AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La forja (privado)(+18)
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La forja (privado)(+18)
Como todas las mañanas las primeras luces del alba entraron por el postigo de mi ventana, no podría decir que las vi, mas si sentí dos golpes en la puerta de las callosas manos de mi padre.
El trabajo en la herrería era sacrificado, supongo que como la mayoría de los trabajos de labriegos, zapateros... oficios que sacaban adelante numerosas familias a duras penas, pues los diezmos impuestos por nuestro rey no eran solo abusivos, me atrevería a decir que incluso sangrantes.
Aun así, la herrería tenia el trabajo suficiente como para poder seguir adelante, así que clavé los pies en el suelo, alargué la mano tomando el bastón que tenia al lado izquierdo del cabezal del camastro y con este, me acerqué al armario para tomar ropa limpia y colocármela antes de bajar al rustico salón.
El olor a revuelto de huevos, pan tostado y carne que hacia mi madre se podía sentir desde las escaleras de madera que crujían a cada paso. Tomamos asiento en la mesa y tras mi madre agradecer a los dioses los alimentos devoramos el copioso desayuno.
Así emprendimos mi padre y yo un nuevo día en al herrería, encendiendo el fuego para poder forjar el acero.
Teníamos bastante trabajo, pues en el norte una guerra se libraba y había demasiados manos reclutadas para blandir armas.
Mi aldea era de las mas devastadas por el férreo puño del rey, no solo porque se habían llevado gran cantidad de muchachos jóvenes que aun no tenían edad de luchar pero lo harían por una guerra que no entendían, si no porque varias vírgenes habían sido arrancadas del seno de sus familias para Odin sabe que.
Yo era ciego, no servia para los designios de nuestro rey, mi padre ya anciano para manejar la espada y sin nociones para hacerlo, le forjaba las armas, ese era el trato al que habían llegado.
Sequé el sudor de mi frente con la manga de la camisa mientras hacia una breve pausa antes de continuar dando con el martillo al acero que sobre el Yunque reposaba.
Paraba de vez en cuanto para palpar la templanza sujetándola con al mano extendida. La enfriaba para tocar el acero, acariciando la hoja para sentir si había muesca o fallo alguno que no la hiciera perfecta y de nuevo, la calentaba bajo las llamas para seguir forjandola.
La voz de una mujer preguntando por mi a mi padre hizo detener el atronador ruido.
Lo bueno de estar ciego era que le resto de mis sentidos se habían afilado con el paso del tiempo.
Me buscaba, al parecer era una de las cabecillas del ejercito del rey y mi presencia era requerida en palacio, la pregunta era ¿para que?
Dejé lo que estaba haciendo para acercarme a mi padre, porte arrogante al posar la mano sobre su hombro.
Lo conocía y estaba a punto de saltar y comentar cualquier imprudencia que bien le costaría la vida.
-Dile a nuestro rey que si pretende tener las armas para aplacar la revolución no tengo tiempo para visitas de cortesía.
El trabajo en la herrería era sacrificado, supongo que como la mayoría de los trabajos de labriegos, zapateros... oficios que sacaban adelante numerosas familias a duras penas, pues los diezmos impuestos por nuestro rey no eran solo abusivos, me atrevería a decir que incluso sangrantes.
Aun así, la herrería tenia el trabajo suficiente como para poder seguir adelante, así que clavé los pies en el suelo, alargué la mano tomando el bastón que tenia al lado izquierdo del cabezal del camastro y con este, me acerqué al armario para tomar ropa limpia y colocármela antes de bajar al rustico salón.
El olor a revuelto de huevos, pan tostado y carne que hacia mi madre se podía sentir desde las escaleras de madera que crujían a cada paso. Tomamos asiento en la mesa y tras mi madre agradecer a los dioses los alimentos devoramos el copioso desayuno.
Así emprendimos mi padre y yo un nuevo día en al herrería, encendiendo el fuego para poder forjar el acero.
Teníamos bastante trabajo, pues en el norte una guerra se libraba y había demasiados manos reclutadas para blandir armas.
Mi aldea era de las mas devastadas por el férreo puño del rey, no solo porque se habían llevado gran cantidad de muchachos jóvenes que aun no tenían edad de luchar pero lo harían por una guerra que no entendían, si no porque varias vírgenes habían sido arrancadas del seno de sus familias para Odin sabe que.
Yo era ciego, no servia para los designios de nuestro rey, mi padre ya anciano para manejar la espada y sin nociones para hacerlo, le forjaba las armas, ese era el trato al que habían llegado.
Sequé el sudor de mi frente con la manga de la camisa mientras hacia una breve pausa antes de continuar dando con el martillo al acero que sobre el Yunque reposaba.
Paraba de vez en cuanto para palpar la templanza sujetándola con al mano extendida. La enfriaba para tocar el acero, acariciando la hoja para sentir si había muesca o fallo alguno que no la hiciera perfecta y de nuevo, la calentaba bajo las llamas para seguir forjandola.
La voz de una mujer preguntando por mi a mi padre hizo detener el atronador ruido.
Lo bueno de estar ciego era que le resto de mis sentidos se habían afilado con el paso del tiempo.
Me buscaba, al parecer era una de las cabecillas del ejercito del rey y mi presencia era requerida en palacio, la pregunta era ¿para que?
Dejé lo que estaba haciendo para acercarme a mi padre, porte arrogante al posar la mano sobre su hombro.
Lo conocía y estaba a punto de saltar y comentar cualquier imprudencia que bien le costaría la vida.
-Dile a nuestro rey que si pretende tener las armas para aplacar la revolución no tengo tiempo para visitas de cortesía.
Última edición por Aren Cannif el Lun Jun 12, 2017 3:32 pm, editado 1 vez
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
Dicen que “el tiempo todo lo borra y pone todo en su lugar”. Desde aquel fatídico viaje con exitosos resultados, quedó en el olvido. Regresó a su hogar como una persona diferente. Muchos se sorprendieron al cambio de la Alfa, ya no pensaba…ahora actuaba y no contemplaba las consecuencias o beneficios. Nada importaba ahora, solo encontrar guerreros para la batalla. Pronto se celebraría una épica y su rey le encomendó la más importante de las misiones, una que solo ella sería capaz de ejecutar.
No sería fácil pero acaso ¿no era esa su especialidad? Los retos. Su rey quería, deseaba aquel muchacho fruto del amor de un Cannif. Un simple hombre que apenas se valía por sí mismo. Ese fue el único dato a destacar y de ahí, tendría que dar con la persona en cuestión. Según tenía entendido, ese Cannif no era reconocido, ni siquiera él mismo sabía de su linaje. Buscar a ese muchacho le supondría tiempo y apenas le quedaba, el reloj de arena consumía cada segundo. Debía llevarlo a sus orígenes cuanto antes, entregárselo a su rey y para al menos, para sí misma… sería la cumbre.
Un Cannif en contra de todos los demás , ¿no era maravilloso? Los odiaba. Era solo oír ese apellido y las puertas del infierno se abriesen, su ira no conocía paragón. No sería difícil, la zona en la que supuestamente vivía, básicamente solo vivían gente humilde que se ganaba el pan con su trabajo de cada día. Gente corriente, no sería un guerrero pero sí un herrero. Según pudo averiguar, se dedicaba a la herrería. No sería un guerrero pero sí conocería las armas.
Le llevó prácticamente un par de semanas, dar con el supuesto Cannif abandonado. El hijo del herrero, un joven inútil discapacitado. Nació con el castigo de no poder ver y al menos su padre, pudo enseñarle el oficio. Un hombre que no aportaría nada a su rey, ¿cómo iba a combatir en batalla? Aún así, las órdenes eran las órdenes.
Apenas había salido el sol cuando se presentó en el negocio, preguntando por su hijo… su supuesto hijo. Altanera, con las manos en jarra en la cintura, clavó sus orbes como la noche en aquel maldito arrogante…estaba claro que era uno de ellos. Ninguno se salvaba, todos te desafiaban y él no iba a ser menos. Su respuesta fue una sonrisa de medio lado, una pena que no la apreciase. Rió por sus palabras, no bastaba una frase de “no quiero ir” para que se marchase, iba a ir con ella quisiese o no, estaba allí para eso.
-No hago visitas de cortesía -intentó suavizar el tono pero le fue imposible, solo de pensar que era un Cannif…-Nuestro rey le reclama, desea que le acompañe, necesita de vuestros servicios y sereis gratamente recompensados. ¿No se supone que es lo que todo…de su clase desea? -tuvo que apretar los labios con fuerza, si le atacaba de esa forma, no iría jamás -Le necesita y no con el fin de elaborar armas. Necesito hablar con vos. A solas, es oficial, no puede enterarse nadie…ni siquiera su padre -ojos claros, cabello oscuro y esa determinación que les precedía… su condena.
Salió del lugar, caminó unos pasos, alejándolo… quedase a su suerte y merced. Cerró los ojos antes de actuar, apenas le dejó decir nada más. Golpe seco, alejándolo de allí, adentrándose en el bosque con él a su lomo cuando despertase, ya no sería ese herrero… emprendería el viaje a la verdad, a conocer quién realmente era.
Ojos ambarinos que lo observaban aún dormir, le recorrió con la mirada, un simple hombre. No era fuerte, ni valiente…¿Seguro que era un Cannif? Iba a ser fácil…muy fácil.
No sería fácil pero acaso ¿no era esa su especialidad? Los retos. Su rey quería, deseaba aquel muchacho fruto del amor de un Cannif. Un simple hombre que apenas se valía por sí mismo. Ese fue el único dato a destacar y de ahí, tendría que dar con la persona en cuestión. Según tenía entendido, ese Cannif no era reconocido, ni siquiera él mismo sabía de su linaje. Buscar a ese muchacho le supondría tiempo y apenas le quedaba, el reloj de arena consumía cada segundo. Debía llevarlo a sus orígenes cuanto antes, entregárselo a su rey y para al menos, para sí misma… sería la cumbre.
Un Cannif en contra de todos los demás , ¿no era maravilloso? Los odiaba. Era solo oír ese apellido y las puertas del infierno se abriesen, su ira no conocía paragón. No sería difícil, la zona en la que supuestamente vivía, básicamente solo vivían gente humilde que se ganaba el pan con su trabajo de cada día. Gente corriente, no sería un guerrero pero sí un herrero. Según pudo averiguar, se dedicaba a la herrería. No sería un guerrero pero sí conocería las armas.
Le llevó prácticamente un par de semanas, dar con el supuesto Cannif abandonado. El hijo del herrero, un joven inútil discapacitado. Nació con el castigo de no poder ver y al menos su padre, pudo enseñarle el oficio. Un hombre que no aportaría nada a su rey, ¿cómo iba a combatir en batalla? Aún así, las órdenes eran las órdenes.
Apenas había salido el sol cuando se presentó en el negocio, preguntando por su hijo… su supuesto hijo. Altanera, con las manos en jarra en la cintura, clavó sus orbes como la noche en aquel maldito arrogante…estaba claro que era uno de ellos. Ninguno se salvaba, todos te desafiaban y él no iba a ser menos. Su respuesta fue una sonrisa de medio lado, una pena que no la apreciase. Rió por sus palabras, no bastaba una frase de “no quiero ir” para que se marchase, iba a ir con ella quisiese o no, estaba allí para eso.
-No hago visitas de cortesía -intentó suavizar el tono pero le fue imposible, solo de pensar que era un Cannif…-Nuestro rey le reclama, desea que le acompañe, necesita de vuestros servicios y sereis gratamente recompensados. ¿No se supone que es lo que todo…de su clase desea? -tuvo que apretar los labios con fuerza, si le atacaba de esa forma, no iría jamás -Le necesita y no con el fin de elaborar armas. Necesito hablar con vos. A solas, es oficial, no puede enterarse nadie…ni siquiera su padre -ojos claros, cabello oscuro y esa determinación que les precedía… su condena.
Salió del lugar, caminó unos pasos, alejándolo… quedase a su suerte y merced. Cerró los ojos antes de actuar, apenas le dejó decir nada más. Golpe seco, alejándolo de allí, adentrándose en el bosque con él a su lomo cuando despertase, ya no sería ese herrero… emprendería el viaje a la verdad, a conocer quién realmente era.
Ojos ambarinos que lo observaban aún dormir, le recorrió con la mirada, un simple hombre. No era fuerte, ni valiente…¿Seguro que era un Cannif? Iba a ser fácil…muy fácil.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/05/2017
Localización : Dónde tú estés.
Re: La forja (privado)(+18)
Aquella mujer no se rendía, no quería un enfrentamiento en la herrería, no cuando podía escuchar a la perfección el sonido del acero que portaba envainado a sus espaldas.
No era por muy buenas palabras que usara, una visita de cortesía, esa mujer era una guerrera y por los movimientos de pies que tenia al recolocar el peso, de las buenas.
Ladeé la sonrisa tratando de calmar a mi padre, mi mano en su pecho para que no avanzara hacia ella y acepté porque no me quedaba mas remedio, acudir a hablar a solas con ella.
-No me matará lo que me tiene que decir -bromeé hablando con mi padre antes de emprender camino con ella.
Como temía su traición llegó antes incluso de lo que yo creía, me noqueó y al despertar ni siquiera era consciente del lugar donde me había arrastrado esa mujer.
Llevé la mano al golpe de mi cabeza, bastante aturdido mientras trataba a su vez de ganar tiempo.
Mis manos acariciaron el suelo, palpando la tierra mezclada con piedras, estábamos en el bosque. Ladeé la cabeza escuchando el ruido de los pájaros, ardillas corriendo entre las ramas de los arboles, aunque lo que mas llamó mi atención era el agua cayendo de frente,y muriendo salvaje posiblemente en un lago de grandes dimensiones.
La mujer me hablaba, creo que tratando de ver si el golpe no me había dejado tonto, me trataba como si fuera un minusvalido.
Ladeé la sonrisa, en mi debilidad se encontraba mi plan de fuga.
-No veo nada, por si no te has dado cuenta -espeté altivo alzando la cabeza en su dirección -sin el bastón no puedo caminar, así que tendrás que ayudarme mujer si esperas que me ponga en pie y te siga allá donde me quieras llevar.
La mujer se acerco, la oía resoplar como si la idea de tenerme cerca le molestara de sobremanera.
-Fácil solución tiene esto, vete y dile a tu rey que no me has encontrado, si mi presencia te desagrada, imagina a mi la tuya -aseguré con fiereza.
En cuanto sentí el tacto de su mano en mi hombro para ayudarme a ponerme en pie, lleve la mano derecha con fuerza contra su cabeza.
Había tomado un buen pedrusco que estampé sin miramientos y antes de que esa mujer pudiera reaccionar, corrí hacia el lugar donde oía el agua caer. Si estaba en lo cierto debía ser un precipicio con una cascada y si eso era así, abajo tenia que haber agua.
Por Odin que hubiera suficiente profundidad y pocas rocas con las que chocar.
Mis pies quedaron pronto sobre el vació, atrás los gritos de la mujer ahora si preocupada por mi temeridad.
El aire envolvía mi cuerpo mientras caía en picado hacia el fondo de aquel lago de aguas bravas que pronto me envolvió por completo.
Los dioses me favorecieron, pues, aparte de algunos rasguños por las puntiagudas rocas, no me lastimé mas de la cuneta.
Me dejé llevar ligeramente por la corriente hasta que aferré un tronco, agarrándome con fuerza, desconocía donde estaba pero cualquier sitio era mejor que con ella.
No era por muy buenas palabras que usara, una visita de cortesía, esa mujer era una guerrera y por los movimientos de pies que tenia al recolocar el peso, de las buenas.
Ladeé la sonrisa tratando de calmar a mi padre, mi mano en su pecho para que no avanzara hacia ella y acepté porque no me quedaba mas remedio, acudir a hablar a solas con ella.
-No me matará lo que me tiene que decir -bromeé hablando con mi padre antes de emprender camino con ella.
Como temía su traición llegó antes incluso de lo que yo creía, me noqueó y al despertar ni siquiera era consciente del lugar donde me había arrastrado esa mujer.
Llevé la mano al golpe de mi cabeza, bastante aturdido mientras trataba a su vez de ganar tiempo.
Mis manos acariciaron el suelo, palpando la tierra mezclada con piedras, estábamos en el bosque. Ladeé la cabeza escuchando el ruido de los pájaros, ardillas corriendo entre las ramas de los arboles, aunque lo que mas llamó mi atención era el agua cayendo de frente,y muriendo salvaje posiblemente en un lago de grandes dimensiones.
La mujer me hablaba, creo que tratando de ver si el golpe no me había dejado tonto, me trataba como si fuera un minusvalido.
Ladeé la sonrisa, en mi debilidad se encontraba mi plan de fuga.
-No veo nada, por si no te has dado cuenta -espeté altivo alzando la cabeza en su dirección -sin el bastón no puedo caminar, así que tendrás que ayudarme mujer si esperas que me ponga en pie y te siga allá donde me quieras llevar.
La mujer se acerco, la oía resoplar como si la idea de tenerme cerca le molestara de sobremanera.
-Fácil solución tiene esto, vete y dile a tu rey que no me has encontrado, si mi presencia te desagrada, imagina a mi la tuya -aseguré con fiereza.
En cuanto sentí el tacto de su mano en mi hombro para ayudarme a ponerme en pie, lleve la mano derecha con fuerza contra su cabeza.
Había tomado un buen pedrusco que estampé sin miramientos y antes de que esa mujer pudiera reaccionar, corrí hacia el lugar donde oía el agua caer. Si estaba en lo cierto debía ser un precipicio con una cascada y si eso era así, abajo tenia que haber agua.
Por Odin que hubiera suficiente profundidad y pocas rocas con las que chocar.
Mis pies quedaron pronto sobre el vació, atrás los gritos de la mujer ahora si preocupada por mi temeridad.
El aire envolvía mi cuerpo mientras caía en picado hacia el fondo de aquel lago de aguas bravas que pronto me envolvió por completo.
Los dioses me favorecieron, pues, aparte de algunos rasguños por las puntiagudas rocas, no me lastimé mas de la cuneta.
Me dejé llevar ligeramente por la corriente hasta que aferré un tronco, agarrándome con fuerza, desconocía donde estaba pero cualquier sitio era mejor que con ella.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
La misión era clara y sencilla, reunir al perdido supuesto Cannif con su rey. Fin. Apenas le llevaría un par de semanas, quizás un poco más ¿qué tiempo era ese? Ninguno. Además ¿qué problemas tendría con el herrero? Apenas podía caminar si alguien no dirigía sus pasos. Y lo mejor de todo, era la recompensa. Su manada quedaría protegida por la mano del rey sin sufrir consecuencias de posibles enemigos. Un plan maestro, ¿qué podía salir mal?
Cannif. Cada palabra de ese apellido, aún las conservaba en el corazón. Un corazón sin vida, uno que amó con fervor y pasión, ofreciéndolo todo a cambio de nada y aún así era suficiente. Noquearlo fue un juego de niños y arrastrarlo hasta el bosque , más de lo mismo. Lo dejó caer al suelo sin contemplaciones, sin pensar en si le hacía daño o no. qué le importaba un mísero hombre y más , la sangre que corría por sus venas. Lo miraba fijamente y su gesto no podía abandonar sonrisa suficiente y gesto de desagrado, si por ella fuese lo mataba con sus propias manos , mejor recompensa que aquella no iba a tenerla nunca.
-Sí, me di cuenta de que es un inútil. Poco a aportar tiene a su favor. Dadme la mano -fue atacada a traición, la piedra impactó en su cabeza y el dolor general se apoderó de cada poro de su cuerpo. Gritó maldiciones, intentando atraparle en su intento de fuga. No llegaría muy lejos, el bastón lo dejó en el lugar donde le noqueó, menos defensa. Se había propuesto en no solo enfadarla, si no que el día empezase de un modo no deseado. Ya deberían estar de camino, en uno opuesto aquel.
Insensato. Saltó para salvar su vida cuando se había más que condenado. Dejó que saltase, intentando no desmayarse, perdió mucha sangre pero ¿acaso era suficiente para detenerla? No. Ni estando al borde de la muerte jamás nadie la pararía. Y tampoco demasiado, era su presa, debía darle caza. Saltó buscando la zona más profunda, allá donde el agua moría en la cascada. Impacto contra el agua, buscándole bajo ésta sin resultado hasta que lo pudo apreciar dirigirse mecido por la corriente hacia el final del acantilado. Necio más que necio, iba a muerte segura.
Nadó aprisa, el rey lo quería vivo y a este paso, ella misma lo conduciría a la muerte. Apenas unos metros quedaban, sonrió de medio lado al ver unas ramas lo suficientemente fuertes para agarrarse, después de haberlo atrapado y llevado a la orilla. Su brazo lo atrapó por el cuello, no fue delicada, le había enfadado aún más de lo que ya lo estaba por el simple hecho de ser quién era. Apenas le costó trabajo, se enganchó a la rama y lo sacó del agua de una brazada, el enfado y las ganas de asesinarlo aumentaban a cada segundo.
Respiración agitada, cuerpos mojados, ira que no dejaba de crecer. Maldito infeliz. Gruñó tomándole de la ropa, alzándole del suelo , apenas le costaba. La espalda del hijo perdido , impactó con una de las cortezas de árbol , cuerpo apresando al ajeno.
-NUNCA. JAMÁS. Vuelvas a escaparte, tu sitio está en la Corte, el rey quiere verte, e irás, da igual que no quieras-lo tomó con firmeza, fuerza del cuello, sus labios muy cerca de los del Cannif, podía sentir su cálido aliento -Ahora eres mío. Aren -estuvo a punto de decir su apellido. Tuvo que morderse la lengua, apretar un tanto su cuello, qué indefenso … ¿y ese hombre se suponía iba a ayudar al rey? Estaba mucho mejor muerto, como debió cuando nació.
Cannif. Cada palabra de ese apellido, aún las conservaba en el corazón. Un corazón sin vida, uno que amó con fervor y pasión, ofreciéndolo todo a cambio de nada y aún así era suficiente. Noquearlo fue un juego de niños y arrastrarlo hasta el bosque , más de lo mismo. Lo dejó caer al suelo sin contemplaciones, sin pensar en si le hacía daño o no. qué le importaba un mísero hombre y más , la sangre que corría por sus venas. Lo miraba fijamente y su gesto no podía abandonar sonrisa suficiente y gesto de desagrado, si por ella fuese lo mataba con sus propias manos , mejor recompensa que aquella no iba a tenerla nunca.
-Sí, me di cuenta de que es un inútil. Poco a aportar tiene a su favor. Dadme la mano -fue atacada a traición, la piedra impactó en su cabeza y el dolor general se apoderó de cada poro de su cuerpo. Gritó maldiciones, intentando atraparle en su intento de fuga. No llegaría muy lejos, el bastón lo dejó en el lugar donde le noqueó, menos defensa. Se había propuesto en no solo enfadarla, si no que el día empezase de un modo no deseado. Ya deberían estar de camino, en uno opuesto aquel.
Insensato. Saltó para salvar su vida cuando se había más que condenado. Dejó que saltase, intentando no desmayarse, perdió mucha sangre pero ¿acaso era suficiente para detenerla? No. Ni estando al borde de la muerte jamás nadie la pararía. Y tampoco demasiado, era su presa, debía darle caza. Saltó buscando la zona más profunda, allá donde el agua moría en la cascada. Impacto contra el agua, buscándole bajo ésta sin resultado hasta que lo pudo apreciar dirigirse mecido por la corriente hacia el final del acantilado. Necio más que necio, iba a muerte segura.
Nadó aprisa, el rey lo quería vivo y a este paso, ella misma lo conduciría a la muerte. Apenas unos metros quedaban, sonrió de medio lado al ver unas ramas lo suficientemente fuertes para agarrarse, después de haberlo atrapado y llevado a la orilla. Su brazo lo atrapó por el cuello, no fue delicada, le había enfadado aún más de lo que ya lo estaba por el simple hecho de ser quién era. Apenas le costó trabajo, se enganchó a la rama y lo sacó del agua de una brazada, el enfado y las ganas de asesinarlo aumentaban a cada segundo.
Respiración agitada, cuerpos mojados, ira que no dejaba de crecer. Maldito infeliz. Gruñó tomándole de la ropa, alzándole del suelo , apenas le costaba. La espalda del hijo perdido , impactó con una de las cortezas de árbol , cuerpo apresando al ajeno.
-NUNCA. JAMÁS. Vuelvas a escaparte, tu sitio está en la Corte, el rey quiere verte, e irás, da igual que no quieras-lo tomó con firmeza, fuerza del cuello, sus labios muy cerca de los del Cannif, podía sentir su cálido aliento -Ahora eres mío. Aren -estuvo a punto de decir su apellido. Tuvo que morderse la lengua, apretar un tanto su cuello, qué indefenso … ¿y ese hombre se suponía iba a ayudar al rey? Estaba mucho mejor muerto, como debió cuando nació.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Localización : Dónde tú estés.
Re: La forja (privado)(+18)
Tras de mi, el chapoteo de un cuerpo que nadaba a braza hacia donde yo estaba.
Gruñí molesto, esa mujer era demasiado terca y al parecer no pensaba dejarme salir airoso en mi plan de fuga, mas si creía que por estar ciego era blanco fácil, se equivocaba.
Tiró de mi luchando contra la corriente hasta que juntos alcanzamos la orilla, nuestros cuerpos enredados emprendieron una pelea sobre la tierra quedando ambos embarrados.
Jadeábamos por el esfuerzo tratando de agarrar al otro para quedar victoriosos, ella para cumplir la voluntad de su rey, yo porque me estimaba en demasía mi libertad como para dejar que ese rey me colocara los grilletes para exhibirme como un mono de feria.
Rugía rabiosa hasta con esa fuerza inaudita en una mujer ,me alzo haciendo que mi espalda impactara contra al rugosa corteza del árbol.
Su aliento impactaba contra mis labios mojados, las gotas resbalaban por mi pelo, pestañas muriendo en mi boca.
-Usaré mi ultimo aliento para huir de tu rey -jadeé contra su boca por el esfuerzo -te aconsejo que calmes tus aires conmigo estoy ciego pero no soy un inútil como quieres creer.
Alcé la cabeza desafiante cuando escuché que decía que era suyo, no pude evitar que una sonrisa de medio lado se pintara en mis labios, me relamí dejando que su aliento volviera a chocar con ellos.
-¿Define mio? ¿Tuyo de que quieres un polvo salvaje sobre la hierba? ¿tuyo como un un marido?
Notaba como se enfadaba por momentos, me odiaba y me fascinaba que así fuera porque a esa mujer no la había “visto” en mi vida.
De un manotazo aparté su mano de mi pecho apoyando los pies en el suelo, no la veía pero sentía su cuerpo arder contra el mio, su respiración errática, estaba furiosa y el latido incesante de su corazón parecía no ayudarla a templar su impetuoso carácter.
-Relájate mujer, si tenemos que ir a pie hasta el castillo del rey te aseguro que mucho camino queda por recorrer.
Llevé mi mano al pelo apartándolo ligeramente, lentamente me agaché palpando el suelo frente a sus ojos hasta que encontré un palo lo suficiente largo como para servirme de bastón improvisado.
Arranqué con mis callosas manos las ramas que sobresalían y tenté el suelo.
-voy a darte un consejo mujer, abre bien los ojos -susurré contra sus labios antes de emprender el camino.
La brisa venia húmeda, olía a agua, las tormentas en el norte eran complicadas y mas en las tierras de montaña donde mi aldea se encontraba.
-Va a haber tormenta, busquemos refugio -sentencié y apilemos leña y algún suministro para poder aguantar hasta que amaine, estamos mojados y si se gira viento frió moriremos congelados. Muévete mujer.
Gruñí molesto, esa mujer era demasiado terca y al parecer no pensaba dejarme salir airoso en mi plan de fuga, mas si creía que por estar ciego era blanco fácil, se equivocaba.
Tiró de mi luchando contra la corriente hasta que juntos alcanzamos la orilla, nuestros cuerpos enredados emprendieron una pelea sobre la tierra quedando ambos embarrados.
Jadeábamos por el esfuerzo tratando de agarrar al otro para quedar victoriosos, ella para cumplir la voluntad de su rey, yo porque me estimaba en demasía mi libertad como para dejar que ese rey me colocara los grilletes para exhibirme como un mono de feria.
Rugía rabiosa hasta con esa fuerza inaudita en una mujer ,me alzo haciendo que mi espalda impactara contra al rugosa corteza del árbol.
Su aliento impactaba contra mis labios mojados, las gotas resbalaban por mi pelo, pestañas muriendo en mi boca.
-Usaré mi ultimo aliento para huir de tu rey -jadeé contra su boca por el esfuerzo -te aconsejo que calmes tus aires conmigo estoy ciego pero no soy un inútil como quieres creer.
Alcé la cabeza desafiante cuando escuché que decía que era suyo, no pude evitar que una sonrisa de medio lado se pintara en mis labios, me relamí dejando que su aliento volviera a chocar con ellos.
-¿Define mio? ¿Tuyo de que quieres un polvo salvaje sobre la hierba? ¿tuyo como un un marido?
Notaba como se enfadaba por momentos, me odiaba y me fascinaba que así fuera porque a esa mujer no la había “visto” en mi vida.
De un manotazo aparté su mano de mi pecho apoyando los pies en el suelo, no la veía pero sentía su cuerpo arder contra el mio, su respiración errática, estaba furiosa y el latido incesante de su corazón parecía no ayudarla a templar su impetuoso carácter.
-Relájate mujer, si tenemos que ir a pie hasta el castillo del rey te aseguro que mucho camino queda por recorrer.
Llevé mi mano al pelo apartándolo ligeramente, lentamente me agaché palpando el suelo frente a sus ojos hasta que encontré un palo lo suficiente largo como para servirme de bastón improvisado.
Arranqué con mis callosas manos las ramas que sobresalían y tenté el suelo.
-voy a darte un consejo mujer, abre bien los ojos -susurré contra sus labios antes de emprender el camino.
La brisa venia húmeda, olía a agua, las tormentas en el norte eran complicadas y mas en las tierras de montaña donde mi aldea se encontraba.
-Va a haber tormenta, busquemos refugio -sentencié y apilemos leña y algún suministro para poder aguantar hasta que amaine, estamos mojados y si se gira viento frió moriremos congelados. Muévete mujer.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
No tenía ni la más remota idea de a quien se enfrentaba. ¿Luchar contra su rey? No solo era más poderoso, él no era nadie y creía serlo. Ella, aún siendo poderosa y fuerte, no tenía nada que hacer solo protegerse en esta gesta que no parecía tener final. El rey no descansaría hasta arrasarlo todo a su paso, hacer el norte suyo. Amaba a los suyos, al norte… pero desde lo de Ubbe , ya no era lo mismo. El apellido Cannif , grabado a fuego en su corazón… lo hacía culpable de toda su desdicha , lo mismo le pasaría a su tierra…ellos eran los culpables de llevarla a pique y no ella.
La reliquia cayó en sus manos gracias a uno de ellos, traición por amor. Tenía gracia cuando le juzgó por ello. Ambos destruirán el norte por amor, de un modo diferente. Él con su egipcia y ella… ella por resentimiento, por demostrar que era mucho más… que una simple Alfa hembra. Rugió desafiante ante su osadía. No respondió a ninguna de las preguntas. Era su prisionero, era suyo. Seguía tentando a la suerte, al final terminaría con él y se las tendría que ver con su rey pero ¿Acaso importaba? Disfrutaría tanto torturando y dando muerte a ese maldito Cannif, un inútil hombre que solo alardeaba de lo que dudaba.
-Mantén tu boca cerrada si no quieres ser también mudo. Me resultará de lo más fácil. Soy una experta en cortar lenguas para luego comérmelas y no, más te gustaría que me comiese algo tuyo-doble sentido o no, su tono despectivo y de desagrado seguía vigente en ella. Estaba enfadada, mucho, ese maldito gusano la desafiaba y no se iba a quedar de brazos cruzados -Ya que eres tan listo, busca tú el refugio. Puedes ¿no? hazlo, así me demuestras que no eres ningún inútil. Dudo que puedas hacer bien todo lo que has dicho antes. ¿Polvo salvaje? No tendrías ni por donde empezar conmigo, soy más alta que tú y más fuerte, te rompería en dos. ¿Marido? Antes prefiero morir mil veces que desposarme con un…
Se mordió la lengua, iba a decir un “Cannif” pero desistió. Lo soltó, desviando la mirada hacia el cielo, las nubes negras empezaban a poblar el cielo. No le esperó, tomó el bastón tirando de él para guiarlo hacia un sitio más seguro. Tras caminar unos metros, aceleró el paso hacia lo que parecía un buen lugar para resguardarse. Una pequeña gruta daría cobijo al menos en esa noche, podría ser de cualquier animal pero eso no le preocupaba… ella era aún más peligrosa que cualquier animalucho. No tardó en comenzar a llover.
-Voy a por unos palos secos antes de que sea tarde, necesito secar mi ropa. -no fue muy lejos y aún así él también la acompañó, no soltaba el bastón improvisado, como si aquello los uniese. Rauda cogió unos cuantos palos secos, partiéndolos para hacer más y así al menos el fuego durase más tiempo. siseó para que no se moviese, dejando los palos a un lado y mirar fijamente al joven que …obviamente no le devolvió la mirada, tampoco le importó, no buscaba eso -Prende el fuego, voy a desnudarme. ¿Qué? Tendré más frío si estoy con la ropa mojada, siempre y cuando no quieras dormir con un lobo mojado ¿quisieras? No, así que, date la vuelta y… “no mires” -rió maliciosa, comenzando a desvestirse. Dejó la ropa a un lado , a medida que se la iba quitando, él podía oler a bosque, madera y cuero. Estaba empapada, gracias a su calor corporal al menos…tendría aquel tipo a salvo - Ven aquí y no quiero ni una queja o gracia. Me hace mucha menos que a ti. Te odio, quiero dejarlo claro. Quítate la ropa y ven
Lo odiaba, lo detestaba, no era de su gusto estar allí y se notaba a leguas. Se sentó a su lado, atrayéndole de forma brusca hacia ella, piel con piel. Suspiró con pesadez, seguía lloviendo , la tortura se ensañaba con ella.
La reliquia cayó en sus manos gracias a uno de ellos, traición por amor. Tenía gracia cuando le juzgó por ello. Ambos destruirán el norte por amor, de un modo diferente. Él con su egipcia y ella… ella por resentimiento, por demostrar que era mucho más… que una simple Alfa hembra. Rugió desafiante ante su osadía. No respondió a ninguna de las preguntas. Era su prisionero, era suyo. Seguía tentando a la suerte, al final terminaría con él y se las tendría que ver con su rey pero ¿Acaso importaba? Disfrutaría tanto torturando y dando muerte a ese maldito Cannif, un inútil hombre que solo alardeaba de lo que dudaba.
-Mantén tu boca cerrada si no quieres ser también mudo. Me resultará de lo más fácil. Soy una experta en cortar lenguas para luego comérmelas y no, más te gustaría que me comiese algo tuyo-doble sentido o no, su tono despectivo y de desagrado seguía vigente en ella. Estaba enfadada, mucho, ese maldito gusano la desafiaba y no se iba a quedar de brazos cruzados -Ya que eres tan listo, busca tú el refugio. Puedes ¿no? hazlo, así me demuestras que no eres ningún inútil. Dudo que puedas hacer bien todo lo que has dicho antes. ¿Polvo salvaje? No tendrías ni por donde empezar conmigo, soy más alta que tú y más fuerte, te rompería en dos. ¿Marido? Antes prefiero morir mil veces que desposarme con un…
Se mordió la lengua, iba a decir un “Cannif” pero desistió. Lo soltó, desviando la mirada hacia el cielo, las nubes negras empezaban a poblar el cielo. No le esperó, tomó el bastón tirando de él para guiarlo hacia un sitio más seguro. Tras caminar unos metros, aceleró el paso hacia lo que parecía un buen lugar para resguardarse. Una pequeña gruta daría cobijo al menos en esa noche, podría ser de cualquier animal pero eso no le preocupaba… ella era aún más peligrosa que cualquier animalucho. No tardó en comenzar a llover.
-Voy a por unos palos secos antes de que sea tarde, necesito secar mi ropa. -no fue muy lejos y aún así él también la acompañó, no soltaba el bastón improvisado, como si aquello los uniese. Rauda cogió unos cuantos palos secos, partiéndolos para hacer más y así al menos el fuego durase más tiempo. siseó para que no se moviese, dejando los palos a un lado y mirar fijamente al joven que …obviamente no le devolvió la mirada, tampoco le importó, no buscaba eso -Prende el fuego, voy a desnudarme. ¿Qué? Tendré más frío si estoy con la ropa mojada, siempre y cuando no quieras dormir con un lobo mojado ¿quisieras? No, así que, date la vuelta y… “no mires” -rió maliciosa, comenzando a desvestirse. Dejó la ropa a un lado , a medida que se la iba quitando, él podía oler a bosque, madera y cuero. Estaba empapada, gracias a su calor corporal al menos…tendría aquel tipo a salvo - Ven aquí y no quiero ni una queja o gracia. Me hace mucha menos que a ti. Te odio, quiero dejarlo claro. Quítate la ropa y ven
Lo odiaba, lo detestaba, no era de su gusto estar allí y se notaba a leguas. Se sentó a su lado, atrayéndole de forma brusca hacia ella, piel con piel. Suspiró con pesadez, seguía lloviendo , la tortura se ensañaba con ella.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Enarqué una ceja cuando la dama me obligó a guardar silencio alegando que se comería mi lengua si no lo hacia convirtiéndome en mudo ademas de ciego.
-¿Las amenazas esas tan originales son repertorio propio mujer o las has sacado de algún libro de súbditos sin personalidad ni cerebro que obedecen fielmente las ordenes del rey?
Ladeé la sonrisa consciente de la rabia que inundaba a esa mujer, al parecer me odiaba especialmente por algún motivo.
-Dudo que encontrara placer en meter algo mio en esa boca viperina, y teniendo en cuenta tu fuerza descomunal apuesto a que la morderías y no me darías placer ninguno.
Ademas ¿quien te ha dicho que soy un hombre libre? -mi mirada era picara aunque no especialmente dirigida a sus ojos.
“Ven a por otra” pensé divertido mientras sentía como tiraba del bastón para ponerse en marcha e ir mas rápido.
-Ciego, no te cortes ,no vas a casarte con un ciego. No te tortures mujer, tus insultos no me afectan, lejos de lo que crees me he hundido en alguna que otra pierna sin quejas, claro que a ti no te tocaría ni con un palo.
Era gracioso teniendo en cuenta que justo por medio de eso íbamos agarrados.
-Admito que prefiero tu odio que tu compasión, es un sentimiento infinitamente mas acogedor y ahora si te dejas de cháchara y me dejas escuchar podré decirte un lugar seguro donde meter tu sarnoso culo.
La loba encontró una gruta, no tenia objeción, mas yo hubiera dado también con ella, quizás me hubiera costado mas, pero lo hubiera hecho.
Tiró de mi para ir por leña, tomo unos cuantos maderos y yo me agache para recoger hojarasca, mucho mas fácil y rápida de prender.
Así volvimos al interior de la gruta que estaba despejada y comencé a colocar los maderos dejando los palos finos en el centro para que ardieran mas rápido.
A tientas coloqué un tronco en el suelo, una madera mas blanda y con una piedra hice un buen agujero en esta. No tardé en encontrar un palo de una madera mas dura y la gire sin parar hasta que sentí el calor que desprendía, coloque las hojarasca y empecé a soplar hasta que esta prendió por completo.
De ahí al resto de maderos y ya teníamos fuego.
-Es mas rápido con la yesca y el pedernal, pero..no me has avisado de que salia de viaje.
La mujer había empezado a desnudarse, no se bien que cantidad de sandeces dijo, y como siempre sus chistes fáciles sobre la vista se sucedían.
Reía como si eso pudiera molestarme, que absurda la mujer y la situación, ¿acaso no se había dado cuenta de que ser ciego no va acompañado a ser un necio?
Empecé a quitarme la ropa sin necesidad de decirlo para llamar su atención, creo que sin eso ya había acaparado la atención de la dama y su odio a decir verdad, de paso.
Noté un tirón pegándome a ella, enarque una ceja al sentir su calor, el roce de su piel desnuda unida a la mía.
-¿No encuentras mejor escusa para tocarme que la fría noche que nos acecha mujer? -bromeé con cierto tono jocoso dejándome caer hacia atrás.
Mis brazos bajo la cabeza, cerré los ojos y guardé silencio escuchando como los truenos se sucedían ahí afuera.
-Thor no esta de acuerdo con lo que hace tu rey -sentencie
El viento gélido entro por la boca de la cueva sacudiendo el fuego y a nosotros.
-Lo que daría por una barril de cerveza
-¿Las amenazas esas tan originales son repertorio propio mujer o las has sacado de algún libro de súbditos sin personalidad ni cerebro que obedecen fielmente las ordenes del rey?
Ladeé la sonrisa consciente de la rabia que inundaba a esa mujer, al parecer me odiaba especialmente por algún motivo.
-Dudo que encontrara placer en meter algo mio en esa boca viperina, y teniendo en cuenta tu fuerza descomunal apuesto a que la morderías y no me darías placer ninguno.
Ademas ¿quien te ha dicho que soy un hombre libre? -mi mirada era picara aunque no especialmente dirigida a sus ojos.
“Ven a por otra” pensé divertido mientras sentía como tiraba del bastón para ponerse en marcha e ir mas rápido.
-Ciego, no te cortes ,no vas a casarte con un ciego. No te tortures mujer, tus insultos no me afectan, lejos de lo que crees me he hundido en alguna que otra pierna sin quejas, claro que a ti no te tocaría ni con un palo.
Era gracioso teniendo en cuenta que justo por medio de eso íbamos agarrados.
-Admito que prefiero tu odio que tu compasión, es un sentimiento infinitamente mas acogedor y ahora si te dejas de cháchara y me dejas escuchar podré decirte un lugar seguro donde meter tu sarnoso culo.
La loba encontró una gruta, no tenia objeción, mas yo hubiera dado también con ella, quizás me hubiera costado mas, pero lo hubiera hecho.
Tiró de mi para ir por leña, tomo unos cuantos maderos y yo me agache para recoger hojarasca, mucho mas fácil y rápida de prender.
Así volvimos al interior de la gruta que estaba despejada y comencé a colocar los maderos dejando los palos finos en el centro para que ardieran mas rápido.
A tientas coloqué un tronco en el suelo, una madera mas blanda y con una piedra hice un buen agujero en esta. No tardé en encontrar un palo de una madera mas dura y la gire sin parar hasta que sentí el calor que desprendía, coloque las hojarasca y empecé a soplar hasta que esta prendió por completo.
De ahí al resto de maderos y ya teníamos fuego.
-Es mas rápido con la yesca y el pedernal, pero..no me has avisado de que salia de viaje.
La mujer había empezado a desnudarse, no se bien que cantidad de sandeces dijo, y como siempre sus chistes fáciles sobre la vista se sucedían.
Reía como si eso pudiera molestarme, que absurda la mujer y la situación, ¿acaso no se había dado cuenta de que ser ciego no va acompañado a ser un necio?
Empecé a quitarme la ropa sin necesidad de decirlo para llamar su atención, creo que sin eso ya había acaparado la atención de la dama y su odio a decir verdad, de paso.
Noté un tirón pegándome a ella, enarque una ceja al sentir su calor, el roce de su piel desnuda unida a la mía.
-¿No encuentras mejor escusa para tocarme que la fría noche que nos acecha mujer? -bromeé con cierto tono jocoso dejándome caer hacia atrás.
Mis brazos bajo la cabeza, cerré los ojos y guardé silencio escuchando como los truenos se sucedían ahí afuera.
-Thor no esta de acuerdo con lo que hace tu rey -sentencie
El viento gélido entro por la boca de la cueva sacudiendo el fuego y a nosotros.
-Lo que daría por una barril de cerveza
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
Con tan solo oírle hablar, le quemaba la sangre. Siseó para que guardase silencio, no le había permitido hablar y menos, decir semejantes sandeces ¿es que acaso pidió su opinión? Que la describiese de esa manera errónea le hizo reír de lo más divertida como enfadarla , gruñir de pura impotencia pues ya le habría arrancado la cabeza desde el primer segundo en el que abrió la boca. Sin duda, era un Cannif con esa prepotencia, ese “no me das miedo y te puedo”. Ya , claro… un simple humano además de incapacitado lo dudaba y mucho.
¿Para qué quería el Rey a ese patán? No servía nada más que para dar problemas, en cuestión de horas ya le había tenido que salvar varias veces. Entornaba los ojos a cada palabra, entre ellos se había creado una especie de enfrentamiento continúo en el que ninguno de los dos ganaba, perdían el tiempo…al menos ella lo veía así. Un maldito Cannif al que aplastar, podía hacérselas pagar, deshacerse de él y alegar que fue un accidente, la sola idea no podía ser más tentadora.
-¡Me acabas de romper el corazón! - qué ironías de la vida, cuando uno de ellos lo hizo, un corazón que seguía roto y dudaba que alguna vez se recompusiese. Deseaba que el tiempo pasase lo más rápido que pudiese, soltarle y olvidarse de la historia -No tengo compasión, ni por ti ni por nadie, tampoco lo mereces -al menos el fuego les calentaría. Cuando el sol se escondía , el frío era tal que con solo un fuego no bastaba, el piel con piel era lo que les quedaba.
Gruñó al sentirlo, debía de mantener el calor y le fue fácil atraerle hacia sí del cuello para que ambos quedasen abrazados. Lo miró fijamente, buscando algún rasgo familiar que encontró… dejando escapar un largo y pesado suspiro. Le costaba la vida mantenerse firme, pensar solo en su misión. El odio la cegaba y el rechazo a aquel muchacho crecía por segundos. Ya no le escuchaba, él pudo percatarse de ello al ver como el cuerpo de ella reaccionaba, apartándolo pero acercándole al mismo tiempo.
-Podríamos calentarnos de otra forma pero ninguno de los dos lo desea -más directa imposible, aunque el significado de esa frase era uno muy diferente -Golpearte toda la noche hasta que me cansase y creeme, no suelo hacerlo muy deprisa . No quiero discutir con una piedra, eso eres para mí -escupió las palabras, atrayéndole hacia sí de mala manera.
El frío la traicionó, su cuerpo se erizó y ciertas zonas de sus pechos se erizaron contra la espalda de aquel maldito bastardo. No era un bastardo pero para ella…sí. Suspiró, sabía que ahora vendrían comentarios con respecto a sus pezones o alguna sobrada. Siseó, manteniendo la calma, hacia mucho que… no pasaba. Se sintió estúpida y avergonzada por lo que sus mejillas se tornaron sonrosadas, desviando la mirada al fuego.
-Te espera un viaje largo a mi lado así que vete acostumbrando -quien avisaba no era traidor...
¿Para qué quería el Rey a ese patán? No servía nada más que para dar problemas, en cuestión de horas ya le había tenido que salvar varias veces. Entornaba los ojos a cada palabra, entre ellos se había creado una especie de enfrentamiento continúo en el que ninguno de los dos ganaba, perdían el tiempo…al menos ella lo veía así. Un maldito Cannif al que aplastar, podía hacérselas pagar, deshacerse de él y alegar que fue un accidente, la sola idea no podía ser más tentadora.
-¡Me acabas de romper el corazón! - qué ironías de la vida, cuando uno de ellos lo hizo, un corazón que seguía roto y dudaba que alguna vez se recompusiese. Deseaba que el tiempo pasase lo más rápido que pudiese, soltarle y olvidarse de la historia -No tengo compasión, ni por ti ni por nadie, tampoco lo mereces -al menos el fuego les calentaría. Cuando el sol se escondía , el frío era tal que con solo un fuego no bastaba, el piel con piel era lo que les quedaba.
Gruñó al sentirlo, debía de mantener el calor y le fue fácil atraerle hacia sí del cuello para que ambos quedasen abrazados. Lo miró fijamente, buscando algún rasgo familiar que encontró… dejando escapar un largo y pesado suspiro. Le costaba la vida mantenerse firme, pensar solo en su misión. El odio la cegaba y el rechazo a aquel muchacho crecía por segundos. Ya no le escuchaba, él pudo percatarse de ello al ver como el cuerpo de ella reaccionaba, apartándolo pero acercándole al mismo tiempo.
-Podríamos calentarnos de otra forma pero ninguno de los dos lo desea -más directa imposible, aunque el significado de esa frase era uno muy diferente -Golpearte toda la noche hasta que me cansase y creeme, no suelo hacerlo muy deprisa . No quiero discutir con una piedra, eso eres para mí -escupió las palabras, atrayéndole hacia sí de mala manera.
El frío la traicionó, su cuerpo se erizó y ciertas zonas de sus pechos se erizaron contra la espalda de aquel maldito bastardo. No era un bastardo pero para ella…sí. Suspiró, sabía que ahora vendrían comentarios con respecto a sus pezones o alguna sobrada. Siseó, manteniendo la calma, hacia mucho que… no pasaba. Se sintió estúpida y avergonzada por lo que sus mejillas se tornaron sonrosadas, desviando la mirada al fuego.
-Te espera un viaje largo a mi lado así que vete acostumbrando -quien avisaba no era traidor...
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Empezaba a pensar que esa mujer estaba loca. Enarqué una ceja con tanto movimiento, la mujer lejos de solo orillar su cuerpo contra el mio para darnos calor, no dejaba de removerse haciendo friccionar nuestra piel.
Ladeé la sonrisa al sentir que mi hombría crecía, sus pezones se endurecían y su piel estaba completamente erizada por el contraste de la mía, mucho mas fría.
Su condición sobrenatural le permitía mantener mejor el calor a diferencia de mi humanidad que hacia lo que podía por mantenerse templado buscando la cercanía del fuego.
Mi mano acaparó su cintura girándome para quedar de frente, resoplé contra sus labios escuchando ahora como me decía que podíamos calentarnos de otro modo, ni por un momento pensé en que se refiriera a mantener relaciones sexuales, no era tan necio como para no saber el doble significado de sus palabras, la dejé hablar ¿Que remedio?
-La idea de que Odin me castigue con una sordera empieza a parecerme tentadora -susurré ladeando la sonrisa con picardia -y ahora por los dioses mantente quieta y deja de restregarte como una gata en celo, una loba en tu caso. Y si tu siguiente mordaz comentario es que parece que a mi hombría le gusta, por supuesto, soy ciego, pero no un eunuco y si no dejas tus pitones de chocar en mi espalda...es lo que hay pequeña.
Enarqué una ceja relamiendome los labios, resoplé sintiendo como su inquietud no cesaba.
-¿Define largo? -reí sin poder evitarlo -vale, ¿sera largo porque la distancia es grande o largo porque no vas a callarte y el viaje lo harás infernal?
Me di la vuelta sabiendo que la dejaba encendida a mis espaldas, sin que pudiera verme una sonrisa picara se dibujo en mi cara.
Cerré los ojos dispuesto a dormir, al día siguiente lucharía por quitármela de encima y así hasta que ese rey me pusiera sus zarpas encima.
Escuché el ruido de ramas quebrarse, un animal grande venia directo en nuestra dirección.
Alcé medio cuerpo ladeando la cabeza para escuchar mejor. Tensé el gesto, escuchando los gruñidos, un oso, en las montañas había muchos y la tormenta debía haberlo forzado a buscar refugio.
Mi mano palpó el suelo buscando una piedra afilada con al que poder defenderme.
-Despierta -dije a la mujer moviendola con la mano -¿llevas arco? -pregunté poniéndome en pie.
Tendí la mano para que me lo diera si así era, por muy fuerte que fuera esa licantropo, el oso era de gran envergadura y un enfrentamiento a melé no era la mejor de las ideas.
-Vamos mujer, no hay tiempo -rugí imperativo
Ladeé la sonrisa al sentir que mi hombría crecía, sus pezones se endurecían y su piel estaba completamente erizada por el contraste de la mía, mucho mas fría.
Su condición sobrenatural le permitía mantener mejor el calor a diferencia de mi humanidad que hacia lo que podía por mantenerse templado buscando la cercanía del fuego.
Mi mano acaparó su cintura girándome para quedar de frente, resoplé contra sus labios escuchando ahora como me decía que podíamos calentarnos de otro modo, ni por un momento pensé en que se refiriera a mantener relaciones sexuales, no era tan necio como para no saber el doble significado de sus palabras, la dejé hablar ¿Que remedio?
-La idea de que Odin me castigue con una sordera empieza a parecerme tentadora -susurré ladeando la sonrisa con picardia -y ahora por los dioses mantente quieta y deja de restregarte como una gata en celo, una loba en tu caso. Y si tu siguiente mordaz comentario es que parece que a mi hombría le gusta, por supuesto, soy ciego, pero no un eunuco y si no dejas tus pitones de chocar en mi espalda...es lo que hay pequeña.
Enarqué una ceja relamiendome los labios, resoplé sintiendo como su inquietud no cesaba.
-¿Define largo? -reí sin poder evitarlo -vale, ¿sera largo porque la distancia es grande o largo porque no vas a callarte y el viaje lo harás infernal?
Me di la vuelta sabiendo que la dejaba encendida a mis espaldas, sin que pudiera verme una sonrisa picara se dibujo en mi cara.
Cerré los ojos dispuesto a dormir, al día siguiente lucharía por quitármela de encima y así hasta que ese rey me pusiera sus zarpas encima.
Escuché el ruido de ramas quebrarse, un animal grande venia directo en nuestra dirección.
Alcé medio cuerpo ladeando la cabeza para escuchar mejor. Tensé el gesto, escuchando los gruñidos, un oso, en las montañas había muchos y la tormenta debía haberlo forzado a buscar refugio.
Mi mano palpó el suelo buscando una piedra afilada con al que poder defenderme.
-Despierta -dije a la mujer moviendola con la mano -¿llevas arco? -pregunté poniéndome en pie.
Tendí la mano para que me lo diera si así era, por muy fuerte que fuera esa licantropo, el oso era de gran envergadura y un enfrentamiento a melé no era la mejor de las ideas.
-Vamos mujer, no hay tiempo -rugí imperativo
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
Seguía manteniendo la idea de aplastarle como si fuese una mosca, igual de molesto, zumbando y revoloteando. Suspiró largamente, los papeles se intercambiaron por un segundo…a ella era a la que se le haría un camino largo e infernal. A cada palabra que salía de sus labios, más puntos a su favor. Más odio acumulado, sentía como la ira iba inundando cada resquicio de su cuerpo. ¿Por qué ella? ¿Por qué amar al hombre equivocado le supuso tal castigo?
-Eres el ser más repugnante que he conocido en mi vida y te aseguro con creces que los hay inútiles pero tú, el peor de todos ellos. -resopló, cansada de su absurdez y vulgaridad. Apenas pasó una tarde y ya estaba más que harta de aquel hombre, ese Cannif, otro que se sumaba a la lista. Enfado monumental que se avivaba por segundos, cada palabra venenosa que salía de sus labios, se la haría tragar, despacio y sin prisa, soñaba con una tortura sin final en el que le suplicase perdonarle la vida.
Gruñó , fiera y peligrosa, dispuesta a estamparlo contra las piedras de la cueva. No tenía muy buen despertar y se lo demostraría, no hicieron falta palabras. El temperamento de aquella mujer imponía y de qué forma. El gruñido hizo eco en la cueva, lo que provocó la atención absoluta del oso que se aproximaba a sus víctimas. Ella, siseó para que guardarse silencio, parecía no darse cuenta del peligro que corría ¿pensaba que todo lo solucionaba con piedras?
-Veo que lo solucionas todo con tirar piedras. Yo tengo un método mucho mejor -dio un par de pasos hacia atrás, tomando impulso y transformarse en un hermoso lobo castaño oscuro. Se alejó hacia fuera de la gruta para enfrentar al oso, una completa locura pero no lo pensó demasiado. Antes de que atacase el oso, se lanzó a morder el cuello del animal. Logró engancharse, apretando con fuerza y saña, a la vez que sus zarpas herían el pecho del animal.
Claro que, el oso era fuerte, de gran tamaño. La apartó con un golpe seco, estampándola contra uno de los árboles. Antes de perder el conocimiento por el golpe, pudo ver cómo se desangraba, cayendo abatido…victoria. Y de repente, todo… se volvió negro como la noche. Sumida en un sueño profundo. Convertida en humana tras perder la conciencia, susurraba un nombre entre dientes, se acordaba de Ubbe, las veces que ambos se habían cubierto las espaldas y eso, jamás volvería a suceder.
Susurró el nombre de Ubbe incontables veces, desnuda en el suelo, una brecha en la cabeza fruto del golpe…brecha que no dejaba de sangrar. Quizás fuese la última caza… de él dependía dejarla allí y ser libre o… quedarse y salvarla como ella hizo con él, tampoco tenía opción debía llevárselo a su rey.
Ahora, no parecía tan fiera, más bien vulnerable… el golpe la estaba traicionando. Ese hombre sin estar presente volvía a acaparar todos sus pensamientos. Ubbe Cannif.
-Eres el ser más repugnante que he conocido en mi vida y te aseguro con creces que los hay inútiles pero tú, el peor de todos ellos. -resopló, cansada de su absurdez y vulgaridad. Apenas pasó una tarde y ya estaba más que harta de aquel hombre, ese Cannif, otro que se sumaba a la lista. Enfado monumental que se avivaba por segundos, cada palabra venenosa que salía de sus labios, se la haría tragar, despacio y sin prisa, soñaba con una tortura sin final en el que le suplicase perdonarle la vida.
Gruñó , fiera y peligrosa, dispuesta a estamparlo contra las piedras de la cueva. No tenía muy buen despertar y se lo demostraría, no hicieron falta palabras. El temperamento de aquella mujer imponía y de qué forma. El gruñido hizo eco en la cueva, lo que provocó la atención absoluta del oso que se aproximaba a sus víctimas. Ella, siseó para que guardarse silencio, parecía no darse cuenta del peligro que corría ¿pensaba que todo lo solucionaba con piedras?
-Veo que lo solucionas todo con tirar piedras. Yo tengo un método mucho mejor -dio un par de pasos hacia atrás, tomando impulso y transformarse en un hermoso lobo castaño oscuro. Se alejó hacia fuera de la gruta para enfrentar al oso, una completa locura pero no lo pensó demasiado. Antes de que atacase el oso, se lanzó a morder el cuello del animal. Logró engancharse, apretando con fuerza y saña, a la vez que sus zarpas herían el pecho del animal.
Claro que, el oso era fuerte, de gran tamaño. La apartó con un golpe seco, estampándola contra uno de los árboles. Antes de perder el conocimiento por el golpe, pudo ver cómo se desangraba, cayendo abatido…victoria. Y de repente, todo… se volvió negro como la noche. Sumida en un sueño profundo. Convertida en humana tras perder la conciencia, susurraba un nombre entre dientes, se acordaba de Ubbe, las veces que ambos se habían cubierto las espaldas y eso, jamás volvería a suceder.
Susurró el nombre de Ubbe incontables veces, desnuda en el suelo, una brecha en la cabeza fruto del golpe…brecha que no dejaba de sangrar. Quizás fuese la última caza… de él dependía dejarla allí y ser libre o… quedarse y salvarla como ella hizo con él, tampoco tenía opción debía llevárselo a su rey.
Ahora, no parecía tan fiera, más bien vulnerable… el golpe la estaba traicionando. Ese hombre sin estar presente volvía a acaparar todos sus pensamientos. Ubbe Cannif.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Esa loba es terca como una mula, lejos de escucharme y darme un arco para poder protegerme, la muy necia se trasformó en loba, lo supe porque su pelaje rozó mi piel desnuda al pasar de largo por mi lado abandonando la cueva.
-Joder, y si piensas maldita mujer. Aquí hay fuego, los animales salvajes lo temen, vuelve, podemos mantener a la bestia a ralla con un arco -gruñí furioso.
De nada sirvieron mis palabras, esa mujer era una inconsciente, intratable, odiosa.
Rugí maldiciéndola mil veces antes de afianzar la maldita piedra con mi mano y salí tras ella.
Tropecé varias veces con troncos, piedras, caía sobre el mojado suelo empapándome por la tormenta.
Oía los gruñidos de las dos bestias enzarzada en un duelo a mi alrededor, hasta que una de ellas impacto contra el tronco de un árbol y la otra cayó en el suelo en mi lateral.
Los truenos se sucedían, la lluvia sonaba furiosa ,era complicado moverme por el lugar.
Resoplé acercándome al tronco, palpando el suelo de rodillas sin soltar la piedra.
Acaricié el cuerpo desnudo de la loba ya en su forma humana, palpé cada parte hasta sentir entre el pelo una brecha caliente en la cabeza por donde brotaba gran cantidad de sangre.
-¡Perfecto! -rugí malhumorado.
No podía darle puntos, no veía para hacerlo, mantuve la presión con mi mano tratando de alzarme para arrastrarla hacia el interior de la gruta, estando ambos completamente embarrados y empapados en agua.
Yo jadeaba por le esfuerzo, ella inconsciente perdida entre mis brazos y un gruñido que pronto me dejo claro que las cosas siempre pueden empeorar.
Coloqué mi cuerpo cubriendo el de la mujer, afiancé la piedra afilada entre mis mano.
-¡vamos! -gruñí esperando un impacto que no tardó en sucederse.
El oso contra mi humano cuerpo, sus colmillos hundiéndose en mi hombro, aullé de dolor mientras clavaba con salvajismo la piedra en su corazón, una y otra vez hasta que atravesé su tupida piel hundiendo mi mano por completo en su carne maltratando con el filo un corazón que dejo de bombear haciendo que la bestia cayera sobre mi cuerpo.
Malherido me la quité de encima como pude. Cogí a la inconsciente loba pasando mi brazo por debajo de su pecho y la arrastre hacia le interior de la cueva dejándonos caer a ambos frente al fuego.
-Mujer -la llamé tratando que recobrara el conocimiento.
Volví a tocar su herida, consciente de que apenas me quedaba tiempo, estaba muy mareado. Llevé la mano al suelo sintiendo hormigas subir por la mano.
Ladeé la sonrisa tomando una de ellas y acercándola a la brecha hice que mordiera ambas partes de la carne descabezandola para que quedara como un punto.
Repetí la operación hasta que la herida quedó cerrada.
La moví ligeramente antes de caer inconsciente sobre ella, estaba perdiendo demasiada sangre, todo por esa terca mujer que no podía pensar y actuar después.
-Joder, y si piensas maldita mujer. Aquí hay fuego, los animales salvajes lo temen, vuelve, podemos mantener a la bestia a ralla con un arco -gruñí furioso.
De nada sirvieron mis palabras, esa mujer era una inconsciente, intratable, odiosa.
Rugí maldiciéndola mil veces antes de afianzar la maldita piedra con mi mano y salí tras ella.
Tropecé varias veces con troncos, piedras, caía sobre el mojado suelo empapándome por la tormenta.
Oía los gruñidos de las dos bestias enzarzada en un duelo a mi alrededor, hasta que una de ellas impacto contra el tronco de un árbol y la otra cayó en el suelo en mi lateral.
Los truenos se sucedían, la lluvia sonaba furiosa ,era complicado moverme por el lugar.
Resoplé acercándome al tronco, palpando el suelo de rodillas sin soltar la piedra.
Acaricié el cuerpo desnudo de la loba ya en su forma humana, palpé cada parte hasta sentir entre el pelo una brecha caliente en la cabeza por donde brotaba gran cantidad de sangre.
-¡Perfecto! -rugí malhumorado.
No podía darle puntos, no veía para hacerlo, mantuve la presión con mi mano tratando de alzarme para arrastrarla hacia el interior de la gruta, estando ambos completamente embarrados y empapados en agua.
Yo jadeaba por le esfuerzo, ella inconsciente perdida entre mis brazos y un gruñido que pronto me dejo claro que las cosas siempre pueden empeorar.
Coloqué mi cuerpo cubriendo el de la mujer, afiancé la piedra afilada entre mis mano.
-¡vamos! -gruñí esperando un impacto que no tardó en sucederse.
El oso contra mi humano cuerpo, sus colmillos hundiéndose en mi hombro, aullé de dolor mientras clavaba con salvajismo la piedra en su corazón, una y otra vez hasta que atravesé su tupida piel hundiendo mi mano por completo en su carne maltratando con el filo un corazón que dejo de bombear haciendo que la bestia cayera sobre mi cuerpo.
Malherido me la quité de encima como pude. Cogí a la inconsciente loba pasando mi brazo por debajo de su pecho y la arrastre hacia le interior de la cueva dejándonos caer a ambos frente al fuego.
-Mujer -la llamé tratando que recobrara el conocimiento.
Volví a tocar su herida, consciente de que apenas me quedaba tiempo, estaba muy mareado. Llevé la mano al suelo sintiendo hormigas subir por la mano.
Ladeé la sonrisa tomando una de ellas y acercándola a la brecha hice que mordiera ambas partes de la carne descabezandola para que quedara como un punto.
Repetí la operación hasta que la herida quedó cerrada.
La moví ligeramente antes de caer inconsciente sobre ella, estaba perdiendo demasiada sangre, todo por esa terca mujer que no podía pensar y actuar después.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
Ciega. Ella sí que estaba ciega de rabia e ira. No pensó , actuó de forma impulsiva sin pensar en las consecuencias, sin mirar su propia vida. Por un momento, deseó que el oso terminase con su vida. Recordó las guerras entre humanos y licántropos, a Ubbe y su traición. No quería seguir viviendo, ni siquiera para deshacerse de ese maldito Cannif. Su destino no era otro que perder la vida por culpa de uno de ellos, ya no le quedaba absolutamente nada solo seguid hacia adelante, encabezando a su manada, salir victoriosa.
Ajena a lo que ocurría, su cuerpo inconsciente bajo el árbol se empapaba por la lluvia, ríos de barro que acariciaban su piel. Su imagen parecía aún más salvaje, claro que él no lo vería. Dejó escapar un quejido, intentando abrir los ojos. Le dolía horrores la cabeza , no sabía ni tan siquiera donde estaba hasta que sintió ese cosquilleo en la cabeza. Había perdido mucha sangre. Nuevo quejido, sintió los labios secos. Paseó la lengua por sus labios, tenía tanta sed.
-Agua -apenas pudo murmurar, su condición le ayudaba en la curación pero todo a su tiempo, la herida era muy profunda -Estás aquí -al sentir su cuerpo ser arropado, sus manos no tardaron en deslizarse por la espalda ajena, vivía uno de esos momentos en los que compartió con Ubbe. Creyó que ambos estaban en la cama, él sobre ella. Una sonrisa apareció en sus labios, enredando los dedos en el cabello de su nuca. Sus labios, buscaron los ajenos, hasta encontrarlos pero no besarlos…quería despertarlo a su modo.
-Ubbe, despierta, no quieras que te aplaste yo a ti -seguía empeñada en que era él y no otro, hizo que giraran, quedando ella sobre él, hundiendo su rostro en su cuello y suspirar en el lugar-Quiero ser solo tuya -susurró contra sus labios buscando consuelo, uno que no llegó…asociándolo al rechazo -No te marches aún, es de noche… quédate un rato más, solo te pido eso -maldita lunática, había perdido la cabeza, estaba siendo vulnerable y era imposible callarla…seguía viviendo en esa realidad en la que de verdad era correspondida, una ilusión.
-No pienso soltarte jamás ¿me oyes? Tengo tanto sueño, si me duermo te irás…-ronroneó, abrazándole contra sí, muy diferente a lo fiera que había sido con él, no parecía destilar odio, si no una complicidad y un amor hacia esa persona infinito. Y como era de esperar, le soltó una buena bofetada, por si no estaba despierto… ella y sus maneras de comunicarse.
No estaba fingiendo, seguía allí, abrazada a él como si fuese el único pilar al que aferrarse ¿era la misma que intentaba no matarlo a cada instante? Había perdido la cabeza pero aún en su inconsciencia, no le dejaba escaparse.
-Despiértame como solo tú sabes -no era el mismo tono amenazante, sí uno provocador y tentador.
Ajena a lo que ocurría, su cuerpo inconsciente bajo el árbol se empapaba por la lluvia, ríos de barro que acariciaban su piel. Su imagen parecía aún más salvaje, claro que él no lo vería. Dejó escapar un quejido, intentando abrir los ojos. Le dolía horrores la cabeza , no sabía ni tan siquiera donde estaba hasta que sintió ese cosquilleo en la cabeza. Había perdido mucha sangre. Nuevo quejido, sintió los labios secos. Paseó la lengua por sus labios, tenía tanta sed.
-Agua -apenas pudo murmurar, su condición le ayudaba en la curación pero todo a su tiempo, la herida era muy profunda -Estás aquí -al sentir su cuerpo ser arropado, sus manos no tardaron en deslizarse por la espalda ajena, vivía uno de esos momentos en los que compartió con Ubbe. Creyó que ambos estaban en la cama, él sobre ella. Una sonrisa apareció en sus labios, enredando los dedos en el cabello de su nuca. Sus labios, buscaron los ajenos, hasta encontrarlos pero no besarlos…quería despertarlo a su modo.
-Ubbe, despierta, no quieras que te aplaste yo a ti -seguía empeñada en que era él y no otro, hizo que giraran, quedando ella sobre él, hundiendo su rostro en su cuello y suspirar en el lugar-Quiero ser solo tuya -susurró contra sus labios buscando consuelo, uno que no llegó…asociándolo al rechazo -No te marches aún, es de noche… quédate un rato más, solo te pido eso -maldita lunática, había perdido la cabeza, estaba siendo vulnerable y era imposible callarla…seguía viviendo en esa realidad en la que de verdad era correspondida, una ilusión.
-No pienso soltarte jamás ¿me oyes? Tengo tanto sueño, si me duermo te irás…-ronroneó, abrazándole contra sí, muy diferente a lo fiera que había sido con él, no parecía destilar odio, si no una complicidad y un amor hacia esa persona infinito. Y como era de esperar, le soltó una buena bofetada, por si no estaba despierto… ella y sus maneras de comunicarse.
No estaba fingiendo, seguía allí, abrazada a él como si fuese el único pilar al que aferrarse ¿era la misma que intentaba no matarlo a cada instante? Había perdido la cabeza pero aún en su inconsciencia, no le dejaba escaparse.
-Despiértame como solo tú sabes -no era el mismo tono amenazante, sí uno provocador y tentador.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Dedos que lentos acariciaban mi espalda sacándome de esa semiinconsciencia en la que estaba, gemí del dolor, había perdido mucha sangre, me costaba abrir los ojos y el cuerpo pesaba demasiado como para moverlo.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, me llamaba por otro nombre diferente al mio, seguramente fruto de la conmoción del golpe.
La loba giró hasta que mi cuerpo impacto con el suelo, gruñí apretando los dientes fruto del intenso dolor que atezaba cada musculo, había luchado con un oso, por Odin esa mujer iba a matarme.
-Loba -susurré con la voz entrecortada mientras su boca sentenciaba la mía, no correspondí el beso, ni fuerzas para eso me quedaban ahora mismo.
Seguía hablando, hablaba con Ubbe. Ese hombre era una leyenda en el norte, el general de la tropa de caballería, había ganado miles de gestas y luchaba como un titan en cada una de ellas, era uno de los Cannif.
-Vamos, deja de soñar con hombres de los que solo has oído hablar a los juglares, abre los ojos maldita mujer.
Ignoraba mis palabras, como si solo importara esa realidad paralela que en su mente había creado y que nada tenia que ver con la verdad.
Su cuerpo ronroneaba buscando el mio, sedienta de despertar en mi algo que en este momento era imposible. Parecía una chiquilla soñando con el amor imposible de su vida.
Jadeé contra su boca por el esfuerzo que me suponía mantenerme vivo. Era increíble lo cariñosa que podía ser con ese otro hombre, muy diferente a lo que era con un tullido.
“despiertame como tu sabes” ¿me quedaba mas opción si quería salir de esta?
Abrí mis labios apresando el suyo, tiré de su inferior mordiéndolo con fuerza.
-Vamos loba, estoy aquí, abre los ojos -jadeé contra su boca -gruñí de nuevo con la respiración errática, mis ojos se cerraron y mis manos que buscaban abrazarla para moverla cayeron tendidas en le suelo.
No me quedaba mucho tiempo, tenia que despertarla pero no funcionaba.
-Loba -susurré contra sus labios acariciándolos con los propios con cada palabra -no soy él.
Vivía en una eterna oscuridad, peor pronto la noción del tiempo se esfumó y mi cabeza cayo tendida hacia un lateral, errática mi respiración desaparecía, mi corazón se detenía, demasiada sangre en el suelo.
Sus dedos se enredaron en mi pelo, me llamaba por otro nombre diferente al mio, seguramente fruto de la conmoción del golpe.
La loba giró hasta que mi cuerpo impacto con el suelo, gruñí apretando los dientes fruto del intenso dolor que atezaba cada musculo, había luchado con un oso, por Odin esa mujer iba a matarme.
-Loba -susurré con la voz entrecortada mientras su boca sentenciaba la mía, no correspondí el beso, ni fuerzas para eso me quedaban ahora mismo.
Seguía hablando, hablaba con Ubbe. Ese hombre era una leyenda en el norte, el general de la tropa de caballería, había ganado miles de gestas y luchaba como un titan en cada una de ellas, era uno de los Cannif.
-Vamos, deja de soñar con hombres de los que solo has oído hablar a los juglares, abre los ojos maldita mujer.
Ignoraba mis palabras, como si solo importara esa realidad paralela que en su mente había creado y que nada tenia que ver con la verdad.
Su cuerpo ronroneaba buscando el mio, sedienta de despertar en mi algo que en este momento era imposible. Parecía una chiquilla soñando con el amor imposible de su vida.
Jadeé contra su boca por el esfuerzo que me suponía mantenerme vivo. Era increíble lo cariñosa que podía ser con ese otro hombre, muy diferente a lo que era con un tullido.
“despiertame como tu sabes” ¿me quedaba mas opción si quería salir de esta?
Abrí mis labios apresando el suyo, tiré de su inferior mordiéndolo con fuerza.
-Vamos loba, estoy aquí, abre los ojos -jadeé contra su boca -gruñí de nuevo con la respiración errática, mis ojos se cerraron y mis manos que buscaban abrazarla para moverla cayeron tendidas en le suelo.
No me quedaba mucho tiempo, tenia que despertarla pero no funcionaba.
-Loba -susurré contra sus labios acariciándolos con los propios con cada palabra -no soy él.
Vivía en una eterna oscuridad, peor pronto la noción del tiempo se esfumó y mi cabeza cayo tendida hacia un lateral, errática mi respiración desaparecía, mi corazón se detenía, demasiada sangre en el suelo.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
Sumida en un sueño profundo en el que era participe la ilusión, sus ojos incapaces de abrirse, cuerpo que buscaba el ajeno sin ser consciente de que era su peor enemigo. El dolor iba remitiendo, ¿cómo iba a dolerle la herida? Cuando disfrutaba de ese estado en el que una vez más, podía estar con él aunque fuese en sueños.
La voz de su prisionero se convertía en la de Ubbe, solo hacía que el sueño se volviese aún más real. Sonrió contra sus labios, esperando mucho más que un mordisco. Uno que pareció gustarle porque fue a aventurarse a besarlo de nuevo, a devolvérselo cuando no fue devuelto seguido de un “no soy él” que hizo que abriese los ojos de golpe. No, no era Ubbe, si no ese maldito hombre que no hacía otra cosa que hacer que le doliese más y más la cabeza. Como si quemase, se apartó de él, murmurando un sinfín de maldiciones.
-¿Qué demonios ha pasado? -se llevó los dedos hacia su nuca, dolía aún, sanaba más deprisa que una herida en un humano común. Lo zarandeó, error, podría provocarle aún más lesión -¿Cómo ha ocurrido? No lo habré… si al final lo llevo muerto -recorrió cada rincón de su cuerpo, examinando las heridas. Tendría que bastarle hacer un torniquete en el brazo hasta que llegasen a su hogar. Ya no importaba como estuviese el terreno y el tiempo no les acompañase, tenía que tratarle las heridas antes de que se le infectasen, fuesen mortales .
Se vistió como buenamente pudo, aún seguía mareada pero mucho mejor que aquel infeliz. Transformada en loba, recogió el cuerpo medio inerte en el suelo sobre su lomo, tardarían en llegar así que tendría que darse prisa. Un par de horas después, llegó empapada, embarrada y con él en un estado lamentable. Sus hermanos no dijeron nada al respecto al verla aparecer, así y con un extraño. Un gruñido a modo de aviso, era asunto suyo y de nadie más. Lo dejó sin cuidado en el lecho, ahora quedaba lo más difícil, curar y que sanasen bien sus heridas. Lo primero fue darle calor, secarlo y entrase en calor.
Una buena hoguera, caldeó la habitación. Todo estaba dispuesto para curarle las heridas, agua caliente y paños para limpiarlas, ungüentos que calmarían el dolor y ayudarían a sanarlas con más rapidez. No era la primera vez que curaba, era algo que hacía con los ojos cerrados. Parte de la batalla, heridas de guerra, alguna que otra cicatriz adornaba su exuberante cuerpo. Tras tratar las heridas, cosió éstas con cuidado y de forma impecable.
Había cambiado varias veces los paños en su frente, venía hipotérmico…poco a poco sus labios tomaron un color más natural y rosado. No moriría y esperaba que abriese los ojos, allí a su lado. Era su misión y ella jamás perdía e incumplía ninguna.
-Espero que tengas hambre y si no comerás igualmente. Sopa y carne -acababa de ir a por algo de alimento, lo dejó sobre una pequeña mesita. Desvió la mirada hacia sus heridas, destapando y comprobar que iban por buen camino -Podrás moverte. Y ahora, come -tan fría y distante, tan diferente a esa loba más cariñosa que él pudo conocer ese breve tiempo.
La voz de su prisionero se convertía en la de Ubbe, solo hacía que el sueño se volviese aún más real. Sonrió contra sus labios, esperando mucho más que un mordisco. Uno que pareció gustarle porque fue a aventurarse a besarlo de nuevo, a devolvérselo cuando no fue devuelto seguido de un “no soy él” que hizo que abriese los ojos de golpe. No, no era Ubbe, si no ese maldito hombre que no hacía otra cosa que hacer que le doliese más y más la cabeza. Como si quemase, se apartó de él, murmurando un sinfín de maldiciones.
-¿Qué demonios ha pasado? -se llevó los dedos hacia su nuca, dolía aún, sanaba más deprisa que una herida en un humano común. Lo zarandeó, error, podría provocarle aún más lesión -¿Cómo ha ocurrido? No lo habré… si al final lo llevo muerto -recorrió cada rincón de su cuerpo, examinando las heridas. Tendría que bastarle hacer un torniquete en el brazo hasta que llegasen a su hogar. Ya no importaba como estuviese el terreno y el tiempo no les acompañase, tenía que tratarle las heridas antes de que se le infectasen, fuesen mortales .
Se vistió como buenamente pudo, aún seguía mareada pero mucho mejor que aquel infeliz. Transformada en loba, recogió el cuerpo medio inerte en el suelo sobre su lomo, tardarían en llegar así que tendría que darse prisa. Un par de horas después, llegó empapada, embarrada y con él en un estado lamentable. Sus hermanos no dijeron nada al respecto al verla aparecer, así y con un extraño. Un gruñido a modo de aviso, era asunto suyo y de nadie más. Lo dejó sin cuidado en el lecho, ahora quedaba lo más difícil, curar y que sanasen bien sus heridas. Lo primero fue darle calor, secarlo y entrase en calor.
Una buena hoguera, caldeó la habitación. Todo estaba dispuesto para curarle las heridas, agua caliente y paños para limpiarlas, ungüentos que calmarían el dolor y ayudarían a sanarlas con más rapidez. No era la primera vez que curaba, era algo que hacía con los ojos cerrados. Parte de la batalla, heridas de guerra, alguna que otra cicatriz adornaba su exuberante cuerpo. Tras tratar las heridas, cosió éstas con cuidado y de forma impecable.
Había cambiado varias veces los paños en su frente, venía hipotérmico…poco a poco sus labios tomaron un color más natural y rosado. No moriría y esperaba que abriese los ojos, allí a su lado. Era su misión y ella jamás perdía e incumplía ninguna.
-Espero que tengas hambre y si no comerás igualmente. Sopa y carne -acababa de ir a por algo de alimento, lo dejó sobre una pequeña mesita. Desvió la mirada hacia sus heridas, destapando y comprobar que iban por buen camino -Podrás moverte. Y ahora, come -tan fría y distante, tan diferente a esa loba más cariñosa que él pudo conocer ese breve tiempo.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Cuando abrí los ojos estaba en un lecho. La estancia parecía confortable, nada que ver con la maltrecha cueva donde perdí el sentido. Me encontraba bastante desubicado, intuí que esa loba maldita me había llevado a mi nuevo destino, el castillo del Rey del Norte.
Resople escuchando frente a mi el chisporroteo del fuego devorando los leños. Admito que el calor que desprendía y el de las mantas era lo único que impedía que mi cuerpo temblara como una hoja.
Sentía un fuerte dolor atravesar todo mi cuerpo, pero principalmente mi hombro que es donde había recibido la mordida del oso.
Las heridas habían sido tratadas, estaba vendado y en mi frente había un paño mojado para bajar la fiebre.
Los pasos orillándose hacia mi se sucedieron, sabia de sobra quien era, la loba del infierno.
Con desprecio le giré la cara, era su prisionero y que hubiera salvado mi vida nada decía ¿acaso no había hecho yo lo propio con la suya?
Me relamí los labios, aun guardaba su sabor, ese que deposito en ellos al llamarme Ubbe tantas veces fruto de su enajenación.
Negué con la cabeza cuando dijo que comiera. Parecía mas que una suplica o un ruego una orden, y yo no llevaba bien eso que me dieran ordenes.
Estaba allí contra mi voluntad y quería una explicación de que había llevado a ese malnacido a sacarme de mi aldea.
Como si ese demonio que teníamos como rey leyera mi pensamiento se adentró en la cámara seguido por su séquito, ladeé la sonrisa al parecer pronto tendría respuestas.
Guardé silencio, sabia que se les hacia a los que lo contradecían.
El inmortal felicitó a la loba por sus éxitos, al parecer no solo por haber logrado una reliquia, si no por haberme traído hasta allí con vida.
Sentí los gélidos dedos de ese hombre en mi rostro, volteándolo como si pretendiera encontrar en el similitud alguna con algo o alguien y su risa retumbó en el lugar como si fuera la misma replica de Loqui.
-Creo señor que cometéis un error conmigo, soy un herrero que no sirvo para la lucha, estoy ciego, os seré infinitamente mas útil en mi aldea forjando las armas que puede blandir tu ejercito.
El rey me alzó por la pechera lanzándome contra las manos de uno de ss hombres.
-Llevadlo al patio de armas, hoy empezara su entrenamiento.
Podía escuchar las voces del séquito alegando que estaba malherido y que si tan pronto me mandaba a la muerte lo mas fácil es que la encontrara, pero aquel hombre no tuvo clemencia conmigo y su orden fue obedecida llevándome a rastras hasta el patio de armas.
Resople escuchando frente a mi el chisporroteo del fuego devorando los leños. Admito que el calor que desprendía y el de las mantas era lo único que impedía que mi cuerpo temblara como una hoja.
Sentía un fuerte dolor atravesar todo mi cuerpo, pero principalmente mi hombro que es donde había recibido la mordida del oso.
Las heridas habían sido tratadas, estaba vendado y en mi frente había un paño mojado para bajar la fiebre.
Los pasos orillándose hacia mi se sucedieron, sabia de sobra quien era, la loba del infierno.
Con desprecio le giré la cara, era su prisionero y que hubiera salvado mi vida nada decía ¿acaso no había hecho yo lo propio con la suya?
Me relamí los labios, aun guardaba su sabor, ese que deposito en ellos al llamarme Ubbe tantas veces fruto de su enajenación.
Negué con la cabeza cuando dijo que comiera. Parecía mas que una suplica o un ruego una orden, y yo no llevaba bien eso que me dieran ordenes.
Estaba allí contra mi voluntad y quería una explicación de que había llevado a ese malnacido a sacarme de mi aldea.
Como si ese demonio que teníamos como rey leyera mi pensamiento se adentró en la cámara seguido por su séquito, ladeé la sonrisa al parecer pronto tendría respuestas.
Guardé silencio, sabia que se les hacia a los que lo contradecían.
El inmortal felicitó a la loba por sus éxitos, al parecer no solo por haber logrado una reliquia, si no por haberme traído hasta allí con vida.
Sentí los gélidos dedos de ese hombre en mi rostro, volteándolo como si pretendiera encontrar en el similitud alguna con algo o alguien y su risa retumbó en el lugar como si fuera la misma replica de Loqui.
-Creo señor que cometéis un error conmigo, soy un herrero que no sirvo para la lucha, estoy ciego, os seré infinitamente mas útil en mi aldea forjando las armas que puede blandir tu ejercito.
El rey me alzó por la pechera lanzándome contra las manos de uno de ss hombres.
-Llevadlo al patio de armas, hoy empezara su entrenamiento.
Podía escuchar las voces del séquito alegando que estaba malherido y que si tan pronto me mandaba a la muerte lo mas fácil es que la encontrara, pero aquel hombre no tuvo clemencia conmigo y su orden fue obedecida llevándome a rastras hasta el patio de armas.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
Aquel infeliz, no moriría para su desgracia. Le curaría las heridas, haría desaparecer todo su mal a cambio de mérito y reconocimiento. Ya no le importaba nada, solo que el rey los amparase, llevar a su manada a la victoria absoluta y lo mejor de todo, acabar con todos los Cannif. Ella misma había dado la orden, Cannif encontrado, Cannif que abandonaría este mundo. Ninguno quedaría vivo y esa sí que sería su gran victoria y satisfacción personal.
Rugió al negarse a comer, de eso si que perecería si no le hacía caso. Le obligó hasta que al menos tomase una cucharada, antes de que el rey hiciese aparición. Las noticias volaban, no quiso entregarlo hasta estar en mejores condiciones ya que su estado se debía a ninguna otra culpa que suya. Una reverencia a su majestad, sin dejar de mirar a su prisionero. Completamente desnudo y vendado, ahora sí que daba pena. Risas entre los soldados, no era para menos… ¿para qué quería el rey un hombre insignificante, un ciego?
-No hay duda su majestad , es él. Es uno de ellos -no pudo evitarlo, sus ojos llameaban de rabia al mirarlo, sin duda era un Cannif. Era él. Complacida por las palabras del rey pero no compartiendo el destino de aquel hombre… no aguantaría ni un asalto. No tenía ni la más remota idea de ser un guerrero y menos, tener ese don de lucha. Lo que pensó desde el primer segundo en el que le vio: un Cannif defectuoso.
-Aguardad, su majestad -las palabras del rey aún resonaban en la estancia, firmes y tajantes, acababa de dar una orden y debían acatarla si querían como si no -Le he tratado las heridas, está débil, apenas ha comido y creo que dará mejor rendimiento y resultado si esperamos un par de semanas más. -pudo notar el gélido aliento del vampiro en su cuello, no se inmutó, esa mujer era mucho más fuerte de lo que todos imaginaban en aquella estancia.
No parpadeó tan siquiera, seguía firme en sus palabras, acercándose al borde de la cama y cambiarle la toalla mojada, seguía teniendo fiebre, ese hombre no serviría para nada, estaba mejor en la cama, daba menos problemas.
-Me comprometo a entrenarle, lo hará conmigo y mi manada. Prometo buenos resultados ¿acaso le he fallado? -llevaba razón y el rey lo sabía, cuando se comprometía cumplía a la perfección sus órdenes y promesas. Ahora solo faltaba que el rey accediera, si no lo hacía… ese sería el final de aquel hombre, le acababa de sentenciar a muerte… el Valhalla le esperaba con los brazos abiertos -Sabeis mi odio hacia… ellos, mejor maestra…verduga. Lo dejo en vuestra mano -
Desafiante, miró a los ojos al rey, el miedo par ella no existía.
Rugió al negarse a comer, de eso si que perecería si no le hacía caso. Le obligó hasta que al menos tomase una cucharada, antes de que el rey hiciese aparición. Las noticias volaban, no quiso entregarlo hasta estar en mejores condiciones ya que su estado se debía a ninguna otra culpa que suya. Una reverencia a su majestad, sin dejar de mirar a su prisionero. Completamente desnudo y vendado, ahora sí que daba pena. Risas entre los soldados, no era para menos… ¿para qué quería el rey un hombre insignificante, un ciego?
-No hay duda su majestad , es él. Es uno de ellos -no pudo evitarlo, sus ojos llameaban de rabia al mirarlo, sin duda era un Cannif. Era él. Complacida por las palabras del rey pero no compartiendo el destino de aquel hombre… no aguantaría ni un asalto. No tenía ni la más remota idea de ser un guerrero y menos, tener ese don de lucha. Lo que pensó desde el primer segundo en el que le vio: un Cannif defectuoso.
-Aguardad, su majestad -las palabras del rey aún resonaban en la estancia, firmes y tajantes, acababa de dar una orden y debían acatarla si querían como si no -Le he tratado las heridas, está débil, apenas ha comido y creo que dará mejor rendimiento y resultado si esperamos un par de semanas más. -pudo notar el gélido aliento del vampiro en su cuello, no se inmutó, esa mujer era mucho más fuerte de lo que todos imaginaban en aquella estancia.
No parpadeó tan siquiera, seguía firme en sus palabras, acercándose al borde de la cama y cambiarle la toalla mojada, seguía teniendo fiebre, ese hombre no serviría para nada, estaba mejor en la cama, daba menos problemas.
-Me comprometo a entrenarle, lo hará conmigo y mi manada. Prometo buenos resultados ¿acaso le he fallado? -llevaba razón y el rey lo sabía, cuando se comprometía cumplía a la perfección sus órdenes y promesas. Ahora solo faltaba que el rey accediera, si no lo hacía… ese sería el final de aquel hombre, le acababa de sentenciar a muerte… el Valhalla le esperaba con los brazos abiertos -Sabeis mi odio hacia… ellos, mejor maestra…verduga. Lo dejo en vuestra mano -
Desafiante, miró a los ojos al rey, el miedo par ella no existía.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Escuché la voz firme de la loba asegurando que era un suicidio llevarme en ese estado al campo de batalla, alegó que acababa de coser mis heridas, que estaba febril ademas de lo evidente que era un tullido y necesitaba entrenamiento antes.
La risa del rey nada bueno presagiaba, sus hombres guardaban silencio, como si la idea de que la Loba hubiera incurrido en desobediencia al replicar su orden fuera motivo suficiente como para temer la reacción del rey del norte.
-Iré- sentencié poniéndome en pie para sorpresa de todos.
Lo bueno de estar ciego, era que era capaz de ver donde otros ni siquiera llegaban a entender, ese rey era cruel, no parecía estar nada acostumbrado a las contradicciones y menos las de una mujer.
Había oído sus pasos orillándose a ella, así como el afilada arma silbar al ser desenvainada. Un punzón afilado que bien hubiera podido degollar a la mujer que en parte había salvado mi vida complicándola de igual modo.
-Iré-gruñí para alegría del rey que volvió a dejar quieta la hoja afilada.
-Llevarlo -ordenó para dedicarle unas palabras a la loba.
-para crear, antes hay que destruir -aseguró mientras dos hombres me arrastraban hacia el patio de armas y oía a mis espaldas el chasquido de la lengua de la loba y como no ,al comitiva que cerraba mi avance hacia el patio de armas.
Sentí como tras recorrer una distancia de un kilometro aproximadamente me lanzaban sobre la arena.
A mi lado me tiraron una espada y un escudo para que pudiera defenderme.
Casi me echo a reír por la ironía de la situación, no tenia ni puta idea de usar una espada, sabia forjarlas, pero por Odin, luchar con ella era bien distinto a saber si estaba bien templada.
A tientas aferré el escudo, la espada y me alcé del suelo tratando de intuir por donde me llegaría el primer golpe.
Inútiles mis intentos cuando la muchedumbre gritaba eufórica ante la imagen de ver sangre.
Ni siquiera supe por donde me venían los golpes, solo que mi cuerpo impactaba una y otra vez contra el suelo, pocas veces lograba interponer el escudo y lanzar la espada al aire para intentar dar a mi oponente se había vuelto un signo de mofa para todos los presentes.
Sentía la sangre brotar de nuevo de las heridas que la loba había cosido, nuevas heridas que el filo de la espada mordía y mi labio abierto, por los golpes del escudo ajeno en mi rostro.
Apenas podía mantenerme en pie, cada vez me costaba mas alzarme, y solo mi espíritu indomable, ese ego que me hacia no rendirme era lo que incorporaba mi cuerpo una y otra vez tratando de luchar para no desfallecer.
Los gritos de la gente empezaron a convertirse en silencio.
Algunos casi me suplicaban que no volviera a ponerme en pie, pero yo no hice caso, moriría pero no seria arrodillado frente a ese falso rey que devastaba el norte y a sus gentes.
Otro golpe que me derribó, los abucheos del publico hacia el gran gladiador que me destruía sin piedad como si matar a un ciego fuera la mayor gesta a realizar.
Escupí sangre al suelo, la espada la clave en la tierra, mi rodilla tomo impulso y de nuevo me alcé intentando interponer el escudo ante el siguiente golpe que no tardo en llegar y mi maltrecho cuerpo en volver a caer al ensangrentado suelo.
Cuando la molé creyó que ya no podría alzar mi alma, volví a intentarlo, espada en el suelo y tomaba impulso con los brazos, no seria tumbado como alcanzaría el Valahalla.
Tampoco con miedo acudiría a la cena de Odin, si este era el final, iría con valor para mirar de frente a mi valquiria.
La risa del rey nada bueno presagiaba, sus hombres guardaban silencio, como si la idea de que la Loba hubiera incurrido en desobediencia al replicar su orden fuera motivo suficiente como para temer la reacción del rey del norte.
-Iré- sentencié poniéndome en pie para sorpresa de todos.
Lo bueno de estar ciego, era que era capaz de ver donde otros ni siquiera llegaban a entender, ese rey era cruel, no parecía estar nada acostumbrado a las contradicciones y menos las de una mujer.
Había oído sus pasos orillándose a ella, así como el afilada arma silbar al ser desenvainada. Un punzón afilado que bien hubiera podido degollar a la mujer que en parte había salvado mi vida complicándola de igual modo.
-Iré-gruñí para alegría del rey que volvió a dejar quieta la hoja afilada.
-Llevarlo -ordenó para dedicarle unas palabras a la loba.
-para crear, antes hay que destruir -aseguró mientras dos hombres me arrastraban hacia el patio de armas y oía a mis espaldas el chasquido de la lengua de la loba y como no ,al comitiva que cerraba mi avance hacia el patio de armas.
Sentí como tras recorrer una distancia de un kilometro aproximadamente me lanzaban sobre la arena.
A mi lado me tiraron una espada y un escudo para que pudiera defenderme.
Casi me echo a reír por la ironía de la situación, no tenia ni puta idea de usar una espada, sabia forjarlas, pero por Odin, luchar con ella era bien distinto a saber si estaba bien templada.
A tientas aferré el escudo, la espada y me alcé del suelo tratando de intuir por donde me llegaría el primer golpe.
Inútiles mis intentos cuando la muchedumbre gritaba eufórica ante la imagen de ver sangre.
Ni siquiera supe por donde me venían los golpes, solo que mi cuerpo impactaba una y otra vez contra el suelo, pocas veces lograba interponer el escudo y lanzar la espada al aire para intentar dar a mi oponente se había vuelto un signo de mofa para todos los presentes.
Sentía la sangre brotar de nuevo de las heridas que la loba había cosido, nuevas heridas que el filo de la espada mordía y mi labio abierto, por los golpes del escudo ajeno en mi rostro.
Apenas podía mantenerme en pie, cada vez me costaba mas alzarme, y solo mi espíritu indomable, ese ego que me hacia no rendirme era lo que incorporaba mi cuerpo una y otra vez tratando de luchar para no desfallecer.
Los gritos de la gente empezaron a convertirse en silencio.
Algunos casi me suplicaban que no volviera a ponerme en pie, pero yo no hice caso, moriría pero no seria arrodillado frente a ese falso rey que devastaba el norte y a sus gentes.
Otro golpe que me derribó, los abucheos del publico hacia el gran gladiador que me destruía sin piedad como si matar a un ciego fuera la mayor gesta a realizar.
Escupí sangre al suelo, la espada la clave en la tierra, mi rodilla tomo impulso y de nuevo me alcé intentando interponer el escudo ante el siguiente golpe que no tardo en llegar y mi maltrecho cuerpo en volver a caer al ensangrentado suelo.
Cuando la molé creyó que ya no podría alzar mi alma, volví a intentarlo, espada en el suelo y tomaba impulso con los brazos, no seria tumbado como alcanzaría el Valahalla.
Tampoco con miedo acudiría a la cena de Odin, si este era el final, iría con valor para mirar de frente a mi valquiria.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
Última oportunidad para mantenerlo con vida. Si salía a luchar, todos sabían en aquella estancia cual sería su destino. Para él ya nada tendría sentido, alejado de su familia y hogar ¿qué le quedaba? Era alguien a quien nadie echaría de menos salvo sus padres y aquellos que iban a encargar sus armas. Lo estuvo vigilando durante días, cada paso , con quién se relacionaba e investigando sus orígenes. Era él sin ningún lugar a dudas, ahora quedaba que el rey sentenciase su destino , su misión ya había acabado. O no.
Era uno de ellos, debía ser ella misma quien acabase con su existencia. Extinguiría a ese linaje aunque con ello pereciera en el intento. No había cabida en el ejército para un inútil que solo daría problemas, nada que ver con el líder que derrotó a los suyos, el único superviviente, un guerrero como pocos quedaban…Ubbe Cannif.
Y es que por más que lo intentaba, le era imposible no acordarse, no recordar los momentos a escondidas, compartidos. Suspiró largamente al ver cómo se lo llevaban, desviando la mirada al fuego, no le importaba lo más mínimo lo que le pasase. Si pereciese en aquel cara a cara, iba a ser la primera en emborracharse esa noche , celebrando su muerte. Maldito y mil veces maldito. ¿Por qué ese apellido la perseguiría hasta el último aliento de su existencia? Furiosa, se dirigió hacia donde se celebraría el encuentro mortal.
Sonrió al comprobar con quien iba a enfrentarse. Estaba perdido. Y los golpes no tardaron en suceder. Uno tras otro , entre las heridas que ya de por sí quedaban por sanar y las nuevas… apenas le quedaría media hora de vida. No sería tan fácil, su espíritu luchador era incapaz de abandonarle a su suerte, solo uno de ellos se pondría en pie tantas veces. La admiración de muchos en el público, pena y algunos rezando que Odín se lo llevase lo antes posible, el Valhalla ya abrió sus puertas para acogerle.
Cuando perdió el conocimiento, se lo llevaron de allí al igual de cómo lo arrastraron de la casa de la loba. Evitó encontrarse con el rey, dirigiéndose hacia el lugar donde lo dejarían…tirado en cualquier parte. Chasqueó la lengua al ver el cuerpo inerte en el suelo, ella debía darle muerte. Con el pie, lo zarandeó para que quedase boca arriba y ver si seguía respirando, esperaban que él solo se levantase, retomar la batalla. El rey los vigilaba pero ¿Acaso no siempre acababa haciendo lo que realmente le daba la gana?
-Has durado demasiado. Él no te dará muerte, Aren. Lo haré yo y me da igual si el Rey te quiere para batallar -los soldados volvieron a por él, asegurándose que aún no había muerto -Decidle al rey que haré mi trabajo, es cosa mía, lo devolveré como un guerrero, ya comprobó que apenas duró un asalto -lo cargó en sus hombros, sin apenas esfuerzos, dirigiéndose a su casa… ignorando las palabras de súplica, si terminaba de nuevo en aquella cama y curado, se las vería con el rey aunque estuviese a sus órdenes. Seguía firme, ahora Aren Cannif era cosa suya -Tendremos que hacer un poco de trampa, -sacó un bote de uno de los muebles, apenas contenía un par de gotas que dejó resbalar por los labios del joven, sangre de vampiro… buena para las heridas de mortales, la tenía allí por uno en especial - He salvado tu vida pero acabaré con ella igualmente-fue tajante, mirándole a los ojos, aunque él no la viese… sabía que era capaz de eso , de cualquier cosa.
Era uno de ellos, debía ser ella misma quien acabase con su existencia. Extinguiría a ese linaje aunque con ello pereciera en el intento. No había cabida en el ejército para un inútil que solo daría problemas, nada que ver con el líder que derrotó a los suyos, el único superviviente, un guerrero como pocos quedaban…Ubbe Cannif.
Y es que por más que lo intentaba, le era imposible no acordarse, no recordar los momentos a escondidas, compartidos. Suspiró largamente al ver cómo se lo llevaban, desviando la mirada al fuego, no le importaba lo más mínimo lo que le pasase. Si pereciese en aquel cara a cara, iba a ser la primera en emborracharse esa noche , celebrando su muerte. Maldito y mil veces maldito. ¿Por qué ese apellido la perseguiría hasta el último aliento de su existencia? Furiosa, se dirigió hacia donde se celebraría el encuentro mortal.
Sonrió al comprobar con quien iba a enfrentarse. Estaba perdido. Y los golpes no tardaron en suceder. Uno tras otro , entre las heridas que ya de por sí quedaban por sanar y las nuevas… apenas le quedaría media hora de vida. No sería tan fácil, su espíritu luchador era incapaz de abandonarle a su suerte, solo uno de ellos se pondría en pie tantas veces. La admiración de muchos en el público, pena y algunos rezando que Odín se lo llevase lo antes posible, el Valhalla ya abrió sus puertas para acogerle.
Cuando perdió el conocimiento, se lo llevaron de allí al igual de cómo lo arrastraron de la casa de la loba. Evitó encontrarse con el rey, dirigiéndose hacia el lugar donde lo dejarían…tirado en cualquier parte. Chasqueó la lengua al ver el cuerpo inerte en el suelo, ella debía darle muerte. Con el pie, lo zarandeó para que quedase boca arriba y ver si seguía respirando, esperaban que él solo se levantase, retomar la batalla. El rey los vigilaba pero ¿Acaso no siempre acababa haciendo lo que realmente le daba la gana?
-Has durado demasiado. Él no te dará muerte, Aren. Lo haré yo y me da igual si el Rey te quiere para batallar -los soldados volvieron a por él, asegurándose que aún no había muerto -Decidle al rey que haré mi trabajo, es cosa mía, lo devolveré como un guerrero, ya comprobó que apenas duró un asalto -lo cargó en sus hombros, sin apenas esfuerzos, dirigiéndose a su casa… ignorando las palabras de súplica, si terminaba de nuevo en aquella cama y curado, se las vería con el rey aunque estuviese a sus órdenes. Seguía firme, ahora Aren Cannif era cosa suya -Tendremos que hacer un poco de trampa, -sacó un bote de uno de los muebles, apenas contenía un par de gotas que dejó resbalar por los labios del joven, sangre de vampiro… buena para las heridas de mortales, la tenía allí por uno en especial - He salvado tu vida pero acabaré con ella igualmente-fue tajante, mirándole a los ojos, aunque él no la viese… sabía que era capaz de eso , de cualquier cosa.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/05/2017
Localización : Dónde tú estés.
Re: La forja (privado)(+18)
Abrí los ojos en la mullida cama de donde me habían sacado para llevarme al campo de batalla, mis labios empapados en carmesí.
No me costó demasiado descubrir que parte de las heridas habían curado porque esa mujer había usado sangre de vampiro conmigo.
Algo que revitalizaba y en dosis suficientes hacia que sanara cualquier cuerpo mortal, claro que el viaje era inevitable, mis ojos se habían dilatado ,sentía mi cuerpo flotar, arder plagado de vitalidad, jadeaba extasiado, sintiendo como mi cuerpo se tensaba para luego relajarse en espasmos.
Era una potente droga que me hacia rozar el cielo sin tan siquiera estar cerca de el.
Me relamí los labios buscando mas de ese afrodisíaco, gimiendo ligeramente por el subidon que ahora mismo recorría mi cuerpo.
Abrí los ojos, no podía verla, pero si sentir su respiración. Estaba sentada junto a mi en el lecho, recorriendo con un paño húmedo las heridas para limpiarlas, curarlas y evitar que se infectaran, permanecí quieto escuchando que era su responsabilidad.
-Te equivocas loba, soy tu prisionero -gruñí frunciendo el ceño -no se que demonios queréis de mi, pero no os lo daré, torturarme hasta que no me tenga en pie, pero sea lo que sea que busquéis encontrar en mi, no lo hallareis.
Odiaba al rey del norte como el resto de aldeanos y si yo tenia que servir para alguno de sus inhumanos propósitos antes prefería alcanzar el Valhalla hoy mismo.
-No se porque te esfuerzas en mantenerme vivo, lo que ha pasado hoy se repetirá, es cuestion de tiempo que uno de los guerreros del rey acabe conmigo y si no lo hace, es cuestión de tiempo que me alcé contra el.
Tener cuidado, a veces los animales acorralados tienden a morder.
La loba parecía tomar a broma a un pobre tullido, de echo todos lo hacían, quizás ahí residiera su error, que nada esperaban de mi.
Ladeé la sonrisa girando le rostro hacia le lado contrario donde estaba la loba, no tenia nada mas que decir, ni que aportar a esa estúpida conversación, estaba harto de su soberbia.
No dejaba de decir que ella era quien me mataría, pero allí estaba preocupada curando mis heridas, no decía de decir que me odiaba, pero ¿ por que? No me conocía.
Si algo me había quedado claro es que estaba loca, se contradecía y no sabia o que quería.
Aunque en algo llevaba razón, ella era la culpable de esto, todos tenemos elección, pudo decir no, o haberme dejado donde estaba y fingir no haberme encontrado, pero por el contrario me trajo frente a su rey, mi muerte caería sobre su consciencia si es que esa mujer gozaba de un ápice de ella.
La puerta de la cabaña sonó, ni siquiera me gire para ver quien era, aunque la parecer no la buscaban a ella si no que traían presentes para ese hombre que les habia recordado a alguien.
No entendía si esa gente estaba loco o dispuesta a seguir a un ciego hacia el Valhalla pero fuera como fuera, se equivocaban de hombre.
No me costó demasiado descubrir que parte de las heridas habían curado porque esa mujer había usado sangre de vampiro conmigo.
Algo que revitalizaba y en dosis suficientes hacia que sanara cualquier cuerpo mortal, claro que el viaje era inevitable, mis ojos se habían dilatado ,sentía mi cuerpo flotar, arder plagado de vitalidad, jadeaba extasiado, sintiendo como mi cuerpo se tensaba para luego relajarse en espasmos.
Era una potente droga que me hacia rozar el cielo sin tan siquiera estar cerca de el.
Me relamí los labios buscando mas de ese afrodisíaco, gimiendo ligeramente por el subidon que ahora mismo recorría mi cuerpo.
Abrí los ojos, no podía verla, pero si sentir su respiración. Estaba sentada junto a mi en el lecho, recorriendo con un paño húmedo las heridas para limpiarlas, curarlas y evitar que se infectaran, permanecí quieto escuchando que era su responsabilidad.
-Te equivocas loba, soy tu prisionero -gruñí frunciendo el ceño -no se que demonios queréis de mi, pero no os lo daré, torturarme hasta que no me tenga en pie, pero sea lo que sea que busquéis encontrar en mi, no lo hallareis.
Odiaba al rey del norte como el resto de aldeanos y si yo tenia que servir para alguno de sus inhumanos propósitos antes prefería alcanzar el Valhalla hoy mismo.
-No se porque te esfuerzas en mantenerme vivo, lo que ha pasado hoy se repetirá, es cuestion de tiempo que uno de los guerreros del rey acabe conmigo y si no lo hace, es cuestión de tiempo que me alcé contra el.
Tener cuidado, a veces los animales acorralados tienden a morder.
La loba parecía tomar a broma a un pobre tullido, de echo todos lo hacían, quizás ahí residiera su error, que nada esperaban de mi.
Ladeé la sonrisa girando le rostro hacia le lado contrario donde estaba la loba, no tenia nada mas que decir, ni que aportar a esa estúpida conversación, estaba harto de su soberbia.
No dejaba de decir que ella era quien me mataría, pero allí estaba preocupada curando mis heridas, no decía de decir que me odiaba, pero ¿ por que? No me conocía.
Si algo me había quedado claro es que estaba loca, se contradecía y no sabia o que quería.
Aunque en algo llevaba razón, ella era la culpable de esto, todos tenemos elección, pudo decir no, o haberme dejado donde estaba y fingir no haberme encontrado, pero por el contrario me trajo frente a su rey, mi muerte caería sobre su consciencia si es que esa mujer gozaba de un ápice de ella.
La puerta de la cabaña sonó, ni siquiera me gire para ver quien era, aunque la parecer no la buscaban a ella si no que traían presentes para ese hombre que les habia recordado a alguien.
No entendía si esa gente estaba loco o dispuesta a seguir a un ciego hacia el Valhalla pero fuera como fuera, se equivocaban de hombre.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro al oírle que no les daría nada. Espíritu Cannif sin duda, le recordó demasiado a alguien por lo que su sonrisa dejó de ser oscura por unos segundos, ojos que brillaron de manera especial. rió, una risa de lo más divertida como hiriente ¿animal acorralado? Podía ser pero no se merecía menos que eso. Estaba sentenciado igualmente, fuera como en su lecho.
-Prueba a morderme, será correspondido -buscó su mirada, seguía buscándola aunque no la encontrase, sabía que él podía sentir sus ojos fijos en su persona. Podía haberse interpretado como palabras en tono sexual pero en absoluto era así, entre ellos no podía haber más que odio, lo que sembraron…ahora lo estaban recogiendo y en abundancia -No sabes quién eres pero lo sabrás. Un herrero ciego inútil para la batalla, eso crees pero aquí eres más que eso y… eso puede demostrarlo -la gente que depositaba sus regalos, se iban alejando maravilladas por ese “milagro” del que tanto murmuraban y llegaba a los oídos de aquel hombre.
-Ya que puedes moverte y ponerte en pie. Levántate. La primera lección será en el agua, de paso, quitas la sangre y el barro. -se puso en pie, esperando que la siguiese, se detuvo antes de cruzar la puerta, lo que iba a confesarle era de total importancia… seguramente la pista a porqué estaba allí -No se trata de lo que queremos o no de ti, si no de quién eres. Aún no lo sabes -escupió las palabras como si fuesen veneno, un veneno que le consumía. Él no era diferente al Cannif que conoció. No habría ninguno como Ubbe, su corazón se lo llevó con él y rescatarlo iba a ser tarea difícil, imposible.
De la casa aquel claro, habría un kilómetro. Lo custodió hasta que llegaron y no perdió tiempo en quitarse la ropa, era una lucha cuerpo a cuerpo..además, ese hombre no veía nada. el sonido de la ropa caer a sus pies, el agua recibiéndola, adentrándose hasta estar a la altura de la cintura. Era alta, así que más o menos estaban a la par.
-No es un secreto que no tienes reflejos. Empezaremos por eso. Esquiva mis golpes, oye cada movimiento… por ello te resultará más fácil -suspiró pesadamente, poniéndose en guardia , su palma impactó contra la mejilla de él, sin avisar. Tuvo que dolerle, la fuerza de esa mujer era impresionante, más su espíritu, pues veía en él algo de esperanza… ¿no era uno de ellos? La sangre del guerrero corría por sus venas, solo…tenía que hacérselo ver.
-Yo nunca fallo, así que o pones ganas o terminas ahogado en el río. Hoy es tu día de suerte. Espera -bajó la voz, debía de hacerlo. Frunció el ceño a desgana, si quería que estuviese al menos presentable tendría que sumergirse por entero. Tomó su mano, un gesto suave e incluso tierno, muy diferente al golpe recibido - Atácame, ahora la profundidad es más complicada. Sé que puedes, lo llevas en la sangre -no lo soltó de la mano, su inconsciencia le jugaba esa mala pasada. Seguía viendo a otro Cannif.
-Prueba a morderme, será correspondido -buscó su mirada, seguía buscándola aunque no la encontrase, sabía que él podía sentir sus ojos fijos en su persona. Podía haberse interpretado como palabras en tono sexual pero en absoluto era así, entre ellos no podía haber más que odio, lo que sembraron…ahora lo estaban recogiendo y en abundancia -No sabes quién eres pero lo sabrás. Un herrero ciego inútil para la batalla, eso crees pero aquí eres más que eso y… eso puede demostrarlo -la gente que depositaba sus regalos, se iban alejando maravilladas por ese “milagro” del que tanto murmuraban y llegaba a los oídos de aquel hombre.
-Ya que puedes moverte y ponerte en pie. Levántate. La primera lección será en el agua, de paso, quitas la sangre y el barro. -se puso en pie, esperando que la siguiese, se detuvo antes de cruzar la puerta, lo que iba a confesarle era de total importancia… seguramente la pista a porqué estaba allí -No se trata de lo que queremos o no de ti, si no de quién eres. Aún no lo sabes -escupió las palabras como si fuesen veneno, un veneno que le consumía. Él no era diferente al Cannif que conoció. No habría ninguno como Ubbe, su corazón se lo llevó con él y rescatarlo iba a ser tarea difícil, imposible.
De la casa aquel claro, habría un kilómetro. Lo custodió hasta que llegaron y no perdió tiempo en quitarse la ropa, era una lucha cuerpo a cuerpo..además, ese hombre no veía nada. el sonido de la ropa caer a sus pies, el agua recibiéndola, adentrándose hasta estar a la altura de la cintura. Era alta, así que más o menos estaban a la par.
-No es un secreto que no tienes reflejos. Empezaremos por eso. Esquiva mis golpes, oye cada movimiento… por ello te resultará más fácil -suspiró pesadamente, poniéndose en guardia , su palma impactó contra la mejilla de él, sin avisar. Tuvo que dolerle, la fuerza de esa mujer era impresionante, más su espíritu, pues veía en él algo de esperanza… ¿no era uno de ellos? La sangre del guerrero corría por sus venas, solo…tenía que hacérselo ver.
-Yo nunca fallo, así que o pones ganas o terminas ahogado en el río. Hoy es tu día de suerte. Espera -bajó la voz, debía de hacerlo. Frunció el ceño a desgana, si quería que estuviese al menos presentable tendría que sumergirse por entero. Tomó su mano, un gesto suave e incluso tierno, muy diferente al golpe recibido - Atácame, ahora la profundidad es más complicada. Sé que puedes, lo llevas en la sangre -no lo soltó de la mano, su inconsciencia le jugaba esa mala pasada. Seguía viendo a otro Cannif.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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