AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Recuerdo del primer mensaje :
Los días y las noches eran eternos en París, igual como lo habían sido en Sicilia desde que su hermano se largara, abandonándole a su suerte. ¿Quién se creía que era para huir sin mirar atrás? ¿A caso no pensaba responsabilizarse por sus crímenes? Lo tenía claro si creía que se iba a salir con la suya, que no le perseguiría hasta los confines de la Tierra para traerle de regreso a su lado y entonces obligarle a suplicar. Y ni si quiera así, pensaba perdonarle. Tenía muy claro que le amarraría a él para siempre, que sería su protector, su esclavo, su mancillador. ¿Podía buscarse a cualquier otro para ocupar su lugar? Sí, pero no era tan divertido, tan morboso, tan tabú, tan excitante. Sólo Lucca tenía la mirada cargada de culpa cada vez que le tocaba. Esa mirada que le hacía arder de un modo indescriptible.
Sacudió una mano frente a sus propios ojos, no era momento de ponerse a pensar en todo eso. Ahora tenía un creciente problema que debía solucionar y no podía esperar. Su sangre ardía, su cuerpo se estremecía y le exigía atención, ¡ya! Lo había probado todo para no tener que recurrir a otras personas, pero no funcionaba. Masturbarse a solas, era un sinsentido. Su libido le reclamaba algo prohibido, inesperado, incitante. Finalmente, tras mucho sufrimiento que por poco le llevó a la locura, logró encontrar algo que parecía ser lo suficientemente fuera de la ley como para calmar un poco sus necesidades. Necesitaba público. No importaba si le veían masturbarse o si se acostaba con alguien en mitad de un parque, en un callejón o en la fuente de la plaza. El riesgo a ser encontrados o la seguridad de saber que le estaban mirando con ojos reprochadores, le permitía alcanzar el clímax que de otro modo no conseguía. Pero no era sencillo encontrar personal dispuesto a asumir esos riesgos. Eran todos unos cobardes que no sabían disfrutar de la vida.
Aquella noche decidió tomar riendas en el asunto y acudió a un restaurante que no era lo suficientemente famoso como para tener seguridad propia, pero que tampoco era una cutrez a la que nadie se atreviera a entrar. Se pidió algo para cenar, ligero, a fin de cuentas no tenía la menor intención de comer lo que hubiera en el plato. Lo removió todo un poco con el tenedor, fingiendo algo de interés y llegado cierto momento, cuando ya había varias mesas ocupadas y cierto ambiente en el local, se retiró al baño de caballeros. Cerró la puerta, pero no corrió el pestillo y se sentó sobre la tapa del retrete. Desabotonó su pantalón y con el sonido de las voces que llegaban desde el salón de comidas, se empezó a masturbar. Ansiaba ser encontrado, que alguien abriera la puerta y se lo encontrara allí, acariciándose y jadeando. Coló la mano libre bajo su camisa y al encontrarse el pezón izquierdo, el más sensible de los dos, lo pellizcó y tiró de él, buscando mayor excitación para aguantar la espera.
Los días y las noches eran eternos en París, igual como lo habían sido en Sicilia desde que su hermano se largara, abandonándole a su suerte. ¿Quién se creía que era para huir sin mirar atrás? ¿A caso no pensaba responsabilizarse por sus crímenes? Lo tenía claro si creía que se iba a salir con la suya, que no le perseguiría hasta los confines de la Tierra para traerle de regreso a su lado y entonces obligarle a suplicar. Y ni si quiera así, pensaba perdonarle. Tenía muy claro que le amarraría a él para siempre, que sería su protector, su esclavo, su mancillador. ¿Podía buscarse a cualquier otro para ocupar su lugar? Sí, pero no era tan divertido, tan morboso, tan tabú, tan excitante. Sólo Lucca tenía la mirada cargada de culpa cada vez que le tocaba. Esa mirada que le hacía arder de un modo indescriptible.
Sacudió una mano frente a sus propios ojos, no era momento de ponerse a pensar en todo eso. Ahora tenía un creciente problema que debía solucionar y no podía esperar. Su sangre ardía, su cuerpo se estremecía y le exigía atención, ¡ya! Lo había probado todo para no tener que recurrir a otras personas, pero no funcionaba. Masturbarse a solas, era un sinsentido. Su libido le reclamaba algo prohibido, inesperado, incitante. Finalmente, tras mucho sufrimiento que por poco le llevó a la locura, logró encontrar algo que parecía ser lo suficientemente fuera de la ley como para calmar un poco sus necesidades. Necesitaba público. No importaba si le veían masturbarse o si se acostaba con alguien en mitad de un parque, en un callejón o en la fuente de la plaza. El riesgo a ser encontrados o la seguridad de saber que le estaban mirando con ojos reprochadores, le permitía alcanzar el clímax que de otro modo no conseguía. Pero no era sencillo encontrar personal dispuesto a asumir esos riesgos. Eran todos unos cobardes que no sabían disfrutar de la vida.
Aquella noche decidió tomar riendas en el asunto y acudió a un restaurante que no era lo suficientemente famoso como para tener seguridad propia, pero que tampoco era una cutrez a la que nadie se atreviera a entrar. Se pidió algo para cenar, ligero, a fin de cuentas no tenía la menor intención de comer lo que hubiera en el plato. Lo removió todo un poco con el tenedor, fingiendo algo de interés y llegado cierto momento, cuando ya había varias mesas ocupadas y cierto ambiente en el local, se retiró al baño de caballeros. Cerró la puerta, pero no corrió el pestillo y se sentó sobre la tapa del retrete. Desabotonó su pantalón y con el sonido de las voces que llegaban desde el salón de comidas, se empezó a masturbar. Ansiaba ser encontrado, que alguien abriera la puerta y se lo encontrara allí, acariciándose y jadeando. Coló la mano libre bajo su camisa y al encontrarse el pezón izquierdo, el más sensible de los dos, lo pellizcó y tiró de él, buscando mayor excitación para aguantar la espera.
Última edición por Guido Abbiati el Sáb Sep 27, 2014 1:00 pm, editado 1 vez
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Empezaba a ponerse nervioso con tantas atenciones extrañas. Se sentían muy bien, no lo podía negar, pero como ya creía que nada le resultaría nuevo en el sexo a estas alturas, el encontrarse con algo desconocido en el acto de compartir placer, le tenía completamente perdido. Siseó de placer con la última lamida y observó los penetrantes ojos del escocés con las pupilas dilatadas de excitación.
Las palabras que salieron de la boca ajena, terminaron de desconcertarle. ¿Nuevamente hablando de amor? Eso no existía, no había amor en el mundo, a lo sumo cariño, y aún así solía estar camuflando cosas indecibles, imposibles de contar públicamente, como en el caso de su hermano. Lucca le había dicho siempre que le quería cuando estaban sus padres, o incluso alguna vez a solas, pero al final, siempre acababan de la misma manera y el amor no se mostró en ninguna de las ocasiones.
En realidad no tuvo tiempo ni de pensar en la pregunta, ya que en un instante, ya tenía la suave y gruesa cabeza de la erección contra su esfínter. Éste se abrió con dificultad, pero hambriento, y dejó que el falo se adentrara a la velocidad que marcó el escocés. Él, por su lado, se mantuvo con una mano apoyada en el suelo, sobre la chaqueta y recostó la otra sobre la espalda ajena, presionando con las yemas de los dedos para transmitir la energía sexual que recibía, como si de una corriente se tratase. Alzó más las piernas y rodeó la cintura del desconocido con los pies, aprisionándolo contra su cuerpo para reclamar que se la clavara hasta el fondo.
-No me van las... medias tintas...
Murmuró con la voz teñida de ansiedad y una pizca de dolor. No podía negar que esa verga era ominosa y aunque él estaba acostumbrado a la brusquedad, llevaba varios meses sin ser penetrado, y eso, se notaba. Se mordió el labio inferior, inspirando profundamente por la nariz y luego expiró despacio, intentando relajar su musculatura para que el contrario pudiera arremeter hasta el fondo sin problemas. Le habían educado bien en los artes de dar placer, y no se limitaban sólo a poner el culo.
Recordó el gruñido gutural que el desconocido acababa de liberar junto a su oreja y presionó con uno de los talones como si le pidiera a un caballo de galopar. No le estaba tratando como a un animal, simplemente sabía que era lo suficientemente listo como para entenderlo, y no tenía claro si el hombre le quería oír suplicar.
Las palabras que salieron de la boca ajena, terminaron de desconcertarle. ¿Nuevamente hablando de amor? Eso no existía, no había amor en el mundo, a lo sumo cariño, y aún así solía estar camuflando cosas indecibles, imposibles de contar públicamente, como en el caso de su hermano. Lucca le había dicho siempre que le quería cuando estaban sus padres, o incluso alguna vez a solas, pero al final, siempre acababan de la misma manera y el amor no se mostró en ninguna de las ocasiones.
En realidad no tuvo tiempo ni de pensar en la pregunta, ya que en un instante, ya tenía la suave y gruesa cabeza de la erección contra su esfínter. Éste se abrió con dificultad, pero hambriento, y dejó que el falo se adentrara a la velocidad que marcó el escocés. Él, por su lado, se mantuvo con una mano apoyada en el suelo, sobre la chaqueta y recostó la otra sobre la espalda ajena, presionando con las yemas de los dedos para transmitir la energía sexual que recibía, como si de una corriente se tratase. Alzó más las piernas y rodeó la cintura del desconocido con los pies, aprisionándolo contra su cuerpo para reclamar que se la clavara hasta el fondo.
-No me van las... medias tintas...
Murmuró con la voz teñida de ansiedad y una pizca de dolor. No podía negar que esa verga era ominosa y aunque él estaba acostumbrado a la brusquedad, llevaba varios meses sin ser penetrado, y eso, se notaba. Se mordió el labio inferior, inspirando profundamente por la nariz y luego expiró despacio, intentando relajar su musculatura para que el contrario pudiera arremeter hasta el fondo sin problemas. Le habían educado bien en los artes de dar placer, y no se limitaban sólo a poner el culo.
Recordó el gruñido gutural que el desconocido acababa de liberar junto a su oreja y presionó con uno de los talones como si le pidiera a un caballo de galopar. No le estaba tratando como a un animal, simplemente sabía que era lo suficientemente listo como para entenderlo, y no tenía claro si el hombre le quería oír suplicar.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
-Quieto, muchacho -exclamó con una pizca de burla. Le resultaba harto divertido cómo era capaz de exigir como un niño y al siguiente instante como un experimentado amante. Como quiera que fuere, arremetió contra él en un golpe duro y certero, aminorando sus ansias de estimulación al tiempo que acallaba sus quejas. Una certera y fuerte penetración más y salió por completo de él, entrando de nuevo con algo más de agresividad.
El ruido húmedo de sus caderas al chocar le causó escalofríos y una oleada de sed que sólo el italiano podría satisfacer, y así se lo hizo saber con el nuevo ritmo que entonaron ambos cuerpos meciéndose sin parar. Estando tan cerca el uno del otro, era capaz de frotar, además, el pene desatendido del chico contra su fuerte vientre, pues se lamentaría mucho si no le regresaba aunque fuera un poco de lo que él le estaba dando.
-Si quieres que pare sólo tienes que decirlo -vio muecas de dolor en su rostro, y era comprensible puesto que no estaba siendo precisamente un caballero con él cuando a cada sacudida su propio cuerpo se estremecía. Debía parar un poco, quizá, y dejarle acoplarse, pero se sentía tan bien, tan perfecto… incluso la necesidad animal se calmaba ligeramente bajo el hechizo de esos gemidos y su cuerpo debajo suyo. Al menos estaba seguro de que haría lo imposible por cuidar de él. Erguido y sosteniendo su cintura, las penetraciones se hicieron más cortas, pero más rápidas y certeras, llevó una mano a tomar esa verga que sufría espasmos repentinos y la masajeó, arriba y abajo, la apretó, la estiró. Se moría por otro beso suyo con ese sabor dulzón de su saliva, la textura suave de sus labios carnosos y su aliento chocando contra su boca.
El pensamiento de sus besos le dio un golpe de fuerza a todo su cuerpo, brutal, y lo cogió por la cintura levantándolo al tiempo que él saltaba, empotrándolo de espaldas a la pared sin darle ni un instante para acomodarse o sujetarse apropiadamente. Los repetidos movimientos no cesaron y los gemidos roncos del escocés llenaron la estancia cerrada, esta vez sin nada de pudor; al demonio si alguien pasaba por ahí y lo escuchaban, acababa de encontrar el mejor bocado del mundo y por nada lograrían separarlo de él hasta haber satisfecho su hambre, e inclusive eso estaba en duda.
El ruido húmedo de sus caderas al chocar le causó escalofríos y una oleada de sed que sólo el italiano podría satisfacer, y así se lo hizo saber con el nuevo ritmo que entonaron ambos cuerpos meciéndose sin parar. Estando tan cerca el uno del otro, era capaz de frotar, además, el pene desatendido del chico contra su fuerte vientre, pues se lamentaría mucho si no le regresaba aunque fuera un poco de lo que él le estaba dando.
-Si quieres que pare sólo tienes que decirlo -vio muecas de dolor en su rostro, y era comprensible puesto que no estaba siendo precisamente un caballero con él cuando a cada sacudida su propio cuerpo se estremecía. Debía parar un poco, quizá, y dejarle acoplarse, pero se sentía tan bien, tan perfecto… incluso la necesidad animal se calmaba ligeramente bajo el hechizo de esos gemidos y su cuerpo debajo suyo. Al menos estaba seguro de que haría lo imposible por cuidar de él. Erguido y sosteniendo su cintura, las penetraciones se hicieron más cortas, pero más rápidas y certeras, llevó una mano a tomar esa verga que sufría espasmos repentinos y la masajeó, arriba y abajo, la apretó, la estiró. Se moría por otro beso suyo con ese sabor dulzón de su saliva, la textura suave de sus labios carnosos y su aliento chocando contra su boca.
El pensamiento de sus besos le dio un golpe de fuerza a todo su cuerpo, brutal, y lo cogió por la cintura levantándolo al tiempo que él saltaba, empotrándolo de espaldas a la pared sin darle ni un instante para acomodarse o sujetarse apropiadamente. Los repetidos movimientos no cesaron y los gemidos roncos del escocés llenaron la estancia cerrada, esta vez sin nada de pudor; al demonio si alguien pasaba por ahí y lo escuchaban, acababa de encontrar el mejor bocado del mundo y por nada lograrían separarlo de él hasta haber satisfecho su hambre, e inclusive eso estaba en duda.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Le resultaba increíblemente difícil obedecer ante esa orden, estarse quieto no era una de sus virtudes, precisamente. Aunque pensándolo bien, tampoco era que tuviera muchas el chico. Intentó resoplar, pero su boca reclamaba el oxígeno con mayor necesidad para seguir jadeando con la aceleración de las embestidas ajenas. De no haber llevado las uñas cortas y mordidas, las hubiese clavado en la fornida espalda del desconocido hasta hacerle sangrar. Todo su cuerpo se contorsionaba a cada penetración, más aún desde que por un instante, el escocés decidiera sacar toda la extensión de su falo y volver a clavarla con fuerza. Si había algo que le hacía enloquecer, era cuando el glande se abría paso por el esfínter, pues era la zona más gruesa ajena y la más estrecha propia; adoraba sentir toda la forma de la verga adentrarse hasta lo más hondo.
Gimió, negando con la cabeza ante el comentario, pensando para sí mismo que si el contrario se detenía, le arrancaría la polla de un mordisco. Más no lo dijo, obviamente, siguiendo con su papel de niño bueno pero travieso, y sumiso al mismo tiempo. Creía que ese era el juego que le gustaba al extranjero del norte y como a él le encantaba lo que le estaba haciendo, no tenía importancia fingir ser algo que no era.
En cuanto le dio el arrebato de locura y lo levantó, le costó mucho esfuerzo no caer hacia un lado a pesar de las firmes y fuertes manos ajenas aferrando su cintura. El golpe contra la pared, fría y por suerte resistente, le hizo soltar un quejido. Eso había dolido, pero no importaba. Nada más lo hacía en realidad. Sólo el escocés y él eran relevantes en ese momento, el resto del mundo podía desintegrarse que no le iba a prestar la más mínima atención. En aquella nueva postura, sentía la verga penetrarle como una afilada espada, sólo que en vez de cortarle, le desgarraba de puro placer. No pudo contenerse más y se corrió, salpicando el fornido torso ajeno con su cálido esperma, al tiempo que gemía su nombre de manera gutural y rasposa.
No pretendía que el desconocido se detuviera, todo lo contrario. Estaba ansioso por más y deseaba que aguantara al menos hasta que eyaculara por segunda vez. Eso sería estupendo.
Gimió, negando con la cabeza ante el comentario, pensando para sí mismo que si el contrario se detenía, le arrancaría la polla de un mordisco. Más no lo dijo, obviamente, siguiendo con su papel de niño bueno pero travieso, y sumiso al mismo tiempo. Creía que ese era el juego que le gustaba al extranjero del norte y como a él le encantaba lo que le estaba haciendo, no tenía importancia fingir ser algo que no era.
En cuanto le dio el arrebato de locura y lo levantó, le costó mucho esfuerzo no caer hacia un lado a pesar de las firmes y fuertes manos ajenas aferrando su cintura. El golpe contra la pared, fría y por suerte resistente, le hizo soltar un quejido. Eso había dolido, pero no importaba. Nada más lo hacía en realidad. Sólo el escocés y él eran relevantes en ese momento, el resto del mundo podía desintegrarse que no le iba a prestar la más mínima atención. En aquella nueva postura, sentía la verga penetrarle como una afilada espada, sólo que en vez de cortarle, le desgarraba de puro placer. No pudo contenerse más y se corrió, salpicando el fornido torso ajeno con su cálido esperma, al tiempo que gemía su nombre de manera gutural y rasposa.
No pretendía que el desconocido se detuviera, todo lo contrario. Estaba ansioso por más y deseaba que aguantara al menos hasta que eyaculara por segunda vez. Eso sería estupendo.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/09/2014
Localización : Mansión McLeod
Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
En su delirio fue capaz de observar que el chico batallaba por mantenerse firme entre sus brazos, y él mismo comenzaba a pelear con la postura, sin ánimo de detenerse ni un ápice. Lo cogió de las nalgas, separándolas para facilitar un poco el acceso a su cuerpo estrecho y caliente. Necesitaba algo más de lubricación o, sin duda, rasgaría su interior. Daba igual, pues mientras luchaba por contenerse un poco sintió cómo apretaba su verga en espasmos y una sustancia espesa y caliente le manchaba la piel. Sentir su esencia resbalar le hizo gruñir de un modo muy animal. Afortunadamente lo hizo en un tono muy bajo, con suerte el italiano no habría escuchado nada.
Le dio la oportunidad de descansar un poco bajando el ritmo de sus movimientos al tiempo que bajaba sus piernas para finalmente salir de su interior y dar unos cuantos pasos atrás, con una sonrisa socarrona en los labios y una mirada de cazador. No estaba haciendo más que entretener al cachorro.
-¿No has tenido suficiente? -se sentó en el piso, con la espalda pegada en la pared contraria, y le hizo una seña para que se acercara -Muéstrame de qué estás hecho -tomó su propio pene, duro e hinchado, y se masturbó mirándolo directamente a los ojos mientras el chico se decidía a montar sobre él.
Cómo lo deseaba, lo necesitaba. No podía concebir un mejor momento en su vida además de ciertos episodios de su pasado que atesoraba en su memoria con especial cariño. Quizá no fuera más que lujuria, o quizá era esa aura de inocencia que rodeaba al muchacho excitado que tenía delante. Quería saber más de él, conocerlo en verdad, no sólo follarlo y dejarlo ahí. Cuando se acercó a él y lo tuvo al alcance lo jaló de la mano y lo sentó sobre sus piernas, tomó su pene manchado de esperma y lo estimuló un poco, nada más que lo necesario, y luego lo cogió de las caderas ayudándole a sentarse sobre su miembro. El volver a penetrarlo lo sumió de nuevo en un éxtasis instantáneo, y olvidándose de evitar su boca de nuevo lo atrajo para besarlo, alternando jadeos sobre esos labios exquisitos.
Le dio la oportunidad de descansar un poco bajando el ritmo de sus movimientos al tiempo que bajaba sus piernas para finalmente salir de su interior y dar unos cuantos pasos atrás, con una sonrisa socarrona en los labios y una mirada de cazador. No estaba haciendo más que entretener al cachorro.
-¿No has tenido suficiente? -se sentó en el piso, con la espalda pegada en la pared contraria, y le hizo una seña para que se acercara -Muéstrame de qué estás hecho -tomó su propio pene, duro e hinchado, y se masturbó mirándolo directamente a los ojos mientras el chico se decidía a montar sobre él.
Cómo lo deseaba, lo necesitaba. No podía concebir un mejor momento en su vida además de ciertos episodios de su pasado que atesoraba en su memoria con especial cariño. Quizá no fuera más que lujuria, o quizá era esa aura de inocencia que rodeaba al muchacho excitado que tenía delante. Quería saber más de él, conocerlo en verdad, no sólo follarlo y dejarlo ahí. Cuando se acercó a él y lo tuvo al alcance lo jaló de la mano y lo sentó sobre sus piernas, tomó su pene manchado de esperma y lo estimuló un poco, nada más que lo necesario, y luego lo cogió de las caderas ayudándole a sentarse sobre su miembro. El volver a penetrarlo lo sumió de nuevo en un éxtasis instantáneo, y olvidándose de evitar su boca de nuevo lo atrajo para besarlo, alternando jadeos sobre esos labios exquisitos.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Guido estaba demasiado excitado y no era capaz de escuchar algo como aquello, no con su propio pulso bombeándole en los oídos, intentando aplacar el sonido de sus gemidos roncos y graves. Si vio una mueca en el rostro ajeno, pero lo consideró una muestra de esfuerzo, que por lo que veía eran escasas en el desconocido. El escocés estaba claramente ejercitado y él lo agradecía plenamente, porque pocos podían cargarle a peso y aún menos follárselo de una manera tan bestia y deliciosa.
Aprovechó ese momento en el que las embestidas remitieron un grado para intentar recuperar el aliento, eso sí, sin dejar de jadear. Había olvidado lo que era respirar por la nariz, todo el aire lo tomaba y liberaba por la boca, exaltado. Sus ojos se habían vuelto más oscuros y vidriosos, mientras que sus piernas se mantenían sujetas a las caderas ajenas con tanta fuerza como era capaz de reunir.
En cuanto el contrario le dejó en el suelo, dejó escapar una queja, no de dolor, sino de frustración. Aunque tenía claro que el otro no estaba satisfecho aún, pues no se había corrido, estaba disfrutando de su brutalidad y le fastidiaba cambiar de postura. Enarcó una ceja ante la pregunta, pareciéndole más que obvio que no había tenido suficiente, pero aún así asintió, relamiéndose lascivamente mientras miraba la necesitada verga del hombre.
-No soy el único...
Dijo, nuevamente remarcando algo completamente lógico, ¿pero qué más daba? Se acercó lentamente, para torturarle un poco, simplemente por diversión, pero en cuanto estuvo lo suficientemente próximo, el escocés le agarró y le obligó a agacharse con rapidez. Quedó en cuclillas, sabiendo que así le sería mucho más fácil subir y bajar, que no estando de rodillas y se apoyó en los hombros ajenos al descender, con la mirada fija en las verdes orbes de ese fabuloso amante que hubiera encontrado por casualidad. Era su noche de suerte, estaba claro. Gimió en cuanto el glande le abrió el esfínter, pero pronto fue acallado por la boca ajena, que le tomó en un furioso beso. Dejó caer las caderas hasta chocar con los muslos del desconocido y empezó un sube y baja ansioso, con esfuerzos para levantarse y siempre dejándose caer con casi todo su peso, para que se la clavara bien hondo.
Aprovechó ese momento en el que las embestidas remitieron un grado para intentar recuperar el aliento, eso sí, sin dejar de jadear. Había olvidado lo que era respirar por la nariz, todo el aire lo tomaba y liberaba por la boca, exaltado. Sus ojos se habían vuelto más oscuros y vidriosos, mientras que sus piernas se mantenían sujetas a las caderas ajenas con tanta fuerza como era capaz de reunir.
En cuanto el contrario le dejó en el suelo, dejó escapar una queja, no de dolor, sino de frustración. Aunque tenía claro que el otro no estaba satisfecho aún, pues no se había corrido, estaba disfrutando de su brutalidad y le fastidiaba cambiar de postura. Enarcó una ceja ante la pregunta, pareciéndole más que obvio que no había tenido suficiente, pero aún así asintió, relamiéndose lascivamente mientras miraba la necesitada verga del hombre.
-No soy el único...
Dijo, nuevamente remarcando algo completamente lógico, ¿pero qué más daba? Se acercó lentamente, para torturarle un poco, simplemente por diversión, pero en cuanto estuvo lo suficientemente próximo, el escocés le agarró y le obligó a agacharse con rapidez. Quedó en cuclillas, sabiendo que así le sería mucho más fácil subir y bajar, que no estando de rodillas y se apoyó en los hombros ajenos al descender, con la mirada fija en las verdes orbes de ese fabuloso amante que hubiera encontrado por casualidad. Era su noche de suerte, estaba claro. Gimió en cuanto el glande le abrió el esfínter, pero pronto fue acallado por la boca ajena, que le tomó en un furioso beso. Dejó caer las caderas hasta chocar con los muslos del desconocido y empezó un sube y baja ansioso, con esfuerzos para levantarse y siempre dejándose caer con casi todo su peso, para que se la clavara bien hondo.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Mordió su carnoso labio inferior, notó un muy leve sabor a sangre y con ello bastó para excitarlo al punto de ebullición. El movimiento de sus caderas y cómo sus nalgas chocaban contra su piel con un ruido más sonoro que cuando lo tenía contra la pared era simplemente celestial. No faltaba mucho para alcanzar el clímax, y sólo pensaba en su propio placer, olvidando ya lo que pudiera darle al muchacho, sólo percibía los espasmos de su propio cuerpo y la piel de gallina cuando el aliento cálido del italiano chocaba contra él. Clavó los dedos en sus nalgas con tanta delicadeza como le fue posible en un momento en el que la razón se hallaba tan lejos de él como la luna misma. Poco después terminó, jadeos y un gruñido placentero acompañó la gloriosa eyaculación que dejó dentro del recto del amante de esa noche. Sus caderas poco a poco dejaron de exigir tanto movimiento por parte del muchacho, sin embargo le permitió seguir hasta saciarse.
Las manos, antes clavadas como garras en su piel, se deslizaron hacia arriba con gentileza hasta su espalda, y poco a poco lo fue abrazando fuerte, mordisqueándole el cuello a modo de juego. Cuando su respiración dejó de ser equiparable al de un corredor volvió a tomar su boca, esta vez con calma, sin prácticamente devorarlo. Lo miró fijamente a los ojos y sonrió un poco, casi imperceptible.
-Será mejor que salgamos de una vez -pasó los dedos por el corto cabello del joven. Estaba tan plácidamente cansado y contento, con ese cuerpo entre sus brazos, su peso haciéndolo más real -¿Quieres…? -tragó saliva, ladeó la cabeza meditando el modo en que debería decir las cosas; optó por la forma más directa -¿Quieres cenar conmigo? -que pregunta tan torpe, y a pesar de eso se sentía como si le estuviera proponiendo matrimonio a una noble doncella. Lo peor que podría pasar sería obtener un no por respuesta, y en todo caso ya tenía tan grabado su aroma que podría hallarlo donde sea y cuando sea, cazarlo y volver a hacerlo su presa.
Lo cierto es que acecharlo no era la respuesta a lo que necesitaba. Tampoco podría decir que quería otra cosa más que entenderlo y mostrarle el cariño al que no estaba acostumbrado, ser alguien que marcara una diferencia en la vida del fornido joven a quien acababa de hacer el amor con tanta pasión. Al menos por el momento.
Las manos, antes clavadas como garras en su piel, se deslizaron hacia arriba con gentileza hasta su espalda, y poco a poco lo fue abrazando fuerte, mordisqueándole el cuello a modo de juego. Cuando su respiración dejó de ser equiparable al de un corredor volvió a tomar su boca, esta vez con calma, sin prácticamente devorarlo. Lo miró fijamente a los ojos y sonrió un poco, casi imperceptible.
-Será mejor que salgamos de una vez -pasó los dedos por el corto cabello del joven. Estaba tan plácidamente cansado y contento, con ese cuerpo entre sus brazos, su peso haciéndolo más real -¿Quieres…? -tragó saliva, ladeó la cabeza meditando el modo en que debería decir las cosas; optó por la forma más directa -¿Quieres cenar conmigo? -que pregunta tan torpe, y a pesar de eso se sentía como si le estuviera proponiendo matrimonio a una noble doncella. Lo peor que podría pasar sería obtener un no por respuesta, y en todo caso ya tenía tan grabado su aroma que podría hallarlo donde sea y cuando sea, cazarlo y volver a hacerlo su presa.
Lo cierto es que acecharlo no era la respuesta a lo que necesitaba. Tampoco podría decir que quería otra cosa más que entenderlo y mostrarle el cariño al que no estaba acostumbrado, ser alguien que marcara una diferencia en la vida del fornido joven a quien acababa de hacer el amor con tanta pasión. Al menos por el momento.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Con cada caída, notaba las paredes de su recto amoldarse a la forma del miembro viril del escocés, grueso, ardiente, pulsante y desgarrador. La mezcla entre el dolor y el placer era algo que gozaba, y se podía ver en la expresión de su rostro y la intensidad de su mirada. Arañó los hombros ajenos en varias ocasiones, más el hombre no se quejó ni una sola vez. Intentó mantener un ritmo vigoroso y brusco, para que el contrario disfrutara hasta enloquecer si era posible. Si bien sabía que él mismo gozaba inmesurablemente con el sexo, había sido adiestrado para anteponer los deseos ajenos a los propios, aunque no se los dijeran de viva voz.
Todo su cuerpo se estremeció al sentir el caliente fluido extenderse en su interior como una explosión de adrenalina. Saber que Nolan había eyaculado, le hizo erizar el vello de la nuca y contraer gran parte de la musculatura de su cuerpo. Notó como el contrario aminoraba la marcha, pero sin detenerse, y lo aprovechó para alcanzar él mismo un segundo orgasmo, aunque ésta vez a penas expulsó esperma, que salió a trompicones y con menos espesor. Jadeó, exhausto y apoyó su frente contra el hombro ajeno un instante, intentando recuperar el aliento, mientras el otro le mordisqueaba el cuello, provocándole un suave cosquilleo. En cuanto alzó de nuevo la cabeza, sus labios fueron atrapados una vez más por la boca del escocés, aunque quedamente, sin prisas.
Le miró a los ojos cuando empezó a hablar y asintió, aunque ganas de salir no tenía, pero era lo que tocaba. Si fuera por él, se haría un ovillo en el suelo del baño y se quedaría dormido hasta el amanecer. Claro que eso no era posible. La pregunta que le hizo, no le sobresaltó ni le hizo pensar en nada extraño. Era normal tener hambre después de una intensa sesión de sexo, y puestos a cenar cada uno por su lado, bien podían compartir una mesa y dejar libre la otra.
-Claro, ¿por qué no?
Se apoyó bien sobre los hombros ajenos, ejerciendo fuerza con las rodillas y las puntas de los pies, alzándose con dificultad. Jadeó por el repentino vacío que dejaba la abultada erección, notando como el esperma se deslizaba por el interior de sus muslos. Usó una mano para mantener el equilibrio al colocarla en la pared y resopló, antes de inclinarse a coger la ropa que yacía esparcida por ahí. Ahora venía la parte más difícil y sucia, vestirse, estando sudado y pegajoso.
Todo su cuerpo se estremeció al sentir el caliente fluido extenderse en su interior como una explosión de adrenalina. Saber que Nolan había eyaculado, le hizo erizar el vello de la nuca y contraer gran parte de la musculatura de su cuerpo. Notó como el contrario aminoraba la marcha, pero sin detenerse, y lo aprovechó para alcanzar él mismo un segundo orgasmo, aunque ésta vez a penas expulsó esperma, que salió a trompicones y con menos espesor. Jadeó, exhausto y apoyó su frente contra el hombro ajeno un instante, intentando recuperar el aliento, mientras el otro le mordisqueaba el cuello, provocándole un suave cosquilleo. En cuanto alzó de nuevo la cabeza, sus labios fueron atrapados una vez más por la boca del escocés, aunque quedamente, sin prisas.
Le miró a los ojos cuando empezó a hablar y asintió, aunque ganas de salir no tenía, pero era lo que tocaba. Si fuera por él, se haría un ovillo en el suelo del baño y se quedaría dormido hasta el amanecer. Claro que eso no era posible. La pregunta que le hizo, no le sobresaltó ni le hizo pensar en nada extraño. Era normal tener hambre después de una intensa sesión de sexo, y puestos a cenar cada uno por su lado, bien podían compartir una mesa y dejar libre la otra.
-Claro, ¿por qué no?
Se apoyó bien sobre los hombros ajenos, ejerciendo fuerza con las rodillas y las puntas de los pies, alzándose con dificultad. Jadeó por el repentino vacío que dejaba la abultada erección, notando como el esperma se deslizaba por el interior de sus muslos. Usó una mano para mantener el equilibrio al colocarla en la pared y resopló, antes de inclinarse a coger la ropa que yacía esparcida por ahí. Ahora venía la parte más difícil y sucia, vestirse, estando sudado y pegajoso.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Sentía la boca seca, era bien capaz de tomarlo y excitarlo nuevamente pero no, para ser un encuentro casual ya había sido más que suficiente. Rió en silencio desviando la mirada o soltaría una carcajada, el pobre muchacho parecía estar batallando y lo mejor sería darle un poco de ayuda. Se levantó ágilmente y cogió su ropa, antes de vestirse se limpió el abdomen y el miembro, y tras vestirse tomó el olvidado pañuelo. Aún estaba húmedo, sin embargo lo mojó de nuevo y, tomando el mentón de su amante, le dio pequeños golpecitos con la tela mojada en la frente, el cuello y parte del pecho. Ni una palabra.
Arregló su atuendo apropiadamente, se refrescó un poco la cara y acomodó su cabello, echó una ojeada en el piso revisando que nada se le hubiera caído de los bolsillos y cuando estuvo contento pasó junto a Guido, le desordenó el cabello en una forma afectuosa y salió antes que él, cerrando tras de sí la puerta. Caminó con total desfachatez bajo la mirada atenta de varias personas que, sin duda, habrán escuchado el ruido dentro del baño. No le dio importancia y fue a sentarse en su mesa, llamando con una seña a la chica que lo atendiera.
-Trae el mismo plato de antes y lo que sea que haya pedido un joven sentado por allá -señaló con desinterés la mesa aún vacía donde Guido estuviera hacía un rato. La joven se alejó sin ningún comentario extra y él se dedicó a beber una copa de vino que otro muchacho se acercó a llevarle. A veces, sin duda alguna, tener buen talante resultaba provechoso, más cuando la gente era capaz de notar la clase social de alguien con tan sólo dar una ojeada rápida a las prendas que llevara incluso si, como él, no iba precisamente como alguien de su posición.
Comenzaba a sentirse ansioso por el retraso del italiano, ¿le habría hecho daño? Esperaba que no, que tan sólo estuviera haciendo tiempo. Sacó su reloj de bolsillo; aún era temprano para volver a casa. Los criados no le cuestionarían inclusive si llegara al amanecer, pero no por ello abusaría de su confianza. Quizá si…
Se quedó a medias en una idea cuando por fin la figura del muchacho apareció, se le veía cansado pero en buen estado. No fue capaz de reprimir una sonrisa y se puso de pie para ayudarle a tomar asiento delante de él, al tiempo que llevaban sus platos y una copa más. Dio la orden de dejar la botella y despachó a la muchacha que ya no llamaba su atención en absoluto.
-Bon appétit -tenía delante una suerte de estofado con ingredientes que prefería no conocer, aunque olía bastante bien. Bebió un trago de vino antes del primer bocado, atento a los movimientos del perfecto espécimen humano que tenía delante.
Arregló su atuendo apropiadamente, se refrescó un poco la cara y acomodó su cabello, echó una ojeada en el piso revisando que nada se le hubiera caído de los bolsillos y cuando estuvo contento pasó junto a Guido, le desordenó el cabello en una forma afectuosa y salió antes que él, cerrando tras de sí la puerta. Caminó con total desfachatez bajo la mirada atenta de varias personas que, sin duda, habrán escuchado el ruido dentro del baño. No le dio importancia y fue a sentarse en su mesa, llamando con una seña a la chica que lo atendiera.
-Trae el mismo plato de antes y lo que sea que haya pedido un joven sentado por allá -señaló con desinterés la mesa aún vacía donde Guido estuviera hacía un rato. La joven se alejó sin ningún comentario extra y él se dedicó a beber una copa de vino que otro muchacho se acercó a llevarle. A veces, sin duda alguna, tener buen talante resultaba provechoso, más cuando la gente era capaz de notar la clase social de alguien con tan sólo dar una ojeada rápida a las prendas que llevara incluso si, como él, no iba precisamente como alguien de su posición.
Comenzaba a sentirse ansioso por el retraso del italiano, ¿le habría hecho daño? Esperaba que no, que tan sólo estuviera haciendo tiempo. Sacó su reloj de bolsillo; aún era temprano para volver a casa. Los criados no le cuestionarían inclusive si llegara al amanecer, pero no por ello abusaría de su confianza. Quizá si…
Se quedó a medias en una idea cuando por fin la figura del muchacho apareció, se le veía cansado pero en buen estado. No fue capaz de reprimir una sonrisa y se puso de pie para ayudarle a tomar asiento delante de él, al tiempo que llevaban sus platos y una copa más. Dio la orden de dejar la botella y despachó a la muchacha que ya no llamaba su atención en absoluto.
-Bon appétit -tenía delante una suerte de estofado con ingredientes que prefería no conocer, aunque olía bastante bien. Bebió un trago de vino antes del primer bocado, atento a los movimientos del perfecto espécimen humano que tenía delante.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Antes de poder vestirse, el escocés le tomó por la barbilla y le hizo erguirse para a continuación atenderle con el pañuelo mojado y fresco. Le sorprendieron las excesivas atenciones que le dedicaba, más no dijo nada al respecto, se sentía bien el roce húmedo de la tela contra el cuerpo caliente y pegajoso.
En cuanto el contrario se retiró a vestirse, él procedió a hacer lo propio, pero con mayor lentitud. La falta de costumbre le iba a pasar factura, más aún con un amante tan vigoroso como compañero. Suspiró de manera a penas perceptible y cuando se estaba colocando la camisa, notó la mano ajena sobre la cabeza y el revolar de los dedos que le alborotaron el pelo. Seguidamente le vio marchar y aprovechó para lavarse la cara y las manos, dándoles una buena pasada de jabón después de tanto tocar suelo y paredes. Se arregló el cabello con un poco de agua y se secó todas las partes mojadas que quedaban a la vista.
Ponerse el calzado fue algo más complejo, sabía que una vez fuera, en el salón del restaurante, debería sentarse, pero mientras pudiera evitarlo, no lo haría. Recargó la espalda contra la pared, encogiéndose hacia abajó con las piernas y posado sobre una silla invisible, se ató los cordones de un pie y luego del otro.
Después de tanto numerito, finalmente salió del baño y buscó con la mirada la mesa de Nolan. No le prestó la más mínima atención a todos los ojos que se posaron en él, ni tampoco al hecho de andar algo diferente a lo habitual -aunque a penas se notaba, menos aún si no le conocían-. Se aproximó a él y de nuevo permitió que le tratara con galantería cuando le ayudó a acomodarse en el asiento, dificultosamente. Se sentó bastante hacia un lado, el derecho y cruzó una pierna sobre la otra como lo haría una mujer de baja cuna, pero nadie lo vería bajo el largo mantel que cubría el mueble de madera.
-Lo mismo.
Sí estaba educado de buena manera, pero cuando no le apetecía ser modoso, simplemente actuaba como alguien de su edad, criado en cualquier lugar. Era engorroso tener que comportarse siempre bien, sobretodo cuando era fingido. Cogió el tenedor y removió la ensalada, a fin de cuentas, hambre no tenía, pero ya que se lo habían puesto nuevo el plato, decidió picar alguna que otra hoja verde.
En cuanto el contrario se retiró a vestirse, él procedió a hacer lo propio, pero con mayor lentitud. La falta de costumbre le iba a pasar factura, más aún con un amante tan vigoroso como compañero. Suspiró de manera a penas perceptible y cuando se estaba colocando la camisa, notó la mano ajena sobre la cabeza y el revolar de los dedos que le alborotaron el pelo. Seguidamente le vio marchar y aprovechó para lavarse la cara y las manos, dándoles una buena pasada de jabón después de tanto tocar suelo y paredes. Se arregló el cabello con un poco de agua y se secó todas las partes mojadas que quedaban a la vista.
Ponerse el calzado fue algo más complejo, sabía que una vez fuera, en el salón del restaurante, debería sentarse, pero mientras pudiera evitarlo, no lo haría. Recargó la espalda contra la pared, encogiéndose hacia abajó con las piernas y posado sobre una silla invisible, se ató los cordones de un pie y luego del otro.
Después de tanto numerito, finalmente salió del baño y buscó con la mirada la mesa de Nolan. No le prestó la más mínima atención a todos los ojos que se posaron en él, ni tampoco al hecho de andar algo diferente a lo habitual -aunque a penas se notaba, menos aún si no le conocían-. Se aproximó a él y de nuevo permitió que le tratara con galantería cuando le ayudó a acomodarse en el asiento, dificultosamente. Se sentó bastante hacia un lado, el derecho y cruzó una pierna sobre la otra como lo haría una mujer de baja cuna, pero nadie lo vería bajo el largo mantel que cubría el mueble de madera.
-Lo mismo.
Sí estaba educado de buena manera, pero cuando no le apetecía ser modoso, simplemente actuaba como alguien de su edad, criado en cualquier lugar. Era engorroso tener que comportarse siempre bien, sobretodo cuando era fingido. Cogió el tenedor y removió la ensalada, a fin de cuentas, hambre no tenía, pero ya que se lo habían puesto nuevo el plato, decidió picar alguna que otra hoja verde.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
El agradable silencio entre ambos continuó, aunque podía ver algo extraño en él, posiblemente incomodidad. Optó por no hacer mucho caso a eso, de todas formas en cualquier momento se iría a dormir o a cazar; posiblemente la segunda opción resultara más tentadora después de haber contenido sus instintos por tanto tiempo.
-¿Necesitas que te lleve a algún lado? -rellenó su copa de vino, en definitiva tendría que beber otra cosa para quitarse el gusto amargo de la bebida tan corriente -Supongo que me estarán esperando en el mismo lugar donde dejé al cochero, pero no creo necesitarlo -aclaró, acerca de su propuesta, mostrándose falsamente indiferente hacia lo que hiciera o dejara de hacer el muchacho. Por otro lado, no había necesidad de rogarle que le acompañara y mucho menos ofrecerle refugio, ya que no era un desamparado. Con ademanes altivos llamó a la joven mesera para pedir la cuenta de ambos, lo menos que podía hacer por el pobre joven que apenas podía mantenerse sentado en una postura correcta.
Un movimiento captó su atención, lo notaba por el rabillo del ojo. Alguien lo observaba, posiblemente alguno de los matones enviados a buscarlo para vengar a las putas implicadas en su pequeño juego frustrado antes de ir a cenar. Daba igual, ni por asomo un humano resultaba adversario para alguien de su clase y por ello mismo ni siquiera demostró haberse dado cuenta, con los brazos cruzados sobre el pecho y acomodado desenfadadamente en la poco confortable silla de madera. Pero, si no salía pronto de ahí, con o sin Guido, el italiano podría pagar por sus fechorías y eso, ni por asomo, era justo.
Era posible que, para despistar al sujeto (o sujetos, nunca iban solos), tuviera que fingir ser alguien más, ¿pero cómo hacía un escocés de clase alta para esconderse entre gente tan común? Pero claro… yendo con alguien que llamara más la atención, es decir, un italiano exquisito. De cualquier manera, la decisión recaía en el muchacho, no lo usaría más de lo que ya había usado al pobre.
-¿Necesitas que te lleve a algún lado? -rellenó su copa de vino, en definitiva tendría que beber otra cosa para quitarse el gusto amargo de la bebida tan corriente -Supongo que me estarán esperando en el mismo lugar donde dejé al cochero, pero no creo necesitarlo -aclaró, acerca de su propuesta, mostrándose falsamente indiferente hacia lo que hiciera o dejara de hacer el muchacho. Por otro lado, no había necesidad de rogarle que le acompañara y mucho menos ofrecerle refugio, ya que no era un desamparado. Con ademanes altivos llamó a la joven mesera para pedir la cuenta de ambos, lo menos que podía hacer por el pobre joven que apenas podía mantenerse sentado en una postura correcta.
Un movimiento captó su atención, lo notaba por el rabillo del ojo. Alguien lo observaba, posiblemente alguno de los matones enviados a buscarlo para vengar a las putas implicadas en su pequeño juego frustrado antes de ir a cenar. Daba igual, ni por asomo un humano resultaba adversario para alguien de su clase y por ello mismo ni siquiera demostró haberse dado cuenta, con los brazos cruzados sobre el pecho y acomodado desenfadadamente en la poco confortable silla de madera. Pero, si no salía pronto de ahí, con o sin Guido, el italiano podría pagar por sus fechorías y eso, ni por asomo, era justo.
Era posible que, para despistar al sujeto (o sujetos, nunca iban solos), tuviera que fingir ser alguien más, ¿pero cómo hacía un escocés de clase alta para esconderse entre gente tan común? Pero claro… yendo con alguien que llamara más la atención, es decir, un italiano exquisito. De cualquier manera, la decisión recaía en el muchacho, no lo usaría más de lo que ya había usado al pobre.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Cogió un poco de allí y otro poco de aquí, removiendo más el tenedor sobre la comida que llevándose algo a la boca. Tuvo excesivo cuidado en no rozar el plato con el cubierto, sabiendo bien que eso le provocaría una dentera espeluznante y odiosa. Al joven nunca le habían incomodado los silencios, estaba excesivamente acostumbrado a unos progenitores parcos en palabras y a un hermano ausente, que en sus mejores años abría la boca sólo para darle órdenes.
Al escuchar al escocés, alzó la vista del plato y se limpió la comisura de los labios con la punta de la lengua, notando un poco de aceite de la ensalada. Dejó tenedor y cuchillo sobre el mareado platillo y terminó por usar la servilleta y beber algo de agua, dando por concluida la cena, aunque no hubiera probado a penas nada.
-No tengo pensado a dónde iré a continuación, la verdad. -Dijo sin darle mucha importancia al hecho y se acomodó el pelo con una mano, peinando hacia atrás sus rebeldes cabellos negros.- No me apetece regresar al hostal donde me hospedo y hace una buena noche fuera, lo noté antes de entrar.
No rechistó cuando vio las intenciones del desconocido por pagar su cena, al contrario. A pesar de su actitud sumisa en ocasiones y orgullosa en otras, le gustaba ser malcriado en ciertos aspectos, y aunque no aceptaba regalos nunca, pues eso le haría parecer un amante del montón, el que pagaran por él algo como una cena, le parecía aceptable, sobretodo para su bolsillo.
-Así que acompañarme, a no ser que queráis andar sin rumbo, no sé si os apetecerá demasiado.
No estaba rechazando su oferta, pues bien sabía que a pesar de ser un joven sano, las calles de París por la noche, no eran el lugar más seguro para deambular. Y aún así, no quería recluirse en una habitación impersonal que no le aportaba nada. Para eso, prefería disfrutar de la humedad nocturna y los sonidos que llenaban las callejuelas, en teoría solitarias, de la ciudad.
Al escuchar al escocés, alzó la vista del plato y se limpió la comisura de los labios con la punta de la lengua, notando un poco de aceite de la ensalada. Dejó tenedor y cuchillo sobre el mareado platillo y terminó por usar la servilleta y beber algo de agua, dando por concluida la cena, aunque no hubiera probado a penas nada.
-No tengo pensado a dónde iré a continuación, la verdad. -Dijo sin darle mucha importancia al hecho y se acomodó el pelo con una mano, peinando hacia atrás sus rebeldes cabellos negros.- No me apetece regresar al hostal donde me hospedo y hace una buena noche fuera, lo noté antes de entrar.
No rechistó cuando vio las intenciones del desconocido por pagar su cena, al contrario. A pesar de su actitud sumisa en ocasiones y orgullosa en otras, le gustaba ser malcriado en ciertos aspectos, y aunque no aceptaba regalos nunca, pues eso le haría parecer un amante del montón, el que pagaran por él algo como una cena, le parecía aceptable, sobretodo para su bolsillo.
-Así que acompañarme, a no ser que queráis andar sin rumbo, no sé si os apetecerá demasiado.
No estaba rechazando su oferta, pues bien sabía que a pesar de ser un joven sano, las calles de París por la noche, no eran el lugar más seguro para deambular. Y aún así, no quería recluirse en una habitación impersonal que no le aportaba nada. Para eso, prefería disfrutar de la humedad nocturna y los sonidos que llenaban las callejuelas, en teoría solitarias, de la ciudad.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Tras meditar sus palabras con cautela, pensando en todas las opciones que tenía, decidió que lo más sensato era partir pronto y juntos, de lo contrario el italiano estaría en peligro y sería un desperdicio matar a quien quisiera tocarlo. Frunció el entrecejo, el que hubiera tenido sexo con él no le daba derecho a pensar en él como su propiedad; tremenda estupidez.
Tienes razón, la noche es perfecta -tanteando el terreno, y haciendo tiempo al sacar las monedas necesarias para pagar, guardó silencio unos instantes antes de continuar hablando -¿Te hospedas solo? Es peligroso, incluso para un muchacho -la ironía radicaba en que el joven parecía jugar con el peligro todos los días y le gustaba hacerlo. Sea como fuere, no quería pasar ni un momento más dentro de ese sitio, la mejor opción que les quedaba ahora era alejarse de la zona lo más posible. Se quitó la chaqueta, revisando que no quedara nada en sus bolsillos, y la dejó debajo de la mesa, tras lo cual se puso de pie y ofreció la mano al joven.
Para su mala suerte, dos sujetos se acercaron al mismo que buscaba evitar y se posaron recargados muy cerca de la puerta de salida. Maldijo entre dientes en gaélico y buscó rápidamente otra salida. No había. Resopló y se acercó al joven, en actitud protectora, ocultándolo de la vista del resto con su fornido cuerpo.
-Me apena pedirte esto, pero es por tu bien -el tono serio y confidencial no dejaba lugar a dudas, debía hacerlo sí o sí -, camina muy cerca de mí, no levantes la mirada para nada y finge, por lo más sagrado, que me conoces y somos cercanos. -sin asegurarse que hubiese asimilado la orden, comenzó a andar hacia afuera tomándolo de la mano, con naturalidad, incluso saludando a uno de los individuos con un asentimiento de cabeza. Lo último que esperarían sería que la persona que buscaban actuara de ese modo bajo sus narices.
Tienes razón, la noche es perfecta -tanteando el terreno, y haciendo tiempo al sacar las monedas necesarias para pagar, guardó silencio unos instantes antes de continuar hablando -¿Te hospedas solo? Es peligroso, incluso para un muchacho -la ironía radicaba en que el joven parecía jugar con el peligro todos los días y le gustaba hacerlo. Sea como fuere, no quería pasar ni un momento más dentro de ese sitio, la mejor opción que les quedaba ahora era alejarse de la zona lo más posible. Se quitó la chaqueta, revisando que no quedara nada en sus bolsillos, y la dejó debajo de la mesa, tras lo cual se puso de pie y ofreció la mano al joven.
Para su mala suerte, dos sujetos se acercaron al mismo que buscaba evitar y se posaron recargados muy cerca de la puerta de salida. Maldijo entre dientes en gaélico y buscó rápidamente otra salida. No había. Resopló y se acercó al joven, en actitud protectora, ocultándolo de la vista del resto con su fornido cuerpo.
-Me apena pedirte esto, pero es por tu bien -el tono serio y confidencial no dejaba lugar a dudas, debía hacerlo sí o sí -, camina muy cerca de mí, no levantes la mirada para nada y finge, por lo más sagrado, que me conoces y somos cercanos. -sin asegurarse que hubiese asimilado la orden, comenzó a andar hacia afuera tomándolo de la mano, con naturalidad, incluso saludando a uno de los individuos con un asentimiento de cabeza. Lo último que esperarían sería que la persona que buscaban actuara de ese modo bajo sus narices.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Una sonrisa asomó a los labios del italiano cuando el desconocido le habló sobre lo arriesgado que era hospedarse solo, sobretodo después del encuentro que acababan de tener en el baño del restaurante. Ladeó un poco la cabeza al ver que, en parte, la actitud del contrario cambiaba por un instante, como si hubiera ocurrido algo que él no había podido comprender. Le observó alzarse e hizo lo mismo, dejando la servilleta arrugada sobre el mantel y se acomodó los pantalones que de sentarse de medio lado se le hubieron arrugado.
Se quedó mirando la mano un instante, sin saber lo que quería, hasta que le vio aproximarse hasta que sus mejillas casi se rozaron y el sonido grave y serio de las palabras del escocés alcanzaron sus oídos. No entendía nada, pero estaba claro que algo no marchaba bien. El hombre decía que era por su bien, y aunque jugara mucho con el peligro, no tenía intención alguna de arriesgarse más de la cuenta, sobretodo si no había como recompensa algo que mereciera la pena.
Dejó que Nolan se diera media vuelta y antes de poder seguirle, notó que le tomaba de la mano y se dejó llevar por él. Por primer vez, pondría en práctica sus buenos dotes de actor para algo que no fuera el sexo, a ver si se le daban tan bien. Apretó los dedos alrededor de la palma ajena y se despidió de la camarera con la otra mano, como si fuera un habitual del lugar, inventando incluso un nombre.
-Gracias por todo, Francine, volveremos pronto.
Sonrió con amabilidad y giró el rostro al cruzar el umbral de la salida, entre aquellos dos hombres que parecían custodiarla. Intento no pensar en nada, como si no le importara lo más mínimo que estuvieran ahí, y cruzó su mirada con uno de ellos, pero sin espaviento alguno, como un encuentro casual entre dos desconocidos en medio del mercado. Sospechaba que ellos tenían algo que ver con la repentina retirada, y precisamente por ello, actuó de manera más natural aún al rozarse con el hombro de uno.
-Disculpe y buenas noches.
Salieron a la calle, y aunque quería saber lo que pasaba, prefirió esperar a alejarse del lugar, por si las moscas.
Se quedó mirando la mano un instante, sin saber lo que quería, hasta que le vio aproximarse hasta que sus mejillas casi se rozaron y el sonido grave y serio de las palabras del escocés alcanzaron sus oídos. No entendía nada, pero estaba claro que algo no marchaba bien. El hombre decía que era por su bien, y aunque jugara mucho con el peligro, no tenía intención alguna de arriesgarse más de la cuenta, sobretodo si no había como recompensa algo que mereciera la pena.
Dejó que Nolan se diera media vuelta y antes de poder seguirle, notó que le tomaba de la mano y se dejó llevar por él. Por primer vez, pondría en práctica sus buenos dotes de actor para algo que no fuera el sexo, a ver si se le daban tan bien. Apretó los dedos alrededor de la palma ajena y se despidió de la camarera con la otra mano, como si fuera un habitual del lugar, inventando incluso un nombre.
-Gracias por todo, Francine, volveremos pronto.
Sonrió con amabilidad y giró el rostro al cruzar el umbral de la salida, entre aquellos dos hombres que parecían custodiarla. Intento no pensar en nada, como si no le importara lo más mínimo que estuvieran ahí, y cruzó su mirada con uno de ellos, pero sin espaviento alguno, como un encuentro casual entre dos desconocidos en medio del mercado. Sospechaba que ellos tenían algo que ver con la repentina retirada, y precisamente por ello, actuó de manera más natural aún al rozarse con el hombro de uno.
-Disculpe y buenas noches.
Salieron a la calle, y aunque quería saber lo que pasaba, prefirió esperar a alejarse del lugar, por si las moscas.
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
Los pasos de ambos resonaron en la casi silenciosa calle, interrumpidos sólo por los esporádicos carruajes y la presencia de otros transeúntes nocturnos. A pesar de haberse alejado lo suficiente no soltó su mano y, llegando a una callejuela, se detuvo y lo abrazó más como un colega que como el amante que fue con él minutos atrás.
-Te debo la vida, pequeño -se estiró perezosamente emitiendo un placentero gruñido, su cuerpo le agradecía ese insignificante movimiento -¿Quieres saber o te quedas con la duda? Pero he de advertirte, muchacho, que si elijes la primera opción, te estarás condenando a pasar un rato más conmigo, posiblemente en casa y tomando un buen whisky -su coche esperaba a unas pocas manzanas de donde estaban, sólo se aseguraría de que no estaban siendo seguidos por los tipos de antes ni por algún otro sospechoso, para lo que habría que dar una sigilosa vuelta un poco más larga.
Las luces de otros restaurantes, además de las tabernas cercanas y los faroles, daban a los rasgos del italiano cierto aire inquietantemente bello, igual que una escultura griega, quizá. Pasó los dedos por su cabello corto y le sonrió, observando sus oscuros y vivarachos ojos, la mirada de quien está acostumbrado a ser un observador silencioso. Algo de él le hizo pensar en sí mismo cuando era más joven, metido siempre en los espesos bosques escoceses y siendo testigo de cosas indecibles que los seres humanos cometen en la oscuridad y que no podía simplemente sacar a la luz. Actos de amor, de odio, de amargura, las emociones embargan a los hombres sin poder contenerlas, y él, como hijo único de una familia respetable, se vio en la forzosa necesidad de aprender a controlarlos a base de silencio. No dudaba de la madurez de Guido a pesar de su excitante juventud.
-Por mi honor, joven Guido, pagaré con creces el favor que me has hecho esta noche -un juramento, para los escoceses, nunca es cosa de juego, por lo que hablaba con absoluta verdad y estaba dispuesto a entregarle lo que fuera que pidiera. Dinero, tierras, una cama, compañía, incluso a él mismo.
-Te debo la vida, pequeño -se estiró perezosamente emitiendo un placentero gruñido, su cuerpo le agradecía ese insignificante movimiento -¿Quieres saber o te quedas con la duda? Pero he de advertirte, muchacho, que si elijes la primera opción, te estarás condenando a pasar un rato más conmigo, posiblemente en casa y tomando un buen whisky -su coche esperaba a unas pocas manzanas de donde estaban, sólo se aseguraría de que no estaban siendo seguidos por los tipos de antes ni por algún otro sospechoso, para lo que habría que dar una sigilosa vuelta un poco más larga.
Las luces de otros restaurantes, además de las tabernas cercanas y los faroles, daban a los rasgos del italiano cierto aire inquietantemente bello, igual que una escultura griega, quizá. Pasó los dedos por su cabello corto y le sonrió, observando sus oscuros y vivarachos ojos, la mirada de quien está acostumbrado a ser un observador silencioso. Algo de él le hizo pensar en sí mismo cuando era más joven, metido siempre en los espesos bosques escoceses y siendo testigo de cosas indecibles que los seres humanos cometen en la oscuridad y que no podía simplemente sacar a la luz. Actos de amor, de odio, de amargura, las emociones embargan a los hombres sin poder contenerlas, y él, como hijo único de una familia respetable, se vio en la forzosa necesidad de aprender a controlarlos a base de silencio. No dudaba de la madurez de Guido a pesar de su excitante juventud.
-Por mi honor, joven Guido, pagaré con creces el favor que me has hecho esta noche -un juramento, para los escoceses, nunca es cosa de juego, por lo que hablaba con absoluta verdad y estaba dispuesto a entregarle lo que fuera que pidiera. Dinero, tierras, una cama, compañía, incluso a él mismo.
Nolan MacLeod- Cambiante Clase Alta
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Re: In fraganti ~ Nolan MacLeod +18
No intentó soltarse de la mano ajena aunque ya se hubieran alejado del restaurante y siguió los pasos del escocés que no parecía presurosos, pero tampoco tranquilos. Cuando llegaron al fin a un callejón algo más oscuro que la vía principal por la que llegaron a éste, recibió un abrazo extraño, que aunque menos asfixiante que el que le diera anteriormente en el baño, le seguía resultando incómodo al italiano. No supo reaccionar, así que simplemente dejó caer los brazos junto a su cuerpo y esperó a que el otro se apartara de nuevo.
Enarcó las cejas curioso ante la confesión. ¿La vida? ¿No era eso exagerar un poco? Si bien era cierto que aquellos hombres de la puerta eran fornidos, no creía tan difícil que entre Nolan y él se los hubiesen quitado de encima. No era un experto en lucha, pero sabía defenderse... no era un novato en recibir agresiones callejeras, precisamente.
-Por supuesto que quiero saber. Aunque voy a rechazar el whisky, no me gusta su sabor.
Hizo una mueca al recordar la primera vez que lo probara. Le resultaba demasiado fuerte y dulzón al mismo tiempo. Prefería el vino, sin duda alguna. Pero no dijo nada al respecto de sus favoritismos en lo que se refería a bebidas, pues su interés recaía en lo que habían evitado sin él saberlo.
-Vayamos entonces y me cuentas. ¿Por dónde?
Miró a su alrededor, esperando que le indicara el camino para ir hacia la casa del desconocido. No le temía a cosas como esa, tampoco era la primera vez que iba con un extraño a algún lugar remoto o apartado de la gente. El juramento que le hizo, le sonó a tontería. Muchos hombres les prometías mil cosas a las mujeres y los hombres a cambio de favores sexuales o monetarios, aunque teniendo en cuenta que ya se habían acostado y que él no tenía ni un franco... por un instante llegó a creer que incluso era un hombre de palabra. Pero nada, seguro que al final todo quedaba en nada. Aún así, tampoco le importaba. Por ahora se conformaba con no volver al hostal y enterarse de una buena historia.
-Esto se pone interesante...
Enarcó las cejas curioso ante la confesión. ¿La vida? ¿No era eso exagerar un poco? Si bien era cierto que aquellos hombres de la puerta eran fornidos, no creía tan difícil que entre Nolan y él se los hubiesen quitado de encima. No era un experto en lucha, pero sabía defenderse... no era un novato en recibir agresiones callejeras, precisamente.
-Por supuesto que quiero saber. Aunque voy a rechazar el whisky, no me gusta su sabor.
Hizo una mueca al recordar la primera vez que lo probara. Le resultaba demasiado fuerte y dulzón al mismo tiempo. Prefería el vino, sin duda alguna. Pero no dijo nada al respecto de sus favoritismos en lo que se refería a bebidas, pues su interés recaía en lo que habían evitado sin él saberlo.
-Vayamos entonces y me cuentas. ¿Por dónde?
Miró a su alrededor, esperando que le indicara el camino para ir hacia la casa del desconocido. No le temía a cosas como esa, tampoco era la primera vez que iba con un extraño a algún lugar remoto o apartado de la gente. El juramento que le hizo, le sonó a tontería. Muchos hombres les prometías mil cosas a las mujeres y los hombres a cambio de favores sexuales o monetarios, aunque teniendo en cuenta que ya se habían acostado y que él no tenía ni un franco... por un instante llegó a creer que incluso era un hombre de palabra. Pero nada, seguro que al final todo quedaba en nada. Aún así, tampoco le importaba. Por ahora se conformaba con no volver al hostal y enterarse de una buena historia.
-Esto se pone interesante...
Guido Abbiati- Humano Clase Media
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