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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Neal T. Cassady Vie Dic 18, 2015 9:12 am

Alzó una ceja. ¿Qué se suponía que estaba notando? Allí, en medio de la basura de aquel barrio pobre... ¿era eso un don? ¿Un don utilizado donde prácticamente ningún sobrenatural habitaba? ¿Un don que casi ningún sobrenatural necesitaría?
El hombre vestido con el elegante redingot negro cubierto por una pequeña capa que le daba estilo se ajustó el sombrero de copa y, frunciendo ligeramente el entrecejo, se internó en una calleja que, inicialmente, ni siquiera había mirado, tal era el poco interés que poseía.
Al ver a dos gorilas mirándole con interés, respondió a aquellas observaciones con una fría sonrisa que parecía querer decir "adelante, venid a mí". Repentinamente los dos hombres encontraron harto interesante la pared en la que se apoyaban, pues alguien que sonreía de aquella manera al "peligro" sólo podía ser alguien que no los consideraba como tal... así que mejor sería no acercarse.

Casi decepcionado porque aquellos dos no intentasen atracarlo o similar, Neal detuvo sus pasos frente a una desvencijada choza cuya puerta empujó con la punta de su bastón, poco dispuesto a mancharse los guantes con la roña que claramente cubría aquella madera.
Si bien los magos no desprendían de por sí un aura resplandeciente como otros seres sobrenaturales, porque a fin de cuentas no dejaban de ser algo humanos aún con sus poderes, con el tiempo y la práctica cualquiera podía terminar percibiendo actos de magia en el ambiente... casi como una llamada que podía unir a los de su especie, hacer que se encontrasen cuando un acto de magia acaecía. Algunos lo consideraban como el "destino", capaz de acercar a los hechiceros entre sí... él, que no era un idiota, lo llamaba el "sexto sentido" de aquellos acostumbrados a sentir aquel poder electrizante.
Debido a ese sentido, cuando Neal entró en al muy mal iluminada habitación y vio a varias personas rodeando a un joven rubio que extendía sus manos sobre alguien herido, supo de sobra que era aquel chico el que estaba utilizando magia. Bueno... por eso y porque hasta un ciego se daría cuenta de que el centro de atención tenía que ser el que estaba obrando los "milagros" que seguramente serían achacados a que el crío estaba bendito o alguna majadería semejante. En el mejor de los casos, claro... en el peor... en fin, ya se sabía lo bien agradecidos que eran los humanos.

De su llegada se dieron cuenta la mayoría de los pordioseros que allá había, y su mirada fría y peligrosa, sumado a su aspecto, hizo que obedeciesen al instante la muda orden cuando el hechicero se hizo a un lado y les señaló la puerta. Casi salieron corriendo de la "vivienda", si es que podía considerarse como tal a aquella pocilga.
El joven mago no se percató, porque estaba concentrado sanando una fea herida en el vientre de aquel desdichado, y porque estaba de espaldas a la puerta. Neal se le acercó por detrás, situándose a su espalda, en uno de sus lados y contemplando su trabajo por encima de su hombro.
- Mmmm... tus esfuerzos son encomiables, pero a este paso morirá por la sangre de su cerebro -con discreción y sin tocar directamente a aquel desecho humano señaló los ojos entreabiertos e inyectados en sangre del tipo-. La sangre puede volverse letal si va a los lugares equivocados de forma equivocada... para usar el Vigoris de forma adecuada debes canalizar la energía hacia el cerebro (para evitar esos problemas), el corazón (para mantenerlo latiendo) y los pulmones del paciente (para que siga respirando), además de la herida, o podrías quedarte con un cadáver en la mesa por un descuido -casi con delicadeza, su mano desplazó las del contrario para situarlas sobre el corazón del desdichado-. Deja de desperdiciar energía dándosela a todo el cuerpo y céntrala en esos puntos además de en cerrar la herida... y veremos qué tal va la cosa -le indicó, todavía sin presentarse en absoluto, aún observando la "operación" con ojo experto... como quien contemplaría a un médico trabajando sobre una rata, en realidad.
Él mismo no recurría a conjuros curativos a menudo, y no podía utilizar el Vigoris de forma natural como aquel chico parecía ser capaz... pero aún así era un experto en ese y otros muchos temas relacionados con magia, fuese blanca o negra. La distinción personal sólo se basaba en aquellas habilidades que había hecho suyas para utilizar más a menudo... en el campo de lo experimental y el conocimiento él no creaba límites o barreras.


Última edición por Neal T. Cassady el Jue Dic 31, 2015 9:25 am, editado 1 vez
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Mensaje por Jaime Cortés Vie Dic 18, 2015 11:26 am

Apenas cuatro meses desde la llegada de Jaime a París le habían bastado para saber que aquella ciudad no estaba hecha para él. El Sena estaba muchísimo más frío que su Guadalquivir, y rara vez podía bañarse sin pillar un catarro que le durara semanas. Dormía donde podía, a veces en los parques, escondido entre los matorrales y lejos de miradas indiscretas. Otras veces, conseguía el favor de personas que, guiadas por la caridad, le daban un techo, pero esas personas siempre eran las que menos tenían, y a Jaime no le gustaba quitar el pan de los demás para comérselo él. Al contrario.

Le resultaba curioso eso. Tanto en Sevilla como en París, las personas más amables, las que lo dan todo por nada, son aquellas de origen más humilde. Esas personas que, cuando apenas tienen un plato de comida para ellos, lo comparten si otro lo mira deseoso y hambriento. La sociedad cada vez era más egoísta, pero el egoísmo, según Jaime, solo era una herida que, con paciencia, acabaría sanando.

Y hablando de sanaciones. No hacía más de una semana que había conocido a una familia de proletarios explotados y con recursos casi nulos, pero que no dudaron en darle un plato de comida caliente y dejarle dormir en el suelo de su choza. Para Jaime, aquel sitio era casi como un palacio. Había una chimenea donde hacer un fuego, tenía cuatro paredes y, lo mejor, era que estaba protegida del frío de esa ciudad. Cómo lo odiaba.

Contó a la familia casi todas las peripecias que tuvo hasta llegar allí, así como también les mencionó que había estudiado medicina antes de que las condiciones de su vida lo hicieran huir sin mirar atrás. Sin embargo, aquella noche, tuvo que confesar su secreto. Habían traído al marido de la mujer herido, una caída terrible. Se había clavado al final de esta algo perteneciente a una máquina, y la herida parecía infectarse con velocidad. Así que, ante los ojos de todos aquellos que trajeron al hombre, Jaime no lo dudó un segundo y usó sus poderes.

Apenas se dio cuenta de que algunas de las personas abandonaron la sala casi despavoridos, como si fueran antílopes corriendo de un león que acabara de aparecer. Jaime siguió a lo suyo, utilizando Vigoris sobre el hombre que estaba tendido en el suelo. No obstante, no conseguía hacerlo sanar. Cerraba la herida con premura, pero no mejoraba y, aunque siempre hacía un reconocimiento clínico, lo primero que hizo fue aplicar más energía al conjuro. Hasta que una mano y una voz a su espalda lo frenó.

—Er cerebro… —Jaime no lo había pensado. De hecho, estuvo a punto de hacer una de las cosas más peligrosas que había hecho nunca. Esas cosas que se aprendían de forma autodidacta y que, si se llevaban al extremo, podía causar la muerte del hechicero. Pero el hombre tenía razón.

De nuevo, Jaime canalizó su energía. Hizo latir el corazón, respirar a los pulmones y alejar el sobrante del riego sanguíneo del cerebro. La energía de El Cortesillo estaba menguando con gran velocidad después del anterior esfuerzo, pero eso no lo frenó. Para cuando llegó su energía a la herida, el hombre había recuperado un color más que sano, y con unos puntos y unos días a base de cataplasmas, no tardaría en sanar.

Cogió su hatillo, donde llevaba sus únicas posesiones, que casi todo tenía que ver con la hechicería y la sanación, y terminó la cura del hombre, que se había sumido en un profundo sueño. Fue entonces cuando Jaime giró su mirada hacia el desconocido que había entrado. Era un hombre guapo, de tez pálida y con la sombra de una barba que aumentaba su atractivo, ensombreciendo su rostro.

—Graciah por la ayuda —dijo Jaime —, pero… ¿quién eh uhté?

A simple vista, parecía un hombre adinerado cualquiera. Pero su conocimiento sobre magia dejaba muy claro qué era, a qué se dedicaba y, lo más importante de todo, que estaba allí por él… puesto que no encajaba en aquel lugar, se mirase por donde se mirase. El Cortesillo se levantó, sudoroso y cansado, para establecer un contacto visual directo, mientras se limpiaba con un trapo sucio la sangre del hombre.


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Mensaje por Neal T. Cassady Vie Dic 18, 2015 2:53 pm

No era el primer hechicero de clase baja que conocía, desde luego... en su "negocio" era habitual el mantener un perfil bajo para no destacar demasiado, aunque muchas veces ese era, precisamente, el factor que más llamaba la atención sobre uno mismo. A fin de cuentas, la Inquisición rara vez buscaba o, siquiera, tenía el poder suficiente como para querer meterse en asuntos de la aristocracia; sí, sin duda poseían el control moral de la mayoría de las esferas... pero no era fácil meterse con la otra cara de la moneda del poder.
Por esa misma razón, más que por orgullo, Neal se había alzado de su propia basura, engatusando a aquellos demasiado descerebrados como para reconocer a un depredador cuando lo tenían delante. Vivir en la calle no era algo nuevo para él... más bien, viejo, dejado en el pasado para no volver; quizás por ello sentía ahora un poco de simpatía hacia aquel joven hechicero callejero... que debía verse "reducido" a sanar a aquellas ratas de cloaca para poder sobrevivir. Al menos, eso imaginaba él que pasaba por la mente del contrario. El tema de "ayudar por el mero hecho de querer ayudar" ni se le pasaba por la cabeza... si lo hacía tenía que ser por necesidad.

La primera sorpresa que se llevó Neal, hubo que decirlo, fue bastante embarazosa. Al escuchar aquellas dos palabras de labios del más joven, no pudo evitar mirarle con una ceja alzada. ¿Era... alemán o algo?
Parpadeó ligeramente desconcertado. Neal no era un hombre de mundo, precisamente... sabía mucho, pero casi todo sacado de libros y de experiencias que no incluían nada que tuviese que ver con viajar. Sólo conocía una minúscula parte de Irlanda y... bueno, París. De modo que el acento del chico le resultaba tan irreconocible como le resultaría un carlino multicolor con alas de murciélago. Bueno... seguramente, menos reconocible que eso.
Decidió dejar ese misterio en vista de los progresos que su momentáneo "alumno" estaba haciendo. Sintió la energía del joven desviarse de manera más correcta... de forma aún un tanto inexacta, pero mucho mejor que antes, sin duda. Asintió, casi sin darse cuenta esbozando una pequeña media sonrisa... desde luego, no por la mejora de salud de aquella sabandija a la que el muchacho curaba, sino más bien por su éxito en la operación.

Tras presenciar aquello en primera plana, el hombre retrocedió unos pasos para dejar espacio al sanador para que terminase su trabajo, ahora más común y menos extraordinario.
Aguardó, paciente, apoyado en su bastón, contemplando sus movimientos y adivinando por ellos que, además de magia, no parecía una cabecita vacía en lo que se refería a temas médicos. A fin de cuentas, los conceptos que le había sugerido incluso para usar el Vigoris no eran algo muy sencillo para alguien simple del vulgo... y el rubio los había pillado perfectamente.
"Mmmm... interesante..." pensó para sí, lanzando con todo el descaro una mirada que repasó de arriba abajo al joven hechicero cuando se dio la vuelta y le hizo aquella pregunta.
- Suele ser educado presentarse uno mismo antes de pedir nombres ajenos... pero supongo que, dado que yo mismo intervine antes sin presentarme, es justo... -sonrió ligeramente, de nuevo sin su blanca dentadura apareciese en aquel gesto- Neal T. Cassady -se presentó, haciendo una ligera reverencia que acompañó con un fluido y ensayado movimiento en el que se sacó el sombrero de la cabeza, lo utilizó como "aditamento" para su gesto "respetuoso" y lo recolocó en su sitio cuando se irguió en una posición normal.

La expresión de su rostro, a continuación, dijo bastante de lo que opinaba del trapo que el chico estaba usando para limpiarse... más cuando avanzó y, sin delicadeza alguna, le sacó aquella cosa de las manos al rubio, en su lugar sacando de uno de los bolsillos de su redingot un amplio pañuelo de un inmaculado color blanco que le ofreció rápidamente.
- Primera norma para médicos, curanderos y personal sanitario en general... cero suciedad, de ser posible, en todo elemento utilizado -su mirada se suavizó un tanto-. Tienes aspecto de haberlo pasado mal... -retrocedió un paso educadamente, dejándole "espacio vital" una vez más. También tenía un aspecto... interesante, debía admitirlo- Dime, chico... ¿tienes algún lugar en el que quedarte? -trató de preguntarle con tacto y un tono de voz neutro, ni compasivo ni arrogante. No quería ofenderle, pero ya se había topado con brujos demasiado orgullosos como para querer admitir que precisaban ayuda o, al menos, simplemente aceptar un poco de ella... así que sería cauto ante todo, porque en verdad quería ayudarle, quizás algo incomprensible para alguien que se podía considerar como un auténtico desconocido.
Igual, de todas formas, tendría suerte... no en vano se había encontrado con lo que debía de ser el antepasado de la Madre Teresa de Calcuta... aunque eso todavía no lo supiese, claro.
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Mensaje por Jaime Cortés Sáb Dic 19, 2015 5:05 am

Jaime pasó por alto el hecho de que el hombre dijera que era de buena educación presentarse él primero. Para el sevillano, dar el nombre era dar una información valiosísima que podía llevarte a la ruina, como le pasó a él. Tenía detrás a la Inquisición española y, si bien estaba lejos de su Sevilla, sabía que dentro de las filas de esta organización había hechiceros que renegaban de su libertad y los ayudaban a perseguir a sus iguales.

Observó con detalle los aspavientos que realizó en todos sus movimientos. Jaime pensó que tal vez era una mofa a su clase social, pero no dijo nada… últimamente se encontraba un poco susceptible y veía cosas donde nada había. Dejó pasar por alto ese hecho y le dedicó una ligera sonrisa, en la que solo reflejaba cierta simpatía, pero no llegaba a ser del todo cálida.

—Yo zoy El Cortesssillo —dijo pronunciando una “s” demasiado exagerada, aunque como este sonido no se encontraba dentro de su acento, tenía que exagerarlo sí o sí para que se entendiera —. Un placer, zeñor Neal.

Casi como movido por un resorte, Neal quitó el trapo de Jaime de sus manos y, al principio, Jaime empezó a formular palabras en su mente en la búsqueda de algún conjuro defensivo. Pero lo que pasó después lo hizo quedarse en blanco por un momento. Le dio un pañuelo, tal vez de seda, muy blanco y de aspecto suave para que se limpiara la sangre. Jaime pensó que, tal vez, ese trozo de tela podría venderlo por una comida caliente en algún sitio. Se puso rojo de la vergüenza y lo cogió, pues la mirada del otro no aceptaba una negativa. La sangre lo manchó por todos lados, y El Cortesillo sintió que estaba tirando dinero a la basura en ese momento. Como si no le hiciera falta.

Al parecer, se quedó tan embelesado con el pañuelo, la suavidad que este tenía y la belleza del blanco, que sus ojos no pudieron dejar de reflejar cierta añoranza. Si bien era verdad que él nunca se habría gastado una gran cantidad de dinero en un pañuelo, sí que en su hogar no le faltó el alimento, y en el poco tiempo que llevaba, se había visto obligado a comer de la basura, de la caridad o, directamente, pasar varios días sin comer. Por eso, cuando el otro comentó que se veía que no lo había pasado bien, Jaime supo que no había leído sus pensamientos, sino su rostro. De nuevo, alzó sus ojos para mirarlo. Esos verdes ojos llenos de tristeza y calidez.

—No, zeñor Neal —seguía hablándole de usted porque era consciente del abismo social que los separaban a ambos —. He ehtao viviendo con ehta gente unoh díah, pero no quiero cargarloh máh —sacó un pequeño bote de su hatillo que correspondería con unos diez cataplasmas y lo dejó encima de la mesa para que la mujer diera por entendido que eso era lo que tenía que aplicar a su marido —, la calle eh mi hogar, zeñor.

De nuevo, cerró su hatillo, que aún tenía frutos secos para dos o tres días, y guardó todos los instrumentos de medicina que había sacado pero que no había necesitado para el hombre. Después, echó al fuego los trapos que había llenado de sangre, pues eran una fuente de infección clara si se volvían a usar, así que prefirió prevenir a tener que tratar esa dolencia. Todos excepto uno.

—Muchah graciah, zeñor —seguía con el trapo entre las manos, sin saber muy bien qué hacer con él — ¿Lo quiere concerbar? —no lo extendió, sino que seguía con él entre sus manos, a la espera de que el hombre dijera si lo quería o no, mientras se ponía su fina chaqueta y se preparaba para salir — Por cierto… ¿buhcaba uhté algo por aquí?

No había caído en la cuenta de que, en verdad, había aparecido como de la nada, lo había ayudado y se había interesado por su vida. Pero Jaime sabía suficiente inglés como para saber de dónde era su acento, y dudaba mucho de que fuera él al que buscara… pero la vida daba muchas vueltas.

OFF: Aún no le he dicho el nombre porque mi personaje necesita coger confianza para ello Razz
De igual manera, si no entiendes algo sobre la fonética no tienes más que decírmelo ^^


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Mensaje por Neal T. Cassady Sáb Dic 19, 2015 7:15 am

Desde luego, la florida presentación le salió de forma natural; una vez había tomado las costumbres de los humanos para mantener la "elegancia" y dar el pego, ya no había marcha atrás. Desde luego, no lo hizo con ninguna mala intención, pero eso el contrario no podía saberlo, evidentemente.
Lo que sí pudo adivinar Neal, en cambio, fue la desconfianza que parecía emanar el rubio... el simple hecho de que le dijese aquel... ¿"sobrenombre"? En lugar de su nombre verdadero se lo confirmó, no extrañándolo en absoluto a pesar de todo.
- Uhm... creo que seguiré llamándote "muchacho" y sus derivados, teniendo en cuenta que dudo de mi habilidad para pronunciar semejante entramado fonético -rodó los ojos ligeramente, aún sin querer esbozando una media sonrisa y negando levemente, un tanto divertido por la situación. ¿De dónde se suponía que venía aquel crío de acento extravagante?

Seguidamente sí tuvo que contener no sólo la sonrisa, sino algo más hilarante todavía, porque las miradas que el chico le dedicó a su pañuelo y a él, seguido de aquel sonrojo, hicieron que Neal se sintiese con el poder de leer la mente... aunque no lo tuviese en absoluto. Había sido tan claro, tan transparente al ver su expresión.
En el tiempo en que el muchacho estuvo pendiente del pañuelo, le dio tiempo de disimular su expresión y volver a ponerse serio. Y a buen tiempo, porque, desde luego, había tenido razón en su evaluación de la situación del "Cortesss...Corte...lo que fuese-illo" que, a pesar de su cautela, no tuvo reparos en admitirlo.
- La calle no debería ser el hogar de un hechicero -replicó, en cierto modo tajante y al mismo tiempo mostrándose pensativo... porque, si tenía en cuenta la desconfianza que había demostrado el rubio, quizás aquello le sonaría a trampa por todos los costados...

El tiempo que se tomó para meditar la situación el contrario lo empleó para poner en orden sus cosas y "limpiar" la zona... al menos hasta que llegó a su pañuelo y, nuevamente, el serio Neal que nunca sonreía de verdad se encontró con problemas para ocultar aquella media sonrisa.
Con delicadeza, tomó el pañuelo de las manos del otro y lo colgó entre sus dedos frente a ambos, observándolo con aparente detenimiento. Nunca se le habían dado bien los idiomas... ni siquiera conocía bien su propio idioma, y cualquiera que supiese irlandés de verdad pensaría que hablaba peor que un niño de tres años... pero el caso era que servía a su propósito, y eso era lo que importaba. Un idioma con el que se sintiese lo suficientemente cómodo para canalizar su magia.
- Sreabhadh gan spota -murmuró, manteniendo la mirada fija en el pañuelo y apretando ligeramente los dos dedos que lo sostenían. Con suavidad, como si no se apresurase, la sangre ya medio seca se hizo líquida de nuevo y, en lugar de ser absorbida por la tela, se deslizó sobre ésta como si fuese impermeable.
Un charco de sangre se formó bajo el pañuelo que, de nuevo, volvía a estar resplandecientemente blanco. Neal lanzó una mirada de soslayo al joven rubio y le guiñó un ojo.
- Quédatelo -le extendió de nuevo la prenda y, antes de que el otro pudiese decir nada, fuese para protestar o para aceptarlo, siguió hablando-. Te buscaba a ti, chico... pude sentir tu magia desde la calle, en un lugar en el que no esperaba encontrar a hechicero alguno, así que vine a investigar -su mente trabajaba a marchas forzadas, buscando una manera adecuada de...
Ahahá... puede que eso sirviese.

- He visto que eres un joven talentoso... pero todavía muy inexperto -ladeó la cabeza ligeramente-, y no parece que poseas los medios para mejorar por tu cuenta... -se apoyó en su bastón con la mano que no había sostenido el pañuelo- Deberías conseguir un mentor -alzó una ceja, mirándole significativamente al más puro estilo de "Sí, yo, aquí, tienes a un maestro perfecto delante de tus naricitas".

OFF: Lógico xD y tranqui, Neal está pasándolas un poco canutas para adivinar en algunas ocasiones, pero el user las pilla al vuelo ;D (??)
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Mensaje por Jaime Cortés Sáb Dic 19, 2015 2:24 pm

El sevillano se encogió de hombros cuando escuchó lo que el otro dijo. Si bien era cierto que la calle no era lugar para un hechicero, también era verdad que la calle no es hogar para nadie. Nadie debería de verse en esa situación, fuese hechicero o no, aunque no dijo nada, simplemente se mantuvo en silencio, aunque atento a los movimientos del hombre que, de repente, había sentido cierto interés hacia él.

Se quedó observando mientras el hombre utilizaba sus poderes para hacer que la sangre, de forma limpia y sin ningún tipo de dificultad, saliera de la tela, cayendo al suelo en pequeñas gotas que, al final, formaron un diminuto charco color escarlata. Después miró el pañuelo que el hombre le estaba regalando, y aunque él en principio iba a declinarlo, la insistencia del hombre fue pronunciada por otras palabras que le siguieron, por lo que no le dio tiempo a decir que no, simplemente lo cogió.

—Bueno, zupongo que cualquier hechicero podría haber llamado zu atención, ceñor —mencionó con una sonrisa, ahora más pronunciada y de esas que remarcaban su belleza —Mushah graciah.

Terminó de empaquetar sus cosas, como si tuviera prisa por irse. No entendía muy bien esa necesidad, pero Jaime sabía que su estancia allí había terminado. Si se fiaba de la familia, habían visto sus poderes demasiadas personas como para permanecer allí y, desde luego, si se enteraba la Inquisición serían ellos quienes cargaran con los problemas. Ni quería ni podía permitirlo.

Sus pensamientos estuvieron algo ocupados, repasando mentalmente todo lo que tenía que llevarse, que tampoco era mucha cosa. Cuando lo recogió todo, se quedó atento al hombre. Lo miró como si lo viera por primera vez. ¿Estaba ofreciéndole enseñarle? Tampoco parecía mucho mayor a él mismo, aunque sí veía que sus conocimientos eran bastante más amplios que los suyos. Arrugó el entrecejo, sin saber muy bien qué contestar. Por un lado, veía una oportunidad grande… por otro, no sabía muy bien qué hacer, pues desde que había iniciado su huída, había cogido cierto gusto por la soledad.

—Pueh ceñor… no quiero cer una molehtia… —se rascó la nuca — ademáh, no tengo con qué pagarle. Y ci ciquiera tengo con qué mantenerme, ¿cómo voy a permitirme el lujo de comprar cozah que nececite para mi aprendizaje?

Suspiró y buscó en sus bolsillos. Llevaba siempre unas pocas monedas. Las otras las repartía entre su hatillo y su bota derecha, por si le robaban o le asaltaban, tener de dónde echar manos. Entre todas no formaban ni dos francos, pero para Jaime eso era una comida, al menos, durante tres o cuatro días. Intentaba parecer educado, aunque sí vio cierto interés por parte del inglés en él.

—Zupongamoh que digo que cí —dijo él —, ¿qué eh lo que tendría que hacer? ¿Y… ehtaría a zalvo de la Inquicición?

La sonrisa se borró de sus labios al recordarla. Odiaba tener ese miedo visceral a la Inquisición, así como también odiaba ser un vagabundo sin un techo en el que guarecerse. Así que sus ojos se clavaron en los del otro, a la espera de lo que tuviera que proponerle.


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Mensaje por Neal T. Cassady Sáb Dic 19, 2015 4:36 pm

Neal notó como si Jaime no hubiese estado muy convencido de su afirmación acerca de la calle, aunque no supo adivinar en qué podía discrepar. Tampoco era algo demasiado importante... las opiniones de ambos podían variar, eran los intereses los que podían terminar coincidiendo... y los que sería realmente importante que coincidiesen, realmente.
- Ciertamente... pero en este caso has sido tú el que la ha llamado -no se molestó en soltar tonterías que, en verdad, no dejarían de ser mentiras sólo para agasajar sus oídos; prefirió la aplastante sinceridad que reflejase sus intenciones con mayor claridad. Él sólo mentía cuando debía... y normalmente lo justo para decir también media verdad, al menos, y hacer esa mentira más creíble. En aquel caso no le convenía en absoluto.
Hizo apenas una leve inclinación de cabeza, nuevamente respondiendo a la sonrisa del contrario con otra más leve y discreta, pero igualmente sincera.
- No hay de qué... -replicó con suavidad.

Entornando los ojos, se acordó de la situación en la que se encontraban y, mientras el rubio terminaba de prepararse para irse, Neal se asomó a la calle y entabló contacto visual con uno de los matones que le habían echado el ojo previamente y que, por suerte, seguía allí. Nada más los ojos de ambos se encontraron, Neal atrapó su mente con facilidad. La mirada del humano se enturbió y se volvió totalmente inexpresivo.
La instrucción mental fue precisa. Vigila que no venga nadie de la Inquisición... avisa si ves algo. Simple para aquella mente obtusa, suficiente por el momento... aunque igualmente no debían permanecer allí demasiado tiempo.
Entornó la puerta tras de sí, volviendo a prestar atención al interior de la choza y centrando su mirada en el chico.
- Muchacho... mírame bien -comentó con cierta sorna cuando terminó de hablar, respetando su "turno de palabra" aunque no dijese, a su entender, más que tonterías-, ¿te parezco alguien que precise de dinero o "pago" de cualquier tipo? Inclusive... ¿crees que no sé esos hechos como para ser consciente de lo que implica el ofrecerme como tu mentor? -ladeó ligeramente la cabeza, mirándolo con tranquilidad- Te estoy ofreciendo un tutelaje... y un maestro cuida de su aprendiz hasta que termina su período de aprendizaje -era joven, muy joven. Hasta el momento había encontrado a otros hechiceros vagabundos, sí, pero la mayoría eran ancianos, y una simple ayuda económica era lo máximo que habían aceptado, además de alguna que otra conversación interesante sobre magia... el que el rubio fuese tan joven sin duda cambiaba las cosas; se le veía un tanto desvalido, y eso en un hechicero a Neal no le gustaba...

Cerró los ojos y se mantuvo en silencio unos segundos, en apariencia meditabundo.
- Si aceptas esta oferta, deberás aprender... no sólo magia, sino también el comportamiento adecuado -abrió los ojos y le miró con fijeza-. Una vez finalizado tu entrenamiento, podría insertarte como médico en algún hospital -sus ojos se entornaron-, sin embargo... el que la Inquisición te busque o no dependerá primordialmente de ti -parpadeó ligeramente, escuchando más sonido en la calle.
Metió una mano dentro de sus vestiduras... sacando una tiza blanca. Se acercó a una de las cochambrosas paredes de aquel lugar y se inclinó, empezando a dibujar algo en el muro sin prisas pero sin pausas.
- Las normas son sencillas, pero pareces del tipo de muchacho no muy dado a seguirlas... -le analizó ya sin demasiados reparos instantes antes de que la puerta de madera se abriese de golpe y un hombre inexpresivo y de ojos acuosos entrase en la estancia.
- Vienen -afirmó con simpleza.
- Distráelos lo que puedas -le despidió con un gesto sin siquiera mirarle, terminando al fin lo que había estado haciendo en la pared... que, al levantarse mientras el matón salía de nuevo cerrando la puerta tras de sí, se pudo observar que parecía como el marco de una puerta inexistente.
- Primera norma: nunca reveles tu esencia a un humano -se giró a mirar al rubio, sus ojos entornados cuando alzó la tiza y la colocó frente a sus labios-. Segunda norma: nunca utilices tu magia frente a humanos conscientes... o vivos -se volvió hacia la "puerta" y sopló sobre la tiza, desprendiendo un polvillo blanco que pareció flotar hasta "tintar" la parte de dentro de la puerta dibujada, como dándole una "textura", una "realidad"-. Tercera norma... si te ves obligado a romper alguna de las normas anteriores por una situación de peligro... no dejes testigos de tu fallo -le lanzó una mirada bastante significativa acompañada de una pequeña media sonrisa algo siniestra mientras guardaba la tiza.
Y extendió su mano para tocar la "puerta" de tiza.
- Tú féin a oscailt chuig an ionad, tú féin a oscailt don nead -recitó, empujando suavemente... y abriendo una puerta que no debería estar ahí, dejando ver al otro lado... lo que parecía una lujosa aunque oscura habitación iluminada apenas por unas cuantas velas.

- Tú no has cubierto tus huellas... así que vienen -entornó los ojos, apoyándose en el bastón casualmente a un lado del portal mágico-. Ya no hay una escapatoria clara, así que tu elección se ha reducido a confiar y huír por aquí conmigo... o quedarte y quizás correr unas cuantas calles hasta que te den alcance. Más allá de ese punto... en fin, sólo tienen descripciones vagas de un grupo de paletos, además de buscar a un hechicero de clase baja en penosas condiciones... nadie sospecharía de un médico de la alta sociedad -ya escuchaba el resonar de sus botas, estaban al caer... y él no podía estar allí cuando llegasen. O tendría que crear una carnicería... y eso no era algo que le conviniese.
Con un impulso mental, hizo que el matón al que había dominado se apuñalase en el corazón a sí mismo para no dejar "pruebas" de su magia y, lanzándole una última mirada preocupada al chaval, se dio media vuelta.
- Confío en que hagas la elección correcta... cerraré el portal en quince segundos -que era lo que calculaba que les quedaba antes de que la Inquisición asomase la cabeza allí.
Entró por la puerta y apareció en la habitación privada que le había encargado a su "padre" adoptivo en el sótano de la mansión y que, a todas luces, parecía una habitación normal (lujosa, pero normal) con la excepción de que allí no había ni una ventana.
Una vez en aquel lado, se volvió hacia el portal mágico y aguardó aferrando con fuerza su bastón, confiando en que el chico emergiese de él en cualquier momento.

OFF: Espero que no te importe que haya puesto un poco de situación tensa (?) cualquier cosa que no te guste dime, ¿ok? nwn
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Mensaje por Jaime Cortés Sáb Dic 19, 2015 5:27 pm

El muchacho, que seguía aún sin saber muy bien qué hacer, se sentía hostigado. Por un lado, irse con ese hombre parecía el fin de sus problemas… al menos por el momento. Por otro lado, era un hechicero también, y Jaime tenía mala experiencia con los hechiceros y sus demonologías, por lo que no sabía si fijarse del todo de él. No obstante, su ansia por seguir aprendiendo y seguir mejorando empezaban a inclinar la balanza a favor de Neal.

Sin embargo, rompió sus defensas cuando habló de incluirlo en un hospital. Desde que dejara de trabajar en la Sociedad Regia de Medicina de Sevilla se sentía vacío. Pese a su juventud, el talento y las ganas de salvar vidas le sobraban, por lo que Jaime echaba tanto de menos eso que prácticamente lo convenció en ese momento. Diferente iba a ser aprender modales, a vestir y, sobre todo, a preocuparse por su aspecto que, si bien él era un hombre guapo, nunca le había preocupado. No obstante, allí seguía, observándolo dibujar con su tiza algo extraño para él.

Con un hechizo de control mental, hizo que alguien vigilara la calle. Era evidente el poder que poseía Neal, y apenas había hecho nada más que no fuera un par de trucos. Pero su facilidad y su falta de preocupación lo hacían parecer fuerte… y, lo más importante, un hombre que no temía a nada. Eso era lo que Jaime quería para sí. Lo que de verdad querría aprender en caso de irse con él.

La Inquisición, al parecer, utilizó todas las bazas que tenía para encontrarlo, y así fue. Al escuchar las normas, Jaime se sintió estúpido. Sabía cómo había que actuar, pero él había sido cegado por la necesidad del hombre de ser salvado. Aunque no sabía qué era peor, si lo que ya había hecho o el hecho de que lo repetiría. Rascó su cabeza e intentó desechar esos pensamientos de ella. Sus gestos le parecían torpes, y a sus oídos llegaban los pasos ligeros de la calle, que prometían una pelea memorable… e innecesaria.

—¿Hah matao al hombre? —fue lo único que pudo preguntar. Aún a sabiendas de que la respuesta era que sí. Eso, en un principio, echó para atrás a Jaime… pero aunque él era un enamorado de la vida, entendía que la gente hiciera cosas como esa para salvar el propio pellejo.

Se mordió el labio inferior y miró a su alrededor. Dejar al hombre solo y herido era algo que no podía permitir. Vio cómo Neal se coló por la oscuridad de su portal mágico, y Jaime supo que tenía que tomar una decisión. No obstante, el Vigoris no era su único fuerte. Canalizó gran cantidad de energía, tanta que hizo crepitar el ambiente.

—Ada zorale karlaia quarem —su imagen empezó a distorsionarse y, a su lado, apareció él mismo. Una imagen cuya forma y consistencia era igual a la suya. Esta imagen salió corriendo de la casa, como alma que llevaba al diablo, en dirección contraria a la Inquisición. Con suerte, dejarían en paz a la familia. Con suerte.

Respiró hondo. Cuando quedaban dos o tres segundos, El Cortesillo atravesó el portal, que se cerró tras él nada más sobrepasarlo. Estaba en una habitación a oscuras, y tuvo que parpadear varias veces para que sus ojos se acostumbraran a esa oscuridad. Notaba la presencia de Neal, así que cuando pudo atisbar las formas, lo miró.

—Ciento haber tardao —dijo en un susurro —, quería ocuparme de algo anteh de irme.

Se mordió el labio inferior y echó un nuevo vistazo a la habitación, a la espera de que aquel hombre dijera o hiciera algo. Se sentía como un niño pequeño en un mundo de gigantes, y a pesar de que no le gustaba que decidieran su camino, pensó que ya estaba cansado de huir. Necesitaba un cambio. Necesitaba ser libre de nuevo.

OFF: No pasa nada, está genial ^^


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Mensaje por Neal T. Cassady Sáb Dic 19, 2015 6:19 pm

Lo notó. Pudo notar en su expresión que había acertado en una diana... y no parecía que dicha diana tuviese nada que ver con volverse un "respetado miembro de la alta sociedad"... más bien parecía...
"Ah... un curandero de vocación, parece que tenemos aquí" pensó para sí, sintiendo la contradicción haciéndole fruncir el entrecejo levemente... en parte porque le gustaba la gente con ambiciones, fuesen del tipo que fuesen... en parte porque aquello le hizo sospechar que el rubio no había estado ayudando a aquel hombre sólo por la necesidad de sobrevivir a base de la caridad de aquel humano desagradecido. ¿Acaso le habría ayudado por... el mero hecho de querer ayudarle? ¿A un humano?
"Demonios... como haya acogido bajo mi ala a un idealista creo que me dará urticaria..." pensó para sí, haciendo una leve mueca mientras realizaba todos los preparativos para su partida, teniendo en cuenta que, se imaginaba, la situación se torcería rápidamente, como terminó pasando. Ya atajaría luego ciertos problemas que, si sus suposiciones eran correctos, podrían muy bien presentarse si no dejaba las cosas bien claras antes de que aquel jovencito metiese la pata de nuevo...

- No deberías hacer preguntas cuyas respuestas ya conoces... no es educado -replicó simplemente a la obvia pregunta que el contrario le había lanzado con una reticencia en su tono que le llevó a pensar que sus suposiciones eran totalmente acertadas... aquello tendría que hablarlo, sin duda, porque parecía que la juventud se le notaba demasiado.
Le "leyó" sus opciones y se coló por el portal, aún al otro lado notando aquella energía pulsante que se filtraba por aquel canal mágico... y que le permitió a Neal hacerse una idea de lo que el rubio había hecho. Negó levemente.
"Un idealista idiota..." confirmó para sí, añadiendo aquel último "aditivo" porque, estaba seguro, el chico no se habría limitado a hacer una ilusión burda sin rasgos faciales para usar como cebo para la Inquisición... no, seguramente la habría hecho con todo detalle sin pensar en lo estúpida que aquella acción era.

Con el ceño fruncido, observó como el chico aparecía a aquel lado de la puerta mágica, que se cerró con suavidad a sus espaldas, desapareciendo tanto en el punto de partida como en el de llegada. Suspiró un poco exasperado.
- Dime que no le diste rasgos a la ilusión... -murmuró lo suficientemente alto como para que el otro le escuchase... por mucho que se estuviese cubriendo el rostro con una mano en una posición muy expresiva de por sí. Aún tenía esperanza de que el chico no hubiese cometido aquel error de novato... por favor.
Negó ligeramente e hizo un leve gesto. Velas cercanas, hasta el momento apenas encendidas, tomaron un poco más de fuerza e iluminaron con suavidad la habitación, amplia, con una enorme cama, varios sofás y sillas dispersos, una amplia mesa de estudio, algunos armarios y dos puertas una a cada lado de la gran estancia.
- Siéntate... tenemos que hablar, pero también deberías descansar después de usar tanta energía -"de forma mal organizada" añadió para sí.

Suspiró nuevamente. Aquello podría llegar a ser un problema... pero ahora que había sacado al muchacho de aquel entuerto que había quedado atrás... sentía que no podía dejarlo tirado sin más, al menos, no sin darle una debida explicación de lo que le esperaba.
Así pues, aguardó a que el chico se sentase y él mismo tomó asiento sobre uno de los sillones cercanos, dejando el bastón apoyado a uno de sus lados y entrecruzando sus dedos, pensativo.
- Dime, muchacho... ¿qué opinión tienes acerca de los seres humanos? -inquirió con suavidad, sacándose el sombrero de copa y colocándolo sobre una pequeña mesita que tenía cerca.
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Mensaje por Jaime Cortés Dom Dic 20, 2015 10:17 am

Sus ojos verdes poco a poco se aclimataron a la oscuridad del ambiente de tal manera que al final era capaz de distinguir algunos colores. Y más cuando la estancia se iluminó con unas cuantas velas, que mostraron una habitación tan lujosa que Jaime pensó que era un aristócrata importante. Su asombro solo quedó frenado por las palabras del otro, que irrumpieron en sus oídos rompiendo el ambiente tranquilo del lugar.

—Lo ciento, ceñor. No me ha dado tiempo a darle forma… o a quitárcela, máh bien —para él, que la creación de ilusiones era algo natural e innato, lo realmente difícil era modificarlas para que tuvieran una forma compleja… y un ser sin rostro no era fácil de hacer —. Aunque ci corre lo zuficiente, no lograrán ver mi cara. Zupongo.

Cuando se iluminaron las velas aún más, Jaime creyó desfallecer. Aquella cama era casi tan grande como el salón del pobre matrimonio con el que había vivido esa semana. Los armarios eran de madera buena, y el escritorio estaba tallado y elaborado de tal manera, que Jaime no pudo evitar quedarse largo rato apreciando la belleza del sitio. Ni siquiera se acercaba a las cosas, y tampoco se sentó hasta que extendió el pañuelo que el hombre le regaló sobre una silla para no manchar el tapizado.

Se quedó mirándolo. Arrugó el entrecejo, pues para él, que sí que había hecho un gasto de energía grande, no necesitaba descansar. Vigoris y la Creación de Ilusiones eran fuertes y latentes en él, por lo que apenas había rebasado la mitad de su capacidad. De lo que estaba cansado era de huir, de correr, de sentirse agobiado, de tener que estar yendo de un lado para otro, de no comer… aunque no dijo nada. Simplemente asintió.

—¿Qué opino zobre elloh? —acercó la silla al sillón de Neal, que estaba algo alejado. No quería sentarse en otro sillón por el miedo a ensuciarlo, a pesar de la comodidad silenciosa que ofrecía —Creo que zon nuehtroh igualeh. Cada perzona eh como eh, y cin elloh, nozotroh no tendríamoh razón de ecihtencia. To lo que hago eh por y para ayudá a loh demáh, ceñor Neal.

Hasta ese momento no había reparado en la comodidad de la silla. Si bien el sillón parecía ser una nube, la silla estaba bastante blanda, y el respaldo cubría lo suficiente como para que pudiera apoyar ligeramente la espalda —siempre teniendo ese cuidado con el mobiliario del señor—. Sus piernas hormigueaban, fruto del descanso que estaban obteniendo, y era una situación extraña el hecho de no tener que estar alerta, pues no había ventana alguna en el lugar.

Carraspeó y se pasó una mano por el pelo, hasta llegar a la parte posterior y rascarse la cabeza, un gesto muy típico suyo. Evaluaba el rostro de Neal con minuciosidad, tratando de discernir las emociones que reflejaba e intentando, de alguna forma, adivinar el por qué se interesó en él. De todas formas, no le tenía miedo, pues a pesar de sus amplios conocimientos, El Cortesillo había sido un pícaro sevillano. Bajo presión, siempre sabía qué hacer. Y aquella habitación tenía dos puertas.


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Mensaje por Neal T. Cassady Dom Dic 20, 2015 3:14 pm

Su suspiro, una vez más, no se hizo esperar. Por qué sería que se lo había imaginado... tendría que controlar aquellos ridículos impulsos si quería llegar a alguna parte, o no sobreviviría en el mundo real.
- Aún debes de tener cierto control sobre la ilusión, confío... si es así, deshazla cuanto antes -entornó los ojos peligrosamente-. Si un agente de la Inquisición en París te ve, no habrá segunda oportunidad para ti en Francia... ellos no son simples plebeyos -mal que le pesase admitir semejante cosa... aún con esas, no dejaría de pensar en ellos como pequeñas ratas. Débiles... pero con un afán de procreación y trabajo en grupo terribles.
Confió en que el chico fuese capaz de hacer al menos aquello... había cometido demasiados errores.

Dejó que observase su nuevo entorno, alzando una ceja al verle sentarse sobre su pañuelo, supuso que para evitar manchar nada. En cuanto terminasen la conversación mandaría que le preparasen la bañera que tenía allá abajo, en una de las puertas, de hecho, para así evitar más actos semejantes... se suponía que debería poder relajarse allí. No tendría que temer ensuciar nada.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos, sin embargo, al escuchar las opiniones que el contrario expresó acerca de los humanos... opiniones que le hicieron cerrar los ojos. Se recostó en su cómodo asiento y mantuvo su rostro impertérrito.
- ¿Consideras tu igual a una criatura capaz de traicionarte nada más salvar la vida de un amigo o un familiar? -inquirió repentinamente tras haber meditado sus palabras unos segundos cuando el rubio terminó- ¿Consideras que un hechicero no tendría razón para existir sin los humanos? -abrió los ojos lentamente, clavando su fría mirada en la del contrario- ¿Vivir la vida con una madre o un padre? ¿Con una pareja? ¿Dedicarla al estudio para salvar a su propia raza de enfermedades o problemas que, a fin de cuentas, también nos afectan a nosotros tanto como a los humanos? -desvió su mirada hacia su bastón, una obra de artesanía peculiar, con un feroz león como pomo de marfil... un botín de guerra muy especial.

- Los humanos no traicionan... no matan para sobrevivir. Nada les reporta el avisar a la Inquisición de la aparición de un brujo, pues ellos son lo peor de su casta y por lo único por lo que se preocupan es por exterminar todo aquello que "se aleja de lo humano", como si fuese algo malo -parpadeó, volviendo a mirar al menor-. Los humanos son los seres despreciables que te han vendido, me imagino, más de una vez... son aquellos que sólo te buscan por interés, temerosos de que seas diferente, y que se vuelven en tu contra en el momento más oportuno para ellos, cuando has sanado sus heridas o las de sus seres queridos, echándote a sus "leones" encima para que te torturen y maten a placer -una de sus manos se aferró con fuerza al reposabrazos del sillón, pero su expresión se mantuvo neutral y controlada-. Dime, muchacho... ¿quién crees que necesita ayuda de verdad en este mundo enfermo? ¿Los que viven tranquilos mientras los fuertes entre los suyos matan a criaturas inocentes sólo por deber alimentarse de sangre o descontrolarse una noche al mes sin poder evitarlo? ¿O aquellos que deben esconderse y fingir ser otros seres sólo para poder sobrevivir bajo la tiranía de criaturas demasiado simples como para ver la diferencia simplemente como tal y no como una amenaza?

Tomó aire lentamente, soltando el reposabrazos y llevando aquella mano a su rostro, cubriendo sus ojos apenas un momento.
- Soy una persona discreta, muchacho... para sobrevivir en este mundo deben hacerse determinadas acciones con las que puedes estar más o menos de acuerdo pero que, se ha comprobado en múltiples ocasiones, son las que te pueden salvar la vida -soltó otro suspiro leve, volviendo a entablar contacto visual con el otro al dejar caer su mano-. Si sigues tus impulsos como al salvar a ese... hombre... delante de toda una muchedumbre sin la más mínima discreción... si vuelves a ser tan poco precavido como para crear ilusiones con tus rasgos al tratar de proteger a otros llamando la atención sobre ti mismo... te acabarán cazando mucho antes de lo que te imaginas -su mirada pareció volverse férrea en aquel mismo momento-, y mi bondad no llega a tanto como arriesgar mi propia integridad o mi papel en la sociedad por ti. Normas, conocimientos, trucos... podré darte todo eso y más, pero no te permitiré ni un error como los que has cometido hoy -alzó uno de sus dedos enguantados con suavidad, su voz relajada por lo demás. Aquello no era una amenaza; simplemente estaba diciendo una serie de hechos inamovibles-. Un error... y estarás fuera. ¿Lo entiendes?
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Mensaje por Jaime Cortés Lun Dic 21, 2015 3:08 pm

Como tantas otras veces había hecho, deshizo su ilusión sin ningún esfuerzo. Simplemente el lazo que mantenía su magia lejos de allí se desató, haciendo que su imagen dejara de corretear. No sabía si lo habrían alcanzado o no, pero era una ilusión muy bien creada, pensada para mantenerse siempre a una distancia prudencial con respecto a la luz que era capaz de recibir el ojo. Sin embargo, no dijo nada. Prefirió mantenerse en silencio para no hacerse notar.

Si bien carecía de grandes conocimientos, sus poderes eran especialmente poderosos. No sabía si contarle acerca de su secreto con respecto a la magia de Vigoris. Pero dado el odio que sentía hacia la humanidad, Jaime decidió callarse y no protestar. Se mantuvo callado unos segundos, evaluando todas y cada una de las palabras de Neal. Por lo que Jaime dedujo de ellas, o Neal lo había pasado mal u odiaba a la humanidad y lo expresaba mediante ciertas tendencias genocidas.

—Zupongo que cada uno tiene zuh propiah razoneh. Y por ezo no voy a juhgarloh, ceñor Neal —mantuvo su mirada sin pestañear, pues según su concepción del ser humano, él era uno más. Un igual con ciertos dones. Pero humano, al fin y al cabo —. Cigo penzando que tanto uhté como yo nacimoh de la mihma forma que elloh. Y ezo, a mi parecer, noh hace igualeh.

Volvió a escuchar sus palabras. Sabía que había actuado mal, y más a sabiendas de que la Inquisición lo estaba buscando. Pasarían unos meses hasta que se olvidaran de él, eso lo sabía porque ya había pasado antes, pero por el momento no veía una clara mejoría en su situación actual.

Entendió todas y cada una de las cosas que le dijo. Si bien él mismo se habría juzgado con esa dureza, también pensó que alguien como él y que pensaba lo que pensaba sobre los humanos, no entendería lo que había hecho. Y, desde luego, lo volvería a hacer si alguien lo necesitaba. Solo tenía que ser más cuidadoso, pero sus prioridades estaban marcadas por un fuerte sentimiento de respeto y de necesidad por cuidar al prójimo.

Su mente divagó por todos los recovecos de su memoria, acordándose del esclavista que lo compró en Sevilla. También recordó lo duro que trabajó para su mentor en la misma ciudad, el cual quiso enseñarle el camino de la demonología y convocación de criaturas infernales que, por contraposición, Jaime usó para la utilización de encantamientos, protecciones e, incluso, comunicación angelical. Supo que Neal iba a ser otro mentor duro, autoritario y, en cierta manera, cruel. Pero sus principios eran tan sólidos que nada era capaz de erosionarlos.

—Lo entiendo, por zupuehto. Y no ehpero un trato preferente, ceñor Neal.

Tragó saliva y, segundos después, suspiró. En ese lugar se sentía seguro, algo un poco contraproducente, pues nunca habría pensado que iba a estar bajo la tutela de un mentor que, como poco, odiaba a las personas por carecer de los mismos dones. Desde luego, podía debatir eso, pero no iba a darle jamás más importancia a un vampiro, por ejemplo, que a un ser humano indefenso. Nunca.

—Entonceh… ¿voy a vivir aquí con uhté? ¿Hay alguna regla máh, aparte de la obvia?


En cierta manera, aquello suponía también un gran alivio para el joven. La calle, por mucho que intentara acostumbrarse, no era plato de buen gusto de nadie. Además de que el frío de Sevilla no era ni la mitad de la mitad que el que hacía en esa condenada ciudad, por lo que un techo en invierno era todo lo que quería Jaime en esos momentos.


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Mensaje por Neal T. Cassady Vie Dic 25, 2015 8:17 pm

- Interesante forma de verlo... ¿has conocido a muchos humanos que se comporten como tú? Dando un valioso regalo a cambio de un plato de comida y un poco de amabilidad... creo que ese tipo de personas escasean bastante -ladeó levemente la cabeza-. Desde mi punto de vista, no es el nacimiento, precisamente, lo que hace al hombre... sino la personalidad que debería forjar por sí mismo con criterio en edades avanzadas... criterio que, como se puede observar por las multitudes de fanáticos que recorren las calles, no existe entre sus filas... al menos, no en su mayoría -hasta él veía que no todos los humanos eran basura... pero no por ello dejaría de odiarlos y despreciarlos en conjunto. Que dos ratas no llevasen la peste no iba a librar a toda su prole del exterminio...

Parpadeó, centrando su mirada en el rubio tras haberse perdido en sus pensamientos un momento. Por su expresión se imaginó lo que pensaba con una certeza casi adivinatoria. Sonrió levemente.
- Pareces no entender algunas cosas... o, por la contra, malinterpretarlas -se recostó en su asiento, alargando la mano para tomar su bastón y acariciar suavemente el pomo leonino, fijando la mirada en éste-. Seguramente piensas que, por haber matado a un humano para poder protegerme soy un mago maligno que tratará de meterte en la cabeza hechizos malignos que, también seguramente, no coinciden con tu encantadora e ilusa filosofía de bondad -le miró, aún con aquella media sonrisa entre divertida y burlona presente en su rostro-. Sólo para que quede claro desde ya y así aliviar tus reservas... no, no pienso enseñarte magia negra; ni por un instante se me pasó esa idea por la cabeza.
Podía ser caritativo con los de su raza, pero ni de broma le enseñaría a un aprendiz con la ideología que aquel poseía los poderes que él en verdad ejercía... él no era un iluso, precisamente.
- Vigoris, magia ilusoria, hechicería común... seguramente poseas algún otro don natural; trabajaremos sobre ellos, nada ajeno a tus conocimientos previos, sólo mejoras y un aprendizaje más extensivo -le señaló repentinamente con el bastón, alzando una ceja al mirarle-. Y, dado que tienes pinta de ser un pequeño tonto, también te enseñaré a ejercer tus poderes con un poco más de discreción... para que el numerito de la choza no se vuelva a repetir, al menos, frente a ojos conscientes de ello.

Se levantó e hizo una seña al joven para que le acompañase, acercándose a una de las dos puertas en la enorme habitación.
- Mandé que adecentasen este lugar para tener un poco más de privacidad aquí abajo, pero supongo que por el momento servirá bien como tus aposentos -replicó a sus dudas-. Por lo pronto, aparte de lo "obvio", deberás buscarte un nuevo nombre y empezar a meterte en la cabeza que te llamas de esa forma antes de establecer contacto con el exterior. Debes crear un personaje para que encaje en la alta sociedad... dado que ya tienes un pseudónimo, imagino que no te resultará difícil adoptar una nueva identidad -abrió la puerta a una habitación considerablemente más pequeña que la anterior pero igualmente agradable y bien amueblada... en el centro de la cual había una bañera llena de agua ligeramente humeante.
- Puedes tomarte el tiempo del baño para meditar y cuando salgas comunícame tu elección... algo no demasiado florido, por favor -se hizo ligeramente a un lado, dejándole paso-. Siempre me tienen preparado el baño antes de mi llegada -le explicó, sonriendo ligeramente-, no me gusta toparme con gente por aquí...
Le señaló la ropa que había, perfectamente doblada, sobre una silla al lado de la bañera.
- Imagino que eso te valdrá... si te queda muy grande cuando salgas haré un pequeño apaño con magia... ahora elimina cualquier rastro de la calle de tu cuerpo... seguiremos hablando luego -aún sonriendo levemente, se dio media vuelta, rumbo a la otra puerta-. Debo anunciar mi llegada y hacer unas cosas... volveré en unos minutos -se despidió momentáneamente, procediendo a salir de la habitación.
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Mensaje por Jaime Cortés Sáb Dic 26, 2015 9:45 am

De nuevo, Neal mostró a Jaime una faceta algo más oscura de lo que al sevillano le habría gustado. No obstante, no lo juzgaba, había muchas personas con muchos ideales distintos, y eso era lo que hacía a las personas ser como eran. Por otro lado, las peripecias cada vez hacían a Jaime más blando, pero con otras personas el tiempo actuaba de diferente manera, y sabía que si se sentía así, era por algo. No le dio mayor importancia, pero lo escuchó de todas formas.

—No pienzo que ceah malo —aclaró Jaime —. Zolo creo que deberíah haber buhcao una alternativa. Pero cada uno tenemoh nuehtroh métodoh, ¿no?

Lanzó una sonrisa para aliviar las tensiones que se habían generado. Además, no le importaba aprender todo tipo de magia. De hecho, él mismo sabía numerosos rituales de magia negra, invocación demonologista y todas esas cosas que su mentor le enseñó. Todo estaba en cómo se usara al final. La magia blanca podía ser malvada si se usaba mal, y la magia negra… a pesar de que rara vez se pudiera usar para el bien, Jaime siempre encontraba esa forma.

—No me importa aprender todo lo que me quiera enceñar, ceñor Neal —volvió a sonreír —. De hecho, pienzo que todo conocimiento eh poder.

No pudo evitar sonrojarse cuando le dijo que era un pequeño tonto. En verdad Jaime se sentía un poco estúpido, pues siendo buscado por la Inquisición eso podría haber sido un suicidio para él. De hecho, no solo Neal lo había sentido aquella noche. Maldijo en silencio que Neal le tuviera que regañar por eso, pero no lo dijo en voz alta. El orgullo de los sevillanos era legendario, y así lo mantuvo El Cortesillo.

—Mih podereh innatoh zon, aparte del Vigorih y la Creación de Ilucioneh, lah barrerah —aclaró Jaime —. Zoy bueno en ezo… aunque últimamente ciento que mi magia no funciona bien del tó. Creo que eh por el canzancio y la alimentación.

Eso último lo dijo en voz apenas perceptible, más para él mismo que para el otro. Cuando se encontraba a tope de energías, su magia era poderosa. Últimamente había hecho cuatro o cinco trucos no especialmente difíciles, pero veía cómo, conforme bajaban sus recursos, también bajaban sus habilidades. Incluso las innatas.

Lo siguió en silencio hasta la puerta que lo guió el otro. Daba a otra pequeña estancia, aunque más grande que la choza del matrimonio que lo acogió la última semana, y que tenía una bañera con agua caliente. ¿De verdad aquella sería su habitación? ¿Con bañera? Los ojos de Jaime se inundaron de lágrimas. No sabía el tiempo que hacía que no se acicalaba en agua caliente… y desde luego, no sabía cuándo había sido la última vez que se cambió de ropa. Mínimo, cuatro meses.

—Jaime —dijo cuando el otro empezó a decirle lo de su identidad —. Mi verdadero nombre eh Jaime Cortés. Zi va a enceñarme… y ci voy a vivir aquí, creo que eh juhto que lo cepa, ceñor Neal. Penzaré en algo.

Su sonrisa y sus lágrimas eran fruto de la felicidad momentánea. No sabía si había hecho bien en ir hasta allí, pero era evidente que necesitaba todo aquello, aunque solo fuera por una noche. Cerró la puerta cuando el hombre se marchó y se desnudó. Hacía mucho tiempo que no se desnudaba cómodamente, así que se tomó su tiempo para, una vez haberlo hecho, meterse en el agua cálida. Todas sus terminaciones nerviosas sintieron un alivio tan fuerte que casi dolía, y le costó unos dos minutos poder sentirse realmente cómodo.

Se sumergió para, debajo del agua, poder sacarse la roña de su pelo rubio, que se tornó en un tono algo más claro gracias al líquido elemento. Después, sin prisas, fue dedicándose a cada parte de su cuerpo, pasando sus manos y purificando todo a su paso. Las lágrimas se confundían con el agua, pues el sevillano no se sentía así de bien desde hacía mucho tiempo.

Se tiró un buen rato, hasta que su cuerpo retornó a ese níveo tono de piel —pese a ser sevillano— y su cabello volvió a su estado natural: suave, brillante y de un color vivo. Después, se puso la ropa. Era corpulento y grande, por lo que no le quedaba mal del todo. Se observó durante unos minutos en el espejo. Sonrió con lo que vio… ¿le parecería atractivo ahora al señor Neal? Se sonrojó un poco e intentó echar ese pensamiento de su cabeza, justo en el momento en el que volvió.

—Miguel Garzón —dijo mirándolo con una leve sonrisa.


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Mensaje por Neal T. Cassady Lun Dic 28, 2015 10:29 am

Neal entornó los ojos al escuchar unas palabras extremadamente sabias de aquellos labios. En verdad no pensaba que alguien pudiese coincidir con una de sus opiniones en lo referente a la magia... aunque sus coincidencias al mismo tiempo resultasen seguramente opuestas.
- En eso te doy toda la razón, muchacho... aún con las diferenciaciones que muchos de nuestra raza se empeñan en hacer en lo que respecta a la magia, no me cabe duda de que, a fin de cuentas, es un todo... y sólo posee la intención que le da su usuario -por eso precisamente él sabía de todo, inclusive magia blanca... porque incluso algo catalogado como "bueno" podía utilizarse como un arma.
Puede que el chico no fuese un caso perdido, si tenía aquellas ideas... y era capaz de sonrojarse por su estupidez, si bien no fuese a admitir su error. Orgulloso... no estaba mal, al menos en cantidades justas; de forma desmedida sólo le daría problemas.
- Vaya, vaya... parece que coincidimos en un don, al menos -comentó seguidamente, sonriendo un tanto-. El arte de la creación de barreras mágicas siempre ha sido uno de mis fuertes -después de todo, los límites de un hechicero se cerraban más en torno a la imaginación y la creatividad antes que el poder en sí... aunque eso muchos no eran capaces de verlo.
Le miró con fijeza unos segundos antes de conducirle hasta la puerta.
- Un mes aquí y estarás como nuevo -dijo simplemente con respecto a las sutiles palabras del contrario. Un hechicero debilitado no era rival para nadie... y si quería darle alguna oportunidad de supervivencia a aquel joven, tendría que recuperarlo en consecuencia.

- Jaime... -murmuró, como adaptándose a pronunciar aquella palabra... si bien no volvería a nombrarlo de aquella forma- lo recordaré... si bien tendré más presente tu "verdadero" nombre a partir de ahora -sonrió apenas al ver la expresión de felicidad del contrario... porque incluso él no era inmune al bienestar que producía ayudar a alguien. Al menos, a alguien de su raza.
- Volveré en unos minutos... -repitió con suavidad, dándose media vuelta y avanzando a grandes zancadas que, sin embargo, no salían del "andar elegante" que, como regio miembro de la alta sociedad, se suponía que no debía abandonar ni aunque hubiese un incendio casi.
Subió al piso superior para anunciar su llegada, presentándose ante su "padre" como era costumbre y seguidamente retirándose a su habitación del piso superior. Por suerte, ya había dado orden que nadie entrase sin su permiso o fuera de las horas establecidas en sus nuevos aposentos del sótano, así que Jaime no tendría problemas a ese respecto.
Pronto procedería a presentarlo en la familia, aunque retrasaría su puesta en escena en la alta sociedad con la excusa típica de las excentricidades y timideces de los grandes genios... un médico fantástico como el nuevo nombre que tendría Jaime no aparecería en aquel teatro de máscaras y traiciones tan pronto, más preocupado por su arte que por los modales cortesanos.
Era un buen cliché a utilizar en su favor, se dijo Neal mientras cerraba la puerta de su habitación y sacaba un delgado libro de su extensa biblioteca. Lo abrió por la segunda página directamente, repasando un segundo los tres nombres allí escritos con una caligrafía extremadamente rococó... un hecho provocado para dificultar más su lectura, si bien el libro en cuestión estaba protegido por un hechizo, era mejor pasarse de precavidos... al fin y al cabo, eran los nombres de todos los hechiceros que había ido conociendo.

Como el conocimiento, los nombres también tenían poder... y, con los hechizos no protectores que aquel libro portaba, aquellos nombres le permitían saber a Neal el estado vital de las personas ligadas a aquellas letras, así como también localizarlas de ser necesario. Gracias a aquel truco ya había salvado en el pasado a una hechicera de ser torturada y asesinada por la Inquisición, y a un brujo de una multitud de humanos fanática que buscaba, cuanto menos, arrancarle la piel a tiras.
Desde luego, en el caso de que pudiese encontrar a otros hechiceros oscuros como él, el libro también podría servir al propósito de encontrarlos y reunirlos de necesitar de su ayuda... aunque por el momento no había tenido suerte en ese aspecto, así que se limitaba a utilizarlo como una "guía de salvamento" a sus hermanos y hermanas de raza.
Cogió su pluma y mojó la punta en el tintero, al instante siguiente deslizándola sobre el papel para escribir "Jaime Cortés". Dejó la pluma en su sitio y se quedó mirando el nombre unos segundos más, pensativo. Suspiró ligeramente y se levantó. Iba siendo hora de que volviese.

Para cuando "Miguel Garzón" salió del baño, Neal estaba tranquilamente sentado a una mesa redonda que acababan de instalar. Mantel, platos y comida dispersos adecuadamente por su superficie. El hechicero le lanzó una mirada larga y analítica al joven rubio, de arriba abajo y de abajo arriba.
- Desde luego, ya tienes la mitad de la batalla ganada, Miguel -comentó, correspondiendo el gesto del contrario con otra media sonrisa-. Buen porte y atractivo... volverás locas a las prestigiosas damas -le indicó con un gesto que se sentase frente a él en la otra silla disponible-. Por hoy prescindiremos de utensilios sobrantes utilizados en las "altas esferas"... come lo que desees, pero mesurado, o te sentará mal -se inclinó un tanto sobre la mesa llena de fruta, carne cocinada, verduras, pescado... había de todo-. ¿Vino o agua? -inquirió, indicándole las dos jarras, listo para servirle en un arranque de caballerosidad. No tenía mucha idea de vinos... pero supuso que aquel sería bueno.
- Bueno, ¿cómo te sientes, Miguel? ¿Mejor después del baño? -se interesó. Puede que no fuese a enseñarle ahora cuándo usar este o aquel minitenedor... pero podía ir entablando las típicas conversaciones insulsas de la alta sociedad para que el muchacho se fuese acostumbrando a ellas... ya sí ver sus reacciones y contra-preguntas para comprobar su destreza y agilidad mental.
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Mensaje por Jaime Cortés Mar Dic 29, 2015 5:09 pm

Hacía mucho tiempo que Jaime no se sentía atractivo a ojos de los demás. Aunque no se creía todo lo guapo que era, sí que sabía cómo explotarse de vez en cuando. De hecho, su rostro le había sacado de algún que otro apuro económico… aunque nunca había llegado a nada más con nadie. Y no tenía nada en contra de la prostitución, pero bastantes enfermedades existían en Sevilla como para contagiarse ahora en el extranjero.

De todos modos, la ropa que le habían prestado era elegante y, en cierta manera cómoda. No estaba sucia, por lo que no se pegaba por algunos lados, ni tenía agujeros. Tampoco era de mil colores distintos que, por mucho que frotara, no se iban. No, aquella ropa olía a jabón… a limpio. Se tocaba con algo de curiosidad por aquí y por allá, descubriendo todas las texturas de su nuevo atuendo.

Alzó sus ojos cuando mencionó lo de atractivo. Sabía que el señor Neal lo había mirado de forma muy inquisitiva como para no darse cuenta. Se sonrojó levemente, y por primera vez en mucho tiempo, y ahora que se sentía seguro, decidió no esconder quién era realmente, y lo que realmente quería para su vida.

Aunque antes de contestar, se quedó mirando y señaló el vino. En Sevilla había probado algún que otro vino francés y nunca le parecieron mejores que los de Jerez… no obstante, quiso ver si ese estaba a la altura. Tenía cuerpo y era dulce y espeso. Sacó a Jaime una sonrisa. Hacía tanto que no bebía vino que casi se le había olvidado el sabor. También empezó a comer, lentamente, saboreando cada bocado. Se le volvieron a saltar las lágrimas.

—Me ciento bahtante bien, ceñor Neal —dijo después de tragar la comida —. De hecho, me ciento mucho mehor que en mucho tiempo. Pero… hay algo que creo que debería de decirle.

Cogió su copa y bebió un largo trago. Sus mejillas se pusieron de un intenso color rojo, que en contraste con su piel nívea y su pelo rubio, se hacía mucho más notorio. Después, armándose de valor y mirando a Neal de nuevo, abrió sus labios para hablar.

—No ehtoy interezao en lah damah, ceñor Neal —suspiró —. Y zupongo que no tiene centido que me ehconda de ezo cuando ya ehtoy perceguio para cer ajuhticiao.

Pensó que tal vez una cascada de sinceridad no sería lo oportuno para Neal. De hecho, si era de esos típicos que odiaban a los de su clase, probablemente lo entregara él mismo a la Inquisición. Pero, de alguna forma, necesitaba decirlo en voz alta. Confesarlo de una vez por todas… y si ese hombre iba a ser quien lo entrenara en adelante, consideró justo que supiera un poco más sobre él. Se mordió el labio inferior, mirándolo con nerviosismo y esperando su respuesta.

Siento la extensión, pero no quería moverte mucho Razz


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Mensaje por Neal T. Cassady Mar Dic 29, 2015 9:00 pm

Tenía buena planta, el muchacho. Incluso sin verlo desnudo, Neal se hacía una idea bastante clara de que debía tener un cuerpo cuanto menos escultural... y sumado a su piel, su cabello, aquella sonrisa, esos ojos... sin duda iba a ser un "boom" espectacular. Iba a tener que luchar para quitarse a las arpías de encima... y a otras cosas aparte de a las arpías.
Sólo de pensar en ello, el brujo sonreía levemente, aún a pesar de todo intrigado... más que nada por saber cómo demonios el chico tenía aquel aspecto después de haber andado por ahí desnutrido durante a saber cuánto. Debía de tener un metabolismo idílico.
Recordando a más de un "amigo" suyo de las altas esferas que decía envidiar a los pobres por mantenerse delgados con tanta facilidad, Neal sintió de nuevo sentimientos encontrados entre la indiferencia que la referencia a pobres humanos causaba en él y las ganas de llamar imbécil a aquella bola de sebo que también pugnaban por adueñarse de él. Por suerte, ahora sólo servía un poco de vino a un joven atractivo... así que aquellas emociones estaban de más. Siempre era agradable deleitarse la vita, con la debida discreción ahora que ya no tenía motivo para "inspeccionar" al contrario.

A pesar de todo, sus ojos sí se fijaron en la forma de comer del contrario que, si bien debía de tener más que simplemente "hambre", se controlaba y comía tranquilo, disfrutando de lo que debía de ser su mejor comida en muchísimo tiempo, sino la mejor. Nuevamente, Neal mantuvo una expresión relajada y seria para que la pena no se filtrase lo más mínimo en ella, por mucho que la sintiese... un crío de su raza viviendo en aquellas condiciones... demonios, le enervaba.
- Excelente, me alegra que mis humildes servicios te sienten bien -comentó entre sincero e intrigado por las palabras del chico. Una "confesión" no era lo que esperaba para mantener aquella conversación improvisada al estilo "rococó"... pero podía resultar más interesante. Entrenar siempre se podía entrenar más tarde...
- ¿Algo te inquieta, Miguel? -inquirió, alzando una ceja y observando su rostro con detenimiento... aún más desconcertado y curioso al ver que se sonrojaba de forma nítida en extremo. ¿Qué diantres iba a decirle?

Todo se aclaró apenas unos segundos después. Desde luego, un dinosaurio del Cretácico Superior se habría puesto como una furia... o directamente habría interpretado inocentemente aquella afirmación del rubio algo así como "soy un artista o un científico que sólo piensa en su trabajo y no está interesado en romances o en la consecución de necesidades fisiológicas como el intercambio de fluidos...". Él, por descontado, cazó el sentido de aquello al vuelo, siendo su única reacción un levantamiento de cejas y un leve "oh" murmurado.
Dejó que el silencio se extendiese entre ellos un segundo de reloj... y acto seguido se encogió de hombros.
- Bueno... justo antes pensé que, además de las encantadoras damas, tendrías a unos cuantos hombres detrás de ti con seguridad, aunque en un principio pensé que eso resultaría una molestia -le dedicó una leve media sonrisa-, parece que no será así.

Extendió su mano y cazó una manzana de entre la enorme cantidad de comida que había condensada en la mesa para Jaime, llevándosela a la boca y arrancando un pedazo con sus dientes, observando su brillo rojizo como si fuese extremadamente interesante.
- Estoy seguro de que pronto comprobarás que, si bien tendrás que mantener tus gustos en secreto... habrá mucha gente que discretamente te tanteará -ladeó la cabeza, mirándolo de soslayo y sonriendo ligeramente-. La Alta Sociedad no se baña en la incultura de la pobreza... luego no es tan dada a creer en la familia de mujer y hombre como el "ideal santo" de la Iglesia... por no hablar de que, en su aburrimiento, muchos se dejan tentar por la lujuria de... probar "cosas nuevas" -entornó los ojos, componiendo un leve gesto de desagrado-. Aunque debo admitir que lo que más abundan de ese estilo son los viejos verdes deseosos de cuerpos jóvenes... dan asco -más asco incluso que por el simple hecho de ser humanos, que ya era decir en el caso de Neal.
Hizo girar la manzana entre sus ágiles dedos, deteniéndola otra vez frente a su boca y probando otro muerdo, desgustándola unos segundos antes de tragar y seguir hablando.
- También te encontrarás con unos cuantos artistas, seguramente... con tu físico está visto que te definirán como un "adonis angelical, de cabellos dorados, piel de alabastro y sonrisa celestial"... -resopló, divertido- Te harán poemas, te escribirán cartas endandiladoras y te harán regalos... hasta tenerte entre sus sábanas, posando para sus pinturas y mordiendo sus almohadas seguidamente -alzó una ceja, dedicándole una traviesa sonrisa al contrario.
Puede que el hecho de que fuesen similares... en más de un sentido... le estuviese dando alas para sacar a relucir aquella acidez tan poco cortesana suya. Aunque ésta ya era bien conocida por muchos, de forma más sutil, sin embargo.
- Lo he visto a menudo... yo mismo practiqué un poco de ese "deporte" en mis tiempos más... alocados -dejó la manzana sobre la mesa, alzando la mirada hacia Jaime una vez más-. Al fin y al cabo... yo veo la belleza del cuerpo femenino, sí... pero también veo el innegable atractivo del cuerpo masculino -nuevamente, una media sonrisa se formó en su rostro casi sin avisar-. Así que respira relajado, muchacho... no voy a juzgarte en lo más mínimo por tus gustos -se encogió de hombros una vez más-. Yo mismo tengo los míos propios y bien me llega con ello... -se reclinó nuevamente sobre su asiento, relajado y divertido, sin poder evitarlo. Así que aquello era lo que le iba a decir... pues vaya shock...

No pasa nah, a veces la situación da para escribir más, a veces da para menos, y en este caso sólo están nuestros pjs, así que no da pa muxo en ocasiones (?) xD
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Mensaje por Jaime Cortés Miér Dic 30, 2015 4:24 am

Al principio, Jaime pensó que lo que le había dicho a Neal iba a acabar en una mala experiencia en la que lo ponía de patitas en la calle, de nuevo. Al menos había comido y se había bañado… se sentía algo estúpido por haberlo hecho, y aunque durante un momento pensó en que si pudiera dar marcha atrás en el tiempo lo haría, el otro habló, pronunciando unas palabras tranquilizadoras que hicieron que el nerviosismo se escapara.

—Bueno… cegún como cea el hombre —dijo Jaime con otra media sonrisa.

Siguió degustando el vino y la comida mientras lo observaba comerse la manzana. Prácticamente era un ritual que llevaba a cabo de forma lenta y segura, como si hubiera ensayado cada movimiento en su ejecución. Por su parte, Jaime se sintió un poco torpe, aunque ello no le importaba lo más mínimo, ya que estaba acostumbrado a que la gente lo mirara por encima del hombre por cómo vestía, comía o dormía. Al menos podía hacerlo, no como otros vagabundos que se había encontrado antes… y que no vivían a la noche siguiente para poder contar sus peripecias.

Alzó la cabeza para volver a mirarlo cuando dijo lo de la Alta Sociedad. ¿Sería eso verdad? Jaime pensó en las libertades que se daban en Sevilla —que no eran demasiadas—, y supo que era cierto casi al instante. El pueblo llano estaba controlado por las personas de arriba, y subyugados a una idea de rebaño impuesta por la religión. Pero… ¿seguirían esas ideas las personas de arriba que, como él, eran distintas?

No pudo evitar sonrojarse ante la cantidad de halagos de Neal. “Rostro angelical, piel de alabrastro, sonrisa celestial, cabellos dorados”, eran cosas que en algún que otro momento ya le habían mencionado pero no en esa situación, y tampoco de esa forma tan directa… se podría decir que casi había asustado a Jaime. Casi.

—¿Entonceh… le parehco atrahtivo, ceñor Neal? —preguntó con una sonrisa de medio lado. Era evidente que a Jaime le llamaba la atención el hechicero, de facciones fuertes y bien marcadas, con una mirada peligrosa en el rostro y una sonrisa que, pese a que nunca llegaba a ser plena, sí era de lo más expresiva — ¿Cree que encajaré bien con uhté? Aparte de con todoh ezoh pintoreh, claro…

Se mordió el labio inferior. A Jaime siempre le habían gustado los dobles sentidos, y en ese momento se sentía tan bien con su entorno como consigo mismo, por lo que pensó que un poco de jugueteo no haría daño a nadie. Por otro lado, a pesar de la primera impresión de Neal, un tipo duro y sombrío, rozando la maldad, Jaime empezaba a ver ciertas cosas en él que lo acercaban a la humanidad mucho más de lo que el otro estaría dispuesto a admitir. Por supuesto, no se lo diría.

El juego empezaba a ponerse interesante, sobre todo después de la confesión directa de Neal. También había probado varón… y aunque Jaime solo había estado con un hombre en toda su vida, fue la mejor experiencia que tuvo. No obstante, nunca volvió a tener la oportunidad de repetir y, por ende, ya apenas lo recordaba. Se sirvió otra copa de vino, que se bebió prácticamente de un solo trago.

—Entonceh creo que ha practicao ece deporte mucho máh que yo —le dedicó una encantadora sonrisa —. Zolo… zolo he ehtao una veh con un hombre.

Se encogió de hombros y volvió a llenar su copa. Empezaba a tener cierto cosquilleo en la yema de los dedos, pero no le importó. Esa sería la última copa que bebiera… pero quería dejar ligeramente la vergüenza a un lado para poder hablar con él. Supo que tenía que controlarse, pues empezaba a lanzar miradas furtivas al otro de manera casi inconsciente. Y su mente acabó en la bañera… esta vez acompañado.

—¿Alguna veh ha penzao uhté que ehtaba mal?

Lo preguntó verdaderamente interesado. A pesar de que fue la mejor experiencia de su vida, a veces se arrepentía por lo que había hecho, condicionado por una sociedad demasiado estructurada y demasiado anclada en los principios de la religión cristiana. No obstante, quería saber la opinión de Neal. Él, que era un mago liberal y de clase alta, seguro que tenía una visión de lo más crítica y personal al respecto.


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Mensaje por Neal T. Cassady Miér Dic 30, 2015 9:15 am

- ¿Esa demostración de ingenio de artista te ha dado la idea? -respondió con otra pregunta un tanto irónica Neal a la del rubio, sonriendo un tanto por ello- Me da que muy poca gente no te consideraría atractivo... -añadió a continuación, remarcándolo como un simple hecho, que era lo que era. Habría que estar ciego para no darse cuenta del atractivo de Jaime, incluso si no se poseía los gustos que ellos compartían, era algo hasta obvio para Neal.
Una de sus cejas se levantó ante lo que, creía casi al 100%, había sido una insinuación por parte del muchacho. Acababan de conocerse... ¿y ya le estaba tratando de echar el anzuelo?
En otra situación, si el rubio fuese un aristócrata, por ejemplo, lo habría tomado por alguien en extremo lanzado... y seguramente portador de todo tipo de enfermedades venéreas. En aquel caso, Neal se imaginó la razón de su apresuramiento como, además de anhelo, tal vez, ese sentimiento de apresuramiento que se tenía en la clase más baja de la sociedad... la necesidad de actuar en el ahora por miedo a que no hubiese un después, por ejemplo.
Elucubraciones... igual Jaime estaba más salido que la esquina de una mesa y no parecía importarle que fuese Neal el que saciase aquellos instintos... ¿quién sabía?
El caso era que... no le disgustaba aquella actitud.
- Siempre se puede ser lo bastante flexible para "encajar" los unos con los otros, creo yo -contestó a aquella otra pregunta no con poca malicia, sonriendo un tanto al ver al contrario morderse de aquella forma el labio inferior. Un pequeño angelito muy malo, parecía... sin duda, sería el sueño húmedo de todos los artistas de París.

Contuvo la risa al verle tragarse el vino de una sentada. Tenía la impresión de que la cosa se iba a animar a marchas forzadas, y todo por voluntad de Jaime, algo en extremo entretenido. Supuso que un poco de diversión el primer día de su aprendiz no haría daño a nadie... aunque posteriormente tendrían que hacer más seria aquella relación maestro-aprendiz... no era cuestión de que las cosas se torciesen en el aprendizaje del rubito.
- Ah... y a pesar de ello tienes un don con las palabras, Miguel -replicó a sus confesiones, sonriendo divertido-. Esa última afirmación, dicha de esa forma, sería capaz de levantar grandes carpas de estilo señorial en más de un poderoso aristócrata, descontamos ya a los pobres artistas, cuya promiscuidad ya ha sido resaltada bastante -le guiñó un ojo, él mismo echándose un poco de agua en la otra copa que todavía no había tocado y tomando un pequeño sorbo... justo para que aquel giro en sus preguntas le arrancase un resoplido que casi se convirtió en risa. Casi. Nunca se supo si habría sido divertida o despectiva...
- ¿Por qué habría de pensar eso? ¿Porque un grupo de humanos hipócritas que practican el deporte de violar niños a espaldas de la sociedad lo digan? -le lanzó una sonrisa torcida al contrario que, aún sin esa intención, probó ser bastante atractiva por su talante provocador- Esta es una buena ocasión para culturizarte, Miguel... los sacerdotes o idiotas en general que crean los pecados son los primeros en abrazarlos con gusto -negó ligeramente, volviendo su mirada hacia su copa-. Son demasiado hipócritas como para admitir sus deseos más primitivos... los fuertes somos aquellos que vivimos con nuestros gustos sin que nos importe lo más mínimo -resopló una vez más-. Por descontado, no cuento en esa importancia lo que piensen los demás... eso me trae sin cuidado. Si no fuese porque el secretismo es poder, iría por ahí anunciando mis preferencias, todo fuese por ver las caras que se les quedan a esos idiotas -una sonrisa un poco más amplia de lo normal terminó siendo cubierta por la copa cuando volvió a beber, terminándose la poca cantidad de agua que se había echado. Sí, lo que importaba allí era aceptarse uno mismo... por los demás... en fin, podían irse a su tan odiado "Infierno" si querían.

- No -contestó por fin directamente-, nunca he pensado que estaba mal -le miró directamente a los ojos-. Hay muchísimas cosas en este mundo que están verdaderamente mal... y el dejarte llevar por la belleza masculina o femenina independientemente de tu sexo no entra dentro de esa casi interminable lista -se encogió de hombros-. Si ambos disfrutan... ¿por qué comerse más la cabeza al respecto?
Le lanzó una mirada significativa... como dándole a entender que sí, estaba tomando nota de todas y cada una de sus miraditas "fugaces", sabía lo que significaban y no le molestaban lo más mínimo... más bien al contrario. Eso último lo decía su media sonrisa. Y su ceja medio levantada quizás decía "avanza tú, es divertido verte a ti intentándolo". Pero claro, muy mago había que ser para descifrar todo aquello, igual lo único que se sacaba al respecto es "me está mirando como si fuese a empotrarme contra una pared, y no con intenciones violentas, precisamente".
Ah... la belleza de las interpretaciones personales.
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Mensaje por Jaime Cortés Miér Dic 30, 2015 11:54 am

Y ahí estaba. Jaime supo en ese momento que se había iniciado un juego entre ellos, en el que la diversión y el suspense de la conquista del otro era lo preponderante, quedando en un segundo plano su aprendizaje mágico y el de comportamiento en la Clase Alta. Supuso que necesitaba al menos un día de descanso en el que olvidarse de todo y, por primera vez en mucho tiempo, no tenía miedo a girarse y encontrar a un miembro de la Inquisición detrás de él.

Inconscientemente se bebió la nueva copa demasiado rápido, pero no le importó lo más mínimo. No se encontraba ebrio, pero empezaba a desinhibirse hasta el punto que le dio igual desabrocharse unos cuantos botones de su camisa para dejar que el calor de la habitación no invadiera su pecho. Aunque si aquella iba a ser su habitación, tal vez acabara durmiendo en la bañera llena de agua caliente… cómo había disfrutado de ese momento…

Sus ojos se abrieron como platos cuando el otro mencionó lo de los curas. No dijo ninguna palabra, pero su expresión fue suficiente para que el otro empezara a explicarle la asquerosa realidad. Una cosa era tener gustos distintos de los considerados “correctos” y otros muy distintos era la violación de niños pequeños. De todos modos, se fue serenando conforme hablaba Neal, y se sirvió una nueva copa de vino. Hacía rato que no tocaba ya la comida, y no por falta de hambre, sino porque sabía que su estómago no estaba acostumbrado a comilonas, y no quería ponerse malo.

—Entonceh uhté zabe mucho máh que yo, ceñor —su tono era algo sugerente, debido a ese juego que, al parecer, no le molestaba —. Aunque eh verdá que al único al que le he dao un podé ací eh auhté… ciéntace privilegiado.

Desde luego, también llevaba el “privilegio” de haberle dicho su nombre. De hecho, ni siquiera sabía si Neal era su verdadero nombre… no sabía tanto inglés como para saber si los nombres que le decían en esa lengua eran ciertos o no. De todos modos, poco le importó. Si era una identidad falsa, también podía ser mínimamente importante saberla, pues las distintas identificaciones de una persona normalmente eran utilizadas por su creador en numerosas ocasiones.

—¿Para qué comércela máh? —le lanzó una gran sonrisa. Desde luego, los dobles sentidos eran una continua en El Cortesillo… y más si estaba algo tocado por el vino.

La mirada del otro empezó a convertirse para Jaime en una especie de reto, o al menos así fue como lo interpretó el sevillano. Su expresión, su ceja levantada, su media sonrisa… hizo que el rubio empezara a sonrojarse bastante más. Dio un largo trago a su copa de vino y cogió un racimo de uvas de entre todas las frutas que estaban allí para él. Cogió una y la introdujo en su boca, con suavidad y parsimonia. Apenas recordaba el dulce sabor de la fruta. Se levantó entonces, racimo en mano.

—De todoh modoh ciempre me guhtó eza erótica de zumición —se dio una pequeña vuelta por la habitación, alejándose de él al principio, y volviendo poco a poco —. Cé que el aprendizaje ha de cer cerio… pero hoy lo podemoh dedicá a conocernoh mejor… ya zabe, ehtoy canzao de la calle y me apetece un día libre.

Apoyó sus nalgas en la mesa. Mientras se comía otra de las uvas. Acto seguido, y con una picardía muy propia de un andaluz, cogió una de las uvas y jugueteó con ella en el contorno del labio de Neal para, después, metérsela con suavidad en la boca. Sonrió, juguetón, y se dio cuenta en ese momento de que se había mordido el labio inferior en el proceso. Carraspeó y recuperó un poco la compostura… aparte de beberse el resto del vino que quedaba en su copa.


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Jaime Cortés
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