Blanco y negro hacen gris... [+18, Priv. Jaime]

Recuerdo del primer mensaje :

Alzó una ceja. ¿Qué se suponía que estaba notando? Allí, en medio de la basura de aquel barrio pobre... ¿era eso un don? ¿Un don utilizado donde prácticamente ningún sobrenatural habitaba? ¿Un don que casi ningún sobrenatural necesitaría?
El hombre vestido con el elegante redingot negro cubierto por una pequeña capa que le daba estilo se ajustó el sombrero de copa y, frunciendo ligeramente el entrecejo, se internó en una calleja que, inicialmente, ni siquiera había mirado, tal era el poco interés que poseía.
Al ver a dos gorilas mirándole con interés, respondió a aquellas observaciones con una fría sonrisa que parecía querer decir "adelante, venid a mí". Repentinamente los dos hombres encontraron harto interesante la pared en la que se apoyaban, pues alguien que sonreía de aquella manera al "peligro" sólo podía ser alguien que no los consideraba como tal... así que mejor sería no acercarse.

Casi decepcionado porque aquellos dos no intentasen atracarlo o similar, Neal detuvo sus pasos frente a una desvencijada choza cuya puerta empujó con la punta de su bastón, poco dispuesto a mancharse los guantes con la roña que claramente cubría aquella madera.
Si bien los magos no desprendían de por sí un aura resplandeciente como otros seres sobrenaturales, porque a fin de cuentas no dejaban de ser algo humanos aún con sus poderes, con el tiempo y la práctica cualquiera podía terminar percibiendo actos de magia en el ambiente... casi como una llamada que podía unir a los de su especie, hacer que se encontrasen cuando un acto de magia acaecía. Algunos lo consideraban como el "destino", capaz de acercar a los hechiceros entre sí... él, que no era un idiota, lo llamaba el "sexto sentido" de aquellos acostumbrados a sentir aquel poder electrizante.
Debido a ese sentido, cuando Neal entró en al muy mal iluminada habitación y vio a varias personas rodeando a un joven rubio que extendía sus manos sobre alguien herido, supo de sobra que era aquel chico el que estaba utilizando magia. Bueno... por eso y porque hasta un ciego se daría cuenta de que el centro de atención tenía que ser el que estaba obrando los "milagros" que seguramente serían achacados a que el crío estaba bendito o alguna majadería semejante. En el mejor de los casos, claro... en el peor... en fin, ya se sabía lo bien agradecidos que eran los humanos.

De su llegada se dieron cuenta la mayoría de los pordioseros que allá había, y su mirada fría y peligrosa, sumado a su aspecto, hizo que obedeciesen al instante la muda orden cuando el hechicero se hizo a un lado y les señaló la puerta. Casi salieron corriendo de la "vivienda", si es que podía considerarse como tal a aquella pocilga.
El joven mago no se percató, porque estaba concentrado sanando una fea herida en el vientre de aquel desdichado, y porque estaba de espaldas a la puerta. Neal se le acercó por detrás, situándose a su espalda, en uno de sus lados y contemplando su trabajo por encima de su hombro.
- Mmmm... tus esfuerzos son encomiables, pero a este paso morirá por la sangre de su cerebro -con discreción y sin tocar directamente a aquel desecho humano señaló los ojos entreabiertos e inyectados en sangre del tipo-. La sangre puede volverse letal si va a los lugares equivocados de forma equivocada... para usar el Vigoris de forma adecuada debes canalizar la energía hacia el cerebro (para evitar esos problemas), el corazón (para mantenerlo latiendo) y los pulmones del paciente (para que siga respirando), además de la herida, o podrías quedarte con un cadáver en la mesa por un descuido -casi con delicadeza, su mano desplazó las del contrario para situarlas sobre el corazón del desdichado-. Deja de desperdiciar energía dándosela a todo el cuerpo y céntrala en esos puntos además de en cerrar la herida... y veremos qué tal va la cosa -le indicó, todavía sin presentarse en absoluto, aún observando la "operación" con ojo experto... como quien contemplaría a un médico trabajando sobre una rata, en realidad.
Él mismo no recurría a conjuros curativos a menudo, y no podía utilizar el Vigoris de forma natural como aquel chico parecía ser capaz... pero aún así era un experto en ese y otros muchos temas relacionados con magia, fuese blanca o negra. La distinción personal sólo se basaba en aquellas habilidades que había hecho suyas para utilizar más a menudo... en el campo de lo experimental y el conocimiento él no creaba límites o barreras.

Ya empezaban los botones a desabrocharse, primeramente de las camisas. Neal preveía que pronto comenzarían a desabrocharse otras cosas... no era una mala "premonición", sin duda.
Quizás "ilustrar" un tanto la realidad de la Iglesia, en muchos casos al menos, no era una buena idea para el ambiente que estaba formándose... pero el mayor no solía cortarse por aquellas cosas, de modo que tocó ese tema sin miedo. El propio Jaime no pareció tener problemas en retomar sus insinuaciones y aquel jueguecito que se traían entre manos después de aquello.
- Soy privilegiado -afirmó ante las palabra del contrario, inclinando ligeramente la cabeza y sonriendo aún divertido, como si estuviesen tratando cualquier tema cortesano, en realidad, en vez de un intercambio de seducción lenta y más bien poco sutil. Porque los comentarios de Jaime iban volviéndose cada vez menos sutiles, sin duda... algo que a Neal agradaba por lo entretenido y al mismo tiempo sugerente que era.
Sumado a las expresiones del muchacho y su ya casi permanente sonrojo... era una combinación difícil de resistir.

Observó con detenimiento y no poco deleite aquellos labios cerrándose sobre la uva, alzando su mirada para fijarse en la del rubio cuando se fue alejando primero y acercándose después.
Su ceja se alzó más, si es que aquello era posible, ante las palabras de Jaime. ¿Había entendido correctamente? ¿Había dicho "sumisión" y "gustar" en una misma frase?
Sus ojos se entornaron y su sonrisa se amplió un tanto.
- Soy un maestro magnánimo -comentó, burlón hacia su propia persona mientras se comía aquella uva de una forma quizás más "lenta" de lo debido-, supongo que, por un día, podemos dejar la magia y los modales a un lado... aunque aún queda la duda -su tono se volvió falsamente pensativo, como si en verdad hubiese alguna duda-; exactamente... -una de sus manos se alzó, "casualmente" posándose sobre la pierna más cercana de Jaime- ¿qué quieres que conozcamos mejor sobre nosotros?
El dedo índice de su otra mano se irguió apenas un segundo, y la puerta que daba al resto de la casa se cerró con llave de forma automática. Neal alzó la mirada hacia la del rubio y sonrió, ladino.

- Hace un momento dijiste algo muy interesante... -comentó mientras, casi como si no se diese cuenta, su mano se deslizaba suavemente sobre aquella musculosa pierna, acariciándola en un pequeño trecho... por ahora, al menos- ¿La erótica de la sumisión... o algo así? -levantó ambas cejas, divertido- Me gustaría conocer un poco más acerca de tus opiniones en lo referente a ese tema... ¿qué es exactamente lo que te atrae de ello? Si no es mucha indiscreción -su expresión burlona dejó bastante claro que, a aquellas alturas, le parecía de todo menos indiscreto... pero había que guardar las apariencias, ¿cierto?

Jaime, que nunca había flirteado con nadie de la manera en la que lo estaba haciendo, tenía un color algo peculiar. Se dejó llevar por la tranquilidad de la situación, y dejó todos los pensamientos negativos ahogados en un oscuro fondo en su interior. De todos modos, lo necesitaba mucho. Él siempre era de sonrisa fácil y de acciones buenas, pero estaba un poco cansado de salir malparado. Necesitaba liberarse de todo el estrés que pudiera, o no lo soportaría.

Y parecía que todo aquello daba su fruto. Neal colocó una mano en el pantalón de Jaime, haciendo una leve caricia que subía con lentitud por su pierna. El sevillano, sin pretenderlo, lanzó un quedo suspiro, casi un gemido, y lo miró, un poco cortado. Tal vez no fuera esa la idea con la que fue allí, pero desde luego no era algo que rechazaría si se presentaba la oportunidad… y la oportunidad casi estaba posada en sus partes nobles.

—Eh uhté un maehtro comprencivo y muy atento… —se movía con gestos inocentes, balanceándose de un lado a otro —ya zabe uhté —continuó —, conocernoh “a fondo”.

Puso especial énfasis en esas dos palabras, y fruto de un arranque, tal vez violento, de embriaguez y pasión, rodeó el cuerpo de Neal con sus piernas, aún sentado en la mesa. Lo miró fijamente a los ojos y posó su mano sobre la del otro para que no la apartara. Al contrario. La hizo subir muy levemente, hasta que casi llegó a rozar con los dedos del otro sus partes bajas. Sintió cómo había cerrado la habitación… y fue ahí cuando supo que no había vuelta atrás.

Y la pregunta del otro fue la gota que colmó el vaso. Si bien empezaba a pensar que tal vez era demasiado “tonto”, cierto miedo empezó a aflorar en él. Tal vez Neal, que había podido estar rodeado de amantes experimentados y hermosos, lo consideraba poca cosa. Pero si aún se mantenía ahí, era por algo. Fue ese pensamiento lo que armó a El Cortesillo de valor, y se sentó sobre Neal, a horcajadas.

—Digamoh que tú haceh lo que quierah conmigo… —se mordió el labio inferior y echó sus brazos por encima de él —y me enceñah todo lo que te han enceñao a ti ezoh amanteh tuyoh —casi rozaba los labios del otro con los suyos propios —. Y dehpué yo tendría una idea de cómo entrá en la zociedad…

Y dicho eso, separó su rostro del otro, mirándolo con intensidad y volviendo a morderse el labio inferior. Sentía cierto nerviosismo, pues era evidente que no había hecho eso muy a menudo, y menos con un hombre. Sin embargo, por una vez, le gustó haber tomado esa iniciativa. Le gustaba que Neal hubiera caído a su juego. Un juego que, por otro lado, casi le era necesario.

—¿Qué me dice, maehtro? —dio un pequeño mordisquito al aire — ¿Me enceñará ezo?

Y, dicho eso, volvió a juntar su rostro con el del otro, apenas suficiente para que sus labios se rozaran, pero no hicieran nada más que eso. Pues aunque era evidente que existía cierta atracción, no quería malinterpretar el juego… aunque claro, para eso tenía que levantarse de encima de sus piernas.

Sus cejas parecían arqueadas casi de forma permanente ahora. En cierto modo le había sorprendido... que con aquella simple caricia Jaime soltase aquel suspiro... que casi había parecido algo más. Parecía que tendría que ir despacio y aplicar sus "frustrantemente placenteras" atenciones en el rubio con delicadeza. "Delicadeza", más bien.
Aunque el español no se andaba con delicadezas por su parte, precisamente. Neal reveló, quizás por primera vez, su blanca dentadura sin reparos, sonriendo ampliamente ante aquel "a fondo", humedeciendo seguidamente sus labios cuando el chico agarró su mano y la hizo subir por aquella pierna. Desde luego, el brujo no se hizo de rogar... él mismo hizo que sus cuatro dedos principales se deslizasen peligrosamente cerca de aquella zona... dejando que el pulgar se colase un poco por debajo de la entrepierna del joven.
- Creo que será todo un placer conocerte "a fondo" -sonrió el mayor, mirándolo a los ojos después de haber observado su entrepierna el tiempo justo y "adecuado" antes de, nuevamente, sorprenderse por la "osadía" de Jaime cuando se le sentó encima.
Rápidamente, sus manos cambiaron su ubicación para amoldarse a aquella nueva situación... y encontraron un lugar perfecto en la zona baja de la espalda del chico... por ahora.
Hacía ya un tiempo que no tenía aquel tipo de entretenimiento... debía admitir que era la mar de agradable el tener a un hombre así sentado sobre él.
Resopló discretamente, divertido ante semejante pensamiento.

- Mmmmmm... no puedo más que coincidir con esa primera parte de hacer lo que desee contigo... -comentó, ladeando la cabeza con una nueva media sonrisa dibujada en su rostro- Pero... ¿qué te hace pensar que lo que yo sé me lo han enseñado "esos amantes míos"? -sus ojos se entornaron, su sonrisa volviéndose maliciosa- Siempre he dicho que el don más preciado es la creatividad, junto a la imaginación... y yo... -se encogió de hombros levemente... al mismo tiempo que sus manos descendían para acariciar aquellas nalgas perfectas del muchacho- no voy mal ni de lo uno... ni de lo otro... -concluyó, cubriendo el escaso espacio que separaba sus bocas para invadir la del contrario con su lengua, repentino e intenso, pero lento, calculado, acompasando el ritmo de aquel beso lleno de lujuria con las cuidadas caricias al trasero del chico.
- Espero... que hayas aprovechado bien ese baño, chico... -casi ronroneó con un toque de diversión en la voz contra sus labios, una vez se detuvo para dejarlos a ambos respirar- porque voy a probarlo todo de ti... -sus manos pasaron de masajear aquellos glúteos a sostener sus piernas y, él mismo levantándose, cargó con facilidad al más joven para volver a sentarlo en la mesa que, a un brusco gesto de sus dedos, pareció desprenderse casi con desdén de todo lo que tenía encima. La fruta rodó por el suelo, las copas salieron peor paradas. A Neal le daba bastante igual... en aquellos momentos tenía en mente el "comer" y "beber" otras cosas.

- Tendrás que disculparme si alguna cosa te sorprende... lo "refinado" de la actividad sexual en las clases altas va más allá del mero mete-saca -sonrió, burlón-. Y, dado que te veo tan dispuesto, creo que voy a ejercitar contigo unos cuantos refinamientos... eso, claro, si eres lo suficientemente valiente -alzó una ceja, su mirada volviéndose retadora, su sonrisa manteniéndose con aquella intención. Se inclinó sobre Jaime y susurró en su oído con voz profunda-. Ponte a cuatro patas sobre la mesa, mirando hacia la puerta, por favor... -incluso aquellas últimas palabras sonaron más bien a orden. Neal no se andaba con chiquitas ahora... si el rubito quería caña, la iba a tener. Ya seguirían con los besos más adelante... ahora quería ver, tocar y probar su cuerpo bien expuesto ante él.
Desde luego, si había malinterpretado sus palabras igual resultaba un poco violento para el español... pero lo que se decía vergüenza, Neal carecía totalmente de ella... de modo que la cosa tendría fácil arreglo si el otro se cortaba. Aunque, en verdad, sería una pena... sabía de muchos artistas que matarían por tener a un "ángel de cabellos dorados blabla... y cuerpazo serrano" a cuatro patas sobre sus mesas.
El hechicero sonrió y se separó lo justo para dejar que Jaime se moviese... después de besarle de nuevo hasta casi dejarlo sin aire.

Cualquier queja/cosa que no te guste, avisa y cambio XDDD

El beso sorprendió a Jaime como cuando un tsunami invadía una costa tranquila. El juego pasó a ser algo más trascendente, y sus labios se fusionaron en un beso que, lejos de todo sentimiento, estaba cargado de pasión, fiereza y lujuria. Jaime lanzó quedos gemidos, sintiendo cómo las manos del otro se movían en torno a sus glúteos de forma lasciva. Lejos de disgustarle, Jaime imprimía pequeños movimientos a sus caderas para ponérselo más fácil y, a la vez, más erótico.

—No puedo decí que no cepa cozah, ceñor —dijo él con una ligera sonrisa —. La imaginación da pa mucho. De todoh modoh… ehpero que me zorprenda.

Volvió a sus labios con fuerza. Empezó a desprenderse de su camisa con premura, mientras sentía cómo su piel se erizaba, pero no a causa del frío, sino a causa de ciertos nervios previos al acto. Su entrepierna estaba dura, y podía sentir la dureza de Neal en aquella postura también. Al menos no le había mentido, le parecía un hombre atractivo, de eso no había ninguna duda.

Una vez se quitó su propia camisa, desproveyó a su acompañante de la suya, casi arrancando los botones, para sentir piel con piel. El ritmo frenético de las caricias del sevillano acompasaban los besos rápidos y fuertes del otro, mientras el calor se hacía cada vez más evidente en los cuerpos cada vez más desnudos. Los dedos de Jaime se enterraban ora sí ora también en los cabellos del otro, apretando ligeramente cada vez que este le arrancaba algún gemido de placer.

Se dejó elevar hasta la mesa, donde posó sus glúteos. Atrajo al otro con las piernas hacia sí, con la barrera aún de la ropa por medio, mientras sus manos arañaban la espalda de Neal con suavidad, sintiendo ese calor que rara vez sentía cuando se acostaba con una mujer. En aquel mismo instante Jaime decidió no volver a traicionar a la persona que era. Nunca volvería a acostarse con mujeres solo para aparentar, sino que haría lo que su corazón —o su entrepierna— quisiera.

—A fondo… —dijo él con una sonrisa de medio lado —ehtoy lihto para lo que quierah hacé.

Escuchó con atención los susurros en su oído. Las orejas eran uno de los puntos débiles de Jaime, por lo que sentir solo el aliento ya le puso la carne de gallina. Aunque fueron las palabras lo que más lo sonrojaron. Correspondió a ese beso apasionado y cargado de fuerza. Al separarse, ambos tenían los labios hinchados y sonrojados de los besos y el vello facial, pero eso solo añadía más encanto a Neal.

Sin discutir ni una palabra, obedeció. Le dio la espalda a Neal para ponerse en cuatro. Al principio, lo hizo de manera torpe, pero su propio cuerpo se serenó y, de forma natural, se acomodó perfectamente. Apoyó su peso en sus codos y sus rodillas, echando los glúteos hacia atrás para mostrarlos en todo su esplendor: musculosos y perfectamente redondeados.

Se mantuvo así, girando la cabeza para observarlo de vez en cuando. No sabía si tenía que haberse quitado la ropa para ello… pero si Neal era quien estaba llevando la iniciativa, no sería Jaime quien lo privara de ese gusto. Se mordió el labio inferior, a la espera de probar esos placeres prohibidos de la Clase Alta.

Nah, está perfecto. Lo mismo te digo XD

Un ángel tan lujurioso como perfecto... Jaime estaba resultando una sorpresa la mar de grata. Al fin y al cabo, Neal se decía, tenía que ser un buen anfitrión... ya le había dado agua caliente para limpiarse, comida para recuperarse un poco... y después de darle sexo le dejaría descansar como el fantástico anfitrión que era, sí señor.
- Quién sabe... aunque hayas rondado la clase baja por un tiempo sigues siendo un hechicero... puede que, en tu imaginación, estas cosas ya no sean nuevas para ti -corroboró con el otro, sonriendo ligeramente antes de lanzarse de nuevo a besar aquellos labios carnosos y adictivos, tan distintos a los de las damas y aún así tan deseables... la barba, en verdad, era otro punto excitante que se sumaba a todo lo demás. Como el hecho de notar la entrepierna del joven totalmente dura contra su abdomen. Desde luego, él no era de acero... aunque sus propias partes nobles estaban casi tan duras como la fuerte aleación, cosas de tener a un sensual rubio sentado sobre él, morreándolo y restregándose contra su cuerpo.

El claro deseo del español hacían que Neal se sintiese más divertido y excitado a partes iguales, dejando que el otro acabase con sus coberturas de tela de cintura para arriba a placer mientras él seguía disfrutando de las caricias que propinaba a su cuerpo.
En determinado momento bajó al cuello del sevillano, lamiendo o besando su suave piel mientras notaba sus manos acariciar su cabello, elevándolo de nuevo a aquella posición sobre la mesa para tener unos segundos acceso directo a todo él y pasar al siguiente "acto".
- Me gusta cómo suena eso... -murmuró, devolviendo la sonrisa al contrario antes de susurrarle aquellas palabras en su oído, besándolo suavemente antes de apartarse y observar el progreso del muchacho con gran interés... un gran interés que claramente podía "visualizarse" mejor por el enorme volumen de sus pantalones, que casi no podían estar más dados de sí.
Nuevamente, Neal se imaginó a muchos "fantasmas" diciéndole envidiosos lo afortunado que era... mientras se comía con los ojos el trasero casi en pompa de Jaime que, aún con la ropa de por medio, se veía tan erótico que atacaba la fuerza de voluntad del brujo. Por suerte, él tenía mucho sobrante de fuerza de voluntad en general... más para aquellas cosas.
- Pero qué visión más espléndida... -comentó, esbozando una sonrisa ladeada y correspondiendo de tanto en tanto las miradas que el chico le echaba por encima del hombro- Si no fuese porque en este momento ya estoy ocupado conteniendo el deseo de hacerte mío sobre la mesa sin el más mínimo "refinamiento" inicial, hasta puede que tuviese que luchar con el deseo de dibujarte un retrato en esta indecente y deliciosa postura, mi hermoso aprendiz -se burlaba un tanto de él, sí... pero la lascivia estaba tan presente en sus palabras como la sorna... y sus manos no es que se hubiesen quedado quietas de repente. Todo aquel "discursito" se habían posado sobre aquellos glúteos de adonis mientras los pulgares presionaban ligeramente de forma circular sobre la parte más íntima de Jaime en aquel oculto valle... vamos, que el muchacho no se habría quedado muy callado mientras masajeaban su entrada así como así.

Durante un segundo se preguntó si podría permitirse la perversión con la que llevaba fantaseando ya un buen rato (continuando el movimiento de sus dedos mientras lo meditaba, por supuesto), aunque pronto decidió dejarse de dudas y, en lugar de ello, tanteó el terreno...
- Sabes, Miguel... yo no suelo comer demasiado, pero en verdad me... "gusta comer" -sonrió, ladino-. Poco... pero de calidad... -se acercó un poco más... y, antes de que Jaime se percatase, la nariz del brujo reposaba entre sus nalgas aún cubiertas por los pantalones, así como su boca, apenas unos centímetros más abajo- Ahora mismo... creo que me apetece saborear dos cosas... -entornó los ojos, sonrió... y extendió su lengua lentamente, pronto humedeciendo con su cálida saliva la ropa del otro justo por encima de su pequeño ano- Mmmmm... ¿te apetece que haga... tal cosa? -añadió, como para darle ganas al contrario... y qué narices, también para saber, sinceramente, dado que no a todo el mundo agradaban aquellas cosas. En teoría, claro... luego se lo hacías en la práctica y se morían de placer, pff...
Lentamente, y antes de saber la respuesta del otro, fue empezando a bajar aquel pantalón, poco a poco... porque, independientemente de su respuesta, se iban a ir abajo sí o sí. Se los dejó bajados hasta un poco por debajo de sus glúteos, pero nada más... verlo en aquella postura y de aquella forma era ya increíblemente excitante... estaba goteando un poco y ni siquiera se había tocado todavía. Hacía mucho que no hacía de aquellas cosas... al menos, con un hombre.

El sevillano, que era de fuerte temperamento a ratos y de gran timidez a otros ratos, se sentía en aquel momento como si aquello no estuviese pasando en verdad. Había tenido tanto tiempo a la Inquisición detrás que tener un hombre como Neal, observándolo así, semi desnudo y en posición preparada para el placer, lo hacía sentirse como en el paraíso. Lanzaba quedos suspiros mientras el otro le hablaba. Y no eran las palabras lo que lo excitaban, sino el movimiento de las manos, aún sobre la ropa de El Cortesillo.

Lanzaba gemidos cortos, acompañados de suspiros, cuando los dedos del otro se posaban y masajeaban su entrada, que empezaba a relajarse poco a poco a sabiendas de lo que iba a pasar. Sin embargo, Jaime había estado solo con un hombre en toda su vida, por lo que no estaba ni acostumbrado ni lo suficientemente ancho como para albergar grandes cantidades… y lo de Neal, por la hinchazón en su pantalón, iba a costar.

—¿Comé?

El joven se había quedado al principio algo confuso. Con comer él pensaba en otra cosa… y dada la postura en la que estaba, no sabía muy bien cómo lo iba a hacer. De hecho, él mismo estaba dispuesto a “comerse” toda la ración que guardaba en sus pantalones. Se preparó para recibirlo delante, aunque su sorpresa fue bastante extraña… increíble y húmedamente extraña.

Sintió cómo la lengua de Neal jugueteaba entorno a su entrada, humedeciendo la ropa de su interior y haciéndole sentir una mezcla de frío y calor agradable y más que placentera. Se sujetó su propio miembro, todavía encima de la ropa, y lo apretó con suavidad. Notaba cómo empezaba a humedecerse en su extremo, y lanzaba pequeños gemidos.

—Come tó lo que quierah —dijo sintiendo sus nalgas desprovistas ya de ropa — poh favoh… hahlo…


Sintiéndose liberado parcialmente de esa ahora molesta prenda, se puso aún más en pompa, intentando dejar completamente libre su entrada. Sus glúteos formaban una bonita curvatura en la zona del lumbar, y a pesar de ser prominentes y fuertes, no presentaban un problema en esa pose, en la que las piernas se habían abierto un poco más y las rodillas se habían quedado hacia adelante.

Al principio sintió rara la sensación, puesto que nunca la había probado. No obstante, conforme fue aumentando en intensidad, la lengua de Neal fue descubriendo partes allí que Jaime no sabía que tenía. El vello de todo el cuerpo se le erizó, y lo que empezaron siendo pequeños suspiros, acabaron por ser sendos gemidos de placer.

Se masturbaba poco a poco, muy lentamente y muy de cuando en cuando, disfrutando de la sensación de tener a ese otro hombre entre sus nalgas, saboreando ese rincón prohibido al que nadie se había asomado antes, y que empezaba a abrir las puertas de la locura. Gemía, suspiraba y se movía levemente para encontrarse con él, para que le diera en los puntos en los que más le había gustado.

—Oh, Virgencita de la Ehperanza Macarena… —dijo en español —. Cigue azí… —habló ahora en francés.

Desde luego, Neal cumplía lo que prometía. Y a pesar de que Jaime quería disfrutar de ese momento, pensaba darle —o intentarlo al menos— uno igual o parecido a su… mentor. Compañero de cama por esa noche. Ya se le hacía la boca agua solo de pensar en ella y en el sabor de su esencia derramándose por su garganta… estaba deseándolo. Pero, por el momento, lo que quería era lo que estaba teniendo. Que todo su cuerpo se erizara directamente desde la entrada de su ano.

La viva imagen de la inocencia... y, al mismo tiempo, de la tentación. Cada vez dudaba más siquiera que Jaime fuese a tener problemas con su incorporación a la alta sociedad... su personalidad sin duda era encantadora, pero el cómo entraba por los ojos parecía ya más que suficiente para que cualquiera le perdonase (o directamente ni se enterase) de cualquier error cometido por el rubio... estarían demasiado ocupados contemplándolo.
Por su parte, dejó aquellos pensamientos para pasar de mirar y tocar, a probar, porque se estaba muriendo ya de ganas... y, como no, las reacciones del español no lo defraudaron; parecía que, al menos por el momento, no estaba precisamente en contra de sus atenciones. Muy al contrario, por los gemidos que iba soltando poco a poco.
Tanteo listo... y aquel "por favor"... ah...
- Te tomo la palabra -sonrió ampliamente antes de volver a lanzarse sobre aquellos glúteos, metiendo su boca entre las nalgas ahora descubiertas del chico, aspirando el aroma de su recién limpio perineo, aquel aroma tan íntimo a hombre, antes de lamer suavemente desde sus testículos directamente hasta su entrada, que comenzó a besar y lamer con el deseo de todo un "comensal".
Sin duda a partir de determinado momento conocería las altas esferas y experimentaría muchos otros encuentros sexuales... pero Neal tenía la firme intención de dejarle marcada a fuego aquella primera experiencia con él. Un pequeño regalo de bienvenida, por decirlo de alguna manera...

Dejándose hechizar los oídos con sus cada vez más potentes gemidos de placer, Neal agradeció mentalmente haber preparado ya aquellas habitaciones en previsión de terminar viviendo él allá abajo... con unas cuantas barreras que, entre otras cosas, insonorizaban las habitaciones. Útil si pretendía que en el piso de arriba no lo escuchasen haciéndoselo a un hombre.
Seguidamente, sus pensamientos se hicieron más dulces cuando notó el pequeño orificio del contrario lo suficientemente relajado como para introducir dentro un poco de su lengua.
- Nunca creí... que me llegaría a excitar escuchar gemir cosas a alguien en un idioma que no entiendo... -comentó cuando se detuvo unos segundos apenas, divertido, dándole un ligero mordisco a su dura nalga y él mismo colando la mano entre las piernas del chico para agarrar su miembro con firmeza- Hasta tu pene es exquisito... sin duda tendré que hacer cierto teatro para poder contemplarte en todo tu esplendor... y también hacértelo ver a ti -un ejercicio de autoconfianza no vendría mal... lo que en la mente del brujo se traducía como perversión, perversión y más perversión... pero Jaime ya entendería a qué se refería un poco más adelante...
Relamiéndose ligeramente y sin soltar la hombría del contrario, volvió a sumergirse en su trasero, buscando penetrarlo todavía más con su lengua mientras sus dedos se deslizaban como la seda sobre el tronco de la dura entrepierna del chico.

Así estuvo un buen rato bien entretenido, al menos hasta que empezó a dejar de sentir parte de su boca... momento en el cual decidió, con profundo pesar, que debía ir pasando al siguiente acto si no quería pasarse el resto de su vida pegado a aquellas posaderas. La decisión fue dura...
- Mmmmm... delicioso -comentó de forma totalmente innecesaria una vez se separó de su entrada, tan húmeda y distendida ahora como podía estarlo sin que le hubiese metido nada además de su lengua-. Una comida fantástica... aunque, recordando tus necesidades, me he visto obligado a repensar mi forma de actuar... no sería un buen anfitrión si yo mismo no te ofreciese una comida adecuada... -con suavidad casi, Neal deslizó uno de sus dedos en el interior del chico, penetrándolo fácilmente debido a las atenciones previas.
Sin sacarlo, rodeó la mesa hasta ponerse frente a frente con Jaime una vez más y, sonriéndole desde su mayor altura, su dedo índice libre señaló hacia abajo... hacia su casi dolorosa erección que exigía ser liberada.
- Si gustas, puedo ofrecerte una buena porción de carne para tu entero disfrute... -sonrió, burlón, mientras seguía con el otro brazo estirado cómodamente y empezaba a mover el dedo dentro del chico, de dentro a afuera, de forma circular, "arañando" con suavidad su interior- Aunque tendrás que desempaquetarla tú mismo... como comprenderás, tengo las manos ocupadas -alzó una ceja sin dejar de sonreír.

Si bien al principio tal vez su mente dijera que aquello no era una buena idea y que tal vez no le iba a gustar, ahora no podía parar de gemir y moverse casi con violencia con cada espasmo de placer que azotaba su cuerpo. Arqueaba la columna, apretaba los ojos y lanzaba sendos gemidos de placer, pidiendo cada vez más a un hombre cuya boca parecía capaz de obrar verdaderos milagros.

Retiró su propia mano cuando la del otro buscó su miembro, y se dejó masajear con suavidad por él. Arañaba la mesa y apretaba los ojos tan fuete que casi se hacía daño, y sus gemidos empezaron a ser pequeños gritos que esperaba no pudieran oír detrás de aquellas puertas… o bueno, en verdad le daba igual. Lo único que quería en ese momento era gritar de placer para Neal.

Cuando su lengua paró para hablar, Jaime pudo respirar de nuevo con cierta normalidad. Tenía la respiración agitada, y sentía cómo sus glúteos estaban empapados en saliva. Lo observó con detenimiento andar hacia el otro lado de la mesa, aunque volvió a hacerlo gemir con ese dedo juguetón que entró en su interior. Cuando lo tuvo delante, alzó la cabeza para poder observarlo. Era un hombre fuerte e imponente, cuya forma física era más que hermosa. Una alegría visual.

—Eh uhté un dehconsiderao… —sonrió Jaime a duras penas entre gemidos de placer —con el hambre que hay en el mundo…

Sin pensárselo dos veces, acogió los glúteos fuertes y bien definidos de Neal y lo acercó a él, mientras sentía ese dedo hacer maravillas en su interior. No obstante, se hizo un poco de rogar. Mordía con suavidad el miembro del otro por encima del pantalón, salivaba encima de él y lo recorría con la lengua mientras alzaba la mirada para mirarlo a los ojos, respirando aún entrecortadamente por lo que estaba pasando en su parte trasera.

Como no quiso ser malo con él, desproveyó del pantalón al otro, bajándolo con delicadeza y parsimonia, observando cómo era liberado aquel trozo de carne que sorprendió a Jaime. Estaba más que bien dotado, y estaba tan hinchada que hacía espasmódicos movimientos involuntarios. Jaime la agarró con su mano y la masajeó muy lentamente, aunque no fue directo al grano.

Besó los alrededores, jugueteando con su piel y mojando con su lengua allá donde esta pasaba. Se detuvo en sus testículos, manteniendo el pene en alto, y les prestó especial atención y dedicación. El olor a hombría que desprendía aquella zona empezaba a puso a Jaime mucho más cachondo, si eso era posible, y, aún con la herramienta del otro en la mano, miró hacia arriba, hacia sus ojos.

—Pídemelo —dijo simplemente.

En ocasiones le gustaba que sus amantes rogaran alguna atención… y aquel quería que fuera su momento. Jugueteó un poco más con los alrededores de aquel sabroso pedazo de carne, aunque él mismo había sobrepasado su límite. Abrió sus labios y abarcó con suavidad el glande, jugueteando con su lengua y describiendo círculos poco a poco que lo hicieron degustar el líquido preseminal. Gemía mientras se deleitaba con aquel manjar prohibido de los dioses.

Al principio solo jugueteó con su glande, pero cuando el inglés se mostró más ávido de placer, el sevillano bajó poco a poco por toda su extensión. Sentía cómo la piel de este era lubricada poco a poco por su propia saliva, llegando casi hasta la base y mirándolo a los ojos de vez en cuando, dedicándole gemidos frutos del gusto que estaba teniendo en ese momento. Le agradaba el sabor. Le encantaba el sabor.

Siguió un poco más así, subiendo y bajando, aumentando cada vez más el ritmo y la fuerza de succión hasta que se forzó a sí mismo a llegar hasta la base, introduciéndola toda en su garganta. Sintió una presión y un agobio extraño que, lejos de disgustarle, aumentó su lívido. Cuando se la sacó de la boca, estaba empapada en saliva, aunque no por ello paró. Volvió a su quehacer, degustando cada centímetro de nuevo y encajándola en su garganta otra vez para, segundos después, iniciar un nuevo sube y baja fuerte e intenso. Los gemidos eran lo único que era capaz de decir con tal monstruosidad introducida en su boca. Pero no por ello dejó de hacerlo en ningún momento.

"¿Me pregunto si le estará gustando?" se decía con humor el hechicero mientras notaba los espasmos de placer incluso apretando su lengua con los carnosos músculos de su ano. Jaime estaba resultando una joyita a la que le encantaba gemir bien alto y sin tapujos, y aquellas muestras de placer sólo ponían más a Neal, de modo que la retroalimentación positiva ya estaba en marcha desde hacía un rato.
De momento, el brujo no había conocido mayor placer, incluso entre las mujeres, de ver en aquella postura de ligero "sometimiento" a un hombre, con su trasero completamente expuesto y su miembro viril totalmente duro por las atenciones que se le daban a una parte tan íntima y "prohibida" según todas las moralidades de la sociedad. Era una visión que tan pocas veces podía contemplar que siempre que le quedaba grabada... otro mero recordatorio de lo sencillo y satisfactorio que era ignorar por completo aquellas normas que tanto seguía para aparentar.
- Tienes mis más sinceras disculpas... -replicó cariacontecido... evidenciando la falsedad de su "arrepentimiento" por la sonrisa que no se iba de sus labios.

Era evidente por su tamaño que él mismo estaba ansioso porque aquella preciosa boca se pusiese a trabajar en torno a su miembro... pero, con la experiencia a sus espaldas, Neal tenía su propia paciencia para aquellas situaciones que no se superaba con facilidad. Era capaz, incluso en el límite, de disfrutar de la lentitud, los juegos, los roces... cualquier cosa preliminar que lo calentaba más y más. Y la lengua de Jaime hasta por encima de sus pantalones ya se sentía exquisita... así que sólo lo miró desde arriba, sonriente y complacido, sin hacer ningún comentario mientras el otro lo libraba por fin de aquella prisión de tela... de la cual su miembro salió erguido al instante y bien dispuesto.
Jadeó con las tentativas lamidas del chico, y usó su mano libre para apretar su cabeza contra sus testículos cuando se dedicó por entero a ellos, enterrando su rostro en aquella zona que, sabía, también tenía su propio "encanto" en aquel tipo de situaciones.
Sonrió ante aquella única palabra que el otro dijo... y, antes de que se dejase llevar por la lujuria de todos modos, contestó.
- Yo no suelo pedir las cosas... -entornó los ojos, su sonrisa maliciosa extendiéndose por su rostro- Las ordeno, o... -se estiró un poco, extendiendo su otro brazo para, sacando el dedo del interior de Jaime, usar ambas manos para separar sus glúteos y exponer a la perfección su rosada entrada- las tomo... -miró al suelo, sobre la alfombra... y vio algo que le hizo sonreír incluso más maquiavélico todavía. Si el chico quería jugar... ya le iba a dar él "juego".
Lanzó una mirada hacia abajo.
- Cómete tu comida, chico -le contrarió con la misma simpleza ahora, dejándole ver claramente el brillo travieso de sus ojos... antes de demostrar de una curiosa forma lo buen hechicero que era... para poder concentrarse en una situación así lo suficiente como para que una banana que había habido en el frutero se alzase flotando de la alfombra y se colocase tras Jaime, aún invisible para él. Neal ya ni sabía si reír o sentirse más excitado todavía.

- Alégrate... no me he olvidado de tu encantador trasero -le dijo, soltando un ronco gemido y mirándolo cuando se tragó de aquella manera su miembro-. Ahora mismo... te daré un pequeño... juguetito... para que no te sientas vacío hasta... tenerme a mí dentro... -joder con el muchachito... vaya boca tenía.
Sus dedos índices se posaron sobre los bordes contrarios del ano de Jaime y estiraron ligeramente cada uno hacia un lado... y aquella banana presionó el pequeño orificio, poco a poco empujando, poco a poco entrando en la dilatada y húmeda obertura a pesar de la falta de humedad del propio elemento vegetal. La imaginación y la improvisación... si es que... más de uno o una en la alta sociedad ni se atrevía a comentar la experiencia sexual con el el Sr. Cassady por vergüenza... y puede que un poco por lo absurda que podía verse aquella situación si no se estaba, de hecho, haciendo una mamada mientras te metían algo por detrás.
Neal, por su parte, se lo estaba pasando como un niño pequeño con un juguete nuevo... y hablando de juguetes, el que le había "dado" a Jaime ya estaba casi por entero dentro de él. Una "buena" forma de acostumbrarse a tamaños grandes... para lo que vendría después.
- Ya casi está todo dentro... mmmm... vamos, sigue así... -al mismo tiempo que decía aquello, sus caderas se movieron repentinamente, embistiendo la boca del chico y arrancándole un ronco gemido al hechicero, que seguidamente bajó la mirada hasta aquellos preciosos ojos para dedicarle una encantadora sonrisa.
- Creo que te gustará el postre... soy una persona muy enérgica, de modo que no debes preocuparte por quedar insatisfecho incluso si ahora mismo te ofrezco el plato final... enseguida soy capaz de proseguir, sabiendo que tendrás más hambre... en otras partes de tu cuerpo -alzó una ceja. Estaba a punto de caramelo... y sentía que tenía muchas ganas de acabar en la encantadora boca de su aprendiz, algo que, desde luego, no le impediría luego hacerlo suyo... una cosa no quitaba la otra en absoluto.
Con aquel material, visual y "manual"... a Neal le daba que no iba a tener problemas de levantamiento ni aunque alcanzase veinte orgasmos. Aunque claro, eso ya sería exagerar... y quería que Jaime pudiese andar en algún momento de su vida.
Sonrió.

Se me fue un poco la pinza (?) XDDD

Su boca, que había probado todo tipo de cosas durante su estancia en París, hacía muchísimo tiempo que no disfrutaba de un manjar tan exquisito. Lamía, mordía, chupaba y succionaba como si en ello le fuera la vida. Se detenía a cada milímetro de aquella joya carnal, y la disfrutaba como si fuera la única cosa que fuera a comer en meses. Desde luego, estaba siendo una experiencia la mar de agradable… que ya repetiría en algún momento, pues no todo iba a ser aprender magia.

De todos modos, sus pensamientos quedaron casi nublados por lo que pasó a continuación. Algo medianamente duro y alargado empezó a jugar en su parte trasera. Jaime no sabía qué era exactamente, pero supo en seguida que era más ancho que su cavidad anal, pues empezó a invadirlo con lentitud, pero con paso firme. Casi al mismo tiempo, las caderas de Neal comenzaron a tomar un ritmo frenético en su boca, y tuvo que concentrarse en el disfrute, pues alguna que otra envestida amenazaban con ahogarlo.

De todos modos, sentir el gemido del hechicero fue como una música celestial para sus oídos, y él mismo siguió gimiendo como si no hubiera mañana mientras ese cuerpo ajeno y extraño se introducía dentro de él con determinación. La misma determinación que mostraba el sevillano con esa polla dura y ávida de placer, de la cual no se habría despegado en diez días, por lo menos.

—Échamelo tó…

Solo se la sacó para decir eso. Rápidamente, volvió a su quehacer en la entrepierna de su mentor. Aspiraba, succionaba y lamía con fuerza. Durante el momento del clímax, el pene se ensanchó mucho más y se hizo mucho más duro. Apenas le cabía en la boca, pero se mantuvo firme cuando, a poderosos chorros que Jaime sentía en todos los lugares de su boca, el otro lo llenó.

Sentía cómo el líquido, espeso y caliente, invadía toda su cavidad bucal y se resbalaba con suavidad por su garganta. Más de cuatro veces tuvo que tragar para albergar tanto y, aún así, una buena cantidad se salió por la comisura de sus labios. Cuando el otro dejó de disparar, El Cortesillo la sacó de su boca y jugueteó con ella y sus restos, aún espesos y blanquecinos en algunos lares, mientras lo miraba a los ojos con cierto vicio. Después de eso, se sacó el elemento de su ano. Era una banana. Jaime sonrió y se sentó en la mesa, enfrente de él, abarcándolo con las piernas mientras su miembro, aún erecto, se estrellaba contra el estómago de Neal.

Lo besó entonces con intensidad, compartiendo el sabor del otro, sintiendo su lengua y sus labios especialmente pegajosos por aquel néctar que, por otro lado, aún seguía degustando con ganas en su paladar. Cuando se separó, sus ojos lo miraron con ese deseo que invade a cualquier persona que, a pesar de todo, no ha quedado completamente satisfecha.

—Gran comía, ceñor Neal… —susurró a escasos milímetros de sus labios. Un fino hilito blanquecino los mantenía unidos —¿Qué viene ahora?

Él mismo agarró con suavidad ambos sexos, uno duro como la piedra y el otro algo blando ya, aunque Jaime sabía que podía volver a hacerlo funcionar. Los movió despaciosamente, mientras su otra mano intentaba abarcar la espalda, musculosa y fornida, del mayor. Sus labios aún pedían más de él, y su deseo se hacía cada vez más fuerte… no supo cuánta falta le hacía eso hasta esa noche, en la que podía tomar todo cuanto quisiera de aquel hombre.

A estas alturas... ¿qué importa? XD

Casi le resultó duro aguantar todo aquel tiempo... con el entusiasmo que Jaime le ponía a hacer aquella felación y el simple hecho de verlo aún a cuatro patas, pegado a su entrepierna con vicio... era demasiado. Y, a la vez, no lo era.
Empezó a moverse con más fuerza contra su boca, sonriendo cuando el chico se sacó su miembro sólo para decirle aquello antes de volver con rapidez a su "comida", una llena de sonidos llenos de morbosidad por la succión, el ansia del chico.
"Joder" alcanzó a pensar Neal cuando, sin despegar su mirada del chico, le vio empezar a tragarse su esencia nada más le llenó la boca con una semilla que, debido al tiempo que llevaba sin descargar, se hizo más abundante de lo normal.
Le vio jugar con su semen como si fuese lo más delicioso que había probado y nuevamente se preguntó si debería seguir catalogándolo mentalmente como un "ángel"... vaya vicio que tenía el crío.

Después de tener semejante visión y un orgasmo que le había hecho gruñir de placer simplemente por no soltar un buen gemido, Neal correspondió más que deseoso al beso del contrario, aunque le contrariase ligeramente el hecho de que el otro se librase de aquello que había tenido detrás por su propia cuenta.
"Estos jóvenes de hoy en día..." pensó, divertido, mientras pegaba el cuerpo del contrario al suyo al besarlo con intensidad, caliente aún después de aquel orgasmo tal y como le había afirmado... puesto que bajo un tanto, sí, pero ya levantándose de nuevo.
El tacto del miembro erecto de Jaime en su abdomen, su cuerpo desnudo y ligeramente sudoroso por los "esfuerzos" previos y la postura, eran alicientes que no podía ignorar con facilidad.
- Me alegra que te haya gustado... complacer esta boca ha sido un placer por mi parte -comentó una vez recuperó el aliento, acariciando los labios de Jaime con sus dedos antes de volver a besarlo, ignorando su pregunta en lo que le metió la lengua casi hasta la garganta, deslizando una vez más sus manos por la espalda del menor hasta volver a palpar aquellas nalgas adictivas.
- Ahora... -murmuró sobre sus labios- vas a cerrar los ojos, te voy a conducir unos pasos por la habitación... y cuando te diga volverás a abrirlos... sin trampas, si es que quieres otra gran comida por aquí... -le anunció, acariciando suavemente su ano dilatado y hasta metiendo ligeramente uno de sus dedos otra vez. En verdad no podía evitarlo... aquel chico y su entrada eran la gran tentación. Ya estaba de nuevo totalmente duro...

- Ciérralos -le conminó con simpleza, al ver que lo hacía tomando su mano y levantándolo de la mesa. Antes de moverse, sin embargo, se sacó sus pantalones que habían quedado medio caídos y, una vez estuvo totalmente desnudo, se arrodilló frente al rubio de ojos cerrados, empezando a deslizar su propia prenda piernas abajo.
Con el pene duro del chico a escasos centímetros de su boca, no se resistió a lamer suavemente su glande, y en un arranque de lujuria, cuando el pantalón del muchacho tocó el suelo, se la metió entera en la boca ignorando el agobio típico de aquellas situaciones por completo, sólo para tener la satisfacción de probar también aquel sabor del rubio.
Lentamente, apretando los labios por toda su longitud, fue sacándoselo de la boca. Los pantalones quedaron olvidados. Neal le dio un beso en la punta y sonrió, irguiéndose.
- Vamos -dijo simplemente, ahora sí conduciéndolo por la habitación... hasta situarlo en el lugar adecuado.

Con tranquilidad, Neal se situó tras el joven, reposando su miembro entre los glúteos de Jaime y pasando sus brazos alrededor del cuerpo del contrario.
- Abre los ojos... -le susurró en el oído, ronco, antes de lamer su cuello justo por debajo de aquella zona. Abrir los ojos... frente a su reflejo.
El enorme espejo de pared había sido puesto allí para fines mágicos... y, sin embargo, a Neal le apetecía follarse al español en aquella situación... quería ver sus expresiones, su cuerpo perfecto, su miembro húmedo y duro... todo ello mientras se la metía.
- Los espejos son un gran invento... ¿no crees? -siguió murmurando cerca de su oreja mientras sus manos se deslizaban sobre los abdominales del rubio, subiendo una a sus pectorales, acariciando sus pezones, la otra bajando a aferrar firmemente su miembro, masturbándolo tan lentamente que casi no parecía una masturbación, aunque el agarre fuese lo bastante intenso como para darle placer al contrario- Poder ver tu belleza así... es excitante, cuanto menos -sonrió ligeramente, dejando de lado el pecho del chico para agarrar su propio miembro también y colarlo entre las piernas del más joven de manera que, cuando empezó a moverse, rozaba el perineo, los testículos y hasta parte del miembro del otro con su propio pene.
- Ahora soy yo el que lo dice... pide por ello -se sonrió el hombre mientras empezaba a "embestir" al otro de forma suave para que notase todo su miembro duro, ardiente y deseoso justo bajo su precioso trasero, listo para invadirlo tras unas pocas palabras... sólo unas pocas palabras.
Mordió su cuello suavemente, besándolo y lamiéndolo seguidamente mientras sus ojos no se apartaban del reflejo del rubio, mirándolo con fijeza, aguardando...

Aún sentía cómo su boca pedía volver a ese lugar, de hecho, aún estaba acostumbrada a estar abierta, y aún pedía más. No obstante, pensó que mejor luego… u otro día. Si iba a vivir allí, tendría tiempo para hacerlo de nuevo. Habría de pensar en algún plan para no estar siempre allí metido, pues estaba tan acostumbrado a la calle que lo más seguro era que acabaría por agobiarse. Y, desde luego, algún que otro día calentar a su mentor… podría ser, hasta cierto punto, gracioso.

Se sonrojó un poco, recuperando parte de la compostura que el vino le había hecho perder. Sin embargo, ni por un segundo pensó en parar. Obedeció con cierto recelo, no porque tuviese miedo, sino formando parte de ese juego que, hasta el momento, solo le había dado placer, gusto y lo había hecho gritar de éxtasis. De todos modos, el propio Neal lo tenía bastante entretenido, introduciendo dedos en su interior que arrancaban pequeños gemidos placenteros.

Al final obedeció y cerró los ojos, aunque eso le impedía la visión de su nuevamente erecto miembro. No quería quitarle la vista de encima, pero pensó que tal vez el premio iba a ser muy superior a solo una miradita, por lo que, al final, sonrió y se dejó hacer. El mayor se quitó sus pantalones y, mientras hacía lo propio con Jaime, le realizó un repaso con su boca por toda su extensión. Frente al inesperado acto, el sevillano solo pudo lanzar un gemido y echar la cabeza hacia atrás. No obstante, no duró demasiado. Una pena.

Anduvo hasta que Neal le dio de nuevo la orden de quedarse quieto y abrir los ojos. Cuando lo hizo, lo que vio lo dejó atónico. Un gran espejo reflejaba a ambos de cuerpo entero. Pero lo mejor era sentir la dureza del inglés sobre sus nalgas de forma tan sumamente erótica, que apenas podía resistirse lanzarse a por ella de nuevo. Tuvo de hecho bastantes problemas para mantenerse así.

—Ezo me permitirá veh también qué haceh por ahí atráh…

Abrió un poco sus piernas para permitir al otro juguetear con lo que quisiera. Sentía la anatomía de Neal tan sumamente cercana a la suya, que el calor del cuerpo del otro era suficiente. Por primera vez en mucho tiempo, no echó de menos el calor de Sevilla… todo lo que necesitaba lo tenía aquel adonis que estaba a punto de hacerle ver las estrellas.

Gimió de nuevo al sentir su miembro apresado por su mano, y movió su brazo hacia atrás para enredar sus dedos en el cabello del mayor, mientras que con su otra mano acariciaba los glúteos del mismo y los masajeaba con cierta fiereza. Las atenciones del otro lo estaban llevando casi al éxtasis, y apenas le había tocado. Desde luego, aquello era mucho mejor que cualquier fiesta de alta sociedad o cualquier libro de conjuros… al menos por esa noche.

Y sonrió de forma pícara, mirando el reflejo de Neal en el espejo, cuando le dijo aquello. Se lo tenía merecido, en primer lugar, por haber dicho lo que dijo en el momento en el que el otro más lo necesitaba. No obstante, no era un chico especialmente orgulloso. Si quería algo, lo pedía o lo tomaba, sin ningún tipo de problema o de remordimiento. Por lo que le dedicó una pícara sonrisa y entrecerró sus ojos.

—Hah lo que amboh ehtamoh deceando… —se inclinó muy levemente para dejar a la vista su entrada —. no te hagah de rogá… por favó…

Y, dicho eso, besó de medio lado a Neal de forma pasional, inclinándose de nuevo levemente, a la espera de que Neal tomara la iniciativa… tal vez no lo hubiera suplicado, pero sus acciones y sus palabras daban cuenta del deseo… y, sobre todo, también se dio cuenta del deseo del otro cuando suplicó, prácticamente, tal petición. Era evidente que quería por la dureza que Jaime sentía entre las piernas. Solo esperaba poder sentirla en otro sitio…

Consentimiento y más gemidos... el angelito se lo estaba pasando requetebién. Aunque él mismo no podía quejarse, tampoco.
- Por favor, Miguel... creo que es bastante obvio lo que voy a "hacer por aquí atrás" en estos momentos -replicó, esbozando una sonrisa que amplió al notar cómo el chico abría un poco más sus piernas para darle mayor facilidad de acceso a sus partes más íntimas. Desde luego, el muchacho estaba bien deseoso y dispuesto, eso no podía negarse.
Era una sensación fantástica, el calor que emitía el cuerpo del sevillano, su espalda pegada a su torso, sus piernas dando estrecho asilo a su miembro extremadamente duro, el férreo pene del contrario en su propia mano... combinado a las caricias que el otro le daba; desde luego, aunque no hubiese estado bastante tiempo sin hacer nada de aquello, tampoco le habría resultado muy difícil el volver a "entonarse" en aquella situación.

Neal se fijó en la sonrisa del rubio en el espejo y no pudo más que responderla con la suya propia, soltando la hombría del contrario y acariciándola sólo con su dedo índice, jugando con su glande, moviéndola de un lado a otro mientras le sonreía con malicia en el reflejo antes de que el menor se girase de aquella forma para besarlo, gesto que él correspondió con gusto.
- Creo que la impresión del artista, al final, cambiaría del "ángel" al "demonio" al verte así... -comentó, mirando hacia abajo... hacia la imagen tan deliciosa que el otro le ofrecía de su pequeño orificio y negando levemente- Un demonio irresistible... -volvió a alzar la mirada, acariciando el ano del chico una vez más con sus dedos- Debería hacerme el difícil un poco... pero tengo demasiadas ganas de llenarte entero, así que, supongo, concederé tu deseo... -"y el mío" añadió para sí.

Normalmente no tenía mucha consideración... era un amante bastante detallado en los preliminares, pero cuando llegaba el momento "final", solía ser un tanto bruto... porque al final su pareja terminaba gimiendo de placer sí o sí de nuevo. En aquel caso, sin embargo, eligió ser un poco más educado... en vista de que el joven parecía poco experimentado y no era lo que consideraba a la mayoría de las personas de la alta sociedad. Los calificativos sobraban.
- Unf... entro al paraíso... y a no mucho tardar alcanzaré también el tuyo -sonrió entre jadeos cuando enfiló su miembro y, sin distraerse mucho para que Jaime notase la punta rozándole directamente, comenzó a penetrarlo lentamente... pero sin pausa, exactamente como había hecho con aquel pequeño guiño de la banana. Aquella en particular era un poco más grande y un poco más gruesa... pero estaba seguro de que el rubio era un diablillo fuerte... y, como ya había augurado, pronto su miembro tocaría el paraíso del propio Jaime, y el dolor se iría olvidando rápidamente.
- Uhmmm... ya está -murmuró con voz ronca unos segundos después... cuando sus testículos tocaron con un sonido amortiguado las nalgas de Jaime y su púbis quedó pegado al cuerpo del sevillano, al que contempló el brujo por encima de su hombro en el espejo-. Tengo... curiosidad por saber... de ese primer encuentro -dijo con suavidad, besando el cuello del chico mientras dejaba que se acostumbrase a su tamaño, acariciando lentamente el pene del más joven al mismo tiempo-. ¿Dónde fue? ¿Un pajar? ¿Una posada...? ¿Qué te hizo...? -lamió levemente su oreja, mordisqueándosela seguidamente- ¿Te la metió profundamente como yo...? -ronroneó, comenzando a moverse un poco en círculos contra él, apenas sacando y metiendo su miembro dentro del chico en unos movimientos que, poco a poco, fueron incrementándose.
Hasta que, en determinado momento, se encontró agarrándolo por la cintura y su pene mientras lo embestía en gran profundida, sacando su hombría hasta casi el tope para volver a enterrarla dentro de él de golpe, sacándola despacio y repitiendo aquel ciclo una y otra vez, sonriendo mientras no apartaba su mirada del espejo. Y de las reacciones de Jaime.

Jaime sonrió de forma pícara cuando dijo lo de la visión del demonio. Cierto era que su rostro angelical le había hecho ganarse muchos favores, pero también era verdad que a veces era eso precisamente lo que le añadía cierto toque sexy e irresistible, como si de un súcubo se tratase. Sonrió cuando dijo lo de cumplir su deseo. En verdad lo estaba deseando, pero el otro tenía el mismo sentimiento, o su dureza no sería tal.

—Adelante, pueh…

Se sonrojó ligeramente cuando notó al otro tan cerca de él, y se inclinó aún más para poder facilitar la entrada. Cerró los ojos con fuerza cuando lo sintió deslizarse, y se le escapaba algún que otro gemido, fruto del dolor. Recordaba cómo dolió la primera vez, y Neal no estaba poco dotado, precisamente, como para que no lo notara el sevillano, que sentía como si le desgarraran por dentro. No obstante, le gustaba la sensación.

—Joder…

Fue el único vocablo que pudo pronunciar. Sentía los testículos del otro sobre sus nalgas, y ahí supo que había llegado hasta el final. Cuando la punta de su extensión tocó la zona clave, a Jaime se le escapó un quedo gemido de dolor y placer, algo más alto de lo que le hubiera gustado… pero qué demonios, había ido allí a disfrutar.

—Me folló dehde la ehpalda, como tú… —susurró entre gemidos de placer y dolor a partes iguales —en una cama… y aunque me la metió hahta el fondo… no llegó hahta donde tú ehtáh llegando…

Y era verdad. Su primera experiencia había sido con un joven trabajador. No tendrían ni dieciséis años ninguno de los dos, y el desarrollo, a pesar de que se había completado, no le había dado la dotación que tenía Neal. De hecho, Jaime no pudo esa noche hacer nada, pues el suyo hacía daño también a su compañero. Pero le daba igual no dar, pues recibir le gustaba tanto que, para él, era suficiente.

Gimió casi con desesperación cuando el ritmo empezó a aumentar, aunque iba aún de forma algo lenta, tal vez para tener cuidado de no desgarrarlo. Sin embargo, cuando Jaime se vio preparado y el dolor retrocedió en pos del placer casi por completo, empezó él mismo a moverse contra él con fuerza y casi fiereza. La carne del otro se estrellaba de tal manera que sonaban sendos golpes en sus nalgas, y Jaime aumentó sus gemidos a sendos gritos de placer. Le importaba poco quien pudiera oírlo.

Una y otra vez, lo miraba, dejándose hacer por el otro, lanzando sus caderas hacia atrás, pidiendo más de esa enorme pieza de carne que lo invadía sin darle tregua una y otra vez. Tregua que, por otro lado, Jaime ni quería ni necesitaba. Estaba llegando al verdadero cielo. Miró hacia el espejo, viendo su propia cara de placer, enrojecida, con la boca abierta para dar paso a esos gritos mientras sudaba ya, fruto del calor corporal.

Sonrió durante un momento. Le había dicho diablo… y pensó la mejor manera para una venganza. Sin previo aviso, se movió para sacar el pene de Neal de su interior. Sintió un vacío casi molesto, aunque no tardaría mucho. No lo dejó hablar. Lo besó de forma tan fiera e intensa que, si iba a pronunciar palabra, se quedó ahogada en la boca de Jaime. Lo tumbó con prisas boca arriba y se sentó a horcajadas sobre él, jugueteando con la polla del otro entre sus glúteos, muy cerca de su entrada abierta, que pedía más atenciones.

—Loh diabloh zomoh, horribleh, ¿verdá?

Y, acto seguido, se deslizó por toda su extensión, hasta la base, de forma lenta para volver a abrir su ano, que jamás sería tan sumamente ancho para Neal. Aunque ahí estaba la gracia. Empezó a cabalgarlo entonces, apoyando las manos sobre el pecho de su mentor y aumentando poco a poco el ritmo, disfrutando de todos y cada uno de los centímetros de ese maravilloso instrumento, cerrando de nuevo los ojos, apretando los dientes y gritando como un animal.

Las expresiones de Jaime en el espejo no tenían precio, ni siquiera aquellas que vinieron antes de que el placer lo dominase. Su ceño levemente fruncido, sus labios entreabiertos soltando quedos gemidos doloridos, los ojos cerrados mientras la sensación de Neal penetrándolo se volvía todo para él en aquel momento... y, sin embargo, ni se quejaba ni parecía disgustado, precisamente.
- Me gustan tus gemidos... -murmuró en su oído, sonriendo al escuchar aquél en particular cuando por fin sus cuerpos estuvieron totalmente juntos y conectados- Gime más para mí... -apretó suavemente uno de los pezones del rubio con una mano, deslizando la otra sobre el miembro del contrario. Si ya estaba disfrutando de aquella situación como nunca, el que el chico le respondiese diciéndole aquellas cosas sin vergüenza alguna sólo aumentó su excitación; un hombre masculino y bello como Jaime al que, al parecer, le gustaba ser dominado por otros hombres... una pequeña gran fantasía húmeda andante.
Besó su cuello, aspirando con algo de fuerza sin dejar de mirarlo, notando los cambios en su expresión a medida que sus movimientos iban despertando en él el placer... y aquel vicio salvaje que estaba demostrando tener en aquel cuerpo sudoroso y perfecto, en aquella expresión casi desencajada por el placer...
Y, aún así, todavía se guardaba fuerzas para hacer aquel tipo de cosas...

Literalmente le dejó la palabra en la boca cuando se separó de él para acto seguido pegársele a sus labios... sus palabras, de hecho, quedaron entre las lenguas de ambos.
Gracias a aquello, no supo muy bien exactamente cuándo Jaime lo había tumbado sobre la cálida alfombra del suelo, pero allí se encontró, mirando hacia arriba y teniendo que centrar un poco la visión para fijarse en el más joven, que se había sentado sobre él de aquella forma en que notaba su pene entre sus nalgas una vez más. Alzó una ceja.
- Voy a acabar dentro de ti, diablillo... eso no va a cambiar por muy "horrible"... que seas -jadeó Neal, medio sonriente, hasta que notó de nuevo aquel ano darle ardiente paso a su interior, arrancándole un ronco y profundo gemido que, durante unos segundos, le apartó de su eterna contemplación.
Pero, como apreciaba el arte como el que más, no tardó en recuperarse lo suficiente, incluso de la cabalgata que el otro le estaba dando, para inclinar un poco la cabeza que había caído hacia atrás en aquel arranque de placer y así observar la más que interesante imagen de Jaime haciendo sentadillas sobre él mientras su miembro saltaba de abajo arriba y de arriba abajo al mismo ritmo. Precioso.

A aquel paso no iba a aguantar mucho más, incluso después de haber tenido un orgasmo relativamente cercano en el tiempo... pero tenía bastante claro que, incluso aunque el menor no acabase también (porque, siendo sinceros, eso de "terminar juntos" casi únicamente ocurría en las novelas...), Neal se dedicaría a seguir dándole atenciones por detrás con sus dedos y por delante con su boca hasta que quedase totalmente satisfecho. A tan encomiable alumno debía recompensarlo sí o sí, desde luego...
Así, empezó a mover él mismo su cadera contra el trasero del chico para profundizarle aún más, con fuerza, ya sin la más mínima delicadeza, aún con la esperanza de hacer que terminase casi sin tocarse... algo que, en verdad, había logrado con uno de sus amantes en ciertas ocasiones. Alguien muy sensible... e interesante. Se preguntaba si Jaime sería similar en aquel aspecto.
Se hizo muchas preguntas mientras se lo comía con los ojos, follándoselo salvajemente y acariciando sus abdominales marcados por la tensión y cubiertos de aquella fina capa de sudor tan masculino y atractivo, sus pezones, su miembro en movimiento...
- Precioso panorama... -murmuró de forma casi inaudible entre jadeos y gemidos, alcanzando a esbozar una media sonrisa antes de darle una estocada tan profunda como fuerte e intensa... con la que comenzó a eyacular a borbotones aún con los antecedentes. Uno de sus mejores orgasmos...
- Jo-der... -dijo entre gruñidos, aún dándole fuerte mientras su interior se hacía más y más resbaladizo.

¿Quién hubiera dicho a Jaime que aquello iba a acabara así esa noche? Lo que había empezado como una simple sanación a un hombre malherido, acabó por conocer a un hombre interesante y con poderes como los suyos, que estaba dispuesto a instruirle y salvarlo de la Inquisición. Acabó en un baño con el que Jaime sólo fantaseaba en su mente, y cenando una copiosa y deliciosa cena. Acabó en una sesión de sexo salvaje y desenfrenado que lo empezaba a hacer perder la razón.

Lo montaba con la misma fuerza y fiereza con la que hubiera montado un animal a otro. Le dolía tener algo tan gordo y grande en su interior, pero más placer le provocaba cuando lograba llegar hasta el punto en el cual su glande tocaba para que una corriente de placer sacudiera su cuerpo y lo hiciera doblar la columna casi con violencia.

Sintió cómo las manos de Neal lo tocaban por aquí y allá, sin pararse en ningún sitio en particular, pero disfrutando de toda su anatomía. Correr casi a diario era lo que tenía… que mantenía el cuerpo fibroso, musculoso y, al parecer, palpable. Le gustaba sentirse deseado y, por descontado, le gustaba estar empalado en aquel falo enorme y delicioso.

—Me encanta…

Fue lo único que pudo decir entre gritos de placer. Lo miraba con los ojos entrecerrados, mientras sus manos toqueteaban sus pectorales, subían por su cuello y se enredaban en su cabello. De vez en cuando, cuando la embestida era más dolorosa, clavaba las uñas inconscientemente, haciendo pequeñas marcas sonrojadas en el cuerpo del otro. Se sentía verdaderamente como una puta en manos de su dueño. Y le gustaba… vaya si le gustaba.

Fue entonces cuando sintió su interior húmedo, y esa palabra en boca del otro, que se arqueó con violencia contra él para llegar, si cabía, aún más profundamente. Apenas era capaz de escuchar nada. Su propio pene erecto estaba goteando sobre el cuerpo de Neal, y sentía como se endurecía de tal forma que el orgasmo no tardaría en llegar.

Aún así, siguió cabalgándolo frenéticamente. Gritó con mucha más fuerza cuando sintió esos chorros en su interior. No sabría describir exactamente la sensación, pero notarlos fue como un verdadero regalo de los ángeles. Se resbalaba con más facilidad, y ello permitía que pudiera empalarse un poco más a fondo, si cabía. Su propio pene se hinchó tanto que estaba a punto de reventar. Miró a Neal entonces, con sus ojos verdes ardiendo en deseo.

—¿Quiereh que me corra en tu boca? —preguntó con lascivia.

Su tono había sido de lo más erótico, acercándose a guarro. Quería disfrutar de una visión así, pero sabía que no a todo el mundo podía agradarle aquello. De todos modos, seguía en su movimiento, aguantando a duras penas el correrse por si Neal quería probar el néctar de Jaime que, por otro lado, prometía ser abundante, ya que llevaba casi un año sin hacerse nada, ni siquiera en solitario. Ya ni se acordaba del tamaño de su pene erecto… pero estaba deseando de metérselo en la boca al otro y hacerlo gozar como él mismo lo había hecho en la otra sala.

En primer lugar, nunca se le había pasado por la cabeza aceptar a un aprendiz. Era pesado, el tener que ocuparse de otros... y peligroso. También había que decir que nunca se había encontrado con un hechicero más joven que él, más inexperto sin duda, pero joven... no. Aquello sumado, quizás, a lo desamparado y arriesgado de su situación, tal vez le había hecho precipitarse, pero bueno... no era una decisión de la cuál se arrepintiese. Menos en aquel preciso momento, en el cual no se arrepentía de absolutamente nada relacionado con aquel rubio explosivo cuyos movimientos sensuales y gozosos le estaban haciendo ver como se vería una auténtica puta... y a Neal aquella visión lo tenía loco perdido a aquellas alturas.
Un hombre masculino con aquel comportamiento era el mayor de los afrodisíacos, más que nada porque no se veía en casi ninguna parte... una pena, por otro lado, porque era un espectáculo increíble, más cuando el propio Jaime tan claramente lo disfrutaba, incluso poniéndolo en palabras entre grito y grito de placer.

Ciertamente, las uñas del contrario arañándolo de tanto en tanto no resultaban una molestia, más bien al contrario... el sexo duro de aquella forma le encantaba, y esa no era más que otra prueba de que su amante lo estaba disfrutando hasta el punto de perder el control, casi podría ser un halago. Aunque, el verdadero halago en aquel caso, fue la amplia e imparable corrida que profundizó en el rubio cuando Neal ya no pudo aguantar más ante la visión del durísimo miembro del menor goteando, de su cara de lujuria, de... de todo aquello.
Su miembro palpitaba casi dolorosamente en el interior del chico, calentándolo aún más con su semilla que el otro ya había recibido en dos lugares distintos... qué placer, qué delicia.
Pero, desde luego, la cosa no había terminado, al menos, no todavía... porque el brujo vio a Jaime seguir moviéndose frenéticamente y, a pesar de que la sensibilidad empezaba a adueñarse de su pene, sólo apretó los dientes y gruñó como un salvaje, volviéndolo a embestir aunque a él mismo le molestase un tanto, todo con darle placer a aquel trasero que tanto gusto le había dado.

Estaba claro que el chico estaba a punto de correrse, tan hinchado que estaba, tan jugoso... la pregunta de Jaime resultó un encanto precioso en los oídos de Neal que, a diferencia de alguna gente, tardaba más en "desinflarse" tras un orgasmo... y todavía estaba dispuesto a un poco más de "marcha".
- Hazlo, ahora -dijo simplemente, como si lo necesitase, dándole una fuerte embestida más contra su precioso culo pero sin hacer el más mínimo gesto de él mismo acercarse a su objetivo.
Porque quería que Jaime fuese el que se levantase de su miembro y le acercase el propio a su boca... en aquella postura todavía siendo fácil para él meterle en su ahora resbaladizo y dilatado ano sus índices y corazón, cuatro dedos, al mismo tiempo que lo acogió en su boca.
Y se lo folló con los dedos también él mismo sin hacer más que acoger su glande entre sus labios. Que se corriese por ello... que llenase su boca de aquella forma sólo por la acción de sus dedos y el recuerdo de su miembro ahí dentro.
A punto de caramelo como estaba, Neal no tardó en tener lo que quería.

Cuando su boca se llenó con una enorme cantidad de semen, chorro tras chorro, precisamente gracias a la postura es que fue capaz de disfrutarlo tal y como había querido. No quería sólo tragarlo... quería saborearlo, disfrutar del sabor de aquel hombre al que había llenado con su propia esencia.
Debido a aquel ansia morbosa carente de toda razón, pronto la blanca y ardiente sustancia empezó a desbordarse por las comisuras de sus labios, momento en el cual Neal empezó a tragar con deleite, sacando los dedos de dentro del otro para poder contener aquella riada huidiza y no desperdiciarla.
Miró hacia arriba, directamente a aquellos ojos verdes de ángel del sexo, y movió sus labios para que la última descarga, más débil y pequeña, rematase sobre su mejilla, su boca terminando bajo los testículos del otro, lamiendo y aspirando de nuevo aquel aroma que, con el sudor, sólo había aumentado.
Lamió uno de sus dedos pringados de una mezcla de fluidos y le lanzó una mirada levemente burlona al otro.
- Mira cómo me has puesto... -murmuró, alzando la otra mano y ofreciéndole sus dedos... por si quería limpiárselos- No puedo decir que no lo esté disfrutando... -la habitación entera olía tanto a sexo como debía de hacerlo ahora su cara... y el trasero de Jaime, ya puestos, al que pronto volvió a bajar ambas manos para acariciar sus glúteos ahora con un poco más de suavidad.
- Eres la primera persona... que prácticamente se ha sentado... sobre mi cara -resopló, divertido-. Siéntete honrado -utilizó palabras similares a las suyas en un contexto totalmente diferente, burlón.

La espera había merecido la pena. Si bien aún estaba ensartado en el enorme miembro de Neal, poco tiempo pasó hasta que mencionó la orden. A Jaime no le hizo mucha falta mucho más, puesto que estaba a punto de caramelo. De hecho, el verlo acercarse a él fue la clara señal de que lo estaba deseando. Durante un momento su ego se disparó… aún siendo un vagabundo sevillano, perseguido y mucho menos sabio que él, lo deseaba.

De nuevo, se sintió invadido, esta vez por más dedos que los que había colado al principio. Sintió como su ano volvía a abrirse por la fuerza que este imprimía, mientras su glande se introducía en la boca del otro. Y poco tuvo que esperar en verdad, ya que sus ganas eran bastante grandes, y su erección era tal que le hacía daño, incluso, en el pene y los testículos el hecho de seguir aguantando la eyaculación.

Se derramó por completo en Neal. Fue tan abundante como su mentor hubiera lanzado en la otra sala, sino más. No sabría decirlo, puesto que tampoco lo llevaba controlado a la perfección. De todos modos, gritó de placer mientras sentía los dedos del otro estimular su próstata y el semen se disparaba para inundar la boca del inglés.

—Joder…

Sus palabras quedaban ahogadas en gemidos, y se entrecortaban debido a su respiración agitada. Miraba a Neal con deleite mientras su polla seguía en la boca del mismo y su propio jugo se escapaba por la comisura de sus labios. De nuevo, sintió un ligero vacío cuando el otro tuvo que usar sus dedos para comérselo todo y, además, ofrecerle a él lo que el propio Neal había rociado en su culo.

Lo lamió como si de una felación se tratara, jugueteando con la lengua y saboreándolo con despaciosidad, disfrutando de todos y cada uno de los pequeños sabores que ofrecía la mezcla. Sonrió mientras el otro hablaba. Había disfrutado tanto que sus piernas aún temblaban, y su piel pálida se había puesto roja por el esfuerzo. Jugueteó con sus testículos sobre la barbilla de Neal, echando las últimas gotas sobre sus labios.

—Alguna vé tenía que pazá…

Después de restregarle su miembro por los labios, algo más flácido ya, se recolocó y se tumbó sobre él para besarlo y compartir las esencias de ambos. Sus bocas estaban peguntosas, bañadas en un blanco que, en verdad, solo hacía más atractivo a Neal a ojos de Jaime. Hasta ese momento, no se dio cuenta de lo necesitado que había estado hasta ahora… pero también una sombra de duda cruzó sus ojos. Ahora que lo había catado, no quería dejarlo pasar.

—¿Creeh que… en algún dehcanzo de mi aprendizaje… —empezó, algo sonrojado — …podríamoh repetí?

Se tumbó a su lado, muy cerca de él, echándole una pierna por encima. Se mojó levemente de los restos de semen que quedaban en pene ajeno, pero poco le importó. Entre tanto, jugueteaba con sus dedos sobre su pecho y lo miraba con esos tiernos ojos verdes que solo guardaban esa amabilidad y calidez. No había sentimientos de por medio, únicamente el deseo de poder volver a sentir eso.

Desde luego, Jaime no podía saber que la persona con la que estaba "intimando" se había arrastrado entre el fango y vivido en la calle como él en determinado momento de su vida... la única diferencia que existía entre sus "cunas" era que Neal se había sacado las castañas del fuego él mismo gracias a su labia y otras habilidades o capacidades suyas... y el rubio había recibido aquella oportunidad a manos del propio Neal. Por descontado, la sabiduría venía a cuento para nada en una situación como aquella en la que el deseo y la carne se imponían por encima de todo.
Un amigo suyo solía decir que, si todos estuviesen más salidos que la esquina de una mesa, tal vez no habría guerras ni intrigas en el mundo... sólo un montón de "cosa blanca o transparente" que limpiar a cada segundo de las sábanas, la mesa, la pared... etcétera. Artista tenía que ser... un gran idealista.
El brujo tenía que darle la razón, sin embargo, en su apreciación de que el sexo ponía al mismo nivel a todos, incluso aunque un rol u otro apareciese marcando dominancias o sumisiones... en el fondo, tanto unos como otros deseaban lo que ocurría seguidamente. Neal podría haberle recitado algún pasaje de aquellos "famosos" humanos filósofos que decían cosas como "la muerte iguala a todo el mundo", o siniestreces iguales... pero habría sido perder el tiempo y, de paso, saliva por algo que ni él pensaba.
El caso era que no le importaba lo más mínimo tener una hombría ajena en la boca y al propietario casi sentado sobre él en aquella postura, todo ello mientras se derramaba en su boca. Más bien le encantaba.

Él también observó con una media sonrisa cómo el chico lamía sus dedos de aquella forma tan erótica, al menos hasta que se desocupó de nuevo y se dedicó a llevar a la boca del mayor los restos de semen que habían quedado diseminados por su rostro... y a los que él, por su parte, tampoco hizo ascos en absoluto. Lamió su glande una última vez y alzó ambas cejas, sonriendo con un poco de guasa mientras el chico cambiaba de posición y se tumbaba sobre él, besándolo de aquella forma tan sucia durante los segundos que el angelito tardó en hacerse una curiosa pregunta... curiosa, porque podía resultar una incógnita aunque la primera respuesta resultase obvia.
Neal se hizo el pensativo, pasando un brazo por debajo de Jaime y acercándolo un poco más a él, acariciando descuidadamente el hombro del chico.
- Mmmmm... todo se verá... -replicó, mirándolo de soslayo y sonriendo un tanto divertido... dándole a entender con aquella expresión una afirmación. Porque, a fin de cuentas, tal y como estaba ahora... nada cambiaría que se repitiese aquella experiencia en alguna ocasión.
Lo había disfrutado, era innegable que Jaime le había hecho sentir muy bien... algo muy importante o extraño tendría que pasar en su vida como para que se negase en un futuro próximo a intimar de nuevo con el chico por el mero placer de probar su cuerpo.
Al fin y al cabo, le iba a dar comida, asilo, un aprendizaje... podía también darle sexo, algo que él mismo también disfrutaría. Sí... seguramente no habría ningún problema.

Cerró los ojos, disfrutando unos segundos más de la calidez del cuerpo de Jaime a su lado y de su piel rozando la propia... hasta que la posición en el suelo empezó a resultarle un tanto molesta. Ya notaba alguna que otra punzada en la espalda y el cuello... la alfombra podía ser gruesa y esponjosa, pero estaba demasiado cerca del suelo... y aquél era de todo menos esponjoso.
- Bueno... con este desastre que hemos montado, al final quizás convendría otro baño -miró al rubio con una ceja alzada y su media sonrisa habitual-. Tengo una frase preciosa para recalentar el agua con facilidad, y la bañera creo que es bastante grande... ¿nos aseamos debidamente? -inquirió con un deje de sorna en la voz, empezando ya a levantarse e irguiéndose frente al español con desparpajo, sin que en la firme postura se le notase cortado en lo más mínimo por su desnudez. Sólo faltaría, a aquellas alturas...
Le ofreció su mano para ayudarlo a levantarse.
- Por bien que te siente el sudor y... -le lanzó una mirada evaluadora a su trasero... y a la parte interna de sus muslos, por los que empezaba a resbalar un poco de aquella sustancia blanca- mi semilla adornando tu cuerpo, creo que te será más cómodo para dormir a gusto eliminar esas cosas -sin soltar su mano una vez le ayudó, le indicó con caballerosidad la puerta al baño haciéndose a un lado.
El que estuviese en pelota picada casi ni enturbió el gesto.
- Después de ti -le sonrió, encantador... como si no estuviese dándole el pase rápido sólo para poder mirarle el trasero un poco más. Es que era todo un caballero...

El sevillano sonrió cuando el otro, no con palabras especialmente explícitas, aseguró que aquello podía volver a pasar. Los placeres de la carne hacía tiempo que le habían sido vetados, y ahora que los había vuelto a probar, no le gustaría, para nada, perder semejante oportunidad de repetir. Y qué demonios, si había incluso pensado en la prostitución para poder pagarse un mendrugo de pan, y rebajarse ante cualquier cosa… y ahora tenía a Neal, que no era cualquier cosa, sino bastante cercano a los gustos del rubio.

Después de tanto desenfreno, movimiento, calor y ejercicio, los ojos de Jaime se cerraron. No tenía demasiado sueño, pero sí que se relajó mucho allí, tirado en la alfombra. Sin embargo, Neal lo hizo levantarse. Si bien El Cortesillo estaba acostumbrado a dormir a la intemperie sobre suelos fríos y a la vista de todo el mundo, para el otro estar allí podía ser un verdadero fastidio. El rubio sonrió ante su proposición.

—Vayamoh pueh… a ver ci eh verdá que cabemoh… o tenemoh que pegarnoh mucho…

Sonrió con picardía y se mordió un dedo en gesto inocente. A aquellas alturas no le molestaba la desnudez, para nada. Ambos estaban ya descargados y blandos, aunque con la juventud aquello no era un problema. Ya lo había demostrado su mentor. Del cual, por cierto, no sabía su edad. Tampoco le importaba demasiado… era joven, guapo, adinerado y follaba como los dioses.

—¿Tú creeh que me cienta bien? —preguntó con tono inocente — ¿Ehtoy guapo?

Le lanzó una enorme y blanca sonrisa, y luego hizo una torpe reverencia, pasando delante de él. Supuso que lo que quería era observarlo de nuevo a la espalda, por lo que sus pasos fueron lentos y algo sinuosos, mostrando sus atributos como si estuviera posando delicadamente para él. A pesar de que Neal no podía verlo, sonrió. Nunca habría dicho que era capaz de hacer algo así… pero una vez se perdía la vergüenza, todo lo demás salía solo.

Entró en el baño, donde aún estaba la bañera llena de agua. Sentía sus muslos algo pegajosos en su parte interior, aunque ya había parado de chorrear. Lo miró entonces, apoyándose levemente en la bañera, exponiendo su cuerpo ante el inglés y sonriendo de forma ligeramente lasciva. Si quería observar, le iba a dar una buena ración a sus ojos.

—¿Cómo lo hacemoh? —preguntó jugueteando con un dedo en el agua —Bañarnoh, digo…

Un brillo de malicia surcó su mirada, mientras con la otra de sus manos se masajeaba su glúteo, como si lo estuviera rascando de un picor inexistente. Solo era otra excusa para ofrecer una buena vista al otro. Por un momento pensó en todas esas cosas que se habrían perdido aquella noche si se hubiera quedado con la familia… tal vez los podría haber ayudado, sí, pero no estaría allí con él.

Y, desde luego, tenía pensado seguir ayudando a los demás. Pero como el conocimiento era poder, y Neal lo había probado, tenía que aprenderlo todo sobre magia. Aunque tardara un poco más… estaba empezando a pensar seriamente en el hecho de hacerse el tonto para poder repetir aquello mucho más a menudo… solo la idea lo hacía morderse el labio inferior, mientras lo observaba con cierto deseo. Aunque claro, su mentor no sabría por qué lo miraba así.