AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
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||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Se escribe y no se expresa nada, se habla pero no se dice nada, se vive pero no se siente nada… Salvo dolor, salvo soledad que alberga de manera solemne todo el marco escénico de la zona prohibida de París, una zona tan peligrosa que ni siquiera las mismas criaturas míticas osan pisar; son los vientos que levanta cortinillas de polvo que se mecen de manera inusual por todo el ambiente. La luz de la luna abraza toda la planicie con su platinada misericordia que encaja perfectamente en cada rincón de este desolado lugar.
-Y tú que te creías… El Rey de todo el mundo- es una voz débil que cita –Y tú que nunca fuiste capaz de perdonar… Y cruel y despiadado de todo te reías- Una tonalidad frívola, totalmente irónica se impregna en las palabras de un ser que es cubierto por las tinieblas –Ya ves que no es lo mismo amar que ser amado… Hoy que estás acabado, ¡Qué lástima me das!- Insiste en los reclamos y las burlas que se rompen bajo unas débiles carcajadas que se propagan por todo el lugar.
Soledad es poca a comparación de lo que se vive, el suelo es mojado por la lluvia que empieza a caer y se cuela por todo el cuerpo del alto varón quien pareciese portar solo un pantalón negro y una camisa del mismo tono; sus ojos cerrados bajo un gesto sarcástico de risas que delatan una borrachera se protegen con un antifaz azabache… ¿Sus cabellos? Un desastre, cubiertos por sudor y a la vez por las gotas de lluvia que los obligan caer por los hombros dibujando la imagen curiosa de un ser que pareciese ser derrotado.
-La vida es la ruleta en que apostamos todos… Y a ti te había tocado nomás la de ganar, pero hoy tu buena suerte la espalda te ha volteado…- Continua dialogando pues sus palabras parecen tener una fuerte dedicatoria, como si hiciera mofa o simplemente abandonara su ser bajo el infinito cinismo que toda su vida le ha acompañado. Su cuerpo cae abruptamente contra la pared, la lluvia se vuelve más intensa y pareciese que los sentidos del extranjero se empiezan a ir puesto que sus ojos se entrecierran y divagan al igual que sus labios, sus manos titubean y toda su fisionomía pareciese estar bajo algún dominio ajeno a él.
Un trueno surca el firmamento y con ello los aires se intensifican de manera instantánea. Las luces plata de la luna parecen no ser suficientes para dejar ver la verdadera situación de este hidalgo cuya presencia parece alejarse cada vez más. Sus orbes marrones se cierran, su rostro dibuja una sonrisa que asimila resignación y el tiempo devela como sus intenciones son estar ahí, a merced de lo que sea, como si no le importara alguna cosa en la vida… Su mano diestra yace en su corazón, ajustada y apretando su camisa…
-Fallaste, corazón… No vuelvas a apostar-
Y con una carcajada, la extremidad del ladrón más famoso de Europa se remueve, mostrando una profunda herida en su pecho, una herida que está provocando un desangrado que ningún mortal en su más óptimo estado físico puede afrontar y aun así, bajo cada palabra, cada tono y cada segundo… Se puede proyectar y sentir un dolor irreal, un dolor que embriaga todo y se roba el foco protagónico… Un dolor que no es por la herida física, pero si por una mucho peor justo ahí… Un lugar que ni siquiera él o alguien pudiesen imaginar que tenía… Su Corazón.
-Y tú que te creías… El Rey de todo el mundo- es una voz débil que cita –Y tú que nunca fuiste capaz de perdonar… Y cruel y despiadado de todo te reías- Una tonalidad frívola, totalmente irónica se impregna en las palabras de un ser que es cubierto por las tinieblas –Ya ves que no es lo mismo amar que ser amado… Hoy que estás acabado, ¡Qué lástima me das!- Insiste en los reclamos y las burlas que se rompen bajo unas débiles carcajadas que se propagan por todo el lugar.
Soledad es poca a comparación de lo que se vive, el suelo es mojado por la lluvia que empieza a caer y se cuela por todo el cuerpo del alto varón quien pareciese portar solo un pantalón negro y una camisa del mismo tono; sus ojos cerrados bajo un gesto sarcástico de risas que delatan una borrachera se protegen con un antifaz azabache… ¿Sus cabellos? Un desastre, cubiertos por sudor y a la vez por las gotas de lluvia que los obligan caer por los hombros dibujando la imagen curiosa de un ser que pareciese ser derrotado.
-La vida es la ruleta en que apostamos todos… Y a ti te había tocado nomás la de ganar, pero hoy tu buena suerte la espalda te ha volteado…- Continua dialogando pues sus palabras parecen tener una fuerte dedicatoria, como si hiciera mofa o simplemente abandonara su ser bajo el infinito cinismo que toda su vida le ha acompañado. Su cuerpo cae abruptamente contra la pared, la lluvia se vuelve más intensa y pareciese que los sentidos del extranjero se empiezan a ir puesto que sus ojos se entrecierran y divagan al igual que sus labios, sus manos titubean y toda su fisionomía pareciese estar bajo algún dominio ajeno a él.
Un trueno surca el firmamento y con ello los aires se intensifican de manera instantánea. Las luces plata de la luna parecen no ser suficientes para dejar ver la verdadera situación de este hidalgo cuya presencia parece alejarse cada vez más. Sus orbes marrones se cierran, su rostro dibuja una sonrisa que asimila resignación y el tiempo devela como sus intenciones son estar ahí, a merced de lo que sea, como si no le importara alguna cosa en la vida… Su mano diestra yace en su corazón, ajustada y apretando su camisa…
-Fallaste, corazón… No vuelvas a apostar-
Y con una carcajada, la extremidad del ladrón más famoso de Europa se remueve, mostrando una profunda herida en su pecho, una herida que está provocando un desangrado que ningún mortal en su más óptimo estado físico puede afrontar y aun así, bajo cada palabra, cada tono y cada segundo… Se puede proyectar y sentir un dolor irreal, un dolor que embriaga todo y se roba el foco protagónico… Un dolor que no es por la herida física, pero si por una mucho peor justo ahí… Un lugar que ni siquiera él o alguien pudiesen imaginar que tenía… Su Corazón.
Última edición por Aldebaran Ballester el Mar Ene 07, 2014 12:24 am, editado 1 vez
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Su cabeza da vueltas y mas vueltas sobre el mismo asunto. Es como un baile interminable, un vals eterno en el que ella baila con la desesperación y la muerte a partes iguales, tan lejos y tan cerca de la locura.
La lluvia se derrama por su cara sustituyendo las lagrimas que sus ojos se niegan a dejar escapar. Se dice que tiene que ser fuerte, que no ha venido de tan lejos y dejado tanto atrás para ahora rendirse. Sabe que si vuelve se convertirá en heraldo de la destrucción de los que la quisieron una vez y que es probable que no la vuelvan a querer.
No tiene a donde ir. Es consciente de que ella tomó hace tiempo esta decisión. Pero se arrepiente. Se arrepiente de no tener alguien que la sostenga en ese momento, cuando nada esta saliendo como creía que saldría, cuando poco a poco, las escasas piezas de la nueva vida que ha construido amenazan con caerse, como un castillo de naipes a merced del viento.
Hoy ha quemado su último recurso. Nada le ha dolido nunca tanto como entrar en el cementerio en busca del nombre que una vez pronunció pero que sus labios ya han olvidado. Ha leído cada una de las inscripciones, cada una de las lenguas grabadas en el frio mármol que yace en Montmatre con la esperanza de reconocerlo y al mismo tiempo de no encontrarlo.
Sacude la cabeza hacia atrás y se detiene un momento bajo la fría lluvia. No cederá, no hasta que cumla lo que ha venido a hacer tan lejos de su hogar, pero por una noche solo quiere poder hundirse un poco, no tener que ser la luz que acostumbra, poder ser simple y llanamente una más de las sombras que pueblan las calles de esa inmunda ciudad donde nadie es lo que dice ser.
Retoma su camino, los hombros curvados bajo el peso que ella misma se ha impuesto, mientras espera en vano que sus pies encuentren por si solos un camino, alguno que no la lleve a la soledad de su casa vacía, a las sombras de una habitación espartana que demuestra que no desea quedarse el tiempo suficiente como para molestarse en decorarla.
Una carcajada llega a ella a través de la lluvia. Suena a irónica desesperación, una similar a la que la consume a ella. O tal vez es que ya todo le suene igual. Se dice que no va a ir. Se dice que no puede ayudar a todas las almas que la cruel realidad a condenado al sufrimiento.
Pero su cuerpo se mueve impulsado por la fuerza de un habito adquirido, algo que aún la conecta con lo que deseaba ser cuando llegó aquí y que está empezando a olvidar. Se encamina hacia el lugar del que cree a llegado esa risa para encontrar allí a un hombre recostado contra la pared.
Sin pensarlo dos veces se acerca a él, enfadada por preocuparse por otros y al mismo tiempo alegre por tener una razón para no pensar más en si misma. Se acerca a él con cuidado, como quien se acerca a un animal salvaje y teme ser atacado. Pero no es ese temor el que ella siente sino el tempo de que un error suyo pueda desencadenar algo más grave para el doliente.
-Milord- dije con voz baja pero sin titubeos- ¿os encontráis bien?
Algo le dice que ya sabe que la respuesta es no pero la oscuridad le impide ver y acercarse mas queda descartado.
La lluvia se derrama por su cara sustituyendo las lagrimas que sus ojos se niegan a dejar escapar. Se dice que tiene que ser fuerte, que no ha venido de tan lejos y dejado tanto atrás para ahora rendirse. Sabe que si vuelve se convertirá en heraldo de la destrucción de los que la quisieron una vez y que es probable que no la vuelvan a querer.
No tiene a donde ir. Es consciente de que ella tomó hace tiempo esta decisión. Pero se arrepiente. Se arrepiente de no tener alguien que la sostenga en ese momento, cuando nada esta saliendo como creía que saldría, cuando poco a poco, las escasas piezas de la nueva vida que ha construido amenazan con caerse, como un castillo de naipes a merced del viento.
Hoy ha quemado su último recurso. Nada le ha dolido nunca tanto como entrar en el cementerio en busca del nombre que una vez pronunció pero que sus labios ya han olvidado. Ha leído cada una de las inscripciones, cada una de las lenguas grabadas en el frio mármol que yace en Montmatre con la esperanza de reconocerlo y al mismo tiempo de no encontrarlo.
Sacude la cabeza hacia atrás y se detiene un momento bajo la fría lluvia. No cederá, no hasta que cumla lo que ha venido a hacer tan lejos de su hogar, pero por una noche solo quiere poder hundirse un poco, no tener que ser la luz que acostumbra, poder ser simple y llanamente una más de las sombras que pueblan las calles de esa inmunda ciudad donde nadie es lo que dice ser.
Retoma su camino, los hombros curvados bajo el peso que ella misma se ha impuesto, mientras espera en vano que sus pies encuentren por si solos un camino, alguno que no la lleve a la soledad de su casa vacía, a las sombras de una habitación espartana que demuestra que no desea quedarse el tiempo suficiente como para molestarse en decorarla.
Una carcajada llega a ella a través de la lluvia. Suena a irónica desesperación, una similar a la que la consume a ella. O tal vez es que ya todo le suene igual. Se dice que no va a ir. Se dice que no puede ayudar a todas las almas que la cruel realidad a condenado al sufrimiento.
Pero su cuerpo se mueve impulsado por la fuerza de un habito adquirido, algo que aún la conecta con lo que deseaba ser cuando llegó aquí y que está empezando a olvidar. Se encamina hacia el lugar del que cree a llegado esa risa para encontrar allí a un hombre recostado contra la pared.
Sin pensarlo dos veces se acerca a él, enfadada por preocuparse por otros y al mismo tiempo alegre por tener una razón para no pensar más en si misma. Se acerca a él con cuidado, como quien se acerca a un animal salvaje y teme ser atacado. Pero no es ese temor el que ella siente sino el tempo de que un error suyo pueda desencadenar algo más grave para el doliente.
-Milord- dije con voz baja pero sin titubeos- ¿os encontráis bien?
Algo le dice que ya sabe que la respuesta es no pero la oscuridad le impide ver y acercarse mas queda descartado.
Última edición por Isobel Twist el Jue Ene 02, 2014 2:58 am, editado 1 vez
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Memorias, retratos, suspiros… Miles y miles de vaivenes en los recuerdos de un hombre derrotado se delatan en el rostro lleno de ironía y una sonrisa torcida. Su cabeza se mueve de lado a lado con un mareo y un frío interno que le hacen toser un poco de sangre; por su cuerpo, se deslizan hilillos carmesí que son prueba del desangrado que sufre y que se combina automáticamente con la lluvia que cae sin piedad alguna sobre la planicie. Los ojos marrones del individuo siguen siendo protegidos por su antifaz, aquel fiel objeto que evita que el mundo se entere de su verdadera identidad como noble y quiere que así sea hasta el día de su muerte, ¿O tendrá que decir… Noche?
La botella de aguardiente termina por caerse al suelo y rueda colina abajo vacía y totalmente consumida por la garganta masoquista del hijo prodigio de España; los vientos que albergan una frialdad plena en todo el marco escénico traen consigo la esencia de un segundo ente, alguien que pareciese apiadarse del alma vacía de un perdedor, de alguien decepcionado de la vida y sobre todo de alguien dolido –Dejadme aquí, belleza… No perdáis su tiempo que no busco pasar esta noche, no busco nada… Salvo alivio para todo esto- dice entre palabras y dientes, con una voz gruesa y profunda que delata un sufrimiento único.
Sus orbes tratan de visualizar a la salvadora, sin embargo, solo puede apreciar todo borroso y oscuro, ¿Qué era lo que pasaba? Todo indicaba que el Ladrón más famoso de Europa está quedando inconsciente –No manche vuestras manos con mi sangre, con la inmundicia de este cuerpo y este corazón derrotado… Dejadme aquí que no he pedido ser salvado y por si fuese poco… Vuestra cabeza automáticamente adoptaría precio, mi amistad no le conviene- insiste en alejarla para así sentir la iluminación de un relámpago que ilumina todo el lugar, mostrando su rostro enmascarado y su pecho herido, ¿será que esta misericordia doncella no le había reconocido?
Después de todo, la imagen del español yace en cada póster ubicado por el país, poniéndole precio a la cabeza del criminal que roba a los ricos para dar a los pobres, el enemigo de políticos, banqueros, obispos, prestamistas y aristócratas en general… Aquel que arriesga su vida cada noche para llevar recursos a los menos favorecidos y quien deja una rosa azabache en cada sitio donde hace algún atraco.
-Es mejor… que…- Sus palabras quedan inconclusas pues los ojos de Rosa Negra se cierran y aparentemente queda en un estado totalmente inconsciente.
La botella de aguardiente termina por caerse al suelo y rueda colina abajo vacía y totalmente consumida por la garganta masoquista del hijo prodigio de España; los vientos que albergan una frialdad plena en todo el marco escénico traen consigo la esencia de un segundo ente, alguien que pareciese apiadarse del alma vacía de un perdedor, de alguien decepcionado de la vida y sobre todo de alguien dolido –Dejadme aquí, belleza… No perdáis su tiempo que no busco pasar esta noche, no busco nada… Salvo alivio para todo esto- dice entre palabras y dientes, con una voz gruesa y profunda que delata un sufrimiento único.
Sus orbes tratan de visualizar a la salvadora, sin embargo, solo puede apreciar todo borroso y oscuro, ¿Qué era lo que pasaba? Todo indicaba que el Ladrón más famoso de Europa está quedando inconsciente –No manche vuestras manos con mi sangre, con la inmundicia de este cuerpo y este corazón derrotado… Dejadme aquí que no he pedido ser salvado y por si fuese poco… Vuestra cabeza automáticamente adoptaría precio, mi amistad no le conviene- insiste en alejarla para así sentir la iluminación de un relámpago que ilumina todo el lugar, mostrando su rostro enmascarado y su pecho herido, ¿será que esta misericordia doncella no le había reconocido?
Después de todo, la imagen del español yace en cada póster ubicado por el país, poniéndole precio a la cabeza del criminal que roba a los ricos para dar a los pobres, el enemigo de políticos, banqueros, obispos, prestamistas y aristócratas en general… Aquel que arriesga su vida cada noche para llevar recursos a los menos favorecidos y quien deja una rosa azabache en cada sitio donde hace algún atraco.
-Es mejor… que…- Sus palabras quedan inconclusas pues los ojos de Rosa Negra se cierran y aparentemente queda en un estado totalmente inconsciente.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Sus palabras despiertan en ella un instinto protector que sabe debería de suprimir. Las palabras del hombre la alientan a ello. No quiere ser salvado, no quiere sufrir. Y ella lo entiende, casi mejor de lo que podría entenderlo cualquiera en ese momento. Entiende las ganas de dejarse ir, mandar todo al diablo y dejarse arrastrar a la dulce nada.
Sin embargo no puede permitírselo. No solo no quiere ver a alguien cometer el error que cometió ella al abandonarse sino que también está la manera de hacerlo.
A la luz del relámpago, por un instante, a podido ver la gravedad de su herida. No es solo una herida en el alma, es también una herida física. Una exclamación queda ahogada en su garganta al ver la carne destrozada. Y eso que ya no la impresiona casi nada. Pero esta no es una vez cualquiera.
Mientras se acerca, desechando las precauciones, una parte minoritaria de su mente reflexiona sobre lo que eso significa para ella, que supuestamente es una señorita. De repente se da cuenta de que la vida a sido un poco dura con ella, sobre todo en esos primeros años. Cualquier dama tendría que horrorizarse ante la mera visión de un poco de sangre. ¿Pero quien se horrorizaría cuando por sus manos ha corrido aún más?
De cerca le toma el pulso cuando le ve cerrar os ojos y se coloca junto a él para mantenerlo erguido contra la pared. Teme que se desmaye en este momento. Sabe que es fuerte, más de lo que aparenta en un primer momento, pero no podrá arrastrarlo hasta la casa de algún galeno si no tiene una mínima colaboración del hombre.
-Milord- le dice tratando de mantenerlo consciente- no me podéis pedir que os abandone en estas condiciones. Si habéis sido derrotado tendréis que recuperaros para reclamar una nueva pelea. Y no se quien creáis que vaya a poner precio por mi cabeza pero os aseguro que ya tengo enemigos poderosos y aún no han sido capaces de tocarme.
No sabe por que intenta animarlo a vivir,. Tal vez por que ella misma necesita creer en sus propias palabras, o por que no quiere ver como se extingue otra vida frente a sus ojos pero cualquiera que sea la razón ella solo sabe que necesita salvar a ese hombre casi tanto como salvarse a si misma.
Espera que la conversación pueda mantenerlo despierto pero incluso si lo consiga no llegaran muy lejos. Aunque no le gusta la idea, tendrá que recurrir a su poder. Desgraciadamente esa tarde, al salir, no había optado por llevarse consigo ninguna medicina ni nada que pudiera usar para cortar la hemorragia por lo que, mientras lo mantiene estable con una mano con la otra se saca un pañuelo para ponerlo sobre la herida.
-Milord- lo vuelve a llamar, para atraer su atención- Necesitáis atención urgente y dudo que podamos llegar lejos de esta manera. Yo puedo ayudaros un poco pero necesito vuestro permiso. Decidme que deseáis luchar- dice casi como un ruego.
Aunque esté decidida a ayudarlo, no hará nada. A veces una ayuda no deseada es peor que la muerte pero ella tiene que ofrecerle al menos una salida a su sufrimiento.
Sin embargo no puede permitírselo. No solo no quiere ver a alguien cometer el error que cometió ella al abandonarse sino que también está la manera de hacerlo.
A la luz del relámpago, por un instante, a podido ver la gravedad de su herida. No es solo una herida en el alma, es también una herida física. Una exclamación queda ahogada en su garganta al ver la carne destrozada. Y eso que ya no la impresiona casi nada. Pero esta no es una vez cualquiera.
Mientras se acerca, desechando las precauciones, una parte minoritaria de su mente reflexiona sobre lo que eso significa para ella, que supuestamente es una señorita. De repente se da cuenta de que la vida a sido un poco dura con ella, sobre todo en esos primeros años. Cualquier dama tendría que horrorizarse ante la mera visión de un poco de sangre. ¿Pero quien se horrorizaría cuando por sus manos ha corrido aún más?
De cerca le toma el pulso cuando le ve cerrar os ojos y se coloca junto a él para mantenerlo erguido contra la pared. Teme que se desmaye en este momento. Sabe que es fuerte, más de lo que aparenta en un primer momento, pero no podrá arrastrarlo hasta la casa de algún galeno si no tiene una mínima colaboración del hombre.
-Milord- le dice tratando de mantenerlo consciente- no me podéis pedir que os abandone en estas condiciones. Si habéis sido derrotado tendréis que recuperaros para reclamar una nueva pelea. Y no se quien creáis que vaya a poner precio por mi cabeza pero os aseguro que ya tengo enemigos poderosos y aún no han sido capaces de tocarme.
No sabe por que intenta animarlo a vivir,. Tal vez por que ella misma necesita creer en sus propias palabras, o por que no quiere ver como se extingue otra vida frente a sus ojos pero cualquiera que sea la razón ella solo sabe que necesita salvar a ese hombre casi tanto como salvarse a si misma.
Espera que la conversación pueda mantenerlo despierto pero incluso si lo consiga no llegaran muy lejos. Aunque no le gusta la idea, tendrá que recurrir a su poder. Desgraciadamente esa tarde, al salir, no había optado por llevarse consigo ninguna medicina ni nada que pudiera usar para cortar la hemorragia por lo que, mientras lo mantiene estable con una mano con la otra se saca un pañuelo para ponerlo sobre la herida.
-Milord- lo vuelve a llamar, para atraer su atención- Necesitáis atención urgente y dudo que podamos llegar lejos de esta manera. Yo puedo ayudaros un poco pero necesito vuestro permiso. Decidme que deseáis luchar- dice casi como un ruego.
Aunque esté decidida a ayudarlo, no hará nada. A veces una ayuda no deseada es peor que la muerte pero ella tiene que ofrecerle al menos una salida a su sufrimiento.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Los ojos del de cabellos largos ya se habían cerrado después de que su diálogo no pudo ser finalizado. Su rostro quedó marcado en seriedad y sencillamente no promulgó algún otro movimiento; su mano, tomada por la bella y misericordiosa mujer se dedicó a delatar su pulso, ¡Qué desgracia! Aún seguía vivo y eso pudo constar al momento en el que con una reacción volvió en si después de sentir y escuchar las palabras de la misteriosa mujer.
Cada palabra citada por la fémina entró por sus oídos y se colaron hasta su alma, ¿Pero será que este ladrón no la había perdido ya? No importaba a decir verdad, y es que una chispa de fuego parece que recorrió toda su fisionomía, aglomerándose en su abdomen y continuamente se expandió por cada rincón de aquel debilitado ser cuya mirada de tonalidad marrón volvió en sí y se dirigieron al rostro de la señorita.
-¿Sabe? Mi capricho fue…. Siempre morir en los brazos de una hermosa mujer…- soltó una carcajada cínica, era muy de él hacer este tipo de comentarios –Pero creo que… Morir y mancharle sus delicadas manos no sería de un caballero- un guiño en su ojo delató su facilidad en el ámbito de las palabras hacia los seres más maravillosos creados en la Tierra: las damas.
Con calma, el español buscó entre sus ropas algo y se lo otorgó a la musa, se trataba de una rosa, una muy bella de largo tallo con sus pétalos coloridos en negro –Para usted, pues aun no me presento…. Oficialmente- continuó charlando con algo de dificultad y dolor; su mano aun con algo de sangre intentó darle el presente a la fémina y junto con ello logró citar un poco más –Mi nombre es… El ladrón Rosa Negra y si usted… Me salva, probablemente la corona y la iglesia irán a por su cabeza… Piénselo dos veces, guapa-
Una sonrisa llena de confianza invadió su iris, entre el momento mientras sintió aquella lluvia caer no pudo hacer más que quedarse ahí en espera de aquella respuesta… ¡Era el ladrón Rosa Negra! La pesadilla de los aristócratas, el dolor de cabeza de la iglesia y el amante por excelencia de las mujeres… Quizás su corazón estaba roto, quizás su piel desgarrada y ensangrentada, pero su alma yacía aun fuerte, quedaba vida en este ser quien hace unos segundos pensaba solo en él y lleno de egoísmo se estaba arrojando a la muerte, pero olvidó algo, olvidó algo demasiado importante y eso era que él no vive para él sino para alguien más importante, aquellos que lo habían convertido en la leyenda nocturna, en El Caballero de la Noche…
El pueblo
Cada palabra citada por la fémina entró por sus oídos y se colaron hasta su alma, ¿Pero será que este ladrón no la había perdido ya? No importaba a decir verdad, y es que una chispa de fuego parece que recorrió toda su fisionomía, aglomerándose en su abdomen y continuamente se expandió por cada rincón de aquel debilitado ser cuya mirada de tonalidad marrón volvió en sí y se dirigieron al rostro de la señorita.
-¿Sabe? Mi capricho fue…. Siempre morir en los brazos de una hermosa mujer…- soltó una carcajada cínica, era muy de él hacer este tipo de comentarios –Pero creo que… Morir y mancharle sus delicadas manos no sería de un caballero- un guiño en su ojo delató su facilidad en el ámbito de las palabras hacia los seres más maravillosos creados en la Tierra: las damas.
Con calma, el español buscó entre sus ropas algo y se lo otorgó a la musa, se trataba de una rosa, una muy bella de largo tallo con sus pétalos coloridos en negro –Para usted, pues aun no me presento…. Oficialmente- continuó charlando con algo de dificultad y dolor; su mano aun con algo de sangre intentó darle el presente a la fémina y junto con ello logró citar un poco más –Mi nombre es… El ladrón Rosa Negra y si usted… Me salva, probablemente la corona y la iglesia irán a por su cabeza… Piénselo dos veces, guapa-
Una sonrisa llena de confianza invadió su iris, entre el momento mientras sintió aquella lluvia caer no pudo hacer más que quedarse ahí en espera de aquella respuesta… ¡Era el ladrón Rosa Negra! La pesadilla de los aristócratas, el dolor de cabeza de la iglesia y el amante por excelencia de las mujeres… Quizás su corazón estaba roto, quizás su piel desgarrada y ensangrentada, pero su alma yacía aun fuerte, quedaba vida en este ser quien hace unos segundos pensaba solo en él y lleno de egoísmo se estaba arrojando a la muerte, pero olvidó algo, olvidó algo demasiado importante y eso era que él no vive para él sino para alguien más importante, aquellos que lo habían convertido en la leyenda nocturna, en El Caballero de la Noche…
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Una ligera sonrisa se extiende por los labios de la joven, pero eso no borra la preocupación de su mirada. No es malo que el hombre aun tenga ganas de bromear pero la preocupa que no pueda hacerlo durar demasiado.
Sin embargo tiene esperanza. A pesar de que no lo ha dicho, entre líneas a leído que desea luchar, que no la culpará de salvarlo. Eso le quita un peso de encima ya que duda que fuera capaz de soportar ver como otro al que ha salvado le echa en cara que lo obligue a sufrir una vida que no desea.
Con la mano libre coge la rosa que le tiende y se la pone en recogido húmedo que es su pelo. Por un instante se distrae pensando en que el negro de los pétalos hace juego con su cabellera y sus ropas sencillas. Todo negro, como si fuera de luto por su alma rota.
Apartando de un manotazo mental esos pensamientos, lleva los dedos firmes a los lazos que le cierran la capa sobre los hombros y la suelta con habilidad para tenderla en el suelo. Con cuidado ayuda a Rosa Negra a sentarse sobre la mojada tela y se arrodilla junto a él.
-Bien, milord Rosa Negra- dice. El nombre le suena de los carteles que ha visto por la ciudad pero lo cierto es que no les ha prestado demasiada atención. La gente en general tendía a perseguir a las personas equivocadas por razones incorrectas- Yo soy Isobel. Y ciertamente me sentiría un tanto ofendida si os murierais nada más verme a mí- intenta bromear- así que trataré de haceros un apaño en ese corazón.Luego veremos como proseguimos.
Sabe que una vez hecha la magia no podrá llevarlo a médico o galeno alguno sin revelar su secreto. Aún no ha encontrado persona en la que pueda confiar en París y no sería fácil de explicar a un hombre común y corriente que a sido capaz de cerrar una herida tan horrible con el mero poder de la mente. Y no puede confiar en que su poder limpiador siempre lo solucionará todo.
No, una vez le haya tratado lo suficiente como para que pueda tenerse en pie y mantenerse consciente lo llevará a su casa y allí le dará el tratamiento que necesita. Aunque sabe que no debería llevar allí a un extraño. Pero el juramento que se hizo a sí misma pesa más que la desconfianza.
-Y por lo de las enemistades no os preocupéis- añade- no traeréis nada nuevo a mi vida.
Ciertamente no miente cuando pronuncia esas palabras, que le duelen en el alma a pesar del tono ligero que les imprime. Lleva toda la vida escondiéndose de la iglesia y su legión de cazadores de brujas así que el ayudarle no le trae ningún problema que no tuviera que enfrentar ya cuando era una niña y casi la quemaron en Londres.
Posa suavemente un pañuelo sobre su herida abierta que se enrojece casi al instante, viva representación de la velocidad a la que escapa la vida de su cuerpo.
Sin pensarlo dos veces comienza a aplicar la magia reconstructora. Le dolerá, lo sabe, y por eso prefiere no decírselo no se vaya a echar atrás. Aunque intuye que no es del tipo que se echaría atrás.
Sin embargo tiene esperanza. A pesar de que no lo ha dicho, entre líneas a leído que desea luchar, que no la culpará de salvarlo. Eso le quita un peso de encima ya que duda que fuera capaz de soportar ver como otro al que ha salvado le echa en cara que lo obligue a sufrir una vida que no desea.
Con la mano libre coge la rosa que le tiende y se la pone en recogido húmedo que es su pelo. Por un instante se distrae pensando en que el negro de los pétalos hace juego con su cabellera y sus ropas sencillas. Todo negro, como si fuera de luto por su alma rota.
Apartando de un manotazo mental esos pensamientos, lleva los dedos firmes a los lazos que le cierran la capa sobre los hombros y la suelta con habilidad para tenderla en el suelo. Con cuidado ayuda a Rosa Negra a sentarse sobre la mojada tela y se arrodilla junto a él.
-Bien, milord Rosa Negra- dice. El nombre le suena de los carteles que ha visto por la ciudad pero lo cierto es que no les ha prestado demasiada atención. La gente en general tendía a perseguir a las personas equivocadas por razones incorrectas- Yo soy Isobel. Y ciertamente me sentiría un tanto ofendida si os murierais nada más verme a mí- intenta bromear- así que trataré de haceros un apaño en ese corazón.Luego veremos como proseguimos.
Sabe que una vez hecha la magia no podrá llevarlo a médico o galeno alguno sin revelar su secreto. Aún no ha encontrado persona en la que pueda confiar en París y no sería fácil de explicar a un hombre común y corriente que a sido capaz de cerrar una herida tan horrible con el mero poder de la mente. Y no puede confiar en que su poder limpiador siempre lo solucionará todo.
No, una vez le haya tratado lo suficiente como para que pueda tenerse en pie y mantenerse consciente lo llevará a su casa y allí le dará el tratamiento que necesita. Aunque sabe que no debería llevar allí a un extraño. Pero el juramento que se hizo a sí misma pesa más que la desconfianza.
-Y por lo de las enemistades no os preocupéis- añade- no traeréis nada nuevo a mi vida.
Ciertamente no miente cuando pronuncia esas palabras, que le duelen en el alma a pesar del tono ligero que les imprime. Lleva toda la vida escondiéndose de la iglesia y su legión de cazadores de brujas así que el ayudarle no le trae ningún problema que no tuviera que enfrentar ya cuando era una niña y casi la quemaron en Londres.
Posa suavemente un pañuelo sobre su herida abierta que se enrojece casi al instante, viva representación de la velocidad a la que escapa la vida de su cuerpo.
Sin pensarlo dos veces comienza a aplicar la magia reconstructora. Le dolerá, lo sabe, y por eso prefiere no decírselo no se vaya a echar atrás. Aunque intuye que no es del tipo que se echaría atrás.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
La lluvia cae cual ira desencadenada por el mismo Zeus en toda la ciudad. Los suelos cubiertos de arroyuelos por el efecto climatológico arrastran consigo gran parte de la sangre del ladrón quien al escuchar las palabras de la hermosa mujer sencillamente se dedica a reír con dificultad así como toser un poco más –No moriré en sus brazos, guapa… Y no lo haré porque debo poder… Colocarme de pie para así agradecerle… Con una cita- Por su debilidad ni siquiera puede conjugar algún dialogo lógico, especialmente cuando trata de coquetear con la señorita que se ha convertido en su salvadora.
Rápidamente transporta su anatomía hacia donde ella se lo indica, cayendo con pesadez y sin poder evitar soltar algunos gemidos de dolor, es lógico, ¡no está muerto! –Espero y esas enemistades… Sean solo mujeres celosas de su hermosura… No las culparía, cualquier caballero caería ante tal ejemplo de… Majestuosidad- ríe un poco al sentir como le cubre la herida con un pañuelo que no tarda en mancharse por completo de sangre.
-¡¡Aaagghhh!! Gracias a Dios soy Ateo, porque si no… Estaría suplicando misericordia- el cinismo y el humor negro nunca le abandonan al parecer puesto que sus palabras sin sentido empiezan a tomar fuerza al cabo de ir sintiendo un sinfín de contracciones en su pecho que deliberadamente van arrastrando todo el dolor y una respiración agitada no tarda en apoderarse de todo su cuerpo -¡¡Argh!! Joder… Esto es peor que… ¡ARGH!... Cuando el Rey me mandó a cazar… Por capricho de su hija… - una nueva carcajada sale, no sabe si es mero reflejo por el dolor o porque sencillamente es un enloquecido sin cura.
Un trueno retumba por el firmamento y un rayo alumbra todo como si atestiguara un mítico suceso y es que las criaturas o razas no son algo nuevo para el de herencia española quien entre quejidos y respiraciones entrecortadas vuelve a formular –Isobel… Un nombre que hace tributo a la preciosura que lo porta… Así que una hechicera… Jamás creí que… Me toparía con una y menos de esta manera… Dígame, ¿lo de la cita… sigue en pie… Aun cuando sé su secreto?- y así un fuerte suspiro sale de sus labios, haciéndole sentir por fin cierta estabilidad y desahogo, al menos la sangre se había detenido pero el dolor pasó de ser algo infernal a algo realmente manejable.
-Le debo… Mi vida, guapa-
Rápidamente transporta su anatomía hacia donde ella se lo indica, cayendo con pesadez y sin poder evitar soltar algunos gemidos de dolor, es lógico, ¡no está muerto! –Espero y esas enemistades… Sean solo mujeres celosas de su hermosura… No las culparía, cualquier caballero caería ante tal ejemplo de… Majestuosidad- ríe un poco al sentir como le cubre la herida con un pañuelo que no tarda en mancharse por completo de sangre.
-¡¡Aaagghhh!! Gracias a Dios soy Ateo, porque si no… Estaría suplicando misericordia- el cinismo y el humor negro nunca le abandonan al parecer puesto que sus palabras sin sentido empiezan a tomar fuerza al cabo de ir sintiendo un sinfín de contracciones en su pecho que deliberadamente van arrastrando todo el dolor y una respiración agitada no tarda en apoderarse de todo su cuerpo -¡¡Argh!! Joder… Esto es peor que… ¡ARGH!... Cuando el Rey me mandó a cazar… Por capricho de su hija… - una nueva carcajada sale, no sabe si es mero reflejo por el dolor o porque sencillamente es un enloquecido sin cura.
Un trueno retumba por el firmamento y un rayo alumbra todo como si atestiguara un mítico suceso y es que las criaturas o razas no son algo nuevo para el de herencia española quien entre quejidos y respiraciones entrecortadas vuelve a formular –Isobel… Un nombre que hace tributo a la preciosura que lo porta… Así que una hechicera… Jamás creí que… Me toparía con una y menos de esta manera… Dígame, ¿lo de la cita… sigue en pie… Aun cuando sé su secreto?- y así un fuerte suspiro sale de sus labios, haciéndole sentir por fin cierta estabilidad y desahogo, al menos la sangre se había detenido pero el dolor pasó de ser algo infernal a algo realmente manejable.
-Le debo… Mi vida, guapa-
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Quiere reír mientras siente como la sangre empieza a fluir cada vez en menor cantidad por debajo de sus dedos.
-Sois todo un galán, milord- dice con la sonrisa reflejada en sus palabras. Estas también denotan cierto cansancio, producto de la concentración que le requiere ese tipo de magia que esta usando en él- aunque me temo que los celos de otras mujeres no son precisamente la fuente de mis problemas.
Cuando le oye jurar aprieta los dientes. Si hubiera tenido algunas plantas con ella podría haberlo anestesiado a ese dolor, hacérselo más llevadero. Por desgracia, sabe que eso tampoco habría hecho demasiado efecto. La ultima vez que tuvo que aplicarse aquel truco a si misma desde luego no había servido de mucho.
Trabaja en silencio mientras escucha sus desvaríos. O al menos eso dirá si alguien pasa y le oye. No conviene que nadie sepa demasiado sobre la persona de uno y, aunque no sabe bien que es lo que la impulsa a ello, sabe que también defenderá al hombre que ahora tiene en sus manos.
Cuando termina de cerrar la herida, un suspiro escapa de sus labios agotados. Es solo una reparación superficial, por dentro los músculos dañados aun tienen camino para sanar completamente pero al menos a frenado el constante flujo de vida que escapaba de él momentos antes.
Arrodillada junto al hombre, en la fría noche, se deja caer para adelante hasta apoyar ligeramente la cabeza en el hombro de él. Sonrie ante la invitación. No le dice que no piensa permitir que recuerde sus acciones de esa noche. Su secreto, como él lo ha llamado, la acompañará a la tumba. Tal como juró una vez que haría.
-Siento el dolor que os haya podido causar, milord- dice alejándose de nuevo de él y componiendo una sonrisa- y desde luego que le aceptaré esa cita si estáis dispuesto a ofrecerla cuando ya sabéis lo que soy y habéis soportado lo que he hecho. Pero tened en cuenta que si vos arrastrais la amenaza de la corona yo arrastro la de toda la inquisición. Realmente no soy un buen negocio.
Como una madre preocupada le cierra la arruinada camisa sobre el pecho, donde aún queda una marca rojiza.
-Pero bueno, aun no estáis recuperado así que creo que es un poco pronto para hablar de eso. ¿Creéis que podreís levantaros y andar un par de calles?
Pasado lo peor piensa que aun pueden llegar y puede descansar allí hasta que su cuerpo se adapte y recupere la sangre que ha perdido.
-Sois todo un galán, milord- dice con la sonrisa reflejada en sus palabras. Estas también denotan cierto cansancio, producto de la concentración que le requiere ese tipo de magia que esta usando en él- aunque me temo que los celos de otras mujeres no son precisamente la fuente de mis problemas.
Cuando le oye jurar aprieta los dientes. Si hubiera tenido algunas plantas con ella podría haberlo anestesiado a ese dolor, hacérselo más llevadero. Por desgracia, sabe que eso tampoco habría hecho demasiado efecto. La ultima vez que tuvo que aplicarse aquel truco a si misma desde luego no había servido de mucho.
Trabaja en silencio mientras escucha sus desvaríos. O al menos eso dirá si alguien pasa y le oye. No conviene que nadie sepa demasiado sobre la persona de uno y, aunque no sabe bien que es lo que la impulsa a ello, sabe que también defenderá al hombre que ahora tiene en sus manos.
Cuando termina de cerrar la herida, un suspiro escapa de sus labios agotados. Es solo una reparación superficial, por dentro los músculos dañados aun tienen camino para sanar completamente pero al menos a frenado el constante flujo de vida que escapaba de él momentos antes.
Arrodillada junto al hombre, en la fría noche, se deja caer para adelante hasta apoyar ligeramente la cabeza en el hombro de él. Sonrie ante la invitación. No le dice que no piensa permitir que recuerde sus acciones de esa noche. Su secreto, como él lo ha llamado, la acompañará a la tumba. Tal como juró una vez que haría.
-Siento el dolor que os haya podido causar, milord- dice alejándose de nuevo de él y componiendo una sonrisa- y desde luego que le aceptaré esa cita si estáis dispuesto a ofrecerla cuando ya sabéis lo que soy y habéis soportado lo que he hecho. Pero tened en cuenta que si vos arrastrais la amenaza de la corona yo arrastro la de toda la inquisición. Realmente no soy un buen negocio.
Como una madre preocupada le cierra la arruinada camisa sobre el pecho, donde aún queda una marca rojiza.
-Pero bueno, aun no estáis recuperado así que creo que es un poco pronto para hablar de eso. ¿Creéis que podreís levantaros y andar un par de calles?
Pasado lo peor piensa que aun pueden llegar y puede descansar allí hasta que su cuerpo se adapte y recupere la sangre que ha perdido.
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Como si se tratase de un augurio, la tormenta termina y sencillamente la luz de la luna sobresale majestuosa e iluminante a todo el marco escénico que tiene a los dos jóvenes como protagonistas. El de herencia española sencillamente sonríe un poco burlón al cabo de dar un fuerte y hondo suspiro provocante del descanso que siente por todo su cuerpo al dejar de sentir como la sangre brota desde sus adentros –No soy un galán… Solamente hago lo mejor que puedo… Para que acepte la cita- ríe al momento de sentir como la preciosa mujer se recarga sobre su hombro, con ello, el de mirada marrón deposita un beso sobre su frente y otro en su mejilla.
-Dolor sería el que usted no aceptase- Insiste, acariciando con lentitud la mejilla de la de cabellos negros al notar su linda sonrisa –Salvarme la vida, evitar que mi sangre tiña estos sucios callejones y aun así no salir corriendo al cabo de recibir mis halagos… Créame, belleza, eso sigue más que en pie, se lo aseguro- y con un guiño en su ojo no hace más que tomarle de la mano y reír un poco, recargando su cuerpo de nuevo contra la pared para así escuchar atento.
-Bueno, inquisidores… Creo que me buscan desde que no doy limosna en sus iglesias y pues… Digamos que no soy el hijo favorito de Dios- de nuevo hace lujo de su cinismo y su ironía que buscan calmar los nervios de la musa –Andaré gracias a usted y por favor, no se preocupe que peores golpes me ha dado la vida- Su gesto parece retomar vida al citar estas palabras; su piel se eriza al sentir como le vuelven a abotonar su camisa y así con un brinco se coloca de pie.
Su ojo diestro hace una leve mueca de dolor, instantáneamente su mano se va a su pecho como reflejo pues un dolor le punza –Ouch, creo que… Deberé moverme más lento- ríe con calidez y así su mano decide extenderse a la señorita en busca de ayudarle a que se coloque de pie. Sus sentidos parecen retomar agudeza y sus orbes se fijan en los de ella, como si tratase de ver más allá de la mujer que le ha salvado la vida, Rosa Negra sabe bien que sus palabras y su esencia despiden cierta melancolía, cierta tristeza y es algo que no puede permitirse pasar por alto.
-Después de lo que hizo por mí, le seguiré al fin del mundo… ¿Qué rumbo tomaremos?-
-Dolor sería el que usted no aceptase- Insiste, acariciando con lentitud la mejilla de la de cabellos negros al notar su linda sonrisa –Salvarme la vida, evitar que mi sangre tiña estos sucios callejones y aun así no salir corriendo al cabo de recibir mis halagos… Créame, belleza, eso sigue más que en pie, se lo aseguro- y con un guiño en su ojo no hace más que tomarle de la mano y reír un poco, recargando su cuerpo de nuevo contra la pared para así escuchar atento.
-Bueno, inquisidores… Creo que me buscan desde que no doy limosna en sus iglesias y pues… Digamos que no soy el hijo favorito de Dios- de nuevo hace lujo de su cinismo y su ironía que buscan calmar los nervios de la musa –Andaré gracias a usted y por favor, no se preocupe que peores golpes me ha dado la vida- Su gesto parece retomar vida al citar estas palabras; su piel se eriza al sentir como le vuelven a abotonar su camisa y así con un brinco se coloca de pie.
Su ojo diestro hace una leve mueca de dolor, instantáneamente su mano se va a su pecho como reflejo pues un dolor le punza –Ouch, creo que… Deberé moverme más lento- ríe con calidez y así su mano decide extenderse a la señorita en busca de ayudarle a que se coloque de pie. Sus sentidos parecen retomar agudeza y sus orbes se fijan en los de ella, como si tratase de ver más allá de la mujer que le ha salvado la vida, Rosa Negra sabe bien que sus palabras y su esencia despiden cierta melancolía, cierta tristeza y es algo que no puede permitirse pasar por alto.
-Después de lo que hizo por mí, le seguiré al fin del mundo… ¿Qué rumbo tomaremos?-
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Acepta la mano agradecida y recoge la capa que ha tendido en el suelo. La tela ahora está ya completamente arruinada, pero cuantas menos pruebas queden allí de su presencia mejor. No desearía cometer un error que los llevara a las manos de sus enemigos.
-Lo cierto es que mi hogar está bastante cerca- dice colgando la capa de su brazo y, acercándose a él, señala la dirección- si no tenéis inconveniente podéis descanasar allí hasta que vuestro cuerpo se acostumbre a lo que he hecho.
Emprende la marcha junto a él, sin atreverse demasiado a tocarlo. De repente la timidez que la caracteriza ha vuelto. Ha desaparecido la Isobel confiada y resuelta por la tímida muchacha que fue una vez y que parecía haber quedado atrás. Se mantiene junto a preocupada de que le puedan fallar las fuerzas aunque dude que eso ocurra, ya que confía en sus dotes lo suficiente como para saber que, si bien está débil y siente el cuerpo extraño, no tendría que pasar nada más.
Sin embargo nunca está de mas tomar precauciones. Si fuera más resuelta, se pasaría su brazo por los hombros y pasaría el propio por la cintura de él y le serviría de muleta, pero a la dama que parece haber despertado eso le parece demasiado impropio, más si sale de ella…
Ya pasado el peligro, las preguntas que su mente práctica ha estado postergando comienzan a acudir a su cabeza y empiezan a hacerla olvidar la cercanía con un hombre desconocido. ¿Quién es ese extraño hombre que se hace llamar Rosa Negra? ¿Qué es lo que le ha hecho tanto daño como para dejarse morir? Pero sobre todo una que la preocupa en demasía ¿Quién ha tratado de asesinarle esa misma noche?
Mientras camina sus palabras rompen el silencio entre ambos y casi siente que resuenan demasiado alto para su gusto en unos callejones que tienen ojos y oídos para todos.
-¿Quién ha sido el que os ha agredido tan cruelmente, milord?- dice en voz baja- Hacía mucho que no veía herida tan cruel como la vuestra…
-Lo cierto es que mi hogar está bastante cerca- dice colgando la capa de su brazo y, acercándose a él, señala la dirección- si no tenéis inconveniente podéis descanasar allí hasta que vuestro cuerpo se acostumbre a lo que he hecho.
Emprende la marcha junto a él, sin atreverse demasiado a tocarlo. De repente la timidez que la caracteriza ha vuelto. Ha desaparecido la Isobel confiada y resuelta por la tímida muchacha que fue una vez y que parecía haber quedado atrás. Se mantiene junto a preocupada de que le puedan fallar las fuerzas aunque dude que eso ocurra, ya que confía en sus dotes lo suficiente como para saber que, si bien está débil y siente el cuerpo extraño, no tendría que pasar nada más.
Sin embargo nunca está de mas tomar precauciones. Si fuera más resuelta, se pasaría su brazo por los hombros y pasaría el propio por la cintura de él y le serviría de muleta, pero a la dama que parece haber despertado eso le parece demasiado impropio, más si sale de ella…
Ya pasado el peligro, las preguntas que su mente práctica ha estado postergando comienzan a acudir a su cabeza y empiezan a hacerla olvidar la cercanía con un hombre desconocido. ¿Quién es ese extraño hombre que se hace llamar Rosa Negra? ¿Qué es lo que le ha hecho tanto daño como para dejarse morir? Pero sobre todo una que la preocupa en demasía ¿Quién ha tratado de asesinarle esa misma noche?
Mientras camina sus palabras rompen el silencio entre ambos y casi siente que resuenan demasiado alto para su gusto en unos callejones que tienen ojos y oídos para todos.
-¿Quién ha sido el que os ha agredido tan cruelmente, milord?- dice en voz baja- Hacía mucho que no veía herida tan cruel como la vuestra…
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
El cuerpo del español parece lentamente ir acostumbrándose a estar… ¿bien? Así pues, sus ojos se fijan en la bella mujer, mientras que una sonrisa se dibuja nuevamente en su iris mientras escucha atento, girando sus ojos para poner atención donde le señala en busca de lo que pareciese ser su hogar, un gesto realmente amable y por de más de apreciado por el de descendencia española, quien se apresura a dictaminar –Sería un placer y no quiero incomodar… Pero no quiero tampoco arriesgarme a que alguien me busque y termine yendo con usted y bueno… No pueda estar para protegerle-
La caminata es lenta, abriéndose paso entre diferentes charcos que desgraciadamente van arruinando los pies y parte de las piernas de ambos seres. ¿Qué más da? Él es un ladrón y un varón, pero Ella no tiene que pasar algo tan desagradable como pisar los arroyuelos que se desbordan cuesta abajo por la planicie.
También con ello los ojos de Rosa Negra se fijan en el cansancio evidente de su salvadora; el titubeo en sus tobillos, su mirada perdida e inclusive su cambio drástico de carácter, quizás él no la conozca mucho pero si sabe reconocer cuando alguien está fatigado o mejor dicho, a punto de azotar contra el piso.
-Venga, guapa… Usted ya ha hecho demasiado y ahorita mismo me siento fuerte, no quiero que se ensucie ni que se canse más- Dice con calma para así llevar sus manos a cargarla con todo atrevimiento. Los modales son algo que está de más, pero la educación siempre sigue ahí y este hidalgo no se permitirá hacerle pasar a su acompañante una incomodidad más.
Con su mano izquierda cuida bien su espalda y con la derecha sostiene donde las piernas de la musa se flexionan. Lentamente va caminando y le invita a que le tome del cuello para mayor comodidad –Vale, ya casi llegamos… Ahorita mismo sería peligroso platicar de eso, pero le prometo que una vez en su morada cantaré como un pájaro en primavera- una risilla callada se escucha y un guiño de su ojo no se deja esperar.
Así, los callejones van quedando atrás y pareciese que la zona empieza a mejorar un poco; las viviendas comienzan a salir por el paraje y simultáneamente el Caballero de la Noche logra colocarse justo frente a donde antaño su bella acompañante le ha señalado. Algo le dice al hijo prodigio de España que esta noche apenas comienza y que muy probablemente ha encontrado una valiosa aliada.
La caminata es lenta, abriéndose paso entre diferentes charcos que desgraciadamente van arruinando los pies y parte de las piernas de ambos seres. ¿Qué más da? Él es un ladrón y un varón, pero Ella no tiene que pasar algo tan desagradable como pisar los arroyuelos que se desbordan cuesta abajo por la planicie.
También con ello los ojos de Rosa Negra se fijan en el cansancio evidente de su salvadora; el titubeo en sus tobillos, su mirada perdida e inclusive su cambio drástico de carácter, quizás él no la conozca mucho pero si sabe reconocer cuando alguien está fatigado o mejor dicho, a punto de azotar contra el piso.
-Venga, guapa… Usted ya ha hecho demasiado y ahorita mismo me siento fuerte, no quiero que se ensucie ni que se canse más- Dice con calma para así llevar sus manos a cargarla con todo atrevimiento. Los modales son algo que está de más, pero la educación siempre sigue ahí y este hidalgo no se permitirá hacerle pasar a su acompañante una incomodidad más.
Con su mano izquierda cuida bien su espalda y con la derecha sostiene donde las piernas de la musa se flexionan. Lentamente va caminando y le invita a que le tome del cuello para mayor comodidad –Vale, ya casi llegamos… Ahorita mismo sería peligroso platicar de eso, pero le prometo que una vez en su morada cantaré como un pájaro en primavera- una risilla callada se escucha y un guiño de su ojo no se deja esperar.
Así, los callejones van quedando atrás y pareciese que la zona empieza a mejorar un poco; las viviendas comienzan a salir por el paraje y simultáneamente el Caballero de la Noche logra colocarse justo frente a donde antaño su bella acompañante le ha señalado. Algo le dice al hijo prodigio de España que esta noche apenas comienza y que muy probablemente ha encontrado una valiosa aliada.
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Un cálido rubor colorea sus mejillas mientras ella oculta la cara contra el hombro del hombre. No puede creer que alguien la esté llevando así hasta su casa, cuando tal como ha leído en los libros que ocurre con las princesas. Y como nunca le había ocurrido a ella hasta ese momento.
Sin embargo no se engaña. Es solo cortesía lo que le impulsa a tratarla como una frágil figura de porcelana china, el agradecimiento por haberle salvado la vida. No se quiere engañar diciéndose que hay gente innatamente buena porque si en las calles de París. Ha visto demasiado para creérselo.
-No os preocupéis de que os encuentren en mi casa, milord- dice con la voz ahogada contra su hombro, rendida ya frente al cansancio y cohibida por sus acciones- Lo cierto es que pocos la conocen y aun si la conocieran, tendrían que enfrentar cosas verdaderamente horribles para llegar a mí.
Deja la frase en suspenso, sin querer especificar todas las maldiciones que ha puesto por toda la casa, que afecta a quienes no han sido invitados a entrar, a quienes quieren dañarla a ella o a sus huéspedes. Son maldiciones que aprendió de mano de un gitano durante su primer viaje a Escocia y que desearía no haber tenido que aprender.
Le indica a Rosa Negra que la baje cuando legan frente a la perta de su casa y se acerca con la llave en la mano. Al introducirla en la cerradura, murmura un hechizo, tan antiguo como el tiempo, que protege el lugar y las pocas pertenencias que tiene dentro. Da un pequeño empujón a la puerta y se hace a un lado para que pase su invitado antes de volver a cerrarla y establecer de nuevo su barrera.
El olor a hierbas medicinales se extiende por toda la casa y finalmente se siente a salvo. Toma de la mano a Rosa Negra y en la oscuridad lo guía hasta una pequeña salita adyacente escasamente decorada, la cual domina un camastro deshecho.
-Disculpad el desorden- dice mientras estira un poco las sábanas para que pueda tumbarse y le saca algo de ropa seca, que siempre tiene para sus pacientes inesperados- apenas he tenido tiempo de arreglar nada antes de partir.
Al decir esas palabras, recuerda el motivo de su partida esa tarde y otra vez una ligera ola de tristeza la barre, pero, decidida a ignorarla, se vuelve hacia él con las prendas.
-Tened algo de ropas seca. No se si sea de su talla pero al menos evitara que esas ropas mojadas y frías le provoquen algún infección indeseada. Y si me disculpáis, yo haré lo mismo con mis ropajes. No tardaré mucho Ni necesitáis algo estaré en la habitación de enfrente- dice antes de salir.
Sin embargo no se engaña. Es solo cortesía lo que le impulsa a tratarla como una frágil figura de porcelana china, el agradecimiento por haberle salvado la vida. No se quiere engañar diciéndose que hay gente innatamente buena porque si en las calles de París. Ha visto demasiado para creérselo.
-No os preocupéis de que os encuentren en mi casa, milord- dice con la voz ahogada contra su hombro, rendida ya frente al cansancio y cohibida por sus acciones- Lo cierto es que pocos la conocen y aun si la conocieran, tendrían que enfrentar cosas verdaderamente horribles para llegar a mí.
Deja la frase en suspenso, sin querer especificar todas las maldiciones que ha puesto por toda la casa, que afecta a quienes no han sido invitados a entrar, a quienes quieren dañarla a ella o a sus huéspedes. Son maldiciones que aprendió de mano de un gitano durante su primer viaje a Escocia y que desearía no haber tenido que aprender.
Le indica a Rosa Negra que la baje cuando legan frente a la perta de su casa y se acerca con la llave en la mano. Al introducirla en la cerradura, murmura un hechizo, tan antiguo como el tiempo, que protege el lugar y las pocas pertenencias que tiene dentro. Da un pequeño empujón a la puerta y se hace a un lado para que pase su invitado antes de volver a cerrarla y establecer de nuevo su barrera.
El olor a hierbas medicinales se extiende por toda la casa y finalmente se siente a salvo. Toma de la mano a Rosa Negra y en la oscuridad lo guía hasta una pequeña salita adyacente escasamente decorada, la cual domina un camastro deshecho.
-Disculpad el desorden- dice mientras estira un poco las sábanas para que pueda tumbarse y le saca algo de ropa seca, que siempre tiene para sus pacientes inesperados- apenas he tenido tiempo de arreglar nada antes de partir.
Al decir esas palabras, recuerda el motivo de su partida esa tarde y otra vez una ligera ola de tristeza la barre, pero, decidida a ignorarla, se vuelve hacia él con las prendas.
-Tened algo de ropas seca. No se si sea de su talla pero al menos evitara que esas ropas mojadas y frías le provoquen algún infección indeseada. Y si me disculpáis, yo haré lo mismo con mis ropajes. No tardaré mucho Ni necesitáis algo estaré en la habitación de enfrente- dice antes de salir.
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
El clima desciende en temperatura y los vientos se cuelan de forma rápida por todo el ambiente. Ambos jóvenes que yacen ante la puerta presencian un especie de abertura que de no ser por las pasadas experiencias del español, este terminaría más que asombrado. Todo indica que la magia de la dama no reside solamente en la belleza de su rostro, sino en sus habilidades natas con los conjuros.
Los pasos del enmascarado son lentos pero extrañamente sin cuidado, todo su cuerpo se relaja y se impregna una curiosa confianza que raramente ha podido sentir siquiera en sus propios aposentos; su mano que se toma de la de Isobel le guía hasta uno de los cuartos, donde al cabo de un suspiro y escuchar las palabras de la musa, este responde –No se fije en lo más mínimo, comprendo que no esperaba invitados y además, este hogar es muy acogedor… Me siento en paz, algo que no sentía desde hace mucho tiempo-
Observando los rincones del recinto, este no puede omitir el exquisito olor a hierbas, así como diferentes ornamentos y quizás herramientas útiles. Así pues, este se sienta donde la doncella le indica hasta que de manera generosa le ofrece unos ropajes –Muchas gracias, guapa… Esto será suficiente y créame, estoy en deuda con usted…- sus voz ronca profundiza la sinceridad de sus líneas y así, él solamente asiente con su rostro tras las indicaciones de la hechicera.
Colocándose de pie, este no se fija si tiene o no privacidad, la verdad es que está tan asombrado por la amabilidad de su salvadora, así como evidentemente su gran belleza. Sus pantalones caen y se coloca los secos con prontitud; luego su camisa manchada y arruinada cae por igual al piso, revelando su torso desnudo que ejemplifica sus músculos en una condición física óptima. Sin embargo, distintas cicatrices cubren toda su piel, resultado de todas sus aventuras.
Una carcajada sale del hijo prodigio de España cuando intenta colocarse la camisa que le fue prestada, sin embargo, no tiene buen resultado pues su brazos quedan envueltos a presión y los botones no le alcanzan a cerrar –Creo que… Soy algo grande para esta camisa- dice irónico mientras se la despoja y así se dirige con calma al cuarto donde yace la hechicera, yendo con total sigilo y sin saber que sorpresa le puede o no le puede esperar.
Los pasos del enmascarado son lentos pero extrañamente sin cuidado, todo su cuerpo se relaja y se impregna una curiosa confianza que raramente ha podido sentir siquiera en sus propios aposentos; su mano que se toma de la de Isobel le guía hasta uno de los cuartos, donde al cabo de un suspiro y escuchar las palabras de la musa, este responde –No se fije en lo más mínimo, comprendo que no esperaba invitados y además, este hogar es muy acogedor… Me siento en paz, algo que no sentía desde hace mucho tiempo-
Observando los rincones del recinto, este no puede omitir el exquisito olor a hierbas, así como diferentes ornamentos y quizás herramientas útiles. Así pues, este se sienta donde la doncella le indica hasta que de manera generosa le ofrece unos ropajes –Muchas gracias, guapa… Esto será suficiente y créame, estoy en deuda con usted…- sus voz ronca profundiza la sinceridad de sus líneas y así, él solamente asiente con su rostro tras las indicaciones de la hechicera.
Colocándose de pie, este no se fija si tiene o no privacidad, la verdad es que está tan asombrado por la amabilidad de su salvadora, así como evidentemente su gran belleza. Sus pantalones caen y se coloca los secos con prontitud; luego su camisa manchada y arruinada cae por igual al piso, revelando su torso desnudo que ejemplifica sus músculos en una condición física óptima. Sin embargo, distintas cicatrices cubren toda su piel, resultado de todas sus aventuras.
Una carcajada sale del hijo prodigio de España cuando intenta colocarse la camisa que le fue prestada, sin embargo, no tiene buen resultado pues su brazos quedan envueltos a presión y los botones no le alcanzan a cerrar –Creo que… Soy algo grande para esta camisa- dice irónico mientras se la despoja y así se dirige con calma al cuarto donde yace la hechicera, yendo con total sigilo y sin saber que sorpresa le puede o no le puede esperar.
Aldebaran Ballester- Realeza Española
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Entrecierra la puerta de la "habitación de invitados" y se dirige a la suya propia. Una vez allí enciende la luz y deshace su peinado dejando que el pelo le caiga sobre los hombros hasta la cintura, por fin libre de los tirones de las horquillas que lo mantenían a duras penas en su lugar.
Con un suspiro se libera por fin de las ropas, pesadas de tanto agua que llevan y sucias hasta lo indecible. Posiblemente la falda tenga que desecharla pero en ese momento no le importa demasiado.
Mientras suelta los lazos que mantienen las ropas en su sitio se plantea su siguiente paso. Ahora que sabe que el hombre está al otro lado del pasillo se siente más consciente de su presencia, sobre todo a medida que va desapareciendo la ropa de su cuerpo y deja solo la piel para protegerla.
No es la primera vez que tiene un hombre durante toda una noche en casa, ni será la última. Pero ninguno la a afectado tanto hasta el momento. Aunque, la verdad sea dicha, nunca se había sentido tan baja como en ese momento y espera, vanamente, que sea solo eso lo que la hace sentir distinto aunque su mente lo dude seriamente.
Se va deshaciendo una por una de todas las prendas hasta llegar al corsé. Sus manos tantean los cordones que le ciñen el torso y la cintura. Sabe que no debería quitárselo pero aun así siente la necesidad de liberar su cuerpo de esa prenda de especial tortura para las mujeres.
De repente algo la avisa de que no está sola. A pesar de que sabe que ya está restablecido ha dejado su puerta entreabierta por si acaso ocurre algo poder oírlo. Pero ahora siente como alguien observa del otro lado.
Se vuelve hacia Rosa Negra y lo mira un momento antes de tomar una decisión. En contra de todos sus principios se vuelve hacia el de nuevo y lo mira por encima del hombro con una sonrisa.
-Luego os daré una manta si queréis, ya que veo que es bastante evidente que la camisa no os sienta. Pero antes...¿Podríais ayudarme a desprenderme de esto, milord?
Con un suspiro se libera por fin de las ropas, pesadas de tanto agua que llevan y sucias hasta lo indecible. Posiblemente la falda tenga que desecharla pero en ese momento no le importa demasiado.
Mientras suelta los lazos que mantienen las ropas en su sitio se plantea su siguiente paso. Ahora que sabe que el hombre está al otro lado del pasillo se siente más consciente de su presencia, sobre todo a medida que va desapareciendo la ropa de su cuerpo y deja solo la piel para protegerla.
No es la primera vez que tiene un hombre durante toda una noche en casa, ni será la última. Pero ninguno la a afectado tanto hasta el momento. Aunque, la verdad sea dicha, nunca se había sentido tan baja como en ese momento y espera, vanamente, que sea solo eso lo que la hace sentir distinto aunque su mente lo dude seriamente.
Se va deshaciendo una por una de todas las prendas hasta llegar al corsé. Sus manos tantean los cordones que le ciñen el torso y la cintura. Sabe que no debería quitárselo pero aun así siente la necesidad de liberar su cuerpo de esa prenda de especial tortura para las mujeres.
De repente algo la avisa de que no está sola. A pesar de que sabe que ya está restablecido ha dejado su puerta entreabierta por si acaso ocurre algo poder oírlo. Pero ahora siente como alguien observa del otro lado.
Se vuelve hacia Rosa Negra y lo mira un momento antes de tomar una decisión. En contra de todos sus principios se vuelve hacia el de nuevo y lo mira por encima del hombro con una sonrisa.
-Luego os daré una manta si queréis, ya que veo que es bastante evidente que la camisa no os sienta. Pero antes...¿Podríais ayudarme a desprenderme de esto, milord?
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
La anatomía del ladrón llega a donde el cuarto de la dama se supone debe estar. Con prontitud se percata de que la puerta no está del todo cerrada y por consiguiente no tarda en simplemente tratar de ignorar esto y regresar su mirada a otro lado para evitar faltar a la privacidad de la cabellos negros, pero oh sorpresa… Ya es demasiado tarde.
Sus ojos marrones no pueden evitar notar la abertura de la puerta y consiguiente a esto el cuerpo de la dama que se va cambiando de ropas. Su larga cabellera cae graciosamente por toda su espalda justo a su cintura, su piel es expuesta y asimismo todo su cuerpo pareciese que se asoma al marco escénico siendo una obra de arte.
Un trago de saliva pasa por la garganta del héroe de los pobres, quien se aproxima al cuarto tras escuchar las palabras de Isobel, respondiendo al instante –Claro, será un placer… Aunque creo que… Bueno… Dudo que alguien pueda ver que… Técnicamente ambos estamos solos… En un cuarto- dice sin total sentido, ¿Qué pasa? Se supone que un Casanova como él no puede tener… ¡¿Nervios?!
Sus manos dejan la camisa a un lado y cual hipnotismo se encamina a donde la hechicera yace; sus manos toman los cordones de su corsé y los va aflojando con lentitud hasta llegar a zafarlos en su totalidad, ayudándole a despojar la incómoda prenda como ella le sugirió; al cabo de esto, logra oler el perfume real de la dama, su esencia misma que le embriaga y le hacen descargar varias sensaciones por todo su cuerpo.
Los dedos del español se deslizan lentamente hasta lograr tocar la espalda ya desnuda de su salvadora; sus orbes aún aprecian la obra de arte que tiene ante él. Un cuerpo exquisito y bien delineado, esbelto en toda su extensión así como un especie de intriga, un misterio que tratan de tentarle a girarla, besarle y solo Satanás sabe que pasaría, sin embargo se detiene ante todos los impulsos por una simple razón, una muy importante.
-Veo que sus… Habilidades… No son la única virtud que posee, guapa- comenta al tocarle los hombros por la espalda, susurrándole al oído para respirarle en susodicha zona y sentir el calor de su cuerpo rozar con el de él. ¿Qué ha sucedido con su herida interna? Parece que todo lo que ha sucedido simplemente se borra de su mente y se dedica a darle toda su atención a la bella y desnuda mujer.
Sus ojos marrones no pueden evitar notar la abertura de la puerta y consiguiente a esto el cuerpo de la dama que se va cambiando de ropas. Su larga cabellera cae graciosamente por toda su espalda justo a su cintura, su piel es expuesta y asimismo todo su cuerpo pareciese que se asoma al marco escénico siendo una obra de arte.
Un trago de saliva pasa por la garganta del héroe de los pobres, quien se aproxima al cuarto tras escuchar las palabras de Isobel, respondiendo al instante –Claro, será un placer… Aunque creo que… Bueno… Dudo que alguien pueda ver que… Técnicamente ambos estamos solos… En un cuarto- dice sin total sentido, ¿Qué pasa? Se supone que un Casanova como él no puede tener… ¡¿Nervios?!
Sus manos dejan la camisa a un lado y cual hipnotismo se encamina a donde la hechicera yace; sus manos toman los cordones de su corsé y los va aflojando con lentitud hasta llegar a zafarlos en su totalidad, ayudándole a despojar la incómoda prenda como ella le sugirió; al cabo de esto, logra oler el perfume real de la dama, su esencia misma que le embriaga y le hacen descargar varias sensaciones por todo su cuerpo.
Los dedos del español se deslizan lentamente hasta lograr tocar la espalda ya desnuda de su salvadora; sus orbes aún aprecian la obra de arte que tiene ante él. Un cuerpo exquisito y bien delineado, esbelto en toda su extensión así como un especie de intriga, un misterio que tratan de tentarle a girarla, besarle y solo Satanás sabe que pasaría, sin embargo se detiene ante todos los impulsos por una simple razón, una muy importante.
-Veo que sus… Habilidades… No son la única virtud que posee, guapa- comenta al tocarle los hombros por la espalda, susurrándole al oído para respirarle en susodicha zona y sentir el calor de su cuerpo rozar con el de él. ¿Qué ha sucedido con su herida interna? Parece que todo lo que ha sucedido simplemente se borra de su mente y se dedica a darle toda su atención a la bella y desnuda mujer.
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Una ligera carcajada escapa de sus labios al oírle titubear. Ella también está nerviosa. No guarda muy buenos recuerdos de la última vez que estuvo en esa situación con un hombre pero duda que con él sea igual. Los motivos de que aquello no acabara bien eran muy distintos a los presentes.
Se despereza bajo sus suaves caricias, sintiendo como nervios que hacía mucho que no reaccionaban a nada comienzan a hormiguear y calentarse. Ya no importa que solo una ligera saya la cubra hasta media pantorrilla, ni el corsé flojo que mantiene contra su pecho. Ya solo se puede concentrar en las manos que no parecen querer herirla.
Los dedos se pasean por sus hombros, al parecer sin darse cuenta de que poco más abajo está marcada de por vida con una cicatriz en forma de media luna. Seguro que él no es consciente de lo que significa para ella que no la rechace por ser mercancía dañada, tanto en cuerpo como en alma.
-Ambos sabemos que no es adecuado- dice en un susurro, contestando a sus palabras de antes- pero esto no ha sido adecuado desde el momento en que estabais en la calle sangrando a muerte. Además, no hay nadie aquí que pueda decir nada.
Ni siquiera ella sabe que buscan esas palabras. Tal vez está tan obnubilada por la situación que no es consciente de lo que dice, o simplemente su alma triste busca un poco de alivio, al menos esa noche que es tan fría.
Se pregunta qué pensará su acompañante. Sin duda debe estar sorprendido. Seguro que no esperaba esa reacción de la que él considera un ángel salvador. Pero ella sabe que no es eso. Sabe que solo fue la casualidad la que la hizo media-dama y no la llevó directamente a un burdel, como la mayoría de chicas que conoció en su infancia.
-No soy la única virtuosa en la sala- corresponde su alago. A pesar de la penumbra reinante en la casa a podido echar un vistazo al cuerpo de Rosa Negra, y puede imaginar perfectamente lo que sus manos han tocado ya, aunque sea en otras circunstancias.
Se vuelve para ponerse frente a él y alza una mano hasta la ara de su acompañante, acariciando la mandíbula hasta llegar al antifaz que aún le cubre el rostro. Una vez hay detiene los dedos sobre la tela negra en un toque efímero.
-¿Puedo? No estaría demás saber quién se oculta bajo ese nombre y esa máscara…
Se despereza bajo sus suaves caricias, sintiendo como nervios que hacía mucho que no reaccionaban a nada comienzan a hormiguear y calentarse. Ya no importa que solo una ligera saya la cubra hasta media pantorrilla, ni el corsé flojo que mantiene contra su pecho. Ya solo se puede concentrar en las manos que no parecen querer herirla.
Los dedos se pasean por sus hombros, al parecer sin darse cuenta de que poco más abajo está marcada de por vida con una cicatriz en forma de media luna. Seguro que él no es consciente de lo que significa para ella que no la rechace por ser mercancía dañada, tanto en cuerpo como en alma.
-Ambos sabemos que no es adecuado- dice en un susurro, contestando a sus palabras de antes- pero esto no ha sido adecuado desde el momento en que estabais en la calle sangrando a muerte. Además, no hay nadie aquí que pueda decir nada.
Ni siquiera ella sabe que buscan esas palabras. Tal vez está tan obnubilada por la situación que no es consciente de lo que dice, o simplemente su alma triste busca un poco de alivio, al menos esa noche que es tan fría.
Se pregunta qué pensará su acompañante. Sin duda debe estar sorprendido. Seguro que no esperaba esa reacción de la que él considera un ángel salvador. Pero ella sabe que no es eso. Sabe que solo fue la casualidad la que la hizo media-dama y no la llevó directamente a un burdel, como la mayoría de chicas que conoció en su infancia.
-No soy la única virtuosa en la sala- corresponde su alago. A pesar de la penumbra reinante en la casa a podido echar un vistazo al cuerpo de Rosa Negra, y puede imaginar perfectamente lo que sus manos han tocado ya, aunque sea en otras circunstancias.
Se vuelve para ponerse frente a él y alza una mano hasta la ara de su acompañante, acariciando la mandíbula hasta llegar al antifaz que aún le cubre el rostro. Una vez hay detiene los dedos sobre la tela negra en un toque efímero.
-¿Puedo? No estaría demás saber quién se oculta bajo ese nombre y esa máscara…
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
El tic tac no incomoda esta vez, inclusive no se sabe si es de noche aun o si el amanecer ha tocado ya la planicie de Francia. El tiempo se congela, el reloj sus manecillas detiene y todo esto en el momento que el español cruza no solo la puerta, sino algo más, algo que no sabe si tiene vuelta o si tendrá consecuencias; sus ojos se pierden hipnotizados bajo la belleza de la mujer que le salvó la vida ¿o será el agradecimiento que le hacen embriagarse de inquietudes por ella? No sabe bien, solo sabe… Que no puede dejar de tocar su piel.
Sus manos cálidamente se deslizan por su espalda, llegando hasta su cintura para así percatarse de una cicatriz muy singular, pero que no hace más que darle una sonrisa sincera –Es hermosa, una marca de nacimiento muy singular y debo decir que afortunada- refiriéndose a aquella característica, pasando la yema de sus dedos por dicho lugar.
Su rostro baja un poco al hombro de la musa y da un respiro que lo lleva desde ahí hasta su cuello y terminando en su oreja, donde susurra al cabo de las palabras –Nadie lo sabrá, nadie podría decir nada… Pero esto no es adecuado porque tengo el corazón roto, me han herido en el alma y no creo que sea justo que alguien como tú… Tan cálida, tan amable, tan hermosa... se arriesgue a no ser más que un consuelo de este canalla- rompiendo con el formalismo debido a la confianza que ya se construye entre ambos.
Al cabo de esto, las manos del varón la siguen hasta quedar de frente, su rostro no pierde ni un segundo el ajeno mientras va sintiendo la caricia traviesa de ella que llega hasta su antifaz, a lo cual, este responde con claridad –Mi rostro es lo que vez… Mi máscara es lo que uso de día, no hay nada que saber, no hay nada que descubrir… Soy el ladrón, soy la leyenda, soy el hombre…-
Así delicadamente toma la mano de la fémina con la propia, desviándola junto con la otra para que le rodeen desde su cuello, quedando frente a frente mientras este desliza como caricia sus manos hasta sus caderas, sintiendo como el corsé cae a sus pies y sus cuerpos se apresuran a pegarse el uno con el otro.
Los pectorales con cicatrices de este hidalgo sienten la calidez de los senos de su bella acompañante; ambas pieles se brindan calor mutuamente y la adrenalina así como una evidente excitación corre por todo el cuerpo del forajido, quien advierte de su más grande defecto… El cual es no poderse enamorar, no cuando él ya lo está y es una herida que ni toda la magia del mundo podría curar.
-Eres bellísima… Yo soy solo un sinvergüenza más-
Sus manos cálidamente se deslizan por su espalda, llegando hasta su cintura para así percatarse de una cicatriz muy singular, pero que no hace más que darle una sonrisa sincera –Es hermosa, una marca de nacimiento muy singular y debo decir que afortunada- refiriéndose a aquella característica, pasando la yema de sus dedos por dicho lugar.
Su rostro baja un poco al hombro de la musa y da un respiro que lo lleva desde ahí hasta su cuello y terminando en su oreja, donde susurra al cabo de las palabras –Nadie lo sabrá, nadie podría decir nada… Pero esto no es adecuado porque tengo el corazón roto, me han herido en el alma y no creo que sea justo que alguien como tú… Tan cálida, tan amable, tan hermosa... se arriesgue a no ser más que un consuelo de este canalla- rompiendo con el formalismo debido a la confianza que ya se construye entre ambos.
Al cabo de esto, las manos del varón la siguen hasta quedar de frente, su rostro no pierde ni un segundo el ajeno mientras va sintiendo la caricia traviesa de ella que llega hasta su antifaz, a lo cual, este responde con claridad –Mi rostro es lo que vez… Mi máscara es lo que uso de día, no hay nada que saber, no hay nada que descubrir… Soy el ladrón, soy la leyenda, soy el hombre…-
Así delicadamente toma la mano de la fémina con la propia, desviándola junto con la otra para que le rodeen desde su cuello, quedando frente a frente mientras este desliza como caricia sus manos hasta sus caderas, sintiendo como el corsé cae a sus pies y sus cuerpos se apresuran a pegarse el uno con el otro.
Los pectorales con cicatrices de este hidalgo sienten la calidez de los senos de su bella acompañante; ambas pieles se brindan calor mutuamente y la adrenalina así como una evidente excitación corre por todo el cuerpo del forajido, quien advierte de su más grande defecto… El cual es no poderse enamorar, no cuando él ya lo está y es una herida que ni toda la magia del mundo podría curar.
-Eres bellísima… Yo soy solo un sinvergüenza más-
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Una pequeña y triste sonrisa corresponde sus palabras. Ciertamente se puede romper un corazón en más de un sentido. Y hay heridas que ni el más experto de los ojos podría atinar a descubrir. Una compasión conocedora la invade y gira la cabeza apartando la vista por un momento de su acompañante, tratando de aclarar su propio corazón sangrante..
-No soy esa musa frágil de la que hablas- dice en un susurro- ni quiero que sientas que me utilizas. Es más, casi se podría decir que yo estoy aprovechándome de un hombre que ha sido abatido.
Sus labios se fruncen frente a la presión que siente en el pecho. “No hables más, solo libérate y sigue adelante”. Las palabras resuenan en su cabeza, con la misma voz de su pasado que ha dejado atrás no hace tanto tiempo. Pero ella no es así. Ya no.
Suavemente se aleja de él. Los halagos no la sientan, las palabras no la ayudan a olvidar. En su pequeño cuarto, que ha presenciado solo dolor, ahora siente que traiciona un recuerdo. Y, aunque fue éste quien la abandonó ella ,no puede soltar el clavo ardiendo que une a la niña con la mujer sin pasar por la asesina.
Con un murmullo materializa un vestido sobre su cuerpo y se dirige al armario por una manta que darle a él. La intimidad se desvanece, mostrando la fragilidad propia de un calor efímero , y ella recuerda por primera vez en toda la noche, en quien se ha convertido.
Ya no es Isobel la huérfana, ni Isobel la cazadora. Ahora es Isobel la herbolaria y aprendiz de galena. Y como tal tiene que atender al hombre que ha sido herido tan mortalmente.
-Sígueme- dice, considerando ya los formalismos inútiles- te daré algo para compensar la sangre que has perdido y que haga que te acostumbres antes a la curación rápida.
Mientras le guía a su pequeña botica, se da cuenta de que, extrañamente no se siente cohibida a pesar de las circunstancias. Es como si hubiera despertado en sí misma una parte ignorante de la vergüenza que, si bien le gusta, puede resultar peligrosa si se descontrola demasiado
-No soy esa musa frágil de la que hablas- dice en un susurro- ni quiero que sientas que me utilizas. Es más, casi se podría decir que yo estoy aprovechándome de un hombre que ha sido abatido.
Sus labios se fruncen frente a la presión que siente en el pecho. “No hables más, solo libérate y sigue adelante”. Las palabras resuenan en su cabeza, con la misma voz de su pasado que ha dejado atrás no hace tanto tiempo. Pero ella no es así. Ya no.
Suavemente se aleja de él. Los halagos no la sientan, las palabras no la ayudan a olvidar. En su pequeño cuarto, que ha presenciado solo dolor, ahora siente que traiciona un recuerdo. Y, aunque fue éste quien la abandonó ella ,no puede soltar el clavo ardiendo que une a la niña con la mujer sin pasar por la asesina.
Con un murmullo materializa un vestido sobre su cuerpo y se dirige al armario por una manta que darle a él. La intimidad se desvanece, mostrando la fragilidad propia de un calor efímero , y ella recuerda por primera vez en toda la noche, en quien se ha convertido.
Ya no es Isobel la huérfana, ni Isobel la cazadora. Ahora es Isobel la herbolaria y aprendiz de galena. Y como tal tiene que atender al hombre que ha sido herido tan mortalmente.
-Sígueme- dice, considerando ya los formalismos inútiles- te daré algo para compensar la sangre que has perdido y que haga que te acostumbres antes a la curación rápida.
Mientras le guía a su pequeña botica, se da cuenta de que, extrañamente no se siente cohibida a pesar de las circunstancias. Es como si hubiera despertado en sí misma una parte ignorante de la vergüenza que, si bien le gusta, puede resultar peligrosa si se descontrola demasiado
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
El ladrón escucha atento las palabras de la musa, inclusive, sus ojos pareciesen mostrar algo de sorpresa con una ligera combinación de tristeza al ser sentenciadas –No quise decir eso… Sé que de frágil no tienes absolutamente nada, es solo que… Bueno…- y así es como no sabe un adecuado final para sus palabras, realmente se sentía algo mal por haberle ¿ofendido? ¿Hacerla sentir mal?
Sus orbes presencian como se aleja lentamente y un profundo suspiro no se hace esperar; su semblante cambia a uno casi preocupado y sin embargo aún se queda ahí, con la esperanza de que aquel momento no vaya a echar a perder una velada que puede ser de lo más disfrutable para ambos personajes.
Apresuradamente le sigue, presenciando como un vestido le recubre por arte de magia –Vaya, si así puedes hacer aparecer un vestido… Me pregunto qué tan rápido podrías quitar la ropa- y con una carcajada cínica recibe la manta, tratando de poder llevar el ambiente cálido y con una sonrisa como desde el comienzo.
-Vale, pero por favor… Que no sea algo que me envicie, tengo cierta repulsión a las drogas y la verdad quisiera estar en mis cinco sentidos, ya sabes… Para disfrutar la noche- un guiño en su ojo diestro no se puede esperar. Su mano derecha busca la ajena tratando de ejemplificar una confianza que desea tener y que debió mantener momentos atrás.
Su respiración es relajada, su cuerpo pareciese ir recuperándose muy lentamente, sin embargo, muy dentro de él sabe que echó a perder lo que hubiese podido ser una noche como jamás la había vivido y es que es su piel, el calor, la tranquilidad que proyecta… Tocar su cuerpo, sentir su respiración y su aliento chocar con el propio… ¡Pero que idiota!
Casi como si lo olvidara, este solo sostiene la manta en su mano, dejando su cuerpo trabajado totalmente al descubierto. Su mirar se enfoca en la preciosa hechicera y realmente no puede evitar verle de pies a cabeza o mejor dicho… Admirarle. Es un ejemplo de mujer, es una escultura cual obra de arte que solamente puede pertenecer al Edén y el famoso Rosa Negra efectivamente… Arruinó todo.
-¿No habrá un trato especial por ser el enfermo? Quizás un masaje pudiese ayudar… O si prefieres, yo te lo puedo dar... ¿Necesitas ayuda con otro corsé?-
Sus orbes presencian como se aleja lentamente y un profundo suspiro no se hace esperar; su semblante cambia a uno casi preocupado y sin embargo aún se queda ahí, con la esperanza de que aquel momento no vaya a echar a perder una velada que puede ser de lo más disfrutable para ambos personajes.
Apresuradamente le sigue, presenciando como un vestido le recubre por arte de magia –Vaya, si así puedes hacer aparecer un vestido… Me pregunto qué tan rápido podrías quitar la ropa- y con una carcajada cínica recibe la manta, tratando de poder llevar el ambiente cálido y con una sonrisa como desde el comienzo.
-Vale, pero por favor… Que no sea algo que me envicie, tengo cierta repulsión a las drogas y la verdad quisiera estar en mis cinco sentidos, ya sabes… Para disfrutar la noche- un guiño en su ojo diestro no se puede esperar. Su mano derecha busca la ajena tratando de ejemplificar una confianza que desea tener y que debió mantener momentos atrás.
Su respiración es relajada, su cuerpo pareciese ir recuperándose muy lentamente, sin embargo, muy dentro de él sabe que echó a perder lo que hubiese podido ser una noche como jamás la había vivido y es que es su piel, el calor, la tranquilidad que proyecta… Tocar su cuerpo, sentir su respiración y su aliento chocar con el propio… ¡Pero que idiota!
Casi como si lo olvidara, este solo sostiene la manta en su mano, dejando su cuerpo trabajado totalmente al descubierto. Su mirar se enfoca en la preciosa hechicera y realmente no puede evitar verle de pies a cabeza o mejor dicho… Admirarle. Es un ejemplo de mujer, es una escultura cual obra de arte que solamente puede pertenecer al Edén y el famoso Rosa Negra efectivamente… Arruinó todo.
-¿No habrá un trato especial por ser el enfermo? Quizás un masaje pudiese ayudar… O si prefieres, yo te lo puedo dar... ¿Necesitas ayuda con otro corsé?-
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Re: ||Maldito corazón, me alegra que ahora sufras||Privado +18||
Ríe ante sus palabras y un brillo travieso le ilumina la mirada mientras repasa lo poco que él lleva encima. Al fin un poco de alegría en esa oscura noche se empieza a abrir paso hacia su corazón.
-Desde luego contigo no creo que me llevaría siquiera un pestañeo- dice antes de volverse hacia la sala que más sagrada considera para sí.
Pocos han entrado en esa sala, y menos aún saben siquiera de su existencia. Si alguien lo supiera, si se molestara en mirar lo suficiente, vería que no es una simple galena. Pero eso no importa ahora. Algo en su interior le dice que puede fiarse de su enfermo, que no contará nada pues seguro es un aliado fiel. Incluso comienza a plantearse si será necesari hacerle olvidar esa noche.
El centro de la mesa es un caos de plantas de todos los tipos, flores de vivos colores en sus jarrones para evitar que se marchite. Las paredes están recubiertas por grandes armarios de puertas acristaladas tras los cuales asoman más plantas junto con libros y botes de distintos tamaños. Es la única sala que se libra del aspecto casi espartano del resto de la casa ya que es su refugio contra todo lo malo.
Tira de él hasta sentarlo en la alta silla frente a la mesa y comienza a trabajar, moviéndose alrededor suyo mientras habla. A pesar del caos es capaz de encontrar lo que necesita casi sin mirar, metódicamente recogiendo lo que necesita para un remedio tan antiguo como efectivo.
-No habrá drogas, lo prometo. Aunque…- lo mira con una sonrisa y continua trabajando- hay drogas que nos podrían ser particularmente útiles.
A medida que trabaja nota como su humor comienza a mejorar. Siempre le ocurre cuando se encuentra entre esas cuatro paredes atestadas. Allí se siente más cerca de su verdadero hogar, lejos en las Highlands, más cerca de sí misma. Es el único lugar en el que no la acosan las preocupaciones y desgracias que sus sueños auguran.
Alza la mirada hacia Rosa Negra al oir su pregunta y se hecha a reir de nuevo. Si, su animo ha mejorado mucho. Da la vuelta a la mesa con un vaso lleno de espeso liquido marrón en la mano y se sitúa junto a él.
Aun con una sonrisa en los labios, le acaricia con suavidad la mejilla para levantarle un poco la cabeza antes de inclinarse y rozar sus labios con los propios, en una caricia aún más suave que casi sabe a promera.
-Esta vez no hay más corsés- susurra alejándose- pero si te portas bien, no descarto que haya un trato de favor- le acerca el vaso a las manos- Te advierto que sabe bastante mal, pero es un remedio muy efectivo.
Le deja un poco de espacio mientras busca a través del cristal algo que pueda eliminar la marca rojiza sobre su corazón. Mientras tanto su mente le dice que está actuando como una loca. Primero si, luego no, luego otra vez si. Es el acto de una idiota.
“A sido por el cuarto”, se dice a sí misma, “mientras no se allí…”
-Desde luego contigo no creo que me llevaría siquiera un pestañeo- dice antes de volverse hacia la sala que más sagrada considera para sí.
Pocos han entrado en esa sala, y menos aún saben siquiera de su existencia. Si alguien lo supiera, si se molestara en mirar lo suficiente, vería que no es una simple galena. Pero eso no importa ahora. Algo en su interior le dice que puede fiarse de su enfermo, que no contará nada pues seguro es un aliado fiel. Incluso comienza a plantearse si será necesari hacerle olvidar esa noche.
El centro de la mesa es un caos de plantas de todos los tipos, flores de vivos colores en sus jarrones para evitar que se marchite. Las paredes están recubiertas por grandes armarios de puertas acristaladas tras los cuales asoman más plantas junto con libros y botes de distintos tamaños. Es la única sala que se libra del aspecto casi espartano del resto de la casa ya que es su refugio contra todo lo malo.
Tira de él hasta sentarlo en la alta silla frente a la mesa y comienza a trabajar, moviéndose alrededor suyo mientras habla. A pesar del caos es capaz de encontrar lo que necesita casi sin mirar, metódicamente recogiendo lo que necesita para un remedio tan antiguo como efectivo.
-No habrá drogas, lo prometo. Aunque…- lo mira con una sonrisa y continua trabajando- hay drogas que nos podrían ser particularmente útiles.
A medida que trabaja nota como su humor comienza a mejorar. Siempre le ocurre cuando se encuentra entre esas cuatro paredes atestadas. Allí se siente más cerca de su verdadero hogar, lejos en las Highlands, más cerca de sí misma. Es el único lugar en el que no la acosan las preocupaciones y desgracias que sus sueños auguran.
Alza la mirada hacia Rosa Negra al oir su pregunta y se hecha a reir de nuevo. Si, su animo ha mejorado mucho. Da la vuelta a la mesa con un vaso lleno de espeso liquido marrón en la mano y se sitúa junto a él.
Aun con una sonrisa en los labios, le acaricia con suavidad la mejilla para levantarle un poco la cabeza antes de inclinarse y rozar sus labios con los propios, en una caricia aún más suave que casi sabe a promera.
-Esta vez no hay más corsés- susurra alejándose- pero si te portas bien, no descarto que haya un trato de favor- le acerca el vaso a las manos- Te advierto que sabe bastante mal, pero es un remedio muy efectivo.
Le deja un poco de espacio mientras busca a través del cristal algo que pueda eliminar la marca rojiza sobre su corazón. Mientras tanto su mente le dice que está actuando como una loca. Primero si, luego no, luego otra vez si. Es el acto de una idiota.
“A sido por el cuarto”, se dice a sí misma, “mientras no se allí…”
Isobel Twist- Hechicero Clase Media
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