Por si fuese poco..las cosas se complican (Privado-Agnés y Damon)

Habían pasado un par de días desde que Damon había salido del hospital después de aquella fatídica noche del baile de máscaras, donde teóricamente debía haber anunciado su compromiso y habíamos podido volver a casa. Bueno, casa es un decir. No entendía porque teníamos que permanecer en París si ya había encontrado lo que quería, a Jade.
Seguíamos alojados en la mansión de Agnés, mientras Damon desaparecía noche y día realizando visitas al hospital donde aquella hermana suya salida de la nada se recuperaba de una muerte que yo había dado por segura. Aunque pareciese estúpida, me sentía desplazada. Primero por su prometida, y ahora por esos hermanos que acaparaban todo su tiempo.
Aunque él me lo había negado, sabía que nuestros caminos se separarían con aquel viaje; que con su compromiso nada volvería a ser lo mismo

El malestar que había comenzado poco antes de aquel baile, seguía haciendo mella en mí. Descarté que la razón de las nauseas fuese la resaca porque ni había bebido tanto, ni habían desaparecido 24 horas después, como solían hacer.
Me preocupé de haber contraído alguna enfermedad, incluso me llegué a plantear que Agnés me estuviese envenenando con la comida. Sabía de sobra que yo no era santo de su devoción, como ella tampoco era el mío. Nos soportábamos porque no teníamos más remedio mientras Damon se alojase allí.

Pasé aquel día sin salir de mi habitación; una habitación amplia pero que se empezaba a antojar claustrofóbica. Pero cada vez que me levantaba de la cama, unas intensas ganas de vomitar me obligaban a tumbarme de nuevo. Y encima estaba triste. Algo inaudito en mí.

Había sido incapaz de probar bocado en las últimas 24 horas, y en el fondo daba las gracias de que Damon estuviese lo bastante distraído como para percatarse. Aunque me hubiese gustado tenerlo a mi lado como en tantas otras veces en las que habíamos cuidado el uno del otro.
Cerré los ojos, y traté de descansar; esperando que tal vez mañana mi alfa volviese a tener tiempo para mí.

No me podía creer la mala suerte que podía tener. Como si no me bastase con el malestar, aquella bruja parecía que me espiaba, y para más inri, había llegado a la habitación justo cuando estaba empezando a conciliar el sueño. ¿Acaso se pensaba que yo era tonta? ¿Por qué se iba a preocupar aquella humana de mí? ¿Y cómo sabía que algo me ocurría? Demasiadas preguntas para el malestar que me turbaba los sentidos.
Si aquello no era fruto de una maldición que viniese dios a verlo.
Pensé en quedarme callada por si aquella mujer desistía en su empeño y me dejaba descansar tranquila, pero cuando mencionó a Damon los pelos se me pusieron como escarpias.

Una parte de mí no quería preocuparlo, bastante problemas tenía ya entre su prometida y aquellos dos hermanos surgidos de la nada que no habían hecho sino complicarle más la existencia; aunque por otra parte, lo necesitaba a mi lado, necesitaba que me acariciase el rostro como otras tantas veces había hecho cuando había estado enferma.

Olvídalo, me dije. Ahora tú ya no eres su prioridad, sino la mujer que ha elegido como esposa. Me dolía recordarme esas palabras, pero tenía que asumirlo o de lo contrario solo me quedaría abandonar la manada. Un hecho que me partía el alma, pero que cada vez veía más como mi plan de fuga.

- Adelante, estoy despierta.- contesté mirando a la puerta mientras me incorporaba en la cama y las arcadas me amenazaban de nuevo. Agnés entró en la habitación con esa falsa sonrisa de la aristocracia, acercándose a mi lecho con tranquilidad. ¿Les enseñarían a fingir en el colegio de pudientes? - No hay importante que comunicarle a Damon; solo estoy indigesta, o quizás sea la resaca de todo lo que bebí en el baile de compromiso. Así que no veo necesidad de importunarle con nimiedades.

Reconozco que mis últimas palabras sonaron a la amenaza que pasaba por mi cabeza. No tenía por qué ser más amable de la cuenta; solo lo justo para que mi alfa no me echase de nuevo una bronca. Quizás aquella mujer solo estaba comprobando el efecto del veneno que me estaba administrando de alguna manera, aunque todavía no sabía cómo. Hacía días que no me alimentaba, y seguía encontrándome mal. No podía ser solo veneno; mis sentimientos comenzaban a tornarse tan volubles como cuando la luna llena se acercaba. Pero aquello no era posible, todavía faltaban al menos dos semanas.

La bruja recorría mi habitación con calma, deslizando sus pies mientras observaba todo a su paso, y por ende me miraba a mí.
La idea de tener una resaca atroz no la convencía, y aunque a mí tampoco, sabía que era la mejor explicación que se me había ocurrido.
Atravesó la estancia, poniéndome más nerviosa si es que cabía cuando se acercó a la bandeja de mi desayuno que debería estar vacía, mientras una fugaz mirada atravesaba su rostro. El olor de la comida almacenada me provocaron nauseas, pero esta vez las pude controlar.

- ¿Comprobando si estoy sucumbiendo a su veneno?- siseé sin esperar una respuesta agradable por su parte.
Aquella mujer me ponía los pelos como escarpias y el hecho de que Damon no me dejase explicarle las verdades a la cara me endemoniaba por dentro.

Y contra todo pronóstico, aquella mujer dueña de la casa, pero no de mi voluntad, se plantó frente a la cama cruzándose de brazos y esperando la respuesta a una pregunta que no terminaba de comprender. ¿Sangre lunar?, ¿qué diantres era la sangre lunar? Entonces caí en la cuenta a lo que se refería mientras ojiplática la miraba fijamente, no podía ser. Solo había sido una vez..y ¿acaso Damon era consciente de que yo estaba en celo? Maldición. No, no y no. No podía pasarme eso a nosotros, no ahora que Damon empezaría una nueva vida lejos de mis brazos.

La cabeza me daba vueltas y las arcadas me atacaban de forma atroz ahora que sabía la verdad. ¿Cómo era posible que no me hubiese dado cuenta? Si mis cálculos no fallaban, tenía un retraso de unos 5 días; demasiados días para ser una coincidencia.
Empecé a hiperventilar mientras trataba de ponerme en pie, no sin mucho éxito.

- Creo que tengo la gripe lobuna.- contesté sin mucho éxito antes de perder el conocimiento sobre la cama, superada por un dolor intenso que comencé a sentir en la parte inferior de mi vientre a modo de pinchazo, continuado por la sensación de líquido caliente que resbalaba por mis muslos y no auguraba nada bueno.

El cansancio empezaba a pasarme factura, llevaba estas ultimas semanas que apenas paraba por casa, entre que mi hermana seguía en el hospital y yo me turnaba con Reidar para cuidarla.
Los asuntos de Italia que aun en la lejanía trataba de solucionarlos por medio de misivas.
La guerra que en el note al parecer destruía a la manada de mi hermano y que pese a mi orgullo frente a ellos, me había tomado la molestia de informarme, de buscar ciertos planos y trazar estrategias de guerra que pudieran de algún modo favorecer que mis hermanos no perdieran su linaje.
Tenia clara la respuesta, yo no seria su alfa, esas tierras no eran mías, su padre me abandono, y ahora nada me vinculaba a esa manada que yo no conocía.
Aun así, estos días de desencuentros mas que de encuentros habían echo que cierto aprecio por mi sangre existiera, así que puede, y digo puede, porque era algo que aun tenia que hablar con mi futura esposa que accediera a acudir a esa guerra. Daria hasta la ultima gota de mi sangre por salvar aquello que no me pertenecía, mas yo, allí no me quedaría.
Italia era mi hogar, mi manda era fuerte, el legado de mi madre, esa que siempre estuvo, esa que siempre me cuido.
Los Landvik perdieron el poder sobre mi hace mucho tiempo, tanto que ya no lo recuerdo, supongo que cuando deje de tener pesadillas, de preguntar entre lagrimas porque mi padre no me queria.
Ahora era un hombre, ya no me importaba ni necesitaba su cariño.

Aquel día llegue mas pronto de lo acostumbrado ,así que cogí una bandeja con algo de comida y camine hacia la habitación de Arely, llevaba unas semanas muy rara, apenas salia de ese cuarto donde se marchitaba.
No habíamos intercambiado mas de cuatro palabras, tenia ojeras, le faltaba vida, así que hoy pensaba sacarla de allí, que comiera algo e irnos de caza juntos y solos al bosque.
Esperaba animarla.
Sabia que mi compromiso con Jade la había tocado, sabia que entre nosotros las cosas habían cambiado, mas esperaba que reír juntos un rato, nos ayudara a dar un giro a esta situación, a que comprendiera que ella seguía siendo parte de mi vida y que la llegada de jade no a apartaba de mi lado si no que la unía

Entre por la puerta con la mejor de mis sonrisas, mas el panorama que me encontré no lo esperaba, allí estaba la bruja, mi rostro se tenso mientras la bandeja caía de mis manos para correr a socorrer a una Arely que se debatía en la semiinconscientcia
-¿Arely? -exclamé golpeando con suavidad su rostro ocn mi mano. Desvié mis ojos hacia la bruja desesperado.
-¿Desde cuando esta así? ¿que ha pasado?
Mi mirada era ámbar, fruto del nerviosismo y de la impotencia mientras la alzaba de la cama entre mis brazos.
-Prepara un carro -le dije a Agnes -la llevo al hospital.
No tarde en percibir el olor a sangre, sangre que mancho de pronto mis manos, roja, ¿tenia un derrame?
Sangraba por sus bajos con demasiada fuerza, busque de nuevo a la bruja.
-Rápido una toalla

El sopor me impedía abrir los ojos de nuevo, sentía los párpados pesados y un fuerte dolor en el abdomen que me impedía respirar con normalidad. Quizás al final todo se solucionaría con rapidez, y aunque me dolía profundamente pensar que había estado esperando un hijo de Damon para después perderlo, para mi alfa puede que fuese lo mejor.
Sabía que algo como aquello podía perjudicarle en su compromiso, y por mucho que yo desease compartir mi vida con Damon, el amor que sentía por él me hacía renunciar a estar a su lado si lo que le hacía feliz era casarse con Jade.

Era consciente de como la bruja descorría las cortinas y la luz del sol inundaba la habitación, como el aire fresco que ventilaba aquella estancia y parecía devolverme a la cruda realidad de lo que en mi interior iba sucediendo.
Entonces escuché el sonido de la puerta abrirse, un estruendo de una bandeja al golpear el suelo y el sonido de la voz del gran amor de mi vida, que preocupado y ansioso trataba de buscar respuestas mientras me alzaba en sus brazos.

El olor a sangre inundó mi nariz y supe que todo había llegado a su fin. Era inútil mantener el secreto, además que sería incapaz de mentirle por mucho más tiempo, pues mientras yo me debatía entre dos mundos, escuché como su propósito era llevarme al hospital, donde tarde o temprano le explicarían el motivo de aquel abundante sangrado que si no me llevaba a mí por delante, desde luego si lo haría con la vida del pequeño.

- Damon.- susurré mientras conseguía entreabrir los ojos para luego cerrarlos por el dolor. Estaba cansada, muy cansada.- Lo siento...el bebé...

Hundí mi cabeza en su hombro, mientras la oscuridad se cernía de nuevo sobre mí; aunque su olor, su calor me hacía sentirme protegida y albergar la esperanza de que todo saldría bien.

Mi cuerpo se quedo petrificado cuando oí salir de sus labios la palabra bebe ¿que bebe? No comprendía nada, ¿estaba embarazada? ¿desde cuando lo sabia?
Tampoco era momento ahora ni de reproches, ni de preguntas, busque con la mirada ámbar fruto del nerviosismo a la bruja que con una súbita tranquilidad, esa que solo podía caracterizar a un ser carente de sangre y de emociones, me pedía que la depositara sobre la cama.
Su camisón se teñía de carmesí, junto a mi brazo por allí donde la sujetaba, gotas cayeron al suelo emitiendo un ruido opaco, no había tiempo de juegos, menos de tonterías.

La deposite ligeramente en la cama mientras tomaba sus manos y mantenía su cabeza erguida apoyada en mi pecho.
-Agnes si puedes hacer algo, hazlo ya, si no, me la llevo al hospital, no quiero que pierda en el intento la vida.
La oí decir que pujara, mas si eso es l oque hacia ¿no perdería el bebe? Pose mis labios sobre su pelo mientras su frente perlada en sudor brillaba frente a la luz del candelabro.
-Arely todo va a ir bien -mis ojos se clavaron en los de Agnes mientras la mano de Arely sujeta la mía en un intento de que no me fuera, de que no la abandonara.

Un repiqueteo en la puerta, me abstrajo por n momento de la fulminante realidad,  posiblemente de la doncella que oyendo el alboroto venia a ver que pasaba era la que ahora tras un pasa abría la puerta lentamente.
-¡Trae agua caliente! -le ordené a la doncella -¡y pide que preparen el carro para ya!

La mujer salio corriendo de la habitación viendo por ella misma la urgencia de mis peticiones, y no tardo en volver con una zafa con agua.
-Señor el carro esta bajo dispuesto para vos.
Hundí mis ojos en los de la bruja esperando una solución mágica, una que salvara a mi beta, una que salvara al hijo que en su vientre llevaba.
Mi gesto estaba tenso pese a que intentaba guardar la calme frente a una Arely completamente destrozada.

Recuperé la consciencia cuando sentí como de nuevo me depositaban en la cama con suavidad; como el olor de Damon inundaba mis fosas nasales, sintiéndome protegida, sintiendo segura de que ya nada podría salir mal. Más de pronto el sonido de la voz de aquella detestable mujer era lo que resonó en la estancia que se convertiría en mi infierno.

Escuché como aquella bruja me incitaba a empujar, a deshacerme de aquel pequeño bebé que era lo único que tendría de Damon, el recuerdo de aquella preciosa noche en la que aunque tarde había conseguido confesarle mi amor, el amor que sentía por un desesperado alfa que se encontraba, en ese momento, tan perdido como yo; dando órdenes a una doncella que apresuradamente entraba y salía de la habitación.

Las indicaciones de Agnés eran claras, y lo que más me sorprendió es que Damon confiase mi vida y la del bebé a aquella mujer que dudaba que desease otra cosa que no fuese destrozar mi alma. Pero, ¿nos habíamos vuelto locos o qué?

- Si crees que voy a empujar para deshacerme del bebé, para que te regocijes en tu maldad, y encima voy a dejar que me toques...es que no me conoces. Puedes meterte tu brujería donde más te plazca.- gruñí mientras trataba de incorporarme de la cama ante la atónita mirada de Damon que todavía sujetaba mi mano.- Si osas acercar tus manos al interior de mis muslos, juro que no me hará falta convertirme en loba para arrancarte la cabeza.

Siseé por el dolor que sentía al incorporarme, pero si había un carruaje esperando para ir al hospital, no pensaba quedarme allí esperando a tantear cuales eran mis posibilidades, y aunque tuviese que ir a la pata coja, sabía perfectamente que no pondría la vida de mi pequeño en manos de esa bruja.

- Llévame al hospital, por favor.- supliqué a Damon mientras mi mirada transmitía mi miedo tanto de perder al bebé como de quedarme allí, con aquella mujer que sabía que no deseaba ningún bien en mi persona.- Si tú no lo haces, iré sola, aunque es posible que sola no lo consiga.

Mis pies se arrastraban por el suelo despacio, en un intento de no provocar más daño en aquel bebé que todavía estaba dentro; en un intento por salvar la vida de ambos, y que por su puesto su solución no se encontraba entre esas cuatro paredes, sino en la sala de un hospital donde los médicos actuarían en consecuencia y de forma eficaz.
No me hizo falta dar más de cuatro pasos cuando Damon me izó de nuevo en brazos y salió con mi cuerpo dolorido por la puerta mientras yo apoyaba la nariz en su cuello y él me aseguraba que todo saldría bien.

Escuché las advertencias de la bruja, podía ver como sus ojos destellaban frente a los míos ahora ámbar, sabia lo que pretendía, sabia que salvar la vida de mi hijo tendría un precio, y juro frente a los dioses que poco o nada me importaba pagarlo si con eso ese niño venia a este mundo, sano, salvo.
Mas Arely apretó mi brazo, creo que consciente de que mis pies se detuvieron, cociente de que mi ser me empujaba a pactar con esa bruja que no solo me amenazaba con que la distancia hasta el hospital era eterna, si no con que mi prometida de irme se enteraría.
¿Acaso pensaba que no se lo iba a contar yo mismo? ¿que hombre ruin pensaba que yo era?
Una mueca de asco se dibujo en mis labios antes de apretar el paso de nuevo perdiéndome a toda velocidad por los pasillos de la mansión.

Me crucé con una de las doncellas que al ver a mi beta sangrando abrió los ojos como platos
Olvídate del maldito carro, pide que saquen mi caballo e informe a mi prometida que he tenido un percance con mi beta, que he puesto rumbo al hospital que acuda allí si lo desea, y si no, que no se preocupe, que en cuanto vuelva yo mismo le informare de todo.

No perdí mas tiempo, ni ella tampoco, esta corrió a informar al mozo, mientras yo entraba a mi cuarto de una patada para coger una de las mantas con la que abrigue el cuerpo de mi fria beta, que se desangraba entre mis brazos.
-Has de aguantar, tu y nuestro hijo, iremos a caballo, la distancia en carro es mas larga, demasiado. A caballo prometo que lo haré en mucho menos del tiempo estimado. Confía en mi. -susurré contra su pelo, antes de volver sobre mis pasos dirigiéndome esta vez hacia la salida donde me esperaba el caballo pertrechado.

Subí de un salto, acurrucando a Arely delante de mi, de lado, dos fuertes patadas al costado y este se irguió sobre sus cuatro patas empezando aquella carrera desesperada hacia la salvación o la destrucción de mi alma.
Podía notar los músculos tensos de mi montura que con largas zancadas hundía sus cascos sobre la tierra húmeda por las ultimas lluvias de primavera.
Estreche a Arely entre mis brazos, con el gesto serio, consciente de que de mi destreza dependía su vida o su muerte.

Los cascos sonaban huecos, sordos entre la espesura del bosque ,atajo que había tomado, lugar por donde no pasaba ningún carro, mas que nos daría clara ventaja reduciendo el tiempo a la mitad.
Mis ojos ámbar iluminaban mi paso, bestia sobre bestia con un sino marcado.

Las venenosas palabras que salieron de la boca de aquella bruja hicieron por unos instantes detenerse a Damon en el rellano del pasillo conmigo en brazos. Sabía que se debatía entre que sería lo correcto y como sufrir menos bajas, es decir, si quedarse y aceptar la ayuda de la bruja evitando males mayores a pesar de estar en deuda con ella, o por el contrario arriesgar mi vida y la del pequeño acudiendo a un hospital que se me antojaba demasiado lejano.

Apreté su brazo para sacarlo de sus pensamientos, cruzando con su mirada la mía, en la que le suplicaba salir de aquella mansión cuanto antes. No se hizo de rogar, y andando volando por el pasillo ordenó un cambio de planes que me pareció excepcional, aunque siendo sincera, dudaba que llegásemos a tiempo.

- Siempre he confiado en ti.- susurré colocando de nuevo mis labios sobre su cuello y rodeando éste con mis manos, mientras Damon me cubría con una manta y continuaba su misión de salvarnos a mí, y como bien había dicho nuestro hijo, bajando conmigo en brazos por las escalinatas y montando a un caballo embravecido.

Su corcel comenzó a galopar como nunca lo había hecho al ritmo que mis ojos se iban cerrando fruto de un adormilamiento y cansancio desconcertante. Sabía lo que eso significaba, sabía que no nos quedaba mucho tiempo y que todo dependía del único hombre al que había amado en mi vida, y que ahora abrazaba mi cuerpo mientras trataba de transmitirme una tranquilidad que sabía que él no sentía.
La situación era complicada, pero si alguna vez hubiese tenido que elegir a alguien capaz de salvar mi vida, habría sido a él. No se daría por vencido hasta no conseguir que su hijo y yo estuviéramos fuera de peligro.

- Lo siento, Damon.- susurré junto a sus labios, tratando inúltimente de enfocar mis ojos en los suyos.- Yo no quería que esto pasase, yo no sabía...
No pude articular ni una palabras más, pues mis ojos se anegaron de lágrimas fruto del temor que me azotaba en esos momentos. Quería seguir viviendo a su lado, aunque se casase con otra..aunque no me quisiese. Pero lo necesitaba. Mi alma lo necesitaba.
Y entonces vislumbré nuestra salvación, aquel edificio alto donde noches antes habíamos entrado en situaciones bien distintas. Sentí como mis esperanzas revivian de nuevo, mientras mis ojos se tornaban oscuridad.

Silencié sus débiles palabras con un tierno beso en la frente mientras la montura se detenía briosa y mis pies saltaban para encontrarse con el pavimentado suelo.
Con ella entre mis brazos corrí desesperado hacia el interior de ese hospital que se me antojaba si es que la había la única salvación para mi hijo y Arely.

Un reguero a mi paso de gotas carmesí marcaba el suelo cuando me adentre en aquel recinto del que hacia apenas unos días que había salido. Varios médicos me miraron, algunos incrédulos de mi estado ,que estuviera en pie y que no me hubiera tomado ningún descanso.
Mas pronto sus miradas descendieron por mis gritos de auxilio desesperado hacia la mujer que envuelta en esa manta perdía con el tiempo el sentido.
Una camilla fue lo que trajeron allí deposite con suavidad su cuerpo aferrando esta vez yo su mano para seguir a enfermeros y médicos hacia una habitación para ella sola.
-Esta embarazada -asegure ante las preguntas de los médicos.

Me advirtieron que esperara fuera, mas creo que desistieron cuando mis ojos se tornaron ámbar recordando como me puse la ultima vez que me asintieron, creo que sabían que no había dialogo posible conmigo y que allí me quedaría me dieran o no el visto bueno.
-Es mi hijo -advertí furioso.

Aceptaron no con mucho agrado mi petición y mientras afanosos trabajaban en parar la hemorragia y en ponerle goteros de sangre para recuperar a mi beta yo me mantenía allí, en pie, a su lado, inmóvil, impotente, con su fría mano entre las mías suplicando a los dioses por su vida.
Odiaba ese sentimiento de no poder hacer nada, de que ahora su vida no dependía de ms manos si no de la de las suyas. De la de esos médicos que me pedían que les dejara trabar pese a que creo que sabían que bajo mi coraza de hierro estaba destrozado, eso era un padre destrozado esperando que mis actos salvaran a mi hijo de un destino trágico.

Quizás debí haberme quedado, negociar con la bruja, haberle ofrecido mi vida a cambio de la suya, mas la decisión ya estaba tomada, torturarme no me serviría de nada, así que me mantuve allí con los ojos cerrados escuchando a los médicos hablar entre ellos con nerviosismo sabiendo que la vida de mi hijo y de Arely estaba en juego.

Un suave beso de Damon sobre mi frente fue lo último que sentí antes de desfallecer de nuevo, sumida en esa oscuridad que tanto me aterraba, pues sabía que era mi fin. El final no solo de mi vida junto a Damon, sino de una vida plena de alegrías y risas, de compañerismo, de un amor imposible que por una noche había sido satisfecho, y cuyo fruto yo portaba en mi vientre. Un bebé que desgraciadamente no tendría la oportunidad de nacer, de conocer lo maravilloso que era su padre.

En ese mismo momento pensé que mi alma estaba maldita; primero fue mi madre asesinada por vampiros el día de mi nacimiento, luego mi madre adoptiva y madre de Damon la que falleció hacía apenas unos meses; por si no bastase con las pérdidas que me rodeaban, el saber que jamás podría ser amada por el lobo que llevaba tiempo amando en silencio. Y por último, la pérdida de mi hijo, de nuestro hijo, que junto a su muerte arrastraría mi vida.

Ahora era capaz de escuchar la voz de su padre mientras mi cuerpo se movía como flotando en el aire, seguramente me portaba en brazos mientras pedía a gritos ayuda. Pensamientos que me hacían desvariar entre un estado de consciencia e inconsciencia. Intenté sonreír cuando se opuso tercamente a los médicos, sabía que jamás me dejaría sola en un momento así, al igual que yo sería incapaz de mantenerme al margen si su vida corría peligro. Imaginaba sus ojos ámbar por la cólera y los médicos deseando no volver a encontrarse en nuestra presencia.

Era una forma complicada de amar, era consciente de ello, pero así éramos nosotros. Capaces de decirnos con una mirada lo que otros no conseguían ni con una larga explicación; capaces de con un gesto regalar al otro nuestro apoyo y nuestro cariño... más de pronto la oscuridad se cernió sobre mí. Cesaron los gritos de los médicos tratando de salvarnos la vida, cesaron los gruñidos de Damon incapaz de cumplir las órdenes que querían separarlo de mi lado; y cesaron los latidos de aquel pobre corazón que aún débilmente golpeaba mi pecho.

No se cuanto tiempo pasé en ese estado de inconsciencia; un estado en el que había recordado los mejores momentos de mi vida, y en los que siempre aparecía aquel lobo orgulloso y cabezón que había conseguido alegrar mi existencia. Una estado de transición entre la vida y la muerte que me hacía ver el mundo con otra perspectiva; fue entonces cuando con dificultad abrí los ojos, necesitando varios intentos para enfocar donde me encontraba.

Una habitación a oscuras, apenas iluminada por una lamparita sobre una mesa blanca. Goteros con un líquido incoloro y bolsas de plasma continuaban hasta mi brazo por finos tubos transparentes. Por las ásperas sábanas deducía que era el hospital, o quizás fuese el cielo donde me encontraba, pues un ángel con el pelo y una incipiente barba oscura apoyaba su cabeza sobre mi regazo, sujetándome mi mano que todavía tenía enterquecida por el frío.
Traté de mover la otra mano que me quedaba libre, necesitaba sentir que era real; que estaba allí conmigo y que no era fruto de una mente que deliraba a causa de la pérdida de sangre. No sin esfuerzo conseguí mi objetivo, y le acaricié su rebelde pelo mientras una lágrima de felicidad caía por mi mejilla; era real.

- Menuda forma de vigilar a un enfermo, durmiéndote en cuanto tienes ocasión.- bromeé con un débil susurro cuando sus ojos parecían enfocar los míos, atónito por mi despertar. Sus ojos me decían que no había descansado durante días, su degradación eran tan palpable que me sentí mal por haberle dado aquel susto de muerte; vaya hombre, volvía el sarcasmo a hacerse dueño de mi mente. Entonces recordé aquello que era más importante que mi propia vida...la de nuestro hijo.- ¿Y el ....?

Fui incapaz de terminar la pregunta. Una presión atroz se alojó en mi pecho. Era miedo. Un miedo que nunca había sentido y que ahora amenazaba con arrancar mi corazón de cuajo. Clavé mi aterrada mirada en la suya esperando la verdad; sabía que no me mentiría, no en esto.

Ya habían pasado tres días desde que la lleve al hospital envuelta en una manta ensangrentada, días muy duros, llenos de desconcierto, con una Arely llena de cables que se debatía junto a mi hijo entre la vida y la muerte.
Allí estaba yo, inmóvil, viendo el trasiego de médicos salir y entrar de esa habitación de paredes frías y blancas sin pausa.
Tres largos días en los que no me separé del lecho ni para comer, los médicos ya habían dejado de insistirme, supongo que conociendo mi terco carácter me habían dado por perdido.

La tercera noche caía sobre nosotros como una losa mientras yo permanecía aferrando su mano sentado en una silla velando su reparador sueño.
Morfeo decidido a darme una tregua me forzaba a dar cabezadas hasta que finalmente cedí a sus deseos cayendo casi inerte mi cabeza sobre el lecho.

Abrí los ojos poco después cuando una mano acariciaba con suavidad mi pelo, no pude evitar sonreír al verla despierta, mirándome, haciendo gala de ese humor de perros que la caracterizaba.
-me estoy pegando unas vacaciones a tu costa -le respondí con una picara sonrisa y la voz ronca por el desasosiego-me faltan las caipiriñas.

Pronto llego el delicado momento ,ese que tenso mi gesto aun aferrando su mano, sabia que queria saber como estaba nuestro hijo, y por desgracia aun no podía asegurarle que se encontraba fuera de peligro.
-Sigue ahí -la tranquilice llevando mi mano enlazada a la suya sobre su vientre -pero..has de guardar mucho reposo, has de estar tranquila, al parecer hay algo, un hematoma en la bolsa que es  oque hace que sangres con tanta abundancia, por lo que me han explicado, si sigues moviéndote, finalmente la bolsa se desprenderá y lo perderemos ,así que...se te acabo la cerveza negra lobita, has de cuidar de nuestro hijo y yo prometo que de un modo u otro cuidare de los dos.

No era el momento de hablar de Jade, de mi compromiso ,de mis sentimientos, de mis hermanos, de la guerra ahora solo era el momento de estar con ella, de ayudarla para que se recuperara, de estar para ella en cuerpo y alma, quería a ese bebe, porque era sangre de mi sangre, porque era parte ya de mi manada.
Mas por ende sabia que nunca si nacía, llegaría a ser alfa.

Sonreí de medio lado volviendo a dejar caer mi cabeza sobre el lecho.
-estoy agotado -confesé -¿que te parece si dormimos un poco?

Su preocupada mirada se clavó en la mía mientras su gesto se tensaba. Había algo que no marchaba bien, algo que le preocupaba y que estaba relacionado con ese bebé. Tragué saliva esperando lo peor, la fatal noticia de que solo yo había conseguido salir viva de aquello. Sentí como la respiración se me cortaba consciente de que había perdido a nuestro hijo hasta que Damon comenzó a hablar, y con nuestras manos todavía unidas puso su mano sobre mi vientre, en el lugar donde nuestro bebé seguía luchando por su vida.

Suspiré aliviada al saber que todavía estaba vivo, aunque por su tono de voz y la explicación de lo que sucedía, sabía que no podíamos dar aquella guerra por ganada. La vida del pequeño dependía de un hilo, de un hilo tan fino que cualquier paso en falso culminaría en su funesto final. Y lo peor es que todo dependería de mí.
Hice un mohín cuando me ordenó que tendría que guardar reposo, estar tranquila...dejar de beber alcohol. Me dieron ganas de ponerme a llorar, aunque no tenía muy claro si por todas las prohibiciones que eran la antítesis a mi persona, o por las hormonas que estaban haciendo de las suyas.

Prometió cuidar de nosotros, de nuestro hijo..se me hacían extrañas esas palabras, se me hacía extraño de que Damon no estuviese enfadado conmigo por lo que había sucedido, por aquel niño que no estaba entre nuestros planes, por aquel niño que venía en el peor momento, pero que por otra parte  había sido como un regalo del cielo. Sería el recuerdo de una noche que mantendría para siempre en mi corazón.

- Pues vas a necesitar mucha paciencia conmigo.- sonreí tratando de suavizar la situación, evitando seguir preocupándonos por algo que ahora no estaba en nuestras manos.

Sonreí con dulzura cuando confesó estar agotado, apoyando su cabeza sobre mi regazo. Acaricié su pelo mientras con la otra mano seguía entrelazando la suya.

- Anda, acuéstate aquí conmigo. Te hago un sitio.- susurré haciéndome a un lado para permitir que Damon se tumbase junto a mí.
Damon sonrió de medio lado, levantándose de su silla y recostándome a mi lado. Me acomodé en su pecho, hundiendo la nariz en su cuello mientras él me rodeaba con sus brazos.

En ese momento me sentía bien, protegida por la calidez que el cuerpo de mi alfa me envolvía, protegida de todos los problemas que se nos avecinaban, problemas que podríamos resolver ahora que volvíamos  a estar unidos, ahora que todas nuestras diferencias habían desaparecido y volvíamos a ser uno.

Sonreí frente a su ofrecimiento mientras me alzaba de la suya para ocupar el hueco que me hizo en su cama, imagine, que no tendría nada de malo, que a ambos nos vendría bien tener un poco de descanso después de los duros días que llevábamos.

Me acomode con suavidad, tratando de no hacerle ningún daño, mientras esta tomaba posición sobre mi pecho, hundiendo su cabeza en mi cuello.
-Descansa -susurré mientras mis ojos se entrecerraban casi al mismo tiempo.
Morfeo se nos llevo por unas horas al lugar idílico de los sueños, ese donde las preocupaciones no existen, donde todo puede ser exactamente como tu necesitas.


Abrí los ojos al sentir que se removía nerviosa contra mi pecho, acaricie con calma su pelo, tratando de que encontrara la paz en este tiempo de guerra.
Para ella todo esto tenia que haber sido muy duro, a veces estaba tan enfrascado en mis propios problemas, que para que mentir no eran pocos, que era tan egoísta de no entender que ella había sido la clara perdedora en todo esto.
Hasta que vine a buscar a mi prometida, nosotros eramos uña y carne, siempre juntos, y admito que desde que conocí a Jade, algo se quebró entre nosotros. Lo fácil seria culparla a ella, decir que no respeta que este prometido, que ame a mi futura esposa, mas en estas cosas la culpa siempre ese de dos, y admito que yo tampoco he sido demasiado correcto en mis formas, la hice a un lado para evitar malos entendidos, para que mi prometida no se sintiera incomoda, olvidando que Arely siempre estuvo para mi.
Sin duda, aquel encuentro que no debió de producirse, pero que lo hizo ahora de nuevo dejaba claras consecuencias en la mujer que sustentaba entre mis brazos y aunque sabia sobradamente que quería ese bebe, eso cambiaría su vida, incluso mas que la mía.

Sonreí contra su pelo al verla abrir los ojos
-¿has descansado? -pregunté incorporándome ligeramente para dejar que se acomodara en la almohada -¿quieres agua?
Estiré las piernas, que se habían quedado engarrotadas por la falta de espacio y la incomodidad de estas camas, aunque la verdad en peores sitios habíamos dormido.
-¿Sabes que puedes contar conmigo verdad?

Le acerque el vaso de agua, ayudándola ligeramente a incorporarse mientras se lo acercaba con suavidad a los labios.

Era consciente de que nuestros actos serían criticados por mucha gente, que nadie entendería la relación que había entre nosotros, que momentos como este podrían ser reprochados desde varios puntos de vista, pero lo cierto era que me importaba bien poco. Había aprendido que lo que los demás opinasen no tenía porqué ser correcto, y que simplemente teníamos que actuar como mejor nos sintiésemos nosotros.

Damon y yo siempre habíamos estado unidos, habíamos dormidos juntos un sin fin de veces, y habíamos compartido otros íntimos momentos que a ojos de los demás no eran los propios de unos amigos, casi hermanos. Había intentado mantener las distancias desde que llegamos a París, tratando de hacerle la vida con su prometida mucho más fácil, pero lo cierto era que lo único  que había conseguido era abrir un abismo entre nosotros, en el que cada día yo me sentía más desdichada, y que al parecer, a él tampoco le había sentado demasiado bien.

Necesitaba tenerlo conmigo, volver a sentir que era parte de mi vida como yo lo era de la suya, y aunque el problema que se avecinaba era inmenso, al menos sabía que no estaría sola. Ninguno de los dos permitiríamos que ese abismo se volviese a abrir de nuevo; bastante habíamos sufrido ya, y como le juré en el baile, no permitiría que nada ni nadie se interpusiese entre nosotros.

Embriagada por su olor que embotaba mis sentidos junto a la calidez de su cuerpo unido al mío, sentí como el sueño me vencía, disfrutando de una noche de paz y tranquilidad que no tenía desde nuestra llegada a París.
Desperté sintiendo como unas manos conocidas me acariciaban; hasta ese momento no era consciente de cuanto le había echado de menos, y poco a poco abrí los ojos para encontrarme con el ser al que más había amado.

- Sé que puedo contar contigo, que siempre estarás ahí cuando lo necesite, lo mismo que yo lo estaré para ti; aunque tampoco quiero causarte problemas.- contesté mientras bebía del vaso de agua que me había acercado tras ponerse en pie dejándome de nuevo sin su calor; ese que tanto necesitaba en esos momentos.- Gracias. ¿Cuándo nos vamos?

Me giré bajando los pies de la cama con la intención de ponerme en pie y marcharnos a casa, pero Damon se puso delante con cara de pocos amigos, clavando su mirada en la mía. Algo me decía que mi clausura en aquel hospital aún no había llegado a su fin.
Quería contarle todos los miedos que tenía, lo perdida que me sentía en esos momentos, pero no era capaz; no sin preocuparlo a él todavía más, como si no tuviese ya bastante.