Amanecer [libre]

Recuerdo del primer mensaje :

Las olas rompiendo con una furia inaudita contra la costa pedregosa, el viento sacudiendo la oscura noche que de forma sepulcral calla frente a los aullidos de la manada en busca de presa.
Sonreí de medio lado frente al inminente encuentro de las bestias, dudando por un segundo cual de nosotros era más monstruoso de todos.

Los siglos de vivencias acompañaban a mi ya cansada eternidad, y aun así, desenfundé  sendas espadas dispuesto nuevamente a hacer frente al enemigo.
Superado en número supe que la batalla no terminaría pronto, más quizás esta fuera la definitiva. Sonreí irónico tras el primer choque de aceros, excitado por el olor de la sangre y la promesa de una
muerte inminente.

Garras, mordiscos, filos iluminados por la eterna luna y armas silbando al viento con la fiereza propia de nuestras enfrentadas razas.
Cadáveres cayendo contra la fina arena ahora manchada de carmesí, hombres que no volverían a sus casas, viudas de una noche fría y oscura.

Y yo, allí, con mi cínica  sonrisa, la de aquel que no ha quedado saciado, nuevamente burlando a la muerte definitiva, ansiada y deseada.
Sangre goteaba de mis heridas, mordiscos que tardarían en cicatrizar. Nuevamente, sediento de aquella vitae que me esclavizaba y mantenía en pie a partes iguales.

Me dejé caer sobre la suave arena, agotado. Las ropas se pegaban a un cuerpo maltrecho mojadas por aquel agua saldad que me vio nacer hace ya demasiado tiempo.
Miré al cielo estrellado, tratando de vislumbrar un atisbo de paz. Más nada encontré allí arriba.

Ponerme en pie se me antojaba difícil, quizás mas herido de lo que esperaba, desistí tras varios intentos, cerré los ojos sintiendo como la vitae me abandonaba lentamente, no negare que era placentero. Sonreí sin fuerzas esperando mi ansiado amanecer.

Abrió los ojos con lentitud, y sin saber porque en mi se albergaba tal preocupación sonreí de medio lado mirándola sin dejar de apretar aquella herida que aún sangraba en abundancia.

-Estoy haciendo un esfuerzo épico por no devorarte -bromeé mirando mis manos empapadas en sangre.
Mas mi broma no le divirtió en absoluto, estaba asustada, aterrada, es mas bien la palabra exacta, sus manos se aferraron a mi ropa, tratando de ponerse en pie, por supuesto sin éxito.

- Me han encontrado, tengo que marcharme.- susurró sin fuerzas de nuevo volviendo a repetir la escena anterior.- Habrán ido a avisarle.

La mantuve quieta como pude, mientras mis ojos se hundían en los suyos y chasquee la lengua cabreado.
-¡Que te estés quieta! -ordené con cara de pocos amigos, posiblemente yo mucho menos paciente en el cuidado de enfermos que ella.

La alce en brazos, y con su ligero cuerpo entre ellos camine con paso firme hasta el camastro, aun ensangrentado de mi, la noche anterior.
-Cálmate ¿quieres? ,nadie ha escapado, están muertos. -susurré depositándola sobre el mullido colchón. -¡aprieta aquí! -añadí llevando su mano junto a la mía mostrándole como debía hacer presión sobre la herida.

Una vez conseguido, que aquella come ardillas, desobediente y terca se relajara camine hacia el exterior de la cabaña y cogiendo nuevamente de la bota a aquel fulano lo introduje en la habitación.
-¡Come! -volví a ordenar. Negué con el dedo casi adivinando lo que iba ha decir, cuando vi como sus labios se abrían -¡ya, si, tu no matas!...pero como ves, ya esta muerto ¿Dónde esta su cabeza? No esta

Reí divertido mientras fingía buscar la cabeza de aquel tipo haciendo gestos con las manos.
Quizás aquel paripé la relajase lo suficiente como para que hincara el diente y agotara la poca sangre que aun quedaba en su interior.

Traté de incorporarme varias veces sin éxito mientras Erlend seguía con sus manos llenas de mi sangre presionando la herida, e impidiéndome que me levantase.
-¡Qué te estés quieta!- dijo un poco molesto, tras lo cual me levantó en sus brazos para acostarme en el camastro.
Tenía que huir, ¿por qué no lo entendía?
¿Qué había podido pasar para que me encontrasen? Había sido tan cuidadosa como siempre.
-Cálmate quieres, están todos muertos.- apuntó mientras me indicaba que presionase mi propia herida.
Sentí cierto alivio al escuchar sus palabras. ¿Me había defendido antes aquellas alimañas? Nadie había hecho por mí, jamás.
Le sonreí mientras iba a buscar un bulto que se hallaba en el suelo. Entonces vi como arrastraba hasta mí un cuerpo decapitado, me aventuraría a decir que había sido uno de los pobres desgraciados que me habían atacado. Probablemente sólo serían un grupo de rastreadores, que todavía no le habían informado a él. Aún así sentí un escalofrío.  Si venía a por mí, ni siquiera Erlend podría salvarme de aquello.
- ¡Come!.- me ordenó Erlend sin mucha opción al reproche. Sabía de sobra que tenía razón, pero verlo allí, sin cabeza...me dio una grima.- -¡ya, si, tú no matas!...pero como ves, ya esta muerto ¿Dónde esta su cabeza? No está.
Y se puso a buscar la cabeza en el suelo...como cuando quieres entretener a un niño pequeño para llamar la atención. No tuve mas remedio que reír; mi vampiro gruñón. AL final había merecido la pena conocerlo.
Tomé la muñeca del decapitado y hundí mis colmillos en ella. Tras un par de tragos. Me retiré.
- No iba a rechistar.- le sonreí con dulzura.- Te iba a dar las gracias por haberme salvado.
Me limpié los restos de sangre de la comisura de los labios con el dedo, mientras seguía pensativa. ¿Y Si se había escapado alguno?
- Mi señor...¿está seguro que no escapó ninguno?
Lo más sensato hubiese sido marcharme de todas formas, pero en aquello momentos me sentía incapaz de separarme de él. Aunque quedarme significase un horrible final para mí.

Elevé la ceja mirando como dos sorbos fue cuanto dio al cadáver que yo tan atentamente le había llevado hasta el lecho.

-¿En serio? Encima que os llevo el desayuno a la cama -bromeé mirándola de medio lado -comed -insistí

Fruncí el ceño enfadado cuando esta me agradeció mis actos, ni que para mi aquello supusiera esfuerzo alguno.
Matar era lo único que sabia hacer bien en esta mi miserable vida. Bueno, matar y follar, pero lo segundo no venia al caso ahora.

Escuche de nuevo sus palabras, aterrada insistía en la posibilidad de que alguno de aquello rastreadores se me hubiera escapado.
-Mira, puede que aun no me conozcas, mas si algo se hacer bien, es justo esto. Confía en mi -susurre sentándome en el lecho -nadie ha escapado, mas si estos te han encontrado, lo harán otros.

Sabia que mis palabras la inquietarían así que pose mi mano sobre su brazo deslizando por el mi dedo con suavidad.
-Y terminaran como desayuno en vuestra cama, estáis a salvo, dejad de huir -hundí mis ojos en los suyos.

-¿quien os busca? Le matare y podréis tener una vida normal, cazando ardillitas, preparando ungüentos que huelen a demonios y jugueteando a ser una inmortal buena -sonríe guiñándole un ojo -¿y bien? ¿Cual es el nombre de ese hombre a quien he de matar?

Al parecer mi salvador no entendía bien mi miedo y me instaba a que comiese más, pero en aquel momento era incapaz. El temor que se apoderaba de mí no me dejaba si quiera apenas respirar.
-Mira, puede que aún no me conozcas, más si algo se hacer bien, es justo esto. Confía en mí, nadie ha escapado, más si estos te han encontrado, lo harán otros.- dijo, sin tener yo muy claro si era para asustarme más o para tranquilizarme.- Y terminarán como desayuno en vuestra cama, estáis a salvo, dejad de huir.
Suspiré nerviosa. Para él era fácil decir que acabarían como desayuno, pero la última vez que escapé de ellos no salí muy bien parada que digamos.
Sabía que mi huida continua sería eterna, aunque hasta este momento no me había importado trasladarme. Nunca, hasta ahora, pensé mientras miraba esos ojos penetrantes que también me miraban a mí.
-¿Quién os busca? Le mataré y podréis tener una vida normal, cazando ardillitas, preparando ungüentos que huelen a demonios y jugueteando a ser una inmortal buena -sonrío guiñándome un ojo. Se me iba a hacer difícil despedirme de él en cuanto consiguiese ponerme en pie -¿y bien? ¿Cuál es el nombre de ese hombre a quién he de matar?
Tragué saliva y dejé de respirar. ¿Cómo iba a contarle todo lo que me había pasado? De acuerdo, por que no. Al fin y al cabo acababa de salvarme de algunos de sus enviados.
- Kendall O´Conaill, mi prometido y quien me convirtió en lo que soy.- susurré desgarrada por los recuerdos que tantas veces había intentado olvidar.- Trataré de ser breve: digamos que no estaba bien visto que una mujer fuese como era yo, fuerte, independiente, amante de la naturaleza y con poderes...así que mi padre concedió mi mano a un joven irlandés para deshacerse de mí, y terminar así con las acusaciones de la posibilidad de que pudiese ser bruja. Además, recibió una considerable cantidad de dinero y tierras a cambio. Así que con apenas 16 años, me vi envuelta en mi eterna pesadilla.
Suspiré, ahora venía la peor parte.
- Mientras terminaban de organizar los preparativos del enlace, el que iba a ser mi nuevo señor me tuvo encerrada en una de las torres de su castillo, hasta que una noche decidió hacerme una visita. Me temí lo peor, pero no era nada comparable a lo que realmente fue. Saltó sobre mí, me mordió el cuello, y esa misma me convirtió en lo que soy. Pero de nuevo, eso no fue lo peor. Al convertirme en vampiresa, mis poderes druidas desaparecieron, y con eso su interés por mí; de modo que me bajó a los calabozos, y me entregó a sus hombres, donde cada noche me desangraban a base de mordiscos, pero me dejaban vivir para de nuevo repetirlo al día siguiente...así estuve dos semanas, creo recordar, hasta que aproveché la víspera de la boda, en la que me sacaron de los calabozos y me llevaron a una habitación para aparentar normalidad, y entonces escapé. Desde entonces yo huyo, y él me busca para matarme. Debió ser bastante humillante para él que lo dejase plantado..porque vamos..menudo rencor que tiene.
Oculté mi rostro bajó mi pelo y me callé. Me sentía avergonzada, aunque no tenía muy claro el por qué.

Escuche con atención la historia, mas no me compadecí de ella ni un instante, no por crueldad, mas bien todo lo contrario. Odiaba que alguien pudiera sentir lastima por los recuerdos desgarradores de un pasado que a todos nos atormentaba en una u otra forma.

Demonios que cada uno de nosotros lidiaba a su manera, y que en el caso de aquella mujer que ahora parecía indefensa pero que no lo era, lo hacia huyendo.
Aquella espiral solo la autodestruiría, y yo lo sabia bien.
Aparté los mechones de pelo que cubrían su perfecto rostro y sonreí de medio lado hundiendo mis ojos en los suyos.

-¿acaso crees que ese tipo puede ya hacerte mas daño? -pregunté con suma tranquilidad -a veces nosotros somos nuestros peores enemigos Moira.

-Te asusta el pasado y no quieres que se convierta en presente, pero huyendo de él solo conseguirás otorgarle un poder que ya no tiene sobre ti. Tu ya no eres esa niña asustada del pasado -hice una mueca burlona -bueno, vale que eres una come ardillas y eso en cierto modo, no te da la credibilidad de peligroso inmortal de la que deberías presumir. Pero bueno, todo tiene remedio.

Aparte el pañuelo de su herida, para ver si iba cicatrizando, consciente de que de algún modo, si no se alimentaba no lo haría, pero estaba tan aterrada que ni eso era capaz de hacer.

-¿si te traigo una ardilla beberás? -bromeé entre risas mirándola de reojo

Dejé escapar el aire resignado y chasquee mi lengua antes de hundir mis colmillos en mi muñeca y tendérsela paciente con mi sangre goteando.
-No es una ardilla, pero sabe infinitamente mejor.

Hundí mis ojos en los suyos, esperando que reaccionara de un modo u otro.
-Te enseñare a defenderte Moira, y hasta que puedas hacerlo por ti misma seré yo quien te proteja.

Le debía la vida, había luchado en tantas guerras por odio, dinero, amor, y honor, que porque no hacerlo por gratitud.
El tal Kendall ese podía darse por muerto, pues yo jamás faltaba a una promesa.

Erlend apartó un mechón de pelo de mi rostro y me miró con determinación. Sonreí con inocencia.
-¿Acaso crees que ese tipo puede hacerte más daño?- me preguntó convencido de que no debía estar asustada. No es que lo creyese, es que estaba segura.
Sin haberle hecho nada me había torturado por el simple hecho de no ser quien él esperaba, pues ahora que lo había humillado el día de nuestro enlace...la tortura sería la muerte, como poco.
Me hablaba tratando de animarme, de hacerme ver que mis miedos no podían controlar mi vida. Y sabía que tenía razón, pero yo sola no podía luchar contra todo un ejército. Y eso era lo que Kendall tenía.
Agradecí las palabras de Erlend, todas ellas sinceras; palabras que me llenaban  y me hacían sentirme mejor. Solo él era capaz sacarme del abismo en el que me encontraba y empezase a ver la salida.
Con cuidado retiró el pañuelo de mi herida, que todavía no estaba cicatrizada. Tenía que beber más; en las últimas 48 horas mi alimentación dejaba mucho que desear.
- ¿Si te traigo una ardilla beberás?- bromeó entre risas.
Me lo imaginé cazando ardillas para mí y no pude evitar sonreír; pero entonces hizo algo que no esperaba; hundió sus colmillos en su muñeca y la extendió hacia mí.
Su sangre recorría su muñeca y mi instinto comenzó a desatarse. Noté  presión en mis colmillos y mi ojos se oscurecieron...
-Te enseñaré a defenderte Moira- dijo mientras yo lo miraba fijamente antes de inclinarme para sujetar su muñeca.- y hasta que puedas hacerlo por ti misma seré yo quien te proteja.
-Gracias Erlend. Aunque no sé como podré compensarte por ello.- susurré con mis pupilas cada vez más dilatadas.
Lamí la sangre que caía por su muñeca, y entonces hundí mis colmillos con cuidado en ella. El éxtasis llenó mi cuerpo casi al instante.

Entreabrí los labios exhalando el aire  que salia agitado por ellos, mi pecho subía y bajaba con rapidez extasiado,  mientras mi sangre me abandonaba al mismo ritmo.
Nuestros ojos oscurecidos se encontraron por un momento, y mi rostro se tenso al ver como las gotas de sangre resbalaban goteando por sus labios.

-Mejor que la ardilla ¿verdad? Pregunté con la voz ronca por el deseo.
Sus dedos contoneaban mi muñeca con suma delicadeza, cerré los ojos, lanzando mi cabeza ligeramente hacia atrás jadeando con suavidad.

-Me dejaras sin sangre -musite con la respiración entrecortado, sintiendo como empezaba a debilitarme mas de la cuenta.
No podía culparla, llevaba demasiado tiempo con una dieta de mierda, basada en botellas hechas de jirones de piel y ardillas corre arboles.
Sonreí ante la imagen de todas ellas escondiéndose en las guaridas cuando Moira las rastreaba por el bosque.

No podía imaginar nada mas ridículo que un inmortal alimentándose de arimañas, hasta su serpiente se me antojaba mas peligrosa.
Arduo trabajo tenia para hacer de esa mujer una vampiresa en condiciones.
Negué con la cabeza volviendo ha abrir mis ojos observándola alimentarse con hambruna.

Percibía como la sangre de Erlend recorría cada centímetro de mi cuerpo, y como su fuerza revitalizaba el cansancio de la última noche. Estar con aquel vampiro era agotador.
Alcé la mirada y vi sus ojos oscuros clavados en los míos mientras sus labios entreabiertos jadeaban por la excitación.
Aquello hizo que mi cuerpo se humedeciese por el placer de sentirlo tan próximo en ese momento.
-Mejor que la ardilla ¿verdad?- bromeó con la voz cortada por ta tensión del momento.- Me dejarás sin sangre.
Estaba en lo cierto, y yo ya me encontraba saciada, de sangre al menos.
Separé mis colmillos con cuidado, pasando después mi lengua sobre la herida que se había quedado en su muñeca.
Con la respiración entrecortada me levanté y lo miré agradecida.
-Siento si he bebido demasiado.-jadeé al acercarme a él.- Por curiosidad, ¿Cómo piensa protegerme y enseñarme a defenderme por mí misma?

Sus dientes se separaron de mi piel y un ligero gruñido salio de mis labios observando como su lengua relamía las ultimas gotas de sangre que por mi relavaban.

Su proximidad y la mía eran evidentes, asi como nuestro deseo mas que patente, posiblemente en otras circunstancias, aquello hubiera desencadenado una noche loca, de pasión sin limites y de un mañana no estaré aquí cuando amanezca.

Pero hoy, aquella noche tenia mi primer encuentro con Ariyne tras el pacto, y para que mentir, una mezcla de ilusión y miedo recorría todo mi ser, apaciguando así la inmensa mayoría de mis demonios.
Deseoso de que el destino me ofreciera una segunda oportunidad con Katherine, mujer que aun plagaba mi mente de recuerdos, y de la que Ariyne era viva imagen.
Sonreí ante la idea de verla de nuevo y ladee la cabeza para mirar por la ventana, debía darme prisa, o por el contrario la haría esperar mas de la cuenta.

Mis ojos volvieron a hundirse en lo de Moira,y sonreí de medio lado dándole un ligero toque en su frente con mis dos dedos a modo de broma.

-Te enseñare a disparar con arco mi señora, creo que con eso y su don caza ardillas podrá sobrevivir unos cientos años más -bromeÉ guiñándole un ojo con muy buen humor.

Me puse en pie cuando las campanas de Notedram llamaban a la media noche y tras un ligero mordisco en su cuello a modo de despedida encamine mis pasos hacia el exterior de la cabaña.

-Vuelvo luego -añadí guiñándole un ojo.
He de reconocer que jamÁs había compartido amistad con nadie y aquello se me antojaba extraño, tanto como tener hogar donde volver a recoger mis pasos cansados noche tras noche.

Erlend sonreía de forma extraña. Podría haber asegurado que hasta estaba relajado. Aún así su mirada y la mía eran intensamente palpables. Un golpecillo con sus dedos en mi frente confirmaron su buen humor.
-Te enseñaré a disparar con arco, mi señora, creo que con eso y su don caza ardillas podrá sobrevivir unos cientos años más.- contestó bromeando mientras me guiñaba un ojo.
¿Me iba a enseñar a tirar con arco? Sonreí ante su propuesta. Iba a suponer un interesante reto para los dos, más no tenía claro sino por imposible o peligroso. Me resultaba gracioso el afán de aquel ser por enseñarme a defenderme, y por protegerme él mientras tanto. Llevaba varios milenios viva..no debía haberlo hecho tan mal al fin y al cabo. La idea de que aquella noche no fuese nuestra despedida me resultó reconfortante, fuese la razón que fuese para quedarse a mi lado.
-  Esto va a resultar divertido, mi señor. Igual me transformo en cupido y voy lanzando flechas.- le saqué la lengua con malicia.
- Vuelvo luego.- afirmó guiñando un ojo mientras las campanas de la catedral sonaban de lejos, y él se aproximaba a la puerta.
-Eh.!!! ¿Qué le ha pasado a mi puerta?- pregunté cuando me di cuenta de que ya no había tal, y cuyo marco era ahora un trozo de astillas.
¿Acababa de decir que volvería? ¿Es qué íbamos a vivir juntos? En aquel momento me quedé paralizada. Vivir con alguien no era algo que me hubiese imaginado nunca; si a eso añadía que era un hombre, y además, vampiro...pues hubiese negado hasta la saciedad de que aquello era posible, más ya estaba imaginando donde hacer un catre para él y cómo sería a partir de entonces nuestra convivencia.
Aquella noche tenía trabajo que hacer en nuestra cabaña. Se me antojaba extraño decir nuestra todavía. Debía adecentarla ya que desde que lo había conocido todo había sido un poco caótico; buscar plantas y raíces necesarias para una de mis pasiones a lo largo de mi existencia; y buscar maderas para hacerle un catre; y arreglar la puerta antes de que amaneciese o acabaríamos hechos cenizas antes de mi aprendizaje.
Me iban a faltar horas para terminar con todo aquello en una sola noche.

Una sonrisa en mis labios desprendía mi buen humor sobre el ligero trote de mi corcel.
Aquella noche había sido diferente, la mejor sin duda en todos aquello siglos de soledad.
Aun podía saborear los calientes labios de Ariyne sobre los míos, su olor sobre mi piel.
Acaricie mis propios labios en un extraño impulso, hacia tanto tiempo que no los utilizaba que ya ni pensaba que un beso podría poder desprender en mi tantos sentimientos encontrados.

Ensimismado en los pensamientos que me acercaban un poco mas a mi segunda oportunidad con Katherine llegue a la cabaña. Donde posiblemente Moira, la caza ardillas me esperaría.
Curioso destino el hallado en París, ciudad que saquee con mi padre en innumerables ocasiones y que ahora como si de una bendición se tratase me ofrecía a mi amor perdido y una extraña amistad que empezaba a forjarse a fuego lento.

Quizás hubiera empezado allí mi suerte, quizás todo podría ser para mi diferente.
Abrí la puerta y cruce el umbral de aquella puerta de madera buscando con la mirada a Moira, una parte de mi quería contarle lo vivido aquella noche, mostrarle mi felicidad sin limites así como mi miedo sin fin.
Mas como de costumbre guarde silencio al encontrarla azuzando un fuego que nuevamente nos mantendría calientes aquel dia de invierno.

Nuestros ojos se encontraron e incapaz de disimular mi buen animo le regale una sonrisa sincera.
-¿Que tal en mi ausencia vampira? -bromee guiñándole un ojo y acercándome a ella.

Aquella noche me había mantenido atareada, aunque mi sensación era que las horas habían pasado más despacio, esperando el regreso de Erlend. Una extraña amistad comenzaba a sentir por aquel vampiro testarudo.
Tras arreglar la puerta de la cabaña con unos maderos que tenía guardados, opté por visitar alguna aldea cercana con el fin de obtener alimento y clientes para mi estancia indeterminada en París. Tras la venta de algunos de mis ungüentos malolientes, como describía Erlend, terminé por comprar varias botellas de licor para poder compartir con mi nuevo invitado en alguna ocasión.
Debía alimentarme, aunque la sangre del vampiro todavía reconfortaba mi ser, el día sería largo; así que opté por tomar un pequeño aperitivo de un pobre hombre ebrio que dormía inconsciente en un callejón. Arrodillándome ante él, y haciéndole un pequeño corte en la muñeca, succioné lo suficiente para mantenernos vivos a los dos.
De vuelta a la cabaña, y tras haber adecentado un poco el lugar, recordé que a partir de aquella noche dejaría de vivir sola, al menos durante algún tiempo.
Sonreí ante la idea de tener a alguien a quien esperar antes del amanecer. ¿Qué tenía aquel vampiro que lo hacía diferente? Jamás había permitido a nadie acercarse tanto a la intimidad de mi hogar, y que menos decir, a compartir lecho conmigo.
Caí en la cuenta en aquel instante de que mi nuevo invitado debería tener un lugar para dormir, pues compartir camastro se me antojaba inapropiado si nuestra situación iba a alargarse; así que salí en busca de los últimos tablones que conservaba en el pequeño establo junto a la casa, y monté un lecho donde pudiese descansar. Después añadí paja y puse una manta y sábanas limpias.
Cuando estaba atizando el fuego, para dejarlo arder durante el día, manteniéndonos calientes y alejados de intrusos al ver el humo que avisaba de que aquella cabaña estaba habitada, escuché los cascos de uno caballo acércarse.
Una sonrisa se instauró en mi cara, y una extraña sensación en mi estómago.
-¿Que tal en mi ausencia vampira?- dijo Erlend de muy buen humor al entrar mientras me guiñaba un ojo.
Al acercarse a mí sentí un olor desconocido hasta entonces, que traté de disimular.
- Pues como verás he estado ocupada.- apunté mientras señala la puerta y su nuevo lecho.
Volví a inspirar aquel olor; había algo que me confundía, pero sin duda, era de una mujer; la razón por la que el vampiro había vuelto tan contento.

Moira me tenia preparada una sorpresa, mi humos no podía ser más bueno aquella noche, asi que ni corto ni perezoso me deje caer sobre el nuevo lecho que la vampiresa me habia al parecer estado preparando durante parte de la noche.

Sonreí de medio lado y le guiñe el ojo, al tiempo que saltaba ligeramente hundiendo mi cuerpo en el.

-Si ahora me dices que ademas de esto has comprado unas botellas de alcohol... -bromee divertido alzándome de un salto y poniéndome frete a ella.

Estaba tan bella como la había dejado aquella noche, aunque aparentaba bastante mas cansada, conociéndole casi seguro se había olvidado de alimentarse o de hacerlo lo abría hecho de una bolsa y no de una yugular.

-¿Quieres que cace algo para cenar? -le pregunté servicial tratando así de compensar su esfuerzo y porque no admitirlo porque aquella mujer comenzaba de un modo extraño a formar parte de mi vida.

Si bien era cierto que durante siglos no había conocido la amistad, si la lealtad, en aquella mujer encontraba lo que una vez poseí de humano, esa sensación de por fin estar en casa, de sentirte confiado, seguro. Lo mismo que sentía junto a mi pueblo hace ya tantos siglos, aquella sensación de paz bajo la luz de la luna, de compartir cervezas alrededor de una hoguera y ebrios contar nuestros secretos ocultos, confesiones que solo se hacen en el calor de un hogar.
Risas apagadas con el alcohol y acabar borrachos cometiendo locuras en un rio en calma.

Erlend me guiñó un ojo y reaccionó como un chiquillo con un juguete nuevo al ver lo que había estado preparando para él. Saltó sobre el lecho con una sonrisa que derretiría todo el Polo Norte.
-Si ahora me dices que además de esto has comprado unas botellas de alcohol...- saltó de nuevo acercándose a mí con un brillo especial en su mirada..¿habría leído mis pensamientos?. - ¿Quieres que cace algo para cenar?
Su propuesta me hizo reír. Era reconfortante volver a tener un hogar que compartir, y una extraña sensación de conocerlo desde siempre apareció en mí.
Di un par de pasos y me acerqué a él.
- He cenado ya, muchas gracias.- sonreí con dulzura mientras en señal de agradecimiento le rozaba su brazo con la mano.- Y respondiendo a tu primera pregunta...se me ocurrió que sería buena idea celebrar nuestra nueva amistad.
Una amistad que esperaba que fuese eterna, porque Erlend me llenaba sin saberlo un parte de mí que pensaba que no volvería a sentir desde que me transformé; mi parte humana. Una parte que añoraba la calidez del hogar; el poder confiar a alguien tu vida...una parte que pensaba que estaba muerta, pero que Erlend había vuelto a revivir.

Sonreí de medio lado mirándola con picarda cuando esta me ofreció celebrar nuestra incipiente amistad.
Parece que su forma de festejar algo, se asemejaba mucho a la mía, con alcohol de por medio, una lastima que el sexo lo tuviéramos que sacar de la ecuación, pues Ariyne era la única a la que deseaba poseer aquella noche y las venideras.

-¿Y que esperas para sacar una de esas botellas? -bromeé mirándola con picarda.

El amanecer no tardaría en llegar, y aunque terriblemente excitado por la noche vivida, también me sentía tremendamente agotado.

Estire mis huesos frente a ella llevando mi mano al pelo y revolviendolo ligeramente.

-Si tardas mucho me dormiré en pie -susurre guiñándole un ojo -por cierto, tenemos que ir a comprarte un arco. Si tengo que enseñarte, necesitaras uno para ti, el mio no te servirá.

Ciertas eran mis palabras, mi arco tenia demasiadas libras para ella, ademas, era un arco para zurdos, y posiblemente ella fuera diestra.
Lo mas sensato seria comprar uno que ella pudiera abrir, las libras del mio aunque le ayudaban a ser mas preciso y potente, no permitirían que aquella mujer moviera la cuerda ni un ápice.

También seria bueno comprar un carcaj para colgar a su espalda y unas flechas, mas ligeras que las mías, pero que a ella le ayudarían a apuntar mejor.

El trabajo se me amontonaba, aunque me resultaba divertido la idea de volver a enseñar a alguien a defenderse, lo hice hace siglos con mi hermana, aunque he de reconocer que de poco le sirvió.

Mis ojos se oscurecieron con el recuerdo del dia de su muerte y mi gesto se tenso apretando la mandíbula con rabia.

Sonreí ante la premura de Erlend por que sacase las botellas. Decidí sacar una; todo poco a poco. Estabas bastante cansada por el trasiego de la noche, y todavía nos quedarían muchas noches en las que poder celebrar nuestra nueva amistad.
Puse la botella en la mesa y fui de nuevo al armario para coger unos vasos, cuando Elrend sugirió.
-Si tardas mucho me dormiré en pie -susurró mientras me guiñaba un ojo -por cierto, tenemos que ir a comprarte un arco. Si tengo que enseñarte, necesitaras uno para ti, el mío no te servirá.
Sonreí ante la idea de que me entrenase a tirar con un arco; al final iba a pensar que de verdad creía que cazaba ardillas para alimentarme.
Se había convertido en mi protector, mi compañero y mi maestro en un solo día; y mi amigo...palabra que hasta ahora jamás había pronunciado con tanta seguridad.
-Me gusta lo del arco; ya no tendré que perseguir a las ardillas por los árboles.- sonreí con picardía y le guiñé un ojo.- No veas como corren cuando me ven.
Puse los vasos sobre la mesa, y le tendí la botella para que hiciese los honores.

ome la botella y serví sendos vasos a partes iguales mientras escuchaba con una sonrisa picara las palabras de Moira.
Imaginarla cazando ardillas con el arco me resultaba francamente divertido, mas imaginarla correr tras ellas, era descojonante.
-Debes de ser el terror del bosque- apunte entre risas antes de dar un sorbo a aquel liquido cristalino.

Mire por la ventana, los primeros rayos de sol pronto harían acto de presencia, así que me puse en pie y cubrí el ventanal con el portón de recia madrera llena de vetas antes de volver a girarme hacia Moira.

-Creo que va siendo hora de descansar nuestros inmortales cuerpos -apunte con un guiño de ojo acercándome nuevamente a la mesa para vaciar de un trago el vaso -la bebida no hay que desperdiciarla.

Saque la camisola por mi cabeza y la apoye en la misma silla donde había estado sentado, luego hice la misma operación con las botas, dejándolas a un lado.
Bostece al tiempo que estiraba los músculos de mi cuello, que crujieron por la tensión de un día perfecto.

-¿Vamos vampiresa? -pregunte dirigiendo mis pasos hacia la habitación y mi nuevo e improvisado lecho.

El vampiro sirvió el liquido en sendos vasos a partes iguales, y entre risas y bromas fuimos dando cuenta de aquel primer trago celebrando nuestra recién estrenada amistad.
El amanecer se acercaba, y el vampiro aseguró la puerta antes de que los primeros rayos de sol entrasen por ella.
-Creo que va siendo hora de descansar nuestros inmortales cuerpos.- dijo mientras se quitaba la camiseta, que colocó en la silla y las botas, acercándose después a su nuevo lecho, a unos metros del mío- ¿vamos vampiresa?
Me había quedado embobada mirando aquel cuerpo fibroso tan cerca de mí. Juraría que hasta mis ojos se habían oscurecido un poco. Me prometí a mi misma que la noche siguiente me alimentaría más.
Cuando conseguí salir de mi ensimismamiento, me dirigí hacia un pequeño biombo que hasta entonces no le había dado mucho uso, todo sea dicho, y allí me desnudé con rapidez, para ponerme un camisón de seda que utilizaba para dormir.
Suspiré y timidamente me dirigí a mi camastro.
- Buenos días Erlend. Que descanses bien.- susurré con dulzura mientras me acostaba para descansar.
La noche había sido agotadora, aunque había merecido la pena.
El hecho de saber que al llegar el amanecer estaría con Erlend, merecía la pena

Me deje caer sobre la cama, como ya había hecho con anterioridad, mas esta vez evite el par de saltitos para comprobar lo mullida que estaba la paja.
Pose sendas manos bajo mi cabeza, esperando que Moira ocupase su posición, no quería abrir los ojos y encontrármela ,allí en pie acechando mi reparador sueño.
Una picara sonrisa ilumino mi rostro frente a las ideas que se pasaban por mi cabeza, una mujer peculiar sin duda.

Fue en ese precioso instante cuando la peculiar mujer se quito la ropa tras un biombo y apareció con un minúsculo vestido o como pudiera llamarse a eso, que insinuaba al pecado en todas y cada una de las formas en las que lo conocía, mis ojos se oscurecieron ligeramente, mas desvié la vista por unos segundos volviendo a encontrar la calma
-vaya no escatimas en ropa -dije con diversión antes de que me dedicara un buenos días que me supo nuevamente a hogar.

Cuando esta se tumbo en su lecho cerré los ojos, pronto el sueño se apodero de mi, mis parpados se entreabrieron un par de veces hasta caer en la oscuridad mas absoluta.

Aquella noche sentí el murmullo dulce del agua, y el calor ardiente de los labios de Ariyne sobre los míos.
Sin duda aquella mujer escondía tremendos secretos, misterios que tendría que averiguar si quería alcanzar a comprender porque ella era el doble de Katherine.

Cuando desperté de un sueño reparador todavía no había oscurecido, y Erlend dormía a pierna suelta en su cama.
Me levanté con sigilo mientras echaba otro tronco a la chimenea, donde apenas quedaban unas ascuas encendidas.
Aproveché que seguía dormido para cambiarme de nuevo de ropa y ponerme un vestido limpio. Además, esa noche tendría mi primera actuación en el Burdel con Marlene y debía preparar las cosas para el espectáculo, empezando por la serpiente ¿donde se había metido? La llamé varias veces hasta que me percaté de que estaba en la cama de Erlend. Había dormido con él; sonreí. La verdad es que yo habría hecho lo mismo.
Recogí un poco la cabaña tratando de no hacer ruido; ordené mi camastro y recogí los vasos y la botella de la noche anterior. Entonces vi la camiseta de Erlend colgada en la silla, y en un impulso que no pude controlar, la cogí para aspirar su olor. Cerré los ojos y olfateé la camiseta. El olor a hembra se había difuminado bastante, y permanecía el olor al vampiro.
Un olor que me presionaba el pecho y hacía revolotear mariposas en mi estómago. Quizás fuese hambre lo que tenía.