AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
2 participantes
Página 2 de 2.
Página 2 de 2. • 1, 2
Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Recuerdo del primer mensaje :
Aún era noche cerrada cuando Jules dejó la llave de su habitación en el cofre lacado del recibidor de la casa de huéspedes donde vivía. La patrona estaba durmiendo igual que el resto de inquilinos, pero el cambiaformas ya había hablado previamente con ella y acordado que le pagaría por adelantado el resto del mes con la condición de que le reservara el cuarto. Si tenía que puntuar del uno al diez sus esperanzas de obtener un acuerdo satisfactorio en Marsella y no tener que regresar a esa pensión cochambrosa diría que menos tres; sabía que sus abuelos no serían fáciles de convencer. Se embozó en una gruesa capa oscura de viaje y se puso los guantes, al pasar frente al espejo ahumado del pasillo su reflejo le devolvió la figura de un caballero con el rostro algo crispado. Estaba nervioso, sí, pero no le gustaba demostrarlo y menos delante de François y el niño, aunque este último no se iba a enterar porque era demasiado pequeño. Sabía que sucediera lo que sucediera su amigo tenía más que perder que él, que siempre podía volver a París fingiendo que el rechazo de sus parientes no le importaba y resignarse a llevar la misma vida que antes. Pero Fran tenía un hijo, no tenía memoria y sus cimientos económicos no eran todo lo sólidos que deberían en su situación. Jules no sabía cuál era la situación de sus padres pero solo los había visto una vez y no congeniaron bien: ellos pensaron que el rubio era un pervertido demasiado mayor para su vástago y el roedor que aquella pareja no merecía un hijo como el que tenía si iba a enviarlo a denigrarse a un burdel todas las mañanas sin ninguna sombra en la conciencia. Si tanto dinero necesitaban que se vendieran a sí mismos pero que dejaran al chico en paz.
Mientras caminaba sobre el empedrado húmedo rumbo al punto donde había acordado verse con el cochero oyó rechinar una persiana y supo que el panadero era otra ave nocturna que ya se ponía en marcha, así que lo saludó inclinando la cabeza y llevándose una mano al ala del sombrero al pasar junto a él con la solidaridad que da ser el único par de almas vivientes en medio del silencio y la oscuridad. Luego lo pensó mejor y volvió sobre sus pasos para comprarle dos bollos de su primera hornada, unos panes dulces redondos y turgentes como pechos de mujer recubiertos de azúcar. Con la bolsa de papel en la mano se metió en la diligencia y dio al conductor las señas de la casa de François, que le había pedido que se encontraran allí. Ese era para Jules el primer obstáculo a salvar, pues no estaba convencido de que sus padres le fueran a dejar marchar desmemoriado como estaba en un viaje como aquel con el mismo hombre al que suponían un aprovechado. ¿Y el niño? ¿Se lo habría contado? No sabía qué historia habría esgrimido como argumento para salirse con la suya pero efectivamente, tan pronto como avistaron su puerta, ésta se abrió dejando paso a la figura del joven. - Pare aquí. - Pidió el cambiaformas dando dos golpes con la mano en la portezuela. Luego la abrió y descendió para ayudar a su amigo a subir sin querer detenerse en saludos ni discursos mucho tiempo, ya tendrían rato para eso en el viaje.
Mientras caminaba sobre el empedrado húmedo rumbo al punto donde había acordado verse con el cochero oyó rechinar una persiana y supo que el panadero era otra ave nocturna que ya se ponía en marcha, así que lo saludó inclinando la cabeza y llevándose una mano al ala del sombrero al pasar junto a él con la solidaridad que da ser el único par de almas vivientes en medio del silencio y la oscuridad. Luego lo pensó mejor y volvió sobre sus pasos para comprarle dos bollos de su primera hornada, unos panes dulces redondos y turgentes como pechos de mujer recubiertos de azúcar. Con la bolsa de papel en la mano se metió en la diligencia y dio al conductor las señas de la casa de François, que le había pedido que se encontraran allí. Ese era para Jules el primer obstáculo a salvar, pues no estaba convencido de que sus padres le fueran a dejar marchar desmemoriado como estaba en un viaje como aquel con el mismo hombre al que suponían un aprovechado. ¿Y el niño? ¿Se lo habría contado? No sabía qué historia habría esgrimido como argumento para salirse con la suya pero efectivamente, tan pronto como avistaron su puerta, ésta se abrió dejando paso a la figura del joven. - Pare aquí. - Pidió el cambiaformas dando dos golpes con la mano en la portezuela. Luego la abrió y descendió para ayudar a su amigo a subir sin querer detenerse en saludos ni discursos mucho tiempo, ya tendrían rato para eso en el viaje.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Lo más cerca que había estado nunca de un infarto fue cuando oyó a Fran decir su nombre y apellido juntos, asociados, evocando claramente a un recuerdo que los días anteriores no había estado allí en su mente atribulada. ¿Se lo había dicho él? Repasó toda la conversación que habían tenido desde que el muchacho había despertado en el vagón y no fue capaz de asegurarlo, tal vez se estaba haciendo ilusiones basadas en nada. - ¿Te has acordado? - Preguntó con un hilo de voz, casi temiendo el instante en que él le dijera que no, que el propio Jules se lo acababa de decir. De no haber sido porque el propio cortesano le pidió unos minutos para comer tranquilo lo habría abrazado allí mismo, haciendo caso omiso ya a la presencia de su hijo, y de haber tenido los conductos lacrimales un poco más sensibles habría llorado como una mujercita tonta. Pero se obligó a mirar hacia el pasillo para dejar la intimidad que el rubio le había pedido mientras vigilaba que Franchesco no se atragantase con su bocadillo, que le ayudó cuidadosamente a desmenuzar. Las manitas del crío parecían de muñeco entre las de Lombard, que eran bastante grandes porque él era un hombre alto, y al cambiaformas le daba un poco de miedo lastimarlo sin querer ya que nunca antes había estado tan cerca de ningún infante. Siempre pensó que los niños no le gustaban, pero ese en concreto tenía algo que le caía muy simpático. Tal vez también ayudaba el hecho de que se estuviera portando como un ángel y todavía no se hubiera echado a llorar ni una sola vez pese a haberse separado de su madre esa mañana para no volver a verla quizá nunca. El de Marsella tuvo que admitir que admiraba a esa criatura, era valiente, tenía unos cojones de los que muchos adultos hechos y derechos carecían.
Padre e hijo terminaron su cena casi al unísono, así que Jules volvió a poner al pequeño en el regazo de François que ahora estaba sereno, casi alegre, como si hubiera tomado la decisión de que aquella nueva situación desconocida para él le agradaba a pesar de todo. El cambiaformas tuvo que reprimir una vez más sus ganas de demostrarle que sus cuerpos no se desconocían a golpe de caricias y otras travesuras. Su consuelo era que en casa de sus abuelos, si realmente todo salía como esperaba, iban a tener mucho tiempo para reencontrarse de la forma que al cortesano más le gustaba. - Qué buena idea. - Musitó al oír que proponía contarle un cuento al niño. No se había dado cuenta de lo cansado que estaba hasta que escuchó su propia voz pastosa, así que aprovechando que sus dos compañeros de viaje parecían muy entretenidos apoyó la cabeza en el respaldo del asiento, cruzó los brazos, estiró las piernas y se quedó dormido sin percatarse de que en un momento dado se le ladeó el cuello y acabó usando el hombro de François como almohadón improvisado.
Padre e hijo terminaron su cena casi al unísono, así que Jules volvió a poner al pequeño en el regazo de François que ahora estaba sereno, casi alegre, como si hubiera tomado la decisión de que aquella nueva situación desconocida para él le agradaba a pesar de todo. El cambiaformas tuvo que reprimir una vez más sus ganas de demostrarle que sus cuerpos no se desconocían a golpe de caricias y otras travesuras. Su consuelo era que en casa de sus abuelos, si realmente todo salía como esperaba, iban a tener mucho tiempo para reencontrarse de la forma que al cortesano más le gustaba. - Qué buena idea. - Musitó al oír que proponía contarle un cuento al niño. No se había dado cuenta de lo cansado que estaba hasta que escuchó su propia voz pastosa, así que aprovechando que sus dos compañeros de viaje parecían muy entretenidos apoyó la cabeza en el respaldo del asiento, cruzó los brazos, estiró las piernas y se quedó dormido sin percatarse de que en un momento dado se le ladeó el cuello y acabó usando el hombro de François como almohadón improvisado.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
No sabía cómo responder a la pregunta del contrario, porque no podía decir que se hubiera acordado propiamente, simplemente es que detrás de Jules sonaba bien Lombard, es como si esa fuera la única opción que tenía un matiz melodioso en su cabeza, como después de "pastel" queda bien "de carne", había sido más esa sensación que la de tener una revelación, así que prefirió no decir nada por temor a no poder explicarse y crearle falsas ilusiones. Aunque...¿podría ser que eso fuera un signo de recuerdos?
De todas formas así fue mejor, solo tuvo que relajarse, intentar tomarse la situación de una manera mucho más cómoda para todos, porque seguir llorando desconsolado no le ayudaría en nada. Ahora tenía que enfrentarse a aquello como un hombre fuerte, todo se arreglaría, quería creer que todo tenía solución. Así que allí se encontraba finalmente, con su pequeño en brazos, contándole un cuento que había leído lo que para él parecía poco tiempo, pero que ya contaba con más de cuatro o cinco años. El niño a veces repetía palabras por lo bajo, o intentaba preguntar por algunas cosas, así que le resultó sorprendentemente ameno.
Cuando quiso darse cuenta, Franchesco se estaba ya entreteniendo en jugar con los envoltorios de los bocadillos, así que lo bajó al suelo, aunque este se quedó apoyado contra sus piernas. Suspiró y sintió un peso caer sobre su hombro, que le hizo girar lentamente el rostro hasta fijarse en el hombre apoyado sobre él. Un cosquilleo atacó su vientre y su pecho, hizo que se le erizara todo el vello una vez más y miró sus labios, entrecerrando los ojos, sintiendo enormes deseos de...
— Queso. — susurró, tan bajo que solo era un comentario para él. Y, de repente, estaba ahí, no sabía cómo o cuándo había llegado, o si siempre había estado en su cabeza. Era borroso, era confuso y casi le mareaba hasta el punto de hacerle cerrar los ojos. Una azotea, unos tacones que le hacían tener malas sensaciones, un pequeño roedor que lo ayudaba a defenderse y luego una habitación. Aquel ratón cambiaba la forma de su cuerpo, adoptaba el de Jules, y luego...
Su rostro estaba totalmente encendido, sus labios se sentían suaves y, cuando abrió los ojos, no fue capaz de recordar cuándo había pegado su boca a la del cambiaformas, simplemente estaba allí, besándolo con un roce inocente que ni siquiera pudo dar para despertarle. Se sentía como si por un momento hubiera perdido la consciencia y le hubiera invadido otra persona, pero no se sentía mal, todo lo contrario. Se separó muy despacio, sintiendo el cosquilleo de su sabor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Franchesco no se movía, los estaba mirando fijamente, con ojos curiosos, tal vez preguntándose por qué su padre había hecho algo así.
— Será nuestro secreto, ¿vale? — le pidió en voz baja, llevándose el índice a los labios y sonriéndole con complicidad. El niño sonrió, como si esa explicación fuera suficiente y volvió a sus juegos. Fran suspiró con alivio y, aprovechando que aun tenía el dedo sobre los labios se los acarición, tratando de recuperar esa sensación — Así que un ratón, ¿eh? — giró de nuevo el rostro, para mirar la cabeza que descansaba sobre su hombro — Ojalá pudiera recordarlo todo de ti, Jules Lombard. — porque tenía que ser muy interesante. Solo sonrió para si mismo, con cierta tristeza y a la vez esperanza, era extraño, y aunque para él fuera información desconocida, había sido la primera vez que un recuerdo le invadía de aquella manera, abriéndose paso entre su atrofiada mente. Para tratar de distraerse de nuevo se puso a mirar lo que hacía el menor, dejando dormir al cambiaformas y, de paso, dando tiempo a que el acelerado ritmo de su corazón se relajara.
De todas formas así fue mejor, solo tuvo que relajarse, intentar tomarse la situación de una manera mucho más cómoda para todos, porque seguir llorando desconsolado no le ayudaría en nada. Ahora tenía que enfrentarse a aquello como un hombre fuerte, todo se arreglaría, quería creer que todo tenía solución. Así que allí se encontraba finalmente, con su pequeño en brazos, contándole un cuento que había leído lo que para él parecía poco tiempo, pero que ya contaba con más de cuatro o cinco años. El niño a veces repetía palabras por lo bajo, o intentaba preguntar por algunas cosas, así que le resultó sorprendentemente ameno.
Cuando quiso darse cuenta, Franchesco se estaba ya entreteniendo en jugar con los envoltorios de los bocadillos, así que lo bajó al suelo, aunque este se quedó apoyado contra sus piernas. Suspiró y sintió un peso caer sobre su hombro, que le hizo girar lentamente el rostro hasta fijarse en el hombre apoyado sobre él. Un cosquilleo atacó su vientre y su pecho, hizo que se le erizara todo el vello una vez más y miró sus labios, entrecerrando los ojos, sintiendo enormes deseos de...
— Queso. — susurró, tan bajo que solo era un comentario para él. Y, de repente, estaba ahí, no sabía cómo o cuándo había llegado, o si siempre había estado en su cabeza. Era borroso, era confuso y casi le mareaba hasta el punto de hacerle cerrar los ojos. Una azotea, unos tacones que le hacían tener malas sensaciones, un pequeño roedor que lo ayudaba a defenderse y luego una habitación. Aquel ratón cambiaba la forma de su cuerpo, adoptaba el de Jules, y luego...
Su rostro estaba totalmente encendido, sus labios se sentían suaves y, cuando abrió los ojos, no fue capaz de recordar cuándo había pegado su boca a la del cambiaformas, simplemente estaba allí, besándolo con un roce inocente que ni siquiera pudo dar para despertarle. Se sentía como si por un momento hubiera perdido la consciencia y le hubiera invadido otra persona, pero no se sentía mal, todo lo contrario. Se separó muy despacio, sintiendo el cosquilleo de su sabor. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Franchesco no se movía, los estaba mirando fijamente, con ojos curiosos, tal vez preguntándose por qué su padre había hecho algo así.
— Será nuestro secreto, ¿vale? — le pidió en voz baja, llevándose el índice a los labios y sonriéndole con complicidad. El niño sonrió, como si esa explicación fuera suficiente y volvió a sus juegos. Fran suspiró con alivio y, aprovechando que aun tenía el dedo sobre los labios se los acarición, tratando de recuperar esa sensación — Así que un ratón, ¿eh? — giró de nuevo el rostro, para mirar la cabeza que descansaba sobre su hombro — Ojalá pudiera recordarlo todo de ti, Jules Lombard. — porque tenía que ser muy interesante. Solo sonrió para si mismo, con cierta tristeza y a la vez esperanza, era extraño, y aunque para él fuera información desconocida, había sido la primera vez que un recuerdo le invadía de aquella manera, abriéndose paso entre su atrofiada mente. Para tratar de distraerse de nuevo se puso a mirar lo que hacía el menor, dejando dormir al cambiaformas y, de paso, dando tiempo a que el acelerado ritmo de su corazón se relajara.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Una de las características de Jules es que no se estaba quieto ni en sueños. Su cuerpo descansaba, ni siquiera se giraba en la cama, hasta tal punto que solía amanecer con la marca de las sábanas en la cara, pero su mente no paraba ni un segundo de imaginar las más locas aventuras y sueños descabellados. No obstante en ese momento fue cerrar los ojos y sumirse en un sopor tranquilo, como si fuera un niño de pecho en los brazos de su madre, con la cabeza en el hombro de François y tan a gusto que se le entreabrieron los labios aunque por suerte no se puso a roncar. Se perdió el cuento que le dedicó el cortesano a su hijo y también el momento en que éste se puso a jugar en el suelo del compartimento. Nada más subir al tren temió que por los nervios que le habían entrado de repente sería incapaz de pegar ojo en todo el trayecto y llegaría a Marsella hecho un adefesio con ojeras hasta el mentón, pero al parecer su cerebro había decidido entrar en modo de desconexión tan pronto como se aseguró de que su compañero no iba a querer poner pies en polvorosa cuando le sobreviniera otra de sus amnesias. Al comprobar que no era así había sentido tal alivio de comprender que su nueva vida era por fin una realidad que le entró de golpe todo el sueño y antes de poder decir esta boca es mía se quedó totalmente planchado en el asiento.
No fue consciente de la revelación que había tenido el rubio respecto a sus transformaciones, pero de haberlo sido se habría sentido profundamente feliz. Siempre había tenido fe en que Fran se recuperaría de su problema, que al final las conexiones que se le habían dañado encontrarían la manera de restablecerse y que algo tan importante como los recuerdos de toda una vida tendrían que acabar por abrirse paso a la fuerza. Ahí estaba la demostración de que no estaba equivocado, aunque no pudiera verla, y Franchesco todavía no se daba cuenta de lo que sucedía hasta el punto de que ese paso tan crucial le importase lo más mínimo. Al notar los labios ajenos sobre los suyos tomó aire por la nariz en forma de suspiro entrecortado pero no se despertó. - Cinco minutos más, encanto. - Murmuró como si fuera un contestador automático acomodándose nuevamente entre la clavícula del cortesano y su cuello suave y largo. No podía saber que mientras tanto su amigo lo observaba esforzándose por recordar cosas de él, que de otra forma le habría contado encantado. Siguió durmiendo durante varias horas hasta que su cuerpo descansó completamente y le ordenó despertar, cuando ya rayaba el alba. Miró a su alrededor un poco espeso y estiró los brazos para desperezarse, encontrando que Fran seguía despierto pero que el niño se había dormido en su lugar. - Buenos días. - Sonrió, aprovechando que estaban más o menos solos para rodear el talle del menor con los brazos, acercarlo a él y morderle el lóbulo de la oreja sin ningún pudor. - Qué rico estás. ¿Por dónde vamos? - Una de sus manos se deslizó como por casualidad hasta la curva del final de la espalda del otro, con la tentación de reposar en su trasero aunque en el último momento se detuvo porque no quería poner en marcha su maquinaria si no iba a poder utilizarla en el futuro inmediato.
No fue consciente de la revelación que había tenido el rubio respecto a sus transformaciones, pero de haberlo sido se habría sentido profundamente feliz. Siempre había tenido fe en que Fran se recuperaría de su problema, que al final las conexiones que se le habían dañado encontrarían la manera de restablecerse y que algo tan importante como los recuerdos de toda una vida tendrían que acabar por abrirse paso a la fuerza. Ahí estaba la demostración de que no estaba equivocado, aunque no pudiera verla, y Franchesco todavía no se daba cuenta de lo que sucedía hasta el punto de que ese paso tan crucial le importase lo más mínimo. Al notar los labios ajenos sobre los suyos tomó aire por la nariz en forma de suspiro entrecortado pero no se despertó. - Cinco minutos más, encanto. - Murmuró como si fuera un contestador automático acomodándose nuevamente entre la clavícula del cortesano y su cuello suave y largo. No podía saber que mientras tanto su amigo lo observaba esforzándose por recordar cosas de él, que de otra forma le habría contado encantado. Siguió durmiendo durante varias horas hasta que su cuerpo descansó completamente y le ordenó despertar, cuando ya rayaba el alba. Miró a su alrededor un poco espeso y estiró los brazos para desperezarse, encontrando que Fran seguía despierto pero que el niño se había dormido en su lugar. - Buenos días. - Sonrió, aprovechando que estaban más o menos solos para rodear el talle del menor con los brazos, acercarlo a él y morderle el lóbulo de la oreja sin ningún pudor. - Qué rico estás. ¿Por dónde vamos? - Una de sus manos se deslizó como por casualidad hasta la curva del final de la espalda del otro, con la tentación de reposar en su trasero aunque en el último momento se detuvo porque no quería poner en marcha su maquinaria si no iba a poder utilizarla en el futuro inmediato.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
El pequeño había aguantado un buen rato con los juegos y los cuentos de su padre, así que había estado entretenido casi hasta el alba, pero al final había caído al cansancio del viaje y de nuevo se había dejado ir por el sueño. Fran había suspirado y observado un buen rato, antes de fijarse de nuevo en la ventana, en el paisaje que se iba formando frente a sus ojos. Estaba extrañamente en paz, ¿tal vez fuera por el recuerdo que aun seguía dando vueltas en su mente? Aquella seguridad que le inspiraba el roedor, los recuerdos de lo que había ocurrido entre las sábanas desconocidas. Cada vez que lo rememoraba sus mejillas se encendían y una sonrisa se pintaba en sus labios, de forma incontrolable.
Sintió que el otro finalmente despertaba y se removió un poco en su asiento, mirándolo de reojo. ¿Debía decirle lo que le había ocurrido? No tenía idea, tal vez no sería bueno darle esperanzas de algo que, según lo que le había contado, no volvería a recordar, puede que jamás. Notó aquella mordida en su oreja y se mordió los labios, dejando escapar un jadeíto que trató de contener, entrecerrando los ojos. Alzó una mano para ponerla en su mejilla, girando un poco el rostro para poder mirarlo.
— Por el desayuno. — susurró, sonriendo con timidez, pero sin apartarse en lo más mínimo. Es más, tras dudarlo unos instantes él mismo se acercó a los labios contrarios para besarlo, aunque fuera un beso inseguro, casi como si comprobara que sus recuerdos eran reales y que se sentía así. ¿Por qué se estaba comportando como si fuera una maldita muchacha? Le avergonzaba, pero es que le salía sin siquiera pensarlo mucho. Se apartó un poco de sus labios, deslizando los dedos por su rostro para apartar la mano y mirando de reojo al menor — Había pensado esperar a que despertaras para ir a por algo de desayunar, tal vez se despierte con hambre. Y tú, ¿tienes hambre? — agachó de nuevo la mirada, mordiéndose los labios — Ah, antes que nada...quería disculparme. Por lo de hacer todo ese drama de antes. Yo...sé que dices la verdad, simplemente lo sé. — volvió a subir sus ojos, necesitaba que lo mirase, que supiera que hablaba desde el corazón — Sé que te quiero, y trataré de hacer esto lo más cómodo posible. Para que podamos ser una familia. — le costó un poco más de lo esperado decir esas últimas palabras, pero eso no les restaba seguridad, simplemente es que era extraño, eran tres hombres, dos adultos y un niño, nadie consideraría algo así como una verdadera familia, pero ahora solo estaban ellos, y en su corazón sentía que era la mejor que podría desear. A fin de cuentas, ¿no estaba Jules ahí? A pesar de que por las mañanas no lo recordara, que llorase y armase espectáculos, seguía paciente a su lado. Solo una persona así podría merecer su amor.
Sintió que el otro finalmente despertaba y se removió un poco en su asiento, mirándolo de reojo. ¿Debía decirle lo que le había ocurrido? No tenía idea, tal vez no sería bueno darle esperanzas de algo que, según lo que le había contado, no volvería a recordar, puede que jamás. Notó aquella mordida en su oreja y se mordió los labios, dejando escapar un jadeíto que trató de contener, entrecerrando los ojos. Alzó una mano para ponerla en su mejilla, girando un poco el rostro para poder mirarlo.
— Por el desayuno. — susurró, sonriendo con timidez, pero sin apartarse en lo más mínimo. Es más, tras dudarlo unos instantes él mismo se acercó a los labios contrarios para besarlo, aunque fuera un beso inseguro, casi como si comprobara que sus recuerdos eran reales y que se sentía así. ¿Por qué se estaba comportando como si fuera una maldita muchacha? Le avergonzaba, pero es que le salía sin siquiera pensarlo mucho. Se apartó un poco de sus labios, deslizando los dedos por su rostro para apartar la mano y mirando de reojo al menor — Había pensado esperar a que despertaras para ir a por algo de desayunar, tal vez se despierte con hambre. Y tú, ¿tienes hambre? — agachó de nuevo la mirada, mordiéndose los labios — Ah, antes que nada...quería disculparme. Por lo de hacer todo ese drama de antes. Yo...sé que dices la verdad, simplemente lo sé. — volvió a subir sus ojos, necesitaba que lo mirase, que supiera que hablaba desde el corazón — Sé que te quiero, y trataré de hacer esto lo más cómodo posible. Para que podamos ser una familia. — le costó un poco más de lo esperado decir esas últimas palabras, pero eso no les restaba seguridad, simplemente es que era extraño, eran tres hombres, dos adultos y un niño, nadie consideraría algo así como una verdadera familia, pero ahora solo estaban ellos, y en su corazón sentía que era la mejor que podría desear. A fin de cuentas, ¿no estaba Jules ahí? A pesar de que por las mañanas no lo recordara, que llorase y armase espectáculos, seguía paciente a su lado. Solo una persona así podría merecer su amor.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Jules se había labrado cierta reputación en su oficio porque tenía la capacidad de dejar su marca personal en todos sus clientes, a diferencia de otras cortesanas que solo abrían las piernas y dejaban que los que las visitaban se desahogaran imaginando a quien quisieran y que estaban en cualquier otro lugar que no fuese un burdel. Los que iban a ver a Lombard lo buscaban a él y a ningún otro porque tenía un toque muy particular, sabía lo que quería, gozaba con lo que hacía y siempre besaba como si se le fueran a terminar las oportunidades de volver a hacerlo en el futuro. Y a decir verdad ahora se alegraba sobremanera de poseer ese talento porque el cuerpo de François parecía recordarle mejor que su mente, mejor que sus ojos todavía algo asustados aunque mostrando determinación. El cambiaformas entendía que se sintiera confuso, pero no podía evitar anotarse como un triunfo el hecho de que sus manos le acariciaran con esa soltura y que su boca le buscara titubeando solo un poco. Tal vez nunca podría hacer que el muchacho recordase quién era por las mañanas, aunque se negaba tampoco a rendirse en ese aspecto, pero todo apuntaba a que al menos sí conseguiría que la piel del contrario se erizara cada vez que la acariciase de la forma correcta. El de Marsella sabía mucho más de lo físico que de sentimientos, solo se desinhibía por completo haciendo el amor, y por eso quizá estaba destinado a ser mucho mejor compañero para alguien con el problema de Fran que cualquier otra persona más emocional.
El beso se le hizo corto. - Mucha. - Contestó con voz seductora cuando le preguntó si tenía hambre. Quería comerlo allí mismo, en ese vagón, y puede que le hubiera importado bien poco que los descubriese el resto del pasaje de no ser porque Franchesco dormía justo delante. No permitió que su compañero pusiera distancia entre ellos, y cuando se separó de él Jules avanzó de nuevo para arrinconarlo con sus brazos contra el respaldo del asiento. Podía oír cualquier cosa que tuviera que decirle en esa postura y le apetecía mucho más que quedarse en la otra punta del compartimento. - No te disculpes, Fran. Uno solo tiene que pedir perdón por las cosas que ha hecho mal teniendo elección. - Encogió los hombros restándole importancia a aquello: lo que a él le dolía de que no le reconociera no era en sí ese aspecto sino saber que en los primeros momentos tras despertar el cortesano sufría bastante. Su orgullo podía esperar. Tras escuchar que podrían ser una familia supuso que ese era el momento idóneo para confesarle que no era ése su plan inicial, que simplemente estaban buscando manutención para que el cortesano no tuviera que criar a su hijo en un lupanar y seguir dedicándose a eso para darle de comer. Lo miró a los ojos un instante, ¿era necesario? No quería contárselo y pensándolo fríamente no veía por qué tenía que hacerlo, el otro no se iba a enterar hasta que leyese su diario y eso no sucedería por lo menos hasta el día siguiente, cuando hubiesen terminado su viaje. ¿Por qué no darle al menos un día de descanso? Ya había tenido suficiente sin añadir lo de la prostitución a la lista de recuerdos olvidados que debía asimilar.
Tampoco quería mentirle, así que solo volvió a besarle como respuesta. Oírle decir que le quería no le agobiaba tanto como cabría esperar. Había tenido otras experiencias anteriores con clientes de ambos sexos que se encaprichaban con él y le juraban amor eterno y le armaban tremendas escenas de celo, pero eso no era nada nuevo en el burdel. Lombard, como el resto de trabajadores de la casa, se limitaba a escabullirse sin querer enterarse de nada y a sacarse de encima lo más rápido posible al pesado de cada ocasión. Pero ahora era distinto y le gustaba que se lo dijera, así que añadía otro motivo al montón de razones por las que prefería callar veinticuatro horas más. Si no tuviera un miedo patológico a cualquier clase de compromiso sabía que ese era el tipo de familia que desearía tener. Ahora solo quedaba ver si sus otros parientes eran tan comprensivos.
El beso se le hizo corto. - Mucha. - Contestó con voz seductora cuando le preguntó si tenía hambre. Quería comerlo allí mismo, en ese vagón, y puede que le hubiera importado bien poco que los descubriese el resto del pasaje de no ser porque Franchesco dormía justo delante. No permitió que su compañero pusiera distancia entre ellos, y cuando se separó de él Jules avanzó de nuevo para arrinconarlo con sus brazos contra el respaldo del asiento. Podía oír cualquier cosa que tuviera que decirle en esa postura y le apetecía mucho más que quedarse en la otra punta del compartimento. - No te disculpes, Fran. Uno solo tiene que pedir perdón por las cosas que ha hecho mal teniendo elección. - Encogió los hombros restándole importancia a aquello: lo que a él le dolía de que no le reconociera no era en sí ese aspecto sino saber que en los primeros momentos tras despertar el cortesano sufría bastante. Su orgullo podía esperar. Tras escuchar que podrían ser una familia supuso que ese era el momento idóneo para confesarle que no era ése su plan inicial, que simplemente estaban buscando manutención para que el cortesano no tuviera que criar a su hijo en un lupanar y seguir dedicándose a eso para darle de comer. Lo miró a los ojos un instante, ¿era necesario? No quería contárselo y pensándolo fríamente no veía por qué tenía que hacerlo, el otro no se iba a enterar hasta que leyese su diario y eso no sucedería por lo menos hasta el día siguiente, cuando hubiesen terminado su viaje. ¿Por qué no darle al menos un día de descanso? Ya había tenido suficiente sin añadir lo de la prostitución a la lista de recuerdos olvidados que debía asimilar.
Tampoco quería mentirle, así que solo volvió a besarle como respuesta. Oírle decir que le quería no le agobiaba tanto como cabría esperar. Había tenido otras experiencias anteriores con clientes de ambos sexos que se encaprichaban con él y le juraban amor eterno y le armaban tremendas escenas de celo, pero eso no era nada nuevo en el burdel. Lombard, como el resto de trabajadores de la casa, se limitaba a escabullirse sin querer enterarse de nada y a sacarse de encima lo más rápido posible al pesado de cada ocasión. Pero ahora era distinto y le gustaba que se lo dijera, así que añadía otro motivo al montón de razones por las que prefería callar veinticuatro horas más. Si no tuviera un miedo patológico a cualquier clase de compromiso sabía que ese era el tipo de familia que desearía tener. Ahora solo quedaba ver si sus otros parientes eran tan comprensivos.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Estaba siendo arrinconado, pero no se sentía como tal, más bien era una sensación de cobijo, como si estuvieran escondiéndolo en el rincón más seguro que pudiera existir. Y de nuevo esos labios que le hacían dar vueltas la cabeza. Quería corresponder, quería hacerlo hasta que dejara de sentir nada contra su boca, hasta que sus labios ardieran al contacto contrario. Pero era un chico de buena familia, por más humilde que fuera. La homosexualidad era un gran pecado, era algo completamente anti-natura, estaban en un lugar público, y lo que no podía era simplemente besarse con su amatne como si fuera lo más normal del mundo, se escapaba a su conocimiento.
Inocente él, de la cantidad de hombres que habían pasado por su cama, que habían estado entre sus piernas. Se creía tan puro como para solo haber disfrutado de la compañía de Jules, y de repente le daba la vergüenza, el pudor, los remordimientos por su situación. Le dio un beso suave más, sonrojado, separándolo un poco y tratando de escabullirse de su presa, aunque sonriendo. Probablemente para cualquiera habría sido fácil entender que no lo despreciaba porque se sintiera incómod con él o con lo que compartían, era más bien una cuestión religiosa, social, del ambiente en el que estaban.
— Iré a por algo de comer, cuida del peque, no tardaré. — prometió, saliendo de allí, necesitando despejarse, buscar una zona de confort donde poder pensar y analizar la situación de nuevo, con la información que había recopilado por último. Mantenía una relación con un hombre, se sentía cohibido en lugares públicos pero sin embargo no con respecto a él, así que debía estar acostumbrado a su compañía. Tenía un pequeño, lo sentía como suyo, era algo hermoso y que le daba pánico al mismo tiempo. Iban a formar una familia.
Iban a ser una hermosa familia los tres juntos...
Eso era todo lo que había quedado de su larga lista de pensamientos cuando ya había vuelto al asiento correspondiente y repartía el desayuno, buscando poder conversar con Jules de cosas más corrientes, sobre la pesca, la ciudad, los cambios de esta, todo lo poco importante de lo que se pudiera hablar. Quería saber más sobre él, sobre las cosas que le gustaban, si tenían cosas en común, cualquier pequeño detalle. El viaje se hizo mucho más ameno, y no volvió a sentirse cansado en todo el trayecto, más bien se fue excitando conforme avanzaban, cada vez más nervioso por llegar a su nuevo y prometedor hogar.
Inocente él, de la cantidad de hombres que habían pasado por su cama, que habían estado entre sus piernas. Se creía tan puro como para solo haber disfrutado de la compañía de Jules, y de repente le daba la vergüenza, el pudor, los remordimientos por su situación. Le dio un beso suave más, sonrojado, separándolo un poco y tratando de escabullirse de su presa, aunque sonriendo. Probablemente para cualquiera habría sido fácil entender que no lo despreciaba porque se sintiera incómod con él o con lo que compartían, era más bien una cuestión religiosa, social, del ambiente en el que estaban.
— Iré a por algo de comer, cuida del peque, no tardaré. — prometió, saliendo de allí, necesitando despejarse, buscar una zona de confort donde poder pensar y analizar la situación de nuevo, con la información que había recopilado por último. Mantenía una relación con un hombre, se sentía cohibido en lugares públicos pero sin embargo no con respecto a él, así que debía estar acostumbrado a su compañía. Tenía un pequeño, lo sentía como suyo, era algo hermoso y que le daba pánico al mismo tiempo. Iban a formar una familia.
Iban a ser una hermosa familia los tres juntos...
Eso era todo lo que había quedado de su larga lista de pensamientos cuando ya había vuelto al asiento correspondiente y repartía el desayuno, buscando poder conversar con Jules de cosas más corrientes, sobre la pesca, la ciudad, los cambios de esta, todo lo poco importante de lo que se pudiera hablar. Quería saber más sobre él, sobre las cosas que le gustaban, si tenían cosas en común, cualquier pequeño detalle. El viaje se hizo mucho más ameno, y no volvió a sentirse cansado en todo el trayecto, más bien se fue excitando conforme avanzaban, cada vez más nervioso por llegar a su nuevo y prometedor hogar.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Tuvo que dejar que Fran se marchara contra su voluntad pero reconoció que era lo mejor. Mandaba narices que fuera ese pobre chico desmemoriado y desorientado el que tuviera más autocontrol de los dos, porque por más que Jules intentara estarse quieto sabía que si solo dependiera de él ya estarían rodando sin ropa por el suelo del compartimento. Se sentó y se obligó a vigilar al niño que seguía durmiendo mientras respiraba acompasadamente para relajarse y ver si la tensión que había ido creciendo paulatinamente dentro de sus pantalones se dignaba a desaparecer antes de que tuviera que ponerse en pie y se hiciera vergonzosamente evidente. La charla amena sobre esto y aquello que mantuvo con el rubio cuando regresó con el desayuno le ayudó a centrar sus pensamientos en cuestiones más prácticas, y así el resto del trayecto le resultó corto. De hecho demasiado corto. Había dado por hecho que al arribar a Marsella tendría pensados todos los detalles de la historia que iba a exponer a sus abuelos con pelos y señales, así como la mejor actitud a adoptar ante ellos, pero se daba cuenta de que estaba todavía más perdido que al salir de París. Fue poner un pie en la estación y sentirse extraño, pero no porque la visión del paisaje le trajera recuerdos. Todo estaba muy cambiado desde que el niño que fue se había marchado de su ciudad natal para ir a estudiar al despacho de un abogado en el que apenas duró tres meses, y curiosamente fue el clima lo que le hizo rememorar parte de esa infancia tanto tiempo olvidada. Estaban mucho más al sur y por tanto se notaba que el aire era cálido y dulce como un pan de pasas recién sacado del horno. La frontera con España no estaba lejos de allí, pero Jules no la había cruzado nunca de pequeño y tampoco tenía intención de hacerlo ahora. Ayudó a Fran y a su hijo con las maletas y tomaron otro carruaje al momento que se puso en marcha con presteza. Ahora cada paso que avanzaban ponía al cambiaformas más y más nervioso.
La noche en que nació Jules había sido inusitadamente tranquila, como si la naturaleza no quisiera tener nada que ver con el ánimo tormentoso de la familia y se desentendiera de ellos. Jacques, el patriarca, lo entendió como una señal de que el destino no lo escribía nadie sino él mismo, y que lo que estaba a punto de hacer no sería juzgado jamás por un ente superior. No existían los designios de Dios ni Su mano omnipresente y castigadora, solo un mundo sometido a decisiones que eran correctas o no. En la habitación del servicio Laura sudaba a mares sobre el mejor colchón que el dinero había sido capaz de conseguir. La comadrona le daba instrucciones en voz queda y la muchacha las acataba con mucha más valentía de la que se le habría podido suponer dadas las circunstancias. Jeròme, para variar, estaba en la casa también conminado por sus padres apurando una taza de café tras otra en el comedor. Leonore, su madre, lo analizaba con una mirada en la que se podían discernir la preocupación, el reproche y algo más hondo y más sabio que terminó por incomodar al adolescente. - ¿Cuánto va a tardar? - Tenía solo catorce años y no parecía que la perspectiva de conocer a su primer hijo lo tuviera muy contento. Tomaba a Laura por poco más que un incordio desde que había conseguido que se abriera de piernas en el granero y luego la había olvidado hasta que la chica anunció que estaba encinta. Las mujeres eran un engorro y Jeròme lo sabía, la sangre del felino le corría por las venas y lo conminaba a escabullirse en la oscuridad y vivir la vida salvaje sin ataduras ni quebraderos de cabeza domésticos. Casi parecía que le costara entender la conexión que había entre su lujuria y ese bebé lloroso y sucio de sangre que le presentaron un par de horas después. Laura pasó dos días más en la mansión y luego fue enviada a otra ciudad con buenas credenciales y sin mención de su pasado deshonroso para que pudiera empezar de nuevo con la condición de que jamás regresara a ver al niño. Ella misma era apenas una cría, así que tomó como una bendición esa oportunidad de empezar de cero y desembarazarse de la criatura. Fueron Jacques y Leonore quienes lo bautizaron como Jules, lo cuidaron como a su segundo vástago e hicieron grandes planes para él. Cuando estaba con sus abuelos sentía que estaba dirigido a hacer algo importante, pero esa sensación nunca terminó de gustarle. Por culpa del carácter irrespetuoso y echado a perder de Jeròme los Lombard depositaron demasiada responsabilidad sobre los hombros escuálidos de su joven nieto, y esa presión terminaría por asfixiarle. No obstante la noche en que nació nadie podía presagiarlo, y por eso el matrimonio se veía tan orgulloso como si hubieran concebido al bebé de sus mismas entrañas. Jacques le puso en el cuello una cadena muy fina con una cruz de plata. - Le traerá suerte. - Dijo. Nadie se dio cuenta de que aquel colgante no estaba comenzando su función con muy buen pie.
Se pasó todo el camino jugando con la cadena entre sus dedos como un talismán y callado como un muerto. Cuando llegaron finalmente a las tierras que se extendían entre la ciudad de Marsella y el pequeño pueblo de pescadores que colindaba con ella la diligencia se detuvo y arrojó a los dos hombres y al pequeño Franchesco ante el portón de la finca de los Lombard. Los últimos pasos sobre el camino de tierra fueron los más difíciles de dar hasta la meta, que era el recibidor de la enorme construcción de dos plantas que no parecía haber envejecido ni un solo día. Un mayordomo desconocido preguntó a quién tenía que anunciar a los señores, y fue así como Jules se enteró de que sus abuelos seguían con vida y habitando allí. - A su nieto. - Se presentó sin más demora. Había decidido que ir al grano sería la mejor estrategia, a ningún miembro de la familia le habían agradado jamás los rodeos. No los hicieron esperar mucho hasta la figura regia del anfitrión se dibujó en el altillo de la escalera, desde donde probablemente les dirigió a los tres una mirada penetrante que quedó oculta en la sombra y que Jules trató de mantener dirigida hacia donde mejor le pareció. Se le hizo eterno el rato que pasó allí su abuelo antes de decidirse a bajar los escalones con una lentitud solemne que seguramente ocultaba la torpeza propia de un anciano artrítico. Fue tanta la sorpresa que le produjo al rubio ver cuánto había cambiado el rostro del que otrora consideró casi un padre que no reaccionó hasta que, con un gesto inusitadamente ágil para un hombre de su edad, Jacques Lombard le cruzó a su nieto la cara con la empuñadura de su bastón. - Ven conmigo. - Le ordenó secamente dándose la vuelta y tomando el camino hacia su despacho. El roedor se volvió hacia François un momento antes de desaparecer en pos del patriarca. - Espérame aquí, ¿quieres?
La noche en que nació Jules había sido inusitadamente tranquila, como si la naturaleza no quisiera tener nada que ver con el ánimo tormentoso de la familia y se desentendiera de ellos. Jacques, el patriarca, lo entendió como una señal de que el destino no lo escribía nadie sino él mismo, y que lo que estaba a punto de hacer no sería juzgado jamás por un ente superior. No existían los designios de Dios ni Su mano omnipresente y castigadora, solo un mundo sometido a decisiones que eran correctas o no. En la habitación del servicio Laura sudaba a mares sobre el mejor colchón que el dinero había sido capaz de conseguir. La comadrona le daba instrucciones en voz queda y la muchacha las acataba con mucha más valentía de la que se le habría podido suponer dadas las circunstancias. Jeròme, para variar, estaba en la casa también conminado por sus padres apurando una taza de café tras otra en el comedor. Leonore, su madre, lo analizaba con una mirada en la que se podían discernir la preocupación, el reproche y algo más hondo y más sabio que terminó por incomodar al adolescente. - ¿Cuánto va a tardar? - Tenía solo catorce años y no parecía que la perspectiva de conocer a su primer hijo lo tuviera muy contento. Tomaba a Laura por poco más que un incordio desde que había conseguido que se abriera de piernas en el granero y luego la había olvidado hasta que la chica anunció que estaba encinta. Las mujeres eran un engorro y Jeròme lo sabía, la sangre del felino le corría por las venas y lo conminaba a escabullirse en la oscuridad y vivir la vida salvaje sin ataduras ni quebraderos de cabeza domésticos. Casi parecía que le costara entender la conexión que había entre su lujuria y ese bebé lloroso y sucio de sangre que le presentaron un par de horas después. Laura pasó dos días más en la mansión y luego fue enviada a otra ciudad con buenas credenciales y sin mención de su pasado deshonroso para que pudiera empezar de nuevo con la condición de que jamás regresara a ver al niño. Ella misma era apenas una cría, así que tomó como una bendición esa oportunidad de empezar de cero y desembarazarse de la criatura. Fueron Jacques y Leonore quienes lo bautizaron como Jules, lo cuidaron como a su segundo vástago e hicieron grandes planes para él. Cuando estaba con sus abuelos sentía que estaba dirigido a hacer algo importante, pero esa sensación nunca terminó de gustarle. Por culpa del carácter irrespetuoso y echado a perder de Jeròme los Lombard depositaron demasiada responsabilidad sobre los hombros escuálidos de su joven nieto, y esa presión terminaría por asfixiarle. No obstante la noche en que nació nadie podía presagiarlo, y por eso el matrimonio se veía tan orgulloso como si hubieran concebido al bebé de sus mismas entrañas. Jacques le puso en el cuello una cadena muy fina con una cruz de plata. - Le traerá suerte. - Dijo. Nadie se dio cuenta de que aquel colgante no estaba comenzando su función con muy buen pie.
Se pasó todo el camino jugando con la cadena entre sus dedos como un talismán y callado como un muerto. Cuando llegaron finalmente a las tierras que se extendían entre la ciudad de Marsella y el pequeño pueblo de pescadores que colindaba con ella la diligencia se detuvo y arrojó a los dos hombres y al pequeño Franchesco ante el portón de la finca de los Lombard. Los últimos pasos sobre el camino de tierra fueron los más difíciles de dar hasta la meta, que era el recibidor de la enorme construcción de dos plantas que no parecía haber envejecido ni un solo día. Un mayordomo desconocido preguntó a quién tenía que anunciar a los señores, y fue así como Jules se enteró de que sus abuelos seguían con vida y habitando allí. - A su nieto. - Se presentó sin más demora. Había decidido que ir al grano sería la mejor estrategia, a ningún miembro de la familia le habían agradado jamás los rodeos. No los hicieron esperar mucho hasta la figura regia del anfitrión se dibujó en el altillo de la escalera, desde donde probablemente les dirigió a los tres una mirada penetrante que quedó oculta en la sombra y que Jules trató de mantener dirigida hacia donde mejor le pareció. Se le hizo eterno el rato que pasó allí su abuelo antes de decidirse a bajar los escalones con una lentitud solemne que seguramente ocultaba la torpeza propia de un anciano artrítico. Fue tanta la sorpresa que le produjo al rubio ver cuánto había cambiado el rostro del que otrora consideró casi un padre que no reaccionó hasta que, con un gesto inusitadamente ágil para un hombre de su edad, Jacques Lombard le cruzó a su nieto la cara con la empuñadura de su bastón. - Ven conmigo. - Le ordenó secamente dándose la vuelta y tomando el camino hacia su despacho. El roedor se volvió hacia François un momento antes de desaparecer en pos del patriarca. - Espérame aquí, ¿quieres?
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Era sorprendente cómo podían sentirse tantas cosas contradictorias en un espacio de tiempo. Miedo y comodidad, alegría y tristeza, confusión y seguridad, que todo pasaba muy rápido y que iba tan lento como una tortuga frente a un enorme desierto. Lo que restó de viaje lo pasó conversando con Jules, con su pequeño, tratando de entender aun más aquella situación que se planteaba frente a él, y cada vez se sentía más como si aquel fuera su lugar y no existieran dudas al respecto. Estar con ellos era lo que tenía que hacer, sin importar qué hubiera dejado atrás.
Y antes de que se pudieran dar cuenta ya caminaban hacia la enorme casa. François no recordaba haber visto nunca nada igual, así que solo pudo quedarse con la boca abierta, al igual que los ojos, mientras su hijo correteaba alrededor de ambos. Murmuró un "Es enorme..." que quedó ahogado casi en esus labios y finalmente entraron. Sin embargo, a pesar de lo hermoso y amplio que se veía por fuera, el interior era como una pesada carga, un ambiente diferente.
Tal vez fuera por el propio Jules y todo lo que tenía que enfrentar, Fran no sabía distinguirlo. Le habría gustado poder tomar la mano del que él creía su amante para darle apoyo frente a todo lo que pudiera ocurrir, pero sabía que no era lo oportuno, que no todo el mundo podía aceptar una relación como aquella, tan pecaminosa, incluso al propio rubio le costaba. Lo que sí hizo fue tomar a Franchesco en brazos para intentar que se relajara un poco y no hiciera escándalo ni nada parecido. El niño había pasado muchas horas en un tren y al ver esos grandes jardines el deseo de correr por ellos le había invadido.
— Se siente como si el aire pesara. — murmuró, mirando entonces la figura que se recortaba entre las sombras y apretando los labios. Retrocedió un pequeño paso, dejando que Jules tomara la posición dominante, hasta que escuchó cómo se lo llevaban. Lo miró casi con un poco de miedo en los ojos, ¿por qué separarse de él? Aquel era un lugar desconocido y una fugaz sensación de abandono le llenó — S-sí...— se mordió los labios, sin dejar de mirarlo — Todo irá bien. — trató de darle algo de ánimos, hablando muy bajito y sonriéndole para confortarle. Aunque le temblaran las piernas quería que el cambiaformas se sintiera seguro frente a su familia, en su hogar. Miró una vez más al señor, el propio niño casi se contorsionó para poder mirarlo también, señalándolo como si quisiera que le explicaran ya mismo quién era, y que como mandaba la educación, el señor mayor se acercara para saludarle y tirarle de los mofletes, porque eso hacían siempre los adultos.
A padre e hijo no les quedó más remedio que esperar allí, como si de un juicio se tratase, a que el tercer miembro de su particular familia volviera a su lado con un veredicto. Aunque las cosas no fueran bien, buscarían la forma, porque mientras estuvieran juntos seguro que podrían. El mayor frunció el ceño, preguntándose de dónde habían salido todos esos pensamientos positivos que lo embargaban.
Y antes de que se pudieran dar cuenta ya caminaban hacia la enorme casa. François no recordaba haber visto nunca nada igual, así que solo pudo quedarse con la boca abierta, al igual que los ojos, mientras su hijo correteaba alrededor de ambos. Murmuró un "Es enorme..." que quedó ahogado casi en esus labios y finalmente entraron. Sin embargo, a pesar de lo hermoso y amplio que se veía por fuera, el interior era como una pesada carga, un ambiente diferente.
Tal vez fuera por el propio Jules y todo lo que tenía que enfrentar, Fran no sabía distinguirlo. Le habría gustado poder tomar la mano del que él creía su amante para darle apoyo frente a todo lo que pudiera ocurrir, pero sabía que no era lo oportuno, que no todo el mundo podía aceptar una relación como aquella, tan pecaminosa, incluso al propio rubio le costaba. Lo que sí hizo fue tomar a Franchesco en brazos para intentar que se relajara un poco y no hiciera escándalo ni nada parecido. El niño había pasado muchas horas en un tren y al ver esos grandes jardines el deseo de correr por ellos le había invadido.
— Se siente como si el aire pesara. — murmuró, mirando entonces la figura que se recortaba entre las sombras y apretando los labios. Retrocedió un pequeño paso, dejando que Jules tomara la posición dominante, hasta que escuchó cómo se lo llevaban. Lo miró casi con un poco de miedo en los ojos, ¿por qué separarse de él? Aquel era un lugar desconocido y una fugaz sensación de abandono le llenó — S-sí...— se mordió los labios, sin dejar de mirarlo — Todo irá bien. — trató de darle algo de ánimos, hablando muy bajito y sonriéndole para confortarle. Aunque le temblaran las piernas quería que el cambiaformas se sintiera seguro frente a su familia, en su hogar. Miró una vez más al señor, el propio niño casi se contorsionó para poder mirarlo también, señalándolo como si quisiera que le explicaran ya mismo quién era, y que como mandaba la educación, el señor mayor se acercara para saludarle y tirarle de los mofletes, porque eso hacían siempre los adultos.
A padre e hijo no les quedó más remedio que esperar allí, como si de un juicio se tratase, a que el tercer miembro de su particular familia volviera a su lado con un veredicto. Aunque las cosas no fueran bien, buscarían la forma, porque mientras estuvieran juntos seguro que podrían. El mayor frunció el ceño, preguntándose de dónde habían salido todos esos pensamientos positivos que lo embargaban.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Jules aún tenía la vaga esperanza de que su abuelo quisiera despachar aquel asunto con tanta velocidad como él, ya fuese el veredicto bueno o malo, pero Jacques tenía sus propios planes para aquel importante momento de reencuentro familiar. Al menos era un buen augurio que quisiera encerrarse en su despacho a departir durante horas y no lo largara por la puerta nada más verlo entrar. El roedor recordaba perfectamente incluso el olor que despedía aquella estancia donde solo entraban Jacques y sus negocios, y le resultó curioso comprobar que la visión de todos esos muebles de color caoba oscuro seguía sobrecogiéndolo como cuando era un crío. No podía culpar al patriarca por haberle golpeado en toda la cara como regalo de bienvenida, después de todo él se había escapado sin importarle nada los sentimientos de sus familiares cuando apenas tenía once años y estaba convencido de que le habrían dado por muerto. Siempre había sido difícil saber qué pasaba por la cabeza de Jacques, que parecía haberse curtido aún más con el paso del tiempo, pero Jules casi pudo jurar que estaba viendo salir humo de las orejas de su abuelo mientras pensaba y pensaba en qué iba a hacer con él. - Tu padre también se fue. - Le soltó sin tapujos, manteniendo la postura de firmes durante unos minutos y yendo luego a sentarse en su butaca preferida, donde quedó como derrumbado con todo el peso de su edad sobre los hombros. Fue la primera vez que el cortesano sintió remordimientos por lo que había hecho y vio a ese hombre no como autoridad, sino como una pobre persona que había tratado siempre de hacer lo mejor por sus descendientes y a la que todos ellos habían pagado con la misma moneda: abandonándolo. - Estoy aquí ahora. - Le dijo, acercándose un poco al sillón pero sin atreverse a invadir su espacio. En lugar de eso sus ojos flotaron por la estancia hasta detenerse en el viejo tablero de madera. - ¿Aún juegas al ajedrez? - Jacques lo miró a él y después también al mismo rincón. - Te ganaría sin mirar, mocoso insolente. - En ese instante la puerta se abrió como una tromba y su abuela, lívida como si estuviera en presencia de un fantasma, lo contempló desde el umbral unos segundos antes de cruzar la habitación y abofetearle en la otra mejilla en la que antes había sufrido la reacción de su abuelo. Parecía ser el típico saludo familiar, pero a Jules empezaba a tenerle harto que todos salieran con lo mismo. Por suerte Lèonore se ablandó en seguida, le echó los brazos al cuello y se puso a llorar con unos hipidos que su marido encontró muy difícil controlar. Al final entre ambos la convencieron de que fuera al encuentro de François, que el roedor les presentó como su cuñado, y que le ayudara a él y al pequeño Franchesco a instalarse mientras los hombres seguían pactando los acuerdos de la rendición.
Leònore era una mujer inteligente pero también dulce y maternal, y fue ella personalmente quien se encargó de que los que consideraba su bisnieto y el cuñado de su nieto conocieran la habitación en la que se iban a quedar. A Jules le habría gustado poder salir a a hablar con Fran personalmente para decirle que todo parecía ir bien, pero su reunión con el anfitrión se alargó tanto que cuando finalmente su abuelo volvió a abrir la puerta del despacho ya era hora de cenar. - Tuve al niño con una mujer que murió. - Les había contado el roedor a todos. - Y François era su hermano. Ahora viaja conmigo como ayuda de cámara, pero es un amigo. No quiero que coma con el servicio. - Ese punto suscitó bastante discusión entre Jules y su abuelo, pero al final se consintió en que, al menos esa noche, Fran se sentara a la mesa con ellos. Llegados a ese punto el roedor solo tenía ganas de echarse en la cama, cerrar los ojos y lanzar un suspiro que hiciera temblar los cimientos de toda la mansión. Parecía que habían conseguido su objetivo, pero todavía quedaba contarles todo lo de la amnesia de su acompañante y sinceramente no estaba de humor después de todos los reproches, discusiones, tiras y aflojas y sus dos bofetadas. Con la excusa de subir a anunciarles que estaba lista la mesa se escabulló escaleras arriba y entró en el cuarto donde le esperaban su amigo y el niño. - Todo controlado. - Le tranquilizó. - Eres mi cuñado, mi mujer murió y él es mi hijo. También eres mi criado, espero que no te importe, no tengo intención de ponerte a trabajar de verdad. - Le tomó las manos y lo acercó a sí para darle un beso en la frente. - Lamento no saber hacerlo mejor, Fran.
Leònore era una mujer inteligente pero también dulce y maternal, y fue ella personalmente quien se encargó de que los que consideraba su bisnieto y el cuñado de su nieto conocieran la habitación en la que se iban a quedar. A Jules le habría gustado poder salir a a hablar con Fran personalmente para decirle que todo parecía ir bien, pero su reunión con el anfitrión se alargó tanto que cuando finalmente su abuelo volvió a abrir la puerta del despacho ya era hora de cenar. - Tuve al niño con una mujer que murió. - Les había contado el roedor a todos. - Y François era su hermano. Ahora viaja conmigo como ayuda de cámara, pero es un amigo. No quiero que coma con el servicio. - Ese punto suscitó bastante discusión entre Jules y su abuelo, pero al final se consintió en que, al menos esa noche, Fran se sentara a la mesa con ellos. Llegados a ese punto el roedor solo tenía ganas de echarse en la cama, cerrar los ojos y lanzar un suspiro que hiciera temblar los cimientos de toda la mansión. Parecía que habían conseguido su objetivo, pero todavía quedaba contarles todo lo de la amnesia de su acompañante y sinceramente no estaba de humor después de todos los reproches, discusiones, tiras y aflojas y sus dos bofetadas. Con la excusa de subir a anunciarles que estaba lista la mesa se escabulló escaleras arriba y entró en el cuarto donde le esperaban su amigo y el niño. - Todo controlado. - Le tranquilizó. - Eres mi cuñado, mi mujer murió y él es mi hijo. También eres mi criado, espero que no te importe, no tengo intención de ponerte a trabajar de verdad. - Le tomó las manos y lo acercó a sí para darle un beso en la frente. - Lamento no saber hacerlo mejor, Fran.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Había tenido que contener al niño para que no se dedicar a señalar todo de forma poco educada, porque obviamente aquel sitio desconocido suscitaba curiosidad, en realidad por parte de ambos. Y tras un rato finalmente una señora mayor apareció allí. Dejó al niño en el suelo, agachando la cabeza frente a la mujer y escuchando sus indicaciones, al parecer les enseñaría dónde estaban las habitaciones, eso debía ser una buena señal, quería decir que no habían rechazado a si nieto, que les habían brindado un hogar. Fran no pudo más que agradecerle a la mujer su hospitalidad y amabilidad.
La curiosidad sobre el parecido del niño con él no tardó en llegar, pero él, al no saber qué les habría dicho Jules al respecto, simplemente se alzó de hombros con una sonrisa suave, evadiendo educada y tímidamente el tema. Cuando finalmente los dejaron solos se dejó caer sentado en la cama, pasándose una mano por la cara de forma cansada y le sonrió al pequeñajo, que había comenzado a examinarlo todo. Al girar el rostro el rubio se fijó en que habían llevado su equipaje, así que alzó una ceja curioso, acercándose a echar un vistazo. Fue entonces cuando sus dedos rozaron un cuaderno y lo tomó, frunció ligeramente el ceño, abriéndolo despacio para poder ojear en su interior.
Pero al parecer su hijo tenía planes mejores, así que lo agarró repentinamente de las manos y tiró de él para que lo acompañara hasta la ventana. El cuaderno cayó al suelo, y François simplemente decidió dejarlo para después y se fue con el peque, mirando lass vistas desde allí y enseñándole algunas palabras que se esforzó en intentar pronunciar. En verdad hablaba bastante poco aun, pero se le veía cada vez con más ganas de comunicarse. Así que en esas estaban cuando Jules volvió a aparecer. Ambos se acercaron a él, aunque el menor no tardó en volver a ir hacia la ventana, porque al parecer aquellos jardines eran lo más verde e interesante que había visto jamás.
— Lo supuse al ver que nos guiaban a una habitación. — susurró, sonriéndole ampliamente, aun cuando escuchó cuál iba a ser su papel. Asintió lentamente, cerrando los ojos al sentir aquel beso — ¿Hacerlo mejor? — se separó un poquito para poder mirarlo, alzando las cejas con incredulidad — Este sitio es increíble, jamás podría haber soñado estar en un lugar así, Jules. Franchesco está eufórico, intuyo que no ha visto muchos sitios así tampoco. — soltó una risita, desviando la vista hacia el pequeño — Aunque me pusieras a trabajar, para mi sería un precio insignificante por estar en un sitio como este, que el pequeño pueda crecer bien y que...bueno...podamos estar juntos. — lo miró, sonrojándose ligeramente y mordiéndose los labios — Además, me hace feliz que puedas estar con tu familia, creo que es algo bonito y que puede ser bueno para todos. — se atrevió a alzarse un poco sobre sus puntas para acercarse y darle un besito rápido en los labios, agachando luego la cabeza — Creo que será más cómodo si me dices qué tareas puedo desempeñar para ser tu criado. Lo mires por donde lo mires, no me parece correcto estar aquí fingiendo ser algo mientras no hago absolutamente nada por las personas que me dan un hogar, Jules. — volvió a sonreír, más que decidido a desempeñar cualquier papel que le tocase, porque para él nunca sería pago suficiente. Y eso que no era consciente aun de la vida de lujuria y pecado de la que el roedor le estaba salvando, puede que entonces ya estuviera directamente arrodillado frente a él y agradeciéndole todo aquello con lágrimas en los ojos.
La curiosidad sobre el parecido del niño con él no tardó en llegar, pero él, al no saber qué les habría dicho Jules al respecto, simplemente se alzó de hombros con una sonrisa suave, evadiendo educada y tímidamente el tema. Cuando finalmente los dejaron solos se dejó caer sentado en la cama, pasándose una mano por la cara de forma cansada y le sonrió al pequeñajo, que había comenzado a examinarlo todo. Al girar el rostro el rubio se fijó en que habían llevado su equipaje, así que alzó una ceja curioso, acercándose a echar un vistazo. Fue entonces cuando sus dedos rozaron un cuaderno y lo tomó, frunció ligeramente el ceño, abriéndolo despacio para poder ojear en su interior.
Pero al parecer su hijo tenía planes mejores, así que lo agarró repentinamente de las manos y tiró de él para que lo acompañara hasta la ventana. El cuaderno cayó al suelo, y François simplemente decidió dejarlo para después y se fue con el peque, mirando lass vistas desde allí y enseñándole algunas palabras que se esforzó en intentar pronunciar. En verdad hablaba bastante poco aun, pero se le veía cada vez con más ganas de comunicarse. Así que en esas estaban cuando Jules volvió a aparecer. Ambos se acercaron a él, aunque el menor no tardó en volver a ir hacia la ventana, porque al parecer aquellos jardines eran lo más verde e interesante que había visto jamás.
— Lo supuse al ver que nos guiaban a una habitación. — susurró, sonriéndole ampliamente, aun cuando escuchó cuál iba a ser su papel. Asintió lentamente, cerrando los ojos al sentir aquel beso — ¿Hacerlo mejor? — se separó un poquito para poder mirarlo, alzando las cejas con incredulidad — Este sitio es increíble, jamás podría haber soñado estar en un lugar así, Jules. Franchesco está eufórico, intuyo que no ha visto muchos sitios así tampoco. — soltó una risita, desviando la vista hacia el pequeño — Aunque me pusieras a trabajar, para mi sería un precio insignificante por estar en un sitio como este, que el pequeño pueda crecer bien y que...bueno...podamos estar juntos. — lo miró, sonrojándose ligeramente y mordiéndose los labios — Además, me hace feliz que puedas estar con tu familia, creo que es algo bonito y que puede ser bueno para todos. — se atrevió a alzarse un poco sobre sus puntas para acercarse y darle un besito rápido en los labios, agachando luego la cabeza — Creo que será más cómodo si me dices qué tareas puedo desempeñar para ser tu criado. Lo mires por donde lo mires, no me parece correcto estar aquí fingiendo ser algo mientras no hago absolutamente nada por las personas que me dan un hogar, Jules. — volvió a sonreír, más que decidido a desempeñar cualquier papel que le tocase, porque para él nunca sería pago suficiente. Y eso que no era consciente aun de la vida de lujuria y pecado de la que el roedor le estaba salvando, puede que entonces ya estuviera directamente arrodillado frente a él y agradeciéndole todo aquello con lágrimas en los ojos.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Le aliviaba saber que en medio de toda aquella vorágine el objetivo principal, que era hacer feliz a François, lo estaba consiguiendo. Oficialmente también estaba buscando un futuro mejor para sí mismo, pero a él le gustaba el burdel y no había pasado penurias ni aprietos en París, así que no le habría importado seguir con ese tipo de vida al menos durante unos años más. El punto de inflexión que le había hecho replantearse las cosas había sido el otro cortesano y no podía decir que se arrepintiera, aunque sí sentía en la boca del estómago esa sensación de miedo mezclado con nervios que le aturdía ligeramente cuando se enfrentaba a cualquier situación que oliera a compromiso de algún tipo. Sus abuelos parecían dispuestos a darle una segunda oportunidad - aunque aún no supiera en qué condiciones - pero sabía que no habría una tercera: si quería mantener abierta aquella puerta tendría que compensarles todo el tiempo que les había hecho sufrir. Su padre no lo había soportado y había terminado por marcharse, ¿lo conseguiría él? Cuando de pequeño se portaba mal siempre veía en la cara de sus abuelos la misma angustia, el temor de que llevase demasiada sangre de Jeròme en las venas y estuviera destinado a ser siempre un fracaso. Ahora esperaba de corazón que eso no fuera verdad, y François y el niño le ayudaban a creer que podía escoger si quería portarse bien o mal. Estaba haciendo lo correcto con ellos y eso era lo que le importaba, y como recompensa recibió un beso en los labios y uno de esos sonrojos del rubio que tanto le agradaban. - Bueno, si insistes. - Realmente tenía razón, no podía pasearse por la casa todo el día sin hacer nada y fingiendo que trabajaba, los demás no tardarían en darse cuenta. - Aún no he hablado de eso con mi abuelo pero estoy convencido de que querrá ponerle un tutor a Franchesco, y tiene dinero para pagar al mejor. - Le vino a la memoria ese pobre maestro que se había ganado el cielo tratando de enseñar algo a Jules cuando era un crío revoltoso que no tenía una sola idea buena. - Se supone que tú vas a ser mi ayuda de cámara, así que tendrías que llevar mi correo, hacerme un poco de secretario y otras tareas ingratas como prepararme la ropa y el baño. Un baño muy grande en el que seguro que caben dos personas... - Lo atrajo con un brazo y se rió con su desfachatez habitual, pero antes de poder besarle el cuello se cruzó con la figura del pequeño encaramado a la ventana y se cortó para no ser demasiado explícito. No quería pervertir a ese enano demasiado pronto, intentaría ser un buen padre postizo.
Se había olvidado momentáneamente de que había subido a decirles que fueran a cenar, pero lo solucionó pronto y al rato estaban todos sentados a la misma mesa, que al roedor le parecía pequeña en comparación con el recuerdo que tenía de cuando medía mucho menos. Creyó que sus abuelos preferirían tratar temas poco trascendentales mientras comían pero los había subestimado; mientras Lèonore se interesaba por todos los detalles personales de la vida de François y del niño al que creía su bisnieto Jacques le hizo saber a Jules que no le dejaría tocar ni un franco de su dinero hasta que no demostrara que se lo merecía. - Trabajarás con los mozos de cuadras hasta que yo decida que es suficiente. No se puede administrar una finca si no se tienen conocimientos de cómo funciona desde la primera tabla de las caballerizas hasta la última teja del techo. - Él no se quejó. Aunque pudiera sorprender al patriarca de los Lombard prefería estar entre animales todo el día y limpiado sus heces que metido en un despacho con una camisa almidonada y repasando cuentas y más cuentas de negocios que no le importaban lo más mínimo. Al menos la expresión de su abuelo se dulcificó bastante cuando se dirigió a Franchesco para hacerle una monería, tirarle cariñosamente de una oreja y sacarle de la misma una moneda en un truco de magia antiquísimo que nunca había dejado de dominar.
Se había olvidado momentáneamente de que había subido a decirles que fueran a cenar, pero lo solucionó pronto y al rato estaban todos sentados a la misma mesa, que al roedor le parecía pequeña en comparación con el recuerdo que tenía de cuando medía mucho menos. Creyó que sus abuelos preferirían tratar temas poco trascendentales mientras comían pero los había subestimado; mientras Lèonore se interesaba por todos los detalles personales de la vida de François y del niño al que creía su bisnieto Jacques le hizo saber a Jules que no le dejaría tocar ni un franco de su dinero hasta que no demostrara que se lo merecía. - Trabajarás con los mozos de cuadras hasta que yo decida que es suficiente. No se puede administrar una finca si no se tienen conocimientos de cómo funciona desde la primera tabla de las caballerizas hasta la última teja del techo. - Él no se quejó. Aunque pudiera sorprender al patriarca de los Lombard prefería estar entre animales todo el día y limpiado sus heces que metido en un despacho con una camisa almidonada y repasando cuentas y más cuentas de negocios que no le importaban lo más mínimo. Al menos la expresión de su abuelo se dulcificó bastante cuando se dirigió a Franchesco para hacerle una monería, tirarle cariñosamente de una oreja y sacarle de la misma una moneda en un truco de magia antiquísimo que nunca había dejado de dominar.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Ahora todo parecía ir viento en popa. Aunque se le seguía haciendo raro que Jules actuara de aquella manera, como con la indirecta del baño, que le había subido los colores a un nivel nunca visto, no podía negar que de algún modo le hacía sentir cosquillas en más de una zona de su cuerpo. Pero la idea de que Franchesco pudiera llevar una vida de niño rico era agradable, le hacía sentir bien, un buen padre que había cumplido con lo que se esperaba de él; darle una buena vida a su pequeño.
La cena transcurrió relativamente tranquila, aunque sintió que la señora le hacía muchas preguntas y a veces no tenía muy claro cómo salir de ellas, ya que no se acordaba de su vida durante esos últimos años. Así que simplemente se aferró a su otro pasado, al que sí retenía, y agregó una hermana de la que Jules se hubiera enamorado, de un amor que había dado un fruto tan adorable como lo era Franchesco y de una fuerte amistad entre ambos cuñados.
En cierto modo creyó que ella podría quedar satisfecha con todo lo que decía. Él prestaba atención también a la conversación de los contrarios, y al escuchar el tipo de trabajo que tendría que realizar el roedor, no pudo evitar mirarlo, como si intentara leer en su expresión si aquello le parecía bien o no. Terminó por sonreír a la mujer, hablando con voz suave ahora.
— Su nieto tiene un gran corazón. — no pudo evitar decir, necesitando expresarse aunque fuera por un momento — Puede que sea un poco cabeza loca, pero sabe ganarse a la gente a su alrededor. Es una gran persona, no abandonó a mi hermana y se ha hecho cargo de su hijo. Incluso me ha aceptado para trabajar, podría haberme separado de mi sobrino o simplemente desligarse de él, pero ha venido a disculparse a pesar de todo. Estoy seguro de que lo hará muy bien. — le sonrió a su compañero, con confianza y una seguridad ciega que era imposible esconder, que podía confundirse con la admiración y casi la devoción — Y yo estaré para servirles en todo lo que pueda. Tengo mucho también que agradecerles.
Claro, se refirió no solo a Jule,s también a los dos ancianos, a fin de cuentas lo habían aceptado en la casa, por mucho que fuera ayudante de su nieto, podrían haberle dicho que se fuera y que ellos se encargarían de poner a alguien de más confianza -para ellos- al cuidado de Jules y el niño. No era nadie en aquella mesa, pero eso no impediría que les demostrara su agradecimiento y su gran aprecio por el muchacho que le estaba sacado adelante.
La cena transcurrió relativamente tranquila, aunque sintió que la señora le hacía muchas preguntas y a veces no tenía muy claro cómo salir de ellas, ya que no se acordaba de su vida durante esos últimos años. Así que simplemente se aferró a su otro pasado, al que sí retenía, y agregó una hermana de la que Jules se hubiera enamorado, de un amor que había dado un fruto tan adorable como lo era Franchesco y de una fuerte amistad entre ambos cuñados.
En cierto modo creyó que ella podría quedar satisfecha con todo lo que decía. Él prestaba atención también a la conversación de los contrarios, y al escuchar el tipo de trabajo que tendría que realizar el roedor, no pudo evitar mirarlo, como si intentara leer en su expresión si aquello le parecía bien o no. Terminó por sonreír a la mujer, hablando con voz suave ahora.
— Su nieto tiene un gran corazón. — no pudo evitar decir, necesitando expresarse aunque fuera por un momento — Puede que sea un poco cabeza loca, pero sabe ganarse a la gente a su alrededor. Es una gran persona, no abandonó a mi hermana y se ha hecho cargo de su hijo. Incluso me ha aceptado para trabajar, podría haberme separado de mi sobrino o simplemente desligarse de él, pero ha venido a disculparse a pesar de todo. Estoy seguro de que lo hará muy bien. — le sonrió a su compañero, con confianza y una seguridad ciega que era imposible esconder, que podía confundirse con la admiración y casi la devoción — Y yo estaré para servirles en todo lo que pueda. Tengo mucho también que agradecerles.
Claro, se refirió no solo a Jule,s también a los dos ancianos, a fin de cuentas lo habían aceptado en la casa, por mucho que fuera ayudante de su nieto, podrían haberle dicho que se fuera y que ellos se encargarían de poner a alguien de más confianza -para ellos- al cuidado de Jules y el niño. No era nadie en aquella mesa, pero eso no impediría que les demostrara su agradecimiento y su gran aprecio por el muchacho que le estaba sacado adelante.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Estaba pendiente con un oído de lo que decía su abuelo y con el otro de todo lo que François inventaba sobre la marcha para contarle a su abuela. Esperaba que luego se acordara de toda la historia para escribirla en su diario y repetírsela a la señora si le preguntaba otro día, porque si no iba a quedar todo bastante inconsistente y les descubrirían. Pensar en el diario le hizo caer en la cuenta de que si el rubio lo leía antes de dormir se enteraría de la historia que Jules le había ocultado en el tren y el roedor no quería eso, lo estaba viendo muy feliz en el papel de amante fugado y no había necesidad de devolverlo tan pronto a la realidad. Le daría otro cuaderno para que tomase las notas de la cena y ya al día siguiente lo pondría en antecedentes tal y como le había prometido esa mañana.
Cruzó su mirada con la de él y le guiñó un ojo para que supiera que todo iba bien, que no le importaba trabajar en los establos y que estaba contento con la forma en la que se resolvían las cosas. Dedicó unos segundos a ver pasar su vida ante sus ojos, pero antes de poder detenerse a preguntarse cómo había acabado allí y si estaba satisfecho su abuelo requirió su atención para sermonearle un rato más. Asintió mientras comía con el piloto automático puesto hasta que Fran vino en su ayuda y acaparó el turno de palabra. Lo que dijo dejó mudo al cambiaformas, vaya labia, incluso le perdonó lo de llamarle cabeza loca. Jacques se lo quedó mirando un instante y luego continuó impasible con su conversación, pero Jules supo que el chico lo había impresionado; a los Lombard les gustaba la gente que decía lo que pensaba y que plantaba cara a la vida, los pusilánimes nunca eran bien recibidos allí. Su abuela sonrió a Fran con más afecto y le dijo que no tenía que agradecerles nada, al contrario, que estaban encantados de tener allí al pequeño Franchesco.
Unos doce platos más tarde pudieron volver a sus habitaciones, aunque el niño lo hizo en brazos de su padre porque se había quedado dormido encima del flan. Alguien se había tomado muchas molestias mientras comían en dejarlo todo presentable, porque los dos cortesanos gozaban de estancias contiguas en el ala opuesta de la casa a la que ocupaban los dueños. El infante también tenía un cuarto propio con un gran lecho con dosel, aunque Jules pensaba que sería mejor que por esa noche estuviera con su padre para no despertar sobresaltado. Aunque entonces el que se iba a sobresaltar sería François. - Venid a dormir conmigo, nadie se va a enterar. Por la mañana podré contártelo todo y luego te vas a tu cama por la puerta lateral. - Era lo mejor que se le ocurría en el momento, a partir de ese día ya arreglarían algo para que el más joven tuviera sus diarios a mano cuando despertara.
Cruzó su mirada con la de él y le guiñó un ojo para que supiera que todo iba bien, que no le importaba trabajar en los establos y que estaba contento con la forma en la que se resolvían las cosas. Dedicó unos segundos a ver pasar su vida ante sus ojos, pero antes de poder detenerse a preguntarse cómo había acabado allí y si estaba satisfecho su abuelo requirió su atención para sermonearle un rato más. Asintió mientras comía con el piloto automático puesto hasta que Fran vino en su ayuda y acaparó el turno de palabra. Lo que dijo dejó mudo al cambiaformas, vaya labia, incluso le perdonó lo de llamarle cabeza loca. Jacques se lo quedó mirando un instante y luego continuó impasible con su conversación, pero Jules supo que el chico lo había impresionado; a los Lombard les gustaba la gente que decía lo que pensaba y que plantaba cara a la vida, los pusilánimes nunca eran bien recibidos allí. Su abuela sonrió a Fran con más afecto y le dijo que no tenía que agradecerles nada, al contrario, que estaban encantados de tener allí al pequeño Franchesco.
Unos doce platos más tarde pudieron volver a sus habitaciones, aunque el niño lo hizo en brazos de su padre porque se había quedado dormido encima del flan. Alguien se había tomado muchas molestias mientras comían en dejarlo todo presentable, porque los dos cortesanos gozaban de estancias contiguas en el ala opuesta de la casa a la que ocupaban los dueños. El infante también tenía un cuarto propio con un gran lecho con dosel, aunque Jules pensaba que sería mejor que por esa noche estuviera con su padre para no despertar sobresaltado. Aunque entonces el que se iba a sobresaltar sería François. - Venid a dormir conmigo, nadie se va a enterar. Por la mañana podré contártelo todo y luego te vas a tu cama por la puerta lateral. - Era lo mejor que se le ocurría en el momento, a partir de ese día ya arreglarían algo para que el más joven tuviera sus diarios a mano cuando despertara.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
No había sido capaz de descubrir si sus palabras habían tenido algún efecto en la conversación o si solo había logrado liarla más con el anciano. Pero por suerte, la mujer se mostró mucho más cariñosa. Fran le sonrió agradecido y siguió conversando con ella, así podría conocer un poco mejor cómo funcionaban las cosas en la casa para dar un servicio más acorde a su nueva situación.
Cuando todos terminaron de comer tomó al rubito en brazos y echó a caminar hacia las habitaciones, después de darles educadamente las buenas noches a los mayores. Se detuvo en el pasillo, escuchando la sugerencia que hizo el cambiaformas. Por algún ridículo motivo se sintió muy nervioso ante la idea de ir a dormir con Jules, de compartir la misma habitación. Hasta se llegó a preguntar si aquello no sería un poco peligroso. Pero podía entender sus motivos, si al día siguiente se levantaba y hacía un escándalo por no saber dónde estaba, podría crear el caos total y todo su plan se iría al traste. Al final sonrió y asintió conforme.
— Vale, seguro que será lo mejor, no quiero poner en peligro todo esto. — susurró, caminando entonces hacia la habitación del mayor. Al llegar allí se detuvo, agarrando un poco mejor al pequeño y acercándose a la cama, para poder dejarlo allí — ¿Dónde voy a dormir? — porque por supuesto, si tenían que dormir dos en la cama, dejaría a Jules, que era el legítimo dueño y a su pequeño, que no lo iba a dejar dormir en el suelo, faltaría más. La verdad es que no le importaba mucho, aunque echó un vistacillo de reojo al lecho, planteándose por un instante si sería lo suficientemente grande para los tres. Imaginarse durmiendo bien pegado a su compañero, abrazándolo si se daba el caso, le hizo subir un intenso calor a las mejillas, y a una zona bastante más abajo de su cuerpo. Para dejar de pensar en ello, se puso a buscar algún otro mueble más que pudiera servir para dormir, como un sillón o algo así. En sitios peores había dormido, seguro.
Cuando todos terminaron de comer tomó al rubito en brazos y echó a caminar hacia las habitaciones, después de darles educadamente las buenas noches a los mayores. Se detuvo en el pasillo, escuchando la sugerencia que hizo el cambiaformas. Por algún ridículo motivo se sintió muy nervioso ante la idea de ir a dormir con Jules, de compartir la misma habitación. Hasta se llegó a preguntar si aquello no sería un poco peligroso. Pero podía entender sus motivos, si al día siguiente se levantaba y hacía un escándalo por no saber dónde estaba, podría crear el caos total y todo su plan se iría al traste. Al final sonrió y asintió conforme.
— Vale, seguro que será lo mejor, no quiero poner en peligro todo esto. — susurró, caminando entonces hacia la habitación del mayor. Al llegar allí se detuvo, agarrando un poco mejor al pequeño y acercándose a la cama, para poder dejarlo allí — ¿Dónde voy a dormir? — porque por supuesto, si tenían que dormir dos en la cama, dejaría a Jules, que era el legítimo dueño y a su pequeño, que no lo iba a dejar dormir en el suelo, faltaría más. La verdad es que no le importaba mucho, aunque echó un vistacillo de reojo al lecho, planteándose por un instante si sería lo suficientemente grande para los tres. Imaginarse durmiendo bien pegado a su compañero, abrazándolo si se daba el caso, le hizo subir un intenso calor a las mejillas, y a una zona bastante más abajo de su cuerpo. Para dejar de pensar en ello, se puso a buscar algún otro mueble más que pudiera servir para dormir, como un sillón o algo así. En sitios peores había dormido, seguro.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Se sintió muy mala persona al admitirlo, pero cuando había propuesto a Fran que duermieran los tres juntos no había llegado a considerar conscientemente al pequeño Franchesco en la ecuación. En su hipotética fantasía solo aparecían la cama, el joven amnésico y él, aunque eso no quería decir que al acordarse del niño se decepcionara. De haber sido un dibujo animado le habría aparecido una gran gota de sudor en la frente cuando el rubio puso a su hijo sobre la cama y miró a su alrededor como buscando otro hueco. Bueno, Jules se repuso rápidamente, después de todo el crío no ocupaba casi espacio y no parecía tener muchas ganas de moverse ni de dar patadas en sueños. - Ahí. - Contestó rápidamente el cambiaformas señalando el lecho. - Con nosotros. - Sonrió y se sentó con cuidado sobre el colchón para no despertar al infante, que como era de esperar ni siquiera dio signos de haberse enterado.
Estaba agotado del viaje y le habría gustado mucho poder bañarse, pero las ganas de dormir prevalecían sobre cualquier otra necesidad ahora que había llenado el estómago. Al hablar con sus abuelos su gran preocupación se había disipado en gran medida, y eso contribuía a derribar cualquier posible obstáculo que el roedor hubiera tenido antes a la hora de entregarse a un descanso sin interrupciones. Llegados a ese momento solo quería dormir y le daba igual si era en una cama o en una alfombra mientras pudiera estar en horizontal. Ni siquiera se acordó de mostrarse un poco pícaro cuando se sacó la camisa por la cabeza y la arrojó sobre el baúl del otro extremo de la habitación sin miramientos. Se quitó los pantalones casi por obligación y, llevando solo los calzones, apartó las sábanas de un lado del catre para meterse bajo ellas y esperar a que su compañero hiciera lo mismo en el otro extremo. Al centro quedaba el niño, como un inocente guardián de la castidad de su padre.
Al otro lado del cristal de la ventana, en el espacio abierto que daba a los jardines de la mansión, se oía un suave repiqueteo que Jules no sabía si correspondía al viento o a algunas gotas de lluvia. De cualquier forma agradeció que el posible temporal hubiera esperado a que se guarecieran en casa, habría sido muy incómodo viajar bajo el agua. Suspiró de puro gusto y antes de darse cuenta de nada más se había quedado dormido boca arriba, con un brazo por debajo de la manta y el otro por encima, como si el sueño fuera un virus contagioso que le hubiera pillado en un momento inoportuno.
Estaba agotado del viaje y le habría gustado mucho poder bañarse, pero las ganas de dormir prevalecían sobre cualquier otra necesidad ahora que había llenado el estómago. Al hablar con sus abuelos su gran preocupación se había disipado en gran medida, y eso contribuía a derribar cualquier posible obstáculo que el roedor hubiera tenido antes a la hora de entregarse a un descanso sin interrupciones. Llegados a ese momento solo quería dormir y le daba igual si era en una cama o en una alfombra mientras pudiera estar en horizontal. Ni siquiera se acordó de mostrarse un poco pícaro cuando se sacó la camisa por la cabeza y la arrojó sobre el baúl del otro extremo de la habitación sin miramientos. Se quitó los pantalones casi por obligación y, llevando solo los calzones, apartó las sábanas de un lado del catre para meterse bajo ellas y esperar a que su compañero hiciera lo mismo en el otro extremo. Al centro quedaba el niño, como un inocente guardián de la castidad de su padre.
Al otro lado del cristal de la ventana, en el espacio abierto que daba a los jardines de la mansión, se oía un suave repiqueteo que Jules no sabía si correspondía al viento o a algunas gotas de lluvia. De cualquier forma agradeció que el posible temporal hubiera esperado a que se guarecieran en casa, habría sido muy incómodo viajar bajo el agua. Suspiró de puro gusto y antes de darse cuenta de nada más se había quedado dormido boca arriba, con un brazo por debajo de la manta y el otro por encima, como si el sueño fuera un virus contagioso que le hubiera pillado en un momento inoportuno.
Jules L. Allamand- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 122
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Rumbo al Sur, como los pájaros (François)
Fraçois pudo sentir perfectamente cómo su rostro se encendía al saber que esa misma noche compartiría cama con Jules. Era un poco extraño, pues si alguien los viera podría pensar cualquier locura, pero bueno, el pequeño estaría con ambos y eso aminoraría un poco el shock. Observó la ropa ajena volar y sonrió, negando con la cabeza. Se acercó a recogerla y dejarla bien colocada, quitándose la suya propia antes de ir a la cama, entrando despacio en ella. En medio el niño dormía como un ángel. Al otro lado el cambiaformas descansaba como si no lo hubiera hecho en siglos, y en la ventana el sonido del repiqueteo era verdaderamente relajante.
Si hubiera podido elegir se habría quedado toda la noche así, observándolos en silencio, sin dormirse, sin tener que olvidar. Pero ese momento llegaría, no había más remedio que asumirlo, y cada vez estaba más cansado. Se acercó a su hijo para darle un beso en la cabeza, acariciando su cabello rubio, casi una copia del propio, luego extendió la mano y acarició la mejilla del mayor con los dedos, de forma suave.
— Buenas noches. Hasta que nos conozcamos de nuevo. — susurró, sin intención de despertar a ninguno de ellos, sonriendo tristemente para si mismo pero luego acostándose y cerrando los ojos, para dejarse vencer por el sueño. De algún modo era feliz, se sentía pleno, aunque tuviera que esconder su relación -o lo que él creía que lo era-, fingir que su hijo era su sobrino y volver a repetir cada día como el primero, aquellos pequeños instantes eran hermosos, y si se repetían una y otra vez, los aprovecharía como si fueran irrepetibles.
Si hubiera podido elegir se habría quedado toda la noche así, observándolos en silencio, sin dormirse, sin tener que olvidar. Pero ese momento llegaría, no había más remedio que asumirlo, y cada vez estaba más cansado. Se acercó a su hijo para darle un beso en la cabeza, acariciando su cabello rubio, casi una copia del propio, luego extendió la mano y acarició la mejilla del mayor con los dedos, de forma suave.
— Buenas noches. Hasta que nos conozcamos de nuevo. — susurró, sin intención de despertar a ninguno de ellos, sonriendo tristemente para si mismo pero luego acostándose y cerrando los ojos, para dejarse vencer por el sueño. De algún modo era feliz, se sentía pleno, aunque tuviera que esconder su relación -o lo que él creía que lo era-, fingir que su hijo era su sobrino y volver a repetir cada día como el primero, aquellos pequeños instantes eran hermosos, y si se repetían una y otra vez, los aprovecharía como si fueran irrepetibles.
François*- Prostituto Clase Baja
- Mensajes : 121
Fecha de inscripción : 03/03/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 2 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Sin rumbo fijo (François)
» Pajares y pájaros.
» ¿Los pájaros? La mejor orquesta [Klaus]
» No despiertes los pájaros que duermen | Privado
» Negro como la Noche. Dulce como el Pecado. {Adam DuPont}
» Pajares y pájaros.
» ¿Los pájaros? La mejor orquesta [Klaus]
» No despiertes los pájaros que duermen | Privado
» Negro como la Noche. Dulce como el Pecado. {Adam DuPont}
Página 2 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour