Baile de Mascaras Presentacion de un lobo en Sociedad Y su compromiso

Las órdenes de la santa inquisición, se convirtieron en cenizas en el fuego de mi chimenea, como ya era una costumbre. La misión de ésta noche: Investigar  con lujo de detalle – en la medida de lo posible- La razón, y procedencia de un recién llegado al país, a que realizaba una reunión para presentarse en sociedad. La invitación a tan magnánimo evento – falsa por supuesto, pero exquisitamente igualada hasta en el más ínfimo de sus detalles – descansaba sobre mi escritorio. Una sola invitación, por lo que podía presumir  que realizaría mi investigación en completa soledad. Me gustaba trabajar solo y sin nadie más a mi cargo, porque de ésta manera podría hacer todo cuanto me apeteciese sin miradas curiosas y preguntas impertinentes que no me gustaba responder, por considerarlas demasiado estúpidas y obvias.

Sonreí, llevando la copa de whisky hasta mis labios, para mojarlos con el suave y delicioso néctar. Ya en aquel primer instante de haber conocido mis instrucciones, comenzaba a planear la manera en cómo habría de actuar. Un plan mental de cada uno de los pasos a seguir. Paso por paso, punto por punto. Se me había encomendado encarecidamente guardar absoluto silencio al respecto, pero libertad de acción de acuerdo a criterio. Nada podría hacerme resultarme más alentador y satisfactorio que el tener carta abierta. Ante mí se abría todo un racimo de ideas, de oportunidades, de estrategias y posibilidades; lo que me hacía pensar – sin temor a equivocarme – que estaba ante un enorme reto que estaba dispuesto a aceptar aún y cuando no se me hubiese pedido ayuda. Yo mismo habría levantado la mano para involucrarme completamente, pagando el precio que fuere.

-Damon Landvic – Murmuré perdido entre las llamas crepitando en la chimenea. No recordaba haber escuchado aquel apellido con anterioridad. Fruncí el ceño. ¿Qué misterio habría detrás? No lograría desenmarañarlo hasta no acudir puntual a la cita. Faltaban un par de horas únicamente, por lo que apuré mi copa de un solo trago, abandonándola sobre la superficie lisa de mi escritorio. El eco de mis pisadas me siguió hasta mis aposentos. Soné la campanilla para llamar a la servidumbre, misma que no tardó en llegar más allá de un par de minutos.

Ayúdeme a vestir.

Una simple orden. Llana, escueta. Mi fiel mayordomo apuró a sacar de mi armario, la indumentaria correcta: Frac negro con solapas de seda blanca. Camisa a mismo tono con volantes al frente y bordado a flores. Fajín. Una pajarita negra con pañuelo blanco, adornada con una pequeña calavera que por ojos llevaba unos pequeños zafiros. Para completar el atuendo: Bastón con empuñadura de calavera en plata, sumado a unos botines de charol, que de igual manera tenía remates en plata. Por último y no menos importante, el inseparable bombín.  Sonreí ante la visión que me devolvió el espejo de cuerpo completo apostado en una de las esquinas. Yo mismo me encontraba atractivo y encantador. Entre cerré los ojos. Si no deseaba llamar la atención, habría escogido algo más sencillo y sobrio. Por el contrario, era justamente lo que yo quería; que todos, o la gran mayoría de los presentes  reparase en mí. Ya fuere por egocentrismo o porque mi presencia fuese detectada por… “ellos”. Un arma de dos filos.

-Que preparen el carro. No tardo más allá de cinco minutos. No me hagan esperar.

Necesitaba quedarme a solas, para hurgar entre mis pertenencias “especiales” sin que ojos poco conocedores dieran cuenta de mis escondites secretos. Como ya era una costumbre, embolsé el rosario de mi madre. La santa biblia tendría que seguir reposando sobre la mesita de noche de mi habitación, misma que esperaba leer al momento de regresar, con la venia y la bendición de Dios. Besé las sagradas escrituras y salí presuroso de la habitación. Ya el carro esperaba por mí, me fue colocada una capa sobre los hombros, y abordé sin decir una sola palabra.

Mi mente se mantuvo en blanco hasta llegar al pequeño palacete. A las afueras del mismo, se encontraban personajes de alcurnia. Familias muy acomodadas de la sociedad parisiense, que sonreía, saludándose entre sí. La puerta de mi carruaje se abrió, acomodé mi máscara bajé con premura, no tomándome la molestia de ser cortés con ninguno de aquellos que se percataron de mi llegada. No estaba ahí para relacionarme socialmente, ni para hacer nuevas y mejores amistades. Me limité a aproximarme a la recepción, donde se me requirió la capa y algún otro objeto personal para ser depositado en resguardo.

Ya en el salón principal, se me ofreció la copa acostumbrada, que no rechacé. Mientras bebía, recorría discretamente el recinto, observando puertas, ventanas… Posibles rutas de escape en caso de que fuere necesario. Desprecié la compañía de algunas féminas que quisieron entablar algún tipo de charla conmigo. Como bien dije, no me importaba otra cosa más que el anfitrión diera la cara por fin.  Luego de algunos minutos que me parecieron eternos, se presentó. Agradeció a los concurrentes por su asistencia. Un saludo breve únicamente. Tal pareciera que su verdadero interés no era en si el motivo real de la obra benéfica, sino otro más perturbador aún, como el simple hecho de buscar alimento entre algunos de los presentes. Comida gratis al alcance de su mano. Buen truco… Ahora podía comprender el nerviosismo y el interés del gremio inquisitorial. Ésta noche sería muy interesante. Ya me encargaría de buscar más información, mientras volvía la mirada a cada invitado. Encaminé mis pasos hacia un rincón discreto, desde donde tenía un amplio panorama de posibilidades.

Había decidido engatusar el vigilante con mi belleza vampirica para que me dejara pasar, cosa que no sería muy complicada. Pero antes de que pudiera proceder a ejecutar mi plan, un caballero de sonrisa ladina se acercó a mí y con palabras suaves se dirigió a mi persona. Nuestros ojos se encontraron y pude apreciar que poseía un bello color azul claro en estos, una mirada divertida y bastante coqueta.

Me pareció interesante que fuera un joven mortal quien viniera a socorrerme, ya que podía pasar por la madre de este joven, al cual, además, se le notaba lo adinerado que era. Seguro era de esos niños ricos que creen tener el mundo a sus pies por el simple hecho de poseer riquezas. Pero bueno, por el momento serviría para mi propósito, entrar y averiguar si el tema de los hombres lobo era o no real y si podía hasta saber qué se proponían.

-Monsieur, creo que la fortuna me ha sonreído al encontrarlo aquí y que sea precisamente usted quién acuda en mi auxilio. Al parecer he olvidado mi invitación y no puedo pasar – Miré al caballero cual dama afligida por tal desventura.

Luego de expresadas aquellas palabras, el hombre me ofreció su brazos para que ingresara al evento como su acompañante. Lo había logrado y había sido sencillo, sonreí para mis adentros ante este pensamiento. Al palpar el brazo del muchacho noté que bajo su ropa de delicadas texturas se encontraban unos grandes músculos, vaya debía hacer bastante ejercicio.

Por mis hijos, sabía que en esta época a los hombres les tocaban las tareas como la cacería que los hacía ejercitarse, pero este hombre al ser de alta cuna, no me parecía que esas tareas fueran para él más que un hobbie ¿será qué se dedicaba a algo más? Sin detenerme a pensar demasiado en ello, caminé con el joven, forzándome a mantener el paso elegante que había aprendido en mi vida mortal y ahora me resultaba un poco complicado, ya que llevaba cerca de 95 años moviéndome como un felino.

Al entrar, pude apreciar el despilfarro de dinero que había en aquel teatro. Todo estaba exquisitamente decorado y se habían cuidado los detalles más ínfimos. Tenía bastante tiempo sin hacerme pasar por un dama de sociedad, pero aquello no me interesaba, lo que ahora me tenía realmente pensativa era pensar en cómo haría para descubrir a los lobos ¿acaso tenían una marca especial? ¿Un olor? ¿Un aura? No sabía nada de ellos.

Absorta en mis pensamientos, fui interrumpida por la voz de mi acompañante quién deseaba que hasta aquí llegara nuestra treta. Yo no conocía a nadie en el dichoso evento, por lo que me parecía mejor tener a alguien que me pudiera indicar quién era quién.

Monsieur – le sonreí con cortesía – Me gustaría acompañaros un poco más y si tenéis la gentileza, me gustaría que me presentara a algunos de sus colegas. Ya sabe, para poder hacer relaciones sociales como corresponde – le guiñé al mortal a través de mi máscara.

Me causó gracia que, al igual que mi persona, aquel hombre amable que me había permitido entrar en el recinto, a pesar de tener una invitación a su nombre, no conociera a nadie ¿cómo era posible? Después de todo, en mi época de “princesa” mortal, siempre nos hacían memorizar los hombres y los rostros de casi toda la realeza y los más destacados señores y señoras de clase alta.

Si ya había tenido mis sosprechas sobre este caballero, ahora no hacían más que acrecentarse. Luego de esto,  me dirigí al hombre con toda calma.

- En cuanto a las costumbres, creo que podría ayudarle ya que hace mucho tiempo que resido en el país –No estaba segura de revelar que mi esposo había sido el Marques de Auvergne, por lo que preferí omitir esa parte – en cuanto a los entresijos, como dice usted, supongo que será algo que tendremos que averiguar.

Los ojos del mortal no se despegaban de los mios y, a veces, sopesaba la idea de que deseaba intimidarme. Cosa que en mi causaba un efecto nulo. A pesar de esta incertidumbre, accedí de manera cordial a bailar con él, tomé su mano y sonreí  cortesmente. Caminamos al centro de la pista y nos dispusimos a iniciar el baile. Recordé en aquel instante a todas las tortuosas clases de baile a las que había sido sometida.

Será un placer bailar y compartir una copa con usted, monsieur – Miraba por los alrededores de vez en cuando buscando de dónde provenían aquellos olores de una especie diferente. Podía percibir a otros vampiro y algunos humanos, pero desde algún punto había un hedor diferente al de esas dos especies. Lo más seguro es que fueran los lobos de los que rumoraba, entonces ¿existían?


Cuando nos dispusimos a iniciar el baile, el mortal colocó su manos más debajo de mi espalda, cosa típica de los aristócratas que se creen juguetones. No me molesté, pues ya la experiencia con estos casos era ámplia, por lo que lo corregí sutilmente y sin gesto de reproche. Juntamos nuestras manos, a continuacón posé mi otra mano en su hombro y empezamos a deslizarnos a ritmo por la pista de baile confundiendonos con los otros mortales. Tal vez, esto me diera la oportunidad de conseguir a quién desprendía tan peculiar aroma.


Luego de unos breves segundos, aquel hombre de cabellera oscura se dirigió hacia mi y lo que salió de su boca me hizo enarcar una ceja, pero no perder la impasibilidad de mi rostro. Así que él también tenía sospechas sobre mi persona. Se notaba que era un humano perspicas.

-Tiene una forma nada sutil de revelar sus sospechas, señor. – musité en tono seco, no me agradaba que me hablaran en tono acusatorio – Veo su traje a medida, como dice y por supuesto, tuve la fortuna de observar la invitación a su nombre. Por otro lado, puedo notar que es bastante observados en cuanto a los detalles superfluos.
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En esta ocasión fui yo la que clavó sus ojos azules sobre los del humano, ambos estabamos en un juego retador de miradas del cuál no pretendía sacar nada. Tengo que admitir que me sorpendió que el hombre mantuviera el paso de baile gracil, sin distraerse. Posiblemente, se tratara de estos millonarios obsesionados con los relatos de misterio. El baile finalizó, luego de este infantil juego.

-Por supuesto, compartamos una copa – caminé juntó a él y seguí agudizando mis sentidos buscando a los dichosos licántropos que se escondían entre los mortales.