Amanecer [libre]

Recuerdo del primer mensaje :

Las olas rompiendo con una furia inaudita contra la costa pedregosa, el viento sacudiendo la oscura noche que de forma sepulcral calla frente a los aullidos de la manada en busca de presa.
Sonreí de medio lado frente al inminente encuentro de las bestias, dudando por un segundo cual de nosotros era más monstruoso de todos.

Los siglos de vivencias acompañaban a mi ya cansada eternidad, y aun así, desenfundé  sendas espadas dispuesto nuevamente a hacer frente al enemigo.
Superado en número supe que la batalla no terminaría pronto, más quizás esta fuera la definitiva. Sonreí irónico tras el primer choque de aceros, excitado por el olor de la sangre y la promesa de una
muerte inminente.

Garras, mordiscos, filos iluminados por la eterna luna y armas silbando al viento con la fiereza propia de nuestras enfrentadas razas.
Cadáveres cayendo contra la fina arena ahora manchada de carmesí, hombres que no volverían a sus casas, viudas de una noche fría y oscura.

Y yo, allí, con mi cínica  sonrisa, la de aquel que no ha quedado saciado, nuevamente burlando a la muerte definitiva, ansiada y deseada.
Sangre goteaba de mis heridas, mordiscos que tardarían en cicatrizar. Nuevamente, sediento de aquella vitae que me esclavizaba y mantenía en pie a partes iguales.

Me dejé caer sobre la suave arena, agotado. Las ropas se pegaban a un cuerpo maltrecho mojadas por aquel agua saldad que me vio nacer hace ya demasiado tiempo.
Miré al cielo estrellado, tratando de vislumbrar un atisbo de paz. Más nada encontré allí arriba.

Ponerme en pie se me antojaba difícil, quizás mas herido de lo que esperaba, desistí tras varios intentos, cerré los ojos sintiendo como la vitae me abandonaba lentamente, no negare que era placentero. Sonreí sin fuerzas esperando mi ansiado amanecer.

Creo que mi cara lo dijo todo cuando con toda su buena fe añadió, como si eso me importara que la sangre, aun seguía caliente.
Pues como estuviera tan caliente como mi mal humor en aquel preciso momento se iba a abrasar la lengua  pensé dando un nuevo sorbo de whisky
La dama no tardo en descubrir que ni aunque me lo pidiera de rodillas y aquella fuera la ultima sangre sobre la faz de la tierra pensaba bebérmela, yo bebía directamente del recipiente y no de inventos raros de caza ardillas para no matar.
Hace tiempo que mi humanidad se había marchitado y estos seres solo me servían  para dos cosas, alimentarme y divertirme...y no necesariamente en ese orden.

-¿Qué te parece si yo me bebo la sangre de la bolsa, y tú te alimentas de mí? -pregunto - Pero nada de asaltos y sin pasarse. -añadió mirándome fijamente.
Si parecía importarle realmente a aquella dama mi bienestar, más dudaba del por que de aquel comportamiento con un extraño al que yo ya habría mandado a pasear bajo el sol.

Relamí mis labios sediento tratando de evaluar la idea todo lo que la borrachera me permitía.
Su sangre aun corría por mis venas y era tan poderosa como la mía, me sentía embriagado de ella y eso que apenas había consumido un poco.
Si me alimentaba mucho más no sabría hasta que punto podría contener mi euforia, y quizás los muebles que rompí en el burdel no serian nada comparado con lo que podría suceder allí adentro.

Un grado de intimidad que se sella entre dos vástagos al compartir su sangre, tiene sus consecuencias, establece un vinculo, más yo no pensaba ofrecerle la mía.
Seguía meditando bajo la mirada de aquella mujer que parecía empezar a impacientarse con mis dudas.

-No estoy seguro de que eso sea una buena idea -apunte con franqueza -supongo que habéis experimentado lo que sucede cuando bebéis sangre de otro ser como vos...y la contención no es una de mis armas fuertes.

En otras circunstancias no me hubiera importado, pero en ese instante Katherin seguía siendo dueña de mi mente, y no quería estropear la segunda oportunidad que me había ofrecido el destino, aunque esta fuera tan efímera y con caducidad de una semana.

Sentí alivio por una parte pero un enorme rechazo por otra.
Para empezar, nunca había permitido a ningún otro vampiro beber de mi sangre, y si lo había intentado su final había sido una estaca en el corazón. Que no me dedicase a matar humanos no implicaba que no supiese defenderme y mandar al otro mundo a quien osase tocarme sin mi permiso.
Más, ¿Por qué aquel vampiro rehusaba alimentarse de mí? Yo lo veía bastante claro. De la bolsa no iba a beber, y tenía que alimentarse para recuperar fuerzas mientras pasaba el día y llegaba el ocaso. Y el único ser con "vida", si puede llamarse así, de donde alimentarse era yo.
Quizás ya hasta me daba igual si me mataba o no. Su rechazo me había afectado más de lo que hubiera deseado.
Cuando lo vi por primera vez había tenido la extraña sensación de que podría existir un vínculo entre nosotros, aunque al parecer por lo único que seguía allí es porque el sol era dueño de Paris en esos momentos.
- Está bien, señor. Supongo que tiene razón, aunque no sé como es beber de otro vampiro. Dejaré la bolsa sobre la mesa por si cambia de opinión.- susurré con un hilo de voz mientras me daba la vuelta para acostarme sobre la esterilla junto al fuego.

No se porque, más jamas había visto unos ojos tan tristes al escuchar mis palabras, fruncí ligeramente el ceño, esta vez no por enfado, si no porque mis trataba de vislumbrar en su mirada los motivo que tenia aquella mujer para comportarse así conmigo.
Admito que era un mal pensado, desconfiado quizás, pero su comportamiento hacia mi, era cuanto menos extraño, al menos para ser unos completos desconocidos.
Era como si se preocupara por mi de sobre manera, juraría que de un modo distinto al sexual incluso, que es a lo que para que mentir yo estaba acostumbrado.
Ver el deseo en los ojos de las mujeres no era nuevo para mi, pero aquello, ¿aquello que era?
Se tumbo en la esterilla nuevamente, dejándome la bolsa sobre la mesa por si cambiaba de opinión, su voz sonaba dolida. ¿Pero porque?
Contemple su espalda, y el contorno de una figura digna de una diosa que el fuego desdibujaba con el humo que se colaba por la chimenea, una y otra vez.
Las ascuas chisporroteaban creando un ambiente cálido y en ese momento silencioso, hasta que lo rompí con la inconsciencia de una impulsividad que jamás supe controlar.
-Esta bien -musite -bebed y tomare un poco de vos.
Creo que me arrepentí en aquel mismo instante, más las palabras ya estaba pronunciadas, así que deje escapar un poco de aire por mis labios y espere la respuesta de la dama.
A fin de cuentas pocas más opciones me quedaban si quería alimentarme aquella noche.

Tumbada de lado mientras miraba el fuego, las dudas sobre el vampiro revoloteaban sobre mi cabeza. Quizás solo fuese desconfiaba lo que él sentía, y no le culpaba, yo hasta ahora había desconfiado de cualquier ser vivo que me había encontrado a mí paso. Él había sido mi única excepción.
Traté de relajarme y dormir, más su negativa, y también un poco e hambre, impedían que me relajase para hacerlo.
- Está bien, bebed y tomaré un poco de vos.- escuché un susurro a mis espaldas.
Sin tener muy claro si hacíamos lo correcto o no, pero siendo la única opción que pensaba que teníamos, me levanté cautelosa, por sí saltaba sobre mí como la última vez.
El vampiro me miraba fijamente sentado sobre el camastro. De acuerdo, de momento no parecía que fuese a haber ataque sorpresa.
Me acerqué a la mesa, y cogí la bolsa que contenía mi alimento. Vertí parte de ella sobre una copa de metal y sin desviar la mirada de mi invitado bebí hasta la última gota. ¿Cómo era posible que me sintiese intimidada por él hasta mientras me alimentaba?
Dejé todo sobre la mesa de nuevo, aún quedaba un poco del líquido caliente dentro de la bolsa, pero pensé que quizás más tarde me sería más necesario.
Me acerqué al vampiro con indecisión; para qué negadlo, tenía miedo y estaba inquieta.
- Estoy lista mi señor.- susurré colocándome delante de él.- Más, ¿podría quizás antes saber su nombre?

Camino hacia la bolsa con cierta inseguridad, sus ojos buscaban los míos de reojo, mientras aquel apetitoso liquido carmesí escurría gota a gota hasta aquella copa metálica.
Estaba hambriento y aquello estaba poniendo a prueba mi aguante, mis ojos oscurecidos observaban la vitae mientras relamía mis labios y agitaba mi respiración.
Me mantuve sentado, pues asustar nuevamente a aquella mujer era lo ultimo que deseaba, aun cuando mi cuerpo me gritaba que me lanzara a por la presa sin dudarlo.
Camino hacia mi despacio, camino que se me hizo eterno y se coloco frente a mi, como si de un cordero se tratase. En aquel instante la sentí mas presa que nunca, entreabrí los labios dejando escapar el aire por ellos.
-Estoy preparada -apunto con la voz y respiración turbada.
Alargue mi mano y tome la suya con suavidad, quizás no era lo que esperaba, más seria mas fácil detenerme de esa manera que si directamente la tomaba de la yugular.
Alce la vista hasta hundirla en sus ojos, podía oler su miedo. Aferre su muñeca con sendas mano mientras mis dedos se pasearon delicados por la vena de esta, marcándola con deseo.
-¿Estáis segura? -pregunté sediento llevando lentamente su muñeca hacia mis labios que se entreabrían deseosos de aquel manjar que ya conocía y que aun corría por mi cuerpo. -Erlend -susurre contra su muñeca.

El vampiro alargó su mano hasta alcanzar la mía, para girarla y dejar al descubierto mi muñeca. Agradecía que esta vez no se hubiese lanzado sobre mi yugular, quizás también aquella fuese su manera de mantener las distancias.
Tras acariciar con sus dedos las venas por donde recorría su deseo, me preguntó si estaba segura.
¿Segura? No, en absoluto. Pero solo así él se recuperaría del todo.
- Estoy segura, no os preocupéis.- apunté esperando que no notase el miedo en mi voz.
El vampiro asintió, apoyó sus labios en mi muñeca y antes de hundir sus colmillos sobre mí susurró...Erlend. Un nombre adecuado para un guerrero. ¿Vikingo, tal vez?
Noté como el pinchazo de su mordisco aumentaba mi adrenalina, y mis colmillos también se hacían más visibles. Cerré los ojos para tratar de relajarme mientras notaba como aquel vampiro testarudo se alimentaba de mí.
Aquella experiencia era totalmente nueva; al mismo tiempo que sentía un ligero mareo, sentía también frenesí y excitación. Aunque no sabía si era por el simple hecho de que se alimentasen de mí, o por quien era el ser al que estaba dejando hacerlo.
Tras unos minutos comencé a sentir debilidad en las piernas, y me arrodillé frente a Erlend apoyando en mi mano en su muslo como ayuda.

Jadeé contra su muñeca, la vitae entraba con fuerza arrasando y revolviendo todo mi ya ebrio interior.
Sangre poderosa que se entremezclaba con la mía a partes iguales, llenándome de ella, vinculo no culminado si ella no hacia lo mismo conmigo.
Tentado por el frenesí estuve de ofrecerle mi cuello, más me detuvo la imagen de aquella mujer que ahora poseía mi voluntad, dueña de mi, con mas fuerza que la misma sangre de la que dependía para vivir.

Excitado abrí los ojos oscurecidos para observarla, su boca entreabierta, expulsando aire de forma entrecortada, se me antojo en aquel instante más deseosa que antes.
Mas fue cuando la dama cayo de rodillas cuando me di cuenta de que esto tenia que llegar ya a su fin, posiblemente demasiado para ambos.
No sin esfuerzo aparte mis colmillos de su muñeca entre jadeos, y hundí mis ojos en los suyos, con su sangre resbalando por mi boca abierta por el éxtasis.

-¿Estáis bien? -pregunté a la vampiresa, tratando de calmar mis demonios que cabalgaban en aquel instante con mas rabia que nunca.
Tomé su liviano cuerpo y lo deposité sobre la cama, mientras caminaba seguro hacia los restos de sangre embotellada.
No pude evitar sonreír de medio lado ante aquel remiendo de piel, más si a ella le agradaba la idea, quien era yo para juzgarla.
Le porte la botella que deje caer sobre su regazo con suavidad
-¡Bebed! -ordené para que recobrara sus fuerzas.

Sentí como mis fuerzas se desvanecían, ¿habría tomado de mí demasiado? ¿Lo suficiente para dejarme en un punto de no retorno?
Sus jadeos despertaban en mí deseos hasta ahora jamás encontrados, a pesar de mi larga existencia.
Erlend dejó libre mi muñeca mientras me susurraba si estaba bien. Sus ojos ennegrecidos miraban fijamente a los míos. Deseaba ansiosamente hundir mis colmillos en su yugular, pero entonces se cerraría el vínculo, y no era lo que quería en esos momentos. Mi sino era la soledad..más la excitación todavía era dueña de mis sentidos.

Apenas un hilo de voz salía de mi boca para tranquilizarlo.- Sí, estoy bien.
Me levantó del suelo en brazos para después colocarme con cuidado en el camastro. Una vez allí depositada, y agradecida por su gesto vi como se alejaba. No te marches, por favor, decía mi mente en silencio.
Me alivió observar que se acercaba a la mesa donde quedaba resto de la sangre de la muchacha dentro de la bolsa de piel. ¿Se habría quedado con hambre? Aquel ser era insaciable; más pronto me di cuenta que no era para él, sino que me lo estaba acercando a la cama para que yo pudiese alimentarme. Fue un gesto bondadoso por su parte.
Lo que más me entristecía es que nuestra compañía estaba llegando a su fin; y sin saber aún porque, me daba miedo no volverlo a ver jamás.
Dejó la bolsa sobre mi regazo, instándome a que bebiese.
Lo miré con dulzura.
- Gracias.- musité mientras sonreía, pero por las circunstancias apenas pude darle un pequeño trago antes de perder el conocimiento.

La dama se derrumbo frente a mis ojos como lo hacen las ultimas hojas de los arboles en otoño sobre la humeda tierra, ellas azuzadas por una suave brisa y Moira devorada por un monstruo.
Mordí mi labio inferior nervioso, aun demasiado excitado y ebrio para pensar con la claridad que aquella situación exigía.
Alce su cabeza ligeramente posando mi mano en su nuca mientras arrodillado, miraba esperando que surgiera el milagro que no llegaba.

Sus ojos estaban cerrados, más desde luego la muerte definitiva no se había producido pues si no, en vez de una bella mujer entre mis manos, poseería cenizas sobre un lecho cubierto de sangre.
Evalué las distintas opciones, poca sangre quedaba en aquella botella improvisada, más esperaba fuera suficiente para despertarla, volqué el liquido carmesí lentamente sobre sus labios que entro gota a gota hacia el interior de su boca.

-¡Vamos despierta! -casi ordené, sabia que no era buena idea alimentarme de ella. Musitaba entre dientes.
Acaricié de forma instintiva su rostro, apartando los mechones de pelo rubio que cubrían una imagen casi angelical.

-Despierta -susurre esta vez con mas suavidad sin dejar de mirarla y con ese sentimiento de culpa que me devoraba por dentro.
Aquella mujer había salvado mi vida, y ahora yo se la arrebataba. ¡Bien Erlend eres un hacha!

Seguía inconsciente, pero lo extraño era que escuchaba cada palabra que Erlend pronunciaba, que me instaba a despertar, mientras acariciaba mi pelo con preocupación.
Quería hacerlo, decirle que estaba bien, sólo cansada. Pero no conseguía abrir los ojos, ni articular palabra.
Luchaba con mi propio cuerpo para que reaccionase; era una inmortal, no una simple humana.
Parecieron pasar mil años, aunque en realidad solo habrían pasado unos minutos, cuando conseguí entreabrir los ojos. Erlend estaba sentado sobre el borde del camastro, con su mirada clavada en mí; unos ojos cautivadores que no se apartaban de los míos.
- Sólo necesito descansar, estoy bien.- Susurré mientras acariciaba con mi mano su rostro abatido.- Quédate, por favor.
Sabía que no tenía derecho a pedirle aquello, pero a sabiendas de que nuestra despedida estaba cerca, quería que sucediese de otra manera; que su recuerdo y el mío de nuestro último día juntos fuesen distintos. No sabía cual sería mi aspecto, pero mejor que el suyo seguro que no.
Me hice a un lado del camastro, a modo de invitación. Todavía quedaban unas horas hasta el atardecer, y lo mejor para ambos era descansar.
Quizás fuese una indiscreción por mi parte, pero necesitaba sentirlo cerca. Con él, aunque pareciese absurdo, me sentía segura.

Cuando abrió los ojos deje escapar el aire aliviado. Destense el gesto y una sonrisa de medio lado se instauro en mis labios aun con mis ojos fijos en ella.

-¡No me deis esos sustos! -musite, dejando su cabeza reposar sobre la almohada con delicadeza.
El sueño comenzaba ha hacer mella en mi, y sentía como mis ojos se entrecerraban. Ya hacia horas que debía estar descansando, y mi debilidad no ayudaba a mantenerme en pie por mucho mas tiempo.
Mire la esterilla que se me antojo tan buen lecho como cualquiera de los que acostumbraba a frecuentar y con una picara sonrisa me alce para dirigirme a ella.
Es en ese preciso instante fue cuando su mano aferro la mía, en un intento desesperado, que me sono a suplica para que no la abandonase.

Reconozco que una parte de mi se apiado de aquella mujer que había salvado mi vida, más yo no podía quedarme con ella, yo no era ese tipo de inmortales.
-¿Donde voy a ir? -bromee mirando hacia el exterior, tratando de quitar hierro a aquella incomoda situación -El sol aun corona el cielo, mi señora.
Más mis dedos seguían enlazados por los suyos y eso me forzó a mirarla, su cuerpo había dejado un pequeño hueco en su lecho para albergar el mío.
Recorrí con mis ojos aquel bello rostro ,que veía desamparado, mi gesto se tenso nuevamente.
No hubiera tenido problemas en follarme a aquella mujer en otras circunstancias. Mas aunque eso hubiera sucedido entre nosotros jamás hubiera compartido lecho con ella.
Yo no era de esos que despertaba al anochecer cubriendo de besos a mi amada, ni de los que se acurrucaban buscando descanso en su cuerpo tras una noche de amor.
No, yo solo era un monstruo lleno de demonios que solo aplacaba bebiendo, follando y matando.
Mis ojos se oscurecieron frente a ella y tire de mi mano apartándo así de la suya.

-No os equivoquéis conmigo, lo único que encontrareis en mi es el placer de sentir mi falo en vuestra vagina hasta que os corrierais de un orgasmo. -sonreí lascivo- Mas jamás encontraríais la compañía que buscáis, ¡compraros un perro!.

Camine hacia la esterilla y tome en ella asiento frente al fuego sin mirarla.

Soltándose de mi mano, y tras una serie de barbaries que soltó por su boca, se dirigió hacia la esterilla con la intención de dejar zanjado el asunto.
Sentí como la rabia y el odio daban fuerzas a mi cansado cuerpo y me incorporé en el camastro, quedándome sentada en él. Pero, ¿quién se creía que era para hablarme así?
- ¿Pero como osa, mi señor, a hablarme de esa manera?- apunté mientras mi voz acrecentaba su volumen.- ¿Qué le ha hecho pensar que yo quiera nada con usted? Pero es que ni romántico ni sexual. Se equivoca conmigo si piensa que soy una más que cae rendida ante sus pies, y para su información le diré que llevo toda mi eternidad viviendo sola. Y así es como pienso seguir.
Notaba como las venas del cuello se me hinchaban por el enfado, y mis ojos se oscurecían.
- He tenido toda la paciencia del mundo con usted, porque quería ayudarlo. Pero no necesito la compasión de nadie. Si le he cedido una parte del lecho no es por otra razón si no porque necesita descansar, y hay sitios para los dos; pero está muy equivocado si se piensa que necesito de sus caricias o sus besos.
Bajé los pies para levantarme, estaba tan enfadada por la falta de respeto que había tenido hacía mí, que en esos momentos solo tenía ganas de estrangularlo con mis propias manos.
- Y si tan incómodo está conmigo, puede marcharse ya. No se vea obligado a permanecer aquí porque le haya salvado la vida. Eso lo habría podido hacer cualquie...- terminé de decir bruscamente mientras mi cuerpo acababa aterrizando en el suelo al intentar pornerme de pie.
Estaba claro que las fuerzas recuperadas solo eran para discutir, no para andar.
Qué humillación más grande sentí en esos momentos. Me senté sobre mis talones, y agaché la cabeza para que mi pelo cubriese mi rostro.
Sentía tanta impotencia que solo tenía ganas de llorar. Y por si no era suficiente para tanto bochorno, una lágrima comenzó a resbalar por mi mejilla.
Solo esperaba que Erlend me ignorase,y por que no, que se marchase al anochecer sin despedirse.

Escuche con indiferencia cada una de sus palabras mientras la veía alzar su cuerpo ligeramente del camastro y sentarse en él.
Sin duda no hay nada mejor para recobrar fuerzas que enfadar a una dama pensé mientras una sonrisa divertida asomaba en mi rostro.

¿Qué no quería yacer conmigo? Aquello no se lo creía ni ella, llevaba haciéndome ojitos desde que llegue, no era idiota, era consciente como miraba mi cuerpo, como le excitaba mis jadeos cuando me alimente y como sus ojos se oscurecían en mi presencia.
Mas si quería jugar a ese juego, no seria yo quien se lo impidiese, ¿para que? Pronto anochecería y me esfumaría de allí como hacia el humos de la chimenea por esta.
Inmerso en mis pensamientos, más que en las absurdas palabras de esta, vi como caía de bruces al tratar de alzarse.

Incapaz de aguantarme, esta vez, las carcajadas inundaron mis labios, mientras la miraba tratando de calmarme sin éxito y poniéndome en pie para ayudarla.
Me acerque despacio, consciente de lo abochornada que debía sentirse, más aun con mi risa instaurada en mi.
Y la tome en brazos con delicadeza.

-Esta bien -musite dejándola caer sobre la cama con suavidad, con la misma elegancia con la que se disculpa alguien con un niño o un loco -puede que os haya malinterpretado.

Aparte su pelo de la cara, y seque aquella lagrima que de rabia escurría por sus mejillas.
-Descansar las horas que os quedan de sueño mi señora, al anochecer veréis las cosas de otro modo -susurre frente a ella.
Y tan de otro modo que las vería, las vería sin mi.

¿Podría pasar aún más vergüenza si cabe? Pues si, podía sí. Erlend empezó a reírse a carcajadas ante mi torpeza, mientras yo mantenía mi mirada clavada en el suelo.
Todavía tenía la opción de darle una patada en su trasero perfecto y mandarlo a broncearse, pero aquello sería complicado si ni siquiera era capaz de ponerme en pie. Además, yo tampoco era así, aunque aquel vampiro había sido capaz de despertar en mí sentimientos totalmente encontrados.
Traté de calmarme, ¿de qué me servía seguir discutiendo?
Erlend se marcharía por la mañana y asunto olvidado.
Para mi sorpresa se acercó a mí, y tomándome en brazos me dejo de nuevo en la cama con delicadeza.
- Esta bien, quizás os haya malinterpretado.- susurró, mientras me apartaba un mechón y pasaba su dedo por mi mejilla para quitar la traicionera lágrima- Descansar las horas que os quedan de sueño mi señora, al anochecer veréis las cosas de otro modo.
- Gracias por el detalle.- dije señalando la cama.- Aunque hubiese podido levantarme sola.
Lo miré fijamente a los ojos. No sabía el por qué, pero no podía controlar mi orgullo herido.
-También usted, mi señor, debería descansar.Al anochecer le espera el regreso a casa.- apunté todavía dolida.
Me giré mirando hacia la pared y dándole la espalda. Valerosa mi acción de darle la espalda a un vampiro, pero ¿ya que cosa peor podría ocurrirme aquel día?
- Marlene.- dije en voz alta.- Vigila mientras dormimos.
En aquel momento, mi pitón albina de dos metros y medio apareció de debajo de un montón de leña apilada para subirse en la cama conmigo. Ella nunca me traicionaría. Ella era, mi única compañía y mi mejor amiga.

Agradeció mi gesto, mas su orgullo aun herido hacia que sus ojos me miraran diferente.
Tome asiento sobre la cama, y cubrí son la sabana su agotado cuerpo, casi de un modo instintivo.

Fue entonces cuando sugirió que también yo necesitaba descanso, y para que mentir, lo necesitaba, estaba francamente agotado, aunque el efecto del alcohol ya se había diluido en mi, aun estaba débil por las heridas.
Me puse en pie cuando esta se giro hacia la pared, creo que no quería ni verme, y no la culpaba por ello.
Quizás si lo hacia no podría resistirse y se abalanzaba sobre mi para violarme. Pensé divertido dejando escapar otra risa.

Broma por supuesto que no salió de mi mente, ya estaba la dama suficientemente humillada como para empeorar tal situación.
Fue entonces cuando oí un nombre de mujer, y me gire nuevamente con el gesto fruncido deteniendo mis pasos
¿Quizás había alguien más allí?

Mi pregunta pronto encontró respuesta, una serpiente se deslizo entre los trastos colándose en su cama.
Nunca había visto un así, su piel era albina y movido por la curiosidad me acerque nuevamente al camastro sentándome en el.
Tome la serpiente por el cuello y por la parte trasera de su cuerpo, mientras la inspeccionaba divertido.

-Es grande -musite para mi mismo -¿cuanta sangre tendrá? -bromee con una picara sonrisa dejando mi espalda caer sobre la cama con el bicho encima.
Abrió su boca mostrándome sus dientes, ladee la cabeza apretando su cuello ligeramente.
-cuidado bonita, aquí mando yo -susurre dejando que su cola se deslizara entre mis dedos, al tiempo que su cuerpo recorría el mío.

Elrend se acercó a la cama para coger a Marlene. Le podría haber avisado de que no era muy sociable con los desconocidos, pero decidí que mejor sería que lo averiguase por su cuenta.
Escuché como bromeaba con lo grande que era y la cantidad de sangre que tendría, y sonreí. Era lo suficientemente grande para matar a un vampiro con la guardia baja.  Y por cierto, Marlene entendía nuestro lenguaje perfectamente. Había sido el regalo de un hechicero amigo mío que conocí tiempo atrás.
- Aquí mandó yo.- le dijo Erlend a Marlene cuando ésta le enseñó sus colmillos mientras se recostaba con ella en la cama. Ver para creer.
Quien entendiese a aquel inmortal tendría ganado el cielo. Primero me monta un espectáculo porque le indique que se puede acostar en la cama, y ahora me cubre con la sábana (¿para que no me resfrie?), se acuesta y se pone a hablar con mi serpiente.
Aunque quizás lo que más me impresionó fue la reacción de Marlene. Nunca antes se había dejado coger por nadie sin hincarle primero los colmillos en señal de advertencia.
¿Habría visto ella también algo especial en Erlend?
Miré de reojo y vi como Erlend acariciaba a Marlene mientras ésta se enredaba en su cuerpo. Habían hecho buenas migas, y aquello calmó mi enfado con él. Nadie hacía buenas migas con Marlene.
Acabé durmiéndome al ritmo de la respiración del vampiro que se había quedado dormido mientras jugueteaba con la serpiente. Por fin íbamos a poder descansar.
Cuando estaba a punto de terminar el crepúsculo me desperté, y cual fue mi sorpresa cuando me encontré apoyada sobre el pecho de Erlend, mientras Marlene nos enredaba a los dos.
Por suerte, el vampiro todavía estaba dormido, así que con la cautela de no despertarlo traté de quitarme de encima. Pero Marlene apretó todavía más los nudos que nos unían.
Miré a mi serpiente con cara de pocos amigos. Ella seguía firme mientras me mantenía la mirada.
-Marlene, suelta. No es gracioso.
Nada. La muy testaruda se negaba a colaborar.
- Vamos, Marlene. No me hagas esto.- desesperada porque el despertar del vampiro estaba próximo, y allí estaba yo, acosándolo con todas las letras y partes de mi cuerpo, traté de negociar con ella.- Te dejaré salir a cazar sola esta noche.
Marlene giró su cabeza, y con un siseo aflojó las ataduras que nos mantenían unidos. Esta vez con más prisa que delicadeza, di un saltó por encima y me puse de pie.
Suspiré profundamente. "Me he librado por los pelos".

Abrí los ojos poco después de que el sol se escondiera por el horizonte.
Estire mi cuerpo, y mi cuello crujió quejándose de la batalla de la noche anterior, apenas había dormido y seguía agotado. La serpiente, enredada en mi cuerpo, parecía ahora, tan despierta como yo, y lo recorría deslizándose con suavidad.
Tome su cabeza y la dirigí hacia el extremo de la cama donde en teoría debía haber dormido la vampiresa, más el lecho ya estaba frio, intuí que mas trasnochadora que yo estaría perfeccionando su dieta vegetariana.
Sonreí de medio lado ante mi ocurrencia mientras me alzaba del camastro, seguido como si de un perro se tratase por aquella serpiente que al parecer me había cogido cariño.

-Espero que no te haga comer verduras -bromeé como si esta me comprendiera mientras ataba la espada a mis espaldas.
No me dio tiempo a cruzar el umbral de la puerta cuando Moira, creo así se llamaba, salió a mi encuentro. Le sonreí llevándome la mano a la cabeza desperezándome.

-Buenas noches, aquí nuestros caminos se separan, gracias por cuidar de mi -confesé ahora mucho mas relajado.
Ya nada me forzaba a quedarme allí, no estaba acostumbrado a las despedidas, y para que mentir tampoco a las bienvenidas.
Así que espere paciente a que dijera cuanto tuviera que decir, y emprender mi camino rumbo a la taberna, donde me encontraría con Ariyne por primera vez tras nuestro pacto.

Erlend todavía tardó un rato en despertar, así que aproveché para ocuparme de la chimenea, donde se habían consumido todos los troncos. Encendí un nuevo fuego para tener caldeada la cabaña en cuanto regresase.
Aquella noche debería aprovechar para buscar en pueblos cercanos a París posibles clientes que necesitasen mis conocimientos de botánica, y de paso, darme a conocer por los alrededores.
Noté como el vampiro se levantaba a mi espalda, y bromeaba con la serpiente. Curiosa amistad habían hecho aquellos dos.
Me puse en pie y me acerqué. Había llegado el momento de la despedida, que no sabía si la acogía con satisfacción o con tristeza; quizás un poco de ambas.
-Buenas noches, aquí nuestros caminos se separan, gracias por cuidar de mi.- dijo Erlend seguido de Marlene. Parecía que los humos se le habían calmado un poco. Al final, compartir conmigo la cama no había sido tan mala idea. Sonreí al recordar mi despertar.
- No tiene porque dármelas.- asentí con la cabeza a modo de aceptación de su gratitud.- Le acompañaré a la puerta, mi señor.
Ambos caminamos en silencio hasta la salida. Todo estaba dicho. Había sido una experiencia emocionante, pero muy a mi pesar, nuestros caminos debían seguir por senderos separados.
Abrí la puerta y Erlend salió, mientras yo me quedaba apoyada en la moldura de la misma.
- Espero señor que todo le vaya bien.- susurré mientras le sonreía con dulzura. Echaría de menos a aquel vampiro gruñón que había conseguido sacar lo mejor y lo peor de mi en menos de 24 horas.- Ha sido un placer conoce....
No pude terminar la frase. Una flecha que provenía de un grupo de árboles cercano se clavó en mi pecho y me hizo caer de espaldas.
- Me han encontrado..- susurré presa del pánico mientras Marlene me cogía del brazo y me metía dentro de la casa.
No recuerdo más, todo se tornó negro.

Moira me acompaño a la puerta, hablaba sin parar, supongo que tratando de ocultar que en el fondo mi despedida le apenaba.
Demasiado orgullosos ambos para reconocer que por una noche, la soledad había sido acompañada.
Poso su mano en la puerta sin dejar de mirarme y una sonrisa escapó de mis labios cuando nuestros ojos se encontraron.

-Ha estado bien -susurré recordando como su sangre había recompuesto mi cuerpo y las sensaciones que esta me hizo sentir. -cuídate y medita sobre si ser una caza ardillas es una buena opción para esta, nuestra inmortalidad -bromee guiñándole un ojo.

No me había percatado hasta ese instante que las aves rapaces nocturnas, no emitían ruido alguno, demasiada calma quizás. Mi cuerpo se tenso cuando el silbido de una flecha cruzo frente a mi rostro impactando con tino en el pecho, ahora ensangrentado de Moira.

Arranque el marco de la puerta con mis manos, mientras mis ojos se oscurecían por la proximidad de la batalla, más mi preocupación se encontraba en el interior de aquella cabaña.
No tarde en fijar mis ojos en el inmortal que con certera destreza y aun arco en mano, había dañado a la vampiresa.
Apreté el gesto y lance aquella estaca improvisada con furia. Sentí como resbalaba entre mis dedos astillándose entre las yemas.
Silbo el viento, esta vez con furia y el grito desgarrador de la muerte definitiva escuche de los labios de aquel vampiro que ahora empalado contra una árbol daba sus últimos coletazos de vida.

Ladee la cabeza, pasos apresurados huían de la escena, cobarde que no esperaba que la dama se encontrara acompañada.
Corrí tras él, desenfundando la espada en mi avance. No me gustaba dejar cabos sueltos, y la vida era el mayo que conocía.
No tarde en alcanzar a otro hombre, posiblemente esclavo de sangre del anterior.
Sonreí de forma sádica frente a su rostro cuando con una velocidad sobre humana me plante frente a él.
Pálido el hombre me miro aterrorizado, más poco tiempo tuvo de hincar sus ojos en algún sitio pues su cabeza rodó por el suelo como una manzana al caer del árbol.
Lo agarré del pie seguido de un reguero de sangre a mi paso y volví hacia la cabaña, dejándolo caer en la puerta.

Corrí hacia Moira y me arrodille a su lado alzándole la cabeza sobre mis rodillas.
-Aguanta -susurré aferrando el cuerpo de madera de la flecha con una mano, mientras la otra apretaba con fuerza la carne atravesada de su herida.
Un tirón seco y esta salió de cuajo, dejando en su piel un agujero de considerable tamaño, y que por suerte no había atravesado su corazón.
Respire aliviado mirándola, aun inconsciente sobre mi regazo.
-Ha faltado poco -musite taponando la herida con mis manos, y desviando los ojos hacia el cadáver que se desangraba en la entrada.
Sin duda serviría para alimentarse y sanar, pero antes, tenia que despertar.

Aunque no podía abrir los ojos, una parte de mí seguía consciente ante todo aquel caos de gruñidos, golpes y gritos.
Juraría que Erlend había salido en mi defensa, pero ya que más daba, me habían encontrado, y en el mejor de los casos aquella flecha que tenía todavía clavada en mi pecho acabaría con mi pseudovida.
De nuevo dejé de sentir nada. Mi fin se aproximaba, y si bien mi vida no había sido como hubiese querido, me alegraba que el último ser al que había visto fuese Erlend.
Rezaba por ser libre allá donde mi alma fuese, no tener que huir más de aquella eterna persecución que había sido quien marcaba mi camino. Me hubiese gustado conocer a mi alma gemela durante mi eterna herranza, pero jamás había confiado en nadie lo suficiente como para hacerlo. Y ahora, ahora ya todo daba igual.
Sentí un presión en mi pecho, y como alguien tiraba de él.
Juraría haber podido escuchar la voz de Erlend de fondo, aunque no conseguía distinguir lo que decía.
Pensé que quizás fuese un ángel el que venía por mí, y sonreí al pensar en Erlend como un ángel; nada más opuesto podría ser, más para mí era suficiente.
Sentí como mi corazón seguía latiendo, aunque el dolor en el pecho era insufrible. Era como si una roca de gran tamaño lo estuviese aplastando.
Con gran esfuerzo conseguí abrir los ojos, y lo primero que vi fue la mirada preocupada de Erlend, presionando mi herida. Eso explicaba lo de la roca.
- Me han encontrado, tengo que marcharme.- susurré mientras trataba de incorporarme.- Habrán ido a avisarle.