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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Jules L. Allamand Lun Nov 04, 2013 7:04 am

Aún era noche cerrada cuando Jules dejó la llave de su habitación en el cofre lacado del recibidor de la casa de huéspedes donde vivía. La patrona estaba durmiendo igual que el resto de inquilinos, pero el cambiaformas ya había hablado previamente con ella y acordado que le pagaría por adelantado el resto del mes con la condición de que le reservara el cuarto. Si tenía que puntuar del uno al diez sus esperanzas de obtener un acuerdo satisfactorio en Marsella y no tener que regresar a esa pensión cochambrosa diría que menos tres; sabía que sus abuelos no serían fáciles de convencer. Se embozó en una gruesa capa oscura de viaje y se puso los guantes, al pasar frente al espejo ahumado del pasillo su reflejo le devolvió la figura de un caballero con el rostro algo crispado. Estaba nervioso, sí, pero no le gustaba demostrarlo y menos delante de François y el niño, aunque este último no se iba a enterar porque era demasiado pequeño. Sabía que sucediera lo que sucediera su amigo tenía más que perder que él, que siempre podía volver a París fingiendo que el rechazo de sus parientes no le importaba y resignarse a llevar la misma vida que antes. Pero Fran tenía un hijo, no tenía memoria y sus cimientos económicos no eran todo lo sólidos que deberían en su situación. Jules no sabía cuál era la situación de sus padres pero solo los había visto una vez y no congeniaron bien: ellos pensaron que el rubio era un pervertido demasiado mayor para su vástago y el roedor que aquella pareja no merecía un hijo como el que tenía si iba a enviarlo a denigrarse a un burdel todas las mañanas sin ninguna sombra en la conciencia. Si tanto dinero necesitaban que se vendieran a sí mismos pero que dejaran al chico en paz.

Mientras caminaba sobre el empedrado húmedo rumbo al punto donde había acordado verse con el cochero oyó rechinar una persiana y supo que el panadero era otra ave nocturna que ya se ponía en marcha, así que lo saludó inclinando la cabeza y llevándose una mano al ala del sombrero al pasar junto a él con la solidaridad que da ser el único par de almas vivientes en medio del silencio y la oscuridad. Luego lo pensó mejor y volvió sobre sus pasos para comprarle dos bollos de su primera hornada, unos panes dulces redondos y turgentes como pechos de mujer recubiertos de azúcar. Con la bolsa de papel en la mano se metió en la diligencia y dio al conductor las señas de la casa de François, que le había pedido que se encontraran allí. Ese era para Jules el primer obstáculo a salvar, pues no estaba convencido de que sus padres le fueran a dejar marchar desmemoriado como estaba en un viaje como aquel con el mismo hombre al que suponían un aprovechado. ¿Y el niño? ¿Se lo habría contado? No sabía qué historia habría esgrimido como argumento para salirse con la suya pero efectivamente, tan pronto como avistaron su puerta, ésta se abrió dejando paso a la figura del joven. - Pare aquí. - Pidió el cambiaformas dando dos golpes con la mano en la portezuela. Luego la abrió y descendió para ayudar a su amigo a subir sin querer detenerse en saludos ni discursos mucho tiempo, ya tendrían rato para eso en el viaje.
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Mensaje por François* Dom Nov 10, 2013 2:24 pm

A través de mis ojos:
Las manos me tiemblan mientras termino de meter mis pocas prendas necesarias en una bolsa, en una extra guardo los regalos que durante todo este tiempo me han hecho diversos clientes, así como mis diarios, donde tengo apuntado todo lo que necesito para recordar cada día quién soy y a dónde debo ir, qué es lo que me mueve, por qué funciono. Los llantos de mi madre no ayudan a que me pueda concentrar, los gruñidos de mi padre tampoco son la mejor banda sonora para lo que estoy haciendo, pero no tengo más remedio.

Por favor, piénsatelo bien, no les debes nada, Fran. Esta es tu casa. — escucho cómo vuelve a repetir mi madre, casi como un mantra que quisiera hacer realidad, pero yo sé que no hay marcha atrás, lo saben mi mente y mi corazón, aun con mi problema lo tengo claro, debo irme.

Lo siento, mamá. — vuelvo a repetir, esta vez cargando las maletas hasta la entrada, donde las dejo en el suelo y me giro a mirarla, su rostro me rompe en mil pedazos, pero más aun me duele que no le replique a mi padre por lo que está haciendo. ¿Cómo puede un hombre ser capaz de dar la espalda a su propio hijo? Aquel que ha aceptado durante todo este tiempo venderse como una vulgar prostituta para poder traer comida a casa. Por un momento hasta he llegado a pensar que para él es un alivio deshacerse de mi, y que todo es una simple excusa para hacer lo que llevaba tiempo deseando, largarme de mi hogar.

¡Déjalo! Es un maldito desagradecido, con lo que le hemos cuidado todo este tiempo y él no pierde ni un minuto en largarse con esa puta y el mocoso que la niña rica le ha cargado encima. — aprieto los puños, conteniéndome para no dejar salir todo lo que da vueltas y más vueltas en mi mente, porque a fin de cuentas es mi padre y le debo cierto respeto.

No vuelvas a hablar así de Jules, él me ha dado mucho más que cualquier otra persona, es el único que está dejando su propia comodidad para ayudarme en todo esto.

¡Pero no le debes nada a ese niño ni a su madre! Fue por su culpa que enfermaste.

Un hijo se hace entre dos personas, y si lo viérais os daríais cuenta de que no se puede negar que sea mío. — o al menos eso es lo que he leído. Prefiero no hacer alusión a esa información que me han revelado en ese mismo día, como si no fuera suficiente con todo lo que tengo encima, además debo enterarme que mi problema de memoria es a causa de un engaño por culpa del padre de ella, no era el mejor momento para conocer la verdad, ni mucho menos. Escucho cascos acercarse, debe ser él que ya viene a buscarme, así que me acerco a mi madre para abrazarla, ella corresponde con fuerza y finalmente me suelta. Solo le dedico una mirada más a mi padre antes de darme la vuelta y coger mis cosas, saliendo de aquella casa. Lo último que escucho es el fuerte golpe de la puerta al cerrarse y en mi mente resuenan una vez más las palabras de mi progenitor: "Si sales por esa puerta ya no vuelvas, no serás nunca más hijo nuestro, serás escoria y como escoria tendrás que vivir cuando ese puto te deje en la calle."Lo siento...

Agarro mis maletas para ir corriendo hacia el carro y tenderle las bolsas a mi amigo, subiendo a este. Es la primera vez que lo veo, al menos ese día, así que para mi es un total desconocido, sin embargo no necesito preguntarle quién es ni tampoco requiero una confirmación, al mirarlo lo sé, es Jules, lo sé con certeza porque ha conseguido que el nudo de dolor de mi garganta desaparezca como si nunca hubiera estado allí. No ha visto lo que ha pasado con mis padres, no tiene ni idea de que para mi ese es un viaje sin retorno, pero tampoco se lo voy a hacer saber, me guardaré la pena todo el tiempo que pueda. Le dedico una sonrisa, a modo de saludo, de agradecimiento y de mil cosas que no soy capaz de definir.

Hola...— termino por susurrar, agachando la mirada, algo avergonzado. Tengo las manos frías así que me las agarro, intentando calentarlas, pero de nada sirve. ¿Qué puedo decir ahora? Nuestra siguiente parada es para recoger a mi hijo, y siento que empezaré a temblar de un momento a otro — J-Jules...no sé cómo agradecerte lo que estás haciendo por mi. Espero que todo esto acabe bien también para ti. — es lo único que logro decir que me parezca razonable y que es totalmente sincero. Alzo el rostro para mirarlo, notando como mi corazón palpita fuerte. Realmente quiero que él consiga su final feliz, que se arregle con su familia o lo que necesite para sentirse pleno. Si de algo no tengo dudas es de que estaré ahí para hacer lo que sea necesario por él, porque aunque cada día sea un desconocido, sé de sobra que es el mejor amigo que tengo.
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Mensaje por Jules L. Allamand Jue Nov 14, 2013 8:32 am

La verdad es que había pensado en la posibilidad de que algo saliera mal mucho antes de Marsella y sus abuelos, mucho antes incluso de recoger al niño, en la misma casa de François. La posibilidad de que sus padres le hubieran escondido los diarios para retenerlo se le antojaba a Jules muy real y hasta que no lo vio esperando con sus maletas no respiró tranquilo. La memoria del menor se había quedado anclada en un punto de un tiempo lejano y sin el recuerdo de las hojas que escribía se olvidaría de él, de Jules, y hasta de su propio hijo sin tener jamás quizá ni la más remota sensación de estarse dejando algo en el tintero. Ahora tenía al menos la certeza de que iban a emprender aquel viaje, fuera cual fuera su final, y se permitió relajarse otra vez como un náufrago contento de las aventuras que están por llegar en la isla desierta con la que ha topado por casualidad. - Hola. - Le devolvió el saludo. Era muy agradable sentir que Fran le recordaba aunque probablemente se debiera a que acababa de leer sobre él. Por un momento el cambiante fantaseó con la idea de que el otro estaba curado y que podría ser así siempre, con un simple saludo todas las mañanas, sin que se requiriera ninguna otra explicación. - ¿Estás listo? - El amanecer empezaba a teñir de dorado y celeste una franja del cielo. - Vamos, tenemos mucha travesía por delante. - Le ayudó a cargar su equipaje y solo entonces consintió en mirar a los padres del cortesano como dándose cuenta entonces de que también existían. Encontró la hostilidad que esperaba en los ojos del hombre, pero le sorprendió la pena de los de la mujer. Jules se llevó la mano al sombrero a modo de despedida y le aguantó un instante la mirada como si pretendiera darle a entender que él iba a cuidar de François, que no se preocupara. ¿Habría comprendido? - Allons enfants de la Patrie, le jour de gloire est arrivé. - Canturreó en voz no demasiado alta mientras tendía una mano a su acompañante para facilitarle la subida al coche.

Había dado ya las instrucciones del itinerario completo al cochero y por eso no creyó necesario añadir nada más. Esperó pacientemente fingiendo que se acomodaba mejor las ropas para dar tiempo al muchacho a que se despidiera si así lo deseaba de sus progenitores agitando la mano desde la ventanilla, pasaría un tiempo hasta que volvieran a verse. No fue hasta que el vehículo se puso en marcha con el familiar traqueteo de los cascos de los caballos contra el suelo que Jules corrió las cortinas y se inclinó cariñosamente sobre Fran para robarle un beso que consideraba más apropiado para saludarse, y que como no podía ser de otra forma en él fue íntimo y bastante sugerente. Le tenía sin cuidado que el otro pudiera necesitar una presentación más progresiva para acostumbrarse a su compañía, a lo mejor hasta conseguía ruborizarlo. Eso le gustaba. - Te he comprado un bollo. - Anunció tendiéndole la bolsa de papel de la panadería. - El otro es para Franchesco. - François y Franchesco, peculiar combinación. - Haremos un camino en coche y después tomaremos el ferrocarril.
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Mensaje por François* Dom Dic 15, 2013 7:06 am

Miedo, no podía negar que en ese preciso instante sintió el miedo acomodarse en su vientre y su pecho, mientras veía alejarse el único hogar que había conocido y podía recordar. Iba a entrar de cabeza en una aventura, una como la de los libros que tanto le había gustado leer, y tenía demasiado miedo como para poder sentirse alegre o emocionado, aunque esos dos sentimientos estaban en alguna parte, esperando el momento oportuno para poder hacerse presentes.

Sus ojos estaban clavados en las cortinas que el cortesano acababa de correr, así que apenas se percató de su cercanía hasta que sus labios fueron poseídos por los ajenos. Definitivamente, a pesar de todo lo que hubiera podido leer en sus diarios, aquello era algo que no se esperaba y  no supo cómo responder, solo se quedó con tremenda cara de idiota, mirando hacia el contrario. En cuanto se separó su cara empezó a ponerse roja, hasta las mismísimas orejas, si se descuidaba seguro que hasta se le habían puesto rojos los dedos de los pies, porque todo el cuerpo le quemaba.

G-g-gra...cias...— carraspeó un poco para intentar poner en orden sus pensamientos. Aquel era un saludo propio de las parejas, pero ellos no eran pareja, eran dos amigos que habían tenido un pequeño desliz y ahora uno recibía una gran ayuda del otro. Suspiró, relajándose y estirando la mano para tomar la bolsa que le tendía — No tenías que molestarte. — sonrió con suavidad, pero dejó el regalito para poder comérselo más tarde, tal vez con el niño. Tomó aire y asintió a sus palabras, menos mal que lo tenía todo planeado — Nunca he montado en ferrocarril. — reconoció, mordiéndose el labio inferior. Para ser sinceros, ese no era el detalle que más nervioso le tenía — ¿Cuándo recogeremos a...al niño? — la idea de ser padre no es algo fácil de asimilar, mucho menos de una hora para otra. Esa misma mañana se había dado de bruces con la noticia y aun estaba intentando que su mente asumiera la responsabilidad recién adquirida.

Off: Caca post, tengo que recuperar el hilo xD
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Mensaje por Jules L. Allamand Jue Dic 19, 2013 10:06 am

¿Veis? Ya está: se había puesto rojo. Jules rió secretamente en su interior por la victoria conseguida con tan poco esfuerzo y fingió que no se daba cuenta del rubor de François mientras silbaba distraídamente una tonadilla simple y descorría la cortina de su ventana lo justo para ver deslizarse las calles a medida que avanzaban. Parecía estar de un excelente humor teniendo en cuenta que iba derecho a Marsella a enfrentarse con su pasado y posiblemente salir escaldado del mismo, ¿pero qué mejor modo de prepararse que no dejándose vencer de antemano por el desánimo? - No es molestia. - Además, aunque le supiera mal por Fran -por la incomodidad de despertar cada mañana en un lugar al que no recordaba cómo había llegado - la idea del viaje con él le emocionaba. Hacía tiempo que había decidido dejar de darle vueltas al tema de su pequeño desliz en el burdel y limitarse a disfrutar de lo que la vida le ofrecía: aquel chico le gustaba, le despertaba su lado más tierno y también le ponía burro, y ahora lo tenía todo para él. ¿Qué más daba que sus abuelos le pegaran un tiro con la escopeta de caza nada más verle cruzar el jardín? Por lo menos había intentado arreglar las cosas.

- Ahora, muy pronto. - Se volvió otra vez hacia él y sonrió, refrenándose para no besarle de nuevo y verlo encenderse como un semáforo. - Ya verás como todo marcha bien, os parecéis bastante. Te saldrá natural. - Fue a acariciarle la mejilla pero lo pensó mejor y terminó dándole un par de palmadas reconfortantes en el hombro. Tenía que ir poco a poco pese a su euforia por aquella aventura, después de todo para el menor era un extraño. - ¿Has leído tu diario esta mañana, no? - Obviamente así era, de lo contrario no estaría ahora en ese carromato con las maletas puestas en el pescante, pero el cambiaformas se estaba refiriendo a un detalle particular. - Sobre mí. Sobre mis... habilidades especiales. Follar no, lo otro. - Que quedara claro que se estaba refiriendo a sus mutaciones. - No sé si sabes que los de mi raza vivimos más. - No sabía por qué pero le parecía determinante que François supiera aquello antes de continuar, por si de algún modo eso le hacía cambiar de parecer. - Tengo cuarenta y ocho años más que tú. - Observó su reacción sin perder detalle, aunque francamente no sabía por qué de pronto le importaba tanto, después de todo no iban a casarse, únicamente eran dos colegas de infortunio que la vida había unido en una singular situación en la que ahora embarcaban juntos. Pero si seguían juntos lo suficiente... bueno, Lombard envejecía la mitad de rápido que el otro, y eso quería decir que en aproximadamente tres décadas más aparentarían la misma edad. No sabía si debería preocuparse por haber estado pensando en ello hasta el punto de sacar la cuenta.
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Mensaje por François* Vie Ene 03, 2014 9:26 pm

Por mucho que el cambiaformas intentara consolarlo con sus palabras, para el cortesano aquello seguía siendo una locura, ¿cómo se prepara uno para ser padre de la noche a la mañana? Sin hogar, sin trabajo respetable, sin pareja, ni siquiera tenía sus recuerdos. Solo tenía unos diarios, una maleta cargada de ropa y a Jules. Suspiró y asintió, tratando de dejar a un lado las preocupaciones sobre el pequeñajo del que tendría que hacerse cargo, porque de algún modo, teniendo a su amigo al lado, todo parecía mucho más fácil de sobrellevar. Agradeció con una sonrisa aquellas palmaditas y luego lo atendió, alzando las cejas con curiosidad.

Ajam, me ha llevado bastante rato. — los diarios formaban una parte muy importante de su vida, probablemente sin ellos aquellos tres años habrían quedado en absolutamente nada. Además, así podía conocer algo más al cambiaformas que tenía delante, sus secretos, los que había llegado a conocer al menos. De nuevo logró hacerlo enrojecer, y no fue solo porque usara un vocabulario como aquel, que también, es que no pudo evitar pensar que de algún modo sí que conocía sus habilidades en la cama, porque en algún momento las había disfrutado aunque fuera incapaz de retener ese recuerdo en su memoria. En su diario lo ponía, que se habían acostado, que no lo recordaba y no había podido apuntarlo pero había pasado, y algo en su interior se removía cada vez que lo pensaba — He leído muchas cosas sobre ti, así es.

Se lo quedó mirando mientras trataba de explicarle exactamente a qué se refería. El rubio creyó entender, pero realmente no comprendió a qué venía sacar a relucir ese tema. No esperaba que su viaje se alargara lo suficiente como para envejecer tanto, y tampoco creía que la diferencia de edad fuera muy importante, ¿no? Así que se quedó unos segundos algo cortado, confuso y sin palabras para responderle. Pero él esperaba algo, no podía quedarse callado, así que solo soltó una risita y se llevó las manos a las mejillas, tirando de estas hacia abajo, como si pretendiera imitar la piel ya flácida de una persona mayor.

Entonces cuando yo tenga este aspecto feucho y de señor como mi padre tú seguirás siendo guapo, ¿no? — acababa de echarle un piropo, pero ni siquiera se había dado cuenta de ello. Aun así solo apartó las manos, sin perder la sonrisa ni el contacto visual — Eres algo más mayor de lo que imaginaba, pero no me importa. Es decir...de alguna manera sé que te aprecio, que nos llevamos bien, que somos amigos, o no estarías haciendo esto por mi. — se llevó una mano al pecho, porque de nuevo sentía un calorcillo en el corazón, difícil de explicar — A menos que me lo digas porque quieres prometerme que estarás a mi lado hasta que se me caiga el pelo y no pueda caminar sin que me tiemblen las piernas. — bromeó, o tal vez solo fingió bromear, ya que de alguna manera le habría gustado escuchar algo así, siempre es bonito.

El transporte se detuvo en un momento dado, con esa conversación en el aire, tan simple y al mismo tiempo tan cargada de información oculta, porque ya habían llegado a su primer destino y a la primera prueba que, en este caso, debía superar François; enfrentarse a su parternidad.
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Mensaje por Jules L. Allamand Vie Ene 10, 2014 10:23 am

François siempre hacía sus deberes, aunque no era de extrañar puesto que dada su peculiar situación cualquiera en su lugar nada más despertar haría lo mismo: correr a buscar algún tipo de información sobre su estado. Ahora solo tenía veinte años y era bastante parecido a lo que almacenaba en sus recuerdos, ¿pero qué sucedería cuando creciera y se convirtiera en un hombre maduro? Despertaría por las mañanas, se miraría las manos y el cuerpo y se moriría de miedo antes de comprender. Jules solo sabía que quería estar ahí todos los amaneceres, cerca de él, para ayudarle en ese trance tan amargo con algunas palabras que pudieran tranquilizarlo y darle el tiempo suficiente para no atacarse de la ansiedad hasta leer sus diarios. ¿Era mucho pedir? Nunca se había encaprichado de esa manera con nadie, y ahora no pedía un amor eterno ni una pasión de novela trágica. Ni siquiera pedía amor de los mediocres. Únicamente quería ser la compañía de ese pobre chico sin memoria como amigo, como falso amo o como pariente sin vínculo de sangre. Ese muchacho que a pesar de estar en una situación personal tan cruda conseguía iluminar la existencia de Jules con sus sonrisas infantiles, sus sonrojos, sus tartamudeos y su cara de ángel. ¿A quién iba a decirle algo así? Solo de confesárselo a sí mismo le daban ganas de pegarse, él que siempre había vivido la vida salvaje sin preocuparse a quién dejaba atrás o hacía daño. Ocultó su turbación como mejor sabía: con jocosas insinuaciones y chascarrillos ligeros. Qué fácil era reírse de todo. - Yo seré guapo siempre. - Se jactó. - Y claro que te quiero tener a mi lado: te compraré un collar, te pondré un nombre nuevo y te sacaré a pasear por los terrenos de mi gran caserón. - Le guiñó un ojo y se percató de que habían cubierto la primera etapa del viaje en un suspiro. - Es aquí, Fran. Creo que deberías bajar tú. - No sabía cuán difícil sería para la madre separarse de su pequeño pero solo uno de los dos tenía derecho a llevarse al crío, y no era él. Fuera lo que fuera lo que había habido entre el cortesano y aquella chica Jules sabía que había sido fuerte, y se sentía un poco como un intruso metiéndose en medio como si fuera el protagonista de la historia.

Mientras esperaba en el carruaje metió la mano bajo su capa de viaje, que no se había quitado porque el clima no acompañaba al despojo indumentario, y sacó la carta que había escrito para Eugénie y que pensaba dejar en la estafeta de correo de la estación donde tomarían el ferrocarril. Aquella mujer se había convertido en la más íntima amiga que había tenido jamás y no quería marcharse sin hacerla partícipe de sus planes, del tiempo aproximado que estaría fuera y de si iba a regresar. Todo dependía de la reacción de sus abuelos - tal y como le explicaba en la misiva - y luego le remitía la dirección de la casa central de correos de Marsella para que pudiera ponerse en contacto con él. Por más que se resistiera parecía que hasta él estaba destinado a echar raíces en algunos lugares y con algunas personas, y no podía decir que esas relaciones le pesaran como lastres. Más bien le hacían darse cuenta de que la vida era algo que merecía la pena vivir bien a fondo y no pasando de puntillas por encima.
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por François* Dom Ene 19, 2014 6:09 am

Puede que las palabras de Jules fueran una forma de esconder todo un mundo interior, pero dado lo que el rubio sabía de él, lo que había podido leer, no le extrañaría que fueran totalmente ciertas. Tal vez solo le veía como a una especie de mascota de la que no quería separarse, tal vez sus sentimientos fueran como el amor que un amo tiene por su cachorro, algo de protección y poco más, nada de lo que Fran quisiera en su vida, no al menos en el sentido en el que Jules le interesaba, porque lo había visto ya bien resaltado, aunque en ese momento fuera un desconocido que le hacía sentir mariposas en el estómago y un nudo en la garganta.

Tomó aire profundamente y asintió, mirando hacia la puerta del carruaje. No podía decir nada más, solo debía lanzarse y hacerlo de una vez. Cuando bajó cerró tras él, viendo allí, esperando junto con una maleta a la mujer que tantísimo había querido, y a su lado el pequeño niñito de cabello dorado. El corazón le dio un vuelco y se quedó unos instantes sin ser capaz de moverse, las piernas no parecían responderse. Así que ella tomó la resolución de agarrar de la mano a su retoño, tomar la maletita con la otra y acercarse a él.

Lo siguiente no fue más que una rápida conversación en la que ella se disculpaba, seguramente porque el sentimiento de culpabilidad por todo lo ocurrido y por ese mismo momento iban a quedarse para siempre en su conciencia. Además, le desveló a Fran una verdad que había conocido no hacía mucho, algo que cayó en su pecho como una losa y se preguntó si quería realmente anotarlo en su diario para poder recordarlo o prefería olvidarlo para siempre. No hubieron cálidas despedidas, solo por parte de la madre y el niño. Ella se quedó llorando, y una pequeña parte del cortesano lloró con la mujer, porque algo quedaba en su interior, una sombra del pasado.

Colocaron la maleta en su lugar e hizo subir al pequeño, haciéndolo él también y sentándose de nuevo frente a Jules, suspirando. El niño no parecía triste, tal vez porque no entendía qué pasaba o porque su madre se lo había explicado todo para que no estuviera asustado. Es más, poco después de que arrancaran ya estaba moviéndose para sentarse sobre Jules y poder toquetearle la barba con sus manitas. François lo miraba, pero estaba totalmente en silencio, ahora necesitaba un rato para pensar, para asumir todo. Sin embargo, la imagen de su hijo sobre las piernas del cambiaformas se le antojó tan adorable y hermosa que sintió un terrible vació al ser consciente de que no iba a estar para siempre en su mente.
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por Jules L. Allamand Miér Ene 22, 2014 9:44 am

Se mantuvo ajeno a lo que ocurría fuera de la diligencia absteniéndose de mirar con un gran esfuerzo. Jules no tenía ni el menor asomo de código moral, eso lo podría asegurar cualquiera que lo conociese, pero en aquella ocasión se obligó a dejar intimidad a François y a la madre de su hijo. No fue hasta un rato después que oyó la portezuela volver a abrirse y entonces los ayudó a subir, notando que el cortesano estaba ahora más callado. Lo atribuyó al atolondramiento que le correspondía por verse de pronto como padre responsable de un crío pequeño que dependía de él para todo, así que no le dio más vueltas y resolvió colaborar hasta que el rubio decidiera si quería contarle algo o no. Él no entendía nada de los pequeños, no sabía tratarlos y por suerte jamás le habían dejado al cuidado de ninguno, pero con Franchesco uno se las tenía que ver tanto si quería como si no, ya que no tardó ni diez minutos en subirse a su regazo. Tenían algo en común: la mirada límpida y despreocupada de quien emprende una aventura. - Qué manía con mi barba. - Se quejó el cambiaformas intentando que no se le notara que le estaba cogiendo aprecio a esa criatura. - ¿Qué dirías tú si yo te estuviera todo el rato toqueteando, eh? - Le empezó a pinchar en la barriga y el niño se retorció de la risa tanto que Lombard se temió que fuera a acabar vomitando allí mismo.

Cogió una de las dos bolsas de papel que había comprado en la panadería y la abrió para que el chaval pudiera husmear en su interior. - Adivina lo que te he comprado. - Franchesco estiró sus dos manitas abriendo y cerrando los puños tratando de agarrar el paquete, pero el mayor era más rápido y siempre la apartaba en el último momento. - No vale hacer trampas. - Aún le estuvo tomando el pelo un poco más antes de dejar que se abriera paso hasta el bollo con una cara de gloria divina cuando vio el azúcar por encima. - Pero un poco, a ver si te vas a atragantar y tu padre me mata. - Pellizcó un pedazo pequeño de la masa para dársela después de asegurarse de que iba bien sentado sobre sus rodillas.



FdR. Perdona la extensión .____.
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Mensaje por François* Sáb Ene 25, 2014 5:07 am

Al parecer no tenía que preocuparse lo más mínimo por cómo sería la situación entre Jules y Franchesco, ya que parecían llevarse la mar de bien. Por las cosas que había llegado a leer se le hacía raro imaginarlo como un hombre que resultara tan paternal, aunque si se paraba a pensarlo, no era de extrañar, él mismo era como un niño pequeño y Jules seguía a su lado, así que tal vez era mejor ocn los niños de lo que cabría esperar de un cortesano dedicado a vivir su vida sin preocuparse por nadie más. Se había quedado embelesado mirándolos, ajeno en realidad a lo que ocurría, solo disfrutándolo, hasta que escuchó la palabra "padre" y notó cómo se le encogía el estómago. Parpadeó un par de veces, enfocando sus ojos en el cambiaformas, como si acabara de decir lo más extraño del mundo.

Yo....yo no...— se dio cuenta de que era ridículo decirle que no le mataría, porque Jules lo había dicho como una especie de broma hacia el pequeñajo. Sus mejillas se encendieron un poco y se mordió los labios. Era ridículo estar tan nervioso por la presencia de un niño que apenas podía hablar, es más, aun no lo había escuchado más que reír — ¿Te gusta? — y ahí su intento de conversar con su hijo, el cual lo miró y asintió, al parecer entendía bastante bien. Agarró un pedacito de la comida y extendió la mano hacia François, ofreciéndole para que lo cogiera y le diera un bocadito. él sonrió también, agarrando el pedazo y llevándoselo a los labios — Gracias, sí que está bueno.

Miró de reojo al otro cortesano, casi como si necesitara una confirmación de que lo estaba haciendo bien al tratar con el pequeñajo, que contento siguió con su comida, hasta le dio un pedacito también. El rubio se puso a pensar en la situación que había vivido el niño hasta el momento, con su madre en la calle porque no tenían ni para comer, y aun así él compartía lo que le habían dado con ellos dos, era un buen niño, tenían un corazón inocente y generoso, su padre no podía más que desear que se mantuviera así por siempre.

¿Vienes...vienes aquí...? — le preguntó, con cierta timidez, señalando sus propias piernas. Era su carga a fin de cuentas, no podía quedarse ahí sentado y callado dejando que Jules cargara con él todo el camino mientras él trataba de hacerse a la idea, tenía que ser fuerte y afrontar aquella situación, porque para algo estaban allí, tenía que madurar. El niño pareció dudar un poco pero finalmente aceptó y fue a sentarse esta vez en las piernas de su propio padre, que era más pequeño que el cambiaformas, pero pronto encontró el modo de acomodarse. Fran pegó un poco la nariz a él, como si pretendiera reconocer su olor, dándole unas palmaditas tímidas en las piernas y finalmente sonriendo un poco. Era una sensación extraña, casi cálido en su pecho. Ya solo quedaba llegar al tranvía y luego el viaje en él, estaban cada vez mas cerca de una nueva vida, esperaba que pudiera ser buena tanto para Franchesco como para Jules, que tanto le estaba dando.
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Mensaje por Jules L. Allamand Lun Feb 03, 2014 4:09 pm

Jules carecía por completo de ese sexto sentido tierno que venía bien con los niños y las mascotas. No tenía ni idea de a qué edad había que esperar para darle ciertos alimentos a un crío, o cuándo empezaban a hablar o cuándo andaban o cuándo se enteraban de las cosas. Para él, hasta ese momento, las personas solo adquirían importancia cuando ya cumplían los años suficientes para resultar atractivos sexualmente. Si se podía acostar con ellos y le daban dinero y un buen rato el cambiaformas les daba rango de individuos, si no solo eran chiquillería molesta e inútil. No obstante con Eugénie el baremo se le quebraba, puesto que la chica pese a ser toda una belleza y de una edad más que apropiada para disfrutar entre las sábanas nunca se le había presentado como algo más que una amistad, y gracias a ella había aprendido a entender otra clase de matices de los seres humanos. Luego estaba François, cuya relación con él no sabría definir pero que sin duda era más especial de lo que siempre se repetía a sí mismo. Y ese enano... miró de reojo a Franchesco en las rodillas de su padre y se descubrió deseando que su progenitor hubiese sido igual con él.

Jeròme nunca se había preocupado del retoño que tan alegremente había engendrado por no tener precaución una noche cualquiera. Su madre había sido criada de la casa, apenas una niña, y aprovechó al vuelo la oportunidad que le dieron de olvidar el episodio tan pronto como dio a luz y pudo marcharse. Solo sus abuelos se habían preocupado por él. Sería tonto decir que tenía celos de ese crío que se comía un bollo ajeno a que lo observaban desde el asiento de en frente del carruaje, pero en realidad era así de cierta forma. Aunque Jules siempre negaría rotundamente que quisiera tener una familia, ya que se había pasado media vida escondiéndose de los únicos parientes vivos que le quedaban. ¿Y si ya no lo estaban? ¿Y si después de todo el viaje...? Afortunadamente justo en ese momento la diligencia se detuvo porque habían llegado a la estación, y así una vez más Lombard se vio librado de ahondar en sus sentimientos ocupándose con otras cosas que mantuvieran su mente lejos de los páramos donde sabía que podía salir herido si se entretenía demasiado.

Ayudó al mozo a cargar el equipaje y media hora más tarde estaban en su compartimento cuando se oyó el pitido que anunciaba que salían de París. Tenían por delante un largo trayecto hacia el sur, y viendo que Franchesco empezaba a dar cabezadas Jules se permitió sentarse cerca de su padre y pasarle un brazo por los hombros. - Duerme si quieres. - Le dijo a François, tratando de sonar informal. No quería que se le notara, pero en ese momento pensó que sería completamente feliz si el rubio acomodara la cabeza en el hueco de su cuello y se durmiera también. Sabía que para él seguía siendo un extraño, ya que apenas había comenzado el día, pero ya había despertado junto a él en una ocasión y sabía cómo manejar sus amnesias. De todos modos tendría que entrenar, ¿no? Si todo salía según lo planeado iba a tener que manejar esas amnesias todas las mañanas. Ese pensamiento le llenó de tanto optimismo de repente que, aprovechando que estaban solos, tuvo que robarle otra vez un beso directamente de los labios. No sabía lo que eran y no sabía cuántas libertades podía tomarse, pero siempre había preferido pedir perdón que permiso. Era mejor llevarse un beso y una bofetada que ninguna de las dos cosas.
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Mensaje por François* Jue Feb 13, 2014 12:15 pm

Aquello resultaba más simple de lo que había imaginado. Tal vez los hombres también podían tener ese instinto de padre que a veces solo se adjudicaba al materno, tal vez porque sabía que el pequeñajo ya no tenía a nadie más que a él, y bueno, a Jules. Algún día tendría que buscar la forma de pagarle por todo aquello, aunque no tenía ni idea de cómo.

Después de acomodarse en el tren y pasar un rato mirando por la ventanilla a la gente ir y venir, hablándole a su hijo mientras señalaba a desconocidos y balbuceaba algunas palabras poco lógicas, el tren pitó para avisar de que se ponía en marcha. Franchesco apenas tardó en comenzar a quedarse dormido, así que lo dejaron estar, debía estar agotado por tantas emociones, y no era el único. Había sido un día de locos para la mente del rubio, llena de tanta información y vivencias. Sintió el brazo rodearle y miró a Jules, dedicándole una sonrisa cargada de agradecimiento y aprecio.

Escuchó su oferta y se lo pensó unos instantes. Dormir estaría bien, en cierto modo lo necesitaba, pero al contrario que el resto de las personas él no descansaría para volver con las pilas recargadas y habiendo asumido sus problemas. Él directamente los olvidaría y tendría que enfrentarlos al día siguiente desde cero, lo cual llevaría a otro día cansado. Era un círculo vicioso casi imposible de romper. No quería despertarse asustado, porque según había leído, a veces era así, no siempre estaba de buenas, tenía días en los que al despertar  entraba en pánico, lloraba o se negaba a aceptar la realidad durante un rato. Se moriría de vergüenza de hacer algo así frente a Jules. Y cuando fue a abrir la boca para decírselo se encontró con ese ataque por su parte.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal y viajó por todo su cuerpo hasta los mismísimos dedos de sus manos y pies, llenándolo de un agradable calor que se transformó en rojez en sus mejillas y orejas. Dejó escapar un suspiro y cerró los ojos. No pensó en lo que hacía, o más bien decidió no pensar y simplemente sus dientes atacaron los labios contrarios, mordiéndolos con cuidado en una forma de pedirle que no se quedara solo ahí. Si iba a dormir, si se iba a olvidar de aquello, ¿por qué no dejar que su cuerpo mandase por unos minutos? Su hijo estaba dormido como un santo, y él se podía permitir ser un pequeño demonio, así que llevó las manos al cuello ajeno, tirando de él y buscando besarlo de verdad, de la manera que no recordaba haberlo hecho nunca, pero que su cuerpo parecía tener muy claro cómo hacer, cómo buscar su lengua y acariciar labios con labios, temblando por la sensación de suavidad que le regalaban. La intensidad de aquel beso fue suficiente como para dejarlo con la respiración agitada y el corazón acelerado.

Jules...— susurró, aun muy cerca de su boca — Cuando despierte, mientras aun estemos en el tren...¿puedes mentirme? — pidió, con un hilo de voz, sin mirarlo a los ojos — Antes de que pueda leer los diarios al llegar, mientras dure el trayecto, ¿puedes decirme que nos queremos y que hacemos esto porque necesitamos una vida nueva juntos? — apretó un poco los labios. Tristemente, una mentira como esa, aunque fuera un rato de trayecto en tren y hasta que tuviera de nuevo a mano sus libros, tal vez por la noche, un rato tranquilo en el que poder leer, fuera lo más cercano a una vida "normal" que podría tener, ¿estaba tan mal pedirle algo así a su amigo? — De todas formas si no lo apunto mañana no lo recordaré, y por un rato podré sentir algo diferente. ¿Crees que soy patético por conformarme con algo así?

No le estaba diciendo que lo quería con locura y que necesitaba que lo amase por un rato, en realidad bastaba con mirarlo para saber que su petición iba más allá, a un nivel más general, necesitaba que alguien pudiera quererlo de forma desinteresada durante un rato, como una pareja normal, con un pequeño, con un futuro y un presente, algo que él nunca iba a tener, porque sus futuros nunca tenían en cuenta su pasado, simplemente porque no era capaz de tener las dos cosas. Puede que alguien que sí podía tenerlo todo no fuera capaz de comprender la desazón que se siente ante tal pérdida.
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Mensaje por Jules L. Allamand Dom Feb 16, 2014 8:28 am

Sabía que tenía razón cuando le había dicho a François que se relajara y lo de ser padre le saldría solo. Tal vez era porque Jules no había tenido un modelo paterno precisamente ejemplar, pero lo de criar un niño le parecía que no requería tanto esfuerzo como la gente solía declamar cuando sus retoños les desbordaban. Según su propia experiencia bastaba con poner la semilla en la tripa de mamá y luego ser un inconsciente, aunque sus abuelos sí habían tenido que lidiar más con el pequeño y a ellos les reconocía el mérito. Empezó a ponerse nervioso ante la posibilidad de que el matrimonio no quisiera saber nada de él después del disgusto que debería haberles causado. ¿Y si habían muerto? No quería pensar en eso, así que fijó la vista y el pensamiento en su amigo y Franchesco, que miraba por la ventanilla del tren como si la gente caminando fuera lo más entretenido que hubiese contemplado jamás. Qué felices eran los enanos y su inocencia. El traquetreo del tren le sirvió de canción de cuna porque pronto se quedó hecho un ovillo en su asiento con la chaqueta de su padre como almohadón. Y menos mal que estaba dormido porque en un instante se desató la pasión en el compartimento, y por primera vez no era por culpa de Jules sino del otro cortesano quien - sorprendiéndole gratamente - había mandado a la porra la decencia que se suponía que debían mantener para besarle como si estuvieran solos en uno de los dormitorios del lupanar donde trabajaban. O mejor dicho: donde habían trabajado hasta hacía unos días.

Ya que las manos del menor fueron a su nuca las del cambiaformas se guiaron solas hacia la cintura contraria. Parecía que se entendían bien, pues ni una sola de las veces que habían estado en situaciones parecidas a ésa habían hallado ningún impedimento en que sus cuerpos se coordinaran siguiento una coreografía nunca ensayada. A esas alturas Lombard no podía mentirse: en ninguna otra persona encontraba el placer de un abrazo así como en François. Además estaba el asunto de sus sonrojos, ese colofón final a cualquier tentativa pervertida por su parte que no hacía sino alentarlo más a que continuara. Lástima que no fuera el momento ni el lugar para quitarle la camisa, tuvo que conformarse con obligar a su corazón a volver a latir a ritmo normal mientras el otro le hacía esa extraña petición. - Sí. - Contestó sin dudar. ¿No debería haberse parado a pensarlo aunque fuese unos segundos? No es que hicieran daño a nadie con su pequeña fantasía, pero seguro que se sentiría la peor mierda del mundo cuando tuviera que confesarle la verdad a su acompañante y romperle el corazón en pedazos. Intentó decírselo, advertirle de que eso no podía salir bien, pero estaba tan poco acostumbrado a ser la voz de la conciencia que no encontró las palabras adecuadas para alentar el sentido común. - No eres patético. - Le acarició el pelo y lo estrechó con un brazo para que durmiera. Tampoco tenía ánimo para confesarle que en todo caso el patético sería él: un hombre que ya tenía edad suficiente para haber sentado la cabeza y que en lugar de eso se lanzaba a una extraña aventura temeraria sin pies ni cabeza con un muchacho al que tenía encandilado como por arte de magia y su hijo de dos años.

Llegó su turno de quedarse prendado de lo que veía desfilar al otro lado de la ventana, mientras echaba vistazos intermitentes a Fran y al crío para asegurarse de que a ninguno se les vencía la cabeza hacia delante mientras soñaban como dos angelotes. Él no tenía ganas de entregarse a Morfeo pese a haber madrugado, estaba demasiado excitado y con lo poco acostumbrado que tenía a su cerebro a pensar sentía que todas las reflexiones que se hacía requerían al máximo de su atención. Cuando llevaban cuatro horas de viaje ya había ensayado unas cien mil conversaciones que tener con sus abuelos cuando le abrieran la puerta, y ni una sola le parecía menos idiota que las demás. ¿Y si el que le abría era su padre? Jèrome y él nunca habían tenido una relación como tal, solo coincidían a veces a la hora del almuerzo. La mejor prueba de que no estaban hechos para congeniar era que mientras Jules se convertía en ratón su progenitor lo hacía en un gato, e incluso cuando adoptaba forma humana su olor a felino siempre había asustado y repugnado secretamente a su hijo. Suspiró mientras empezaba a darse cuenta de que a lo mejor no tenía tantos motivos para sentirse optimista como le había asegurado a François.
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por François* Vie Feb 28, 2014 6:58 am

Se sentía pleno y feliz, pensando que tal vez por un rato podría olvidar absolutamente todo para creer que vivía una romántica historia, un amor prohibido con un cambiaformas que se había fugado con él para darle una vida mejor al pequeño. Qué ridículo podía sonar el conformarse con algo así, pero para él era más que suficiente. Solo dejó escapar un último suspiro antes de caer rendido en los brazos ajenos, con una mirada a su pequeño para asegurarse de que estuviera bien. Su pequeño, sonaba ridículo.

Durante un rato simplemente dejó de pensar, solo durmió y soñó, una extraña fantasía en la que él era un ratón que intentaba escapar de un enorme jardín que más parecía un laberinto gigante hecho para humanos. Un gato intentaba comérselo, un perro trataba de ayudarlo, una mujer de altísimos tacones intentaba pisarlo, otra enorme y grasienta intentaba darle escobazos. Y al final, cuando ya creía mirar hacia la salida del extraño y absurdo laberinto, un hombre tomaba a un pequeño rubio en brazos y se alejaban. Fran no los conocía, no sabía quienes eran solo sabía que necesitaba alcanzarlos, que no quería que se marchasen sin él, pero sus patitas de roedor eran demasiado pequeñas para alcanzar a un hombre adulto caminando, y la desesperación se hacía dueña de su pecho. Quería gritar pero solo pequeños chilliditos que no lograrían alertar a nadie. Y de nuevo la loca de la escoba se escuchaba por algún lado tras él. Quería llorar, quería hacer cualquier cosa para que no se fuera lejos, y en sueños comenzó a removerse de forma agitada.

¡Jules! — terminó por gritar con desesperación, despertándose con el sonido de su propia voz. El corazón le latía a mil por hora, sentía que le habían caído lágrimas por las mejillas porque las tenía húmedas. Y...¿dónde demonios estaba? Frente a él un pequeño niño se arrebujaba aun más en la prenda que lo cubría, haciendo ruiditos molestos, probablemente por el grito que él acababa de pegar y que lo habían despertado, pero no pareció importarle y siguió durmiendo. Sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta de que estaba en un tren. Se giró, al notar una figura a su lado. Su pecho se movía de forma rapidísima a causa de los nervios y comenzó a limpiarse las mejillas. Solo quería correr, escapar y huir de aquella locura en la que se había despertado. O tal vez aun estaba soñando. Ni siquiera fue capaz de articular palabra, solo miraba al hombre que había a su lado, como si esperase algo, una explicación, una amenaza, lo que fuera.
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por Jules L. Allamand Jue Mar 06, 2014 2:02 pm

François no tardó en dormirse y Jules se sumió en un estado de placidez previa a la tormenta que le esperaba seguramente en Marsella. Tenía que estar preparado para todo, y al fin y al cabo el cambio más grande en sus vidas no se iba a dar si sus abuelos le rechazaban sino si le perdonaban. El cambiaformas se convertiría de la noche a la mañana en el segundo miembro de la familia en la línea de sucesión después de su padre, y aunque eso no quería decir heredar ningún título de la realeza sí implicaba una suma de dinero muy cuantiosa y unas tierras extensas, con la responsabilidad que ello incluía. Quitando sus primeros años de vida jamás le habían educado para ser un gran señor algún día. Tal vez temiendo que si exageraban demasiado su rigidez Jules fuera a salir igual de indomable que su progenitor sus abuelos habían querido ahorrarle los trances más duros hasta que se trasladara a París y tuviera que empezar a valerse por sí mismo, y para desagradable sorpresa de todos lo hizo demasiado bien. La vida de la abogacía no estaba hecha para él, le entró miedo, pensó que en su casa el que mejor vivía era Jèrome que siempre entraba y salía como mejor le parecía sin dar explicaciones y quiso emular su comportamiento: simplemente desapareció. Ahora pensaba en cómo se sentiría Fran si su pequeño creciera bajo sus cuidados y luego se esfumara en el aire sin enviar nunca una carta ni la menor señal de que al menos seguía vivo en alguna parte. Suspiró al reparar por vez primera en la congoja que debió causar a sus parientes, y sin darse cuenta dejó que entrara demasiado aire a sus pulmones y ensanchó más de lo que pretendía el pecho, aunque por fortuna la cabeza rubia que se apoyaba en él no dio muestras de haber sido perturbada en su sueño.

Cualquiera tendría mil razones ya a esas alturas de por qué aquel plan descabellado no podía salir bien. Hacer pasar a François por su criado y a Franchesco por su hijo... bueno, ellos dos se parecían demasiado y sería muy complicado que el niño se atuviera al plan cuando aún fuese pequeño, los niños siempre se iban de la lengua a la larga. Además estaba el asunto de que a Jules le atraía enormemente "su sirviente" y no podrían vivir mucho tiempo bajo el mismo techo sin que alguien se diera cuenta al final de que el señor Lombard no se quedaba quieto por las noches en su habitación. No obstante aquella era la especialidad del cambiaformas, los planes improvisados y cuanto más imposibles mejor, y por ello ese era el punto que menos le preocupaba de todo aquel galimatías. Notó que el otro cortesano se agitaba en sus brazos y dudó de si debería despertarlo, porque tampoco es que en su situación eso le fuera a tranquilizar; efectivamente poco después lanzó un grito y abrió los ojos para espantarse más todavía. Él le sonrió, iban a tener muchos días por delante para ir acostumbrándose a cuál era la mejor manera de enfrentar al muchacho con la realidad todas las mañanas. Que el otro hubiera gritado su nombre le dio cierta satisfacción porque quería decir que soñaba con él, o eso quería creer. - Hola, Fran. Me llamo Jules y ese es tu hijo Franchesco. - Le señaló al crío que mialgrosamente no se había alterado con la voz que había pegado su padre. - Tuviste un accidente hace tres años y por eso cada vez que te duermes te olvidas de todo lo que te ha pasado el día anterior, pero te han pasado muchas cosas desde entonces. - Alargó una mano con la misma delicadeza que hubiera utilizado para atraer a un gatito salvaje sin asustarlo y le puso tras la oreja algunos mechones de pelo desordenados mientras se hacía el ánimo para llegar a la parte delicada. - Yo... te quiero. Nos queremos. Estamos viajando a Marsella con el niño para empezar de cero, allí vive mi familia. - Era la primera vez que le decía a alguien que le quería, y notó que le costaba menos de lo que había esperado aunque posiblemente se debiera a que en el fondo sabía que era una farsa.

¿Lo era?
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por François* Jue Mar 06, 2014 2:55 pm

Y la explicación llegó, vaya que lo hizo. Demasiada información, un exceso que atacó su cabeza de forma punzante. Sus ojos de repente no podían parar en uno de los integrantes de aquel lugar, iban del hombre al niño, al pequeño que decía era su hijo. ¿Pero de qué estaba hablando? ¿Cómo iba a ser padre si ni siquiera recordaba haber estado con una mujer como para un niño tan grande? Notó que su corazón comenzaba a latir más rápido, su respiración se agitaba y su cara enrojecía, empezaba a ser víctima de un ataque de nervios, o a hiperventilar, o lo que fuera que pasara cuando estás entrando en un completo estado de pánico.

Por más que le explicara que había tenido un accidente y su memoria parecía estar atrofiada, aquello carecía de sentido para su mente, en ese momento solo le llegaban las palabras como si fuera un ataque total a su cerebro, no podía asimilarlas, solo quería salir de allí corriendo. Los ojos se le humedecieron sin entender el motivo y comenzó a recular sobre el asiento, acercándose a la ventana, hasta sentir el frío del cristal contra su espalda, como si así pudiera saltar y escapar de aquel hombre que le decía todas aquellas locuras que no se sentía capacitado para aceptar. Iba a gritar, a decirle que estaba loco, que por qué lo había secuestrado y quién era ese niño. Pero cuando fue a despegar los labios sintió que su corazón se detenía pro un breve instante.


"Te quiero"

Se mareaba, comenzó a sentir que se mareaba, sus párpados se entrecerraron y su respiración se detuvo tan súbiatamente después de tanta velocidad que le dolía el pecho. Eran esas palabras, de algún modo lograron que sus piernas temblaran y no fuera capaz de sostenerse sobre ellas aun estando sentado, notaba vértigo, cayendo de rodillas al suelo del vagón, clavando la vista en la nada frente a él.

"Nos queremos"

Probablemente estaba experimentando lo mismo que sentía el cielo cada vez que era atravesado por un trueno, su cerebro estaba siendo atacado, le dolía, le ardía la cabeza y se llevó las manos hasta esta, el contacto de aquel hombre le quemaba la piel, le hacía sentir cosquillas que recorrían todo su cuerpo como una descarga. Tenía miedo, y ya no era simplemente porque no comprendiera la situación, tenía miedo porque, de algún modo casi ridículo, le creía. ¿Por qué le creía? ¿Por qué sus palabras parecían tan ciertas y lógicas? ¿Por qué su corazón de nuevo latía tan rápido? Se apretó más la cabeza entre las manos, sus hombros comenzaron a temblar cuando empezó a llorar, necesitaba hacerlo, era como si de esa forma pudiera sacar toda la confusión en forma de lágrimas. A pesar de que trató de silenciar los sollozos no fue capaz de hacerlo del todo y el niño se removió, abriendo los ojos y mirando aquello con confusión y obvio miedo. Se sentó en su sitio y luego se apartó, mirando a Jules como si él pudiera arreglar a su padre de alguna manera, o simplemente hacer que parase, o explicárselo, cualquier cosa.

Pero François no podía parar, porque por desgracia, era una de esas veces en las que asumir la situación no le resultaba tan fácil como otras. Porque el miedo le ganaba y necesitaba unos minutos, porque allí no había ninguna cara conocida del pasado y eso solo dificultaba las cosas. Pero se calmaría, porque siempre lo hacía, porque ya eran tres años con ese sufrimiento y su subconsciente estaba acostumbrado a tener que lidiar con situaciones semejantes.
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por Jules L. Allamand Jue Mar 06, 2014 4:13 pm

Vale, como era de suponer el tacto de Jules seguía estando donde siempre lo había tenido: en el culo. Intentó retener a Fran pero se le escapó de entre los brazos para apartarse de él, para apretarse contra la ventana como si quisiera saltar del tren en marcha mientras lo miraba de ese modo que escocía tanto: como si fuera malo o peligroso para él, como si no lo conociera de nada y le tuviera miedo. Se tragó su estúpida sensibilidad herida cuando lo vio caer al suelo, tomándolo por los hombros y volviéndolo a sentar donde estaba antes con toda la dulzura de la que fue capaz. - Fran, sé que es complicado pero te acostumbrarás, siempre lo haces, todos los días. Ahora ya no vas a estar más tiempo solo, todas las mañanas Franchesco y yo seremos tu sorpresa. - Intentó sonreír para ver si le contagiaba algo de optimismo pero él solo sabía llorar, cosa que por otro lado resultaba bastante natural. Jules quería hacer lo que fuera para verlo instantáneamente feliz, pero en esa ocasión tendría que aguantarse y dejar que el destino siguiera su curso. En momentos como ése le daba una rabia y una impotencia tremendas no poder ayudarlo de ninguna forma, darle aunque fuera solo un día más de margen, unas horas, lo que fuera.

Cogió en brazos al niño cuando vio que él también se asustaba. Por un instante tuvo en cada lado a un ser humano sollozante, pero ni por un segundo se planteó lo a gusto que estaría en París, en su burdel, haciendo lo que hacía allí todos los días y sin meterse en líos como esos. Aunque Fran se asustara de él cada mañana le seguiría compensando, y siempre seguiría intentando que, si al menos no lo reconocía, se tomara su presencia con un poco más de tranquilidad. - No te preocupes, mon enfant, tienes un padre muy especial al que le cuesta un poquito arrancar todos los días pero que te quiere mucho. - Podía esperar con paciencia a que al cortesano se le fuera diluyendo el disgusto y luego le quitase el miedo a su hijo o podía emplear soluciones drásticas. Aquello podía salir muy bien o muy mal, pero el cambiaformas decidió arriesgarse y sin mediar palabra puso al chaval en los brazos del rubio. - Solo tienes que mirarlo a la cara, tenéis los mismos ojos. - Le revolvió el pelo al crío y después depositó un beso en la mejilla de su progenitor. - Unos ojos preciosos. - Parecerían una familia feliz de no ser porque el único feliz de los tres era él en ese momento, aunque rezaba para que la cosa cambiara antes de que terminasen el viaje por lo menos. Se moriría si Fran le dijera que quería volverse atrás, que no soportaba estar con un extraño y enfrentarse al resto de su vida con él. Se le rompería el corazón y era un modo bastante irónico de darse cuenta de que tenía uno como el resto de personas normales y corrientes. - Os quiero a los dos. - Intentó englobarlos a ambos en un abrazo que esperaba que el cortesano no le rechazara de un manotazo.
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Rumbo al Sur, como los pájaros (François) Empty Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)

Mensaje por François* Jue Mar 06, 2014 5:04 pm

Las palabras del desconocido intentaban calmarlo, se dejó llevar incluso hasta sentarse, comenzando a controlar los sollozos, no así las lágrimas que parecían salir por voluntad propia. De todas formas él mismo estaba tratando de relajarse, porque aquella situación no le hacía sentir bien, como si realmente no tuviera control sobre sus pensamientos y su cuerpo, así que fue relajando la respiración, mirando al pequeño cuando se lo puso encima. Esos grandes ojos azules lo miraron con confusión y un ligero tinte de miedo.

A François se le removió todo por dentro, de algún modo sintió que no podía ser mentira, que aquel rostro, además, se parecía mucho al de la mujer que recordaba haber amado. Apretó los labios y le dedicó una leve sonrisa al niño, que pareció relajarse un poco más, antes de verse envuelto en aquel abrazo que de nuevo quemó su piel y lo llenó de calor por dentro. ¿Realmente era uno de esos hombres? Esos que se sentían atraídos hacia otros varones, contra toda regla de Dios, contra todo lo que estaba bien visto en el mundo. Tenía que serlo, porque era la única explicación que encontraba a lo que estaba sintiendo.

¿Falta...mucho? — logró articular finalmente, casi en un susurro, con el menor entre sus brazos, al cual estaba abrazando sin siquiera darse cuenta, sin apartarse del mayor, aunque no era capaz de mirarlo, aun necesitaba asumir muchas cosas y estaba todo el rato con la sensación de que rompería a llorar de nuevo y no podría calmarse. Pero por ahora parecía ser capaz de controlarlo — Quiero decir p-para llegar. — se limpió las mejillas y los ojos con la manga de su ropa, para ocultar los signos del ataque que acababa de sufrir. Ahora solo podía pensar en cuánto tiempo tendría antes de tener que salir del tren y afrontar el siguiente tramo de esa nueva oportunidad para empezar de cero, como había dicho el otro hombre.
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Mensaje por Jules L. Allamand Vie Mar 07, 2014 8:11 am

Franchesco obviamente no se parecía solo a su padre, había también en sus rasgos una reminiscencia del rostro de su madre, esa muchacha a la que el cortesano había amado tanto y cuya sombra se cernía siempre sobre los recuerdos nuevos que Jules tenía que construir con él cada día. Ella tenía ventaja porque todas las mañanas François creía amarla de nuevo y el cambiaformas no podía competir con eso. Tener que presentarse cada vez de nuevo, desplegar todos sus encantos para conseguir el máximo de su afecto en veinticuatro horas o a veces menos, era muy emocionante y suponía un reto muy estimulante pero en ocasiones llegaba a agotarle. Ninguno de sus esfuerzos daba fruto a largo plazo, y la prueba de ello era que seguramente el rubio estaría pensando en su chica mientras sostenía a su hijo sobre las rodillas. - Habremos cubierto un poco menos de la mitad del camino, has dormido bastante. - Si estuvieran solos podría convencerlo de modo mucho más cariñoso de que efectivamente ya se conocían en profundidad, pero delante del niño no era recomendable. Lo último que quería era que al llegar a casa de los Lombard el inconsciente Franchesco les destapara todo el pastel en dos minutos haciendo algún comentario fuera de lugar. Tenía que contentarse con abrazarlos de esa forma que podía ser interpretada como amistosa y esperar a que el joven sacara sus propias conclusiones y decidiera si quería seguir adelante con aquello o no. - Vamos a casa de mis abuelos. - Añadió al percatarse de que el otro carecía de esa información. - Hace muchos años que no los veo, espero que no tengan problema al menos en hospedarnos. - Le sonrió para que pareciera que todo estaba más controlado de lo que estaba en realidad y luego se levantó en el compartimento. - Voy al vagón restaurante a traerte una taza de té. - Se ofreció, porque también le parecía buena idea dejarlos solos un rato.

Le vino bien estirar los músculos entumecidos por las horas que llevaba sin moverse, y mientras avanzaba hacia el vagón de cola se le fueron uniendo otros pasajeros que seguramente buscaban lo mismo. El sol se había puesto hacía tiempo y eso le hacía pensar que se encontraban en algún instante suspendido de la madrugada, así que cambió de idea y no solo pidió un té sino también un tazón de leche y unos bocadillos de pollo frío con los que regresó a su asiento algo después. - ¿Tienes hambre? - Le preguntó a Franchesco, sacando uno de los panes envueltos en una servilleta de tela y abriéndolo para que el niño tuviera más fácil comerse el pollo sin atragantarse con tanta masa. - También te he traído uno a ti. - Le dio el suyo a su compañero y entonces, sin titubear y aprovechando el momento en el que el crío se inclinaba sobre su cena, le plantó un beso corto en los labios y le secó con cariño las lágrimas de las mejillas con sus pulgares. - Tus padres te han despedido en tu casa cuando hemos partido, te desean mucha suerte. - Comentó adelantándose a la posible próxima pregunta del cortesano: si su familia seguía estando bien.
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Mensaje por François* Vie Mar 07, 2014 2:44 pm

No era capaz de mirar a ese hombre durante mucho rato seguido, tenía demasiadas cosas en la cabeza y necesitaba ponerlas en orden. Mientras escuchaba su explicación no podía dejar de pensar que aun le quedaba un buen rato encerrado en ese vagón con los dos desconocidos. Necesitaba descansar de aquello, estaba pensando decirle que se marcharía un rato a pasear por el tren, para poder pensar y despejarse, para poner en claro sus pensamientos, pero al parecer él tuvo una idea similar al decidir ir al vagón restaurante. No pudo más que asentir, casi con un mudo agradecimiento en la mirada mientras lo veía salir de allí, sin articular más palabra. Se quedó a solas con el pequeño y dejó escapar un suspiro, mirándolo.

Así que te llamas Franchesco. Eres muy guapo. — murmuró, formando una suave sonrisa. Al menos con un niño era más fácil tratar. Y eso que ni siquiera sabía la mitad de la historia, que le faltaban muchos trazos que rellenar y que, probablemente nuca podría completar. Los siguientes minutos trató de entablar una pequeña relación con el niño, que no hablaba mucho pero sí gesticulaba y lo toacaba un montón, era bastante cariñoso a pesar del susto que se había llevado minutos antes. Fue muy fácil y rápido sentir una innata empatía con él, casi inexplicable. De ahí que cuando Jules llegase de nuevo junto a ellos estarían haciendo unos jueguitos con las manos, que había aprendido cuando él era un niño.

Se detuvo al ver que le estaba dando algo de comida al pequeño y esperó paciente, observándolos con atención. Si ellos eran amantes, si según como le había dicho se querían, ¿habrían estado juntos de forma íntima? Solo pensarlo hizo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, y lo preocupante fue no saber distinguir si se trataba de miedo, de nervios o de otra cosa que no sabía cómo asimilar. Lo peor era creerse completamente virgen cuando incontables hombres habían disfrutado de su cuerpo diariamente puro. Salió de sus pensamientos cuando lo sintió cerca, hablándole. Estiró la mano para tomar el bocadillo, sonriendo con agradecimiento.

Grac...— ni siquiera fue capaz de terminar la frase antes de que aquellos labios lo callaran sin piedad, en un roce tan simple que le resultó hasta doloroso, aunque no lograra comprender el motivo. Sus mejillas ardieron al enrojecer con violencia, notando cómo se le erizaba el vello de la nuca al escucharlo hablar. No comprendía en lo absoluto las reacciones de su cuerpo, pero era más sabio que él, más que su cerebro estropeado, sus reacciones eran de total reconocimiento ante aquel  hombre. Y de repente, se sintió mal, muy mal, porque ni siquiera se había parado a pensar en su familia, ¿cómo era posible? No había pensado en sus padres, en cómo estarían, se había centrado solo en tratar de entender qué hacía allí. Probablemente si hubieran pasado un rato más y se hubiera sentido cómodo, ese tema habría acudido a su mente, pero la verdad es que hasta ese momento había estado completamente apartado. Agachó la mirada, fijándose en el bocadillo como si fuera lo más interesante del universo en ese instante — Jules. Jules, Jules...— comenzó a susurrar, mordiéndose el labio inferior — Jules Lombard. — frunció un poco el ceño, terminando por sacudir la cabeza y abrir el bocadillo, tenía hambre, aunque no se hubiera dado cuenta hasta sentir el olor de la comida de Franchesco — Creo que necesito unos minutos. — le terminó por pedir, mirándolo y alzando la comida entre sus manos, intentando decirle que le dejara comer y que luego hablarían, que necesitaba su espacio un poco más. Luego simplemente se dedicó a la comida y a mirar por la ventana, aunque prácticamente solo veía su propio reflejo y el de los demás integrantes del vagón, aun así miraba pero no se fijaba en nada, solo divagaba en sus pensamientos.

Decía que era su hijo, le creía. Decía que se querían, le creía. Por algún motivo, las palabras que aquel deconocido decían, en su mente se traducían como verdad absoluta, y eso le daba miedo, muchísimo miedo, le desconcertaba. Pero sentía algo en su interior, sentía mariposas en su estómago, miraba aquel reflejo y veía una familia, lo que nunca habría podido tener con ella. Bueno, si eso era lo que tendría cada día, tampoco era una verdad tan mala de asumir. Tras el último trozo de comida llegó una sonrisa de aceptación y sus ojos buscaron los del otro adulto, como si tratara de decirle que todo estaba bien, que no iba a llorar de nuevo.

Seguro que tus abuelos estarán muy contentos de recibirte. Además...¿quién diría que no a esos ojitos? — hizo un gesto de cabeza hacia el pequeño, sin perder la sonrisa que se había instalado en su rostro, casi como si le hubieran inyectado alguna sustancia calmante, como si su cerebro hubiera empezado a segregar algo que le hiciera aceptar su entorno como el mejor de los destinos — Franchesco, ¿quieres que te cuente un cuento? — y simplemente le quedaba pasar lo que restaba del viaje intentando acostumbrarse a su nueva y repentina vida. Como hacía cada mañana, como haría el resto de su vida.
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