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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Ildri Persson Jue Oct 06, 2016 10:18 am

Recuerdo del primer mensaje :

Me desperté aquella mañana con un extraño desazón en el pecho; una necesidad por verle de nuevo que me empujaba a acudir al puerto a buscarlo tal y como le había prometido, y que por temor a agobiarlo por la premura, todavía no había decidido cumplir. Giré sobre mi misma dándome la vuelta en la cama y tapándome la cabeza con la manta, con la esperanza de dormir un rato más, con la idea de poder pasar la mayor parte del tiempo durmiendo hasta que nuestros caminos se volvieran a cruzar. Cada hora que pasaba sin verlo se me antojaba una eternidad; la apatía inundaba cada uno de los minutos de ese reloj que parecía marchar más despacio para vengarse de alguna forma de mí.

Apenas había pasado un día desde nuestra despedida en la entrada de mi casa, cuando tras un dulce beso en los labios los primeros rayos de luz iluminaron el horizonte, llevándose con ellos la oscuridad que había sido testigo de nuestra pasión. Recuerdos de una noche en la que las estrellas guardarían el secreto de mi entrega a aquel hombre que ocupaba la totalidad de mis pensamientos; dulces momentos en los que mis miedos abandonaron mi mente cuando sus cálidas caricias recorrían mi cuerpo, cuando aquel ángel caído del cielo dejó a un lado sus bromas y se tomó aquello como lo que era, la pérdida de algo importante para mí, algo que le entregaba a él sin esperar nada a cambio, y que sin embargo, fue capaz de superarlo con sus gestos y suaves movimientos, que en todo momento siguieron mi ritmo, demostrándome que no era un simple polvo más sobre la arena de la playa. Jamás imaginé que mi primera vez fuese así, con un hombre al que apenas conocía pero que en pocas horas se había ganado mi corazón, yaciendo ambos bajo su capa de pieles y e iluminados por el manto estrellado, dando rienda suelta a nuestros instintos más primarios; no podría haber imaginado como sería, pero ahora estaba segura de que no podía haber sido de otro modo.

Desesperada por no conciliar el sueño, e incapaz de quedarme más tiempo acostada en la cama, decidí levantarme y limpiar la casa de arriba abajo. Aquello mantendría mi mente entretenida hasta que llegase el atardecer, momento en el que tenía decidido ir a buscarle y proponerle ir de caza juntos. De nuevo mis pensamientos viajaban hacia su persona, y no pude hacer nada más que sonreír como una boba. Sabía que no debía enamorarme, que nuestra relación terminaría en cuanto su misión se diese por concluida, pero me era imposible no pensar en él, no desear compartir con él cada minuto de su efímero tiempo en París. Necesitaba conocerlo, necesitaba confirmar que era algo más que un encuentro fortuito en una taberna, y sobre todo, necesitaba saber que cuando llegase la despedida definitiva los dos llevaríamos grabado a fuego esta historia en lo más profundo de nuestro ser.

Durante nuestro paseo por las callejuelas de la ciudad hasta llegar a mi casa dos noches antes, habíamos conversado de un sinfín de cosas, una de las cuales había sido mi ocupación. No me hizo falta ponerle excusas al respecto, pues según me confesó él mismo, compartía barco con algunos cazadores de sobrenaturales, y al parecer mi atuendo me había delatado. Me gustaba poder ser yo misma con él; no tener que mentirle ni fingir incredulidad cuando me hablaba de la existencia de esos aterradores seres de la noche que tantas personas creían solo posible en las leyendas. Con él no habían medias verdades, con Gatto todo era puro y verdadero, genuino como las caricias que nos profesábamos y cómplices como nuestras miradas que eran incapaces de permanecer separadas.

Cuando concluí las arduas tareas domésticas y todavía ansiosa porque llegase el atardecer, decidí darme un relajante baño con sales aromáticas; baño que tampoco duró mucho, pues en aquellos momentos mi inquietud alcanzaba límites insospechados. Me vestí con unos pantalones de cuero negro, una camisola blanco roto, atando después con fuerza el corsé de piel y las botas de caña alta; afilé mis espadas samuráis y las coloqué en el interior de sus fundas, pertechándolas junto con el resto de armas por distintos puntos estratégicos de mi atuendo, dejando las espadas sujetas con firmeza a la espalda por sendos cinturones que las mantenían totalmente pegadas. Miré el reloj de cuco que colgaba en la pared de mi dormitorio, y haciendo un mohín porque todavía era temprano, me senté en el filo de la cama dispuesta a observar por la ventana las horas pasar. ¡Qué demonios!, murmuré en mi mente, decidiendo comenzar mi paseo hacia el puerto, con el fin de encontrar al hombre en el que llevaba pensando cada hora del último día y medio.

Con paso ligero e incentivado por mis ganas de volverlo a ver, no tardé en llegar al muelle, donde esperaba que su barco siguiese anclado. El ocaso todavía no había comenzado, y los rayos del sol se reflejaban sobre las calmas aguas del puerto. Suspiré aliviada cuando vi de nuevo la proa de aquel navío por donde Gatto había desaparecido dos noches antes Gatto, saliendo minutos después victorioso con dos botellas de licor. Sonreí nerviosa al recordar aquella noche, y sobre todo, por ser incapaz de imaginar su reacción al verme de nuevo. Di varios pasos hasta situarme frente al barco, pero sin subir en él. No parecía que hubiese nadie, pero aún así decidí probar suerte. Necesitaba verle, aunque solo fuese una vez más. Deseaba tanto volver a sentir sus cálidos besos y sus caricias, que parecía que mi corazón se fuese a salir del pecho al pensar que podía haberse marchado ya.

-Buenas tardes.- grité hacia el barco, tratando de ver si había algún tipo de movimiento en el interior con mi saludo.- ¿Gatto, estás ahí? Soy Ildri; he venido por si querías…por si te gustaría que fuésemos de caza juntos.

Me mordí el labio temblorosa. ¿Y si estaba con otra mujer y yo lo estaba interrumpiendo? Solté el aire despacio sopesando el rumbo que habían tomado mis pensamientos, y lo peor de todo, es que aquello no me provocaba rabia, si no dolor. ¿Y si no me había echado tanto de menos como yo a él? Al no encontrar respuesta, me aventuré despacio por la pasarela de madera que me acercaba hasta la cubierta del barco, intrigada por saber lo que allí me encontraría.
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Mensaje por Nessanië Lun Nov 14, 2016 2:20 am

El mar embravecido continuaba meciendo ambas embarcaciones como si de cáscaras de nuez se tratasen. Agua que nos abrazaba tanto por parte del mar como del mismo cielo que con saña lanzaba toda su descarga sobre nosotros en una tormenta que pretendía causar más estragos que la batalla que estaba por librarse.

Mi mirada continuó pegada sobre la otra embarcación, cuyo capitán desquiciado decidió lanzarse directamente sobre nosotros. Tenía que admitir que aquel hombre estaba totalmente loco, decidido a arriesgar de esa forma a la tripulación con la que contaba. Más sin embargo, nada de aquello me amedrentó. Muy por el contrario, esperaba que el impacto ocurriese de una buena vez y que al final fuesen sus restos esparcidos sobre el mar los que me brindasen la mayor satisfacción pues si alguien habría de reír de último esa sería yo.

Cronos se encargaba de azotar a los hombres para instarlos a que continuasen remando y luego subió nuevamente a cubierta para con voz de mando empujar al primer grupo a abordar al otro barco que ahora había impactado ya contra nosotros. Nuestra embarcación se tambaleó como Kraken herido que ahora azotaría con furia sus tentáculos sobre aquel grupo de insolentes que no comprendían que sus minutos estaban contados y que más ganarían dedicando sus últimas plegarias a Hades que lanzando estupideces en mi contra con las cuales pretendían hacerme enfurecer.

-¡Abórdenlos de una vez! ¡Mátenlos a todos! ¡Quiero ver sus restos esparcidos en el agua o les juro que serán los suyos los que tomarán su lugar!- Grité moviéndome en medio de aquellos hombres que tan estúpidamente torpes permanecían pasmados observando como una parte de ellos habían caído al mar tras la colisión y otra había explotado minutos antes por causa de uno de los cañones del enemigo.

Ahora podía ver con detalle a los tripulantes del barco opuesto y notaba a la perfección que no eran más que un puñado. Sonreí al notar aquello pues no había manera de que pudieran ganar la contienda aunque la forma en que los inútiles hombres bajo mi mando caían bajo la acción de sus espadas era ridícula. Parecía que estos hombres no tenían la menor noción de lo que era la estrategia por lo que arrancando la espada a uno de ellos a quien ensarté con la misma caminé entre unos y otros dispuesta a abrir el paso yo misma hacia el interior de esa embarcación.

Su príncipe, ese era mi único objetivo. Estaba determinada a conseguirlo y si podía hacerlo sufrir al acabar con sus entrañables amigos nada me daría mayor satisfacción que ser la causante de sus lágrimas y de su humillación.

-¡A un lado!- como exhalación alcancé la proa del otro barco. Mi mirada estaba fija en aquellos dos que llamaban Zorro y Gatto. Nombres insulsos y carentes de imaginación que denotaban exactamente lo que eran, poco más que simples animales.

Cronos estaba por bajar a cubierta y yo le daría el acceso que él necesitaba para incendiar el otro barco y sepultarlo en el fondo del mar con cada uno de los hombres de Agarwaen.

-¡Tú!- Grité, al acercarme. Mi mirada escaneó a Gatto antes de mirar por encima de su hombro y detenerse en los ojos de una mujer de cabellos rubios que se encontraba a escasos pasos detrás de él. En el momento en que nuestras miradas se cruzaron recurrí a mi poder de dominación. Aquella habilidad mágica que dominaba a la perfección y que me permitía dar órdenes a los demás y que estos de ninguna forma pudieran negarse.

-¡Tú, rubia, alza tus katanas y mata a Gatto! ¡No te detengas hasta no haberlo conseguido!- ordené imperativamente y sonreí de forma ladina al ver como aquella mujer comenzaba a moverse, sin poder resistirse a mi mandato y ahora redirigía sus armas hacia el susodicho haciendo reverberar el sonido de los aceros al entrechocar entre ellos rompiendo su alianza.

-Y tú!- Redirigí mi mirada con rapidez hacia el otro lado, deteniéndola en Zorro. -¡Abandona tu puesto y lánzate al agua del mar!- Aquel cambiante me miró con odio antes de comenzar a mover sus piernas para seguir mis órdenes dirigiéndose hacia la plancha con la finalidad de hacer un clavado. Apenas acababa de pronunciar esas palabras cuando me redirigí hacia mi mano derecha que con la confusión creada tenía ahora el camino abierto para saciarse de sangre y complacerme con la muerte de todos los que se habían atrevido a lanzarse en contra nuestra.

-¡Ve por ellos!- Nuestras miradas se enlazaron mientras sonreía de lado con la respiración agitada de deseos de sangre. Nadie, absolutamente nadie rivalizaba con él y ahora el poderío de su hacha desafiaría a los mismos truenos que se alzaban sobre nuestras cabezas y callaría la boca de todos al arrancarles mucho más que la lengua. Eso era Cronos para mí, mi mano derecha, el hombre más valioso de toda la isla de Mykonos y que aquel guerrero brutal que hora desataría su furia.
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Mensaje por Cronos Lun Nov 14, 2016 5:19 am

El látigo no era suficiente para esos malditos inútiles que caían al fondo del mar como peces dando bocanadas y turbando las aguas de carmesí.
Hay un dicho que siempre supe era el correcto “si quieres que algo salga bien hazlo tu mismo”
Aparté con las manos a los inútiles que se abrían paso para abordar el pequeño navío de los griegos y hacha en mano tire a dos de ellos al agua.
Gatto ahora el único que parecía dispuesto a plantarme cara, al paso que luchaba con la preciosa rubita a sus espaldas fue el mas necio de todos.
Zorro, se lanzo al mar siguiendo las ordenes de la bruja que a mis espaldas iba a presenciar hoy como la sangre de los amigos de su amado príncipe inundaría la madera noble del barco.

Su espada se alzo casi al tiempo que tome su cuello con mi mano hasta elevarlo como un muñeco de trapo, espada que hundió en mi costado mientras una sonrisa sádica se vislumbraba en mi rostro para acercar su rostro al mio frente contra frente.
-Hoy, cenaras en el infierno -susurré con un rugido -espera allí a tu príncipe, pues seguirá tu camino.
El filo de mi hacha se hundió en su estomago.
Sus labios se tiñeron de sangre cuando desgarre su piel sacando sus tripas fuera de esta.

Atrás los vítores de los míos, que ahora abordaban el barco sin ningún problema, a cambio el grito ahogado de Poseidon que corría hacia mi posición desatado.
Mi mano aun sujetando su cuello se asomo a la borda en un gesto nimio dejándolo ir al mar.
-Poseidon esto ni tus sirenas lo pueden arreglar -dije entre risas roncas, casi rugidos mientras la sangre resbalaba por mi hacha dispuesto a parar la embestida del capitán, que furioso corría hacia mi como un diablo hacia el infierno.
-Vaya, ya se te han ido las ganas de preguntarme como me siento -dije sin parar de reír.

Acero contra acero, chispas de fuego salpicaron nuestros rostros cuando el choque se hizo eterno.
Poseidon era un buen guerrero, sabia que la batalla seria digna, al menos mas justa que contra esos dos cambiantes, que solo sabían robar gallinas.
Aunque mi enemigo era Argaewaen el único por el que había sido vencido, claro que eso no volvería a suceder.
Yo mismo lo despellejaría y lo haría tan despacio que sus gritos de dolor llegarían a Grecia, demostrando a mi bruja, que yo y no el soy el adecuado para darle descendencia, para convertirme en su rey.



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Mensaje por Ildri Persson Lun Nov 14, 2016 11:27 am

Durante unos minutos pareció que conseguiríamos mantener controlada la situación; apenas algunos tripulantes del navío enemigo eran capaces de llegar hasta cubierta, pues Gatto y su compañero daban buena cuenta de sus espadas contra los cuerpos ajenos que terminaban hundiéndose en el mar antes de concluir su abordaje a nuestro barco. Más allí estábamos también Azlyn y yo, codo con codo, cubriendo la retaguardia y blandiendo nuestras espadas como tantas veces habíamos hecho contra los sobrenaturales que amenazaban la tranquilidad de los humanos.

Fueron unos minutos en los que esperanzada pensé que podríamos vencerlos, que aunque en menor número era capaces de presentar batalla y conseguir la victoria; hasta que me percaté de que quien dirigía el otro barco no era una simple guerrera, sino una bruja con peligrosos poderes capaz de sublevar la mente del resto a su merced. Observé de soslayo a Azlyn cuando la hechicera le ordenó que matase a Gatto, esperando que no consiguiese someterla bajo su poder, pero cuando vi como la cazadora que me había animado a unirnos a esa batalla para ayudar a nuestros hombres, se dirigía con la mirada perdida y caminando con pesadez hacia Gatto, supe que nuestra ventaja sobre el enemigo había terminado.

Dejé mi posición corriendo tras Azlyn con la intención de impedirle que matase al hombre por que el yo estaba en ese barco, desconcertada por la fuerza que demostraba pese a mis esfuerzos por alcanzarla. Vi como Zorro, también hipnotizado por la bruja, dirigía sus pasos hacia la parte babor del barco, subiéndose sobre la repisa dispuesto a cumplir la orden de saltar al mar. Me sentí totalmente impotente al darme cuenta de que era una guerra que no podríamos ganar, que de una forma u otra ella conseguiría dominar nuestras mentes e incluso ordenarnos que nos matásemos entre nosotros.

Azlyn llegó hasta Gatto, y comenzó a luchar con él, quien desconcertado por el rumbo que habían tomado las cosas, descuidó la pasarela por la que nos estaban abordando. La enorme mole sobre la que Zorro me había puesto sobre aviso, se abrió paso entre el resto de su tripulación que seguían cayendo como moscas ante nuestras armas, quedándose a pocos metros de la espalda de Gatto.

-Detrás de ti.- le grité asustada mientras atacaba a Azlyn con mi espada, con la finalidad de entretenerla y que Gatto pudiese defenderse de aquel hombre que de cerca era impresionantemente aterrador. No quería hacer daño a la cazadora, sabía que no era consciente de sus actos, pero debía pararla si todavía podíamos albergar la esperanza de sobrevivir. Esperanza que se fue a piqué cuando vi como aquel salvaje destripaba con su hacha a mi amado como si de un pescado se tratase.

Un grito ahogado salió de mi garganta cuando la sangre de Gatto cubría su boca, cuando su abdomen abierto en canal daba paso a una imagen dantesca de su interior. Un último estoque hacia el brazo de Azlyn cuyo acierto le hizo soltar la katana junto a un improperio hacia mi persona, y después...después me quedé vacía como si me hubiesen arrancado mi propio corazón del pecho.
Solté mi espada en cubierta, corriendo hacia la borda al tiempo que me desataba el cinto que sujetaba mis dagas a mi cuerpo; dagas que quedaron esparcidas a lo largo de todo el barco antes de que me tirase al mar tras Gatto para tratar de salvar su vida, y con ella, la mía.

El agua helada paralizó mis músculos durante unos segundos, agua embravecida por las fuertes corrientes de ambos navíos. No tardé en encontrar el cuerpo de Gatto que se hundía poco a poco, en un estado de semi inconsciencia que me hizo temer lo peor. No podía ser, tenía que salvarse. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos pero se lo impedí; si flaqueaba ahora ese hombre que había conquistado mi corazón no tendría ninguna oportunidad de sobrevivir.

Buceé hasta dar con su pesado cuerpo sacando su cabeza hasta la superficie; rodeando con mi cinto sus entrañas que debido a la baja temperatura de las aguas se habían contraído aunque permanecían todavía a la vista. Traté, entre tragos de agua salada y pequeñas bocanadas de aire, controlar la herida presionando ésta con mi cinto; sabía que no sería suficiente, pero hasta que lo sacase a la orilla poco más podía hacer, al menos mantendría sus vísceras dentro de su abdomen, y gracias a la vasoconstricción de sus vasos sanguíneos provocada por el frío, cabría la posibilidad de que no se desangrase antes de llegar a un hospital.

-Aguanta por favor. No me dejes sola.- le susurré al oído pegando su espalda a mi pecho, mientras mi mano mantenía firme su vientre y con la otra trataba de nadar hacia la orilla.
Mis piernas cansadas no me daban tregua, en varias ocasiones pensé desfallecer por el esfuerzo de transportar mi cuerpo y el suyo por esas frías aguas que adormecían mis músculos, más tras minutos de pura agonía, unos pescadores que se encontraban en un varadero próximo salieron en mi auxilio y en la de Gatto. Solo un poco más, pensé.

-Busquen una carreta; hay que llevar a este hombre al hospital.- grité aterrada mientras poníamos su cuerpo sobre el suelo, y ahora sí, mis lágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas.
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Mensaje por Poseidón Jue Nov 17, 2016 6:05 am

Muerte, eso destilaban mis ojos cuando vi a aquel energúmeno que bien conocía hundir en el vientre de mi amigo el hacha, sajando su piel hasta ver como los intestinos quedaban fuera.
Sangre, vísceras y tubos grises que apenas se sujetaban dentro de su vientre.
Un sonido desgarrador que heló la sangre a la tripulación y después al vació, sin que lograra hacer nada.
Rabia, impotencia y dolor mientras espada en alto corría a vengarme de su ejecutor.
-Hoy sera el fin de tus días -rugí cargado de frustración, de impotencia y de rabia.
Así empezó la tormenta con los rayos y los truenos dándonos la espalda, choque de aceros que despuntaban plateados contra la luna.

Chispas con los recios sonidos inconfundibles de la batalla, y nuestros rugidos ahogados por el clamor de la batalla.
El mas fuerte, yo mas raudo, movimientos majestuosos de uno y otro lado. Ambos buscando los flancos, yo para sajar su piel, el para lanzarme al suelo y hundir su hacha en mi pecho.

Por un momento ambos solos, el tiempo se había detenido como si Selene presenciara el combate desde lo alto, coronando el cielo con su sonrisa infinita, sedienta de mas sangre para tornarse roja.
La bruja ya podía paladear el fin de los míos mientras su ejercito abordaba mi barco sin tregua.
Sonreí de medio lado en un momento determinado, ese en el que conocedor de lo que tenia en las bodegas y ellos no esperaban, nos daría un poco de la “suerte que nos faltaba”

Toda la pólvora acumulada, la mecha larga había sido prendida antes de emprender la batalla, pronto aquel acto suicida de estampar mi barco contra el navío daría su fruto.
-Al agua -grité a la poca tripulación que me quedaba. Yo mantendría a Cronos ocupado en esta danza de filos sangrientos.
Tiempo que nos mandaría a los dos barcos al infierno.

Solo tenia que aguantar el tiempo suficiente como para que la mayor parte de la tripulación nos abordase y después “pum”, todos al tártaro a cruzar sus puertas con la elegancia propia de los griegos.
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Mensaje por Azlyn Kelly Lun Nov 21, 2016 12:49 pm

No quería ser optimista de más, pero parecía que podríamos conseguir vencer al enemigo sin mucho esfuerzo a pesar de que nos multiplicaban por varias veces en número. La tripulación enemiga apenas conseguía abordar nuestro barco, pues entre los hombres que caían por la borda a manos de nuestros compañeros de batalla antes de alcanzar nuestro casco y nosotras que hacíamos gala del uso de las espadas en nuestra profesión con los que avanzaban, pocos quedaban en pie.

Tuve que reírme de las provocaciones de Poseidón hacia quien parecía gobernar el barco enemigo, provocando más su rabia si es que eso era posible, pues los gruñidos de éste se escuchaban a pesar del fulgor de la pelea. Más de improviso una mujer de cabellos castaños y tez morena gritó desde la cubierta de su barco, ordenándome que matase a Gatto. ¿Estaba zumbada o qué? ¿Pero por qué iba yo a matar a....? De pronto mi mente se nubló y mi cuerpo se movía solo hacía aquel hombre por el que Ildri estaba allí. Busqué desconcertada la mirada de esa mujer que con sus palabras se adueñaba de mi razón y de mi voluntad, y entonces comprendí porqué jamás podríamos ganar la batalla, porqué Poseidón me había dicho que saltase al agua ante el menor peligro. Una hechicera era la que tripulaba el navío enemigo, y una parte de mí sabía que todo estaba perdido.

Me encaré al cazador, blandiendo mis katanas contra él como si del sobrenatural más odiado se tratase. Era el deseo de la hechicera, y yo tenía que cumplirlo, aunque no tenía razones para hacerlo. Detestaba sentirme tan vulnerable e impotente, más mi objetivo estaba fijado. Pequeños retazos de mi consciencia volvían de vez en cuando a mí, más no los suficientes como para detener aquella lucha encarnizada donde no pensaba salir perdedora. No tardó mucho su novia en alcanzarnos, esa pequeña cazadora que no me duraría ni un asalto, tratando de distraer mi atención para liberar a su amado; más yo luchaba con una ventaja que ellos no tenían. Luchaba sin miedo a la muerte, luchaba guiada por un odio que en realidad no sentía, con el único objetivo de arrebatarle la vida a ese hombre cuya cazadora atemorizada protegía. Un punto débil en ambos que yo trataría de aprovechar.

Pero un hombre tosco y de gran envergadura completó mi misión antes de que yo pudiese dar muerte al cazador. Lo destripó cual pescado antes de tirarlo al mar; fue entonces cuando sentí un dolor punzante en el antebrazo que me hizo soltar una de las katanas y, bien fuese por la herida o porque mi objetivo había sido cumplido por ese hombre que ahora luchaba con Poseidón, recuperé mi voluntad de nuevo.
Horrorizaba por lo que veían mis ojos y sabiendo que parte era culpa mía cogí de nuevo la katana que permanecía en el suelo colocándome en la proa cerca de Poseidón mientras Ildri saltaba por la borda  con la firme convicción de poder salvar su amado, y Zorro se situaba en el filo de ésta para cumplir las órdenes de la hechicera.

-Yo no me voy a ninguna parte si no es con vos.- protesté haciendo frente a la tripulación del barco enemigo que seguía abordando nuestro navío. Si tenía que morir en un barco en lugar de a manos de un vampiro o un licántropo, que así fuese, pero no pensaba salir huyendo y dejar a ese hombre solo entreteniendo al resto para darnos ventaja en la huida.- Le dije que le serviría hasta el último aliento, y este todavía no ha llegado.

La herida que me había hecho Ildri en el brazo me sangraba profusamente y no aguantaría mucho a ese ritmo, pero mientras me mantuviese en pie, no abandonaría a Poseidón a su suerte. Hecho que por cierto pareció molestarle sobremanera por la forma en que me miró. Algún día aprendería que lo de obedecer no iba conmigo, y que tenía asumido que moriría joven y con las espadas en las manos.
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Mensaje por Gatto Vie Nov 25, 2016 9:56 am

La frontera imaginaria cayó cuando Zorro se lanzo por la borda a la orden de esa bruja que por fuera lucia como una princesa y por dentro era oscura como el peor de los abismos.
Pobre de Agarwaen si hubiera caído en sus redes en alguna ocasión.
Ahora, yo era lo único que mantenía el barco a salvo, claro que eso cambió cuando la mole de cronos aparto como un salvaje a sus propios hombres para venir a mi encuentro.

Tensé el gesto, de esa lucha no podía salir vencedor, mas al menos intentaría arrebatar su vida antes de perder la mía en el intento.
-Zeus, mantén a mi príncipe a salvo de estas bestia -petición que dije en alto antes de que Cronos me alcanzara y yo clavará mi espada en su costado.
Gesto de dolor y después ni se inmuto, dudaba que fuera un ser humano cuando me alzo del cuello como si fuera un golem y yo una marioneta.
Filo de su hacha que sentí golpear mi piel sajandola en dirección ascendente, rasgando mis entrañas.
Gritó ahogado que escapó de mis labios sintiendo no solo que la sangre caliente escapaba por la herida, si no las mismas tripas que se desmoronaban de mi estomago.

Llevé mi mano untándose de carmesí, intentando mantener esos cordones blandos dentro de mi, mientras la vista se me nublaba y el dolor me atenazaba llevándome al infierno.
No me soltó, las voces se oían lejanas, casi sin vida escuché a Poseidon, después el agua congelada envolviendo mi cuerpo.
Mi vida delante de mis ojos, mi madre, mi padre, tiempos en los que de niño corría, armas, guerras ,frustración, hermanos, amigos, Agarwaen...
Muerte, oscuridad mientras me hundía hacia lo mas profundo del mar. Cerré los ojos, ya nada dolía, era el final.
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Mensaje por Zorro Lun Nov 28, 2016 7:19 am

Defendía el barco de la invasión de los desgraciados sobrenaturales cuando la zorra de la bruja con una palabra me ordenó lanzarme por la borda.
Tensé el gesto tratando de resistirme a esa imperativa orden, mas mis esfuerzos resultaron vanos, mis pies andaban solos por la cubierta hasta lazarse por la baranda y saltar al vació, gélida agua que acuno mi cuerpo.

Había cumplido su voluntad, mas ahora pensaba volver a trepar para dar muerte a esa endemoniada mujer.
Braceé luchando contra los envites de las olas buscando la proa del barco enemigo, con suerte distraídos como estaban tratando de abordar nuestro navío podría colarme en su barco como un zorro en el gallinero y degollar con mis propios dientes a la ponedora de huevos.

Una sonrisa maliciosa recorrió mi rostro mientras seguía nadando contra corriente decidido a llevarme por delante a esa mujer que no había traído mas que desgracias a los míos.
Una loca obsesionada con mi príncipe que no pararía hasta poseerlo de un modo u otro.
Hoy mi daga marcaría el final de su reinado y la sangre bañaría su perfecto cuerpo y su alma negra.

No tarde en encontrar la red que a un lado podía servirme como escalera improvisada, enredé mis dedos a esta, impulsándome para abandonar las gélidas aguas.
Un pie tras otro me deslice casi invisible pegado a la madera, despacio, para que nadie me oyera, casi podía paladear las plumas de la gallina en mi boca, hoy le robaría los huevos y otra cosa.
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Mensaje por Sonae Miér Nov 30, 2016 8:01 am

Sonae, que hasta hacía unos segundos, se encontraba luchando contra dos marineros del barco contrario, luego de asestarles sablazos y repetidos golpes, a sus contrincantes, Sonrió divertida al verlos caer por la borda y hundirse en las frías aguas.  Convencida que los dioses estarían con ellos, no había puesto mucha atención, a lo que estaba pasando mas allá de su entorno, pues deseaba ir limpiando el barco de ratas inmundas, que a cada momento, descendían del barco en donde se encontraba la hechicera.

Una voz, que creía olvidada, llegó a sus oídos, un rugido que parecía el de un oso en mitad de los bosques, dispuesto a destripar a todo el que se le pusiera en frente. Un sudor frio le coronó la frente, como si una tiara de cristales se fueran hundiendo en su cabeza. No podía ser, luego de tantos años, de tanta tristeza por su desaparición, el dueño de aquella voz, se encontraba no muy lejos de ella.

Por el rabillo del ojo, pudo observar como Zorro, sin poder dominar sus acciones, se tiraba al mar, como si fuera una marioneta, de esas, que los titiriteros reales, usaban para hacer reír a sus cachorros, cuando a penas tenían cuatro años. La angustia se apoderó de ella, al descubrir que Gatto , se enfrentaba a un ser poderoso, a un hombre que muy pocos podían hacerle frente y que parecía que el inframundo lo había vomitado de sus entrañas.

Intentó correr lo mas rápido que pudo, pero a pesar de haber rasgado sus vestidos, le costaba poder tener libertad de acción. Todo parecía ir mas despacio de lo que ocurría, sus aterrados ojos vieron como el hacha que cargaba Cronos, se movía de un lado a otro, hasta que su filo cortó el vientre de su amigo, de su camarada. El asombro en el rostro del guerrero, las viceras que apunto de caer del interior del cuerpo eran sostenidas por las enormes manos de Gatto, la palidez de aquel que está seguro que su vida ha concluido. Todo aquello hizo que Sonae, gritara, aullara como una loba a la que han tocado a sus crías y está dispuesta a morir por ellos.

Una sombra debe haber sido lo que el guerrero vio pasar a su alrededor, la loba, dio varios sablazos y clavó una daga en el brazo que cargaba el hacha ensangrentada. Se paró en frente de Cronos, y le miró, con el odio de quien alguna vez, le había amado, - maldito bastardo... ¡¡¡como te atreves a lastimar a mis cachorros!!! - Gritó mientras su mano se disparaba y golpeaba su rostro, que apenas se movió, -¿ en que demonio te ha convertido el averno, para que vuelvas a mi, como un enemigo? -
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Mensaje por Nessanië Sáb Dic 10, 2016 11:55 pm

La batalla llegaba a su máximo apogeo. Una sonrisa de satisfacción iluminó mi rostro en cuanto observé como Cronos abría el abdomen de uno de los abominables cambiaformas y luego se deshacía de él tirándolo al agua. Al menos sabía como hacer las cosas bien, gran parte de mi tripulación había demostrado su ineptitud dejándose vencer por apenas un puñado de individuos. Si no hubiese intervenido yo, aquel pequeño grupo de seguidores de Agarwaen se hubiese deleitado en acabar con un mayor número. Pero el que rie de último rie mejor y ya les había borrado las sonrisitas y los comentarios burlescos dirigidos a mi persona.

Sin embargo no podía evitar apretar los dientes al percatarme de que el príncipe, mi único objetivo, no se encontraba entre ellos. Otro día más en el que podía contar su buena fortuna. Fortuna que pronto se le acabaría pues yo nunca me daba por vencida y él se encontraba en algún lugar cercano. Pronto me toparía con él y haría realidad mi propósito de tener un heredero suyo y mío y después de dar a luz a aquel que unificaría Mykonos… después determinaría que hacer con respecto a él.

Un casi inadvertido ruido a unos cuantos pies de distancia provocó que voltease justo a tiempo para ver a aquel Zorro moviéndose cual el furtivo animal que era, cuchillo en mano, listo para atacarme. Una sonrisa se presentó en mis labios, una cargada de hastío. El pequeño grupito me había cansado ya.

Hora de terminar de jugar con ellos. Mi barco aún se mecía, presa de las aguas marinas que continuaban intentando enviarle al fondo océanico. Parte de la nave, habiendo sido golpeada por los cañones enemigos ya comenzaba a llenarse de agua. El viento azotaba haciendo revolotear mi cabello negro, mis ojos oscuros que con su brillo rivalizaban con los rayos que continuaba lanzando Zeus en dirección a nosotros, estaban concentrados en aquel bellaco. Alcé ambas manos a mis costados, utilizando mi poder de nigromancia para instar a diversos cádaveres de mi propia tripulación a ponerse de pie y comenzar a avanzar hacia él.

Miembros cercenados, ojos vacíos en cuencas inanimadas obedecieron de inmediato el movimiento de mis manos. Arrastrando sus miembros cortados rodearon a Zorro y lo sujetaron mientras mis pasos me dirigían en su dirección. Me detuve frente a él, le arrebaté la daga que sostenía y con ella realicé una cortada en la palma de mi mano. Con mi sangre dibujé un pentagrama a que se encendió en su frente para quedar sellado en ella mientras recitaba. -Daemones autem infernae mihi volo. Et sequatur me solum audire meus es tu.- Sonreí maliciosamente al decir las palabras que invocaban el poder de los demonios más oscuros y observé como el pentagrama desaparecía de su piel para incrustarse en su interior.

Sabía lo que sucedería a continuación. En los próximos días el mequetrefe intentaría resistir el hechizo pero este se alojaría en su cabeza, seduciendo su mente y su voluntad y orillándole a seguirme y obedecerme como su ama y señora. Por supuesto podía intentar sacudírselo de la cabeza, pero dudaba que su mente fuese lo suficientemente fuerte como para sacarme de allí. Sería divertido averiguar como lidiaba con ello el Zorro. -Búscame cuando estés listo para servirme.-

Un par de golpecitos en sus mejillas, una última mirada hacia él, y de repente a mi nariz llegó el olor a pólvora. Giré sobre mí misma comprendiendo lo que estaba a punto de suceder pero era demasiado tarde. Un grito de rabia brotó de mi garganta, una última mirada apenas alcanzó a enlazar su mirada con Cronos en el otro barco. Mi abandono precipitado del navío fue el preludio del estallido que prendió a los dos barcos en una llamarada tan potente como el mismo fuego atizado por Hades en el Tártaro.

Y luego... el silencio.
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Mensaje por Cronos Dom Dic 11, 2016 9:20 am

Una peli blanca parecía decidida ha hacerme pagar la muerte de esos que ella llamaba “cachorros” ¿se podía menospreciar mas a alguien robandoles la dignidad de ser llamados hombres?
-Ese es el problema, que lucho con cachorros por eso descuartizarlos es tan fácil -rugí desafiándola mientras nuestras armas chocaban na y otra vez en una danza macabra.

Sonrisa ladina en mi rostro, mi fuerza la superaba, su rabia la despistaba y Poseidon, ahora parecía mas entretenido en la mujer rubia que corría hacia nosotros que en si mismo.
-El amor sera vuestra tumba dios del mar -gruñí mirándolos a ambos.

Eso era lo peor de todos ellos, que los sentimientos los atenazaban ,los obligaban a ser quienes no eran, los cegaban y solo quedaba dolor en cada gesta por las perdidas halladas.
Yo por el contrario seguía en pie, muchos de los míos habían caído ¿me importaba? No, porque los guerreros, nacemos y morimos, es nuestro sino, si no entiendes esto, dedícate a otra cosas, no tienes alma de guerrero.

Fueron las siguientes palabras de la cambiante las que me aturdieron, hablaba de mi como si me conociera, como si de un modo u otro esta no fuera la primera vez que la viera.
Había una parte de mi pasado que no conocía, una que Nessanie me había ocultado cuando hace ya muchos años me encontró a la deriva en la playa, mas muerto que vivo, me regaló una identidad y esperanza. Estaba en deuda con ella, pero a su vez, me arranco un pasado que llevaba escrito en las entrañas mas que no recordaba.

Olor a polvora, apenas me dio tiempo a reaccionar, mis ojos se cruzaron con los de la bruja un instante, antes de coger a la cambiante por la solapa y ambos tirarnos al mar.
Ni siquiera se que me impulsó a salvarla, supongo que la necesidad de saber.

Una explosión mientras íbamos por el aire mando sendos barcos al tártaro, hechos maderos se hundían frente a nuestros ojos, acarreando muerte a su paso.
El mar se tiñó de rojo y mis ojos buscaron desesperados a lo único que me importaba de esos barcos, ella, mi dueña.

No tardé en encontrarla mojada, aun estaba mas bella. Un golpe seco en la nuca de la cambiante para que no se revolviera la dejo sin sentido y así arrastré su cuerpo hacia el de mi señora que ya nadaba en mi dirección.
.Vayamos a tierra firme, esta es la cambiante de Agarwaen, pensé que podría resultarle útil en algún menester.

Sabia que si le decía la verdad, mis motivos ocultos, la degollaría por el mero echo de que no descubriera un ápice de mi mismo, así que esa era mi única baza para mantenerla con vida y poder interrogarla, después poco me importaba que la matara como a la perra que era.

No tardamos en llegar a los muelles del puerto, Nessanie tenia un humor del demonio, me encantaba verla, así salvaje, indómita, me atraía tanto que allí misma la hubiera hecho mía, de no ser porque me hubiera ganado unos buenos latigazos o quizás algo peor.
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Mensaje por Ildri Persson Lun Dic 12, 2016 2:22 am

Los marineros que hasta hace poco estaban faenando o arreglando sus redes para salir a pescar al día siguiente, acudieron en mi ayuda en tropel; una ayuda que aunque agradecía, sería en vano si no lograba encontrar una carreta con la que llevar a Gatto al hospital. Mi cuerpo fue cubierto por una gruesa manta depositada allí por alguno de estos hombres que atónitos observaban la batalla naval que estaba sucediéndose en su puerto. Ni siquiera la calidez de ésta conseguía aliviar el frío que sentía en el alma al ver la vida de ese hombre que significaba tanto para mí pendiendo de un hilo. No podía perderlo, no cuando acababa de encontrarlo.

Me arrodillé junto a su cuerpo inmóvil, buscando en el cuello el débil latido de su corazón que todavía podía percibir con mis dedos. Empecé a sajar mi camisola mojada en largas tiras que esperaba que fuesen suficientes para hacer un par de torniquetes en sitios estratégicos. Busqué en su brazo izquierdo la arteria humeral, guiándome por el tacto de su piel ahora congelada por la pérdida de sangre. Cuando localicé el punto humeral, rodeé su brazo con la tira de mi ropa y apreté con fuerza. Después hice lo mismo con el punto femoral junto a su ingle. Mi padre me había enseñado como localizar con exactitud esos puntos de presión indirectos que bien podían salvarnos la vida en caso de estar sufriendo un desangramiento, pues su objetivo era disminuir el volumen de cantidad en sangre por los grandes vasos, evitando así que ésta saliese demasiado rápido del cuerpo.

Volví a observar la dantesca imagen de su abdomen abierto en canal, donde mi cinto era lo único que mantenía sus vísceras en el interior de su cuerpo. Poco más podía hacer por ese hombre al que había entregado mi corazón noches antes sin apenas conocerlo; así que colocando mi cabeza sobre su pecho, nos envolví a los dos con la manta y esperé a que los marineros llegasen con esa carreta que según ellos ya estaba en camino.

-Aguanta un poco más Gatto, te necesito a mi lado.- susurré junto a sus labios antes de darle un beso y dejando de nuevo la cabeza sobre su débil corazón, que parecía estar librando su propia batalla por sobrevivir.
Una explosión y una gran humareda donde minutos antes nos encontrábamos llamaron mi atención. ¿Como era posible que los barcos explotasen? Traté de buscar con la mirada a los amigos de Gatto, pero no se veía absolutamente nada a parte de maderos por doquier y una espesa nube que cubría el mar.
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Mensaje por Poseidón Vie Dic 16, 2016 12:52 pm

Aquello estaba condenado a explotar por los aires, sendas embarcaciones se irían al Tártaro, solo tenia que aguantar el tiempo suficiente como para que mi tripulación abandonara el barco.
Mas allí estaba la maldita cazadora del demonio, que decidida a destrozar mis planes, venia para entablar batalla con la mole de Cronos.
Ella no tenia posibilidad alguna contra el, era una bestia sanguinaria, un ser sin escrúpulos, uno al que Nessanie le arrancó hace ya mucho tiempo el corazón.

Me sorprendió escuchar a Soae hablarle así, como si se conocieran y un pasado los atara de un modo u otro, mas no era momento de preguntas, si no de salir pitando de allí.
Una mirada bastó para que Sonae supiera lo que había hecho, parece que ella entretendría a Cronos mientras yo sacaba del barco a la terca cazadora, que no entendía que mis ordenes se obedecen y no se discuten por eso soy el maldito capitán.

La agarre ´por la cintura mientras forcejeaba como una loca por llegar a lo que ella creía su destino y cansado e tirar, llevé mi mano a su cuello presionando dos puntos exactos que le robaron durante unos segundos el aliento.
La dama callo desmayada en mis brazos, mucho mas sencillo ahora, la arrastre hacia una de las barandas del barco y juntos nos fuimos al agua.

Nadé con ella alejándome de la inmediata explosión, hasta que ella abrió los ojos segundos antes de que todo explosionara saltando por los aires.
Cubrí su cuerpo con mis brazos, para evitar que ningún madero o astilla la rozase.
-Tranquila, estamos a salvo.
Fruncí el ceño mirándola
-Te lo dije, las mujeres dais mal fario, has destrozado mi navío.

Supliqué la resto de dioses del Olimpo que la otra cazador hubiera logrado sacar del agua a Gatto, aunque por lo que mis ojos rememoraban, algo me decía que mi amigo había cruzado ya las nueve puertas que lo separaban del mundo de los vivos.
Solo nos quedaría llorar su muerte y darle las monedas para pagar al barquero en su viaje por el Estigio.
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Mensaje por Sonae Sáb Dic 17, 2016 9:39 am

Seguía luchando, contra el capitán del barco enemigo, contra un hombre que había conocido a la perfección, aunque ahora lo dudaba, pues ni siquiera entendía como podía estar vivo. Aunque intentaba negar aquellos cálidos recuerdos que llegaban a su memoria, como embriagadores aromas, que nublaban por momentos sus sentidos, haciéndola débil y torpe, no podía deshacerse de ellos. Ver su rostro, sus labios, su nariz, hasta el gesto altanero que ahora parecía mas fiero e hiriente, le hacía recordar aquellos días en un bosque lejano. Cuando se hiciera parte de un grupo de sobrenaturales rebeldes, que se dedicaban a sobrevivir de la forma que fuera, sin pensar en mañanas, siendo una familia, tal vez su verdadera familia, esa que no la abandonara en mitad de una batalla. Si, a Cronos le debía mucho, hasta la propia vida, al igual como ella lo había salvado en otras oportunidades, ellos, se habían pertenecido, protegido. El cariño que había surgido entre ellos, se había vuelto un amor que surgió como el incendio que un rayo en mitad de la tormenta, crea en el corazón de los bosques, que mata y destruye, pero que a la vez crea nueva vida.

La cambiante, asestaba golpe tras golpe, mirándole a los ojos, intentando encontrar en ellos, el brillo segador de antaño, mas ya no existía, como si su alma hubiera muerto, y ahora fuera una triste y peligrosa marioneta. Un nudo en su garganta la ahogaba, las lagrimas no podían aparecer en esa situación, no debía dejar que los sentimientos la dominaran, mas en ese instante solo deseaba convertirse en lobo y huir de allí, lo mas lejos posible, tal vez hasta esos bosque que alguna vez los arroparon, que les permitió vivir un tiempo de paz y sosiego. Uno que parecía, jamás iba a volver.

Claro que podía matarlo, ¿acaso no era una de las guerreras mas valiosas del reino? si, la más letal, pero aunque su deber era aniquilarlo, su corazón no se lo permitía, y fue ese sentimiento de cariño, de amor, el que la llevó a no estar atenta cuando el barco estalló. Hubiera muerto de no ser porque nuevamente Cronos, la salvara, tomándola de la pechera de su vestido y arrastrándola con él al agua. Se hundió por unos segundos, saliendo a flote, no muy lejos del cambiante. Su mirada le buscó, intentando asegurarse que no estaba herido. Cuando se cercioró de que fuera sí, giró su cuerpo, intentando localizar a los integrantes de la tripulación, a su familia. Allí, a unas pocas brazadas de distancia, se encontraba Poseidon, con la cazadora. Inspiró profundamente, para luego suspirar, sonriendo de forma leve, si ellos habían salido con bien, eso quería decir que los demás debían haber corrido suertes similares. Debía alejarse del oso, y ayudar a los suyos, la lucha, por hoy había concluido. El pasado debía quedar atrás y ser olvidado.

Tras un golpe seco en su nuca, que le produjo un dolor agudo, la negrura se apoderó de su cabeza, quedando inconsciente, en el agua. Se había descuidado, por segunda vez en su vida, había bajado la guardia, había confiado en un hombre, porque no podía creer que su antiguo compañero se hubiera vuelto su peor pesadilla, pero así se presentaban las cosas. Ahora estaba en sus manos y podía hacer con ella, lo que quisiera.
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Mensaje por Azlyn Kelly Lun Dic 19, 2016 2:29 am

Mi objetivo lo tenía claro, luchar contra esa bestia que había destripado a uno de los nuestros y que ahora presentaba batalla contra Poseidón. Parecía el único enemigo capaz de causar estragos entre nosotros y vencerle sería el primer paso para tener la opción de ganar aquella cruenta batalla como fuese. Fui haciéndome camino con la katana entre otros tripulantes del barco enemigo que osaban intercederse en mi propósito, tripulantes que sin mucha complicación iban cayendo sobre el entarimado del barco.
La mujer que había subido al mismo tiempo que nosotras y que parecía conocer a los cazadores acudió en ayuda del capitán, encarándose a esa bestia parda que parecía disfrutar con el hecho de tener a varios cazadores ocupándose solo de él. Pero cuando Poseidón se percató de que me aproximaba hacia él, dejó de luchar y comenzó a tratar de interponerse ante mi objetivo.

-Pero, ¿qué haces? Hay que terminar con él si queremos ganarles.- discutí cuando el terco capitán me sujetó de la cintura para tratar de alejarme de allí, no sin que yo opusiese resistencia. ¿Es que acaso se pensaba que no sería capaz de hacer frente a ese hombre? Era cazadora desde siempre, había matado sin que me temblase el pulso a toda clase de bestias. Detestaba cuando los hombres se ponían gallitos y pensaban que por ser mujer no podíamos ser tan eficaces como ellos.
Llevó su mano a mi cuello con rapidez, presionando solo con dedos en éste. Enarqué una ceja confundida por su gesto, dejando de patalear por un instante para preguntarle qué narices estaba haciendo, cuando de pronto sentí como mis ojos se cerraban y perdía el conocimiento.

-Serás cab…- no pude terminar la frase mientras caía a plomo entre sus brazos. Oscuridad era todo lo que se cernía sobre mí mientras sentía como el cazador cargaba con mi cuerpo.
Las frías aguas saladas fueron las que me hicieron recobrar el conocimiento, ¿cómo habíamos llegado hasta allí si hacía un segundo estábamos sobre la cubierta del navío? Poseidón me sujetaba con fuerza observando su barco con recelo, cuando una gran explosión mandó las dos embarcaciones al fondo del mar. El capitán me abrazó con fuerza cuando esto sucedió, evitando que cualquier cascote pudiese dañarme.

Lo miré confusa cuando nuestros rostros se quedaron uno frente al otro mirándose, cuando seguíamos abrazados en esas frías aguas que nos causarían una hipotermia si continuábamos en ellas. Sus palabras tranquilizadoras dibujaron una agradecida sonrisa en mis labios. Coloqué mis manos sobre sus hombros para sujetarme mejor y entonces su semblante cambió y empezó a reñirme por lo sucedido a su barco.

-¿Desde cuándo un barco explota por qué una mujer se suba a él? Algún lunático tenía pólvora en las reservas del barco y le debe haber prendido fuego.- protesté enfadada frente a sus labios, con el ceño fruncido. Su expresión me lo dijo todo, había sido él quien había prendido la mecha, y tenía la osadía de echarme la culpa.

Lo hundí por los hombros durante unos segundos bajo esas frías aguas que le ayudarían a pensar antes de hablar, controlando mis ganas de extrangularlo con sendas manos. ¿Cómo se podía ser tan… arrghh? Lo subí de nuevo de las solapas de su camisa, buscando su mirada entre todas esas gotas de agua que resbalaban por su atractivo rostro, y sin poder evitarlo busqué sus labios con los míos con necesidad, por la tensión del momento, por la adrenalina que todavía recorría nuestros cuerpos, sintiendo por fin ese beso que se había quedado pospuesto el día que nos conocimos en la cafetería.
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Mensaje por Gatto Jue Dic 22, 2016 9:39 am

En un duerme vela, sentí que algo tiraba de mi cuerpo, apenas era capaz de sentir nada, de echo mis ojos estaban completamente cerrados.
Oscuridad, no había dolor, solo el frio combinado con el calor.
Esa debía ser la ascensión al templo griego, a nuestro paraíso, allí donde los dioses nos esperaban en su panteón.

Estaba preparado, no sentía miedo, ni desazón, a fin de cuentas, para eso había sido entrenado. Mi vida era la guerra y cuando eres un guerrero, se vive con intensidad mas se muere joven.
Me hubiera gustado despedirme de mucha gente, mas no me guardaba ningún “te quiero” en el petate.
Aquellas personas que eran importantes, lo sabían, quizás no por palabras, si no por mis hechos de cada día.

Nombrarlos era complicado, desde mis padres, a mi maestro a esos cazadores que se habían consolidado como mi familia, amigos de armas, de guerra de sangre, a todos ellos, muchas gracias.
Hoy no seria el hombre que era sin haber gozado de sus palmadas en el hombro, de sus manos para ayudarme a alzarme o de sus palabras pasándome una botella de whisky cuando en pie me sentía mas caído que nunca.

Mi hogar siempre fue uno en el que la guerra era lo único que traía la paz, mi muerte no seria en balde, si le otorgaba a Agarwaen el tiempo suficiente para reponerse, coger sus cimitarras y luchar.
Quizás nunca les había dicho que los quería, pero hasta la ultima de las gotas de sangre que el mar absorbía lo gritaba.
Ellos eran mi familia.

Luego estaba ella, esa bocanada de aire fresco que conocí en una taberna de París, recuerdo cuando fingí que la violaría, su cara de enfado, nuestra pelea, nuestra noche en la playa donde la hice mía.
Tampoco le dije un “te quiero” seguramente porque sabia esto.
Mi vida no iba a ser eterna mas si intensa y me alegraba de que entre sus brazos hubiera pasado mis ultimas noches, ella también tenia un lugar en mi corazón, aunque no lo admitiera.
Se feliz pequeña.
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Mensaje por Zorro Jue Dic 22, 2016 11:08 am

Maldita bruja, sus poderes oscuros no tenían rival, mi intento de pillarla desprevenida había fracasado y ahora frente a mi, alzaba la nigromante unos cuerpos sesgados de vida, con cuencas vacías, dispuestos a matarme
Sonrisa de medio lado ,altiva, desafiante, mi mirada se hundió en la de esa mujer.
-¿que tal se vive sabiendo que tu mayor obsesión se folla a otra cada noche?

Relamí mis labios asentando el primer tajo a uno de los costados de los zombis, un giro rápido para cortar los ligamentos de otro.
Mas lo malo de que ya estén muertos, es que no sienten dolor y que siguen atacando, estaba perdido, claro que el zorro siempre encuentra un agujero en el gallinero¿acaso no sabe eso la gallina?

No tarde mucho en encontrar mi escapatoria, alcé la vista hasta un cabo de soga enganchada al mástil, seguro que si enredaba ese trozo en mi muñeca y cortaba el otro lado, saldría disparado por los aires directo al mar.

Dispuesto a realizar tal peregrinación hacia mi libertad, la bruja volvió a usar ese control mental que me ensimismo el tiempo suficiente como para que con su propia sangre pintara en mi frente un pentagrama.
Sus palabras sonaron como la tormenta de una noche de verano, y una luz prendió fuego en mi frente para desaparecer por esta.

Dispuesta a dejarme ir, me invitaba a volver cuando estuviera listo para servirle, osea, nunca.
La contemplé unos segundos fijamente tiempo mas que suficiente para descubrir su oscura naturaleza.
-Antes muerto, nunca dejare de ser fiel a Agarwaen, ninguno de nosotros dejara de serle fiel ¿sabes por que?
Sonrisa ladina en mi rostro.
-Porque él no necesita usar un látigo para empujarnos contra tu barco ¿aun no lo has notado? Tus hombres funcionan por temor, los de Agarwaen, somos fieles por lealtad.
Mi vida y mi muerte le pertenecen a él, porque él es un guerrero con principios, con orgullo.
Lleva luz a este infierno en el que vosotros nos habéis sumergido.
Nunca te serviré.

Esas fueron mis ultimas palabras, antes de lanzar la daga contra la soga y salir disparado hacia el mar.
Nadé durante muchas millas, hasta alcanzar la costa, tras escuchar una fuerte explosión a mis espaldas. Deseaba con todas mis fuerzas, que los míos sigieran a salvo, pero ahora, solo podía hacer una cosa, ir a la mansión de Agarwaen, informarle del suceso y sin duda, ese seria el punto de reunión si es que había sobrevivido alguien ademas de yo.
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