Sin duda haces mi vida más interesante [Beatrice Delteira]

Era un sábado por la mañana, se podría decir que un sábado como muchos otros, pero para Bethlem no era algo más que eso, para él era un sábado muy especial. Aquel sábado, el chico iba a dar una clase,no una clase cualquiera, si no una clase que iba dirigida a Beatrice, la mujer en la que no podía dejar de pensar continuamente. En el fondo Bethlem no lo tomaba como tal, se lo tomaba como dos personas que quedaban para tocar juntos, dos personas muy compenetradas que se entendían como si llevasen toda la vida viéndose.

Generalmente el chico no se preocupaba por su aspecto, le molestaba tener que arreglarse para ciertos eventos sociales, y esas cosas a las que le daba tanta pereza asistir, pero en esta ocasión, por una vez, le preocupaba su imagen, quería tener un buen aspecto, por lo que cogió su mejor traje y se vistió apresurado. Realmente no llegaba tarde, de hecho iba a llegar excesivamente pronto, pero estaba demasiado nervioso como para hacer tiempo en su casa, necesitaba relajarse, por lo que seguramente iría caminando, nada como un buen paseo para despejarse.

Bethlem salió de casa, no sin antes coger una pequeña sorpresa que tenía para la chica, y por supuesto evitó encontrarse con su maestro, que ahora que sabía lo de Beatrice estaba realmente pesado con él. Le tenía un gran aprecio, al fin y al cabo era como un padre para él, pero la convivencia con él era un tanto difícil en algunas ocasiones. Con paso ligero empezó a caminar hacia el teatro. Tenía gracia, la familia de Beatrice tenía contactos, y les habían reservado la sala del teatro para dar la clase. El chico se preguntó cuantos hilos habrían tenido que mover... O quizá simplemente habían ido allí y lo habían hecho, por lo que había visto en la casa de la chica tenían buenos instrumentos, a lo mejor alguna vez habían hecho negocios con el teatro y les debían un favor o algo por el estilo. De todas maneras, eran cosas que quedaban por encima del entendimiento del joven, su mente estaba hecha para la música y para pocas cosas más, jamás había sido un hombre de negocios.

Finalmente llegó al teatro, el mismo teatro en el que había conocido a Beatrice, y que le traía muy gratos recuerdos de la noche que vivieron juntos. Sabía que llegaba con bastante tiempo, así que con aire distraído se sentó en las escaleras que daban paso a la entrada principal. Realmente no aguantó mucho tiempo sentado, estaba demasiado agitado como para sentarse, así que se levantó y empezó a caminar de un lado a otro como quien tiene muchas preocupaciones en la cabeza.

Decidió que no podía estar así de nervioso, por lo que se paró de nuevo, sentándose otra vez en las escaleras y tomó aire profundamente varias veces expulsándolo poco a poco en un ejercicio de relajación que utilizaba cuando tocaba en algún concierto. Ahora que estaba más relajado observó el ambiente. Hacía un día precioso, el sol bañaba las aceras, aunque se escondía tímidamente de cuando en cuando entre algunas nubes que proporcionaban aire fresco al lugar. Era un día hermoso, perfecto para que los dos jóvenes volviesen a verse de nuevo.

El día amaneció claro en casa de los Delteria, donde una Beatrice, nerviosa como un niño en su primer día de clase, daba vueltas por su dormitorio sacando vestidos. La chica había madrugado mucho, acababan de despertarse las cocineras cuando ella corría hacia el baño para meterse en la tina.

Las cocineras, que sabían de los planes de la joven, prepararon el desayuno entre risas mientras ella se daba un baño, intentando calmar sus nervios, aun le quedaban 4 horas por delante para prepararse, pero se sentía tan nerviosa y entusiasmada... Hundio el cuerpo en el agua de la bañera hasta la nariz, con las mejillas rosadas, pensando en que, tras una semana volvería a encontrarse con el chico. Las preguntas seguían ardiendo en su garganta, pero aguantaba hacerlas.

Mientras se secaba el pelo, envuelta en una toalla, se preguntaba si Bethlem pensaría que ella era una niña aun, aunque no le importase la diferencia de edad, si le preocupaba lo que el pensaría de ella. Se miró en el espejo de frente, y de perfil, con el pelo suelto y mojado a su espalda, no tenía aspecto de niña, ¿no? Ella no se sentía niña. Era madura, responsable, estudiosa, estaba preparada para tomar las riendas de su vida, solo si la dejasen hacer más cosas....  

Dió un suspiro poniendose la ropa interior y una bata y bajó a desayunar. Tomó con rapidez su desayuno y subió a su dormitorio. La ventana ya estaba reparada las cortinas corridas y la chica, frente a su tocador, se cepillaba los largos cabellos castaños hasta tener el pelo seco. Sus rizos, difuminados en suaves hondas caían como cascadas por la espalda de la joven que tomando un lazo los recogió en una cola. Si iba a tocar el violín, mejor ir comoda.

Y eso nos lleva al inicio, con una joven, nerviosa, sacando vestidos. Tras una exaustiva busqueda decidió quedarse con un vestido de color sanguina, tenía las mangas caidas lo que le permitiría mover con facilidad los brazos, y era ligero, así que no le molestaría para moverse.

Cuando estuvo lista, se peliizco las mejillas mientras se mordía el labio y bajó a por su violín, aun quedaba bastante para la hora pero... no podía esperar más. Salió con su capa, subió al carruaje y se dirigió al teatro. Siendo su familia de las que más donaban a las artes en la ciudad no le costó convencer a los propietarios del teatro para que les prestaran una de sus salas.

Entró en silencio en el gran recinto mientras imagenes de la primera vez que vio al chico atravesaban su mente haciendola sonreir. En silencio abrió la puerta de la sala y miró en el interior asomando solo la cabeza, con un brazo cargando la capa y el violín en la otra mano. Al fondo de la sala, un Bethlem nervioso, se movía por todos lados, la joven respiró hondo con una sonrisa divertida, que el chico pareciera tan nervioso le resultó adorable. se acercó cerrando la puerta de forma silenciosa y avanzó por el pasillo con pasos ligeros. Dejó la capa sobre uno de los asientos y se acercó deteniendose bajo la luz de un enorme ventanal con cristales de color que daban luz y reflejos al lugar:

- ¿Bethlem?- preguntó con su voz dulce- Bu...buenos días- dijo sin moverse de donde estaba, pareciendo tranquila, pero con el corazón acelerado, ¿era su impresión o el joven compositor siempre había sido tan guapo?

Bethlem había logrado estar algo más tranquilo. Una voz dulce y melodiosa le hizo levantar la mirada, y entonces, allí estaba ella. El chico miró a Beatrice como si acabase de ver a un ángel. El vestido remarcaba su esbelta figura, y el color, que para Bethlem era algo así como un rojo degradado, remarcaba perfectamente la delicada piel de la joven. Los ojos del chico se cruzaron con la mirada tímida y dulce de la chica, haciendo que durante unos instantes se le parase el corazón. Una tierna sonrisa se dibujó en el rostro del joven, que por un momento olvidó todo lo que le envolvía.

De pronto se dio cuenta de que se había quedado mirando a la joven con una sonrisa embobada, con lo que carraspeó sacudiendo la cabeza como tratando de disimular. Con rapidez se dirigió hacia Beatrice para saludarla, entonces pensó cómo debía hacerlo. ¿Sería demasiado un abrazo?. Ya la había abrazado antes, de hecho ya la había besado... Pero un beso quizá si que era excesivo. El chico sintió que a medida que se acercaba empezaban a temblarle las manos. Una vez en frente de ella se paró, dudando todavía cómo saludarla... Hasta que se quedó en una especie de intermedio entre las dos opciones que había barajado. Con aire nervioso cogió suavemente a Beatrice por la cintura y dio un beso en cada una de sus mejillas.-Ho... Hola...-Respondió el chico con cierto aire nervioso.

Se habría ofrecido a llevarle el violín, pero él era el primero en saber lo que significaba para un músico su instrumento, y jamás se le ocurriría llevarle el violín a Beatrice a menos que ella se lo pidiese. El hecho de pedirle a una persona su instrumento era como pedirle que se apartase de una parte de su alma, o al menos eso sentía Bethlem, y por lo que había podido ver, Beatrice tenía mucho cariño a su violín.

El joven empezó a caminar junto a Beatrice hacia el escenario, donde descansaba un hermoso piano de cola, el cual aún no había probado, pero seguro que tenía un sonido maravilloso. Durante unos instantes el chico no sabía qué decir, tenía aquella timidez impropia de él, pero propia de los momentos en que estaba con Beatrice. Entonces recordó que tenía una sorpresa para ella bajo el brazo.- He traído... Algo para que toquemos juntos.-Dijo con timidez mostrándole la carpeta que llevaba consigo. Aún no quería decir que la obra escrita en esos papeles era algo en lo que él mismo había estado trabajando durante aquella semana.

Beatrice se quedó quieta, dudando de si acercarse o esperar a que él fuera a ella, el compositor se había quedado mirandola con una sonrisa adorable que detuvo su pulso por un momento, cuando el chico empezó a andar en su dirección, se preguntaba como actuar, nunca había tenido ese tipo de relación con nadie y dudaba de como debían ser sus acciones.

Se mantuvo quieta, mordiendose el labio inferior mirando a Bethlem desde su diminuta altura en comparación a la de chico. Cuando el joven estuvo a su lado y la tomó por la cintura, pensó que volvería a besarla, pero al comprobar que solo fueron dos ligeros toques en las mejillas, se sonrojó por haber pensado otra cosa y susurró un:

- Hola...- mientras empezaba a andar sosteniendo con fuerza el violín sin atreverse a mirar al chico.

Subieron al escenario y Beatrice puso el estuche del violín sobre el taburete y lo abrió antes de escuchar lo que decía Bethlem. Tenía partituras para ambos, para poder tocar juntos. Eso despertó una enorme curiosidad en la joven que se giró a mirarolo con ojos abiertos y esperanzados, ¿sería algo que había compuesto él?

- ¿Qué es? -se acercó al chico, emocionada, a curiosear las partituras y esperó que el se las mostrase.

Tan ensimismados estaban que ninguno de los dos notó un humillo rojo que salió del violín de la joven, alzandose sobre sus cabezas y observandolos escuchando la conversación.

-Así que un compositor...- pensó el ente- ¿y ella es la dueña de mi violín? Mh, tal vez pueda volver a ser famosa... aunque tendré que jugar un poco mis cartas, parece estan algo nerviosos, esto será más fácil de lo que pensaba.

La chica empezó a sacar el violín de su funda mientras el joven colocaba cuidadosamente las partituras sobre el atril del piano. Como era costumbre en él como si de un ritual se tratara abrió las respectivas tapas del piano. Al final, cada músico cogía sus manías, y la de Bethlem era la de abrir la tapa armónica del instrumento. Podía sonar perfectamente si no la abría, pero el sonido que salía de un piano con la tapa abierta era más nítido... Y al fin y al cabo eso era lo que buscaba el joven.

Bethlem volvió de nuevo hacia las partituras, poniéndose cerca de Beatrice.-Pues verás, es una obra que he estado componiendo estos días.-Miró a la joven.-Aún habría que hacer algún retoque... Pero quería enseñártela.-Dijo clavando sus ojos en la mirada azul de la chica, realmente no es que quisiese mostrársela, es que la había compuesto expresamente para ella.-Y bueno... Si... Se te gusta puedes quedártela.- Dijo algo más bajito, con cierta timidez mirando ahora hacia las teclas del piano.-En realidad es para ti.-Dijo aún más bajito sin saber si le había oido.

El joven fue a quitarse la chaqueta y dejarla en uno de los asientos para luego subir de nuevo al escenario y sentarse ahora en la banqueta del piano. No quería pasar calor, y ahora que no tenía la chaqueta se sentía mejor. Para terminar de estar cómodo se remangó las mangas de la camisa hasta la altura del codo, consiguiendo una mayor movilidad en los brazos.

Con aire distraído y al igual que Beatrice, ajeno a lo que pasaba con su violín, el chico empezó a hacer algunas escalas y arpegios para calentar los dedos. Se sentía optimista, tenía ganas de volver a oír el dulce violín de Beatrice, ese sonido tan conmovedor que sólo le había escuchado a ella. Se sentía realmente impaciente por oírla.

Beatrice leyó las partituras sintiendo la presencia de Bethlem a su esalda, parecía una melodía tan suave y dulce, escuchó las palabras del compositor, le parecía un milagro que le dejara tocar una de sus composiciones. Se mordió el labio emocionada, sintiendose especial por poder tocar una de las sonatas del chico. rompió su concentración para escuchar atentamente lo que decía el joven. ¿Estaba trabajando en ellas y quería su opinión? no, aun más, las había hecho para Beatrice. La joven se quedó muda, el pulso se volvió tan rápido y fuerte que lo sentía en las orejas, y su cara se volió roja.

Por desgracia cuando volvió a ser capaz de hablar, de poder decirle lo maravillada que estaba, lo especial que le resultaba ese gesto, lo dulce que le parecía, el momento ya había pasado y él se alejaba a dejar su chaqueta. Beatrice, sonrojada dejó la funda de su violín a un lado y se preparó para empezar a tocar la pieza, más tarde, cuando terminase la música, le daría las gracias por el detalle y le diria todo lo que le quería decir.

- A tu señal...- pronunció en un susurro.

Pronto empezó la música, era un sonido tan cálido y dulce que devoraba el alma, la llenaba por dentro como quien encuentra un manantial de agua clara en un desierto. Un sonido puro como la lluvia amable, alegre y que salía del corazón llenó la sala.

Algo más arriba de los dos músicos, una mujer de cabellos rojos flotaba riendose de la escena, era el momento, recuperaría su fama, y sería gracias a ese compositor, que, por otro lado, no estaba nada mal... Aprovechando la distracción de los jovenes, la mujer entró en el cuerpo de Beatrice y una sonrisa pícara se dibujo en el rostro de la joven, que aceleró el ritmo dulce de la sonata elevando el sonido del violín a un agudo cristalino, duro, fuerte, un sonido egoista y furioso que nada tenía que ver con la melodía del joven ni con la personalidad de Beatrice.

Los dos chicos comenzaron a tocar. Como Bethlem pensaba, la melodía que había escrito era perfecta para Beatrice, dulce y cálida, como la piel de sus mejillas cuando se sonrojaba. Al mismo tiempo, era una melodía alegre, como lo era ella, que no despreocupada. Sonaba de una forma maravillosa

Bethlem siguió acompañando la melodía, comprobando lo bien que leía Beatrice a primera vista, y la musicalidad con la que lo hacía. Había conocido a muchos músicos profesionales que eran incapaces de leer con musicalidad, necesitaban estudiarse las partituras para poder darla, y eso era algo que Bethlem no acababa de comprender. Prefería mil veces a un músico que no las daba todas pero que lo sentía a otro que era incapaz de sentirlo.

Todo iba muy bien, hasta que de pronto algo empezó a cambiar. La dulzura de Beatrice se fue transformando en una dureza que incluso hacía rascar las cuerdas del violín. La joven fue aumentando la velocidad, y Bethlem, que no acababa de comprenderlo continuó otro poco, pensando que igual era el pasaje por ser algo más complicado, pero el joven acabó parando dado que llegaron a una velocidad a la que le costaba tocar. Miró a Bea un tanto consternado, algo le decía que no era cosa de la obra. Igual se había puesto nerviosa.

-Podemos cogerlo aquí si quieres.-Dijo con cierto cariño señalando en la partitura. Si hacía falta empezarían de nuevo, le gustaba el sonido de Beatrice y le encantaría volver a oir la melodía de nuevo.

La joven violinista dejó el violín en el suelo sin demasiado cuidado, horrorizando a Beatrice, que, encerrada en alguna parte de la consiencia de su cuerpo, protestaba para que le devolviesen su lugar. El cuerpo de Beatrice, dominado por la fantasma se acercó moviendo las caderas hasta el joven sentado en el piano y sonrió ladinamente con intenciones claras.

Se lamió los labios y se agachó intentando mostrar el escote al joven, poniendo una mano en el cuello de la camisa del compositor. Mientras esto sucedía en el exterior, el interior de Bea era un caos donde dos mentes, completamente diferentes, combatían con fuerza:

- Abandone mi cuerpo ahora mismo, Miss.- protestaba Beatrice enfurecida.
- Oh, pequeña, este cuerpo ahora es mío, y lograré que lo sea siempre, he visto que ese joven y tu no sois solo amigos, o al menos, eso es lo que parece que quereis ambos, seguro que estará encantado conmigo, yo sabré satisfacerlo como tú no haces- se burló la mujer peliroja.
- Deje a Bethlem en paz, ¡no le permitiré que le haga daño!- le gritó desde a la dama.
-Oh, no cielo, te aseguro que lo único que no voy a hacerle, es daño.- rió dejando a la joven en un rincón oscuro.

El cuerpo de Bea seguía moviendose por accion de la fuerza de la pelirroja que ahora se sentaba, despacio, en el regazo del joven y le hablaba con suavidad, en susurros cerca de la oreja:

- Bethlem... yo... te gusto.... ¿cierto...?- preguntó la mujer de forma provocativa, intentando fingir una inocencia que no tenía y que no le llegaba a los ojos. Los ojos de la joven, normalmente cálidos, se encontraban ahora fríos, como glaciares gigantes.

- Por favor, Beth, no caigas en su juego- Pedía la consciencia de Bea desde el interior del pequeño hueco que seguía ocupando en la carcl que se había vuelto su mente.

Bethlem escuchó el sonido del violín al contactar con el suelo. Le sorprendió la rudeza con la que lo había dejado Beatrice, las pocas veces que le había visto con él la había visto tratarlo con sumo cuidado. El chico la miró, y observó cómo se acercaba a él contoneando las caderas. Alzó una ceja, nunca había visto a Beatrice caminar así, sin duda tenía una hermosa figura, pero no era esa clase de chicas que la exhibe caminando de aquella manera . El chico tragó saliva al ver a Beatrice tan cerca, ¿desde cuándo era tan atrevida?.

La joven, o mas bien su cuerpo, se sentó sobre el regazo del chico, que se alejó ligeramente del piano sorprendido, dejándola espacio, pero a la vez alejándose un poco de ella. Sintió que su corazón se empezaba a acelerar. El chico la miró sintiendo cómo se sonrojaba, a la par que mostraba su sorpresa, no le disgustaba, pero le sorprendía. Al sentir la respiración de la chica en su cuello se le erizó la piel, y un estremecimiento recorrió su cuerpo. Aquellas reacciones eran normales cuando le atraía una mujer, y de haber sido cualquier otra quizá no se habría sorprendido tanto, pero Beatrice no era una chica cualquiera, era alguien muy especial, y no podía esperarse lo que estaba pasando en el momento.

-¿Qué?.-Preguntó el chico sorprendido, aunque había escuchado perfectamente, necesitaba darse algo de tiempo, había sido demasiado repentino. Miró a la chica a los ojos, y le sorprendió ver que toda aquella inocencia, y aquella dulzura que había conocido, aquellas cosas que tanto le enamoraban no estaban. El azul cálido que conocía había desaparecido, dejando paso a un gélido azul. -Be... Beatrice.- Dijo aún sin comprender nada de lo que estaba ocurriendo.

Bethlem comenzó a hacerse muchas preguntas. ¿Cómo había podido ocurrir aquel cambio tan repentino?. Realmente tenía Beatrice una faceta tan... ¿Provocativa?, de nuevo no le disgustaba, de hecho le resultaba tentadora, pero aquella no era la imagen que tenía de la joven en la cabeza... No, aquello no tenía ningún sentido, de ser así habría "aprovechado" la noche que habían estado juntos,o ¿no?. El rubor seguía subiendo en las mejillas de Bethlem por empezar a pensar aquellas cosas, por su puesto que le gustaba, Beatrice le encantaba, de aquello no había duda, pero no esperaba nada de aquello. Se negaba a aceptar que fuese así sin más, tenía que haber alguna explicación.

Beatrice, horrorizada en su pequeña esquina, comenzaba a tener ganas de llorar, ¿Por qué hacía eso? No quería que su cuerpo actuara así, no quería que Beth pensara mal de ella, no estaba preparada para hacer lo que esa loca que había tomado su cuerpo estaba haciendo.

-Para por favor...- pedía su yo interior entre lágrimas.
- Oh, pero por qué debería parar- sonrió con crueldad la dama de cabello rojo- mira a tu compositor... parece que le gusta más esta tú...
- Para por favor, esa no soy yo, yo no soy así, no estoy lista para estas cosas.
- Oh, pero yo si, querida... y así es como se domina a un hombre... me compondrá grandes piezas, volveré a ser famosa, y todo gracias a ti... pequeña...
- ¿Quieres utilizarme para utilizar a Bethlem?- Preguntó la chica, incredula
- Premio para la dama. Ahora quedate quietecita, y se buena.

El cuerpo de Bea seguía moviendose por su cuenta, su pecho, pegado al del joven, subía y bajaba de forma delicada, un dedo fino tapaba la boca del joven de aspecto nervioso, una sonrisa provocativa enmarcaba los labios de la chica y sus fríos ojos, desalmados y ambiciosos, se fijaban en los del chico:

-Shhhh.... no queremos que venga nadie... ¿Verdad...?- susurró el cuerpo.

De repente, un cambio se hizo presente los ojos se volvieron brillantes y se empaparon de lágrimas para, al instante volver a su semblante anterior, en el interior, Beatrice luchaba por recuperarse a si misma intentando lograr más sitio en su propio cuerpo. Fuera de la mente, la peliroja había recuperado el control de Beatrice y acercaba su cara, peligrosamente a la de Bethlem mientras los dedos de la chica acariciaban el cuello del músico.

"Beth... no..." Pensaba la chica de ojos azules mientras peleaba con la invasora, necesitaba que el chico la apartase, necesitaba la ayuda de Bethlem para recuperarse a si misma, pero era algo que, de momento, no creía poder conseguir. Era algo que la entristecía bastante, y le hacía perder su fuerza. ¿Solo le interesaba por eso? ¿Por el cuerpo? Ella había pensado que era algo más...

Bethlem sostuvo la mirada de la joven cada vez más avergonzado, y cada vez más convencido de que aquello no tenía ningún sentido, estaba seguro de que Beatrice no era así, se negaba a creerlo. Iba a hablar pero la joven tapó los labios de él de manera sugerente. Bethlem frunció el ceño algo molesto, desde luego aquello no era normal. De pronto pudo ver cómo los ojos de la joven se empañaban en lágrimas por unos instantes. El rostro del joven pasó de molestia a una fuerte curiosidad. ¿Qué acababa de ocurrir?, un pequeño hilo de la joven a la que conocía acababa de aparecer para irse con la rapidez con la que había llegado.

La chica se acercaba cada vez más para besarle, durante unos instantes Bethlem dudó, recordando el beso que se habían dado en la casa de la joven días atrás, pero pensó que esta vez no iba a ser lo mismo, esta vez no sintió esa atracción que le había llevado a besarla la última vez. Se adelantó poniendo esta vez él un dedo sobre sus labios, haciéndola alejarse un poco.-Exacto, no queremos que venga nadie ¿cierto?.-Dijo en un tono un tanto cortante tratando de volver a ver aquellos ojos vidriosos que le habían recordado a la Beatrice que conocía. -Deberíamos estar tocando, es lo que esperan que hagamos.-Sonrió suavemente tratando de relajar la situación que estaba un poco tensa.

Con suavidad tomó la mano que la joven tenía en su cuello para depositar un suave bes en su dorso. Con esa misma suavidad la apartó de su regazo haciéndola sentarse a su lado. El chico tragó saliva sonoramente y volvió a mirar al piano avergonzado. En otra ocasión seguramente no se habría sentido así, pero en aquel instante tenía la sensación de que algo no marchaba bien, sentía que lo que estaba pasando no era lo que debía pasar. Entendía muy bien esa clase de lenguaje corporal, pero no quería que lo que se suponía que debía pasar con aquellas insinuaciones pasase allí, en aquel momento. Bethlem quizá por primera vez en su larga vida lo esperaba de otra manera.

La había rechazado, la había rechazado, cada una de las mentalidades que ocupaban el cuerpo de Beatrice se lo había tomado de un modo, la propietaria de ese titere de carne y hueso se sentia feliz, estaba claro que la atraía, la peliroja s ehabía encargado de hacerlo obvio, pero no le interesaba si no era ella misma, ese pensamiento hizo que la joven empezara a ganar poder en su conciencia.

En cambio, la ocupante, furiosa pensó que se había equivocado, ¿cómo podía rechazarla? Lo tenía todo calculado, el cuerpo de esa chica, la chica que podría jurar ocupaba el corazón del joven... habría sido un error de calculos, no, no era eso, había sentido que el chico no se sentía precisamente incomodo con la cercanía de esa joven, entonces... ¿la personalidad? ¿de veras esa chiquilla infantil había conseguido cautivar al chico con su personalidad? Se negaba a aceptarlo.

Sentada aun cerca del chico, pero al lado suyo, en la banqueta, volvió a ganar terrenos en el cuerpo. Se levantó con movimientos sinuosos y abrazó al chico por la espalda, pegando su pecho a la camisa del joven, pasando las manos por los hombros y por el torso del chico. Y con voz gélida, que nada tenía que ver con el habitual tono suave de Beatrice, susurró:

- ¿Me vas a rechazar...? harás que me ponga triste...

Mientras tando, dentro de la chica, la pelea continuaba, en ese momento en igualdad de condiciones, la joven de ojos cálidos sonreía decidida antes la pelirroja, si la rechazaba una vez más, solo una vez más, la otra se sentiría tan confusa que Beatrice no tendría problemas por expulsarla de allí:

- No lo intentes, te ha rechazado, no le interesa por mucho que intentes tentarlo, Bethlem es un hombre de principios.
- Principios, bah, esas cosas se pierden con el tiempo, insistiendo, acabará cayendo.
- Te equivocas, él no.

La presencia de la autentica chica se hacía más y más fuerte a cada momento, ya casi ocupaba toda su mente. Con rapidez se apartó del chico y se alejó hasta entrar en bambalinas, allí la lucha finalizó, un humor rojo salió del pecho de la joven mostrando la figura fantasmal de una mujer hermosa de pelo alborotado. En el suelo, Beatrice, respiraba con dificultad, sonrojada por todo lo sucedido.

El joven empezó a tocar algunos acordes en el piano tratando de distraerse, aunque en realidad vigilaba a Beatrice por el rabillo del ojo, por lo que pudo ver cómo se levantaba para ponerse a su espalda. Su piel se heló con las palabras de la joven, que no tenían nada que ver con su habitual tono de voz dulce y tímido. El cuerpo del joven se tensó con el contacto de las manos de la joven.

Bethlem no supo qué responder, se limitó a seguir con sus acordes, hasta que sintió que Beatrice se apartaba e iba directa a bambalinas. Por unos instantes el chico dudó si ir o no, hasta que finalmente decidió levantarse y acercarse a ver qué acababa de ocurrir, necesitaba comprender la escena que acababan de vivir, es decir entendía lo que acababa de pasar, pero al mismo tiempo no lo entendía siendo Beatrice la protagonista. Por unos instantes se sintió mal, quizá acababa de ofenderla, y eso era lo último que quería hacer.

Fue entonces cuando vio a Beatrice en el suelo jadeante y a una silueta fantasmal mirándola enfurecida. Bethlem se sintió tremendamente indignado. Frunció el ceño mirando a la fantasma y se acercó con paso decidido a Beatrice.- ¿Estás bien?.-Dijo serio pero sin dureza, estaba enfadado, pero no con Beatrice. Mientras ayudaba a la chica a incorporarse el joven miró al fantasma enfurecido.

-¿Qué demonios os pasa a los fantasmas?.- Preguntó inquisitivo, notablemente indignado.-A ver si adivino, usted está resentida por algo madamme.- Dijo tratando de ser lo más respetuoso posible dentro de su indignación.- ¡De verdad no entiendo qué le pasa a este teatro!.-Dijo poniéndose ahora en pie.-¿Tan difícil es pasar un momento agradable con la señorita?. De acuerdo ciertas aventuras de vez en cuando son maravillosas, pero estaría bien tener más momentos a solas con ella, ciertamente.- El joven estaba demasiado indignado para darse cuenta de lo que acababa de decir. Con aire nervioso empezó a dar vueltas de un lado a otro, con los brazos cruzados y refunfuñando para sí mismo.-No lo entiendo... De verdad que no lo entiendo.- Susurraba enfurruñado.

Agotada mentalmente por el esfuerzo aun en el suelo, escuchó como Bethlem se acercaba a ella sin ser capaz de apartar la mirada de la mujer enfurecida. Los pasos del chico dejaron de oirse un momento para, instantes después sentir sus manos sobre los hombros preguntandole si se encontraba bien. La chica asintió dando un suspiro, molesta con todo lo sucedido.

De repente Beth comenzó a hablar con la fantasmagorica mujer, enfadado de forma clara. Preguntandole que qué demonios les sucedía a los fantasmas, protestando por querer pasar un tiempo tranquilo con la joven, logrando que la mencionada se sonrojase y mirara sorprendida el adorable enfado del compositor, que se había puesto de pie y andaba de un lado a otro refunfuñando por lo bajo.

En una extraña mezcla confundida molesta y divertida, Beatrice se levantó del suelo, sintiendose dévil al recuperar su propio cuerpo y siguió al joven, que le estaba resultando totalmente tierno, le daban ganas de darle un abrazo por lo dulce que había sido lo que había dicho en su enfado, pero con lo que acababa de suceder, se sentía demasiado cohibida como para hacer nada, mientras la fantasma, con una ceja alzada seguía a la chica y empezaba a hablar:

- Oh, por el amor de Dios, ¿No estas exagerando un poco chico? solo he estado jugando contigo y tu amiguita.
- No exagera, siempre nos pasan cosas raras, un asesinato, un asesianto el dia que nos conocimos, un fantasma que nos tira cosas, un vampiro que se cuela en mi casa y tu poseyendome o como quiera que se le llame, ¡ya está bien de cosas raras!- Gritó Beatrice enfadada con la fantasma
- What happens?- salió atravesando una pared el fantasma del teatro- Oh, la lady y el sir de la otra vez. No esperaba volver a verles.- ¿De verdad? ¿más cosas raras? esto era increible

El chico iba a responder cuando lo hizo Beatrice por él. El joven la miró sorprendido, acababa de sacar un buen chorro de voz producto de al indignación que sentía hacia lo ocurrido. Por lo menos ahora tenía claro lo que acababa de pasar. Aún así el joven seguía completamente indignado, y más aún por el comentario que acababa de hacer la fantasma... Más aún al ver que aparecía por allí el fantasma que les atacó la otra vez.

-Primero de todo Madamme, Beatrice es mucho más que una amiguita, como la llama usted, y esos jueguecitos que se traía, quizá no para usted, pero para mi son algo serio, y apuesto que para la señorita lo son aún más.-Dijo enfurecido.-Estaba haciendo algo que iba en contra de mi honor, y más importante aún, en contra del honor de la señorita.- Dijo aún con más indignación, no sería la primera vez que le faltaban el respeto a él, pero no iba a consentir aquello hacia Beatrice.- así que si, si es para tanto.- El joven se giró ahora a mirar al fantasma que acababa de aparecer.- En segundo lugar, yo tampoco esperaba volver a verle sir.- Dijo tratando de contener las ganas de tirarle algo a la cabeza, aunque probablemente le atravesaría, por lo que no tenía mucho sentido hacer aquello.

Bethlem miró a Beatrice como preguntándole con la mirada qué debía hacer. Sentía cierta desesperación en aquel momento. Había muchas más cosas que quería decir pero eran tantas que se amontonaban en su cabeza.- ¡Adelante!, ¿alguien más se une a la fiesta?.- Dijo irónicamente deteniéndose al fin frente a los fantasmas buscando quizá algún tipo de explicación o algo a lo que atenerse.

Tras la aparición fue el joven el que habló, defendiendo su honor y el de Beatrice. La chica, recogiendo su violín con sumo cuidado y comprobando que no se hubiera roto lo tomó con mimo y abrazada a su instrumento se situo junto al compositor, se sentía feliz de que la defendiera, y de que hubiera dicho que no era una "amiguita"

La chica frunció el ceño a los fantasmas haciendo un puchero con los labios, quería que se marchasen, quería pasar un rato tranquilo con Bethlem, conocerlo más, pasar un rato sin cosas raras, ¿era tanto pedir?

- Exagerados...- susurró la mujer, mietras Beatrice intentaba no inchar los mofletes.
- Lady, estos jovenes son buena gente, me hicieron reflexionar, esperaba que- se giró a mirar a los vivos- pudieran disculpar mi comportamiento de la otra vez. Prometo que no volveré a actuar como lo hice y, como compensación, me llevo a la Lady.
- ¿Qué? oye, no, yo quiero que me componga una obra.
- Yes... yes... Lady, yo fui compositor, compondré algo para usted

Los fantasmas comenzaron a alejarse como si no hubiera sucedido nada dejando a una Beatrice completamente incredula que abrazaba su violín sin acabar de creerse lo que acababa de suceder, ¿Qué había sido todo eso?

Incredula se giró a mirar a Beth y a punto estuvo de hablar cuando le vino a la mente todo lo que había hecho esa fantasma con su puerpo, sonrojada, bajó la vista incapaz de mirar al compositor, no sabía porque, pero se sentía culpable de todo lo sucedido, no se atrevía a hablar, acercó más a su pecho su violín increiblemente sonrojada, y sintiendo incluso ganas de llorar, ¿Por qué tenía que haber pasado algo así? ¿no podía haber sido un día tranquilo?

El joven quería hablar más... Pero casi no le dio tiempo a decir nada, los fantasmas parecieron llevarse bien y se pusieron a hablar ignorando a los dos chicos que les observaban perplejos. Los dos entes se alejaron, dejándoles solos.

Bethlem se quedó mirando durante unos instantes en la dirección por la que se habían ido los fantasmas, tratando de volver a ese estado de calma que le caracterizaba, al parecer por lo menos ahora estarían solos. No lograba comprender por qué siempre les ocurrían cosas cuanto menos sorprendentes. ¿Sería siempre así? No le disgustaba porque en cierto modo siempre había algo que contar, o algo de lo que reírse después, pero siempre quizá podría llegar a ser algo agotador...

El chico miró a la joven, ahora más calmado, y pudo ver que estaba abrazada a su violín, roja como un tomate y con los ojos vidriosos por lo que había ocurrido. Bethlem se puso nervioso, esta vez porque no quería que Beatrice se sintiese mal, ella no era la responsable de lo que había ocurrido. El compositor se acercó a ella con cautela y posó sus manos sobre los hombros de la chica pensando por unos instantes lo que decir.

-Beatrice... Se que no ha sido culpa tuya, yo... Lo se... Tranquila...- Dijo sonrojándose mirando ahora al suelo, no imaginaba cómo debía de sentirse Beatrice en aquel momento.-Yo... No se que decir... No te sientas mal... Por favor.- Dijo el chico casi en un susurro.

Por como reaccionó el chico Beatrice supo que no era la única nerviosa, las palabras del chico la enrojecieron más, pero sintió que, al menos, lo entendía. La cabeza de la chica daba vueltas, odiaba, odiaba, odiaba mucho a los fantasmas, ya no tenía curiosidad ni quería saber nada de ellos, cuanto más lejos mejor.

Miró a Bethlem algo alterada, pero intentando calmarse, esperaba que no volvieran a suceder cosas raras, estaba hasta el moño de que siempre les tocase a ellos, quería una tarde tranquila, con un chico estupendo, paseando, hablando, tocando o haciendo cualquier cosa sin necesidad de tener que luchar contra nada. No era tanto pedir, ¿no? Llevaba toda su vida sin encontrarse con nada y en dos semanas, veía todo el repertorio sobrenatural posible.

Más tranquila, sin atreverse a confesar lo mal que lo había pasado, aun roja y con ojos llororsos, con mofletes inflados, alzo la vista para mirar al copositor y protestó intentando cambiar de tema:

- Esa.... esa... mh, ha tirado mi violin al suelo, ¿será? Con lo que yo lo cuido, no pienso perdonarselo.

Logró finjir bastante bien, en realidad lo que quería era ir tras los fantasmas y patearles su inpateable trasero. Ese era su día con Bethlem, lo había estado esperando con muchas ganas, contando el tiempo que faltaba para volver a verlo, para escuchar su voz y ver su risa, y se lo había estropeado una loca con ansias de fama, pero no iba a dejar que se amargase el día, pensaba recuperar el tiempo juntos, siendo ellos mismos y estando tranquilos sin que nadie los molestara.

La joven alzó la vista para mirar al compositor, que tratando de mostrarse calmado seguía sosteniendo suavemente a la chica por los hombros. Al parecer poco a poco se fue calmando, y tanto en su mirada, como en lo que dijo a continuación, quedó claro que no quería saber nada más del tema.

El joven se enterneció al ver la dulzura con la que protestaba acerca de su violín, inflando los mofletes, como si tratase de contener la rabia que sentía de aquella manera. Bethlem no pudo evitar sonreír a la joven.

-¿Me permites echarle un vistazo?.-Dijo el joven con la intención de seguir con el desvío de atención hacia otras cosas.

En realidad, pensadas después, ya en frío aquellas cosas eran anécdotas que se tornaban interesantes y graciosas, al mismo tiempo que hacían al joven preguntarse si tenía algún tipo de imán para las cosas extrañas... O eran los dos juntos los que las llamaban de alguna manera. Sea como fuere no le importaba lo importante es que al final siempre pasaba un tiempo que consideraba extremadamente valioso con Beatrice. Nada era lo suficientemente terrible como para estropearlo, eso lo tenía claro.

Beatrice aun molesta por lo sucedido, vio que, con su pequeño teatro, había logrado que el compositor sonriese con ternura, pidiéndole que le diese su violín. La chica, sin dudarlo, tendió el instrumento al chico, desinflando las mejillas, embobada con la sonrisa del joven que logró sacar la suya propia.

Miró a su alrededor esperando que sucediese algo más, suspiró aliviada al ver que nada pasaba y se situó junto a Bethlem para ver que era lo que hacía con el violín, más curiosa que preocupada. Con la diferencia de altura, solo pudo asomarse por encima del brazo doblado del chico, apoyando su barbilla en él y sonriendo un poco, más relajada, preguntar:

- ¿qué ves? ¿hay algo mal? ¿todo bien?- poniéndose de puntillas para ver mejor lo que sucedía con se stradivarius tuvo que sostenerse del brazo del chico para no caer, no era por cotillear, ni mucho menos, confiaba plenamente en que el joven trataría bien su preciado violín, es que quería aprender para poder arreglarlo ella si volvía a caérsele en algun momento, aunque sería extraño, pues lo cuidaba con mimo.