Suspiros a medianoche {Lionel}

El fuego crujía con cada nueva braza de madera encendida. El lenguaje entre su amante y él era simple, tan solo las despeinadas olas que el viento, sin pretender ser descubierto, le depositaba en las llamas. Cada beso, cada caricia entre ambos era la danza perfecta, una salida a la absurda realidad que les rodeaba. Me sentí en un universo alterno, donde no existía más nadie que ese pedazo de paraíso y nosotros dos, entonces sonreí. Encontré un edén en un lugar tan insospechado que nadie me arrancaría ese recuerdo de la mente. Ya lo había grabado con cada detalle, imaginado quizá, más cosas de lo que podía apreciar y no me importo en lo absoluto. – Pintar una poesía en cada esquina de las estrellas, imaginar, soñar, crear… todo lo que nos hace falta y por lo que se debe luchar – Dije mientras me llevaba un dedo a los labios, saboreando el olor de la carne en el fuego, sonriendo de medio lado, redescubriendo esa parte en mi que únicamente aparece cuando es llamada, en los momentos más fantásticos.

La noche y el tiempo transcurrían tan normales, como si nada de lo que musite anteriormente fuese relevante. Agradecí al silencio, a las divinidades y a la casualidad por ese resultado. Estar frente a él, poder sentir que no se trataba de una pésima ilusión, me hacia albergar en el estomago esas tontas mariposas, de las cuales solo los enamorados son presa pero entonces ¿Qué me sucedía a mí? No, no se trataba de un enamoramiento efímero, a primer instancia. Era algo más espiritual. Su cercanía me ponía nerviosa, eso ya lo había dejado claro mi cuerpo antes, su mente me envolvía en una vorágine escarchada de pasiones perdidas. Y el silencio hablo… A lo lejos se escucho el llanto de un lobo a su reina, su luna. – Parece que no estamos solos y tendremos un concierto de fúnebre dolor, la pérdida de un amante – Mencioné entre las sombras. Al fin pude recobrar la valentía suficiente para mirarlo de cerca. Camine rodeando la fogata para llegar hasta su lado, lo observe y caí rendida a su belleza innata. Magistral.

Hechizada por el mirar plateado de la luna, sometida por el encanto de las sílfides, permití que mi cuerpo se desenvolviera a su antojo, tal vez eran mis deseos más profundos, esos que reprimo todo el tiempo, quizá… Cogí un pequeño palo que estaba en las cercanías e hice lo mismo que él. La carne comenzaba a escurrir la sangre, su jugo. Tan cerca, siempre tan lejos… Las pupilas chocaron contra sus ojos, me perdí en el mar de su encanto. – Eres imposible – Solté el palito y mis manos viajaron hasta sus mejillas, se acunaron en ellas durante el segundo que tarde en reaccionar, solo para darme cuenta que mis labios estaban tan cerca de los suyos que podía sentir su aliento en mi boca, saborear su esencia… Mi pensamiento se nublo. Lo bese, no fue un arrebato de impúdica pasión, pareció algo sumamente hermoso. La sencillez, solo un roce, el desliz y un derroche.

El sabor de sus labios, la esencia en su piel, le perfume de su cuerpo, la poesía que represento ese beso. Todo cuanto pudiese desear, aspirar, soñar y anhelar se encontraba allí, en sus fauces. Fue tan inverosímil el segundo en el que nuestros labios estuvieron entrelazados que más bien parecía un mundo bastante lejano en donde la realidad no tiene cabida, en donde el silencio grita más fuerte que las olas del mar, donde un bufón llora con su desgracia y le enseña a una estatua a sentir el calor de los rayos del sol. Un disparate, eso era… me sentí atrapada en las lejanías de la vida. Aspire todo lo que pude, guardé en mi memoria su recuerdo, el paraíso nocturno ¿Quién me puede negar que esa luna risueña no estaba celosa? Nadie, pero no eran celos de sus hijos los lobos, era ese sentimiento egoísta por que yo logré hacer probar antes que ella los labios del gitano.

Al lo lejos se escucho el rugido de una bestia, ignoré el suceso pues estaba concentrada más en aprobar, en culminar con el acto desenfrenado que alimenté desde una eternidad antes en mi cabeza. Lo deseé y lo obtuve, pero ahora que su mirada se había topado con la mía… Suspiré al verme impedida de sus labios, desvíe las pupilas hasta el ingrato que nos interrumpió, una carcajada más parecida al cantico de un ave al alba, se escapo de mis labios. Baje la barbilla y mordí mis labios, si antes las mejillas se incendiaron, después de eso se habían convertido en un pedazo de carbón al rojo vivo. La mirada del animal estaba llena de hambre, su boca rugía y de allí emanaba la saliva que se antojaba el pedazo de carne, él le arrojo una parte que corto…

No supe que hacer, no acudí a mis pensamientos para actuar, simplemente era arrastrada por una vorágine insensata. – Aunque las palabras puedan describir el sentir de un alma, jamás le harían justicia a la verdadera esencia. Parecen estoicas, bajo la comparación con lo que acabo de vivir – Tuve que pronunciar las palabras que me quemaban la garganta ¿Por qué? Las mejores cosas de la vida no se planean, son inesperadas y también lo que rodea la situación. El silencio pareció llamarme, mencionar mi nombre entre su penumbra, la jauría de lobos se encontraba cerca. Debía haberlo adivinado, cuando uno de esos animales se aproxima solo significa una cosa… La manada está cerca.

Escuché y baile de sus pisadas no muy lejos de allí, las pupilas de mis ojos vacilaron antes de irse tras el lobo que se escapo. Percibí la cantidad a través del olfato, eran unos seis o siete y nos estaban rodeando, el rugir martillaba mis sentidos…el peligro nos acechaba, pero yo no tenía miedo. No estando a su lado o ¿Si? Sentía un pavor alojarse en mi pecho, no por mí, por él ¿Y qué si lo lastimaban? ¿Qué pasaría si él….? ¡No! Nada de eso. No me permitiría que Lionel saliera herido, antes muero en el intento de defenderlo. – Tienen hambre y nosotros somos alimento – Susurre, me coloque en posición de alerta, mis ojos alternaban de una mancha obscura en el bosque a otra más penumbrosa. Agudicé mis sentidos para adelantarme a lo que la manada nos tenía preparado, el silencio hablo… No existe nada más aterrador que el silencio en su magnificencia. - ¿Te gustan las historias de terror? Acabamos de convertirnos en una – Así como pinto los pétalos de una rosa para ofrecerlos como la lírica de la vida, también puedo valerme de sus espinas para enviarlos al enemigo y hacerlo padecer.

El rugir de las bestias amenazaba con hacer sucumbir a nuestros miedos. Era realmente escalofriante tener que escuchar sus aullidos tras la maleza, sus patas caminar alrededor de nuestros cuerpos y comprender que tenían más hambre que nuestros cuerpos. Sí, algo realmente aterrador pero que sin embargo para mí ya era bastante normal. Cada rugir, cada lobo tiene sus diferencias y el alfa no es la excepción a la regla. Se oían la llamada de atención a los miembros de su manada, se organizaban para atacar y yo solo pensaba en una cosa.

Mi estomago rugió, yo tenía la cabeza hecha un lío, tratando de elegir la opción más apropiada para salir de esta con vida, sin ningún rasguño, si es que era posible o preferentemente lograr que Lionel escapase mientras yo los detenía lo suficiente; eso era en lo que estaba ocupada, pero mi cuerpo aparentemente pensaba en su propia satisfacción. – Creo que mi vientre te apoya – comente después que él. En ese instante el hocico de un lobo se aproximo hasta mi pie derecho. El pelaje del animal era bastante hermoso, tonalidades grisáceas y marrones le cubrían, me quede allí pasmada en el suelo admirando su belleza, tan ensimismada en la poética visión que no me di cuenta que el animal estaba ganando terreno.

Sus filosos dientes se clavaron en mi huesudo tobillo, andar descalza por el bosque sombrío era una tontería pero siempre lo había hecho y hasta esa noche admiré las consecuencias. La sangre emano de la herida, era como ver una cascada negra resplandeciente de un tono escarlata cuando la luna posaba sobre el río y lo besaba. Rugí, el dolor fue desgarrador, pero nada que no pudiese soportar sin derramar esas lágrimas de mis ojos, además ya había llorado bastante tras saber mi verdad y esas desgracias que habían ocurrido en mi vida. Tome una vara que se encontraba cerca y golpee el hocico del can, eso me dolió más a mí que a él pero sirvió para que me dejara el pie en libertad. Mi rostro, ese que puede ser tan sereno como una noche donde las estrellas brillan, muto a ser de paz a la tormenta más catastrófica que se haya visto. Fruncí el ceño, mostré mis dientes y rugí al igual que ellos, intente intimidar a los animales, algo tonto, pero que simplemente es la ley del bosque.

– Esta es nuestra presa, nosotros la cazamos y no nos la quitarán. Si fueran más cordiales y pedirla por favor – Comenté con cierto toque fantástico en mis labios. Me entendía muy bien con los animales, pero sentía que esos lobos se guiaban por el hambre que venía matándoles más de una semana. EL crudo invierno convierte el bosque en un desierto infernal donde sobrevivir es más que un reto. – Supongo que a Lionel tampoco le importaría compartir con ustedes – Dije mirándolo de soslayo. Las bestias ya comenzaban a cerrar el círculo y el can que había probado de mi piel, miraba mi cuerpo con rudeza, lo molesté, lo dañé y tenía que pagar las consecuencias. – no te atrevas – Lo amenace con la mirada. No soy una damisela en peligro, la vida me había enseñado a defenderme, siempre podría utilizar mi mutación a mi favor, pero tenía que considerar que esta vez no estaba sola.

Las atenciones de Lionel me estaban incomodando un poco, no porque me sintiera débil o porque me disgustara que lo hiciera, sino más bien el hecho que hacía tanto tiempo que no me veía involucrada en un cariño como ese. Esa nostalgia indecente, me golpeo directamente al rostro ¿Qué me estaba pasando? No podía describir las sensaciones acumuladas en mi estomago, la distracción de los lobos no me sirvió mucho pues aún cundo la ira me estaba invadiendo por su allanamiento, una parte de mí no podía dejar de concentrarse en él, en Lionel. Los suspiros que pude haber exhalado de mis labios, fueron opacados por mi mano. No deseaba mostrar mis emociones más absurdas, apenas si lo conocía ¿Cómo era posible que en tampoco tiempo mis emociones colapsaran con tan solo pronunciar su nombre? No lo sabía, no obtuve respuesta, no la tenía. Lentamente dos cosas extrañas sucedieron mientras me mantenía sumergida en esos pensamientos laberínticos, la primera, los lobos desaparecieron con el cadáver como trofeo y el gitano había reparado la herida en mi tobillo. Sacudí mi cabeza un par de veces tratando de concentrarme en ese espacio en donde mi cuerpo reposaba, muy a lo lejos escuché sus palabras - ¿eh? No, no, no… no puedo permitir que, además de alimentarme, cuidarme y demás, pretendas llevarme en brazos hasta el lago – Comenté rápidamente, mis palabras se aceleraron, iniciaron con un tono de voz bastante alto y al final solo un susurro se emanaba de mis labios. Ya me sentía lo suficientemente torpe, no necesitaba que me ayudase más, pero agradecía con el silencio y la mirada todas esas atenciones que él me ofrecía.

El rugir de mi estomago me recordó el hambre que yo misma olvidé tras aquella interrupción, no paso mucho tiempo antes de que él me cediera un corte de carne, supuse que sería una de las más finas que había conseguido con la presa. Lo tomé con ambas manos, mis padres me enseñaron que par degustar la comida debidamente, primero se necesitaba olfatear lo que tu boca probará después. Recordando aquella enseñanza, olfatee el pedazo de carne con los ojos cerrados, dejando que su perfume me embriagara, una vez que lo aprobaron mis fosas nasales, proseguí a morderle. – No hay necesidad, yo puedo comer sola… o eso creo – Bromee al igual que él, un poco de risa con la comida es sublime. Sentir como la carne se desbarataba dentro de mis fauces era una sensación descomunal, ese sabor solo lo había sentido en mi hogar – Esto es… delicioso – Fue lo único que mis labios dijeron antes de devorar el trozo de carne ¿Modales? Los perdí al encontrar la parte salvaje de mi alma. Me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta poco después, hasta mis manos se vieron sucias por los residuos de la comida en ellas, me sonroje – Perdona si no soy lo más…. – la frase se me había atragantado, ¿Qué iba a decirle? ¿No ser una dama? ¿Una mujer como otras? La verdad es que era lo suficientemente diferente como para ahuyentarlo sin ningún reparo – educada ¡¿A nadar?!– Terminé.

El son de los animales nocturnos se escuchaba en las lejanías, ese místico encanto que solo las sílfides escondidas entre las ramas de los árboles, podían escuchar al caer el crepúsculo. No estaban solas, allí se encontraba Lionel, con su dulce mirada y encantadora sonrisa, allí estaba yo, admirando desde mis silencios la belleza descomunal de un gitano. Las estrellas que en lo alto destellaban, podían filtrarse a través de las hojas, sobre las copas de esos gigantescos centinelas que protegían el hogar de las hadas. Todo era tan bello, tan sumergido en un cuento mágico que me sentí atraída por la idea de quedarme en ese sitio y no salir jamás, podía olfatear la fantasía, palpar mis sueños y tomar de la tierra la semilla para hacerlos realidad. Con la compañía de alguien como él, el resto del mundo no importaba, por que él mismo se había encargado de hacer que las diminutas cosas de la vida valieran más la pena, que las insignificancias a la que se estaba acostumbrado atar en la importancia. Ya la tristeza se difuminó, sólo respiraba la paz, la tranquilad que Lionel me dedicaba con tan sólo una insospechable mirada.

Limpié los residuos de la carne en mis manos sobre las faltas que traía para cubrir mi desnudez, infeliz y desgraciada, ese ropaje sucio, lleno de parches y un color casi extinto no podría si quiera considerarse dignamente como un atavío, más bien parecía un pedazo de tela escupido por el demonio al sentir la repugnancia en la prenda. Sacudí mi cabeza un par de veces, para mi fortuna el frío se había disipado de mi piel, tal vez sería porque la primavera se encontraba cerca, o quizá la tierra había absorbido el calor suficiente para germinar en su interior un abrigo improvisado, no… a decir verdad, dudaba de todas y cada una de mis conclusiones, pues algo me decía que todo era por su causa y si el gélido viento dejó de soplar, fue porque yo estaba lo suficientemente concentrada en Lionel como para percibir como es que el aire besaba cada poro de mi piel. Me perdí en las pupilas esmeralda que aquel bosque me obsequiaba, soñando cada vez más profundamente, ensimismándome en una realidad tan absurda y disparatada que, por supuesto, tenía que ser una mentira. Sentí como sus manos rodearon mi cintura, rápidamente gire mi cabeza para verle a los ojos, mi rostro sin lugar a dudas, estaba lleno de arrugas representando esa confusión en la que me vi envuelta, mi labio inferior fue masacrado por mis dientes, eso es un gesto que se ha marcado en mi persona desde que tengo uso de razón y que suelo utilizar cuando me encuentro nerviosa o no sé que decir. En esta situación, ambos motivos justificaban el hecho de que yo rasgara mi propia carne.

Se inicio una danza alegre, donde él reía a carcajadas y yo le seguía los pasos, pero de mis labios no se emitía más nada que una mueca desfigurada, con anhelos de ser una sonrisa. Me estaba mareando por las vueltas, fue algo improvisado, de esos hechos que solo ocurren una vez en la vida y los cuales mejor se quedan guardados en la memoria, pues son los mejores momentos de una existencia, aquellos que no se planean pero que se viven intensamente hasta el final. Mis manos rodearon su espalda, me aferré a él, no quería tropezar con una piedra, una rama o cualquier otra cosa y caer al suelo sin más nada, no deseaba aparentar debilidad, en ese instante él me deposito de nuevo en la tierra. Extendí mis manos tratando de sostenerme de algo para que el mareo me convirtiera en su víctima, pero fue en vano, no había objeto cercano a mi que pudiese sostenerme, afortunadamente esa sensación extraña desapareció a los pocos segundos. Me puse de pie para ayudarle en algo, él fue más rápido que yo. Sus ademanes me hacían sonreír, realmente me encontraba cómoda cerca de él, era gratificante haber encontrado un ánima como la suya, fue realmente una bendición el haberle conocido – Te sigo – Asentí con la cabeza, yo no tenía la más mínima idea de donde es que se encontraba aquel lago, lo único que podía hacer en esta situación era seguirle de cerca. - ¿Qué tan lejos está? – Pregunté, por alguna extraña razón, me gustaba la idea que el camino no fuese tan largo, pero tampoco muy corto, la distancia suficiente como para charlar algo durante y caer en su cúspide entre las olas de la orilla en el lago.

Las copas de los árboles se contoneaban a favor del viento, jugando a bailar en la noche, a crear susurros que bien podrían ser interpretados por un poeta, como el canto lúgubre de su propia soledad o quizá como el conjuro ideal para trascender al nirvana insospechable, ese donde los Dioses reposan tranquilamente… El sonido de bajo fondo, con miles de criaturas arrodillarse a la noche, con las cigarras cantando sin parar, con los escarabajos arremetiendo contra la tierra y las aves nocturnas admirando la belleza de su eterna obscuridad; creaba la lírica más hermosa y, la compañía formaba parte de tan hermoso conjunto.

Los cabellos de Lionel reparaban en su espalda, negros, lisos, con pequeñas ramas caídas de la maleza ataviándole. Su cuerpo, estilizado y delgado, representaba a los elfos protectores del bosque, sí, eso precisamente era lo que él parecía, tan tranquilo, tan calmado, comprensivo y… Caminar hasta las orillas del lago no era ningún problema para mí, con cada paso que daba, mis pies sentían la humedad del bosque, se familiarizaban con el entorno ¿Cuántas veces había estado allí? Casi toda una vida. La tierra se conglomeraba bajo la planta de mis pies, esa suciedad que se disfruta por el simple hecho de sentirse libre. Despejé mis pulmones, desprendí el aliento de mis labios para atrapar con mi boca todo el oxígeno que me fuera posible en un suspiro, el olor a rocío traspasó a mis entrañas y yo con una sonría tenuemente perfilada lo agradecí.

Me dediqué a caminar junto a él, siguiéndolo de cerca con su mano atada a la mía ¿Qué más podía hacer? Hubo un instante en el que pude aprovechar el efímero silencio de las tinieblas para recitarle una de mis poesías en honor a su presencia ¿Demasiado atrevimiento o demasiada timidez? La complejidad de mis pensamientos me hizo vacilar en ese momento y fue allí cuando de la quietud, el bosque pasó una vez más a conjugar los acordes de sus hijos para crear la melodía de la noche. El brillo en mis pupilas -aunque yo no pudiese apreciarlo- estaba allí, presente, como cuando a una persona le entregan una grata sorpresa, como cuando observa el cariño de quienes le rodean… ¿Cuántas veces antes de esta noche mis pupilas habían destellado de esa forma? Ninguna, no así… con alguien para compartir mi esporádica felicidad, después de todo, las cosas llegan a su fin y, sin importar de que se trate, la inmortalidad no existe, es y será la eternidad, pero imposible para mí el que traten de convencerme de lo contrario.

Los segundos pasaron y escuché su pregunta tras haberse quedado observando una a la mitad del camino, sin duda alguna era hermosa y también pintaba para formar parte de mi lista. – Aquella que de entre sus hermanas resalta sobre todas las cosas – Susurré, no tenía una flor e particular, de la misma manera en que de entre los colores de la vida no podría elegir uno específicamente – Ninguna – Sentencié. No podría elegir una planta por su forma, color o perfume, tampoco por lo que significaran, pues esto último varía según la mentalidad de cada individuo y así fue como llegué a mi patética conclusión – Todas conforman parte esencial en la naturaleza, cada una posee su función en esta vida, al igual que los humanos – Fruncí el ceño, desvíe la mirada de la flor al camino por el cual andábamos – Somos parte de un todo y, obsequiarle más atención a una cosa que a la otra sería agrandar su soberbia – Regresé hasta encontrar la flor y me acuclille para arrancar una desde el tallo. Lionel ya se encontraba de pie intentando emprender nuevamente el camino. Sonreí – esta por ejemplo… ha perdido su belleza pues ya no es más un atavío de la tierra, pero por otra parte… un coleccionista la encontraría infinitamente hermosa. Ambigüedad – Me mordí el labio inferior, no estaba segura de las tonterías que decía, tal vez sí… pero igual para él podrían sonar un tanto raras, aún así me era extraño tener que reconocer la confianza que rápidamente se apoderaba de mí. ¿Era él o era yo? Lo tomé de la mano y lo atraje hasta mí para seguir transitando ese sendero perdido…

Sin saberlo, Lionel había acaparado toda la atención de Roussette. No había conversado con ninguna persona desde su legada a París y le fue grato haber encontrado en él un alma interesante con la cual poder charlar sin verse juzgada por lo poco ortodoxo de sus pensamientos. Era extraño, pero ese hombre de belleza inusual se gano la confianza del cambiaforma de una forma insospechada. Fue fácil para ella sonreír de vez en cuando, al escuchar sus palabras, al observar sus ademanes. Frente a él podía ser tan natural como quisiera y nadie la tomaría como una callejera. El rubor se apoderaba de su pálido rostro cada que le hacía un cumplido, tal vez para una persona como Lionel, decirle eso a una mujer era común, quizá era parte de su cultura como gitano, no obstante para la morena, eso era sorpresivo. Sus palabras de bondad, tan dulces y nobles la hacían presa fácil de un sentimentalismo descomunal, su armadura inquebrantable de mujer frívola y carente de sentimientos, fue resumida a un montón de cenizas que el viento desparramo por todo el bosque. Abrió sus labios para pronunciar palabras de gratitud por lo que él capturo de su esencia, pero su boca se había quedado completamente muda ¿Cómo poder encarar la belleza de un ánima, cuando ha superado todas tus expectativas? Atónita. Se recriminaba en sus pensamientos por ser tan torpe y no articular absolutamente nada. La mayoría de las mujeres habría conseguido lanzar algunas frases viperinas para atrapar a los hombres y seducirlos con sus encantos, ella solo se quedo allí, mirando la silueta de Lionel, pensando miles de versículos que cantarle en un vals de media noche, bajo la luz de la pálida luna, pero su cuerpo parecía actuar con voluntad propia impidiéndole siquiera que su razón continuara con el resto de la conversación.

Las hojas caían muertas, el olor a humedad se escabullía entre los árboles. Las sílfides danzaban a sus alrededores para susurrar en sus oídos lo afortunada que había sido por encontrarlo en medio de una soledad inminente. ¡Bendita se la noche en la que nos conocimos! Sonrió ante la prematura idea de sus pensamientos ¿No hacía poco que lo había conocido? Pero ella sentía que lo conocía desde siempre. Un suspiro se escuchó romper el silencio que cantaba como un poema de un poeta extraviado; era la nostalgia de Roussette quien había entrado hasta los recuerdos que creía haber dejado perdidos en el olvido. – Mi madre me enseñó que la belleza no está en el individualismo de las cosas, sino más bien en el secreto que poseen para encajar en este mundo y lo que hacen para permanecer allí. Supongo que le debo lo que soy a ella – ¡Al fin! Por un instante se creyó muda. – Gracias – Sonrió de nuevo, levanto la flor que tenía entre sus manos y se la entregó. – Tú eres una persona excepcional. Los hombres no admitirían que una mujer pueda tener la razón, tú lo hiciste conmigo. Además, hay quienes no se mostrarían tan vulnerables en cuanto a cosas sentimentales o filosóficas con respecto a la vida… tú sí –sacudió su cabeza en una forma por aclarar sus pensamientos –tengo que admitir que eso me ha dejado desconcertada – Frunció su ceño – no de una forma maligna, sino más bien benigno… es atrapante, atrayente… Si hubiese más hombres como tú, apuesto a que las mujeres nos quejaríamos menos – añadió rápidamente tratando de enmendar lo mal que se había escuchado su segundo comentario. Estuvo a punto de cometer un error, cuando a lo lejos divisó el agua. Sus oleajes eran pacíficos y el reflejo de la luna en sus aguas era mágico, tan místico y hermosamente enigmático como lo era Lionel para ella en ese instante - ¿Recuerdas que te dije que no sabía nadar? – Pregunto con una sonrisa en sus labios y la marca de un juego en las intenciones de sus ojos – Bien, pues te mentí –Lo empuja hacia atrás para ganar dos pasos de ventaja – El que llegue primero tiene derecho a un premio – Se hecho a correr.