AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Deja que te descubra (Catalina)
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Deja que te descubra (Catalina)
Había pasado una semana desde la noche en la cual se había encontrado con Catalina por primera vez en el jardín botánico, Lin había regresado a su casa y aunque su madrastra se había molestado severamente por las horas en las cuales había arribado a la mansión, no pareció notar que llevaba un vestido diferente, por lo que no tuvo que dar explicaciones sobre lo ocurrido. Lin se había sentido bastante avergonzada al respecto, pues su madrastra le había dicho que esas horas no eran horas decentes para que una señorita de la posición de ella estuviera caminando por las calles como una vagabunda. La mujer inclusive había mencionado que, sin la compañía de un caballero aquello era simplemente inaceptable. Lin había tenido que quedarse callada y mentir al respecto, no podía contar que había estado acompañada por una dama y que ambas habían sido atacadas por rufianes en el jardín.
Decidió que no era buena idea poner el denuncio en la policía como había pensado en un comienzo pues esto implicaría dar su nombre y apellido, por lo que la madrastra se enteraría de lo que había pasado y esto sólo traería vergüenza a la familia. Cuando se vivía en una familia tan bien posicionada en la sociedad, cualquier movimiento en falso podría significar una mala imagen para su apellido.
Sin embargo y a pesar de toda esta presión, Lin quería ver a Catalina de nuevo. No había olvidado la conversación que habían tenido, ni como la había ayudado y aún deseaba descubrir más sobre su personalidad, gustos, miedos y sueños. Sabía que se metería en más problemas, pero su deseo de verse con ella era mucho más grande, así que había escrito una carta dirigida a Catalina y la había hecho llegar con uno de los sirvientes a la oficina postal, para que posteriormente fuera diligenciada a la dirección de la residencia de ella.
“Querida Catalina de Aragon
Disculpa mi silencio en las últimos días, pero no he olvidado la promesa de volvernos a ver, eh reservado una mesa en restaurante del segundo piso del hotel des Arenes para esté sábado a las 7 de la noche, espero pueda asistir.
Atentamente,
Lin Deforest.”
La noche había llegado más rápido de lo esperado ¿O era quizás por los nervios que le parecía que el tiempo corría aceleradamente?. Esa noche Lin decidió lucir un vestido elegante de color blanco que exaltaba la pureza de su alma inocente, de bordados delicados y flores de un rosa pálido incrustadas aquí y allá. Le cubría hasta más arriba del pecho sin mostrar mucha piel pues ella era una mujer recatada ante todo, usaba guantes blancos a juego y zapatillas de tacón. No esperaba tener que correr o hacer alguna actividad física demandante como había ocurrido en el jardín, por lo que había decidido vestir de forma refinada como era la costumbre de la época.
Llegó media hora antes de lo acordado y los sirvientes del hotel habían tomado el enorme abrigo gris que traía y le habían guiado hacía la mesa que había reservado. Habían muchas personas esa noche en el hotel, Lin se preguntaba si habría una celebración de algún tipo. Se sentó en la mesa y ordenó sólo agua, pues no estaba segura de si Catalina llegaría, sin embargo esperaba no tener que pasar la vergüenza de cenar sola si ella no aparecía, la gente haría preguntas y hablarían a sus espaldas...
Decidió que no era buena idea poner el denuncio en la policía como había pensado en un comienzo pues esto implicaría dar su nombre y apellido, por lo que la madrastra se enteraría de lo que había pasado y esto sólo traería vergüenza a la familia. Cuando se vivía en una familia tan bien posicionada en la sociedad, cualquier movimiento en falso podría significar una mala imagen para su apellido.
Sin embargo y a pesar de toda esta presión, Lin quería ver a Catalina de nuevo. No había olvidado la conversación que habían tenido, ni como la había ayudado y aún deseaba descubrir más sobre su personalidad, gustos, miedos y sueños. Sabía que se metería en más problemas, pero su deseo de verse con ella era mucho más grande, así que había escrito una carta dirigida a Catalina y la había hecho llegar con uno de los sirvientes a la oficina postal, para que posteriormente fuera diligenciada a la dirección de la residencia de ella.
“Querida Catalina de Aragon
Disculpa mi silencio en las últimos días, pero no he olvidado la promesa de volvernos a ver, eh reservado una mesa en restaurante del segundo piso del hotel des Arenes para esté sábado a las 7 de la noche, espero pueda asistir.
Atentamente,
Lin Deforest.”
La noche había llegado más rápido de lo esperado ¿O era quizás por los nervios que le parecía que el tiempo corría aceleradamente?. Esa noche Lin decidió lucir un vestido elegante de color blanco que exaltaba la pureza de su alma inocente, de bordados delicados y flores de un rosa pálido incrustadas aquí y allá. Le cubría hasta más arriba del pecho sin mostrar mucha piel pues ella era una mujer recatada ante todo, usaba guantes blancos a juego y zapatillas de tacón. No esperaba tener que correr o hacer alguna actividad física demandante como había ocurrido en el jardín, por lo que había decidido vestir de forma refinada como era la costumbre de la época.
Llegó media hora antes de lo acordado y los sirvientes del hotel habían tomado el enorme abrigo gris que traía y le habían guiado hacía la mesa que había reservado. Habían muchas personas esa noche en el hotel, Lin se preguntaba si habría una celebración de algún tipo. Se sentó en la mesa y ordenó sólo agua, pues no estaba segura de si Catalina llegaría, sin embargo esperaba no tener que pasar la vergüenza de cenar sola si ella no aparecía, la gente haría preguntas y hablarían a sus espaldas...
Última edición por Lin Deforest el Miér Sep 30, 2015 8:10 pm, editado 1 vez
Lin Deforest- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: Deja que te descubra (Catalina)
Eran poco más de las cinco de la tarde y ya estaba despierta. Fuera, en la calle, en Sol aún tenía el control sobre el cielo. Lo sabía porque notaba su peso sobre mis párpados intentando cerrarlos de nuevo. El problema es que no podía dormir.
En principio, cuando pasaron los tres dias y, al ir al sitio acordado, Lin no apareció, enfurecí. Tanto así que llegué a matar de nuevo, una vez más, otra muerte cargada sobre mi conciencia. Era una mujer de clase media, de porte elegante y madura en edad. Su nombre salió en la esquelas del día siguiente después de que la encontrarán con el cuello partido en el suelo. Si, lo hice, partí el cuello a esa mujer de rabia, necesitaba descargar mi frustración con algo o alguien y le tocó a ella. Después de eso, desistí y lo dejé correr. Supuse que había sido una noche para recordar pero nada más y, al quinto día, dejé de pensar en ello.
Fue en ese momento, en el que desistí en mi empeño, cuando escuché los pasos en el exterior de mi casa y, seguidamente, el resonar de la bola de hierro en mi puerta.
No respondí, no podía. Hubiera sido cenizas antes de que hubiera terminado de abrirla.
Pero luego, cuando se fue, subí y encontré en sobre por debajo de la puerta. Lo leí ahí mismo y el ánimo se me fue apaciguando en cierto modo. Aún así, en ningún momento indicaba el porque de haber faltado a lo pactado. Aunque supuse, sería por temas familiares.
Y e aquí mi situación: sentada en mi lecho, aún con camisón, abrazada a las rodillas y con las letras de Lin a uno de los lados de la cama, observándome.
Suspiré. Aunque realmente no tenía claro porque aquel encuentro me estaba costando tanto de afrontar. ¿Sería por el hecho de que aquella dama me resultaba ligeramente más especial que el resto?¿Sería por el hecho de ir a un hotel y estaría rodeada de mortales? Recordé el autocontrol del señor Rhys y me apoyé en sus palabras para sacar fuerzas de flaqueza. Lo que nos llevó a la última pregunta. ¿Sería por el hecho de que, al haber quedado prácticamente al ocaso, no tenía posibilidad de alimentarme previamente?
Me levanté y me miré en el espejo sin tener claro que ponerme: Quería resultar sexy pero a la vez no llamar demasiado la atención.
- ¿Está intentado seducir a la señorita Lin? - le dije a mi reflejo. Después me reí de mi misma haciéndome esa pregunta.
Desabroché los botones y dejé caer la ropa de cama en el suelo. Luego, poco a poco, me puse la ropa interior. No me puse corsé, no encajaba en la idea que tenía en mente.
Me acerqué hasta el ropero y saqué el vestido negro, lo puse frente a mi en el espejo y decidí que sería el que llevaría aquella noche. Me lo puse y lo ajusté tirando de los cordones en forma de rejilla que había en la espalda, ajusté hasta que todo mi cuerpo quedó ceñido a el. Luego liberé un par de nudos para que el escote se abriera ligeramente.
Como iba a ir a un sitio de categoría, en el que se esperaba una vestimenta formal, coloqué una chaqueta de lana fina color blanco y la abotoné hasta arriba dando así una apariencia más recatada. Subí al piso de arriba y, sentada en la habitación donde la oriental se había cambiado, peiné con tesón y mimo mi cabello hasta que estuvo completamente desenredado y lo dejé así, suelto. Me perfumé y me consideré lista.
Caminé hasta la puerta comprobando que la hora se acercaba a la indicada y, al salir, tomé mi abrigo largo. Salí por la principal y pronto pasó un coche en el que me monté.
- ¿Dónde Mademoiselle? - me preguntó.
- Hotel Des Arenes, por favor - le indiqué mientras miraba por la ventana y el coche comenzaba a caminar.
- Enseguida llegamos Mademoiselle.
No conocía demasiado bien donde se ubicaba el hotel. Pero ver París de noche siempre me cautivaba. Nunca había salido tan temprano y me sorprendió toda la vida que había a esas horas. Toda esa gente... Acostumbrada a caminar siempre acompañada de borrachos, aquello era totalmente nuevo para mi.
¿Estará también el hotel lleno de gente? Llevaba una vida tan solitaria que me costaba pensar que podría pasar desapercibida entre un montón de personas.
¿Y si Lin se enterara de lo que era? Huiría como alma que lleva el diablo, seguro. Pero habían quedado en un restaurante así que algo tenía que comer. Comida humana... toda me sabía a nada y, finalmente mi cuerpo no lo asimilaba. Tendría que hacer un esfuerzo.
- Es aquí Mademoiselle - me indicó el cochero mientras abría la puerta y me sobresaltada por lo repentino - Disculpe, no pretendía...
- No se preocupe, sólo pensaba - le respondí mientras salía del coche.
El hombre me ofreció la mano para ayudarme caballerosamente. Yo, sin embargo, bajé por mi propio pie. Luego le pagué el viaje y lo escuché mientras se alejaba.
El edificio que tenía delante era majestuoso y lleno de luz. Hasta el lugar donde yo estaba llegaban un sinfín de olores diferentes: aromas a frutas, a flores... y por un momento me sentí pequeña, ridícula ante la grandeza de la arquitectura.
- Eres más fuerte que esto - me dije a mi misma intentando superar el miedo.
Di un par de pasos y finalmente me interné en el lugar.
Dentro había luz por doquier. Luz y personas. Incluso en el techo había un fresco que evocaba un paisaje lejano, fresco y verde.
- ¿En que puedo ayudarla? - me dijo un hombre de mediana edad que custodiaba una puerta que daba paso al restaurante.
- Vengó con Madame Deforest - hice una pausa pensando si tenía que añadir algo más - A las 7 - añadí.
El hombre entornó los ojos extrañado. No me quedaba claro si era por el hecho de que fuéramos dos mujeres o por la palidez de mi piel ante esa luz que bailaba al ritmo de unos violines que sonaban de fondo.
- Sigame, por favor - ¿qué otra cosa podía hacer? le seguí por el tumulto de personas que comían, reían, charlaban... Sentí el pinchazo de la sed en el estómago y mordí mi carrillo por dentro hasta que sentí mi sangre muerta mojándome la lengua: Al menos me había calmado un poco.
Busqué con la mirada a mi acompañante pero era difícil. No fui capaz de darme cuenta de su presencia hasta que estuve casi encima.
- Su acompañante Madame Deforest - indicó el hombre mientras separaba la silla para que pudiera sentarme.
- Buenas noche Mademoiselle - le dije mientras tomaba asiento. Hubiera deseado un saludo más formal, un besó al menos. Pero al parecer aquel hombre tenía prisa por mantenernos separadas. No me había fijado pero a nuestro alrededor sólo había familias y parejas. Quizás algunos varones compartiendo mesa. Pero mujeres juntas, sólo nosotras.
- Esperó no haberme retrasado. No conocía este lugar - le dije mientras la sonreía suavemente y la miraba a los ojos - Está espléndida.
La verdad es que el vestido le quedaba perfecto y, ese toque refinado que tenía, hacía de su elegancia algo atrayente. Volví a sonreír.
- Creía que la había perdido cuando no apareció al tercer día como habíamos acordado - la dije para ver que había pasado.
En principio, cuando pasaron los tres dias y, al ir al sitio acordado, Lin no apareció, enfurecí. Tanto así que llegué a matar de nuevo, una vez más, otra muerte cargada sobre mi conciencia. Era una mujer de clase media, de porte elegante y madura en edad. Su nombre salió en la esquelas del día siguiente después de que la encontrarán con el cuello partido en el suelo. Si, lo hice, partí el cuello a esa mujer de rabia, necesitaba descargar mi frustración con algo o alguien y le tocó a ella. Después de eso, desistí y lo dejé correr. Supuse que había sido una noche para recordar pero nada más y, al quinto día, dejé de pensar en ello.
Fue en ese momento, en el que desistí en mi empeño, cuando escuché los pasos en el exterior de mi casa y, seguidamente, el resonar de la bola de hierro en mi puerta.
No respondí, no podía. Hubiera sido cenizas antes de que hubiera terminado de abrirla.
Pero luego, cuando se fue, subí y encontré en sobre por debajo de la puerta. Lo leí ahí mismo y el ánimo se me fue apaciguando en cierto modo. Aún así, en ningún momento indicaba el porque de haber faltado a lo pactado. Aunque supuse, sería por temas familiares.
Y e aquí mi situación: sentada en mi lecho, aún con camisón, abrazada a las rodillas y con las letras de Lin a uno de los lados de la cama, observándome.
Suspiré. Aunque realmente no tenía claro porque aquel encuentro me estaba costando tanto de afrontar. ¿Sería por el hecho de que aquella dama me resultaba ligeramente más especial que el resto?¿Sería por el hecho de ir a un hotel y estaría rodeada de mortales? Recordé el autocontrol del señor Rhys y me apoyé en sus palabras para sacar fuerzas de flaqueza. Lo que nos llevó a la última pregunta. ¿Sería por el hecho de que, al haber quedado prácticamente al ocaso, no tenía posibilidad de alimentarme previamente?
Me levanté y me miré en el espejo sin tener claro que ponerme: Quería resultar sexy pero a la vez no llamar demasiado la atención.
- ¿Está intentado seducir a la señorita Lin? - le dije a mi reflejo. Después me reí de mi misma haciéndome esa pregunta.
Desabroché los botones y dejé caer la ropa de cama en el suelo. Luego, poco a poco, me puse la ropa interior. No me puse corsé, no encajaba en la idea que tenía en mente.
Me acerqué hasta el ropero y saqué el vestido negro, lo puse frente a mi en el espejo y decidí que sería el que llevaría aquella noche. Me lo puse y lo ajusté tirando de los cordones en forma de rejilla que había en la espalda, ajusté hasta que todo mi cuerpo quedó ceñido a el. Luego liberé un par de nudos para que el escote se abriera ligeramente.
Como iba a ir a un sitio de categoría, en el que se esperaba una vestimenta formal, coloqué una chaqueta de lana fina color blanco y la abotoné hasta arriba dando así una apariencia más recatada. Subí al piso de arriba y, sentada en la habitación donde la oriental se había cambiado, peiné con tesón y mimo mi cabello hasta que estuvo completamente desenredado y lo dejé así, suelto. Me perfumé y me consideré lista.
Caminé hasta la puerta comprobando que la hora se acercaba a la indicada y, al salir, tomé mi abrigo largo. Salí por la principal y pronto pasó un coche en el que me monté.
- ¿Dónde Mademoiselle? - me preguntó.
- Hotel Des Arenes, por favor - le indiqué mientras miraba por la ventana y el coche comenzaba a caminar.
- Enseguida llegamos Mademoiselle.
No conocía demasiado bien donde se ubicaba el hotel. Pero ver París de noche siempre me cautivaba. Nunca había salido tan temprano y me sorprendió toda la vida que había a esas horas. Toda esa gente... Acostumbrada a caminar siempre acompañada de borrachos, aquello era totalmente nuevo para mi.
¿Estará también el hotel lleno de gente? Llevaba una vida tan solitaria que me costaba pensar que podría pasar desapercibida entre un montón de personas.
¿Y si Lin se enterara de lo que era? Huiría como alma que lleva el diablo, seguro. Pero habían quedado en un restaurante así que algo tenía que comer. Comida humana... toda me sabía a nada y, finalmente mi cuerpo no lo asimilaba. Tendría que hacer un esfuerzo.
- Es aquí Mademoiselle - me indicó el cochero mientras abría la puerta y me sobresaltada por lo repentino - Disculpe, no pretendía...
- No se preocupe, sólo pensaba - le respondí mientras salía del coche.
El hombre me ofreció la mano para ayudarme caballerosamente. Yo, sin embargo, bajé por mi propio pie. Luego le pagué el viaje y lo escuché mientras se alejaba.
El edificio que tenía delante era majestuoso y lleno de luz. Hasta el lugar donde yo estaba llegaban un sinfín de olores diferentes: aromas a frutas, a flores... y por un momento me sentí pequeña, ridícula ante la grandeza de la arquitectura.
- Eres más fuerte que esto - me dije a mi misma intentando superar el miedo.
Di un par de pasos y finalmente me interné en el lugar.
Dentro había luz por doquier. Luz y personas. Incluso en el techo había un fresco que evocaba un paisaje lejano, fresco y verde.
- ¿En que puedo ayudarla? - me dijo un hombre de mediana edad que custodiaba una puerta que daba paso al restaurante.
- Vengó con Madame Deforest - hice una pausa pensando si tenía que añadir algo más - A las 7 - añadí.
El hombre entornó los ojos extrañado. No me quedaba claro si era por el hecho de que fuéramos dos mujeres o por la palidez de mi piel ante esa luz que bailaba al ritmo de unos violines que sonaban de fondo.
- Sigame, por favor - ¿qué otra cosa podía hacer? le seguí por el tumulto de personas que comían, reían, charlaban... Sentí el pinchazo de la sed en el estómago y mordí mi carrillo por dentro hasta que sentí mi sangre muerta mojándome la lengua: Al menos me había calmado un poco.
Busqué con la mirada a mi acompañante pero era difícil. No fui capaz de darme cuenta de su presencia hasta que estuve casi encima.
- Su acompañante Madame Deforest - indicó el hombre mientras separaba la silla para que pudiera sentarme.
- Buenas noche Mademoiselle - le dije mientras tomaba asiento. Hubiera deseado un saludo más formal, un besó al menos. Pero al parecer aquel hombre tenía prisa por mantenernos separadas. No me había fijado pero a nuestro alrededor sólo había familias y parejas. Quizás algunos varones compartiendo mesa. Pero mujeres juntas, sólo nosotras.
- Esperó no haberme retrasado. No conocía este lugar - le dije mientras la sonreía suavemente y la miraba a los ojos - Está espléndida.
La verdad es que el vestido le quedaba perfecto y, ese toque refinado que tenía, hacía de su elegancia algo atrayente. Volví a sonreír.
- Creía que la había perdido cuando no apareció al tercer día como habíamos acordado - la dije para ver que había pasado.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 295
Fecha de inscripción : 01/08/2015
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Deja que te descubra (Catalina)
Los nervios se estaban apoderando de ella conforme los minutos pasaban, pero tenía fe en que Catalina llegaría, algo en su interior le decía que valía la pena esperar. Bebió un poco de agua de la copa de cristal y escuchó las risas y murmullos de las personas a su alrededor, no era su primera vez en el hotel, de hecho su padre era amigo uno de los dueños, de niña había asistido a banquetes en ese mismo lugar con frecuencia, sin embargo no se sentía a gusto, como se supone uno se siente en sitios familiares. Ella siempre había sido diferente a las otras doncellas hijas de condes o barones importantes, porque ella era la hija bastarda de Jacques Leforest, siempre se había sentido como una invasora en ese lugar. ¿Por qué lo había escogido entonces? Por el mismo motivo por el cual no había asistido a la cita con Catalina hacía un par de noches.
-¡Oh! - Exclamó cuando la aparición de Catalina la sacó de sus pensamientos, estaba radiante y bajo la intensa luz de cientos de candelabros, su piel lucía pálida y tersa como una porcelana, llevaba un abrigo que la hacía lucir elegante, Lin reprimió el impulso de acercarse y darle un abrazo acompañado de un beso como saludo. Catalina hablaba de manera formal y Lin deseó que pudieran expresarse de forma más cercana, como amigas, porqué luego de todo lo ocurrido ¿Podían ser amigas verdad?.
-No te dije nada en la carta al respecto, porque quería discutirlo personalmente – Dijo al fin, decidiendo dejar las formalidades al hablar y tratarla de forma más personal – Quería poder disculparme cara a cara por no haber asistido – Continuó dejando escapar un suspiro, sus ojos oscuros se desviaron hacía la mesa, hacía los pañuelos delicadamente doblados al lado del plato vacío de porcelana – Te parecerá que soy como una niña en el cuerpo de una adulta... y la verdad es que aunque mi Madrastra no reconoció el vestido, se indignó profundamente por las horas tan indecentes a las que volví a casa – Tomó la copa y bebió otro sorbo de agua – Por supuesto no le dije nada de lo ocurrido en el jardín Botánico, si hubiera contado algo, no se que habría pasado, ella es una mujer muy estricta y como mi padre se encuentra de viaje por el mediterráneo, no tengo otra opción más que obedecer sus órdenes – Su rostro denotaba genuina tristeza, Lin era una mujer bastante transparente y sus sentimientos eran fáciles de leer en las expresiones de su rostro.
-Por eso no pude salir y tuve que inventarme esta cena en este prestigioso hotel, porqué para mi madrastra, venir a este hotel es digno de nuestra clase – Lin comenzaba a odiar tener que seguir todas esas reglas y condicionar su vida a lo que era considerado correcto y lo que no – Ella no podía negarme el permiso a venir aquí porqué es un sitio seguro, mi padre es amigo de los dueños – Le comentó y justo en ese momento llegó el mesero vestido de negro con una botella de vino tinto, se excusó y destapó el corcho del vino para ponerlo sobre la mesa.
- He pedido un vino Español – Dijo cuando el mesero se fue – Espero te guste, es de los viñedos de la Rioja, espero que te traiga buenos recuerdos – Agregó con una sonrisa - ¿Podrás perdonarme? - Finalizó levantándose para verter el vino en la copa de ella.
-¡Oh! - Exclamó cuando la aparición de Catalina la sacó de sus pensamientos, estaba radiante y bajo la intensa luz de cientos de candelabros, su piel lucía pálida y tersa como una porcelana, llevaba un abrigo que la hacía lucir elegante, Lin reprimió el impulso de acercarse y darle un abrazo acompañado de un beso como saludo. Catalina hablaba de manera formal y Lin deseó que pudieran expresarse de forma más cercana, como amigas, porqué luego de todo lo ocurrido ¿Podían ser amigas verdad?.
-No te dije nada en la carta al respecto, porque quería discutirlo personalmente – Dijo al fin, decidiendo dejar las formalidades al hablar y tratarla de forma más personal – Quería poder disculparme cara a cara por no haber asistido – Continuó dejando escapar un suspiro, sus ojos oscuros se desviaron hacía la mesa, hacía los pañuelos delicadamente doblados al lado del plato vacío de porcelana – Te parecerá que soy como una niña en el cuerpo de una adulta... y la verdad es que aunque mi Madrastra no reconoció el vestido, se indignó profundamente por las horas tan indecentes a las que volví a casa – Tomó la copa y bebió otro sorbo de agua – Por supuesto no le dije nada de lo ocurrido en el jardín Botánico, si hubiera contado algo, no se que habría pasado, ella es una mujer muy estricta y como mi padre se encuentra de viaje por el mediterráneo, no tengo otra opción más que obedecer sus órdenes – Su rostro denotaba genuina tristeza, Lin era una mujer bastante transparente y sus sentimientos eran fáciles de leer en las expresiones de su rostro.
-Por eso no pude salir y tuve que inventarme esta cena en este prestigioso hotel, porqué para mi madrastra, venir a este hotel es digno de nuestra clase – Lin comenzaba a odiar tener que seguir todas esas reglas y condicionar su vida a lo que era considerado correcto y lo que no – Ella no podía negarme el permiso a venir aquí porqué es un sitio seguro, mi padre es amigo de los dueños – Le comentó y justo en ese momento llegó el mesero vestido de negro con una botella de vino tinto, se excusó y destapó el corcho del vino para ponerlo sobre la mesa.
- He pedido un vino Español – Dijo cuando el mesero se fue – Espero te guste, es de los viñedos de la Rioja, espero que te traiga buenos recuerdos – Agregó con una sonrisa - ¿Podrás perdonarme? - Finalizó levantándose para verter el vino en la copa de ella.
Lin Deforest- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: Deja que te descubra (Catalina)
- Mademoiselle, su abrigo - me indicó el hombre mientras me estaba sentando sin habérmelo quitado.
- Si, perdone - le dije mientras separaba los botones y me lo quitaba para que se lo llevara.
La verdad es que me había alegrado tanto de ver a Lin que se me había ido de la cabeza que estaba en un lugar de prestigio donde la etiqueta, la educación y las formas eran primordiales a la hora de hacer cualquier cosa. Más me valía no hacer nada demasiado... fuera de lugar.
Tomé asiento de nuevo mientras la escuchaba disculparse. Parecía tan inocente, tan delicada... y era real. Yo podía parecerlo pero, en el fondo, me dedicaba a tomar la vida de otros. Mi vida sólo era una apariencia de lo que realmente era.
Busqué su mirada pero ella la desvió a la mesa. Sabía que la mirada de un vampiro era diferente, más profunda, más intimidante, más seductora. Pero no era por eso por lo que buscaba la suya. Sólo pretendía ver que había más allá, conocerla más por dentro.
- ¿Porqué me iba a parecer una niña?¿Por ser una mujer formal? - intenté calmar su inseguridad - Entiendo que su madrastra se preocupe por su seguridad. Más aún si, aún no siendo su hija biológica, es importante para el hombre que ama. No lo tenga tampoco mucho en cuenta - aunque realmente para mi sería más fácil si ella tuviera libertad de movimiento. Al parecer, nuestros encuentros serían tempranos y cortos. Además, no sabía que haría el día que quisiera que nos viéramos por la mañana aún habiéndola dicho que tenía labores diurnas - Olvidemos lo de la cita. Estamos aquí y eso es lo importante - le dije dejando atrás ese hecho aislado.
- No te sulfures - le dije en un tono más cercano, más cariñoso - Es un sitio maravilloso. Mucho más de lo que yo me puedo permitir - halagué el que lo hubiera elegido - Te agradezco que lo quieras compartir conmigo - sonreí dulcemente pues me sentía bien, tanto como hacía mucho tiempo que no estaba.
Vino un mesero y descorchó una botella de vino que dejó sobre la mesa. Al instante después, los aromas a tierra y madera me colmaron, tanto que lo único que olía además era el perfume de mi compañera. Cerré los ojos y aspiré de nuevo. Aquel olor me llevaba por unos instantes de vuelta a casa... Algo que además cercioró Lin al decirme que era un vino español.
- Agradezco el gesto, veo que eres una persona que sabe cuidar los detalles - comenzó a echar un poco en las copas y la frené cuando hubo llevado un cuarto de la mía - No eche más de momento. No tengo mucha costumbre de beber y puede que haga alguna tontería que no debo - le expliqué aunque, la única manera que tenía de sentir los efectos del alcohol, era tomando sangre de alguien que lo hubiera ingerido previamente - No estaba enfadada - contesté a su petición de perdón - Sólo triste - confesé, aunque el resultado de su falta a la cita había provocado tristeza que, convertida en frustración, si había terminado en enfado - Soy demasiado solitaria y me cuesta conectar con las personas. Pensé que quizás había hecho algo mal.
Otro mesero trajo la carta de comidas y las depositó sobre la mesa. Luego tomó las servilletas y, después de pedir permiso, la colocó en nuestros regazos. A continuación, se marchó de nuevo.
Me acerqué la copa y di un pequeño sorbo que me gustó. El sabor estaba bastante atenuado pero seguía sabiendo. Además, mis labios lucieron aún más rojos, color vino. Volví a sonreír mientras dejaba la copa de nuevo en la mesa.
- ¿Cómo has estado?¿A que has dedicado esta semana? - le pregunté a modo de preámbulo para entrar en preguntas más profundas, más personales. Quería descubrir lo que había en su interior, pero debíamos ir poco a poco.
- Si, perdone - le dije mientras separaba los botones y me lo quitaba para que se lo llevara.
La verdad es que me había alegrado tanto de ver a Lin que se me había ido de la cabeza que estaba en un lugar de prestigio donde la etiqueta, la educación y las formas eran primordiales a la hora de hacer cualquier cosa. Más me valía no hacer nada demasiado... fuera de lugar.
Tomé asiento de nuevo mientras la escuchaba disculparse. Parecía tan inocente, tan delicada... y era real. Yo podía parecerlo pero, en el fondo, me dedicaba a tomar la vida de otros. Mi vida sólo era una apariencia de lo que realmente era.
Busqué su mirada pero ella la desvió a la mesa. Sabía que la mirada de un vampiro era diferente, más profunda, más intimidante, más seductora. Pero no era por eso por lo que buscaba la suya. Sólo pretendía ver que había más allá, conocerla más por dentro.
- ¿Porqué me iba a parecer una niña?¿Por ser una mujer formal? - intenté calmar su inseguridad - Entiendo que su madrastra se preocupe por su seguridad. Más aún si, aún no siendo su hija biológica, es importante para el hombre que ama. No lo tenga tampoco mucho en cuenta - aunque realmente para mi sería más fácil si ella tuviera libertad de movimiento. Al parecer, nuestros encuentros serían tempranos y cortos. Además, no sabía que haría el día que quisiera que nos viéramos por la mañana aún habiéndola dicho que tenía labores diurnas - Olvidemos lo de la cita. Estamos aquí y eso es lo importante - le dije dejando atrás ese hecho aislado.
- No te sulfures - le dije en un tono más cercano, más cariñoso - Es un sitio maravilloso. Mucho más de lo que yo me puedo permitir - halagué el que lo hubiera elegido - Te agradezco que lo quieras compartir conmigo - sonreí dulcemente pues me sentía bien, tanto como hacía mucho tiempo que no estaba.
Vino un mesero y descorchó una botella de vino que dejó sobre la mesa. Al instante después, los aromas a tierra y madera me colmaron, tanto que lo único que olía además era el perfume de mi compañera. Cerré los ojos y aspiré de nuevo. Aquel olor me llevaba por unos instantes de vuelta a casa... Algo que además cercioró Lin al decirme que era un vino español.
- Agradezco el gesto, veo que eres una persona que sabe cuidar los detalles - comenzó a echar un poco en las copas y la frené cuando hubo llevado un cuarto de la mía - No eche más de momento. No tengo mucha costumbre de beber y puede que haga alguna tontería que no debo - le expliqué aunque, la única manera que tenía de sentir los efectos del alcohol, era tomando sangre de alguien que lo hubiera ingerido previamente - No estaba enfadada - contesté a su petición de perdón - Sólo triste - confesé, aunque el resultado de su falta a la cita había provocado tristeza que, convertida en frustración, si había terminado en enfado - Soy demasiado solitaria y me cuesta conectar con las personas. Pensé que quizás había hecho algo mal.
Otro mesero trajo la carta de comidas y las depositó sobre la mesa. Luego tomó las servilletas y, después de pedir permiso, la colocó en nuestros regazos. A continuación, se marchó de nuevo.
Me acerqué la copa y di un pequeño sorbo que me gustó. El sabor estaba bastante atenuado pero seguía sabiendo. Además, mis labios lucieron aún más rojos, color vino. Volví a sonreír mientras dejaba la copa de nuevo en la mesa.
- ¿Cómo has estado?¿A que has dedicado esta semana? - le pregunté a modo de preámbulo para entrar en preguntas más profundas, más personales. Quería descubrir lo que había en su interior, pero debíamos ir poco a poco.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Escucharle hablar de una forma menos formal le tranquilizó un poco los nervios que sentía, le agradaba descubrir que Catalina era una mujer racional y madura. No estaba molesta como esperaba por haber faltado a la cita y se sintió enormemente agradecida, Lin no tenía personas a las que pudiera considerar amigas, todas esas doncellas que conocía eran sólo eso, conocidas, básicamente gracias a la posición de su padre, ya que eran hijas de hombres de negocios que estaban en contacto con la familia, pero aquella era la primera vez en la que sentía que, estaba generando una relación de amistad que no estaba basada en el dinero y estatus de su familia.
Lin quería que la relación con Catalina se construyera gracias a la personalidad de ambas y a sus propios méritos, no por la conveniencia y las apariencias que debía guardar por ser una mujer en su posición. Le agradó que Catalina no era de su misma clase, ese pequeño detalle le quitaba una gran tensión de encima, comenzaba a creer que podía expresarse más abiertamente y ser más honesta consigo misma.
-Yo tampoco bebo mucho, de hecho sólo lo hago por la obligación, ya sabes, cuando te invitan a eventos sociales en los que debes beber para satisfacer a los demás – Le comentó con honestidad – Pero pedí este vino principalmente porqué quería probar un algo de tu patria y por supuesto.. agradarte – Esto último le hizo sonrojar levemente por lo que bebió un par de tragos de su copa.
-No te preocupes por los costos de la comida – Continuó cuando noto que Catalina observaba la carta – Es una de las ventajas de llevar un apellido como el mio, pero ¿sabes algo? Algún día quisiera ser yo la que pudiese pagar por una comida de esta altura - Le confesó – Quiero trabajar y ser merecedora del dinero que gane -
Había cierta satisfacción en el hecho de conseguir cosas por su cuenta y Lin había sido mantenida toda su vida, todo lo que poseía, sus vestidos, sirvientes y demás eran fruto del esfuerzo de su padre en los negocios. Ella no quería terminar como su madrastra, casada con un millonario para luego depender cien por ciento de su dinero.
- Esta semana ha sido algo aburrida para ser sincera – Le respondió y dejó escapar un largo suspiro – Cuando digo que te puedo parecer una niña, es porqué a veces no me siento como una mujer adulta, siempre he creído que cuando uno es adulto empieza a tomar sus propias decisiones, pero en mi caso mi vida está condicionada a las opiniones y decisiones de muchas personas, por eso es que me siento como una niña a pesar de tener 26 años – Comentó y entonces agregó - ¿Y tu como has llegado a tener tanta independencia? No quiero sonar grosera o entrometida, pero ¿Donde está tu familia? He notado que ya no vives con ellos y no estás casada ¿verdad? -
Lin quería que la relación con Catalina se construyera gracias a la personalidad de ambas y a sus propios méritos, no por la conveniencia y las apariencias que debía guardar por ser una mujer en su posición. Le agradó que Catalina no era de su misma clase, ese pequeño detalle le quitaba una gran tensión de encima, comenzaba a creer que podía expresarse más abiertamente y ser más honesta consigo misma.
-Yo tampoco bebo mucho, de hecho sólo lo hago por la obligación, ya sabes, cuando te invitan a eventos sociales en los que debes beber para satisfacer a los demás – Le comentó con honestidad – Pero pedí este vino principalmente porqué quería probar un algo de tu patria y por supuesto.. agradarte – Esto último le hizo sonrojar levemente por lo que bebió un par de tragos de su copa.
-No te preocupes por los costos de la comida – Continuó cuando noto que Catalina observaba la carta – Es una de las ventajas de llevar un apellido como el mio, pero ¿sabes algo? Algún día quisiera ser yo la que pudiese pagar por una comida de esta altura - Le confesó – Quiero trabajar y ser merecedora del dinero que gane -
Había cierta satisfacción en el hecho de conseguir cosas por su cuenta y Lin había sido mantenida toda su vida, todo lo que poseía, sus vestidos, sirvientes y demás eran fruto del esfuerzo de su padre en los negocios. Ella no quería terminar como su madrastra, casada con un millonario para luego depender cien por ciento de su dinero.
- Esta semana ha sido algo aburrida para ser sincera – Le respondió y dejó escapar un largo suspiro – Cuando digo que te puedo parecer una niña, es porqué a veces no me siento como una mujer adulta, siempre he creído que cuando uno es adulto empieza a tomar sus propias decisiones, pero en mi caso mi vida está condicionada a las opiniones y decisiones de muchas personas, por eso es que me siento como una niña a pesar de tener 26 años – Comentó y entonces agregó - ¿Y tu como has llegado a tener tanta independencia? No quiero sonar grosera o entrometida, pero ¿Donde está tu familia? He notado que ya no vives con ellos y no estás casada ¿verdad? -
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: Deja que te descubra (Catalina)
Todo a nuestro alrededor parecía perfecto: las luces, el murmullo contenido, el orden en las cosas... Me sentía extraña, un nivel por encima de lo que estaba acostumbrada a estar. Incluso diría que esa sensación que tenía en el fondo del estomago era mimo. Hacía tanto tiempo que nadie se preocupaba por agradarme de un modo totalmente desinteresado que casi se me había olvidado lo que era eso. La sensación de que alguien desee que seas feliz más allá de lo que seas.
La pena es que todo aquello estuviera encima de un montón de capas que escondían la verdad sobre mi. Unas capas puestas ahí para poder ser algo que no soy, para poder parecer normal aquella noche. ´
Pero era difícil...
La sed estaba ahí, como siempre. Sonreía pero mi cuerpo no asimilaba el hecho de que no se podía comer. En mi cabeza, aún a un tono bajo, sonaban todos y cada uno de los latidos que había a mi alrededor. Todas esas vidas que podrían calmar el fuego de mi cuerpo... tenía que controlarme.
- Simplemente el hecho de salir de la rutina me agrada - la contesté - Pero saber de este encuentro, me ha tenido dos noches en vilo esperando que llegara - le confesé. La verdad es que tenía ganas de volver a verla y no tenía motivo por el cual ocultarlo - Pero debes de dejar de agradarme tanto o me acostumbraré y no podré vivir sin ello - bromeé.
Se sonrojó al confesar que pretendía agradarme y ese rubor, combinado con la pureza de su blanco, era como un regalo que le ofrecían a alguien que siempre se había portado mal, alguien que estaba castigado en la pared y alejado de todo el mundo. Había algo más, lo podía ver en sus ojos, algo más de las simples apariencias, algo más de una amistad: había atracción. No pasaba desapercibido para mis ojos y seguramente tampoco para los de ella. Necesitaba conocerla, saberlo todo sobre ella. Aunque la espada de Damocles pendiera sobre aquella relación cuando la verdad saliera a la luz.
- Ya que se ha molestado tanto le diré algo de este vino - moví un poco la copa haciendo que empapara las paredes y cayera despacio hasta volverse a unificar con el resto - La Rioja es una zona de España situada al norte, carece de mar y es un lugar privilegiado para la recolecta de uva - le expliqué - Este vino... - bebí un poco más intentando degustar los matices que se me podían escapar - Es de la zona oeste del territorio. De la zona boscosa - bebí un poco más - Se nota en ese regusto final a madera que deja en la boca.
- La verdad es que me gusta poder costearme las cosas. Te hace sentir... más independiente - la contesté - Pero dejaré que me invite ya que costearme esto sale por encima de mis posibilidades - admití miraba de nuevo alrededor - La pintura está bien valorada por algunos. Pero me es difícil ganarme la vida con ella pues tampoco es que sean muchos los compradores de arte, sobre todo de una desconocida - había un poco de tristeza en mi mirada. Pero no por que no se apreciara mi arte. más bien era porque jamás podía usar mi nombre para firmar mis obras - Pero si lo deseas, seguro que eres capaz de llevar a cabo lo que quieras. ¿A qué le gustaría dedicarse? - obvié el hecho de que, dado su estatus social, su familia jamás le dejaría dedicarse a algo por si misma. Prefería que esa noche soñara y dejara escapar su imaginación.
Habló de su semana y el porque de su expresión. La entendía. Aunque no me hubiera encontrado en aquella situación en mi juventud, si que había vivido bajo las directrices de la corte. Y en ella, no había lugar a que una oveja se saliera del rebaño. Si lo hacías, pronto eras arrojada fuera de el.
- Una pena, podíamos haber coincidido para devolverte el vestido que ya mandé limpiar - le dije aunque quizás podía pensar que estaba intentando quitármela de encima por el único lazo que nos obligaba a vernos - Hoy, con las prisas, se me ha olvidado ¿Podrás perdonar mi despiste? - la verdad es que estuve a punto de cogerlo pero luego decidí que así tendría que volver a verla en caso de que las cosas se torcieran, en caso de que tuviera que buscar su perdón de algún modo.
- Mi familia... - comencé a decir mientras buscaba el modo de explicarlo ateniéndome a la realidad pero sin decir que pasó hace demasiado tiempo - Mi madre falleció hace un tiempo y mi padre jamás me reconoció - comencé a relatarle - No tengo hermanos que yo sepa - dije para acabar con el tema de la rama familiar - Desde que llegué a la madurez, me dediqué a la corte y llevar una vida de servidumbre como doncella: era la mejor manera de salir adelante y guardar algún dinero para cuando lo necesitara. El problema es el que suele ocurrir cuando una es joven, inocente y parece manejable: el sexo - la dije abiertamente y luego me retracté - Perdona que hable así, pero me gusta ser clara para que no queden dudas - luego continué con la historia - Uno de los más cercanos al rey se encaprichó conmigo, me perseguía, me espiaba... yo la verdad es que no tenía muy claro que hacer y finalmente aquello me obligó a marcharme - finalicé el relato - Y aquí me encuentro. Alejada de todo y de todos. Agradezco enormemente el haberla encontrado - la sonreí y, por un momento, sentí la tentación de alargar una de mis manos y acariciar las suyas. Una tentación en la que no caí aunque si que la moví ligeramente como en un ademán.
- Y ¿Cuál es tu caso? - la pregunté - Seguramente tu familia haya buscado algún pretendiente con el cual desposarte - le dije - Es lo que hacen ¿no? - la verdad es que lo desconocía por completo. No me codeaba con ese grupo de personas - Si estoy equivocada te pido disculpas - añadí - Quizás estoy demasiado influenciada por lo que dice la gente.
Llevaba un tiempo fijándome en que una de las mesas que quedaban ligeramente separadas de nosotros, se había percatado de nuestra presencia. Eran un grupo de hombres y mujeres bien trajeados. De vez en cuando, echaban un vistazo a modo de observación, intentando deducir que pasaba allí. Seguramente fuera porque no me conocieran o porque Lin no acostumbrara a quedar con gente más allá de los indicados.
Un poco después, observé como uno de los hombres se limpiaba, corría la silla para atrás y se levantaba para acercarse a nosotras. Venía por detrás de Lin por lo que esta no fue consciente hasta que lo tuvo encima. Carraspeó dos veces para llamar nuestra atención. Era un hombre alto, con barba cuidada y un pelo negro tiznado en líneas por canas.
- Madame Deforest - su tono de voz era grave y profundo - No esperábamos contar con su presencia aquí ¿Cómo ha sabido del evento de beneficiencia? - preguntó para cumplir y tener una excusa para hacer la siguiente - ¿Quién le acompaña?
La pena es que todo aquello estuviera encima de un montón de capas que escondían la verdad sobre mi. Unas capas puestas ahí para poder ser algo que no soy, para poder parecer normal aquella noche. ´
Pero era difícil...
La sed estaba ahí, como siempre. Sonreía pero mi cuerpo no asimilaba el hecho de que no se podía comer. En mi cabeza, aún a un tono bajo, sonaban todos y cada uno de los latidos que había a mi alrededor. Todas esas vidas que podrían calmar el fuego de mi cuerpo... tenía que controlarme.
- Simplemente el hecho de salir de la rutina me agrada - la contesté - Pero saber de este encuentro, me ha tenido dos noches en vilo esperando que llegara - le confesé. La verdad es que tenía ganas de volver a verla y no tenía motivo por el cual ocultarlo - Pero debes de dejar de agradarme tanto o me acostumbraré y no podré vivir sin ello - bromeé.
Se sonrojó al confesar que pretendía agradarme y ese rubor, combinado con la pureza de su blanco, era como un regalo que le ofrecían a alguien que siempre se había portado mal, alguien que estaba castigado en la pared y alejado de todo el mundo. Había algo más, lo podía ver en sus ojos, algo más de las simples apariencias, algo más de una amistad: había atracción. No pasaba desapercibido para mis ojos y seguramente tampoco para los de ella. Necesitaba conocerla, saberlo todo sobre ella. Aunque la espada de Damocles pendiera sobre aquella relación cuando la verdad saliera a la luz.
- Ya que se ha molestado tanto le diré algo de este vino - moví un poco la copa haciendo que empapara las paredes y cayera despacio hasta volverse a unificar con el resto - La Rioja es una zona de España situada al norte, carece de mar y es un lugar privilegiado para la recolecta de uva - le expliqué - Este vino... - bebí un poco más intentando degustar los matices que se me podían escapar - Es de la zona oeste del territorio. De la zona boscosa - bebí un poco más - Se nota en ese regusto final a madera que deja en la boca.
- La verdad es que me gusta poder costearme las cosas. Te hace sentir... más independiente - la contesté - Pero dejaré que me invite ya que costearme esto sale por encima de mis posibilidades - admití miraba de nuevo alrededor - La pintura está bien valorada por algunos. Pero me es difícil ganarme la vida con ella pues tampoco es que sean muchos los compradores de arte, sobre todo de una desconocida - había un poco de tristeza en mi mirada. Pero no por que no se apreciara mi arte. más bien era porque jamás podía usar mi nombre para firmar mis obras - Pero si lo deseas, seguro que eres capaz de llevar a cabo lo que quieras. ¿A qué le gustaría dedicarse? - obvié el hecho de que, dado su estatus social, su familia jamás le dejaría dedicarse a algo por si misma. Prefería que esa noche soñara y dejara escapar su imaginación.
Habló de su semana y el porque de su expresión. La entendía. Aunque no me hubiera encontrado en aquella situación en mi juventud, si que había vivido bajo las directrices de la corte. Y en ella, no había lugar a que una oveja se saliera del rebaño. Si lo hacías, pronto eras arrojada fuera de el.
- Una pena, podíamos haber coincidido para devolverte el vestido que ya mandé limpiar - le dije aunque quizás podía pensar que estaba intentando quitármela de encima por el único lazo que nos obligaba a vernos - Hoy, con las prisas, se me ha olvidado ¿Podrás perdonar mi despiste? - la verdad es que estuve a punto de cogerlo pero luego decidí que así tendría que volver a verla en caso de que las cosas se torcieran, en caso de que tuviera que buscar su perdón de algún modo.
- Mi familia... - comencé a decir mientras buscaba el modo de explicarlo ateniéndome a la realidad pero sin decir que pasó hace demasiado tiempo - Mi madre falleció hace un tiempo y mi padre jamás me reconoció - comencé a relatarle - No tengo hermanos que yo sepa - dije para acabar con el tema de la rama familiar - Desde que llegué a la madurez, me dediqué a la corte y llevar una vida de servidumbre como doncella: era la mejor manera de salir adelante y guardar algún dinero para cuando lo necesitara. El problema es el que suele ocurrir cuando una es joven, inocente y parece manejable: el sexo - la dije abiertamente y luego me retracté - Perdona que hable así, pero me gusta ser clara para que no queden dudas - luego continué con la historia - Uno de los más cercanos al rey se encaprichó conmigo, me perseguía, me espiaba... yo la verdad es que no tenía muy claro que hacer y finalmente aquello me obligó a marcharme - finalicé el relato - Y aquí me encuentro. Alejada de todo y de todos. Agradezco enormemente el haberla encontrado - la sonreí y, por un momento, sentí la tentación de alargar una de mis manos y acariciar las suyas. Una tentación en la que no caí aunque si que la moví ligeramente como en un ademán.
- Y ¿Cuál es tu caso? - la pregunté - Seguramente tu familia haya buscado algún pretendiente con el cual desposarte - le dije - Es lo que hacen ¿no? - la verdad es que lo desconocía por completo. No me codeaba con ese grupo de personas - Si estoy equivocada te pido disculpas - añadí - Quizás estoy demasiado influenciada por lo que dice la gente.
Llevaba un tiempo fijándome en que una de las mesas que quedaban ligeramente separadas de nosotros, se había percatado de nuestra presencia. Eran un grupo de hombres y mujeres bien trajeados. De vez en cuando, echaban un vistazo a modo de observación, intentando deducir que pasaba allí. Seguramente fuera porque no me conocieran o porque Lin no acostumbrara a quedar con gente más allá de los indicados.
Un poco después, observé como uno de los hombres se limpiaba, corría la silla para atrás y se levantaba para acercarse a nosotras. Venía por detrás de Lin por lo que esta no fue consciente hasta que lo tuvo encima. Carraspeó dos veces para llamar nuestra atención. Era un hombre alto, con barba cuidada y un pelo negro tiznado en líneas por canas.
- Madame Deforest - su tono de voz era grave y profundo - No esperábamos contar con su presencia aquí ¿Cómo ha sabido del evento de beneficiencia? - preguntó para cumplir y tener una excusa para hacer la siguiente - ¿Quién le acompaña?
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
La escuchó hablar del vino y mientras describía el lugar de su procedencia, Lin se imaginaba esos viñedos de la Rioja bañados por la luz matutina con sendos ramos verdes y rojos, las uvas gordas y rebosantes de jugo. Deseo ir a ese lugar y caminar entre los pequeños árboles, escuchar los pájaros y los grillos ¿O quizás sólo deseaba algo de libertad? Tener un viaje sólo con Catalina le parecía una idea alucinante. Quizás más adelante se atrevería a proponerle tan alocada idea.
- Tengo que aceptar que, para mi todos los vinos me parecían iguales... - Confesó tomando la copa de nuevo y olfateando el líquido - Hasta esta noche, por supuesto, creo que oficialmente el vino tinto de la Rioja se ha convertido en mi favorito - Agregó con una sonrisa. Luego Catalina había hablado sobre las dificultades de dedicarse al arte, Lin sabía poco de ese gremio, sin embargo admiraba a Catalina por dedicarse a lo que a ella le gustaba y no buscar un marido con dinero para solucionar sus problemas - Creo que... la felicidad en la vida no depende de la cantidad de dinero que ganes, así no ganes mucho con la venta de tus obras... Estás realizando tus sueños ¿verdad? -
Luego frente a su pregunta, Lin se quedó unos momentos pensativa, no había hablado de ese asunto con nadie ya que no estaba bien visto para una señorita de la alta alcurnia como ella dedicarse a un rol que era tradicionalmente masculino, sin embargo con Catalina esas banalidades carecían de importancia.
- Me gustan los negocios - Dijo al fin - Se que es un gremio dominado por el hombre, pero me interesaría montar algún tipo de local o tienda para vender importaciones de otros países - Confesó, quizás le gustaba pues estaba influenciada por el trabajo de su padre, aunque no le interesaba negociar con tabaco como hacía él - Quizás podría comercia vinos Españoles - Agregó medio en broma con una risita suave - Oh, por el vestido, no te preocupes, ya nos veremos en otra ocasión para eso - Agregó haciendo un ademán con la mano para restarle importancia.
Cuando Catalina le explicó la historia de su familia, Lin se atragantó con el trago de vino y se apresuró a beber agua de la otra copa ¿Su padre la había negado? Se llevó una mano a la boca con expresión de sorpresa y le invadió una tristeza enorme. El amor de padre era lo más hermoso que ella había experimentado ya que lamentablemente no había conocido a su madre biológica, no se imaginaba lo triste que sería vivir sin la tranquilidad y protección que un padre le otorgaba a su hija ¡y que indignante era pensar que un hombre no reconociera a sus propios vástagos! que falta de honor e integridad para un hombre embarazar a una mujer para luego abandonarla. La historia de la corte la acaloró aún más, se imaginó a la pobre Catalina, siendo víctima de abusos de todo tipo por parte de esos hombres que la consideraban un objeto y no una persona. De repente los ojos se le llenaron de lágrimas.
- Disculpa - Murmuró limpiándose las lágrimas con el dorso de las manos enguantadas - Es todo muy triste... - Agregó intentando recomponerse - Yo no sabría como sobrevivir sin el amor de mi padre, tan sólo pensar que el suyo le dejó así no más me parte el corazón - Exclamó con la voz entre susurros. Catalina le preguntó si su familia le había conseguido a un prometido como era la costumbre y se tomó unos momentos para reponerse de la tristeza que le había provocado escuchar la historia de su interlocutora.
Entonces antes de que pudiera responder, un hombre se había acercado, era Sir Josué Beauchene un conocido de su padre, dueño de varias tierras dedicadas a la ganadería. Lin se giró un poco nerviosa con la interrupción, especialmente porqué no sabía del evento que se llevaba a cabo esa noche y había asistido por coincidencia.
- Sir Beauchene, me ha sorprendido - Respondió llevándose una mano al pecho de manera algo fingida - Mi acompañante es Madame de Aragón, probablemente no haya escuchado de ella pues recientemente ha llegado a la capital desde tierras castellanas - Comentó con gestos elegantes - Es una nueva promesa del arte, estábamos discutiendo la posibilidad de donar alguna de sus obras para el evento de beneficencia - Agregó y desvió su mirada a Catalina esperando que ella pudiera seguir con la mentira.
- Tengo que aceptar que, para mi todos los vinos me parecían iguales... - Confesó tomando la copa de nuevo y olfateando el líquido - Hasta esta noche, por supuesto, creo que oficialmente el vino tinto de la Rioja se ha convertido en mi favorito - Agregó con una sonrisa. Luego Catalina había hablado sobre las dificultades de dedicarse al arte, Lin sabía poco de ese gremio, sin embargo admiraba a Catalina por dedicarse a lo que a ella le gustaba y no buscar un marido con dinero para solucionar sus problemas - Creo que... la felicidad en la vida no depende de la cantidad de dinero que ganes, así no ganes mucho con la venta de tus obras... Estás realizando tus sueños ¿verdad? -
Luego frente a su pregunta, Lin se quedó unos momentos pensativa, no había hablado de ese asunto con nadie ya que no estaba bien visto para una señorita de la alta alcurnia como ella dedicarse a un rol que era tradicionalmente masculino, sin embargo con Catalina esas banalidades carecían de importancia.
- Me gustan los negocios - Dijo al fin - Se que es un gremio dominado por el hombre, pero me interesaría montar algún tipo de local o tienda para vender importaciones de otros países - Confesó, quizás le gustaba pues estaba influenciada por el trabajo de su padre, aunque no le interesaba negociar con tabaco como hacía él - Quizás podría comercia vinos Españoles - Agregó medio en broma con una risita suave - Oh, por el vestido, no te preocupes, ya nos veremos en otra ocasión para eso - Agregó haciendo un ademán con la mano para restarle importancia.
Cuando Catalina le explicó la historia de su familia, Lin se atragantó con el trago de vino y se apresuró a beber agua de la otra copa ¿Su padre la había negado? Se llevó una mano a la boca con expresión de sorpresa y le invadió una tristeza enorme. El amor de padre era lo más hermoso que ella había experimentado ya que lamentablemente no había conocido a su madre biológica, no se imaginaba lo triste que sería vivir sin la tranquilidad y protección que un padre le otorgaba a su hija ¡y que indignante era pensar que un hombre no reconociera a sus propios vástagos! que falta de honor e integridad para un hombre embarazar a una mujer para luego abandonarla. La historia de la corte la acaloró aún más, se imaginó a la pobre Catalina, siendo víctima de abusos de todo tipo por parte de esos hombres que la consideraban un objeto y no una persona. De repente los ojos se le llenaron de lágrimas.
- Disculpa - Murmuró limpiándose las lágrimas con el dorso de las manos enguantadas - Es todo muy triste... - Agregó intentando recomponerse - Yo no sabría como sobrevivir sin el amor de mi padre, tan sólo pensar que el suyo le dejó así no más me parte el corazón - Exclamó con la voz entre susurros. Catalina le preguntó si su familia le había conseguido a un prometido como era la costumbre y se tomó unos momentos para reponerse de la tristeza que le había provocado escuchar la historia de su interlocutora.
Entonces antes de que pudiera responder, un hombre se había acercado, era Sir Josué Beauchene un conocido de su padre, dueño de varias tierras dedicadas a la ganadería. Lin se giró un poco nerviosa con la interrupción, especialmente porqué no sabía del evento que se llevaba a cabo esa noche y había asistido por coincidencia.
- Sir Beauchene, me ha sorprendido - Respondió llevándose una mano al pecho de manera algo fingida - Mi acompañante es Madame de Aragón, probablemente no haya escuchado de ella pues recientemente ha llegado a la capital desde tierras castellanas - Comentó con gestos elegantes - Es una nueva promesa del arte, estábamos discutiendo la posibilidad de donar alguna de sus obras para el evento de beneficencia - Agregó y desvió su mirada a Catalina esperando que ella pudiera seguir con la mentira.
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: Deja que te descubra (Catalina)
Sonreí ante su comentario del vino. Se veía a la legua que era una chica que buscaba agradar, complacer, hacer que te sintieras agusto. Seguramente, quien finalmente la desposara, sería una persona feliz con una vida cómoda.
- A veces, cosas tan simples como el vino, esconden una historia en su interior. Un relato que espera ser contado, estudiado y deleitado. Es algo que también pasa con las personas, todos tienen una historia, incluso un sabor - la contesté - Antes de definir este vino como su favorito, debería probar alguna variedad ¿no cree? - y ya de paso sacar más excusas para volver a verla - Yo estaré encantada de buscar los matices que se oculta tras su apariencia similar.
El arte. La verdad es que el dinero me daba igual. Lo hacía porque necesitaba un medio de escape, de liberar ira y tensión. Por sobreponerme a la bestia que no hacía otra cosa que pedir sangre una y otra vez.
Como estaba haciendo ahora... me susurraba al oído, acariciaba mi vientre y acentuaba más los sonidos para hipnotizarme y tomar control de mi. Tamborileé un poco con los dedos sobre la mesa.
- El arte es lo que me impide volverme loca en la soledad que produce estar en un lugar nuevo, alejada de mis raíces - luego pensé que podía seguir sincerándome - ¿Sabes? es la primera vez que me siento cómoda y relajada aquí, en París. Y te lo debo a ti - levanté la copa para brindar con ella.
El tema de a que le gustaría dedicarse me sorprende: no esperaba que fuera algo tan poco femenino. Pero en el fondo, era más rentable optar por algo que se conociera su funcionamiento como la importación.
- Debería hacerse una experta antes en vinos para importarlos. Pero, si lo desea, podría hacer los viajes hasta allí y traer los cargamentos. Echó de menos mí tierra - no pude mostrarme triste pues su sonrisa iluminaba la mesa para las dos - En cuanto al vestido: tarde o temprano alguien le echara en falta en su casa y puede ser un problema - le dije.
Sus lágrimas me dolieron en el alma ¿Tan sensible se podía ser para que brotarán con mi relato?. Mi rostro se tornó preocupado.
- Disculpame, no pretendía que entristecieras - la dije - No me duele. Entiendo que a ti si porque has tenido a tu padre apoyándote siempre y eso hace que creas que es duro - bebí el resto de la copa (quedaba poco más de un sorbo) y la deje en la mesa mientras miraba el vidrio vacío, ligeramente teñido de rojo - Pero aquellos que no hemos gozado de ese amor, no sentimos la pérdida pues nunca hemos conocido algo diferente. Es con lo que hemos vivido siempre y no se necesita más - luego conté algo más sobre mi padre - Mi padre era alguien importante. Demasiado... no podían conocerse sus aventuras o su posición peligraría. Pero ya sabes que la mente del hombre está corrompida por los placeres carnales - luego hablé del famoso consejero - El problema en la corte es que el juego de la seducción es peligroso y, cuando eres joven, puede salirte mal - quizás se aberrara con mi historia pero, si quería seguir viéndose conmigo, tendría que ir abriendo mi vida a ella poco a poco - No me considero nadie especial: Hay damas muchos más bellas que yo y mucho mejor beneficiadas en atributos. Pero cuando se entra en un lugar así, tienes que usar todos tus recursos para no quedarte a un lado, para destacar aunque sea un poco - hablaba con tanta libertad que parecía que la conociera de toda la vida [color=darkred]- Miradas, gestos, sonrisas... -[ /color] lo ejemplificaba discretamente mientras lo decía, un poco por saber si también podría tener ese efecto en Lin - El problema es cuando se fijan en ti y quieren más. Huir es más difícil - seguramente pensaría lo peor de mi así que me tapé la cara con las manos, avergonzada - No me juzgues por favor - la pedí - Jamás posó sus manos sobre mi - admití.
El hombre nos interrumpió y Lin se sobresaltó. Lo conocía pero era normal dado que su padre frecuentaba ese lugar y conocía a los dueños.
Cuando mintió sobre el porque estábamos allí sentí que, en cierto modo, la situación la avergonzaba y eso hizo que un hilo de tristeza me cruzara. Lo aparté para cubrirla.
- Es cierto, ahora mismo hablábamos de cual sería el más oportuno - mentí con una leve sonrisa.
El hombre me miró de medio lado. Mis ropas, mi falta de alhajas, incluso mi peinado. Se notaba que yo no pertenecía a ese estatus social. Al parecer eso no pasaba desapercibido entre los presentes.
- ¿Madame de Aragón? - preguntó.
- Si, Monsieur - le contesté.
- Dudó que una artista sin reconocimiento pueda aportar algún beneficio aquí - dijo sin escrúpulos ni ningún tipo de miramiento.
De nuevo aquella sensación, la de sentirme abochornada, inferior, mísera. Por un momento, dejé de ser un vampiro de trescientos años para convertirme en aquella adolescente que se sentía en un lugar al que no pertenecía.
- A veces, cosas tan simples como el vino, esconden una historia en su interior. Un relato que espera ser contado, estudiado y deleitado. Es algo que también pasa con las personas, todos tienen una historia, incluso un sabor - la contesté - Antes de definir este vino como su favorito, debería probar alguna variedad ¿no cree? - y ya de paso sacar más excusas para volver a verla - Yo estaré encantada de buscar los matices que se oculta tras su apariencia similar.
El arte. La verdad es que el dinero me daba igual. Lo hacía porque necesitaba un medio de escape, de liberar ira y tensión. Por sobreponerme a la bestia que no hacía otra cosa que pedir sangre una y otra vez.
Como estaba haciendo ahora... me susurraba al oído, acariciaba mi vientre y acentuaba más los sonidos para hipnotizarme y tomar control de mi. Tamborileé un poco con los dedos sobre la mesa.
- El arte es lo que me impide volverme loca en la soledad que produce estar en un lugar nuevo, alejada de mis raíces - luego pensé que podía seguir sincerándome - ¿Sabes? es la primera vez que me siento cómoda y relajada aquí, en París. Y te lo debo a ti - levanté la copa para brindar con ella.
El tema de a que le gustaría dedicarse me sorprende: no esperaba que fuera algo tan poco femenino. Pero en el fondo, era más rentable optar por algo que se conociera su funcionamiento como la importación.
- Debería hacerse una experta antes en vinos para importarlos. Pero, si lo desea, podría hacer los viajes hasta allí y traer los cargamentos. Echó de menos mí tierra - no pude mostrarme triste pues su sonrisa iluminaba la mesa para las dos - En cuanto al vestido: tarde o temprano alguien le echara en falta en su casa y puede ser un problema - le dije.
Sus lágrimas me dolieron en el alma ¿Tan sensible se podía ser para que brotarán con mi relato?. Mi rostro se tornó preocupado.
- Disculpame, no pretendía que entristecieras - la dije - No me duele. Entiendo que a ti si porque has tenido a tu padre apoyándote siempre y eso hace que creas que es duro - bebí el resto de la copa (quedaba poco más de un sorbo) y la deje en la mesa mientras miraba el vidrio vacío, ligeramente teñido de rojo - Pero aquellos que no hemos gozado de ese amor, no sentimos la pérdida pues nunca hemos conocido algo diferente. Es con lo que hemos vivido siempre y no se necesita más - luego conté algo más sobre mi padre - Mi padre era alguien importante. Demasiado... no podían conocerse sus aventuras o su posición peligraría. Pero ya sabes que la mente del hombre está corrompida por los placeres carnales - luego hablé del famoso consejero - El problema en la corte es que el juego de la seducción es peligroso y, cuando eres joven, puede salirte mal - quizás se aberrara con mi historia pero, si quería seguir viéndose conmigo, tendría que ir abriendo mi vida a ella poco a poco - No me considero nadie especial: Hay damas muchos más bellas que yo y mucho mejor beneficiadas en atributos. Pero cuando se entra en un lugar así, tienes que usar todos tus recursos para no quedarte a un lado, para destacar aunque sea un poco - hablaba con tanta libertad que parecía que la conociera de toda la vida [color=darkred]- Miradas, gestos, sonrisas... -[ /color] lo ejemplificaba discretamente mientras lo decía, un poco por saber si también podría tener ese efecto en Lin - El problema es cuando se fijan en ti y quieren más. Huir es más difícil - seguramente pensaría lo peor de mi así que me tapé la cara con las manos, avergonzada - No me juzgues por favor - la pedí - Jamás posó sus manos sobre mi - admití.
El hombre nos interrumpió y Lin se sobresaltó. Lo conocía pero era normal dado que su padre frecuentaba ese lugar y conocía a los dueños.
Cuando mintió sobre el porque estábamos allí sentí que, en cierto modo, la situación la avergonzaba y eso hizo que un hilo de tristeza me cruzara. Lo aparté para cubrirla.
- Es cierto, ahora mismo hablábamos de cual sería el más oportuno - mentí con una leve sonrisa.
El hombre me miró de medio lado. Mis ropas, mi falta de alhajas, incluso mi peinado. Se notaba que yo no pertenecía a ese estatus social. Al parecer eso no pasaba desapercibido entre los presentes.
- ¿Madame de Aragón? - preguntó.
- Si, Monsieur - le contesté.
- Dudó que una artista sin reconocimiento pueda aportar algún beneficio aquí - dijo sin escrúpulos ni ningún tipo de miramiento.
De nuevo aquella sensación, la de sentirme abochornada, inferior, mísera. Por un momento, dejé de ser un vampiro de trescientos años para convertirme en aquella adolescente que se sentía en un lugar al que no pertenecía.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Escuchó la opinión de Catalina sobre sus ideas de negocios y sobre los vinos, tenía mucha razón, debía conocer a fondo el producto si quería comenzar algún tipo de negocio con él de lo contrario solo terminaría perdiendo la inversión.
- Tomaré en cuenta tu consejo - Respondió asintiendo con la cabeza. Le agradó sobremanera que ella no encontrara extraño que le gustaran los negocios y las finanzas, un tema que siempre había estado asociado a los hombres. Con Catalina, Lin sentía que podía mostrarse realmente como era y se sentía cómoda hablando sobre sus anhelos y deseos.
- Me encanta saber eso - Respondió con una amplia sonrisa y se apresuró a levantar la copa en alto - Yo también me siento contenta de que nos hayamos cruzado por casualidad en el jardín, siento que contigo puedo hablar de cualquier cosa - Agregó llevándose la copa para beber un sorbo.
Le escuchó relatar su historia de la corte y su relación con su no-existente padre, intentó ponerse en los zapatos de ella para entender lo que se sentiría no contar con el amor y el apoyo de un padre a lo largo de la vida, también le pareció que el padre de Catalina era un hombre desvergonzado que sólo pensaba en su propia conveniencia. Eso le hizo valorar aún más a su padre Jacques, quien a pesar de saber que tendría cientos de problemas si volvía con una hija ilegítima desde China, había decido criarla en su casa y darle el mismo trato que le daba a sus otros dos hijos que había tenido dentro del matrimonio con su madrastra.
- No te juzgo - Dijo cuando escuchó todo el relato - Como mujeres entiendo que a veces toca tomar posturas y actitudes que pueden no ser honorables o decentes frente a los ojos de la sociedad, pero son los mismos hombres los que nos obligan a que nos comportemos así - Concluyó, no había sufrido nunca del abuso de un hombre, pero como mujer podía entender el sentimiento, Catalina no tenía porque avergonzarse de su pasado - Tu sólo hiciste lo que considerabas necesario para sobrevivir -
Sir Beauchene quien se había acercado de repente había soltado un comentario sumamente desagradable e inapropiado. Lin le conocía desde hacía mucho tiempo y siempre le había parecido un hombre educado y culto, sin embargo en ese momento mostraba sus verdaderos colores, juzgando a Catalina por su apariencia y porque su apellido no era importante, era un hombre igual que todos los de su clase a quienes sólo les importaba el estatus y la apariencia.
Lin bajó la copa lentamente y la puso sobre la mesa, de repente una ira que no sabía que podía llegar a sentir se le subió a la cabeza de golpe. Catalina le había salvado de unos rufianes en el jardín y ahora era su turno de salvarla de ese hombre que se atrevía a insultarla de esa forma.
- Es una pena que alguien de su clase, Sir Beauchene, no haya escuchado hablar de Madame de Aragón... Oh, pero por supuesto, siendo ella famosa sólo entre los círculos más bohemios y cultos de España es probable que usted no la haya escuchado ¿Y sabe? Creo que tiene razón, es probable que su arte no sea apreciado en este acto de beneficencia, después de todo es de un gusto más refinado, ya sabe, para connoisseurs en el mundo del arte y no para cualquier tipo de público - Comentó con una voz dulce y bien controlada pero su mirada era fría como la noche invernal que les esperaba afuera del hotel - Ahora si nos disculpa, estábamos a punto de ordenar -
- Tomaré en cuenta tu consejo - Respondió asintiendo con la cabeza. Le agradó sobremanera que ella no encontrara extraño que le gustaran los negocios y las finanzas, un tema que siempre había estado asociado a los hombres. Con Catalina, Lin sentía que podía mostrarse realmente como era y se sentía cómoda hablando sobre sus anhelos y deseos.
- Me encanta saber eso - Respondió con una amplia sonrisa y se apresuró a levantar la copa en alto - Yo también me siento contenta de que nos hayamos cruzado por casualidad en el jardín, siento que contigo puedo hablar de cualquier cosa - Agregó llevándose la copa para beber un sorbo.
Le escuchó relatar su historia de la corte y su relación con su no-existente padre, intentó ponerse en los zapatos de ella para entender lo que se sentiría no contar con el amor y el apoyo de un padre a lo largo de la vida, también le pareció que el padre de Catalina era un hombre desvergonzado que sólo pensaba en su propia conveniencia. Eso le hizo valorar aún más a su padre Jacques, quien a pesar de saber que tendría cientos de problemas si volvía con una hija ilegítima desde China, había decido criarla en su casa y darle el mismo trato que le daba a sus otros dos hijos que había tenido dentro del matrimonio con su madrastra.
- No te juzgo - Dijo cuando escuchó todo el relato - Como mujeres entiendo que a veces toca tomar posturas y actitudes que pueden no ser honorables o decentes frente a los ojos de la sociedad, pero son los mismos hombres los que nos obligan a que nos comportemos así - Concluyó, no había sufrido nunca del abuso de un hombre, pero como mujer podía entender el sentimiento, Catalina no tenía porque avergonzarse de su pasado - Tu sólo hiciste lo que considerabas necesario para sobrevivir -
Sir Beauchene quien se había acercado de repente había soltado un comentario sumamente desagradable e inapropiado. Lin le conocía desde hacía mucho tiempo y siempre le había parecido un hombre educado y culto, sin embargo en ese momento mostraba sus verdaderos colores, juzgando a Catalina por su apariencia y porque su apellido no era importante, era un hombre igual que todos los de su clase a quienes sólo les importaba el estatus y la apariencia.
Lin bajó la copa lentamente y la puso sobre la mesa, de repente una ira que no sabía que podía llegar a sentir se le subió a la cabeza de golpe. Catalina le había salvado de unos rufianes en el jardín y ahora era su turno de salvarla de ese hombre que se atrevía a insultarla de esa forma.
- Es una pena que alguien de su clase, Sir Beauchene, no haya escuchado hablar de Madame de Aragón... Oh, pero por supuesto, siendo ella famosa sólo entre los círculos más bohemios y cultos de España es probable que usted no la haya escuchado ¿Y sabe? Creo que tiene razón, es probable que su arte no sea apreciado en este acto de beneficencia, después de todo es de un gusto más refinado, ya sabe, para connoisseurs en el mundo del arte y no para cualquier tipo de público - Comentó con una voz dulce y bien controlada pero su mirada era fría como la noche invernal que les esperaba afuera del hotel - Ahora si nos disculpa, estábamos a punto de ordenar -
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Cuando Lin confiesa que siente que es libre a la hora de hablar conmigo, siento que en el fondo no debo ser tan mala persona si consigo evocar esa sensación en gente que apenas me conoce (aunque es cierto que había sido la primera en estar en mi hogar y esta era la segunda vez que nos veíamos), quizás hubiera una esperanza para alguien que sólo se dedica a quitar de los demás lo que necesita para si mismo.
- ¿Es cierto eso? - pregunté para reafirmar lo que acababa de escuchar - Yo estoy aquí para lo que necesites hablar, lo que necesites contar y no puedas compartirlo con nadie. Yo no te juzgo, no lo haré jamás, nadie debería hacerlo - a la cabeza me vino una de esas frases absurdas que también salían en la biblia - Y si no: "El que esté libre de pecado, que tira la primera piedra" - dije evocando la voz solemne de un sacerdote cuando lo dice con toda la determinación que siente, con todo ese fanatismo escondido más allá de lo que se ve a simple vista - A veces, esas personas que te juzgan, son las que más cosas tienen que ocultar.
Lamentablemente, no podía hacer lo mismo. No podía sentirme libre en ese aspecto, no podía contarle ni la mitad de lo que era, ni la mitad de lo que había vivido. Quizás algún día. Pero aún no estaba preparada. Ni ella, ni yo.
- Hay demasiada oscuridad en mi... - dejé caer las palabras como un peso muerto que rompe el suelo al llegar a el - Algún día te lo contaré todo, te lo prometo. Por ahora sólo puedo darte pequeñas dosis, es lo mejor - quizás aquellas palabras acabaran con aquella relación. Si ella era franca conmigo pero yo tenía reservas... no era una relación de igual a igual. Pero es que no podía hacer otra cosa en este momento.
Agradecí el hecho de que comprendiera por lo que había tenido que pasar en la corte. Aunque sólo fuera un atisbo de ello. Lleve las riendas de los que me rodeaban demasiado tiempo y eso fue lo que me pasó factura al final. Mi condena fue creerme por encima de personas que realmente estaban por encima.
- Gracias... realmente me avergüenzo en ocasiones de lo que la vida te obliga a hacer para no ser nadie - y es que en el fondo era cierto que tuve que hacer "cosas" que no pensaría ni por asomo para poder situarme en una posición cómoda entre las doncellas de la corte - Me alegra que no hayas tenido que vivir ese tipo de cosas. Aunque tu yugo sea otro diferente - la sonreí.
Luego comenzó la hecatombe. El desafortunado encuentro con el Sir que no se había acercado para otra cosa que para estropear aquella velada que auguraba ser inolvidable. Sus palabras, cargadas de superioridad y desprecio, lejos de levantar mi ira y llevarle a la muerte instantánea en aquel lugar, despertó mi lado sumiso, mi perfil de clase baja. Un perfil que sabía que ese no era mi lugar.
- Detente Lin - pasé por alto las formas y la llamé directamente por su nombre. Era la primera vez que lo hacía - Sir Beauchene tiene razón: este no es mi sitio. No tengo porque estar aquí - dije sumida en la tristeza que producía mencionar esas palabras - No soy una mujer de cuna, ni un miembro honorífico de nada... sólo soy una simple dama que intenta ganarse la vida como buenamente puede, con sus manos - miré al hombre que permanecía impasible ante mi muestra de sentimentalismo - Entiendo que no lo entienda Monsieur, y que nuestros mundos sean diferentes. Pero tiene razón, no soy nadie en su fiesta, sólo un gasto más... - añadí - Será mejor que me vaya - finalicé levantándome de la mesa.
- ¿Es cierto eso? - pregunté para reafirmar lo que acababa de escuchar - Yo estoy aquí para lo que necesites hablar, lo que necesites contar y no puedas compartirlo con nadie. Yo no te juzgo, no lo haré jamás, nadie debería hacerlo - a la cabeza me vino una de esas frases absurdas que también salían en la biblia - Y si no: "El que esté libre de pecado, que tira la primera piedra" - dije evocando la voz solemne de un sacerdote cuando lo dice con toda la determinación que siente, con todo ese fanatismo escondido más allá de lo que se ve a simple vista - A veces, esas personas que te juzgan, son las que más cosas tienen que ocultar.
Lamentablemente, no podía hacer lo mismo. No podía sentirme libre en ese aspecto, no podía contarle ni la mitad de lo que era, ni la mitad de lo que había vivido. Quizás algún día. Pero aún no estaba preparada. Ni ella, ni yo.
- Hay demasiada oscuridad en mi... - dejé caer las palabras como un peso muerto que rompe el suelo al llegar a el - Algún día te lo contaré todo, te lo prometo. Por ahora sólo puedo darte pequeñas dosis, es lo mejor - quizás aquellas palabras acabaran con aquella relación. Si ella era franca conmigo pero yo tenía reservas... no era una relación de igual a igual. Pero es que no podía hacer otra cosa en este momento.
Agradecí el hecho de que comprendiera por lo que había tenido que pasar en la corte. Aunque sólo fuera un atisbo de ello. Lleve las riendas de los que me rodeaban demasiado tiempo y eso fue lo que me pasó factura al final. Mi condena fue creerme por encima de personas que realmente estaban por encima.
- Gracias... realmente me avergüenzo en ocasiones de lo que la vida te obliga a hacer para no ser nadie - y es que en el fondo era cierto que tuve que hacer "cosas" que no pensaría ni por asomo para poder situarme en una posición cómoda entre las doncellas de la corte - Me alegra que no hayas tenido que vivir ese tipo de cosas. Aunque tu yugo sea otro diferente - la sonreí.
Luego comenzó la hecatombe. El desafortunado encuentro con el Sir que no se había acercado para otra cosa que para estropear aquella velada que auguraba ser inolvidable. Sus palabras, cargadas de superioridad y desprecio, lejos de levantar mi ira y llevarle a la muerte instantánea en aquel lugar, despertó mi lado sumiso, mi perfil de clase baja. Un perfil que sabía que ese no era mi lugar.
- Detente Lin - pasé por alto las formas y la llamé directamente por su nombre. Era la primera vez que lo hacía - Sir Beauchene tiene razón: este no es mi sitio. No tengo porque estar aquí - dije sumida en la tristeza que producía mencionar esas palabras - No soy una mujer de cuna, ni un miembro honorífico de nada... sólo soy una simple dama que intenta ganarse la vida como buenamente puede, con sus manos - miré al hombre que permanecía impasible ante mi muestra de sentimentalismo - Entiendo que no lo entienda Monsieur, y que nuestros mundos sean diferentes. Pero tiene razón, no soy nadie en su fiesta, sólo un gasto más... - añadí - Será mejor que me vaya - finalicé levantándome de la mesa.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Asintió con la cabeza cuando Catalina había hecho referencia a la biblia, aquella era una de las frases que se aplicaban más a la vida cotidiana de todo lo que se podía encontrar en las sagradas escrituras. La gente solía condenar a otros y señalarlos por sus pecados, cuando secretamente todos pecaban y creían que con sólo ir a la iglesia y arrepentirse, esos pecados quedaban olvidados, pero Lin creía que Dios padre, seguía observándolos a todos y nunca olvidaba esos pecados cometidos, así que juzgar a otros era de las peores cualidades que tenían los seres humanos.
- Oh... no te preocupes por eso ahora - Le indicó cuando Catalina parecía estar incómoda diciendo que no podía revelar todo de ella, pero entonces algo del sentido común que tenía en alguna parte de su cerebro le hizo preguntarse ¿Y si se trata de una ladrona? ¿O una asesina? acababa de conocer a Catalina hacía una semana e inocentemente había aceptado ir a su casa ¿Estaba cometiendo un error en confiar en ella? Era una extraña después de todo y recordó todas las veces en las que su padre le había dicho que tuviera cuidado con las personas que parecían demasiado amables, siempre iban tras el dinero y familias como la de ella estaban siempre en constante asedio por ese tipo de personas.
Era cierto que su vida había sido un camino de rosas comparado con lo que contaba Catalina, al menos Lin no había tenido que pasar por abusos de hombres o necesidades físicas, aún cuando fuera una hija bastarda y hubiese crecido con esa diferencia entre sus hermanos, nunca le había faltado el amor de su padre y no se había sentido en peligro en ningún momento. Iba a decir algo más cuando la infortunada respuesta de Catalina hacía Sir Beauchen la dejó muda, esperaba que el hombre las dejara tranquilas con lo que ella le había dicho, pero Catalina había optado por una actitud sumisa y era evidente que se sentía incómoda allí.
El mesero apenas regresaba para pedir las órdenes y Lin tuvo dos opciones a seguir, se podía quedar en ese elegante recinto para apaniguar los comentarios de los demás clientes y por supuesto agradar a su madrastra o podía irse de ahí con Catalina, dando paso a los chismes y las habladurías sobre el tipo de persona con las que se estaba juntando, pues estaba claro que para los demás, su relación con Catalina era inadecuada, una dama como ella debía codearse sólo con mujeres de su misma altura.
Lin se levantó y con delicadeza dejó la copa sobre la mesa aparentando una calma y una compostura que en realidad no sentía, se acercó a Catalina y le extendió la mano para que la tomara como lo haría un caballero a una dama.
- Vayámonos entonces juntas - Dijo sin voltear a mirar a Sir Beauchen cuya cara se había puesto colorada en una mezcla de vergüenza e ira. - Si no te sientes a gusto en este lugar no tenemos porque quedarnos, hay muchos otros lugares agradables para visitar en París -
- Oh... no te preocupes por eso ahora - Le indicó cuando Catalina parecía estar incómoda diciendo que no podía revelar todo de ella, pero entonces algo del sentido común que tenía en alguna parte de su cerebro le hizo preguntarse ¿Y si se trata de una ladrona? ¿O una asesina? acababa de conocer a Catalina hacía una semana e inocentemente había aceptado ir a su casa ¿Estaba cometiendo un error en confiar en ella? Era una extraña después de todo y recordó todas las veces en las que su padre le había dicho que tuviera cuidado con las personas que parecían demasiado amables, siempre iban tras el dinero y familias como la de ella estaban siempre en constante asedio por ese tipo de personas.
Era cierto que su vida había sido un camino de rosas comparado con lo que contaba Catalina, al menos Lin no había tenido que pasar por abusos de hombres o necesidades físicas, aún cuando fuera una hija bastarda y hubiese crecido con esa diferencia entre sus hermanos, nunca le había faltado el amor de su padre y no se había sentido en peligro en ningún momento. Iba a decir algo más cuando la infortunada respuesta de Catalina hacía Sir Beauchen la dejó muda, esperaba que el hombre las dejara tranquilas con lo que ella le había dicho, pero Catalina había optado por una actitud sumisa y era evidente que se sentía incómoda allí.
El mesero apenas regresaba para pedir las órdenes y Lin tuvo dos opciones a seguir, se podía quedar en ese elegante recinto para apaniguar los comentarios de los demás clientes y por supuesto agradar a su madrastra o podía irse de ahí con Catalina, dando paso a los chismes y las habladurías sobre el tipo de persona con las que se estaba juntando, pues estaba claro que para los demás, su relación con Catalina era inadecuada, una dama como ella debía codearse sólo con mujeres de su misma altura.
Lin se levantó y con delicadeza dejó la copa sobre la mesa aparentando una calma y una compostura que en realidad no sentía, se acercó a Catalina y le extendió la mano para que la tomara como lo haría un caballero a una dama.
- Vayámonos entonces juntas - Dijo sin voltear a mirar a Sir Beauchen cuya cara se había puesto colorada en una mezcla de vergüenza e ira. - Si no te sientes a gusto en este lugar no tenemos porque quedarnos, hay muchos otros lugares agradables para visitar en París -
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Durante unos instantes, me sumí en mis propios pensamientos, ajena a la situación, ajena a todo lo que me rodeaba.
"Estaba de nuevo en aquella sala, con las mejores galas que mi madre había podido conseguir en el pueblo. Entrelazaba los dedos delante de mi vientre y tenía la mirada baja. Junto a mi, había dos chicas más, una a cada lado. Por aquellos entonces contaba con 15 primaveras.
Maria, una mujer entrada en años, nos contaba cuales eran las funciones que debíamos desempeñar en la corte. Mientras, nosotras nos limitábamos a asentir.
Por la puerta entró uno de los consejeros de mi hermano. Roberto Medina se llamaba. Nos observó a todas y cuando había dado un par de vueltas se acercó a Maria.
- Bañadlas y tenerlas preparadas para la fiesta de esta noche - decretó antes de volver a salir por la puerta.
Maria frunció el ceño y chasqueó la lengua antes de dar un par de palmadas y que la puerta se abriera. En aquel momento no entendí porque Maria hacía ese gesto..."
Lin estaba de pie y me ofrecía su mano para incorporarme. El hombre que no había hecho más que violentarnos, nos miraba con el rostro desencajado frente al gesto de mi acompañante que había decidido abandonar el lugar.
- Madame... ¿Acaso pretende dejar el lugar y marcharse con esta mujer? - jamás había escuchado la palabra mujer en un tono tan despectivo - Tendré que dar parte a su familia - dijo a modo de amenaza y suponiendo que, de ese modo, la disuadiría de su empeño. Luego se marchó resoplando de nuevo a su mesa y hablando por lo bajo.
Estiré mi mano y tomé la que me ofrecía. La tendría helada pero realmente no me importaba que lo notara, ya sabía la temperatura de mi tacto. Sus dedos eran cálidos y los mezclé con los míos levantándome a continuación.
- No tienes porque... - todo el mundo nos miraba. Éramos el centro de atención de toda la sala. Incluso la música había cesado o quizás sólo estaban cambiando de partitura.
Y, aunque fuera algo frecuente, mis mejillas se tornaron levemente de rojo.
"Nunca había sentido el agua caliente correr por mi piel. En mi hogar, calentar la cantidad ingente con la que me estaba bañando era algo completamente imposible. Llevaría tanto tiempo que finalmente se enfriaría.
- Pongase de pie - me indicó una doncella que era la que se estaba encargando de mi.
Metí de nuevo la cabeza bajo el agua y luego me levanté quedándome de pie. La mujer comenzo a frotarme con un palo todo el cuerpo.
La puerta sonó y Roberto entró en la habitación donde estábamos siendo bañadas las tres doncellas.
Yo, automáticamente ante la intromisión, cubrí mis vergüenzas intentando que no se viera nada. Además agaché la cabeza avergonzada.
Sentí el golpeó de sus pies mientras caminaba hacia nosotras y se paraba a observarnos una por una. Al llegar hasta mi se frenó.
- ¿Cuál es tu nombre? - me preguntó.
- Catalina mi señor - le respondí rauda y veloz.
- ¿Porqué te tapas Catalina? - fue su siguiente pregunta.
- Mi señor, no deseo que se me vea sin ropa - dice con total sinceridad y demasiada inocencia.
Sus manos llegaron hasta mi y me obligaron con rudeza a descubrirme para ser completamente visible. Pude ver la lascivia en sus ojos antes de apartar la mirada, evitando que las nuestras se encontrarán.
- Aquí no hay vergüenzas. No eres nadie. Sólo una sirvienta. Si te digo que te descubras, te descubres - dijo en tono duro y sin admitir réplica.
- Si mi señor."
Caminamos hacia fuera y, antes de salir, volví a colocarme mi abrigo. Y espera a que Lin hiciera lo propio. Luego ya finalmente salimos a la calle de nuevo.
El frío era menudo aquella noche y en el aire sólo se respiraba la humedad que llegaba del río. Me moví en silencio un rato.
- Lo siento - dije finalmente - Siento haberte estropeado la noche.
Debía disculparme pero es que, jamás estaría a su altura: yo nunca había vivido en la clase alta y mis costumbres y atuendos jamás pasarían por alguien perteneciente a ese estatus.
Había perdido el contacto con ella y realmente me apetecía recuperarlo, volver a sentir la calidez de su piel.
- Esto te traerá problemas, no lo deberias haber hecho... - la reproché su acto completamente contrario a lo que se esperaba de ella - ¿Porqué lo has hecho? - pregunté intentando sonsacar algo más de ella.
- Soy una mala influencia para ti - admití a sabiendas de que, de saber toda la verdad, esa afirmación estaba menguada por el desconocimiento de muchas cosas sobre mi - Creó que sería mejor si desapareciera de tu vida.
"Estaba de nuevo en aquella sala, con las mejores galas que mi madre había podido conseguir en el pueblo. Entrelazaba los dedos delante de mi vientre y tenía la mirada baja. Junto a mi, había dos chicas más, una a cada lado. Por aquellos entonces contaba con 15 primaveras.
Maria, una mujer entrada en años, nos contaba cuales eran las funciones que debíamos desempeñar en la corte. Mientras, nosotras nos limitábamos a asentir.
Por la puerta entró uno de los consejeros de mi hermano. Roberto Medina se llamaba. Nos observó a todas y cuando había dado un par de vueltas se acercó a Maria.
- Bañadlas y tenerlas preparadas para la fiesta de esta noche - decretó antes de volver a salir por la puerta.
Maria frunció el ceño y chasqueó la lengua antes de dar un par de palmadas y que la puerta se abriera. En aquel momento no entendí porque Maria hacía ese gesto..."
Lin estaba de pie y me ofrecía su mano para incorporarme. El hombre que no había hecho más que violentarnos, nos miraba con el rostro desencajado frente al gesto de mi acompañante que había decidido abandonar el lugar.
- Madame... ¿Acaso pretende dejar el lugar y marcharse con esta mujer? - jamás había escuchado la palabra mujer en un tono tan despectivo - Tendré que dar parte a su familia - dijo a modo de amenaza y suponiendo que, de ese modo, la disuadiría de su empeño. Luego se marchó resoplando de nuevo a su mesa y hablando por lo bajo.
Estiré mi mano y tomé la que me ofrecía. La tendría helada pero realmente no me importaba que lo notara, ya sabía la temperatura de mi tacto. Sus dedos eran cálidos y los mezclé con los míos levantándome a continuación.
- No tienes porque... - todo el mundo nos miraba. Éramos el centro de atención de toda la sala. Incluso la música había cesado o quizás sólo estaban cambiando de partitura.
Y, aunque fuera algo frecuente, mis mejillas se tornaron levemente de rojo.
"Nunca había sentido el agua caliente correr por mi piel. En mi hogar, calentar la cantidad ingente con la que me estaba bañando era algo completamente imposible. Llevaría tanto tiempo que finalmente se enfriaría.
- Pongase de pie - me indicó una doncella que era la que se estaba encargando de mi.
Metí de nuevo la cabeza bajo el agua y luego me levanté quedándome de pie. La mujer comenzo a frotarme con un palo todo el cuerpo.
La puerta sonó y Roberto entró en la habitación donde estábamos siendo bañadas las tres doncellas.
Yo, automáticamente ante la intromisión, cubrí mis vergüenzas intentando que no se viera nada. Además agaché la cabeza avergonzada.
Sentí el golpeó de sus pies mientras caminaba hacia nosotras y se paraba a observarnos una por una. Al llegar hasta mi se frenó.
- ¿Cuál es tu nombre? - me preguntó.
- Catalina mi señor - le respondí rauda y veloz.
- ¿Porqué te tapas Catalina? - fue su siguiente pregunta.
- Mi señor, no deseo que se me vea sin ropa - dice con total sinceridad y demasiada inocencia.
Sus manos llegaron hasta mi y me obligaron con rudeza a descubrirme para ser completamente visible. Pude ver la lascivia en sus ojos antes de apartar la mirada, evitando que las nuestras se encontrarán.
- Aquí no hay vergüenzas. No eres nadie. Sólo una sirvienta. Si te digo que te descubras, te descubres - dijo en tono duro y sin admitir réplica.
- Si mi señor."
Caminamos hacia fuera y, antes de salir, volví a colocarme mi abrigo. Y espera a que Lin hiciera lo propio. Luego ya finalmente salimos a la calle de nuevo.
El frío era menudo aquella noche y en el aire sólo se respiraba la humedad que llegaba del río. Me moví en silencio un rato.
- Lo siento - dije finalmente - Siento haberte estropeado la noche.
Debía disculparme pero es que, jamás estaría a su altura: yo nunca había vivido en la clase alta y mis costumbres y atuendos jamás pasarían por alguien perteneciente a ese estatus.
Había perdido el contacto con ella y realmente me apetecía recuperarlo, volver a sentir la calidez de su piel.
- Esto te traerá problemas, no lo deberias haber hecho... - la reproché su acto completamente contrario a lo que se esperaba de ella - ¿Porqué lo has hecho? - pregunté intentando sonsacar algo más de ella.
- Soy una mala influencia para ti - admití a sabiendas de que, de saber toda la verdad, esa afirmación estaba menguada por el desconocimiento de muchas cosas sobre mi - Creó que sería mejor si desapareciera de tu vida.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Sir Beauchen había ido tan lejos como para dejar una clara amenaza en el aire, esto sólo logró que Lin se sintiera más resuelta a abandonar el lugar, no podía soportar más tiempo rodeada de personas que sólo valoraran el estatus y que no eran capaces de conocer a una persona nueva sin juzgarla primero. Lin no podía decir que conocía a Catalina a cabalidad, en realidad era la segunda vez que tenían una conversación en donde compartían cosas más personales, pero aún conociéndola poco, Lin podía asegurar que era una mujer decente, inteligente y sobre todo luchadora, cualidades que cualquier mujer podría envidiar.
Salieron la elegante entrada del hotel, decenas de elegantes carruajes arribaban para el evento de caridad y el frío viento invernal la tomó un poco desprevenida, quizás había tomado demasiado vino o era la rabia que se le había subido a la cabeza pues la sentía bastante caliente y el frío le pareció más intenso.
- Él único que ha estropeado la noche es Sir Beauchen - Comentó con el ceño fruncido y luego se giró para encararla - No tienes porqué disculparte, tu no dijiste o hiciste nada inapropiado - Deseaba salir de ese sitio cuanto antes, entre más personas llegaban, temía encontrarse con más amigos de su familia y tener que dar explicaciones, ahora más que nunca se sentía como un pajarito atrapado en una preciosa jaula de oro, privado de la libertad que todos los pájaros merecían por naturaleza.
Estiró su mano enguantada agitándola para que el conductor del carruaje en el que había llegado la viera, el conductor era un señor de alrededor de 60 años, de piel oscura y cabello completamente blanco. Había sido un esclavo de la familia desde mucho antes de que Lin naciera y se dedicaba a diversas labores en la mansión desde conducir carruajes hasta arreglar los jardines. En cuestión de minutos el carruaje se acercó hasta donde ellas estaban y los caballos castaños relincharon suavemente al detenerse.
- Lo he hecho porque no puedo soportar la actitud de hombres como Sir Beauchen que creen que tienen el mundo en sus pequeñas manos - Comentó acercándose a la puerta del carruaje, pero antes de subir se giró a ella y le sonrió con dulzura - Y porqué no mereces ser tratada de esa forma - Ante lo último que dijo Catalina, Lin meneó la cabeza - No digas tonterías, vamos sube al carruaje, estoy segura que encontraremos un lugar al cual escapar juntas - Finalizó extendiéndole la mano para que subiera con ella.
Salieron la elegante entrada del hotel, decenas de elegantes carruajes arribaban para el evento de caridad y el frío viento invernal la tomó un poco desprevenida, quizás había tomado demasiado vino o era la rabia que se le había subido a la cabeza pues la sentía bastante caliente y el frío le pareció más intenso.
- Él único que ha estropeado la noche es Sir Beauchen - Comentó con el ceño fruncido y luego se giró para encararla - No tienes porqué disculparte, tu no dijiste o hiciste nada inapropiado - Deseaba salir de ese sitio cuanto antes, entre más personas llegaban, temía encontrarse con más amigos de su familia y tener que dar explicaciones, ahora más que nunca se sentía como un pajarito atrapado en una preciosa jaula de oro, privado de la libertad que todos los pájaros merecían por naturaleza.
Estiró su mano enguantada agitándola para que el conductor del carruaje en el que había llegado la viera, el conductor era un señor de alrededor de 60 años, de piel oscura y cabello completamente blanco. Había sido un esclavo de la familia desde mucho antes de que Lin naciera y se dedicaba a diversas labores en la mansión desde conducir carruajes hasta arreglar los jardines. En cuestión de minutos el carruaje se acercó hasta donde ellas estaban y los caballos castaños relincharon suavemente al detenerse.
- Lo he hecho porque no puedo soportar la actitud de hombres como Sir Beauchen que creen que tienen el mundo en sus pequeñas manos - Comentó acercándose a la puerta del carruaje, pero antes de subir se giró a ella y le sonrió con dulzura - Y porqué no mereces ser tratada de esa forma - Ante lo último que dijo Catalina, Lin meneó la cabeza - No digas tonterías, vamos sube al carruaje, estoy segura que encontraremos un lugar al cual escapar juntas - Finalizó extendiéndole la mano para que subiera con ella.
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: Deja que te descubra (Catalina)
- No es su culpa haber nacido donde lo ha hecho. Tampoco comportarse como le han enseñado - quería justificar su comportamiento para no enfadarme. Ahora, en el frío invierno, las ideas comenzaban a tomar forma y mi posición, más retraída y sumisa, comenzaba a difuminarse. Ya no era aquella joven que entró cabizbaja en la corte, ya no podía ser vapuleada por mi juventud o inexperiencia. Quizás, si volvía a encontrarme con aquel hombre, las cosas cambiaran - Las clases sociales existen para que unos no se mezclen con otros. El concepto de que todos somos iguales no es más que una mentira que algunos se han inventado.
Noté como el frío calaba en los huesos de Lin, además de que el vino parecía haberla hecho mella. Para mi, nada había cambiado, seguía en el mismo estado que antes.
Agitó la mano y un hombre entrado en años se acercó con un carruaje bastante bien cuidado. Por la apariencia estaba claro que no era un carro público así que, seguramente, perteneciera a la familia Deforest.
El hombre saludo a Lin y esta subió ayudándome a subir a mi. ¿Cuando me había vuelto yo la parte frágil?
- Los pudientes siempre piensan que tienen control sobre aquellos menos afortunados - le dije - No me preocupa, se quien soy y donde estoy.
El carro, por dentro, estaba perfectamente cuidado. Tenía detalles de la clase a la que pertenecía y una pequeña luz que daba un ambiente íntimo y especial al lugar donde nos sentábamos. Nada más entrar, me senté enfrente de ella y dejé que mi mirada se perdiera por la ventana mientras los caballos comenzaban a andar, al paso, por el asfalto.
- Agradezco lo que has hecho - comencé a decir - Creó que jamás antes, alguien me había elegido a mi a sabiendas de que eso le traería problemas - no contaba la vez que una doncella sufrió un castigo por mi culpa pues, de haber sabido que esa iba a ser su suerte, seguramente ni se habría arrimado a mi.
- Porque esto te va a traer problemas - busqué su mirada en la penumbra - ¿Lo sabes verdad?
Volví la mirada a la oscuridad que predominaba fuera.
- ¿Porqué hemos dejado la ciudad? - pensé mientras me acercaba un poco más.
Algo asustó a los caballos y relincharon a la vez que se desbocaban ligeramente. El carruaje traqueteó y osciló ligeramente antes de quedarse parado en una cuneta casi volcado.
Cuando me recuperé del susto, busqué a Lin en la oscuridad, (la luz se había apagado con el accidente) palpé a ciegas hasta que di con su rostro.
- ¿Estás bien?¿Estás herida? - pregunté con la voz agitada
Noté como el frío calaba en los huesos de Lin, además de que el vino parecía haberla hecho mella. Para mi, nada había cambiado, seguía en el mismo estado que antes.
Agitó la mano y un hombre entrado en años se acercó con un carruaje bastante bien cuidado. Por la apariencia estaba claro que no era un carro público así que, seguramente, perteneciera a la familia Deforest.
El hombre saludo a Lin y esta subió ayudándome a subir a mi. ¿Cuando me había vuelto yo la parte frágil?
- Los pudientes siempre piensan que tienen control sobre aquellos menos afortunados - le dije - No me preocupa, se quien soy y donde estoy.
El carro, por dentro, estaba perfectamente cuidado. Tenía detalles de la clase a la que pertenecía y una pequeña luz que daba un ambiente íntimo y especial al lugar donde nos sentábamos. Nada más entrar, me senté enfrente de ella y dejé que mi mirada se perdiera por la ventana mientras los caballos comenzaban a andar, al paso, por el asfalto.
- Agradezco lo que has hecho - comencé a decir - Creó que jamás antes, alguien me había elegido a mi a sabiendas de que eso le traería problemas - no contaba la vez que una doncella sufrió un castigo por mi culpa pues, de haber sabido que esa iba a ser su suerte, seguramente ni se habría arrimado a mi.
- Porque esto te va a traer problemas - busqué su mirada en la penumbra - ¿Lo sabes verdad?
Volví la mirada a la oscuridad que predominaba fuera.
- ¿Porqué hemos dejado la ciudad? - pensé mientras me acercaba un poco más.
Algo asustó a los caballos y relincharon a la vez que se desbocaban ligeramente. El carruaje traqueteó y osciló ligeramente antes de quedarse parado en una cuneta casi volcado.
Cuando me recuperé del susto, busqué a Lin en la oscuridad, (la luz se había apagado con el accidente) palpé a ciegas hasta que di con su rostro.
- ¿Estás bien?¿Estás herida? - pregunté con la voz agitada
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Una vez dentro del carruaje, Catalina parecía tranquila, Lin se sintió aliviada de que estuviera tomando las cosas de forma tan objetiva, ese tipo de situaciones eran comunes en la sociedad, la discriminación siempre había estado presente y aún cuando la gente intentara decir lo contrario, la realidad era esa, las clases sociales existían para separar a las personas.
- No me arrepiento de haber salido de ese lugar - Le respondió Lin cuando Catalina le dio las gracias, el eco de los chasquidos de las herraduras de los caballos contra la calle de piedra se escuchaba a través de las ventanillas constantemente - Se que nos conocemos hace relativamente poco, pero nuestra amistad se vea afectada por las opiniones de otras personas - Comentó y dejó escapar un suspiro, aún se sentía enfadada con el hombre y esperaba no tener que hablar con él o encontrárselo en ninguna reunión en las próximas semanas - Es probable que se inventen chismes y seguramente mi madrastra tendrá un par de palabras que decir - Aceptó, pues no había necesidad de mentir sobre el asunto, lo más probable era que le reprimieran una vez se corriera la voz de lo ocurrido.
Entonces el repentino movimiento la tomó por sorpresa, los caballos relincharon y le pareció escuchar la voz del conductor pero todo fue demasiado rápido y cuando reaccionó estaba con el cuerpo contra una de las paredes del carruaje y entonces fue consciente de que se habían inclinado hacía la derecha hasta casi volcar. En la oscuridad sólo pudo escuchar la voz de Catalina.
- Si... creo que si - Murmuró tanteando con sus manos hasta encontrar los brazos de Catalina en la oscuridad - No se que ha pasado - Agregó sintiéndose cada vez más nerviosa - Monsieur Amadi ¿Que ha pasado? - Exclamó acercando el rostro a la ventanilla, afuera todo estaba tan oscuro que le era imposible reconocer a donde habían llegado.
- No me arrepiento de haber salido de ese lugar - Le respondió Lin cuando Catalina le dio las gracias, el eco de los chasquidos de las herraduras de los caballos contra la calle de piedra se escuchaba a través de las ventanillas constantemente - Se que nos conocemos hace relativamente poco, pero nuestra amistad se vea afectada por las opiniones de otras personas - Comentó y dejó escapar un suspiro, aún se sentía enfadada con el hombre y esperaba no tener que hablar con él o encontrárselo en ninguna reunión en las próximas semanas - Es probable que se inventen chismes y seguramente mi madrastra tendrá un par de palabras que decir - Aceptó, pues no había necesidad de mentir sobre el asunto, lo más probable era que le reprimieran una vez se corriera la voz de lo ocurrido.
Entonces el repentino movimiento la tomó por sorpresa, los caballos relincharon y le pareció escuchar la voz del conductor pero todo fue demasiado rápido y cuando reaccionó estaba con el cuerpo contra una de las paredes del carruaje y entonces fue consciente de que se habían inclinado hacía la derecha hasta casi volcar. En la oscuridad sólo pudo escuchar la voz de Catalina.
- Si... creo que si - Murmuró tanteando con sus manos hasta encontrar los brazos de Catalina en la oscuridad - No se que ha pasado - Agregó sintiéndose cada vez más nerviosa - Monsieur Amadi ¿Que ha pasado? - Exclamó acercando el rostro a la ventanilla, afuera todo estaba tan oscuro que le era imposible reconocer a donde habían llegado.
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
El impacto había sido duro y las paredes del carruaje se quejaban conforme el peso intentaba ceder a la posición realmente incómoda en la que se encontraba: vencido hacia un lado, caído en la cuneta del camino.
- ¿Seguro? - pregunté de nuevo mientras permanecía escéptica a la afirmación de Lin.
Sentí que sus manos encontraban mis brazos mientras continuaba explorando su rostro en la oscuridad: sus mejillas, sus ojos, su nariz, sus labios... con la yema de mi pulgar acaricié de pasada esa parte de ella, ese lugar esponjoso, ligeramente húmedo. Después de eso separé mis manos sorprendida por lo que acababa de hacer y pensativa de como había llegado a eso si mi fin era completamente diferente.
- Yo tampoco se que ha podido pasar ... - dije rápidamente cuando comprendí la frase y salí de mis pensamientos.
Escuché su pregunta al cochero y sentí que se movía. Por el ligero resplandor que entraba a través de la ventana del carro, conseguí vislumbrar ligeramente su perfil.
Pero algo iba mal... muy mal... a través del aire llegó hasta mi el olor a la sangre fresca derramándose y mezclándose con la tierra que había bajo nosotras. Sentí el hambre moverse en mi interior y como, la carencia de haber tomado nada aquella noche, hacía mella en mi voluntad que luchaba por no ceder ante la necesidad y ante el manjar que se me presentaba delante: Lin.
Agité la cabeza para quitarme ideas de la misma y rápidamente me moví apartándola de la ventana, evitando que fuera lo que hubiera fuera, no la alcanzara: yo siempre podría regenerarme aunque tardara más tiempo.
- Separate de la ventana - la dije mientras llevaba mi mano a su boca de nuevo y tapaba cualquier palabra que pudiera decir. Me giré y la miré para que me viera con la leve luz señalándola con el indice de mi otra mano que permaneciera callada.
Seguramente, mi piel pálida en aquella penumbra resultara aún más llamativa. Sólo esperaba que no lo suficiente aterradora para que Lin gritara.
Giré el rostro colocándome de perfil... y escuché.
- ¿Seguro? - pregunté de nuevo mientras permanecía escéptica a la afirmación de Lin.
Sentí que sus manos encontraban mis brazos mientras continuaba explorando su rostro en la oscuridad: sus mejillas, sus ojos, su nariz, sus labios... con la yema de mi pulgar acaricié de pasada esa parte de ella, ese lugar esponjoso, ligeramente húmedo. Después de eso separé mis manos sorprendida por lo que acababa de hacer y pensativa de como había llegado a eso si mi fin era completamente diferente.
- Yo tampoco se que ha podido pasar ... - dije rápidamente cuando comprendí la frase y salí de mis pensamientos.
Escuché su pregunta al cochero y sentí que se movía. Por el ligero resplandor que entraba a través de la ventana del carro, conseguí vislumbrar ligeramente su perfil.
Pero algo iba mal... muy mal... a través del aire llegó hasta mi el olor a la sangre fresca derramándose y mezclándose con la tierra que había bajo nosotras. Sentí el hambre moverse en mi interior y como, la carencia de haber tomado nada aquella noche, hacía mella en mi voluntad que luchaba por no ceder ante la necesidad y ante el manjar que se me presentaba delante: Lin.
Agité la cabeza para quitarme ideas de la misma y rápidamente me moví apartándola de la ventana, evitando que fuera lo que hubiera fuera, no la alcanzara: yo siempre podría regenerarme aunque tardara más tiempo.
- Separate de la ventana - la dije mientras llevaba mi mano a su boca de nuevo y tapaba cualquier palabra que pudiera decir. Me giré y la miré para que me viera con la leve luz señalándola con el indice de mi otra mano que permaneciera callada.
Seguramente, mi piel pálida en aquella penumbra resultara aún más llamativa. Sólo esperaba que no lo suficiente aterradora para que Lin gritara.
Giré el rostro colocándome de perfil... y escuché.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
¿Es que acaso esa noche estaba destinada a acabar en desastre sin importar el lugar a donde fueran? Se preguntaba Lin en esos minutos de incertidumbre en la oscuridad del carruaje, sintió las manos de Catalina recorrer su rostro y labios, su frío toque le hizo respingar en el asiento, ya había notado sus manos frías antes, por lo que volvió a preocuparse sobre la salud de Catalina, era muy fácil pescar un resfriado en invierno y era muy fácil que este empeorara llevando a la persona a su lecho de muerte.
Intentó acomodarse pero le resultó muy difícil, al parecer deberían de salir del carruaje para ayudar al hombre a empujarlo de vuelta en el camino, Lin supuso que el cochero había tomado un atajo o una ruta diferente para llegar más rápido al centro de la ciudad y que probablemente esa calle estaría en malas condiciones.
Entonces la actitud de Catalina le hizo entrar en pánico, su voz sonaba muy seria y le pedía que no se acercara a la ventana. ¿Acaso creía que se trataba de algo premeditado? ¿Que alguien les hubiese tendido una trampa para robarles? Lin había escuchado de boca de su padre, que algunos ladrones tenían esa costumbre, se acomodaban en el camino escondidos detrás de arbustos y hacían un hueco en la gravilla de la carretera para que los carruajes se descarriaran, luego atacaban en medio de la confusión y robaban a los pasajeros.
Lin iba vestida con todas sus joyas y el vestido que traía podía fácilmente ser vendido por más de 500 francos en el mercado, se llevó una mano a la boca reprimiendo un pequeño grito ¿Desde cuando se había vuelto tan inseguro París?.
Intentó acomodarse pero le resultó muy difícil, al parecer deberían de salir del carruaje para ayudar al hombre a empujarlo de vuelta en el camino, Lin supuso que el cochero había tomado un atajo o una ruta diferente para llegar más rápido al centro de la ciudad y que probablemente esa calle estaría en malas condiciones.
Entonces la actitud de Catalina le hizo entrar en pánico, su voz sonaba muy seria y le pedía que no se acercara a la ventana. ¿Acaso creía que se trataba de algo premeditado? ¿Que alguien les hubiese tendido una trampa para robarles? Lin había escuchado de boca de su padre, que algunos ladrones tenían esa costumbre, se acomodaban en el camino escondidos detrás de arbustos y hacían un hueco en la gravilla de la carretera para que los carruajes se descarriaran, luego atacaban en medio de la confusión y robaban a los pasajeros.
Lin iba vestida con todas sus joyas y el vestido que traía podía fácilmente ser vendido por más de 500 francos en el mercado, se llevó una mano a la boca reprimiendo un pequeño grito ¿Desde cuando se había vuelto tan inseguro París?.
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Sólo había silencio... ni siquiera el murmullo del viento acariciando las hojas de los árboles, meciendoles a su antojo.
De repente, el sonido del relichar del caballo cortó el silencio. Tanto así que sonaba como un grito en mitad de un infierno. A este le siguió un gruñido sonoro y la melodía de la carne abierta emanado sangre.
- No es posible tener tan mala suerte - pensé mientras volvía a escuchar. Había otro ruido más...
Eran pasos, pero no normales. Sonaba algo así como si fuera incapaz de levantarlos del suelo o no quisiera hacerlo. Eran dos pies, por lo que descarté el animal.
Otro gruñido.
Los pasos comenzaron a acercarse al carruaje y yo cogí a Lin por la cintura y la atraje hacia mi pegando su espalda contra mi pecho y buscando la oscuridad, su refugio.
Aguanté las respiración como si eso fuera necesario y miré por el rabillo del ojo hacia la ventana. Un hocico canino se introdujo a través de el. Olfateaba el aire como si hubiera detectado algo raro. Quizás un perfume, quizás mi olor.
Apreté un poco más el cuerpo de Lin contra mi, protegiendo su vida y su salud.
Quizás fuera por el perfume de Lin que había cubierto mi propio olor o por cualquier otra cosa. Pero finalmente, desistió en su búsqueda y escuché sus pasos separarse hasta ser unisonos con los que estaban disfrutando de la cena.
Aflojé un poco el agarre sobre Lin pero no la dejé separarse: aún no había pasado el peligro.
- Quiero que te estés muy quieta y que no hagas ningún ruido - la susurré al oído - Se que tienes preguntas pero ahora mismo, sacar la cabeza por la ventana, sería como firmar tu muerte - seguí diciéndola.
De nuevo hubo silencio ¿Cuando se habían ido? Dejé que Lin se pudiera separar de mi si quería y intenté relajar la tensión que la situación había generado.
- Todo va a salir bien. Te lo prometo
- Siempre y cuando yo siga viva ... - pensé para mi misma.
De repente, el sonido del relichar del caballo cortó el silencio. Tanto así que sonaba como un grito en mitad de un infierno. A este le siguió un gruñido sonoro y la melodía de la carne abierta emanado sangre.
- No es posible tener tan mala suerte - pensé mientras volvía a escuchar. Había otro ruido más...
Eran pasos, pero no normales. Sonaba algo así como si fuera incapaz de levantarlos del suelo o no quisiera hacerlo. Eran dos pies, por lo que descarté el animal.
Otro gruñido.
Los pasos comenzaron a acercarse al carruaje y yo cogí a Lin por la cintura y la atraje hacia mi pegando su espalda contra mi pecho y buscando la oscuridad, su refugio.
Aguanté las respiración como si eso fuera necesario y miré por el rabillo del ojo hacia la ventana. Un hocico canino se introdujo a través de el. Olfateaba el aire como si hubiera detectado algo raro. Quizás un perfume, quizás mi olor.
Apreté un poco más el cuerpo de Lin contra mi, protegiendo su vida y su salud.
Quizás fuera por el perfume de Lin que había cubierto mi propio olor o por cualquier otra cosa. Pero finalmente, desistió en su búsqueda y escuché sus pasos separarse hasta ser unisonos con los que estaban disfrutando de la cena.
Aflojé un poco el agarre sobre Lin pero no la dejé separarse: aún no había pasado el peligro.
- Quiero que te estés muy quieta y que no hagas ningún ruido - la susurré al oído - Se que tienes preguntas pero ahora mismo, sacar la cabeza por la ventana, sería como firmar tu muerte - seguí diciéndola.
De nuevo hubo silencio ¿Cuando se habían ido? Dejé que Lin se pudiera separar de mi si quería y intenté relajar la tensión que la situación había generado.
- Todo va a salir bien. Te lo prometo
- Siempre y cuando yo siga viva ... - pensé para mi misma.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Re: Deja que te descubra (Catalina)
Los caballos habían relinchado una vez más y aunque Lin no era experta en equinos el relincho había sonado como si estuvieran asustados, esto sólo hizo que su corazón se acelerara, afuera se escuchaban gruñidos y carne siendo masticada ¿Estaban siendo atacados por animales salvajes en pleno París? Se escuchaban pasos pero Lin no podía diferenciar si eran de animal o de una persona, Catalina le abrazó por la espalda y el gesto le hizo sentir un escalofrío que le recorrió desde la nuca y bajó por la espalda.
En otro momento ese abrazo habría hecho que su mente viajara en otras direcciones, pero en medio de la adrenalina, la única cosa que podía pensar Lin en ese momento era salir viva de esa situación. No quería ni pensar que le había pasado al pobre señor Amadi quien a pesar de ser un esclavo, Lin le tenía gran aprecio, había trabajado para la familia toda una eternidad y desde que Lin tenía memoria, le había visto merodeando en la casa arreglando cosas aquí y allá, Lin inclusive lo había llamado 'Tio' cuando era pequeña.
Un hocíco de lo que ella creyó era un lobo se asomó por la ventana del carruaje, Lin sintió su corazón detenerse, los deseos de gritar fueron abrumadores, pero descubrió que ningún sonido salía de su boca abierta, era como si el miedo le hubiese mordido la lengua como una fuerza invisible. ¡Iban a ser devoradas por lobos salvajes! Hubiese preferido los rufianes, al menos estos les dejarían vivas una vez les robaran las joyas.
Catalina le calmó susurrando que todo iba a salir bien ¿Cómo podía estar calmada en una situación así?. Lin no se movió como le había indicado y sendas lágrimas comenzaron a derramarse por sus ojos.
En otro momento ese abrazo habría hecho que su mente viajara en otras direcciones, pero en medio de la adrenalina, la única cosa que podía pensar Lin en ese momento era salir viva de esa situación. No quería ni pensar que le había pasado al pobre señor Amadi quien a pesar de ser un esclavo, Lin le tenía gran aprecio, había trabajado para la familia toda una eternidad y desde que Lin tenía memoria, le había visto merodeando en la casa arreglando cosas aquí y allá, Lin inclusive lo había llamado 'Tio' cuando era pequeña.
Un hocíco de lo que ella creyó era un lobo se asomó por la ventana del carruaje, Lin sintió su corazón detenerse, los deseos de gritar fueron abrumadores, pero descubrió que ningún sonido salía de su boca abierta, era como si el miedo le hubiese mordido la lengua como una fuerza invisible. ¡Iban a ser devoradas por lobos salvajes! Hubiese preferido los rufianes, al menos estos les dejarían vivas una vez les robaran las joyas.
Catalina le calmó susurrando que todo iba a salir bien ¿Cómo podía estar calmada en una situación así?. Lin no se movió como le había indicado y sendas lágrimas comenzaron a derramarse por sus ojos.
Lin Deforest- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 27/08/2015
Re: Deja que te descubra (Catalina)
Lin parecía que había decidido que era mejor hacerme caso y, aunque hubo un momento en el que el terror casi se transforma en grito, finalmente lo ahogó. Aún así las lágrimas comenzaron a recorrer su rostro de curvas perfiladas.
- Quédate aquí. No tardó, te lo prometo - le dije también con un tono de voz bajo y dejándola libre del todo.
Ojalá ese abrazo se hubiera dado en otra ocasión. Ojalá nuestros cuerpos hubieran entrado en un contacto más cercano por otros motivos más terrenales. Pero no... la muerte que portaba parecía haber llamado la atención de aquellos seres que, a esperas de una resolución diferente, parecía que me olieran y supieran dar conmigo.
En aquel momento fui consciente de la realidad: Por mucho que yo quisiera, por mucho que pudiera llamarme la atención una persona, incluso hasta el punto de la atracción. Si esa persona era mortal, siempre estaría en peligro. Un peligro innecesario y claramente sobrenatural. Un peligro que tarde o temprano acabaría arrebatándola de mi lado, arrancándole la vida de un modo cruel y animal, rompiendo la poca humanidad que pudiera quedar en lo más recóndito de mi alma.
Abrí la puerta del carro despacio. Esta me tendió una mano al no gruñir ante el movimiento. Fuera, el frío comenzaba a ser intenso y el suelo parecía húmedo. A cada centímetro que sacaba la cabeza del coche, el olor a sangre era mayor y, acompañando al mismo, el hambre se acrecentaba en mi.
Me movía despacio, temerosa, a sabiendas de que, cualquier tipo de enfrentamiento llevaría a una resolución sangrienta y violenta. Prefería que mi compañera no tuviera que vivir con ese trauma. Prefería que, después de haber confiado en mi y aunque en cierto modo nuestra relación estuviera edificada sobre un velo que la protegía de mi. Esta confianza no quebrara sus esperanzas más adelante. Que algún día pudiera acurrucarse entre los brazos de un esposo o una dama que supiera protegerla, amarla y sobretodo: que fuera humana.
Fuera, los licántropos parecía que habían saciado sus necesadides de sangre y habían continuado su camino. Pues no quedaba rastro de ellos. En el suelo, yacía el cadáver del cochero, mutilado y devorado en parte. No había sido diferente en destino sufrido por los equinos.
Apoyé el pie en el suelo y, antes de comenzar a caminar hacia la escena, me giré una última vez hacia la oscuridad que imperaba en el interior del carro.
- No mires, yo te aviso - le dije a modo de proteccion: no tenía claro que sus ojos estuvieran preparados para afrontar aquella visión.
Caminé hasta el cadáver del hombre y le miré desde las alturas. Por la expresión de su rostro parecía que había sufrido una muerte dolorosa y atroz. Al menos yo sabía que había sido rápida.
A su alrededor, una mancha creciente de sangre se mezclaba con la suciedad y la humedad del suelo, haciendo que tomará un color más oscuro y emanando aún vapor al estar caliente.
Refrené los impulsos de agacharme, de lamer ese líquido carmesí que se perdería en la noche y pronto formaría parte del escenario sólo coloreándolo. El hecho de que fuera un varón ayudó a que eso se quedara en poco más que un impulso aislado.
Me quité el abrigo y lo eché por encima del hombre. A veces, los esclavos llegan a ser tan queridos como la propia familia y, dado el nivel de emotividad del que gozaba Lin, no quería que se enfrentará a esa situación con un escenario tan grotesco.
- ¿Qué ha pasado aquí? - la voz de un hombre sonó a mis espaldas y me giré comprobando, por el uniforme, que se trataba de un miembro de la autoridad.
- Mi amiga y yo hemos sufrido un ataque - le contesté sincerándome con lo que había ocurrido de verdad.
- ¿Están ustedes bien? He oído los ruidos y por eso me he acercado. ¿Dónde están los atacantes? - preguntó.
- Si, por suerte no han buscado dentro del coche - le dije intentando explicarle todo omitiendo datos "extraños" - Creó que se marcharon cuando hubieron provocado el suficiente daño. Menos mal que estaba usted por aquí.
- Vayanse a casa, ya ha pasado todo - dijo mientras miraba el sendero de sangre arrugando el gesto con asco - Puedo llamar a otro coche que las acerqué.
- Gracias - le dije lo más sinceramente que pude.
Caminé de nuevo hasta el coche y busqué a Lin en la penumbra.
- Ya ha pasado todo. Puedes salir.
- Quédate aquí. No tardó, te lo prometo - le dije también con un tono de voz bajo y dejándola libre del todo.
Ojalá ese abrazo se hubiera dado en otra ocasión. Ojalá nuestros cuerpos hubieran entrado en un contacto más cercano por otros motivos más terrenales. Pero no... la muerte que portaba parecía haber llamado la atención de aquellos seres que, a esperas de una resolución diferente, parecía que me olieran y supieran dar conmigo.
En aquel momento fui consciente de la realidad: Por mucho que yo quisiera, por mucho que pudiera llamarme la atención una persona, incluso hasta el punto de la atracción. Si esa persona era mortal, siempre estaría en peligro. Un peligro innecesario y claramente sobrenatural. Un peligro que tarde o temprano acabaría arrebatándola de mi lado, arrancándole la vida de un modo cruel y animal, rompiendo la poca humanidad que pudiera quedar en lo más recóndito de mi alma.
Abrí la puerta del carro despacio. Esta me tendió una mano al no gruñir ante el movimiento. Fuera, el frío comenzaba a ser intenso y el suelo parecía húmedo. A cada centímetro que sacaba la cabeza del coche, el olor a sangre era mayor y, acompañando al mismo, el hambre se acrecentaba en mi.
Me movía despacio, temerosa, a sabiendas de que, cualquier tipo de enfrentamiento llevaría a una resolución sangrienta y violenta. Prefería que mi compañera no tuviera que vivir con ese trauma. Prefería que, después de haber confiado en mi y aunque en cierto modo nuestra relación estuviera edificada sobre un velo que la protegía de mi. Esta confianza no quebrara sus esperanzas más adelante. Que algún día pudiera acurrucarse entre los brazos de un esposo o una dama que supiera protegerla, amarla y sobretodo: que fuera humana.
Fuera, los licántropos parecía que habían saciado sus necesadides de sangre y habían continuado su camino. Pues no quedaba rastro de ellos. En el suelo, yacía el cadáver del cochero, mutilado y devorado en parte. No había sido diferente en destino sufrido por los equinos.
Apoyé el pie en el suelo y, antes de comenzar a caminar hacia la escena, me giré una última vez hacia la oscuridad que imperaba en el interior del carro.
- No mires, yo te aviso - le dije a modo de proteccion: no tenía claro que sus ojos estuvieran preparados para afrontar aquella visión.
Caminé hasta el cadáver del hombre y le miré desde las alturas. Por la expresión de su rostro parecía que había sufrido una muerte dolorosa y atroz. Al menos yo sabía que había sido rápida.
A su alrededor, una mancha creciente de sangre se mezclaba con la suciedad y la humedad del suelo, haciendo que tomará un color más oscuro y emanando aún vapor al estar caliente.
Refrené los impulsos de agacharme, de lamer ese líquido carmesí que se perdería en la noche y pronto formaría parte del escenario sólo coloreándolo. El hecho de que fuera un varón ayudó a que eso se quedara en poco más que un impulso aislado.
Me quité el abrigo y lo eché por encima del hombre. A veces, los esclavos llegan a ser tan queridos como la propia familia y, dado el nivel de emotividad del que gozaba Lin, no quería que se enfrentará a esa situación con un escenario tan grotesco.
- ¿Qué ha pasado aquí? - la voz de un hombre sonó a mis espaldas y me giré comprobando, por el uniforme, que se trataba de un miembro de la autoridad.
- Mi amiga y yo hemos sufrido un ataque - le contesté sincerándome con lo que había ocurrido de verdad.
- ¿Están ustedes bien? He oído los ruidos y por eso me he acercado. ¿Dónde están los atacantes? - preguntó.
- Si, por suerte no han buscado dentro del coche - le dije intentando explicarle todo omitiendo datos "extraños" - Creó que se marcharon cuando hubieron provocado el suficiente daño. Menos mal que estaba usted por aquí.
- Vayanse a casa, ya ha pasado todo - dijo mientras miraba el sendero de sangre arrugando el gesto con asco - Puedo llamar a otro coche que las acerqué.
- Gracias - le dije lo más sinceramente que pude.
Caminé de nuevo hasta el coche y busqué a Lin en la penumbra.
- Ya ha pasado todo. Puedes salir.
Catalina De Aragón- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/08/2015
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