Juego de sombras (privado)

por **Värinael Warrior** Jue Mar 01, 2018 1:24 am

Recuerdo del primer mensaje :

Lacrada la carta con el sello del blasón familiar, reconocí de inmediato a Indigo como la remitente de aquel sobre amarillento.
Deslicé el abrecartas por la solapa hasta que el selló cedió permitiéndome sacar la hoja del interior. Sus lineas no daban lugar a dudas, perfectamente trazadas con una tinta rojiza, con el secante pasado para que ni una sola de estas letras acabara corrida, reclamaba mi presencia en la mansión que tenia en las afueras de París.

Indigo era mi sire, nuestra relación era complicada, ella trazaba oscuros lazos entre ella y sus vástagos. La mayoría acaban enloquecidos comiendo de su mano y luego se limitaba a abandonarlos o si la aburrían in extremis, a matarlos. Yo era su hijo díscolo, no tendía a obedecer sus...”peticiones” y con mis actos acababa trastocando su partida de ajedrez. Creo que eso la enfurecía y excitaba a partes iguales, pues no estaba acostumbrada a un no por respuesta y mis negativas se habían convertido para ella en un reto y para mi en un juego.

Frente al crepitante fuego la nota se esfumó reducida a cenizas, pronto el día sucedería a la noche y mi hambre me llevó nuevamente al lecho.
Dos féminas enredadas como la hiedra dormitaban sobre las sabanas de raso, descalzo esquive las botellas que vacías quedaban escampadas sobre el suelo.
Me dejé caer sobre el colchón despertando a las dos, mi sonrisa se ensanchó cuando sendas mujeres me buscaron hambrientas. De la arteria de su pierna sacie mi sed, de sus cuerpos mi hambre y así vi llegar un nuevo día, uno de tantos.

El ocaso significaba mi despertar, desconocía cual era el nuevo juego que Indigo deseaba ejecutar, mas francamente mi visita nada tenia que ver con cumplir sus deseos, si no mas bien con atajar los propios.
Ella era una mujer con contactos, retorcida, manipuladora y seductora no le costaría dar con el paradero de mi hermano si es que no lo conocía.
No era tan ingenuo como para pensar que me lo diría, al menos no sin esperar a cambio nada por parte de su díscolo hijo, pero tenia un plan alternativo.

NotreDam daba la media noche cuando mi presencia fue anunciada en el gran salón donde Indigo, como la reina de la oscuridad tejía sus hilos.
Paso sereno que retumbó por el pasillo bajo la atenta mirada predadora de la que un día me transformó en un ser sediento de sangre.
-Indigo -dije a modo de saludo alzando mis azules clavándose como estacas en los ajenos -deduzco que no me has invitado para compartir una cena conmigo, así que ve al grano, tengo prisa.
Era un guerrero, mi carácter tosco no se había corregido con el milenio con el que había lidiado.

por **Värinael Warrior** Dom Ago 19, 2018 3:13 pm

Indigo no se caracterizaba por ser una mujer paciente, era peligrosa y tenerla entre las cuatro paredes de mi casa solo podría traer desgracias, pero largarla sin darle antes aquello que buscaba pondría en peligro no solo a mi servicio, si no la mascarada que mantenía, fundamental para mi pues era un hombre de negocios y no simplemente el guerrero apegado al acero que un día fui.
Tomé asiento frente a ella hundiendo mi mirada turbia por el alcohol en sus ojos burdeos.
-¿que quieres Indigo? -pregunté

Mi sire no me visitaba porque si, nada lo hacía porque si a decir verdad, en todo este tiempo siempre había dado puntada con hilo y dudaba que fuera amor maternal la que la traía a mi caserón.
-Admito que degustar un buen vino es mas que suficiente como para olvidarme de la compañía, peor algo me dice que tu no permitirás que esta conversación caiga en el olvido ¿cierto? -pregunté dando un sorbo a mi copa -¿que te ha plantado alguno de tus alfiles que has tenido que venir a buscarme? No, ya se .. -ironicé -mi hermano el capullo ha sacado los huevos de su ano y los ha plantado sobre la mesa mandándote a la mierda -vislumbré un gesto de fastidio y entonces descubrí que acaba de darle una estocada.

Un nuevo sorbo en silencio esperando que hablara.
-¿no ha querido fornicar contigo? -pregunté en un deje de mofa -entiende que hay por ahí mujeres mas “frescas” que no gélidas -apunté guiñándole un ojo.
Indigo era una mujer bella, ardiente en el lecho, pocas sabian complacer como ella cuando así lo quería, pero en mi caso el juego de desafió “amor-odio” se mantenía en el tiempo y como no, en el espacio.
-No alcanzo a comprender para que me necesitas Indigo, pero si es para echarte un polvo, lo siento acabo de correrme hace un rato, dudo se me empine -apunté alzando la copa -y mas con lo que he bebido -busca otro peón que te complazca, seguro que alguno eres capaz de sacarte de la manga.

por **Indigo** Lun Ago 20, 2018 2:25 pm

Indigo intentaba mostrarse impasible ante los dardos envenenados de su hijo. Estaba claro que le había enseñado demasiado bien lo que era el cinismo y siendo aprendiz de la mayor hijo de puta conocida, no era de extrañar que hubiese logrado que, incluso ella, se llegara a alterar al dar en el blanco de una diana supuestamente invisible.

La mandíbula de la cainita se tensó y suave agarre de la copa se convirtió en una pinza que hizo estallar el delicado cristal en mil pedazos. El vino se mezcló con la ponzoña que los vidrios, al clavarse en la mano de la inmortal, hicieron derramar. La mirada afilada de la vampiresa se clavó en los rojizos orbes de Varinäel que con una sonrisa triunfal no le quitaba ahora los ojos de encima.

Sin embargo, cuando la furia teñía sus oscurecidos irises, el último comentario del díscolo bastardo hizo que la mueca del rostro de su sire cambiara por completo, haciendo que ésta estallara en una sonora carcajada.

–Si deseara ser satisfecha sexualmente, este sería el último lugar al que vendría, querido.–

Su mal humor se había esfumado debido a la gracia que el joven insensato había soltado con intención de hundir a la morena. Confundía su ego con el propio, creía que se rebajaría a pedirle algo tan estúpido como que se acostara con ella. No había aprendido tanto a fin de cuentas y eso hizo que la mujer se alzara de su silla y lamiera la sangre de sus dedos con lascivia.

–He venido a avisarte, cariño. La partida ha empezado y he movido pieza.–

Ladeó su sonrisa, pasándose la lengua por la comisura de los labios, recogiendo los restos de su propia ponzoña. Dio dos pasos al frente, situándose justo al lado del anfitrión. Le acarició la mejilla con el dorso de la mano, simulando algo parecido a una muestra de cariño. Cariño que, obviamente, ni de lejos sentía. Pero formaba parte de su juego.

Se inclinó lentamente hacia él, aspirando el aroma de su pelo con lujuria. De nuevo asomaba aquella pérfida sonrisa con los belfos rozando la incipiente barba del cainita. Se deslizó hacia un lado, hasta que con la punta de la nariz perfiló la ternilla de la oreja ajena. Allí, antes de dejar escapar una breve risa, susurró.

–Tal vez deberías hacerle una visita a tu viejo amor, antes de que sea demasiado tarde.–

Acto seguido se levantó y en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en un centenar de cuervos y emprendió el vuelo, dejando atrás a un atónito hijo rebelde, participando en una partida que, según los planes de Indigo, sería muy divertida.

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