AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La forja (privado)(+18)
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La forja (privado)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Como todas las mañanas las primeras luces del alba entraron por el postigo de mi ventana, no podría decir que las vi, mas si sentí dos golpes en la puerta de las callosas manos de mi padre.
El trabajo en la herrería era sacrificado, supongo que como la mayoría de los trabajos de labriegos, zapateros... oficios que sacaban adelante numerosas familias a duras penas, pues los diezmos impuestos por nuestro rey no eran solo abusivos, me atrevería a decir que incluso sangrantes.
Aun así, la herrería tenia el trabajo suficiente como para poder seguir adelante, así que clavé los pies en el suelo, alargué la mano tomando el bastón que tenia al lado izquierdo del cabezal del camastro y con este, me acerqué al armario para tomar ropa limpia y colocármela antes de bajar al rustico salón.
El olor a revuelto de huevos, pan tostado y carne que hacia mi madre se podía sentir desde las escaleras de madera que crujían a cada paso. Tomamos asiento en la mesa y tras mi madre agradecer a los dioses los alimentos devoramos el copioso desayuno.
Así emprendimos mi padre y yo un nuevo día en al herrería, encendiendo el fuego para poder forjar el acero.
Teníamos bastante trabajo, pues en el norte una guerra se libraba y había demasiados manos reclutadas para blandir armas.
Mi aldea era de las mas devastadas por el férreo puño del rey, no solo porque se habían llevado gran cantidad de muchachos jóvenes que aun no tenían edad de luchar pero lo harían por una guerra que no entendían, si no porque varias vírgenes habían sido arrancadas del seno de sus familias para Odin sabe que.
Yo era ciego, no servia para los designios de nuestro rey, mi padre ya anciano para manejar la espada y sin nociones para hacerlo, le forjaba las armas, ese era el trato al que habían llegado.
Sequé el sudor de mi frente con la manga de la camisa mientras hacia una breve pausa antes de continuar dando con el martillo al acero que sobre el Yunque reposaba.
Paraba de vez en cuanto para palpar la templanza sujetándola con al mano extendida. La enfriaba para tocar el acero, acariciando la hoja para sentir si había muesca o fallo alguno que no la hiciera perfecta y de nuevo, la calentaba bajo las llamas para seguir forjandola.
La voz de una mujer preguntando por mi a mi padre hizo detener el atronador ruido.
Lo bueno de estar ciego era que le resto de mis sentidos se habían afilado con el paso del tiempo.
Me buscaba, al parecer era una de las cabecillas del ejercito del rey y mi presencia era requerida en palacio, la pregunta era ¿para que?
Dejé lo que estaba haciendo para acercarme a mi padre, porte arrogante al posar la mano sobre su hombro.
Lo conocía y estaba a punto de saltar y comentar cualquier imprudencia que bien le costaría la vida.
-Dile a nuestro rey que si pretende tener las armas para aplacar la revolución no tengo tiempo para visitas de cortesía.
Como todas las mañanas las primeras luces del alba entraron por el postigo de mi ventana, no podría decir que las vi, mas si sentí dos golpes en la puerta de las callosas manos de mi padre.
El trabajo en la herrería era sacrificado, supongo que como la mayoría de los trabajos de labriegos, zapateros... oficios que sacaban adelante numerosas familias a duras penas, pues los diezmos impuestos por nuestro rey no eran solo abusivos, me atrevería a decir que incluso sangrantes.
Aun así, la herrería tenia el trabajo suficiente como para poder seguir adelante, así que clavé los pies en el suelo, alargué la mano tomando el bastón que tenia al lado izquierdo del cabezal del camastro y con este, me acerqué al armario para tomar ropa limpia y colocármela antes de bajar al rustico salón.
El olor a revuelto de huevos, pan tostado y carne que hacia mi madre se podía sentir desde las escaleras de madera que crujían a cada paso. Tomamos asiento en la mesa y tras mi madre agradecer a los dioses los alimentos devoramos el copioso desayuno.
Así emprendimos mi padre y yo un nuevo día en al herrería, encendiendo el fuego para poder forjar el acero.
Teníamos bastante trabajo, pues en el norte una guerra se libraba y había demasiados manos reclutadas para blandir armas.
Mi aldea era de las mas devastadas por el férreo puño del rey, no solo porque se habían llevado gran cantidad de muchachos jóvenes que aun no tenían edad de luchar pero lo harían por una guerra que no entendían, si no porque varias vírgenes habían sido arrancadas del seno de sus familias para Odin sabe que.
Yo era ciego, no servia para los designios de nuestro rey, mi padre ya anciano para manejar la espada y sin nociones para hacerlo, le forjaba las armas, ese era el trato al que habían llegado.
Sequé el sudor de mi frente con la manga de la camisa mientras hacia una breve pausa antes de continuar dando con el martillo al acero que sobre el Yunque reposaba.
Paraba de vez en cuanto para palpar la templanza sujetándola con al mano extendida. La enfriaba para tocar el acero, acariciando la hoja para sentir si había muesca o fallo alguno que no la hiciera perfecta y de nuevo, la calentaba bajo las llamas para seguir forjandola.
La voz de una mujer preguntando por mi a mi padre hizo detener el atronador ruido.
Lo bueno de estar ciego era que le resto de mis sentidos se habían afilado con el paso del tiempo.
Me buscaba, al parecer era una de las cabecillas del ejercito del rey y mi presencia era requerida en palacio, la pregunta era ¿para que?
Dejé lo que estaba haciendo para acercarme a mi padre, porte arrogante al posar la mano sobre su hombro.
Lo conocía y estaba a punto de saltar y comentar cualquier imprudencia que bien le costaría la vida.
-Dile a nuestro rey que si pretende tener las armas para aplacar la revolución no tengo tiempo para visitas de cortesía.
Última edición por Aren Cannif el Lun Jun 12, 2017 3:32 pm, editado 1 vez
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
Sus piernas atraparon mi cintura, nuestros sexos se acariciaban, se batían en duelo mientras nuestras palabras retumbaban en nuestros oídos desafiantes, ardientes.
Ladeé la sonrisa con cierta diversión, relamiendome contra sus labios.
-¿quieres que lo recuerde? -susurré entre gruñidos roncos.
Mi acero se alzaba forjado en las mejores fraguas del norte, silbaba en busca de su vaina, hambriento.
-No soy de nadie -corregí mordiendo su inferior antes de dar paso a su boca para que surcara los bravos ríos de mi cuello -no pertenezco a nadie y no lo haré nunca -susurré con la voz ronca.
Mis manso se apoyaron en sus caderas, mi glande recorría su raja, aullando para adentrarse en su laberinto, devastarlo todo por completo.
Sus pechos prietos contra me torso, consumiéndonos de ganas.
Sentía sus tibias caricias en mi espalda, sus dedos en mi pelo atrayéndome para batirnos en un nuevo duelo de aceros.
Lenguas que serpenteaba saboreándose, lamiéndose dentro y fuera de nuestras bocas, hambrientas mientras reíamos recordando la noche de la hoguera.
-¿por que lo sigues? -le pregunté contra su boca -al rey -pregunte.
Acaricié sus labios con la yema de mis dedos, mi lengua continuo el mismo sendero, incitándola a salir a mi encuentro.
Lento baile de caderas acogiendo mi miembro envolviéndolo acogiéndome gruñir al sentirme entrar lentamente en su interior.
-Ese hombre esta destruyendo nuestro mundo Bry -susurré contra su boca de nuevo -vivo en una aldea pequeña, los diezmos que hace pagar a los norteños es imposible para cualquier campesino que trabaja su tierra de sol a sol.
Nadie puede mantener a sus familias y pagar al rey y cuando protestan o se niegan latigazos o la muerte es lo que les espera.
Höor Cannif es nuestra única esperanza de tener una vida mejor ¿por que no lo ves Bye? ¿tan ciega estas?
Nuestras palabras se acariciaban casi tanto como nuestros actos, el ruido de una rama quebrase bastó para saber que no estábamos solos.
-¡Mierda! -gruñí contra su boca.
Si descubrían su traición la muerte seria lo que la esperara en la plaza.
La empujé contra la hierba, mi mano en su cuello apretándolo con dureza, cambié de posición embistiéndola con violencia.
-Vamos puta del rey, esto es lo que mereces por haberme sacado de mi hogar -rugí alzando la mano para golpearla.
Una mano gélida atrapó la mía antes de que cayera sobre la licantropa.
Ladeé la sonrisa, mi plan había funcionado.
Dos hombres me sacaron de encima de ella y a la orden del rey se me llevaron a rastras a las mazmorras mientras yo increpaba a la loba para hacerlo todo infinitamente mas creíble.
Ladeé la sonrisa con cierta diversión, relamiendome contra sus labios.
-¿quieres que lo recuerde? -susurré entre gruñidos roncos.
Mi acero se alzaba forjado en las mejores fraguas del norte, silbaba en busca de su vaina, hambriento.
-No soy de nadie -corregí mordiendo su inferior antes de dar paso a su boca para que surcara los bravos ríos de mi cuello -no pertenezco a nadie y no lo haré nunca -susurré con la voz ronca.
Mis manso se apoyaron en sus caderas, mi glande recorría su raja, aullando para adentrarse en su laberinto, devastarlo todo por completo.
Sus pechos prietos contra me torso, consumiéndonos de ganas.
Sentía sus tibias caricias en mi espalda, sus dedos en mi pelo atrayéndome para batirnos en un nuevo duelo de aceros.
Lenguas que serpenteaba saboreándose, lamiéndose dentro y fuera de nuestras bocas, hambrientas mientras reíamos recordando la noche de la hoguera.
-¿por que lo sigues? -le pregunté contra su boca -al rey -pregunte.
Acaricié sus labios con la yema de mis dedos, mi lengua continuo el mismo sendero, incitándola a salir a mi encuentro.
Lento baile de caderas acogiendo mi miembro envolviéndolo acogiéndome gruñir al sentirme entrar lentamente en su interior.
-Ese hombre esta destruyendo nuestro mundo Bry -susurré contra su boca de nuevo -vivo en una aldea pequeña, los diezmos que hace pagar a los norteños es imposible para cualquier campesino que trabaja su tierra de sol a sol.
Nadie puede mantener a sus familias y pagar al rey y cuando protestan o se niegan latigazos o la muerte es lo que les espera.
Höor Cannif es nuestra única esperanza de tener una vida mejor ¿por que no lo ves Bye? ¿tan ciega estas?
Nuestras palabras se acariciaban casi tanto como nuestros actos, el ruido de una rama quebrase bastó para saber que no estábamos solos.
-¡Mierda! -gruñí contra su boca.
Si descubrían su traición la muerte seria lo que la esperara en la plaza.
La empujé contra la hierba, mi mano en su cuello apretándolo con dureza, cambié de posición embistiéndola con violencia.
-Vamos puta del rey, esto es lo que mereces por haberme sacado de mi hogar -rugí alzando la mano para golpearla.
Una mano gélida atrapó la mía antes de que cayera sobre la licantropa.
Ladeé la sonrisa, mi plan había funcionado.
Dos hombres me sacaron de encima de ella y a la orden del rey se me llevaron a rastras a las mazmorras mientras yo increpaba a la loba para hacerlo todo infinitamente mas creíble.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
Me apetecía volver a probarlo ¿era un delito? Ninguno. El rey tenía su propio ejército de prostitutas y como bien dije , él era mi prisionero. Lo de anoche ocurrió , dándonos esa tregua, siendo quiénes verdaderamente éramos. Dejamos de ser enemigos sin ser conscientes de que nos estábamos condenando pero ¿acaso importaba? Después de lo de Ubbe, me refugiaba en otros brazos, sin importarme otra cosa que placer, sin compromiso…era libre.
El recuerdo de aquel salvaje y esperado encuentro, del que me negaba a admitir el deseo y la atracción , quise repetirlo. Volver a saborear sus labios, anoche me volví adicta a sus besos durante ese tiempo. nuestros cuerpos se amoldaron, encontrándose y perdiéndonos entre gemidos y jadeos…solo buscando arder más que las llamas que nos observaban.
Su pregunta , me pilló de improviso, busqué su mirada… una tonta costumbre pues no me la devolvió, solo podía sentir sus manos y el ardor de su cuerpo contra el mío, estaba tan excitada que cuando entró en mi interior, me enredé entre sus brazos…nuestros cuerpos encajaron a la perfección y deseé tener más tiempo, debía ser rápido antes de que fuésemos descubiertos. Si a los oídos del rey llegase que pasó algo entre nosotros..me condenarían. Más me condenó dejarme llevar, no contestar a nada de lo que me preguntaba porque no tenía respuesta.
Tomé su rostro entre mis manos, mis dedos acariciaron su boca, el pulgar despacio… por el labio inferior el índice por el superior. Sonreí por el juego, volvíamos a ser esas dos almas libres que se perdían en el otro, sin importarnos lo demás. No respondí, no hizo falta. Seguía al rey por venganza, despecho, mi corazón roto seguía hecho añicos. Ocurrió demasiado deprisa…estaba tan absorta en nosotros que no me enteré de nada más. su respiración jugando con la mía, el acto se volvió salvaje y no comprendí hasta que lo arrancaron de mi lado.
Rugí, aún seguía algo perdida. Me había salvado, lo vi por su sonrisa sincera. Unas horas más tarde, me presenté en las celdas. Cerré los ojos con frustración, estar ahí me había costado ir a buscarle. Ofrecí algo que no pudo negar y es que ¿no dijo que era la puta del rey? No estaba tan mal desencaminado solo que el hecho de haberme dejado llevar fue por un motivo, sacarle de allí. Le entregué el salvoconducto al guardia, firmado de puño y letra del rey.
-Es mi prisionero. El rey ordena inmediatamente que lo dejéis libre ¿es que no sabes leer? -mi temperamento inquietó al guardia que en cuestión de minutos abrió las puertas, le tomé del brazo de muy malas formas, tirando de él hacia fuera con todo el odio capaz de mostrar y es que odiaba, odiaba en quien me había convertido pero ya no había solución.
Chasqueé la lengua, siseé para que no dijese ni una palabra. apenas lo miré a la cara y él pudo saberlo por mi indiferencia ¿qué me estaba ocurriendo? Reflexioné por sus preguntas, palabras que mudas se quedaron en mi garganta. Solo era un enemigo a quien torturar, hacer la vida imposible…y sin embargo lo acababa de sacar de la celda para que el castigo no se produjese.
-Venganza. Antes era como tú, veía esperanza, creía en las personas pero… ya no -le salvé y él a mí, la deuda estaba saldada -No volverán a molestarte, me perteneces como prisionero, solo puedo castigarte yo -ladré lo último… estaba tan enfadada y ofuscada que no era capaz de admitir que hice por él algo que … no podría saber nunca.
El recuerdo de aquel salvaje y esperado encuentro, del que me negaba a admitir el deseo y la atracción , quise repetirlo. Volver a saborear sus labios, anoche me volví adicta a sus besos durante ese tiempo. nuestros cuerpos se amoldaron, encontrándose y perdiéndonos entre gemidos y jadeos…solo buscando arder más que las llamas que nos observaban.
Su pregunta , me pilló de improviso, busqué su mirada… una tonta costumbre pues no me la devolvió, solo podía sentir sus manos y el ardor de su cuerpo contra el mío, estaba tan excitada que cuando entró en mi interior, me enredé entre sus brazos…nuestros cuerpos encajaron a la perfección y deseé tener más tiempo, debía ser rápido antes de que fuésemos descubiertos. Si a los oídos del rey llegase que pasó algo entre nosotros..me condenarían. Más me condenó dejarme llevar, no contestar a nada de lo que me preguntaba porque no tenía respuesta.
Tomé su rostro entre mis manos, mis dedos acariciaron su boca, el pulgar despacio… por el labio inferior el índice por el superior. Sonreí por el juego, volvíamos a ser esas dos almas libres que se perdían en el otro, sin importarnos lo demás. No respondí, no hizo falta. Seguía al rey por venganza, despecho, mi corazón roto seguía hecho añicos. Ocurrió demasiado deprisa…estaba tan absorta en nosotros que no me enteré de nada más. su respiración jugando con la mía, el acto se volvió salvaje y no comprendí hasta que lo arrancaron de mi lado.
Rugí, aún seguía algo perdida. Me había salvado, lo vi por su sonrisa sincera. Unas horas más tarde, me presenté en las celdas. Cerré los ojos con frustración, estar ahí me había costado ir a buscarle. Ofrecí algo que no pudo negar y es que ¿no dijo que era la puta del rey? No estaba tan mal desencaminado solo que el hecho de haberme dejado llevar fue por un motivo, sacarle de allí. Le entregué el salvoconducto al guardia, firmado de puño y letra del rey.
-Es mi prisionero. El rey ordena inmediatamente que lo dejéis libre ¿es que no sabes leer? -mi temperamento inquietó al guardia que en cuestión de minutos abrió las puertas, le tomé del brazo de muy malas formas, tirando de él hacia fuera con todo el odio capaz de mostrar y es que odiaba, odiaba en quien me había convertido pero ya no había solución.
Chasqueé la lengua, siseé para que no dijese ni una palabra. apenas lo miré a la cara y él pudo saberlo por mi indiferencia ¿qué me estaba ocurriendo? Reflexioné por sus preguntas, palabras que mudas se quedaron en mi garganta. Solo era un enemigo a quien torturar, hacer la vida imposible…y sin embargo lo acababa de sacar de la celda para que el castigo no se produjese.
-Venganza. Antes era como tú, veía esperanza, creía en las personas pero… ya no -le salvé y él a mí, la deuda estaba saldada -No volverán a molestarte, me perteneces como prisionero, solo puedo castigarte yo -ladré lo último… estaba tan enfadada y ofuscada que no era capaz de admitir que hice por él algo que … no podría saber nunca.
Brynja- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 73
Fecha de inscripción : 07/05/2017
Localización : Dónde tú estés.
Re: La forja (privado)(+18)
Empezaba a acostumbrarme a aquello de ser prisionero del rey, las palizas se sucedían y las frías celdas llenas de moho y con olor a orín se convirtieron en mi sino preferido.
No iban a doblegarme, podía fustigarme hasta la muerte, pero hasta que mi valquiria me llevase, siempre me pondría en pie.
Por suerte en la celda no estaba solo, algo normal en ese castillos plagados de prisioneros, muchos eran los enemigos del rey del norte, la gente se sublevaba y allí esperaban ser enviados a la orca o a la guillotina.
Ademas, las ratas se paseaban entre nosotros como un manjar sabroso, allí todos estaban desesperados, muchos morían incuso antes de ser sentenciados.
Mi sorpresa vino cuando la licantropo con uno de los guardias llego frente a mi celda, al parecer me indultaba le mismo rey algo que me hizo arquear una ceja sin acabar de entender su motivación.
Mi apellido fue gritado por todos y cada uno de los prisioneros “Cannif” sonaba con fuerza haciendo eco en aquel lugar siniestro, golpes en los barrotes, los soldados llamando al orden.
Una vez fuera hundí mi mirada parda en la ajena, no era capaz de verla pero por su voz podía intuir que también ella me miraba atenta.
-¿que has hecho para que tu rey suelte a un Cannif? -pregunté dándole a entender dos cosas claramente, una que no era un burdo herrero que no sabia que algo tenia que haberle ofrecido a cambio de mi libertad, dos que ahora conocía los motivos de mi secuestro, portaba el apellido según ellos del hombre que podía proclamarse rey del norte, ese que tenia le apoyo del pueblo.
Me era indiferente que mi apellido fuera Cannif, a fin de cuentas me abandonaron en una barcaza por ser un tullido. Para mi, mi padre y mi madre siempre seria la familia que me crió, esa que me dio un nombre, que me permitió aprender un oficio y ganarme la vida de forma honrada.
Los Cannif, el rey del norte y todos ellos podían irse a Hell, porque yo no debía lealtad a ninguno de los dos bandos.
Tensé le gesto cuando lela tiró de mi para llevarme nuevamente a su hogar, alejarme del peligro parecía haberse convertido en su bandera, no necesitaba que me cuidara, eso era capaz de hacerlo por mi cuenta.
-Estoy ciego, pero no soy débil aunque te lo parezca, así que deja de protegerme ¿que has hecho mujer? -pregunté rabioso casi intuyendo que l oque fuera no iba a gustarme lo mas mínimo.
Me relamí los labios resecos, estaba sediento, hambriento y herido por los latigazos, aun así no iba a moverme hasta que esa mujer me diera de una vez que demonios había pasado por su mente.
-Huye conmigo -mi propuesta sonó clara -no eres libre aquí, en el fondo creo que de los dos tu eres la prisionera del rey y no yo.
No iban a doblegarme, podía fustigarme hasta la muerte, pero hasta que mi valquiria me llevase, siempre me pondría en pie.
Por suerte en la celda no estaba solo, algo normal en ese castillos plagados de prisioneros, muchos eran los enemigos del rey del norte, la gente se sublevaba y allí esperaban ser enviados a la orca o a la guillotina.
Ademas, las ratas se paseaban entre nosotros como un manjar sabroso, allí todos estaban desesperados, muchos morían incuso antes de ser sentenciados.
Mi sorpresa vino cuando la licantropo con uno de los guardias llego frente a mi celda, al parecer me indultaba le mismo rey algo que me hizo arquear una ceja sin acabar de entender su motivación.
Mi apellido fue gritado por todos y cada uno de los prisioneros “Cannif” sonaba con fuerza haciendo eco en aquel lugar siniestro, golpes en los barrotes, los soldados llamando al orden.
Una vez fuera hundí mi mirada parda en la ajena, no era capaz de verla pero por su voz podía intuir que también ella me miraba atenta.
-¿que has hecho para que tu rey suelte a un Cannif? -pregunté dándole a entender dos cosas claramente, una que no era un burdo herrero que no sabia que algo tenia que haberle ofrecido a cambio de mi libertad, dos que ahora conocía los motivos de mi secuestro, portaba el apellido según ellos del hombre que podía proclamarse rey del norte, ese que tenia le apoyo del pueblo.
Me era indiferente que mi apellido fuera Cannif, a fin de cuentas me abandonaron en una barcaza por ser un tullido. Para mi, mi padre y mi madre siempre seria la familia que me crió, esa que me dio un nombre, que me permitió aprender un oficio y ganarme la vida de forma honrada.
Los Cannif, el rey del norte y todos ellos podían irse a Hell, porque yo no debía lealtad a ninguno de los dos bandos.
Tensé le gesto cuando lela tiró de mi para llevarme nuevamente a su hogar, alejarme del peligro parecía haberse convertido en su bandera, no necesitaba que me cuidara, eso era capaz de hacerlo por mi cuenta.
-Estoy ciego, pero no soy débil aunque te lo parezca, así que deja de protegerme ¿que has hecho mujer? -pregunté rabioso casi intuyendo que l oque fuera no iba a gustarme lo mas mínimo.
Me relamí los labios resecos, estaba sediento, hambriento y herido por los latigazos, aun así no iba a moverme hasta que esa mujer me diera de una vez que demonios había pasado por su mente.
-Huye conmigo -mi propuesta sonó clara -no eres libre aquí, en el fondo creo que de los dos tu eres la prisionera del rey y no yo.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: La forja (privado)(+18)
Unas horas antes…
Me lo arrebataron nada más que el alba, hizo aparición, descubriéndonos desnudos y enredados después de aquella noche en la que nos olvidamos de ser enemigos. Ebrios, hicimos el amor de forma salvaje, fruto de la tensión desde el primer segundo. No lo negaba, aquel maldito hombre que se revelaba, volvió a hacerme sentir bien, teniendo esos detalles que pese a que creyese que pasaron desapercibidos para mí… no era así. Me presenté ante el Rey aún sin querer recibirme, lo hice en su alcoba.
No titubeé, le dije que estaba allí por el Cannif, me había atrapado a traición y bebí demasiado esa noche para defenderme. Una mentira que pareció creerse o eso creí. No estaba por la labor de devolvérmelo y él, me libró de ser juzgada en medio de la plaza por traición. No contesté porqué seguía al rey, en realidad…ya no tenía sentido. Ubbe rehízo su vida y yo la mía, por necia escogí el camino equivocado.
-Me estás diciendo, loba ¿qué ha podido atraparte? ¿un simple humano? -resoplé sin saber qué responder , así que tendría que mentir… -Me echó algo en la hidromiel, estaba débil, aún ebria. Dejadme le dé su castigo, ese Cannif no va a salir airoso… es cosa mía -la risa de aquel malnacido me advirtió que no siguiera hablando, no iba a devolvérmelo así que tuve que hacerlo. Me acerqué con cautela, sonriendo provocadora, me costó tocarlo…odiaba a ese hombre más que a nada en este mundo -Haré lo que desee a cambio de devolvérmelo. Es un simple humano, una rata a la que aplastar… nos lo podemos pasar bien -antes de que contestase, dejé caer mi vestido, me contemplase desnuda… solo así podría conseguir lo que deseaba.
….
Cuando estuvimos fuera, lo solté. Tuve que fingir mi odio con esos bruscos gestos. Lo enfrenté con la mirada, aún sin él mirarme a los ojos, no hacía falta. Reí, ¿qué había hecho? eso ya no importaba. Él estaba fuera y eso era lo que importaba.
-Qui pro quo, Aren .- lo hice porque se lo debía, ya no estábamos en deuda, giré el rostro al volver a insistir en lo que había hecho ¿de verdad le importaba? No, seguramente se jactaría, él habría ganado…estaba libre y yo…tuve que prostituirme como una sucia ramera, mendigando para conseguir lo que deseaba -Dudo y mucho que te importe lo que he hecho. Eres libre. No te debo nada y ven -le cogí de la mano, volvimos al arroyo, allí bebería y se asearía a mi atenta mirada -Tú lo dijiste. Soy la puta del rey -bajé la voz a medida que terminaba la frase, no era un honor lo que hice, es más… me sentí sucia, sin valor…Ubbe me había vuelto así.
-No digas tonterías ¿huir contigo? ¿por qué? claro, solo no podrías ¿acaso te importa lo que me pase? Te he sacado de la celda , ahorré castigos a tu cuerpo. No tienes que ser amable -me separé de él dándome la vuelta, las heridas causadas por el encuentro con el rey, comenzaban a sanarse pero jamás sanaría lo que me pidió hacer -Aren Cannif. ¿Cómo iba a huir con un Cannif? Odio a tu familia -apreté los labio, había hablado demasiado -No me importa que no sepas quién eres… me da igual porque su sangre corre por tus venas. Eres como ellos -escupí las palabras, la ira volvía a encender mis mejillas, alimentar mi dolor -Huir…-por un segundo, creí de verdad que me lo había dicho en serio pero ¿a quién le importaba una loba rota y llena de rabia y venganza?
Me lo arrebataron nada más que el alba, hizo aparición, descubriéndonos desnudos y enredados después de aquella noche en la que nos olvidamos de ser enemigos. Ebrios, hicimos el amor de forma salvaje, fruto de la tensión desde el primer segundo. No lo negaba, aquel maldito hombre que se revelaba, volvió a hacerme sentir bien, teniendo esos detalles que pese a que creyese que pasaron desapercibidos para mí… no era así. Me presenté ante el Rey aún sin querer recibirme, lo hice en su alcoba.
No titubeé, le dije que estaba allí por el Cannif, me había atrapado a traición y bebí demasiado esa noche para defenderme. Una mentira que pareció creerse o eso creí. No estaba por la labor de devolvérmelo y él, me libró de ser juzgada en medio de la plaza por traición. No contesté porqué seguía al rey, en realidad…ya no tenía sentido. Ubbe rehízo su vida y yo la mía, por necia escogí el camino equivocado.
-Me estás diciendo, loba ¿qué ha podido atraparte? ¿un simple humano? -resoplé sin saber qué responder , así que tendría que mentir… -Me echó algo en la hidromiel, estaba débil, aún ebria. Dejadme le dé su castigo, ese Cannif no va a salir airoso… es cosa mía -la risa de aquel malnacido me advirtió que no siguiera hablando, no iba a devolvérmelo así que tuve que hacerlo. Me acerqué con cautela, sonriendo provocadora, me costó tocarlo…odiaba a ese hombre más que a nada en este mundo -Haré lo que desee a cambio de devolvérmelo. Es un simple humano, una rata a la que aplastar… nos lo podemos pasar bien -antes de que contestase, dejé caer mi vestido, me contemplase desnuda… solo así podría conseguir lo que deseaba.
….
Cuando estuvimos fuera, lo solté. Tuve que fingir mi odio con esos bruscos gestos. Lo enfrenté con la mirada, aún sin él mirarme a los ojos, no hacía falta. Reí, ¿qué había hecho? eso ya no importaba. Él estaba fuera y eso era lo que importaba.
-Qui pro quo, Aren .- lo hice porque se lo debía, ya no estábamos en deuda, giré el rostro al volver a insistir en lo que había hecho ¿de verdad le importaba? No, seguramente se jactaría, él habría ganado…estaba libre y yo…tuve que prostituirme como una sucia ramera, mendigando para conseguir lo que deseaba -Dudo y mucho que te importe lo que he hecho. Eres libre. No te debo nada y ven -le cogí de la mano, volvimos al arroyo, allí bebería y se asearía a mi atenta mirada -Tú lo dijiste. Soy la puta del rey -bajé la voz a medida que terminaba la frase, no era un honor lo que hice, es más… me sentí sucia, sin valor…Ubbe me había vuelto así.
-No digas tonterías ¿huir contigo? ¿por qué? claro, solo no podrías ¿acaso te importa lo que me pase? Te he sacado de la celda , ahorré castigos a tu cuerpo. No tienes que ser amable -me separé de él dándome la vuelta, las heridas causadas por el encuentro con el rey, comenzaban a sanarse pero jamás sanaría lo que me pidió hacer -Aren Cannif. ¿Cómo iba a huir con un Cannif? Odio a tu familia -apreté los labio, había hablado demasiado -No me importa que no sepas quién eres… me da igual porque su sangre corre por tus venas. Eres como ellos -escupí las palabras, la ira volvía a encender mis mejillas, alimentar mi dolor -Huir…-por un segundo, creí de verdad que me lo había dicho en serio pero ¿a quién le importaba una loba rota y llena de rabia y venganza?
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
Enarqué una ceja cuando a su forma dijo ese “ojo por ojo diente por diente” era cierto, ahora estábamos en paz de cierto modo, pero yo no quería eso, mi intención fue salvarla, no condenarla como me daba la sensación que había hecho.
Tiró de mi llevándome a un arrollo cercano, bebí de sus claras aguas antes de sumergirme en el para quitarme la mugre y la sangre reseca.
Una vez fuera volvimos a encontrarnos, ella no quería contestar a mi pregunta, algo que me molestaba de sobre manera, guardé silencio, notaba sus ojos puestos en mi al tiempo que me vestía, decía que era libre y sin duda pensaba dar buen uso a esa libertad, partiría de inmediato hacia mis tierras, mis padres estarían preocupados y nada se me había perdido allí donde me encontraba.
Suya era la decisión de acompañarme o por contra quedarse allí para seguir a un rey que sentenciaba a su pueblo a muerte.
Alcé la cabeza al escuchar que era “la puta del rey” mis pasos sonaron afilados hasta quedar frente a ella, el calor que emanaba su cuerpo era tentador.
Ahora entendía que había hecho para sacarme de esa celda, mi gesto se tensó, fruncí el ceño y mordí mi lengua para no decirle aquello que pensaba.
Seguí escuchando sus afiladas palabras, hablaba de que ¿por que huir conmigo? Me culpaba por ser un Cannif y aseguraba odiarlos con toda su alma.
Negué frente a sus ojos, rabioso por escucharla auto compadecerse a cada frase.
-Bry deja de hacer eso -la instigue tomando su brazos para sacudirla ligeramente -despierta ¿soy un Cannif? Si, puede que por mis venas corra esa sangre, pero...como tu, no tengo bando que me defina. El rey del norte es la lacra de nuestro pueblo, la familia Cannif y su perfecto linaje no da cabida a un tullido que mancharía su imagen idílica de guerreros.
¿Piénsalo?
Valeska la gran hechicera, oráculo y adorada por cientos de norteños
Synnove y Fiolett las escuderas que todo vikingo querría poseer. Solo su belleza compite con su heroicidad.
El gran Niels y su tenacidad en la lucha, el inmortal según muchos pues desafía la muerte a cada paso que da.
Ubbe el general de los ejércitos, cualquiera se postra a su paso
Hakon el hombre cuya mente y cuerpo se convierten en el arma mas afilada de todos los tiempos
Reí con cierta diversión
-Y Aren el ciego...queda épico -bromee.
No había ni un ápice de ira o frustración en mi voz, solo plasme una realidad.
-Hace mucho tiempo que lidie con mis demonios, no me produce absolutamente nada ser despreciado por mis padres por ser un tullido, no me compadezco de ser ciego, creo que veo muchas mas cosas que aquellos que son capaces de ver el mundo a través de sus ojos.
Deja de culpar a todos de tu ira, lidia ocn tus demonios y decide si quieres ser una esclava de tu pasado o venir conmigo y buscar un futuro.
Me relamí los labios al sentir su aliento chocando contra el mio.
-No deberías haberte acostado con el rey, no si lo has hecho para sacarme, no es eso lo que quiero de ti.
Soy un herrero, se que piensas que no soy capaz de valerme por mi mismo, te equivocas, puedo volver solo a mi hogar, puedo luchar y puedo ganar. No hay limite para mi, porque me han criado así.
Tiró de mi llevándome a un arrollo cercano, bebí de sus claras aguas antes de sumergirme en el para quitarme la mugre y la sangre reseca.
Una vez fuera volvimos a encontrarnos, ella no quería contestar a mi pregunta, algo que me molestaba de sobre manera, guardé silencio, notaba sus ojos puestos en mi al tiempo que me vestía, decía que era libre y sin duda pensaba dar buen uso a esa libertad, partiría de inmediato hacia mis tierras, mis padres estarían preocupados y nada se me había perdido allí donde me encontraba.
Suya era la decisión de acompañarme o por contra quedarse allí para seguir a un rey que sentenciaba a su pueblo a muerte.
Alcé la cabeza al escuchar que era “la puta del rey” mis pasos sonaron afilados hasta quedar frente a ella, el calor que emanaba su cuerpo era tentador.
Ahora entendía que había hecho para sacarme de esa celda, mi gesto se tensó, fruncí el ceño y mordí mi lengua para no decirle aquello que pensaba.
Seguí escuchando sus afiladas palabras, hablaba de que ¿por que huir conmigo? Me culpaba por ser un Cannif y aseguraba odiarlos con toda su alma.
Negué frente a sus ojos, rabioso por escucharla auto compadecerse a cada frase.
-Bry deja de hacer eso -la instigue tomando su brazos para sacudirla ligeramente -despierta ¿soy un Cannif? Si, puede que por mis venas corra esa sangre, pero...como tu, no tengo bando que me defina. El rey del norte es la lacra de nuestro pueblo, la familia Cannif y su perfecto linaje no da cabida a un tullido que mancharía su imagen idílica de guerreros.
¿Piénsalo?
Valeska la gran hechicera, oráculo y adorada por cientos de norteños
Synnove y Fiolett las escuderas que todo vikingo querría poseer. Solo su belleza compite con su heroicidad.
El gran Niels y su tenacidad en la lucha, el inmortal según muchos pues desafía la muerte a cada paso que da.
Ubbe el general de los ejércitos, cualquiera se postra a su paso
Hakon el hombre cuya mente y cuerpo se convierten en el arma mas afilada de todos los tiempos
Reí con cierta diversión
-Y Aren el ciego...queda épico -bromee.
No había ni un ápice de ira o frustración en mi voz, solo plasme una realidad.
-Hace mucho tiempo que lidie con mis demonios, no me produce absolutamente nada ser despreciado por mis padres por ser un tullido, no me compadezco de ser ciego, creo que veo muchas mas cosas que aquellos que son capaces de ver el mundo a través de sus ojos.
Deja de culpar a todos de tu ira, lidia ocn tus demonios y decide si quieres ser una esclava de tu pasado o venir conmigo y buscar un futuro.
Me relamí los labios al sentir su aliento chocando contra el mio.
-No deberías haberte acostado con el rey, no si lo has hecho para sacarme, no es eso lo que quiero de ti.
Soy un herrero, se que piensas que no soy capaz de valerme por mi mismo, te equivocas, puedo volver solo a mi hogar, puedo luchar y puedo ganar. No hay limite para mi, porque me han criado así.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
“La puta del rey”
Cuan acertado estaba, ese era el apodo que me adjudicaron. Ya no me importaba nada, perdí a Ubbe, no me sentí mejor al saber que solo servía eso para un hombre. He de admitir que aunque él no me mirase a los ojos, sentí que no fui solo eso para Aren Cannif. La forma en la que me tocó esa mañana no tenía nada que ver con el acto apasionado de anoche, nos dejamos llevar calmando nuestra sed del otro, esa tensión que surgió desde el primer segundo. Disfruté mucho, no pensé en nadie ni otra cosa más en que no parase y esa mañana quise volver a experimentar lo mismo pero…¿desde cuándo me salen las cosas bien?
Lo miré de forma pesada a medida que me recitaba Cannif por Cannif… los conocía a todos mejor de lo que él creía. Cuando nombró a Ubbe, apreté los labios con fuerza, siseando para que no siguiese… esperaba que cambiásemos de tema. No, no se asemejaba a la imagen de uno de ellos , eso era cierto y por primera vez me sentí pequeña ante él. después de lo ocurrido con el rey… todo era diferente.
-No te has rendido. En pie o caído siempre dispuesto a luchar aunque no sepas. Eres uno de ellos, no por tu sangre, tu espíritu de lucha es…eres uno de ellos, un Cannif -bajé la mirada , seguía tocándome y me aliviaba como me inquietaba al mismo tiempo -Ves lo que nadie puede apreciar en los demás -me encogí de hombros, me sentía vacía después de haber hecho tal cosa para salvarlo del castigo. Él pensaría lo mismo, era como una puta para los hombres solo que en vez de pagarme…no lo hacían, lo que me convertía en algo peor.
Una media sonrisa, ya no había solución, el rey me había tomado, él también lo hizo ¿y qué?. me mordí la lengua, cerré los ojos con fuerza al oír que no era eso lo que quería de mí.
-¿Y qué quieres? ¿qué quieres de mí? -negué con la cabeza, apartándole, era un Cannif maldita sea ¿por qué tenía que doblegarme? ¿humillarme? -¡He dicho que no te debo nada! -intenté sonar enfadada pero… hubo dolor en mi voz. Yo no pensaba eso de él pero si lo daba por hecho -Vuelve a tu hogar. Huye. Yo no te debo nada. ¿Qué más te da lo que me pase? Es cosa mía. Ahora… vete - di un par de pasos hacia atrás, me quedé mirándolo por unos segundos…aún esa frase recorría mi cabeza “Huye conmigo”-Los Cannif no son tan venerados, Aren. Me enamoré de uno, me utilizó y se lo di todo por nada. ¿eso quieres? Mi felicidad. quiero estar aquí, no estoy con el rey…eso quiero que crea, solo quería ocuparme de ti. Vengarme, contigo. Hacerte pagar por todo el daño que me han hecho -
Escupí mis palabras, sin embargo… le estaba ayudando a escapar pues no iba a impedírselo.
-Solo quería follarme a otro por pura diversión -me encogí de hombros, no era cierto, mi escudo se alzó para que ningún otro Cannif me hiriese.
Cuan acertado estaba, ese era el apodo que me adjudicaron. Ya no me importaba nada, perdí a Ubbe, no me sentí mejor al saber que solo servía eso para un hombre. He de admitir que aunque él no me mirase a los ojos, sentí que no fui solo eso para Aren Cannif. La forma en la que me tocó esa mañana no tenía nada que ver con el acto apasionado de anoche, nos dejamos llevar calmando nuestra sed del otro, esa tensión que surgió desde el primer segundo. Disfruté mucho, no pensé en nadie ni otra cosa más en que no parase y esa mañana quise volver a experimentar lo mismo pero…¿desde cuándo me salen las cosas bien?
Lo miré de forma pesada a medida que me recitaba Cannif por Cannif… los conocía a todos mejor de lo que él creía. Cuando nombró a Ubbe, apreté los labios con fuerza, siseando para que no siguiese… esperaba que cambiásemos de tema. No, no se asemejaba a la imagen de uno de ellos , eso era cierto y por primera vez me sentí pequeña ante él. después de lo ocurrido con el rey… todo era diferente.
-No te has rendido. En pie o caído siempre dispuesto a luchar aunque no sepas. Eres uno de ellos, no por tu sangre, tu espíritu de lucha es…eres uno de ellos, un Cannif -bajé la mirada , seguía tocándome y me aliviaba como me inquietaba al mismo tiempo -Ves lo que nadie puede apreciar en los demás -me encogí de hombros, me sentía vacía después de haber hecho tal cosa para salvarlo del castigo. Él pensaría lo mismo, era como una puta para los hombres solo que en vez de pagarme…no lo hacían, lo que me convertía en algo peor.
Una media sonrisa, ya no había solución, el rey me había tomado, él también lo hizo ¿y qué?. me mordí la lengua, cerré los ojos con fuerza al oír que no era eso lo que quería de mí.
-¿Y qué quieres? ¿qué quieres de mí? -negué con la cabeza, apartándole, era un Cannif maldita sea ¿por qué tenía que doblegarme? ¿humillarme? -¡He dicho que no te debo nada! -intenté sonar enfadada pero… hubo dolor en mi voz. Yo no pensaba eso de él pero si lo daba por hecho -Vuelve a tu hogar. Huye. Yo no te debo nada. ¿Qué más te da lo que me pase? Es cosa mía. Ahora… vete - di un par de pasos hacia atrás, me quedé mirándolo por unos segundos…aún esa frase recorría mi cabeza “Huye conmigo”-Los Cannif no son tan venerados, Aren. Me enamoré de uno, me utilizó y se lo di todo por nada. ¿eso quieres? Mi felicidad. quiero estar aquí, no estoy con el rey…eso quiero que crea, solo quería ocuparme de ti. Vengarme, contigo. Hacerte pagar por todo el daño que me han hecho -
Escupí mis palabras, sin embargo… le estaba ayudando a escapar pues no iba a impedírselo.
-Solo quería follarme a otro por pura diversión -me encogí de hombros, no era cierto, mi escudo se alzó para que ningún otro Cannif me hiriese.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Re: La forja (privado)(+18)
“¿y que quieres de mi?”
¿Eso era todo cuanto tenia que preguntarme? Negué con la cabeza cuando me apartó alegando que era un Cannif, que no le debía nada ni ella a mi, estábamos en paz.
Guardé silencio esperando a que acabara su ultima rabieta, nunca conocí a nadie mas ciego que ella.
Se alejo de mi unos pasos como si quemara, me pedía que me largara, pero sin embargo ella seguía allí.
Ladeé la sonrisa finalmente, supongo que mi calma podría desesperarla, pero es que ella no entendía nada.
-Eres tu peor enemigo Bry. Hablas pero dices lo contrario a lo que quieres que suceda, tienes miedo a que me largué, a que tome tu palabra, ese no me debes nada y que lo convierta en mi bandera. ¿y si lo que te he pedido es cierto? Te has planteado que por una vez ¿puede que mis palabras hayan sido sinceras? No te necesito para huir, pero quiero que vengas ¿tienes lago mejor que hacer aquí? -pregunté curvando mis labios en una mueca.
Mis ojos se alzaron como si pudiera ver algo, creo que en el fondo veía mas que ella.
-Dices que soy un Cannif porque mi espíritu es luchador pero los odias, dices que son el motivo de t desdicha peor sin embargo estas ayudando a alguien cuya sangre Cannif corre por sus venas, dices que los odias pero a mi me amas ¿no te das cuenta de que estas perdida Bry?
Ven conmigo, se libre y una vez tu venda caiga seras capaz de ver lo bello que es el norte.
Miedo, por eso ahora contraatacaba, decía que quería vengarse conmigo, quería hacerme pagar por lo que ese Cannif le hizo.
-No te das cuenta loba que eso no tiene sentido.
Saqué una daga de mi bota, avancé hacia ella depositandola a tientas en su mano y acercándola así a mi yugular.
-Matame pues y acaba con ese dolor, tu venganza hacia los míos.
Demasiados fantasmas anidan en ti, el odio, el olor, la inseguridad, la frustración, combatelos porque de no hacerlo te devoraran, ese es mi ultimo consejo, si tu venganza sirve para que abras los ojos, veas que el rey del norte es alguien a quien hay que derrocar y ayudas a los Cannif a hacerlo, mi vida estará bien empleada ¿que mas puede hacer si no un ciego? -ladeé la sonrisa con picardia cerrando los ojos esperando su respuesta.
Negué incrédulo, seguía atacando con su viperina lengua.
-¿esperas que me crea eso? -pregunté molesto – no vuelvas a restregarme que te has acostado con él...no necesitaba ser salvado.
No tenia problema en parecer un tullido ante el resto del mundo, era algo que tenia asumido, pero odiaba que ella me viera así.
.
¿Eso era todo cuanto tenia que preguntarme? Negué con la cabeza cuando me apartó alegando que era un Cannif, que no le debía nada ni ella a mi, estábamos en paz.
Guardé silencio esperando a que acabara su ultima rabieta, nunca conocí a nadie mas ciego que ella.
Se alejo de mi unos pasos como si quemara, me pedía que me largara, pero sin embargo ella seguía allí.
Ladeé la sonrisa finalmente, supongo que mi calma podría desesperarla, pero es que ella no entendía nada.
-Eres tu peor enemigo Bry. Hablas pero dices lo contrario a lo que quieres que suceda, tienes miedo a que me largué, a que tome tu palabra, ese no me debes nada y que lo convierta en mi bandera. ¿y si lo que te he pedido es cierto? Te has planteado que por una vez ¿puede que mis palabras hayan sido sinceras? No te necesito para huir, pero quiero que vengas ¿tienes lago mejor que hacer aquí? -pregunté curvando mis labios en una mueca.
Mis ojos se alzaron como si pudiera ver algo, creo que en el fondo veía mas que ella.
-Dices que soy un Cannif porque mi espíritu es luchador pero los odias, dices que son el motivo de t desdicha peor sin embargo estas ayudando a alguien cuya sangre Cannif corre por sus venas, dices que los odias pero a mi me amas ¿no te das cuenta de que estas perdida Bry?
Ven conmigo, se libre y una vez tu venda caiga seras capaz de ver lo bello que es el norte.
Miedo, por eso ahora contraatacaba, decía que quería vengarse conmigo, quería hacerme pagar por lo que ese Cannif le hizo.
-No te das cuenta loba que eso no tiene sentido.
Saqué una daga de mi bota, avancé hacia ella depositandola a tientas en su mano y acercándola así a mi yugular.
-Matame pues y acaba con ese dolor, tu venganza hacia los míos.
Demasiados fantasmas anidan en ti, el odio, el olor, la inseguridad, la frustración, combatelos porque de no hacerlo te devoraran, ese es mi ultimo consejo, si tu venganza sirve para que abras los ojos, veas que el rey del norte es alguien a quien hay que derrocar y ayudas a los Cannif a hacerlo, mi vida estará bien empleada ¿que mas puede hacer si no un ciego? -ladeé la sonrisa con picardia cerrando los ojos esperando su respuesta.
Negué incrédulo, seguía atacando con su viperina lengua.
-¿esperas que me crea eso? -pregunté molesto – no vuelvas a restregarme que te has acostado con él...no necesitaba ser salvado.
No tenia problema en parecer un tullido ante el resto del mundo, era algo que tenia asumido, pero odiaba que ella me viera así.
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Aren Cannif- Humano Clase Media
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Re: La forja (privado)(+18)
NO.
Él no debía estar hablando en serio. No le importé a aquel al que amé y él, que tenía su misma sangre…era tan diferente. Negué con la cabeza, avisándole de que no siguiese por ese camino, si jugaba conmigo, no pensaría ni un segundo acabar con su vida. El juego había acabado para los dos, ya éramos libres. Él lo era, yo simplemente me arriesgué cuando no tenía nada que perder ¿o sí?. Podía tener razón, ser mi propio enemigo ¿y quién mejor? así solo el daño y la decepción sería cosa mía. No iba a permitir que absolutamente nadie volviese a traicionarme, decepcionarme y anhelar. Anhelar esos momentos vividos y que ya nunca volverán.
Aún con el ceño fruncido, bajo la mirada, dejo de estar en guardia por unos segundos. No me importa nada en este instante pero aún así no salgo corriendo, mantengo las distancias esperando a que retome su camino si así lo desea. No quiero que se sienta obligado a acompañarle, ya había traicionado a la corona, a ese rey que solo quería al linaje Cannif destruido y he de admitir que esa idea en el pasado se me hacía deliciosa. Algo que dijo me puso a la defensiva, mis orbes cambiaron de color y rugí, rugí como la loba que era.
-Yo NO te amo, Cannif -no dije su nombre, solo su apellido y ni siquiera sabía porqué no lo había matado ya con mis propias manos, ese sería y tendría que ser su fin. Siseé para que se callase pero él seguía diciendo todo aquello, intentando convencerme de algo que ya sabía y ni siquiera sabía porqué me lo pedía -No juegues conmigo. ¿Ver el Norte? Sé perfectamente cómo es. Soy de allí y … deja de hablar, no digas nada que no sientas. No estás en deuda con esta loba, ya hemos saldado la cuenta ¿por qué diablos no te marchas ya? ¿tengo que obligarte? Te daré una patada en el trasero si es necesario.
No debió hacer eso. aumentó mi ira, mis dedos se aferraron al arma y tardé segundos en estampar la espalda del Cannif contra el tronco del árbol. Respiraba de forma entrecortada, estaba tan ofuscada, enfadada y dolida que mis actos hablaban por mi boca. Apoyé el filo en su cuello, dejando escapar el aire de forma pesada. No, no tendría que haberme acostado con el rey por salvarle pero lo hice, ni siquiera sé porqué, alegué que para acabar con su vida y podía hacerlo en ese mismo instante. Mis orbes brillaban con fuerza, el arma rasgó su piel, un hilo de sangre brotó del lugar.
-¡Cállate ¡ -mi frente contra la suya, solo así parecía que de verdad nos mirábamos a los ojos, no pude contener mi llanto. Apreté los labios con fuerza, no temblé al apuntarle, seguía firme pero mi lucha interior conmigo misma batallaba sin fin -No te importa lo que realmente piensa, sienta… ¿qué mas te da lo que hiciese para salvarte? CORRE, HUYE, lejos y no regreses -mis palabras impactaron contra su boca, mis ojos navegaron hasta sus labios y allí, dejé un beso tierno, apenas un roce. Mi mano libre acunó su rostro con infinita suavidad y ternura, prolongando el beso hasta que me separé, ya era suficiente -No te menosprecies, ellos no son más ni mejores que tú. Ves lo que otros no pueden ver, ya te lo dije. -sonreí, dejando que mis lagrimas descendiesen por mis mejillas, soltándolo y dejarlo a su merced, era hora de volver a mi manada -No puedo dejar a los míos a su suerte, soy su Alfa. Tú puedes huir - bajé la mirada, realmente sentí que a ese hombre le importaba de algún modo -Adiós, Aren -susurré volviendo mis pasos hacia el bosque, en cuanto se enterasen de que se había ido, yo pagaría las consecuencias y no me importaba.
Él no debía estar hablando en serio. No le importé a aquel al que amé y él, que tenía su misma sangre…era tan diferente. Negué con la cabeza, avisándole de que no siguiese por ese camino, si jugaba conmigo, no pensaría ni un segundo acabar con su vida. El juego había acabado para los dos, ya éramos libres. Él lo era, yo simplemente me arriesgué cuando no tenía nada que perder ¿o sí?. Podía tener razón, ser mi propio enemigo ¿y quién mejor? así solo el daño y la decepción sería cosa mía. No iba a permitir que absolutamente nadie volviese a traicionarme, decepcionarme y anhelar. Anhelar esos momentos vividos y que ya nunca volverán.
Aún con el ceño fruncido, bajo la mirada, dejo de estar en guardia por unos segundos. No me importa nada en este instante pero aún así no salgo corriendo, mantengo las distancias esperando a que retome su camino si así lo desea. No quiero que se sienta obligado a acompañarle, ya había traicionado a la corona, a ese rey que solo quería al linaje Cannif destruido y he de admitir que esa idea en el pasado se me hacía deliciosa. Algo que dijo me puso a la defensiva, mis orbes cambiaron de color y rugí, rugí como la loba que era.
-Yo NO te amo, Cannif -no dije su nombre, solo su apellido y ni siquiera sabía porqué no lo había matado ya con mis propias manos, ese sería y tendría que ser su fin. Siseé para que se callase pero él seguía diciendo todo aquello, intentando convencerme de algo que ya sabía y ni siquiera sabía porqué me lo pedía -No juegues conmigo. ¿Ver el Norte? Sé perfectamente cómo es. Soy de allí y … deja de hablar, no digas nada que no sientas. No estás en deuda con esta loba, ya hemos saldado la cuenta ¿por qué diablos no te marchas ya? ¿tengo que obligarte? Te daré una patada en el trasero si es necesario.
No debió hacer eso. aumentó mi ira, mis dedos se aferraron al arma y tardé segundos en estampar la espalda del Cannif contra el tronco del árbol. Respiraba de forma entrecortada, estaba tan ofuscada, enfadada y dolida que mis actos hablaban por mi boca. Apoyé el filo en su cuello, dejando escapar el aire de forma pesada. No, no tendría que haberme acostado con el rey por salvarle pero lo hice, ni siquiera sé porqué, alegué que para acabar con su vida y podía hacerlo en ese mismo instante. Mis orbes brillaban con fuerza, el arma rasgó su piel, un hilo de sangre brotó del lugar.
-¡Cállate ¡ -mi frente contra la suya, solo así parecía que de verdad nos mirábamos a los ojos, no pude contener mi llanto. Apreté los labios con fuerza, no temblé al apuntarle, seguía firme pero mi lucha interior conmigo misma batallaba sin fin -No te importa lo que realmente piensa, sienta… ¿qué mas te da lo que hiciese para salvarte? CORRE, HUYE, lejos y no regreses -mis palabras impactaron contra su boca, mis ojos navegaron hasta sus labios y allí, dejé un beso tierno, apenas un roce. Mi mano libre acunó su rostro con infinita suavidad y ternura, prolongando el beso hasta que me separé, ya era suficiente -No te menosprecies, ellos no son más ni mejores que tú. Ves lo que otros no pueden ver, ya te lo dije. -sonreí, dejando que mis lagrimas descendiesen por mis mejillas, soltándolo y dejarlo a su merced, era hora de volver a mi manada -No puedo dejar a los míos a su suerte, soy su Alfa. Tú puedes huir - bajé la mirada, realmente sentí que a ese hombre le importaba de algún modo -Adiós, Aren -susurré volviendo mis pasos hacia el bosque, en cuanto se enterasen de que se había ido, yo pagaría las consecuencias y no me importaba.
Brynja- Licántropo Clase Alta
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Localización : Dónde tú estés.
Re: La forja (privado)(+18)
Fruncí el ceño, esa loba era insoportable, debía odiar mucho a esos Cannif.
Mi espalda choco contra el tronco de uno de los arboles, el filo en mi cuello, sentía el acero en mi piel y mi sonrisa se ladeo consciente de que no lo hundiría en ella.
No sentía miedo alguno, podía verla destrozada amenazante, como si tratara de hacerme huir de ella.
Su frente contra la mía, su aliento cocando agitado contra mis labios, negué cuando me grito que guardara silencio, suplicando que me largara pues su lugar estaba allí, junto al rey y no conmigo.
-Estas ciega -musite acallado por la boca de la loba que me besó con ternura.
Me relamí los labios, sintiendo su dulce caricia sobre mi mejilla.
Se apartó de mi ,su voz sonaba quebrada, aseguró que allí estaba su manada, ella era el alfa y no podía abandonar a los suyos, pero yo no pertenecía a su manada, no pertenecía a su mundo, era un herrero y mi lugar estaba junto a los míos.
Su adiós retumbó en mi cabeza, guardé silencio no iba a despedirme de ella.
“Qu volvamos a vernos” fue mi despedida mental antes de agacharme en busca de un palo que pudiera servirme de guía.
No tardé en localizar uno robusto, lo suficientemente largo como para poder sentenciar mis pasos.
Así emprendí camino por el sendero que se perdía en el profundo bosque norteo.
El viaje no fue fácil, muchos fueron los peligros que enfrente, en un viaje largo, demasiado.
Grandes bestias me vieron presa fácil, pero no me deje vencer por ninguna de ellas, mi camino estaba marcado, mi hogar me esperaba al otro lado de las montañas.
El paisaje se tornó escarpado, atrás dejé los bosques espesos, las sombras de las copas de los arboles y a cambio obtuve caminos complicados, pedregosos, apenas unos pasos evitaban que pudiera vencer hacia el precipicio.
El palo como mi única guía, el sonido de las aves diurnas animaban mi camino con sus humildes gorgoteos.
Las noches eran complicadas, no solo por buscar refugio en la montaña, si no porque las gélidas temperaturas eran difíciles de ser llevadas.
El esfuerzo valió la pena cuando la ladera de la montaña cedió ante mis pies, solo tenia que cruzar el rio y llegaría hasta mi hogar, allí donde mis padres me tenían que esperar.
Cuan necio fui al pensar que el rey del norte lo dejaría en pie, lo arraso, nadie quedaba en aquel lugar mas allá de las cenizas del fuego que lo hizo arder todo.
Me deje caer de rodillas aferrando entre mis dedos la tierra a la que pertenecía, tierra norteña por la que juré vengarme algún día.
Ahora era un errante, alcé las pieles cubriendo mi rostro, nada tiene que perder el hombre que ya nada tiene y eso me convertía en el hombre mas peligroso de todos.
Mi espalda choco contra el tronco de uno de los arboles, el filo en mi cuello, sentía el acero en mi piel y mi sonrisa se ladeo consciente de que no lo hundiría en ella.
No sentía miedo alguno, podía verla destrozada amenazante, como si tratara de hacerme huir de ella.
Su frente contra la mía, su aliento cocando agitado contra mis labios, negué cuando me grito que guardara silencio, suplicando que me largara pues su lugar estaba allí, junto al rey y no conmigo.
-Estas ciega -musite acallado por la boca de la loba que me besó con ternura.
Me relamí los labios, sintiendo su dulce caricia sobre mi mejilla.
Se apartó de mi ,su voz sonaba quebrada, aseguró que allí estaba su manada, ella era el alfa y no podía abandonar a los suyos, pero yo no pertenecía a su manada, no pertenecía a su mundo, era un herrero y mi lugar estaba junto a los míos.
Su adiós retumbó en mi cabeza, guardé silencio no iba a despedirme de ella.
“Qu volvamos a vernos” fue mi despedida mental antes de agacharme en busca de un palo que pudiera servirme de guía.
No tardé en localizar uno robusto, lo suficientemente largo como para poder sentenciar mis pasos.
Así emprendí camino por el sendero que se perdía en el profundo bosque norteo.
El viaje no fue fácil, muchos fueron los peligros que enfrente, en un viaje largo, demasiado.
Grandes bestias me vieron presa fácil, pero no me deje vencer por ninguna de ellas, mi camino estaba marcado, mi hogar me esperaba al otro lado de las montañas.
El paisaje se tornó escarpado, atrás dejé los bosques espesos, las sombras de las copas de los arboles y a cambio obtuve caminos complicados, pedregosos, apenas unos pasos evitaban que pudiera vencer hacia el precipicio.
El palo como mi única guía, el sonido de las aves diurnas animaban mi camino con sus humildes gorgoteos.
Las noches eran complicadas, no solo por buscar refugio en la montaña, si no porque las gélidas temperaturas eran difíciles de ser llevadas.
El esfuerzo valió la pena cuando la ladera de la montaña cedió ante mis pies, solo tenia que cruzar el rio y llegaría hasta mi hogar, allí donde mis padres me tenían que esperar.
Cuan necio fui al pensar que el rey del norte lo dejaría en pie, lo arraso, nadie quedaba en aquel lugar mas allá de las cenizas del fuego que lo hizo arder todo.
Me deje caer de rodillas aferrando entre mis dedos la tierra a la que pertenecía, tierra norteña por la que juré vengarme algún día.
Ahora era un errante, alcé las pieles cubriendo mi rostro, nada tiene que perder el hombre que ya nada tiene y eso me convertía en el hombre mas peligroso de todos.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
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