AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A prueba de muerte | Privado
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A prueba de muerte | Privado
Las últimas partidas contra Hela no habían sido provechosas en lo absoluto. Día a día sus visiones eran menos concisas, más interpretativas, Skuld parecía favorecer a la diosa del Hel y ella, bajo el amparo de nadie, apostaba su destino con una deidad que, por su simple naturaleza, volcaba todas las posibilidades en su contra. Sacudió los malos pensamientos de su cabeza moviéndola ligeramente en un aspaviento de negación, la mente poseía un poder de atracción bastante grande, debía ser cuidadosa, ideas incorrectas equivaldrían a un porvenir incorrecto; lo conocía todo acerca de fuerzas cósmicas universales, después de todo, portaba el nombre de una de ellas.
Hela había movido su ficha y el juego se tornaba cada vez más complicado. Su oponente no sólo era sagaz sino también una terrible perdedora y vaya que había sentido el golpe de ira cada vez que, a pesar de su inferioridad humana, se las había arreglado para tomar ventaja o ganar. No habían pasado más de seis meses desde el acuerdo que diosa y mujer pactaron, por supuesto, las victorias de Karma eran mínimas en comparación a sus derrotas, vencer a la muerte en su propio pasatiempo era tarea ardua, pero no imposible. Sin embargo, no podía negar que, a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del mórbido juego, se sentía cansada ya.
La última contienda la había perdido. Aquel era un juego sin reglas, pero aun así la deidad gustaba de jugar sucio. ¿La víctima de aquel encuentro? Un pobre diablo que gastaba todo su dinero en alcohol, apuestas y mujeres, dejando a su familia hambrienta y al borde de la ruina. Karma no estaba especialmente orgullosa de haber salvado a ese hombre, e incluso al hacerlo, evadiendo conflictos éticos, se recordó a sí misma el que aquel individuo, solo representaba otro pase en el camino a su libertad, incluso si él mismo se había buscado su condena. Para preservar la vida de aquel intento de ser humano tuvo que enfrentarse a los dos hombres —que en realidad parecían un duo de gorilas— enviados por el dueño del antro donde este solía apostar, para golpearlo hasta la muerte en resarcimiento por las incontables deudas que poseía y no tenía cómo pagar.
La verdad, de no ser por Echo, el lobo huargo que Garm, más conocido como el perro infernal de Hela, le había asignado como única y última ventaja en su contienda contra la diosa, quizá ella también hubiese sido víctima de una buena paliza. Espantar a los matones fue bastante sencillo cuando el animal les mostró los filosos caninos y un par de saetas al aire bastaron para advertirles que, de atreverse a volver, terminarían con una de tantas anclada al entrecejo. Con aquella pequeña victoria, Karma ya tendría asegurado otro pase de más en su bolsillo, o por lo menos, eso fue lo que imaginó antes de que, ya a medio camino para su siguiente contienda, una sensación de asfixia le asaltara advirtiéndole que algo andaba realmente mal. Al parecer, aquel hombre, dichoso de haber vencido a la muerte, decidió darse un festín como agasajo por sobrevivir, mimo que terminó por convertirse en letal cuando el malnacido se atragantó con un hueso de pollo.
¿Qué había aprendido de aquella experiencia digna de una tragicomedia? No tenía derecho a abandonar al réprobo hasta que Skuld le concediera premonición del siguiente en la lista.
Un par de días atrás una nueva visión le había acometido en sus sueños, una bastante clara considerando que los más recientes presagios habían llegado a su mente en retazos de imágenes inconclusas y secuencias incoherentes. Hela sabía que obligarle a interpretar cada presagio que aparecía en su mente le compraría tiempo; la diosa jamás se quedaba sin truco bajo la manga. No obstante, aquella percepción fue tan clara como la evocación de un recuerdo: un hombre joven, un guerrero. Agnar Jorvik.
Negarlo habría sido en vano, la revelación del siguiente nombre en la innumerable lista de condenados había sido toda una sorpresa. Acostumbraba a lidiar con pobres, pervertidos y desahuciados, no con guerreros de respetable apellido y ascendencia. Hombres como aquel debían ser guiados por valquirias hacia el Valhalla, no por nornas hacia el Hel. De cualquier forma, no era su trabajo hacer preguntas.
Llevaba el día entero examinándolo de lejos, era costumbre suya estudiar al reo antes de entrar al ruedo y el duelo no comenzaría hasta que se entregara el mensaje de muerte. Karma había seguido al hombre hasta una taberna y la velada entera había transcurrido sin inconveniente. Ella permaneció silente, anulando su presencia en el rincón más solitario del lugar, pensando en la forma más apropiada de entregar el mortal mensaje y haciendo lo que mejor sabía hacer: observar. Agnar, por su parte, ignorante a su presencia… o existencia, disfrutaba de unas jarras con sus amigos.
Había decidido de última hora que por aquella noche le dejaría vivir en paz, cuando se alzara el alba comenzaría el juego y, entonces, hasta que acabara la partida, ninguno de los dos tendría derecho a descansar. Cuando el joven se despidió de sus compañeros y partió del establecimiento, Karma hizo lo mismo, esta vez no dispuesta a seguirlo sino a volver a la posadera donde residió durante los últimos días con el fin de preparar lo necesario para la contienda que daría inicio en la mañana. La consternación vino cuando, al salir del local, se encontró de frente con la nueva presa de la diosa, quien, según se lo imaginó, no estaría muy contento de su acecho.
Aparentemente, su presencia no había pasado desapercibida del modo que lo esperaba. Si algo detestaba era cuando las cosas no procedían conforme las había planeado.
Hela había movido su ficha y el juego se tornaba cada vez más complicado. Su oponente no sólo era sagaz sino también una terrible perdedora y vaya que había sentido el golpe de ira cada vez que, a pesar de su inferioridad humana, se las había arreglado para tomar ventaja o ganar. No habían pasado más de seis meses desde el acuerdo que diosa y mujer pactaron, por supuesto, las victorias de Karma eran mínimas en comparación a sus derrotas, vencer a la muerte en su propio pasatiempo era tarea ardua, pero no imposible. Sin embargo, no podía negar que, a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del mórbido juego, se sentía cansada ya.
La última contienda la había perdido. Aquel era un juego sin reglas, pero aun así la deidad gustaba de jugar sucio. ¿La víctima de aquel encuentro? Un pobre diablo que gastaba todo su dinero en alcohol, apuestas y mujeres, dejando a su familia hambrienta y al borde de la ruina. Karma no estaba especialmente orgullosa de haber salvado a ese hombre, e incluso al hacerlo, evadiendo conflictos éticos, se recordó a sí misma el que aquel individuo, solo representaba otro pase en el camino a su libertad, incluso si él mismo se había buscado su condena. Para preservar la vida de aquel intento de ser humano tuvo que enfrentarse a los dos hombres —que en realidad parecían un duo de gorilas— enviados por el dueño del antro donde este solía apostar, para golpearlo hasta la muerte en resarcimiento por las incontables deudas que poseía y no tenía cómo pagar.
La verdad, de no ser por Echo, el lobo huargo que Garm, más conocido como el perro infernal de Hela, le había asignado como única y última ventaja en su contienda contra la diosa, quizá ella también hubiese sido víctima de una buena paliza. Espantar a los matones fue bastante sencillo cuando el animal les mostró los filosos caninos y un par de saetas al aire bastaron para advertirles que, de atreverse a volver, terminarían con una de tantas anclada al entrecejo. Con aquella pequeña victoria, Karma ya tendría asegurado otro pase de más en su bolsillo, o por lo menos, eso fue lo que imaginó antes de que, ya a medio camino para su siguiente contienda, una sensación de asfixia le asaltara advirtiéndole que algo andaba realmente mal. Al parecer, aquel hombre, dichoso de haber vencido a la muerte, decidió darse un festín como agasajo por sobrevivir, mimo que terminó por convertirse en letal cuando el malnacido se atragantó con un hueso de pollo.
¿Qué había aprendido de aquella experiencia digna de una tragicomedia? No tenía derecho a abandonar al réprobo hasta que Skuld le concediera premonición del siguiente en la lista.
Un par de días atrás una nueva visión le había acometido en sus sueños, una bastante clara considerando que los más recientes presagios habían llegado a su mente en retazos de imágenes inconclusas y secuencias incoherentes. Hela sabía que obligarle a interpretar cada presagio que aparecía en su mente le compraría tiempo; la diosa jamás se quedaba sin truco bajo la manga. No obstante, aquella percepción fue tan clara como la evocación de un recuerdo: un hombre joven, un guerrero. Agnar Jorvik.
Negarlo habría sido en vano, la revelación del siguiente nombre en la innumerable lista de condenados había sido toda una sorpresa. Acostumbraba a lidiar con pobres, pervertidos y desahuciados, no con guerreros de respetable apellido y ascendencia. Hombres como aquel debían ser guiados por valquirias hacia el Valhalla, no por nornas hacia el Hel. De cualquier forma, no era su trabajo hacer preguntas.
Llevaba el día entero examinándolo de lejos, era costumbre suya estudiar al reo antes de entrar al ruedo y el duelo no comenzaría hasta que se entregara el mensaje de muerte. Karma había seguido al hombre hasta una taberna y la velada entera había transcurrido sin inconveniente. Ella permaneció silente, anulando su presencia en el rincón más solitario del lugar, pensando en la forma más apropiada de entregar el mortal mensaje y haciendo lo que mejor sabía hacer: observar. Agnar, por su parte, ignorante a su presencia… o existencia, disfrutaba de unas jarras con sus amigos.
Había decidido de última hora que por aquella noche le dejaría vivir en paz, cuando se alzara el alba comenzaría el juego y, entonces, hasta que acabara la partida, ninguno de los dos tendría derecho a descansar. Cuando el joven se despidió de sus compañeros y partió del establecimiento, Karma hizo lo mismo, esta vez no dispuesta a seguirlo sino a volver a la posadera donde residió durante los últimos días con el fin de preparar lo necesario para la contienda que daría inicio en la mañana. La consternación vino cuando, al salir del local, se encontró de frente con la nueva presa de la diosa, quien, según se lo imaginó, no estaría muy contento de su acecho.
Aparentemente, su presencia no había pasado desapercibida del modo que lo esperaba. Si algo detestaba era cuando las cosas no procedían conforme las había planeado.
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Acababa de llegar a París con madre que se hospedaría junto a la familia Cannif durante un par de semanas.
Tarik me animó a salir a beber algo a la taberna, era muy consciente de lo mucho que me desagradaba la ciudad francesa, yo era norte, guerra y mi madre me alejaba de ella con demasiada frecuencia.
Según ella porque la parca me vigilaba de cerca, los cuervos sobrevolaban mi cabeza pues luchaba con demasiado masoquismo según ella.
Bufaba y gruñía con las pieles a mis hombros y el acero a mi espalda.
Tarik me hablaba del harén de mujeres que iba a montarse, una para cada día de la semana, no podía evitar descojonarme, el egipcio siempre estaba con lo mismo y al final parecía que todas se le escapaban de lso dedos, no tanto porque el chaval no tuviera tirón con la féminas si no porque detrás tenia una loba de ojos ámbar que le gruñía a todo aquel que se le acercara.
Yo le conté como estaba todo por nuestras tierras, la guerra como de costumbre en el norte era sangrienta, ademas las cosas parecían ir complicándose con la llegada de alguna manadas muy decididas a formar parte de las filas de Randulf y sus bastardos.
Tomamos asiento en la taberna, las jarras corrieron y con ellas nuestras risas, nos echamos unas partidas de dardos haciendo mas ruido del esperado, trepando a las mesas muertos de la risa, no se nos daba bien eso de perder a ninguno,así que ebrios hacíamos trampas el uno al otro con intención de proclamarnos ganadores de esta justa.
Aun en mi estado no me pasó desapercibida la estela de una doncella de pelo azabache que nos miraba desde el exterior, sus ojos se fijaban en mi persona, como si buscara algo que yo no entendía, no la conocía y si lo hacia supongo que iba tan borracho el día que la conocí que no la recordaba.
No le quise dar mas importancia y seguí bebiendo con Tarik hasta que llegó la loba echándole en cara que iba borracho, los dejé discutiendo y me despedí de ambos con una ladeada sonrisa, tenia planes con una morena.
Salí de allí, quizás ella pensó que para largarme a casa, pero en tres zancadas me planté frente a ella con una sonrisa ladeada.
-¿Te gusta lo que ves? -pregunté deslizando mis ojos por su rostro tratando de enfocar de que podía conocer a la dama.
-¿Te conozco? -pregunté enarcando una ceja.
Por Odin que no me sonaba de nada, si habíamos follado en alguna ocasión me iba a llevar una hostia, peor bueno, mas se perdió en la guerra, solo era una mujer.
Tarik me animó a salir a beber algo a la taberna, era muy consciente de lo mucho que me desagradaba la ciudad francesa, yo era norte, guerra y mi madre me alejaba de ella con demasiada frecuencia.
Según ella porque la parca me vigilaba de cerca, los cuervos sobrevolaban mi cabeza pues luchaba con demasiado masoquismo según ella.
Bufaba y gruñía con las pieles a mis hombros y el acero a mi espalda.
Tarik me hablaba del harén de mujeres que iba a montarse, una para cada día de la semana, no podía evitar descojonarme, el egipcio siempre estaba con lo mismo y al final parecía que todas se le escapaban de lso dedos, no tanto porque el chaval no tuviera tirón con la féminas si no porque detrás tenia una loba de ojos ámbar que le gruñía a todo aquel que se le acercara.
Yo le conté como estaba todo por nuestras tierras, la guerra como de costumbre en el norte era sangrienta, ademas las cosas parecían ir complicándose con la llegada de alguna manadas muy decididas a formar parte de las filas de Randulf y sus bastardos.
Tomamos asiento en la taberna, las jarras corrieron y con ellas nuestras risas, nos echamos unas partidas de dardos haciendo mas ruido del esperado, trepando a las mesas muertos de la risa, no se nos daba bien eso de perder a ninguno,así que ebrios hacíamos trampas el uno al otro con intención de proclamarnos ganadores de esta justa.
Aun en mi estado no me pasó desapercibida la estela de una doncella de pelo azabache que nos miraba desde el exterior, sus ojos se fijaban en mi persona, como si buscara algo que yo no entendía, no la conocía y si lo hacia supongo que iba tan borracho el día que la conocí que no la recordaba.
No le quise dar mas importancia y seguí bebiendo con Tarik hasta que llegó la loba echándole en cara que iba borracho, los dejé discutiendo y me despedí de ambos con una ladeada sonrisa, tenia planes con una morena.
Salí de allí, quizás ella pensó que para largarme a casa, pero en tres zancadas me planté frente a ella con una sonrisa ladeada.
-¿Te gusta lo que ves? -pregunté deslizando mis ojos por su rostro tratando de enfocar de que podía conocer a la dama.
-¿Te conozco? -pregunté enarcando una ceja.
Por Odin que no me sonaba de nada, si habíamos follado en alguna ocasión me iba a llevar una hostia, peor bueno, mas se perdió en la guerra, solo era una mujer.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Ahogó con la mano un pequeño grito que se escapó de sus labios cuando, repentinamente, el guerrero se plantó frente suyo ladeando la sonrisa con donaire engreído. Karma no era el tipo de mujer de atemorizarse con facilidad, pero debía admitir que la súbita aparición del hombre le tomó completamente desprevenida, sin embargo, el pasmo se tornó en un ceño fruncido tan pronto como este último, tambaleante de la borrachera, inquirió fanfarrón si se conocían. Ella, más exasperada por el hecho de haber sido descubierta que por las mismas preguntas, deslizó sus pardos, sobrevolándole de pies a cabeza y viceversa, sin mayor emoción en el rostro a la de una ceja enarcada. No que no fuera un hombre atractivo, lo era, sin embargo, Noruega estaba llena de hombres bien parecidos y, a decir verdad, su misión no era apreciarle el físico sino mantenerlo intacto o, por lo menos, en una única pieza.
— No — Bufó cuando sus oscuros orbes retornaron a los zafiros del vikingo — a las dos preguntas.
Sin dar tiempo a respuesta Karma se dio media vuelta y avanzó a paso firme. Las palabras que advertían al condenado de su destino eran una sentencia, en el momento en que fuesen pronunciadas, como un disparo de salida, darían inicio a un tira y afloje entre la vida y la muerte, una partida letal que estaba segura no deseaba apostar en las manos de un ebrio. Para sobrevivir, Agnar necesitaría de sentidos despiertos y una conciencia afilada y la gitana no encontraba utilidad a la causa en cargar con un humano que exponía la apariencia de un hombre fornido, pero tenía el discernimiento de un enano de diez años. En la mañana, cuando los efectos del alcohol no le entorpecieran la razón, ella regresaría a anunciarle las malas nuevas.
Sin embargo, sus apurados pasos se detuvieron en seco cuando escuchó a un par de broncos gruñidos a sus espaldas, como una bestia que defiende furiosa la presa que acaba de cazar. Karma se giró rápidamente y contempló la silueta de un imponente lobo, que a paso lento e intimidante se acercaba al vikingo, inclinando la cabeza en clara posición de ataque. El pelaje blanco y espeso del animal contrastaba con la densa oscuridad de la noche y sus fauces entreabiertas permitían apreciar un par de afilados caninos que sobresalían entre los demás dientes.
— Echo… — Susurró para sí misma
Los ojos de la bestia relucían en cerúleo intenso, tan gélido como el mismísimo Niflheim. Entonces la mirada de la gitana reparó en el guerreo quien, sin vacilación alguna, desenfundó la espada con talante temerario, dispuesto a enfrentar al animal que, actuaba bajo el influjo de Garm. Karma negó con la cabeza ante la necedad del hombre, en semejante estado incluso ella podría ganarle la contienda. Incluso aunque fuese el mejor guerrero del condado, ciertamente, así de borracho como iba, no guardaba chance contra el gigantesco lobo que, por poco le igualaba la altura.
El mensaje de Hela era bastante claro: no gustaba de la trampa cuando jugaba en su contra. Ya sosteniendo encuentro directo con el condenado y de no ceder a informarlo del trágico destino que le acechaba, la diosa terminaría el juego antes de que pudiese iniciar. Un chasquido de dedos y Garm forzaría a Echo a despedazar el cuerpo del hombre con violencia sobrenatural. Karma resopló resignada, Hela tenía un talento para estropear su labor y de paso, fastidiarla. No podía permitir que el lobo lastimara al guerrero y tampoco que sucediera lo contrario, pues a pesar de la evidente desventaja del humano sabía que, en medio de la resistencia, el animal tampoco saldría bien librado.
Tanteó las posibilidades rápidamente y sin perder la calma, pronto un momento de clarividencia le indicó exactamente cómo proceder. Antes de que Echo tuviese oportunidad de aproximarse más, se apresuró hasta el guerreo y con delicadeza depositó su mano sobre la ajena, que mantenía un tenso agarre sobre la empuñadura del arma a la espera del inminente ataque. A la sensación de contacto, el hombre se volvió hacia ella desconcertado mientras Karma se limitó a examinarlo, curvando sus labios y entrecerrando los ojos en una mueca traviesa.
— ¿Qué intentas hacer? ¿asestarle con tu espada al aire? — Indagó sarcástica, pretendiendo no ver el gigantesco lobo huargo que, aunque frenó el avance y dejó de gruñir, se plantó a unos tres metros de distancia sin perder al hombre de vista.
Agnar frunció el entrecejo irrefutablemente confundido; no era para menos, muy seguramente, a sus ojos, la situación era un sinsentido. No obstante, hacerlo lucir como un demente fue la mejor estrategia que se le ocurrió, después de todo, él ya estaba lo suficientemente tomado como para que su jugada tuviese la posibilidad de funcionar.
— No fue mi intención ser odiosa, me tomaste por sorpresa y… —Apretó los labios sin saber cómo continuar — Mira, para ponerlo en tus palabras, quizá sí me guste un poco lo que veo, así que… pensé que podría compensártelo con una copa... puedo ser agradable sí me lo propongo — Hizo una pequeña pausa y elevó las comisuras de sus labios, mordiéndose el labio en un gesto de intención seductora, todo un esfuerzo considerando era aquella una actitud muy impropia se sí —… aunque también podrías quedarte jugando a la guerra en medio de la oscuridad — bromeó
— No — Bufó cuando sus oscuros orbes retornaron a los zafiros del vikingo — a las dos preguntas.
Sin dar tiempo a respuesta Karma se dio media vuelta y avanzó a paso firme. Las palabras que advertían al condenado de su destino eran una sentencia, en el momento en que fuesen pronunciadas, como un disparo de salida, darían inicio a un tira y afloje entre la vida y la muerte, una partida letal que estaba segura no deseaba apostar en las manos de un ebrio. Para sobrevivir, Agnar necesitaría de sentidos despiertos y una conciencia afilada y la gitana no encontraba utilidad a la causa en cargar con un humano que exponía la apariencia de un hombre fornido, pero tenía el discernimiento de un enano de diez años. En la mañana, cuando los efectos del alcohol no le entorpecieran la razón, ella regresaría a anunciarle las malas nuevas.
Sin embargo, sus apurados pasos se detuvieron en seco cuando escuchó a un par de broncos gruñidos a sus espaldas, como una bestia que defiende furiosa la presa que acaba de cazar. Karma se giró rápidamente y contempló la silueta de un imponente lobo, que a paso lento e intimidante se acercaba al vikingo, inclinando la cabeza en clara posición de ataque. El pelaje blanco y espeso del animal contrastaba con la densa oscuridad de la noche y sus fauces entreabiertas permitían apreciar un par de afilados caninos que sobresalían entre los demás dientes.
— Echo… — Susurró para sí misma
Los ojos de la bestia relucían en cerúleo intenso, tan gélido como el mismísimo Niflheim. Entonces la mirada de la gitana reparó en el guerreo quien, sin vacilación alguna, desenfundó la espada con talante temerario, dispuesto a enfrentar al animal que, actuaba bajo el influjo de Garm. Karma negó con la cabeza ante la necedad del hombre, en semejante estado incluso ella podría ganarle la contienda. Incluso aunque fuese el mejor guerrero del condado, ciertamente, así de borracho como iba, no guardaba chance contra el gigantesco lobo que, por poco le igualaba la altura.
El mensaje de Hela era bastante claro: no gustaba de la trampa cuando jugaba en su contra. Ya sosteniendo encuentro directo con el condenado y de no ceder a informarlo del trágico destino que le acechaba, la diosa terminaría el juego antes de que pudiese iniciar. Un chasquido de dedos y Garm forzaría a Echo a despedazar el cuerpo del hombre con violencia sobrenatural. Karma resopló resignada, Hela tenía un talento para estropear su labor y de paso, fastidiarla. No podía permitir que el lobo lastimara al guerrero y tampoco que sucediera lo contrario, pues a pesar de la evidente desventaja del humano sabía que, en medio de la resistencia, el animal tampoco saldría bien librado.
Tanteó las posibilidades rápidamente y sin perder la calma, pronto un momento de clarividencia le indicó exactamente cómo proceder. Antes de que Echo tuviese oportunidad de aproximarse más, se apresuró hasta el guerreo y con delicadeza depositó su mano sobre la ajena, que mantenía un tenso agarre sobre la empuñadura del arma a la espera del inminente ataque. A la sensación de contacto, el hombre se volvió hacia ella desconcertado mientras Karma se limitó a examinarlo, curvando sus labios y entrecerrando los ojos en una mueca traviesa.
— ¿Qué intentas hacer? ¿asestarle con tu espada al aire? — Indagó sarcástica, pretendiendo no ver el gigantesco lobo huargo que, aunque frenó el avance y dejó de gruñir, se plantó a unos tres metros de distancia sin perder al hombre de vista.
Agnar frunció el entrecejo irrefutablemente confundido; no era para menos, muy seguramente, a sus ojos, la situación era un sinsentido. No obstante, hacerlo lucir como un demente fue la mejor estrategia que se le ocurrió, después de todo, él ya estaba lo suficientemente tomado como para que su jugada tuviese la posibilidad de funcionar.
— No fue mi intención ser odiosa, me tomaste por sorpresa y… —Apretó los labios sin saber cómo continuar — Mira, para ponerlo en tus palabras, quizá sí me guste un poco lo que veo, así que… pensé que podría compensártelo con una copa... puedo ser agradable sí me lo propongo — Hizo una pequeña pausa y elevó las comisuras de sus labios, mordiéndose el labio en un gesto de intención seductora, todo un esfuerzo considerando era aquella una actitud muy impropia se sí —… aunque también podrías quedarte jugando a la guerra en medio de la oscuridad — bromeó
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Enarqué la ceja ante una respuesta que no esperaba, bueno, la segunda era lanzar una moneda al aire. Desconocía ciertamente si la conocía o no...pero la primera, era evidente que si me estaba mirando con tanto ahincó es porque si le gustaba lo que veía, lo que me hizo ladear la sonrisa cuando bufó.
-Vaya, eres tímida -apunté dejandole claro que no podía ser veraz su respuesta con ese aire petulante que me envolvía.
Dispuesta estaba a marcharse y yo a dejarla ir, si volvía a la taberna, podría con facilidad acabar enredado en el cuerpo de otra mujer, con las copas de mas que llevaba y teniendo en cuenta la nocturnidad y la alevosía casi cualquiera me valdría.
Pero en ese instante me centré en otra cosa, algo que no entendía bien que hacia allí ¿Un huargo? No solían abandonar la profundidad de los bosques, menos acercarse a zonas tan concurridas a no ser que una misión les ordenase acechar a su presa.
Bueno, un buen combate para despertarme tampoco es que se me antojara la peor de las ideas.
Desenvaine la espada devolviendole el gruñido. ¡por Odin yo era un vikingo! Necesitaría algo mas que un perrito para amedrentarme.
Aferré el mango de la espada con fuerza, mis piernas ligeramente flexionadas para prepararme para el primer envite mientras mis ojos fijos en sus ámbar delataban que la contienda iba a estar equilibrada.
Estaba ebrio, mas no era ni de lejos la primera vez que en esas condiciones luchaba y desde luego que no iba a ser la ultima.
-¡vamos! -rugí desafiante cuando sentí la mano de la morena sobre el dorso de la mía posarse.
La miré incrédulo ¿no se había largado?
Mi brazo rodeó su cintura para lanzarla hacia mi espalda, protegerla de la bestia era mi única intención en ese instante mas sus palabras me hicieron dudar ¿dar espadazos al aire?.
-¿No lo ves mujer? -gruñí enfocando bien al enorme lobo blanco que veía perfectamente ante mi. Vale que estaba ebrio y puede que me bailara un poco la figura, pero estaba allí.
Ella sonreía como si yo estuviera loco, o tan borracho que tenia alucinaciones.
Enarqué una ceja cuando tiró de mi brazo para que ignorara eso que no existía y me centrara en ella, algo no muy complicado, era una mujer muy bella.
Moví la espada en dirección a la bestia pero sin mirarla señalándola con la punta de la espada
-No la ves -dije ya perdiendo fuerza mi argumento y con mis ojos perdidos en sus pardos haciendo caso omiso a la visión.
Ladeé la sonrisa de nuevo centrándome en la mujer que ahora si decía la verdad, que le gustaba lo que veía.
-¿en tu casa la ultima copa o en la mía? -pregunte sin mas dándole la espalda al lobo y envainando la espada -prefiero hacerte la guerra en el lecho -apunté lanzandole un bocado.
Mis manso apretaron sus nalgas atrayendola contra mi cuerpo. Iba borracho y ella me había dejado claro lo que quería, así que no podía molestarle mi actitud en lo mas mínimo.
Mi aliento golpeó sus labios.
-¿No eres de aquí verdad? -pregunté deslizando mis ojos por su rostro. Sus rasgos nada tenían que ver con los habituales norteños.
-Vaya, eres tímida -apunté dejandole claro que no podía ser veraz su respuesta con ese aire petulante que me envolvía.
Dispuesta estaba a marcharse y yo a dejarla ir, si volvía a la taberna, podría con facilidad acabar enredado en el cuerpo de otra mujer, con las copas de mas que llevaba y teniendo en cuenta la nocturnidad y la alevosía casi cualquiera me valdría.
Pero en ese instante me centré en otra cosa, algo que no entendía bien que hacia allí ¿Un huargo? No solían abandonar la profundidad de los bosques, menos acercarse a zonas tan concurridas a no ser que una misión les ordenase acechar a su presa.
Bueno, un buen combate para despertarme tampoco es que se me antojara la peor de las ideas.
Desenvaine la espada devolviendole el gruñido. ¡por Odin yo era un vikingo! Necesitaría algo mas que un perrito para amedrentarme.
Aferré el mango de la espada con fuerza, mis piernas ligeramente flexionadas para prepararme para el primer envite mientras mis ojos fijos en sus ámbar delataban que la contienda iba a estar equilibrada.
Estaba ebrio, mas no era ni de lejos la primera vez que en esas condiciones luchaba y desde luego que no iba a ser la ultima.
-¡vamos! -rugí desafiante cuando sentí la mano de la morena sobre el dorso de la mía posarse.
La miré incrédulo ¿no se había largado?
Mi brazo rodeó su cintura para lanzarla hacia mi espalda, protegerla de la bestia era mi única intención en ese instante mas sus palabras me hicieron dudar ¿dar espadazos al aire?.
-¿No lo ves mujer? -gruñí enfocando bien al enorme lobo blanco que veía perfectamente ante mi. Vale que estaba ebrio y puede que me bailara un poco la figura, pero estaba allí.
Ella sonreía como si yo estuviera loco, o tan borracho que tenia alucinaciones.
Enarqué una ceja cuando tiró de mi brazo para que ignorara eso que no existía y me centrara en ella, algo no muy complicado, era una mujer muy bella.
Moví la espada en dirección a la bestia pero sin mirarla señalándola con la punta de la espada
-No la ves -dije ya perdiendo fuerza mi argumento y con mis ojos perdidos en sus pardos haciendo caso omiso a la visión.
Ladeé la sonrisa de nuevo centrándome en la mujer que ahora si decía la verdad, que le gustaba lo que veía.
-¿en tu casa la ultima copa o en la mía? -pregunte sin mas dándole la espalda al lobo y envainando la espada -prefiero hacerte la guerra en el lecho -apunté lanzandole un bocado.
Mis manso apretaron sus nalgas atrayendola contra mi cuerpo. Iba borracho y ella me había dejado claro lo que quería, así que no podía molestarle mi actitud en lo mas mínimo.
Mi aliento golpeó sus labios.
-¿No eres de aquí verdad? -pregunté deslizando mis ojos por su rostro. Sus rasgos nada tenían que ver con los habituales norteños.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Karma negó reiteradas veces sacudiendo sutilmente la cabeza, curvando sus labios en media sonrisa entretenida que distaba considerablemente de su ánimo. El hombre persistió en la presencia del huargo que, a su vez, continuaba plantado a unos pocos metros de distancia; no obstante, ante su fingida, pero insistente negativa, este finalmente cedió, supuso ella, imaginando que aquella figura no era más que una ilusión, un producto de su aturdida imaginación. Suspiró aliviada, mas en cuanto el vikingo se volvió por completo en su dirección, obsequiándole toda su atención, se paralizó sin saber cómo reaccionar. Era aquella una circunstancia que no se había planteado con anterioridad y para la que, evidentemente, no estaba preparada pues en tanto las osadas manos le apretaron las nalgas ella se sobresaltó, abriendo los ojos como platos y volviéndose rauda por encima de su hombro para comprobar aquello que sin recato alguno le tocaba. No estaba acostumbrada a que ningún hombre le tocara de forma semejante, de hecho, no estaba acostumbrada a que ningún hombre le tocara en lo absoluto, pero aquella había sido la carta que sacó de la baraja por lo que tendría que seguirle la corriente.
Para cuando sus pardos volvieron enardecidos en busca de los mares calmos del vikingo, su mirada se deslizó tras de él sin querer, recayendo en lobo de gran tamaño que a paso lento y desafiante retomaba su camino hacia ellos. Una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro, gesto que no pasó desapercibido por su acompañante, quien hizo el amague de girar la cabeza en busca de aquello que a ella le turbaba. Despabilar le tomó más de lo debido, la diosa había encontrado forma de presionarle y, a decir verdad, se quedaba sin ases bajo la manga. De permitirle descubrir que la bestia a sus espaldas era real tendría que explicarse y, por ende, confesar la verdad que daría inicio al juego.
Incluso para un borracho, la versión de que Hela, la deidad nórdica, diosa del Hel y la perdición, iba tras la pista de uno como él, un guerrero de respetable vida y antepasados, sonaría descabellado; sin embargo, incluso si el vikingo estuviese dispuesto a asimilar la historia como una verdad y no el disparate de alguna chiflada, —pues usualmente tomaba de bastante persuasión y alguna que otra experiencia cercana a la muerte para que el condenado aceptase su destino— hacer equipo como un ebrio para esquivar a la muerte equivalía a jugar tiro al blanco con un ciego… simplemente no tenía sentido.
Antes de que Agnar se diera la vuelta, su mano lo atajó de la mandíbula, girando su rostro de nuevo hacia ella, acercándolo peligrosamente a ella. Entreabrió los labios y ensanchó la sonrisa nerviosa, el aliento del vikingo abrasaba la humedad de su boca.
— Sí soy de aquí, pero mi padre no — susurró sincera, acariciando el halo fantasmal de sus labios. No tenía planeado involucrarse con el hombre, los vikingos eran presa fácil, se liaban con cualquiera, más por el bien de ambos, habría de continuar con el acto — Pero apuesto a que de mi padre será lo último que querrás saber — Sus mejillas se encendieron, quería darse a sí misma una palmada en el rostro, la distancia era ínfima y le intimidaba, mas se las arregló para sonreírle traviesa.
Él intentó apresar sus labios mas ella echó la cabeza hacia atrás a modo de juego, pretendiendo hacérselo complicado.
— En donde me hospedo estaremos bien — La mano con la que le sujetaba descendió hasta atrapar la de él, haciéndose a un lado para avanzar — Si te atreves, Vikingo — le retó arrastrándole tras de ella.
No tenía un hogar, había abandonado su caravana hacía ya un par de meses y desde entonces continuó como nómada haciendo paradas cortas en alguna que otra hostería o albergándose en los hogares de los hombres y mujeres que se dedicaba a salvar. En la mañana, antes de ir en busca de Agnar, había pedido una habitación en un hostal medianamente decente, no era hospedaje exuberante o lujoso, pero servía al propósito. Sin embargo, sólo tenía para un día o dos de renta, eso sí resistía sin comer, por lo que, si el vikingo se negaba a darle posada tras haber sido develada la verdad, se vería obligada que engañar a estafar a algún incauto con sus dotes gitanos.
El camino al hostal era bastante corto, mas cargando con el hombre que no se podía quedar quieto y el perro infernal que les pisaba los talones, Karma estaba de los nervios. Tras apurar el paso, pronto ambos se vieron frente a la fachada del hostal y, antes de ingresar, disimuladamente, la gitana dio un sutil vistazo por encima del hombro en busca de Echo, pero nada encontró. El lobo había desaparecido.
Fue hasta que estuvieron solos en la habitación y la intimidad pesó sobre ambos que la joven entró en pánico, recordando la excusa barata con la que había atraído al hombre a las puertas de su cuarto. La verdad era que no tenía trago, ni tampoco permitido involucrarse con las víctimas de otra forma que no fuera la debida, así que tampoco se podía acostar con él… ¡ni que quisiera! Bufó para sí misma.
— Mmmm — Vaciló un instante apretando los labios, barajando una excusa verosímil que le comprase un poco de tiempo — Parece que me he equivocado — dijo al fin, frunciendo el entrecejo, simulando rebuscar entre los muebles que adornaban la habitación — Pensé que tenía una botella de vino por aquí — Soltó una risita nerviosa — Iré a la recepción a pedir una… — Inspiró hondo y se dispuso a salir, escudriñando en su mente por una mejor idea.
Para cuando sus pardos volvieron enardecidos en busca de los mares calmos del vikingo, su mirada se deslizó tras de él sin querer, recayendo en lobo de gran tamaño que a paso lento y desafiante retomaba su camino hacia ellos. Una expresión de sorpresa se dibujó en su rostro, gesto que no pasó desapercibido por su acompañante, quien hizo el amague de girar la cabeza en busca de aquello que a ella le turbaba. Despabilar le tomó más de lo debido, la diosa había encontrado forma de presionarle y, a decir verdad, se quedaba sin ases bajo la manga. De permitirle descubrir que la bestia a sus espaldas era real tendría que explicarse y, por ende, confesar la verdad que daría inicio al juego.
Incluso para un borracho, la versión de que Hela, la deidad nórdica, diosa del Hel y la perdición, iba tras la pista de uno como él, un guerrero de respetable vida y antepasados, sonaría descabellado; sin embargo, incluso si el vikingo estuviese dispuesto a asimilar la historia como una verdad y no el disparate de alguna chiflada, —pues usualmente tomaba de bastante persuasión y alguna que otra experiencia cercana a la muerte para que el condenado aceptase su destino— hacer equipo como un ebrio para esquivar a la muerte equivalía a jugar tiro al blanco con un ciego… simplemente no tenía sentido.
Antes de que Agnar se diera la vuelta, su mano lo atajó de la mandíbula, girando su rostro de nuevo hacia ella, acercándolo peligrosamente a ella. Entreabrió los labios y ensanchó la sonrisa nerviosa, el aliento del vikingo abrasaba la humedad de su boca.
— Sí soy de aquí, pero mi padre no — susurró sincera, acariciando el halo fantasmal de sus labios. No tenía planeado involucrarse con el hombre, los vikingos eran presa fácil, se liaban con cualquiera, más por el bien de ambos, habría de continuar con el acto — Pero apuesto a que de mi padre será lo último que querrás saber — Sus mejillas se encendieron, quería darse a sí misma una palmada en el rostro, la distancia era ínfima y le intimidaba, mas se las arregló para sonreírle traviesa.
Él intentó apresar sus labios mas ella echó la cabeza hacia atrás a modo de juego, pretendiendo hacérselo complicado.
— En donde me hospedo estaremos bien — La mano con la que le sujetaba descendió hasta atrapar la de él, haciéndose a un lado para avanzar — Si te atreves, Vikingo — le retó arrastrándole tras de ella.
No tenía un hogar, había abandonado su caravana hacía ya un par de meses y desde entonces continuó como nómada haciendo paradas cortas en alguna que otra hostería o albergándose en los hogares de los hombres y mujeres que se dedicaba a salvar. En la mañana, antes de ir en busca de Agnar, había pedido una habitación en un hostal medianamente decente, no era hospedaje exuberante o lujoso, pero servía al propósito. Sin embargo, sólo tenía para un día o dos de renta, eso sí resistía sin comer, por lo que, si el vikingo se negaba a darle posada tras haber sido develada la verdad, se vería obligada que engañar a estafar a algún incauto con sus dotes gitanos.
El camino al hostal era bastante corto, mas cargando con el hombre que no se podía quedar quieto y el perro infernal que les pisaba los talones, Karma estaba de los nervios. Tras apurar el paso, pronto ambos se vieron frente a la fachada del hostal y, antes de ingresar, disimuladamente, la gitana dio un sutil vistazo por encima del hombro en busca de Echo, pero nada encontró. El lobo había desaparecido.
Fue hasta que estuvieron solos en la habitación y la intimidad pesó sobre ambos que la joven entró en pánico, recordando la excusa barata con la que había atraído al hombre a las puertas de su cuarto. La verdad era que no tenía trago, ni tampoco permitido involucrarse con las víctimas de otra forma que no fuera la debida, así que tampoco se podía acostar con él… ¡ni que quisiera! Bufó para sí misma.
— Mmmm — Vaciló un instante apretando los labios, barajando una excusa verosímil que le comprase un poco de tiempo — Parece que me he equivocado — dijo al fin, frunciendo el entrecejo, simulando rebuscar entre los muebles que adornaban la habitación — Pensé que tenía una botella de vino por aquí — Soltó una risita nerviosa — Iré a la recepción a pedir una… — Inspiró hondo y se dispuso a salir, escudriñando en su mente por una mejor idea.
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Enarqué una ceja al ver que su mirada pasaba por encima de mi hombro para centrarse en algo que captaba su atención a mi espalda.
Fui a girarme para ver que era eso mas importante que el hombre que llevaba media noche admirando a través del cristal de la taberna, cuando su mano afianzó mi mandíbula. Parecia estar hambrienta de mi boca , algo que me hizo ladear la sonrisa mientras nuestros labios se rozaban y mi aliento empapado en alcohol golpeaba la entrada húmeda.
-Tienes razón, no quiero saber nada de tu padre, por contra, tu me interesas bastante -aseguré dando un paso haca delante, la distancia desapareció, entre mis ropas y su vestido no podría pasar ni un ápice de aire.
Ella sonreía traviesa provocandome, mi boca buscó la calidez ajena, mas esta me esquivó picara, jugando al juego del escondite, no me importaba, lo bueno se hacia esperar y no acabaría la noche sin que hubiera podido devorarla.
-Tu casa -susurre enredando las palabras mientras mir turbias tempestades se hundían en sus preciosos ojos.
Ella deslizó su mano asta atrapar la propia, tiró de mi con impaciencia, así mi brazo enredó su cintura sin poder borrar esa sonrisa picara tras el reto expuesto por la morena.
Busqué su cuello con mis labios, olía bien, mi paso no era precisamente estable, mi risa se perdía en la cavidad que entre cuello y hombro quedaba.
En mas de una ocasión nos detuvimos, mi cuerpo se convertía en cárcel de piel y hueso en cada callejón, en cada recoveco. Mi boca la buscaba, jugueteaba a apresar su inferior, pero ella de nuevo me esquivaba riendo y sin dejarme atrás me guiaba con ella hasta un hostal donde al parecer se alojaba.
Subimos las escaleras, ella me pedía silencio, pero mi risa no se disipaba, frente a la puerta, mi brazo rodeó su cintura, escasa de nuevo la distancia sentía que su piel ardía.
Esta se giró en el instante en el que mis labios se acercaron a los ajenos con premura, habíamos jugado ya bastante y mi abultada entrepierna marcaba el ritmo claro de una lujuria mas que necesitada.
Abrió la puerta, quizás es que era demasiado tímida y por eso no haba querido intimar conmigo fuera, pero esperaba que dentro de la cámara todo cambiara.
La notaba nerviosa, apoyé mi espalda en la puerta al ver como esta deslizaba su mirada por la habitación de forma inquieta.
-Vamos, -le dije intentando darle caza lanzando mis manos hacia su cintura para a traerla nuevamente contra mi, mas ella se zafaba como si mi tacto quemara.
-¿mas vino? -ladeé la sonrisa -voy borracho, no necesito vino, te necesito a ti -aseguré cuando esta me apartó para escapar por la puerta.
Afiancé su muñeca y tiré de ella hasta que nuestros cuerpos colisionaron, la distancia fue nula.
Ella alzó el rostro para enfrentarme con el ceño fruncido por mis modales, yo lo baje con una sonrisa para enfrentar sus avellanas.
El aliento de ambos se encontró furibundo, acerqué mis labios presionando los suyos, mi lengua hambrienta buscó que su boca se entreabriera mientras mis manos ávidas de ella empezaban a recorrer su cuerpo sin tregua.
Jadeé, mi hombría contra su bajo vientre.
Fui a girarme para ver que era eso mas importante que el hombre que llevaba media noche admirando a través del cristal de la taberna, cuando su mano afianzó mi mandíbula. Parecia estar hambrienta de mi boca , algo que me hizo ladear la sonrisa mientras nuestros labios se rozaban y mi aliento empapado en alcohol golpeaba la entrada húmeda.
-Tienes razón, no quiero saber nada de tu padre, por contra, tu me interesas bastante -aseguré dando un paso haca delante, la distancia desapareció, entre mis ropas y su vestido no podría pasar ni un ápice de aire.
Ella sonreía traviesa provocandome, mi boca buscó la calidez ajena, mas esta me esquivó picara, jugando al juego del escondite, no me importaba, lo bueno se hacia esperar y no acabaría la noche sin que hubiera podido devorarla.
-Tu casa -susurre enredando las palabras mientras mir turbias tempestades se hundían en sus preciosos ojos.
Ella deslizó su mano asta atrapar la propia, tiró de mi con impaciencia, así mi brazo enredó su cintura sin poder borrar esa sonrisa picara tras el reto expuesto por la morena.
Busqué su cuello con mis labios, olía bien, mi paso no era precisamente estable, mi risa se perdía en la cavidad que entre cuello y hombro quedaba.
En mas de una ocasión nos detuvimos, mi cuerpo se convertía en cárcel de piel y hueso en cada callejón, en cada recoveco. Mi boca la buscaba, jugueteaba a apresar su inferior, pero ella de nuevo me esquivaba riendo y sin dejarme atrás me guiaba con ella hasta un hostal donde al parecer se alojaba.
Subimos las escaleras, ella me pedía silencio, pero mi risa no se disipaba, frente a la puerta, mi brazo rodeó su cintura, escasa de nuevo la distancia sentía que su piel ardía.
Esta se giró en el instante en el que mis labios se acercaron a los ajenos con premura, habíamos jugado ya bastante y mi abultada entrepierna marcaba el ritmo claro de una lujuria mas que necesitada.
Abrió la puerta, quizás es que era demasiado tímida y por eso no haba querido intimar conmigo fuera, pero esperaba que dentro de la cámara todo cambiara.
La notaba nerviosa, apoyé mi espalda en la puerta al ver como esta deslizaba su mirada por la habitación de forma inquieta.
-Vamos, -le dije intentando darle caza lanzando mis manos hacia su cintura para a traerla nuevamente contra mi, mas ella se zafaba como si mi tacto quemara.
-¿mas vino? -ladeé la sonrisa -voy borracho, no necesito vino, te necesito a ti -aseguré cuando esta me apartó para escapar por la puerta.
Afiancé su muñeca y tiré de ella hasta que nuestros cuerpos colisionaron, la distancia fue nula.
Ella alzó el rostro para enfrentarme con el ceño fruncido por mis modales, yo lo baje con una sonrisa para enfrentar sus avellanas.
El aliento de ambos se encontró furibundo, acerqué mis labios presionando los suyos, mi lengua hambrienta buscó que su boca se entreabriera mientras mis manos ávidas de ella empezaban a recorrer su cuerpo sin tregua.
Jadeé, mi hombría contra su bajo vientre.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Las manos del vikingo se aferraron a su cintura tras apartar los largos rizos azabaches que caían gráciles sobre su espalda; una vez despejado el camino, los labios del hombre, afanosos de ella descendieron por la curvatura de su cuello mientras refutaban la necesidad de más alcohol, susurrando la negativa contra su piel y humedeciendo el sendero recorrido en plácidas caricias que erizaron y estremecieron su cuerpo entero. Firme, Agnar sostuvo su menudo cuerpo contra el de él, ciñéndole el torso a la espalda y oprimiendo la abultada virilidad entre sus nalgas. Karma ahogó un jadeó, mordiéndose el labio inferior que retemblaba sin control.
— Pe.. pero yo no estoy borracha — Aclaró la garganta, apartándose del vikingo y girando sobre su propio eje para enfrentar sus oscuras constelaciones a esos mares turbios que se deslizaban por su cuerpo con lujuria. Enarcó las cejas en un gesto altivo que buscaba disimular su nerviosismo, deslizándose a un costado para evadir el cuerpo de su acompañante y seguir su camino hacia la puerta — Y quiero un trag-
No alcanzó a terminar la frase. El vikingo, asiéndose con su muñeca, de un solo tirón logró que volviera a él, en una colisión que extinguió el aire que separaba sus cuerpos. Al joven guerrero parecía divertirle la situación y Karma, olvidándose de su acto por un instante frunció el entrecejo, entreabriendo los labios para replicar a la acción del hombre. Él ladeó la sonrisa, afianzando el agarre en sus caderas y sin darle tiempo a formular palabra, inclinó la cabeza y aprisionó sus labios.
Escurridiza, la gitana abrió los ojos como platos, intentando zafarse del ávido agarre; sin embargo, Agnar como buen ejemplar de los suyos, no estaba dispuesto a dar tregua y abriéndose paso en su boca con la lengua, la incitó a corresponder al beso. No lo culpaba, él hacía según había sido incitado a actuar; ponerse a sí misma como carnada no fue la jugada más inteligente, sólo la más sencilla y ahora afrontaba las consecuencias de proceder sin planear a cabalidad. Se ordenó reiteradas veces detenerlo, recordándose a sí misma su labor y los peligros de involucrarse con alguno de los condenados de la diosa; no obstante, se sentía bien y bajo el tórrido recorrido de las varoniles malos, la tensión cedió y la parálisis de su cuerpo se convirtió en fluidez.
Su piel ardía bajo el tacto del vikingo. Jadeó falta de aire. No sabía lo que hacía, aquella era una experiencia nueva, mágica, placentera, así que a falta de experiencia se condujo por instinto. En medio del voraz encuentro de sus bocas, entre mordiscos que engrosaron y enrojecieron sus labios, su lengua, codiciosa, envolvió la ajena en un húmedo ciclón y sus dedos, hundidos en los hombros del guerrero, ascendieron por la nuca hasta enredarse en los cabellos. Su espalda chochó contra la pared, él marcaba el compás de aquel encuentro, y con la diestra que viajaba férrea por su costado, alcanzó su pierna, levantándola en un movimiento rudo que permitió la fricción de sus sexos. Las huellas del hombre se colaron entre su falda y treparon por su piel desnuda hasta encontrar sus glúteos, estrujándolos con fiereza mientras sus caderas danzaban buscando sentir la erección que, a su vez, él empujaba contra ella. Gimió en el oído de Agnar cuando este decidió plantar un par de besos en su cuello; la fina tela de su ropa interior, humedecida por el elixir de sus íntimas profundidades daba cuenta de su excitación. Se había olvidado por completo de su deber.
Un potente estruendo retumbó en las paredes de la habitación. Sorprendida, tras dejar escapar un grito, la gitana perdió el equilibrio y en un vano intento de sostenerse, terminó cayendo de bruces contra el suelo, arrastrando al guerrero consigo. Fragmentos de vidrio golpeaban estrepitosos la madera del suelo. Ambos volvieron la vista hacia el origen del estallido; de un salto, Echo había atravesado la ventana de la habitación.
El animal cuyos ojos aún centellaban con luz infernal, indicando que todavía actuaba bajo el influjo del mismísimo Garm, gruñía salvaje, mostrándoles sus afiladas fauces. Karma lo observó perpleja y Agnar, descubriendo que ella también podía ver a la bestia, le observó ofuzcado, advirtiéndole que tenía mucho por explicar.
Como era de esperarse, pronto el temerario vikingo se irguió dispuesto a enfrentar a la bestia; sin embargo, la castaña, a sabiendas de que no podía permitirle lastimar al lobo, agarró una de las baratijas de cerámica que decoraban la habitación y la estrelló en la cabeza del vikingo, noqueándolo de inmediato. El lobo gruñó de nuevo su pelaje se erizó, la gitana retrocedió suspicaz, pero ya con Agnar inconsciente, el endemoniado refulgir en las orbes del animal se apagó al instante, devolviendo la lucidez a Echo, que, como si nada hubiese sucedido, se acercó a ella para que lo consintiera, prosiguiendo a sentarse en un rincón de la estancia que, a decir verdad, era bastante estrecha para su tamaño.
Karma suspiró y tras dar unas palmaditas sobre el lomo de su mascota, acomodó sus vestimentas y con tremendo esfuerzo arrastró el cuerpo de Agnar hasta el lecho, seguida por la mirada curiosa de Echo. Jadeó exhausta. Como respuesta al escándalo el casero no tardó en aparecer, llamando a la puerta muy disgustado. Afortunadamente, lo poco que tenía ella en conjunto con lo que tomó prestado de los bolsillos del condenado fue suficiente para sobornar al propietario y pagar por los daños causados.
Resignada, la castaña se dejó cae en el lecho junto al cuerpo inconsciente del guerrero; algo le decía que este no iba a despertar feliz.
— Pe.. pero yo no estoy borracha — Aclaró la garganta, apartándose del vikingo y girando sobre su propio eje para enfrentar sus oscuras constelaciones a esos mares turbios que se deslizaban por su cuerpo con lujuria. Enarcó las cejas en un gesto altivo que buscaba disimular su nerviosismo, deslizándose a un costado para evadir el cuerpo de su acompañante y seguir su camino hacia la puerta — Y quiero un trag-
No alcanzó a terminar la frase. El vikingo, asiéndose con su muñeca, de un solo tirón logró que volviera a él, en una colisión que extinguió el aire que separaba sus cuerpos. Al joven guerrero parecía divertirle la situación y Karma, olvidándose de su acto por un instante frunció el entrecejo, entreabriendo los labios para replicar a la acción del hombre. Él ladeó la sonrisa, afianzando el agarre en sus caderas y sin darle tiempo a formular palabra, inclinó la cabeza y aprisionó sus labios.
Escurridiza, la gitana abrió los ojos como platos, intentando zafarse del ávido agarre; sin embargo, Agnar como buen ejemplar de los suyos, no estaba dispuesto a dar tregua y abriéndose paso en su boca con la lengua, la incitó a corresponder al beso. No lo culpaba, él hacía según había sido incitado a actuar; ponerse a sí misma como carnada no fue la jugada más inteligente, sólo la más sencilla y ahora afrontaba las consecuencias de proceder sin planear a cabalidad. Se ordenó reiteradas veces detenerlo, recordándose a sí misma su labor y los peligros de involucrarse con alguno de los condenados de la diosa; no obstante, se sentía bien y bajo el tórrido recorrido de las varoniles malos, la tensión cedió y la parálisis de su cuerpo se convirtió en fluidez.
Su piel ardía bajo el tacto del vikingo. Jadeó falta de aire. No sabía lo que hacía, aquella era una experiencia nueva, mágica, placentera, así que a falta de experiencia se condujo por instinto. En medio del voraz encuentro de sus bocas, entre mordiscos que engrosaron y enrojecieron sus labios, su lengua, codiciosa, envolvió la ajena en un húmedo ciclón y sus dedos, hundidos en los hombros del guerrero, ascendieron por la nuca hasta enredarse en los cabellos. Su espalda chochó contra la pared, él marcaba el compás de aquel encuentro, y con la diestra que viajaba férrea por su costado, alcanzó su pierna, levantándola en un movimiento rudo que permitió la fricción de sus sexos. Las huellas del hombre se colaron entre su falda y treparon por su piel desnuda hasta encontrar sus glúteos, estrujándolos con fiereza mientras sus caderas danzaban buscando sentir la erección que, a su vez, él empujaba contra ella. Gimió en el oído de Agnar cuando este decidió plantar un par de besos en su cuello; la fina tela de su ropa interior, humedecida por el elixir de sus íntimas profundidades daba cuenta de su excitación. Se había olvidado por completo de su deber.
Un potente estruendo retumbó en las paredes de la habitación. Sorprendida, tras dejar escapar un grito, la gitana perdió el equilibrio y en un vano intento de sostenerse, terminó cayendo de bruces contra el suelo, arrastrando al guerrero consigo. Fragmentos de vidrio golpeaban estrepitosos la madera del suelo. Ambos volvieron la vista hacia el origen del estallido; de un salto, Echo había atravesado la ventana de la habitación.
El animal cuyos ojos aún centellaban con luz infernal, indicando que todavía actuaba bajo el influjo del mismísimo Garm, gruñía salvaje, mostrándoles sus afiladas fauces. Karma lo observó perpleja y Agnar, descubriendo que ella también podía ver a la bestia, le observó ofuzcado, advirtiéndole que tenía mucho por explicar.
Como era de esperarse, pronto el temerario vikingo se irguió dispuesto a enfrentar a la bestia; sin embargo, la castaña, a sabiendas de que no podía permitirle lastimar al lobo, agarró una de las baratijas de cerámica que decoraban la habitación y la estrelló en la cabeza del vikingo, noqueándolo de inmediato. El lobo gruñó de nuevo su pelaje se erizó, la gitana retrocedió suspicaz, pero ya con Agnar inconsciente, el endemoniado refulgir en las orbes del animal se apagó al instante, devolviendo la lucidez a Echo, que, como si nada hubiese sucedido, se acercó a ella para que lo consintiera, prosiguiendo a sentarse en un rincón de la estancia que, a decir verdad, era bastante estrecha para su tamaño.
Karma suspiró y tras dar unas palmaditas sobre el lomo de su mascota, acomodó sus vestimentas y con tremendo esfuerzo arrastró el cuerpo de Agnar hasta el lecho, seguida por la mirada curiosa de Echo. Jadeó exhausta. Como respuesta al escándalo el casero no tardó en aparecer, llamando a la puerta muy disgustado. Afortunadamente, lo poco que tenía ella en conjunto con lo que tomó prestado de los bolsillos del condenado fue suficiente para sobornar al propietario y pagar por los daños causados.
Resignada, la castaña se dejó cae en el lecho junto al cuerpo inconsciente del guerrero; algo le decía que este no iba a despertar feliz.
Karma- Gitano
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
La dama decía necesitar estar ebria para continuar con nuestra particular gesta.
-No soy tan feo -bromeé enredando mi lengua como la hiedra a su sin hueso, profundizando en un beso que saqueó lo mas profundo de sus entrañas, paladeando ese dulce sabor a fruta madura mezclada con el alcohol que bañaba mis labios.
Mi deseo por ese cuerpo que se escurría entre mis dedos no conocía parangón, mi hombría rozaba su bajo vientre, humedeciendo la tela del pantalón con las gotas que salían de mi glande.
Mis húmedos besos fueron quebrando sus fronteras, empezó a jadear, a abrirme las puertas de su boca y en ellas entro mi ejercito devastandolo todo de forma épica.
Alzó la pierna para que nuestros sexos se encontraran, mis manos afianzaron voraces sus nalgas acariciando su piel tersa, perfecta. Entre gruñidos la alcé dejando que nuestros cuerpos se rozaran, friccionaran y se buscaran.
-Así. Muévete-pedí al sentir su centro trazar círculos contra mi abultada entrepierna - me excitas mucho.
Cada palabra salia ronca de mi garganta, apenas separábamos nuestras bocas para jadear, gruñí llevando mi diestra al botón del pantalón para liberar mi verga, quería follármela contra la pared, esa mujer de cuerpo curvilíneo me estaba poniendo muy bruto.
Fue entonces cuando un gran estruendo se produjo en la habitación a mis espaldas, el cristal se rompió, gruñí al dirigir mi mirada por encima del hombro encontrando ese animal de ojos ámbar que no era la primera vez me encontraba. Sonreí girándome hacia la gitana para perderme en su boca, iba tan borracho que la verdad, no me extrañaba ver cosas raras... pero ella lo miraba, acababa de percatarme de que en ocasión no era el único que veía al monstruo gigantesco que había a mi espalda.
-¿Lo ves? -pregunté incrédulo después de que en la taberna me había hecho pensar que estaba tan ebrio, algo que era verdad, que veía alucinaciones.
La bajé para desenvainar la bastarda de mi espalda y enfrentar la bestia, después, cuando la matara, esa mujer me iba a explicar muchas cosas.
Gruñí abriendo los brazos, retando a la bestia con una engreída sonrisa dispuesto a darle muerte.
Lo que no esperé es que a mis espaldas un jarrón goleara mi cabeza, ella me había traicionado.
Mi mirada se torno turbia, intenté aferrarme a algo, mis piernas flojeaban, la oscuridad se adueñaba de mi cuando mi cuerpo golpeó contra el suelo llevándome a la inconsciencia.
Abrí los ojos de forma pesada, sentía la boca pastosa por la cantidad de alcohol ingerido y a eso se le unia que el golpe del jarrón y la resaca se unía convirtiendo mi cabeza en una orquesta.
-¡Joder! -rugí intentando enfocar a la mujer que sentada en una silla me miraba -¿que cojones pasa? ¿que eres? ¿una loca que caza hombres? ¿alguna frustrada mujer mal follada?
Me intenté poner de pie tambaleándome.
-A la mierda, me largo, que te folle otro.
-No soy tan feo -bromeé enredando mi lengua como la hiedra a su sin hueso, profundizando en un beso que saqueó lo mas profundo de sus entrañas, paladeando ese dulce sabor a fruta madura mezclada con el alcohol que bañaba mis labios.
Mi deseo por ese cuerpo que se escurría entre mis dedos no conocía parangón, mi hombría rozaba su bajo vientre, humedeciendo la tela del pantalón con las gotas que salían de mi glande.
Mis húmedos besos fueron quebrando sus fronteras, empezó a jadear, a abrirme las puertas de su boca y en ellas entro mi ejercito devastandolo todo de forma épica.
Alzó la pierna para que nuestros sexos se encontraran, mis manos afianzaron voraces sus nalgas acariciando su piel tersa, perfecta. Entre gruñidos la alcé dejando que nuestros cuerpos se rozaran, friccionaran y se buscaran.
-Así. Muévete-pedí al sentir su centro trazar círculos contra mi abultada entrepierna - me excitas mucho.
Cada palabra salia ronca de mi garganta, apenas separábamos nuestras bocas para jadear, gruñí llevando mi diestra al botón del pantalón para liberar mi verga, quería follármela contra la pared, esa mujer de cuerpo curvilíneo me estaba poniendo muy bruto.
Fue entonces cuando un gran estruendo se produjo en la habitación a mis espaldas, el cristal se rompió, gruñí al dirigir mi mirada por encima del hombro encontrando ese animal de ojos ámbar que no era la primera vez me encontraba. Sonreí girándome hacia la gitana para perderme en su boca, iba tan borracho que la verdad, no me extrañaba ver cosas raras... pero ella lo miraba, acababa de percatarme de que en ocasión no era el único que veía al monstruo gigantesco que había a mi espalda.
-¿Lo ves? -pregunté incrédulo después de que en la taberna me había hecho pensar que estaba tan ebrio, algo que era verdad, que veía alucinaciones.
La bajé para desenvainar la bastarda de mi espalda y enfrentar la bestia, después, cuando la matara, esa mujer me iba a explicar muchas cosas.
Gruñí abriendo los brazos, retando a la bestia con una engreída sonrisa dispuesto a darle muerte.
Lo que no esperé es que a mis espaldas un jarrón goleara mi cabeza, ella me había traicionado.
Mi mirada se torno turbia, intenté aferrarme a algo, mis piernas flojeaban, la oscuridad se adueñaba de mi cuando mi cuerpo golpeó contra el suelo llevándome a la inconsciencia.
Abrí los ojos de forma pesada, sentía la boca pastosa por la cantidad de alcohol ingerido y a eso se le unia que el golpe del jarrón y la resaca se unía convirtiendo mi cabeza en una orquesta.
-¡Joder! -rugí intentando enfocar a la mujer que sentada en una silla me miraba -¿que cojones pasa? ¿que eres? ¿una loca que caza hombres? ¿alguna frustrada mujer mal follada?
Me intenté poner de pie tambaleándome.
-A la mierda, me largo, que te folle otro.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Tras varios minutos con la mirada perdida en el techo de la habitación, meditando la situación y la forma en la que debía proceder, Karma se levantó y colocó una silla al costado del lecho sobre el que reposaba el cuerpo inconsciente del guerrero, tomando asiento mientras aguardaba paciente a que este despertase de su letargo. Ciertamente sería mejor mantener la distancia, con lo acontecido no esperaba que la reacción del hombre fuera exactamente amable.
Entrelazó las pestañas. Echo estaba de guardia y a ella le sentaría bien el descanso, en ese momento, poder caer en los brazos de Morfeo era lo único que anhelaba. Desde el inicio de la competencia entre ella y la diosa del infierno no había vuelto a dormir apropiadamente; siempre tensionada, a la defensiva, asaltada por la incertidumbre de una posible tragedia, Karma se encontraba sobre el borde del abismo y mientras el juego continuase, contadas serían las ocasiones en que hallaría paz o, por lo menos, espacio alguno para reposar.
Consciente de su carga y de la condición humana que la limitaba, la gitana hizo cuanto pudo por dejarse llevar y sumergirse en cualquiera que fuese el mundo abstracto que su mente tenía preparado para ella; no obstante, sin importar cuanto lo intentó o con cuanta ansia lo quiso, no pudo conciliar el sueño. Las horas transcurrieron lentas y la espera mezclada con el insomnio comenzó a sentirse eterna.
Para cuando los primeros rayos del alba se colaron por el agujero donde antes estuvo la ventana, todo seguía igual, los fragmentos de vidrio aún se encontraban esparcidos sobre la deslucida madera del piso y Echo, sentado en el mismo rincón, con las orejas bien alzadas y la cabeza reposando sobre las dos patas delanteras, lanzaba miradas curiosas tanto a Karma como al hombre cuya lucidez aún no regresaba.
Suspiró. Quizá mientras el guerrero despertaba ella podría ir en busca de algo para saciar su hambre, no probaba bocado hacía ya más de un día y su estómago comenzaba a rugir mas fuerte que el mismísimo Garm; sin embargo, tan pronto como apoyó las manos sobre los bordes del asiento para levantarse, el cuerpo del hombre se removió, advirtiendo que comenzaba a espabilar.
Agnar, dejó escapar un quejido y tras abrir los párpados cansinos, se restregó los ojos, enfocando las pupilas en su dirección. Karma, resignada se reacomodó en la silla, recostándose en el respaldo, cruzando ambos brazos. El guerrero le observó con el entrecejo fruncido. La dicción que acompañó al irritado gesto lejos estuvo de sorprenderla; estaba cabreado y solo por esa vez ella tendría que darle toda la razón. Ella le mintió, lo sedujo, lo golpeó… por supuesto la situación entera debía carecer de sentido e incluso cuando la verdad fuese confesada, las circunstancias no se pondrían mucho mejor.
— ¿Una loca caza hombres? No. ¿Una mujer mal follada? Tampoco… pero te daré créditos, esa es la forma más original en la que alguien se ha referido a mí.
Al hombre no pareció hacerle gracia su comentario y tras ponerse en pie tambaleante, sobándose la cabeza como si aquello apaciguara la monumental jaqueca que probablemente debía llevar, le advirtió que se iría. Karma ahogó una carcajada. En el que estado en el que estaba ese hombre no llegaría ni al umbral de la habitación, mas obstinado él persistió en el intento a un torpe andar.
En ese momento Echo irguió en sus cuatro patas y con los pelos erizados y mirada salvaje le gruñó al guerrero, mostrándole los dientes en clara advertencia de no avanzar un paso más. El joven, como reacción instintiva y digna de su naturaleza, se llevó la mano al cinto en busca de la bastarda, pero allí nada encontró.
— ¿Buscabas esto? — Indagó la gitana, con las cejas enarcadas, elevando ligeramente la mano en la que sostenía la espada. Él la observó ofendido y ella se puso en pie, aproximándose hasta alcanzar distancia prudencial— Mira, no quiero que me folles, quiero que me escuches ¿vale? Lo explicaré todo— Pidió ella tratando forzarse un tono condescendiente, a pesar de que la petición era absurda y en ese momento Agnar no tenía otra opción que atenderla, incluso aunque fuese de mala gana — Lamento lo de anoche, no debió suceder así, yo… — Exhaló con frustración. Siempre había detestado esa parte de su labor pues sin importar cómo lo dijera, igual sonaría descabellado —no hay forma correcta de decir esto, así que simplemente lo diré. Me preguntaste qué soy… a las mujeres como yo nos han puesto diferentes nombres, los griegos nos llamaban parcas, los romanos moiras, los irlandeses banshees … tú me puedes decir Karma. — Hizo una pausa, a él todo parecía darle vueltas. Ella imaginó que hacía un esfuerzo colosal por digerir la información— En resumidas cuentas, estás en la lista de Hela, se supone que debes morir, pero ella tiene una propuesta mejor—Balbuceó, chasqueando los dedos, intentando encontrar la palabra adecuada para describir semejante delirio— Un… un juego, uno en el que la diosa hace su trabajo y tú intentas sobrevivir... es por eso estoy aquí, para ayudarte… si me dejas.
Entrelazó las pestañas. Echo estaba de guardia y a ella le sentaría bien el descanso, en ese momento, poder caer en los brazos de Morfeo era lo único que anhelaba. Desde el inicio de la competencia entre ella y la diosa del infierno no había vuelto a dormir apropiadamente; siempre tensionada, a la defensiva, asaltada por la incertidumbre de una posible tragedia, Karma se encontraba sobre el borde del abismo y mientras el juego continuase, contadas serían las ocasiones en que hallaría paz o, por lo menos, espacio alguno para reposar.
Consciente de su carga y de la condición humana que la limitaba, la gitana hizo cuanto pudo por dejarse llevar y sumergirse en cualquiera que fuese el mundo abstracto que su mente tenía preparado para ella; no obstante, sin importar cuanto lo intentó o con cuanta ansia lo quiso, no pudo conciliar el sueño. Las horas transcurrieron lentas y la espera mezclada con el insomnio comenzó a sentirse eterna.
Para cuando los primeros rayos del alba se colaron por el agujero donde antes estuvo la ventana, todo seguía igual, los fragmentos de vidrio aún se encontraban esparcidos sobre la deslucida madera del piso y Echo, sentado en el mismo rincón, con las orejas bien alzadas y la cabeza reposando sobre las dos patas delanteras, lanzaba miradas curiosas tanto a Karma como al hombre cuya lucidez aún no regresaba.
Suspiró. Quizá mientras el guerrero despertaba ella podría ir en busca de algo para saciar su hambre, no probaba bocado hacía ya más de un día y su estómago comenzaba a rugir mas fuerte que el mismísimo Garm; sin embargo, tan pronto como apoyó las manos sobre los bordes del asiento para levantarse, el cuerpo del hombre se removió, advirtiendo que comenzaba a espabilar.
Agnar, dejó escapar un quejido y tras abrir los párpados cansinos, se restregó los ojos, enfocando las pupilas en su dirección. Karma, resignada se reacomodó en la silla, recostándose en el respaldo, cruzando ambos brazos. El guerrero le observó con el entrecejo fruncido. La dicción que acompañó al irritado gesto lejos estuvo de sorprenderla; estaba cabreado y solo por esa vez ella tendría que darle toda la razón. Ella le mintió, lo sedujo, lo golpeó… por supuesto la situación entera debía carecer de sentido e incluso cuando la verdad fuese confesada, las circunstancias no se pondrían mucho mejor.
— ¿Una loca caza hombres? No. ¿Una mujer mal follada? Tampoco… pero te daré créditos, esa es la forma más original en la que alguien se ha referido a mí.
Al hombre no pareció hacerle gracia su comentario y tras ponerse en pie tambaleante, sobándose la cabeza como si aquello apaciguara la monumental jaqueca que probablemente debía llevar, le advirtió que se iría. Karma ahogó una carcajada. En el que estado en el que estaba ese hombre no llegaría ni al umbral de la habitación, mas obstinado él persistió en el intento a un torpe andar.
En ese momento Echo irguió en sus cuatro patas y con los pelos erizados y mirada salvaje le gruñó al guerrero, mostrándole los dientes en clara advertencia de no avanzar un paso más. El joven, como reacción instintiva y digna de su naturaleza, se llevó la mano al cinto en busca de la bastarda, pero allí nada encontró.
— ¿Buscabas esto? — Indagó la gitana, con las cejas enarcadas, elevando ligeramente la mano en la que sostenía la espada. Él la observó ofendido y ella se puso en pie, aproximándose hasta alcanzar distancia prudencial— Mira, no quiero que me folles, quiero que me escuches ¿vale? Lo explicaré todo— Pidió ella tratando forzarse un tono condescendiente, a pesar de que la petición era absurda y en ese momento Agnar no tenía otra opción que atenderla, incluso aunque fuese de mala gana — Lamento lo de anoche, no debió suceder así, yo… — Exhaló con frustración. Siempre había detestado esa parte de su labor pues sin importar cómo lo dijera, igual sonaría descabellado —no hay forma correcta de decir esto, así que simplemente lo diré. Me preguntaste qué soy… a las mujeres como yo nos han puesto diferentes nombres, los griegos nos llamaban parcas, los romanos moiras, los irlandeses banshees … tú me puedes decir Karma. — Hizo una pausa, a él todo parecía darle vueltas. Ella imaginó que hacía un esfuerzo colosal por digerir la información— En resumidas cuentas, estás en la lista de Hela, se supone que debes morir, pero ella tiene una propuesta mejor—Balbuceó, chasqueando los dedos, intentando encontrar la palabra adecuada para describir semejante delirio— Un… un juego, uno en el que la diosa hace su trabajo y tú intentas sobrevivir... es por eso estoy aquí, para ayudarte… si me dejas.
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Como si viviera un eterno dejavu de nuevo el lobo gigante que ya empezaba a tocarme los cojones fuera o no una alucinación se interpuso en mi camino.
Iba a desenvainar para abrirme paso acero en mano, nada, ni siquiera ese chucho me detendría junto a al loca esa por mas tiempo, mas al ir a aferrar el mango me percaté de que no estaba.
Fulminé con la mirada a la mujer que con los labios curvados en señal de victoria me preguntaba si buscaba eso mostrándome el acero.
-No, buscaba una copa, creo que la necesito -dije con un tinte de sarcasmo en mi voz -cálmate perrito, si convives con – la señale con el indice -eso -dije con desprecio -es normal andes de tan mala hostia por las mañanas -lo que me extraña es que mis adjetivos calificativos sean los mas elocuentes que te han dado a lo largo de este tiempo, me he quedado muy corto en cuanto a lo desequilibrada y mal follada que estas. Eres una calienta pollas ¿eres de eso consciente?
La mujer me miraba sin moverse de la silla con resignación, como si le importaran una mierda mis palabras, al parecer ella tenia claro que el juego empezaba y esquivar a la muerte era a partir de ahora mi única razón de ser.
Ladeé la sonrisa mirándola con cierta altivez.
-Soy un vikigo, enfrento a Hela cada día, así que lo siento parca, moira o karma o como quieras llamarte, hasta hoy se me ha dado bien esto de salir airoso de los encuentros con la muerte.
Me acerqué a ella ignorando al perrito ladrador poco mordedor y extendí la mano para que me devolviera lo mio.
-¿y si nos olvidamos de esta noche los dos? Yo básicamente porque es lo mas vergonzoso que me ha pasado con una mujer y no es como una chanza para ser contada, si espero no se rían de mi mis amigos, tu...no se, tu estas loca, quizás sea la mejor noche de tu vida, algo que no me extrañaría, dudo tengas muchos hombres en tu lecho, no deben aguantar tus idas de cabeza y de seguro salen corriendo.
Por eso mi madre me decía que no bebiera tanto, te vas con una norteña que ves épica y cuando te despiertas estas con una loca de los cojones que se cree la parca.
-Bah, dame la espada y me piro, fijo que en otra taberna puedes pillar algún nuevo borracho pringado que te siga el juego, yo no tengo tiempo.
Extendí mi mano,p use la mejor de mis sonrisas esperando me lo devolviera y al ver que no lo haca elevé una ceja carraspeando a ver is reaccionaba de una vez.
-Ahora es cuando pones el mango de mi espada en mi mano y me dices ADIOS.
Resoplé porque ademas de loca debía estar sorda.
-Por Odin algo muy malo debía haber hecho como para que de todo el norte me hubiera tocado la mas chiflada.
-¿no tendrás parentesco alguno con Randulf? -pregunté con malicia.
Iba a desenvainar para abrirme paso acero en mano, nada, ni siquiera ese chucho me detendría junto a al loca esa por mas tiempo, mas al ir a aferrar el mango me percaté de que no estaba.
Fulminé con la mirada a la mujer que con los labios curvados en señal de victoria me preguntaba si buscaba eso mostrándome el acero.
-No, buscaba una copa, creo que la necesito -dije con un tinte de sarcasmo en mi voz -cálmate perrito, si convives con – la señale con el indice -eso -dije con desprecio -es normal andes de tan mala hostia por las mañanas -lo que me extraña es que mis adjetivos calificativos sean los mas elocuentes que te han dado a lo largo de este tiempo, me he quedado muy corto en cuanto a lo desequilibrada y mal follada que estas. Eres una calienta pollas ¿eres de eso consciente?
La mujer me miraba sin moverse de la silla con resignación, como si le importaran una mierda mis palabras, al parecer ella tenia claro que el juego empezaba y esquivar a la muerte era a partir de ahora mi única razón de ser.
Ladeé la sonrisa mirándola con cierta altivez.
-Soy un vikigo, enfrento a Hela cada día, así que lo siento parca, moira o karma o como quieras llamarte, hasta hoy se me ha dado bien esto de salir airoso de los encuentros con la muerte.
Me acerqué a ella ignorando al perrito ladrador poco mordedor y extendí la mano para que me devolviera lo mio.
-¿y si nos olvidamos de esta noche los dos? Yo básicamente porque es lo mas vergonzoso que me ha pasado con una mujer y no es como una chanza para ser contada, si espero no se rían de mi mis amigos, tu...no se, tu estas loca, quizás sea la mejor noche de tu vida, algo que no me extrañaría, dudo tengas muchos hombres en tu lecho, no deben aguantar tus idas de cabeza y de seguro salen corriendo.
Por eso mi madre me decía que no bebiera tanto, te vas con una norteña que ves épica y cuando te despiertas estas con una loca de los cojones que se cree la parca.
-Bah, dame la espada y me piro, fijo que en otra taberna puedes pillar algún nuevo borracho pringado que te siga el juego, yo no tengo tiempo.
Extendí mi mano,p use la mejor de mis sonrisas esperando me lo devolviera y al ver que no lo haca elevé una ceja carraspeando a ver is reaccionaba de una vez.
-Ahora es cuando pones el mango de mi espada en mi mano y me dices ADIOS.
Resoplé porque ademas de loca debía estar sorda.
-Por Odin algo muy malo debía haber hecho como para que de todo el norte me hubiera tocado la mas chiflada.
-¿no tendrás parentesco alguno con Randulf? -pregunté con malicia.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Karma asintió en silencio, enarcando las cejas, ladeando una sonrisa displicente mientras el rubio escupía sandeces a diestra y siniestra. Se mordió lengua para no estallar en carcajadas, tenía que aceptarlo, el hombre guardaba un buen repertorio, era ingenioso, abiertamente insultante, mas no lo suficiente como para hacerla enfadar. No era ninguna loca, no como lo aseguraba el vikingo, mas sí alcanzaba a comprender por qué pensaba de ella así, evidentemente, la excusa que brindaba a su comportamiento no era una sencilla de digerir.
Para ese momento de su existencia el que vivía en ese preciso instante se había convertido en un escenario común. Hombres y mujeres le habían tachado de chiflada desde muy temprana edad, incluso mucho antes de convertirse en mensajera de muerte y ello se debía a la indeseada conexión que compartía con la deidad. No obstante; a pesar de que los términos despectivos eran una constante en su vida, fueron las circunstancias de su escabroso encuentro con Agnar las que hicieron de aquella una situación peculiar. Por un lado, había sido necio y descuidado de su parte permitirse acercamiento semejante al que mantuvo con él; por la otra, estaba acostumbrada a lidiar con pobres y desventurados, por supuesto, el ego de un guerrero era mucho más complejo de manejar.
— ¿Terminaste? — Inquirió ella aún sin sentirse aludida por las tenaces palabras de su interlocutor
La respuesta llegó de inmediato. No, no había terminado, el hombre ignoró por completo su pregunta y continuó parloteando acerca de lo desquiciada que estaba y sólo dios sabe qué más pues ella ya había dejado de prestarle atención. Suspiró profundo y rodó los ojos ligeramente exasperada ¿Alguna vez se iba a callar? En algún rincón del inframundo, Hela debía estar atragantándose a carcajadas, pero a ella ya no le hacía gracia.
Cuando los dioses escucharon sus plegarias y Agnar se aburrió de insultarla, con actitud pedante, este se aproximó a ella, ignorando los amenazantes gruñidos del huargo, pavoneándosele en frente, como si fuese la gallardía de su talante la que mantenía el animal a raya y no la determinante orden de la gitana, exigiendo con tono mordaz que le devolviese el arma.
Karma consideró la petición por un instante fijando sus terrosos orbes en el argentado filo de la espada que sostenía. No se tenía que ser muy astuto para dar con que ese hombre, como digno representante de los suyos, era terriblemente arrogante y obstinado, por lo que supuso que existía forma en el infierno en la que pudiese convencerlo de lo que le aguardaba sin que él lo hubiese experimentado primero por su propia cuenta.
Agnar, muy poco cortés, interrumpió su cavilación, mas para entonces la castaña ya había tomado una decisión.
— De acuerdo — se encogió de hombros.
Karma se tomó un instante para apreciar la sorpresa que surcó el rostro del joven ante su inesperada respuesta y, de repente, le lanzó la espada. Con la distancia que los separaba y la habilidad del guerrero hubiese sido una atajada sencilla, pero aun así el joven falló, llevándose un buen tajo en la palma de la mano al intentar atraparla sin éxito. La sonrisa de la castaña se ensanchó, él sacudió la diestra como si nada, prestando poco cuidado a la herida, esforzándose en aparentar que no le dolía. Algo le decía que en otra ocasión la hubiese atrapado sin problema, pero su suerte comenzaba a agotarse. Por supuesto él era un guerrero, como él no había dicho, “enfrentaba a Hela todos los días”; como todos los de su misma clase, de llegar a morir, lo haría en el campo de batalla y reposaría en eterno gozo y eterna gloria. No obstante, lo que desconocía el impetuoso rubio era que, esto nada tenía que ver con qué tan diestro combatiente era, sino que, de ahora en más, el mundo entero confabularía en su contra hasta que estuviese muerto.
La defensa del hombre fue acudir a otro par de palabras mordaces. ¿Estaba relacionada con Randulf?
— Sí, somos mejores amigos, nos trenzamos el cabello y discutimos sobre cuál otro vikingo irrelevante voy a molestar — Karma se pasó por el lado del joven, dándole un pequeño empujón con el hombro para acomodarse al lado de Echo, junto a la ventana. La mano de Karma se posó sobre el lomo del animal, deslizándola por el pelaje en un intento por calmarlo pues el huargo continuaba gruñendo por lo bajo, mostrándole los dientes al muchacho— Pero estoy segura de que con semejante destreza estarás bien, “guerrero” — se mofó, se preguntaba cuánto le tomaría al joven descubrir que necesitaba de su ayuda — ahora lárgate.
Agnar abandonó la habitación mascullando entre dientes el discurso de “lo loca que estaba y bla bla bla”. Ella se apoyó sobre el marco de la ventana observando hacia el exterior. Hacía buen clima, el administrador del hostal cortaba leña con una grande hacha y, por su puesto, Agnar marchar a paso furioso a través del umbral de la edificación. Quizá el joven sintió el peso de su mirada pues se volvió a verla con el entrecejo fruncido. Su respuesta fue despedirlo con la mano, sonriéndole bastante entretenida por su actitud, mas en medio de aquella distracción el rubio no advirtió que se aproximaba peligrosamente al violento trayecto del hacha.
— ¡Cuidado! — Chilló ella en advertencia
Agnar, en un rápido movimiento, que lo hizo perder el equilibrio y caer al suelo, alcanzó a apartar la cabeza del filo del arma; sin embargo, el grito de la gitana alertó también al otro hombre quien, sin querer, soltó el arma que se incrustó en la tierra, en medio de las extremidades inferiores del joven, a cortos centímetros de la entrepierna. Karma se cubrió la boca con la mano, la situación entera parecía improbable, pero había ocurrido de todas formas; El vikingo, por su parte, se recompuso de inmediato y, aunque ella le pareció que un tanto más precavido, este prosiguió su camino. La castaña hizo un sutil gesto de negación con la cabeza. Realmente estaba jodido.
Para ese momento de su existencia el que vivía en ese preciso instante se había convertido en un escenario común. Hombres y mujeres le habían tachado de chiflada desde muy temprana edad, incluso mucho antes de convertirse en mensajera de muerte y ello se debía a la indeseada conexión que compartía con la deidad. No obstante; a pesar de que los términos despectivos eran una constante en su vida, fueron las circunstancias de su escabroso encuentro con Agnar las que hicieron de aquella una situación peculiar. Por un lado, había sido necio y descuidado de su parte permitirse acercamiento semejante al que mantuvo con él; por la otra, estaba acostumbrada a lidiar con pobres y desventurados, por supuesto, el ego de un guerrero era mucho más complejo de manejar.
— ¿Terminaste? — Inquirió ella aún sin sentirse aludida por las tenaces palabras de su interlocutor
La respuesta llegó de inmediato. No, no había terminado, el hombre ignoró por completo su pregunta y continuó parloteando acerca de lo desquiciada que estaba y sólo dios sabe qué más pues ella ya había dejado de prestarle atención. Suspiró profundo y rodó los ojos ligeramente exasperada ¿Alguna vez se iba a callar? En algún rincón del inframundo, Hela debía estar atragantándose a carcajadas, pero a ella ya no le hacía gracia.
Cuando los dioses escucharon sus plegarias y Agnar se aburrió de insultarla, con actitud pedante, este se aproximó a ella, ignorando los amenazantes gruñidos del huargo, pavoneándosele en frente, como si fuese la gallardía de su talante la que mantenía el animal a raya y no la determinante orden de la gitana, exigiendo con tono mordaz que le devolviese el arma.
Karma consideró la petición por un instante fijando sus terrosos orbes en el argentado filo de la espada que sostenía. No se tenía que ser muy astuto para dar con que ese hombre, como digno representante de los suyos, era terriblemente arrogante y obstinado, por lo que supuso que existía forma en el infierno en la que pudiese convencerlo de lo que le aguardaba sin que él lo hubiese experimentado primero por su propia cuenta.
Agnar, muy poco cortés, interrumpió su cavilación, mas para entonces la castaña ya había tomado una decisión.
— De acuerdo — se encogió de hombros.
Karma se tomó un instante para apreciar la sorpresa que surcó el rostro del joven ante su inesperada respuesta y, de repente, le lanzó la espada. Con la distancia que los separaba y la habilidad del guerrero hubiese sido una atajada sencilla, pero aun así el joven falló, llevándose un buen tajo en la palma de la mano al intentar atraparla sin éxito. La sonrisa de la castaña se ensanchó, él sacudió la diestra como si nada, prestando poco cuidado a la herida, esforzándose en aparentar que no le dolía. Algo le decía que en otra ocasión la hubiese atrapado sin problema, pero su suerte comenzaba a agotarse. Por supuesto él era un guerrero, como él no había dicho, “enfrentaba a Hela todos los días”; como todos los de su misma clase, de llegar a morir, lo haría en el campo de batalla y reposaría en eterno gozo y eterna gloria. No obstante, lo que desconocía el impetuoso rubio era que, esto nada tenía que ver con qué tan diestro combatiente era, sino que, de ahora en más, el mundo entero confabularía en su contra hasta que estuviese muerto.
La defensa del hombre fue acudir a otro par de palabras mordaces. ¿Estaba relacionada con Randulf?
— Sí, somos mejores amigos, nos trenzamos el cabello y discutimos sobre cuál otro vikingo irrelevante voy a molestar — Karma se pasó por el lado del joven, dándole un pequeño empujón con el hombro para acomodarse al lado de Echo, junto a la ventana. La mano de Karma se posó sobre el lomo del animal, deslizándola por el pelaje en un intento por calmarlo pues el huargo continuaba gruñendo por lo bajo, mostrándole los dientes al muchacho— Pero estoy segura de que con semejante destreza estarás bien, “guerrero” — se mofó, se preguntaba cuánto le tomaría al joven descubrir que necesitaba de su ayuda — ahora lárgate.
Agnar abandonó la habitación mascullando entre dientes el discurso de “lo loca que estaba y bla bla bla”. Ella se apoyó sobre el marco de la ventana observando hacia el exterior. Hacía buen clima, el administrador del hostal cortaba leña con una grande hacha y, por su puesto, Agnar marchar a paso furioso a través del umbral de la edificación. Quizá el joven sintió el peso de su mirada pues se volvió a verla con el entrecejo fruncido. Su respuesta fue despedirlo con la mano, sonriéndole bastante entretenida por su actitud, mas en medio de aquella distracción el rubio no advirtió que se aproximaba peligrosamente al violento trayecto del hacha.
— ¡Cuidado! — Chilló ella en advertencia
Agnar, en un rápido movimiento, que lo hizo perder el equilibrio y caer al suelo, alcanzó a apartar la cabeza del filo del arma; sin embargo, el grito de la gitana alertó también al otro hombre quien, sin querer, soltó el arma que se incrustó en la tierra, en medio de las extremidades inferiores del joven, a cortos centímetros de la entrepierna. Karma se cubrió la boca con la mano, la situación entera parecía improbable, pero había ocurrido de todas formas; El vikingo, por su parte, se recompuso de inmediato y, aunque ella le pareció que un tanto más precavido, este prosiguió su camino. La castaña hizo un sutil gesto de negación con la cabeza. Realmente estaba jodido.
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
“¿¡De acuerdo?!” enarqué la ceja ¿donde estaba el truco? Ahora tras haberme llevado allí insistiendo hasta la saciedad que no podía irme porque Hela me quería muerto ..me dejaba ir aburrida pro mi discurso.
Estaba loca, me lanzó la espada con indiferencia y yo llevé mi diestra para dar caza a la empuñadura con tan mala suerte que en el giró sajó la piel de mi palma haciéndome un corte profundo.
Cayó el acero y aullé de dolor por un instante, mas de inmediato me agache y lo recogí frunciendo el ceño y blandiéndola con ese ego que me caracterizaba la dejé la sonrisa con mi mano goteando carmesí mientras ella me miraba entrecerrando los ojos.
-Pues nada, sigue haciéndote trenzas con Randulf, yo me voy a hacer algo productivo.
Esta tomó asiento al ldo de su enorme perro del infierno y acariciando su lomo se despidió de mi deseándome suerte, aunque augurándome que no iba a tenerla.
-Bah -dije dándome la vuelta mascullando en un perfecto mil maldiciones y recordandole lo loca que estaba antes de cerrar la puerta.
Caminaba camino a Akershs cuando me sentí observado, elevé la mirada viendo a la loca asomada a la ventana, distraído como iba no me percaté de que el hombre que cortaba leña, hacha en ristre se le escapa, por suerte fui rápido y logré esquivar la letal arma quedando tumbado en el suelo, mas el hacha pareció virar en el aire clavándose en el centro de mis piernas, casi rebanando mi verga.
-¡Joder! -rugí mientras el hombre se llevaba las manso a la cabeza por lo cerca que había estado en arrancar de cuajo mi hombría.
Este se disculpó y yo seguí mi camino, gruñendo por las desgracias que me asolaban desde que había conocido a esa mujer, esperaba que en cuanto la perdiera de vista estas cesaran, no podía estar mas equivocado.
Rumbo a mi casa, casi me arroya un par de caballos que tiraban de un carro desbocado lleno de provisiones, fue mi rapidez la que me hizo saltar a un lado del camino. El anciano corría tras ellos intentando recuperar el grano que los animales portaban.
Me alcé para explorar la arena cuando tres flechas pasaron rozando mi rostro casi incrustándose una en mi cuello.
Abrí los ojos viendo como un par de jóvenes soldados salían de atrás de unos matorrales disculpándose, según ellos me habían confundido con un ciervo.
Rugí furibundo tomando a uno de la pechera ¿me ves acaso cuernos gilipollas? -rugí furioso
Podía creer e las casualidades, peor estas eran demasiadas ¿y si la loca no estaba tan loca? ¿y si me había maldito?
Viré sobre mis talones regresando al hotel y de una patada abrí la puerta gruñendo encontrándome con la sonrisa pérfida de la bruja que parecía me esperaba.
-¿por que quiere Hela verme muerto? -rugí sin entender de que iba este puto juego
Estaba loca, me lanzó la espada con indiferencia y yo llevé mi diestra para dar caza a la empuñadura con tan mala suerte que en el giró sajó la piel de mi palma haciéndome un corte profundo.
Cayó el acero y aullé de dolor por un instante, mas de inmediato me agache y lo recogí frunciendo el ceño y blandiéndola con ese ego que me caracterizaba la dejé la sonrisa con mi mano goteando carmesí mientras ella me miraba entrecerrando los ojos.
-Pues nada, sigue haciéndote trenzas con Randulf, yo me voy a hacer algo productivo.
Esta tomó asiento al ldo de su enorme perro del infierno y acariciando su lomo se despidió de mi deseándome suerte, aunque augurándome que no iba a tenerla.
-Bah -dije dándome la vuelta mascullando en un perfecto mil maldiciones y recordandole lo loca que estaba antes de cerrar la puerta.
Caminaba camino a Akershs cuando me sentí observado, elevé la mirada viendo a la loca asomada a la ventana, distraído como iba no me percaté de que el hombre que cortaba leña, hacha en ristre se le escapa, por suerte fui rápido y logré esquivar la letal arma quedando tumbado en el suelo, mas el hacha pareció virar en el aire clavándose en el centro de mis piernas, casi rebanando mi verga.
-¡Joder! -rugí mientras el hombre se llevaba las manso a la cabeza por lo cerca que había estado en arrancar de cuajo mi hombría.
Este se disculpó y yo seguí mi camino, gruñendo por las desgracias que me asolaban desde que había conocido a esa mujer, esperaba que en cuanto la perdiera de vista estas cesaran, no podía estar mas equivocado.
Rumbo a mi casa, casi me arroya un par de caballos que tiraban de un carro desbocado lleno de provisiones, fue mi rapidez la que me hizo saltar a un lado del camino. El anciano corría tras ellos intentando recuperar el grano que los animales portaban.
Me alcé para explorar la arena cuando tres flechas pasaron rozando mi rostro casi incrustándose una en mi cuello.
Abrí los ojos viendo como un par de jóvenes soldados salían de atrás de unos matorrales disculpándose, según ellos me habían confundido con un ciervo.
Rugí furibundo tomando a uno de la pechera ¿me ves acaso cuernos gilipollas? -rugí furioso
Podía creer e las casualidades, peor estas eran demasiadas ¿y si la loca no estaba tan loca? ¿y si me había maldito?
Viré sobre mis talones regresando al hotel y de una patada abrí la puerta gruñendo encontrándome con la sonrisa pérfida de la bruja que parecía me esperaba.
-¿por que quiere Hela verme muerto? -rugí sin entender de que iba este puto juego
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Tras la partida del airado guerrero su mañana había sido verdaderamente productiva. Ir de arriba abajo jugando a ser la parca de Hela no era una profesión que dejara mucho dinero, así que usualmente debía ingeniarse la forma de conseguirlo sin que aquello implicara lastimar a nadie o, aún peor, salir lastimada. Durante el tiempo que vivió con la caravana aprendió algún truco que otro, estafar era lo que mejor se le daba a los de su clase así que no era ninguna sorpresa que a ella se le facilitara también. A decir verdad, era bastante buena con las cartas, pero engañar a borrachos incautos no tenía mayor ciencia.
No le tomó más que un par de minutos dirigirse a la taberna en la que conoció a Agnar. Los sujetos que aún se mantenían medio conscientes de la borrachera de la noche anterior eran la presa favorita de Karma. Si llamar la atención de un hombre no era difícil, mucho menos lo era capturar la de un vikingo ebrio. No era la fémina más bonita del mundo, tampoco tenía que serlo, con un par de tragos en la cabeza, la conciencia alcoholizada de aquellos bárbaros no discernía la diferencia, haciendo del aproximarse una tarea bastante sencilla.
Para el medio día, cuando ya se había hecho con un buen par de rigsdalers y alguna que otra pertenencia de valor que pudo arrebatar a sus víctimas del bolsillo, Karma decidió volver al hostal, deteniéndose a medio camino para agasajarse con unos pastelillos y comprar un buen corte de filete para Echo.
Tan pronto como regresó a la habitación Echo le recibió batiendo la cola cual cachorro emocionado, ella le acarició el lomo, le dio un beso en la frente y le lanzó el pedazo de carne que había llevado para él. Mientras el huargo se deleitaba con el bistec crudo, la gitana se dispuso a organizar sus escasas pertenencias para partir, si para entonces Agnar no había regresado suplicando piedad entonces aquello sólo podía significar que ya estaba muerto. Suspiró. Era una pena, la vida de ese hombre le había podido significar un buen par de puntos en su competencia contra Hela, pero su encuentro había iniciado mal y ya poco podía hacer para remediarlo.
Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe. Karma dio un respingo por la sorpresa, Echo alzó la mirada y dejando de lado el jugoso pedazo de carne se alzó en sus cuatro patas, encrespó los pelos y le gruñó a la silueta del hombre que emergió tras el umbral. Una sonrisa maliciosa, como un cuarto de luna menguante se dibujó en sus labios. Era Agnar, o por lo menos, una versión más deplorable y cabreada del que había partido temprano en la mañana.
— Oh, Agnar, que agradable sorpresa, ya me estaba preparando para darle las condolencias a tu familia, pensé que habías muerto.
El sarcasmo impregnaba sus palabras. Tuvo que morderse la lengua para no estallar en carcajadas. ¿Por qué quería Hela verlo muerto?
— Con esa actitud… ¿por qué no lo querría nadie? — se encogió de hombros, a ella la situación le causaba gracia, pero a él no tanta, así que exaltado exigió respuestas hasta irritarla — Vale, de acuerdo, ¿por qué Hela hace lo que hace? Bueno, es una diosa, ve tu a saber, quizá por que se le viene en gana o simplemente no le agradas… la verdad no la culpo, no le agradas ni a mi perro.
Señaló a Echo; en otras circunstancias solía ser bastante dócil pero que en presencia del muchacho parecía perder los estribos. Karma se acercó al gigantesco can y con delicadeza le sobó la frente, en un intento por calmarlo.
— Vamos, sé buen chico — Le susurró al huargo
Tras soltar un bajo gruñido, el animal desatendió la presencia del guerrero y continuó mordisqueando su filete. Entonces Karma se aproximó al vikingo, plantándose frente a él.
— Mira Agnar, no era mi intención que las cosas llegaran tan lejos, tu estabas ebrio, Hela me presionaba, Echo te iba a asesinar y apuesto a que no habrías venido conmigo si te ofrecía una piruleta — Se cruzó de brazos, la expresión traviesa se había desvanecido dando paso a un temple severo. Estaba siendo sincera — Lo siento ¿vale? Sólo trato de hacer mi trabajo. — Resopló— ¿Por qué Hela te quiere muerto? No lo sé, quizá tenga algo que ver con una deuda de tus ancestros o con alguna maldición, pero sí sé que de querer sobrevivir a ello necesitas de mi ayuda. — Ni siquiera Karma estaba segura de como había quedado atrapada en ese perverso y mórbido juego, pero sabía mejor que ir en contra de los designios de la diosa. — ¿Qué te parece si hacemos a un lado nuestras diferencias y tratamos de que sobrevivas? — Le extendió la mano, era un trato. Que él viviera le convenía— Si haces lo que te diga y pones de tu parte, en una semana o dos Hela se aburrirá y no tendrás que preocuparte por ella, ni por el hel, ni por mí. Desapareceré de tu vida y tendrás un chance justo de ir al Valhalla ¿Qué te parece?
Bien podía él estrechar su mano y aceptar el trato o rechazar su propuesta y morir.
No le tomó más que un par de minutos dirigirse a la taberna en la que conoció a Agnar. Los sujetos que aún se mantenían medio conscientes de la borrachera de la noche anterior eran la presa favorita de Karma. Si llamar la atención de un hombre no era difícil, mucho menos lo era capturar la de un vikingo ebrio. No era la fémina más bonita del mundo, tampoco tenía que serlo, con un par de tragos en la cabeza, la conciencia alcoholizada de aquellos bárbaros no discernía la diferencia, haciendo del aproximarse una tarea bastante sencilla.
Para el medio día, cuando ya se había hecho con un buen par de rigsdalers y alguna que otra pertenencia de valor que pudo arrebatar a sus víctimas del bolsillo, Karma decidió volver al hostal, deteniéndose a medio camino para agasajarse con unos pastelillos y comprar un buen corte de filete para Echo.
Tan pronto como regresó a la habitación Echo le recibió batiendo la cola cual cachorro emocionado, ella le acarició el lomo, le dio un beso en la frente y le lanzó el pedazo de carne que había llevado para él. Mientras el huargo se deleitaba con el bistec crudo, la gitana se dispuso a organizar sus escasas pertenencias para partir, si para entonces Agnar no había regresado suplicando piedad entonces aquello sólo podía significar que ya estaba muerto. Suspiró. Era una pena, la vida de ese hombre le había podido significar un buen par de puntos en su competencia contra Hela, pero su encuentro había iniciado mal y ya poco podía hacer para remediarlo.
Fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe. Karma dio un respingo por la sorpresa, Echo alzó la mirada y dejando de lado el jugoso pedazo de carne se alzó en sus cuatro patas, encrespó los pelos y le gruñó a la silueta del hombre que emergió tras el umbral. Una sonrisa maliciosa, como un cuarto de luna menguante se dibujó en sus labios. Era Agnar, o por lo menos, una versión más deplorable y cabreada del que había partido temprano en la mañana.
— Oh, Agnar, que agradable sorpresa, ya me estaba preparando para darle las condolencias a tu familia, pensé que habías muerto.
El sarcasmo impregnaba sus palabras. Tuvo que morderse la lengua para no estallar en carcajadas. ¿Por qué quería Hela verlo muerto?
— Con esa actitud… ¿por qué no lo querría nadie? — se encogió de hombros, a ella la situación le causaba gracia, pero a él no tanta, así que exaltado exigió respuestas hasta irritarla — Vale, de acuerdo, ¿por qué Hela hace lo que hace? Bueno, es una diosa, ve tu a saber, quizá por que se le viene en gana o simplemente no le agradas… la verdad no la culpo, no le agradas ni a mi perro.
Señaló a Echo; en otras circunstancias solía ser bastante dócil pero que en presencia del muchacho parecía perder los estribos. Karma se acercó al gigantesco can y con delicadeza le sobó la frente, en un intento por calmarlo.
— Vamos, sé buen chico — Le susurró al huargo
Tras soltar un bajo gruñido, el animal desatendió la presencia del guerrero y continuó mordisqueando su filete. Entonces Karma se aproximó al vikingo, plantándose frente a él.
— Mira Agnar, no era mi intención que las cosas llegaran tan lejos, tu estabas ebrio, Hela me presionaba, Echo te iba a asesinar y apuesto a que no habrías venido conmigo si te ofrecía una piruleta — Se cruzó de brazos, la expresión traviesa se había desvanecido dando paso a un temple severo. Estaba siendo sincera — Lo siento ¿vale? Sólo trato de hacer mi trabajo. — Resopló— ¿Por qué Hela te quiere muerto? No lo sé, quizá tenga algo que ver con una deuda de tus ancestros o con alguna maldición, pero sí sé que de querer sobrevivir a ello necesitas de mi ayuda. — Ni siquiera Karma estaba segura de como había quedado atrapada en ese perverso y mórbido juego, pero sabía mejor que ir en contra de los designios de la diosa. — ¿Qué te parece si hacemos a un lado nuestras diferencias y tratamos de que sobrevivas? — Le extendió la mano, era un trato. Que él viviera le convenía— Si haces lo que te diga y pones de tu parte, en una semana o dos Hela se aburrirá y no tendrás que preocuparte por ella, ni por el hel, ni por mí. Desapareceré de tu vida y tendrás un chance justo de ir al Valhalla ¿Qué te parece?
Bien podía él estrechar su mano y aceptar el trato o rechazar su propuesta y morir.
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
El chucho ese volvía a sacarme los dientes encrespado, no tenía un buen día, así que omití a la mascota de la gitana hundiendo en sus ojos mis dos pardos.
-Dices que esto es un juego que te llevas con Hela y en el que yo soy la presa.
Ladeé la sonrisa cuando me dijo que no le caía bien, la verdad es que poco o nada me importaba si así era, perderla de vista a ella y a la diosa que quería consumir mi alma en Hel era mi única motivación así que en cuanto extendió la mano la atrape sellando el trato como si eso pudiera sujétame y evitar que cayera en el frio inframundo.
Era evidente que no la acompañaría si me enseñaba una piruleta, también era cierto que contándome la verdad no la abría creído, mas del mismo modo, ella debía entender que la situación se daba para que me largara de allí como lo hice.
-¿y que ganas tu ayudándome? -esa pregunta me salió sola cuando mi cea derecha se elevó ligeramente encogiendo el ojo dudoso.
Tenía mucho que explicarme ¿por que jugaba con una diosa? Y ¿por que sabía que en una semana se olvidaría de mi he iría a por otra victima?
Algo me decía que esta no era la primera vez que Karma jugaba con Hela, lo que me llego a hacer la siguiente pregunta.
-¿cuantas veces has jugado a esto? Y lo mas importante ¿cuantas has ganado?
Apreté los dientes esperando la respuesta que ni de lejos quería que fuera “ninguna”, porque eso me indicaría que estaba mas jodido de lo que creía.
Me dejé caer finalmente en el lecho con los codos sobre las rodillas, metiendo mis dedos en el pelo ocn cierto nerviosismo.
-¿que puedo hacer? -pregunté - ¿somo sobrevivir?
Yo era un hombre de acción, esperar no era muy fuerte, mas bien era de los que alzaba el acero para enfrentar a mi enemigo, mas ¿como luchas contra una diosa?
Mis ojos se alzaron al ver como me acercaba un vaso con un poco de bourbon para que me relajara, atajé la distancia y llevé el vidrio a mis labios dándole un trago tan profundo que me llevo a apurar el vaso -ponme mas -pedí
La gitana me miraba fijamente, como si estuviera meditando algo.
-¿por que no nos acostamos -pregunté con picardía -si tengo que morir que sea al menos después de echar un polvo, no me jodas -dije guiñándole un ojo mientras la señorita negaba con la cabeza creo que pensando que no tenía remedio. ¿Podía culparme por intentarlo?
-Dices que esto es un juego que te llevas con Hela y en el que yo soy la presa.
Ladeé la sonrisa cuando me dijo que no le caía bien, la verdad es que poco o nada me importaba si así era, perderla de vista a ella y a la diosa que quería consumir mi alma en Hel era mi única motivación así que en cuanto extendió la mano la atrape sellando el trato como si eso pudiera sujétame y evitar que cayera en el frio inframundo.
Era evidente que no la acompañaría si me enseñaba una piruleta, también era cierto que contándome la verdad no la abría creído, mas del mismo modo, ella debía entender que la situación se daba para que me largara de allí como lo hice.
-¿y que ganas tu ayudándome? -esa pregunta me salió sola cuando mi cea derecha se elevó ligeramente encogiendo el ojo dudoso.
Tenía mucho que explicarme ¿por que jugaba con una diosa? Y ¿por que sabía que en una semana se olvidaría de mi he iría a por otra victima?
Algo me decía que esta no era la primera vez que Karma jugaba con Hela, lo que me llego a hacer la siguiente pregunta.
-¿cuantas veces has jugado a esto? Y lo mas importante ¿cuantas has ganado?
Apreté los dientes esperando la respuesta que ni de lejos quería que fuera “ninguna”, porque eso me indicaría que estaba mas jodido de lo que creía.
Me dejé caer finalmente en el lecho con los codos sobre las rodillas, metiendo mis dedos en el pelo ocn cierto nerviosismo.
-¿que puedo hacer? -pregunté - ¿somo sobrevivir?
Yo era un hombre de acción, esperar no era muy fuerte, mas bien era de los que alzaba el acero para enfrentar a mi enemigo, mas ¿como luchas contra una diosa?
Mis ojos se alzaron al ver como me acercaba un vaso con un poco de bourbon para que me relajara, atajé la distancia y llevé el vidrio a mis labios dándole un trago tan profundo que me llevo a apurar el vaso -ponme mas -pedí
La gitana me miraba fijamente, como si estuviera meditando algo.
-¿por que no nos acostamos -pregunté con picardía -si tengo que morir que sea al menos después de echar un polvo, no me jodas -dije guiñándole un ojo mientras la señorita negaba con la cabeza creo que pensando que no tenía remedio. ¿Podía culparme por intentarlo?
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Karma no pudo evitar ladear las comisuras de sus labios cuando, sin vacilación alguna, el vikingo estrechó su mano con fuerza, aceptando así hacer parte del sinsentido que por azar le había tocado jugar, una peligrosa partida en la que no existía el margen de error pues apostaba a un todo o nada lo más valioso que poseía, la propia vida. No obstante, la pregunta que vino inmediatamente después desvaneció el gesto triunfal de las facciones de la gitana, dejándola en cambio completamente pasmada, con sus grandes y oscuras orbes contemplándolo fijamente y los labios entreabiertos sin saber exactamente qué decir.
— Ammm — Tan pronto como despabiló, pestañeó reiteradas veces, apretó los labios y rehuyó la mirada a esos mares azules que inquisitivos escudriñaban por respuestas. Su postura se tensó por completo; era evidente, la pregunta la había tomado desprevenida. Usualmente Karma tenía una respuesta para todo, si era una mordaz, mucho mejor, mas en ese momento no tenía ni la más remota idea de cómo proceder y ello, por algún motivo, le hizo sentirse vulnerable — Nada — La respuesta era vaga mas no estaba segura de qué tanto se encontraba dispuesta a compartir con el joven, después de todo, de nada lo conocía y no estaba segura si lo tenía permitido siquiera — Sólo hago lo que Hela me ordena y si quieres mi consejo, Agnar, no querrás llevarle la contraria a una diosa, no conozco a nadie que lo haya intentado y viva para contarlo.
El guerrero no parecía muy complacido con su respuesta, mas era todo cuanto podía decir. Lo mejor para los dos era dibujar una línea entre ambos y mantenerse a raya, aquella era una relación estrictamente circunstancial y de poco y prácticamente nada les servía llegar lo personal pues de hacerlo, sólo existían dos opciones y ninguna de ellas se contemplaba alentadora, o bien él moría e iba directo al Hel por la eternidad o bien vivía y entonces no le volvería a ver jamás. Entre menos supiera de ella, mejor.
Por supuesto, las dudas del joven no habían terminado allí. El quería saber si había jugado antes y de ser así si había aganado alguna vez, supuso, ella con la esperanza de que la contestación fuera afirmativa. La verdad aquella interrogación tampoco era sencilla de responder, la verdad era cruda, probablemente desalentadora, pero esta sí le concernía directamente a él, así que sintió que lo mejor que podía hacer por él era ser sincera.
— Sí, ya lo he hecho antes, he estado jugando ya alrededor de seis meses y han sido más las veces que he perdido que las que he ganado — El destello de esperanza impreso en el rostro del guerrero se desvaneció fugaz, como si las probabilidades de lo jodido que se encontraba le hubiesen dado una bofetada. Karma suspiró asaltada por una punzada de culpabilidad y cuando Agnar se fue a dar la vuelta ella lo sujetó con delicadeza del antebrazo y ascendió su mirada hasta él — Pero quienes murieron fue porque no supieron escucharme, bueno… — Meditó por su segundo— el último murió atragantado con un hueso de pollo y eso si fue mi culpa —confesó mordiéndose el labio nerviosa— pero… sólo tienes que hacer lo que te diga y estarás bien.
Agnar la contempló con un claro aire de resignación y meneando la cabeza a modo de negación, tomó siento sobre el lecho, colocando los codos en las rodillas mientras deslizaba los dedos entre los rizos de su cabellera, en claro ademán de frustración. Ahora que sabía que las probabilidades jugaban en su contra sólo le restaba saber qué hacer. Karma, por su parte, compadeciéndose de la angustia con la que cargaba su opuesto, tras recordar la botella de bourbon que había comprado en el camino de vuelta al hostal —pues no había forma en el infierno en la que sobreviviera al estrés toda aquella locura sin alguno que otro trago— optó por servirle un vaso del licor, esperando que por lo menos el alcohol ayudara un poco a menguar las penas.
De un único trago Agnar bebió el vaso y no tardó en pedir más, debía decir, no de la forma más amable. La castaña frunció el entrecejo y de mala gana le sirvió otra copa, esta, un poco menos llena que la anterior.
— Primero que nada, no soy tu esclava, así que pide el favor y segundo, esta es la última copa, no querrás ir borracho mientras la diosa de la muerte intenta asesinarte —Le advirtió— Con respecto a lo que puedes hacer para sobrevivir… digo, a parte de hacer lo que te diga… — Tanteó el terreno, sabía que lo que le iba a pedir nada le gustaría, pero era lo necesario — Tratar de mantener un perfil bajo, lo que implica no hacer mucho, si vas y sigues con tu vida normal le estarás dando a Hela mil y un posibilidades para matarte, para entretenerse contigo como con cualquier peón, pero si te quedas quieto, no le darás muchas opciones y en una semana o por mucho dos pasará de ti a una víctima que la entretenga mejor.
Sus palabras no parecían ayudar al propósito, pero su misión era mantenerlo a salvo y lo que proponía no sólo haría de su trabajo más sencillo sino también aumentaría las posibilidades de supervivencia. Un momento de silencio, Agnar se daba un instante para procesarlo todo y lo mínimo que podía hacer ella era brindárselo. Karma lo observó silente barajando el cómo pecirle que le diese posada en su hogar, debía convertirse en su sombra y dudaba que a él eso le gustara tampoco.
Poco tardó él en romper el silencio en el que se habían sumido, mas lo que le dijo a continuación a ella, le arrancó una sonrisa nerviosa. No pudo evitarlo, un tenue rubor coloreó sus mejillas, mientras negaba con la cabeza evadiéndole la pícara mirada que le dedicaba.
— Eso sí que no va a suceder — Afirmó sentándose en el lecho junto a Agnar, volviéndose hacia él apenada — Pero ahora que lo mencionas… — Comenzó recibiendo una sonrisa traviesa. Ella empujó el rostro del joven con su mano a modo de juego, negando aún más con la cabeza— Sí tenemos que compartir cuarto, así que tendrás que darme posada en tu casa… sólo di que soy tu novia o tu ligue de cinco minutos — Sé encogió de hombros — pero nada sexo… — Le advirtió señalándolo con el índice — Y hablo en general, no sólo conmigo… ya sé que a ustedes los vikingos les cuesta controlar sus impulsos, pero mientras este juego siga he de ser tu sombra y te aseguro que no será divertido para ninguno…. además, puede ser peligroso, no me creerías cuanto si te lo dijera.
— Ammm — Tan pronto como despabiló, pestañeó reiteradas veces, apretó los labios y rehuyó la mirada a esos mares azules que inquisitivos escudriñaban por respuestas. Su postura se tensó por completo; era evidente, la pregunta la había tomado desprevenida. Usualmente Karma tenía una respuesta para todo, si era una mordaz, mucho mejor, mas en ese momento no tenía ni la más remota idea de cómo proceder y ello, por algún motivo, le hizo sentirse vulnerable — Nada — La respuesta era vaga mas no estaba segura de qué tanto se encontraba dispuesta a compartir con el joven, después de todo, de nada lo conocía y no estaba segura si lo tenía permitido siquiera — Sólo hago lo que Hela me ordena y si quieres mi consejo, Agnar, no querrás llevarle la contraria a una diosa, no conozco a nadie que lo haya intentado y viva para contarlo.
El guerrero no parecía muy complacido con su respuesta, mas era todo cuanto podía decir. Lo mejor para los dos era dibujar una línea entre ambos y mantenerse a raya, aquella era una relación estrictamente circunstancial y de poco y prácticamente nada les servía llegar lo personal pues de hacerlo, sólo existían dos opciones y ninguna de ellas se contemplaba alentadora, o bien él moría e iba directo al Hel por la eternidad o bien vivía y entonces no le volvería a ver jamás. Entre menos supiera de ella, mejor.
Por supuesto, las dudas del joven no habían terminado allí. El quería saber si había jugado antes y de ser así si había aganado alguna vez, supuso, ella con la esperanza de que la contestación fuera afirmativa. La verdad aquella interrogación tampoco era sencilla de responder, la verdad era cruda, probablemente desalentadora, pero esta sí le concernía directamente a él, así que sintió que lo mejor que podía hacer por él era ser sincera.
— Sí, ya lo he hecho antes, he estado jugando ya alrededor de seis meses y han sido más las veces que he perdido que las que he ganado — El destello de esperanza impreso en el rostro del guerrero se desvaneció fugaz, como si las probabilidades de lo jodido que se encontraba le hubiesen dado una bofetada. Karma suspiró asaltada por una punzada de culpabilidad y cuando Agnar se fue a dar la vuelta ella lo sujetó con delicadeza del antebrazo y ascendió su mirada hasta él — Pero quienes murieron fue porque no supieron escucharme, bueno… — Meditó por su segundo— el último murió atragantado con un hueso de pollo y eso si fue mi culpa —confesó mordiéndose el labio nerviosa— pero… sólo tienes que hacer lo que te diga y estarás bien.
Agnar la contempló con un claro aire de resignación y meneando la cabeza a modo de negación, tomó siento sobre el lecho, colocando los codos en las rodillas mientras deslizaba los dedos entre los rizos de su cabellera, en claro ademán de frustración. Ahora que sabía que las probabilidades jugaban en su contra sólo le restaba saber qué hacer. Karma, por su parte, compadeciéndose de la angustia con la que cargaba su opuesto, tras recordar la botella de bourbon que había comprado en el camino de vuelta al hostal —pues no había forma en el infierno en la que sobreviviera al estrés toda aquella locura sin alguno que otro trago— optó por servirle un vaso del licor, esperando que por lo menos el alcohol ayudara un poco a menguar las penas.
De un único trago Agnar bebió el vaso y no tardó en pedir más, debía decir, no de la forma más amable. La castaña frunció el entrecejo y de mala gana le sirvió otra copa, esta, un poco menos llena que la anterior.
— Primero que nada, no soy tu esclava, así que pide el favor y segundo, esta es la última copa, no querrás ir borracho mientras la diosa de la muerte intenta asesinarte —Le advirtió— Con respecto a lo que puedes hacer para sobrevivir… digo, a parte de hacer lo que te diga… — Tanteó el terreno, sabía que lo que le iba a pedir nada le gustaría, pero era lo necesario — Tratar de mantener un perfil bajo, lo que implica no hacer mucho, si vas y sigues con tu vida normal le estarás dando a Hela mil y un posibilidades para matarte, para entretenerse contigo como con cualquier peón, pero si te quedas quieto, no le darás muchas opciones y en una semana o por mucho dos pasará de ti a una víctima que la entretenga mejor.
Sus palabras no parecían ayudar al propósito, pero su misión era mantenerlo a salvo y lo que proponía no sólo haría de su trabajo más sencillo sino también aumentaría las posibilidades de supervivencia. Un momento de silencio, Agnar se daba un instante para procesarlo todo y lo mínimo que podía hacer ella era brindárselo. Karma lo observó silente barajando el cómo pecirle que le diese posada en su hogar, debía convertirse en su sombra y dudaba que a él eso le gustara tampoco.
Poco tardó él en romper el silencio en el que se habían sumido, mas lo que le dijo a continuación a ella, le arrancó una sonrisa nerviosa. No pudo evitarlo, un tenue rubor coloreó sus mejillas, mientras negaba con la cabeza evadiéndole la pícara mirada que le dedicaba.
— Eso sí que no va a suceder — Afirmó sentándose en el lecho junto a Agnar, volviéndose hacia él apenada — Pero ahora que lo mencionas… — Comenzó recibiendo una sonrisa traviesa. Ella empujó el rostro del joven con su mano a modo de juego, negando aún más con la cabeza— Sí tenemos que compartir cuarto, así que tendrás que darme posada en tu casa… sólo di que soy tu novia o tu ligue de cinco minutos — Sé encogió de hombros — pero nada sexo… — Le advirtió señalándolo con el índice — Y hablo en general, no sólo conmigo… ya sé que a ustedes los vikingos les cuesta controlar sus impulsos, pero mientras este juego siga he de ser tu sombra y te aseguro que no será divertido para ninguno…. además, puede ser peligroso, no me creerías cuanto si te lo dijera.
Karma- Gitano
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Karma tomó asiento a mi lado, el ambiente entre los dos tras el primer impacto se había relajado, creo que mas por la frustración que ostentaba en ese momento que por que la gitana se mostrara especialmente cercana.
-Bien, seras mi “novia” -apunté divertido -pero lo del sexo lo iremos discutiendo sobre la marcha -apunté con picardía cuando esta aseguraba que hacerlo implicaría correr grandes riesgos.
Había peligros por los que valía la pena morir y tenía que reconocer que esa mujer no había perdido un ápice de belleza ahora que iba sobrio, algo que no solía pasar, te ibas con una mujer exuberante y te despertabas con un trol de Randulf.
Me puse en pie y le tendí la mano para que la cogiera en esa actuación teatral de noviazgo del que me aproveche.
-Si no mi madre nunca creerá que eres mi novia y claro, si has de ser mi sombra, pues no debemos llamar la atención -dije intentando sonar lógico aunque por dentro me descojonaba pues a mi madre le hubiera bastado que le dijera que una amiga se quedaba en casa, yo ya no era un niño para ir dando explicaciones, pero así me aseguraba que me dejaba al menos meterle un poco de mano -¿todo sea por mantenerme vivo y ganas la partida no?
Su sonrisa se ladeó, no se si porque intuía que le tomaba el pelo y me dejaba mas que nada porque prefería verme motivado que abatido o por contra porque notar mi mano aproximándose peligrosa a su cintura le gustaba, fuere como fuere salimos del motel rumbo a mi casa cogidos.
-Perfil bajo, creo que eso puedo hacerlo -me repetí mas a mi mismo que a ella, mas no sabía aun cuan equivocado estaba.
No se bien como pasó pero caminábamos hacia mi casa riéndonos cuando dos bandoleros nos salieron al paso. Debían estar ciegos y no veían la espada que colgaba a mi espalda pues sacaron unos cuchillos pidiendo que la dama les entregara un medallón que pendía de su cuello.
-Largaos -dije dando un paso hacia delante mientras Karma sujetaba mi brazo pidiendo que me calmara recordándome que debía estarme quieto.
¿Quieto cuando esas dos moles pretendían robarla? ¿que tipo de hombre sería?
Fui a desenvainar la espalda para enfrentarlos pues su actitud lejos de clamarse y acobardarse se alzó mas violenta si cabe. Fue entonces cuando sentí que la viruta de ballesta atravesaba mi omóplato.
Rugí de dolor notando como atravesaba violentamente mi carnaza abriéndose paso a través del hueso.
Por unos instantes me tambaleé, mi visión se nubló y mis ojos se entrecerraron.
Un grito de pánico escapó de los labios de Karma que me sujeto para que no me desmoronara en el suelo, mas yo no era fácil de matar, así que apreté los dientes y con la espada partí la viruta antes de girándola entre mis manos sajar de cuajo la cabeza de uno de esos dos desgraciados que ni de lejos esperaban que me recompusiera.
El otro y su amigo el de la ballesta salieron por patas, seguramente porque en mi ayuda se acercaban otros vikingos de la ladea donde vivía y no querían mas problemas.
-Perfil bajó -susurré contra la piel de su cuello hundiendo allí mi cabeza hasta que todo se tornó negro ¿abría ganado Hela la partida? Me pregunté cuando solo escuchaba la voz de Karma gritando mi nombre para que me quedara con ella.
-Bien, seras mi “novia” -apunté divertido -pero lo del sexo lo iremos discutiendo sobre la marcha -apunté con picardía cuando esta aseguraba que hacerlo implicaría correr grandes riesgos.
Había peligros por los que valía la pena morir y tenía que reconocer que esa mujer no había perdido un ápice de belleza ahora que iba sobrio, algo que no solía pasar, te ibas con una mujer exuberante y te despertabas con un trol de Randulf.
Me puse en pie y le tendí la mano para que la cogiera en esa actuación teatral de noviazgo del que me aproveche.
-Si no mi madre nunca creerá que eres mi novia y claro, si has de ser mi sombra, pues no debemos llamar la atención -dije intentando sonar lógico aunque por dentro me descojonaba pues a mi madre le hubiera bastado que le dijera que una amiga se quedaba en casa, yo ya no era un niño para ir dando explicaciones, pero así me aseguraba que me dejaba al menos meterle un poco de mano -¿todo sea por mantenerme vivo y ganas la partida no?
Su sonrisa se ladeó, no se si porque intuía que le tomaba el pelo y me dejaba mas que nada porque prefería verme motivado que abatido o por contra porque notar mi mano aproximándose peligrosa a su cintura le gustaba, fuere como fuere salimos del motel rumbo a mi casa cogidos.
-Perfil bajo, creo que eso puedo hacerlo -me repetí mas a mi mismo que a ella, mas no sabía aun cuan equivocado estaba.
No se bien como pasó pero caminábamos hacia mi casa riéndonos cuando dos bandoleros nos salieron al paso. Debían estar ciegos y no veían la espada que colgaba a mi espalda pues sacaron unos cuchillos pidiendo que la dama les entregara un medallón que pendía de su cuello.
-Largaos -dije dando un paso hacia delante mientras Karma sujetaba mi brazo pidiendo que me calmara recordándome que debía estarme quieto.
¿Quieto cuando esas dos moles pretendían robarla? ¿que tipo de hombre sería?
Fui a desenvainar la espalda para enfrentarlos pues su actitud lejos de clamarse y acobardarse se alzó mas violenta si cabe. Fue entonces cuando sentí que la viruta de ballesta atravesaba mi omóplato.
Rugí de dolor notando como atravesaba violentamente mi carnaza abriéndose paso a través del hueso.
Por unos instantes me tambaleé, mi visión se nubló y mis ojos se entrecerraron.
Un grito de pánico escapó de los labios de Karma que me sujeto para que no me desmoronara en el suelo, mas yo no era fácil de matar, así que apreté los dientes y con la espada partí la viruta antes de girándola entre mis manos sajar de cuajo la cabeza de uno de esos dos desgraciados que ni de lejos esperaban que me recompusiera.
El otro y su amigo el de la ballesta salieron por patas, seguramente porque en mi ayuda se acercaban otros vikingos de la ladea donde vivía y no querían mas problemas.
-Perfil bajó -susurré contra la piel de su cuello hundiendo allí mi cabeza hasta que todo se tornó negro ¿abría ganado Hela la partida? Me pregunté cuando solo escuchaba la voz de Karma gritando mi nombre para que me quedara con ella.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
El rubio no tuvo problema en ceder a sus peticiones, quizá la experiencia cercana a la muerte le había ablandado la tozudez o tal vez sólo le divertía por que podía sacar provecho de la situación; la sonrisa que se extendió en los labios del muchacho como un travieso cuarto de luna creciente fue todo lo que necesitó saber. Karma bufó, rodó los ojos y a regañadientes entrelazó su mano con la del joven, frunciendo el entrecejo ante la forma en la que este apretaba los labios para no estallar en carcajadas. Ella no lo encontraba gracioso, pero tenía que admitirlo, si de verdad esperaba que el acto fuese creíble, más valía acoplarse al juego y adaptarse a ese tipo de situaciones a las que, evidentemente, no estaba acostumbrada.
Resopló. Sólo serían un par de semanas.
En un principio se mantuvo silente, con su parda mirada rebotando del piso al horizonte y viceversa en un bucle consecutivo, haciendo lo posible por ignorar esas esferas azuladas que le rebuscaban con picardía. Para ella la situación era bastante embarazosa, especialmente después de todo lo sucedido la noche anterior y mucho más ahora que el joven iba con los cinco sentidos bien puestos. No obstante, pronto la incomodidad se disipó con el avance de sus pasos pues Agnar era bastante bueno en eso de romper el hielo y entre los constantes pero fallidos intentos de este por atrapar su cintura —pues ella siempre terminaba dándole un manotazo que le hacía recular— ambos terminaron riendo e incluso, entablando una charla que no incluía ninguna frase hostil o mordaz.
La conversación fluía con facilidad. Karma le había pedido al guerrero que le relatara un poco de su diario vivir, ciertamente le convenía, pues centrando la atención en él no sólo eludía el tener que hablar de sí misma sino también iba tanteando el terreno a recorrer; sin embargo, tan abstraídos se encontraban en la plática que no se percataron al virar por un sendero bastante solitario, usualmente merodeado por malandros. Sólo fue cuestión de tiempo antes de que terminaran siendo asaltados por un trío de bandidos.
El primer instinto de Karma fue mirar de un lado a otro con la vana esperanza de divisar la silueta de Echo, sin embargo, usualmente el huargo se perdía en el bosque —la especie era netamente salvaje, era improbable que una de aquellas criaturas estuviese domesticada y en terreno vikingo no dudarían en darle caza— y sólo aparecía en casos de extrema emergencia, exclusivamente ante su llamado. Un silbido sería más que suficiente para convocar al feroz animal, mas con el filoso acero que sobrevolaba su yugular, la flecha plateada que apuntaba al corazón de Agnar y la condición que hacía de este blanco del jodido universo, cualquier movimiento en falso podría tener un desenlace fatal.
Los hombres demandaron a la gitana que les entregase la gargantilla dorada que le adornaba cuello; Un topacio pendía de la cadena así que podrían sacar buena plata de ella. Karma estaba dispuesta a entregarla, la joya se la había ganado en la mañana a una mujer incauta, la llevaba puesta por que se veía bien mas para ella no tenía otro valor que el de utilidad pues tenía pensado permutarla en el mercado por algún arma, pero no alcanzó ella a quitársela cuando el vikingo, impetuoso y testarudo como digno ejemplar de los suyos, opuso resistencia.
— No lo hagas— masculló entre dientes, sujetándolo del antebrazo, mas por supuesto él no la escuchó.
Todo sucedió bastante rápido. La punta metálica hundiéndose con violencia en la espalda del guerrero, un aullido de dolor, la cabeza de uno de los delincuentes rodando sobre la tierra seca y un grito de terror. En un rápido movimiento Agnar se las había arreglado para decapitar a uno de los tres hombres, mas la imprudencia casi le cuesta el pellejo pues la herida era profunda, sangraba a borbotones y considerando que Hela apostaba por la cabeza del muchacho en una pica, la combinación no era un buen augurio.
“¡IDIOTA! ¡NECIO! ¡CABEZOTA!” Lo maldijo reiteradas veces desde sus pensamientos, mas aprovechando la confusión del momento y la estupefacción de los rufianes, chifló invocando a su mascota y en acto seguido se dejó caer junto al rubio.
— mírame… — le sostuvo el rostro con tacto nervioso y pidió con voz temblorosa— mírame, por favor, quédate conmigo… no le dejes ganar — Pero las súplicas de la castaña fueron inútiles y los turbios mares del rubio quedaron ocultos tras sus párpados — ¡AGNAR!
Karma elevó la mirada, los maleantes, bastante cabreados se aproximaban a paso arrasador, dispuestos a acabar con el vikingo en honor a la ley del talión, mas en ese momento la figura de Echo emergió entre la maleza y horrorizados ante la magnitud de la criatura, los hombres salieron huyeron despavoridos en la dirección opuesta.
— ¡Echo! — vociferó angustiada.
El animal se acercó a ella y se agachó ofreciéndole el lomo. La castaña, no sin esfuerzo, tiró del muchacho y una vez logró subirle, se montó sobre el lobo también y con su cuerpo sostuvo el ajeno para que este no se resbalase en medio de la ajetreada y presurosa marcha de la bestia.
Una vez en la aldea, Karma gritó desesperada pidiendo ayuda y, aunque en un principio todos parecían bastante escépticos de la mujer que montaba un huargo como a un caballo, al caer en cuenta de a quién llevaba consigo no vacilaron en ayudar. Con sumo cuidado un par de hombres ayudaron a transportar a Agnar hasta el interior de su hogar, donde no mucho más tarde, arribó un doctor para extirpar el metal que aún llevaba incrustado en la carne y que, irónicamente le salvó de “desangrarse hasta la muerte”.
Los padres se mostraron inquietos, la madre sobre todo, pero cuándo indagaron por lo acontecido Karma se apegó —en gran parte— a la historia original, claro está, retorciendo ligeramente la verdad de su relación con Agnar y omitiendo todo el asunto de la diosa de la muerte, el hel y la condenación eterna.
Había pasado ya varias horas desde el incidente, la castaña se había mostrado genuinamente preocupada por el muchacho y los progenitores no parecían tener inconveniente en creerlo; la habían acogido en su hogar, le habían dado de comer, habían dejado que se quedara junto al rubio, e incluso habían permitido que Echo permaneciera por los alrededores de la propiedad. Estaba maravillada. Ella nunca tuvo acceso a semejantes comodidades y a pesar de que aquellas no eran las mejores de las circunstancias, no podía negarse el hecho de que era agradable y a cambio, todo cuanto debía hacer era mantener al vikingo a salvo.
Ya se acercaba la media noche, la castaña había pasado toda la tarde pendiente de Agnar, principalmente controlando la fiebre, repasándole la piel cuidadosamente con pañitos de agua helada que contrastaban con la piel ardiente.
La habitación de Agnar no poseía mucho más que el lecho y una silla pequeña para reposar y como las horas y el cansancio ya le habían comenzado a pesar, se recostó casi al borde de la cama y allí cayó fundida en los brazos de Morfeo, sólo necesitaba un respiro, un descanso… uno pequeño.
Resopló. Sólo serían un par de semanas.
En un principio se mantuvo silente, con su parda mirada rebotando del piso al horizonte y viceversa en un bucle consecutivo, haciendo lo posible por ignorar esas esferas azuladas que le rebuscaban con picardía. Para ella la situación era bastante embarazosa, especialmente después de todo lo sucedido la noche anterior y mucho más ahora que el joven iba con los cinco sentidos bien puestos. No obstante, pronto la incomodidad se disipó con el avance de sus pasos pues Agnar era bastante bueno en eso de romper el hielo y entre los constantes pero fallidos intentos de este por atrapar su cintura —pues ella siempre terminaba dándole un manotazo que le hacía recular— ambos terminaron riendo e incluso, entablando una charla que no incluía ninguna frase hostil o mordaz.
La conversación fluía con facilidad. Karma le había pedido al guerrero que le relatara un poco de su diario vivir, ciertamente le convenía, pues centrando la atención en él no sólo eludía el tener que hablar de sí misma sino también iba tanteando el terreno a recorrer; sin embargo, tan abstraídos se encontraban en la plática que no se percataron al virar por un sendero bastante solitario, usualmente merodeado por malandros. Sólo fue cuestión de tiempo antes de que terminaran siendo asaltados por un trío de bandidos.
El primer instinto de Karma fue mirar de un lado a otro con la vana esperanza de divisar la silueta de Echo, sin embargo, usualmente el huargo se perdía en el bosque —la especie era netamente salvaje, era improbable que una de aquellas criaturas estuviese domesticada y en terreno vikingo no dudarían en darle caza— y sólo aparecía en casos de extrema emergencia, exclusivamente ante su llamado. Un silbido sería más que suficiente para convocar al feroz animal, mas con el filoso acero que sobrevolaba su yugular, la flecha plateada que apuntaba al corazón de Agnar y la condición que hacía de este blanco del jodido universo, cualquier movimiento en falso podría tener un desenlace fatal.
Los hombres demandaron a la gitana que les entregase la gargantilla dorada que le adornaba cuello; Un topacio pendía de la cadena así que podrían sacar buena plata de ella. Karma estaba dispuesta a entregarla, la joya se la había ganado en la mañana a una mujer incauta, la llevaba puesta por que se veía bien mas para ella no tenía otro valor que el de utilidad pues tenía pensado permutarla en el mercado por algún arma, pero no alcanzó ella a quitársela cuando el vikingo, impetuoso y testarudo como digno ejemplar de los suyos, opuso resistencia.
— No lo hagas— masculló entre dientes, sujetándolo del antebrazo, mas por supuesto él no la escuchó.
Todo sucedió bastante rápido. La punta metálica hundiéndose con violencia en la espalda del guerrero, un aullido de dolor, la cabeza de uno de los delincuentes rodando sobre la tierra seca y un grito de terror. En un rápido movimiento Agnar se las había arreglado para decapitar a uno de los tres hombres, mas la imprudencia casi le cuesta el pellejo pues la herida era profunda, sangraba a borbotones y considerando que Hela apostaba por la cabeza del muchacho en una pica, la combinación no era un buen augurio.
“¡IDIOTA! ¡NECIO! ¡CABEZOTA!” Lo maldijo reiteradas veces desde sus pensamientos, mas aprovechando la confusión del momento y la estupefacción de los rufianes, chifló invocando a su mascota y en acto seguido se dejó caer junto al rubio.
— mírame… — le sostuvo el rostro con tacto nervioso y pidió con voz temblorosa— mírame, por favor, quédate conmigo… no le dejes ganar — Pero las súplicas de la castaña fueron inútiles y los turbios mares del rubio quedaron ocultos tras sus párpados — ¡AGNAR!
Karma elevó la mirada, los maleantes, bastante cabreados se aproximaban a paso arrasador, dispuestos a acabar con el vikingo en honor a la ley del talión, mas en ese momento la figura de Echo emergió entre la maleza y horrorizados ante la magnitud de la criatura, los hombres salieron huyeron despavoridos en la dirección opuesta.
— ¡Echo! — vociferó angustiada.
El animal se acercó a ella y se agachó ofreciéndole el lomo. La castaña, no sin esfuerzo, tiró del muchacho y una vez logró subirle, se montó sobre el lobo también y con su cuerpo sostuvo el ajeno para que este no se resbalase en medio de la ajetreada y presurosa marcha de la bestia.
Una vez en la aldea, Karma gritó desesperada pidiendo ayuda y, aunque en un principio todos parecían bastante escépticos de la mujer que montaba un huargo como a un caballo, al caer en cuenta de a quién llevaba consigo no vacilaron en ayudar. Con sumo cuidado un par de hombres ayudaron a transportar a Agnar hasta el interior de su hogar, donde no mucho más tarde, arribó un doctor para extirpar el metal que aún llevaba incrustado en la carne y que, irónicamente le salvó de “desangrarse hasta la muerte”.
Los padres se mostraron inquietos, la madre sobre todo, pero cuándo indagaron por lo acontecido Karma se apegó —en gran parte— a la historia original, claro está, retorciendo ligeramente la verdad de su relación con Agnar y omitiendo todo el asunto de la diosa de la muerte, el hel y la condenación eterna.
Había pasado ya varias horas desde el incidente, la castaña se había mostrado genuinamente preocupada por el muchacho y los progenitores no parecían tener inconveniente en creerlo; la habían acogido en su hogar, le habían dado de comer, habían dejado que se quedara junto al rubio, e incluso habían permitido que Echo permaneciera por los alrededores de la propiedad. Estaba maravillada. Ella nunca tuvo acceso a semejantes comodidades y a pesar de que aquellas no eran las mejores de las circunstancias, no podía negarse el hecho de que era agradable y a cambio, todo cuanto debía hacer era mantener al vikingo a salvo.
Ya se acercaba la media noche, la castaña había pasado toda la tarde pendiente de Agnar, principalmente controlando la fiebre, repasándole la piel cuidadosamente con pañitos de agua helada que contrastaban con la piel ardiente.
La habitación de Agnar no poseía mucho más que el lecho y una silla pequeña para reposar y como las horas y el cansancio ya le habían comenzado a pesar, se recostó casi al borde de la cama y allí cayó fundida en los brazos de Morfeo, sólo necesitaba un respiro, un descanso… uno pequeño.
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
En un duerme vela en el que sentía como Hela tiraba de mi desde el otro mundo escuchaba la voz de Karma pidiéndome que me quedara con ella.
Incapaz de mantener mis ojos abiertos, mi cabeza pesaba, ella tiró de mi para subirme a lobos de su huargo, pero su cuerpo menudo no lograba alzar el mio mas pesado, hasta que dos hombres no llegaron fue imposible notar el pelo del animal bajo mi pecho, tosí y la sangre manchó su tupido pelaje mientras la gitana afianzaba mi cuerpo para que no se ladeara cayendo al suelo.
Aullé de dolor cuando se puso en marcha, cada movimiento era una tortura, una que de vez en cuando arrancaba un quejido de mis labios.
Perdí la consciencia de forma completa por el camino, de fondo podía escuchar a Karme intentando que no me durmiera.
Cuando desperté estaba en mi casa, mis padres la habían permitido quedarse conmigo algo normal teniendo en cuneta que la presenté como mi novia. Me removí en el lecho, me dolía hasta respirar pero un paño húmedo reposaba en mi frente y ella tumbada en mi lecho parecía haber pasado la noche en vela hasta que mecida por los haces de luz debió sucumbir ante Morfeo.
Ladeé la sonrisa contemplando su rostro, fue instintivo pero ladeando mi cuerpo llevé mi diestra a su mejilla apartando los mechones de pelo que caían revoltosos.
Nuestros orbes chocaron como lo hace un cometa contra la tierra, pude ver en ellos la preocupación, seguramente por perder el juego que se traía con la maldita diosa de Hel.
-Estoy vivo ¿no? -me excusé.
Las fiebres eran altas, de seguro Hela trataba de arrancare de este mundo como fuera y sin embargo allí estábamos los dos, sobre aquel lecho mirándonos como si nos conociéramos de algo.
-Tráeme una copa de algo para paliar el dolor pedí – o quizás necesite dos -bromeé.
Karma frunció el ceño completamente fuera de si.
-¿Todo es para ti un juego? -me preguntó enfadada apartando mi mano de su cara de un manotazo.
-¿caso no es así como me lo has planteado? -rugí enfadado -¿tanto te jode perder? Pues haz bien tu maldito trabajo, de momento no esta dando un gran resultado -dije frunciendo el ceño
De nuestras miradas emanaban chispas, ambos teníamos mucho que perder en esto, peor desde luego tenía que reconocerme algo y es que ella solo perdería un juego, una partida de las mil mas que jugaría, por contra yo me dejaría la vida.
Incapaz de mantener mis ojos abiertos, mi cabeza pesaba, ella tiró de mi para subirme a lobos de su huargo, pero su cuerpo menudo no lograba alzar el mio mas pesado, hasta que dos hombres no llegaron fue imposible notar el pelo del animal bajo mi pecho, tosí y la sangre manchó su tupido pelaje mientras la gitana afianzaba mi cuerpo para que no se ladeara cayendo al suelo.
Aullé de dolor cuando se puso en marcha, cada movimiento era una tortura, una que de vez en cuando arrancaba un quejido de mis labios.
Perdí la consciencia de forma completa por el camino, de fondo podía escuchar a Karme intentando que no me durmiera.
Cuando desperté estaba en mi casa, mis padres la habían permitido quedarse conmigo algo normal teniendo en cuneta que la presenté como mi novia. Me removí en el lecho, me dolía hasta respirar pero un paño húmedo reposaba en mi frente y ella tumbada en mi lecho parecía haber pasado la noche en vela hasta que mecida por los haces de luz debió sucumbir ante Morfeo.
Ladeé la sonrisa contemplando su rostro, fue instintivo pero ladeando mi cuerpo llevé mi diestra a su mejilla apartando los mechones de pelo que caían revoltosos.
Nuestros orbes chocaron como lo hace un cometa contra la tierra, pude ver en ellos la preocupación, seguramente por perder el juego que se traía con la maldita diosa de Hel.
-Estoy vivo ¿no? -me excusé.
Las fiebres eran altas, de seguro Hela trataba de arrancare de este mundo como fuera y sin embargo allí estábamos los dos, sobre aquel lecho mirándonos como si nos conociéramos de algo.
-Tráeme una copa de algo para paliar el dolor pedí – o quizás necesite dos -bromeé.
Karma frunció el ceño completamente fuera de si.
-¿Todo es para ti un juego? -me preguntó enfadada apartando mi mano de su cara de un manotazo.
-¿caso no es así como me lo has planteado? -rugí enfadado -¿tanto te jode perder? Pues haz bien tu maldito trabajo, de momento no esta dando un gran resultado -dije frunciendo el ceño
De nuestras miradas emanaban chispas, ambos teníamos mucho que perder en esto, peor desde luego tenía que reconocerme algo y es que ella solo perdería un juego, una partida de las mil mas que jugaría, por contra yo me dejaría la vida.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Fue el tacto grácil del guerrero, recorriendo la piel de sus mejillas con suavidad lo que la trajo de vuelta a la realidad. Sus párpados se abrieron cansinos así tuvo que pestañear un par de veces hasta que su mirada borrosa se aclaró, centrando sus orbes oscuras en las esferas oceánicas del joven. De cerca podía apreciar la bonita tonalidad azul intensa que teñía los irises del joven. Se contemplaron por un par de segundos en silencio, La temperatura ardiente de la piel ajena contrastaba con la suya, a penas tibia; la fiebre se rehusaba a menguar.
Karma endureció la mirada y de un manotazo apartó la mano del guerrero de su rostro. A penas se conocían y de todas formas, no podía permitir ese tipo de cercanía entre los dos, mantenerse una distancia prudente era fundamental para que aquello funcionara, la de ellos debía ser una relación estrictamente circunstancial y ya había cometido el error de permitirse cruzar esa línea la noche en la que se conocieron, mucho más ahora yaciendo en el mismo lecho. Sus acciones estaban lejos de ser discretas y de no tener cuidado sería ella quien saldría lastimada. Salvar la vida de Agnar requería de plena concentración, las emociones nublaban el juicio del más sensato y aquella era una partida en la que no existía margen de error. De momento, la prioridad era su libertad.
Más tardó él en reclamarle que ella en ponerse en pie. Usualmente requería de una situación considerablemente irritante para que ella perdiese la cordura, pero el vikingo tenía un talento para sacarla de casillas y la verdad ella no era de las que se guardaba las verdades cuando le escocían en la lengua.
— ¿Realmente tienes el descaro de culparme por esto? — Inquirió razonablemente ofendida — Quizá si me dejaras hacer mi “maldito trabajo” hubieras salido ileso, pero no, ¡por supuesto que no! — Le espetó— Tenías que arruinarlo con tu complejo de macho, tenías que irte de bocazas y tenías que hacerte el héroe y alimentar tu estúpido ego… pues adivina ¡no puedes tener un ego si estás muerto! —Sus palabras escupían veneno, no tenía filtro verbal… estaba furiosa — No necesito que me cuides, puedo protegerme a mí misma —Aseguró con indiferencia— en cambio, tú sí me necesitas y si no fuera por mí habrías muerto desangrado en el bosque, así que te quede claro que la próxima vez la situación la manejo yo — Se cruzó de brazos inflexible— Perfil bajo, te lo repito, o por todo lo que me importa, será mejor que te prepares a una eternidad en el Hel.
Sus palabras sonaban crudas, frías… pero así era la verdad. Quizá lo único que mentía era su actitud indolente, nunca era sencillo ver a alguien morir y por mucho que proclamara que poco le importaba, en el fondo sabía que era mentira. Ciertamente ella quería que él viviera, que venciera a Hela y que pudiera seguir aún con el infierno pisándole los talones, pero nada de aquello sería posible si no ponía también de su parte. Agnar era diferente a los demás condenados, era joven, bien parecido, probablemente el mayor crimen que había cometido era el de ser un cabezota y de alguna u otra forma se había ganado su simpatía, quizá más de la que debía.
No dijo más pues realmente no tenía nada más que decir. La tela con la que habían vendado el hombro del guerrero se habían teñido de carmesí avisando que ya era hora de cambiarlas. Silente tomó un recipiente con agua y tomó asiento junto al joven, quien, como era de esperarse, de momento, no quería nada de ella. Karma ignoró por completo los refunfuños de su opuesto hasta que finalmente se calló y a regañadientes le retiró las tiras de tejido sucio, procediendo a limpiarle la piel con esmero y delicadeza, para finalmente cubrir la herida con un par de vendas nuevas.
— Te prepararé una infusión para el dolor, pero por Odín, más te vale que te quedes quieto.
Sin esperar respuesta se levantó y abandonó la estancia. Si bien podía ordenar que alguien preparara la bebida por ella, lo más apropiado era tomar el control de la situación. No podía confiar la vida del muchacho en alguien más que no fuera en sí misma, el brebaje requería de hierbas específicas… un pequeño error y él estaría muerto, así que ella misma recolectó las plantas del jardín y se dispuso a prepararla.
Había pasado casi hora y media desde que dejó a Agnar en la habitación, Karma no sólo se había dispuesto a hacer la pócima sino también le había cocinado un buen corte de filete con patatas y arroz en son de paz, pues supuso que debía de estar hambriento y si tenía que convivir con él, no quería que se llevaran como perros y gatos.
Grande fue su sorpresa cuando, al llegar con la bandeja, no sólo lo encontró fuera de la cama, sino coqueteando animosamente con una de las doncellas de la casa, como si ya hubiese tenido todo el reposo que necesitaba. La gitana frunció el entrecejo ante la expresión divertida del joven. Un punzada de disgusto incendió bajo su piel, no entendía por qué le molestaba, probablemente por que no le había obedecido… sí, eso debía ser…
Karma endureció la mirada y de un manotazo apartó la mano del guerrero de su rostro. A penas se conocían y de todas formas, no podía permitir ese tipo de cercanía entre los dos, mantenerse una distancia prudente era fundamental para que aquello funcionara, la de ellos debía ser una relación estrictamente circunstancial y ya había cometido el error de permitirse cruzar esa línea la noche en la que se conocieron, mucho más ahora yaciendo en el mismo lecho. Sus acciones estaban lejos de ser discretas y de no tener cuidado sería ella quien saldría lastimada. Salvar la vida de Agnar requería de plena concentración, las emociones nublaban el juicio del más sensato y aquella era una partida en la que no existía margen de error. De momento, la prioridad era su libertad.
Más tardó él en reclamarle que ella en ponerse en pie. Usualmente requería de una situación considerablemente irritante para que ella perdiese la cordura, pero el vikingo tenía un talento para sacarla de casillas y la verdad ella no era de las que se guardaba las verdades cuando le escocían en la lengua.
— ¿Realmente tienes el descaro de culparme por esto? — Inquirió razonablemente ofendida — Quizá si me dejaras hacer mi “maldito trabajo” hubieras salido ileso, pero no, ¡por supuesto que no! — Le espetó— Tenías que arruinarlo con tu complejo de macho, tenías que irte de bocazas y tenías que hacerte el héroe y alimentar tu estúpido ego… pues adivina ¡no puedes tener un ego si estás muerto! —Sus palabras escupían veneno, no tenía filtro verbal… estaba furiosa — No necesito que me cuides, puedo protegerme a mí misma —Aseguró con indiferencia— en cambio, tú sí me necesitas y si no fuera por mí habrías muerto desangrado en el bosque, así que te quede claro que la próxima vez la situación la manejo yo — Se cruzó de brazos inflexible— Perfil bajo, te lo repito, o por todo lo que me importa, será mejor que te prepares a una eternidad en el Hel.
Sus palabras sonaban crudas, frías… pero así era la verdad. Quizá lo único que mentía era su actitud indolente, nunca era sencillo ver a alguien morir y por mucho que proclamara que poco le importaba, en el fondo sabía que era mentira. Ciertamente ella quería que él viviera, que venciera a Hela y que pudiera seguir aún con el infierno pisándole los talones, pero nada de aquello sería posible si no ponía también de su parte. Agnar era diferente a los demás condenados, era joven, bien parecido, probablemente el mayor crimen que había cometido era el de ser un cabezota y de alguna u otra forma se había ganado su simpatía, quizá más de la que debía.
No dijo más pues realmente no tenía nada más que decir. La tela con la que habían vendado el hombro del guerrero se habían teñido de carmesí avisando que ya era hora de cambiarlas. Silente tomó un recipiente con agua y tomó asiento junto al joven, quien, como era de esperarse, de momento, no quería nada de ella. Karma ignoró por completo los refunfuños de su opuesto hasta que finalmente se calló y a regañadientes le retiró las tiras de tejido sucio, procediendo a limpiarle la piel con esmero y delicadeza, para finalmente cubrir la herida con un par de vendas nuevas.
— Te prepararé una infusión para el dolor, pero por Odín, más te vale que te quedes quieto.
Sin esperar respuesta se levantó y abandonó la estancia. Si bien podía ordenar que alguien preparara la bebida por ella, lo más apropiado era tomar el control de la situación. No podía confiar la vida del muchacho en alguien más que no fuera en sí misma, el brebaje requería de hierbas específicas… un pequeño error y él estaría muerto, así que ella misma recolectó las plantas del jardín y se dispuso a prepararla.
Había pasado casi hora y media desde que dejó a Agnar en la habitación, Karma no sólo se había dispuesto a hacer la pócima sino también le había cocinado un buen corte de filete con patatas y arroz en son de paz, pues supuso que debía de estar hambriento y si tenía que convivir con él, no quería que se llevaran como perros y gatos.
Grande fue su sorpresa cuando, al llegar con la bandeja, no sólo lo encontró fuera de la cama, sino coqueteando animosamente con una de las doncellas de la casa, como si ya hubiese tenido todo el reposo que necesitaba. La gitana frunció el entrecejo ante la expresión divertida del joven. Un punzada de disgusto incendió bajo su piel, no entendía por qué le molestaba, probablemente por que no le había obedecido… sí, eso debía ser…
Karma- Gitano
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Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Karma había salvado mi vida, mas ¿acaso yo no había salvado la suya? ¿de que demonios hablaba y porque rugía enfadada? ¿acaso me hubiera podido proteger si ella caía a manos de esos que ademas de robarle el colgante bien hubieran podido sajarle su vida?
-No intentaba salvar mi ego de macho, si no tu maldita vida, pero estas tan cegada pro ese juego que te traes con la diosa que eres incapaz de ver mas allá de la nariz con la que te topas. De nada por cierto -gruñí acariciando aquello que pretendieron robar a la gitana y que a primera vista parecía importante para ella.
No era mi intención seguir discutiendo, ni la suya dejar de hacerlo, fruncí mas el entrecejo cuando dijo que no necesitaba de mi ayuda, que era ella la que me salvaba a mi y no la la inversa.
Metete tu perfil bajo por donde te quepa, si he de vivir como un cobarde prefiero morir como un hombre.
Me dejé caer sobre el lecho con un jadeo que denotaba que estaba cansado y herido y que alterarme no era precisamente lo mejor para mi en estos momentos.
La hija de la diosa pareció percatarse de eso y mirando la herida que en ningún momento había dejado de sangrar se dispuso a guardar silencio y a despacio cambiar las vendas.
Siseé un par de veces sin distinguirle la palabra, tampoco la mirada, estaba ofendido por como me trataba, no es que esperara se abriera de piernas por haberla ayudado, pero no se, al menos pues un poco de cariño...
Finalmente se largó de allí alegando que iría ella misma a hacerme una infusión para el dolor. Me encogí de hombros guardando silencio ¿reposo? Claro ,seguro, todo el necesario.
Una de las doncellas que venia a mi casa para ayudar a mi madre con los animales y la limpieza me subió unos panes, era la hija del pastor, nos conocíamos desde niños y su visita me alegro, entre risas tomé asiento en el borde de la cama a su lado.
Astrid me dio un poco de leche recién exprimida, estaba caliente y espesa, los panecillos sabían francamente deliciosos, así que mientras bromeábamos sobre la ultima noche en la taberna la puerta se abrió y al otro lado apareció una furibunda Karma que no parecía complacida porque me hubiera movido del lecho.
-¿quieres? -pregunté con una picara sonrisa ofreciéndole uno de los panecillos.
Seguro que pensaba que estarían envenenados o que me atragantaría con ellos.
-Vamos Karma, relájate, tengo hambre y mi amiga me ha traído leche y panes para que me recuperé antes.
Cerró la puerta a su espalda adentrándose en la cámara para tenderme con indiferencia eso que había hecho para mi.
-huele mal -dije olisqueando las hierbas -pero el bistec huele de maravilla.
Mi amiga dejó un beso en mi mejilla para despedirse de mi, aseguró que antes de irse volvería a pasar y nos dejó solos de nuevo.
-Cambia esa cara Karma, no es una asesina, es una vieja amiga.
-No intentaba salvar mi ego de macho, si no tu maldita vida, pero estas tan cegada pro ese juego que te traes con la diosa que eres incapaz de ver mas allá de la nariz con la que te topas. De nada por cierto -gruñí acariciando aquello que pretendieron robar a la gitana y que a primera vista parecía importante para ella.
No era mi intención seguir discutiendo, ni la suya dejar de hacerlo, fruncí mas el entrecejo cuando dijo que no necesitaba de mi ayuda, que era ella la que me salvaba a mi y no la la inversa.
Metete tu perfil bajo por donde te quepa, si he de vivir como un cobarde prefiero morir como un hombre.
Me dejé caer sobre el lecho con un jadeo que denotaba que estaba cansado y herido y que alterarme no era precisamente lo mejor para mi en estos momentos.
La hija de la diosa pareció percatarse de eso y mirando la herida que en ningún momento había dejado de sangrar se dispuso a guardar silencio y a despacio cambiar las vendas.
Siseé un par de veces sin distinguirle la palabra, tampoco la mirada, estaba ofendido por como me trataba, no es que esperara se abriera de piernas por haberla ayudado, pero no se, al menos pues un poco de cariño...
Finalmente se largó de allí alegando que iría ella misma a hacerme una infusión para el dolor. Me encogí de hombros guardando silencio ¿reposo? Claro ,seguro, todo el necesario.
Una de las doncellas que venia a mi casa para ayudar a mi madre con los animales y la limpieza me subió unos panes, era la hija del pastor, nos conocíamos desde niños y su visita me alegro, entre risas tomé asiento en el borde de la cama a su lado.
Astrid me dio un poco de leche recién exprimida, estaba caliente y espesa, los panecillos sabían francamente deliciosos, así que mientras bromeábamos sobre la ultima noche en la taberna la puerta se abrió y al otro lado apareció una furibunda Karma que no parecía complacida porque me hubiera movido del lecho.
-¿quieres? -pregunté con una picara sonrisa ofreciéndole uno de los panecillos.
Seguro que pensaba que estarían envenenados o que me atragantaría con ellos.
-Vamos Karma, relájate, tengo hambre y mi amiga me ha traído leche y panes para que me recuperé antes.
Cerró la puerta a su espalda adentrándose en la cámara para tenderme con indiferencia eso que había hecho para mi.
-huele mal -dije olisqueando las hierbas -pero el bistec huele de maravilla.
Mi amiga dejó un beso en mi mejilla para despedirse de mi, aseguró que antes de irse volvería a pasar y nos dejó solos de nuevo.
-Cambia esa cara Karma, no es una asesina, es una vieja amiga.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/10/2017
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