AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A prueba de muerte | Privado
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A prueba de muerte | Privado
Recuerdo del primer mensaje :
Las últimas partidas contra Hela no habían sido provechosas en lo absoluto. Día a día sus visiones eran menos concisas, más interpretativas, Skuld parecía favorecer a la diosa del Hel y ella, bajo el amparo de nadie, apostaba su destino con una deidad que, por su simple naturaleza, volcaba todas las posibilidades en su contra. Sacudió los malos pensamientos de su cabeza moviéndola ligeramente en un aspaviento de negación, la mente poseía un poder de atracción bastante grande, debía ser cuidadosa, ideas incorrectas equivaldrían a un porvenir incorrecto; lo conocía todo acerca de fuerzas cósmicas universales, después de todo, portaba el nombre de una de ellas.
Hela había movido su ficha y el juego se tornaba cada vez más complicado. Su oponente no sólo era sagaz sino también una terrible perdedora y vaya que había sentido el golpe de ira cada vez que, a pesar de su inferioridad humana, se las había arreglado para tomar ventaja o ganar. No habían pasado más de seis meses desde el acuerdo que diosa y mujer pactaron, por supuesto, las victorias de Karma eran mínimas en comparación a sus derrotas, vencer a la muerte en su propio pasatiempo era tarea ardua, pero no imposible. Sin embargo, no podía negar que, a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del mórbido juego, se sentía cansada ya.
La última contienda la había perdido. Aquel era un juego sin reglas, pero aun así la deidad gustaba de jugar sucio. ¿La víctima de aquel encuentro? Un pobre diablo que gastaba todo su dinero en alcohol, apuestas y mujeres, dejando a su familia hambrienta y al borde de la ruina. Karma no estaba especialmente orgullosa de haber salvado a ese hombre, e incluso al hacerlo, evadiendo conflictos éticos, se recordó a sí misma el que aquel individuo, solo representaba otro pase en el camino a su libertad, incluso si él mismo se había buscado su condena. Para preservar la vida de aquel intento de ser humano tuvo que enfrentarse a los dos hombres —que en realidad parecían un duo de gorilas— enviados por el dueño del antro donde este solía apostar, para golpearlo hasta la muerte en resarcimiento por las incontables deudas que poseía y no tenía cómo pagar.
La verdad, de no ser por Echo, el lobo huargo que Garm, más conocido como el perro infernal de Hela, le había asignado como única y última ventaja en su contienda contra la diosa, quizá ella también hubiese sido víctima de una buena paliza. Espantar a los matones fue bastante sencillo cuando el animal les mostró los filosos caninos y un par de saetas al aire bastaron para advertirles que, de atreverse a volver, terminarían con una de tantas anclada al entrecejo. Con aquella pequeña victoria, Karma ya tendría asegurado otro pase de más en su bolsillo, o por lo menos, eso fue lo que imaginó antes de que, ya a medio camino para su siguiente contienda, una sensación de asfixia le asaltara advirtiéndole que algo andaba realmente mal. Al parecer, aquel hombre, dichoso de haber vencido a la muerte, decidió darse un festín como agasajo por sobrevivir, mimo que terminó por convertirse en letal cuando el malnacido se atragantó con un hueso de pollo.
¿Qué había aprendido de aquella experiencia digna de una tragicomedia? No tenía derecho a abandonar al réprobo hasta que Skuld le concediera premonición del siguiente en la lista.
Un par de días atrás una nueva visión le había acometido en sus sueños, una bastante clara considerando que los más recientes presagios habían llegado a su mente en retazos de imágenes inconclusas y secuencias incoherentes. Hela sabía que obligarle a interpretar cada presagio que aparecía en su mente le compraría tiempo; la diosa jamás se quedaba sin truco bajo la manga. No obstante, aquella percepción fue tan clara como la evocación de un recuerdo: un hombre joven, un guerrero. Agnar Jorvik.
Negarlo habría sido en vano, la revelación del siguiente nombre en la innumerable lista de condenados había sido toda una sorpresa. Acostumbraba a lidiar con pobres, pervertidos y desahuciados, no con guerreros de respetable apellido y ascendencia. Hombres como aquel debían ser guiados por valquirias hacia el Valhalla, no por nornas hacia el Hel. De cualquier forma, no era su trabajo hacer preguntas.
Llevaba el día entero examinándolo de lejos, era costumbre suya estudiar al reo antes de entrar al ruedo y el duelo no comenzaría hasta que se entregara el mensaje de muerte. Karma había seguido al hombre hasta una taberna y la velada entera había transcurrido sin inconveniente. Ella permaneció silente, anulando su presencia en el rincón más solitario del lugar, pensando en la forma más apropiada de entregar el mortal mensaje y haciendo lo que mejor sabía hacer: observar. Agnar, por su parte, ignorante a su presencia… o existencia, disfrutaba de unas jarras con sus amigos.
Había decidido de última hora que por aquella noche le dejaría vivir en paz, cuando se alzara el alba comenzaría el juego y, entonces, hasta que acabara la partida, ninguno de los dos tendría derecho a descansar. Cuando el joven se despidió de sus compañeros y partió del establecimiento, Karma hizo lo mismo, esta vez no dispuesta a seguirlo sino a volver a la posadera donde residió durante los últimos días con el fin de preparar lo necesario para la contienda que daría inicio en la mañana. La consternación vino cuando, al salir del local, se encontró de frente con la nueva presa de la diosa, quien, según se lo imaginó, no estaría muy contento de su acecho.
Aparentemente, su presencia no había pasado desapercibida del modo que lo esperaba. Si algo detestaba era cuando las cosas no procedían conforme las había planeado.
Las últimas partidas contra Hela no habían sido provechosas en lo absoluto. Día a día sus visiones eran menos concisas, más interpretativas, Skuld parecía favorecer a la diosa del Hel y ella, bajo el amparo de nadie, apostaba su destino con una deidad que, por su simple naturaleza, volcaba todas las posibilidades en su contra. Sacudió los malos pensamientos de su cabeza moviéndola ligeramente en un aspaviento de negación, la mente poseía un poder de atracción bastante grande, debía ser cuidadosa, ideas incorrectas equivaldrían a un porvenir incorrecto; lo conocía todo acerca de fuerzas cósmicas universales, después de todo, portaba el nombre de una de ellas.
Hela había movido su ficha y el juego se tornaba cada vez más complicado. Su oponente no sólo era sagaz sino también una terrible perdedora y vaya que había sentido el golpe de ira cada vez que, a pesar de su inferioridad humana, se las había arreglado para tomar ventaja o ganar. No habían pasado más de seis meses desde el acuerdo que diosa y mujer pactaron, por supuesto, las victorias de Karma eran mínimas en comparación a sus derrotas, vencer a la muerte en su propio pasatiempo era tarea ardua, pero no imposible. Sin embargo, no podía negar que, a pesar del poco tiempo transcurrido desde el inicio del mórbido juego, se sentía cansada ya.
La última contienda la había perdido. Aquel era un juego sin reglas, pero aun así la deidad gustaba de jugar sucio. ¿La víctima de aquel encuentro? Un pobre diablo que gastaba todo su dinero en alcohol, apuestas y mujeres, dejando a su familia hambrienta y al borde de la ruina. Karma no estaba especialmente orgullosa de haber salvado a ese hombre, e incluso al hacerlo, evadiendo conflictos éticos, se recordó a sí misma el que aquel individuo, solo representaba otro pase en el camino a su libertad, incluso si él mismo se había buscado su condena. Para preservar la vida de aquel intento de ser humano tuvo que enfrentarse a los dos hombres —que en realidad parecían un duo de gorilas— enviados por el dueño del antro donde este solía apostar, para golpearlo hasta la muerte en resarcimiento por las incontables deudas que poseía y no tenía cómo pagar.
La verdad, de no ser por Echo, el lobo huargo que Garm, más conocido como el perro infernal de Hela, le había asignado como única y última ventaja en su contienda contra la diosa, quizá ella también hubiese sido víctima de una buena paliza. Espantar a los matones fue bastante sencillo cuando el animal les mostró los filosos caninos y un par de saetas al aire bastaron para advertirles que, de atreverse a volver, terminarían con una de tantas anclada al entrecejo. Con aquella pequeña victoria, Karma ya tendría asegurado otro pase de más en su bolsillo, o por lo menos, eso fue lo que imaginó antes de que, ya a medio camino para su siguiente contienda, una sensación de asfixia le asaltara advirtiéndole que algo andaba realmente mal. Al parecer, aquel hombre, dichoso de haber vencido a la muerte, decidió darse un festín como agasajo por sobrevivir, mimo que terminó por convertirse en letal cuando el malnacido se atragantó con un hueso de pollo.
¿Qué había aprendido de aquella experiencia digna de una tragicomedia? No tenía derecho a abandonar al réprobo hasta que Skuld le concediera premonición del siguiente en la lista.
Un par de días atrás una nueva visión le había acometido en sus sueños, una bastante clara considerando que los más recientes presagios habían llegado a su mente en retazos de imágenes inconclusas y secuencias incoherentes. Hela sabía que obligarle a interpretar cada presagio que aparecía en su mente le compraría tiempo; la diosa jamás se quedaba sin truco bajo la manga. No obstante, aquella percepción fue tan clara como la evocación de un recuerdo: un hombre joven, un guerrero. Agnar Jorvik.
Negarlo habría sido en vano, la revelación del siguiente nombre en la innumerable lista de condenados había sido toda una sorpresa. Acostumbraba a lidiar con pobres, pervertidos y desahuciados, no con guerreros de respetable apellido y ascendencia. Hombres como aquel debían ser guiados por valquirias hacia el Valhalla, no por nornas hacia el Hel. De cualquier forma, no era su trabajo hacer preguntas.
Llevaba el día entero examinándolo de lejos, era costumbre suya estudiar al reo antes de entrar al ruedo y el duelo no comenzaría hasta que se entregara el mensaje de muerte. Karma había seguido al hombre hasta una taberna y la velada entera había transcurrido sin inconveniente. Ella permaneció silente, anulando su presencia en el rincón más solitario del lugar, pensando en la forma más apropiada de entregar el mortal mensaje y haciendo lo que mejor sabía hacer: observar. Agnar, por su parte, ignorante a su presencia… o existencia, disfrutaba de unas jarras con sus amigos.
Había decidido de última hora que por aquella noche le dejaría vivir en paz, cuando se alzara el alba comenzaría el juego y, entonces, hasta que acabara la partida, ninguno de los dos tendría derecho a descansar. Cuando el joven se despidió de sus compañeros y partió del establecimiento, Karma hizo lo mismo, esta vez no dispuesta a seguirlo sino a volver a la posadera donde residió durante los últimos días con el fin de preparar lo necesario para la contienda que daría inicio en la mañana. La consternación vino cuando, al salir del local, se encontró de frente con la nueva presa de la diosa, quien, según se lo imaginó, no estaría muy contento de su acecho.
Aparentemente, su presencia no había pasado desapercibida del modo que lo esperaba. Si algo detestaba era cuando las cosas no procedían conforme las había planeado.
Karma- Gitano
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Agnar parecía tomarse muy a la ligera el hecho de que la diosa de la muerte jugara con su vida. Quizá no había sido clara al explicar que Hela haría todo cuanto estuviera en su poder por arrastrarlo con ella al inframundo, pero ¿qué era tan difícil de comprender? Una deidad apostaba por su muerte… de entrada todas las probabilidades estaban en su contra.
Realmente no creía que la muchacha, que de por sí tenía cara de que no mataría una mosca, fuera a asesinarlo intencionalmente, el problema era que sí podía causarle daño sin pretenderlo. Tal vez era alérgico a alguno de los ingredientes de los panecillos, o la leche podría estar fermentada, las posibilidades eran infinitas y en el estado en que el joven se encontraba era mejor no tentar a la suerte. Podría sonar paranoica, pero la realidad era que, en aquel momento, la única persona de la que se podía fiar era de ella.
Con cara de pocos amigos, colocó la bandeja sobre la mesa de noche, resopló, inspiró profundo y cerró los párpados, evocando paciencia sólo por no rodar los ojos. Karma se volvió hacia el joven que la miraba con diversión y apretó los labios conteniendo el impulso a replicar. Bufó. No tenía sentido discutir con él, era como gritarle a una pared.
— Calla y come — Se limitó a señalar la bandeja — La infusión hasta el fondo, te sentará bien.
Se dio media vuelta y antes de que le pudiera decir algo tomó una toalla y una muda de ropa que reposaban perfectamente dobladas sobre el aparador y caminó hacia la puerta que conectaba la habitación con el cuarto de baño. En el trajín de salvarle la vida al joven guerrero, la morena había perdido el resto de sus escasas pertenencias, afortunadamente los padres de Agnar habían sido lo suficientemente amables como para encontrarle algo qué vestir. Desde que Agnar resultó herido no había tenido tiempo de otra cosa que no fuera cuidar de él, sus ropas aún se teñían de la sangre seca del muchacho, a duras penas había comido y si había pegado el ojo por una o dos horas ya era mucho decir.
La gitana se detuvo bajo el umbral.
— Me daré un baño ¿puedo confiar en que te quedarás quieto diez minutos? — Agnar frunció en entrecejo, alegaba que no era un niño. Karma se encogió de hombros — Si quieres que te trate como un adulto, primero actúa como tal.
Hizo el amague de cerrar la puerta pero antes de ajustarla se detuvo, y por el resquicio centró su mirada parda en la azulada del guerrero.
— Ah y por amor a los dioses, no te atragantes.
La morena cerró la puerta y se dispuso a preparar la bañera. Una vez lista se desvistió, se sumergió entre el agua y se restregó cuidadosamente la piel con una esponja enjabonada. No podía recordar la última vez que había contado con un espacio para sí misma. El agua acariciaba su piel a la temperatura perfecta, tanto así que la tensión en sus músculos desapareció pasados unos minutos. No recordaba la última vez que pudo darse un lujo semejante, de hecho, no recordaba si alguna vez había sido capaz de dárselo en absoluto.
Se sentía tan bien en aquel momento que probablemente permaneció entre la tina un poco más de lo previsto; sin embargo, la calma que la acogía desapareció tan pronto se percató del silencio que invadía la estancia al otro lado de la puerta. Rauda la gitana salió de la bañera, envolvió su cuerpo entre la toalla y se precipitó hacia el cuarto; no obstante, debía admitir que poco le sorprendió el no encontrar rastro alguno de su opuesto, al menos nada más allá que los platos desocupados. Bueno, por lo menos sí había comido.
Un agujero negro se arremolinó en su estómago; tenía un mal presentimiento. Karma se asomó por la ventana y gruñó al advertir la silueta del joven afuera, mas el disgusto se transformó en preocupación cuando se percató de que el guerrero discutía con otro muchacho, que se burlaba de él, cuestionando su capacidad de defenderse y desenvolverse en batalla. Definitivamente esos dos no se llevaban bien y por supuesto, Agnar en su afán de mostrarle al otro que no era ningún incompetente, estaba dispuesto a blandir la espada a pesar de su condición.
Las imágenes se reprodujeron en su mente como una película: pudo ver al rubio siendo atravesado por el acero de su oponente. Por muy buen guerrero que fuera, en aquel entonces el universo conspiraba contra el y el riesgo era inminente. La morena rugió furiosa, ese hombre era un imán de problemas, pero tenía que salvarlo a toda costa.
Así, sin nada que cubriera le cubriera a excepción de la toalla que le llegaba a los muslos, Karma salió como alma que lleva el diablo en dirección al campo de entrenamiento; sin embargo, solo cayó en cuenta de su semi-desnudez cuando el peso de las miradas reposó sobre su cuerpo. Inmediatamente pudo sentir el calentón en sus mejillas, quería que le tragara la tierra, pero antes que nada debía arrastrar al vikingo con ella.
— ¡Agnar! — Lo llamó.
El otro joven aprovechó la situación para mofarse de nuevo y preguntó si ahora necesitaba que su novia lo defendiera. El joven le rugió que se largara. Él tenía un temperamento inflamable y todo lo que hacía era echarle leña al fuego, pero ella no tenía intención de darse por vencida. Se encontraba en medio de una lucha de egos y la movida equivocada podría resultar fatal. Entonces una idea se encendió en su cabeza. Sabía como sacarlo de aquella situación sin que la vanidad de su protegido saliera lastimada.
Sin mediar palabra la gitana se aproximó al joven, le abrazó el cuello con las manos y tiró de él hasta que sus boca colisionaron. Sus labios aprisionaron los ajenos en un beso pasional y hambriento… tenía que mantener las apariencias después de todo.
— Te voy a matar — Susurró. Sus palabras acariciaron los labios del vikingo.
Karma sintió la diestra del joven ciñéndose a su cintura pero ella la movió con la propia, situándola sobre sus nalgas. Entonces se apartó y le dedicó una sonrisa falsa al muchacho que instigaba a Agnar.
— Él va a estar demasiado ocupado para pelear, pero quizá otro día.
Sin más que decir, entrelazó su mano con la del vikingo y tiró de él hacia la casa.
Realmente no creía que la muchacha, que de por sí tenía cara de que no mataría una mosca, fuera a asesinarlo intencionalmente, el problema era que sí podía causarle daño sin pretenderlo. Tal vez era alérgico a alguno de los ingredientes de los panecillos, o la leche podría estar fermentada, las posibilidades eran infinitas y en el estado en que el joven se encontraba era mejor no tentar a la suerte. Podría sonar paranoica, pero la realidad era que, en aquel momento, la única persona de la que se podía fiar era de ella.
Con cara de pocos amigos, colocó la bandeja sobre la mesa de noche, resopló, inspiró profundo y cerró los párpados, evocando paciencia sólo por no rodar los ojos. Karma se volvió hacia el joven que la miraba con diversión y apretó los labios conteniendo el impulso a replicar. Bufó. No tenía sentido discutir con él, era como gritarle a una pared.
— Calla y come — Se limitó a señalar la bandeja — La infusión hasta el fondo, te sentará bien.
Se dio media vuelta y antes de que le pudiera decir algo tomó una toalla y una muda de ropa que reposaban perfectamente dobladas sobre el aparador y caminó hacia la puerta que conectaba la habitación con el cuarto de baño. En el trajín de salvarle la vida al joven guerrero, la morena había perdido el resto de sus escasas pertenencias, afortunadamente los padres de Agnar habían sido lo suficientemente amables como para encontrarle algo qué vestir. Desde que Agnar resultó herido no había tenido tiempo de otra cosa que no fuera cuidar de él, sus ropas aún se teñían de la sangre seca del muchacho, a duras penas había comido y si había pegado el ojo por una o dos horas ya era mucho decir.
La gitana se detuvo bajo el umbral.
— Me daré un baño ¿puedo confiar en que te quedarás quieto diez minutos? — Agnar frunció en entrecejo, alegaba que no era un niño. Karma se encogió de hombros — Si quieres que te trate como un adulto, primero actúa como tal.
Hizo el amague de cerrar la puerta pero antes de ajustarla se detuvo, y por el resquicio centró su mirada parda en la azulada del guerrero.
— Ah y por amor a los dioses, no te atragantes.
La morena cerró la puerta y se dispuso a preparar la bañera. Una vez lista se desvistió, se sumergió entre el agua y se restregó cuidadosamente la piel con una esponja enjabonada. No podía recordar la última vez que había contado con un espacio para sí misma. El agua acariciaba su piel a la temperatura perfecta, tanto así que la tensión en sus músculos desapareció pasados unos minutos. No recordaba la última vez que pudo darse un lujo semejante, de hecho, no recordaba si alguna vez había sido capaz de dárselo en absoluto.
Se sentía tan bien en aquel momento que probablemente permaneció entre la tina un poco más de lo previsto; sin embargo, la calma que la acogía desapareció tan pronto se percató del silencio que invadía la estancia al otro lado de la puerta. Rauda la gitana salió de la bañera, envolvió su cuerpo entre la toalla y se precipitó hacia el cuarto; no obstante, debía admitir que poco le sorprendió el no encontrar rastro alguno de su opuesto, al menos nada más allá que los platos desocupados. Bueno, por lo menos sí había comido.
Un agujero negro se arremolinó en su estómago; tenía un mal presentimiento. Karma se asomó por la ventana y gruñó al advertir la silueta del joven afuera, mas el disgusto se transformó en preocupación cuando se percató de que el guerrero discutía con otro muchacho, que se burlaba de él, cuestionando su capacidad de defenderse y desenvolverse en batalla. Definitivamente esos dos no se llevaban bien y por supuesto, Agnar en su afán de mostrarle al otro que no era ningún incompetente, estaba dispuesto a blandir la espada a pesar de su condición.
Las imágenes se reprodujeron en su mente como una película: pudo ver al rubio siendo atravesado por el acero de su oponente. Por muy buen guerrero que fuera, en aquel entonces el universo conspiraba contra el y el riesgo era inminente. La morena rugió furiosa, ese hombre era un imán de problemas, pero tenía que salvarlo a toda costa.
Así, sin nada que cubriera le cubriera a excepción de la toalla que le llegaba a los muslos, Karma salió como alma que lleva el diablo en dirección al campo de entrenamiento; sin embargo, solo cayó en cuenta de su semi-desnudez cuando el peso de las miradas reposó sobre su cuerpo. Inmediatamente pudo sentir el calentón en sus mejillas, quería que le tragara la tierra, pero antes que nada debía arrastrar al vikingo con ella.
— ¡Agnar! — Lo llamó.
El otro joven aprovechó la situación para mofarse de nuevo y preguntó si ahora necesitaba que su novia lo defendiera. El joven le rugió que se largara. Él tenía un temperamento inflamable y todo lo que hacía era echarle leña al fuego, pero ella no tenía intención de darse por vencida. Se encontraba en medio de una lucha de egos y la movida equivocada podría resultar fatal. Entonces una idea se encendió en su cabeza. Sabía como sacarlo de aquella situación sin que la vanidad de su protegido saliera lastimada.
Sin mediar palabra la gitana se aproximó al joven, le abrazó el cuello con las manos y tiró de él hasta que sus boca colisionaron. Sus labios aprisionaron los ajenos en un beso pasional y hambriento… tenía que mantener las apariencias después de todo.
— Te voy a matar — Susurró. Sus palabras acariciaron los labios del vikingo.
Karma sintió la diestra del joven ciñéndose a su cintura pero ella la movió con la propia, situándola sobre sus nalgas. Entonces se apartó y le dedicó una sonrisa falsa al muchacho que instigaba a Agnar.
— Él va a estar demasiado ocupado para pelear, pero quizá otro día.
Sin más que decir, entrelazó su mano con la del vikingo y tiró de él hacia la casa.
Karma- Gitano
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Karma se fue a darse un baño mientras yo devoraba el plato que me había traído de comida, incluido ese “te” intragable pero que engullí tapándome la nariz para no tener que escucharla trasformada en mi madre recriminando que de no hacerlo no me iba a recuperar y bla, bla, bla.
Enarqué una ceja cuando se asomó de nuevo para recordarme que no me atragantara y como no que estuviera quieto.
Asentí mirándola con una sonrisa tonta que delataba que ni de lejos iba a permanecer encamado mientras todos entrenaban en el patio de armas.
En cuanto escuche el chapoteo en el agua me calcé las botas, dejé caer sobre mi torso la camisola y asiendo la bastarda salí por patas de la habitación hacía el patio de armas, me encontraba mucho mejor y no era un buen enfermo, así que ya me comería después la bronca de la paranoica gitana.
Lo que no esperaba era que Ragnar, uno de los bocazas que entrenaba a menudo con nosotros se dedicara a joderme, al parecer mi serie de catastróficas desdichas lo había hecho creer que era malo con el acero, erraba en su conclusión y bien podía demostrárselo ahora mismo en un duelo.
Los chicos golpeaban el acero contra los escudos animándonos a una gesta en la que se proclamaría vencedor y vencido, pero en ese instante vi como Karma corría con una toalla enroscada en su cuerpo logrando hacer enmudecer los gritos.
Posé mi mirada en sus dos pechos medio cubiertos, me costaba escucharla cuando mi atención estaba puesta en otro sitio y por Odin que no era precisamente en el combate que podía acontecer en cualquier momento.
El bocazas me dijo que si necesitaba a mi novia para defenderme, iba a responderle furibundo cuando esta ni corta ni perezosa acortó la distancia hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente pegados, su boca se entreabrió presionando la miá y mi lengua salió al encuentro enterrándose en la cavidad con un beso húmedo y mas prolongado de lo que de seguro a la dama le hubiera gustado.
“Te matare” susurro.
-¿entonces para que te tomas tantas molestias en salvarme? -ladeé la sonrisa con picardía dejandome llevar por mi “novia improvisada” hacía el interior de la casa.
-Solo por saberlo -apunté con picardía ¿de verdad voy a “divertirme” ahí dentro.
Si las miradas mataran acabaría de atravesarme con una espada, mi cara de fastidio evidencio mi decepción.
-Pues vaya -gruñí.
Pero Hela era tenaz y al paso que caminaba hacia el interior olí humo, giré la cabeza para darme cuanta que el granero empezaba a incendiarse.
-¿pero que cojones? -rugí soltándome del agarre -hay que sacar de ahí los animales.
Rugí a los compañeros del patio de armas que pronto se organizaron para formar una cadena humana hasta el pozo mientras yo me perdía a toda velocidad hacía el interior para ayudar a que los corceles no acabaran incinerándose.
Tosí por la humareda negra mientras me quitaba la camisa para poder tocar el incendiado travesaño que cortaba la salida de los caballo, si no lo quitaba esos animales morirían entre las llamas.
Los caballos coceaba con fuerza mientras yo luchaba por llegar frente al travesaño entre la humareda.
Tosí de nuevo apartando el travesaño con las manos, un alarido por el calor del madero, mientras mis dedos se abrasaban y la madera cedía permitiendo a los animales salir despavoridos entre los costados de mi cuerpo.
La herida de mi costado se había abierto por el esfuerzo, tosí tragando aquel humo negro..
Enarqué una ceja cuando se asomó de nuevo para recordarme que no me atragantara y como no que estuviera quieto.
Asentí mirándola con una sonrisa tonta que delataba que ni de lejos iba a permanecer encamado mientras todos entrenaban en el patio de armas.
En cuanto escuche el chapoteo en el agua me calcé las botas, dejé caer sobre mi torso la camisola y asiendo la bastarda salí por patas de la habitación hacía el patio de armas, me encontraba mucho mejor y no era un buen enfermo, así que ya me comería después la bronca de la paranoica gitana.
Lo que no esperaba era que Ragnar, uno de los bocazas que entrenaba a menudo con nosotros se dedicara a joderme, al parecer mi serie de catastróficas desdichas lo había hecho creer que era malo con el acero, erraba en su conclusión y bien podía demostrárselo ahora mismo en un duelo.
Los chicos golpeaban el acero contra los escudos animándonos a una gesta en la que se proclamaría vencedor y vencido, pero en ese instante vi como Karma corría con una toalla enroscada en su cuerpo logrando hacer enmudecer los gritos.
Posé mi mirada en sus dos pechos medio cubiertos, me costaba escucharla cuando mi atención estaba puesta en otro sitio y por Odin que no era precisamente en el combate que podía acontecer en cualquier momento.
El bocazas me dijo que si necesitaba a mi novia para defenderme, iba a responderle furibundo cuando esta ni corta ni perezosa acortó la distancia hasta que nuestros cuerpos quedaron completamente pegados, su boca se entreabrió presionando la miá y mi lengua salió al encuentro enterrándose en la cavidad con un beso húmedo y mas prolongado de lo que de seguro a la dama le hubiera gustado.
“Te matare” susurro.
-¿entonces para que te tomas tantas molestias en salvarme? -ladeé la sonrisa con picardía dejandome llevar por mi “novia improvisada” hacía el interior de la casa.
-Solo por saberlo -apunté con picardía ¿de verdad voy a “divertirme” ahí dentro.
Si las miradas mataran acabaría de atravesarme con una espada, mi cara de fastidio evidencio mi decepción.
-Pues vaya -gruñí.
Pero Hela era tenaz y al paso que caminaba hacia el interior olí humo, giré la cabeza para darme cuanta que el granero empezaba a incendiarse.
-¿pero que cojones? -rugí soltándome del agarre -hay que sacar de ahí los animales.
Rugí a los compañeros del patio de armas que pronto se organizaron para formar una cadena humana hasta el pozo mientras yo me perdía a toda velocidad hacía el interior para ayudar a que los corceles no acabaran incinerándose.
Tosí por la humareda negra mientras me quitaba la camisa para poder tocar el incendiado travesaño que cortaba la salida de los caballo, si no lo quitaba esos animales morirían entre las llamas.
Los caballos coceaba con fuerza mientras yo luchaba por llegar frente al travesaño entre la humareda.
Tosí de nuevo apartando el travesaño con las manos, un alarido por el calor del madero, mientras mis dedos se abrasaban y la madera cedía permitiendo a los animales salir despavoridos entre los costados de mi cuerpo.
La herida de mi costado se había abierto por el esfuerzo, tosí tragando aquel humo negro..
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
El cuerpo de Karma se tensó cuando el joven, lejos de permanecer al margen de los problemas como se lo había sugerido ella innumerables veces, se soltó de su agarre y a toda velocidad se precipitó en dirección a la muerte, escabulléndose entre la multitud con el fin de socorrer a los animales atrapados en el establo que, repentinamente, se había prendido en llamas.
No lo entendía, él sabía que la mismísima diosa del Hel apostaba en su contra y que esta se armaría de cualquier artimaña para arrastrarlo a las profundidades inframundo, Hela no conocía de piedad mas ¿acaso no era evidente? ¿cuál era esa de ser el héroe, ese gusto por llevarle la contraria? ¿no podía esperar a que la señora del muerte no le pisara los talones?
Refunfuñó, maldiciéndolo una y mil veces en su cabeza e inmediatamente, ciñendo con fuerza la toalla a su cuerpo para que no se le cayera, la gitana corrió a pies descalzos en la misma dirección de su protegido, determinada a salvarlo de la imprudencia que lo superaba.
Ya iba alcanzar la entrada cuando todos los corceles que estaban al interior de las caballerizas, despavoridos, cruzaron a toda marcha el umbral, huyendo de las flamas, por lo que la morena tuvo que hacerse a un lado para que la estampida no la arrollara. Aparentemente Agnar se las había arreglado para liberar y salvar a los animales, pero ¿cómo se salvaría él?
Tan pronto como la estampida se disipó la morena se tapó la nariz y la boca con la punta de la misma toalla y sacudiendo el humo con la mano para aclarar la visión se adentró en la cuadra. El calor que hacía allí dentro era infernal, abrumador tanto que podía sentir la piel abrasándole por la sofocante temperatura desprendida por la lumbre. El humo era bastante denso y a pesar de que afiló la mirada no alcanzó a divisar al joven.
El fuego que danzaba peligroso calcinaba las tablas, cada segundo la estructura se volvía más inestable y el crepitar de la madera lo dejaba en evidencia. Fue entonces cuando Karma divisó el cuerpo de Agnar tendido sobre el piso y sintió que el corazón se le cayó a los pies. En la prisa de la huida uno de los caballos lo había tumbado, los puntos de la herida se le habían abierto y ahora no se podía levantar. Tosía abruptamente, carraspeando a causa del humo que se había tragado, estaba consciente, pero de seguir así no lo estaría por mucho.
Karma se dispuso a auxiliar al joven guerrero, pero tan pronto como lo hizo, un fragmento del techo cedió y cayó justo frente a ella, seguido de un intenso fogonazo que le imposibilitó el camino. En su intento por eludir las tablas incendiadas, la morena reculó y tropezó, cayendo de culo mientras las llamaradas ascendían monstruosas, reflejando un vívido tono naranja en sus pardos orbes.
Hela se reía en su cara, se carcajeaba sin control y como evidencia de ello estaba el danzar violento de las llamas. Karma frunció el entrecejo y se puso en pie de un solo brinco. Ella no se iba a rendir.
— ¡Echo! — Junto los dedos índice y pulgar y presionándolos entre sus labios silbó llamándolo.
El gigantesco e imponente lobo apareció raudo tras el Umbral. Karma se montó sobre el lomo del animal, se agarró con fuerza de su pelaje y este, tras tomar un poco de impulso, saltó sobre la ígnea obstrucción que los separaba del moribundo vikingo. Una vez al otro lado, de un salto, la gitana bajó y arrastró al rubio, que ahora se encontraba inconsciente, sobre el dorso del huargo, sujetándolo con fuerza y sosteniéndolo contra su cuerpo mientras la bestia saltaba de nuevo entre las llamas, guiándolos consigo hacia la libertad.
La garganta le escocía, los ojos le ardían y sus pulmones estaban llenos de humo, pero aun así, desatendiendo la propia salud, lo primero que hizo la morena una vez estuvieron fuera de peligro, fue asistir al guerrero, juntando las palmas de las manos sobre el pecho del joven, desesperada, veces presionó con fuerza reiteradas veces.
— Vamos Agnar, no me hagas esto — Pidió con la voz ahogada, incrementando el ritmo de las compresiones — ¡Despierta!
Karma procedió a taparle las fosas nasales para darle respiración boca a boca, intercalando esta acción con fuertes opresiones sobre el pecho del muchacho hasta que finalmente, este, con las orbes encapotadas, despertó. La morena, jadeante y exhausta, pero considerablemente aliviada, se dejó caer junto al joven inhaló exhaló profundo tratando de recuperar el aliento. En seguida, un grupo pequeño de gente, se acercó para ayudarlos, ella, ya sintiéndose mejor, rechazó la asistencia pues era Agnar quién la necesitaba. Él estaba débil, la lesión se había abierto de nuevo, la sangre comenzaba a desbordársele escandalosa por la piel y era menester suturarla lo antes posible.
No lo entendía, él sabía que la mismísima diosa del Hel apostaba en su contra y que esta se armaría de cualquier artimaña para arrastrarlo a las profundidades inframundo, Hela no conocía de piedad mas ¿acaso no era evidente? ¿cuál era esa de ser el héroe, ese gusto por llevarle la contraria? ¿no podía esperar a que la señora del muerte no le pisara los talones?
Refunfuñó, maldiciéndolo una y mil veces en su cabeza e inmediatamente, ciñendo con fuerza la toalla a su cuerpo para que no se le cayera, la gitana corrió a pies descalzos en la misma dirección de su protegido, determinada a salvarlo de la imprudencia que lo superaba.
Ya iba alcanzar la entrada cuando todos los corceles que estaban al interior de las caballerizas, despavoridos, cruzaron a toda marcha el umbral, huyendo de las flamas, por lo que la morena tuvo que hacerse a un lado para que la estampida no la arrollara. Aparentemente Agnar se las había arreglado para liberar y salvar a los animales, pero ¿cómo se salvaría él?
Tan pronto como la estampida se disipó la morena se tapó la nariz y la boca con la punta de la misma toalla y sacudiendo el humo con la mano para aclarar la visión se adentró en la cuadra. El calor que hacía allí dentro era infernal, abrumador tanto que podía sentir la piel abrasándole por la sofocante temperatura desprendida por la lumbre. El humo era bastante denso y a pesar de que afiló la mirada no alcanzó a divisar al joven.
El fuego que danzaba peligroso calcinaba las tablas, cada segundo la estructura se volvía más inestable y el crepitar de la madera lo dejaba en evidencia. Fue entonces cuando Karma divisó el cuerpo de Agnar tendido sobre el piso y sintió que el corazón se le cayó a los pies. En la prisa de la huida uno de los caballos lo había tumbado, los puntos de la herida se le habían abierto y ahora no se podía levantar. Tosía abruptamente, carraspeando a causa del humo que se había tragado, estaba consciente, pero de seguir así no lo estaría por mucho.
Karma se dispuso a auxiliar al joven guerrero, pero tan pronto como lo hizo, un fragmento del techo cedió y cayó justo frente a ella, seguido de un intenso fogonazo que le imposibilitó el camino. En su intento por eludir las tablas incendiadas, la morena reculó y tropezó, cayendo de culo mientras las llamaradas ascendían monstruosas, reflejando un vívido tono naranja en sus pardos orbes.
Hela se reía en su cara, se carcajeaba sin control y como evidencia de ello estaba el danzar violento de las llamas. Karma frunció el entrecejo y se puso en pie de un solo brinco. Ella no se iba a rendir.
— ¡Echo! — Junto los dedos índice y pulgar y presionándolos entre sus labios silbó llamándolo.
El gigantesco e imponente lobo apareció raudo tras el Umbral. Karma se montó sobre el lomo del animal, se agarró con fuerza de su pelaje y este, tras tomar un poco de impulso, saltó sobre la ígnea obstrucción que los separaba del moribundo vikingo. Una vez al otro lado, de un salto, la gitana bajó y arrastró al rubio, que ahora se encontraba inconsciente, sobre el dorso del huargo, sujetándolo con fuerza y sosteniéndolo contra su cuerpo mientras la bestia saltaba de nuevo entre las llamas, guiándolos consigo hacia la libertad.
La garganta le escocía, los ojos le ardían y sus pulmones estaban llenos de humo, pero aun así, desatendiendo la propia salud, lo primero que hizo la morena una vez estuvieron fuera de peligro, fue asistir al guerrero, juntando las palmas de las manos sobre el pecho del joven, desesperada, veces presionó con fuerza reiteradas veces.
— Vamos Agnar, no me hagas esto — Pidió con la voz ahogada, incrementando el ritmo de las compresiones — ¡Despierta!
Karma procedió a taparle las fosas nasales para darle respiración boca a boca, intercalando esta acción con fuertes opresiones sobre el pecho del muchacho hasta que finalmente, este, con las orbes encapotadas, despertó. La morena, jadeante y exhausta, pero considerablemente aliviada, se dejó caer junto al joven inhaló exhaló profundo tratando de recuperar el aliento. En seguida, un grupo pequeño de gente, se acercó para ayudarlos, ella, ya sintiéndose mejor, rechazó la asistencia pues era Agnar quién la necesitaba. Él estaba débil, la lesión se había abierto de nuevo, la sangre comenzaba a desbordársele escandalosa por la piel y era menester suturarla lo antes posible.
Karma- Gitano
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
La vi entrar en las caballerizas, un caballo me había golpeado al huir espantado por el fuego, mi herida se había abierto y debilitado era incapaz de ponerme en pie de nuevo. Tosiendo desde el suelo traté de pedirle de forma ahogada que saliera, aquello era Hel plagado en llamas, si se quedaba moriría conmigo y yo ya estaba perdido.
Ella era terca, demasiado y obstinada trató de alcanzarme jugandose la vida, pero en ese momento uno de las vigas se desmorono interponiendo distancia entre ambos.
-¡Vete! -rugí con la mirada opaca antes de sentir como el humo me ahogaba y perdía el conocimiento.
Cuando abrí los ojos estaba fuera, tendido sobre la tierra diezma, la geste se arremolinaba a mi alrededor, pero solo sentía sus labios contra los míos insuflandome vida.
Mi diestra se ancló un instante a su nuca en un acto reflejo, peor la tos me sobrevino y mi cuerpo se arqueó hacia un lado mientras la sangre manaba de la herida a borbotones nuevamente.
Todo era confuso, en un estado de semiinconsciencia sentí que me levantaban para llevarme no sabía bien donde, yo solo la buscaba a ella, incapaz de mantener abiertos por mucho tiempo los ojos la llamé extendiendo la palma de mi mano pero nadie la cogió en respuesta y después de nuevo solo oscuridad.
Abrí los ojos en el camastro de mi casa, me dolía todo el cuerpo como si acabaran de darme una paliza, apenas era capaz de moverme y la garganta me ardía. Ademas un dolor intenso atravesaba mi omóplato.
-Agua -pedí en un susurro que pronto fue escuchado por la gitana.
Ella miraba por la ventana, al girarse su aspecto era deplorable, parecía no haber dormido y sus ojos andaban teñidos de preocupación.
-El medico ha dicho que difícilmente despertarías -dijo como respuesta a mi petición aun incrédula de mi recuperación.
-Soy difícil de matar, ademas... -tosí de nuevo sintiendo como cada palabra arrastraba carnaza de mi interior -ademas quiero mas besos.
-Idiota -respondió mientras una ladeada sonrisa se dibujaba en mis labios.
-Tumbate conmigo, estoy cansado -pedí mientras se me cerraban los ojos.
La semidiosa me acercó un vaso de agua a los labios para que bebiera un poco, el liquidó bajo por mi garganta despacio, apenas un sorbo que calmó ligeramente el quemazón.
-Tumbate conmigo.
-No hables guerrero imprudente ..-iba a seguir hablando, pero negué con la cabeza cuando fue a dejar el vaso en la mesita, y afianzando su muñeca tiré de ella para que viniera al lecho.
-Solo un rato.
La gitana acabó cediendo a la petición de un hombre moribundo y se dejo vencer a mi lado girando la cabeza para mirarme.
-Mucho mejor -susurre cerrando los ojos para dejar caer mi frente sobre la ajena -no debías haber entrado ¿estas bien?
Ella era terca, demasiado y obstinada trató de alcanzarme jugandose la vida, pero en ese momento uno de las vigas se desmorono interponiendo distancia entre ambos.
-¡Vete! -rugí con la mirada opaca antes de sentir como el humo me ahogaba y perdía el conocimiento.
Cuando abrí los ojos estaba fuera, tendido sobre la tierra diezma, la geste se arremolinaba a mi alrededor, pero solo sentía sus labios contra los míos insuflandome vida.
Mi diestra se ancló un instante a su nuca en un acto reflejo, peor la tos me sobrevino y mi cuerpo se arqueó hacia un lado mientras la sangre manaba de la herida a borbotones nuevamente.
Todo era confuso, en un estado de semiinconsciencia sentí que me levantaban para llevarme no sabía bien donde, yo solo la buscaba a ella, incapaz de mantener abiertos por mucho tiempo los ojos la llamé extendiendo la palma de mi mano pero nadie la cogió en respuesta y después de nuevo solo oscuridad.
Abrí los ojos en el camastro de mi casa, me dolía todo el cuerpo como si acabaran de darme una paliza, apenas era capaz de moverme y la garganta me ardía. Ademas un dolor intenso atravesaba mi omóplato.
-Agua -pedí en un susurro que pronto fue escuchado por la gitana.
Ella miraba por la ventana, al girarse su aspecto era deplorable, parecía no haber dormido y sus ojos andaban teñidos de preocupación.
-El medico ha dicho que difícilmente despertarías -dijo como respuesta a mi petición aun incrédula de mi recuperación.
-Soy difícil de matar, ademas... -tosí de nuevo sintiendo como cada palabra arrastraba carnaza de mi interior -ademas quiero mas besos.
-Idiota -respondió mientras una ladeada sonrisa se dibujaba en mis labios.
-Tumbate conmigo, estoy cansado -pedí mientras se me cerraban los ojos.
La semidiosa me acercó un vaso de agua a los labios para que bebiera un poco, el liquidó bajo por mi garganta despacio, apenas un sorbo que calmó ligeramente el quemazón.
-Tumbate conmigo.
-No hables guerrero imprudente ..-iba a seguir hablando, pero negué con la cabeza cuando fue a dejar el vaso en la mesita, y afianzando su muñeca tiré de ella para que viniera al lecho.
-Solo un rato.
La gitana acabó cediendo a la petición de un hombre moribundo y se dejo vencer a mi lado girando la cabeza para mirarme.
-Mucho mejor -susurre cerrando los ojos para dejar caer mi frente sobre la ajena -no debías haber entrado ¿estas bien?
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Ya tenía preparado su discurso para cuando el imprudente guerrero despertara. Ciertamente, el estado de Agnar había alcanzado tal punto de gravedad que la idea de espetarle un monumental sermón tan pronto como despegara el ojo, era su extraña forma de mantener la esperanza de que sí llegaría a hacerlo, eventualmente. Había pasado casi una semana desde el último incidente, lapso en el que el vikingo sufrió de fuertes fiebres y breves estados de semi inconsciencia de los cuales, probablemente, no recordaba nada pues se la pasó mascullando incoherencias propias de una alucinación: a veces señalaba a una esquina, acusando a Hela de vigilarlo en la noche y reírse en su cara cuando, en realidad, allí no había nada.
Karma era la única persona que podía entender verdaderamente las raíces de tal miedo.
Para entonces la gitana había descuidado mucho de sí misma, casi todas las noches las pasó en vela y su apetito si bien no se vio disminuido si pasó a segundo plano pues su prioridad era la recuperación de Agnar. Era cierto que nunca tuvo un lecho cómodo y que aguantó hambre en el pasado, después de todo, su vida nunca fue sencilla, ni siquiera cuando aún residía con la caravana; sin embargo, nunca las consecuencias de su incomodidad física se habían demarcado de tal forma en su cuerpo: estaba mucho más delgada, su tez se contemplaba más pálida y la delgada piel bajo sus ojos se tiznaba ligeramente más oscura.
La morena apoyaba su cabeza en la ventana, no sabía cuanto tiempo había desgastado inmersa en la lejanía, cavilando acerca de todo y a la vez de nada, cuando, sorpresivamente la voz del noruego, que resquebrajó el silencio de la habitación, la arrastró de vuelta a la realidad. Se volvió inmediatamente, esperando cerciorarse de que lo que había escuchado no fue mero producto de su imaginación o su cansancio. Grata fue la sorpresa al constatar que eso por lo que se había esforzado era una realidad, Hela no había ganado, no se lo había llevado… no aún.
Sin pensarlo dos veces, la morena se precipitó a saciar la petición del muchacho y le alcanzó un vaso con agua. Una sonrisa casi imperceptible surcó sus labios, no podía negarlo, verdaderamente era un guerrero y no se iba a rendir sin dar pelea; no obstante, la expresión de dicha se tornó en una más severa mientras se recordaba a sí misma todas y cada una de las razones por las que se encontraba enojada con él.
Fue imprudente, impulsivo y descuidado, errores que, de no ser por su intervención le habrían cobrado la vida… pero Agnar no tenía intenciones de discutirlo, al menos no en ese momento, en cambio, le pedía con una sonrisa que reposara en el lecho con él. Karma frunció el entrecejo y se mostró reticente a la idea, ella no era como las demás mujeres, una expresión encantadora o un par de palabras dulces no le eran suficiente como para condescender, pero ante la insistencia, finalmente la morena terminó por ceder y resoplando frustrada se dejó caer junto al muchacho.
Desconcierto fue lo que la asaltó cuando el guerrero la tomó con delicadeza por el rostro y mirándola con fijeza, a una distancia que parecía poco apropiada e inquirió en un susurro si se encontraba bien. La gitana, ligeramente nerviosa, pasó saliva y entreabrió los labios. Nadie, jamás, se había molestado en preguntarle qué era lo que sentía.
— Estoy bien, Agnar — Le susurró de vuelta una mentira, ciertamente estaba desgastada y la cercanía entre ambos, quizá, la desequilibraba un poco más de lo debido — Mantenerte con vida es mi deber… no debist-
La joven hizo el amague de apartarse para reprenderlo por su indiscreción, mas Agnar la mandó a callar y sumergió las manos entre su cabellera bruna sin darle chance de apartarse un ápice. La joven, absorta en la intimidad del momento entrelazó las pestañas, sintiendo el aliento del muchacho entibiarle los labios, cuando este reposó la frente sobre la suya.
— Pudiste haber muerto… no valía la pena — Musitó con los labios temblorosos, persistiendo en un tema en el que, de momento, ninguno de los dos parecía querer ahondar.
Se sentía bien, la calidez de otro cuerpo tan cercano al suyo, el aliento abrasador del que se embebía, la caricia fantasmal de sus narices, la fuerza de atracción entre el minúsculo espacio que separaba sus labios… ya se habían besado antes, pero nunca se habían acercado de esa forma, nunca enserio.
Una ráfaga de miedo la hizo recular, levantarse del lecho como si el toque ajeno le quemara. Estaba jugando con fuego, experimentando con cosas que no debía, cosas que su modo de vida no le permitía sentir y Hela podría aprovecharse de ello. Ninguna sensación de las que había experimentado antes había llegado más allá de la lástima, mas con Agnar encontró la simpatía. La partida que estaban disputando era peligrosa, tanto para él como para ella, así que lo mejor era imponer distancia. Las emociones nublaban el juicio y ambos necesitaban la mente despejada.
— Eh… este… le avisaré a tu madre que ya despertaste, le alegrará verte despierto.
Antes de que Agnar pudiese enunciar palabra, Karma se dio media vuelta y cerró la puerta a sus espaldas.
Karma era la única persona que podía entender verdaderamente las raíces de tal miedo.
Para entonces la gitana había descuidado mucho de sí misma, casi todas las noches las pasó en vela y su apetito si bien no se vio disminuido si pasó a segundo plano pues su prioridad era la recuperación de Agnar. Era cierto que nunca tuvo un lecho cómodo y que aguantó hambre en el pasado, después de todo, su vida nunca fue sencilla, ni siquiera cuando aún residía con la caravana; sin embargo, nunca las consecuencias de su incomodidad física se habían demarcado de tal forma en su cuerpo: estaba mucho más delgada, su tez se contemplaba más pálida y la delgada piel bajo sus ojos se tiznaba ligeramente más oscura.
La morena apoyaba su cabeza en la ventana, no sabía cuanto tiempo había desgastado inmersa en la lejanía, cavilando acerca de todo y a la vez de nada, cuando, sorpresivamente la voz del noruego, que resquebrajó el silencio de la habitación, la arrastró de vuelta a la realidad. Se volvió inmediatamente, esperando cerciorarse de que lo que había escuchado no fue mero producto de su imaginación o su cansancio. Grata fue la sorpresa al constatar que eso por lo que se había esforzado era una realidad, Hela no había ganado, no se lo había llevado… no aún.
Sin pensarlo dos veces, la morena se precipitó a saciar la petición del muchacho y le alcanzó un vaso con agua. Una sonrisa casi imperceptible surcó sus labios, no podía negarlo, verdaderamente era un guerrero y no se iba a rendir sin dar pelea; no obstante, la expresión de dicha se tornó en una más severa mientras se recordaba a sí misma todas y cada una de las razones por las que se encontraba enojada con él.
Fue imprudente, impulsivo y descuidado, errores que, de no ser por su intervención le habrían cobrado la vida… pero Agnar no tenía intenciones de discutirlo, al menos no en ese momento, en cambio, le pedía con una sonrisa que reposara en el lecho con él. Karma frunció el entrecejo y se mostró reticente a la idea, ella no era como las demás mujeres, una expresión encantadora o un par de palabras dulces no le eran suficiente como para condescender, pero ante la insistencia, finalmente la morena terminó por ceder y resoplando frustrada se dejó caer junto al muchacho.
Desconcierto fue lo que la asaltó cuando el guerrero la tomó con delicadeza por el rostro y mirándola con fijeza, a una distancia que parecía poco apropiada e inquirió en un susurro si se encontraba bien. La gitana, ligeramente nerviosa, pasó saliva y entreabrió los labios. Nadie, jamás, se había molestado en preguntarle qué era lo que sentía.
— Estoy bien, Agnar — Le susurró de vuelta una mentira, ciertamente estaba desgastada y la cercanía entre ambos, quizá, la desequilibraba un poco más de lo debido — Mantenerte con vida es mi deber… no debist-
La joven hizo el amague de apartarse para reprenderlo por su indiscreción, mas Agnar la mandó a callar y sumergió las manos entre su cabellera bruna sin darle chance de apartarse un ápice. La joven, absorta en la intimidad del momento entrelazó las pestañas, sintiendo el aliento del muchacho entibiarle los labios, cuando este reposó la frente sobre la suya.
— Pudiste haber muerto… no valía la pena — Musitó con los labios temblorosos, persistiendo en un tema en el que, de momento, ninguno de los dos parecía querer ahondar.
Se sentía bien, la calidez de otro cuerpo tan cercano al suyo, el aliento abrasador del que se embebía, la caricia fantasmal de sus narices, la fuerza de atracción entre el minúsculo espacio que separaba sus labios… ya se habían besado antes, pero nunca se habían acercado de esa forma, nunca enserio.
Una ráfaga de miedo la hizo recular, levantarse del lecho como si el toque ajeno le quemara. Estaba jugando con fuego, experimentando con cosas que no debía, cosas que su modo de vida no le permitía sentir y Hela podría aprovecharse de ello. Ninguna sensación de las que había experimentado antes había llegado más allá de la lástima, mas con Agnar encontró la simpatía. La partida que estaban disputando era peligrosa, tanto para él como para ella, así que lo mejor era imponer distancia. Las emociones nublaban el juicio y ambos necesitaban la mente despejada.
— Eh… este… le avisaré a tu madre que ya despertaste, le alegrará verte despierto.
Antes de que Agnar pudiese enunciar palabra, Karma se dio media vuelta y cerró la puerta a sus espaldas.
Karma- Gitano
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Re: A prueba de muerte | Privado
Apenas quedaba distancia entre nuestros cuerpos, el mío caliente por las fiebres, perlado en sudo todavía, el suyo trémulo y demacrado.
La gitana bajo mis mantas estaba dispuesta a no darme tregua, a discutir de nuevo conmigo, pues según ella no me cuidaba y complicaba su trabajo en demasía.
Yo no tenía ganas de escuchar el mismo discurso, enredé mis dedos en su pelo, tiré de ella orillandola contra mis labios, nuestros alientos se fundieron etéreos en un baile de miradas que nos delataron.
Podía mentir, decir que no sentía nada por mi, que solo estaba haciendo su trabajo pero, ¡ por Odin que cuando temblaba entre mis manso no era eso lo que me mostraba !
Escapó como lo hacían los cobardes , mi torso se incorporó, solté un quejido quería detenerla pero el dolor no me lo permitió forzándome a dejarme caer nuevamente sobre el lecho mullido escuchando el golpe de la puerta al cerrarse alejando así mi objetivo.
Resoplé airado, frustrado dando un puñetazo a la maldita cama, esa mujer era demasiado escurridiza.
Elevé mis azules al techo de la habitación, gruñí malhumorado y maldije en mi lengua a Hela para que entendiera que no pensaba morir tan pronto, de estar allí Karma me reñiría por ultrajarla pues ella solo quería que Hela desviara su atención de mi.
El caso es que tras unos minutos mi madre abrió la puerta, su rostro también daba signos de la falta de sueño y rápidamente me abrazo, claro que luego me dio un buen golpe allí donde no tenía heridas para dejarme claro que esta era la ultima estupidez o ella misma llamaría a Hela para que se me llevara a Hel.
Mis lapislázulis buscaron a Karma que observaba la escena en silencio desde la puerta, seguramente asumiendo que no era necesario llamar a la diosa de la muerte ya que de mi estaba pendiente.
Madre habló un rato con nosotros, pero yo era incapaz de despegar mi mirada de aquellos ojos oscuros como la misma noche que sobre mi se cernía.
Cuando madre nos dejo solos ladeé la sonrisa de forma engreída.
-Eres una cobarde, una que usa de escudo a mi madre ¿crees que porque ella esté no me atrevo a alzarme de este lecho y decirte lo que pienso?
Llevé mis pies al suelo, un quejido emergió de mis labios, uno que llevo a la bruja a fruncir el ceño advirtiéndome que me quedara quieto.
-¿quieto porque me tienes miedo? -pregunté con la voz tomada por los días de silencio mientras me impulsaba con los brazos para alzarme del lecho.
En ese momento mis pies se tambalearon, todo me daba vueltas y me costó enfocarla fruto del dolor y la debilidad pero ese gesto bastó para que Karma corriera atajando la distancia que separaba de nuevo nuestros cuerpos.
-¿cuantos hombres han sobrevivido a este juego? -pregunté empujando cada palabra contra sus labios?
Mi boca ansiosa se acercó a la ajena como si fuera ese manantial donde ahogar mi sed, mas en ese instante un golpe en el cristal, ambos giramos nuestros rostros para ver como unos cuervos se estampaban manchando de sangre el vidrio.
Su mano reposaba en mi pecho escuchando el incesante latir de mi corazón bajo su palma, ese que le demostraba que aun estaba vivo.
La gitana bajo mis mantas estaba dispuesta a no darme tregua, a discutir de nuevo conmigo, pues según ella no me cuidaba y complicaba su trabajo en demasía.
Yo no tenía ganas de escuchar el mismo discurso, enredé mis dedos en su pelo, tiré de ella orillandola contra mis labios, nuestros alientos se fundieron etéreos en un baile de miradas que nos delataron.
Podía mentir, decir que no sentía nada por mi, que solo estaba haciendo su trabajo pero, ¡ por Odin que cuando temblaba entre mis manso no era eso lo que me mostraba !
Escapó como lo hacían los cobardes , mi torso se incorporó, solté un quejido quería detenerla pero el dolor no me lo permitió forzándome a dejarme caer nuevamente sobre el lecho mullido escuchando el golpe de la puerta al cerrarse alejando así mi objetivo.
Resoplé airado, frustrado dando un puñetazo a la maldita cama, esa mujer era demasiado escurridiza.
Elevé mis azules al techo de la habitación, gruñí malhumorado y maldije en mi lengua a Hela para que entendiera que no pensaba morir tan pronto, de estar allí Karma me reñiría por ultrajarla pues ella solo quería que Hela desviara su atención de mi.
El caso es que tras unos minutos mi madre abrió la puerta, su rostro también daba signos de la falta de sueño y rápidamente me abrazo, claro que luego me dio un buen golpe allí donde no tenía heridas para dejarme claro que esta era la ultima estupidez o ella misma llamaría a Hela para que se me llevara a Hel.
Mis lapislázulis buscaron a Karma que observaba la escena en silencio desde la puerta, seguramente asumiendo que no era necesario llamar a la diosa de la muerte ya que de mi estaba pendiente.
Madre habló un rato con nosotros, pero yo era incapaz de despegar mi mirada de aquellos ojos oscuros como la misma noche que sobre mi se cernía.
Cuando madre nos dejo solos ladeé la sonrisa de forma engreída.
-Eres una cobarde, una que usa de escudo a mi madre ¿crees que porque ella esté no me atrevo a alzarme de este lecho y decirte lo que pienso?
Llevé mis pies al suelo, un quejido emergió de mis labios, uno que llevo a la bruja a fruncir el ceño advirtiéndome que me quedara quieto.
-¿quieto porque me tienes miedo? -pregunté con la voz tomada por los días de silencio mientras me impulsaba con los brazos para alzarme del lecho.
En ese momento mis pies se tambalearon, todo me daba vueltas y me costó enfocarla fruto del dolor y la debilidad pero ese gesto bastó para que Karma corriera atajando la distancia que separaba de nuevo nuestros cuerpos.
-¿cuantos hombres han sobrevivido a este juego? -pregunté empujando cada palabra contra sus labios?
Mi boca ansiosa se acercó a la ajena como si fuera ese manantial donde ahogar mi sed, mas en ese instante un golpe en el cristal, ambos giramos nuestros rostros para ver como unos cuervos se estampaban manchando de sangre el vidrio.
Su mano reposaba en mi pecho escuchando el incesante latir de mi corazón bajo su palma, ese que le demostraba que aun estaba vivo.
Agnar Jorvik- Humano Clase Alta
- Mensajes : 28
Fecha de inscripción : 16/10/2017
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