He's a problem to solve ~ Amanda Smith [Flashback]

Durante un instante, apenas un momento que pasó con la fugacidad de una estrella en el cielo nocturno que conocía como la palma de mis manos, creí que Erik Von Kleinmann se iba a rendir y su orgullo sería quien ganara nuestro enfrentamiento más que dialéctico. La convicción que sentí de que así sucedería fue tal, a la vista de su comportamiento anterior y de su actitud hacia mí desde el penoso día que lo había conocido, que incluso me sorprendió captar en sus pensamientos la derrota antes incluso de que él la afirmara con la voz certera y convincente de un buen negociador. Más o menos entonces, definitivamente no pude evitar que así fuera, empecé a sentir la intensa atracción que su rostro en condiciones normales me habría provocado, y sumado a ella vino un intenso deseo de beber su sangre, sí, pero que él bebiera también de la mía. Mi objetivo, por descontado, no era transformarlo, pues si de humano era molesto de vampiro sólo podría serlo más; el hecho, no obstante, de que se me hubiera pasado por la cabeza era muy bueno para él, ya que su rendición y aceptación de mis términos significaba que estaba empezando a convencerme, y ¿acaso no era eso lo que quería? Por supuesto, estaba equivocado si creía que bebiendo mi sangre obtendría mi fuerza, pues el proceso era un tanto más complicado que eso y tarde o temprano acabaría descubriéndolo, mas el sabor de la victoria en aquella batalla (no en la guerra, me temía que esa iba a ir para largo) fue tan dulce que no quise arruinármelo contándole la triste y pura verdad. Cedería un tanto, que era lo que él deseaba, y aceptaría sus términos a cambio de darle más poder, pero también una dependencia conmigo con la que él no podría ni soñar... Al menos, hasta que mi sangre no entrara en su organismo. Por todo hay que pagar un precio, ¿no?

– Me honra que por fin te tomes esto en serio y por fin me hagas una oferta que merece la pena escuchar. Veamos, a cambio de darte más fuerza, me darás tu apoyo... Eso lo acepto. Y que te vuelvas dócil nos facilitaría las cosas; no te espero sumiso, porque no serías tú y un tanto de discusión nos viene bien a los dos, pero sí que seas un poquito más agradecido. Si lo creo suficiente, sí, dejaré de beber de ti. – afirmé, y no contenta con ello, alargué la mano para que él me la estrechara. En el momento en que él comprendiera que controlaba mejor mi sed de lo que daba a entender y que solamente bebía de él por fastidiarlo, finalmente Erik Von Kleinmann podría considerarse un buen adversario en una guerra sucia contra mí, pero mientras no lo hiciera, podía hacerle ese tipo de promesas sin que supusieran un esfuerzo real para mí. En cuanto la estrechó, subí la muñeca hacia mis labios y, ante él, desgarré con los colmillos mi piel para que mi propia sangre inundara la piel pálida de mi antebrazo y mi propia boca, si bien solamente le ofrecí el primero, para que bebiera, apenas un sorbo porque no le permití mucho más que unos pocos tragos, pero lo suficiente para que él buscara la sangre de mis labios en cuanto aparté el brazo y le corté esa vía de alimentación. Satisfecha, me aparté de él y cubrí de nuevo el corte del antebrazo, observándolo mientras la sangre le hacía efecto, y la transformación sutil pero inevitable se producía en su cuerpo. – Confórmate con eso, y no lo digo por mí, sino por ti. Has ido a buscarte a una vampiresa antigua, y mi sangre es mucho más fuerte que cualquier sustancia que hayas probado nunca... Aún no estás listo para nada más que lo que te he ofrecido.

¿De verdad, tras todos nuestros enfrentamientos dialécticos, tan agotadores que más de una vez me había planteado rendirme con él y mandarlo de vuelta al Sacro Imperio, sólo había necesitado darle unas gotas de sangre para que finalmente fuera capaz de desarrollar un mínimo de comprensión? Si no le hubiera escuchado admitirlo con mis propios oídos, que no cabían en sí de gozo igual que yo no podía evitar la satisfacción que me recorría, no me lo habría creído, y no obstante él lo había admitido, tal vez porque no le quedaba más remedio. Aunque se hubiera recompuesto, lo cierto era que su cuerpo eliminaba la mentira de su actitud correcta; la excitación era visible en cada uno de sus poros, y muy especialmente entre sus piernas, de una forma que también me habría resultado sorprendente de no saber que eso era una consecuencia secundaria de beber de la sangre de un vampiro. No me engañaba, pues: Erik Von Kleinmann había descubierto que mi sangre era más placentera de lo que yo sería nunca, y era solamente cuestión de tiempo que decidiera comportarse a cambio de que le diera más y más, la suficiente para que fuera mitigándose su sed, cada vez mayor. Y pese a que eso él no lo supiera porque no había tenido la menor intención de decírselo, probablemente lo intuyera de algún modo, de forma semejante a cómo había intuido que mi sangre, desde el momento en que me había abierto la herida, sería beneficiosa para él. En ocasiones, cada vez estaba más convencida de ello de hecho, sospechaba que los humanos estaban hechos para convertirse en nuestros esclavos, ya que todo en ellos les gritaba para que se arrojaran a nuestros brazos, que sería una buena idea, sin importar las consecuencias. Aunque, en ese caso concreto, tenía la ligera impresión de que Erik conocía perfectamente las consecuencias y, aun así, había decidido aceptar con pleno conocimiento de causa.

– Creo que esta es la primera vez que tú y yo estamos de acuerdo en algo, qué glorioso acontecimiento está teniendo lugar aquí y ahora, en la intimidad de tus aposentos. Es una auténtica lástima que nadie más vaya a ser testigo de esto. – celebré, sonriendo con humor, y pese a que había sido un claro pique hacia él, nada en mi tono de voz o mi actitud hablaba de la menor acritud, tal vez porque, en el fondo, hasta me agradaba no haber encontrado un nuevo punto de conflicto con él. Honestamente, podía llegar a resultar agotador soportar los desplantes de un embajador de otro reino, del cual no te puedes librar sin causar un enorme problema diplomático, y la certeza de haberlo domado, aunque solamente fuera por un tiempo, resultaba casi catártica. – Probablemente debas, sí. Ya te he dicho más de una vez que no me conviene matarte, y si te hubiera dado demasiado, tal vez lo habría hecho... Eso o habría sido demasiado para tus sentidos y no habrías vuelto a ser el mismo, sé de ocasiones en las que eso ha sucedido, por ejemplo con mi creador. Más bien deberías agradecer que no sea una criatura absolutamente malvada y que me importe mínimamente tu bienestar, porque si no fuera así, esto sería muchísimo peor para los dos. – expliqué, encogiéndome de hombros, y con las manos reposando, laxas, a ambos lados de mi cuerpo. Él podía tomárselo con toda la ligereza que quisiera, pero si hubiera estado con mi sire en vez de conmigo, no habría sobrevivido ni al primer trago de la ponzoñosamente deliciosa sangre del vampiro milenario que me había transformado. – Vamos, acércate a por el postre. – lo alenté, y no necesité más para que redujera la distancia que nos separaba y me besara para beber la sangre que me quedaba en la boca, de la cual, debo admitirlo, nos olvidamos un tanto en cuanto comencé a responder a su contacto.