|| Preguntas y Respuestas || Flora Levallois

por **Mark Bass** Dom Mar 22, 2015 12:53 am

Recuerdo del primer mensaje :

Habían pasado varios días después de mis investigaciones acerca de la inquisición y sus conexiones con el lavado de dinero en el sistema político. La influencia del clero era asquerosamente más vista conforme los años pasaban y era algo que no podía tolerar, al menos no si yo estoy fuera de los negocios. Por ello decidí partir al Vaticano, juntando algunos nombres y otros favores para al final verme ahora de nuevo en Francia, más esta vez decidí salir a aclarar mi mente y entonces las calles se volvieron mi patio de juegos una vez más.

La noche era fría y desolada, la Luna oculta entre las sombras mientras que los vientos alzaban cortinas de polvo que se rompían con mi andar que resonaba cuál eco por todo el marco escénico. Con un traje negro, de camisa albina y bien sujetada del cuello por una corbata azabache. En mi cintura mi fiel espada pendía y entonces me dispuse a buscar el lugar ideal para pasar un buen rato, quizás para meditar y planear... Quizás yo mismo tentaba a la muerte o a algo mucho más placentero.

Me topé con el flamante Hotel Des Arenes, decidí entrar y me dirigí al bar. Una vez sentado en la barra el cantinero ni se molestó en preguntarme que tomaré, instantáneamente puso un vaso con whisky frente a mí y con seriedad se lo agradecí moviendo mi rostro, empezando a beber un poco para entonces sentir el exquisito ardor por mi garganta conforme la bebida caía. Mis ojos empezaron a viajar, a investigar y estudié a cada presente, desde empleados hasta los mismos clientes... Sabía bien que no podía fiarme de nadie, no después de haber despertado la peor de las furias: La iglesia.

por **Mark Bass** Lun Abr 13, 2015 11:03 am

-Alguien me persigue... Yo soy el que está en peligro- Susurró el cazador una vez que la mujer intentó tocar su arma, por lo que la movió al instante y con una sonrisa inmensamente maquiavélica le respondió a su segundo diálogo -¿Cree que me interesa eso? ¡Soy el dueño de la noche! Este hotel... Cada bar, prostíbulo, cabaret o cualquier negocio ilícito me pertenece e inclusive los que están en regla saben que meterse conmigo es meterse con la muerte... No se confunda- La dejó pasar y le observó dirigirse hacia la chimenea, le observó fijamente y supo que sus lágrimas no eran una jugarreta, al menos no las que soltó cuándo se vio amenazada cómo una presa ante el peor de los depredadores -Quizás sea la flamante heredera de los viñedos y sea reconocida en la ciudad, sin embargo no olvide que las personas son simplemente algo efímero a los ojos de la historia y si usted muere aquí hoy me bastará con controlar la prensa... Repartir un poco de dinero y usted y su patrimonio pasarán al inminente olvido- la crueldad en sus palabras no indicaban alguna clase de temor a la advertencia de hace unos segundos, "pagar" por lo que hizo es algo que lo ha tomado cómo un mero y estúpido chiste.

Con rapidez envainó su espada para liberar un poco la tensión y confiado a que la dama ha perdido su magia por unos momentos gracias a aquella hierba decide acercarse -Vamos sincerándonos... Eso me agrada, primero que nada... ¿Cómo supo que me buscan para darme muerte?- No era algo nuevo para el inglés, sabía bien que después del asesinato de la mano derecha del Papa y casi la mitad de su Guardia Papal las cosas no irían cómo si fuese un paseo por le parque, él era un hombre de negocios primero que nada, sin embargo, cuándo se trata de asesinar no es la clase de personaje que titubea al hacerlo. Nunca.

-Sobre Sangre Inmunda...- suelta una risa llena de descaro, acercándose a la dama para atrevidamente abrazarle por la espalda, acercándola a él cómo si fuese su enamorada, tomándola cómo posesión, acariciándole el cuerpo tratando de relajarle -… Fue una expresión pues la Magia a mí me parece algo exquisitamente único- Los labios del cazador toman el lóbulo de la oreja ajena, empezando a mover ambos cuerpos la ritmo de un vals que no suena, solo observando las llamas ante un cambio repentino de actitud -.. La envidia no es algo que conozca, sin embargo no niego que admiro su Don.. Su regalo- entrelazando al final sus dedos con los de ella, respirándole contra el cuello.

-Podemos reiniciar la velada... Si así lo desea y le prometo... No volverla a tomar tan duro, claro está... A menos que usted pida lo contrario-

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