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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Caleb Montoya Dom Jun 04, 2017 2:13 am

Recuerdo del primer mensaje :

Sentado en aquel trono mirando hacia la mesa de piedra con las ranuras en las que a la perfección encaban las espadas legendarias de los siete caballeros que representaban a la orden de la sierpe dorada pensaba en como le iría a mi sobrino en la misión encomendada.
Apenas hacia siete lunas que fue enviado a través del portal al París de 1800, allí pronto se desataría una guerra para la que no estábamos preparados.

No eramos los únicos viajeros en el tiempo, otros iban a por ese orbe que nunca corrió mayor peligro que en ese momento.
La reliquia de Egipto había sido hallada, ahora solo la esfera de su interior le faltaba y cuando el engranaje cerrara, mas valía que Dios se apiadara de todos nosotros pues el Apocalipsis se desataría sobre una tierra de la que no quedaría ni las raíces.

Esos ineptos pensaban que para justificar la victoria a una guerra que les estaba durando demasiado tiempo podían poner en jaque a la humanidad por completo.
No permitiría que eso sucediera, es por eso que mis manos se aferraban al trono tensas, marcando cada una de las venas.

La puerta se abrió con su característico chirriar, mi mirada se alzó hasta dar con la doncella a la que como aprendiz había tomado apenas hacia un par de semanas, ella era hija de mi gran compañero de armas uno de los siete que recientemente dejo su silla vacía defendiendo aquello en lo que creía.
Sin descendiente varón, la ley dice que el puesto en la mesa se someterá a votación, mas por el cariño que a este me ata, decidí desobedecer a los otros cinco y arriesgarme a entrenar a una doncella.
Es la primera vez que se permite a una mujer blandir la espada, mas me han dado un año para convertirla en la digna sucesora de su padre, y aun consiguinedolo, duras son las pruebas a las que tendrá que someterse.

Cuando la miro me doy cuenta de que quizás he errado, que mi afecto por le padre me ha nublado los ojos por completo, pues he abocado a esa preciosa mujer a una vida caotica, alejada de la posibilidad de ser madre, esposa, ahora he de hacerla sangrar hasta que el rojo de su pelo sea el fuego de su alma.
Ademas mi mirada se enturbia en demasiados momentos cuando entrenamos, admito que me despierta un deseo prohibido, pues jamas podrían dos guerreros de la mesa unirse de modo alguno mas allá de la lealtad y la fe ciega en el otro.
-¿que sucede? -preguntó con la frialdad con la que debo tratarla para interponer la distancia adecuada.

Su voz suena trémula, creo que le impongo, a fin de cuentas, la he visto nacer, crecer alrededor de esa mesa, es joven, inexperta y yo un guerrero con demasiados años a sus espaldas como para ser menospreciado por cualquiera.
Dice que se requiere mi presencia bajo las raíces del milenario árbol que habitan nuestras brujas ciegas.
Algo ha sucedido pues pocas visitas reciben y menos son ellas las que las solicitan.

Me pongo en pie, su mirada me recorre al pasar por su lado, evito rozarla, mas ella cierra la comitiva siguiendo en silencio mis pasos.
Algo me dice que esto tiene que ver con Wesh y su imprudente forma de ser, apreto los puños hasta que solo los nudillos blancos se ven.

Descendemos por los pasillos oscuros del subterráneo castillo, tomó una de las antorchas hasta llegar al final del lúgubre corredor, una puerta circular sellada con runas druidas que se ilumina cuando mi mano se posa en el centro, cierro los ojos al sentir como su fuego inunda mis venas, quema y siento el pecho arder, ese es le precio de incomodar a las que no ven.
Empujo, mis ojos ámbar reflejan el dolor, así como la fuerza con la que logro mover el portón.
Se que tras de mi la dama de fuego tiembla, no se si de miedo o porque ve el sufrimiento escrito en mi rostro, mas en la oscuridad nos adentramos y allí frente a una fuente redonda de bajas aguas oscuras como la noche ellas con sus manso sumergidas nos esperan hambrientas.
-Hablad brujas ¿que es aquello que me tenéis que contar?


Última edición por Caleb Montoya el Vie Jun 09, 2017 2:14 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Caleb Montoya Sáb Jun 10, 2017 2:30 pm

Sus caderas se movían buscando mi contacto, piel con piel nuestros cuerpos danzaban despacio, sintiendo cada movimiento, las oleadas de sensaciones nuevas se sacudían en mi interior, músculos tensos que eran dibujados por sus dedos.
Su boca atajó de nuevo la distancia con la mía, declarándose justa vencedora de este combate, pues rendida, la mía seguía su ritmo y mis jadeos, denotaban que la excitación que su piel me producía solo se asemejaba al fuego rojo de su pelo.

Mi nombre escapo de sus labios cando mi boca la abandono para sucumbir ante sus montañas, mi lenguas ascendió por ellas, hambriento jadeante, con la respiración errática muriendo en sus cumbres, coronadolas con mi lengua, lamiendo sus pezones de arriaba a bajo para calcinarlos después con mi vaho.
-Estoy muy cachondo -aseguré contra la piel de su cuello, deseaba mas que nada en este mundo marcarla, era mi naturaleza y mis dientes apretaron ligeramente su piel, mas aflojé gruñendo de la impotencia, recordando que mañana seria libre y que nada pintaría ahí mi marca.

Cerré los ojos un momento, atesorando en mi cabeza cada curva de su cuerpo, cada gemido que escapaba de sus labios y e modo ronco en el que mi nombre era pronunciado.
Estaba borracho, mucho, quizás por eso me había atrevido a decirle lo dicho, que la quería para mi, no solo con la efimeridad de una noche, si no con un eterno para siempre.

Como si peleara contra mi mismo, gruñí de nuevo, mi boca recorrió su mandíbula, perdiéndose en su oído, mordí el lóbulo de su oreja, mi lengua arrasó su pabellón de la oreja y sobre este humedecido mis palabras sonaron enredadas pero ciertas.
-Me has condenado al elegir al consejo -gemí adentrándome muy dentro, sus piernas alrededor de mi cintura me abrían el camino.

Músculos que se contraían al sentir sus dedos, eran brasas incinerantes en mi cuerpo, la deseaba de un modo enfermizo y aquella noche en la que el alcohol nublaba nuestro juicio le demostré con hechos y con palabras lo que sentía con cada uno de sus suspiros.
Cada vez el ritmo era mas rápido, salia y entraba por completo dándole un placer inusitado, in-imaginado ,convirtiéndola en mujer.
Su cuerpo bajo mi escudo se removía inquieto, su piel me buscaba anhelando a mi cuerpo.
Incapaz de contenerme, sentía como pronto explotaría, el éxtasis me recorría.
Como una corriente que todo lo puede sentí como ella se iba, como su cuerpo se tensaba bajo el mio, duro, excitado, sus paredes oprimieron mi masculinidad apoderándose de ella y tras una embestida mas, me corrí con violencia.
Gruñí contra su boca, mis músculos se contrajeron tensos, para finalmente dejarme caer sobre su cuerpo ladeandome un poco para no aplastarla por completo.

Sus dedos en mi espalda, una caricia muda que no sabia bien lo que significaba, no quería abandonar su cuerpo, no quería no poder volver a tocarla pero el trato era ese, sus sueños estaban claros y esto quedaría en una noche diferente para ambos.
Cerré los ojos sin saber que decir, me sentía un necio porque ninguna de las palabras que ahora quería pronunciar ayudarían en el camino que ella tenia que tomar.

Finalmente salí de ella, me dejé caer al otro lado de la cama, mi mirada turbia se perdió en el techo.
Mi mano se alargó enredándose con la ajena, acaricié su dorso con mis dedos mientras ahora mi mirada la buscaba.
-La noche no ha terminado, aun sigo borracho, ven -pedí para que se acomodara en mi pecho, puede que fuera un espejismo, mas lo disfrutaría hasta que los primeros rayos del sol me trajeran a la realidad mas absoluta, mas dura.
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Mensaje por Eileen Indrisler Dom Jun 11, 2017 11:09 am

Jamás había sentido algo como aquello, todo ese calor que arrasaba con mi cuerpo, todo el placer que me recorría no debía de ser normal, algo que me estaba volviendo loca y que me llevaba al borde de un abismo por el que sentía que iba a caer si no ponía remedio, pero parecía tan tentadora la idea de dejarme caer que lo que hice fue instarlo a que se moviera más rápido, a que no parara de moverse sobre mí. Mis caderas iban a su encuentro, mis labios recorrían sus labios, su rostro, su cuello, todo aquello que estaba a mi alcance para guardarlo a fuego en mi memoria. Mis manos recorrían su pecho, sus brazos, su espalda… notando cada músculo definido, contraerse en cada movimiento que hacía y que a mí me estaba llevando a tocar el cielo con mis dedos… no podía describirlo de otra forma.

Sus labios colmaron cada palmo de mi cuerpo que podía sin dejar de moverse, mis piernas lo acogían y yo misma me movía para notarlo más dentro, gimiendo, jadeando, sin querer despegarme nunca de su cuerpo, deseando que aquella noche fuera infinita para no tener que separarme nunca de él, de su piel, de su cuerpo… Sentí sus labios en mi cuello y ladeé el rostro para darle más acceso notando su aliento cálido impactar contra la zona, pronto sentí su boca que me mordía y gemí aferrándome a sus espalda notando que me mordía, como el lobo que era, como si quisiera marcarme… dios, me encantaría que me marcara como suya para que todos lo supieran, en esos momentos me daba completamente igual quiénes éramos y lo que representábamos… pero no lo hizo, aflojó el agarre y yo no pude decir nada.

Si alguien alguna vez me hubiera explicado lo que se sentía en esos momentos en los que se alcanzaba la cúspide del placer y en la que llegabas al orgasmo no me lo habría podido imaginar por mucho que quisiera. Era algo… arrollador, abrasador que recorría cada poro y cada fibra de mi cuerpo estallando en pequeñas partículas de placer que recorrían todo mi cuerpo. Su nombre salió de mis labios en un gemido cuando alcancé dicho placer, respiración agitada, cuerpo temblando incapaz de hacer otra cosa que dejarme caer sobre la cama mientras él seguía moviéndose hasta que también alcanzó el orgasmo, notando como se iba en mi interior.

Sensación extraña donde las hubiera notando que mi cuerpo ardía mientras el placer iba remitiendo poco a poco notándolo todavía encima de mí, su cuerpo cerniéndose sobre el mío quedando de lado para no dejar todo el peso sobre mi cuerpo, habían unas palabras que incluso en ese estado recordé mientras los dos nos calmábamos ahora que nos habíamos entregado, porque yo había hecho mucho más que entregarle mi virginidad a él. Me había dicho que lo había condenado al elegir al consejo, en realidad, nos había condenado a los al elegir ese camino pero… ¿cómo iba a saber yo lo que realmente pasaba? Si lo hubiera sabido antes no hubiera tomado dicho camino, pero jamás llegué a pensar que podría estar como estaba en esos momentos, o que él pudiera hacerme suya como había pasado todavía notándolo en mí interior.

Cerré los ojos notando que caía a mí lado saliendo de mí y me mordí el labio, quería decirle tantas cosas, quería hacer tantas cosas… que no sabía si sería lo adecuado en ese momento. Su mano pronto buscó la mía, entrelazándose, acariciando mi dorso con su pulgar haciendo que ladeara el rostro y mis ojos se abrieran, brillantes, para contemplarlo. Decía que la noche aún no había terminado y era cierto, tiró de mí y me acercó a su cuerpo de forma que quedé recostada sobre su pecho, mi pelo cayendo por un lado y por mi espalda, mi rostro sobre su pecho y mi brazo rodeando su cintura sintiendo una de sus manos acariciar la piel de mi espalda, mientras la otra seguía entrelazada con la mía. No quería que la noche terminara, quería quedarme en ese momento para siempre y que el sol no saliera nunca.


-Ojalá el sol no salga nunca –dije cerrando los ojos para luego alzar mi mirada a la suya y buscar sus labios con los míos, dejando que estos se rozaran- me gustaría poder ser una hechicera para que este momento fuera eterno y no tuviéramos que salir nunca de aquí –acorté la distancia con sus labios apoderándome de ellos, haciéndome su dueña, saboreando su sabor y disfrutando de esos momentos de noche que noche que teníamos por delante. Lancé un suspiro y escondí mi rostro en su cuello acariciando ahora su pelo con mis dedos enredados en el lugar, luego bajé por su cuello haciendo figuras hasta que la dejé en su pecho notando su piel caliente, como siempre solía estar. Sus palabras de que lo había condenado se sucedían en mi mente una y otra vez, no podía dejar de pensar en ellas y en lo duro que iba a ser cuando sol saliera y comenzara un nuevo día. Las dudas me asaltaban en esos momentos sin saber muy bien lo que debía hacer, pero tampoco quería que pensaran que me rendía para darles la razón al consejo y permitirles que se burlaran como lo habían estado haciendo aquel tiempo- no sé si voy a ser capaz de aguantar y de poder con todo esto –dije contra su piel, dejando un beso en el lugar hasta que subí mi rostro para mirarle- cuando decidí seguir los pasos de mi padre y demostrarle al consejo que era capaz pese a que soy una mujer, en parte, también lo hice… por estar más cerca de ti –mis ojos bajaron a su pecho, avergonzada por decir aquellas palabras que salían de mis labios- siempre te he admirado, desde que era muy pequeña, he crecido viendo como dirigías a la Orden, la forma en la que te comportabas, siempre el hombre predilecto y el modelo a seguir… muchos niños querían ser como tú cuando crecieran –mis dedos crearon figuras por su pecho, como si aquello me ayudara- creo que eres el mejor líder que puede tener la Orden, Caleb –mis ojos subieron para mirarlo de nuevo apoyando la barbilla en su pecho- siempre te he visto con mi padre, la forma en la que os llevabais, se notaba que vuestra amistad iba más allá de lo que la Orden representa para vosotros… he crecido viéndote en casa, cómo jugabas conmigo dejándome ganar como si en algún momento fuera capaz de vencerte… -sonreí de lado ante aquellos recuerdos- siempre me imponías con tu presencia, pero me alegraba mucho cuando venías a casa y no tenías ese ceño tan serio que en algunas reuniones llevabas –porque a veces me había colado en alguna, para reprimenda de mi padre y luego a posterior de él- la niña que te admiraba creció y esa parte de ti nunca murió en mí, aún la sigo teniendo, pero pronto mis… sentimientos cambiaron. Eras mi amor platónico, debo de reconocer que lo fuiste de muchas otras como yo que en plena adolescencia las hormonas nos llevaban locas y por eso íbamos a escondidas a ver como entrenabas –reí entre dientes- no nos puedes echar la culpa de eso –aparté mi pelo a un lado y dejé un beso en su pecho para seguir hablando, ahora que había empezado no tenía sentido parar- cuando crecí siempre pensé que me seguirías viendo como la niña que conociste, jamás contemplé que pudieras mirarme con otros ojos que no fueran de ese cariño que sentías por mí y yo intenté que no notaras lo que sentía por ti. Siempre supe que eras un imposible para mí y sabía que mi camino nos acercaría pero al mismo tiempo nos alejaría por muchos motivos, esto para mí es como un sueño –hice una pausa, mordiéndome el labio- nunca pensé que esto pudiera llegar a pasar y aunque tomar el camino sería difícil siempre pensé que no iba a poder tenerte nunca, y en cierta forma eso me mataba al igual que me alentaba… pero ahora… no sé si voy a ser capaz –apoyé el rostro en su pecho y cerré los ojos, confundida por completo- no quiero que el consejo piense que puede ganar, pero tampoco quiero alejarme de ti… simplemente no puedo hacerlo.
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Mensaje por Caleb Montoya Dom Jun 11, 2017 12:50 pm

Mis dedos se paseaban por su espalda mientras nuestra otra mano quedaba entrelazada, era complicado explicarle aquello que sentía en este momento en el que hubiera matado por que la luna se hiciera dueña eterna del firmamento.
Sus palabras parecían querer lo mismo y yo me pregunté porque no podía ser así aunque el sol saliera, solo tenia que renunciar a ser de los siete, ser mi mujer, compartir conmigo una vida, una familia ¿tan mala era mi propuesta?
Estaba borracho, me daba cuenta de lo egoista que era pero, es que me costaba en este estado no penar en poseerla, no podía pensar que cuando el sol saliera, todo tendría que acabar en nada, que volvería a ser su maestro y ella mi aprendiz.

Alzo los labios para encontrarse con los míos, que la recibieron entreabiertos, dejando que su lengua entrara, que arrasara con la poca cordura que me quedaba, tiré de su cintura pegándola a mi cuerpo, guardando en mi recuerdo ese momento en el que nuestras lenguas seguían acariciándose, suplicando a la otra que nunca saliera el sol.
Susurro contra mis labios esas dudas “no se si voy a ser capaz” su boca templó mi cuello, reguero de besos hasta mi pecho mientras con los dedos dibujaba figuras sobre mi piel.
-Puedes con eso y con mas, no quiero ser el culpable de que dejes a un lado tus sueños, no quiero que un día me mires a los ojos y te des cuenta de que te he atado a una vida que no querías.
Que mires a nuestros hijos y veas sogas con las que te até un día.
Quiero que seas libre Eileen y yo te ayudaré a que te sientes en esa silla que tu padre dejó vacía, no te prometo que va a ser fácil, pero si, que lo haremos juntos.

Su decisión condenaba la mía, yo quería que me eligiera, pero sabia que pedírselo seria un error, el peor, pues quizás lo hiciera, quizás ahora presa de este torrente de sentimientos que nos invadía claudicaría y vería en mis promesas de una vida juntos, amándonos, criando a nuestros hijos frente a la chimenea, algo hermoso, una utopía.
Ella no era como su madre, tenia otro tipo de metas, su espíritu era el de una guerrera, forjada con el acero desde niña y si la amaba como lo hacia, solo darle libertad es lo que merecía.

Me di cunea de que pedirle matrimonio solo seria ponerle unos grilletes de por vida, no estaba hecha para eso, si no para combatir por aquello en lo que creía, por seguir el camino de su padre y no seria yo el que desaprobara sus pasos.
Escuché sus palabras en silencio, sin dejar de recorrer con mis manos cada centímetro de su piel, tratando de hacer un mapa mental de su cuerpo, uno que poder recordar en los momentos de soledad.
-Así que venias con tus amigas a verme entrenar -bromeé con una sonrisa divertida.
La verdad es que  lo sabia, era un lobo percibía sus auras, su olor y a mi llegaban las risas y sus suspiros al verme entrenar, era solo una adolescente por ese entonces y todos habíamos hecho algo parecido con esa edad.

Sonreí por las historias que contaba, como ella lo recordaba y en parte como lo mismo visto desde la mente de un adulto se veía algo distinto.
-Es cierto que cuando iba a tu casa y jugaba contigo, solo eras una niña que me ganaba, que me daba patadas en el estomago mientras yo te hacia volar por los aires hasta que me dejaba caer vencido. El tiempo paso y te fuiste convirtiendo en una mujer, ya no saltabas así sobre mi, te limitabas a sonreírme en ocasiones tímida, y mis ojos empezaron a verte diferente, me atraías, pero merecías un respeto hasta que una noche no pude mas y en una borrachera no muy diferente a la que llevo ahora, le pedí a tu padre la mano de su única hija -confesé.
-Tu padre quería que tu tomaras tu decisión, pero falto antes de poder hablar contigo los dos..así que todo quedo en nada...después tu elegiste el camino que dar a tus pasos y ...bueno ya sabes... y aquí estamos como maestro y aprendiz, al menos así estaremos cuando los primeros rayos de luz entren por el postigo de esta habitación.
-No puedes tenerlo todo, no porque si descubriera el consejo lo que hoy a pasado aquí, alegarían que solo he considerado tu propuesta de seguir los pasos de tu padre porque quería colarme entre tus piernas.
Tu perderías la oportunidad de cumplir tu sueño y mi buen juicio seria cuestionado por los siete.

Dejé escapar el aire pesado contra su boca, besándola nuevamente de forma húmeda, apasionada, pronto el sol nos encontraría y esto seria el final de nuestro beso.
La claridad empezó a apoderarse de la habitación, alcé la sabana en un acto infantil, como si eso algo cambiara. Bajo esta, mi boca atajó mas la distancia, mordí su inferior arrasé con cada resquicio que pudiera quedar de cordura en los dos y con un último beso ahogado, con un nudo en la garganta, me separé de su cuerpo con los ojos ámbar.
La sabana se deslizó por nuestro cuerpo y así, desnudo abandoné nuestro lecho.
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Mensaje por Eileen Indrisler Lun Jun 12, 2017 8:34 am

Era todo como un sueño del cual no quería despertar por ninguna razón ni ningún motivo, me había imaginado aquella misma escena en mi mente miles de veces, me había preguntado millones de veces cómo sería sentir el roce de sus labios sobre los míos, el tacto de su mano en mi piel, su cuerpo pegado contra el mío y después las fantasías que había tenido de lo que había pasado aquella noche, de él haciéndome suya, entregándome a él… aunque era cierto que nada de lo que alguna vez había pensado, soñado o imaginado podía compararse con lo que había sucedido aquella noche. Eso no tenía explicación posible porque… había sido maravilloso, había soñado tantas veces con ese momento que parecía una utopía, parecía que todavía estuviera en uno de esos sueños de los cuales no quería despertar por nada del mundo, aunque la realidad era diferente.

Solo íbamos a tener esa noche, solo esa para recordar lo que había pasado entre los dos y a esas alturas ya ninguno podíamos culpar al alcohol de lo que había pasado, yo precisamente no iba a hacerlo. Y después de lo que nos habíamos dicho sería difícil que alguno de los dos pensara en esa patética excusa. Seguía tumbada sobre él con mi rostro apoyado en su cuello pensando en lo maravilloso que había sido aquel momento, uno que guardaría por siempre en mi mente y en mi recuerdo, que me ayudaría en mis peores momentos, que cambiaría absolutamente todo… una noche donde pude ser suya. Mis palabras salieron de mis labios sin siquiera poder evitarlas, era cierto que yo jamás pensé que él pudiera sentir ese tipo de afecto por mí, siempre pensé que me veía como esa niña que conocía desde el día que había nacido y que había visto crecer.

Escuché sus palabras apoyando la barbilla en su pecho sin poder creer aquello que me estaba diciendo, esas palabras que durante mucho tiempo deseé oír pero que de alguna manera bien sabía que no iba a poder escuchar nunca porque él siempre me quería, pero no pensé que lo hiciera en el mismo sentido en que yo lo hacía. Hablaba sobre una vida los dos juntos, él quería que no me arrepintiera de la decisión que había tomado al ser parte de los siete, que si cambiaba de opinión no quería ser él el culpable de que lo mirara y no viera lo que yo quería, que mirara a nuestros hijos y pensara que de alguna forma me había atado a algo que no quería vivir.

La cuestión es, ¿cómo decirle que esas mismas imágenes que él tenía… yo las había tenido miles de veces? Una vida junto él sería todo lo que siempre hubiera querido, soñado y deseado… miles de veces me torturaba con ese pensamiento de una vida juntos, como una familia, con esa felicidad que compartían mis padres y el cariño que me habían transmitido desde siempre… pero junto a él. Pero es que era impensable, ¿qué me hacía pensar a mí que él, el líder de la Orden, se pudiera fijar en alguien como yo? Nunca vi nada en su mirada, ni en la forma de hablarme… claro que lo escondió igual que yo escondí lo que había ido sintiendo con el paso del tiempo por él.

Relaté lo que yo había vivido a su lado desde que tenía memoria y uso de razón, desde que era una niña pequeña y él venía a casa para jugar conmigo, hasta el día en el que estábamos pasando por esa adolescencia en la que me había llevado de cabeza, con las hormonas alteradas y revolucionadas por un hombre que despertaba pasiones entras las jóvenes que allí vivíamos… no lo culpaba, era tremendamente atractivo y llamaba la atención con esa piel morena y esos ojos que parecían atravesarte el alma. Mis palabras cuando le dije que habíamos ido a espiarle mientras entrenaba pareció que se las tomó con humor y diversión, aunque algo me hacía pensar que con esa condición de lobo que tenía quizás hasta supiera que estábamos allí.


-Algo me dice que tú eso ya lo sabías… -sonreí de lado sonriendo como él, bromeando- pero sí, íbamos a verte entrenar y no podía apartar mis ojos de ti mientras nos escondíamos –besé su pecho y después seguí hablando, él no me interrumpió en ningún momento y luego fue él quien contó lo mismo desde su punto de vista. Enarqué una ceja cuando dijo que cuando crecí ya no saltaba como lo hacía antes- ¿cómo lo iba a hacer con esas hormonas revolucionadas? No quería que pudieras notar todo lo que me intimidabas y… me ponías –reconocí con una leve sonrisa, una que se quedó congelada cuando dijo algo que yo jamás hubiera pensado que pasara entre mi padre y él… ¿le había pedido mí mano? Eso hizo que me quedara quieta sobre él mirándolo con la sorpresa en mis ojos, mi boca se abrió por aquella información que no esperaba para nada, y es más, mi padre lo sabía y le había dicho que yo era quien tenía que tomar una decisión al respecto. ¿Sabría él, quizás, lo que sentía por él? Algo que nunca llegaría a saber pues que jamás se lo iba a poder preguntar… aún seguía sorprendida por sus palabras- ¿ibas a pedirme matrimonio? –Mi mente trabajaba a mil por hora con esa información, iban a hablar conmigo antes de que pasara el asedio de aquella fatídica noche… y luego de eso fue cuando decidí aquel camino tortuoso. Cerré los ojos unos segundos… eso podría haberlo cambiado todo, porque le hubiera dicho que sí sin siquiera pensarlo, y ahora… ahora yo nos había condenado a los dos. Él tenía razón, no podía tenerlo todo y ya había tomado un camino que él me ayudaría a cumplir, porque las relaciones entre los miembros estaban prohibidas y yo no quería que mi decisión le arrastrara a que pudieran cuestionarlo y juzgarlo… no iba a ser por mí por el que se manchara todos aquellos años que tenía como líder.

Me dejé llevar por su beso sabiendo que no faltaba mucho para que saliera el sol y se acabara aquel efímero sueño, en un gesto que me pareció adorable a la par que infantil nos cubrió con la sábana como si quisiera alargar aquel instante algo más de lo que podíamos. Me besó, me besó de una forma que me robó la respiración y que me hizo rodear su nuca para acercarlo más a mí al tiempo que él me acercaba de la cadera para que no hubiera distancia entre nuestros cuerpos. No hubo un resquicio de mi boca que no recorriera y en ese último beso ambos arrasamos con todo sabiendo que iba a ser el último, que la noche que había pedido para los dos terminaba en ese momento. Con un último beso se separó de mi cuerpo que ya lo echó en falta, bajó la sábana y se levantó dejándome en la cama, maldiciéndome por haber escogido aquel camino.

No iba a decirle que de haberme pedido mi mano todo sería diferente en esos momentos, no tendríamos que estar sufriendo aquello porque no iba a cargarle más peso del que ya soportaba, no quería verlo sufrir por mi culpa. Me levanté de la cama y me encaminé al aseo donde cerré la puerta y me apoyé en esta, me mordí el labio con fuerza y cerré los ojos notando que varias lágrimas caían de mis ojos sin poder evitarlo. Estaba… rota, saber que podía tenerlo y que podría tener algo con él pero que era demasiado tarde me rompía, ahora tendría que ser fuerte y no hacer aquello doloroso ni para él… ni para mí. Me acerqué para lavarme la cara y quitar los restos de lágrimas, me di un baño rápido y salí con una toalla envuelta al cuerpo, no sabía si ponerme la ropa para pasar desapercibidos, si ponerme la ropa con la que habíamos llegado… no sabía en esos momentos nada, no podía pensar con bastante claridad en esos momentos.


-¿Cuál es el plan de hoy? ¿Iremos a buscar a Wesh, a los bárbaros…? No podemos acercarnos a la Orden, ¿verdad? –Quería distraerme, necesitaba distraerme para no pensar en lo que había pasado aunque notara sus manos y sus labios por cada rincón de mi cuerpo acariciando mi piel. Debía de recordar que era mi maestro y mi líder, porque ante todo y pese a todo… primero estaba la Orden.
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Mensaje por Caleb Montoya Lun Jun 12, 2017 2:04 pm

Ella al igual que yo se puso en pie, alzándose del lecho, era extrañó, hacia apenas un minuto devoraba sus labios, hambriento, con los ojos aun en ese tono ámbar característico que en mi producía la excitación.
Caminé hacia la vasija que reposaba en la mesa baja mojándome el rostro, el pelo, la nuca, tratando de olvidar y recuperar la compostura. A mis espaldas escuché la puerta del baño cerrarse, era obvio que aunque no quisiéramos admitirlo el ultimo beso nos había devastado a ambos.

Me vestí con una camisola y unos pantalones marrones, ropa típica de París, que distaba mucho de la armadura que solía lucir en combate.
La puerta del baño se abrió, por ella los pasos descalzos de Eileen, mis ojos recorrieron su cuerpo, apenas cubierto por una toalla y de nuevo mi mirada ámbar delató mi deseo.

Aparté la mirada como si fuera un extraño, como si no pudiera sentir aun la presión de sus labios contra los míos o el olor de su piel en cada centímetro de mi tez.
Me relamí atesorando ese beso largo mientras escuchaba de lado su pregunta intentando que no percibiera el desazón que me embargaba en ese momento.
Su decisión me había condenado, ella alcanzaría su sueño, mas yo...¿que haría yo?
-Iremos de nuevo a la taberna, pero lo haremos mas pronto, quizás tengamos suerte y esta noche acudan, en el caso de que no sea así, dices que se alojan en el hostal que hay cerca, nos colaremos en este, buscaremos su cámara y trataremos de descubrir algo mas sobre esa gente.
Antes de atacar hay que saber cuan numeroso es el enemigo y hasta que punto es capaz de morder con sus colmillos.

No sabíamos nada de ellos, ni si eran simples mortales o en sus filas tenían algún sobrenatural, no sabíamos cuantos habían venido a por la reliquia, era absurdo atacar solo a dos de ellos si otros cuatro mas seguían campando a sus anchas mientra nosotros pensábamos erróneamente que el peligro había sido disuelto.
-No es mi idea matar por matar, una vez hayamos estudiado al enemigo, trataremos de disuadir a su líder, siempre ates de una guerra hay que parlamentar, dado el momento de que no entren en razón, de que esos bárbaros me desafíen, juro que protegeré el orbe con mi vida aunque mi acero o mis colmillos tengan que morder sus cuerpos hasta desgarrarlos por dentro y acabar con el ultimo de ellos.

Esperé de espaldas a ella a que se vistiera y una vez lo hizo salimos por la puerta, de nuevo la frialdad se había interpuesto entre nosotros, volvía a ser su maestro y aunque no pudiera olvidar lo que entre nosotros había sucedido aquella noche diferente al resto, tenia que asumir que ese seria el único día que pude tener mi utopía, rozarla con la yema de los dedos para perderla con los primeros rayos del alba.

La taberna estaba concurrida ya a esas horas, mas por lo que veía, esos vikingos aun no habían hecho acto de presencia, tome asiento en el taburete haciéndole una seña a Eileen para que me acompañara.
Mis ojos por un instante se perdieron en sus azules.
Nos quedaremos solo un rato, si no vienen el motel será nuestro destino, quizás averigüemos algo también de Wesh en ese lugar.
A la orden solo nos acercaremos en caso de necesidad.
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Mensaje por Eileen Indrisler Miér Jun 14, 2017 4:47 am

Cuando salí del aseo él ya se había vestido con ropa para pasar desapercibidos así que yo mientras me sentaba de nuevo en la cama con una toalla cubriendo mi cuerpo desnudo hice lo propio, me había dado la espalda para darme algo de privacidad a la hora de cambiarme y no dije nada, ya me había visto desnuda pero entendía que si la noche ya había pasado ahora volvíamos a aquella relación maestro-aprendiz que habíamos tenido durante aquel tiempo… iba a ser algo complicado, si ya antes me costaba disimular ciertas cosas ahora después de la noche que habíamos pasado me iba a costar mucho más, pero tenía que hacerlo tanto por él como por mí para no ponernos las cosas más difíciles de las que ya estaban. Teníamos una misión que cumplir y teníamos que encontrar a Wesh, así como parar a los bárbaros que querían hacerse con el Orbe para que la paz siguiera restaurada durante todo aquel tiempo.

Me vestí sin que ninguno de los dos dijera nada, otra vez volvía a llevar un vestido sencillo como los que llevaban las mujeres de la capital francesa, algo a lo que yo no estaba acostumbrada pues aunque sí era cierto que a veces llevaba vestido en la Orden mayormente vestía con pantalones y los vestidos casi siempre los utilizaba en alguna fiesta que se hacía, pero mis vestidos distaban mucho del que tenía entre mis manos, los míos eran más sencillos, más sueltos y sin ese corsé que tanto oprimía el pecho y que me hacía preguntarme cómo es que podían respirar con el puesto. Era lo único que teníamos así que me lo puse para pasar desapercibida y poder camuflarnos entre la multitud.

Ninguno de los dos dijo demasiado el tiempo que estuvimos en la habitación y hasta lo preferí así, dejando que la frialdad se interpusiera de nuevo entre los dos volviendo a adoptar los roles que debíamos de interpretar. Era difícil, lo era mucho cuando sabía que podía extender la mano cogerlo de la muñeca para dar un tirón y hacerlo a mí, juntando nuestros labios para fundirnos en un beso que necesitaba como el aire que respiraba. Podía notar sus manos cálidas recorrer mi cuerpo allí donde me había tocado, como un recuerdo fantasma que me atormentaba, sus labios recorriendo mi cuello, repasando mi pecho y que recordarlo me hizo morderme el labio.

O sus labios… esos besos que me había dado y por los cuales todavía podía notar su sabor en ellos, lamí mi labio inferior deseando que pudiera de nuevo besarme pero sabiendo que no lo iba a hacer, porque quizás nos condenaría más a los dos y eso no fuera bueno para ninguno. Él era el líder y se suponía que debía de dar ejemplo, y no iba a manchar su reputación aunque nadie estuviera para vernos… aunque me doliera horrores, aunque sintiera que lo único que quería era perderme de nuevo en él, sentirlo, que me besara y que volviera a hacerme suya… no podía. Debía de ser fuerte, por los dos, y reprimir mi deseo por él y las ganas como si estas de verdad no existieran… iba a ser la única forma de poder cumplir con la misión que teníamos.

Escuché sus palabras cuando dijo que debíamos de saber cuántos bárbaros eran y a ver si teníamos algo de suerte al encontrarlos, sino nos colaríamos en el hostal para buscar alguna pista para saber más de ellos, qué sabían y qué dejaban de saber. Lo miré dándome la espalda todavía cuando dijo que no quería matarlos, quería primero dialogar con ellos para ver si se podía llegar a un acuerdo pero que sino… me mordí el labio con fuerza cuando dijo que protegería el Orbe con su vida, era algo que ya sabía, pero verlo iba a ser algo complicado porque ante todo la que debía de protegerlo a él… era yo.

Pronto llegamos a la taberna de nuevo y aunque era bastante temprano parecía que la gente no se cansaba de beber nunca, porque aunque no estaba llena del todo sí que era cierto que había gente allí bebiendo. Quizás con un poco de suerte pudiéramos dar con los bárbaros, sería lo mejor porque podríamos centrarnos en algo y comenzar a tirar del hilo. Se sentó en uno de los taburetes que había en una mesa que estaba libre y fue entonces cuando me dijo que solo nos quedaríamos un rato y que si no acudían iríamos al hostal para buscar información, quizás incluso encontráramos allí a Wesh.

Por un momento su mirada quedó fija en la mía después de haber pasado aquella noche, estábamos cerca sentados él en uno de los lados de la mesa y yo a su lado en el otro, tan solo me bastaba alargar un poco el brazo para rozarlo y tocarlo, mis ojos se centraron en sus labios cuando dijo que a la Orden solo nos acercaríamos únicamente de ser necesario y desvié mi vista hacia otro lado después de haberse quedado en sus labios. Pedimos una jarra cada uno y di un trago de la misma necesitando calmarme, quizás encontrar a Wesh fuera también algo bueno, en parte necesitaba que estuviera con nosotros porque con él me sería más fácil fingir como había hecho siempre, ahora que estábamos los dos me costaba no fijar mi mirada en él, en sus labios, o incluso me costaba no alargar mi brazo para tocar su piel… aquello era una tortura.


-Espero que nuestros amigos sean dados a beber y aparezcan pronto, señor –mi mirada se paseó por el local, ninguno de los presentes destacaba ni por sus modales ni por sus ropajes así que estaba claro que allí no estaban- aunque algo me dice que acabaremos colándonos en el hostal –comenté volviendo a esa relación del principio donde siempre le llamaba señor, Wesh por el contrario muchas veces lo llamaba por su nombre o le decía “tío”, yo debía de seguir el protocolo y mostrarle el respeto que se merecía porque así me habían enseñado que debía ser. Pensar en mi amigo me hizo mirar la jarra unos instantes, ¿se daría él cuenta de algo cuando lo viéramos? Quería verlo y esperaba que estuviera bien y no tuviera ningún problema. Al alzar la mirada hacia la puerta que se habría en ese momento me fijé en las dos personas que entraron en ese momento, una mujer vestida con ropas como de caza que no llevaba vestido, el pelo moreno y sin duda pude ver una daga en su cinto y a saber qué otras armas llevaría. El hombre que la acompañaba era de tez más morena, pero los dos reían y por sus ropas que decantaban con el resto… quizás hubiéramos tenido suerte. Se sentaron a beber unas jarras en una de las mesas y miré a Caleb- Creo que hemos tenido suerte, señor –él también se había percatado de los dos jóvenes que habían entrado, ¿se alojarían en el hostal?- ¿Deberíamos de esperar a que se movieran para seguirlos? Puede que si llevaban varias jarras encima no se den cuenta de que los están siguiendo –dije dando un trago a la jarra que yo llevaba, esa vez, no iba a pasar de una porque ya sabía el resultado y… no quería poder decir nada que nos lo hiciera más difícil de lo que ya estaba de por sí la situación- Quizás nos lleven hacia los demás, si es que los hay, y nos puedan aportar información para empezar a investigar.
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Mensaje por Caleb Montoya Miér Jun 14, 2017 7:24 am

Pedimos un par de jarras mientras nos mirábamos tratando de buscar un tema de conversación que hiciera pasar el tiempo, ALgo banal que no implicara nada sobre lo acontecido esa noche pasada y que ambos recordábamos a cada momento.
No era un necio, sus ojos en mi boca, mi lengua relamiéndose, nuestros cuerpos hablaban todo aquello que nuestros labios silenciaban.

No quería complicarle mas las cosas, había sido demasiado egoísta, si hubiera podido controlarme, jamas hubiera sabido que sentía algo por ella, ahora estaba seguro que había quebrado sin quererlo su camino, uno que ella eligió de forma valiente y voluntaria.
Deje escapar el aire contra mi jarra, todo hubiera podido ser distinto, podría ser mi mujer en este instante y lejos de tener que fingir que no había nada entre nosotros la podría tomar cada noche, amarla y respetarla, la convertiría en la madre de mi descendencia.

La entrada de dos individuos bastante ruidosos  me hizo que mirara por encima del hombro de forma disimulada hacia la puerta.
Una chica morena, con una vestimenta alejada a la parisina se adentraba en la taberna. Bestia pantalones de montar, pieles por el cuerpo. Daba golpes en el antebrazo a un muchacho de tez mas oscura, riéndose ambos por esos gestos que para ellos debían ser muy afectuosos, pues el chico no se los tomaba a mal aunque dejaba claro la falta de feminidad de la mujer.. Sus facciones eran de raza gitana y no norteña, mas su vestimenta era la de un vikingo en toda regla. Aparentaban ser una pareja, habían miradas fijas, cierto tonteo, palmadas en el culo de uno para la otra..claro que esos bárbaros veían el sexo de un modo muy distinto a como yo y los caballeros lo entendíamos.

Eileen miraba a esos dos, habíamos tenido suerte, ahora era el momento de observarlos, tratar de escuchar algo y quizás incluso intentar acercarnos con algún motivo lo suficiente coherente como para sacar la información que necesitábamos, entre ello, quien era su líder.
Si hubiera estado Wesh seria mas fácil, seria aproximadamente de su edad, infiltrarse dado su infernal carácter no le costaría lo mas mínimo.

Los dos jóvenes dejaron algo de caza en la barra, el cocinero cargo con los animales y el posadero les pago el pedido.
Parecía que se llevaban bastante bien, como si hicieran negocios con frecuencia y de ahí sacaran el dinero con el que se mantenían, claro que algo me decía que esos bárbaros no tenían grandes problemas en poder proporcionarse alimento ellos solos en el bosque.

Los dos conversaban en la barra bebiendo de sus jarras, parecían animados, conversar sobre la noche que pasaron el otro día con un tal Ubbe y “la egipcia”
Enarqué una ceja, al parecer tenían aliados en estas tierras que no eran norteños..desde luego no estaban solos pero ¿cuantos de ellos habrían?
-Eileen, tenemos que averiguar información sobre esos, no están solos, ademas tienen apoyos en París, una egipcia, dudo haya muchas de esas en esta ciudad..quizás podamos tirar de ese hilo.

Me puse en pie, con la jarra vacía y me acerqué a la barra para pedir otra, mi mirada los escrutinio de arriba a bajo, iban armados hasta los dientes.
Sin duda eran estos a los que buscábamos, dudaba que en París hubieran mas de estas características.
Fingí tropezar con el muchacho lanzandole la jarra recién servida encima.
Este se giro con el ceño fruncido dispuesto a buscar pelea, mas en ese instante alcé una de las manos relajé el gesto.
-Lo siento, he tropezado.
La sonrisa del chico se ensanchó, no parecía querer pelea por tenerla, se limpió como pudo mientras la otra joven reía acercándose a él para ayudarle.
-No pasa nada -aseguró apartando de mi la mirada para centrarla en su acompañante que se reía de él con ganas.

Volví a la mesa con otra jarra llena.
-Este parece bastante razonable, puede que sea el líder o al menos eso espero si queremos que el parlamento tenga éxito. La chica se ve mas impulsiva, menos racional y sin duda hay mas..
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Mensaje por Eileen Indrisler Jue Jun 15, 2017 12:14 pm

Parecía que habíamos tenido algo de suerte porque al rato de estar allí dos jóvenes que podrían casar con la descripción que buscábamos entraron por la puerta de la taberna, justo en el momento más adecuado porque se me estaba haciendo insoportable tenerlo tan cerca de mí y no poder hacer absolutamente nada de lo que deseaba con él en ese momento. Mis ojos fijos en sus labios, la forma en la que este pasaba su lengua por ellos, mis dientes mordiendo mi labia para contenerme, la forma en la que parecíamos buscarnos pero nuestra mente nos decía que no debíamos de hacerlo… era una tortura, una cruel tortura tenerlo a mí lado, poder estirar el brazo y ni siquiera poder rozarlo. Pagué esa frustración que llevaba encima bebiendo de la jarra que tenía delante, no quería beber demasiado porque ya sabía el resultado pero… era o eso, o volverme loca.

Para mi suerte entraron por la puerta y nos dieron algo que centrarnos en esos momentos, ahora teníamos localizados a dos objetivos porque dudaba que hubiera muchos bárbaros en esos momentos en la ciudad francesa. Intentamos escuchar todo lo que pudimos sobre lo que hablaban, oímos exactamente lo mismo, al parecer habían dos más como ellos y eso ya les hacía ser cuatro, contra tres que éramos nosotros cuando Wesh no hubiera dado señales por ningún lado. Miré a Caleb cuando dijo que debíamos de averiguar más información sobre los dos que habían nombrado, el primero iba a ser más difícil dado que solamente saber un nombre daba muy pocas pistas, pero si la segunda, esa “egipcia” era de verdad una y no era ningún mote… ¿cuántas habrían en París? Muy pocas.


-Creo que es más fácil intentar encontrar a la egipcia que al otro, si de verdad es de esa etnia y no es un mote que le han puesto por algún motivo no creo que sea muy difícil de encontrar. Ella nos llevará hasta el otro –o al menos era lo que quería creer y pensar, un hilo para tirar de otro hilo, que a su vez nos llevaría a más hilos… las cosas iban así para sacar información, tirar de muchos hilos. No me dejó tiempo a decir mucho más, porque antes siquiera de decirme qué era lo que iba a hacer se levantó de la mesa, mis ojos lo observaron de forma fija- ¿A dónde vas? –Pregunté en un tono bajo, olvidándome el “señor” por completo al imaginarme qué era lo que iba a hacer, y no gustándome en absoluto. Tenía su jarra vacía y se acercaba a la barra, que era donde estaban esos dos, para pedir otra de nuevo.

Con esa distancia tan cerca como si de verdad fuera otro cliente más podría escuchar mientras le llenaban la jarra, mis ojos se fijaron entonces en la pareja que hablaba y que eran nuestros objetivos. Vi la forma en la que tenían de mirarse, la forma en la que despreocupados reían, los azotes que él le daba a ella… eso me hizo enarcar una ceja, sus costumbres distaban mucho de las nuestras que eran más… refinadas, por decirlo de alguna manera. Había mucha complicidad entre ellos y llegué a preguntarme si serían pareja, ¿por qué no? Parecían que no eran familiares y que serían amigos… me hizo soltar un suspiro, me gustaría poder estar como estaban ellos dos con Caleb, pero no sería ni lo mejor ni lo correcto porque debíamos de mantener las distancias el uno con el otro, todo lo que pudiéramos antes de que las cosas fueran a peor… y ya no pudiera aguantarlo más.

Me fijé en cómo una vez con la jarra llena se giró y se tropezó “accidentalmente” contra el joven, a quien le cayó el contenido de la jarra y se giró para mirar a Caleb. Me tensé en ese momento en donde estaba y mi mano, por instinto, se fue hacia el cinturón que siempre llevaba y donde guardaba mi espada… para darme cuenta de que iba completamente desarmada, y fruncí el ceño apretando la mandíbula observando la escena, dispuesta a levantarme si las cosas no iban bien. Caleb levantó su mano en señal de disculpa y pareció que el joven las aceptaba porque le sonrió como si no pasara nada, su compañera se rió de él y los dos volvieron a sus quehaceres mientras él volvía a la mesa donde yo estaba.

Lo miré de forma fija mientras él dejaba la jarra llena de nuevo y me contaba que le parecía el más razonable de los dos, que la otra parecía que sería más complicada pero que si teníamos que hablar con alguien, sin duda alguna, sería con él. Me mordí el labio con fuerza sin apartar mi mirada de la suya, ahora en esos momentos era cuando intentaba calmarme porque, ¿y si no hubiera sido alguien razonable? ¿Y si no hubiera pasado nada? No habría podido defenderlo, y eso me enervaba sobremanera porque no habría podido hacer nada, ellos iban armados hasta los dientes y nosotros no llevábamos ni una mísera daga.


-¿Por qué has hecho eso? –Se notaba, de lejos, cuando hablaba con tono formal como su aprendiz, a cuando hablaba como Eileen. En esos momentos hablaba como Eileen sin duda alguna, no me había gustado lo que había hecho y mi ceño fruncido era más que obvio- ¿Y si no hubiera sido alguien razonable? No habría podido protegerte porque vamos desarmados –en esos momentos no pensaba con claridad, se me olvidaba por completo que él era capaz de valérselas por sí mismo, no por nada era el líder pero… si algo le pasaba, y algo le pasaba estando yo cerca sin poder hacer nada… cerré una de mis manos en un puño y quise dar un golpe en la mesa, pero no hice nada porque no quería llamar la atención- no vuelvas a hacerlo –me estaba pasando, y lo sabía. Debía de recordar quién era quién, que él mandaba y yo obedecía, y que podía decirle cosas pero que lo que no podía hacer era mandar sobre él… eso nunca debería de hacerlo. Relajé mi gesto cuando me di cuenta de que me estaba pasando, de que debía de comportarme y ser solamente su aprendiz, dejar todo de lado- lo siento… -dije volviendo a abrir mi mano otra vez, dejándola sobre la mesa pero sin apartar mi mirada de la suya- solo que… avísame la próxima vez –dije poniendo, de forma inconsciente, mi mano en su brazo. Su tacto estaba cálido, como de costumbre, mis dedos se dieron el lujo de tocar su piel con las yemas sin apartar de él la mirada y finalmente me obligué a apartar la mano a regañadientes con un debate interno- Deberíamos de buscar información sobre esa egipcia, intentar encontrarla. París es grande pero dudo que hayan muchas egipcias, ¿crees que les estará ayudando a encontrar…? –Me callé porque era obvio lo que era- quizás si damos con Wesh él tenga más información –di un trago a la jarra y miré a los dos bárbaros- ¿Cuál es el plan entonces? ¿Seguirlos para ver dónde nos llevan, esperar a que vengan más, buscar por nuestra cuenta…?
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Mensaje por Caleb Montoya Jue Jun 15, 2017 1:28 pm

Enarqué una ceja sin acabar de entender bien la pregunta que me estaba haciendo ¿por que había hecho que?
¿lanzarle la jarra? ¿no era evidente? Necesitaba saber la templanza de ese hombre y dado que no lo conocía de nada no se me ocurrió mejor modo de descubrirla.
Aparentemente era un tipo rudo, armado y carente de modales, pero después, pese a que su primera reacción fue la de responder al ataque, al disculparme, se limitó a sonreír como si nada hubiera pasado y volver a sus cosas..lo que implicaba cierta templanza en sus actos.

Ladeé la sonrisa sin apartar mis pardos de sus océanos, era increíble lo que me estaba diciendo y aunque en otro momento quizás me hubiera cabreado con el aprendiz que hubiera osado cuestionar mis modos, en este instante leía preocupación en sus ojos y me gusto.
-no soy un niño Eileen, puede que creas que he sido irracional e impulsivo y no negaré que en ocasiones lo soy -me relamí los labios pensando en la noche anterior- pero...en esta ocasión no ha sido así, se las armas que llevaban, el muchacho armas blancas, podía ocuparme a la perfección si las sacaba, aunque lo  que me esperaba era un puñetazo y no olvides que soy un licantropo...

Vi como cerraba el puño, podía notar su agitada respiración y ese corazón indómito rugir en su pecho.
“no lo vuelvas a hacer”
Negué con la cabeza hundiendo mi mirada en ella.
- Eileen, eso solo puede pedírmelo mi mujer y ni a ella le haría caso -aseguré – es mi trabajo cuidar de que el orbe no caiga en malas manos, es mi responsabilidad y aunque ponga mi vida en juego, eso es exactamente lo que haré.

Esta vez se disculpó, pensativa aflojo su mano alzándola para tocar mi brazo, una corriente me electrocuto, las imágenes de la noche se sucedieron en mi mente y por un momento hubiera atajado la distancia que nos separaba para devorarla.
Como respuesta a su petición, una sonrisa ladeada, no estaba acostumbrado a dar explicaciones, mas bien a lo contrario..a dar ordenes.
-Por esta noche creo que seria conveniente seguir les a ver a donde nos llevan... mañana podemos durante el día buscar algo de información sobre una egipcia en esta ciudad, puede que sea el mote..pero si porta ese mote, quizás alguien mas la conozca por él y nos de su paradero.

Esos dos seguían bebiendo, riéndose, la intimidad que había entre ellos era palpable, claro que con los bárbaros nunca se sabe, quizás solo fuera una compañera de lucha con la que se acuesta él y media docena...los norteños eran así.
Por lo contrario nosotros eramos bastante mas honorables, protegíamos a nuestras mujeres, las cuidábamos y las convertíamos en las únicas, siempre las respetábamos.
-Encontrar a Wesh seria de gran ayuda, porque es de la misma edad e infiltrarlo nos daría mucha información.
Enarqué una ceja antes de que se le ocurriera decir lo que estaba pensando.
-no, tu no puedes infiltrarte, es mas, si uno de esos bárbaros te azotara en el culo, se quedaría sin mano, sin dientes y seguramente sin cabeza, así que... si no me quieres ver hacer ninguna tontería, estate quita a mi lado.

Esta vez era yo el que se había alterado, cerré un instante los ojos y di un trago, joder, me resultaba imposible imaginar que otro osara tocarla porque yo la sentía mía y no era ni cierto, ni justo..pero...lo hacia.
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Mensaje por Eileen Indrisler Vie Jun 16, 2017 7:35 am

Su rostro demostraba que no entendía exactamente por qué le había hecho aquella pregunta, sus ojos seguían fijos en los míos como si me pidiera que le diera algo para que supiera el porqué de mis palabras, claro que estas salieron de mis labios para hacerle ver que no quería que volviera a hacerlo, que había sido sumamente peligroso y que no me hubiera perdonado que algo pasara estando yo cerca y lo peor de todo; desarmada. Sabía quién era, sabía cómo era en el cuerpo a cuerpo, manejando espadas… lo había visto durante toda mi vida, había entrenado con él… sabía que era bueno, también sabía que su condición de licántropo le ayudaría a soportar más los golpes pero… eso no evitaba que me preocupara por él.

Y ya no solo por el hecho de que si le pasara algo estando a mi lado, las consecuencias que podrían traer para la Orden y para mí, serían nefastas… sino más bien porque no iba a soportar que le hirieran estando yo cerca y no haber podido ayudarle. Ya no solo porque era mí líder, sino porque nunca me lo perdonaría si le pasaba algo. Su sonrisa ladeaba mostraba que sabía a lo que me refería y que quizás hasta le parecía increíble lo que salía de mí boca, otro en mi situación se habría ganado una buena reprimenda por su parte al insinuar tal cosa, otro quizás se habría callado… pero ahí ya no estaba hablando como su aprendiz, sino como Eileen.

Claro que no se quedó callado alegando que no era un niño, cosa que ya sabía, y que aunque hubiera parecido que lo hiciera como un impulso irracional e impulsivo no había sido así. Mis ojos se fijaron en cómo su lengua labio sus labios sin poder evitar bajarlos hacia aquel gesto, mordiéndome el labio en respuesta para subir de nuevo a sus ojos e intentar centrarme- decía que sabía las armas que llevaban, que hubiera podido pararlas y que más bien se esperaba un puñetazo por su parte que otra cosa. Pero había descubierto que era razonable, al menos más que la otra joven, y sabía que encontraría o formaría un plan por esa base.

La frase que me remató aunque quizás él no lo supiera, fue cuando dijo que solo su mujer podría pedirle que no volviera a hacerlo, y que incluso así, no le haría caso. Me removí por un momento inquieta en el sitio ante sus palabras recordándome quién era él y quién era yo, ¿cómo me había atrevido a decirle algo así? ¿Quién era yo como para pedirle ese tipo de cosas? Me volví a morder el labio con fuerza y cuando terminó de hablar con sus ojos puestos en los míos los agaché, miré hacia la jarra intentando relajarme, intentando controlarme sin que notara el golpe de efecto que había hecho con esa frase… me había incluso hasta sentado mal.

Pero, ¿qué esperaba? ¿Decirle al líder que no hiciera algo como si tuviera poder sobre él? No era nada para él, no en términos que pudiera hacer ese tipo de cosas para que no volviera a hacerlo. “Mi mujer”, esas palabras resonaron en mi cabeza haciendo que mi vista se perdiera en la cerveza que había en la jarra como si fuera lo más interesante que pudiera haber en aquel lugar. No Eileen, tienes que reponerte y seguir adelante, no podía pensar en que yo podría ser su mujer, que podría decirle aquello esperando que me hiciera caso… solo por mí. Lancé un suspiro, mi mano fue a su brazo en mitad de una disculpa que salió de mis labios notando su piel cálida bajo la yema de mis dedos y finalmente aparté la mano.


-No quiero que pongas tú vida en juego… -mis ojos subieron a los suyos tras mis palabras dichas más como en un susurro que para que alguien pudiera oírme- te necesitan –yo te necesito, era lo que me hubiera gustado decir a continuación- sólo… avísame cuando vayas a hacer algo como eso para estar preparada –cogí la jarra y di un trago de nuevo, ¿qué narices había dicho? Debía de empezar a trazar la línea de nuevo, esa vez de forma más clara y contundente, porque constantemente la estaba traspasando y me estaba dejando llevar, mis palabras no deberían de ser esas y lo sabía, hablaba más como Eileen que como su aprendiz… y eso era tratado como insubordinación directamente, y eso tenía un castigo. Escuché sus palabras de que Wesh nos ayudaría si se infiltraba en sus filas, mis ojos fueron hacia los bárbaros y antes siquiera de poder abrir la boca pareció que él sabía lo que estaba pensando y se negó, es más, alegó que si alguno de ellos se atrevía a azotarme el culo se quedaría sin manos, sin dientes y sin cabeza… saliendo el lobo que llevaba en su interior. Lo miré de forma fija, ahí él no estaba hablando como el líder, sino como Caleb y en cierta manera… me gustó. Mis ojos se fijaron en los suyos hasta que cerró los ojos, como si se intentara calmar, dando un trago a la jarra. Me acerqué a él, para que pudiera escucharme bien- si alguno de esos osara tocarme más de lo necesario, o darme un azote… yo misma le partiría la mano –y él bien sabía que podría hacerlo, estaba entrenada y preparada para ello. Acorté la distancia para mirarlo de forma más fija, mis manos querían acortar la distancia y tocarlo, pegar mi cuerpo al suyo, atraer su rostro y besarlo. Lamí mis labios ante la necesidad que sentía para luego morderlo sin quitar la mirada de la suya- No ha sido una orden –no lo pregunté, lo sabía perfectamente- ordéname que no lo haga, y solo entonces, no lo haré. Me quedaré aquí quieta –aunque a su lado la palabra “quieta” sonaba a algo que sería difícil de hacer- sino Wesh no está aquí y podría infiltrarme de alguna forma –poco le bastó para mirarme de forma fija y seria, pero que me lo ordenara… y así lo hizo. Me quedé clavada en el asiento quedando cerca de él, era una tortura estar tan cerca de él y no poder hacer absolutamente nada al respecto. Di un trago a la jarra cuando me fijé en que los bárbaros se movían y fijé mis ojos en los de él- los objetivos se mueven, ¿vamos, señor? –Debía de poner distancias de nuevo, me estaba pasando más de lo debido y necesario y en cualquier momento me iba a dar una buena demostración de por qué él era el líder y yo solo su aprendiz. Quizás hasta lo buscaba, quizás así me quedara más claro los papeles de cada uno y se me quitara de la cabeza la noche que habíamos pasado… los bárbaros salieron por la puerta de la taberna y yo lo miré de forma fija esperando sus órdenes, sin moverme, quieta como había dicho. “Te estás pasando, Eileen” Sí, me estaba pasando… lo sabía. No dijo mucho al respecto, se levantó y los seguimos a una distancia bastante prudente, ellos reían, se divertían, se miraban y los azotes iban y venían… y me dieron envidia. Decían algo sobre una competición, un desafío y por lo que pudimos oír de ir a comenzar una búsqueda y a ver si divididos podrían encontrar alguna pista… mis ojos se fijaron en Caleb, estaba claro que los otros dos también estaban metidos en esto- creo que sería mejor empezar a buscar a la egipcia, si les están ayudando quizás podamos averiguar algo a través de ella.
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Mensaje por Caleb Montoya Vie Jun 16, 2017 4:20 pm

Enarqué una ceja, al parecer alguna de mis palabras la había molestado, el carácter impetuoso de su padre salia a la luz pero con el desparpajo de su madre, la única en su sano juicio que habia osado desafiarme.
Negué cuando alegó que ella misma les arrancaría las manos si eso sucediera, era consciente de que sabia defenderse, pero ¿y? Ellos eran mas y Eileen solo estaba empezando en este mundo, por eso se le llamaba aprendiz.
Ademas no soportaría que otro la tocara, esa era la verdad, la quería para mi y no podía tenerla porque su decisión nos había condenado a los dos.
Gruñí por lo bajo mascullando mis propios pensamientos cuando llegó su siguiente reto.

Guardé silencio, me pedía que le ordenara que no lo hiciera, pero ¿que no me había escuchado antes?
-Es una orden repetí hundiendo mis pardos en sus océanos salvajes.
Seguía retándome, como si esperara encontrar mas reacciones de esas en mi, como si necesitara reafirmar que estaba celoso.

Los bárbaros interrumpieron nuestra discursion ,se movían y ahora la pequeña Eileen me preguntaba si podía moverse, de nuevo con un desafió velado en sus palabras, negué sin darle una respuesta y me puse en pie para seguirlos de cerca.
-No juegues a esto Eileen, tienes mucho que perder y poco que ganar -le aconsejé imponiendo mi autoridad.
Si bien era cierto que la noche anterior habíamos yacido juntos, igual de cierto era que eso no la había hecho replantearse su futuro, fui todo lo claro que pude con ella, sobre la mesa le deje caer que de no tomar esta senda seria mi mujer y aun así, ella seguía dando pasos en la dirección que su padre tomo hace tiempo, quería ser un miembro del consejo aunque eso..acabara con lo nuestro.

Escuché aquello que decían los bárbaros, al parecer habían mas y se habían dividido para buscar la reliquia, si ellos eran un grupo de dos, imaginaba que igual de numerosos seria el resto, mas ¿cuantos grupos abrían?

La sugerencia de Eileen era la mas acertada, al menos sabíamos que había mas de uno, la taberna que frecuentaban y como no, el hostal donde se alojaban. Seria buena idea buscar a esa egipcia, quizás fuera el enlace que los trajo aquí y teniendo en cuneta que la otra parte de la reliquia se encontraba en Egipto no me descuadraba en absoluto que hubieran contado con una mujer que conociera la ciudad, sus costumbres y sus gentes.
-el museo -sentencié -si alguien es conocedora de las reliquias de una ciudad, es muy factible que o trabaje en el museo o colaboré en ocasiones con este.
Mañana cuando abrá sus puertas lo visitaremos, si hay suerte será tan fácil como seguir a esa mujer hasta su hogar, colarnos en él y preguntarle educadamente que sabe.
Ladeé la sonrisa porque sobradamente sabia que no iba a ser tan fácil..pero...al menos teníamos un plan.
-Volvamos al hotel -ordené

Iba a ser raro no poder tocarla, me sentía frustrado porque nada me apetecía mas en este momento que volver a enredarme entre sus piernas, pero..ella y no yo, había puesto punto y final a un “nosotros” que hubiera podido ser y aunque no lo decía, eso me cabreaba.
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Mensaje por Eileen Indrisler Sáb Jun 17, 2017 9:25 am

Sabía que me estaba pasando, sabía que no debería de provocarlo de esa manera, de desafiarlo porque sin duda alguna él era el líder y yo debía de acatar sus órdenes, cuando cruzamos aquel portal las cosas estaban bastantes claras y así deberían de seguir siendo. Teníamos que centrarnos en la misión que nos había llevado hacia atrás en el tiempo y no pensar en nada más, el orbe corría peligro de ser encontrado y nuestra misión era que siguiera de esa forma, que los bárbaros no pudieran encontrarlo para que no desataran y desequilibraran una paz que durante años había perdurado.

Ellos se movían y nosotros teníamos que ponernos en marcha, sin embargo, lo desafié de nuevo ya que me había dicho, más bien ordenado, que me quedara quieta donde estaba y salvo que él me dijera lo contrario quieta me iba a quedar. Se levantó sin dejar de mirar de forma fija, sabiendo el desafío que iba implícito en mis palabras y fue cuando me dijo que lo dejara, que tenía poco que ganar y mucho que perder pero… ¿no lo había perdido ya casi todo? ¿No se había resumido todo últimamente a perder? Quizás es que si quería perder del todo, quizás es que sí que necesitaba perderlo todo para volver a levantarme del suelo, resurgir de las cenizas que quedaran y cambiar la forma que tenía de ver las cosas.

No hice comentario alguno y me levanté para seguirle caminando junto a él a una distancia prudente de los bárbaros que sin pensar que les seguían andaban por las calles de parís, ajenos a nosotros dos que los teníamos vigilados. Ni siquiera se cortaban en el hecho de hablar sobre aquello, claro que, ¿cuánta gente podría pensar que buscaban algo que podría acabar con el equilibrio que había en el mundo? Nadie, prácticamente. Solo nosotros y Wesh sabíamos lo que habíamos ido a hacer allí, y ellos sin quererlo nos estaban dando más pistas de las que quisieran.

Al parecer la egipcia y el otro hombre formaban equipos con ellos, se habían dividido para buscar pistas que sin duda alguna sabía que iban entorno al orbe, así que lo mejor era empezar a buscar a aquella egipcia, si era de esa etnia dudaba que en París hubieran muchas egipcias y podríamos reducir la cota bastante, nos llevaría a otro hilo que tirar y así podríamos seguir buscando información. También quería encontrar a Wesh, sabía que se podía cuidar de sobra pero quería ver que todo le iba bien, necesitaba también que estuviera presente para así no tomarme ciertas libertades con Caleb.

Le transmití mis pensamientos porque pese a todo era el líder y él era quien daba los pasos a seguir, teníamos una egipcia que buscar y si no encontrábamos nada sabíamos la taberna que frecuentaban y dónde se hospedaban, siempre podíamos volver al lugar de origen y seguir buscando pistas. Lo miré cuando dijo lo del museo, la verdad es que no era una idea del todo descabellada porque si conocía de la reliquia, quizás es que trabajara allí o frecuentara el lugar, o colaborara… podríamos sacar provecho de ello y esperaba que pudiéramos encontrarla en el museo. Si la reliquia, la otra parte, estaba escondida en Egipto era lógico que hubieran contactado con alguien que supiera de sus calles, su ciudad, su cultura… yo habría hecho exactamente lo mismo.

Lo miré durante unos segundos, ambos sabíamos que no iba a ser nada fácil aunque fuera una mujer, nada sabíamos de ella o de si estaba sola o no, pero aquella misión no iba a ser para nada fácil y quizás no pudiéramos hablar con calma como Caleb decía… pero si había que luchar estábamos preparados. Asentí con la cabeza sin decir demasiado cuando ordenó volver al hotel, la verdad es que habíamos sacado información de sobra y había sido un día productivo, con las primeras luces del alba nos iríamos al museo para buscar información y cualquier pista que pudiéramos tener sobre la egipcia.

Ninguno de los dos dijo mucho por el camino, la verdad es que nos quedamos bastante callados sin decir nada, ¿qué podíamos decir? Todo al parecer ya estaba dicho y yo con el camino que había tomado nos había condenado a los dos en realidad. Me frustraba, de haber sido las cosas diferentes ahora aunque no estuviera aquí porque no podría ser de la orden, si podría tener a aquel hombre como mío, tomarlo cuantas veces quisiera sin que nadie me dijera nada, besarlo, abrazarlo… ahora tenía que torturarme con su cercanía… algo a lo que a decir verdad estaba acostumbrada toda la vida.

Cuando llegamos al hotel y entramos en la habitación mi mirada se desvió a aquella cama que nos había acogido por la noche, en la que habíamos yacido juntos, en la que me había entregado a él y me había hecho suya… era doloroso observarla y saber que esa noche aunque íbamos a dormir en el mismo sitio mantendríamos unas distancias que por la noche habían quedado reducidas a la nada. Me metí al aseo sin siquiera decir nada cerrando la puerta tras entrar y me mojé la cara y la nuca. Tenía que controlarme, pero se me hacía muy difícil estar en esa situación cuando sabía que podríamos estar de una forma muy diferente… no podía, no podía estar en esa habitación sin que los recuerdos me asaltaran, sin que sintiera que me derrumbaba cada vez que me acordaba, cada vez que sentía sus manos en mí piel o su boca sobre la mía. Salí con la firme idea de mantener distancias, necesitando un poco de aire para calmarme antes de volver a entrar de nuevo a la habitación.


-Necesito ir a por unas cosas –dije sin entrar demasiado en detalle- ¿quieres que te traiga algo? –Pregunté mirándolo por unos breves segundos, esperando su respuesta por si quería algo ahora que iba a salir, y en cuanto la tuve sin esperar que dijera nada más salí por aquella puerta, caminando por el pasillo poniendo distancia con esa habitación hasta que finalmente salí a la calle, tomando aire, respirando de forma rápida. Llevé una mano a mi pecho notando mi corazón latir con fuerza mientras buscaba algo de aire y un sitio donde poder respirar tranquila lejos de las miradas de la gente, justo al lado de aquel hotel había un pequeño parque donde sin duda alguna me acerqué para sentarme a solas en uno de los bancos que había, mis ojos se alzaron para ver la luna y suspiré con fuerza. Aunque me engañara a mí misma sabía que la noche pasada no iba a ser la única vez que quisiera estar con el lobo, podría mentirme diciendo que con una sola vez bastaría, que sería suficiente y que al menos siempre me quedaría el recuerdo… pero era mentira. Menos después de saber lo que sabía, sentía que aunque antes mis principios y convicciones estaban bastante claros, ahora estos se desmoronaban lentamente… y yo me daba cuenta de ellos. Que mi voluntad pese a que siempre había sido férrea y fuerte, ahora era como un castillo que se derrumbaba piedra a piedra reduciendo sus cimientos. Necesitaba poner distancia y pensar con claridad las cosas, darme cuenta de que tenía que aceptar la triste y dura realidad… pero era imposible hacerlo en aquella habitación y en aquella cama, no iba a poder aguantarlo. Antes que veía mi camino de forma firme y segura, ahora lo notaba como muchas piedras en el camino, con muchos baches… y tenía que encontrar la forma de no hacer aquella más difícil para ninguno de los dos, pero no podía evitar pensar que nos había condenado, y eso me mataba por dentro.
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Mensaje por Caleb Montoya Sáb Jun 17, 2017 1:32 pm

Llegamos al hotel en un perturbador silencio, era complicada la situación que manejábamos pues habíamos pasado de ser maestro y aprendiz a otra cosa complicada.
Una noche, eso fue lo que nos prometimos en esa misma habitación, sobre ese lecho que aun olía a nuestros cuerpos enredados y ahora, estábamos allí, como dos entes, recordando las navidades pasadas con frustración, con añoranza.

Eileen se fue al baño, decía necesitar algo pero no la escuché, mi mirada seguía perdida en cada rincón de esa habitación.
No tardó en salir con la nuca mojada, mis ojos se deslizaron acariciando su piel como las mismas gotas de agua, esas que tenían un derecho que a mi me había sido sesgado.

Me preguntó si quería algo, hubiera contestado a ti, pero eso era algo que en el fondo ella tenia claro, esta situación no la había creado yo.
Saqué todos mis ases de la manga, fui claro, si olvidaba el sendero de la guerra podríamos tomar uno distinto, uno que nos permitiera estar juntos, pero su determinación era clara, su decisión estaba tomada y sin esperar respuesta se fue con una par de zancadas y cerrando tras ella la puerta.

Camine hacia la chimenea prendiendo una lumbre en ella, negué molesto ante la evidencia, podía fingir estar ciego, pero veía claramente que yo no era suficiente para ella.
El mueble bar mi amigo, la botella de ron mi confidente y el culo de esta la única meta prudente.
Tomé asiento frente a la chimenea en un mullido sofá de un cuero, los brazos en le respaldo y poco a poco el liquido fue consumiéndome por completo hasta que el sopor se adueño de mi y en esa posición quedé dormido.

No se exactamente las horas que pasaron ,solo que los primeros rayos del alba se adueñaban de los postigos de la habitación, entrecerré los ojos ligeramente fruto de la resaca y me puse después en pie para poder ponernos en marcha.
Eileen dormía placida sobre el lecho, ladeé la sonrisa contemplándola, era preciosa.
-Vamos arriba -susurré moviendo ligeramente su cuerpo para que se alzara del lecho -el museo ¿recuerdas?

Me metí en el baño para darle intimidad, llené la tina y me sumergí en ella tratando de olvidar. Al rato me seque, enrollé una toalla a mi cintura y salí a por algo de ropa cómoda.
Eileen ya estaba vestida, así que hice lo mismo y así, salimos en sepulcral silencio por la puerta.
-Podemos hacernos pasar por alguien que tenga unos papiros para descifrar, unas reliquias que nos gustaría clasificaran para el museo de otra ciudad y pedir conversar con al egiptologa para que nos diera su visto bueno y confirmación de que esos objetos son verdaderos y no replicas burdas.
Con suerte nos darán al menos cita con ella y cualquier detalle puede sernos de utilidad, si confirmamos que es ella, al final del día la seguiremos hasta su hogar, allí le haremos unas preguntas bien distintas.
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Mensaje por Eileen Indrisler Dom Jun 18, 2017 7:26 am

No supe cuánto tiempo pasó desde que había salido de la habitación como si allí me ahogara, hasta que finalmente tomé la decisión de volver. No iba a poder estar toda la noche en aquel parque y por mucho que estuviera no iba a cambiar nada, no iba a solucionar nada aquella situación, debía de afrontar las consecuencias de lo que yo misma había creado, de lo que yo había elegido. Claro que, en mi defensa, debía de decir que yo no sabía nada de lo que él pensaba, que siempre vi que para él sería esa niña que conoció toda su vida y que jamás podría verme con otros ojos… de yo saber antes de presentar mis sentimientos al consejo no habría echo aquello, me habría callado y habría elegido pasar una vida junto a él. La decisión que tomé fuer porque era algo que debía de hacer, y en parte porque así también sabía que quizás con el tiempo pudiera matar lo que sentía por él al ser, prácticamente, un imposible si entraba en el consejo. Debería de ver como se casaba, como formaba una familia, como amaba a otra… a otra que no iba a ser yo, y aunque eso me mataría sin duda quizás sería lo que necesitara.

Pero ahora al parecer no solo me había condenado a mí, sino que a él también, ¿cómo podía soportar aquel peso? No lo hacía, no podía hacerlo del todo. Una cosa era pensar que jamás podría estar con él, soñar y fantasear con el toque de sus manos, sus labios por mi cuerpo, besándome, haciéndome suya… y otra muy diferente era saber que lo había tenido por una única noche en toda mi vida y que jamás era algo que iba a poder sentir de nuevo. Aquello me carcomía y me mataba por dentro, pero lo hacía más al saber también de sus sentimientos y eso era algo contra lo que no podía aguantar… me mataba, y ahora llegar a esa habitación donde habíamos pasado aquella noche, iba a ser realmente como matarme lentamente.

Regresé abriendo la puerta despacio para no hacer mucho ruido por si estuviera durmiendo, cerré y me adentré encontrándome con la imagen de él en el sofá sentado aferrando una botella de alcohol que ya estaba casi vacía. Estaba durmiendo y mis ojos lo contemplaron de esa forma, quité la botella que había en su mano y la dejé encima de la pequeña mesa que había y me giré para volver a mirarlo. Su rostro estaba ladeado ligeramente mientras dormía, no pude evitar y me acerqué para observarlo más de cerca, me daban ganas de sentarme sobre él abrazarlo y besarlo… pero no lo hice, porque no iba a hacer aquello más difícil para los dos.

Mis dedos apartaron con delicadeza varios mechones de su pelo que le caían por su frente mientras él seguía ajeno a todo, durmiendo. Mis dedos se deslizaron de forma leve por su rostro hasta acabar en sus labios que rocé muy muy levemente sin querer despertarlo. Me mordí el labio con fuerza y me lo quedé mirando durante varios minutos sin apartar mi mano de su rostro viendo como dormía. Al final no pude evitar la tentación y mis labios rozaron su frente, dejando un breve beso en la misma para luego mirarlo con mi rostro cerca del suyo.


-Lo siento Caleb –dije en un murmullo- siento que esto tenga que condenarte a ti también… no es justo -me dolía habernos condenado a los dos, me dolía intensa y profundamente. Acorté la distancia para dejar un beso en sus labios, uno que sabía a alcohol pero también a él, y me alejé para tumbarme en la cama aferrando la almohada con fuerza sin apartar mi vista de él, lancé un suspiro cansada y derrotada por todo, iba a ser mucho más difícil de lo que nos habíamos pensado. Acabé durmiéndome no sé al paso de cuánto tiempo y solamente me despertaron las manos de Caleb en mi cuerpo, moviéndome ligeramente para que despertara. Me recordó lo del museo y se fue al aseo seguramente para darme algo de privacidad al cambiarme y yo hice lo propio ahora que él estaba en el aseo. No había dormido mucho, ni bien, pero debíamos de centrarnos en la misión que teníamos en mente así que una vez lista esperé a que él estuviera para seguirlo al salir de la habitación escuchando el plan que tenía en mente. La verdad es que era un buen plan, hacernos pasar como dos personas que trabajaban para otro museo pero que teníamos algo que queríamos verificar y si podía hablar con la persona encargada de dicho departamento… era una muy buena idea- Creo que es una muy buena idea, señor. Esperemos que el plan funcione y así podamos ir atando cabos –si era ella quien colaboraba con los bárbaros… podríamos avanzar un poco más en la investigación.

Pronto llegamos al museo donde entramos como cualquier otra persona salvo que nos hicimos pasar por alguien que tenía unos documentos y algunas reliquias egipcias que queríamos verificar para poder entregarlas al museo. El hombre con el que estábamos hablando al principio nos miró sin entender demasiado, pero Caleb enseguida recondujo la conversación y pidió si había alguien que pudiera ayudarnos para descatalogarlos o no, no se podía entregar reliquias ni documentos falsos a un museo. El hombre dijo que la mujer encargada de ese departamento no se encontraba en ese momento el museo, pero que después de comer tenía una reunión y después estaría el resto de la tarde trabajando allí.


-¿Podría darnos su nombre para luego poder tener una cita con ella? Usted ya sabe, prefiero confirmar que son verdaderos y no algo falso antes de entregarlo al museo –el hombre nos hizo una seña de que esperáramos y al cabo de unos segundos volvió con un trozo de papel con algo escrito en el mismo. Al entregármelo leí lo que había puesto “Naitiri Zahir”, así como la planta donde estaba el despacho de la misma- Muchas gracias, ¿le avisará usted de que vendremos más tarde o… luego podríamos pasar? –Él nos dijo que, conociéndola como la conocía, si traíamos algo que verificar de su tierra seguramente no nos diría nada por no tener cita previa, pero que de todas formas la avisaría de que íbamos a hacerle una visita- Muchísimas gracias señor, nos ha salvado –le agradecí al hombre con una sonrisa y enredando mis dedos en una de las manos de Caleb tiré de él para salir de allí, teníamos un nombre y luego una cita con aquella mujer que estaría por la tarde en el museo. Cuando salimos del todo me giré para mirarlo con una sonrisa en los labios, moviendo el papel que tenía todavía entre mis dedos- Naitiri Zahir… un nombre muy bonito, dudo que alguien en París se pueda llamar así, además, el hombre ha dicho “de su tierra”, no sé por qué, pero creo que hemos encontrado a la egipcia, Caleb –le dije sonriéndole, por fin algo bueno que encontrábamos tras nuestra llegada a París. Solo faltaba encontrar a Wesh en ese día y todo sería perfecto- ¿Qué quieres hacer? ¿Esperamos a que termine de trabajar y la seguimos? Dudo que hayan muchas egipcias trabajando en este museo –mi vista se fue hacia el edificio que habíamos abandonado, sin percatarme todavía de que mi mano seguía aferrando la suya, pero la buena nueva me había hecho olvidarme de aquello.
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Mensaje por Naitiri Zahir Lun Jun 19, 2017 11:23 am

Después de aquellos días en los que no había parado ni siquiera encontrado un poco de tranquilidad, mi tiempo seguía dividiéndose entre el trabajo acumulado que tenía en el museo donde debía de seguir catalogando piezas, reliquias y manuscritos que habían llegado en el tiempo que yo estaba ausente, y entre ayudar al vikingo a encontrar más información sobre aquel emblema y sobre la orden que nos había mencionado mi madre. Ella poco más nos había podido decir al respecto salvo que era peligrosa y que tenían incluso a altos cargos que respaldaba sus filas… haciéndolo todo mucho más complicado de lo que realmente podría ser, algo me decía que el conseguir aquella caja podría ser como un paseo comparado con lo que tendríamos que sufrir para conseguir aquel orbe, una pieza que necesitábamos pues la una sin la otra no funcionaba y no se podía hacer nada, no tenía valor alguno y deberíamos de aprovechar esa pequeña ventaja que teníamos.

Lancé un suspiro ordenando los papeles que tenía encima de la mesa de aquella reunión que habíamos tenido, normalmente las reuniones se hacían en el museo pero aquella nos había llevado fuera y ahora tenía que volver por la tarde al museo para seguir trabajando. Antes pasaría por casa aprovechando la hora de comer, ya que me encontraba cerca de donde estaba, me tumbaría un rato en el sofá para desconectar y luego volvería de nuevo al muso para seguir catalogando las cajas que me faltaban por hacer, a ver si podía de una ir un poco menos estresada en ese sentido y me quitaba trabajo acumulado. Una vez la reunión había terminado me dirigí a casa donde para mi sorpresa el vikingo estaba en casa, lo hacía por ahí con sus hermanos buscando información o bien distrayéndose, ya que pasaba casi todo el día fuera y las pocas tardes que podía tener libres las dedicaba a la otra búsqueda que teníamos que realizar juntos.

Comimos entre risas y caricias, como era ya casi de normal entre nosotros, y le pregunté si había encontrado algo sobre lo que andábamos buscando… puede que él no me lo dijera, pero sabía que había algo que me ocultaba pero que incluso así no iba a forzarle a que me contara nada, pero si seguía con la idea de dejarme al margen de aquello… es que estaba muy equivocado y todavía no conocía de mi tenacidad y persuasión, así como que no cedía en nada que se metía entre ceja y ceja logrando siempre lo que me proponía. Me tumbé en el sofá recostada sobre él tras comer aprovechando aquel pequeño rato que tenía antes de ponerme en marcha de nuevo y volver al museo, él no dijo nada al respecto e incluso dejó que me quedara durmiendo sobre él sin despertarme salvo cuando fue la hora en la que tenía que irme.

Llegué al museo por la tarde y nada más entrar me encontré con John, el hombre que mayormente se encargaba un poco de vigilar el museo y que me paró nada más me vio entrar por la puerta, lo saludé como de costumbre y se acercó para decirme que por la mañana había acudido una pareja que, según decían ellos, tenían algo que querían verificar… unos documentos para poder entregarlos a un museo antes de saber si eran verdaderos o falsos. Le sonreí agradeciéndole que me avisara y subí las escaleras hasta llegar al despacho, donde lancé un suspiro al cerrar la puerta a mi espalda por todo lo que aún tenía por delante. Si aquellas personas venían, como John me había dicho que pasarían y que les había dicho dónde estaba mi despacho los atendería, porque los museos eran bastantes firmes cuando alguien les entregaba un objeto que era falso, una réplica… no querían nada que no fuera verdadero y seguramente no me costaba nada ayudarlos en las dudas que tuvieran, de hecho, era mejor aquello que entregarlo directamente despreocupándose de todo.

No recuerdo cuánto tiempo pasó mientras examinaba una de las reliquias que había sacado de dentro de una de las cajas, observándola con detenimiento, haciendo apuntes, dibujos y anotaciones de todo aquello que veía pues se quedaban como “informes” que luego debía de presentar antes de entregar las reliquias que eran verdaderas, desconocían qué hacían con las que eran falsas. Unos golpes en la puerta llamaron la atención y sin levantar la vista pronuncié un “adelante” escuchando que la puerta se abría mientras levantaba el dedo de una mano como diciéndoles que me dieran un momento, terminaba de examinar una cosa y lo anotaba en aquella hoja que estaba utilizando. Dejé el objeto sobre la mesa, así como todo lo demás, y alcé mi vista para encontrarme con aquella pareja de la que John me había avisado, un hombre de tez morena que me miraba de forma fija, pasados quizá la treintena, y una joven de tez más pálida y pelo del mismo color del fuego que estaría quizás por mí edad, les hice una seña para que se acercaran y tomaran asiento.



-Supongo que serán ustedes de quienes me han avisado que teníais algo que queríais que viera, ¿verdad? –Despejé la mesa de mi escritorio y les sonreí mientras esperaban que tomaran asiento preguntándome qué sería aquello que tendrían- Perdonen mí descortesía; me llamo Naitiri Zahir… y bien, ¿en qué puedo ayudarles? –Pregunté entrelazando mis dedos sobre el escritorio, pasando mi vista de uno a otro.
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Mensaje por Caleb Montoya Mar Jun 20, 2017 6:37 am

Llegamos al museo nada mas este abrió sus puertas, por suerte un hombre bastante educado se ofreció no solo a guiarnos para ver aquel magnifico lugar, en la que me quedé con todas y cada una de sus entradas y salidas, si no que nos hablo de la especialista en arte egipcio. Nos comentó que después de comer tenia allí mismo una reunión y que con lo apasionada que era por todo aquello que tenia que ver con su trabajo estaba mas que seguro que seriamos bien recibidos.

Estrechamos la mano como fin de la visita, la reunión había quedado marcada y hábilmente Eileen le saco el nombre de la dama con la que esa misma tarde habíamos concertado una cita.
Los dedos de mi aprendiz se enredaron en los míos, gesto que no pasó desapercibido para el hombre y menos para mi.
Ladeé la sonrisa disculpándome ante este por la impulsividad de la joven.
-Somos una pareja de recién casados apasionados por el arte y ya sabe -apunté ensanchando la sonrisa y llevando los dedos de mi “mujer ficticia” a mis labios para besarlos.

Así nos despedimos del caballero quedando solos en el exterior. Eileen estaba pletórica, no podían haber ido mejor las cosas.
Escuché lo que decía dándole toda la razón ,ese nombre no era de París, era natal de Egipto, lo que posiblemente implicara que habíamos dado en el clavo y que esos vikingos se referían a ella y no a otra.
-Tendremos que ir con cuidado para que no sospeche, no quiero que intuya nada sobre que podemos ser miembros de la orden, preguntemos pero sin ser incisivos... es importante también asegurarnos de que no estamos cometiendo un error, no quiero colarme en la casa de una mujer que nada tiene que ver con esta guerra.

Deslicé mis ojos hasta nuestras manos aun enlazadas y me eche a reír alzándola para que ella se diera cuenta.
-¿esto que ha sido para dar veracidad a la historia? -bromeé tratando de quitar hierro al asunto.
Nos fuimos a comer a un restaurante cercano, conversamos sobre cosas banales, tratando de olvidar todo lo que había pasado entre nosotros.
Hablamos de Welsh, ella parecía preocupada por mi sobrino, yo sabia que sabia cuidarse, pero me preocupaba que cometiera una locura, acudir al campamento gitano.
-Centrémonos en la egipcia, nos centraremos en otro momento en buscar a Wesh

A la hora señalada volvimos al museo, el hombre nos indicó cual era el despacho de la egipcia y allí nos adentramos con el papel bien aprendido.
Era una joven morena, aproximadamente de la misma edad que los dos vikingos de la taberna.
Sin duda por sus rasgos, piel tostada, rasgos marcados, no era parisina.
-Buenas tardes Señorita Zahir, mi nombre es Caleb Montoya, puede tutearme y llamarme solo Caleb, ella es mi mujer Eileen.
Ambos somos unos enamorados de us cultura, pues por su aspecto detecto proviene del mismo Egipto.
No se si le han explicado que tenemos algunas reliquias que nos han sido ofrecidas para el museo que tenemos y nos gustaría que nos diera su opinión sobre la veracidad de su procedencia.

Ensanché la sonrisa centrando mis ojos en la alianza que lucia.
-Disculpe, la he llamado señorita y quizás sea señora -apunté sin borrar la sonrisa de mi rostro.
Intentaba sonsacarle información sin que se notara que lo hacia, algo complicado dado que no sabia exactamente por donde tirar.
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Mensaje por Eileen Indrisler Mar Jun 27, 2017 9:14 am

Pudimos conseguir la información necesaria sobre la mujer que estábamos buscando, al parecer tenía un despacho en aquel museo y según nos había dicho aquel hombre cualquier cosa que le lleváramos de su tierra ella estaría encantada de examinarla, algo que me hizo sospechar y alegrarme al mismo tiempo porque quizás sí que hubiéramos encontrado a la “egipcia”, dudaba que hubiera muchas en París y menos aún que trabajaran para el museo. Ni cuenta me había dado de que presa del entusiasmo, de que por fin algo nos salía bien desde que habíamos llegado al París que los dedos de una de mis manos se había entrelazado con la de Caleb, algo que realmente no me di cuenta pero que al parecer al hombre con el que hablábamos, y al propio Caleb, no pasó desapercibido. Solo me di cuenta cuando él comentó que éramos unos recién casados que teníamos como pasión el arte, solo ahí me fijé en que mis dedos se entrelazaban con los suyos, me tuve que morder el labio con fuerza cuando él se llevó mis dedos para dejar un beso sobre ellos, un beso que me dio un vuelco y que hizo que cerrara la otra mano con fuerza.

Salimos al exterior consiguiendo no solo el nombre de aquella mujer sino el despacho que tenía en el museo, el hombre nos entregó un papel con su nombre escrito asegurándonos que después de comer y de una reunión que tenía estaría sin duda toda la tarde en el museo, por lo que podríamos aprovechar para acercarnos más tarde cuando supiéramos que estaba. Nos despedimos del hombre agradeciéndole la información que nos había brindado, que era mucho más de lo que él se pudiera llegar a creer, y salimos del edificio dejándolo atrás para volver luego más tarde. Caleb estaba de acuerdo conmigo en que parecía que habíamos encontrado a la mujer, era originaria de Egipto y quizás fuera ella a quienes se referían los vikingos. La cosa parecía que avanzaba un poco y no nos quedábamos estancados, ahora teníamos que sacar información de forma que no se percatara de ello, asentí a las palabras de Caleb ante que no quería meter a nadie ajeno a aquella búsqueda por error, debíamos de cerciorarnos.

Por si fuera poco, en ese momento en el que mi vista estaba puesta en aquel museo que teníamos a nuestras espaldas, hizo un comentario que me hizo mirarlo girando mi rostro para quedar de nuevo de cara a él, alzó nuestras manos que aún seguían unidas e hizo un comentario en un tono divertido como si quisiera quitarle hierro al asunto tras lo que había pasado, en el que me fijé en nuestras manos unidas. Podía sentir el calor que desprendía su piel calentando la mía, volví a morderme el labio observando nuestras manos que sin darme cuenta en un gesto involuntario las había juntado. No, claro que no había sido para darle énfasis a la historia o que fuera más creíble, lo había hecho porque de verdad me había nacido, porque… bueno, no sabía realmente un por qué pero inconscientemente lo había buscado sin remedio alguno.


-Sabes que no –negué con la cabeza cuando su mano soltó la mía, ni siquiera cuando lo hice en esos momentos le había dicho nada de que fuéramos pareja, él sabía bien la verdad y entendía por qué no quería decirlo… era mejor poner distancia aunque a veces me costara, mucho además, porque mis sentimientos me traicionaban y me jugaban malas pasadas- no lo volveré a hacer de nuevo –dije cuando se giró bajando mi mirada al suelo, debía de controlarme, debía de controlarme como siempre había hecho cuando estaba con él pero… después de lo que pasó la otra noche me costaba, me costaba porque sabía lo que él sentía y saber que podía alargar mi brazo y tocarlo, rodear con mis dedos su muñeca para pararlo, girarlo y besarlo… era doloroso. Lo seguí para poner rumbo a comer algo en el que hablamos de cosas banales y triviales, ninguno de los dos quería tocar ese tema y tampoco hablar de nada que pudiera provocar un “acercamiento”, que se traspasara la línea que nos separaba y nos dividía. Mi preocupación por Wesh era evidente y él me calmó recordándome luego que teníamos que centrarnos en la egipcia, después cuando tuviéramos información buscaríamos a Wesh con calma.

Por la tarde, tras el paso de unas horas, volvimos de nuevo al museo donde esa vez entramos directamente sabiendo cuál era el despacho de la egipcia, íbamos a interpretar unos papeles que sabíamos perfectamente cuáles eran, nos paramos frente al despacho que nos habían indicado pudiendo leer en una placa el nombre de la egipcia, miré a Caleb asintiendo con la cabeza como si estuviera preparada y finalmente este dio un par de golpes con los nudillos, llamando. Tras un par de segundos un “adelante” nos dio paso abriendo la puerta para encontrarnos a aquella mujer tras el escritorio, examinando algo que tenía en el mismo. Nos alzó un dedo como si nos pidiera un momento y entramos para cerrar la puerta a nuestra espalda. Finalmente dejó todo a un lado y alzó sus ojos para mirarnos a ambos, era joven, quizás de la misma edad que los otros dos bárbaros que habíamos visto en la taberna. Piel morena, ojos color miel que nos miraban alternativamente, pelo oscuro suelto en una melena que caía en rizos, sin duda alguna sus rasgos la delataban.

El primero en presentarse fue el lobo quien tras intentar ganar un poco de confianza al hacer que ella lo llamara solo por su nombre me presentó a mí, como su mujer, algo que me hizo mirarlo en lo que mi interior deseaba que esas palabras fueran reales, verdaderas… y no una burda mentira. Dijo que nos gustaba mucho su cultura, a lo que ella sonrió, y nos dio paso para sentarnos a lo que yo me quedé de pie observando lo que tenía por las estanterías, los libros, todas las piezas que tenía que eran de su país, de su cultura… sin duda la dedicación se podía ver en aquella habitación. Nos preguntó qué era lo que queríamos y fue cuando me giré para ir a sentarme, cuando Caleb hizo aquella frase en la que mis ojos se fijaron en sus dedos, en uno de ellos un anillo de compromiso se veía y sonreí ante la contestación de la egipcia, que dijo que todavía era señorita aunque pronto dejaría de serlo. Quería sacarle información sin que se notara, hecho que me hizo llevar una de mis manos sobre las de él.


-Perdone a mi marido, señorita Zahir, le gusta demasiado seguir el protocolo –sonreí de lado observando a Caleb y luego me centré en ella- como os ha dicho somos unos amantes de su cultura, hemos adquirido recientemente ciertos objetos de los cuales no sabemos exactamente su procedencia o si son falsos, esperábamos que pudiera decirnos algo o ayudarnos si no es mucha molestia –ella negó dando a entender que no le importaba, el problema era que no teníamos dichos objetos y tenía que desviar la conversación hacia otro lugar- también tenemos pensado visitar Egipto, intuyo que sois de allí por vuestro nombre y vuestros rasgos –ella rió entre dientes, como si estuviera acostumbrada a aquello y asintió, diciéndonos que era de Guiza- ¿Guiza? ¿Lugar de las mismas pirámides? –Me giré para mirar a Caleb- Amor, ¿y si nos vamos de luna miel a Guiza? Quizás encontremos algún tesoro perdido –dejé un beso en su mejilla, que me supo a poco, mientras notaba que la conversación se desviaba por donde quería, dijo que ella había vuelto hacía poco de allí y fue entonces que me fijé en algo en lo que había pasado por alto; el colgante que ella llevaba- ¿eso es… el martillo de Thor? –Pregunté dándome cuenta de que de egipcio tenía muy poco, ella llevó su mano al colgante cogiéndolo entre sus dedos y sonrió, acariciándolo con el índice repasándolo- Cultura vikinga, ¿no es así? –Dije para notar sus ojos en los míos y la sonrisa que llevaba en su rostro, sus palabras fueron lo que estábamos buscando: dio que su prometido se lo había regalado hacía un tiempo, que él era vikingo. Miré a Caleb, era toda la información que necesitábamos pues, ¿cuántas parejas habrían que fueran una egipcia… y un vikingo en París?
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Mensaje por Caleb Montoya Mar Jun 27, 2017 12:06 pm

Sonreí ante las palabras de mi “mujer” de forma cómplice, como si entre ellas pudieran contarse ese tipo de secretos y yo admitiera que era cierto que el protocolo era lo mio, en parte cierto.
Eileen reconducía muy bien la conversación ,se notaba que las mujeres eran infinitamente mas hábiles para el engaño y por el contrario nosotros mucho mas burdos, eramos incapaces de hacer hablar a las buenas a nadie.
En mi fuero interno pensé que a mi se me daba mejor la tortura, pero la realidad es que en el fondo hasta eso seguramente se le daría mejor a ella.
Una condena era no poder tocarla, no poder besarla y no poder amarla y todo porque había jurado lealtad a la orden evitando así un matrimonio que hubiera podido ser feliz.

Mis ojos se centraron en aquello que pendía de su cuello, muy bien visto por la hábil de mi aprendiz, la confirmación no se hizo de esperar, al parecer un vikingo era su prometido, no podía haber margen de error, tenia que ser ella la que los llevó hasta la reliquia de Egipto ,así que intuía que a espesas de conseguir el orbe con el que la completarían todavía estaría en su poder. Con un poco de suerte podríamos arrebatársela y custodiarla como durante milenios habíamos hecho con el orbe.

Nos despedimos deseándole un feliz matrimonio, que los dioses los acompañaran en ese periplo y así abandonamos el museo con la promesa de volver con los objetos.
En el exterior ladeé la sonrisa mirando fijamente a mi aprendiz, parece que hacemos buen equipo -apunté guiñándole un ojo- tenemos a la egipcia, ahora es cuestión de seguirla para que nos lleve ante el vikingo.

Esperamos fuera un buen rato, sin duda esa mujer era implacable con su trabajo, apuro hasta que le museo cerro sus puertas y así emprendió camino hacia lo que seguramente era su casa.
En silencio, pasando completamente desapercibidos llegamos ante una casa baja, donde metió la llave y abrió la puerta. Pronto se oyeron risas en el interior, como los otros dos que habíamos seguido con anterioridad allí todos parecían tener las hormonas revolucionadas.

Enarqué una ceja haciéndole una seña a Eileen para que llamara a la puerta, hacernos con la mujer era la clave para que el vikingo se estuviera quieto, no quería tener que emprender a golpes tan pronto, porque mi intención no era que llamaran a la policía los vecinos colindantes.
Posiblemente ella no levantaría suspicacias si el vikingo abría, podría pedir ver a la egipcia y yo la atraparía no dándole tiempo al otro a reaccionar.
Así nos adentraríamos en su casa, era el modo mas fácil de entrar sin armar ruido.

Pegué la espalda a la pared del porche, Eileen golpeó la puerta con los nudillos y yo daga en mano espere paciente a que la puerta se abriera.
Por suerte era la misma Naitiri la que lo hacia, al sonrisa de sus labios delataba lo feliz que se sentía ne ese momento ,gesto que cambio cuando sitio mi afilado acero en su cuello.
-Entra -le ordené empujándola hacia dentro.
La voz del norteño sonaba desde mas al fondo bromeando sobre la perra y sus dotes de caza funestos.
-No tiene porque salir nadie herido -susurré en su oído.
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Mensaje por Naitiri Zahir Jue Jun 29, 2017 7:02 am

La pareja que tenía frente a mí parecían tener cierta pasión por mí cultura, mientras que él se había sentado presentándose e incluso diciendo que podía llamarle por su nombre, ella se quedó de pie observando todas las cosas que tenía en las estanterías, que a decir verdad no eran pocas… aparte de todos los libros que tenía sobre egiptología y demás, había algunas reliquias que de alguna forma adornaban el despacho y que se podrían decir que eran “mías”, aunque claramente pertenecieran al museo, pero al no exponerse las había colocado allí. También tenía algunas cosas que yo misma me había traído de Egipto de algunos viajes, así que no me importó que se pusiera a mirar lo que allí había curioseando, era algo que no me molestaba. Miré a Caleb para sonreírle al decirme que tenían algunas cosas que quería que les ayudara, para luego cambiar la forma en la que me llamaba al darse cuenta del anillo que había en mí dedo, algo que me hizo reír entre dientes.


-No se preocupe, ciertamente sigo siendo señorita aunque eso pronto cambie como le habrá sucedido a su mujer –esta se reunió con nosotros y se sentó a su lado, disculpándose por él quien al parecer parecía ser un estricto del protocolo, alcé mi mano restándole importancia- tranquila, no hay ningún problema con ello –dejé que hablara y me contar qué era aquello en lo que podía ayudarle preguntándome qué podría ser, la verdad es que sentía curiosidad pero era algo nato en mí, no podía evitarlo. Negué con la cabeza ante sus palabras, me gustaba mi cultura y la había estudiado desde que era pequeña, ayudarles no me era problema alguno- Tranquila, no tengo problema ni inconveniente alguno en prestarles mi ayuda para verificar si lo que tienen es verdadero o es falso –como de costumbre mi procedencia salió a flote, algo que me hizo reír entre dientes para asentir con la cabeza- Sí, soy originaria de Egipto, concretamente nací en Guiza –los observé mientras ella le decía que podrían ir de luna de miel allí, dejando un beso en la mejilla del hombre y sonreí de lado- podría decirles lugares que visitar que no aparecen en… bueno, digamos que no son muy comunes de visitar por los turistas –poco a poco fuimos conversando hasta que ella de nuevo me hizo una pregunta que al parecer había llamado su atención al observar el colgante que el vikingo me había dado en nuestro viaje a Egipto. No pude evitar sonreír por aquello llevando mi mano al colgante del martillo de Thor, justamente como bien había dicho ella, acariciándolo entre mis dedos como recuerdo de aquella noche tan mágica que habíamos pasado. Alcé mis ojos para dejarlos en sus orbes azules, del mismo azul que el del vikingo que me recordó a él salvo porque la mujer frente a mí destacaba por su pelo rojizo como las mismas llamas- Ciertamente, es el martillo de Thor como bien has dicho. Me lo regaló mi prometido hace un tiempo, él es vikingo así que es algo arraigado a su cultura como lo puede ser Ra para la mía –poco más duró aquel encuentro en el que ella me hizo preguntas sobre unas figuras y unas estatuas para saber cómo podría determinar si eran verdaderas o no, les di unas directrices rápidas y también les dije que si tenían algún problema podrían acudir de nuevo a mí. Se despidieron deseándome un feliz matrimonio, al que agradecí, para ver como salían por la puerta del despacho y volvían a dejarme de nuevo sola.

Mis dedos fueron hacia el colgante que me había regalado y la mano donde llevaba el anillo entre mis dedos lo giré observándolo, lancé un suspiro y volví a ponerme manos a la obra, aún tenía muchas cosas que hacer, reliquias que catalogar, examinar si eran falsas o no y posteriormente analizarlas y escribir el análisis que debería de entregar al museo para que lo miraran antes de exponer las figuras que me habían traído. Me quedaba trabajo por delante y cuanto antes empezara antes podría ir a casa para relajarme al lado del vikingo. Como de costumbre acabé de las últimas en el museo, cerré el despacho con llave y bajé las escaleras para encontrarme con John que esperaba a que bajara para cerrar el museo, con una sonrisa en sus labios negando con la cabeza porque siempre me tenía que esperar para cerrar el museo. Se despidió de mí deseándome buenas noches y me encaminé hacia casa, con ganas de llegar, tomar un baño, cambiarme, cenar y tumbarme junto a mi prometido.

Cuando llegué y abrí la puerta como de costumbre mi perra acudía a saludarme, me agaché para acariciarla viendo lo contenta que estaba y dejé un beso en su cabeza antes de acercarme hacia donde el vikingo me esperaba, rodear su cuello con mis brazos y buscar sus labios para fundirme en un beso con él dejando un mordisco en su labio inferior. Sus manos, como de costumbre, bajaron hasta mis nalgas para apretarlas y no pude evitar estallar en carcajadas por ese hecho el cual sabía que iba a hacer, tocaron a la puerta y me separé no sin antes llevarme un azote en mis nalgas que me hizo mirarlo de reojo antes de acercarme a la puerta y abrir encontrándome con la misma mujer que había acudido a mí despacho.


-¿Eileen? –Pregunté sin saber cómo es que precisamente ella estaba tocando a la puerta, cuando sentí de la nada el filo metálico en mi cuello, frío, para mirar hacia un lado y darme cuenta de que él estaba sujetando la daga, me ordenó que entrara y me empujó hacia dentro cerrando ella la puerta tras entrar, me dijo que no tenía nadie que salir herido… pero en cuanto el vikingo se diera cuenta de la situación lo dudaba- así que me estabais engañando en el despacho, ¿con qué fin? –Pregunté pero claro, no me lo iban a decir fácilmente- estás amenazando a la persona equivocada, Caleb, si no quieres que nadie salga herido te sugiero que me sueltes antes de que mi prometido te vea amenazándome con una daga, porque no es muy razonable con estas cosas –advertí porque sabía cómo era el vikingo, me cabreó el hecho de que me hubieran engañado, ganándose de alguna forma mi “confianza” para luego seguirme hasta mi casa, adentrarse en ella sin permiso, joderme la noche y tenerme amenazada con aquella daga que sentía fría contra mi piel. Mi perra se acercó en ese momento y gruñó ante la situación, pero por algún milagro pude calmarla para que no hiciera cosa que llamó la atención del vikingo que salió a ver qué pasaba, encontrándose con la escena frente a sus ojos- estoy bien –dije por si acaso pensaba que me habían hecho algo, Eileen se mantenía al lado de Caleb también armada y me pregunté quiénes serían, y qué querrían… pero algo me decía que no íbamos a llegar a un acuerdo, no mientras me siguiera amenazando con la daga.
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Mensaje por Ubbe Cannif Jue Jun 29, 2017 7:47 am

La puerta se abrió, como de costumbre la perra fue la primera en salir a recibir a Naitiri. Ladeé la sonrisa escuchando su voz refiriéndose a la perra como si fuera una niña y no un animal útil para la familia..normal que no cazara, si tenia el plato de comida lleno, ese animal no necesitaba buscarse la vida, vivía a cuerpo de rey y ademas se llevaba mas besos que yo que me estaba currando la cena para mi egipcia.
Tenia decidido capturar un animal que me sirviera para la caza, si ella se empeñaba en que Issis era suya, yo necesitaba algo que me trajera las presas. ¡Por Odin, si llegaba yo antes que su refinada perra!


Se adentró en el salón con Issis dando vueltas a su alrededor, alcé el dedo señalando al chucho para que dejara ya sus saludos, era mi turno.
Deje el atizador con el que movía las brasas y me acerqué a mi preciosa prometida, mis manos fueron directas a sus nalgas, apretándolas contra mi, su cuerpo se cobijo en el mio mientras sus brazos rodeaban mi cuello y sus labios acortaban la distancia que nos separaba por completo.
-Cuanto os he echado de menos -fingí hablar con sus nalgas moviendolas arriba y abajo con mis manos.
Nai me pego en manotazo en el pecho al tiempo que estallé en carcajadas.
-Si, a ti también -bromeé saqueando su boca rudamente, mi deseo por ella era algo que nunca se aplacaba.
-Estoy preparando conejo, ya veras que bueno.


Le di un par de azotes cuando la puerta fue golpeada, intuía que seria su madre, o su padre o alguna de sus amigas así que mientras ella abría tomé dos copas para llenarlas de vino.
No le faltaba demasiado a la carne para estar hecha, así que esperaba que se largara pronto quien fuera, cenar y relajarnos un rato en el sofá, tenia muchas ganas de colarme entre sus piernas, ademas quería contarle lo que había descubierto de la orden.
Los gruñidos de la perra me alertaron, ese animal era manso completamente, si gruñía era porque algo pasaba.
Dejé las copas en la mesa corriendo hacia la puerta, para mi sorpresa, a mitad camino me encontré con dos personas armadas y una de ellas llevaba a la egipcia presa con un arma en el cuello.


Mis mares buscaron sus desiertos “un estoy bien” es lo que obtuve de sus labios.
Tensé el gesto, iba completamente desarmado pero..alguna vez a mi eso me había parado.
Me lancé contra el hombre como el salvaje que era, le pille de improvisto creo que no esperaba una reacción tan arriesgada cuando de sus manos pendía la vida de mi amada.
Ambos ciamos al suelo enzarzados en una lucha singular.
El cuchillo retumbo unos metros mas allá y por suerte Naitiri quedó libre de la cárcel de los brazos de ese tipo.
-Huye Nai -pedí mientras alzaba el puño para golpear con ahincó el rostro de aquel lobo, sus ojos lo delataban y su fuerza, pues no le costo trabajo rehacerse para invertir las tornas.
El mas fuerte, yo mas diestro, aquel era un duelo en el que ninguno de los dos iba a salir ileso.
Nos golpeábamos sin tregua, la sangre salpicaba nuestros rostros, gruñíamos ofuscados en matarnos a golpes de ser necesario.
Se haba equivocado de mujer a la que amenazar, esta era la mía y nunca permitiría que ni el viento la pudiera dañar.
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