Raakshason kee raat -Privado+18

Recuerdo del primer mensaje :

"yah tum kya dekhate ho" ( Es lo que ves )



Algún evento en el centro de París, había alejado la clientela por esas horas. Me dediqué a darme un largo baño con mis aceites, debía estar preparada para esa noche en la que seguro alguien me reclamaría para hacer sus deseos realidad. Acostumbrada a la misma rutina, masajeé mis piernas con las yemas, los glúteos y los pechos, preparando mi cuerpo para una jornada intensiva..según la madame, estas noches más desiertas eran las más fructíferas a determinadas horas.

Tras enjabonar y darme el lujoso placer de un baño con flores secas, me dispuse a secarme y hundir las yemas en la piel, nutriéndola y cuidándola, era mi herramienta de trabajo...debía lucir perfecta. Dejé que mi cabello se secase a su amor, una cascada azabache que acariciaba mis nalgas, provocándome una risa cuando lo soltaba .

Una temperatura agradable, tan solo me puse por encima un batín de seda a medio abrochar, blanco como la nieve, en la espalda un bordado floral exquisito...que hacía juego con las flores que adornaban mi cabello. Dispuse tres rosas a un lado, el derecho, pequeñas rosas pequeñas que me daban ese toque más exótico.

Tenía hambre, apenas comí nada en todo el día. Ese maldito hombre me llevó más de media mañana en hacerlo desaparecer. Mi sonrisa , disfrazaba aquella amargura de tener que arrastrarlo hasta el río y dejarlo pudrirse en el lodo, como bien me habían pedido. Como si no hubiese ocurrido nada, mi sonrisa lucía resplandeciente, la mirada de mis compañeras no tardaron en posarse en mi persona. Sabía que ya tenía enemigas por robarles clientela pero me traía sin cuidado pues la ignorancia...era la mejor arma en estos casos.

Deslicé el dedo por la barra, pensando en qué tomar... un buen vino francés. Me mordí el labio inferior mientras paseaba la mirada por las distintas parejas, hombres con solo una prostituta, dos prostitutas con una...parejas de dos. Tomé mi copa dispuesta a llevarla a mi habitación cuando sin esperarlo, alguien me la arrebató... llevándosela, una compañera que ni ese placer me dejó saborear. Ni siquiera sabía quien tenía delante, me la iba a hacer pagar... sería la copa más cara de su vida. Solo le sonreí, mi cabeza ya comenzaba a trazar el plan...de su asesinato.

Spoiler:

La devastación de la aldea duró apenas unos minutos, el poder del príncipe doblegó a todos aquellos que ilusos luchaban con lo poco que tenían llevados a una muerte segura. A su lado, las esmeraldas de la joven se deleitaron en la masacre, jamás presenció algo parecido, acostumbrada al sigilo, pudo observar cómo terminaba con todo a su paso a tan sólo chasquear los dedos. No apartó la mirada en ningún instante, sus sentidos seguían velando que su propia orden apareciese en cualquier momento. El príncipe era el objetivo y ella el cebo donde debía picar.

Pensativa, bajó la mirada hasta sus manos con una sonrisa. No pidió permiso, bajó del caballo hasta un grupo de personas que arrodillados pedían clemencia y uno de los lobos aliados con el príncipe, ejecutó de un tajo en el cuello. El olor férreo de la sangre, atrapó sus fosas nasales y manchó la ropa, parecía buscar algo...más bien a alguien quién intentó por todos los medios esconderse sin conseguirlo, fue tarde y su destino ya estaba escrito.

Una media sonrisa apareció en los labios de cereza de la asesina quién no vaciló en dirigirse hacia el hombre de cabello largo y blanco, lo conocía bien, demasiado bien pero eso no importaba ahora. Los ojos azulados del hombre se abrieron al verla aparecer como si de una aparición se tratase, ¿fue alivio y esperanza? ¿temor y pánico? Todo un conjunto, Thrisna no se lo pensó dos veces, ese hombre la vendería sin importarle otra cosa que las monedas y la fama.

-Mi señora...-ella siseó, inclinándose lo suficiente para advertirle que era mejor no emitir palabra, no iba a dejarle vivir, de todos modos...alguno de los licantropos lo haría en cuestión de segundos. Nadie iba a quitarle el placer de hacerlo, comenzaba a dudar de su propósito y el hombre lo supo, su mirada se oscureció...iba a morir y en manos de quién se suponía ella velaba -No, no soy tu señora -desenfundó y en cuestión de segundos, la cabeza cayó a sus pies. La tomó para dejar unas iniciales en su idioma natal, ellos lo entenderían, ya no estaba de su lado.

Colgó la cabeza en la entrada de la aldea, lo verían seguro. Lanzó una mirada al príncipe, adelantándose a pie y alejarse del lugar, ganó tiempo pero no sabía cuánto, acababa de cavar su propia tumba por ambas partes, él era un guerrero, sabía lo que suponía traicionar a alguien. Se pagaba con la vida.

-Curiosa la forma de pagar impuestos, príncipe. -señaló hacia el norte , necesitaba quitarse la sangre del rostro y la ropa -Me gustaría conocer los lugares ocultos de esta maravilla, he de admitir que... me ha resultado gratificante. -codo con codo, sus ojos verdes buscaron los ámbar, acababa de firmar su lealtad con la muerte de uno de los suyos pero ni él podría imaginarlo y ella no sabía lo que acababa de hacer. -Aún no me has dicho cómo entrenais aquí -sonrió de medio lado, tantas preguntas y tan pocas respuestas conocería.

Era un monstruo pero ¿quién de los dos? Ella no le temía, el brillo en su miraba detonaba otro tipo de emoción, lo admiraba y seguía ahí, a su lado.

La asesina no vacilaba, me lo demostró al asesinar a un pobre hombre maniatado que pedía clemencia encontrando la muerte de su mano.
Era facil matar luchando, con lso aceros silvando, ante el fragor de la batalla y los gruñidos bañados de ferreo sabor, pero a sangre fría era mucho mas dificil sobre todo para almas caritativas.

Ella era tan oscura como mi ser, algo que encontraba sumamente excitante, así que ladeé la sonrisa cuando me pidió ver el norte de mi mano.
Hay un lago cerca, no es grande, sobre el cae la cascada de aguas vivas del rio, no suele estar en estas épocas del año muy transitado y menos cuando el aire huele a muerte y los alaridos de los aldeanos gritan clemencia a los rebeldes.

Mi sonrisa se ladeo al imaginar a mi primo, él siempre acudía en ayuda de los débiles, era un demente, a nuestro lado pudo tenerlo todo, pero eligió un camino de blandos y eso lo llevaría a la muerte.
-¿vienes? Atajé a decirle emprendiendo camino hacia el lugar descrito.
La asesina cerró la comitiva tras de mi, no estaba lejos, así que una vez llegué decidí empezar bajo su atenta mirada mi entrenamiento, claro que antes dejé que el agua empapara mi piel.

Tras un refrescante baño en las aguas del arrollo que sin duda apaciguaron ligeramente el quemazón de las heridas de la batalla, pocas pues la resistencia fue mínima, coloque mis pantalones en su lugar y con los pies descalzos para sentir las briznas de hierba asi como cada trozo de tierra bajo mis pies emprendí aquel entrenamiento girando sendas gemelas entre mis manos.
Cerré los ojos dejando el viento golpear mi rostro, escuchándolas silbar a mi alrededor con preciosos movimientos, mientras mis pies danzaban junto a ellas.

Las cimitarras silbaban alegres al viento, mortales, con un canto afilado y salvaje que rozando mi oído me evocaba al placer de la guerra, esa que me excitaba cuando la libraba, esa que todavía con sus tenaces marcas recorría mi cuerpo contando sobre mi piel historias pasadas..

Los pasos seguros de la asesina que se acercaban por mi espalda con ningún disimulo, como si aquella visión épica de un guerrero batallando con la muerte le causara el placer , el anhelo, que en sus tristes días no encontraba.

Lentamente afloje el paso, acompañando los movimientos que todavía gráciles mis gemelas mostraban hasta que el baile se detuvo frente a la dama.

El cuerpo inerte del hombre, cayó a sus espaldas como un saco de huesos rotos. Ese inútil llenó de sangre sus botas a causa del tajo y a ella saciar su sed de sangre, nunca era suficiente, disfrutaba con cada alma arrebatada, siendo la misma muerte que los guiaba al mismo infierno. Devastado, la aldea fue saqueada, otra victoria más para el príncipe del norte, en ningún momento había dejado de seguir sus pasos, la mirada clavada en su fuerte espalda y en silencio, volvió al caballo, pasear por ese lugar le relajaba.

Enredó los dedos entre las crines de su ejemplar, era magnífico, negro como la noche quién al igual que su dueña, seguía al mismo dios del infierno. Desde lo de la aldea no intercambiaron palabra alguna, al igual que él, el silencio era el mejor conversador y sabio en estos casos, Thrisna pensó en aquellos quiénes vigilaban cada uno de sus movimientos y se aseguraban que ejecutaba cada trabajo pedido. La magia era capaz de tal cosa, la magia y sus hombres a decir verdad, nadie los traicionaba y si así era corrían la misma suerte que sus víctimas.

Su invitación es aceptada con un leve gesto de cabeza, a cierta distancia, los pasos se pierden en el arroyo, a medida que avanzan, la mujer deja caer su ropa, la piel se eriza por el contraste de frío y calor, no tiene tanta suerte como el lobo que cuenta con una temperatura más cálida. El agua está helada, como cuchillos pequeños que se incrustan en cada poro de su piel, es casi doloroso e igual de gratificante. Se zambulle, saliendo a los pocos segundos y girarse en sus pasos, las finas gotas se deslizan por su piel de caramelo, un paisaje verde y hermoso, con colores claros y vivos, contrastan con la bonita imagen de la asesina, una imagen exótica poco común en esos lugares.

Ella lo observa, la curiosidad y admiración por el guerrero surgió desde el primer segundo. Una mirada devuelta, una sonrisa cómplice, el baile que le ofrece el lobo le parece hermoso, sutil, peligroso y letal. Es un digno rival, alguien tan parecido a sí misma que le sorprende, una reverencia digna de un príncipe, ha tomado su espada de entre sus ropas, entre otras...y una a una cae ante los pies del licantropo. Se arrodilla ante él, como uno de esos rituales que en más de una ocasión él le vio hacer antes de partir hacia ninguna parte.

Un juramento de lealtad, la confianza al fin y al cabo se gana. Agacha la cabeza, durante un par de minutos en el que en su lengua, recita su propio juramente. Él no conoce el idioma, tampoco hace falta, cuando alza la mirada y ambas se encuentran, los dos saben que nada volverá a ser como antes y que ella, seguirá sus pasos allá donde vaya...porque aún su objetivo no ha alcanzado.

Thrisna, desnuda en cuerpo y alma, toma uno de los pequeños cuchillos que utiliza para torturar y sacar dientes o cortar lenguas, un tajo en su palma, ha sellado con sangre el trato.