Blanco y negro hacen gris... [+18, Priv. Jaime]

Recuerdo del primer mensaje :

Alzó una ceja. ¿Qué se suponía que estaba notando? Allí, en medio de la basura de aquel barrio pobre... ¿era eso un don? ¿Un don utilizado donde prácticamente ningún sobrenatural habitaba? ¿Un don que casi ningún sobrenatural necesitaría?
El hombre vestido con el elegante redingot negro cubierto por una pequeña capa que le daba estilo se ajustó el sombrero de copa y, frunciendo ligeramente el entrecejo, se internó en una calleja que, inicialmente, ni siquiera había mirado, tal era el poco interés que poseía.
Al ver a dos gorilas mirándole con interés, respondió a aquellas observaciones con una fría sonrisa que parecía querer decir "adelante, venid a mí". Repentinamente los dos hombres encontraron harto interesante la pared en la que se apoyaban, pues alguien que sonreía de aquella manera al "peligro" sólo podía ser alguien que no los consideraba como tal... así que mejor sería no acercarse.

Casi decepcionado porque aquellos dos no intentasen atracarlo o similar, Neal detuvo sus pasos frente a una desvencijada choza cuya puerta empujó con la punta de su bastón, poco dispuesto a mancharse los guantes con la roña que claramente cubría aquella madera.
Si bien los magos no desprendían de por sí un aura resplandeciente como otros seres sobrenaturales, porque a fin de cuentas no dejaban de ser algo humanos aún con sus poderes, con el tiempo y la práctica cualquiera podía terminar percibiendo actos de magia en el ambiente... casi como una llamada que podía unir a los de su especie, hacer que se encontrasen cuando un acto de magia acaecía. Algunos lo consideraban como el "destino", capaz de acercar a los hechiceros entre sí... él, que no era un idiota, lo llamaba el "sexto sentido" de aquellos acostumbrados a sentir aquel poder electrizante.
Debido a ese sentido, cuando Neal entró en al muy mal iluminada habitación y vio a varias personas rodeando a un joven rubio que extendía sus manos sobre alguien herido, supo de sobra que era aquel chico el que estaba utilizando magia. Bueno... por eso y porque hasta un ciego se daría cuenta de que el centro de atención tenía que ser el que estaba obrando los "milagros" que seguramente serían achacados a que el crío estaba bendito o alguna majadería semejante. En el mejor de los casos, claro... en el peor... en fin, ya se sabía lo bien agradecidos que eran los humanos.

De su llegada se dieron cuenta la mayoría de los pordioseros que allá había, y su mirada fría y peligrosa, sumado a su aspecto, hizo que obedeciesen al instante la muda orden cuando el hechicero se hizo a un lado y les señaló la puerta. Casi salieron corriendo de la "vivienda", si es que podía considerarse como tal a aquella pocilga.
El joven mago no se percató, porque estaba concentrado sanando una fea herida en el vientre de aquel desdichado, y porque estaba de espaldas a la puerta. Neal se le acercó por detrás, situándose a su espalda, en uno de sus lados y contemplando su trabajo por encima de su hombro.
- Mmmm... tus esfuerzos son encomiables, pero a este paso morirá por la sangre de su cerebro -con discreción y sin tocar directamente a aquel desecho humano señaló los ojos entreabiertos e inyectados en sangre del tipo-. La sangre puede volverse letal si va a los lugares equivocados de forma equivocada... para usar el Vigoris de forma adecuada debes canalizar la energía hacia el cerebro (para evitar esos problemas), el corazón (para mantenerlo latiendo) y los pulmones del paciente (para que siga respirando), además de la herida, o podrías quedarte con un cadáver en la mesa por un descuido -casi con delicadeza, su mano desplazó las del contrario para situarlas sobre el corazón del desdichado-. Deja de desperdiciar energía dándosela a todo el cuerpo y céntrala en esos puntos además de en cerrar la herida... y veremos qué tal va la cosa -le indicó, todavía sin presentarse en absoluto, aún observando la "operación" con ojo experto... como quien contemplaría a un médico trabajando sobre una rata, en realidad.
Él mismo no recurría a conjuros curativos a menudo, y no podía utilizar el Vigoris de forma natural como aquel chico parecía ser capaz... pero aún así era un experto en ese y otros muchos temas relacionados con magia, fuese blanca o negra. La distinción personal sólo se basaba en aquellas habilidades que había hecho suyas para utilizar más a menudo... en el campo de lo experimental y el conocimiento él no creaba límites o barreras.

Si es que las pequeñas alegrías de la vida debían aprovecharse... cuando uno andaba obsesionado con la venganza y la muerte, pues como que follar le sentaba muy bien para eliminar toxinas del cuerpo, hacer un poco de ejercicio muy sano y todas esas cosas... seguro que hasta le mejoraba el humor por unos días y todo.
- Lo uno no quita lo otro, muchacho -replicó a sus palabras, sonriendo divertido. Siempre era agradable estar pegaditos aunque se tuviese espacio de sobra... ¿cierto?
Y el rubito seguía haciendo cosas que le daban ganas a uno de tenerlo más cerca... ¿quién podría culpar a Neal por sus pensamientos? Seguramente algún inquisidor reprimido con ansias de que le metiesen por detrás una buena po...
- Estás perfecto -le sonrió de vuelta el hechicero, deduciendo por la forma de caminar que se dedicó a usar el contrario al pasar frente a él que le había pillado las intenciones ocultas al dejarlo ir delante. Tanto mejor... era un culo precioso.

Aún dentro del baño Neal se fijó en que Jaime parecía querer mostrarse en unas posiciones la mar de favorecedoras para él... y aún por encima seguía con indirectas y miraditas la mar de atractivas. ¿Acaso quería más caña...?
En verdad, Neal podía jurarlo, en un principio no había pensado en "ejercitarse" más aquella noche... aparte de por sí mismo, para tener un poco de consideración con el trasero del español que, pensaba, al día siguiente quizás le iba a molestar un poquito... un poquiiito...
Pero en vista de que el chico se estaba manoseando una nalga frente a él con cara de viciosillo e incluso volviendo a morderse el labio de aquella forma tan encantadora... como que hasta el mayor empezaba a dudar de sus propias intenciones.
"Follar una vez más o no follar una vez más... esa es la verdadera cuestión, humano idiota..." pensó para sí, entornando los ojos y esbozando una media sonrisa torcida, entre burlona y sensual.
- Despacito y con buena letra... despacito y con muuuy buena letra -respondió a su pregunta, en realidad, sin responder a nada al tiempo que cubría la distancia que lo separaba de la bañera.

Metió un dedo en el agua de forma similar al contrario y, en aquella ocasión la frase que pronunció la dijo en voz tan baja que ni siquiera se entendieron los vocablos utilizados.
Fue breve, pero pronto se notaron los efectos cuando el agua empezó a recuperar su calidez anterior desde su dedo hasta calentar toda el agua de la tina. Neal alzó su mirada hacia el contrario.
- Ahora entraré yo... -comentó mientras lo hacía, quedando a medio tumbar dentro del agua y extendiendo sus brazos fuera de ella- y ahora entrarás tú -le señaló el espacio que tenía justo enfrente, seguramente para sorpresa del otro... y es que todavía no había terminado de explicarse, claro.
- Verás... en un principio había pensado que entrases y tenerte entre mis piernas -alzó una ceja, sonriendo levemente-, pero en vista de que pareces estar muy encantador... ya sabes... enseñándome todos tus encantos de forma muy explícita... pensé que tal vez me gustaría darme un gusto que antes no pude, y así quizás igualamos el marcador que dejamos un poco desigual -le indicó que entrase sin explicarse más y, cuando estuvo frente a él en la gran bañera que, en verdad, daba para mucho, metió una de sus manos bajo el cuerpo desnudo de Jaime y empujó hacia arriba.
- Vamos... déjate flotar en la superficie y relájate, muchacho... -le dijo con voz relajada y un deje malicioso por detrás- No te preocupes por lo que haga... dudo mucho que te disguste a fin de cuentas...
Y aquello lo dijo antes de, echándose un poco hacia el joven flotante, se metiese entre sus piernas llevando su rostro a la entrepierna del chico. Antes de que el otro se diese cuenta, su miembro relajado estaba dentro de la boca de Neal, que empezó a mamarlo con tanta parsimonia como deseo, disfrutando ahora tranquilamente de aquel sabor que sólo había degustado al principio y al final... apenas, el sabor de la joven hombría de Jaime.
- Ah... y que no se me olvide limpiarte, desde luego... -murmuró, sacándose su miembro de la boca sólo para decir eso, volviendo a succionar su glande y tragándoselo hasta el fondo con maestría... mientras sus manos, además de sostener un tanto al rubio flotando, empezaron también a internarse una vez más por su recto en adelante, "limpiándolo" de su esencia al penetrarlo otra vez. Y otra más...
Quien dijese que un baño en solitario era lo más relajante del mundo... que se lo pensase dos veces por lo menos.

Para hacer honor a la verdad, el joven antes solo se había insinuado de manera que el otro se quedara con el deseo y las ganas de repetir con él. Lo que buscaba era dejarlo tan sumamente enganchado que fuera el mentor el que buscara al alumno en una noche cualquiera y no muy lejana, y se poseyeran hasta el amanecer. No obstante, la atracción era tal que, a pesar de su plan, los de Neal primaron.

Asintió con la cabeza con gesto crítico mientras escuchaba sus órdenes. Sentía un leve dolor en su parte trasera, y sabía que si le pegaba otro viaje igual, tal vez al día siguiente no iba a poder ni sentarse… pero bueno, sí que su cuerpo le pedía más… y se lo pedía de forma distinta. Entró en la bañera con la orden del otro, sin dejar de escuchar sus palabras.

—Ereh un hombre horriblemente injuhto…

Su tono era jocoso con cierta ironía represiva. Era evidente que le había encantado lo que había hecho con él. No obstante, empezaba a ponerse más interesante cuando el otro, fruto de un arranque de pasión, empezó a jugar con su boca revoltosa en el miembro de Jaime. Hizo lo que Neal pidió: flotó sobre el agua con suavidad, apoyándose sobre sus brazos, mientras el otro salivaba sobre él.

Lo observó con lascivia, viendo cómo su propio cuerpo volvía a tensarse con rapidez, ávido de deseo y de atenciones. Gimió con suavidad y lo miró a los ojos cuando le habló. Acababa de descubrir que adoraba mirar a los ojos a quien se la chupaba, o a quien se la estaba chupando. La cosa era expresar con la mirada ese deseo… esas ganas de más. Esa lujuria infinita.

—Límpiame bien… —esta vez su tono era una mezcla de súplica y orden —porque quiero follarte hahta el fondo… y que ceah tú quien grite pa mí ehta vé…

Sonrió. Aquella noche, antes de la cena, habría jurado que Neal no eran de los que le gustaban ser sometidos o dominados. De todos modos, el calor, el ambiente, el olor a hombre… todo lo había llevado a querer en ese momento coger el mando, y ser él quien esta vez llevara la iniciativa. Siendo esto así, agarró el pelo del inglés, mientras notaba que su propia extensión ya alcanzaba su máximo cénit de nuevo, toda para él.

—Cómetela…

Apenas fue un susurro, apoyado por una leve obligación de la que el otro podría desprenderse si quisiera. Alojó su miembro en la garganta del otro y lanzó un quedo gemido de placer. Tenía la boca tan caliente y húmeda como lo estaba el agua de la bañera, y su lengua chocaba con las miles de terminaciones nerviosas que hacían que su polla se hinchara hasta límites que ni el propio Jaime conocía. Desde luego, Neal era un amante excelente.

Llegado a un momento clave, Jaime empezó a mover sus caderas con algo más de ritmo, gimiendo con fuerza de nuevo mientras sentía los dedos del otro juguetear en su interior. Desde luego, aquella noche también descubrió que le gustaba gritar cuando follaba, y que era bastante escandaloso. En verdad le daba igual… consideraba los gritos, gemidos y gruñidos como halagos hacia la otra persona. Así que, ¿por qué no dárselos, y cuanto más altos mejor?

—Dioh… me encanta…

Sus palabras quedaban entrecortadas por esos gemidos de placer, mientras que sus caderas empezaban a follarse la boca del otro con verdadera rapidez. Su mano seguía enredada en el cabello del otro, y la llama de su deseo no se apagaba ni aunque le fuera la vida en ello. Mejor… cuanto más ofreciera, más veía el otro lo que podía ganar estando dispuesto a repetir con él.

Sintió cómo su miembro se hinchaba en la boca del ajeno, y cómo su garganta tenía que acomodarse para recibirlo por completo. Sus huevos golpeaban en la barbilla ajena con cierto ritmo, y los ojos de Jaime estaban cerrados por el placer. Desde luego, si Neal no lo buscaba otra vez, lo haría el mismo Jaime.

—Me voy a corréh…

No sabía si terminar en la boca de Neal, tomar fuerzas y follárselo contra las paredes de la bañera, o si por el contrario el inglés prefería pasar a la acción y saltarse la parte del biberón cargado de leche. Una difícil decisión que Jaime dejó que tomara el otro, bajando el ritmo de su follada bucal.

Cuando le estaba mirando, lamiendo su tronco en su entera longitud antes de volver a alojarla entera en su boca, el chico le sorprendió una vez más... esta vez con una declaración totalmente inesperada.
Neal, en el fondo, sintió una extraña excitación que nunca antes había notado al escuchar las intenciones de aquel jovencito que parecía ahora dispuesto a devolverle el "favor" que antes le había hecho él... especialmente porque era la primera vez que alguien siquiera se planteaba algo así con él. Puede que fuese su porte, su personalidad, su complexión... pero hasta el momento todos sus amantes se habían entregado a él gustosos, desde la primera vez en la que él mismo todavía no se había "refinado" y se sentía más perdido que un pulpo en un garaje.
En verdad, con tanta "práctica" de... "ese lado", nunca había pensado en entregarse él mismo a otro hombre, y en aquel caso... bueno... era más virgen que el más puro de los niños.
La breve excitación que sintió por el tono del chico, de su sonrisa, de su repentina actitud dominante... rápidamente se le sacó de la cabeza el simple hecho de estar tragando el pedazo de carne, no precisamente pequeño ni siquiera en comparación con el suyo, que supuestamente debería entrar dentro de él.
Por descontado, la "vergüenza" de pasar el decirle que nunca le habían hecho nada por... ahí... casi de forma instantánea se le pasó la tentación de dejarse conquistar por su aprendiz. Aunque no por ello dejó de comerse su polla casi con gula.

No hubo tiempo de replicar a las palabras de Jaime, no hubo ocasión... su miembro ocupaba toda su boca, alcanzaba su garganta, el sabor era indescriptible, y el hecho de que tuviese la nariz enterrada en su púbis la mayor parte del tiempo tampoco ayudaba a mantener la compostura.
Quizás el hecho de que no sacase en ningún momento los dedos del trasero del chico le diese una pista de sus deseos... y de sus no tan deseos... porque lo que se decía en palabra, como que no iba a decir mucho mientras el muchacho se follaba su boca de aquella manera.
Pronto, sin embargo, parecía que podría hablar... por cómo se hinchó el pene del joven, Neal dedujo que estaría a punto de venirse... así que actuó en consecuencia profundizando más sus dedos en el chico y succionando con más fuerza, dejando pocas dudas de lo que quería hacer.
Algo que quizás no se había fijado mucho Jaime es que Neal ya se lo había dicho, su "objetivo". Estaba consiguiendo un material de masturbación brutal... y en aquel momento le llegaba con hacer disfrutar a aquel endiabladamente sexy hechicerillo. Aunque él mismo se estaba quedando con una pedazo "lanza" bajo el agua que para qué...

No se detuvo al empezar ya a notar el orgasmo de Jaime y su esencia siendo disparada en su boca. Mientras iba tragando aquella sustancia que, para algunos como él... o como el propio Jaime resultaba el colmo del morbo, siguió deslizando sus labios por toda su superficie, su lengua acariciándolo de forma experta mientras parecía querer extraerle hasta la última gota de aquel delicioso néctar.
Volvió a conectar su mirada con la del contrario, al menos buscándola en aquel momento de placer, cuando ya lo notó un poco más sensible reduciendo la intensidad de su felación hasta sacársela de la boca, deslizando su lengua suavemente por encima y sonriendo ligeramente.
- Estoy seguro... de que algún día encontrarás a alguien... dispuesto a hacerte cualquier cosa... y a dejarse hacer cualquier cosa por ti -alzó una ceja, relamiéndose ligeramente, su mirada traviesa-. Yo, sin embargo... podrás entenderme... no soy esa persona, tengo mis límites -se encogió de hombros. No se había ofendido en absoluto por la insinuación del chico, una promesa de lo más tentadora que, en verdad, si hubiese sido otra personas seguramente la habría aceptado en el momento... pero tampoco iba a ser capaz de cumplir sus deseos igualmente.
Su sonrisa se suavizó un tanto y, haciendo flotar al joven un poco más cerca, lo hundió de cintura para abajo en la bañera, atrayéndolo hacia sí y rodeándolo con sus brazos, prácticamente sentándolo sobre su regazo... en el que podría claramente notar su erección a la que, sin embargo, Neal pareció no hacerle ningún caso.
- Puedo asegurarte, a pesar de todo, que soy una persona especial... en este instante, por ejemplo, pienso en que tal vez estés ya muy cansado de tanto tute, así que puedes descansar sin más -se encogió de hombros, besándolo con suavidad para compartir de nuevo aquellos sabores que a Jaime tanto parecían gustarle-. No tienes que preocuparte por mí... para algo soy el mayor y tu mentor -alzó ambas cejas, sonriendo divertido y, ahora sí, verdaderamente deslizando sus manos sobre el cuerpo del otro para mojarlo y limpiar los restos de su pasión.

El torbellino de emociones y sentimientos nublaba tanto el juicio de El Cortesillo que, de alguna manera, no fue capaz de contener su emoción. Su cuerpo pedía ese perfecto placer que era capaz de sumir a su mente en la más profunda de las locuras, y en un fuerte arqueo de la espalda, se derramó en grandes cantidades en la boca de su mentor. Su gemido fue alto y sonoro, y sus piernas se tensaron con fuerza, apretando sus glúteos y, por ende, los dedos del otro en su interior.

Sonrió a modo de disculpa por lo que le había dicho. Era evidente que a Neal no le agradaba la idea de ser poseído, y a Jaime, en ese momento, le dio un poco de vergüenza habérselo pedido de aquella manera tan… tan sucia. Esa era la palabra. Se dejó guiar mientras le hablaba, y su rojo rostro aumentó cuando lo acercó a él y notó su dureza en el cuerpo propio.

—Ciento haberte dicho ezo —dijo —, no era mi intención molehtarte.

Dicho eso, sonrió. De nuevo, salió a la luz ese Jaime vergonzoso, tímido y adorable, algo inseguro y, por descontado, fiel a sus principios. Se quedó así, disfrutando de cómo el otro limpiaba su cuerpo con suavidad. Él mismo lo ayudaba en los lugares donde el otro no llegaba y, una vez hubo terminado, ayudó a Neal a bañarse y quitarle cualquier resto de lo que había pasado. Ya solo existía en el recuerdo… y en el ligero dolor que tenía en su trasero.

Vio cómo alguna de las marcas de las uñas habían horadado su cuerpo hasta tal punto en el que ahora tenía ciertas marcas hinchadas. Una de ellas sangraba, incluso. Se mordió el labio inferior y lo miró a los ojos, sonriendo levemente a modo de disculpa mientras arrugaba su entrecejo, expresión que usaba él cuando se preocupaba por algo o por alguien.

—Puedo curálo ci quiéreh—su voz era apenas un susurro —. Lo ciento…

Pasó sus manos levemente por sus heridas, sin esperar una respuesta. No iba a curarlas todas, pues era un poco una idiotez. Pero había dos o tres que tenían un aspecto algo más feo, por lo que se sintió obligado, y acabó haciéndolo de todas maneras. Además, al sentirse tan bien, comido y algo descansado, su Vigoris actuó con tanta rapidez que prácticamente fue un parpadeo.

—Ya ehtá —dijo sonriente para, después, darle un ligero beso donde antes estaba la última herida.

Se quedó allí un rato más, jugueteando con el agua y la espuma que había formado el jabón. Su rostro estaba más iluminado, su cuerpo más relajado y su estómago más tranquilo. Se podría decir que, por primera vez en mucho tiempo, estaba a gusto. No todo lo que querría… pues la sombra de la Inquisición acechaba aún, pero, en gran parte, eso era lo que llevaba varios meses buscando.

Una forma fantástica de terminar, la del muchacho rubio, aquel "apretón de dedos" fue de lo más erótico, todo bajo la atenta mirada de Neal que, lejos de acompañar la vergüenza del joven, sólo pudo sonreír divertido ante sus palabras y su actitud, que aparentemente había retrocedido a cuando era tímido y adorable... no es como si hubiese dejado de ser adorable en algún momento, pero hacía unos minutos él lo habría descrito más bien como "sexy", "salvaje", "sucio"... cosas así, nada de adorabilidad de por medio. Al brujo le hizo mucha gracia aquel cambio repentino debido a palabras que le habían salido del "alma" (la polla, más bien) y que no habían alcanzado a su maestro.
- ¿Parece como si estuviese molesto? -sonrió ampliamente, dándole un toquecito de atención en la frente- Me halaga... y me ha hecho un poco de gracia tu entusiasmo, he de admitirlo, pero... ¿molestarme? Para nada -resopló, divertido-. Eres un chico muy peculiar... sonrojándote por unas palabras después de todo lo que hemos hecho -le miró fijamente unos segundos y negó, su media sonrisa aún presente en su rostro-. Algún día volverás totalmente loco a un hombre... confío en que sepa cómo sobrellevarte, a pesar de todo -y ahora se comportaba de forma un poco paternal... supuso que lo que debería haber hecho desde el principio con el chico... aunque hubiesen acabado enredándose por el obvio deseo y necesidad de ambos.

Sacudió de nuevo la cabeza levemente y, relajado, se entregó a aquel baño ahora tranquilo que se dieron mútuamente, lavándose con parsimonia y delicadeza una vez la pasión se hubo extinguido por su propia voluntad, de forma progresiva y calma.
- ¿Mmmm...? -en un principio, perdido en una neblina de no pensamiento, Neal ni se dio cuenta de lo que Jaime se refería, hasta que bajó la mirada y se percató de las "heridas de guerra" que le habían quedado. Alzó ambas cejas, sonriendo ligeramente.
- Vaya... te defiendes como un gato montés -se dio cuenta de que estaba a punto de reír y se contuvo, porque aquello sí que era algo extraño-. No me duele... pero si quieres curarlo, puedes hacerlo. Siempre es buena cualquier excusa para ejercer y practicar el poder -añadió con su "voz de mentor", relajando la expresión de nuevo mientras notaba la energía del rubio pasar a su cuerpo, breve, rápida y fuerte.
"Míralo qué mono..." pensó al verle besar el lugar donde había estado la herida. Si es que el chico tenía un talento natural para engatusar sin siquiera desearlo... puede que cuando le enseñase un poco de la malicia cortesana y la discreción a la hora de lanzar conjuros lograría mimetizarse entre los humanos sin ningún tipo de problema.
- Gracias -replicó son simpleza, sonriéndole ligeramente antes de reclinarse un poco sobre el extremo de la bañera, dejando caer la cabeza y relajándose como, en un principio habría tenido planeado hacer si no hubiese hecho una parada en una casucha a recoger a un mago en apuros. Había sido un día de ejercicio... tanto físico como mental, sin duda. Ya casi se había olvidado de la razón por la que había estado paseando por aquel lugar... aunque no era tan desmemoriado, por descontado.

- Mañana por la tarde comenzaré a instruírte en las costumbres y modales de la alta sociedad, Miguel... puedes usar la mañana para descansar y curiosear en esta habitación... tal vez te dés cuenta de que hay unas cuantas cosas interesantes sobre las cuales investigar -le miró de soslayo sin variar su relajada postura y, pensando que ya era hora de moverse, se hizo a un lado para poder salir de la bañera, mojando la alfombra que habían colocado bajo el pesado recipiente de agua antes de alcanzar una toalla que usó para secarse, terminando por atarla en su cintura.
- Yo me retiro por hoy, estaré de recados por la mañana... de momento tu presencia aquí es secreta, así que te ruego que aguantes al menos unas horas sin salir, por lo menos hasta que te haya "educado" un poco por la tarde -le guiñó un ojo-. Hasta entonces, Miguel... te deseo que pases una buena noche -le hizo una leve pero aún así elegante reverencia y volvió a la otra habitación, recogiendo su ropa del suelo.
Lanzó una última mirada por encima del hombro y, sólo por si acaso, activó una de las múltiples barreras que había creado alrededor de esa habitación. No para retener al rubio... sólo para avisarle si desaparecía de aquel espacio. Por si acaso... nunca se sabía.
Negó ligeramente y salió de la habitación, dejándola cerrada con llave gracias a su magia. La llave quedó encima de una mesita dentro de la habitación. Protección del exterior, no cárcel del interior.
Al día siguiente se comprobaría si estaba hecho para sobrevivir en aquel sector de la sociedad o no... Neal, en verdad, dudaba que fuese una negativa, por suerte para Jaime.

Si quieres responde y cerramos este tema ;3

Después del relajante baño, el joven sevillano observó como el otro salía de la bañera, dándole instrucciones de lo que tenía que hacer —que tampoco era mucha cosa, en verdad—. Asintió con la cabeza. No le gustaba eso de tener que ser “instruido” para tratar con la Alta Sociedad. De hecho, él, que había sido médico, sabía desenvolverse medianamente bien. De todas formas, no dijo nada. El protocolo francés seguro que era distinto y, además, quería ver la cara de sorpresa de Neal cuando lo viera “evolucionar” tan sumamente rápido.

—Que paceh buena noche, Neal —dijo simplemente y con una sonrisa, aún dentro de la bañera —. Y graciah por todo.

Vio cómo el hombre se iba, así como también sintió el uso de magia de este. Jaime no estaba acostumbrado a usar magia para todo, pero se veía a la legua que Neal sí, por lo que no se preocupó de lo que pudiera ser lo que hizo. Se quedó en el agua hasta que los dedos se le arrugaron y se reblandecieron. Después, salió él también y, desnudo como estaba, cogió su ropa nueva del suelo y la puso en una silla cerca de la cama.

Observó largo rato su ropa de vagabundo y, tras meditarlo, la lavó en el agua de la bañera y la dejó a secar. No estaba tan sumamente mal como para tirarla, así que decidió quedársela para poder recordarse a sí mismo quién era. Por mucho que quisiera Neal, él no era Miguel Garzón. Él era Jaime Cortés, El Cortesillo, pícaro sevillano, polizón de barcos y proscrito en Sevilla y París.

Cogió una de las manzanas que habían salido rodando por ahí y se la fue comiendo poco a poco, mientras observaba aquel habitáculo. Le agobiaba un poco el hecho de que no tuviera ventanas ni posibilidad de tener una luz natural. De todos modos le dio igual, puesto que, supuso, podría salir cuando quisiera de la casa, a excepción de la mañana del día siguiente… aunque tampoco sería necesario, pensaba pasar en cama todo lo que pudiera y más.

Así, desnudo y limpio como estaba, entró entre las sábanas. El colchón era tan cómodo que el cuerpo de Jaime tuvo problemas para adaptarse a aquella sensación. El edredón era cálido de una manera casi especial, y las sábanas suaves como pocas cosas había tocado en su vida. Nunca pensó que era especialmente afortunado, pero en aquel momento se sintió como si fuera un príncipe al que habían encontrado después de mucho tiempo… de sueños también se podía vivir, aunque fuera un poquito, ¿no?

—Buenah nocheh, Jaime… —sonrió para sí mismo.

Poco a poco, cerró sus ojos. Su alma iba recuperando esa candidez que antaño la caracterizó y, por primera vez en mucho tiempo, supo que no tenía que dormir con un ojo abierto por si alguien lo perseguía o lo sorprendía… así como tampoco se tuvo que preocupar por el frío, la intemperie o los ladrones. Y, rodeado de esa paz y tranquilidad, se abandonó a los caprichos de Morfeo.