AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
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Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Recuerdo del primer mensaje :
La oscuridad de la noche comenzaba a disiparse, el manto oscuro que cubría París se iba aclarando poco a poco y un sol casi rojizo amenazaba con salir a saludar en el horizonte. Pronto las calles se llenarían de gente yendo a trabajar y sería ya demasiado tarde para un malherido Jeremías el moverse entre ellos con el costado como lo tenía. Se apretaba con la zurda por encima de la empapada camisa, pero la sangre no parecía dejar de brotar. Necesitaba encontrar refugio, un lugar caliente y una enfermera o médico que le atendiera. ¿Pero a quién podía acudir? No era un corte normal, no podía ir mostrando semejante zarpazo como si se hubiera hecho daño arando el campo. Ni siquiera un doctor que hubiese visto leñadores lastimados por un oso se creería que aquellas profundas hendiduras habían sido causa de semejante animal. Pero no tenía tiempo para ponerse pejiguero, no podía tomarse la libertad de escoger dónde caer moribundo o incluso muerto.
Observó a su alrededor y en cuanto encontró el jardín de una gran mansión, se coló, saltando el muro de piedra que lo rodeaba, cayendo de lado y aplomo contra el suelo de tierra húmeda y tulipanes. Ahogó el quejido que el golpe le quiso arrancar de los pulmones y, como pudo, se aproximó a una de las ventanas traseras del lugar. Las luces estaban apagadas, ni siquiera sabía si había alguien en casa. Muchas de aquellas grandes torres estaban vacías, eran lugares para que los ricachones vinieran de visita unas semanas al año y el resto del tiempo permanecían abandonadas a su suerte y a la pasión tejedora de las arañas. Se encaramó al alfeizar de una ventana e hizo palanca con una rama para abrirla, sonando un chasquido seco cuando ésta se partió, aunque no sin antes dejar un hueco entre el marco y el portón. Sonrió levemente, deslizándose al interior, que estaba cálido, lo que le dio mala espina. Una casa inhabitada estaría fría, casi helada, posiblemente la humedad hasta teñiría las paredes, y éstas al tocarlas estaban secas, bien cuidadas. Pero ya estaba muy cansado, hecho polvo, no podía perder el tiempo en buscar otro lugar. Maldijo por lo bajo y con pasos torpes, errados, se dirigió a las escaleras para usar la barandilla como soporte y observar las estancias a la vista o intuir lo que habría en aquellas que no alcanzaba su mirar. Necesitaba alcohol, ¿habría en la cocina, en la alacena, en el despacho principal? Recordaba que su padre siempre guardaba el buen licor en un armario en su oficina, escondido tras un viejo cuadro pintoresco de un perro perdiguero con un pato colgando de su boca por el pescuezo. Sacudió la cabeza, apartando aquel fragmento de pasado de su memoria y prosiguió, avanzando hacia la cocina. Rebuscó en los armarios y dio con una botella de vino, no era el alcohol más adecuado pero fue lo único que encontró. La descorchó con los dientes, porque había sido abierto anteriormente, y dejándose caer contra la pared de al lado, se escurrió hasta quedar sentado en el suelo de madera. Levantó la camisa que casi parecía una segunda piel, rechinando los dientes por el dolor que el tirón le provocó con la sangre ligeramente seca, y vertió el líquido sobre la herida, gruñendo ferozmente por el calor ardiente y, encima, poco útil para la curación. Siseó, intentando hurgar en la abertura porque estaba convencido que se le había quedado dentro parte de una uña, un trozo de garra letal y certero que por poco le hace añicos las costillas.
Y tan concentrado estaba en escudriñar en el corte que no se percató que en el piso de arriba, se prendía un candil. Había alguien en la mansión, alguien que, seguramente, hasta sus quejidos dormía. Pero se había despertado y mientras él intentaba curarse, se aproximaba lentamente a su posición, paso a paso, y sólo Dios sabía si ese alguien estaba armado.
La oscuridad de la noche comenzaba a disiparse, el manto oscuro que cubría París se iba aclarando poco a poco y un sol casi rojizo amenazaba con salir a saludar en el horizonte. Pronto las calles se llenarían de gente yendo a trabajar y sería ya demasiado tarde para un malherido Jeremías el moverse entre ellos con el costado como lo tenía. Se apretaba con la zurda por encima de la empapada camisa, pero la sangre no parecía dejar de brotar. Necesitaba encontrar refugio, un lugar caliente y una enfermera o médico que le atendiera. ¿Pero a quién podía acudir? No era un corte normal, no podía ir mostrando semejante zarpazo como si se hubiera hecho daño arando el campo. Ni siquiera un doctor que hubiese visto leñadores lastimados por un oso se creería que aquellas profundas hendiduras habían sido causa de semejante animal. Pero no tenía tiempo para ponerse pejiguero, no podía tomarse la libertad de escoger dónde caer moribundo o incluso muerto.
Observó a su alrededor y en cuanto encontró el jardín de una gran mansión, se coló, saltando el muro de piedra que lo rodeaba, cayendo de lado y aplomo contra el suelo de tierra húmeda y tulipanes. Ahogó el quejido que el golpe le quiso arrancar de los pulmones y, como pudo, se aproximó a una de las ventanas traseras del lugar. Las luces estaban apagadas, ni siquiera sabía si había alguien en casa. Muchas de aquellas grandes torres estaban vacías, eran lugares para que los ricachones vinieran de visita unas semanas al año y el resto del tiempo permanecían abandonadas a su suerte y a la pasión tejedora de las arañas. Se encaramó al alfeizar de una ventana e hizo palanca con una rama para abrirla, sonando un chasquido seco cuando ésta se partió, aunque no sin antes dejar un hueco entre el marco y el portón. Sonrió levemente, deslizándose al interior, que estaba cálido, lo que le dio mala espina. Una casa inhabitada estaría fría, casi helada, posiblemente la humedad hasta teñiría las paredes, y éstas al tocarlas estaban secas, bien cuidadas. Pero ya estaba muy cansado, hecho polvo, no podía perder el tiempo en buscar otro lugar. Maldijo por lo bajo y con pasos torpes, errados, se dirigió a las escaleras para usar la barandilla como soporte y observar las estancias a la vista o intuir lo que habría en aquellas que no alcanzaba su mirar. Necesitaba alcohol, ¿habría en la cocina, en la alacena, en el despacho principal? Recordaba que su padre siempre guardaba el buen licor en un armario en su oficina, escondido tras un viejo cuadro pintoresco de un perro perdiguero con un pato colgando de su boca por el pescuezo. Sacudió la cabeza, apartando aquel fragmento de pasado de su memoria y prosiguió, avanzando hacia la cocina. Rebuscó en los armarios y dio con una botella de vino, no era el alcohol más adecuado pero fue lo único que encontró. La descorchó con los dientes, porque había sido abierto anteriormente, y dejándose caer contra la pared de al lado, se escurrió hasta quedar sentado en el suelo de madera. Levantó la camisa que casi parecía una segunda piel, rechinando los dientes por el dolor que el tirón le provocó con la sangre ligeramente seca, y vertió el líquido sobre la herida, gruñendo ferozmente por el calor ardiente y, encima, poco útil para la curación. Siseó, intentando hurgar en la abertura porque estaba convencido que se le había quedado dentro parte de una uña, un trozo de garra letal y certero que por poco le hace añicos las costillas.
Y tan concentrado estaba en escudriñar en el corte que no se percató que en el piso de arriba, se prendía un candil. Había alguien en la mansión, alguien que, seguramente, hasta sus quejidos dormía. Pero se había despertado y mientras él intentaba curarse, se aproximaba lentamente a su posición, paso a paso, y sólo Dios sabía si ese alguien estaba armado.
Última edición por Jeremías de Olivares el Miér Ene 17, 2018 9:54 am, editado 1 vez
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/11/2017
Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
El pestilente aliento del engendro chocaba contra su rostro, caliente, mientras sangre y saliva goteaban y el cazador giraba la cara para que no le entraran en la boca. Gruñó, intentando zafarse de la criatura, pero pesaba demasiado y era muy fuerte como para poder lograrlo. Y los gritos de Mía, su sufrimiento, no hacían sino hacerle sentir culpable por no poder salvarla de aquel maldito Nosferatu. -¡Suéltala, abominación!- Gritó en un gruñido. Justo en ese instante vio como el cainita hincaba los colmillos en el cuello de la rubia y un desgarrador rugido salió de lo más profundo de la garganta del español que con toda la fuerza que le quedaba, empujó a la bestia para sacársela de encima. Logró empujarlo lo suficiente como para girar y dejar de estar bocarriba. La queja del vampiro le sorprendió y centró su mirada en lo ocurrido, sin comprender nada.
Reptó por el suelo un par de palmos, pero el monstruo volvió a dejarse caer sobre él, clavando de nuevo los dientes en el hombro herido. Por el rabillo del ojo vio el zapato de la inglesa volar hasta golpear la cabeza del engendro. -No hagas eso, Mía… ¡Huye!- No le importaba morir si con ello protegía a la chica. Si su vida significaba salvar la de la joven, habría valido la pena. Sin embargo, muchas cosas ocurrieron muy deprisa. Varias personas se abrieron paso en el lugar, justo antes de que la mole atacara a la rubia y le lanzaron un arma por el suelo que el español no dudó en agarrar, apuntar y disparar contra el mismo ojo en el que había clavado la daga, donde ya había preparado la entrada. Una sola bala bastó para derrotar al bicho, no en vano era un experto tirador desde niño.
Seguidamente se desvaneció durante unos minutos, perdiéndose la conversación, la preocupación de la inglesa. La falta de sangre le causaba estragos y su consciencia iba y venía a su antojo. -Siento que haya durado tan poco... tendrás que volver a curarme…- Murmuró con los ojos casi cerrados y la voz ronca, mientras sonreía levemente al sentir los brazos de la joven al rodearle y ese aroma a flores que siempre desprendía, envolviéndole.
La voz de uno de los varones le hizo recordar que no estaban solos y despegó los párpados para fijar sus marrones orbes de pupilas dilatadas en el rostro de aquel que les hablaba. Le costaba enfocar sus facciones, pero le recordaba en cierto modo a Mía. -La quería a ella.- Su voz seguía rasposa, pero su tono fue seguro, pues no dudaba de lo que decía. El Nosferatu iba tras la rubia, pero no sabía el motivo, aunque tal vez los quejidos que dejó escapar cuando la mordió, fueran la respuesta a aquella pregunta que se hacía.
De nuevo se fundió todo a negro, con su diestra aferrando la zurda de su amiga. Al menos sabía que estaba a salvo y eso le tranquilizaba. Tal vez fuera ese el motivo por el que, en aquella ocasión, no luchó por despertar enseguida.
Reptó por el suelo un par de palmos, pero el monstruo volvió a dejarse caer sobre él, clavando de nuevo los dientes en el hombro herido. Por el rabillo del ojo vio el zapato de la inglesa volar hasta golpear la cabeza del engendro. -No hagas eso, Mía… ¡Huye!- No le importaba morir si con ello protegía a la chica. Si su vida significaba salvar la de la joven, habría valido la pena. Sin embargo, muchas cosas ocurrieron muy deprisa. Varias personas se abrieron paso en el lugar, justo antes de que la mole atacara a la rubia y le lanzaron un arma por el suelo que el español no dudó en agarrar, apuntar y disparar contra el mismo ojo en el que había clavado la daga, donde ya había preparado la entrada. Una sola bala bastó para derrotar al bicho, no en vano era un experto tirador desde niño.
Seguidamente se desvaneció durante unos minutos, perdiéndose la conversación, la preocupación de la inglesa. La falta de sangre le causaba estragos y su consciencia iba y venía a su antojo. -Siento que haya durado tan poco... tendrás que volver a curarme…- Murmuró con los ojos casi cerrados y la voz ronca, mientras sonreía levemente al sentir los brazos de la joven al rodearle y ese aroma a flores que siempre desprendía, envolviéndole.
La voz de uno de los varones le hizo recordar que no estaban solos y despegó los párpados para fijar sus marrones orbes de pupilas dilatadas en el rostro de aquel que les hablaba. Le costaba enfocar sus facciones, pero le recordaba en cierto modo a Mía. -La quería a ella.- Su voz seguía rasposa, pero su tono fue seguro, pues no dudaba de lo que decía. El Nosferatu iba tras la rubia, pero no sabía el motivo, aunque tal vez los quejidos que dejó escapar cuando la mordió, fueran la respuesta a aquella pregunta que se hacía.
De nuevo se fundió todo a negro, con su diestra aferrando la zurda de su amiga. Al menos sabía que estaba a salvo y eso le tranquilizaba. Tal vez fuera ese el motivo por el que, en aquella ocasión, no luchó por despertar enseguida.
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/11/2017
Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
El apretón de mano y el verle inclinarse de apoco aún costado mío me hizo gritar su nombre preocupada, Nilton que era el más cercano ayudó a que Jeremías al perder la conciencia no terminará en el piso pasando el brazo derecho de este por su cuello mientras lo sostenia con cuidado tratando de no mover su brazo.
–Iras con ellos, nosotros, si todo sale bien les alcanzaremos.–
Iba a replicar pero no me dió tiempo tras acercarse y besar mi frente, puso su diestra sobre la pared murmurando en un idioma desconocido con total concentración hasta que de esta empezó a surgir un círculo verde que giraba con fuerza en espiral hacia el centro era un poco más grande que yo.
–No cometas imprudencias, mantente en el castillo por favor. Nilton, si no regresamos para mañana, que Jean cierre los portales ningún acceso magico debe quedar abierto.–
Lo primero supe que me lo decía a mi y aunque le vi mal por muchos motivos no dejo de preocuparme lo último, no entendía nada, me mente se esforzaba de manera exigente en encontrá el hilo de lo que pasaba en mi familia. Pero no hubo tiempo de enfrascarse en aclarar la situación, pues la imagen del español me robaba fácilmente la atención al verle de esa manera nuevamente, el instinto de quererle ver con bien me ahogaba y esa parte protectora se encontraba dividida de algún modo.
–Mia date prisa, tu amigo no aguantará mucho si continua perdiendo sangre.–
Me alentó Nilton mientras cruzaba aquella pared, gire a ver una vez más al rubio que tanto se parecía a mí, o mejor dicho yo a él.
–No entiendo que sucede, pero necesito que vuelvan...todos, con bien.–
Y con toda la angustia perdí el contacto con él al cruzar aquel extraño círculo, por raro que suene termine en la sala común del castillo donde fue criada mi madre, caminé por aquel largo pasillo dándome cuenta que efectivamente estaba en las costas de Irlanda. Por unos segundos me quedé pasmada con aquel vestido de fiesta manchado de sangre ajena, luchando con mi mente que insistia en repetir escenas de lo sucedido una y otra vez, no fue de extrañar que aquel toque en mi hombro me exaltará.
–Lo siento mi lady, el joven señor me pidió le acompañara a la habitación en la que cura al cazador.–
Me sentí apenada por mi reacción y por ello quizás pase por alto que se había referido a Jeremías como Cazador, cosa totalmente extraña porque en ningún momento les mencioné que era. Mantuve mis sentimientos guardados en una pequeña caja invisible hasta que abrí aquella puerta y mis ojos fueron testigos de las heridas que tenía el español, Nilton estaba poniendo una especie de mordasa en su boca mientras que una peliroja vaciaba el contenido de una botella en la herida, solo vi el cuerpo del hombre tendido moverse con brusquedad mientras mi hermano intentaba tenerlo inmovil.
–Es necesario, el estara bien su recuperación sera más rápida.–
Me dijo mi hermano mientras acomodaba el cuerpo que había dejado de luchar tras haberlo hecho masticar una hojas. No sé en qué momento caminé hasta la cama tomando la mano de Jeremias, estaba cansada tanto física como mentalmente pues todo ocurrió demasiado rápido.
– Mía necesito que descanses y te cambies esas ropas, estás herida?–
– No lo estoy...No me querio apartar, si desmejora o despierta quiero estar aquí...–
–Debes hacerlo por el momento, Jean se quedará cuidándole asi que no seas necia, te prometo que esta en buenas manos, estara bien la hemorragia paro y no despertara antes de 5 horas.–
Sus brazos me separaron del cazador llevándome a la puerta mientras débilmente yo negaba con la cabeza, necesitaba estar al pendiente de Jeremías para alejar los pensamientos hirientes y la incertidumbre que todo esto me generaba, pero no importó cuanto lo deseara ya que fui sacada por Nilton quien me dirigio hasta una habitación cercana y una vez adentro me dió a beber de una taza humeante.
– No quiero dormir...–
Murmure intuyendo el contenido de lo que había bebido pues sabía muy extraño, luchando por no cerrar los ojos recargue mi cabeza en la cabecera mientras lo último que veía era a la primera mujer que me tope al llegar, dándome cuenta que mi hermano ya no estaba ahí.
–Iras con ellos, nosotros, si todo sale bien les alcanzaremos.–
Iba a replicar pero no me dió tiempo tras acercarse y besar mi frente, puso su diestra sobre la pared murmurando en un idioma desconocido con total concentración hasta que de esta empezó a surgir un círculo verde que giraba con fuerza en espiral hacia el centro era un poco más grande que yo.
–No cometas imprudencias, mantente en el castillo por favor. Nilton, si no regresamos para mañana, que Jean cierre los portales ningún acceso magico debe quedar abierto.–
Lo primero supe que me lo decía a mi y aunque le vi mal por muchos motivos no dejo de preocuparme lo último, no entendía nada, me mente se esforzaba de manera exigente en encontrá el hilo de lo que pasaba en mi familia. Pero no hubo tiempo de enfrascarse en aclarar la situación, pues la imagen del español me robaba fácilmente la atención al verle de esa manera nuevamente, el instinto de quererle ver con bien me ahogaba y esa parte protectora se encontraba dividida de algún modo.
–Mia date prisa, tu amigo no aguantará mucho si continua perdiendo sangre.–
Me alentó Nilton mientras cruzaba aquella pared, gire a ver una vez más al rubio que tanto se parecía a mí, o mejor dicho yo a él.
–No entiendo que sucede, pero necesito que vuelvan...todos, con bien.–
Y con toda la angustia perdí el contacto con él al cruzar aquel extraño círculo, por raro que suene termine en la sala común del castillo donde fue criada mi madre, caminé por aquel largo pasillo dándome cuenta que efectivamente estaba en las costas de Irlanda. Por unos segundos me quedé pasmada con aquel vestido de fiesta manchado de sangre ajena, luchando con mi mente que insistia en repetir escenas de lo sucedido una y otra vez, no fue de extrañar que aquel toque en mi hombro me exaltará.
–Lo siento mi lady, el joven señor me pidió le acompañara a la habitación en la que cura al cazador.–
Me sentí apenada por mi reacción y por ello quizás pase por alto que se había referido a Jeremías como Cazador, cosa totalmente extraña porque en ningún momento les mencioné que era. Mantuve mis sentimientos guardados en una pequeña caja invisible hasta que abrí aquella puerta y mis ojos fueron testigos de las heridas que tenía el español, Nilton estaba poniendo una especie de mordasa en su boca mientras que una peliroja vaciaba el contenido de una botella en la herida, solo vi el cuerpo del hombre tendido moverse con brusquedad mientras mi hermano intentaba tenerlo inmovil.
–Es necesario, el estara bien su recuperación sera más rápida.–
Me dijo mi hermano mientras acomodaba el cuerpo que había dejado de luchar tras haberlo hecho masticar una hojas. No sé en qué momento caminé hasta la cama tomando la mano de Jeremias, estaba cansada tanto física como mentalmente pues todo ocurrió demasiado rápido.
– Mía necesito que descanses y te cambies esas ropas, estás herida?–
– No lo estoy...No me querio apartar, si desmejora o despierta quiero estar aquí...–
–Debes hacerlo por el momento, Jean se quedará cuidándole asi que no seas necia, te prometo que esta en buenas manos, estara bien la hemorragia paro y no despertara antes de 5 horas.–
Sus brazos me separaron del cazador llevándome a la puerta mientras débilmente yo negaba con la cabeza, necesitaba estar al pendiente de Jeremías para alejar los pensamientos hirientes y la incertidumbre que todo esto me generaba, pero no importó cuanto lo deseara ya que fui sacada por Nilton quien me dirigio hasta una habitación cercana y una vez adentro me dió a beber de una taza humeante.
– No quiero dormir...–
Murmure intuyendo el contenido de lo que había bebido pues sabía muy extraño, luchando por no cerrar los ojos recargue mi cabeza en la cabecera mientras lo último que veía era a la primera mujer que me tope al llegar, dándome cuenta que mi hermano ya no estaba ahí.
Mía Belanger- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/03/2017
Localización : Seguro en un nuevo problema
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
No supo cuánto tiempo transcurrió desde que vio por última vez el rostro preocupado de la rubia hasta que sintió un calor abrasador que le bajaba por la garganta y se extendía por todo su cuerpo. En la inconsciencia no sabía lo ocurría, mas su figura convulsionaba frente a los ojos del hermano de la inglesa y de ésta misma. El cazador permanecía con los ojos cerrados, sin despertar físicamente, pero con una mente mu activa que no hacía más que mandar imágenes a toda prisa a su cerebro, trayendo recuerdos de todas sus luchas del pasado, encuentros con centenares de seres sobrenaturales, de heridas, de derrotas y victorias. De secretos que pesaban sobre sus hombros, del miedo que, en escasas ocasiones había experimentado. Temor por no volver a ver a sus hermanos, a desaparecer de sus vidas sin haberse despedido como correspondía, dejándoles atrás con la carga de las mentiras que se llevaría a la tumba si alguna vez caía en una de sus batallas que nadie conocía. Y aún con todos aquellos errores y remordimientos, ninguno le dolía tanto como la idea que llegó a rondarle cuando creyó que no podría salvar a la británica. Le sobrevino el desasosiego de nuevo, el pavor a perder aquella vida sin poder remediarlo y de un sobresalto abrió los ojos con sudores fríos empapando su frente y el centro de la espalda.
Sin poder moverse, pues parecía que todo su cuerpo se negaba a responder a sus exigencias, observó cuanto pudo a su alrededor. Únicamente podía girar un poco la cabeza, más no despegarla de la mullida almohada que la acomodaba. -¿Dónde…?- Alcanzó a preguntar con la voz áspera y una considerable molestia en la garganta, como si se hubiera tragado una antorcha encendida durante un espectáculo en el circo gitano. Una joven de cabellos rojizos se le acercó y le pidió que se mantuviera en reposo y que enseguida vendría un tal Nilton a verle. -¿Dónde está… Mía?- Se forzó de nuevo a hablar. Aunque le quemara hasta decir basta, necesitaba saber que la chica estaba bien, que su última visión antes de perder el mundo de vista era cierta y que nada le había ocurrido tras desfallecer. No se perdonaría jamás haber caído inconsciente y la joven había resultado herida tras dejarse llevar Jeremías por el dolor y el cansancio. -Necesito verla... por favor…- Su tono era cada vez más ronco y la pelirroja le pidió que guardara silencio con una sonrisa, asegurándole que la joven Belanger estaba sana y salva y no debía preocuparse. Mas él no se conformaba con palabras vacías, necesitaba asegurarse. -Quiero verla.- Intentó que su tono sonara más demandante, aunque postrado como estaba en la cama y con todo su cuerpo extrañamente dormido, no se viera nada amenazante.
Sin poder moverse, pues parecía que todo su cuerpo se negaba a responder a sus exigencias, observó cuanto pudo a su alrededor. Únicamente podía girar un poco la cabeza, más no despegarla de la mullida almohada que la acomodaba. -¿Dónde…?- Alcanzó a preguntar con la voz áspera y una considerable molestia en la garganta, como si se hubiera tragado una antorcha encendida durante un espectáculo en el circo gitano. Una joven de cabellos rojizos se le acercó y le pidió que se mantuviera en reposo y que enseguida vendría un tal Nilton a verle. -¿Dónde está… Mía?- Se forzó de nuevo a hablar. Aunque le quemara hasta decir basta, necesitaba saber que la chica estaba bien, que su última visión antes de perder el mundo de vista era cierta y que nada le había ocurrido tras desfallecer. No se perdonaría jamás haber caído inconsciente y la joven había resultado herida tras dejarse llevar Jeremías por el dolor y el cansancio. -Necesito verla... por favor…- Su tono era cada vez más ronco y la pelirroja le pidió que guardara silencio con una sonrisa, asegurándole que la joven Belanger estaba sana y salva y no debía preocuparse. Mas él no se conformaba con palabras vacías, necesitaba asegurarse. -Quiero verla.- Intentó que su tono sonara más demandante, aunque postrado como estaba en la cama y con todo su cuerpo extrañamente dormido, no se viera nada amenazante.
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/11/2017
Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Cuánto tiempo transcurrio?...
No lo sabía con exactitud.
Al abrir mis ojos lo primero que pude ver fue la figura de Henry sentado aún lado mío sosteniendo mis muñecas mientras pronunciaba mi nombre. Dejé de luchar y el aflojó el agarre inmediatamente dejandome libre, verle me causaba dicha pues eso significa que las cosas habían salido bien no?.
—No quería despertarte, pero estabas gritando.—
Mis brazos lo rodearon por un momento comprobando que realmente estuvieran aquí, las imágenes iban cayendo de una en una con cada pestañeo y aún me sentía ajena, como si yo no hubiese vivido eso, entonces reviví aquella imagen que también en sueños me atormentaba.
—Jeremias...—
Murmure intentando levantarme de la cama, deseaba verlo pero de nuevo el brazo de mi hermano me retuvo esta vez menos brusco que cuando me desperté.
—El está bien según a lo que me ha dicho Nilton, Jean no se le a despegado, en parte por que aún no despierta.—
Sentí un pinchazo en el corazón, yo debía cuidarle, debía estar ahí cuando después de todo de algún modo salió herido por mi culpa. Si, ese horrible sentimiento me comenzaba a invadir, mi hermano me entendía, siempre lo había hecho después de todo éramos los más cercanos y no hacía falta que fuéramos gemelos para tener una fuerte conexión, trato de calmarme con sus palabras « “Aleja esos pensamientos que el culpable no se encuentra entre nosotros; antes de ir a ver a tu amigo, Patrick quiere hablar contigo, necesito que seas muy fuerte Mía se vienen cosas difíciles”» pero estas solo fueron un simple eco, pues no deseaba más que ver al Español para calmar este miedo y sentirme segura por extraño que pareciera. Tan solo me limité a responderle con un escueto si; después de eso todo transcurrió bastante confuso ni siquiera recuerdo haberme vestido, solo noté en el reflejo del ventanal que llevaba un vestido completamente negro al igual que un pequeño sombrero con un velo del mismo color, en la pequeña capilla descansaba el ataúd con los restos de mi nana y aún lado mío estaba Henry junto con todos mis hermanos...mi padre no estaba, tampoco mi madre, fue entonces que el aire me comenzó a faltar de apoco, había tenido tan presente a Jeremías en mis pensamientos todo el día que di por hecho cosas, como el que mis padres también habían vuelto....
Ya no estábamos velando a mi nana, si no en una habitación que pudiese ser una biblioteca o algo similar, Henry permanecía recargado en la chimenea y Patrick no paraba de hablarme sentado frente a mi, tomando de vez en cuando mis manos, en otros tantos paseaba su mano por mi mejilla o acomodaba el cabello que insistia con rodar por un costado de mi cara.
—....te prometo que los encontraremos hermana, por lo pronto tengo que hacer el reporte a la Iglesia de lo sucedido mientras mis padres estén desaparecidos yo estoy a cargo, así que ya veremos la forma de sumar números a nuestra causa por lo cual te pido que contemples que una unión po... —
—Creo, fue suficiente informacion Patrick, deja que lo procese, ya habrá tiempo para lo demás, ahora no es prudente.—
Mire de un lado a otro ni siquiera había sido consciente del momento en el que Henry se había situado detrás mio con ambas manos en cada lado de mis hombros. Ambos varones cruzaron miradas, mientras yo me levantaba de la silla de manera pausada. No deseaba seguir ahí, no quería escuchar más o indagar en las posibilidades que mis progenitores tenían de estar vivos, ni pensar sobre maldiciones familiares, ni el hecho que mi familia estuvo ocultándome que pertenecían a la Inquisición, nada de eso me hacía sentido en estos instantes.
—Puedo lidiar con ello Henry, está bien.— Murmure una enorme mentira pues incluso mi voz parecía ajena y mostraba una calma que no era para menos que despertara preocupación en el rostro del rubio que tenía a mis espaldas. La verdad era muy distinta, pero por lo pronto intente mostrar serenidad, con una tenue sonrisa toque el hombro de mi hermano mayor a manera de despedida, dando por terminada la conversación.
—Debo ver a Jeremías. Si me permiten—
—Mia debo recordarte que no es bien visto el...—
—Yo estaré con ella, puedes dejar eso ya? Comienza a fastidiar. — de nuevo Henry interrumpió al castaño de ojos claros, yo no entendí esto último pero supuse que a mis expensas se discutió el porque de mi cercanía con el español, en esos momentos no me importaba sinceramente, solo quería verlo, saber que él estaba bien.
Ante murmullos de evidente descontento dejamos atrás a Patrick mientras caminaba hacia la habitación del cazador acompañada de mi hermano, que supo interpretar mi silencio y no trato de hacerme charlar porque la verdad no creo que en estos momentos pudiese salir algo de mi boca, sentía la garganta cerrada y los ojos hinchados adornados por unas ojeras marcadas, en el trayecto nos encontramos con Nilton a lo que Henry rápido le dijo que Félix lo buscaba así que él se encargaría de verificar el progreso del cazador, asi que mi otro hermano no tuvo más remedio que dar la vuelta y perderse por el pasillo mientras nosotros continuamos nuestro andar. Al abrir la puerta pude oír la voz altiva de Jeremías, me embriagó la tranquilidad, quise sonreír pero no pude así que solo continue mi andar hasta rodear la cama, me quite aquel sombrero inecesario dejándolo en el suelo y aún sin pronunciar palabra alguna me acurruque al lado derecho del cazador sin darle importancia a otra cosa, pegando mi mejilla a un costado de su tórax, teniendo cuidado de no lastimarle o mover vendajes y así fue como las lágrimas comenzaron a salir silenciosas, sin miedo. Estaba contenta porque él estaba conciente y dentro de lo posible, bien, pero el velar a mi nana, la desaparición de mis padres, la conversación con el mayor de mis hermanos, fue mucho para un día, estaba tan agotada que solo quería quedarme así.
—Jane, creo que mejor esperar fuera....Mia...cualquier cosa...solo...— la voz de Henry sono un tanto extraña quizas incómoda más no molesta, tras un señalamiento con el dedo indicando que estaría justo detrás de la puerta, se marchó atrás de Jane con paso un tanto contrariado mientras no pasaba por alto la cara de molestia en la peliroja.
—Lo siento...—
Murmure como pude una vez solos acunandome mientras cerraba los ojos, Jeremías no había sido tan abierto en cuanto a contarme sobre su familia después de todo no tenía porque, pero seguro que le esperaban y el estar tiempo de más a mi lado solo ocasionó que resultará herido, pudo haber muerto y yo ni siquiera sabía su apellido. El solo pensar que pudo haber sido de no contar con la ayuda de mis hermanos me creo otro agujero en el pecho.
No lo sabía con exactitud.
Al abrir mis ojos lo primero que pude ver fue la figura de Henry sentado aún lado mío sosteniendo mis muñecas mientras pronunciaba mi nombre. Dejé de luchar y el aflojó el agarre inmediatamente dejandome libre, verle me causaba dicha pues eso significa que las cosas habían salido bien no?.
—No quería despertarte, pero estabas gritando.—
Mis brazos lo rodearon por un momento comprobando que realmente estuvieran aquí, las imágenes iban cayendo de una en una con cada pestañeo y aún me sentía ajena, como si yo no hubiese vivido eso, entonces reviví aquella imagen que también en sueños me atormentaba.
—Jeremias...—
Murmure intentando levantarme de la cama, deseaba verlo pero de nuevo el brazo de mi hermano me retuvo esta vez menos brusco que cuando me desperté.
—El está bien según a lo que me ha dicho Nilton, Jean no se le a despegado, en parte por que aún no despierta.—
Sentí un pinchazo en el corazón, yo debía cuidarle, debía estar ahí cuando después de todo de algún modo salió herido por mi culpa. Si, ese horrible sentimiento me comenzaba a invadir, mi hermano me entendía, siempre lo había hecho después de todo éramos los más cercanos y no hacía falta que fuéramos gemelos para tener una fuerte conexión, trato de calmarme con sus palabras « “Aleja esos pensamientos que el culpable no se encuentra entre nosotros; antes de ir a ver a tu amigo, Patrick quiere hablar contigo, necesito que seas muy fuerte Mía se vienen cosas difíciles”» pero estas solo fueron un simple eco, pues no deseaba más que ver al Español para calmar este miedo y sentirme segura por extraño que pareciera. Tan solo me limité a responderle con un escueto si; después de eso todo transcurrió bastante confuso ni siquiera recuerdo haberme vestido, solo noté en el reflejo del ventanal que llevaba un vestido completamente negro al igual que un pequeño sombrero con un velo del mismo color, en la pequeña capilla descansaba el ataúd con los restos de mi nana y aún lado mío estaba Henry junto con todos mis hermanos...mi padre no estaba, tampoco mi madre, fue entonces que el aire me comenzó a faltar de apoco, había tenido tan presente a Jeremías en mis pensamientos todo el día que di por hecho cosas, como el que mis padres también habían vuelto....
Ya no estábamos velando a mi nana, si no en una habitación que pudiese ser una biblioteca o algo similar, Henry permanecía recargado en la chimenea y Patrick no paraba de hablarme sentado frente a mi, tomando de vez en cuando mis manos, en otros tantos paseaba su mano por mi mejilla o acomodaba el cabello que insistia con rodar por un costado de mi cara.
—....te prometo que los encontraremos hermana, por lo pronto tengo que hacer el reporte a la Iglesia de lo sucedido mientras mis padres estén desaparecidos yo estoy a cargo, así que ya veremos la forma de sumar números a nuestra causa por lo cual te pido que contemples que una unión po... —
—Creo, fue suficiente informacion Patrick, deja que lo procese, ya habrá tiempo para lo demás, ahora no es prudente.—
Mire de un lado a otro ni siquiera había sido consciente del momento en el que Henry se había situado detrás mio con ambas manos en cada lado de mis hombros. Ambos varones cruzaron miradas, mientras yo me levantaba de la silla de manera pausada. No deseaba seguir ahí, no quería escuchar más o indagar en las posibilidades que mis progenitores tenían de estar vivos, ni pensar sobre maldiciones familiares, ni el hecho que mi familia estuvo ocultándome que pertenecían a la Inquisición, nada de eso me hacía sentido en estos instantes.
—Puedo lidiar con ello Henry, está bien.— Murmure una enorme mentira pues incluso mi voz parecía ajena y mostraba una calma que no era para menos que despertara preocupación en el rostro del rubio que tenía a mis espaldas. La verdad era muy distinta, pero por lo pronto intente mostrar serenidad, con una tenue sonrisa toque el hombro de mi hermano mayor a manera de despedida, dando por terminada la conversación.
—Debo ver a Jeremías. Si me permiten—
—Mia debo recordarte que no es bien visto el...—
—Yo estaré con ella, puedes dejar eso ya? Comienza a fastidiar. — de nuevo Henry interrumpió al castaño de ojos claros, yo no entendí esto último pero supuse que a mis expensas se discutió el porque de mi cercanía con el español, en esos momentos no me importaba sinceramente, solo quería verlo, saber que él estaba bien.
Ante murmullos de evidente descontento dejamos atrás a Patrick mientras caminaba hacia la habitación del cazador acompañada de mi hermano, que supo interpretar mi silencio y no trato de hacerme charlar porque la verdad no creo que en estos momentos pudiese salir algo de mi boca, sentía la garganta cerrada y los ojos hinchados adornados por unas ojeras marcadas, en el trayecto nos encontramos con Nilton a lo que Henry rápido le dijo que Félix lo buscaba así que él se encargaría de verificar el progreso del cazador, asi que mi otro hermano no tuvo más remedio que dar la vuelta y perderse por el pasillo mientras nosotros continuamos nuestro andar. Al abrir la puerta pude oír la voz altiva de Jeremías, me embriagó la tranquilidad, quise sonreír pero no pude así que solo continue mi andar hasta rodear la cama, me quite aquel sombrero inecesario dejándolo en el suelo y aún sin pronunciar palabra alguna me acurruque al lado derecho del cazador sin darle importancia a otra cosa, pegando mi mejilla a un costado de su tórax, teniendo cuidado de no lastimarle o mover vendajes y así fue como las lágrimas comenzaron a salir silenciosas, sin miedo. Estaba contenta porque él estaba conciente y dentro de lo posible, bien, pero el velar a mi nana, la desaparición de mis padres, la conversación con el mayor de mis hermanos, fue mucho para un día, estaba tan agotada que solo quería quedarme así.
—Jane, creo que mejor esperar fuera....Mia...cualquier cosa...solo...— la voz de Henry sono un tanto extraña quizas incómoda más no molesta, tras un señalamiento con el dedo indicando que estaría justo detrás de la puerta, se marchó atrás de Jane con paso un tanto contrariado mientras no pasaba por alto la cara de molestia en la peliroja.
—Lo siento...—
Murmure como pude una vez solos acunandome mientras cerraba los ojos, Jeremías no había sido tan abierto en cuanto a contarme sobre su familia después de todo no tenía porque, pero seguro que le esperaban y el estar tiempo de más a mi lado solo ocasionó que resultará herido, pudo haber muerto y yo ni siquiera sabía su apellido. El solo pensar que pudo haber sido de no contar con la ayuda de mis hermanos me creo otro agujero en el pecho.
Mía Belanger- Humano Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Había intentado, casi, exigir que le dejaran ver a la rubia, pero aquella mujer cuyo nombre desconocía, se negaba rotundamente a conceder a tal petición. El ceño del español se frunció y dejó escapar un gruñido de ofuscación. No sólo se encontraba tumbado, de nuevo, en la cama y más herido que antes, sino que encima no sabía ni siquiera dónde demonios estaba. Necesitaba mandar una carta a su familia para que no se preocuparan, pero no podía arriesgarse a tal cosa cuando no se fiaba de ninguna de las personas que allí habían. Sólo Mía se había ganado ese privilegio y más que eso. Por eso necesitaba verla, quería hacerlo.
Y, justo cuando iba a rendirse, por el momento, la puerta se abrió y tras ella apareció la inglesa. -¡Mía!- El cazador intentó erguirse pero sus piernas parecían pesar demasiados quilos para moverse y su hombro le dio semejante tirón que un quejido se fugó de su garganta. La joven fue a recostarse a su lado e hizo gala de una cercanía que nunca hasta ahora había visto en ella. La miró con preocupación y, con lentitud, movió la mano hasta rodearla suavemente con el brazo, demostrándole afecto, comprensión. Iba a preguntarle lo que había ocurrido, cuando las lágrimas comenzaron a rodar por aquellas suaves mejillas. Recordó entonces el cuerpo de la mujer en los pasadizos, aquella dama que se había ocupado también de él en la mansión Belanger. Supo enseguida que lloraba por ella, porque aquella señora la quería, era su amiga, su familia. -Desahógate, pequeña...- Susurró, no queriendo cohibir su momento de liberación. Movió un poco la cabeza y besó los dorados cabellos de la chica, dejando apoyado el mentón en la zona.
Lentamente los dedos fueron acariciando el hombro de la joven intentando consolarla. Hablar estaba de más y tampoco era el más adecuado para velar a la difunta. Pero quería ser el apoyo de la inglesa, dejar que llorara tranquila. Ella sola se mecía y menos mal porque él se veía incapaz de hacerlo. No entendía por qué estaba tan entumecido, seguramente le habían dado algún brebaje para calmarle el dolor, pero el efecto había sido, claramente, excesivo. ¿Quizá no deseaban que intentara escapar? No lo haría sin Mía, no la abandonaría. Se había vuelto importante para él después de todas sus charlas y la complicidad que habían creado juntos. Si bien él había sido comedido con las cosas que le contaba, inicialmente sí fueron por precaución propia, pero más adelante pasó a ser cuestión de protegerla a ella. Aunque tras lo sucedido en los pasillos y la poca sorpresa con la que la chica había reaccionado, supo que aquel Nosferatu no era el primer sobrenatural con el que la inglesa se topaba en su vida. Pero no era el momento de preguntarle al respecto, sino de descansar ambos y recuperarse. Cuando estuvieran mejor, mantendrían una larga e interesante conversación.
Y, justo cuando iba a rendirse, por el momento, la puerta se abrió y tras ella apareció la inglesa. -¡Mía!- El cazador intentó erguirse pero sus piernas parecían pesar demasiados quilos para moverse y su hombro le dio semejante tirón que un quejido se fugó de su garganta. La joven fue a recostarse a su lado e hizo gala de una cercanía que nunca hasta ahora había visto en ella. La miró con preocupación y, con lentitud, movió la mano hasta rodearla suavemente con el brazo, demostrándole afecto, comprensión. Iba a preguntarle lo que había ocurrido, cuando las lágrimas comenzaron a rodar por aquellas suaves mejillas. Recordó entonces el cuerpo de la mujer en los pasadizos, aquella dama que se había ocupado también de él en la mansión Belanger. Supo enseguida que lloraba por ella, porque aquella señora la quería, era su amiga, su familia. -Desahógate, pequeña...- Susurró, no queriendo cohibir su momento de liberación. Movió un poco la cabeza y besó los dorados cabellos de la chica, dejando apoyado el mentón en la zona.
Lentamente los dedos fueron acariciando el hombro de la joven intentando consolarla. Hablar estaba de más y tampoco era el más adecuado para velar a la difunta. Pero quería ser el apoyo de la inglesa, dejar que llorara tranquila. Ella sola se mecía y menos mal porque él se veía incapaz de hacerlo. No entendía por qué estaba tan entumecido, seguramente le habían dado algún brebaje para calmarle el dolor, pero el efecto había sido, claramente, excesivo. ¿Quizá no deseaban que intentara escapar? No lo haría sin Mía, no la abandonaría. Se había vuelto importante para él después de todas sus charlas y la complicidad que habían creado juntos. Si bien él había sido comedido con las cosas que le contaba, inicialmente sí fueron por precaución propia, pero más adelante pasó a ser cuestión de protegerla a ella. Aunque tras lo sucedido en los pasillos y la poca sorpresa con la que la chica había reaccionado, supo que aquel Nosferatu no era el primer sobrenatural con el que la inglesa se topaba en su vida. Pero no era el momento de preguntarle al respecto, sino de descansar ambos y recuperarse. Cuando estuvieran mejor, mantendrían una larga e interesante conversación.
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Sentí su brazo rodearme y no faltó más que eso para sentirme reconfortada, no hubo necesidad de explicar mi acongojo al menos no por el momento y la cercanía se sentía bien, cálida, sincera. Las lágrimas en algún momento dejaron de salir cayendo de apoco tras unos débiles sollozos que me dejaron tan agotada, que irremediablemente mis ojos se cerraron por completo dándole paso al sueño; no hubo pesadillas, ni tormento alguno y aún entre la negrura podía sentir el calor de su abrazo; de nuevo no supe cuánto tiempo transcurrió pudieron ser minutos quizás algunas horas no lo sabría con exactitud, simplemente al abrir los ojos me di cuenta que mi brazo permanecía sobre el cazador a la altura de su torso en un abrazo sin intención más que buscar un refugio, alce la mirada de apoco sintiéndome más liviana, como si todo lo que cargaba simplemente hubiera desaparecido.Sin decir nada me mantuve observando su rostro, lucía sereno a pesar de su estado y daba la impresión que soñaba profundamente, le detallé mejor intentando no moverme para no despertarle, tenía algunos rasguños pequeños en la frente y en sus pómulos que sólo con la cercanía se podían notar, mis dedos se alzaron de manera instintiva recorrieron cada pequeña herida en la piel varonil hasta que caí en cuenta de lo inapropiado que era, encogí la mano deteniendo la marcha de aquella caricia mientras con sumo cuidado para no lastimarle me erguía dandole su espacio ahora que sus ojos estaban fijos en los míos, quedando sentada a unos centímetros de el aún en la cama.
—Necesitas algo? Agua? Otra almohada?, tienes frío? Puedo ir por otra cobija, el castillo es muy frío en las noches. Oh ya se, un te?— cuestione con ímpetu dejando ver mi preocupación, lucía más pálido que la última vez que le vi herido, mis ojos delataban mi sentir respecto a verle así y como no sentirme mal si este hombre en menos de dos meses ya había acumulado cicatrices para todo un año, la primera por un “oso” y la segunda por protegerme, entre mis pensamientos me percate de como en su rostro aparecía un gesto extraño que no supe identificar así qué encogí los hombros— Lamento si estoy siendo muy hostigosa...no te había visto desde que llegamos aquí, estaba preocupada, todos me decían que estabas bien pero como saberlo si no podía verte, fueron dos días muy largos.— una de mis manos se apoyó en su brazo derecho dándole un ligero apretón como sí necesitará confirmar que era real.—Cuando perdiste la conciencia, mis hermanos nos trajeron aquí... El castillo donde se crió mi madre, estamos en Irlanda.—le informe por que seguro se lo estaba cuestionado y ya suponía que nadie le había dado respuestas, ni siquiera sabía que tan lúcido había estado o que tanto esa mentada Jane le había dicho ya que ella le estuvo cuidando.—Perdías mucha sangre y cuando me sacaron de aquí temí que...— deje a mitad la frase intentando desechar el recuerdo de como Nilton me había prácticamente arrastrado a otra habitación mientras la imagen del español retorciendose por el brebaje que le daban sería la última que tenía de el.—Henry, el Rubio que parece mi gemelo, dice que en dos días más estarás bien. Esas pociones raras que hace harán que cierren más rápido tus heridas, según me explico...es lo que te han estado dando.— dije intentando dejar atrás ese mal pensamiento, Jeremías estaba aquí, y eso me calmaba. Había tanto de que hablar que no sabía bien por donde empezar, aún para mi algunas cosas no estaban del todo claras.
—Aquella noche que te conocí...no fue un oso a lo que te enfrentaste verdad?... Tu, cazas seres sobre naturales.— murmure sin atreverme a sostenerle la mirada ya que lo último fue una afirmación más que pregunta; a mis hermanos les omití que yo estaba enterada sobre la existencia de aquellos seres así que cuando estos me revelaron su existencia no me tomo por sorpresa, lo que sí, fue que mi familia formara parte de la Inquisición y justo por eso a ellos no me atreví a decirles que yo ya conocía sobre estos seres, con Jeremías era diferente.
—Necesitas algo? Agua? Otra almohada?, tienes frío? Puedo ir por otra cobija, el castillo es muy frío en las noches. Oh ya se, un te?— cuestione con ímpetu dejando ver mi preocupación, lucía más pálido que la última vez que le vi herido, mis ojos delataban mi sentir respecto a verle así y como no sentirme mal si este hombre en menos de dos meses ya había acumulado cicatrices para todo un año, la primera por un “oso” y la segunda por protegerme, entre mis pensamientos me percate de como en su rostro aparecía un gesto extraño que no supe identificar así qué encogí los hombros— Lamento si estoy siendo muy hostigosa...no te había visto desde que llegamos aquí, estaba preocupada, todos me decían que estabas bien pero como saberlo si no podía verte, fueron dos días muy largos.— una de mis manos se apoyó en su brazo derecho dándole un ligero apretón como sí necesitará confirmar que era real.—Cuando perdiste la conciencia, mis hermanos nos trajeron aquí... El castillo donde se crió mi madre, estamos en Irlanda.—le informe por que seguro se lo estaba cuestionado y ya suponía que nadie le había dado respuestas, ni siquiera sabía que tan lúcido había estado o que tanto esa mentada Jane le había dicho ya que ella le estuvo cuidando.—Perdías mucha sangre y cuando me sacaron de aquí temí que...— deje a mitad la frase intentando desechar el recuerdo de como Nilton me había prácticamente arrastrado a otra habitación mientras la imagen del español retorciendose por el brebaje que le daban sería la última que tenía de el.—Henry, el Rubio que parece mi gemelo, dice que en dos días más estarás bien. Esas pociones raras que hace harán que cierren más rápido tus heridas, según me explico...es lo que te han estado dando.— dije intentando dejar atrás ese mal pensamiento, Jeremías estaba aquí, y eso me calmaba. Había tanto de que hablar que no sabía bien por donde empezar, aún para mi algunas cosas no estaban del todo claras.
—Aquella noche que te conocí...no fue un oso a lo que te enfrentaste verdad?... Tu, cazas seres sobre naturales.— murmure sin atreverme a sostenerle la mirada ya que lo último fue una afirmación más que pregunta; a mis hermanos les omití que yo estaba enterada sobre la existencia de aquellos seres así que cuando estos me revelaron su existencia no me tomo por sorpresa, lo que sí, fue que mi familia formara parte de la Inquisición y justo por eso a ellos no me atreví a decirles que yo ya conocía sobre estos seres, con Jeremías era diferente.
Mía Belanger- Humano Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
La joven pasó varios minutos sollozando, aunque no emitía a penas sonido alguno, pero el español notaba las lágrimas traspasando la camisa que llevaba y mojar su torso. La dejó hacer, necesitaba desfogarse y lo sabía. Además, a él le sentaba bien tenerla cerca, saber que estaba viva y sin heridas. Se sentía más tranquilo ahora que la había visto con sus propios ojos y no debía fiarse, únicamente, de las palabras de otros a quienes ni conocía. Sí, le habían estado curando, pero eso no les convertía en gente de fiar, pues él era consciente que había muchos seres retorcidos allí afuera y que mientras le sanaban, podían estarle envenenando con sus brebajes. Mientras pensaba en todo aquello, Mía se quedó dormida. Lo notó porque la respiración ajena se fue tranquilizando y también fue aumentando el peso, pues ella se contenía para no hacerle daño, pero en cuanto le sobrevino el sueño, dejó de ser consciente de ese detalle. El cazador la observó, subiendo despacio la mano hasta acariciar sus dorados cabellos, apartándolos cuidadosamente de su rostro para poder verla descansar en paz un rato. Sin embargo, como si se viera contagiado por aquella calma o, tal vez, porque ya no sentía la preocupación de no saber de ella, Morfeo le arrastró poco después a él también.
Sintió un cosquilleo en la mejilla y movió un poco la cabeza, arrugando incluso la nariz. Al siguiente roce despegó los párpados, encontrándose con la inglesa que se incorporaba y quedaba sentada al borde de la cama que él ocupaba. Se llevó la mano izquierda a la cara y con los dedos índice y pulgar se frotó los lagrimales, despejándolos de inexistentes legañas. Se le escapó sin querer un bostezo. No pudo evitar reír al notar a la rubia con esa actitud que no gritaba otra cosa que "estoy nerviosa". -Tranquila, estoy bien.- Afirmó, esperando que eso la tranquilizara un poco. No sabía por qué estaba así, tal vez porque se sentía culpable por sus heridas, pero no era algo que ella debiera lamentar, la había defendido como pudo y lo haría de nuevo, aunque perdiera la vida en el proceso.
En aquella charla unilateral en la que la chica lo decía todo, descubrió que quienes le habían ayudado eran los hermanos de Mía y que los brebajes que le habían hecho ingerir, supuestamente, acelerarían su curación. Sí había notado una mejoría extraordinariamente rápida, pero no lo atribuyó a los mejunjes, sino a los cuidados externos a sus heridas. -Tendré que darles las gracias, tanto por esto como por sacarnos de allí... Sé que ellos lo hicieron por ti y que salvarte era de esperar, pero aún así deseo agradecérselo.- Aseguró, asintiendo. Entonces se hizo un breve silencio en el que los ojos de la joven se retiraron de los del español y éste ladeó un poco la cabeza. Llegó entonces la cuestión relevante, el motivo de todo el nerviosismo y de aquella actitud un tanto distante.
Se frotó la nuca con la diestra, suspirando. -Supongo que ahora es inútil disimular, ¿cierto?- Extendió aquel mismo brazo hacia la inglesa y le buscó el dorso de la mano, intentando llamar su atención para que le regresara la mirada una vez más. -Soy cazador de seres sobrenaturales. Llevo haciéndolo muchos años, pero como comprenderás, no es algo que uno pueda ir gritando a los cuatro vientos. Por un lado porque la mayoría me tildaría de loco, mandarían encerrarme o, tal vez, incluso quemarme en una hoguera como a las brujas. Y por otro lado, porque cuanto menos sepa la gente sobre esos seres, menos peligro corren.- Sonaba todo hasta absurdo, pero era una verdad como un templo y eso Jeremías lo sabía. -¿Desde cuándo sabes de su existencia? ¿Habías visto seres parecidos antes de la otra noche?- Preguntó, aunque en el fondo conocía la respuesta, porque eso explicaría aquel brillo que había visto siempre en los ojos de la muchacha.
Sintió un cosquilleo en la mejilla y movió un poco la cabeza, arrugando incluso la nariz. Al siguiente roce despegó los párpados, encontrándose con la inglesa que se incorporaba y quedaba sentada al borde de la cama que él ocupaba. Se llevó la mano izquierda a la cara y con los dedos índice y pulgar se frotó los lagrimales, despejándolos de inexistentes legañas. Se le escapó sin querer un bostezo. No pudo evitar reír al notar a la rubia con esa actitud que no gritaba otra cosa que "estoy nerviosa". -Tranquila, estoy bien.- Afirmó, esperando que eso la tranquilizara un poco. No sabía por qué estaba así, tal vez porque se sentía culpable por sus heridas, pero no era algo que ella debiera lamentar, la había defendido como pudo y lo haría de nuevo, aunque perdiera la vida en el proceso.
En aquella charla unilateral en la que la chica lo decía todo, descubrió que quienes le habían ayudado eran los hermanos de Mía y que los brebajes que le habían hecho ingerir, supuestamente, acelerarían su curación. Sí había notado una mejoría extraordinariamente rápida, pero no lo atribuyó a los mejunjes, sino a los cuidados externos a sus heridas. -Tendré que darles las gracias, tanto por esto como por sacarnos de allí... Sé que ellos lo hicieron por ti y que salvarte era de esperar, pero aún así deseo agradecérselo.- Aseguró, asintiendo. Entonces se hizo un breve silencio en el que los ojos de la joven se retiraron de los del español y éste ladeó un poco la cabeza. Llegó entonces la cuestión relevante, el motivo de todo el nerviosismo y de aquella actitud un tanto distante.
Se frotó la nuca con la diestra, suspirando. -Supongo que ahora es inútil disimular, ¿cierto?- Extendió aquel mismo brazo hacia la inglesa y le buscó el dorso de la mano, intentando llamar su atención para que le regresara la mirada una vez más. -Soy cazador de seres sobrenaturales. Llevo haciéndolo muchos años, pero como comprenderás, no es algo que uno pueda ir gritando a los cuatro vientos. Por un lado porque la mayoría me tildaría de loco, mandarían encerrarme o, tal vez, incluso quemarme en una hoguera como a las brujas. Y por otro lado, porque cuanto menos sepa la gente sobre esos seres, menos peligro corren.- Sonaba todo hasta absurdo, pero era una verdad como un templo y eso Jeremías lo sabía. -¿Desde cuándo sabes de su existencia? ¿Habías visto seres parecidos antes de la otra noche?- Preguntó, aunque en el fondo conocía la respuesta, porque eso explicaría aquel brillo que había visto siempre en los ojos de la muchacha.
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Ante su tacto mis ojos volvieron a el para anclarse definitivamente, sintiéndome de cierta manera más tranquila al estar hablando de aquello que nos ocultamos por obvias razones, yo asentí con una tenue sonrisa mientras le escuchaba demasiado atenta, así que no pude evitar hacer una mueca al saberle ya varios años en ello, cuantas cicatrices no tendría en su cuerpo; ya había visto algunas cuando le tuve que suturar ( como dios me dio a entender.) pero imaginaba que debía tener más. Aquello no me agradaba en lo absoluto, después de todo era un hombre enfrentandose a seres que tenían más tiempo en este mudo, un escalofrío me recorrió de sólo imaginar las veces que pudo salir mal herido, por fortuna sus preguntas me sacaron de ese mal sabor de boca, ya que imaginarlo de algún modo en peligro me mermaba mucho.—Unos meses antes de conocerte...lo supe por un pequeño incidente. Solía salir de noche...por aquellos pasadizos y así fue como tuve el atino de encontrarme con un Vampiro; por fortuna este no tenía malas intenciones e irónicamente me defendió de personas que pretendían asaltarme. Este ser no tuvo más remedio que explicarme el mundo que desconocía ya que se evidencio al imposibilitar de manera muy peculiar a esos vividores, después de eso creo que me ha sido difícil conciliar realmente el sueño ya que no fue el único vampiro con el que me tope.— le conté con absoluta confianza y lo más resumido que pude.—Nunca me había topado con los seres de aquella noche, en la mansión , al Nosferatu lo identifique por que ya había leído sobre ellos, aunque no sabría decir que era esa bestia que nos ataco no parecía hombre lobo y dudo que haya sido un cambiante por que no tomo forma humana cuando lo mataste. Le pregunte a mis hermanos pero no tienen mucha intención de darme información al parecer.— deduje no muy segura, después de todo no conocía muy bien sobre todos los seres sobrenaturales que existían al menos no como Jeremías o mis hermanos y respecto a estos últimos, pues era de esperarse que me ocultaran cosas, de igual manera me enteraría, de eso estaba segura.
Mis ojos seguían clavados en el, cavilando cada gesto ante lo que le relataba, me incline un poco hacia el español mientras uno de mis dedos término entre sus cejas que en algún punto se fruncieron, intentando que cambiara el gestó con movimientos circulares y una pequeña risa se escapaba de mis labios, delatando que me sentía ligera, liberada de un peso invisible, después de todo a nadie le había contado sobre ello.— Que piensas?— pregunte retirando mi dedo de su frente, aún manteniendo la cercanía apoyandome en una almohada. Era fácil olvidarse de lo demás cuando estaba cerca del cazador, me producía ese letargo lleno de calma, como si me diera la seguridad que todo se solucionaría.
—Tu familia sabe que eres un Cazador?— pregunte de repente intrigada por saber más de el, por lo que tenía entendido mucho de los cazadores se dedicaban a ello por herencia pasando aquel conocimiento de generación en generación lo mismo que con los inquisidores.—Por que de no ser así creo que deben estar aun más preocupados por ti, no dudaría que ya te estén buscando.— que haría cuando el se recuperará? Por qué pareciera que la única forma de mantenerlo a mi lado era herido y por supuesto esto no era agradable, no quería dejar de verlo pero sabía que eso sucedería, menos podía pedirle que se quedara más tiempo, con que derecho podría?, si las cosas no pintaban bien y lo sabía, estar aquí de por sí ya era riesgoso dado que aquellos que atacaron la mansión nos estaban cazando a mi y a mi familia, sólo era cuestión de tiempo para que nos rastrearán, todos estaban conscientes de eso.
Mía Belanger- Humano Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Aunque se había imaginado la respuesta, escucharla de los labios de la rubia hizo que el cazador frunciera el ceño. No estaba enfadado, al menos no con ella, pero sí consigo mismo. ¿Por qué no la había conocido antes y evitado que se viera inmiscuida en un mundo como el suyo? Jeremías no creía en tonterías como el destino, no que éste estuviera escrito y no pudiera cambiarse, mejor dicho. Así que pensar que podría haber viajado antes a Francia y guardar así a la inglesa de conocer la existencia de seres peligrosos como los licántropos y los vampiros, le hacía hervir la sangre. El español era consciente de que cuanto más sabía alguien de esas criaturas más fácil era que éstas te encontraran e intentaran silenciarte. Eran recelosos de hacerse conocer e intentaban protegerse del mundo, de aquel mismo que se alimentaban en sus cacerías secretas y rituales sectarios.
En cuanto el dedo de la joven rozó su frente, supo lo que estaba haciendo e intentó relajarse un poco. Sus orbes oscuros se centraron en los dos ojos verdosos de la muchacha. -Pienso que debí aparecer antes y evitarte todo esto.- Contestó con total sinceridad. Ahora que estaban hablando del mayor de sus secretos, el resto ya no tenía ninguna importancia en comparación. O eso era lo que creía hasta que le escuchó preguntarle sobre su familia. La mano derecha del cazador pasó por todo su rostro desde arriba hasta separarse en cuanto llegó a mentón y acarició con dos dedos el contorno de la mandíbula hacia la barbilla. Dejó escapar el aire lentamente por la nariz y buscó a su alrededor un vaso con agua. -¿Me lo pasas, por favor?- Le pidió a la inglesa, la cual enseguida se lo acercó. Cogió el recipiente de entre los dedos de la chica y le dio un par de tragos, eliminando la sensación pastosa que, de repente, tenía en la boca. Carraspeó, aún sujetando el vaso, ahora con ambas manos y apoyadas sobre el regazo. -Mi familia no sabe a lo que me dedico. Me lo prohibirían. Me hubiesen encerrado a saber dónde... Tal vez en un psiquiátrico.- Añadió al final con cierto tono irónico y sonrió ladino al cruzarse, una vez más, con la mirada ajena. -Verás, es complicado, Mía.- Alzó el brazo derecho y se rascó la nuca con los dedos. -Se podría decir que mis obligaciones familiares son... Contrarias al hecho de poner en riesgo mi vida. Aunque en ambos casos se supone que mis acciones son para proteger a otros. Curioso, ¿no?- Ladeó on poco la cabeza, volviendo a sonreír. Aún así, sabía que la joven debía estar muy confusa, ya que omitía lo más relevante de todo, lo que explicaría aquel secretismo. -Me apellido de Olivares y soy Conde de España.- Confesó, por fin, y esperó a la reacción foránea. No sabía cómo reaccionaría, porque dedicarse a matar seres sobrenaturales y pertenecer a la nobleza parecían polos completamente opuestos y ambos eran sorprendentes confesiones y extraña combinación ante todo. ¿Qué era más chocante de todo?
En cuanto el dedo de la joven rozó su frente, supo lo que estaba haciendo e intentó relajarse un poco. Sus orbes oscuros se centraron en los dos ojos verdosos de la muchacha. -Pienso que debí aparecer antes y evitarte todo esto.- Contestó con total sinceridad. Ahora que estaban hablando del mayor de sus secretos, el resto ya no tenía ninguna importancia en comparación. O eso era lo que creía hasta que le escuchó preguntarle sobre su familia. La mano derecha del cazador pasó por todo su rostro desde arriba hasta separarse en cuanto llegó a mentón y acarició con dos dedos el contorno de la mandíbula hacia la barbilla. Dejó escapar el aire lentamente por la nariz y buscó a su alrededor un vaso con agua. -¿Me lo pasas, por favor?- Le pidió a la inglesa, la cual enseguida se lo acercó. Cogió el recipiente de entre los dedos de la chica y le dio un par de tragos, eliminando la sensación pastosa que, de repente, tenía en la boca. Carraspeó, aún sujetando el vaso, ahora con ambas manos y apoyadas sobre el regazo. -Mi familia no sabe a lo que me dedico. Me lo prohibirían. Me hubiesen encerrado a saber dónde... Tal vez en un psiquiátrico.- Añadió al final con cierto tono irónico y sonrió ladino al cruzarse, una vez más, con la mirada ajena. -Verás, es complicado, Mía.- Alzó el brazo derecho y se rascó la nuca con los dedos. -Se podría decir que mis obligaciones familiares son... Contrarias al hecho de poner en riesgo mi vida. Aunque en ambos casos se supone que mis acciones son para proteger a otros. Curioso, ¿no?- Ladeó on poco la cabeza, volviendo a sonreír. Aún así, sabía que la joven debía estar muy confusa, ya que omitía lo más relevante de todo, lo que explicaría aquel secretismo. -Me apellido de Olivares y soy Conde de España.- Confesó, por fin, y esperó a la reacción foránea. No sabía cómo reaccionaría, porque dedicarse a matar seres sobrenaturales y pertenecer a la nobleza parecían polos completamente opuestos y ambos eran sorprendentes confesiones y extraña combinación ante todo. ¿Qué era más chocante de todo?
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
De manera rápida le pasé aquel vaso que había pedido mientras por su reacción supe que de cierta manera me diría algo que estaba dudando si realmente debía saber o al menos eso deduje por su mirada un tanto renuente, y así fue como me cayo de sorpresa lo que me soltó, supuse que mis ojos delataron el asombro no porque fuera una snob que odia a los de la nobleza ni nada de eso, aunque la verdad si estaba muy reacia a socializar con ellos pues ya los tenía catalogados como superficiales y prepotentes después de todo esa impresión se habían ganado la mayoría. Cazador y su familia ni enterada, por supuesto que era lo opuesto a mi caso pues aquí yo había sido la excluida mientras todos pertenecían a eso de la inquisición, me quede callada por unos momentos entendiendo de apocó lo dicho; si su familia no estaba enterada de nada como es que el había descubierto ese mundo y como era posible que siendo conde arriesgara así su vida sin que nadie sospechara a lo que se dedicaba fortuitamente. —Si tu familia no tiene ni idea del mundo que nos rodea realmente, como es que terminaste siendo un cazador?...—deduje que no sabían sobre vampiros y otros seres pues comentó que de saberlo lo tendrían que mandar al psiquiátrico, mi pregunta quizás sonó demasiado altiva pero es que sólo estaba más confundida y con más dudas que iban surgiendo a cada segundo que pasaba. Entonces descubrí que a pesar de toda la situación a nuestro alrededor algo me estaba molestando y mucho, no es que fuera cazador, ni conde, el podría dedicarse a cualquier cosa y yo lo seguiría viendo igual, lo sabía perfectamente, nada cambiaría en mi sentir. Me levanté de la cama de repente frunciendo los labios, se que había cosas que tenían prioridad pero de igual forma no me iba quedar con aquello que me estaba dando vueltas la cabeza.
— Por que no me dijiste que eres Conde?.— salió el reclamo mientras cruzaba los brazos.—Entiendo que no me comentarás lo de ser cazador por querer proteger ese secreto pero lo de ser conde bien pudiste decirlo, tuviste oportunidad de hacerlo o es que te di una impresión de desconfianza. Es eso verdad?— mis ojos chispeaban y no podía controlar ese sentimiento, me dolía que no hubiese confiado en mi después de todo yo le había hablado hasta por los codos de mi familia, de mi y el, bueno. Ni siquiera me había dado cuenta que alzaba la voz al hablar como si tuviera algún derecho sobre el para molestarme de ese modo, aunque eso no era lo único que me molestaba.
—Tal vez si fuera una exuberante pelirroja seguramente me hubieses contado todo de tu vida sin necesidad de preguntar tanto!— si, no estaba siendo racional y mi boca era realmente mi peor enemigo pues en cuanto tuve oportunidad saqué todo lo que me esta provocando enojo aunque no viniera al caso y recordar que esa mujer estaba de ensimosa todo el tiempo no me ayudaba, después de todo ella fue quien lo cuido porque a mi no asomar la nariz me habían permitido. Lleve una mano a mi frente, tratando de encontrarle el hilo a mis emociones y poder aterrizarlas correctamente pero es que era tan impulsiva y de igual forma si no lo decía en este momento mientras más lo guardara me iba a enfurruñar más con el.
— Por que no me dijiste que eres Conde?.— salió el reclamo mientras cruzaba los brazos.—Entiendo que no me comentarás lo de ser cazador por querer proteger ese secreto pero lo de ser conde bien pudiste decirlo, tuviste oportunidad de hacerlo o es que te di una impresión de desconfianza. Es eso verdad?— mis ojos chispeaban y no podía controlar ese sentimiento, me dolía que no hubiese confiado en mi después de todo yo le había hablado hasta por los codos de mi familia, de mi y el, bueno. Ni siquiera me había dado cuenta que alzaba la voz al hablar como si tuviera algún derecho sobre el para molestarme de ese modo, aunque eso no era lo único que me molestaba.
—Tal vez si fuera una exuberante pelirroja seguramente me hubieses contado todo de tu vida sin necesidad de preguntar tanto!— si, no estaba siendo racional y mi boca era realmente mi peor enemigo pues en cuanto tuve oportunidad saqué todo lo que me esta provocando enojo aunque no viniera al caso y recordar que esa mujer estaba de ensimosa todo el tiempo no me ayudaba, después de todo ella fue quien lo cuido porque a mi no asomar la nariz me habían permitido. Lleve una mano a mi frente, tratando de encontrarle el hilo a mis emociones y poder aterrizarlas correctamente pero es que era tan impulsiva y de igual forma si no lo decía en este momento mientras más lo guardara me iba a enfurruñar más con el.
Última edición por Mía Belanger el Mar Nov 13, 2018 12:07 pm, editado 1 vez
Mía Belanger- Humano Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
La joven reaccionó mal, algo que el cazador ya se había esperado de antemano. Sin embargo, le sorprendió el tono en el que le respondía y como parecía tomarse el secreto como una ofensa personal, algo que en ningún momento Jeremías había pretendido, al contrario. La rubia se ofuscaba cada vez más e incluso su respiración se veía agitada, sus mejillas enrojecidas y sus orbes vidriosos como si estuviera a punto de llorar llena de rabia. El español levantó una mano para intentar tranquilizarla, aproximándola hacia su rostro, mas ella no estaba receptiva a un acercamiento en esos momentos. -En ningún momento he pretendido ofenderte con mi verdad, Mía. Y no sé a qué viene lo de la pelirroja exuberante, pero tampoco me importa, porque yo hace días que sólo tengo ojos para ti, por si no te has dado cuenta.- Lo soltó como si fuera lo más natural del mundo, porque los hombres no le daban tantas vueltas a las cosas y ya que había dicho todo lo que ocultaba por motivos de seguridad, y no precisamente la suya, pues ya qué más daba irse de la lengua un poco más.
Dejó caer el brazo de nuevo y restregó la palma por la pernera del pantalón, ya que, por algún extraño motivo, se la notaba ligeramente sudada y eso le molestaba. Tomó aire profundamente y lo dejó escapar muy despacio, centrando su mirada en las rodillas durante aquel breve lapso de tiempo, antes de regresarla al rostro ajeno, aquel que parecía estar lleno de resentimiento en esos instantes. -Decirte cualquiera de las dos cosas hubiera significado ponerte en peligro. Ser cazador trae consigo mucho lastre, pero más aún lo trae el título de la nobleza que ostento.- Acercó de nuevo su diestra hacia la inglesa, ésta vez a rozarle el dorso de su zurda con la yema de los dedos. -En realidad yo no estoy hecho para ocupar este cargo, simplemente soy el regente, por así decirlo, hasta que mi hermano alcance la edad suficiente como para ocupar el lugar que le corresponde. Yo nací para hacer esto, para dar muerte a los seres sobrenaturales que acechan en la oscuridad. Yo quiero ser quien proteja a la gente de aquello que desconocen y que mi hermano, el cual es una excelente persona, noble de corazón y puro de intenciones, ayude a su manera, dominando una política que yo no entiendo.- Sus ojos buscaron la mirada foránea, quería que viera reflejado en su mirada que estaba siendo sincero. -Jamás he querido hacerte daño, Mía…- Intentó tomarla de la mano, transmitirle el calor que ésta desprendía, como si con ello fuera a transferirle, también, de algún modo sus sentimientos. -Tú me salvaste la vida en más sentidos de los que imaginas, no sólo por darme sopa y curarme las heridas la noche en que me encontraste, sino por las horas que pasaste conmigo, por tus historias, tus sonrisas, tus caricias.-
Hizo una breve pausa, pues esperaba que ella respondiera a sus palabras y le diera pie a continuar. Quería saber si le comprendía, si estaba más tranquila, si le perdonaba por haberle ocultado su procedencia, igual que ella le había ocultado a él su conocimiento sobre aquellos seres y su manera arriesgada de someterse al peligro. Estaba claro que su familia tenía muchos más secretos de los que él podría tener jamás, muchos de los cuales la propia inglesa desconocía hasta la fecha.
Dejó caer el brazo de nuevo y restregó la palma por la pernera del pantalón, ya que, por algún extraño motivo, se la notaba ligeramente sudada y eso le molestaba. Tomó aire profundamente y lo dejó escapar muy despacio, centrando su mirada en las rodillas durante aquel breve lapso de tiempo, antes de regresarla al rostro ajeno, aquel que parecía estar lleno de resentimiento en esos instantes. -Decirte cualquiera de las dos cosas hubiera significado ponerte en peligro. Ser cazador trae consigo mucho lastre, pero más aún lo trae el título de la nobleza que ostento.- Acercó de nuevo su diestra hacia la inglesa, ésta vez a rozarle el dorso de su zurda con la yema de los dedos. -En realidad yo no estoy hecho para ocupar este cargo, simplemente soy el regente, por así decirlo, hasta que mi hermano alcance la edad suficiente como para ocupar el lugar que le corresponde. Yo nací para hacer esto, para dar muerte a los seres sobrenaturales que acechan en la oscuridad. Yo quiero ser quien proteja a la gente de aquello que desconocen y que mi hermano, el cual es una excelente persona, noble de corazón y puro de intenciones, ayude a su manera, dominando una política que yo no entiendo.- Sus ojos buscaron la mirada foránea, quería que viera reflejado en su mirada que estaba siendo sincero. -Jamás he querido hacerte daño, Mía…- Intentó tomarla de la mano, transmitirle el calor que ésta desprendía, como si con ello fuera a transferirle, también, de algún modo sus sentimientos. -Tú me salvaste la vida en más sentidos de los que imaginas, no sólo por darme sopa y curarme las heridas la noche en que me encontraste, sino por las horas que pasaste conmigo, por tus historias, tus sonrisas, tus caricias.-
Hizo una breve pausa, pues esperaba que ella respondiera a sus palabras y le diera pie a continuar. Quería saber si le comprendía, si estaba más tranquila, si le perdonaba por haberle ocultado su procedencia, igual que ella le había ocultado a él su conocimiento sobre aquellos seres y su manera arriesgada de someterse al peligro. Estaba claro que su familia tenía muchos más secretos de los que él podría tener jamás, muchos de los cuales la propia inglesa desconocía hasta la fecha.
Jeremías de Olivares- Cazador Clase Alta
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Re: Refugio inesperado // Privado - Mía Belanger
Por si no hubiese sido obvio no estaba pensaba claro, sentía aumentar esa sensación de calor en el rostro como si estuviera frente a un fogón dado a que no controle mi lengua y había dejado escapar sentimientos que no me podía permitir, que derecho tenía yo de increparle?. La sensación en mi garganta no era más agradable pues sentía un nudo en ella, impidiendome decir realmente lo que quería, me fastidiaba tanto las atenciones por demás exageradas de esa mujer y me fastidiaba aún más que Jeremías no se pronunciará por ellas, aunque bueno, si se tomaba en cuenta que la mayor parte del tiempo se la pasaba inconsciente no había mucha tela que cortar y mis resentimientos eran infundados, me odie por desviar el tema a este punto. — A que viene? Viene a que Jane se esmera demasiado en su tarea de cuidarte restregandose en cada oportunidad y tú pareces muy cómodo segu....— detuve mi reclamo que prometía ser más intenso que el primero y fue gracias a que mi cerebro repitió con fuerza lo último que este dijo, le mire con sigilo intentando saber si aquello era un comentario para apaciguar mis animos o realmente le importaba aunque fuera un poco. Se denotaba cansado y un tanto nervioso? O al menos eso externaba restregando su mano con innecesaría insistencia en su pantalón. Le escuché a pesar que aún prevalecía en mi esas ganas de reprocharle la decisión de ocultarme quien era y lo que deliberadamente hacia por proteger a gente inocente de aquellos seres que habían perdido humanidad, se que mi rostro delataba el enojó pues mordía con insistencia mi labio acto que detuve al sentir la leve caricia en mi mano, si su intención era calmarme le estaba funcionando. —Debiste decirme...de hacerlo, hubiese avisado a tu familia para que vinieran por ti y no estarías aquí herido por mi culpa.– Murmuré con cierto afligo y es que verlo así, a sabiendas que el pudiera estar con su familia a salvó me movía demasiado.
Mis esmeraldas se engancharon a sus ojos incapaz de rehuirle está vez, notaba la sinceridad brotando de cada palabra pronunciada y le creía.—Lose...se que no me dañarias, al menos no intencional. Pero eso no quita que debiste decirme de cualquier modo...por favor no me ocultes nada.— era tan terca y testaruda que no quitaría el dedo del renglón.—Yo...cuidaría de ti mil veces, aunque preferiría que no fuera por condiciones como está. Me angustia verte mal y solo imaginar que es algo a lo que de algún modo ya estás predispuesto me divide el alma. mi mano de algún modo se aferró a la varonil con un poco más de fuerza y una media sonrisa se formó en mis labios mientras bajaba la mirada. Sentía tanto que no sabría cómo explicarlo, me desbordaba la intranquilidad de solo pensar en que ya no le vería, era consciente que mi arrebato fue puramente dominado por los celos y no de amigos, eso me asustaba porque fue fácil ponerle nombre a lo que desde hace días me había negado a ver y mi corazón tanto gritaba.
—Jeremias...mi familia, lo que está sucediendo en estos momentos...—mis ojos descendieron clavándose en aquel agarre que de a poco afloje.—Es complicado, quedarte aquí es un peligro, así que en cuanto puedas ponerte en pie le pediré a Patrick que te facilite volver con los tuyos...— aquello no era lo que hubiese querido decir y mis ojos delataban el pinchazo que me provocaban mis palabras pero preferiría tenerlo lejos y saberle a salvó, después de todo el tenía un deber con su familia y no conmigo. Si de algo estaba segura es que no podía decirle que deseaba tenerlo a mi lado, que él se había adueñado de mis sueños y pensamientos, no era correcto arrastrarlo a esto cuando en España el tenía un deber esperando, una familia a la cual cuidar.
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