harta de toda aquella patraña. “Si realmente Dios existe, me haría un hueco en el cielo por mandar al infierno a aquellos ineptos que blasfeman y asesinan en su nombre.”

No fue muy difícil encontrar personas con sus mismas inquietudes, pero lo que sí le sorprendió es que existiera una organización clandestina tan bien estructurada. En las altas esferas de la sociedad parisina, circulaban ciertos rumores acerca de la N-Corporation, cuyos objetivos nunca le parecieron del todo claros. Por supuesto, allí donde se fundara una nueva empresa acudía Loviise y, así, investigó a la corporación en cuestión durante un largo periodo de tiempo, antes de contactar con su líder. A partir de entonces todo fue rodado. Tan pronto como fue admitida se hizo partícipe de una extraña manada, constituida por tres vampiros y tres licanos, cuya función era acabar con tantos inquisidores como fuera posible. Aquella era una de esas noches de caza. Conocía el plan a la perfección y confiaba ciegamente en la fidelidad de Selene. Ansiaba la sangre de aquellos inquisidores más que cualquier otra cosa, pero sabía que debía ser prudente, no precipitarse, las instrucciones eran claras: sólo actuar en caso de que sea necesario. Y eso haría. Nadie la ganaba a sangre fría.

Perdida en estos pensamientos e inundada por una extraña furia repentina, llegó, impaciente, a la cabaña en la que se había citado con sus compañeros, al menos lo que quedaba de ella, pues no era más que un amasijo de ruinas malpuestas cercanas al cuartelito de la Inquisición. En cualquier caso, era mejor que nada. Se asomó por una abertura que antaño había sido una puerta y se presentó con una leve reverencia que acompañó con una sonrisa confiada, similar a la de un niño que está a punto de hacer una travesura.

Será divertido —sentenció dirigiéndose al vampiro de rasgos orientales.


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Mensaje por Venus Anthea Luna Mar Ene 22, 2013 1:18 pm

“Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo.”
Franz Grillparzer


Una nueva noche llegaba y un nuevo despertar se avecinaba en la “vida” de la joven baronesa, no era una noche cualquiera de monótono que hacer o más bien falta de hacer, apenas llevaba un año en esa existencia de no muertos y ya le parecía una eternidad. Aun recordaba sus años mortales donde no era más que una bruja inexperta viviendo el día a día, teniendo ilusiones y sueños futuros, sin más preocupaciones que pensar el que comer, donde vivir o que vestir; cierto que por largos años tuvo una existencia deplorable viviendo en las calles sin tener un hogar al cual regresar, una vida sin futuro esperanzas, pero que era su propia vida. Realmente no la hubiera dejado de saber lo que acarrearía el futuro, de saber que cuando encontrará una familia y un hogar que la quisiera y al que ella quisiera todo se desmoronaría bajo los colmillos de un ser inmortal.

Un año, un largo año había pasado de su trasformación, periodo en el que la joven vampiresa no había tenido objetivo alguno más que saber que había pasado con el infante que de sus brazos un día arrebataron, un objetivo que parecía imposible de alcanzar pero que sería el único que tendría de no ser por una carta y el reencuentro con una persona que alguna vez, hace muchos años ya, conoció en otro país, un conde con el que alguna vez hablo y una que otra vez se escribió, un joven de honor, liderazgo y gran valor, al cual sin duda alguna apoyaría hasta el fin aun cuando en un principio la idea no llamo su atención.

No estaba interesada en la revolución ni pensaba participar en la misma, no traicionaría a los revolucionarios pero tampoco se inmiscuiría en sus asuntos, o al menos eso pensó hasta que investigando la inquisición descubrió algo interesante, su “creador” no era más que un condenado, un vampiro condenado que rompió los votos de su “vocación” el día que la convirtió, pero que al final de cuentas continuaba con la inquisición, lo que la hacía ver que la casual cercanía que mantuvo con su marido y con ella no se debió más que un encargo de la iglesia, después de todo ella fue una bruja y no una cualquiera pues además de bruja eran dos en una, con una rara alteración en los ojos, siendo ayudadas y acogidas por un miembro de la realeza española, sin duda algo poco conveniente y práctico para eclesiásticos, razón por la que destrozaron su vida aunque de algo estaba segura y era que ella no debería estar viva o más bien no muerta como estaba, eso fue un simple error que algún día ese condenado y la misma iglesia pagaría, con lagrimas de sangre de ser posible, pues nunca les perdonaría el matar a su Barón, llevarse a su pequeño y mucho menos la acción de ese vampiro de convertirla a ella en una de ellos.

Esa misma noche se cobraría parte de todo lo sufrido con ayuda de ese Conde con el que varias veces converso, ese viejo conocido al que tanto respetaba y hasta cierto punto estimaba por más molesto o infantil que llegara a comportarse en algunas ocasiones, o al menos así lo recordaba, pues cuando por fin acepto ser una revolucionaria más y apoyarlo en todo no llego a conversar mucho con él para saber si seguía siendo el mismo hombre jovial e impertinente que conoció hace muchos años, antes de ser una baronesa y descubrir que no estaba loca si no que eran dos gemelas en el cuerpo de una.

La noche transcurría tranquilamente mientras ella caminaba por las silenciosas calles parisinas al encuentro de Emerick y su grupo, todo se miraba tan pacifico y calmado que hasta la paz se podría respirar de no ser por que en poco tiempo toda esa quietud se vería manchada por la sangre inquisidora derramada en las calles de la ciudad. Ya podía saborear la victoria en esta batalla y la sangre escapando de los cuerpos mal heridos de los traidores a su especie mientras exhalaban su último aliento de vida. Realmente era un pensamiento encantador a los ojos de una de las gemelas mientras que la más inocente de las dos no podía más que asquearse al mirar los pensamientos que corrían por la mente ambas.

“¿Cómo puedes pensar cosas así y sentirte tan...así?” dijo mentalmente Venus a su gemela sin encontrar las palabras adecuadas de lo asqueada que estaba “Sencillo, me gusta el caos y la destrucción, el placer y la pasión, la lucha y matanza. Me gusta la idea de arrebatar la vida a quienes tanto mal nos hicieron, recuerda que no soy como tú” respondió de igual manera Anthea mientras una sonrisa maliciosa se dibujaba en el rostro pues sabía que es respuesta no era del agrado de su hermana y que dentro de poco terminarían discutiendo entre ellas con quien debería estar en ese lugar, más sabía que ella sería la triunfadora pues sería la única que a ambas podría proteger.

- Buenas noches, Damas y Caballeros - saludo al entrar a la vieja casucha que esa noche ocuparían para el cambio de los licántropos. Su voz sonó algo rara al pronunciar esas palabras, se escucho como la voz de un médium poseído por un espíritu aunque no era más que la voz de ambas gemelas mezclada en una sola por la pequeña discusión que tenían internamente, la cual además de notarse en su rara voz se notaba en el cambio de color de los ojos el cual se alternaba de uno al otro en cuestión de segundos lo que sería casi imperceptible a los ojos de un humano, más no a los de las criaturas que se encontraban en ese lugar. Sin embargo la discusión interna termino cuando Anthea se aproximo y quedo junto a los demás vampiros, ganando así ese round por el desagrado de su hermana a los de su misma especie aun cuando en ese momento fuera un tanto menor que el que sentía por la inquisición y los traidores de los condenados.


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Mensaje por Esther de Le Santo Jue Ene 24, 2013 1:08 am

Como pocas veces, esa tarde cuando la noche comenzaba a caer, se encargó de que su hija estuviese bien antes de que ella saliese en busca de aquella cita. Con la confianza en sí misma, porque nadie podía garantizarle más que su propia persona. Ezra muchas veces no estaba bajo si vigilancia, por lo que no estaba tan preocupada por dejarle sola, con la idea de que todo saldría lo suficientemente bien como para verla en cuanto amaneciera. La joven conocía mejor que nadie la forma en que manejaban cada llegada de la luna llena. Estaría bien, se repitió mientras caminaba hacia el lugar del encuentro.


Al llegar a las cercanías se había quedado merodeando en los alrededores, con sus sentidos descontrolándose por lo que captaba en los alrededores. La señal que esperaba era ver a quien había conocido hace poco, el líder de todo aquello, en quien, por su puesto en la realeza no veía con tan buenos ojos, pero a veces se decía que dbía omitir ese detalle en él. Después de todo, para mal o ara bien, eran un equipo. Entró, tan extravagante como siempre, con aquel vestido sencillo, pero que dejaba a la vista su esbelta figura. Escuchó al hombre que los había reunidos a todos ahí y soltó una ligera risa al escuchar lo que decía.


Sinceramente no le gustaban los vampiros, le provocaban una sensación poco agradablee al sentirlos cerca, pero fuera de eso no es que quisiera matarlos cada que veía a alguno, solo le provocaban esa reacción, se le erizaba la piel, pero conforme pasaba tiempo con ellos, no le parecía más queuna compañía como la de cualquiera.


-¿Qué clase de palabras son esas? - Decía eso, pero no sabía cómo estarían en cuanto la luna se ocultara. Estar en el lugar correcto para preocuparse por estar vestidos y presentables le parecía algo realmente curioso. Iba descalza, tenía esa curiosa manía de estarse quitando los zapatos en ciertas circunstancias, sostenía su calzado en sus manos hasta ese instante, en el que dejó que cayera al suelo haciendo un ruido seco -¿Lo dices solo por decirlo o realmente no sabes mi respuesta? - Sonrió de medio lado -¿Pudor, Emerick? Esas cosas no son necesarias cuando tienes otras cosas a tu favor - Su mirada, penetrante y llena de confianza no cambió aunque su sonrisa dejo paso a una expresión más seria.


Sus manos se movieron despacio, deslizando las tiras del vestido que lo mantenían en su lugar, dejando que su piel bronceada quedase poco a poco al descubierto, dejando caer las prendas, descubriendo las formas debajo de ellas -Si dejo que se desgarren, no tendré nada con qué volver a casa- Dijo con un gesto divertido en su rostro observando al joven licántropo frente a ella -Cariño, pensé que habías notado mi personalidad en esa ocasión- Su sonrisa era más bien cínica, no pensaba tratarle con respeto, no el que se vinculara con lo que ella no respetaba en él, por lo menos.

Observó al resto después de eso, no iba a desconfiar en ellos cuando sentía que pronto vendría el momento en el que la luna alzándose en lo alto, reclamara de ella y de los otros de su naturaleza responder a su llamado. Incluso si a veces tenía determinada conciencia de sus actos en aquella forma salvaje, realmente hacer un ataque coordinado probablemente era más complicado, ellos eran parte de eso, así que simplemente dejo que las cosas llevasen el rumbo marcado, aún cuando desconocía muchas cosas de aquel grupo aún. Ya lo iría descubriendo.


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Mensaje por Selene Ladomie Jue Ene 24, 2013 6:31 pm

Diosa fantasmal de la muerte,
ven, haz tu trabajo, derrama sangre en la nieve

,
Había llegado la hora. Había llegado el día. Finalmente, después de todo aquel tiempo había caído la noche, era la fecha señalada, en la que por fin se podría poner en práctica aquel plan que llevaba tanto tiempo planeando. Aunque tanto como planeando...habían muchos cálculos improvisados, cosas que habrían podido ser posibles y otras que no, más otros cambios que habían sido desechados rápidamente, pero finalmente había llegado la hora de que comenzara todo. Uno de esos días en los que había que pasar a la acción sí o sí, dónde nada, absolutamente nada, podía dejarse en la mesa. Un sólo paso en falso podría significar la muerte. Y Selene no iba a permitir que nada fallara sin antes haber hecho lo que tenía que hacer...y sabía perfectamente que para que eso pasara tenía que transcurrir tiempo. Muchísimo tiempo.
Todo había sido preparado concienzudamente, incluyendo aquellos planes de improvisación puro y duros. La muchacha había aprendido mucho, y ya a estas alturas sabía lo suficiente sobre planes y demás como para poder poner al fin en práctica ciertas cosas. Había estado con ilusión aquel día. También con impaciencia, e incluso con un deseo salvaje que no era más que una anticipación de aquello que podría suceder o no podía suceder. Era una locura. Ella lo sabía. Pero también sabía que sólo los locos pueden salir adelante en este mundo para sacarlo de la oscuridad en la que está sometida.
Poco antes de que llegara el día había hecho creer a sus compañeros inquisidores que pronto habría un ataque. Que los vampiros y los licántropos iban a hacer un ataque, algo la mar de grave, y que debían eliminar cuanto antes a esas criaturas, sobre todo porque muy pronto iban a aparecer a devorar todo lo que no debía ser deborado. La muerte silenciaría sus intenciones para siempre. Había sido necesario. ¡Era necesario!
Había tenido que improvisar, pues ella, aunque por lo general hacía bien su trabajo, no era muy apreciada entre sus compañeros de trabajo en la Inquisición, tanto por su carácter vivaracho como por la manía que tenía de ir de un lado para otro sin rezar casi nunca, y ya no hablemos de las ideas que la joven tenía respecto al matrimonio. Les había hablado con cuidado, como si estuviera asustada, haciéndoles creer que por supuesto no habría nada malo allí. Sólo algo que debía ser eliminado. Así contado como quién cuenta algo que se debe hacer al día siguiente.
La pelirroja programó con los otros inquisidores el ataque de los vampiros para el día de luna llena. Era perfecto, no por algo los licántropos tienen esa manía de dejarse llevar por los metemaneres de la luna. Eran lo que tenían los pobres. Acordó atacar con ellos desde el punto más débil de la muchacha. Cada persona tenía su punto débil, les había dicho Selene. Cad persona debía morir de una buena vez. Eso era lo que estaba claro en aquel momento, más claro que el agua.
Habían acordados las salidas, los pasos que darían, las señales prometidas, y también la parte final, todo, todo, absolutamente había sido acordado para que los inquisidores hicieran las cosas de otra manera. Pero las cosas cambiarían mucho si Selene lograba conducir a los inquisidores a aquel lugar del claro del bosque en el que se suponía que estaban metidos. Y allí, entonces, se lanzarían contra nosotros en aquella emboscada certera en la que morirían muchos y morirían más, yo misma debía de recibir algún que otro golpe para que no sospecharan de mí en la inquisición. Guiaba a los demás, con una lámpara en la mano para guiarlos, esperando que nadie, absolutamente nadie, sospechara de los planes de Selene. Si se enteran por el camino entonces creo que podría acabar un poquito peor de lo que podría acabar.


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Mensaje por Hayden Vaggö Sáb Ene 26, 2013 12:11 am

A Hayden también le había llegado la notificación de presentarse en las calles Parisinas en aquella noche de Luna Llena, sabía que irían varios de sus iguales, una Redada era lo que acontecería aquella noche y a Hayden le divertía el siempre hecho de las emboscadas.

No existían márgenes de errores según los reportes, todo estaba a punto de caramelo y aunque a Hayden le gustaban las sorpresas y los retos, nunca decía no a una orden.

Lo que le parecía curioso a Hayden era la informante, apenas una niña, sí su maestro aún sirviera a la inquisición no confiaría en ella, nunca lo hacía con los brujos aunque se trataran de condenados, nunca lo entendió del todo, ¿qué le hicieron los brujos a Ruggero para que sintiera tanta apatía hacía ellos? Siempre le había parecido un misterio, y ahora sería un misterio sin respuesta.

Llegó hasta el punto acordado y la vio, a la condenada, una niña pelirroja. - ¿Cuál será su pasado, como una niña se convirtió en una condenada y por qué es la guía? - pero como siempre, Hayden nunca cuestionaba las ordenes de la iglesia.

- Espero sea capaz para guiar este ejército señorita, no es lo mismo la academia al campo. Espero que no seáis una carga para nosotros - soltó una risilla y miró a sus compañeros y entre ellos estaba la inquisidora que amaba... Killer Bee, le sonrió esperando que ella hiciera lo mismo.



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Mensaje por Nicolei Santillán Sáb Ene 26, 2013 1:01 am

Me había llegado rumores de que los perros de la iglesia se preparaban para una emboscada y yo quería mi rebanada de pastel, claro si se trataban de licanos, sino, sólo vería el espectáculo, que sorpresa se llevarán ese perros cuando me vean, hahaha, oh Ruggero ha regresado, de imaginarme la expresión de su rostro ya me parto.

Ya tenía todo planeado, esperaría a que las cosas se complicaran y como un ángel llegaría el refuerzo, un inesperado refuerzo. Y ahora que lo analizo bien, París no está mal después de todo, España ya se había vuelto muy aburrido y este nuevo cambio me queda bien.

Los vi a lo lejos, vaya si son varios perros de la iglesia, mmm, pero no puedo seguirlos por detrás, me descubrirán y todo se iría al carajo. Joder qué hago. Me detuve a ver las calles, tenía que conseguir ir por los tejados, el problema era, oh una escaleras, sí, que bien a por ellas.

Subí y como me lo había propuesto los seguí desde las alturas, seguro de que no me notaran, al menos esperando que entre ellos no hubiera un maldito condenado, de todos los perros de la iglesia era a los que más detestaba, ¿traicionar a su propia gente? ¿qué mierda era eso?, yo me enteraba de que se me cambia de bando mi sangre y me lo cargo, no tolero a esa clase de seres. Pero en fin, dicen que sólo Dios a de juzgar.

Me adelanté un poco, ellos caminaban con sigilo yo no tenía porque, oh pero que ven mis bellos ojos azules, ¿una niña los conduce?, fijo es una maldita condenado, una vampiro posiblemente, no encontraría lógica sino lo fuera, digo, de que se trata. Ay coño, no me digáis que sólo se trata de un entrenamiento, joder ya me cabreó todo esto, no importa, si acaso es lo que ya supongo, os arruinaré la noche y a mi fuente la, la, ya veré que hacer con él. Por el momento estar al pendiente de la situación, lo posible sea que improvisaré algo.


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Mensaje por Kwan Chung-Ho Lun Ene 28, 2013 5:45 pm

La noche había caído sobre sus ojos sin el notarlo, estaba acostado en una pequeña y mugrienta cama, aquella cama en donde había pasado los meses que parecían trascurrir con una lentitud peor que la de un caracol. Entrecerró sus ojos nuevamente, no deseaba volver a sentir el dolor que en esos momentos sentía en su pecho. Se pudo ver una mueca de dolor en su rostro distorsionado mientras buscaba dar media vuelta para ocultarse entre las tinieblas que comenzaban a alzarse alrededor de el.

Había sido maldito el día que había sido engendrado, no sabía porque, pero lo sabía, su vida estaba llegando a su fin, cada pieza de su cordura caía como piezas de un rompecabezas sin terminar, su historia no seguiría mas, pues no había más nada que contar, había quedado un continuara que pronto se debería dar fin. Se le vino a la mente su mejor amigo: Choi… ¿Al menos el sería feliz? Había escuchado por malas lenguas que había encontrado el amor en la niñera de Adam, aquella misma que Kim había utilizado para comunicarse las primeras veces. Frunció el ceño, tal vez Choi siempre había estado enamorado de Kim, por esa razón estaba tan interesado en mantener a Adam cerca de él. –Estas pensando mucho Kwan- se dijo a si mismo mientras se levantaba de golpe por el mismo pensamiento que había llegado a su pobre mente.

Había algo mal…
Pudo sentirlo en el viento que llegaba a su habitación, frunció el ceño notablemente al mismo tiempo que sus pasos lo guiaban hasta aquella arrugada camisa que tenía en una silla de madera vieja y desecha. Aquella silla tambaleo mientras los pasos del cazador lo guiaban hasta un pequeño armario en donde guardaba a sus amadas armas, en esta ocasión busco una ballesta que la coloco detrás de su espalda, y una espada que siempre lo acompañaban. Tenía otra arma, esa sería una de las más importantes, toco la parte trasera, en donde había una correa que sostenía la espada y además una bolsa de cuero negro. Los sonidos de una persona corriendo por los pasillos lo alertaron, rápidamente alguien toco su puerta y el abrió mirándolo de reojo, era el dueño de la posada, él sabía muy bien que él era un cazador y aunque no hablaba bien Francés se podía defender. Le había entregado una carta que le decía que debía estar pronto en cierto lugar, firmaba una joven llamada Selene que venía de la inquisición, decía que Choi necesitaba un remplazo y que lo había elegido a el –Iré a afuera - indico suavemente –que todos se mantengan alejados de las ventanas, puertas- ordeno, el viejo hombre de unos ochentas años asintió temblorosamente mientras Kwan salía de su habitación.

Pudo ver la luna en lo más alto de su esplendor, parecía que todo el cielo comenzaba a tener una imagen rojiza, el era un asiático que sabía muy bien ciertas leyendas, aquello era mal augurio, aunque debía admitir que no era de aquellas personas que le importaba mucho lo que dijeran unos viejos hace mucho tiempo. Dejo salir un bufido para luego caminar hasta llegar al pequeño establo en donde estaba su fiel amigo; un hermoso caballo de raza frisón, que había venido con él. Se veía agitado, rápidamente Kwan se acerco para poner sus manos en aquella gran cabeza negra que se tranquilizo en el acto y acerco a frente para escuchar atentamente las palabras de su amo y amigo nae chingu jinjeong (Tranquilo Amigo mío)- el solamente entendía coreano ningún otro idioma podría llegar a comprenderlo. El animal se tranquilizo mientras Kwan guardaba algunas cosas en una bolsa que estaba en su montadura. Se monto en el saliendo del lugar dejándolo a galopes rápidos.

Aquel animal siempre había sido uno de los mas rápidos, pronto estuvo lejos de toda civilización, parecía que pronto iba a poder volver a la vieja posada, en realidad poco le importaba trabajar para la inquisición, había aprendido que si una persona está en tu misma causa, no se debía criticar las religiones, eso también lo había aprendido Choi, quien en realidad era un Budista como Kwan, pero una persona más sumida en buscar una verdad que nunca se le seria rebelada. Se bajo del caballo cuando vio una luz tuene pasearse por sus alrededores, los inquisidores estaban cercas, acaricio al caballo para luego darle un beso en su hocico dangsin-eun yeogi nam-aiss-eul geos-ibnida (Te quedaras aquí)- indico para luego acariciarle su melena y dejarlo en medio de un camino, un lugar perfecto en donde no le sucedería nada malo. El animal se veía preocupado, tal vez el sentía lo que iba a venir, pero Kwan ignoro todo las señales y siguió hacia adelante hasta encontrarse con tres personas; una mujer y dos hombres. Miro a la mujer y frunció el ceño, parecía una condenada, no porque se veía en su rostro o fuera algo diferente a ellos, era más el sexto sentido desarrollado por tantos años –Buenas noches…- dijo en su mal francés para luego cruzarse de brazos y mirar como todos comenzaban a caminar, miro hacia donde había dejado a su amigo, aun se podía oír algún que otro suspiro de él, entrecerró sus ojos para luego seguirlos como habían ordenado en la carta.


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Mensaje por Camile Avery Lun Ene 28, 2013 9:26 pm

"Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más,
pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida"

Arthur Schnitzler

Killer Bee también había recibido la orden para asistir a la redada de Selene, una total desconocida para la inquisidora. El crepúsculo era rojo, como una señal al infierno que se desataría.

La inquisidora se preparó como era debido, con sus balas de plata bañadas en diversos venenos, paralizadores o los mortíferos. Con sus dagas y varias estacas bendecidas. Vestía cómodamente, con sus pantaloncillos, sus botas, su blusa y su chaqueta.

Caminó hasta las calles, al punto de reunión. No le gustaba dejar sus caballos a la interperie sobre todo si en las cercanías se libraría un combate. Killer Bee estaba perfectamente mentalizada, escuchó que muchos inquisidores se reunirían, lo que significaba que sería algo muy grande lo que harían.

Visualizó las luces al doblar la esquina de una tercera calle que había tomado, estaba tan solo, como si todo estuviera preparado, como si se encontraran ya en el campo de batalla, como si se quisieran evitar daños colaterales, y eso le pareció muy extraño a Killer Bee, - está demasiado tranquilo, no puede ser coincidencia que estén tan desoladas las calles, algo anda mal - pensó, la noche caía y se alzaba la luna, una brillante y luminosa luna llena.

Llegó, ya estaba Hayden Vaggö, la única persona que reconocía en aquel lugar, éste le sonrió, y ella, desvió la mirada sin inmutar su expresión seria. Miró a la bruja, era una niña y la desconfianza en ella creció aún más. No importaba, Killer Bee estaba lista, lista inclusive para las sorpresas.

Hayden hizo un comentario, tenía razón. De hecho era lo mismo que pensaba Killer Bee, era un error que una niña, aunque fuera bruja, aunque tuviera un poder como el de Crystall, que Killer Bee no sabía, no tenía la madurez suficiente, el liderazgo para dirigir a tantos inquisidores de los que muchos incluyéndola preferían trabajar solos, lo que hacía a un líder un difícil trabajo de organización. Pero Killer Bee no dijo nada, y cuando comenzaron a caminar ella también lo hizo.

Y dirigidos por una lampara, los inquisidores fueron conducidos hacía el bosque.


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Mensaje por Leto Radamanto Mar Ene 29, 2013 1:05 pm

"La seguridad es mayormente una superstición"
Helen Keller

Leto salió de la catedral bajo su apariencia de monje, con sus manos cruzadas y dentro del habito. Por la mañana llegó al punto de reunión, donde en la noche llegarían los inquisidores.

La orden de Leto era sencilla, vigilar la misión y cubrir la espalda de Killer Bee, la consentida soldado del Papa. Leto no tenía ningún problema por lo segundo y aun la inquisidora no había notado nunca su presencia, algo le decía que aquella noche lo haría. Aunque, por supuesto bajo la apariencia lobuna no lo reconocería como hombre.

A lo largo del día dio cuatro vueltas alrededor del punto de reunión y cuando se acercaba el crepúsculo se percató de lo vacío que lucían las calles, en la mañana estaban muy transitadas en cambio ahora, parecía un pueblo fantasma.

El crepúsculo era rojo y un recuerdo le llegó a Leto, él no era supersticioso, sin embargo, le parecía un augurio. La última vez que había llevado a cabo un ataque, aquellas nubes rojas del sol que se iba, salió maldito. El día de hoy también sería luna llena y Leto se inquietó. No sentía que estuvieran seguros en ese lugar, aunque era absurdo, las fuentes aseguraban éxito.

Leto se encontraba lejos cuando la luna llena se alzaba y es que ahí estaba el motivo de haberse vestido con habito, no los seguiría como hombre. Retomó la dirección al grupo de inquisidores. Sus ojos aún no los miraba pero sus voces como susurros ya eran captados por sus sentidos aumentados. Los vio y se detuvo, se subió a un tejado y ahí dejó caer el habito mostrando su desnudez a la luna llena, a su confidente.

Leto dio unos pasos al frente y la transformación comenzó a darse. Se escucharon los crujidos de huesos al romperse, estirarse, Leto cayó a cuatro patas, las orejas le crecieron y nació el hocico lobuno. Cuando el gran lobo gris había tomado posesión del cuerpo de Leto cayó su aullido.

Aún siendo una bestia, Leto poseía un atisbo de consciencia, o más bien como un fiel perro que sabía a quién no se atacaba... Inquisidores. Y todo gracias a los años de entrenamiento en la inquisición. Si, habían sido años de tortura para su cuerpo, pero la satisfacción de semi autocontrol, había valido la pena, todos esos sufrimientos no habían sido en vano. Había aprendido a identificar el olor de los inquisidores, la fragancia bendita con la que se cubrían. Era por eso que aquel que no poseyera esa fragancia el lobo sería bestia y actuaría como tal.


Última edición por Leto Radamanto el Sáb Feb 16, 2013 3:53 pm, editado 1 vez (Razón : Ajustar una observación del líder.)


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Mensaje por Selene Ladomie Sáb Feb 02, 2013 7:42 pm

En el infierno hay entereza...
pero en el sigilo de la noche se esconde la muerte



No se fiaban de ella...y la desconfianza se podía palpar en el ambiente como si fuera aire. Como las emociones de un fantasma díscolo. Como algo que se pudiera tocar. Y no solamente porque la muchacha fuese una condenada, no. Selene lo notaba. Aunque no podía leer mentes (que ojalá pudiera, la pelirroja lo había deseado un montón de veces a lo largo de su corta vida) sabía leer expresiones, y notaba a veces ciertas cosas, ya se sabe que cuando se tiene cierto manejo de la empatía se puede notar ciertas cosas que no notan los demás, aunque no seas como dicen de quién está arriba, omnipotente...pero una no era tonta. De todos modos, ya estaba más que acostumbrada a esa desconfianza, era algo que había notado todos los días a lo largo de aquel año y a lo largo de su vida, así que simplemente frunció el ceño y giró la cabeza para mirarles. Qué ganas tenía a veces de mandar al mundo entero al carajo y salir corriendo a los bosques cual criatura salvaje de los bosques...¡qué divertida iba a ser aquella noche! ¡Ay, si ellos pudieran leer mentes! Ay, si pudieran!
-¡Hable más bajo, por favor! ¿Es que queréis que nos oigan?-le dijo al inquisidor que había cuestionado su capacidad cómo guía de aquel grupo, llevándose una mano a los labios mientras se iban abriendo paso entre vegetación y demás cosas que había en aquel curioso lugar. -Hay peligro por todas partes...nunca se sabe cuándo puede estar acechando algún peligro, alguien que tenga más voz, más ojos, más oídos...-fue bajando la voz y llevándose un dedo de nuevo a los labios en señal de advertencia. Tal cómo había dicho una de las inquisidoras, la famosa "Killer Bee", algo andaba mal, por eso lo más acertado sería andar y hablar en voz baja. Con más sigilo. Entre las sombras. Curioso era que todo aquel grupo fuera mayor que ella, sí. Pero también era curioso que hubiera sido supuestamente ella quién hubiera encontrado la "información", el lugar y todo lo demás.
Aferró con más fuerza la lámpara que tenía entre sus manos. Lo que ellos no sabían es que la luz de la lámpara estaba sacada de una de las pequeñas especialidades de Selene...pero eso era algo que verían más tarde, cuando encontrasen algo y ella "accidentalmente" dejara caer la lámpara, que brillaba cual estrella sigilosa en la noche, cayese al suelo. Así que siguieron caminando hasta llegar al lugar al que tenían que llegar.
Y entonces llegó alguien más, saltando, un enorme lobo que se unió a su grupo. Otro condenado. La de condenados que había últimamente, la Iglesia andaba reclutando cada vez a más sobrenaturales. Más traidores. Selene le miró por un instante, pero luego volvió a mirar al frente, conteniendo sus ganas de rodar los ojos...la de triste que le ponía darse cuenta de lo que ocurría. De tejado en tejado, cual criatura nocturna que debe encontrar a un grupito pequeño en la oscuridad.
No dijo mucho más, no le dio tiempo. Se estaban acercando hacia dónde tenían que llegar...pronto tendrían que esconderse. Buscó con la mirada para ver si encontraba a algunos de los que esperaban por allí, no vio a ninguno, no sintió a ninguno, pero Selene sabía que estaban cerca ya. Más cerca de lo que parecía. Volvió a echarle una rápida miradita al grupo de inquisidores que la seguía, cómo si quisiera asegurarse de que seguían allí y no había ido directamente a por ellos. Luego volvió a mirar al frente, acechando en la oscuridad y levantando de vez en cuando la lámpara para así poder ver mejor lo que tenía delante de las narices.
Y la vio. Sí, la vio. La casa abandonada, y sus alrededores. Ya estaban llegando...la muchachaa alzó la cabeza de golpe y sintió deseos de toquetearse la daga que llevaba en la pierna, bien clavada en el muslo...pero no lo hizo. En algún momento tendría que sacarla, y lo sabía.
-Estamos llegando...deben de estar por aquí cerca...¡que no nos vean! Deberíamos entrar por la parte de atrás...o por arriba...allí no nos vería nadie-comentó en la misma voz baja en la que había hablado antes. Sabía bien lo que hacía. Sí...estaban allí...dentro. Cuando se acercaron lo suficiente se paró, apagó la lámpara, y se giró.
-Por lo que averigué la semana pasada...se reunirán en aquel lugar...y no creo que anden por el otro lado...-dijo vagamente, lo cual no era cierto del todo. Deberíamos esperar a que salgan para atacar...simplemente esperar...no creo que quede mucho.-dijo la pelirroja con una sonrisita. Se suponía que desde aquella zona no se les venía. Pero desde la cabaña...y Selene recordaba perfectamente todos los detalles de su plan. Les atacarían. Y a ella también le atacarían, o al menos tendría que fingir que era atacada. Era todo tal cómo se había acordado.


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Mensaje por Ignazio de Saboya Vie Feb 08, 2013 4:06 pm

Como había llegado Ignazio a la organización, pues muy fácil, siguiendo a una de sus sobrinas quien era parte de questa corporación, la joven le había presentado al líder, un aristócrata como él – claro como yo cuando aún conservaba el título de Duque hacía ya varios siglos – pensó mientras aceleraba el paso y se internaba en el bosque. Había llegado a Paris desde Saboya, siguiendo la pista de la familia de su esposa, se había enterado de la matanza de sus descendientes en Turín y de que solo una mujer parecía haber sobrevivido. Grande fue su sorpresa cuando al encontrarla en Paris, luego de meses de búsqueda y de espiarla, la pudo tener casi enfrente de él, separados solo por unos metros, era la viva imagen de su amada Giulia, como si hubiera burlado la muerte, o ese maldito sortilegio que le echara encima 210 años atrás se rompiera por encantamiento al encontrarla nuevamente. El corazón se le había desbocado, estuvo a punto de correr a sus brazos y besarla con locura, cuando vio a un hombre que la tomaba en sus brazos y le daba los besos que él tanto deseaba.

El solo recuerdo lo trastornaba, ese personaje era un inquisidor, que en más de una ocasión había tenido la mala suerte de cruzarse en su camino, y ahora sus informantes le decían que se convirtió en traidor a la inquisición, abandonado todo por su sobrina Nieta “Chiara” y que no podría tocarle ni un maldito pelo – hijo de… - masculló mientras se dirigía apresurado al punto de reunión en el que se suponían tenían que encontrarse, las horas se le habían pasado como agua y la noche le caía encima como una espada de Damocles ya que en cualquier momento la transformación se produciría y no podría llegar a tiempo, volvió a maldecir mientras se escabullía por los arboles de rama en rama. Logró llegar a último momento, en su recorrido por las copas de los arboles había podido ver un grupo de no mas de cinco o seis personas que se acercaban al bosque –seguro inquisidores – se dijo en voz baja, le había parecido que a dos de ellos los reconocía. Tocó a penas la puerta y entró.

- Buenas Noches, disculpen la tardanza – se presentó, sonriendo socarronamente, en verdad le importaba un cuerno si les molestaba o no, posó su mirada en cada uno de ellos, dos lycán y tres vampiros, tuvo que hacer un gran esfuerzo para no maldecir en italiano y mandar al diablo a los hijos de la noche que estaban presente, eran una clase de seres que detestaba y más ahora cuando recordaba que su dulce niña casi había sido asesinada por congéneres como ellos. Hizo una reverencia - señor Boussingaut aquí me tenéis como acordamos, ahora debo decir que los enemigos están casi al caer, espero que estén preparados y que me dejéis un poco de diversión – estaba a punto de largar sus conocidas carcajadas, pero se contuvo sabía que debía mantener el silencio para poder realizar el ataque sorpresa. Se acercó al líder y le dijo en voz baja, - los enemigos vienen con un lobo, fijo un maldito traidor, sugiero que estéis atentos -, luego se alejó, dirigiéndose a un rincón pasó por delante de una mujer, ésta se encontraba lista para la transformación, sin decir más se comenzó a desvestir, tampoco tenía pudores y si sus congéneres no eran quisquillosos no comenzaría con esas nimiedades él. Acababa de quitarse la ropa cuando se transformó en un enorme lobo gris, se echó a esperar que los demás decidieran que hacer, el apurado no estaba, tantos siglos vividos le habían vuelto un lobo que dejaba que las situaciones se presentaran y les daba solución en el momento.


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¿Podrá el tiempo borrar un amor que pareció eterno?

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Mensaje por Tiare Dom Feb 10, 2013 12:02 am

"Nadie se hace malvado de repente"
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Las conversaciones de inquisidores habían llegado a los viejos oídos de Tiare como si se encontraran a la vuelta de la esquina. La soberbia hija de los milenios se decidió a seguirlos. Le había llamado la atención los pensamientos de desconfianza que se dirigían a la joven guía, que no hacía mucho en dejar de pensar en la emboscada que ella orquestaba en contra de los suyos. Una traidora y eso se le antojaba un esplendido espectáculo.

A ella poco le importaba si todos los inquisidores perecían en esa noche de luna llena, lo interesante sería cómo se las arreglaría la tal Selene para que la inquisición no relacionara el ataque con una traición de su parte. Y quizás Tiare le ayudara a desviar la atención y liberara la investigación sobre la bruja, claro, si ésta se da al fastidiar el plan Selene.

Tiare mantuvo la distancia a un kilómetro del grupo, asegurándose que la joven bruja no la detectara o podría peligrar su objetivo, por dos simples razones, entre en nerviosismo al desear que Tiare no leyera su mente o lo peor para ella, fastidie a Tiare y ella misma la asesine por su idiotez, sea como fuere, no sería detectada o infringiría dolor por medio de su mente a quien la oportunara, después de todo sólo era una espectadora y nada más.

El grupo había llegado al fin al bosque, escuchaba sus pensamientos, ahí estaba la cabaña donde todo iniciaría. Tiare apresuró el paso rodeándoles, vio un lobo de la iglesia y un interesante hombre que jugaría con el grupo, a Tiare le interesó aún más. Sintió curiosidad de ese tal Nicolei, quiso invadirlo y usar su manipulación de memoria para saber más de él, para indagar por su mente, una mente enferma y divertida según Tiare.

Una vez en el bosque subió a un árbol con gran pericia, desde lo más alto de la copa vio al grupo dentro de la cabaña, así como a los inquisidores y a la bruja, una bella niña de cabello rojo. Era una dulzura a los ojos de Tiare, se le antojó no sólo como alimento, sino como amante. Aquel rostro blanco le recordó a su primer amante, aquella mujer que poseyó a la fuerza, en una violación sádica y dolorosa. Y aunque Tiare tomaba lo que quería, admitía que aún era una niña y respetaba esa edad, los corazones jóvenes no resistían la avidez con la que Tiare bebía.

Se mantuvo pendiente a toda la situación, el lobo inquisidor había sido detectado por un hombre dentro de la manada que emboscarían a los inquisidores, reunidos se encontraban lobos y vampiros, una combinación interesante y que la hija de los milenios sabía que no terminaría nada bien, la lucha de egos florecería si los inquisidores resultaban más hábiles, ya deseaba Tiare escuchar a las vampiresas culpar a los lobos por su torpeza o viceversa si fracasaban.

Y estaba los inquisidores, un joven llamado Hayden enamorado de la presente y vanagloriada Killer Bee, ay que tragedia que ella no mostraba interés en él, luego aquel lobo guardián de Killer Bee, el cazador Kwan con una promesa de por medio, maldita sea, odiaba a los orientales, -Sí ese grupo de lobos no matan a ese oriental... lo haré yo - pensó Tiare irritándose.

Oh, y Nicolei, el hombre que se haría pasar por su hermano gemelo un desertor llamado Ruggero. Ay, que espectáculo podría formar ella con esos dos hermanos, y en Tiare crecía el deseo de tomar a ese cazador, no permitiría que le pasara algo, destruiría a quien sea que le pusiera una mano encima, lo haría porque ese hombre se había convertido en su capricho.


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Mensaje por Emerick Boussingaut Mar Feb 12, 2013 11:59 am

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"La lucha por el derecho es la poesía del carácter."
Rudolf von Ihering


Saludó también a quienes iban llegando con una leve reverencia mientras se sacaba la camisa y Esther le respondía de aquella forma que él ya esperaba. Debía reconocerlo, le agrada picarla; era la típica loba orgullosa y de mal carácter, que encendía tan rápido como la yesca seca con una chispa de fuego. Fue por eso mismo que sonrió de costado al verle desnudarse del mismo modo que lo hacía Ignazio, ambos sin ningún tipo de pudor, a pesar de estar frente a frente a sus ahora compañeros, pero grandes enemigos de antaño, los vampiros. Emerick apenas se había sacado la camisa, había alargado el momento para ver lo que hacían los otros dos lobos y, cuando ya tuvo a ambos desnudos, como si fuese un pequeño niño, se rió.

Estúpidos exhibicionistas — rió a carcajadas y, tomando su camisa por encima del hombro, se marchó a la habitación contigua para desnudarse en la más absoluta privacidad.

Dejó de todos modos la puerta abierta, deseaba mantener la comunicación abierta, escucharles y ser escuchado, aún a pesar de los gruñidos de protesta que seguramente lanzarían aquellos dos ya desnudos. Ahí se sacó los pantalones, mientras pensaba en la comodidad de sus compañeros, sabiendo que quizás sería mejor enviar a la mujer con otra mujer y al hombre con el... medio, casi, hombre.

Misses Karvel, vos os haréis cargo de la loba de buenas caderas. Mister Jaejoong vos vigilaréis al lobo de pecho velludo — rió por lo bajo — Y vos, Miss Luna, de mi os encargaréis. Ya todos sabéis lo que debéis hacer; tened cuidado con Selene, la pelirroja, no le lastiméis aunque os aseguro que no será necesario pues ella sabe defenderse bastante bien. Cada uno de vosotros los vampiros intentaréis desarmar a un inquisidor; Loviise se encargará de Killer Bee, tened cuidado con sus balas de plata, según me han informado éstas también tienen veneno; Hero se encargará de Vaggö y Venus del reemplazante asiático, lamentablemente de él no poseo mucha información, sin embargo de los otros puedo decir que ninguno es zurdo, por tanto podrían sacar partido de su flanco izquierdo. Que sea sólo una pasada para limpiar el camino a los lobos y distraerles para que reciban su primera mordida.

Respiró profundamente y estiró su cuerpo desnudo antes de mirar por la ventana y ver el resplandor de la Luna asomarse en el horizonte como el enemigo temido que realmente era. Ese astro inevitable que alguna vez llegó a pensar que podría esquivar corriendo toda la vida, sin parar de un lado del mundo hasta el otro, en donde no le afectara la fase lunar, pero claro, aquella no sería vida. El primer espasmo se hizo presente y entonces supo que los otros licántropos también lo sentirían, pero no estuvo seguro si así lo harían los vampiros.

Es hora, estad alerta... Larga vida a la Alianza... Por la libertad de nuestra gente — dijo con voz fuerte y clara, aún a pesar de haber sido cortado por la luna.

Los vampiros se protegieron en la altura, sabían que en sólo cosa de segundos estarían en al compañía de una verdadera horda de bestias salvajes, las mismas que saldrían por si solas al sentir la cercanía del aroma de los humanos, quienes venían y se acercaban a cada paso y cada segundo que restaba también a una dolorosa transformación. Y la primera franja de luz plateada apareció brillando en el horizonte, con un fulgor implacable que hizo vibrar y sacudir a esos cuerpos desnudos y frágiles, en dónde todos los órganos saltaban extasiados por el cambio y el dolor; crecían, palpitaban y se agolpaban los unos contra los otros, amotinándose en contra esa condenada existencia humana. Una respiración constipada, un hipeo espasmódico y un gemido de dolor entrecortado por las cuerdas vocales a medio desgarrar.

Emerick cayó al suelo, quizás del mismo modo como hacían los otros dos, totalmente rendido y sometido ante el satélite redondo e iluminado que se alzaba glorioso de entre los montes para reclamar sus sacrificios. Gealach voló de uno extremo al otro del cuarto que parecía de tortura y el Duque temblaba intentando aferrarse desesperadamente a un poco de suelo, a ese poco que le quedaba de vida, de conciencia y misericordia. Todos sus músculos se contraían tan rígidamente que parecía que un gran calambre se hubiera apoderado de su cuerpo, la sensación era parecida e igual de desesperante. Las encías se inflamaron hasta reventar de forma sangrienta, para dar paso a la nueva y letal dentadura.

Y la Luna seguía engrosando, llenándose en el horizonte hasta completar un semicírculo, mientras el cuerpo masculino dejaba de ser un hombre para estirarse y alargarse de forma amenazadora hasta llevar a los nervios y la piel a su máximo de elasticidad y dolor silenciado por esa garganta destrozada que ahora se reformaba desde dentro, convirtiéndose en otra, mientras sus uñas se rompían desde abajo para dar cabida a las nuevas garras asesinas. Tronco, hombros, extremidades y mandíbula, todo parecía ajeno al hombre al que alguna vez habían pertenecido, pues ahora asemejaban más a una criatura amorfa de las novelas de terror, a la cual los músculos recién comenzaban a recubrir para darle una nueva forma, la forma de un asesino. Y la piel blanquecina, relucía pálida ante el reflejo siniestro de la luna, y los poros se abrían como millares de bocas hambrientas de matanza, dejando escapar a ese nuevo pelaje nacarado que le recubría desde el lomo hasta las patas como el toque final de aquella obra maestra de poder y destrucción.

Hubiera aullado de ser otro el momento, la bestia estaba completa, pero también las presas cerca, podía sentirlas, podía paladear su aroma en el interior de su fauces sedientas. Los humanos estaban cerca, e instintivamente, como un lobo hambriento por la energía consumida en aquella reciente transformación, se abalanzó hacia el cuarto contiguo en donde estaban los otros dos lobos y también los vampiros. No hizo falta la inteligencia humana, ni la comunicación de una manada para que el lobo blanco fuese seguido. Así fue como salió por la ventana rota y se coló entre las oscuridad de los bosques, rodeando sigilosamente a su enemigo, aún antes de que estos dieran con la ya abandonada casucha. Tampoco hizo falta una señal astuta, sólo basto que aquella lampara se apagara para dejarles aún más a oscuras y así presentarles el momento propicio para atacar, y entonces... corrió hacia ellos.




"El hombre es un lobo para el hombre."
Thomas Hobbes

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Mensaje por Invitado Mar Feb 12, 2013 2:01 pm

La desesperación de encontrar a seres demasiado inhumanos a mi alrededor, me hervía la piel de sentirlos cerca, tan fuertes, tan poderosos. Sus auras me inhiban y con ello me iba un poquito mas al fondo. Mirando a quienes entraban mientras ladeaba suavemente el rostro y con una dulce sonrisa escuchaba lo que decían y sus acciones, riendo bajito mientras mis manos cubrían mi boca para no estallar en risa. Se estaban desnudando frente a mi! Malditas bestias desagradables, no quería verles todo el cuerpo! Pero tenía que tranquilizarme y ya cuando llegó al fin el último lycan, esperé las indicaciones fielmente.


"Espero que sepas lo que haces hermoso lycan de ojos azules. Nos llevas a la gloria o a la muerte? Sobreviviremos esta noche? O será la última y primer misión para nosotros? Si es así, espero que los demás sigan adelante"


- Ese sois vos, no? Veo que os habéis afeitado bien. Me sorprende que no tiréis para el otro lado... Mmm hahaha, ya, os prometo dar lo mejor de mi Monsieur...


Y al final, fui dirigiendo mi mirada al otro lycan que efectivamente era algo barbudo pero no por ello era desagradable, mas bien todos eran ligeramente bellos en lo que podía decir de la especie. Me quedé relativamente cerca del lobo que me habían otorgado para guiar, y con una sonrisa dejé que mi don de manipulación de emociones saliera a flote. Solo para asegurarme que aquel tipo se sienta contento a mi lado y que por ninguna razón quisiera atacarme. Solo precaución, después de todo, nuestras especies compartían odio por naturaleza.
Ya al terminar de efectuar aquel pequeño movimiento, miré nuevamente al líder y asentí, ya me habían mostrado una imagen de aquel hombre, cabellos marrones, algo cortos. Mirada alusiva y extremadamente carilindo. Sería una lástima tener que golpearlo, pero por suerte era un humano y tendría ventaja, aunque no por ello estaba relajado, todo lo contrario. Tenía mucho miedo. Emerick al parecer había pensando bien en como utilizar a un neófito. Ya que probablemente si me hubiese mandado con otro no podía concluir la misión.

-Mordida? Sabéis que si los muerden podrían convertirse no? Hay que tener cuidado, no queréis que se conviertan en lobos. O si?


Pero al parecer las respuestas no pudieron llegar a mi, la transformación estaba muy pronta a suceder y con rapidez me había puesto a una distancia prudente, bien en la altura, esperando a que todos se terminaran de transformarse. Sabía que ninguno tenía consciencia, y había que guiarlos como un si fuesen un perro al perseguir un hueso. La sensación en la pequeña casilla era muy muy espesa, como si el aire se pudiese agarrar con las manos, la vista era un horror. Nunca antes había presenciado algo así y daba gracias al cielo haber comido hace poco, pues la sangre de las bocas y la piel que se iba mostrando, me abría el apetito completamente. Se notaba una sangre tan deliciosa, que clavarle los colmillos sería un manjar. Pero no debía distraerme. Tenía que enfocarme en la misión.

Allí desde donde estaba empezaba a poner un perfume de aroma neutro, para disipar nuestra esencia vampirica. Bañando con todo lo que me daban las manos, para terminarlo antes de que ellos se transformaban y luego, dando varios pasos atrás, empezaba a limpiarme. Me temblaban un poco las manos y mirando a los lados, buscaba algo de reconforte, uno que no encontraba y solo pude pensar en "él" para que todas mis auras se tranquilizaras.


"Venceremos, venceremos por que quiero tener una vida digna, quiero luchar por una divina libertad, en la cual poder estar junto a mi vampiro sin temor a que nada nos pase. Por ti, por mi y por ellos. Aclamo esta guerra como mía"


-Ah! Los malditos lycanes están a punto de atacar, vamos, todos por arriba y cada uno al vuestro. El mio huele como humano y es hombre, lo primordial y sacarles las armas, incluso a la condenada. Vamos, por la alianza.


En un susurro firme empezaba a ir por la ventana y por el costado, siguiendo al lycan que me habían otorgado, en lo que también buscaba al inquisidor que tenía que desarmar, oliendo, buscando pólvora, olor a metal, quería saber que tenían y al mismo tiempo también palpaba mis cosas. Acomodando los pack de medicina en la parte trasera, en lo que sacaba mi arco y flecha, era una de las pocas cosas que sabía usar. Pero intentaría dispararle desde lo alto, para que los lobos no sean encontrados, quienes iban bien cuerpo a tierra en busca de buena comida. Y así esperé la primer señal. Para que desde escondido entre las ramas, por debajo de donde estaba mi lycan, empezaría a tacar.


Última edición por Hero Jaejoong el Vie Jul 05, 2013 11:29 am, editado 1 vez
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Mensaje por Loviise L. Karvel Mar Mar 05, 2013 3:30 pm


“La loba de buenas caderas.” —La vampiresa sonrió divertida ante la descripción por parte de Emerick, mostrando sus dientes relucientes como la luna, y asintió, dando por entendida su parte correspondiente de la misión. Ya había oído hablar de la tal Killer Bee (¿por qué ese apodo?—se preguntaba), rumores que circulaban entre algunos vampiros y demás seres sobrenaturales con quienes había tenido el placer de relacionarse en alguna ocasión. Todos la retrataban como una creyente acérrima que no atendía a razones, temeraria y temible a partes iguales, era un reto que estaba encantada de asumir. Apostaba a que Killer Bee formaba parte de ese grupo de inquisidores que basaban su crueldad en la ignorancia y su obcecamiento absoluto en la creencia de un dios rencoroso. ¿Quién querría creer en un dios así? Un resplandor de macabra decisión brilló por un instante en los ojos sedientos de Loviise; ella se encargaría de que viera lo que es bueno, se decía.

Apoyada en un muro, con los brazos cruzados sobre el pecho, contemplaba distraída la salida de la luna, plateada, impoluta, tan perfecta y magullada como ella sola. A su espalda, los gruñidos se intensificaban y pudo escuchar cómo los tejidos se desgarraban, produciendo un ruido terrible, pero no peor que aquel horrible hedor que los licántropos emitían durante el proceso de transformación. No pudo evitar mirar al panorama que se abría tras de sí, no sin cierto espanto. Aquella fiesta de sangre, desgarramientos y gritos contenidos era algo a lo que le iba a costar acostumbrarse. Instintivamente se llevó una mano a la nariz, tratando de resguardarse de aquel olor en la dentro de lo que cabía, aunque acabó dándolo por imposible, y tampoco era su intención faltar el respeto a sus compañeros. A pesar de todo, no parecía un proceso para nada agradable.

Será mejor que salga a tomar el aire —musitó, y en un abrir y cerrar de ojos, saltó por un pequeño recoveco que simulaba una ventana con una agilidad casi felina. Aspiró una gran bocanada de aire y apenas anduvo dos pasos al frente cuando escuchó, a muchos metros, un murmullo de voces humanas, sus enemigos. Aguzó el oído, intentando discernir su posición exacta para dirigirse hasta allí. ¿Sería buena idea atacar en grupo? ¿Había, acaso, alguna forma de dividirlos?

Una suave brisa revolvió sus cabellos canosos. Permanecía impávida, de cuclillas, esperando a que los gritos cesaran. El hedor que desprendían los hombres lobos se fue normalizando hasta lo tolerable. Entonces asomó la cabeza por la ventana.

Están prevenidos, saben que estamos aquí. —Anunciaba lo obvio.— ¿Creéis que es buena idea intentar dispersarlos y atacar por separado en la medida de lo posible? Pienso que tendríamos más posibilidades y que Selene saldría sana y salva.



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Mensaje por Venus Anthea Luna Vie Mar 22, 2013 3:18 pm

Arqueo una ceja cuando los licantropos empezaron a desnudarse, ¿es que no tenía ni pizca de vergüenza y pudor? al parecer no, mas no era algo que a ella realmente la molestara y a decir verdad la única que diría algo o se incomodaría de estar ahí sería Venus, pero no estaba en ese momento, así que para ella era algo sin importancia.

A los pocos minutos las palabras de Emerick se hicieron escuchar por lo que asintió, al parecer a ella le correspondería cuidar de él y eso es lo que haría, aunque no le agradaba mucho el no saber nada de aquí se enfrentaría mas no dijo nada al respecto solo se mantuvo en silencio hasta que empezó el cambio con lo que al igual que Hero tomo su distancia de los Licantropos aunque no pudo evitar sentir cierta incomodidad pues aun cuando ella no era la "empatica" podía percibir un poco el dolor que ellos sentían y no era nada agradable lo que la hacía pensar que si para ella era incomodo para su gemela seguramente sería insoportable el ser tan sensible de "percibir" todo eso, no es que tuvieran un don mas o algo así solo que desde chicas, desde que eran humanas eran muy sensibles con los demás, por lo que salió del lugar encontrándose con la otra vampiresa quien proponía algo interesante - Podríamos hacer eso que propones mas en todo caso tenemos que herir a esa chica pues si llega sana y salva sabrán que nos ayudo y ya no nos servirá - menciono tranquilamente


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Mensaje por Esther de Le Santo Jue Mayo 02, 2013 11:20 pm

Esther observó a la mujer a la que habían dirigido la mirada cuando dijesen que se haría cargo de ella. Ladeó el rostro viéndole con detenimiento. Emerick se fue a la habitación contigua y ella quiso reírse -Niño mimado - dijo con una voz muy baja ante ese hecho. Le parecía divertido, pues dado lo que estaban por hacer no le importaba mucho mostrar su cuerpo desnudo cuando iban a verle transformarse en un lobo, y de algún modo, eso le parecía más revelador que verle de esa forma.

Nunca le habían gustado los vampiros, realmente debía ser la naturaleza, pero igualmente había conocido a más de uno y ya no parecía tener tanto problema con ello. Le sonrió antes de que en su cuerpo se hicieran presentes los primeros atisbos de lo que sería el cambio en su fisonomía. La mujer había salido 'Inteligente' pensó. Cada fibra de su ser se estremeció ante las punzadas que sintió a lo largo de su cuerpo. Los huesos removiéndose en su interior, sus largos cabellos azabaches cubrieron su rostro, que se desfiguró, del mismo modo que su cuerpo, para ir cambiando, de esa forma lenta que parecía una maldición para los de su calse. Acostumbrada a ello a estas alturas no iba a quejarse. La luna en su esplendor se había convertido en parte de su ser, de lo que era y no renegaría por ello.

Su cuerpo convulsionó y se movió de esa forma tan extraña, los sonidos que salían de sus labios se volvieron guturales, hasta que junto con toda su figura, se niveló en una especie de gruñido y estando cubierta de aquel pelaje oscuro, s emovió or la habitación, echándoles un vistazo a los vampiros. Pasó por la estancia hasta que observó con cuidado al otro licano que parecía esperando. Se dirigió a la puerta, que si bien estaba cerrada, era como si esperara, de alguna forma y en un raciocinio que se ocultaba en algún lugar de su mente, que aquellos la abrirían.

y si no lo hacían ya buscaría una salida. El aire que entraba por la ventana le decía que había una que podía usar. Con el temperamento que de por sí tenía, aquello no era complicado. Aún así, las ganas de irse encima de uno de esos vampiros era difícil de controlar, pero habiendo más de uno, su instinto solo le decía que lo dejara pasar.

Justamente su instinto le decía muchas cosas que como humano hubiese ignorado, como tal un presentimiento de algo que estaba sucediendo en ese momento y que le hacía ponerse inquieta. Esa noche, habia dejado a su hija, sin saber que el destino le jugaría una mala treta. Esa noche no era de fiesta, esa noche era de matanza, para un lado o para el contrario. Un baile de muerte, de verse en el umbral de la oscuridad.


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Mensaje por Selene Ladomie Sáb Jun 08, 2013 8:41 pm

La noche oscura era una gran amiga. Siempre lo había sido, y nunca dejaría de serlo. Selene sabía que el ataque estaba cerca, y temía tanto perder la oportunidad de atacar cómo de que la atraparan por detrás, entonces ahí ya se acabaría el ataque. Perdería toda oportunidad posible y el ataque se convertiría en una captura total. Era un temor que pocas veces permitía que la invadiera. Pero a veces lo hacía. De una forma absoluta y total. Horripilante.

Ceerca de ella había vampiros, licántropos...criaturas a las que estaba ayudando, en lugar de estar ayudando a las personas a las que se suponía que estaba ayudando. Selene tendría muy claro que saldría herida en aquella reyerta, el riesgo estaba muy claro, se descubriera o no su mentira, recibiría heridas, sufriría dolor, vería la sangre caer por su mano, por su cuello, por dónde la hirieran...sólo esperaba no caer en la inconsciencia. La noche era su manto...estaba perfectamente segura de lo que hacía. Selene no se arrepentía de nada. Absolutamente nada. Pero tenía la sensación de que quizás debiera lanzar el ataque cuanto antes...había algo que le decía que no les quedaba mucho tiempo para lanzarlo. Pronto llegaría la hora. Llegar sana y salva no era algo que le preocupase demasiado. Sabía perfectamente que podrían esperar lo evidente. Estaba llevando a los inquisidores a un destino al que no le habría llegado si pensase aunque fuera levemente de otra forma. Y ella jamás cambiaba de opinión, por mucho que tuviera la sensación de que los inquisidores a los que estaba guiando no se fiaran nada de ella...o al menos eso es lo que Selene presentía en algunos de ellos. Y era normal. ¿Quién se iba a fiar de una condenada? Y se fiarían menos de ella si supieran de su historial, al que normalmente solamente tenían acceso sus superiores.

-Ya estamos llegando...es por aquí. No andan muy lejos. Ni siquiera la noche puede ocultarles de sus más ocultas ignominias. Creo que deberíais ir preparando vuestras armas...pronto aparecerándijo mirando a sus compañeros. O más bien intentándolo, porque la luz mortecina de la oscuridad no les permitía ver demasiado. Un poco quizás...pero no lo suficiente. Pero ya iba siendo hora de atacar. Había más criaturas sobrenaturales que inquisidores, por lo pronto no tardaría en llegar la hora de que atacaran. Esperaba que lo hiciesen pronto, y bien.

!-Ya...ya...no podemos esperar más. ¡Es la hora!-!intentó meterles prisa. Por un mero instante se planteó la posibilidad de traicionar a la Alianza y ponerse de parte de los Inquisidores. Luchar con ellos cómo debería de ser. No cómo hacían otros. Pero...¿cuáles serían entonces las consecuencias? Le costaba mucho imaginarse el precio de semejante traición. Pero...¿acaso no era ya una traidora? ¿Acaso no valía la pena que lo hiciera? No. Había que atacar ya. Cuanto antes. No podían quedarse atrás... La pelirroja sacó su daga y apretó con fuerza y bien. Le hizo una señal a la oscuridad, allí adónde los miembros de la Alianza que estaban ocultos podían verlo, un gesto con la mano, que indicaba que ya era la hora de que se lanzaran al combate. No había más tiempo que perder. ¡Ninguno! ¡ERA LA HORA DE ATACAR, YA! La hora de la sangre, se acabó de esperas, Selene estaba hasta el moño de ellas. Tocaba pelear, y ya. Las danzas de la muertes, danzas de sangre que se cobran justicia de lo que jamás de los jamases debieron pedir. Era la hora del baile. De la danza de la sangre. La espera se iba a cortar ahora, y si Selene recibía las consecuencias de su combate por unos cuantos golpes, que así fuera. Si tenía que coquetear con la muerte en ésta batalla, pues que así fuera. Ya la ayudarían los de la Alianza cuando llegara el momento.
Así que...3...2...y...


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