AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
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La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Sentado en aquel trono mirando hacia la mesa de piedra con las ranuras en las que a la perfección encaban las espadas legendarias de los siete caballeros que representaban a la orden de la sierpe dorada pensaba en como le iría a mi sobrino en la misión encomendada.
Apenas hacia siete lunas que fue enviado a través del portal al París de 1800, allí pronto se desataría una guerra para la que no estábamos preparados.
No eramos los únicos viajeros en el tiempo, otros iban a por ese orbe que nunca corrió mayor peligro que en ese momento.
La reliquia de Egipto había sido hallada, ahora solo la esfera de su interior le faltaba y cuando el engranaje cerrara, mas valía que Dios se apiadara de todos nosotros pues el Apocalipsis se desataría sobre una tierra de la que no quedaría ni las raíces.
Esos ineptos pensaban que para justificar la victoria a una guerra que les estaba durando demasiado tiempo podían poner en jaque a la humanidad por completo.
No permitiría que eso sucediera, es por eso que mis manos se aferraban al trono tensas, marcando cada una de las venas.
La puerta se abrió con su característico chirriar, mi mirada se alzó hasta dar con la doncella a la que como aprendiz había tomado apenas hacia un par de semanas, ella era hija de mi gran compañero de armas uno de los siete que recientemente dejo su silla vacía defendiendo aquello en lo que creía.
Sin descendiente varón, la ley dice que el puesto en la mesa se someterá a votación, mas por el cariño que a este me ata, decidí desobedecer a los otros cinco y arriesgarme a entrenar a una doncella.
Es la primera vez que se permite a una mujer blandir la espada, mas me han dado un año para convertirla en la digna sucesora de su padre, y aun consiguinedolo, duras son las pruebas a las que tendrá que someterse.
Cuando la miro me doy cuenta de que quizás he errado, que mi afecto por le padre me ha nublado los ojos por completo, pues he abocado a esa preciosa mujer a una vida caotica, alejada de la posibilidad de ser madre, esposa, ahora he de hacerla sangrar hasta que el rojo de su pelo sea el fuego de su alma.
Ademas mi mirada se enturbia en demasiados momentos cuando entrenamos, admito que me despierta un deseo prohibido, pues jamas podrían dos guerreros de la mesa unirse de modo alguno mas allá de la lealtad y la fe ciega en el otro.
-¿que sucede? -preguntó con la frialdad con la que debo tratarla para interponer la distancia adecuada.
Su voz suena trémula, creo que le impongo, a fin de cuentas, la he visto nacer, crecer alrededor de esa mesa, es joven, inexperta y yo un guerrero con demasiados años a sus espaldas como para ser menospreciado por cualquiera.
Dice que se requiere mi presencia bajo las raíces del milenario árbol que habitan nuestras brujas ciegas.
Algo ha sucedido pues pocas visitas reciben y menos son ellas las que las solicitan.
Me pongo en pie, su mirada me recorre al pasar por su lado, evito rozarla, mas ella cierra la comitiva siguiendo en silencio mis pasos.
Algo me dice que esto tiene que ver con Wesh y su imprudente forma de ser, apreto los puños hasta que solo los nudillos blancos se ven.
Descendemos por los pasillos oscuros del subterráneo castillo, tomó una de las antorchas hasta llegar al final del lúgubre corredor, una puerta circular sellada con runas druidas que se ilumina cuando mi mano se posa en el centro, cierro los ojos al sentir como su fuego inunda mis venas, quema y siento el pecho arder, ese es le precio de incomodar a las que no ven.
Empujo, mis ojos ámbar reflejan el dolor, así como la fuerza con la que logro mover el portón.
Se que tras de mi la dama de fuego tiembla, no se si de miedo o porque ve el sufrimiento escrito en mi rostro, mas en la oscuridad nos adentramos y allí frente a una fuente redonda de bajas aguas oscuras como la noche ellas con sus manso sumergidas nos esperan hambrientas.
-Hablad brujas ¿que es aquello que me tenéis que contar?
Apenas hacia siete lunas que fue enviado a través del portal al París de 1800, allí pronto se desataría una guerra para la que no estábamos preparados.
No eramos los únicos viajeros en el tiempo, otros iban a por ese orbe que nunca corrió mayor peligro que en ese momento.
La reliquia de Egipto había sido hallada, ahora solo la esfera de su interior le faltaba y cuando el engranaje cerrara, mas valía que Dios se apiadara de todos nosotros pues el Apocalipsis se desataría sobre una tierra de la que no quedaría ni las raíces.
Esos ineptos pensaban que para justificar la victoria a una guerra que les estaba durando demasiado tiempo podían poner en jaque a la humanidad por completo.
No permitiría que eso sucediera, es por eso que mis manos se aferraban al trono tensas, marcando cada una de las venas.
La puerta se abrió con su característico chirriar, mi mirada se alzó hasta dar con la doncella a la que como aprendiz había tomado apenas hacia un par de semanas, ella era hija de mi gran compañero de armas uno de los siete que recientemente dejo su silla vacía defendiendo aquello en lo que creía.
Sin descendiente varón, la ley dice que el puesto en la mesa se someterá a votación, mas por el cariño que a este me ata, decidí desobedecer a los otros cinco y arriesgarme a entrenar a una doncella.
Es la primera vez que se permite a una mujer blandir la espada, mas me han dado un año para convertirla en la digna sucesora de su padre, y aun consiguinedolo, duras son las pruebas a las que tendrá que someterse.
Cuando la miro me doy cuenta de que quizás he errado, que mi afecto por le padre me ha nublado los ojos por completo, pues he abocado a esa preciosa mujer a una vida caotica, alejada de la posibilidad de ser madre, esposa, ahora he de hacerla sangrar hasta que el rojo de su pelo sea el fuego de su alma.
Ademas mi mirada se enturbia en demasiados momentos cuando entrenamos, admito que me despierta un deseo prohibido, pues jamas podrían dos guerreros de la mesa unirse de modo alguno mas allá de la lealtad y la fe ciega en el otro.
-¿que sucede? -preguntó con la frialdad con la que debo tratarla para interponer la distancia adecuada.
Su voz suena trémula, creo que le impongo, a fin de cuentas, la he visto nacer, crecer alrededor de esa mesa, es joven, inexperta y yo un guerrero con demasiados años a sus espaldas como para ser menospreciado por cualquiera.
Dice que se requiere mi presencia bajo las raíces del milenario árbol que habitan nuestras brujas ciegas.
Algo ha sucedido pues pocas visitas reciben y menos son ellas las que las solicitan.
Me pongo en pie, su mirada me recorre al pasar por su lado, evito rozarla, mas ella cierra la comitiva siguiendo en silencio mis pasos.
Algo me dice que esto tiene que ver con Wesh y su imprudente forma de ser, apreto los puños hasta que solo los nudillos blancos se ven.
Descendemos por los pasillos oscuros del subterráneo castillo, tomó una de las antorchas hasta llegar al final del lúgubre corredor, una puerta circular sellada con runas druidas que se ilumina cuando mi mano se posa en el centro, cierro los ojos al sentir como su fuego inunda mis venas, quema y siento el pecho arder, ese es le precio de incomodar a las que no ven.
Empujo, mis ojos ámbar reflejan el dolor, así como la fuerza con la que logro mover el portón.
Se que tras de mi la dama de fuego tiembla, no se si de miedo o porque ve el sufrimiento escrito en mi rostro, mas en la oscuridad nos adentramos y allí frente a una fuente redonda de bajas aguas oscuras como la noche ellas con sus manso sumergidas nos esperan hambrientas.
-Hablad brujas ¿que es aquello que me tenéis que contar?
Última edición por Caleb Montoya el Vie Jun 09, 2017 2:14 pm, editado 1 vez
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Los ojos cerrados notando la leve brisa sacudir mi pelo, en mis manos portaba en arco preparado con una flecha para ser lanzada, lancé un suspiro tomando aire controlando la respiración para que no fuera errática, para que mi corazón bombeara con la rapidez justa y necesario, sin perturbarme, sin alterarme permaneciendo tranquila en todo momento. Esperaba el momento adecuado, tenía varias campanitas pequeñas colgadas en diferentes árboles donde bajo esta tenía unas dianas, lo que tenía que hacer era con los ojos cerrados dejándome llevar por el sonido que producía era lanzar hacia la que sonara para dar en la diana, así que no me centraba en un objetivo antes de lanzar, sino que era al azar. Como cuando pasaba en el campo de batalla, sin saber por dónde te iba a venir el golpe y debías de estar preparado.
La primera de las campanas sonó y con la flecha armada en el arco me giré sin abrir los ojos para lanzar la flecha, pronto cargué la siguiente cogiéndola del carcaj esperando el momento, mis dedos repasaban las plumas de la flecha en una lenta caricia, pronto el viento hizo sonar no una, sino dos campanas y lancé la primera, cogí otra flecha del carcaj, me giré con rapidez y una vez la tuve bien colocada la lancé. Así lo hice con las tres restantes hasta que finalmente disparé la última, fue entonces cuando abrí los ojos y permití ver el resultado. Había fallado dos de las seis que había puesto, aunque en realidad decía que había fallado porque no había dado en el centro de la diana pero a la diana misma si le había dado. Lancé un suspiro y comencé a recoger las flechas guardándolas en el carcaj para volver de nuevo al castillo, hacía una semana que Wesh se había ido y lo echaba de menos, era con el único que podía hablar claramente ya que al ser una mujer no estaba bien visto que perteneciera a uno de los siete.
Que les dieran, no iba a permitir que por ser mujer me rechazaran, no había estado entrenándome en secreto para que me menospreciaran sin siquiera juzgarme si valía o no, mi padre no habría podido tener descendencia a un varón pero la hija que había tenido bien podría valer como uno. Hacía un mes que mi padre había fallecido en acto de combate protegiendo lo que había jurado defender y proteger, el Orbe que muchos querían y que la Organización custodiaba fervientemente. No dudé en presentarme ante los seis restantes y lo que obtuve fue desprecio y risas hacia mi persona, solo hubo uno que no se burló de mis palabras y que de alguna forma se “enfrentó” a los demás para acogerme como su aprendiz, ni más ni menos que Caleb.
El lobo que era el líder de la Organización, aquel a quien conocía desde que tenía uno se razón ya que era amigo de mi padre, compañero de armas, un líder respetado lleno de honor al que admiraba profundamente. No solo por la amistad que le ataba a mi padre y que, seguramente, fue lo que le hizo tomarme como aprendiz… sino por la forma que tenía de llevar la Orden. Su código de honor, de ética y de moral estaba por encima de todo y todo el mundo le quería, estar bajo sus órdenes y entrenar con él era un lujo que no todos tenían. Wesh y yo éramos sus aprendices, se arriesgó a confiar en mí y le iba a devolver cada una de sus palabras y su confianza, no iba a defraudarle.
Volví al castillo donde me informaron nada más llegar de que las brujas requieren de la presencia de Caleb y debía de ser informado, hice un mohín y aun con el arco a mi espalda tomé rumbo hacia la sala del trono donde estaba aquella mesa donde los siete se sentaban, donde dejaban sus espadas como representación de cada uno en el hueco que tenían, sala que conocía desde bien pequeña por mi padre y con la que sabía que algún día ocuparía su lugar en la mesa. Abrí las puertas que avisaron de mi llegada con su chirriar, la mirada de Caleb se posó en la mía y no pude evitar que un escalofrío me recorriera incluso con lo que lo conocía desde que era pequeña, pues su amistad con mi padre fue una más allá de la Orden y de compañeros de armas, eran amigos verdaderos y sabía que él más que ninguno de los demás había lamentado su pérdida.
Su voz se alzó sobre la sala con ese tono y algo de frialdad, el lobo me impone por lo que representa, sé que para él debo de ser como un dolor de cabeza al haber aceptado entrenarme, soy joven y no tengo experiencia y él tiene de sobra… así que si he de aprender de alguien mejor de él que de ninguno. Hago una leve reverencia mostrándole el respeto que se merece y unos mechones de mi melena de fuego entorpecen mi mirada sobre el lobo, aparto esos mechones y me dispongo a darle la información que me han encomendado.
-Se requiere de vuestra presencia bajo las raíces del milenario árbol que habitan las brujas ciegas, mi señor –ante todo debo de mostrarle respeto, no solo es mi mentor sino que también es el líder. Él no dio respuesta alguna, solo se levantó del trono, bajó los escalones que separaban el trono de la mesa con mi mirada recorriéndole, él apenas fijó sus ojos en los míos y sin siquiera rozarme comenzó a dirigirse hacia el lugar donde yo lo seguía tras su espalda. No pude evitar recorrer esta con la mirada, ancha, fuerte, donde sabía que tenía aquel símbolo que había visto al haber entrenado con él… mis ojos se perdieron en su figura de espalda y me mordí el labio. “No Eileen, quita esos pensamientos de tú mente” me reproché a mí misma siguiéndolo en silencio por aquellos pasillos hasta llegar a los pasillos subterráneos donde cogemos antorchas para el camino en total silencio. No me gustaba visitar a las brujas, de hecho, era extremadamente raro que requirieran de la presencia de Caleb. Al llegar a la puerta noté como él ponía su mano haciendo que unas runas se iluminaran con el paso de la mano, su rostro se contrajo en una mueca de dolor y yo mordí mi labio con fuerza, quise estirar mi mano para aliviarle pero solo el pensamiento me paró en el acto y no lo hice, no podía mostrar ciertos dejes de debilidad hacia él o podría perfectamente no solo dejar de entrenarme, sino de alejarme de su lado y no estaba dispuesta a ello, debía de controlar algunas acciones como algunas miradas que tenía para el lobo, en lo que siempre me recordaba que las relaciones estaban prohibidas y que él era el líder.
Nos adentramos en la oscuridad una vez las puertas se han abierto y nos adentramos en la oscuridad del lugar, en el centro una fuente redonda donde ellas tienen sus manos metidas en las oscuras aguas, la pregunta de Caleb retumbó en el lugar y mi mirada se centró en las brujas para luego mirar en la dirección del lobo, Wesh había sido enviado hacía una semana de misión para evitar que otros viajeros pudieran conseguir la reliquia, sabíamos que la de Egipto había sido hallada y no podíamos permitir que nadie la consiguiera, fuera donde fuera. Las voces de las brujas resonaron en el lugar y centré mi vista en ellas.
-Se cierna una gran amenaza sobre nosotros, sobre la Orden en esa misión que le has encomendado a tú sobrino –me mordí el labio para evitar hacer algún tipo de comentario al respecto, y dejé que hablaran- Tú sobrino no va a poder hacer frente a la guerra que se va a desatar en París por la reliquia.
-Más viajeros la quieren y si se alzan con ella supondrán un peligro para todo el mundo, la guerra en el norte es cruda y si llega a manos del rey será la perdición de todos –otras de ellas habló, haciendo eco en el lugar- Todo pende de un hilo, Caleb, las fuerzas no están equilibradas y es posible que la misión fracase si no pones remedio alguno para que eso ocurra. Los siete no pueden discernir el alcance de la misión, pero corre grave peligro, quienes quieren la reliquia no se detendrán ante nada y existe la posibilidad de que se alcen con ella –mi mirada se centró en Caleb, había mandado a su propio sobrino para protegerla y ellas decían que podría fracasar.
-Dos destino entrelazados que fueron separados se van a cruzar de nuevo, dos hilos conectados que fueron separados hace ya mucho tiempo volverán a reunirse de nuevo. La verdad saldrá a la luz y las consecuencias podrían ser nefastas para todos –enarqué una ceja sin saber a lo que se refería, pero parecía que él si entendía y yo guardé silencio tras su espalda- La Orden más que nunca te necesita, Caleb, deberás afrontar las adversidades que se cruzarán en tú camino, eres el único que puede ayudar a que el Orbe no caiga en manos de nadie.
La primera de las campanas sonó y con la flecha armada en el arco me giré sin abrir los ojos para lanzar la flecha, pronto cargué la siguiente cogiéndola del carcaj esperando el momento, mis dedos repasaban las plumas de la flecha en una lenta caricia, pronto el viento hizo sonar no una, sino dos campanas y lancé la primera, cogí otra flecha del carcaj, me giré con rapidez y una vez la tuve bien colocada la lancé. Así lo hice con las tres restantes hasta que finalmente disparé la última, fue entonces cuando abrí los ojos y permití ver el resultado. Había fallado dos de las seis que había puesto, aunque en realidad decía que había fallado porque no había dado en el centro de la diana pero a la diana misma si le había dado. Lancé un suspiro y comencé a recoger las flechas guardándolas en el carcaj para volver de nuevo al castillo, hacía una semana que Wesh se había ido y lo echaba de menos, era con el único que podía hablar claramente ya que al ser una mujer no estaba bien visto que perteneciera a uno de los siete.
Que les dieran, no iba a permitir que por ser mujer me rechazaran, no había estado entrenándome en secreto para que me menospreciaran sin siquiera juzgarme si valía o no, mi padre no habría podido tener descendencia a un varón pero la hija que había tenido bien podría valer como uno. Hacía un mes que mi padre había fallecido en acto de combate protegiendo lo que había jurado defender y proteger, el Orbe que muchos querían y que la Organización custodiaba fervientemente. No dudé en presentarme ante los seis restantes y lo que obtuve fue desprecio y risas hacia mi persona, solo hubo uno que no se burló de mis palabras y que de alguna forma se “enfrentó” a los demás para acogerme como su aprendiz, ni más ni menos que Caleb.
El lobo que era el líder de la Organización, aquel a quien conocía desde que tenía uno se razón ya que era amigo de mi padre, compañero de armas, un líder respetado lleno de honor al que admiraba profundamente. No solo por la amistad que le ataba a mi padre y que, seguramente, fue lo que le hizo tomarme como aprendiz… sino por la forma que tenía de llevar la Orden. Su código de honor, de ética y de moral estaba por encima de todo y todo el mundo le quería, estar bajo sus órdenes y entrenar con él era un lujo que no todos tenían. Wesh y yo éramos sus aprendices, se arriesgó a confiar en mí y le iba a devolver cada una de sus palabras y su confianza, no iba a defraudarle.
Volví al castillo donde me informaron nada más llegar de que las brujas requieren de la presencia de Caleb y debía de ser informado, hice un mohín y aun con el arco a mi espalda tomé rumbo hacia la sala del trono donde estaba aquella mesa donde los siete se sentaban, donde dejaban sus espadas como representación de cada uno en el hueco que tenían, sala que conocía desde bien pequeña por mi padre y con la que sabía que algún día ocuparía su lugar en la mesa. Abrí las puertas que avisaron de mi llegada con su chirriar, la mirada de Caleb se posó en la mía y no pude evitar que un escalofrío me recorriera incluso con lo que lo conocía desde que era pequeña, pues su amistad con mi padre fue una más allá de la Orden y de compañeros de armas, eran amigos verdaderos y sabía que él más que ninguno de los demás había lamentado su pérdida.
Su voz se alzó sobre la sala con ese tono y algo de frialdad, el lobo me impone por lo que representa, sé que para él debo de ser como un dolor de cabeza al haber aceptado entrenarme, soy joven y no tengo experiencia y él tiene de sobra… así que si he de aprender de alguien mejor de él que de ninguno. Hago una leve reverencia mostrándole el respeto que se merece y unos mechones de mi melena de fuego entorpecen mi mirada sobre el lobo, aparto esos mechones y me dispongo a darle la información que me han encomendado.
-Se requiere de vuestra presencia bajo las raíces del milenario árbol que habitan las brujas ciegas, mi señor –ante todo debo de mostrarle respeto, no solo es mi mentor sino que también es el líder. Él no dio respuesta alguna, solo se levantó del trono, bajó los escalones que separaban el trono de la mesa con mi mirada recorriéndole, él apenas fijó sus ojos en los míos y sin siquiera rozarme comenzó a dirigirse hacia el lugar donde yo lo seguía tras su espalda. No pude evitar recorrer esta con la mirada, ancha, fuerte, donde sabía que tenía aquel símbolo que había visto al haber entrenado con él… mis ojos se perdieron en su figura de espalda y me mordí el labio. “No Eileen, quita esos pensamientos de tú mente” me reproché a mí misma siguiéndolo en silencio por aquellos pasillos hasta llegar a los pasillos subterráneos donde cogemos antorchas para el camino en total silencio. No me gustaba visitar a las brujas, de hecho, era extremadamente raro que requirieran de la presencia de Caleb. Al llegar a la puerta noté como él ponía su mano haciendo que unas runas se iluminaran con el paso de la mano, su rostro se contrajo en una mueca de dolor y yo mordí mi labio con fuerza, quise estirar mi mano para aliviarle pero solo el pensamiento me paró en el acto y no lo hice, no podía mostrar ciertos dejes de debilidad hacia él o podría perfectamente no solo dejar de entrenarme, sino de alejarme de su lado y no estaba dispuesta a ello, debía de controlar algunas acciones como algunas miradas que tenía para el lobo, en lo que siempre me recordaba que las relaciones estaban prohibidas y que él era el líder.
Nos adentramos en la oscuridad una vez las puertas se han abierto y nos adentramos en la oscuridad del lugar, en el centro una fuente redonda donde ellas tienen sus manos metidas en las oscuras aguas, la pregunta de Caleb retumbó en el lugar y mi mirada se centró en las brujas para luego mirar en la dirección del lobo, Wesh había sido enviado hacía una semana de misión para evitar que otros viajeros pudieran conseguir la reliquia, sabíamos que la de Egipto había sido hallada y no podíamos permitir que nadie la consiguiera, fuera donde fuera. Las voces de las brujas resonaron en el lugar y centré mi vista en ellas.
-Se cierna una gran amenaza sobre nosotros, sobre la Orden en esa misión que le has encomendado a tú sobrino –me mordí el labio para evitar hacer algún tipo de comentario al respecto, y dejé que hablaran- Tú sobrino no va a poder hacer frente a la guerra que se va a desatar en París por la reliquia.
-Más viajeros la quieren y si se alzan con ella supondrán un peligro para todo el mundo, la guerra en el norte es cruda y si llega a manos del rey será la perdición de todos –otras de ellas habló, haciendo eco en el lugar- Todo pende de un hilo, Caleb, las fuerzas no están equilibradas y es posible que la misión fracase si no pones remedio alguno para que eso ocurra. Los siete no pueden discernir el alcance de la misión, pero corre grave peligro, quienes quieren la reliquia no se detendrán ante nada y existe la posibilidad de que se alcen con ella –mi mirada se centró en Caleb, había mandado a su propio sobrino para protegerla y ellas decían que podría fracasar.
-Dos destino entrelazados que fueron separados se van a cruzar de nuevo, dos hilos conectados que fueron separados hace ya mucho tiempo volverán a reunirse de nuevo. La verdad saldrá a la luz y las consecuencias podrían ser nefastas para todos –enarqué una ceja sin saber a lo que se refería, pero parecía que él si entendía y yo guardé silencio tras su espalda- La Orden más que nunca te necesita, Caleb, deberás afrontar las adversidades que se cruzarán en tú camino, eres el único que puede ayudar a que el Orbe no caiga en manos de nadie.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Las tres brujas con su semblante impasible comenzaron a hablar, su voz sonaba hueca y retumbaba en aquel lugar. Como siempre los acertijos se convertían en su forma de hablar, claro que la gravedad del asunto en esta ocasión parecía que las hacia pronunciarse con mayor claridad.
Nada tenia que hacer mi sobrino contra los aguerridos guerreros que habían atravesado antes que él el portal, sabia lo que tenia que hacer, abandonar el futuro y viajar a un pasado para salvaguardar aquel orbe que de caer en malas manos podría cambiar el mundo tal y como lo conocíamos.
Mas hubo una parte que no me paso desapercibida, sabia a lo que se referían con unir dos destinos, seguro que el caotico de mi sobrino no había podido resistirse a la idea de acudir al lugar donde lo perdió todo hace ya demasiado tiempo.
El pasado no debía de cambiarse, pues podría eso traer peligrosas consecuencias a nuestro futuro.
Tenia que impedir no solo que el orbe fuera hallado, si no que mi sobrino cometiera la mayor estupidez de su vida.
Agache la cabeza en señal de respeto, sus consejos siempre eran bien recibidos.
-Preparaos para abrir el portal, hoy mismo yo y mi aprendiz partiremos a un pasado incierto para evitar un futuro devastado.
Les di la espalda para abandonar la estancia, tras de mi la joven aprendiz que aun con el arco a su espalda me seguía por los pasillos iluminando los pasos de ambos.
Mi cabeza funcionaba a mil por hora, aquí tenia demasiadas obligaciones, pero no podía dejar en manos de un niño la responsabilidad que yo mismo debía asumir.
-Eileen, ve a casa, no cojas equipaje, solo podremos viajar con lo puesto -le dije con esa frialdad que con ella siempre utilizaba -es importante que entiendas la importancia de este viaje, en menos de una hora nos vemos en la cámara del consejo.
Me detuve para clavar mis ojos en sus azules, pelo fuego que caía desordenado por su rostro dotándola de una aspecto salvaje.
-No te retrases -fue mi despedida antes de darle la espalda y dirigirme a mi cámara para prepararme para el largo viaje.
Una hora mas tarde en el patio de armas esperé perfectamente armado y con mi armadura resplandeciendo. Una capa azulada cubría mi aspecto, engarzada por el broche con el símbolo de las espadas y la sierpe.
Con paso raudo se acercaba mi joven aprendiz, segura, fiera, a veces cuando la miraba en sus ojos veía a su padre y el valor que ostentaba en la batalla, claro que, su aspecto era idéntico al de su madre, una mujer hermosa, a la que hace mucho tiempo ame, aunque no pudo ser.
La orden a la muerte de mi hermano me necesitaba con la mente fría, tuve que ocupar mi posición como líder de la orden y en ese momento no podía asumir una relación.
Su medre acabó uniéndose en sagrado matrimonio a mi mejor amigo, compañero de gestas, y ahí acabó algo que en el fondo nunca empezó.
-Vamos, las brujas nos esperan, todo esta preparado para partir ahora.
Contemplé su gesto, rauda su respiración, mis sentidos agudizados podían escuchar el fuerte latir de su corazón y ese sudor frio que resbalaba por la parte baja de su nuca.
Entreabrí los labios al observar aquel cuello largo e inmaculado, ahora descubierto pues una coleta recogía su pelo de fuego.
Aparté la mirada dándole la espalda de nuevo empezando a caminar hacia nuestro destino.
Nada tenia que hacer mi sobrino contra los aguerridos guerreros que habían atravesado antes que él el portal, sabia lo que tenia que hacer, abandonar el futuro y viajar a un pasado para salvaguardar aquel orbe que de caer en malas manos podría cambiar el mundo tal y como lo conocíamos.
Mas hubo una parte que no me paso desapercibida, sabia a lo que se referían con unir dos destinos, seguro que el caotico de mi sobrino no había podido resistirse a la idea de acudir al lugar donde lo perdió todo hace ya demasiado tiempo.
El pasado no debía de cambiarse, pues podría eso traer peligrosas consecuencias a nuestro futuro.
Tenia que impedir no solo que el orbe fuera hallado, si no que mi sobrino cometiera la mayor estupidez de su vida.
Agache la cabeza en señal de respeto, sus consejos siempre eran bien recibidos.
-Preparaos para abrir el portal, hoy mismo yo y mi aprendiz partiremos a un pasado incierto para evitar un futuro devastado.
Les di la espalda para abandonar la estancia, tras de mi la joven aprendiz que aun con el arco a su espalda me seguía por los pasillos iluminando los pasos de ambos.
Mi cabeza funcionaba a mil por hora, aquí tenia demasiadas obligaciones, pero no podía dejar en manos de un niño la responsabilidad que yo mismo debía asumir.
-Eileen, ve a casa, no cojas equipaje, solo podremos viajar con lo puesto -le dije con esa frialdad que con ella siempre utilizaba -es importante que entiendas la importancia de este viaje, en menos de una hora nos vemos en la cámara del consejo.
Me detuve para clavar mis ojos en sus azules, pelo fuego que caía desordenado por su rostro dotándola de una aspecto salvaje.
-No te retrases -fue mi despedida antes de darle la espalda y dirigirme a mi cámara para prepararme para el largo viaje.
Una hora mas tarde en el patio de armas esperé perfectamente armado y con mi armadura resplandeciendo. Una capa azulada cubría mi aspecto, engarzada por el broche con el símbolo de las espadas y la sierpe.
Con paso raudo se acercaba mi joven aprendiz, segura, fiera, a veces cuando la miraba en sus ojos veía a su padre y el valor que ostentaba en la batalla, claro que, su aspecto era idéntico al de su madre, una mujer hermosa, a la que hace mucho tiempo ame, aunque no pudo ser.
La orden a la muerte de mi hermano me necesitaba con la mente fría, tuve que ocupar mi posición como líder de la orden y en ese momento no podía asumir una relación.
Su medre acabó uniéndose en sagrado matrimonio a mi mejor amigo, compañero de gestas, y ahí acabó algo que en el fondo nunca empezó.
-Vamos, las brujas nos esperan, todo esta preparado para partir ahora.
Contemplé su gesto, rauda su respiración, mis sentidos agudizados podían escuchar el fuerte latir de su corazón y ese sudor frio que resbalaba por la parte baja de su nuca.
Entreabrí los labios al observar aquel cuello largo e inmaculado, ahora descubierto pues una coleta recogía su pelo de fuego.
Aparté la mirada dándole la espalda de nuevo empezando a caminar hacia nuestro destino.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Las brujas solían hablar casi siempre con acertijos, así que no era de extrañar que yo no pudiera entender lo que estaban diciendo, o al menos entender la última parte de sus palabras que al parecer para Caleb no pasaron desapercibidas. No dijo nada al respecto, agachó la cabeza hacia ellas y yo hice lo mismo escuchando sus palabras de que cruzaríamos el portal hacia el pasado para proteger la reliquia, para que como él había dicho el pasado no cambiara y sufriéramos los daños en aquel presente que vivíamos. Lo seguí de nuevo a su espalda cuando terminó de hablar y salimos portando la antorcha que nos iluminaba por aquellos oscuros pasillos, subiendo aquella escalera de caracol por la que habíamos bajado a las profundidades del castillo donde moraban las tres brujas. Viajar al pasado… eso significaba que íbamos a encontrarnos con Wesh para saber cómo le iba en su misión y que le ayudaríamos en esta.
Comenzó a hablar volviendo sobre nuestros pasos para que fuera a casa y me preparara, nada de equipaje puesto que viajaríamos con lo que llevábamos puesto, sus palabras y su tono frío que siempre utilizaba cuando se dirigía a mí marcando la diferencia de que hablaba como líder y no como alguien cercano que conocía desde pequeña, se hicieron eco en el lugar a lo que asentí con la cabeza. Me decía que debía de saber la importancia del viaje, y lejos de lo que él creía, la entendía. Perfectamente. En una hora quería verme para irnos.
Solamente me paré cuando Caleb lo hizo, y de haber estado en mis propios pensamientos me hubiera dado de bruces contra él porque se había parado de golpe sin avisar. Sus ojos se quedaron en mis azules y yo me callé esperando la siguiente de sus órdenes mirándolo de forma fija, sabiendo lo que ese lobo me imponía por el respeto y la admiración que tenía, no sólo eso, era el líder de todo y más que nada le estaba agradecida. Todo lo que se pasara de esas líneas debía de eliminarlo de un plumazo.
-Sí, señor –dije cuando se despidió dándome de nuevo la espalda yéndose para prepararse para el viaje, estando ya a solas lancé un suspiro y cerré los ojos con fuerza durante unos segundos. Una misión a solas con él era demasiado, pero debía de centrarme en lo que importaba, si quería llegar a ocupar y reclamar el sitio que era de mi padre no podía pensar en otras cosas y tenía que verlo a él como lo veía: mí maestro, mi líder. No había nada más, no podía permitirme pensar en él de otra forma que no fuera esa y debía de auto convencerme de que era la única forma de darles a esos cinco donde más les dolía. Me giré para ir dirección a casa donde mi madre me esperaba, por mi cara supo que algo pasaba y no quise preocuparla, no debía de contarle demasiado salvo que salía de misión con el propio Caleb. Su cara de preocupación lo decía todo, así que cogí sus manos con fuerza y le prometí que volvería… sabía que esa promesa era la que le hacía mi padre, pero yo no podía ser menos que él y lo dije de forma segura, convencida. Me adentré en la habitación y dejé el arco y el carcaj en la cama, solo podría llevar lo puesto así que debía de buscar la mejor ropa posible. Al pasar hacia la habitación mi vista se fijó en el pequeño altar que mi madre había hecho para mi padre, allí estaba la armadura que una vez llevó en combate, una que yo todavía no podía llevar y me acerqué para mirarla de cerca. Tenía marcas, muescas de signos de lucha y mis dedos la recorrieron, era parecida a la que llevaban los siete salvo que la del líder era diferente a las otras. Puse la mano en el centro de la armadura y cerré los ojos- Haré que estés orgullosa de mí, te lo prometo –murmuré para que me escuchara donde quisiera que estuviera, luego me giré hacia mi cuarto y prepararme para cruzar aquel portal junto a Caleb.
Casi había pasado la hora cuando ataviada con una capa y capucha negra me encaminaba hacia donde él me estaba seguramente esperando, y si algo sabía del lobo es que odiaba que fueran impuntuales y le hicieran esperar. Mi paso era raudo pero firme hasta que lo divisé de pie esperándome, bajo la capa un corsé negro con dos tirantes cruzados, unos pantalones negros ajustados como vestimenta, en la espalda el arco con el carcaj que la capa tapaba y en el cinto guardada en su funda… la espada de mi padre. Al llegar ante él me quité la capucha dejando a la vista mi rostro bañado por la luz, mi pelo recogido en una coleta para facilitar mi vista y le hice una leve reverencia, como siempre hacía cuando lo veía.
Sus palabras me sacaron de mis propios pensamientos al contemplarlo, llevaba la capa azul con el símbolo de la Orden y bajo esta podía ver su armadura.
-Sí, señor –dije cuando me contempló durante unos breves segundos y por un momento pensé que iba a pedirme que me quedara. No iba a negar que estaba nerviosa pues era la primera vez que saldría oficialmente a una misión y más a una misión como aquella, mi corazón iba rápido aunque intenté que mi respiración fuera tranquila. No era lo único que me inquietaba, sino también el hombre que tenía frente a mí. Se giró dándome la espalda y emprendimos de nuevo el camino hacia donde residían las brujas, al llegar estas hicieron unas líneas con sus manos pintándonos de algo que no identifiqué en el rostro, mientras murmuraban palabras que no lograba comprender. Hicieron lo mismo con ambos y pronto nos condujeron a un círculo que había pintado en el suelo, una de ellas le dio una pequeña daga a Caleb y este se hizo un pequeño corte en el dedo índice, para luego pasarme a mí la daga y tras una mirada a este, que asintió con la cabeza, hice el mismo corte sin pensarlo. Nuestra sangre goteó al suelo donde, como si fuera el conductor y fueran la llama misma el dibujo que habían dibujado se iluminó con pequeñas llamas, mientras ellas unidas por sus manos cantaban un conjuro inteligible y parecía que el suelo temblaba bajo mis pies, miré hacia abajo pero todo seguía igual, pero me recompuse y me quedé firme viendo como frente a mí un pequeño portal se abría y sentía como si este tirara de mí- Caleb… -murmuré tan bajo que dudé que incluso él lo hubiera oído, y me reproché llamarlo así mientras sentía que el portal me absorbía. Cerré los ojos y justo cuando mi mano se posó en la suya un breve segundo sentí que tiraba por completo, siendo todo un poco confuso como si fuera absorbida por una fuerte ventisca, como algo parecido a un huracán, para caer a los pocos segundos sobre la hierba de lo que parecía un bosque, con la respiración acelerada y el corazón latiendo a mil por hora. ¿Cómo había sido tan rematadamente estúpida? ¡Le había tocado la mano! Me reproché mentalmente aquello poniéndome en pie justo cuando él caía a mí lado, perfecto, como si no hubiéramos atravesado un portal que tras él se cerró dejándonos en aquella época- Estoy bien, señor –dije tras ver su mirada en mí y quise pensar que era por eso más que por otra cosa quitando la capucha que llevaba- ¿Por dónde deberíamos de empezar a buscar, señor? Quizás una posada, una taberna o un hostal sea lo más lógico –es donde yo iría primero para encontrar un sitio donde quedarme.
Comenzó a hablar volviendo sobre nuestros pasos para que fuera a casa y me preparara, nada de equipaje puesto que viajaríamos con lo que llevábamos puesto, sus palabras y su tono frío que siempre utilizaba cuando se dirigía a mí marcando la diferencia de que hablaba como líder y no como alguien cercano que conocía desde pequeña, se hicieron eco en el lugar a lo que asentí con la cabeza. Me decía que debía de saber la importancia del viaje, y lejos de lo que él creía, la entendía. Perfectamente. En una hora quería verme para irnos.
Solamente me paré cuando Caleb lo hizo, y de haber estado en mis propios pensamientos me hubiera dado de bruces contra él porque se había parado de golpe sin avisar. Sus ojos se quedaron en mis azules y yo me callé esperando la siguiente de sus órdenes mirándolo de forma fija, sabiendo lo que ese lobo me imponía por el respeto y la admiración que tenía, no sólo eso, era el líder de todo y más que nada le estaba agradecida. Todo lo que se pasara de esas líneas debía de eliminarlo de un plumazo.
-Sí, señor –dije cuando se despidió dándome de nuevo la espalda yéndose para prepararse para el viaje, estando ya a solas lancé un suspiro y cerré los ojos con fuerza durante unos segundos. Una misión a solas con él era demasiado, pero debía de centrarme en lo que importaba, si quería llegar a ocupar y reclamar el sitio que era de mi padre no podía pensar en otras cosas y tenía que verlo a él como lo veía: mí maestro, mi líder. No había nada más, no podía permitirme pensar en él de otra forma que no fuera esa y debía de auto convencerme de que era la única forma de darles a esos cinco donde más les dolía. Me giré para ir dirección a casa donde mi madre me esperaba, por mi cara supo que algo pasaba y no quise preocuparla, no debía de contarle demasiado salvo que salía de misión con el propio Caleb. Su cara de preocupación lo decía todo, así que cogí sus manos con fuerza y le prometí que volvería… sabía que esa promesa era la que le hacía mi padre, pero yo no podía ser menos que él y lo dije de forma segura, convencida. Me adentré en la habitación y dejé el arco y el carcaj en la cama, solo podría llevar lo puesto así que debía de buscar la mejor ropa posible. Al pasar hacia la habitación mi vista se fijó en el pequeño altar que mi madre había hecho para mi padre, allí estaba la armadura que una vez llevó en combate, una que yo todavía no podía llevar y me acerqué para mirarla de cerca. Tenía marcas, muescas de signos de lucha y mis dedos la recorrieron, era parecida a la que llevaban los siete salvo que la del líder era diferente a las otras. Puse la mano en el centro de la armadura y cerré los ojos- Haré que estés orgullosa de mí, te lo prometo –murmuré para que me escuchara donde quisiera que estuviera, luego me giré hacia mi cuarto y prepararme para cruzar aquel portal junto a Caleb.
Casi había pasado la hora cuando ataviada con una capa y capucha negra me encaminaba hacia donde él me estaba seguramente esperando, y si algo sabía del lobo es que odiaba que fueran impuntuales y le hicieran esperar. Mi paso era raudo pero firme hasta que lo divisé de pie esperándome, bajo la capa un corsé negro con dos tirantes cruzados, unos pantalones negros ajustados como vestimenta, en la espalda el arco con el carcaj que la capa tapaba y en el cinto guardada en su funda… la espada de mi padre. Al llegar ante él me quité la capucha dejando a la vista mi rostro bañado por la luz, mi pelo recogido en una coleta para facilitar mi vista y le hice una leve reverencia, como siempre hacía cuando lo veía.
Sus palabras me sacaron de mis propios pensamientos al contemplarlo, llevaba la capa azul con el símbolo de la Orden y bajo esta podía ver su armadura.
-Sí, señor –dije cuando me contempló durante unos breves segundos y por un momento pensé que iba a pedirme que me quedara. No iba a negar que estaba nerviosa pues era la primera vez que saldría oficialmente a una misión y más a una misión como aquella, mi corazón iba rápido aunque intenté que mi respiración fuera tranquila. No era lo único que me inquietaba, sino también el hombre que tenía frente a mí. Se giró dándome la espalda y emprendimos de nuevo el camino hacia donde residían las brujas, al llegar estas hicieron unas líneas con sus manos pintándonos de algo que no identifiqué en el rostro, mientras murmuraban palabras que no lograba comprender. Hicieron lo mismo con ambos y pronto nos condujeron a un círculo que había pintado en el suelo, una de ellas le dio una pequeña daga a Caleb y este se hizo un pequeño corte en el dedo índice, para luego pasarme a mí la daga y tras una mirada a este, que asintió con la cabeza, hice el mismo corte sin pensarlo. Nuestra sangre goteó al suelo donde, como si fuera el conductor y fueran la llama misma el dibujo que habían dibujado se iluminó con pequeñas llamas, mientras ellas unidas por sus manos cantaban un conjuro inteligible y parecía que el suelo temblaba bajo mis pies, miré hacia abajo pero todo seguía igual, pero me recompuse y me quedé firme viendo como frente a mí un pequeño portal se abría y sentía como si este tirara de mí- Caleb… -murmuré tan bajo que dudé que incluso él lo hubiera oído, y me reproché llamarlo así mientras sentía que el portal me absorbía. Cerré los ojos y justo cuando mi mano se posó en la suya un breve segundo sentí que tiraba por completo, siendo todo un poco confuso como si fuera absorbida por una fuerte ventisca, como algo parecido a un huracán, para caer a los pocos segundos sobre la hierba de lo que parecía un bosque, con la respiración acelerada y el corazón latiendo a mil por hora. ¿Cómo había sido tan rematadamente estúpida? ¡Le había tocado la mano! Me reproché mentalmente aquello poniéndome en pie justo cuando él caía a mí lado, perfecto, como si no hubiéramos atravesado un portal que tras él se cerró dejándonos en aquella época- Estoy bien, señor –dije tras ver su mirada en mí y quise pensar que era por eso más que por otra cosa quitando la capucha que llevaba- ¿Por dónde deberíamos de empezar a buscar, señor? Quizás una posada, una taberna o un hostal sea lo más lógico –es donde yo iría primero para encontrar un sitio donde quedarme.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Porte sereno cuando me adentré seguido de mi aprendiz en la sala donde las brujas nos esperaban. En el suelo, trazadas unas runas, mi mirada se perdió en los azules de mi acompañante y dando un paso la frente me introduje en el circulo marcado entre las tres hechiceras ciegas.
Sangre y fuego sellaban el conjuro que las brujas usaban para transportarnos a un pasado complicado, la vida de muchos pendía de nuestras manos, no era tiempo de temer, si no de mostrar el arrojo necesario.
Nuestras vidas eran meros instrumentos para garantizar un bien mayor, y quizás ese y no otro, era el motivo por el que mi rostro se mantuvo impasible cuando un tornado me engullo, solo su mano rozando la mía aceleró mi corazón.
Mi nombre escapó de sus trémulos labios, fue una caricia que impacto con mi respiración y así acabamos girando sobre un vórtice.
Por unos momentos mi instinto me empujó a abrazarla, socorrerla de ese miedo, su corazón latía fiero, salvaje, cerré los ojos concentrándome hasta dejar mis constantes vitales rendidas a la muerte.
Caímos en un bosque de ramas secas, mi respiración tranquila contrastaba con sus erráticos jadeos, me alcé espolsando ligeramente la azulada capa para buscar con la mirada a Eileen que ahora hundía sus azules en mis pardos poniéndose rápidamente en pie.
Hubiera sonreído por la velocidad con al que me hablaba y como me llamaba señor tras cada frase, pero no lo hice porque mantener la distancia era algo mas que necesario entre nosotros, no solo porque fuera mi aprendiz, si no porque me atraía de una forma que me costaba controlar.
-Lo primero que haremos será buscar un hotel donde dormir, un periódico que nos diga con exactitud en que día del pasado nos encontramos. Jugamos con la ventaja de saber lo que sucederá en este tiempo, aprovechemosla.
Después iremos a una taberna, conociendo a los vikingos y sus costumbres barbaras, es el sitio mas factible para localizarlos.
Si Wesh a aprendido algo conmigo ,seguirá estos mismos pasos, así que daremos con el con facilidad.
No le conté aquello que me preocupaba, algo me decía que el insensato de mi sobrino iba a acudir al encuentro del destino que corrió nuestra familia aquel fatídico día en el que todo quedó reducido a escombros en el campamento gitano, mas lo primero era descubrir en que día estábamos para saber cuando sucedería ese hecho. Esperaba dar con Wesh antes de que esto se produjera.
Caminamos durante una hora hasta que el hotel “les arenes” se encontró frente a nosotros, en el norte de la ciudad, una zona rica, bien comunicada, por allí podíamos empezar.
En la recepción pedí sendas habitaciones, mas para mi infortunio estaba el hotel completo y a esas horas de la noche dudaba encontrar otra cosa mas allá de un granero.
Acepté la única habitación disponible con cama doble y allí nos dirigimos para poder cambiarnos la ropa y pasar desapercibidos.
Por el camino nos habíamos hecho con unas ropas que habitan sido tendidas por algunas doncellas, esperaba que fueran de nuestra talla, ir con la armadura puesta era de todo menos discreto.
Resoplé al ver la habitación y ese gran lecho, por suerte había un sofá de un cuerpo que me serviría como improvisada cama.
Le tendí el vestido de dama y me adentré en el baño para colocarme la ropa de un caballero francés.
-Iremos a beber a una taberna, quizás allí tengamos suerte y alguien haya visto a algunos de esos bárbaros, su pinta los delatará, algo que a nosotros no nos pasara -dije a voz de grito desde el baño.
Sangre y fuego sellaban el conjuro que las brujas usaban para transportarnos a un pasado complicado, la vida de muchos pendía de nuestras manos, no era tiempo de temer, si no de mostrar el arrojo necesario.
Nuestras vidas eran meros instrumentos para garantizar un bien mayor, y quizás ese y no otro, era el motivo por el que mi rostro se mantuvo impasible cuando un tornado me engullo, solo su mano rozando la mía aceleró mi corazón.
Mi nombre escapó de sus trémulos labios, fue una caricia que impacto con mi respiración y así acabamos girando sobre un vórtice.
Por unos momentos mi instinto me empujó a abrazarla, socorrerla de ese miedo, su corazón latía fiero, salvaje, cerré los ojos concentrándome hasta dejar mis constantes vitales rendidas a la muerte.
Caímos en un bosque de ramas secas, mi respiración tranquila contrastaba con sus erráticos jadeos, me alcé espolsando ligeramente la azulada capa para buscar con la mirada a Eileen que ahora hundía sus azules en mis pardos poniéndose rápidamente en pie.
Hubiera sonreído por la velocidad con al que me hablaba y como me llamaba señor tras cada frase, pero no lo hice porque mantener la distancia era algo mas que necesario entre nosotros, no solo porque fuera mi aprendiz, si no porque me atraía de una forma que me costaba controlar.
-Lo primero que haremos será buscar un hotel donde dormir, un periódico que nos diga con exactitud en que día del pasado nos encontramos. Jugamos con la ventaja de saber lo que sucederá en este tiempo, aprovechemosla.
Después iremos a una taberna, conociendo a los vikingos y sus costumbres barbaras, es el sitio mas factible para localizarlos.
Si Wesh a aprendido algo conmigo ,seguirá estos mismos pasos, así que daremos con el con facilidad.
No le conté aquello que me preocupaba, algo me decía que el insensato de mi sobrino iba a acudir al encuentro del destino que corrió nuestra familia aquel fatídico día en el que todo quedó reducido a escombros en el campamento gitano, mas lo primero era descubrir en que día estábamos para saber cuando sucedería ese hecho. Esperaba dar con Wesh antes de que esto se produjera.
Caminamos durante una hora hasta que el hotel “les arenes” se encontró frente a nosotros, en el norte de la ciudad, una zona rica, bien comunicada, por allí podíamos empezar.
En la recepción pedí sendas habitaciones, mas para mi infortunio estaba el hotel completo y a esas horas de la noche dudaba encontrar otra cosa mas allá de un granero.
Acepté la única habitación disponible con cama doble y allí nos dirigimos para poder cambiarnos la ropa y pasar desapercibidos.
Por el camino nos habíamos hecho con unas ropas que habitan sido tendidas por algunas doncellas, esperaba que fueran de nuestra talla, ir con la armadura puesta era de todo menos discreto.
Resoplé al ver la habitación y ese gran lecho, por suerte había un sofá de un cuerpo que me serviría como improvisada cama.
Le tendí el vestido de dama y me adentré en el baño para colocarme la ropa de un caballero francés.
-Iremos a beber a una taberna, quizás allí tengamos suerte y alguien haya visto a algunos de esos bárbaros, su pinta los delatará, algo que a nosotros no nos pasara -dije a voz de grito desde el baño.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Tras pasar por un vórtice por el que fuimos succionados y no dejamos de dar vueltas como si estuviéramos en el ojo del huracán, otro portal se abrió para dejarnos caer sobre la hierba de lo que parecía un bosque, retrocediendo en el tiempo para poder proteger la reliquia y que no cayera en malas manos y cambiara el curso de la historia, para que no pudieran devastar la paz que durante tantos siglos habíamos conseguido con tantos sacrificios y tantas muertes… la reliquia debía de permanecer a salvo, y nuestra misión consistía no solo en encontrar a Wesh, sino que nadie se hiciera con el orbe… ni para bien, ni para mal. Las pequeñas ramas que había en el suelo crujieron bajo nuestro peso y cuando Caleb atravesó el portal y se puso en pie mucho más sereno que yo, quitando las hebras de hierba que tenía en su capa yo me alcé con rapidez espolsándome también, temiendo que me dijera algo por lo que había pasado en aquel círculo.
Su mirada se puso en la mía y por un momento, por un breve momento, en el que nuestras miradas coincidieron pensé que iba a decirme algo sobre que lo había llamado por su nombre –cuando yo nunca lo hacía, y menos desde que era su aprendiz- o por el sutil roce que seguramente sí habría sentido sin duda alguna. Sin embargo antes de que pudiera decir nada hablé alegando que estaba bien, regulando mi respiración que había sido un poco errática y preguntando cuáles serían nuestros siguientes pasos. Él contestó lo que debíamos de hacer y yo escuché con atención, era cierto que contábamos con la ventaja de saber qué iba a pasar e íbamos a aprovecharla.
Tan pronto como terminó de hablar comenzamos a andar saliendo de aquel pequeño bosque para sumergirnos en las calles de la ciudad en busca de un sitio donde quedarnos, por el camino cogimos algo de ropa que vimos tendida ya que ir con las armaduras y sobre todo él llamaría bastante la atención y debíamos de pasar todo lo desapercibidos que podíamos. Resoplé tranquila cuando durante el camino no me dijo nada al respecto y yo me conciencié que debía de controlarme mejor, porque quizás no hubiera oído su nombre salir de mis labios, pero el roce de su mano lo había sentido sin duda alguna. Me mordí el labio caminando un paso por detrás de él, velando su espalda, siempre velando su espalda.
Porque aunque fuera su aprendiz no debía de olvidar que seguía siendo el líder de la orden, y que pese a todo debía de velar por su seguridad. Si algo le pasaba además de no poder perdonármelo nunca, sería la excusa perfecta que los cinco estaban deseando para darme finalmente la patada. Sabía que iban a buscar el mínimo detalle, por más ínfimo y pequeño que fuera, para denegarme lo que por derecho me corresponde: una silla en la mesa de los siete. Pronto nos encontramos ante el hotel “les arenes” y nos adentramos para buscar alojamiento por esa noche, dejé que fuera él quien se ocupara de las habitaciones y yo me quedé cerca pero dándole la espalda estando él tras de mí de perfil, observando y vigilando cualquier movimiento, porque como había dicho debía de protegerlo a toda costa.
Me mordí el labio con fuerza, con mucha fuerza, cuando escuché que tan solo quedaba una habitación con cama doble e intenté no ponerme nerviosa al escuchar cómo accedía y pagaba por esa única habitación que les quedaba, encontrar otro sitio sería perder más el tiempo y no era algo que nos pudiéramos permitir. Le seguí otra vez cuando pagó y cuando llegamos a la habitación pude ver la enorme cama que había, un sofá donde cabría perfectamente una persona sin problema, un pequeño tocador y la puerta que llevaba al aseo. Caleb se dirigió hacia el aseo para cambiarse y dejarme intimidad y cuando cerró la puerta dejándome sola… lancé un suspiro y miré al cielo.
-¿Por qué a mí? –Pregunté tan, tan bajo, que sería imposible que él lo escuchara con la puerta cerrada y dentro de aquel baño. La vida no era justa conmigo y estaba siendo demasiado irónica, no solo por el hecho de que las mujeres no tenían mucho lugar en la orden y mi padre era uno de los siete, desde pequeña siempre había sabido que tendría que trabajar duro, muy duro, para ganarme el puesto que me correspondía y era algo que tenía asumido. Pero por si fuera poco, me mandaban de misión con él a solas en donde debía de controlarme al estar tan cerca de él… ¿pero esto también? ¿Tener que dormir juntos? Eso sí que era una maldita broma del destino, tenía que controlarme mucho para que no notara los nervios que seguro me entrarían en ese momento. Dejé las cosas encima del sofá, que me iba a adjudicar, quitando la capa que llevaba así como todas las armas que llevaba encima y vi el vestido extendido sobre la cama y al que hice un mohín, hacía mucho tiempo que no llevaba vestidos como esos y estaba acostumbrada más a la ropa de entrenamiento y de ir por el castillo. Mientras lo escuchaba hablar desde el baño, decía de ir a una taberna a beber para ver si encontrábamos a los bárbaros que se delatarían por su ropaje mientras que nosotros pasaríamos desapercibidos. Me coloqué el vestido que se ciñó a mí cuerpo, unos tirantes que se entrelazaban en la espalda, un corsé negro resaltando con mi tez y una falda azul que hacía juego con el color de mis ojos, sin mucho vuelo pero que me permitía andar con comodidad.
No estaba acostumbrada a ir desarmada y me negaba a ir sin ningún tipo de arma, aunque tenía un poco complicado esconder algún arma con aquel vestido, pero por suerte el vestido llevaba como un cinturón que era parte del mismo vestido, así que cogí una pequeña daga y la escondí en el cinturón del vestido. Me senté en el tocador observándome poniendo un poco de color rojo en mis labios resaltándolos. Me levanté cuando la puerta del aseo se abrió dejándome ver a un Caleb vestido con aquel traje siendo una imagen bastante diferente del que solía ver a diario, le quedaba muy bien el traje aunque me resultara extraño viéndolo con él, pero claro ¿habría algo que le quedara mal a ese hombre? Seguramente no. Era un hombre sumamente atractivo, maduro, esa barba le confería un aspecto un tanto “fiero” que a mí en lo personal me encantaba… lo raro es que no se hubiera desposado, y sabía que no era porque no tuviera pretendientas precisamente.
-Está irreconocible, señor –comenté porque era realmente cierto, con un amago de sonrisa, aunque me hubiera gustado decirle otra cosa callé porque no sería lo adecuado. Una vez listos nos alejamos para ir por las calles parisinas en busca de una taberna, cuando la encontramos y él indicó que entráramos le seguí sin perder detalle de lo que nos encontráramos. Nos situamos en una mesa al fondo para tener una buena visión de todo el local y mientras él estaba sentado yo me moví para acercar dos jarras y dejar una frente a él, iba a necesitar algo de beber para pasar aquella noche así que di el primer trago observando el ambiente, pendiente de cualquier cambio que pudiera haber y atenta a todo el que entrara en la taberna. Mis ojos se fijaron de nuevo en el hombre que tenía frente a mí, ese que me imponía tanto y me intimidaba algunas veces aunque él no fuera consciente, era un honor ser su aprendiz aunque eso fuera mi perdición- ¿Estás… -me callé, mordiéndome el labio de nuevo para reformular la pregunta de nuevo- Perdón, ¿está bien señor? –Porque hablarle de esa forma no era solo por el respeto que le procesaba, sino por el hecho de que era una forma de recordarme los puestos que teníamos cada uno, como si alzara el muro constantemente y me recordara que no debía de derribarlo y traspasar su frontera. Él era un imposible, algo que jamás llegaría a alcanzar o a tener, y cuanto antes lo aceptara… menor sería mi tormento. Por eso siempre le hablaba con respeto, para no perder nunca la línea que no debía de cruzar- ¿Cree que encontraremos a Wesh? –Tenía ganas de verlo, se había convertido en alguien importante para mí, los dos juzgados por la orden y sometidos bajo un constante escrutinio… ninguno comprendía mejor al otro. Volví a dar otro trago mientras escuchaba sus palabras, sin relajarme, aunque no lo pareciera aún seguíamos de misión.
Pasó un poco el tiempo en el que las jarras se acabaron, no era dada a beber y me levanté para pedir la segunda porque iba a necesitarlo, de solo pensar en lo que me esperaba cuando llegáramos a la habitación. Vi que él también había terminado su jarra y me levanté para buscar dos jarras más, dándome un poco de espacio para serenarme. Cuando volvía con las jarras en mano ni siquiera vi, ni mucho menos esperé, que alguien me tomara de la cintura haciendo que las jarras cayeran al suelo y me sentaran sobre el regazo de un hombre que parecía haber bebido más de la cuenta y que tenía ahora una mano sobre mi muslo, pero no tenía pinta alguna de bárbaro.
-¿Cuánto por esta noche, preciosa? –Abrí la boca ligeramente al darme cuenta de que me había confundido con una prostituta, así que no perdí el tiempo y le retorcí la muñeca de la mano que tenía en mi muslo, de un movimiento rápido me alcé, di un golpe en su rostro con mi puño que lo estampó contra la mesa, para luego coger su pelo y estampar su rostro contra la mesa pegándola a esta, lo inmovilicé con el brazo retorcido en su espalda y el cuchillo que había en la mesa para ponerlo en el cuello de aquel hombre, cabreada por haberme tomado por una prostituta, por haberse tomado la libertad de tocarme. Fiera y salvaje me había revuelto contra él, como si fuera una mujer que pudiera hacer lo que quisiera con ella.
-Vuelve a insinuar eso, o a tocar a otra mujer de la misma forma, y te convertiré yo misma en un maldito eunuco –le dije con el tono frío, con mi pelo cayendo por un lado del hombro y el cuchillo rozando su cuello- ¿te ha quedado claro, imbécil? –Pregunté apretando su cabeza mientras él asentía pidiéndome que no hiciera nada. Clavé el cuchillo que rozó levemente su nariz contra la mesa y me aparté para volver a pedir dos jarras, que las cargué en su nombre señalándolo y la joven tabernera sonrió al haber visto lo que había pasado, con un “se lo tenía merecido” que me hizo sonreír antes de girarme y volver con el lobo esperando que no hubiera visto nada, dando un buen trago a la jarra… necesitaba calmarme y mantenerme serena.
Su mirada se puso en la mía y por un momento, por un breve momento, en el que nuestras miradas coincidieron pensé que iba a decirme algo sobre que lo había llamado por su nombre –cuando yo nunca lo hacía, y menos desde que era su aprendiz- o por el sutil roce que seguramente sí habría sentido sin duda alguna. Sin embargo antes de que pudiera decir nada hablé alegando que estaba bien, regulando mi respiración que había sido un poco errática y preguntando cuáles serían nuestros siguientes pasos. Él contestó lo que debíamos de hacer y yo escuché con atención, era cierto que contábamos con la ventaja de saber qué iba a pasar e íbamos a aprovecharla.
Tan pronto como terminó de hablar comenzamos a andar saliendo de aquel pequeño bosque para sumergirnos en las calles de la ciudad en busca de un sitio donde quedarnos, por el camino cogimos algo de ropa que vimos tendida ya que ir con las armaduras y sobre todo él llamaría bastante la atención y debíamos de pasar todo lo desapercibidos que podíamos. Resoplé tranquila cuando durante el camino no me dijo nada al respecto y yo me conciencié que debía de controlarme mejor, porque quizás no hubiera oído su nombre salir de mis labios, pero el roce de su mano lo había sentido sin duda alguna. Me mordí el labio caminando un paso por detrás de él, velando su espalda, siempre velando su espalda.
Porque aunque fuera su aprendiz no debía de olvidar que seguía siendo el líder de la orden, y que pese a todo debía de velar por su seguridad. Si algo le pasaba además de no poder perdonármelo nunca, sería la excusa perfecta que los cinco estaban deseando para darme finalmente la patada. Sabía que iban a buscar el mínimo detalle, por más ínfimo y pequeño que fuera, para denegarme lo que por derecho me corresponde: una silla en la mesa de los siete. Pronto nos encontramos ante el hotel “les arenes” y nos adentramos para buscar alojamiento por esa noche, dejé que fuera él quien se ocupara de las habitaciones y yo me quedé cerca pero dándole la espalda estando él tras de mí de perfil, observando y vigilando cualquier movimiento, porque como había dicho debía de protegerlo a toda costa.
Me mordí el labio con fuerza, con mucha fuerza, cuando escuché que tan solo quedaba una habitación con cama doble e intenté no ponerme nerviosa al escuchar cómo accedía y pagaba por esa única habitación que les quedaba, encontrar otro sitio sería perder más el tiempo y no era algo que nos pudiéramos permitir. Le seguí otra vez cuando pagó y cuando llegamos a la habitación pude ver la enorme cama que había, un sofá donde cabría perfectamente una persona sin problema, un pequeño tocador y la puerta que llevaba al aseo. Caleb se dirigió hacia el aseo para cambiarse y dejarme intimidad y cuando cerró la puerta dejándome sola… lancé un suspiro y miré al cielo.
-¿Por qué a mí? –Pregunté tan, tan bajo, que sería imposible que él lo escuchara con la puerta cerrada y dentro de aquel baño. La vida no era justa conmigo y estaba siendo demasiado irónica, no solo por el hecho de que las mujeres no tenían mucho lugar en la orden y mi padre era uno de los siete, desde pequeña siempre había sabido que tendría que trabajar duro, muy duro, para ganarme el puesto que me correspondía y era algo que tenía asumido. Pero por si fuera poco, me mandaban de misión con él a solas en donde debía de controlarme al estar tan cerca de él… ¿pero esto también? ¿Tener que dormir juntos? Eso sí que era una maldita broma del destino, tenía que controlarme mucho para que no notara los nervios que seguro me entrarían en ese momento. Dejé las cosas encima del sofá, que me iba a adjudicar, quitando la capa que llevaba así como todas las armas que llevaba encima y vi el vestido extendido sobre la cama y al que hice un mohín, hacía mucho tiempo que no llevaba vestidos como esos y estaba acostumbrada más a la ropa de entrenamiento y de ir por el castillo. Mientras lo escuchaba hablar desde el baño, decía de ir a una taberna a beber para ver si encontrábamos a los bárbaros que se delatarían por su ropaje mientras que nosotros pasaríamos desapercibidos. Me coloqué el vestido que se ciñó a mí cuerpo, unos tirantes que se entrelazaban en la espalda, un corsé negro resaltando con mi tez y una falda azul que hacía juego con el color de mis ojos, sin mucho vuelo pero que me permitía andar con comodidad.
No estaba acostumbrada a ir desarmada y me negaba a ir sin ningún tipo de arma, aunque tenía un poco complicado esconder algún arma con aquel vestido, pero por suerte el vestido llevaba como un cinturón que era parte del mismo vestido, así que cogí una pequeña daga y la escondí en el cinturón del vestido. Me senté en el tocador observándome poniendo un poco de color rojo en mis labios resaltándolos. Me levanté cuando la puerta del aseo se abrió dejándome ver a un Caleb vestido con aquel traje siendo una imagen bastante diferente del que solía ver a diario, le quedaba muy bien el traje aunque me resultara extraño viéndolo con él, pero claro ¿habría algo que le quedara mal a ese hombre? Seguramente no. Era un hombre sumamente atractivo, maduro, esa barba le confería un aspecto un tanto “fiero” que a mí en lo personal me encantaba… lo raro es que no se hubiera desposado, y sabía que no era porque no tuviera pretendientas precisamente.
-Está irreconocible, señor –comenté porque era realmente cierto, con un amago de sonrisa, aunque me hubiera gustado decirle otra cosa callé porque no sería lo adecuado. Una vez listos nos alejamos para ir por las calles parisinas en busca de una taberna, cuando la encontramos y él indicó que entráramos le seguí sin perder detalle de lo que nos encontráramos. Nos situamos en una mesa al fondo para tener una buena visión de todo el local y mientras él estaba sentado yo me moví para acercar dos jarras y dejar una frente a él, iba a necesitar algo de beber para pasar aquella noche así que di el primer trago observando el ambiente, pendiente de cualquier cambio que pudiera haber y atenta a todo el que entrara en la taberna. Mis ojos se fijaron de nuevo en el hombre que tenía frente a mí, ese que me imponía tanto y me intimidaba algunas veces aunque él no fuera consciente, era un honor ser su aprendiz aunque eso fuera mi perdición- ¿Estás… -me callé, mordiéndome el labio de nuevo para reformular la pregunta de nuevo- Perdón, ¿está bien señor? –Porque hablarle de esa forma no era solo por el respeto que le procesaba, sino por el hecho de que era una forma de recordarme los puestos que teníamos cada uno, como si alzara el muro constantemente y me recordara que no debía de derribarlo y traspasar su frontera. Él era un imposible, algo que jamás llegaría a alcanzar o a tener, y cuanto antes lo aceptara… menor sería mi tormento. Por eso siempre le hablaba con respeto, para no perder nunca la línea que no debía de cruzar- ¿Cree que encontraremos a Wesh? –Tenía ganas de verlo, se había convertido en alguien importante para mí, los dos juzgados por la orden y sometidos bajo un constante escrutinio… ninguno comprendía mejor al otro. Volví a dar otro trago mientras escuchaba sus palabras, sin relajarme, aunque no lo pareciera aún seguíamos de misión.
Pasó un poco el tiempo en el que las jarras se acabaron, no era dada a beber y me levanté para pedir la segunda porque iba a necesitarlo, de solo pensar en lo que me esperaba cuando llegáramos a la habitación. Vi que él también había terminado su jarra y me levanté para buscar dos jarras más, dándome un poco de espacio para serenarme. Cuando volvía con las jarras en mano ni siquiera vi, ni mucho menos esperé, que alguien me tomara de la cintura haciendo que las jarras cayeran al suelo y me sentaran sobre el regazo de un hombre que parecía haber bebido más de la cuenta y que tenía ahora una mano sobre mi muslo, pero no tenía pinta alguna de bárbaro.
-¿Cuánto por esta noche, preciosa? –Abrí la boca ligeramente al darme cuenta de que me había confundido con una prostituta, así que no perdí el tiempo y le retorcí la muñeca de la mano que tenía en mi muslo, de un movimiento rápido me alcé, di un golpe en su rostro con mi puño que lo estampó contra la mesa, para luego coger su pelo y estampar su rostro contra la mesa pegándola a esta, lo inmovilicé con el brazo retorcido en su espalda y el cuchillo que había en la mesa para ponerlo en el cuello de aquel hombre, cabreada por haberme tomado por una prostituta, por haberse tomado la libertad de tocarme. Fiera y salvaje me había revuelto contra él, como si fuera una mujer que pudiera hacer lo que quisiera con ella.
-Vuelve a insinuar eso, o a tocar a otra mujer de la misma forma, y te convertiré yo misma en un maldito eunuco –le dije con el tono frío, con mi pelo cayendo por un lado del hombro y el cuchillo rozando su cuello- ¿te ha quedado claro, imbécil? –Pregunté apretando su cabeza mientras él asentía pidiéndome que no hiciera nada. Clavé el cuchillo que rozó levemente su nariz contra la mesa y me aparté para volver a pedir dos jarras, que las cargué en su nombre señalándolo y la joven tabernera sonrió al haber visto lo que había pasado, con un “se lo tenía merecido” que me hizo sonreír antes de girarme y volver con el lobo esperando que no hubiera visto nada, dando un buen trago a la jarra… necesitaba calmarme y mantenerme serena.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Pude escuchar aquella pregunta retorica con total claridad, es lo que tenían mis sentidos agudos, que poco podía pasar para mi desarpecibido.
Hubiera salido para calmarla, pero eso hubiera sido admitir que ella era débil, y no lo era.
Yo veía en sus ojos el fuego de su padre y lo sacaría de su interior aunque me dejara la vida en el intento. Tenia un año para hacer de ella una guerrera y si ese era su sueño, lo conseguiríamos.
Aunque para eso tenia que dejar mis sentimientos a un lado, no podía perder el tiempo en pensar en ella como en una mujer. Era un guerrero, mi aprendiz, esa y no otra era la imagen que en mi mente tenia que grabar a fuego de ella.
Salí del bañó recolocandome las mangas del trajé, no acostumbraba a vestir así, mas fue al levantar la vista y contemplarla vestida de dama cuando me quedé paralizado, mi respiración errática golpeó mis propios labios y tuve que relamerme para humedecerlos.
Ella alegó que yo estaba bien, si yo hubiera dicho lo que de ella pensaba en ese momento en el que mis ojos se oscurecían por el deseo que su cuerpo femenino, hubiera supuesto traición.
Salimos de esa habitación, admito que agradezcí ese hecho, soy un hombre y aunque se controlar mis instintos, ella me atrae en exceso.
Las calles de París destilan vida, una fiesta de las familias mas adineradas ha llenado la calle de luz y color. El palacio Royal luce sus mejores galas, todas las mujeres se ven elegantes y los hombres las acompañan luciendo los floreros de sus brazos impertérritos.
La taberna frente a nosotros, allí nos adentramos como dos personas mas buscando la diversión en una botella de alcohol.
La mayoría de la clientela son hombres, alguna que otra mujer con ropas bastante sugerentes y nosotros dos que tomamos asiento a un lado de la barra tratando de no llamar en exceso la atención.
Pedimos sendas jarras de cerveza y empezamos a beberlas atentos a cualquier tipo de movimiento o presencia de esos bárbaros. Algo me dice no serán precisamente silencioso cuando el alcohol inunde sus cuerpos y que de estar allí, ya lo sabríamos.
Eileen me pregunta si pienso que daremos con Wesh, me relamo la espuma de los labios antes de responder.
-Si, es un cabeza hueca, pero esta bien entrenado, no es un chico fácil de matar, puedes estar tranquila, sabe defenderse.
Se que para ella él es importante, han crecido casi juntos, han salido como amigos en mas de una ocasión y se que al ser de la misma edad les une una amistad, desconozco si algo mas.
Las jarras se vacían, no suelo beber, digamos que la orden y sus ocupaciones no suele permitirme noches de esparcimiento, pero soy un licantropo y eso hace que me cueste mas emborracharme que al resto de los humanos.
Eileen se va a por otro par de jarras mientras yo llamo la atención de una de las posaderas a la que le pregunto fingiendo ser un mero cliente si recientemente han habido muchos extranjeros en la taberna, como escusa pongo la fiesta, que intuyo abra atraído gentes de otras tierras.
La muchacha es agradable me sonríe y conversa, peor por desgracia en su turno no ha visto nada fuera de lo normal lo que me deja sin opciones de por donde empezar a buscar.
Mis ojos se centran ahora en mi aprendiz, un hombre se ha atrevido a ponerle una mano encima, mi primer ademan ponerme en pie para arrancarle la cabeza de un zarpazo, mis ojos amarillean y necesito bajar la mirada para que la joven que me pregunta por mi nombre y a la que en estos momentos ignoro no se de cuenta.
Eileen no defrauda, con un ágil movimiento el tipo queda reducido contra la mesa, un cuchillo en su cuello y las desafiantes palabras de la dama hacen que se rinda ante la evidencia, ella esta por encima de ese desgraciado.
Pide de nuevo dos jarras y regresa a mi lado, la posadera se aleja molesta pues mis ojos siguen en Eileen posados, no hago comentario alguno sobre lo bien que se ha desenvuelto, tampoco sobre la rabia que he sentido cuando le ha puesto la mano encima, peri mi sed de venganza la aplacó dando un trago largo.
-No saben nada -susurró acercando mis labios a su oído para no ser escuchado – acabemos estas jarras y probemos en otra taberna que hay en la zona menos privilegiada.
Hubiera salido para calmarla, pero eso hubiera sido admitir que ella era débil, y no lo era.
Yo veía en sus ojos el fuego de su padre y lo sacaría de su interior aunque me dejara la vida en el intento. Tenia un año para hacer de ella una guerrera y si ese era su sueño, lo conseguiríamos.
Aunque para eso tenia que dejar mis sentimientos a un lado, no podía perder el tiempo en pensar en ella como en una mujer. Era un guerrero, mi aprendiz, esa y no otra era la imagen que en mi mente tenia que grabar a fuego de ella.
Salí del bañó recolocandome las mangas del trajé, no acostumbraba a vestir así, mas fue al levantar la vista y contemplarla vestida de dama cuando me quedé paralizado, mi respiración errática golpeó mis propios labios y tuve que relamerme para humedecerlos.
Ella alegó que yo estaba bien, si yo hubiera dicho lo que de ella pensaba en ese momento en el que mis ojos se oscurecían por el deseo que su cuerpo femenino, hubiera supuesto traición.
Salimos de esa habitación, admito que agradezcí ese hecho, soy un hombre y aunque se controlar mis instintos, ella me atrae en exceso.
Las calles de París destilan vida, una fiesta de las familias mas adineradas ha llenado la calle de luz y color. El palacio Royal luce sus mejores galas, todas las mujeres se ven elegantes y los hombres las acompañan luciendo los floreros de sus brazos impertérritos.
La taberna frente a nosotros, allí nos adentramos como dos personas mas buscando la diversión en una botella de alcohol.
La mayoría de la clientela son hombres, alguna que otra mujer con ropas bastante sugerentes y nosotros dos que tomamos asiento a un lado de la barra tratando de no llamar en exceso la atención.
Pedimos sendas jarras de cerveza y empezamos a beberlas atentos a cualquier tipo de movimiento o presencia de esos bárbaros. Algo me dice no serán precisamente silencioso cuando el alcohol inunde sus cuerpos y que de estar allí, ya lo sabríamos.
Eileen me pregunta si pienso que daremos con Wesh, me relamo la espuma de los labios antes de responder.
-Si, es un cabeza hueca, pero esta bien entrenado, no es un chico fácil de matar, puedes estar tranquila, sabe defenderse.
Se que para ella él es importante, han crecido casi juntos, han salido como amigos en mas de una ocasión y se que al ser de la misma edad les une una amistad, desconozco si algo mas.
Las jarras se vacían, no suelo beber, digamos que la orden y sus ocupaciones no suele permitirme noches de esparcimiento, pero soy un licantropo y eso hace que me cueste mas emborracharme que al resto de los humanos.
Eileen se va a por otro par de jarras mientras yo llamo la atención de una de las posaderas a la que le pregunto fingiendo ser un mero cliente si recientemente han habido muchos extranjeros en la taberna, como escusa pongo la fiesta, que intuyo abra atraído gentes de otras tierras.
La muchacha es agradable me sonríe y conversa, peor por desgracia en su turno no ha visto nada fuera de lo normal lo que me deja sin opciones de por donde empezar a buscar.
Mis ojos se centran ahora en mi aprendiz, un hombre se ha atrevido a ponerle una mano encima, mi primer ademan ponerme en pie para arrancarle la cabeza de un zarpazo, mis ojos amarillean y necesito bajar la mirada para que la joven que me pregunta por mi nombre y a la que en estos momentos ignoro no se de cuenta.
Eileen no defrauda, con un ágil movimiento el tipo queda reducido contra la mesa, un cuchillo en su cuello y las desafiantes palabras de la dama hacen que se rinda ante la evidencia, ella esta por encima de ese desgraciado.
Pide de nuevo dos jarras y regresa a mi lado, la posadera se aleja molesta pues mis ojos siguen en Eileen posados, no hago comentario alguno sobre lo bien que se ha desenvuelto, tampoco sobre la rabia que he sentido cuando le ha puesto la mano encima, peri mi sed de venganza la aplacó dando un trago largo.
-No saben nada -susurró acercando mis labios a su oído para no ser escuchado – acabemos estas jarras y probemos en otra taberna que hay en la zona menos privilegiada.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Esperaba que Caleb no se hubiera dado cuenta del tipo que me había cogido y del que había tenido que librarme haciéndole ver que podía perfectamente acabar, con su vida, y que antes de tocar de esa forma a una mujer podría salir muy mal parado. Le había dejado contra la mesa con el cuchillo clavado en ella pero rozándole la nariz de forma premeditada que lo hizo sangrar, para acercarme de nuevo a por el par de jarras que me había tirado y que esa vez irían a su cuenta y volví de nuevo con el lobo quien al parecer intentaba sacar información de una de las taberneras. Algo me decía que se había dado cuenta de la pequeña pelea, pero si fue así nada me dijo ni me miró de ninguna forma en concreto, así que di un trago a la jarra para calmarme sin ver a ningún bárbaro por el lugar.
Fueron sus palabras susurradas en mi oído para que nadie más las oyera lo que me hizo coger la jarra con fuerza entre mis manos, un mero gesto del que no se percataría mientras me mantenía impasible frente a su cercanía, y a su aliento rozando mi oreja. Claro que si por fuera estaba tranquila por dentro no lo estaba precisamente, me mordí el labio mirando alrededor como si no pasara nada asintiendo a sus palabras, allí no había rastro de ninguno de ellos y era mejor probar suerte en otra de las tabernas. Asentí a sus palabras intentando obviar el hecho de que estuviera tan cerca y seguí con la jarra, bebiendo, controlando mi respiración de forma tranquila mientras poco más podíamos sacar de aquel lugar en la que los bárbaros no estaban.
Salimos de esa taberna y nos encaminamos hacia otra, yo ya llevaba dos jarras encima y dado que no era mucho de beber comenzaba a notar que los efectos del alcohol ya empezaban a dar sus frutos. Sin embargo Caleb parecía igual que antes de beber nada, claro que quizás su condición de lobo le ayudaba a aguantar más y mejor el alcohol que yo. Iba totalmente tranquila aunque sí que era cierto que mis pensamientos estaban totalmente en calma, tranquilizados y empezando a ser mermados por el alcohol, y si la cosa se quedaba ahí entonces perfecto. No sabíamos exactamente en qué taberna podíamos buscar, pero debía de ser una que ellos pudieran frecuentar.
-Deberíamos de buscar una taberna que se pudiera ceñir más… a lo que son ellos, señor –hice el comentario andando de forma tranquila por las calles, como si fuéramos dos transeúntes más que disfrutaban de aquella agradable noche- Quiero decir, una donde se puedan sentir cómodos, donde les recuerde a su hogar… yo buscaría algo parecido a la tierra de dónde vengo –me encogí de hombros, claro que la última palabra la tenía él pero mejor ir hacia zonas menos ricas porque no veía a los bárbaros en una taberna de cierta clase alta, sino más bien como eran ellos. Él había dicho que Wesh estaría bien y lo creía, lo conocía y sabía que podría defenderse. Había aprendido toda su vida de su tío y aunque pareciera que no, tenía cosas en común con Caleb aunque fuera algo más imprudente que el lobo. Quizás si llegáramos a dar con él podría darnos algún tipo de información, conociéndole se habría recorrido las tabernas hasta dar con alguna pista de los vikingos, de los dos era el que más le iban esas cosas y había sido él muchas veces quien me había liado alguna que otra noche… de hecho, la primera y única vez que me había emborrachado había sido por su culpa. Me había retado y aunque sabía que tenía las de perder contra él en ese tema no me eché atrás, al final acabó llevándome hasta casa y por algún milagro nadie se enteró de ese hecho, nadie nos vio como me llevaba para dejarme sana y sana en casa. De hecho ni siquiera recordaba qué había podido decir o no esa noche, y como se me hubiera ido la lengua y hubiera dicho algo que no debía él no había comentado nada al respecto, quizás porque no se acordaba, quizás porque yo no supiera que él lo sabía. Quizás porque si había dicho algo sería sobre el hombre que tenía a mí lado e intentó ahorrarme el mal trago… nunca lo sabría, porque nunca se lo preguntaría.
Al final optamos por entrar en una taberna diferente a la anterior, algo más… “ruda”, si era la palabra que podía definir aquello. Si los vikingos estaban en la taberna, o si irían a una, optaba más porque fueran a esta que a la anterior donde estábamos. Pedimos de nuevo una jarra para cada uno y nos sentamos en la mesa, miré la jarra entre mis manos antes de alzar mi mirada y ver como Caleb lamía sus labios quitando la espuma de la cerveza, y por acto reflejo lamí los míos para de seguido dar un trago a la jarra. “Contrólate, Eileen” Ya, controlarme… difícil cuando llevaba dos jarras encima y tenía a aquel hombre frente a mí haciendo ese tipo de gestos cuando era yo quien quería lamer sus labios. “¡Eileen!” Era extraño debatir con una misma, más en ese estado donde comienzas a pillar el punto y tus pensamientos dejan de ser controlados por completo.
-¿Puedo haceros una pregunta, señor? –Mis ojos se anclaron en sus pardos, mordí mis labios pensando en lo atractivo que era y lo mucho que lograba a veces intimidarme, y no precisamente a de una mala forma o manera... sino más bien todo lo contrario. “Contrólate Eileen, recuerda que es tú jefe y que está totalmente prohibido relación alguna entre miembros de la Orden” Ah, pero si tenían esposas, hijas, hijos, se casaban… él venía de suceder el trono que debía de ocupar su hermano, quien a su vez fue ocupado por su padre “recuerda que las mujeres no son oficialmente miembros de la Orden” oh, sí… pequeño detalle que se me escapaba- ¿Por qué? –Las palabras salieron, tras mi debate mental, por sí solas de mis labios. Ya estaban dichas cuando me quise dar cuenta, claro que un “por qué” era demasiado general como para que él pudiera saber a qué me refería exactamente- ¿Por qué decidiste entrenarme y tomarme como tú aprendiz? –Volví a dar otro trago a la jarra y aquello comenzaba a subir igual que subía la espuma de la cerveza- Soy consciente de que va a ser difícil conseguir el puesto que ostentaba mi padre, que van a estar atentos a que cometa el más pequeño de los fallos para negarme lo que ellos creen que no puedo tener –había dejado la forma de hablarle con esa barrera que siempre ponía, y culpé al alcohol por eso. Fue el único que se ofreció y aunque teníamos un año por delante sabía que al mínimo fallo no iban a aceptarme, por mucho que él dijera- sé que debo de ser como un dolor de cabeza para ti, uno que bien te podrías haber ahorrado… -mis ojos bajaron para mirar la jarra entre mis manos, no debía de haberle preguntado aquello. Alcé mis ojos de nuevo para mirar sus pardos- Perdone mi insubordinación, señor. No debí de haberle preguntado ni cuestionado –negué con la cabeza y volví a dar otro trago a la jarra, como siguiera así notaría los efectos pronto, pero en el fondo los iba a necesitar para cuando volviéramos a la habitación.
Fueron sus palabras susurradas en mi oído para que nadie más las oyera lo que me hizo coger la jarra con fuerza entre mis manos, un mero gesto del que no se percataría mientras me mantenía impasible frente a su cercanía, y a su aliento rozando mi oreja. Claro que si por fuera estaba tranquila por dentro no lo estaba precisamente, me mordí el labio mirando alrededor como si no pasara nada asintiendo a sus palabras, allí no había rastro de ninguno de ellos y era mejor probar suerte en otra de las tabernas. Asentí a sus palabras intentando obviar el hecho de que estuviera tan cerca y seguí con la jarra, bebiendo, controlando mi respiración de forma tranquila mientras poco más podíamos sacar de aquel lugar en la que los bárbaros no estaban.
Salimos de esa taberna y nos encaminamos hacia otra, yo ya llevaba dos jarras encima y dado que no era mucho de beber comenzaba a notar que los efectos del alcohol ya empezaban a dar sus frutos. Sin embargo Caleb parecía igual que antes de beber nada, claro que quizás su condición de lobo le ayudaba a aguantar más y mejor el alcohol que yo. Iba totalmente tranquila aunque sí que era cierto que mis pensamientos estaban totalmente en calma, tranquilizados y empezando a ser mermados por el alcohol, y si la cosa se quedaba ahí entonces perfecto. No sabíamos exactamente en qué taberna podíamos buscar, pero debía de ser una que ellos pudieran frecuentar.
-Deberíamos de buscar una taberna que se pudiera ceñir más… a lo que son ellos, señor –hice el comentario andando de forma tranquila por las calles, como si fuéramos dos transeúntes más que disfrutaban de aquella agradable noche- Quiero decir, una donde se puedan sentir cómodos, donde les recuerde a su hogar… yo buscaría algo parecido a la tierra de dónde vengo –me encogí de hombros, claro que la última palabra la tenía él pero mejor ir hacia zonas menos ricas porque no veía a los bárbaros en una taberna de cierta clase alta, sino más bien como eran ellos. Él había dicho que Wesh estaría bien y lo creía, lo conocía y sabía que podría defenderse. Había aprendido toda su vida de su tío y aunque pareciera que no, tenía cosas en común con Caleb aunque fuera algo más imprudente que el lobo. Quizás si llegáramos a dar con él podría darnos algún tipo de información, conociéndole se habría recorrido las tabernas hasta dar con alguna pista de los vikingos, de los dos era el que más le iban esas cosas y había sido él muchas veces quien me había liado alguna que otra noche… de hecho, la primera y única vez que me había emborrachado había sido por su culpa. Me había retado y aunque sabía que tenía las de perder contra él en ese tema no me eché atrás, al final acabó llevándome hasta casa y por algún milagro nadie se enteró de ese hecho, nadie nos vio como me llevaba para dejarme sana y sana en casa. De hecho ni siquiera recordaba qué había podido decir o no esa noche, y como se me hubiera ido la lengua y hubiera dicho algo que no debía él no había comentado nada al respecto, quizás porque no se acordaba, quizás porque yo no supiera que él lo sabía. Quizás porque si había dicho algo sería sobre el hombre que tenía a mí lado e intentó ahorrarme el mal trago… nunca lo sabría, porque nunca se lo preguntaría.
Al final optamos por entrar en una taberna diferente a la anterior, algo más… “ruda”, si era la palabra que podía definir aquello. Si los vikingos estaban en la taberna, o si irían a una, optaba más porque fueran a esta que a la anterior donde estábamos. Pedimos de nuevo una jarra para cada uno y nos sentamos en la mesa, miré la jarra entre mis manos antes de alzar mi mirada y ver como Caleb lamía sus labios quitando la espuma de la cerveza, y por acto reflejo lamí los míos para de seguido dar un trago a la jarra. “Contrólate, Eileen” Ya, controlarme… difícil cuando llevaba dos jarras encima y tenía a aquel hombre frente a mí haciendo ese tipo de gestos cuando era yo quien quería lamer sus labios. “¡Eileen!” Era extraño debatir con una misma, más en ese estado donde comienzas a pillar el punto y tus pensamientos dejan de ser controlados por completo.
-¿Puedo haceros una pregunta, señor? –Mis ojos se anclaron en sus pardos, mordí mis labios pensando en lo atractivo que era y lo mucho que lograba a veces intimidarme, y no precisamente a de una mala forma o manera... sino más bien todo lo contrario. “Contrólate Eileen, recuerda que es tú jefe y que está totalmente prohibido relación alguna entre miembros de la Orden” Ah, pero si tenían esposas, hijas, hijos, se casaban… él venía de suceder el trono que debía de ocupar su hermano, quien a su vez fue ocupado por su padre “recuerda que las mujeres no son oficialmente miembros de la Orden” oh, sí… pequeño detalle que se me escapaba- ¿Por qué? –Las palabras salieron, tras mi debate mental, por sí solas de mis labios. Ya estaban dichas cuando me quise dar cuenta, claro que un “por qué” era demasiado general como para que él pudiera saber a qué me refería exactamente- ¿Por qué decidiste entrenarme y tomarme como tú aprendiz? –Volví a dar otro trago a la jarra y aquello comenzaba a subir igual que subía la espuma de la cerveza- Soy consciente de que va a ser difícil conseguir el puesto que ostentaba mi padre, que van a estar atentos a que cometa el más pequeño de los fallos para negarme lo que ellos creen que no puedo tener –había dejado la forma de hablarle con esa barrera que siempre ponía, y culpé al alcohol por eso. Fue el único que se ofreció y aunque teníamos un año por delante sabía que al mínimo fallo no iban a aceptarme, por mucho que él dijera- sé que debo de ser como un dolor de cabeza para ti, uno que bien te podrías haber ahorrado… -mis ojos bajaron para mirar la jarra entre mis manos, no debía de haberle preguntado aquello. Alcé mis ojos de nuevo para mirar sus pardos- Perdone mi insubordinación, señor. No debí de haberle preguntado ni cuestionado –negué con la cabeza y volví a dar otro trago a la jarra, como siguiera así notaría los efectos pronto, pero en el fondo los iba a necesitar para cuando volviéramos a la habitación.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Abandonamos la taberna acabadas las jarras, sin duda allí no íbamos a dar con esos vikingos, intuí que en la zona menos ostentosa esos bárbaros se sentirían mas cómodos, así que era posible que en la siguiente taberna pudiéramos sacar algo de información. Caminábamos por las calles de forma tranquila, Eileen me comentaba lo que yo ya había pensado, la escuche ladeando ligeramente la sonrisa, tenia razón esos vikigos estarían mas cómodos pegando sus alaridos y dado rienda suelta a su falta de educación en un lugar plagado de gente de clase baja acostumbrada a esas barbarías por su vida en la calle.
Por ende y pese a que nosotros eramos hombres de armas, nos habíamos criado con la educación que los caballeros ostentaban, poder esgrimir el acero no te tiene que convertir necesariamente en un salvaje.
Teníamos educación, sabíamos comportarnos y sin duda cuidábamos de nuestras mujeres porque eran valiosas, nos daban descendencia, nuevos guerreros, a diferencia de estos que las lanzaban como escuderas a la guerra dejando hijos huérfanos que lloraban su ausencia.
Quizás esto chocaba con que hubiera aceptado entrenar a una mujer, pero...era obvio que esta, al tomar la decisión de esgrimir las armas había renunciado a su parte femenina.
Ella por ser mujer había tenido que hacer grandes sacrificios, jamas podría ser madre mientras ocupara la mesa del consejo, una cosa no era compatible con la otra pues nuestro deber era excesivo para ser compaginado.
Llegamos a la otra taberna, bastante peor iluminada, apestaba a alcohol, y la gente que la ocupaba era bastante mas “salvaje”
Tomamos asiento nuevamente en la barra, pedimos dos jarras y tomé la mía dando un trago profundo.
Sin duda esta era mucho mejor que la anterior, tenia un tono mas oscuro y era tan espesa que se podía masticar.
Me relamí los labios apurando su densa espuma, esta subía mucho mas.
Hundí mis ojos en los de mi aprendiz, su pelo fuego caía ahora salvaje enmarcando su rostro, parecía pensativa, supongo que era en Wesh en quien pensaba en este momento.
Su mejillas estaban ligeramente sonrojadas, también la punta de su nariz, posiblemente el alcohol empezaba a hacer de las suyas, pero no iba a detenerla, a fin de cuentas, todos teníamos que aprender de nuestros limites.
Fue entonces cuando me preguntó un “¿por que? Que no acabé de entender.
Enarque una ceja cuando la joven me explico exactamente a que se refería con esa pregunta.
-Sabes que me unía una amistad profunda con tu padre, ese es uno de los motivos, pero no el principal.
Te he visto desde niña jugar con las espadas imitando a tu padre, te he visto jugar con él y he visto tu aura, tu espíritu. No eres como las demás mujeres, has renunciado a mucho...y yo voy a ayudarte en que no lo hayas hecho en balde. Al menos eso se lo debo a tu padre.
Llevé la jarra nuevamente a mis labios y di un trago riendo al instante contra el cristal.
Negué con la cabeza hundiendo mis pardos en sus océanos.
-No creas, después de entrenar a Wesh, tu no eres el peor de mis dolores de cabeza -apunté con cierto aire discernido.
Nuestros cuerpos se iban acercando, ahora si parecencia una pareja que se divertía tomando unas copas.
No podía olvidar que tenia que mantener las formas, pero ella me atraía, mis ojos se centraban demasiadas veces en sus labios y el alcohol iba bajando mis defensas, unas que tendría que volver a alzar porque sabia perfectamente cual era mi lugar.
Una anciana oriental se acerco a nosotros para ofrecernos alguna que otra sustancia, Opio, alguna sustancia derivada de la amapola y una botella de absenta.
Negué con la cabeza, claro que en ese momento se me ocurrió que quizás los vikingos, muy acostumbrados a ciertas sustancias como el beleño negro que esparcían en la cerveza negra para ayudarles a entrar en un frenesí automático podían haberle comprado a esa mujer alguna clase de hierba.
-Espera -pedí deteniendo así su avance -¿beleño negro tienes?
La anciana negó, pero me escribió en un viejo papel la dirección de una especia de botica donde podría encontrar ese tipo de sustancias.
En la mano de mi aprendiz puso un poco de opio, le dijo que nos serviría hasta que consiguiéramos aquello que queríamos y le di unos cuantos francos por la sustancia y la información.
Cuando esta se fue miré a Eileen con una sonrisa, quizás en esa trastienda puedan darnos algo de información sobre esos bárbaros.
Di un nuevo sorbo antes de guardar el papel en el bolsillo del pantalón.
Al fondo había unos tipos jugando una partida de cartas, parecían bastante borrachos y sus modales eran muy adecuados para el lugar donde estábamos.
Parecían clientes habituales, quizás podríamos sacar algo de información sobre aquellos a los que buscábamos.
Por ende y pese a que nosotros eramos hombres de armas, nos habíamos criado con la educación que los caballeros ostentaban, poder esgrimir el acero no te tiene que convertir necesariamente en un salvaje.
Teníamos educación, sabíamos comportarnos y sin duda cuidábamos de nuestras mujeres porque eran valiosas, nos daban descendencia, nuevos guerreros, a diferencia de estos que las lanzaban como escuderas a la guerra dejando hijos huérfanos que lloraban su ausencia.
Quizás esto chocaba con que hubiera aceptado entrenar a una mujer, pero...era obvio que esta, al tomar la decisión de esgrimir las armas había renunciado a su parte femenina.
Ella por ser mujer había tenido que hacer grandes sacrificios, jamas podría ser madre mientras ocupara la mesa del consejo, una cosa no era compatible con la otra pues nuestro deber era excesivo para ser compaginado.
Llegamos a la otra taberna, bastante peor iluminada, apestaba a alcohol, y la gente que la ocupaba era bastante mas “salvaje”
Tomamos asiento nuevamente en la barra, pedimos dos jarras y tomé la mía dando un trago profundo.
Sin duda esta era mucho mejor que la anterior, tenia un tono mas oscuro y era tan espesa que se podía masticar.
Me relamí los labios apurando su densa espuma, esta subía mucho mas.
Hundí mis ojos en los de mi aprendiz, su pelo fuego caía ahora salvaje enmarcando su rostro, parecía pensativa, supongo que era en Wesh en quien pensaba en este momento.
Su mejillas estaban ligeramente sonrojadas, también la punta de su nariz, posiblemente el alcohol empezaba a hacer de las suyas, pero no iba a detenerla, a fin de cuentas, todos teníamos que aprender de nuestros limites.
Fue entonces cuando me preguntó un “¿por que? Que no acabé de entender.
Enarque una ceja cuando la joven me explico exactamente a que se refería con esa pregunta.
-Sabes que me unía una amistad profunda con tu padre, ese es uno de los motivos, pero no el principal.
Te he visto desde niña jugar con las espadas imitando a tu padre, te he visto jugar con él y he visto tu aura, tu espíritu. No eres como las demás mujeres, has renunciado a mucho...y yo voy a ayudarte en que no lo hayas hecho en balde. Al menos eso se lo debo a tu padre.
Llevé la jarra nuevamente a mis labios y di un trago riendo al instante contra el cristal.
Negué con la cabeza hundiendo mis pardos en sus océanos.
-No creas, después de entrenar a Wesh, tu no eres el peor de mis dolores de cabeza -apunté con cierto aire discernido.
Nuestros cuerpos se iban acercando, ahora si parecencia una pareja que se divertía tomando unas copas.
No podía olvidar que tenia que mantener las formas, pero ella me atraía, mis ojos se centraban demasiadas veces en sus labios y el alcohol iba bajando mis defensas, unas que tendría que volver a alzar porque sabia perfectamente cual era mi lugar.
Una anciana oriental se acerco a nosotros para ofrecernos alguna que otra sustancia, Opio, alguna sustancia derivada de la amapola y una botella de absenta.
Negué con la cabeza, claro que en ese momento se me ocurrió que quizás los vikingos, muy acostumbrados a ciertas sustancias como el beleño negro que esparcían en la cerveza negra para ayudarles a entrar en un frenesí automático podían haberle comprado a esa mujer alguna clase de hierba.
-Espera -pedí deteniendo así su avance -¿beleño negro tienes?
La anciana negó, pero me escribió en un viejo papel la dirección de una especia de botica donde podría encontrar ese tipo de sustancias.
En la mano de mi aprendiz puso un poco de opio, le dijo que nos serviría hasta que consiguiéramos aquello que queríamos y le di unos cuantos francos por la sustancia y la información.
Cuando esta se fue miré a Eileen con una sonrisa, quizás en esa trastienda puedan darnos algo de información sobre esos bárbaros.
Di un nuevo sorbo antes de guardar el papel en el bolsillo del pantalón.
Al fondo había unos tipos jugando una partida de cartas, parecían bastante borrachos y sus modales eran muy adecuados para el lugar donde estábamos.
Parecían clientes habituales, quizás podríamos sacar algo de información sobre aquellos a los que buscábamos.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Aunque dijera que no y que no respondiera a la pregunta que le había formulado en el fondo necesitaba saber la respuesta, una pregunta que me había estado rondando durante el momento en que desafió a los cinco consejeros restantes y decidió tomarme como mí mentor, y algo que nunca me había atrevido a preguntarle quizás porque en el fondo sabía la respuesta y no quería escucharla pero, ¿no era eso lo mejor que podía hacer para dejar de pensar en cosas que no eran? Que me diera ese mazazo quizás hasta ayudaría a centrarme en lo que teníamos que hacer, a centrarme en que debía de alejar todo tipo de pensamientos y de sentimientos hacia él que solo me traerían dolor y tormento, porque todo estaba prohibido y él era el líder, él más que nadie no iba a romper aquellas reglas cuando era el ejemplo a seguir de todos.
Acabé por alzar mi rostro para contemplar sus ojos pardos escuchando las palabras que salían de sus labios y que me condenaban un poco más, diciendo aquello que yo ya sabía: que lo había hecho por la amistad que le unía con mi padre, una amistad que era mucho más allá de la Orden y de los puestos que ocupaban cada uno, una amistad verdadera. ¿Dolió? Un poco, ¿lo esperaba? También. Pero no se quedó ahí la cosa, sino que agregó que me había visto desde pequeña jugando con una espada, viendo como jugaba con mi padre y cómo crecía entre lo que me había enseñado e inculcando sabiendo que quizás, algún día, yo debería de tomar su lugar en el consejo.
Me mordí el labio con fuerza cuando dijo que había renunciado a mucho, y supe a lo que se refería: que nunca podría casarme, que nunca podría tener hijos ni formar una familia… aunque realmente no lo entendía, pues ellos también se casaban y formaban familias pero las mujeres siempre habían quedado relevadas al papel de progenitoras y a amas de casa. Mi madre no estaba de acuerdo con la decisión que había tomado y había tenido innumerables discusiones con ella por ese mismo motivo, pero era el camino que había tomado. De hecho era un camino que de alguna forma me acercaba a él, pero a su vez también me alejaba. Quizás era lo mejor, darme cuenta de que el camino que había tomado eliminaba de un solo plumazo las escasas y nulas opciones que pudiera tener con él, además, ¿cómo se iba a fijar en una cría como yo? Debería de olvidarme, de verdad, de él en ese sentido. Era mi maestro, mi líder y mi señor… y todo lo que se pasara de esas tres cosas debía de eliminarlo de golpe.
Mis ojos lo contemplaron cuando se rió por mis palabras en las que me consideraba como un dolor de cabeza, y aunque me negó que no era el peor de ellos tampoco negó que no fuera un dolor de cabeza para él, cuando claramente sabía que sí lo era… aunque no hice comentario alguno al respecto y lo que sí hice fue beber aún más de la jarra que tenía entre manos. Debería de dejar de beber, la pregunta que le había hecho había sido lanzada seguramente por el estado en el que me encontraba soltando mi lengua, y solo Dios sabía qué más saldría de mis labios si seguía por ese camino. Solo mis pensamientos cambiaron de parecer cuando una mujer mayor, de aspecto oriental, nos ofreció opio a lo que yo enarqué una ceja y negué con la cabeza.
Pero Caleb pensó en algo que yo no había caído, por eso era él líder y yo era su mera aprendiz en todo aquello. Le pregunté por beleño negro y lo miré sin saber lo que preguntaba a lo que la mujer le escribió en un papel una dirección que él guardó en el bolsillo y a mí, en la mano, me dejó algo para pasar mientras el rato hasta ir hacia la tienda. Mi mirada se quedó en la mujer hasta que las palabras del lobo me devolvieron a la realidad y me centré de nuevo en él. Sonrió dándome a entender que había sacado información y luego vi como miraba al grupo de hombres que jugaba a las cartas, y supe que quería saber si ellos sabían algo.
-¿Cree que podrán darnos información, señor? –Pregunté volviendo a erigir de nuevo esas murallas y esas barreras sabiendo que si seguía tomando el camino para sentarme en esa mesa mis… ¿mis sentimientos, mi amor platónico? Lo que fuera que tuviera por aquel hombre al que siempre, desde que era pequeña, había querido acercarme debían de desaparecer por completo. Era duro, era difícil y dolía… pero era el camino que había tomado. Como sospechaba esperaba sacar información de aquellos hombres que contemplé durante unos segundos viendo que jugaban a las cartas sentados en aquella mesa, miré de nuevo al hombre frente a mí y de un trago –pues necesitaba encontrar valor para lo que iba a hacer y aquello me desinhibiría bastante- tomé lo que faltaba de la jarra entre mis manos, con el opio que la anciana me había dado en la mano y me levanté observándolo- No me tome esto que voy a hacer en cuenta, señor –dije antes de que pudiera replicarme, preguntarme u ordenarme de que no me moviera de donde estaba y me alejé acercándome con paso seguro y decidido hacia los hombres que jugaban a las cartas, llevaba un vestido que no me hacía pasar desapercibida… bien, pues íbamos a darle buen uso.
Me acerqué contemplando a uno de los hombres, más bien sus cartas, y vi las dos que había en la mesa. Le faltaba tirar a él y luego tirar al que había sentado en la otra parte de la mesa a su derecha, sentados cada uno en un lado. Sin siquiera pensarlo y sin ver las cartas del resto cogí una de las que tenía en la mano y la dejé en la mesa, a lo que protestaron para observarme, repasándome con la mirada al parecer nada descontentos con las vistas, con mis manos tras la espalda con aire fingido de inocencia pero sensual al mismo tiempo, para que no me tomaran mucho en cuenta y pudieran contarme aquello que iba a preguntarles.
-Créeme, es tú mejor opción… ¿teméis que una mujer ayude a uno de los vuestros? –Sonreí de lado y algunos se rieron por mi descaro, dejando que me sentara con ellos por mi osadía tan atrevida, a lo que yo tomé asiento de aquel al que había jugado la carta, viendo que la ronda le daba como ganador para el fastidio de sus compañeros de juego- Te lo dije –me di el lujo de replicarle mientras el resto se reía y me hacían preguntas de dónde era, de dónde venía y si estaba sola… hombres- soy nueva en la ciudad, he llegado esta tarde –dije a los que algunos murmuraron que por eso no me habían visto nunca porque si no se acordarían de ello, intentando flirtear conmigo pero sin conseguirlo, solo iba a sacarles información- el caso es, que he hecho una apuesta con una amiga y… no quiero perderla, esperaba que vosotros pudierais ayudarme –se prestaron enseguida pesando que quizás la apuesta sería con alguno de ellos- estábamos debatiendo y yo le he dicho que quizás encontráramos algún bárbaro por aquí, le gusta su cultura y quiere aprender un poco de ella… me ha retado a que encuentre uno antes de que termine la noche o, ¿podríais ayudarme? –Puse cara un poco dando lástima, con un fingido mohín como si necesitara ayuda.
-Claro que sí, preciosa pero… ¿qué ganamos nosotros? Si es una noche contigo yo acepto a darte la información que quieras –sonrió de lado y lo miré, estando frente a mí.
-¿Qué tal si… te doy un viaje mucho más placentero? –Mostré lo que la mujer me había dado y, para mi suerte, parecía que eran consumidores de aquella sustancia.
-¿Eso a cambio de información? –Asentí con la cabeza.
-Estoy convencida de que esto costará más de conseguir que una mujer que… te de placer –sonreí de lado, cerré la mano escondiendo el opio y lo miré- ¿Y bien?
-Hace un par de noches vinieron unos bárbaros, se alojan en la posada y vienen casi todas las noches a beber jarras. Has llegado tarde preciosa, me temo que se han ido hace un rato –fruncí el ceño ante la información, igualmente les di el opio ya que nosotros no íbamos a necesitarlo y me levanté para marcharme
-Gracias por la información chicos, pasad buena noche.
-Pelirroja, si quieres puedes venir conmigo y así tenemos un viaje doble hacia el placer… -me giré para mirarlo, ante una clara invitación y sonreí de lado.
-Lo siento hombretón, me gusta más el placer de una mujer que sabe bien lo que se hace –me retiré escuchando las risas de fondo de los demás y volví de nuevo junto a Caleb para darle la información que había recabado- Dicen que hay algunos bárbaros que se alojan en la posada, pero que se acababan de ir hacía un rato. Si están alojados aquí es probable que la próxima noche podamos encontrarlos antes.
Acabé por alzar mi rostro para contemplar sus ojos pardos escuchando las palabras que salían de sus labios y que me condenaban un poco más, diciendo aquello que yo ya sabía: que lo había hecho por la amistad que le unía con mi padre, una amistad que era mucho más allá de la Orden y de los puestos que ocupaban cada uno, una amistad verdadera. ¿Dolió? Un poco, ¿lo esperaba? También. Pero no se quedó ahí la cosa, sino que agregó que me había visto desde pequeña jugando con una espada, viendo como jugaba con mi padre y cómo crecía entre lo que me había enseñado e inculcando sabiendo que quizás, algún día, yo debería de tomar su lugar en el consejo.
Me mordí el labio con fuerza cuando dijo que había renunciado a mucho, y supe a lo que se refería: que nunca podría casarme, que nunca podría tener hijos ni formar una familia… aunque realmente no lo entendía, pues ellos también se casaban y formaban familias pero las mujeres siempre habían quedado relevadas al papel de progenitoras y a amas de casa. Mi madre no estaba de acuerdo con la decisión que había tomado y había tenido innumerables discusiones con ella por ese mismo motivo, pero era el camino que había tomado. De hecho era un camino que de alguna forma me acercaba a él, pero a su vez también me alejaba. Quizás era lo mejor, darme cuenta de que el camino que había tomado eliminaba de un solo plumazo las escasas y nulas opciones que pudiera tener con él, además, ¿cómo se iba a fijar en una cría como yo? Debería de olvidarme, de verdad, de él en ese sentido. Era mi maestro, mi líder y mi señor… y todo lo que se pasara de esas tres cosas debía de eliminarlo de golpe.
Mis ojos lo contemplaron cuando se rió por mis palabras en las que me consideraba como un dolor de cabeza, y aunque me negó que no era el peor de ellos tampoco negó que no fuera un dolor de cabeza para él, cuando claramente sabía que sí lo era… aunque no hice comentario alguno al respecto y lo que sí hice fue beber aún más de la jarra que tenía entre manos. Debería de dejar de beber, la pregunta que le había hecho había sido lanzada seguramente por el estado en el que me encontraba soltando mi lengua, y solo Dios sabía qué más saldría de mis labios si seguía por ese camino. Solo mis pensamientos cambiaron de parecer cuando una mujer mayor, de aspecto oriental, nos ofreció opio a lo que yo enarqué una ceja y negué con la cabeza.
Pero Caleb pensó en algo que yo no había caído, por eso era él líder y yo era su mera aprendiz en todo aquello. Le pregunté por beleño negro y lo miré sin saber lo que preguntaba a lo que la mujer le escribió en un papel una dirección que él guardó en el bolsillo y a mí, en la mano, me dejó algo para pasar mientras el rato hasta ir hacia la tienda. Mi mirada se quedó en la mujer hasta que las palabras del lobo me devolvieron a la realidad y me centré de nuevo en él. Sonrió dándome a entender que había sacado información y luego vi como miraba al grupo de hombres que jugaba a las cartas, y supe que quería saber si ellos sabían algo.
-¿Cree que podrán darnos información, señor? –Pregunté volviendo a erigir de nuevo esas murallas y esas barreras sabiendo que si seguía tomando el camino para sentarme en esa mesa mis… ¿mis sentimientos, mi amor platónico? Lo que fuera que tuviera por aquel hombre al que siempre, desde que era pequeña, había querido acercarme debían de desaparecer por completo. Era duro, era difícil y dolía… pero era el camino que había tomado. Como sospechaba esperaba sacar información de aquellos hombres que contemplé durante unos segundos viendo que jugaban a las cartas sentados en aquella mesa, miré de nuevo al hombre frente a mí y de un trago –pues necesitaba encontrar valor para lo que iba a hacer y aquello me desinhibiría bastante- tomé lo que faltaba de la jarra entre mis manos, con el opio que la anciana me había dado en la mano y me levanté observándolo- No me tome esto que voy a hacer en cuenta, señor –dije antes de que pudiera replicarme, preguntarme u ordenarme de que no me moviera de donde estaba y me alejé acercándome con paso seguro y decidido hacia los hombres que jugaban a las cartas, llevaba un vestido que no me hacía pasar desapercibida… bien, pues íbamos a darle buen uso.
Me acerqué contemplando a uno de los hombres, más bien sus cartas, y vi las dos que había en la mesa. Le faltaba tirar a él y luego tirar al que había sentado en la otra parte de la mesa a su derecha, sentados cada uno en un lado. Sin siquiera pensarlo y sin ver las cartas del resto cogí una de las que tenía en la mano y la dejé en la mesa, a lo que protestaron para observarme, repasándome con la mirada al parecer nada descontentos con las vistas, con mis manos tras la espalda con aire fingido de inocencia pero sensual al mismo tiempo, para que no me tomaran mucho en cuenta y pudieran contarme aquello que iba a preguntarles.
-Créeme, es tú mejor opción… ¿teméis que una mujer ayude a uno de los vuestros? –Sonreí de lado y algunos se rieron por mi descaro, dejando que me sentara con ellos por mi osadía tan atrevida, a lo que yo tomé asiento de aquel al que había jugado la carta, viendo que la ronda le daba como ganador para el fastidio de sus compañeros de juego- Te lo dije –me di el lujo de replicarle mientras el resto se reía y me hacían preguntas de dónde era, de dónde venía y si estaba sola… hombres- soy nueva en la ciudad, he llegado esta tarde –dije a los que algunos murmuraron que por eso no me habían visto nunca porque si no se acordarían de ello, intentando flirtear conmigo pero sin conseguirlo, solo iba a sacarles información- el caso es, que he hecho una apuesta con una amiga y… no quiero perderla, esperaba que vosotros pudierais ayudarme –se prestaron enseguida pesando que quizás la apuesta sería con alguno de ellos- estábamos debatiendo y yo le he dicho que quizás encontráramos algún bárbaro por aquí, le gusta su cultura y quiere aprender un poco de ella… me ha retado a que encuentre uno antes de que termine la noche o, ¿podríais ayudarme? –Puse cara un poco dando lástima, con un fingido mohín como si necesitara ayuda.
-Claro que sí, preciosa pero… ¿qué ganamos nosotros? Si es una noche contigo yo acepto a darte la información que quieras –sonrió de lado y lo miré, estando frente a mí.
-¿Qué tal si… te doy un viaje mucho más placentero? –Mostré lo que la mujer me había dado y, para mi suerte, parecía que eran consumidores de aquella sustancia.
-¿Eso a cambio de información? –Asentí con la cabeza.
-Estoy convencida de que esto costará más de conseguir que una mujer que… te de placer –sonreí de lado, cerré la mano escondiendo el opio y lo miré- ¿Y bien?
-Hace un par de noches vinieron unos bárbaros, se alojan en la posada y vienen casi todas las noches a beber jarras. Has llegado tarde preciosa, me temo que se han ido hace un rato –fruncí el ceño ante la información, igualmente les di el opio ya que nosotros no íbamos a necesitarlo y me levanté para marcharme
-Gracias por la información chicos, pasad buena noche.
-Pelirroja, si quieres puedes venir conmigo y así tenemos un viaje doble hacia el placer… -me giré para mirarlo, ante una clara invitación y sonreí de lado.
-Lo siento hombretón, me gusta más el placer de una mujer que sabe bien lo que se hace –me retiré escuchando las risas de fondo de los demás y volví de nuevo junto a Caleb para darle la información que había recabado- Dicen que hay algunos bárbaros que se alojan en la posada, pero que se acababan de ir hacía un rato. Si están alojados aquí es probable que la próxima noche podamos encontrarlos antes.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Eileen parecía leerme el pensamiento, al menos a medias, pues aunque era evidente que si pensaba sacar información a esos patanes, la idea distaba mucho de la que ella planeo en su preciosa cabezita.
Me dijo que no le tuviera en cuenta lo que iba a hacer y sin que pudiera detenerla se alejó de mi directa a esos hombres que jugaban a las cartas mas ebrios que otra cosa.
Fruncí el ceño molesto, mis ojos se tornaron ámbar, los celos me corroían cuando esos tipos alzaron la mirada y la repasaron de arriba a bajo desnudandola.
Un paso hacia ellos, gruñí por lo bajo, los hubiera matado allí mismo si alguno hubiera osado tocarla, pero, parece que ella se las apañaba bien entre esos bárbaros, juro que hasta eso me molestaba.
Pero no era su padre, aunque por edad bien podría.
Pedí una botella de absenta, iba a necesitarla para aguantar este espectáculo, si se pasaban un pelo seria lo ultimo que esos hombres hicieran en esta vida y en la siguiente.
Dejé escapar el aire lentamente, tratando de buscar la calma, una que no sentía y repleté un vaso de vidrio desgastado de tantos lavados y algo sucio.
Apuré su contenido de un trago, estaba fuerte la absenta algo que agradecía, esperaba que me atontara lo suficiente para no ir en ese preciso instante y partiles la cara a todos esos que bromeaban con ella.
Odiaba que les siguiera el juego, para sacar información no era necesario nada de eso.
No se el tiempo que trascurrió hasta que la dama volvió, solo que llevaba media botella y mis ojos turbios y molestos se hundieron en ella en señal de desaprobación.
-No era necesario que fueras así..podría haber ido yo. No tenias que exponer tu cuerpo a sus miradas -gruñí.
Era la primera vez que mostraba ante ella otra cara, pero estaba borracho y no controlaba.
Me relamí los labios escuchando lo que decía, que se alojaban en un motel y que posiblemente si íbamos otro día mas pronto quizás nos hiciéramos con ellos.
-Volvamos al hotel sentencie.
Creo que podía leer en mi que estaba bastante cabreado, prueba de ello que durante todo el camino apenas le dirigí la palabra.
Mi mente no estaba ahora mismo pensando en lo que debía, en algún plan para ir al hostal y averiguar algo mas, si no en esa frase que escuché de ella cuando hablaba con los hombres.
¿le gustarían las mujeres? Estaba claro que sus gustos hacia las armas eran masculinos, su atuendo excepto hoy también...
-no sabia que te gustaban las mujeres -atajé.
Me mordí la lengua casi inmediatamente después, pero ya era tarde, lo había dicho.
-Perdona, no tienes que contestar -dije inmediatamente después.
Llegamos así a la habitación del hotel, le di paso para que pudiera ponerse cómoda en el cuarto de baño y yo me quite la camisa acercándome a una pequeña palangana que había sobre una mesa baja y tiré agua por mi rostro, pelo y nuca a ver si me despejaba, estaba borracho y eso podía traer problemas si ella se acercaba mas de la cuenta porque mi deseo por su cuerpo en ese momento no conocía parangón, a fin de cuentas era un hombre.
Me dijo que no le tuviera en cuenta lo que iba a hacer y sin que pudiera detenerla se alejó de mi directa a esos hombres que jugaban a las cartas mas ebrios que otra cosa.
Fruncí el ceño molesto, mis ojos se tornaron ámbar, los celos me corroían cuando esos tipos alzaron la mirada y la repasaron de arriba a bajo desnudandola.
Un paso hacia ellos, gruñí por lo bajo, los hubiera matado allí mismo si alguno hubiera osado tocarla, pero, parece que ella se las apañaba bien entre esos bárbaros, juro que hasta eso me molestaba.
Pero no era su padre, aunque por edad bien podría.
Pedí una botella de absenta, iba a necesitarla para aguantar este espectáculo, si se pasaban un pelo seria lo ultimo que esos hombres hicieran en esta vida y en la siguiente.
Dejé escapar el aire lentamente, tratando de buscar la calma, una que no sentía y repleté un vaso de vidrio desgastado de tantos lavados y algo sucio.
Apuré su contenido de un trago, estaba fuerte la absenta algo que agradecía, esperaba que me atontara lo suficiente para no ir en ese preciso instante y partiles la cara a todos esos que bromeaban con ella.
Odiaba que les siguiera el juego, para sacar información no era necesario nada de eso.
No se el tiempo que trascurrió hasta que la dama volvió, solo que llevaba media botella y mis ojos turbios y molestos se hundieron en ella en señal de desaprobación.
-No era necesario que fueras así..podría haber ido yo. No tenias que exponer tu cuerpo a sus miradas -gruñí.
Era la primera vez que mostraba ante ella otra cara, pero estaba borracho y no controlaba.
Me relamí los labios escuchando lo que decía, que se alojaban en un motel y que posiblemente si íbamos otro día mas pronto quizás nos hiciéramos con ellos.
-Volvamos al hotel sentencie.
Creo que podía leer en mi que estaba bastante cabreado, prueba de ello que durante todo el camino apenas le dirigí la palabra.
Mi mente no estaba ahora mismo pensando en lo que debía, en algún plan para ir al hostal y averiguar algo mas, si no en esa frase que escuché de ella cuando hablaba con los hombres.
¿le gustarían las mujeres? Estaba claro que sus gustos hacia las armas eran masculinos, su atuendo excepto hoy también...
-no sabia que te gustaban las mujeres -atajé.
Me mordí la lengua casi inmediatamente después, pero ya era tarde, lo había dicho.
-Perdona, no tienes que contestar -dije inmediatamente después.
Llegamos así a la habitación del hotel, le di paso para que pudiera ponerse cómoda en el cuarto de baño y yo me quite la camisa acercándome a una pequeña palangana que había sobre una mesa baja y tiré agua por mi rostro, pelo y nuca a ver si me despejaba, estaba borracho y eso podía traer problemas si ella se acercaba mas de la cuenta porque mi deseo por su cuerpo en ese momento no conocía parangón, a fin de cuentas era un hombre.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Por la cara que tenía en esos momento pude adivinar que estaba enfadado con lo que había hecho, por la forma en la que lo había dejado para ir a conseguir información, en la mesa había una botella a la mitad que parecía ser de absenta, junto a la jarra que vacía un pequeño vaso de donde habría bebido la absenta y sus ojos fijos en los míos, en una mirada que conocía de cuando se enfadaba con Wesh o conmigo cuando nos entrenaba… la conocía bastante bien. Ya le dije que no me tomara en cuenta lo que iba a hacer para sacar información, pero dudaba que esos hombres le dijeran algo a él y si yo podía sacar información, ¿qué malo habría en ello? Ahora sabíamos que esos hombres se hospedaban y que se pasaban por las noches, mañana tendríamos una nueva oportunidad yendo más temprano de encontrarlos.
Sus palabras me corroboraron lo que sabía; que estaba enfadado. Me pareció que me regañaba como me regañaba mi madre, o mi padre incluso, sobre algo que no debía de hacer. Podría haberle molestado, pero tampoco había hecho nada del otro mundo… fingir, eso es lo que hice. Aprovechar que era una mujer y ellos hombres para sacarles información sin que pudieran saber mis verdaderas intenciones, lo miré de forma más fija cuando dijo “exponer tú cuerpo”, ¿acaso lo había expuesto? La verdad es que no, no lo había hecho. Tan solo me había acercado y había jugado mis cartas, unas muy distintas a las que ellos llevaban y que había ganado aquella mano… debería de haberme dicho “muy bien Eileen, hemos sacado información gracias a ti” lo que menos me esperé es que me dijera exactamente esas palabras.
Eso me daba aún más que pensar sobre cómo me veía él, como la niña que siempre me había visto, esa que vio nacer y crecer en aquel castillo, la que desde bien pequeña jugaba con espadas con mi padre como si estuviéramos de verdad en el campo de batalla y fuera una guerrera como él… ¿acaso habría algún lugar a dudas? Debía de mentalizarme, y debía de hacerlo ya si no quería que aquel camino que ya iba a ser completamente difícil lo fuera mucho más a la par que tremendamente tormentoso. Mis sentimientos debían de morir como habían muertos otras cosas que jamás podría ser si me convertía en uno de los siete, cuanto antes lo tuviera grabado a fuego en mi mente y me cerciorara de ello… mucho mejor.
-Le dije que no me lo tomara en cuenta, señor –comenté cogiendo de nuevo la jarra entre mis manos para alzarla hasta mis labios- solo he jugado unas cartas –dije antes de dar el trago y beber el resto del contenido que faltaba, notaba ya los efectos del alcohol y debía de parar antes de que la lengua se me soltara mucho más… porque había tantas cosas que quería preguntarle, tantas cosas que decirle que si lo hacía… se acabaría todo antes incluso de que empezara. Seguía enfadado y podía verlo en su rostro, se denotaba por sus facciones marcadas que no estaba contento con mi decisión, y prueba de ello fue cuando con un tajante “volvamos al hotel” se levantó de la silla para encaminarse a la salida de aquella taberna. Lo seguí porque era mi deber y porque además, me había dado una orden implícita en aquellas palabras, y lo seguí fuera donde la leve brisa de la noche me ayudó bastante con el calor que ya comenzaba a notar por el cuerpo.
Durante el camino de regreso al hotel no me habló para nada, él iba un par de pasos por delante de mí siempre quedando tras su espalda como siempre hacía, en silencio los dos cada uno sumido en sus pensamientos. Desconocía los suyos, los míos tenían que ver totalmente con él, con la habitación del hotel, y con la enorme cama que teníamos para dormir. Una cosa era ir de misión con él pero ¿dormir juntos? Se me antojaba como si fuera una prueba que debía de pasar, una prueba de fuego en la que podía salir ardiendo por dentro de mi cuerpo solo de pensar en tener a ese hombre a unos centímetros de mí en la misma cama, en la que podría estirar el brazo y tocarle… me mordí el labio con fuerza, ahí estaban de nuevo esos pensamientos que debía de controlar, pero debía de decir que en esos momentos en los que me encontraba y que el alcohol nublaba mi juicio, y soltaba mi lengua para mi desgracia… era algo totalmente imposible.
Enarqué una ceja cuando dijo que no sabía que me gustaban las mujeres, por dios, ¿había oído aquella frase? Cerré los ojos unos segundos notando que me sonrojaba solo de pensarlo… maldita mi suerte mil veces. Me pregunté, en esos momentos, si era porque sentía curiosidad por si era cierto, si le molestaba, o simplemente le sorprendieron las palabras que salieron de mis labios, y que utilicé únicamente para cortar de raíz cualquier intento que de nuevo pudiera tener hacia mí aquel hombre. “¿Y por qué iba a tener celos de eso? ¿No ves que te trata como si fueras, en cierta manera, su hija?” Ah, cómo no, mi mente me hacía compañía y daba más de lleno en la herida. Pero… era cierto, ¿por qué debía de sentir celos por esas palabras? “Olvídalo Eileen, jamás dejará de verte como la niña que vio crecer, como la hija de su mejor amigo” Ladeé el rostro ante mis propios pensamientos, quería pensar que lo decía por celos, pero la realidad era otra y él siempre me vería con esos ojos de niña, jamás me miraría como la mujer que podría tener a su lado porque eso jamás iba a suceder por el camino que había tomado, y él que era líder… no se iba a salir del camino.
-Y no me gustan las mujeres –respondí aunque dijo que no hacía falta que contestara, pero mi padre siempre me había dicho que debía de responderle a todo, fuera para bien o para mal- lo dije para cortar de raíz cualquier nuevo intento –mis ojos se centraron en esa espalda, en esa figura que a varios pasos se dibujaba perfilada por las luces que alumbraban la ciudad, recorriéndolo por completo dándome ese lujo ahora que él no me veía- me gustan los hombres, señor –dije por si había algún tipo de duda. Me gustas tú en realidad “cállate Eileen”, claro que una cosa era decirlo en mi mente y otra muy distinta decirlo en voz alta. Cuando llegamos a la habitación me cedió el paso para que pudiera ponerme cómoda en el aseo y lo dejé atrás, cerré la puerta y me apoyé contra esta al cerrar la puerta… el momento crítico se acercaba y rogaba por poder pasar la noche sin mayor problema. De camino cogimos varias prendas de ropa, entre ellas aquel camisón que me puse cuando me quité el vestido no sin antes coger la daga del cinturón, refrescándome la cara ante el calor que tenía, ante el calor que aquel hombre me provocaba y abrí la puerta para enfrentarme a lo que me esperaba… claro que ver esa imagen no ayudó en absoluto a calmarme, sino que más bien hizo que me mordiera el labio y mis ojos se perdieran en su figura.
Estaba de perfil a mí frente a una palangana de agua, su pelo ahora estaba mojado y echado hacia atrás, por su espalda caían unas gotas de agua que se perdían por aquel tatuaje que apenas comenzaba a vislumbrar pero que había visto en innumerables ocasiones mientras entrenábamos. No era la primera vez que lo veía sin camiseta, pero tenerlo de esa forma con tan solo el pantalón, las gotas de agua cayendo por su espalda, el pelo mojado y el alcohol causando estragos en mi cuerpo… maldición, aquel hombre era demasiado atractivo, demasiado sensual, tan carnal… hecho para pecar sin duda alguna. Su tez más morena, sus músculos definidos y torneados, su porte regio que tanto me imponía y que tanto me provocaba… me mordí con fuerza el labio.
Dejé las cosas con cuidado en el sofá y me acerqué con paso lento, sigiloso, hasta colocarme a su espalda estando aún inclinado como si estuviera recuperándose de algo. Contemplé en su espalda el tatuaje del emblema de la Orden, esas espadas cruzadas por una serpiente de oro que las rodeaba. Quise perder mis manos por sus brazos y recorrerlos con mis dedos notando cada uno de los músculos bajo mi tacto, mis ojos recorrieron las espadas cuyos mangos empezaban en sus omoplatos hasta acabar casi en la cadera, la serpiente con la cabeza justo en su costado izquierdo que bordeaba las espadas… me perdí viendo las gotas caer por esta y mi mente se nubló, no pensé en nada, no medité nada y me dejé llevar por lo que él me provocaba, lo que siempre me había provocado desde pequeña y que había crecido con el tiempo, como nublaba mi razón y mi juicio ahora aletargados y olvidados por el alcohol…
No fui consciente de lo que hacía hasta que noté la piel ardiendo bajo las yemas de mis dedos, puestos en esa cabeza de serpiente, atraída hacia él como si fuera un canto de sirena que me conducía hacia mi mayor y única perdición. Exhalé al notar su piel caliente por su condición de lobo bajo mis dedos, obnubilada por todo en general paseé los dos entre los omoplatos sin salirme del tatuaje, tornándose mi respiración pesada, notando el calor que arrasaba con todo mi cuerpo por dentro. Cuando fui consciente de lo que estaba haciendo aparté mis dedos, como si su piel quemara por otro motivo diferente al calor que me producía, y di un par de pasos hacia atrás sintiendo sus ojos puestos en mí.
-Perdone señor yo… no debí hacer eso –“vamos Eileen, piensa, piensa… piensa algo rápido”- tan sólo me preguntaba si algún día yo también llevaría el mismo tatuaje que lleváis todos –“¿esa era la mejor excusa que se te pasaba por la cabeza? Es patética”, patética o no recé porque se lo creyera volví a retroceder un par de pasos, poniendo una distancia mucho más que necesitada, aun cuando todo mi cuerpo me pedía que me acercara y mi corazón retumbaba con fuerza en mi pecho sin apartar mis ojos azules en los suyos pardos.
Sus palabras me corroboraron lo que sabía; que estaba enfadado. Me pareció que me regañaba como me regañaba mi madre, o mi padre incluso, sobre algo que no debía de hacer. Podría haberle molestado, pero tampoco había hecho nada del otro mundo… fingir, eso es lo que hice. Aprovechar que era una mujer y ellos hombres para sacarles información sin que pudieran saber mis verdaderas intenciones, lo miré de forma más fija cuando dijo “exponer tú cuerpo”, ¿acaso lo había expuesto? La verdad es que no, no lo había hecho. Tan solo me había acercado y había jugado mis cartas, unas muy distintas a las que ellos llevaban y que había ganado aquella mano… debería de haberme dicho “muy bien Eileen, hemos sacado información gracias a ti” lo que menos me esperé es que me dijera exactamente esas palabras.
Eso me daba aún más que pensar sobre cómo me veía él, como la niña que siempre me había visto, esa que vio nacer y crecer en aquel castillo, la que desde bien pequeña jugaba con espadas con mi padre como si estuviéramos de verdad en el campo de batalla y fuera una guerrera como él… ¿acaso habría algún lugar a dudas? Debía de mentalizarme, y debía de hacerlo ya si no quería que aquel camino que ya iba a ser completamente difícil lo fuera mucho más a la par que tremendamente tormentoso. Mis sentimientos debían de morir como habían muertos otras cosas que jamás podría ser si me convertía en uno de los siete, cuanto antes lo tuviera grabado a fuego en mi mente y me cerciorara de ello… mucho mejor.
-Le dije que no me lo tomara en cuenta, señor –comenté cogiendo de nuevo la jarra entre mis manos para alzarla hasta mis labios- solo he jugado unas cartas –dije antes de dar el trago y beber el resto del contenido que faltaba, notaba ya los efectos del alcohol y debía de parar antes de que la lengua se me soltara mucho más… porque había tantas cosas que quería preguntarle, tantas cosas que decirle que si lo hacía… se acabaría todo antes incluso de que empezara. Seguía enfadado y podía verlo en su rostro, se denotaba por sus facciones marcadas que no estaba contento con mi decisión, y prueba de ello fue cuando con un tajante “volvamos al hotel” se levantó de la silla para encaminarse a la salida de aquella taberna. Lo seguí porque era mi deber y porque además, me había dado una orden implícita en aquellas palabras, y lo seguí fuera donde la leve brisa de la noche me ayudó bastante con el calor que ya comenzaba a notar por el cuerpo.
Durante el camino de regreso al hotel no me habló para nada, él iba un par de pasos por delante de mí siempre quedando tras su espalda como siempre hacía, en silencio los dos cada uno sumido en sus pensamientos. Desconocía los suyos, los míos tenían que ver totalmente con él, con la habitación del hotel, y con la enorme cama que teníamos para dormir. Una cosa era ir de misión con él pero ¿dormir juntos? Se me antojaba como si fuera una prueba que debía de pasar, una prueba de fuego en la que podía salir ardiendo por dentro de mi cuerpo solo de pensar en tener a ese hombre a unos centímetros de mí en la misma cama, en la que podría estirar el brazo y tocarle… me mordí el labio con fuerza, ahí estaban de nuevo esos pensamientos que debía de controlar, pero debía de decir que en esos momentos en los que me encontraba y que el alcohol nublaba mi juicio, y soltaba mi lengua para mi desgracia… era algo totalmente imposible.
Enarqué una ceja cuando dijo que no sabía que me gustaban las mujeres, por dios, ¿había oído aquella frase? Cerré los ojos unos segundos notando que me sonrojaba solo de pensarlo… maldita mi suerte mil veces. Me pregunté, en esos momentos, si era porque sentía curiosidad por si era cierto, si le molestaba, o simplemente le sorprendieron las palabras que salieron de mis labios, y que utilicé únicamente para cortar de raíz cualquier intento que de nuevo pudiera tener hacia mí aquel hombre. “¿Y por qué iba a tener celos de eso? ¿No ves que te trata como si fueras, en cierta manera, su hija?” Ah, cómo no, mi mente me hacía compañía y daba más de lleno en la herida. Pero… era cierto, ¿por qué debía de sentir celos por esas palabras? “Olvídalo Eileen, jamás dejará de verte como la niña que vio crecer, como la hija de su mejor amigo” Ladeé el rostro ante mis propios pensamientos, quería pensar que lo decía por celos, pero la realidad era otra y él siempre me vería con esos ojos de niña, jamás me miraría como la mujer que podría tener a su lado porque eso jamás iba a suceder por el camino que había tomado, y él que era líder… no se iba a salir del camino.
-Y no me gustan las mujeres –respondí aunque dijo que no hacía falta que contestara, pero mi padre siempre me había dicho que debía de responderle a todo, fuera para bien o para mal- lo dije para cortar de raíz cualquier nuevo intento –mis ojos se centraron en esa espalda, en esa figura que a varios pasos se dibujaba perfilada por las luces que alumbraban la ciudad, recorriéndolo por completo dándome ese lujo ahora que él no me veía- me gustan los hombres, señor –dije por si había algún tipo de duda. Me gustas tú en realidad “cállate Eileen”, claro que una cosa era decirlo en mi mente y otra muy distinta decirlo en voz alta. Cuando llegamos a la habitación me cedió el paso para que pudiera ponerme cómoda en el aseo y lo dejé atrás, cerré la puerta y me apoyé contra esta al cerrar la puerta… el momento crítico se acercaba y rogaba por poder pasar la noche sin mayor problema. De camino cogimos varias prendas de ropa, entre ellas aquel camisón que me puse cuando me quité el vestido no sin antes coger la daga del cinturón, refrescándome la cara ante el calor que tenía, ante el calor que aquel hombre me provocaba y abrí la puerta para enfrentarme a lo que me esperaba… claro que ver esa imagen no ayudó en absoluto a calmarme, sino que más bien hizo que me mordiera el labio y mis ojos se perdieran en su figura.
Estaba de perfil a mí frente a una palangana de agua, su pelo ahora estaba mojado y echado hacia atrás, por su espalda caían unas gotas de agua que se perdían por aquel tatuaje que apenas comenzaba a vislumbrar pero que había visto en innumerables ocasiones mientras entrenábamos. No era la primera vez que lo veía sin camiseta, pero tenerlo de esa forma con tan solo el pantalón, las gotas de agua cayendo por su espalda, el pelo mojado y el alcohol causando estragos en mi cuerpo… maldición, aquel hombre era demasiado atractivo, demasiado sensual, tan carnal… hecho para pecar sin duda alguna. Su tez más morena, sus músculos definidos y torneados, su porte regio que tanto me imponía y que tanto me provocaba… me mordí con fuerza el labio.
Dejé las cosas con cuidado en el sofá y me acerqué con paso lento, sigiloso, hasta colocarme a su espalda estando aún inclinado como si estuviera recuperándose de algo. Contemplé en su espalda el tatuaje del emblema de la Orden, esas espadas cruzadas por una serpiente de oro que las rodeaba. Quise perder mis manos por sus brazos y recorrerlos con mis dedos notando cada uno de los músculos bajo mi tacto, mis ojos recorrieron las espadas cuyos mangos empezaban en sus omoplatos hasta acabar casi en la cadera, la serpiente con la cabeza justo en su costado izquierdo que bordeaba las espadas… me perdí viendo las gotas caer por esta y mi mente se nubló, no pensé en nada, no medité nada y me dejé llevar por lo que él me provocaba, lo que siempre me había provocado desde pequeña y que había crecido con el tiempo, como nublaba mi razón y mi juicio ahora aletargados y olvidados por el alcohol…
No fui consciente de lo que hacía hasta que noté la piel ardiendo bajo las yemas de mis dedos, puestos en esa cabeza de serpiente, atraída hacia él como si fuera un canto de sirena que me conducía hacia mi mayor y única perdición. Exhalé al notar su piel caliente por su condición de lobo bajo mis dedos, obnubilada por todo en general paseé los dos entre los omoplatos sin salirme del tatuaje, tornándose mi respiración pesada, notando el calor que arrasaba con todo mi cuerpo por dentro. Cuando fui consciente de lo que estaba haciendo aparté mis dedos, como si su piel quemara por otro motivo diferente al calor que me producía, y di un par de pasos hacia atrás sintiendo sus ojos puestos en mí.
-Perdone señor yo… no debí hacer eso –“vamos Eileen, piensa, piensa… piensa algo rápido”- tan sólo me preguntaba si algún día yo también llevaría el mismo tatuaje que lleváis todos –“¿esa era la mejor excusa que se te pasaba por la cabeza? Es patética”, patética o no recé porque se lo creyera volví a retroceder un par de pasos, poniendo una distancia mucho más que necesitada, aun cuando todo mi cuerpo me pedía que me acercara y mi corazón retumbaba con fuerza en mi pecho sin apartar mis ojos azules en los suyos pardos.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Oí la puerta abrirse, Eileen ya debía haberse puesto cómoda, las gotas de agua seguían resbalando por mi rostro, estaba bastante borracho y solo intentaba calmarme cuando sentí su respiración en mi espalda.
Cerré los ojos, mi respiración errática hacia que mis músculos tensos se movieran al ritmo de mi agitación.
Sus dedos cálidos en mi espalda, repasando el tatuaje de esa orden que ambos amábamos, a la que pertenecíamos y a la que habíamos jurado prestar servicio aun constandonos la vida.
La miré por encima de mi hombro, mirada turbia, ojos oscurecidos por el deseo. Llevaba un camisón blanco que dejaba al descubierto sus brazos, el inicio de sus pechos.
Jadeé con brusquedad al observar como se mordía el labio inferior.
En ese instante puso distancia entre ambos cuerpos, tiempo en el que yo me giré apoyando el trasero en la mesa baja y hundir mis ojos en sus océanos.
Silencio tras sus palabras de disculpa, respiración agitada, sentía mi piel arder allí donde sus dedos habían dejado una caricia. Mi pecho subía y bajaba de forma afilada. Fue mi brazo el que se alargó sin medir las consecuencias de unos actor confundidos por el alcohol, tomando su cintura en arranque pasional en el que su cuerpo impacto contra el mio, nuestras bocas quedaron a una ínfima distancia.
Mis ojos en su boca, me relamí sintiendo como su respiración resecaba mis labios, el deseo había ganado la batalla a una cordura bastante quebrada.
¿Tatuaje? ¿que decía ahora? Si yo solo pensaba en besarla. ¿Que estaba haciendo? Era mi aprendiz, tenia que entrar en razón y dejarla ir.
Jadeé contra sus labios, mi abultado miembro contra su vientre delataba que no habría excusa que resultara creíble.
-Lo siento -susurré contra sus labios apartando mi brazo para dejarla ir, ella había elegido su camino y no era justo, por mucho que pudiera refugiarme en que mis actos quedaban mermados por el alcohol, que complicara su elección.
Permanecimos quietos unos momentos en los que solo podía pensar en acortar esa distancia que me abrasaba, necesitaba besarla, pero de hacerlo no acabaría ahí, pues el lecho me gritaba que la tomara en este momento.
Los dos habíamos bebido demasiado esa noche y sin embargo, no se me ocurrió otra escusa para dejar de pensar en lo que deseaba, que seguir haciéndolo.
-¿quieres una copa? -pregunté separando mi cuerpo del suyo para ir la mueble bar y llenar sendas copas con bourbon.
Sus dedos rozaron mi mano al tomarla, ladeé la sonrisa chocando mi vaso con el suyo.
-Por que consigas tus sueños -brindé para recordarnos a ambos que en un año ella se pondría a prueba.
Las cosas podrían haber sido diferentes, si ella no hubiera querido seguir los pasos de su padre, nada me hubiera detenido en este momento, pues si era correspondida, nada evitaría que pudiera convertirla en mi esposa, la madre de mis hijos.
Apuré la copa de un trago, a este paso, íbamos a terminar peor de lo que empezamos, peor pensar ahora mismo me resultaba algo muy complicado.
-¿deberíamos acostarnos? -dije enredando las palabras, esas que me traicionaron -quiero decir...separados.. -reí, no sabia ni que cojones decía.
Cerré los ojos, mi respiración errática hacia que mis músculos tensos se movieran al ritmo de mi agitación.
Sus dedos cálidos en mi espalda, repasando el tatuaje de esa orden que ambos amábamos, a la que pertenecíamos y a la que habíamos jurado prestar servicio aun constandonos la vida.
La miré por encima de mi hombro, mirada turbia, ojos oscurecidos por el deseo. Llevaba un camisón blanco que dejaba al descubierto sus brazos, el inicio de sus pechos.
Jadeé con brusquedad al observar como se mordía el labio inferior.
En ese instante puso distancia entre ambos cuerpos, tiempo en el que yo me giré apoyando el trasero en la mesa baja y hundir mis ojos en sus océanos.
Silencio tras sus palabras de disculpa, respiración agitada, sentía mi piel arder allí donde sus dedos habían dejado una caricia. Mi pecho subía y bajaba de forma afilada. Fue mi brazo el que se alargó sin medir las consecuencias de unos actor confundidos por el alcohol, tomando su cintura en arranque pasional en el que su cuerpo impacto contra el mio, nuestras bocas quedaron a una ínfima distancia.
Mis ojos en su boca, me relamí sintiendo como su respiración resecaba mis labios, el deseo había ganado la batalla a una cordura bastante quebrada.
¿Tatuaje? ¿que decía ahora? Si yo solo pensaba en besarla. ¿Que estaba haciendo? Era mi aprendiz, tenia que entrar en razón y dejarla ir.
Jadeé contra sus labios, mi abultado miembro contra su vientre delataba que no habría excusa que resultara creíble.
-Lo siento -susurré contra sus labios apartando mi brazo para dejarla ir, ella había elegido su camino y no era justo, por mucho que pudiera refugiarme en que mis actos quedaban mermados por el alcohol, que complicara su elección.
Permanecimos quietos unos momentos en los que solo podía pensar en acortar esa distancia que me abrasaba, necesitaba besarla, pero de hacerlo no acabaría ahí, pues el lecho me gritaba que la tomara en este momento.
Los dos habíamos bebido demasiado esa noche y sin embargo, no se me ocurrió otra escusa para dejar de pensar en lo que deseaba, que seguir haciéndolo.
-¿quieres una copa? -pregunté separando mi cuerpo del suyo para ir la mueble bar y llenar sendas copas con bourbon.
Sus dedos rozaron mi mano al tomarla, ladeé la sonrisa chocando mi vaso con el suyo.
-Por que consigas tus sueños -brindé para recordarnos a ambos que en un año ella se pondría a prueba.
Las cosas podrían haber sido diferentes, si ella no hubiera querido seguir los pasos de su padre, nada me hubiera detenido en este momento, pues si era correspondida, nada evitaría que pudiera convertirla en mi esposa, la madre de mis hijos.
Apuré la copa de un trago, a este paso, íbamos a terminar peor de lo que empezamos, peor pensar ahora mismo me resultaba algo muy complicado.
-¿deberíamos acostarnos? -dije enredando las palabras, esas que me traicionaron -quiero decir...separados.. -reí, no sabia ni que cojones decía.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Podía sentir su mirada puesta en la mía, de esa forma tan fija que me hizo quedarme anclada mirando sus ojos de color pardo, que relucían por el alcohol que llevaba en el cuero y que no se apartaban de mis ojos azules. No sabía si mí excusa, patética o no según mi mente, había sido suficiente para que no pensara en algo que no debía de siquiera pensar. Se había nublado mi razón y mi juicio, y tenerlo tan cerca de mí había sido imposible de resistirme a tocarlo, a recorrer su piel con mis dedos. Lo que no esperé, en ninguno de los momentos, es que su reacción fuera alargar su brazo para rodear mi cintura, y de un solo movimiento pegarme a su cuerpo de esa manera en la que hacía arder todo mi cuerpo, mi interior, clamando por algo que sabía que jamás podría obtener… no de él.
Su aliento chocaba contra mis labios y un jadeo exhaló de estos muriendo en los suyos, incapaz de contener el deseo que me producía tenerlo a escasos centímetros de mí. Mi corazón bombeaba con fuerza, mi respiración errática me delataba y hacía que por efímeros momentos se pudieran rozar nuestros pechos. Mis labios bebieron de su jadeo sintiendo su miembro contra mi cuerpo, algo completamente inesperado. ¿Me deseaba? ¿Sería fruto del alcohol la reacción de su cuerpo? No lo sabía, mi cuerpo solo podía sentirlo a él por completo, mi mente solo pensaba en tomarlo y me instaba a restar la distancia que nos separaba. Deseaba besarlo, ansiaba un beso suyo tanto o más que ansiaba darles a los cinco consejeros donde más les dolía. Lo quería, lo necesitaba y en mi necesidad sentía dolor… porque jamás podría ser correspondida, porque sabía que era al alcohol el que provocaba ese estado en él y que no lo era yo.
No evité posar mis manos sobre su pecho, caliente bajo mi tacto, mientras me debatía entre lo que quería y entre lo que debía de hacer… y aunque el alcohol mermara un poco mi juicio siempre quedaba algo de resquicio que me decía que mi deber era apartarme, alejarme de él porque iba a condenarme si acortaba la distancia y lo besaba, entonces ya no habría faro ni luz, quedaría engullida por él y todo raciocinio quedaría en un segundo y hasta tercer plano. Pero no fui yo quien se apartó, fue él quien quitó el brazo de mi cintura deshaciendo ese agarre que quemaba dejándome libre, con un “lo siento” que me dolió en el alma susurrado sobre mis labios y que me hizo retroceder un par de pasos poniendo distancia.
Una distancia que me dolió horrores y que sentí abrasadora, como si lo necesitara cerca de mí y no pudiera ser capaz de pensar en otro cosa. ¿Pero qué era lo que debía hacer? “Pues quedarte donde estás, sabes que es lo mejor, sabes que es lo correcto”, maldición, es que tenía toda la maldita y jodida razón. Asentí cuando preguntó si quería una copa y me quedé de pie donde estaba, con el corazón bombeando con fuerza, las mejillas sonrosadas por el alcohol y por el calor de mi cuerpo, con las ganas que tenía de probar sus labios pero sabiendo que me hundiría si lo hacía, ya no sería capaz de salir a flote. Mis ojos recorrieron su cuerpo mientras iba a por el alcohol y cogía dos vasos, vaso que cogí entre mis manos rozando sus dedos, notando la calidez de su piel. Quería esas manos por todo mi cuerpo, esos labios surcando caminos inexplorados, besándome hasta perder el sentido “deja de torturarte, Eileen”
-Porque consiga mis sueños –dije mirándolo de forma fija, en una clara segunda intención en mis palabras aunque sabía que él lo decía por ser parte de esos consejeros como lo fue un día mi padre. Apuré el trago, hice una mueca ante más alcohol en mi cuerpo y lo miré bajando el brazo hasta dejarlo a un lado de mi cuerpo, mientras miles de preguntas cruzaban por mi cabeza y yo no era capaz de darles una clara respuesta- ¿He tomado el camino correcto, Caleb? –Pregunté dejando a un lado las formalidades, buscando la confianza con ese hombre que conocía desde que era pequeña, ese que me gastaba bromas cuando iba a casa y luchaba conmigo dejándose vencer para darme a mí una inmerecida victoria, buscando una respuesta en su sabiduría- Sé que mi padre se debatía entre dejarme al margen o meterme en la Orden, sé que se sentiría orgulloso de ver cómo su hija ha trascendido todos los prejuicios, todos los problemas y obstáculos que me pondrán para llegar a ocupar su puesto… pero a veces me pregunto si tomé la decisión acertada –miré hacia otro lado ladeando mi rostro, fijándome en la palangana de agua donde él se había refrescado- No entiendo por qué se me tiene que juzgar y poner más a prueba que a cualquier otro, por qué una mujer no puede defender aquello por lo que cree… estoy cansada de que me vean como la más débil de todos, como si se creyeran mejores solo con mirarme, como si no fuera capaz de vencerlos –hice una pausa- sé que voy a ser juzgada, que siempre voy a ser juzgada en cada paso que dé y en cada decisión que tome incluso aunque sea uno de los siete –rellené el vaso y lo bebí de un solo golpe, necesitaba calmarme- ¿por qué, si ocupo ese puesto, no iba a poder casarme? ¿Por qué no iba a poder tener hijos como tiene el resto? –Me quedé mirándolo de forma fija, acortando con un par de pasos la distancia que nos separaba pero sin pegar mi cuerpo al suyo- ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado, Caleb? –Mi mano subió a su mejilla donde la dejé por unos segundos, sobrepasada por todo, por las constantes críticas sometidas, por ser juzgada incluso antes de ser puesta a prueba, por burlarse de mis intenciones de asumir el puesto de mi padre y honrarlo, por mis sentimientos hacia ese hombre que me atormentaba por desear algo que no iba a poder tener, porque mi camino no me lo permitía.
Lancé un suspiro cuando preguntó si deberíamos de dormir juntos, y aunque las palabras “acostarnos juntos” provocaron un calor por todo mi cuerpo me mordí el labio con fuerza para luego escuchar cómo se retractaba sobre dormir separados, la cama era demasiado grande como para poder dormir los dos tranquilamente. Si pudiera una única oportunidad de dormir con él, aunque fuera sin apenas poder tocarlo, ¿no iba a provecharlo? Esa sería, sin duda alguna, la vez que más cerca pudiera dormir de él y aunque me doliera profundamente… no iba a dejar pasar esa oportunidad. Dejé que mi mano resbalara desde su mejilla hasta impactar contra mi muslo a un lado de mi cuerpo, y me giré dejando el vaso sobre la pequeña mesa.
-La cama es suficientemente grande como para caber los dos, deberíamos de descansar, nos esperan días muy intensos –me acerqué a la cama, a uno de los lados, y me tumbé desde la otra punta, tumbada de lado mirándolo- Buenas noches, señor –dije volviendo a erigir las murallas más que nunca, ya bastante me había permitido por ese día, diciendo cosas que no debía, tocándolo, acercándome a él cuando no debía… tenía que recordarme que estaba prohibido, por mucho que me doliera en lo más profundo.
Su aliento chocaba contra mis labios y un jadeo exhaló de estos muriendo en los suyos, incapaz de contener el deseo que me producía tenerlo a escasos centímetros de mí. Mi corazón bombeaba con fuerza, mi respiración errática me delataba y hacía que por efímeros momentos se pudieran rozar nuestros pechos. Mis labios bebieron de su jadeo sintiendo su miembro contra mi cuerpo, algo completamente inesperado. ¿Me deseaba? ¿Sería fruto del alcohol la reacción de su cuerpo? No lo sabía, mi cuerpo solo podía sentirlo a él por completo, mi mente solo pensaba en tomarlo y me instaba a restar la distancia que nos separaba. Deseaba besarlo, ansiaba un beso suyo tanto o más que ansiaba darles a los cinco consejeros donde más les dolía. Lo quería, lo necesitaba y en mi necesidad sentía dolor… porque jamás podría ser correspondida, porque sabía que era al alcohol el que provocaba ese estado en él y que no lo era yo.
No evité posar mis manos sobre su pecho, caliente bajo mi tacto, mientras me debatía entre lo que quería y entre lo que debía de hacer… y aunque el alcohol mermara un poco mi juicio siempre quedaba algo de resquicio que me decía que mi deber era apartarme, alejarme de él porque iba a condenarme si acortaba la distancia y lo besaba, entonces ya no habría faro ni luz, quedaría engullida por él y todo raciocinio quedaría en un segundo y hasta tercer plano. Pero no fui yo quien se apartó, fue él quien quitó el brazo de mi cintura deshaciendo ese agarre que quemaba dejándome libre, con un “lo siento” que me dolió en el alma susurrado sobre mis labios y que me hizo retroceder un par de pasos poniendo distancia.
Una distancia que me dolió horrores y que sentí abrasadora, como si lo necesitara cerca de mí y no pudiera ser capaz de pensar en otro cosa. ¿Pero qué era lo que debía hacer? “Pues quedarte donde estás, sabes que es lo mejor, sabes que es lo correcto”, maldición, es que tenía toda la maldita y jodida razón. Asentí cuando preguntó si quería una copa y me quedé de pie donde estaba, con el corazón bombeando con fuerza, las mejillas sonrosadas por el alcohol y por el calor de mi cuerpo, con las ganas que tenía de probar sus labios pero sabiendo que me hundiría si lo hacía, ya no sería capaz de salir a flote. Mis ojos recorrieron su cuerpo mientras iba a por el alcohol y cogía dos vasos, vaso que cogí entre mis manos rozando sus dedos, notando la calidez de su piel. Quería esas manos por todo mi cuerpo, esos labios surcando caminos inexplorados, besándome hasta perder el sentido “deja de torturarte, Eileen”
-Porque consiga mis sueños –dije mirándolo de forma fija, en una clara segunda intención en mis palabras aunque sabía que él lo decía por ser parte de esos consejeros como lo fue un día mi padre. Apuré el trago, hice una mueca ante más alcohol en mi cuerpo y lo miré bajando el brazo hasta dejarlo a un lado de mi cuerpo, mientras miles de preguntas cruzaban por mi cabeza y yo no era capaz de darles una clara respuesta- ¿He tomado el camino correcto, Caleb? –Pregunté dejando a un lado las formalidades, buscando la confianza con ese hombre que conocía desde que era pequeña, ese que me gastaba bromas cuando iba a casa y luchaba conmigo dejándose vencer para darme a mí una inmerecida victoria, buscando una respuesta en su sabiduría- Sé que mi padre se debatía entre dejarme al margen o meterme en la Orden, sé que se sentiría orgulloso de ver cómo su hija ha trascendido todos los prejuicios, todos los problemas y obstáculos que me pondrán para llegar a ocupar su puesto… pero a veces me pregunto si tomé la decisión acertada –miré hacia otro lado ladeando mi rostro, fijándome en la palangana de agua donde él se había refrescado- No entiendo por qué se me tiene que juzgar y poner más a prueba que a cualquier otro, por qué una mujer no puede defender aquello por lo que cree… estoy cansada de que me vean como la más débil de todos, como si se creyeran mejores solo con mirarme, como si no fuera capaz de vencerlos –hice una pausa- sé que voy a ser juzgada, que siempre voy a ser juzgada en cada paso que dé y en cada decisión que tome incluso aunque sea uno de los siete –rellené el vaso y lo bebí de un solo golpe, necesitaba calmarme- ¿por qué, si ocupo ese puesto, no iba a poder casarme? ¿Por qué no iba a poder tener hijos como tiene el resto? –Me quedé mirándolo de forma fija, acortando con un par de pasos la distancia que nos separaba pero sin pegar mi cuerpo al suyo- ¿Por qué tiene que ser todo tan complicado, Caleb? –Mi mano subió a su mejilla donde la dejé por unos segundos, sobrepasada por todo, por las constantes críticas sometidas, por ser juzgada incluso antes de ser puesta a prueba, por burlarse de mis intenciones de asumir el puesto de mi padre y honrarlo, por mis sentimientos hacia ese hombre que me atormentaba por desear algo que no iba a poder tener, porque mi camino no me lo permitía.
Lancé un suspiro cuando preguntó si deberíamos de dormir juntos, y aunque las palabras “acostarnos juntos” provocaron un calor por todo mi cuerpo me mordí el labio con fuerza para luego escuchar cómo se retractaba sobre dormir separados, la cama era demasiado grande como para poder dormir los dos tranquilamente. Si pudiera una única oportunidad de dormir con él, aunque fuera sin apenas poder tocarlo, ¿no iba a provecharlo? Esa sería, sin duda alguna, la vez que más cerca pudiera dormir de él y aunque me doliera profundamente… no iba a dejar pasar esa oportunidad. Dejé que mi mano resbalara desde su mejilla hasta impactar contra mi muslo a un lado de mi cuerpo, y me giré dejando el vaso sobre la pequeña mesa.
-La cama es suficientemente grande como para caber los dos, deberíamos de descansar, nos esperan días muy intensos –me acerqué a la cama, a uno de los lados, y me tumbé desde la otra punta, tumbada de lado mirándolo- Buenas noches, señor –dije volviendo a erigir las murallas más que nunca, ya bastante me había permitido por ese día, diciendo cosas que no debía, tocándolo, acercándome a él cuando no debía… tenía que recordarme que estaba prohibido, por mucho que me doliera en lo más profundo.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Después del brindis bebí, torturándome a mi mismo por mis propias palabras. Conseguir sus sueños en parte quebraba los míos.
Había algo que ella no sabia, claro que..nunca se lo diría, ella tomo su decisión y yo respeté que así fuera, es mas, la ayudé a que el consejo cambiara de opinión o si no del todo, al menos le hice ganar tiempo. Tenia un año para formarse con el mejor y demostrar a todos que nos equivocábamos, que ella siendo mujer era tan valida como el resto de los hombres a la mesa sentados, era digna sucesora de su padre y confiaba plenamente en ella.
Su pregunta me hizo alzar la cabeza y hundir mis turbios pardos en sus azules.
-¿tu sientes que has tomado la decisión correcta? -pregunté conteplandola -entonces lo es, y no dejes que alguien como yo te diga lo contrario Eileen, es tu sueño y yo voy a ayudarte a lograrlo.
No podía ser egoísta aunque mi lobo rugia, quería decirle tantas cosas que guardaba en el tintero y que con su padre me llevaría a la tumba.
Bebí de nuevo, estar borracho al menos me ayudaba en esto, estaba destrozado pero no lo veía porque mi coraza no solo la portaba cuando mi pecho lo cubría.
-Tu padre quería que tu tomaras tu decisión, él no se debatía entre nada, porque nunca fue tu dueño. Eso es algo que él siempre tuvo claro -ladeé la sonrisa recordando aquella conversación que en un estado muy distinto a este mantuve con él en una ocasión.
Su decisión lo cambio todo en mi vida.
Sonreí con cierta ironía, la vida a veces te pone en difíciles tesituras.
Me encogí de hombros, parte de lo que decía era cierto, se le juzgaría de un modo mucho mas estricto que a cualquier hombre que pretendiera llegar a la mesa de los siete.
-Cuesta admitir que nuestras leyes se tambalean, tu decisión de seguir los pasos de tu padre hace que tengamos que replantearnos las ancestrales normas que rigen a esta orden desde sus cimientos ¿entiendes?
Se bebió el vaso de golpe y yo hice lo propio volviendo a repletar ambos con cierto desosiego.
-No puedes ser mujer y madre porque como ser de los siete es un cargo a tiempo completo Eileen.
Tu madre te ha cuidado, se ha ocupado de ti y a creado los cimientos de lo que eres, ella también es una guerrera, aunque no lo veas. Ante mis ojos vosotras tenéis la fuerza, pues lleváis una familia sobre vuestros hombros, educáis guerreros y lloráis las perdidas de hijos y maridos que se quedan en las puertas de una guerra sin sentido.
No puedes ser madre y velar el sueño de tus hijos, cuando tienes que colocarte la armadura para salir a combatir enemigos ¿lo entiendes?
Nosotros somos padres, pero eso ni de lejos es lo mismo, jugamos con vosotros, os entrenamos, os animamos, pero tenemos grandes ausencias en vuestras vidas de las que no os percatáis porque estáis acostumbrados a ellas.
Su mano en mi mejilla, y esa pregunta que me resulto una condena y a su vez la peor de las torturas.
-Porque tu decisión es valiente pero difícil y sobre ella has de acarrear las consecuencias.
Cerré los ojos dejándome embriagar del calor de esta, mis labios buscaron inconscientes su palma, me relamí contra esta dejando escapar el aire ronco en ella, la deseaba tanto que dolía tener que frenarme.
La cama pronto acogió nuestros cuerpos mas no del modo que en mente tenia mi lasciva mente, pensar que si su decisión fuera otra, ahora, borrachos estaríamos jadeando uno sobre otro, que su boca sellaría la mía y que nuestros labios quedarían marcados a fuego en cada resquicio de nuestros cuerpos.
Gruñí, no podía mas, necesitaba desahogarme, necesitaba...jadeé y me puse en pie tambaleándome.
-Voy a darme un baño -dije enredando las palabras antes de cerrar la puerta.
Me bajé el pantalón, y mientras el agua se llevaba acaricié mi abultada hombría, mis jadeos retumbaron en el bañó ,cerré los ojos dejándome llevar por las imágenes de esa mujer que se sucedían en mi cabeza de forma sugerente, puede que no pudiera tomarla en la realidad, pero aquí nadie me prohibía nada.
Había algo que ella no sabia, claro que..nunca se lo diría, ella tomo su decisión y yo respeté que así fuera, es mas, la ayudé a que el consejo cambiara de opinión o si no del todo, al menos le hice ganar tiempo. Tenia un año para formarse con el mejor y demostrar a todos que nos equivocábamos, que ella siendo mujer era tan valida como el resto de los hombres a la mesa sentados, era digna sucesora de su padre y confiaba plenamente en ella.
Su pregunta me hizo alzar la cabeza y hundir mis turbios pardos en sus azules.
-¿tu sientes que has tomado la decisión correcta? -pregunté conteplandola -entonces lo es, y no dejes que alguien como yo te diga lo contrario Eileen, es tu sueño y yo voy a ayudarte a lograrlo.
No podía ser egoísta aunque mi lobo rugia, quería decirle tantas cosas que guardaba en el tintero y que con su padre me llevaría a la tumba.
Bebí de nuevo, estar borracho al menos me ayudaba en esto, estaba destrozado pero no lo veía porque mi coraza no solo la portaba cuando mi pecho lo cubría.
-Tu padre quería que tu tomaras tu decisión, él no se debatía entre nada, porque nunca fue tu dueño. Eso es algo que él siempre tuvo claro -ladeé la sonrisa recordando aquella conversación que en un estado muy distinto a este mantuve con él en una ocasión.
Su decisión lo cambio todo en mi vida.
Sonreí con cierta ironía, la vida a veces te pone en difíciles tesituras.
Me encogí de hombros, parte de lo que decía era cierto, se le juzgaría de un modo mucho mas estricto que a cualquier hombre que pretendiera llegar a la mesa de los siete.
-Cuesta admitir que nuestras leyes se tambalean, tu decisión de seguir los pasos de tu padre hace que tengamos que replantearnos las ancestrales normas que rigen a esta orden desde sus cimientos ¿entiendes?
Se bebió el vaso de golpe y yo hice lo propio volviendo a repletar ambos con cierto desosiego.
-No puedes ser mujer y madre porque como ser de los siete es un cargo a tiempo completo Eileen.
Tu madre te ha cuidado, se ha ocupado de ti y a creado los cimientos de lo que eres, ella también es una guerrera, aunque no lo veas. Ante mis ojos vosotras tenéis la fuerza, pues lleváis una familia sobre vuestros hombros, educáis guerreros y lloráis las perdidas de hijos y maridos que se quedan en las puertas de una guerra sin sentido.
No puedes ser madre y velar el sueño de tus hijos, cuando tienes que colocarte la armadura para salir a combatir enemigos ¿lo entiendes?
Nosotros somos padres, pero eso ni de lejos es lo mismo, jugamos con vosotros, os entrenamos, os animamos, pero tenemos grandes ausencias en vuestras vidas de las que no os percatáis porque estáis acostumbrados a ellas.
Su mano en mi mejilla, y esa pregunta que me resulto una condena y a su vez la peor de las torturas.
-Porque tu decisión es valiente pero difícil y sobre ella has de acarrear las consecuencias.
Cerré los ojos dejándome embriagar del calor de esta, mis labios buscaron inconscientes su palma, me relamí contra esta dejando escapar el aire ronco en ella, la deseaba tanto que dolía tener que frenarme.
La cama pronto acogió nuestros cuerpos mas no del modo que en mente tenia mi lasciva mente, pensar que si su decisión fuera otra, ahora, borrachos estaríamos jadeando uno sobre otro, que su boca sellaría la mía y que nuestros labios quedarían marcados a fuego en cada resquicio de nuestros cuerpos.
Gruñí, no podía mas, necesitaba desahogarme, necesitaba...jadeé y me puse en pie tambaleándome.
-Voy a darme un baño -dije enredando las palabras antes de cerrar la puerta.
Me bajé el pantalón, y mientras el agua se llevaba acaricié mi abultada hombría, mis jadeos retumbaron en el bañó ,cerré los ojos dejándome llevar por las imágenes de esa mujer que se sucedían en mi cabeza de forma sugerente, puede que no pudiera tomarla en la realidad, pero aquí nadie me prohibía nada.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
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Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
El alcohol se había sucedido en esa noche en la que ahora las palabras salían solas de mis labios, esas dudas que muchas veces me habían carcomido por dentro salían a la luz siendo él el único que las escuchaba, y que jamás escucharía. Porque el camino que había elegido no era fácil, nada fácil, porque tomarlo conllevaba renunciar a muchas cosas y entre ellas al hombre que tenía frente a mí, del cual esperaba sus palabras con la sinceridad que le caracterizaba al lobo. A veces pensaba que si no hubiera tomado ese camino las cosas serían más sencillas, pero quería demostrar que yo también podía, que estaba hecha para decirles que era tan válida y capaz como los que ocupaban esos puestos, que ser mujer no tenía nada que ver cuando se querían defender unos valores y unas creencias, al menos, es lo que siempre me había dicho mi padre.
Sus palabras se sucedieron respondiendo a aquellas dudas que tenía, él decía que si consideraba que era la decisión correcta es porque así era en realidad, y que no debía de dejar que nadie me dijera lo contrario. Él iba a ayudarme a lograrlo, mi mayor perdición iba a ayudarme a lograr un sueño que me alejaba más de él aunque en el fondo estuviéramos juntos, pues mientras él fuera líder los seis siempre se reunirían entorno a él. Tan cerca y a la vez tan lejos, tendría que ver como se desposaba, como amaba a una mujer que no era yo y como formaba una familia… y no sabía si estaba preparada para ver tales cosas, en ese preciso momento al menos no lo estaba en absoluto.
Si alguien iba a cambiar algo en la historia, o en las normas de la Orden, sin duda sería yo entrando a formar parte de los seis, porque si yo entraba quería decir que más mujeres que quisieran comprometerse con la causa podrían hacerlo, dejar a un lado la otra vida que llevaban y convertirse en la forma activa como lo eran los hombres. Sabía que la orden era muy antigua, sabía que las mentes de los que estaban en esas sillas eran de alguna forma cerradas, solo el hombre ante mi había considerado la opción, le habían dado un año, y sabía que sin duda alguna con él podría conseguirlo. Por un lado era lo que quería, por otro lado sabía que yo misma estaba cerrándome las puertas frente a él, pero, ¿y si estaba viviendo de ilusiones vanas? Él jamás había dado muestras de nada, el cariño que me tenía era por conocerme de toda la vida, por ser la hija de quien era… quizás seguir el camino me ayudara a olvidarme de él, a obligarme a enterrarlo en lo más profundo de mi corazón de donde jamás debería de salir, de donde sabía que nunca saldría.
Lo amaría en secreto como lo amaba en esos momentos, quizás solo Wesh pudiera sospechar lo que sentía por su tío porque no era consciente, y no recordaba tampoco, qué fue lo que dije esa noche de borrachera junto a él, en la que mi lengua se soltó demasiado y quizás dije más de lo que debería de haber dicho. Si él lo sabía se había callado y no me había dicho nada, algo que agradecía enormemente, y que jamás iba a preguntar. El secreto moriría conmigo hasta que la otra vida me llevara, sería mi más profundo, oscuro, y verdadero secreto. Ese que solo encerraría para mí.
-Lo entiendo, entiendo que ninguna mujer haya decidido tener la osadía de presentarse ante los consejeros y decir que quiere ocupar uno de los puestos… siempre supe en el fondo que mi padre sabía cuál iba a ser mi camino –mis ojos subieron a los suyos para escuchar sus palabras, para él nosotras éramos guerreras y dudaba que alguien más nos viera de la misma forma, viera que éramos fuertes como él nos veía. Pero por muy duras que para mí sonaran sus palabras, tenía razón… una cosa jamás podría ser compatible con la otra. Yo misma, al aceptar ese camino estaba condenando mi propio linaje a morir el día en que yo muriera… y no sabía si eso era justo. Mis ojos se alzaron cuando me acerqué a él para dejar mi mano en su mejilla, todo era demasiado complicado en esos momentos, todo me parecía demasiado grande y no sabía si iba a poder con todo. No, esa no era la verdad… que me enviaran a las misiones más difíciles, que me juzgaran si querían porque siempre estaría siendo juzgada cada día, que me pusieran a mis peores enemigos enfrente, podrían hacerlo porque no me importaba, podía con todo ello y con lo que quisieran arrojarme para hacer que cayera, podía con todo… menos con perderlo, y es que en cierta forma, ya lo había perdido. Para siempre. Dolía, dolía saber que por más que quisiera, por más que luchara, rogara o jurara jamás podría tenerlo más allá de lo que lo estaba teniendo esa noche, jamás podría poner mi mano en su mejilla, ni ver cómo cerraba los ojos y sus labios acariciaban mi palma sintiendo su cálido aliento impactar contra mi piel. Las consecuencias ya las sabía; perderlo. Y para eso sí que juraba que no estaba preparada, ni lo estaría nunca.
Quise decirle muchas cosas, soltar todo lo que callaba y había callado durante todos aquellos años, como la admiración y devoción que sentía por él de pequeña había ido tomando paso y forma con el paso de los años, convirtiendo ese sentimiento en otro, más fuerte, más arraigado en mi interior. Lo admiraba, siempre lo haría porque era un hombre de valía, de palabra, honorable y era un líder querido y amado por todos, mis sentimientos eran tan fuertes que traicionaban mis propios principios. Mi corazón bombeaba con fuerza, mi respiración era errática y un jadeo escapó de mis labios, antes de separarme y poner distancia porque al final acabaría cometiendo la mayor de todas mis locuras, pero que recordaría como el tesoro más preciado.
Acabamos tumbados en la cama y mis ojos se fijaron en él incapaz de apartar la mirada, estábamos tan cerca, pero a la vez tan lejos en el mismo espacio… podía notar su respiración morir contra mi piel, sus ojos que turbios se posaban en mis azules que seguramente estuvieran igual por el alcohol y el calor que abrasaba mi cuerpo. Mis manos picaban por querer restar la distancia y acariciar ese pecho, moría por un beso suyo y todo cuanto quería y anhelaba era dormir una noche entre sus brazos, como si él no fuera Caleb; el líder de la Orden, y yo no fuera Eileen; su aprendiz que lo amaba en secreto. Ser dos personas totalmente diferentes, en un mundo paralelo, donde nada me impediría acortar la distancia.
Se levantó de la cama alegando que iba a darse un baño y mis ojos lo siguieron hasta que se perdió por la puerta del aseo, me quedé tumbada en la cama y me puse donde él había estado notando el calor que había dejado en el colchón, su olor en la almohada y cerré los ojos dejándome llevar. Pronto los jadeos que procedían del baño llegaron hasta donde me encontraba y me mordí el labio, sabiendo lo que estaba pasando en ese baño escuchándose aun con la puerta cerrada. No era tonta y sabía qué estaba haciendo en esos momentos, por un momento quise incorporarme e ir hacia el baño pero, ¿qué haría exactamente? Yo no tenía experiencia en esas cosas, jamás había yacido con nadie en toda mi vida y ese era un dato por el cual Wesh a veces me gastaba bromas, me decía que no entendía cómo es que una mujer tan hermosa como lo era yo no tuviera pretendientes a mis puertas, la cuestión es que si los tenía… pero no del que quería.
Siempre me decía para sonrojarme que él se prestaba en ser el primero, pero sabía que lo hacía con esa intención y que todo era una broma, porque nos conocíamos desde que éramos pequeños, habíamos crecido juntos y lo consideraba como el hermano que nunca tuve, siempre apoyándonos, siendo confidentes, amigos… pero ahí se quedaba todo. Me mordí el labio con fuerza y apreté mis muslos con fuerza, jamás había estado tan excitada como lo estaba en esos momentos en los que me lo imaginaba ahí dentro, provocándose placer. Gemí contra la almohada en la que podía notar su olor y cerré los ojos apretando entre mis manos aquellas sábanas, con el cuerpo ardiendo de deseo, quemando como brasas y cuanto más lo pensaba más que quemaba.
Me incorporé en la cama y miré hacia la puerta donde los jadeos habían dejado de oírse quedando todo en aquel silencio, sin prisa mis pies se posaron en el suelo y me levanté encaminándome hacia aquella puerta sin ser consciente de lo que hacía, dejándome llevar por una vez en mi vida. ¿Qué estaba mal, que estaba prohibido? A la mierda con todo, quería dejar de ser quien era por esa noche, ahora solo era una mujer que necesitaba a un hombre; al que estaba tras esa puerta. Abrí despacio y me lo encontré con el cuerpo mojado de nuevo y una toalla blanca envolviendo su cintura, me acerqué hasta él viendo esa espalda mojada por el agua y las gotas que la recorrían creando una imagen sensual de aquel hombre. Mi pecho se pegó a su espalda, mi frente se apoyó entre sus omoplatos y mis brazos rodearon su pecho importándome absolutamente nada en ese momento, si me tenía que apartar dejándome en claro que veía cosas que no eran, incluso hasta lo agradecería para intentar borrarlo de mi mente.
-Dímelo –dije en mitad de un jadeo muriendo mi aliento contra la piel de su espalda, todo su cuerpo ardía por su condición de lobo, al igual que ardía mi piel por otro motivo muy diferente. Mi pelo enmarcaba mi rostro quedando mechones que acariciaban la piel de su espalda- dime que estoy cometiendo el mayor error de mi vida, dime que no debo de convertirme en uno de los siete, dime que no debo de seguir este camino, pídeme que me salga, que lo deje… y lo haré –no me aparté en ningún momento, y aunque estaba envalentonada por el alcohol que soltaba mi lengua, era todo la pura verdad- o dime que nada de esto puede ser, que no puede haber nada… -apreté el agarre entorno a él sin querer soltarme- porque por una única noche en mi vida… no quiero ser Eileen.
Sus palabras se sucedieron respondiendo a aquellas dudas que tenía, él decía que si consideraba que era la decisión correcta es porque así era en realidad, y que no debía de dejar que nadie me dijera lo contrario. Él iba a ayudarme a lograrlo, mi mayor perdición iba a ayudarme a lograr un sueño que me alejaba más de él aunque en el fondo estuviéramos juntos, pues mientras él fuera líder los seis siempre se reunirían entorno a él. Tan cerca y a la vez tan lejos, tendría que ver como se desposaba, como amaba a una mujer que no era yo y como formaba una familia… y no sabía si estaba preparada para ver tales cosas, en ese preciso momento al menos no lo estaba en absoluto.
Si alguien iba a cambiar algo en la historia, o en las normas de la Orden, sin duda sería yo entrando a formar parte de los seis, porque si yo entraba quería decir que más mujeres que quisieran comprometerse con la causa podrían hacerlo, dejar a un lado la otra vida que llevaban y convertirse en la forma activa como lo eran los hombres. Sabía que la orden era muy antigua, sabía que las mentes de los que estaban en esas sillas eran de alguna forma cerradas, solo el hombre ante mi había considerado la opción, le habían dado un año, y sabía que sin duda alguna con él podría conseguirlo. Por un lado era lo que quería, por otro lado sabía que yo misma estaba cerrándome las puertas frente a él, pero, ¿y si estaba viviendo de ilusiones vanas? Él jamás había dado muestras de nada, el cariño que me tenía era por conocerme de toda la vida, por ser la hija de quien era… quizás seguir el camino me ayudara a olvidarme de él, a obligarme a enterrarlo en lo más profundo de mi corazón de donde jamás debería de salir, de donde sabía que nunca saldría.
Lo amaría en secreto como lo amaba en esos momentos, quizás solo Wesh pudiera sospechar lo que sentía por su tío porque no era consciente, y no recordaba tampoco, qué fue lo que dije esa noche de borrachera junto a él, en la que mi lengua se soltó demasiado y quizás dije más de lo que debería de haber dicho. Si él lo sabía se había callado y no me había dicho nada, algo que agradecía enormemente, y que jamás iba a preguntar. El secreto moriría conmigo hasta que la otra vida me llevara, sería mi más profundo, oscuro, y verdadero secreto. Ese que solo encerraría para mí.
-Lo entiendo, entiendo que ninguna mujer haya decidido tener la osadía de presentarse ante los consejeros y decir que quiere ocupar uno de los puestos… siempre supe en el fondo que mi padre sabía cuál iba a ser mi camino –mis ojos subieron a los suyos para escuchar sus palabras, para él nosotras éramos guerreras y dudaba que alguien más nos viera de la misma forma, viera que éramos fuertes como él nos veía. Pero por muy duras que para mí sonaran sus palabras, tenía razón… una cosa jamás podría ser compatible con la otra. Yo misma, al aceptar ese camino estaba condenando mi propio linaje a morir el día en que yo muriera… y no sabía si eso era justo. Mis ojos se alzaron cuando me acerqué a él para dejar mi mano en su mejilla, todo era demasiado complicado en esos momentos, todo me parecía demasiado grande y no sabía si iba a poder con todo. No, esa no era la verdad… que me enviaran a las misiones más difíciles, que me juzgaran si querían porque siempre estaría siendo juzgada cada día, que me pusieran a mis peores enemigos enfrente, podrían hacerlo porque no me importaba, podía con todo ello y con lo que quisieran arrojarme para hacer que cayera, podía con todo… menos con perderlo, y es que en cierta forma, ya lo había perdido. Para siempre. Dolía, dolía saber que por más que quisiera, por más que luchara, rogara o jurara jamás podría tenerlo más allá de lo que lo estaba teniendo esa noche, jamás podría poner mi mano en su mejilla, ni ver cómo cerraba los ojos y sus labios acariciaban mi palma sintiendo su cálido aliento impactar contra mi piel. Las consecuencias ya las sabía; perderlo. Y para eso sí que juraba que no estaba preparada, ni lo estaría nunca.
Quise decirle muchas cosas, soltar todo lo que callaba y había callado durante todos aquellos años, como la admiración y devoción que sentía por él de pequeña había ido tomando paso y forma con el paso de los años, convirtiendo ese sentimiento en otro, más fuerte, más arraigado en mi interior. Lo admiraba, siempre lo haría porque era un hombre de valía, de palabra, honorable y era un líder querido y amado por todos, mis sentimientos eran tan fuertes que traicionaban mis propios principios. Mi corazón bombeaba con fuerza, mi respiración era errática y un jadeo escapó de mis labios, antes de separarme y poner distancia porque al final acabaría cometiendo la mayor de todas mis locuras, pero que recordaría como el tesoro más preciado.
Acabamos tumbados en la cama y mis ojos se fijaron en él incapaz de apartar la mirada, estábamos tan cerca, pero a la vez tan lejos en el mismo espacio… podía notar su respiración morir contra mi piel, sus ojos que turbios se posaban en mis azules que seguramente estuvieran igual por el alcohol y el calor que abrasaba mi cuerpo. Mis manos picaban por querer restar la distancia y acariciar ese pecho, moría por un beso suyo y todo cuanto quería y anhelaba era dormir una noche entre sus brazos, como si él no fuera Caleb; el líder de la Orden, y yo no fuera Eileen; su aprendiz que lo amaba en secreto. Ser dos personas totalmente diferentes, en un mundo paralelo, donde nada me impediría acortar la distancia.
Se levantó de la cama alegando que iba a darse un baño y mis ojos lo siguieron hasta que se perdió por la puerta del aseo, me quedé tumbada en la cama y me puse donde él había estado notando el calor que había dejado en el colchón, su olor en la almohada y cerré los ojos dejándome llevar. Pronto los jadeos que procedían del baño llegaron hasta donde me encontraba y me mordí el labio, sabiendo lo que estaba pasando en ese baño escuchándose aun con la puerta cerrada. No era tonta y sabía qué estaba haciendo en esos momentos, por un momento quise incorporarme e ir hacia el baño pero, ¿qué haría exactamente? Yo no tenía experiencia en esas cosas, jamás había yacido con nadie en toda mi vida y ese era un dato por el cual Wesh a veces me gastaba bromas, me decía que no entendía cómo es que una mujer tan hermosa como lo era yo no tuviera pretendientes a mis puertas, la cuestión es que si los tenía… pero no del que quería.
Siempre me decía para sonrojarme que él se prestaba en ser el primero, pero sabía que lo hacía con esa intención y que todo era una broma, porque nos conocíamos desde que éramos pequeños, habíamos crecido juntos y lo consideraba como el hermano que nunca tuve, siempre apoyándonos, siendo confidentes, amigos… pero ahí se quedaba todo. Me mordí el labio con fuerza y apreté mis muslos con fuerza, jamás había estado tan excitada como lo estaba en esos momentos en los que me lo imaginaba ahí dentro, provocándose placer. Gemí contra la almohada en la que podía notar su olor y cerré los ojos apretando entre mis manos aquellas sábanas, con el cuerpo ardiendo de deseo, quemando como brasas y cuanto más lo pensaba más que quemaba.
Me incorporé en la cama y miré hacia la puerta donde los jadeos habían dejado de oírse quedando todo en aquel silencio, sin prisa mis pies se posaron en el suelo y me levanté encaminándome hacia aquella puerta sin ser consciente de lo que hacía, dejándome llevar por una vez en mi vida. ¿Qué estaba mal, que estaba prohibido? A la mierda con todo, quería dejar de ser quien era por esa noche, ahora solo era una mujer que necesitaba a un hombre; al que estaba tras esa puerta. Abrí despacio y me lo encontré con el cuerpo mojado de nuevo y una toalla blanca envolviendo su cintura, me acerqué hasta él viendo esa espalda mojada por el agua y las gotas que la recorrían creando una imagen sensual de aquel hombre. Mi pecho se pegó a su espalda, mi frente se apoyó entre sus omoplatos y mis brazos rodearon su pecho importándome absolutamente nada en ese momento, si me tenía que apartar dejándome en claro que veía cosas que no eran, incluso hasta lo agradecería para intentar borrarlo de mi mente.
-Dímelo –dije en mitad de un jadeo muriendo mi aliento contra la piel de su espalda, todo su cuerpo ardía por su condición de lobo, al igual que ardía mi piel por otro motivo muy diferente. Mi pelo enmarcaba mi rostro quedando mechones que acariciaban la piel de su espalda- dime que estoy cometiendo el mayor error de mi vida, dime que no debo de convertirme en uno de los siete, dime que no debo de seguir este camino, pídeme que me salga, que lo deje… y lo haré –no me aparté en ningún momento, y aunque estaba envalentonada por el alcohol que soltaba mi lengua, era todo la pura verdad- o dime que nada de esto puede ser, que no puede haber nada… -apreté el agarre entorno a él sin querer soltarme- porque por una única noche en mi vida… no quiero ser Eileen.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Cerré los ojos, las imágenes de ella se sucedían en mi cabeza, ebrio era incapaz de frenar ese momento en el que mis jadeos retumbaban por el baño al ritmo que las caricias de mi mano se sucedían sobre mi alzado miembro.
La puerta se abrió, mi mirada turbia se hundió en ella, detuve lo que estaba haciendo y sobre mi cintura coloqué una toalla con presteza, nuestras miradas turbias por el alcohol se encontraron, mi respiración errática resecaba mis labios que humedecí de inmediato.
Ni siquiera en mi mente superaba la imagen que ahora tenia en frente, con el pelo rojo revuelto cayendo sobre sus hombros. Aquel camisón blanco, ceñido y cuyo tirante resbalaba por su piel dejando el hombro al descubierto.
Jadeé de nuevo preso de las ganas de tomarla, mas me mantuve inmóvil en el mismo sitio, como si mis pies estuvieran adheridos al suelo.
Fue ella la que atajó la distancia, mientras yo buscaba el modo de encontrar paz a ese desasosiego que me inundaba.
Le di la espalda, mas su aliento impacto contra esta, su pecho se pego a mi tatuaje, sentía sus duros pezones torturarme.
Sus brazos rodearon mi cuerpo y en mi pecho sus manos se instalaron para volverme completamente loco.
Me giré con brusquedad al escuchar sus palabras, jadeé contra su boca alzándola por las nalgas, la toalla calló la suelo y nuestros sexos se encontraron rugiendo, solo separados por sus bragas.
Nuestos labios estaban tan cerca que cada respiración del otro nos calcinaba, estaba muy excitado, muy borracho y ella parecía compartir conmigo el mismo estado.
Su piernas enredadas a mi cintura, el vaivén de sus caderas movía mi glande contra su entrada, pero la tela parecía ser lo único que imponía a esto una mínima cordura.
-Déjalo todo -jadeé contra su boca, -no quiero que seas de los siete, quiero que seas mía -jadeé de nuevo apoyando mi frente contra la suya.
Mi lengua lamió sus labios, ojos ámbar que en sus océanos estallaban.
Gruñí hambriento, mi mano buscó el tope de la pared como sustento y allí su espalda impacto como si la tormenta nos devastase a ambos engullendonos.
-Dilo, di que no quieres ser uno de los siete, que tu sueño no es ese -jadeé contra su boca de nuevo, cada palabra era un roce, una invitación a que aquel demencial baile empezase, a que nuestras lenguas se tornaran fuego, uno que ni la mas voraz de las tormentas aplacase.
Mis dedos buscaron su feminidad, hice a un lado sus bragas para acariciar aquel lugar prohibido dedicarle las atenciones que su clítoris exigía y sentir como su espalda se arqueaba frente a mis ojos, como sucumbía a la bestia que la llamaba, que la instigaba a dejarlo todo ,a ser suya para siempre.
-Espera -jadeé dándome cuenta de mi egoísmo.
Dejé caer mi mano de su cuerpo hasta que choco con mi pierna derecha, estaba siendo injusto, su decisión había sido tomada con la razón no nublada por el alcohol y ahora yo, borracho como una cuba suplicaba que me dejara tomarla arrancándole así de cuajo todas sus ilusiones, todos sus sueños.
-Estamos muy borrachos Eileen -jadeé contra su boca un en la misma posición - ¿sabes lo que estas haciendo? -pregunté con la voz ronca por el deseo.
La puerta se abrió, mi mirada turbia se hundió en ella, detuve lo que estaba haciendo y sobre mi cintura coloqué una toalla con presteza, nuestras miradas turbias por el alcohol se encontraron, mi respiración errática resecaba mis labios que humedecí de inmediato.
Ni siquiera en mi mente superaba la imagen que ahora tenia en frente, con el pelo rojo revuelto cayendo sobre sus hombros. Aquel camisón blanco, ceñido y cuyo tirante resbalaba por su piel dejando el hombro al descubierto.
Jadeé de nuevo preso de las ganas de tomarla, mas me mantuve inmóvil en el mismo sitio, como si mis pies estuvieran adheridos al suelo.
Fue ella la que atajó la distancia, mientras yo buscaba el modo de encontrar paz a ese desasosiego que me inundaba.
Le di la espalda, mas su aliento impacto contra esta, su pecho se pego a mi tatuaje, sentía sus duros pezones torturarme.
Sus brazos rodearon mi cuerpo y en mi pecho sus manos se instalaron para volverme completamente loco.
Me giré con brusquedad al escuchar sus palabras, jadeé contra su boca alzándola por las nalgas, la toalla calló la suelo y nuestros sexos se encontraron rugiendo, solo separados por sus bragas.
Nuestos labios estaban tan cerca que cada respiración del otro nos calcinaba, estaba muy excitado, muy borracho y ella parecía compartir conmigo el mismo estado.
Su piernas enredadas a mi cintura, el vaivén de sus caderas movía mi glande contra su entrada, pero la tela parecía ser lo único que imponía a esto una mínima cordura.
-Déjalo todo -jadeé contra su boca, -no quiero que seas de los siete, quiero que seas mía -jadeé de nuevo apoyando mi frente contra la suya.
Mi lengua lamió sus labios, ojos ámbar que en sus océanos estallaban.
Gruñí hambriento, mi mano buscó el tope de la pared como sustento y allí su espalda impacto como si la tormenta nos devastase a ambos engullendonos.
-Dilo, di que no quieres ser uno de los siete, que tu sueño no es ese -jadeé contra su boca de nuevo, cada palabra era un roce, una invitación a que aquel demencial baile empezase, a que nuestras lenguas se tornaran fuego, uno que ni la mas voraz de las tormentas aplacase.
Mis dedos buscaron su feminidad, hice a un lado sus bragas para acariciar aquel lugar prohibido dedicarle las atenciones que su clítoris exigía y sentir como su espalda se arqueaba frente a mis ojos, como sucumbía a la bestia que la llamaba, que la instigaba a dejarlo todo ,a ser suya para siempre.
-Espera -jadeé dándome cuenta de mi egoísmo.
Dejé caer mi mano de su cuerpo hasta que choco con mi pierna derecha, estaba siendo injusto, su decisión había sido tomada con la razón no nublada por el alcohol y ahora yo, borracho como una cuba suplicaba que me dejara tomarla arrancándole así de cuajo todas sus ilusiones, todos sus sueños.
-Estamos muy borrachos Eileen -jadeé contra su boca un en la misma posición - ¿sabes lo que estas haciendo? -pregunté con la voz ronca por el deseo.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Mis brazos rodeaban su pecho pegándolo más a mí, la frente la tenía apoyada en su espalda justo entre sus omoplatos donde tenía aquel tatuaje que todos los miembros de la Orden llevaban en su espalda, todos menos yo a quien todavía no le habían dejado hacerse dicho tatuaje y que seguramente algún día tendría adornando mi pálida tez. Mis palabras morían en la piel de su espalda sin separarme, sin ser capaz de contener las palabras que salieron de mis labios, envalentonada por el alcohol destapando y descubriendo una verdad que había callado durante mucho tiempo. Aunque no le estaba diciendo que lo amaba, pero entre líneas si sabía leer, si se lo estaba diciendo. Dejar la orden, o más bien dejar de convertirme en uno de los siete era únicamente para poder estar con él, para no tener que sufrir viéndolo cerca pero sabiendo que estaba más lejos que la distancia de la tierra con la luna.
No me dijo nada al respecto, simplemente se giró aún sin yo soltarlo de mi agarre y sus manos las llevó a mis nalgas, alzándome para rodear su cintura con mis piernas pegando nuestros cuerpos. Mi pelo caía como una cascada a ambos lados rojiza que enmarcaba nuestros rostros, lanzó un jadeo contra mis labios que se entreabrieron al nota su aliento cálido impactar en ellos, la toalla cayó al suelo dejándolo desnudo y mordí mis labios notándolo más cerca que nunca, notando su miembro contra mi cuerpo, su excitación y su necesidad que contrastaba claramente con la mía.
¿Le había pedido mucho? ¿Era justo dejar esa responsabilidad sobre sus hombros? Pero no podía más, me mataba el hecho de saber que nunca podría ser mío, que yo no sería quien recorriera su piel, ni besara sus labios, ni a la que hiciera suya cada noche en su lecho… lo tendría cerca pero al mismo tiempo un abismo enorme nos separaría de ser así y no estaba convencida de poder superar eso. Que me echaran todo lo que quisieran que lo aceptaría, pero eso… eso era algo con lo que no iba a poder lidiar. Mis caderas se movían solas, por acto reflejo, porque yo no pensaba en nada salvo en el hombre que tenía ante mí, con nuestros labios acariciándose y quemando con cada respiración y cada palabra pronunciada, yo no sabía qué debía de hacer en esos momentos, jamás había estado en uno como ese.
Mis manos en su rostro acariciando aquella barba que le dotaba de un aspecto algo más fiero y maduro, escuchando sus palabras que me decían que lo dejara todo, que no quería que fuera de los siete… y que quería que fuera suya. Esas palabras dichas contra mis labios me provocaron un gemido, una corriente eléctrica placentera que fue por todo mi cuerpo y el agarre de mis piernas más fuerte contra su cintura. Su lengua lamió mis labios en los que ninguno apartaba la mirada, luego fui yo quien lamí mis propios labios ante su reacción, mordiéndome los labios, jadeando por todo aquello que estaba pasando.
Pronto mi espalda dio contra la pared y su cuerpo finalmente se pegó por completo al mío, mi mano recorrió su pelo y la otra bajó por su pecho mientras las palabras salían de sus labios, ahora me pedía a mí que lo dijera, que no quería seguir ese camino ni ser de los siete, ¿no le había bastado mi confesión anterior? Una más que clara donde decía más de lo que a simple vista parecía ser. No aguanté más, tener sus labios tan cerca con nuestras frentes apoyadas en la del otro, ese aliento que me calcinaba por dentro, mi cuerpo ardiendo, mis caderas moviéndose contra él sin poder estar quieta… era demasiado para mí, y acabé por acercar mis labios a los suyos, rozándolos, para finalmente juntarlos en un beso devastador, abrasador que arrasó con todo a su paso, pasando un brazo por su cuello como si sintiera que iba a caerme de no sujetarme, como si la pared y mis piernas no fueran suficiente.
Sentí sus dedos que acariciaban la cara interna de mi muslo hasta que finalmente subieron a mi sexo, apartaron la tela a un lado y cuando quise decirle algo, algo que quizás pudiera echarlo para atrás tras saber que nunca había estado con un hombre… sus dedos tocaron la zona más caliente, húmeda y necesitada de todo mi cuerpo. Un gemido ronco salió de mis labios y mi cuerpo convulsionó por aquello, estallando en pequeños fragmentos ante aquel placer que me era totalmente desconocido, aquel placer que abrasaba mi cuerpo. Mi espalda se arqueó, tiré hacia atrás la cabeza y cerré los ojos incapaz de contener los gemidos que salían de mí boca.
-Caleb –dije incapaz de contenerme, ¿eso es lo que sentía todo el mundo? Maldición, me estaba volviendo loca con aquel simple roce, mis dedos se aferraron a su hombro y solo pude coger aire cuando sus dedos abandonaron esa zona de mi cuerpo sintiendo de inmediato la pérdida, ¿esperar? Mis ojos se abrieron para mirarlo ardiendo por completo, necesitando más de él ahora que había empezado. Sus palabras impactaron contra mis labios, era cierto que estábamos borrachos, precisamente era eso lo que me había envalentonado a entrar, si no llevara el alcohol en el cuerpo jamás habría entrado, jamás le habría tocado, ni pedido que me dijera que lo dejara todo… era consciente de ello, muy consciente pese a todo. Su voz sonaba ronca por el deseo, me mordí los labios con fuerza con el cuerpo ardiendo por el deseo, respiración errática, corazón bombeando con fuerza, sangre fluyendo con rapidez… Mi frente se apoyó en la suya mirando esos ojos ámbar brillar contra los míos, ¿qué estaba haciendo? ¿De verdad iba a obligarlo a que me condenara de esa manera… era justo para él? Estaba en un mar de dudas, entre lo que debía, tenía y debía hacer… sin saber qué era lo mejor o lo peor.
Mis piernas bajaron de su cintura dejándome de nuevo de pie en el suelo, mis brazos rodearon su espalda y escondí mi rostro en su cuello incapaz de contenerme, mordiéndome el labio con fuerza ante las ganas de llorar que sentía en ese momento, debatiéndome conmigo misma. Respiré con fuerza cerrando los ojos y me aferré a él sin querer soltarle, derrotada porque él estaba poniendo la cordura a todo aquello, había parado todo para no condenarnos de esa forma y yo lo había lanzado a ella sin siquiera pensarlo. Pero todo era mucho más jodido cuando él me dijo esas palabras, cuando de alguna forma quería lo mismo que yo y ambos sabíamos que de seguir el camino jamás lo tendríamos. ¿Eso era justo para los dos?
-Sólo sé que soy consciente de lo que estoy haciendo –dije al par de minutos en los que no me moví, ni dejé que se moviera de cómo estábamos- sé que mi camino nos acerca pero al mismo tiempo nos separa más que nunca… y no quiero –dije sin importarme, a esas alturas ya las cosas estaban bastante claras, ya le había dado con mis primeras palabras las pistas que necesitaba- sé que si sigo mi camino jamás podré ser amante, mujer ni esposa… mucho menos de alguien de la orden –mi rostro, sonrojado por el placer y por mis palabras, subió para mirarlo de frente, enmarcando ahora su rostro con mis manos- pero también sé, que si me dieran una única noche en mi vida para dejar de ser quien soy, olvidarme de la orden, y ser una mujer libre… sé que querría pasarla contigo –mis labios rozaron los suyos dejando mi aliento sobre ellos- ¿por qué no podemos ser libres por esta noche, Caleb? Te deseo… siempre te he deseado –admití con mi cuerpo pegado al suyo, con mis caderas moviéndose contra él- nunca nadie me ha tomado como suya, nunca me he permitido sentirlo porque siempre he querido que fueras tú –mi lengua lamió su labio en una lenta pasada- si alguien me tiene que hacer sentir como una mujer quiero que el único que lo haga… seas tú. Te necesito esta noche Caleb, si voy a condenarme al menos quiero que antes de que eso pase me hagas tuya, y siempre atesoraré este momento como el más preciado de todos, el que me ayudará en los malos momentos, en el que recordaré que aunque solo fue por una noche… fui tuya.
No me dijo nada al respecto, simplemente se giró aún sin yo soltarlo de mi agarre y sus manos las llevó a mis nalgas, alzándome para rodear su cintura con mis piernas pegando nuestros cuerpos. Mi pelo caía como una cascada a ambos lados rojiza que enmarcaba nuestros rostros, lanzó un jadeo contra mis labios que se entreabrieron al nota su aliento cálido impactar en ellos, la toalla cayó al suelo dejándolo desnudo y mordí mis labios notándolo más cerca que nunca, notando su miembro contra mi cuerpo, su excitación y su necesidad que contrastaba claramente con la mía.
¿Le había pedido mucho? ¿Era justo dejar esa responsabilidad sobre sus hombros? Pero no podía más, me mataba el hecho de saber que nunca podría ser mío, que yo no sería quien recorriera su piel, ni besara sus labios, ni a la que hiciera suya cada noche en su lecho… lo tendría cerca pero al mismo tiempo un abismo enorme nos separaría de ser así y no estaba convencida de poder superar eso. Que me echaran todo lo que quisieran que lo aceptaría, pero eso… eso era algo con lo que no iba a poder lidiar. Mis caderas se movían solas, por acto reflejo, porque yo no pensaba en nada salvo en el hombre que tenía ante mí, con nuestros labios acariciándose y quemando con cada respiración y cada palabra pronunciada, yo no sabía qué debía de hacer en esos momentos, jamás había estado en uno como ese.
Mis manos en su rostro acariciando aquella barba que le dotaba de un aspecto algo más fiero y maduro, escuchando sus palabras que me decían que lo dejara todo, que no quería que fuera de los siete… y que quería que fuera suya. Esas palabras dichas contra mis labios me provocaron un gemido, una corriente eléctrica placentera que fue por todo mi cuerpo y el agarre de mis piernas más fuerte contra su cintura. Su lengua lamió mis labios en los que ninguno apartaba la mirada, luego fui yo quien lamí mis propios labios ante su reacción, mordiéndome los labios, jadeando por todo aquello que estaba pasando.
Pronto mi espalda dio contra la pared y su cuerpo finalmente se pegó por completo al mío, mi mano recorrió su pelo y la otra bajó por su pecho mientras las palabras salían de sus labios, ahora me pedía a mí que lo dijera, que no quería seguir ese camino ni ser de los siete, ¿no le había bastado mi confesión anterior? Una más que clara donde decía más de lo que a simple vista parecía ser. No aguanté más, tener sus labios tan cerca con nuestras frentes apoyadas en la del otro, ese aliento que me calcinaba por dentro, mi cuerpo ardiendo, mis caderas moviéndose contra él sin poder estar quieta… era demasiado para mí, y acabé por acercar mis labios a los suyos, rozándolos, para finalmente juntarlos en un beso devastador, abrasador que arrasó con todo a su paso, pasando un brazo por su cuello como si sintiera que iba a caerme de no sujetarme, como si la pared y mis piernas no fueran suficiente.
Sentí sus dedos que acariciaban la cara interna de mi muslo hasta que finalmente subieron a mi sexo, apartaron la tela a un lado y cuando quise decirle algo, algo que quizás pudiera echarlo para atrás tras saber que nunca había estado con un hombre… sus dedos tocaron la zona más caliente, húmeda y necesitada de todo mi cuerpo. Un gemido ronco salió de mis labios y mi cuerpo convulsionó por aquello, estallando en pequeños fragmentos ante aquel placer que me era totalmente desconocido, aquel placer que abrasaba mi cuerpo. Mi espalda se arqueó, tiré hacia atrás la cabeza y cerré los ojos incapaz de contener los gemidos que salían de mí boca.
-Caleb –dije incapaz de contenerme, ¿eso es lo que sentía todo el mundo? Maldición, me estaba volviendo loca con aquel simple roce, mis dedos se aferraron a su hombro y solo pude coger aire cuando sus dedos abandonaron esa zona de mi cuerpo sintiendo de inmediato la pérdida, ¿esperar? Mis ojos se abrieron para mirarlo ardiendo por completo, necesitando más de él ahora que había empezado. Sus palabras impactaron contra mis labios, era cierto que estábamos borrachos, precisamente era eso lo que me había envalentonado a entrar, si no llevara el alcohol en el cuerpo jamás habría entrado, jamás le habría tocado, ni pedido que me dijera que lo dejara todo… era consciente de ello, muy consciente pese a todo. Su voz sonaba ronca por el deseo, me mordí los labios con fuerza con el cuerpo ardiendo por el deseo, respiración errática, corazón bombeando con fuerza, sangre fluyendo con rapidez… Mi frente se apoyó en la suya mirando esos ojos ámbar brillar contra los míos, ¿qué estaba haciendo? ¿De verdad iba a obligarlo a que me condenara de esa manera… era justo para él? Estaba en un mar de dudas, entre lo que debía, tenía y debía hacer… sin saber qué era lo mejor o lo peor.
Mis piernas bajaron de su cintura dejándome de nuevo de pie en el suelo, mis brazos rodearon su espalda y escondí mi rostro en su cuello incapaz de contenerme, mordiéndome el labio con fuerza ante las ganas de llorar que sentía en ese momento, debatiéndome conmigo misma. Respiré con fuerza cerrando los ojos y me aferré a él sin querer soltarle, derrotada porque él estaba poniendo la cordura a todo aquello, había parado todo para no condenarnos de esa forma y yo lo había lanzado a ella sin siquiera pensarlo. Pero todo era mucho más jodido cuando él me dijo esas palabras, cuando de alguna forma quería lo mismo que yo y ambos sabíamos que de seguir el camino jamás lo tendríamos. ¿Eso era justo para los dos?
-Sólo sé que soy consciente de lo que estoy haciendo –dije al par de minutos en los que no me moví, ni dejé que se moviera de cómo estábamos- sé que mi camino nos acerca pero al mismo tiempo nos separa más que nunca… y no quiero –dije sin importarme, a esas alturas ya las cosas estaban bastante claras, ya le había dado con mis primeras palabras las pistas que necesitaba- sé que si sigo mi camino jamás podré ser amante, mujer ni esposa… mucho menos de alguien de la orden –mi rostro, sonrojado por el placer y por mis palabras, subió para mirarlo de frente, enmarcando ahora su rostro con mis manos- pero también sé, que si me dieran una única noche en mi vida para dejar de ser quien soy, olvidarme de la orden, y ser una mujer libre… sé que querría pasarla contigo –mis labios rozaron los suyos dejando mi aliento sobre ellos- ¿por qué no podemos ser libres por esta noche, Caleb? Te deseo… siempre te he deseado –admití con mi cuerpo pegado al suyo, con mis caderas moviéndose contra él- nunca nadie me ha tomado como suya, nunca me he permitido sentirlo porque siempre he querido que fueras tú –mi lengua lamió su labio en una lenta pasada- si alguien me tiene que hacer sentir como una mujer quiero que el único que lo haga… seas tú. Te necesito esta noche Caleb, si voy a condenarme al menos quiero que antes de que eso pase me hagas tuya, y siempre atesoraré este momento como el más preciado de todos, el que me ayudará en los malos momentos, en el que recordaré que aunque solo fue por una noche… fui tuya.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
- Mensajes : 95
Fecha de inscripción : 02/06/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Incapaz de seguir, incapaz de separarme, jamas estuve tan perdido como en este instante. Mil guerras acarreaba a mis espaldas, grandes luchas que por proteger el orbe, a la humanidad había sacrificado vidas, mi hermano, amigos, muchos dejé por el camino, mi sangre quedo derramada en esta batalla que nunca acababa.
Y de nuevo me pedían mas sacrificio, allí estaba ella, aferrada a mi espalda calcinandome con su aliento, la deseaba, lo hice desde hace tiempo.
Era irónico todo esto, algo que ella desconocía es que una noche de borrachera tuve el valor de pedir su mano al padre de esta. Eramos amigos, no creo que pudiera encontrar mejor pretendiente para ella, mas aun así, me pidió que fuera yo mismo el que se lo pidiera, que ella era la que tenia potestad para elegir y que si me amaba, él lo celebraría.
Sarcástico destino que dos días antes del día que habíamos pactado una cena, como otras muchas veces, una en la que le pediría matrimonio, la orden fue atacada, nos batimos en duelo contra el enemigo y en esa gesta, perdí a mi amigo.
No era el momento de suplicar por su mano, si no de reconfortar a viuda e hija y como un amigo les presté mi hombro asegurándome de que nunca nada les faltaría nada y esperando que el duelo pasara para clavar mi rodilla en el suelo y colocarle la alianza.
Efimero sueño que dio al traste cuando esta decidió presentar ante el consejo su propuesta, su sueño rompió el mio, y aun así salí en su defensa. Eso y no otra cosa nos había llevado a este instante en el que el alcohol parecía no tener a la razón en cuenta.
Era su maestro, sabia que de tomarla la condenaría y posiblemente, quizás no hoy. pero con el tiempo, me odiaría por haberle quietado de la cabeza la idea de seguir los pasos de su padre, ocupar el lugar de este en la mesa.
Jadeaba contra su boca, hambriento de ella, ojos ámbar que en sus mares se perdían luciendo como estrellas.
Ojala hoy me guiaran en esta travesía pues sinceramente solo la vi a ella.
Mi boca se entreabrió acogiendo sus palabras, una noche, solo hoy y me sonaron tan sensatas que me di cuenta de lo nublada que tenia la razón.
Gruñí cuando dijo que quería que fuera yo el que la hiciera mujer, aquellas palabras me volvieron loco, era virgen, era mía y no acerté a pensar mas que en eso. Mi parte de lobo afloraba, la de alfa de mi manada y ella era una hembra a la que desde siempre deseaba.
La alcé de nuevo de forma impetuosa, mi hombría arañó la distancia que entre nosotros quedaba sumergiéndose en su mojada feminidad.
Un gruñido escapó de su boca, una aullido de la mía y mis dientes acallaron sus gemidos con mordiscos cargados de pasión.
Galopé en su interior, alzadolo todo a mi paso, saqueando con fuertes embestidas su paredes que me oprimían.
Estaba cerrada, virgen, perfecta y eso me excitaba de sobremanera.
Cerré los ojos buscando calma, no merecía eso, no su primera vez.
Su pecho contra el mio cuando me detuve, mis dedos acariciaron muy suavemente su espalda, sonreí contra su boca antes de que su cabeza se sumergiera en mi cuelo dejando un reguero de besos y así, juntos, salimos del baño para llegar al lecho.
Como si pudiera romperse la deje sobre él, mi cuerpo se trasformó en su escudo, mi hombría la espada que lenta se adentraba en la vaina perfecta de este guerrero.
-Te deseo -susurré moviéndome lentamente en su interior, sacándola casi entera para volver a meterla hasta lo mas profundo de ella.
Un beso calmo que lo arrasaba todo, húmedo, prolongado.
Mis dedos se enredaron en su nuca profundizando mas con mi lengua su boca, saboreando cada resquicio de ella y las sonrisas se sucedían, sus caderas me buscaban y yo ardía.
Y de nuevo me pedían mas sacrificio, allí estaba ella, aferrada a mi espalda calcinandome con su aliento, la deseaba, lo hice desde hace tiempo.
Era irónico todo esto, algo que ella desconocía es que una noche de borrachera tuve el valor de pedir su mano al padre de esta. Eramos amigos, no creo que pudiera encontrar mejor pretendiente para ella, mas aun así, me pidió que fuera yo mismo el que se lo pidiera, que ella era la que tenia potestad para elegir y que si me amaba, él lo celebraría.
Sarcástico destino que dos días antes del día que habíamos pactado una cena, como otras muchas veces, una en la que le pediría matrimonio, la orden fue atacada, nos batimos en duelo contra el enemigo y en esa gesta, perdí a mi amigo.
No era el momento de suplicar por su mano, si no de reconfortar a viuda e hija y como un amigo les presté mi hombro asegurándome de que nunca nada les faltaría nada y esperando que el duelo pasara para clavar mi rodilla en el suelo y colocarle la alianza.
Efimero sueño que dio al traste cuando esta decidió presentar ante el consejo su propuesta, su sueño rompió el mio, y aun así salí en su defensa. Eso y no otra cosa nos había llevado a este instante en el que el alcohol parecía no tener a la razón en cuenta.
Era su maestro, sabia que de tomarla la condenaría y posiblemente, quizás no hoy. pero con el tiempo, me odiaría por haberle quietado de la cabeza la idea de seguir los pasos de su padre, ocupar el lugar de este en la mesa.
Jadeaba contra su boca, hambriento de ella, ojos ámbar que en sus mares se perdían luciendo como estrellas.
Ojala hoy me guiaran en esta travesía pues sinceramente solo la vi a ella.
Mi boca se entreabrió acogiendo sus palabras, una noche, solo hoy y me sonaron tan sensatas que me di cuenta de lo nublada que tenia la razón.
Gruñí cuando dijo que quería que fuera yo el que la hiciera mujer, aquellas palabras me volvieron loco, era virgen, era mía y no acerté a pensar mas que en eso. Mi parte de lobo afloraba, la de alfa de mi manada y ella era una hembra a la que desde siempre deseaba.
La alcé de nuevo de forma impetuosa, mi hombría arañó la distancia que entre nosotros quedaba sumergiéndose en su mojada feminidad.
Un gruñido escapó de su boca, una aullido de la mía y mis dientes acallaron sus gemidos con mordiscos cargados de pasión.
Galopé en su interior, alzadolo todo a mi paso, saqueando con fuertes embestidas su paredes que me oprimían.
Estaba cerrada, virgen, perfecta y eso me excitaba de sobremanera.
Cerré los ojos buscando calma, no merecía eso, no su primera vez.
Su pecho contra el mio cuando me detuve, mis dedos acariciaron muy suavemente su espalda, sonreí contra su boca antes de que su cabeza se sumergiera en mi cuelo dejando un reguero de besos y así, juntos, salimos del baño para llegar al lecho.
Como si pudiera romperse la deje sobre él, mi cuerpo se trasformó en su escudo, mi hombría la espada que lenta se adentraba en la vaina perfecta de este guerrero.
-Te deseo -susurré moviéndome lentamente en su interior, sacándola casi entera para volver a meterla hasta lo mas profundo de ella.
Un beso calmo que lo arrasaba todo, húmedo, prolongado.
Mis dedos se enredaron en su nuca profundizando mas con mi lengua su boca, saboreando cada resquicio de ella y las sonrisas se sucedían, sus caderas me buscaban y yo ardía.
Caleb Montoya- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 31/05/2017
Re: La orden de la sierpe dorada(privado)(+18)
Aferrada a su cuerpo rodeándolo con mis brazos toda la verdad salió de mis labios para que él supiera todo lo que pensaba, todo lo que se me pasaba por la cabeza y la necesidad que sentía mi cuerpo por tenerlo. Todo mi cuerpo ardía y podía notar en cada respiración que daba como mi pecho rozaba el del lobo, ardiendo y quemando, necesitando de algo que solamente él podría darme, de algo que siempre me había negado pues siempre fue él quien quise que me hiciera mujer. Había tenido oportunidad de que eso pasara y siempre me había negado con la única idea en mente de que era al lobo a quien quería, y nada más. Decir para mí esas palabras no era nada fácil, suponía que me exponía por completo a él y que dejaba ver una debilidad que hasta ese mismo momento había permanecido encerrada en mí interior. Y no solo eso, sino que además dejaba expuesto lo inocente que era, lo pura que era al decirle que nadie me había tomado.
Mis mejillas ardían por mis palabras y por el calor abrasador que me recorría todo el cuerpo, sentía una tremenda excitación y quería volver a sentir sus dedos en mi cuerpo, sus manos colmándolo, sus labios explorando caminos que nadie más había visto o tocado... lo quería todo de él, si iba a tenerlo solamente por una noche iba a aprovecharla al máximo, aprendiéndome su cuerpo con mis dedos, adueñándome de sus labios para recordar por siempre su sabor, lo bien que se sentía cuando me besaba. Sus ojos brillaban de ese color tan característico que lo distinguía como lobo, no se apartaron en ningún momento de mis orbes azules como el mismo cielo y en cuanto terminé mis palabras, con aquel alegato final… noté el gruñido que salió de sus labios y que rugió desde lo más profundo de su pecho.
Sus manos de nuevo me alzaron volviendo a hacer que mis piernas rodearan su cintura, mi rostro en su cuello dejando mi respiración agitada que muriera contra esa zona de su cuerpo y… pude notar como su miembro se adentraba en mi interior, cediendo por completo hasta que lo noté dentro, hasta el fondo. No pude evitar el gemido de dolor que salió de mis labios, ni el cuerpo tenso que se me quedó en aquel momento ante el dolor que me produjo que me arrebataran la virginidad, incluso pude jurar que me quedé sin respirar completamente tensa durante unos segundos. Que se moviera no mejoró en nada porque dolía, estaba mojada pero cada movimiento era un poco de tortura dolorosa sintiendo por completo todo su miembro rozándose con mis paredes, tensas y cerradas, mientras él se movía de esa forma.
Tan solo un par de embestidas duró aquello porque pronto paró y sentí que respiraba mientras me seguía doliendo un poco, se había quedado dentro y notaba como mi sexo parecía que iba cediendo frente a aquello, como si se acostumbrara poco a poco. Levanté la cabeza para mirarlo con los ojos brillando notando que el dolor había desaparecido y que momentáneo, pero había sido un poco intenso. Sus labios en los míos sonriéndome para tranquilizarme, sus dedos recorriendo con tacto y mimo de forma suave y lenta mi espalda, mis brazos entorno a su cuello y me incliné para buscar sus labios en un beso calmado, necesitaba un momento, ese que él me concedía, para poder recuperarme un poco mientras cada vez notaba que mis interior cedía más y más.
Mis manos subieron el camisón que llevaba para quitármelo dejando que mi pelo salvaje cayera entorno a mi rostro y algunos mechones acariciaran el suyo, dejé que cayera al suelo y mis labios fueron a su cuello dejando pequeños besos en el lugar, caricias lentas y sentidas, pequeños mordiscos sin separarme notando ahora si nuestras pieles totalmente juntas, rozándose con cada paso que el lobo daba. Pronto me vi que me dejaba sobre la cama y mi pelo se extendió como un manto de fuego sobre las sábanas en un contraste, no tardó en ponerse sobre mi cuerpo sin apartar su mirada de la mía, con los rostros cerca y sentí como esa vez, de forma muy lenta, volvía a adentrarse en mi interior sin esa vez notando el dolor del principio, sino más bien todo lo contrario.
Elevé mis dedos para acariciar su rostro sonriendo por sus palabras pasando ahora mis dedos sobre sus labios, notando que de forma muy lenta se movía, entrando y saliendo, arrancándome gemidos por el placer inexplorado que jamás había sentido, arqueando mi espalda hacia él por lo que me provocaba. Sus labios se adueñaron de los míos en un beso sentido, calmo, húmedo para notar sus dedos entorno a mi nuca acercándome más a él. Mis cadera se movieron contra él por el placer, nada que ver con lo que había sentido en el baño cuando se había estado moviendo… claro que aquí lo hacía todo muy lento y el dolor había desaparecido.
-Caleb –lo llamé cuando se separó de mis labios sin dejar de moverse, cada movimiento era una ola de placer que me recorría por entera, potente y poderosa… placer era todo lo que sentía, un maravilloso placer provocado por él que nada tenía que ver con lo que hubiera podido sentir en mi vida. Sus labios bajaron con lentitud por mi cuerpo hasta que llegaron a mis pechos, gemí al notar su cálido aliento sobre ellos y un placer que jamás pude haber imaginado cuando su lengua los recorrió, cuando sus dientes apresaron con delicadeza mis pezones y su lengua barrió con todo. Mis dedos en su espalda notando cada músculo contraerse con cada movimiento, la otra en su pelo enredándose. Podía notar que aumentaba el ritmo con el que se movía, de forma muy lenta y paulatina, mis piernas rodearon su cintura y cerré los ojos con la cabeza hacia atrás, devastada por todo el placer que me consumía lentamente, uno que jamás llegué a pensar que pudiera llegar a sentir y mucho menos con él.
Reclamé de nuevo sus labios y ahora mis manos recorrieron todo su pecho y sus brazos, no quería dejar un lugar de su cuerpo por recorrer, perdida en él, en las sensaciones que me provocaba con cada movimiento de cadera. Sus manos acunaron mi rostro en un beso lento y sentido, él se adueñó no solo de mi cuerpo sino también de mi boca en la que su lengua buscaba a la mía y yo jadeé en aquel beso. Su mano bajó acariciando mi cuerpo dejando la otra en mi mejilla, pasó por mis pechos y los acarició haciendo que dejara una de mis manos en las suyas, ¿era posible sentir todo aquello? Si era con él, sí, era posible. Su mano fue bajando provocándome caricias, temblores y cosquillas hasta que llegó a mi sexo, apenas fue un efímero roce que duró unos segundos, pero que me hizo arquear todo mi cuerpo que se convulsionó por aquello. Pronto el ritmo iba más y más rápido hasta que finalmente alcanzó el que había empleado en el baño, y ahora podía jurar, que iba a morirme de tanto placer.
-¡Ah! –Gemí sintiendo el inmenso placer que me producía la forma en la que se estaba moviendo, mis piernas cedieron y quitaron el agarre de su cintura para abrirse aún más ante cada embestida que me daba, potente, poderosa y que me hacía alcanzar la cúspide- no pares… -pedí entre jadeos contra sus labios notando un calor abrasador que me envolvía todo el cuerpo, que poco a poco iba subiendo y que me calcinaba con cada embestida que me daba, volviéndome loca, arrasando con todo a su paso. Sus labios en los míos besándome, mis brazos rodeando su cuello y mi respiración rápida bombeando mi corazón de igual forma. Notaba que algo grande se acercaba, llegando a un límite que me hizo mirarlo de forma fija, con la mirada turbia de placer… hasta que todo mi cuerpo se tensó un par de segundos, para luego comenzar a temblar hasta que exploté en lo que debía de ser un orgasmo- Caleb –gemí su nombre, cerré los ojos y dejé que la sensación invadiera todo mi cuerpo, potente y que arrasó con todo, ardiendo por completo. Mi cuerpo quedó laxo sobre la cama notando que él también alcanzaba el orgasmo, temblando ligeramente, con los ojos cerrados para luego abrirlos y mirarlo, con una débil sonrisa en la que aun conforme estaba busqué sus labios, sin querer separarme de él.
Mis mejillas ardían por mis palabras y por el calor abrasador que me recorría todo el cuerpo, sentía una tremenda excitación y quería volver a sentir sus dedos en mi cuerpo, sus manos colmándolo, sus labios explorando caminos que nadie más había visto o tocado... lo quería todo de él, si iba a tenerlo solamente por una noche iba a aprovecharla al máximo, aprendiéndome su cuerpo con mis dedos, adueñándome de sus labios para recordar por siempre su sabor, lo bien que se sentía cuando me besaba. Sus ojos brillaban de ese color tan característico que lo distinguía como lobo, no se apartaron en ningún momento de mis orbes azules como el mismo cielo y en cuanto terminé mis palabras, con aquel alegato final… noté el gruñido que salió de sus labios y que rugió desde lo más profundo de su pecho.
Sus manos de nuevo me alzaron volviendo a hacer que mis piernas rodearan su cintura, mi rostro en su cuello dejando mi respiración agitada que muriera contra esa zona de su cuerpo y… pude notar como su miembro se adentraba en mi interior, cediendo por completo hasta que lo noté dentro, hasta el fondo. No pude evitar el gemido de dolor que salió de mis labios, ni el cuerpo tenso que se me quedó en aquel momento ante el dolor que me produjo que me arrebataran la virginidad, incluso pude jurar que me quedé sin respirar completamente tensa durante unos segundos. Que se moviera no mejoró en nada porque dolía, estaba mojada pero cada movimiento era un poco de tortura dolorosa sintiendo por completo todo su miembro rozándose con mis paredes, tensas y cerradas, mientras él se movía de esa forma.
Tan solo un par de embestidas duró aquello porque pronto paró y sentí que respiraba mientras me seguía doliendo un poco, se había quedado dentro y notaba como mi sexo parecía que iba cediendo frente a aquello, como si se acostumbrara poco a poco. Levanté la cabeza para mirarlo con los ojos brillando notando que el dolor había desaparecido y que momentáneo, pero había sido un poco intenso. Sus labios en los míos sonriéndome para tranquilizarme, sus dedos recorriendo con tacto y mimo de forma suave y lenta mi espalda, mis brazos entorno a su cuello y me incliné para buscar sus labios en un beso calmado, necesitaba un momento, ese que él me concedía, para poder recuperarme un poco mientras cada vez notaba que mis interior cedía más y más.
Mis manos subieron el camisón que llevaba para quitármelo dejando que mi pelo salvaje cayera entorno a mi rostro y algunos mechones acariciaran el suyo, dejé que cayera al suelo y mis labios fueron a su cuello dejando pequeños besos en el lugar, caricias lentas y sentidas, pequeños mordiscos sin separarme notando ahora si nuestras pieles totalmente juntas, rozándose con cada paso que el lobo daba. Pronto me vi que me dejaba sobre la cama y mi pelo se extendió como un manto de fuego sobre las sábanas en un contraste, no tardó en ponerse sobre mi cuerpo sin apartar su mirada de la mía, con los rostros cerca y sentí como esa vez, de forma muy lenta, volvía a adentrarse en mi interior sin esa vez notando el dolor del principio, sino más bien todo lo contrario.
Elevé mis dedos para acariciar su rostro sonriendo por sus palabras pasando ahora mis dedos sobre sus labios, notando que de forma muy lenta se movía, entrando y saliendo, arrancándome gemidos por el placer inexplorado que jamás había sentido, arqueando mi espalda hacia él por lo que me provocaba. Sus labios se adueñaron de los míos en un beso sentido, calmo, húmedo para notar sus dedos entorno a mi nuca acercándome más a él. Mis cadera se movieron contra él por el placer, nada que ver con lo que había sentido en el baño cuando se había estado moviendo… claro que aquí lo hacía todo muy lento y el dolor había desaparecido.
-Caleb –lo llamé cuando se separó de mis labios sin dejar de moverse, cada movimiento era una ola de placer que me recorría por entera, potente y poderosa… placer era todo lo que sentía, un maravilloso placer provocado por él que nada tenía que ver con lo que hubiera podido sentir en mi vida. Sus labios bajaron con lentitud por mi cuerpo hasta que llegaron a mis pechos, gemí al notar su cálido aliento sobre ellos y un placer que jamás pude haber imaginado cuando su lengua los recorrió, cuando sus dientes apresaron con delicadeza mis pezones y su lengua barrió con todo. Mis dedos en su espalda notando cada músculo contraerse con cada movimiento, la otra en su pelo enredándose. Podía notar que aumentaba el ritmo con el que se movía, de forma muy lenta y paulatina, mis piernas rodearon su cintura y cerré los ojos con la cabeza hacia atrás, devastada por todo el placer que me consumía lentamente, uno que jamás llegué a pensar que pudiera llegar a sentir y mucho menos con él.
Reclamé de nuevo sus labios y ahora mis manos recorrieron todo su pecho y sus brazos, no quería dejar un lugar de su cuerpo por recorrer, perdida en él, en las sensaciones que me provocaba con cada movimiento de cadera. Sus manos acunaron mi rostro en un beso lento y sentido, él se adueñó no solo de mi cuerpo sino también de mi boca en la que su lengua buscaba a la mía y yo jadeé en aquel beso. Su mano bajó acariciando mi cuerpo dejando la otra en mi mejilla, pasó por mis pechos y los acarició haciendo que dejara una de mis manos en las suyas, ¿era posible sentir todo aquello? Si era con él, sí, era posible. Su mano fue bajando provocándome caricias, temblores y cosquillas hasta que llegó a mi sexo, apenas fue un efímero roce que duró unos segundos, pero que me hizo arquear todo mi cuerpo que se convulsionó por aquello. Pronto el ritmo iba más y más rápido hasta que finalmente alcanzó el que había empleado en el baño, y ahora podía jurar, que iba a morirme de tanto placer.
-¡Ah! –Gemí sintiendo el inmenso placer que me producía la forma en la que se estaba moviendo, mis piernas cedieron y quitaron el agarre de su cintura para abrirse aún más ante cada embestida que me daba, potente, poderosa y que me hacía alcanzar la cúspide- no pares… -pedí entre jadeos contra sus labios notando un calor abrasador que me envolvía todo el cuerpo, que poco a poco iba subiendo y que me calcinaba con cada embestida que me daba, volviéndome loca, arrasando con todo a su paso. Sus labios en los míos besándome, mis brazos rodeando su cuello y mi respiración rápida bombeando mi corazón de igual forma. Notaba que algo grande se acercaba, llegando a un límite que me hizo mirarlo de forma fija, con la mirada turbia de placer… hasta que todo mi cuerpo se tensó un par de segundos, para luego comenzar a temblar hasta que exploté en lo que debía de ser un orgasmo- Caleb –gemí su nombre, cerré los ojos y dejé que la sensación invadiera todo mi cuerpo, potente y que arrasó con todo, ardiendo por completo. Mi cuerpo quedó laxo sobre la cama notando que él también alcanzaba el orgasmo, temblando ligeramente, con los ojos cerrados para luego abrirlos y mirarlo, con una débil sonrisa en la que aun conforme estaba busqué sus labios, sin querer separarme de él.
Eileen Indrisler- Humano Clase Alta
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